Jaime Torres - Cultura Popular y Terapeútica Social
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Cultura Popular y Terapeútica Social
(El Arte Popular Como Terapeútica Social)
“El concepto de cultura queda abiertamente
Como elemento central de una etnografía colonialista”
Bolívar Echeverría
Sobre La Cultura.
El presente ensayo no intenta ser un ensayo, que se ubique en un sondeo por las
definiciones de cultura, significa que no mencionará, que la cultura es un conjunto de
rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos, que caracterizan a una
sociedad o grupo social en un periodo determinado, y que engloba además modos de vida,
ceremonias, arte, invenciones, tecnología, sistemas de valores, derechos fundamentales del
ser humano, tradiciones y creencias y que a través de la cultura se expresa el hombre, toma
conciencia de sí mismo, cuestiona sus realizaciones, busca nuevos significados y crea obras
que le trascienden1.
Por tanto tampoco se aludirá, que la cultura se adscribe en el discurso oficial a lo
culto y que en su perorata ligada a la visión de alta cultura (legado de la ilustración),
predomina que la educación o la función de la instrucción, denotaría una salida al estado de
servidumbre de lo no culto que de paso se ubica fuera del centro -en la periferia-, “implica
que en las sociedades injustas, inequitativas y económicamente estancadas, la escuela ha
proporcionado y sigue proporcionando los medios para la liberación individual y de la
sociedad.”
Este ensayo tampoco cuestionará que la mirada del otro como inferior es la
condición que dinamiza la visión ilustrada de cultura, y es a ese otro-inferior al que hay que
enseñarle la cultura, y es en este acto de enseñar donde prevalecen, los procedimientos de
curación y prevención moral.
1 Microsoft ® Encarta ® 2006. © 1993-2005 Microsoft Corporation.
Por tanto no se hará referencia, a que esta visión ilustrada de la cultura puso al
hombre como centro (el hombre entendido como lo blanco europeo y cristiano) que por esa
necesidad de entenderse como creador o por lo menos como el centro de la creación, reduce
a decir de Castro Gómez, al mundo creado a imagen y semejanza del hombre (Gómez
2002: 95), e instaura un régimen de dominación de unos grupos, sobre otros. Por tanto la
visión de cultura como lo ilustrado y el desarrollo de la razón instrumental advierte Aníbal
Quijano son expresiones de la colonialidad del poder, que impone como corpus
epistemológico único la razón instrumental.
Tampoco el documento se detendrá, a contar que Patricio Guerrero (2002: 45)
refiere que “…la sociedad se ha dividido entre aquellas sociedades civilizadas, que están en
el universo del saber y la razón (logos), frente a otras sociedades “primitivas, aborígenes”,
que apenas están en los sentidos (timos). Mientras las unas poseen ciencia, las otras poseen
magia; las unas crean cultura, las otras producen folklore; las unas tienen religión, las otras
idolatría; las unas medicina, las otras hechicería; mientras las unas tienen literatura, las
otras simplemente mitos. En definitiva, mientras unas sociedades viven en la civilización,
otras aún están en el salvajismo y la barbarie”. Y que estas concepciones (y esto lo digo yo)
se funden en todos los intersticios de la vida social, por tanto se manifiestan en el ámbito de
lo publico y porque no, también en el ámbito de lo privado.
Este ensayo académico, no manifestará a riesgo precisamente de ser censurado, que
en el tiempo de las buenas intenciones, por sobre todo de la democracia, porque la
democracia abuena a lo malo y malignifica a lo bueno, ya le ha dado un lugar –aunque a
regañadientes- a esas culturas que al principio de los tiempos, antes de la creación eran
precisamente malignas, hoy gracias a este abuenamiento, la cultura del otro se ha
reintegrado a donde pertenece, al paisaje, a su condición exótico mercantil.
Como ahora eso que era maligno ya esta abuenado, entonces voluntariamente nos
hará olvidar aquello que obligatoriamente era olvidado, como por ejemplo que esta gran
civilización europea (representada por delincuentes y no en el sentido peyorativo si no real,
como hoy en el discurso oficial de la inseguridad), en menos de 100 años como cuenta
Eduardo Galeano se redujo de 70 millones a 3 millones la población no culta de América,
en este abuenamiento entonces olvidaremos, el saqueo de la plata, del oro, del cobre, de la
caña de azúcar, del café, del cacao, del banano, del petróleo, del estaño, de los cuerpos, de
las almas, de los saberes.
Como es tiempo de abuenamientos, olvidaremos las dictaduras, a los milicos, los
policías, reconoceremos entonces las buenas intenciones del banco mundial, del fondo
monetario internacional, de la banca local, y esas otras pequeñas cosas, que lo único que ha
generado son resentidos sociales que jamás entendieron -pero ahora si lo harán-, que eso lo
hicieron por nuestro propio bien, para hacernos salvos, para hacernos cultos, para hacernos
modernos, para hacernos progresar, para desarrollarnos, porque Europa ha sido nuestra
madre y la madre siempre nos hace eso por nuestro propio bien.
Cultura Popular y Resistencia
Como este ensayo no se detendrá en estos pequeños detalles, en cambio hablara eso
que muchos no hemos olvidado por obligatoriedad, que lo que nos dijeron que fue vencido,
no ha sido tan cierto, aunque sin pecar de mal agradecido el discurso oficial académico lo
enuncio como la cultura popular (para evitar el peyorativo de populacho seguramente,
porque no es tan estético que digamos), también tuvo su gracia, la cultura popular la
diferenciaron de lo masivo, para que la abuenada cultura popular no se contagie de la
industria cultural que para colmo sigue en manos de los tataratataratataranietos de los que
vinieron abuenar a este mundo.
Esta cultura popular como se la define, tiene algunos lugares donde se manifiesta
(locus de enunciación diríamos en otras circunstancias, pero como estoy hablando de
cultura popular tengo que hablar como en la cultura popular), esta en lo indígena, en lo
afro, y en lo mestizo (popularmente en lo indio, lo negro y lo longo)
Y se va expresando en primer lugar en forma, de resistencia, eso de mantener la
cultura diferenció la frontera entre aquello que se constituía como hegemónico y lo
subalterno, o sea estaba bien clarito quienes eran los que explotaban y quienes eran los
explotados, esta resistencia no permitió comerse el cuento que ellos venían a salvar nuestras
almas con el trabajo forzado, ni tampoco había que agradecer a ninguna divinidad por la
desgracia.
En segundo lugar, y muy a pesar de la fractura de las relaciones de los pueblos
originarios, con la tierra, sus semejantes y no se si decirlo gracias a la palabra, paso de
generación en generación sus conocimientos, es lo que también académicamente se ha
dicho que es la memoria histórica, quizá son los guiones obligatorios para no morir con la
muerte, si no vivir en la palabra, y que ahora corre el peligro de convertirse en mercancía
con el turismo, que mal o bien deja una platita dicen los entendidos empresarios que son los
que llevan la mejor parte.
Es en estos conocimientos y en estas prácticas donde se vive intensamente eso que
podríamos llamar una esperanza histórica para América latina, consideremos como la
presencia de otras culturas, cuestionan el carácter de la racionalidad de la cultura
occidental, como proyecto único civilizatorio, permite dar cuenta que hay otras formas de
pensar el mundo, y de transformar una base material, en concomitancia a la configuración
de una nueva alteridad, es posible entonces un proyecto histórico distinto, en donde “ La
idea de cultura como materialidad, que Louis Althusser había tomado de Gramsci para
basar sus propios aparatos ideológicos del estado, fue recuperada con el fin de afirmar no
sólo la necesaria imbricación de la cultura con las prácticas e instituciones, si no también su
integración al proceso material social” (Dagnino: 2001: 65) como la generación de un
bloque histórico como bloque intercultural..
Cultura Popular Y Terapéutica Social
Me parece que esta es la clave de la terapeútica, primero que permita tomar posición
crítica frente a lo que se vive y eso como consecuencia histórica.
En este sentido, la terapeútica adquiere el valor de estrategia como acción que
transforma las relaciones de poder, y dinamiza la propuesta política de la cultura popular,
promueve y fortalece el encuentro intercultural-politico y funda una alteridad radical, y asi
se ejerce la dimensión política, empresa que la modernidad y la racionalidad tecnológica
nos está negando, y que precisamente el régimen social contemporáneo en su sistema
integrado de control (escuela, medios de comunicación, familia, iglesias) es el que
efectiviza el desencuentro y posiblemente el alejamiento del alter (des-politiza y des-
erotiza) en relación directa con el sistema global en función de las leyes del mercado, a
través de una violencia física y simbólica, y que niega la existencia de otros universos
simbólicos.
De hecho, el des-encuentro no es sino, el alejamiento del ser como ser, sujeto
concreto histórico, afectivo, para constituirse en el tener-ser y el deber–ser, a-histórico,
insensible. Hecho que nos conduce a la hiper-individualización, a la negación de la
identidad y el sentido de pertenencia y a la afirmación de un mundo unicultural basado en
el mundo de relaciones cosificadas y de afectos con los objetos, estructura esquizofrénica y
psicótica del narcisismo moderno.
Entonces la dimensión política de la cultura popular (en el marco de la
Interculturalidad como proyecto político y proyecto civilizatorio) implicaría crear sujetos
libres y armónico-críticos. Que en términos de Daniel Prieto, Gocen la vida, que se sientan
y sientan a los demás, que se afirmen en su propio ser, que se expresen, que se relacionen,
se apropien de la historia, se apropien y produzcan saber y conocimiento, que se proyecten
en la otredad, que sean seres en comunicación.
¿Cómo hacerlo?, creo que la cultura popular nace como una propuesta inscrita en un
proyecto de liberación en América Latina y como propuso Simón Rodríguez, como un
lugar de la promoción humana, respetuosa de la diversidad, de la naturaleza, en definitiva
de la vida.
Pero al mismo tiempo debe responder a los requerimientos del mundo. Superar
entonces el criterio que la cultura popular es una cultura de la marginalidad, y que se ha
caracterizado por la informalidad, la deficiencia, homologando el derecho a la cultura como
el derecho a la beneficiencia, carente de reflexión y por lo que a mi forma de ver y sentir,
reproduce con mucha facilidad los sistemas de control.
Implica entonces reflexionar sobre su proceso, como ya lo han hecho algunos
compañeros en América Latina, sobre su accionar y su producción en el Ecuador, debemos
pensar la cultura popular como resultado de una propuesta política, desde América Latina.
Entonces debe y es necesaria una cultura popular que configure una subjetividad,
basada en la apertura al mundo exterior, abrir el encierro, permitir que el otro me reafirme
en una condición de equidad simbólica, en la producción del sentido, y la distribución de la
base material que la sostiene, es local y global, y al mismo tiempo permanente, dialéctica
de la transformación histórica de la vida, pero para ello es necesaria la producción del
conocimiento, sobre el sí mismo y sobre los otros, para entender el encuentro, Riviere dice
es promover la “conducta epistemofílica” el dice es el deseo de conocer el cuerpo y el
interior de la madre, para no quedar aprisionado (Riviere: 2000 ; 86), es y debería ser la
premisa, el encuentro en el conocimiento mutuo, para la liberación y no para el
sometimiento. Implica entonces repensar el concepto de libertad, como escenario de
encuentro, en la construcción de nuevos vínculos sociales.
A manera de conclusión final Quijano refiere con mucha claridad la trama de la
transformación simbólica y material que se pretende, como un nuevo sistema hegemónico
basado en el encuentro intercultural “ Si la subversión es radical y masiva y desemboca en
una revolución, es decir, en una redistribución democrática de la autoridad y no en otra
reconcentración del poder, todas las relaciones entre las vertientes, instituciones y
elementos culturales podrán desarrollarse en la misma dirección y profundidad. Pero si esta
subversión es derrotada, la más probable consecuencia es una contrarrevolución y no solo
la preservación del orden hasta entonces vigente. En ese caso si alguno de los elementos
producidos por los dominados y la subversión aparecen como útiles al reajuste del poder,
ellos serán totalmente expropiados de sus productores y serán devueltos a ellos como
originales de sus dominadores. Esto es, mutados en instrumentos de dominación” (Quijano:
2001: 127) por tanto una nueva usurpación simbólica.