Jazz, asimilación y resistencia cultural

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Jazz, asimilación y resistencia cultural: Hacia una teoría crítica de la composición Daniel Rodríguez Vivas Pontificia Universidad Javeriana Facultad de artes Carrera de estudios musicales Énfasis en interpretación jazz y músicas populares Bogotá D.C 2018

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Jazz, asimilación y resistencia cultural:

Hacia una teoría crítica de la composición

Daniel Rodríguez Vivas

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de artes – Carrera de estudios musicales

Énfasis en interpretación jazz y músicas populares

Bogotá D.C

2018

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Jazz, asimilación y resistencia cultural:

Hacia una teoría crítica de la composición

“El imán atrae espontáneamente los diminutos residuos de hierro,

de cobalto o de cromo. E1 imán es como la sonrisa de la madre. La

sonrisa de la madre provoca de inmediato la imitación de un

retorcimiento de labios en el rostro del niño. La sonrisa de la madre es

como el miedo: en el miedo, el contagio se llama pánico. Todos

somos, desde el surgimiento, antes del surgimiento, desde la más

extrema infancia, incluso antes del alumbramiento, totalmente

miméticos, tan reproductores como fueron nuestras madres para

hacernos. Todos estamos totalmente "panicados". La música es como

la sonrisa pánica. Toda vibración cercana al latido del corazón y al

ritmo del aliento induce una misma contracción, tan involuntaria, tan

irresistible, tan pánica. La sonrisa, que descubre los dientes en los

tigres, las hienas y los hombres, es un relieve de pánico. Todos

carecemos de resistencia ante el pánico (la piedra pánica, la sonrisa de

la madre magnética, el polo pánico, la brújula mental). Todos somos

esas pequeñas "limaduras de níquel". Todos somos esos fragmentos,

esas contracturas ante la "piedra azulada", ante la concupiscencia, ante

el espanto violento, ante la muerte.” (Quignard, 2002)

Introducción y objetivos:

Este texto pretende indagar mediante un recorrido por la historia del jazz, la manera en la

que las tensiones políticas particulares, a las que los afroamericanos se ven enfrentados en

Estados Unidos, influyeron en el desarrollo de nuevos lenguajes musicales, y cómo estas

tensiones una vez atravesadas por las lógicas del mercado de consumo, se ven en la

necesidad de generar una identidad nacional y la lucha del afroamericano por preservar su

ser cultural y social. Generando así, procesos recíprocos de resistencia y apropiación

cultural en lo que podríamos caracterizar como una colonia interna. En términos generales

éstas reflexiones abren camino a la pregunta de cómo y mediante qué procedimientos,

podemos considerar la música como una herramienta para la dominación política y cultural.

Busca, sustentar la pertinencia en la escogencia y montaje del repertorio que será

interpretado en mi recital de grado, y que permitirá evaluar las particularidades técnicas de

la interpretación de la batería desarrolladas en la carrera, en el marco del jazz. Este recital

consiste en el montaje de dos piezas para cuarteto del saxofonista americano Kenny Garrett,

dos piezas para sexteto y una para trio del compositor y pianista Andrew Hill, una pieza

inédita para formato experimental enmarcada en la estética del jazz-rock, y una pieza

inédita para quinteto.

A partir del modelo teórico desarrollado por Jacques Attali de las cuatro redes que

atraviesan la comunicación de la música en el siglo XX y que será profundizado en el

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marco teórico, pretendo indagar sobre los elementos musicales y contextuales, que

respaldan la escogencia de este repertorio y que dan cuenta, de elementos de asimilación y

resistencia cultural. Para así generar, una reflexión acerca de la importancia de la

exploración de nuevos lenguajes, a partir de la incorporación de las músicas populares y

académicas a la composición en nuestros días, y sus alcances políticos como respuesta al

creciente fenómeno de banalización de la música con fines exclusivamente comerciales por

parte de la cultura del entretenimiento y los medios de difusión masiva.

Este trabajo consta de tres secciones, en el marco teórico procederé a hacer un recuento

histórico de los criterios generales de la teoría crítica en la musicología, corriente

fundamental iniciada por investigadores sociales y musicólogos de la escuela de Frankfurt.

Continuaré avanzando históricamente en el legado conceptual de la teoría crítica revisando

las teorías sobre dominación cultural desarrolladas por Gramsci y Bourdieu. Para completar

este esquema teórico me referiré al modelo de interpretación de redes o canales que afectan

la manera de comunicar la música en el siglo XX desarrollada por el crítico teórico Jacques

Attali. Finalmente, de la mano de Hilda Varela Barraza y Franz Fanon analizaré las

condiciones generales por las que se manifiesta la emancipación cultural de un pueblo

colonizado.

Así, de la mano de algunos teóricos de la musicología crítica, procederé a hacer un recuento

de la historia del jazz, buscando entablar un diálogo entre sus diferentes planteamientos

conceptuales y encontrar de qué manera las relaciones políticas y sociales específicas de

esta historia generan el nacimiento vertiginoso de nuevos lenguajes como una necesidad

política. En la tercera sección y a manera de conclusión, realizaré un breve análisis

estilístico de los compositores, intérpretes y piezas escogidas para el recital, rastreando qué

elementos musicales y estéticos dan cuenta de esta historia del jazz leída en clave de

resistencia, y así teniendo en cuenta sus orígenes, abrir la puerta a la reflexión acerca de

cómo debemos interpretar el papel del jazz en nuestro contexto pedagógico y cultural

específico.

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Marco teórico:

1. Introducción:

Existe dentro de las ciencias sociales, la estética, y por tanto la musicología, una corriente

conocida como la teoría crítica del arte. Proveniente del periodo entre guerras y

encabezada por el alemán Theodor Adorno y la escuela de Frankfurt, corriente fundada en

las ideas y conceptos provenientes de la teoría marxista de la economía, la política y la

historia. El desarrollo de esta corriente crítica, plantea la vanguardia de las discusiones

estéticas hasta nuestros días, y tiene como eje conceptual la teoría marxista del

materialismo histórico. Propone entender el estudio de la música y el sonido, como parte

fundamental del análisis político y social, sus diferentes exponentes desarrollan teorías

diversas, en ocasiones divergentes, más o menos radicales respecto a las nociones de lo

popular, la música, el arte y el folklore, enmarcados dentro del sistema mercantil capitalista

y la era de la reproductibilidad técnica.

“A tradition that extends from Theodor Adorno and Ernst Bloch to Jacques Attali

and Paul Gilroy, it suggests that music and sound are fundamental to social and

political analysis”. (Denning, 2015, pág. 38)

Para entender las nociones básicas de estos planteamientos dispondremos aquí de una breve

explicación sobre la teoría del materialismo histórico, su relación con las teorías críticas de

la escuela de Frankfurt, Theodor Adorno y sus posteriores replanteamientos con relación a

la posibilidad de la emancipación de un pueblo dominado culturalmente.

Materialismo histórico, término acuñado por el marxista ruso Gueorgui Plejánov, alude al marco

conceptual identificado por Karl Marx y Friedrich Engels para comprender la historia humana

desde un punto de vista materialista, puede ser claramente rastreado en el Prólogo a la Contribución

a la crítica de la economía política (1859). El concepto de historia allí presentado, condensa varios

de los planteamientos claves de la teoría marxista:

“...en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones de

producción necesarias e independientes de su voluntad.

El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad,

la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que

corresponden determinadas formas de conciencia social (clases). El modo de producción de

la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No

es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo

que determina su conciencia.” (Marx, 1859).

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Así, la teoría crítica se desarrolla en este marco teórico, como la discusión crítico-

ideológica de las condiciones sociales e históricas en las que ocurre la teoría. Siendo la

teoría mediada por la crítica, resulta en una teoría no abstracta, anclada a un contexto socio-

cultural e histórico específico, y que tiene en cuenta las relaciones productivas existentes

entre los distintos individuos de una sociedad.

Es Horkheimer otro miembro de la escuela de Frankfurt, quien en su artículo de 1937

“Teoría tradicional y teoría crítica” plantea por primera vez la distinción entre dos maneras

de concebir la teoría, como nos lo explica el profesor Santiago Castro:

“la teoría tradicional hace referencia a un conjunto de proposiciones cuya validez

radica en su correspondencia con un objeto constituido previamente al acto de

representación” (Castro-Gomez, 2000, pág. 1)

Esto separa radicalmente al sujeto del objeto y hace del teórico un espectador desinteresado

que se limita a la descripción. Así, la teoría tradicional se proclama objetiva y científica.

Por su parte, la teoría crítica considera que:

“Tanto la ciencia como la realidad estudiada por esta, son producto de la praxis

social, lo cual significa que el sujeto y el objeto se encuentran preformados

socialmente” (Castro-Gomez, 2000, pág. 1)

Es decir que la realidad y la ciencia están determinadas socialmente (materialismo

histórico), y no conceptualmente, lo que constituye una interesante reflexión de carácter

lingüístico y epistemológico, que se aplicará a las teorías musicológicas.

En discusiones posteriores, será central la manera de entender el lugar del determinismo en

las teorías atravesadas por el materialismo histórico y la manera como éste se traduce en

mecanismos de dominación de clase, consensuados o inconscientes, en las distintas teorías

de la dominación cultural.

La teoría crítica de la música desarrollada por Adorno, lo lleva a conclusiones

especialmente radicales respecto al fenómeno de la música popular a mitades del siglo XX.

Atravesaba esta un proceso de mercantilización, facilitada por el avance tecnológico y la

nueva cultura del entretenimiento. Las músicas del mundo, registradas por primera vez en

un afán exotista, eran asociadas a bailes de moda, como la samba o el tango, constituyendo

mercancías manipuladas, para el consumo de la cultura del ocio en las grandes urbes

alrededor del mundo, como lo explica el musicólogo Michael Denning. El autor caracteriza

este fenómeno como la cultura del fonógrafo que tiene lugar en la década de los años 20’s.

Para Adorno, toda música “vernácula” o popular mercantilizada, perdía su capital cultural

en función del capital económico, y era reducida a la forma mercantil de comodidad.

Adorno acentuaba así, como nos los explica Denning, “la clásica dicotomía musicología”

respecto a la música autónoma y la música funcional, siendo la música académica la única

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expresión de la música autónoma. Esta línea lo llevaría a afirmar que el jazz y los músicos

afroamericanos "se benefician de su propia alienación":

“For decades, the Marxist critical theory of music has been dominated by these

powerful interpretative models of Adorno, Bloch, and Attali, which have accented

the subjection of vernacular music to the commodity form.” (Denning, 2015, pág.

48)

“A recognition of music’s role in establishing social order enabled the powerful

critiques of the social forms of music under capitalism, of the ways a capitalist

culture industry turned music—performed, printed, or recorded—into a commodity,

an analysis associated first and foremost with the figure of Theodor Adorno: “the

social alienation of music … cannot be corrected within music, but only within

society: through the change of society” (Denning, 2015, pág. 43).

Enfoques diferentes respecto al materialismo histórico, permitirán posteriormente, nuevas

lecturas del criticismo a partir de la negación abierta al determinismo histórico. Es el caso

de los teóricos marxistas de la segunda mitad del siglo XX como Antonio Gramsci y Pierre

Bourdieu. Ambos, repudiaron las leyes marxistas de la historia y desarrollaron sofisticadas

nociones de lucha de clases donde la cultura juega un papel fundamental.

Reconocidos por sus teorías sobre dominación cultural Gramsci y Bourdieu nos permitirán

entender el curso por el cual se hacen posibles lecturas alternativas a las desarrolladas por

Theodor Adorno respecto al papel que desempeñan las músicas populares y cultura del

fonógrafo en la sociedad y la historia del siglo XX, como las desarrolladas por los

musicólogos de finales del siglo XX y principios del XXI Jacques Attali, Michael Denning

y Leonardo Acosta.

El profesor Michael Burawoy (2014), de la universidad de California, en su ensayo

“Gramsci Meets Bourdieu”, contrapone las coincidencias y disidencias entre los

teóricos de la dominación cultural, y sus respectivas teorías sobre hegemonía y

dominación simbólica. Teniendo como referencia sus textos The Modern

Prince (Gramsci, 1971) y La distinción (Bourdieu 1979): “En estos escritos tanto

Gramsci como Bourdieu dividen una formación social en ámbitos homólogos que se

relacionan paralelamente: la economía, que genera clases sociales; lo político-

cultural, que da lugar a la dominación y a la lucha; y para Gramsci, lo militar, que

fija límites sobre las luchas.” (Burawoy, 2014)

Bourdieu plantea su diferenciación más importante respecto a sus predecesores, en cuanto

a la relación entre capital cultural y económico. Complejiza así las relaciones de poder

entre clases, dividiendo las clases dominantes, altas y medias, en dos, una clase alta dotada

de capital económico y otra clase alta dotada de capital cultural, de igual forma procede con

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las clases medias, establece una “vieja pequeña burguesía (con énfasis en el capital

económico) y una nueva pequeña burguesía (con énfasis en el capital cultural). Finalmente,

la clase trabajadora tiene acceso mínimo a las dos clases de capital, y es así “forzada a una

vida gobernada por la necesidad material”. (Burawoy, 2014).

Gramsci por su parte, plantea su teoría sobre la hegemonía, estableciendo que tiene sus

raíces tiene sus raíces en el consenso dentro de la sociedad civil, para Gramsci la

hegemonía es: “Todo el conjunto de actividades prácticas y teóricas con que la

clase dirigente no solo justifica y mantiene su dominio, sino que logra hacerse con el

consentimiento activo de aquellos sobre los que gobierna” (Gramsci,1971: 244).

Bourdieu describe la dominación simbólica con “una connotación psicológica mucho

mayor que la de hegemonía”: “En “La distinción”, Bourdieu establece el concepto

de habitus como “la forma internalizada de la condición de clase y del condicionamiento

que implica”:

“Los esquemas del habitus funcionan por debajo del nivel de la consciencia y del discurso,

más allá del alcance del examen introspectivo y del control voluntario. El ser social se

encuentra inmerso en el mundo, pues forma un cuerpo con él, y lo habita como si fuera una

vestimenta (hábito).” (Bourdieu, 1979 , pág. 466)[Citado en (Burawoy, 2014)].

“La dominación simbólica se define en oposición a la noción de hegemonía en el

sentido de legitimidad. La legitimidad está basada en el consenso, por ende, en la

conciencia de la dominación. “Las clases, tratan de llegar al nivel hegemónico y

representar sus propios intereses como intereses de todos.” (Burawoy, 2014).

De forma paralela, Bourdieu se centra en la forma en que “el ámbito cultural oculta la

estratificación de clase sobre la cual se funda”. La absorción de las prácticas de la cultura

dominante y legítima, oculta los recursos culturales, basados en las clases sociales, que

permiten estas prácticas. Todas las prácticas culturales están alineadas a una jerarquía

homóloga a la jerarquía de clases. “Las clases medias tratan de imitar las prácticas

culturales de la clase dominante mientras la clase trabajadora otorga legitimidad por

abstención -la alta cultura no es para ellos-.” (Burawoy, 2014) Así, la dominación simbólica

de Bourdieu no depende de la fuerza física, ni de la legitimidad consensuada de la

hegemonía. De hecho, hace que ambas sean innecesarias:

“El Estado no necesariamente precisa dar órdenes y ejercer la coerción física, o la

coacción disciplinaria, para producir un mundo socialmente ordenado, mientras sea

capaz de producir estructuras cognitivas incorporadas que estén en armonía con las

estructuras objetivas y de asegurar una sumisión dóxica al orden establecido”.

(Bourdieu, Pascalian Meditations., 2000, págs. 176, 178)

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Así, la diferencia la diferencia fundamental entre la teoría hegemónica y la de la

dominación simbólica reside en última instancia en “la capacidad de los dominados para

comprender y reaccionar ante sus propias condiciones de existencia.” (Burawoy, 2014)

Teniendo en cuenta las teorías de Gramsci y Bourdieu podríamos hablar de la noción de

capital cultural hegemónico, se abre así la posibilidad de considerar la existencia de

capitales culturales no hegemónicos que nos remiten a las prácticas culturales de las clases

trabajadoras o dominadas y a la posibilidad de, a partir de estos, generar procesos de

emancipación o resistencia.

Por último, al relacionar este marco conceptual con las músicas afroamericanas del siglo

XX, tendremos que considerar la situación histórica particular del afroamericano. El

afroamericano constituye una cuarta clase social y tiene en la sociedad un estatus que se da

como consecuencia de las prácticas esclavistas coloniales de los siglos precedentes. Siendo

así, entenderemos aquí la dominación colonial como una que se ejerce exclusivamente

desde el uso de la fuerza y por tanto no necesita, aunque como práctica social esté

sustentada por estos, de sistemas simbólicos o hegemónicos.

El afroamericano es segregado dentro de la sociedad moderna y ve sus derechos

fundamentales sistemáticamente recortados, constituyéndole como ciudadano de segunda

clase, así podríamos hablar de prácticas de dominación neo-coloniales en la sociedad

americana de principios del siglo XX.

Es en este escenario que resulta paradójico como, en el curso del siglo XX se libraría una

batalla en el campo de la música popular y académica que llevaría a la música

afroamericana a ocupar un lugar fundamental en la construcción de una identidad nacional

hegemónica y a constituirse como un símbolo de lo americano.

¿Cómo llega la música de los esclavos africanos a ocupar un lugar en los discursos

académicos hegemónicos en las universidades alrededor del mundo, además de constituir

un símbolo nacional que identifica indiscutiblemente la cultura americana?

La respuesta está sin duda atravesada por las lógicas del capitalismo y el mercado, que

copto inmediatamente los medios de producción de un estallido tecnológico que abrió

repentinamente un sinfín de posibilidades ¿cuál es entonces la respuesta del afroamericano

a la manipulación comercial de su única arma de resistencia cultural desde los tiempos de la

colonia?

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2. Las cuatro redes:

El musicólogo francés Jacques Attali, heredero de la teoría crítica de la escuela de

Frankfurt, propone un interesante modelo para entender la manera en que la modernidad

genera nuevas maneras de comunicación entre la música y el oyente, y como cada una

propone una nueva manera de organización social y económica en la música, plantea la

existencia de cuatro redes o canales de difusión:

La primera es la red ritual sacrificial:

Attali propone que este canal de difusión es previo a la monetización de la música, “está

centralizada en el plano ideológico y descentralizada en el plano económico”. Es el papel

fundamental que los hombres dieron a la música y su poder ordenador y disruptivo desde la

antigüedad. La representa como un sacrificio ritual en virtud de conjurar el miedo al “ruido

fundamental”, sacrificio al orden divino a manera de plegaria:

“A ella se ha dado, además, como función explícita, la de tranquilizar. Toda la

musicología tradicional la analiza como la organización de un pánico controlado, la

transformación de la angustia en alegría, la disonancia en armonía.” (Attali, 1995,

pág. 46).

“El juego de la música se parece por lo tanto al del poder: monopolizar

el derecho a la violencia, provocar la angustia para tranquilizar a continuación.

Desde su origen, la música es el simulacro de la monopolización del poder de matar,

el simulacro del homicidio ritual. Atributo necesario del poder, posee además su

forma: emisión por un centro único de un discurso impuesto. El ruido como

homicidio y la música como sacrificio” (Attali, 1995, pág. 46)

“Así Adorno, cuando hablaba supremamente de la música como de una "promesa de

reconciliación", le atribuía, implícitamente, la función esencial del sacrificio ritual

en todo proceso religioso: reconciliar a los hombres con el orden social.” (Attali,

1995, pág. 49).

La segunda red es la de la representación:

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La práctica de la representación, se refiere a un espectáculo al que se asiste lugares

cerrados, “enclaustramiento necesario para la percepción de derechos de entrada” allí, el

valor de la música es el “valor de uso como espectáculo” y constituye un simulacro del

ritual:

“Ella simula y sustituye así el valor sacrificial de la red precedente. Los intérpretes y

los actores son productores de un tipo especial, remunerados en metálico por los

espectadores. Veremos que esta red caracteriza a toda la economía capitalista

competitiva, modo de organización primitiva del capitalismo.” (Attali, 1995, pág.

51)

La tercera red, es la de la repetición:

Se hace posible con el nacimiento de la grabación a finales del siglo XIX, generó con el

tiempo una “nueva manera de organización de la economía de la música.” Pero además

cambió radicalmente la lógica social de la misma, hacia lo individual y subjetivo, en este

sentido aleja cada vez más a la música de la red ritual:

“Cada espectador tiene una relación solitaria con un objeto material; el consumo de

música se vuelve individual, simulacro del ritual sacrificial y espectáculo ciego. La

red ya no es aquí una forma de sociabilidad, ocasión de encuentro y comunicación

de los espectadores, sino instrumento de una accesibilidad formidable a un depósito

individualizado de música”. (Attali, 1995, pág. 52).

También representa un alejamiento radical de la lógica de la representación, aun cuando en

un principio se concibió como preservadora de la misma. El desarrollo de las tecnologías de

post-producción termina por traicionar la estética de riesgo que conlleva la interpretación,

se da entonces “una mutación profunda en los criterios estéticos”:

“El oyente del disco, condicionado por esos criterios de producción, viene por su

parte, a exigir una forma más abstracta de la estética. Ante su equipo de sonido, se

comporta como un ingeniero, juez de ruidos. Poco a poco, cambia la naturaleza

misma de la música: lo imprevisto y el riesgo de la representación desaparecen en la

repetición. La nueva estética de la interpretación excluye el error, el titubeo, el

ruido. Fija la obra fuera de la fiesta y del espectáculo, la reconstruye y la manipula,

formalmente, con una perfección abstracta. Esta visión hace olvidar poco a poco que

la música era ruido de fondo y forma de vida, duda y balbuceo”. (Attali, 1995, pág.

52)

Adicionalmente, la lógica de la interpretación cambia radicalmente, pues el intérprete pasa

a ser solo una parte del producto final, y el criterio de una cantidad considerable de técnicos

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e ingenieros que propenden por “la calidad clínica de lo acústico” interfieren en la

interpretación misma:

“Los ejemplos de esta dicotomía se multiplican hoy hasta el extremo: grandes

intérpretes firmando discos que no han grabado y grandes técnicos incapaces de

conmover en la escena a ese público que compra sus discos”. (Attali, 1995, pág.

157)

Por último, plantea la red de la Composición:

El planteamiento de la red de composición reviste para este trabajo especial importancia, es

concebida como la única red que puede escapar a la lógica del intercambio comercial, y

constituye un estamento que repliega la música sobre sí misma desterrando tanto al

espectador como al crítico, devuelve la música al ritual original pero ya no para conjurar el

orden social, si no, para salvaguardar la esencia subjetiva y egoísta de lo bello, que escapa a

cualquier modelo de orden o intercambio social, así como a cualquier rasero estético que se

proclame objetivo:

“Más allá del intercambio, la música puede ser vivida en la composición, es decir

disfrute del músico, comunicación consigo mismo, sin otra finalidad fuera de su

propio placer, fundamentalmente exterior a toda comunicación, superación de sí

mismo, acto solitario, egoísta, no comercial.” (Attali, 1995, pág. 52).

Para Attali, “En esta red, lo que se oye es un subproducto de lo que el autor o intérprete es

capaz de escuchar.” La composición propone un modelo social en donde el cuerpo es

interpretado más allá de la producción, o incluso de la relación con otros. Esta red se opone

a todas las anteriores pues esta capacidad de exploración personal está excluida de la

música como producto, en este sentido la música ocurre más allá de los testigos y las

formas, y el acto improvisatorio e interpretativo será considerado como composición pura:

“En una sociedad de sacrificio ritualizado o de la comunicación jerarquizada y

repetida, el disfrute egoísta es reprimido y la música no tiene valor sino cuando se la

identifica con la sociabilidad, o con el almacenamiento de "lo bello" para los

consumidores solventes. Pero, cuando estos modos de comunicación se rompen, al

músico no le queda más que la comunicación consigo mismo. Ahí también, esta red

es anterior y precede a una evolución general de toda la organización social. (…)

Cuando el dinero aparece, la música se inscribe en el uso; la mercancía va a

atraparla, producirla, cambiarla, hacerla circular, censurarla. Ella deja entonces de

ser afirmación de la existencia, para ser valorada”. (Attali, 1995, pág. 59).

3. Catarsis, política y ruido:

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La situación particular del afroamericano en el curso del siglo XX a la que nos hemos

referido, caracterizada como neo-colonialista, se desarrolla en forma de “colonia interna”,

una fracción de la sociedad es sometida a prácticas coloniales al interior del imperio, por

razones raciales, el esclavismo es reemplazado por prácticas de segregación al interior del

sistema capitalista, se considera a los afroamericanos ciudadanos productivos, pero

sistemáticamente sus derechos son recortados.

Siguiendo al teórico Frantz Fanon, Hilda Varela Barraza en su libro Cultura y resistencia

cultural plantea un mapa de acontecimientos por los que atraviesa culturalmente un pueblo

colonizado hacia el desarrollo de lo que denomina conciencia nacional, y que se

manifiestan en el plano cultural, siendo rastreables en todas las formas de producción

artística de un pueblo colonizado, desde la literatura a la artesanía, como síntomas

ineludibles de un proceso de liberación de la obliteración cultural a la que ha sido sometido.

En primera instancia, describe como el dominio colonial tiende inmediatamente a

desintegrar la existencia cultural del pueblo colonizado con el objetivo de hacer confesar

abiertamente al colonizado la “inferioridad de su cultura” y a reconocer “el carácter

desorganizado y no elaborado de su propia estructura biológica” (Varela Barraza, 1985).

Describe cómo en este primer periodo, las masas mantienen intactos los cascarones de sus

tradiciones, transmitiendo esto a la práctica creativa: “(…) el estilo artesanal se solidifica en

un formalismo cada vez más estereotipado,” (Varela Barraza, 1985, pág. 69). Mientras que

los intelectuales se ocupan de la apropiación furiosa de la cultura del ocupante, y a la vez de

caracterizar pasional y peyorativamente la suya propia. El siguiente paso descrito por

Barraza es el de la impugnación, los intentos por generar una cultura nacional bajo el

dominio colonial son perseguidos sistemáticamente y condenados a la clandestinidad. Esta

noción de clandestinidad es percibida de inmediato en las reacciones del ocupante; que

interpreta la complacencia en las tradiciones y la fidelidad al espíritu nacional, como una

negación a someterse (Varela Barraza, 1985, pág. 70) Identificaremos este punto del

proceso en la colonia interna americana con lo que Leonardo Acosta llama la pre-historia

del jazz, de la que tenemos registros casi nulos de los llamados work-songs o los spirituals

practicados en los camp-meetings adventistas., Leonardo Acosta demuestra cómo estos

cantos bíblicos permitidos en reuniones especiales organizadas una vez al año se permitía

cantar y bailar a los esclavos, son en realidad cantos de protesta, utiliza como ejemplo “I'm

running on” que narra la fuga de un esclavo a través de la línea Mason-Dixon que separa el

sur esclavista del norte industrial y utiliza códigos bíblicos frecuentes en estos cantos como

la huida de los judíos cautivos en Egipto. Identificamos aquí la práctica colonial enfocada

en acentuar en el colonizado la creencia de la “inferioridad de su cultura” “el carácter

desorganizado y no elaborado de su propia estructura biológica” con el completo desinterés

con que la música negra en fue ignorada durante los siglos XVIII y XIX y con seguridad

equiparada al ruido.

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Con el paso del tiempo el panorama nacional se ve seriamente empobrecido, reducido a

“hábitos motrices y códigos de vestimenta” “miseria del pueblo, opresión nacional e

inhibición de la cultural son una misma cosa.” (Varela Barraza, 1985, pág. 70).

Barraza hace uso de la noción de catarsis como una estrategia del colonialismo para

permitir al colonizado expresar su frustración controladamente, permitiendo en cierto grado

la violencia ritual, para que la energía se disipe en uno u otro acto simbólico o violento

intrascendente, como parte de la estrategia de dominación, pero una vez que la verdadera

catarsis es alcanzada no hay vuelta atrás.

“Las denuncias aceradas, las miserias manifiestas, la pasión expresada son

asimiladas efectivamente por el ocupante a una operación de catarsis. Facilitar esas

operaciones es, en cierto sentido evitar la dramatización, aligerar la atmósfera.”

(Varela Barraza, 1985, pág. 73).

¿Por cuenta de qué procedimientos podemos entender la música como un arma de

dominación o resistencia? ¿Es la música una manifestación del poder?

“Originariamente, la producción de música tiene por función la de crear, legitimar y

mantener el orden. Su función primera no debe ser buscada en la estética, invención

moderna, sino en la eficacia de su participación en una regulación social” (Attali,

1995, pág. 49)

“However, if music’s role in binding social order together is well known—getting

everyone to sing or play in harmony, to dance in time, to feel the groove—an

alternative tradition has insisted that music is fundamental to social change, to the

reordering, the revolution, of societies: it stretches from Ernst Bloch’s account of

the utopian nature of music to Jacques Attali’s exploration of the prophetic nature of

noise.” (Denning, 2015, pág. 43).

La capacidad de la música como resistencia está caracterizada en los planteamientos de Ernst

Bloch y Jacques Attali como la cualidad de traer con sigo la conciencia anticipatoria que guía

los movimientos de liberación. Es lo que Bloch llama la cualidad utópica o el principio de

esperanza de la música, Bloch da un giro al determinismo histórico, al considerar que el

hombre tiene la capacidad de concebirse a sí mismo a través de la conciencia y manipulación

los discursos heredados socialmente que le configuran. La conciencia del hombre no es

solamente el producto de su ser, sino que, está dotada de un “excedente”. Este “excedente”

halla su expresión en las utopías sociales, económicas y religiosas, en el arte gráfico y en

la música. Así mismo Attali plantea la cualidad profética del ruido como cualidad disruptiva

originaria en la música, y es allí donde se cifra su poder emancipatorio:

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“For Bloch, the order in musical expression intends a house … from future

freedom … a new earth.” For Attali, music not only makes social orders:

disruptive music—noise—can break them. The history of music is, he

suggested in a powerful philosophical history of European music, “a

succession of orders (…)done violence by noises … that are prophetic

because they create new orders, unstable and changing.” If noise is unwanted

sound, interference, sound out of place, it is also a powerful human weapon,

a violent breaking of the sonic order. Noise challenges the established

musical codes, which had themselves constituted the social order by

domesticating and ritualizing the energy and violence of an earlier noise.

Indeed, Attali argues that traditional musicology implicitly recognizes this

dialectic of noise and music when it analyzes musical works as “the

organization of controlled panic, the movement from anxiety to joy, from

dissonance to harmony.” (Denning, 2015, pág. 43)

Desarrollo, historia del jazz en clave de resistencia:

“The traditional sense that music is a fine art lives on in the residual culture

of “classical music,” which has lost much of its former glory and occupies a

small market niche, while retaining some degree of cultural capital. And the

older sense that music-making is a political act—which led Plato to assert

that “any alteration in the modes of music is always followed by alteration

in the most fundamental laws of the state”1—has also receded to the fringes

of the musical marketplace, where the germ of an alternative culture lies in

songs of protest affiliated with social movements. It is not that the

contemporary world of music lacks an audiopolitics, but rather that it is

coded as the politics of the market: who owns and controls the sound files.

The politics of intellectual property and piracy have eclipsed the politics of

musical form or content.” (Denning, 2015, pág. 13)

El musicólogo cubano Leonardo Acosta, hace una lectura crítica de la historia del jazz en

términos de apropiación y resistencia cultural; apropiación por parte del sistema mercantil

de entretenimiento masivo, de las expresiones de resistencia cultural del afroamericano,

pero también, asimilación del afroamericano de los avances de la alta-cultura hegemónica

para nutrir, reinventar y legitimar sus nuevos lenguajes de resistencia. Esto, en el seno

mismo de la potencia colonizadora, así la lucha del afroamericano por renovar su ser

Page 16: Jazz, asimilación y resistencia cultural

histórico y cultural se da mediante expresiones cada vez más radicales, tratando de

enfrentar al sistema mercantil, cuya mejor arma es asimilar y monetizar cualquier tipo de

expresión cultural a la que pueda encontrar un nicho en el mercado. Como nos lo advierte

Leonardo Acosta, el jazz fue un verdadero experimento piloto de los mercaderes de la

cultura durante las primeras décadas del siglo XX. Hace una lectura de la historia del jazz

en la que la industria cultural, radio, casas editoriales, eventualmente el cine y las industrias

del entretenimiento en general, controladas siempre por blancos y con un interés puramente

monetario, falsean, simplifican y manipulan la cultura propia del negro para amoldarla al

gusto de la creciente clase media consumidora mientras los negros continúan siendo

discriminados, sin recibir beneficio por sus logros y confinados a los ghettos.

“La asfixiante situación del sub-proletariado negro en una sociedad rígidamente

segregada y su impotencia frente a poderosos medios de difusión masiva al servicio

de la deformación de sus valores culturales, impusieron una dinámica más intensa al

proceso evolutivo del jazz” (Acosta, 1982).

“Mientras tanto el jazz, creado por una minoría oprimida en el seno mismo del

imperio, se veía constantemente impulsado a adoptar formas nuevas, ante el peligro

de una absorción total por la música de consumo yanqui; esto obligó a los músicos

de jazz a asimilar toda la herencia musical occidental, aunque solo fuera para

hacerla luego pedazos” (Acosta,1982).

Un primer rasgo de apropiación, toma la forma de sincretismo durante los primeros años de

la colonia. Siguiendo al historiador Marshall Stearns, Leonardo Acosta mantiene que, a

diferencia de lo ocurrido en el caribe o Brasil, el negro norteamericano tomó los elementos

formales y el instrumento del blanco para crear su propia música pues a diferencia de los

países donde se impuso la religión católica, la cultura anglosajona protestante, “proscribía

las imágenes de culto y consideraba el panteón católico tan pagano como las religiones

africanas” (Acosta, 1982). Así pues, despojaron de tambores y música a los esclavos, sus

mejores armas de resistencia cultural. Más si el protestantismo era más intolerante que el

catolicismo, explica Acosta, su punto débil estaba en la existencia de diversas sectas con

prácticas y características diversas. En los camp-meetings adventistas, los negros pudieron

asociar la religión nuevamente, al canto y al baile, las palmas sustituían los tambores.

“…La iglesia, era el lugar de reunión del pueblo con dios, pero este no era Jehová más que

formalmente, la congregación negra resistía clandestinamente a los efectos desintegrantes

de la dominación anglosajona…” (Acosta, 1982).

De estas prácticas y de las llamadas work-songs se nutrieron lo que se conocería luego

como el ragtime, el blues, y el cakewalk, las primeras manifestaciones comerciales propias

del afronorteamericano en siglo XX. Estas manifestaciones fueron las primeras en ser

apropiadas por el sistema mediante los sellos editoriales, que publicaban partituras de

Page 17: Jazz, asimilación y resistencia cultural

ragtime sin dar crédito a los músicos. En 1917 se registra la primera grabación de jazz, pero

desde 1895 casas editoriales como la de Tin Pan Alley controlaban ya el mercado de

publicaciones y grabaciones de partituras y discos de Cakewalk y Ragtime:

“muchos de los pioneros del pianismo rag, como algunos de los primeros autores

negros de canciones eran musicalmente iletrados. Tocaban sus piezas al piano para

los arreglistas de Tin Pam Alley, que transcribían las notas a la velocidad con que

los músicos tocaban. Con este método se perdieron, inevitablemente, más canciones

de las que llegaron a manos de los editores” (Southern 2001).

Para 1920 editoriales como OKeh toman conciencia del enorme potencial de mercado que

existía entre los negros para las grabaciones de blues y jazz, supieron desde muy temprano

sacar provecho de la música “engendrada en el trabajo y en las formas elementales de la

industrialización”. El primer mercado de jazz estuvo constituido por los trabajadores negros

de los ghettos del norte:

“El sistema de "Field's Trips" (giras de reclutamiento en el sur organizadas

siguiendo los consejos de los ojeadores, a veces negros, llamados ("talent scouts")

permitía proporcionar a los inmigrantes negros recién llegados a las metrópolis

industriales del norte un reflejo estandarizado de las formas musicales de su cultura

de origen”. (Attali, 1995, pág. 155).

La idea de pagar derechos de autor a los negros se les olvidaba con frecuencia a aquellos

que grababan sus cantos:

"Los estudios ambulantes registraban la mayor cantidad de material posible, daban a

cada intérprete callejero unos pocos dólares y con ello todo quedaba resuelto. Los

discos se vendían bien más sus autores no lo sabían y jamás recibían ninguna

utilidad.” (Attali, 1995, pág. 155).

Se incursionó así en los llamados “race records” que tienen auge en la década del veinte

también llamada la “era del jazz”. Black Swan fue la primera casa editorial dirigida en su

totalidad por afroamericanos, a la cabeza de Harry Pace, pero la competencia desigual lleva

a su quiebre en 1923.

“…Los mejores músicos de jazz como Louis Armstrong, Earl Hines o Duke

Ellington tendrían que esperar al menos diez años para su consagración o por lo

menos para salir de la gran penuria económica que padecieron durante lo que

irónicamente es llamado su era…” (Acosta 1982).

Page 18: Jazz, asimilación y resistencia cultural

La primera guerra mundial (1914- 1918) tuvo importantes consecuencias para el jazz, el

inicio de la migración negra de sur a norte que coincidió con la migración masiva de

europeos huyendo de la guerra y que “descubrieron” el jazz hasta el momento ignorado por

los americanos.

Acosta nos explica cómo los primeros críticos de jazz serían de origen europeo, así mismo,

serían los primeros en establecer mitos y esquemas alrededor del jazz. Estos mitos se

enmarcan en la “superstición del origen” y suelen estar siempre atravesados por

consideraciones raciales. El esquema básico se basa en la premisa de que el jazz es la

música de los negros norteamericanos, de allí se desprenden dos lecturas, una en la que hay

un jazz puro o verdadero enmarcado en una época específica (hasta principios de los años

30) impulsada por el francés Hugues Panassié. La otra, admite el jazz moderno, pero

mantiene el mito racial al conceder sólo a los músicos negros la posibilidad de hacer un

jazz genuino. Por el contrario, la crítica del jazz en Estados Unidos se ha empeñado en

demostrar que el jazz no es una música negra sino norteamericana, producto de mezclas

con músicas blancas.

Hilda Varela Barraza calificaría de colonialistas las teorías críticas como las del francés

Hugues Panassié, quien ante la renovación de los lenguajes colonizados por el sistema

califica como no válidos los nuevos lenguajes cargados de resistencia, teorías del jazz

puristas como las de Panassié que enmarcan el jazz “puro” hasta la década de los treinta,

pretenden dejar por fuera de la historia el fenómeno del be bop, nacido en la década de los

cuarenta, como “primer paso consciente del músico afroamericano hacia la renovación de

su ser cultural e histórico” (Acosta, 1985):

“Los especialistas colonialistas no reconocen esa nueva forma y apoyan las

tradiciones de la sociedad autóctona. Estas nuevas formas de expresión artística

corresponden a una nueva etapa más organizada, y crítica de la lucha

anticolonialista y es por esta razón que el colonialista las rechaza y las califica como

“no artísticas”, "sin valor". Antes de esta etapa, el colonialista rechazaba las

expresiones tradicionales de la cultura autóctona, pero ante las nuevas formas

artísticas más combativas, decide apoyar las formas tradicionales precisamente por

ser menos combativas ante el colonialismo”. (Varela Barraza, 1985, pág. 75)

Ninguno de los enfoques resulta adecuado pues si bien el jazz se desarrolló en el contexto

americano y fue sin duda influenciado por la cultura blanca, se trata de una cultura negra

fragmentada que tuvo que aprender a expresarse con los medios del blanco y en ese sentido

es una música norteamericana y no negra, pero si no hubiesen existido plantaciones o

ghettos nunca se habría desarrollado:

“es evidente que no cabe hablar de formas concretas de la cultura africana

conservadas más o menos intactas, sino de rasgos dispersos y actitudes que han

Page 19: Jazz, asimilación y resistencia cultural

servido como arma de resistencia cultural en un medio de opresión política y

explotación económica” (Acosta, 1982).

Esto nos muestra cómo la historia del jazz está atravesada por una fuerte tensión racial que,

si bien no es oportuna para estudiarle como fenómeno musical en sí, marca claramente sus

flujos históricos. En este sentido resulta interesante la tesis de Hilda Varela Barraza, en la

que propone que son los críticos colonialistas los que propenden por la defensa de un estilo

autóctono u original y denuncian las transformaciones como falsificaciones, pues ven en las

nuevas formas del arte del colonizado una actitud menos sumisa. Nos recuerda cómo los

nuevos estilos en materia de jazz no surgen sólo de la competencia económica, sino que hay

en ellos una derrota del mundo colonialista y una afirmación del ser social y cultural del

negro americano. “Hay que ver en ellos, sin duda, una de las consecuencias de la derrota,

inevitable, aunque lenta, del mundo sureño de los Estados Unidos.” (Varela Barraza, 1985,

pág. 75).

“Recordamos perfectamente, y el ejemplo reviste cierta importancia porque no se

trata totalmente de una realidad colonial, las reacciones de los especialistas blancos

del jazz cuando, después de la segunda Guerra Mundial, cristalizaron de manera

estable nuevos estilos como el be-bop. Es que el jazz no debe ser sino la nostalgia

quebrada y desesperada de un viejo negro atrapado entre cinco whiskies, su propia

maldición y el odio racista de los blancos. Y no resulta utópico suponer que en unos

cincuenta años la categoría jazz-grito, de un pobre negro maldito, será defendida

sólo por los blancos fieles a la imagen estereotipada de un tipo de relaciones, de una

forma de la negritud” (Varela Barraza, 1985, pág. 73).

La era del disco grabado, cambió radicalmente las maneras como la música incidía en las

prácticas de construcción de identidad, el gramófono se volvió como dice Adorno un

altoparlante de las clases trabajadoras, rápidamente la cultura del gramófono se impuso en

los salones de baile e hizo temblar la hegemonía de la música docta como símbolo nacional.

Como nos lo explica Juan Pablo González (2014) de la Universidad Católica de Chile, este

proceso puso en jaque la manera en la que la musicología venia generando cánones

estéticos, así como la manera de concebir las diferencias entre las músicas. A partir de las

nociones propias de la academia musical, de carácter cien por ciento formal, e imponiendo

su autoridad cientificista, se perpetuó la diferenciación entre música culta y música inculta

o en el mejor de los casos popular, sin mayor contratiempo hasta que esta revolución

mediática, cambiaría las reglas de juego. Es a este proceso de diferenciación al que Juan

Pablo González se refiere como alteridad, nos remite a la transformación de la concepción

lingüística de música, como una entidad única, hegemónica y definida, como límite

respecto al cual, juzgar las músicas alternas al canon europeo, con sus propias lógicas

estéticas:

Page 20: Jazz, asimilación y resistencia cultural

“(…) modernism was a time of discrimination, when deference and defiance met.

What musical languages and idioms were worthy of representing the nation and its

people? The battle fought over jazz—the first great conflict over popular music—

was a civil war between the ethos of the “philharmonic”, and the noise of outcast

and oppressed peoples: gypsies, blacks, kanakas.” (Denning, 2015, pág. 22).

La intensidad y violencia de esta batalla se hace evidente en este fragmento de un artículo

sobre el jazz publicado en 1920 en la prestigiosa revista francesa de música clásica La

revue musicale fundada en el mismo año por Henry Pruniéres:

“El jazz es cínicamente la orquesta de los brutos de pulgar no oponible y de pies

todavía prensiles, en el bosque de Vaudou. Es todo exceso y, de ahí, más que

monótono: el mono es abandonado a sí mismo, sin buenas costumbres, sin

disciplina, caído en todas las espesuras del instinto, mostrando su carne más

obscena todavía. Esos esclavos deben ser sometidos, o ya no habrá más amo. Es

vergonzoso que ellos reinen. La vergüenza es la fealdad y su triunfo." Citado por

Jacques Attali, 1995; 153).

Generando así, una aproximación estética pobre y binaria al suceso sonoro, basada en la

imposición de un poder alimentado por una noción cientificista de la música que se

proclama objetiva, mediante su abstracción en el papel. Se estudia así la música como un

fenómeno aislado de las realidades simbólicas y sociales en las que se desenvuelve, este

análisis “objetivo” de la música constituye lo que podríamos llamar la teoría tradicional de

la música.

Las industrias culturales por su parte generaron su propio canon estético a partir de índices

de consumo y profundizaron así la noción de género. Pero, aunque las industrias culturales

representadas por las casas editoriales estadounidenses sacaron provecho de la situación, no

sabían aún, la revolución que estaban orquestando.

Leonardo Acosta describe como un proceso de colonización cultural la apropiación y

reelaboración de elementos de músicas tradicionales del mundo en las grandes urbes

capitalistas a las lógicas del mercado, para devolver a los pueblos, una vez industrializada,

su propia imagen cultural, distorsionada en forma de mercancía. Esta manipulación se daba

en formas que los consumidores podrían no notar, atravesó de la aplicación de filtros a las

manifestaciones culturas completas, en lo que Denning describe como especulación

comercial. Este proceso tuvo lugar a finales de la década de los 20’s cuando la demanda de

exotismo en Estados Unidos empezó a generar el concepto clave de la segunda década del

siglo: la World Music.

Michael Denning ofrece una tesis renovadora en cuanto a lo sucedido en los salones de

baile en las grandes urbes capitales alrededor del mundo, en los últimos años de la década

Page 21: Jazz, asimilación y resistencia cultural

de los 20’s. Plantea que por cinco años de 1925 a 1930 una erupción en el registro de las

músicas populares de los puertos comerciales alrededor del mundo, impulsada por una baja

en los costos de producción de las tecnologías de grabación y reproducción eléctrica y un

afán exotista a manera de moda por los sonidos y bailes del mundo, constituye una

verdadera revolución cultural, a nivel mundial que cambia radicalmente las nociones del

capital cultural hegemónico, al permitir a las clases oprimidas de todo el mundo hacer

resonar sus músicas en las urbes capitalistas, llama a este fenómeno la cultura de

gramófono.

“In less than a decade, an unprecedented range of musical voices, instruments, and

ensembles were placed in front of microphones. The producers and engineers knew

little about the music’s they were recording; they often regarded it as noise. If new

listeners could be lured by these noises—whether because they evoked novelty,

nostalgia, or the neighborhood—then they would be recorded and marketed.”

(Denning, 2015, pág. 18).

“Just as the mass production of printed sheet music in the nineteenth century created

“songs” as commodities to be sold, so the proliferation of printed dance manuals at

the turn of the century created “dances” as commodities, as the waltz, polka,

schottische, and mazurka were joined, in ports around the world, by the dances of

the Americas: the tango, the maxixe, the foxtrot, the Charleston, the beguine, the

rumba.” (Denning, 2015, pág. 353).

Esta tesis contraviene la establecida por Adorno en la que la mercantilización de las

músicas populares solo trae consigo connotaciones negativas para la cultura, según

Denning a pesar de la manipulación comercial de los bailes y músicas de pueblos alrededor

del mundo la circulación de estas músicas a nivel mundial generó un antecedente que daría

finalmente la fuerza a las campañas descolonizadoras de los años posteriores a la guerra

alrededor del mundo, según Denning el fin del colonialismo pasa primero por el oído.

“The celebrated shock of the 1913 premiere of Igor Stravinsky’s The Rite of Spring

has long stood as the emblem of modern music; it was a mere tremor compared to

the reverberations of the still largely unrecognized recordings that created the

vernacular idioms that continue to shape playlists: the Cuban son of the Trio

Matamoros’s “El Manisero” (The Peanut Vendor) and the New Orleans hot jazz of

Louis Armstrong’s “Heebie Jeebies,” the gypsy jazz of Django Reinhardt’s “Dinah”

and the Brazilian samba of Ismael Silva’s” (Denning, 2015, pág. 21).

En los años treinta, las maquinarias de la música comercial se fusionaron con la radio y la

industria cinematográfica de Hollywood, el americano promedio escuchaba y bailaba la

nueva ola del jazz conocida y promocionada como swing, esta nueva modalidad fue llevada

a la fama por Benny Goodman e impuso la primicia de grandes bandas y arreglos escritos.

Page 22: Jazz, asimilación y resistencia cultural

“Mientras la radio, el cine y las compañías disqueras promovían orquestas blancas

cada vez más comercializadas las bandas negras (Count Basie, Fletcher Henderson,

Chick Webb, permanecían confinadas a los ghettos y los llamados “discos de

raza...” (Acosta, 1982).

Hacia finales de la década de los treinta se impusieron en el gusto del público las crooners,

baladas románticas interpretadas en su mayoría por las bandas blancas, se anunciaba la

decadencia de la era del swing de los años treinta.

Es aquí donde se da el nacimiento de una nueva corriente como respuesta al proceso de

comercialización que venía sufriendo el swing, el nacimiento del be bop tiene

connotaciones de resistencia.

En los años 40 se gestaba en Harlem N.Y el bebop, según Acosta, este fue el primer paso

consciente del músico afroamericano hacia una revalorización de su propio ser cultural e

histórico:

“Al romper los moldes de un jazz ya recuperado por el sistema, y asumir actitudes

rebeldes y excéntricas, estos músicos destruían la imagen tradicional del negro

manso, feliz y conformista a la vez que cortaban bruscamente con el proceso de

“integración” y disolución del jazz en la confusa corriente de música neutra y

comercial del país, en el aspecto amónico el bop daba un inaudito salto e

incorporaba de golpe las armonías más modernas, aunque deteniéndose en los

umbrales del politonalismo y el atonalismo, paso reservado a los jazzistas de la

siguiente década” (Acosta, 1982).

Se ha señalado como característica del bop el cambio introducido por Kenny Clarke en el

acompañamiento de la batería, que incorporó al plano improvisatorio la actividad del

bombo, antes restringida solo al redoblante y traslado el ritmo fundamental al ride.

“Pero el mejor antídoto contra lo que había de rebelión en la nueva música era

asimilarla. La corriente que se llamó cool jazz, surgió del bop y ofrecía un ángulo

más comercializable que el bop original, y dio lugar a una tendencia que cristalizó

en un jazz nuevamente “blanqueado”, promovida desde Los Ángeles” (Acosta,

1982).

Tras el interludio del cool jazz vino su contracorriente el hard bop, “continuadora de la

línea dura e inconformista”, fue John Coltrane quien desarrolló los elementos más

significativos de un nuevo jazz, Riley nos cuenta como para la década de 1960 Coltrane

había grabado ya su último tributo a los desafíos armónicos del be boop, Giant Steps (1959)

y empezó a indagar en estructuras más abiertas, así como Kind of Blue de Miles Davis

también grabada en el 59 junto a Coltrane, Bill Evans y Jimmy Cobb. Fue una de las

primeras grabaciones en explorar maneras más relajadas de organizar la música

Page 23: Jazz, asimilación y resistencia cultural

incorporando frases de hasta 16 compases en un solo modo, esto permitió a la sección

rítmica y los solistas, una oportunidad para interactuar más naturalmente, pues estaban

menos ocupados con “los cambios”, en estilos como el bebop y el hard bop la batería sufre

un proceso de transformación que revoluciona su función dentro del ensamble: pasa de

tener una función de acompañamiento y guía rítmica, a ser incluso, el centro mismo de la

energía emocional del ensamble, como nos lo recuerda el pedagogo y baterista neoyorquino

John Riley.

Riley considera que compositores como Coltrane, Shorter, Hancock y McCoy Tyner entre

otros escribieron composiciones que demandaban a los músicos trabajar con nuevos

paisajes musicales, se refiere al carácter cinematográfico de las composiciones y las

compara con el impresionismo francés de Ravel y Debussy. En este sentido podríamos

decir que el cambio de lenguaje entre el be bop y el post be bop es equiparable al cambio

que hubo en la música clásica, entre la densidad armónica del cromatismo wagneriano y la

búsqueda de paisajes más sutiles del impresionismo francés. Dice que fuertes fundamentos

en el lenguaje del be bop junto a una sensibilidad musical expandida y la voluntad de

“arriesgarlo todo” en búsqueda de nuevos medios musicales son atributos que comparten

los mejores músicos de la corriente post-bop. Bateristas precursores del género como Roy

Haynes incorporaron un nuevo estilo de tocar la batería, más agresivo, al que llamaron

broken-time y que “en esencia dejaba de lado la responsabilidad de mantener el tiempo de

la banda, pasando a ser responsabilidad de cada músico” (Riley, 1991, pág. 20).

Ornete Coleman, se encargó de liquidar lo que aún quedaba en pie de la armonía y la

tonalidad en el jazz para arribar a lo que primeramente se llamó The New Thing y más

tarde free jazz y que coincide con el desarrollo de escuelas de música académica

experimental como el indeterminismo y la aleatoriedad, además de coincidir con la lucha

por los derechos civiles de las negritudes en los años 60.

“Significativamente, la lucha económica contra la repetición comenzó allí donde

había nacido, en el corazón de la lucha contra una de las más poderosas

colonizaciones culturales y económicas, en los Estados Unidos: el robo organizado

y frecuentemente consentido de la música negra norteamericana provocó el

nacimiento del free jazz, reivindicación profunda, de la creación autónoma, de la

reapropiación económica cultural de la música por

aquellos para quienes tiene un sentido.” (Attali, 1995, pág. 203).

El free jazz, se concibió como una red activa de músicos en la década de 1960 que

experimentaba con el vanguardismo, fue para ellos crucial, “forjar un espacio musical libre

de la tradición de los directores de banda, los compositores y la notación, así como de la

cultura espectacular emergente, a través de la cual, empezaba a circular la música popular.”

Page 24: Jazz, asimilación y resistencia cultural

Aunque improvisación es el término que ha caracterizado esta música, con el tiempo ha

sido rebatido por algunos importantes músicos implicados en el desarrollo de esta

importante corriente de vanguardia:

“Free playing o música libre, fue el término preferido por Coleman y otros músicos

de jazz y rechazaron el uso del término improvisación porque el público blanco a

menudo lo aplicaba a la música negra para enfatizar cierta musicalidad intuitiva

innata que negaba la herencia de técnicas y tradiciones formales a las que recurrían

los músicos negros.” (Iles, 2014, pág. 14).

El free jazz, representa una completa ruptura con la versión culta del jazz, chocó además

con una implacable censura del capital. “Ciertas compañías de discos en Estados Unidos

adoptaron la regla precisa de no grabar ya a músicos negros, sino solamente a algunos

blancos, que tocaban como negros.” (Attali, 1995, pág. 204).

También, se convirtió en el portavoz de la lucha política de los negros por sus derechos

civiles en los años sesenta. Contra la persecución impugnada de la industria hegemónica,

una industria paralela inició sus labores para producir música nueva y hacerla conocer.

“Los músicos del free jazz se estructuran primero con la creación, en 1969, por Bill

Dixon y Archie Shepp de la Jazz Composers Guild, asociación parasindical; luego,

en 1965, en Chicago, con la Association for the Advancement of Creative

Musicians (AACM), especie de cooperativa que reunía a una treintena de músicos

negros "para luchar contra la dictadura de los directores de clubes, de las compañías

de discos y de los críticos" (Archie Shepp). Además de la defensa de los intereses

profesionales, sus objetivos consisten esencialmente en multiplicar las ocasiones de

reencuentro entre los compositores, instrumentistas y orquestas. Así pues, la acción

de los músicos tendería a hacerlos más autónomos con respecto al capital.” (Attali,

1995, pág. 204).

Con la creación de la Jazz Composers Orchestra Association, que sucedió a la Jazz

Composers Guild, minada por los conflictos internos. Creada por un blanco (Mike Mantler)

y algunos negros, la JCOA estimuló la investigación, pero sobre todo creo:

“una red de distribución y de producción de conciertos y discos paralela al circuito

capitalista. Esta organización, exterior a las grandes estructuras de la industria

musical, permitió a algunos músicos trabajar, sin estar obligados a grabar a ritmo

demasiado rápido discos puramente comerciales”. (Attali, 1995, pág. 204).

El nuevo estatuto económico acompaña el nacimiento de una nueva música, realmente

instantánea, de disfrute inmediato, que escapa a todas las apropiaciones, desdeñando la

Page 25: Jazz, asimilación y resistencia cultural

técnica instrumentística tradicional, pero también muy intelectual. El acceso a la autonomía

económica, la politización del jazz y la lucha por la integración son concomitantes; el free

jazz se inscribirá, como la música de un renacimiento cultural.

Todo esto nos remite a las tesis expuestas por Hilda Barraza respecto a los procesos de

descolonización cultural de un pueblo colonizado, y el desarrollo de una conciencia

nacional hacia un renacimiento cultural, que finalmente desemboca en una inevitable

confrontación, este proceso, según Barraza puede tomar varios siglos, y es el caso de las

negritudes americanas.

“Formas de expresión desacostumbradas, temas inéditos y dotados de una fuerza no

ya de invocación sino de agrupación, de convocación "con un fin". Todo concurre

para despertar la sensibilidad del colonizado, para hacer inactuales, inaceptables, las

actitudes contemplativas o de fracaso. Al renovar las intenciones y la dinámica de la

artesanía, de la danza y de la música, de la literatura y la epopeya oral, el colonizado

reestructura su percepción, El mundo pierde su carácter maldito. Se dan las

condiciones para la inevitable confrontación.” (Varela Barraza, 1985, pág. 76).

No es casual que la lucha por mantener a flote su esencia combativa durante el siglo XX

termine en una expresión desafiante, haciendo uso de la estética del ruido, como no es

casual que este último estamento coincida con las luchas sociales que tendrán

connotaciones violentas en los años 60 en Estados Unidos, este panorama coincide además,

por el proceso descrito por Barraza en el que el los intelectuales y sus discursos se enfocan

a un llamado a la unión y coinciden en este esfuerzo con los artistas para generar un

despertar de la conciencia colectiva y de la dominación, dirigiéndose concretamente a su

pueblo, aquí una transcripción de un discurso pronunciado por Malcom X sobre el free jazz

que da cuenta de sus dimensiones políticas:

"El músico blanco puede tocar si tiene una partitura delante. Puede improvisar a

partir de algo que haya escuchado anteriormente. Pero el músico negro, por su parte,

toma su instrumento y sopla sonidos en los que no había pensado antes. Improvisa,

crea, y eso le viene del interior. Es su alma es la música de su alma... Improvisará;

aportará alguna cosa que vendrá del fondo de él. Y eso es que ustedes y yo

queremos. Ustedes y yo, queremos crear una organización que nos dará un poder tal

que podremos establecernos y actuar a nuestro gusto." (Attali, 1995, pág. 205).

Extracto del discurso de Malcolm X, el 28 de junio de 1964, en la Organización de la

Unidad Africana.

Siendo así, podemos identificar como las expresiones más radicales del jazz dan cuenta

desde la improvisación, de un esfuerzo continuado por romper con las redes performáticas

Page 26: Jazz, asimilación y resistencia cultural

y de repetición y así, volviéndose hacia la composición, volver a la ritualización del

momento musical, que mediante la disrupción del orden establecido genera comunión entre

los agentes del cambio.

“Componer, es frenar la repetición y la muerte que ella implica, es decir colocar la

liberación no en un futuro lejano, sagrado o material, sino, ahora, en la producción

de su propio disfrute.” (Attali, 1995, pág. 211).

Rock música popular y performatividad:

“Si el jazz de los años sesenta fue el refugio de una violencia sin salida política, fue

seguido por una implacable recuperación, ideológica y técnica: Jimmy Hendrix

cedió su lugar a Steve Hove, Eric Clapton a Keith Emerson. Hoy, la degradación

universalizante, desespecificadora, es una de las condiciones del éxito de la

repetición. (Attali, 1995, pág. 162).

Juan Pablo González (2014) nos describe como la musicología se vio obligada, ante el

proceso de globalización, a reinventar la manera de generar juicios estéticos, pues las

lógicas de la academia clásica, se volvían insuficientes para dar cuenta de los procesos de

fusión musical. Así, propone resolver el problema entendiendo las nuevas músicas del

mundo desde su dimensión performática y procesual, propone que lo que se vio en crisis

con el nacimiento de los nuevos medios, no fue sólo la lógica estética de la academia si no

también, la lógica performativa clásico-romántica de las salas de concierto, la lejanía del

gran público de la producción musical seria, de las academias.

Nadie aprovecho más las nuevas posibilidades técnicas del performance que la ola del rock

progresivo de los años 70, recordado por sus espectáculos gigantescos y su fascinación por

la ciencia ficción. Sobre todo, también, por su intento de combinar el alcance de la música

clásica con la potencia del rock. Su virtuosismo y conciertos espectaculares lo hicieron muy

popular en la década de 1970, que vio bandas como Emerson, Lake and Palmer, Pink Floyd,

Focus y Jethro Tull traer un nuevo nivel de sofisticación al rock.

Según Mattias Lundberg el estudio de la recepción del rock progresivo se ha centrado en dos

conceptos, que son: "pretensión" (la apropiación de elementos de la tradición clásica

occidental) y "contención" (la crítica contracultural y social a los establecimientos,

musicales, políticos y culturales) y nos muestra cómo, el proceso de contención no sólo va

en contra de la institución sino, también, en contra de la propia contracultura. (Lundberg,

September 2014).

Algunas interpretaciones socio-musicológicas del movimiento del rock progresivo a finales

de los 60 y 70 sitúan las bandas implicadas como agentes sociales de clase media que

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buscaban la aceptación de sus mayores sobre la autoridad del capital cultural que deriva de

la apropiación de elementos musicales clásicos y tradicionales. Tales aspiraciones de

acreditación cultural fueron vistas por algunos analistas, como una anomalía en la llamada

contracultura, que se caracterizó por su posición contraria y rechazo frontal de todas las

expresiones de reverencia por las convenciones históricas, y los valores de la clase media,

además de, una desconfianza hacia las instituciones y costumbres.

Dentro de las lógicas de la performatividad, se inscriben también durante el siglo XX las

músicas tradicionales latinoamericanas. Las músicas latinoamericanas empiezan a ganar

terreno desfuncionalizadas de su contexto original y re-funcionalidades en la lógica de la

industria, y el performance.

Siendo así, la manera más apropiada de generar crítica estética a las nuevas músicas del

mundo, es a partir de la manera de cómo explotan, desde la dimensión performática la

experiencia musical, es una mirada de la música que la pone en diálogo como suceso

estético con otras artes, como el arte plástico e incluso el dramático, en este sentido el valor

estético de una obra popular/tradicional se da en procesos de pretensión y contención

dentro de la propia música popular y la lógica del mercado.

Si se da un proceso completo de asimilación o apropiación de las lógicas industriales,

perderá por completo su identidad. Así opera el proceso de contención, pero si no es

reinterpretada a la luz de la lógica performativa se considerará música funcional ligada a un

contexto social específico y no podrá ser juzgada como música en sí, o con un fin, así opera

la pretensión, como condición necesaria para entrar al juego de la industria.

Así, veremos como la dimensión performática de músicas tradicionales como la de la costa

atlántica colombiana, consiste en simular o falsear en escena su contexto y función social

original y del éxito de dicha simulación depende la calidad estética del producto dentro de

las lógicas del mercado, así la música tradicional popular pierde valor como sedimento

cultural histórico, pero entra a competir al mercado estético a nivel mundial etiquetándose

como World Music.

Repertorio:

-Andrew Hill:

Nacido en 1937, fue un pianista y compositor considerado como Avant-garde por su

manera única y personal de componer e improvisar. Mientras en la década de los sesenta

muchos músicos se dedicaban a la corriente del free jazz, sus innovaciones se dieron desde

dentro del lenguaje del bop y el hard bop. En ese sentido Hill no hacia parte de la estética

del momento, cercana al indeterminismo y la aleatoriedad, sus composiciones fueron

formal y melódicamente abstractas, caprichosas si se quiere, pero se mantenían dentro de

las prácticas de notación y formalidad. “Exhibe una sofisticación nacida del dominio, no de

la casualidad o la contingencia” (Cuadernos de Jazz, 2009). En su adolescencia toco con

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Miles Davis y Charlie Parker y durante su carrera grabó y colaboró con músicos como Roy

Haynes, Tonny Williams, Lee Morgan, Hank Mobley entre otros grandes exponentes del be

bop el hard bop y el post bop, lo que le concede la autoridad de la tradición, más nunca se

identificó con una corriente específica y de echo decidió durante una parte significativa de

su carrera, no tocar la música de nadie más para no ver infectada su voz de otras ideas,

corrientes o géneros. Respecto a la performatividad fue siempre un defensor radical del

momento, queriendo siempre llevar la improvisación más allá, en su bigband de principios

del 2000 improvisaba secciones completas de los temas. Sus armonías y melodías son

altamente cromáticas y las formas responden más a su sensibilidad melodica, que a formas

pre existentes. Point of Departure” (Blue Note. 1964). Fue su primer álbum insignia al que

pretense la canción “Refuge” que será interpretada en el recital, junto al tema “Dusk” del

álbum Dusk (Palmetto Records, 2000) y el tema “Erato” una balada del mismo álbum con

una forma particular y un movimiento armónico que introduce compases irregulares

“fantasma” por sus direcciones armónicas que remiten al lenguaje armónico y rítmico del

impresionismo francés.

“A mí me incluyeron en la llamada “avant garde”, aunque yo no consideraba que mi

música lo fuera. Así que, de vez en cuando, les preguntaba por qué se empeñaban en

catalogarme como “avant garde” y ellos me contestaban que era lo que me

correspondía, que lo que yo tocaba era algo nuevo y que mi música no iba a ser

apreciada hasta quizá dentro de veinte años” (Andrew Hill, 2006) (Cuadernos de

Jazz, 2009).

-Kenny Garret:

Se interpretarán dos obras del saxofonista de Detroit Kenny Garret, de su primer álbum de

composiciones propias grabado en 1997 junto a al píanista Kenny Kirkland, el baterista Jeff

"Tain" Watts y el bajista Nat Reevesmarca. Jeff Tain Wats incorpora la energía ruda de los

padres del hardbop en la batería Tonny Williams Jack DJonete y Elvin Jones pero con un

nuevo nivel de perfección y definición en el sonido. 2 down 1 Across es una pieza que

requiere de toda la energía imrovisativa pues luego de un head enérgico y con armonía

relativamente sencilla, la sección de improvisación funciona sobre un pedal, la idea es

hacer crecer la textura hasta el límite, la improvisación de saxofón está dirigida hacia un

climax a duo con la batería, es un recurso que, a mi entender, hace honores al estilo hard

bop que en busca de comunicación entre los músicos permite estructuras armónicas más

sueltas. Respecto a Nobvember 15, su mayor particularidad está en su forma de veinticinco

compases, lo que da cuenta de una sensibilidad melódica por encima de las formas

tradicionales.

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-Juan Sebastián Monsalve:

Juan Seebastian Monsalve es un músico reconocido por transformar el folcklore

colombiano llevándolo hasta las últimas consecuencias, en su disco Bunde Nebuloso, toca

con grandes músicos del eccema jazz internacional arreglos de música colombiana. Luego

de Antonio Arnedo, es el máximo exponente de jazz colombiano por haberlo llevado hasta

la vanguardia del eccema internacional junto Anat Cohen, Jason Lindner y Jeff Ballard.

Monsalve Nutre sus composiciones de la academia el jazz y las músicas folckoloricas

colombianas. Concretamente en Valentina de Bunde Nebuloso, desarrolla una armonía

cromática cuartal con acordes slash, al estilo de los ejes de Bartok. Es evidente como hace

uso de la apropiación de las músicas académicas para dar una reinterpretación de la música

tradicional colombiana que la lleva más allá del espectro performatico en la que empieza a

sumergirse en las corrientes mainstrem de la música folclorica pop y de fiesta, este tipo de

exploraciones dan cuenta de un amplio bagaje conceptual que vienen a nutrir la tradición y

no a deformarla al servicio del mercado de la música de entretenimiento, como ha sucedido

con muchos de los mayores representantes de nuestra música a nivel mundial, dándose a

fusiones con estilos ligth o de moda como el trap y generando una falsa profundidad

folklorica y de “rescate” de las raíces a través de la dimensión performatica. Juan Sebastián

da cuenta de una exploración profunda del floklore llevándole hacia nuevas dimensiones,

nutriéndole con verdadera curiosidad, e innovando en a una vez en el campo de la

composición el jazz y el folklore.

-Composiciones inéditas:

En cuanto a las composiciones inéditas hay un interés fundamental por explorar métricas

irregulares, desde un formato tradicional orientado hacia la estética del jazz modal, Tela

presenta una estructura armónica sencilla y una serie de melodías que se tejen teniendo

como eje un motorismo presentado por el piano. Simples Pájaros es una composición

inédita enarcada en la estética del jazz-rock o rock progresivo, presenta una exploración en

texturas con un formato experimental de bajo sintetizado, guitarra con efectos, pads ,

batería y voz, explora las texturas yendo y viniendo de un 5/4 a un 5/8, es una composición

atravesada por el jazz y el rock pero que fue concebida desde lo más personal sin pretender

emular ningún estilo especifico, va creciendo en tensión desde los aspectos ritmos

armónicos y texturales, hasta una sección de improvisación, lo que la mantiene atada a la

estética del jazz.

Conclusiones:

-El primer objetivo de este proyecto fue: “indagar mediante un recorrido por la historia del

jazz, la manera en la que las tensiones políticas y raciales, a las que los afroamericanos se

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ven enfrentados en Estados Unidos, influyeron en el desarrollo de nuevos lenguajes y de

cómo y mediante que procedimientos, podemos considerar la música como una herramienta

para ejercer poder y resistencia”:

Este objetivo se alcanzó mediante la investigación conceptual e histórica presentada en los

capítulos precedentes, y que me llevo a investigar el jazz desde el fenómeno histórico y

social, en un afán por entenderla más allá de la teoría tradicional, en sus flujos y contextos

históricos específicos. Esto me llevo a una larga tradición teórica de musicólogos de

diversas nacionalidades y épocas que han desarrollado sus reflexiones sobre la música el

sonido y la historia, dentro del marco conceptual de la teoría critica de la escuela de

Frankfurt.

-El segundo objetivo planteado fue, “a partir del modelo teórico desarrollado por Jacques

Attali de las cuatro redes indagar sobre los elementos musicales y contextuales, que

respaldan la escogencia de este repertorio y que dan cuenta, de elementos de asimilación y

resistencia cultural”.:

Respecto a la red ritual sacrificial planteada por Attali, tanto Andrew Hill como Kenny

Garrett plantean es sus entrevistas su intención de conectar mediante la improvisación y la

música con una dimensión espiritual y social:

“Para mí lo fundamental es la conexión con el creador, con Dios. Y la música nos

conecta con eso. Además, es una medicina: un concierto o un disco pueden cambiar

a alguien”. (Kenny Garret, 2013). (Roca, 2013).

“Cada vez que toco es una sensación casi espiritual que me abre a nuevas ideas

musicales para escribir. Así que este es mi proyecto este año, tocar y conseguir un

tipo de sinergia con la gente en los conciertos”. (Andrew Hill, 2006). (Cuadernos de

Jazz, 2009).

Así mismo en sus interpretaciones originales las piezas escogidas están diseñadas para no

excluir un climax caótico o desordenado como es el caso de Dusk, Erato, 2 down 1 across o

Simples pájaros y así conjurar el sacrificio y el orden.

Respecto a la red performatica, queda claro que el repertorio escogido está conectado por la

improvisación como eje de la interpretación, de nuevo los temas nombrados están pensados

formalmente para generar situaciones radicalmente distintas en cada interpretación, esto

evidentemente aplica también a la red de repetición.

El carácter particular de todas las piezas de autor escogidas para este recital, como

Valentina de Jun Sebastián Monsalve o Refuge de Andrew Hill, sin lugar a dudas resaltan

por el carácter genuino y son difíciles de enmarcar genéricamente, esto da cuenta de un

repertorio pensado desde la composición, entendida como un estamento musical personal e

independiente de estéticas o performatividades ancladas a la repetición, los géneros y

cualquier otro requerimiento de un sistema comercializado, pero la vez dan cuenta de una

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tradición tratada creativamente y que desde la interpretación permiten evaluar diversas

particularidades técnicas de la batería.

Por último, respecto a los elementos de asimilación y resistencia, como queda claro en la

sección de repertorio, cada uno de los tres músicos escogidos, es analizado en su contexto

particular y tiene una manera propia de tratar con la tradición, académica y popular como es

el caso de Juan Sebastián Monsalve, quien atravesó de la academia, apropia elementos de

las teorías musicales hegemónicas tradicionales para nutrir procesos de resistencia de las

tradiciones populares de las músicas colombianas. Los procesos de asimilación y

resistencia, como los de pretensión y contención, se dan a partir de contextos específicos,

respecto a los contemporáneos, así cada músico en su innovación compositiva en el instante

como en su historia y relación con determinadas corrientes de la historia del jazz y su

relación de aprendizaje con otros músicos está ayudando a contener la barrera del mercado

que amenaza con inundar los oídos de todos.

-El tercer y último objetivo planteado consistió en: “Generar una reflexión acerca de la

importancia de la exploración de nuevos lenguajes, a partir de la incorporación de las

músicas populares y académicas a la composición en nuestros días, y sus alcances políticos

para abrir la puerta a la reflexión acerca de cómo debemos interpretar el papel del jazz en

nuestro contexto pedagógico y cultural especifico, teniendo en cuenta sus orígenes”:

Estas reflexiones me llevan indistintamente a la pedagogía como campo de creación, es una

de las maneras más efectivas que nuestro contexto nos presenta para cultivar sensibilidades

más allá de las modas, se hace para mi evidente que para llevar esa tarea a cabo, es

necesario empoderar el entendimiento de la teoría musical y la técnica, de otros discursos

que ayuden a generar inquietudes y criterios, para formar artistas que puedan aportar a su

entorno y comunicarse con diversas personas y disciplinas, así como con sigo mismos y sus

cuerpos, para ser conscientes de sus posibilidades y actuar en consecuencia.

El jazz, se constituye así, más allá de una serie de elementos formales y maneras que

permanezcan iguales a sí mismas a través de la historia, en una pedagogía del cuerpo, que

permite el entendimiento de la música desde la experimentación de la sensibilidad y las

posibilidades de actuar en consecuencia con el momento del que este dispone. Así la

técnica responde a individuos y cuerpos particulares y no a esquemas generales. Constituye

también una reflexión sobre condiciones sociales específicas que encierran relaciones con

los sistemas hegemónicos de dominación cultural. Los procesemos de asimilación de las

músicas populares en el siglo XX descritos en este trabajo siguen en marcha y el papel de la

música en la sociedad y el tiempo que vivimos se reduce cada vez más a la cultura del

entretenimiento. Generar espacios para la pedagogía, la experimentación y la composición

se constituye así, en una lucha política por los derechos culturales de toda la sociedad, en

Colombia la lucha por las políticas estatales que protejan estos derechos tiene su primera

victoria hace apenas veinticinco años con la creación del ministerio de cultura, como

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consecuencia de la presión organizada de artistas de todas las disciplinas, es nuestro deber

no bajar la guardia en este sentido, para salvaguardar la cultura y los espacios ya ganados.

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