Isaac Tomás Guevara Martínez e Hiram Reyes Sosa ... · actores y grupos culpables de la...
Transcript of Isaac Tomás Guevara Martínez e Hiram Reyes Sosa ... · actores y grupos culpables de la...
1
LA IMPUNIDAD EN LA ÓRBITA CAUSAL DE LA VIOLENCIA Isaac Tomás Guevara Martínez e Hiram Reyes Sosa
Laboratorio de Estudios Psicosociales de la Violencia
Facultad de Psicología
Universidad Autónoma de Sinaloa
“Si siento que fui hecho para soñar el sol y para decir cosas que despierten amor,
cómo es posible entonces que duerma entre saltos de angustia y horror,
en mi sábana blanca vertieron hollín, han echado basura en mi verde jardín,
si capturo al culpable de tanto desastre lo va a lamentar….lo va a lamentar.”
Silvio Rodríguez: Sueño de una noche de verano
PREÁMBULO
A cuatro años y medio del período presidencial de Felipe Calderón Hinojosa el número de
homicidios asociados a la política punitiva emprendida por su gobierno en contra del crimen
organizado ha costado la vida de 40 mil personas. El “daño colateral” tiene como saldo: 10
mil menores huérfanos, 120 mil personas desplazadas, 5 mil 697 personas desaparecidas, 23
mil jóvenes reclutados por las organizaciones criminales, la caída en combate de poco más
de 3 mil agentes (entre policías federales, soldados, marinos, agentes estatales y
municipales) y el asesinato de 8 periodistas en lo que va del año.
En el discurso de las autoridades, los homicidios han sido atribuidos a la llamada
narcoguerra, y al exhibir la geografía nacional de la narcoviolencia queda claro también
que la participación de las entidades es desigual, por ejemplo, de acuerdo al reporte del
Centro Nacional para la Prevención de Accidentes de 2009, en Sinaloa ocurren 23.8
homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes mientras que la media nacional es de 5.6;
¡en Chihuahua son 103.2 homicidios por cada 100 mil habitantes! En todo México, sólo en
los Estados de Chihuahua y en Sinaloa los asesinatos son considerados la principal causa de
muerte.
Dada esta situación, nos dimos a la tarea de indagar si el ciudadano ordinario cuenta
con explicaciones causales diferentes a las difundidas por las autoridades en torno a la
2
responsabilidad de estos hechos, sobre todo porque el número, magnitud y generalización
de los hechos violentos ya afecta el estado de ánimo de la población; la inseguridad, la
impunidad y el sentimiento de vulnerabilidad que las acompaña han engendrado estados de
ánimo de temor, preocupación e incertidumbre. Por consiguiente, el presente trabajo tiene
como objetivo descubrir los contenidos con que la población del noroeste del país (Nayarit,
Sinaloa y Sonora) distingue, en el orden del sentido común, otras causas y/o otros causantes
de la violencia, lo cuál significa identificar los factores psicosociales que dan lugar a
determinadas creencias o formas de conocimiento sobre la causalidad de la violencia; de
manara especial nos interesa establecer el lugar que la impunidad ocupa en el universo
causal que la población construye en torno a la violencia.
El estudio se dividió en dos etapas; la primera es más cualitativa y consiste en
recolectar los contenidos que subyacen en las ideas e imágenes que la población tiene sobre
actores y grupos culpables de la violencia, para ello se diseñó un cuestionario de libre
asociación que se aplicó a una muestra de 600 habitantes (300 mujeres y 300 hombres) en
cada ciudad capital de los tres Estados incluidos: Tepic, Culiacán y Hermosillo; a su vez,
cada grupo fue dividido por rangos de edad (jóvenes de entre 18 y 22 años, adultos de entre
35 y 45 años y adultos mayores de 60 años o más).
La segunda etapa del trabajo consistió en localizar la estructura que subyace en los
contenidos hallados, para ello optamos por una estrategia asociativa, cuyo carácter es más
espontáneo y menos controlado y así, por hipótesis, más auténtico. Recurrimos a la
aplicación de un cuestionario de caracterización el cual se aplicó a una muestra similar a la
de la primera etapa. En estos cuestionarios se solicita una construcción a partir de una lista
de temas obtenidos anteriormente; esta construcción consiste en caracterizar los cognemas
de acuerdo al objeto de estudio, es por eso, un proceso de caracterización. La ventaja de este
método es que permite una aproximación cuantitativa que permite comparar en grupos
diferentes la importancia relativa de ciertos elementos de la representación.
Si bien el trabajo sólo incluye tres entidades del noroeste, puede tomarse como una
muestra significativa del norte del país en donde con mayor notoriedad se han alcanzado
índices de violencia superiores que han generado una comarca del crimen que parece incidir
en la vida social y económica, como también en lo político y cultural.
3
¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES DE LA VIOLENCIA?
De manera general, esta etapa trata sobre las explicaciones del sentido común, analizadas en
el marco psicosocial de la teoría de la atribución causal; en Psicología Social la teoría de la
atribución se ocupa de los modos en que se percibe la causalidad en el mundo social, de
cómo se llevan a cabo inferencias causales a partir de conductas o sucesos observados. De
manera particular, nuestro interés es aproximarnos al fenómeno de la violencia desde la
articulación de tres dimensiones del pensamiento social: sociocognitiva (cómo el ciudadano
ordinario piensa la violencia), relacional (cómo piensa a los involucrados directa e indirecta
con la violencia, sea víctima o victimario) y comportamental (cuáles son las prácticas
sociales que las dimensiones anteriores activan); éstas dimensiones representan el conjunto
de formas cognitivas, relacionales y comportamentales a través de las cuales se expresa el
hecho de pertenecer a una comunidad organizada e instituida.
El análisis se centra en la construcción cualitativa del sistema de categorías a partir de
palabras, frases y oraciones que los miembros de la muestra asociaron a la idea inductora:
¿quién o quiénes cree Ud. que son los causantes de la violencia? Al inicio se pretendió
trabajar con las respuestas dadas sin asignarlas a categoría alguna que las agrupara, sin
embargo, ese enfoque resultó inadecuado debido a su elevado número. Como consecuencia
de esta dispersión, se optó por agruparlas de manera más inclusiva, para ello se organizaron
campos temáticos los cuales representan ámbitos causales; esto fue posible debido a que en
el instrumento se les solicitó una explicación sobre sus respuestas, es decir, se dispuso de
información necesaria para que el agrupamiento se basara en las opiniones de los
encuestados y no en decisiones arbitrarias basadas exclusivamente en la competencia
lingüística de los investigadores. Finalmente, los campos temáticos fueron organizados en
categorías, es decir, formas de agrupamiento en arreglo a la naturaleza de sus contenidos.
Por su extensión, en la primera columna de la tabla 1 se ejemplifican algunas respuestas
(palabras, frases y oraciones) tal y como fueron asociadas a la idea inductora; en la segunda
columna se presentan sólo cuatro de los catorce campos temáticos organizados de acuerdo a
los dichos de los encuestados. De ahora en adelante se trabajará con los campos temáticos y
no con las respuestas asociadas.
4
TABLA 1: ¿QUIÉNES SON LOS RESPONSABLES DE LA VIOLENCIA EN SINALOA?
RESPUESTAS ASOCIADAS CAMPOS TEMÁTICOS
Narcotráfico, narcos, “Chapo” Guzmán, los Arellano Félix, Amado Carrillo, narcotraficantes, delincuencia organizada, Arturo Beltrán Leyva, Ismael Zambada, los “Z”, el “mochomo”, “la familia” de Michoacán, sicarios del narco, los mafiosos, la narcoviolencia, la narcoguerra, el enfrentamiento entre narcos y policías, la lucha de carteles por el poder, las disputas entre carteles rivales.
NARCOTRAFICANTES
Funcionarios cómplices, procuradores de justicia del Estado incapaces, gobierno, Luis Echeverría, Salinas de Gortari, gobernantes, políticos, corrupción, la política, la impunidad, gobierno corrupto; autoridades, corrupción en México, el poder, narco-modas (buchones, cholos), lucha por el poder; gobierno incapaz de controlar la violencia, partidos políticos, los narcopolíticos, las autoridades incompetentes.
GOBERNANTES
CORRUPTOS
Familia, falta de valores, sociedad, la gente misma, juventud desenfrenada, falta de moral, falta de comunicación familiar, falta de respeto, malas influencias, desintegración familiar, pocas ganas de trabajar; malas amistades, medios de comunicación, falta de valores, uno mismo, injusticia, sociedad decadente, la sociedad sinaloense aprendió a vivir así, la decadencia familiar, falta de comunicación, falta de valores, diferencia de opiniones, la inmoralidad.
DETERIORO DE LOS VALORES
Mala educación, ignorancia, falta de educación, más escuelas rurales, más y mejores maestros, personas sin estudios, video-juegos violentos en lugar de estudio, falta de educación en los padres.
MALA EDUCACIÓN
Las respuestas se agruparon en catorce campos temáticos o ámbitos causales, unos
con mayor número de respuestas que otros. Los valores (V) de las respuestas muestran que
para los ciudadanos, los principales causantes de la violencia son: narcotraficantes,
gobernantes corruptos, deterioro de los valores, delincuentes y pandilleros, así como
drogadictos y alcohólicos, ya que representan 73% del valor total de las respuestas, por lo
que se puede considerar un conjunto causal de consenso alto. De éste, tan sólo los tres
campos de mayor valor (narcotraficantes, gobernantes corruptos y deterioro de los valores)
representan 54% del valor total de las respuestas (ver cuadro 1).
Estos datos permiten elaborar una primera inferencia: los ciudadanos atribuyen
centralmente la responsabilidad de la violencia a través de un campo causal conformado
por la triada: narcotraficantes-gobernantes corruptos-deterioro de los valores; esta idea,
además, representa poco más de la mitad del valor total de las respuestas dadas.
Los campos temáticos incluidos en esta triada que predomina la visión sobre ¿a
quién se responsabiliza de la violencia? se conjugan la acción de protagonistas con una
situación social que hoy día envuelve la vida cotidiana: los narcotraficantes, los gobernantes
corruptos y la pérdida de valores aparecen como un campo significativo que da cuenta de
una mirada causal de la violencia.
5
CUADRO 1: NIVELES DE CONSENSO DE LOS CAMPOS TEMÁTICOS
CAMPOS TEMÁTICOS V V % NIVELES DE CONSENSO
Narcotraficantes 2,725 29.0
Gobernantes corruptos 1,362 14.5
Deterioro de los valores 977 10.4
Delincuentes y Pandillerismo 874 9.3
Drogadictos y alcohólicos 874 9.3
CONSENSO ALTO 73%
Situación económica 714 7.6
Policías deshonestos y soldados abusivos 601 6.4
Violencia e inseguridad 498 5.3
Mala educación 319 3.4
Venganza y maldad 272 2.9
Machistas 94 1.0
Perturbados y dementes 47 0.5
Miedo e incertidumbre 28 0.3
Discriminación 9 0.1
CONSENSO BAJO 27%
TOTAL 9,396 100% 100 %
Pero ¿qué es lo que dice el ciudadano ordinario acerca de los narcotraficantes, los
gobernantes corruptos y la pérdida de valores? En la conceptualización que los ciudadanos
tienen de los narcotraficantes subyacen seis temas: 1) son los actores de una guerra por el
control de territorios; 2) en esa guerra no hay ni reglas ni vidas que respetar; 3) en sus
enfrentamientos han involucrado a la sociedad en su conjunto al menos en dos formas: una,
por el número y la crueldad de las mayoría de las muertes, y otra por, la caída de gente
inocente; 4) el ascenso y auge del narcotráfico no puede explicarse sin la existencia de
prácticas corruptas de las autoridades gubernamentales; 5) la corrupción adquiere su más
clara manifestación a través de la impunidad que gozan los grupos de criminales; y 6) tal
situación ayuda y fomenta la inclusión de los jóvenes ante la falta de oportunidades sociales
lícitas. De manera textual se dice:
«…La violencia se debe principalmente a lo que se conoce como “narco guerra”
entre los diversos carteles ya que constantemente tienen enfrentamientos entre ellos por
6
una lucha por las plazas y acaparar un mayor territorio y no tener competencia. Como
estas organizaciones tienen sus objetivos bien definidos, son capaces de cualquier cosa por
lograrlos, robando, secuestrando o asesinado a personas miembros de los carteles sin
importar la gente inocente, porque tal parece que no tienen la capacidad de distinguir entre
los mismos criminales que ellos persiguen y los inocentes sólo “por estar en el lugar
equivocado a la hora equivocado”. La violencia ha crecido considerablemente desde que
los Arellano Félix mandaron asesinar a mucha gente para vengarse de los “traidores” y
desde que “el Chapo” Guzmán ha mandado asesinar a mucha gente por la muerte de su
hijo.
El narcotráfico es la primera causa de la violencia, la mayoría de las muertes que
ocurren se deben al ajustes de cuenta o bien por riñas que tienen los narcos por plazas o
por el mando de algún determinado territorio. En ciudades como la nuestra los narcos
buscan sobresalir, los podemos ver en el centro de la ciudad paseándose armados, en autos
lujosos, con prepotencia ante cualquier inconformidad y consumiendo drogas que ellos
producen, no están en sus cinco sentido por ello cometen actos ilícitos. El auge del
narcotráfico se debe a la obvia impunidad y corrupción que existe entre las autoridades, y
si a ello se añade la situación económica del país y los altos índices de desempleo
tendremos entonces jóvenes que no sentirán ninguna otra aspiración que pertenecer a
dichas organizaciones...»
En la visión que se construye de los gobernantes corruptos los ciudadanos abordan
también seis temas importantes y ligados unos a otros: 1) los gobernantes están para hacer
justicia y deben ser sometidos también a la ley; 2) sólo buscan su beneficio personal y/o
partidario, para lograrlo son capaces de cualquier cosa; 3) no aplican la ley cuando el
delincuente pertenece al crimen organizado; 4) en la manera de afrontar al crimen
organizado, el gobierno ha mostrado insensatez e incompetencia, y es eso lo que ha
detonado la violencia; 5) ante la caída de gente inocente no han hecho justicia; y 6) ante esta
situación de engaño, el gobierno debería dejar “trabajar” a los narcos al menos para que ya
no haya tantos asesinatos. De manera textual dicen:
«…Los gobernantes están para hacer justicia pero también están sujetos a las leyes,
no tienen poder absoluto; las autoridades que nos representan no sienten el mínimo respeto
7
por las personas y menos por el trabajo que realizan; están en busca de beneficios
personales y teniendo un puesto cuentan con privilegios y facilidades para llenarse las
manos de dinero y se olvidan de su función principal que es servir al pueblo que gobiernan;
para conservar su puesto son capaces de aceptar cosas que sólo les convienen a ellos,
como la legalización del consumo de drogas. Tanto los gobernantes como los servidores
públicos, como los policías, promueven o practican la corrupción, están coludidos con el
narcotráfico, se hacen de la vista gorda ante los actos ilícitos y no hacen nada para que
esto se acabe.
El presidente de la República no ha llevado las riendas de esta nación con sensatez
por ello es el principal responsable de la violencia en tanto que no hace nada por mantener
la paz ya que al momento de ejercer su poder tal parece que se ha olvidado de demostrar y
enseñar los buenos valores y aplicar justica ya que mucha gente inocente ha muerto y otros
tantos han sido encarcelados de manera equivocada y los verdaderos culpables siguen
libres. Aunque paguemos nuestro impuestos, el dinero recaudado no se destina a la
solución de esta problemática sino a sus campañas políticas en las cuales realizan
promesas que no cumplen y que no se cumplirán, nos quieren vender la idea de que se están
haciendo grandes esfuerzos para combatir la violencia pero en realidad no hacen nada, nos
entretienen con situaciones para desviar la atención, voltean las cosas o dan pretextos para
hacer cosas por “debajo del agua”. En México todo funciona a través del dinero y el
gobierno no está exento de eso, está coludido con el narcotráfico recibiendo beneficios
económicos y proporcionándoles indulgencias ante sus actos. Deberían dejarlos “trabajar”
como lo habían hecho anteriormente y dejar de aparentar que los detienen, ya que esto
mismo genera problemas entre diversos grupos del narco y posiblemente de esta manera ya
no estaríamos recibiendo esta gran ola de crimen y odio...»
Finalmente, respecto al campo temático referido a la pérdida de valores, los
miembros de la muestra lo construyen abordando cinco temas fundamentales: 1) entre los
jóvenes ya no hay respeto ni para los padres ni para la autoridad; 2) la educación de los
niños y jóvenes ya no depende directamente de sus padres lo cuál produce desintegración
familiar; 3) la desintegración conduce al resentimiento, al aumento de la agresividad y a las
malas amistades; 4) se han perdido valores esenciales, ahora se idolatra a sicarios, lo más
8
grave es que este hecho no se percibe en toda su dimensión; 5) los medios de comunicación
han contribuido al menos de dos formas: exhibiendo imágenes brutales que inducen miedo
en la población, y presentando un estilo de vida permisivo y holgado que atenta contra los
valores tradicionales. En términos textuales dijeron:
«…Es principalmente en la familia donde se origina la violencia pues vemos cómo los
hijos ya no respetan a sus padres, son groseros y no aceptan autoridad; los padres ya no se
encargan de la educación de sus hijos ya que trabajan todo el día, creando hogares
desintegrados y resentidos con la sociedad, por ello los jóvenes manifiestan sus
inconformidades en actos violentos. Por otro lado, las amistades no son del todo sanas ya
que hacen que tomemos decisiones incorrectas y que dañan a las personas que están a
nuestro alrededor; también existen agresores que en algún momento de su vida fueron
víctima de agresiones y no tuvieron forma de defenderse por miedo a las consecuencias.
Nosotros mismos somos los responsables de la violencia que se genera ya que no podemos
contener emociones fuertes como el enojo y por ello empezamos a golpear a quienes
tenemos alrededor ya que no estamos acostumbrados a solucionar los problemas hablando,
por eso los jóvenes tienen una mala relación con su familia alejándose de su hogar,
consumiendo drogas, robando y hasta asesinando.
En esta época la mayoría de las personas carece de valores, quizás para muchos esto
no tenga gran importancia y por eso no pueden entender la gravedad de este hecho, nos
hemos vuelto indiferentes e insensibles a nuestro entorno, además la envidia se ha vuelto
tan normal que no importa lo que tengamos que hacer para obtener lo que sea. Valores
importantes como respeto, tolerancia, autoestima y amor hacia los demás se han perdido y
han propiciado la violencia. Los medios de comunicación también son responsables pues
de manera cotidiana muestran escenas y fotografías violentas que provoca un miedo que
hace que las personas prefieran vivir en el silencio antes de exponerse a que le pase algo
grave a sus seres queridos; los medios también despiertan en la sociedad ciertas
necesidades por cosas que son inalcanzables con los recursos propios, esto está
íntimamente ligado al estilo de vida permisivo y holgado que nos presentan en la televisión
donde la mayoría de los jóvenes no realiza ningún tipo de actividad ni siquiera física, en
9
donde la impertinencia es la práctica y el recurso más común para alcanzar todos sus
propósitos...»
En resumen, puede afirmarse que la parte más significativa de la visión que se tiene
sobre el campo causal de la violencia consiste en responsabilizar a quienes se han encargado
de involucrar en ese baño de sangre a la sociedad, a los enfrentamientos entre las bandas de
narcotraficantes y a la manera insensata de afrontar esa situación, a la cantidad de muertes, a
su crueldad y a la pérdida de vidas inocentes; sin embargo, esto no puede explicarse sin la
impunidad de que gozan los criminales, sin la existencia de prácticas corruptas de
autoridades gubernamentales que simulan aplicar la ley contra los sicarios para beneficiarse,
haciendo emerger resentimientos y agresividad entre los grupos más vulnerables y el
deterioro de valores esenciales en amplios conglomerados de la población.
En el universo total de los catorce campos temáticos formados, subyacen dos objetos
causales que se organizan de manera diferente a partir de las acentuaciones atribucionales
que contienen: por un lado, un conjunto de temas que refieren causalmente a sujetos y/o
grupos, es decir, el interés se dirige hacia la identificación de la(s) persona(s) y/o grupo(s),
en oposición al mundo exterior (p.e. narcotraficantes, gobernantes corruptos, delincuentes,
etc.), y por otro lado, un conjunto de temas donde la causalidad se orienta hacia la situación
y/o contexto, es decir en lo que constituye la realidad social e histórica y en cuyo seno
ocurren los actos (p.e. la situación económica, el deterioro de los valores, mala educación,
etc.). La distribución de los campos temáticos entre las dos acentuaciones causales generó
un reparto equitativo: siete tienen que ver con sujetos y/o grupos a quienes se les atribuye la
responsabilidad de la violencia y los restantes siete hacen referencia a las situaciones y/o a
un contexto que estimula la violencia.
Se puede apreciar (ver cuadro 2) que en el grupo de los cinco campos temáticos que
conforman el bloque causal de mayor valor o de consenso alto, ya descrito en el cuadro 1,
cuatro están centrados en sujetos y grupos (narcotraficantes, gobernantes corruptos,
delincuentes y pandilleros, y drogadictos y alcohólicos) y sólo uno (deterioro de los
valores) hace referencia a aspectos situacionales y/o de contexto. Esta diferencia también se
manifiesta en el resto de campos temáticos; en total, los ámbitos causales centrados en
10
sujetos-grupos representan 70% en tanto que los centrados en situación-contexto
representan 30%.
CUADRO 2: CATEGORÍAS ATRIBUCIONALES
CAMPOS TEMÁTICOS V V % CATEGORÍAS
Narcotraficantes 2,725 29.0
Gobernantes corruptos 1,362 14.5
Delincuentes y pandilleros 874 9.3
Drogadictos y alcohólicos 874 9.3
Policías deshonestos y soldados abusivos 601 6.4
Machistas 94 1.0
Perturbados y dementes 47 0.5
SUJETOS Y/O
GRUPOS 70 %
Deterioro de los valores 977 10.4
Situación económica 714 7.6
Violencia e inseguridad 498 5.3
Mala educación 319 3.4
Venganza y maldad 272 2.9
Miedo e incertidumbre 28 0.3
Discriminación 9 0.1
SITUACIONES Y/O
CONTEXTO 30 %
TOTAL 9,396 100% 100 %
Este dato permite elaborar una segunda inferencia: los ciudadanos atribuyen
centralmente la responsabilidad de la violencia a sujetos y grupos que identifica
claramente, más que a situaciones de contexto supra personal y/o grupal, los cuales
también identifica pero sin la significación causal dada a los actores; puede afirmarse que
la causa atribuida a la violencia se centra más en los actores que la provocan que en los
propios actos violentos.
Sin embargo, al interior de esta división categorial entre sujetos-grupos y situaciones-
contexto subyace otra división de mayor importancia, la que surge del carácter o naturaleza
normativa de los contenidos que asigna a unos campos temáticos en ilícitos y a otros en
contranormativos. Al ordenar las categorías sujetos-grupos y situaciones-contexto en
11
arreglo a su naturaleza ilícita (transgredir la ley) y contranormativa (infringir las buenas
costumbres), se pueden encontrar dimensiones atribucionales más reveladoras.
El cuadro 3 muestra esta distribución y sus jerarquías: los campos temáticos bajo la
categoría sujetos y grupos que contienen un carácter ilícito son significativamente mayores
—59%— a las de carácter contranormativo —11%—; en cambio, cuando se atribuye la
violencia a causas contextuales, el carácter contranormativo de éstas es mayor —22%— al
de su carácter ilícito —sólo 8%—.
CUADRO 3: CENTRACIÓN ATRIBUCIONAL Y NORMATIVA
CAMPOS TEMÁTICOS V % CATEGORÍAS ATRIBUCIONALES Y NORMATIVAS
Narcotraficantes 29.0
Gobernantes corruptos 14.5
Delincuentes y pandilleros 9.3
Policías deshonestos y soldados abusivos
6.4
ILÍCITOS 59 %
Drogadictos y alcohólicos 9.3
Machistas 1.0
Perturbados y dementes 0.5
SUJETOS Y/O
GRUPOS 70 %
CONTRANORMATIVOS 11 %
Violencia e inseguridad 5.3
Venganza y maldad 2.9
ILÍCITAS 8 %
Deterioro de los valores 10.4
Situación económica 7.6
Mala de educación 3.4
Miedo e incertidumbre 0.3
Discriminación 0.1
SITUACIONES Y/O
CONTEXTO 30 %
CONTRANORMATIVAS 22 %
TOTAL 100% 100 % 100 %
Lo anterior permite elaborar una tercera inferencia: los ciudadanos responsabilizan
de la violencia a actores y grupos sociales específicos más que al contexto que la alimenta,
pero en el fondo de estas atribuciones sobresale el carácter ilícito de las actividades que
estos realizan —principalmente narcotraficantes y gobernantes corruptos—, y con menor
12
significación, el carácter contranormativo de las situaciones que favorecen la violencia —
principalmente el deterioro de los valores y la situación económica—.
Toda vez que el carácter ilícito de sujetos y/o grupos y de situaciones y/o contexto
corresponde a lo que auténticamente está fuera de la ley, su carácter es funcional, en
cambio, el carácter contranormativo de éstos corresponde a todo aquello que contraviene
las normas y valores sociales vigentes, a todo aquello que desde una moralidad social se
rechaza o no se tolera, tiene por tanto, un carácter normativo.
¿A qué o a quiénes responsabilizan los hombres y las mujeres?
Al organizar los datos obtenidos de acuerdo a la grupalidad de la muestra (por sexo y por
rangos de edad) se pudieron efectuar dos tipos de comparaciones: a partir de la jerarquía o
importancia dada a los campos temáticos construidos con las respuestas, y a partir de la
distribución de estos campos en categorías. Se presentan ahora los resultados de las dos
comparaciones de los datos obtenidos en las respuestas de hombres y mujeres. En el primer
tipo de comparación se pudieron encontrar tres ámbitos de contraste y similitud que parecen
ser significativos.
Primer ámbito: la homogeneidad endogrupal es mayor entre hombres que entre
mujeres (ver cuadro 4). Pese a que ambos grupos elaboran un campo causal de alto
consenso compuesto por cinco campos temáticos, el valor dado a éstos es diferente: los
hombres destinan a este conjunto 75% del valor total de sus respuestas, en tanto que las
mujeres 71%; además, los hombres requirieron de trece campos temáticos para describir a
los causantes de la violencia, en tanto que las mujeres requirieron a catorce campos. El
mayor valor del conjunto de consenso alto y el menor número de campos producidos
evidencian una mayor homogeneidad entre los hombres.
Segundo ámbito: de los cinco campos temáticos con que hombres y mujeres
construyen el bloque de consenso alto, cuatro son similares —narcotraficantes,
gobernantes corruptos, deterioro de los valores y situación económica— y sólo uno es
diferente, mientras los hombres consideran que son los delincuentes y pandilleros un grupo
importante en la responsabilidad de la violencia, las mujeres consideran que son los
drogadictos y alcohólicos.
13
Tercer ámbito: en el conjunto de campos temáticos de bajo consenso, los hombres
ponderan más la mala calidad de la educación y a la gente demente (tema que ligan al
problema de las adicciones) como generadores de la violencia, en tanto que las mujeres
ponderan la venganza y la maldad que ya existe entre la población así como el machismo
como factores causales de la violencia; paralelamente a estas diferencias, ambos grupos
coinciden en consideran que el miedo y la discriminación son causantes menores.
CUADRO 4: ¿A QUIÉN RESPONSABILIZAN HOMBRES Y MUJERES? HOMBRES MUJERES
CAMPOS TAMÁTICOS V% NIVELES DE CONSENSO
NIVELES DE CONSENSO
V % CAMPOS TAMÁTICOS
Narcotraficantes 29.1 28.9 Narcotraficantes Gobernantes corruptos 16.1 12.9 Gobernantes corruptos Deterioro de los valores 11.3 12.0 Drogadictos y alcohólicos Delincuentes y pandilleros 11.1 9.5 Deterioro de los valores Situación económica 7.3
CONSENSO
ALTO 75 %
CONSENSO
ALTO 71 %
7.9 Situación económica Drogadictos y alcohólicos 6.7 7.6 Delincuentes y pandilleros Policías indignos 6.3 6.6 Policías indignos Violencia e inseguridad 4.0 6.6 Violencia e inseguridad Mala educación 3.7 3.3 Venganza y maldad Venganza y maldad 2.6 3.0 Mala educación Perturbados y dementes 0.8 1.4 Machistas Machistas 0.6 0.1 Perturbados y dementes Miedo e incertidumbre 0.4 0.1 Miedo e incertidumbre Discriminación 0
CONSENSO BAJO 25 %
CONSENSO BAJO 29 %
0.1 Discriminación TOTAL 100% 100% 100 % 100% 100 %
En resumen, al atribuir la responsabilidad de la violencia, ambos grupos construyen
un bloque de consenso alto con los mismos cuatro campos temáticos, en tanto que en el
consenso bajo los hombres ponderan la mala educación y la demencia mientras que las
mujeres la venganza y el machismo, pero coinciden en asumir el miedo y la discriminación
como causas menores. En estas atribuciones la homogeneidad intragrupal es mayor entre los
hombres.
Estos ámbitos de diferenciación y similitud intergrupal entre hombres y mujeres
permiten elaborar una cuarta inferencia: al atribuir sobre la responsabilidad de la
violencia, los hombres parecen ser más homogéneos que las mujeres pese a que en la
jerarquía dada a los ámbitos causales elaborados por ambos grupos, tanto de mayor como
de menor significación, existen más semejanzas que diferencias.
El segundo tipo de comparación resulta de confrontar la distribución de los campos
temáticos construidos por hombres y mujeres en los sistemas de categorías, uno por
14
acentuación atribucional —sujetos-grupos vs situaciones-contexto— y otro por la
normatividad social —ilícitos versus contranormativos—. En estas comparaciones se
encontraron tres ámbitos de diferencias y similitudes importantes.
Primer ámbito: los hombres consideran que los responsables de la violencia son
mayormente sujetos y grupos (narcotraficantes, gobernantes corruptos, delincuentes,
policías indignos, drogadictos, machistas y dementes) con 70.7% del valor total de sus
respuestas, en tanto que la situación y el contexto que la fomentan (inseguridad, venganza,
deterioro de los valores, situación económica, mala educación, miedo y discriminación)
representan sólo 29.3% (ver cuadro 5). De muy similar manera, las mujeres responsabilizan
de forma privilegiada a sujetos y grupos con 69.5% de sus respuestas, en tanto que 30.5% a
situaciones y contexto.
CUADRO 5: CATEGORÍAS NORMATIVAS Y ATRIBUCIONALES EN HOMBRES (H) Y MUJERES (M) CAMPOS TAMÁTICOS H → V% M → V% CATEGORÍAS
Narcotraficantes 29.1 28.9 Gobernantes corruptos 16.1 12.9 Delincuentes y pandilleros 11.1 7.6 Policías indignos y soldados amenazantes 6.3 6.6
ILÍCITOS
H → 62.6 % M → 56.0 %
Drogadictos y alcohólicos 6.7 12.0
Machistas 0.6 1.4 Perturbados y dementes 0.8 0.1
CONTRANORMATIVOS H → 8.1 %
M → 13.5 %
SUJETOS Y/O
GRUPOS H → 70.7 % M → 69.5 %
Violencia e inseguridad 4.0 6.6
Venganza y maldad 2.6 3.3
ILÍCITOS H →6.6 % M → 9.9 %
Deterioro de los valores 11.3 9.5 Situación económica 7.3 7.9 Mala educación 3.7 3.0 Miedo e incertidumbre 0.4 0.1 Discriminación 0 0.1
CONTRANORMATIVOS
H → 22.7 % M → 20.6 %
SITUACIONES Y/O
CONTEXTO H → 29.3 % M → 30.5 %
TOTAL 100% 100% 100 % 100 %
Segundo ámbito: la distribución de los campos temáticos bajo el carácter ilícito y
contranormativo de sujetos y grupos parece no tener diferencias muy significativas: los
hombres los responsabilizan más por sus ilícitos —62.6% del valor de sus respuestas— que
por su carácter contranormativo —8.1%—, las mujeres también los responsabilizan más
por sus ilícitos —56% del valor— que por su carácter contranormativo —13.5% del
valor—. No obstante, la distribución de las causas atribuidas a las acciones ilícitas y
contranormativas de sujetos y/o grupos no es tan similar: los hombres centran su atribución
15
poco más a los actos ilícitos que las mujeres y las mujeres poco más a los actos
contranormativa que los hombres.
Estas comparaciones permiten elaborar una quinta inferencia: entre hombres y
mujeres existe consenso al responsabilizar de la violencia a sujetos y grupos específicos,
sobre todo por el carácter ilícito de sus acciones, este consenso no es tan claro, sin
embargo, cuando los hombres ponderan más la transgresión de la ley que estos grupos
cometen con sus acciones, en tanto que las mujeres acentúan más el carácter
contranormativo de estas acciones.
Un tercer ámbito comparativo corresponde al carácter ilícito y contranormativo de
los aspectos situaciones que fomentan la violencia encontramos que las similitudes entre
hombres y mujeres son muy grandes: para los hombres, las causas contextuales de la
violencia que tienen carácter ilícito representan sólo 6.6% del valor, mientras que las de
carácter contranormativo representan 22.7%; en tanto que las mujeres atribuyen a causas
situacionales de carácter ilícito 9.9% del valor, en tanto que las contranormativas
representan 20.6 %. Lo anterior significa que al referirse al contexto social que propicia la
violencia, hombres y mujeres centran su atención más en el deterioro de las buenas
costumbres que en la transgresión de la ley, con rangos similares de significación.
Esta última semejanza permite elaborar una sexta inferencia: pese a que sólo
representa una tercera parte de sus respuestas, entre hombres y mujeres existe un gran
consenso al minimizar las causas de la violencia atribuidas al carácter contranormativo del
contexto que la promueve, no obstante, evidencia una preocupación por el deterioro de los
valores y la situación económica
¿A qué o a quién responsabilizan los jóvenes, los adultos y los adultos mayores?
Al organizar ahora los datos por grupos de edad también pudieron hacerse los dos tipos de
comparaciones: una a través de la jerarquía de los campos temáticos construidos con sus
respuestas y otra a través de la distribución de los campos temáticos en el sistema categorial
generado. Al confrontar las respuestas entre jóvenes, adultos y adultos mayores, se pudieron
encontrar mucho más divergencias que las halladas entre hombres y mujeres.
16
Respecto al primer tipo de comparación, relativo a los campos temáticos y a su
distribución jerárquica, jóvenes (J), adultos (A) y adultos mayores (AM) muestran cuatro
ámbitos de diversidad y semejanza que parecen importantes.
Un primer ámbito muestra que adultos mayores y jóvenes son los que muestran
mayor homogeneidad endogrupal, los cinco campos temáticos que conforman el consenso
alto representan 75% y 74.7 % del valor total de sus respuestas, respectivamente; más
alejados, los adultos construyen el bloque temático de consenso alto con 71.3% del valor de
sus respuestas. Es decir, respecto al bloque de consenso alto, los tres grupos construyen un
campo atribucional constituido por cinco campos temáticos, sin embargo, los adultos
mayores y los jóvenes muestran mayor similitud tanto en los campos temáticos que éste
contiene como en las jerarquías atribuidas. Por otro lado, los jóvenes y los adultos mayores
requirieron de doce campos temáticos para describir a los causantes de la violencia, en tanto
que los adultos requirieron de catorce. El mayor valor de los campos causales del consenso
alto y el menor número de campos producidos evidencian una homogeneidad mayor entre
jóvenes y adultos mayores (ver cuadro 6).
CUADRO 6: ¿A QUIÉN RESPONSABILIZAN LOS JÓVENES (J), ADULTOS (A) Y ADULTOS MAYORES (AM)? GRUPOS→ JÓVENES ADULTOS ADULTOS MAYORES
NIVELES DE CONSENSO
CAMPOS TAMÁTICOS V% CAMPOS TAMÁTICOS V% CAMPOS TAMÁTICOS V%
Narcotraficantes 32.6 Narcotraficantes 29.3 Narcotraficantes 25.2 Gobernantes corruptos 14.9 Gobernantes corruptos 12.6 Gobernantes corruptos 15.9 Deterioro de los valores 10.3 Situación económica 10.5 Drogadictos y alcohólicos 14.2 Delincuentes y pandilleros 10.2 Delincuentes y pandilleros 9.9 Deterioro de los valores 11.7
ALTO
J→74.7 % A→71.3 % AM→75 %
Drogadictos y alcohólicos 6.7 Deterioro de los valores 9.0 Delincuentes y pandilleros 8.0 Violencia e inseguridad 6.3 Policías indignos 7.7 Situación económica 6.6 Situación económica 5.7 Drogadictos y alcohólicos 7.1 Policías indignos 6.4 Policías indignos 5.2 Violencia e inseguridad 5.2 Violencia e inseguridad 4.3 Mala educación 3.3 Mala educación 3.8 Venganza y maldad 3.4 Venganza y maldad 2.5 Venganza y maldad 2.9 Mala educación 3.1 Machistas 1.9 Miedo e incertidumbre 0.8 Machistas 0.8 Perturbados y dementes 0.4 Perturbados y dementes 0.6 Perturbados y dementes 0.4 Miedo e incertidumbre -- Machistas 0.4 Miedo e incertidumbre --
BAJO J→25.3 % A→28.7 % AM→25 %
Discriminación -- Discriminación 0.2 Discriminación -- 100 % TOTAL 100% TOTAL 100% TOTAL 100%
En una segunda comparación es importante subrayar la similitud existente entre los
tres grupos al responsabilizar principalmente a narcotraficantes y gobernantes corruptos de
la violencia, no obstante, son los jóvenes quienes mayor peso darán a este campo causal con
47.5% del valor total de sus respuestas, contra 41.9% de los adultos y 41.1% de los adultos
17
mayores. Si comparamos los valores dados a narcos y gobernantes corruptos como
causantes de la violencia con los valores dados por los grupos divididos por sexos (hombres
y mujeres) sobresale que entre hombres y mujeres, el valor dado a este campo atribucional
fue 45.2% por los hombres y 41.8% por las mujeres.
Estas dos primeros comparaciones permiten elaborar una séptima inferencia: bajo
cualquier forma de organización de los datos, son los jóvenes quienes, desde una
homogeneidad endogrupal alta, más responsabilizan al narcotráfico y a los gobernantes
corruptos de la violencia al destinar casi la mitad de todas sus respuestas, y de entre los
jóvenes, son los hombres quienes más lo señalan.
Un tercer ámbito muestra que pese a la similitud existente entre jóvenes y adultos
mayores respecto al bloque del consenso alto, habría que subrayar dos importantes
diferencias: por un lado, son los jóvenes quienes más responsabilizan a los narcotraficantes
—32.6% de sus respuestas— en tanto que los adultos mayores son quienes menos lo hacen
—25.2%—, por otro lado, esta centración atribucional hace que los otros campos temáticos
del bloque del consenso alto elaborado por los jóvenes mantengan menor valor; el ejemplo
que más ilustra esta diferencia es el campo temático deterioro de los valores, para los
jóvenes es el tercer ámbito causal en importancia, en tanto que para los adultos mayores es
cuarto, no obstante, el valor dado por los adultos mayores es mayor —11.7%— que el
otorgado por los jóvenes —10.2%—. Por su lado, los adultos construyen el bloque de
consenso alto con cuatro campos temáticos similares a los referidos por jóvenes y adultos
mayores, sin embargo consideran que la situación económica promueve más la violencia
que los drogadictos y alcohólicos.
Estas comparaciones permiten elaborar una octava inferencia: bajo cualquier forma
de organización de los datos, narcotraficantes y gobernantes corruptos serán los más
responsabilizados de la violencia por todos los grupos, no obstante esta generalidad
guarda diferencias intergrupales: respecto a los narcotraficantes, los jóvenes —sobre todo
los hombres— son el grupo que más los inculpa, en cambio los adultos mayores son
quienes menos lo hacen —sobre todo las mujeres—; respecto a los gobernantes corruptos,
son los hombres —sobre todo los adultos mayores—quienes más los responsabilizan, en
tanto que son los adultos quienes menos lo hacen —sobre todo las mujeres—.
18
Un cuarto ámbito comparativo se centra en el bloque de bajo consenso, ahí pueden
encontrarse dos subconjuntos: primero, en donde los tres grupos coinciden en atribuir la
responsabilidad a la policía deshonesta y a la propia violencia en proporciones de entre 5%
y 8% del valor total de sus respuestas, en este subconjunto, las semejanzas entre jóvenes y
adultos mayores se siguen dando; segundo, subconjunto de menor valor, de entre 1% y 4%
del valor de sus respuestas, en donde los tres grupos coinciden en vincular la violencia con
la mala educación, venganza y maldad, machismo, gente demente y, en lo más bajo, el
miedo y la discriminación, en este segundo subgrupo, las semejanzas entre jóvenes y
adultos son aún mayores.
Esta última comparación permite elaborar una novena inferencia: en términos
generales, jóvenes y adultos mayores mantienen otras similitudes, además de las mostradas
respecto a los principales responsables, también coinciden en señalar al machismo, al
estado de demencia, al miedo y la discriminación como los grupos y situaciones que
inciden en menor medida en las causas de la violencia; no obstante, existe un bloque
intermedio en el que mantienen diferencias. Puede afirmarse que entre jóvenes y adultos
mayores existe un fuerte consenso respecto a qué es y quienes son los más responsables y
respecto a qué es y quiénes son los menos responsables de la violencia.
Un segundo tipo de comparaciones se localiza en los ámbitos causales construidos por
jóvenes, adultos y adultos mayores retomando las categorías de acentuación atribucional
(sujetos-grupos versus situaciones-contexto) y las de normatividad social (ilícitos versus
contranormativos). En este tipo de comparaciones se encontraron tres ámbitos de
divergencia y similitud importantes.
Primero, los jóvenes son el grupo que más considera a sujetos y/o grupos como los
más responsables de la violencia (narcotraficantes, gobernantes corruptos, delincuentes,
drogadictos, policías indignos, machistas y dementes) con 72% del total de sus respuestas,
en tanto que las situaciones que la fomentan (inseguridad, venganza, decadencia moral,
situación económica, mala educación, miedo y discriminación) representan sólo 28% (ver
cuadro 7). De manera similar, los adultos mayores responsabilizan a sujetos y grupos con
71% de sus respuestas, en tanto que las situaciones con 29%. De diferente manera, los
adultos responsabilizan menos a sujetos y grupos con 67.6% y más al contexto con 32.4%.
19
Este dato sugiere una décima inferencia: aunque en términos generales no parecen
muy significativas las diferencias categoriales en el terreno intergrupal dado por rangos de
edad, puede asegurarse que la jerarquía de las categorías grupo versus contexto no tienen
el mismo peso: los jóvenes remarcan más la responsabilidad de los grupos que al contexto
que eventualmente la promueve, y son los adultos quienes menos remarcan el peso de los
sujetos como causantes de la violencia y más ponderan al contexto social que la propicia.
Por su lado, los adultos mayores se mantienen mucho más cercanos a las atribuciones que
hacen los jóvenes que a las de los adultos.
CUADRO 7: ÁMBITOS CAUSALES ENTRE JÓVENES (J), ADULTOS (A) Y ADULTOS MAYORES (AM) CAMPO TEMÁTICOS J→V% A→V% AM→V% CATEGORÍAS
Narcotraficantes 32.6 29.3 25.2 Gobernantes corruptos 14.9 12.6 15.9 Delincuentes y pandilleros 10.2 9.9 14.2 Policías indignos y soldados amenazantes 5.2 7.7 6.4
ILÍCITOS J→62.9 % A→59.5 %
AM→61.7 % Drogadictos y alcohólicos 6.7 7.1 8.0 Machistas 1.9 0.4 0.8 Perturbados y dementes 0.4 0.6 0.4
CONTRANORMATIVOS J→9.0 % A→8.1 %
AM→9.2 %
SUJETOS Y/O
GRUPOS J→ 72 %
A→ 67.6 % AM→ 71 %
Violencia e inseguridad 6.3 5.2 4.3
Venganza y maldad 2.5 2.9 3.4
ILÍCITAS J→8.8 % A→8.1 %
AM→7.7 % Deterioro de los valores 10.3 9.0 11.7 Situación económica 5.7 10.5 6.6 Mala educación 3.3 3.8 3.1 Miedo e incertidumbre 0 0.8 0 Discriminación 0 0.2 0
CONTRANORMATIVAS J→19.3 % A→24.3 %
AM→21.4 %
SITUACIONES Y/O
CONTEXTO J→ 28 %
A→ 32.4 % AM→ 29 %
TOTAL 100% 100% 100% 100 % 100 %
Un segundo ámbito trata sobre la distribución de los campos temáticos por su carácter
ilícito y contranormativo la cuál mantiene diferencias significativas: para la centración
atribucional en sujetos y/o grupos, los adultos mayores responsabilizan más el carácter
ilícito de sus acciones —69.7% del valor de sus respuestas— que por su carácter
contranormativo —sólo 1.2%—; los jóvenes también responsabilizan más a sujetos y
grupos por sus ilícitos —69.6% de sus respuestas— que por su carácter contranormativo —
sólo 2.3%—; en una situación de menor valor, los adultos responsabilizan a sujetos y
grupos más por sus ilícitos —66.6%— que por los aspectos contranormativos —sólo 1%—;
puede advertirse que las divergencias atribucionales intergrupales dadas por el carácter
ilícito y contranormativo de los grupos son mayores cuando las comparaciones se hacen por
grupos de edad que cuando se hacen por sexo.
20
Tercer ámbito: respecto al carácter ilícito y contranormativo que se atribuye al
conjunto de campos centrados en la situación-contexto que fomenta la violencia se advierte
una mayor inclinación por lo contranormativo; los datos muestran que los adultos señalan
más el carácter contranormativo del contexto con 24.3% del valor de sus respuestas, le
siguen los adultos mayores con 21.4%, al final, los jóvenes con 19.3%. La atribución que
alude una situación sin ley es más remarcada por los jóvenes —8.8% de sus respuestas—,
seguidos por los adultos —8.1%— finalmente, los adultos mayores con 7.7%. Lo anterior
significa que a la hora de referirse al contexto social que propicia la violencia, los jóvenes
centran más su atribución en la transgresión de la ley, en cambio los adultos centrarán más
su atención en el deterioro de las costumbres.
Estas últimas comparaciones permiten elaborar una onceava inferencia: entre los
grupos de edad existe también un fuerte consenso al responsabilizar de la violencia más a
sujetos y grupos específicos que al contexto social, no obstante, dentro de este consenso se
encubren diferencias intergrupales relevantes: respecto al carácter ilícito y
contranormativo en el proceder de actores y del contexto, son los jóvenes los que más
responsabilizan el carácter ilícito tanto de sujetos y grupos como del contexto que propicia
la violencia; respecto al carácter contranormativo, son los jóvenes quienes más
responsabilizan a grupos concretos y son los adultos quienes más responsabilizan al
contexto. Esto significa que a los jóvenes les preocupa más la transgresión de la ley, en
tanto que a los adultos y adultos mayores parece preocuparles más las situaciones que
propician el poco respeto por las buenas costumbres.
CENTRALIDAD Y PERIFERIA EN LA RESPONSABILIDAD ATRIBUIDA
La importancia de esta segunda etapa radica en estudiar cómo los propios ciudadanos
distribuyen su visión sobre quiénes son los responsables de la violencia entre las
dimensiones de la significación (lo funcional y lo normativo) de una manera que sintetiza
los elementos cognitivos que componen a la representación. Asumimos que ese universo
conceptual está compuesto de elementos que se encuentran interrelacionados y que pueden
ser operacionalmente asimilados a sus etiquetas verbales que tratan indiferencialmente de
términos o sintagmas, para ello, la modelización se trabajó bajo la forma de 18 ítems
organizados bajo la pregunta ¿qué o quiénes cree Ud. que son los responsables de la
21
violencia? Los datos obtenidos permiten adentrarse a las caracterizaciones que se hacen y
que sólo pueden ser divididas en funcionales y normativas, es decir, en campos ineludibles
que consideran la expresión práctica de la culpabilidad de la violencia así como su
reconstrucción efectiva en el plano de los anhelos, ilusiones y convicciones, sin ellos
¿tendría sentido atribuir una causa a la violencia?
Se trata entonces de transitar de los contenidos de una visión a su estructura, es
decir, de los elementos constitutivos de imágenes e ideas a una organización que haga
emerger los elementos que dan significación a otros y en general a toda la red de
correspondencias existentes entre los componentes, esa es la idea de interrelación que
subyace en el concepto de representación social. Las dimensiones son la funcional y la
normativa; la dimensión funcional o de la acción caracteriza la naturaleza descriptiva o
campo de definiciones, reagrupa los cognemas consensuales, poco o nada connotados, los
cuales permiten definir el objeto de representación aparentando un significado específico,
estos cognemas, como todos los cognemas centrales, ejercen un control sobre la periferia,
manejando así los esquemas descriptivos de la periferia o campo de descripciones; esta
dimensión explica la relación que los sujetos guardan con el objeto. La dimensión
normativa o de los juicios caracteriza la naturaleza evaluativa que agrupa los cognemas
consensuales connotados o campo de las normas, el cual define la representación para la
emisión de juicios según una lógica evaluativa fundada sobre los valores sociales; esta
dimensión explica la naturaleza otorgada por los sujetos al objeto.
Las denominaciones hacen prevalecer una subordinación de la naturaleza evaluativa
(dimensión normativa) a la naturaleza descriptiva (dimensión funcional) pues los
cognemas normativos son un tipo de cognemas descriptivos.
El análisis de los datos obtenidos se realizó a través del análisis de similitud el cual se
aplica al estudio estructural de las representaciones sociales, por lo que resulta más
combinatorio que numérico pues utiliza particularmente el lenguaje de los grafos. Para la
interpretación de los datos nos valimos de la estrategia elaborada por Moliner (1996), la
cual retoma las dimensiones constitutivas del núcleo central de acuerdo a la propuesta
original de Abric. Entre los elementos centrales, ciertos cognemas integran el sistema
central, por tanto, también el sistema periférico, lo cual significa que uno tiene un valor
22
mientras que otro no lo tiene. Esta bidimensionalidad permea la totalidad de las
representaciones en tanto aptitudes que permiten la coexistencia de cuatro campos distintos,
reconocibles por la importancia evaluadora de los elementos que la componen: dos campos
forman la estructura central, los otros dos la estructura periférica.
Los ciudadanos ante los responsables de la violencia
En la organización de los datos obtenidos para toda la muestra y que permitieron la
elaboración del grafo se pueden advertir dos conjuntos que corresponden respectivamente a
la dimensión funcional que caracteriza la relación y cuya naturaleza es descriptiva (en
óvalos) y a la dimensión normativa que caracteriza los juicios y cuya naturaleza es
evaluativa (en rectángulos) acerca de quién o quienes son responsables de la violencia.
El primer conjunto que corresponde a la dimensión funcional (en óvalos) muestra, de
acuerdo al número y valor de las aristas, un campo descriptivo que define la relación o el
nexo que los ciudadanos mantienen con quienes considera responsables de la violencia, este
campo contiene dos niveles valorativos diferentes, ambos tienen como punto de partida a
los narcotraficantes a quienes asume como los causantes principales de la violencia, son
ellos quienes, en el nivel más significativo, dan sentido a la narco guerra, a los gobernantes
corruptos y a los políticos corruptos. En un nivel menos significativo, los narcotraficantes
dotan de sentido: la sed de venganza, delinquir sin recibir castigo, adictos, pérdida de
valores y gente agresiva y provocadora. Este conjunto tiene, como se puede advertir, una
naturaleza descriptiva sobre la responsabilidad de la violencia.
El segundo conjunto (en rectángulos) muestra el campo evaluativo que define los
juicios que los ciudadanos hacen acerca de quiénes son los causantes de la violencia, este
campo también contiene dos niveles valorativos diferentes pero en ambos se asume que la
impunidad es la que hace surgir los juicios sobre los responsables de la violencia; en el nivel
más significativo la impunidad es la fuente del miedo, el temor y la preocupación, así como
de la exclusión. En el nivel menos significativo, la impunidad hace que aparezca la
narcomúsica y la desintegración familiar. Este conjunto tiene, como se puede advertir, una
naturaleza evaluativa sobre la responsabilidad de la violencia.
23
Pero el grafo muestra más información, de entrada, es manifiesta la diferencia entre el
conjunto descriptivo (en óvalos) y el conjunto evaluativo (en rectángulos) en el sentido de
que el primero enlaza sus elementos de manera más compacta que el segundo, ello significa
que la población mantiene mucho mayor cohesión a la hora de describir a los protagonistas
de la culpabilidad de la violencia que cuando emite juicios valorativos. Puede afirmarse que
esta diferencia proviene de la cercanía que la gente mantiene con los sucesos sangrientos; en
cambio, los juicios valorativos tienen que ver con las diferentes posturas adoptadas sobre
esos sucesos —de ahí la disgregación de sus elementos— así como diferencias intergrupales
que evidencian relaciones entre generaciones.
Grafo: Toda la muestra
También pueden apreciarse las diferencias existentes en el valor de las aristas
(técnicamente denominado índice de similitud) en ambos conjuntos: en el de la dimensión
24
funcional (en óvalos), todos los elementos que lo conforman se organizan en torno a los que
se dedican al narcotráfico y contiene las aristas con los valores más altos: la arista los que
se dedican al narcotráfico—la narcoguerra tiene un índice de similitud) de 36.7, es decir,
36.7 de 100 personas de la muestra construyeron esa conexión; en tanto que la arista los que
se dedican al narcotráfico—gobernantes corruptos tiene un valor de 33.5; ambas son las
aristas de más alto valor no sólo de este conjunto sino de todo el grafo, lo que por un lado
ratifica la relación existente entre narcotráfico y corrupción gubernamental localizada en la
etapa anterior, y por otro lado, destaca que esta conexión no tiene un sentido evaluativo sino
descriptivo en tanto que permite revelar la cercanía que los sujetos mantienen con el objeto.
En cambio, el conjunto de la dimensión normativa (en rectángulos) muestra, pese a la
dispersión de sus elementos, un subconjunto que por el número y valor de sus aristas puede
asumirse como el de mayor significación; en este subconjunto la arista los que tienen
impunidad—miedo, temor y preocupación tiene un valor de 27.5, es decir, 27.5 de cada 100
personas hicieron esta conexión, en tanto que la arista los que tienen impunidad—la
exclusión por las ideas tiene un índice de 23.7; este dato permite asegurar que en el plano
de la evaluación y pese a la dispersión de los juicios, buena parte de los sujetos —poco más
del 25% de la muestra— entienden que la impunidad de los criminales está forjando el
miedo, el temor y la preocupación en la ciudadanía, pero también contribuye a la exclusión
por las ideas, es decir, de quienes cuestionan, critican o denuncian el estado de cosas; sin
duda, esta puede ser una interpretación ciudadana sobre tantos asesinatos de gente inocente.
En la primera etapa se mostró que las discrepancias más significativas entre los
grupos ocurren cuando éstos son contrastados por rangos de edad (jóvenes, adultos y
adultos mayores) y no por sexo (hombre, mujeres). Por tanto es importante resaltar ahora
cómo es que estos grupos distribuyeron su visión sobre la responsabilidad de la violencia
en la red de significaciones cognitivas, para ello se presentan los grafos elaborados con las
respuestas de jóvenes, adultos y adultos mayores.
La visión de los jóvenes respecto a los responsables de la violencia
El grafo con los datos de los jóvenes muestra los conjuntos que corresponden a las
dos dimensiones de la estructura. El primer conjunto, que corresponde a la dimensión
25
funcional (en óvalos), por sus conexiones y valor de ellas, revela una descripción que
mantiene tres niveles de importancia en donde los que se dedican al narcotráfico otorga
significado al resto de los elementos, es por tanto, el elemento central; en el nivel de mayor
valor los narcotraficantes dan sentido a la narcoguerra, con un valor de 46.9, es decir, 47
jóvenes de cada 100 hicieron esta conexión. En un segundo nivel valorativo dan sentido a
gobernantes y policías corruptos, con un valor de 21.96. Un tercer grupo de aristas con un
valor menor pero ligadas al elemento central lo constituyen las aristas los que se dedican al
narcotráfico—drogadictos y alcohólicos con un valor de 13.97; la arista narcotraficantes—
gente agresiva con un valor de 13.33 y la arista narcotraficantes—situación económica, con
un valor de 9.65. Los valores y elementos que conforman este conjunto le proporcionan una
naturaleza descriptiva a la visión que los ciudadanos tienen sobre los causantes de la
violencia.
Grafo: Jóvenes
El segundo conjunto de la dimensión normativa (en rectángulos) muestra una
semejante cohesión de sus elementos que permite un amplio subconjunto en donde el
elemento impunidad dota de significado a seis elementos cuyas conexiones mantienen tres
niveles de importancia; en un primer nivel la conexión impunidad—miedo, temor y
preocupación es la más importante y tiene un índice de 31.3, lo que significa de 31.3
26
jóvenes de cada 100 construyeron esta conexión; el segundo nivel lo constituyen las
conexiones impunidad—exclusión con un valor de 26.13, impunidad—desintegración
familiar con un valor de 24.48 e impunidad—narcomúsica con un valor de 22.54; en el
tercer nivel de importancia se advierten las siguientes conexiones: impunidad—los que
tienen relaciones tormentosas con un índice de19.3 e impunidad—pérdida de valores con
un índice de 10.34. Estas conexiones elaboradas por 22.4% de los jóvenes permite asegurar
que en sus juicios respecto a la responsabilidad de la violencia, la impunidad de los
criminales está gestando miedo, temor y preocupación, y contribuye a la exclusión de
quienes critican o denuncian la criminalidad. Este conjunto tiene, como se advierte, una
naturaleza evaluativa sobre la responsabilidad de la violencia.
Puede apreciarse en el grafo que la diferencia de cohesión existente entre ambos
conjuntos es prácticamente nula, ello muestra una consenso entre los jóvenes tanto al
describir a los culpables de la violencia como al emitir juicios valorativos; esta pobre
diferencia explica la cercanía que los jóvenes mantienen con los sucesos sangrientos, en
tanto que la homogeneidad valorativa proviene del consenso intragrupal. La ausencia de
subordinación de los elementos normativos a los elementos funcionales sólo puede
explicarse a través del tipo de cercanía que los jóvenes mantienen con los actos sangrientos:
su relación es más protagonista que testificadora.
La visión de los adultos respecto a los responsables de la violencia
Respecto al grafo elaborado con los datos producidos por los adultos se pueden advertir los
dos agrupamientos que corresponden a las dimensiones funcional y normativa que
representan la relación y los juicios respectivamente que ellos mantienen y emiten respecto
a quienes consideran causantes de la violencia.
El primer conjunto corresponde a la dimensión funcional (en óvalos); además de que
todos los elementos que lo conforman se organizan en torno a los que se dedican al
narcotráfico, contiene las aristas con los valores más altos: la arista los que se dedican al
narcotráfico—gobernantes corruptos tiene un valor (o índice de similitud) de 33.3, lo que
significa que 36.3 de 100 adultos de la muestra construyeron esa pareja; la arista los que se
dedican al narcotráfico—la narcoguerra tiene un valor de 29.3; en tanto que la arista los
27
que se dedican al narcotráfico—policías corruptos tiene también un valor de 29.3; las tres
son las aristas de más valor en el conjunto y en todo el grafo, lo que confirma una vez más
la relación existente entre narcotráfico y corrupción gubernamental. La naturaleza de este
conjunto consiste en hacer emerger la descripción de los adultos sobre quiénes son los
responsables de la violencia.
Grafo: Adultos
El segundo conjunto (en rectángulos) muestra entre los adultos una mayor dispersión,
no obstante se puede advertir que elaboran un subconjunto que por el número y valor de sus
aristas puede asumirse como el de mayor significación; en este subconjunto la arista los que
tienen impunidad—miedo, temor y preocupación tiene un valor de 28.96, lo cuál significa
que 29 de cada 100 adultos de la muestra hicieron este enlace. La arista los que tienen
impunidad—exclusión por sus ideas tiene un índice de 22.95. La arista los que tienen
impunidad—los que mantienen relaciones apasionados tiene un índice de 22.64, esto
permite asegurar que en el plano de la evaluación y pese a la dispersión de los juicios, parte
importante de los adultos —poco menos del 25% de la muestra— entienden que la
impunidad de los criminales está forjando miedo, temor y preocupación en la sociedad, pero
también contribuye a la exclusión de las ideas, así como el deterioro de las relaciones
28
afectivas. La naturaleza de este conjunto consiste en develar la evaluación de los adultos
sobre la responsabilidad de la violencia.
En el grafo se aprecia que ambos conjuntos tienen diferencias en cuanto a la cohesión
de sus elementos lo cuál significa que los adultos mantienen mayor adherencia cuando
describen a los responsables de la violencia que cuando emiten juicios valorativos; esta
diferencia se debe a que la cercanía con los sucesos sangrientos permite una mayor
descripción de ellos, en cambio, los juicios valorativos tienen que ver con una acentuación
de las diferencias al interior del grupo: la distancia entre descripción y valoración entre los
adultos es la más grande.
La visión de los adultos mayores respecto a los responsables de la violencia
Los datos producidos por los adultos mayores permitieron elaborar un grafo donde se
advierten dos agrupamientos que corresponden a las dimensiones funcional y normativa que
representan la relación y los juicios respectivamente que los miembros de este grupo
mantienen y emiten respecto a ¿quienes son los causantes de la violencia?
El conjunto que corresponde a la dimensión funcional (en óvalos), de acuerdo al
número y valor de las conexiones elaboradas por los adultos mayores, muestra un
subconjunto en donde los que se dedican al narcotráfico aparecen dando sentido a cinco
elementos que en conjunto forman una visión sobre a quien responsabilizar de la violencia,
este conjunto se reparte en dos niveles de valor que contienen desigual significación: en el
nivel de mayor valor se ubican las conexiones narcotraficantes—gobernantes corruptos
(con un índice de 38.24, lo que significa que 38.24 adultos mayores de cada 100 elaboraron
esta conexión) y narcotraficantes—narcoguerra con un índice de 33.93; en un segundo
nivel valorativo, los adultos mayores construyeron tres conexiones: narcotraficantes—
venganza y rencor con un índice de 17.24, narcotraficantes—situación económica con un
índice de 14.31 y narcotraficantes—drogadictos y alcohólicos. Como se dijo, la naturaleza
de este conjunto muestra la descripción que los adultos mayores hacen de los responsables
de la violencia.
El segundo conjunto (en rectángulos) muestra el campo evaluativo con que los adultos
mayores definen sus juicios sobre los que promueven la violencia, este conjunto muestra un
29
subconjunto importante donde la impunidad aparece otorgando significado a cinco
elementos, a su vez, estas conexiones pueden agruparse de acuerdo a dos niveles de
importancia; en el nivel de mayor jerarquía aparecen tres conexiones: impunidad—miedo,
temor y preocupación tiene un índice de 22.51, lo que significa que 22.51 adultos mayores
de cada 100 hicieron esta conexión, la conexión es impunidad—exclusión con un índice de
22.29 y la conexión impunidad—narcomúsica con un índice de 20.96; en el segundo nivel
de importancia los adultos mayores hicieron dos conexiones: impunidad—desintegración
familiar con un índice de 18.97 e impunidad—machismo con un índice de 12.22. La
naturaleza de este conjunto consiste en determinar la evaluación que los adultos mayores
hacen sobre la responsabilidad de la violencia.
Grafo: Adultos mayores
Los adultos mayores construyen un universo de conexiones en donde las dimensiones
funcional y normativa no parecen tener diferencias respecto a la cohesión de los elementos
que los integran; esto podría significar, pese a que las conexiones del conjunto funcional
contienen índices de similitud de mayor valor, que los miembros de este grupo parecen no
30
tener tanta distancia entre las descripciones y los juicios valorativos acerca de los
responsables de la violencia.
Las diferencias de valor dadas a las conexiones que conforman los conjuntos del grafo
hacen suponer que la dimensión funcional conserva su supremacía sobre la dimensión
normativa, en otras palabras, la descripción sigue sometiendo a la evaluación; no obstante y
toda vez que el predominio de las descripciones proviene de la distancia que los sujetos
mantienen con el objeto, las similitudes en el número de las conexidades en ambos
conjuntos parecen indicar que los adultos mayores mantienen una corta distancia con los
sucesos sangrientos sólo que, a diferencia de los jóvenes, su cercanía es más testificadora
que protagonista.
Describiendo a los responsables de la violencia
Los conjuntos que describen la relación que jóvenes, adultos y adultos mayores mantienen
en su visión sobre los responsables de la violencia (en óvalos) muestran discrepancias y
convergencias; en esta dimensión funcional o de la acción de la estructura de la
representación social puede apreciarse que las diferencias no son importantes y si, en
cambio, las similitudes son mayores.
Por un lado, los tres grupos consideran que son los narcotraficantes los causantes
principales de la violencia, son el eje central que le da sentido y/o significado a sujetos,
grupos, situaciones y contextos causantes de la violencia, así, los jóvenes describen el
campo causal de la violencia asumiendo que los narcotraficantes promueven la narcoguerra,
la cuál no es posible sin la colusión de los malos gobernantes y la policías, lo cuál activa la
drogadicción y el alcoholismo, la agresividad de la gente y el detrimento de la economía;
los adultos describen dicho campo causal admitiendo que los narcotraficantes corrompen a
los gobernantes para los fines de la narcoguerra, traficar influencia con la policía, facilitar la
venganza sin que la ley los castigue y sin preocuparles las consecuencias: pérdida de valores
y aumento de la drogadicción; finalmente, los adultos mayores manifiestan que los
narcotraficantes corrompen a los gobernantes para los fines de la narcoguerra y facilitar la
venganza sin importarles las consecuencias: detrimento de la economía y aumento de la
drogadicción.
31
Puede concluirse que en las descripciones hechas por los grupos, las convergencias
son mayores respecto a los elementos considerados como los más importantes o de las
conexiones con los índices de similitud más altos; así, los adultos y los adultos mayores
tienen casi el mismo núcleo motor de la descripción: son los narcotraficantes los que le
proporcionan a la corrupción gubernamental y a la narcoguerra un sentido definido; es el
camino elaborado por adultos y adultos mayores para describir la situación: si la corrupción
de los gobernantes recibe algún derrotero éste proviene de los narcotraficantes y la
narcoguerra tampoco tendría alguna orientación si no se la proporcionara la corrupción
gubernamental.
No obstante, una vez que uno se sale de este núcleo motor, los elementos constitutivos
del conjunto no son los mismos y sus valores pierden importancia. Los jóvenes, por
ejemplo, organizan el núcleo motor de su descripción asumiendo que son los
narcotraficantes los que orientan la narcoguerra y los que le proporcionan a la corrupción
gubernamental un sentido definido; es un camino distinto al elaborado por adultos y adultos
mayores: si la narcoguerra tiene una dirección determinada ésta se la están dando los
narcotraficantes y es esa orientación la que propicia de una manera determinada la
corrupción de los gobernantes.
En sus descripciones, los jóvenes y adultos otorgan mayor importancia (traducida al
índice de similitud de las conexiones) a sujetos y/o grupos específicos —narcotraficantes,
gobernantes, policías, drogadictos, gente agresiva y delincuentes— que a situaciones
sociales y/o de contexto —narcoguerra, venganza y rencor, situación económica y pérdida
de valores—; en cambio, en sus descripciones, los adultos mayores otorgan casi la misma
importancia a sujetos y/o grupos —gobernantes y drogadictos— que a situaciones sociales
y/o de contexto —narcoguerra, venganza y situación económica—. Esto permite afirmar
que en las descripciones que los sujetos hacen sobre los causantes de la violencia se
encuentran más sujetos y/o grupos involucrados que aspectos contextuales.
Evaluando a los responsables de la violencia
Los conjuntos que describen la evaluación que los jóvenes, adultos y adultos mayores
realizan desde su visión sobre los responsables de la violencia (en rectángulos) muestran
32
también discrepancias y convergencias; en esta dimensión normativa de la estructura de la
representación social pueden apreciarse también más similitudes.
Por un lado, los tres grupos consideran que la impunidad explica porqué son esos
sujetos los causantes principales de la violencia, es el eje central que le da sentido y/o
significado a sujetos, grupos, situaciones y contextos causantes de la violencia, así, los
jóvenes reflexionan el campo causal de la violencia asumiendo que la impunidad promueve
el miedo, el temor y la preocupación así como la exclusión de quienes piensan diferente lo
tiene como corolario el gusto por la narcomúsica y ensombrece las relaciones afectivas; los
adultos explican dicho campo causal asumiendo que la impunidad promueve el miedo, el
temor y la preocupación así como la exclusión de quienes piensan diferente lo que
ensombrece las relaciones afectivas y precipita la desintegración familiar; finalmente, los
adultos mayores juzgan que la impunidad promueve el miedo, el temor y la preocupación
así como la exclusión de quienes piensan diferente lo que tiene como corolario el gusto por
la narcomúsica, la desintegración familiar y aumenta el machismo.
Puede concluirse que en las descripciones hechas por los grupos, las convergencias
son mayores en el contexto de los elementos más importantes o con los índices de similitud
más altos; así, los tres grupos tienen el mismo núcleo motor de los juicios valorativos: es la
impunidad la que le da al miedo, el temor y la preocupación así como a la exclusión de
quienes piensan diferente un sentido definido; es el camino elaborado por jóvenes, adultos y
adultos mayores para valorar la situación: si el miedo, el temor y la preocupación tiene un
nutriente éste es la impunidad y si la exclusión y la censura existen ésta se debe al miedo, el
temor y la preocupación existentes.
No obstante, una vez que uno se sale de este núcleo motor, los elementos constitutivos
del conjunto no son los mismos y sus valores pierden importancia: los jóvenes incluyen la
desintegración familiar, el gusto por la narcomúsica y el oscurecimiento de las relaciones
afectivas; los adultos en cambio incluyen el oscurecimiento de las relaciones afectivas y la
desintegración familiar; finalmente, los adultos mayores incluyen el gusto por la
narcomúsica, la desintegración de la familia y el aumento del machismo.
33
En sus juicios valorativos, jóvenes, adultos y adultos mayores le dan más importancia
a situaciones sociales y/o de contexto —miedo, temor y preocupación; exclusión y
desintegración familiar— que a sujetos y/o grupos —los que gustan de la narcomúsica, los
que son muy machos y los que mantienen relaciones tormentosas
EPÍLOGO
I. El germen de las tipificaciones
Las tipificaciones hechas por la muestra sobre sujetos y grupos a los que atribuye la
responsabilidad de la violencia muestran la potencia de ciertas normas sociales; este hecho
hace necesario tomar en cuenta una serie de aspectos en torno al carácter consensual de
estas normas: en primer lugar, al resaltar las características de quienes consideran
responsables de la violencia, se subraya el acto de la transgresión que las acciones violentas
implican, tanto de la norma social como de la ley, por lo que el efecto producido no parece
residir tanto en el objeto en juego (la violencia) sino en el hecho de la transgresión. En
segundo lugar, los ciudadanos no cuentan con una historia de comunicación formal entre sí
respecto a estos hechos, por lo que sus respuestas no son producto de una acción coordinada
de los miembros de los grupos, sino que representan la necesidad de evidenciar una
situación. En tercer lugar, un tercio de las respuestas tienen un sentido evaluativo, ya que
básicamente hacen referencia al carácter contranormativo de las prácticas sociales de los
agentes responsables: por ejemplo, se acentúa el papel de la impunidad y los procesos de
exclusión. Puede afirmarse que, por muy triviales que puedan parecer, las normas regulan
poderosamente determinadas interrelaciones que mantenemos en nuestra vida cotidiana.
De acuerdo con Berger y Luckmann (1968), se podría aún ir más lejos y afirmar que
las normas sociales son los elementos sobre los que se apoya la percepción acerca de “cómo
se deben hacer las cosas”, y este aspecto, si no suficiente, parece ser necesario para juzgar la
conducta de los otros y crear un orden social, de ahí su carga fuertemente simbolizada. Esta
mirada desde el poder de la norma incluye, además, la singularidad histórica del contexto
cultural, el cuál es siempre un “espacio simbolizado” ya que son los procesos de
simbolización los que se traducen en principios organizadores de las representaciones que
ordenarán la vida social (por ejemplo, la imagen de narcotraficante de la gente del norte).
34
Es al interior de estos procesos que se organiza la causalidad sobre los responsables
de la violencia, se pueden advertir también las especificidades que caracterizan a los grupos,
las cuales muestran que no se trata de un problema de género, sino de generaciones, es
decir, de un proceso histórico que ya confronta visiones y tomas de posición disímiles entre
grupos de edad. Esta diferenciación manifiesta que la percepción de la violencia y de sus
responsables son un problema asociado a la condición histórica que ha puesto de relieve las
diferencias de pertenencia que influyen en sus evaluaciones y comportamientos; condición
ligada a una circunstancia que revela diferencias de implicación y vivencias en el tránsito de
un tiempo pasado caracterizado por la confianza y la certidumbre a otro actual de temor e
incertidumbre.
Si las normas sociales prescriben el comportamiento aceptado y tolerado, y los valores
guían, regulan y orientan las prácticas sociales, serán estas normas las que guíen las
evaluaciones de la violencia y de quienes la provocan. Así, el conjunto de representaciones
de la violencia, de sus responsables y del conjunto de objetos sociales involucrados, sólo
pueden objetivarse sobre la base de diferenciaciones posicionales, como el hecho de ser
joven o ser adulto; hoy día, esa es una importante diferencia que marca la relación con la
violencia.
El aspecto que más evidencia estas distancias generacionales puede constatarse al
advertir que son los jóvenes los que más atribuyen la causa de la violencia al carácter ilícito
de sujetos y situaciones que promueven la violencia lo cual significa que la cercanía de los
jóvenes a los hechos sangrientos es mayor que la de los otros grupos, y dadas las cifras
existentes —tanto de víctimas como de victimarios— no resulta descabellado afirmar que
esta cercanía no tiene que ver con una acción de testimonio sino de una acción de
implicación, de un fuerte protagonismo. Ser joven o no serlo ya es, de cara a la violencia,
una diferencia de posición social.
II. Discrepancias intergrupales y consensos endogrupales
Los factores que permiten el ir y venir de los sujetos de un polo perceptual personal a uno
más colectivo y social, es decir, de un extremo dado por la singularidad individual a otro
dado por la membrecía grupal, permiten distinguir las divergencias intergrupales, en
particular cuando la causa de este ir y venir es identificar a los responsables de la violencia;
35
las divergencias aumentan la posibilidad de una redefinición intergrupal. De acuerdo con
Tajfel (1969), «Vivimos en un entorno social que está en evolución constante. Gran parte de
lo que nos ocurre se halla relacionado con las actividades de grupos a los que pertenecemos,
o no pertenecemos; y las cambiantes relaciones entre estos grupos exigen continuos
reajustes de nuestro modo de entender lo que ocurre, y continuas atribuciones causales del
por qué y del cómo de las cambiantes condiciones de nuestras vidas.» Esta idea sugiere la
necesidad de pasar de los planos personal e interpersonal a un plano definido por la
pertenencia a grupos sociales determinados.
Al referirse a los responsables de la violencia se puede creer que todos piensan lo
mismo, por ejemplo, poco más de la mitad de la muestra responsabiliza, a quienes han
involucrado a la sociedad en ese baño de sangre, a los enfrentamientos entre bandas de
narcotraficantes y la manera insensata de afrontar esa situación, a la cantidad y crueldad
de las muertes y la pérdida de vidas inocentes; por otro lado, a la impunidad de los
criminales, las prácticas corruptas de autoridades gubernamentales que simulan aplicar la
ley para beneficiarse, a la emergencia de resentimientos y agresividad entre los grupos más
vulnerables y el deterioro de valores esenciales. Sin embargo, lo amplio y general de este
nivel de homogeneidad no permite visualizar planos de las diferencias grupales, sobre todo
dos de ellos yuxtapuestas sólo en apariencia: el supragrupal y el inter/intragrupal.
El plano supragrupal proviene de la idea de que la violencia es una noción polisémica,
la cual no necesariamente se sustenta en la pertenencia a un grupo determinado sino a la
relación que los sujetos mantienen con la violencia: el sentido dado puede provenir del
involucramiento involuntario o no en algún evento violento. Por otro lado, el plano
inter/intragrupal muestra las especificidades grupales, una de las más importantes es la
homogeneidad endogrupal que resalta el proceso de despersonalización de los miembros del
grupo, es decir, muestra el paso de una percepción personal a una más social que conduce a
una mayor uniformidad y homogeneidad de las representaciones.
Resulta relevante advertir que cuando los sujetos atribuyen la responsabilidad de la
violencia desde confrontaciones intergrupales, mantienen niveles de homogeneidad
disímiles; cuando la confrontación es por sexos, por ejemplo, los hombres mantienen una
homogeneidad grupal mayor que las mujeres, no obstante, las diferencias son mayores
36
cuando los grupo se organizan por los rangos de edad: los adultos mayores mantienen una
homogeneidad mayor, seguidos muy de cerca por los jóvenes.
Este dato evidencia niveles de preocupación y de temor de manera más alarmante
entre los adultos mayores, es muy probable que sean roles de padres-madres y/o de abuelos-
abuelas los que se encuentran en la base de estos estados. Para ellos, la violencia es
entonces, un proceso histórico y social, no un hecho aislado o de moda, ni siquiera parte de
las estrategias del gobierno actual en el combate al crimen organizado, sino un hecho
cotidiano y recurrente; dejan ver que la violencia ha estado presente en sus vidas y que los
cambios ocurridos en sus manifestaciones obedecen más a los matices que la han marcado y
a los cambios de códigos que los grupos que la promueven le han impreso. Los jóvenes en
cambio, pese a que mantienen un nivel de homogeneidad muy cercano a la exhibida por los
adultos mayores, los contenidos de sus atribuciones son otros, esto significa que la
disparidad entre generaciones es en realidad, la disparidad normativa con que evalúan el
objeto, vale decir, ven y por tanto describen la misma situación, pero no la caracterizan de
la misma manera.
Se sabe que las exigencias grupales para el conocimiento de determinado evento se
incrementan en la medida en que su relevancia crece, por ello, las inferencias grupales
muestran, por un lado, la creciente importancia que los sucesos sangrientos tienen para la
sociedad, y por otro, la modificación de las prácticas sociales relacionadas con ellos; en este
sentido, puede asegurarse que entre los grupos de la población existe preocupación,
cuestionamiento, coraje, impotencia y rechazo, pero también conformidad y adaptación,
inhibiendo así las posibilidades de una posible implicación y favoreciendo una percepción
que alimenta su naturalización.
III. Transgresión de la ley vs deterioro del precepto
« Debido a que la violencia está asociada con la transgresión de las reglas —asegura Uribe
(2006)—, se le atribuye un valor que puede ser negativo o positivo según sea evaluada
dicha trasgresión, lo que dependerá del marco de referencia ideológico y social del que se
parta, por ello, la preocupación por el tema de la violencia no es neutral, ella traduce esas
evaluaciones que están detrás de las situaciones y de las acciones que son calificadas de
violentas…», esto explica el porqué, en el fondo de las atribuciones hechas, sobresale el
37
carácter ilícito de las actividades que actores y grupos realizan —principalmente
narcotraficantes y gobernantes corruptos—, y con menor significación, el carácter
contranormativo de las situaciones que la favorecen —principalmente el deterioro de los
valores y la situación económica—.
Se advierte que bajo cualquier forma de organización de los datos, narcotraficantes y
gobernantes corruptos son los más responsabilizados de la violencia; no obstante, esta
generalidad guarda más diferencias intergrupales cuando los grupos se estudian por rangos
de edad. Son los jóvenes el grupo que más responsabiliza a los narcotraficantes de la
violencia; en cambio, los adultos mayores son quienes menos lo hacen. Respecto a los
gobernantes corruptos, son los adultos mayores quienes más los responsabilizan, en tanto
que son los adultos quienes menos lo hacen, lo que muestra niveles de implicación
ciudadana discordantes. Respecto al carácter contranormativo, también son los jóvenes
quienes más los refieren y son los adultos quienes más señalan el peso del contexto. Esto
significa que la cercanía de los jóvenes con la transgresión de la ley es mucho mayor, en
tanto que los adultos y adultos mayores parecen mantener más cercanía con el
incumplimiento de las normas sociales y de las buenas costumbres.
Existe acuerdo en considerar que la violencia varía en tiempo y espacio, aunque en el
fondo, esta variación se ancla en el conocimiento social en tanto producto sociohistórico, es
decir, a la manera en que en un tiempo y lugar se elabora una ideación de la violencia. La
construcción de esta ideación transita regularmente por dos momentos: en el primero, la
violencia es reconocida por la sociedad civil en el momento que ésta rompe los límites de la
tolerancia y trastoca valores, normas y costumbres; es el momento en que la violencia se
asume como un hecho contranormativo. Un segundo momento es cuando la violencia es
reconocida por el Estado y el derecho para convertir a ciertas prácticas y/o acciones en
ilícitas; es cuando la violencia se asume como una acción transgresora de la ley. En esta
segunda perspectiva, sujetos y grupos, situaciones y contexto, responsables de la violencia
son todo aquello que el poder instituido define funcionalmente como malos ciudadanos
(delincuentes), expresada en el derecho, los reglamentos, las organizaciones, las
instituciones y, de forma explícita, en la difusión, donde estos son claramente tipificados.
38
Es necesario esclarecer los criterios que subyacen en las imágenes que la población
construye y que están relacionadas con la funcionalidad social de esos dos momentos: el
carácter normativo de la transgresión hace referencia a un acuerdo social sobre su existencia
y a su carácter consciente en el momento de la transgresión, es decir, alude al grado en que
la norma es aceptada por todos los miembros del grupo y, por tanto, a la “visibilidad” de su
transgresión. Por otro lado, el carácter ilícito de la transgresión hace referencia a leyes y
normas formales cuya existencia no depende de un acuerdo social sino de instituciones que
tienen la responsabilidad de crearlas y “administrarlas” siguiendo ciertos procedimientos
que permiten mantenerlas a través de un sistema de sanciones formales.
La primera aproximación sólo puede existir a través del consenso social, pues alude al
proceso de normalización cuya función social es evitar conflictos por la vía de compromisos
entre individuos con opiniones divergentes, con el propósito de establecer una norma
común, es decir, donde la norma dominante construye la ideación de justicia y equidad. La
segunda aproximación, al no depender del consenso social, da paso a la legitimación
institucional de los juicios sobre objetos o situaciones ambiguas que impiden el conflicto, es
decir, donde el poder se constituye en “estado de derecho”. El predominio de esta visión
evita condiciones favorables para el abordaje social del conflicto generado por la violencia,
parece necesario, como lo sentenciara Durkheim (1897), elaborar nuevas normas que
permitan controlar las ambiciones individuales y de grupos ante la ruptura de las viejas.
Puede concluirse que la cercanía y frecuencia de los hechos sangrientos, así como el
caudal y tipo de información vertida sobre ella, han llegado al nivel donde la transgresión de
la ley y el daño de las costumbres, en tanto fuentes de violencia, parecen estar encontrando
un fin común: convertir al delito en una nueva costumbre, sobre todo porque quienes
delinquen la ley (narcotraficantes y gobernantes corruptos) tienen un peso mucho mayor en
la atribución causal de la violencia que el contexto social que propicia esta violencia
(deterioro de los valores y una difícil situación económica); es lo que en Psicología social
se llama proceso de normalización.
IV. El lugar de la impunidad
Al colocar deliberadamente en un cuestionario las dimensiones contenidas en el concepto de
impunidad y traducirlas a reactivos bajo la redacción: “los que delinquen y no les hacen
39
nada” y “los que tienen impunidad”, correspondientes a connotaciones instrumentales y
evaluativas respectivamente, se pudo constatar que la población hace una clara distinción al
otorgarle a la primera un papel descriptivo, mientras que a la segunda un papel normativo.
La primera recurre a variables globales, por ejemplo, personas y personajes, anécdotas de
hechos, descripción de lugares, etc. que manifiestan niveles de información sobre la ruptura
del orden, aquí cobran sentido los narcotraficantes, la corrupción, la pérdida de valores, la
agresividad, las venganzas; en cambio, en la segunda connotación se construyen
causalidades a fin de darle una explicación a los fenómenos, por tanto, tiene que ver con la
naturaleza dada al desacato de la norma social, cobrando sentido la impunidad, el miedo,
temor, preocupación, exclusión, desintegración familiar y ascenso de la narcocultura.
Al encontrar en las descripciones que los sujetos hacen sobre los causantes de la
violencia más sujetos y/o grupos involucrados y en los juicios valorativos más aspectos
contextuales, se puede concluir que estas dimensiones obedecen a los aspectos normativos
que la violencia trastoca, es decir, a la huella que deja en el conocimiento social.
Si en nuestro caso asumimos que el primer aspecto que caracteriza al conocimiento
social es la de una imagen estructurada, afectiva y operativa de los responsables de la
violencia, que se traduce a eventos, estímulos o hechos de los que los sujetos están
potencialmente conscientes y los cuales son compartidos por los miembros del grupo, aún
sin un consenso completo, entonces puede concluirse que entre la población predomina, en
el orden de lo instrumental, una imagen de la impunidad subsumida en las acciones de sus
protagonistas (narcotraficantes y gobernantes corruptos) y en los sucesos de alto impacto
social (narcoguerra y sed de venganza); sin embargo, de manera más estructurada, aunque
con menor significación, y en un orden evaluativo, subyace una imagen de la impunidad
que se organiza ya no a partir de sus causas sino de sus efectos (miedo, temor,
preocupación, exclusión y ascenso de la narcocultura).
Este matiz no puede sino interpretarse como una visión que devela diferencias
intergrupales alarmantes; en los grafos elaborados se puede advertir que la imagen
evaluativa de la impunidad en su dimensión contranormativa tiene poco consenso entre los
jóvenes; parece que la fuerza de los hechos hace que la impunidad les sea más perceptible a
través de los hechos sangrientos y no en los efectos que produce, por eso es de preocuparse
40
que sean más los adultos —sobre todo mujeres— quienes más subrayen sus efectos. Resulta
alarmante el pragmatismo que impera en la visión que los jóvenes tienen de la impunidad,
por ello, cualquier medida que se planee para contrarrestarla debe incluir una estrategia
específica dirigida a la población juvenil e infantil.
EL MARCO DE LAS PROPUESTAS
“…Una característica esencial de la cultura ─afirma Uribe (2004: 170)─ es que las maneras
de vivir y de comportarse son producidas y adquiridas socialmente, de ahí que su dimensión
social sea tan importante y refiera que las maneras de actuar son compartidas por los
miembros de los grupos, lo que significa que existe un acuerdo sobre el modo de
comportarse en ciertas situaciones.” Es esta cualidad de la cultura lo que hace que la
violencia no pueda pensarse sino como una de sus manifestaciones: se produce socialmente
y se regenera en la vida cotidiana a través de la interacción y la comunicación sociales, en
las formas en que se afrontan los antagonismos y las disputas, en una especificidad histórica
y social; tal es el contexto en el que deben abordarse las estrategias de afrontamiento de un
mal que, al menos en el noroeste de México, no es nuevo.
La visión de la impunidad se construye en el marco de valoraciones normativas en
tanto fruto de un consenso social, pero también se hace explícita a través de la difusión y la
propaganda. Pese a los desniveles en cantidad y calidad de la información y aunque los
medios de comunicación no tengan como finalidad reforzar o convencer, sino transmitir y
extender lo más ampliamente posible un contenido de interés general, la difusión de la
violencia ha jugado un papel muy importante en los efectos unificadores de la sociedad en
torno a esa visión, como una fuente importante de influencia.
Es probablemente esta situación la que coloca a quienes ejercen el oficio del
periodismo en una situación de vulnerabilidad, por ello, parece pertinente poner sobre la
mesa la propuesta hecha por intelectuales, periodistas y organismos no gubernamentales en
el sentido de exigir una reorientación de la política gubernamental en contra del tráfico de
drogas en México: dejar de aspirar, por ahora, a resolver el problema del tráfico de drogas y
pasar a administrarlo de la mejor forma, lo cual consiste en no continuar ya con esta guerra
sino redirigir las fuerzas hacia la seguridad del ciudadano común en vez de seguir la
ofensiva contra un tráfico que persistirá en tanto haya consumidores.
41
Lo anterior no significa declinar, ni transferir a otro tiempo su solución, este proyecto
implica la necesidad de hacer una importante distinción entre lo que es fuerza y violencia
(como lo sugiere, por ejemplo, Arendt: 2005) en tanto medios o estrategias que busquen si
no la solución, al menos el aminoramiento de los llamados “efectos colaterales”: hoy más
terribles que el propio problema del tráfico de drogas. La fuerza debe contextualizarse en el
campo de los actos de autoridad, es decir, los que tienen como objetivo imponer la
organización de determinado orden social en el que gobierne el derecho y la justicia;
mientras que la violencia tiende a la destrucción de ese orden; de manera que lo que está
permitido es el uso de la fuerza, pese a que cualquier manifestación de ésta que no sea
comandada por el Estado, obedece a un acto de violencia más que de fuerza propiamente.
Este cambio en la política de seguridad pública generará condiciones más favorables
para reorientar el papel no del periodista ni del periodismo, sino el de los medios masivos
de comunicación en un rumbo que permita recuperar parte de su misión tradicional: servir a
la comunidad y convertirse en enlace entre los lectores y los poderes sociales, económicos y
gubernamentales. Esta misión, sin embargo, ha enfrentado tres problemas que van más allá
de la situación creada por la violencia: uno es la conversión de la imagen en mercancía,
haciendo de la publicidad la base sustentable de empresas y políticos; otro es el dominio
cada vez mayor de los medios electrónicos en la acción colectiva; finalmente, la ausencia de
transparencia que caracteriza el acceso a la información.
Si bien estos problemas no tienen su origen en los acontecimientos sangrientos que
caracterizan la vida cotidiana de la población, no puede negarse que han influido en su
configuración actual, sobre todo si recuperamos la idea vertida por los sujetos en el sentido
de asumir la violencia como una forma de acción social que se construye en relación con el
poder, el derecho y el mito, es decir, un modo de significar los vínculos sociales, durante un
tiempo y espacio específicos; en este caso, con el fin de transformar el modo natural de
proceder de las cosas (normas y valores sociales). Por ello, la problemática de los medios no
queda exenta de este contexto.
En la configuración de esta problemática debe subrayarse un hecho que no puede
quedar fuera: la generación de múltiples recursos para darle amplitud a la información se ha
prestado para la generación de escándalos (en ocasiones, al margen de la voluntad de los
42
periodistas) y, de alguna manera, a propiciar que los juicios dejen de ser meramente
comentarios anodinos, para convertirse en materias delictivas. Hoy día éstos toman
dimensiones extraordinarias y, como mucho se ha dicho, su efecto pasa de un colectivo
imaginario afectado a audiencias universales. Y es justamente este hecho, en donde el juicio
moral público se apoya en una frase atribuida a la jerarquía eclesiástica: «la iglesia castiga
más el escándalo que el pecado mismo». Esta idea ha pasado desde hace tiempo a la vida
política y económica de nuestra sociedad, donde no es el mensajero (periodista) quien
necesariamente lo ha construido sino un ámbito social donde la lectura es escasa, y lo que se
lee es fantasía, morbo, espectáculo y escándalo.
Lo anterior significa que la violencia y sus efectos deben ser enmarcados también en
una postura ética y, al mismo, tiempo, mirar a la violencia en su sentido ético: la violencia
va más allá de una simple condición de medio destinado a la realización de ciertos fines;
ella se corresponde con determinada consistencia de las representaciones, deseos y afectos
que conforman a quienes se vinculan en un momento o acontecimiento social con el fin
consciente o no de trastocar el modo natural en que se presentan las cosas.
Sin embargo, el escándalo no ha sido ni la única, ni la más importante causa para
tener a los periodistas en la mira. Los resultados encontrados muestran, después que la
impunidad carga de angustia a la ciudadanía, que ella activa procesos de exclusión, lo cuál
evidencia una visión clara sobre la peor acción contranormativa producida por la
impunidad: la exclusión. Si extendemos esta imagen a los esfuerzos propositivos, se hace
indispensable incluir en la reflexión la acción intimidatoria de la violencia y el sentimiento
de indefensión que produce. Al cobijar sus prácticas con el poder, la delincuencia no
encuentra obstáculos sólo para llevar a cabo sus ilícitos, sino principalmente para evitar que
este nexo sea evidenciado. Por sus efectos desmovilizadores y por segar el ejercicio de la
libertad de expresión, puede afirmarse que esta segunda plaga es más lacerante que la
primera, sobre todo, al menos en el siguiente sentido: son los narcos los responsables de la
violencia, pero son los malos gobernantes la condición necesaria para la existencia del
narcotráfico.
Una vez elaborado este marco contextual pueden hacerse las siguientes:
43
PROPOSICIONES
Estatales y/o regionales
1) La Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS) emprenderá un programa de apoyo a la
investigación sobre la problemática específica de la inseguridad pública y la violencia
que azota a nuestra entidad, que lleve a la creación de una Red de investigadores que
incluya a otras Instituciones de Educación Superior de la Región que permita elaborar
de manera experimental, un programa piloto, que permita elaborar parámetros que
puedan ser retomado posteriormente para otras regiones de alto riesgo.
2) La Universidad Autónoma de Sinaloa (a través de las Facultades de Psicología, Trabajo
Social, Ciencias Sociales y Derecho) con la participación de la Comisión Estatal de
Derechos Humanos y las Asociaciones de Periodistas de la entidad, promoverán ante la
Comisión Estatal de Seguridad Pública y la Secretaría de Educación Pública y Cultura
un convenio que permita apoyar la formación ciudadana y de cultura de la legalidad de
los niños y jóvenes sinaloenses (asesoría, talleres, seminarios, etc.) que de manera
particular promuevan la libertad de expresión y la tolerancia.
3) La Universidad Autónoma de Sinaloa (a través de la Facultad de Psicología) y las
asociaciones de periodistas existentes en nuestra entidad, elaborarán un convenio que
permita elaborar un Programa de afrontamiento al estrés que viven hoy los periodistas y
comunicadores que se encuentran en un estado de intranquilidad y/o de riesgo. La
Facultad de Psicología se compromete a elaborar una estrategia de atención
especializada y de manera rápida y emergente que pueda hacerse extensiva a otras
profesiones ligadas a los efectos de la violencia (p.e. policías, médicos, músicos,
profesores, etc.).
4) La UAS participará, junto con asociaciones de profesionistas (Abogados, Psicólogos
laborales, Trabajadores sociales, etc.), en colaboración con la Comisión Estatal de
Derechos Humanos y las Asociaciones de Periodistas, en la elaboración de una
propuesta de modificación laboral local tendiente a proteger a los periodistas en los
rubros: seguro de vida, medidas de seguridad y mejores condiciones laborales; toda vez
que el ejercicio del periodismo se realiza sin ninguna de estas medidas.
44
Nacionales
5) Exigir, como lo han hecho otras organizaciones independientes, la creación de una base
de datos que permita visibilizar, a nivel nacional y regional, por un lado, los rostros e
historias personales de las decenas de periodistas caídos en esta guerra sin sentido, y
por otro, ayudar para que el gremio, en tanto sujetos sociales, avance en un proceso
colectivo de trabajo por la justicia, la verdad y la dignidad, no sólo para el
esclarecimiento de los casos sino para visibilizar la impunidad que opera en nuestro
país.
6) Exigir la pronta aprobación de una reforma en materia de seguridad pública que
garantice la seguridad ciudadana, la presentación inmediata de los desaparecidos,
creación de una ley nacional de víctimas (protección, justicia, indemnización, memoria
y verdad), fiscalías especializadas y desapariciones forzadas en cada Estado del país y
que la PGR atraiga los casos de homicidios contra periodistas.
BIBLIOGRAFÍA
ABRIC, Jean-Claude (2001): « Prácticas sociales y representaciones » Jean-Claude Abric
(Coordinador); Ediciones Coyoacán, Serie Filosofía y Cultura Contemporánea No.
16; México.
ARENDT, Hannah (2005): « Sobre la violencia »; Madrid, Alianza Editorial.
BERGER, Peter y LUCKMANN, Thomas (1968): « La construcción social de la realidad »
Amorrortu ediciones; Buenos Aires, Argentina.
DEGENNE, Alain y VERGÉS, Pierre (1973): « Introducción al análisis de similitud » en
Teoría de los grafos en las Ciencias Sociales; Luis González de Alba (Compilador);
Ediciones de la Facultad de Psicología de la UNAM, 1984; DF, México; pp. 155- 213.
DURKHEIM, E. (1897): « El suicidio » Editorial Akal, Madrid, España (el trabajo original
se publicó en 1897)
45
HEWSTONE, Miles (1992): La atribución causal. De los procesos cognitivos a las
creencias colectivas; Editorial Piados; Serie Biblioteca Cognición y Desarrollo
Humano/ 25; Barcelona, España.
JODELET, Denise (2000) : « Representaciones sociales : contribución a un saber
sociocultural sin fronteras » en Develando la cultura ; Denise Jodelet y Alfredo
Guerrero (Coordinadores) ; ediciones de la Universidad Nacional Autónoma de
México ; pp. 7-30.
MOLINER, Pascal (1996) : Images et représentations sociales. De la théorie des
représentations à l'étude des images sociales ; “Collection Vies Sociales”, dirigée par
J.-L. Beauvois, Presses Universitaires de Grenoble; Grenoble, France.
ROUQUETTE, Michel-Louis (2002): « Prólogo: Representación social y ciudadanía
práctica » en Senderos del pensamiento social; Fátima Flores (Coordinadora); Co-
edición de la Universidad Nacional Autónoma de México y Ediciones Coyoacán;
México; pp. 7-13.
TAJFEL, Henri (1984): « Aspectos cognitivos del prejuicio » en Estudios Básicos de
Psicología Social ; Introducción y selección de José R. Torregrosa y Eduardo
Crespo ; Editorial Hora ; Barcelona, España ; pp. 163-184 (Versión original :
« Cognitive aspects of prejudice » in Journal of Social Issues ; 25, pp. 79-97 ; 1969)
URIBE, Francisco Javier y ACOSTA, María Teresa (2002): « La problematización de la
violencia » en Senderos del pensamiento social; Fátima Flores (Coordinadora); Co-
edición de la Universidad Nacional Autónoma de México y Ediciones Coyoacán;
México; pp. 87-108.
URIBE, Francisco Javier, ACOSTA, María Teresa y LÓPEZ, Concepción (2004):
«Psicosociología de la violencia» en POLIS-04, Revista de la Universidad Autónoma
Metropolitana, Unidad Iztapalapa; Volumen 2; México; pp. 165-196.