ISEE Escuela Sedes Sapientiae Equipo de Subsidios …...de la pastoral misionera para la Ciudad, nos...

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C oordinación A rquidiocesana de F ormación de A gentes de P astoral Vicaría de Áreas de Pastoral Vicaría de Agentes Vicaría para los Laicos Secretariado del Ministerio Ordenado Comisión para el Presbiterio Comisión del Diaconado Transitorio Comisión del Diaconado Permanente Secretariado de Pastoral Profética Comisión de Pastoral Misionera Comisión de Pastoral Catequética Comisión para los Cefalaes ISEE Escuela Sedes Sapientiae Instituto San Pedro y San Pablo Equipo de Subsidios Pastorales

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C oordinación A rquidiocesana de F ormación de A gentes de P astoral ⇒ Vicaría de Áreas de Pastoral ⇒ Vicaría de Agentes ⇒ Vicaría para los Laicos ⇒ Secretariado del Ministerio Ordenado ⇒ Comisión para el Presbiterio ⇒ Comisión del Diaconado Transitorio ⇒ Comisión del Diaconado Permanente ⇒ Secretariado de Pastoral Profética ⇒ Comisión de Pastoral Misionera ⇒ Comisión de Pastoral Catequética ⇒ Comisión para los Cefalaes ⇒ ISEE ⇒ Escuela Sedes Sapientiae ⇒ Instituto San Pedro y San Pablo ⇒ Equipo de Subsidios Pastorales

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NUESTRA OPCIÓN PASTORAL DIOCESANA Y SU ITINERARIO FORMATIVO 1. Los signos del Espíritu nos muestran que la Ciudad es lu-

gar de misión y para convertirnos en una Iglesia misione-ra necesitamos avanzar en la conversión pastoral. Esto significa abandonar las estructuras caducas que ya no fa-vorezcan la transmisión de la fe, impulsando la renova-ción eclesial, que implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales, mediante una actitud de aper-tura, de diálogo y disponibilidad para promover la corres-ponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Buscando, hoy más que nunca, el testimonio de comunión eclesial y la santi-dad, que son una urgencia pastoral. (Cf. DA 365-368)

2. Para que asimilemos con profundidad ese espíritu en el proceso pastoral de nuestra Iglesia local, el objetivo pas-toral será la formación de los agentes de evangelización y su compromiso apostólico, que debe estar en consonancia con la misión permanente propuesta por el II Sínodo Dio-cesano, que coincide substancialmente con la Misión Con-tinental, y se concretiza en clarificar y hacer accesible a cada bautizado el itinerario para convertirse en discípulo misionero. (Cf. OP 2007 n. 6 y 7)

4. Estamos llamados a descubrir nuestro entorno como el

lugar donde Dios se revela, entender la misión como la profunda capacidad de fe y esperanza para reconocerlo presente donde parecía estar ausente. La formación de nuevos discípulos y misioneros para proponer la fe en la Ciudad debe estar impregnada de este sentido de encar-nación. (Cf. OP 2008, n. 26-27).

5. El camino que llevamos recorrido en la puesta en marcha de la pastoral misionera para la Ciudad, nos ha hecho ver la urgencia de atender con mayor cuidado la formación de los agentes evangelizadores. La formación de agentes no

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45. Desde su maternidad, Santa María de Guadalupe consi-dera a dos pueblos (indígena y español) como uno solo. Las personas son asumidas por Ella de manera integral, sin con-diciones, con sus fragilidades y limitaciones. 46. Asume la historia y el presente, se identifica con sus rea-lidades, nunca impone nada, se incultura, se adentra en la sangre, en la vida del otro, logrando hacerse una de ellos. Toda su persona y manifestación es expresión máxima de la ternura de Dios y de su Misericordia. El resultado es una gran cercanía afectiva, llena de vida plena y felicidad para todos. Concreta la Encarnación de Dios al transformarse Ella misma en el centro del palpitar de un pueblo en el cual Dios se manifiesta. 47. Santa María de Guadalupe, con lo mejor de dos culturas construye la matriz, el núcleo de un nuevo pueblo, pone a todos en camino de unir, de perdonar, de reconciliar lo que estaba perdido, lo roto, venda las heridas.. Su amor tierno y misericordioso genera estructuras de convivencia más soli-darias y una auténtica vida comunitaria y fraterna, humani-zando el encuentro de mundos, de modos de pensar diverso.

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Al encuentro de la Ciudad

enviados por Jesucristo

Contenido

⇒ Nuestra opción pastoral diocesa-na y su itinerario formativo

⇒ Misión Permanente y Formación ⇒ Jesús nos llama a todos a conver-

tirnos en Buena Noticia ⇒ Características y organización del

itinerario formativo ⇒ Santa María de Guadalupe nos

acompaña para enseñarnos el camino

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Cuando en nuestra Arquidiócesis decimos M i s i ó n p e r m a n e n tM i s i ó n p e r m a n e n t ee

estamos expresando el objetivo:

poner en el centro de nuestra tarea pastoral ordinaria

el proceso evangelizador, con sentido misionero y de índole catecumenal,

teniendo como medios privilegiados el testimonio y el diálogo,

para encarnar en la cultura urbana la Buena Noticia de Jesús. (OP 2007, n. 69)

Entendemos por F o r m a c i óF o r m a c i ó nn

el proceso de maduración para convertirse en discípulo misionero de Jesús.

El núcleo de la formación es ayudar a la persona a reconocer la presencia y la voz de

Jesús que vive en la ciudad. La vocación que hemos identificado para nuestra Iglesia

local es ser luz de Cristo en la Ciudad.

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Cristo y la inserción viva en la comunidad, poniendo el ci-miento para la participación en el servicio apostólico. 39. Formación Específica. Desarrollo y capacitación de los propios dones y carismas para realizar un servicio, que es expresión de la fraternidad comunitaria y participación en la tarea evangelizadora que Jesús encomienda a su Iglesia. 40. Formación Permanente. Continúa y ayuda a profundizar la formación básica y específica, acompaña al cristiano en su maduración como seguidor y apóstol de Cristo, su comunión fraterna y su apertura misionera al mundo. (Cf. Doc. Conclu-sivo 13ª. Asamblea capítulo Agentes Laicos) 41. La formación abarca diversas dimensiones que deberán ser integradas armónicamente a lo largo de todo el proceso formativo. Se trata de la dimensión humana comunitaria, es-piritual, intelectual y pastoral-misionera. a) Dimensión Humana y Comunitaria. Dimensión del proceso

que lleva a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse capaces de vivir como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza, serenidad y libertad inter-ior, insertos y comprometidos con la Comunidad.

b) Dimensión Espiritual. Es la dimensión formativa que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios, manifestado en Jesús, y conducido por el Espíritu día a día.

c) Dimensión Intelectual. El encuentro con Cristo, tiene una dimensión de conocimiento, donde la razón se abre al Mis-terio. Se expresa en estudio y reflexión, puesta constante-mente al día, con la luz de la fe. También capacita para el discernimiento, el juicio crítico y el diálogo sobre la reali-dad y la cultura.

d)La Dimensión Pastoral y Misionera. El camino cristiano lle-na de alegría y esperanza el corazón y mueve al creyente a anunciar a Cristo de manera constante en su vida y en su ambiente. Es la dimensión que despierta la inquietud cons-tante para testimoniar el Evangelio donde no se conozca (Cf. DA 280).

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JESÚS NOS LLAMA A TODOS A CONVERTIRNOS EN BUENA NOTICIA

12. La formación de los agentes de pastoral involucra a todos

los bautizados según su propia vocación y carisma. To-dos los discípulos misioneros tienen en el bautismo su cimiento en común, pero cada uno es llamado de forma personal y especial a desarrollar los dones que ha recibi-do del Espíritu.

13. El proceder de Jesús es nuestro camino de formación. Él, enviado por el Padre y con el impulso del Espíritu, toma la iniciativa para ir al encuentro de las personas con una gran capacidad para acercarse al corazón, y logra “tocar” lo más sensible, provocando una respuesta espontánea. Con Simón Pedro, con Santiago y Juan, comparte el tra-bajo propio de su oficio antes de llamarlos a seguirlo (Cf. Mt 5,1-11). A Leví lo encuentra en la mesa de recauda-ción, en su trabajo diario, ahí lo llama (Cf. 5,27-32). No se guía por la imagen desprestigiada de su oficio, va a descubrir el rostro verdadero de la persona.

14. Jesús parece comprender siempre lo que necesitamos y elige el momento oportuno para tomar la iniciativa. Y se dirige a Zaqueo invitándose a su casa (Cf. Lc 19,5). C o n Nicodemo (Cf. Jn 3,1-21) y con la Samaritana (Cf. Jn 4,1-42) dialoga para descubrir lo que hay en su interior. En el pasaje de los discípulos de Emaús (Cf. Lc 24,13-35) los alcanza en el camino para ayudarlos a superar la in-capacidad de su fe.

15. Así, nuestra fe brota en el encuentro con el Dios de ros-tro humano; el Dios con nosotros, el Dios del amor hasta la cruz. Cuando el discípulo llega a la comprensión de este amor de Cristo “hasta el extremo”, no puede dejar de responder a este amor si no es con un amor semejan-te: “Te seguiré adonquiera que vayas” (Lc 9,57). (Cf. Benedicto XVI, Discurso inaugural Aparecida, 13-05 2007, n. 3).

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LOS MINISTROS ORDENADOS 22. "Te recomiendo que reavives el carisma de Dios que esta en ti por la imposición de mis manos". (2 Tim. 1,6). Con es-tas palabras, San Pablo expresa el dinamismo de la gracia recibida por el sacramento del Orden; se trata de un don, el cual es una tarea y responsabilidad. 23. Por la misión que tienen es necesario poner una atención particular a la formación permanente de los sacerdotes; sa-bemos que estamos ante un cambio de época, que no solo invita a buscar simples "actualizaciones teológicas-pastorales", sino un auténtico discernimiento de los signos de los tiempos, para poder evangelizar y hacer una autentica pastoral de pastores (Cf. Pastores Davo vobis, 76), que res-pondan a las situaciones que afectan y desafían la vida y mi-nisterio de los presbíteros: La identidad teológica del minis-terio sacerdotal; su inserción en el cultura actual, así como sus aspectos vitales, afectivos y culturales que influyen en la vida ministerial. (Cf. DA 192-197). 24. Los ministros ordenados han de formarse continuamente teniendo en cuenta las condiciones en que se desempeñan como tales: como bautizados, es decir como salvados por Jesucristo y viviendo permanentemente su bautismo en el ejercicio de su misión; como sacerdotes, trabajando en su identificación permanente a Cristo, en la oración, en la pro-clamación de la palabra y en la práctica de la caridad; como pastores, buscando su identificación con el único Pastor de la Iglesia; y finalmente, acercarse al hombre contemporáneo para compartir con él sus alegrías y sus esperanzas, sus pe-nas y sufrimientos de manera que su cercanía sea más auténtica. 25. El Pueblo de Dios siente la necesidad de obispos, presbí-teros y diáconos discípulos: que tengan profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de

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Dios, de la Eucaristía y de la oración; ministros ordenados movidos por la caridad pastoral: que los lleve a cuidar del rebaño a ellos confiado y a buscar a los más alejados, predi-cando la Palabra de Dios, siempre con profunda comunión eclesial; ministros ordenados servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, compro-metidos en la defensa de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad. También de ministros ordenados llenos de misericordia. (Cf. Presbíteros misioneros de Jesu-cristo, Card. Claudio Hummes, 1º sep 2008). 26. La formación de los Ministros Ordenados busca mantener inflamado su interior con el Espíritu, que es el único que les quitará miedos y vacilaciones. Busca que se renueve su amor de pastores, para que recuerden a quienes bautizaron pero que están alejados o viven indiferentes porque no los evangelizaron suficientemente, cuando, en verdad, se hab-ían comprometido a hacerlo el día en que los bautizaron; que sientan arder su corazón de ponerse al servicio de quie-nes no conocen a Jesucristo. 27. Reavivar y alimentar su ministerio, permite a los Minis-tros Ordenados, por su propio testimonio de vida y acción pastoral, realizar una de sus más importantes y urgentes ta-reas de renovación pastoral: convocar a los laicos y laicas para acompañarlos en su itinerario de formación, de tal mo-do que se conviertan en discípulos misioneros para el ámbito parroquial y en el vasto mundo de la sociedad. Esta perspec-tiva requiere una conciencia y convicción renovadas: los lai-cos deben ser misioneros no por concesión de los pastores, sino por derecho y deber que les viene de su bautismo y confirmación. 28. Entre los agentes de la misión, los Obispos serán los principales misioneros y animarán personalmente a cada presbítero y diácono a asumir el discipulado y la misión. Los obispos están llamados a ser los modelos del rebaño y, en especial, de sus presbíteros y diáconos.

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16. Hay una relación directa entre la experiencia de este amor personal que nos salva y el convertirse en portador de la Buena Noticia de Jesús. Es cuestión de convicción de amor.

17. La misión de amor de Jesús no excluye a nadie. La prue-ba más fehaciente es constatar a quiénes llama a ser sus discípulos: miren quiénes han sido llamados, pues no hay entre ustedes muchos sabios según los criterios del mundo, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Al con-trario, Dios ha elegido lo que el mundo considera necio (1Cor 1,26-27).

18. El encuentro con Jesús nos pone en el camino de la con-versión personal para que podamos ser instrumentos ap-tos para dar testimonio del evangelio. LOS LAICOS

19. Los laicos tienen como vocación específica estar en el corazón del mundo impregnando sus tareas temporales de los valores evangélicos. Mientras más laicos estén identificados con el Evangelio, y sean responsables en sus realidades, competentes y conscientes de dar testi-monio cristiano, estarán al servicio de la edificación del Reino de Dios y por consiguiente de la salvación en Cris-to Jesús. (Cf. EN 70)

20. A través de la formación, los agentes laicos descubren y viven su propia vocación y misión. En nuestra Arquidió-cesis se ha tomado como prioridad la formación de laicos formadores de otros laicos.

21. Es necesario formar el ser y la identidad del laico, res-pondiendo a las necesidades, misión y expectativas de los laicos y de sus propios ambientes; que enfatice la es-piritualidad de comunión y capacite para la acción misio-nera.

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LOS MIEMBROS DE VIDA CONSAGRADA 29. Nuestra Iglesia local necesita el testimonio peculiar de la vida consagrada y de su misión: motivar en los bautiza-dos la conciencia de los valores fundamentales del Reino. Y para esto conviene que los miembros de las comunidades consagradas se inserten adecuadamente con los otros miembros del pueblo de Dios.

30. Las diversas instancias pastorales deben abrir lazos de comunicación y participación que permitan a los miembros de la vida consagrada y a los responsables de la pastoral, reconocer el lugar que ocupan los diversos carismas en la pastoral sectorial o territorial y encontrar caminos para una colaboración más estrecha.

31. En comunión con los Pastores, los consagrados y consa-gradas son llamados a hacer de sus lugares de presencia, de su vida fraterna en comunión y de sus obras, espacios de anuncio explícito del Evangelio, principalmente a los más pobres, como lo han hecho en nuestro continente desde el inicio de la evangelización. De este modo colaboran, según sus carismas fundacionales, en la gestación de una nueva generación de cristianos discípulos y misioneros, y de una sociedad donde se respete la justicia y la dignidad de la per-sona humana (Cf. DA 217).

32. La presencia, cualificada y especializada, de la Vida Con-sagrada, debe ser aprovechada para apoyar los planes de formación de otros agentes. Realizar acuerdos de coordina-ción pastoral con ese propósito debe ser un objetivos priori-tario. 33. La coordinación debe buscar integrar equipos eclesiales donde miembros de la Vida Consagrada participen de forma importante en la formación de agentes. Hay que prestar ma-yor atención en darles a conocer los planes pastorales de la Arquidiócesis buscando que su participación sea plena.

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CARACTERÍSTICAS Y ORGANIZACIÓN DEL ITINERARIO FORMATIVO

34. A partir del ejercicio de la misión intensiva fuimos identi-ficando la importancia de cada momento del proceso evan-gelizador. El primer anuncio, la reiniciación cristiana, la cate-quesis y el apostolado como eslabones de una cadena que, aprendiendo a entrelazarlos consecutivamente, le dan con-sistencia a nuestra labor evangelizadora, porque se convier-ten en un proceso que va madurando al bautizado como discípulo y misionero. 35. Vemos claramente la interrelación entre evangelización y formación. Nuestras comunidades cristianas tienen el reto de hacer suyo ese proceso y ofrecerlo. Cuando logran ofrecerlo y acompañan a quien lo recibe, la evangelización se hace formación. La comunidad cristiana muestra el camino hacia Cristo. La formación de agentes tiene en los momentos del proceso evangelizador la parte inicial del su itinerario. Signi-fica acompañar e ir fortaleciendo el proceso personal de con-versión que tiene su origen en el encuentro con Jesucristo vivo. (Cf. OP 2009, n. 56) 36. Se proponen como etapas del proceso de formación:

� La Formación Inicial � La Formación Básica � La Formación Específica y � La formación Permanente

Este proceso es un instrumento para el crecimiento gradual en la vida de Cristo (Cf. OP 2008, n. 50). 37. Formación Inicial. La evangelización fundamental o for-mación inicial la podemos entender como la función de acompañar a los bautizados en su adhesión a Jesús convir-tiéndose en discípulos, seguidores de sus pasos. 38. Formación Básica. Primera profundización sistemática en la vida cristiana, para consolidar la opción y seguimiento de

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es un añadido al trabajo que hemos impulsado, sino el eje fundamental, la "columna vertebral" del modelo de Iglesia que queremos y requerimos para nuestra Ciudad.

6. El proyecto misionero propuesto por el Sínodo conlleva optar por una formación de agentes para nuestra Ciudad, caracterizada por su manifestación plural, para que res-ponda con diversidad de ministerios específicos a la reali-dad multifacética en que vivimos.

7. La Misión Permanente es la razón de ser de los bautiza-dos. Por tanto, recorrer el itinerario de formación para madurar como discípulos misioneros es una exigencia pa-ra responder a la misión. La Formación, en efecto, es en-contrarse con Jesucristo, conocerlo y seguirlo como discí-pulos; vivir la experiencia de comunión con el Cuerpo de Cristo, la Iglesia, sintiéndose parte viva de ella y, aceptar ser enviado con la fuerza del Espíritu para ser fermento del Reino en medio de la Ciudad.(cfr. OP 2009, n. 54-55).

8. La formación se concretiza como el proceso personal de maduración en la fe y de configuración con Jesucristo. A la comunidad creyente le corresponde acompañar en ese itinerario a los que se inician en la fe y en el seguimiento de Jesús.

9. En el itinerario se entrelazan: el encuentro con Jesucristo, la conversión, el discipulado, la comunión y la misión. Este proceso se implementa de manera circular o cíclica porque cada momento que lo integra es gestor del siguiente con creciente profundidad.

10.Los momentos del itinerario formativo maduran al discí-pulo misionero para que desarrolle actitudes evangélicas, aptitudes y habilidades prácticas para que sea portador de la Buena Nueva del Reino, no sólo en el lugar donde habita, sino también en los ambientes humanos que bro-tan del trabajo, de la vida cultural, del esparcimiento, de la vida social y de las situaciones económicas y políticas.

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SANTA MARÍA DE GUADALUPE NOS ACOMPAÑA PARA ENSEÑARNOS EL CAMINO

42. El itinerario formativo para los agentes de pastoral en la Arquidiócesis de México adquiere claridad y sencillez cuando contemplamos el acontecimiento guadalupano: María de Guadalupe, cuida de que el Evangelio nos penetre, conforme nuestra vida diaria y produzca frutos de santidad. Ella tiene que ser cada vez más la pedagoga del Evangelio en América Latina (Doc. Puebla 290). 43. Desde hace 478 años Santa María de Guadalupe, grabó en nuestro corazón, su modo de educar y de acompañar, pa-ra hacernos crecer como hijos del Verdadero Dios por quien se vive. Su pedagogía de Madre nos anima a profundizar en nuestra fe confiadamente. 44. Presencia maternal que es lugar de encuentro: Santa María de Guadalupe favorece el encuentro de todos su hijos, el encuentro del laico con el Obispo Zumárraga, el encuentro familiar Juan Diego y el tío Juan Bernardino, el encuentro de dos culturas, de los mundos, reunidos en su Santa Imagen estampada en la tilma de San Juan Diego.