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Universidad Nacionalde Río Cuarto
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Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste argentino. Publicación de trabajos de las X Jornadas de investigado-res en Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste del país.La X Jornada de investigadores en Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste del país se llevó adelante en el año 2013, en el campus de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
La presente obra reúne los trabajos expuestos en esa oportunidad, considerados valiosos aportes para el estudio de la gran región centro-oeste de la República Argentina, comprendida en la diagonal árida del subcontinente, que ha sido escenario de una sucesión de sociedades indígenas a través del tiempo, desde el poblamiento temprano hasta la actualidad.
Cinco son los ejes presentados:Territorios, paisajes y sociedades.Arqueología Analítica.Frontera Sur, perspectivas etnohistóricas.Memoria Social y problemáticas patrimoniales.Educación, disciplinamiento e interculturalidad.
Será de utilidad e interés para docentes, estudiantes e interesados por la historia, la arqueología, la etnohistoria y la sociología del patrimonio cultural.
Facultad de Ciencias HumanasUniversidad Nacional de Río CuartoRío Cuarto, Córdoba, Argentina
ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE ARGENTINO Publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País
Facultad de Ciencias HumanasUniversidad Nacional de Río CuartoRío Cuarto, Córdoba, Argentina
Ana María Rocchietti Antonio Austral, Graciana Pérez Zavala, Romina Nuñez Ozan y Denis ReinosoCoordinadora
Compiladores
ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE ARGENTINO
Publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País
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Ana María Rocchietti Antonio Austral, Graciana Pérez Zavala, Romina Nuñez Ozan y Denis ReinosoCoordinadora
Compiladores
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Arqueología y etnohistoria del centro-oeste argentino : publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País / Catalina Teresa Michielli ... [et al.] ; compilado por Antonio Austral ... [et al.] ; coordinación general de Ana María Rocchietti. - 1a ed . - Río Cuarto : UniRío Editora, 2015. Libro digital, PDF Archivo Digital: descarga y online ISBN 978-987-688-153-1 1. Arqueología. 2. Historia. 3. Cuestiones Étnicas. I. Michielli, Catalina Teresa II. Austral, Antonio, comp. III. Rocchietti, Ana María, coord. CDD 930.1 ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE ARGENTINO Publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País. Antonio Austral, Graciana Pérez Zavala, Romina Núñez Ozan y Denis Reinoso (compiladores) 2015 © UniRío editora. Universidad Nacional de Río Cuarto
Ruta Nacional 36 km 601 – (X5804) Río Cuarto – Argentina Tel.: 54 (358) 467 6309 – Fax.: 54 (358) 468 0280 [email protected] www.unrc.edu.ar/unrc/comunicacion/editorial/
Primera Edición: Diciembre de 2015 ISBN 978-987-688-153-1
Este obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución 2.5 Argentina. http://creativecommons.org/licenses/by/2.5/ar/deed.es_AR
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Uni. Tres primeras letras de “Universidad”. Uso popular muy nuestro; la Uni. Universidad del latín “universitas” (personas dedicadas al ocio del saber),
se contextualiza para nosotros en nuestro anclaje territorial y en la concepción de conocimientos y saberes construidos y compartidos socialmente. El río. Celeste y Naranja. El agua y la arena de nuestro Río Cuarto
en constante confluencia y devenir. La gota. El acento y el impacto visual: agua en un movimiento
de vuelo libre de un “nosotros”. Conocimiento que circula y calma la sed.
Consejo Editorial
Facultad de Agronomía y Veterinaria Prof. Laura Ugnia y Prof. Mercedes Ibañez
Facultad de Ciencias Económicas Prof. Ana Vianco y Prof. Gisela Barrionuevo
Facultad de Ciencias Exactas, Físico-Químicas y Naturales
Prof. Sandra Miskoski y Prof. Julio Barros
Facultad de Ciencias Humanas Prof. Pablo Dema
Facultad de Ingeniería Prof. Jorge Vicario
Biblioteca Central Juan Filloy Bibl. Claudia Rodríguez y Prof. Mónica Torreta
Secretaría Académica Prof. Ana Vogliotti y Prof. José Di Marco
Equipo Editorial Secretaria Académica: Ana Vogliotti Directora: José Di Marco Equipo: José Luis Ammann, Daila Prado, Maximiliano Brito, Ana Carolina Savino
y Daniel Ferniot
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X JORNADAS DE ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE DEL PAÍS
COMITÉ ORGANIZADOR
PRESIDENTE Antonio G. Austral
COORDINADORAS INSTITUCIONALES Ana María Rocchietti, Marcela Tamagnini
SECRETARIA GENERAL Graciana Pérez Zavala
COLABORADORES DE SECRETARIA Romina Nuñez Ozán, Denis Reinoso.
COMITÉ EDITOR Alicia Lodeserto, Flavio Ribero, Yanina Aguilar, Mariano Yedro, Gustavo Torres,
Arabela Ponzio COLABORADORES DE COMITÉ EDITOR Paula Altamirano, Juan Chavero, Germán Sabena
PRENSA Y DIFUSIÓN Ernesto Olmedo
COLABORADORES DE PRENSA Y DIFUSION Mauricio Saibene, Analía Casero, Darío Demonte, Ariadna Príncipe
COMITÉ ORGANIZADOR Martha Grodsinsky, Martha Villa, Silvia Morales, Ana Sánchez, Virginia Ferro, María
Laura Gili, José Luis Torres, Martín Urquiza, Adriano Cavallin COLABORADORES DE COMITÉ ORGANIZADOR
Luis Alaniz, Luciano Narváez, Agustín Mérida, Emilce Echeverría, Melina Barzola, Vanina Stanicia, Paolo Cucco, Federico Barros, David Ciuffani, Lucía Maza, Karen
Ontiveros, Oscar Basualdo
COMITÉ CIENTÍFICO
Arno Alvarez Kern (Universidad de Río Grande, Brasil) Antonio Austral (Universidad Nacional de La Plata)
Martha Bechis (Universidad de Buenos Aires) Eduardo Berberián (Universidad Nacional de Córdoba)
Eduardo Crivelli (Universidad de Buenos Aires) Mario Consens (ICOMOS)
Ulises D’ Andrea (Junta Municipal de Historia) Andrés Laguens (Universidad Nacional de Córdoba)
Yoli Angélica Martini (Universidad Nacional de Río Cuarto) Carlos Mayol Laferrere (Archivo Histórico de la Municipalidad de Río Cuarto)
Jorge Pinto Rodríguez (Universidad de la Frontera, Temuco, Chile) Daniel Schavelzon (Universidad de Buenos Aires)
Alicia Tapia (Universidad de Luján)
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LAS JORNADAS FUERON DECLARADAS DE INTERÉS ACADÉMICO Y CULTURAL POR LAS SIGUIENTES INSTITUCIONES:
- Honorable Concejo Deliberante de Ciudad de Río Cuarto. - Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González”, Gobierno de la
Ciudad de Buenos Aires. - Municipalidad de Achiras. - Municipalidad de Río Cuarto. - Universidad Nacional del Comahue, Neuquén.
Y RECIBIERON LAS SIGUIENTES ADHESIONES:
- Centro de Investigaciones Precolombinas, Delegación Académica de Trujillo, Perú.
- Consejo de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.
- Anuario de Arqueología, Departamento de Arqueología, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay.
- Anuario del Instituto de Historia Argentina, Centro de Historia Argentina y Americana, IDIHCS, Universidad Nacional de La Plata –CONICET.
- Anuario de Arqueología, Departamento de Arqueología, Facultad de Humanidades y Artes. Universidad Nacional de Rosario.
- Archivo Histórico Fray José Luis Padrós, Río Cuarto. - Archivo Histórico Municipal de Río Cuarto. - Centro de Estudios de Arqueología Histórica, Facultad de Humanidades y Artes,
la Universidad Nacional de Rosario. - Centro de Estudios Arqueológicos Regionales, Facultad de Humanidades y
Artes, Universidad Nacional de Rosario. - Centro de Historia Argentina y Americana, IDIHCS, Universidad Nacional de
La Plata –CONICET. - Centro de Investigaciones Históricas, Facultad de Ciencias Humanas,
Universidad Nacional de Río Cuarto. - Centro de Investigaciones Precolombinas, Buenos Aires. - Centro de Investigaciones Precolombinas, Delegación Académica de Río
Cuarto. - Centro de Investigaciones Precolombinas, Delegación Académica de Villa
María. - Cuadernos de Antropología, Universidad Nacional de Luján. - Escuela Normal Superior “J. J. de Urquiza”, Río Cuarto. - Facultad de Filosofía y Humanidades, Universidad Nacional de Córdoba. - Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, Universidad Nacional de San Juan. - Intercambio Cultural Alemán Latinoamericano (ICALA), Río Cuarto. - Instituto Académico Pedagógico Ciencias Humanas, Universidad Nacional de
Villa María. - Instituto de Investigaciones de Diversidad Cultural y Procesos de Cambio,
Universidad Nacional de Río Negro. - Instituto Superior María Inmaculada, Río Cuarto. - Junta Municipal de Historia de Río Cuarto.
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- Museo de Antropología, Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario.
- Museo de Antropología, Universidad Nacional de Córdoba. - Museo Tecnológico Aeroespacial del Área de Material Río Cuarto. - Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios
(PROARHEP), Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján.
- Revista Comechingonia, Universidad Nacional de Córdoba. - Revista de la Escuela de Antropología, Facultad de Humanidades y Artes,
Universidad Nacional de Rosario. - Revista Memoria Americana, Universidad de Buenos Aires. - Revista Mundo Agrario, Centro de Historia Argentina y Americana, IdIHCS,
Universidad Nacional de La Plata –CONICET. - Revista Quinto Sol, Instituto de Estudios Socio-históricos, Facultad de Ciencias
Humanas, Universidad Nacional de La Pampa. - Revista Signos en el Tiempo y Rastros en la Tierras, Universidad Nacional de
Luján. - Revista Sociedades de Paisajes Áridos y Semi-áridos, Universidad Nacional de
Río Cuarto. - Revista Tefros, Universidad Nacional de Río Cuarto. - Sección Etnohistoria, Instituto de Ciencias Antropológicas, Facultad de Filosofía
y Letras, Universidad de Buenos Aires.
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ÍNDICE
Territorios, paisajes y sociedades Articulación del espacio cordillerano: el Sitio Quebrada de las máquinas Confluencia (San Juan, Argentina)
Catalina Teresa Michielli 12 Estructuras hidráulicas asociadas al sistema de canales de Zonda (San Juan) Alejandro García y Oscar Damiani 22 Las condiciones ambientales de San Luis a la llegada de los españoles Guillermo Genini 31 Distribuciones espaciales e implicancias del registro arqueológico del sistema de Ventania (Provincia de Buenos Aires) como producto de continuidades y discontinuidades en la ocupación a fines del Holoceno Tardío
Fernando Oliva - María Cecilia Panizza 44
Arqueología analítica Estudios arqueológicos en el “fuerte del Inca” del Acequión Alejandro García 69 Análisis cerámicos en la precordillera sanjuanina: el sitio la Invernada (Dep. Ullum) Anabel Rodríguez 80 Lascas “jano” de Rincón Chico 2, Neuquén. Una nueva perspectiva Mariano Ramos 91 Aproximación al registro arqueológico prehispánico del suroeste de córdoba Flavio Ribero 108 Análisis del registro cerámico del sitio Barranca, Río Piedra Blanca, Puente Arriba (Dpto. Río Cuarto, Córdoba)
Denis Reinoso 114 Representación en arqueología María Virginia Ferro 125 Arte rupestre: una perspectiva estética Ana María Rocchietti 140
Frontera sur: perspectivas etnohistóricas Continuidades y rupturas entre los Borbones y la revolución: la frontera de Córdoba y Cuyo María E.Rustan 159 Desarrollo y territorialización en el sur de Córdoba. Análisis del proyecto de transformación de la frontera militar a partir de los conceptos provistos por el enfoque de estudios regionales
Ernesto Olmedo 171 En busca de la comarca. La mención de parajes coloniales y postcoloniales correspondiente a la Frontera surcordobesa
Romina Nuñez Ozan - David Ciuffani 188
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Aliados, enemigos y prisioneros: La particular trayectoria de los Ranqueles en la Pampa Central Argentina durante el siglo XIX
Marcela Tamagnini – Graciana Pérez Zavala 200 Toponimia aborigen del Departamento General Roca, Provincia de Córdoba Norberto Mollo 209 Trayectoria de indígenas sometidos en el sur de Córdoba y San Luis (1870-1900) Graciana Pérez Zavala 224
Memoria social y problemáticas patrimoniales La casa virreinal trujillana y la herencia indígena. Siglos XVI-XVII Juan Castañeda Murga 240 Sociedades lacustres tardías Martha Bonofiglio 252 La cultura como factor de desarrollo Yoli Martini 267 Las políticas de gestión turística en relación a los recursos patrimoniales Yanina Aguilar 282 Relatos orales y herencia social María Laura Gili –Graciana Perez Zavala – Celeste Audagna 292 Registros de la memoria en rituales ancestrales y contemporáneos. Ricardo Alberto Salica 303 Consideraciones sobre los “silencios” y “olvidos” en la memoria social y la historia “oficial”. Un recorrido por algunos de los principales aportes en el marco de los estudios sobre poblaciones indígena
Anabela Abonna 313 Indígenas en pantalla. Acerca de los “usos del pasado” en las construcciones discursivas cinematográficas del período silente (1915-1933) sobre los Pueblos Originarios en Argentina.
Sabrina Rosas 328 5. Educación, disciplinamiento e interculturalidad
Educar en la "civilización" y disciplinar en la religión en la Patagonia de fines del siglo XIX y primeras décadas del XX
María Andrea Nicoletti 338 Tarea misionera y educación en la frontera sud. Algunas notas Inés Farías 349 Aportes de la interculturalidad en el reconocimiento de la diversidad cultural de niños y jóvenes María Noelia Galettoy María Jesica Lerchundi 359 Educación e interculturalidad en Río Cuarto. Reflexiones sobre situación de la Escuela primaria Leopoldo Lugones
Paolo Cucco 369
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Este libro reúne las disertaciones y relatorios de las X Jornadas de Investigadores en
Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste de la Argentina. Eso significa que este
evento científico se llevó a cabo de manera ininterrumpida durante veinte años. No es
habitual.
Los encuentros siempre se focalizaron en la historia, arqueología y etnohistoria de una
gran región del país, ubicada más allá de la diagonal árida del país, hacia la cordillera de
los Andes y las pampas. En términos generales ha habido vocación por las sociedades
indígenas, por el desgarrador choque cultural durante y después de la invasión española
y los tiempos coloniales, federales y republicanos que la siguieron, por sus cartografías,
por el patrimonio y las políticas culturales. La amistad, el afecto y los acontecimientos
entre los organizadores abarcaron, por cierto una vida. Por muchas más.
Los editores.
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ARTICULACIÓN DEL ESPACIO CORDILLERANO: EL SITIO
QUEBRADA DE LAS MÁQUINAS-CONFLUENCIA
(SAN JUAN, ARGENTINA)
Catalina Teresa Michieli
Instituto de Investigaciones Arqueológicas y
Museo “Prof. Mariano Gambier” (FFHA UNSJ)
Resumen
Con los antecedentes de instalaciones incaicas en la Quebrada de Conconta, Cordillera de
Colangüil (que estudiamos entre 2003 y 2005), y en la cumbre y laderas del Cerro de las
Tórtolas de la Cordillera del Límite argentino-chileno (halladas anteriormente por andinistas de
San Juan y arqueólogos de Chile), postulamos la probabilidad de que ambas zonas hubiesen
estado vinculadas conformando, en conjunto, el camino del paso transcordillerano de esa época,
a no menos de 3.900 m de altura en las cabeceras del río del Valle del Cura.
De acuerdo con esta probabilidad, y dado que convenía ratificar el hallazgo de cerámica
indicadora en las cercanías del paso internacional de Las Tórtolas, en febrero de 2008
realizamos un viaje de reconocimiento en el cual, entre otros, hallamos un sitio arqueológico
con potencialidad de ser excavado.
En una explanada cubierta naturalmente con grandes rodados sobre la margen izquierda del
Arroyo de las Máquinas, poco antes de su confluencia con el río del Valle del Cura, un grupo de
tres pircas construidas en el sector central, más elevado, contenía material arqueológico. Este
material provenía de los sedimentos extraídos de un pozo interior y de sus alrededores. La
excavación se realizó en noviembre de 2012 y aportó nuevas evidencias para entender y ratificar
la articulación de la movilidad estacional cordillerana de las sociedades del pasado.
Palabras clave: Arqueología - San Juan - Espacio cordillerano - Ocupación estival - Movilidad
estacional
Introducción
Sobre la base de los antecedentes de instalaciones incaicas en la Quebrada de Conconta
(Cordillera de Colangüil, departamento Iglesia, Provincia de San Juan) y en la cumbre y laderas
del Cerro de las Tórtolas (en la Cordillera del Límite), en trabajos anteriores (Michieli et al.,
2005) se postuló la tesis de la probabilidad de que ambas zonas hubiesen estado vinculadas
conformando, en conjunto, el camino de paso transcordillerano de esa época, el que no tendría
necesidad de ir por debajo de los 3.900 m.s.n.m. en las cabeceras del río del Valle del Cura.
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De acuerdo con esta probabilidad, y dado que convenía ratificar el hallazgo de cerámica
indicadora en las cercanías del paso internacional de Tórtolas, en febrero de 2008 realizamos un
viaje hasta ese lugar1. En esa ocasión, y tal como fue informado oportunamente (Michieli,
2011:46-47), se relevaron las "pircas del Tórtolas" a 4.719 m.s.n.m. y un tramo de camino con
muro de sostenimiento de terraplén en la Quebrada de las Máquinas. Casi en la confluencia del
arroyo de esta quebrada en el río del Valle del Cura y sobre la margen izquierda del arroyo, se
observó una gran explanada con rocas en superficie.
Estas rocas, en algunos sectores, conformaban pircas semicirculares que, en su mayoría, no
presentaba material arqueológico. Sin embargo, el grupo de tres pircas construidas en línea del
sector central, más elevado, contenía material arqueológico en su interior y en sus alrededores.
Con una observación más detenida se constató que las pircas, de planta circular irregular,
estaban edificadas sobre un montículo formado por la acumulación de material antrópico. La
antigua profundización del piso de una de ellas por medio de un pozo, posiblemente para
obtener más resguardo, había movilizado el material yacente y lo había dispersado por los
alrededores.
En él pudo observarse material lítico (instrumentos y desechos de instrumentos pesados, restos
de puntas de flecha pequeñas de limbo triangular y con pedúnculo, desechos de talla en sílices
de colores, huesos de animales quebrados y quemados, carbonilla y fragmentos de cerámica).
Estos fragmentos, especialmente uno con interior decorado y exterior engobado en rojo, hizo
suponer que podría remitirse a la etapa de presencia incaica en la región.
Este sitio se encuentra a 3.948 m.s.n.m. y a aproximadamente mitad de camino (entre 15 y 20
km) entre el Portezuelo de Conconta y el paso de las Tórtolas, los que son perfectamente
observables desde el lugar. Se denominó “Quebrada de las Máquinas-Confluencia”.
A partir de este hallazgo se gestionaron las autorizaciones de trabajo correspondiente ante la
autoridad de aplicación de las leyes de patrimonio en la Provincia de San Juan y la apoyatura
logística de las empresas que operan en la zona. El mismo se llevó a cabo entre los días 19 y 23
de noviembre de 20122.
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Figura 1: Croquis de la ubicación del sitio.
Tareas realizadas
El trabajo consistió, en primer lugar, en el relevamiento completo del espacio plano
comprendido entre la huella de acceso a la Quebrada de las Máquinas y el arroyo homónimo,
sobre su terraza izquierda. Este espacio, de aproximadamente 1,5 ha, está cubierto por grandes
rodados que, en parte, fueron aprovechados para la construcción de reparos y pircas. Sólo el
grupo principal de estas pircas, agrupados en tres recintos continuos ubicados con dirección N-S
y emplazados sobre un montículo artificial de 1 m de altura, contenía restos arqueológicos e
históricos (29°57'37.15"S - 69°45'25.67"O).
En segundo lugar se procedió a preparar la excavación de este grupo de pircas. Las
habitaciones fueron numeradas de 1 a 3 de norte a sur. La habitación 3 era la que se encontraba
poceada y de donde se recolectó la muestra cerámica en 2008. La habitación 2 era la del centro
y se conservaba en buenas condiciones cubierta parcialmente por grandes piedras caídas desde
los muros de la pirca; un espacio abierto la comunicaba con la habitación 3. La habitación 1,
más pequeña y cerrada, de forma circular, no tenía restos en su superficie.
Se comenzó el trabajo con la limpieza de la habitación 3 hasta descubrir totalmente el pozo,
que llegaba a los 40 cm de profundidad, hasta el suelo original. Posteriormente se realizó un
sondeo de 1 x 1 m en la mitad occidental de la habitación 2 por el que pudo constatarse que
hasta los 40 cm de profundidad se hallaba material arqueológico en forma estratificada e
intercalada con lentes de ceniza y carbonilla. En estos niveles se halló gran cantidad de restos
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óseos de camélidos (probablemente guanaco). Inmediatamente se realizó una ampliación de este
sondeo (de 1 x 1 m) hacia el costado oeste y hasta llegar a la pared de pirca con el objetivo de
comprobar si continuaba el material arqueológico y si existía algún tipo de cimiento bajo la
acumulación de piedras que formaban la pirca.
Figura 2: Excavación de la habitación 2 (al fondo el Cerro de las Tórtolas).
Posteriormente se realizaron otros cuatro (4) sondeos de 1 x 1 m distribuidos de la siguiente
forma: Sondeo 2 en el extremo sur del conjunto de pircas, en un sector plano más cercano al
borde de la terraza; Sondeo 3 en la parte exterior hacia el este del la habitación 2, que
corresponde a la parte más alta del montículo original y donde se encontraba gran cantidad de
material arqueológico superficial; Sondeo 4 en el mismo sector pero enfrentado a la habitación
1, donde se apreciaba suelo carbonoso extraído por excavaciones de roedores (Ctenomys sp.);
Sondeo 5 en el centro de la habitación 1. Salvo el Sondeo 4, los restantes tenían poca
profundidad de sedimentos hasta llegar al suelo virgen y escaso material arqueológico. El
Sondeo 4 dio una profundidad mayor de sedimentos con restos óseos y arqueológicos pero
estaba muy alterado por las excavaciones de los roedores. En el Sondeo 3 y en la superficie de
este costado del montículo, se hallaron escasos restos cerámicos y líticos que por su tipología
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pueden atribuirse a una época más antigua que los encontrados en los sedimentos del interior de
las pircas.
Por otra parte, todas las pircas carecían totalmente de restos históricos y/o recientes en
superficie, pero en la excavación de la ampliación del sondeo de la habitación 2, entre las
piedras que estaban caídas, se halló la única pieza de época histórica que certificaría la
construcción más moderna de las pircas y que corresponde a la cabeza de un clavo de hierro
forjado de tipología europea asignable al siglo XVII o XVIII.
Por último se realizó otra ampliación del sondeo original de la habitación 2 en 50 cm hacia el
norte y hacia el este, completando una cuadrícula de 1,50 x 1,50 m. En la misma se ratificó la
profundidad de 40 cm de sedimentos arqueológicamente fértiles y se obtuvo muestras de
carbonilla para realizar fechados de radiocarbono.
Figura 3: Planta de la excavación.
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Como conclusión del trabajo se cubrió el sector excavado con malla tipo "media sombra" y se
rellenó con la tierra extraída durante la excavación.
Los materiales obtenidos y el fechado radiocarbónico
El material recolectado de la superficie interior de las pircas resulta coincidente con el hallado
en los 40 cm de sedimentos excavados. Corresponde mayormente a instrumentos y desechos
líticos de talla expeditiva y puntas de flecha pequeñas pedunculadas de limbo triangular (a veces
aserrado) y material cerámico generalmente decorado. Están acompañados por gran cantidad de
huesos de camélidos en bastante buen estado de conservación y restos de valvas de molusco del
Pacífico (especialmente ostión -Argopecten purpuratus- y choro -Choromytilus chorus-).
Fuera de las pircas, en la el talud oriental del montículo, se esparcen otros restos arqueológicos
(especialmente líticos) cuya factura indican una posible mayor antigüedad, aunque no se los
encontró en posición estratigráfica dentro de los recintos.
Las características de los fragmentos cerámicos permiten diferenciarlos en dos amplios tipos
que se encontraron con una frecuencia semejante en los 40 cm de excavación.
El primer tipo corresponde a una cerámica de pasta rojiza, de 10 mm de espesor promedio, con
superficie alisada y decoración de franjas paralelas en débil color negro. Este tipo posee al
menos un asa labio-adherida en forma de cinta con orillas redondeadas. En ocasiones tiene
interior cepillado y núcleo gris.
El segundo tipo corresponde una alfarería de menor espesor (de 3 a 6 mm), con decoración por
engobe rojo y pintura bicolor en una o ambas caras. Los bordes con redondeados y se advierten
formas abiertas como plato y vaso de paredes rectas.
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Figura 4: Material rescatado en la excavación.
Se realizó un fechado radiocarbónico (LP-2851) con carbonilla de concentraciones halladas
entre los 20 a 40 cm de profundidad, que dio como resultado 790 ± 50 AP (cal AD 1226-1290).
Relaciones y conclusiones
En general, ambos tipos cerámicos son diferentes a los que aparecen en la zona de valles
preandinos y precordilleranos de San Juan (Gambier, 2000); sin embargo pueden ser asociados
con tipos comunes en la vertiente occidental de la cordillera, en forma coincidente con la
aparición de restos de valvas de moluscos del Océano Pacífico.
Si bien para Chile se acepta que la caractística de cepillado de la superficie interna de la
cerámica de fomas cerradas y el núcleo gris/negro remiten a épocas incaicas, es necesario tener
en cuenta que en la vertiente oriental, especialmente en el territorio de la provincia de San Juan,
el cepillado interior se da en casi todos los tipos cerámicos, incluso los más tempranos y no sólo
en formas cerradas. También el núcleo gris/negro suele encontrarse en restos cerámicos de la
etapa agropecuaria media.
Cronológicamente este sitio es contemporáneo con el primer momento de las instalaciones de
la etapa agropecuaria tardía preincaica de los valles preandinos y precordilleranos de San Juan,
en cada uno de los cuales las características de la cerámica son diferentes, aunque no las del
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material lítico. Los conjuntos más semejantes, material y cronológicamente, se han estudiado
para zonas del valle de Calingasta (El Despunte-Villa Corral y Barrealito) justamente también
con fuerte evidencia de influencia transcordillerana (Michieli, 2008).
En la zona de los altos valles intercordilleranos del Departamento Calingasta (a semejante
latitud que las cuencas altas de los ríos Choapa, Illapel, Limarí y Hurtado) las diversas
excavaciones realizadas entre 1972 y 1986 por Mariano Gambier proporcionaron materiales
semejantes con fechas similares (Gambier, 1977:519-528; Gambier y Michieli, 1998:4-40).
años d.C. Choapa (Chile) Villa Corral
(Calingasta) valles interandinos
(Calingasta) Qda. de las
Máquinas-
Confluencia
(Iglesia) 1400
1350
1300
1250
1200
1150
1100
1050
1000
950
Cuadro 1: Comparación de las fechas de contextos similares según la zona.
Aún existen pocos trabajos publicados sobre esa zona trasandina y ese período que caractericen
más claramente la cerámica propia (por ejemplo Cantarutti y Solervincens Cruzat, 2005;
Contreras et al., 2005; Troncoso, 1998, 2004; Troncoso et al., 2003). Sin embargo los trabajos
recientes de los investigadores chilenos Daniel Pavlovic y Andrés Troncoso les permiten
afirmar que cerámica decorada tricolor de Quebrada de las Máquinas-Confluencia (que en este
caso se presenta sin oligisto) es muy parecida a lo que consideran como Diaguita inicial y que
otros han asociado a Ánimas. Estas piezas han aparecido en el valle del Choapa (algo más al sur
del sitio en consideración) en forma escasa y con más profusión en el valle del río Hurtado con
fechas que van del 1000 al 1100 d.C., donde coincide con una baja frecuencia de la la cerámica
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Diaguita más clásica y donde es posible que durasen hasta época incaica. El decorado con líneas
paralelas les resulta desconocido3.
La presencia de este tipo de sitio ubicado en el principal paso cordillerano del centro-norte de la
provincia de San Juan que conecta casi directamente el valle preandino de Iglesia con el sector
norte de la región de Coquimbo a través de las nacientes del río Elqui y sobre una ruta señalada
por diversas instalaciones incaicas, ratifica la conexión y articulación espacial entre ambas
bandas cordilleranas a lo largo de, por lo menos, las etapas agropecuarias prehispánicas tardías.
Del mismo modo puede asegurarse este funcionamiento en etapas coloniales por el hallazgo de
una cabeza redonda de clavo forjado, aunque no en momentos históricos más recientes ya que, a
diferencia de lo que es usual en pircas cordilleranas, hay total ausencia de otros restos en
superficie.
Notas y comentarios 1 La comisión estuvo integrada por quien suscribe, el entonces Director de Patrimonio Cultural
de la Provincia, Arq. Juan SALVO, y personal de Gendarmería Nacional (Escuadrón 25
“Jáchal”), con el apoyo logístico de la empresa Magsa que opera en la zona. 2 Participaron como ayudantes de campo las integrantes del equipo de investigación del Instituto
de Investigaciones Arqueológicas y Museo “Prof. Mariano Gambier” (FFHA UNSJ), Lorena
María RÉ y María Gabriela RIVEROS, bajo la dirección de la suscripta. Se contó con el auxilio
de los señores Carlos GARAY y Franco VARGAS y el apoyo logístico de las empresas Magsa y
Beasa que operan en la zona. Autorización por Resolución Nº 0063-SC-2012. 3 Comunicación personal.
Referencias bibliográficas
CANTARUTTI R., G. y C. SOLERVINCENS CRUZAT. 2005 Cultura diaguita preincaica en
el valle del Limarí: una aproximación a partir del estudio de colecciones cerámicas.
Actas del XVI Congreso Nacional de Arqueología Chilena: 147-156. Santo Tomé,
Chile.
CONTRERAS, L., D. BAUDET y C. WESTFALT. 2005 Ocupaciones prehispánicas en sector
El Bato, valle de Illapel, IV Región. Actas del XVI Congreso Nacional de Arqueología
Chilena: 131-138. Santo Tomé, Chile.
GAMBIER, M. 1977 Excavaciones arqueológicas en los valles interandinos de alta cordillera.
Actas del VII Congreso de Arqueología de Chile II: 519-530. Talca.
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-21-
ESTRUCTURAS HIDRÁULICAS ASOCIADAS AL SISTEMA
DE CANALES DE ZONDA (SAN JUAN)
Alejandro García (CONICET – UNCuyo – UNSJ). E-mail: [email protected]
Oscar Damiani (INA-CRAS - UNSJ). Email: [email protected]
Resumen
Desde la aparición de los asentamientos estables, la construcción de sistemas de canales fue una
respuesta eficaz a la necesidad de aprovisionamiento de agua de las sociedades humanas. En el
territorio sanjuanino existen diversas evidencias vinculadas con la construcción y manejo de
sistemas hidráulicos de edad prehispánica (e.g. Gambier 1977, 1988), algunos de los cuales han
comenzado a ser estudiados en época reciente (Damiani 2002). Uno de ellos está ubicado cerca de
la ciudad de San Juan, sobre el costado occidental del Valle de Zonda. Este sistema captaba agua
del Río San Juan y la transportaba hacia el sur a lo largo de aproximadamente 10 km, a fin de
satisfacer las necesidades de riego y consumo de los grupos nativos que poblaban ese sector del
valle (Damiani y García 2011). Dentro de ese sistema los canales (principal o matriz, secundarios y
de tercer orden) ocupaban un papel fundamental, pero su funcionamiento eficiente dependía además
de una serie de construcciones o estructuras que posibilitaban su protección y mantenimiento, como
así también la regulación de la velocidad del caudal. El relevamiento integral del sistema permitió la
detección de algunas de estas estructuras, cuyas características y análisis funcional son descriptos
brevemente en el presente trabajo.
Palabras clave: Riego prehispánico – canales indígenas - huarpes – arqueología – San Juan
Introducción
La existencia de importantes obras indígenas de riego en San Juan fue señalada a principios del
siglo XX por Debenedetti (1917). Sin embargo, recién hace una década se comenzó a estudiar este
tipo de registro arqueológico de manera sistemática, específicamente en el norte de la provincia
(Damiani 2002), y poco después estas investigaciones se extendieron a otros sectores, en especial al
Valle de Zonda, en la zona central (Damiani y García 2011).
A partir del relevamiento del área occidental de este valle se reconstruyó el diseño general del
sistema de riego indígena que corría por la ladera de las Sierras Azules (Damiani y García 2011).
-22-
Este sistema, que se extendía a lo largo de unos 9 km lineales en dirección NNO-SSE, estaba
compuesto básicamente por un canal matriz y una red de riego, o sea los canales de orden
secundario y las regueras o acequias (canales de tercer orden). Sin embargo, además se han
observado otras estructuras, vinculadas fundamentalmente al canal matriz o principal, cuya
presencia resultaba imprescindible para el normal desempeño del sistema. A fin de contribuir a
ampliar el conocimiento del sistema y a evaluar su complejidad, en esta ocasión se realiza una
descripción de los dispositivos especiales de referencia.
Principales estructuras vinculadas con el canal matriz
El canal matriz es un ancho cauce artificial que recorre la ladera oriental de las Sierras Azules,
aproximadamente entre las cotas de 840 y 800 m s.n.m., con una pendiente general del 0,6%. Tiene
un ancho normalmente variable entre 1,80 y 3 m y una profundidad de ca. 0,80 m. El caudal
estimado para este canal oscila entre 700 y 1.000 litros por segundo, volumen con el que se podían
abastecer por lo menos ocho núcleos de riego (Damiani y Garcia 2011). Para garantizar la
integridad y el normal funcionamiento de este canal los nativos debieron contemplar la realización
de algunas estructuras especiales y el empleo de algunos elementos constructivos a lo largo de su
curso. Entre ellos se encuentran las tomas, los desarenadores, los estanques de amortiguación,
terraplenes con muros de sostenimiento, montículos de protección, y la localización de puestos de
vigilancia en puntos críticos que requerían un control continuo. La descripción de algunos de estos
elementos puede contribuir a comprender mejor la diversidad de los componentes involucrados en
el sistema y el funcionamiento del mismo.
Estructuras de captación y derivación
Se trata de modificaciones del terreno destinadas a capturar parte del caudal de un curso de agua
(río o arroyo) o de los canales matriz y secundarios de un sistema de riego. En el primer caso, la
estructura inicial de un sistema hídrico es la toma principal, cuya complejidad puede ser variable.
Dado que esta toma se encuentra en el cauce está muy expuesta a ser destruida por crecidas; por ello
no es extraño que en el sistema de Zonda no existan vestigios de la toma, la cual debió ubicarse el
norte del actual Cámping Municipal. Es muy probable que se haya tratado de una toma libre como
las que actualmente existen sobre diversos cursos de agua de la región, y que consisten en una
entrada formada por un conjunto de grandes rocas acomodadas sobre uno de los márgenes. Estas
tomas se utilizan en ríos y arroyos de gastos medianos a elevados y no permiten la regulación del
caudal captado.
-23-
En el trayecto del Canal Matriz se han observado algunas tomas que desviaban el agua hacia los
canales secundarios. Se trata de diversas aberturas practicadas en forma inclinada sobre uno de los
bordes de desarenadores o cuencos de amortiguación (ver infra); no se registraron casos de tomas
directas sobre el canal matriz, lo cual se relaciona con las dificultades y riesgos que supone el
desvío del fluido desde la corriente principal sin una disminución previa de la velocidad del caudal.
Estas aberturas son relativamente pequeñas (0,50 m de ancho) y fáciles de ocluir con una roca a
manera de compuerta o exclusa.
Estructuras de sostén
La mayor parte del canal matriz presenta sección trapezoidal. Las dimensiones de este tipo de
sección son más o menos estándar en toda la traza del canal, con una base mayor de 2,80 m, base
menor de 2 m, altura teórica de pelo de agua (h) de 0,80 m y talud interior de 30 grados. Esta
sección en particular está construida en terraplenes artificiales. En algunas ocasiones los terraplenes
combinan la excavación de un sector de la ladera de un cerro con la construcción de un borde (el
terraplén) que constituye el lado opuesto (interno) del canal. Según las necesidades, este terraplén
puede estar formado no sólo por sedimentos de distinta granulometría sino también por un muro de
sostenimiento. Esta opción se ha observado en diversas oportunidades en el canal principal de
Zonda (Figura 1).
Figura 1. Vista parcial de uno de los sectores con terraplén con muro de sostenimiento. Obsérvese el
camino de servicio en la parte superior. El cauce del canal, actualmente casi colmatado de
sedimentos, corría entre la ladera y el terraplén.
-24-
El tramo amurado principal tiene una extensión de más de 150 m y presenta una pared vertical
formada por bloques de grauvaca propios del lugar. Este muro tiene una altura de ca. 0,90 m y su
lado que forma parte del cauce del canal está consolidado con sedimentos medianos y finos. La
parte superior del muro presenta un ancho continuo de ca. 0,85 m, lo que permite un tránsito seguro
y su funcionamiento como camino de servicio para la realización de los controles y arreglos
eventualmente requeridos en el sector.
Aunque su construcción implica una inversión importante de mano de obra, este tipo de estructura
hace que el resultado final sea más estable, como lo evidencia el buen estado de conservación de
algunos tramos amurados que forman parte del sistema.
Estanques o cuencos de amortiguación
Se trata de estanques en forma de hoyadas o producidos por un ensanchamiento importante del
cauce del canal matriz, cuyo objetivo es reducir la velocidad del fluido y evitar de esta forma ciertos
problemas de erosión o desbordes del canal (Figura 2). Además de esta función, estas estructuras
contribuyen a desarenar el caudal, esto es, a decantar la materia en suspensión y, consecuentemente,
permitir un mejor funcionamiento y mantenimiento del sistema.
-25-
Figura 2: Estanque de amortiguación en el sector medio del sistema de canales. Arriba: cauce del
canal matriz en el sector; abajo: área del estanque amortiguador.
Uno de los principales estanques amortiguadores observados en el sistema de Zonda tiene 15,30
metros de longitud, 4,20 de ancho, una entrada de 1,4 m de ancho y una salida de 1,2 m, y se
localiza en el tramo medio del sistema. Otro estanque similar tiene dimensiones menores, con un
largo de 6 m, un ancho medio de 3,2 m, una boca de entrada de 1,95 m y una salida de 1,15 m. De
algunos de los cuencos amortiguadores registrados parten canales de segundo o tercer orden a través
de sus respectivas tomas.
Estructuras de protección
Otro tipo de estructuras asociadas al sistema tenía la función de defensa o protección del mismo,
fundamentalmente frente a problemas vinculados con crecidas de agua que podían discurrir en
dirección perpendicular al canal principal (Figuras 3 y 4).
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Figura 3: Arriba: curso del canal en el sector de la bifurcación; las flechas indican la dirección de
los cursos de agua ocasionales. Abajo: área de la bifurcación del canal matriz.
Figura 4: Estructura de protección del canal matriz. Se observa el punto de reunión de los dos
brazos de la bifurcación del canal, separados por un montículo central.
Uno de estos posibles artificios con funciones defensivas se ubica en uno de los extremos de un
sector amurado. Consiste en una división el cauce del canal matriz en dos brazos que luego se unen
más adelante para continuar en un cauce único (Figuras 3 y 4). En ambos extremos de la división el
canal tiene ca. 2,5 m de ancho; el ramal externo de la bifurcación (el que corre recostado sobre la
ladera del cerro) tiene una longitud de ca. 55 m, mientras que el interno alcanza los 73 m debido a
su perfil sinuoso. Éste presenta un ancho de entre 2 y 2,5 m, bastante menor que los 3-3,5 m del
canal externo.
Esta bifurcación pudo haber sido la respuesta a un doble problema: por un lado, la necesidad de
encauzar y evacuar con el menor daño posible las aguas que esporádicamente provenían del sector
superior de la ladera y que eran dirigidas hacia el canal por una quebrada que a su vez colectaba las
aguas de dos cauces menores (Figura 3). Por otra parte, la formación de una especie de montículo
entre los dos canales permitía prolongar la perduración del ramal interno del sistema, ya que las
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bajadas de agua de la ladera eran absorbidas fundamentalmente por el brazo que corría recostado
contra el cerro.
En otro de los sectores con terraplenes amurados, para evitar su afectación se construyó una ataguía
de tierra consolidada con una cubierta de rocas. Esta construcción obstruía y dividía las aguas que
eventualmente podían encauzarse por una quebrada transversal al sistema, lo que permitía disminuir
considerablemente el riesgo de destrucción del canal matriz por efecto de una crecida. Esta ataguía
tiene ca. 13,30 m de largo, 2,75 m de ancho máximo, y un ancho de 2,2 y 2,35 metros en los
extremos.
Relevancia de las estructuras descriptas
El análisis global de las evidencias relacionadas con el manejo del agua en el Valle de Zonda
permite destacar algunos elementos. Uno de ellos es la complejidad de la composición y
construcción del sistema de canalización. La misma fue una respuesta a dos factores principales: las
características de terreno por el que debía transportarse el agua y los problemas propios del manejo
de variables inherentes al funcionamiento del sistema, como el control de la velocidad del agua y la
consideración de los niveles de infiltración. La construcción de sectores del canal matriz con
terraplenes con muros de sostenimiento en la parte media y alta de las laderas de algunos cerros fue
la respuesta directa a la necesidad ineludible de mantener la cota del canal y, consecuentemente, el
régimen crítico de circulación del agua (destinado a evitar problemas de erosión por alta velocidad
o de sedimentación en caso contrario). Para controlar la velocidad del agua y la infiltración se
pusieron en juego otros elementos, como los cambios de sección de los distintos tramos del canal
matriz (Damiani y García 2011) y la construcción de los estanques amortiguadores. Estas
soluciones reflejan por un lado un conocimiento preciso de la dinámica del agua y de la ingeniería
aplicada a su manejo, o que permite suponer la existencia previa de obras de menor envergadura y
de escasa o nula visibilidad arqueológica actual) a través de cuyo desarrollo y gestión se fue
acumulando la información empírica necesaria para la realización de los sistemas hidráulicos más
tardíos.
Por otra parte resulta interesante destacar que las soluciones adoptadas por los nativos
prehispánicos son básicamente similares a las que se observan en los sistemas actuales, mediando
entre ambas situaciones las diferencias propias de la utilización del cemento en tiempos modernos.
La construcción de estructuras destinadas a la perduración y a la defensa del sistema no sólo refleja
la importancia del funcionamiento normal de la distribución de agua en la zona (con todas las
-28-
implicancias sociales, políticas y económicas involucradas) sino también la necesaria previsibilidad
y la disminución del riesgo de destrucción en algunos puntos de sistema, dado que en su largo
recorrido estaba sujeto a numerosas posibilidades de intervención de agentes naturales. De hecho,
muchos sectores en los que no quedan vestigios del canal matriz coinciden con la presencia de
potentes conos aluvionales frente a cuya acción la preservación de estas estructuras resulta casi
imposible sin un mantenimiento constante.
Consideraciones finales
La gran extensión y complejidad del sistema de riego de Zonda implican la existencia de un diseño
global previo, la participación de especialistas en su concepción y en el control de su construcción,
el desarrollo de actividades permanentes de mantenimiento y la presencia de necesidades u
objetivos acordes a la magnitud de la obra. De gran interés resultan otros aspectos que se
desprenden de esta situación y que se vinculan con temas poco estudiados de la arqueología local,
como la diferenciación social, la especialización del trabajo y la organización sociopolítica en los
tiempos prehispánicos tardíos, aspectos a cuyo análisis se espera contribuir con futuros estudios
referidos a la inversión de mano de obra requerida para a construcción y mantenimiento del sistema
y a la producción agrícola resultante de su utilización.
Agradecimientos
Los trabajos arqueológicos realizados en el Valle de Zonda han sido financiados por CONICET,
CICITCA-UNSJ, y SECTYP-UNCuyo, y se inscriben en los proyectos “PIP 2008 Ocupación
humana prehispánica y manejo del agua en el Valle de Zonda (San Juan)” e “Investigaciones
arqueológicas en el centro y sur de San Juan”.
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San Juan. Publicaciones de la Sección Antropología 15. Facultad de Filosofía y Letras,
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GAMBIER, M. 1988 La Fase Cultural Punta del Barro. Facultad de Filosofía, Humanidades y
Artes, UNSJ, San Juan.
-30-
LAS CONDICIONES AMBIENTALES DE SAN LUIS
A LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES
Guillermo F. Genini
IFDC San Luis/ UNSJ
Resumen
El conocimiento sobre los paisajes pasados es un aspecto de gran importancia para los estudios
arqueológicos, históricos y de otras disciplinas interesadas en reconstruir los ambientes que
sustentaron a las distintas culturas indígenas antes e inmediatamente después de la llegada de
los españoles a América. Esta reconstrucción es posible, en gran medida, mediante el análisis de
las escasas fuentes documentales que para el período de contacto produjeron los primeros
europeos involucrados en la exploración y conquista de estos territorios.
Los españoles dejaron una multitud de documentos sobre la ocupación de estas tierras, pero en
su mayoría refiere a aspectos propios de la conquista por lo que contienen pocas referencias
específicas a las condiciones ambientales que encontraron. Mediante la búsqueda, crítica y
selección de fuentes se pueden extraer las escasas referencias que directa e indirectamente hacen
a la situación ambiental, en este caso de San Luis, y los hombres que lo habitaban al momento
de la conquista.Así es posible reconstruir algunos elementos que caracterizaban las condiciones
ambientales (clima, hidrografía, flora y fauna, relieves) que encontraron los españoles a
mediados del siglo XVI y comienzos del siglo XVII en San Luis dentro de un determinado
contexto regional en el cual toman sentido estas observaciones.
En esta contribución se pondrá particular atención a la situación geográfica y de circulación
propia de San Luis en el contexto de la dominación española, pues su condición mediterránea la
convirtió en paso para distintos grupos españoles que dejaron testimonio de su recorrido por el
actual territorio provincial, provenientes de ámbitos vinculados tanto al Atlántico como al
Pacífico.
Palabras claves: San Luis- Condiciones ambientales-Siglo XVI-Conquista española
Introducción
El conocimiento sobre los paisajes pasados es un aspecto de gran importancia para los estudios
arqueológicos, históricos y de otras disciplinas interesadas en reconstruir los ambientes que
sustentaron a las distintas culturas indígenas antes e inmediatamente después de la llegada de
los españoles a América. Esta reconstrucción es posible en gran medida mediante el análisis de
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las escasas fuentes documentales que para el período de contacto produjeron los primeros
europeos involucrados en la exploración y conquista de estos territorios.
Entre las distintas alternativas para conocer las características ambientales de los paisajes en el
actual San Luis en el período de contacto (segunda mitad del siglo XVI y primeros años del
siglo XVII), se encuentran los estudios arqueológicos, que se centran en el análisis de restos
materiales, y los estudios históricos, que se basan en el examen de los documentos producidos
por los primeros europeos que describieron algún aspecto de este territorio. En nuestro caso
hemos optamos por la segunda alternativa teniendo en cuenta que en investigaciones anteriores
hemos podido conocer algunas de las escasas fuentes que dejaron los españoles en la conquista
y dominio de la región de Cuyo (Genini, 2012).
En este intento, al cual consideramos necesariamente inicial y sujeto a eventuales ampliaciones
y modificaciones, se reunirán datos y descripciones que se encuentran dispersas en una multitud
de fuentes documentales, la mayoría de ellas editadas en Chile y Argentina, que nos permita
tratar de configurar como era el paisaje de San Luis a la llegada de los españoles, y si es posible
establecer su relación con la poblaciones indígenas en el período de contacto. En este caso se
detallan solo aquellas que transitaron por el centro y norte del actual territorio provincial. De
esta manera podremos conocer el paisaje que existía antes de los cambios producidos con la
conquista de América y que dieron como resultado una “transformación dramática de
ecosistemas nativos”(Chiavazza, 2010: 231)
Algunas consideraciones sobre el conocimiento de los ambientes del pasado y sus fuentes
Tal como ha señalado Brailovski, las modificaciones que produce el hombre sobre las especies
vivientes y el paisaje son inherentes a las interrelaciones que se establecen constantemente entre
la sociedad y la naturaleza. Sin embargo, en el caso de la conquista española de América estas
modificaciones alcanzaron tal profundidad que en algunos casos las califica como “catástrofes
ecológicas” asociadas tanto a los ambientes rurales como urbanos(Brailovsky, 2006: 9).La
relación entre la conquista y la modificación del paisaje profundizó y aceleró su cambio en
forma irreversible, como en el caso de la isla antillana de La Española que se hispanizó
rápidamente al ser reemplazado el bosque nativo por plantaciones de caña de azúcar(Brailovsky,
2006: 142).
En el caso de Cuyo existen estudios que se han interesado en distintas formas por los paisajes y
las condiciones ambientales o ecológicas de esta región a la llegada de los españoles. Entre
ellos, Michieli sostuvo que una forma de obtener estos datos es recurrir a la pesquisa
documental de crónicas, descripciones y fuentes administrativas españolas, preferentemente de
-32-
primera mano, para reconstruir estos paisajes del pasado y poder comprobar si han cambiado
significativamente (Michieli, 1979:11-12) Respecto a la validez de los escritos producidos por los autores españoles del siglo XVI y
primera mitad del siglo XVII, hemos preferido a aquellos que describen los paisajes como parte
de documentación probatoria (actas, testimonios de probanzas) y como resultado de la
experiencia personal(González Castillo, 1996: 20-25). En muchos casos las obras
seleccionadas son producto de la actividad profesional del escritor como soldado, autoridad civil
o religioso, quienes por lo general tenían la necesidad de dejar constancia de su desempeño en
obras únicas. Si bien cabe señalar la diferencia de origen (militar, civil o religioso), coinciden en
valorar sus recuerdos y vivencias como algo digno de ser transmitido para evitar el olvido de los
actos individuales o colectivos.
En igual sentido existió una diferencia entre los autores religiosos como Reginaldo de
Lizárraga, que poseían formación literaria y una práctica habitual de escritura, del soldado-
escritor como Gerónimo de Bibar y Alonso González de Nájera quienes, pese a ser conscientes
de sus limitaciones, pretendieron escribir sobre los hechos heroicos y los defectos de su vida de
armas al servicio del Rey. En todo caso se ha preferido estos escritos a obras de segunda o tercer
mano producidas muchas veces en lejanos centros administrativos como en el caso de las
descripciones generales.
A continuación se presentarán las crónicas, descripciones y documentos donde se menciona el
actual territorio de San Luis desde las más antiguas a las más recientes.
Descripciones del paisaje y sus condiciones ambientales en norte y centro de San Luis
La obra de Gerónimo de Bibar es cronológicamente la primera a la que se le puede atribuir una
descripción del extremo norte de San Luis. Según Michieli, la crónica de Bibar describe el
recorrido de la expedición descubridora de Francisco de Villagra que habría atravesado en 1551
por el sur de La Rioja y el norte de San Luis. En ella se puede leer que la tierra entre
Comechingones y Caria (San Juan) era “seca, arenales” y que si bien había indios, estos “no
siembran, que se sustentan de algarrobas” y poseían “mucho ganado”. Describe el río Bermejo
como de “agua salobre”, afirmando que era el único río de la región,pues “todos son jagueyes
que los indios hacen amano, y de que llueve se recoge allí el agua” (Bibar, 1966: 164). De esta descripción se desprenden las siguientes condiciones ambientales del norte del actual
territorio de San Luis. Se trataban principalmente de tierras secas con arenales, es decir
sometidas a un régimen pluvial de lluvias escasas, pero que permitía la existencia de bosques de
algarrobos, que jugaban un importante papel en la alimentación de los grupos indígenas que lo
habitaban, mediante la recolección y elaboración de los frutos del algarrobo.
-33-
Este ambiente predominantemente árido era el principal limitante para que los grupos indígenas
pudieran sembrar puesto que, incluso en el valle del río Bermejo donde había una mayor
disponibilidad de agua, esta era de mala calidad, destacándose su salobridad. Estas situaciones
impulsaron la recolección de agua de lluvia mediante la construcción a mano de jagüeles,
grandes presas de tierra preparadas para recoger agua de lluvia. Esta agua no era salobre y
estaba destinada al mantenimiento de auquénidos, muy posiblemente llamas, como ganado. Por
ello en esta región, al igual en el valle del Bermejo los españoles señalaron que había población
indígena pero no tanta en comparación a Caria o Comechingones.
Los próximos datos provienen de la expedición de Juan Jufré, quien descubrió el actual
territorio de San Luis en el verano de1562 penetrando el centro de San Luis desde el oeste. En
su probanza de mérito Jufré, tomados de la Colección de documentos inéditos para la historia
de Chile (CDIHCH), afirmaque fue al descubrimiento de la provincia del Conlara, nombrándola
como de “mucha y muy buena tierra poblada de naturales y abundante de comidas”(CDIHCH,
1898: 21). No hay mayores precisiones salvo la denominación de provincia de Conlara, que
continúa en la actualidad. En otro pasaje de su probanza define a este territorio como “tierra
muy buena y muy fértil y de buen temple y de mucha gente” (CDIHCH, 1898: 28). Si a ello le
agregamos que la calificó como “tierra poblada de naturales y abundante de comidas”, se
conforma una imagen de una amplia extensión de tierra fértil y apta para la agricultura y
ganadería por su clima. Esta afirmación se confirma y amplía en varios testimonios de los
hombres que compusieron la expedición
Hernandarias de Sayavedra (CDIHCH, 1898: 58), soldado de la expedición descubridora
afirmó en su testimonio que “hallaron tierra muy buena é de buen temple, poblada de naturales”
y donde Jufré “...descubrió tierra donde se puede poblar una ciudad.”Por su parte Joan de Avila
(CDIHCH, 1898: 62), afirmó que Jufré debió controlar a sus hombres que en algunas ocasiones
“les tomaban algunos ganados ú otras cosas” a los indios que encontraron en la provincia de
Conlara y que éstos “quedaron en sus casas quietos é pacíficos, contentos y alegres, é se
espantaron de ver que fuesen tan bien tratados”(CDIHCH, 1898: 62). Martín Fernández de los
Ríos (CDIHCH, 1898: 131), alguacil mayor de la expedición, en su testimonio afirmó que Jufré
cuidó que “por las tierras é pueblos de indios” no fuesen maltratados y “así los dichos indios no
se huían ni ausentaban de sus pueblos y casas, aunque no habían visto cristianos en su vida.”
Finalmente Francisco Peña (CDIHCH, 1898: 169), vecino de Mendoza, brinda otro dato de
gran importancia: la expedición recorrió 50 o 60 leguas. Si se calcula una legua en 5,57 km, la
expedición recorrió 278/334 km desde la ciudad de Mendoza. Esta distancia es suficiente para
alcanzar a la ubicación de la ciudad de San Luis y la entrada al actual Valle de Conlara, al que
-34-
describió como de “mucha gente é buena tierra// é muchos dellos sestaban en sus casas y servían
al dicho General sin apercibirles á ello.”
Todos los testimonios derivados de la expedición descubridora del actual territorio de San Luis
resaltan como la característica principal del paisaje su condición de “buena tierra” y que estaba
poblada de indios. Si bien no se describen estos grupos se puede afirmar que tenían un patrón de
asentamiento estable en forma aislada o colectiva, ya que se afirmó que vieron a los indios
asentados tanto en “sus pueblos y casas” y que no huyeron ni se ausentaron ante la presencia de
los europeos, lo que sugiere un tipo de vida sedentario.Estos asentamientos no se relacionan con
la actividad agrícola ya que no mencionan la existencia de cultivos, pero sí desarrollaban una
actividad ganadera, puesto que Jufré debió impedir que sus hombres les tomasen “ganado”.
Cabe suponer que la mención a “otras cosas” hacía referencia a productos agrarios o de
recolección que habían constituido “abundante comida” pero no puede ser comprobado.
Por último, los testimonios resaltan una característica respecto al clima de la provincia de
Conlara al afirmar que se trataba de tierra de “buen temple”. Este dato permite vislumbrar una
valoración positiva de las temperaturas, ya que alude a una disposición apacible que es
compatible con clima templado o moderado para este territorio, teniendo en cuenta que la
expedición se realizó en los meses de verano (febrero-marzo) y que varios de los hombres de la
expedición de Jufré fueron llevados desde Mendoza donde los veranos eran descriptos como
largos y muy cálidos.
Respecto a los accidentes geográficos los testimonios brindan pocos datos ya que no se señala
la presencia de ríos, salinas o cordones montañosos que les haya llamado la atención, salvo la
afirmación que la distancia entre Mendoza y la provincia del Conlara era 50 a 60 leguas rectas.
Tal es el sentido de la expresión “pasó adelante”, es decir que no debieron desviarse por la
presencia de algún impedimento, lo que supone un trayecto llano y expedito para una travesía
terrestre. La referencia a un lugar identificado como posible asiento para poblar una ciudad
constituye una mención tácita a un curso de agua dulce, accesible y permanente (posiblemente
el río Chorrillo) toda vez que este era un requisito establecido por la legislación española para
fundar una ciudad(Wyrobisz, 1980: 22). En las primeras encomiendas otorgadas en la provincia de Conlara en 1563 por Francisco de
Villagra y redistribuidas en 1579 el Gobernador Rodrigo de Quiroga, no hay descripción del
ambiente pero si de su relieve (CDIHCH, 1957: 397-399). Una de ellas es el cambio de
denominación del territorio, pasando de provincia de Conlara a “valle de Conlara y Veracruz” lo
cual supone una diferenciación del relieve que no apareció en las informaciones anteriores. El
término valle indica la presencia de una tierra llana o baja entre montes o alturas y podía estar
asociada a la condición de fertilidad detallada más arriba, como había sucedido con los valles de
-35-
los ríos Mendoza y San Juan vinculados con la fundación de sendas ciudades. Por otra parte
aparece por primera vez la denominación de “Cordillera de los Apóstoles” dentro de la
jurisdicción de Chile relacionada con el valle de Conlara y Veracruz o simplemente con el
“valle de Veracruz”. Esta denominación implica una importante estimación respecto a la escala
del accidente geográfico toda vez que utilizando como referencia “la gran cordillera nevada”, es
decir la Cordillera de los Andes, el cordón montañoso mencionado como parte de la provincia
de Conlara, representa un importante encadenamiento de gran tamaño y altura, aunque no se
nombra la presencia de nieve en ella.
La aparición de su mención estuvo relacionada con la ubicación de los caciques que debían ser
encomendados y que se distribuían sobre ambas vertientes de esta cordillera (Cotenta,
Oyopianta y Comismirena por una parte y Vipuehuita, en su tierra de Solma y Calapalhuita, por
otra). Esta referencia es de gran importancia para identificar este encadenamiento orográfico,
pues ambos sectores bajos se encontraban dentro de la jurisdicción de Chile, lo cual indicaría
que se trataba de las actuales Sierras de San Luis, expresión meridional de las Sierras
Pampeanas dentro del territorio puntano. La otra posibilidad, que se tratara de las Sierras de
Comechingones, es descartada por la presencia de la jurisdicción de Córdoba, fundada en 1573,
en la vertiente occidental de esta sierra, y porque la expedición de Jufré que dio origen al
repartimiento, no alcanzó a los Comechingones como vimos anteriormente.
Finalmente, señalaremos la presencia de dos términos importante dentro del título de las
encomiendas: que los grupos encomendados estaban distribuidos “en pueblos y rancherías” y
que la encomienda incluía a los “indios con sus tierras, asiento y bebederos”, es decir aquellos
parajes donde acudían a beber animales, posiblemente pequeños arroyos serranos. Estas
menciones sugieren que en el espacio cercano a las actuales Sierras de San Luis era posible una
economía con asentamientos estables y vinculados con la explotación ganadera.
Descripciones del paisaje y sus condiciones ambientales en el este y centro de San Luis
Como parte del cambio en la estrategia de comunicación y defensa imperial, el designado
nuevo Gobernador de Chile, Alonso de Sotomayor, llevó a cabo la apertura del paso a Chile
desde el Atlántico en 1583. En el tránsito de esta nueva ruta dejó una somera descripción de su
paso por San Luis en su entrada desde el este.
Alonso de Sotomayor desembarcó en Buenos Aires a comienzos de 1583 y marchó hacia Cuyo
pasando por Río Cuarto, rodeando las Sierras Pampeanas. Su intención fue abrir y señalar el
camino para el grueso de las tropas, pero marchando lo más rápidamente para llegar a Chile
antes del cierre de la cordillera, hecho que no logró (CDIHCH, 1959: 207). Durante el invierno
-36-
su mayor preocupación fue abrir el camino hacia el Río de la Plata y auxiliar a su hermano Luis
de Sotomayor y sus hombres que marchaban con carretas y caballos (CDIHCH, 1959: 198).
En estas comunicaciones no hay referencia a ningún espacio en concreto, es decir carece de
toponimia, ni a sus características, salvo que se trataba de tierra que se encontraba cubierta por
“montes y espinos”. En otro pasaje de sus informes (CDIHCH, 1959: 207)sostuvo que debió
pasar por “tierra tan inhabitable y montuosa y haber de venir abriendo para el paraje y ser tan
largo y pesado”, haciendo referencia a la vegetación propia de las sierras, pues cuando se refirió
a la región de Río Cuarto, donde debió invernar Luis de Sotomayor, afirmó que se trataba de
tierra “donde hacía mucho frío y falta de leña, aunque tiempo seco”.
Si bien Sotomayor no dio mayores indicaciones sobre accidentes geográficos o toponimia
indígena que pudiera ser tomada como referencia, su relato sirve para reconstruir el camino
tomado en base a los nombres de las ciudades y ríos que atravesó y las características de la flora
descriptas. Estas referencias hacen suponer que el trayecto que siguieron corresponde al pasaje
por el extremo sur de las Sierras de San Luis, en camino llano y directo entre Mendoza y Río
Cuarto evitando las dificultades que representaba abrir un camino para carretas por la densa
vegetación que cubría la sierra o sus adyacencias.
Pocos años después de la apertura del camino directo entre Buenos Aires, Córdoba y Mendoza
que pasaba por el centro de San Luis, se produjo el paso de Fray Reginaldo de Lizárraga en
1589, quien aportó una descripción (Lizárraga, 1916: 253:255)más completa. Como visitador
de los conventos dominicos, utilizó el camino carretero entre Córdoba y Mendoza, por entonces
la “primera población del Reino de Chile” del que resaltó su llanura y la abundancia de pastos
hasta pasar por el extremo meridional de las Sierras Pampeanas. Realizó el paso del río Quinto
por la zona que actualmente es conocida como Paso de las Carretas (Michieli, 1984: 30).En sus
adyacencias señaló la presencia de tomillo salcero (Thymuszygis), que es una planta que crece
en forma de pequeña mata de aspecto almohadillado y que se adapta a una amplia gama de
ambientes ecológicos, siempre sean en lugares abiertos, despejados y relativamente secos, pues
no crece en suelos con agua. Esta descripción coincide con las formaciones propias del caldenal
con pajonales que predomina en las inmediaciones del río Quinto en su salida de las Sierras de
San Luis.
Lizárraga señala que por el paso por las Sierras Pampeana hacia el este abundaban los venados
(venados de las pampas, Ozotocerosbezoarticus), vicuñas (Vicugnavicugna), guanacos (Lama
guanicoe), perdices (Nothura maculosa) y otros pájaros y avestruces (ñandú, Rhea americana), a
lo que suma una gran abundancia de peces en los pantanos y grandes lagunas que se formaban
por el desborde de los ríos que descienden de las Sierras Pampeanas hacia el este. De los cinco
ríos que describe desde su salida de Córdoba, Lizárraga afirmó que el río Quinto era el único
-37-
“de todos estos ríos [que] entra en el Río de la Plata”. Actualmente este río toma una orientación
sureste atravesando el actual territorio de las provincias de Córdoba y Buenos Aires, en cuyo
límite forma los bañados del río Quinto o Bañados de la Amarga. En ocasiones cuando los
caudales originados en el período estival aumentan sus aguas, como efectivamente afirmó
Lizárraga, el río Quintoconfluye con el río Salado bonaerense y alcanza a desembocar en el Río
de la Plata.
Otra condición ambiental señalada con precisión por Lizárraga fue la creciente disminución de
las lluvias a medida que se trasladaba hacia el oeste. Señaló por ejemplo, la notoria diferencia de
disponibilidad de agua al este y al oeste del paso por el extremo sur de las Sierras de San Luis,
lugar ya identificado como “Punta de los Venados”. Cuando describió la tierra hacia el oeste de
la Punta de los Venados cambia su caracterización de ser tierras fértiles, poblada y con
abundancia de ríos y pastos a ser una tierra de “despoblados sin agua”. Este cambio coincide
con las actuales condiciones ambientales de San Luis, donde en el límite con Córdoba se
producen precipitaciones suficientes para mantener la formación del pastizal, mientras que en el
límite con Mendoza las precipitaciones han disminuido a la mitad, originando en gran medida la
aparición de la formación del monte.
Lo llamativo de esta situación es que la actividad de los grupos indígenas no aparece
mencionada por Lizárraga, pero indicó una circunstancia que ya fue referida para la región norte
de San Luis: la construcción de jagüeles. Destacó que desde la Punta de los Venados hacia
“adelante”, esto es hacia Mendoza, la disponibilidad de agua dependía de la lluvia pues en “el
camino hay unas hoyas hechas a mano por los indios que allí habitaban, donde se recoge el
agua”. En este caso Lizárraga las halló “llenas, y el agua muy sabrosa y fría” para ser el inicio
del verano, que a semejanza de Mendoza era para esta travesía más riguroso “donde los calores
son crecidos” que para la zona cercana a la sierra.
Finalmente, el capitán Alonso González de Nájera, miembro de la expedición de 500 hombres
que transitó por este mismo camino en el otoño de 1601, dejó una importante descripción de
San Luis. Refirió que la ciudad de San Luis “Tiene muy buen sitio, aunque no mucha agua para
el regadío, muchos frutales y monte”. Detalla que abundaba la caza, especialmente de
“avestruces”, incluso dentro del poblado. Del espacio recorrido desde el Atlántico hasta la
Sierra de San Luis destacó la abundancia de perdices, “avestruces” y “grandes rebaños de
venados” al igual que calificó a “la tierra por extremo llana y de apacibles ríos, proveídos en
todo tiempo de bonísimos pescados” y “desembarazadas de bosques” que facilitaba el
tránsito(González de Nájera, 1889: 15 y 198).
Sin embargo, sobre los venados observó que su abundante presencia desaparecía en San Luis.
Afirmó que los venados solo se veían hasta la ciudad de San Luis, ubicada en el punto
-38-
denominado, precisamente, “Punta de los Venados” porque hasta ese lugar se los
encontraba(Genini, 2012). Continuando hacia el oeste desde el extremo sur de las Sierras de
San Luis, González de Nájera pudo comprobar que no se encontraban más venados. Sostuvo
que desde el Río de la Plata hasta San Luis era común ver “de ordinario por todos los caminos
[más] que manadas de venados, hasta llegar a una punta que hace una sierruezuela junto a este
pueblo” pese a que el paisaje seguía siendo “tan abierto y espacioso como lo demás que
habitan”(González de Nájera, 1889: 16).
Conclusiones
Del análisis de las escasas fuentes documentales españolas y de las cuales se puede extraer
algunos datos sobre las condiciones ambientales de San Luis en la segunda mitad del siglo XVI
y comienzos del XVII, puede afirmarse que el clima en la región central del actual territorio
provincial era templado, y más moderado en comparación con lo percibido para Mendoza y San
Juan, destacándose una valoración positiva de las temperaturas, especialmente en verano. Sobre
el área norte y oeste de San Luis se destacaba su sequedad por escasez de lluvias, lo que
originaba la ausencia de cultivos, y la existencia de bosques de algarrobo en la zona limítrofe
con La Rioja y San Juan.
Respeto a la hidrografía se menciona la presencia de un solo río de proporciones importantes, el
río Quinto, que poseía un caudal mayor al actual que llevaba sus aguas hasta el Atlántico,
numerosos arroyos que se desprendían de las sierras que eran aprovechados para fines
ganaderos, y de pantanos y lagunas con abundancia de peces, hacia el este.
Sobre la flora se enfatiza la diferencia entre la zona de los llanos caracterizada por la presencia
de pastos y sin bosques cerrados hacia el este, en semejanza a las zonas más húmedas del sur de
Córdoba, mientras que en las sierras se destacaba su aspecto montuoso y cerrado, compuesto
por espinos y especímenes leñosos que dificultaban su penetración, pero que servían para el
abastecimiento de leña, a diferencia de la zona de río Cuarto en Córdoba. Sobre la fauna se dejó
registro de una gran presencia de especies característica del pastizal pampeano y del cardenal
abierto como ñandúes, venados de las pampas, perdices, guanacos y otros auquénidos en todo su
territorio, por lo que se consideraba a este espacio especialmente apto para la caza.
Sobre el relieve se evidencia la presencia de una gran llanura de fácil tránsito entre las actuales
ciudades de Mendoza y Córdoba, una importante sierra denominada Cordillera de los
Apóstoles, actualmente Sierra de San Luis, que delimitaba fértiles valles, como el de Conlara.
Respecto a los suelos se diferenció la fertilidad y humedad de los ubicados en el este hasta la
Sierra de San Luis, respecto a los ubicados al oeste y norte de esta sierra, que se los describió
como secos, arenosos y asociados a la salobridad.
-39-
La diferenciación de un ambiente más húmedo al este y seco al oeste de la zona central de San
Luis quedó plasmada en dos circunstancias notorias. Tanto Bibar como Lizárraga destacaron la
presencia de jagüeles en las zonas más secas de San Luis. Este hecho puede relacionar ambos
territorios dentro de la actual provincia, toda vez que las condiciones de aridez dominantes para
la parte norte, traducida en la construcción de jagüeles tal como señalara Bibar, se presenta
hacia el centro en el relato de Lizárraga. Esto posibilita el establecimiento de una posible
relación de condiciones ambientales semejantes en ambos espacios y un aspecto cultural que
vincula a los grupos indígenas, o al menos algunas de sus características como la construcción
de jagüelesy la ausencia de cultivos, de ambos espacios. En igual sentido, la ausencia de
venados de las pampas hacia el oeste de la Punta de los Venados, claramente se relaciona con la
disminución de las lluvias y el cambio de formación vegetal, del pastizal y cardenal abierto al
este y del monte al oeste, incompatible como hábitat con el venado de las pampas.
De las fuentes analizadas se pueden resaltar notorias ausencias respecto a lo señalado para las
otras zonas de Cuyo. De San Luis no se destacaron vientos fuertes, ni presencia de nieve en las
sierras, ni de minas o minerales preciosos, ni crecientes violentas en los ríos y arroyos, ni una
amplia diferencia térmica entre las distintas estaciones como lo realizado para las otras ciudades
cuyanas.
Esto supone que eran consideradas tierras de una disposición apacible, fértil y de temple
moderado, compatible con un clima templado que permitió la presencia de una numerosa
población indígena de un tipo de vida sedentario, más favorable a las actividades ganaderas que
agrícolas, y por lo tanto susceptible para el posible asentamiento español, especialmente en la
zona de las sierras y los valles y travesías del este de San Luis. Eventualmente puede afirmarse
la presencia de un ciclo más húmedo a fines del siglo XVI que usual para esta región lo que
permitió la comunicación de las aguas del río Quinto con la cuenca de río de la Plata y ver
llenos los jagüeles a lo largo de la ruta hacia Mendoza.
Notas
1 Esta situación favorable ha quedado registrada tempranamente en un documento de 1601
conservado en el Archivo Histórico de San Juan en el cual se fijan las cláusulas del convenio
comercial entre el capitán Juan Jufré y el cura Pedro Muños para la explotación de ganado
vacuno y la elaboración de sebo en San Luis.
-40-
2 Mariano Gambier (1998:12), afirma que al momento del contacto, las sierras de San Luis
estaban rodeadas en su piedemonte por un anillo impenetrable de vegetación espinosa que
impedía su penetración y tránsito, excepto remontando los pequeños ríos y arroyos que bajaban
de la sierras más altas. 3 Bureau of Rural Sciences y SEGEMAR, Formaciones vegetales de la Provincia de San Luis.
Proyecto
de Cooperación Técnica Argentino–Autraliano 1999, en:
http://www.atlasdesanluis.edu.ar/ASLasp/paginas/Mapas. 4 Subsecretaría de Recursos Hídricos de la Nación, Cuenca Nº 95, Cuenca del Rio Quinto y
arroyos menores de San Luis.
http://www.hidricosargentina.gov.ar/documentos/referencias_i8/95_nueva.pdf.
5La Diagonal Árida Sudamericana divide el actual territorio de San Luis en dirección noroeste-
sureste marcando una diferencia en las precipitaciones en su territorio principalmente por efecto
de los vientos. Por ejemplo en promedio Justo Darac, ubicada en la región del pastizal, registra
una precipitación anual de 586 mm, la ciudad de San Luis 376 mm mientras que Beazley,
situada en el área del monte, 286 mm. (Capitanelli, 1996: 50-57).
Fuentes
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Santiago, J.T. Medina.
COLECCIÓN DOCUMENTOS INÉDITOS PARA LA HISTORIA DE CHILE. 2° serie1957,
tomo 2. Santiago, Fondo histórico y bibliográfico J.T. Medina.
COLECCIÓN DOCUMENTOS INÉDITOS PARA LA HISTORIA DE CHILE. 2° serie1959,
tomo 3. Santiago, Fondo histórico y bibliográfico J.T. Medina.
http://www. atlasdesanluis.edu.ar/ASLasp/paginas/Mapas
http://www.hidricosargentina.gov.ar/documentos/referencias_i8/95_nueva.pdf
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-43-
EVIDENCIAS DE CONTACTO HISPANO INDÍGENA A TRAVÉS DEL ESTUDIO DE
LAS REPRESENTACIONES RUPESTRES DE LAS SOCIEDADES INDÍGENAS
TARDÍAS DEL SISTEMA SERRANO DE VENTANIA (PROVINCIA DE BUENOS
AIRES, REPÚBLICA ARGENTINA)
Fernando Oliva y María Cecilia Panizza
Centro de Estudios Arqueológicos Regionales (CEAR), Facultad de Humanidades y Artes,
Universidad Nacional de Rosario. [email protected]; [email protected]
Resumen
En este trabajo se aborda el estudio de las representaciones rupestres localizadas en paredes y
techos de cuevas y aleros del Sistema Serrano de Ventania que, tradicionalmente, han sido
asignadas como pertenecientes al período tardío de ocupación del área de estudio. El análisis de
este tipo de evidencia arqueológica constituye una línea de investigación para la recuperación de
información relativa a los grupos indígenas que habitaron el área de estudio durante el Holoceno
Tardío. Se incorporan a la discusión motivos que han sido considerados correspondientes a
momentos finales del Holoceno en la ocupación pampeana patagónica, y que por sus
características morfológicas han resultado claves para las interpretaciones de ocupación regional
del área.
Palabras claves: Representaciones rupestres – Holoceno Tardío - Período de contacto hispano-
indígena – Sistema Serrano de Ventania.
Introducción
El Período considerado como “Tardío” en la región Pampeana ocurre en la fase final del
Holoceno, aproximadamente desde 3000 años AP hasta momentos de contacto hispano-
indígena, pero debe tomarse en cuenta que en cada microrregión adquiere características
distintivas; e identificándose a nivel arqueológico por el hallazgo de cierto tipo de restos tales
como cerámica, fauna introducida, estructuras de piedra, sitios con representaciones rupestres y
elementos exóticos (Berón y Oliva, 1992). De acuerdo a nuestros fines, se considera la
subdivisión de este período en dos etapas: el momento pre-contacto y el momento post-contacto
con los colonizadores españoles. En términos generales, se acepta que el período tardío engloba
fenómenos sociales muy distintos y complejos, uno de los cuales es el llamado “proceso de
araucanización” (Mandrini y Ortelli, 2002, 1995; Ortelli, 1996) utilizado para referirse a la
presencia de grupos transcordilleranos en la región, producido a partir del siglo XVI.
-44-
El estudio de los restos arqueológicos adscriptos al Período Tardío es sumamente importante
para el análisis de los complejos procesos sociales que se desarrollaron en el área.
Particularmente, en esta investigación se contribuye al conocimiento de los grupos humanos que
habitaron en el Sistema serrano de Ventania y su llanura adyacente. Durante este período, donde
hubo importantes cambios ambientales, se produjeron varias innovaciones tecnológicas y
económicas, aumentó la circulación de poblaciones, bienes e información (Berón y Oliva, 1992;
Politis y Madrid, 2001). Al final del período, se considera que utilizaban la zona serrana para
movilizar el ganado europeo, además de aprovechar otros recursos presentes en el área, y los
sitios constituirían lugares más seguros y estratégicos para sus desplazamientos. Dentro de este
contexto, el arte rupestre pampeano constituye una evidencia arqueológica clave para acceder a
los procesos cognitivos que habrían empleado los grupos humanos en el pasado en su
elaboración, vinculado al ambiente social, ideológico y económico que las produjo.
El Sistema Serrano de Ventania es un área de investigación relevante para el estudio de los
mencionados procesos, debido al número importante de sitios arqueológicos registrados que
corresponden a este período, entre los cuales destacan Laguna Gascón 1, Los Chilenos 2, La
Montaña 1 y San Martín 1, así como las cuevas y abrigos rocosos con pinturas. Estas serranías
(Figura 1) se extienden en forma de una estructura en arco, con rumbo general NO-SE, desde las
proximidades de Coronel Pringles hasta la laguna de Puan (Schiller, 1930). Está formado por
dos cordones serranos, fuertemente plegados y diferenciados morfoestructuralmente (Suero,
1972). El cordón occidental, de alturas máximas y con laderas más abruptas, está formado por
las sierras de Puán, Curamalal, Bravard y de la Ventana. Este cordón se encuentra afectado por
un intenso plegamiento, carente de fracturación asociada, que habría actuado directamente en la
elaboración del paisaje, ocasionando la existencia de numerosas cuevas (Suero, 1972), algunas
de las cuales han sido utilizadas por los grupos humanos cazadores recolectores. Por otra parte,
el cordón oriental, más bajo y de pendientes más suaves, comprende a las sierras de las Tunas y
Pillahuincó, y al presente no se han registrado cuevas que hayan sido ocupadas por las
sociedades indígenas. Este sistema serrano es un complejo mosaico marcado por una
proximidad de ambientes muy diferentes, dentro de la región Pampeana, constituyendo un
espacio acotado donde se concentran recursos críticos para la subsistencia de grupos con
economía sustentada en la caza y recolección, como recursos líticos, variabilidad de espacios
(i.e. cuevas y aleros), agua potable segura, entre otros.
-45-
Figura 1: Área de estudio donde se observa la distribución de los sitios con representaciones
rupestres.
Materiales y métodos
Al presente se han relevado más de 100 aleros y cuevas rocosos en el Sistema Serrano de
Ventania, de los cuales el universo de sitios con representaciones rupestres registrados está
integrado por 33 cuevas y/o abrigos ubicados en los faldeos occidentales del mencionado
sistema serrano, entre otros Cueva Cerro Manitoba, Cueva Florencio, Gruta de los Espíritus. En
estos sitios se registran representaciones rupestres, las cuales están constituidas en general por
motivos abstractos, aunque en algunos casos particulares presentan motivos figurativos (Madrid
y Oliva, 1994; Consens y Oliva, 1999; Oliva, 2000, 2013; Oliva y Algrain, 2004, 2005; Oliva et
al., 2010b; Panizza, 2013a).
El contexto de análisis de las representaciones rupestres ha permitido abordar aspectos
simbólicos y/o rituales de los grupos humanos que vivieron en esa región, vinculados con el
ambiente en el cual se localizan (Oliva y Algrain, 2004, Oliva et al., 2010b, 2013; Panizza,
2013b).
La metodología de esta investigación se encuadra en términos amplios dentro de concepciones
teóricas que consideran a las representaciones rupestres como parte de una gráfica perteneciente
a un sistema de comunicación y de expresión de grupos humanos. La ejecución de este tipo
particular de representación gráfica a través de las sucesivas ocupaciones en el área, formaría
parte de un sistema territorial mayor, en donde los sitios con representaciones rupestres podrían
-46-
ser los indicadores de otros recursos denominados críticos asociados a las diferentes esferas de
acción de la sociedad indígena (Oliva, 2000). Es claro que no existe la posibilidad de recuperar
el significado original de las representaciones en la actualidad, pero si es plausible establecer
una aproximación al mismo mediante la combinación de diferentes tipos de información (Oliva
et al., 2010b). De esta manera, se propone que estas manifestaciones gráficas constituirían una
evidencia de un patrón ideológico complejo el cual es parte de la forma de vida de grupos
cazadores-recolectores. Este enfoque trabaja con productos de un comportamiento simbólico
que indican un modo de ver y actuar sobre el mundo, son parte de un sistema ideológico que
posee significancia, aunque no se la conozca.
Las manifestaciones gráficas son formas culturales que expresan contenidos ideológicos y de
conocimiento de la realidad. Las imágenes que presentan refieren un modo de ver el mundo,
pero no son una reproducción de la realidad ya que sólo presentan determinados atributos de la
misma. Hay una elección de ciertos atributos y una relación entre ellos, es decir se presenta un
esquema de la realidad codificado, producto tanto de un proceso de creación individual como de
normas determinadas por cierto contexto sociocultural (Sepúlveda, 2004). Las representaciones
gráficas son un elemento activo dentro de la sociedad en que se reproduce, ya que manifiesta y
comunica cierta forma de percibir y ordenar el mundo. Como parte de los sistemas simbólicos
(Bourdieu, 1977), pueden ser analizados como una estrategia para la construcción, mantención y
difusión de un determinado orden e ideología.
El Período Tardío en el Sistema Serrano de Ventania y su llanura adyacente
En esta microrregión de la región Pampeana, los indicadores ergológicos del Período Tardío
que suelen encontrarse en los sitios arqueológicos son: cerámica, puntas de proyectil
triangulares pequeñas, los sitios con estructuras de piedra y piedras paradas; y para momentos
de contacto hispano indígena se registran además restos de fauna exótica y elementos de origen
europeo (Barrientos et al., 1997; Oliva, 1991; Oliva et al., 1991a, 2007, 2010a; Oliva y Lisboa,
2009; Oliva y Panizza, 2012). En los sitios con representaciones rupestres, sería posible
observar elementos que reflejen más directamente la esfera ideológica de sus portadores, fruto
de los complejos procesos sociales propios del tardío (Berón y Oliva, 1992; Oliva et al., 2010b).
Se considera que en momentos del Holoceno Tardío habrían ocurrido transformaciones
relativamente rápidas durante la cual las realidades económicas, sociales y políticas indígenas se
vieron profundamente alteradas por la interacción entre diversos grupos sociales, lo cual habría
repercutido en los sistemas de representaciones gráficos. La distribución espacial y el uso que
tuvieron las representaciones gráficas en los diferentes tipos de soportes empleados por los
-47-
grupos indígenas que habitaron el Sistema Serrano de Ventania durante el Holoceno Tardío,
aportan directamente a los procesos ocurridos en el Holoceno Tardío.
En el Holoceno Tardío se observa una particularidad vinculada con una mayor fluidez en la
circulación de gente, bienes e información (Oliva, 2006), en donde el sistema de redes sociales
pudo haber sido promovido por el desarrollo de nuevos medios de comunicación simbólica
tanto portátiles (alfarería decorada, placas grabadas, cueros pintados, cráneos y huevos pintados,
entre otros) como fijos (representaciones rupestres). Durante este período en el Sistema Serrano
de Ventania y su llanura adyacente, se registra el mayor número de evidencias de ocupaciones
(Oliva, 1991; Oliva et al., 1991a y 1991b, 2010a). Barrientos y colaboradores (Barrientos et al.,
1997; Barrientos y Perez, 2002) han propuesto que a partir del 1.000 A.P, el área podría haber
concentrado la mayor densidad poblacional, debido a una probable redistribución de la
población existente y a la expansión de otra población procedente del NE de Patagonia. En este
sentido, habría evidencia arqueológica y bioarqueológica acerca de la expansión de una
población humana desde el sector inferior de las cuencas de los ríos Colorado y Negro y el
litoral surbonaerense, hacia las llanuras situadas a ambos lados del Sistema Serrano de
Ventania.
El área de estudio presenta un importante registro arqueológico que aporta datos sobre los
aspectos sociales de tipo simbólico de los grupos cazadores recolectores que habitaron la región.
Debe destacarse la información procedente del sitio San Martín 1 (Oliva et al., 1991a)
localizado sobre la margen izquierda del arroyo Chasicó. En este sitio se han recuperado
materiales en posición estratigráfica asignados a inicios del Holoceno Tardío, entre los que
pueden mencionarse: artefactos líticos de diversas materias primas asociados a restos
faunísticos, pigmentos, cuentas de collar en valva y caracoles marinos (Oliva, 2006). Otro tipo
de información provienen de los hallazgos de placas grabadas que en el área de estudio se han
registrado en sitios localizados en diferentes tipos de ambientes, tales como la colección del
sitio Ybarra (en proximidades del río Sauce Chico) depositada en el Museo Regional de
Chasicó, o de excavaciones sistemáticas como aquellos materiales procedentes de los sitios Los
Chilenos 2, en inmediaciones de la laguna del mismo nombre, y La Montaña 1, ambos sitios con
contextos tardíos de 400-500 años AP (Oliva et al., 2010a, Barrientos et al., 1997).
Con respecto a las estructuras de pircado así como las denominadas “piedras paradas”, se ha
documentado su presencia tanto en el sector oriental del Sistema Serrano, es decir las Sierras de
Pillahuincó, en los partidos de Coronel Pringles y Coronel Suárez (Madrid, 1991a, 1991b);
como en el sector occidental, en los sitios Estancia Los Cerros, La Montaña 2 y Hogar Funke,
en la cuenca del arroyo San Diego, y en las nacientes del río Sauce Grande (Roa y Saghessi,
2004; Oliva y Panizza, 2012; Panizza et al., 2013), en los partidos de Saavedra y Tornquist. En
-48-
cuanto a su interpretación, se indican tres posibilidades: que hayan sido realizadas por los
indígenas, o por los colonos europeos, o bien que estas estructuras hayan sido empleadas por
ambas poblaciones (Oliva y Panizza, 2012).
Otra evidencia relevante para los momentos tardíos del Holoceno, está representada por dos
sitios con prácticas mortuorias. En primer lugar, el sitio Laguna Los Chilenos 1 (Barrientos et
al., 1997, 2002), el cual presenta entierros secundarios con cronología aproximada de 450 años
AP; y por otra parte, el sitio Gascón 1 que cuenta con un contexto en pleno proceso de contacto
hispano indígena. Este último es un sitio a cielo abierto con la presencia de entierros primarios
con elementos de origen europeos, tales como frenos de caballo, cuentas de vidrio, hebillas y
aros de metal, entre otros (Oliva et al., 2007).
Vinculación con evidencia arqueológica de momentos de contacto pertenecientes a otras
regiones
Entre la diversidad de registro arqueológico disponible se encuentra el arte rupestre para
obtener información de los procesos actuantes en momentos de contacto europeo-indígena. En
relación con los motivos gráficos, son escasos los antecedentes a nivel mundial en cuanto a
pinturas rupestres de embarcaciones correspondientes a momentos de contacto entre culturas
con distintas tecnologías. En África del Sur, Jolly (1998) destaca la existencia de al menos un
motivo de embarcación en el arte de contacto de los “San”, aunque este autor no atribuye
ningún tipo particular de significado a esta representación. Por su parte en Bolivia, en el sitio
Korini 3 (departamento de Oruro), se han registrado motivos coloniales, los cuales consisten en
las figuras de un jinete portando una lanza, y de una carabela española (Helsley-Marchbanks,
1992). Los antecedentes de la República Argentina, son muy escasos y en este sentido se puede
mencionar el trabajo de Humberto Lagiglia (2004), quien hace referencia a la identificación de
un estadio cultural que denomina Atuel II para el área de Mendoza, y lo sitúa en la época
histórica o período colonial, alrededor del 1600. Esta identificación fue posible por los motivos
que representan dos figuras de soldados españoles del siglo XVI-XVII, y una probable
embarcación en trazos lineales esquemáticos (Lagiglia, 2004), localizados en las paredes de la
Gruta del Indio del Rincón del Atuel.
Las representaciones rupestres tardías del Sistema Serrano de Ventania
Como ya ha sido mencionado, hasta el momento se han registrado 33 sitios en cuevas o abrigos
rocosos que presentan en sus soportes representaciones rupestres, ubicados en los faldeos
-49-
Occidentales del Sistema Serrano de Ventania, los cuales han sido informados en otras
oportunidades. Tales representaciones poseen las características de ser predominantemente
abstractas, generalmente de color rojo, en muchos casos desvaído; la mayoría de los motivos
consisten en líneas paralelas, curvas, entrecruzadas, aisladas, en V, en zig-zag, líneas
ortogonales, guardas en V, triángulos que forman guardas en posición normal e invertida,
triángulos unidos, guardas de triángulos llenos, guarda en rombos, elipse, puntiformes,
cruciformes, circunferencias, entre otros. Sólo en algunos pocos sitios como la Gruta de los
Espíritus y la Cueva Florencio, se hallan motivos figurativos: una embarcación, manos en
positivo, mascariformes, antropomorfos y biomorfos (Madrid y Oliva, 1994; Oliva, 2000; Oliva
et al., 2010b, 2012) (Figura 2 y 3).
Figura 2. Motivos de grecas relevados en el sitio Cueva Cerro Manitoba.
-50-
Figura 3. Pinturas de antropomorfos y mascariformes presentes en el sitio Gruta de los
Espíritus o Cueva 1 del Valle Intraserrano, cubiertas por graffitis en la actualidad.
La diferenciación social y la territorialidad fueron algunos de los aspectos abordados dentro de
un marco de arqueología regional (Oliva y Algrain, 2004; Oliva et al., 2010b), en donde la
clasificación en sitios exclusivos con motivos abstractos, sitios con motivos abstractos y
figurativos, y sitios con motivos mascariformes, han sido claves como indicadores de las
cuestiones estudiadas.
Los datos disponibles indican que desde hace 1500 años aproximadamente se ejecutaban
representaciones rupestres en el Sistema Serrano de Ventania. Se ha realizado un fechado en la
cueva La Sofía 4, que dio por resultado 1595 + 70 años A. P. (Oliva, 2000). Por otra parte, la
presencia de un motivo de embarcación nos indicaría que estas representaciones se estarían
-51-
realizando hasta el momento hispano-indígena. De acuerdo a la información disponible al
presente, se considera que gran parte del registro arqueológico consistente en estas
representaciones para el área de estudio, habría sido producido en momentos del Holoceno
Tardío.
Representación de embarcación en el Sistema Serrano de Ventania: evidencia de contacto
hispano-indígena
En Sierra de la Ventana, las representaciones rupestres son en su inmensa mayoría de carácter
geométrico, pero entre ellas se registran algunos motivos figurativos que aunque escasos, son
indicadores de la diversidad cultural y temporal.
En uno de los sitios estudiados, la Cueva Florencio, se destacan dentro de un conjunto de
representaciones geométricas y abstractas, dos posibles motivos figurativos. El primero sería
una mano en positivo de color rojo. El otro motivo presentaría semejanza con un “barco”:
pintado en distintas tonalidades de rojo, y
«… constituido por las siguientes unidades morfológicas: dos líneas rectas
horizontales paralelas que corresponderían al “casco”, sobre éstas hay un
conjunto de líneas paralelas y subparalelas verticales y oblícuas que
representarían la “arboladura”. Por encima hay dos líneas paralelas unidas a una
forma vertical en forma de “C” invertida. Hacia la derecha se halla un motivo de
líneas paralelas verticales en rojo» (Madrid y Oliva, 1994: 206-207).
No se ha podido establecer con precisión la cronología de este sitio en específico, pero la
presencia del motivo asignado a un barco indicaría una contemporaneidad con los europeos a
partir del siglo XVI con los ejecutantes de este motivo.
Por otra parte, en la evidencia histórica en crónicas, relatos de viajeros, diarios de viaje y
documentos etnohistóricos (Boungainville, 1946; Pigafetta, 1998; Guinnard, 1999 [1863];
Musters, 1999 [1911]; d’Orbigny, 1999; de Angelis, 1887), se encuentran referencias al tipo de
embarcaciones que pasaron por las costas marítimas de la provincia de Buenos Aires durante los
siglos XVI, XVII, XVIII y XIX. Del análisis de estas fuentes, es posible establecer similitudes
morfológicas que permiten destacar la correspondencia con la representación de una
embarcación en Cueva Florencio (Figura 4). Estas naves pertenecían a los tipos más diversos y
variados: carabelas, galeones, goletas, bergantines, corbetas, fragatas, naos, fustas; que llevaban
a cabo viajes trans-oceánicos y navegaban por las costas argentinas.
-52-
Figura 4: Comparación del motivo de embarcación en Cueva Florencio (izquierda) con
imágenes de distintos tipos de embarcaciones pertenecientes al lapso temporal entre los siglos
XVI y XIX (derecha).
-53-
Los siglos XV y XVI fueron una época de descubrimientos, de grandes travesías oceánicas y de
ensanchamiento del mundo conocido por occidente, durante la cual aparecieron muchos tipos de
naves: carracas, carabelas, galeones, entre otros. Los barcos utilizados entre los siglos XVI y
XIX sufrieron en su diseño una evolución que trajo aparejado cambios no solo en la forma del
casco (la popa redonda fue sustituida por la popa cuadrada) sino también en la cantidad y
variedad de palos y velas utilizadas en la navegación. Estos progresos en la navegación se
habían ido produciendo como consecuencia del aumento del tráfico marítimo, derivado a su vez
del descubrimiento y explotación de las riquezas del continente americano. Generalmente, en las
grandes expediciones navales se utilizaban buques de 3 mástiles y 4 velas. En el XVII se tendía
a construir buques del tipo fragata, ya que eran rápidas, de proa baja y con estructuras en la
popa. A partir de mediados del siglo XVIII los barcos occidentales poseían de 2 a 6 mástiles,
con todas las velas de cuchillo. En los siglos XVII y XVIII comenzaron las grandes
exploraciones científicas, y fragatas, bergantines y corbetas, entre otras embarcaciones se
emplearon para navegar los mares australes (Gómez Muñoz et al., 1999).
El bergantín (ver Figura 4) era una nave mercante de tamaño menor, y las clases se
diferenciaban por la arboladura y el velamen, como el bergantín-goleta, el bergantín-corbeta, y
el bergantín-brick, entre otros; pero todos iban provistos de bauprés. Surgido a finales del siglo
XVII, se caracterizaba por su alta arboladura y su gran superficie vélica; era un barco rápido y
manejable, que proliferó durante el siglo XIX. Se le añadió al bergantín un tercer mástil a popa,
al que se le acopló una vela cangreja u otras velas áuricas o trapezoidales, por el aumento de la
capacidad de carga (Gómez Muñoz et al., 1999).
Por su parte, la fragata (ver Figura 4) había sido una embarcación con remos, pero a principios
del siglo XVII fue creada la fragata de vela. Era un navío pequeño, pero su tamaño le permitía
adquirir una mayor velocidad, por lo cual era asignado a misiones de exploración. Su aparejo de
tres palos con velas cuadradas, excepto la cangreja del palo de mesana, era similar al de los
grandes navíos, y con el tiempo las fragatas fueron aumentando en sus dimensiones, teniendo su
apogeo durante el siglo XVIII.
En la primera mitad del siglo XVII surge la corbeta (ver Figura 4) como una embarcación
alargada de un sólo mástil con remos, y a mediados del siglo XVIII pierde los remos y porta
aparejo de velas cuadradas, llevando dos palos con una vela en el bauprés, y más adelante, su
aparejo se elevó a tres palos de gran altura con velas cuadradas a las que se añadió una vela de
cangreja en el palo de mesana dotándolas de mayor superficie en el velamen.
Se considera que el motivo analizado en la cueva Florencio del Sistema Serrano de Ventania,
dadas las características morfológicas representadas, tales como la arboladura, forma de casco,
-54-
entre otros; correspondería al trazo esquemático de una corbeta como primera opción, por las
mayores similitudes observadas. Asimismo, no se descarta que la pintura rupestre pueda estar
representando un bergantín o una fragata por su configuración. Dada la abundancia de este tipo
de embarcaciones en un lapso temporal determinado es muy probable que la representación
haya sido ejecutada a fines del siglo XVIII o principios del XIX, período en el cual estos barcos
eran frecuentes en las costas pampeanas.
Aportes de las fuentes etnohistóricas
Desde el punto de vista etnohistórico, se contemplaron los contactos mantenidos entre los
informantes y naturalistas que se trasladaban en las embarcaciones que navegaban por las costas
pampeanas y los indígenas del área durante los siglos XVI al XIX, a través de las fuentes de
información anteriormente mencionadas. En este caso, Nacuzzi (1998) estimó que pueden
considerarse 5 etapas en la época de contacto, a través de las cuales se pueden observar la
evolución de las relaciones entre europeos e indígenas. Los dos primeros momentos se
caracterizan por un contacto intermitente, y con el establecimiento de los fuertes en la costa a
partir de 1778 el contacto entre indígenas y europeos se hace permanente (Nacuzzi, 1998). Una
primera etapa, entre 1520 y 1580, de los llamados viajeros de la época del descubrimiento
(Pigafetta, Sarmiento de Gamboa, entre otros) se caracteriza por las llegadas en expediciones
navales, el desembarco en distintos puntos de la costa, al sur del paralelo 44º, y el
establecimiento de contactos escasos y esporádicos con los nativos. Una segunda etapa estaría
definida por ser posterior al viaje de Gamboa hasta bien entrado el siglo XVIII, y comprende los
viajes de navegantes no españoles, de los misioneros jesuitas desde Chile, y la incursión de
Silvestre Antonio de Rojas en 1707. En la tercera etapa predominan los viajes y
reconocimientos desde Buenos Aires, con el fin de reconocer la costa y los lugares aptos para
poblaciones, como la excursión de Falkner en 1774, las expediciones francesas e inglesas que
tocan las costas patagónicas (Byron, Bougainville), y el viaje de Malaspina; mientras otros
recorren la costa patagónica (de la Piedra, Viedma y Villarino, entre otros).
Como ejemplo de los contactos que existían, pueden citarse los relatos que han hecho Francisco
Antonio Pigafetta (1998), quien describe el primer viaje en torno al globo, expedición al mando
de Hernando de Magallanes (1519-1522); y de Luis Antonio de Bougainville, un navegante
francés (Bougainville, 1946) que realiza su expedición en la fragata La Boudeuse, acompañada
por la fusta La Estrella.
Por otra parte, debe destacarse que las fuentes escritas no mencionan que se realizaran pinturas
rupestres, pero detallan en cambio la decoración geométrica en el arte mobiliar (quillangos,
viviendas y cueros pintados). A. D`Orbigny, con respecto a los motivos sobre cueros, señala
-55-
“… tienen la particularidad de no representar nunca figuras de animales, ni líneas curvas; todos
los trazos son rectos, dirigidos en diversas direcciones, formando… especies de grecas muy
particulares” (D`Orbigny, 1999:327).
Motivos similares se encuentran en la decoración ritual del cuerpo humano mediante pintura
facial y corporal, y tatuaje, tal como lo indica G. Musters:
“[…]tanto los hombres como las mujeres se tatúan el antebrazo mediante el sencillo
procedimiento de pincharse la piel con un punzón… los modelos usuales consisten en
una serie de líneas paralelas, y a veces en un triángulo solo o doble, apoyado el de
arriba en el ápice del inferior” (Musters, 1999 [1911]: 241).
Los motivos descriptos por estos cronistas como los utilizados en la decoración corporal serían
coincidentes con los que se observan en el arte rupestre de la región. Dada esta característica es
posible considerar como probable la persistencia de la producción de representaciones rupestres
de los grupos indígenas hasta y durante el período de contacto hispano indígena, como medio de
expresión simbólica de las experiencias vividas.
Discusión
La ocupación humana en diferentes sectores del territorio pampeano por grupos cazadores-
recolectores se produce desde principios del Holoceno (entre otros Flegenheimer, 1986-1987;
Mazzanti, 1999), y es visto en la actualidad como un proceso continuo por algunos
investigadores, principalmente para el Área Interserrana Bonaerense y para buena parte del SE
de la región Pampeana (Martinez, 2002). En tanto que otros autores (Barrientos y Perez, 2002)
proponen un modelo discontinuo de ocupación, con un ingreso de grupos humanos al sudeste de
la región Pampeana durante el Holoceno Tardío, provenientes del norte de Patagonia.
Particularmente, se considera que el corpus de arte comúnmente es adscripto a una cronología
tardía, aunque existen otros elementos simbólicos en la región y áreas vecinas que remontan la
antigüedad de estas expresiones artísticas a 7000 años A. P. (Oliva, 2006).
Las investigaciones arqueológicas del arte rupestre pampeano y fundamentalmente patagónico
estuvieron centradas por décadas el estudio en función de los esquemas clasificatorios
propuestos en la década del `50 por O. Menghín (1952, 1957), quien habría definido la
existencia de diferentes “estilos” para el arte rupestre patagónico. Para uno de estos estilos, el
denominado “estilo de grecas”, Belardi (2002) ha formulado 4 características básicas:
El primer punto destacable es una dispersión muy amplia en una gran diversidad de
ambientes (desde el sur de Mendoza y el sudeste de la región Pampeana y toda la
-56-
Patagonia hasta el estrecho de Magallanes, destacándose su presencia en San Luis y
el Uruguay).
Una segunda característica se refiere a que las grecas se encuentran representadas
tanto sobre soportes rupestres como portátiles.
En tercer lugar, se destaca en su elaboración el empleo de técnicas tanto de pintura
como de grabado.
Por último, los motivos adscriptos a este estilo son generalmente considerados de
cronología tardía, representando el momento de mayor homogeneidad estilística en
Patagonia y Pampa (Belardi, 2002: 591-592).
Numerosos autores proponen que el estilo de grecas estaría presente tanto en el arte rupestre,
como en las placas grabadas y en la decoración cerámica, entre otros tipos de registro (Menghín,
1952, 1957; Gradín, 1977, 1978, 2001; Casamiquela, 1981, 1995; Schobinger y Gradín, 1985;
Belardi, 2004; Bellelli, 1980; Caviglia, 2002; Fernández, 1999), y en algunos casos aparecen
asociados a motivos geométricos simples. Es igualmente llamativo que en Patagonia, el estilo de
grecas se lo asocie a manos en positivo (Menghín, 1957; Gradín, 1977, 1978).
La evidencia arqueológica en el Sistema Serrano de Ventania, indica que algunos motivos
podrían presentar características del denominado “estilo de grecas”, como por ejemplo,
representaciones realizadas en el sitio Cueva Cerro Manitoba. Al mismo tiempo, si bien la
presencia de manos en positivo es escasa en el área de estudio, en las cuevas Santa Marta (Pérez
Amat et al., 1985) y Florencio (Madrid y Oliva, 1994; Oliva, 2000), es destacable que su
representación se encuentra como una parte integral del repertorio presente en cada una de las
cuevas. En tal sentido se ha considerado que las representaciones rupestres del Sistema de
Ventania deben ser interpretadas como un conjunto de representaciones vinculadas con aspectos
sociales y estructurales mayores y no necesariamente como parte de una clasificación tipológica
(Oliva, 2000, 2006).
La ejecución de motivos abstractos rectilíneos, líneas paralelas, zigzag, rectas cruzadas en
ángulos agudos, entre otros motivos, se encuentra presente en distintos soportes (paredes
rocosas, placas, cerámica, cueros, entre otros). Esta variabilidad de soportes con
manifestaciones similares indicaría una codificación compartida en el sistema de representación
de las sociedades indígenas en momentos asignados al período Holoceno Final (Oliva, 2006). Si
bien esta codificación compartida se manifiesta ampliamente en el “Tardío”, estas
representaciones tiene sus primeras ejecuciones en algunos miles de años atrás, en la subregión
de la Pampa Húmeda y áreas vecinas tal como lo evidencia el registro de un elemento de
madera espatuliforme que presenta incisiones de carácter geométrico (con líneas rectas y en zig-
zag incisas) en el sitio La Olla (Bayón y Politis, 1996), asignado a una cronología de 7000 años
-57-
A.P. aproximadamente. Al mismo tiempo en una escala temporal y espacial más amplia, este
tipo de representaciones se pueden reconocer en las placas grabadas de la gruta de Intihuasi, en
la provincia de San Luis (González, 1960) asignada a unos 8000 años A.P.
Esta diversidad temporal podría constituir un caso de perduración de símbolos pero cuyo
contenido pudo haberse resignificado, a medida que el contexto iba cambiando mediante el
ingreso de nuevos factores externos (i.e. avistamiento de los primeros navegantes, ocupación
efectiva del territorio por los primeros inmigrantes, constitución del estado nacional).
Específicamente en el Sistema de Ventania la información disponible al presente indicaría la
presencia de este tipo de motivos desde hace aproximadamente 1500 años A.P. (Oliva, 2000,
2006), sin embargo es posible establecer al menos dos grandes momentos de ejecución. El
primer momento estaría ubicado al inicio de la era y no habría una aparente diferenciación de
continuidad en el repertorio (Oliva, 2000). Un segundo momento correspondería al tiempo de
contacto hispano indígena, donde el conjunto de las representaciones incorpora en el repertorio
preexistente nuevos motivos como parte de los cambios que estarían ocurriendo en la sociedad.
Este último y amplio momento comprende una variedad de procesos sociales de ocupación del
territorio que posibilitan diferenciar varias instancias (i.e. de contacto inicial, de constitución del
estado nacional, de ocupación efectiva del territorio por colonias de inmigrantes europeos), las
cuales aportaron diferentes respuestas reflejadas en la evidencia material.
Dentro del repertorio de motivos rupestres, la representación del barco en la cueva Florencio
aportaría a la investigación de los procesos sociales actuantes durante los cinco siglos desde la
llegada de los europeos, en un área caracterizada por la riqueza de sus recursos y por las
diversas ocupaciones humanas. A su vez, su aparición se enmarca en el problema que se suscita
en relación con los motivos clasificados como figurativos en Sierra de la Ventana, dado que es
notable que solamente aparezcan en las representaciones rupestres y no en otros tipos de
soporte. Para analizar dicho fenómeno, se proponen tres interpretaciones alternativas.
H1: Las representaciones figurativas serían exclusivas de sociedades que habitaron la
región en tiempos más tardíos, tal vez como producto de la aparición de un grupo exógeno al
área.
H2: La baja representatividad de motivos figurativos se podría vincular con aspectos
puntuales de la sociedad cazadora recolectora que los ejecutó, con un cambio cultural dentro de
la misma.
H3: Los motivos figurativos habrían sido poco utilizados o valorados dentro de la visión
de mundo o estructura mental del grupo ejecutor.
-58-
Este marco hipotético constituye una guía en nuestras preguntas que particularmente en este
trabajo se considera que algunas representaciones del repertorio analizado podrían aportar
elementos para la contrastación positiva de lo argumentado.
Conclusiones
Son numerosas las recurrencias de las manifestaciones gráficas geométricas presentes en el área
de estudio y regiones vecinas, destacándose los triángulos invertidos, las líneas paralelas, los
zig-zag, entre otros. Esta particularidad supone la existencia de códigos comunes entre los
grupos que habitaron la región durante el Holoceno Tardío.
La interacción social ocurrida en momentos históricos de contacto hispano-indígena habría que
subdividirla fundamentalmente en 3 instancias: una previa a la llegada de los primeros colonos
al territorio sur pampeano, la segunda posterior a los contactos iniciales y la última con la
constitución del estado nacional (entre 1852 y 1880). Se estima en este contexto que sería
oportuno analizar o proponer algunas alternativas con respecto a la presencia y a la cantidad de
determinados motivos.
La cosmovisión de los grupos indígenas que habitaban el Sistema Serrano de Ventania y su
llanura adyacente, como otros grupos en momentos de contacto de culturas (Jolly, 1998),
seguramente habrían experimentado cambios como producto del contacto con otras poblaciones
con códigos sociales y culturales diferentes. En tal sentido, es posible considerar diferentes
explicaciones surgidas de relatos mitológicos como el del “Trentren y Caicai” recopilado por
diferentes autores ( ie. Fernández, 1995, 1996; Guevara, 2003; Koessler-Ilg, 1954, 1962;
Lehmann-Nitsche, 1919), los cuales pueden resultar de interés para la proposición de
explicaciones alternativas. Este relato narra una disputa entre las representaciones de dos
serpientes antagónicas, la cual habría producido un cambio en el nivel de agua, y que termina
con el triunfo de uno de los personajes que posibilita la supervivencia de los “mapuches” como
grupo social.
Específicamente en esta área de estudio, el registro del motivo asignado a una embarcación,
aportaría a esta discusión macro con respecto a la densidad e intercambio de población
pampeana. En este sentido, se pueden delinear tres hipótesis para su discusión:
H1: La ejecución de este motivo estuvo a cargo de las sociedades indígenas cazadoras-
recolectoras sin contactos formales con las sociedades europeas y/o criollas.
H2: Los responsables de la realización de esta pintura en particular fueron las sociedades
indígenas con contactos formales con las sociedades europeas y/o criollas.
H3: La representación de la embarcación habría sido llevada a cabo por poblaciones de
ascendencia europea, luego de la constitución del estado nacional.
-59-
En el caso de la primera hipótesis, en que los indígenas no sufrieron ningún contacto formal
con europeos, estas poblaciones podrían corresponderse con aquellas sociedades de cazadores-
recolectores que no habían establecido ningún tipo de contacto previo a la llegada de estos
primeros barcos, por lo cual podrían remontarse a los primeros viajeros de descubrimiento del
continente americano, desde el viaje de Magallanes. Esta hipótesis implica que el conocimiento
de las embarcaciones europeas por parte de las sociedades indígenas estaría limitado a algún
avistamiento ocasional de los primeros conquistadores europeos de continente. Las sociedades
indígenas americanas en este caso representarían, dentro de su repertorio preexistente, nuevos
motivos siguiendo pautas estilísticas y tecnológicas semejantes a las preexistentes, esto es,
trazado de líneas entrecruzadas, líneas paralelas, entre otros. La representación de la
embarcación tecnológicamente está ejecutada con el mismo procedimiento y aplicando
semejantes materiales que el conjunto de representaciones presentes en la Cueva Florencio,
contando con otros indicadores arqueológicos en la región que apoyan la ocupación del área en
estos momentos (Barrientos et al., 1997; Oliva, 2000).
La segunda hipótesis propuesta estaría representada por aquel momento en que no sólo las
sociedades cazadoras-recolectoras conocían e intercambiaban bienes con las sociedades
extranjeras, interactuaban y se daban procesos de mestizaje e intercambio génico. En este
sentido, el motivo constituiría una expresión del pensamiento indígena ante el cambio
estructural socio-económico en las relaciones con el medio (Oliva et al., 2007; Oliva y Lisboa,
2009) dada la aparición de grupos humanos con diferentes características físicas a las propias,
que habrían impactado en su territorio, procedentes a través del agua en esas grandes
construcciones de madera. Otros elementos plausibles de ser considerados en función de esta
hipótesis son los relatos mitológicos de grupos etnográficos como el del “Trentren y Caicai”
anteriormente mencionado.
La tercera hipótesis sería con la llegada de los colonos europeos al territorio de Ventania, éstos
habrían efectuado una representación dentro del repertorio indígena existente, reapropiándose
no sólo de las técnicas de ejecución sino también del espacio ocupado por las representaciones
de los grupos indígenas. Diferentes experiencias en el mundo demuestran (Jolly, 1998) que los
colonos en diferentes lugares han tratado de emular representaciones de las cuevas o en la
región, realizando representaciones de su acerbo cultural, con técnicas empleadas por los
pintores originales de las cuevas.
La Sierra de la Ventana representó dentro de las áreas pampeana y patagónica un espacio en el
paisaje significativo en cuanto a la ruptura de las llanuras y tierras bajas panpatagónicas. Este
espacio en momentos finales de ocupación indígena del territorio americano, es decir en el
tardío pampeano patagónico, presenta evidencia de ocupación indígena. El arte rupestre dentro
-60-
de este registro es un elemento clave para entender la significación de los aspectos sociales e
ideológicos de estas sociedades.
La información disponible hasta el presente nos ha permitido generar las diversas hipótesis
propuestas en este trabajo, las cuales funcionarán como punto de partida para las siguientes
investigaciones, que esperamos produzcan datos específicos los cuales autorizarían refutar o no
alguna o algunas de las proposiciones presentadas.
En este sentido, cabe destacar en relación con el motivo asignado en principio a una corbeta,
fragata o bergantín, que sus aspectos morfológicos presentan una similitud muy importante en
cuanto a la técnica de ejecución empleada en el trazado de los rasgos constituyentes, en
comparación con el conjunto de los motivos presentes en el sitio Florencio así como en otros
sitios investigados del área de estudio. Esta situación permite proponer en principio que la
ejecución de esta representación podría corresponderse con un grado mayor de probabilidad a
la hipótesis que postula su realización por poblaciones autóctonas, hayan o no estado en
contacto fluido con la sociedad hispano-criolla.
Agradecimientos
A los dueños y administradores de las propiedades donde se encuentran los sitios
arqueológicos. Al personal del Parque Provincial E. Tornquist, y del Instituto Cultural del
Gobierno de la Provincia de Buenos Aires, por el apoyo logístico prestado. Este trabajo se
enmarcó en los proyectos “HUM 185 Paisajes arqueológicos en el área ecotonal húmedo seca
pampeana (AEHSP)”, acreditado en la Universidad Nacional de Rosario, y N501 “Arqueología
de Cazadores y Recolectores de ambientes serranos. Sistema de Ventania y llanura adyacente,
Provincia de Buenos Aires”, acreditado en la Universidad Nacional de la Plata; en las
actividades desarrolladas desde el Centro de Estudios Arqueológicos Regionales (CEAR) de la
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario) y desde la Dirección de
Patrimonio Cultural del Instituto Cultural del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.
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ESTUDIOS ARQUEOLÓGICOS EN EL “FUERTE DEL INCA” DEL ACEQUIÓN
Alejandro García
CONICET – UNCuyo – UNSJ.
Resumen
El relevamiento de una zona cercana a las localidades de Pedernal y el Acequión (sur de San
Juan) permitió descubrir un conjunto de sitios que se vincula con una referencia documental del
siglo XVII sobre un posible “fuerte incaico”. Uno de ellos (PS2 – Pedernal Sitio 2) presenta una
única estructura de forma aproximadamente rectangular, que se localiza en la cima de una loma
de baja altura. Los estudios en el sitio permitieron obtener precisiones sobre su construcción,
cronología y tiempo de utilización, lo que constituye un avance en el conocimiento del dominio
incaico de la región.
Palabras clave: Dominación incaica – Collasuyu – Huarpes – Arqueología – San Juan
Introducción
A principios del siglo XVII se tramitó una concesión de tierras a favor del Sargento Mayor
Gabriel de Urquizo, vecino de la ciudad de San Juan. La documentación correspondiente,
localizada en el Archivo Nacional de Chile, mencionaba la existencia de un probable “fuerte del
Inga” (Espejo, 1950:51), más precisamente de un “cerrillo que parece haber sido fuerte del
Inga” (Michieli 1996:137). Durante el siglo XX la búsqueda de este sitio constituyó uno de los
principales atractivos arqueológicos del sur de San Juan.
Dado que la información vinculaba al sitio con el “asiento del Acequión”, la pesquisa siempre
estuvo orientada precisamente hacia el terreno correspondiente a la actual Estancia El Acequión.
Aun sin haber sido hallado, fue considerado como un enclave para el control de las tierras bajas
del sur sanjuanino (Bárcena 1992); más tarde se propuso que su dificultad para ser descubierto
se debía a que su ubicación coincidía con la del actual casco de la estancia El Acequión, y que
consecuentemente había sido destruido en los últimos siglos (Michieli 2001). Poco después su
hallazgo permitió trascender estas ideas previas y contribuyó a formular nuevas propuestas
sobre la ocupación incaica del sector (García 2005, 2011). Fundamentalmente se sugirió que un
conjunto de cinco sitios localizados en las inmediaciones del Río del Agua constituía un sistema
producido por la relocalización de poblaciones locales por parte del control estatal, y que
-69-
algunos de estos componentes representaban el sitio mencionado por la documentación de
principios del siglo XVII. A fin de avanzar en la contrastación de esta idea y de ampliar de esa
forma nuestra comprensión sobre el control estatal regional, en este artículo se presenta
información sobre los trabajos realizados en uno de los sectores que forman parte del
asentamiento incaico de referencia, el denominado “Pedernal - Sitio 2” (PS2).
El sitio
El área en estudio se encuentra en el sector precordillerano meridional de San Juan. Se trata de
un amplio espacio limitado al oeste por el Cordón de las Osamentas, al este por la Sierra de
Pedernal, al sur por el Río de los Pozos y al norte por el Río del Agua. Los puntos de referencia
más conocidos en la zona son el casco de la Estancia El Acequión, a 32º 05” S y 68º 52” S, y la
localidad de Pedernal, a 31º 59” S y 68º 45” O (Figura 1).
-70-
Figura 1: a) Ubicación general del sitio. b) Mapeo de los bloques rocosos del sector central del
sitio y superposición de la forma de la estructura luego excavada. c) Vista general del sitio antes
de su excavación.
Nuestras investigaciones se centraron en una zona aledaña al Río del Agua y distante unos 2
kilómetros de Pedernal, en la que se descubrieron por un lado dos extensos sitios con material
superficial sobre la margen derecha (uno de ellos con restos de inhumaciones, hornillos,
acequias, etc.), y una serie de lomas bajas (1280 m s.n.m.) con restos de tres estructuras y
material en superficie sobre la margen izquierda, por el otro. El sector correspondiente a una de
las lomas fue denominado “Sitio 2” (Figura 1). Allí se observó inicialmente un conjunto de
rocas pertenecientes a una estructura muy destruida de límites muy imprecisos, cuya excavación
es la base del presente trabajo.
Actividades y metodología
En primer lugar se desarrolló un relevamiento general del área y particularmente de la loma
donde se encuentra la estructura, donde se realizó el mapeo de las rocas de superficie y de todo
el material arqueológico observado. En el interior de la estructura se excavaron dos cuadrículas
de 1 m², denominadas B5 y C4 y en el exterior se realizó la limpieza de los 0,60 cm aledaños a
las paredes hasta la base de las mismas (ca. 0,45 m). La excavación se realizó por decapaje y se
registraron tridimensionalmente los materiales descubiertos; también se extrajeron muestras de
sedimento, carbón y barro consolidado. Se excavó además la superficie externa aledaña a la
concentración de rocas de la estructura, a fin de determinar la forma de ésta (Figura 1b y 1c).
Principales Resultados
Forma de la estructura
Durante el proceso de excavación del exterior de la estructura quedaron al descubierto dos
acumulaciones principales de rocas en las esquinas NW y SE. Si bien se llegó a contemplar la
posibilidad de que se tratara de contrafuertes o de rampas, la continuidad de los trabajos mostró
que eran producto del derrumbe de las paredes. Por lo tanto, dado que esta situación no se ha
reiterado a lo largo de los muros, es probable que hayan existido columnas de roca en los
vértices de la estructura. No obstante, la cantidad de rocas presente en el sitio sugiere que la
altura de la construcción fue baja.
La estructura tiene una forma aproximadamente rectangular, con los lados menores de 3,27 y
3,55 m de largo, y los mayores de 6,30 y 6,25 m. El ancho de los muros es variable. En el lado
sur es de 30 a 45 cm, mientras que en los lados O y N aumenta a 57/60 y 60/66 cm
respectivamente. En el ángulo SO se observa parte de un muro transversal de 40 cm de ancho y
-71-
ca. 0,80 m de largo, ubicado a 1 m del lado interno de la pared oeste. La excavación de una
cuadrícula sobre el lado N dejó al descubierto una entrada perpendicular de 0,62 m de ancho,
ubicada a ca. 2,23 m del lado interno de la pared O.
Los muros están formados por 3 hiladas de rocas de mediano tamaño, de lados redondeados y
superficies mayormente planas, unidas por una argamasa de barro y piedras pequeñas. La
mayoría de las rocas tienen entre 20 y 30 cm de largo, y debieron ser seleccionadas en el cauce
y llanura de inundación del Río del Agua y transportadas a lo largo de entre 0,5 y varios
kilómetros. Las cuatro esquinas de la estructura están redondeadas, aunque en el ángulo NO la
curva es muy pequeña en relación a las restantes. La altura general de la estructura varía entre
0,35 y 0,45 m. La preservación de gran cantidad de barro en torno al muro y la ausencia de
piezas compactadas o endurecidas (por ejemplo, adobes) y de restos de ramas o cañas sugiere
que las paredes eran de tapia, esto es, paneles de barro apisonado. Los muros ubicados al norte,
sur y oeste muestran un marcado cuidado en el ordenamiento de la rocas, que llamativamente no
se observa en el lado oriental, donde la mayoría de las rocas utilizadas presentan volúmenes
redondeados que no permitieron mantener el patrón de los otros lados.
El registro arqueológico
La excavación de la estructura brindó un conjunto de materiales arqueológicos relativamente
reducido, aunque de características importantes para comprender la ocupación del sitio. En
relación al material lítico, sólo se hallaron dos artefactos: una lasca de pórfido naranja, de arista,
mediana, registrada en el mapeo de superficie del interior de la estructura, y un fragmento
indiferenciado muy pequeño de cuarzo, en el nivel 7 de la excavación de C4.
El registro cerámico es más abundante. En el interior de la estructura se hallaron 9 fragmentos
de cerámica en superficie, 19 en la excavación del lado externo, 27 en la excavación de la
cuadrícula C4 y 2 en la de B5 (Tabla 1). Estos 57 fragmentos corresponden a 8 tipos de
alfarería. Su análisis preliminar indica la presencia de diversos tipos; la mayoría no presenta
decoración, en tanto que entre los decorados se destacan algunos casos pintados y otros
correspondientes a diversas vasijas con decoración incisa (Figura 2 g, h e i).
El tipo 1 es el que más relación tiene con la cerámica local tardía. Se trata de una alfarería gris
con decoración incisa en la superficie externa. Algunas variaciones en el tratamiento de las
superficies, en el antiplástico y en la decoración permitieron detectar la presencia de tres piezas
correspondientes a este tipo. Una presenta ambas superficies pulidas de color gris oscuro, y
decoración estriada exterior. La pasta es compacta, de color gris claro y espesor variable entre
5,5 y 6 mm, y tiene antiplástico fino y denso. La segunda tiene ambas superficies grises, pero
mientras la externa está pulida la interior sólo ha sido muy alisada. La decoración de la
-72-
superficie externa es similar a la de la pieza anterior. La pasta es compacta y de colora marrón
claro-gris, con antiplástico muy fino y denso, y espesor variable entre 5 y 6 mm. La tercera
vasija también es de superficies grises pulidas, con decoración incisa exterior. En este caso el
motivo no es estriado sino de líneas levemente curvas y subparalelas, relativamente anchas y
poco profundas. La pasta es gris, con antiplástico fino y muy denso, y un espesor de 7-8 mm.
Varios de los fragmentos correspondientes a este tipo aparecieron en la excavación de la
Cuadrícula C4 (el único perteneciente a la tercera vasija, en la extracción 5), y en la del lado
externo oriental, a 8 cm de altura desde la base de la primera hilada de rocas del lado Este (3
tiestos).
Figura 2: Cerámica de Pedernal Sitio 2. a), b) y c) Fragmentos de cerámica incisa hallados en la
excavación externa del lado E; obsérvese la asociación con los carbones en el perfil y la planta.
d) Base del exterior de la pared N. e) y f) Superficie interna con el clásico cepillado incaico de
un fragmento con decoración en negro sobre rojo (tipo 3) y de otro con ambas superficies
pintadas de rojo (tipo 2). g), h) e i) Cerámica pintada e incisa hallada en superficie en la loma
del sitio.
-73-
El tipo 2, correspondiente a platos de pasta naranja sin antiplástico, pintados de rojo en su
exterior e interior, exhibe una gran homogeneidad; los 22 fragmentos recuperados
corresponderían a por lo menos dos piezas. La mayor parte apareció en la excavación de C4
(15) y del lado exterior Norte (5). En la cuadrícula C4 tres fragmentos corresponden a las
extracciones superiores (1 y 2) y los restantes a las ocupaciones iniciales (extracciones 9-10).
El tipo 3 presenta decoración pintada de color negro sobre rojo, únicamente visible en un
fragmento. El interior es de color gris y tiene el típico “cepillado” que suelen presenta algunas
piezas incaicas (Figura 2e).
El tipo 4 tiene la particularidad de mostrar la superficie exterior simplemente alisada y cubierta
por un engobe de color crema. Además tiene una pasta compacta sin antiplástico, característica
similar a los tipos 2 y 3.
Los otros cuatro tipos corresponden a vasijas no decoradas de superficies y pasta grises-
naranjas. El más representado es el 7, cuyos 11 fragmentos hallados son de la misma vasija;
entre ellos se encuentra un trozo grande de base en pedestal rescatado de la excavación externa
del sedimento aledaño al lado Norte de la estructura (Figura 2d). Junto con los del tipo 2, los del
7 son los que presentan mayor cantidad de descascaramientos.
Con respecto al registro arqueofaunístico, los materiales recuperados en el sitio son muy
escasos y en general de muy pequeño tamaño. Los elementos más grandes fueron hallados en la
excavación del lado exterior de las paredes E y N de la estructura. En el interior de la misma se
recuperaron 51 fragmentos de hueso (31 taxonómicamente indeterminados y 20 asignables a
Lama sp.), 2 huesos de roedor y 2 fragmentos de cáscaras de huevo de ñandú. En el sector
externo se hallaron 18 fragmentos (3 correspondientes a Lama sp. y 16 asignables a ese mismo
género) y una primera falange de Lama sp. Finalmente, sobre la última hilada de rocas de la
estructura apareció un fragmento de tortero.
El registro sugiere el consumo de Lama sp. durante toda la ocupación del sitio (Figura 3a y b);
asimismo se observa la utilización de huevos de ñandú. Los huesos de roedores pequeños (uno
de ellos correspondiente a un cuis pequeño -Microcavia australis) no muestran evidencias de
consumo, aunque éste no puede ser descartado. De sumo interés es la aparición del fragmento
de tortero realizado con cera de abeja (Figura 3 c y d). El color oscuro sugiere que podría
tratarse de cera de camoatí (Polybia scutellaris), especie que habita en la región (Willink 1998).
El diámetro del instrumento es de ca. 39 mm y el del agujero interno, de ca. 8 mm. Las marcas
visibles en la superficie indican que fue realizado con un molde.
-74-
Figura 3: Material arqueofaunístico del sitio. a) y b) Fragmentos de costilla y metatarso. c) y d)
Fragmento de tortero in situ en el sector NW de la estructura, y primer plano del instrumento.
Cronología absoluta
Se realizó un fechado radiocarbónico en el Laboratorio de Tritio y Radiocarbono de la UNLP a
partir de una muestra de carbón obtenida de la excavación del sedimento exterior de la pared
Este (Tabla 1). La muestra fue tomada a 0,40 m de profundidad, en la esquina SE de la
estructura, a aproximadamente la misma altura que los fragmentos de cerámica incisa.
Lab. Datación Años cal.1 σ Años cal. 2 σ
LP-1693 390 ± 60 años C14 AP 1443 - 1625 AD 1443 – 1640 AD
1443 – 1522 0,675589% 1574 – 1584 0,05711% 1590 – 1625 0,267301%
Tabla 1: Fechado C14 obtenido en el sitio. Calibrado con Calib Rev. 6.1.0 (Stuiver y Reimer
1993)
-75-
Cabe destacar que en la calibración con una desviación estándar, casi coincidente con la de dos,
el resultado muestra un 67% de probabilidades de que la fecha se sitúe entre 1443 y 1522. El
resultado corresponde a una muestra depositada en los inicios de la ocupación del sitio y es
coincidente con la cronología de la ocupación incaica regional y coherente con la antigüedad
esperada a partir de las características de la cerámica del sitio, que indican claramente su
adscripción al período incaico.
Discusión
El registro arqueológico del sitio –fundamentalmente la continuidad de la aparición de la
cerámica incaica- muestra con claridad que la ocupación del mismo es monocomponente y que
se encuentra relacionada con el dominio incaico regional. En el lugar se habrían utilizado
fundamentalmente vasijas cerámicas (vinculadas probablemente con la subsistencia de sus
ocupantes) y podrían haberse realizado tareas de talla de instrumentos líticos, aunque este tipo
de actividad parece haber sido excepcional. Si bien se hallaron espículas de carbón y sectores
con ceniza, no se observaron zonas con sedimento termoalterado, por lo que estos elementos
parecen corresponder a depositaciones secundarias producidas por la limpieza de focos de
combustión cercanos. Muy llamativa resulta la aparición del fragmento de tortero, ya que se
halló sobre el muro de la estructura. Es probable que la parte superior de la estructura
actualmente expuesta constituyera la base sobre la cual apoyaban los paneles de tapia y que el
fragmento de tortero haya sido colocado sobre la roca antes de levantar las paredes de barro (de
haber formado parte de la tapia seguramente su estado de conservación no habría sido tan
bueno). Si bien resulta difícil explicar la presencia de este elemento en el interior de la pared de
la construcción, no puede descartarse una conexión simbólico-ritual entre el levantamiento de la
estructura y una actividad tan importante para el estado incaico como la textil, si bien la
envergadura y funcionalidad del sitio no evidencian tal vinculación.
La aparición de fragmentos de platos casi idénticos (al menos dos, uno en las ocupaciones
iniciales y otro en las finales) refleja una gran homogeneidad tecnológica, pero también podría
indicar un período corto de ocupación de la estructura, probablemente en el orden de unas pocas
décadas.
Durante la ocupación efectiva de la estructura el interior parece haberse mantenido muy limpio;
así lo indica no sólo el hecho de que los restos óseos, líticos y cerámicos hallados son muy
escasos y pequeños, sino también que no haya acumulaciones secundarias de cenizas y carbones
de espesor y extensión significativas. Al respecto, los sectores excavados parecen corresponder
a áreas externas de dispersión de material de fogones, fundamentalmente ceniza (en ningún caso
las muestras obtenidas alcanzan para realizar dataciones radiocarbónicas convencionales).
-76-
Finalmente, también es importante destacar la presencia de cerámica local (gris-negra incisa) en
un sitio estratégicamente ubicado, que permitía tanto la comunicación con otros puntos como la
observación de todo el movimiento del área y el control directo de los sitios ubicados sobre la
margen derecha del Río del Agua. Esta presencia (que es coherente con la hipótesis de que este
sitio pudo haber estado a cargo de la élite local y no de funcionarios incas (García 2007), lo que
contrasta con su sustitución por un estilo nuevo en el centro-norte de Mendoza – García 1996,
1999) a su vez podría vincularse con una buena predisposición de las poblaciones locales a
aceptar la dominación incaica.
Consideraciones finales
PS2 es un componente importante del histórico cerrillo que alguna vez se vinculó con un
posible “fuerte del inca”. Sin embargo, su excavación y el estudio de su registro (tamaño y
características arquitectónicas, ausencia de bolas y puntas de proyectil, baja altura de los muros,
etc.) indican claramente que no constituía un pucará o un lugar defensivo, y que difícilmente
pudo haber estado vinculado con actividades propias de un sitio militar (García 2005).
La estructura del sitio no tenía grandes dimensiones y es muy probable que dada su posición
(alejada 14 metros del borde de la barranca que cae al Río del Agua) no pudiera ser vista desde
la zona baja, fundamentalmente desde los sitios ubicados sobre la margen derecha del río. Por lo
tanto este sitio habría funcionado como un lugar que permitía el control visual de las actividades
de aquellos asentamientos y del tránsito regional, y si bien su presencia y operatividad
reflejaban el dominio incaico sobre el área no parece que haya existido la intención de enfatizar
ideológicamente este control a través de la monumentalidad y la visibilidad del sitio desde otros
puntos cercanos, aun cuando estuviera jerárquicamente posicionado. Las evidencias de PS2 no
alcanzan por sí solas para validar de manera completa el esquema interpretativo propuesto
(García 2007), pero sí muestran claramente que la cronología registro arqueológico del sitio son
totalmente coherentes con el modelo planteado. En este sentido, parecen confirmarse las
expectativas en torno a PS2 como un componente de un sistema que incluía otros eslabones
aledaños.
El futuro estudio de estos otros sitios (PS1, PS3 y PS4) permitirá avanzar en la contrastación
del modelo general y contribuir de esta forma al análisis de las relaciones intergrupales entre el
estado incaico y las poblaciones locales, y de los cambios sociopolíticos desarrollados en el
seno de las comunidades preincaicas del área a partir de la anexión a una estructura política de
mayor envergadura.
-77-
Agradecimientos
Los estudios en PS2 se realizaron en el marco de proyectos financiados por la UNSJ, la
UNCuyo y el CONICET. Agradezco a Marisa Rossi las determinaciones de huesos de roedores
y al Dr. Eduardo Martínez Carretero la determinación del material del tortero. En las
excavaciones del sitio participaron los Sres. Hugo Barbero, Hugo Cabello, Miguel López, Pablo
Álvarez y Pablo Maza, la Sra. María Eva Segovia y las Srtas. Ana Eguaburo, Mariela Farías y
Natalia Fernández.
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-79-
ANALISIS CERÁMICOS EN LA PRECORDILLERA SANJUANINA: EL SITIO LA INVERNADA (DEP. ULLUM)
Anabel Cecilia Rodríguez
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes, Universidad Nacional de San Juan
e-mail:[email protected]
Resumen
El sitio La Invernada se encuentra ubicado en la precordillera central de San Juan, en el sector
medio del Valle de la Invernada. Éste es el sitio incaico más importante de este sector
precordillerano, si bien debido a su baja visibilidad el lugar pasó desapercibido hasta tiempos
recientes. Como parte de las investigaciones que se vienen realizando en la zona en el marco del
proyecto “Investigaciones arqueológicas en el centro y sur de San Juan. Etapa III”, dirigido por
el Dr. Alejandro García, se están desarrollando estudios arqueofaunísticos y cerámicos sobre el
registro recuperado en el lugar. En esta oportunidad se presentan los estudios cerámicos
correspondientes al registro proveniente de las cuadrículas C4 y D4, que conforman un total de
más de 550 fragmentos. Estos estudios han permitido la identificación de dos conjuntos de
ocupaciones. En las correspondientes a los niveles más recientes el registro arqueológico es
asignable al período de dominación incaica regional, mientras que en los niveles de mayor
profundidad la muestra se vincularía con las ocupaciones locales preincaicas, evidenciadas por
la concentración de cerámica de estilo Angualasto. Con este trabajo se busca no sólo contribuir
a la caracterización de la alfarería utilizada en el sitio durante el período tardío, sino también
ayudar a comprender el papel de los sitios incaicos del área en el esquema de control estatal de
la región. Asimismo, se espera aportar información que contribuya a la discusión de los
mecanismos de dominación estatal de las poblaciones indígenas de Cuyo.
Palabras claves: sitio incaico- estudios arqueofaunísticos-cerámica-alfarería
Introducción
Los estudios sobre la dominación incaica en la Región de Cuyo son numerosos; sin embargo,
no todas las zonas ni todos los temas han sido abordados con la misma profundidad. En los
últimos años se han venido desarrollado estudios en varios sitios localizados en el sur y centro
de San Juan, en el marco de diversos proyectos dirigidos por el Dr. Alejandro García y
financiados por la Universidad Nacional de Cuyo, la Universidad Nacional de San Juan y el
Conicet. Uno de estos sitios, denominado “La Invernada”, se encuentra en el sector
-80-
precordillerano central de la provincia, en la vertiente occidental de la Sierra homónima, a ca.
30° 54´ S y 69° 04´ W, y ca. 3.000 m de altura s.n.m.
Con el objetivo de ampliar las explicaciones de los procesos que se dieron lugar durante la
dominación incaica en San Juan, en esta oportunidad se presentan los resultados preliminares de
los estudios cerámicos realizados al material proveniente de dos cuadrículas del sitio. La
información obtenida permite caracterizar el componente alfarero incaico del lugar, establecer
comparaciones con la cerámica de las ocupaciones previas y evaluar la importancia del sitio en
el marco del sistema de asentamiento incaico de la zona.
Materiales y metodología
El registro arqueológico del sitio está constituido fundamentalmente por los restos de una
estructura totalmente destruida y enterrada, y por abundante material lítico, óseo y cerámico.
Este último se encontró disperso en una vasta zona, lo que motivó que en primera instancia se
registrara el material de superficie. Posteriormente se realizó la excavación del sector central del
sitio, el cual se encontraba severamente afectado por varios pozos modernos. Se abrieron cuatro
cuadrículas de 2 m x 2 m, dos de las cuales ocupan mayormente el sector alterado. De las
cuadrículas C4 y D4 se extrajeron 610 fragmentos de cerámica, los que constituyen la muestra
analizada en este trabajo.
El enfoque teórico a aplicar se basa en la consideración de que los mecanismos de anexión y
control utilizados por los incas variaban en relación a la distancia del Cuzco, a la fisiografía y
los recursos de cada territorio y a las características y grado de complejidad de las sociedades
locales implicadas (Kuznar 1996, Raffino 1981, Rowe 1982). Dentro de este esquema se
considera que la forma de control estatal del área responde a los lineamientos desarrollados por
García (2010), según los cuales sería dable encontrar en la provincia de San Juan casos
correspondientes a tres clases de dominio desarrolladas simultáneamente(directo, indirecto y
delegado), las cuales se reflejarían en el registro arqueológico.
Por otro lado es indispensable considerar a los estudios cerámicos como herramientas que nos
permiten acercarnosa comprender la vida económica, política y social de los grupos humanos
del pasado. Adicionalmente, los estudios cerámicos son utilizados como fuente de información
sobre ideología, relaciones de poder y resistencia (Rice 1987), aproximación que será explorada
para comprender el papel de la cerámica en el esquema de la dominación incaica de la región.
-81-
Para la clasificación tipológica se tuvo en cuenta un conjunto de atributos tecnológicos
relacionados con la composición de la pasta y el acabado de las superficies, y otros vinculados
con las decoraciones. El agrupamiento de piezas o fragmentos en tipos o en clases similares
comenzó como un ejercicio de afinidad estilística para propósitos descriptivos pero luego pasó a
tener objetivos de establecer relaciones espaciales y temporales intra e inter sitios (Rice 1982;
Cremonte y Bugliani 2009). Por otro lado, la clasificación de los fragmentos sin decoración se
hizo a partir de la comparación de pasta (color, aspecto, antiplástico), tratamiento en superficie
y espesores. En este conjunto, se incluyen los grupos de fragmentos engobados en la muestra,
debido a que presentan las mismas pastas, ya que no consideramos al engobe como una
decoración.
Adicionalmente, en algunos casos pudo remontarse fragmentos y describirse las formas
características de las vasijas, a partir de la observación de contornos (bordes y labios), y
vincularlos a las decoraciones en superficie. Este análisis nos permitió un acercamiento a los
usos y contextos funcionales en los cuales pudieron haber estado involucrados estos restos. En
este caso se tomará como sistema de descripción de la forma de las vasijas la propuesta de la
Convención Nacional de Antropología (1966), basada en los contornos de los recipientes,
estudiados a partir de la identificación de los denominados puntos característicos de una vasija
(Shepard 1956). Además, con el objetivo de evaluar el grado de fragmentación de la muestra,
los tiestos fueron clasificados según su tamaño: en muy pequeños (hasta1 cm² inclusive),
pequeño (de 1 a 3 cm² inclusive), medianos (de 3 a 5 cm² inclusive) y grandes (a partir de 5 cm²
hasta 8 cm²).
Por último, toda la información obtenida fue interpretada en función de obtener respuestas
vinculadas tanto con la producción y el uso de los objetos, como con su papel en el
funcionamiento del sitio dentro de un marco local y regional. Además, el conjunto analizado fue
comparado con los registros regionales de sitios incaicos.
Resultados y clasificación tipológica
La muestra se compone en su mayoría de fragmentos sin decoración (n=74, 33%,). En el
conjunto decorado predominan los tiestos que únicamente poseen decoración externa (n=108),
le siguen los fragmentos de ambas superficies pintadas (n=38) y sólo algunos presentan pintura
exclusivamente interna (n=7).
El grado de fragmentación de la muestra indica que son mayormente fragmentos de tamaño
pequeño (n=349), el resto es muy pequeño (n=156) y mediano-grande (n= 106).
-82-
Otro aspecto tomado en cuenta para el análisis fue la reconstrucción e identificación de formas,
las que corresponden en su mayoría a vasijas no restringidas (n=17). De acuerdo a los tipos de
bordes definidos por la Convención Nacional de Antropología (1966), son mayoritarios los
rectos (n=15), y se caracterizan por tener el contorno de sus labios aplanados (n= 17). Siguiendo
la propuesta de estimación de los recipientes representados (ERR), de Orton (1997), la cantidad
de vasijas estimadas es de 123.
Los grupos y tipos cerámicos fueron determinados a partir de la decoración, de la comparación
de pastas yde la ubicación estratigráfica de los fragmentos. Los datos obtenidos permitieron
distinguir tres grupos cerámicos (incaico, Angualasto y diaguita-chileno) con sus tipos y
variantes (Tabla 1). Los niveles de extracción permitieron precisar la adscripción a los grupos
definidos. En base a lo anterior se considera que en los niveles más recientes (esto es para C4
del nivel 1 al 14 inclusive, y para D4 hasta el nivel 10), se encuentra el período de ocupación
incaica del sitio, mientras que en los niveles más profundos se observa la ocupación local
previa.
El conjunto cerámico incaico está caracterizado por pastas de aspecto compacto, sin
antiplástico o de tamaño fino poco denso, y superficies pulidas y mayormente pintadas (4-7
mm).
El grupo Angualasto es homogéneo y presenta pastas con antiplástico mediano-grueso, de
aspecto granuloso y semi-compacto. La superficie está poco alisada y/o alisada; en general los
fragmentos que tienen decoración están pintados de negro directamente sobre las pastas. Los
espesores son generalmente medianos (6-8 mm).
Por último, un solo fragmento hallado en los niveles superficiales constituye el conjunto de
cerámica diaguita-chilena del periodo de dominación incaica (Fase III -Ampuero, 1978, Raffino,
1981), asociada por tener superficie externa con decoración en negro sobre blanco pulido y
superficie interna muy alisada, de espesor muy fino (4 mm).
COM
Tipo Variante Cantidad
Total
Asignación Cultural
D4 C4 Negro/Rojo externo 25 17 42 Incaico Rojo externo 16 18 34 Incaico Negro/Rojo externo-interno 2 8 10 Incaico Marrón-Negro externo 3 22 25 Incaico
Negro/Marrón externo a)Negro/marrón Externo 3 7 11 Incaico b)Negro/Marrón interno externo 1 -
Naranja pintada
a) Granos finos-medianos poco denso 2 11
75 Incaico b) Sin antiplástico o es fino poco denso 28 24
Negro/ Naranja interno- a) Negro/naranja pulido, y 11 4 20 Incaico
-83-
Tabla 1: Clasificación general de la muestraanalizada. La barra debe leerse como “sobre”.
Como puede observarse en la Tabla 1, en la distribución estratigráfica de los conjuntos
cerámicos definidos como incaicos, los decorados se ubican en los primeros niveles de
extracción y son numerosos (n=94). Mientras que los fragmentos Angualasto son en su mayoría
no decorados (n=114), pero se distribuyen en casi todos los niveles de extracción.
P ON E N T E I N C A I C O
externo negro/pasta naranja interna. b)Negro/Pasta naranja interno-externo - 5
Rojo externo/ internoNegro - 2 2 Incaico Rojo interno-externo 3 2 5 Incaico Blanco sobre pasta Roja 1 - 1 Incaico
Negro/Blanco Pulido 1 - 1 Diaguita chileno
Negro/Rojo/Naranja 1 - 1 Incaico Naranja Incisa 1 - 1 Incaico Gris-marrón pulida
a)Marrón pulida 8 4 15 Incaico b)Gris Pulida - 3
Naranja Alisada a) Alisada Rojiza fina 6 8 21 Incaico b) Alisada Naranja 3 4 Engobadas (externo) 9 17 17 Angualasto
Engobadas externo-interno a)Grano fino denso - 3 5 Angualasto b)Grano mediano poco denso - 2 Angualasto
Naranja-Gris Poco Alisada/Alisada
a) Denso 47 66 175 Angualasto b)Poco Denso 48 14
Negro/Pasta Naranja-Marrón interno-externo 18 8 26 Angualasto
Borravino interno-externo/ Marrón-Gris 2 5 7 Angualasto
Negro/Pasta naranja pulida - 1 1 Angualasto Naranja-Marrón/Engobe crema externo 1 - 1 Angualasto
Negro/Engobe crema/ interno Rojo Borravino - 2 2 Angualasto
Gris-Naranja Alisada 6 2 8 Angualasto Gris Alisado 1 - 1 Angualasto Negro/Marrón-Rojiza pulido - 1 1 Angualasto
COMP.
P R E I N C A I C O
Rojo interno- externo 1 - 1 Incaico Negro/Rojo interno-externo - 1 1 Incaico Negro/Rojo externo 1 1 2 Incaico Negro/Marrón-rojiza pulida - 2 2 Incaico Naranja Pintada b) Granos finos (sin antiplástico) 2 - 2 Incaico Naranja-Gris Poco Alisada/Alisada
a)Densa 17 14 45 Angualasto b)Poco densa 10 4 Gris Alisado - 3 3 Angualasto Engobadas interna-externa a) Grano fino-mediano denso 1 1 2 Angualasto Gris-Naranja Alisada 6 1 7 Angualasto Negro-Marrón/engobe crema externo - 4 4 Angualasto
Negro/Engobe crema/ interno Rojo Borravino 1 - 1 Angualasto
Negro/ Pasta Naranja-Marrón interno externo 5 16 21 Angualasto
Engobadas externo 3 6 9 Angualasto
-84-
Los grupos y variantes no decorados que se consideran incaicos fueron diferenciados del resto
de la muestra por presentar pastas sin antiplástico o ser éste de tamaño muy fino poco denso y
por presentar superficies muy alisadas y/o pulidas. En la definición de variantes se apuntó a
comparar los espesores y los colores de las superficies. (Ver tabla 2)
Por otro lado, en relación a los tipos y variantes definidos como Angualasto no decorado, las
diferencias están referidas a la densidad y tamaño del antiplástico, pero en general comparten
las características de acabado de superficie (poco alisado-alisado) y los espesores medianos-
grandes (5-7mm). Lo característico de estos conjuntos es que se distribuyen a lo largo de toda la
secuencia estratigráfica (esto es, tanto en los niveles incaicos como en los previos).
Tabla 2: Características generales de la cerámica no decorada.
Por último, de acuerdo a los tipos y variantes definidas y a su distribución estratigráfica, la
cantidad total de vasijas estimadas para el momento incaico son 59 y las de la ocupación más
temprana, 64.
Discusión
A partir del análisis del registro cerámico del sitio se han podido determinar dos componentes
de ocupación prehispánica tardía. El registro cerámico indica que un piso de barro determinado
en el sitio (García y Damiani, 2009) correspondería a los momentos iniciales de la ocupación
incaica. Por lo tanto, el sitio habría sido previamente ocupado por grupos correspondientes a la
etnia capayana (Canals Frau, 1944) y el inicio posterior de la ocupación incaica coincidiría con
Tipo Variante Antiplástico Tratamiento de Superficie Espesor
(mm) Asignación
cultural Tamaño Densidad Color Poco Alisado Alisado Pulido
Naranja Alisado Sin Antiplástico
Alisadas Rojizas - - N-R Si Si - 4-5 Incaico
Alisadas - - N - Si - 5-7 Incaico
Gris-Marrón
Pulido
Gris Pulida Fino Poco Denso G - - Si 5-6 Incaico
Marrón Pulida Mediano Poco Denso M - - Si 5-6 Incaico
Gris-Naranja Alisado - Mediano-
Grande Denso N-G Si Si - 6-7 Angualasto
Naranja Alisado
Poco Denso Mediano Poco Denso
M-Nj-G Si Angualasto
Denso Fino-Mediano Denso M-Nj-
G Si Angualasto
Gris Poco Alisado - Fino Poco
Denso G Si - - 5-7 Angualasto
Engobe externo - Mediano
Grueso Poco
Denso N-M Si Si - 6-7 Angualasto
Engobe externo-interno
Denso Fino Denso N-G Si Si - 5-7 Angualasto
Poco Denso Mediano Poco Denso N-G Si Si - 5-7 Angualasto
-85-
el despeje y acondicionamiento del terreno y con la congruente aparición de cerámica incaica,
acompañada por la alfarería local.
El bajo nivel de remontaje y de presencia de fragmentos de una misma vasija sugiere que el
sitio ha estado sometido a una recurrente extracción de material arqueológico en los últimos
siglos. Pese a ello, como indica la Tabla 3, la densidad del material cerámico de fragmentos por
metro cuadrado es mayor que en el resto del registro regional de sitios incaicos(Bárcena et al.
2008).
Alcaparrosa (SJ)
Tocota (SJ)
Ranchillos (Mza)
Tambillos (Mza)
La Invernada(SJ)
Superficie m² 13 37,3 60,25 36,87 8
Cant. defrag. 98 1401 - 1872 610
Densidad del material cerámico (frag/ m²)
7,5 25,05 9,38 50,77 76,2
Tabla 3: Comparación de la densidad de material cerámico en sitios incaicos de la región.
Si se tiene en cuenta este índicecomo un indicador y se compara con el registro regional, esta
concentración de materiales en el sitio puede interpretarse como reflejo de una ocupación más
intensiva que en el resto de los sitios.
A pesar de que la muestra está muy fragmentada (la mayoría de los fragmentos son menores a 4
cm²), los análisis de formas indican la presencia de piezas de tamaño grande (bordes rectos) y de
bocas no restringidas. Además predominan los tipos cerámicos sin decoración, lo que podría
estar indicando una mayor concurrencia de vasijas de uso doméstico y por lo tanto ligadas a
actividades de alimentación y almacenaje. Si se vinculan los resultados del análisis de formas y
las cantidades de piezas registradas, aparentemente el sitio habría sido ocupado con una
frecuencia similar en los dos períodos descriptos.
Por otro lado, la principal diferencia entre el registro cerámico de los otros sitios incaicos del
área yel de La Invernada es que en los primeros se registra la ausencia o presencia escasa de
fragmentos cerámicos, adscribibles a las etnias locales (Angualasto o Viluco). Así, un rasgo
distintivo del sitio está dado por este registro local,en el que hemos podido identificar y
delimitar los momentos de ocupación.
Desde este punto de vista, es notorio cómo la permanencia de los tipos cerámicos Angualasto
en el registro avalan la idea de una situación de continuidad de la presencia local durante la
ocupación incaica. A juzgar por el registro analizado, la integración a la estructura incaica de al
-86-
menos los grupos indígenas locales vinculados con ese sitio no evidencia conflictos ni cambios
significativos en la cultura material (García, 2010), ya que éstos serían de alguna manera
perceptibles en el registro cerámico estudiado. Por lo tanto, a diferencia de lo ocurrido en otras
zonas, como el centro-norte de Mendoza (García, 1999), la alfarería local continuó en uso sin
ser remplazada por otros estilos.
Por otro lado, los datos muestran un amplio predominio de fragmentos incaicos (inca provincial
y cuzqueño) sobre los locales en los niveles incaicos. Si se observan los valores resultantes de la
distribución estratigráfica de los tipos (Tabla 1), los mayores porcentajes son los incaicos
decorados, mientras que el resto es sólo una fracción menor de cerámica decorada Angualasto.
Por su parte, los fragmentos sin decoración de tipo Angualasto, son vasijas de grandes
proporciones probablemente vinculadas a usos de contenedores y/o almacenaje. Esta
información, junto con el hecho de que la mayoría de los fragmentos corresponden a vasijas
decoradas diferentes y que las formas más representativas corresponden a platos, pucos y
aribaloides, podría reflejar un cambio importante en la funcionalidad del sitio durante el período
incaico.
Vinculadas a los tipos cerámicos se han registrado diferencias en la distribución del material en
las dos cuadrículas consideradas. Éstas pueden ser indicio de la ocupación diferencial interna
del sitio, o simplemente de la presencia de unidades habitacionales distintas. En C4
exclusivamente se hallaron los tipos incaicos negro/marrón-naranja pulido y un pequeño
fragmento de espesor fino rojo externo/negro interno; también se registró un único fragmento
Angualasto, pero de características distintas al conjunto general (negro pulido externo/pasta
naranja). Por su parte, en la cuadrícula D4 se registraron solo los tipos definidos como inca local
(naranja inciso y negro/rojo/naranja), un fragmento inca cuzqueño (blanco/ pasta rojiza) y un
diaguita-Chileno (negro sobre blanco pulido).La ausencia casi total de estilos atribuibles a
grupos mitmaqkuna (diaguita-chileno) podría estar indicando su falta de participación en el
anexamiento o control del sitio, proceso en el que parece haber sido importante la presencia de
las poblaciones locales. Esta idea se comprende en el marco de la interpretación regional, en la
que la dominación incaica habría supuesto diversas estrategias de control de las zonas anexadas
producto de la complejidad en las condiciones locales con las que se encontraron (Kuznar 1996,
Raffino 1981, Rowe 1982).
Consideraciones finales
Las excavaciones desarrolladas en el lugar han permitido confirmar que el sitio La Invernada es
el más importante de este sector de la precordillera central sanjuanina, no sólo por las
características de su registro incaico sino también por brindar información que permite
-87-
contribuir a la evaluación del contacto con las poblaciones locales. En este sentido, el registro
cerámico está marcando la continuidad de los tipos Angualasto sin cambios tecnológicos
importantes.
Pese a ello, no se descarta la incidencia del estado incaico en los procesos de manufactura local
en otros sectores de la región, ni que aquélla haya supuesto en algunos casos modificaciones
importantes en las pastas, formas y decoración (García 2010), posibilidad que deberá ser
evaluada en el futuro a la luz de nuevas investigaciones en otros sitios del área.
Por otra parte, el registro de las ocupaciones preincaicas del sitio constituye la evidencia más
meridional de asentamientos de grupos con cerámica Angualasto (y por lo tanto, que pueden ser
considerados como capayanes), lo que avalaría recientes propuestas vinculadas con una
ubicación de la frontera interétnica huarpe-capayana más cerca del Río San Juan que lo sugerido
por los modelos tradicionales de mediados-fines del siglo XX.
Agradecimiento
Este trabajo se desarrolló con la beca de estudiantes avanzados de CICITCA (UNSJ).
Agradezco a mi Director de Proyecto, Dr. Alejandro García, a Carlota López por su tiempo y
constante apoyo, y a los profesionales y amigos que participaron de la excavación del sitio.
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LASCAS “JANO” DE RINCÓN CHICO 2/87, NEUQUÉN.UNA NUEVA PERSPECTIVA
Mariano Ramos
Ciafic-Conicet. Programa de Arqueología Histórica y Estudios Pluridisciplinarios (PROARHEP), Departamento de Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Luján (UNLu)
Resumen
En las excavaciones arqueológicas realizadas en el sitio Rincón Chico 2/87, Neuquén, se hallaron
lascas con dos caras bulbares o “lascas Jano”. Este trabajo brinda un avance de los estudios realizados
sobre estos artefactos líticos hace unos años, que hasta ese momento no habían sido identificados en
sitios nordpatagónicos. En este caso discuto otras cuestiones desde enfoques tecnológicos y
perspectivas de diseño que van más allá de estudios morfológico-descriptivos –o estadísticos- de los
objetos que componen un conjunto material. Comparo con otros objetos tallados en vidrio y analizo
los pasos dentro de una cadena operativa; discuto acerca de formas base, tipos de artefactos y materias
primas. El análisis incluye aspectos de representación mental, ya que los objetos parecerían ser el
resultado de una reducción de los momentos del proceso de confección de artefactos.
Palabras claves: lascas Jano; formas base; diseño de los objetos líticos, proyecto y plan
Algunos conceptos
Aquí analizo algunos objetos arqueológicos –tallados en roca y vidrio- desde diversas perspectivas
que incluyen no sólo cuestiones tecnológicas sino también determinadas prácticas sociales, las que
son acciones intencionales de los individuos para manejar recursos y producir cambios, en los estados
de cosas o procesos pre-existentes (Giddens 1991). Las acciones se desarrollan a partir de un sistema
abierto de disposiciones o habitus durareros y transferibles que la gente pone en marcha influida por
las condiciones materiales en las que vive (Bourdieu 1977; Álvarez 2009). Los habitus permiten
resolver problemas cotidianos a través de un proceso de razonamiento analógico cuya solución influye
en las futuras disposiciones que son perdurables pero no inmutables. Los habitus son principios
organizadores de prácticas y representaciones. Las personas producen y reproducen prácticas
institucionalizadas por su sociedad pero a su vez crean, negocian y transforman la estructura social. La
historia humana es creada por actividades intencionales pero no es un proyecto orientado (Giddens
1991; Álvarez 2009); no es una narrativa con fines predeterminados hacia una secuencia teleológica.
En esa historia los humanos y sus ancestros inventaron la tecnología, la que les permitió y les permite
crear cosas. Una definición amplia de la tecnología señala que es el “Estudio de los medios, de las
técnicas y de los procesos empleados en las diferentes ramas de la industria” (Diccionario
-91-
Enciclopédico Larousse 1997: 960). En general, entendemos que abarca el conjunto de saberes,
conocimientos técnicos, habilidades y destrezas interrelacionados que permiten diseñar y crear bienes
(artefactos) y servicios para un mejor aprovechamiento del ambiente y satisfacer las necesidades
esenciales de la humanidad. En el pasado las tecnologías contribuyeron a la alimentación, la
vestimenta, la vivienda, la relación social, la comprensión del mundo natural y social, la simbolización
de status, la fabricación de armas y todos los medios usados para persuadir y dominar a personas y
recursos. En la actualidad la tecnología tiene alcances similares; sin embargo, incluye reflexiones
sobre aspectos teóricos y epistemológicos. Entre los recursos que abarca la tecnología se debe incluir
la técnica. Para Arqueología, André Leroi-Gourhan expresó que “La técnica es al mismo tiempo gesto
y herramienta, organizada en cadena a través de una auténtica sintaxis, que da, a la vez, a la secuencia
operativa, su estabilidad y su flexibilidad”(Leroi Gourhan 1964).
Pero la técnica opera sobre materias primas, que son sustancias o productos básicos que intervienen
por transformación en los procesos de confección de objetos (Diccionario Enciclopédico Larousse
1997: 649). En general se puede afirmar que no existe ningún material perfecto que se pueda emplear
para la confección de cualquier objeto (IES 2013). Esto se fue conociendo desde el pasado cuando los
homínidos comenzaron a hacer pruebas sobre distintas materias primas –hueso, madera, piedra- para
realizar distintos tipos de objetos sobre ellas. A partir de aquel momento se tomó conocimiento de que
para cada aplicación se necesita un material que cumpla con determinadas características para elaborar
un objeto (puntas de proyectil, arpones, recipientes, etc.). Para elegir un material se necesita conocer
sus propiedades físicas, químicas, térmicas, ópticas, sensoriales, magnéticas, mecánicas. Sobre esta
base se elige el material, que depende de la aplicación a la que se destine, ya que los materiales pueden
someterse a distintos esfuerzos físicos. Un mismo material, dependiendo de que tenga una forma u
otra, según la dirección de la fuerza que actúa sobre él, resistirá mejor o peor los esfuerzos que abarca
un determinado uso (por ejemplo, el arrojo y la penetración de un arpón de hueso o una punta de
piedra en un animal) ya que cuando una fuerza actúa sobre un objeto tiende a deformarlo o producirle
alguna fractura. Esto depende de las propiedades mecánicas de las materias primas. La deformación o
fractura depende de la dirección, sentido y punto de aplicación donde esté colocada esa fuerza (esto
puede verse en las fracturas que presentan algunas puntas de proyectil de piedra). Los distintos tipos
de esfuerzos a los que pueden estar sometidos los cuerpos (Groover 1997; Louzau y Ferrari 2013; IES
2013), sin importar su material y forma, son: tracción (tiende a alargar el objeto y actúa de manera
perpendicular a la superficie que lo sujeta); compresión (tiende a acortar el objeto, actúa
perpendicularmente a la superficie que la sujeta); flexión (fuerza paralela a la superficie de fijación,
tiende a curvar el objeto); torsión (fuerza que tiende a retorcer el objeto y es paralela a la superficie de
-92-
fijación); cortadura (fuerza paralela a la superficie que se rompe y pasa por ella) y pandeo (similar a la
compresión, la pieza “se pandea”, se deforma).
Respecto de diseño, la expresión abarca varios contenidos; sin embargo, es la manera de idear o de
determinar la forma concreta de algo (Diccionario Enciclopédico Larousse 1997). Es la organización,
en un equilibrio armonioso de materiales, de procedimientos y de todos los elementos que tienden
hacia una función (Moholy Nagy en Quarante 1992). En forma más amplia, es el proceso creativo
destinado a proyectar, coordinar, seleccionar y organizar un conjunto de elementos para producir y
crear objetos visuales -o conceptos- para comunicar mensajes específicos a grupos determinados.
Figura 1. Un arpón vulpicéfalo y otro monodentado similares a los de Túnel I, Canal Beagle. Paso 1, estudio de un tipo arqueológico conocido; Paso 2, diseño mental, luego diseño en la roca de esteatita; Paso 3, talla directa en roca. Obra del autor en 1986 El registro arqueológico del sitio Rincón Chico 2/87 y las lascas Jano
Figura 2. Ubicación de RCh2/87 en la Provincia del Neuquén, valle del río Limay
-93-
El sitio Rincón Chico 2/87 (RCh2/87)está ubicado a unos 4 km aguas arriba de donde se emplazó el
embalse de Piedra del Águila,en el valle del río Limay, al sudoeste de la Provincia del Neuquén
(Figura 2). Poco tiempo antes de que se inundara el área en 1991, se llevaron a cabo trabajos de rescate
por el proyecto entre la Facultad de Filosofía y Letras de UBA y la empresa Hidronor SA. Entre los
años 1987 y 1989, Crivelli Montero y Fernández realizaron relevamientos, recolecciones de superficie,
sondeos, registros del arte rupestre y una excavación estratigráfica. Sobre RCh2/87 hay varias
publicaciones (Fernández y Crivelli 2004; Crivelli Montero et al. 2009; Ramos y Bognanni 2011). La
cronología de la ocupación es de 680+/-70 y 710+/-60 años AP (Crivelli Montero et al. 2009; Palacios
2008).
Figura 3. Gráfico con las cantidades comparadas de instrumentos en las unidades estratigráficas
En el sitio se halló numerosa cantidad de artefactos (lascas, láminas, núcleos, fragmentos diversos) y
380 instrumentos (Figura 3). En general, las puntas de proyectil son pequeñas, bifaciales,
pedunculadas, de limbo triangular, realizadas en sílice y obsidiana (sólo unas pocas en el gruporiolita,
dacita, andesita y basalto). Asimismo,se hallaron “lascas Jano” en sílice, las que toman ese nombre de
la mitología romana por el dios con dos caras. Ese tipo de producto lítico, que no había sido
identificado en sitios arqueológicos de Nord-Patagonia (Ramos 2003-2005), tienen dos caras bulbares
(sensu Bernaldo de Quiróset al. 1981), o por lo menos una cara ventral y otra, también ventral, pero
parcialmente presente. La técnica africana de Kombewa podría ser una referencia (Casini 2010). En
algunos casos fueron comparados…
“Provenientes de núcleos sobre lasca, pueden responder a una técnica especial (Kombewa)
o no (Jano). En principio, el término Kombewa debería reservarse para las lascas de ciertos
yacimientos africanos y presentan una forma oval simétrica y talón con preparación
especial… mientras que las restantes pueden considerarse como simples lascas Jano. La
diferencia entre ambas expresiones es muy difusa para estos autores y por eso proponemos
-94-
simplemente el anotar el hecho de que una lasca tenga dos caras bulbares, dejando la
definición de la técnica de extracción (Kombewa o no) para el momento en que se
comparen la morfología de estas lascas con los talones preparados y con los tipos de
núcleo.” (Bernaldo de Quirós et al. 1981: 23).
Sobre la base de las formas y dimensiones de las lascas Janode RCh 2/87 (Figura 4 y Tabla 1) se
propone hipotéticamente que sirvieron como formas base pararealizar puntas de proyectil o
raspadores. Así, se las compara con esos instrumentos, incluyendo en el análisis a las lascas de módulo
2 cuyas dimensiones son relativamente proporcionales a las lascas con dos caras bulbares.
Figura 4. Lascas Jano. Se observan sus dos caras en las fotos de izquierda y derecha
-95-
Tabla 1. Características principales de lascas Jano de RCh 2/87. N=21
Figura 5. Lasca con plataforma de percusión preparada para obtener una lasca con 2 caras bulbares
-96-
La mayoría de los raspadores de RCh 2/87 presenta un diseño uniforme, con filo distal convexo y
lados retocados y fueron hechos en sílices de grano fino. En general esto es lo que se observa en los
sitios de vivienda de la cuenca del río Limay (y más generalmente en la Patagonia). En cuanto a las
materias primas, el 95,5% se hicieron en sílices (la mayoría de muy buena calidad), el resto en
obsidiana, toba silicificada y cuarcita. La Tabla 2 compara los 4 tipos de artefactos mencionados
:
Tabla 2. Cuadro comparativo de 4 tipos de artefactos
Artefactos de vidrio tallado
En sitios arqueológicos de Pampa y de Patagonia (también en otras regiones) se hallaron objetos de
tradición aborigen tallados en vidrio (entre otros, Gallardo 1910; Lothrop 2002 [1928]; Casamiquela
1979; Gusinde 1982; Ramos 1995, 1997; Mugueta y Güerci 1999; Mugueta 2011; Clemente Conte y
Gómez Romero 2006, 2008; Palacios 2008; Sironi 2010; De Ángelis y Mansur 2010; Carballo Marina
et al. 2013). Algunos de esos hallazgos fueron reunidos en colecciones y ubicados en museos (Figura
6). Por ejemplo, la Colección de flechas Ona recolectada por Lucas Bridges, ubicada en el Museo
Etnográfico de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, que ingresó en 1905 al Museo de Ciencias
Naturales Bernardino Rivadavia, que a su vez la donó en 1947 al Museo Etnográfico. Esta colección
cuenta con un carcaj de piel con flechas de puntas de vidrio, de limbo triangular y pedunculadas. Otra
colección está en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Hace pocos años Oscar Palacios accedió
a la colección Godoy, de Tierra del Fuego, compuesta por 5 flechas Ona, 1 con punta de hueso y 4 con
punta de vidrio; fueron registradas en año 1882 (Palacios 2008. Otras colecciones en Tierra del
Fuegoestán en los Museos del Fin del Mundo, Ushuaia,y Municipal de Río Grande.
-97-
Figura 6. Izquierda, Colección Lucas Bridges de flechas Ona en Museo Etnográfico Ambrosetti, UBA y derecha, Dos puntas de la Colección Godoy en Museo de Ciencias Naturales de La Plata
Palacios dice que las flechas de las colecciones de los museos de Buenos Aires y La Plata pueden ser
consideradas reales por tener origen informado y ajustarse a las descripciones de Lothrop 2002 [1928].
La existencia de artefactos realizados en vidrio durante la época de contacto, no es inusual ya queasí lo
confirman informaciones etnográficas (Palacios 2008) y arqueológicas (Casamiquela 1979; Ramos
1995 y 1997; Sironi 2010; De Ángelis y Mansur 2010; Carballo Marina et al. 2013, etc.).
En las excavaciones realizadas a partir de 1992 en el Fortín Miñana, una estructura militar de campaña
ubicada a 55 km al sur de la ciudad de Azul que funcionó en la Frontera Sur de la Provincia de Buenos
Aires durante la década de 1860, hallamos artefactos de tradición indígena tallados en roca y en vidrio
de botellas de bebidas alcohólicas (Figura 7); estos últimos en fragmentos de ginebra holandesa
Hoytema& Co. En esos años planteamos que la dotación militar que ocupaba el fortín Miñana habría
hecho uso de instrumental de ´tradición' aborigen (que involucrara tipos y gestos tecnológicos
particulares) para desarrollar tareas de cacería, recolección o preparación de alimentos para su
consumo. Ese instrumental llegaría al fortín por medio de intercambio, trueque, captura, sustracción
osería manufacturado en el lugar. Es decir, habría tecnología indígena en el sitio Fortín Miñana
aplicada a materias primas locales (rocas) e importadas (vidrio de la sociedad europeo-criolla. Además
la tecnología y los tipos de artefactos estarían condicionados por las dimensiones, la calidad de la
sustancia y las formas de los objetos elegidos como formas base, “aunque se sabe… que los
aborígenes preferían la materia prima vítrea por su fina pasta microcristalina semejante en ciertos
aspectos a la obsidiana… tan preciada, aunque tuvieran que modificar varios aspectos de su
tecnología” (Ramos 1997: 144).También en un corral de piedra, ubicado en la estancia La Siempre
Verde, Partido de Juárez, hallamos a partir de 1997, algunos objetos de tradición aborigen tallados en
vidrio (Ramos 2008 MS).
-98-
Figura 7. Fragmentos retocados de botellas de ginebra Hoytema & Co. Fortín Miñana, Partido de Azul (Ramos 1997: 119 y 120).
Evaluación
Los productos líticos pueden clasificarse de diferente manera, respecto de su obtención, como por
ejemplo, productos naturales, accidentales o intencionales (Tixier et al. 1980). En este caso,
consideramos procesos y gestos intencionales producidos a través de un conjunto de pasos
secuenciales y ordenados con un objetivo a alcanzar. El proceso desarrollado para la obtención de
lascas Jano implicaría una técnica económica que produce resultados favorablemente distintos que la
técnica convencional. En este proceso es de destacar el valor potencial que adquiriría la simetría que
presenta la lasca Jano vista en norma lateral. La forma base permitiría sortear todo un proceso de
confección que implicara numerosos pasos dentro de una cadena operativa. En el caso de las lascas
con dos caras bulbares, la habilidad del tallador supliría el plus de trabajo. Algo similar ocurriría con
el uso de fragmentos de vidrio –sobre todo plano- para desarrollar puntas de proyectil. En éstas, la
variable aerodinámica del cabezal lítico es producto de la interrelación de los atributos sección
transversal, proporción de los bordes del limbo y su largo y ancho. Refleja si el cabezal fue o no
integrante de un sistema técnico arrojadizo con o sin almacenamiento de energía (Ratto 2003 MS:
207).Elobjeto empleado como proyectil –como las puntas de flecha- tiene que tener un equilibrio, el
quese puede clasificar en simétrico y asimétrico. El simétrico se produce cuando al dividir un objeto
en dos partes iguales, existe igualdad de peso en ambos lados. Por lo tanto, las flechas deben ser
equilibradas y tener cierta aerodinamia porque son elementos arrojadizos que contactan con el fluido
aire. La aerodinamia de un cabezal (un proyectil) es importante si el arma es arrojadiza pero también
tiene que ver la masa del proyectil, o sea quien guía la trayectoria. Muchas "puntas" pueden ser de
-99-
armas de mano que penetran sin realizar una trayectoria a través del fluido aire. En este caso la
aerodinamia no es relevante. En el caso de las flechas la parte más importante del sistema técnico es el
astil, que guía la trayectoria. La punta debe ser aerodinámica (siguiendo las pautas de la Figura 8)
perfecta o normal, pero cuanto más grande es (mayor superficie de contacto con el aire) tiene que ser
más aerodinámica (Norma Ratto com. pers. 2013).
Figura 8. Izquierda: aerodinamia de la forma de un avión. Derecha: formas más aerodinámicas.
La regularidad de las formas comparadas (Tabla 2) se observa en la cara ventral en vista lateral -plana
como las lascas Jano, puntas de proyectil y raspadores- o curva –lascas de grado 2- y en la sección
transversal. Las características de la forma base respecto de materia prima y simetría, a considerar son:
1. El objeto denominado lasca Jano es un fragmento de roca obtenido en forma intencional –artefacto-
que presenta cierta simetría, en vistas lateral y frontal, y regularidad de su forma.
2. Un fragmento de pared del artefacto “botella de vidrio” presenta lados paralelos, lo que le confiere
cierta simetría y regularidad a su forma, sobre todo en vista lateral.
Asimismo, con relación a forma y dimensiones:
1. La forma relativamente simétrica y las dimensiones de la lasca Jano contribuyen para desarrollar un
determinado tipo de instrumento (posiblemente punta de proyectil) en la que la simetría y la
regularidad del objeto son esenciales.
2. La forma relativamente simétrica y las dimensiones de fragmento de pared del artefacto “botella de
vidrio” contribuyen para desarrollar un determinado tipo de instrumento (posiblemente punta de
proyectil) en la que la simetría y la regularidad del objeto son esenciales.
Conclusiones
• Las formas y dimensiones de alguna de las zonas de una botella de vidrio condicionan el
instrumento a desarrollar por intermedio de talla de tradición indígena. Según sea pico, cuello,
pared o base, se puede hacer una punta de proyectil, un raspador o una raedera pero no una
-100-
bola de boleadora o una mano de moler por ejemplo. Éstos no se ajustan a las dimensiones de
una determinada forma base –ni a peso y dureza- en roca o en vidrio.
• Existen ciertos instrumentos como puntas de proyectil –quizás raspadores- que se pueden
llegar a ajustar a las dimensiones de una determinada forma base, ya fuera en roca o en vidrio,
lo que estaría indicando cierta flexibilidad de las pautas tradicionales conocidas.
• Algunas formas-base, como lascas Jano y fragmentos de vidrio de botellas sobre las que se
tallaron determinados tipos de artefactos,parecerían ser el resultado –satisfactorio- de un
acortamiento de los momentos del proceso de confección de artefactos.
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APROXIMACIÓN AL REGISTRO ARQUEOLÓGICO PREHISPÁNICO DEL
SUROESTE DE CÓRDOBA
Flavio Ribero
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, UNRC –
Resumen
Este trabajo constituye una aproximación a la situación actual del registro arqueológico
prehispánico en una región del suroeste de la Provincia de Córdoba, la cual ha sido objeto de
investigaciones sistemáticas del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Universidad
Nacional de Río Cuarto desde mediados de la década del ochenta. Con cerca de 200 sitios
localizados hasta el momento, esta presentación repasa algunos de los resultados generales que
su registro arqueológico permite sostener y señala problemas que están presentes en el
desarrollo de las investigaciones en curso.
Palabras clave: Suroeste de Córdoba - Registro arqueológico – Ceramolítico –
Problematización.
Introducción
La región suroeste de Córdoba presenta una diversidad de sitios arqueológicos que han sido
estudiados sistemáticamente por el Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Universidad
Nacional de Río Cuarto desde mediados de la década del ochenta del siglo XX hasta el presente.
El registro arqueológico recuperado proviene de sitios prehispánicos y de los tiempos
posteriores a la entrada de los españoles a esta parte del territorio sudamericano. Un paneo de la
distribución de los primeros denota su concentración en la Sierra de Comechingones y su
pedemonte. Este trabajo brinda un panorama de los resultados de la investigación arqueológica
con relación a los sitios arqueológicos prehispánicos de la serranía y el pedemonte en el suroeste
cordobés, poniendo sobre relieve los problemas que se derivan de su registro arqueológico y
teniendo en cuenta el marco general de la arqueología cordobesa.
Las investigaciones de los primeros años estuvieron localizadas en la latitud de Achiras e Inti
Huasi y se centraron en el estudio de sitios que se hallaban en los aleros o casas de piedra,
característicos de las formaciones granitoides (Austral y Rocchietti 1994, 1998, 2004;
Rocchietti 1993; Lodeserto 1995 y 1999). A fines de los años noventa el interés del Equipo por
la arqueología prehispánica quedó relegado transitoriamente por la arqueología histórica. A
partir de entonces, el pasado colonial y fronterizo de Achiras fue objeto de investigaciones
sistemáticas (Austral y Rocchietti 2004; Rocchietti 2007), las cuales también incluyeron sitios
-104-
localizados 40 km hacia el sur (Chaján), en el ecotono serrano-pampeano (Ribero 2007;
Rocchietti 2007; Rocchietti et al. 2004; Rocchietti y Ribero 2006). En el 2009 se retomó el
trabajo enfocado en la época prehispánica, llevándose a cabo prospecciones y excavaciones
hacia el norte de los batolitos Achiras e Inti Huasi, por debajo de los 33º Latitud Sur. Con este
desplazamiento latitudinal se adentró en un ambiente litológico diferente que ha tenido sus
implicancias en el registro arqueológico y que será motivo de análisis más adelante.
Extensión y características de la región
La región bajo estudio se extiende aproximadamente desde la longitud de la localidad de
Reducción al este hasta incluir la Sierra de Comechingones al oeste. Por el norte comprende
íntegramente la cuenca alta del río Cuarto y hacia el sur llega al pueblo de Chaján (Figura 1). Su
caracterización general geomorfológica es la sucesión, de este a oeste, de la llanura eólica bien
drenada, llanura eólica fuertemente ondulada, pedemonte y serranía.
La Sierra de Comechingones está ubicada en la provincia geológica de las Sierras Pampeanas
Orientales de Argentina, caracterizadas por metamorfitas proterozoicas en las que se emplazan
granitoides correspondientes a un arco magmático, también de edad proterozoica (Ramos
1999:62-63). La altura promedio a la longitud del “filo” de la sierra (deslinde limítrofe con San
Luis) y a la latitud de Las Albahacas es de 1500 m.s.n.m.2, mientras que Achiras (en el
pedemonte) se halla a 850 m.s.n.m.3 Las formaciones graníticas, batolitos, se encuentran en la
zona de Achiras, Inti Huasi y Cerro Áspero. Éstas son cuerpos intrusivos a las rocas
polimetamórficas (gneises biotíticos granatíferos, migmatitas, esquistos con bancos aislados de
mármoles y anfibolitas) que forman el ambiente litológico entre los batolitos de Achiras e Inti
Huasi y hacia el norte de éstos hasta el plutón de Alpa Corral, que es parte del batolito Cerro
Áspero (Mutti y Chiozza 2005:160).
La serranía posee características diversas de vegetación de acuerdo a los distintos pisos que se
distinguen por variables de altitud, temperatura, exposición, vientos, naturaleza y profundidad
de los suelos. Entre los 800 y 1500 m.s.n.m. se desarrolla el piso donde predominan las especies
arbustivas como el romerillo (Heterothalamus alienus) y romerito (Eupatorium buniifolium)
ocupando lomas y laderas expuestas a los vientos. A una altitud entre los 700 y 1200 m.s.n.m
está el piso ocupado por el Bosque Serrano, que ocupa preferentemente valles y quebradas
húmedas protegidas de los vientos; aquí se encuentran el molle de beber (Lithraea ternifolia),
coco (Fagara coco) y hierbas aromáticas como la peperina (Minthostachys verticillata).
Finalmente, en el piso inferior predomina el monte donde la especie dominante es el espinillo
(Acacia caven), seguida por tala (Celtis tala), moradillo (Schinus fasciculatus), duraznillo negro
-105-
(Cestrum parqui), carquejilla (Baccharis articulata) y pasto bandera (Bouteloua magapotamica)
(Kraus et al.1999:54-58).
El pedemonte, dicen Kraus et al. (1999:63) “[…] forma una estrecha faja que rodea a los
cordones serranos, ha sido muy modificado por la acción del hombre, debido al desmonte y
posterior laboreo”. Este era el sector donde crecían profusamente algarrobos blancos (Prosopis
alba) y negros (Prosopis nigra), quedando en la actualidad muy pocos por la tala selectiva y
utilidad de su madera. El desmonte favoreció la invasión de otras especies, como el chañar
(Geoffroea decorticans) y tala.
El auge de la agricultura de la soja en la última década ha hecho avanzar la frontera agrícola a
la llanura fuertemente ondulada y el pedemonte. El resultado es el desmonte generalizado. La
sierra también ha perdido cobertura vegetal con lo ciclos anuales de incendios que ha sufrido la
Provincia de Córdoba, destacándose por su magnitud los del 2003 y 2009.
El registro arqueológico prehispánico
Hasta el momento se han localizado alrededor de 200 sitios prehispánicos, los cuales
comprenden morteros fijos a orillas de arroyos, talleres a cielo abierto, talleres bajo alero o en
sus inmediaciones, aleros con ocupaciones permanentes o transitorias, avistaderos, sitios
residenciales a cielo abierto, pinturas rupestres y petroglifos.
El registro arqueológico recuperado se adscribe a la formación arqueológica regional del
Ceramolítico Piedra del Águila (Austral y Rocchietti 2004:98), por su recurrente
caracterización ergológica y de distribución de los vestigios en los sitios.
La ergología ceramolítica puede resumirse en desechos de talla, núcleos en distinto grado de
desbastado, raspadores pequeños (cuarzo, ópalo y calcedonia), raspadores nucleiformes en
distintos grados de formatización, puntas de proyectil triangulares, pequeñas y apedúnculadas
(cuarzo, calcedonia y ópalo), cerámica lisa o con decoración impresa o incisa (muy
fragmentada, de espesores que varían de muy finos a muy gruesos), morteros fijos (en aleros o
sus inmediaciones), fragmentos de morteros mobiliarios, manos, fragmentos de manos para
moler, molinos y fragmentos de molinos, lascas y esquirlas de cuarzo en alta densidad (en
menor medida de ópalo y calcedonia). En general, el ceramolítico presenta una abundante
cantidad de desechos de talla, bajo nivel de formatización de los artefactos (que se explicaría
por la abundancia del cuarzo, materia prima con que han sido hechos la mayoría de éstos) con
predominio de útiles para raspar, baja o nula fracción ósea (lo que disminuye sensiblemente las
posibilidades de datar sus depósitos estratificados) y baja o nula fracción de cerámica en los
sitios. En cuanto a la distribución de los elementos ergológicos señalados, se encuentran en un
-106-
suelo formado por sedimento húmico y en un único componente, lo que trae aparejado
dificultades para distinguir episodios de ocupación (Austral y Rocchietti 2004:100-101).
El ceramolítico muestra una prolongada continuidad; algunos de los fechados obtenidos son:
• LP 1726 El Zaino 2, La Barranquita (huesos humanos)
Edad radiocarbónica convencional: 2840 ± 70 años AP (sin calibrar).
Edad calibrada 1 sigma 2789 - 2958 cal AP; 2 sigma 2752 - 3077 cal AP.
• LP 280 Piedra del Águila, Sitio 8 (huesos indeterminados).
Edad radiocarbónica convencional 1900 ± 100 AP (sin calibrar).
• LP 366 Inti Huasi IW5 (carbón vegetal a 0,40 - 0,50 m de profundidad desde
superficie).
Edad radiocarbónica convencional: 780 ± 100 años AP (sin calibrar).
• LP-2677 Río Piedra Blanca, Puente Arriba, Barranca 1 (Componente I) (huesos de
animales indeterminados).
Edad radiocarbónica convencional: 290 +/- 50 AP (sin calibrar).
Cerca de la mitad del total de sitios localizados contienen arte rupestre, tanto pictografías como
petroglifos (Austral y Rocchietti 2004; Gili 2000, 2011; Rocchietti 1995, 2000, 2004, 2010,
2011, 2012a y b, 2013). Merece destacarse una notoria diferenciación en lo que respecta al arte
con relación a los ambientes litológicos de la Sierra de Comechingones. En los batolitos de
Achiras e Intihuasi, en sus formas típicas de aleros y taffoni, se hallan pinturas rupestres,
mientras que en la zona de rocas metamórficas se localizan petroglifos. Estos últimos son de
una monotonía abrumadora en lo referente a la presencia de cupuliformes, aunque con múltiples
disposiciones y muchas veces en combinaciones diversas con morteros aislados o en planchadas
pétreas (Rocchietti 2010:86, 90-94).
Problematización del registro arqueológico
La distribución de sitios en la región bajo estudio muestra la concentración de los mismos en
los faldeos orientales de la sierra en transición hacia el pedemonte y en el pedemonte mismo, en
una cota que oscila desde los 1000 m.s.n.m. a los 600 m.s.n.m. El registro es prácticamente
inexistente en la llanura, situación que se explicaría por la tendencia de las poblaciones a
asentarse en la serranía debido a mejores condiciones de refugio y disponibilidad de fuentes de
-107-
nutrición (Austral y Rocchietti 2004:100). Todavía en tiempos coloniales, la mayor cantidad de
los pobladores del Curato de Río Cuarto vivían en la serranía, preferencia basada en el
aprovechamiento de pastos, aguadas y leña. Las fuentes censales permiten establecer que el
sector sur de la Sierra de Comechingones y su pedemonte tenían una mayor densidad de
pobladores hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX, en comparación con la cantidad de
pobladores de la llanura, a pesar de que allí no se había emplazado ningún fuerte o fortín para
proteger a sus habitantes (Carbonari y Cocilovo 2004; Ribero 2007). Pero además, no hay que
menospreciar el intenso laboreo de las tierras desde el fin del siglo XIX en la explicación de la
ausencia de sitios arqueológicos en la llanura. En los últimos años, con la introducción de la
siembra directa, semillas híbridas y sistemas de riego por bombeo, la frontera agrícola se ha
desplazado afectando la llanura fuertemente ondulada y el pedemonte. El consiguiente
desmonte y los ciclos de siembra-cosecha aumentan las dificultades para el hallazgo de sitios.
Directamente relacionado con los cambios en la tecnología agrícola y el incentivo
desproporcionado a cultivar, se verifica un proceso de arriendo de las tierras, ingreso de pools
de siembra y ausencia de los dueños o puesteros en lo campos. Esto ha provocado que en la
actualidad resulte difícil conseguir los permisos correspondientes para el ingreso a los campos
con fines de prospección.4
Otro obstáculo para la localización de sitios es la incidencia de los procesos de depositación
sedimentaria que han sufrido ciertos sectores de la región bajo estudio, en particular en el
pedemonte y la llanura fuertemente ondulada. Como ejemplo se puede dar el caso del sitio
Barranca 1 (río Piedra Blanca) cuyo Componente 2 se haya a 0,80 m. del nivel de superficie y
separado de un hiato de 0,20-30 m del Componente 1 (superior). La hipotética ausencia del C1
hubiera hecho pasar inadvertida la ocupación más antigua.
Con respecto a los sitios que se adscriben a la formación arqueológica del ceramolítico, las
dataciones obtenidas muestran una dispersión importante de las ocupaciones, que van desde ca.
2840 AP hasta ca. 780 AP. Recientemente, un fechado obtenido en la barranca a la vera del río
Piedra Blanca (Barranca 1, C1) amplía el rango a ca. 300 AP. Al parecer, el ceramolítico se
verifica en el pedemonte y hasta los 1000 m.s.n.m. tanto en la zona de batolitos, con sitios
ubicados en aleros (Piedra del Águila, El Ojito, Intihuasi, Chorro de Borja, entre otros) como en
la de rocas metamórficas (de geoformas típicas que prácticamente no incluyen aleros) y en
donde se han ubicado sitios a cielo abierto (Barranca 1 -C 1 y 2-; Roca de la Zarzamora).
La dispersión temporal de las ocupaciones del ceramolítico, tanto en aleros como a cielo
abierto, plantea interrogantes con relación a la práctica de la agricultura en la región bajo
estudio. Al respecto, es probable la existencia de un ceramolítico temprano con un énfasis alto
en la caza y un ceramolítico tardío (sin pruebas todavía de terreno) pero con alta probabilidad
-108-
de que esté referido a una formación social agraria. En un caso u otro, el ceramolítico es la
formación arqueológica generalizada, es decir, un tipo específico de depósito que se encuentra
en todas partes con poca variabilidad excepto en la cerámica, la cual presenta mayor frecuencia
en sitios tardíos y evidente diversificación estilística (Rocchietti et al. 2013).
Las pruebas que la arqueología cordobesa ha reunido con relación a la actividad agrícola de las
poblaciones prehispánicas no han sido encontradas hasta ahora en el Sur de Córdoba. Un
ejemplo es la presencia de fitolitos afines a las hojas de maíz y poroto entre los sedimentos de
un sector excavado en el sitio C.Pun.39 (valle de Punilla) en donde se registraron surcos
paralelos que lo autores interpretan como “…la apariencia de una parcela de cultivo” y el
hallazgo de una semilla carbonizada de poroto común cultivado de la cual se obtuvo un fechado
(Berberián et al. 2008:142). En este último sitio y en otros que los autores ubican en el período
prehispánico tardío (ca. 1100-300 AP) se recuperaron varios miles de recipientes y útiles
cerámicos; esta abundancia falta por ahora en el registro arqueológico sur cordobés. En uno de
los sondeos del ya mencionado Barranca 1 (C 1), se halló la parte superior de una estatuilla,
torteros y fragmentos. Estos hallazgos, provenientes de un sondeo y en número escaso, abren
expectativas sobre los resultados a obtener con una excavación posicional amplia del sitio, de
límites indefinidos hasta el momento.
Por otra parte, la región debe haber presentado desde el punto de vista de su vegetación serios
obstáculos para la actividad agrícola. La tecnología lítica del ceramolítico no parece que haya
sido la adecuada para eliminar la cobertura del monte xerófilo del espinal y sus raíces. Esta
limitación pudo ser importante a la hora de realizar los trabajos agrícolas, los cuales habrían
exigido una elevada inversión de energía y por lo tanto, quizás resultaran poco atractivas para
las poblaciones prehispánicas. No debe olvidarse que el monte del espinal incluía varias
especies que producían estacionalmente abundantes frutos, cuya provisión demandaría un
esfuerzo inferior en comparación al necesario para obtener el resultado de una siembra. La
presencia recurrente en el registro arqueológico de artefactos de molienda seguramente tiene
más relación con el aprovechamiento de estos recursos estacionales que con la agricultura y aún,
pudieron haber sido usos alternativos en el ceramolítico tardío, que como ya se dijo, no se
manifiesta hasta ahora en el registro arqueológico.
Un párrafo aparte merecen las prospecciones realizadas desde el 2009 en la cuenca alta del río
Cuarto (siguiendo hasta ahora, parcialmente, la vera de los cauces del arroyo San Antonio, río
Piedra Blanca y río Las Cañitas). En los sitios con petroglifos allí localizados (más de 80)
resulta notable la ausencia de material arqueológico, tanto en estratigrafía como así también -en
repetidas ocasiones- en superficie. Esta limitante para establecer contextos y cronologías incide
en la posibilidad de determinar asociaciones entre sitios, zonas y regiones, las relaciones con
-109-
otras manifestaciones artísticas rupestres de la región, su lapso de permanencia, si hubo
variación en los motivos a través del tiempo, entre otras potencialidades. Pero la ausencia de
depósitos estratificados abre a la vez nuevos interrogantes, en particular, sobre los autores del
arte y sus motivaciones, dando lugar a la formulación de hipótesis alternativas como la
formulada por Rocchietti et al. (2013), que propone un carácter de pensamiento mágico,
emocional e ideológico a los petroglifos relacionado con el Formativo agrario y el culto al
felino.
Conclusiones
La formación arqueológica del ceramolítico es la que permite reunir en un conjunto de
características afines (salvo por la mayor o menor variabilidad en la n de la cerámica) al registro
arqueológico prehispánico conocido hasta ahora del sur de la Sierra de Comechingones y su
pedemonte. Esta recurrencia es válida tanto para los sitios ubicados en el ambiente batolítico
(ocupación de abrigos rocosos notoriamente superior a la de cielo abierto) como en el
constituido por rocas de origen polimetamórfico, con fechados que van desde ca. 2840 AP - ca.
780 AP. Debido a esta duración, el ceramolítico se halla presente también en los tiempos del
prehispánico tardío (ca. 1100 AP), época que cuenta con vestigios de agricultura llevada a cabo
por las poblaciones que habitaron el territorio cordobés en latitudes inferiores a la del río
Tercero. Sin embargo, en la región bajo estudio no hay indicios firmes que avalen la actividad
agrícola. Su existencia sólo podría esgrimirse en forma hipotética poniendo en consideración la
ergología y el fechado tardío obtenido del C1, Barranca I (ca. 300 AP) y el carácter cúltico
relacionado al Formativo que tendrían los petroglifos investigados en los últimos años en la
cuenca alta del río Cuarto. La escala a nivel de sondeos practicados en este último sitio y las
dificultades que existen para asociar los petroglifos a los sitios con depósitos arqueológicos
estratificados, motivan un reparo prudente a la hora de esgrimir hipótesis al respecto.
Agradecimientos
A Ana María Rocchietti por su apoyo permanente y a todos los miembros del Laboratorio de
Arqueología y Etnohistoria que han colaborado en los trabajos de campo.
Notas 2 Dato extraído de la Carta Topográfica Hoja de Albahacas, 1:40.000, Catastro de la Provincia
de Córdoba. 3 Dato extraído de la Carta Topográfica Achiras (Hoja 3366-24-3), 1:50.000, Instituto
Geográfico Militar de la República Argentina.
-110-
4 Las razones de esta conducta reticente de los propietarios son varias, como por ejemplo, el
temor a una futura expropiación del Estado ante el hallazgo en su tierra de un sitio con valor
patrimonial o la difusión a través de los medios de comunicación que incentivan la visita de
curiosos y turistas, con el consiguiente ingreso furtivo a la propiedad.
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-113-
PROBLEMÁTICAS EN EL ANÁLISIS MACROSCÓPICO DEL REGISTRO CERÁMICO
DEL SITIO BARRANCA I (DPTO.RÍO CUARTO, CÓRDOBA)
Denis Reinoso
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria (U.N.R.C.) – Centro de Investigaciones Precolombinas
Resumen
Este trabajo presenta una aproximación al análisis macroscópico de un conjunto de cerámicas
arqueológicas provenientes del sitio Barranca I, en la Sierra de Comechingones (Córdoba,
Argentina). Se definen las problemáticas generales halladas en el estudio de los materiales, las
estrategias metodológicas empleadas para afrontarlas y los resultados obtenidos hasta el momento.
De esta manera, se pone en consideración la utilidad de este tipo de análisis frente a las dificultades
que presenta el registro.
Palabras Clave: Sierra de Comechingones – Pastas Cerámicas – Análisis Macroscópico
Introducción
Los registros cerámicos de la Sierra de Comechingones (Córdoba, Argentina) poseen ciertas
variables comunes: son escasos, no se hallan piezas completas, los fragmentos son pequeños y
tienen una gran variabilidad de espesores (Austral y Rocchietti 2004). Estas particularidades
suponen dificultades a la hora de caracterizar las muestras. No obstante, el presente trabajo plantea
que determinadas estrategias de análisis macroscópico ofrecen resultados útiles para la
investigación. En base a esto, se exponen aquí las metodologías que fueron aplicadas enel estudio
de los materiales de un sitio en estas serranías, denominado Barranca I1, y algunos de los resultados
obtenidos hasta el momento.
El trabajo se estructura de la siguiente manera: en primer lugar se reseña brevemente el sitio y los
materiales hallados en estratigrafía. Seguidamente se procede a la descripción de las problemáticas
encontradas para el análisis macroscópico de la cerámica y los resultados obtenidos hasta el
momento, en los apartados: aspectos generales, pasta, forma iconografía. Los tres últimos
corresponden a las dimensiones de análisis de los contenedores propuestas por Cremonte y Bugliani
(2006-2009:240), quienes también aclaran que: “(…) aunque se enfatice el análisis de alguna de las
dimensiones mencionadas, debemos considerar siempre a la vasija como un todo y como una
1Excavado en el año 2011 por el equipo del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología - Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Río Cuarto - bajo dirección de la Dra. Ana María Rocchietti.
-114-
unidad con todas sus implicancias”. De esta manera, se busca definir la utilidad y las limitaciones
del análisis macroscópico del registro cerámico del sitio estudiado.
El sitio Barranca I
El sitio Barranca I se localiza, como su nombre lo indica, sobre una alta barranca sedimentaria en la
margen derecha del Río Piedra Blanca, a escasos kilómetros río arriba del puente homónimo por el
que cruza la ruta provincial número 23, cercano a la turística localidad de Las Albahacas, en el área
serrana noroeste del departamento Río Cuarto, provincia de Córdoba (Figura 1).Las excavaciones
en el sitio fueron realizadas siguiendo un sistema de cuadrículas, alcanzando una profundidad de
dos metros. En el perfil del sitio, señalan Rocchietti et al. (2013a:109-110) se identificaron tres
unidades litoestratigráficas, con materiales asociados al denominado Ceramolítico Piedra del Águila
(Austral y Rocchietti2004) distribuidos en dos componentes. Se obtuvieron dos fechados
radiocarbónicos: LP- 2862 - 3850 ± 100 años AP para el componente arqueológico más profundo
(Puente Arriba, Componente II. De aquí en más C2) y de LP- 2677 - 290 ± 50 años AP para su
componente estratigráficamente superior (Puente Arriba, Componente I. De aquí en más C1).
“El ceramolítico del Componente I tiene un registro cerámico muy rico, el cual
incluye puntas de proyectil apenduculadas de tamaño pequeño, raspadores grandes y
pequeños, un molino pulido, una estatuilla fragmentada, torteros y abundante
cerámica decorada mientras el Componente II ofrece cerámica lisa, raspadores y
puntas de proyectil apedunculadas de tamaño mediano”(Rocchiettiet al. 2013b:24).
-115-
Figura 1: Ubicación del Sitio Barranca I.
Primeras aproximaciones a los aspectos macroscópicos de la cerámica del Barranca I.
Aspectos generales
En primer lugar se realizó el conteo, descripción, fichado y fotografiado de la muestra cerámica, de
acuerdo a los datos de cuadrícula y componente estratigráfico. Si bien los fragmentos ofrecen una
gran cantidad de información y se empleó el remontaje en aquellos casos donde fue posible, cabe
mencionar que la principal característica de la muestra es el alto grado de fragmentación de sus
componentes.
Hasta el momento las labores de laboratorio permiten consignar: tipo de antiplástico, color -bajo
criterio del sistema Munsell (Oyama y Takehara 1970) -, espesor del núcleo y las paredes, tipo de
cocción, textura de la superficie, aspectos morfológicos esenciales, diagnóstico de partes
funcionales, improntas de cestería, decoración, entre otros aspectos.
-116-
Componente Fragmento de contenedor
Decoración Aspectos morfológicos
Sí No Sí No Borde Base Cuerpo
C1 508 5 28 480 32 9 467
C2 46 0 3 43 3 2 41
Total 554 5 31 523 35 11 508
Tabla 1: Números generales del registro cerámico del sitio discriminados por componente.
El registro cerámico total del sitio está compuesto por más de 500 fragmentos, de entre 0,5cm x
0,5cm y 10cm x 9cm. El espesor es muy variable, pero oscila entre los 0,4 cm. y los 1,2 cm. Los
fragmentos del C1 tienen una mayor variabilidad, mientras que los del C2 rara vez superan los 0,4
cm. Por otro lado, además de fragmentos de contenedores, en el C1 se hallaron torteros íntegros,
inconclusos y fragmentados (Figura 2),cuya funcionalidad era servir “(…) como contrapesos del
huso en las tareas de hilado”(Bixio et al. 2010:35); y lo que sería el torso de una estatuilla
antropomorfa. En ésta última, pese a su fragmentación, se puede percibir desde el segmento más
ancho –que representaría los hombros- la presencia de líneas punteadas mediante impresión en
forma de V, que se unen a la mitad de lo que sería el pecho, que podrían ser “(…) representaciones
de collares, adornos colgantes o guardas de la vestimenta” (Bixio et al. 2010:35-36).Los motivos y
la técnica de decoración sobre la estatuilla repiten elementos presentes en otros tiestos decorados
hallados, asimismo comparte con el resto de los hallazgos del C1, composición, color y
antiplásticos.
-117-
Figura 2: Torteros del C1. Desde la izquierda: Íntegro, inconcluso, fragmentado-inconcluso,
fragmentado.
Análisis de Pastas
El análisis de las pastas a simple vista o mediante el empleo de lupa binocular y realización de
fracturas frescas, permite identificar atributos generales de las materias primas empleadas, como su
estructura, abundancia y distribución. En este sentido, “Desde el punto de vista petrográfico, las
pastas de las vasijas que usualmente integran los contextos arqueológicos pueden ser consideradas
como “rocas sedimentarias” más o menos “artificialmente metamorfoseadas” debido a la acción
de las temperaturas de cocción”(Cremonte y Bugliani 2006-2009:241).
Para todos los fragmentos de la muestra del Barranca I, los antiplásticos esenciales serían los
mismos, de origen mineral: cuarzo, mica y feldespato, de una granulometría fina a media y de una
distribución más o menos regular. La matriz arcillosa es homogénea pero de momento no se pueden
dar más precisiones sin el empleo de microscopía digital. Finalmente la terminación de superficie es
de un alisado expeditivo.
Para el estudio inicial del tipo de cocción de la muestra del Barranca I, se siguen una serie de
procedimientos de análisis macroscópico en base a lo que García Roselló y Calvo Trias (2006:92)
llaman: grupos de trazas macroscópicas de origen térmico, a saber: aspecto cromático,
modificaciones térmicas de la forma original de la vasija, aspecto de la pasta cerámica, grietas y
fracturas de origen térmico. Dado que resulta difícil identificar deformaciones en la forma original
de la vasija por no disponerse de piezas completas, la clasificación inicial se basa en el aspecto
cromático siguiendo los parámetros del sistema de Munsell (Oyama y Takehara 1970). De esta
-118-
manera, la coloración predominante en las pastas del C1 es marrón grisáceo (7.5YR 4/2), oscilando
entre gris pardusco (7.5YR 4/1) y marrón (7.5YR 4/1), con algunos registros de marrón opaco
(7.5YR 5/4) y marrón brillante (7.5YR 5/6). En tanto que la coloración predominante en las pastas
del C2, es más grisácea (7.5YR 5/1 a 2). Los análisis realizados indican que los contenedores se
realizaron mediante una cocción de tipo oxidante, en partes incompleta. En el C2, es posible que los
tiestos presenten un color más grisáceo producto de la fracción de carbonato presente en el estrato
sedimentario (Rocchietti et al. 2013a:110).Un aspecto importante a señalar es que, al menos en las
excavaciones realizadas hasta el momento, no se halló un área de cocción o fogón. Probablemente
las imperfecciones y la falta de homogeneidad en el proceso de cocción, se deban a su
realización en hogueras abiertas. Este tipo de cocción presenta mayores variaciones en la
temperatura y dificulta el control de la circulación de aire durante el proceso. También hay
que considerar aspectos como la posición de la pieza y el tipo de combustible empleado.
Formas y aspectos tecnológicos
Definir formas en un registro fragmentado, sin colecciones de referencia es una problemática de
difícil solución. Sin embargo, frecuentemente se pueden identificar algunos elementos esenciales:
borde, cuerpo y base. Asimismo las tareas de remontaje y la reconstrucción mediante bordes
diagnósticos pueden ser vías útiles para superar –al menos parcialmente- este escollo. La
reconstrucción a partir de bordes siguiendo a Rice (1987) y Meggers y Evans (1969) consiste,
esencialmente, en dibujar los perfiles de borde en hoja milimetrada, analizar las diferencias en el
ángulo o inclinación de la pared y estimar el diámetro de boca por medio de la utilización de un
esquema de semicírculos concéntricos. Como antecedentes en las Sierras de Córdoba se pueden
mencionar los trabajos de Pastor (1999) y Dantas y Figueroa (2008).
De momento, las labores realizadas han permitido identificar que: los bordes son directos
mayoritariamente, pero también los hay evertidos (Figura 3)e invertidos. Frecuentemente están
decorados en el C1–alrededor del 35%-. Asimismo, presentan labios directos, convexos y en
algunos casos biselados, algunos pocos presentan incisiones en forma de X o impresiones regulares.
-119-
Figura 3: Fragmento de borde evertido perteneciente al C1.
Las bases identificadas son biplanas o plano-convexas, sólo se ha podido estimar el diámetro
original en un par de ocasiones. En general su espesor es mayor que el del resto de los fragmentos.
Una información valiosa que aportan algunos fragmentos de base hallados proviene de la presencia
de improntas de cestería–en este caso, 2 fragmentos con impronta en el C1-.
Para su estudio se ha considerado propicio emplear la metodología y conceptos desarrollados por
Fabra y Laguens (1999). Asimismo, se tomaron las observaciones metodológicas de López
Campeny (2011) y el antecedente reciente del trabajo realizado por Figueroa et al. (2011).El estudio
de estas improntas es un procedimiento esencialmente simple. Se emplean distintos materiales que
permiten obtener un molde en positivo de la base -procurando evitar cualquiera adherencia al tiesto-
y se estudian elementos de la trama y urdimbre del tejido.
En el registro del sitio se ha identificado la técnica coiled, en la cual: “(…) las puntadas de la
trama rodean la urdimbre alternativamente por arriba y por debajo de ella, siendo la estructura del
tejido la URDIMBRE o haz de fibras que se va torciendo en forma de espiral, de allí su nombre”
(Fabra y Laguens 1999:26).
Iconografía
Respecto a los fragmentos con decoración, una vía inicial para su sistematización la ofrecen los
parámetros establecidos por Shepard (1985:261-267): campo decorativo, composición y estructura,
elementos o motivos. Además es preciso identificar las técnicas aplicadas. En función de esto, se
puede afirmar que los elementos o motivos de la decoración en los tiestos del Barranca I son
esencialmente dos: líneas (rectas o zigzagueantes) y puntos (Figura 5). Trazados mediante las
técnicas de incisión e impresión respectivamente, en general de un trazo fino y superficial bien
-120-
definido, realizado con un objeto punzante. Respecto a su composición y estructura se destacan
aquellos fragmentos en los que se esbozan figuras geométricas -rectangulares o triangulares-, con
líneas incisas encerrando las impresiones o puntos al interior. Como se hizo mención, un buen
número de los bordes identificados –de los dos componentes- presenta decoración lo que da una
idea de uno de los campos decorativos posibles que han sido empleados. Sin embargo, nuevamente
la fragmentación de los tiestos dificulta la definición de este parámetro.
Figura 4: Fragmento decorado combinando líneas y puntos perteneciente al C1.
Conclusiones
El presente trabajo expuso varias de las problemáticas halladas en el desarrollo del análisis
macroscópico del registro cerámico del sitio Barranca I. En este sentido, el principal condicionante
está dado por el alto grado de fragmentación de los tiestos, hecho que obstaculiza la determinación
de formas, la identificación de deformaciones de origen térmico en el contenedor y la definición de
campos decorativos preferenciales, entre otros aspectos. Otra dificultad está dada por la escasez de
bordes que permitan una reconstrucción fiable de formas. En relación a todos estos aspectos,
también es preciso mencionar la ausencia de una colección de referencia con contenedores íntegros
para la región. Por otro lado, también es un condicionamiento el no haberse hallado el área de
cocción en el sitio.
-121-
Distintas estrategias descriptas permiten sortear, total o parcialmente estas dificultades, respecto al
grado de fragmentación de la muestra, donde es posible se aplican las técnicas de remontaje y
reconstrucción de formas a partir de bordes (Rice 1987). Respecto a la problemática de la cocción,
la observación de trazas macroscópicas de origen térmico(García Rosello y Calvo Trias 2006) –
sobre todo el aspecto cromático- permite al menos una aproximación inicial. En materia decorativa
la definición de campo decorativo, composición y estructura, elementos o motivos(Shepard 1985),
ofrece una descripción viable y sistemática aún en la decoración que apenas aparece esbozada en
los fragmentos.
En base a lo expuesto, se puede afirmar la pertinencia de estas estrategias metodológicas para el
estudio del conjunto cerámico del Barranca I.De esta manera, se pudo especificar que: las cerámicas
del sitio –en sus dos componentes-poseen una estructura de pastas similar, con los mismos
antiplásticos esenciales –mica, cuarzo y feldespato-, una coloración general de un marrón
grisáceo,una terminación de superficie alisada, con cocciones oxidantes mayoritariamente
incompletas y una decoración que combina o alterna líneas y puntos. Por otra parte, en el C1 se
registran bordes que hacen factible la reconstrucción estimativa de formas y fragmentos de base con
improntas de cestería que evidencian el empleo de la técnica coiled.
Finalmente, de acuerdo a la bibliografía consultada y citada de la arqueología de Córdoba -Fabra y
Laguens (1999), Pastor (1999), Dantas y Figueroa (2008), Bixio et al.(2010) Figueroa et al. (2011)-
el conjunto del C1compartiría características macroscópicas generales con otros sitios del
denominado Período Prehispánico Tardío-1100-360 AP- (Medina et al 2014:74) en las Sierras
Centrales. Las similitudes entre las cerámicas de los dos componentes del sitio pese a la separación
cronológica de los fechados radiocarbónicos asociados, es un punto aparte que no puede ser
clarificado a partir del análisis macroscópico, por lo que se considera preciso ampliar a futuro los
estudios del registro a nivel arqueométrico y cotejar los resultados con el resto de las
investigaciones en curso sobre el sitio.
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-124-
REPRESENTACIÓN EN ARQUEOLOGÍA
María Virginia Elisa Ferro
Facultad de Ciencias Humanas; Facultad de Ciencias Exactas.
Universidad Nacional de Río Cuarto.
Resumen
En el trabajo se discuten diferentes significados de “representación” en torno a la psicología y
filosofía de la ciencia; tanto como de “modelo”, introduciéndose al lector en las bases teóricas de la
concepción semántica y estructuralista de la ciencia. En segundo lugar se discute qué se entiende
por realismo y sus variantes en filosofía de la ciencia. En tercer lugar, se introducen ejemplos en el
ámbito arqueológico, situándolo como “aplicaciones intencionales” desde la perspectiva semántica
de la ciencia.
Palabras clave: Representación – Modelo – Realismo - Concepción estructuralista - Aplicaciones
intencionales.
Introducción
En el presente trabajo realizaremos un paseo por conceptos tales como el de “representación”,
desde el punto de vista filosófico, psicológico y artístico; luego relacionaremos como se ha anclado
en el ámbito de la Filosofía de la Ciencia actual este concepto con el de modelo y modelización.
Inmediatamente surgen como preguntas ¿Qué se entiende por realismo o antirrealismo cuando se
trata de una imagen que ha sido captada por los sentidos o medida por algún tipo de representación
modelística?
En segundo lugar, relacionamos el papel que han jugado el dibujo, el empleo de esquemas o
diagramas y las simulaciones en arqueología con los conceptos previamente elucidados.
Representación en el ámbito Filosófico
Siguiendo a Ferrater Mora (2003) “representación” como término es usado en general para referirse
a diversos tipos de aprehensión de un objeto. En el caso de Aristóteles se trata de una fantasía
intelectual o sensible; en el caso de los estoicos a la impresión directa o indirecta; en los
-125-
escolásticos a la presentación sensible, tanto interna o externa de un objeto intencional o
repraesentatio, para Descartes a la imaginación, en Spinoza a la aprensión sensible, diferente de la
conceptual; una multiplicidad de sentidos que han ido variando con el transcurrir de la historia y de
los sistemas conceptuales filosóficos.En la actualidad suele distinguirse acepciones del término en
relación con áreas disciplinares tales como la psicología y la epistemología. En el primer caso,
también nos hallaremos frente a sentidos varios, tales como por un lado la cualidad de la
representación:
“La representación como aprehensión de un objeto efectivamente presente. Es usual equiparar entonces la representación con la percepción, o alguna de sus formas.
La representación como reproducción en la conciencia de percepciones pasadas. Se trata entonces de las llamadas “representaciones de la memoria” o recuerdos.
La representación como anticipación de acontecimientos futuros a base de una combinación de percepciones pasadas, reproductiva o productiva. Es usual equiparar la representación con la imaginación.
La representación con la unión en la conciencia de varias percepciones no actuales (pero tampoco pasadas ni anticipatorias). En este caso se habla asimismo de imaginación o alucinación” (Ferrater Mora. 2003: 3076)
Por otro lado, cabe distinguir, siempre en el ámbito de la psicología, los siguientes tipos de
representación:
“Representaciones basadas en el predominio de un sentido, hablándose de representaciones
ópticas, acústicas, etc. Representaciones basadas en la forma, hablándose de representaciones
eidéticas, conceptuales, afectivas, volitivas, etc.” (Ferrater Mora. 2003: 3076-77)
En el ámbito de la Filosofía de la Ciencia, la representación puede entenderse como:
“… contenido mental. La representación es entendida entonces como un acto y la más de las
veces se le da un sentido “subjetivo” y “privado”(…) o como aquello que se representa en el acto
de representar, es decir, como el objeto intencional de semejante acto”. (Ferrater Mora. 2003:
3077)
En la segunda acepción mencionada, autores como Hertz o Wittgenstein expresan la noción
análoga al sentido de “modelo”, “cuadro”, “plan”, “esquema”.
-126-
A partir de los trabajos de Suppes, van Fraassen y Giere, esto es, tomando como base de discusión
la llamada “concepción semántica” y situándola en torno a la pregunta ¿Qué constituye la
representación en la relación entre un modelo y el mundo? Las repuestas presentan graduaciones
tales como: similaridad, isomorfismo, isomorfismo parcial o generación inferencial.
El sentido de “representación” es central cuando consideramos la distinción entre “real” o
“realidad” y “modelización”, términos que pueden ser aplicados en cualquier ámbito disciplinar,
incluyendo la arqueología.
Modelos
Para Badiou (1972) el modelo es un objeto artificial o construido y controlable, y puede dividírselo
en aquellos que son abstractos y los montajes o materiales. Un modelo abstracto:
“contiene lo que podemos llamar objetos escripturales, es decir, los modelos propiamente
teóricos o matemáticos” (Badiou. 1972: 15)
Los modelos asociados a los montajes o materiales, en cambio:
“Presentan en el espacio de una manera sintética, procesos no espaciales: grafos, diagramas, etc. (…) otros modelos tienden a realizar estructuras formales, vale decir, a transferir la materialidad escriptural a otra región de inscripción experimental. (…) La última clase de modelos apunta a imitar comportamientos: es el vasto campo de los autómatas” (Badiou. 1972: 16-17)
Para Sixto Ríos, un modelo:
“es un objeto, concepto o conjunto de relaciones, que se utiliza para representar y estudiar de
forma simple y comprensible una porción de la realidad empírica” (Ríos. 1995: 23-24)
Luego comienza a diferenciar distintos tipos de modelos, entre ellos: los analógicos, los icónicos,
los cualitativos o verbalistas y los matemáticos. Un modelo analógico es aquel “en que se
representa un fenómeno por otro más sencillo producido por un mecanismo distinto” (Ríos. 1995:
24)
Un modelo icónico es aquel que:…”se trata de una representación a escala de objetos o sistemas
empíricos, que nos den mediante su observación una idea del sistema real y de sus propiedades
(fotografía aérea, mapa, etc.) (Ríos.1995:26)
Los modelos cualitativos o verbalistas:
-127-
“en estos modelos las relaciones entre variables no se expresan cuantitativamente, (como en
los modelos matemáticos), se complementan con esquemas, gráficos, etc., que representan
aclaraciones del enunciado verbal (Ríos.1995: 26)
Y, hay distintos caminos para llegar a los modelos o “modelizar”, por un lado, conceptualmente
por medio de un proceso mental creativo o intuición natural; por otro, empíricamente o a partir de
un conjunto de datos de experimentación y observación, estamos ya en el campo de la teoría de los
grafos o de los modelos de simulación digital.
En los últimos 40 años, y en torno a la Escuela de Stanford, una familia de concepciones
epistemológicas ha convergido tras el nombre de “semanticistas” o “modeloteóricas”. Los trabajos
de Patrick Suppes, Ernest Adams, en primer lugar, luego el estructuralismo metateórico de Joseph
Sneed y Wolfang Stegmüller hasta el empirismo constructivo de Bas van Fraassen, entre otros, nos
muestran el recorrido de ésta concepción epistemológica.
Siguiendo a Moulines y Diez (1999) son postulados centrales comunes a todas las variantes de
estudios en la misma línea:
• La idea de que las teorías científicas consisten en sistemas de modelos.
• Los modelos son representaciones conceptuales de pedazos de la realidad empírica.
• El énfasis puesto en los estudios de casos (análisis y reconstrucción de ejemplos
reales de teorías científicas).
• El uso de instrumentos formales en los análisis, tales como teoría de los modelos,
teoría de los conjuntos, topología, análisis no-estándar o teoría de las categorías.
En la concepción semántica es central la noción de modelo, en éste sentido:
“Lo que importa de una teoría, lo que la identifica, es lo que dice sobre el comportamiento de determinada parcela de la realidad, no cómo lo dice. Lo esencial es que caracteriza ciertos trozos de la realidad como comportándose de cierto modo” (…) “Lo importante es pues qué modelos determina una teoría, no los recursos lingüísticos que emplea para ello. De ahí el lema de la concepción semántica: presentar una teoría es presentar una clase de modelos, no de axiomas” (Díez y Moulines. 1999.: 329-330)
En la concepción estructuralista de las teorías, éstas no son entidades lingüísticas, considerando
como componente básico para la identidad de una teoría una clase de modelos en el sentido
mencionado anteriormente de Alfred Tarski:
-128-
“un modelo es un sistema que satisface ciertos axiomas (en general, las leyes de la teoría). Un sistema es una estructura (en el sentido conjuntista) que pretende representar, de manera más o menos idealizada o aproximada, un pedazo de la realidad. Una estructura es una sucesión finita de conjuntos de objetos y de relaciones definidas sobre esos conjuntos, o sea una entidad de la forma: [D1;….Dm, R1,…Rn), dónde Ri⊆ Dj1x…xDjk (las Dj representan los llamados “conjuntos base”, o los “objetos”, la “ontología” de la teoría, mientras que las Rj son relaciones, o funciones, construidas a partir de los conjuntos base)” (Garrido.1991:228)
Siguiendo a Balzer, Moulines y Sneed (2012), el tipo más simple de estructura conjuntista que
sirve para reconstruir lógicamente una teoría empírica es el “elemento teórico”, y se identifica con
el par ordenado consistente en el núcleo K y el campo de aplicaciones propuestas o intencionales I:
T=[K, I]. El núcleo K, que constituye la identidad formal de una teoría.
El núcleo K =[Mp, M, Mpp, C,L]
Donde Mp simboliza la clase total de entidades que satisfacen las condiciones que caracterizan
matemáticamente al aparato conceptual de la teoría (“axiomas impropios”, “caracterizaciones” y
“tipificaciones”) y se denominan modelos posibles o potenciales de la teoría. (Estructuras sobre las
que podemos preguntarnos si son modelos, ya que no se sabe si efectivamente lo son).
M simboliza a las entidades que satisfacen la totalidad de las condiciones introducidas, es decir,
que además satisfacen a la(s) ley(es) fundamental(es) o axiomas propios, y se llaman modelos
actuales o modelos de la teoría.
La distinción entre los conjuntos Mp y Mpp, refleja los dos niveles conceptuales (el nivel de los
conceptos T-teóricos, o específicos de una teoría) tanto como (el nivel de los conceptos T-no-
teóricos, o conceptos tomados de otra teoría).
Los modelos potenciales parciales describen mediante conceptos no-teóricos o “empíricos” a la
teoría, los sistemas posibles a los que es concebible aplicar dicha teoría son la “base empírica” de la
misma, en sentido relativo. Su clase total se simboliza por Mpp.
Los modelos de la teoría están interconectados entre sí, formando una estructura global; a esas
relaciones “inter-modélicas” se las denomina “condiciones de ligadura” y conectan de determinadas
-129-
maneras fijas los valores que pueden tomar las funciones correspondientes de diversos modelos. Su
clase total se simboliza por C.
Las distintas teorías están por lo general relacionadas entre sí, la clase total de dichas relaciones
inter-teóricas, denominadas vínculos se simboliza por L. Las relaciones globales entre teorías, tales
como la reducción, la equivalencia, la inconmensurabilidad, la especialización, la teorización, la
aproximación, el refinamiento, se asumen como constituidas por vínculos.
Todo elemento teórico, está dado no solamente por el núcleo K sino también por el campo de
aplicaciones propuestas o intencionales I. Se trata de aquellas aplicaciones propuestas por sistemas
empíricos a los que se quieren aplicar las leyes fundamentales. En primer lugar deben concebirse
estos sistemas en el lenguaje teórico (ser representados como una estructura del tipo de modelos
parciales, o una estructura que es compatible con el elemento teórico, pero que no lo presupone. En
éste sentido I ⊆Mpp es lo que puede ser dicho sobre el conjunto I de aplicaciones propuestas desde
un punto de vista estático y semántico. El campo I es un conjunto abierto, que no puede ser definido
mediante la introducción de condiciones necesarias y suficientes para su pertenencia y cuya
extensión no puede ser dada de una vez y para siempre; es un concepto pragmático y diacrónico.
Algunos tipos de teorías científicas pueden ser reconstruidas mediante un elemento teórico, como
también las teorías individuales deben ser consideradas como agregados de varios elementos
teóricos o redes teóricos. Muchas teorías pueden poseer leyes de distintos grados de generalidad
dentro del mismo marco conceptual.
Las leyes fundamentales son las que valen en todas las aplicaciones propuestas, y se diferencian de
las leyes especiales, por cuánto tienen validez en algunas de las aplicaciones propuestas.
Las leyes fundamentales representan líneas directrices generales para la obtención de leyes
empíricas a través de un proceso de sucesivas restricciones del predicado conjuntista originario.
Las restricciones se obtienen mediante la introducción de condiciones definitorias adicionales al
predicado dado.
La relación entre leyes fundamentales y leyes especiales se denomina especialización.
Una teoría puede ser representada como una red, en la que los “nudos” son distintas
especializaciones, a partir de una elemento teórico básico, que posee la(s) ley(es) fundamental(es)
de la teoría, y sus “cuerdas”, son distintas relaciones de especialización establecidas entre los
distintos nudos de dicha red.
-130-
Lo importante aquí es que el concepto de red teórica representa la estructura de una teoría en un
momento dado o la imagen congelada de una teoría.
Los aspectos diacrónicos de interés para la concepción estructuralista, se vinculan con la evolución
teórica o la sucesión de redes teóricas en la que se conservan elementos constantes a lo largo de su
desarrollo histórico.
Tanto el aspecto sincrónico como el diacrónico son posibles en el marco de la concepción
estructuralista, dado por el concepto de teoría considerada como redes teóricas, tienen partes
esenciales y otras accidentales, lo que posibilita la reconstrucción de su evolución como una
secuencia de cambios accidentales pero que conservan los esencial.
Realismo y antirrealismo
Para Ferrater Mora, se entiende por “realismo”:
“es el nombre de una actitud que se atiene a los hechos “tal como son” sin pretender sobreponerles interpretaciones que los falsean o sin aspirar a violentarlos por medio de los propios deseos. En el primer caso el realismo equivales a una cierta forma de positivismo (…), en el segundo caso tenemos una actitud práctica, una norma (o conjunto de normas para la acción” (Ferrater Mora. 2003:3018)
Ferrater Mora (2002), sostiene que es posible distinguir tipos de realismos a lo largo de la historia
de la filosofía:
• El realismo sobre hechos
• El realismo de ideas, vinculado a la cuestión de los universales
• El realismo como posturas tomadas frente a la Teoría del Conocimiento
• El realismo relacionado con la Filosofía de la Ciencia.
En el último tipo se concibe de dos maneras: o como realismo ingenuo o natural, o como realismo
científico o empírico.
“El realismo ingenuo supone que el conocimiento es
una reproducción exacta (una copia fotográfica de la realidad. El realismo científico o empírico advierte que no puede simplemente equipararse lo percibido con lo verdaderamente conocido, y que es menester someter lo
-131-
dado a examen y ver (para luego tenerlo en cuenta cuando se formulan juicios definitivos) lo que hay en el conocer no es una mera reproducción” (Ferrater Mora. 2003: 3020)
Carman (2005), se pregunta en primer lugar ¿Qué es real? y en segundo: ¿Cuáles son los marcos de
realidades a partir de los cuales podemos referirnos al realismo científico? A la primera pregunta,
responderá con tres sentidos de “real”:
Habitualmente, cuando se dice de algo que es real, lo que se pretende es aclarar que no es de un
modo particular con el que, por alguna razón, podría haber sido confundido. Así, por ejemplo, se
puede decir que un pato es real para que no sea confundido con un juguete. A veces, no se quiere
que se confunda aquello de lo que predicamos “realidad” con su mera representación, como cuando
se dice: “esto es real”, para aclarar que no se trata de una alucinación. En esta situación, “real”
significa no ilusorio, no meramente pensado o aparente. Decir que es real significa justamente decir
que tal objeto existe también fuera o independientemente de la representación. Pero también se
utiliza “real” de un modo comparativo.
En el último sentido pueden compararse entidades, propiedades o relaciones que son reales pero
que pertenecen a marcos de realidad diferentes, como hay proposiciones que son verdaderas o falsas
dependiendo del marco respecto del cual se formulen.
Para plantear el problema del realismo científico, Carman sostiene que hay que resolver dos
cuestiones: ¿de cuáles entidades se predica la realidad? Y ¿Respecto de qué marco de realidad se
predica?
Desde la perspectiva de Diéguez Lucerna (1998) al respecto:
“Creo que el realismo científico, en sus diferentes variantes, ha intentado responder
fundamentalmente a la siguiente pregunta: ¿Cuál es la relación que guardan nuestras
teorías científicas y el mundo? Esto, por lo pronto, marca ya una diferencia notable entre
el realismo científico y el realismo metafísico tradicional. En efecto, no se trata de
dilucidar la naturaleza ontológica del mundo, ni su carácter primario o independiente
frente al espíritu o la mente; se trata más bien de averiguar cuál es la mejor manera de
interpretar las teorías científicas a la luz de los objetivos y los resultados alcanzados por la
ciencia a lo largo de su historia, bien que para ello sea necesario presuponer ciertas
condiciones en el mundo y en nuestro acceso cognitivo a él”. (Diéguez Lucerna: 1998.1)
-132-
Y nuestro acceso cognitivo tiene que ver con la postulación de teorías científicas y con términos
teóricos dentro de las mismas, que expliquen o predigan sucesos en torno de la realidad.En este
sentido, Diéguez Lucerna nos propone diferenciar cinco modalidades del realismo en virtud de los
compromisos epistémicos asumidos: ontológico, epistemológico, teórico, semántico y progresivo.
• Realismo ontológico: “las entidades teóricas postuladas por las teorías científicas bien establecidas existen. (aunque pueda haber excepciones ocasionales). Dicho en otras palabras: los términos teóricos típicamente refieren. Al realismo ontológico se oponen el instrumentalismo sobre entidades (las entidades teóricas son meros recursos predictivos) y el constructivismo social (las entidades teóricas son construidas socialmente).” • Realismo epistemológico: “Las teorías científicas
nos proporcionan un conocimiento adecuado, aunque perfectible, de la realidad tal como ésta es con independencia de nuestros procesos cognitivos. Al realismo epistemológico se oponen el fenomenismo (las teorías científicas sólo tratan de fenómenos observables) y el idealismo epistemológico (las teorías científicas versan sobre una realidad hacha por la mente).” • Realismo teórico: “Las teorías científicas son
susceptibles de verdad o falsedad. Al realismo teórico se opone el instrumentalismo teórico (las teorías científicas son instrumentos de cálculo, útiles o inútiles, empíricamente adecuadas o inadecuadas, pero no verdaderas o falsas).” • Realismo semántico: “Las teorías científicas son
verdaderas o falsas en función de su correspondencia con la realidad. Al realismo semántico se oponen el pragmatismo (la verdad o falsedad de las teorías han de entenderse en relación con las actividades cognitivas humanas), el coherentismo (la verdad o la falsedad de las teorías no significa otra cosa que su coherencia con un sistema previamente aceptado de creencias o de teorías) y el relativismo (la verdad o la falsedad de las teorías son relativas a los contextos en los que éstas surgen).” • Realismo progresivo: “La ciencia progresa
teniendo como meta la verdad. Las nuevas teorías contienen más verdad y/o menos falsedad que las anteriores. Al realismo progresivo se opone lo que, a falta de nombre mejor, cabe llamar antirrealismo sobre el progreso (el progreso en la ciencia no puede ser establecido como un acercamiento creciente a la verdad).” (Diéguez Lucerna: 1998. 73 -75)
-133-
Lo interesante de la síntesis de miradas actuales sobre los distintos tipos de realismo de Diéguez
Lucerna, es que nos muestra la facilidad con que las categorías cerradas pueden diluirse en una
disputa absolutamente estéril. Más de un filósofo de la ciencia podría en forma excluyente y
exhaustiva ser parte de todos y casi todos los ítems mencionados en su clasificación. Las fronteras
entre realistas y antirrealistas son una ficción o una metáfora de guerra.
Aplicaciones conceptuales
En los últimos cuarenta años ha sido crucial el uso de modelos arqueológicos en la Arqueología. En
tal sentido Zubrow (1983) diferencia tipos de modelos (físicos o matemáticos, dinámicos o
estáticos, determinísticos o estocásticos), adhiriendo a la noción de modelo como una
representación artificial de la realidad. En segundo lugar, le interesan qué relaciones pueden
establecerse entre teoría, modelos y datos y particularmente la potencial confusión entre datos
generados y datos reales, cuando se trabaja con muchos modelos de diferente jerarquía, o cuando
los modelos son abstractos y testeados con datos abstractos.
Caballero Zoreda, sostiene:
“La intención de la Arqueología es analizar la Historia a través de la cultura material, o
siendo más preciso, a través de los restos materiales (los objetos) de la cultura. Ello supone,
ante todo, colocar en el espacio y en el tiempo esos restos materiales y, además, comprender el
significado social y cultural que poseen o que implican” (Caballero Zoreda.: 2006.Pp.75).
La excavación arqueológica cumple con un doble objetivo: conseguir una reconstrucción
topográfica de los restos materiales (ubicarlos en el espacio) y ver su secuencia estratigráfica
(ordenarlos en el tiempo). La estratigrafía arqueológica se encarga de mostrarnos la relación entre
estratos, su situación, acción, forma o composición relativa de cada uno con respecto a los demás
dentro de un contexto o conjunto de objetos, que por un lado se relacionan entre sí y con los demás.
Por otro lado, la tipología ordena los objetos en el tiempo por la evolución de sus formas y la
arqueometría la ordena con sus componentes.
En el marco del contexto, y durante todo el proceso de registro, el dibujo es fundamental ya que
reproduce con imágenes ciertos aspectos de la realidad, permite también observar las características
de los objetos o modelizar y tipificar los objetos.
“Se dice que la Arqueología ha pasado de la colección de los objetos a su descripción y
posteriormente a su análisis. El dibujo refleja este proceso” (Caballero Zoreda. 2006:78)
-134-
A partir de la década del 50 en que Wheeler sistematiza la excavación arqueológica por medio de
una red de cuadrículas ocatas, utilizándose números para distinguir los estratos y situándolos en el
diario de excavación, conjuntamente con los objetos y la rotulación en los dibujos de los cortes,
comienzan a ser realistas y no impresionistas. Se dibuja una mínima parte de la excavación, lo que
no aparece en los cortes, no se representa.
Con Harris aparece la ficha de unidad estratigráfica que es la base de registro sustituyendo a la
redacción del diario y al dibujo del corte.
“En realidad se pasa de documentar la estratigrafía (el resultado) al estrato (el sujeto). Se
pasa del diario subjetivo y de dibujar sólo lo que casualmente aparecía en los cortes de las
cuadrículas a utilizar para todos los estratos fichas normalizadas que describen de modo
analítico la información e incluyen los planos del estrato. A esto se une un nuevo elemento
gráfico pero abstracto, la representación de la estratigrafía completa del yacimiento
mediante a un diagrama que, supone en realidad documentar la cuarta dimensión, el
tiempo” (Caballero Zoreda. 2006:83).
Cobra importancia también el dibujo en la reconstrucción no sólo de un yacimiento, de los
edificios, traduciéndose en perspectivas, aéreas o axonométricas ya a maquetas y se introducen
nuevos instrumentos auxiliares: la fotogrametría analógica o analítica, que restituye imágenes
estereoscópicas obtenidas por fotografía, o las representaciones obtenidas por dibujo manual
escaneadas o por fotografía digital rectificada.
En síntesis:
“El dibujo comenzó siendo realizado por dibujantes especialistas. El arqueólogo sólo se responsabilizaba directamente de la dirección del proceso y de la interpretación. Sin embargo, hoy es norma que el dibujo (como la excavación misma) lo efectúe personalmente el propio arqueólogo. El dibujo arqueológico es una mezcla de representación subjetiva y objetiva, un dibujo más científico que documental y más documental que artístico, en definitiva, una representación interpretada: el dibujo arqueológico no es una imagen más o menos realista de la realidad interpretada en sus componentes y en sus relaciones entre los mismos” (Caballero Zoreda. 2006: 91).
Por otro lado, la matriz original de Harris ha ido cambiando con el tiempo, pero sigue siendo la
base de la representación en los sistemas de gráficos dibujados en arqueología, como lo atestigua
ArchE (Hundack, Mutzel,Pouchkarev, Thome: 2004). Se trata de un programa que puede crear a
-135-
partir de grupos o conjuntos, subgrupos y subconjuntos por reducción mostrando mayor número de
relaciones entre objetos y estratos.
No es menos importante pensar en lo que muestran los sistemas de representación gráfica por
ordenador en torno a mapas de densidades de materiales arqueológicos. Díaz-Andreu y Montero
(1991) sugieren que:
“Existen dos sistemas básicos de representación y cada uno de ellos puede utilizarse
con tres modos gráficos diferentes. Los sistemas a nos referimos son: por unidades de
superficie y por interpolación de líneas. Los modos gráficos utilizados son las tramas,
rellenos de colores, o utilización de tramas con colores.” (Díaz-andreu y Montero: 1991.
300).
Los autores mencionados han creado un programa para el dibujo de mapas por unidades de
superficie (DENSIMAP) y tomado del conjunto de programas SURFER de la geografía para el
sistema de interpolación de líneas. Por otro lado, INSET, permite capturar y modificar las imágenes
de los mapas.
En el texto de Lock y Stancic (1995), se discute la aplicación de los Sistemas de Información
Geográfica (GIS),en la arqueología tanto en Estados Unidos como Europea, en términos de
percepción del tiempo y el espacio, de diferenciación en niveles, de acumulación de niveles de
análisis, de visualización científica y del impacto en torno a las implicancias aparejadas en la teoría
arqueológica.
Bell (1987) discute el uso de la simulación y la modelización en arqueología, más allá de los
aportes técnicos, sino más bien de los cambios aparejados en la teoría arqueológica en el sentido de
introducción de nuevas ideas, relaciones sistemáticas, feedback causal y de considerar a los
procesos como dinámicos. En cuanto a las tendencias que perfila para la arqueología
contemporánea, se trata en primer lugar de ver los viejos problemas que son explorados con nuevos
tipos de explicaciones y testeados por la simulación de modelos; y nuevos problemas que viene de
la mano de la simulación aplicados a procesos cognitivos traduciéndose en “mapas” para el estudio
de sociedades prehistóricas.
Reyes Solís y Jiménez Badillo (2013), presentan un proyecto de digitalización tridimensional de
artefactos arqueológicos:
-136-
“La digitalización tridimensional se refiere a la producción de un modelo virtual que
produce el volumen, textura y color de un objeto real. La digitalización se lleva a cabo por
medio de un escáner que mide la forma de un objeto tomando miles de coordenadas 3D
sobre la superficie del mismo” (Reyes Solís y Jiménez Badillo: 2013. 2)
Describen por un lado, técnicas de contacto, tales como: punta montada sobre un brazo de robot y
técnicas sin contacto (uso de equipos con luz o sonido para examinar la superficie del objeto a
escanear), entre ellas la fotogrametría (aplicadas en la obtención de información topográfica con
fines cartográficos), o la estereofotogrametría (que usa una cámara que hace las veces del ojo
humano, con un patrón de desplazamiento que permite capturar a un elemento con variaciones en el
ángulo de observación.
Más allá de los avances técnicos, la imagen final consiste en considerar la ilustración en la tapa del
texto de Dropp en su versión original de 1915, con un dibujo que representa la excavación
arqueológica a mano alzada; y la de Shenan (1988) en Arqueología Cuantitativa, dónde se presenta
un triángulo de Sierpinsky.
Conclusión
Al principio fue el dibujo arqueológico con la posibilidad de brindarnos una reconstrucción o
representación bidimensional. En segundo lugar fue el uso de esquemas o matrices, que tendían a
representar procesos en tres y cuatro dimensiones, luego llegó la simulación. En el primer y
segundo caso, se representa sincrónicamente todo un modelo, en términos de la concepción
estructuralista se trata de aplicaciones intencionales de una teoría. Pero también, en el segundo y el
tercer caso, la representación puede ser concebida en sentido diacrónica (redes y holones en
términos de la concepción estructuralista).
La evolución desde el dibujo arqueológico a la simulación, de lo real a lo irreal, de alguna manera
se vincula con la evolución del concepto de modelo desde el cambio de concepciones, o desde la
especialización en el marco de una concepción semántica a una estructuralista.
Lo importante es que cuando hablamos de representación, decimos que podemos estar
estableciendo relaciones, de ahí la importancia de la teoría de los grafos o de los conjuntos en todo
el desarrollo de la lógica y la matemática plasmada en diferentes disciplinas, entre ellas, la
arqueología.
-137-
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-139-
ARTE RUPESTRE: UNA PERSPECTIVA ESTÉTICA
Ana Rocchietti
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria – Cátedra Prehistoria y Arqueología Departamento de Historia, Facultad de Ciencias Humanas
Universidad Nacional de Río Cuarto
Resumen
Este ensayo tiene por finalidad fundamentar la intensidad y singularidad de los sitios rupestres.
Examina los registros de tres sitios de la Sierra de Comechingones que se encuentran en una
zona que lleva el nombre de India Muerta y sostiene la tesis de que además de la ideología de
quienes realizaron el arte existe en ellos una dimensión que puede llevar el nombre de
“inconsciente estético”. Siendo ésta una perspectiva arriesgada, no obstante, ofrece la
posibilidad de ampliar la observación del arte rupestre intentando una tarea todavía pendiente en
las investigaciones que lo tienen por tema: su estética.
Palabras – clave: arte rupestre – perspectiva estética- intensidad y singularidad del sitio rupestre
Introducción
Mi trabajo tiene por intención presentar algunos paneles pintados que se encuentran en la Sierra
de Comechingones, borde montañoso sur-oriental de las Sierras Pampeanas. Ellas forman una
especie de escudo de rocas precámbricas y paleozoicas que se enclavan en el centro de la
Argentina desplegando un paisaje granítico con sus características geoformas de aleros y
tafones. No trato de ilustrar un arte sino de fundamentar que la investigación estética del arte
rupestre es una cuestión que merece ser abordada ya que, precisamente el material lleva el
nombre de arte. La estética ha sido uno de los temas que los arqueólogos hemos dejado de lado
ya sea porque no nos es posible aprehender esa parte de las obras, ya sea porque la estimamos
inasible e indemostrable o porque no queremos correr el riesgo de caer en una indeseable –pero
quizá inevitable- perspectiva etnocéntrica.
Es posible, no obstante enfocar el problema como una cualidad intrínseca a la ideología social
que lo generó. Estimo que la imaginación y la fantasía rupestres crearon una totalidad estética
aun cuando su intencionalidad no fuera en esa dirección. Ella estaría tanto en el plano de la
turbulencia del inconsciente como en el de sus resultados prácticos; de su efecto como objeto
material. Mi estudio considera que todos y cada uno de los sitios rupestres son lugares
epifánicos y estéticos. No ha existido jamás una sociedad que no haya tenido que resolver y
-140-
elaborar contradicciones, conflictos, interrogantes sobre el universo, sobre sus genealogías y
sobre la reproducción de la vida real. El arte rupestre fue una manera hacerlo.
Por lo tanto, propongo estudiar el arte rupestre como arte arqueológico, es decir, dentro del
campo en el que habitualmente fue abordado, intentando aportar algunas cuestiones teóricas con
la finalidad de ampliar su campo de su observación y de contribuir con un análisis que detecte
en los sitios que lo contienen aspectos intangibles.
Sitio rupestre
Los lugares con arte rupestre -pinturas y grabados- se esparcen por todos los ámbitos
montañosos del mundo. Las rocas han sido atractivas para dibujar desde hace por los menos
cuarenta mil años pero, fundamentalmente, para realizar ceremonias de las cuales el arte es un
testimonio. El hecho de que el descubrimiento seminal (1875) de Marcelino Sanz de Sautola, en
la cueva de Altamira, tuviera figuras de animales bien reconocibles estimuló desde el principio
la perspectiva de que se trataba del albor de la imaginación humana y de la historia del arte
pero, asimismo, dio comienzo a una interpretación utilitarista, que afirma que él sirvió para
convocar el alimento o para comunicar algún tipo de información (cotos de caza,
desplazamiento de las manadas, territorios, etc.). La explicación mágico-religiosa también
ocupó un lugar destacado en su explicación aludiendo a la mitología y la mentalidad que lo
animó.
André Leroi-Gourhan (1981)señaló oportunamente que la investigación estética es una tarea
pendiente. El primer problema es definir esa estética y el segundo encontrarla.
Pienso que existen dos dimensiones en los sitios rupestres: una es su intensidad y otra
susingularidad. La primera se deduce del conjunto de características de la roca y de sus
entornos observados desde el punto de vista mitológico, trascendental y mágico. Estimo que
este punto de partida es de requisito haciendo caso de las afirmaciones en torno al pensamiento
salvaje levi-straussiano y al papel de las creencias que un siglo de investigaciones etnológicas y
etnográficas han puesto en evidencia. Ningún lugar pudo ser elegido para realizar el arte si no
hubiera tenido cualidades extraordinarias advertidas por la sensibilidad del diseñador o
diseñadores, hombres o mujeres.
L a intensidad es la fuerza, vigor o energía que pudieron convocar los pasos de realización de
las obras; en este sentido, la intensidad ha sido epifánica, reveladora; para el creyente, una
manifestación de otro mundo.
La singularidad es mucho más concreta porque no existen dos sitios rupestres iguales y ni
siquiera equivalentes aún con afinidad de estilo, de signos y de técnica. La singularidad habla de
-141-
una ejecución inspirada por la distinción y la unidad histórica que hay en cada sitio rupestre, no
tanto por homogeneidad de las obras o por una realización debida a un solo acontecimiento
ceremonial sino por el tipo de conciencia o estado de conciencia que lo produjoreuniendo una
afectividad conmovida por la percepción de lo maravilloso y el conocimiento necesario para que
los signos dibujados tuvieran efecto performativo.
Creo que todo sitio rupestre aporta, entonces, una síntesis: su singularidad intensa.
Modo o régimen histórico de un conjunto de obras
Considero que se puede definir el modo histórico de un número más o menos extenso de obras
como la relación del arte con su pensamiento (Badiou, A. 2009),es decir, una manera o
condición mediante la cual se advierte en ellas conceptos nacidos en una metafísica expresados
en un imaginario específico. Por ejemplo, la representación del felino pudo no ser la del felino
existente en la Naturaleza sino la del felino “originario” (vital, absoluto y totalitario, señor del
cosmos). En el pensamiento andino, por ejemplo, todos los seres se ordenan por debajo de él en
forma contraria o contradictoria (femenino/masculino; cielo/tierra; mundo de abajo/mundo de
arriba, devorador/devorado, etc.). En el folclore actual Punchao/Uturunco/Tigre, se constituye
también como un ser extraordinario, capaz de transformarse y de emanar una fuera
todopoderosa. Otro ejemplo lo ofrece la tríada – andina y selvática- del felino/víbora/ave que
sintetiza las potencias principales del mundo bajo la forma de esos tres animales mágicos.
Para definir lo estético en el arte rupestre, adopto la perspectiva de ChristophMenke:la estética
consiste en un fondo originario, profundo y oscuro de imágenes y en la manera histórica y
psicológica de regresar a él (Cf.Menke, 2011:77). La cuestión, entonces, es encontrar ese fondo
psíquicoque el oficiante desplegó en los recovecos de una roca.
El problema de la verdad de la hipótesis estética
En esta época histórica la humanidad vive en un medio social pletórico de imágenes
potenciadas por la reproductibilidad mecánica primero y digital después. No ha sido el caso de
las “sociedades rupestres” porque, proporcionalmente, sus imágenes han sido pocas, aunque se
puedan contabilizar un número apreciable de obras en cualquier región del planeta.
Las “sociedades rupestres” – cazadoras, agricultoras- o, al menos, las etapas de sus historias
en las que no tuvieron funcionarios ni monumentos proto-estatales o estatales (abundantes en
imágenes en sus cerámicas, metalurgias, textiles, tejidos y arquitecturas) no parecen haber sido
prolíficas en imágenes. Después de los hallazgos del arte del Paleolítico superior pleistocénico y
europeo, la cantidad de sitios rupestres localizados en todo el mundo no es muy grande sobre
-142-
todo, si se la estima en relación con la dimensión del tiempo transcurrido.1 Esto subraya la
excepcionalidad de su actuación.
Los arqueólogos del arte rupestre han concedido mucha importancia a su “verdad”, es decir, a
posibilidad de que expresara las necesidades sociales prácticas, punto de vista que se podría
denominar tesis pragmáticacon el mismo enfoque que los lingüistas dan a la utilidadde los
signos: el arte habría sido diseñado para influir en la economía de la alimentación, para producir
comunicación o señalizar rutas, manadas, etc.Sin embargo, el arte rupestre ofrece imágenes
“realizantes” más que imágenes “ejemplares”: imágenes que, por ser consumadas, provocaron
alguna clase de resultado ligado más a lo extraordinario que a lo doméstico, más a lo singular
que a lo repetido, más a lo psíquicamente intenso y penetrante que a la experimentación lúdica.
Así como comunicar no es significar (John Searle, 2004)ya que se puede comunicar
independientemente de tener la intención de hacerlo, con la estética ocurre otro tanto: puede
haber resultado estético sin quererlo. El efecto estético puede ser notoriamente visible o una
impresión difusa sobre lo bello, lo misterioso, lo horroroso, lo siniestro. Rudolf Otto (2008)
llamaba a esta manifestación “lo sagrado”. De todos modos, inevitablemente es un juicio de
valor, una aserción presuntiva pero todas las hipótesis de alguna manera lo son.
El arte rupestre pertenece al orden de las producciones humanas no reales o, en todo caso, al de
experiencias surreales e hiperreales, con o sin alucinógenos. En tantomodo histórico de
imaginación,intencionalmente o no,despliegaunaestética y su análisis puede considerarse como
la perspectiva estética.
Es un supuesto que se puede adoptar porque, en todo caso, cualquier dibujo humano “miente”
sobre la realidad o la ficcionaliza, sin necesidad de aludir a un posible y necesario correlato
empírico de los signos. Por el contrario, expresa verídicamente un cosmos irreal: por no
sensible, fantástico, imaginativo, arbitrario y hasta absurdo.
El despliegue imaginativo ¿qué contiene?: escenografía (ecos sígnicos del lugar en que se pintó
o grabó), escena (inscripción rupestre u obra en sentido estricto) y textura de la roca con su
color, brillo y desarrollo de su superficie. La escenografía comprende el espacio interior y
exterior del sitio rupestre aunque al primero se lo puede definir mejor como un ambiente
arquitectónico, con su luz y su oscuridad, con sus olores y sonidos, con sus grietas y sus plantas.
La escena rupestre puede abarcar un solo panel pintado o grabado o varios; aunque fueran
realizados por autores y en tiempos diferentes; creo que no se puede obliterar el hecho de que
los diseñadores sucesivos tuvieron a la mirada los dibujos previos y de alguna manera los
integraron al propio. Todo el conjunto, en fin, despliega una “escena”. La textura no es un
elemento menor porque ella misma se torna hierofánica en la fórmula pétrea: una manifestación
de lo numinoso que indicó el lugar intenso en que debía dibujarse.
-143-
Lo estético no se compromete con la verdad sino con la sensualidad en la liturgia y, por esa
razón, puede representar el mundo o desfigurarlo en una suerte de ausencia de realidad (Cf.
Menke, 2011: 314). Vale lo que dice Augé (1998: 21) “Todo lo real estaría alucinado (sería
objeto de alucinaciones para los individuos o los grupos) si no estuviese simbolizado, es decir,
colectivamente representado.” Esto es así porque –como lo atestigua la etnografía que se
interesa por los sueños, los cuerpos poseídos, las alucinaciones- en la vida humana tienen gran
importancia las imágenes y, especialmente, su poder de revelación epifánica (Ibidem: 17).
Ampliación del campo de observación
Estimo entonces que el campo de observación rupestre se amplía si uno tiene en cuenta la
estética en el plano de la escenografía, la escena y la textura en un sitio rupestre.
En el análisis de la escenografía reparo en que casi siempre ella puede asimilarse a la estética
del brillo, a la impresión psíquica de lo radiante (Saunders, 2004). Ésta sería una constante en el
arte amerindio, una expresión de la relación entre luz y cultura, una apreciación metafísica de
las cualidades espirituales y sobrenaturales de la luminosidad o su contraria, la oscuridad o la
sombra. Puede advertirse esta atracción en las obras que presento: todas ellas participan de la
irradiación de brillo la roca batolítica micácea y de la oscuridad densa de la oquedad profunda.
Si examino la escena, advierto que siempre ella sugiere cuatro maneras de resolución de las
imágenes: real, surreal, hiperreal y des-representación (desfiguración). La escena, lógicamente,
puede asimilarse a la estética de las sombras o de los juegos de luz y sombra. Lo que hace única
e impar a la escena de un sitio (en los términos que definí antes) es su contenido –
frecuentemente hermético, ininteligible- y su estilo (el género o cualidad de la manera en que
fue consumado su tema).
La textura, a su turno, ofrecida por los minerales y matriz de la roca también configura una
trama sígnica: a veces aterciopelada (como en el granito o el basalto), a veces adoptando una
topografía abrupta o suavemente desgranada en la pared (como en las areniscas silicificadas) o
una superficie pulida y vertical (como en los grandes bloques de paredones o afloramientos).
Por lo tanto, el arte rupestre toma consistencia no solamente en su materialidad gráfica sino
también en numerosos aspectos intangibles que resumo en:
1. Los aspectos inmateriales, de interacción con lo sagrado, con lo extraordinario, con lo
epifánico; son inasibles a la arqueología a no ser por la convergencia escenografía, escena y
textura.
-144-
2. Los detalles pueden tratarse como “indicios” (Guinzburg1999) que permiten centrar la
atención en los contenidos no controlados por el autor, es decir, su inconsciente estético
(Ranciére, 2006).
Secuencia analizante: hallazgo, registro e interpretación
Si las obras tuvieron el carácter de una experiencia trascendente entonces de ellas se deriva su
alta singularidad y contienen los indicios de lo fantástico y lo transformacional que animó la
mente del autor.La actuación ritual posee complejidad de marco histórico, de intención y de
sutiles aspectos visibles e invisibles, grandes y pequeños.
El trabajo arqueológico comprende, a mi modo de ver, una secuencia que no por rutinaria deja
de tener un costado de intangibilidad: hallazgo, registro e interpretación. Si las obras poseen un
predominante contenido psíquico del autor u oficiante, entonces, el último paso –la
interpretación- excede la causalidad y penetra en un dominio mucho más psicoanalítico
tornando al arqueólogo en un analizante, en alguien que intenta penetrar en la profundidad
inconsciente de las imágenes. La pretérita ideología -la creencia- inspiró el estilo como tema,
por lo tanto, aporta los registros pre-individuales o sociales.
Los sitios de India Muerta
India Muerta es una zona ubicada a 10 kilómetros al noroeste de Achiras, un pequeño pueblo al
pie de la Sierra de Comechingones (Figura 1).
Figura 1. India Muerta
-145-
La geografía de estos sitios está a 1000 metros sobre el nivel del mar. Es un paisaje con monte
raleado y pastizales continuos, de topografía plana y transitada por pocos arroyos que trazan
valles longitudinales, de rumbo norte - sur. En ese marco solitario, en una estancia que tiene por
nombre Sierra Grande, se encuentran tres sitios rupestres. El ambiente rocoso es granítico, de la
variedad Los Nogales-Achiras (Fagiano et al, 1995); los sitios se localizan en la margen
izquierda del arroyo India Muerta. Se hallan junto a un bosquecito de árboles frutales (y por eso
son casi invisibles) de perales, durazneros, ciruelos, manzanos, acacias y pinos. Este conjunto
arbóreo es extranjero pero da idea de que los sitios pudieron estar albergados en un espinal
autóctono. Siguiendo los desniveles del afloramiento se llega al arroyo, a cuya vera crecen
tréboles y helechos. El sector es umbrío, con fuertes sonidos producidos por el viento -que allí
es siempre fuerte- y por las aves, en un cuadro de terreno que en el establecimiento denominan
La Quinta.
Sierra Grande 1
Este sitio es una abrupta masa rocosa irregular que encierra una oquedad oscura, de piso
inclinado hacia occidente, en un lateral hay morteros profundos y no registré material
arqueológico alguno.2 Su escena la constituyen nueve paneles pintados, de los cuales dos ya casi
se han borrado (Figuras 2 y 3). Cada uno de ellos fue diseñado en una superficie acotada y no
puedo distinguir una secuencia de ejecución porque no difieren en nitidez, en la proporción en
que la piedra los ha absorbido ni tampoco en estilo. En este hueco no hay casi circulación de
aire ni penetra el agua. Una luz tenue penetra por un lateral, en el cual no puedo distinguir entre
pared y techo.
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Figura 3. Sierra Grande 1. Arte
Todos los dibujos son poligonales. Combinan los colores blanco, rojo y ocre; algunos son casi
invisibles; algunos no fue posible reproducirlos ni por fotografía ni por calco.
Sierra Grande 2
Este sitio se encuentra bajo una estructura constituida a partir de dos bloques
paralelepípedos(Figura 4). El desarrollo de la cámara rupestre se produce a expensas de la
articulación de uno con otro: unbloque es de porte vertical, macizo y el otro descansa sobre su
cara más extensa, dejando un espacio interior no demasiado amplio, al que se accede por una
pequeña abertura al oriente. Para ingresar es necesario hacerlo en cuclillas y de decúbito lateral.
El espacio interno se encuentra en semi-penumbra la mayor parte del tiempo. Su eje general es
norte-sur. A diferencia de Sierra Grande 1, hay vida dentro de la oquedad: crecen helechos en la
línea de contorno luz/sombra y se mueven avispas, arañas, hormigas y moscas.
-148-
La planta general es sub-circular con dos niveles y abarca unos seis metros cuadrados. En el
más bajo se concentran huesos de animales que debieron haber quedado encerrados allí o, en su
defecto, si es que el lugar ha servido de refugio a un puma deben corresponder a uno o varios
banquetes. No presentan marcas de mordidas. En el momento de registro había un fuerte olor a
zorrino. El piso delimitado por el techo-pared es de piedra desnuda.
Hacia el sur, la estructura está cercada por bloques canteados y algunos se derraman sobre el
piso. Otro tanto ocurre con el perímetro norte pero allí no todas las piedras están canteadas. El
nivel más bajo está recubierto por una fina película de sedimento limoso pulverulento
(semejante a un guadal) arrastrado allí por el viento. El techo describe una bóveda amplia a 1.15
m desde el suelo y de desarrollo curvo.
Lo notable de este lugar es que la superficie interna del techo tiene profundas cavidades de
exfoliación de tal manera que la puedo describir como una estructura en forma de panal de
abejas, en cada una de cuyas celdas se aloja una pintura –en total seis- como si se trataran de
hornacinas, de suave color rosado dado por el feldespato de la trama del granito; más allá de
este sector, aquél se torna gris y no hay dibujos. Con excepción de una de ellas que sugiere la
huella de un felino, las otras son poligonales que combinan el blanco, el rojo y el naranja
(Figura 6 y 5).
-149-
Figura 5. Arte
La ergología que acompaña la documentación de este sitio es muy somera. Existía algo de
material superficial, un mortero fijo a escasos 30 metros hacia el este, algunas lascas de cuarzo;
fragmentos de cerámica fina muy pequeños. (Rocchietti, 1995 a y b).
Sierra Grande 3
Este sitio se dispone a la par del Sierra Grande 2, hacia el este, separados entre sí por veinte
metros de entorno sedimentario tapizado por pastos. Tiene la forma de un tafón montado sobre
grandes bloques fracturados de orientación meridiana en el paisaje. Presenta grandes diaclasas y
predomina el feldespato en la matriz de la roca. Al sur de este emplazamiento se encuentran dos
morteros (uno incompleto). Apoya en un delicado equilibrio sobre dos pies que son expansión
del techo. La planta está cruzada por dos grandes diaclasas convergentes y otras menores. La
-151-
inclinación del conjunto sobre el terreno es, también, de 45º con buzamiento exterior hacia el
norte y con buzamiento interior hacia el sur(Figuras 6 y 7).
Figura 6. Sierra Grande 3.
El tafón tiene una visera espesa. El arte rupestre –tres signos de huella de ave grabados- se
encuentra casi en el borde del perímetro, en su oriente. En este sitio todo es luz y aire; en su
-152-
interior se cuelan helechos, la humedad, los ruidos y los olores. Está lleno de vida. Tampoco hay
material arqueológico en sus inmediaciones, a excepción del mortero.
Figura 7. Sierra Grande 3. Arte
Régimen estético
Elegí este conjunto de tres sitios para sostener mi tesis por las siguientes razones: en primer
lugar, forman una cierta unidad por su proximidad, por sus arquitecturas, por el entorno que
comparten y por su régimen estético de desfiguración. Éste deviene del carácter de los signos.
Si bien en la región existen sitios con dibujos de animales y de humanos, los que analizo aquí
permiten hacer algunas consideraciones sobre la parte significante de los sitios sin que ella se
opaque por el peso del significado icónico que siempre sugiere hipótesis pragmáticas. En ellos
la tensión dialéctica fundamental ocurre entre el observador y la situación gráfica, a la que
podemos caracterizar como ver y nombrar o, su equivalente, tratar de definir tanto las formas
como sus significados. Solamente dos registros son icónicos: las pisadas de felino y de ave.
La composición se realizó trazando poligonales abiertas curvas y quebradas, aplicando áreas
cromáticas irregulares, completas e incompletas ycombinando superposiciones en las que una
figura se ve por debajo de la otra según un módulo blanco sobre rojo, rojo sobre blanco y blanco
-153-
sobre ocre. En Sierra Grande 1 se repite varias veces los rombos o los rombos encadenados.3En
del sitio Sierra Grande 2 sobresale el hecho de que los diseños fueron ejecutados en los notables
huecos esferoidales. En estas obras, las líneas onduladas y rectas, sueltas o concéntricas me
sugieren un impulso alucinado, una manifestación de destellos y estelas de color en la mente del
autor. En toda la comarca, solamente un sitio me parece que exhibe algo similar; se trata del
alero de la Máscara ubicado en el cerro Intihuasi (Figura 8). Allí, con excepción de una cara
humana pintada, todo el techo estás cruzado por amplias líneas amarillas.
Figura 8. Alero de la Máscara. CerroIntihuasi.
Aunque existen otros afloramientos en La Quinta pero solo estos tres cuerpos rocosos tienen
arte. Puede ser que la disposición en el terreno y las características que describí de sus interiores
los hayan hecho especiales. Sus escenas despliegan con absoluta variación: ninguno de los
dibujos se parece a otro aunque se desprende de ellos un aire de familiaridad. Sugieren un
máximo de tensión psíquica aun cuando se hubieran realizado en distintas ocasiones y tiempos.
Su materialidad gráfica, aunque no sea inteligible, resulta exaltada por una escenografía
interior en la que predomina el encierro y la penumbra.
Algunos indicios son atrayentes: las huellas aluden a dos animales de la tríada simbólica
popular en Sudamérica (tanto en las tierras altas como en las bajas): felino-ave-víbora. El
tercero aparentemente está ausente; pero quizá sólo en apariencia porque las líneas curvas
-154-
podrían evocarlas de una manera metafórica. En dos de los sitios los dibujos están en las
sombras; en Sierra Grande 3, a plena luz. Si fue el mismo dibujante actuó de manera muy
distinta en unos y otro; si no lo fue, lo hicieron con criterios contrapuestos: asoció la luz con el
ave expresada en apenas unas rayas grabadas y vinculó el color (el blanco de tiza, el rojo de
sangre y el naranja luminoso) con la oscuridad y los huecos, situación que me sugiere que estos
dibujos fueron hechos con la idea o con la visión de una sensibilidad excitada.
Primacía del significante
En el arte rupestre la primacía pertenece al significante. Si hay algún nexo entre éste y el
significado, permanecerá roto porque nunca nadie sabrá-incluso en los signos icónicos- si un
animal es un animal o un ancestro. La interpretación, entonces, solamente puede ser conducida
por el significante y sus indicios.
Al formular el inconsciente estético, Ranciére (2006) intentó demarcar lo que llama una
racionalidad de la fantasía como muchos antes que él (Durkheim, Lévi-Bruhl, Lévi- Strauss de
la antropología clásica), su fondo dionisíaco, la “cosa” freudiana y su carácter dramático. Lo
designa “sentido que parece no tenerlo” de un fondo oscuro inabarcable, la voz anónima,
insensata y universal del inconsciente humano (Ibidem: 13). Las imágenes que seleccioné, me
parece que ilustran –con su desfiguración- esta cuestión. Por otra parte, considero que los
registros de arte, allí donde fueron hechos y en cualquier tiempo, son el testimonio de creencias
en un mundo invisible de fuerzas buenas y malas invocadas por los que en Sudamérica llaman
“maestros”. Esta fe sigue viva en muchos lugares aunque no se expresa en un arte en las rocas.
Conclusiones
Al estudiar arqueológicamente el arte rupestre, siempre confrontan dos registros: uno es el del
ritual –la acción oficiante que lo produjera- y el otro es el de las huellas de dibujo que quedan en
una pared. No son equivalentes: uno fue productor pero no quedó nada de los gestos y palabras
que lo animaron; el otro es la materialidad rupestre. Pienso que se deben conciliar los algoritmos
de la arqueología con el testimonio pasional que ofrecen estos monumentos y su remota
actuación en los juegos del lenguaje, desplegada por humanos que, en su interacción con lo
sobrenatural, los consideraban efectivos para actuar mágicamente sobre el mundo.
Estos registros se definen por cuatro componentes complementarios: los sitios rupestres, las
características de su emplazamiento (en su geografía y en las rocas), la situación gráfica que
presenta cada uno de ellos y las convenciones de diseño que subyacen a ella. Unos son
materiales, otros interpretativos.
-155-
El arte rupestre puede enfocarse como una clase de imaginario instituido. Ese “fondo” de
imágenes –que posee toda sociedad humana- es fuente y síntoma de creatividad e invención, de
arbitrariedad y de ejercicio espontáneo de la significación.
Las obras en las rocas podrían tener una interreferencia que solamente se volvería evidente
cuando se considera un conjunto amplio de sitios rupestres. Algunas se confirman mutuamente
porque repiten algunos signos o la narrativa que sugiere su combinación, otras se contradicen
quizá como resultado de la improvisación creativa del oficiante. La constante del arte rupestre
es la variación. La combinación de fórmula ritual y de variación sería el principio que rige la
coherencia de los sitios de India Muerta, en los que no se repiten los signos sino el sentido que
podrían tener. Sin embargo, sin pretender efectuar una reducción psicológica del arte rupestre,
estimo que este tema no puede quedar afuera del análisis así como el del “inconsciente
estético”; esa tensión interna que conduce la manifestación de la creencia, de la fe en que los
signos moverán algo en el universo.
Notas
1Crivelli Montero intentó establecer el ritmo de ejecución de arte rupestre en la cuenca del río
Limay (Provincia de Neuquén) estableciendo una escala logarítmica, de un poco menos de cien
sitios por milenio. Independientemente de la aceptación o no de este cálculo lo que pone en
evidencia de que esta actividad no fue demasiado frecuente aún en los tiempos en que un estilo
(el de grecas) predominaba. El autor también señala que existió un momento en que los dibujos
empezaron a aparecer en paredones y a hacerse mucho más visibles (Crivelli Montero, E.
2003).
2 Considero que este arte –que no tiene cronología- pertenece al formativo de las Sierras
Centrales, el cual probablemente haya comenzado unos siglos antes de la Era Cristiana.
3 Los relatos antiguos ven, en el rombo con un punto en el centro, el ano del ñandú.
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-157-
LA FRONTERA DE CÓRDOBA Y CUYO:
CONTINUIDADES Y RUPTURAS ENTRE LOS BORBONES Y LA REVOLUCIÓN
María Elizabeth, Rustán
Escuela de Historia, Facultad de Filosofía y Humanidades,
Centro de Estudios Avanzados, Universidad Nacional de Córdoba.
Resumen
Durante las últimas décadas coloniales en la frontera sur de las jurisdicciones de Córdoba y
Mendoza se construyeron condiciones que posibilitaron las negociaciones, los consensos y el
establecimiento de un cierto equilibrio, entre los grupos indígenas soberanos de esa región con
las autoridades coloniales.
En los años que transcurrieron de 1810 a 1820 el contexto dominante del ex virreinato fue la
guerra de independencia que se desarrolló en varios escenarios e incidió claramente en un
resquebrajamiento de los vínculos alcanzados en la frontera a fines de la colonia, proceso que
derivó en una paulatina conflictividad en el espacio fronterizo.
El propósito del artículo es el de realizar una aproximación y establecer líneas de desarrollo
sobre las relaciones interétnicas de la frontera en estudio, en el conflictivo y confuso contexto
de la primera década revolucionaria. En este sentido pretendemos avanzar en el examen de las
alianzas y las estrategias que fueron estableciendo los grupos indígenas independientes de la
región con las nuevas autoridades republicanas. Para ello partiremos de documentación básica
de los tratados suscritos en ese período y correspondencia de autoridades, para avanzar en la
identificación de nuevos escenarios de conflictos generados por la guerra.
Palabras claves: Frontera –Revolución – Guerra - Relaciones interétnicas - Estrategias
Introducción
La década de 1810 a 1820 estuvo signada por la guerra de independencia. Esto incidió
claramente en un resquebrajamiento de los vínculos alcanzados en la frontera a fines de la
colonia entre ambas sociedades, la indígena y la hispanocriolla, que derivó en un paulatino
proceso de conflictividad en el espacio fronterizo sur del ex Virreinato del Río de la Plata.
El propósito de este artículo es realizar una aproximación y establecer posibles líneas de
desarrollo sobre las relaciones interétnicas de la frontera en estudio, en el conflictivo y confuso
contexto de la primera década revolucionaria. De esta manera pretendemos avanzar en el
examen de las alianzas y las estrategias que fueron estableciendo los grupos indígenas
-159-
independientes de la región Arauco-Pampeana con las nuevas autoridades republicanas,
fundamentalmente en el área comprendida por la frontera sur del ex Virreinato del Río de la
Plata y particularmente en la de Córdoba y Cuyo.
Como ya es conocido, en el año 1810, una Junta Gubernativa reemplazó al virrey en Buenos
Aires, luego de que se recibieran las noticias de la caída de la Junta Central de Sevilla como
corolario de la crisis política que se vivía en la península desde 1808, debido a la invasión
napoleónica y todas sus consecuencias. En la historiografía argentina, se considera la guerra de
independencia como el conflicto militar contra los españoles y otros sectores realistas, que tuvo
su inicio con las expediciones ordenadas por esa Junta de Buenos Aires y que se prolongó a lo
largo de toda la década. La guerra en esos años implicó la fractura del Virreinato del Río de la
Plata y fue el comienzo del proceso de formación de cuatro nuevos estados en lo que había sido
su territorio: Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia.
En ese período, la guerra se desarrolló en varios escenarios: en una primera etapa en el Alto
Perú y en Montevideo –que era el foco contrarrevolucionario en el Río de la Plata-. En la
segunda parte de la década, las actuales provincias del norte sufrieron los embates de los
realistas del Alto Perú, que fueron neutralizados por las milicias y fuerzas irregulares de Salta y
Jujuy. Sin embargo, el proceso que dominó la segunda mitad de la década fue la campaña que
comandó José de San Martín contra los realistas que ocupaban Chile y que culminó con la
victoria sobre ellos en 1818).
A su vez, se produjeron enfrentamientos entre el Gobierno de Buenos Aires y las provincias del
Litoral que estaban conformadas por la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes y que
dirigía Artigas (Di Meglio, 2007: 27-45).
En este contexto bélico a gran escala, se puede suponer que los esfuerzos políticos y
económicos de los distintos gobiernos estuvieron centrados en el sostenimiento de la causa
revolucionaria en los territorios del ex Virreinato (Ratto, 2007:57; Bechis, 2001: 65-99). Esto no
necesariamente significó un menor interés por los espacios de frontera sino que implicó un
despliegue de estrategias diferentes en las relaciones diplomáticas, más vinculadas entonces a
las coyunturas derivadas de la guerra.
Un proceso social derivado de las guerras de independencia y que impactó en los espacios de
frontera fueron las frecuentes deserciones. En torno a 1813, aparentemente las fugas de soldados
fueron comunes a lo largo de toda la frontera desde el Atlántico hasta la cordillera, debido a que
las levas forzadas para los ejércitos patrios actuaban como expulsoras y convertían en
marginales o excluidos, a individuos de la sociedad criolla que al ser acosadosparael
alistamiento, encontraban resguardo entre los grupos indígenas de la frontera. La situación debe
haber sido lo suficientemente preocupante para que en 1813 las autoridades de Córdoba
-160-
intentaran atenuar las deserciones mediante la determinación de indultar a aquellos que se
presentasen voluntariamente en los fuertes y fortines de la frontera.1
Sin embargo, el problema continuó en todo el período y particularmente en Córdoba, donde se
aplicaron las habituales imposiciones sobre “vagamundos” y ladrones de ganado y con ello, la
resistencia al reclutamiento y las deserciones fueron una constante (Meisel, 2002: 442-443).
Las investigaciones de Fradkin y Ratto (2009:13-41) sobre otros espacios, dan cuenta de que la
deserción fue la forma característica que adoptó la resistencia de las tropas dentro de un
repertorio más amplio de prácticas. De los destinos posibles que podían tomar los desertores
uno era el de las tolderías de los grupos indígenas independientes. En esos casos, la captura de
los refugiados debía realizarse mediante negociaciones de las autoridades con los caciques que
los hospedaban, o que al menos controlaban el espacio donde éstos se habían refugiado, lo que
veremos en los acuerdos de Córdoba en esta década.
A las deserciones se sumaron también los prisioneros del bando realista, que se fugaban
fácilmente de los fuertes de la línea militar (Bechis, 2991: 84-85). El número de prisioneros se
incrementó significativamente en los años 1816 y 1817, luego de las batallas de Chacabuco y
Maipú. Aunque se trataba mayoritariamente de españoles, también formaban parte de los
ejércitos realistas soldados chilenos y peruanos (Fradkin y Ratto, 2010: 46). En efecto, en 1815
el Directorio había dispuesto que los oficiales realistas prisioneros fueran trasladados a Córdoba
y de esta manera dicha jurisdicción se convirtió en un punto de concentración de presos
provenientes de Buenos Aires, Tucumán y Cuyo, que eran remitidos particularmente a los
curatos de Río Seco y Río Cuarto (Fradkin y Ratto, 2010: 50). Esta medida también agravó el
problema crónico de su manutención, y los vecinos de las villas de la frontera fueron obligados
por las autoridades militares a alojar y alimentar mientras tanto, a dichos prisioneros (Lobos,
1779: 47-48).
En el caso del espacio mendocino, la dinámica de las relaciones de frontera estuvo
profundamente influida por la vecindad con Chile y condicionada principalmente por dos
circunstancias: los cambios en la situación política e insurreccional de Chile y los preparativos
del ejército de San Martín.
En 1814, en Chile se inició otra fase con el desembarco de tropas provenientes del Perú, que
ampliadas por contingentes del sur, se desplazaron hacia Santiago donde entraron victoriosos a
comienzos de octubre de ese año. El período de restauración monárquica en la región trasandina
duró tres años (León, 2011: 484-485) y se constituyó en una amenaza para los insurgentes
porteños, al favorecer la posibilidad de avanzar sobre Cuyo y pasar desde allí a Córdoba y a
Buenos Aires (Bragoni y Mata, 2007: 225).
-161-
Mientras tanto, Cuyo había sido elegida como plataforma de operaciones del plan de San
Martín para cruzar los Andes y liberar a Chile del dominio español. Allí también San Martín fue
nombrado gobernador con sede en Mendoza y lideró un proceso de militarización sostenido por
una red de aliados locales, conformada por funcionarios menores y por líderes territoriales. En
este sentido, se pudo conformar un esquema de poder centralizado, sobre la base de
funcionarios administrativos y/o militares como los Tenientes Gobernadores de San Juan y de
San Luis, el Comandante de Frontera José Susso y el Teniente Manuel Corvalán, quienes tenían
carreras profesionales iniciadas en el período virreinal. Esos liderazgos intermedios se
completaron con magistrados que tenían funciones de Policía y Justicia. El Cabildo de la capital
también se convirtió en soporte del poder durante el gobierno de San Martín (Bragoni y Mata,
2007: 230-231; Bragoni, 2008:114).
La militarización en Cuyo implicó una rápida movilización de hombres, que recayó
especialmente en los sectores subalternos de toda la jurisdicción. Se aplicaron aquí también las
tradicionales reglamentaciones sobre “vagos” y “mal entretenidos” para el reclutamiento militar,
pero también sobre el resto de la población: los mestizos y criollos pobres engrosaron así las
filas de la caballería, mientras que la oficialidad fue integrada por hijos de familias de la elite
cuyana. Algunos autores han calculado que de los 5.187 hombres que integraron el ejército en el
momento del cruce de los Andes, casi el 70 por ciento eran originarios de la jurisdicción
cuyana. También se implementó el reclutamiento de esclavos, a través de diferentes
disposiciones, quienes en su conjunto integraron los batallones de infantería (Bragoni y Mata,
2007: 232).
Durante los años de la guerra de independencia, los contendientes apelaron a los indígenas
soberanos para ganar su apoyo y su ayuda militar. Esta coyuntura revolucionaria estaba
vinculada a un proceso y a una periodización de la sociedad hispano-criolla en el ex virreinato,
que incidió en el mundo indígena. Sin embargo, los grupos indígenas de la frontera no fueron
receptores pasivos de las diferentes propuestas y presiones ejercidas por los distintos actores en
pugna y sus posicionamientos estuvieron enmarcados en los contextos específicos y fuertemente
vinculados al mantenimiento de los beneficios obtenidos en los antiguos acuerdos logrados
durante la colonia, por lo menos en el espacio estudiado.
Los parlamentos en la frontera sur de Córdoba y Cuyo: ¿renovación de lealtades o nuevos
acuerdos?
Para responder a esta pregunta veremos de manera sintética los tratados suscritos en este
período y analizaremos, en la medida de lo posible, el contexto de su producción. Sin duda, los
acuerdos alcanzados estuvieron vinculados a las especificidades de las coyunturas políticas
-162-
diferentes en las jurisdicciones en estudio, por lo que analizaremos los casos de Córdoba y de
Mendoza por separado.
Para la primera década revolucionaria se evidenció un crecimiento paulatino de la
conflictividad en la frontera sur de Córdoba pero, en términos generales, las relaciones entre los
indígenas independientes y la población hispano-criolla permanecieron sin cambios hasta 1814.
Los indios fronterizos que vivían cerca de la frontera siguieron así manteniendo intercambios
frecuentes y eran agasajados cuando viajaban a la ciudad (Barrionuevo Imposti, 1986: 127).
Sin embargo, a mediados de esta década, de la misma manera que sucedió en la campaña de
Buenos Aires, tuvieron lugar algunas incursiones indígenas para apropiarse de ganado en los
establecimientos de la frontera sur cordobesa. Suponemos que esto puede haber sido el
resultado de una mayor demanda de ganado por la llegada de grupos indígenas transandinos y
también por el aumento de desertores de los ejércitos revolucionarios, que significaban más
bocas para alimentar. Encontramos así frecuentes referencias sobre desertores del ejército que se
radicaban en las tolderías, provocando un crecimiento demográfico que puede haber generado
una mayor presión sobre los recursos y por ende, un aumento de la conflictividad.
No obstante, las viejas prácticas de parlamentos y acuerdos siguieron vigentes. Así, en este
período en la frontera sur de Córdoba se suscribieron dos tratados: el de 1815 y el de 1818.
El tratado de 1815 fue suscrito entre el entonces Gobernador Intendente, Francisco Ortiz de
Ocampo, y “el ciudadano don Santiago Quintana de la Vega cacique de las tribus del sur, con
los casiquesLepian, y Nequan.2 En el acta se encuentran expresiones tales como la ratificación y
la continuación “en cordial unión” que remitía a los acuerdos de paz de 1796.
De hecho, los intercambios comerciales entre hispano-criollos y las agrupaciones indígenas
independientes continuaron siendo fluidos, tanto en Villa La Carlota como en la de Concepción
de Río Cuarto. Advertimos que en La Carlota, la Comandancia tenía a su cargo el alquiler de
una casa en donde se hospedaban los indios amigos que bajaban a la frontera y consta
documentalmente su mantenimiento en esta etapa.3 En Villa Concepción de Río Cuarto por un
oficio del alcalde, se informaba que los vecinos alimentaban allí a los indios en sus casas los
días que bajaban a la villa a vender y comprar productos (Lobos, 1979: 57). Esto da cuenta de
que los cambios políticos no habían afectado, en este caso, las relaciones establecidas.
Así, en el tratado de 1818 entre el gobernador Manuel Antonio de Castro, y el cacique Santiago
Quintana de la Vega, nuevamente se propuso ratificar los “antiguos tratados de alianza, paz y
confederación” y la observancia de la ratificación que se había realizado en 1815. Además de lo
anterior, en este tratado se explicitaron acuerdos en torno a los desertores del ejército:
-163-
[…] añadiendose por nueva circunstancia en dichos tratados, que los referidos
caciques no han de admitir en sus Estados, ni consentir que pasen por ellos los
soldados desertores de nuestros exercitos, si no que los devolveran, y entregarán
inmediatamente, sin ofenderles en sus personas, y propiedades, á los Comandantes
de Fronteras […]”4
Está claro que el problema de las deserciones era allí crónico y las autoridades apelaban a los
acuerdos con los caciques como una de las alternativas paracontrarrestar la resistencia al
reclutamiento.
En síntesis, entendemos que el rasgo más notable que se evidencia en este espacio es la
vigencia de la legitimidad de los tratados de la época borbónica, que eran reconocidos tanto por
las autoridades republicanas como por los grupos de indios amigos, si bien ajustados ahora a un
nuevo contexto.
Para el caso del espacio mendocino, el primer parlamento formal en esta etapa fue en junio de
1812, en el que el gobierno de Mendoza mantuvo una reunión con los indios pehuenches
“amigos”. En esta oportunidad el representante del gobierno –AlexoNazarre- hizo una “arenga”
con un objetivo específico: lograr el apoyo de los indios a la causa revolucionaria.
Recordemos que la frontera sur chilena se convirtió pronto en un núcleo de resistencia realista,
apoyado por el virrey del Perú. Así, la política del gobierno central rioplatense se preocupó por
reafirmar las alianzas con los indios amigos con los que ya tenían tratos, e instruyó a las
autoridades cuyanas para que así lo hicieran. De esta manera, en 1812, San Carlos fue escenario
de un parlamento en el que se invitaba a los pehuenches a participar en la insurrección contra
los españoles (Comando General del Ejército, 1973: 543).
Teniendo en cuenta el escenario de restauración monárquica en Chile, San Martín, como
Gobernador de Cuyo, consideró necesario controlar el sur y los pasos cordilleranos y entre otras
medidas, instruyó en octubre de 1814 al comandante De Susso -que era uno de sus apoyos- y a
Fray Inalicán para consolidar la amistad con los “paisanos” pehuenches, convocándolos a un
parlamento.5
A fines de octubre de ese año se realizó el encuentro con el Cacique Gobernador Neycuñan,
junto a otros caciques y capitanejos de su nación, a orillas del río San Pedro. Como
representante del gobierno los interlocutores fueron José de Susso y Fray Inalicán, quien
actuaba como intérprete. El sacerdote Inalicán era capellán del fuerte y cura conversor de San
Rafael y había desempeñado un rol de mediador en la relación con los indios de frontera, desde
1805 (Pelagatti, 2006).
-164-
En el parlamento, de Susso realizó una “arenga” en la que comenzó con una suerte de
presentación en nombre de San Martín, nuevo Gobernador Intendente de Cuyo, quien a su vez
era el representante del supremo Director de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Allí de
Susso informó que “el reyno de Chile se halla, ya oy, bajo la tirania de los contrarios de la
livertad americana, es decir, de buestralivertad y la nuestra. Los limeños y chilotes le ocupan
todo […]”. Seguidamente señalaba a los indios que ellos deberían estar vigilantes de los pasos
de la cordillera, porque si les permitieran el paso a los realistas, éstos los harían sus esclavos, les
destruirían sus campos y tolderías, se apropiarían de sus ganados y “serían infelices”. La
pretensión de deSusso era que los pehuenches amigos cuidaran los pasos cordilleranos que ellos
controlaban, y que avisaran las novedades por chasques de confianza.6
De manera explícita, en este parlamento de 1814, el Cacique Gobernador Neycuñan se
comprometió junto con los otros caciques, a cuidar de los pasos cordilleranos y a remitirles los
enemigos que intentasen atravesarlos hacia el este de la cordillera.7
Aunque las fuentes silencian las solicitudes expresas de los caciques, suponemos que no
estuvieron ausentes. En efecto, en el informe que de Susso realizó a San Martín sobre el
Parlamento, le señalaba que los indios manifestaron alegría “[…] y se reservaba las pretensiones
de los caciques para hacérsela personalmente […]”.8
De manera análoga a los tratados realizados durante la dominación colonial, aquí también se
manifiestan las viejas prácticas de no ser explícitos, a la hora de registrar en las actas los
compromisos con los caciques. No obstante, por las solicitudes de estos, posteriores al tratado
de 1814, suponemos que las demandas estuvieron vinculadas a nuevos acuerdos comerciales
para “bajar a la ciudad”, a fin de poder abastecerse de los bienes que anteriormente obtenían en
Chile, lo que en ese momento no podían hacer por estar aliados con las autoridades
mendocinas.9
Específicamente para este parlamento, los caciques pidieron un despacho del “Gobernador
Grande”, con los títulos confirmatorios que incluyeran los nombres del Gobernador y de los
caciques por separado.10 Asimismo en el parlamento, todos los caciques asistieron con los
despachos de los antiguos acuerdos firmados con las autoridades coloniales, entre los cuales se
encontraba, según el Comandante, un tratado firmado 42 años atrás. Este dato nos ofrece la
oportunidad de reflexionar sobre el valor que tenía el documento escrito para los líderes
indígenas. Sabemos que para estos grupos era sumamente importante la práctica de la oratoria
en las instancias de negociación, pero creemos que también el papel escrito tenía para ellos un
valor simbólico y material, o por lo menos sabían que éste si lo tenía para sus interlocutores.
Sin dudas, las luchas civiles en Chile fue uno de los elementos que impregnó las relaciones con
los indios en la frontera de Cuyo. En efecto, un año antes de este parlamento, en 1813, el
-165-
comandante de San Carlos, José de Susso le había informado al Teniente Gobernador que había
encargado al Cacique Gobernador Neycuñan, que “detenga a todo hombre y lo remita seguro a
este fuerte…”, refiriéndose a aquellos vencidos que quisiesen desplazarse al este de la
cordillera.11
Ciertamente, la vigilancia de los pasos cordilleranos y el espionaje pasaron a ser tareas
esenciales, no sólo en los tratos con los indios de la frontera cuyana, sino también para las
guarniciones de frontera. Con relación a la vigilancia, entre 1813 y 1816 fueron frecuentes la
correspondencia con pedidos de abastecimiento para los soldados que se encontraban en
diferentes puntos de la cordillera hacia el sur (entre los más mencionados se encontraban El
Portillo y Cruz de Piedra, pero también el destacamento de Los Patos) y que contaban con
información sobre las novedades en las “guardias”, como los denominan las fuentes. De hecho
en septiembre de 1814, el comandante De Susso informó a San Martín que tanto en San Carlos
como en San Rafael, no había en ese momento, septiembre de 1814, ningún prisionero. De
Susso informaba también que la seguridad pasaba más por la vigilancia del camino del Portillo
hacia Chile que por los fuertes, porque éstos no tenían seguridad.12
El espionaje era una de las principales tareas de las milicias de la frontera en esta coyuntura y
tuvo como blancos de observación a los chilenos emigrados, a los indios en su conjunto y
también a los desertores que aparentemente huían por la cordillera o se alojaban con los
indios.13 Entendemos que estos roles asignados no sólo a la milicia sino también a los indios
amigos, formaban parte de la necesidad de las autoridades de Cuyo de contar con información
sobre los acontecimientos políticos de Chile. En rigor, el foco de la gestión del Gobernador
Intendente de Cuyo estaba dado por la preparación del ejército de los Andes, y por ese motivo
las políticas de frontera respecto de la seguridad y de los pactos con los indios estuvieron
subordinadas a ese tópico.
Con cierta frecuencia, desde la frontera se remitían emigrados chilenos “patriotas” que huían
hacia el este de la cordillera. En los casos revisados, los emigrados ingresaban por los boquetes
de la cordillera -el Planchón y por Río Claro a la altura de Talca- y el Comandante del fuerte
daba entonces aviso por correspondencia al Gobernador de Cuyo, quien los recibía en la ciudad
de Mendoza.14
En esta etapa, las autoridades mendocinas suscribieron otro Parlamento con los pehuenches, en
1816. Según apuntes dispersos -ya que no se dispone del acta-, el parlamento formaba parte del
plan de San Martín de pasar por los territorioscontrolados por los pehuenches. En la reunión
realizada en San Carlos, éste había solicitado a los indios autorización para cruzar por allí y
avanzar por El Planchón y El Portillo. Como contrapartida, San Martín les ofreció la posibilidad
-166-
a los pehuenches de que les proveyeran de ganado y de caballos para el ejército (Levaggi, 2000:
173-174; Morales Guiñazú, 1938: 91-94.
En Chile, luego de la batalla de Maipú, en 1818, aunque el ejército de San Martín fue el
vencedor, las fuerzas realistas no quedaron desarticuladas y se reorganizaron al sur del río
BíoBio. Conformaron allí una resistencia armada que actuó como organización política y
militar, en nombre del rey de España, e inició un proceso bélico que se extendió hasta 1832,
conocido en la historiografía tradicional como la de “Guerra a muerte”.
Entre 1818 y 1822, las fuerzas contrarrevolucionarias estuvieron concentradas en el sur de
Chile. Tradicionalmente, las acciones de este grupo fueron marginadas por la historia oficial, o
bien recibieron un tratamiento circunstancial por parte de los estudios históricos, que
consideraron a estos grupos como “rebeldes de la patria”, “montoneros, bandidos y asesinos”, o
“facinerosos chilenos” (Morales Guiñazú, 1938: 95), interpretando sus actividades como
simplemente delictivas y no como un emergente político en el contexto de la guerra
revolucionaria (Varela y Manara, 2001: 51).Sin embargo, en las últimas décadas numerosos
trabajos de investigación han empezado a valorizar otros proyectos políticos además del
independentista como el de los realistas, o el de los autonomistas gaditanos, lo que posibilita
matizar la consideración de que el proyecto independentista era el único que estaba predestinado
a triunfar (Chust y Serrano, 2007: 9-25).
Algunas reflexiones finales
Si tenemos en cuenta que en las últimas décadas coloniales, se habían ido construyendo
pacientemente las condiciones para llevar adelante negociaciones, consensos y el
establecimiento de un cierto equilibrioentre hispanocriollos y las sociedades aborígenesen las
relaciones del área en estudio, con la disolución de la dominación colonial se produjeron
cambios, dando lugar a un período de creciente conflictividad como el que acabamos de reseñar.
En el espacio examinado, los factores conflictivos estuvieron vinculados al problema de las
deserciones y huidas de los prisioneros del bando realista que actuaron como elementos
disruptivos para la subsistencia indígena. Pero además, en la frontera mendocina se sumó la
vecindad con Chile, foco realista,y el consiguiente proceso de militarización en ese espacio. En
esta coyuntura las autoridades de Mendoza procuraron comprometer a los “indios amigos” para
que vigilaran y controlaran los pasos cordilleranos y les mantuvieran informados sobre las
novedades y movimientos de los desertores y emigrados.
En los casos analizadosla política de frontera de esta primera década revolucionaria los nuevos
funcionarios procuraron buscar el apoyo de los indios soberanos para sumarlos a la causa
revolucionaria, pero también, como un rasgo ambivalente, se evidencia hasta qué punto las
-167-
autoridades apelaron a las prácticas formales de la diplomacia de la etapa tardocolonial. Esto se
visualiza en los dos tratados suscritos en Córdoba en esos años, en los que se ratificaron los
compromisos del tratado de 1796, perotambién se evidencia en las recomendaciones del
Comandante De Susso a San Martín para que recibiera a los caciques o les enviara los
despachos porque eran acciones que los líderes indígenas valoraban y experimentaban en sus
relaciones con las autoridades borbónicas.
Además e independientemente del estudio específico de las relaciones interétnicas, los tratados
y las coyunturas, el análisis de estos tópicos específicos permite recuperar aunque de manera
tangencial, un protagonismo de los grupos indígenas a lo largo de la guerra de independencia y
luego en las guerras civiles, largamente ignorado por la historiografía.
Notas
1AHPC, Gobierno, 1818, Tomo 37, f. 242 y 247. 2 AHPC, Gobierno, 1818, Leg. 53, carpeta 5, f° 518. En esta ubicación encontramos la copia del
tratado de 1815. 3AHPC, Gobierno, 1813, Tomo 37, f° 225. 4 AHPC, Gobierno, 1818, Leg. 53, carpeta 5, f° 521. 5AHM, EI, 1814, Dcto. 80, Carpeta 234, Fray Francisco de Inalican a San Martín. 6AHM, EI, Sección Gobierno, 1814, Dcto. 1, Carpeta 123,Arenga del TteCnel y Cte. Gral de
Frontera José De Susso a la Nación Pehuenche y nómina de los caciques que concurrieron. 7AHM, EI, Sección Gobierno, 1814, Dcto. 1, Carpeta 123,Arenga del Teniente Coronel y
Comandante General de Frontera José De Susso a la Nación Pehuenche y nómina de los
caciques que concurrieron. 8AHM, EI, Sección Gobierno, 1814, Dcto. 40, Carpeta 235, José de Susso a San Martín. 9AHM, EI, Sección Gobierno, 1815, Dcto. 11, Carpeta 237, Jose de Susso a San Martín. 10AHM, EI, Sección Gobierno, 1814, Dcto. 46, Carpeta 235, José de Susso a San Martín. 11AHM, EI, 1813, Jose de Susso al Teniente Gobernador, 1 fs. 12 AHM, EI, 1814,Dcto. 32, Carpeta 235Jose de Susso al Gobernador Intendente San Martín. 13AHM, EI, Gobierno, 1814, Dcto. 30, Carpeta 235, José de Susso al Gobernador Intendente
Don Marcos Gonzales Barcarce. 14 AHM, EI, Sección Gobierno, 1814, Dcto. 46 y 47, Carpeta 235, Jose de Susso a San Martín.
-168-
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-170-
DESARROLLO Y TERRITORIALIZACIÓN EN EL SUR DE CÓRDOBA. ANÁLISIS DEL PROYECTO DE TRANSFORMACIÓN DE LA FRONTERA MILITAR A PARTIR
DE LOS CONCEPTOS PROVISTOS POR EL ENFOQUE DE ESTUDIOS REGIONALES1
Ernesto Olmedo
Cátedra de Prehistoria y Arqueología. Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Dpto. de Historia. Facultad de Ciencias Humanas. UNRC
Doctorando en Historia UNC – [email protected]
Resumen
Los estudios militares de frontera sur de Córdoba demandan un análisis específico respecto de
nociones asociadas al espacio, el territorio y la región sin menoscabo de las ideas de
territorialización y desarrollo. Con este abordaje se propone enriquecer el estudio del proceso de
conformación de la región sur de Córdoba, atendiendo a su singularidad. Lo anterior ha
demandado un análisis que no ha perdido de vista la configuración económica y socio-estatal de
carácter nacional pero se ha atendido a un proceso de incorporación del espacio regional
habiendo atravesado la instalación de la frontera militar primero y, posteriormente, la
territorialización e incorporación de tierras a un creciente mercado interno.
Palabras claves: Espacio – Territorialización – Militares – Frontera - Desarrollo
Introducción
En el presente artículo2 se pretende problematizar algunos conceptos utilizados por quien
escribe en el marco de los estudios sobre militares de la frontera sur de Córdoba. Precisamente
dichos estudios, referidos a la última etapa de existencia de la citada frontera, demandan un
análisis específico respecto de nociones tales como espacio, territorio, región. Del mismo modo,
resultan relevantes para comprender la problemática, las nociones de territorialización y
desarrollo. Sobre la temática, el autor ha desarrollado una investigación mayor (Olmedo, 2014).
En tal sentido, el artículo apelará de manera constante a dichos conceptos útiles y a las
implicancias que su consideración propicia en términos del reconocimiento factual, de las
interpretaciones que pueden generarse a partir de su tratamiento y del papel que sendos
enfoques de las disciplinas de las Ciencias Sociales preocupadas por el tratamiento de las
dimensiones espacial y temporal han plasmado en torno a ello.
En la primera parte se presentan los conceptos procurando complementar las visiones de
algunos autores que –especialmente- desde la historia y la geografía han aportado a su
complejización.
-171-
En la segunda parte del trabajo, se presentan distintos proyectos de ocupación de las tierras
indígenas partiendo de la consideración de que se trató de un hecho complejo en el que los
sectores dominantes articularon intereses apoyados en la política estatal. Con esto último se
pretende dar entidad al proceso de conformación de la región sur de Córdoba, atendiendo a su
singularidad y, del mismo modo, a los procesos endógenos y exógenos que la constituyen.
Acerca del espacio
Una consideración especial merecen aquí las ideas de región y territorio entendiéndolas como
nociones situadas sociohistóricamente y no como un mero escenario estático y neutro. En este
sentido, se coincide con Bustos Cara, quien entiende a la región como proceso territorial, como una
forma de territorialización que intrínsecamente encierra dinamicidad (Bustos Cara, 1999:67-68).
La relevancia de esta apreciación se relaciona con la inexorable necesidad de considerar las
dimensiones espacial y temporal en este proceso histórico de ocupación del espacio fronterizo y
desplazamiento de los indios. Aquí, tanto uno como otro, aparecen signados por permanencias y
cambios y, muy especialmente, por los ritmos temporales y la diversidad espacial en un complejo
proceso de construcción del Estado y la sociedad.
La historicidad apunta de manera considerable a la búsqueda, reconocimiento y análisis de las
transformaciones acaecidas en el espacio; vale decir a las “transformaciones irreversibles”
(Sánchez, 1991). Resulta necesario asignarle entidad a estas dimensiones para escapar de las
viejas conceptualizaciones que circunscribían todo a un plano material, físico y natural.
En la definición presentada anteriormente, Bustos Cara sigue a un referente latinoamericano en
los estudios espaciales que propició un innovador marco teórico. Milton Santos, entiende que el
espacio es:
“[…] el conjunto indisociable del que participan, por un lado, cierta disposición de objetos geográficos, objetos naturales y objetos sociales, y por otro la vida que los llena y anima, la sociedad en movimiento. El contenido (de la sociedad) no es independiente de la forma (los objetos geográficos); cada forma encierra un conjunto de formas, que contienen fracciones de la sociedad en movimiento. Las formas, pues, tienen un papel en la realización social” (Santos, 1996:28).
Vale remarcar aquí estas apreciaciones sobre lo espacial que aparecen vinculadas a “lo social”,
el “movimiento” y la “dinamicidad”; la correlación entre el “contenido” y la “forma”. Por
cierto, lo anterior se asocia a una de las críticas fundamentales hacia las tradiciones
fundacionales de los estudios geográficos e históricos que tuvieron su primer despliegue en el
positivismo decimonónico y en un concepto de lo espacial rígido, estático y determinista.
-172-
Espacio y región
En consonancia con los aportes de Santos, Bustos Cara (1999) ofrece otro de los aportes
dinamizadores de la noción de espacio tomando como base la “acción” como construcción
estratégica asociada también al tiempo, definiéndolo como historicidad permanentemente
reconstruida. Así, en este marco “región” y “territorio”:
“[…] son espacio-tiempo percibidos desde la acción y concebidos como procesos de territorialización que pueden formalizarse en estructuras u organizaciones durables y deben considerarse inconclusas” (Bustos Cara, 1999:70).
Del mismo modo, son de interés las consideraciones de Susana Bandieri (1996), quien entiende
a la región:
“[…] como sistema-abierto, como un objeto que se aborda mediante sucesivas aproximaciones que apuntan en su conjunto a la idea de totalidad, donde los actores sociales cobran un rol protagónico en relación al proceso de generación, apropiación y distribución del excedente económico” (Bandieri, 1996:20).
Por lo antes expresado, la vinculación entre lo “espacial” y lo “regional” permite una
caracterización del objeto de análisis y del mismo modo, se asignan a partir de esta
consideración, una serie de claves para problematizar la frontera interétnica, ámbito de interés
para quien escribe. De manera previa a ello, nuevamente, resulta importante un abordaje en
términos de los atributos que de ella se desprenden. De allí que se insista en pensar el espacio
regional en términos de su configuración social. Al respecto, María Rosa Carbonari da cuenta
del espacio regional insistiendo en que:
“no es por tanto, un espacio fijo, sino un espacio social con conjuntos heterogéneos en continua interacción. Es testimonio del pasado que actúa sobre el presente y condiciona el futuro. Analizarlo implica verlo como un espacio dinámico, en continuo movimiento. Por tanto como producto de la historia y que al mismo tiempo actúa sobre la historia” (Carbonari, 2009:28).
En consonancia con lo expresado anteriormente, esto es, problematizando la dimensión de lo
físico y lo natural e incorporando lo humano, podría indagarse igualmente acerca de las
características que asumió el estudio del espacio en torno las regiones. Daniel Campi da cuenta
de las regiones desde la perspectiva asumida por los historiadores que suscriben a la historia
regional, en términos de:
“espacios humanizados singulares, que son modificados y se reestructuran, precisamente a través de la actividad humana” (Campi, 2001:87).
-173-
Del mismo modo, el autor antes citado insiste -tomando como referencia un trabajo clásico
sobre la temática escrito por Van Young3- en que las regiones serían hipótesis a demostrar y las
singularidades que revisten deberían vincularse a una globalidad y a una serie de articulaciones
específicas.
Al respecto, existe una amplia coincidencia entre los especialistas en incorporar la problemática
en el juego de relaciones entre los objetos y los sujetos sociales. En término de los estudios
fronterizos, esto cobra vital importancia dado que aquel espacio estuvo signado especialmente
por la movilidad espacial y por la circulación de poblaciones, individuos y mercancías. Del
mismo modo, en el espacio fronterizo la presencia estatal también da cuenta de un permanente
movimiento4.
A propósito de lo antes presentado, vales las expresiones de Meyer quien entiende a la región
en términos de un espacio con características culturales –geográficas, económicas, sociales- que
le otorgan singularidad frente al conjunto que les engloba. Vale decir que antes que un “dato
preexistente”, la región es un resultado, una consecuencia (Meyer, 2007).
En relación con lo anterior, Edmundo Heredia (1999), por su parte, en un estudio ligado a
América Latina reconoce a la región como una parte de un conjunto o de una unidad mayor; de
allí que necesariamente incorpora los conceptos de “integración” y de “diversidad”; aquí,
nuevamente la región se encontraría en la base de cualquier conformación mayor, lejos de verse
como una unidad cerrada, aislada.
A propósito de lo antes planteado, obra una creciente literatura sobre el papel de los territorios
en los nuevos contextos de globalización. Sobre el particular, y dado los límites de este trabajo,
sólo se dirá que en el debate teórico actual, lo que se pretende es replantear aquella concepción
de territorio visto simplemente a partir de las estrategias que los actores empresariales podrían
desplegar sobre el mismo, en favor de una mirada que lo entiende como construcción social,
reflejo de acciones y comportamientos múltiples, acumulados en el tiempo, con capacidad de
influir también de forma significativa sobre la estructura y funcionamiento de las propias
empresas, en un sistema de retroalimentación dialéctico que exige considerar otras dimensiones
extraeconómicas5, como por ejemplo la sostenibilidad ambiental, la identidad cultural, la
gobernabilidad y participación, la ordenación territorial; todas ellas se sumarían a los otros
elementos del concepto de desarrollo territorial integrado como son el bienestar social/humano
y la competitividad económica (Méndez, 2002:67-68). En igual sentido, Inmaculada Caravaca
presenta los avances teóricos en la problemática de la innovación y territorio en relación con las
interacciones potenciales de las empresas (Caravaca y otros, 2002:31-54).
-174-
Región. Aportes significativos a su conceptualización
Recuperando lo expresado en el apartado anterior, en los nuevos enfoques, se establece una
estrecha relación entre “espacio” y “desarrollo”, siendo el primero un condicionante que puede
contribuir en mayor o menor medida a potenciar este último (Caravaca y otros, 2002:33).
En relación a esto, y antes de avanzar sobre esta idea de territorialización, es de relevancia traer
nuevamente a colación expresiones de Milton Santos, quien advierte que:
“[…] comprender una región implica entender el funcionamiento de la economía a nivel mundial y su respuesta en el territorio de un país, con la mediación del Estado, de las demás instituciones y del conjunto de agentes de la economía, empezando por sus actores hegemónicos” (Santos, 1996:46).
Por cierto que el abordaje de lo regional permite arribar a otra de las preocupaciones ligadas a
este enfoque; para los estudios clásicos de frontera también se pusieron en tensión una
perspectiva si se quiere local ó regional frente a aquella predominante de alcance “nacional”. En
este sentido, son sugerentes las expresiones de Pons y Serna (2007) quienes incorporan la
problemática a las “reglas de poder ó su alteración en la disciplina”. La propuesta aquí pasaría
por escapar a este dilema sin descuidar que la cuestión existe; del mismo modo, resulta
necesario pensar en la presencia de otras fronteras que dividen y/o delimitan en el espacio.
Respecto de lo antes expresado, existen fronteras variadas –muchas veces imperceptibles- que
también contribuyen a la configuración de un espacio local/regional (Pons y Serna, 2007).
De manera concomitante con lo anterior, y en la búsqueda del trasfondo de esta discusión, otra
cuestión que ha nutrido los prejuicios existentes asocian lo local/regional a lo acontecimental en
cuanto se trata de un enfoque más acotado. Del mismo modo, se pensaba lo regional en torno a
configuraciones eminentemente administrativas (Fernández, 2007). Precisamente, en los
estudios fronterizos, esto ha impreso notablemente la delimitación ó el recorte de las
investigaciones; vale decir que el análisis se sustenta en una dimensión circunscripta a lo
“provincial”. En tal sentido, lo regional es visto desde lo administrativo-territorial, a saber:
frontera de Córdoba; frontera de San Luis; frontera de Santa Fe; frontera de Buenos Aires.
María Rosa Carbonari, por su parte, inscribe la tensión respecto del concepto de región en un
marco más amplio que atañe al plano epistemológico de las Ciencias Sociales y el abordaje de
lo general y lo particular, traducido igualmente, en la disputa vertida en torno de lo “regular” y
lo “irrepetible” (Carbonari, 2009).
Algunos conceptos de relevancia: territorialización, estructuración y desarrollo
Bustos Cara da cuenta del proceso de territorialización como el pasaje de un espacio
preexistente hacia un territorio mediante la asignación de sentido. Precisamente, si se analiza el
-175-
caso argentino, puede advertirse un claro ejemplo de territorialización en el período que
transcurre entre 1869 y 1885. Allí se concretó un proceso de estructuración que tendría su base
en la internacionalización de la economía y en la faz política una serie de connotaciones de corte
liberal, oligárquico y nacional (Bustos Cara, 1999:72-73).
Cabe aquí profundizar en la noción de territorialización en los términos en que los aborda
Sánchez (1991) para quien -en la búsqueda de la especificidad del espacio geográfico- esta
noción puede asociarse a aquel proceso de producción de un determinado espacio social.
El concepto de “estructuración”, por su parte, proviene de los aportes teóricos de Anthony
Giddens, en la búsqueda de conciliación de la vieja contraposición entre acción y estructura;
este autor considera que la misma estructura está inscripta en la acción:
“Las estructuras no existen en absoluto como fenómeno autónomo de naturaleza espacial o temporal, sino siempre y solamente en la forma de acciones o prácticas de individuos humanos. La estructura deviene real solamente en las ejecuciones concretas de la estructuración práctica de acciones de sistemas sociales” (Giddens, 1995, tomado de la Entrevista realizada por Kiessling, Bernd:59).
En opinión de Méndez, en el enfoque estructuracionista de Giddens, la relación entre
estructuras y acciones debe entenderse como:
“[…] bidireccional: el contexto que impone el modelo actual de acumulación y regulación establece limitaciones a los agentes dentro de unos márgenes más o menos amplios según los lugares, pero las propias respuestas locales contribuyen a reformular en cierta medida las propias claves en un proceso de retroalimentación constante, de carácter dialéctico. Por otro lado, esas acciones son las que dan forma al territorio, pero las características materiales e inmateriales de éste también hacen o no posible la presencia de actores con capacidad/voluntad de innovación y posibilidades de respuesta” (Méndez, 2002:74).
Precisamente, desde las categorías espaciales, falta incorporar en este análisis aquello referido a
“lo local”. Más allá de una creciente discusión de la interacción entre lo local y lo global en los
tiempos actuales, lo “local” había quedado relegado porque se presentaba incompatible respecto
de lo “nacional”. En el período de consolidación de los Estados nacionales, lo nacional aparecía
como modernizante, como escenario ideal de la democracia dado que, de este modo, se
manifestaba de manera más directa la relación entre electores y sus representantes mientras que,
lo local, daba cuenta de un lugar de atraso, ajeno a la modernización que arribó a los centros
capitalinos, de clientelismo político, por el predominio de las relaciones parentales y feudales
que, traducido al caso argentino, presentaba una imagen de una pampa húmeda “moderna y
pujante” o “híbrida y sin especificidad cultural” frente a la región Norte vista como “atrasada y
tradicional” (Grillo, m-s:2-3).
-176-
En un plano que atañe a la disciplina, este mismo impulso repercutió igualmente en los estudios
históricos. Respecto de este caso, Susana Bandieri encuentra en el auge de la economía
agroexportadora de mediados del siglo XIX -de “clara vocación atlántica”- una inclinación
hacia su estudio que habría derivado igualmente:
“en un interés historiográfico por develar la ‘historia nacional’ a partir del análisis de la estructura socioeconómica de las regiones especialmente favorecidas por ese desarrollo” (Bandieri, 2001:109).
Algunas consideraciones respecto de las vinculaciones entre acciones político-
institucionales, los proyectos de colonización y ocupación y la explotación de tierras
indígenas
La explotación de las ancestrales tierras indígenas obligan, en primer término, a un análisis de
los proyectos formulados para con ellas y, de manera posterior, a una indagación sobre las
acciones concretas de ocupación que fueran encausadas por el Ejército Argentino en el marco de
las políticas de Estado del momento.
El hecho, necesariamente, debe proyectarse también en las condiciones económicas y
geopolíticas internacionales que le asignarían a los incipientes Estados nacionales
latinoamericanos en la producción de materias primas y en la recepción de productos
manufacturados. En este contexto, las “adecuaciones institucionales” eran una condición
necesaria para la transformación económica que garantizaría la inserción en el capitalismo
internacional.
En cuanto a lo político institucional, existe un compuesto clave que dio forma al Estado y al
mercado en el país. Se trata de la fórmula del orden y, posteriormente el progreso (Oszlak,
1997), que posibilitaron la antes mencionada transformación de la Argentina. Por cierto, ambos
conceptos orientan en parte la propuesta de análisis y posibilitan encuadrar las modificaciones
territoriales y la desaparición de la frontera interétnica.
En este marco, existen una serie de discursos, que serían puestos en práctica a partir del último
tercio del siglo XIX, en el que se proyecta una idea de cambio, de transformación del ambiente
y del territorio, y, fundamentalmente, una transformación cultural a partir del principio de la
‘civilización’ en contra de la ‘barbarie’.
Asimismo, y más allá de los discursos, el interés por el espacio y las disputas que éste encierra
a lo largo del tiempo resultan fundamentales para comprender el relato/discurso que allí se aloja.
En tal sentido, caben las apreciaciones de Joan-Eugeni Sánchez que remiten a:
“la historia en términos de la historia de la apropiación del espacio y de sus productos, incluido el propio hombre como recurso” (1991:15).
-177-
De aquí que la preocupación no sólo debe apuntar a la construcción estatal, la configuración de
un mercado sino, fundamentalmente, a la configuración de la clase burguesa como grupo social
dominante. Aquí, el autor antes citado, insiste en que al posicionarse en términos dominantes, el
hecho coadyuvará en una nueva función espacial.
Proyectos, acciones y desarrollo
Una serie de dificultades teórico-metodológicas reviste enfocar la cuestión del desarrollo para
el siglo XIX. Pues, para las décadas de 1870 y subsiguientes en dicho siglo, focalizar en el
“desarrollo” se contrapone a la idea de que sería recién en el siglo XX -y en el marco de
diferentes políticas de Estado- que se iniciaba una discusión entre los vínculos desiguales de
países desarrollados y subdesarrollados.
Precisamente, la vertiente estructuralista encuentra que las características de las relaciones de
intercambio en el comercio internacional profundizan el subdesarrollo de los países de la
periferia, ya que éstas ofrecen la posibilidad de obtención de réditos de la productividad del
sector primario de la periferia al centro. Así, el deterioro de los términos de intercambio
perpetúa la asimetría entre el centro y la periferia y la profundiza.
En el marco de este pensamiento, la polarización y dualización de la economía mundial
encuentra sus raíces en las características y los modos de apropiación de las ventajas del proceso
de Revolución Industrial. De esta forma, dicho proceso, ocurrido en el ‘centro’, fue apropiado
‘positivamente’ por la burguesía que sustentaba el desarrollo industrial en los avances
tecnológicos. Por el contrario, en la periferia:
“[…] las nuevas tecnologías fueron en gran medida importadas y dedicadas principalmente al sector primario, productor de bienes para la exportación” (Kay, 1991:102).
Estas características profundizan las relaciones económicas duales y desarticuladas. Dual, en
tanto marco de una diferenciación amplia entre el sector de la exportación y el de la
supervivencia. Este último sector precapitalista afecta a la periferia aportando gran cantidad de
mano de obra. El excedente de la mano de obra con salarios bajos, se constituye en uno de los
factores característicos de la periferia, que, para los estructuralistas, es clave para la promoción
y reproducción del subdesarrollo.
A su vez, la preocupación por el desarrollo incorporaría hacia finales de la década de 1950 y
principios de la de 1960 los aspectos sociales, en una visión que sostenía la necesaria relevancia
de la ecuación “desarrollo – crecimiento – económico”. Luego, en la década de 1970 -desde el
-178-
enfoque de la dependencia-, el desarrollo sería visto como la satisfacción de las necesidades
básicas y no como acumulación de capital; desde esa perspectiva, diversas líneas de
interpretación derivarían en una concepción unificada del mismo. Aquí se pretendió conciliar
los objetivos económicos del crecimiento con los sociales que procuraban atenuar las
disparidades (Cardarelli y Rosenfeld, 1998:29-41).
De todos modos, más allá de lo extemporáneo de dichas teorías, las mismas remiten a
cuestiones sociohistóricas y, fundamentalmente, a los procesos económicos y los vínculos que
cada Estado entabló en el escenario internacional. En tal sentido, el modelo de inserción por
parte del Estado argentino como productor de materias primas corresponde a la primera etapa de
desarrollo señalada por Alain Rouquié como de “crecimiento extraviado (1860-1930)”
(Rouquié, 1990).
A diferencia de otros países latinoamericanos, en la Argentina, había ya para la época una
estructura de relaciones económicas y sociales complejas y consolidadas que no estaban en
contradicción con el nuevo modelo sino que se adaptaron a él. En esta dirección, el capitalismo
agrario pampeano se mostró con mayor homogeneidad interna gracias a la ausencia de grandes
extensiones marginales al mercado de trabajo y de un campesinado bajo formas de explotación
doméstica, hechos éstos que favorecieron la acumulación de capital local en los sectores
productores (Zeberio, 1999:298).
Un acercamiento a las ideas sobre desarrollo para el último tercio del siglo XIX puede
formularse a partir de planes militares, la gestión militar en el territorio y la apropiación de
tierras encausada por el Ejército Argentino. Por cierto, se trataba de una política impulsada por
el Estado que procuró la incorporación de grandes extensiones del espacio pampeano-
patagónico a la producción pecuaria primero y agrícola después. Al respecto, el economista e
historiador Mario Rapoport, aporta una serie de reflexiones esclarecedoras, referidas a la
problemática planteada, ligadas a las medidas políticas y económicas adoptadas por los hombres
de la generación del 80’:
“Lo que se olvida, sin embargo, es que las ideas de Alberdi, Mitre, Sarmiento y otros existieron, que las Bases fueron el fundamento del sistema constitucional argentino y de los principios económicos sobre los cuales éste se asienta, y que si Roca y sus continuadores no tuvieron el brillo intelectual de los hombres de la organización nacional, practicaron, a su modo, como monsieur Jourdán, la ‘prosa económica liberal’. Puede discutirse la existencia de otras opciones y su grado de viabilidad, pero lo que resulta imposible de negar es el marco ideológico que sustentó las políticas practicadas en las últimas décadas del siglo XIX y que conformaron claramente un modelo de desarrollo.
Lo esencial de las ideas económicas de los hombres que impulsaron ese ‘modelo’ puede resumirse en tres puntos fundamentales:
-179-
• la constatación de que el desarrollo económico argentino sólo podía basarse en la inserción del país en el mercado mundial especializándose en el tipo de actividades en que se tenían ‘ventajas comparativas’ (y éstas eran las que permitían utilizar el único recurso del que se disponía en abundancia y calidad, la tierra);
• la certidumbre de que para que dicha riqueza pudiera aprovecharse era menester suplir las dos carencias básicas que se tenía, la de capital y la de la mano de obra.
• La idea de que para hacer posible ambas cosas era imperioso expandir la frontera agropecuaria, resolviendo el problema del ‘indio’, y unificar el mercado interno.
Existieron, no obstante ciertas diferencias entre aquellos que dieron un marco ideológico y doctrinario al esquema agroexportador y los que finalmente lo implementaron. La cuestión de la colonización y reparto de las tierras públicas tuvo, por ejemplo, enfoques diferentes, si no respecto de sus objetivos, por lo menos en cuanto a su instrumentación. Hasta 1879 predominó la colonización oficial tendiente a asentar en el campo colonos que ayudados por el gobierno pudieron llegar a ser propietarios independientes y manejar sus tierras como verdaderos empresarios. Más tarde empezó a prevalecer la colonización privada, en especial para explotar tierras marginales, pero ni una ni otra recibieron el impulso necesario y fueron paulatinamente abandonadas. Sucedió que luego de la conquista del Desierto las mejores tierras estaban ya repartidas y el desarrollo agrícola tomaría un camino diferente al de los Estados Unidos, basándose en sistemas de tenencia precaria de la tierra que marcaron en sus características y desarrollo, el proceso inmigratorio y la evolución del sector agropecuario” (Rapoport, 2004:12-13).
Respecto de esta cita, considerada absolutamente relevante para este trabajo cabe la siguiente
aclaración. El autor describe cómo en un proceso fugaz “se reparten las mejores tierras ya
ocupadas, la colonización de inmigrantes y el desarrollo agrícola”, pero esta situación quizá se
remite a lo acontecido específicamente a las ricas tierras fronterizas de la provincia de Buenos
Aires. En la provincia de Córdoba, el impulso de la ganadería y, fundamentalmente de la
colonización agraria, se dieron de manera posterior por múltiples razones. Una de ellas provenía
de las características ambientales y, muy especialmente, asociada a las particularidades de sus
campos. De igual manera, condicionaron dicho desarrollo la lejanía respecto de los centros de
circulación, intercambio y exportación, la carencia de tierras disponibles, ya subastadas en la
década de 1870-1880 para la inserción del caudal inmigratorio y la presencia de sociedades
indígenas localizadas hacia el área austral provincial.
Es por lo expresado anteriormente que, necesariamente, debe marcarse una diferencia con lo
acontecido en el norte de Buenos Aires, sur de Santa Fe y Entre Ríos, donde la transformación
territorial se inició un tiempo antes que en la provincia mediterránea. Lo antes dicho le dio
especificidad al espacio sur de Córdoba.
Por cierto, esto no impidió el incremento progresivo de la ganadería extensiva. En el mismo
sentido, son válidas las expresiones de Romain Gaignard quien identifica en la estructura
-180-
agraria cordobesa de la década de 1870, características específicas asociadas a: la apropiación
de la tierra en vastas dimensiones y la intervención de las fortunas terratenientes de Buenos
Aires; precisamente, recién en la década de 1880, se vincularía la llanura cordobesa con la
evolución de Santa Fe, en función de los inicios de la colonización agrícola, la inmigración
europea y el cultivo de cereales (Gaignard, 1989:176-177).
Otro ejemplo de diferenciación respecto de la temporalidad y espacialidad pampeana lo brinda
el espacio patagónico. Allí, Susana Bandieri (2006; 2008)6 ha investigado el proceso de
configuración de dicho espacio en términos de las vinculaciones entabladas con el sur chileno
antes que su inserción al mercado interno de Argentina. Por cierto habrá que esperar hasta las
décadas de 1930 y 1940 para la formalización de dicha incorporación en forma completa. El
mismo resguardo le cabe a la dimensión temporal que atraviesa una parte importante del siglo
XX, manifestándose distante del modelo agroexportador que sentara las bases de la economía
agraria pampeana.
Precisamente, la cuestión de las tierras está íntimamente ligada a la gestión militar sobre el
territorio. Generalmente asociada a su vigilancia, control y apropiación y, en menor medida, a
su explotación. En el sur de la provincia de Córdoba, y reconocido por varios analistas, sería el
movimiento de frontera que se concretó en 1869, el que dio inicio a este “final de la frontera”,
coincidente con la demanda creciente de tierras para ser destinada a la producción ganadera.
En relación con lo antes expuesto, Rapoport sostiene:
“La expansión de la frontera no sólo solucionó el problema de la escasez de tierra, sino que permitió también ampliar el tamaño de las parcelas haciéndolas más rentables, y aunque como consecuencia de la interrupción del proceso de colonización, el aumento del precio de la tierra –que entre 1888 y 1911 se incrementó en un 130% en la provincia de Buenos Aires y casi un 340% en la de Santa Fe- y la introducción de la agricultura en la zona ganadera- sustentada en la gran propiedad terrateniente- la explotación agrícola típica tendrá como base el arrendamiento (Rapoport, 2004:59).
En función de las consideraciones anteriores, podría aseverarse que la “conquista del desierto”
constituyó para la pampa húmeda el motor interno del crecimiento económico, del desarrollo y
del ‘progreso’ sustentado en la tierra.
En el seno político, y particularmente desde posiciones del Estado, se aplicaban una serie de
medidas para modificar el panorama vivido en la frontera. Hacia esa dirección se apuntó
mediante la constitución del ejército nacional, bajo la presidencia de Mitre en 1864, la
reorganización de diferentes líneas militares para el resguardo de las fronteras interiores,
exteriores.
-181-
En igual sentido, se procuró la consecución de la “paz interior” consistente en la supresión de
los levantamientos de caudillos y –en parte- la destitución de gobernadores adversos a la
política nacional; del mismo modo, se propició la sanción de la Ley Nº 215 por parte del
Congreso Nacional referida a la traslación de la frontera sur hasta las inmediaciones del río
Negro. Pedro Navarro Floria asevera que las medidas enunciadas anteriormente se generaron en
el marco de un discurso cuya lógica se apoyaba en la Conquista del Desierto (Navarro Floria,
2002:155).
En relación con lo expresado, podría plantearse que el proyecto de desarrollo pensado para la
pampa argentina, no fue elucubrado de manera azarosa y bajo el mero condicionamiento
coyuntural de los ciclos económicos, la delicada situación internacional con los países limítrofes
y la turbulenta situación política interior, que caracterizó a todo el siglo XIX, sino, de manera
contraria, seguía un orden, una lógica y una serie de etapas, quizás en coincidencia con el
pensamiento evolucionista, positivista y liberal de la época.
Al respecto, Cárcano, en su ya clásico libro sobre el Régimen de la tierra pública, resume en
algunas líneas la propuesta de desarrollo que había promulgado el Estado Nacional en el último
tercio del siglo XIX. En tal sentido, atendiendo a una serie de etapas o momentos, afirma:
“El presidente Avellaneda quería el dominio de todas las regiones y había combinado una acción de conjunto. Penetraba el ejército en la Pampa, batía a los valientes ‘caciques soberanos’. Los ingenieros dividían la tierra y los pobladores comenzaban sus trabajos. Al mismo tiempo se exploraban las costas del Río Negro. Se proyectaban y trazaban nuevas colonias inmediatamente ofrecidas a la venta. Se reunían las tribus vencidas por la guerra en centros agrícolas y la Patagonia extrema también debía someterse a la población por el inmigrante extranjero, y a la labor pastoril en gran escala. Un establecimiento quedó fundado en Santa Cruz; el capitán Moyano abría un camino hasta el Chubut y se preparaba la enajenación gradual y sistemática de toda la Patagonia. Existía un proyecto de ley de mensura y venta de las tierras públicas conquistadas, para abrir las puertas de la licitación al nacional y al extranjero, como un medio de asegurar el mayor producto y la más pronta colonización de la comarca. El Chaco, la Patagonia y las provincias del centro se movían conjuntamente provocadas por los estímulos del gobierno, y el trabajo de la tierra era el espectáculo uniforme de toda la república. Establecidos los gobiernos de los territorios, tendidas las líneas telegráficas, los ferrocarriles aumentando su extensión, suprimido el indio, el país había dominado la crisis que paralizara su desarrollo. A pesar de las conmociones políticas, la inmigración comenzaba de nuevo su corriente benéfica, traída por la situación europea, por nuestras leyes liberales sobre tierras y los atractivos que despertaba la vida agrícola e industrial de la república” (Cárcano, 1972:169-170).
Nótese que esta cita describe un proyecto de desarrollo secuenciado por etapas en las que
aparecen como artífices fundamentales de transformación, algunas instituciones estatales:
primero el “ejército”, luego las “mensuras” (con la introducción del aparato legal), de manera
-182-
posterior el “poblamiento” y la “colonización” enmarcados en distintos trabajos y, muy
especialmente, la “venta de la tierra pública”. La institucionalización de la autoridad mediante
“las gobernaciones nacionales”, en pleno proceso de territorialización –ahora con la impronta
jurídica, administrativa y política- para completar el esquema con el “ferrocarril” y el
“telégrafo”. Mientras sucedía esto en el espacio inmediatamente ocupado, se replicaría el mismo
esquema de desarrollo, comenzando por “reconocimientos” y “exploraciones” científico-
militares.
Por cierto, y más allá de la convicción que el mismo Cárcano le imprime a este proyecto, el
“país proyectado” sufrió una serie de modificaciones en su implementación, no por cuestiones
fortuitas sino en función del rumbo que le dieron los intereses que estuvieron en pugna; aunque
es importante remarcarlo, la inserción en el mercado internacional, la conformación de grandes
propiedades terratenientes, y, en algunas áreas, las dificultades para el poblamiento y
colonización constituyeron aspectos no contemplados en la cita de Cárcano. Lo mismo puede
decirse del destino de las comunidades indígenas ligadas al despojo y la exclusión.
Sin embargo, se insiste que en el caso argentino hubo una clara relación entre Proyecto y
Concreción:
“[…] sólo allí iba a parecer realizada una aspiración muy compartida y muy constantemente frustrada en el resto de Hispanoamérica: el progreso argentino es la encarnación en el cuerpo de la nación de lo que comenzó por ser un proyecto formulado en los escritos de algunos argentinos cuya única arma política era su superior clarividencia” (Halperín Donghi, 1995:7-8).
Esta situación hace pensar que la “acción de conjunto” prevista por Avellaneda y descripta por
Cárcano fue revisada y ejecutada con algunos matices diferenciados.
En el mismo orden pero insistiendo en la impronta del capitalismo externo con su dinámica
interna y los aportes de Roca al mando de la campaña al “Desierto”, el economista Ricardo
Ortiz expresa una idea de desarrollo desprendida de aquella etapa:
“La campaña de 1879, dirigida como se sabe por el general Roca, partía de una concepción más cabal del problema que presentaba múltiples y algunos espinosos aspectos. La solución del problema del espacio suponía no ya resolver un punto que interesaba al capital nacional, sino que era la manera de disponerse a atender los insistentes llamados del capital europeo para la ejecución de múltiples cuestiones atinentes a la alimentación y al destino de una población que excedía la capacidad física y productora del Continente. La fuerza expansiva del capital británico, del francés, y ya entonces también del alemán, podría hallar motivos de inversión en el país. Su transformación de país puramente pastor en uno que dotado de riquezas potenciales inagotables, fueran ellas transformadas y adaptadas a las exigencias del mercado, constituía una posibilidad más que factible. La esmerada mestización de los ganados impulsaría a la extensión de la agricultura, a la ejecución de las líneas férreas
-183-
y daría finalmente nacimiento a las diversas industrias derivadas con el objeto de satisfacer las imposiciones de una masa de población situada a uno y otro lado del mar. Es claro que una pieza bastante importante de ese mecanismo estaba representada por la Patagonia. De su mantenimiento dentro de la soberanía dependía que el cumplimiento del conjunto pudiera realizarse en forma cabal” (Ortiz, 1971:175).
Como se advierte en estos párrafos, el camino se orientaba hacia una sola dirección productiva,
comercial, con el apoyo tecnológico y con la desaparición del “viejo contendiente” de la
frontera. Salvando la cuestión de la Patagonia, área en la que aún hoy persisten dificultades en
torno del poblamiento, la colonización, y la transformación socioeconómica, en la pampa
húmeda, la aplicación de estas políticas propició una rápida inserción al capitalismo agrario,
proceso absolutamente funcional al proyecto liberal.
Conclusiones
La relevancia que reviste el abordaje de un estudio sobre un determinado espacio, en este caso
asociado al Sur de Córdoba, ha girado en torno de la incorporación de diferentes conceptos tales
como territorio, región, territorialización y desarrollo, todos ellos interpretados en perspectiva
histórica, atendiendo a su delimitación témporo-espacial. La problematización conceptual
expresada en la primera parte del trabajo ha posibilitado un análisis de dicho espacio inserto en
un contexto mayor que involucra al espacio de la pampa húmeda. En tal sentido, la
configuración territorial –entendida como proceso de “territorialización”- implicó una
transformación económica y la aplicación de una estructura jurídica política funcional a los
intereses de los sectores burgueses.
Precisamente, la utilización de conceptos sugerentes y útiles para comprender el proceso
histórico de la región ha nutrido, del mismo modo, la perspectiva historiográfica que le atribuye
sentido. En esta propuesta, se ha trabajado desde una historiografía que focaliza en el espacio
regional; se trata de un recorte, de una puesta en foco que ha posibilitado distinguir aquellos
procesos que no necesariamente se constituyen en una consecuencia de la conformación
económica y socio-estatal de carácter nacional pero guardan una relación con el mismo.
Del mismo modo, cabe agregar aquí que la instalación de la frontera militar y, posteriormente,
la territorialización e incorporación de tierras a un creciente mercado interno, ha permitido
comprender la geografía pampeana a la luz de los procesos sociales y políticos que le dieron
vida.
Cada componente, cada dispositivo institucional -en donde se ha hecho especial hincapié en el
papel del Ejército Nacional- configuraron un sistema social y un sistema económico que modeló
las relaciones sociales, en beneficio de un sector dominante terrateniente, de características
-184-
notablemente oligárquicas, trasladadas éstas a la forma de Estado; la impronta de este grupo de
estancieros, comerciantes y funcionarios llega hasta nuestros días. Del mismo modo, el espacio
productivo regional está signado por sendas características ligadas a la actividad productiva
agro-dependiente que remiten considerablemente al momento de su configuración.
Notas 1 Panel Problemáticas etnohistóricas del centro-oeste argentino. 2 Los aspectos del presente trabajo fueron desarrollados en el Seminario de posgrado La perspectiva historiográfica regional: aspectos conceptuales y avances empíricos, dictado en la Universidad Nacional de Río Cuarto por la Doctora Susana Bandieri. 3 El trabajo citado es “Haciendo historia regional: consideraciones metodológicas y teóricas” publicado en 1987. 4 Tomando como referencia la línea militar de fuertes y fortines, puede esgrimirse que ésta fue “móvil”, “laxa”, de avances y contramarchas. 5 De todas maneras, la incorporación de otras variables/dimensiones no debe descuidar la consideración respecto de las relaciones económicas. Al respecto Joao Fernández (1991), al caracterizar el espacio geográfico, insiste en que éste al incorporarse al mercado mundial capitalista como consecuencia de la internacionalización progresiva de las relaciones económicas –hecho en el que el actual territorio argentino no fue una excepción-, las diferencias geográficas adquieren otro sentido y se insertan en la lógica de ciertas regularidades respecto de su articulación. Aquí cobra relevancia la idea de “unificación del espacio geográfico mundial”. 6 Por cierto los primeros trabajos de Susana Bandieri en donde se presenta esta problemática que convoca a un abordaje de la historia regional fueron publicados en la década de 1990. La cuestión no es diferente en términos de la enseñanza de la historia. En el marco del Seminario se tuvo la posibilidad de presentar y analizar textos que plantean de manera crítica el relato de la historia nacional en términos de la conformación del Estado, descuidando los casos y enfoques regionales (Véase Fernández, 2009).
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-187-
EN BUSCA DE LA COMARCA. LA MENCIÓN DE PARAJES COLONIALES Y
POSTCOLONIALES CORRESPONDIENTE A LA FRONTERA SUR CORDOBESA.1
Romina NúñezOzan*-David Ciuffani**
*Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria- Facultad de Ciencias Humanas- Departamento de
Historia-Universidad Nacional de Río Cuarto. PROFOR
**Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria- Facultad de Ciencias Humanas- Departamento de
Historia-Universidad Nacional de Río Cuarto.
[email protected] ; [email protected]
Resumen
La localidad de Achiras perteneciente al Departamento Río Cuarto, ha sido un lugar de
importantes sucesos en la historia de la Frontera Sur de nuestro país como así también en la
formación del territorio surcordobés. A partir del estudio sistemático del Archivo documental
Miguel Ángel Gutiérrez, ubicado en dicha localidad serrana, se apela a documentos históricos de
aplicación de justicia, como así también fuentes documentales sobre sucesión de tierras y
toponimia zonal. En los mismos se mencionan parajes y lugares históricos coloniales y post
coloniales, que dan cuenta de la influencia que ha tenido Achiras en la región. En el presente trabajo
busca definir históricamente a la localidad como espacio comarcal.
Palabras Claves: Formación territorial-Comarca- Toponimia-Archivo histórico- Achiras
Introducción
El siguiente trabajo tiene como objetivo delimitar la comarca de Achiras a partir de los resultados
del trabajo documental en el Archivo Histórico “Miguel Ángel Gutiérrez” (A.H.M.A.G) de la
localidad serrana de Achiras.En una primera sección se introduce a la idea de espacio geográfico
como factor del proceso social, siguiendo los aportes del geógrafo brasilero Milton Santos.
Seguidamente, se define el concepto de comarca y su aplicación a nuestro objeto de investigación.
En tercera instancia se apela al análisis de un documento histórico que registra el primer litigio por
tierras en Achiras el cual arroja datos localizaciones zonales que permitirían delimitar el espacio
comarcal.
-188-
En el último apartado, se trabajó con una selección de documentos históricos del archivo local
sobre toponimia zonal; a partir de la información extraída de los mismos se confeccionó una tabla
de datos que muestra algunos de los parajes históricos que constituyen la comarca de Achiras.
El espacio geográfico como factor del proceso social
Se puede mencionar a partir de los aportes de Milton Santos a la Geografía Humana, que el
espacio geográfico es un producto social, no es sólo el medio o marco en el cuál se desarrolla la
actividad humana, sino también y fundamentalmente un factor, una instancia social, tan relevante
como la económica y la cultural-ideológica. Como afirma el autor, el espacio contiene y es
contenido por las demás instancias mencionadas y los procesos sociales se realizan o materializan a
través de formas que adquieren expresión territorial (Santos 1988). En el mismo sentido,
sostenemos que toda relación social tiene ocurrencia en el territorio y se expresa como
territorialidad, constituyendo ‘el’ escenario de las relaciones sociales. Por tanto, los procesos
sociales en la historia no pueden ser comprendidos anespacialmente, dado que el devenir histórico
se produce sobre el espacio geográfico y natural dominándolo, apropiándose del mismo y de lo que
contiene y de lo que en él se produce (Sánchez, 1990).
Tomando a Joan Eugeni Sánchez, en muy pocos trabajos de historia, se hace intervenir el espacio
desde su posición como factor, dado que, “… comúnmente se considera al espacio geográfico como
un valor dado que, por su permanente presencia, aparece como un elemento “indiscutible” y
neutro en el marco de las relaciones sociales, como un parámetro y no como una variable central.
El espacio aparece, en esos abordajes, presentado como un elemento dado que importa describir
pero no cuestionar, que no interviene en la operación analítica” (Sánchez, 1990: 14).
Espacio, territorio y región, y los procesos derivados de sus dinámicas, constituyen la esencia de
la espacialidad de la vida social; que entendemos como espacio geográfico. El espacio es lo
geográfico más la sociedad que se encuentra en un permanente cambio.
En este sentido Santos expresa que: “La estructura espacial es también pasado en el presente.
Funciona según las leyes actuales pero el pasado está presente” (Santos 1990:167). Es decir que a
través del espacio la historia se vuelve estructura, está estructurada en formas. Y estas formas,
como formas-contenido influyen en el curso de la historia, ya que participan en la dialéctica global
de la sociedad” (Santos 1990: 167).
-189-
Achiras: una comarca en el territorio surcordobés
El concepto de comarca puede definirse como un territorio pequeño que en general abarca varias
poblaciones y tiene características físicas y culturales homogéneas.En este sentido definir la
Comarca de Achiras implica realizar un recorte territorial que debe ser fundamentado
históricamente y es en este punto donde los documentos históricos juegan un papel fundamental; a
través de los mismos, podemos reconstruir el pasado y definir un territorio cultural e históricamente
homogéneo.
Por otro lado no debemos dejar de lado la idea de que una comarca, no solo presenta una
homogeneidad histórica y cultural, sino, que además su paisaje presenta una particularidad regional
que es la escenografía de las dinámicas sociales que se desarrollan en el territorio. Ahora bien, antes
de adentrarnos en el análisis documental que nos permita delimitar la Comarca de Achiras
caracterizaremos el área de estudio.
La región comprende las últimas estribaciones de la sierra de Comechingones, el área pedemontana
y la llanura dónde esta se pierde. Posee numerosos ríos y arroyos, que descienden de la sierra, y
algunos de los cuales se pierden en la llanura, o se unen, conformando el río de las Barrancas y el
Piedra Blanca (Rocchietti, 2007).
Esta área fue ocupada en forma constante desde antiguo, ya que puede identificarse para el período
prehispánico aleros, áreas de taller, y un importante registro de arte rupestre. Durante la colonia, se
establecen estancias a partir del otorgamiento de mercedes, y en el período tardo-colonial, e
independiente, se configura como nodo comunicacional entre Buenos Aires y Cuyo, registrándose
la instalación de postas, de fuertes y fortines. Fue frontera poblatoria, y bélica y de relaciones
comerciales y conflictivas con los indios.
El pueblo de Achiras, se configuró en gran parte del período histórico como centro de esta área,
por lo cual puede establecerse como cabecera de comarca. Identificar las localizaciones de parajes
en nuestra investigación, implica señalar como se desarrolló esa relación entre la sociedad y el
medio, en cada período histórico particular. Entendiendo a las localizaciones como el haz de
fuerzas que se ejercen en un lugar y tiempo determinado. (Santos, 1988)
Delimitación comarcal de Achiras a partir de los registros históricos
La historia de Achiras hunde sus raíces en la época colonial, desde el siglo XVII, pero no será hasta
llegado el año 1775 cuando adquiera el carácter de posta, originalmente establecida en el paraje El
Pantanillo, por ser este centro administrativo de la pedanía y residencia de la familia Toledo. A
comienzos del siglo XIX es Tomás Gigena el responsable de la posta, la cual se trasladará a Los
-190-
Nogales a pocos kilómetros al norte de la actual Achiras. Es a partir del año 1849 que la posta se va
a establecer en el actual pueblo (Gutiérrez, 2004). Cuando el departamento de Río Cuarto fue
dividido en pedanías, la de Achiras limitaba al norte con San Bartolomé; al sur con Tres de Febrero;
al este con Río Cuarto y al oeste con la provincia de San Luis; pero dentro de la pedanía de Achiras
se encontraba las jurisdicciones de Sampacho y Suco.
Para Rocchietti y Ribero, en su Arqueología de Frontera, la comarca de Achiras funcionó como un
pequeño centro productivo agrario, por otro lado, los hechos acaecidos en la frontera dan cuenta de
la necesidad de colonización, comercio y defensa de estas tierras por lo que el poblamiento de
Achiras fue decisivo en el último tercio del siglo XVIII (Rocchietti y Ribero 2007).
El documento analizado corresponde al Archivo Histórico “Miguel Ángel Gutiérrez” (A.H.M.A.G)
de la localidad de Achiras, Córdoba; los mismos pertenecen al Libro IV Apartado V se encuentran
bajo el título de: Las tierras de Achiras y la Zona – A.H.P.C Escribanía. El documento sobre el cuál
se realizó es el siguiente: Don José Rosa de Córdoba y Don José Antonio Ortiz sobre derecho y
acción da las tierras de las Achiras (Año 1766)
En este apartado a través del documento que marca este litigio por tierras podemos identificar los
parajes y lugares que formaban parte de los territorios de Achiras buscando reunir las características
que definen la unidad comarcal. Desde la Merced otorgada a Gerónimo Luis de Cabrera, el
fundador de Córdoba, antes del 1600 y hasta el primer pleito por las tierras de Achiras en 1766
entre el clérigo Don José Rosa de Córdoba contra Don José Antonio Ortiz y Don José Domínguez
las tierras de Achiras se ampliaron y se fraccionaron pero no se rompió el todo homogéneo.
Hacia el 1 de octubre de año 1620 Da. María Garay y Becerra, esposa de Gonzalo Martel de
Cabrera, uno de los hijos del fundador, hizo entrega de la dote cedida por su esposo a su hijo único,
el General D. Gerónimo Luis de Cabrera por medio de su testamento; he aquí un extracto del mismo
que ratifica lo expuesto:
“…Iten. declaro q asimismo me pertenezen por mi dote las tierras
del Rrioquarto y Costazacate de las cuales hize donación al dho.
Gm.o. de Cabrera mi hijo por via de rrestituiciónansi lo apruvo y
ratifico.
-191-
El presente escrivo en un dia deste mes de octubre del año
myllyseisos y vte.2
Si bien este documento no precisa la ubicación, linderos y superficie de lo heredado podemos
inferir que esta merced comprendía las tierras de Achiras, Las Lajas y otras reclamadas
posteriormente. La merced sufrió distintas ampliaciones, la primera fue en 1633 por pedido del
General D. Gerónimo Luis de Cabrera, estableciendo sus dominios seis leguas antes del Río cuarto
hasta las Achiras, Lajas y Punilla otras ocho leguas más adelante del Río Cuarto camino de Chile.
Hacia 1681 el bisnieto de Gerónimo Luis de Cabrera, el General Gerónimo Luis de Cabrera (3°),
solicito confirmar y ampliar las tierras heredadas de su padre, obteniendo respuesta favorable el 16
de abril de 1681, comprendiendo:
“…Las tierras de Río Cuarto y sierra adentro y hasta el Río Quinto
por el sur
y hasta a la del norte donde entra el Saladillo .Y sobre las dichas
tierras hasta Melicué y corriendo de Melicué al norte diez leguas…”3
Lo que Gutiérrez denominó el feudo de los Cabrera fue heredado por DonJosé Cabrera y Velazco y
luego dividido en sus cuatro hijos, lo que dio por resultado que en 1689 las tierras de Achiras
quedaran en manos de su hijo, Don Fernando lo que comprendía el paraje de Las Lajas, Achiras y
hasta el Morro. Los avatares llevarían a que éste las hipotecara hacia el año 1698 en el Convento
Santa Catalina de Siena en la ciudad de Córdobay luego su hermano Don Fernando Arias de
Cabrera las recuperara el 12 de agosto de 1701, obteniendo las tierras desde el Arroyo de las Lajas
de la banda sur, Achiras y Punilla quedando libres las del Arroyo de las Lajas de la banda norte;
mientras tanto estas tierras mencionadas quedaron en manos de su hermano Don José Cabrera y
Velazco.
De esta forma llegamos a 1764 año en el cual María Francisca Arias de Cabrera, hija de D.
Fernando, vendió al clérigo José Rosa de Córdoba las tierras de su padre. A su vez el sacerdote las
fraccionó y las vendió a distintos compradores; así en 1766 vendió a José Velázquez, vecino de las
Lajas, una fracción que encuadraba en los siguientes límites:
“por la parte del Oriente al Norte un árbol solo que esta en la
marxen del Arroyo de Las Laxas y por el Sur rumbo derecho un serrito
-192-
de Piedras Blancas del qual rumbo derecho para el poniente pasa
inmediato a la parte sur de unos peñones que llaman la Torrecita y
termina dicho rumbo y lindero del Poniente por la parte sur de dichas
tierras en un serro Redondo cuias caídas para el poniente son para la
jurisdicción de la Punta y para el Norte y último lindero corre las
Lomas que dividen las aguas y termina el lindero en Cumbre Alta de
Las Laxas… ”4
De acuerdo a los documentos, esta venta será la apertura del litigio por tierras entre Don José Rosa
de Córdoba contra Don José Antonio Ortiz y Don José Domínguez; que se resolvería a favor del
clérigo pero que nos legó una serie de documentos que nos permiten constatar los parajes y lugares
de las tierras de Achiras.
Don José Antonio Ortiz llegó a ser el propietario de la banda norte del arroyo de Las Lajas luego de
que se las comprará a los herederos Leonardo de Cabrera, que las obtuvo en donación de Don José
Cabrera y Velazco en 1710:
“mucho amor y voluntad a Leonardo de Cabrera pardo mi paje
libre, que me ha servido muchos años con gran puntualidad, fidelidad,
amor y reverencia (...)Ytem. Declaro que la estancia que estoi
posehendo nombrada Yintiguassi la qual hube del difunto Don
Francisco de Cabrera mi hermano (…) y ninguno de mis alvaceas, ni
herederos le embaraze al dicho Leonardo porque para el descargo de
mi conciencia lo ordeno assi”5
En el siguiente extracto se transcribe el texto de compra de estas tierras por Don José Antonio
Ortiz:
“Escribano publico y del numero en cuyo conformidad de dicho
poder usando y como albacea de la referida Da. Izabel, en nombre de
mis partes, sus herederos y subcesores, y de los que ella hubieran titulo
y causa; vendo y doy venta real por juro de heredad y enajenación
perpetua para siempre jamás a Dn Joseph Antonio Ortiz vezino de esta
ciudad una suerte de tierras (…) distante de esta ciudad cosa de
quarenta leguas, que lindan desde el arroyo de Chipion, lindero para el
-193-
sur hasta el Arroyo de las Lajas y para el Poniente hasta las cumbres
altas que deslindasen la jurisdicción de San Luis de Loyola, y para el
naciente pampa abajo todo lo que les pertenece por sus títulos”6
En este sentido para Gutiérrez, Ortiz alegaba derechos sobre la fracción vendida por Don José
Rosa de Córdoba ya que debido a las vueltas del arroyo de las Lajas no parecía situarse en la
margen o banda sur del mismo (Gutiérrez, 2004: 51).
El problema con Don José Domínguez se especificaen el siguiente extracto:
“… Dn Joseph Dominguez Becino de San Luis de Loyola dijo que ce
oponía a la posesión y a la compra desde el alto del arroyo de la Cruz
de piedra para la parte del poniente y que era preferido al tanto por la
posesión de tantos años y que dara prueba en el Becindario…”7
Luego del análisis de los registros históricos se puede arribar a la conclusión de que hacia finales
del siglo XVIII las tierras de Achiras llegaron a comprender hacia el norte el cerro y estancia del
Intiguasi a 25 km de distancia hasta el arroyo de Cipión; al este a 15km de distancia lindaba con la
posta de Barranquita; al oestea 20 km de distancia lindaba con la posta de Portezuelo (San Luis); al
sur a 25km de distancia comprendía la estancia Sampacho (1769) que llegaba hasta los montes de
Chaján y los cerros y manantial de Sucos8.
Posteriormente hacia 1830 las pedanías de Achiras y de Intihuasi, quedaron integradas a la primera
y además albergó las jurisdicciones de Sampacho y Suco, hasta que se fraccionaron en 1878, por
último se separa Chaján, luego de haber permanecido alrededor de cien años como el confín de la
jurisdicción de Achiras.
Ante lo expuesto podemos vislumbrar que las tierras de Achiras recorrían un territorio uniforme
existente en el siglo XVIII y que perdura entrado el siglo XIX. La región que abarca nuestra
investigación, tiene unas características “naturales” y un desarrollo histórico similar; comprende
varias poblaciones, siendo una de ellas la que la articula y encabeza, en gran parte del período
histórico, esto nos lleva a inferir que Achiras es una comarca.
-194-
Figura 1- Delimitación de la Comarca de Achiras. Fuente: Instituto Geográfico Nacional. Mapa
Físico de la Provincia de Córdoba.
Achiras: Toponimia Zonal
En el trabajo de archivo se pudo acceder a una serie de documentos que dan cuenta de la
delimitación geográfica de la Comarca de Achiras. Estos están contenidos en una sección que lleva
por nombre Toponimia Zonal, a partir de su análisis exhaustivo se logró identificar gran número de
topónimos que remiten a parajes con relevancia histórica en la zona y los ubica en sencillos mapas,
en relación a Achiras.
Estos documentos constituyen un importante aporte al conocimiento geográfico de la región ya que
la gran mayoría de los nombres que allí aparecen aún se conservan, sin embargo otros se han
perdido, por tal razón es objeto de este apartado recuperar la mención de parajes históricos.
Delimitación Comarcal.
-195-
A continuación se indica de manera esquemática alguno de los parajes coloniales y postcoloniales
más relevantes:
NOMBRE UBICACIÓN DESCRIPCIÓN
Celegua Arroyo y paraje a 15 km al sur de
Achiras
Cerros y arroyos nombrados en
antiquísimos documentos
Corral de
Gamas
17 km al sudeste de Achiras Figura en los registros del siglo
XVIII y XIX. Allí se encontraba la
Posta del Portezuelo.
Época prehispánica presencia de
camélidos
Corral de
Piedras
10 km al noroeste de Achiras Casco de la estancia de Narciso
Domínguez Abarca la provincia de
Córdoba y la de San Luis en la
actualidad
El Real 10 km al noroeste de Achiras Formó parte de la Estancia Corral
de Piedra de la actual provincia San
Luis.
Pantanillo 8 km al sudoeste de Achiras Arroyo-estancia-capilla. Asiento
primitivo de la localidad de Achiras
El Sauce 8 Km al oeste de Achiras y a 2 Km de
Punilla
Data de principios de siglo XIX.
Fue asiento de un vecindario regular.
El Tala 15 Km al sur de Achiras Numeroso avecinamiento que
consta en el Censo de 1813
Intihuasi 25 Km al norte de Achiras Cerro y paraje. Parte del antiguo
feudo de los Cabrera. Tuvo pedanía y
judicatura propia hasta 1930 que fue
anexado a la jurisdicción de Achiras
Las
Huertillas
4,5 km al norte de Achiras Uno de los más antiguos
asentamientos de la zona serrana.
Las Lajas 7,5 Km al este de Achiras Arroyo y paraje de mediados del
siglo XVIII
-196-
Barranquita 25 km al noroestede Achiras Arroyo y paraje que en el siglo
XVIII tuvo una posta que fue
reconstruida a comienzos del XIX
La Punilla 10 Km al oeste de Achiras Población. Su descubrimiento se
presume hacia finales del siglo XVI
Los Nogales 6 km de Achiras Uno de los lugares de data más
antigua. Aquí se asentó la posta de las
Achiras a comienzos del XIX
Tabla 1- Topominia zonal de la Comarca de Achiras.
Conclusiones
Como la sociedad está en permanente cambio y sólo se entiende en perspectiva histórica y en su
manifestación espacial, es preciso pensar, como sostiene Sánchez, geográficamente la historia y
concebir históricamente la geografía asumiendo el binomio espacio-tiempo como una unidad
dialéctica. (Sánchez, 1990).
Se ha hecho hincapié en los documentos que marcan el primer litigio por tierras de Achiras ya que
a partir de los mismos y en concordancia con la historia posterior en el siglo XIX se puede afirmar
que esta localidad se comportó como eje central de una zona geográfica más amplia, durante todo el
siglo XVIII y gran parte del siglo XIX, resguardando en su paisaje un pasado múltiple
(precolombino, colonial y criollo). La historia como posta de Achiras, fue heredera de la antigua
historia comomerced perteneciente a Gerónimo Luis de Cabrera (aunque puede extenderse más
atrás en el tiempo, se ha tomado este suceso como punto de partida), cuyas tierras se fraccionaron
aunque no llegaron al punto de romper la homogeneidad histórico-cultural, sustento de la zona
comarcal. Esta comarca se presenta en un punto clave no solo del camino comercial y de tránsito,
sino que además será testigo de la lucha entre el indio y el blanco en la construcción territorial
colonial y más tarde republicana, por lo tanto, es una entidad histórica y territorial.
Para finalizar “…dado que el territorio posee siempre tiempos simultáneos y diferentes.”
(Bozzano, 2009: 128) no es tarea sencilla definir geográficamente la Comarca de Achiras, pero el
-197-
archivo local se vuelve un instrumento para su localización teniendo la ventaja de abarcar solamente
una geografía de escala comarcal.
Notas
1El presente trabajo se enmarca en el Programa Sociedades indígenas y euroamericanas en la
formación del territorio sur-cordobés y en el proyecto Arqueología prehispánica e histórica en la
formación del territorio surcordobés, de la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universidad
Nacional de Río Cuarto, dirigido por la Dra. Ana María Rocchietti. 2Diario Los Principios. Córdoba. 26/10/1926 En GUTIÉRREZ, M. Á. 2004 Achiras Histórica.
Universidad Nacional de Río Cuarto. Río Cuarto. Pág. 46. 3 GRENÓN, P. Los pampas y la frontera sur En GUTIÉRREZ, M. Á. 2004 Achiras Histórica.
Universidad Nacional de Río Cuarto. Río Cuarto. Pág. 48. 4Archivo Histórico Miguel Ángel Gutiérrez (AHMAG) Libro IV Folio 155. Don José Rosa de
Córdoba y Don José Antonio Ortiz sobre derecho y acción da las tierras de las Achiras. 5 Archivo Histórico Miguel Ángel Gutiérrez (AHMAG) Libro IV Folios 160-161. Don José Rosa de
Córdoba y Don José Antonio Ortiz sobre derecho y acción da las tierras de las Achiras. 6Archivo Histórico Miguel Ángel Gutiérrez (AHMAG) Libro IV Folios 180-181. 7 Archivo Histórico Miguel Ángel Gutiérrez (AHMAG) Libro IV Folio 176. 8 Distancias y límites establecidos aproximadamente a partir de los documentos y del libro
Toponimia histórica del sur de Córdoba de Carlos Mayol Laferrére (2012).
Fuentes
a) Documentales
Archivo Histórico Miguel Ángel Gutiérrez (AHMAG). Achiras - Córdoba - Argentina.
b) Cartográficas
Instituto Geográfico Nacional. Mapa Físico de la Provincia de Córdoba.
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ROCHIETTI A. M.y F. RIBERO2009 Achiras Histórica. Arqueología Colonial en el sur de
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SÁNCHEZ, J. E. 1990Espacio, economía y sociedad. Siglo XXI de España Editores.
-199-
ALIADOS, ENEMIGOS Y PRISIONEROS: LA PARTICULAR TRAYECTORIA DE
LOS RANQUELES EN LA PAMPA CENTRAL ARGENTINA DURANTE EL SIGLO
XIX
Marcela Tamagnini y Graciana Pérez Zavala
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria, Facultad de Ciencias Humanas. Universidad Nacional de Río Cuarto
[email protected]; [email protected]
Resumen
Desde fines del siglo XVIII y hasta 1879, los ranqueles habitaron buena parte de la pampa central argentina en calidad de naciones soberanas. Sus caciques apelaron a diferentes estrategias para vincularse con las autoridades coloniales, independentistas y nacionales. Las mismas incluyeron pactos con la corona española, relaciones y enfrentamientos con diversas fuerzas políticas, recepción en sus tolderías de refugiados políticos, etc. Durante la década de 1860 combinaron sus movimientos con las montoneras provinciales, atacando las fronteras para concretar finalmente, en la década de 1870, tres tratados de paz con el Gobierno Nacional. Si bien su derrotero se asemeja al de otros grupos indígenas no sometidos del continente americano, registra algunas particularidades, sobre todo desde una mirada de larga duración. Este trabajo tiene por propósito examinar su trayectoria política, poniendo énfasis en el proceso por el cual pasaron de ser aliados de la corona, enemigos de los gobiernos provinciales en la etapa federal a aliados del gobierno nacional en la década de 1870, para finalmente revestir la condición de prisioneros del ejército argentino, tras la derrota militar que supuso la “Campaña al Desierto” liderada por el general Julio Argentino Roca en 1878-1879. Se sostiene que este cambio en su condición política se vincula, por un lado, con el afianzamiento de los mecanismos de control y avance de la frontera por parte del Estado argentino y por otro, con las dispares políticas en el campo indígena.
Palabras clave: Frontera Sur argentina - Ranqueles – Trayectoria política - Políticas de frontera – sometimiento Introducción
Desde fines del siglo XVIII, la línea militar conocida con el nombre de Frontera Sur argentina
constituyó un frente de guerra y tensión diplomática con los indígenas que ocupaban el territorio
pampeano y norpatagónico. Las fortificaciones que le daban materialidad comenzaban en la
orilla atlántica, atravesaban luego las provincias interiores para rematar finalmente en Cuyo,
sobre el borde de la cordillera de los Andes. La expedición militar ejecutada entre 1878 y 1879
por el general Julio A. Roca, conocida con el nombre de “Conquista del Desierto”, puso fin a la
frontera y su sociedad por cuanto produjo la desactivación de los fuertes, fortines y
destacamentos militares que hasta entonces habían actuado como núcleos de defensa militar
contra los indígenas, de poblamiento del “confín” civilizado y de política estatal. Este hecho no
implicó la disolución de los vínculos entre el Estado Nacional y los pueblos indígenas que
-200-
quedaron incorporados al mismo. En todo caso, lo que ocurrió fue una modificación del carácter
de estas relaciones que perduran hasta el presente.
La Frontera Sur argentina constituyó un espacio peculiar, de intercambios y de luchas que
marcó hondamente el pasado del país porque fue lugar de gestación de una nueva sociedad. A
uno y otro lado de ella, indios y cristianos se hostigaron permanentemente, peleando por un
territorio que cada uno creía propio. Sus habitantes -militares, comerciantes, estancieros,
misioneros, gauchos, indios, cristianos exiliados, perseguidos por la justicia- compartían una
realidad muy distinta de los que poblaban los centros urbanos, donde a su vez se planificaba la
organización de la Nación.
Este trabajo aborda las relaciones interétnicas en el tramo conocido como Frontera Sur de
Córdoba, que fue delimitada a fines del siglo XVIII por el Gobernador Intendente de Córdoba
del Tucumán, el marqués de Sobremonte. Tiene por propósito analizar la trayectoria de los
ranqueles en la larga duración, desde su irrupción en las pampas a fines del siglo XVIII hasta la
“Conquista del Desierto” en 1879. Parte del supuesto de que tanto el Estado (colonial primero,
nacional después) como los indígenas desplegaron su propia política de frontera, poniendo así
de relieve la importancia que las sociedades indígenas tenían en el siglo XIX, relegadas a un
segundo plano por las construcciones historiográficas dominantes. En esta dirección, se sostiene
que uno de los aspectos centrales de la trayectoria de los ranqueles fue la puesta en práctica de
una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y políticas a lo largo del siglo XIX,
la cual comenzó a restringirse a fines de la década de 1860. Este cambio en su condición política
se vincula, por una parte, con el afianzamiento de los mecanismos de control y avance de la
frontera por parte del Estado argentino y, por otra, con las dispares políticas en el campo
indígena.
El trabajo se organiza en dos partes. En la primera, y dado que se trata de una trayectoria de
larga duración, se examinan los principales hitos del itinerario de los ranqueles en las pampas,
marcando cortes temporales que no necesariamente se correlacionan con la cronología
tradicional de carácter político. Luego se ofrecen algunas claves que permiten explicar su
singularidad en el marco de las sociedades indígenas que ocupaban el territorio pampeano y nor
patagónico en el siglo XIX.
La trayectoria de los ranqueles en las pampas: algunos hitos
La historia de los indígenas conocidos con el nombre de ranqueles, ranquelinos, ranquelches o
rancacheles debe remontarse a los fines del siglo XVIII, cuando después de una lenta migración
desde el este de la cordillera, se establecieron en el Mamuel Mapu o País del Monte. Su
territorio estaba demarcado por tolderías de variado tamaño desperdigadas en el paisaje pero
unidas por rastrilladas. Alicia Tapia (2014:100) señala que sus límites cardinales serían los
siguientes: hacia el oeste el sistema hídrico de los ríos Atuel-Salado-Chadileuvú; el límite sur se
-201-
extendería desde el paso de Meuco sobre el Salado hasta la cadena de lagunas de Meuco, luego
por los valles de Daza y Quehué en la misma dirección que la rastrillada conocida con el
nombre de Camino de los Chilenos. A su vez, los límites este y norte habrían sido más flexibles,
quedando supeditados a los avances y retrocesos de la frontera bonaerense y cordobesa.
En las regiones más cercanas a esta última frontera, sobre las lagunas del Cuero y del Bagual,
se ubicaban los denominados durante la colonia “indios fronterizos”1 y en la etapa nacional
“indios de la orilla o de la entrada”2. Todos ellos cumplieron un rol importante en la defensa del
territorio ranquelino. En el siglo XIX, Leubucó fue morada de los caciques Payne y sus hijos
Calbán, Mariano Rosas y Epumer. En cambio, Poitagué alojó a los descendientes de
Yanquetruz: su hijo Pichún Guala, su sobrino Yanquetruz Guzmán y su nieto Manuel Baigorrita
Guala (Pérez Zavala y Tamagnini 2012).
Antes de revisar los principales momentos del derrotero de los ranqueles en las pampas es
importante advertir que la conflictividad interétnica hizo que la condición de los indígenas fuera
cambiando. Para dar cuenta de esta situación,Weber (1998) acuñó el término “indígenas no
sometidos” que hace referencia a aquellos en el siglo XVIII resistieron exitosamente la
ocupación española, desplazándose hacia la periferia del imperio. Otros autores distinguieron
entre aquellos considerados autónomos o soberanos (“enemigos” y/o, “aliados”) y los sometidos
(“amigos”) (Ratto 1994; Bechis 1998, Villar y Jiménez 2006, Tapia 2014). A la luz de estas
categorías es posible considerar que los ranqueles fueron, hasta su derrota militar acaecida en
1879, indígenas “libres”, revistiendo simultáneamente la condición de “aliados” y/o
“enemigos”. Indios aliados eran aquellos que, a través de tratados con el Gobierno, mantenían
su autonomía y territorios gracias al compromiso de denunciar a los que eran hostiles. Por el
contrario, eran “enemigos” cuando se oponían a las fuerzas gubernamentales, ya sea por su
propia iniciativa o a partir de alianzas establecidas con otras agrupaciones indígenas. En
oposición a los ranqueles soberanos, en la década de 1870 surgieron los ranqueles reducidos, los
cuales debieron colaborar de manera permanente con los cristianos, perdiendo su autonomía
para vivir en campos “cedidos” por el Gobierno. Éstos quedaron bajo la autoridad de los jefes
militares de la frontera y debieron enfrentar a los “indígenas enemigos” cuando les fue
requerido.
Tanto los orígenes como el desarrollo de los ranqueles en las pampas han sido objeto de
diversas conjeturas. La postura que hoy predomina considera que su emergencia fue el resultado
de un complejo proceso de etnogénesis, en el cual habrían predominado, según Villar y Jiménez
(2006),dos componentes. Uno, localizado en el Mamil Mapu y otro, en el Leu Mapu, en
cercanías de las Salinas Grandes. Desde el punto de vista biológico–cultural ambos habrían sido
resultado de una intensa mezcla.
Un punto importante en su trayectoria, habría estado marcado por el tratado de paz que los
ranqueles –guiados por entonces por los caciques Carripilum y Trecglen o Chacalén-acordaron
-202-
en noviembre de 1796 en Córdoba con el marqués de Sobremonte, por entonces Gobernador
Intendente de Córdoba del Tucumán. Estas paces fueron significativas no sólo porque
inauguraron un período de relativa paz en la región que se extendió hasta fines de la década de
1810, sino porque fue el primer tratado que la corona acordó con indígenas que se reconocían
como ranqueles(Pérez Zavala y Tamagnini 2012). Esta distinción como fuerza política efectiva
reviste importancia porque la corona no pactaba con todas las naciones indígenas. Una prueba
de ello se encuentra en la negativa de las autoridades de Buenos Aires a aceptar la propuesta de
paz del cacique ranquel Linco-Pangui en 1779 (Jiménez y Villar 2004:187).
Entre 1813 y 1820 se produjo nuevamente un cambio en las relaciones entre los indígenas y los
cristianos. Autores como Martha Bechis (2008), que adhieren a la primera de estas fechas,
consideran que para explicar este pasaje de la paz a la guerra es necesario tener en cuenta tres
variables: el despliegue del poder de los criollos, el nivel de conflictividad con el indígena y la
presencia española en Chile, con quienes los indígenas se identificaban y ponían al servicio.
Esto hizo que se intensificara el “robo” de ganado de los cristianos de las pampas para
llevárselo hacia el otro lado de la cordillera. A su vez, los autores que se inclinan por ubicar este
corte hacia 1820 hacen hincapié en la montonera de José Miguel Carrera -general disidente de la
guerra por la independencia de Chile que entró en alianzas con los boroganos y con algunas
parcialidades ranqueles con la pretensión de reagrupar fuerzas que le disputaran el poder a
O´Higgins- responsable del malón a Salto (Provincia de Buenos Aires), que dio inmediatamente
lugar a las represalias del gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez contra pampas y
tehuelche. En 1821, cuando Carrera fue fusilado en Mendoza, parte de sus fuerzas se refugiaron
entre los ranqueles (Fernández 1998:133-134).
Pocos años después, y ya en el marco del choque armado entre la Liga Unitaria del Interior que
encabezaba el general José María Paz y los federales del Litoral (1830), los ranqueles
articularon sus fuerzas con los caudillos José Antonio y Pablo Pincheira, quienes decían
defender aún los derechos de Fernando VII. Sus movimientos de avance y retroceso se hicieron
sentir a lo largo de toda la frontera (Fernández 2000).
Otro momento, y quizás el más excepcional para examinar el itinerario de los ranqueles en las
pampas, es el que se inaugura con la llegada de Juan Manuel de Rosas a la gobernación de la
provincia de Buenos Aires. Durante su largo mandato al frente de la Confederación, Rosas se
atribuyó la facultad exclusiva de hacer tratos con los indios, dejando a los gobernadores de las
otras en una posición debilitada. Para ello, apeló a una política de fronteras basada en un sistema
de contraprestaciones consistente en la neutralización de los movimientos indígenas mediante la
aplicación simultánea de campañas militares -como la famosa Expedición al Desierto de 1833,
considerada antecesora de la de Roca de 1879 y la denominada “Pequeña Campaña del
Desierto” (Fernández 1999:412) de 1835 y 1836 contra Llanquetruz- y pactos, aunque en el
largo período que duró su gobierno no se firmaron prácticamente tratados de paz con las tribus
-203-
(Ratto 2007:103). En ese marco, consolidó relaciones de amistad con los salineros y otros
grupos pampeanos pero se enfrentó fuertemente con los ranqueles que en numerosas ocasiones
invadieron las estancias, fuertes y poblados de la línea fronteriza que, en el tramo cordobés, se
reforzó con la creación de los fuertes de Las Achiras y Los Jagüeles.
Un factor que contribuyó a ubicar a los ranqueles en el campo de los “indios enemigos” fue que
éstos recepcionaron en las tolderías a los “salvajes unitarios” que se oponían a Rosas y otros
gobernadores federales, siendo los casos más conocidos el del coronel Manuel Baigorria que
vivió durante 21 años en las tolderías y el de los hermanos Juan, Felipe y Francisco Saá de la
provincia de San Luis.
La caída de Rosas supuso cambios importantes en la política de fronteras, básicamente porque
en los 10 años siguientes, el Estado se materializó bajo la forma de un “duopolio” en el que
tanto la Confederación Argentina como Buenos Aires contaron con el reconocimiento externo
de su soberanía política (Oszlak 1997:60). El distanciamiento entre ambas entidades impactó
directamente sobre la política interétnica en tanto los indios podían decidir nuevamente con cuál
de las partes colaborar, de acuerdo a lo que consideraban más provechoso. Para los ranqueles,
esta política se materializó en permanentes invasiones sobre el Estado de Buenos Aires y
acuerdos pacíficos con la Confederación Argentina, como el tratado de paz que los caciques
Pichún, Calbán y Calfucurá acordaron con Justo José de Urquiza en 1854. Por este tratado los
ranqueles (representados por Pichún y Calbán) y los salineros (Calfucurá) se convirtieron en
aliados de la Confederación, y simultáneamente, en enemigos de la Provincia de Buenos Aires.
Así hasta 1861, numerosas comitivas se acercaron a las fronteras confederadas. Su propósito era
recibir los agasajos, comerciar y/o entrevistarse con las principales autoridades (gobernadores,
comandantes, comisionados, etc.). Luego, regresaban a su lugar de origen para comunicar lo
conversado y/o pactado. Un detalle no menor es que desde las gestiones de paz y hasta la
ruptura del tratado en 1861, no se encuentran comisiones retenidas, predominando por el
contrario, comunicaciones en las que se menciona el tránsito desde las tolderías hasta Río
Cuarto, Córdoba o Paraná. En cambio, abundan los informes sobre los malones sobre los
poblados de la línea bonaerense.
La derrota de la Confederación urquicista en Pavón, reactualizó la lucha política que repercutió
nuevamente sobre las relaciones con los indígenas, cuyas invasiones se hicieron sentir ahora a lo
largo de toda la línea militar. En esta ocasión, los ranqueles se posicionaron como enemigos del
Estado Nacional recientemente unificado bajo la supremacía de Buenos Aires, combinando sus
esfuerzos y acciones con las montoneras provinciales del Chacho Peñaloza y Felipe Varela. Si
bien en 1865 se firmaron dos tratados de paz con los caciques Mariano Rosas y Manuel
Baigorria, las invasiones sobre las desguarnecidas fronteras fueron reiteradas.
El saldo de esta conflictividad “extendida” fue la recepción en las tolderías ranquelinas de los
prófugos y perseguidos por el ejército tras la derrota de las montoneras de 1863 y 1867. Su
-204-
participación le otorgó a las relaciones interétnicas un signo particular y ambivalente porque,
por un lado, sus acciones fortalecieron a los ranqueles (muchos de ellos encabezaron malones a
la frontera o proporcionaron valiosa información sobre el estado de la línea militar). Por el otro
lado, y cuando sus intereses particulares se lo indicaban, fueron capaces de aliarse con las
fuerzas nacionales. Fue así como en los primeros años de la década de 1870, la política de
manipulación del Estado Nacional hacia los indígenas se vio favorecida por la complicidad de
estos refugiados, quienes conociendo su privilegiada situación como portadores de información
estratégica para ambas sociedades, decidieron que su ir y venir de la toldería a la frontera era el
medio de encontrar un destino no tan desventajoso (Tamagnini 2008:57).
El último momento se inicia con el corrimiento de la línea militar al río Quinto (1869), después
de la sanción de la Ley 215 de avance de la frontera hasta el río Negro. Los pasos dados en
términos de la unificación del Estado argentino, hicieron que éste avanzara en la imposición del
control sobre todos aquellos que eran reacios a su orden. La política de frontera continuó
materializándose en expediciones militares sobre las tolderías (1871, 1872, 1877-1879), tratados
de paz (1870, 1872 y 1878) y reducción de ranqueles en las misiones de Villa Mercedes y
Sarmiento creadas por los franciscanos a principios de la década. La conjunción de estas
políticas hizo que muchos ranqueles quedaran instalados en la frontera. Desde el punto de vista
indígena, la vulnerabilidad territorial y la pérdida de posicionamiento político se expresó en la
disminución de los malones y en los condicionamientos impuestos por los tratados de paz, tales
como limitaciones al comercio de ganado, restricciones de la capacidad de los caciques de
aliarse con otras tribus, obligación de los caciques de controlar a sus guerreros y castigarlos si
maloqueaban (Pérez Zavala 2014).
Las estrechas relaciones entabladas en las décadas anteriores dejaron de mostrarse operativas,
con el consiguiente debilitamiento de las fuerzas ranquelinas que, en 1879, fueron
definitivamente derrotadas por el Ejército argentino comandado por Julio A. Roca. Las
expediciones militares iniciadas en 1871 se profundizaron sobre el final de la década, dando por
resultado centenares de ranqueles aprisionados. Sus destinos fueron diversos: la zafra en
Tucumán y Misiones, la prisión y cuarentena en la Isla Martín García, el alistamiento militar en
los fuertes de la frontera del río Quinto, el trabajo en los campos recientemente conquistados y
en las ciudades de las provincias fronterizas como Río Cuarto y San Luis (Pérez Zavala 2013).
El camino que iniciaban entonces estaba signado por la pérdida del territorio, la negación
política y la destribalización.
Algunas claves para el análisis
El itinerario de los ranqueles se aproxima al de otros grupos indígenas no sometidos del
continente americano, pero permite también trazar algunas particularidades sobre todo desde
-205-
una mirada de larga duración. Entre las claves que permiten explicar su singularidad
mediterránea se encuentran las siguientes:
Clave geográfica: la particular ubicación de las tolderías ranquelinas en el medanal de la pampa
central puso a su disposición un amplio campo de acción pero también de negociación que
comprendía a cinco de las actuales provincias argentinas: Mendoza, San Luis, Córdoba, Santa
Fe y Buenos Aires (Ratto 1996:27). Seguramente, esto favoreció la puesta en práctica por parte
de los caciques ranqueles de una estrategia de articulación con distintas fuerzas sociales y
políticas a lo largo del siglo XIX.
Clave socio-política: los ranqueles apelaron a la estrategia de negociar con diferentes gobiernos
en el marco de la Argentina fragmentada. Entre las articulaciones más significativas se
encuentran la mantenida con el chileno José Miguel Carrera cuando concluían las guerras por la
independencia y se iniciaban la lucha civil, el vínculo con los “salvajes unitarios” que se
enfrentaban al federal Juan Manuel de Rosas, la alianza con las provincias confederadas que se
oponían a Buenos Aires en tiempos de Justo José de Urquiza. Durante la década de 1860
combinaron sus movimientos con las montoneras provinciales que resistían al Estado Nacional,
atacando las fronteras. Finalmente, en la década de 1870, concretaron tres tratados de paz con el
Gobierno Nacional. Un factor que facilitó estas articulaciones fue la recepción permanente de
población cristiana en las tolderías que, en algunos casos, permaneció duran muchos años en la
tierra adentro, favoreciendo la continua articulación con la sociedad de frontera. A título de
ejemplo, y sólo para dar dos muy significativos, Manuel Baigorria tomó como esposa a una de
las hijas de Coliqueo y el cacique Baigorrita era hijo de una cautiva del Morro. La desaparición
de la escena política de fuerzas resistentes al Estado Nacional ocurrida después de la derrota de
la montonera de Felipe Varela en 1867 fue restringiendo esta posibilidad.
Clave económica: la posibilidad de acordar las paces con determinadas fuerzas políticas y
maloquear sobre el territorio controlado por otras, puso a su disposición numerosas cabezas de
ganado vacuno y equino, que ingresaban en su territorio tanto en la forma de raciones
(acordadas en los tratados de paz) como producto del malón. El avance estatal que se produjo a
fines de la década de 1860 significó un empobrecimiento económico porque cada vez eran
menos los recursos que se obtenían por ambas vías.
Notas 1. Archivo Histórico de la Provincia de Córdoba (AHPC), Fondo de Gobierno, Tomo 26,
Carpeta 3, Legajo 10, Año 1804, Expediente sobre establecimiento de fuertes en la Frontera,
folios 286 a 305. 2. AHPC. Diario “El Eco de Córdoba”. Año XI. Nº 2911. Fecha: 15/12/1872, pp. 2; N° 2912.
Fecha: 17/12/1872, pp. 2 Rte: Fray Tomás María Gallo a Fray Pío Bentivoglio, Villa de
Mercedes, 8/11/1872.
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TOPONIMIA ABORIGEN DEL DEPARTAMENTO GENERAL ROCA, PROVINCIA
DE CÓRDOBA
Norberto Mollo
Tefros. Asociación Amigos del Museo (Rufino) [email protected] [email protected]
Resumen
Un topónimo es el nombre que se da, en cualquier lengua, a un elemento del paisaje, que puede
referirse a rasgos del suelo (como médanos, lagunas, arroyos, etc.), o a su flora, fauna o a un
aspecto cultural (étnico). El sur de la Provincia de Córdoba, y mas específicamente el actual
departamento General Roca, es un territorio muy rico en topónimos aborígenes, especialmente
de origen mapuche en su variante ranquel. En este trabajo se pretende situar en una carta
geográfica actual, los topónimos históricos de raíz ranquel, que aparecen en diversos mapas
antiguos. Además, con el auxilio de bibliografía específica, interpretar el significado de esa
toponimia. Para llevar adelante esta idea, se realizó una extensa investigación cartográfica en la
Dirección de Catastro de Córdoba, y se trasladó la información obtenida a una carta topográfica
del I.G.N. (escala 1:100.000), con el invalorable aporte que nos dan las imágenes satelitales. El
objetivo principal no sólo consistió en ubicar los topónimos conocidos, sino de recuperar
aquellos que se han perdido y ya no se utilizan en la actualidad, con la particularidad de hacerlo
tanto en español, como en el propio idioma ranquel, teniendo como lineamiento básico el
respeto a las lenguas originarias y a la diversidad cultural. La densidad de esta nomenclatura
autóctona es heterogénea, siendo mucho mayor en el sudoeste del departamento, donde existió
población aborigen permanente, y menor en el resto, donde se la observa preferentemente junto
a las rastrilladas. Es de destacar, que casi toda la toponimia estudiada hace referencia a
características salientes del paisaje natural. Palabras clave: Toponimia, Topónimo, ranquel, Departamento General Roca,
georreferenciación.
Los topónimos y la toponimia
Un topónimo (del griego τόπος (topos), lugar; y ὄνομα (onoma), nombre) es el nombre que se
da, en cualquier lengua, a un elemento del paisaje, que puede referirse a rasgos del suelo (como
médanos, lagunas, arroyos, etc.), o a su flora, fauna o a un aspecto cultural (étnico). Por ello,
según su raíz, pueden clasificarse en geotopónimos, fitotopónimos, zootopónimos y
etnotopónimos.
La toponimia nos proporciona datos valiosos acerca de la evolución de la lengua y del entorno
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natural, y se refiere a las personas y paisajes de hoy y del pasado. Los topónimos, no sólo son
fenómenos lingüísticos, sino que también son fenómenos históricos, ya que sus términos
específicos hacen referencia a una realidad sociohistórica, en cuyo contexto se hallan los
accidentes geográficos, sean ellos de origen natural o antrópicos. Los topónimos son un
testimonio notable del pasado. Nacen en una determinado momento histórico y en una etapa
precisa del desarrollo de una lengua. Pero como éstas sufren cambios permanentes, ocurre lo
mismo con los nombres geográficos. Al respecto, se puede decir que los topónimos son el
resultado de varias lenguas funcionales que se sucedieron en el tiempo.
“Siempre se ha dicho, y con razón, que en la toponimia han quedado preservados,
como fósiles, infinidad de elementos lingüísticos característicos de épocas
pasadas, no sólo de tipo léxico, sino también de tipo fonológico y ciertos
procedimientos gramaticales en la formación de derivados y compuestos léxicos.
En ninguna otra parcela del léxico pueden estudiarse mejor que en la toponimia
los estratos sucesivos de una lengua histórica; pero no está ahí muertos,
desfuncionalizados; por el contrario, la toponimia es un corpus léxico vivo,
funcional, que se actualiza de continuo en el habla común ...”1.
No son muchos los topónimos indígenas que aún perduran en el área pampeana, y que están
registrados en las cartas geográficas y/o topográficas oficiales, ya que la toponimia de esta
extensa región sufrió modificaciones significativas tras la llamada “Conquista del Desierto”, que
implicó la incorporación definitiva de estos territorios al Estado Nacional.
Dado que los topónimos utilizados en la actualidad, tienen un origen cercano en el tiempo, es
posible rastrear los antiguos topónimos españoles e indígenas en mapas antiguos, realizados
principalmente como producto de expediciones militares, y en planos de mensura, delineados
por agrimensores, que siempre iban acompañados por algún baqueano, que proporcionaba
información de todo tipo del interior de cada lote.
Anteriormente se estilaba traducir los topónimos de una lengua en otra. Esos nuevos nombres,
distintos a lo de su lengua original se llaman exónimos. Un ejemplo cercano es el siguiente: en
mapudungun en su variente ranquel, un topónimo utilizado con frecuencia es Wingka Rünganko
(que significa “Pozo de agua del cristiano”), el cual traducido al español se escribe como
Huinca Renancó, que suena parecido pero no idéntico. Es decir que los exónimos van
desvirtuando el sonido original. Actualmente las Naciones Unidas recomienda que no se creen
más exónimos para topónimos nuevos, y que en lo posible se respeten los nombres en el idioma
original.
-210-
La toponimia o toponímica es el área del conocimiento encargada de estudiar los topónimos.
Para su trabajo cuenta con otras ciencias auxiliares, como son la lingüística, dialectología,
fonética, lexicología, morfología, historia, geografía, etnografía, antropología, topografía,
botánica, zoología, geología, genealogía, etc.
Al respecto, el estudioso de la toponimia pampeana Alberto Vúletin nos dice:
“Es que la toponimia constituye el indicio seguro de la vida humana estabilizada en
el suelo por un hecho histórico y recogido por la carta que lo conserva y difunde,
mostrando a veces el proceso evolutivo de los vocablos geográficos. De ahí que la
perfección de una pieza cartográfica resida en la representación convencional y
artística del suelo, con una depurada e inequívoca grafía toponímica” 2.
La toponimia no es un asunto sencillo, y frecuentemente se cometen muchos errores. Así nos lo
manifiesta el investigador pampeano Walter Cazenave:
“Pero se debe reconocer, también, que como el canto de las míticas sirenas, detrás
de su atractivo la toponimia tiene peligros ciertos y a menudo inmediatos. Es fácil –
y le ha ocurrido a muchos autores- caer en la interpretación simplista o inspirada en
la visión personal, cuando no antojadiza. Acaso la síntesis de todo lo relativo a la
toponimia esté en que ella, como todo idioma, responde a la sicología del pueblo
que la impuso, y a menudo allí está la gran dificultad: imponerse de esa sicología,
lo que empieza por el manejo del idioma. Después viene la experiencia de campo, a
veces desdeñada por quienes “interpretan” desde un escritorio sin advertir que a
menudo la clave está en el terreno mismo, como lo indica el nombre de la
disciplina” 3.
El área de estudio toponímico que nos ocupa, abarca el dilatado Departamento General Roca de
la Provincia de Córdoba. Este departamento presenta una mayor concentración de topónimos
aborígenes en el sur del mismo, y al oeste, es decir en proximidades de los actuales límites con
las provincias de La Pampa y San Luis.
El área en cuestión, de acuerdo a los registros históricos, estuvo influenciada primariamente por
una esporádica presencia de los tehuelches septentrionales, siendo mas tarde reemplazados por
las parcialidades araucanas, preferentemente pehuenches. Uno de estos grupos se radicó en el
Mamil Mapu en el siglo XVIII, constituyendo la nación ranquel.
-211-
Técnica de trabajo y objetivos
En este trabajo se pretende situar en una carta geográfica actual, los topónimos históricos de
raíz ranquel que aparecen en diversos mapas antiguos. Para llevar adelante esta idea se realizó
una minuciosa investigación cartográfica en la Dirección de Catastro de Córdoba, donde se
tomaron imágenes de los planos de mensura originales, ya sea administrativos como judiciales,
que contenían abundante toponimia y se trasladó la información obtenida a una carta
topográfica del I.G.N. (Instituto Geográfico Nacional) (escala 1:100.000), que consistió en un
mosaico cartográfico formado por la unión de diversas cartas, que incluían todo el área del
departamento. Para incrementar la precisión de la información se utilizaron imágenes satelitales
y software para georreferenciación, lo que permitió determinar con bastante exactitud la
situación de los topónimos.
Para interpretar el significado en español de los topónimos ranqueles, se apeló a los trabajos y
bibliografía específica de estudiosos de prestigio, como Casamiquela, Vúletin, Fernández Garay,
entre otros. Tal como ocurre con mucha cartografía moderna a nivel internacional, se indican en
el mapa los topónimos en español, y debajo en mapudungun (preferentemente en su variedad
ranquel).
Asimismo, en la descripción de cada uno, se trata de situarlo en relación a localidades actuales,
de manera tal que cualquier persona afecta a esta temática, pueda llegarse hasta el lugar.
El objetivo principal no sólo consistió en ubicar los topónimos conocidos, sino de recuperar
aquellos que se han perdido y ya no se utilizan en la actualidad, con la particularidad de hacerlo
tanto en español, como en el propio idioma ranquel, teniendo como lineamiento básico el
respeto a las lenguas originarias y a la diversidad cultural.
Los topónimos aborígenes en el Departamento General Roca
Abreviaturas utilizadas: e: español, m: mapudungun, r: ranculche, h: híbrido
Alcañi-Coó / Alkañ-ko (m. y r.): proviene de Alka: macho, ñ de ñamku: aguilucho, ko: agua o
aguada; el todo: “Aguada del Aguilucho Macho”. Latitud: 34º 33’ 55” S, Longitud: 64º 51’ 47”
O, Altitud: 252 msnm. Laguna situada en el sector norte del Lote Nº 24, Pedanía El Cuero, a
unos 9 km al sur de la Estación Lecueder. Es de importante tamaño ya que mide 2.200 m de
largo por 900 de ancho. “Cuando el agrimensor Estanislao Rojas mensuró el lote 24, apunta en
su libreta que “se pasó cien metros al norte de un charco de agua salada que queda sobre el
camino de Sarmiento. A este paraje lo llaman los Hormigueros, y es muy conocido por un árbol
de caldén solo que hay sobre el borde del charco hacia el noroeste””4. El geógrafo Pico le dio
el nombre de Laguna Racedo, en reconocimiento al teniente general Eduardo Racedo. Si bien
las aguas de esta laguna son salobres, a pocos metros de ella se pueden cavar pozos de agua
-212-
dulce.
Alun-Lauquen o Alen-Lauquen / Alün Lafken (m.) / Alün Lavken (r.): proviene de Alün:
muchos/as, Lafken o Lavken: laguna; “Muchas Lagunas”. Lagunas situadas en el Lote Nº 3,
Pedanía Italó, Latitud: 34º 55’ 23” S, Longitud: 63º 50’ 22” O, Altitud: 128 msnm, a unos 15 km
al SSO de Italó, y a 12 km al SE de Pincén. Son conocidas también con el nombre español de
“Tres Lagunas”. Son varias lagunas, algunas saladas y otras de agua dulce. Se alimentan de las
aguas pluviales.
Baya-manca / Vayu-manka (h.e.r.): “Mancarrón Bayo”. Latitud: 34º 55’ 19” S, Longitud: 64º
53’ 15” O, Altitud: 249 msnm. Pequeña laguna de unos 20 metros de diámetro, situada en el
costado sur del Lote Nº 7, Pedanía El Cuero, unos 29 km al OSO de Villa Huidobro. Se forma
con las aguas de lluvia, y es de sabor dulce.
Boro-hue / Forowe (m.) / Vorowe (r.): proviene de foro o voro: hueso, we: donde hay; “Lugar
donde hay huesos”. Arroyo situado en la pedanía El Cuero, que nace en el lote 18, atraviesa el
ángulo noreste del lote 13, y diagonalmente todo el 14, hasta desembocar en la laguna Ralicó
(Norte), a la que alimenta. En las nacientes del arroyo se halla el paraje La Olla, lugar de gran
importancia arqueológica donde se han realizado varios hallazgos. El arroyo tiene muchas
vueltas y pasa a unos 2 km. al O. de la clausurada Estación La Nacional.
Catriló / Katrülo (r y m): “Médano Cortado”. Latitud; 34º 17' 34” S, Longitud: 64º 44' 50” O,
Altitud: 275 msnm. Amplio médano situado en el extremo norte del Lote Nº 15, próximo a la
rastrillada del Cuero. Se halla 11 km al NO de De la Serna.
Chadilauquen o La Salina (actual Laguna Tromel) / Chadilafken (m.) / Chadilavken (r.):
“Laguna Salada”. Tromel proviene de Tromen: Totora, por lo que Tromen Lafken significa
Laguna de las Totoras. Gran laguna salada y pantanosa situada en la esquina N.O. del Lote Nº 7
y en la S.O. del Lote Nº 14, en la Pedanía El Cuero. Mide 2000 m de E a O, y 1.500 m de N a S.
Sus coordenadas son: Latitud: 34º 49’ 57” S, Longitud: 64º 54’ 34” O, Altitud: 244 msnm. Está
ubicada 30 km al O. de Villa Huidobro.
Choique Lóo / Choyke Loo (r.): de Choyke: ñandú, Lo: médano; “Médano del Ñandú o del
Avestruz”. Médano situado en el lote 12, Pedanía Italó, Latitud: 34º 45’ 15” S, Longitud: 63º 25’
32” O, Altitud: 135 msnm, a 9 km al ESE de Buchardo.
Colimula o Mula Colorada / Kolü Mula (h.): Si nos atenemos a la posible acepción: Kolü
Mula, proviene de Kolü: colorado, Mula: mula; “Mula Colorada”. La ubicación probable de esta
pequeña laguna es: Latitud: 34º 40’ 00” S, Longitud: 64º 52’ 05” O, Altitud: 254 msnm, unos 11
km al NNE de la Estación La Nacional, en el Lote Nº 17, Pedanía El Cuero.
Cuchilla Lauquen / Cuchilla Lafken (h.e.m.) / Cuchilla Lavken (h.e.r.): “Laguna del Cuchillo
o de la Cuchilla”. Latitud: 34º 13’ 26” S, Longitud: 64º 57’ 25” O, Altitud: 313 msnm. Esta
-213-
laguna se halla en el lote 18 de la Pedanía Sarmiento, unos 3 km al E. del Embarcadero El
Pampero.
Curupotró / Kurü Potro (h.e.m.): “Potro Negro”. Médano y laguna situados en el Lote Nº 10,
Pedanía Italó, Latitud: 34º 50’ 48” S, Longitud: 63º 33’ 26” O, Altitud: 134 msnm, a unos 14,5
km al SSO de Buchardo y a 13 km al SE de Onagoity.
Curutué (Laguna de) / Kurütuwe Lafken (m.) / Kurütuwe Lavken (r.): “Laguna de la Tierra
Negra”. Importante cuerpo de agua, donde desagua el arroyo Quetrú Leuvú. Esta laguna mide
3.700 m de largo, siendo su ancho máximo 1.300 m. Actualmente es conocida como Laguna El
20. Se halla en el extremo NO del Lote Nº 11, de la Pedanía Jagüeles. Su ubicación es: Latitud:
34º 44’ 30” S, Longitud: 64º 41’ 06” O, Altitud: 223 msnm, 14 km al NO de Villa Huidobro.
Huincarenancó / Wingka Rünganko (m. r.): proviene de wingka: cristiano, blanco, rüngan:
pozo, ko: agua; “Pozo de agua del Cristiano”. Río y Achával, en su Geografía de la Provincia de
Córdoba, dejan en claro que Huincarenancó era un bajo pequeño, situado muy cerca (unos 400
m al NE) de una gran laguna, la que hoy conocemos como “El Cristiano”: “Huincarenancó-
(Pozo del Cristiano). Es un gran bajo de bañado, en cuya parte oeste existen varios jagüeles de
agua dulce, de 0m50 de profundidad. Este bajo está rodeado de altos médanos y al naciente
tiene un espeso monte de chañar y otros árboles, y al SO. una extensa laguna de agua salada”5.
Huincarenancó está situado en estas coordenadas: Latitud: 34º 42’ 11” S, Longitud: 64º 32’ 26”
O. Altitud 205 msnm. Se halla dentro del Lote Nº 19, Pedanía Jagüeles, a 15 km al NNE de
Villa Huidobro y a 21 km al N.O. de la ciudad a la que le diera su nombre: Huinca Renancó.
Italó / Fütalo (m.) / Vütalo (r.): proviene de füta o vüta: grande, lo: médano; “Médano Grande”.
Al O. del imponente médano se levantó en 1876 el Fuerte Italó, Comandancia de la Frontera Sur
de Santa Fe. Esta elevación se destaca notablemente en la inmensidad de la llanura pampeana.
Es mencionado en mapas y comunicaciones como Médano de Witalobo o Médano de la Alfalfa.
Se halla a 4 km al N. de la actual localidad de Italó, en el Lote Nº 14, Pedanía Italó, Latitud: 34º
45’ 00” S, Longitud: 63º 46’ 40” O, Altitud: 149 msnm. Era un importante nudo de caminos, y
se hallaba sobre la rastrillada del Sauce.
Laujan ghelo o Lauquen-Gheló / Lafken-ngelu (m.) / Lavken-ngelu (r.): “Donde hay una
laguna”. También es conocida con el nombre español “Laguna de la Barranca”. Cuerpo de agua
de gran tamaño, ya que mide 2.800 m N-S por 1.200 m E-O. Está rodeada de barrancas. Se sitúa
en el Lote Nº 6, de la Pedanía Italó, Latitud 34º 50’ 41” S, Longitud: 63º 37’ 21” O, Altitud: 123
msnm, a 8 km al SSE de Onagoity.
Loncoche / Longko-che (m. r.): “Cacique de la gente” o “Cabeza de la gente”. Laguna situada
en el costado oeste del Lote Nº 9, Pedanía Jagüeles, a unos 3 km al S. de Villa Huidobro. Sus
coordenadas son las siguientes: Latitud: 34º 51’ 57” S, Longitud: 64º 35’ 21” O, Altitud: 205
-214-
msnm.
Ooñelo / Wüf-ngelu (m. r.): “Donde hay manantial o vertiente”. Son dos pequeñas lagunas
originadas por vertientes, situadas en el Lote Nº 18, Pedanía El Cuero, Latitud: 34º 43’ 06” S,
Longitud: 64º 59’ 08” O, Altitud: 263 msnm. Fue asiento de antiguas tolderías. Se hallan 7,5 km
al NO de la Estación La Nacional, y 6 km al NE de Estación La Penca.
Pichi Low / Pichi Loo (m. r.): “Médano Chico”. Es un médano situado en el Lote 1 de la
Pedanía Italó, Latitud: 34º 57’ 04” S, Longitud: 64º 03’ 24” O, Altitud: 151 msnm, unos 12,5 km
al SSE de Ranqueles. Ocasionalmente, con las lluvias, se forma junto a él, una pequeña laguna.
Pichi Trapal / Pichi Trapal (m. r.): “Juncal Chico”. Médanos situados en el Lote Nº 2, Pedanía
Italó, Latitud: 34º 56’ 30” S, Longitud: 63º 55’ 04” O, Altitud: 138 msnm, 11 km al S. de
Pincén. En su interior hay un jagüel de buena agua.
Pollinguelo / Polloi-ngelu (m. r.): proviene de polloi: renacuajo, ngelu: donde hay; “Donde hay
renacuajos”. Laguna situada 13 km al SE de la localidad de Buchardo. Sus coordenadas son:
Latitud: 34º 49’ 08” S, Longitud: 63º 25’ 51” O, 119 msnm.
Pollonguelo o Pollohelo / Polloi-ngelu (m. r.): proviene de polloi: renacuajo, ngelu: donde hay;
“Donde hay renacuajos”. Estimo que Lucio V. Mansilla, en su relato en “Una excursión a los
indios ranqueles”, equivoca la etimología de este sitio, asignándole la de “Laguna del Pollo”: “y
después de haber bebido bien seguimos caminando en el mismo rumbo, hasta llegar a Pollo-
helo, que quiere decir, en lengua ranquelina, Laguna del Pollo, y cuya pronunciación debe
hacerse nasal o gangosamente, verbigracia, como si la palabra estuviese escrita así y debieran
sonar todas las letras: Pollonguelo.”6. Pequeña aguada situada sobre la rastrillada del Cuero, en
el Lote Nº 24, Pedanía El Cuero, cuyas coordenadas probables son las siguientes: Latitud: 34º
34’ 15” S, Longitud: 64º 50’ 57” O, Altitud: 256 msnm, unos 9 km al SSO de Lecueder.
Piltrilen Gner o Zorro Colgado / Pültrülen Ngürü (m. r.) es un paraje situado a unos 3 km al
este de la actual estación ferroviaria de Lecueder, y sus coordenadas aproximadas son: Latitud:
34º 29’ 55” S, Longitud: 64º 46’ 54” O, Altitud: 254 msnm. Su nombre proviene de Pültrülen:
colgado, Ngürü: zorro, el todo: “Zorro Colgado”.
“Por qué se llamaba así este lugar, es echarse a nadar buscando un objeto perdido.
Probablemente el primer cristiano que llegó allí halló un zorro colgado por los
indios en algún árbol”...“El Zorro Colgado no estaba, por supuesto. Aquel punto es
un grupito de árboles, chañares viejos, mas altos que corpulentos. Tiene una
aguadita que se seca cuando el año no es lluvioso”7.
Por su parte, al padre Moisés Álvarez, quien acompañaba a Mansilla en su expedición, describe
-215-
de esta manera el lugar:
“en estos y otros pensamientos iba ocupado cuando al trastomar un pequeño altito
miramos un grupito de arboles era el zorro=colgado á donde llegamos despues de
una hora quiza: porqe al principio solo se distinguia en lontananza la cuspide de los
arboles, y asi á proporcion qe uno se acerca mas, mejor se conocen si son arboles ú
otros objetos de alguna magnitud los qe se miran. Llegamos por fin al
zorro=colgado; nos apeamos y haciendo alfombra la verde llerva nos tendimos á
esperar qe llegaran las cargas, qe habian quedado un poco mas atrás. Como no hubo
el pasatiempo del mate, se me hizo aquel paraje lo mas lobrego, lo mas triste, lo mas
insignificante qe darse pueda. Está en bajo no es cañada, á distancia de unas seis ó
siete cuadras hay una lagunita de agua dulce. El terreno ahi es uno de los puntos
mas guadalosos qe hé observado en todo el camino de Tierra=adentro. Fuera del
camino ó huella qe han hecho los Indios, hunde el caballo toda la uña casi hasta la
mitad de la canilla”8.
Quetrú Leubú o Quetrú Leuvú (Arroyo) / Ketro Lewfü (m.) / Ketro Lewvü (r.): “Arroyo
Cortado”. Arroyo situado en la Pedanía El Cuero. Nace en el Lote Nº 24, y cruza diagonalmente
el Lote Nº 16. Desagua en una laguna ubicada en el extremo SE de dicho lote, y que está
separada por un albardón con la de Curutué (Hoy Laguna El 20), con la cual se comunica. El
arroyo presenta mucha tosca en el lecho, su pendiente es débil, por lo que sus aguas saladas
corren suavemente, siendo su ancho medio de unos 5 metros. No es un arroyo permanente, ya
que lleva agua en épocas de lluvias.
Ralicó / Raliko (m. r.): “Aguada en forma de plato”, de rali: plato, ko: agua. Importante laguna
situada en el Lote Nº 7 de la Pedanía El Cuero, Latitud: 34º 52’ 16” S, Longitud: 64º 49’ 35” O,
Altitud: 222 msnm, 10 km al S. de la Estación Ingeniero Malmen. Mide 1.300 m N-S, y 1.100
m E-O. Dentro del mismo lote hay otra laguna también conocida como Ralicó. Sus coordenadas
son: Latitud: 34º 50’ 03” S, Longitud: 64º 49’ 01” O, Altitud: 227 msnm, unos 6 km al S. de la
Estación Ingeniero Malmen.
Ralicó (Médano de) / Raliko Loo (m. r.): “Médano de la aguada en forma de plato”. Formación
medanosa, también bastante esférica, con unos 1.300 m de diámetro, situada en el Lote Nº 7,
Pedanía El Cuero, Latitud: 34º 51’ 00” S, Longitud: 64º 52’ 00” O, Altitud: 243 msnm, a unos 9
km al SO de la Estación Ingeniero Malmen.
Trapal (Laguna) / Trapal Lafken (m.) / Trapal Lavken (r.): “Laguna del Junco”. Laguna
situada 4.900 m al ENE de Villa Huidobro, en el Lote Nº 12 de la Pedanía Jagüeles, Latitud: 34º
-216-
49’ 36” S, Longitud: 64º 32’ 11” O, Altitud: 200 msnm. Es de agua salada y está rodeada de
médanos bajos, sin embargo en sus cercanías hay pozos de agua dulce. Se hallaba sobre el
antiguo camino que unía Trenel con La Amarga.
Trilque Lafquen o Laguna del Cuero / Trülke Lafken (m.) / Trülke Lavken (r.): “Laguna del
Cuero”. Laguna muy importante en la historia ranquel, ya que en sus orillas se asentó con su
tribu durante años, el famoso “Indio Blanco”. Su etimología es discutida, ya que hay dos
versiones muy distintas sobre el origen del nombre: Eliseo Tello al respecto nos dice:
“CUERO. Paraje bajo en donde antes existió una laguna. Departamento de General
Roca, Córdoba. Etimología: Cuero, mala pronunciación de la voz rankel Cuerru:
“centro”, “central”. Según información rankel, el toponímico debió llamarse
Cuerru Laufquen, aunque no se la conozca así, puesto que el cristiano lo llamó
“Laguna del Cuero”. La denominación se justifica porque allí convergían las
grandes rastrilladas del País Rankel”9.
El inconveniente de esta explicación, es que Cuerru no figura en ningún diccionario ranquel ni
mapudungun. En cambio, un diccionario ranquel, señala para la idea de centro o central, el
medio, la siguiente palabra: ranguí o ranguíñ.10. Por su parte, el reconocido investigador
Rodolfo Casamiquela expresa: “Geónimo: Trilque Lafquen. Forma sugerida: Trilqué Lafquén.
Análisis y significado: “Trëlke” es “cuero”, “piel” en araucano, La(u)fquen: ”laguna”. Se
trata del célebre paraje de ese nombre. El todo: “Laguna del Cuero””11. Este análisis nos
parece mucho mas acorde con la realidad, por lo que utilizaremos la versión de Casamiquela,
acerca del origen del nombre del Cuero. La ubicación de la laguna es: Latitud: 34º 53’ 38” S,
Longitud: 64º 56’ 12” O, Altitud: 248 msnm, 33 km al O. de Villa Huidobro, en el Lote Nº 8,
Pedanía El Cuero. Esta laguna tiene un largo de 1.200 m y un ancho de unos 300 m. Es
mencionada en la carta topográfica del Instituto Geográfico Nacional (IGN) Nº 3566-II como
“Laguna El Cuero Chico”, y se trata de la verdadera Laguna del Cuero, que mencionara Lucio
V. Mansilla en su libro “Una excursión a los indios ranqueles”. A unos 4 km al S.O. de la ya
mencionada, existe otra laguna de mayor tamaño (en el lote 3), que es nombrada de varias
formas: “Laguna El Cuero”, “Laguna El Cuero Grande” o “Laguna Las Yeguas”, pero no es la
que citara Mansilla.
Trilque Lo o Médano del Cuero / Trülke Lo (r.): “Médano del Cuero”. Latitud: 34º 51’ 58” S,
Longitud: 64º 56’ 25” O, Altitud: 266 msnm. Se halla 3 km al N. de la Laguna del Cuero, en el
Lote Nº 8 de la Pedanía El Cuero.
Tromencó o Tremencó / Tromenko (m.r.): “Aguada de la Totora”. Laguna de unos 200 metros
-217-
de diámetro y de forma redonda, situada sobre la rastrillada del Cuero, que pasaba por su orilla
este. En este lugar, de la citada rastrillada se desprendía el camino hacia el Fuerte 3 de Febrero,
el que se bifurcaba con dirección NO. Se halla ubicada en el Lote Nº 8 de la Pedanía El Cuero,
Latitud: 34º 50’ 50” S, Longitud: 64º 55’ 54” O, Altitud: 250 msnm, a 10 km al S. de la Estación
La Nacional.
Trontoi Lauquen o Tray Lauquen / Trontray Lafken (m.) / Trontray Lavken (r.): de tron:
mucho, tupido, tray: ruido, sonido; “Laguna de mucho ruido”. Pequeña laguna situada en el
Lote Nº 11 de la Pedanía Necochea, Latitud: 34º 18’ 56” S, Longitud: 64º 42’ 16” O, Altitud:
263 msnm, a unos 7 km al N. de De la Serna.
Us-helo o Use-ngelo / Wüf-ngelu (m.r.): “Donde hay un manantial o vertiente”. Lucio V.
Mansilla también menciona este sitio en su libro, sobre la misma rastrillada del Cuero, pero sin
aventurarse a considerar el significado del topónimo:
“Aquí variamos de rumbo un poco buscando el Sur recto, y así seguimos como
legua y media por un campo muy guadaloso y pesado, en el que caímos y
levantamos varias veces, lo mismo que las mulas de carga, hasta llegar á Us-helo,
donde hay otro grupo de árboles, una aguada semejante á la anterior y una
lagunita de agua salobre; pero potable no habiendo seca.”12.
Esta aguada estaría situada en el Lote 24 de la Pedanía El Cuero, a unos 13 km al SO de
Lecueder y unos 18 km al N de la Estación La Nacional, y sus coordenadas probables son las
siguientes: Latitud: 34º 35’ 51” S, Longitud: 64º 53’ 16” O, Altitud: 258 msnm.
Votá Lauquen / Füta Lafken (m.) / Vüta Lavken (r.): “Laguna Grande”. Laguna alargada, de la
cual su mayor parte se halla en el Lote Nº 22, y una porción menor en el Lote Nº 23, en la
Pedanía Jagüeles, a unos 27 km al NNE de Villa Huidobro, a 27 km al NNO de Huinca Renancó
y a 26 km al S. de Del Campillo. Sus coordenadas son: Latitud: 34º 36’ 38” S, Longitud: 64º 29’
20” O, Altitud 205 msnm. Mide 1.700 m de largo y 600 m de ancho. Por sus orillas pasaba el
camino de Trenel a La Amarga. Sus aguas son medianamente potables.
Winang-helo o Huinan-helo / Wingan-ngelu (m.r.): “Donde hay molles”, “El Mollar”. Laguna
situada en el Lote Nº 23 de la Pedanía Jagüeles, Latitud: 34º 34’ 25” S, Longitud: 64º 26’ 20” O,
Altitud: 196 msnm, a 22 km al SSE de Del Campillo. Hacia el oeste de la laguna pasaba el
camino de Trenel a La Amarga.
Conclusiones
El departamento General Roca, es el que mayor cantidad de topónimos de origen ranquel
-218-
presenta en la actual provincia de Córdoba.
La densidad de esta nomenclatura autóctona es heterogénea, siendo mucho mayor en la Pedanía
El Cuero, donde existió población aborigen permanente, y menor en el resto del departamento,
donde se la observa preferentemente junto a las rastrilladas.
Casi toda la toponimia hace referencia a características notables del paisaje, tales como
elevados médanos, forma de los cuerpos de agua, presencia de manantiales, color del terreno,
salinidad del agua, presencia de vegetación, existencia de fauna autóctona, etc., pudiendo
observarse también la presencia de topónimos híbridos, lo que denota que en este departamento
se dieron en el pasado, toda clase de relaciones interétnicas, que influyeron en las
denominaciones locales de los accidentes geográficos.
-219-
Fig. 1. Mapa del Departamento General Roca, Provincia de Córdoba, con su red caminera y
localidades actuales, con las rastrilladas y toponimia aborigen del siglo XIX
-220-
Notas 1 Trapero, Maximiano. Para una teoría lingüística de la Toponimia. En Contribuciones al estudio
de la lingüística hispánica. Tomo II. p. 242. 2 Vúletin, Alberto. La Pampa. p. 3 3 Casamiquela, Rodolfo. Toponimia indígena de la Provincia de La Pampa. Prólogo de Walter
Cazenave. p. 14 4 Mayol Laferrere, Carlos. Toponimia histórica del sur de Córdoba. p. 29. 5 Río, Manuel y Luis Achával. Geografía de la Provincia de Córdoba. Volumen II. p. 658. 6 Mansilla, Lucio V. Una escursión a los indios ranqueles. Tomo I. p. 63
7 Mansilla, Lucio V. Una escursión a los indios ranqueles. Tomo I. pp. 62 y 63 8 Nuevo Mundo Nº 3/4. p. 246 9 Tello, Eliseo. Toponimia Araucana-Pampa. p. 73 10 Carlassare, Victorina. Apuntes para un Vocabulario rankül-español español-rankül. p. 98 11 Casamiquela, Rodolfo. Geonimia. Obra mapa de La Pampa (1968). p. 34 12 Mansilla, Lucio V. Una excursión a los indios ranqueles. Tomo I. p. 63
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FOTOGRAFÍA SATELITAL:
Google Maps, Google Earth y SASPlanet. Imágenes satelitales de la región en estudio.
SOFTWARE UTILIZADO EN GEORREFERENCIACIÓN:
OziExplorer y Global Mapper.
-223-
TRAYECTORIA DE INDÍGENAS SOMETIDOS
EN EL SUR DE CÓRDOBA Y SAN LUIS (1870-1890)
Graciana Pérez Zavala
Universidad Nacional de Río Cuarto
Resumen
Desde fines del siglo XVIII y hasta 1882 los ranqueles habitaron la pampa central en calidad de
naciones soberanas. Sostuvieron esta condición ante las autoridades coloniales, independentistas
y nacionales a través de alianzas diplomáticas y acciones bélicas. A fines de la década 1870 el
Estado argentino corrió definitivamente la Frontera Sur durante las operaciones militares de la
denominada “Conquista del Desierto”. Este proceso se inició en 1869 cuando la Frontera Sur, en
los tramos de Córdoba y San Luis, fue trasladada desde el río Cuarto al río Quinto. De la mano
de este avance territorial diversas expediciones se internaron en las tolderías ranquelinas (1871,
1872, 1875-1879), impulsando el traslado de indígenas a la frontera militar. Estos ranqueles
poblaron las reducciones de los misioneros franciscanos de Villa Mercedes y Sarmiento, las
cuales aportaron lanceros a los fuertes colindantes. A la luz de estas consideraciones, el trabajo
caracteriza el proceso de disgregación ranquelina durante las décadas de 1870 y 1880 a partir de
los itinerarios de los contingentes instalados en los campos del sur puntano-cordobés.
Introducción
El pasado profundo de la Argentina remite a la historia de la Frontera Sur. A lo largo de los
siglos XVIII y XIX un conjunto de fuertes y fortines extendidos desde las pampas bonaerenses
hasta los valles mendocinos procuraron demarcar el límite de avanzada territorial del Estado
colonial primero y del nacional después. Al sur de éstos, en Pampa y Norpatagonia, estaban los
indígenas, identificados como salineros, ranqueles, pehuenches y manzaneros. Sus prácticas
económicas, sociales y culturales tendían a unificarlos, pero sus acciones políticas producían el
efecto inverso en razón de que cada una de estas agrupaciones desplegaba vínculos diversos con
el Estado argentino1.
En 1879 el Estado argentino avanzó definitivamente la Frontera Sur. Distintas operaciones
militares obligaron a los indígenas a abandonar sus tierras con lo cual perdieron su condición de
naciones soberanas. Ellas se efectuaron en el marco de intensos debates en el seno del poder
legislativo nacional sobre el destino final de los indígenas prisioneros. Según Mases (2002)
algunos proponían la formación de colonias agrícolas – pastoriles aledañas a fuertes militares,
-224-
otros, especialmente los salesianos, impulsaban la instalación de colonias indígenas bajo un
régimen escolar (al estilo de Estados Unidos) y de inculcación de la fe cristiana. Para otros, en
cambio, era mejor separar a los indígenas entre sí de manera de evitar la continuación del
“espíritu comunitario” a partir del sistema de colocación en casas de familias citadinas o en
lugares alejados de la frontera, tales como los ingenios azucareros tucumanos. También estuvo
presente la idea de incorporar a los indígenas al “régimen militar”, visto éste como forma de
disciplinamiento2.
En términos generales, las políticas ligadas a la incorporación voluntaria (reducción de
indígenas y tratados de paz) procuraban sustituir la identidad colectiva tradicional por la del
grupo dominante. Por su parte, las políticas de supresión buscaban eliminar la diferencia étnica
para alumbrar un Estado nacionalizador al servicio exclusivo y excluyente de los grupos que
lideraban tal proceso. Así las acciones militares debían ir acompañadas de políticas de
normalización coactiva (Máiz, 1997:188-190).
Las políticas reseñadas fueron aplicadas para con todos los indígenas que resultaron
prisioneros. Sin embargo, habrían existido variaciones en su modalidad atendiendo a la posición
política del contingente sometido. En este trabajo nos centraremos en los ranqueles, los cuales a
través de alianzas diplomáticas y acciones bélicas defendieron su condición de naciones
soberanas por casi un siglo3. Para con éstos el Estado argentino, representado especialmente a
través de sus jefes militares, implementó una política de reparto gradual y heterogénea, la cual
estuvo estrechamente ligada a la fecha de rendición (antes o después de 1879), a la modalidad
de la misma (forzada o “voluntaria”) y a las características del grupo prisionero (grupal o
individual, caciques o capitanejos que lo lideraban, composición según género y edad, vínculos
con misioneros, entre otros aspectos). De manera esquemática, podemos decir que la
distribución de ranqueles comenzó en 1871 –con los prisioneros de la expedición militar a las
tolderías de ese año- y finalizó en 1900 con la fundación de la Colonia Emilio Mitre, en el oeste
del Territorio Nacional de La Pampa4. La misma receptó, entre otros, a ranqueles que quedaron
dispersos en los campos del sur de Córdoba y San Luis después de las expediciones de 1879. En
este trabajo caracterizaremos a los contingentes indígenas que fueron instalados en los fuertes –
reducciones de Villa Mercedes y Sarmiento. Paralelamente, nos detendremos en los ranqueles
que tuvieron por destino la ciudad de Río Cuarto.
En una primera instancia reseñaremos la migración de ranqueles a la frontera puntano-
cordobesa durante la década de 1870. Posteriormente, describiremos la población indígena
instalada en la ciudad de Río Cuarto y en las misiones -fuertes de Sarmiento y Villa Mercedes-.
La documentación consultada se localiza especialmente en el Archivo Histórico “Fray José Luis
Padrós”, Río Cuarto (AHCSF) y en el Archivo de la Catedral de Río Cuarto (ACRC). También
se recurre a las Memorias de Guerra y Marina sitas en Servicios Históricos del Ejército y al
Segundo Censo de la República Argentina (1895).
-225-
Políticas de frontera y ranqueles en la década de 1870
En trabajos anteriores (Tamagnini y Pérez Zavala 2007) distinguimos para la frontera
cordobesa- puntana, la aplicación sobre los indígenas de políticas bélicas, colonizadoras y
diplomáticas. Las primeras estuvieron asociadas a la idea de atacar y ocupar las principales
posiciones del indígena mediante campañas punitivas. Las segundas procuraron lograr el
dominio de las tierras del sur a través de la formación de colonias militares o bien a partir de la
instalación de reducciones de indígenas en la frontera de avanzada. Finalmente, los tratados de
paz, además de buscar neutralizar los movimientos indígenas, procuraron legitimar el avance
territorial del Gobierno Nacional al incluir cláusulas bajo las cuales éstos reconocían su
pertenencia a la República Argentina. En el plano de los hechos, estas políticas fueron aplicadas
de manera complementaria, pese a las contradicciones generadas en algunos momentos.
Posteriormente (Pérez Zavala 2012) agregamos la política de reparto y colocación, la cual
habría permitido canalizar y definir el destino de los indígenas sometidos.
En el plano de los acontecimientos vale la pena recordar que en 1869-1870 se produjo un
avance general de la Frontera Sur argentina. En el tramo de Córdoba, los destacamentos
apostados sobre el río Cuarto quedaron a la retaguardia al instalarse fuertes y fortines sobre río
Quinto (Tres de Febrero, Sarmiento, Necochea, Achirero, Nueva Ramada, entre otros). En San
Luis, el fuerte de Villa Mercedes siguió señalando la presencia nacional. Este adelanto afectó la
territorialidad ranquelina, al limitar los pozos de agua para los malones y restringir los campos
de boleadas. Las primeras tolderías, emplazadas en los campos del Bagual y del Cuero -
aproximadamente en el actual límite entre las Provincias de San Luis, Córdoba y La Pampa-,
quedaron a merced de las partidas corredoras nacionales mientras que los toldos de Lebucó y
Poitagué empezaron a ser vulnerables. Ello fue así porque más allá de la firma de tratados entre
ranqueles y el Gobierno Nacional en 1870 y 1872 (inclusive el último fue renovado en 1878) a
lo largo de esa década diversas expediciones de “ablandamiento” se internaron en las tolderías
(1871, 1872, 1875-1879), impulsando la migración de indígenas a la frontera (Tamagnini y
Pérez Zavala 2012).
En términos generales, los indígenas que entre 1871- 1877 se instalaron en los campos del sur
de Córdoba y San Luis estaban vinculados a los caciques Mariano Rosas, Epumer Rosas y
Ramón Cabral. En cambio, las campañas punitivas de 1878 y 1879 también incluyeron a los
seguidores de Baigorrita. A su vez, si nos focalizamos en los procesos de reparto de los
ranqueles sometidos durante la década de 1870 podemos apreciar tres destinos constantes: Río
Cuarto, Villa Mercedes y Sarmiento. A ellos se agrega Tucumán y la Isla Martin García en los
años 1878-1879 (Pérez Zavala 2013).
-226-
En base a la reconstrucción que pudimos efectuar, los indígenas de la campaña punitiva de
1871 habrían pertenecido a los capitanejos Peñaloza y Ocaño (indígenas de la “entrada”) y
habrían sido repartidos entre las familias cristianas de la Villa del Río Cuarto5, en tanto que los
ranqueles cautivados en 1872 en Lebucó tuvieron por destino el Paraje Las Totoritas (Provincia
de San Luis), a cargo de Fray Marcos Donati. Meses después, algunos capitanejos se unieron a
sus parientes prisioneros, generándose la misión de Villa Mercedes, apostada en cercanías del
fuerte homónimo. Por su parte, en 1874 el misionero Moisés Álvarez organizó otra reducción en
las postrimerías del fuerte Sarmiento (Provincia de Córdoba).
Los prisioneros de las expediciones de 1875 y 1877 habrían sido destinados mayoritariamente a
la misión de Villa Mercedes en tanto que la de Sarmiento habría receptado a los indígenas que
se trasladaban “voluntariamente”. El caso más notorio es el del cacique Ramón que luego de
una incursión del ejército sobre sus campos (que le llevó su hacienda) se redujo en Sarmiento
con cerca de 400 seguidores. En marzo de 1878 había en esta misión aproximadamente 600
indígenas en tanto que la de Villa Mercedes sumaba 3006. Por cierto, estas cifras no deben
analizarse como absolutas dado que el desarrollo de las reducciones estuvo estrechamente
ligado a la dinámica de los fuertes. Los hombres ranqueles fueron incorporados al servicio de
las armas, debiendo movilizarse por los destacamentos de la frontera puntano-cordobesa como
baqueanos, lenguaraces o simples soldados7.
El aumento de indígenas militarizados se vincula con la profundización de la política ofensiva
nacional. En octubre de 1878, con el justificativo de “escarmentar” a los indios maloqueros, las
fuerzas militares de Sarmiento y las de Villa Mercedes –que incluían ranqueles reducidos-
ingresaron en los toldos. Estas expediciones habrían aprisionado cerca de 300 indígenas, además
de matar y herir a otros tantos. En diciembre, otra columna militar recorrió las tolderías. Sus
resultados más notorios fueron la prisión del cacique Epumer Rosas y su traslado a la Isla
Martín García, la huida de su par Baigorrita en dirección a la Cordillera de los Andes y el
traslado compulsivo de cerca de 600 ranqueles a Tucumán. Otros prisioneros fueron traslados a
Villa Mercedes.
Hacia enero de 1879, 881 indígenas (incluyendo mujeres y niños) estaban apostados en
regimientos de la Frontera de Córdoba según la siguiente distribución: 590 en el Escuadrón
Ranquel; 154en la Compañía de indios auxiliares y 137 en el Piquete de Santa Catalina8. Este
proceso se acentuó en abril de 1879 cuando, desde Villa Mercedes y Sarmiento, partió hacia las
tolderías la 3era División de Ejército Argentino comandada por el Coronel Eduardo Racedo, la
cual formaba parte de un plan que incluía el avance de toda la Frontera Sur bajo la dirección del
Gral. Julio A. Roca. La 3era columna regresó con 641 prisioneros (49 cautivos cristianos, 123
indios de lanza y 469 “chusma”), los cuales, oficialmente, fueron distribuidos de la siguiente
manera: 51 fueron “dados a diversos jefes y oficiales de la División”, 2 se fugaron, 317 fueron
conducidos por el Mayor Álvarez a Villa Mercedes y 118 fueron trasladados por el Comandante
-227-
Anaya a Río Cuarto. A su vez, 153 murieron de viruela y otras enfermedades (Racedo
1965:282). Los hombres sobrevivientes fueron trasladados la Isla Martin García al tiempo que
un conjunto de mujeres y niños fueron remitidos a Río Cuarto. Otros fueron destinados a los
fuertes de avanzada en territorio pampeano.
En 1880 las misiones de Sarmiento y Villa Mercedes habían duplicado su población (la primera
contaba con 1020 ranqueles y la segunda 500)9. Este incremento poblacional fue transitorio
porque el destino de los fuertes y misiones del río Quinto quedó supeditado a la lógica de
avance de la frontera militar hasta los ríos Negro y Neuquén. A fines de ese año parte de los
indígenas de Sarmiento fueron destinados a Villa Mercedes. Posteriormente, algunos
contingentes fueron ubicados en el fuerte Victorica (Territorio Nacional de La Pampa a partir de
1884). En Sarmiento el despoblamiento habría sido de tal magnitud que, según el misionero
Quaranta, en 1889 allí sólo residían 200 habitantes. Los indígenas por entonces estaban
dispersos en los campos del sur cordobés trabajando como peones en los nacientes
establecimientos agrícolas – ganaderos10. De ello nos ocupamos en la siguiente sección.
Los registros de bautismos en Villa Mercedes – Sarmiento – Río Cuarto
La documentación de frontera (cartas, partes militares) ofrece referencias sobre los traslados de
los indígenas prisioneros. Sin embargo, no siempre permite precisar quiénes eran y de qué
manera fueron repartidos. Para subsanar esta cuestión consultamos los registros de los libros
parroquiales del período 1870 y 1890, correspondientes a bautismos efectuados en la Iglesia de
la Inmaculada Concepción de la Catedral Río Cuarto, como así también en los Oratorios y/o
altares provisorios de Villa Mercedes y Sarmiento.
En los libros parroquiales distinguimos los bautismos de indígenas del resto de la población
(definida como blanca, española, parda, natural, italiana, francesa, etc.) en base a los siguientes
criterios: nominación de “indio/a”; referencia a “nacido en Tierra Adentro”, hijo de “padres
indios” y/o hijo de “cautivos” (cristianos). A manera de ejemplo transcribimos las formas
habituales de anotaciones de bautismos en Villa Mercedes, Sarmiento y Río Cuarto:
“Gabriela Martin: En Villa Merced a los veinte y dos días de Marzo del año mil
ocho ciento setenta y seis bautizé y puse oleo y crisma a Gabriela de cinco días
hija del indio Simon Martin y de la china Petrona ambos reducidos. Fueron
Padrinos D. Francisco Mora Lenguaraz y Da Lorenza Moran casada con el
mismo. De que doy fé. Fr. Marcos Donati”11.
“Maria de las Mercedes Villerreal: En este fuerteSarmiento á los veintiun días
del mes de Enero del año mil ochocientos setenta y cinco. Yo el Prefecto de
Misiones bautize puse oleo y Crisma á Maria de las Mercedes como de tres años
-228-
hija legitima del indio Dn Juan Villareal y de Inaigüne. Fueron padrinos Froilan
Lucero y Antonio Carballo vecinos del Rio 4° de que doi fé. Fr. Moyses Alvarez”.12
“El dia doce del mes de Mayo de mil ochocientos setenta y nueve el Teniente Cura
P. Aurelio Patrizi con licencia del infrascripto Cura y Vicario encargado del
Curato de Río Cuarto Provincia y Obispado de Córdoba, en la Iglesia Parroquial
de Nuestra Señora de la Concepción [de Río Cuarto] bautizo solemnemente a
Mariano se le calcula tenga seis años de edad, hijo natural de los indios Epumer
Rosas y Emilia Nautuis esta ultima vecina de la ciudad, al cargo de Dn Geronimo
Aliaga. Fue madrina Da. Gala Esley. Y para que conste lo firmo Fr. Ludovico
Quaranta”.13
Generalmente dichos registros aportan datos sobre: fecha y lugar del bautismo; nombre del
sacerdote que lo ofició; sexo; edad aproximada del bautizado y/o fecha de su nacimiento; lugar
de nacimiento, adscripción de sus padres y/o nombres, nombre y apellido de padrinos, lugar de
colocación y/o casa donde se lo cría, relación de parentesco con otros indígenas y/o cristianos,
nombre y apellido que se le asigna al bautizado. Estos registros nos permiten identificar la
presencia de indígenas en la frontera (Tabla 1) pese a que, en términos cuantitativos, no serían
representativos de la totalidad de los que habrían estado en ella.
Para Río Cuarto en el período 1871-1891 se contabilizaron 224 oficios religiosos,
distinguiéndose 25 bautismos entre 1871–1878, 140 entre 1879-1882 y 59 entre 1883 y 1891.
Estas variaciones coinciden con el estado de las relaciones interétnicas a la vez que dan cuenta
de la política Estatal de reparto de indígenas. Es decir, evidencian cómo en los años posteriores
a las expediciones de 1878- 1879 se acentuaron las colocaciones (mayoritariamente de mujeres
y niños) en Río Cuarto. A su vez el período 1883-1891 da cuenta de la descendencia de tales
indígenas en la ciudad (Pérez Zavala 2012).
Por su parte, si bien los registros de bautismos de Sarmiento y Villa Mercedes aportan
información cualitativa muy significativa pese a ser poco relevantes en términos cuantitativos.
En el tiempo de existencia de la misión cordobesa sólo habría recibido el sacramento el 10.39 %
de los ranqueles allí instalados (período 1875-1881: 106 bautismos sobre 1020 indígenas según
el máximo registro oficial de 1880), mientras que en la reducción puntana el porcentaje rondaría
en el 22.4 % (1871-1882: 112 bautismos sobre 500 indígenas). Esta situación podría explicarse
por el hecho de que para los misioneros dicho sacramento sólo debía otorgarse a niños
indígenas, quedando sujeta su administración a adultos catequizados o en peligro de muerte.
Durante las campañas militares de 1878–1879 el capellán de la 3era Columna, Pío Bentivoglio
continuó con esta práctica bautizando sólo a niños menores de 6 años. A ello se agregaba la
negativa indígena. En Villa Mercedes, donde residían la mayoría de los ranqueles tomados
-229-
prisioneros en las campañas punitivas, son escasos los bautismos de indígenas mayores de 15
años (2.67 %). En cambio, en la misión Sarmiento, el porcentaje de adultos sacramentados
alcanza el 18.34 %, situación que se condice con el traslado voluntario de los ranqueles allí
emplazados.
Tabla 1: Bautismos de indígenas según libros parroquiales (1871-1891)
Año Río Cuarto
Villa Mercedes
Sarmiento Tres de Febrero
El Cuero
1871 3 6 - - Sin referencia (S/R) 1872 3 11 - - S/R 1873 1 1 - - S/R 1874 3 9 - - S/R 1875 3 2 17 S/R S/R 1876 5 11 16 S/R S/R 1877 5 10 14 (+1
Italo) S/R S/R
1878 2 14 15 S/R S/R 1879 44 30 20 S/R S/R 1880 46 4 9 S/R S/R 1881 38 9 15 S/R S/R 1882 12 5 S/R S/R S/R 1883 14 3 41 23 S/R 1884 10 3 S/R S/R S/R 1885 3 41 S/R S/R S/R 1886 8 14 0 S/R 12 Is. Bagual, L.
Cuero 14 Laguna del Cuero 9 Tromel, L. Cuero
1887 2 3 S/R S/R S/R 1888 9 S/R S/R S/R S/R 1889 8 S/R S/R S/R S/R 1890 2 S/R 8 S/R S/R 1891 3 S/R S/R S/R S/R Total 224 176 156 23 35
Corresponde aclarar que la institución del bautismo había permeado las costumbres indígenas.
Su valor social recaía en el vínculo del padrinazgo que, en el marco de las relaciones
interétnicas, posibilitaba transformar la oposición con la sociedad adversaria en un lazo afectivo.
La relación particular que se generaba entre las personas implicadas debía sostenerse a través de
la ayuda mutua e involucraba tanto a parientes biológicos como políticos. Paralelamente, el
vínculo entre padrino e ahijado solía materializarse en la imposición del nombre del primero al
segundo, a veces asignado en diminutivo porque, según la creencia de los indígenas, el nombre
trasmitía el prestigio del dueño original (Bechis 2008).
En relación a lo expresado, pensamos que los bautismos de niños indígenas en las misiones
franciscanas habrían servido para consolidar los lazos sociales y económicos de sus padres con
-230-
la población cristiana. Inclusive, en algunas situaciones habrían actuado como canales de
promoción social. Tomemos el caso de Santos Morales. Este capitanejo, que se había traslado a
Sarmiento de manera voluntaria, en noviembre de 1877 propició el bautismo de una de sus hijas
(María Carolina) de alrededor de 6 años de edad. El sacramento fue impuesto en la Iglesia de la
Catedral de Río Cuarto y tuvo como padrinos a Emiliano y Angela Yrusta, vecinos de renombre
de dicha ciudad. Meses después el misionero Moisés Álvarez comentaba que Emiliano Yrusta
tenía “íntima confianza” con Morales porque “además de ser compadres”, éste le tenía una
“chica en la escuela”14. Otros hijos de Morales permanecieron en Sarmiento.
Bajo este análisis, el registro de bautismos adquiere un valor especial, en razón de que, al igual
que los relatos de descendientes de indígenas y cautivos, nos ofrece la posibilidad de identificar
el destino de los indígenas prisioneros en el sur de Córdoba durante las expediciones y luego de
ellas. Si consideramos el período de repartos de ranqueles (1871-1882)podemos apreciar el
siguiente perfil de los indígenas bautizados según su sexo y edad (Tablas 2 y 3).
Tabla 2: Bautismos de indígenas según sexo. Período 1871- 1882
Sexo Sarmiento Villa
Mercedes
Río Cuarto Total
Mujer 63.30 % 56.25 % 65.25 % 62.08 %
Hombre 36.70 % 43.75 % 34.75 % 37.92%
Tabla 3: Bautismos de indígenas según franja etaria. Período 1871- 1882
Edad Sarmiento Villa Mercedes Río Cuarto Total
1 día hasta 2 años 54.13 % 54.47 % 28.05 % 43.11 %
3- 15 años 27.53 % 42.86 % 50.60 % 41.81 %
16-55 años (y sin
datos)
18.34 % 2.67 % 21.35 % 15.08%
En relación al sexo en todos los casos se advierte el predominio de mujeres, visualizándose en
Río Cuarto el mayor índice de diferenciación. En cuanto a las edades, la tendencia general se
extiende desde recién nacidos hasta los 15 años. Sin embargo, existen algunas diferencias entre
los registros de las misiones- fuertes del río Quinto y los de Río Cuarto. En dicha ciudad
predominan los bautismos de indígenas de 3 a 15 años a la vez que se observa un porcentaje
significativo de bautismos de adultos (mayores de 16 años) de sexo femenino. En cambio, en el
registro de Villa Mercedes escasean los bautismos de indígenas adultos.
Desde nuestra perspectiva, la distribución de los bautismos según la edad y el sexo debe
interpretarse a partir de las condiciones en las que habrían estado insertos los indígenas. Es
-231-
probable que los bautismos de niños indígenas en Río Cuarto posteriores a 1878 se hayan
efectuado sin el consentimiento de sus padres. Muchos de ellos habían quedado huérfanos o
bien habían sido separados de sus familiares. Lo habitual son las referencias sobre las familias
(militares, miembros del gobierno municipal, comerciantes entre otros) que los tomaban para su
crianza, las cuales les asignaban nombre cristiano y, en algunos casos, les daban su apellido.
Generalmente los padrinos eran parientes de la familia receptora. Similares características
presentan los bautismos de algunos niños que permanecían junto a sus progenitoras, indicándose
en estos casos la situación de “colocada” o de “doméstica” de las últimas.
Tales registros advierten que en Río Cuarto, habría predominado la ruptura de los núcleos
familiares tradicionales, debiendo los indígenas prisioneros generar nuevos vínculos a partir de
su inserción forzada (como domésticos) en el seno de familias renombradas. A partir de 1882
los documentos parroquiales atestiguan, simultáneamente, su afincamiento en Río Cuarto (y
campos aledaños) y su reproducción (los bautismos remiten mayoritariamente a niños indígenas
nacidos en dicho lugar e hijos de mujeres colocadas).
El Segundo Censo Nacional de 1895 da cuenta de lo señalado a la vez que contribuye a
identificar las trayectorias de algunos de estos ranqueles. Por ejemplo, Manuel Roca, indígena
bautizado y apadrinado en 1879 por Alejandro Roca–hermano de Julio Roca y Jefe Político del
Departamento de Río Cuarto en 1890-, se casó en Río Cuarto en 1891 con Juana Herrera,
riojana y costurera. El acta matrimonial informa que su padrino autorizó el sacramento y lo crío.
Cuatro años después, fue censando en la misma cartilla de la familia Roca, en Río Cuarto,
sección rural. Se indica que era “ranquel”, “capataz”, que sabía leer y escribir, que era casado y
que tenía dos hijos. Actas bautismales posteriores informan sobre 8 hijos más, todos nacidos en
Río Cuarto, apadrinados algunos por Alejandro Roca y otros por Sebastián Vera, figura
prominente de la ciudad15. Por su parte, el Censo de 1895 registra dentro de la familia Nolasco a
Emilia y María Rosas (esposa e hija del cacique Epumer Rosas). La última de 21 años, era
mucama y sabía leer y escribir. En la misma cartilla y bajo similar condición se registra a Juan
Bustos, de 17 años, nacido en “La Pampa”. Su madre, Rosa Bustos, era cocinera de la familia
Novoa. También era cocinero Pedro Nicolay, de 85 años, nacido en el Neuquén a la vez que su
hija Julia, de 22 años, era sirvienta de la familia Llama16.
En las reducciones franciscanas y por la propia dinámica bajo la cual éstas se constituyeron, los
ranqueles habrían podido continuar con sus vínculos parentales previos a su sometimiento. Los
nombres de los padres de los niños bautizados en Villa Mercedes y Sarmiento (1871-1882), no
solo se repiten en dichos lugares sino que también aparecen referenciados en los registros del
fuerte Tres de Febrero (1883) y en los campos del Cuero y el Bagual (1886). Es decir, algunos
contingentes ranqueles siguieron actuando como colectivo en sus antiguas tierras, ahora
transformadas en estancias.
-232-
Vale aclarar aquí que los bautismos ocurridos en 1883 y 1886 fueron efectuados por el padre
Marcos Donati bajo la modalidad de misiones volantes, quien por entonces residía en Villa
Mercedes. En aquellas visitas el franciscano apuntó para 1883 la presencia de indígenas en los
antiguos fuertes de Tres de Febrero y Sarmiento. Allí, el hambre, el sarampión y la disentería
eran constantes a la par que los indígenas debían cuidar la hacienda de los militares a cargo.
Aparentemente tras sus denuncias y a partir de la intervención del General Juan Ayala, tales
indígenas fueron trasladados a Villa Mercedes. Fray Donati también advirtió que en la Laguna
del Cuero había “más de treinta familias de Indios” lideradas por el cacique Ramón Cabral. Si
bien esas habían sido sus tierras, los nuevos dueños se las “arrendaban, pagando un tanto anual
para llenar esta imperiosa necesidad y no perder sus haciendas”17.
Según Salomón Tarquini (2010:63) a fines de febrero de 1886, el General Juan Ayala dejó
Villa Mercedes para asumir sus funciones como Gobernador del Territorio Nacional de La
Pampa. En su viaje lo acompañaron las familias ranquelinas de Villa Mercedes, lideradas por
Ramón Cabral y su hermano Linconao. Si bien se acuerda con estas referencias, se considera
que es necesario complejizar los motivos del traslado a la vez que es preciso identificar los
contingentes que efectivamente se movilizaron con Ayala.
Es probable que Linconao Cabral, apostado en Villa Mercedes, haya formado parte del grupo
reclutado. Sin embargo, Ramón Cabral habrían permanecido un tiempo más en el Cuero.
Testimonio de ello son los registros de bautismos de la Isleta de Bagual, la Laguna del Cuero
(aparentemente 3 asentamientos diferentes) y la Laguna de Tromel de mayo de 1886. Los
mismos mencionan a Ramón Cabral, algunas de sus esposas (Amuypan, Malen, Chaña) y varios
de sus hijos (Caleo Cabral, Dionisio Cuchillo, Simona, Manuela, Teresa, Mercedes),
acompañados, entre otros, por el lenguaraz José de la Cruz Cotar y Antipán Canué y sus
familias18. Su traslado al Territorio Nacional de la Pampa, posiblemente estuvo ligado a la
formación de estancias en la región, entre ellas “El Cristiano”. Según Nicola (2012), la misma
surgió a partir de la compra que hizo en julio de 1887 el Diputando Nacional Dr. Manuel
Espinosa de “18 leguas kilométricas cuadradas” a Vicente Casarex.
No conocemos el momento preciso del traslado del contingente de Ramón Cabral al Territorio
Nacional de la Pampa, pero sí tenemos certeza de que su fallecimiento se produjo en General
Acha (1/05/1890). Al año siguiente, el franciscano Quaranta visitó dichas tolderías. En ellas
había alrededor de 150 indígenas de “todas las edades”. El misionero aclara, sin embargo, que
sólo en invierno tales indígenas estaban en sus toldos, “esparciéndose por la campaña en las
otras estaciones para ganarse el sostenimiento para la vida”. Su intérprete fue Linconao Cabral,
que por su actuación en las expediciones militares había recibido el Grado de Sargento Mayor
de Línea. Meses después, Quaranta recorrió “el grueso de la Indiada” que tenía sus tolderías “en
la Blanca á diez leguas al Sudeste de Victorica, su número alcanza á mas de mil”. Una vez en
Victorica tomó conocimiento de que un comerciante de la zona impedía a los indígenas
-233-
trasladarse al pueblo. Por intermedio del Juez de Paz, el misionero habría logrado revertir esta
situación y bautizar a los indígenas en el pueblo-fuerte19. Allí residían ranqueles de las antiguas
reducciones del río Quinto.
Para finalizar
Las políticas que el Estado argentino desplegó para con los indígenas en las décadas de 1870 y
1880 dan cuenta de la decisión de los grupos dirigentes de controlar a estas poblaciones. Las
expediciones militares de 1878-1879 modificaron radicalmente las relaciones interétnicas, pero
no agotaron la conflictividad del período. Los acontecimientos que las antecedieron y
sucedieron testimonian que la derrota militar indígena estuvo acompañada por una
reorganización de las estructuras económicas, políticas, sociales y culturales. Los indígenas
fueron colocados en el seno de las economías regionales a través de su inclusión en el sistema
laboral (empleadas domésticas, peones en las estancias). Paralelamente, sus nombres cristianos,
incorporados una vez bautizados, fueron borrando su pasado étnico. El ejército, las misiones
religiosas, las escuelas y las casas de familias cristianas actuaron activamente en este proceso.
En relación a lo expresado, podemos distinguir entre 1871 y 1890 un doble proceso en el
destino de los ranqueles: por una parte aquel que les otorga el Estado argentino a través del
ejército y de los sistemas de colocación en los que intervenía la Iglesia Católica y las familias
captoras; y por otra, el que surge del tránsito ligado al conocimiento indígena de su antiguo
territorio, por ejemplo el regreso a los campos del Cuero. Predominarían entonces destinos
múltiples relacionados con la continuidad y/o ruptura de los vínculos parentales.
En este sentido, podríamos señalar que mientras los ranqueles asentados en las tierras del río
Quinto (misiones y fuertes) habrían continuado actuando como grupo (más allá de las
movilizaciones del ejército), los ranqueles trasladados a Río Cuarto habrían quedado
disgregados.
Notas 1 Las producciones etnohistóricas, arqueológicas y de historia social de los años 1980 en
adelante han estudiado la dinámica de las poblaciones indígenas de Pampa y Norpatagonia
véase: Fernández 1998; Nacuzzi 1998, Villar, 2003; Mandrini 2006; Tamagnini 2006; Bechis
2008, 2010; Tapia 2011; Pérez Zavala 2014. 2 Entre los estudios referidos a su destino post “Conquista del Desierto” (1879) se destacan los
trabajos Mases2002, Depetris 2003, Delrio 2005, Salomón Tarquini 2010, Bayer et. al. 2010,
Quijada 2011, entre otros.
3 En 1796 los ranqueles efectuaron un tratado de paz con la corona española la cual fue
representada por el Gobernador Intendente de Córdoba del Tucumán, el Marqués de Sobre
Monte. Después de casi una veintena de tratados con autoridades independentistas y nacionales,
-234-
el 24 de julio de 1878 los ranqueles llevaron a cabo el último tratado concretado entre el
Gobierno Nacional Argentino e indígenas de la Frontera Sur (Levaggi 2000).
4 Para mayor información véase Lluch (1998), Depetris (2003), Salomón Tarquini (2010). 5 La documentación consultada es escueta sobre el destino de los prisioneros de 1871, pero
algunos informes indican que habrían sido dados a familias cristianas de Río Cuarto. AHCSF.
Año 1873. Doc. N° 374. Rte: Julio A. Roca a Marcos Donati, Río Cuarto, 14/12/1873.
Tamagnini 2011:304.
6 SHE, Memoria del Departamento de Justicia, Culto é Instrucción Pública correspondiente al
año 1877, presentada al Honorable Congreso Nacional en 1878, Buenos Aires, Anexo B,
Misiones, pp. 357-358.
7 SHE, Memoria de Guerra y Marina, 1875. Frontera Sud y Sud- Este de Córdoba al mando del
Sr. Coronel D. Antonino Baigorria, accidentalmente. Frontera Sud de San Luis al mando
accidental del Teniente Coronel D. Julio Ruiz Moreno pp. 159-163-164.
8 SHE. Frontera Sud y Sud este de Córdoba, Planilla que expresa el número que tiene la
expresada. Guarnición Sarmiento Nuevo, Wenceslao Adan, 1/01/1879. 9 AHCSF. II Cronica de Porreca. Pp. 225. Fray Moisés Álvarez al Reverendo P. Comisario
General Fray Joaquin Remedi Salta. Posiblemente 1880.
10 AHCSF. Caja 113, Doc. 1750a.Carpeta A. Relación trienal de Misiones (cuatro viajes
misioneros) del Prefecto P. L. Quaranta de (a) la Pampa Central (acompañado de varios
misioneros). Años 1889-92. Capítulo 3.
11 Parroquia Nuestra Señora de La Merced. Villa Mercedes. Libro Nº 1. Bautismos 1869-1882.
“Bautismos y confirmaciones de los indios reducidos”. Registros de Fray Marcos Donati.
12 ACRC. Sarmiento (fuerte) Bautismos: 1869 a 1890- Tres de Febrero Bautismo: 1883. Folio
5. Bautismo 12. 13 ACRC. Libro 17: Río Cuarto, Bautismos 24/01/1879 -31/12/1882. Folio 42 Bautismo 189. 14 ACRC. Libro 16. Río Cuarto. Bautismos 24/10/1874 -23/01/1879. Folio 212-213: Bautismo
449, 5/11/1877. AHCSF. Caja externa N° 4: 1878- 1879, Caja N° 24, Carpeta N° 2, Doc. Nº
831. Rte: Moisés Álvarez a Marcos Donati. Río Cuarto, 4/02/1878. En: Tamagnini 2011:176. 15 AHCRC. Matrimonio en Río Cuarto. 1891. Bautismos de Río Cuarto: Manuel Domingo Roca
1893, María Danimela Roca 1894, María Josefa Roca 1896, Cecilio Roca 1897, Eloy Guillermo
Roca 1899, María Modesta 1901, Juan Felipe 1903, Ramón Roca 1907, Pedro Roca 1909,
María Feliza Roca 1916. Censo 1895https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-267-11844-
68437-57?cc=1410078&wc=11764592 16 Segundo Censo de la República Argentina 1895 https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-
266-11817-129294-86?cc=1410078https://familysearch.org/pal:/MM9.3.1/TH-266-11128-
89461-19?cc=1410078&wc=11764599
17 AHCSF. II Crónica Quirico Porreca. 1882-1889, pp. 47-48.
-235-
18 ACRC. Libro Sarmiento (fuerte): Bautismos, 1869-1890, folios 145-148. 19 Relación trienal de Misiones (Cuatro viajes misioneros) del Prefecto P. L. Quaranta de (a) la
Pampa Central (acompañado de varios misioneros). Años 1889-92. Capítulo 6.
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LA VIVIENDA VIRREINAL TRUJILLANA Y LA HERENCIA INDÍGENA. Ss. XVI-XVII
Juan Castañeda Murga
Universidad Nacional de Trujillo
Resumen
La ciudad de Trujillo no es una ciudad de nueva planta sino que se fundó sobre un asentamiento
prehispánico en 1534. La información colectada de los protocolos notariales nos remiten a
“paredones del tiempo del ynga”, huacas, “cerrillo de tierra”. Con la necesidad de mano de obra la
ciudad recibió además indígenas mitayos y forasteros quienes llegaron con sus familias, pero con la
diferencia que en vez de vivir fuera del centro localizados en barrios como otras ciudades (Lima,
Cuzco, Cuenca, Arequipa, Potosí) aquí en Trujillo ocuparon la traza de la ciudad. Estos indígenas
urbanos aprendieron los oficios artesanales, y ya en década del 60 del siglo XVI tenemos maestros
albañiles y carpinteros.
La vivienda trujillana es resultado de la interacción entre la tradición europea que se puede rastrear
hasta la casa pompeyana, y la herencia de tradiciones indígenas que destacan en el uso de
materiales, tecnologías constructivas y decorativas. En esta ponencia examinaremos los procesos de
conformación de la arquitectura doméstica, desde los primeros momentos de la colonización en que
se construyen viviendas de quincha, hasta la edificación de palacetes.
Palabras clave: Trujillo - vivienda virreinal-cultura material-etnohistoria
La ciudad
La ciudad se fundó en el valle de Chimo al borde del camino inca sobre un asentamiento
prehispánico en 1534, pues el espacio escogido por Almagro tenía estructuras que en la
documentación aparecen como “huaca” “cerro de la cruz” o “paredones de yndios” que se tuvieron
que demoler para levantar las casas conforme la ciudad fue creciendo. Estas estructuras
prehispánicas sirvieron de canteras de material constructivo para las nuevas edificaciones, incluso
hasta en el siglo XVIII. Excavaciones arqueológicas realizadas en diversas partes del centro
histórico de la ciudad de Trujillo evidencian la presencia de material prehispánico. Nos
preguntamos si acaso Trujillo fue fundado sobre el centro administrativo inca para el valle de
Moche que buscan los arqueólogos. Se necesita hacer más investigaciones arqueológicas en el
centro histórico de la ciudad de Trujillo para demostrar esta proposición.
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En un estudio anterior hemos destacado la presencia indígena en la ciudad de Trujillo desde el
siglo XVI (Castañeda 2013). Llegaron primero como mitayos porque la ciudad necesitaba de
mano de obra indígena, tanto para el servicio personal de los encomenderos. El cabildo destinó
los ejidos para ser ocupados por ellos, así se trasluce de un acuerdo de cabildo en 1552 en que se
menciona el asiento de los indios de Cajamarca en esa zona (ACT 1969: 82). Ese mismo año
también aparecen las primeras referencias de “casas” de Caciques dentro de la traza de la ciudad.
Pero no solamente se benefician los nobles sino también los indios del común, por lo
menos consta que en la década de 1549 a 1559 a tres indios ladinos se les amercedó con
solares (ACT 1969: 127, 150, 349).
Las casas
No conocemos evidencias de las casas de la primera etapa fundacional, pues toda la arquitectura se
cayó con el terremoto de 1619. Las pocas excavaciones realizadas en el centro histórico apenas nos
revelan alguna que otra evidencia. Sin embargo a partir de la información documental podemos
tener una mayor aproximación.
En el marco cronológico que tenemos podemos identificar dos momentos en la etapa constructiva
de la ciudad, antes y después de las lluvias de 1578. En la primera etapa, las casas de los primeros
vecinos fueron de quincha. Un testigo que estuvo de paso por Trujillo rumbo a Lima en 1536,
describe a la naciente villa como una ranchería, No es sino al año siguiente que uno de sus vecinos,
Rodrigo Lozano, puso en sus méritos y servicios ser el primero en levantar una casa y en sembrar
plantas de Castilla (AGI, Patronato, 93). La inestabilidad política de los primeros 30 años así como
el temor a una rebelión indígena obligó a que los vecinos considerasen darle a sus viviendas
características defensivas por ejemplo que las cabeceras de los muros y cercas fueran con almenas o
que agregasen una torre a la vivienda como fueron las casas del Capitán Diego de Mora y la de Da.
Leonor de la Fuente (AGN, RA, 10). Lo mismo sucede en la arquitectura religiosa que va a
presentar similares características (ART, PN Obregón 42).
El cronista Juan López de Velasco (1894: 470), mencionó que las casas trujillanas eran de piedra,
afirmación que sería parte de la idealización de la ciudad hispanoamericana, ya que jamás estuvo en
América. Pues por el momento no hemos encontrado ninguna referencia documental respecto al uso
de este material en las construcciones, ni tampoco en excavaciones arqueológicas de centro
histórico de la ciudad. En cambio sí tenemos referencias al adobe y ladrillo.
La casa en Trujillo, aunque con algunas variantes, es similar a la de las otras ciudades del imperio
español. Esto porque su planta está diseñada tomando como eje principal el patio con habitaciones
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alrededor. Este modelo tiene sus antecedentes en épocas remotas y a España llega a través de los
romanos (Mesa y Correa 1985: 62).
La fachada
Si empezamos por la fachada de la casa, esta poseía una portada que daba a la calle que era de
ladrillo, cal y recubiertas con yeso. Como no conocemos ninguna evidencia de casas del siglo XVI,
poco es lo podemos decir respecto a las fachadas de aquella época. Según el arq. Ganoza Plaza estas
debieron lucir un estilo renacentista (Ganoza 1985). Después del terremoto de 1619 vino la segunda
renovación arquitectónica y las portadas de las casas de levantaron con el estilo manierista. Ejemplo
de ello tenemos la casa del capitán Garci Holguín y la casa Airaldi.
En la fachada además estaban los accesos a otras dependencias secundarias de las casas,
habitaciones que se habían construido para ser arrendadas como tiendas o talleres. Asimismo daban
a la calle ventanas de balaustrería de roble (ART, PN Vega, 74). Hasta 1583 no hemos encontrado
alusiones al uso de balcones en las fachadas. Pero ha sido a partir de ese año que ubicamos la
primera referencia, esto debido a la primera renovación urbana que va a tener la ciudad a causa de
las lluvias torrenciales de 1578. La colocación de balcones en las fachadas de las casas causó
molestias en algunos vecinos. Por ejemplo Doña Ana Tinoco se quejaba que el tesorero Joaquín de
Aldana, quien estaba labrando su casa había colocado balcones “salediços” vara y media sobre la
calle. Según la demandante le quitaban privacidad: “porque no se puede andar por la dha. sala y
quadra ny entrar ny salir a al dha. recamara sin ser vistos de las dichas bentanas y salediços” (ART,
Co., 217).
El zaguán
Luego continuaba el zaguán, un espacio entre el arco y la puerta principal, que servía como acceso
principal a la casa. Un examen de los planos de planta de las fábricas correspondientes a los siglos
XVII y XVIII nos permite notar lo siguiente: el zaguán no está orientado simétricamente rectilíno
respecto del patio. Es decir siempre está a un costado y eso lo podemos notar en la casa del capitán
Garci Holguín, la casa Orbegoso, la casa Ramírez y Laredo, la casa de Nicolás Rebaza. Este patrón
se repite en el Cuzco y se le atribuye a la práctica musulmana de impedir una vista directa del patio
desde el exterior de la calle. Al respecto San Cristóbal propone que ello tendría que ver con la
superposición de las estructuras españolas sobre las kanchas incaicas (2001:18). En el caso
trujillano pensamos que se trata de una reminiscencia del acceso indirecto a los patios de los
conjuntos amurallados de Chanchán. El acceso al centro del patio corresponde recién al estilo
neoclásico del siglo XIX.
-242-
El arco
Luego seguía el arco que delimita la frontera del zaguán con el patio. El arco también era de
ladrillo y cal. La observación de los arcos tenemos que son de medio punto y sus dimensiones están
relacionados con el tamaño del zaguán. Así tenemos un arco modesto como el de la casa del capitán
Garci Holguín hasta de dimensiones mayores como el de la casa de D. Tiburcio Urquiaga. En
algunos casos el arco debió tener una reja de madera, así tenemos las rejas de las casa del Conde
Ramírez y Laredo así como en la casa de los condes de Olmos. La madera fue reemplazada por el
hierro en el siglo XIX.
El patio
Los patios eran de tierra apisonada o adobe y después del terremoto de 1619 se empedraron o
enladrillaron. La casa del mercader Alonso Ortiz en 1565 tenía en el patio una pileta de cal y
ladrillo (ART, PN Mata, 8). El patio viene a ser un “espacio público” dentro de la casa. Hasta el
patio entran con sus piajenos los vendedores de leña o leche, se puede observar un dibujo de
Angrand (1972) para una casa en Lima la presencia de un vendedor en el patio de una casa. El patio
es el espacio lúdico por excelencia tanto para los pequeños como los adultos. Por ejemplo en 1630,
en el patio de la casa de corregidor Juan de Losada y Quiñones, se hacían representaciones teatrales,
pues se declamaba poesía y se presentaban comedias (ART, Co. 2439). El patio está presente en la
arquitectura prehispánica, cuya máxima expresión es la cancha incaica.
El terraplén
El patio se encontraba rodeado una galería con habitaciones en los laterales y la cuadra en el
centro, las cuales se levantaban sobre un terraplén. La casa del mercader Alonso Ortiz tenía en la
galería ocho arcos. El cronista Agustín de Zárate ha dejado una de las descripciones más completas
de la casa en Lima, refiriéndose a este sobrenivel. Debemos considerar que Zárate paso una buena
temporada en Trujillo y fue hospedado en casa de Rodrigo Lozano, por lo tanto la decripción de la
casa limeña puede tener elementos de la casa trujillana, sobre todo considerando que Lima y
Trujillo son ciudades costeñas no habrían diferencias sustanciales.
La referencia de Zárate nos conduce a reflexionar en torno al uso del terraplén o sobre cimiento,
sobre el cual de edificaban las habitaciones alrededor del patio y el interior accediendose a ellas a
través de rampas, sino sería acaso una reminiscencia de la arquitectura señorial prehispánica, que se
caracteriza por presentar diferentes niveles de piso a los cuales se accedía mediante rampas
-243-
(Klymyshyn 1980: 262). Ello se ve por ejemplo en las viviendas del sitio de Galindo (Moche
Tardío).
Un contrato notarial entre el mercader Alonso Ortiz y el alarife indígena Francisco (ART, PN
Mata, 8), establecía que construiría desde “… el primero suelo para arriba con ocho pieças y
aposentos…” y más adelante agrega que debía “… la dha casa a de ser de la altura que me
señalarades y vos quisieredes y e de acabar de emparejar todas las paredes de la dha. casa que estan
comensadas hasta el primer suelo …”, y el contrato da un detalle interesante, menciona “dos
escaleras” en el patio. Todo ello no es sino alusión al terraplén. En el siglo XVIII, el corregidor
Feijoó refería que la mayoría de las casas “… se levantan sobre terraplenes, quedando baxos los
patios, para precaverse de este modo del daño que pueden padecer las viviendas con las lluvias, que
se han experimentado” (Feijoó 1985: 8).
Las habitaciones
Las habitaciones que se levantaban sobre el terraplén eran el salón y la cuadra. El salón, llamado
también habitación principal, o “de los hombres”, era el espacio en donde se recibía a las visitas.
Tras la puerta algunas casas tenían guadamecíes que servía de “antepuerta”, es lo que hoy se conoce
como mampara. En 1613 la sala de Juan López de Arévalo tenía dos ante puertas una que daba a la
galería y otra a la cuadra (ART, Co. 487). En un rincón estaba la tinajera, un mueble de madera en
cuya parte superior se colocaba una piedra de filtrar agua y tenía “sus balaustres grandes con su
frontispicio con 3 tinajas grandes y 3 librillos vidriados, las 2 tinajas de la tierra y otra de Lima”. En
casa del tesorero Escobar había: “una tinaxera de una pieza entera con su alacena arriba y una rexa
de balaustres al corredor y puertas de balaustres a la sala y su banco para las tinajas en quinze pesos
son de ir raxadas de negro las maderas de toda la obra” (ART, PN Escobar 105). Sucedía que a
veces se acondicionaba una ventana de la sala para instalar la tinajera como en la casa de Doña
Leonor de Toledo (ART, Co. 1958). Existía la creencia equivocada que el agua filtrada estaba
limpia de impurezas, por lo tanto se agasajaba a los visitantes con ella.
Los muros de la sala se adornaban con cuadros y estos podían ser de temática profana. El citado
Pedro de Arévalo tenía en su sala 4 retratos que eran del rey Felipe II, la reina, el príncipe
Maximiliano y su gobernador Matías. Pero además tenía un cuadro en el que Danae era convertida
en oro por Júpiter. El canónigo Miguel de Palacio y López tenía 12 cuadros de fruteros
[bodegones?], 4 cuadros pequeños de países [léase paisajes], una Verónica, una Magdalena con su
marco dorado, “lienzos de retratos de reyes”. Un lienzo “de borrachos”, un retrato de Cristo al óleo
“entablado con su moldura negra” (ART, PN Álvarez 83). En la sala, aparte de los saraos, que eran
reuniones en que la élite disfrutaba del baile y la música, también daba espacio a expresiones
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populares; ello claramente se ve cuando con ocasión de un bautizo en casa de Don Antonio Cavero
de Valderrábano unas negras bailaron en la sala (ART, Co. 2444).
Pasando la sala se hallaba la cuadra o estrado que era la habitación de las mujeres. En este
espacio había una tarima de madera cubierta de alfombras, para que se sentaran las damas a la
manera de la tradición musulmana, sobre almohadones de terciopelo o guadamecí, de origen árabe,
costumbre que persistió hasta el siglo XVIII. Se trata de un mueble eminentemente femenino, por
ello aparece en la carta de dote de Leonor Díaz (1608), valorizado en 20 pesos y acompañado de
alfombra negra del alcaraz de color negro y 5 cojines de terciopelo y 2 de damasco (ART, PN
Obregón 45). En la memoria de bienes de Doña Francisca de Borja (1615) se menciona “un estrado
de madera grande”, con una alfombra negra y blanca, acompañado de “ocho cojines negros” y
ademas otro estrado “de tres piezas” (ART, PN Obregón 45). En el concierto de obra de la
carpintería de la casa del tesorero Juan de Escobar (1640) se especificaba que se haría un estrado de
“onze pies y dos de largo” (ART, PN Escobar 105). Al igual que la sala, las paredes la cuadra
estaban decoradas con pinturas.
Las habitaciones tenían techo de cañas brava, carrizo, o caña de guayaquil chancada, pero con una
capa de barro, cubierta tradición prehispánica. El desconocimiento del fenómeno del Niño por parte
de los españoles hizo considerar que los techos fueran planos, técnica que resultó nefasta en 1578
pues los techos colapsaron por la humedad. Al respecto el cronista Reginaldo de Lizárraga (1987:
79), quien estuvo en Trujillo poco después de las lluvias manifestaba “… arruináronse muchas
casas, porque como no se cubren con tejas, ni son a dos aguas, sino terrados y estos muy leves
llovíanse todas y no había donde guarecer la ropa y comida”. Desde entonces se hicieron los techos
ligeramente inclinados. En las habitaciones interiores a fin de que tengan más iluminación se
hicieron se hicieron ventanas teatinas.
El estudio
Los libros son un indicador de estatus económico y cultural de un personaje. Por ejemplo el Lic.
Pedro Ortiz de Bohorques, clérigo (1614) en una probanza de méritos que presentó uno de sus
testigos refirió haberlo visto “recogido e retirado en su estudio que tiene con mucha librería” (AGI,
Lima 326). La biblioteca del Obispo fray Francisco de Cabrera (1619), tenía 139 libros (ART, Co.
573). El boticario Francisco de Soto, tenía 21 libros de su especialidad. El estudio puede ser
también un lugar público, porque es el ambiente en donde el dueño de casa atiende sus negocios.
La capilla
La presencia de la capilla es un indicador del estatus económico del propietario y sus relaciones
con el clero. No todos podían tener una capilla, pues se necesitaba una licencia del Obispo. Por lo
general sólo la gente muy adinerada y los miembros del clero diocesano quienes poseen una capilla
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dentro de su casa. Por ejemplo el Lic. Miguel de Palacio y López, miembro del cabildo catedralicio,
tenía una en su casa, cuyo techo era de bóveda (Castañeda 2002).
La huerta
Al final de la casa estaba la huerta, espacio para el solaz de los dueños de casa. Feijoó dice que
todas las casas trujillanas “gozan de un dilatado fondo, que sirve para el recreo de huertas, y
jardines” (Feijoó 1985: 8). El cultivo de plantas de Castilla empezó tempranamente en nuestra
ciudad siendo Rodrigo Lozano el primero en colocar las primeras plantas en su huerta, pero no fue
una práctica exclusiva de los españoles también los indígenas que vivían en la ciudad tenían en sus
casas cultígenos foráneos por ejemplo Juan de Mora (1595), un indio ladino, tenía en su solar
árboles de membrillos y plátanos (ART, PN Mata 24). Este hecho singular señala por un lado el
inicio de la ocupación española del valle de Moche y el cambio hacia una nueva forma de vida por
parte de los indígenas manifestada en el consumo de nuevos cultígenos. Pero también de parte de
los españoles sucedió lo mismo porque sembraron en sus huertos frutos “de la tierra”. La huerta era
el lugar en donde estaban los ranchos de los esclavos de la casa.
Materiales de construcción
Adobe
El adobe ha tenido una larga tradición desde tiempos prehispánicos, de manera que a los albañiles
indígenas no les fue difícil adaptarse a las nuevas formas. El adobe fue de uso masivo en las
construcciones a tal punto que los trujillanos extraían la arcilla de los solares desocupados, ante esa
situación que afeaba la ciudad el cabildo prohibió esa actividad y señaló lugares específicos para tal
fin (ACT 1969: 11). Las ordenanzas de cabildo de 1557 reiteraron la prohibición señalando que
“… ninguna persona sea osada quando edificare solar u otro cualquier edificio a haser oyo fuera del
dho. cieno que la tierra que obiere de sacar la saque o cave dentro de su casa y solar o la traiga
donde el cavildo se lo señale, …” (Larco 191?: 12 ).
Cañas
Ante la necesidad de guarecerse, mientras edificaban sus casas de morada, los primeros pobladores
levantaron viviendas temporales de quincha (AGI, Patronato, 104), una técnica constructiva que se
utilizaba desde tiempos prehispánicos que consiste en colocar verticalmente la caña brava estas eran
atravesadas por una caña colocada horizontalmente, sujetada con soguillas y luego se cubrían con
barro. Ante los ojos hispanos estas viviendas fueron vistas como de “ruin fábrica” (AGN, Sup. Gob.
3). Estas modestas viviendas serían reemplazadas por soberbias mansiones. Sin embargo los
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movimientos sísmicos obligarían a usar el bahareque como un material alternativo sobre todo en las
los “altos” de las casas de dos pisos.
Otro tipo de caña, fue la que se traía desde Guayaquil, la cual una vez chancada era utilizado para
cubrir los techos (ART, PN Obregón 42). En 1616 el corregidor de Guayaquil capitán Toribio
Castro de Guzmán enviaba a Trujillo 100 “cañas gruesas” cada una a 12 reales, para el cap. D.
Antonio Cabero de Valderrábano (ART, PN Martínez 177). Se usaba asimismo las cañas de carrizo,
fabricándose con ellas esteras que se usaban para lo mismo (ART PN Mata 26). Tanto la caña de
Guayaquil como el carrizo aparecen en el registro arqueológico.
Ladrillo
No más popular que el adobe, el ladrillo era utilizado especialmente en los pisos, así como en las
portadas de las casas y en el interior de se usó para el arco (Mesa y Correa 1985: 63).
Excepcionalmente pocas fueron las casas edificadas con este material y lo hicieron probablemente
después de las lluvias de 1578. Hemos registrado un contrato entre el Dr. Diego de Mora con el
albañil Alonso de Escobedo (1582) refiriendo que enladrilló la sala principal de su casa (ART, PN
Vega 74). También se utilizaba el ladrillo para cubrir las paredes de la acequia que conducían el
agua por la ciudad que atravesaba por las casas y además se enladrillaron los pozos. Un memorial
de 1609 hace alusión a una ordenanza (aunque no se precisa la fecha) que no se consientan albercas
“sino fueren hechas y soladas de cal y ladrillo” (ART, Co. 287).
La referencia más antigua de fabricación de ladrillo la encontramos en 1559 cuando el vecino
fundador Francisco de Zamudio, que poseía en su chacra un “tejar y horno” hizo compañía con
Baltazar Rodríguez, vecino y Alonso de Escobedo, albañil, para “benefiziar y hacer ladrillo”. En
1560, Escobedo ya trabajaba solo y compró de Lorenzo de Ulloa un horno y un pedazo de tierra
adyacente por precio de 250 ps. (ART, PN López 3), estaba ubicado “en terminos de esta ciudad en
el camino hacia Lima”. Al morir Escobedo en 1595 fue vendido por su viuda a Alonso Muñoz,
prácticamente lo remato en 20 pesos (ART, PN Obregón 43). Había otro horno en propiedad del
escribano Juan López de Córdova (1571), que estaba ubicado en la chacra que fue de Blas de
Atienza (ART, Ca. 53). En 1590 el convento de Santo Domingo , poseía un horno “con cinquenta
pasos haçia la ciudad y por parte haçia la mar asta una linde q. esta señalada q. devide las tierras de
dho. convento y las tierras de Alonso Muñoz y por otra parte la ciénaga y por la parte de la ciudad
de los Reyes tierras de este dho. convento” y fue vendido a Antón de Mora albañil (ART, PN Vega
81). Ya avanzado el siglo XVII, el alarife portugués Alonso de las Nieves incursionó también en el
negocio de la fabricación de ladrillos llegando a contar con dos hornos, así lo manifestó en su
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testamento: “Yten declaro por mis bienes dos hornos de hazer ladrillos que compre de Francisco de
Guzman …” (ART, PN Paz 205).
Madera
Las primeras maderas en ser utilizadas debieron proceder del mismo valle del Chimo debieron
usarse las maderas locales como espino, algarrobo, sauce. El dato etnográfico nos señala que la
vivienda rural en el valle de Moche y en Jequetepeque estas maderas se usan para vigas y horcones
(Campana 1978). Conforme pasaron los años, las casas de fueron sofisticando y los techos dejaron
de hacerse de estera y se enmaderaron. En la almoneda de bienes del escribano Juan López de
Córdova se remató su casa la madera “que ya estaba labrada para cubrir y enmaderar la sala y
cámara de la dha. casa” (ART, Ca. 53). Lorenzo de Zamudio se concertó con el carpintero
Bartolomé Cabañas (1582) para cubrir de madera la “quadra y cámara”, con labores similares a las
que se habían hecho en casa de Don Juan de Sandoval y que además era como la del coro de San
Francisco (ART, PN Vega 74). Para realizar este tipo de labores se tuvo que importar maderas
desde Guayaquil, Centroamérica y Chile. Otra madera usada en las construcciones fue el algarrobo,
que se utilizó en umbrales, puertas, balaustres y alacenas empotradas (ART, PN Mata 8).
La cal y el yeso
Este material se utilizaba como parte del argamasa para unir los ladrillos y también para blanquear
las paredes. Había un yacimiento de cal en los alrededores del pueblo de Simbal. En 1567 el
herrero portugués Álvaro López pidió al cabildo le haga merced de un yacimiento de cal, mostrando
para ello “tres pedaços de piedra que presento, parte dellas quemadas y como parescia tener y ser
cal”. Pedía además que ninguna persona pueda entrar en dicha calera por el tiempo de 12 años. El
cabildo accedió a la petición porque consideraba este material muy necesario, y los yacimientos
más cercanos estaban a 20 leguas. La cal era usada sobre todo en la refacciones del estanque y de
las acequias de la ciudad. Le concedieron ocho indígenas para las labores y se le ordenó que
vendiese a dos tomines la hanega de cal (ACT, II 1969: 74). Hacia 1603 la hanega costaba 15
reales.
Otro material usado en la construcción fue el yeso, se empleaba en las molduras de las portadas de
las casas o en las. Había un yacimiento en el camino que salía a Huamachuco, que fue denunciado
por el capitán Juan de Sandoval (1566), encomendero de Huamachuco. Hasta aquí llegaban los
terrenos de cultivo, de aquí en adelante se hizo el siguiente tramo hasta las minas de yeso. Antonio
de Vega, oficial de carpintero hizo concierto de obra con Don Juan de Sandoval, para hacer este
camino por 150 pesos (ART, PN Mata 9).
-248-
La casa poblada
Según la tradición medieval castellana toda persona debía de pertenecer a una “casa y solar
conocido”, es decir pertenecer a una familia. Por ello en la probanza de méritos y servicios que
presentaban los vecinos a la corona pidiendo alguna merced señalan siempre dos cosas como
mérito: el ser casado con mujer honrada y el tener casa poblada.
De esta manera, la culminación del sueño señorial de cada español fue el tener “casa poblada”.
Una casa grande y suntuosa casa llena de servidumbre indígena, criados españoles, esclavos y
huéspedes. Era común que los encomenderos diesen hospedaje y alimentación a la población
transeúnte (Lizárraga 1992: 78). El haber construido su casa en la ciudad y mantener huéspedes
en ella era considerado un servicio al rey.
Respecto a los indígenas, los que tuvieron las posibilidades económica se dieron el lujo de tener
casas huertas. Un ejemplo ilustrativo es el de Constanza de Mora (1587), india ladina, al
momento de testar declaró tener “casas principales, huerta y solar que ella trajo al matrimonio,
mas la casa, solar y huerta” que compraron ella y su marido juntos (ART, PN Mata 19). Otro
indio zapatero, Diego Hernández Condormango, tenía una casa huerta. Para los indígenas del
común, vivir en la ciudad significó entrar a una nueva forma de vida, aprendieron oficios
artesanales, siendo el de sastre y zapatero lo que más atrajo a esta población. Otro gran sector de
la población indígena trabajó en el servicio doméstico en casa de españoles. Un sector
minoritario incursionó en el comercio minorista como pulperos y en la venta de chicha. Ello no
significó que perdieran sus vínculos con sus lugares de origen.
A diferencia de Lima en donde los indios vivían en el barrio de Santiago del cercado en rancherías
o pequeñas casas y solo ocupaban el centro con sus tiendas o talleres. En el caso de Trujillo,
indígenas se dieron el lujo de tener casas huertas. Las zonas en donde vivían los indios no
necesariamente eran “ghetos”, sino que vivían mezclados con los españoles. En 1569 Pedro Mino,
indio había comprado un solar a Gaspar Zuazo, español, y lindaba con un solar de Antonio
Morgado, español y Diego Julca (ART, Mata 10). En 1588 Diego Tunapa vivía frente a la cuadra de
los indios Cajamarcas y frente a la casa del Cacique de Chimo D. Antonio Chayhuac pero tenía
como vecino al mercader Gaspar de Morin. En otro caso Juan Quiña (1607), indio, en sociedad con
Alonso Castro Carpintero compraron en sociedad 3 solares, que lindaban con el solar de Juana
india. Gaspar Quintero, labrador español tenía un solar junto a Pedro indio carpintero y Juan de
Mora indio (ART, PN Obregón 44). En la calle de Diego Sequeyra que va al río, vivía en un solar
Juan Alonso Julca y al lado estaba el benemérito Pedro Olmos de Ayala y al otro lado el indio
-249-
Francisco Mun (ART, PN Martínez 175). Para estos indígenas urbanos, dado que no eran vecinos,
se creó la categoría de “solarero”, para identificarlos.
Conclusiones
Los primeros conquistadores, fundadores de la ciudad, fueron plebeyos en la Madre Patria, pero
aquí en las Indias se dieron un status de nobles. La casa vino a formar parte de ese “aseñoramiento”.
Podemos observar la casa desde sus dimensiones, pues los solares fundacionales que se repartieron
abarcaron un tercio de cuadra, cosa nunca vista en la península. Cada conquistador le puso el lujo
necesario según sus posibilidades. Parte del estatus era tener una “casa poblada”. Rápidamente en
un proceso de veinte años los indígenas fueron ganando la traza, primero otorgados tímidamente
por el cabildo, incluso dándoles el título de vecinos y luego los indígenas abiertamente empiezan a
comprar casas y solares, desde indios nobles hasta plebeyos. No podemos dejar de resaltar la
presencia de artesanos indígenas en la construcción de las casas, alarifes, carpinteros. Si la planta de
las casas era típicamente española, hubo elementos arquitectónicos provenientes de la tradición de
la arquitectura prehispánica como la caña y el barro continuaron en las casas coloniales así como la
presencia de rampas en vez de escaleras salvando los diferentes niveles de los espacios interiores,
las ventanas teatinas. Los interiores de las casas se van a decorar reutilizando técnicas prehispánicas
como el delineado de figuras sobre el enlucido húmedo y su aplicación posterior de pintura
(Morales 1982: 223).
Siglas y abreviaturas
AGI Archivo General de Indias
AGN Archivo General de la Nación
ART Archivo Regional de Trujillo
Co. Corregimiento
PN Protocolo Notarial
RA Real Audiencia
Sup. Gob. Superior Gobierno
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-251-
SOCIEDADES LACUSTRES TARDÍAS
Marta Bonofiglio
Museo Histórico Municipal de la Para
Centro de Estudios Históricos de la Provincia de Córdoba.
Universidad Nacional de Córdoba
Resumen
En este trabajo se dan a conocer los resultados de las investigaciones realizadas en la región de la Mar
Chiquita., Provincia de Córdoba. Dicho espacio lacustre se encuentra en el N.E provincial . Fue
objeto de estudios referidos a temas puntuales Oliva ( 1947) Frenguelli y Aparicio(1932) Aparicio (
1942) Montes(1960) y otros desde el Museo “ Anibal Montes” de Miramar. Hace unos años el
Museo Histórico Municipal de La Para ha emprendido estudios sistemáticos, con la colaboración de la
Universidad Nacional de Córdoba. Ellos han permitido una visión más integral de la arqueología
regional.
Palabras claves: Laguna Mar Chiquita – Cambios - Sociedades – Complejidad - Intensificación
Introducción
La Laguna de la mar Chiquita es un amplio espacio en el que se han efectuado notables
transformaciones ecológicas Nuestro trabajo se propone reconocer las huellas que estos cambios han
producido en las sociedades que la ocuparon a través del tiempo y los sistemas de relaciones
desarrollados por estas comunidades, entre ellas la construcción de las representaciones simbólicas.
El área de estudios. Sociedades
La Laguna de la Mar Chiquita, una de las más grandes de América; ocupa una depresión, una fosa
tectónica ubicada en la región oriental de la Provincia de Córdoba, cuya conformación morfológica
corresponde a una planicies. Hacia el oeste, el bordo o Altos de Morteros, configura un contrafuerte
que la separa de la región llana que comprende el norte de Santa Fe. Al sur, el cordón barrancoso
cercano a La Para constituye otro límite, formado además por grandes playas y en el que se observa
una laguna satélite, la Laguna del Plata, separada en épocas de sequía del gran espejo de agua En esta
margen sur desembocan los ríos Suquía y Xanaes, los que aportan su caudal de agua dulce.
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En el oeste las lomadas descienden hasta integrar los bañados y bajíos que forma hacia el norte el
Río Dulce. La laguna recibe además, los afluentes de los paleocauces que se comportan como ríos
subterráneos, importante fuente de su volumen. La diversidad y complejidad ecológica ha contribuido
a su consideración como sitio Ramsar, es decir, un humedal, área de reserva de agua y diversidad
biológica de importancia internacional.
Hoy sabemos que las riberas de la laguna fueron pobladas por diversos grupos sociales, que a través
del tiempo debieron adaptarse a condiciones variables. El abordaje de estos estudios desde la
Arqueología del Paisaje nos permitirá entender cómo, ya que el paisaje es una consecuencia de la
interacción entre la sociedad y sus concepciones y el ambiente (Criado, 1993). Uno de nuestros
objetivos es definir el o los sistemas de asentamiento que son la expresión de la construcción del
paisaje, en conjunto con los sistemas de subsistencia, tecnología, creencias. (Criado, 1993), y como
estos modos de vida se manifiestan a través del tiempo y de las condiciones ambientales.
El territorio seleccionado en el proyecto es amplio y abarca dos subregiones: la Laguna de la Mar
Chiquita al sur, los humedales del Río Dulce al norte y los Altos de Morteros al oeste. Las mayores
transformaciones se han producido en la segunda mitad del Siglo XX obligando a los geógrafos a
cambiar la cartografía para adaptarla a la realidad de las formaciones naturales, ya que estas variaron
de acuerdo a la alternancia de climas secos y húmedos.
A fines del Pleistoceno, el clima cambia a húmedo y templado; la laguna se expande y las condiciones
de vida son más favorables Hacia el 3000 un clima cálido y seco causa la disminución de los
caudales, cambios en los suelos, aparición de dunas costeras y pantanos como residuo de la
disminución del volumen lacustre. Las poblaciones debieron entonces adaptarse a estos cambios y
seleccionar lugares de habitación más favorables El abandono de estos espacios de habitación , dada la
invasión de las aguas, nos hace difícil identificar las bases residenciales, a lo que se agrega la carencia
de cualquier tipo de construcciones de material no perecedero.
A ello se debe que muchos de los sitios estudiados antes de este fenómeno (Frenguelli y Aparicio,
1932; Aparicio, 1942; Oliva, 1947; Montes, 1960) hoy resultan inaccesibles, la mayoría está bajo las
aguas de la laguna, o incluidos en los bañados. Esta observación actual nos lleva a considerar las
diferencias que muestra el paisaje arqueológico, las variabilidades en el uso de los suelos, cuyas
características difieren desde el punto de vista de la disponibilidad de recursos. Las poblaciones
humanas ocuparon ambientes diversos: sectores isleños, espacios vecinos a los ríos barrancas,
terrazas, muchos de los cuales hoy no son reconocibles.
Nos preguntamos como reaccionaron las viejas comunidades aborígenes a estos desafíos provocados
por el cambio climático. Observamos en los documentos de los siglos XIX, en las fotografías
satelitales del siglo XX, los montes, muy cerca de las costas, la reducida extensión de la laguna,
separada claramente de la Laguna de los Porongos, y la Laguna del Plata, aislada. Ecológicamente, el
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panorama, desde 1979 es otro, tanto por la composición de los recursos factibles de ser utilizados,
como por el sistema de relaciones que pudieron encarar las sociedades (Piovano, 2005).
Figura 1, imagen satelital Mar Chiquita (Imagen tomada y adaptada de Google Maps).
Nuestros interrogantes tienen que ver con la manera en que se realizó la interacción entre las
comunidades y el ambiente, o sea, su forma de intervenir en el espacio, la relación entre los pueblos
que habitaron el área, la jerarquización de los lugares, la determinación de áreas de ocupación
doméstica o no, la inclusión en ellas de entierros, etc., de modo de reconocer la construcción de
representaciones de distinto tipo, entre ellas, las simbólicas.
Las características del ambiente de la laguna, permiten definir diversas morfologías de
emplazamientos, de acuerdo a la disponibilidad de áreas no inundables y a la presencia de recursos
críticos, como el agua, las posibilidades de caza y recolección, obtención de materias primas. Esas
condiciones fueron tenidas en cuenta por los grupos humanos para seleccionar los usos del territorio.
En este tipo de espacios es donde ubicamos los sitios primarios, o sea aquellos donde las evidencias
arqueológicas están en el lugar en que fueron abandonadas por sus productores y usuarios.
Distinguimos de los secundarios, resultado de la dinámica de la laguna, que trasporta los restos desde
su depósito original, hoy sumergido, hasta las costas.
Este proceso de formación de sitio fue una de las causas por las que ha entrado en discusión el
fechado del “Hombre fósil de Miramar” ( Montes1960) En su momento se consideró un hallazgo
fundamental: definía una antigüedad de aproximadamente 13.000 años. Los restos humanos estaban
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acompañados de huesos de animales pertenecientes a la fauna extinta (que habitó la región durante el
Pleistoceno y comienzos del Holoceno), Entre ella, Montes distinguió Equus sp, Gpliptodon sp. y
Mastodón sp. Este estudio fue distinguido por Universidades e investigadores a nivel mundial. Hoy
pensamos que debe revisarse, si bien entonces se asumió la contemporaneidad del conjunto, no
sabemos si el depósito estudiado se formó en una etapa determinada o si es producto de la dinámica de
la laguna. que acumuló restos de distintas épocas.
El hallazgo al que hemos hecho referencia nos lleva a plantearnos el problema de la presencia en la
zona lacustre de cazadores recolectores, grupos móviles, de economía depredadora que han sido
fechados mediante estudios de Carbono 14 en distintos sectores de la región. Según investigaciones
recientes, podemos asegurar que hace 12000 años poblaciones de escasa densidad y gran movilidad
habitaron la Pampa y la Patagonia, algunas de las cuales han convivido con la fauna extinta (Laguens
y Bonnin, 2007).
En Córdoba se ha constatado la presencia de estos antiguos cazadores en el abrigo rocoso denominado
Alto 3; Este sitio (Rivero 2008), se ubica en las Sierras Grandes, a 1650 metros sobre el nivel del
mar El autor mencionado ha detectado sucesivas ocupaciones desde la transición Pleistoceno-
Holoceno hasta la llegada de los españoles.
Las más antiguas se ubican hace 11.000 años Corresponden a artefactos líticos, desechos de talla, lo
que nos indica la posibilidad del uso del abrigo como un sitio - campamento de cazadores.
Correspondientes a la misma época hay otros hallazgos. Se trata de las llamadas puntas “Cola de
Pescado” (piezas de recolección superficial).Proceden de: Embalse de Río III (Rivero 2010) Y
Estancia La Suiza, San Luis (Laguens y Bonnin, 2009). Caracterizan a una morfología empleada por
cazadores- recolectores en Sud América, hace 11.000 años
Un desafío importante es el que hace a dilucidar las zonas de acceso a nuestro territorio de estos
cazadores que vivieron entre el Pleistoceno y el Holoceno. Por mucho tiempo, los investigadores
pensaron que la vía más posible era la de los Andes, ya que numerosos hallazgos testificaban esta
hipótesis. Actualmente se propone otro modelo de poblamiento, no excluyente, quizá más antiguo,
según el cual los grupos se habrían desplazado sobre el piedemonte oriental de los Andes, recorriendo
la cuenca del Amazonas y el Mato Grosso, luego descendiendo por el Paraná ocuparon espacios
pampeanos y patagónicos (Anderson, D.G y J.CGuillman,2000).
Una serie de fechados serían los marcadores de esta ruta, mencionamos algunos: en la Amazonia
Brasilera (Pedra Pintada) 11.145-10.000 A P); en el Noroeste y Centro, dataciones entre 10400 y
8000 años AP; corresponde a una etapa de aumento de humedad, calurosa; comienza la sustitución de
la sabana por la floresta.
En el Brasil meridional hay fechados de 9800 para cazadores- recolectores; para la región de la actual
frontera tripartita, dataciones de 11555 años AP y 8516 años AP para la tradición Umbú
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(Rodríguez, 1992).
En el Holoceno medio se producen transformaciones climáticas; la economía, es generalizada,
incluyendo pesca y recolección de moluscos, se advierte ocupación de las tierras bajas (Schmidt Dias
A.2004).
Es posible que en esas condiciones, esa vía haya sido la que siguieron los primitivos habitantes de la
Laguna Mar Chiquita, pasando por las actuales provincias de Entre Ríos y Santa Fe.
Lamentablemente, no hemos encontrado los lugares de campamento de estos grupos milenarios en su
paso por la zona que estudiamos.
El paisaje arqueológico muestra diferencias en el uso de los suelos, consecuencia de la variabilidad
de recursos Aclaramos que entendemos el término paisaje como una realidad compleja y como un
juego dialéctico entre la sociedad y la naturaleza; en cierto modo un bien limitado, controlable (Orejas,
A, 1991).
Nuestra visión del paisaje humanizado de hoy, no corresponde a una realidad estática. Cambió en el
pasado y cambiará en el futuro; las relaciones del hombre con las condiciones naturales se han forjado
de distintos modos; nuestro trabajo intenta reconocerlos y no considerar sus manifestaciones como
elementos aislados o descontextualizados.
Los objetos arqueológicos, aún recogidos en superficie y producto de los movimientos constantes de
la masa hídrica, son parte de una larga historia que, en cada momento reflejó tradiciones, relaciones
entre sociedades, formas de asumir el paisaje elegido como territorio humanizado.
Etapa mas antigua de poblamiento en la laguna
La existencia de fauna extinta está indudablemente probada en la Laguna de la Mar Chiquita y en la
región, donde continuamente aparecen restos de megafauna como toxodontes, milodontes, glyptodon
y selirodontes, etc. y algunos hallazgos permitirían inferir la presencia de grupos cazadores
recolectores y replantear el tema de las vías de entrada de las poblaciones a esta parte sur del
continente.
Por otra parte, correspondientes a una etapa más tardía han sido recuperadas puntas líticas cuya
antigüedad puede calcularse en mas de 8000 años son las llamadas puntas Ayampitín ( González
1952) , cuyo uso se expande desde el norte de América del Sur, siguiendo la ruta del oeste.
Corresponden a proyectiles utilizados para la caza del guanaco (Lama guanicoe) venado de los
pantanos (Ozontoceros bezoarticus), ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus), etc. algunas de
ellas procedentes de Campo Mare, paraje vecino a la desembocadura del Suquía, y a la Laguna del
Plata, que en épocas de sequía contiene agua posible de ser consumida.
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Figura 2, punta lanceolada.
El hallazgo reciente de un gancho de propulsor de piedra en un sector del Campo Mare, relaciona a
estos proyectiles con el uso de tiraderas, arma compleja, formada de cuatro partes: cuerpo propiamente
dicho, mango, gancho, contrapeso. Los propulsores se usan desde el pleistoceno temprano, ganchos
de piedra se han encontrado asociados a un fogón fechado en 8000 años( Gonzalez 1960); Buc (2011)
menciona ganchos y tacos de propulsor para el Paraná inferior
Rodríguez (1993) plantea la presencia de grupos depredadores en las llanuras bajas, las que según su
hipótesis habrían descendido desde las regiones tropicales del Matto Grosso, cuyos fechados alcanzan
a 15000 años; atribuye 13000 años a las ocupaciones del Uruguay M edio y 6000 a las lagunas y
bañados del Uruguay.
Ceruti sostiene la posibilidad del tránsito por las Llanuras Centrales, (desde el Paraná y utilizando
sus afluentes y lagunas del paleocauce hasta el piedemonte de las Sierras Pampeanas. *
“Los fechados de 7000 y 8000 años AP obtenidos en la Laguna El Doce, al sur de
la Pcia. de Santa Fe con guanacos caballo y armadillos extintos con evidencias de
acción humana y asociados a material lítico proveniente de la costa del Río Uruguay,
las sierras de la Pcia de Buenos Aires y de Córdoba, muestran la variabilidad del
poblamiento temprano aunque todavía no se localizaron puntas Cola de pescado”
(Ceruti 2014. Comunicación personal).
Posteriormente, el propulsor es reemplazado por el arco, capaz de funcionar con puntas de distintas
características, tecnología que se extiende hasta la llegada de los europeos.
-257-
La movilidad de los cazadores- recolectores está relacionada con la variedad y la distribución en el
espacio de los recursos; en el caso de la Laguna, con los cambios climáticos que, en el tiempo
provocaron la aparición de paisajes distintos, en los que el hombre desarrolla modalidades de
explotación donde se evidencian características culturales diversas.
Las movilidades residenciales debieron estar provocadas por la búsqueda de territorios adecuados,
altos en época de inundación en los que posiblemente utilizaron los surgentes de agua dulce y los
espacios vecinos a las desembocaduras de los cursos fluviales cuando el nivel era muy bajo
Estos surgentes están documentados en las monografías sobre puntos trigonométricos del ex Instituto
Geográfico Militar, por ejemplo, en la correspondiente a la zona de La Loma Alta,(Los Médanos) en
la que se describe y grafica el uso del espacio (escuelas, almacenes) hoy sumergidos y se dibujan los
“aparecidos” como los denominan los nativos del lugar .Los grupos humanos podían acceder a
materias primas críticas como los minerales con los que fabricaron sus armas y objetos para otros
tipos de usos siguiendo las diversas posibilidades que ofrecían las cuencas de los ríos Suquía y Xanaes
y las características del territorio de los bañados del Río Dulce, así como el espacio de las planicies
vecinas a las sierras.
Etapa más reciente: establecimientos permanentes
Manifestaciones de épocas posteriores (objetos de huesos lisos y grabados, piezas de cerámica para
usos cotidianos decoradas; impresiones de diversos tipos de cestas y redes, piezas líticas como
molinos de distinto tipo, conchas de moluscos exóticos para la zona), indican posibilidades de
contactos culturales relacionados con la movilidad de estos grupos.
En todos los sitios estudiados (playas, islas. penínsulas, barrancas) abundan los restos cerámicos Las
recolecciones superficiales controladas arrojan densidades importantes, cuyo promedio es de entre 100
y 150 fragmentos por metro2. Entendemos la importancia de estas recolecciones de cerámica y otros
materiales ya sea porque corren peligro de desaparecer por razones antrópicas: recolección de
visitantes, como los pescadores, destrucción por factores ajenos, como los cuatriciclos y otros
vehículos y en especial porque los restos contribuyen a identificar tipos y otras características de
dichos materiales, cuyo sitio de origen está bajo las aguas. El trabajo sistemático en la Laguna del
Plata colaborará a relacionar depósitos primarios y secundarios y a integrar líneas de ocupación en la
zona. Según la composición de las pastas, el tratamiento de las superficies, las formas y decoraciones,
hemos clasificado los fragmentos recuperados hasta ahora en 4 tipos, cuya adscripción temporal aún
no podemos establecer; confiamos en que el trabajo comparativo con sectores fechados, contribuirá a
definir cronologías más probables.
En cuanto a las piezas enteras recuperadas en general corresponden a pequeños pucos, piezas
semiesféricas, con un diámetro de boca de entre 10 y 12 cm y una altura de 8cm., como promedio Las
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bases pueden ser rectas, cóncavas o convexas, frecuentemente presentan restos de hollín. Pudieron
servir para beber, calentar líquidos o sólidos, distribuir alimentos en pequeñas porciones. En este
sector de la Laguna del Plata el agua ha devuelto objetos de piedra, hueso, cerámica, conchas. Nuestra
hipótesis es que en épocas más secas ha sido hábitat de aldeas, tal vez formadas por varias familias,
dada la complejidad y abundancia de los hallazgos.
El otro espacio en estudio es el de las islas (en momentos de ascenso de las aguas o penínsulas,
cuando el nivel de la laguna baja). Es el caso de la Loma Alta, Isla Larga y La Elisa, el año pasado
eran islas; este año penínsulas por las que se puede transitar sobre lo que antes estaba sumergido.
Los materiales de la Loma Alta indican la presencia de una aldea, al menos un grupo de familias
posiblemente formado por un número importante de personas ya que recuperamos variados y
múltiples objetos de uso doméstico en muchos casos, piezas enteras .La arcilla sirvió para dar forma a
los contenedores y a otros tipos de manifestaciones utilitarias o simbólicas. En el primer caso se
concibieron para cumplir las funciones relacionadas con el proceso de preparación de alimentos,
desde la recolección y almacenamiento de productos, el procesamiento y la cocción,, la distribución y
consumo, la exhibición.
En el segundo caso, objetos destinados a expresiones adjudicadas a otras funciones (expresiones
ceremoniales, simbólicas).
El conjunto de enseres destinados a usos domésticos tienen evidente relación con la ecología
regional, están ligados a la geografía, pero también a una larga serie de costumbres y habitus que
identificamos en los diferentes espacios. Los adscribimos a la Etapa Tardía, y percibimos en ellos
una cierta homogeneidad formal y técnica.
Esta “manera de hacer” (De Certau 1999) se refleja en la morfología de los instrumentos culinarios
que componen un conjunto integrado por elementos para usos determinados; variedades de ollas y
pucos, de cántaros; vasos, cucharas, platos, fuentes.
Mencionamos aquellos contenedores que caracterizan la región estudiada:
* Ollas (grandes , medianas y pequeñas), las decoraciones son variadas, abundan los restos de hollín
en la superficie y son generalmente alisadas por dentro, lo que se puede explicar por trabajos para
lograr la impermeabilización o por el contacto frecuente con las grasas de la cocción. Los cuellos están
en relación con el tamaño del contenedor, algunas terminan con bordes evertidos de manufacturas
simples; las hay con asas o pequeñas orejas que facilitan la manipulación.
*Cántaros grandes y medianos, bien terminados, de bases planas, sin decorar, muy adaptados a la
contención de líquidos.
*Platos o placas posiblemente para cocinar tortillas, con rastros de hollín.
*Recipientes troncocónicos, mayores de 30 cm de alto, alisados groseramente Nuestra hipótesis es
que pudieron servir para contener sólidos como semillas o vainas y también líquidos. Las
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impresiones de redes con retículas grandes, impresas en el interior se pueden interpretar como un
recurso para cargar el recipiente. Y posteriormente, colgarlas.
(Ceruti, comunicación personal, 2014) considera la hipótesis de Serrano (1945):
“Las improntas de redes y cestería en la cerámica serían consecuencia del proceso
de producción. A una cesta troncocónica se le colocaba interiormente una red y se
recubrían las paredes de barro. Una vez seca, tirando de los extremos de la red se
retiraba la vasija y se la enviaba a cocción. Las improntas de red en el interior de las
vasijas se explica si la red se colocaba conteniendo la cesta y se recubría el exterior con
barro. Al tirar, entonces, se retiraba la cesta y quedaba el molde de barro.”
* Fuentes. Una característica de este sitio es la presencia de fuentes. Balfet (1992) las denomina
“Platos grandes” Notros creemos que hay una diferencia con ellos que consiste en la profundidad. de
la pieza y el desarrollo de los bordes, además de las finas terminaciones de guardas incisas alrededor
de la boca o en la superficie del cuerpo. Otra característica es la pintura roja, blanca y negra en el
interior del contenedor, preferentemente. Los ejemplares con los que contamos representan un 75%
del total de la vasija, de modo que podemos observarlas características de su manufactura .Además de
los detalles enunciados, pensamos que no han sido concebidas para someterlas al fuego, no presentan
rastros de hollín.
Es notable la selección de materiales, las formas de manejar la arcilla y de disponer las decoraciones.
Según Shiffer y Skibo (1997), los alfareros han tomado decisiones técnicas de acuerdo al desempeño
que ese artefacto tendrá durante su vida útil.
Interpretamos dichas características como la expresión de conductas sociales Por ejemplo, la
morfología expuesta puede significar el acceso a la comida en forma comunitaria Según Leroi
Gourham (1989:184) “las fuentes están pensadas para disponer el alimento de todos los comensales,
cada uno se sirve de una contenedor común”
El tipo de decoración mencionado, las guardas incisas, punzonadas en surco rítmico implican la
preparación del artefacto para exhibir alimentos sólidos o líquidos; los que una vez retirados dejan ver
las decoraciones interiores.
El conjunto de piezas cerámicas que se relacionan con la alimentación, se completa con cuencos de
distinto tamaño, también llamados pucos o escudillas, botellas, vasos, cucharas y pipas. En este último
caso planteamos la posibilidad del uso de estimulantes.
El tratamiento de los alimentos se corresponde con una producción de artefactos compleja, producto
de habilidades en las que la selección de la materia prima era prioritaria. Las formas y decoraciones
componen un modelo que se expande en la región lacustre y que se diferencia de los conocidos para
Sierras Centrales. Posiblemente estas respondan a la existencia de una estructura jerárquica, que
justifique el proceso de manufactura especializada. Como afirma De Certau (2000:189) “la
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diferenciación de objetos que integran el conjunto referido a la ingesta de alimentos implican
prácticas que incluyen desde el procesamiento hasta” las maneras de servir, presentar, ofrecer,
compartir.”.
Este autor agrega ”comer no sirve solo para conservar la máquina del cuerpo, sino para concretar
una de las maneras de relación entre las personas y el mundo, al perfilar una de las marcas
fundamentales en el ámbito espacio- temporal.”.
Otro tipo de piezas: colgantes, estatuillas, “muñequeras” 1, miniaturas, colgantes de conchas de
diverso origen que se repiten en los hallazgos de las playas parecen formar parte de un sistema
complejo, de un orden establecido, que se repite en el tiempo, representan costumbres inconcientes,
“habitus” ( Bourdieu, 1979).
Participan posiblemente, de tabúes, rituales y significados simbólicos; aún no podemos definir un
estilo, pero estamos visualizado relaciones entre las unidades de diseño, dentro de un ámbito que
podríamos llamar “cultural”.
Hacia el 1300 las costas noreste y sud comparten formas equilibradas, cuidadas; decorados con
guardas complejas (incisas, con diversas expresiones: unguiculadas, combinaciones de líneas curvas y
rectas, zig-zag, surco rítmico; punteados con impresiones de cestas y redes, con guardas simples y
complejas, pintadas Estamos trabajando en base a la definición de unidades de diseño y sus
comparaciones, ya que los ámbitos estudiados comparten decorados aunque se manifiestan
diferencias.
Mencionamos los apéndices zoomorfos. Si bien el porcentaje es reducido, caracterizan a esta
producción cerámica y la relacionan con el Llitoral. Ha sido posible identificar formas
correspondientes a búhos y pequeñas aves; no hemos reconocido representaciones diferentes
( cotorras, guacamayos,, loros barranqueros como ocurre en los sitios de Entre Ríos.u otras regiones
del litorals; Goya Malabrigo de González y Ceruti .En nuestros hallazgos predominan las formas
correspondientes a búhos y lechuzas.
Los hemos encontrado completando objetos de uso cotidiano,(cerámica) formando asas que favorecen
la manipulación de los recipientes, las mismas figuras se repiten en colgantes de cerámica o hueso, en
varios casos, hechos con la caparazón del moncholo ( bágrido frecuente en las aguas mas dulces de las
desembocaduras de los ríos). Hemos recuperado 2 ejemplares de colgantes con forma de búho, hechos
con las placas del moncholo (pimetodus sp.).
Seguramente se vinculaban con el mundo de creencias, y complejos simbolismos. Estas
características pueden ser reflejo de relaciones sociales muy consolidadas, tal vez de una cierta
integración regional construida desde antiguo. Montes cita guacamayos, como integrantes de la fauna
para la región del Río Segundo, o Xanaes, uno de los afluentes de la Mar Chiquita.
-261-
Creemos que estas formas compartidas favorecieron modos de integración y comunicación entre las
sociedades ribereñas de la etapa tardía; aún reconociendo las diferencias entre los sectores que
distinguimos en las regiones fluviales y ribereñas.
La morfología a de estos objetos y su vigencia regional representan hechos sociales.
El objeto puede ser considerado como un signo en un sistema de connotación, como actor, como otro
sujeto; en su fase de elaboración los objetos participan de la acción de los sujetos que se identifican
en la co-construcción de estas expresiones complejas.
Los “hornitos” constituyen un elemento característico en la región y una representación social
difundida en áreas relacionadas geográficamente.
Ceruti los considera un elemento “marcador” de la presencia de cazadores, recolectores, pescadores,
de la zona que él llama “Tradición de la llanura Central Argentina” Sus integrantes recorrían espacios
áridos, pero relacionados con lagunas, entre la cuenca del Paraná y el piedemonte de las Sierras
pampeanas, relacionando grandes espacios de paisajes y recursos diversos.
Este autor (1992) identifica cientos de ellos en las proximidades de Miramar En nuestras
prospecciones agregamos los de la región del sur y el oeste de la laguna- Es frecuente que el grupo de
voluntarios , vecinos y gente que recorre las playas denuncie la existencia de ellos , visualizados en
sus caminatas. Pero desaparecen frecuentemente cuando la laguna crece; la documentación requiere
rapidez, contando, además de las interferencias de la naturaleza, con la de los huaqueros. En todos
nuestros espacios en estudio nos encontramos con ellos.
Los sitios actuales en investigación con hornitos son: Campo Runa, La Loma Alta, Campo Drovetta,
Sitio Tomasini, Campo Alegre, Playa de los Pescadores (Laguna del Plata); El Diquecito (Fabra et al
(2006) Isla Larga.
Las prospecciones indican grandes extensiones cubiertas de “Hornitos”; los excavados han
proporcionado resultados diferentes en cuanto a contenidos: parte de una vasija; semillas de algarrobo,
el extremo distal de un asta de ciervo; dada esta diversidad y escasez de elementos, no es posible
arriesgar conclusiones.
Consideramos que en el Holoceno tardío la región alcanzó progresos en distintas tecnologías:
cerámica, lítica, ósea, textil Detectamos elementos compartidos entre la cuenca baja de los ríos Suquía,
Xanaes y Dulce que se evidencian especialmente en las redes, cestas, decoraciones como las guardas
complejas en surco rítmico. Estas características y otras como los hornitos, las conchas de moluscos,
las piedras con hoyuelos, uso de la pintura roja, blanca y negra sobre ante, se asimilan a la cuenca del
Paraná.
El surco rítmico aparece en vuestra zona de estudio en sitios de la Cuenca Baja del Xanaes y en la
mayoría de los sitios de la Mar Chiquita ( riberas e islas: La Loma Alta, La Elisa, Laguna del Plata,
sitio Camping)) , en algunos casos, asociados a hornitos. González, (2006) los menciona para la
-262-
depresión del Salado(Partido de Chascomús, Bs As) y su cuenca. También están presentes en la
alfarería de La Guillerma y en otros sitios del área norte y costa septentrional. Ceruti se refiere a ellos
para Goya – Malabrigo. Caggiano (1995) indica que es una técnica propia de las Tierras Bajas
sudamericanas, en contraposición al área Andina.
La variedad de objetos, para funciones específicas cotidianas y simbólicas son parte de acciones
sociales: cocinar, servir ofrecer, luchar, consumir.
Integran un sistema que tuvo sus reglas, determina acciones técnicas, prácticas. Definen un proceso
de complejidad social. Los objetos que hemos descrito son parte de un conjunto mucho más amplio
que nos permite pensar en momentos de intensificación de la producción, de la disposición de mano de
obra especializada.
Las características de estos objetos implican el uso complementario del paisaje; costas, islas
salitrales, manchones de bosques ribereños, bañados, por lo tanto, el establecimiento de redes de
intercambio, por las que se movieron materiales e ideologías.
Las sepulturas elaboradas (Fabra 2006) el trabajo especializado y diferencias grupales, denotan la
existencia de liderazgos capaces de organizar la fuerza de trabajo En estas condiciones debió darse “
un apretado tejido de ritos, de evidencias y presuposiciones provisto de su propia lógica y capaz de
componer, a su manera, un sistema.” (De Certau, 2000: 210).
Estos objetos no tienen entidad en si mismos sino que representan una dinámica de co-construcción
del universo habitado. Sujetos y objetos se recrean en la acción, en el entramado de la cultura.
El ambiente de la mar Chiquita ha cambiado definiendo etapas de sequía, inundación en ellas las
sociedades han continuado ocupando sectores estratégicos con recursos suficientes para albergar
poblaciones numerosas. El ambiente habitado, que encontramos en las barrancas, albardones
ambientes deltaicos y lacustres es la historia de construcciones y abandonos, representa la sucesión de
selecciones, de decisiones sociales que han dejado su huella en el paisaje, que es resultado de
procesos naturales, pero también históricos y sociales.
Consideraciones finales
Los resultados de los análisis de los materiales recuperados proponen la presencia de grupos de
cazadores- recolectores que desarrollaron tecnologías avanzadas en el tratamiento de materias primas
líticas, algunas de ellas ajenas a la región, lo que indica movilidades de distinto tipo Estos antiguos
cazadores se reconocen en los artefactos líticos o de hueso (puntas, ganchos de propulsor, etc.) en los
restos presentes en los entierros (Fabra 2006).
Sus características colaboran a plantearnos nuevas hipótesis sobre las rutas de poblamiento y las
relaciones cronológicas con espacios amazónidos, lo que impulsarán nuevas búsquedas.
-263-
Productos de establecimientos permanentes son los distintos tipos de contenedores sin decorar y
decorados, en los que formas y tamaños indican funciones más complejas y usos específicos (fuentes,
vasos, pipas, cucharas). El uso de otras tecnologías complejas como las textiles (observadas en las
impresiones de redes y cestas ,tratamiento de conchas marinas, el pulido de las piedra con las que se
confeccionaron instrumentos de molienda de gran tamaño .hachas, bolas arrojadizas ,palos
cavadores), indican procesos de intensificación con la consecuente organización de la fuerza del
trabajo.
Será importante definir las funciones de las grandes cantidades de hornitos identificados en todos los
espacios seleccionados para la investigación. En este sistema tienen lugar las representaciones de
cabezas de aves, como remate de las asas de vasijas, o en el caso del hueso, colgantes con forma de
búho confeccionados sobre placas óseas de moncholo.
Creemos reconocer un paisaje cuya variabilidad permitió el uso complementario de ambientes, por
los que debieron circular conocimientos tecnológicos e ideológicos;, lo que colaboró a generar un
sistema complejo.
Notas 1 Con el nombre de” muñequeras” designamos a objetos troncocónicos, con forma de reloj de arena
(Ceruti, com.pers), cuya función aún no ha podido determinarse Hemos recuperado fragmentos que
corresponden al 50% de la pieza. Están decorados con guardas incisas,: Este autor agrega que suelen
aparecer en el Litoral, relacionados con la entidad arqueológica Goya Malabrigo
Las cabezas de aves recuperadas en los sitios de la Laguna, son pequeñas (entre 1 y 3cm.) pertenecen
a las asas de recipientes, en general lisos, sin detalles que permitan otro tipo de reconocimiento. No se
trata de loros o guacamayos. El único objeto de este tipo, una cabeza de loro se recuperó en la laguna
de los Porongos y se encuentra en el Museo de Morteros.
El colgante de hueso de las placas cefálicas del Moncholo, un bágrido de agua dulce (Dr. R. Haro
UNC; Informe al Museo de La Para, 2009) tiene el aspecto de un búho; se le ha practicado un agujero
en uno de los extremos como para pasar algún tipo de hilo o cordón. Proceden del sitio Camping,
Laguna del Plata.
Agradecimientos
Agradecemos al Sr Intendente de la Para, Martin Godoy, al Director del Museo Histórico Municipal
de La Para, Mg Carlos Ferreyra a los voluntarios del grupo de investigación.
Un reconocimiento especial a Carlos Ceruti, Ana Rocchietti, y los organizadores de estas jornadas.
-264-
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-266-
.
LA CULTURA COMO FACTOR DE DESARROLLO
Yoli A. Martini
Universidad Nacional de Río Cuarto
Resumen
Nuestro trabajo se centra en un análisis sobre la actualidad del concepto Desarrollo para así
poder pensar a la Cultura como uno de sus agentes de mayor envergadura, incluso económica,
aún cuando el concepto de desarrollo que ponderamos no tiene ese único sentido y cuando el de
cultura está basado en principios y sentidos humanistas y sociales. Aunque hoy la visión
económica de la Cultura y del Patrimonio, como manifestación de la misma, los convierte en
recursos explotables a la hora de desplegar actividades también culturales, como el Turismo en
sus distintas formas. Ninguna sociedad puede salir adelante, ni mejorar sin cultura y, sin ella,
ningún desarrollo puede ser sustentable.
Palabras claves: Patrimonio Integral – Planificación – Cultura de la tolerancia – Participación
social – Acción educativa
“Comienza haciendo lo necesario, después lo que es posible y, de repente, estarás haciendo
lo imposible”
San Francisco de Asís
Introducción
Pensamos que si bien la globalización constituye un fenómeno político económico y
sociocultural de larga data, su efervescencia lo ha transformado en un suceso contemporáneo
que influye y/o califica todo el accionar humano actual con: aparición de regiones
supranacionales, apertura de fronteras nacionales e internacionales, desprotección de los
productos locales, aceleración de los flujos culturales y uniformización de los estilos de vida.
-267-
En ese marco, “La relación territorio, sociedad, cultura y patrimonio integral (tangible e
intangible) es básica a la hora de pensar en la creación de un programa de desarrollo local,
donde los bienes culturales y naturales serán un factor más de crecimiento social comunitario”.
(Martini, 2012)
Pero, esa propuesta será efectiva en la medida que se logre “el uso responsable de los
mismos y, siempre y cuando, la comunidad los reconozca como propios y se genere el
proceso de internalización y comprensión que dicha relación necesita, a partir de que,
profesionales formados al respecto, apliquen las herramientas eficientes para lograrlo”
y que todo este “proceso de acción y progresión, esté abonado con la voluntad política
de funcionarios y gobernantes, convenientemente motivados e involucrados en la
operación” (Martini, 2012)
Aquella relación se basa en que el trabajo por la identidad y el territorio no fue sólo agenda
del pasado sino que, hoy adquiere actualidad cuando su objetivo es preservar la movilidad
social, los derechos y la autonomía de las comunidades, todos caracteres que no fundamentan
para nada, el orden global actual. Al mismo tiempo, la importancia de lo local es la voz de toque
para cimentar los nuevos planes de desarrollo comunitario, basados en el uso social responsable
de su patrimonio y apuntando a las nuevas territorializaciones. Para lo cual se hace necesario
saber cuáles son y cómo se encastran los distintos sectores sociales y de poder y cómo impactan
en uno y otras. (Safa, 2003) y cuáles son los múltiples caminos que se abren a los procesos de
la sociedad contemporánea.
Desarrollo
Para llevar adelante esta indagación necesitamos, en primer lugar, pensar el concepto de
“desarrollo”, ver cuáles son los pro y los contra del uso de la Cultura y del PI como factores del
mismo, usándolos como exponentes de una propuesta de mejoramiento social sostenible, como
por ejemplo, el turismo educativo, cultural, rural o en la naturaleza, histórico, etc. o la creación
de instituciones culturales o proyectos de prestación de servicios culturales o patrimoniales, etc.
Así el desarrollo, como proceso que involucra un avance y/o “desdoblamiento” de caracteres y
situaciones que tienen como sujeto al ser humano, ha llegado a la actualidad globalizada e hiper
moderna, con connotaciones de “mecanicismo”, “linealidad”, “determinismo”,
“uniformización” y “centralización”, originando por ello, los efectos devastadores en lo cultural,
social y ambiental, que todos conocemos ( Capalbo, 2008)
-268-
Mientras, la antropología se inclina por considerar que no existe superioridad de una cultura
sobre otra incluso, que el éxito de las mismas puede establecerse por “su grado de adaptación al
medio ambiente en que se insertan”, con lo cual la adaptación de ignotas culturas podría ser
considerada más exitosa que la de nuestro occidente, teniendo en cuenta los problemas
ambientales que sufrimos. También sabemos que, si bien el desarrollo tecnológico se originó
por la búsqueda de nuevos modos de actuar sobre la naturaleza para conseguir el mantenimiento
de la humanidad, estuvo y está, alentado por el capital que busca su propia expansión y por la
aceptación del tecno sistema por los gobernantes y funcionarios con capacidad de decisión
política.
En los ´90 y, a partir de la Eco 1992, se instaló en el discurso de gobiernos, ONG y empresas
el “desarrollo sustentable” (desarrollo económico céntrico, uso racional de los recursos,
eficiencia energética, estudios de impacto ambiental, legislación adecuada para prevenir o
reparar el mismo) Pero, como es de difícil realización (no imposible!) producir cuidando la
naturaleza y, al mismo tiempo con equidad social, nunca se habla de producir menos para bajar
los índices de polución, con lo cual el término carece de sentido pero, lo seguimos usando en el
caso del patrimonio, en relación a su uso social con sentido de disfrutarlo pero, manteniéndolo
en el tiempo y para las generaciones futuras.
Hoy, frente a las imposibilidades que plantea esa mirada, ya se habla de “desarrollo a escala
humana” (Max-Nif y Elizalde, en CAPALBO, 2008) mencionando como necesidades humanas:
subsistencia, protección, afecto, ocio, creación, libertad, entendimiento, identidad, participación,
aludiendo a satisfactores de esas necesidades y que, los aspectos materiales de las mismas, no es
lo central de la existencia humana, comprendiéndose por qué no están las cuestiones espirituales
del ser humano dentro del discurso del desarrollo. Y, si bien, no se pueden desconocer las
capacidades científicas y tecnológicas adquiridas en el tiempo, es hora de reorientar la
redefinición de un nuevo concepto de desarrollo, emergente, encauzado por criterios de
moderación, descentralización, participación, sostenibilidad ambiental y equidad social, con lo
cual tiene sentido el término “no desarrollo” utilizado para denominar esta nueva propuesta
(Capalbo, 2008 ).
Desarrollo, Turismo y Cultura / Patrimonio Integral
Volviendo a nuestro comienzo y a las palabras claves que enumeramos y que guiarían nuestro
acercamiento al tema, “en los últimos años, no hay proyecto patrimonial que no base, en mayor
o menor medida, su sostenibilidad en el turismo (un turismo genéricamente cultural pero cada
vez más diversificado) mientras que los nuevos turismos buscan en el patrimonio, en su sentido
-269-
más amplio y también como identidad y autenticidad, los recursos básicos sobre los que
articular sus productos (Prats, 2011).
Esto supone, evidentemente, que hay que considerar los Pro y Contras que tal afirmación
presenta en el momento de querer llevarla a la práctica.
Si bien debemos pensar esas afirmaciones y esas actividades dentro del marco social, no
debemos olvidar en ningún momento que para acceder a su realización, el factor económico
hace su aparición, y merece un tratamiento especialísimo y certero. Dado que lo que se
pretende como un desarrollo social, puede llegar a ser perjudicial en grado sumo, si el planteo
económico, en lugar de generar sustentabilidad y avance, produce lesiones que deberán ser
afrontadas por la misma sociedad a la que se pretendió beneficiar.
En consecuencia, se debe realizar en el sitio un estudio de Oportunidades y Amenazas
(FODA), para calibrar exactamente su viabilidad. Así, si en un lugar, ha cesado la actividad
económica regional o local, debemos advertir que nuestros visitantes o admiradores del PI, muy
difícilmente serán los propios del lugar. Tienen otras urgencias. Por tal razón, se deberá
cuantificar, no solo observar, cual es la afluencia de “turistas” que puede atraer el lugar. Para
después de allí, determinar numéricamente, el monto de las inversiones a realizar, y su paulatina
recuperación.
Este estudio económico debe ser completado con la investigación, la objetivación y la
planificación necesarios para que las ventajas económicas del proyecto no terminen afectando la
posibilidad del “desarrollo humano” que debe ser la meta puntual e irrenunciable de estos
propósitos.
Aspecto importante y decisivo en este momento del planteo de una propuesta turística
patrimonial, es poner el énfasis en lo que se está ofreciendo al “turista” potencial, para atraerlo y
hacer que deje de ser potencial para pasar a ser efectivo. Hay que tener presente que lo que
puede ser atractivo para un determinado tipo de públicos, puede no serlo para otro. De igual
manera, una instalación o construcción, puede llegar a mejorar la aceptación de un complejo
hotelero-turístico, al par que un hito histórico, o evento cultural, podría resultar totalmente
intrascendente para los turistas que transitan la zona.
Lo que decimos, es a los efectos de entender que este tipo de deseos o anhelos, comunes a toda
sociedad de un lugar, no pueden pensarse solo con voluntarismo. Por el contrario hay que
extremar el procesamiento de todos los datos referidos a “costo-beneficio”, ya que si los
resultados no se compadecen con lo planificado debidamente, es esa misma sociedad, a la que
-270-
se trató de favorecer, la que deberá hacerse cargo de los gastos y/o pérdidas sociales que se
originen en la implementación de la idea de atracción turística, con base sobre algún aspecto de
la Cultura o del Patrimonio Integral local.
Por otra parte, la interpretación y presentación del PI a comunicar, debe estar basada en una
investigación profunda sobre su autenticidad, una puesta en valor sobria y correcta, equilibrada,
alejada de la simulación y la falta de veracidad histórica y una promoción apartada de las formas
comerciales, pero sí, centrada en la idea que sustenta el fomento del PI, con el conocimiento,
adhesión y participación de la mayor cantidad de los miembros de la comunidad a la que se
trata de favorecer. Cometer errores de objetivación que redundarán ciertamente en perjuicio
comunitario o depredación patrimonial o dejar baches en la planificación educativa y
patrimonial que una propuesta como esta amerita, dará como resultado productos carnavalescos,
sin contenido, que causarán rechazo antes que admiración, produciendo la huida de los turistas,
antes que su atracción.
Si pensamos el desarrollo ya no como crecimiento económico, sino como mejora de la calidad
de vida de la población, como ya dijimos, podemos descubrir y utilizar estrategias que hagan
posible, a través el uso responsable del PI, hallar formas de optimización y aún renovación
social, local y regional. De ahí que siguiendo a Prats y coincidiendo en que “un destino turístico
no se improvisa” más aún, necesita de instalaciones y servicios muy costosos, nos inclinamos
por la implementación de un turismo basado en ejemplos del PI activándolos “como columna
vertebral de la memoria (las memorias) y la identidad (las identidades), basándose en la
participación social y la interacción para crear dinámicas de presente y proyectos (identitarios,
incluso) de futuro, a partir de una visión diversificada y no determinista del pasado. Y esto es
no sólo realizable, sino perfectamente sostenible, incluso puede generar dinámicas de atracción
e intercambio” (Prats, 2011).
Marina Waisman afirmaba, hace ya dos décadas, que la “condición patrimonial” reside,
precisamente en la relación entre las unidades patrimoniales y su hábitat, entre lo nuevo y lo
antiguo y, los nuevos significados que emergen de este todo, inexistentes en cada uno de los
componentes de la relación por separado son, los que en adelante se distinguirán como “valores
históricos o elementos de identidad” (Waisman, 1995).
Con lo cual, siempre que algún tipo de actividad, turística por ejemplo, necesite abordar el
patrimonio como objetivo de su interés, deberá tener en cuenta su integralidad, su materialidad e
inmaterialidad, los conflictos que lo rodean y los colectivos asociados. Ello, no sólo dará calidad
a su tarea y ello redundará en los beneficios económicos que la misma produzca sino que
también, estará realizando una tarea de interpretación conservadora que mantendrá el bien (con
-271-
el consiguiente y nuevo favor a futuro para sí) y ayudará a crear conciencia preservacionista en
los visitantes y en la comunidad toda.
Entonces, “puede concluirse que la manera más adecuada de enfrentar los desafíos que
plantea el turismo cultural consiste en planificar su desarrollo, regulándolo y haciéndolo
compatible con los objetivos de la preservación del patrimonio, del desarrollo social y del
ordenamiento territorial” (Endere et al, 2009)
Por otro lado, proponer proyectos turísticos con perspectiva antropológica, es decir, con guías
que estén al tanto de la comunidad y sus conflictos para saber manejarlos en beneficio de la
misma y del PI en cuestión; con formación adecuada que propongan “concienciación” en el
visitante a la vez que goce, fruición, alegría y bien estar; con actividades pensadas para provocar
en el turista sentimientos de valoración del PI visitado.
No descartando que las explicaciones sean claras, accesibles, contextualizadas y
científicamente confiables y que, todo el conjunto, además de obtener los emolumentos por los
cuales se afanan operadores y guías involucrados, logre los recursos económicos para sostener
los hitos patrimoniales que son los arbitrios no renovables que apuntalan su trabajo y que les
permiten continuidad en el tiempo a sus proyectos.
Por último y, tal como hemos dicho al conceptualizar el PI, es fundamental el compromiso de
la comunidad en la tarea de preservar el patrimonio; un compromiso que se promueve y se
viabiliza a través de mecanismos que garanticen su participación en la toma de decisiones.
La Convención de la UNESCO, ya en 1972, establecía que los Estados deben “hacer que el
patrimonio cultural cumpla una función en la vida colectiva de los pueblos”, pero para que ello
sea posible debe tenerse en cuenta que:
Sólo se ama lo que se conoce (investigar, inventariar, documentar), sólo se protege
(legislación, financiación dirigida) lo que se ama y valora (rehabilitar, poner en valor,
interpretar y difundir).
Investigación/reconocimiento y uso responsable: Herramientas
Pensamos que no es fácil ni que se pueda improvisar cuando queremos acercar el PI a la
sociedad y, por otro lado, es evidente la falta de formación adecuada al respecto en nuestros
profesionales universitarios, la cual merece la inclusión de la problemática patrimonial en
carreras ya existentes como las de Turismo, Comunicación Social, Abogacía, etc. y/o la
creación de otras nuevas entre las cuales figura la gran asignatura pendiente de la Interpretación
-272-
del Patrimonio, eficaz herramienta de gestión y difusión cultural, mientras las tesis o proyectos
de Investigación y Desarrollo están relacionadas, académicamente, a facultades que no tienen
que ver con el patrimonio o el turismo. Todo esto nos hace pensar en la distancia entre el
espíritu universitario y la realidad y que, “investigación en divulgación” necesita incluirse más
en aquel (Blaya Estrada, 2004).
Acercar Ia Cultura a la sociedad no significa devaluarla para alcanzar un público más
numeroso de la misma, ni banalizar el PI para hacerlo atractivo a mayor cantidad de visitantes.
Por el contario, utilizar herramientas adecuadas para hacer sencillo lo complejo sin perder rigor
científico y acercar la cultura a la gente para que después la gente se acerque a la cultura.
Herramienta 1: La planificación y la Interpretación del PI
Parecen ser los instrumentos más adecuados para lograr lo dicho más arriba, en una realidad
actual ya está siendo enfrentada con nuevos modelos de investigación y estudio. Cada vez es
más evidente la necesidad que tienen, “funcionarios y profesionales abocados a llevar adelante
planes de desarrollo comunitario, de contar con nuevas maneras, nuevas disciplinas, para
lograr incluir el patrimonio natural y cultural del lugar en estrategias de desarrollo municipal,
sin deteriorarlo y preservando la identidad local” (Martini, 2013).
Al mismo tiempo, la sociedad necesita tomar conciencia de la gravedad de los problemas
ambientales y patrimoniales existentes y de su interrelación económica y social, mientras que,
es igual de ineludible, una actuación coordinada de todos los agentes sociales, instituciones y
administraciones, con el pensamiento puesto en el largo plazo.
“El peligro de la pérdida total o parcial de nuestra herencia cultural, material e
inmaterial, es tan grave como la pérdida de la salud pública, la identidad, la libertad de
expresión o el acceso a una vida digna. La naturaleza compleja y plural del patrimonio
natural y cultural implica “una gestión integral que articule investigación y gestión,
produzca conocimiento y utilidad práctica, aproxime pasado y presente (...) La gestión
integral implica comprender el trabajo en torno del patrimonio como una cadena o
sucesión de trabajos que se inicia con la identificación y recuperación del registro,
continúa con su estudio y valoración, ofrece soluciones a la administración actual de los
bienes que lo integran, posibilita su revalorización y rentabilización como recurso
cultural y culmina con la difusión” ( Martín Guglielmino, 2011).
-273-
La planificación de una oferta patrimonial significa siempre enfrentarse con la cuestión
del uso social responsable del mismo y la búsqueda de modelos teóricos y herramientas
para ponerlo en práctica y, en muchos casos, nos enfrenta al concepto de Interpretación.
Investigar, documentar, conservar y transmitir el acervo natural y cultural regional pero,
completando con nuevas disciplinas a las tradicionales y apuntando a la gestión integral
de ese patrimonio. Ese nuevo modelo se basa en planificar educativamente para
desarrollar y en interpretar el patrimonio integralmente considerado pero, en clave
territorial. Porque el patrimonio, tanto natural como cultural, tangible e intangible, está
situado en un lugar, un entorno o espacio circundante que lo contiene y caracteriza o
influencia, tanto humana como territorialmente, todo lo cual no debe ser considerado
unívocamente sino, como parte de un todo territorial, regional, nacional y aún continental
que agrega cualidad identitaria a las intrínsecas del mismo. Por lo tanto, la gestión de ese
patrimonio ha de ser territorial, de la misma forma que la planificación de un territorio ha
de tener en cuenta las manifestaciones del patrimonio integral que en .él se puedan
señalar.
Esa planificación patrimonial del territorio, es educativa cuando es participativa,
involucrando a pobladores locales que aporten sus conocimientos tradicionales, tanto
sobre la naturaleza como de su cultura, logrando delinear proyectos educativos integrales
con ellos, planificando las estrategias y acciones educativas necesarias para el cambio,
revalorizando el rol de la educación como generadora de conciencia que facilite la
conservación del patrimonio integral que motiva la acción y consensuando un acuerdo de
trabajo con esos actores locales (García Conde, 2012).
Todos estos proyectos así encaminados, han significado una inversión en capital y
recursos humanos, paso previo a lo cual se debió llevar adelante una planificación seria
sobre necesidades, plan de desarrollo e investigación sobre resultados a futuro sobre la
población, etc. es decir, una planificación adecuada que prevea la viabilidad y
sostenibilidad del mismo. Debido a la doble lógica, simbólica y económica, en la que se
inscriben los “objetos patrimoniales”, la planificación de una oferta patrimonial debe
enfrentarse siempre a tres cuestiones básicas:
1) La relación entre patrimonio e identidad: de qué manera el patrimonio puede actuar o
actúa como elemento generador de imagen y de identidad territorial. 2) La relación entre
patrimonio y economía: cómo garantizamos la rentabilidad de las inversiones en
patrimonio y 3) La relación entre patrimonio y sociedad: en qué medida el desarrollo de
una oferta.
-274-
Un plan de interpretación, en definitiva, abarca desde la detección y el análisis de los
recursos y las potencialidades hasta la definición de una oferta. El proceso consta,
básicamente, de tres partes: Análisis-diagnosis, es la aproximación a la realidad enfocada
en dos grandes ámbitos, los recursos y la demanda (interna y externa), sirve para saber
con qué se cuenta y qué déficits hay. Conceptualización, a partir del análisis de los
recursos y en función de las necesidades e intereses detectados deben fijarse unos
objetivos (sociales, culturales, económicos) y definirse los criterios básicos de actuación.
Programas de actuación, en base a las conclusiones de la conceptualización deben
definirse las acciones a acometer, estructuradas en tres grandes ámbitos comunicación
(dar conocer, hacer accesible), exposición (satisfacer las expectativas a través de una
estructuración del saber), explotación (garantizar la conservación, la accesibilidad y el
mantenimiento) (Davallón y Carriere, 1989).
“La interpretación patrimonial, de la que hablamos y que comenzó siendo
ambiental tiene sentido mirando desde el territorio la capacidad de los bienes
patrimoniales para construir identidad, promoviendo la participación ciudadana y
de todos los sectores sociales, lo cual permite evitar una “mirada” o lectura
ficticia sobre la cultura local o regional” (Martini, 2012). Porque, como dice Bob
Pert, “la interpretación es un proceso de comunicación diseñado para revelar al
público significados e interrelaciones de nuestro patrimonio natural y cultural, a
través de su participación en experiencias de primera mano con un objeto,
artefacto, paisaje o sitio". “Arte de acercar el legado cultural y natural al público
visitante”, o “proceso de crecimiento personal, cuya eficacia se nutre de un
aporte regular de investigación selectiva y bien dirigida, y un arte en materia de
comunicación” (Martín Guglielmino, 2008).
También se dice que la interpretación patrimonial es el arte de revelar, en el lugar, los
significados del PI al público que visita esos espacios o instituciones. Todo parece fácil:
tenemos el recurso, tenemos el público, le agregamos los saberes básicos que tenemos
sobre el recurso y ya! tenemos interpretación y hemos convertido un recurso cultural en
un bien cultural y en producto turístico. Nada más lejos de la realidad!! Todos estos
productos culturales necesitan un hilo conductor que los relaciones y los integre y los
muestre como un todo cultural, de alguna manera, significativo para el visitante, dentro
de un contexto territorial e histórico que permita incluirlos en un argumento o discurso
interpretativo que además, sea ameno y atractivo sin que ello signifique no serio o
deshonesto. La seriedad de los resultados a obtener, amerita la previa y adecuada
planificación del uso de esta herramienta” (Martini, 2012).
-275-
“Respecto de los Museos, la Interpretación del PI está muy relacionada con la
Educación y que puede llegar a modificar la praxis museística tradicional,
desacralizándola hasta convertirla en un útil proyecto educativo masivo, lo cual es,
efectivamente, un ejercicio de libertad. Más, puede no ser comprendido en buena
parte del entorno profesional concreto en que se realice e, incluso, despertar la
oposición al mismo” (Company, Balboa y otros (MuVIM) Museo de Valencia).
Pero, creemos que si el interprete del PI es aquel que hace de la visita a un museo, a un centro
de interpretación, una instancia de comunicación placentera entre el producto cultural
(exposición, objeto, sito arqueológico, patrimonio natural, etc.) y el público. Y ello es así,
porque actúa revelando los significados que ayudan a la mejor comprensión del producto y,
además, convierte la visita en un espacio satisfactorio que propicia el acercamiento y
entendimiento entre la gente y su PI. Con el agregado de que lo consigue planificando y
desarrollando, temas y matices, ejemplos e itinerarios de la misma (Blaya Estrada, 2008).
Entonces, nos preguntamos, ¿en qué se diferenciaría un bien formado intérprete
comunicacional, con el bien preparado, entusiasta y comprometido guía de museo??
Por fin, la planificación educativa y/o patrimonial y la interpretación convierten la relación
Cultura/PI/Sociedad en un espacio de diálogo, permitiendo construir nuevos significados
patrimoniales, descubriendo al público la capacidad simbólica de su Cultura y, por ende, de su
PI, produciendo construcciones colectivas, participativas y democráticas puestas de manifiesto
en el discurso construido y en la efectividad del mensaje ofrecido que hacen posible la
consideración de la Cultura y sus manifestaciones patrimoniales, puedan ser pensados como
factor de desarrollo comunitario, no sólo económico sino y, sobre todo, como calidad de vida.
Herramienta 2: Territorio Museo
Pero, si bien las preocupaciones tradicionales sobre el patrimonio son conservar, estudiar,
difundir, ahora se le han añadido otras nuevas que pueden ser de tipo comercial, económico,
político o administrativo. Por ejemplo, generar fórmulas para cubrir los costes o aligerar las
cargas económicas, incidir en el marco local en términos de empleo o desarrollo, valorizar un
capital o una imagen pública, incitar nuevas formas de presentación o gestión. Todas ellas
tienen en común una preocupación fundamental por el uso social del patrimonio, el cual, en
última instancia, tiende a convertirse en la razón legítima de la conservación y del estudio.
En ese cuadro se nos ofrece una propuesta de “gestión creativa”, como hemos dicho más
arriba, del PI en espacios rurales y para ello, se nos presenta una metodología-herramienta
basada en el “conocimiento y uso del territorio, descubriendo nuevos valores en la relación
-276-
entre el territorio y las personas que lo habitan y lo explotan” (Manel Miró Y Jordi Padró,
2004), construir el Territorio Museo. “Se trata de un modelo de integración de los proyectos
de puesta en valor del patrimonio en las estrategias de desarrollo local” (Territorio Museo de
Alghero, 2009).
Esta propuesta se vincula con el concepto de Eco Museos de Francia y en los Planes de
Interpretación anglosajones. Partiendo de una realidad extendida en las últimas décadas: el
positivo cambio en el concepto de patrimonio; la ingente cantidad de museos que existen en las
localidades y regiones, en muchos de los cuales se presentan objetos descontextualizados y no
productos culturales relacionados a un espacio y un tiempo y en correspondencia a un hombre
y/o comunidad de origen. Al mismo tiempo, es innegable otra cuestión de actualidad que
preocupa: el uso turístico indiscriminado ha puesto en peligro el PI y la propia identidad de las
comunidades. Todo lo cual, generó este concepto de Territorio Museo a partir de la
consideración de un territorio, su cultura y las manifestaciones patrimoniales de la misma, a los
efectos de crear una metodología de uso responsable, comprometido y solidario de estos en
beneficio (social, cultural, económico, etc.) de la gente que lo habita, sin destruir o tergiversar
aquello que los identifica, antes bien, preservarlo intensificando su reconocimiento. Podemos
hacer un ejercicio teórico de formulación de un proyecto de creación de Territorio Museo. Para
ello, nos fijaremos en los productos de PI que tenemos en el lugar en que pretendemos crear
nuestro Territorio Museo.
Como primer paso deberemos investigar cuáles son las necesidades del lugar que motiven
objetivos a alcanzar; si esos productos pueden servir de marco para lograr un desarrollo social
de la comunidad. Investigaremos, no solamente desde el punto de vista de su veracidad histórica
y simbolismo comunitario, sino también su posibilidad como generadores de interés para los
pobladores y terceros ajenos, que llamaremos turistas. Ello es porque, si bien el PI. puede ser
interesante en grado sumo, podría no ser capaz de despertar un interés natural, entre las personas
residentes o turistas, debemos pensar que el aporte que se le deberá hacer para transformarlo en
atractivo, es muy grande. Por tanto, allí comenzará un estudio de costos-beneficios exhaustivo,
que determine con la mayor aproximación la fecha de recupero de los capitales invertidos y,
sobre todo, la aptitud de la contribución al desarrollo como calidad de vida de la comunidad,
que es en definitiva la razón del proyecto.
Otro punto importante a tener en cuenta es qué concepto de “poner en valor” el PI de que se
trate vamos a usar. Al respecto, coincidimos en que “restaurar, regular normativamente, e…
implementar un plan de uso y gestión que permita resolver de manera favorable para la
sociedad y para el patrimonio, el permanente conflicto derivado del uso y de la ocupación del
territorio”, incluyéndose en esta noción los “tres aspectos más significativos del valor
-277-
patrimonial en relación a su uso”: valor de identidad, social y económico, todo lo cual queda
dispuesto en el instrumento Territorio Museo: posibilita la creación de una “marca Territorio”
siendo una “especie de museo abierto en el que los objetos y los conceptos se presentan en su
contexto social y en su entorno físico original y, tanto el residente como el visitante sea capaz
de percibir, sin dificultad, los límites y los contenidos del Territorio Museo, ya que, como
hemos dicho, no se encuentra situado en un recinto de uso exclusivo sino que comparte la vida
cotidiana del territorio y de sus habitantes “(Manel Miró, 2009).
Conclusión
Una vez determinada la factibilidad, debemos fijarnos en los aspectos que nos hacen posible
continuar y dar forma a nuestro proyecto. Esos aspectos podemos resumirlos en preguntas, tal
como lo haría Miró Alaix a partir de la metodología de Territorio Museo para plantear una
oferta patrimonial, entendiendo que Cultura y PI son o pueden ser factores de desarrollo
comunitario, en los marcos establecidos:
¿Habita entre la población un sentimiento de identidad, de pertenencia a un paisaje
cultural?
¿Existe una inquietud en la sociedad civil de aprovechar/conservar el patrimonio del
que son herederos?
¿Tienen los responsables políticos la sensibilidad/capacidad mínima necesaria para
formular el deseo de querer aprovechar/conservar el patrimonio que gestionan?
¿Hay recursos patrimoniales suficientes, con potencial para estructurar una oferta
interesante?
¿Hay alguien interesado en gastar tiempo y dinero para conocer ese producto?
¿Es necesaria una adecuación de los recursos?
¿Cuánto cuesta esa adecuación?
¿Hay capacidad para acometer las inversiones iniciales?
¿Si no la hay, sabemos dónde encontrarla?
¿Está la población local formada/informada y dispone de medios para sacar provecho
de la oferta patrimonial?
¿Cuánto cuesta el mantenimiento/conservación del producto patrimonial?
¿Cuál será el mayor/menor nivel de carga/ frecuentación que soportará o necesita el
mismo?
Si en las respuestas a esta batería de preguntas prevalece el SI, estaremos frente a un
proyecto con altísimas probabilidades de implementación y funcionamiento exitoso, en
todo sentido.
-278-
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-281-
LAS POLÍTICAS DE GESTIÓN TURÍSTICAEN RELACIÓN A LOS RECURSOS
PATRIMONIALES
Yanina Aguilar
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria- Departamento de Historia
Facultad de Ciencias Humanas Universidad Nacional de Río Cuarto
Resumen
La existencia de recursos patrimoniales de un determinado territorio constituye uno de los
principales potenciales a tener en cuenta para la aplicabilidad de una política pública que
favorezca el desarrollo endógeno territorial. A su vez, los recursos físicos, humanos,
económicos, financieros y tecnológicos también son necesarios para planificar esta política del
desarrollo.
Nuestro trabajo pretende hacer hincapié en el recurso de la cultura, como un instituyente de
significados, valores e ideologías elaboradas a través de procesos simbólicos que configuran
formaciones culturales y están enraizadas en diferentes contextos geográficos y ecológicos a lo
largo del tiempo.
Todo ello permite una política de la cultura que hoy se manifiesta en la necesidad de arraigar
en el territorio una racionalidad globalizadora y globalizante, de encontrar el balance y la
simetría entre lo global y lo local y el punto de equilibrio entre conservación y crecimiento
económico (Leff Zimmerman, 2004:83).
Introducción
El trabajo se propone describir la importancia de los recursos patrimoniales como políticas de
gestión turística, en tanto su existencia constituye una de las principales cuestiones a tener en
cuenta para evaluar la aplicabilidad de una política pública que favorezca el desarrollo
endógeno territorial.
De acuerdo con éste propósito, el cuerpo de este trabajo se organiza en tres partes. En la
primera, se abordan brevemente las características más importantes del conocimiento sobre la
teoría del desarrollo endógeno territorial, indagando sobre su significado ontológico, pero
también como un nuevo paradigma que recurre al análisis práctico que procura generar un
esquema de interpretación y acción sobre el territorio a nivel local. Luego, en la segunda parte,
se vincula la gestión de los recursos patrimoniales en relación alos lineamientos del
ordenamiento territorial como proceso social, económico, tecnológico y cultural, en el cual se
-282-
considera al territorio local como espacio de construcción política, en tanto no está por fuera de
los sujetos, sino que es un sistema de acción social intencional (Parmigiani De Barbará, 2001.
Citado por Madoery, 2008:69), y de dominación material y simbólica. Se constituye como un
producto histórico, cultural, vivencial y social, cuya morfología y manifestaciones son resultado
de un conjunto de interacciones entre sociedad y naturaleza (Madoery, 2008:68).
Finalmente, en la tercera parte, se presentan las políticas de gestión turística como expresión
territorial, donde los recursos patrimoniales tienen capacidades propositivas para el desarrollo
endógeno y que por lo tanto merecen ser conservados y protegidos, pero no solo desde una
valoración emocional, sino como un testimonio que ejemplifica cómoelconocimientodel pasado
ayuda a comprender el presente y puede explicar el porqué de las acciones valorativas sobre el
patrimonio en la actualidad, no sólo desde la sociedad civil, sino también por parte de las
entidades gubernamentales, ya que tanto unos como los otros detentan el poder de selección
sobre aquellos.
Destacamos a su vez, que la perspectiva de análisis que presentamos sobre el criterio de
Comarca está sujeta, de acuerdo a la distribución espacial que presenta cada una de sus unidades
sistemáticas, a los principios formulados por la nueva geografía que determina que toda
Comarca comprende lugares centrales o nodos y áreas de influencia, dentro de los cuales se
incluye la heterogeneidad y complejidad de sus recursos patrimoniales, sus características
medioambientales específicas, los actores sociales y su movilización en torno a estrategias y
proyectos diversos, así como la existencia y acceso diferenciado a los recursos estratégicos para
la efectivización de un desarrollo endógeno a nivel territorial (Alburquerque, 1999:82).
Todo lo mencionado ha motivado en esta investigación la inclusión de la dimensión de la
cultura como factor de desarrollo y como estrategia de ordenamiento y planificación territorial,
a recomendar para la Dirección de Turismo del Área Sierras del Sur de la provincia de Córdoba.
La relación entre turismo y patrimonio muestra un nuevo tipo de consumo cultural, y por ende
de gestión turística, que tiene como objetivo refuncionalizar el territorio con el propósito de
generar ingresos económicos. Las estrategias que se diseñan e implementan para dinamizar la
economía se posiciona a partir de la receptibilidad y movimiento del turismo internacional, en
particular y del turismo interno en general.
El turismo cultural como una industria asociada a la espectacularización de la cultura, debe
atender a las normativas que implica la ordenación del territorio, ya que el turismo nos muestra
que si bien atiende a las condiciones necesarias para transformar un recurso en un destino
turístico, el desarrollo de esta industria tiene mucho de estrategia, y también de inversión por
parte de actores públicos o privados. El turismo parte de la existencia de un lugar y de la
voluntad de desplazamiento por parte de otros. Está lejos de ser un fenómeno espontáneo, su
-283-
crecimiento y desarrollo depende de la sistematización de los recursos, la planificación y la
gestión relacionados con los recursos, los mercados potenciales, la infraestructura y la necesidad
de una localidad de tener al turismo como un elemento para el desarrollo económico (Brusadin,
2005: 40).
Para ello primero debemos considerar que tipo de gestión turística patrimonial queremos
adoptar para que una localidad pueda considerar la cultura como factor de desarrollo
Sostenemos que los lineamientos del desarrollo económico, implican un desarrollo equilibrado
territorialmente, con la lógica de un modelo basado en la cultura como mercancía y en las
potencialidades de cada una de las comunidades locales y regionales.
Hacemos referencia a entornos territoriales innovadores, pensando en una intervención
territorial desde una sostenibilidad, que prioriza estrategias de desarrollo económico que
tradicionalmente se visualizan como procesos secuenciales, vinculados a la industrialización,
tercerización y urbanización, que son asimilados al avance de la modernización.
Se piensa en un nuevo criterio de gestión turística desde la cual las dimensiones territoriales de
la sostenibilidad consideran que la cultura forma parte de una planificación integral dentro de la
estrategia de desarrollo, haciéndose necesario promover un contexto institucional apropiado, así
como instrumentos eficientes de promoción local.
La gestión turística que considere la convivencia entre los bienes culturales que configuran el
patrimonio histórico y los componentes del ambiente que los rodea, prioriza sobre el territorio
un principio de conservación integrada de dichos bienes con el compromiso de mantener
políticas de protección, haciendo de la conservación de aquellos un aspecto importante no sólo
de las políticas culturales, sino de las del medio ambiente y ordenación del territorio.
Sobre el Desarrollo Endógeno
Existe una concepción más integral del desarrollo que va haciendo eco en la gestión de los
pequeños municipios en torno a la planificación estratégica del patrimonio. Se transita hacia una
interpretación creativa y constructiva del desarrollo, hacia un nuevo paradigma relacional e
interaccionista. En esa nueva visión se inscribe la Teoría del Desarrollo Endógeno, una
concepción teórica orientada a la acción que se constituye como propuesta alternativa y de
reacción al pensamiento y a la práctica dominante en materia de desarrollo territorial en las
décadas de los años cincuenta, sesenta, y setenta, enmarcados en el paradigma industrial fordista
y en la definición de centro-debajo de las innovaciones y de los impulsos de cambio
(Alburquerque 1998; Vázquez Barquero 1999; Boisier 2003).
De esta manera, el desarrollo comenzaría a ser visto como un conjunto de capacidades
generadas desde abajo, ligada a los recursos humanos, la disposición organizativa de los
-284-
agentes, la creación de los entornos adecuados a diferentes fines (inversión, residencia, turismo,
innovación), la calidad institucional territorial, las diversas formas de cooperación y
aprendizaje, los mecanismos de resolución de conflictos, la coordinación de políticas
económicas sociales, donde los impulsos exógenos se insertan en un sistema territorial
organizado (Madoery, 2008:18).
A partir de lo anterior se vislumbra que, en la emergente Teoría del Desarrollo Endógeno, la
cercanía, la interacción y la asociación son elementos cruciales que están estructuralmente
ligados al territorio, están anclados a lugares. Lo local se convierte en un nuevo punto de
encuentro de la relación entre territorio y desarrollo (Op. Cit. 2008).
Este punto de encuentro puede materializarse en los planes de ordenamiento territorial que
debería actuar como marcos reguladores jurídicos y políticos de los Estados, ya que su
planificación y posterior aplicación debe apuntar a la protección delos recursos patrimoniales.
De esa protección se derivan los programas y acciones concretas destinadas a la posibilidad de
la gestión de un desarrollo endógeno local.
Teniendo en cuenta lo planteado por Boisier (1993), poner en práctica la endogeneidad
territorial, significa tener en cuenta la articulación de cuatro campos de actuación que se
combinan entre sí: el campo político, en el cual se identifican las capacidades para tomar las
decisiones relevantes en relación con las diferentes opciones del desarrollo y, sobre todo con la
competencia de negociar. El campo económico, que se refiere a la apropiación y reinversión
regional de parte del excedente a fin de diversificar la economía regional y darle una base
permanente de sustentación a largo plazo. El campo científico a partir de la intervención de
distintas disciplinas científica, bajo un trabajo interdisciplinario que permita generar cambios y
aportar generadores de desarrollo y un campo cultural como matriz socio-territorial en tanto el
contexto situacional en el que cada realidad territorial se inscribe y las características propias de
cada sociedad local, le otorgan un sentido de endogeneidad, por ende de anclaje territorial.
La articulación de cada uno de estos campos nos permite acercarnos al territorio como unidad
de análisis, adoptando una categoría que permite enlazar los procesos sociales fundamentales
con las prácticas políticas y las estrategias para asegurar la emergencia de capacidades
endógenas de desarrollo (Grosejan y Maillat, 1998. Citado por Madoery 2008: 66). Así, los
territorios locales tienen la posibilidad de promover una dinámica local que fundada en los
recursos culturales y naturales que poseen, son necesarios para generar entornos adecuados para
el funcionamiento estratégico y en consecuencia, la aplicabilidad de un ordenamiento
territorial.
-285-
La gestión de los recursos patrimoniales en relación a la planificación territorial
Pensar en una concepción de la planificación del desarrollo endógeno que considere el carácter
complejo del territorio, nos sugiere pensar en una organización territorial que sustente la
protección de los recursos patrimoniales, sostenidos por estrategias y políticas, que deriven en
proyectos y acciones conducentes a escenarios propuestos en proyectos de desarrollo basados en
programas de ordenación territorial.
Territorio y ordenación, constituyen términos de alcance implícitos en la idea del ordenamiento
territorial y exigen consideración en el proceso de planeamiento. Como hemos anticipado, el
territorio comprende una construcción política y debe ser comprendido y analizado con una
visión histórica, dado que en él se han ido plasmando las acciones del pasado y las tendencias
que se vislumbran, mostrando la realidad concreta en que nos movemos. Asimismo, es sobre el
territorio donde ha de construirse nuestro futuro, lo que requiere de visiones prospectivas y de
largo plazo (Sánchez, 1992: 79).
La funcionalidad del plan se manifiesta en la instrumentación de acciones, su operatividad y
control. De esta manera el ordenamiento territorial exige el establecimiento de normativas a
nivel de la o las unidades político-administrativas involucradas. Además, el proceso de gestión
de un plan de ordenamiento territorial debe tener como objetivo central identificar y evaluar los
factores endógenos del o los Municipios involucrados y que han condicionado su propio
desarrollo, a su vez, identificar los aspectos positivos y negativos que representan sus recursos
patrimoniales como parte de esos factores endógenos. Ello permite considerar programas y
proyectos prioritarios de intervención que en su conjunto deberían dar lugar al desarrollo
endógeno de un territorio. Esto si entendemos primeramente que todo territorio es una
estructura flexible, cuyos límites no necesariamente deben ser fijados en términos
jurisdiccionales (ya que de esta manera, solamente se atendería a uno de sus elementos
constitutivos), sino en función de la combinación entre el espacio urbano con lo rural, todos
ellos configurados como ámbitos de proximidades geográficas, espacios de interacciones
múltiples, entidades económicamente significativas y espacios de construcción política.
Sabemos que un recurso patrimonial dentro de un territorio es aquel medio que nos permite
dentro de una planificación estratégica a distintas escalas, ser utilizado como un referente
histórico a nivel integral.
Un recurso patrimonial es real desde su existencia misma a lo largo del tiempo; su
permanencia, carácter, naturaleza y su conservación intrínseca lo convierte en referente
identitario de una sociedad, la cual lo apropia de diferentes maneras de acuerdo a sus
percepciones y emociones.
-286-
Cada recurso patrimonial puede adquirir distintos valoresa partir de convertirse en un producto
económico, el cual define el estatus del patrimonio integral de un país, que puede tener un valor
documental e instrumental, científico, educativo, turístico, entre otros (Díaz Cabeza y Rodríguez
de Ortega, 2011: 31). De esta manera el bien patrimonial se convierte en recurso cuando los
valores que lo conforman, cambian con el tiempo por las nuevas necesidades de la sociedad y el
contexto socio-cultural en el cual se analicen.
Esto nos permite considerar que el patrimonio adquiere categoría de recurso cuando de manera
sostenible, forma parte de una planificación de desarrollo social y económico que puede
sustentarse en el mejor de los casos en una política de turismo cultural.
El recurso patrimonial es entonces, un medio, y un bien que se ve afectado, por un lado, por
todas aquellas normas de protección y conservación, y, por otro, por acumulador cultural que
permita ser reconocido por la sociedad en una dinámica de apropiación, uso, interpretación,
disfrute y explotación sostenida.
Campos de actuación para una política de gestión turística
La gestión turística debe considerar los recursos naturales y culturales que influyen en
la actividad turística del área a intervenir.
El marco general en el que ha de moverse la planificación estratégica de los recursos
patrimoniales debe darse a partir de la ordenación territorial y ambiental. De esta surge
el mapa de los espacios protegidos y el de los espacios urbanos y urbanizables, que
determinan un mapa de recursos y servicios turísticos.
Es por ello que los principios de la planificación integrada e interpretativaimplica el
diseño de estrategias para presentar, comunicar y explotar coherentemente el patrimonio
integral es decir cultura y ambiente en su conjunto.
Una oferta patrimonial se centra en la interpretación del territorio y se basa en su
personalidad histórica e identidad cultural; siempre acorde con un eje temático, y
mediante la estructuración de una oferta variada y atractiva de actividades y servicios a
lo largo del año. Esto permite dinamizar la comunidad y estimular el turismo sostenible
que rompa la estacionalidad y canalice los flujos turísticos de las localidades que
conforman el área, atendiendo a los criterios de la conservación integrada.
La Carta Europea del Patrimonio Arquitectónico, resultado del Congreso de Patrimonio
Arquitectónico Europeo, celebrado en Ámsterdam en 1975, señala por primera vez los
-287-
principios de la conservación integrada aconsejando prever medidas contra los
deterioros por una explotación turística excesiva.
El concepto de conservación integrada alcanzó consolidación por su aceptación
efectiva en el ámbito europeo y fue ampliado y actualizado veinte años después, en
1966, en la Conferencia de Helsinki de los Ministros Responsables del Patrimonio
Cultural. Fue entonces cuando otro nuevo concepto, el de desarrollo sostenible, se
vinculó decididamente al de patrimonio integral y se produjo la identificación del
patrimonio como recurso económico y factor de desarrollo, que ha de ser utilizado con
las restricciones que se aplican al uso de los bienes no renovables, siempre mediante
acciones compatibles con el entorno (Watemberg García, 2004: 192).
Por lo tanto la gestión turística que atienda al criterio de desarrollo sostenible debe ser
parte de las políticas de ordenación del territorio introduciendo en su intervención
políticas de urbanismo y medio ambiente para la conservación del patrimonio cultural.
Es importante destacar que el patrimonio integral debe protegerse y transmitirse a las
generaciones futuras; además, debe incorporarse al tratamiento del patrimonio términos
como “riesgo”, “análisis de riesgo” o “gestión de riesgo” , adoptando pautas para
afrontar los problemas de impacto ambiental sobre el patrimonio con criterio científico.
Para tal caso adoptamos los principios normativos del Consejo Europeo a recomendar
para la legislación de la provincia de Córdoba en materia de ordenamiento territorial, en
relación a los impactos a tener en cuenta en cuenta al momento de la gestión turística
sobre los bienes patrimoniales.
Como medidas imprescindibles para el desarrollo de la protección contra el deterioro,
la recomendación del Consejo Europeo enumera: la investigación a largo plazo sobre el
territorio, sus causas y efectos, la evaluación de los métodos de conservación y
mantenimiento y el control de las intervenciones, el análisis y gestión de riesgo, así
como la aplicación de la conservación continúa y la formación interdisciplinaria, la
sensibilización del público y la cooperación (Op. Cit. 2004, 194).
A partir de todo ello la necesidad de conservación va acompañada del uso y disfrute del
patrimonio, y esto debe ir conjuntamente con el análisis y el conocimiento de la entidad
de los bienes culturales y de los procesos de deterioro que puedan afectarlos. Esta
política deben ser base o referencia fundamental para las estrategias de gestión turística
-288-
implementadas por el Estado, así como de las medidas correctoras o protectoras de la
degradación por el efecto ambiental, para apoyar el diseño de políticas de protección.
Consideraciones Finales
Las políticas de gestión turística a partir de la puesta en valor desus recursos patrimoniales
deben considerar la planificación integrada como primer eje de actuación, donde un aspecto
prioritario a tener en cuenta es el uso público de loque se quiere potenciar.
Estamos haciendo referencia al tipo y cantidad de visitantes; situación; tipología; diversidad y
accesibilidad física de los recursos susceptibles de convertirse en productos culturales de
consumo; conocimiento del grado de desarrollo de la oferta turística que les pudiera afectar;
sistema de transporte privado y público.
A su vez se debe incorporar a la planificación estratégica como parte del ordenamiento
territorial la evaluación de riesgo sobre el recurso patrimonial en torno a una política que
considere, en el caso de ser incorporados a un producto turístico, un estudio y registro
exhaustivo de los mismos, y debe ser acompañado por estudios de impacto ambiental, de
capacidad de carga del sitio, campañas de concientización, aplicación de estrategias de
protección, colocación de señalética e información precisa, que permitan el aprovechamiento y
disfrute del recurso sin afectar su escenografía y entorno ambiental.
Agradecimientos Al incondicional apoyo brindado a lo largo de todos estos años del equipo de docentes y
estudiantes del Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria del Departamento de Historia de la
Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
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-291-
RELATOS ORALES Y HERENCIA SOCIAL
María Laura Gili, Graciana Pérez Zavala, Silvina Simieli, Matías Luna Broggi
Celeste Audagna, Nahuel Díaz
Instituto Académico Pedagógico de Ciencias Humanas.
Universidad Nacional de Villa María.
[email protected]; [email protected] ; [email protected]
[email protected]; [email protected]; [email protected]
Resumen
El relato oral en cuanto metodología de investigación, ofrece la posibilidad de observar la
estrecha relación existente entre experiencia y narración de los hechos. El relato es el registro de
la experiencia que conjuga la elaboración con la transmisión de lo vivido. La elección del
entrevistado responde a una línea de investigación e interpretación que permite seleccionar
algunos relatos sobre otros y, en consecuencia, algunos testimonios sobre otros. La
representatividad del relato de los sujetos se vincula a la lectura que el investigador realice del
mismo en función de una temática especifica. Presentamos aquí un estado de avance de una
investigación en curso sobre El Potencial Cultural-Histórico de Villa Nueva (la del Paso de
Ferreyra). Pedanía Villa Nueva. Cuenca del Tercero Abajo. Córdoba (Instituto de
Investigación. UNVM). En ella nos hemos propuesto registrar con enfoque histórico-
antropológico, los elementos constitutivos del potencial cultural histórico local de una ciudad
histórica del centro-este de la provincia de Córdoba, Villa Nueva, cuyo relato histórico la sitúa
en los inicios del proceso colonizador y como eje regional en el Camino de Postas del periodo
independentista. La hipótesis central sostiene que la relación entre pasado, en cuanto
acontecimiento; la historia, como herramienta, y la herencia social, hacen posible que surja y se
haga más resistente la memoria colectiva.
Palabras clave: Patrimonio histórico – Herencias sociales – Historia local
Introducción
El trabajo, que se encuentra en etapa inicial, es parte de una investigación en que nos
proponemos registrar con enfoque histórico-antropológico, los elementos constitutivos del
potencial cultural histórico local de una ciudad histórica del centro-este de la provincia de
Córdoba, Villa Nueva, cuyo relato histórico la sitúa en los inicios del proceso colonizador y
como eje regional en el Camino de Postas del periodo independentista. Lo hacemos a partir del
-292-
registro del circuito e itinerario histórico urbanístico, el relevamiento de sitios históricos, de
expresiones musicales populares en bandas de música locales, del archivo histórico, la Casa de
la Cultura, relatos orales de historiadores, personalidades y vecinos locales sobre la historia
local. Entendemos el patrimonio histórico cultural y los bienes culturales, materiales y
simbólicos que lo conforman, en términos de un patrimonio integral, Martini (2008). Relevado
con investigación interdisciplinaria, permite reconocer los pasados múltiples, visibilizar los
aspectos ocultos de la narrativa histórica sobre las herencias sociales en sus expresiones de
cotidianeidad, costumbres, formas musicales populares, estilos de vida, etc. Aborda
conceptualizaciones básicas sobre los relatos orales en la historiografía, su valor para el registro
de la memoria oral y la reconstrucción de los elementos constitutivos e institucionalizados de
los bienes culturales inmateriales. Luego lo referenciamos a la idea de patrimonio cultural sito
en los recuerdos de las comunidades y en las experiencias de sus representantes más
característicos, por sus actividades y sus historias de vida particulares.
Villa Nueva: antecedentes históricos de la ciudad
La ciudad de Villa Nueva se localiza en la Pedanía Villa Nueva, antiguo Paso de Ferreyra,
posta del Camino Real, en la Cuenca del Tercero Abajo. Ubicada a 32° Lat. S 63° Long. O; a
194 msnm; con 21.200 habitantes. Se encuentra en la provincia pampeana, en el límite con la
provincia del espinal. Ha sido un área de escasa población indígena, se desconoce el potencial
arqueológico de la región de la cuenca del Tercero Abajo; solo se tiene constancia del
asentamiento en Yukat, Granado (1975); Fonseca (2004); Laguens et al (2007); y en tres
sectores a la altura del actual Parque Yrigoyen, Villa Nueva, Granado (1975). El primer reparto
de tierras en mercedes en la región data de 1585. Durante el período independentista la región
fue paso del ejército y camino de postas, Podestá et al (1987); Pereyra (2012). Y eje regional
durante los siglos XVIII y XIX. Villa Nueva reconoce su fundación en octubre de 1826, con
población ya establecida en torno al Paso de Ferreyra. En ese año, Juan Bautista Bustos,
gobernador de la Provincia de Córdoba, le daba trazado urbano, Pereyra (2012). En 1857 fue
declarada Municipalidad Departamental del Tercero Abajo, Fonseca (2004). En 1891 una
inundación provocó desplazamiento poblacional, acontecimiento que impactó en su
urbanización. En el siglo XX se instalaron empresas agroindustriales y lecheras en la ciudad.
El relato histórico de sus historiadores locales la sitúa en los inicios del proceso colonizador y
como eje regional en el Camino de Postas del periodo independentista. El relato histórico actual,
manifiesto en el itinerario histórico urbanístico realizado por la Junta de Historia Municipal,
resalta dicha situación y la urbanización de finales del siglo XIX e inicios del XX, momento de
crecimiento económico del poblado junto al tendido del ferrocarril y el avance en la región del
-293-
modelo agroexportador que cerró la sociedad de frontera, desplazó las sociedades indígenas del
territorio nacional y abrió las puertas a la inmigración.
Observamos como principal problema de investigación en esta instancia preliminar que, las
representaciones sobre la historia local, tensan por proyectar un imaginario moderno sobre su
conformación social, invisibilizando su diversidad social constitutiva y el pasado criollo de la
región, presente en formas de cotidianeidad, expresiones artísticas-musicales, arquitectura
tradicional.
La historia oral y la memoria colectiva como herramientas para el registro del pasado
Hacia 1960 comenzó a evidenciarse el estado de discusión sobre los paradigmas y la crisis de la
historia; a partir de allí, los cambios iniciados por la Escuela de Annales, fundada en Francia en
1929 por Marc Bloch y Lucien Febvre, se profundizaron junto al aporte de los historiadores
marxistas en la vertiente inglesa especialmente. Estos cambios incluyeron un mayor
acercamiento disciplinar, teórico y metodológico entre las distintas ciencias sociales
(antropología, sociología, economía, política, etc.) de lo cual resultó una nueva perspectiva
historiográfica: la historia total y la historia social como superación de la tradicional historia
política y suponiendo una mirada desde debajo de los procesos sociales, Coraza de los Santos
(2001). La idea de una historia total suponía también abarcar aspectos estructurales aunque, en
términos espaciales, implicó la regionalización de los estudios y la focalización en espacios
pequeños, en contraposición a la historia nacional el siglo XIX.
El relato oral ofrece la posibilidad de observar la estrecha relación existente entre experiencia y
narración de los hechos. El relato es el registro de la experiencia que conjuga la elaboración con
la transmisión de lo vivido. La representatividad del relato de los sujetos se vincula a la lectura
que el investigador realice del mismo en función de una temática especifica. La entrevista y el
relato obtenido es también producto de la interacción entrevistador-entrevistado. El primero, al
establecer y proponer los temas a abordar: recuerdos familiares, trabajo, orígenes familiares,
escuelas, amigos, diversión, etc. El entrevistado, por socialización, por haber compartido la
tradición de su lugar, es depositario de la tradición oral de sus antecesores. En el relato de cada
sujeto aparecen las visiones compartidas por su grupo de pertenencia, aquellas tradiciones y
lecturas de la realidad que se acumulan y sedimentan en torno a narrativas nuevas y viejas,
formas propias de verse y narrar la propia comunidad.
La historia de vida, el relato oral, es testimonio de una realidad distante en tiempo y espacio; al
ser registrada adquiere valor documental, se vuelve objeto de estudio e interpretación. La
memoria colectiva es producto de un proceso social por el cual se construye sentido respecto del
pasado y el presente de cada sociedad. Es al mismo tiempo elemento constitutivo y esencial de
-294-
la identidad de una persona y de un grupo social. El recuerdo histórico legitima la identidad de
un grupo aunque es conocido que el olvido forma parte de la memoria:
“…la memoria es una construcción social del sentido del pasado que se funda en el
recuerdo, es el acto y la capacidad de los sujetos de recordar; es entonces un discurso
que no sigue siempre un orden cronológico, sino mas bien reglas subjetivas en relación a
la temporalidad donde los actores, al recordar, saltan de un período a otro sin mediación
ni relación de causalidad lineal.”, Milos (2005: 87).
La memoria posee algunos vehículos para articularse tales como las fechas, conmemoraciones
y lugares particulares; observarlos y registrarlos permite construir un primer itinerario en la
conformación de la memoria de un sujeto o un grupo en particular. Dado que siempre va unida a
un individuo o colectividad, es subjetiva y etnocéntrica; construida en base a relatos que se
sustentan en acontecimientos situados en lugares u objetos, ordenados según una arbitraria
escala de prioridades, Quattrocchi-Woisson (1995). Pero además, las diferentes interpretaciones
sociales del pasado pueden volverse motivo de conflicto y debate, Jelin (2005). En efecto,
fechas y aniversarios operan como activadores de la memoria; en ellos los hechos reordenan o
desordenan lo establecido, las voces de las nuevas generaciones cuestionan y replantean los
relatos orales, generando nuevas miradas sobre lo dicho y lo omitido. Por lo tanto, la identidad
cultural y su estudio, remiten a ello pero también al conjunto de características compartidas por
un grupo donde se engloban aspectos materiales y simbólicos que operan como definitorios de
dicha sociedad y le permite diferenciarse de otras, Hernández Llosas (2006). La relación entre
pasado, en cuanto acontecimiento; la historia, como herramienta, y la herencia social, hacen
posible que surja y se haga más resistente la memoria colectiva.
La herencia social y su registro
Trabajamos a partir de la idea de un patrimonio social. Entendido como un cumulo de
experiencias populares, de saberes y formas de hacer, representados en la cultura material y en
la memoria social, trabajar con las formas de la herencia social implica dar relevancia a la
memoria histórica como forma de representación cultural y fuente de investigación y registro.
La memoria individual se vuelve así sostén y manifestación de relaciones sociales y memorias
colectivas, fragmentos de un pasado lejano, Scholz de Andrade Kersten (2006).
Dado que las representaciones que la gente se hace sobre el pasado le dan forma también a su
presente, nos preguntamos ¿Cómo se percibe la historia local en el relato de historiadores
locales?¿Cuál es la mirada actual sobre los bienes culturales, materiales y simbólicos, de Villa
-295-
Nueva de los vecinos de la ciudad, sus historiadores y su itinerario histórico-urbano? ¿Qué
tópicos son los más revalorizados como constitutivos de su herencia social y cultural? Nuestras
unidades de recolección de datos son el archivo histórico, entrevistados (historiadores locales;
vecinos de la ciudad vinculados a actividades culturales como expresiones musicales
tradicionales de cuarteto, tango, folclore; oficios tradicionales como la soguería; educación,
etc.).
Se trata de recuperar relatos orales de los pobladores de la ciudad, para analizar en ellos, las
representaciones presentes y ausentes de la historia social de la ciudad. El enfoque
metodológico que aplicamos se desenvuelve a partir de tareas de investigación que tienen en
cuenta el registro de sitios históricos, la utilización de fuentes de orales (entrevistas en
profundidad, historias de vida) realizadas a los vecinos de la ciudad; trabajo con fuentes escritas
primarias y secundarias. En el relato de cada sujeto aparecen las visiones compartidas por su
grupo de pertenencia, aquellas tradiciones y lecturas de la realidad que se acumulan y
sedimentan en torno a narrativas nuevas y viejas, formas propias de verse y narrar la propia
comunidad. En cuanto fuentes construídas en la interacción entrevistado/entrevistador, los
testimonios orales permiten incorporar el punto de vista de la gente común sobre los
acontecimientos del pasado. Y recuperar, así, los hechos que forman la trama oculta de la
memoria colectiva.
El pasado resumido en los bienes materiales y simbólicos de la herencia social, así también
como en el paisaje cultural, es constituyente de las experiencias cotidianas de las sociedades
actuales. Las representaciones que la gente se hace sobre el pasado le dan forma también a su
presente. El paisaje cultural histórico como patrimonio heredado, conserva huellas de los
sucesivos modelos productivos, distintos momentos de ocupación del territorio y factores
sociales, culturales, económicos, ambientales, entre otros, Sánchez (2009). Se constituye en
depósito de memoria histórica del territorio y su gente. En el paisaje es posible reconocer los
grados de transformación natural, agraria, industrial, urbana, turística, productiva, etc.
Las transformaciones urbanas y territoriales de las últimas décadas hicieron perder los iconos y
referencias de las ciudades y con ellos, su valor simbólico. Sin embargo, Ciccolella sostiene que
hay formas de resistencia inercial de las identidades urbanas, Ciccolella (2009), por ejemplo
con la recuperación del patrimonio arquitectónico, de la memoria territorial, contribuyendo a
generar escenarios urbanos híbridos. Es decir, procesos sobreimpuestos, la suma de territorios
heredados:
-296-
“Quizá sea este el carácter esencial y la nueva condición de la ciudad latinoamericana
contemporánea: su naturaleza hibrida, a partir de la yuxtaposición de rasgos prehispánicos,
coloniales, industrialistas y pos-fordistas-posmodernos.”, Ciccolella (2009: 139).
Los relatos históricos locales que diseñan circuitos históricos en base a la arquitectura
tradicional, escolar, industrial, re-creativa de la ciudad, es decir, sobre los lugares significativos
del conjunto urbano, generan articulación, encuentro, conectividad, le dan orden a la ciudad y le
aportan espacios de encuentros de sociedades distintas, de diferentes tiempos y momentos
históricos. Generan espacios de transtemporalidad, Carrión (2010), donde confluyen espacios,
tiempos y sujetos patrimoniales distintos. Allí la sociedad se visibiliza y se representa. Allí
también se dan las disputas por la herencia cultural, por las formas que toma el patrimonio
histórico-cultural con la transmisión generacional.
Aspectos destacados en la memoria histórica villanovense.
Nuestras unidades de recolección de datos son el archivo histórico, entrevistados (historiadores
locales; vecinos de la ciudad especialmente los vinculados a actividades y oficios tradicionales
como la soguería; la educación; areneros; panaderos; entre otros). Accedemos a los datos a
partir de la Casa de la Cultura Maruja Pereyra, su Archivo Histórico, la Junta Municipal de
Historia y la Secretaría de Cultura de Villa Nueva. Se trata de recuperar relatos orales de los
pobladores de la ciudad, registrar y digitalizar el itinerario histórico urbano, para analizar en
ellos, las representaciones presentes y ausentes de la historia social de la ciudad. El enfoque
metodológico que aplicaremos se desenvuelve a partir de tareas de investigación que tienen en
cuenta la utilización de fuentes de orales (historias de vida) realizadas a los vecinos de la
ciudad. Por ello priorizamos las entrevistas en profundidad, en clave histórico-antropológica. En
el relato de cada sujeto aparecen las visiones compartidas por su grupo de pertenencia, aquellas
tradiciones y lecturas de la realidad que se acumulan y sedimentan en torno a narrativas nuevas
y viejas, formas propias de verse y narrar la propia comunidad.
En esta oportunidad presentamos relatos orales que registramos entre docentes y trabajadores
de la ciudad. Hasta el momento hemos entrevistado a diez vecinos. Resaltamos en ellos aspectos
que ponen en relieve la memoria territorial a partir de oficios, juegos y festividades, asociados a
vivencias cotidianas en los espacios urbanos destacados por el relato oficial de Villa Nueva,
reflejado en su circuito histórico y que trabajáramos en otras ocasiones, Gili et al ( 2013).
Entre ellos:
Al recordar el oficio de albañil de su abuelo inmigrante, doña Teresa, maestra, expresa:
-297-
TP: “…entonces ayudo a hacer las torres de la iglesia y en los.. en los en los papeles que se
encontraron entonces esta el nombre de él como este albañil entonces figura el nombre de él
acá y el vino y también de Italia era Suizo Italia no no era de la parte norte de Italia, mi
abuela era, y este….
(…) Y acá en el cementerio de Villa Nueva tenemos un panteón que todos dicen que lo
hizo mi papá también decía, mi abuelo que es todo redondeado así como si fueran este las
sepulturas pero redondas así…”, T.P. 2013.
Don Hugo, trabajador rural jubilado, tropero y soguero, nombra los objetos de la soguería,
oficio en el que se especializo:
MLG: “Que le encargaban?
HS: Como ser un bozal, riendas, cabezal, maneadores, maneas, látigos… tengo algunos, lo
único que me han quedado… me han quedado unos látigos ahí…”, H.S., 2012.
Y también menciona los alrededores de la ciudad, la periferia en sus espacios de trabajo: la
Feria de Scaglia donde trabajara entre 1960 y 1970 como tropero; la fábrica de leche Nestlé; la
fábrica de Pólvora y Explosivos. Al referirse al espacio céntrico de Villa Nueva, la Plaza
Capitán de los Andes y las escuelas públicas de finales del siglo XIX, Bartolomé Mitre y
República de Bolivia, donde había cursado hasta tercer grado, el Sr. H.S. expresa:
“Yo voy poco a la plaza, alguna vez… pero, hace más o menos tres años fui… no se podía
caminar… que bárbaro!” (por los carnavales), H.S., 2012.
Sobre los entretenimientos de fines de semana, relata las carreras de caballo de los días
domingos en la zona rural aledaña a Villa Nueva, La Herradura y Sanabria:
“HS: Ahí era lindo en Sanabria, por las fiestas… había carreras… como a mí me gustaba
correr a caballo… (…) era livianito. Si… amansaba y también hacia eso… (…) Y tenía un
campo en Cárcano, también. Y es ese tiempo, mire, ahí, don José Cañas y don Borsatto, me
acuerdo, si no se hacía carrera de, de… caballos… corrían ellos, de a pie!.(…)
MLG: carrera de trote.
HS: esta de furia, con caballo, y de trote.
MLG: y Ud. hacia la carrera de trote o de furia?
HS: que tiene?
-298-
MLG: Ud.?
HS: de furia. Corría ese.”, H.S., 2012.
Y así manifiesta las otras miradas sobre la ciudad y sus vivencias. Las costumbres ancestrales
que sobreviven en las periferias de las prácticas y tradiciones urbanas: los juegos criollos.
En relación al Parque Hipólito Yrigoyen, don Julio, tropero de oficio, lo recuerda al hablar de
su infancia:
“JG: Al Parque lo lo viví de de chico,
SS: Nos podes contar un poquito???
JG: Porque del Parque, yo por eso lo quiero tanto al Parque, no solamente por la Doma,
porque lo viví andaba todo el día con la gomera cazando paja pájaro, porque el tiempo que
estuve con mi abuela ahí en en la la calle Belgrano.(…)
JG: Siii, y yo en el Parque anduve siempre, porque el Parque en ese tiempo era todo era
todo cerrado.
(…)
JG: Estaba todo alambrado.
(…)
JG: Que no sé porqué lo sacaron. Y tenía un portón ahí en la entrada ahí donde está el
Galleguito.”, J.G. 2013.
Sobre los juegos y espacios de recreación, doña Teresa señala:
“TP: y bueno los lugares bueno teníamos la plaza al frente con unas fuentes preciosas,
bueno no se saben de las fuentes, fuentes chicas y una fuente grande, así que jugábamos ahí
en la fuente porque teníamos todo (risa) era nuestro lugar de juegos y después bueno ee
teníamos acá los clubes el club Alem que se hacía de, cuando yo era más joven va cuando
empecé a salir a los bailes y todo que se hacían los bailes ahí. No sé si lo conocen el club
Alem de Villa Nueva bueno bueno y este… y después otros lugares que íbamos bueno a casa
de las amigas que se en esa época los festejos de los cumpleaños y las comuniones que eran
comunes en la casa de las amigas tengo fotos de chicas de esa época (risa)…”, T.P., 2013.
Más adelante refiere a la plaza y los carnavales:
“TP: En el cincuenta y uno de maestra, así que,.. y si… bailes y después teníamos también
los carnavales acá alrededor de la plaza eran los carnavales con los distintos que eran los
carruajes… los cómo es que se llama… para enganchar la sortija los caballos todo eso.. y
después el río porque teníamos un parque hermoso nada más que el río era bastante bravo
en esa época…”, T.P., 2013.
-299-
Vemos así como los espacios urbanos y la arquitectura asociada a la cotidianeidad, a los
espacios vividos, trabajados y festivos son los recordados y más significativos en la memoria
de los vecinos de la ciudad. Ellos crean procesos de interpretación que dotan de sentido las
propias historias. Así, el relato biográfico permite acceder a la mirada de los sujetos anónimos
sobre la historia de su comunidad y revisar la narrativa oficial.
La gestión del patrimonio en relación al territorio urbano y la tradición por su preservación,
transformo las áreas céntricas en ciudad histórica y patrimonio monumental, en centros a
renovar, Correa et al (2010). Ello género que:
“…las áreas centrales fueran vistas más como una suerte de ficción museística pletórica de
edificios de gran valor, antes que como un espacio de vida y cultura en permanente
cambio.”, Correa et al (2010).
Finalmente, el documento de ICOMOS de 2011, Principios de La Valeta para la salvaguardia
y gestión de las poblaciones y áreas urbanas históricas, ICOMOS (2011), señala y destaca la
importancia de entender y actuar en términos de áreas urbanas históricas y sus poblaciones,
entendiendo que tanto los elementos de la arquitectura como los paisajes, las tradiciones y
prácticas culturales hacen a la herencia social urbana.
Conclusión
El relevamiento e interpretacion del potencial cultural histórico local y sus representaciones
sobre las características de su historia social, permitirá aportar nuevas explicaciones a aquellas
que los pobladores de la ciudad de Villa Nueva fueron construyendo a lo largo de su historia.
Como asi tambien contribuirá en el establecimiento de criterios de identificacion de los ejes
constitutivos del potencial patrimonial cultural histórico de la ciudad de Villa Nueva. En este
sentido, el aporte de esta investigación es registrar la memoria urbana de vecinos que vieron el
transcurrir de sus vidas en el ámbito del trabajo urbano y rural. Sus relatos orales son fuente de
informacion y registro de las múltiples vivencias condensadas en los espacios urbanos,
asociados a la cotidianeidad; a los lugares vividos, trabajados, celebrados. El pasado diverso de
la ciudad y región emerge en formas de expresión tradicionales, en arquitectura tradicional, en
fiestas populares, en costumbres que testimonian la presencia de las distintas maneras en que la
ciudad fue habitada.
Agradecimientos
-300-
Al Sr. Hugo Sanduay, la Sra. Teresa Pedrassani y el Sr. Hugo Gobato por su inestimable
colaboración.
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Resumen
Se presenta una nueva etapa del trabajo destinado al rescate de valores culturales ancestrales, de
carácter ritual, subyacentes en las creencias de los pobladores rurales del Departamento Ancasti,
en la provincia de Catamarca.1
En aquél territorio, azotado permanentemente por la sequía, se lograron registrar de los relatos
orales y de las actitudes de los pobladores, rastros de la cultura inmaterial de otrora, manifiestos en
las prácticas de celebraciones santorales propiciadoras de la lluvia.
Estas costumbres, resultado de transferencias simbólicas realizadas desde tiempos preincaicos en
aquél contexto de ascendencia indígena, testimoniado por la pintura rupestre, posibilitaron el
reconocimiento de ciertos aspectos de la interacción indígena española.
Los avances de la investigación del trabajo de campo, contaron nuevamente con la participación
de los habitantes del pueblo de La Candelaria, a través de su escuela, y se extendieron hacia la
zona rural, destacándose un significativo protagonismo social en la recuperación y preservación
del pasado.
Palabras claves: Ritual - Rastros – Costumbres – Fusión - Preservación.
Introducción
Después de la invasión hispánica, los Diaguitas de Argentina fueron sometidos y trasladados a lo
largo de nuestro actual territorio. Esa circunstancia impidió el arraigo y la continuidad de sus
prácticas sagradas. Las comunidades sufrieron el peso de un largo silencio impuesto desde el
poder. No obstante ello, componentes de aquellas antiguas manifestaciones, sobrevivieron en
actitudes, representaciones y prácticas religiosas. (Ambrosetti 1917: 126 –157) da cuenta de dichos
comportamientos, que aún perviven.
Nuestro trabajo se implementó en una zona rural de las Sierras de Ancasti, provincia de
Catamarca, mediante estudios interdisciplinarios acerca del universo sagrado existente en esa
región.
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Las tareas nos permitieron llegar al encuentro de la escuela rural. En esos territorios serranos, el
arte rupestre aún materializa restos de la historia sagrada que data de tiempos preincaicos -800 al
1.200 d.C- (Llamazares 2005: 8).
El trabajo de campo se inició en el año 2006 con los siguientes interrogantes: ¿Son las pinturas
rupestres, manifestaciones sagradas registradas en la roca? ¿Perviven vestigios de actitudes
sagradas en el entorno de los sitios arqueológicos? ¿Existen posibilidades de investigar arquetipos o
de indagar en la memoria colectiva, para lograr algún rescate cultural?
Se formularon los siguientes objetivos: - Examinar testimonios ancestrales y contemporáneos en
busca de elementos rituales y posibles correspondencias. - Rescatar recuerdos, experiencias y
representaciones pertenecientes a la espiritualidad en el contexto socio histórico actual. -
Instrumentar estrategias tendientes a lograr la participación de la comunidad educativa de la escuela
en tareas comunes hacia la recuperación de saberes populares. - Promover el reconocimiento de
antiguas manifestaciones sagradas de la zona, como camino hacia la revalorización de su cultura.
Aproximación a rituales ancestrales.
Nos abocamos a un espacio en particular ubicado en las cercanías del pueblo La Candelaria, un
socavón en la montaña denominado “la cueva”, donde se registran escenas pintadas en sus paredes.
Analizamos nuestro material relevado y buscamos su correspondencia con tratados científicos
realizados en el mismo sitio. Asimismo invitamos a los pobladores de la zona a sumarse a las
tareas. Ellos no reconocían “la cueva” ni otros sitios pintados, como espacios ceremoniales que
datasen de tiempos ancestrales. La mayoría, repitiendo antiguos discursos colonizadores, le
atribuían su existencia a lugares destinados a antiguas prácticas demoníacas.
Participación de la comunidad – pintura rupestre y entorno
Con la finalidad de descubrir en el imaginario social, vestigios de una supuesta herencia de
tradición ritual, se realizaron visitas a “la cueva” junto a miembros de la comunidad educativa de la
Escuela Rural Nº 424 del pueblo “La Candelaria”. Allí se relataron historias de la cosmogonía
diaguita, extraídas de fuentes inéditas. En ese lugar y posteriormente en la escuela, se realizaron
transferencias con expresiones en artes plásticas y debates, como estrategias de acercamiento al
universo sagrado ancestral.
Después se implementaron trabajos de construcción de máscarasceremoniales, al estilo de los
pintados en las paredes de la cueva.Estas tareas, fueron articuladas con actividades lúdicas en
torno a movimientos corporales y faciales, con la intención de lograr una internalización simbólica
del uso ritual de la máscara. Schobinger (1967: 687) expresa que la máscara es un medio de
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materialización de lo divino. Se trabajaron modelos recreados de los pictogramas. Pudimos
registrar cómo los alumnos se acercaban a la idea de metamorfosis (personas – seres imaginarios),
no así los adultos, quienes descubrían un fin pecuniario en dichos elementos (por ejemplo: objetos
para la venta a turistas). En términos generales, los diseños guardaban analogías con las formas
pintadas en el sitio arqueológico. La escuela se constituía así, en un centro convergente de
interacción social, con la asistencia de padres, abuelos y personas no vinculadas familiarmente a
los alumnos.
Instalado el tema de la significación del acervo cultural en el lugar, los discursos de las personas
mayores expresaban su agradecimiento por sentirse valorados. Al decir “nuestras cosas”, y a pesar
de no destacarlas, inferimos un significativo sentido de pertenencia hacia aquel contexto y su
antigua impronta. Interpretamos que dichas expresiones reprimidas, en términos del hablar
cotidiano, serían secuelas del repetido proceso de auto subestimación del nativo con respecto a su
patrimonio cultural.
Cuando comprobamos que las fuentes de estudio sobre esas antiguas pinturas se agotaban en
tratados descriptivos o constituían miradas parciales, como por ejemplo, “desde el arte”, con
escasa alusión a rituales y su posible continuidad en prácticas contemporáneas, recurrimos a
nuestros propios registros de estudios preliminares de la región diaguita, para complementar el
encuadramiento disciplinante.
El mito cosmogónico de la creación del universo, rescatado en la historia familiar de los
descendientes diaguitas, obró como un paradigma en el reconocimiento de los personajes y
escenas pintadas (Familia Aballay, inédito: 2). Esta valiosa fuente destaca una cuestión maniquea
respecto a los elementos sagrados. Nuestros registros en distintas comunidades aborígenes y los
tratados sobre la mitología de la región (Quiroga 1977: 156 -159 -Omil 2005: 21 – 25)
complementaron la caracterización de los personajes con sus denominaciones y funciones sagradas,
a saber: Suri (avestruz americano), “deidad del agua”, también reconocido como “tata suri” en
comunidad diaguita del N.O.A. Jaguar: alusión al trueno; se lo distingue en la pintura sujetado
simbólicamente por otros personajes (hombres danzantes). El “mono”, hijo de la diosa del mal en
tiempos originarios, se materializa acechando a los hombres y sus realizaciones. La “lampalagua”,
con su presencia hegemónica en los pictogramas, es reconocida en esa región como “mama del
agua”. El “águila”, según los lugareños, tiene la función de anunciar la lluvia. Escenas de cópulas
entre el hombre y animal sagrado simbolizan fertilidad, continuidad y vida; así como los hombres
que danzan desnudos. El uso de alucinógenos con fines chamánicos de desdoblamiento, hacen
referencia al “tránsito hacia un universo sagrado”, según Pérez Gollán (1993: 236 ). En el mismo
sentido, se observan escenas de procesos de metamorfosis, por ejemplo, entre los personajes:
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jaguar, lampalagua y águila. El uso del tambor resulta una pieza fundamental que se destaca en los
registros pintados. Los pasos de los danzantes reproducen el movimiento de batracios ( sapo –
ampatu: deidad del agua), que podemos identificar con los saltos de las mujeres al ejecutar la caja -
instrumento de percusión-, en ocasiones de ceremonias indias, realizadas en otros sitios de la
región diaguita. Sintetizando, podemos concretar que se trata de un lugar utilizado antiguamente,
para experiencias chamánicas, tal como afirma Ana María Llamazares (2005: 86 -87). Allí se
corresponden e identifican los conceptos “agua, fertilidad y vida.”
Nuestra tarea continúa en curso de análisis y correspondencia con elementos del entorno.
Anteriormente destacamos la insuficiencia de aportes, cuando se acudió a la memoria de los
pobladores sobre su conocimiento de antiguas prácticas sagradas en el lugar. La memoria social no
registraba tiempos de rituales referidos al agua realizados en “la cueva”. Ante esta contingencia,
propiciamos la búsqueda de tambores de uso cotidiano, entre las pertenencias de los pobladores; se
tomó como referencia el “tambor ceremonial” registrado en los pictogramas. Los resultados nos
llevaron a conocer instrumentos de percusión de antaño; uno de ellos, superaba ampliamente los
cien años de antigüedad, según lo relatado por su guardador. Esos tambores, llamados en la región
“cajas”, eran ejecutados por los lugareños en ocasión de ceremonias religiosas populares, siendo las
más comunes, aquéllas que propiciaban la lluvia.
Logramos formular hipótesis para rescatar particularidades del toque de tambor ejecutado por los
personajes ilustrados en “la cueva”, buscando correspondencias con las experiencias vivenciales. En
consecuencia, se propusieron tareas experimentales para construir esos instrumentos con la
comunidad.
Hubo un previo debate en torno al tipo de madera a usar. Se seleccionaron tallos secos de cardón
y también se buscó utilizar troncos de árboles otrora considerados sagrados, tales como el cebil
(anadenanthera) o el achuma (trichocereus). La controversia no fue resuelta y formará parte de
nuevos interrogantes e hipótesis. Fue organizada una jornada de trabajo, lográndose una
concurrencia vecinal de cuarenta personas. Las tareas, dirigidas por un adulto mayor, se
armonizaron con relatos y anécdotas de la tradición oral del lugar. Se trabajó utilizando pequeñas
gubias, cortaplumas de uso cotidiano, serruchos caseros y se improvisaron herramientas con trozos
de hierro y canto rodado para percutir. Se usaron cueros de cabra para los parches. Se logró
construir un tambor por cada familia participante; el tamaño del instrumento construido fue
proporcional a la edad de cada niño. Resultaron, más bien, simbólicos, que adecuados para el
toque. No pudieron rescatarse formas concretas de ejecución; registramos únicamente,
esporádicos toques de carácter lúdico. Sin embargo, se pudo reconocer, en los toques realizados
por los adultos mayores, cierta analogía de ritmo, respecto a otras ejecuciones relevadas en la
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zona. Estos atisbos de toque común, nos hizo inferir acerca de la existencia de “aprendizajes
sociales subyacentes en la región”. Además, el trabajo posibilitó el recuerdo de ceremonias
contemporáneas denominadas santeadas, hoy casi extinguidas.
Figura 1 Figura 2 Figura 3
Figura 1, 2 y 3 Jornada de construcción de pequeños tambores en la escuela rural.
Aproximación a rituales contemporáneos
¿Qué eran las santeadas?Según los relatos, se trataba de encuentros entre pobladores de las
localidades o familias vecinas de la zona rural que, acompasados por la música de flautas y cajas
acompañaban a un santo, en su honor y gracia, por promesas cumplidas o para propiciar lluvias. Se
marchaba por caminos y sendas entre lugares distantes hasta de treinta kilómetros. Las ceremonias
se originaban a partir de la solicitud de un vecino para venerar a un santo benefactor, de propiedad
de otro vecino. Luego de concedido el pedido, se preparaban ceremonias de rezos y bailes. Éstos
se realizaban en los hogares involucrados a la salida y a la llegada del cortejo. En el transcurso del
ritual se distinguían dos momentos: de recogimiento, con oraciones y cánticos cristianos y de la
algarabía, mediante la ejecución de música y baile popular. La marcha en hilera era encabezada
por la imagen de la divinidad en compañía de los ejecutantes de flauta y caja, quienes ofrendaban
sus melodías.
Si bien se trataba de ceremonias religiosas que en tiempos pasados habían sido instauradas por la
iglesia católica, en la mitad del siglo XX, aquellos eventosse realizaban con plena autonomía.
Estimamos que durante los siglos transcurridos desde los tiempos de la imposición religiosa, ciertas
actitudes espirituales, con particularidades autóctonas, se confundían con el canon, mientras que
éste paulatinamente atenuaba su vigencia. Así, por ejemplo, las poblaciones acuciadas por la falta
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de agua llegaron a invocar a la divinidad mediante esas prácticas, siguiendo posibles patrones
ancestrales de la región.
Por los relatos de nuestros informantes, inferimos que, atenuada la presión de la iglesia católica,
entre otras causas, por tratarse de zonas rurales alejadas de los centros de poder institucional, los
rituales fueron nutriéndose de actitudes libres de expresión. Aunque con matices culturales nuevos,
los rituales indios aún conservaban su vigencia. Acordando con Llamazares (2005: 291 -293),
diremos que el hombre del lugar puede descubrirhuellas dejadas por los antiguos. En tal sentido
destacamos dos cuestiones fundamentales: a) Los eventos en alusión a la lluvia, mantuvieron su
validez en la región, b) El olvido de antiguos rituales dejó sin embargo exiguas reminiscencias, y
aquella espiritualidad ancestral buscó identificaciones con las divinidades propuestas por la iglesia.
En otrora, San Isidro Labrador se erigiría como un referente a venerar. Actualmente se conservan
en la zona, estatuillas del santo benefactor de las tierras; algunas, superan los doscientos años,
según los testimonios de sus poseedores. Johanna Broda (2002: 14), compartiendo con otros
autores, refiere, para el caso de la ritualidad mesoamericana, que se trata de una reinterpretación
simbólica respecto a los antiguos rituales. Para nuestra región diaguita, esta reinterpretación,
respecto a los primitivos rituales de la lluvia, se materializa en el culto popular de la santeada. En
el siglo pasado, a mediados de la década del 1950, la iglesia católica volvió a imponer
coercitivamente su sesgo ortodoxo y se prohibieron aquellas prácticas, con el pretexto de controlar
las exacerbadas expresiones, de júbilo y fiesta, exteriorizadas en dichos eventos. A partir de allí, se
inició un notable cambio en las expresiones sagradas. Se dejaron de fabricar los instrumentos
rituales (caja y flauta) y las santeadas, iniciaron un lento ocaso. Quedó en el recuerdo una trilogía
de aquellos instrumentos rituales: “santo, caja y flauta”. Algunas de esas piezas se conservan aún
como reliquias en algunos hogares.
Figura 4 Figura 5 Figura 6
Figura 4: Antiguo tambor ceremonial. Registro de relatos.
Figura 5: Registro de melodías antiguas y toque.
Figura 6: Antigua flauta ceremonial
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Flautas con vida para ahuyentar la muerte
Con la finalidad de lograr el rescate de las flautas típicas, de uso ritual, que se construían para las
santeadas, organizamos un encuentro para reconstruir las mismas. Las actividades fueron dirigidas
por una persona adulta mayor. Se trabajó en la recolección de cañas; selección, diseños y
terminaciones. Se hicieron veinticuatro flautas típicas.
La construcción no siguió modelos ni medidas convencionales; cada flauta se iba adecuando a las
manos de su futuro ejecutante a modo de un componente más de su cuerpo. Las flautas no tenían
agujeros de insuflación, sino más bien “ojos”, al decir del guía, que los niños agujereaban con
paciencia. Cada instrumento fue afinado taponando su boquilla con cera negra de abeja del monte, a
la que se canalizó luego, con una herramienta elaborada con caña, para permitir el paso del aire.
Las pruebas de ejecución, realizadas por el mismo guía, hicieron sonar aires de melodías, las que
fueron reconocidas por el grupo de mayores, identificándolas con aquellas escuchadas en las
ceremonias. En aquella jornada se destacaron los discursos de los adultos mayores, referidos a “la
satisfacción de ver a los niños construir flautas justo en la época de tanta muerte” (referencia a la
muerte de animales de hacienda a causa de la sequía en esa zona - noviembre / 2009-). Quedaba
evidenciado que esos instrumentos se reconocían exclusivamente para uso ritual. No se registraron
comentarios respecto a la posibilidad de hacer música en sentido convencional con los mismos. A
partir de esa experiencia, volvimos a indagar en los distintos poblados de esa zona rural, para
encontrar a ejecutantes de antiguas melodías de santeadas. Nos informaron que solamente algunas
personas mayores de edad, podían hacerlo y que la mayoría eran mujeres (abuelas del monte).
Logramos realizar experiencias de toque en varios parajes y caseríos distantes. Esperamos
pacientemente que cada ejecutante recordara la manera de hacerlo. Al sonar las melodías, pudimos
comprobar que las composiciones se registraban con particularidades propias de cada intérprete,
pero de forma análoga en todos los registros de la zona.
En un encuentro posterior, se trabajaron los movimientos preliminares para la ejecución de
flautas. Los niños pudieron tocar melodías libremente y algunos pocos se acercaron con sus
interpretaciones, al paradigma ritual que obraba de modelo. Se había cumplimentado un primer
paso, en la tarea propuesta de rescate cultural.
Asimismo, continuamos con una minuciosa búsqueda de antecedentes acerca de este instrumento
en las pictografías de la región, aunque sin resultados positivos hasta el momento.
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Figura 7 Figura 8 Figura 9: Aprendizaje de melodías antiguas
Figura 7 y 8: Taller de construcción de flautas.
Acerca de la espiritualidad y el legado indígena.
Hemos notado una particularidad respecto de la espiritualidad del pueblo diaguita, subyacente
en el imaginario colectivo del hombre serrano, cuando éste relata la manera prudente de realizar
demandas propiciatorias a la divinidad…. “Cuando hay mucha lluvia y aluviones, es porque alguien
ha pedido de más y se ha enojado el santo”, cuentan los pobladores. Entendemos que la
exageración implicaría el resultado negativo y desmesurado de lo que se demanda. Si bien la ira
divina y su consecuente castigo, constituye un rasgo proveniente de la religión católica; la
convivencia con el mal y el bien, es un sesgo indígena. Por ejemplo, si la hostilidad del tiempo
acuciaba a la comunidad, la actitud prudente de convivir con ella llevaba al hombre de la región a
rendirle culto. Rendir culto significaba no pedir y menos con avidez, por el contrario se hacía
necesario “ofrendar” con un criterio equilibrado.
En ocasión de realizarse una santeada por urgentes necesidades, debido a la sequía, destacamos la
relevancia y significación que le brinda el hombre del lugar al ritual; registramos: … “fijesé don,
han hecho una santeada apurada, así nomás, sin flauta, sin música y vea… no nos ha dao,
“nada”; apenas unas gotas…; así no se hace… (Enero / 2010). Indudablemente que aquel discurso
aludía a los resultados negativos del ritual, atribuido en este caso, a la oquedad de la ofrenda. El
lugareño destacaba su posición de lealtad respecto a la corrección del culto a la lluvia, de
procedencia antigua.
El hombre originario habría dejado su impronta en la región, respecto a su cosmovisión maniquea.
Agüero Vera (1972: 57) se refiere a la vida de los diaguitas alrededor de sus dioses inspirados por
las necesidades elementales. Es decir, una cotidianeidad inmersa en la convivencia entre la
prosperidad y la adversidad y una vida atenta a las contingencias.
Hasta los tiempos de la invasión hispánica, los diaguitas celebraban fiestas en honor a las
deidades del mal, como por ejemplo, al viento árido causante de sequías, que identificaban con el
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personaje mítico Chiqui. ( Lafone Quevedo 1850: 103 – 104 ,Agüero Vera 1972: 158 – 159).
Entonces encontramos significación al registro del personaje “mono” pintado en “la cueva”
(Aballay: inédito). Esa criatura descendiente del mal – personaje depredador - se encuentra
acechando en el espacio de los hombres que danzan inmersos en el simbolismo del agua y la
fertilidad. En este caso, el bien y mal, integran el escenario sagrado. Adam Quiroga (1977: 126)
comenta que, propiciar la lluvia y conjurar a la divinidad adversa, constituían en otrora una
conjunción cotidiana del indio.
Conclusiones
Aunque los interrogantes formulados al iniciar las tareas no fueron resueltos en su totalidad, se
puede hablar en términos de una significación de “la cueva”, como un espacio sagrado destinado
a rituales. Por su componente semántico, la pintura rupestre constituye la correspondencia material
de aquellas actitudes, donde el acto creativo de pintar, materializa la propia ofrenda.
En términos generales, podemos decir que, indagar en la memoria colectiva junto a la propia
comunidad y en su entorno , nos llevó a transitar un camino hacia las realizaciones culturales
ancestrales y a reconocer la vigencia de su impronta.
A pesar del proceso de reelaboraciones simbólicas que han transcurrido desde tiempos de la
conquista, se alcanzó a descubrir en actitudes y discursos en la cotidianeidad, indicios de patrones
generales de comportamiento ritual. Se logró el rescate de elementos del patrimonio cultural
inmaterial como, la música destinada a fines sagrados y su correspondiente instrumento de
ejecución: la flauta autóctona de caña. Hemos interactuado y propiciado espacios para la
creatividad y la apertura. Se logró experimentar, cómo la escuela puede trascender hacia lo social,
asumiendo el compromiso de recuperar el pasado cultural de su entorno. En el presente ciclo
lectivo 2013, las escuelas rurales Nº 424, que nos acompaña en esta experiencia, y la escuela Nº
382 de la localidad de El Mojón, planificaron un proyecto conjunto denominado “Volviendo a
Nuestras Raíces”, circunstancia que destaca un proceso de reconocimiento social a la historia
ancestral plasmada en las pinturas del paisaje serrano.
Sumando a estas realizaciones, estamos diseñando la construcción de un tambor con material del
lugar, como el que se encuentra registrado en la pintura. Vamos a experimentar la recreación de la
rítmica ritual a partir del material musical de las percusiones relevadas anteriormente en la zona.
Pretendemos alcanzar la posible animación de las escenas de danzas pintadas en la cueva.
Esta experiencia nos lleva a revisar lecturas, marcos teóricos y registros, con respecto al
universo sagrado diaguita, circunstancia que además, propicia una apertura hacia nuevos debates
donde será muy valida, a nuestro juicio, la participación de los actores sociales.-
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Agradecimientos
Al amigo y guía del monte, Guro Piza, de Icaño. A los habitantes del pueblo La Candelaria. Al
maestro rural Sergio Rodriguez. Al director de la escuela 424 Mario Busto y al maestro Rubén
Tapia. A Hugo Barrios, coordinador de encuentros en la zona rural. A mis amigos y colaboradores
en los trabajos de campo: profesores Ana María Yomaha, Marco Esqueche, Laura Legnazzi,
Marcela Artieda y Lucía Gallello.
Notas
1 La presente etapa relatada, se articula con la anterior, presentada en oportunidad de participar en
el “Simposio Políticas de Interculturalidad puestas en cuestión en ocasión de las nuevas situaciones
educativas en América Latina”, Río Cuarto. Año 2008.
Referencias Bibliográficas:
ABALLAY, Familia Diaguita (inédito) “Relatos de Familia”
AGÜERO VERA, J.Z. 1972 Divinidades Diaguitas. Facultad de Filosofía y Letras. Universidad
Nacional de Tucumán.
AMBROSETTI, J. B. 1917 Supersticiones y Leyendas. La Cultura Argentina. Buenos Aires.
BRODA, J. 2002 La ritualidad mesoamericana y los procesos de sincretismo y
reelaboración simbólica después de la conquista. Publicación del Simposio Internacional
“El Cambio cultural en el México del Siglo XVI” Austria.
LAFONE QUEVEDO, S. 1950 Tesoro de Catamarqueñismos. Universidad Nacional de La Plata.
La Plata.
LLAMAZARES, Ana M. y otros 2005 “El Lenguaje de los Dioses”. Biblos. Buenos Aires.
OMIL, Alba 2005 Creencias y ritos de los aborígenes del N.O.A.. Piérola Ediciones.
PEREZ GOLLAN, J. 1993 El jaguar en llamas (La Religión en el antiguo N.O.A.) en Nueva
Historia Argentina: Los pueblos Originarios y la Conquista Tomo I, Ed. Sudamericana
Buenos Aires.
QUIROGA, Adam 1977 La Cruz en América. Editorial. Castañeda. Buenos Aires.
SCHOBINGER, Juan: 1962 Representaciones de máscaras en los petroglifos del Occidente
argentino. Anthropos.
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CONSIDERACIONES SOBRE LOS “SILENCIOS” Y “OLVIDOS” EN LA
MEMORIA SOCIAL Y LA HISTORIA “OFICIAL”. UN RECORRIDO POR
ALGUNOS DE LOS PRINCIPALES APORTES EN EL MARCO DE LOS
ESTUDIOS SOBRE POBLACIONES INDÍGENAS
Anabela Abbona1
IEHS- UNICEN, IESH- UNLPam, CONICET. [email protected]
Resumen
Este trabajo constituye una primera aproximación a algunas perspectivas de análisis
para el abordaje de los "silencios" u "olvidos" presentes en las memorias en el marco de
los estudios sobre poblaciones indígenas. Se plantea un recorrido teórico por distintas
posturas que proponen posibles alternativas para su tratamiento.
Para ello, se realiza un rastreo bibliográfico de investigaciones provenientes de las
ciencias sociales, del ámbito latinoamericano y de Argentina en particular. Se retoman
algunos aportes de la historia reciente acerca de la relación entre memoria e historia,
pasado y presente y memoria y poder y de los estudios subalternos y poscoloniales. Se
destacan las contribuciones de la antropología de la memoria acerca del recuerdo, el
olvido y los silencios presentes en la memoria “oficial” y social. Finalmente, se recuperan
algunas discusiones sobre el tema en el marco de los estudios sobre poblaciones
indígenas en particular.
Palabras clave: Memoria – Hhistoria – Olvidos - Estudios-debates Poblaciones
indígenas.
Introducción
A inicios de la década del 80, el desarrollo de los estudios de la memoria abarcó
temáticas distintas. La emergencia de este campo abrió una serie de debates en las
ciencias sociales. En el ámbito de la historia, algunas investigaciones plantearon la
relación entre el ejercicio de la memoria, como aspecto constitutivo de las prácticas
sociales, y la tradicional pretensión de verdad histórica de la práctica historiográfica.
Paralelamente, una nueva concepción de la historia como práctica socio-cultural permitió
no sólo el ingreso a las ciencias sociales de diferentes formas de historización, sino
también la posibilidad de dar cuenta de un pasado que iba más allá de lo revelado por la
“verdad” empírica (Visacovsky 2007)2.
En la actualidad, existe un acuerdo generalizado acerca del carácter selectivo de la
memoria. La mayoría de los autores concuerdan en que la memoria resulta de un proceso
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activo de aprehensión del pasado desde el presente, es una construcción de los agentes
respecto de lo acontecido. De esta manera, “recordar” y olvidar” operan como procesos
selectivos y constitutivos de las memorias sociales, individuales y oficiales.
En esta ponencia se propone una primera aproximación a las principales perspectivas de
análisis que plantean posibles vías para el tratamiento de los “silencios” u “olvidos”
presentes en las memorias. Se intenta un recorrido por las distintas posturas acerca del
estudio de aquello que la historia “oficial” y la memoria social “olvida” recordar, en el
marco del trabajo sobre poblaciones indígenas, sumados a algunos estudios sobre grupos
subalternizados en general.El trabajo se estructura en tres partes. La primera sección es
una introducción general al campo de los estudios sobre la memoria. La segunda parte
plantea las distintas caracterizaciones acerca de los diferentes tipos de olvidos y
silencios, según los aportes de algunos autores. Finalmente, la tercera sección pone en
discusión a los autores en relación al tema del tratamiento de los olvidos, las ausencias y
los silencios presentes en las memorias.
Algunos trabajos y perspectivas sobre los estudios de la memoria
Este trabajo parte de la idea de considerar a la memoria como un proceso de
construcción selectiva de los agentes respecto de lo acontecido, de aprehensión del
pasado desde el presente. Se considera a la memoria como un proceso que vincula
presente y pasado y que se conforma en relación a un tiempo y un espacio específico
(Jelin 2001a; Trouillot 1995).
Fue la denominada postura “construccionista” o “de-construccionista” la que planteó la
necesidad de entender los procesos de recordar y olvidar como procesos selectivos. Las
formas y alcances del uso el pasado responden a formas propias y particulares de
experimentar los procesos de dominación y subordinación en la totalidad de la vida de las
personas (Ramos 2011). Traer el pasado al presente constituye, antes que nada, una
práctica política. Para Brow (1990), la memoria puede ser vista de dos formas: como
constitutiva de los sentimientos de identidad de un grupo, o como una característica
igualmente importante de la lucha hegemónica en las sociedades industriales modernas
que puede transformar el orden social. En ninguno de los dos procesos, ni al definirse a sí
mismos ni al proponer los cambios, las personas pueden ejercer libremente el control
sobre sus memorias. En palabras de Brow: “el conocimiento de lo que sucedió en el
pasado está siempre sujeto a la retención subjetiva, la amnesia inocente y la
reinterpretación tendenciosa” (1990: 3)3.Distintos autores destacaron las ventajas y
desventajas de la perspectiva constructivista4. En líneas generales, las críticas pueden
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resumirse en algunos ejes. El excesivo énfasis en la invención de la memoria podría
conducir no sólo a considerar la historia como un relato eminentemente “ficcional”, sino
también que coloca a la memoria en una relación estrecha con el presente, por lo que le
niega su vínculo con el pasado. Por último, se encontraría el problema de incluir dentro
del mismo concepto de memoria las trayectorias y los reclamos de quienes experimentan
las relaciones de dominación y subordinación desde distintos lugares sociales.
Fueron las teorías y movimientos postcoloniales las que comenzaron a confrontar con
las narrativas históricas “oficiales”. Esta perspectiva propuso una renovación profunda
del trabajo del historiador, que incluyó una revisión de la historia y una relectura de las
fuentes, con el propósito de recuperar aquellas voces de la historia que fueron silenciadas
por las historiografías dominantes, nacionalista y marxista: las voces de los subalternos
(Guha 2002, Chakrabarty 2000). A nivel nacional, Briones (1994) alertó sobre los
problemas teóricos e ideológicos de aplicar iguales modelos de construcción del pasado
en grupos subordinados y hegemónicos. Para la autora, las teorías utilizadas no pueden
ser similares puesto que los efectos políticos de recordar y olvidar desde posiciones
hegemónicas son distintos a los producidos desde posiciones subordinadas (en Ramos
2011).
Un grupo de autores plantearon las ventajas de analizar los procesos de reconstrucción
de la memoria desde un enfoque etnográfico. En esta línea pueden mencionarse el estudio
de caso de Jimeno (2011), centrado en lo acontecido en Colombia en el año 2001,
conocido como la masacre de Naya, y Tozzini y Crespo (2011) quienes analizaron la
problemática desde el punto de vista de la comparación entre archivos orales y escritos u
“oficiales”, en el marco de conflictos y demandas territoriales por parte de sectores
subalternos. La etnografía de archivos permitiría dar cuenta de diversos instrumentos y
memorias de la vida diaria de las personas que no son registradas y permanecen dentro
del ámbito de la oralidad. Pero además, fuera de la cotidianeidad de los sujetos, la
etnografía ofrecería, por un lado, un marco significativo para dar posibles respuestas a
aquellas selecciones y contradicciones operadas entre las fuentes oficiales, los relatos
orales y los comportamientos en sus condiciones sociales de producción. Por otro,
permitiría reflexionar sobre los materiales de investigación (documentos escritos,
registros de campo, relatos orales, etc.), las formas de análisis de los mismos y las
relaciones de verdad-poder y hegemonías que los atraviesan (Tozzini y Crespo 2011).
Como se mencionó anteriormente, para Brow (1990) la memoria puede ser vista de dos
formas: como una característica de la lucha hegemónica en las sociedades industriales
modernas que puede transformar el orden social, o como constitutiva de los sentimientos
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de identidad de un grupo. En este sentido, varios autores analizaron la memoria en
relación a los procesos de formación de identidad (Jelin 2001a, 2001b; Isla 2003; Aravena
2003) Parafraseando a Candau (2006) no puede haber identidad sin memoria de la misma
manera que no puede concebirse la memoria sin identidad.
Las discusiones en torno a la memoria también están atravesadas por las problemáticas
de la “historia reciente”, especialmente en el ámbito latinoamericano. Dentro de este
debate, en los últimos años, una de las intervenciones más importantes fue la de Beatriz
Sarlo (2005) en la medida que retoma el paradigma neopositivista sobre la relación entre
historia y memoria. La autora analiza la actual tendencia académica que propone
reconstruir la textura de la vida y la verdad albergadas en la rememoración de la
experiencia, la revaloración de la primera persona como punto de vista y la reivindicación
de una dimensión subjetiva5.
Olvidos y silencios: la historia y la memoria
Abordar la memoria implica tener en cuenta tanto los recuerdos como los olvidos,
también las narrativas de lo acontecido y aquello que se silencia. Para Candau (2006) las
sociedades se encuentran más unidas por sus olvidos que por sus recuerdos, ya que
mientras los segundos son el resultado de una elaboración individual, los primeros tienen
en común el haber sido olvidados.En este trabajo no se entiende al olvido como un vacío
o ausencia, tampoco como un fracaso, en contraposición a los actos de recordar y
conmemorar que suelen ser considerados una virtud (Connerton 2008). Teniendo en
cuenta que toda narrativa del pasado implica una selección, tanto el recuerdo como el
olvido y el silencio son una construcción y tienen un sentido en particular. En palabras de
Candau“los olvidos son vacíos llenos de algo” (2006: 81). El olvido puede darse por una
censura pero también puede constituirse en un medio de acción, de transformación y de
generación de nuevos sentidos culturales e identitarios.
Algunos autores prefieren hablar de silencios antes que de olvidos. Desde esta
perspectiva, Ramos (2011) plantea que hablar de olvidos nos remite a la premisa teórica
acerca del carácter selectivo de la memoria. Sin embargo, dice la autora, “si el olvido es
olvido, no puede ser una fuente de acceso al pasado. Distinto es cuando, sin implicar
olvidos, la historia y las experiencias se transmiten a través de los silencios o cuando las
generaciones siguientes reconocen los silencios de las anteriores” (Ramos 2011: 14).
Según Jelin (2001b), existen silencios impuestos y voluntarios. Los primeros responden
al temor a la represión en regímenes dictatoriales de diverso tipo. En este contexto, los
silencios sobre memorias disidentes no sólo se dan en relación a un Estado dominante,
-316-
sino también en el marco de disputas o relaciones entre grupos sociales. Con respecto a la
voluntad desilencio,ésta responde a la acción de no contar o transmitir para cuidar a los
otros, es decir, como expresión del deseo de no herir ni transmitir sufrimientos. Por
último, el temor a ser incomprendido también puede conducir al silencio. Hay coyunturas
políticas y sociales más o menos favorables a la reconstrucción de los hechos del pasado.
Encontrar a otros con capacidad y voluntad de escuchar es central en el proceso de
romper silencios.
Ahora bien, no existe un único tipo de olvido, sino una multiplicidad de situaciones en
las cuales se manifiestan olvidos y silencios, con diferentes usos y sentidos (Ricoeur
2000, Jelin 2001b, Connerton 2008). Ricoeur (2000) destacó, en primer lugar, lo que él
llama un tipo de olvido “profundo” u olvido por destrucción de huellas. Este responde a
la borradura de hechos y procesos del pasado, producidos en el propio devenir histórico.
Si bien existen diferentes tipos de huellas, para los propósitos de este trabajo interesa
resaltar la que se produce en el plano de la historiografía, a saber, la huella documental,
cuya expresión por excelencia es el archivo.
Las borraduras y olvidos pueden, en muchos casos, ser producto de una voluntad o
política de olvido y silencio por parte de actores que elaboran estrategias para ocultar y
destruir pruebas y rastros. El acto político voluntario de destrucción de pruebas y huellas
responde al objetivo de promover olvidos selectivos a partir de la eliminación de pruebas
documentales y evitar rememoraciones en el futuro. Este tipo de olvido mantiene puntos
en común con lo que Connerton (2008) denomina “olvido por borrado represivo”. El
mismo se refiere a la voluntad política de olvido, frecuente en contextos totalitarios. Toda
política de conservación y de memoria al seleccionar huellas para preservar, conservar o
conmemorar, tiene implícita una voluntad de olvido. Esto incluye a los propios
investigadores y académicos en general quieneseligen qué contar, qué representar o qué
escribir en un relato. En este marco, pasados que parecían olvidados pueden reaparecer y
cobrar nueva vigencia a partir de cambios en los marcos culturales y sociales que
impulsan a revisar y dar nuevo sentido a huellas y restos a los que hasta entonces, o por
mucho tiempo, no se les había dado ningún significado (Jelin 2001b; Ricoeur 2000).
Trouillot (1995) propuso un análisis de la historicidad teniendo en cuenta el rol del
poder en la producción de la historia. Por un lado, el autor destacó el poder del archivo
para determinar qué se constituye y qué no en un tema serio de investigación. Para
Foucault (1991) los archivos son una construcción cultural que proyectan un sentido
cognitivo establecido. Derrida (1997) analizó la cuestión del archivo en conexión directa
con la noción de poder. Para él, el archivo guarda estrecha relación con la construcción de
-317-
un relato del pasado, pero también aparece para representar una clase de poder ejercido,
institucionalizado y materializado en un momento y lugar específico. Murguia (2011)
retoma los aportes de Derrida para plantear que el archivo se define desde sus orígenes
como un lugar desde donde nace y se ejerce el poder gracias al cuidado y apropiación de
un pasado que se muestra incompleto y que está a la espera de ser narrado. Este pasado, a
su vez, materializado en los documentos, también puede ser un lugar de la memoria. La
misma es construida y manipulada y está virtualmente contenida, entre otras
instituciones, en los archivos.
Los archivos de agencias estatales, lejos de ser neutrales y objetivos, suponen
selecciones que están íntimamente vinculadas con la construcción de hegemonías
particulares. Mientras algunas categorías han sido siempre eludidas por los archivos
oficiales, otras aparecen en algún momento histórico específico. De ahí que, junto a las
razones por las que se silencian ciertas clasificaciones y memorias en aquellos archivos,
es fundamental observar los casos en los que estas se hacen presentes, en qué época
comienzan a entrar en escena y cobran existencia oficial. También revisar en qué archivos
lo hacen o qué agentes oficiales concretos comienzan a considerarlas de interés suficiente
como para volverlas fuente de documentación, pues esto revela cuáles son los agentes
hegemónicos que les otorgan relevancia, por qué y en qué aspectos de la vida social esas
categorías y memorias adquieren importancia (Murguía 2011; Tozzini y Crespo 2011).
Por otro lado, Trouillot planteó la manera en que ciertas narrativas se vuelven posibles
mientras se silencian otras, a partir del estudio del caso de la Revolución Haitiana.
Plantea que los silencios entran en el proceso de producción histórica en distintos
momentos. El primero de ellos durante la creación de los hechos o formación de las
fuentes. En segundo lugar, en el momento de ensamblaje de los hechos, es decir, cuando
se hacen los archivos. En tercer término, en el momento de narración de los hechos y, por
último, en el momento del significado retrospectivo, en otras palabras, cuando se hace la
historia. El hecho de que algunos eventos no puedan aceptarse incluso a medida que
ocurren conduce a su incomprensión. Las narrativas históricas no pueden dar cuenta de
tramas que resultan inverosímiles para el mundo dentro del cual ocurre. En este contexto,
los hechos se transforman en no-eventos de la historia.
Connerton (2008) planteó la existencia de otro tipo de olvido que podríamos llamar
“impuesto” en el sentido de que es el estado o grupos de poder quienes lo promueven. El
autor denominó a esta categoría “olvido prescripto”. El mismo adquiere reconocimiento
público ya que se cree, o se intenta hacer creer, que responde a los intereses de todas las
partes, por ejemplo los tratados de paz en contextos bélicos, por medio de los cuales los
-318-
hechos pueden ser perdonados y hasta olvidados. Otra clase de olvido es el de reserva que
representa la figura positiva del acto. En esta categoría Ricoeur (2000) elabora la
hipótesis de preservación por sí, es decir, una especie de “tesoro” del olvido al que las
personas recurren cuando sienten la necesidad de recordar un sentimiento, aprendizaje,
etc. que les resulta placentero. En este caso, se está en presencia de un olvido reversible,
incluso inolvidable.
Existen otros tipos de olvidos que podríamos agrupar bajo el nombre de “necesarios”,
en el sentido que permiten la supervivencia de una persona o grupo. Ricoeur (2000) habla
de olvido “evasivo” para dar cuenta de un intento de no recordar lo que puede herir. Se da
especialmente en períodos históricos posteriores a grandes catástrofes sociales, como
masacres y genocidios. Dichas situaciones generan las voluntades de no querer saber o,
para el caso de quienes sufrieron los acontecimientos en carne propia, de evadirse de los
recuerdos para poder seguir viviendo. Parafraseando a Jelin (2001b) en los casos en que
se trató de un acontecimiento traumático, más que recuerdos lo que puede aparecer es un
hueco, un vacío, un silencio o las huellas de ese trauma manifiestas en conductas o
patologías actuales y olvidos. Una de las características de las experiencias traumáticas es
la masividad del impacto que provocan. Se genera un hueco en la capacidad de “ser
hablado” o contado. “Faltan las palabras, faltan los recuerdos. La memoria queda
desarticulada y sólo aparecen huellas dolorosas, patologías y silencios. Lo traumático
altera la temporalidad de otros procesos psíquicos y la memoria no los puede tomar, no
puede recuperar, transmitir o comunicar lo vivido” (Jelin 2001b:16).
En contextos que devinieron traumáticos para una sociedad o grupo, puede
manifestarse, según la tipología de Connerton (2008), otro tipo de olvido como silencio
producto de una situación que resulta humillante. El mismo implica un patrón de
comportamiento generalizado en la sociedad civil que se caracteriza por un sentimiento
de vergüenza compartida que conduce a encubrir, al deseo de olvidar e, incluso, a la
posibilidad real de olvido. El autor también menciona el “olvido constitutivo de la
formación de una nueva identidad”. En este caso, el énfasis está no tanto en la pérdida
que entraña ser incapaz de retener ciertas cosas sino en la ventaja (en términos de lo que
se gana) que deriva del acto de desechar recuerdos que no sirven a los propósitos actuales
ni en la gestión de la identidad actual. El olvido, entonces, se convierte en parte del
proceso por el cual las memorias recién compartidas se construyen, debido a que el nuevo
conjunto de memorias se acompaña con frecuencia de un conjunto de silencios
tácitamente compartidos.
-319-
El estudio de las poblaciones indígenas en Argentina: el rol de la memoria oral
Partiendo de la idea de “memoria oficial” como aquella que se construye y consolida
desde sectores de poder con objetivos específicos (como la construcción de una identidad
nacional) y que, por esta razón, supone selecciones acerca de qué es lo que se recuerda,
qué se olvida y qué se silencia, se puede decir que la historia y trayectoria de los pueblos
indígenas fue, por mucho tiempo, una de los grandes ausentes en la historia “oficial”. En
este sentido, algunos autores plantearon a la memoria oral de estos pueblos como la vía
principal, y única en algunos casos, para recuperar las “historias olvidadas” de la
memoria “oficial”. Delrio y Ramos (2011) sostienen que la existencia de marcos de
interpretación hegemónicos fuertemente instalados en la sociedad argentina impidió que
el proceso de sometimiento indígena pueda pensarse desde otras perspectivas. En este
contexto, según el punto de vista de los autores, sería de vital importancia tomar en serio
marcos de interpretación que hayan sido producidos desde trayectorias socioculturales
subordinadas. Con estos objetivos, los autores focalizaron su análisis en narrativas
mapuches y tehuelches que denominan las “historias tristes”6. La importancia de éstas
radicaría, por un lado, en su capacidad para dar cuenta de aquello que se constituyó como
un no-tema (o un no-evento) para la historiografía oficial7 (Delrio y Ramos 2011). Los
relatos indígenas darían cuenta, plantea Ramos (2010), de “lo que realmente sucedió” en
la historia. Las narrativas representarían la “historia verdadera” en términos que son
culturalmente significantes para el pueblo mapuche, sin préstamos de las imágenes
históricas dominantes.
En una perspectiva similar, Espinosa Arango (2007) analizó los relatos de indígenas del
sureste colombiano. Estas “narrativas de violencia” o “narrativas de sufrimiento”, según
la denominación de la autora, se expresan en los relatos de desposesión territorial, pérdida
de autonomía, lucha por la tierra y resistencia y adquieren un matiz identitario y un
significado político y ético, ya que están ligadas a las demandas de justicia y a las
acciones de resistencia. Por otro lado, la autora se refiere a sus interlocutores como
víctimas, quienes con sus relatos, demandas y vivencias hacen visible la “historia
silenciada” por el relato de los “vencedores”. La importancia de la memoria radicaría en
que, a partir de ella, los indígenas del suroccidente colombiano recrean vínculos sociales,
lazos de solidaridad y estrategias de acción política.
Algunos autores criticaron la tendencia de ciertos investigadores a catalogar a los
indígenas como víctimas (Escolar 2011, Tamagno 2011, Vezub 2011). Escolar (2011)
planteó que en los estudios sobre genocidio indígena se tendió a poner el acento en la
reconstrucción de la situación de sufrimiento padecida por las víctimas y en la
-320-
responsabilidad política, criminal y moral de los victimarios. Esta línea no haría más que
fortalecer la idea dicotómica tradicional que opone dos sociedades históricamente
separadas: “los blancos” y “los indios”, además que s simplifica la experiencia histórica
de ambas sociedades.
Vezub (2011) criticó la perspectiva que pone el acento en la existencia de una
“hegemonía historiográfica homogénea” de los discursos para analizar el proceso de
sometimiento indígena. Según el autor, esta teoría parte del supuesto de oponer los
archivos textuales, “verosímiles” y “oficiales” por un lado, con las memorias “veraces”
por el otro. Esta clasificación no sólo sintetizaría las voces de víctimas y victimarios, sino
que, además, reiteraría la división tradicional entre oralidad y el alfabeto, o, en otras
palabras, entre las formas de transmisión cultural de los indígenas y el aparato burocrático
de Estado8. El autor no desmerece la importancia de los relatos orales como fuentes
históricas plenas. Sin embargo, considera que, al analizarlas, el investigador debe, por un
lado ir más allá de la tristeza que manifiestan, por otro, evitar identificar las narrativas
con la “verdad”, “objetivando ‘hitos históricos’ que adquieren autonomía del pasado,
tanto en relación a la experiencia vivida como al contexto en el que se construye cada
relato” (Vezub, 2011: 3)9.
Algunos autores plantearon la alternativa de analizar los “olvidos” presentes en la
producción de la historia en relación a los contextos en que se producen. En este sentido,
el ya citado trabajo de Trouillot(1995) plantea la manera en que ciertas narrativas se
vuelven posibles mientras se silencian otras, a partir del estudio del caso de la Revolución
Haitiana. Para el autor algunos eventos no pueden aceptarse en el momento en que
ocurren, los hechos se tornan incomprensibles en ese contexto y se transforman en no-
eventos de la historia. El trabajo de Visakovsky (2007) también es ilustrativo al respecto.
El autor argumenta críticamente contra la perspectiva que define a la memoria como
“resistencia al olvido” y “recuperación del pasado”, para plantear la necesidad de analizar
la memoria colectiva como parte de los procesos sociales contextualizados.
Otra alternativa propuesta por algunos autores pone el acento en las ventajas de un
enfoque etnográfico para el estudio de las “ausencias” de la historia “oficial”. Tozzini y
Crespo (2011) analizan la problemática desde la comparación entre archivos orales y
escritos u “oficiales”, en el marco de conflictos y demandas territoriales por parte de una
comunidad indígena en la localidad fronteriza de Lago Puelo y algunas zonas aledañas.
Para las autoras, la mayor contribución de la perspectiva etnográfica consistió en dar
cuenta de diversos instrumentos y memorias de la vida diaria de las personas que no son
registradas y permanecen dentro del ámbito de la oralidad, pero que son fundamentales
-321-
para el análisis (la filiación, la genealogía, entre otras). Por otra parte, fuera de la
cotidianeidad de los sujetos, la etnografía ofrecería, para las autoras un marco
significativo para dar posibles respuestas a aquellas selecciones y contradicciones
operadas entre las fuentes oficiales, los relatos orales y los comportamientos en sus
condiciones sociales de producción. Al mismo tiempo, permitiría reflexionar sobre los
materiales de investigación, las formas de análisis de los mismos y las relaciones de
verdad-poder y hegemonías que los atraviesan (Tozzini y Crespo 2011).
Otro plano de análisis de los olvidos y ausencias, es el que se manifiesta no ya en las
memorias “oficiales”, sino en las “otras memorias”. Delrioy Ramos (2011)plantearon que
uno de los aspectos principales en el proceso de reconstrucción de la memoria consiste en
interpretar los silencios presentes en las narrativas. Para los autores, los sentidos más
significativos de la transmisión de la memoria sobre contextos post-violencia residen más
en la construcción de los silencios que en lo efectivamente expresado a través del
discurso. Los silencios constituyen lugares donde la memoria transmite la situación y
pesar de los pueblos indígenas en el periodo post- conquista. Los silencios no están
vacíos, sino que crean su propia historicidad sobre la “conquista del desierto” (Ramos
2010; Delrio y Ramos 2011).
Para Escolar (2011) el investigador debe ser cauto a la hora de interpretar los silencios
presentes en las narrativas. Para él, los relatos pos-conquista no tienen un potencial
político, sino que trasmiten una memoria traumática. En estos relatos los interlocutores
pueden encontrarse imposibilitados de dar inteligibilidad a los hechos narrados a través
del lenguaje. Por esta razón, en ocasiones, las palabras son reemplazadas por los silencios
o el llanto. Es que, parafraseando a Jelin (2001b), una de las características de las
experiencias traumáticas es la masividad del impacto que provocan, creando la
incapacidad de representación psíquica: faltan las palabras y los recuerdos. La memoria
queda desarticulada y sólo aparecen huellas dolorosas, patologías y silencios. Lo
traumático altera la temporalidad de los procesos psíquicos y la memoria no los puede
tomar, no puede recuperar, transmitir o comunicar lo vivido. Uno de los principales
problemas para Escolar residiría en realizar lecturas demasiado lineales y moralistas de
las narrativas y los silencios.
Reflexiones finales
Este trabajo partió de la idea de considerar a la memoria como un proceso de
construcción selectiva de los agentes respecto de lo acontecido, de aprehensión del
pasado desde el presente. Como plantea Jelin (2001b) la “memoria total” es imposible.
-322-
Acordamos, además, en considerar a la memoria como un proceso que vincula presente y
pasado y que se conforma en relación a un tiempo y un espacio específico (Jelin 2001a;
Trouillot 1995).
Abordar la memoria implica tener en cuenta tanto los recuerdos como los olvidos, tanto
las narrativas de lo acontecido como aquello que se silencia. El recuerdo y el olvido no
son procesos contradictorios sino ambos parte constitutiva de los procesos de
conformación de la memoria. Como sostiene Jelin (2001b), la “memoria contra el olvido”
o “contra el silencio” esconde lo que en realidad es una oposición entre distintas
memorias rivales, cada una de las cuales dispone de sus propios olvidos.
En este trabajo entendemos al olvido no como una laguna, un vacío, ausencia o falta.
Tampoco concebimos al acto de olvidar como un fracaso, en contraposición a la virtud
que implicaría recordar y conmemorar (Connerton 2008).Teniendo en cuenta que toda
narrativa del pasado implica una selección, tanto el recuerdo como el olvido y el silencio
son una construcción y tienen un sentido en particular. En palabras de Candau “los
olvidos son vacíos llenos de algo” (2006:81). Para el autor, el olvido puede darse por una
censura pero también puede constituirse en un medio de acción, de transformación y de
generación de nuevos sentidos culturales e identitarios.
El recorrido teórico-metodológico propuesto en este trabajo no fue exhaustivo ni mucho
menos recopiló la totalidad de los aportes desarrollados en el campo de los estudios de la
memoria. Sin embargo, lo dicho resulta suficiente para comprender lo planteado por Jelin
(2001b) acerca de las dificultades y complejidad de llevar adelante una tarea crítica en
temas relacionados a la memoria oral de los pueblos. En primer lugar, para la autora, se
trata de investigar temas y procesos en curso, situación que genera incertidumbres,
ambigüedades y tensiones, además de tendencias y categorías que la mayoría de las veces
resultan poco claras. En segundo lugar, se trata de investigaciones que se hacen “desde
adentro”. De esta manera, el investigador se encuentra en la disyuntiva de tener que
combinar varios aspectos: el estudio riguroso de procesos históricos y sociales y el
compromiso cívico-ciudadano, además del compromiso emocional.
Notas 1 Este trabajo se elabora en el marco de los proyectos “Configuraciones culturales en La
Pampa (1882-1991). Tramas simbólicas, identidades y alteridades en la construcción de
un espacio regional marginal”, dirigido por Claudia Salomón Tarquini (Res.145/12 FCH-
UNLPam) y "Modernidades en los márgenes. Sociedad y cultura en La Pampa (1882-
1991)" dirigido por Marisa Moroni (PICT-UNLPam 2011-0208).
-323-
2En el campo de la antropología, Visacovsky (2007) sostiene que la disciplina ya venía
trabajando desde hace mucho tiempo con los modos sociales de experimentación del
pasado. Sin embargo, Estos estudios habrían sido subutilizados o directamente ignorados
por las investigaciones sobre memoria social surgidas en la década del 80. 3El reconocimiento del carácter selectivo de la memoria condujo a muchos historiadores a
poner en duda la potencialidad de los relatos orales para la tarea investigativa. Según esta
postura, como toda memoria es selectiva, corresponde al historiador someterla al mismo
tipo de crítica que emplea usualmente con todo documento, antes de que la misma pueda
transformarse en una fuente confiable. Quienes proceden de esta manera, consideran a las
memorias como complementarias a los documentos escritos, pero nunca como
primordiales en la investigación. Además, las actividades interpretativas de aprehensión
del pasado son vistas como una molestia en el marco de la reconstrucción historiográfica.
Las cuestiones subjetivas que atraviesan a las tradiciones orales de los pueblos
distorsionarían el “pasado verdadero” (Visacovsky 2007). Si bien muchos historiadores se
mostraron reacios a la incorporación de los relatos orales dentro de su universo de
análisis, en los últimos años esta tendencia está siendo dejada de lado. Para un análisis
más detallado acerca de la relación entre historia-memoria-historia oral pueden
consultarse, entre otros trabajos, Schawarzstein 1995, Trouillot 1995, Mignolo 2002,
Visacovsky 2007. 4 No nos vamos a detener en este análisis. Pueden consultarse, entre otros trabajos, los
estudios de Trouillot 1995; Escolar 2007; Ramos 2011. 5 Plantea Sarlo “la historia oral y el testimonio han devuelto la confianza a esa primera
persona que narra su vida (privada, pública, afectiva, política), para conservar el recuerdo
o para reparar una identidad lastimada” (2005: 22).Para Sarlo el denominado “giro
subjetivo” trae aparejado algunas consecuencias. Entre las más significativas se encuentra
el hecho de ubicar al horror y al dolor como garantes de la verdad del testimonio. La
memoria autobiográfica o en primera persona ha dado lugar a una sobrelegitimación de la
posición de enunciación del testigo, quien emerge como el portador de la verdad sobre el
pasado por el hecho de haber visto o vivido la experiencia (al respecto también pueden
consultarse los aportes de Agamben, 2000). 6 Desde el punto de vista de los autores, estas historias expresan un tipo particular y
especial de memoria que se conservó a través de las generaciones y que se sitúan
temporalmente en los años posteriores a los enfrentamientos con las distintas partidas del
ejército nacional. 7 Por ejemplo, la existencia de campos de concentración indígena en La Patagonia
-324-
(Delrio y Ramos 2011). 8 Según Vezub (2011), desde esta perspectiva se pasa por alto, por ejemplo, que algunos
caciques del siglo XIX tenían sus propios secretarios letrados y que escribieron los
hechos con una versión contemporánea a los hechos. Véase Vezub (2009). Escolar (2007)
también plantea la existencia de un archivo huarpe conformado por documentos
transmitidos y atesorados por varias generaciones 9Ya se mencionaron los planteos de Sarlo (2005) acerca de los riesgos de adoptar una
postura que sobrevalora la memoria en primera persona.
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INDÍGENAS EN PANTALLA
Acerca de los “usos del pasado” en las construcciones discursivas cinematográficas
del período silente (1915-1933) sobre los Pueblos Originarios en Argentina.
Sabrina Rosas
Centro de Historia Argentina y Americana (CHAyA). Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, Universidad Nacional de La Plata.
Correo electrónico: [email protected]
Resumen
Los Pueblos Originarios en Argentina han transitado por diversos procesos de estigmatización,
negación e invisibilización, acompañados de violencia y represión. Tales características se
vieron reflejadas en la reproducción de un discurso hegemónico que, en tanto construcción
histórica, ha sido heredado por la historiografía. En el presente trabajo se busca indagar sobre
los “usos del pasado” en tales construcciones discursivas a partir del estudio de fuentes
cinematográficas producidas en Argentina durante el denominado “período silente”, entre 1915
y 1933. De esta forma se pretende contribuir a la reflexión sobre la temática indígena
aproximándonos al estudio del cine como medio de reproducción de un pasado histórico
construido para fortalecer y legitimar un modelo de sociedad particular.
Palabras clave: Pueblos Originarios, usos del pasado, discurso hegemónico, invisibilidad,
cinematografía.
Introducción
Las miradas tradicionales sobre la cuestión del indígena han tendido a estigmatizar,
invisibilizar y negar la existencia y resistencia de los Pueblos Originarios en Argentina. Este
proceso, acompañado por políticas de Estado de sometimiento, expropiación y exterminio, se
vio reflejado en la reproducción de perspectivas del pasado hegemónicas que han sido
heredadas por la historiografía. En las últimas décadas, se han acrecentado los cuestionamientos
hacia la forma en que los historiadores han abordado esta temática, dejando este campo de
estudio en manos de otras disciplinas que han desarrollado grandes avances, como la
antropología y la etnografía. Estas tendencias han generado la apertura de nuevos enfoques que
problematizan y re-definen criterios para el análisis de las sociedades indígenas desde la mirada
histórica (Mandrini, 2009). La revisión de categorías como la idea del “indio salvaje”
enfrentado a una sociedad “blanca y civilizada” lleva a cuestionar la tendencia a reducir la
problemática entre dos sociedades antagónicas. A través del mito de la “Argentina europea y
blanca”, se instalaron criterios y usos del pasado particulares sobre las comunidades indígenas, a
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través de una visión esencialista de la cultura1 como algo estático y perteneciente al pasado
(Bonfil, 1998). En este sentido, el indio ha sido históricamente representado como un elemento
del pasado, inexistente en el presente, a través de una imagen de hombre primitivo, viviendo de
forma atrasada y nómade. Sus vestimentas típicas junto la confección de armas basadas en
elementos de la naturaleza, formaron parte de las tendencias estigmatizantes que reducen las
heterogeneidades interculturales y etnoculturales de cada comunidad a un mismo estereotipo de
indio. Simultáneamente, se lo asocia a la vida del ámbito rural, como perteneciente al
“desierto”, detrás de una “frontera” que funcionaba como línea divisoria implícita de la
dicotomía de la civilización frente a la barbarie2. En este sentido, las “guerras contra el indio”
encontraban su legitimidad en la lucha frente a aquellos bárbaros “incivilizados” que atentaban
contra los hombres blancos prósperos a través de los malones. Tales estigmatizaciones, así
como la tendencia a reducir los espacios de sociabilidad indígena únicamente a la guerra en la
frontera, reforzaron el desconocimiento de las propias dinámicas de cada comunidad, como fue
el caso de las migraciones internas que, afectados por la falta de empleo, la pobreza y la
marginalidad, se han visto obligados a dejar sus comunidades migrando hacia otros lugares en
busca de nuevas oportunidades. La gradual “desaparición” del indígena en términos físicos, pero
también etno-culturales, potenció el proceso de negación e invisibilización que ha caracterizado
a la temática en el análisis histórico del pasado siglo.
Estas concepciones, producto de una construcción histórica, han generado la naturalización de
un discurso e imaginario colectivo respecto de los pueblos indígenas, representaciones de un
pasado que repercuten en distintos ámbitos de la sociedad (Cataruzza, 2007). En este sentido,
las formas de interpretar, construir y re-construir, falsificar, inventar, seleccionar, combatir o
anular el pasado reflejan diversas maneras de configurar su uso y el de los sujetos en cuestión, a
partir de tensiones socio-políticas del momento en que son construidos (Rufer, 2009). En la
construcción del pasado indígena y de su figura, el Estado ha cumplido un rol fundamental, al
erigir diversas representaciones simbólicas funcionales a los intereses político-económicos
hegemónicos característicos de las primeras décadas del siglo XX. Los usos del pasado
apuntaron a fortalecer la memoria histórica nacional asentada en aquellos hitos sobre los que se
apoyó el relato oficial, transmitido por generaciones a través de diversas maneras, desde la
construcción de monumentos hasta los patrimonios culturales, así como la reproducción de
discursos escolares en los festejos y conmemoraciones patrióticos. Como mencionábamos, en
ese pasado, la participación de las comunidades indígenas o bien han sido borradas e
invisibilizadas (Mases, 2010), o bien han sido reducidas a los problemas de guerras de frontera
y de su condición de vida “bárbara y salvaje”3, evidenciando las adaptaciones discursivas y
figurativas que dan forma a un relato particular de la nación. De esta forma, más que pensar qué
se recuerda, lo que debe destacarse es cómo operan aquellos discursos planteados como
verdades estables, al momento en que se despliegan identidades y representaciones particulares.
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Durante el denominado “período silente”, entre 1915 y 1933, comenzaron a desarrollarse en
Argentina las primeras experiencias fílmicas, basadas en el cine mudo y en blanco y negro4. Las
películas, entendidas como documentos históricos, mantienen múltiples interrelaciones con la
historia, en tanto dispositivo de producción y reproducción de perspectivas, modos de escritura
y usos del pasado específicos sobre los hechos de la historia y de la sociedad (Ferro, 1996).
Tomar al film “como producto, una imagen objeto cuya significación (que) va más allá de lo
puramente cinematográfico” (Ferro, 1996: 25), permite poner en discusión las formas en que
han sido construidas las proyecciones discursivas en torno a la alteridad de la nación. La lectura
histórica del film interpela a la lectura del pasado y de sus usos, en tanto construcciones
discursivas y visuales específicos de la sociedad que las produce hacia la sociedad que las
recibe. En este sentido, a partir del análisis de películas producidas en estos años, se intentará
poner en tensión esas miradas, que generalmente acompañan el proceso de interpretación,
adaptación y politización particular sobre el pasado y sobre los actores sociales en cuestión.
Cine mudo y pueblos originarios: análisis de casos.
Entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, distintas políticas fueron
aplicadas por el Estado nacional para dar solución a la cuestión indígena. El cambio de siglo
vino acompañado de nuevas políticas de integración a las sociedades indígenas, anteriormente
sometidas al proceso de reducción y/o extermino, que acompañó a la expansión de la frontera.
Para 1910 el problema de la frontera se veía concluido, el espacio pampeano se había integrado
a la economía nacional, en la zona sur el Estado había logrado una presencia más firme pese a
las resistencias, al igual que en la zona chaqueña (Mandrini, 2008: 263-272). En este marco, a
principios del siglo XX proliferaba la idea de que el “problema del indígena” era una cuestión
del pasado, extinguidos casi en su totalidad en el sur y organizado en el lejano norte, donde solo
restaban unos cuantos grupos de indios, potencial mano de obra (Mases, 2010: 15). Así, tales
ideas se instalaron en el sentido común de la época, acompañada de políticas estatales para
abordar aquellos “otros” internos (Delrio, 2005: 150).
En este contexto, junto al proceso de transformación económica, política y social acelerado tras
1880, llega la industria cinematográfica a la Argentina. Los objetivos principales que rigieron la
producción cinematográfica giraron al interés de distintos grupos intelectuales y políticos de
recuperar la tradición como vía hacia la consolidación de un sentimiento de pertenencia y de
identidad nacional, que homogeneizara a la sociedad, (Cuarterolo, 2009). A su vez, el intento de
perseguir el discurso positivista instalado desde fines de siglo, en post de construir una nación a
la luz del proceso civilizatorio europeo, “coincidiendo en aquello que era necesario excluir o no
mostrar”. (Cuarterolo, 2009: 147). En este marco, comenzaron a ser producidas numerosas
películas que giraban en torno a la historia nacional, con producciones que rememoraban hitos y
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próceres argentinos que intervinieron en el proceso de formación del estado durante el siglo
XIX, así como las luchas por la independencia o las guerras civiles entre federales y unitarios5.
Sin embargo, cuando nos remitimos al abordaje de la temática indígena en el ámbito del cine,
nos encontramos con que, al menos en esta etapa, han sido pocos los films que han abordado
ficciones o documentos sobre las características, modos de vida o problemáticas socio-
económicas de las comunidades originarias.
De entre los pocos casos, uno de los films más destacados en cuento a la cuestión del indígena
es El último malón, una película que conjuga ficción con registro documental, filmada por el
santafesino Alcides Greca en 1919. Su objetivo es reconstruir la historia de una rebelión
indígena mocoví en la localidad de San Javier (Provincia de Santa Fe) que tuvo lugar en 1904.
La propuesta de Greca es recrear los acontecimientos junto con la participación actoral de los
mismos protagonistas del malón. La película muda cuenta la historia de una comunidad mocoví
que vivía en la zona tras la fundación de la antigua reducción de San Javier, y que se encontraba
asentada en una fracción de terreno comunal que se les había cedido para que construyan sus
viviendas, cerca del pueblo de San Javier. La trama gira en torno a la historia de amor entre
Salvador de Jesús, el protagonista que termina ganando el reconocimiento de la comunidad
como su líder y Rosa, su cuñada, una mestiza que estaba casada con el hermano de Salvador,
Bernardo, ex líder de la comunidad, quien la destierra. Este romance se ve trazado por el
proceso de reclamos y posterior organización de la comunidad para asaltar y tomar al pueblo de
San Javier en busca de la devolución de sus tierras ancestrales.
En el film, organizado en seis actos, podemos marcar dos tendencias: por un lado, en los
primeros tres actos, se busca reflejar y documentar el estilo de vida exótico y miserable del
indígena alejado de la civilización. Se los muestran en distintas actividades, como la caza, la
pesca e incluso sus labores ganaderas en campos de estancieros de la reducción. Se reflejan las
tradiciones culturales y religiosas de la comunidad, otorgándole gran importancia al juramento a
su Tata-Dios en la lucha contra el hambre y los “gringos” para dominar al pueblo. El quiebre
tanto en la trama como en la imagen que se construye del indígena se da a partir del cuarto acto,
“La regresión”, cuando se corre el eje hacia una mirada crítica de la actitud ofensiva de la
comunidad hacia la gente del pueblo. La argumentación muestra cómo la mirada exótica y
natural hacia el indígena es anulada, cuando éste “se vuelve salvaje” e involucionado. Como
toda película muda, las escenas se tornan fuertes y alusivas para dar énfasis a la historia que se
está intentando narrar, acompañada de intercuadros cuyas frases lo refuerzan. Así, a estas
escenas de los “indios salvajes” las acompañan cuadros que explican que “en el espíritu de los
indios se ha apoderado una regresión hacia el salvajismo”. En adelante, el film mostrará los
distintos enfrentamientos, entre la sociedad blanca que apunta a “la caza del indio” y los
indígenas, “símbolos vivientes de la derrota”, terminan desterrados de sus tierras y se dirigen
“por caminos desconocidos hacia el Gran Chaco”.
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Dentro de la categoría de films etnográficos6, encontramos en el año 1933 el film Tierra
Magallánica que aborda la temática indígena, esta vez enfocada en la Patagonia. Se trata de una
película muda que muestra la vida y las particularidades de comunidades indígenas como los
Alacalufes en Chile, Onas, Tehuelches y Yánamas como conservadores de un estilo de vida
ancestral. El film presenta innovaciones para la época, por la música así como por los efectos
especiales que introducen, que ubican al público en tiempo y espacio (en este caso, en Tierra del
Fuego). Este cortometraje es el resultado de la conjunción de distintos fragmentos de fotografías
y filmaciones realizadas entre 1915 y 1930 por el sacerdote Alberto María De Agostini,
perteneciente a la congregación misionera salesiana de Punta Arenas.7
La película muestra una multiplicidad de escenas del paisaje patagónico, las montañas, los
grandes hielos, así como también los puertos y las ciudades, acompañados de mapas
caricaturizados que van indicando dónde se ubican los lugares visitados. En este recorrido, en la
inmensidad de la llanura “agonizan los últimos representantes de las tribus Tehuelches”,
quienes aparecen mirando a la cámara sonrientes, mostrando sus ropas de piel y sus toldos. El
film busca servir de registro de la forma de vida de los indígenas fueguinos que sobreviven en el
sur patagónico, mostrando sus vestimentas, sus viviendas, sus arcos y flechas. Interacciona con
los indígenas mostrando cómo elaboran sus herramientas, con qué materiales, y mediante qué
técnicas, el rol de las mujeres en la elaboración de cestas, el uso de canoas, entre otras
actividades, haciendo de la película material inédito e innovador. Esta mirada etnográfica de la
película comienza a ser matizada hacia el final, cuando se muestra cómo las tierras del sur “en
menos de cincuenta años, merced al trabajo constante de abnegados colonizadores” fueron
transformadas en campos productivos ganaderos, “donde pastan millares de lanares”. Así, el
film que recoge el paisaje, los distintos habitantes, los espacios de la ciudad y del campo,
entreteje una trama discursiva que da cuenta a una perspectiva histórica respecto al indígena
particular.
En la misma línea argumental encontramos otro interesante cortometraje de la época, realizado
por el alemán Gunther Plüschow, quien en 1928 filmó Vuelo en Imágenes hacia mundos
desconocidos, con el objetivo de capturar imágenes aéreas fueguinas para ensamblarse con el
trabajo de los salesianos. La película busca documentar el paisaje y la vida en Sudamérica,
realizando una primera parte en el sur brasilero, y posteriormente dirigiéndose a la Patagonia
argentina. La travesía realizada por los cineastas, acompañada por imágenes caricaturizadas de
mapas e intercuadros, busca registrar la vida “natural” de los “últimos hombres y mujeres que
habitan en aquellas tierras” en medio de un clima hostil. En este sentido, el film no dedica
demasiados minutos en profundizar en la vida indígena, sino que se muestra un pequeño
intercambio entre “ambos mundos”, cuando comienzan algunas negociaciones con los indígenas
para poder filmarlos, entregándoles objetos a cambio. Así, la película que en principio busca
alterar la imagen construida del indio a lo largo del siglo XIX, termina reduciendo a la vida
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indígena a partir de sus condiciones de inferioridad y de salvajismo (Cuarterolo, 2011). En este
marco, resulta interesante tener en cuenta las intencionalidades del montaje que, lejos de
reproducir una imagen de lo “real”, resulta ser el producto de una puesta en escena armada a
partir de los ideales religiosos y culturales de los misioneros, reflejo de la mentalidad del
“hombre blanco”.
Construcciones fílmicas y usos del pasado
A la luz de los análisis expuestos, se puede destacar en las películas una amplia serie de
conceptos y significados elaborados de manera tradicional, que vienen a afianzar una mirada
particular de la historia de los indígenas en la Argentina. La realización de los tres films supuso
la representación de dos mundos antagónicos, el choque entre el mundo de la “civilización”,
encarnada en la figura del hombre blanco, y el mundo de la “barbarie”, personificado en el
indígena, a partir de distintos medios discursivos. Así, las puestas en escena proponen diversas
lógicas de aproximación hacia ese mundo “atrasado”: por un lado, partiendo de un viaje de
“descubrimiento” en donde la cámara brinda la posibilidad de mostrar “lo que ningún ojo
humano ha visto” (según el film Vuelo hacia mundos desconocidos), aquello que ha
sobrevivido en su estado natural. En este sentido, es importante tener en cuenta que el registro
de la vida indígena, por más “realista” que pueda ser, está siendo elaborado de manera exógena
y direccionada a mostrar lo que se quiere ver. Por otro, a partir del choque frontal en un espacio
político social acabado, como es el ejemplo de los maloneros mocovíes de las inmediaciones del
pueblo de San Javier, en donde se manifiesta la incapacidad del indio de progresar, de vivir en
el mundo de lo civilizado. Ambos relatos construyen la idea de un “otro”, diferente y
desconocido. En algunos casos, como en El último Malón, atentan contra los ideales e intereses
del mundo del “progreso”. En otros, como en Tierra Magallánica o Vuelo hacia mundos
desconocidos, afianzan la mirada europea y occidental cuya cámara representa el avance de la
modernidad sobre la naturaleza hostil.
Así mismo, el sentido de la otredad viene acompañado de una delimitación fronteriza, en
términos simbólicos, que separaba a ambos mundos. En los films de los viajeros, las fronteras
cobran un simbolismo particular, cuando el hombre blanco se aventura hacia los “mundos
desconocidos”, negando los conocimientos propios de las comunidades y de sus vínculos con la
naturaleza.; sin embargo, no se manifiestan tan explícitamente como en el caso de El último
malón, en donde los montajes son ordenados de manera tal que aparezca el actor indígena
atravesando, pasando el límite, entre el espacio del pueblo de San Javier y el de la comunidad
mocoví.
La importancia que se le da a las películas de registrar la vida “en estado natural” da cuenta de
la concepción estática y esencialista construida sobre el pasado indígena y sus prácticas
cotidianas y culturales, como algo que se quedó en el pasado y que forma parte de él. Su
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presencia en la actualidad del “mundo moderno” es mera coincidencia y está condenado a
desaparecer. A pesar de que los objetivos cinematográficos de las tres producciones aquí
analizadas hayan sido mostrar, registrar o visibilizar la existencia étnico-cultural de estas
comunidades en el territorio nacional, tales miradas terminan siendo envueltas dentro de la
lógica discursiva negativa, en donde el personaje del indio es el que acecha, desde el “desierto”
a la “civilización”.
Estas películas denotan la presencia de un uso del pasado específico sobre la cuestión indígena,
ya sea desde la lógica de la otredad o de la barbarie, así como desde la oposición entre el
espacio rural y el urbano. Estos conflictos pasarán en los años siguientes por distintos procesos
de visibilidad.
A modo de cierre
En este trabajo se ha intentado realizar una primera aproximación al estudio de las distintas
representaciones y usos del pasado sobre el pasado indígena en el cine nacional. A partir de la
selección de películas producidas durante el período silente se procuró explorar marcos
problemáticos que permitan analizar las distintas formas de abordaje.
La mirada estática construida sobre el tema indígena se asocia sin duda a un uso del pasado
particular, que aborda el tema de los pueblos originarios poniendo su mirada solamente en
la guerra, la idea de frontera militar entendida como línea divisoria entre dos mundos opuestos,
atrasados, malones, saqueo y robos. Simultáneamente, la imagen del indígena aparece a partir
de su carácter “natural y exótico”, dando cuenta implícitamente de su simultáneo “atraso y
salvajismo”. Estas características son las que despiertan las tensiones sociales y políticas en el
“mundo de la civilización”, cuando el indio pasa los límites –fronterizos y sociales estipulados-
y atenta contra los intereses de las elites, encarnadas en la figura del “hombre blanco”. El mejor
ejemplo lo ofrece El último malón cuando se desarrolla la reproducción de un pasado argentino
en donde el hombre blanco “construyó” a la nación haciendo frente a los ataques incestuosos de
grupos que estaban condenados a desaparecer.
Detrás de las construcciones narrativas fílmicas, se entretejen un gran conglomerado de
significados y perspectivas de la realidad indígena, que lo reduce a ciertas categorías dentro de
las cuales entenderla. Las películas denotan la presencia del discurso histórico que contribuye al
proceso de negación del indígena como actor social interviniente en el proceso histórico, al
punto de ser “borrados” de los relatos. En este sentido, la escasez de películas en el que las
comunidades indígenas participan, dan cuenta del proceso de invisibilidad por el que han
transcurrido durante el siglo pasado en diferentes ámbitos de la sociedad.
Las narraciones fílmicas aparecen como el reflejo de una mirada particular del pasado, que
afianzan los elementos ideológicos y políticos que contienen, retrato del espíritu de época
dominante en que fue construida.
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De esta forma se ha intentado llevar a cabo una reflexión necesaria sobre los modos de abordaje
de esta temática en su complejidad, en un ámbito de investigación no demasiado explorado
como es el cinematográfico, oponiendo a la mirada tradicional una visión que supone la
construcción dinámica desde la diversidad y la “otredad”. Esta inquietud apunta a explorar
marcos problemáticos que permitan comprender continuidades, transformaciones y diversidades
en torno a la cuestión indígena.
Notas
1 Según García Canclini, la cultura debe ser entendida como “la producción de fenómenos que contribuyen mediante la representación o reelaboración simbólica de las estructuras materiales, a reproducir o transformar el sistema social”. (García Canclini, 1984: 112). 2 Un ejemplo emblemático de esta vertiente se encuentra en la clásica obra de Sarmiento, Facundo. Civilización y barbarie, que en líneas generales y para el caso argentino el autor presentará esta oposición como el marco de la rivalidad entre Buenos Aires y el Interior. Este esfuerzo descriptivo tiene por fin dar cuenta de la fatalidad del destino argentino y la explicación de su coyuntura histórica. Partiendo de este objetivo inicial, establece un esquema sobre el cual se vertebra el total de la obra. Se trata de un doble sistema semántico tendiente a la profundización y multiplicación de antagonismos: civilización/ barbarie, ciudad/campo, unitarismo/ federalismo, europeos/indios, teatros/ pulperías, etc. 3 Aún cuando a principios del siglo XX el “problema de la frontera” se encontraba resuelto, continuaron los procesos de estigmatización e invisibilización indígena, cuando comienzan a ser vistos como “vagos” que se insertan en la lógica de trabajo salarial en distintos circuitos productivos (en general agrícola). 4 Es necesario tener en cuenta que el estudio de películas durante este período corre con la dificultad que el 95% de los films producidos entre 1895 y 1933 se considera perdido. Ante ello, se tomará en este trabajo películas filmadas en Argentina por cineastas extranjeros que han abordado de distintas maneras la cuestión indígena. 5 Entre otros films producidos en las primeras décadas del siglo XX, se puede señalar a El Fusilamiento de Dorrego (1905), La batalla de Maipú (1909), La revolución de Mayo (1913), Nobleza Gaucha (1915). (Erausquin, 2008). 6 Según Jarvier Campo (Campo, 2012) no se puede hablar de antecedentes firmes y consolidados de cine etnográfico nacional ante la escasez de films cuyos realizadores tampoco definieron sus trabajos como tales. Sin embargo, estos pueden entenderse como primeros lineamientos en torno a cinematografía de indagación etno-cultural. 7 Como explica Cuarterolo, los misioneros entendían a la cámara como un medio para probar al mundo los éxitos de las campañas civilizatorias y evangelizadoras que llevaban a cabo el temor de los indígenas a ser fotografiados provenía de la creencia que la cámara podía robar su alma, o el Mehn para los Onas, un espíritu que los acompañaba hasta su muerte. (Cuarterolo, 2007:222). Referencias bibliográficas BONFIL G., (1998) “La teoría del control cultural en el estudio de procesos étnicos” en Anuario
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Tierra Magallánica (1933) ALBERTO MARÍA DE AGOSTINI.
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EDUCAR EN LA CIVILIZACIÓN Y DISCIPLINAR EN LA RELIGIÓN EN LA PATAGONIA DE FINES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
María Andrea Nicoletti
Instituto de Investigaciones sobre Diversidad cultural y Procesos de cambio/ CONICET/Universidad Nacional de Río Negro
Resumen
La evangelización salesiana en Patagonia se inició en medio de la violencia de la conquista (1879) y
se proyectó como un espacio de disputa con el Estado nacional que buscaba “argentinizar” estos territorios
en pugna por el territorio de los pueblos originarios. El plan de evangelización de Don Bosco, fue ideado
sobre un concepto particular: el indígena “infiel”, que habilitaba a los misioneros a aplicar una política de
“civilización y evangelización” por medio de la educación y la propagación de la nueva fe. La imposición
de la doctrina mediante la educación, el trabajo de la tierra y la “conversión”, buscó modificar mediante
prácticas de evangelización la cultura, las costumbres, la religión y los rituales de los pueblos originarios.
La imposición de la religión católica en las misiones bajo el esquema “civilizatorio” y evangelizador, se
acercó a través de distintas estrategias que tras una aparente negociación, impusieron la nueva religión
mediante el adoctrinamiento y la administración sacramental.
Palabras clave: Patagonia-evangelización-Salesianos-indígenas-educación
Educar y evangelizar en un contexto de conquista y violencia
La llegada de los Salesianos a la Argentina en 1875 se produjo alrededor de una coyuntura compleja:
Mientras los planes para la conquista estaban en marcha las relaciones entre el Estado y la Iglesia
atravesaban una etapa crítica que culminó con la expulsión del Nuncio apostólico Matera. En ese contexto,
en Italia, Don Bosco presentó al Colegio de Propaganda Fide1 su plan para evangelizar la Patagonia que
consistió básicamente en “avanzar entre los salvajes para catequizarlos y si es posible fundar colonias en
las regiones mas internas del desiertos” para “establecer hospitales, colegios, conventos y casas de
educación”2.
La Congregación implementó desde 1880 en la Patagonia continental misiones volantes unidas
mediante circuitos misioneros y reducciones en la Tierra del Fuego. Sus programas religiosos y discursos
normativos, construyeron sujetos de evangelización a través de la instalación y reiteración de ciertas
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prácticas educativas y misioneras implementadas en Italia, como los oratorios, las escuelas e internados.
La especificidad de la evangelización "ad gentes" se configuró a través del adoctrinamiento catequístico
misionero con la administración de los sacramentos y la erradicación de prácticas religiosas aborígenes.
En el informe mencionado Don Bosco advertía sobre el propósito del Estado de expulsar a los pueblos
originarios de sus tierras, “donde tienen derecho a estar”3, mediante la acción de conquista del ejército
“argentino” y los “chileno”4 y que esta acción se justificaba en respuesta a los “crueles” malones
indígenas a los que calificaba como una respuesta exasperada. Su conclusión era que si los “salvajes” no
conocían la fe respondían a la violencia con más violencia, y entonces “sólo el misionero con su conducta
de paz puede poco a poco deponer el odio contra lo europeo y con la religión introducir la civilización”5.
Esta frase constituye una justificación de parte de la Iglesia de imposición de la fe católica dentro de un
plan de “civilización y evangelización” sobre los pueblos originarios y sus territorios. Para Don Bosco la
estrategia para convencer a los lonkos de sus buenas intenciones y de las ventajas que la “religión y la
civilización” introduciría en estos pueblos, consistía en una negociación cautelosa en la que sus
misioneros se posicionaban como intermediarios ante el gobierno argentino “para obtener favores, pero
no para someterlos. El resto lo hará la providencia”6. Don Bosco, fundándose en la tradición misionera
colonial asignaba la culpa de los “hábitos salvajes” al Demonio (demonización) categorizaba a los
indígenas como “ignorantes de la fe” “desconocedores de la verdad por ignorancia” y no por falta de
inteligencia7. Este concepto del "indígena infiel", incluía la posibilidad de aprendizaje de cada grupo
originario, de acuerdo a las teorías ambientalistas vigentes en la época. El objetivo era “educar” y
“convertir” bajo un modelo cultural y religioso marcadamente eurocéntrico. Sin abandonar el estereotipo
del “salvaje”, los misioneros salesianos resignificaron esta imagen sosteniendo su núcleo duro y
reforzando el “estatus de minoridad” y subalteridad aborigen bajo la categoría de “indígenas conversos”.
El proceso de evangelización se llevó a cabo en medio de las campañas de conquista de Julio Roca
(1879). La idea naturalizada de la “conquista del desierto” (Navarro Floria, 2005) en torno a la catolicidad
del territorio, se vehiculizó a través de un binomio inseparable: “evangelización y civilización”, en un
contexto de violencia material y violencia simbólica que resignificó y condicionó las relaciones entre los
actores en ese entramado histórico. En este proceso de “civilización y evangelización”, a travesado por la
violencia, incluye un soporte constitutivo de asimetrías que por su objetivo culminaron en imposiciones
(Chartier, 1996). Estos espacios de poder y disputa se canalizaron a través de la educación con la a través
de lo que los misioneros llamaban “civilización” y en la evangelización mediante el adoctrinamiento
catequístico y sacramental.
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Educar en la “civilización”
La Iglesia y el Estado utilizaron distintos instrumentos para la uniformización, homogeneización y
“argentinización” de los habitantes de la Patagonia en un territorio devastado por la conquista. La imagen
de “infidelidad” de los habitantes originarios propició algunas herramientas diversas entre ambos agentes,
aunque el objetivo del cambio cultural siguió siendo uno de los elementos convergentes. Tampoco el
sostenimiento ideológico del monogenismo y la “victimización de los desconocedores de la fe”, lograron
sortear los prejuicios culturales que miraban al otro como primitivo e inferior en un nivel que versaba
entre el exotismo y el extrañamiento, para sostener la idea de lo diverso no en su apariencia sino, como
señala Geertz, en su esencia (1999: 200,44 y 45). El artículo 64 inciso 15 de la Constitución, contemplaba
“conservar el trato pacífico con los indios, y promover la conversión de ellos al catolicismo”. El
sometimiento social del sector indígena podía realizarse, según los Salesianos, con la implementación de
colonias y reducciones que debían servir para “atraerlos gradualmente a la vida civilizada”8. “En estos
casos, tendió a aplicarse la figura de reducciones y/o misiones como ámbito de disciplinamiento para
controlar la movilidad de los grupos e inculcar hábitos capitalistas de trabajo ligados a la práctica de la
agricultura. Ambos factores -aunados a la evangelización también disciplinante- se veían como pre-
requisitos para la argentinización o invisibilización, a largo plazo, de la marca indígena” (Briones y
Delrio, 2004:20).
El proyecto misionero-educativo de la Congregación Salesiana y su puesta en marcha a partir de 1880
en la Patagonia, tuvo como pilares fundamentales la “civilización”, la educación y la evangelización del
indígena, priorizando el cambio cultural dentro de un complejo civilizatorio en reducciones (sólo
implementadas en Tierra del Fuego) o colonias agrarias mixtas, mediante una praxis educativa que
contenía la formación en la fe católica. El pedido de instrucción que solicitaban los padres indígenas para
sus hijos en los colegios Salesianos9, suponía también un reclamo de asistencia material para una sociedad
que había sido empobrecida y marginada tras la conquista. Para los misioneros la forma de educar en la
“civilización” a los indígenas consistió en mostrarles las ventajas que esta “forma de progreso” les
ofrecía, ya que la “vida civilizada” comprendía algunos elementos, que denominaban “beneficios” como el
vestido “para cubrirse”, la vivienda o “techo para abrigarse”, “cama para dormir” y “una modesta
vianda”, en contraposición a la “vida salvaje y errática”10.
La propuesta salesiana11 consistió en “reducir a los indios en un tiempo”12, en asentamientos
agrícolas, como forma de “educarlos e instruirlos en el trabajo, fundando colonias agrícolas y pastoriles,
y para que no se malogre el fruto de la misión, que solamente reciben muy de tarde en tarde, y puedan si
quiera ser visitados con frecuencia por el misionero". Así “el hombre que tiende a la vida libre e
independiente, con esta facilidad de adquirir el dominio de un pedazo de suelo, dejaría esa vida
-340-
vagabunda tal cual al presente observamos, se juntarían en varias fracciones y formarían colonias
verdaderas”, adquiriendo “una notable prosperidad material, que les asegure una existencia
relativamente cómoda y progresista”13. El plan colonizador, diseñado básicamente por Milanesio, estaba
inspirado en una serie de propuestas de colonias mixtas (inmigrantes europeos e indígenas) que bosquejó
en 190114 y que finalmente redactó y publicó en 1904 con el título de Consigli e proposte agli emigranti
italiani alle regioni patagoniche dell’America del Sud (Nicoletti y Navarro Floria, 2004). En sus escritos
teóricos sobre la consideración del indígena, advertimos cómo el misionero reconoció en los indígenas la
posibilidad de “ciudadanía”, mientras que desde la praxis, en su proyecto de reducciones, colonias y
colegios, reformulaba esa “ciudadanía” en un estado inconcluso. “En este contexto, la frecuente
asociación del indio con la imagen de "creación de misiones" muestra la sobredeterminación de esta forma
de alteridad, ya que se trata de sujetos que deben ser "civilizados" antes que argentinizados” (Briones y
Delrio, 2000:9).
En el balance del proceso misionero y educativo de la Congregación sobre el indígena sureño,
evaluando la acción misionera, entre 1880 - año en el que llegó Milanesio a la Patagonia y 1890-, el
salesiano defendió la obra realizada, pero admitió “un gran vacío a causa de no haber podido extender
nuestra obra benéfica a un número no demasiado grande de indios”, seguramente por escasez de
misioneros y falta de medios materiales; y por la ausencia de una “conversión real” por falta de
“enseñanza continua”. Bien, porque no han podido llegar a algunos, o porque a los que han llegado sólo
los han bautizado y no instruido sostenidamente en la fe católica15.
Disciplinar en la religión
El planteo etnocéntrico y etnocida de “civilizar” para “evangelizar” se configuró en torno a una praxis
que contenía la formación en la fe católica en la misión. Los misioneros salesianos aún reconociendo en
los indígenas “un alma espiritual como nosotros dotada de inteligencia y voluntad”, como sostenía
Milanesio, para lograr un camino de igualdad ante la ley y la sociedad. Era imprescindible que esta idea se
instrumentalizara en la misión, donde se constituían "espacios plurales de la normatividad, que se articulan
entre sí y conspiran en el sentido de la empresa de civilización” (Boccara: 1999:300-3001). Este paciente
trabajo educativo vigilaba y disciplinaba cuerpos, palabras y emociones. “La misión se constituye
entonces como un campo de fuerzas, y la civilización del salvaje se confunde con el aprendizaje de la
docilidad” (Boccara, 1999:298). La educación sistemática en la fe permitía que la evangelización se
convirtiera en una “empresa de vigilancia que permite, supone e implica el ejercicio en un poder de censo,
registro y contabilidad” (Boccara, 1999:291). Este ejercicio se advierte en la dinámica de evangelización
a través de dos ejes: el adoctrinamiento y la sacramentalización.
-341-
La práctica misionera llevada a cabo en las correrías rurales tenía la siguiente dinámica descripta por
Milanesio: la población con sus toldos y sus animales se congregaba en el lugar de misión, donde se
adoctrinaba y administraban los sacramentos: comuniones, bautismos, confesiones, confirmaciones y
matrimonios. La instrucción catequística consistió básicamente en la enseñanza del Credo, los misterios de
la Unidad, la Trinidad y la Redención, el Bautismo como medio de salvación, que practicaran el bien y se
abstuvieran del mal de acuerdo al Decálogo “y basta. Esto fue hasta ahora lo enseñado a los Indios de la
Patagonia, no pudiéndoles enseñar más que eso, siéndonos imposible a nosotros extendernos por la
dificultad de la lengua y por el poco tiempo que permanecemos, porque nos toca recorrer grandes
distancias”16. La dinámica de aprendizaje era la memorización de preguntas y respuestas. Se comenzaba
con la señal de la cruz por imitación gestual y repetición17, y posteriormente se enseñaban las oraciones,
“el Padre Nuestro y el Ave María”18 y jaculatorias “en su idioma indio”19: “todos lograron aprender cinco
páginas de doctrina, el Padre Nuestro, el Ave y el Credo y todo lo aprenden en su idioma”20. Se distinguía
la duración de la prédica para adultos, donde el misionero “se queda siempre el tiempo suficiente”21 y con
los niños, “media hora o una hora según las circunstancias”22. Los misioneros en su práctica resaltaban
que era más fácil y conveniente moldear la “arcilla blanda” menos resistente y que esta se multiplicara
enseñándose los unos a los otros23.
En el caso de la lengua aborigen su conocimiento y dominio permitió a los misioneros crear y hacer
circular discursos religiosos que buscaron homogeneizar y controlar al "otro" mediante categorías
doctrinales. Aunque sensibles a la diversidad cultural y lingüística, en términos generales, los misioneros
no modificaron la uniformidad con que intentaron transmitir el mensaje de la religión impuesta. La labor
de los misioneros se centró en “evidenciar que el Dios cristiano y sus símbolos eran más poderosos que las
divinidades o símbolos mapuche” (Foerster,1994:24). Si bien, en términos generales, podemos afirmar
que el uso del mapuzungun en las prácticas de evangelización salesiana en la Pampa y la Norpatagonia ha
sido similar al de otras áreas americanas con población indígena, sus matices también nos muestran la
construcción de un consenso tímido y formal en la práctica misionera y el inicio de un proceso de
castellanización impuesta por el avance del estado nacional (Malvestitti y Nicoletti,2007).
En esas situaciones el misionero se posicionó asumiendo el rol de controlador de los tópicos
comunicativos, de las modalidades y los términos en la interacción que se llevaba adelante. Sin embargo,
desde los indígenas su lengua fue también un signo de resistencia cultural, que podía utilizarse como
estrategia para poner un freno al adoctrinamiento y a la imposición de la nueva fe24.
El otro pilar fundamental fue la administración sacramental que en las misiones volantes fue
discontinua. Mientras la catequesis forma parte de una estrategia colectiva de evangelización, la
administración de sacramentos constituye una relación estrictamente personal entre el cura y el sujeto. “El
-342-
carácter obligatorio e irreversible del rito sacramental no sólo lo impone como paso ineludible en la vida
cultual sino que se utiliza como un modo de presión justificada, porque en definitiva es el sacramento el
que rescata al indio del pecado y asegura la salvación de su alma” (Santamaria,1994:140). Formaba parte
de la tarea misionera la contabilización sacramental, con el propósito de llevar un registro pero además de
mostrar resultados fehacientes de la misión.
El bautismo como sacramento iniciático impuso una nueva relación de poder entre los misioneros y
los indígenas, mediante su registro en un acta del bautismo que une a ese individuo a la Iglesia pero
también lo visibiliza para el Estado25. En el acto del bautismo, el indígena perdía su nombre original para
tomar un nombre “cristiano” coincidente con el nombre del padrino, un santo o algún benefactor
salesiano26. De esta manera se borra su identidad cultural y se impone una nueva. La elección de padrinos,
que velaban por la continuidad de su fe y debían impedir su vuelta a las antiguas prácticas religiosas, son
los tutores y disciplinadores en el proceso de conversión. Para los misioneros, los indígenas eran “infieles”
antes del bautismo pero eran calificados como “indígenas conversos” tras el sacramento y no simplemente
como “conversos”, estableciendo una diferenciación entre la feligresía.
En relación a la administración de los restantes sacramentos: la comunión, el matrimonio, la
confirmación, la confesión, el orden sagrado (para indígenas) y la unción de los enfermos o
extremaunción; podemos distinguir a aquellos que podían realizarse de forma masiva: comunión,
confirmación y matrimonio y aquellos que sólo era administrados de modo personal.
En cuanto al primer grupo, la comunión, se administraba aprovechando la celebración de alguna
festividad importante y se realizaba de modo pomposo en las ciudades con procesiones a diferencia de las
zonas rurales donde dependía del número de gente que pudiera reunirse. La confirmación estaba
supeditada a la presencia del Obispo o de su autorización y por ello era menos frecuente. En cuanto al
matrimonio su administración tuvo dos objetivos: enfrentar el problema de la poligamia indígena contraria
al ideal de familia monogámica occidental y cristiana y combatir la ley de matrimonio civil. Esta ley,
dentro del conjunto de las llamadas “leyes laicas” fue un golpe para la Iglesia católica ya que introdujo el
control del Estado en los nacimientos, fallecimiento y matrimonios, que eran de exclusivo registro
eclesiástico, celebrando el Matrimonio como lo manda la Santa Iglesia Católica”27.
En cuanto al segundo grupo: la confesión, el orden sagrado y la unción de los enfermos, tuvieron
cada uno de ellos características particulares.
Con respecto a la confesión, observamos en las fuentes, que fue poco practicada y su administración
tuvo serias dificultades en cuanto a la comunicación en lengua y la comprensión del concepto de
“pecado”. Los confesionarios destinados al pueblo mapuche fueron textos centrados exclusivamente en el
sacramento de la penitencia, como por ejemplo el confesionario incluido en el Vademecum del capuchino
-343-
Félix de Augusta, estructurados según las pautas marcadas por el Concilio de Trento y el Concilio
Limense: la exhortación previa a la confesión que lograra el arrepentimiento (Delumeaun, 1992:51-71), el
interrogatorio siguiendo el decálogo de los mandamientos para la confesión de los pecados y un discurso
final que llamaba al arrepentimiento y la perseverancia en la fe y la moral católica (Duran,1990:51). Para
el caso de la Patagonia podemos citar dos textos que emplearon los Salesianos en sus primeras misiones,
que no fueron de elaboración propia. Uno fue el confeccionado por el lazarista Pedro Pablo Savino, El
pequeño Manual del misionero, que formaba parte de una publicación catequística cuya primera edición
fue en 1876 y luego fue reeditada por la imprenta salesiana en el año 1900. El segundo fue el Piccolo
Catechismo (1898) del salesiano Milanesio que contiene versiones abreviadas del interrogatorio del
Decálogo y que hemos comprobado que fue una obra plagiada del Manual de Piedad editado en Chile
(1899) (Nicoletti y Malvestitti,2009). Por lo tanto sólo en los relatos que muestran la oralidad de la
evangelización es posible hallar la mención de la administración de este sacramento. Pero tanto en los
Boletines salesianos como en los informes de misión, no lo hemos encontrado con frecuencia, sólo la
referencia a su administración en términos generales. Por un lado porque la misma Iglesia lo había
institucionalizado como obligación anual, y el seguimiento de los actos era más factible en contexto de
misión estable que volante y por el otro, por el escaso manejo de la lengua aborigen de los misioneros en
Patagonia que dificultaba una comunicación clara, directa y precisa de la confesión de los pecados. En
definitiva la confesión fue un sacramento que se administró a los indígenas en Patagonia con dos
propósitos: corroborar si quien se confesaba conocía las verdades de la fe y controlar, tal como hemos
advertido en el Manual de Savino si los indígenas volvían o no a sus rituales religiosos (Nicoletti y
Malvestitti,2009).28
En el orden sagrado hemos observado dos características, aquella que deriva de la preocupación por la
formación para el ejercicio de este ministerio y la que particularmente constituyó el objetivo de Don
Bosco: la ordenación de sacerdotes indígenas. Aquella primera idea de “conversión del indígena por el
indígena”, planteada por don Bosco intentó llevarse a cabo por las siguientes vías: la educación de los
niños indígenas en los asilos de huérfanos y escuelas salesianas, las vocaciones religiosas en los
seminarios de formación y el catecumenado. En relación a este tema el Obispo Cagliero informaba que
“son rarísimas las vocaciones entre los indígenas, ningún sacerdote por ahora, sólo la hija del cacique
Yancuche es hermana de las Misioneras Auxiliadoras”29. Las memorias de Bernardo Vacchina relatan el
caso de un joven indígena que había logrado recibir las cuatro órdenes menores hasta que enfermó de
tuberculosis30. En esa línea, más adelante, tampoco se logró concretar la vocación de Ceferino Namuncurá
(Nicoletti, 2008).
-344-
Finalmente la unción o extremaunción, administrado para la enfermedad y el "bien morir" tuvo el
mismo contenido mágico- religioso que el bautismo, ya que el temor a la muerte dificultaba su
administración y la relación con los misioneros. En el caso de la Patagonia, advertimos dos aspectos
significativos, uno es la asociación del bautismo con la muerte (Nicoletti y Barelli,2010) y otro es el
aspecto pedagógico que significó en la prédica los relatos de las llamadas “muertes santas” de los
indígenas, que sirvieron como recurso pedagógico de evangelización.
Conclusiones
En un contexto concreto de violencia como la conquista de la Patagonia, la política de evangelización
no sólo buscó la imposición de la nueva fe, sino que utilizó distintas estrategias entendidas como
dispositivos que en este contexto pueden caracterizarse como asimétricas, conflictivas y coercitivas.
La Congregación salesiana proyectó estas estrategias en negociaciones triangulares mediante discursos
diferenciados para mostrar a los indígenas que su política de evangelización era diferente de la del Estado
pero a su vez legitimaba su tarea ante el Estado a través de la búsqueda de “civilización y progreso”. En
definitiva, la política evangelizadora resulta una estrategia para monopolizar espacios en disputa con el
Estado como la educación y la religión. De esta manera hemos analizado cómo se dirimió el plan de
evangelización de Don Bosco, construido sobre un esquema propio de alteridad (el “infiel”), en medio de
un contexto violento y devastador. Don Bosco reconoció la violencia y buscó contraponer discursivamente
en el plano político que la idea de progreso del Estado iba de la mano de la conquista y la violencia pero
que la idea de progreso de la Congregación era la evangelización y la pacificación, buscando diferenciar la
violencia material de la simbólica.
La imposición de la doctrina mediante la educación, el trabajo de la tierra y la “conversión”, buscó la
transformación y el cambio de paradigma, mediante prácticas de evangelización que desterraran
costumbres y rituales. La búsqueda de acercamiento y aceptación del “otro”, se vehiculizó a través de
canales de consenso asimétrico, como la prédica en lengua vernácula. Dentro de la imposición de la nueva
fe que somete a un esquema “civilizatorio” y evangelizador ajeno a las culturas originarias, se
entrecruzaron prácticas de acercamiento que tras la aparente negociación impusieron la nueva religión.
Las reacciones de supervivencia a los nuevos marcos impuestos y la forma de contrarrestar estas
políticas de control que irrumpieron en el universo territorial y mental, presenta aun muchos interrogantes,
pero podemos esbozar que la resistencia del indígena a la religión católica empieza a definirse en estos
espacios de negociación donde juegan la coerción y el consenso, teniendo en cuenta la imposición, el
disciplinamiento y la asimetría en las relaciones, que se advierten en las estrategias de adoctrinamiento y
en la administración sacramental.
-345-
Notas 1 Nos referimos a los Informes presentados al Colegio de Propaganda Fide que aparecen en el Epistolario de Don Bosco compilado por Eugenio Ceria y al Informe realizado con su secretario Giulio Barberis titulado La Patagonia e le Terre Australi del Continente Americano” (1876) y Ceria, Eugenio. Epistolario di San Giovanni Bosco. 2 Ceria, Eugenio. Epistolario di San Giovanni Bosco, vol 3. Torino: SEI, 1958, Lettera 1676. 3 Idem. 4 BOSCO, G y G. BARBERIS,1988:158; CERIA, E 1958:Lettera 1676. 5 BOSCO, G y G. BARBERIS,1988:61 y 180. 6 BOSCO, G y G. BARBERIS,1988:164. 7 BOSCO, G y G. BARBERIS,1988:75, 85 y 115. 8 Ley 817, art.100, RN 1874/1877. Tratamiento de la cuestión indígena, Buenos Aires, 1991. 9 Entre otras fuentes registradas sólo citamos: Milanesio (1890); Boletín Salesiano, 11, 1895, 1 1, 1909 y A.C.S, Memorias del padre Bernardo Vacchina. 10 Los encomillados son de Milanesio (1890). 11 Nos referimos a la propuesta colonizadora de Domenico Milanesio para la Patagonia Norte, que no se puso en práctica ya que prevaleció el sistema volante o de correrías. Diferente fue en este caso la estrategia implementada en Tierra del Fuego por monseñor Fagnano con reducciones al estilo jesuita. 12 Milanesio,1890 13 Garófoli,1928. 14 Transcripción de la carta del Archivio Salesiano Centrale, 9126, Carta de Domenico Milanesio a Don Rúa, Concepción de Chile, 27 de mayo de 1894. 15 Transcripción de la carta del Archivio Salesiano Centrale, 9126, Carta de Domenico Milanesio a Don Rúa, Concepción de Chile, 27 de mayo de 1894. 16 Bollettino salesiano, 7,1884. 17 Bollettino salesiano, 7,1881, Carta a Don Rua de Don Milanesio, 20 de diciembre de 1880. 18 Bollettino salesiano, 7,1883. Carta de Milanesio a Don Bosco. General Pringles, 20 de febrero de 1883. 19 Bollettino salesiano, 11,1885.Extracto de una carta de Mons. Cagliero a Don Bosco. 20 Bollettino salesiano, 7,1884. Carta de D. Milanesio a don Bosco, Patagones, 3 de marzo de 1884. 21 APF, NS, 456, 583 (1905-05). 22 Bollettino salesiano, 9,1899. 23 APF, Vol 14, 690-96Carta de D. Milanesio a don Bosco, Patagones 3 de marzo de 1884. 24 Bollettino Salesiano, 5, 1897. 25 Bollettino salesiano, 2, 1887 y APF 15, 375-76. Relación de la misión de Monseñor Juan Cagliero, Vicario apostólico de la Patagonia, Roma, 28 de marzo de 1888. 26 Salvo el caso del padre Beauvoir que gustaba de bautizarlos con nombres geográficos o de acuerdo a las circunstancias en los que los encontraba como: José Ángel PAN, José Tomás VEN, José Lorenzo CASA, etc. El padre Zenone, en cambio, les dejaba por apellido su propio nombre indígena y les ponía un nombre cristiano, por ejemplo: Gregorio Wetete. Boletín Salesiano, 2, 1895. Carta del padre Beauvoir a monseñor Fagnano, 30 de abril de 1894; ACS, Caja 65. Memorias del padre Beauvoir. 27 Boletín Salesiano, febrero de 1887. 28 Traducción del mapuche de Marisa Malvestitti. 29 APF, NS 263, 1151-62; APF, NS vol 453, 586. Relazioni del Vicariato apostolico al Propaganda Fide, 8 novembre 1903; Relazione quinquennale del Vicariato apostolico a Propaganda Fide, 1908. 30 Vanzini, 2001:177.Vacchina menciona a Santiago Melipán pero luego lo tacha y en la versión dactilográfica de las memorias aparece en su lugar José Antonio Crespo, fallecido en 1903 de la tribu de Sayhueque, bautizado en 1884 por Milanesio a los siete años. Fuentes primarias
BOSCO, G y G. BARBERIS (1876) 1988 La Patagonia e le Terre Australi del Continente Americano LAS, Roma.
-346-
BOLLETTINI salesiani, 7 (1881); 7 (1883); 7 (1884); 11 (1885); 2 (1887); 2 (1895); 5 (1897); 9 (1899) BOLETÍN salesiano, 11 (1895); 11 (1909). CERIA, E 1958 Epistolario di San Giovanni Bosco. SEI. Torino. Vol 3. GARÓFOLI,J 1915 Datos biográficos y excursiones apostólicas del Padre Milanesio. Pío IX, Buenos
Aires. Documentos inéditos
Archivo Histórico de las Misiones salesianas de la Patagonia (AHMSP) M.62. Rasgos etnográficos de los indígenas de la Patagonia. Imperiosa necesidad de educarlos Archivo Propaganda Fide (APF) Vol 14, 690-96; Vol 15, 375 y 376;NS, Vol, 263; 456, 583. Archivo Central Salesiano (ACS) Memorias del padre Bernardo Vacchina Caja 203.3 (5), D. Milanesio, Plan de reducción y colonización indígena al ministro del Interior. Caja 65. Memorias del padre Beauvoir.
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-348-
TAREA MISIONERA Y EDUCACIÓN
EN LA FRONTERA SUD. ALGUNAS NOTAS
Inés Isabel Farías
Archivo Histórico “Fray José Luis Padrós”
del Convento San Francisco Solano, Río Cuarto.
RESUMEN
La labor misionera franciscana en la frontera sud de mediados a fines del Siglo XIX no
fue ajena ni estuvo separada de la preocupación por la educación, desde sus inicios, cuando el
entonces Gobernador de Córdoba Alejo Carmen Guzmán impulsa su venida para que además de
“pacificar la frontera” se ocupen de una escuela en la Villa de la Concepción como medio
principal de ayudar al progreso de las familias; en las inquietudes propias del Curato, como
luego “tierra adentro” en acciones tales como priorizar el diálogo con los ranqueles que
caracteriza la labor de los Prefectos de Misiones, hasta la lucha por maestros impagos,
procurarles libros y acercarlos a la escuela, siendo quizás el mejor ejemplo, los progresos del
“indiecito Marcos”, o gestos paternales de atender en situaciones de extrema indigencia, a los
“pobres del desierto”.
Palabras clave: Misioneros franciscanos – Frontera Sud – Educación – Misión del Río
Cuarto – Propaganda Fide.
Introducción
Es ilustrativa en los más variados aspectos, la correspondencia que mantienen los
Padres Fray Marcos Donati y Fray Moisés Alvarez, en el desempeño de las funciones que
alternan como Prefectos y Vice Prefectos de Misiones entre los indios ranqueles asentados en la
Pampa Central. De la misma, se han seleccionado unos 60 documentos del período
comprendido entre los años 1862- 1899, del fondo principal del Archivo Histórico del Convento
San Francisco Solano -en delante citado con sus siglas AHCSF- en los que hay referencias a la
educación, ya que fuere formal, o la que deriva en obras, trabajos, actitudes o valores. El
propósito es mostrar la preocupación de los misioneros por la educación, como parte de su tarea
en la frontera sud, desde mediados a fines del Siglo XIX. El concepto de Educación es tomado
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en su acepción más amplia, que incluye los de Cultura y Civilización como más abarcadores y
el de Educación-Escuela como estructura formal de enseñanza o instrucción, todos los cuales se
manifiestan ya fuere en la vida de la Villa de la Concepción del Río Cuarto, como en el Curato
y en las misiones entre ranqueles. Los reclamos del P. Donati por herramientas para labrar la
tierra, por bueyes que el gobierno le envía pero que el Comandante Moreno le retiene o noticias
de que los indios cultivan maíz, cosechan trigo o llevan sus productos a vender a la Villa, hacen
pensar en un complejo proceso intercultural que se da en la vida de la frontera y aún “tierra
adentro”, como parte de un intento de mejora en las condiciones de vida: “... las familias de
Bustos, Linconao y Morales siembran maíz y porotos; amansan lecheras y sus mujeres tejen
ponchos que llevan a vender a las Villas de la Concepción o de Mercedes...”; Linconao y
Morales tienen ahorros, producto de la venta de ovejas que crían, de cueros, lana y plumas de
avestruces y se dan ciertos lujos en sus vestimentas, mientras otros integran tenaces comitivas a
Buenos Aires.
La educación, como factor de desarrollo para que la persona adquiera habilidades y
capacidades tanto para cultivar la tierra como para aprender un oficio, o aspirar a mejores
condiciones de vida, forma parte del esfuerzo cotidiano ante las precarias situaciones que
afrontan tanto ranqueles como misioneros, al compartir las vicisitudes del desierto. El marco
tradicional de enseñar y aprender, se enfrenta entre otras muchas dificultades, a la nada menor
de la lengua oral y escrita, ya que el pueblo ranquel poseía una cultura ágrafa, y su idioma, el
mapuche, requería de intérpretes o lenguaraces. De los misioneros, el único que posee un
dominio natural de la lengua castellana, por ser su legua materna, es el P. Fray Moisés Alvarez,
los demás son de origen italiano, requiriéndoles un mayor esfuerzo dominar el idioma español y
luego, adaptarse al de los ranqueles. Producto de esta preocupación es por ejemplo, el intento
del P. Alvarez de aprender la lengua aborigen para un mejor entendimiento: “He principiado a
estudiar el idioma de ellos, al fin conseguí la Gramática y Diccionario; un libro de 682
páginas, que contiene la Gramática, Doctrina cristiana, y tres pequeños Diccionarios”. Se trata
de “El arte de la lengua chilena”, del jesuita Fabres que le envía desde Quillota, D. Félix Frías a
través de Legación Argentina en Chile, en 1874 (Doc. 458, 529 y 537, AHCSF).
En el marco del CPF y labor de los Prefectos
En el ámbito de la América hispana, los franciscanos fueron pioneros en la fundación y
sostenimiento de escuelas, al tiempo que adquirieron nuevos rasgos de instrucción y cultura,
hasta avanzar con las casas de estudios superiores, derivadas en universidades, dándoles mucha
importancia a sus bibliotecas (SAIZ, 1993). En el caso de Río Cuarto además de los textos
propios (Sagrada Escritura, Liturgia, Religión, Teología, etc.) sobresalen los diccionarios de
-350-
castellano y otros idiomas (latín, italiano, catalán), enciclopedias, gramáticas y textos de lengua
castellana, así como de historia regional y del país, entre muchos otros de cultura general1.
La educación se consideraba pilar fundamental para que la labor apostólica diera buenos
frutos; desde sus inicios, intuyeron la necesidad de una base cultural para poder edificar una
religiosidad consciente, voluntariamente aceptada, libre de viejas supersticiones, a la par que
combatir la ignorancia y la corrupción de las costumbres. Para el P. Zavarella son “frases
lapidarias” las del P. Alvarez con las que describe la situación en el Proemio de sus Crónicas, y
la “urgentísima necesidad” de la educación (ZAVARELLA, 1983:111):
“Ya fuere porque los hombres estaban ocupados en los rebaños de pastoreo o en
la guerra, se olvidaron de la educación de sus familias. Así que, tanto por la
corrupción, como por ignorancia, han hecho que gran parte de la población, sea
muy indiferente en materia religiosa, científica e industrial. El pastor [misionero]
no podía hacer bien su misión, a pesar de su celo, porque la indiferencia lo hacía
inútil”.2
Entre las funciones que cumplían los Colegios de Propaganda Fide, cabe distinguir aquéllas
propias de la actividad misionera, y las del colegio como institución de enseñanza -o escuela -
(FARIAS, 2006; 2007). Fueron llamados a los fines de pacificar las tribus indígenas del Sud y a
la vez para que
“... sirviese dicho Colegio a la educación moral, primaria y científica tan
necesaria a esta parte tan principal de la población de esta Provincia [...]
deseando el Gobierno de la Provincia que se fundase en la Villa de la Concepción
un Colegio de Misioneros de Propaganda Fide con el objeto de civilizar[...]las
tribus indígenas del Sud [...] y que al mismo tiempo sirviese dicho Colegio a la
educación moral, primaria y científica tan necesaria a esta parte tan principal de
la población de esta Provincia..”3.
La Legislatura de Córdoba aprobó el proyecto fijándoles dos claros objetivos, como antes se
señalara: pacificar la frontera y ocuparse de la educación. En las Bases del convenio
(30.4.1855, Art.4º) el Gobierno se compromete también “a entregar la cantidad de doscientos
pesos que se destinan para comprar útiles para el Colegio”. Hasta mediados de 1855, época en
que se tramita la venida de los franciscanos, la Villa no contó con una escuela pública estable,
(BARRIONUEVO IMPOSTI 1992:10-11; 13-20) debido a la falta de maestros, y éstos, a los
magros sueldos que se pagaban. Una vez instalados (1856) y sobre todo cuando inicia su labor
el Colegio de Propaganda Fide (CPF) en 1868, se les confía una tarea ciclópea: “combatir la
ignorancia y la corrupción de las costumbres en Río Cuarto y en todo su territorio”. Años más
tarde desde tierra adentro, el P. Alvarez insistirá en cuán necesaria es la educación: “... los
-351-
campamentos militares son una fuente de vicios y los hijos siguen las malas costumbres de sus
padres”. El CPF extendió progresivamente su campo de acción, hasta abarcar múltiples
aspectos que llegaron a distinguirlo entre sus similares (ZAVARELLA 1983: 115-124).
Es notable la concepción del P. Alvarez, cuando anhela poder asimilar algún día, el
concepto de Ciudadano a los aborígenes por medio de la educación: hacerlos miembros de la
comunidad organizada, que posean unos derechos pero también obligados a cumplir ciertas
normas y deberes, pensamiento que remite al concepto de ciudadano- participante, de la antigua
Grecia, cuando escribe:
“Nos era precisa no sólo la venia del Excmo. Gobierno para poder tratar
libremente con los Indios sino también que nos proporcionara los medios de poder
mantenernos entre los Indios y algunos recursos para poder fomentar en ellos el
estímulo del trabajo como serian semillas, granos, etc. etc. cuyo trabajo
reemplazaría el robo, porque de otro modo creemos inútil o casi inútil nuestros
afanes en inculcarles los principios morales si no se les enseña a trabajar; porque
urgidos de la necesidad, no solo pisarían la moral y los moralizadores. [...] Es
preciso pues para los Indios, que la civilización y el trabajo obren
simultáneamente, de lo contrario bien podrán domesticarse; empero nunca serán
ciudadanos”4.
Palabras claves como educación, escuela, indios y misiones, otras derivadas tales como
libros, maestros; o afines al concepto de cultura, de labranza, se reiteran en los documentos
misioneros:
- Primeros antecedentes en educación: Desde el Obispado de Córdoba se les pide que,
como párrocos -estaban a cargo del Curato- presidan (o ejerzan la dirección) de las escuelas
parroquiales (Córdoba, 4.4.1862. Doc.42). El Gobernador Mariano Echenique encarga la
dirección de la Escuela Pública de Varones de Río Cuarto al P. Isidoro Anselmi (Córdoba,
15.3.1866.Doc.74).
- Exámenes en la Villa. La autoridad municipal invita al P. Quírico Porreca, Guardián, a
presenciar los exámenes de la escuela parroquial. (Río Cuarto, 26.12.1874. Doc.489). El
Ministerio de Culto e Instrucción Pública de Córdoba, convoca también al P. Porreca a tomar
exámenes en días y horas establecidas (29.11.1876. Doc. 691). El Jefe Político Martín Quenón
lo designa para que tome exámenes en la Escuela Pública de la Villa (19.12.1876.Doc.701).
Días después, la Municipalidad le pide tome exámenes en la Escuela Pública de Varones
(29.12.1876. Doc. 706). Otra convocatoria: el Presidente del Consejo Municipal, Moisés Irusta
comunica al Guardián, P. Porreca que “el Consejo Ejecutivo ha tenido a bien nombrarlo
examinador de la Escuela Municipal de Varones, cuyos exámenes deben empezar el día 1 de
-352-
diciembre” y le pide quiera mandar a otro Hermano (Religioso) en calidad de examinador a la
Escuela Municipal de Mujeres (20.11.1882. Doc. 1307).
- Censo escolar. El Ministerio de Justicia e Instrucción convoca al P. Porreca se haga
cargo de la Comisión del Censo Escolar (Córdoba, 10.9.1876. Doc.2552). Le envían las
planillas de la campaña, Pedanía de San Bartolomé (27.11.1876. Doc. 689). El Ministerio de
Culto e Instrucción Pública le manda instrucciones (impresos) para facilitar las tareas del censo
escolar en la campaña (19.12.1876. Doc.664). Solicitudes de apoyo y colaboración son
frecuentes: del Consejo de Educación envían planillas al P. Porreca para estadísticas y censo
(Buenos Aires, 28.8.1883).
- Alegrías: “los indios están muy contentos [...] los chicos están en la escuela y son muy
entendidos; ya hay indiecitos que saben leer y escribir y contar...”. Otros, cosechan maíz.
(Alvarez/ Donati, 22.11.1874, Doc.475). Avances de los “muchachos grandes que están en la
escuela”. (Alvarez/ Donati, Sarmiento, 21.1.1875. Doc.497). Los indios cultivan, tienen
animales y ahorran dinero (Alvarez/Donati, Fuerte Sarmiento, 24.11.1875. Doc. 583).
- En la frontera, exámenes satisfactorios y hasta escuela para la mujer india: esta carta
(Alvarez /Donati, Fuerte Sarmiento, 15.11.1875. Doc.578) bien podría considerarse uno de los
mejores resúmenes en materia de logros:
“los indios recibieron ayer los bueyes que les mandó el Gobierno en número de 20
[...] Linconao cada día se porta mejor [...] El coronel Racedo estuvo a examinar a
los indiecitos de Cheli, quedó muy satisfecho. Ya se instaló la escuela de mujeres,
es decir, de las indias, regenteada por la señora de Cheli. Ahora estoy muy
contento porque veo que Dios se manifiesta favorablemente a estos indios.
Continuamente se presentan indios de Tierra adentro para incorporarse a éstos”.
Continúan los adelantos: “los indiecitos de la escuela van muy bien, ya saben la doctrina
cristiana de memoria; yo voy los sábados y les explico algunos capítulos que, aunque sea como
hablarles en griego, algo ha de quedarles” (Fuerte Sarmiento, 3.12.1876. Doc. 694).
- No faltan las penurias para el maestro. El gobierno deuda muchos sueldos, incluidos
los del maestro. Joaquín Cheli se encuentra muy necesitado y pide al P. Donati interceda por sus
sueldos (Fuerte Sarmiento, 21.5. 1877. Doc.735). En la siguiente, no oculta su amargura porque
“los oficiales han cobrados sus sueldos atrasados,... sólo yo he sido el desdichado que no ha
tenido hasta el presente dicha suerte; no obstante, le recuerda que “cuando escriba a Buenos
Aires no se olvide de hacer presente al Ministro de los útiles para la escuela, ya que si no
llegan pronto me veré en la dura necesidad de cerrar la escuela” (29.5.1877, Doc.736).
- Progresos y hasta ahorros, en medio de las penurias: les falta de todo (Alvarez/Donati,
19.1.1877.Doc. 718). No tienen material para la escuela; todos viven en medio de una gran
-353-
pobreza (Sarmiento, 28.5.1876. Doc. 618). Sin embargo, producto de sus trabajos y ventas,
Linconao y Morales tienen $ 200 pesos fuertes en acciones en el Banco de Río Cuarto, con la
preocupación del P. Donati que no puede garantizarles la guarda que puede hacer el Banco de
dichos fondos (Alvarez/ Donati.21.1.1876. Doc. 597). Extrema pobreza: no tiene ni agua fresca
[agua que le hace daño por sales nocivas] (Sarmiento, 5.7.1878. Doc. 896), ni velas para decir
misa (Alvarez/ Donati. 19.10.1878. Doc. 945).
- Frutos del buen ejemplo: Martín López se ha enterado que su hijo Francisco no va a la
escuela y que en cambio está para los mandados en la casa del Comandante Panelo: “me es muy
triste esta nueva y preocupa por el bien de la familia” (Leubucó, 17.9.1878, Doc. 931).
- Pobreza y caridad: El P. Alvarez pide ayuda al P. Donati pues ha tenido noticias que el
P. Pío Bentivoglio, capellán de la Tercera División, está muy pobre en Leubucó. Otro
misionero, el P. Constantino Longo, también se hace eco de las penurias del P. Bentivoglio:
debe tener mil necesidades; y pide se le ayude (Río Cuarto, 1.6.1879. Doc.1025). No obstante,
el P. Bentivoglio se ocupa de ayudar con lo que tiene: “estoy sirviéndoles a los indios de
costurera, cortando y cosiendo con mis propias manos camisas, y qué camisas!, para los
indiecitos” ( Pi Avilauquen, 17.6.1879. Doc. Nº 1032). En Villa Mercedes, la escasez forma
parte de la vida cotidiana del misionero y de los indios (Donati/Alvarez, 11.11.1878. Doc.956).
- Libros y útiles: el librero Alejandro Halbach envía útiles escolares al P. Guardián Pío
Bentivoglio con destino a la escuela del P. Alvarez en Sarmiento (31.12.1872. Doc.280). Desde
la Inspectoría de Misiones de Santa Fe, Capitanía del Puerto de Rosario se remiten por tren
cuatro cajones de libros “destinados a los indios”. (Inspector, a P. Alvarez, 25.9.1875. Doc.
565). Desde V. Mercedes: “Remito a Ud. el cajón de libros muy bien acondicionado. Tránsito
Isla es el conductor de ésta y de los libros”. (Donati /Alvarez, V. Mercedes, 17.10.1877. Doc.
778). Para el Colegio del Carmen, Agustín Garzón envía desde Córdoba al P. Porreca una
dotación de libros (17.4.1880. Doc. 1145). Si se trata de pedir, el P. Porreca piensa en todo y en
todos: el Gobernador de Córdoba, Miguel Juárez Celman alienta y promete ayuda para sus
colegios (21.7.1881. Doc. 1246). Julio A. Roca, Presidente de la Nación, le mandará los mapas
que ha pedido no bien estén impresos (Buenos Aires, 2.8.1886.Doc.1495).
Esfuerzo constante, ante la falta de libros y de útiles: “... de Buenos Aires no me han
contestado por el pedido que hice de libros y enseres para las escuelas de los indios”
(Sarmiento, 22.3.1879. Doc.1004). Otras veces, hay mejor suerte: Rómulo Ayerza confirma que
“los cajones de libros llegaron a sus destinos” según las direcciones que le ha enviado el P.
Porreca (Buenos Aires, 12.8.1890. Doc.1707). Para los colegios de las Hnas Misioneras
Terciarias Franciscanas, en cuyas fundaciones interviene el P. Porreca, el médico militar Pedro
Mallo gestiona y envía útiles escolares para 200 niños con destino al Colegio de Salta (Buenos
-354-
Aires 11.10.1887. Doc.1597). En otras oportunidades, ha recibido 50 bancos y $ 1.000 del
Gobernador Wenceslao Tejerina para el Colegio del Carmen, de Río Cuarto (9.8.1887.
Doc.1586) incluida otra ayuda del Presidente Julio A. Roca (8.8.1881.Doc. 1248).
-Para labrar la tierra. Telegrama del Comisario General de las Misiones: avisa al P.
Donati el despacho de 92 bultos con elementos de labranza, para su “pueblo de indios” de V.
Mercedes (Rosario, 1.10.1876. Doc.667); poco después, Linconao se dedica a la siembra
(Sarmiento, 26.10.1876.Doc. 676).
Indiecito Marcos, una historia singular
El indiecito Marcos (ó Marcos Naupai), representa todo un símbolo en los esfuerzos por
la educación en estas tierras. Es un joven ranquel que adopta el nombre de pila de su padrino, el
P. Donati. La preocupación del misionero encuentra eco en su ilustrado colaborador en
Córdoba, Agustín Garzón; con la buena predisposición de un comerciante de la Docta, Juan
Morra consigue la adaptación que significa para este joven salir de su tierra, llana y despoblada,
para vivir, trabajar y estudiar en la capital de la Provincia, y progresar hasta hacerse cargo un
día del comercio y tener ahorros en un banco. Proceso que empieza con una carta de
recomendación y concluye -al menos para nuestra historia- con la carta que escribe el propio
Marcos Naupai a su protector.
- A pedido del P. Donati, Agustín Garzón se ocupará de la “colocación” de Marcos:
“... el señor Juan Morra, italiano, fabricante de fideos me ha dado alguna
esperanza de poderlo tomar. Es un sujeto de confianza por su moralidad [...] yo
he solicitado esta colocación como por mayordomo de la casa con la condición
de que se le permita asistir a la escuela de noche a aprender los ramos que él
quiere estudiar. La casa es un establecimiento a vapor, de alguna importancia”.
(Córdoba 19.1.1879, Doc.983).
- Juan Morra acepta al joven; lo colocará en el negocio de fideos y de noche podrá
asistir a la escuela; primeramente le dará lo que necesite y después según sus aptitudes le
señalará un sueldo. “Cuando venga el joven que pregunte por la casa de D. Juan Morra, fábrica
de fideos en la calla ancha” (Garzón/Donati. Córdoba, 11.2.1879.Doc.989).
- Marcos Naupai ha llegado bien y parece contento de la nueva casa; Agustín Garzón y
el comerciante aguardan saber cuál es la mejor escuela de noche para ponerlo: “... hago mi
deber dar la mejor educación a su protegido y hacer que aprenda bien su profesión tanto que
salga de aquí hombre y capaz de ganarse la vida honradamente” (16.2.1879. Doc.991).
-355-
-Agustín Garzón antes de escribir al P. Donati visita a Marcos. “...he estado con él y con
(Juan) Morra, están contentos los dos”(Córdoba, 1.4.1879. Doc.1009). También el P. Quirico
Porreca, desde el convento de Río Cuarto, se interesa y A. Garzón le incluye noticias de Marcos
junto al avance de las obras para las Hermanas del Barrio San Vicente (Córdoba, 22.4.1879.
Doc.1014; 9.5.1879. Doc.1021; 22.5.1879. Doc.2601).
- Antes de fin de año, el propio Marcos Naupai escribe a su protector, con sus noticias y
esperanzas: “... espero poner mucha atención para adelantar lo más pronto posible aprender el
oficio; le pide “ruegue a Dios me vaya bien en todo” (Córdoba, 1.12.1879. Doc.1104).
- Marcos Naupai cuenta ya con ahorros; el P. Donati ha puesto su plata en el banco. El
joven aprueba: “En fin, Ud. determine como le parezca mejor que yo estoy conforme con lo que
usted haga”. (Córdoba, 5.4.1882. Doc. 1275).
- Marcos ascendido. Podría considerarse la “noticia cumbre” a que puede aspirar el
misionero o todo padre que se preocupa por la educación de sus hijos. El P. Alvarez ha estado
dos veces en la casa de Juan Morra, quien “habla muy bien de Marcos, en la primera vez sólo
era un encargado del café”, pero en la segunda, “había ascendido a maquinista de la fábrica;
Don Juan cree que luego se pondrá al corriente del manejo de la misma. ¡Cuánto vale ser
juicioso! (Alvarez/Donati, Río Cuarto, 5.7.1879. Doc.1043).
La educación formal
La otra función en la que el Colegio de Propaganda Fide se apoyaba no era de menor
importancia: la educación formal, desde las primeras letras. Esta obra de promoción humana ha
sido el horizonte desde el cual los misioneros proyectaron gran parte de su labor. Haciendo
historia, Irma Sposetti se preguntaba: “¿Qué enseñaron aquellos religiosos en sus primitivas
escuelas?, ¿solamente la doctrina cristiana, urbanidad, a leer y a escribir?. Claro que no. Hay
registros que señalan que ya a mediados del siglo XVI, el colegio San Andrés de Quito, los
franciscanos enseñaban canto, música, carpintería, zapatería, herrería y cultivo de la tierra”
(SPOSETTI 2001:3-4). Es decir, compromiso no sólo con la formación espiritual sino
fundamentalmente con el desarrollo de la sociedad en la que se inscribe. Palabras mayores es la fundación de los hoy dos grandes colegios, como institutos
formales de enseñanza: el San Buenaventura, fundado junto al mismo convento (P. Juan B.
Raineri, 13.11.1856) y el de Nuestra Señora del Carmen (P. Quírico Porreca, 2.7.1879), puesto
bajo el cuidado de otra institución franciscana, la de las Hermanas Terciarias Misioneras,
congregación fundada por la Madre Tránsito Cabanillas. Otro establecimiento que pudo tener un
-356-
desarrollo importante, en la zona N. E de la ciudad, pero que no alcanzó a afianzarse, fue la
Escuela de La Inmaculada (4.10.1919, de la Orden Franciscana Seglar (FARIAS, 2007).
El P. Guardián Fr. Antonino Cardarelli en su “Resumen histórico del Colegio y relación
de su estado, año 1891”(Doc.1725) dedica un capítulo a “Escuelas”: el Colegio [Escuela]
Normal Mixto; dos Colegios Provinciales Graduados, uno para varones y otro para mujeres;
Escuela Elemental Municipal, una para varones, otra para mujeres y la tercera mixta y varias
otras escuelas privadas; y la escuela [actual Colegio San Buenaventura] elemental masculina y
gratuita que sostienen y dirigen los misioneros del CPF, frecuentada por unos 200 niños, y dos
escuelas dirigidas por las Hnas. Terciarias Franciscanas [actual Colegio N.S. del Carmen], una
para internas y otra de externas, a la que asisten más de 300 niñas.
Más allá de los límites del Curato, en la Pampa Central, uno de los últimos misioneros,
el P. Leonardo Herrera (1899. Doc.1902), señala que pese a que “No cuento con más recursos
que los del cielo”...” tiene al pie de la obra cien mil ladrillos para edificar en debida forma unos
cuartos para viviendas de los Padres y también un salón para escuela. En otro informe (25.12.
1899) se refiere a la Misión a su cargo en un extenso territorio de 3.100 leguas cuadradas, que
tiene por límites la Provincia de San Luís al Norte y Río Colorado al Sud (Doc. 1931). Ha
fundado una escuela en Intendente Alvear, que inaugura el 9 de Julio de 1899, con el nombre de
“Escuela San Buenaventura”. Destaca los resultados obtenidos, al tiempo que reclama:
“...Las Gobernaciones necesitan escuelas y muchas, pero que éstas sean
populares, donde aprendan sus alumnos a leer, escribir, contar con perfección y
los propios deberes para con Dios y la Patria, y si fuera posible escuelas
profesionales para explotar nuestras riquezas y formar nuestras industrias propias
para que nuestros caudales se conserven y aumenten sin necesidad de remitirlos al
extranjero”.
CONCLUSIONES
- General: los documentos citados en reducida muestra, dan cuenta de la amplitud y a la
vez, profundidad de las acciones en materia de educación y cultura que desarrollan los
misioneros en la Villa del Río Cuarto y en la Frontera Sud.
- Particular: la perseverancia, pese a las dificultades, estrecheces y contrariedades, para
mejorar las condiciones de vida y hasta la esperanza, de los “pobres del desierto”. La historia de
Marcos Naupai, así lo demuestra en la secuencia de las cartas.
NOTAS
-357-
1 Cf. FARÍAS, Inés I. 2012 Antigua Biblioteca y Archivo Histórico, Patrimonio Franciscano de
Siglos ligado a la Frontera Sur. Simposio Paisajes Culturales en el Centro-Oeste de la
Argentina. Los Desafíos Teóricos y Prácticos del Ordenamiento Territorial en torno a los
Bienes Culturales. Río Cuarto. 2 El P. Moisés Alvarez fue el primer cronista del convento; escribió la “Crónica del Colegio
Apostólico de Padres Franciscanos de Propaganda Fide de San Francisco Solano de la ciudad
del Río Cuarto” que abarca el período 1856 – 1882, año éste en que falleció. 3 Del protocolo de las Bases de un convenio público. 2.5.1855. Doc. Nº 4, AHCSF. 4 INSTITUTO TEOLÓGICO FRANCISCANO “FRAY LUIS BOLAÑOS” 2003 Nuevo Mundo,
N.3/4. Documentos Históricos franciscanos de la República Argentina. Una Selección. Siglos
17-20: 221 La Excursión a los indios ranqueles de 1870, Apuntes personales de Fray Moisés
Alvarez, entre 1871-1882. San Antonio de Padua, Buenos Aires.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
BARRIONUEVO IMPOSTI, Victor 1992 Historia de Río Cuarto. Tomo 3º. Buenos Aires.
FARIAS, Ines I. 1993. El Padre Marcos Donati y los franciscanos italianos de la Misión del
Río Cuarto. Buenos Aires.
------------------- 2006 La Frontera Sud del Río Cuarto y un petitorio vecinal decisivo. Quarto
Río, 8: 9-28.
------------------- 2007. El Colegio Franciscano de la Villa de la Concepción del Río Cuarto.
Quarto Río, 9:59-94.
SAIZ, Felix 1993 La expansión misionera en las fronteras del imperio español: colegios
misioneros franciscanos en Hispanoamérica. En: Franciscanos en America: quinientos
años de presencia evangelizadora. Mexico: Conferencia Franciscana de Santa Maria de
Guadalupe.
SPOSETTI Irma 2001 Una experiencia educativa franciscana: Colegio San Buenaventura.
Apuntes Franciscanos, Ediciones del AHCSF, Rio Cuarto.
ZAVARELLA, Salvatore.1983 Pioneri franciscani nella pampa. Il Colegio apostolico di
Propaganda Fide S. Francesco Solano di Río Cuarto e Padre Quirico Porreca. Asis,
Italia.
-358-
NIÑEZ Y JUVENTUD EN LA ENCRUCIJADA POR SU RECONOCIMIENTO.
APORTES DESDE EL ENFOQUE INTERCULTURAL
María Noelia Galetto y Mariana Jesica Lerchundi
Universidad Nacional de Río Cuarto / Becarias doctorales de CONICET
[email protected]; [email protected]
Resumen
La interculturalidad tiene como punto de partida el reconocimiento jurídico de la diversidad
cultural y busca criticar la discriminación, el racismo y la exclusión. Además, intenta, por un
lado, promover relaciones positivas, simétricas, de paz y solidaridad entre los sujetos de
distintas culturas y; por el otro, formar ciudadanos que reconozcan, valoren y comprendan las
diferencias y que, además, sean capaces de trabajar conjuntamente en el desarrollo y la
construcción de una sociedad justa e igualitaria.
La presente ponencia tiene como propósito analizar algunos de los aportes del enfoque de
interculturalidad, como categoría teórica de análisis, a la perspectiva del reconocimiento, en este
caso, de la diversidad cultural de niños y jóvenes que conviven en la sociedad. Para ello, se
delimitan las nociones de infancia, juventud, interculturalidad y reconocimiento.
Posteriormente, se pretenden vincular estas dimensiones con la realidad de niños y jóvenes que
residen en la Ciudad de Río Cuarto (Córdoba) y La Rioja, a partir de la información empírica a
la que se arribó por los resultados de tres investigaciones cualitativas utilizadas como fuente
secundaria. Dichos estudios permiten acercarse a ciertas situaciones y experiencias de
diversidad cultural y desigualdad social que están presentes en la ciudad. Finalmente, se intenta
responder a la pregunta problema que guía al artículo: ¿Cómo puede contribuir la
interculturalidad en el reconocimiento de la diversidad cultural de niños y jóvenes? Con ese
interrogante se pretende tejer la encrucijada que atraviesan niños y jóvenes para lograr su
reconocimiento. De modo tal que se pueda exponer el verdadero desafío de entendimiento
social, valoración mutua e integración para cambiar y ‘eliminar’ paulatinamente las situaciones
de conflicto, asimetría cultural y diferenciación que afecta a las minorías -considerando aspectos
étnicos, culturales, etarios y de género- y que, a su vez, dificulta una convivencia armónica,
equitativa y justa.
Palabras Clave: diversidad cultural – niñez – juventud – reconocimiento – interculturalidad
Introducción
-359-
La sociedad argentina se caracteriza por ser pluralista ya que en el mismo y extenso espacio
geográfico viven diversas culturas. Esta situación conlleva a la libre expresión de las diferentes
formas de vida y pensamientos y, en consecuencia, al surgimiento de conflictos y disensos
propios de la convivencia ciudadana. En este marco, los diversos grupos culturales pretenden
lograr el reconocimiento de su dignidad. Para analizar esta situación, se cree que la
interculturalidad -la cual promueve la conciencia de la propia identidad cultural y de las
diferencias culturales- se podría presentar como una categoría ético-política ya que posibilitaría
el reconocimiento de los diversos niños y jóvenes1.
En el presente artículo, en primer lugar, se hace referencia a los términos de infancia y
juventud; y, luego, se realiza un acercamiento teórico a las nociones de interculturalidad y
reconocimiento. Posteriormente, se presentan algunos casos empíricos que refieren a niños y
jóvenes de la Ciudad de Río Cuarto y La Rioja. Y finalmente, a partir de las perspectivas
teóricas abordadas, se realiza un breve análisis de las realidades presentadas y se intenta
responder al interrogante ¿Cómo puede contribuir el enfoque de interculturalidad en el
reconocimiento de la diversidad cultural de niños y jóvenes?
Acercamientos teóricos
Infancia y juventud
En este estudio se entiende a la infancia como un período fundamental en la constitución del ser
humano, en el cual adquieren una gran importancia los cuidados que los adultos brindan a los
niños (Bruzzo y Jacubovich, 2007). Asimismo, tanto la experiencia como el protagonismo de la
niñez son factores fundamentales para el progreso y aprendizaje. Desde esta perspectiva, el niño
es concebido como “un sujeto activo, cognoscente y social en pleno proceso de construcción de
su psiquismo y de apropiación de la cultura en que vive, es decir, en proceso de desarrollo”
(Bruzzo y Jacubovich, 2007: 71).
En relación con la juventud, algunos autores como Balardini (2000) y Hopenhayn (2007)
señalan que la génesis de aquella noción tiene lugar en la Modernidad, cuando los cambios
permitieron considerarla como sujeto social, objeto de políticas públicas y tema crítico de
estudio. Las diversas perspectivas desde las que se puede abordar esta categoría permiten dar
cuenta de su complejidad y de la imposibilidad de alcanzar un consenso. Posicionándose desde
enfoques avanzados que presentan una mirada superadora a las estigmatizaciones
descalificantes que muestran a este sector poblacional como seres apáticos, marginales y hasta
peligrosos se propone, entonces, caracterizar a los jóvenes como un colectivo heterogéneo,
-360-
actores sociales plenos y estratégicos para el desarrollo político y social, sujetos de derecho, con
actual y potencial aptitud participativa.
Interculturalidad
A lo largo de la historia, la diversidad cultural, se manifestó a través de diferentes sujetos,
grupos sociales, culturas y centros históricos, los cuales fueron forjando sus experiencias y la
articulación de lo humano y, con ello, sus identidades y propias formas de vida, con una
interacción pacífica, conflictiva o de dominio. En la sociedad actual, viven diversidad de
culturas y estilos de vida, a pesar de la tendencia a la homogeneización (Picotti, 2006).
La interculturalidad se plantea como una categoría ético-política para el actual contexto de
globalización en el que los sujetos viven en diferentes tiempos y espacios; donde ocurre el
encuentro de personas y pueblos, grupos culturales y étnicos con comprensiones, valoraciones y
cosmovisiones distintas (Arpini, 2010). En este sentido, dice Salas Astrain (2006), la
interculturalidad alude, en términos generales, a la relación entre grupos étnicos y culturales
distintos, a su mutua comprensión, valoración y a la atención de otras diferenciaciones
culturales que continúan siendo ignoradas. El pensamiento de este autor, que converge con el
planteo de Fornet-Betancourt, manifiesta que la interculturalidad es una categoría que indica
“una parte importante de la discusión del pensamiento latinoamericano forjado en la
comprensión de las etnicidades, de las asimetrías culturales y que permite sobre todo
esclarecer la relación renovada entre identidad y diferencia, entre sí mismo y otro” (Salas
Astrain, 2007: 25-26).
Aquella noción se presenta como una vía para evitar la xenofobia y la eliminación del ‘otro’
(Salas Astrain, 2007). No obstante, el esfuerzo intercultural no anula la narrativa de la identidad,
sólo la reubica y relocaliza espacial y temporalmente a través de un imperativo categórico
“la necesidad del diálogo intercultural es la necesidad de realizar la justicia, de
entrar en un contacto justo con el otro libre; lo que quiere decir, a su vez, que es
necesario reconocerle como persona humana portadora justamente, en su
diferencia, de una dignidad inviolable que nos hace iguales” (Fornet-Betancourt,
2001: 264).
La perspectiva intercultural promueve no sólo la conciencia de la propia identidad cultural sino
también de las diferencias culturales. Asimismo, la interculturalidad supone reflexionar y
cuestionar aspectos sociales, políticos y económicos -presentes en las relaciones de poder-,
pensar las formas de reconocimiento y desconocimiento, y de afirmación y negación de las
-361-
diferencias (Arpini, 2010). Por ello, se necesita del diálogo con el ‘otro’ y para alcanzarlo es
ineludible superar algunas dificultades, tales como la propia concepción de mundo -desde la
cual se juzga y opera- y la presencia de la cultura globalizada que actúa bajo una lógica
normativa (Picotti, 2006).
En otras palabras, la interculturalidad puede ser vista como el proceso de vinculación de
diversas culturas en pos del enriquecimiento mutuo; ya que este término ahonda en el simple
reconocimiento y respeto de las diversas culturas y propone la integración, interacción e
intercambio entre ellas. Implica un proceso de reaprendizaje y reubicación cultural, una actitud
tendiente a no ser temeroso sino curioso respecto de otras culturas y a estar dispuesto a conocer
y aprender estilos de vida, puntos de vista y personas diferentes, sin asumir como superior la
propia cultura (Arpini, 2007; Salas Astrain, 2006).
A su vez, desde una perspectiva intercultural, Arpini (2008) destaca que, es posible afirmar y
reconocer la diversidad a partir de pensar la integración como proceso de sujetivación,
concebido como la “formación de un uno que no es un yo, sino la relación entre un yo con otro
[que] consiste en la afirmación autónoma del sujeto, en la que la determinación del ‘yo’ se
resignifica en clave del ‘nosotros’” (Arpini, 2007: 17). Al respecto, esta autora explica que para
lograr la integración y el reconocimiento del ‘otro’ en su diversidad no son suficientes los
acuerdos de las cúpulas de poder, sino que se trata de procesos con bases sociales y culturales
que implican otro tipo de mediaciones como espacios que permitan el encuentro, el
reconocimiento, el diálogo y la concertación entre sujetos diversos.
Reconocimiento
Honneth (1997 en Arpini, 2007) señala tres formas de reconocimiento pertenecientes a la
estructura social: el amor o amistad, el derecho y la eticidad. Sin dejar de lado el mundo de la
vida y la teoría de la racionalidad, para Honneth, es necesario dar un paso más a los fines de
alcanzar una nueva teoría social crítica que se vincule y apoye con las formas de reconocer.
Incluso, el autor advierte que las formas de reconocimiento identificadas preceden a toda praxis
discursiva, por ende, como el mundo de la vida no puede fundamentar el reconocimiento
recíproco se debe reconstruir en base a su teoría (Arpini, 2007).
La autora considera que el desarrollo de Honneth implica admitir que los seres humanos
disponen de cualidades de valor que requieren respeto y que quedan sintetizadas con el concepto
de dignidad, vista ésta como “valor intrínseco de cada ser humano” (Arpini, 2007: 22). Este
proceso se desarrolla en el mundo de la vida, lugar donde se aprende a percibir a uno mismo y a
los demás (Arpini, 2007).
-362-
En síntesis, la propuesta de Honneth implica considerar al reconocimiento como un acto
subjetivo que garantiza la autonomía humana. En consecuencia, puede ser visto como un
derecho esencial que comienza a actuar a través del respeto, más allá de considerar el amor, la
solidaridad y las reglas de argumentación racional (Arpini, 2007).
Por su parte, Fornet-Betancourt (2000) considera que el reconocimiento real de cada cultura
debe ser el camino para alcanzar soluciones viables y universalizables. Asimismo, piensa que
tanto el reconocimiento como el respeto deben, por un lado, ser requisitos preexistentes ante la
diversidad cultural y pluralidad de visiones del mundo pertenecientes a toda la humanidad. Y
por otro, ser vistos como una exigencia ética que aspire a fundar las condiciones prácticas para
que todos los sujetos y grupos puedan tomar como punto de apoyo, para el diálogo intercultural,
su cultura de origen.
Realidades de niños y jóvenes de la Ciudad de Río Cuarto y La Rioja
Etnografía en una institución educativa de Río Cuarto
A continuación se exponen brevemente los resultados de un Trabajo Final de Licenciatura en
Educación Inicial -presentado en la Universidad Nacional de Río Cuarto- por Galetto (inédito)
en el año 2012. El propósito de la investigación fue estudiar la configuración de la relación
‘nosotros-otros’2 en un Jardín de Infantes público, ubicado en la zona oeste de la Ciudad de Río
Cuarto, caracterizado por la diversidad cultural debido -en este caso particular- a la presencia de
alumnos3 migrantes bolivianos y descendientes de bolivianos. Para alcanzar el objetivo
propuesto el enfoque etnográfico -que no tuvo pretensión de ser evaluativo sino de describir una
realidad determinada- se focalizó en los discursos y prácticas escolares que se manifestaron -
durante la jornada diaria- y, además, en las interacciones entre los actores institucionales
(directores, docentes, auxiliares, alumnos, padres y/o tutores).
A partir del registro etnográfico, al hablar de las referencias a la comunidad de origen e
identidad boliviana -en la cotidianeidad escolar- se reflejan valores, modos de vida y costumbres
que representan la cultura boliviana y configuran su identidad; los cuales son diversos, en
algunos aspectos, a la cultura e identidad argentina4. Esto es visto como resultado de las
relaciones de oposición, semejanza y distinción. Y, en consecuencia, se puede decir que, se
constituye una relación de diferenciación nosotros-otros respecto de la identidad cultural de
ciertos actores escolares.
En relación con las perspectivas de los docentes y directivos frente a la diversidad cultural se
observan contradicciones entre sus discursos y prácticas ya que, por un lado, se hace referencia
al respeto, tolerancia y aceptación de la diversidad cultural de las familias bolivianas y sus hijos.
-363-
Y por el otro, se reflejan situaciones en las que la diversidad cultural no es respetada, y, en
consecuencia, los ‘otros culturales’ son discriminados y excluidos. A su vez, se manifiestan -en
las salas de nivel inicial- heterogéneas situaciones en las que algunos directivos, maestros y
auxiliares presentan, por medio de sus discursos, indicios de diferenciación cultural respecto de
los alumnos de cultura boliviana acerca de la apreciación de los ritmos de aprendizaje, el aseo
personal, la autonomía, los hábitos, el lenguaje y la comunicación, los tipos de juego y las
características de su personalidad. A partir de dichos indicios se aprecia la construcción de una
relación nosotros-otros en la que aquellos niños suelen ser rechazados. Además, principalmente,
los docentes y auxiliares manifiestan algunos prejuicios y representaciones en torno a la
diferencia, diversidad y desigualdad.
Al hacer referencia a los atributos de las relaciones entre los docentes y niños bolivianos o
descendientes de bolivianos, se puede mencionar que, prevalecen, aunque hay algunas
excepciones, las relaciones asimétricas, de discriminación y exclusión. Finalmente, respecto de
las pautas de interacción grupal y los vínculos entre niños de cultura boliviana y argentina
prevalece un encuentro igualitario y simétrico entre ellos, basado en el diálogo, el intercambio y
enriquecimiento mutuo; lo cual genera relaciones de inclusión e integración. En estas
situaciones -que se reflejan en los diferentes momentos de la jornada diaria (iniciación,
merienda, juego, actividades pedagógicas, etc.)- prevalecen valores como: la amistad, el
compañerismo, el cooperativismo y la solidaridad. Por ejemplo, en los momentos de juego, los
grupos están conformados por niños de ambas culturas, quienes dialogan para decidir a qué van
a jugar o qué van a construir. Además, comparten los juguetes y se ayudan cuando es necesario.
En la realización de las actividades pedagógicas los alumnos de cultura boliviana y argentina
colaboran unos con otros, ya sea brindando su ayuda para resolver una consigna de trabajo o
compartiendo los materiales.
Estudios exploratorios de jóvenes de la Ciudad de Río Cuarto y La Rioja
Los resultados de dos trabajos finales -de la Licenciatura en Ciencia Política presentados en la
Universidad Nacional de Río Cuarto en el año 2010- permiten aproximarse científicamente al
mundo juvenil y posibilitan pensar a los jóvenes como grupos culturales diversos. Las
reflexiones que se exponen toman como referencia, por un lado, el trabajo elaborado por
Chaboux (inédito) que tuvo por objeto explicar las formas de participación de los jóvenes
estudiantes a partir de sus propias percepciones respecto de la política. Por otro lado, el trabajo
comparativo llevado a cabo por Bracco (inédito) intentó comprender las problemáticas
percibidas por los jóvenes de dos ciudades de Argentina (Río Cuarto y La Rioja) prestando
especial atención a los pertenecientes a grupos con derechos vulnerados.
-364-
Ambos estudios dan cuenta de una diversidad cultural y, al mismo tiempo, exhiben diferencias
socioeconómicas que caracterizaron a cada uno de los grupos de jóvenes. Si bien el objeto de
esos análisis no fue visibilizar la diversidad cultural o el reconocimiento, se advierte que los
entrevistados poseen diferentes prácticas y modos de relacionarse intersubjetivamente. Incluso,
los resultados exponen reconocimiento o falta de éste según el caso. Al respecto, el análisis
expuesto por Bracco indica que los jóvenes interrogados -residentes en Río Cuarto- presentan
una valoración positiva ante la educación, pero que al mismo tiempo y por diferentes motivos,
la mayoría de ellos desertaron; diferente a los entrevistados por Chaboux puesto que todos
cursan carreras de grado en Universidades Públicas y Privadas de la ciudad.
Los jóvenes provenientes de grupos sociales con derechos vulnerados entrevistados por Bracco
señalan que vivieron situaciones de discriminación a lo largo de su vida y que son las mujeres
quienes encuentran mayores dificultades para alcanzar un trabajo de calidad. Asimismo, la
autora menciona que esas circunstancias se vinculan con la percepción negativa de sus pares y
de su grupo etario. En dichas experiencias se advierte falta de reconocimiento y menosprecio.
En cuanto a la participación, categoría evaluada en ambos estudios, los resultados expuestos
por Chaboux, indican que los jóvenes manifiestan una alta valoración por la democracia. Sin
embargo, considera que se observa un declive en la participación política tradicional que
coexiste con una mayor intervención en los mecanismos no convencionales, en contextos
informales a través, por ejemplo, de actividades de voluntariado. Por su parte, los jóvenes
entrevistados por Bracco, al momento de ser interrogados, no tenían actividad participativa ya
sea en instancias formales de la política, como en organizaciones comunitarias pero sí
expresaron una predisposición positiva para intervenir en el proceso de diseño de políticas
juveniles.
Consideraciones parciales
En la sociedad actual conviven, en diferentes ámbitos, una gran diversidad de niños y jóvenes
entre los cuales se produce un ‘encuentro’ que no siempre es simétrico e igualitario, como se
puede constatar en los casos empíricos enunciados con anterioridad. Es por ello, que ante la
presencia de procesos de diversidad cultural y desigualdad social es imprescindible el
reconocimiento intersubjetivo.
Al hacer referencia a la etnografía educativa se observa que la diversidad cultural de los niños
migrantes bolivianos o descendientes de bolivianos y sus familias es percibida por los actores
escolares, pero no siempre hay un ‘reconocimiento real’ de esa cultura. Esta realidad invita a
desnaturalizar los discursos y prácticas cotidianos, y a reflexionar en torno a la importancia de
respetar, valorar, reconocer y comprender al ‘otro’ en base al diálogo e intercambio entre los
-365-
diversos grupos culturales que conviven en el espacio escolar, como propone el enfoque
intercultural. Para el caso de los jóvenes, los estudios comentados advierten la necesidad de
reconocer la heterogeneidad de jóvenes, puesto que no es lo mismo ser un joven perteneciente a
una clase social media o alta -como los entrevistados por Chaboux- que un joven que vive en un
barrio urbano-marginal, como quienes fueron interrogados por Bracco; y tampoco es lo mismo
ser hombre o mujer, como se evidencia en los resultados de dichas investigaciones. Asimismo,
la ausencia o fallido ejercicio del reconocimiento puede dañar la conformación identitaria de los
jóvenes en su plano individual o colectivo. Por ello, aquí también resultan necesarias prácticas
que visibilicen a este sector en su variedad y que consideren las diferencias particulares.
Entonces, cabe preguntarse ¿Cómo puede contribuir la interculturalidad en el reconocimiento
de la diversidad cultural de niños y jóvenes? La categoría ético-política de interculturalidad,
quizá realiza aportes para abordar y reflexionar algunos de los problemas fácticos actuales,
como los mencionados en el trabajo. Para contribuir al reconocimiento de la diversidad cultural
de niños y jóvenes sería fundamental, pensando en los aportes del enfoque intercultural, la
apertura hacia ‘otros’ sujetos y otras matrices culturales teniendo en cuenta las similitudes,
equivalencias y diferencias respecto de la propia cultura. Para ello, es necesaria tanto la
capacidad de ser afectados como de ser transformados. La interculturalidad plantea la
posibilidad de un diálogo auténtico entre sujetos diversos, para lograr un reconocimiento, una
comprensión y transformación mutua, sin que desaparezcan las diferencias entre los grupos, por
ejemplo, de niños y jóvenes.
Al finalizar este artículo, en lugar de encontrar una respuesta acabada surgen otros
interrogantes. Por el momento, puede decirse que la interculturalidad, desde la propuesta de
diálogo intercultural y consideración del ‘otro’, ‘abre’ caminos para el reconocimiento de
grupos de niños y jóvenes pertenecientes a diferentes culturas, clases sociales, etc. En
consecuencia, sería necesario ‘asumir’ el desafío y compromiso de desarrollar un enfoque
intercultural como categoría que posibilitaría el reconocimiento de la diversidad cultural y el
encuentro entre sujetos con identidades diversas -evidenciadas en los casos aquí estudiados-
para lograr una convivencia armónica, justa e igualitaria. En otras palabras, este enfoque
propone comprender las etnicidades y asimetrías culturales que afectan actualmente a niños y
jóvenes y, además, permite esclarecer la relación entre identidad y diferencia. Es necesario tener
en cuenta que para alcanzar la interculturalidad tiene que haber un trabajo conjunto de toda la
sociedad.
Notas
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1 Se indica ‘niños’ y ‘jóvenes’ para referirse a las y los niños y las y los jóvenes. Esta forma de
escritura responde a cuestiones estilísticas del texto. De ninguna manera se pretende negar la
existencia de ellas y ellos detrás de categorías homogéneas y universales. Por el contrario, a lo
largo del artículo se apunta a alejarse analíticamente de aquella noción. 2La relación ‘nosotros-otros’ es entendida como una relación de competencia entre colectivos
irremediablemente opuestos. En las escuelas multiculturales los ‘otros culturales’ son
considerados los niños y las familias provenientes de otros países, principalmente, limítrofes
(Sinisi, 2007). 3Este término alude tanto a alumnos como a alumnas. 4Se hace referencia a la cultura e identidad de aquellos sujetos nacidos en Argentina y que no
son migrantes bolivianos o descendientes de bolivianos. La distinción entre cultura argentina y
boliviana fue marcada por las docentes entrevistadas.
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-368-
Educación e interculturalidad en Río Cuarto. Reflexiones sobre la situación de la escuela primaria Leopoldo Lugones.
Paolo Sebastián Cucco
Laboratorio de Arqueología y Etnohistoria. Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Rio Cuarto.
[email protected] Resumen El siguiente trabajo intenta poner de manifiesto algunas de las reflexiones generadas a
partir del trabajo de campo antropológico, realizado en el segundo cuatrimestre del año
2012, para la cátedra de Antropología Social del Departamento de Historia de la
Universidad Nacional de Río Cuarto, en la comunidad boliviana de Barrio Las Delicias,
haciendo hincapié en el establecimiento educativo de educación primaria “Leopoldo
Lugones.” En primer lugar, se describirá una breve caracterización del proceso migratorio
de la población boliviana hacia nuestro país en los últimos diez años, las situaciones
particulares por los cuales deben pasar en nuestro país, y el resultado que tienen estas
particularidades en los niños migrantes en relación con la educación.
Seguidamente frente a estas problemáticas, se analizara el proceso que lleva a cabo la
escuela primaria para la mejor integración de los niños bolivianos en el sistema escolar
argentino, con la finalidad de remarcar el reto del dialogo intercultural que se halla en la
escuela, analizando las diferentes entrevistas con docentes y autoridades del colegio.
Después de esto se concluirá con una breve reflexión sobre la dimensión cultural, en cuanto
a la revalorización cultural y la heterogeneidad que tiene implicancias concretas con el
concepto de interculturalidad.
Palabras clave: Interculturalidad-Educación-Migración
Introducción
Carlos Pérez Zavala en una de sus frases del Prólogo de Interculturalidad en Cuestión (2011: 11) nos dice:
La interculturalidad es uno de los campos educativos,
historiográficos, filosóficos, antropológicos y étnicos de mayor debate en nuestro tiempo. Esto se debe a las múltiples dimensiones que posee y a la indeterminación – todavía – de sus implicaciones. Múltiples documentos internacionales la promueven como un
-369-
puente entre culturas y las lenguas pero sus manifestaciones sociales y políticas son complejas y controvertidas. En nuestro país, los pueblos originarios la requieren del estado y de la educación pero su logro todavía está lejano.
En sí, el término “interculturalidad” es una noción nueva y tiende a ser bastante utilizada, solo desde hace más de dos décadas, en ciertos ámbitos donde se requiere dar cuenta de procesos e interacciones culturales, por ejemplo en la educación, la comunicación, la politica y la filosofía (Salas Astrain: 2003: 71). Pero tomando las consideraciones de Héctor Vázquez, en primer término, el concepto de interculturalidad se encuentra definido y delimitado por la marca étnica. Es decir que refiere a grupos étnicos y, por lo tanto, no debe aplicarse a otros colectivos sociales tales como grupos religiosos, grupos etarios, grupos feministas, mientras la condición étnico cultural de estás denominadas “nuevas minorías” participen de la misma cultura, aunque algunos de sus hábitos y de sus costumbres sean diferentes, de la sociedad en la que desarrollan su vida cotidiana. En segundo término, el concepto interculturalidad supone la interacción entre grupos sociales de culturas diferentes. La interacción sociocultural entre grupos sociales de culturas diferentes, la interacción sociocultural entre grupos étnicos distintos y en desiguales condiciones de dominio/ subalternidad, y por último la expresión intercultural refiere al proceso de enseñanza /aprendizaje (Vázquez: 2011:24). Ahora bien, Ana María Rocchietti nos dice que:
“la interculturalidad puede definirse como un vínculo y como una politica. En términos de vinculo su sentido se encuentra en el plano de la moralidad: respeto mutuo, conocimiento y reconocimiento… En términos de politica, en cambio, es más difuso ya que no se conocen sus límites, su contenido y sus estrategias. El estado (nacional y provincial) en principio admite su organización asociativa a través de personerías jurídicas otorgadas a las comunidades y el derecho de pastaje. También les reconoce el derecho a la educación intercultural bilingüe cuyo desarrollo ha sido puesto en vigencia en los últimos años pero con muchas dificultades” (Rocchietti: 2011:60).
En Argentina, por ejemplo, si bien la Ley de Educación Nacional N° 26.206 que en su capítulo 11 refiere a una Educación Intercultural Bilingüe donde se apunta a preservar y fortalecer pautas culturales, lengua, cosmovisión e identidad étnica; que trata de promover un dialogo enriquecedor de conocimientos y valores entre los pueblos indígenas y poblaciones étnica, lingüística y culturalmente diferentes, que propicia el reconocimiento y el respeto hacia tales diferencias, en la práctica escolar el estado no le garantiza a las instituciones las herramientas suficientes para desarrollar estas pautas legisladas.
-370-
De este modo, a partir de estos conceptos y realidades, se tratará poner de manifiesto las reflexiones generadas a partir del trabajo de campo antropológico, realizado en el segundo cuatrimestre del año 2012, para la cátedra de Antropología Social del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Río Cuarto, en la comunidad boliviana de Barrio Las Delicias. Se hará hincapié sobre todo en la escuela primaria Leopoldo Lugones y el proceso que lleva a cabo para la mejor integración de los niños bolivianos en el sistema escolar argentino. El proceso migratorio boliviano En el caso de América Latina, las políticas de estado de carácter neoliberal dejaron proliferar desigualdades muy grandes en las últimas décadas, sobre todo en el plano económico y social. En esta situación son muy pocos los que tienen acceso a los diferentes servicios que ofrece el estado y los sectores económicamente más vulnerables sufren la debacle del sistema. Esto desde ya agrava aún más la exclusión de los sectores populares, que con pocos recursos se tienen que conformar para poder subsistir. Tal es así que dentro de estas dimensiones políticas, económicas y sociales hay individuos que intentan buscar una solución a los muchos problemas que los aquejan. Una de esas opciones, es buscar otra alternativa emigrando a los países limítrofes para lograr un mayor bienestar ya sea para sí mismo o para su familia. Ahora bien, la Argentina se ha caracterizado, por tener un importante proceso migratorio, sobre todo en los últimos años, ya que la política inmigratoria que desempeña el estado argentino, con especial acento en la Ley 25.871, garantiza “en los papeles” el derecho a los inmigrantes de igual de trato, al acceso, no discriminatorio, del inmigrante y su familia, a servicios sociales, bienes públicos, salud, educación, justicia, trabajo, empleo y seguridad social y por último derecho a la información. Mediante esta Ley, la Argentina garantiza el derecho a la Reunificación Familiar. Asimismo la Ley menciona que la Argentina facilitará la consulta y participación de los extranjeros en asuntos de la vida pública y administración de comunidades locales donde residan y las iniciativas para la integración de los extranjeros en sus comunidades. También establece que el Estado argentino debe adoptar e implementar medidas para regularizar la situación migratoria de los extranjeros y la principal Obligación de los Inmigrantes es cumplir con las leyes y disposiciones argentinas. Ante esta situación en las etapas iniciales del proceso migratorio, quienes se dirigen a las ciudades tienden a concentrarse en aéreas marginales que carecen de servicios de infraestructura básica, son frecuentemente empleados en las posiciones más bajas de la escala ocupacional en forma precaria, lo que redunda en la falta de contratos de trabajo y en la carencia de servicios laborales, sumado al rechazo o xenofobia por parte de algunos miembros de la sociedad receptora (Cerruti, 2010:12).
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Bolivianos en Rio Cuarto. El panorama en Barrio Las delicias Barrio Las Delicias está ubicado en el distrito Banda Norte, se encuentra rodeado por el Riverside Country Club hacia el sur oeste y por el río Chocancharaba (río Cuarto) hacia el sur. La población que habita este espacio es vulnerable social y económicamente, la actividad de las familias tienen vinculo con el trabajo informal, muchos son changarines, venden frutas u hortalizas, colectan residuos para vender, son albañiles o trabajan en las ladrilleras, en tanto que las características de las viviendas en donde habitan las familias bolivianas en el barrio en su mayoría son precarias. Según los profesionales que trabajan en el Centro de Salud y los docentes de la Escuela Leopoldo Lugones, ambos establecimientos por cierto situados en Barrio Las Delicias, en los últimos tres años se ha visto el verdadero afluente de bolivianos, la mayor parte de la comunidad se encuentra en un radio de 6 cuadras, desde la calle Soria y Pasaje Berta Perassi hacia el río, en este rango las calle principalmente habitadas por la comunidad boliviana son Quena, Colombia y Chile. La dinámica diaria les muestra a estos profesionales (doctores y especialistas del centro de Salud y Docentes de la Escuela primeria que trabajan en el barrio) varias dificultades, una de ellas es la comunicación, a los migrantes les cuesta entender y hacerse entender, además de las diferencias en cuanto a las pautas culturales, les toma su tiempo adaptarse a esta nueva vida que se proponen llevar en Rio Cuarto, pero estos profesionales dejan bien en claro que se manejan con mucho respeto, son modestos y sencillos, toman con mucha responsabilidad cada cosa que se les indica para su bienestar. Otra dificultad además de la adaptación, son los niños, que una vez terminado el primario, rápidamente se ponen a trabajar, eso quiere decir que tienen una inserción laboral temprana. Además de esto no podemos dejar de lado tampoco la discriminación o xenofobia por parte de la sociedad receptora, algunas mamás bolivianas manifestaban con mucho enojo el accionar del centro de salud, al hacer el relevamiento por el barrio una comerciante boliviana no decía que “cada uno saca un número para ser atendido, pero no se respeta, hacen pasar primero a los pacientes argentinos y a nosotras nos dejan esperando largo tiempo porque somos bolivianas” sumado a esto los docentes nos manifestaban que varios padres habían ido a la escuela diciendo que tenían ese mismo inconveniente, además de ser tratados de muy mala manera por los médicos que trabajan allí. Agregado a esto, son comunes los agravios en la calle o algún insulto en particular.
La escuela Leopoldo Lugones y el rol de inclusión plena La escuela Leopoldo Lugones se encuentra entre el pasaje Berta Perassi y la calle Soria en Barrio Las Delicias y la Directora de la institución es la Sra. María Inés Pedretti de Castresana, dicho establecimiento tiene matriculados 34 alumnos de origen boliviano, es por eso que en la brevedad analizaremos la institución y su politica curricular ante lineamientos interculturales.
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Los niños bolivianos al llegar a la Argentina se encuentran con un sistema educativo diferente, es por eso que el problema de la adaptación es uno de los puntos clave para desarrollar una política educativa de inclusión plena en dicho establecimiento. Intercambiando palabras con diferentes docentes de la Escuela primaria nos contaban de lo costoso que se les hacía a los niños bolivianos entrar en relación con al grupo de compañeros y con el sistema educativo, contaban dentro de una misma aula con 3 o 4 niños bolivianos que se aislaban del resto del grupo en el aula, esto preocupó a los docentes que inmediatamente tomaron cartas en el asunto e intentaron de diversas maneras integrarlos al grupo y en cada actividad dentro del aula les daban la oportunidad de que participaran y dieran un ejemplo de cómo lo hacían ellos en Bolivia. A partir de esos momentos cada docente comenzó a fomentar un vínculo especial con ellos, tratando de que el alumno logre aprehender los conocimientos que son necesarios para él, esto se intensifico a tal punto que el niño y su familia han invitado al docente a su propia casa para intercambiar anécdotas y vivencias del vecino país de Bolivia. Entre otras cosas los docentes nos manifestaban que era muy evidente la diversidad cultural en el aula entre los niños, en su mayoría los niños bolivianos son respetuosos con el docente, cumplidores con la tarea, tienen una mayor responsabilidad que los niños argentinos y tienen el acompañamiento permanente de la mamá. En base a lo expuesto yendo al meollo de la cuestión, la política de la escuela se caracteriza por contribuir, preservar y fortalecer vínculos en cuanto a los aspectos de diversidad cultural entre pueblo argentino y el pueblo boliviano, esta construcción permite concebir nuevos modos de pensar, en donde el papel de la interculturalidad entra en juego en las aulas, ya que el primer propósito es promover la igualdad, según nos manifestó la Sra. Directora del establecimiento educativo. Por ejemplo, en cada conmemoración patriótica o efemérides en particular, como el 25 de mayo ó el 12 de octubre, tanto los niños bolivianos como argentinos bailan danzas tradicionales y se visten con ropas tradicionales de sus propios países. Esto ayuda a afianzar las identidades grupales y aprovechar las oportunidades que se presentan para promover una toma de conciencia entre los niños para que no existan agravios discriminatorios entre ellos, estas nuevas prácticas por lo tanto incorporen elementos articulados que fortalecen la interculturalidad y la inclusión plena. Tal es así que a finales del 2011 tres chicos bolivianos por su rendimiento académico eran merecedores de portar la bandera, pero como la legislación Argentina lo impide, para remediar el problema portaron con la bandera de la Provincia de Córdoba. Como vemos la noción de interculturalidad aparece como un factor determinante en la institución ya que la interculturalidad aparece como el estar y el acompañar; el encontrarse frente al otro con respeto, no apunta pues a la incorporación del otro en lo propio, sea ya en sentido religioso, moral o estético. Buscan la creación de un espacio común compartido determinado por la convivencia (Salas Astrain: 2003: 71). Lo cierto es que la experiencia en la escuela Leopoldo Lugones permite ver la gran apertura hacia la interculturalidad, promoviendo una educación verdaderamente igualitaria,
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ya que los docentes crean mecanismos de participación permanente con las pocas herramientas que tienen.
Consideraciones finales En definitiva, se puede decir que el proceso migratorio boliviano hacia territorio argentino es sumamente complejo, tienen libre acceso a los servicios que ofrece el estado argentino y una rápida inserción en el mercado laboral, sin embargo, no se les garantiza plenamente todas las condiciones necesarias para que puedan vivir de la mejor manera posible. Si bien el poder adquisitivo es más alto y los servicios del estado argentino son beneficios importantes para el migrante, siguen estando presos de la dinámica capitalista, ya que el sistema se aprovecha de sus necesidades ante la adversidad para utilizarlos como mano de obra barata. Además de estas implicancias, también se desprenden conflictos discriminatorios, xenofóbicos y racistas, por parte de la población argentina de manera injusta, que refleja una de las problemáticas más frecuente de la interculturalidad, el desconocimiento del otro y aceptando las diferencias, agravando aun más la situación sociocultural del migrante, excluyéndolo de la sociedad. Ante esta situación se suma además la difícil inserción de sus hijos en el sistema educativo, ya que vienen de una cultura totalmente diferente y su lenguaje es otro. Esta ultima problemática, a la cual hemos hecho más hincapié en este trabajo, el relevamiento hecho en el establecimiento nos demuestra una de las principales barreras que tiene la educación intercultural en la práctica, en donde el Estado no le garantiza a la institución educativa y al docente los recursos necesarios para llevar a cabo una politica intercultural, ya que no hay solvento económico suficiente. Pero más allá de lo mencionado, hay que recalcar que la Escuela Leopoldo Lugones ante esta situación ha implementado una noción de interculturalidad que ha sido abordada a partir de la descripción de una realidad marcada por el conflicto y la desigualdad social entre culturas en donde se ve reflejado el reconocimiento una diversidad sociocultural, que aspiran a contribuir con el desarrollo de la identidad y a la construcción de sociedades respetuosas de dicha diversidad. Lo cual indica que esta política curricular implementada por el establecimiento ayuda a revertir el rechazo, la discriminación o xenofobia, por eso es vital fomentar este tipo de actividades a nivel escolar porque garantizan el respeto a la identidad. Esta extensión de la educación intercultural contribuirá a una revisión de la historia permitiendo la posibilidad de construir una relación más igualitaria y de respeto mutuo. Por esto, hay varios aspectos a mejorar a futuro que necesitarían tener más en cuenta en las políticas curriculares, una de ellas es profundizar el uso y manejo de lenguas nativas, incorporar en la escuela diferentes elementos del acervo cultural indígena y articularlos con conocimientos, técnicas y valores procedentes de otras tradiciones, porque es una necesidad incorporar elementos de diversas culturas para afianzar el manejo de la historia y los establecimientos educativos universitarios y terciarios deberán tener en sus diferentes planes curriculares herramientas que sirvan para fomentar profesores interculturales para
-374-
erradicar la desigualdad cultural, que sean capaces de generar recursos de visión práctica para afianzar interpretaciones que conlleven al respeto mutuo.
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Universidad Nacionalde Río Cuarto
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e-bo k ISBN 978-987-688-153-1
Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste argentino. Publicación de trabajos de las X Jornadas de investigado-res en Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste del país.La X Jornada de investigadores en Arqueología y Etnohistoria del centro-oeste del país se llevó adelante en el año 2013, en el campus de la Universidad Nacional de Río Cuarto.
La presente obra reúne los trabajos expuestos en esa oportunidad, considerados valiosos aportes para el estudio de la gran región centro-oeste de la República Argentina, comprendida en la diagonal árida del subcontinente, que ha sido escenario de una sucesión de sociedades indígenas a través del tiempo, desde el poblamiento temprano hasta la actualidad.
Cinco son los ejes presentados:Territorios, paisajes y sociedades.Arqueología Analítica.Frontera Sur, perspectivas etnohistóricas.Memoria Social y problemáticas patrimoniales.Educación, disciplinamiento e interculturalidad.
Será de utilidad e interés para docentes, estudiantes e interesados por la historia, la arqueología, la etnohistoria y la sociología del patrimonio cultural.
Facultad de Ciencias HumanasUniversidad Nacional de Río CuartoRío Cuarto, Córdoba, Argentina
ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE ARGENTINO Publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País
Facultad de Ciencias HumanasUniversidad Nacional de Río CuartoRío Cuarto, Córdoba, Argentina
Ana María Rocchietti Antonio Austral, Graciana Pérez Zavala, Romina Nuñez Ozan y Denis ReinosoCoordinadora
Compiladores
ARQUEOLOGÍA Y ETNOHISTORIA DEL CENTRO-OESTE ARGENTINO
Publicación de las X Jornadas de Investigadores en Arqueología y Etnohistoria del Centro-Oeste del País
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Ana María Rocchietti Antonio Austral, Graciana Pérez Zavala, Romina Nuñez Ozan y Denis ReinosoCoordinadora
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