IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... ·...

11
IV. Instinto, razón y moralidad 1. Apetitos y aversiones: las fuentes de toda actividad voluntaria Cuando estudiamos ampliamente la vida de aves más pacíficas o de otras clases de anima- no humanos -como hicimos en el capítulo anterior- advirtiendo lo bien que sus modelos redados de comportamiento los equipan para var a cabo las actividades que les son necesa- - , adaptarse a otros de su propia clase, e inclu- so alcanzar un grado tal de armonía en sus rela- iones con otras especies que apenas podemos ntemplarlo sin sentimos avergonzados del evi- te fracaso de los seres humanos en este ámbi- nos vemos impelidos a hacemos algunas mi- iosas preguntas. Si, careciendo de estudios - os y de máximas morales, otros animales de gre caliente consiguen ordenar en general sus ••••• 15 tan adecuadamente, ¿cuál es la ventaja de tra moralidad autoconsciente, con esos idea- y estándares que mantenemos frente a noso- s únicamente para violarlos, convirtiéndolos í en fuente de vergüenza y dolor? ¿Por qué ten- mos esta clase de moralidad, cuando otras criaturas viven tan bien sin ella? ¿No sería mejor abandonar el tenaz esfuerzo de vivir en confor- midad con reglas morales que sólo logramos roper, y seguir por el contrario nuestros impul- naturales, como hacen aparentemente otros - ales? Examinando esta situación todavía más ex- amen te, podemos preguntamos si la sustitu- 'n del tipo de regulación del comportamiento prevalece en otros animales por el que en- tramos en nosotros --es decir, si la transición de la protomoralidad a la moralidad- ha sido un verdadero progreso. Cuando contemplamos, co- mo hizo Cicerón hace dos mil años 1, todo el de- sorden y el sufrimiento que el mal uso de la ra- zón ha traído al mundo, podríamos preguntamos si el crecimiento de la inteligencia y del tipo de moralidad que va con ella no representa más bien un extravío de la armonización, que podría haber llevado a la creación a un nivel superior conti- nuando el perfeccionamiento de la protomorali- dad, sin las complicaciones de las que ha sido responsable el ser humano. ¿Cómo puede la mo- ralidad, en el sentido estricto de la palabra, hacer progresar la causa de la armonización? A estas preguntas nos dirigiremos ahora. En todos los animales, ya sea que clasifi- quemos su comportamiento de "instintivo" o de "racional", las fuentes de actividad son esen- cialmente las mismas. Esas fuentes son los de- seos y apetitos que los llevan a buscar ciertos objetos o a colocarse en cierta relación con su ambiente, y los miedos o aversiones que los im- pelen a evitar otros objetos o condiciones que puedan resultar perjudiciales o desagradables para ellos. Quizá no sea una exageración decir que el apetito es la única causa efectiva de la ac- tividad animal espontánea, y que puede ser po- sitiva, llevando a la criatura hacia ciertos obje- tos o hacia ciertas situaciones, o negativa, obli- gándolo a rehuir de otros objetos y situaciones, siempre y cuando sea libre para actuar. Este aná- lisis nos permite hacer una instructiva compara- ción entre los apetitos de los animales y los tro- pismos de las plantas, que también son positivos y negativos. Así, los verdes vástagos verticales Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 61-71, 2000

Transcript of IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... ·...

Page 1: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

IV. Instinto, razón y moralidad

1. Apetitos y aversiones: las fuentesde toda actividad voluntaria

Cuando estudiamos ampliamente la vida deaves más pacíficas o de otras clases de anima-no humanos -como hicimos en el capítulo

anterior- advirtiendo lo bien que sus modelosredados de comportamiento los equipan paravar a cabo las actividades que les son necesa-

- , adaptarse a otros de su propia clase, e inclu-so alcanzar un grado tal de armonía en sus rela-

iones con otras especies que apenas podemosntemplarlo sin sentimos avergonzados del evi-

te fracaso de los seres humanos en este ámbi-nos vemos impelidos a hacemos algunas mi-iosas preguntas. Si, careciendo de estudios

- os y de máximas morales, otros animales degre caliente consiguen ordenar en general sus

••••• 15 tan adecuadamente, ¿cuál es la ventaja detra moralidad autoconsciente, con esos idea-

y estándares que mantenemos frente a noso-s únicamente para violarlos, convirtiéndolos

í en fuente de vergüenza y dolor? ¿Por qué ten-mos esta clase de moralidad, cuando otras

criaturas viven tan bien sin ella? ¿No sería mejorabandonar el tenaz esfuerzo de vivir en confor-midad con reglas morales que sólo logramos

roper, y seguir por el contrario nuestros impul-naturales, como hacen aparentemente otros

- ales?Examinando esta situación todavía más ex-

amen te, podemos preguntamos si la sustitu-'n del tipo de regulación del comportamiento

prevalece en otros animales por el que en-tramos en nosotros --es decir, si la transición

de la protomoralidad a la moralidad- ha sido unverdadero progreso. Cuando contemplamos, co-mo hizo Cicerón hace dos mil años 1, todo el de-sorden y el sufrimiento que el mal uso de la ra-zón ha traído al mundo, podríamos preguntamossi el crecimiento de la inteligencia y del tipo demoralidad que va con ella no representa más bienun extravío de la armonización, que podría haberllevado a la creación a un nivel superior conti-nuando el perfeccionamiento de la protomorali-dad, sin las complicaciones de las que ha sidoresponsable el ser humano. ¿Cómo puede la mo-ralidad, en el sentido estricto de la palabra, hacerprogresar la causa de la armonización? A estaspreguntas nos dirigiremos ahora.

En todos los animales, ya sea que clasifi-quemos su comportamiento de "instintivo" o de"racional", las fuentes de actividad son esen-cialmente las mismas. Esas fuentes son los de-seos y apetitos que los llevan a buscar ciertosobjetos o a colocarse en cierta relación con suambiente, y los miedos o aversiones que los im-pelen a evitar otros objetos o condiciones quepuedan resultar perjudiciales o desagradablespara ellos. Quizá no sea una exageración decirque el apetito es la única causa efectiva de la ac-tividad animal espontánea, y que puede ser po-sitiva, llevando a la criatura hacia ciertos obje-tos o hacia ciertas situaciones, o negativa, obli-gándolo a rehuir de otros objetos y situaciones,siempre y cuando sea libre para actuar. Este aná-lisis nos permite hacer una instructiva compara-ción entre los apetitos de los animales y los tro-pismos de las plantas, que también son positivosy negativos. Así, los verdes vástagos verticales

Rev. Filosofía Univ. Costa Rica, XXXVIII (95-96), 61-71, 2000

Page 2: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

62 ALEXANDER F. SKUTCH

son por regla general positivamente fototrópicosy negativamente geotrópicos: se inclinan hacia laluz, rehuyendo la influencia de la gravedad. Unaraíz primaria, por el contrario, es negativamentefototrópica y positivamente geotrópica: se desvíade cualquier fuente de luz, y se dirige hacia elcentro de la Tierra. Estos movimientos, íntima-mente relacionados con las funciones vitales decada órgano, son expresiones de tensiones orgá-nicas homólogas a los apetitos e impulsos quecausan todas las actividades espontáneas en losanimales. En todos los seres vivientes las fuentesprimarias de actividad son similares.

Alguien podría preguntar cómo pueden lasactividades meramente intelectuales o espiritua-les de los seres humanos calzar en este modelo.La mente, al emanciparse de su condición primi-tiva de sirviente administrador del cuerpo, llega aparecerse en algunos aspectos a un organismo in-dependiente, aunque uno cuyo bienestar está es-trechamente ligado al del cuerpo animal en elcual reside. Una mente tiene su propia vida, máso menos distinta de la de su cuerpo. Su apetito deconocimiento, que llamamos curiosidad, su de-seo de entendimiento, su miedo a caer en errores,su aversión a la fealdad, estos apetitos, positivosy negativos, están relacionados con la vida delespíritu de la misma manera en que el hambre yla sed, el miedo a caer y los esfuerzos para evitarfríos y calores extremos, están relacionados conla vida del cuerpo. Sin ellos no habría actividadesmeramente intelectuales o estéticas, así como sinlos apetitos animales no habría actividades físi-cas más allá de funciones involuntarias como larespiración, la circulación, la secreción y otras deeste tipo. La mente, como el cuerpo, tiene apeti-tos que son primarios y que no pueden ser dividi-dos en otros más simples. Estos apetitos, orgáni-cos e intelectuales, son los impulsos o pulsionesresponsables de toda actividad voluntaria.

2. Una comparación entre la orientacióninstintiva y la racional

Por sí mismo, un apetito es tan indefensocomo un gorrión recién salido del cascarón. Sólopuede levantar su ciega cabeza, con la boca bien

abierta, esperando que sus padres dejen caer algoen ella. El estómago pide alimento, pero no sabedónde encontrarlo; suspira par agua, pero debeser llevado hasta la fuente; incluso la sed de co-nocimiento que sufre la mente requiere de otrasfacultades para ser satisfecha. Considerando losanimales como un todo, y dejando de lado esasreacciones simples y directas que llamamos re-flejos, existen dos maneras en que se satisfacenlos apetitos: mediante actividades racionales ymediante actividades instintivas. La diferenciafundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado de rigi-dez de los patrones de comportamiento. Los pa-trones instintivos tienden a ser fijos e inflexibles;los patrones racionales a ser más fluidos y dúcti-les. Mirada en el plano de la actividad mentalconsciente, la diferencia entre instinto y razónparece residir en el grado de libertad que tenga laasociación de ideas. El instinto puede ser llama-do una asociación fija de ideas o sus equivalentescerebrales; la razón, una asociación libre deideas. Puesto que hay múltiples grados entre unaestricta inflexibilidad y una libertad perfecta enla actividad mental, casi no podemos trazar unafrontera definida entre razón e instinto. Inclusoanimales tan inferiores en la escala zoológica co-mo las lombrices-, pueden en cierto modo apren-der, lo cual indica algún grado de libertad en laasociación de ideas o sus equivalentes; la testaru-da adherencia de algunos humanos a viejos erro-res, incluso después de haberles sido demostradala verdad, prueba que nuestros procesos mentalesestán muy lejos de la libertad perfecta.

El instinto orienta un impulso hasta la ac-ción según maneras determinadas por la heren-cia, canaliza el esfuerzo y regula la actividad.Que prevea o no los fines de la actividad, es unapregunta que no necesitamos resolver aquí; peroes claro que orienta la actividad tal como los rie-les orientan al tren. La inteligencia, donde estábien desarrollada, tras sentir el apetito o la nece-sidad visualiza qué podría satisfacer tal necesi-dad, hace un repaso de todos los medios posi-bles, y finalmente decide cuál curso de acciónllevará más fácilmente y más rápidamente al ob-jetivo deseado. El contraste entre el comporta-miento racional y el instintivo puede ilustrarse

Page 3: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

INSTINTO, RAZÓN Y MORALIDAD

iderando las ventajas relativas de viajar porlren y caminar. Si el objeto del apetito resulta es-

situado en una línea de ferrocarril establecidalos rieles están despejados, el tren instintivobablemente llevaría sus pasajeros hasta allá

n el menor esfuerzo en el menor tiempo. Pero,- la línea directa está bloqueada por un derrum-

o un descarrilamiento, el caminante racionaldesviará de alguna manera alrededor del obs-

o, alcanzado su destino antes que el tren ins-ivo, que estaría atascado. Además, si el obje-está en un punto al que no llega el sistema de

instintivos, solo la inteligencia puede lle-os hasta él.Las implicaciones para la moralidad de es-

diferencia entre razón e instinto son de impor-.a, y no han recibido nunca, hasta donde sé,

atención que merecen. El instinto limita estric-nte los medios por los cuales puede satisfa-un apetito o un deseo. Estos métodos, los

ones innatos de comportamiento, son por loeral controlados genéticamente; de modo, como otros rasgos hereditarios, cambian portaciones y están sujetos a la selección natural,, n por la cual pueden eliminarse innovacio-perniciosas, mientras que las favorables a laserán preservadas y difundidas a través de la

lación. Por ejemplo, en algunas especies deen las cuales sólo las hembras acostumbran

entar los huevos, encontramos ocasionalmen-machos aberrantes que por turnos se sientanre el nido. Si para la especie fuera ventajosoel padre ayudara en la incubación, sería derar que la estirpe en la cual adquirió este há-reemplazara gradualmente los linajes donde

o no se practica, con el resultado de que tantoincubación paterna así como la materna preva-

rían eventualmente en la especie. En cambio,ando el caso contrario, si en una de esas nu-

rosas especies de aves donde ambos progeni-comparten la tarea de calentar los huevos,

gún macho perdiera este hábito, la pareja po-'a tener escasa descendencia y este cambio per-icial no se perpetuaría.

De este modo, el comportamiento instinti-, carente de máximas o exhortaciones morales,acerca estrechamente al Imperativo Categóri-kantiano: "Actúa únicamente según aquella

63

máxima que desearías que se convirtiera en leyuniversal." O lo que es lo mismo, "actúa única-mente de la manera que desearías que todos losotros individuos de tu clase inUtaran en circuns-

tancias semejantes". En general, los animalesguiados por el instinto de hecho se comportan co-mo si desearan que su conducta se convirtiera enley universal, al menos para sus especies particu-lares. Estos patrones innatos de comportamientoson, de hecho, las "leyes naturales" o reglas deconducta que el naturalista lucha por descubrircuando estudia la historia vital de cualquier clasede animal libre.

3. Cómo limita el instinto lasactividades perjudiciales

Las limitaciones del comportamiento ins-tintivo son curiosas e instructivas. Entre los gran-des saltatores gorjianteados, gorriones verde oli-va distribuidos ampliamente por la América tro-pical, los nidos están usualmente desperdigadosen matorrales y plantaciones en lugar de estarconcentrados en sitios particulares. En una opor-tunidad, sin embargo, encontré dos nidos, amboscon huevos, separados solamente por ocho piesen arbustos de café vecinos: un descubrimientomuy inusual. Una de las hembras que estaban in-cubando dominaba claramente sobre la otra, quede alguna manera había perdido las plumas de sucola. Cada vez que la saltator dominante se acer-caba o dejaba su propio nido, miraba el nido dela otra y, si la saltator sin cola estaba allí incuban-do sus dos huevos azules, la primera la perseguíarápidamente a través de la plantación, hasta elmatorral vecino. Esto sucedía docenas de vecescada día. Pero la saltator tímida era persistente, ya pesar de las innumerables interrupciones, se lasarregló para empollar uno de sus huevos despuésde un inusualmente largo período de incubación.El ave más beligerante, mientras dejaba y volvíaa sus polluelos, continuó ahuyentando a su veci-na del nido y de su cría, y algunas veces mirabadentro del nido. Luego, la vista de la boca roja yabierta del bebé de su vecina ausente podía esti-mular a la saltator dominante a poner en él el ali-mento que había traído para su propia familia.

Page 4: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

64 ALEXANDER F. SKUTCH

De tiempo en tiempo incluso se sentaba en el ni-do de su vecina sin cola, calentando el polluelocuya madre ella misma había espantado.

Este fue un comportamiento sumamenteinconsistente. Si la saltator beligerante hubieralogrado forzar a su tímida vecina a abandonardefinitivamente el nido, los huevos se hubieranperdido, o el pichón hubiera muerto de hambrey exposición a la intemperie. Si hubiera quebra-do los huevos o matado al polluelo, la vecina in-deseada hubiera abandonado su nido y, lo másprobable, se hubiera alejado suficientemente pa-ra construir otro -el resultado que aparente-mente buscaba la beligerante-o ¿Por qué, en-tonces, la saltator dominante no cumplió fácil ysutilmente su cometido, destruyendo el conteni-do del nido de su vecina? O bien algo parecidoa una inhibición moral le impidió cometer un in-fanticidio, o bien nunca se le ocurrió hacerló.Dado que el logro de su aparente propósito deque su vecina abandonara permanentemente elnido habría tenido precisamente el mismo efec-to que una destrucción directa de los contenidosdel nido, podemos concluir que la beligerantenunca pensó hacerla. No es posible que haya de-seado adoptar la familia de su vecina sin cola,pues si su pareja no la ayudara a incubar y criar,ella sola no hubiera podido calentar los huevosy los polluelos en dos nidos distintos; y los sal-tatores machos generalmente restringen su par-ticipación en las labores paternas de alimentarlas crías.

Este es un único ejemplo de la siguienteregla general: la inflexibilidad de las asociacio-nes mentales de un animal limita el número demaneras en las que puede hacer daño. Presen-ciamos la misma limitación en esas muchas es-pecies de aves -mencionadas en la sección 6del capítulo anterior- que aparentemente nun-ca luchan entre ellas. Claro que sí entran en dis-putas por machos o sitios de anidamiento, peroestas disputas se resuelven por logomaquias yposturas donde no cabe la violencia. Parece quea estos pajaritos nunca se les ocurre que sus pi-cos pueden servir para arrancar las plumas desus adversarios, o incluso para destruir un ojo.Ciertamente no son tan destructivos como po-drían ser.

La inflexibilidad de sus procesos menles, que les impide a las criaturas no humanser tan dañinas entre sí -y hacia sí mismascomo podrían ser si tuvieran una mente humy la capacidad humana para odiar, puede tam-bién operar como una desventaja. Mientras mi-ramos a un cuadrúpedo o a un ave tratando eavano de lograr algo, sea alcanzar comida, cons-truir un nido, o escapar de un enemigo, ¿cuán-tas veces no hemos deseado poder demostrar loque nuestra inteligencia podría conseguir conlos medios que el animal tiene a su disposición?En algunas ocasiones he observado a fieles pa-dres de aves cargar diligentemente alimentos apolluelos que estaban destinados a morir, debi-do a que su nido, pobremente sujetado, se des-prendería antes de que sus ocupantes pudieranvolar. Estaba seguro de que con sólo un pico co-mo herramienta y con fibras vegetales fácil-mente accesibles como hilo, yo podría haber te-jido esos nidos más allá de mi alcance, y quepodría haber salvado a los polluelos. Pero estasaves construyeron de una vez por todas; unavez que sus crías rompieron el cascarón, ellosquedaron mentalmente incapacitados para re-gresar a una etapa anterior de su ciclo y repararlos daños, sin que importara cuán gravementese necesitaran.

Similarmente, algunos animales muestranuna inflexibilidad asombrosa en su manera de co-mer. Un experimentador, cuya curiosidad exce-dió su humanidad, demostró que algunas aves,cuya dieta normal consiste de insectos y otrascriaturas pequeñas atrapadas en movimiento,preferirían, en cautividad, morir de hambre antesque comer alimentos del mismo tipo pero muer-tos e inmóviles. "¡Estúpido, ciego instinto!", ex-clamamos. Sin embargo, cuando los humanos sesometen a la tortura y la muerte en lugar de des-viarse de sus costumbres ancestrales o cometeralgún acto que para ellos fuera incorrecto, inclu-so al respecto de lo que para la mayoría parece-ría algo muy trivial, como hacer una reverencia aun ídolo o comer algún alimento prohibido, loadmiramos, casi siempre a pesar de la razón.¿Acaso la fidelidad a las tradiciones de la raza noes igualmente admirable en una especie animalcomo en otra?

Page 5: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

INSTINTO, RAZÓN Y MORALIDAD

4. Cómo incrementa la razón el alcancede la conducta perjudicial

Donde el instinto ve una o pocas vías bienprobadas para satisfacer un apetito, una inteli-

encia desarrollada ve muchas vías, las cualesían infinitamente con las cambiantes circuns-cias de la vida, e incluso en nuevas contingen-

"as pueden resultar sin precedente en la historiala especie. Los apetitos de los animales son en

to grado mutuamente excluyentes; ahora ham-bre, ahora sed, ahora deseo de calidez y abrigo,ahora la urgencia sexual ocupa el centro de la

nsciencia y recluta todas las facultades queedan ayudar en su satisfacción. Cuando la in-

ligencia es libre y abundante, pero está contro-da únicamente por el apetito, guiará al animalcia la satisfacción del deseo dominante por la

ruta más fácil y corta, indiferentemente del bie-star general del individuo o de su especie. Laflexión más superficial hace evidente que nada

podría ser más peligroso para un animal que sú-itarnente dotarlo de una mente activa, capacita-

para la libre asociación de ideas, sin proveer almismo tiempo algún medio que impida que cada

uevo deseo tome posesión de la inteligencia,usándola para la obtención de la satisfacción sin

parar en las últimas consecuencias.La existencia actual de la humanidad testi-

monia que nunca ha habido, desde que apareció1hombre, un tiempo donde la inteligencia de ca-

individuo no haya estado sujeta a alguna res-icción o algún control que limitara, según el in-

lerés de la especie o de la sociedad, el grado alcual podría ser reclutada para el servicio de cada

o de sus cambiantes apetitos. La firmeza del'bita y la presión social parecen ser las princi-

es fuerzas responsables de la conservación dehumanidad a través de su largo y peligroso pe-

ñodo de transición desde el control instintivo deconducta hasta el control racional. Inclusondo la razón señala un modo nuevo e intrín-

secamente más sencillo para satisfacer un deseo,hábito casi siempre nos obliga a continuar obe-iendo un método suficientemente probado.

En un animal altamente social e imitativomo el ser humano, la sociedad actúa todavían mayor poder que el hábito personal para pre-

65

servar patrones tradicionales de conducta y pro-hibir al individuo satisfacer sus deseos medianteprocedimientos que lesionen a la comunidad. Entodos los animales superiores los individuos va-rían considerablemente en inteligencia. Algunode inusual viveza mental que descubra un méto-do novedoso para satisfacer deseos, puede resul-tar antagónico con vecinos más estúpidos o con-servadores, cuya desaprobación puede ser lo su-ficientemente fuerte como para asegurar la con-formidad con los procedimientos convenciona-les, o al menos para retrasar la adopción genera-lizada de la innovación. Cuando el individuo, aldirigir todos los recursos de su mente y de sucuerpo a la satisfacción de un único apetito domi-nante, provoca inconveniencias o injurias a susvecinos, debe esperar represalias de una severi-dad proporcional al grado del daño. Así, ya enuna etapa temprana de la historia de la humani-dad encontramos tabú es y leyes encaminadas areprimir el comportamiento socialmente perni-cioso, o aquel que parezca serIo.

Gran parte de la miseria y la vergüenza quea través del período histórico ha pesado sobre lahumanidad, debe atribuirse a las dificultades deefectuar la transición del control instintivo de laconducta al control racional. Con estos patronesinnatos de comportamiento desintegrándose rápi-damente y con su razón tan imperfectamente de-sarrollada, ¿acaso es sorprendente que el ser hu-mano deba de tiempo en tiempo alcanzar nivelesde degradación que raramente vemos en criaturasguiadas únicamente por el instinto? En nuestraproblemática época actual de transición, la pre-sión social es por mucho el agente más poderosocuando se exige cumplir con conductas tenidaspor buenas, y sin embargo es lastimosamenteinadecuado. En primer lugar, los fines general-mente aceptados de las actividades humanas sonaún estrechos y parciales, e incluso se quedancortos con respecto a los ideales mantenidos ha-ce dos o tres milenios por los individuos de máselevada sabiduría moral. En segundo lugar, loshombres escapan de la coerción social escon-diendo sus actos de la sociedad, convirtiéndoseen enemigos de la sociedad, o colocándose ellosmismos sobre la sociedad; satisfacen sus apetitosa expensas de los mejores intereses de su raza

Page 6: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

66

profunda lástima; pues contemplamos una vidaque ha sido completamente trastornada y en mu-chos respectos desintegrada por los comienzos dela actividad intelectual libre. Por momentos, lainterrupción de los patrones instintivos anterioresparece resultar en un estado mental muy cercanoa la locura. Nos preguntamos: ¿Pueden estar sa-nos hombres que actúen así? Pero al reflexionarsesudamente sobre la naturaleza del instinto y dela razón, vemos que no podría haber sido de otramanera: la intrusión de la actividad mental libreen una vida antes regulada por el instinto, inevi-tablemente produjo desórdenes profundos -dis-turbios tan severos que para establecer un nuevopatrón armónico de pensamientos y conducta serequerirían cientos o miles de generaciones-o

Aunque los relatos de las comilonas y or-gías del salvaje tribal pueden forzamos a concluirque era un hedonista cabal, mientras el trata-miento que daba a los prisioneros destinados aproveer la carne para sus banquetes caníbales su-giere que era un hedonista del tipo más insensi-blemente egoísta, una consideración de su vidaen conjunto nos convence de que esta manera deverlo es insostenible. El hedonismo es una de lasartes civilizadas más difíciles; para practicarlocon resultados satisfactorios necesitamos muchaciencia y mucha filosofía. El salvaje carecía delos principios más rudimentarios de epicureísmo;estaba demasiado cerca de las fuertes y primiti-vas corrientes de vida como para deliberadamen-te hacer del placer su meta. Para él, el negociomás serio de la existencia era sobrevivir y repro-ducir su especie, pero casi siempre se veía pro-fundamente confundido acerca de cuáles seríanlas mejores vías para conseguir estas metas. Ade-más, su inhabilidad para ser bondadoso inclusoconsigo mismo estaba a la raíz de su crueldad ha-cia los otros. Si no hemos aprendido a ser buenoscon nosotros mismos, ¿cómo podemos ser bene-ficiosos para quienes nos rodean?

Leemos sobre los indios brasileños que des-pués de tomar un prisionero de guerra, le dan unaparcela de tierra para cultivar y una doncella desu tribu para que se case, y lo tratan como uno deellos; aún así, ellos y él saben todo el tiempo quedespués de unos meses, o quizá años, él será ase-sinado de una manera espantosamente cruel para

ALEXANDER F. SKUTCH

ocultándole a sus vecinos sus pecados, convir-tiéndose en fugitivos, o en tiranos y dictadores:La primera de estas categorías es la más numero-sa; pero la última es la más peligrosa, pues la mi-noría que se entrega a ella puede compeler agrandes masas de personas a servir la egoísta sedde poder, de riqueza o de adulación del líder.Mientras las personas continúen haciendo de lainteligencia la sirviente de apetitos individuales,sin reparar en el bienestar de ellos mismos y desu especie, y mientras mayor sea el desarrollo deesta inteligencia y mayor sea su control sobre lanaturaleza, más peligrosa llegará a ser la situa-ción de la humanidad.

Como regla, en el comportamiento pura-mente instintivo el deseo más exigente puede en-contrar satisfacción únicamente mediante un pa-trón de comportamiento que continúa existiendoporque es beneficioso para la especie, o al menosno definitivamente perjudicial; en el comporta-miento racional -si no está adecuadamentecontrolado por la moralidad- el deseo desenfre-nado puede apoderarse de los logros más eleva-dos de la inteligencia y volcarlos hacia sus pro-pios y execrables fines. Las maneras como el ins-tinto puede ser perjudicial están limitadas por elnúmero de modos de comportamiento heredados;las maneras como puede ser dañina la razón es-tán multiplicadas indefinidamente por la libreasociación de ideas.

5. Efectos destructivos de la racionalidadnaciente sobre la vida humana

Al leer la historia del hombre primitivo, encualquier parte del mundo que lo encontremos,nuestra primera reacción muy probablemente se-rá un sentimiento de enojo, o de indignación porsus múltiples crueldades. Seguidamente, quizá,vemos con asombro o desdén su confuso pensary sus absurdas creencias. O podemos cargamosde repulsión o náusea al contemplar una existen-cia tan bestial, tan indisciplinada si la compara-mos con nuestros estándares, tan desconsideradaal respecto de los sentimientos de otros seres. Pe-ro si continuamos estudiando y ponderando lascostumbres del salvaje, nuestra actitud final es de

Page 7: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

INSTINTO, RAZÓN Y MORALIDAD

proveer un banquete caníbal, cuyos horribles de-••••es es mejor no mencionar. Un padre Caribe se

luye por meses, ayuna, permite que acuchillenpiel y que froten sus heridas con sustancias

IO'itantes, se somete a cien privaciones y restric-. nes e inconveniencias, todo par". q11e 3U pri-

génito pueda ser fuerte y valiente; yel benefi-'0 neto del bebé, a partir de todo este exceso de

norable devoción paterna es, hasta donde pue-de decimos la ciencia, absolutamente nulo. ¡Un

io chaco, casi exhausto por la fatiga de la per-secución, pincha sus extremidades con un pun-zón de diente de jaguar para drenar sangre y asíiOrtalecerse y refrescarse! En un nivel culturalmás avanzado, un emperador Inca enfermo, pa-

asegurar su recuperación, ordena sacrificar alsol una hecatombe de víctimas humanas. Este no

el comportamiento de hombres que seanoístas o crueles, sino el de hombres cuyo pen-

samiento y vida han sido profundamente desor-izados por una nueva e intrincada herrarnien-

. la razón, cuyo uso los confunde y los deseen-ierta,

Comparada con las vidas problemáticas yconfusas del salvaje y quizá incluso de los hom-

civilizados, la vida de un animal con un pa-IlÓn de comportamiento instintivo bien tejido pa-rece estable, balanceada e integrada. Los medios,en general, están bien ajustados a los fines, sinuna vana agitación por lo inaccesible, y casi sinluchar por alcanzar objetivos vitales medianteprocedimientos inconexos u obviamente fútiles.Los hombres han estado luchando por sustituir lalógica de hechos y eventos, sobre la cual se esta-blecen los patrones instintivos, por otra clase delógica, la de ideas y palabras. Pero se requiere un

asta número de ideas, y una profunda compren-sión de las relaciones entre ellas, para crear unuerpo de conocimiento capaz de guiamos a tra-és de este mundo inmensamente complejo y

desconcertante. Unas pocas ideas, una compren-sión parcial de las relaciones entre los eventos,solamente nos confunden y embrutecen; así co-mo cuando el salvaje, que ha observado correcta-mente que siempre que llueve las gotas rocían elfollaje, cree que puede provocar una llovizna ro-ciando agua en las hojas verdes. Sólo cuando lamente ha creado un mundo por completo nuevo,

67

que sea un facsímil o al menos una representa-ción simbólica del mundo material, llega a ser unpoco competente al tratar con este mundo. La su-perstición brota de nuestro fracaso al no entenderla causalidad -ya sea en el ámbito de la física oen el de la moral y la religión-o

Cuando contemplamos la tremenda deso-rientación de la vida de la que es responsable laactividad mental libre, podemos comprender laconvicción del místico de que para obtener laplenitud y la unidad él debe liberar su mente dela acción perturbadora del pensamiento racional.Dado que la vida en su nivel instintivo parece es-tar mejor integrada y en un contacto más estrechocon su fuente, no es absurdo suponer que si pu-diéramos retornar a una etapa anterior, quizáhundiéndonos en las profundidades de nuestra"mente inconsciente', podríamos recuperar laplenitud que han perdido los hombres, y ex-perimentar esa gloria perfecta que puede ser ga-nada solamente por la integración completa delsujeto y su unión sin tacha con aquello que losustenta y lo abraza.

Sin embargo, el biólogo sabe que desandarel curso de la evolución es un esfuerzo vano. In-cluso cuando un animal triunfa al retornar a unmodo anterior de existencia, como cuando algu-nos mamíferos volvieron a la vida del mar, dedonde habían emergido sus ancestros remotos,eso que retorna es profundamente diferente deaquello que emergió. Habiendo perdido la pleni-tud vital que perteneció a nuestros antepasadosdistantes y no humanos, cuyas mentes no habíantodavía llegado a ser intranquilas, no parece ha-ber salvación para nosotros si no es establecien-do una nueva integración a nivel racional. En es-ta nueva síntesis los impulsos vitales que com-partimos con todos los animales deben preservar-se, pero moderados y regulados por una inteli-gencia adecuada y un aguzado aprecio por nues-tra relación con el todo. Pocas personas, quizáninguna, han alcanzado jamás una integraciónperfecta en el nivel racional. Nosotros, que toda-vía experimentamos los incontables males quebrotan de la imperfecta unificación del sujeto,deberíamos ser profundamente compasivos hacialos humanos que estén todavía a un nivel inferiorde cultura, cuya recuperación del terrible golpe

Page 8: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

68

mediante deducción racional a partir de algunosprincipios generales orientadores. Lo que necesi-tamos no es tanto la relajación de patrones esta-blecidos de conducta, sino su mejoramiento yamplificación de manera que cubran ámbitos en-teros de actividad en los cuales, actualmente, laorientación no existe o es inadecuada. Y apartede la inteligencia, no tenemos nada que nos ayu-de a perfeccionar el comportamiento. Podemosdesear que los acuerdos sociales no frustren odistorsionen tan frecuentemente los impulsos vi-tales sanos, pero darle rienda suelta a estos im-pulsos, sin orientación racional, no mejoraríanuestra situación. Por el contrario, podría resultaren frustraciones más frecuentes y severas, puessin una coordinación coherente ellos continua-mente se opondrían y traicionarían unos a otros.

El germen de verdad en el naturalismo éti-co es que la mayoría de impulsos humanos, in-cluso hoy día, puede rastrear su ascendencia des-de apetitos animales que promovieron el bienes-tar del individuo y de su especie, y que la inteli-gencia, todavía inmadura y sujeta a incontablesaberraciones, en muchas ocasiones ha conducidoestos impulsos por un mal camino. El remedio deesta situación angustiosa no es desconfiar de lainteligencia y de la orientación que nos da, puesesto nos dejaría aún más indefensos y desampa-rados que el más vil "bruto" instintivamenteorientado; es usar la razón más cabal y concien-zudamente para crear una sociedad en la cual unamayor proporción de nuestros impulsos vitalessanos pueda alcanzar su realización sin discordiao conflicto. La "bondad original" humana, comola de otros seres vivientes, es esa capacidad inna-ta para organizar elementos separados en patro-nes coherentes, que es el rasgo más característicode la vida. Esta facultad cumple su fin por cua-lesquiera medios que la evolución le provea parahacerla. En los humanos no tiene agente superioral intelecto y sus juicios morales. De esta formaes evidente que la causa de nuestro problemaprovee los medios para remediar el problema. Larazón, al hacemos posible satisfacer nuestrosapetitos por procedimientos que no han sido pro-bados ni aprobados por un largo uso ancestral,hace de la orientación moral una necesidad; y so-lamente la razón puede suplir esa orientación.

ALEXANDER F. SKUTCH

del impacto de la actividad mental libre en la an-tigua vida instintiva quizá ha sido incluso menoscompleta que la nuestra. Toda la historia de la hu-manidad, no menos que toda su prehistoria, no essino el registro clínico del nacimiento-agonía dela inteligencia, que una y otra vez amenazó connacer muerta.

6. La falacia del naturalismo

Es comprensible que la contemplación de lahistoria de la humanidad, con su registro del uni-forme fracaso de las convenciones sociales, delas enseñanzas religiosas y de las doctrinas mora-les en hacemos a la mayoría buenos y felices, de-biera guiar a algunos pensadores a concluir queel único remedio de esta dolorosa situación es de-sechar todas estas creaciones humanas como ba-sura inservible y regresar al edificante curso de lanaturaleza. Sin embargo, el naturalismo ético re-sultante, como el de los cínicos o el de Rousseau,podría atraer únicamente a personas que no ha-yan estudiado adecuadamente el mundo natural.Lo más seguro es que ni el observador cuidadosode los animales libres, que los ve satisfaciendosus necesidades mediante procedimientos heredi-tarios bien probados, ni el antropólogo, que sabeque el "salvaje" es más formalista que la mayo-ría de personas "civilizadas", estarían de acuerdoen que las personas se vuelven buenas y felicessimplemente por seguir sus incorruptos apetitosnaturales. Si no están guiados por patrones ins-tintivos de comportamiento, por costumbres so-ciales, o por sistemas de conducta racionalmenteconstruidos, tales impulsos nos llevan a situacio-nes dolorosas. Como los humanos han perdidotodos los patrones innatos de comportamientoefectivos, deben basarse en un control social oracional -o algunas veces, en culturas avanza-das, en una combinación de ambos- si quierenevitar desastres.

Aunque los imperativos rígidos y las reglascristalizadas no pueden ser jamás guías adecua-das para el comportamiento correcto, en conjun-to hacemos mejor en seguirlas, al menos porquemuy pocos de nosotros tenemos el ocio y la sabi-duría para resolver cada problema de conducta

Page 9: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

INSTINTO, RAZÓN Y MORALIDAD

Sin embargo, dudo que el control racionalcomportamiento, en su nivel actual de desa-o entre los hombres, sirva al interés conjun-

de la humanidad de la forma como el control. tivo, con todas sus limitaciones, promueve

bienestar de muy diversas especies de anima-uestra única esperanza es que la razón hu-

a podrá algún día alcanzar una estatura talla prevenga de la degradación de servir ape-aislados, sin considerar cómo su satisfac-

I afecta la vida en conjunto del individuo yrelaciones con otros seres. Anteriormente vi-que generalmente el comportamiento instin-

o está ajustado al bienestar de la especie y queacerca muy íntimamente al Imperativo Cate-ico kantiano. Por lo tanto, podríamos propo-le como meta a la actividad racional que seve al nivel del comportamiento instintivo en

to promotor de la prosperidad de la vida en~unto, en lugar de prostituirse constantementela satisfacción de apetitos individuales.

. Ventajas morales esenciales de larazón sobre el instinto

Dado que la conducta de los seres dotadosrazón, tal como la presenciamos en el mundotemporáneo, está todavía muy lejos de cum-esa integración admirable de actividades queontramos en el mejor momento del compor-iento instintivo, podríamos con justicia pre-tar cuál es la ventaja de la inteligencia libre.

I mo puede beneficiar a la vida tomada en~unto? ¿Qué ganaremos si completamos sa-actoriamente la larga y peligrosa transiciónun modo de control al otro? Dejando de lado,e\ momento, \a pregunta de si la actividad in-

ectual puede ser tomada como un fin en sí.smo, y considerándola meramente como un

mstrumento para traer armonía al mundo, hay,eo yo, tres ventajas sobresalientes que pueden

alcanzarse mediante la sustitución del instintopor la razón.

Primero, la razón es capaz de discriminarn mayor fineza y sobre un campo más amplio

ue el instinto. Los patrones instintivos de com-portamiento se ajustan generalmente al promedio

69

o a la situación prevaleciente; la razón, cuandoestá adecuadamente desarrollada, puede ajustarsea situaciones inusuales con tremendas ventajasmorales. Por eso los animales, como regla, no seesfuerzan por atender o mantener a los enfermosy heridos de su especie. Incluso las especies so-ciales y gregarias parecen no reconocer estadiosintermedios entre la vida en su plenitud y lamuerte. Los compañeros adultos son tratados co-mo miembros normales del grupo, capaces debastarse a sí mismos en todo sentido, o son igno-rados como aquellos a quienes la muerte ha re-movido final y permanentemente de su medio. Obien, como entre el ganado, la vista u olor de uncompañero herido los confunde y desconcierta,haciéndolos comportarse en maneras extrañas einexplicables. De hecho, se sabe que algunas es-pecies de aves han alimentado a sus prójimos in-capacitados, pero incluso entre ellos tal afán esraro.

La razón de esta negligencia al respecto delos enfermos y heridos por parte de los animalesguiados por instinto parece obvia. Ajustar sucomportamiento a los múltiples estadios exis-tentes entre la plenitud de la salud y la quietud fi-nal de la muerte, o saber cómo tratar con las in-numerables variedades de lesiones y enfermeda-des a las cuales está sujeta la carne, requeriríadiscriminaciones más finas y una mayor flexibi-lidad de la conducta de la que podemos esperarde cualquier animal gobernado por patrones in-natos de comportamiento. Más aún, en los ani-males sujetos a depredación, como son la mayo-ría, el interés por los débiles y rezagados puedeser fatal para los fuertes y puede comprometer laexistencia de la especie. Quedó para los animalesracionales distinguir entre los dolientes y losmuertos y desarrollar, lenta y torpemente, méto-dos para atender a sus compañeros enfermos yheridos .

La segunda superioridad importante de larazón es que sus beneficiosas innovaciones pue-den diseminarse más rápida y ampliamente quelas del instinto. Dado que una mejoría en un pa-trón instintivo parece ser usualmente resultadode una mutación genética, tal mejoría sólo estádisponible para los descendientes directos delanimal que la exhibió primero; y generalmente al

Page 10: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

70

sa en su proceder, y no debe jactarse superficial-mente de su superioridad sobre el instinto. Lospatrones instintivos se forman gradualmente me-diante procesos naturales; son, en la mayoría delos casos, las conclusiones sopesadas -cuidado-sa aunque inconscientemente- de la experienciaacopiada durante un período tan largo, un áreatan extensa, y por tantos individuos, que la razónse aturde cuando intenta hacer y cotejar deduc-ciones de tan amplia y diversa colección de da-tos. Permitámosle a nuestro intelecto hacerse tanpoderoso 'como pueda: no será fácilmente comomejorará nuestros instintos milenarios.

Cuando en términos generales hacemos unarevisión de toda la historia de la relación entre lainteligencia y la antigua vida instintiva a partir dela cual sobrevino, encontramos una reversióngradual en la dirección de la marcha de la razón.Aunque al principio nos aleja de la naturaleza, fi-nalmente nos guía de vuelta a ella. Así, la inteli-gencia incipiente intenta mejorar o adornar elcuerpo humano -así como, algunas veces, tam-bién los cuerpos de los animales dependientes denosotros- mediante todo tipo de deformacionesgrotescas, distorsiones, cicatrizaciones, decolora-ciones, y otras por el estilo; pero finalmente lamente en maduración reconoce que, cuando estáen su mejor estado, el cuerpo en su forma naturales más donoso de lo que puede hacerlo el ingeniohumano. El arte sigue estos mismos desplaza-mientos en el ideal de belleza. Al inicio, la inteli-gencia incipiente seduce a los hombres a realizarprácticas crueles, para las cuales no hay prece-dentes en la naturaleza; pero al madurar, la razónsuprime estos repugnantes excesos. O bien la ra-zón puede conducir a los humanos a intentar laextirpación de apetitos y emociones innatas; pe-ro finalmente descubre que es mejor regularlasque suprimirlas. Un efecto tempranero de las ac-tividades racionalmente dirigidas es la insalubreaglomeración de millones de personas en grandesciudades; pero finalmente la inteligencia deman-da regresar a un entorno más natural.

De manera similar, la mente racional imper-fecta accede a ser dominada y desequilibrada porapetitos particulares; pero, al perfeccionarse, larazón controla los apetitos y los impulsos anima-les, ordenándolos en un sistema que se asemeja a

ALEXANDER F. SKUTCH

principio sólo es transmitida, hasta que se fija enla especie, a una porción de esos descendientes.Pero cuando un ser racional dotado de lenguajeha hecho una provechosa innovación, puede, me-diante la enseñanza y el ejemplo, difundir am-pliamente esta mejoría entre sus contemporá-neos, y a través de la escritura o de la tradiciónoral hacerla disponible a generaciones remotasque no sean de su propia progenie. Infortunada-mente, las innovaciones perjudiciales realizadaspor animales racionales pueden difundirse de lamisma manera que las beneficiosas -frecuente-mente éstas son aceptadas con mayor ansiedadpor los contemporáneos- y en ausencia de uncontrol rígido mediante selección natural casisiempre se establecen con una rapidez alarmante.

La tercera y sobresaliente ventaja de la ra-zón sobre el instinto es su capacidad para distri-buir beneficios a un área mucho más amplia, pa-ra incrementar el ámbito de la comunidad morala una extensión prácticamente ilimitada. Los pa-trones innatos de conducta se ajustan primordial-mente para asegurar la prosperidad de una únicaraza biológica; y los factores que gobiernan suorigen, su sobrevivencia, y su transmisión son ta-les que les es difícil hacerse más inclusivos. Sinembargo el comportamiento instintivo no puedeser del todo insensible a las demandas de otrasformas de vida. Cada criatura viviente es miem-bro de una compleja comunidad de animales yplantas, y su bienestar está sutilmente ligado conel de vecinos de las más diversas clases. Cuandomenos, es muy poco probable que sus instintoscontinuarán causando el deterioro de la comuni-dad de la cual es parte, pues esto podría llevar asu propio declive.

A pesar de que a menudo la razón aún se lequeda corta al instinto en el rango de su benefi-cio, es intrínsecamente capaz de extender su bon-dadosa influencia mucho más ampliamente. Elanimal racional puede beneficiarse de una expe-riencia más vasta y variada que la de sus ances-tros directos, y puede a su vez transmitir los teso-ros de su sabiduría a seres racionales que no seande su propia progenie. Puede tomar como su me-ta el bienestar no sólo de su propia comunidad in-mediata, sino de todas las comunidades y de todavida. Aún así, debe ser extremadamente cuidado-

Page 11: IV. Instinto, razón y moralidadinif.ucr.ac.cr/recursos/docs/Revista de Filosofía... · fundamental entre el instinto, hasta donde lo en-tendemos, y la razón, reside en el grado

INSTINTO, RAZÓN Y MORALIDAD

un patrón innato de comportamiento, a pesar deque su origen es diferente. Por último, cuando larazón escapa totalmente a la dominación de deter-minantes secundarios de la actividad y, penetran-do más profundamente dentro del núcleo de nues-tro ser establece contacto con el determinante pri-mario y se hace sensible a él, la razón -decía-lucha por hacer la comunidad moral tan armonio-sa y extensiva como sea posible, incluyendo a to-das las cosas dentro de su ámbito benéfico. Cuan-do por esta razón en maduración somos devueltos

71

a una concordia más estrecha con la energía crea-dora del universo, podemos orgullosamente decla-mar, con Wordsworth, "por divino derecho, y node otra manera, Oh Naturaleza, somos vuestros."

Notas

l. En De Natura Deorum, Libro I1I, xxvi-xxxii.2. W.H. Thorpe, Leaming and Instinct in Ani-

mals. London: Methuen and Co., 1956. pp. 177-78.