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Introspección e informes verbales en procesamiento humano de información Manuel Froufe Torres Universidad Autónoma de Madrid I. INTRODUCCION La discusión acerca de la validez de los in- formes verbales como datos que nos permiten descubrir los procesos cognitivos que subya- cen a la conducta humana, pese a ser antigua en Psicología, sigue originando agudas contro- versias epistemológicas. De hecho, hasta prin- cipios de siglo, la introspección analítica de la experiencia consciente constituía el principal mé- todo para hacer psicología empírica. Poste- riormente, cuando la revolución conductista impuso la observación objetiva de la conducta manifiesta como únicos método y objeto, res- pectivamente, legítimos de la Psicología, la in- trospección quedó desacreditada como mé- todo de investigación científica. Pese a todo, al reconocérsele cierta utilidad dentro de un con- texto de descubrimiento, nunca ha llegado a desaparecer por completo. Y desde luego en psicología cognitiva, hoy más que nunca desde la condena de que fuera objeto por parte de los primeros conductistas, vuelve a hacer acto de presencia en numerosos trabajos. Por ejemplo, es corriente en la literatura sobre aprendizaje-memoria (Hunter, 1964; Luna, 1968) o sobre razonamiento y resolución de problemas (Newell y Simon, 1972; Quinton y Fellows, 1975; Hitch y Baddeley, 1976) inter- pretar el proceso cognitivo a la luz de las estra- tegias y datos verbalmente referidos por el Estudios de Psicología o.. 19-20 - 194 sujeto. Aunque también es verdad, como ve- remos más adelante, que no todas las verbali- zaciones de este tipo exigen introspección, en sentido clásico. En cualquier caso, para saber cuándo los in- formes pueden aportar datos válidos, resulta indispensable delimitar la información de la que tenemos conciencia de aquella otra que no resulta accesible a nuestro conocimiento. La conciencia constituye la condición mínima para la introspección, y en general, para la va- lidez de los informes verbales utilizados como datos que reflejan la realidad cognitiva subya- cente. De lo contrario, resultaría que estaría- mos pidiendo a los sujetos que informaran de algo de lo que ni siquiera habían tenido noti- cia. No obstante, la validez de los informes ver- bales como datos no depende únicamente de que el sujeto tenga que referirse a experiencias de las que en su momento haya tenido con- ciencia. Depende también de otra serie de cir- cunstancias (como el tiempo transcurrido en- tre la experiencia y la producción del informe, la necesidad de recodificar verbalmente la in- formación, o de filtrarla, etc.), que pueden lle- gar a afectar vitalmente a la fidelidad del in- forme. Por eso, en el presente trabajo comen- zaremos por el fenómeno de la experiencia consciente, para presentar a continuación (por

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Introspección e informes verbalesen procesamiento humanode información

Manuel Froufe TorresUniversidad Autónoma de Madrid

I. INTRODUCCION

La discusión acerca de la validez de los in-formes verbales como datos que nos permitendescubrir los procesos cognitivos que subya-cen a la conducta humana, pese a ser antiguaen Psicología, sigue originando agudas contro-versias epistemológicas. De hecho, hasta prin-cipios de siglo, la introspección analítica de laexperiencia consciente constituía el principal mé-todo para hacer psicología empírica. Poste-riormente, cuando la revolución conductistaimpuso la observación objetiva de la conductamanifiesta como únicos método y objeto, res-pectivamente, legítimos de la Psicología, la in-trospección quedó desacreditada como mé-todo de investigación científica. Pese a todo, alreconocérsele cierta utilidad dentro de un con-texto de descubrimiento, nunca ha llegado adesaparecer por completo. Y desde luego enpsicología cognitiva, hoy más que nunca desdela condena de que fuera objeto por parte delos primeros conductistas, vuelve a hacer actode presencia en numerosos trabajos. Porejemplo, es corriente en la literatura sobreaprendizaje-memoria (Hunter, 1964; Luna,1968) o sobre razonamiento y resolución deproblemas (Newell y Simon, 1972; Quinton yFellows, 1975; Hitch y Baddeley, 1976) inter-pretar el proceso cognitivo a la luz de las estra-tegias y datos verbalmente referidos por el

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sujeto. Aunque también es verdad, como ve-remos más adelante, que no todas las verbali-zaciones de este tipo exigen introspección, ensentido clásico.

En cualquier caso, para saber cuándo los in-formes pueden aportar datos válidos, resultaindispensable delimitar la información de laque tenemos conciencia de aquella otra que noresulta accesible a nuestro conocimiento. Laconciencia constituye la condición mínimapara la introspección, y en general, para la va-lidez de los informes verbales utilizados comodatos que reflejan la realidad cognitiva subya-cente. De lo contrario, resultaría que estaría-mos pidiendo a los sujetos que informaran dealgo de lo que ni siquiera habían tenido noti-cia.

No obstante, la validez de los informes ver-bales como datos no depende únicamente deque el sujeto tenga que referirse a experienciasde las que en su momento haya tenido con-ciencia. Depende también de otra serie de cir-cunstancias (como el tiempo transcurrido en-tre la experiencia y la producción del informe,la necesidad de recodificar verbalmente la in-formación, o de filtrarla, etc.), que pueden lle-gar a afectar vitalmente a la fidelidad del in-forme. Por eso, en el presente trabajo comen-zaremos por el fenómeno de la experienciaconsciente, para presentar a continuación (por

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Estudiosconsiderarlo el más satisfactorio hasta la fecha)el modelo de Ericsson y Simon (1980) de pro-ducción de informes verbales y su utilizacióncomo técnica para obtener datos válidos enPsicología.

II. CONCIENCIA

Ningún psicólogo considera accesibles a laconciencia introspectiva todos los procesoscognitivos. Es obvio, por poner un caso, queno somos conscientes de los procesos que nospermiten ver un mundo tridimensional —sim-plemente lo vemos—. ¿Por qué, entonces, al-gunos procesos cognitivos se consideran acce-sibles a la conciencia y otros no? Mejor aún:¿cuáles son los procesos cognitivos que utili-zan o producen información de lo que tene-mos conocimiento? ¿Se puede tener concien-cia del proceso, o sólo de sus productos?

Recientemente, varios psicólogos cognitivis-tas (Miller, 1962; Neisser, 1967; Mandler,1975; Evans, 1980 b) han sostenido que los su-jetos humanos no tienen acceso directo, o lotienen muy escaso, a sus procesos mentalessuperiores; únicamente existe conciencia desus productos. Miller (1962) lo tiene muyclaro: «es el resultado, y no el proceso, de pen-sar lo que aparece espontáneamente en la con-ciencia» (pág. 56). No obstante, ninguno deestos autores (salvo Evans, y referidos a unaúnica tarea de razonamiento) cita datos rele-vantes en apoyo de su postura. El origen de lamisma no está basado en investigaciones sobreprocesos mentales superiores como los de ra-zonamiento, resolución de problemas, toma dedecisiones, etc., sino, más bien, en la investi-gación de procesos más básicos de percepcióny memoria.

Por otra parte, hay evidencia de que ni losproductos de los procesos cognitivos tienenpor qué resultar siempre accesibles a la con-ciencia, ni los procesos mismos tienen por quéresultar siempre inaccesibles. Mientras en elcaso de procesos automáticos rápidos, como elreconocimiento de palabras, puede darse cog-nición sin conciencia de la palabra (Shiffrin ySchneider, 1977; Lundh, 1979), en el caso deprocesos lentos y cognitivamente controladoscomo el razonamiento analógico, puede existirconciencia no sólo del producto final, sinotambién de etapas y contenidos intermedios, yen ocasiones también de las estrategias, reghsy operaciones mentales empleadas, es decir,del «proceso» (Schneider y Shiffrin, 1977;Sternberg, 1977; Morris, 1981 b).

a) Conciencia para el producto

Con frecuencia, se supuso que percibir algoimplicaba ser consciente de lo percibido. Enopinión de Dixon (1981), «una razón de laresistencia para aceptar la posibilidad de per-cepción sin conocimiento es que, en las situa-ciones normales de vigilia, los procesos res-ponsables de la representación fenoménica ylos implicados en la mediación entre los estí-mulos externos y la conducta manifiesta, pare-cen trabajar como una unidad. Por eso, la na-turaleza monolítica de su funcionamientocombinado, ha dado la impresión errónea deque, dado que se presentan inseparables,nunca puede tener lugar transmisión de infor-mación sin representación consciente»(pág. 10). Sin embargo, la postura más consis-tente con los datos actualmente disponibles, esla de que la capacidad del cerebro para regis-trar, procesar y transmitir información estimu-lar, de ninguna forma es sinónimo de su capa-cidad para proporcionar experiencia percep-tual consciente. Se trata de dos sistemas, unopara la transmisión de información, otro parala experiencia consciente, cuyo funciona-miento resulta relativamente independiente.

Por una parte, los estímulos que inciden ennuestro sistema de procesamiento pueden darlugar a percepciones de las que no llega a exis-tir representación consciente. La evidenciaempírica a favor de este supuesto procedefundamentalmente, de dos tipos de experi-mentos: experimentos de percepción sublimi-nal y experimentos de atención selectiva (dis-criminación preatencional). Inversamente,pueden aparecer contenidos en la concienciabasados en la memoria, y, por tanto, indepen-dientes del flujo sensorial inmediato. Tal es loque ocurre en las alucinaciones (sean inducidaspor deprivación sensorial, drogas o psicosis),en los sueños REM, en las sensaciones expe-rimentadas por los sujetos que han visto re-pentinamente modificado de forma sustancialsu esquema corporal, etc. No obstante, porconstituir estas últimas circunstancias situacio-nes «especiales», nos ocuparemos sólo delprimer aspecto: percepción sin conciencia delo percibido.

1. Percepción subliminal

Se ha comprobado que aunque una señal es-timular (o la razón señal/ruido) resulte de in-tensidad tan débil que el sujeto no pueda lle-gar a tener conocimiento de ella, sí puededeterminar su respuesta. En 1951, Lazarus yMcCleary (quienes acuñaron el término «sub-

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Estudios 137cepción» para referirse a este fenómeno) con-dicionaron una respuesta galvánica de la piel acinco sílabas sin sentido, emparejándolas repe-tidamente a electro-shocks; y a diferencia deotras sílabas sin sentido que no eran acompa-ñadas de shock. A continuación, exposicionesmuy breves de las sílabas produjeron diferen-cias significativas en RPG entre las condicio-nadas y las no condicionadas, aun cuando lostiempos de exposición eran demasiado brevespara permitir el reconocimiento de las sílabaspresentadas.

Pronto, los resultados de una serie de expe-rimentos que utilizaron como variable inde-pendiente la presentación subliminal de unavariada gama de señales y como variable de-pendiente los juicios de magnitud (Black yBevan, 1960; Boardman y Goldstone, 1962;Bevan y Pritchard, 1963) o las ilusiones deforma o magnitud (Smith y Henriksson, 1955;Farné, 1963; Worthington, 1964), apoyaron laexistencia de percepción subliminal. Otrotanto ocurrió con algunos experimentos quebasaron la presentación de señales sublimina-les en los principios de la estabilidad de la ima-gen retinal (Riggs y Whittle, 1967; Lehmann,Beeler y Fender, 1967) o de la rivalidad bino-cular (Cobb, Morton y Ettlinger, 1967; Harte,Seiple y Musso, 1974), y la existencia de pro-cesamiento perceptual en el registro del po-tencial cortical evocado por aquellas señales.El potencial cortical evocado sigue presentecuando una imagen retinal estabilizada desapa-rece de la conciencia o cuando una imagen essuprimida de un ojo a través de la rivalidadbinocular con el otro ojo. La deficiencia mayoren estos dos últimos paradigmas experimenta-les es la ausencia de indicios conductuales deesta supuesta percepción subliminal; en otraspalabras, la falta de efectos de los estímulossubliminales sobre la cognición consciente.

Dicha limitación queda superada en los ex-perimentos de enmascaramiento, en los que seanaliza la influencia (sobre la percepción de unsegundo estímulo) de un estímulo cuya pre-sencia queda enmascarada precisamente por lapresentación inmediata de ese segundo estí-mulo. Eagle (1959) intentó demostrar la posi-bilidad de percibir inconscientemente el es-tado de ánimo y carácter reflejados en unaimagen humana enmascarada (y, por tanto, sub-liminal). Los sujetos tenían que juzgar la hos-tilidad de una silueta humana neutral, que eraprecedida inmediatamente por una brevísimaexposición de esa figura dentro de una escena,bien en actitud agresiva, bien en actitud ama-ble. Los sujetos juzgaron como más hostil la

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silueta cuando era precedida por la escenaagresiva que cuando era precedida por la es-cena amable. Gracias a ciertas variaciones in-troducidas en una investigación posterior,Guthrie y Winer (1966) creyeron poder expli-car los resultados de Eagle en función de lascaracterísticas de la memoria icónica (postefec-tos de la estimulación visual enmascarada), ypor tanto sin necesidad de recurrir a la hipóte-sis de la percepción subliminal. Sin embargo,semejante reinterpretación no puede ser utili-zada para explicar otros resultados obtenidospor Smith, Spence y Klein (1959). En estecaso, la estimulación subliminal enmascaradaconsistía en la presentación muy breve de laspalabras HAPPY o ANGRY intercaladas en laexposición de una cara delineada. También es-tos estímulos afectaron diferencialmente la es-timación que los sujetos hacían del estado deánimo de la cara.

Este experimento fue subsecuentementereplicado y perfeccionado por Somekh y Wil-ding (1973). Para asegurarse de que los sujetosno se enteraban de las palabras HAPPY ySAD, éstas eran presentadas por debajo delumbral a un ojo, en tanto el estímulo enmasca-rador, el rostro neutral, era simultáneamentepresentado al otro ojo. Sus resultados confir-maron los obtenidos por Smith y cols. Además,encontraron un efecto adicional de interésconsiderable: cuando las palabras-indicio fue-ron sustituidas por los items estructuralmentesimilares HARRY y SAP, éstos no presenta-ron ningún efecto sobre la percepción del ros-tro neutral. Semejantes estímulos sólo fueronmal interpretados y leídos como HAPPY ySAD cuando fueron presentados supralimi-nalmente. Esto, además de desautorizar la hi-pótesis de los «indicios parciales» como expli-cación alternativa más parsimoniosa para estetipo de resultados experimentales (defendida,entre otros, por Bricker y Chapanis, 1953;Neisser, 1967), sugiere que, bajo algunas cir-cunstancias, la discriminación inconscientepuede ser más precisa que la que ocurre bajocircunstancias de conocimiento. Quizá losefectos distorsionantes de la expectativa yreestructuración que caracterizan a la percep-ción consciente no operan inconscientemente.Existen abundantes supuestos teóricos y algu-nos datos empíricos (Zuckerman, 1960;Spence y Holland, 1962; Posner, 1973; She-vrin y Dickman, 1980) que sugieren que losprocesos cognitivos inconscientes pueden se-guir principios de organización diferentes a losque rigen el procesamiento normal consciente.

Pese a la desconfianza y rechazo casi genera-

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13 8 Estudiosles que siempre despertó el tema de la percep-ción subliminal, el hecho es que los experi-mentos más recientes, superando ciertas posi-bles deficiencias metodológicas como los«efectos del experimentador», las «caracterís-ticas de demanda de la tarea», errores en laestimación del umbral, achacadas por diversosautores (Berstein y Eriksen, 1965; Guthrie yWiener, 1966; Neisser, 1967) a algunos traba-jos anteriores, apoyan la existencia de proce-samiento semántico inconsciente. La evidenciaproviene de diferentes paradigmas y modali-dades sensoriales.

Bradshaw (1974) presentó visualmente a sussujetos una palabra polisémica (v. gr. «palm»)dispuesta entre otras dos, una a su izquierda yotra a su derecha. Una de estas palabras perifé-ricas era desambigüizante para el ítem central.Inmediatamente después de la exposición deesta tríada tuvieron que elegir uno de los dosposibles significados del homógrafo. Un nú-mero significativo de estas respuestas demos-tró que el significado percibido de la palabrapolisémica estaba sesgado por el «contexto»aportado por la palabra desambigüizante, auncuando el sujeto no había podido enterarse deella, dado que en el punto de fijación se encon-traba el homógrafo y el tiempo de exposiciónera tan corto (125 mseg.) que no permitía nin-gún movimiento de rastreo (scanning) del ojo.

Henley y Dison (1974) pidieron a sus suje-tos que relatasen las imágenes evocadas por lamúsica presentada supraliminalmente a unoído, mientras al otro oído eran presentadassubliminalmente palabras referidas a cuatro ca-tegorías diferentes: tierra, agua, gente y anima-les. Aunque los sujetos no se enteraron deninguna otra estimulación que no fuera la mu-sical, las imágenes evocadas estaban significati-vamente influenciadas por las palabras-suges-tión.

A partir de replicaciones, o introduciendociertas variaciones sobre los experimentos yamencionados, Henley (1976), Marcel y Patter-son (1978), Mykel y Daves (1979), obtuvierontambién evidencia a favor de la existencia deanálisis semántico inconsciente.

La elevada consistencia de los resultadospone la realidad de la percepción subliminalinconsciente, creemos, fuera de toda duda ra-zonable. Eso quiere decir que aparte del um-bral para las percepciones como tales, existeotro umbral diferente, y más alto que el ante-rior, para la conciencia introspectiva de laspercepciones. En palabras de Lundh (1979),«los informes introspectivos acerca de lo per-

cibido no nos dice nada acerca de lo que espercibido por el sujeto, sino acerca de aquelloque el sujeto está introspectivamente cons-ciente de haber percibido» (pág. 226).

2. Discriminación preatencional

Cuando a un sujeto se le presentan dosmensajes (v. gr., uno por cada oído) y se le obli-ga a que preste atención a uno de ellos (v. gr.,pidiéndole que lo reproduzca en voz alta),generalmente el sujeto no tiene conocimientodel otro mensaje. Pero se ha comprobado que,no obstante, el mensaje no atendido ejercecierta influencia sobre su conducta. Quiereesto decir que el mensaje secundario, aunquepase inadvertido para la conciencia del sujeto,es procesado en alguna medida.

Numerosos experimentos de escucha dicó-cica vienen a abundar en la idea, ya puesta demanifiesto a través del paradigma de la percep-ción subliminal, de la posibilidad de analizarsemánticamente el material inconscientementeregistrado (en el oído no atendido). Corteen yWood (1972) comenzaron por asociar losnombres de algunas ciudades americanas a unshock, y a continuación los intercalaron en elmaterial presentado por el canal no atendidoen una prueba de escucha dicótica. Encontra-ron que dichos nombres producían un incre-mento significativo en la RPG palmar. Es más,incluso los nombres de ciudades que no habíansido asociados al shock inducían una RPG sig-nificativamente mayor que las palabras con-trol; a pesar de que los sujetos no tenían con-ciencia de que en la fase de escucha dicótica leshubieran sido presentados nombres de ciuda-des. Todo ello sugiere la existencia de un nivelmuy sofisticado de procesamiento sin que elsujeto llegue a tener siquiera conciencia delproducto de ese proceso. Dado que el incre-mento de la RPG no se limitó a los nombresasociados al shock, no cabe explicar los resul-tados en función de un simple procesamientoacústico de las palabras.

Para comprobar que no había habido si-quiera una conciencia momentánea de losnombres de ciudades incluidos en el mensajesecundario, Corteen y Dunn (1974) llevaron acabo una prueba adicional. Se trataba de unexperimento como el anterior, salvo que enlugar de preguntar al final de la prueba si ha-bían oído algo por el canal no atendido, pidie-ron a los sujetos que presionasen una llavecada vez que oyesen un nombre de ciudad, porcualquier oído, durante el curso de la tarea desombreado. En sólo una de 42 ocasiones enque hubo respuestas galvánicas significativas a

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Estudios 139las presentaciones críticas de nombres de ciu-dad, los sujetos mostraron conciencia; lo cualapoya la conclusión extraída en el primer ex-perimento.

Unos años más tarde, sin embargo, Wardlawy Kroll (1976) informaron de un intento fa-llido de replicar los resultados de Coyeen yWood (1972).

Evidencia favorable a la existencia de proce-samiento semántico sin conciencia introspec-tiva la han obtenido también, en sendas inves-tigaciones menos ambiguas que las anteriores,Von Wright y cols. (1975) y Foster y Gobier(1978), quienes mediante la RPG demostraronla ocurrencia de generalización a sinónimos ypalabras acústicamente similares al estímulocondicionado, tanto si se presentaban en elmensaje atendido como en el no atendido.Foster y Govier comprobaron, además, que laprobabilidad de obtener una RPG para las pa-labras acústicamente similares crecía si éstasúltimas eran presentadas dentro de un con-texto apropiado al estímulo condicionado, yesto a pesar de la falta de conocimiento de laspalabras en el mensaje no atendido (que, paramejor garantizar su ignorancia, era presentadocon una intensidad inferior). Por otra parte,estos autores creyeron poder explicar los re-sultados fallidos de Wardlaw y Kroll (1976) enbase a defectos metodológicos, no siendo elmenor el que su paradigma para producirRPGs condicionadas parecía casi garantizar laausencia prácticamente total de condiciona-miento.

El procesamiento de la información semán-tica sin conciencia de las palabras también fuepuesto a prueba estimando el tiempo de reac-ción vocal a mensajes sombreados, mientras sehacía variar las características del mensaje noatendido. Para Henley (1976), «el tiempo dereacción constituye un indicador más sensible-de los efectos de estímulos subliminales (o noatendidos) que las respuestas verbales» (pág.566). Lewis (1970) encontró que las latenciasde las respuestas de sombreado a palabras ais-ladas presentadas en el oído atendido aumen-taban con la presentación simultánea de sinó-nimos en el oído, no atendido. La explicaciónalternativa de Broadbent y Gregory (1971),según la cual dicho efecto podría deberse a quequizá ambos oídos constituyen un canal de en-trada único, queda descartada por los resulta-dos de un nuevo experimento de Lewis (1972),en el que las presentaciones se hacen simultá-neamente a un ojo y un oído. El sombreado delas palabras presentadas auditivamente tam-bién era inhibido por los sinónimos presenta-

dos visualmente. Por razones, que no resultanclaras, este efecto no se presentó cuando lacondición fue invertida, es decir, cuando laatención se dirigió a la información visual.

Smith y Groen (1974) llegaron a la mismaconclusión que Lewis sirviéndose de un mé-todo ligeramente distinto. En su experimento,los sujetos recibían presentación dicótica delistas de palabras, pudiendo pertenecer las lis-tas atendida e «ignorada» a la misma o a dife-rentes categorías. A la presentación de cadapar de listas seguía una prueba de recuerdo,con la instrucción de que los sujetos indicaransi la palabra-blanco había sido o no presentadaen el oído atendido. Los errores y latendas delas respuestas a items que de hecho habían per-tenecido a la lista no atendida, pero no a laatendida, resultaron significativamente mayo-res si dichos items pertenecían a la misma ca-tegoría que la de los items de la lista atendida;cosa que no -ocurría si las palabras-blanco nohabían formado parte de la lista no atendida.Esta respuesta inconsciente a la pertenencia auna categoría fue interpretada por Smith yGroen como indicio de que el material noatendido es sometido a algún análisis semán-tico.

Dentro del terreno visual, Underwood(1976) también detectó interferencia semán-tica producida por palabras no atendidas. Pala-bras colocadas periféricamente (que resultabanignoradas por no ser atendidas) interferían conel nombramiento de imágenes colocadas en elpunto central de la fijación visual. Resultados,por lo demás, equivalentes a los que poste-riormente obtendrían Philppott y Wilding(1979) recurriendo a una técnica menos ambi-gua para garantizar la falta de conciencia.Philppott y Wilding encontraron que las laten-cias de las respuestas para nombrar colores,figuras o palabras presentadas a un ojo eranincrementadas cuando eran presentadas simul-táneamente al otro ojo, por debajo del umbralde concienciación, palabras o figuras relacio-nadas, por su significado, con las primeras.Cuanto más próximas en significación ambasseries de estímulos, mayor resultaba la interfe-rencia.

Tomados en su conjunto, los experimentosde percepción subliminal y discriminaciónpreatencional (los cuales recurrieron a para-digmas y métodos muy variados dentro de laestimulación auditiva y visual) evidencian laocurrencia de pleno procesamiento semánticosin conciencia. Todo ello pone en conexión laconciencia para el producto del proceso cogni-tivo con la atención selectiva. Según los resul-

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Estudiostados de los mencionados experimentos, sepuede concluir que tan sólo somos conscientes deaquellos productos perceptivos a los que atendemosselectivamente (y que, por tanto, han de basarseen estimulación supraliminal); postura éstacompartida por numerosos autores: Miller(1962), Mandler (1975), Lundh (1979), Ruiz yBotella (1981), y en general —salvo Neisser(1980; Hirst y cols. 1980)— por casi todos losautores que investigaron la inatención selec-tiva. De hecho, en este tipo de experimentos,el informe introspectivo, a cualquier otro tipode respuesta manifiesta voluntaria —que parael caso da lo mismo— ante el reconocimientoconsciente de items, es usado como indicio deaquello a lo que se ha atendido selectivamente.Se dice que un sujeto ha atendido a un estí-mulo si manifiesta haber tenido conciencia deél; y a la inversa, si no manifiesta conciencia, sedice que no ha atendido al estímulo. En expe-rimentos de escucha dicótica, por ejemplo, larespuesta de sombreado al oído atendidoequivale a un informe de lo que ha sido con-cienciado. Pero si un item del mensajea-ser-rechazado alcanza la conciencia del su-jeto, se dice que éste ha captado su atención.En una palabra, atender es ser consciente dealgo.

b) Conciencia para el proceso

Ya nos hemos referido a que, en el caso deprocesos cognitivos lentos y controlados, el su-jeto puede tener acceso consciente no sólo alproducto final de ese proceso, sino también alproceso mismo. No obstante, en este con-texto, el término «proceso» puede entendersede dos formas: como etapas y contenidos ex-perienciales intermedios, o como estrategias yreglas mentales utilizadas para alcanzar el pro-ducto final. Ambas concepciones son igual delegítimas.

1. El proceso como contenido

Acabamos de ver cómo la información se-mántica de palabras aisladas puede ser extraídasin que siquiera exista conciencia de haberpercibido la palabra. No obstante, es de espe-rar que no todo pueda ser procesado precons-cientemente. De hecho, MacKay (1973) en-contró que mientras el significado de las'pala-bras puede, en efecto, ser discriminado prea-

tencionalmente, «las relaciones de estructuraprofunda entre palabras» exigen atención paraser comprendidas. Esto tiene una posible ex-plicación. Según Shiffrin y Schneider (1977),sólo podrá ser discriminada preatencional-mente aquella información para la que el orga-nismo, por encontrarse repetida e invariante-mente expuesto a ello, haya desarrollado unprocesamiento automático; el cual consiste enla activación, desencadenada por el inputapropiado, de una secuencia de elementosconfigurada en la MLP. Como tal secuenciaintegrada en la MLP, no requiere para su actua-lización ni el control ni la atención por partedel sujeto. Eso significa que los procesos au-tomáticos no sobrecargan la capacidad limitadadel sistema humano de procesamiento de in-formación, lo cual le permite llevar a cabo másde un proceso en paralelo. Pero esas mismascircunstancias impiden el acceso de la concien-cia a los elementos integrantes del proceso.

Diferentes procesos cognitivos, como los decodificación perceptual o los de recuperacióndirecta de información disponible en la MLP *(los cuales tienen lugar en decenas o centenasde mseg.), no parecen utilizar la MCP para al-macenar etapas intermedias del procesa-miento, sino sólo para el producto final. Gene-ralmente, somos capaces de reconocer los ros-tros, las palabras o los objetos familiares direc-tamente, sin necesidad de almacenar y manejaren la MCP las características del estímulo utili-zadas para su discriminación. De igual forma,la recuperación de la memoria de informaciónfamiliar, v. gr., el nombre de un antiguo amigocon el que hace tiempo no nos encontramos—a no ser que implique asociaciones sucesi-vas— suele tener lugar de forma repentina ysin que sepamos cómo ha ocurrido. En talescasos, sólo tenemos conciencia del productofinal del proceso cognitivo.

Pero en circunstancias especiales, como lasde percepción subliminal o discriminaciónpreatencional, por existir un umbral más altopara la conciencia introspectiva de las percep-ciones que para las percepciones como tales,los procesos automáticos pueden incluso darlugar a cognición sin que ni siquiera llegue aexistir conciencia del producto del proceso.Por eso, es de esperar que una persona compe-tente en una lengua, por haber estado reitera-damente expuesta al procesamiento casi inva-

* Según lo dicho, resulta obvio que en el modelo de procesamiento de información aquí adoptado (aligual que ocurre en el de Atkinson y Shiffrin, 1971, o en el de Ericsson y Simon, 1980) se identificaconciencia con información activada en la MCP; con independencia de que la MCP sea concebida como unalmacén separado y especializado, o simplemente como la porción de la información en la MLP que estáactual y temporalmente activada.

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Estudios 141riante de gran parte de las palabras que la inte-gran, sea capaz de entender su significado sinnecesidad de atenderlas ni de tomar concienciaintrospectiva de ellas.

Es distinto con las frases que pueden cons-truirse al combinar las palabras: continua-mente escuchamos y producimos frases quenunca habíamos manejado antes. En este sen-tido, como señalara Chomsky (1965), nuestracompetencia en una lengua desborda clara-mente nuestra experiencia de ella. Por eso lacompetencia y actuación al respecto no pue-den descansar únicamente en el procesamientopreatencional automático. La mayor parte delas frases requieren lo que Schneider y Shiffrin(1977) denominan «procesamiento de infor-mación controlado».

Los procesos controlados consisten en la ac-tivación bajo control del sujeto de una secuen-cia de elementos que en gran parte han de sermanejados en la MCP, por lo que exigen laatención del sujeto. Ello determina que el sis-tema de procesamiento de información contro-lado resulte de capacidad limitada (posible-mente de naturaleza serial), pero permiteasimismo que el sujeto tome conciencia nosólo del resultado final, sino también de eta-pas intermedias.

Por lo demás, en caso de que el sujeto seenfrente reiteradamente a una situación que,aun habiéndole exigido al principio un proce-samiento controlado, requiera siempre lamisma secuencia de respuestas y operacionesmentales, el procesamiento controlado acabarápor convenirse en automático. Es precisa-mente esta automatización de los procesoscognitivos a que conduce la práctica, y que seproduce a expensas de su control activo porparte del sujeto, y por tanto también a expen-sas de su flexibilidad, la que los sustrae de laconciencia. Semejantes efectos de la automati-zación los explican Ericsson y Simon (1980) enlos siguientes términos: «antes de que haya te-nido lugar un sobreaprendizaje, los procesostienen que ser interpretados, con gran retro-alimentación desde etapas intermedias de pro-cesamiento almacenadas en la MCP. El so-breaprendizaje equivale a compilar estos pro-cesos de tal manera que se llevan a cabo menoscomprobaciones cuando aquellos son ejecuta-dos, por eso se almacena en la MCP menosinformación referente a etapas intermedias. Laexperiencia con la compilación en lenguajespara computadora muestra que la automatiza-ción incrementa en gran medida la velocidaddel proceso, a expensas de su flexibilidad, y sus

etapas intermedias resultan menos disponiblespara informe (verbal)» (págs. 236-237).

Una distinción similar a la de Schneider yShiffrin (1977) entre procesos controlados yprocesos automáticos es la diferenciación deSchank y Abelson (1977) entre p/ans y scripts.Ellos entienden que el procesamiento con planresulta fundamentalmente consciente. Cual-quier lector que practique la mecanografía yconduzca automóvil puede verificar de manerainformal estos argumentos. Mientras se estáadquiriendo la habilidad, la tarea resulta difícily pesada, pero se pueden en gran medida con-trolar conscientemente todas las actividadesimplicadas, y por tanto informar de qué sehace y para qué. Cuando se desarrolla una ha-bilidad de este tipo, crece la fluidez con que seejecuta la tarea, pero disminuye el controlconsciente de la misma; hecho, por lo demás,defendido e investigado por Watt, y otros au-tores, ya a principios de siglo.

Naturalmente, aunque la dicotomía procesocontrolado-proceso automático puede enten-derse como una distinción cualitativa, inicial-mente, la transformación de un proceso con-trolado en automático es meramente cuantita-tiva y progresiva. La adquisición de habilidadescomo las mencionadas puede interpretarse entérminos del desarrollo de un procesamientode información automático que «permite alorganismo aprender modos cada vez más com-plejos de procesamiento de información me-diante la construcción de subsistemas automá-ticamente aprendidos» (Shiffrin y Schneider,1977, pág. 162). Aunque eso sí, puede llegarel momento en que preguntado, por ejemplo,un mecanógrafo por la ubicación de un signodentro del teclado, es incapaz de responderverbalmente: se diría que el conocimiento está«en los dedos». El sobreaprendizaje de unahabilidad la convierte en un proceso rutinario,fácil y específicamente-situacional. No re-quiere integración de nueva información, portratarse de respuestas desarrolladas «para con-figuraciones estimulares particulares». De estaforma, lo que inicialmente es una cuestión degradación cuantitativa puede acabar por darlugar a una diferencia cualitativa. Considera-dos los casos extremos, resulta que lo que eraaccesible a la conciencia del novato, no lo es ala del experto, con todas las implicaciones queesto comporta.

Según todo lo que acabamos de decir, re-sulta que sólo tendremos conciencia —y portanto únicamente podremos dar verbalmentecuenta de— los procesos cognitivos implicados

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Estudiosen !a ejecución de tareas nuevas y complejas,que por lo mismo resultarán de evoluciónlenta.

Aparte de las observaciones informales a lasque ya nos hemos referido, existen algunas in-vestigaciones experimentales que demuestranque mientras los procesos cognitivos implica-dos en tareas fáciles y rutinarias apenas resul-tan accesibles a la conciencia, los implicados entareas nuevas y complejas sí lo son. Dean yMartin (1966) encontraron que conformecrece el aprendizaje de una lista de pares aso-ciados, decrece el número de asociaciones me-diacionales de las que se puede informar. Elsobreaprendizaje de una lista durante 10 en-sayos extra, por parte de los sujetos de ungrupo experimental, dio lugar a un decre-mento significativo de mediaciones de las quetuvieron conciencia. Esto indica que cuando,debido a la práctica, se desarrolla un procesa-miento automático, desaparecen contenidosintermedios del proceso cognitivo, o al menosla conciencia de dichos contenidos.

Rees e Israel (1935) demostraron que, anteuna larga serie de anagramas con solucionesmúltiples, los sujetos pueden llegar a elegiruna solución con la misma estructura para to-dos los problemas, sin llegar a ser conscientesde dicha estructura; pero esto ocurría sólocuando la solución requería una reestructura-ción sencilla (la simple permutación 5 4 1 2 3),pero no cuando era necesaria una permutaciónmás compleja de las letras. Parece razonablepensar que, en el primer caso, los sujetos -des-arrollaron un «set» que, por implicar una rees-tructuración tan sencilla, les permitía respon-der a través de un proceso «automático» queno exigía ni tomar conciencia de estados in-termedios ni de la estructura de la solución.Sin embargo, Cuando la reestructuración re-querida para la solución era más compleja, eltratamiento dado a los elementos del problemapermitía a los sujetos darse cuenta de la simili-tud de los anagramas. Semejante interpreta-ción parece avalada por la comprobación deSargent (1940) de que los sujetos, cuando en-cuentran soluciones rápidas a anagramas, sonincapaces de informar de estados intermedios.

Quinton y Fellows (1975) encontraron queen problemas de series de tres términos, con lapráctica, los sujetos trasladaban su atencióndesde el significado de la información semán-tica presentada, hacia el reconocimiento de ca-racterísticas perceptuales invariantes del des-plegado estimular; o hacia propiedades pura-mente formales de la información presentada(Wood y Shotter, 1973). Determinada por

este tipo de transición, Wood, Shotter y God-den (1974) encontraron evidencia empíricamás directa de la pérdida de los contenidosintermedios, al obtener una marcada relaciónnegativa entre la habilidad de los sujetos pararesponder preguntas inesperadas —que reque-rían conciencia de la información presentada—y la práctica.

Un hecho que parece ir en contra de la su-puesta conciencia para las etapas y contenidosintegrantes del proceso cognitivo que tiene lu-gar en la realización de tareas nuevas y comple-jas, es el reflejado en observaciones y anécdo-tas en torno a la creatividad y resolución deproblemas que tiene lugar a través de un pro-ceso de insight o «iluminación repentina». Se-gún la postura clásica (Wallas, 1926), en talescircunstancias, la iluminación de la idea crea-tiva tendría lugar después de un período detrabajo inconsciente (incubación), que seguiríaa un procesamiento previo para comprender yfamiliarizarse con el problema (preparación).De acuerdo con esta explicación, el hecho deque durante el período de incubación el sujetose ocupe de otras cosas, permite que se des-arrolle un proceso inconsciente de resolución.

Sin embargo, Woodworth (1938), basadofundamentalmente en un experimento dePlott y Baker, sugiere que durante este pe-ríodo de incubación el sujeto retorna ocasionaly esporádicamente a ocuparse del problema,aun cuando la tarea primordial en ese mo-mento sea precisamente otras cuyas demandassuelen interrumpir abruptamente el intento deproceso resolutorio. A partir de estas inte-rrupciones esporádicas, Simon (1979) pro-pone una explicación de la incubación basadaen el funcionamiento habitual del sistema deprocesamiento de información (estableci-miento y reestructuración de metas, pérdidade la información en la MCP y recuperación yuso de la información en la MLP) sin necesidadde proponer un mecanismo especial para elpensamiento creativo. Según esta explicación,el proceso creativo no sería precisamente unproceso inconsciente y repentino; lo que ocu-rre es que los testimonios recogidos al res-pecto, al ser poco controlados y retrospectivos(memorias y entrevistas realizadas después queha transcurrido un considerable lapso detiempo desde el descubrimiento), suelen dar laimpresión de que la comprensión tuvo lugar deuna forma repentina, al olvidar los sujetos lospasos, asociaciones y etapas que progresiva-mente les habían llevado a la solución.

Sin duda, la utilización formal más convin-cente de la suposición de que, en tareas nuevas

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Estudios oy complejas, los sujetos tienen conciencia delos contenidos y etapas integrantes del procesocognitivo es la aportada por Newell y Simon(1972) al establecer el proceso resolutorio deproblemas de lógica, ajedrez y criptoaritméticaa partir de los protocolos producidos por lossujetos mientras «piensan en voz alta». A par-tir de semejantes datos verbales, los autorespudieron establecer las diferentes metas y es-tados de conocimiento (al menos en su mayorparte) generados durante el intento de solu-ción; e incluso, a través del «gráfico del com-portamiento en el problema», pudieron re-construir visualmente la dinámica cronológicade la secuencia de «operadores» que vandando lugar a los diferentes y múltiples esta-dos de conocimiento. De esta forma, Newell ySimon han podido ir mucho más allá de lacruda medición de si los sujetos resuelven o noel problema, o del tiempo invertido hasta con-seguirlo, que sería casi todo lo que se podríalograr en caso de rechazar los informes verba-les. De hecho, después del profundo análisisde los procesos resolutorios realizado porNewell y Simon, nadie parece discutir la utili-dad de su método ni los supuestos en que sebasa.

Byrne (1977) y Williams y Hollan (1981)recurrieron también a esta técnica de análisisde protocolos producidos por los sujetosmientras realizaban dos tareas más representa-tivas de la vida cotidiana: planificar el menúpara la comida de una fiesta, en la primera in-vestigación, y recordar los nombres de los an-tiguos compañeros de colegio, en la segunda.En ambos casos, los autores creyeron obtenerun registro aceptable de gran parte de los con-tenidos y momentos por los que iba transcu-rriendo la realización de la tarea, y de las que elsujeto debía ser consciente.

2. El proceso como estrategia

Es evidente que el árbol de búsqueda repre-sentado por Newell y Simon (1972) en el grá-fico del comportamiento en el problema noconstituye el proceso resolutorio, entendido el«proceso» como un conjunto de estrategias yreglas que nos dicen cómo, cuándo y porquéson puestas en acción las diferentes operacio-nes mentales. Eso lo saben bien Newell y Si-mon cuando defienden que la teorizaciónacerca de las causas y consecuencias de la apli-cación de los diferentes operadores a los dis-tintos estados de conocimiento debe ser lle--vada a cabo por el experimentador, no por elpropio sujeto. Es el experimentador quien, a

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partir del protocolo verbal, debe inferir las re-glas que nos dicen qué condiciones desenca-denan las diferentes acciones. A semejanteconjunto de reglas lo denominan Newell y Si-mon sistema de producción.

Es principalmente en este sentido en el quealgunos autores consideran que los sujetos notenemos acceso introspectivo a nuestros pro-cesos mentales. Evans (1980 a), por ejemplo,distingue entre lo que él denomina informesfenoménicos e informes de estrategias. Un informede estrategia se diferencia de un informe fe-noménico, según él, «en que al sujeto se lepide que describa no qué experimenta, sinocómo o por qué realizó una tarea cognitiva parti-cular» (pág. 232). Evans (1980 b) argumentaque «los informes yerbales constituyen unaforma de datos con derecho a ser explicados ensí mismos, no como medios para explicar algúnotro aspecto de la conducta. Los problemassurgen cuando dejamos de considerar los in-formes como una de las variables dependientes(-.) y comenzamos a considerarlos como des-cripciones de los procesos que subyacen» (pág.280).

Evans se basa fundamentalmente en dos in-vestigaciones sobre razonamiento realizadaspor él y Wason (Wason y Evans, 1975; Evans yWason, 1976). En estos estudios se trabajó conla tarea de selección de Wason en que a lossujetos se les presentan cuatro tarjetas, de lasque saben que cada una tiene un número porun lado y una letra por el otro. En el primerexperimento (Wason y Evans, 1975), les pre-sentaban a los sujetos estas dos reglas: 1. «Sihay una (letra específica) en una cara de la tar-jeta, entonces habrá un (número específico) enla otra cara»; 2. Si hay una (letra específica) enuna cara de la tarjeta, entonces no habrá un(número específico) en la otra cara». La tareaconsistía, lógicamente, en dar la vuelta a lastarjetas necesarias, y sólo a las necesarias, paracomprobar si la correspondiente regla era ver-dadera o falsa. Los sujetos fueron sometidos aprueba para ambas reglas de forma contraba-lanceada para el orden. Además, se les pedíaque escribieran la razón por la que daban lavuelta o no a cada tarjeta. Las caras visibles delas cuatro tarjetas mostraban: una la letra (L+),otra el número (N+), especificados en la regla;otra, otra letra (L—), y otra, otro número(N—), distintos a los mencionados en la regla.

Para verificar ambas reglas, la mayor partede los sujetos levantaban las tarjetas que pre-sentaban L+ y N+ a la vista, hecho que consti-tuye la selección correcta para la regla negativa(2), pero no para la positiva (1). Además, va-

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144 Estudiosnos sujetos que comenzaron con la tarea nega-tiva dieron razones que sugerían un intento defalsificar dicha regla negativa, lo que aparen-temente denotaba una perfecta comprensióndel problema. Sin embargo, sus razones parajustificar la misma elección ante la regla posi-tiva, en opinión de Wason y Evans, no eranclasificables como intentos de falsificación.Evans (1980 b) argumenta que «dado que cual-quier definición razonable de insight (...) re-quiere transferencia a problemas de estructurasimilar, es difícil aceptar que el primer proto-colo (a la regla negativa) refleja un insight ge-nuino. La alternativa obvia es que el protocoloes una racionalización construida post hoc paraque cuadre a la conducta y a las instrucciones»(pág. 291).

En el segundo experimento, Evans y Wason(1976) creen aportar más evidencia a favor deesta hipótesis. Comprobaron que los sujetosjustifican con la misma confianza cualquierconjunto de selección de tarjetas a levantar—con independencia de su corrección— si di-chas selecciones se les presentan como res-puestas «correctas». En este experimento, lossujetos no tenían que resolver la tarea de se-lección, sino que, en grupos independientes,se les presentaban cuatro soluciones distintas ala regla positiva. Aunque todas las solucionesse presentaban como «correctas», tres de lascuatro eran falsas. La tarea de los sujetos con-sistía en justificar la solución que se les habíapresentado y expresar el grado de confianza encada razón que aportaban. Se comprobó quetendían a encontrar razones para justificarcualquier solución que les fuera presentada, yademás, generalmente, manifestaban un altogrado de confianza en la corrección de sus ra-zones.

Basados en tales observaciones, Wason yEvans (1975; Evans y Wason, 1976; Evans,1980 a y b) proponen una teoría dual para ex-plicar la actuación en tareas de razonamiento.En primer lugar, existe un proceso (A) no-verbal, que determina nuestra actuación a lahora de realizar las respuestas, y que no resultageneralmente accesible a la introspección.Suele existir, además, otro proceso (B), queopera a un nivel consciente y que, por tanto,puede ser aportado por el sujeto como la razónde su actuación. El hecho de que en la tarea deselección con proposición condicional en laque se niega el consecuente coincidan los re-sultados del proceso A (tendencia a seleccionarlas tarjetas que presentan a la vista los signosnombrados en la proposición —matchingbias—) con los que ocurrirían en caso de haber

primado el proceso B manifestado por el su-jeto, da la impresión de que éste hizo la selec-ción correcta gracias a una comprensión cabaldel problema. Sin embargo, de la justificaciónaportada por los sujetos para las respuestas da-das a la proposición que no niega el conse-cuente, así como de sus justificaciones a lassoluciones incorrectas que se les proporciona-ban en el segundo experimento, puede dedu-cirse que en aquella ocasión se trataba de unacoincidencia espuria, producto de un artefactoexperimental. Para Evans y Wason, ello de-muestra que la descripción de las reglas y es-trategias que, según el informe de los sujetos,habían regido su selección, no son sino unaracionalización construida a posteriori. Las re-glas y razones que realmente han determinadosu elección, permanecen fuera del ámbito de laconciencia del sujeto.

La evidencia manejada por Evans y Wasonno parece ser la única existente. La revisión deun amplio rango de datos, dentro del campo dela psicología social y cognitiva, realizada porNisbett y Wilson (1977), les lleva a estableceruna conclusión esencialmente idéntica. A par-tir de una comparación de informes verbalesretrospectivos con otros criterios de conducta,Nisbett y Wilson encuentran que muchas ve-ces los sujetos desconocen: a) la existencia deestímulos que resultan críticos; b) la existenciade una respuesta; o e) que un estímulo ha pro-vocado una respuesta. Sin embargo, en nuestravida diaria, solemos responder a las preguntasacerca de los procesos cognitivos que subyacena nuestras conductas de elección, evaluación,resolución de problemas, etc. Por eso, Nisbetty Wilson concluyen que cuando la gente in-tenta informar sobre los procesos cognitivosque mediaron los efectos de un estímulo sobreuna respuesta, no lo hace en base a una verda-dera introspección: no consulta la memoria.Por el contrario, lo hace en base a teorías causa-les apriorísticas o construidas como explica-ciones plausibles de su conducta. Según eso,sólo tendrán lugar informes correctos cuandoincidentalmente coincida que los estímulos ymecanismos determinantes resulten sobresa-lientes y constituyan causas plausibles de lasrespuestas resultantes.

La conclusión tanto de Evans (1980 a y b)como de Nisbett y Wilson (1977) parece,cuando menos, demasiado pesimista; y segu-ramente sobregeneralizadora. En el caso deEvans, aun aceptando que en los experimentosen que se basó los sujetos estaban racionali-zando, ello constituye una base muy débil paraun rechazo general de los informes de estrate-

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Estudiosgias. Además, como sugiere Morris (1981 b),dichos experimentos ofrecen algunas dudasmetodológicas y de interpretación.

En el experimento de Wason y Evans (1975),la conclusión se basa en un N muy peque-ño: cinco sujetos; en segundo lugar, las ta-reas positiva y negativa no son propiamenteiguales, asunción que constituía una condiciónfundamental para la conclusión; por último, lastareas parecen demasiado difíciles —la mayorparte de los sujetos no llegan a resolverlas—,por lo que cabe la posibilidad de que los pocossujetos que dieron la respuesta correcta, alexigirles que la justificasen, estuvieran elucu-brando sobre una elección que resultó buenaaccidentalmente. En el experimento de Evansy Wason (1976), la evidencia en contra de losinformes de estrategias resulta aún más ende-ble: a los sujetos no se les estaba pidiendo queinformaran de reglas y estrategias por ellos uti-lizadas, sino que justificaran una solución inco-rrecta presentada como correcta por el expe-rimentador. Teniendo en cuenta la considera-ble presión social que suele producirse en es-tas situaciones, y lo difícil de una tarea queseguramente les resultaba insoluble, no tienenada de extraño que los sujetos racionalizasende la forma que lo han hecho. Todo ello dicepoco acerca de los informes de estrategias engeneral.

Algo parecido ocurre con los datos revisa-dos por Nisbett y Wilson (1977). Práctica-mente, su evidencia nunca se refiere a los«procesos cognitivos», al menos tal como aquílos entendemos. Una parte de sus datos se re-fiere a la ausencia de conciencia para el pro:ducto final de procesos cognitivos rápidos yautomatizados; y casi todo el resto, a la ausen-cia de conocimiento introspectivo de las cau-sas, en general profundas, de conductas talescomo los cambios de actitud, juicio estimativo,estado emocional, altruismo, etc. Es evidenteque los sujetos humanos no conocen las causasy razones de toda su conducta; de haber sidoasí, apenas si tendría razón de ser la investiga-ción psicológica.

Sin embargo, Nisbett y Wilson (1977) re-conocen que los individuos tienen acceso di-recto a una gran cantidad de «hechos priva-dos». Entre otras cosas, «conocen aquello queen cada momento constituye el foco de suatención (...) y tienen lo que casi todos lospsicólogos y filósofos afirmarían ser un "co-nocimiento" al menos cuantitativamente su-perior al de los observadores respecto a susemociones, evaluaciones y planes. (...) Fre-cuentemente, son capaces de describir los re-

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sultados intermedios de una serie de opera-ciones mentales» (pág. 255).

Es cierto que Nisbett y Wilson no conside-ran ni los planes y estrategias, ni la secuenciade resultados y etapas intermedios, como«proceso». Por ejemplo, el hecho de que enel problema del péndulo, uno de los sujetosde Maier (1931) se haya servido de las imáge-nes de los monos balanceándose en las ramas,no lo consideran como proceso mental haciala solución. Tampoco consideran proceso elhecho de que, para recuperar de la memoriael apellido de soltera de su madre, un sujetoamericano recurra a pensar en el primer ape-llido de su tío materno, de quien el sujetosabe que conserva el apellido familiar que sumadre tenía de soltera. Por nuestra parte, te-nemos que reconocer que si lo anterior noconstituye el proceso, o parte del procesomental seguido por el sujeto, desconocemosqué pueda entenderse por proceso. Es ciertoque puede referirse la concepción de «pro-ceso» a niveles más básicos, pudiendo reba-jarse hasta las operaciones físicas o bioquími-cas que tienen lugar en las neuronas; pero pordescontado que ese no sería el nivel más ade-cuado en el que podríamos describir con efi-cacia la conducta de los sujetos, y en todocaso, no estaríamos hablando de un procesocognitivo, sino de un proceso de otro tipo,que desde luego no resulta accesible a la in-trospección, pero que tampoco constituye elobjeto de investigación de nuestra disciplina.

En todo caso, nosotros coincidimos conNisbett y Wilson en que en ocasiones lossujetos pueden tener conciencia de los planesy estrategias que gobiernan su actuación, ycomo tales planes y estrategias, para nosotrosconstituyen una forma de proceso cognitivo:precisamente el que en este apartado nos in-teresa. Por ejemplo, en tareas como las decriptoaritméíica, hemos podido observar(Froufe, 1982) que mientras unas veces lossujetos se proponen resolver el problemaDONALD + GERALD = ROBERT recu-rriendo a la asignación aleatoria de dígitos aletras, otras veces intentan resolverlo me-diante ecuaciones de segundo grado, y otras,simplemente, aprovechando la informaciónaritmética y la deducción lógica que indirec-tamente proporciona la situación problema.

De hecho, varios autores han recurrido alos informes verbales de los sujetos para des-cubrir las estrategias y mecanismos mentalesque subyacen a su actuación en tareas deaprendizaje-memoria (Hunter, 1964; Luna,1968) y de resolución de problemas (Quinton

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146 Estudiosy Fellows, 1975; Hitch y Baddeley, 1976)ante situaciones que permiten cierta flexibili-dad en su aproximación.

Unter (1964) trabajó con la memorizacióndel «cuadrado mágico», en el que los nuevedígitos se disponen en tres filas (4,9,2; 3,5,7;8,1,6), de tal forma que suman 15 todas lasfilas, columnas y diagonales. Después de ob-tener informes de más de 200 sujetos queestudiaron el cuadrado por un minuto y luegolo reprodujeron una hora más tarde, Hunterresalta que «difícilmente dos estudiantes cua-lesquiera llevaron a cabo la actividad deaprendizaje de la misma forma» (pág. 24).Algunos basaron su recuerdo fundamental-mente en la búsqueda y/o reconocimiento derelaciones significativas entre los números,bien sea el hecho de que se trata de un cua-drado mágico, bien el hecho más simple deque todas las columnas suman 15, o que 4,9,2constituyen las tres últimas cifras del año enque Colón descubrió América, o que la segun-da fila incluye tres impares consecutivos, etc.Otros sujetos, por el contrario, se dedicarona repetir mecánicamente los números con lafinalidad de retenerlos hasta el momento dereproducirlos. Sin el informe por parte de lospropios sujetos, no habríamos podido cono-cer la estrategia a que cada cual recurrió paraaprender y recordar la matriz.

Algo parecido ocurre con las estrategiasmemónicas empleadas por el experto, objetodel detallado estudio de Lurio. (1968). Esteautor, a partir del análisis de un caso indivi-dual, y basándose fundamentalmente en in-formes introspectivos del sujeto, descubre di-ferentes estrategias a las que aquél recurrepara la ejecución de distintas tareas de memo-rización.

Quinton y Fellows (1975), pidiendo a lossujetos periódicamente, a lo largo de una se-rie de 112 problemas de tres-términos, queverbalizasen sus procesos de pensamiento yexplicasen cómo estaban resolviéndolos, en-contraron que mientras todos los sujetos co-menzaban por referirse a una estrategia con-sistente en pensar en el significado de laspremisas antes de responder al problema(«thinking strategies»), gran parte de losmismos acabaron por abandonar —según suspropios informes— esta estrategia a favor deotra más eficaz. La nueva estrategia consistíaen tener en cuenta ciertas características inva-riantes de la situación, ignorando total o par-cialmente el significado de las premisas(«perceptual» strategies). Una prueba subsi-guiente con otros sujetos mostró que cuando

se les inducía a usar la estrategia perceptualdesde el primer momento, resolvían los pro-blemas más rápidamente que si la hubierantenido que descubrir por sí mismos. Ello su-giere que el informe verbal dado por los suje-tos en la primera ocasión respondía a la reali-dad: mientras decían emplear una estrategiade pensamiento cuando su ejecución resul-taba poco eficaz, cuando resultaba más eficazhablaban de una estrategia perceptual.

Bien es verdad que esta evidencia resultainsuficiente, ya que está basada principal-mente en el hecho de que dos sujetos distin-tos a los primeros, que fueron entrenados porlos propios autores para que usasen la estrate-gia perceptual, produjeron la solución de los112 problemas en un tiempo sensiblementeinferior al de cualquiera de los sujetos de laprimera fase, que tuvieron que descubrir di-cha estrategia por sí mismos. En realidad, loque tendría que haberse hecho es comparardos grupos entrenados mediante «contactociego» en el uso de las dos estrategias, y pre-decir una diferencia en el tiempo de solución.Y aun en este caso, aunque los datos resulta-ran positivos, siempre restaría (como señalaEvans, 1976) la duda razonable de si la infor-mación de las estrategias se debe a una verda-dera introspección, o a que la racionalizaciónde los sujetos les ha llevado a explicar suconducta mediante un proceso que coincidecon el que realmente ha tenido lugar. Sinembargo, de haber existido, dicha evidenciahabría hecho más autorizada la conclusión deQuinton y Fellows (1975), en la que afirman«sentir» que «el presente estudio ha demos-trado el valor de obtener información intros-pectiva de los sujetos respecto a sus propiosprocesos de pensamiento» (pág. 78).

Por último, en una de sus numerosas prue-bas de razonamiento verbal, Hitch y Baddeley(1976), inmediatamente antes de la presenta-ción de cada problema de verificación, pre-sentaban de forma oral a sus sujetos una listade seis consonantes, que debían reproduciruna vez resuelto el problema. Además, mien-tras a la mitad de los sujetos se les decía quesu ejecución (corrección y rapidez) en la tareade razonamiento sería considerada única-mente si recordaban correctamente las seisletras (énfasis en la tarea de memoria), a laotra mitad, simplemente se les pedía que rea-lizaran lo más rápida y correctamente posibleambas tareas (énfasis equiparable). Todos losmiembros del primer grupo dijeron haberusado la simple estrategia de repetir rápida-mente los items de la tarea de recuerdo, antes

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Estudios 147de ponerse a resolver cada problema de veri-ficación. En cambio, ninguno de los sujetosdel otro grupo informó haber operado antescon una tarea que con la otra. Aunque desdeluego los informes de los propios sujetos po-drían estar sesgados por la influencia de lasinstrucciones recibidas, o constituir una sim-ple racionalización, a través de las latenciaspara la verificación y de la eficacia para lareproducción de las consonantes, Hitch yBaddeley creyeron obtener alguna evidenciade que los mismos reflejaban el proceso realseguido por cada sujeto.

De la somera revisión precedente se des-prende la impresión de que ni somos siempreconscientes de los procesos cognitivos quesubyacen a nuestra conducta manifiesta, nitampoco nos pasan desapercibidos todos. Poreso nos parece insostenible una postura anti-mentalista radical como la defendida no sólopor algunos conductistas modernos (Skinner,1972), sino incluso por cognitivistas comoPylyshyn (1973). De hecho, la mayor parte delos psicólogos cognitivistas actuales (Wason yJohnson-Laird, 1972; Norma, 1976; Kosslyny Pomeranzt, 1977; Morris, 1981 a y b; entreotros, por no hacer interminable la lista) con-sideran que los informes introspectivos pue-den resultar, en ocasiones, de gran utilidadpara el descubrimiento de los procesos psicoló-gicos, y admisibles como evidencia «corrobo-rativa» para su verificación. Por tanto, la aten-ción de la investigación debe desplazarsedesde la cuestión de si existe o no accesointrospectivo a los procesos, a la cuestión másfructífera de cuándo existe dicho acceso.

El problema radica en que, hasta la fecha,nadie parece tener un criterio operativo einequívoco para decidir qué procesos son in-trospectibles y cuáles no. Bien es verdad queel problema de la seguridad absoluta no espatrimonio exclusivo de este método: tam-bién atañe a la experimentación estándar. Noobstante, nosotros no rechazamos, por ejem-plo, la investigación sobre aprendizaje-memoria porque no dispongamos de un cri-terio infalible para saber cuándo un sujetoretiene un item que podía haber dicho, ocuándo deja de presionar una tecla que debe-ría haber presionado, etc. Ahora bien, encualquier caso, es indispensable establecer lascondiciones bajo las que una técnica de medi-ción resultará aceptablemente fidedigna.

En este sentido, Smith y Miller (1978) sos-tienen que «las tareas que resultan novedosasy de interés para los sujetos, tal como elegir

colegio o resolver un problema desafiante,frecuentemente parecen evocar un conoci-miento introspectivo preciso del proceso»(pág. 361). Smith y Miller basan en parte susuposición en el concepto de procesamientode información controlado de Schneider yShiffrin (1977), quienes lo refieren a las ope-raciones mentales efectuadas sobre conteni-dos atendidos, y que por tanto entran en laMCP. Shiffrin y Schneider (1977) hablan deestas operaciones como de procesos de control,entre los que incluyen «decisiones de todotipo, repetición, codificación y búsquedade los almacenes a corto y largo plazo»(pág. 155).

Ya hemos dicho que el procesamiento deinformación controlado, en la medida en quese refiere a contenidos que están disponiblesen la MCP, implica conciencia de los mismos.Pero ¿resultan también accesibles a la con-ciencia los propios procesos de control? Se-gún Shiffrin y Schneider (1977), «no todoslos procesos de control están disponibles parala percepción consciente, y no todos puedenser manipulados mediante instrucción verbal.Es, por tanto, conveniente dividir los proce-sos de control en dos clases: accesibles y vela-dos. Los procesos de control accesibles soniaquellos como la repetición rutinaria o la bús-queda alfabética en el ALP, que pueden serestablecidos y modificados mediante instruc-ción; éstos son generalmente procesos lentosque resultan fácilmente percibidos por el su-jeto. Los procesos de control velados sonaquellos como la comparación serial de itemsen el ACP, que resultan difíciles de modificarmediante instrucción; éstos no resultan fácilesde percibir mediante la introspección, porquetienen lugar muy rápidamente» (pág. 159).Por tanto, según esta postura, se podría decirque lo que es verdad para la activación de lainformación en general, lo es también para losprocesos de control: el que sean accesibles ono depende de su naturaleza, principalmentede la rapidez con que tengan lugar.

Para Morris (1981 a), somos conscientes delos procesos controlados por el «procesadorcentral» (BOSS), que para él consistirían bási-camente en los planes y estrategias intenciona-damente elegidos. El problema radica en queeste criterio de intencionalidad, por subjetivo,al igual que la conciencia, resulta de difícil, sino de imposible, aplicación. En consecuencia,aun aceptando que se tratara de un supuestoteórico correcto, no resulta factible utilizarlocomo base operativa para discriminar entrelos procesos de los que podemos informar

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148 Estudiosintrospectivamente y aquellos que no resultanaccesibles a la introspección.

Por nuestra parte, consideramos que laaproximación más eficaz para saber cuándolos auto-informes (tanto de los contenidoscomo de las estrategias) resultarán válidos,consiste en comenzar por integrar las circuns-tancias y procesos que intervienen en su pro-ducción, dentro del marco conceptual de lateoría del procesamiento de información hu-mana; como lo hicieron en su espléndido tra-bajo Ericsson y Simon (1980). De la habilidadpara conseguir lo anterior, dentro de una teo-ría cognitiva adecuada, depende nuestra capa-cidad para estimar el valor de los informesverbales como datos que reflejan la realidadcognitiva subyacente.

III. LOS INFORMES VERBALESCOMO DATOS

Debido al descrédito del método introspec-tivo, los informes verbales han venido siendosistemática y globalmente desechados comodatos en psicología experimental. No obs-tante, ya hemos visto que, recientemente, al-gunos cognitivistas han vuelto a recurrir a losmismos para descubrir los procesos mentalesque tienen lugar durante la realización de di-ferentes tareas de cognición. Ello ha dadolugar a la aparición de diferentes tipos de in-formes, cuyas características es necesario ana-lizar antes de desecharlos en bloque comovariantes del método introspectivo clásico.

Sin duda, el análisis más refinado y com-pleto realizado dentro del marco de la teoríadel procesamiento de la información sobre elparticular, es el desarrollado por Ericsson ySimon (1980) en su artículo Verbal Reports asData. Por eso, a continuación, nos limitare-mos fundamentalmente a reproducir de formaextractada el modelo teórico presentado endicho trabajo.

a) Procedimientos de verbalización

La única característica en común entre lasdiferentes técnicas y circunstancias para obte-ner datos verbales consiste en que el sujetoresponde oralmente a una instrucción o son-deo por parte del experimentador. Por lodemás, las verbalizaciones pueden variar enfunción de diferentes parámetros. Uno deellos depende del intervalo entre el momentode adquisición y el de reproducción de lainformación: verbalización concurrente si la in-formación es reproducida en el momento en

que es atendida, y verbalización retrospectiva sies reproducida más tarde. Es de esperar quelo que se recuerde depende de forma críticade este intervalo.

Dentro de las verbalizaciones concurrentes,pueden distinguirse algunas variaciones enfunción del tipo de sondeo utilizado. Uno delos procedimientos más directos para obtenerun trazado de la información atendida, y portanto de las etapas internas del proceso cogni-tivo, consiste en pedir al sujeto que piense envoz alta mientras realiza una tarea. Otro pro-cedimiento concurrente consiste en pedir alsujeto información específica que va surgiendode la tarea; usualmente información clave parael subsiguiente desarrollo de la misma, comoes el caso de las hipótesis empleadas para re-solver un problema de formación de concep-tos.

Dentro de los sondeos retrospectivos,puede distinguirse entre los que instan al su-jeto para que refiera la información inmedia-tamente después de haber tenido lugar el pro-ceso que la produjo, y los que, por referirse asituaciones que implican un cierto número deensayos, resultan bastante más diferidos. Esteúltimo procedimiento está a veces justificadopara eliminar cualquier interferencia de la in-trospección sobre el proceso «real». Lo que yaresulta más peligroso y difícil de justificar,desde un punto de vista científico riguroso, espedir a un sujeto que nos dé informaciónacerca de un proceso después que han transcu-rrido muchas cosas y tiempo desde que éstetuviera lugar. Y sin embargo, éste ha sido elcaso del método muchas veces utilizado paraestudiar el proceso creativo, al pedir a loscreadores que hablen de sus viejos inventos yteorías.

El tipo de verbalización depende también delos procesos, sobre todo de recodificación, queintervienen entre el momento que la informa-ción es atendida por el procesador central y lageneración de la verbalización correspon-diente. En palabras de Ericsson y Si-mon (1980), «cuando la información es repro-ducida en la forma en que ha sido adquiridadesde el procesador central, hablaremos deverbalización directa o de Nivel 1. Cuandoocurre uno o más procesos entre la atención ala información y su liberación, hablaremos deverbalización codificada de Nivel 2 o Nivel 3»(pág. 219).

En efecto, cuando la representación internaen la que está originalmente codificada la in-formación no consiste en un código verbal, es

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Estudios ropreciso una recodificación a un código verbal(verbalización de Nivel 2). Y cuando se pide laverbalización de únicamente un tipo seleccio-nado de contenido dentro del conjunto de in-formación atendida, son necesarios procesosadicionales de filtraje-rastreo que compruebenrecurrentemente si la información seleccio-nada para la verbalización responde al tipo de-seado (verbalización de Nivel 3). Otro tipo deverbalización de Nivel 3 ocurre cuando a unsujeto se le pide que refiera información que,de no haber sido por la instrucción de verbali-zar, no habría sido atendida, como sucedenormalmente cuando se le pide que describasus propias actividades motrices. Algo pare-cido ocurre cuando a un sujeto se le pide queexponga las razones de su conducta manifiesta,con el agravante de que en este caso, cuandotales razones no resultan directamente accesi-bles —lo que puede ocurrir con frecuencia—,se le está induciendo a recurrir a procesos infe-renciales. Por último, también muchas veces,en las verbalizaciones retrospectivas en gene-ral (en las que no suele pedirse al sujeto querecuerde instancias específicas de sus procesoscognitivos, sino que refiera sus procesos men-tales en experimentos con muchos ensayos, oque respondan a cuestiones genéricas), se leestá obligando a hacer abstracción de la infor-mación disponible. Todos estos auto-informesdan lugar a una verbalización de Nivel 3.

A diferencia de las cuestiones generales,que suelen inducir en el sujeto procesos infe-renciales y de abstracción (y no hay que olvi-dar que la teorización sobre su conducta y pro-cesos corresponde únicamente al experimen-tador), las preguntas específicas, al interesarsepor aspectos más particulares de la conducta,buscan información que, de estar disponible,resulta más directamente accesible para el su-jeto. Ahora bien, para obtener del sujeto esainformación, frecuentemente las propias cues-tiones del sondeo incluyen información con-textual. Ello no debe impedir, pese a todo, laneutralidad necesaria para que la informaciónobtenida resulte válida. Para conseguirlo, ha-brá que recurrir a preguntas indirectas, a pro-poner varias respuestas alternativas, o a cual-quier otro procedimiento disponible, según lascircunstancias.

En resumen, los parámetros en función delos que se pueden clasificar las verbalizacionespueden integrarse en dos ejes básicos: tiempode verbalización (fundamentalmente verba-lizaciones concurrentes o retrospectivas) yrelación entre la información atendida y la ver-balizada. En este sentido, las verbalizaciones

pueden implicar bien la articulación directade información almacenada en código verbal(Nivel 1), bien la articulación, previa recodi-ficación verbal, de información no proposi-cional, sin otros procesos adicionales (Nivel 2),o bien la articulación de la información dispo-nible, una vez que ha sido tratada medianteprocesos de filtraje, inferencia, generacióno abstracción (Nivel 3).

b) El modelo de procesamiento:Procesos de verbalización

Una importante contribución de Ericsson ySimon (1980) consiste en que en su trabajodesarrollan un modelo bastante detallado paraexplicar cómo se generan los informes verba-les, lo cual puede ayudar a interpretar la rela-ción entre este tipo de datos y los procesoscognitivos que tienen lugar durante la ejecu-ción de la tarea objeto de estudio.

Su modelo está basado en la teoría del pro-cesamiento humano de la información, y,como tal, la hipótesis más general y básica sos-tiene que la cognición humana (y los procesosde verbalización lo son) consiste en procesa-miento de información. Dentro de este mo-delo, «una asunción importante y más especí-fica es que la información es almacenada envarias memorias, que tienen diferentes capaci-dades y características de acceso: varios alma-cenes sensoriales de corta duración, una me-moria a corto plazo (MCP) con capacidad limi-tada y/o duración intermedia, y una memoria alargo plazo (MLP) con una considerable capa-cidad y un almacenaje relativamente perma-nente, pero con fijación y tiempos de accesolentos comparada con las otras memorias»(pág. 223).

La información recibida a través de los órga-nos sensoriales permanece durante un cortoperíodo de tiempo en las memorias asociadascon los diferentes sentidos (RS). Parte de estainformación sensorial es transferida a la MCPgracias a que, durante el tiempo que perma-nece en los RS, es reconocida y codificada di-rectamente por el procesador central, valién-dose de la información (patrones) existente enla MLP. Esta información recién adquirida yatendida en la MCP resulta directamente dis-ponible para procesamientos subsiguientes,por ejemplo, para producir informes verbales.

Por otra parte, una porción del contenido dela MCP, a través de operaciones de repaso,asociación, codificación con procesamientoprofundo..., es fijada, antes de que desapa-rezca, en la MLP. En ocasiones, esta informa-

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Estudiosción puede ser recuperada con posterioridad,pero previamente ha de ser transferida denuevo, a través de procesos asociativos, a laMCP.

Así, pues, la información puede llegar a laMCP desde los RS a través de los procesosdirectos de reconocimiento, o desde la MLP através de procesos de asociación. Ahora bien,estos últimos procesos resultan mucho máslentos que los anteriores, y lo que es más deci-sivo, menos fiables, ya que la recuperación dela información desde la MLP puede conducir arecordar datos relacionados, pero inadecua-dos. Por otra parte, tampoco todo lo que serecupera de la MLP pasa por la MCP. La recu-peración de información familiar, a no ser querequiera recuerdo a través de asociaciones su-cesivas, frecuentemente deja en la MCP sóloel trazo del resultado final. Se trata de proce-sos de recuperación directa debidos a la auto-matización desarrollada con la práctica.

De todo lo anterior, cabe destacar un prin-cipio fundamental para el tema que nos ocupa:sólo la información contenida en la MCP estádirectamente disponible para procesos subsi-guientes. En consecuencia, dada la capacidadlimitada de la MCP, sólo la información queocupó más recientemente nuestra atención podrá sertransmitida directamente a través de informes ver-bales. Sin embargo, ya hemos visto que latransmisión verbal de la información implicadaen nuestros procesos cognitivos dependeademás de una segunda dimensión: relación encuanto a tipo de codificación y procesos detratamiento intermedios, entre la informaciónatendida por el procesador central a lo largo dela realización de la tarea y la información ver-balizada. Las verbalizaciones que requierenuna recodificación verbal previa (Nivel 2) oprocesos de filtraje, inferencia, etc. (Nivel 3)pueden no sólo lentificar, sino incluso distor-sionar el proceso en sí, o al menos constituirun reflejo desvirtuado del mismo. En conse-cuencia, es de prever que sólo los informes verba-les referidos a datos almacenados en la MCP enforma esencialmente proposicional generarán in-formación intrínsecamente válida.

c) Predicciones específicas

1. V erbalizaciones concurrentes

Según el modelo anterior, al asumir que, enel procedimiento de pensar-en-voz-alta, la in-formación verbalizada es una porción de la in-formación que está siendo atendida, es de es-perar que:

— Si los elementos de información en laMCP ya denotan símbolos de tipo verbal (re-presentan cadenas de fonemas), podrán serverbalizados automáticamente sin que ello su-ponga una demanda adicional decisiva para elsistema. Por tanto, se considera que en talescasos los protocolos resultantes aportan datosválidos, ya que, además de reflejar en buenaparte la información realmente manejada, lainstrucción de verbalizar no tiene por quéafectar de forma sustancial ni la estructura ni elcurso y ritmo de los procesos cognitivos.

— Si la información atendida en la MCP noestá verbalmente codificada (por ejemplo,imágenes visuales), el pensar-en-voz-alta re-quiere un proceso de recodificación que su-pondrá algunas exigencias adicionales, aunquesean leves, sobre los recursos y tiempo de pro-cesamiento. Sin embargo, para Ericsson y Si-mon (1980), aunque esto signifique quecuando procesos prioritarios para la realizaciónde la tarea interrumpan la recodificación ver-bal, alguna información activada en la MCPpueda no ser vocalizada, o que el ritmo deejecución pueda verse ligeramente lentificado,la producción del protocolo verbal no alentaráseveramente ni el curso ni la estructura delproceso de actuación; a no ser que se trate deinformación muy dificil de recodificar.

Por último, si a los sujetos se les pide queexpliciten información que para ser especifi-cada necesita previamente ser elaborada porprocesos de filtraje, abstracción, inferencia,etc. (lo cual seguramente les exige atender aaspectos que da otra forma habrían pasado de-sapercibidos), la producción verbal podrá alte-rar el curso .y estructura del proceso cognitivo,o, al menos, no reflejarlo con la veracidad mí-nima indispensable. Por eso, los datos conte-nidos en los protocolos generados en estas cir-cunstancias resultan de validez muy dudosa a lahora de establecer la realidad cognitiva subya-cente. Eso no quiere decir que carezcan detodo valor, siempre que se utilicen de formaprudente y dentro de un contexto meramentede descubrimiento.

2. V erbalizaciones retrospectivasLa validez de los informes restrospectivos

para esclarecer la realidad cognitiva que sub-yace a la conducta manifiesta, resulta cuandomenos problemática e incierta, dependiendode factores como el tiempo transcurrido entrela ocurrencia del proceso y su referencia ver-bal, duración del proceso mismo, tipo detarea o codificación de la información,generalidad-especificidad del sondeo, etc.

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EstudiosDesde luego, el sondeo retrospectivo más

común es el que pide a los sujetos que digantodo lo que recuerden acerca de lo que ocu-rrió. Si al sujeto se le pregunta inmediata-mente después de que ha tenido lugar la con-ducta, el modelo predice que algunos elemen-tos previamente atendidos permanecerán aúnen la MCP. Por tanto, aquellos resultarán di-rectamente accesibles, y además facilitarán,por asociación, la recuperación de la MLP dealgunos datos adicionales. De todas formas, elgrado en que los informes retrospectivos de-pendan de la recuperación de información dela MLP puede minimizarse estudiando proce-sos cognitivos de corta duración.

De no darse condiciones óptimas, los infor-mantes retrospectivos podrían no sólo propor-cionar información incompleta, sino tambiénoriginar información que no corresponde conla realidad.

d) Evidencia empíricaPor último, Ericsson y Simon (1980 y 1981)

proceden a revisar la evidencia empírica queconsideran más relevante para el modelo. Laanalizan desde tres perspectivas: a) Los efectosde la instrucción de verbalizar sobre el procesocognitivo, b) lo completo de los informes ver-bales, y c) la consistencia de los informes ver-bales con otros datos empíricos no-verbales.

Aunque el modelo podría considerarse másfidedignamente validado de haber sido sus im-plicaciones contrastadas con un nuevo cuerpode investigaciones directamente diseñadaspara someterlo a prueba, del agudo análisis deun buen número de estudios que en la mayorparte de los casos sólo indirectamente fueronpensados —o sólo indirectamente pueden uti-lizarse— para cotejar alguna predicción rele-vante para dicho modelo, Ericsson y Simoncreen haber obtenido un sustancial apoyo parael mismo. Los informes verbales inadecuadosencontrados por otros autores (parte de ellosrevisados por Nisbett y Wilson, 1977) seríanel resultado de pedir información que nuncaestuvo directamente en el foco de la atención(MCP); o que, aun habiendo estado, debido altiempo transcurrido hasta el informe y/o a losprocesos que deben tener lugar para gene-rarlo, los sujetos producen informes incomple-tos, y más bien se dedican a inferir que a re-cordar los datos aportados.

Como puede verse, de nuevo la incógnitamayor se refiere a la capacidad de los sujetospara informar verbalmente de las causas, es-trategias y reglas que rigen sus respuestas. El

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modelo de Ericsson y Simon (1980) es inca-paz de hacer predicciones fuertes al respecto,ya que no dispone de ningún criterio opera-tivo para saber cuándo el sujeto dispone o nodirectamente de aquella información en laMCP. Por tanto, no se puede saber a cienciacierta, a partir del modelo, cuándo un informeverbal sobre estrategias responde a una autén-tica introspección y cuándo constituye unamera racionalización a posteriori. Semejanteimprecisión se debe, básicamente, a la falta dedesarrollo de la teoría general de procesa-miento humano de información. Creemos,pues, que no existe de momento el marcoteórico adecuado en psicología cognitiva paradar una respuesta general y objetiva a estacuestión.

IV. A MODO DE CONCLUSION

La primera conclusión más elemental se re-fiere al hecho de que ni los productos de losprocesos cognitivos resultan siempre accesi-bles a la introspección, ni los procesos mismosresultan siempre inaccesibles. Tanto si enten-demos «proceso» como una secuencia de con-tenidos, como si lo entendemos como las es-trategias o mecanismos que rigen nuestra ac-tuación.

La posibilidad de falta de conciencia para elresultado de un proceso cognitivo queda pues-ta de manifiesto en los diversos experimen-tos de percepción subliminal (Smith y col.,1959; Henley y Dixon, 1974; Philppott y Wil-ding, 1979) y discriminación preatencional delsignificado de palabras (Corteen y Dun, 1974;Von Right y col., 1975; Underwood, 1976). Laevidencia a favor de la posibilidad de concien-cia para los procesos entendidos como conte-nidos y etapas intermedias, la aportan investi-gaciones como las de Dean y Martin (1966),Newell y Simon (1972), o Wood, Shoter yGodden (1974). Este constituye además unhecho no discutido. Mucho más discutida re-sulta la cuestión de si los sujetos humanospueden no tener conocimiento de las reglas yestrategias que conforman sus procesos menta-les. Una serie de datos (Quinton y Fellows,1975; Hitch y Baddeley, 1976; Froufe, 1982)nos ha hecho concluir que en ocasiones lossujetos sí son conscientes de algunas estrate-gias que guían su actuación cognitiva.

En consecuencia, la cuestión no parece con-sistir tanto en demostrar que somos conscien-tes de los productos, pero no de los procesoscognitivos, cuanto en investigar cuánto somos

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Estudiosconscientes, y cuánto no, de los procesos y desus productos.

Concretamente, tenemos conocimiento delos productos finales de nuestros procesoscognitivo-perceptuales sólo cuando se trata deestimulación supraliminal a la que atendemos.En el caso de los procesos cognitivos necesa-rios para enfrentarse a situaciones nuevas, pro-cesos que requieren control activo y atenciónpor parte del sujeto, no sólo existe conoci-miento del producto final, sino también decontenidos y etapas intermedios. Sin embargo,no existe acuerdo a la hora de caracterizar lascircunstancias que determinan la existencia deconciencia para los procesos entendidos comoestrategias.

Para Shiffrin y Schneider (1977), resultaránconscientes cuando se trata de operacionesmentales lentas que exigen un control activopor parte del sujeto, es decir, las operacionesmentales necesarias para enfrentarse a tareasnuevas y complejas. Sin embargo, Nisbett yWilson (1977), y Evans (1980 b), ponen enduda semejante criterio, ya que entienden quelo que los sujetos interpretan como reglas queguiaron su conducta no son sino racionaliza-ciones desarrolladas a partir de lo que seríanexplicaciones plausibles de la misma. El crite-rio de Morris (198 a), según el cual tendría-mos conciencia de aquellas estrategias y planesmentales que adoptamos voluntariamente, re-sulta de una aceptabilidad teórica considera-ble, pero de escasa o nula operatividad, porsubjetivo.

Todo lo anterior tiene una implicación in-mediata para el tema de los informes verbalescomo datos que nos permitan descubrir la rea-lidad cognitiva que subyace a la conducta ma-nifiesta. Ericsson y Simon (1980) sostienenque «los informes verbales, cuidadosamentesuscitados e interpretados con plena compren-sión de las circunstancias bajo las que fueronobtenidos, constituyen un origen de informa-ción acerca de los procesos cognitivos valioso y

, completamente fidedigno» (pág. 247). Concre-tamente los mencionados autores, a partir de lateoría de cómo se generan los informes verba-les, sostienen que los mismos constituyen unreflejo aceptable de la información manejada,siempre que se basen en datos directamentedisponibles en la MCP, sobre todo si dichosdatos están verbalmente codificados. No obs-tante, la teoría general del procesamiento hu-mano de información, en la que se basan Erics-son y Simon, tampoco dispone hasta la fechade criterios operativos a priori para discriminarentre las operaciones mentales de las que so-mos conscientes y aquellas de las que no. Esono impide que en casos aislados pueda verifi-carse, mediante otros datos no verbales, lacoincidencia entre las operaciones referidasverbalmente y las operaciones realmente res-ponsables de la conducta. Pero mientras no sedisponga de un criterio a priori fiable, sólo serálegítimo recurrir a los informes verbales comotécnica auxiliar para descubrir (no para consta-tar) las operaciones mentales que integran losprocesos cognitivos humanos.

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