Jeronima Nava y Saavedra 1669 1727 Autobiografia de Una Monja Venerable

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AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MONJA VENERABLE E DICIÓN Y E STUDIO P RELIMINAR A. ROBLEDO, 2011 JERÓNIMA NAVA Y SAAVEDRA (1669-1727) AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MONJA VENERABLE EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR DE ÁNGELA INÉS ROBLEDO COLECCIÓN LITERATURA CENTRO EDITORIAL UNIVERSIDAD DEL VALLE CALI, COLOMBIA JULIO DE 1994

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JERÓNIMA NAVA Y SAAVEDRA

(1669-1727)

AUTOBIOGRAFÍA DE UNA MONJA VENERABLE

EDICIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR DE

ÁNGELA INÉS ROBLEDO

COLECCIÓN LITERATURA

CENTRO EDITORIAL UNIVERSIDAD DEL VALLE

CALI, COLOMBIA

JULIO DE 1994

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CONTENIDO

1. Presentación ......................................................... 3-8

2. Prólogo …………………………………………. 9-19

3. Criterios de esta edición ………………………... 20-24

4. Elogio de la autora. Juan de Olmos ……………. 25-46

5. Autobiografía. Jerónima Nava y Saavedra........... 47-99

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PRESENTACIÓN

La autobiografía espiritual de Jerónima Nava y Saavedra es una recopilación de los "papeles"

que esta religiosa clarisa, nacida en Tocaima el 25 de abril de 1669, entregó a su confesor el

sacerdote Juan de Olmos y Zapiaín. Ellos fueron escritos a lo largo de veinte años y hasta fecha

muy cercana al 29 de mayo de 1727, fecha de la muerte de Nava y Saavedra.

Olmos reunió dichas vivencias místicas y amorosas y les agregó un "Elogio de la autora" o

presentación de ella 1; éste exalta las virtudes de la monja e incluye su descripción física, alabanzas

a su carácter, información sobre su crianza, su adolescencia, la entrada al claustro y los oficios que

desempeñó a lo largo de su vida conventual. De esta suerte quedó conformado un manuscrito cuya

versión más antigua, la que edito aquí, se encuentra en la Sección de Libros Raros de la Biblioteca

Nacional de Colombia 2. Otra versión de ese manuscrito, a la cual me refiero con detalle

posteriormente, reposa en el convento de Santa Clara de la ciudad de Bogotá y es posterior a 1727.

1

He dado el nombre de "Elogio de la autora" a la presentación

de Nava y Saavedra escrita por Juan de Olmos. Este título, por

supuesto, no aparece en ninguno de los manuscritos de la obra de

esta monja.

2 El manuscrito cuyo número de índice es 17 se encuentra en el

libro 14, es una pieza única y contiene 73 folios. Ver Delia

Palomino, Manuscritos. Catálogos de la Biblioteca Nacional de

Colombia. Tomo I. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura,

1989). 19.

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Ahora bien. El manuscrito de la Biblioteca Nacional tiene una portada cuya letra es diferente a

las otras que se emplearon en el mismo texto; es decir, en el "Elogio de la autora" y en lo escrito por

Jerónima Nava y Saavedra o por el/la copista que lo elaboró. En dicha portada se observa el

siguiente título: "Vida de la Madre Jerónima del Espíritu Santo (En el siglo, Jerónima Nava y

Saavedra) Religiosa clarisa de Santafé/ Escrita por don Juan de Olmos/ 1727". Ello pudo haber

confundido a José María Vergara y Vergara quien en la Historia de la literatura en Nueva Granada.

Desde la conquista hasta la Independencia (1538-1820) asigna dicho manuscrito a Olmos (I.184).

La lectura del "Elogio de la autora" deja en claro que Juan de Olmos no fue el autor del texto

que nos ocupa. Este sacerdote, a diferencia de otros religiosos que usaron las autobiografías de sus

confesadas como materia prima para redactar "vidas" (Franco 3; Lavrin 30-31) no usurpó los

papeles de Nava y Saavedra; así lo demuestra en varios pasajes de su "Elogio...". En efecto, Olmos

recurre al tópico de la "humilitas" y afirma en el numeral cuatro de éste:

...y mi pluma tosca, atrevida, ¿avía de presumir copiar el vivo? No presume. No. Y

confiesa ingenuamente que no alcansa, que no es porque no puede, que es el objeto mui alto.

Dejándolo para plumas, que buelen y le den alcanse, que en los escritos de Gerónima (que

son de su letra) allarán materia en que se puedan remontar y dilatar.

Asimismo, dice este sacerdote en el numeral 8 de su texto : "Los favores que ella recivió de

Dios, constan de escritos de su misma letra". Olmos añade en el numeral 19: "...le hordené me diese

por escrito quenta de los sentimientos interiores de su espíritu, que aunque lo hiso en sessenta y

quatro fojas que de su letra con seis papelitos que entregó con éste, no fue todo, que es lástima...".

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No sólo las afirmaciones de Olmos sirven para probarnos que él no fue el autor del manuscrito

de la Biblioteca Nacional. En el convento de Santa Clara de Bogotá se ha recordado a través de los

años a Jerónima Nava y Saavedra. La madre María Inés Arbeláez, abadesa de ese claustro, me

informó que las clarisas bogotanas saben que Nava y Saavedra fue una religiosa de grandes méritos

y la autora de una autobiografía-guía espiritual cuya lectura sirve para promover las vocaciones

religiosas. Además, esa institución posee la pintura del rostro de esa monja hecha después de su

muerte, tal como lo menciona Juan de Olmos en su "Elogio de la autora".

Es importante anotar que la actitud de Juan de Olmos, que salvó a la obra de Nava y Saavedra

del olvido, pone en tela de juicio la autoría de varias "vidas" de monjas escritas por los sacerdotes de

la colonia en la Nueva Granada. Algunas de dichas obras son: la Vida de la Venerable Madre

Catalina María de la Concepción, fundadora del convento de Santa Clara de Cartagena de Luis de

Jodar (Gómez Restrepo II.302; Vergara y Vergara I.135); la "Ilustre y penitente vida de la venerable

virgen doña Antonia de Cabañas" de Tunja 3; la vida de Sor Ana de San Antonio atribuida a Pedro

3

El manuscrito de esta biografía, que se encuentra en la

Biblioteca Nacional de Colombia, tiene 180 folios, no lleva fecha

ninguna, ni contiene el nombre de quien lo escribió. Darío Achury

en su "Introducción" a las Obras completas de Francisca Josefa de

Castillo y Guevara sostiene que su autor fue el padre jesuita

Diego Solano, confesor y guía espiritual de Antonia de Cabañas.

Solano, dados sus conocimientos de medicina, asistió al nacimiento

de Castillo y Guevara, la bautizó, y cuando fue adolescente la

instó a que ingresara al convento (I.lxiv-lxv). El padre Manuel

Pacheco en Los jesuitas en Colombia 2 vols. (Bogotá, 1962)

menciona esta obra sobre Cabañas y hace un reseña de ella

(II.294). Pedro de Mercado en Historia de la Provincia del Nuevo

Reino y Quito de la Compañía de Jesús (Bogotá, 1957) también

atribuye a Solano la autoría de esa obra (I.435).

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de Solís y Valenzuela (Orjuela 55) 4; la Historia de la singular y admirable vida y admirables

virtudes de la Venerable Madre Sor María Gertrudis Theresa de Santa Inés de Pedro Andrés Calvo

de la Riba (Hernández de Alba 34; Vergara y Vergara I.221; Gómez Restrepo II.310); la Vida y

virtudes de la Venerable Madre Francisca María del Niño Jesús, religiosa profesa en el real

convento de carmelitas descalzas de la ciudad de Santafé firmada por Fray Pedro Pablo Villamor e

impresa en 1723. Tal "biografía", anota Antonio Gómez Restrepo, sería una de las primeras obras

escritas por una mujer en Colombia. Dice este autor:

Este libro está fundado, como su autor lo declara, en un manuscrito autobiográfico

que dejó la venerable religiosa, y del cual cita el Padre en todo el curso de la obra,

brevísimos fragmentos, que nos hacen lamentar que el cronista no se hubiera limitado a ser

editor de dicho documento en vez de aprovecharse de él para exponer los hechos con estilo

retórico. La autobiografía, si se hubiera publicado, nos daría la expresión directa de los

sentimientos que bullían en el alma de su autora, y quizás podríamos agregar un nombre

nuevo a la lista de nuestros autores coloniales... (II.304).

Las palabras de Antonio Gómez Restrepo se convierten en un llamado a los estudiosos de la

literatura colonial hispanoamericana para que recuperen los manuscritos de las autobiografías de

monjas de ese período; y para que las editen bajo el nombre de las autoras.

En tal contexto, la edición de la autobiografía de Jerónima Nava y Saavedra adquiere una

importancia múltiple. Ella convierte a esta monja en la otra autora conocida del período colonial

neogranadino. Esa religiosa es, por supuesto, Francisca Josefa de Castillo y Guevara con quien

Nava y Saavedra compartió no sólo el ser clarisa, sino al confesor Matheo Mimbela (Achury

4

Orjuela obtuvo esta información de Manuel Briceño Jáuregui en

su Estudio histórico-crítico de El desierto prodigioso y prodigio

del desierto (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1983). 173. Gómez

Restrepo y Vergara y Vergara en sus historias no mencionan esta

obra de Solís de Valenzuela.

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Valenzuela, I.lxxxiv). Nava y Saavedra menciona al escritor ascético Don Juan Bautista de Toro,

uno de sus confesores y quien, muy seguramente, le dio consejos y sugerencias sobre retórica y

temas piadosos. Nava también se refiere al Presbítero Juan de Herrera, personaje conocido en los

círculos académicos y religiosos de la Santa Fe de la época. Así, esta autobiografía ilumina acerca

del casi desconocido contexto literario de fines del siglo XVII y comienzos del XVIII en Colombia;

éste ha sido delineado por José María Vergara y Vergara y Antonio Gómez Restrepo en sus

historias pero requiere ser explorado con detalle.

La edición de la autobiografía espiritual de Jerónima Nava y Saavedra, una de las pocas

autobiografías escritas por mujeres en Colombia, llena y explica un espacio vacío del corpus

literario colombiano e hispanoamericano. La significación de lo anterior se magnifica en momentos

en que los parámetros teórico/críticos de la posmodernidad y su cuestionamiento de los cánones

literarios tradicionales incitan a revaluar y legitimar textos que, como éste, permanecían en la

periferia de las historias oficiales. Y cuando la lectura de los textos escritos por mujeres y en

particular por las monjas coloniales, adquiere una nueva semántica.

Chicago, abril de 1994

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Obras citadas

Achury Valenzuela, Darío, introducción, notas e índices. Obras

completas de la Madre Francisca Josefa de Castillo. 2 vols. Bogotá: Banco de la República,

1968.

Franco, Jean. Plotting Women. Gender and Representation in Mexico. New York: Columbia

University Press, 1989.

Hernández de Alba, Guillermo. Estampas santafereñas. Bogotá: Editorial ABC, 1938.

Lavrin, Asunción. "La vida femenina como experiencia religiosa: biografía y hagiografía en

Hispanoamérica colonial". Colonial Latin American Review. 2.1-2 (1993): 27-51.

Orjuela, Héctor. El desierto prodigioso y prodigio del desierto de Pedro de Solís y Valenzuela.

Primera novela hispanoamericana. Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 1984.

Vergara y Vergara, José María. Historia de la literatura en Nueva Granada. Desde la conquista

hasta la Independencia (1538-1820). 3 vols. Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la

República, 1958.

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PRÓLOGO

Los críticos posmodernos al analizar las autobiografías de monjas de los siglos XVI, XVII y

XVIII, similares a la que escribió Jerónima Nava y Saavedra 5, enfocan su atención hacia diversos

aspectos. Para muchos de ellos tales textos son una manifestación fehaciente de la "escritura

femenina"; son la primera expresión de ella, sostiene Luce Irigaray (238-249). Esas obras muestran

la noche oscura del alma, la incertidumbre y confusión de la conciencia y evidencian la

problemática de un sujeto desplazado; por supuesto, ellas obliteran toda diferencia y eluden la

racionalidad. En consecuencia, son espacios escriturales paradójicos y llenos de tensiones; allí los

sujetos femeninos que narran sus vivencias aceptan la sumisión y autonegación que impone la

mística; a la vez, ellos encuentran un lugar para desarrollar su placer y acceder a su identidad,

afirma Toril Moi (145-146). Paul Julian Smith en su The Body Hispanic vuelve sobre la anterior

formulación teórica pero la enuncia desde la perspectiva del "cuerpo místico".

5

Me refiero a varias autobiografías de autoras del Nuevo Mundo

y de la península. Una de ellas es Su vida de Francisca Josefa de

Castillo y Guevara. Otros textos similares son analizados Electa

Arenal y Stacey Schlau en su Untold Sisters. Hay que tener en

cuenta que la obra de María de San José fue editada por Kathleen

Myers. También es necesario mencionar que el relato de la beata

Isabel de la Cruz ha sido estudiado por Ruth El Saffar. El Saffar

retoma y cuestiona a Jung y su teoría del animas para plantear que

ese relato es un espacio conflictivo que patentiza un tortuoso

proceso femenino de individuación. Vale la pena recordar que

todas las autobiografías femeninas hispánicas de la época siguen

el modelo trazado por Teresa de Ávila en sus obras: Libro de la

vida, Camino de perfección, las Moradas y El libro de las

fundaciones.

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Michel de Certau en su Heteorologies. Discourse on the Other nos permite ubicar los relatos de las

aludidas monjas en un contexto muy amplio. Dicho autor explora el "locus" del discurso místico; es

decir, el espacio social-filosófico que lo hizo posible. de Certau afirma que dicho discurso llenó la

necesidad de restaurar el diálogo con el mundo sagrado en un momento en que éste y las

instituciones que lo sustentaban se desintegró. Lleno de violentas contradicciones el discurso

místico tiene a la mujer loca, al niño y al iletrado como sus figuras representativas; en él, además, el

paraíso perdido y las imágenes escatológicas y apocalípticas de la Nueva Jerusalén se hacen

recurrentes (87-88).

En el contexto de la Hispanoamérica colonial, algunos autores, entre los que se cuenta Electa

Arenal, asocian esas autobiografías con el encierro de los claustros, únicos lugares en los cual se

podían desarrollar las potencialidades femeninas. Allí, arguyen otros académicos, grupos de

mujeres inscribían un lenguaje de procedencia oral. Esta escritura nunca simple, nunca objetiva es

el eco de la voz materna; en efecto, ella designa lo vernacular y lo familiar, afirman Electa Arenal y

Stacey Schlau en su Untold Sisters (2).

Otros críticos consideran que, además de ser textos que nacen de la oralidad loa relatos

místicos son palimpsestos: sus superficies textuales ocultan niveles de significación más profundos,

menos accesibles y menos aceptables socialmente. Sus autoras, por tanto, recurren a variadas

estrategias para eludir el discurso patriarcal; una de éstas es la retórica de "las pobres mujercitas".

Según Alison Weber, dicho recurso confirma la inferioridad que se atribuía a las mujeres en los

siglos coloniales y la humildad, ofuscación y autodesprecio que debía caracterizarlas (42-97). Para

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ejemplificarlo, Juan Olmos en el numeral 10 de su "Elogio de la autora" dice al describir a Nava y

Saavedra: "Correspondía a esto que su entendimiento fue mui claro...Tan admirable, que personas

de letras y juisio que le trataron, experimentando tan alta capasidad, desía y con rasón, que no era

entendimiento mujeril". La retórica de las "pobres mujercitas" también es útil para demostrar la

falacia de tal conceptualización sobre las mujeres. Como prueba de ello, Jerónima Nava y Saavedra

repite constantemente a lo largo de su autobiografía espiritual: "Yo, pobre ignorante, ciega".

Michel Foucault provee otros elementos para interpretar la obra de Nava y Saavedra y las

que son similares a ella. Éste en su Historia de la sexualidad examina cómo dichos relatos místicos,

que fueron escritos a petición de los confesores, adquieren las características del discurso

confesional. Por lo tanto, pueden interpretarse como el campo de acción de dos poderes: el del

confesor y el de la confesada. Así, la escritura autobiográfica se asimila a un ritual en el cual la

verdad (en la mayoría de los casos de orden sexual) debe ser emitida después de superar obstáculos

y resistencias (62). Ese lenguaje se caracteriza por discreción y la reserva; es vago e indirecto, está

lleno de alusiones y sugerencias (Davis 25).

Los análisis de los mencionados críticos develan la compleja red de relaciones

intratextuales, intertextuales y socio-políticas que producen el discurso místico, el autobiográfico, el

confesional y hasta el hagiográfico 6; estas instancias, como he anotado, conforman los entramados

6

Este aspecto es elaborado por Asunción Lavrin en "La vida

femenina como experiencia religiosa: biografía y hagiografía en

Hispanoamérica colonial". Colonial Latin American Review. 2.1-2

(1993): 27-51.

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literarios de las monjas coloniales. Pero en mi opinión, dichos académicos tratan tangencialmente o

no discuten con profundidad el hecho de que esas autobiografías son narraciones de amor. Quizás

pasan por alto que esos textos también se ajustan a las características de otro discurso: el amoroso.

Este discurso, como plantea Julia Kristeva en su Historias de amor es difícil de enunciar, cercano a

la locura, incomprensible e irracional.

Por tal motivo, propongo al(a) lector(a) que analice y goce la obra de Jerónima Nava y

Saavedra como un texto amoroso. Ello permite una nueva indagación sobre la naturaleza de esa

peculiar forma de amor, el místico y es una alternativa productiva, sin lugar a dudas. Sobre todo, tal

lectura apunta al desciframiento del lenguaje que registra el "amor divino"; ése es el único ámbito

en el cual ese amor, que es inexpresable, se insinúa.

La obra de Nava y Saavedra, como sabemos, está vinculada a la mística y a la hagiografía

cuyos discursos son inescribibles en el mundo contemporáneo. Leída bajo la óptica del amor, que

es una experiencia cercana y vivida por todos, ella se hace viable y cercana al receptor de hoy. Así,

deja de ser pieza de museo para convertirse en documento vivo.

Al pensar la autobiografía de Nava y Saavedra desde ese ángulo, el/la receptor(a) notará que

muchas de las restricciones impuestas a la expresión del amor femenino, reveladas en el texto de

esta monja clarisa de fines del siglo XVII y de comienzos del XVIII en la Nueva Granada están

vigentes. Es decir, que el proceso según el cual el estado español entrelazó poder, religión y vida

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cotidiana para normativizar los ritos del amor y de la formación de la familia en Hispanoamérica

continúa.

Mi propuesta de interpretar el texto de Nava y Saavedra como la expresión de un discurso

amoroso no es ajena al hecho de que para las mujeres, tal como afirma Marta Cecilia Vélez, el amor

ha sido el "gran tergiversador". Éste ha sostenido en cada historia particular de las mujeres el

silencio que ha impedido la ruptura, el encierro a que las ha sometido la cultura y el sometimiento

de su cuerpo y su sexualidad (111). La autobiografía de Nava y Saavedra es un ejemplo más de esa

inmensa cadena de textos; en ellos el sujeto femenino apenas encuentra breves espacios para

autoafirmarse e inscribirse.

El discurso místico es, como señalé, uno de los varios discursos amorosos; por lo tanto,

entrelaza lo simbólico, lo imaginario y lo real para referirse al amor. Pero éste, al conectar estos

tipos de representación no manifiesta una idealización simple ni emplea un lenguaje directo sino

que llega a una estética límite, asegura Kristeva. Así, el texto de Jerónima Nava y Saavedra está

dislocado y desarticulado de manera paradójica. El sujeto amoroso, Nava y Saavedra, busca el

acercamiento amoroso: ser madre, esposa y amante de Dios/Cristo, hacerse una con él, lo cual es

propio de toda enamorada. Sin embargo, la autora textualiza su afecto y la consecuenta idealización

de su objeto de amor con recursos estéticos que la alejan de éste.

Ello es fácilmente entendible dentro del contexto colonial neogranadino que proclamó a la

castidad como la mayor virtud de las mujeres y les impidió la manifestación de su deseo erótico.

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Nava y Saavedra se ve constreñida a expresarlo por medio de metáforas y subterfugios retóricos que

enuncian estados dolorosos o extáticos; en efecto, su lenguaje, que se concentra más en la

enunciación que en el enunciado, se convierte en el objeto favorito de su escritura. Ésta se puebla de

imágenes muy elaboradas, a veces excesivas, muchas veces absurdas que subsumen lo único

permitido por la ortodoxia católica y las normas sociales de la época: lo ideal sacralizado (Kristeva

5-6).

En efecto, Nava y Saavedra enuncia su amor desplazado por medio de símbolos, alegorías,

comparaciones, apariciones de santos, ángeles custodios, vírgenes, milagros, premoniciones,

extrañas percepciones olfativas, y "llamados". Todas esas imágenes tienen una semántica específica

dentro del corpus preconstituido del místicismo literario. Pero hay algunos elementos claves que

nos parecen claves para comprender la escritura amorosa de Jerónima Nava. Por lo tanto, le insinúo

al(a) lector(a) que oriente su atención hacia ellos.

Es útil tener en cuenta que el amor místico y cristiano evoca una pasión y un sacrificio; por

lo tanto, como asegura George Bataille en Erotismo. Muerte y sensualidad (18), es un enclave

donde la regeneración y la muerte se disputan el poder.

Este amor se focaliza en el corazón (o el pecho) que se complace en todas las fascinaciones

enamoradas y sirve de vehículo para la expresión de variadas vivencias psíquicas; él es centro y

receptáculo del amor y del sufrimiento, según una larga tradición occidental 7. A veces Nava y

7

Ver Joseph F. Chorpenning, "Heart Imagery in Santa Teresa".

Studies in Honor of Elias Rivers. Eds. Bruno M. Damiani y Ruth El

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Saavedra reemplaza su "yo" enamorado por "corazón"; en otros momentos usa la metáfora del

corazón para remitirnos a un yo más profundo e íntimo (el que se aventura en el proceso de

individuación que conlleva la vivencia mística). En muchos casos, la autora reproduce en su

narración idealizada vocablos y conceptos provenientes del "Cantar de los cantares". No olvidemos

que en estos poemas, Sulamita la mujer, la esposa enamorada, por primera vez en la historia toma la

palabra ante su rey, su esposo o Dios; para someterse a él, de acuerdo. Pero como enunciadora de sí

misma; es decir, como sujeto (Kristeva 85). En otras oportunidades, Nava y Saavedra ensaya las

artimañas del amor cortés: establece juegos sensuales y coqueteos en los cuales ella, triunfadora,

realiza su deseo. Para ilustrar lo anterior termina un curioso diálogo con Cristo, en el cual éste

insistentemente le pide el corazón, de la siguiente manera: "No quise; me salí con la mía" (Capítulo

2, caso 75).

Como mencioné, el amor cristiano y místico se debate entre el deleite y el displacer; es

sadomasoquista. Éste transforma el cuerpo del yo-amador en nombre o espacio ocupado por el

amado. Esa transformación parte de la idea de que, a través del dolor, de la muerte y del

aniquilamiento del cuerpo se consigue el amor de Dios; ella es una sublimación. De ahí que Nava y

Saavedra perciba los temores, las angustias, la melancolía, las constantes enfermedades que la

agobian y las tentaciones que la mortifican como actos gratificantes.

Saffar. Potomac, Maryland: Scripta Humanistica, 1989. 49-58.

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En la relación sadomasoquista y mística el conflicto entre el deseo de autonomía, el afán de

reconocimiento y la necesidad de ser dominado puede conducir a situaciones de cruda lascivia y/o

de violencia. En una ocasión Nava y Saavedra no sólo imagina que Cristo entra en su corazón, sino

que éste penetra en él con una inmensa cruz capaz de destrozarlo (Capítulo 2, caso 2). Asimismo, la

relación de amor-odio puede evidenciarse como la total renunciación y sometimiento del amante

frente a los anhelos del amado. A menudo Nava y Saavedra enuncia frases como la siguiente "...yo

quisiera...naser oy y dedicarme únicamente a amarte y servirte" (Capítulo 3, caso 70). El

sadomasoquismo amoroso también se manifiesta a través de la imagen de la pareja amo-esclava 8.

Esta es reiterativa en la obra de esta religiosa de la orden de Santa Clara.

Pero tal como Nava y Saavedra manipula la metáfora del corazón para transgredir esa

imagen básica del discurso místico, también invierte el paradigma esclava-amo; en consecuencia, el

orden patriarcal que sitúa a la mujer como subyugada por el hombre/Cristo. De esa manera, esta

monja fabrica una escena erótica en la cual Cristo, atado, le dice: "¿qué quieres que haga por tí?

Aquí me tienes; aprisionado me han tus amores" (Capítulo 3, caso 44).

La autobiografía de Nava y Saavedra incluye numerosas estrategias de subversión del canon

de la mística y dicientes casos de rebeldía que consolidan un entorno de resistencia paralelo al de la

ortodoxia. Pero quizás el(la) lector(a) se inquiete porque esta narración de amor propone

8

Para una explicación posfreudiana del sadomasoquismo ver

Jessica Benjamin, "Master and Slave" en The Bonds of Love.

Psychonalisis, Feminism, and the Problem of Domination. New York:

Pantheon Books, 1988. 51-84.

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17

cuestionamientos cuyo alcance rebasa el develamiento de tales fluctuaciones. Leerla lo hará

percatarse de que Nava y Saavedra, al emplear una metaforicidad amorosa subordinada al dominio

de un absoluto idealizado, el del "amor puro o divino", llega muchas veces al borde de la nada

(Kristeva 235-245). Entonces él/ella se preguntará: ¿Cuál es el propósito de ese texto que está

abocado a la nada? ¿Es éste un medio para que su autora canalice sus fantasías histéricas? ¿Intenta

esta obra plantear alternativas nuevas a la oración católica o a la escritura religiosa? ¿La obra de

Nava y Saavedra sirve para dejar constancia de las experiencias de un sujeto amoroso no racional,

lleno de permanencias y ausencias, sumido en una dialéctica de pérdidas y plenitudes? ¿Cuestiona

este relato los límites entre la verdad y la ficción, la autoridad y el poder, la sumisión y la

subordinación?

Varias de esas preguntas tal vez tengan contestaciones ambiguas o difíciles de formular. A

lo mejor lleven al(a) lector(a) a una última y preocupante reflexión. La "lectura amorosa" que he

propuesto para la obra de Nava y Saavedra analiza el discurso de amor de la mística como el

producto de un sujeto que se enfoca en la enunciación y expresa una estética límite. Dicha

interpretación, que se podría considerar una "lectura límite", sirve en última instancia, para

anunciarnos que estamos cada vez más alienados y que nos hemos convertido, como afirma

lúcidamente Kristeva, en fieles de la última religión: la estética.

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18

Obras citadas

Arenal, Electa. "The Convent as Catalyst for Autonomy: Two Hispanic Nuns of the Seventeenth

Century". En Women in Hispanic Literature: Icons and Fallen Icons. Ed. Beth Miller.

Berkeley, Los Angeles, Londres: University of California Press, 1983. 147-83.

Arenal, Electa y Stacey Schlau. Untold Sisters. Hispanic Nuns in Their Own Works. Trad. Amanda

Powell. Albuquerque: University of New Mexico Press, 1989.

Bataille, George. Erotism. Death & Sensuality. Trad. Mary Dalwood. San Francisco: City Books

Lights, 1986.

Davis, Carlos. "La dialéctica de la confesión: la Vida de la Madre

Francisca Josefa de la Concepción de Castillo. Letters. I.1 (1990-1991): 25-32.

Foucault, Michel: The History of Sexuality. Trad. Robert Hurley. Vol. I. New York: Vintage

Books, 1980.

Irigaray, Luce. Speculum de l'autre femme. Paris: Minuit, 1974.

Kristeva, Julia. Historias de amor. Trad. Aracelli Ramos Martín. 2a. ed. Madrid: Siglo XXI,

1988.

Moi, Toril. Teoría literaria feminista. Trad. Amaia Bárcena. Madrid: Cátedra, 1988.

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19

Smith, Paul Julian. Representing the Other. 'Race', Text and Gender in Spanish American

Narrative. Oxford: Clarendon Press, 1992.

Vélez, Marta Cecilia. "En nombre del amor". Voces insurgentes. Eds. María Cristina Laverde

Toscano y Lez Helena Sánchez Gómez. Bogotá: Universidad Central y Servicio Colombiano de

Comunicación Social, 1986. 107-122.

Weber, Alison. Teresa of Avila and the Rethoric of Femininity. Princeton, New Jersey: Princeton

University Press, 1990.

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20

CRITERIOS DE ESTA EDICIÓN

El original de la autobiografía espiritual de Jerónima Nava y Saavedra, que he llamado N1,

data de 1727, fue escrito en pergamino, está empastado en cuero, mide 22x15 cms. y consta de 73

folios. Esta obra, como anoté anteriormente, se encuentra en la Biblioteca Nacional de Colombia,

Sección de Libros Raros. La escritura que en él se emplea es la humanística corriente. Este tipo de

letra es la misma humanística cursiva, que se generalizó en España a partir del siglo XVI y se usó

para la escritura de libros, correspondencia, etc., pero trazada con mayor rapidez. En efecto, en esta

letra aumentan considerablemente los nexos, lo cual dificulta un poco su lectura 9.

La versión de la obra de Jerónima Nava y Saavedra que se encuentra en el Convento de

Santa Clara de Bogotá, que he llamado N2, fue escrita con posterioridad a 1727. No he podido

establecer por qué se hizo esta copia o versión del primer manuscrito. Desconozco por qué entre el

original y la copia del convento de Santa Clara hay una distancia de cerca de 50 años; ni por qué el

primero se encuentra en la Biblioteca Nacional y el segundo en el convento donde se produjo.

El manuscrito del convento de Santa Clara mide 31 cms. de largo y 21 cms. de ancho, está

empastado en cuero repujado, fue escrito en papel verjurado propio de los documentos de la

segunda mitad del siglo XVIII y del siglo XIX colombianos y con letra humanística cursiva. Por lo

tanto, en este texto las palabras no aparecen anexadas unas a otras; dicho tipo de letra y algunos

rasgos ortográficos son comunes a varios de los textos de/sobre la Rebelión de los Comuneros

9

U. N. E. D. Paleografía y diplomática. (Madrid: Universidad

Nacional de Educación a Distancia, 1978). 417.

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(1781), según lo pudo establecer la experta en paleografía Delia Palomino. La ortografía de esta

versión es muy cercana a la contemporánea.

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22

Seguí las normas de transcripción y edición que han recopilado el profesor de la Universidad

de Valladolid, España, José Manuel Ruiz Asencio y sus colaboradores para el Curso de Paleografía

que dictan cada verano en la "Fundación Sánchez Albornoz" en Ávila, España. Ruiz Asencio y sus

colaboradores han propuestos unas normas de transcripción basadas en las Normas de transcripción

y edición de documentos 10

, en la Paleografía documental hispánica de F. Arribas Arranz 11

, en el

Tratado de Paleografía española de Agustín Millares Carlo (Con la colaboración de José Manuel

Ruiz Asencio) 12

y en Travaux preliminaires de la Commision Internationale de Diplomatique et de

la Commission Internationale de Sigillographie 13

. Mi transcripción y edición de la obra de

Jerónima Nava y Saavedra se adecúa a las siguientes pautas:

1. Respeté la grafía original de los textos.

2. Seguí el sistema actual de separación de las palabras. Así, uní las letras o sílabas de una

palabra que aparecen escritas por separado y separé las que van unidas incorrectamente según el

criterio contemporáneo.

3. Desarrollé las contracciones.

4. En el uso de mayúsculas y minúsculas, acentuación de las palabras y puntuación del texto

seguí el sistema actual.

10

(Madrid: C.S.I.C., 1944).

11 (Valladolid, 1965).

12 3a. ed. (Madrid, 1983).

13 (Zaragoza, 1984).

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23

5. Transcribí las consonantes dobles tal como figuran en el manuscrito original {N1}.

6. La y griega con valor vocálico, o sea la que sustituye a una i vocal (habya, auya), está

sustituida por i.

7. La s alta está transcrita por s normal.

8. La erre mayúscula (R) equivale a "rr"; por tanto está transcrita por "rr".

9. U y v sirven para representar indistintamente los fonemas de u y v consonante; así,

transcribí la vocal con u y la consonante con v según el sistema actual.

10. Las rúbricas que siguen a los nombres y a las firmas y las firmas están indicadas entre

paréntesis y subrayadas.

11. Las letras o palabras del texto que suplí van entre corchetes [ ].

12. Desarrollé las palabras abreviadas y las escribimos con todas sus letras.

13. Las adiciones al texto de letras o palabras, su escritura entre líneas o al margen, están

introducidas en la transcripción entre paréntesis angulares < >. Los lugares que ocupan en el

manuscrito original están señalados en nota de pie de página.

14. Las repeticiones inútiles de una palabra fueron escritas tal como aparecen poniendo (sic

= así) al final de éstas.

15. Las tachaduras, correcciones y anomalías singulares están indicadas en nota de pie de

página.

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24

16. Las lecturas dudosas están indicadas por una interrogación colocada a continuación de la

palabra dudosa.

17. El paso de un folio a otro está indicado por el número del folio entre paréntesis (f. 1). A

ello agregué una "r" cuando se trataba del recto del folio (f. 1r) o una "v" para señalar el vuelto (f.

1v).

18. Las variantes de la segunda versión de la obra de Nava {N2} van en paréntesis { } y

señaladas en notas de pie de página.

19. Otros comentarios editoriales van en notas de pie de página.

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25

Carta de Edificasión de La Señora Madre Gerónima Del Espíritu Santo. Religiosa Clarisa De

Velo Negro. Y Abadesa que fue de su monasterio de Santa Fe. De mi Letra =.

Doctor Don Juan de Olmos

(rúbrica) 14

Vida de la Madre Jerónima del Espíritu Santo

(En el siglo, Jerónima Nava i Saavedra)

Religiosa Clarisa de Santafé

Escrita por Don Juan de Olmos

27 15

16

14

Portada del manuscrito de la obra, tal como se encuentra en

la Biblioteca Nacional de Colombia. El título de éste fue escrito

con la misma letra del "Elogio de la autora" y lleva la firma de

Juan de Olmos.

15 La letra de "Vida de la Madre Gerónima del Espíritu Santo (En

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el siglo, Jerónima Nava i Saavedra) Religiosa Clarisa de Santafé.

Escrita por Don Juan de Olmos. 1727" es diferente a la empleada en

el "Elogio de la autora" y en el resto de N1.

16 {Carta Edyficativa de la Señora Madre Gerónima del Espíritu

Santo Religiosa Clariza de Velo Negro, y Abadeza que fue de su

Monasterior de la ciudad de Santa Fe [el nombre de la ciudad esta

escrito con abreviatura]. Escrita y firmada del Señor Doctor Don

Francisco de Olmos y Zapiaín, canónigo de esta Iglecia

Metropolitana de la ciudad de Santa Fe del Nuebo Reino de Granada

en Indias, en 29 de Mayo de 1727, año santo}

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27

ELOGIO DE LA AUTORA

(f. 1r) 1. En el nombre de Nuestro Dios y Señor Trino i Uno, Jesús María y Joseph. El

Doctor Don Juan de Olmos y Zapiaín 17

, Canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana <de la ciudad

de Santa Fe> del Nuevo Reino de Granada, en Indias, digo: que por el año passado de mill

setessientos y siete (por dicha mía), el Doctor Don Juan Baptista de Toro 18

, sujeto bien conocido

17

Don Juan Francisco de Olmos y Zapiaín nació en Santafé el 19

de abril de 1662 y fue hijo del capitán don Fernando de Olmos y

Salcedo y de doña Engracia Zapiaín y Loyoida. Fue cura de Susa

desde 1689 hasta 1699, año en que fue promovido a la parroquia de

Santa Bárbara en Bogotá; luego pasó a la de la catedral (1706 a

1723). En 1724 era ya miembro del capítulo metropolitano y en 1726

canónigo (Nota de Gustavo Otero Muñoz). Cfr. José María Vergara y

Vergara. Historia de la literatura en Nueva Granada. Desde la

conquista hasta la Independencia (1538-1820). 3 vols. (Bogotá:

Biblioteca de la Presidencia de la República, 1958). I. 184. Esta

nota de Otero Muñoz refuerza lo dicho por Vergara al adjudicar

nuevamente la autoría de la "Vida..." a Olmos. Según Otero esta

"biografía" de Nava y Saavedra fue escrita en 1728.

18 Juan Bautista de Toro, que murió en 1734 era sacerdote,

doctor en Teología, Examinador Sinodal y Calificador de la Santa

Inquisición en el Arzobispado de Santa Fe, primer Director y

Capellán de la Escuela de Cristo y escritor ascético. Una de sus

obras, Día de la Grande Reina y ejercicio de un día de cada mes...

cuya fecha y lugar de publicación no se han podido establecer

claramente, es según Antonio Gómez Restrepo, una de las primeras

publicaciones hechas en la Nueva Granada y se escribió para

aumento y devoción de las religiosas. Otras obras de este mismo

sacerdote son: "Definitionarium morale sive definitions..." y El

secular religioso (1730). Ver Antonio Gómez Restrepo. Historia de

la literatura colombiana. 4a. ed. 4 vols. Biblioteca de Autores

Colombianos. (Bogotá: Litografía Villegas, 1956) II. 131-143.

Vergara y Vergara en su Historia... (I.190-194) añade que Día de

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assí por sus escritos como por su perseverancia en diressión a 19

Dios, a todos los de la Escuela de

Christo, religiosas de los monasterios de esta ciudad y toda vesindad de esta ciudad, dilatándose su

zelo a salir a misiones solisitando sacerdotes que le acompañen aiudándole, siendo io Cura Rector

de dicha Metropolitana, me persuadió a que 20

ministrase el Santo Sacramento de la penitensia en

los monasterios de religiosas de dicha ciudad en algunos ratos; que de la obligasión de tal cura

tuviese io desembarasado. Desde esse tiempo 21

hasta el presente lo he hecho assí. Y entre otras

religiosas de mucha observansia, a quienes he assistido, fue una la Señora Madre Gerónima del

Spiritu Santo, mi hija y mi señora religiosa del Monasterio de Santa Clara, a quien con expecial

assistensia y cuidado confesé y dirijí sobre veinte años, hasta que por último me allé en su

fallesimiento con dicho Doctor Don Juan Baptista de Toro y el bachiller Juan de Contreras, uno de

los capellanes de dicho monasterio. Y fue el tránsito de Gerónima con la apasivilidad de un dulze

sueño, el día veinte y nuebe de mayo juebes a las dies del día año de mill setessientos y veinte y

siete, a los sinquenta y ocho años, un mes y quatro días de su edad.

la grande Reina y ejercicio de un día de cada mes... es una obra

célebre en los anales bibliográficos de Colombia porque su

publicación dio margen a enconadas discusiones sobre cuándo se

introdujo la imprenta en el Nuevo Reino. Vergara sostiene,

fundamentándose en algunos comentarios de Eduardo Posada, que esta

obra de Toro se editó primero en España en 1714 y posteriormente

en Santafé, probablemente en 1742. La nota de Gustavo Otero Muñoz

al texto de Vergara sobre Toro establece 1730 como el año de su

muerte.

19 {ã} Esta letra "a" con tilde que la mayoría de las veces

antecede a un objeto directo, es una constante en N2.

20 {q

c }. Esta abreviatura de "que" es constante en N2.

21 {tpõ}. Esta abreviatura de "tiempo" se repite en N2.

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2. El dolor de su falta atravesó mi corasón; de suerte que fue menester, para poder salir del

monasterio, aun confortarme; y acompañándome parte de la comunidad de dichas religiosas y dicho

Doctor Toro hasta la puerta, les dije estas palabras: "Señoras Vuesas Reverensias se an de servir de

averme por 22

escusado en la assistensia al entierro de el cuerpo de Gerónima, quando les consta lo

que me atormentado la pesadumbre de su fallesimiento". Jusgando io conbidasen a mi cabildo para

essa funcsión, y assí me eximiesen a mí aun de sola mi asistensia. Sucedió tan al contrario que tuve

essa misma tarde recado de la Señora Madre Abadesa hordenándome avía de ser el que hisiese el

entierro de Gerónima cantándole también vigilia y Misa de (f. 1v) de [sic] cuerpo presente; aquí no

pude excusarme, como lo hise todo el siguiente 23

día, que fue día treinta de mayo. Confieso lo

sentí, quando andava excusando el allarme presente a más circunstansias que acrisiessen mi grande

pena.

3. Dicho día treinta de mayo a las nuebe del día entré en el monasterio con el

acompañamiento competente. La comunidad de religiosas estaba en la portería y dirigiéndose

comunidad y acompañamiento del clero a la sala de profundis, en donde estaba el difunto cuerpo de

Gerónima en su féretro, en el suelo, fui con ánimo de no verlo (salióme como lo de no hallarme en

el entierro). Assí que llegamos a dicha sala, oi a las señoras religiosas ponderar con admirasión la

vellesa del rostro cadáver de Gerónima y juntamente allé a un pintor que estaba empeñado en

copiarlo, insistiendo en conseguirlo; tanto que hubo bastante dilasión y aún el tiempo que duró la

vigilia, persistió en su designio e idea. Io, movido ya de los dichos de las señoras religiosas, ya de

22

{pr }. Esta abreviatura de "por" se repite en N2 y no aparece

en N1.

23 {todo al siguiente}

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la para mí inopinada circunstansia de intentar retratarle, no dejaré de desir, no, que enjugándome las

lágrimas que mis ojos vertían, apliqué la vista a ver lo que antes avía resuelto no ver; y para mejor

persivir me puse aún anteojos de que suelo usar. Y vi (para mí) más de lo que oi: un rostro mui

entero, hermosíssimo sobremanera, mui sereno y apasible, que movía a devosión y venerasión. Y

exclamé disiendo: "no aia miedo que el pintor le copie ni trassumpte". Y assí fue; pues aunque hizo

las diligensias de su arte, este arte aun no alcansó a bosquejo en lo que io alcanso.

4. Esto susedió con el rostro cadáver de Gerónima en mi presensia al pintor; y mi pluma

tosca, atrevida ¿avía de presumir copiar el vivo? No presume. No. Y confiesa ingenuamente que

no alcansa, que es porque no puede, que es el objeto mui alto. Dejándolo para plumas, que buelen y

le den alcanse, que en los escritos de Gerónima (que son de su letra) allarán materia en que se

puedan remontar y dilatar. Nuestro Señor sea servido de que este combento solisite no se queden en

el olvido; pues serán una lus que illumine y enamore para el mismo Dios, sediendo también en

maior decoro de este religioso conbento.

5. El pintor, como dije, no desistió en haser el bosquejo, que hiso. Pues io no he de desistir.

Algo he de desir. Diré un ápise. No dije bien aun (f. 2r) aun [sic] no alcansaré. Digo mejor.

Respecto de lo que merese tal religiosa lo que io aquí escribiere saldrá borrón. Irá con grande

ingenuidad protextando; no pretendo para él más fe que la que merese un dicho natural; pues no es

mi ánimo, ni puede ser, calificar cosa alguna fuera de estos límites. Y digo esto porque me presisa

referir en éste algunas cosas que le pasaron en su interior y me comunicó. Y no escribió de su letra

24, sujetándolo todo a la diressión y corecsión de Nuestra Santa Madre Iglesia. Como deseando çeda

25 en maior gloria de Nuestro Dios y Señor Trino y Uno.

24

Esta afirmación quizás procede de un error de quien escribió

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6. Fue nuestra Gerónima hija legítima de Juan De Nava y de Doña Juana de Saavedra,

vesinos de esta çiudad de Santafé en la Parrochia de Nuestra Señora de las Nieves; quienes tuvieron

una hassienda de trapiche en jurisdicsión de la ciudad de Tocaima, apellidada San Miguel. Y

estando en dicha hasienda dichos padres de Gerónima, en ella nació Gerónima el día veinte y sinco

de abril año de mill seissientos y sesenta y nuebe. Y a media hora de aver nasido (assidente de este

parto) murió Doña Juana Saabedra, su madre. Devió de ser el parto tan de peligro que le partisipó

Gerónima; pues se alló presisado su mismo padre a baptisarla como lo hiso. En esse tiempo tenía la

religión de San Francisco inmediata a dicha hasienda un hospisio nominado San Joseph de Arara, a

donde llebaron a Gerónima; y el Reverendo Licenciado 26

Fray Salbador de Nava, religioso

franciscano y hermano del padre de Gerónima, le puso a ésta los santos óleos y chrisma en seis de

mayo de dicho año de 1669 27

.

el manuscrito original. Pero es importante porque niega a Nava y

Saavedra la autoría de esta autobiografía espiritual. Ella

contradice lo dicho en el numeral 4 de este "Elogio de la autora";

allí se lee: "Dejándolo para plumas, que buelen y le den alcanse,

que en los escritos de Gerónima (que son de su letra) allarán

materia en que se puedan remontar y dilatar". En el numeral 18 del

mismo texto se repite la misma aseveración: "Los favores que en

ella recivió de Dios, constan de escritos de su misma letra". En

el numeral 19, que también pertenece al "Elogio de la autora" se

dice: "Como también conferido entre los dos, le hordené me diese

por escrito quenta de sus sentimientos interiores de su espíritu,

que aunque <lo> hiso en sessenta y <quatro> fojas que son de su

letra con seis papelitos <que> entregó con éste, no fue todo, que

es lástima...".

25 {ceda} La "ç" no aparece en N2.

26 {Reverendo Padre}

27 {mil seiscientos sesenta y nueve}

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7. Quedaron g[ü]érfanas de madre la señora Juana de la Trinidad, religiosa que es oi del

mismo Monasterio de Santa Clara, cuias prendas son tan realsadas como conosidas, y fuera de

varios oficios que ha obtenido en su religión ha ocupado el de la Prelasía aviendo sido Vicaria y dos

veses Abadesa de su combento hasta el tiempo presente. Y tenía Su Reverensia un año y mes poco

más que nuestra Gerónima. Quedaron las dos señoritas en el abrigo de tres tías suias, hermanas de

su padre. Pero con expesialidad se adiudicó el cuidado de Gerónima assí a la señora Gerónima de

Jesús del horden tersero de Santo Domingo, cuia vida fue mui ajustada. Teniendo ia la señora Juana

algo más de seis años y nuestra Gerónima algo más de sinco años fueron transportadas de la dicha

assienda (f. 2v) de su padre a esta ciudad, en donde fue continuado el esmero de sus tías en la

criansa y buena educasión de las niñas, pero con expesialidad la de Gerónima, para Gerónima.

8. Teniendo ia la señora Juana algo más de quinse años y Gerónima algo más de catorse, su

padre, deseoso de darles estado, les dijo a sus hijas era ia tiempo de que le eligiesen poniéndolo en

sus voluntades y que condescendería con el [que] fuese del gusto de ellas. Y presisado de haser un

viaje fuera de esta ciudad, entró un día en su casa a tiempo que alló a sus dos hijas juntas. Díjoles:

"Señoras, esme presiso ausentarme de Vuestras Mercedes; si Vuestras Mercedes resuelben tomar el

estado de religiosas, puedo, antes de partirme, disponiendo todo lo para el nessesario, dejarlo

concluido y efectuado". A que (como me ha aseverado la señora Juana), a un mismo tiempo,

respondieron las dos hermanas que serían religiosas. Vista esta resolusión de las hijas por su padre

dispuso todo lo necessario y se efectuó.

9. El día seis de junio año de mill seissientos y ochenta y tres resivieron el ábito de

religiosas las señoras Juana y Gerónima en el Monasterio de Santa Clara de esta ciudad. Y aviendo

passado Gerónima su aprobasión y novisiado, hiso su profesión solemne el día dies y siete de

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febrero año de mill seissientos y ochenta y tres, teniendo de edad diez y seis años, nuebe messes y

veinte y tres días. Fuéla ocupando su religión en los oficios siguientes: en dies de nobiembre de

mill seissientos y ochenta y ocho, fue Zeladora. En dies de nobiembre de mill seissientos y ochenta

y nueve, fue Provisora. En dies de nobiembre de mill seissientos y nobenta y dos, fue Zeladora. En

dies de nobiembre de mill seissientos y nobenta y quatro, fue Zeladora. En dies de nobiembre de

mill seissientos y nobenta y seis, fue Enfermera. En dies de nobiembre de mill seissientos y nobenta

y siete, fue fue [sic] Zeladora. En dies de nobiembre de mill seissientos nobenta y ocho, fue

Enfermera. En dies de nobiembre de mill setessientos y dos, fue designada por Vicaria de Coro

(que no exersió), porque essa misma noche le dio el grave accidente que refiere en sus escritos, que

le duró dies años, y que, cumplidos, se le quitó el de aogo que testifico. Porque como io le empesé a

assistir el año de mill setessientos y siete (que aunque del mes no me acuerdo, asierto a que fue a los

primeros del año) aún duraba el (f. 3r) el [sic] más aserbo padecer y el aogo. De suerte que,

jusgando que acababa, me llamaron y fui algunas veses a deshora noche.

10. Dotó Dios Nuestro Señor a nuestra Gerónima de realsadas prendas naturales. Pues tuvo

un cuerpo alto mui proporsionado; su rostro fue mui hermoso, sus ojos fueron mui bellos y vivos.

Correspondía a esto que su entendimiento fue mui claro, subtil, delicado y vivo. Tan admirable, que

personas de letras y juisio que le trataron, experimentando tan alta capasidad, desían y con rasón,

que no era entendimiento mujeril; pues discurría remontándose en cosas altíssimas y escudriñaba las

profundíssimas. Y no dejo yo de ser testigo, y de veinte años y más de comunicasión. Tubo un

porte mui discreto, juntando una afavilidad cariñosa con un modo de severidad respetable y assí sus

pláticas correspondían a su entendimiento, siendo de su gran juisio, mucha melosidad y bastante

donaire, no escaseando 28

sus agudesas. Fue mui pundonorosa, mui prudente, amantíssima de la

28

{escusando} Debe ser "escaseando" como aparece en N1.

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34

justicia. Tan magnánima y fuerte que, puedo aseverar, pudo competir con la más grande fortalesa

varonil. Ojalá no concurrieran circunstansias para que io no pueda expresar casos que, con

evidensia, probaron esto; que a lo menos tengo impresos 29

quatro bien singulares. Fue mui

templada en el mantenimiento y vevida. Fue mui liveral. Fue muy compasiba y caritativa. Y en

conclusión, de prendas naturales le dotó Dios Nuestro Señor de las más realsadas. Es notorio,

porque fue mui experimentado.

11. A personas tales asesta sus tiros el enemigo común y con más fuersa, procurando con su

batería agregarlas a su compañía. Y aunque Gerónima, en los oficios en que en su juventud le ocupó

su religión, dio bastante satisfacsión, enpero andava distraida y no con aquel recojimiento que deve

una esposa de Christo. Hasta que pulsada de su Esposo, e instigada de su consciensia , como dise

en sus escritos, a los treinta y tres años seis messes y quinse días de su edad, en dies de nobiembre

año de mill seissientos y dos, la recogió su Esposo para sí rindiéndola por el medio de la gravíssima

enfermedad que le dio a padeser por espacio de dies años cabales (como dise en sus escritos le fue

significado), en que me aseguró era indesible lo que padessió, assí en su interior, como en lo

exterior, allándose mui a menudo con (f. 3v) agonías mortales; pues entre lo mucho que padesió, fue

acompañado 30

casi continuamente con el acsidente de aogo. Y aunque es verdad que en los

monasterios se tiene con las enfermas el cuidado de religión caritativa, en siendo las enfermedades

dilatadas se cansa y descuida el cuidado más vigilante. Pues en dies años de padeser, ¿qué sería? Y

assí, he sido de verídica persona informado que, fuera del interior padeser (que sólo es padeser para

quien lo experimenta) fue muy afligida nuestra Gerónima con nesesidades de los subsidios

29

{impuestos} Debe ser "impresos" como aparece en N1.

30 Debe ser "acompañada".

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corporales, con desamparos y soledades, de suerte que llegó a extremo de estar sin una criada -

materia que sólo el pobre enfermo que lo padese sabe lo que es y aún quando se tienen

contemplarlas y sufrirlas (plaga común)- llebando todos estos trabajos con gran pasiensia,

resignasión y conformidad con la Divina Voluntad.

12. Cumplidos los dies años de su aservo padeser y quitado el aogo convalesió algo (aunque

en todo el tiempo que le asistí no tubo cabal salud). Desde el tiempo en que le empesé a asistir

experimenté en Gerónima el realse sobre las prendas naturales que dije arriba, grande temor de Dios

con tanta delicadesa de consciensia, que aun picaba a escrupulillos, rendida obediensia, amor a la

pobresa, no teniendo más de lo nessesario a uso, un huír de toda comunicación que pudiese ser

comunicasión distractiva y peligrosa, diligensia en la observansia de su regla y en quanto le

permitían sus achaques gran asistensia al coro y exacsión en el resar el Oficio Divino. No dejaré de

poner unas palabras que de su letra se allaron en <un> papelillo suio y son las que ban raiadas:

Aviendo resado al doble el Oficio Divino por complaser a Dios, la Reyna y Señora de las virtudes,

agradesiendo este rendimiento la cogió amorosamente entre sus brasos a premiarle lo que hasía por

su Hijo y le dio leche de sus pechos y lo que le dijo acerca del Sacramento del Altar. Una última

cláusula Y lo que fue lástima no la escribiera y fue por que me la avía comunicado verbalmente,

diréla un poco más abajo sitando ésta.

13. En dies de nobiembre de mill setessientos y onse fue ocupada Gerónima con el oficio

de Secretaria por tres años, entendiendo en todo el trabajo de su oficio, como en el manejo de

papeles y archivo de su combento; en que, hasta que murió, perseveró quanto sus achaques

permitían, con su grande inteligensia y no menos exacsión. En diez de noviembre de mil

setessientos y catorce la eligieron por Discreta por tres años. En dies de nobiembre (f. 4r) bre [sic]

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de mill setessientos y dies y siete la eligieron Abadesa de su monasterio por tres años. Y

últimamente, en dies de nobiembre de mill setessientos y veinte, la elligieron por Portera y

Difinidora; y exersió mui poco tiempo el de Portera por<que> se le fueron acresiendo sus padeseres,

de laia que la rindieron a estar casi continuamente en su lecho hasta que murió. Fue siempre

Gerónima zelosíssima de la honrra de Dios, salvasión de las almas y aumento y propagasión de la

observansia religiosa; piadosa, caritativa y liberal. Pues allándose en el oficio de Prelada ¡quánto

explaiaría estas virtudes! no se le ofresió ocasión de exerserlas que su zelo la omitiera. Y aseguro

tubo bien en qué mereser, pues le costó su exacta vigilansia algunas y graves pesadumbres, de que

no hiso caso su enteresa, cumpliendo con lo que le paresía devía.

14. El zelo de la salbasión de las almas y su bien, fue ardentíssimo (remítome a algunos

singulares casos que de sus escritos constan). Y, dotada del entendimiento grande que Dios le dio, e

illustrado de sus luses 31

, como con las doctrinas esquisitas que le partisiparon theólogos que la

asistían. Era en el monasterio distruidora de ignoransias (bien se sabe la jente que ai fuera de las

señoras religiosas), instruidora e illuminadora, dirijiendo a quantas alcansaba a Dios,

expesialisándose en instruirlas en el modo de haser las confesiones con las partes nesessarias,

fortalesiéndolas para la verdad e integridad. Solisitando por su persona a los confesores que las

nesesitadas le insinuaban eran en quienes se prometían su desaogo. Y no fueron pocas veses las que

personas que lo nesessitaban le descubrían sus senos 32

e interioridades, para más bien asegurarse;

tal concepto y con rasón tuvieron de Gerónima. No sólo las solisitaba e instruía, sino que solisitava

también personas zelozas y doctas que les hizieran pláticas doctrinales; (refiéro<me> en algo de

31

{le dio ilustrado de sus luzes}

32 {le descubrieron sus senos}

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37

esto a sus escritos). Y me aseveró un sujeto zeloso de confesar que el árcadus que tenía para

conseg[u]irlo era Gerónima.

15. Supe que un sujeto que comunicaba algo a Gerónima andava remiso en disponer sus

cosas y haser testamento. Y temía Gerónima en él, y con (f. 4v) con [con] rasón, algún

intempestivo rebato que no le diese lugar a cosa (y vive aún 33

). Gerónima, con su discresión y

modo, poco a poco le fue persuadiendo y consig[u]ió el que hisiese testamento. Sé no le movió

más que el bien del sujeto.

16. Estubo en esta ciudad el Reverendo Padre Fray Salvador de Cadis de los Capuchinos,

quien con su [e]spíritu apostólico, hiso en ella misiones. Visitó a Gerónima y ésta, al tiempo de

partirse, por ser misionero, le dio unas vinageras de plata (se se [sic] pagaron después de fallesida

Gerónima), le hiso corporales y purificadores para que llebase a la prosecusión de sus misiones.

Estando para partirse, dicho Padre solisitó al Bachiller Juan de Herrera, Presbítero 34

, para que le

acompañase a la Villa de Leyba a haser missión. Dicho Bachiller le dio el sí y al tiempo de la

33

{(y aún vive)}

34 Juan de Herrera fue discípulo del Padre Matheo Mimbela, uno

de los confesores de Nava y Saavedra. Herrera copió las lecciones

de filosofía que Mimbela dictó en la Universidad Javeriana en 1693

y que fueron tituladas "Physices tractatus"; éstas preceden a un

breve tratado de astronomía. Algunos capítulos de esta obra

fueron publicados por David García Bacca en Antología del

pensamiento filosófico en Colombia (De 1647 a 1761). (Bogotá:

Biblioteca de la Presidencia de la República, 1955). 201-232. Ver

Juan Manuel Pacheco, S. J. Los jesuitas en Colombia. Tomo III

(1696-1767). (Bogotá: Publicaciones de la Universidad Javeriana,

1989). 150. José María Vergara y Vergara en su Historia...

menciona al Padre Maestro Juan de Herrera quien dirigió el coro

del convento de Santa Inés (I.215).

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execusión se acsidentó en su casa gravemente una persona, de suerte que no pudo cumplir lo

prometido. Despidiéronse Padre y Bachiller jusgando no verse más. Ido el Padre por çircunstansias

que devió de tener graves, bolvió a esta çiudad, concluso el motivo de su venida. Bolbió a requerir

a dicho Bachiller le acompañase para aiudarle a la instrussión y confesionario. Respondióle el

Bachiller al Padre que en aquel tiempo no era posible, porque entendiendo en la Maestría de Capilla

de esta Metropolitana, no podía faltar. Fuése el Padre Fray Salbador; a Gerónima refióle 35

lo que le

pasaba. Gerónima llamó al Bachiller Juan de Herrera a persuadirlo; él le respondió que, estando tan

inmediata la celebrasión del Octavario de la Conseptión de Nuestra Señora (que con toda

solemnidad se sig[u]e en esta Metropolitana) y suscessivamente el tiempo de Navidad, como pedía;

que sólo con lisensia y dispensasión del Señor Arsobispo lo efectuaría (y me ha dicho dicho

Bachiller quien, assidentalmente, me refirió este caso, que propuso la condisión, jusgándola

imposible). Gerónima, que tal oió, al punto solisitó lisensia del Señor Arsobispo y, a la tarde, le

embió a desir al Bachiller Juan de Herrera que ia le tenía conseg[u]ida lisensia. Dicho Bachiller fue

luego a Gerónima y la 36

dijo: "bien está esto; pero io no tengo un real con qué aviarme". A que

respondió Gerónima: "no lo deje por esso, que io se le daré". E incontinentemente fue y le entregó

sinquenta patacones. Fuésse el Bachiller Herrera; hiso la missión. Bolbió. Arquirió 37

los

sinquenta pessos y se los llebó a Gerónima; por instansias que le hiso, no hubo forma de resevirlos.

Esto visto la (f. 5r) la [sic] dijo: "Señora, se los diré de Missas". A que respondió Gerónima: "no

quiero; que éssos se los di sólo porque se aviase para el bien de las almas". Y si alguien escrupuloso

35

Debe ser "refirióle".

36 Debe ser "le". Caso de leísmo muy frecuente en N1.

37 Debe ser como aparece en N2: {adquirió}

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39

dijese al que escribe que cómo se compadese esto con lo que tiene dicho de su pobresa, le

responderé lo que a otra religiosa (cuia vida loable está ia impresa) le oi. Es esto: "la bolsa de mi

Amado no tiene cordeles". Y si afuera hasía <esto> Gerónima, ¿qué haría dentro su presensia? No

llegó persona nesessitada a su çelda, que de lo que tenía a uso, no la socorriera. Era el consuelo de

las aflijidas; era tal, que a ella como a desaogo ocurrían. Assí que llegava a su notisia qualquiera

sinsabor que hubiese avido en lo interior de su monasterio, como Iris 38

, lo apasiguava y componía.

17. Las mortificasiones se las dio Dios de su mano, siendo tan extrahordinarios y diversos

los acsidentes que con tanta gravedad la molestaban, que los médicos no los alcansaban. Los

dolores de cabesa eran tan intensos, que me desía, le paresía le partían el casco y como que se le

saltaran o arrancaran los ojos. Los dolores de todo el cuerpo, como que se le hisieran pedasos, no

pudiendo moverse; tanto que, ministrándole yo el Santo Sacramento de la Penitensia, en su asiento,

y riquerídole que, siquiera al tiempo que le absolvía, se pusiese de rodillas, no lo pudo haser su

humiliasión devota y me dijo varias veses le era imposible. Padesía unos ardores tan aservos en lo

interior de su cuerpo que me solía desir: "se me abrasan las entrañas, estoi metida en un infierno".

Y lo que io más ponderé fue que me desía que como que le dividiesen el cuerpo en dos partes en

todo iguales. El un lado intensíssimamente se abrasaba y el otro extremadamente se elava y esto a

un mismo tiempo. Su sueño era cortíssimo; lo más de la noche en vela. Su comer, más a fuersa,

que a apetito. Y verle la gentilesa del cuerpo, como de quien vende salud (como desimos) y que

con este casi continuo padeser viviese más de veinte años que yo le assistí, sin los primeros de

maior aservidad. Con esta experiensia me lleg[u]é a persuadir que tales padeseres, sin acabar al

38

Curiosa alusión a una divinidad pagana en un texto sobre

temas místicos.

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paciente, no cabían en indisposisión o alterasión de humores naturales, sino que el Señor le daba

permiso al Demonio para que la atormentase. No padesió pocas mortificaciones de personas no de

vaja esfera. Pues de sus criadas (quando las tuvo, sé lo que es esta gentalla) fuera de muchos y

graves sinsabores, jamás le assistían a tiempo, ni en cosa que hasían (f. 5v) hasían [sic] le davan

gusto; díjome varias veses: "aun en estas cosillas triviales no me sale una a mi gusto". Todo esto

llevó con pasiensia 39

.

18. Era su natural grande, ardiente e 40

vivo. Pero el santo temor de Dios la sujetaba,

comprimía y abatía, teniendo bajíssimo concepto de sí, y assí fue mui humilde 41

. Fue mui dada a la

orasión mental. Los favores que en ella recivió de Dios, constan de escritos de su misma letra.

Procuraba estar siempre en la presensia de Dios hasiendo actos de Fe, esperansa, amor de Dios,

contrisión y resignasión con la voluntad del mismo Dios.

19. La devosión de Gerónima a Nuestro Amo y Señor Jesús Sacramentado fue

ardentíssima. Ella corría con la sera con que se avía de alumbrar los jueves; con la distribusión de

los días de su festejo en su octava, procurando con grande exacsión y esmero el adelantamiento de

su culto; el que en su presensia se estuviese con la reverensia y devosión que se deve, tanto que

procuró obviar el uso del polvo de tabaco, ansiando también el que las almas no estuviesen retiradas

de este supremo combite. Y en uno de los dulses colloquios y que tuvo Jesús con su esposa (aquí

entra la cláusula confusa que referí en el numero 12) Y lo que le dijo acerca del Sacramento del

39

"Todo esto llevó con pasiencia" no aparece en N2.

40 {y}

41 {concepto de sí, así fue muy humilde}

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41

Altar (que a mí me lo avía dicho), le dijo: "Gerónima si no me hubiera sacramentado, sólo por que

tú me resibieras, me sacramentara". !O 42

Dios! Con consulta del Padre Doctor Matheo de Mimbela

de la Compañía de Jesús sujeto tan lleno y conosido no sólo en este Reino, sino en la Europa, quien

fue confesor de Gerónima y me hordenó también a mí la asistiesse 43

, le hordené a Gerónima

comulgase cotidianamente. Y mientras lo permitieron sus achaques, obedesiendo lo executó.

42

{õ} La "o" con tilde no aparece en N1.

43 El Padre Matheo de Mimbela fue rector y maestro de novicios

del Colegio de Tunja. Éste, supone Darío Achury Valenzuela, pudo

haber sido confesor de la Madre Castillo entre 1708 y 1709.

Después de esta fecha se trasladó a Santa Fe en donde ocupó el

cargo de Viceprovincial y luego el de Provincial de la Compañía de

Jesús entre 1709 y 1716. Por esas fechas debió ser confesor de

Jerónima Nava. Ver Darío Achury Valenzuela, introducción, notas e

índices. Obras completas de la Madre Francisca Josefa de Castillo.

2 vols. (Bogotá: Banco de la República, 1968). I.LXXXIV. Mateo de

Mimbela fue el autor de Physicorum tractatus. Lecciones de

filosofía dictadas en la Academia Javeriana de Santafé; esta obra

fue editada por Juan de Herrera y publicada en 1693; está escrita

en latín y se encuentra en la sección de Manuscritos de la

Biblioteca Nacional de Colombia (Delia Palomino. Manuscritos. Tomo

I. (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1989). 43. Juan

Manuel Pacheco, S. J. en Los jesuitas en Colombia dedica un

capítulo al Padre Mimbela (págs. 149-172). Según Pacheco éste

nació en Fraga (Aragón, España) en 1663 y murió en Santa Fe el 22

de abril de 1736. Pacheco cita otros autores que han escrito

sobre Mimbela. Uno de ellos es José Cassani en su Historia de la

Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de Granada en la

América. Descripción y relación exacta de sus gloriosas missiones

en el Reino, Llanos, Meta y río Orinoco. Almas y terreno que han

conquistado sus missioneros para Dios, aumento de la cristiandad y

extensión de los dominios de su Magestad Catholica. (Madrid:

Imprenta y Librería de Manuel Fernández, 1741). 605-618. Otro

autor que menciona al Padre Mimbela es Daniel Restrepo en su La

Compañía de Jesús en Colombia. Compendio historial y galería de

varones ilustres. (Bogotá, 1940). 393-394.

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42

Como también conferido entre los dos, le hordené me diese por escrito quenta de los sentimientos

interiores de su espíritu, que aunque <lo> hiso en sessenta y <quatro> fojas que de su letra con seis

papelitos <que> entregó con éste, no fue todo, que es lástima; ni con sus indisposisiones me paresió

estaba para 44

dar otras de su padeser, ni proseg[u]ir .

20. No fue menos exacta en venerar a nuestra Ama y Señora la Santa Virgen María. !O

Madre de Dios! Y deseando infundir en todos esta tan importante como devida devosión, hiso

fabricar tres letras de fierro: una S., un y una M. que significasen ser esclabos de María. Y

puestos los herresillos al fuego imprimió las tres letras en la palma de su braso siniestro e hiso la

misma demostrasión con muchas personas en el monasterio, que están (f. 6r) 45

tan [sic] selladas. Y

un sacerdote de conosida virtud y letras me manifestó su braso para que io le viese, que le selló

Gerónima. De letra de la misma se alla en uno de los papelitos estas palabras: Como le dijo la

misma Señora que desde que avía sellado algunas personas por esclabas suias, avía esculpido en su

santísimo corasón el nombre de ésta su sierva y se lo mostró gravadas las letras sobre su pecho.

Estos efectos y estos favores resiben los verdaderos devotos de María Santísima.

21. Desde el tiempo en que la eligieron Portera a pocos días 46

se le fueron acresiendo de

suerte sus padeseres, que casi lo más estubo en cama; tal ves se vestía y levantaba y mui raras salió

de su celda. Al principio del mes de mayo de 27 se le reacresieron de laia que, convocados los

44

Tachadura.

45 <Son sessenta y quatro las fojas que numeré al principio de

los márjenes. Y seis los papelitos, que conforme están; me

entregó Gerónima>. Al margen izquierdo de N1. Esta anotación no

aparece en N2.

46 Tachadura.

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43

presentes médicos, y vista por ellos, no dieron esperansa de su vida. Asistióla el Padre Matheo de

Mimbela, con la caridad, esmero y puntualidad que quando pudo usó con Gerónima (y esto es

uniforme en dicho Padre con los que a su Paternidad se acojen); assí mismo el Doctor Don Juan

Baptista de Toro. Y io le ministré por viático a Jesús Sacramentado; después, el Bachiller Juan de

Contreras le ministró el Santo Sacramento de la Extrema Unctión. Y aunque todos estos sujetos

assistieron a Gerónima, io fui el que, como desde que la conosí, le continué más y ocupé más

tiempo en sus fatigas. Comunicóme los sentimientos que tubo en estos días en su espíritu, que

como pudiere, en brebe referiré.

22. Mostróle el Señor una cruz formidable en que le insinuó la avía de poner. Assí fue de

excesivo 47

lo que le dio a padeser estos <días últimos>, que toleró Gerónima con grande

conformidad con la voluntad de Dios. Díjome que sensitivamente se allaba en su lecho, que no le

permitían moverse, como que sentía que le tenían asidos los pies como con grillos que le hubiesen

puesto.

23. Mostróle también el Señor cómo podía averla sumerjido al Infierno y tenerla allá (en

figura de una fiera animal zerdoso formidable, despidiendo fuego por los ojos), y en aquellas

llamas, padesiendo lo que no es desible y sin poderse mover.

24. Mostróle un camino que avía de pasar, con una angostura mui peligrosa y senagosa,

subsig[u]iéndose otro camino mui delicado que iba a dar a donde no avía fin. Luego que me lo dijo

me paresió a mí que la angostura mui peligrosa y senagosa era un género de curasión que le

amenasaba, más amargo que la muerte y después me confirmé en ello. Porque aviéndola padesido

47

{exesivo)

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44

48 (f.6v) padesido [sic], tolerado y sufrido, me dijo a mí: "ia salimos de la angostura y resta lo

demás. El camino mui delicado". En que entendí 49

era el fin de su vida, como me desengañé

allándome en ella.

25. Estos días comulgó quantas veses se pudo. Y me dijo que uno de ellos, después de aver

resevido a Jesús Sacramentado y abrasándose extremadíssimamente en todo su interior del cuerpo,

vio dentro de sí a una palomita vellíssima, quien teniendo en su piquillo a un grano de trigo,

estendidas sus alitas, las batía y la refrigeraba.

26. Al principio de este su último acsidente, viendo yo la enteresa de su cuerpo y de su

pulso, persuadido de que siempre padesía, no me persuadí a que se moría (hasta dos días antes de su

fallesimiento) y disiéndoselo yo assí me dijo por tres o quatro veses: "Vuestra Merced verá cómo de

ésta me muero y lo verá". Es 50

indesible lo que me significó padesía en estos últimos días. Y

48

<Digo yo el Doctor Juan Bautista de Toro, que aviendo leído

con toda reflexión y cuidado este escrito una y otra ves he

hallado como Director que fui (aunque indigníssimo) por mucho

tiempo de el sujeto que en él se trata, que es la Madre Gerónima

de el Espíritu Santo monja de Señora Santa Clara de esta Corte, y

que todas las cosas que están en este quaderno escritas

(exeptuando las que esta Madre confirió y manifestó con el Señor y

al Señor Doctor Don Francisco de Olmos y Zapiaín en mi conciencia)

las tengo todas por muy verdaderas, estando al conocimiento

individual que yo tube por espacio de muchos años del dicho

sujeto. Assí lo firmo en Santa Fe 28 de setiembre de 1727. Doctor

Don Juan Bautista de Toro (firma)>. Al margen derecho en letra

diferente a la del resto de manuscrito. Esta nota marginal

aparece en N2 al final del "Elogio de la autora" bajo el

subtítulo: "Certificación del doctor Don Juan Baptista de Olmos".

49 {El camino mui delicado, entendí}

50 Tachadura.

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45

expesialmente le sobreapretó un dolor violentíssimo en las que disen caderas, tan vehemente, que

qual no le vi otra ves le causó un desasón en el cuerpo que no cabía ni tenía sosiego; de donde me

persuadí, como del color y efectos de la urina, que lo que le quitó la vida fue piedra en el riñón.

Todo esto que padesió fue ofresiéndoselo a Dios, con grande resignasión en su voluntad y grande

pas en su interior; pues preguntándole io varias veses si tenía algún desasón interior me respondió

que no. Estuve en su çelda el día que murió a las seis de la mañana y dejándole al Bachiller Juan de

Contreras para que le assistiese salí a desir Misa. Y cerca de las nuebe del día me bolbió a embiar a

llamar (pues la ida a las seis fue a su llamado 51

). Fui luego y a poco tiempo que estube se le quitó el

habla. Io, sin apartarme de su cabesera y sugiriéndole continuamente actos de amor de Dios y de

contrisión. Sin haser más demostrasión que serrar suavemente sus ojos, espiró día juebes a las dies

del día veinte y nuebe de mayo de mill setessientos y veinte y siete. Jesús, María y Joseph.

Doctor Don Juan de Olmos Zapiaín y Loiola (rúbrica) 52

.

(f. 7r) Después de escrito lo que tengo firmado me es presisso añadir este caso. Siendo io

Rasionero de esta Santa Yglesia Metropolitana el día 24 de marso del año passado de 25, sin

51

{pues la ida a las seis fue por su llamado}

52 <He leýdo con todo cuydado todo lo contenido en este papel.

Muchas de las cosas expresadas en él las experimentó y todas las

tengo por mui ciertas respecto al largo trato que tuve con el

interior de la difunta. Y assí lo certifico en este Collegio

Máximo de la Compañía. A 26 de setiembre de 1727. Matheo Mimbela

(firma)>. Al margen izquierdo. Escrito con letra diferente a la

del texto principal y a la de la nota firmada por Juan Bautista de

Toro. Lo anterior aparece en N2 al final del "Elogio de la autora"

y lleva el subtítulo: "Certificación del Reverendo Padre Matheo de

Mimbela de la Compañía de Jesús".

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pretensión mía, reseví cédula de Su Magestad en que honrándome me ascendió a Canónigo. Estimé

el asenso, mas fue sintiendo el trabajo del exersicio quando en esta yglesia son los Canónigos los

que lleban el yugo y sequela de Missas a las nuebe del día por semanas, y siendo mi salud

desmedrada, mis años sobre sessenta y 53

<dos> 54

, entonses temí maior desasón de salud. Todo

esto comuniqué a Gerónima como a mi hija. Vaco el Decanato de esta yglesia, en 25 de febrero de

26 55

díjele a Gerónima pidiese a Dios y con eficasia que en la resulta de dignidad que puede quedar

con la provisión del Decanato, me asciendan a dignidad. Y si discrepa de esta ocasión totalmente

no me queda esperansa; repetíle este mi deseo varias veses y para más estimularle le dije también

algunas veses: "Mirad que en entrando io en el exercisio de Canónigo no pongo mis pies en Santa

Clara". Y en más de dos o tres ocasiones me respondió asertivamente que no persistiría io en la

Canongía; y estoi en que me añadió: "Vuestra Merced lo verá". Después de fallesida Gerónima, el

día 31 de jullio de 27, se me confirió canónica institusión de dicha Canongía. El día 19 de Octubre

de 27 hube notisia de averme conferido Su Magestad, que Dios guarde, presentasión de la dignidad

de Tesorero. Aviendo en este Cabildo otros individuos mui beneméritos, y aún dos Canónigos más

antiguos que io, y de oposisión, que son el Doctoral y Penitensiario. Mi provisión fue el día 6 de

Junio de 27, ocho días después de que fallesió Gerónima. Con que el "Vuestra Merced lo verá", me

salió tan çierto que lo e visto. Y lo assí escrito, en caso nesessario lo firmaré con juramento en

forma.

53

Tachadura.

54 Escrito sobre la tachadura en la interlínea.

55 {en quince de Febrero de veinte y seis}

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AUTOBIOGRAFÍA

JERÓNIMA NAVA Y SAAVEDRA

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48

(f. 8r) 56

Jesús María y Joseph

CAPíTULO 1º 57

1

Me dan gran cuidado algunas cosas extraordinarias que me pasan, así por ýntimas, como

porque conosco que son sobrenaturales y de éstas no tengo duda ninguna, porque ellas mismas me

nesesitan al asenso y las tengo por de Dios y también por yntelectuales; quiero dar quenta dellas

como pudiere para que Vuestra Merced las examine. Y si ay algunos errores, así en el escrito que

yo les doi como en el modo con que me pasan, me corrija y enmiende. Suele la Divina Majestad

dar 58

unas luses tan claras a mi entendimiento que se queda absorto y como suspenso. Y estas luses

56

<Son 2 fojas>. Al margen superior izquierdo.

57 Me acojo a la división en capítulos y a la numeración de los

"casos" hechos en N2. N1 carece de ellos.

58 Tachadura.

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son de sus atributos. Y este conosimiento suele ser tan claro, especialmente de su providensia,

bondad y mansedumbre, que el término que hallo para explicarme, es desir que experimento en

estos conosimientos el modo con que usa Dios de sus atributos. Y esto es lo que yo, aunque lo e

experimentado, no lo puedo explicar 59

. La voluntad en estos casos, a mi pareser, se derrite en

tiernos y suavísimos afectos y los efectos que causan en mi alma estos conosimientos son (bendito

sea Dios) varios; pero todos dirigidos a amar a Dios y a dolerme de mis pecados. Viniendo aora a

como queda mi cuerpo, digo que me parese que le an metido en un horno de fuego. Y aunque yo no

pierdo los sentidos quando me pasa esto, pues de manera que, aunque agan el ruido que hizieren, ni

sabré dar razón de lo que a pasado, ni yo e tenido atensión a otra cosa que a lo que me está pasando,

a mi pareser, en la sima del espíritu. Y en desaparesiendo estas luses quedo con un adormesimiento

60, que es menester rato de espera para poder caminar o salir. Susédeme, otras veses, ser estas

iluminasiones tan claras que me parese que me arrebatan el entendimiento y muebe a tales afectos a

la voluntad que milagro- (f. 8v) samente no muero según siento el corazón. Otras veses siento,

dentro de mi corazón, como alguna cosa que tubiese cuerpo y le persivo sensiblemente. Y en los

amorosos afectos a que muebe a mi voluntad, los quales son purísimos y castos, conosco que es el

Señor y que quiere que yo le sienta así. Atribúyolo a pura misericordia suya; y esto me ase conoser

más mi maldad, pues así como el asnillo no anda sino le aprietan el asicate me duermo yo y me

resfrío, y este Señor, sin sesar, me llama y atisa las chispitas de amor suyo; que obra en mí que aún

lo dudo.

59

{aunque lo experimento no lo puedo explicar}

60 {en un adormecimiento}

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2. Susédeme en otro modo que tengo esperimentado lo que diré; y esto lo causa el grande amor

y miedo que tengo de ser engañada, que, en representándoseme alguna cosa (hablo siendo en la

ymaginasión), no espero a ver el fin de esto. Si a mi pareser sierro los ojos y procuro repelerlo, sin

más que reselarme si será bueno o malo; y esto me parese a mí que será repugnar a la voluntad de

Dios 61

.

3. Digo más. Que en algunas cosas que me pasan (no hablo de las yntelectuales sino de las

ymaginarias) 62

, como sean algo obscuras, quedo con alguna duda de si serán de Dios o si serán

ylusorias; y esto me susede aunque ellas sean 63

de prinsipio a fin buenas. Y mientras mayor es la

merzed que Dios me haze, tanto es mayor la duda que yo tengo, porque me parese que no puede

susederme a mí cosa ninguna de éstas; esto es, siendo ymaginaria y obscura que, en no antes, quedo

64 con grande propensión a darles asenso

65.

61

{será repugnancia a la voluntad de Dios}

62 Tachadura.

63 {aunque más sean}

64 {que en no siendo, antes quedo}

65 Después de esta palabra siguen dos renglones de tachaduras.

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51

4. Digo más. Que en estos casos me lleno de tanto goso, que a mi pareser me veo como anegada

en un mar (f. 9r) de delisias; y confieso también que este goso es purísimo y que tiene su origen de

los divinos objetos que, a mi entendimiento, da Dios a conoser. Que, como dije arriba, a llegado a

tanto la bondad de Dios, que, a mi pareser, me a dado (digámoslo así) a tocar sus atributos.

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(f. 10r) 66

Jesús María Joseph San Miguel y el Santo Angel de mi Guarda

CAPíTULO 2º

1

Avía sido mi resistencia a los auxilios y llamamientos de Dios casi ynexplicable.

Porque si mi corazón fuera de sólo bronse, quisá le ubieran echo alguna mella los golpes con

que le hería o procuraba herir la Soverana Mano de Dios; pero mi duresa y obstinasión era

tanta que a ninguna demostrasión de éstas se rendía, no aviendo quedado medio suave y

blando por donde este Señor no me llamase. Y a los unos llamamientos y a los otros, a

ninguno correspondía mi fiera grosería. Pero lo que me empesó a meter en algún temor fueron

los terribles remordimientos que envió Dios a mi consiencia, la que me traía a raya. De tal

suerte que, 67

con las claras luses 68

que Dios me enviaba del mal estado de ella, la terrible

quenta que me esperava y el claro conosimiento de que mis pasos no se dirijían al Cielo, sino

al Ynfierno, cresían mis ynteriores congojas. Y de ellas resultava en mí un ansia grande de

que me cojiese Dios por su quenta y me aprisionase, haziéndome como fuersa a que le

sirviese; porque me paresía que de otra suerte no avía yo de poder enmendar 69

mi mala vida.

66

<fol. 24>. Al margen superior izquierdo.

67 Tachadura.

68 {con las luzes claras}

69 {no había yo enmendar}

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53

Y así, una noche que entre otras muchas que me quitó el sueño el peligroso estado de mi

consiensia, enpesé con grandes ansias nasidas de lo ýntimo de mi corazón a rogar y pedir al

Apóstol de las Indias, mi gran padre y querido San Francisco Xavier, se doliese de mi pobre

alma y me alcansase de Dios un medio para retraerme de las muchas perturbasiones que tenía;

y oi como 70

71

(f. 10v) una voz que hablava a mi ynterior y me desía que una enfermedad

havitual sería el único medio para que me retirase de todo. No puedo negar que esta propuesta

me ensanchó el corazón porque me paresió mui a propósito para lo que yo deseava (que era

abstraerme de toda ocasión peligrosa); y así, la asepté con mui rendida voluntad y la abrasé

con un regosijo grande. Luego empesaron los temores del gran peso que es una enfermedad

habitual y me aflijí de averla aseptado 72

. Desía llena de pusilanimidad: "no Santo mío, sea

otro el medio y no rendirme en una cama. Vien puede Dios echar por otro camino más suave,

y puede ser eficaz para mi remedio". No lo tubo. Ejecutóse, como se propuso, dentro de un

mes. Repentinamente me poseyó un accidente tan terrible que no ubo médico, de los muchos

que llamaron, que conosiese el origen de la enfermedad (la qual conosí avía venido enviada de

Dios), tan sircunstansiados los accidentes, que sólo yo, que entendía el fin amoroso de quien

70

<Aflígela su distraimiento acusada de su consiensia.

Clama a Dios. Y San Francisco Xavier de quien parese oir vos

de que una enfermedad sería medio para su recogimiento>. A la

margen izquierda. Esta nota está escrita con la misma letra

del "Elogio de la autora". No hay notas marginales en N2 por

lo tanto, todas corresponden a N1.

71 <1702. 10 de nobiembre. Fue esta enfermedad. El año de

1702 teniendo la Madre Gerónima del Spíritu Santo 33 años y 6

meses de edad pues nació en 25 de Abril de 1669. Durole 10

años. Aunque no le conosí perfecta salud mientras vivió.

Falleció en 29 de mayo juebes a las 10 del día, año de 1727, Y

yo a su cavesera assistíla desde año de 1707. Año de 1727>.

Al margen derecho. Escrito con la misma letra del "Elogio de

la autora".

72 {me afligía de haberla aceptado}

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me lo envió, conosía a qué tiempo yban en cresimiento los accidentes; y en todo el discurzo de

ella fue una admirasión el modo con que Dios la fue governando. Luego que se conosió el

gran peligro del achaque, aviendo desahusiado todos los médicos y rezevido, sin mereserlo,

los Santos Sacramentos, oy una voz en mi ynterior que me desía: "no morirás por aora, durará

tu padeser por dies años, aunque no en todos será ygual el tormento". Entendí que el Santo

Apóstol me negoseó este padeser, commutándome en él las terribles penas que me 73

(f. 11r)

esperavan por mis gravísimas culpas. No ay explicasión bastante para desir lo que en el

tiempo de mi enfermedad pasé de trabajos ynteriores y exteriores; y si Vuestra Merced gustare

alguna ves de saverlo, diré quando me lo mande algo.

2. Estava pues agonosidando 74

y aun quien más agonisara era la esperansa, porque aserca de

esta virtud pasé estupendas tentasiones, y los temores que tube de si me salvaría o no eran en

extremo horribles. Deseava confiar en Dios y no podía, repetíame el confesor que me ayudava

muchos actos de esperansa; vocalmente los hazía pero mi ynterior estava tan turbado que no

hallaba consuelo. Miraba a Dios ofendido; considerava el mal logro del tiempo pasado;

deseava vida para hazer penitensia. Ya el tiempo se acababa. Mis pecados eran enormes;

sercada estava de tribulasiones. Las olas de este mar de angustias ya me 75

ahogaban.

Finalmente, como pude, llamé <a la> jente y rogué que me trajesen a la cama una ymajen de

Jesús Nasareno, la qual me llebaron; y io, aunque tan mala siempre, avía sido afisionada a este

73

<Acepta el medio, y combates que padese despues de

aceptado =. Y biene la enfermedad =. Y díselese que sería

por dies años =. Y assí fue lo intenso = que salud perfecta

no se la ví=.>. Al margen izquierdo. Con la misma letra del

"Elogio de la autora".

74 Debe ser como aparece en N2: {pues agonisando}.

75 Tachadura.

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Señor por su mansedumbre. Pusiéronlo a mi vista; y por ser juebes, procuré hazer memoria

allá en mi confuso ynterior, de los trabajos que pasó en casa de Chaifás la noche de su prisión.

Miraba, pero llena de verg[ü]ensa, que no quisiera pareser en una presensia tan pura. Pedíale

me perdonase mis grandes culpas. Conosía que me quitava la vida por castigo y que todo esto

hazía contra aquella su amorosa ynclinasión que tiene a hazernos vien. Estando con estos

sobresaltos, amenasada de la muerte, esperando una sentensia tal como meresía mi mala vida,

fijé los ojos en esta sove- 76

(f. 11v) rana ymagen que, hablándole amorosamente a mi ynterior,

dijo: "Venite ad me omnes qui laborati et onerati estis et ego refisiam 77

vos". Al oýr yo estas

palabras, estaba observando la amorosa benignidad con que me miraban aquellos piadosos y

compasibos ojos (que me parese que aún ellos hablavan más que la vos que yo oýa) pues esta

amorosa vista fue, para mí, lo que es el agua para el sediento, lo que es la mañana para el

aflijido y congojado enfermo. Fue la lus que alumbró mis tinieblas, llenando mi alma de una

tan sierta y firme esperansa, que repentinamente esperé, no sólo salbarme, pero salbarme por

un modo milagroso. Esperé auxilios; esperé, no sé si diga que esperé. Esperé, no. Como

<quiera>, su grasia llenóme de consuelo, de paz, de alegría, de gusto y éste tan tierno que me

desasía en lágrimas, deseando que todos alabaran y dieran grasias a tan buen Señor. Esta

piedad me mobió a un tan gran dolor de mis pecados, que ya no me dolía de ellos por temor

del Ynfierno, sino por aver sido ofensas de aquel Bien Sumo, que ya yo yba conosiendo.

Estas amorosas vistas las a repetido varias veses y en cada repetisión queda mi voluntad más

captiva de sus piedades y con mayor conocimiento de su afable y amorosa condisión. Que le

suelo repetir muchas veses, ynpelida de sus piedades: "Señor, por bueno, te quiero. Señor, por

manso y apasible, te amo y quiero que se logren tus esperas. Señor, tu bondad me rindió. Tu

76

<Apunta aver padesido interior, y exteriormente>. Al

margen izquierdo. Escrito con la misma letra del "Elogio de

la autora".

77 {et ego reffitiam vos}. Debe ser "refitiam".

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56

misericordia vensa mi malisia; conóscante todos por bueno" 78

. (f. 12r) Fuéronse prosiguiendo

los llamamientos de este Divino Señor por medio de algunas luses claras que me dava de sus

atributos y en especial del de su misericordia. Y un día después de aver comulgado me paresió

que veía al Señor con la cruz en los ombros, mui fatigado y cansado y pretendía entrar con ella

en mi corazón. No cabía la cruz y io estaba temblando de verla porque me paresía que no avía

de tener pasiensia para mayores trabajos; y por último, no cupo la cruz en mi corto corazón 79

y entró sólo el Señor, dejando fuera de él la cruz. Yo quedé aflijida y confusa de no aver echo

el ánimo y rogado me dejase la cruz; y aviéndome dado grazia la pedí y rogué me la fijase en

el corazón, resignándome a hazer en todo su santa voluntad. Bolbió, después de pocos días,

con ella; no como que directamente me la traía, sino como que me la mostrava no más. Y io

así que la vi me avergonsé y le supliqué me la diese; y el mismo Señor me la yntrodujo en el

corazón y después se recostó sobre el mismo corazón, como que descansava.

3. Otro día sentí una suave fuerza que me ynpelía y llamava. Y recojiéndome a lo ynterior, vi

al Señor en un prado en forma de pastor; y io me vi en forma de obejita. Cojíame las manos y

los pies, y ligándomelos amorosamente, después de así atar[me], me echó en su cuello 80

; y me

disía que, de sus ombros, quién me quitaría. Yo quedé mui contenta, porque tenía muchos

temores y me veía amenasada de algunas ocasiones peligrosas.

78

<Háblale al interior una imagen de Jesús Nasareno =

Cáusale soberanos efectos y refiere averle visitado varias

veses>. Al margen izquierdo. Escrito con la misma letra del

"Elogio de la autora".

79 {en mi proprio corazón}.

80 {y ligándomelos amorosamente, y después me hechó en su

cuello}

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57

4. En otra ocasión vi al Señor que caminaba un camino mui fragoso 81

y de grandes

atolladeros. Me llebaba de la mano y al lado siniestro yba mi Ángel Custodio y mi confesor;

los quales yban como sirbiendo 82

83

84

(f. 12v) de despejar el camino. Y en algunos malos

pasos que avía le mandava el Señor a mi confesor que me alsase en brasos y me pasase; y él

así lo hazía, quedando el Señor mui contento y pagado.

5. De estas piedades y otras que lleba mi yngratitud experimentadas e consevido un amor

grande al amoroso corazón de este Divino Señor. Y estando un día en mi recojimiento sentí su

amorosa presensia que, bañando mi alma de goso y alegría, no podía menos que derretirse el

corazón en tiernas lágrimas. Sentí que se llegava a mí y echándome los brazos al cuello me

desía: "hija mía, amada mía, a quien yo con tantas ansias e buscado, que ya eres mía, que te

poseo, que te redujeron mis amores" 85

. Yo entonses, me entregué más, me procuré rendir

más y me arrepentí de mi obstinasión, deseando naser en aquel ynstante para dedicarme toda

aquel Señor 86

; el qual, alargando su 87

mano derecha, me sacó el corazón y con la otra sacó el

81

{un camino fragosísimo}

82 <Ve al Señor con la cruz fatigado, teme ser partísipe de

su cruz. Báse el Señor. Buelve. Resígnase su sierva.

Introdúsele el Señor la cruz en su corasón y recuéstase a

descansar en él>. Al lado izquierdo del margen izquierdo.

Escrito con la misma letra del "Elogio de la autora".

83 <Vese atar en figura de obejita y se la echa el Señor a

su cuello y lo que le dise>. Al lado derecho del margen

izquierdo.

84 <Ve que la lleban el Señor, su Angel Custodio y confesor

sacándola de camino de malos pasos>. Al margen derecho.

85 {que te reduge a mis amores}

86 {toda a aquel Señor}

87 {la}

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58

suyo de su amoroso pecho y me lo dio, poniéndolo con sus mismas manos, en el hueco que

avía quedado. Yo me asombré de que 88

la bondad de Dios colocara 89

la vilesa de mi corazón

en aquel pecho tan puro y le pedí grazia para saver estimar tan crezida merzed.

6. En otra ocasión, estando yo en una ocupasión, sentía un ynpulso ynterior que <me>

llamaba a la soledad y retiro ynterior y fue tan vehemente que ube de omitir lo que me

divertía. Y fui donde me llamavan, deseando hazer la voluntad de quien así me ynpelía; y,

aviéndome recojido, vi al Señor en un campo, frente a frente conmigo. Tenía un arco en la

mano y disparando una flecha a mi corazón, caí. Y el Ángel de 90

(f. 13r) mi Guarda, con gran

prestesa y lástima, me lebantó. Quando me lebantó ya el Señor se avía retirado de mí un

trecho y estava sentado como en un trono; el rostro severo y como que manifestava algún

enojo. Yo, desde el lugar donde estava, repetía aquellas palabras del publicano: "propitius esto

91" y aun no osava mirar a aquel Señor, que haziendo obstentasión de su poder ynfundía en mi

alma un temor terrible. Estava como quejándose de mi prodigalidad en aver desperdisiado

todos los vienes que me avía dado y más ponderaba el arrojo mío de averme expuesto a

perderle. Vi mui por extenso mis graves culpas 92

y el justo enojo de Su Divina Magestad, el

qual le avía dado permisión al Demonio para que me llebase; y a mi pareser avía estado este

enemigo como en espera del tiempo y sircunstansias que se le havían señalado para que

88

Manchón.

89 {colocase}

90 <Trueca Jesús su corasón, con el de sierva>. Al margen

izquierdo.

91 Tachadura.

92 Tachadura.

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59

ejecutase lo ya dispuesto 93

. Y 94

vi las muchas veses que, con gran vigilansia y cuidado,

asechava mis acciones; y conosí que la Santísima Virgen María, mi Señora, avía pedido se me

diesen treguas.

7. Quando vi en el grave peligro que avía estado mi alma y quán serca estube del Ynfierno,

procuré humillarme; y confieso que en la tierra no hallava lugar donde esconderme y así, al

sentro del mismo Ynfierno, me fui. Y postrada debajo de aquellos desbenturados gemía mis

hierros, pedía a voses misericordia, deseava que aquella triste canalla alabase y conosiese a

Dios por justo y bueno. No savía cómo humillarme ni cómo rendirme a quien tánto me avía

sufrido; ni tenía ánimo de salir de aquel lugar <a> 95

que mi verg[ü]ensa me avía condusido 96

.

(f. 13v) LLorava amargamente mis brutales hierros. Y estando en este estado, vi que,

compadesido de mi aflicción, el Santo Ángel de mi Guardia convidó al Archángel San

Gabriel; y los dos recabaron con mi Señora, la Virgen Santísima, el que me fuese a sacar de

aquel lugar. Fue mi Señora en compañía de los dos prínsipes que digo y cojiéndome de la

mano me lebantó y sacó, sirviéndome como de madrina. Y me llebó a la presensia de su

93

{ejecutase ya lo dispuesto}.

94 Tachadura.

95 Escrito en la interlínea sobre una tachadura.

96 <Dispara el Señor una flecha al corasón de su sierva.

Cae, lebántala su Angel de Guarda. Ve al Señor como en un

trono con severidad. Pídele perdón. Conose quantas veses

pudo ser perdida. Conose que Nuestra Señora le alcansó

treguas. Póstrase humilde debajo de los condenados; ve a su

Angel que combida a San Gabriel: quienes reçaban [recaban] de

Nuestra Señora la Virgen; la seguí allí. Cójela de la mano

llébala a la presensia de su Hijo. Échale el Señor los brasos

dále un abraso mui apretado. Dísele pobre, ignorante y siega.

Hiso unas coplas que se [ininteligle]>. Al margen izquierdo.

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Santísimo Hijo, que estava en la forma que dije al prinsipio; en cuya presensia me postré. Y

arrojada <en el suelo> 97

98

, nuebamente pedía perdón de mis pecados; y la Soverana Reina de

los Ángeles yntersedió por mí. El Señor me llamava que me <a>sercase más al trono donde

estava y io no me atrebía ni aún a lebantar los ojos. Pero por obedeserle, temiendo no

consiviese mayor enojo, de rodillas me fui llegando; y luego que me aserqué, me echó

entrambos brasos y dándome un abraso mui apretado me dijo: "Pobre ygnorante siega". El

sentido que yo le di a estas palabras, o por mejor desir, la ynteligensia que tube de ellas, me

parese que es tan clara que me no ay para qué dar noticia.

8. Quedé después con una ternura tan grande, que por muchos días tube que llorar,

moviéndome 99

aquellas amorosas y cariñosas palabras tan significatibas que me dijo y aquel

tan afectuoso abraso que me dio, mostrando la gran lástima que tenía de mi seguedad y

ignoransia.

(f. 14r) 9. Paresíame, en otra ocasión, que veía a mi alma que, más con alas que con pies,

caminaba acceleradamente a un terrible presipisio; y que estando ya mui sercana a caer

presipitadamente en aquel abismo para donde caminaba, dando unos pasos tan desconsertados,

que a mí me parezía que todos los estorvos que se ponían en los caminos los pisava y otros

pasaba como por sobre ellos, dando para esto unos saltos más que de un bruto. Y observé que

llebaba los ojos tapados y casi a siegas proseguía esta jornada; y estando, como digo, ya para

97

En la interlínea. Escrito encima de una tachadura.

98 {me postré y afligida en el cielo}.

99 Tachadura.

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caer, me arrebataba el Señor y en sus brasos me cojía, como que me quería esconder de alguna

persona que andubiera en busca mía. Y luego entendí que quien me avía arrebatado y quitado

de la boca de aquel abismo avía sido su misericordia y que ella me tendría y anpararía para

que su Justicia no ejecutase en mí lo que yo misma avía buscado que era su rigor. No sé cómo

mi corazón quedó tan entero y no se hizo pedasos a la vista de esta finesa; y lo que io sentí de

ynclinasión a ser mui agradesida a lo que devo a este gran Señor.

10. Dentro de pocos días, estando en mi recojimiento, vi repentinamente al Señor todo

llagado; los cabellos, como si se los ubieran mesado, su Santo Rostro lleno de cardenales y

arrojado por los suelos. Yo me llené de confusión y no acababa de admirar aquel abatimiento

y la tristesa y aflicción que el Señor mostrava. Y Su Magestad me dio a entender que aquellos

ultrajes rezevía en el Santísimo Sacramento, y que la Santa Iglesia 100

estava con grandes

trabajos. También me 101

102

(f. 14v) paresía que rezevía muchas ynjurias de los mismos

eclesiásticos. Yo procuré hazer, por entonses, lo que me mandó; que fue que le rogase a su

Eterno Padre perdonase a los que así le ultrajavan.

11. Tenía yo gran deseo de que una perzona dejase la mala vida que tenía y pedía a Dios le

enbiase auxilios o le enbiase algunos trabajos para desengañarle y abrirle los ojos como podía.

100

{y que su Santa Iglesia}

101 <Por sus distracsiones aviéndose de executar justisia.

Se pone de por medio la misericordia de Jesús. Quien vense>.

A la izquierda del margen izquierdo.

102 <Ve al Señor ultrajadíssimo, maltratadíssimo y por los

suelos. Y le da [a] entender que esto padese en el mal uso de

[la] Eucharistía. Trabajos de la Iglesia. En injurias de

eclesiásticos>. A la derecha del margen izquierdo.

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Con amores y cariños la solisitaba debilitar y redusir y otras veses le ponía temores de la

muerte del Juizio de Dios; y ninguna cosa de éstas le movía. Cada día estava más pertinaz.

Yo clamaba a Dios por ella, y un día me la mostró Su Magestad en una forma horrible, porque

paresía un feros oso mui negro echado en el suelo. Tenía encadenados los pies, las manos, el

cuello y la sintura, y los extremos de estas cadenas los tenían siete feroses animales. Tenía

tres candados en la boca y los ojos vendados; paresía que estava como dormidísima y llegavan

algunas perzonas a despertarla y no asía movimiento ninguno. Llegaba el Señor, el qual

estava alonje ma<n>dando a estos señores que la despertasen; y viendo que no se lograva el

deseo, se llegava el mismo Señor y le dava voses y a estas voses hazía algunos movimientos.

Pero no se lebantó ni despertó del todo y el Señor, bolbiendo las espaldas, le dijo: "Yo después

que le vi 103

así hize mayores diligensias porque mudase de vida, y me salieron todas vanas"; y

pidiendo por ella aún con más ynstansia me paresió que la respuesta que me dio el Señor fue

esta: "Ynfierno tengo" 104

. (f. 15r) Entendí que le servía al Señor como de consuelo el tener

Ynfierno para que esta perzona pague su sordera y ingratitud; y todo esto me servía a mí de

dar más grasias a Dios, porque mejor que otra ninguna criatura le meresco yo.

12. Un día después que comulgué, aviéndome mandado mi confesor que pidiese por él y

entregase su corazón al Señor, le obedesí, paresiéndome que aquella era linda ocasión para

hazer la entrega 105

. Vi al Señor y le entregué el corazón de mi confesor, el qual rezivió con

grandes muestras de que lo apresiava y lo puso ensima de su pecho. Yo quise también hazer

103

{después que la vi}

104 <Ve que un sujeto (cuia vida era abiesa) es auxiliado

del Señor por ruegos de su sierba. Y palabras que le desía.

Y su pertinasia era tal, que fue el sujeto destinado al

Infierno>. Al margen izquierdo.

105 Tachadura.

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entrega del mío; estava presente San Francisco Xavier y luego que resolví entregar mi

corazón, me desía el Santo Apóstol: "sácatelo del pecho". Metí la mano como para sacarlo y

saqué una víbora, la que cayó en tierra. Y el Santo y mi Angel de Guarda y otras voses que yo

oía desían: "mátala". Y entre todos, le quitaron la vida a esta víbora. San Xavier, así muerta

como estava, la cogía y desía: "as de misturar mi corazón con esta fiera y e de sacar un

corazón paresido al mío o que tenga algo de él". Así lo asía, y formó un corazón, y me lo dio.

Quando yo vi que en vez de sacar corazón, saqué vívora, no sé cómo en presensia de aquella

Magestad, no me desise de confusión y verg[ü]ensa; porque se me dio a entender el nosibo

veneno que abía derramado aquella vívora, así en mi alma, como en las de mis próximos.

Después de esto, trataron de adornar el corazón de mi confesor y le adornaron con unas

piedras mui resplandesientes, así por 106

(f. 15v) por [sic] la parte ynterior, como por la

exterior. Y le fijaron dentro una cruz que, por una parte, constaba toda de dies esmeraldas

bellísimas (que me paresió desían allí que eran los dies preseptos) y a la buelta, por la otra

parte, eran finísimos safiros; con que entendí que guardados los dies preseptos del Decálogo,

tenía el Cielo por suyo, y otras cosas que mi rudesa no alcansa. Mi corazón fue después

ataviado y adornado por mano de San Xavier. Y pasados algunos días, los quales avía yo

empleado en admirarme de tener por corazón una vívora, asombrándome de que esta santa

comunidad me aya sufrido y otras veses admirándome de que el Demonio no me arrebatase

delante de todas, según era mi mala vida, pedía a Dios y a mi Santo Apóstol me recabase

tiempo para hazer penitensia o servir en algo a Dios. Y tube clara noticia de que gustava Dios

106

<Ofrese a Dios el corazón de un confesor suio. Y lo

resive el Señor. Ofrese el suio. Saca una vívora. Y San

Xavier su Angel Custodio y otras voses disen la maten. Y assí

muerta la mixtura San Xavier con su corasón para sacar un

corasón paresido al suio. Adórnalo el santo. Exersítase su

devota en instruir y enseñar; y dise tiene por cierto se

hubieran perdido nuebas almas si Dios no la hubiera escogido

para este ministerio>. Al margen izquierdo.

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107 que ynstruyese a la jente ygnorante; pues eran muchas las almas que se perdían por falta de

luz y así procuré y lo hize yr ynstruyendo algunas. Y me susedieron y an susedido casos

marabillosos aserca de esto. Y tengo por mui sierto que muchas almas se ubieran perdido si

no ubieran llegado a comunicar conmigo sus errores, de los quales les e procurado sacar con

toda la piedad y amor que Dios me a dado; teniendo a gran dicha que un candil del Ynfierno

quiera Dios que dé algún poquito de luz. Y la ansia de ynstruir y amor que tengo a las almas

es tanta que me ynpasienta mi sexo porque me ympide el que yo haga algo por quien tanto

hizo por mí.

(f. 16r) 13. Avíame un sujeto de mi cariño pedido encaresidamente rogase a Dios por él

porque se hallava con una propensión terrible a una señora que comunicaba 108

por motibos

muy diferentes, yo estava segura. Y conosía que el sujeto no avía de resolberse a <aser> cosas

en ofensa de Dios, porque así me lo avía significado. Y pasados muchos meses (no porque yo

me olvidara del encargo que me avían echo) hize una novena a los Siete Ángeles que asisten

en la presensia de Dios, a fin de que diese Dios lus a este sujeto para que se resolviese la

materia y le diese ánimo para apartarse de este peligro. Aviendo, pues, yo comulgado, quise

obligar a Nuestro Señor 109

, pues le tenía dentro de mí, a que me hiziese esta merzed y enpesé

a pedirle lo que llebo dicho. Conosí en el Señor una displisensia grande con el sujeto afecto y

como que se ofendía de que permanesiese en aquella ocasión. Confieso que esperé ocasión, y

quando el sujeto me tocó el punto, le hube de desir claramente mi sentir y que a mí me paresía

que le desagradava Dios de que persistiera en la dicha comunicasión 110

. Finalmente, él es

107

Tachadura.

108 {señora que lo comunicaba}

109 {quise obligar a Mi Señor}

110 {en la dicha ocación y comunicación}

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temeroso de Dios y le hizo grande armonía esto. Después de algunos días, en que me parese

que estava el sujeto casi sin ánimo de dejar esto, pidiendo yo por él, me dijo el Señor:

"traémele aquí" 111

. Yo le llebé y en presensia mía le hizo el cargo de sus arrojos, en averse

puesto en tantas ocasiones a perderse con la tal perzona y vi que el glorioso San Joseph

defendió a este sujeto de muchas caídas y mi padre San Ygnasio a la señora 112

. No pude

menos que significarle el peligro en que yo consevía estava, y luego se resolvió el su- 113

(f.

16v) jeto y dio de mano a la comunicasión (paréseme a mí que después, no paresiéndole tan

peligroso este trato, yntentó bolber). Y vi un día una nao que nabegaba viento en popa;

parezía que no avía de padeser naufragio ninguno y venía después, como sin sentir, a dar en un

escollo del que salía con gravísima dificultad. Y proseguía ynpetuosamente su derrota; y a

poco trecho eran ya las borrascas que padesía como en alta mar, que así lo vi; y aviéndome

causado esto gran lástima bolbí a requerir al sujeto, el qual fue Dios servido de quietar.

14. En otra ocasión, estando en el Choro, sentí la divina presensia de mi Señor que en forma

de pastor se llegava a mí. Llebaba un cayado en la mano y me desía: "tu as de ser mi perrillo y

as de andar siempre cabe mí 114

". Yo me admiré de que, en ves de querer que fuese su obeja,

quisiese que fuera perro; y Su Magestad dio respuesta a mi duda, porque me dio a entender

que quería que le resguardase su perzona. Más me admiré entonses y dije: "¿Señor, pues vos

111

{tráhemele aquí}

112 "a la señora" no aparece en N2.

113 <Este caso lo supe yo; de uno de los sujetos entre

quienes passó, y todo quanto mal le susedió hasta que dejó la

comunicasión = Alcansa del Señor se aparten dos sujetos de un

peligro próximo resíproco>. Al margen izquierdo.

114 {siempre tras de mí}

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necesitáis de que os defiendan?". Dijo: "Sí. Repara que los perros, como pueden, defienden a

sus amos, no porque sus amos no puedan defenderse. Pero ellos ladran en la casa y están

asiéndose pedazos porque no lleguen a ofender, ni aún la fimbria de la vestidura de sus amos;

y así lo as de hazer tú".

15. Otro día me vi en un campo o camino desde donde se divisavan, por un lado y otro, varios

montes serros y a mi pareser avía muchos atolladeros que pasar. Yba el Señor conmigo y mi

confesor también 115

. (f. 17r) Dava priza el Señor, como disiendo que se [a]sercaba la noche,

que apurásemos el paso. Eran ynsuperables las dificultades de aquel camino y Su Magestad

todas las yba vensiendo; alentava a mi confesor y a mí también. A ratos me llebaba el Señor

en brazos; a ratos mi confesor y me yba esperansando que poco faltaba para acabarse la

jornada. Rematóse en una como playa mui hermosa y aviéndome, a mi pareser, yntrodusido

en el Cielo, desía el Señor: "yntra yn gaudium Domini tui" 116

.

16. Estando un día con mi confesor, el qual me estava haziendo o dictando unos actos contra

las tentasiones que yo padesía, vi al Señor que a él y a mí nos tenía entre sus amorosos brazos;

y bolbiendo su Santísimo Rostro asia mi confesor le desía con gran cariño: "tu eres mi

trompeta". Entendí que todo lo que me enseñava se lo dictava Su Magestad, y se lo dije como

me avía pasa<do>.

115

<Dále el Señor a entender que quería, que resguardase

su perzona diciéndole havía de ser su perrillo>. Al margen

izquierdo. Escrito con letra diferente a la usada en las

otras notas marginales.

116 Debe ser como dice en N2: {Intra in gaudium Domini tui}

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17. Otro día le vi con las manos atadas y en forma de siervo, mostrando un rendimiento

general, y io le preguntava la causa de estar así; y me desía: "así me tienen los que me aman,

que pueden conmigo tanto que si me quisieren 117

atar las manos las tengo promptas para que

disponga[n] de mi perzona y de mis vienes". Y conosí el gusto con que les franquea sus

misericordias.

18. Por mis grandes ynpertinensias y molestias que causo a mi confesor me parese que estava

ynclinado a dejarme; y io aflijida supliqué a Nuestro Señor atajase esta resolusión porque tenía

para qué temer el entrar en nuebo gobierno. Y vi al Señor con el rostro mui aflijido, y casi

como llorando me desía: "dile a tu confe- (f. 17v) sor que si quiere entregarte a algún lobo que

haga por mí lo que haze, que yo le regalaré y premiaré. Que si teme el que por falta de luz

puede herrar yo se la daré para que te dirija y encamine. Y que si acá en el mundo, quando

algún gran Señor da un hijo a que se lo críen, atiende sin reparo ninguno, con todo lo necesario

y condusente para la criansa y educasión, ¿cómo se puede ymaginar que falte yo de esta

providensia?".

19. Han sido muchas las ocasiones en que e visto al dicho mi confesor propenso a dejarme (y

io le e encontrado razón). Y aviéndome hecho en otra ocasión esta propuesta, fui al Choro

echa una amargura y le dije al Señor que pues era mi padre cuidase de mí, que nuebamente me

entregaba en sus manos. Y me paresía que tomándome en brazos Su Magestad estava como

que no savía dónde llebarme ni a quién entregarme; y desía que a quien me criase, daría Su

117

{si me quisieran}.

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Reyno. Yo estava de la misma suerte que un niño fajados los brasos y dejando a Su Magestad

que me pusiese donde fuera servido.

20. En otra ocasión me llebó a un jardín ameno y hermoso y, sentándome junto a sí, me desía:

"¿me conoses? Mírame vien". Yo lebanté los ojos y le miré; y conosí que era el mismo Señor

a quien, por mis votos voluntarios, me dediqué; y acordándome de lo mal que e cumplido con

las obligasiones de mi estado, bolbía a bajarlos confusa porque con solas aquellas palabras 118

que me dijo me reprehendió toda mi mala vida. Y así como me acordó que me avía desposado

con Su Magestad me acordé yo de mis ynfidelidades; y no quisiera estar en su (f. 18r) su [sic]

presensia. Estaba yo mui adornada y Su Magestad me tenía de la mano. Desíame: "tan

gustoso es, para mí, el estar contigo como son de deleytosos estos amenos jardines y plantas".

Y haziéndose como desentendido de mis faltas me recojía todo el cabello; y redusiéndolo

como a uno o a una sola trensa, me dejó el pelo en esta disposisión y recojimiento. Yo me

miraba la gala que tenía puesta y, por ser de color pajiso y triste, me melancolisava. Y el

Señor me entendía el motibo de mi melancolía y me dijo: "<en> esta gala as de poner los ojos

siempre, y mirar en ella la tosca naturaleza tuya para que no te ensoberbescas <de> nada".

21. Muchas an sido las ocasiones en que a solisitado la unión con mi alma en la orasión. Y

aunque los modos an sido varios porque unas veses, se a yntrodusido Su Magestad en mi

corazón; otras, mostrándome aquella franca y amorosa puerta de su costado me a metido en su

pecho, regalando y acarisiando a esta serpiente como si fuera paloma; dándome muchas veses

a vever la sangre de su mismo corazón; sintiendo yo en mi alma tan ynesplicables júbilos y

118

{con sólo aquellas palabras}

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suavidad, que todas las cosas temporales me paresían ni el respecto de esta dulzura 119

a que

frequentemente me convida en éstas. Pues me llamó en una ocasión y me dio un abrazo tan

extrecho, juntando su corazón con el mío, que casi sensiblemente sentí que se estrechaba

conmigo (del qual favor quedé como fuera de mí y sin poder (f. 18v) por mucho rato recobrar

las fuersas que con tanto gusto avía perdido).

22. Paresíame en una ocasión que mi alma era un Reyno y que Su Magestad era el Rey de

ella; pero la voluntad mía servía como de General, o que avía de ser ése su oficio; el qual le

tocaba ejerzer redusiendo a las dos potensias y sentidos míos a la obediensia de este gran Rey;

y Su Magestad me dava a entender el derecho que tenía en este Reyno.

23. Estando yo deseando amarle con un amor de su gusto sentí que se llegó a mí y me desía:

"deseo que me veas para que me ames; allá te espero en mi Reyno". Y se me desaparesió,

dejándome herida y llena de ansias de verle por conseguir el amarle, admirando yo sus

bondades, absorta de su misericordia. Le estava alabando un día, y como suele suseder por

acá, que si a una perzona liberal le alaban alguna alaja que posea o prenda buena que tiene

dada de la naturalesa, es tanta su generosidad que la ofrese. Así mismo me susedió a mí, que

alabándole de bueno y de misericordioso llegó a tanto extremo su liberalidad, que me dijo:

"usa de mis atributos si quieres". ¡O ruin condisión la mía! Pues no teniendo nada, esa nada la

e escaseado a quien todo se me a dado. ¡Bendito sea este Señor; alábante los ángeles y santos

y gósate en tus atributos perfectísimos!

119

Tachadura.

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(f. 19r) 24. Quando le rezivo sacramentado le siento yncorporado en mi corazón; y me suelen

durar las espesies sacramentales dos o tres horas; y días a avido que hazta mediodía le e

sentido en mi corazón, causando en mi alma marabillosos efectos. Y en una ocasión le vi,

después que comulgué, en forma de cordero que estava pasiendo en un campo mui ameno; y

me dio a entender que era el campo del amor y que de él se sustentaba. Estando con gran

gusto y sosiego vi que acceleradamente tiraba una carrosa y se yba a esconder a mi corazón de

unas perzonas que yntentaban herirle. En esta ocasión me parese que fue quando le sentí hazta

serca de las dos de la tarde en mi corazón, de tal manera que los movimientos que hazía este

cordero ynmaculado los sentía casi sensiblemente. En otra ocasión le vi también en forma de

Niño hermosísimo; y estava como saboreándose y io le preguntava qué comía. Dezíame:

"hasta ora conservo en mi boca la dulse leche que me dio mi Madre". Y se quedava como

dormido sirviéndole mi corazón de 120

lecho.

25. Después de aver comulgado en otra ocasión le vi en forma de cordero; y tenía la carita

algo parda y esto me hizo a mí mucha armonía. Pero presto salí de la duda, porque me dijo:

"tus ojos son los turbados y defectuosos y por esa causa no me ven". Después, se fue aquella

cara bolbiendo albísima o io la fui viendo; y siendo así que ni antes ni después no le <vi> pinta

ninguna. Dentro de breve rato lo vi con unos sal- (f. 19v) piques de sangre y me dijo que mis

congojosos cuidados y distracciones le tenían así. Y le pedí me perdonase proponiendo la

enmienda. E sido siempre afisionada al Santísimo Sacramento por la bondad y silensio con

que en este sacramento a disimulado las ynjurias con que yo le e ofendido y estando haziendo

memoria del amor que le mobió a quedarse sacramentado. Estavan actualmente en la

prosesión de Octava de Corpus y me paresió que le veía en traje de Capitán General. Su

120

Aquí aparece la palabra "establo" que ha sido tachada y

vuelta a escribir.

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vestido era rosagante, la gallardía de su perzona y la afabilidad con que miraba a todo su

ejército no puede mi rudeza esplicar. Yba como gloriándose de ser Señor de todos los que le

acompañavan y también mostrava que los obsequios que le asían, los agradesía y aseptava. A

mí me paresía que si cualquier criatura, por ruin que fuese, ubiera llegado este día a pedirle

alguna merzed ubiera tenido por merzed el que se la pidiesen, según su benignidad y amor.

Yo quedé, a mi pareser, más enamorada y más deseosa de no disgustarle y de que todos 121

, en

la forma que pudieren nuestras fuersas, le obedescamos y sirvamos. Y hazta el día de oy a

quedado en mí aquella ynpresión de la hermosura de este Soverano Capitán.

26. Aviendo comulgado un día le rogué no se fuese de mi corazón por todo aquel día. Y le

sentía en él como recostado descansando, causando en mi alma unos deleites y gosos que

parese que ya se quería salir ella de mi cuerpo, o que io no tenía capasidad para que cupieran

en mí aquella máquina de avenidas tan suaves. Y le sentí que, echándome los brazos, juntó Su

Santísimo Rostro con el mío; esto lo sentí sensiblemente y quedé por más de dos horas sin

poderme mover, esperando morir a manos de aquella dulsura.

(f. 20r) 27. Aviéndome tratado su Divina Misericordia con tanta benignidad como llevo

dicho, me representó varias veses las ansias con que avía burlado a mi alma y las partes o

sitios donde yo estaba en ofensas suyas, como trayéndome a la memoria en qué ocasiones me

avía llamado. Lo qual savía yo vien que así avía susedido. Y aviéndomelas representado a la

manera de quando a una perzona, por pertinaz, le susede mal en algún negosio, y quien le

aconsejó vien le dise en tal ocasión: "para que no hizieses esto te di este consejo y no le

admitiste; pues ¿de qué te quejas aora?; herraste porque quisiste". Y prosiguiendo en quejas

121

{y que todos}

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esta reconbensión me desía; y io le vi cómo me buscaba y el poco caso que yo asía. Estaba Su

Magestad como alonje, aguardando coyuntura para hablarme; pero yo no la hazía. Y se bolbía

con el senblante triste, y como que 122

no savía de qué ynbensión balerse para rendirme,

preguntávame: "¿cómo te ba aora? Dime". Como quien dise, "es mejor servirme a mí. ¿Estás

ya desengañada, o apeteses las cosas que antes amabas?" ¡Qué confusión la mía! ¡Qué

verg[ü]ensa la que me causaban estas preguntas! Porque yo entendía que en ellas me desía:

"nesia, ¿qué amabas quando a mí no amabas ya?". Su Magestad me avía dado a conoser los

amigos que yo tenía, que eran el mundo, el Demonio y la carne. Hablando aserca de estas

veses que me buscó y llamó me dijo con unas sentidísimas palabras: "más caso hubieras echo

de un perrillo, que el que hazías de mí". Y en esta ocasión también señaló quándo avía sido

este despresio.

28. Dándole yo grasias porque me avía llamado y por los trabajos que me avía enbiado en la

enfermedad que e padesido, en los quales me hizo el beneficio de darme fortaleza y

conosimiento claro de que lo permití así, a fin de que me salvara, le vi en forma de un padre (f.

20v) de fami123

lias poderoso y liberal que sentado a la cabesera de los mui amados hijos suyos

(a los quales sus hierros le avían traído a aquel estado), estávase doliendo del acsidente que

padesía; y que lo padesía por horden de la Justicia Divina, justamente. Pero era tanto el amor

que mostrava y la conpasión que de mí tenía, que no pudiéndose apartar de mi cabesera, allí

permanesía, haziendo Él, por su perzona, muchos de los ofisios de consuelo que se me

ofresían a veses. Me alsava en brazos; otras, se recostava en mi misma cama alagándome y

consolándome; dava providensia general para mis alivios, de tal suerte que le vi tomar de las

122

Tachadura.

123 Tachadura.

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llaves de sus tesoros y soltándolas a los ministros suyos que me asistían, desía quanto

condujera al consuelo de esta alma: "lo pongo en vuestras manos". Y quien 124

tomó las llabes

me parese a mí que fue el Reverendo Padre Matheo Mimbela, a quien tanbién vi como

observando lo que el Señor mandava y lo que yo pedía o avía menester. Y así fue que con

espesial providensia suya me vi en las cosas espirituales tan llena de consuelo, que no me

acuerdo de aver avido menester cosa que luego al punto no estubiese prompta. ¡Bendito seas,

amorosísimo Jesús mío! Que pudiéndome aver negado la luz, me la diste tan clara en tus

ministros para que me fuesen, con los suaves colirios de la verdad, abriendo los ojos.

29. En una ocasión le vi sentado y a mí me vi en forma de un niño pequeñito que apenas

podía dar paso; aunque quería caminar no tenían fuerzas mis pies para andar. Estaba mi

confesor presente y el Señor le (f. 21r) mandava que me fuese sosteniendo; y en apartándose

un poquito, dava unos baibenes como que ya caía. Conosí la debilidad de mi naturalesa y mi

fragilidad; pues si no era con aquella ayuda no podía andar. Así lo tengo experimentado, y

tiemblo de que me dejen sola.

30. En otra ocasión también vi al Señor que estava con mi confesor, como rogándole que me

ynstruyese. Y me ponía él, por mandado de Su Magestad, la cartilla en la mano. Yo no savía

nada pero me acuerdo que lo que conosía era sólo el Christos. Yo entonses me vi un poquito

más grande como de edad de seis años. Le vi, en otra ocasión, sentado llorando con una

ternura tan grande que mobería a lástima a las piedras; y yo le preguntava la causa de aquellas

lágrimas y tristesa y me desía: "lloro la yngratitud de los mortales que me aborrecen

amándoles yo tanto. Pregúntales por qué no me quieren o en qué les e faltado yo. O qué

124

Tachadura.

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quieren que haga, más de lo que tengo echo y estoi haziendo, que fuera bueno hazer". Desía

para rendirlos: "ellos me pierden, y no saven lo que pierden. Yo soi Sumo Bien. Ellos no me

conosen por tal. ¡Pobresitos, que no saven lo que soi! Aman lo que no merese amor. En

conosiendo lo que an perdido, ¿qué será quando yo les llame a juizio? ¿qué dirán? ¿cómo

resistirán el dolor que les a de causar su seguera?". Y cresían sus lágrimas.

31. Otro día estaba como echado en el suelo dando voses mui sonoras, mostrando a todos la

llaga de su costado, ofresiendo su corazón a todo el jénero humano. Y desía: "¿dónde están

los anbisiosos? ¡Avísenles que aquí les tengo un thesoro! ¡Venid!". Decía: "¡os llenaré de

riquesas". (f. 21v) En otra ocasión le vi como con un desmayo mortal y dando muestras de

que no tenía fuersas, o por mejor desir, paresía que aquel accidente era quien se las quitava. Y

en llegándome yo como a tenerle y consolarle, porque las muestras que dava eran de que su

ynterior tenía alguna causa, la qual redundaba en el exterior, le preguntava con respeto y amor:

"Señor, ¿qué tenéis que así os veo, tan fatigado y con esos desmayos?". Respondíame: "el

amor que tengo al jénero humano me tiene de esta suerte".

32. En otra ocasión le vi sentado en un campo serca de un camino expuesto a las llubias y

demás penalidades. Tenía la mano puesta en la mejilla y estava como confuso mirando los

pasajeros, los quales ponían unos los ojos en Él. Otros, aunque los llamava, tenían sus

llamamientos como por ynpertinentes; y casi no le davan oýdos. Quedava Su Magestad como

desairado y, no obstante, allí permanesía su amorosa pasiensia.

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33. Estando yo sintiendo no aver guardado su Santa Ley y deseando guardarla exactamente,

se llegó a mí. Y me dio una tabla en donde vi escritos los dies preseptos del Decálogo. El

primero, en que nos manda que le amemos, solo estava con letras de oro. Los demás eran con

tinta; y fue tanta la suavidad que causó en mí esta entrega, que me paresió, y así lo sentí, que

no pudo mandarnos cosa más dulse que le amemos. Conosí que este presepto es el que da

lustre a todos los demás. Y aserca desta tabla que me dio y la estima que hise, (f. 22r) me dijo

en una ocasión que si los mortales la guardaran adquirieran una tranquilidad y paz unos entre

otros, que fuera un remedo de la gloria.

34. En otra ocasión le vi en forma de pobre mirándoles a todos a las manos y a los senblantes.

Andava <co>mo pasándose y arrimándose por las calles. A mí <me> dio gran lástima verle

así y le pregunté qué misterio tenía el andar en aquella forma y suerte tan desbalida. Me desía:

"ando mendigando amores 125

. Arrinconado me tienen; no asen caso de mí". Los efectos que

causó en mí esta triste forma en que vi al Señor fueron de grande lástima y compasión.

35. Un día después de aver comulgado le vi en forma de un hermosísimo mansebo. Tenía

una túnica albísima y las sinco llagas patentes que hermoseavan todo aquel cuerpo 126

; su

cabello paresía oro riquísimo. Traía una cadena en la mano y me la echó al cuello; y Su

Magestad también metía su cabesa entre la cadena. Y después me puso un anillo y me dio a

entender que quería selebrar nuebos desposorios conmigo, haziéndome salir con esto las

125

Después de esta palabra hay dos renglones y medio de

tachaduras.

126 Tachadura.

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colores al rostro; pues todo sirvió de confusión y verg[ü]ensa 127

para mí, porque me puso

delante las ynfidelidades con que avía prosedido, aviéndole prometido guardar Ley. Mi

Señora la Virgen Santísima estaba como sirviendo de madrina y su esposo San Joseph; y

queriéndome festejar mi Señora la veía que me ponía una túnica que paresía toda de plata,

porque, a más de ser mui blanca, hasía unos visos como de plata.

36. Estando un día rezando el Ofizio Divino sentí su presensia. Y llegándose a mí que así que

le sentí no savía dónde meterme de temor, y encojiéndome, no osava lebantar los ojos. Pero

Su Magestad me cojía la cabesa y empesó a signarme todos los sentidos a la manera misma de

quando olean y, aviendo llegado a las manos, fijó los ojos en mí y con este mirar me habló, (f.

22v) reprehendiendo mis malas operasiones. Y lo mismo hizo quando llegó a los pies. Yo

entendí que quería con esta acción poner <nuebos> 128

reparos y fuersas a mis sentidos, para

que los governara, de allí en adelante, de otra suerte.

Estando otro día también en el Choro le vi dentro de mi corazón, a la manera misma de

quando suele entrar un señor en un huerto suyo. Andava como mirando lo que avía que

reparar. Tenía, a mi pareser, este huerto la serca mui ruin; a trechos estaba como a pique de

yrse toda al suelo. Las plantas y flores que avía estavan como confusas; con que Su Magestad

lo primero que reparó fueron los muros. Vi que los lebantó mucho y después que hizo esto

desía: "ortuz conclusus" 129

. Y a la sombra de unos árboles que dentro del huerto avía, se

recostó. Sentí en esta ocasión un ayre tan delicado y delisioso que me causava un consuelo

ynesplicable su regalo.

127

{vergüensa, y confución}

128 Escrito en la interlínea sobre una tachadura.

129 La expresión correcta en latín es "hortus conclusus".

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37. Vi también que, antes de recostarse, linpió y arrancó algunas hierbas que, a mi pareser,

aogaban las flores que avía. Pasados algunos días en los quales no avía podido dejar de sentir

la dulsura y refrigerio con que me dejó aquel ayre, estando engolosinada en estos favores tube

el atrebimiento de pedir a Nuestro Señor me diese a sentir lo mismo que avía sentido en esta

pasada ocasión. Y estaba también como con deseo de yrme algún 130

sitio a divertirme; pero

avía de ser yendo conmigo el Señor. Y me desía: "¿dónde quieres que te llebe?". Yo no savía

de qué avía de hazer elección. Y antes de responder yo me paresió que me vi en una parte mui

distante y remota, en la qual avía grande espesura de árboles hermosísimos, pero sin fruto

ninguno. Y me desía: "ésta es la Asia". Y me dava a entender que allí avía pocos que le

conosiesen; y que pidiera por ellos que nesesitavan de gran lus. Y después me sacó a otro (f.

23r) sitio más despejado, más claro; y avía en él varias plantas, aunque distavan mucho unas

de otras; tenía algunas flores. Desíame: "¿será aquella parte de las Yndias?". Pero no supe

quál.

38. Yba asercándose ya el tiempo de la Quaresma y vi un día a Su Magestad medio recostado.

Tenía una túnica morada y estaba mui afligido, pero con una mansedumbre admirable. Y de

rato en rato, asía unas demostrasiones como que le herían el corazón; y dava unos quejidos tan

tristes y sentidos que me hazía llorar a sollozos. Llegaron dos eclesiásticos que yo no conosí; y

éstos le herían más profundamente. El uno tenía todo el cuerpo y rostro patente; el otro

paresía que no quería ser visto. Y después de estos dos, llegaron, como a herirle también, tres

sujetos que tenían mitras. Yo me quedé absorta de ver por quién era así herido este Señor. Y

aunque las primeras heridas entendí que eran las malas confesiones y comuniones que se avían

130

{de irme a algún}

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de hazer en aquella Quaresma, no me persuadía a que el estado eclesiástico así hofendiera.

Tube lus de que aquellos dos eclesiásticos eran arrianistas.

39. El Miércoles Santo fijé la vista en un Santo Crusifijo y le estaba yo considerando

yndefenso, pues tenía las manos clavadas y los pies. Y me paresió que era linda ocasión para

llegarme a Él y pedirle perdón. Hízelo así y mi atrebimiento, o mi gran nesesidad, me llebó a

que besara aquella amorosa llaga de su costado. Y empesé a ver que de ella y de los pies y

manos salía tanta sangre, que ynundava todo el mundo. Y unos la abrasaban y como que se

bañaban con ella haziendo muchos apresios de su balor. Otros, en llegándoles, la arrojaban de

sí y como que la apartavan (f. 23v) y pisavan.

En otra ocasión vi al Archángel San Miguel que llebando un hermoso cáliz llegava al costado

del Señor y rezevía de aquella sangre; el qual cáliz entregava a los Ángeles Custodios para que

la repartiesen a todos los fieles christianos. Yo pedí me diesen a mí un poco para aquella

pobre alma que dije al prinsipio; y el mismo Archángel se la dio a su custodio de ella, y no

como quiera, pues llenó el cáliz. Y el Señor me pareze que me desía que aquella sangre se

malograva en aquella pobre alma y que le avía de servir de su mayor tormento.

40. Otro día estando mirando un Santo Crusifijo me paresió que le veía, en el pecho

contenido, un bolcán de fuego asiendo acometimientos a salir. Y reparé que este Señor no

tenía el costado abierto y por allí amagaban las llamas a salir.

Estando yo pidiendo a la Santísima Virgen María me instruyese y enseñase a cumplir con mi

obligasiones, y alentando mi confiansa, me paresió que me desía esta Señora: "por la

reberensia y amor que me as tenido e abogado en el trono de Dios por tí. Y conosiendo, con

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su eterna saviduría, que yo avía de rogar por tí obligada de mi clemensia y de los ruegos que

avías de hazerme, te predestino". Entendí este modo de predestinasión de esta manera: que,

desía Dios, al tiempo de elegir y reprovar por esta alma 131

, a de pedir María; y no le emos de

poder negar lo que nos pidiere, pues lo que se a de conseder después, consedámoslo aora. Y

ágase lo que ella mandare. No me dilato en desir los efectos porque no se aga más prolija esta

relasión; y así, yré disiendo lo que me a pasado, no más.

(f. 24r) 41. En otra ocasión, me paresía que lo veía en la puerta de la yglesia en forma de un

buhonero pregonando 132

sus riquesas, las quales daba de balde. Tenía las manos aviertas, sin

poderlas serrar y no avía capasidad en todo el mundo para que pudieran caber los tesoros que

pregonava; y así, a mi pareser, muchos se perdían por falta de apresio.

En algunas partes le e visto entrar y salir al ynstante, como huyendo; y es a mi pareser, que así

que le an sentido, le an echado fuera.

Un día le vi entrar en el Choro en forma de cordero. Balando, miraba a todas las relijiosas y se

les llegaba junto; y después, yba donde yo estava. Y me paresía que no podía sosegarse.

Bolbía a irse, y dava otro paseo por el Choro.

42. Una víspera de la Asumsión de Nuestra Señora 133

, al tiempo de empesar vísperas, le vi

que entró al Choro. Llebaba a la Santísima Virgen de la mano y iba como a mostrarle por

131

Debe ser como aparece en N2: {elegir y reinar por esta

alma}

132 {un pregonero pregonando]

133 {Una víspera de Nuestra Señora en su Asumpción}

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obra, la mejor de su diestra. Y a las que se la alababan, mostrava mucho cariño; y a las que no

la admiraban, rezevía de ellas como desaire o agravio. Se miraba y remiraba en su hermosura;

y dava a entender que gustaría de que todas nuestras pretensiones fueran por medio de esta

Señora, por tal de que supieran lo mucho que le ama. Y me parese a mí que la miraba y

rezevía mucho consuelo en que todas las generasiones le ubieran de conoser y alabar.

43. Con grandes ansias, me hallava una noche, de que amanesiera presto para rezevir al

Santísimo Sacramento. Fue aumentándose este deseo. Y paresía que quería salirse el alma a

yrle a buscar al Sagrario, sintiendo yo, para entonses, tener echo el boto de clausura; que a no

ser así, parese que ubiera atropellado por todo y me ubiera ydo a la yglesia a cumplir de alguna

manera mi deseo. Des- (f.24v) pués, así me paresió, que San Miguel y San Gabriel me

llebaban una forma, la qual rezeví; y a más deste consuelo me ponían delante la Custodia,

estando ella sercada de ynumerables tropas de ángeles lusidísimos que le acompañaban,

adoraban y reberensiaban. Veía yo en la Custodia una nube mui alba; y mirando por la parte

de adentro, estaba, como 134

debajo de esta nube que paresía de cortina, la Santísima Trinidad.

Avía entre la nube unas espigas de trigo mui llenas de grano, y los granos mui dorados y

lindos. El Espíritu Santo tomaba, con aquel pico amorosísimo, un granito; y así<a> un

ademán como que convidava con él. Este caso me costó un accidente 135

, porque difundió en

mí tal fuego, que fue menester hazerme varios medicamentos para templarme.

134

Tachadura.

135 {Estos casos me costaron un accidente}

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44. Supe, por gran dicha mía, que mi querido Apóstol San Francisco Xavier murió disiendo:

"¡O Jesús Dios de mi corazón!". Y io e procurado repetir estas palabras, en las quales e

hallado tanto consuelo, que cada repetisión es una entrega de mi corazón. Y estando un día

pidiendo a Dios fijase vien en mí estas palabras, me sacó Su Magestad el corazón y me mandó

que leyese el rótulo que tenía; y vi que tenía esculpidas las mismas palabras. Y en otra

ocasión, me mostró su corazón; y en él me tenía. Y mandándome que miraze <el mío> 136

, vi a

Su Magestad en él. Y me desía: "Gerónima es mi corazón y io soi el corazón de Gerónima".

Con estas finesas y amores me parese que me yba enamorando más y más de su amante

corazón. Y un día, estando en el Oficio Divino, convidándome con sus brasos y con su

amoroso pecho para que me recostase en él, como lo avía echo muchas veses, sintiendo yo la

suavidad y dulsura que no es posible desir, me derretía por veber de la sangre de su costado.

Y llegándome a ella me lo permitió. Y no sólo; pero sacándose (f. 25r) el corazón, me dio una

partesita mui mínima. Y quedé que me paresía que todo el mundo era estrecho para que

cupiese aquella grandesa que avía entrado en mí.

45. Desde que me dio la Tabla de su Ley bibo tan afisionada a todo lo que es amor de Dios

que en oyendo hablar de esto, o de los demás preseptos contenidos en ella, me suena a una

cosa del Cielo. Y estando yo en otra ocasión, entre otras muchas, que me a exitado a que le

alabe y bendiga por avernos permitido el gran vien de que le amemos, vi en mi corazón una

ynscripción que desía: "amarás a tu Dios y Señor de todo tu corazón". No quisiera yo que

fuera sólo mi corazón el que le amara, sino que todo el mundo se empleara en hazerlo así.

Grazias le demos porque nos dio su Ley y pidámosle la dé a todos para que le apresien,

veneren y estimen.

136

Escrito en la interlínea sobre una tachadura.

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46. Aviendo tenido, por su misercordia, luses clarísimas de su liberalidad, fiándome de ella

únicamente y no pretendiendo hazer cosa ninguna más que mirando su honrra y gloria, le

ofresía en esta forma mis pobres ejersisios: "Señor vos sois rico y liberal; como vos queráis

darme una gota de tu sangre, con ella ay no sólo para rescatarme a mí, sino a mil mundos;

pues yo no e de aplicar por mí ninguna cosa de las que hiziere si fuesen de vuestro agrado. En

vos mismo las deposito. Hazed de ellas lo que quisieres, a la manera misma de un hijo, que

teniendo de su padre abundatísimos vienes adquiere un marabedí y dise: "¿para qué quiero yo

esto? A mi padre se lo daré y él hará lo que gustare". Echo esto por algunos días, estando yo

gloriosa de hazer esto me llamó y me dijo: "mira mi liberalidad; pues de aquellas ruines obras

que as echo y depositado en mí te fabricó mi amor esta corona". Y me ponía una riquísima

corona de piedras mui resplandesientes; y a mí me paresía que todo el costo de aquella corona

lo avía echo Su Magestad, porque mis obras no alcansaban, por no tener <más> balor que el

que (f. 25v) que el que [sic] su bondad les quiso dar.

47. Olvidóseme en el lugar donde dije que bolbió con la cruz y me la dio, cómo fijó tres

dardos en mi corazón: uno de amor, otro de temor y otro de duda; con los quales he quedado

padesiendo lo que yo no puedo significar, ni piden otra razón de esto; con que no devo darla.

48. Otro día, estando en el Choro, sentí la presensia de mi Amado; y vi al Niño Jesús que con

gran seriedad y inperio llegó a mí y entrándoseme en el corazón desía, no como que hablaba

conmigo, sino como si allí ubiese otras perzonas: "este corazón es mío. Que yo lo conquisté,

arto digo, porque así es". Y no le costó poco su conquista (de todo lo qual mui bien me

acordé). Sintiendo mi rebeldía, entró en el corazón; y io deseava ver qué hazía. Miréle y

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estaba sentadito, como mui entretenido, haziendo una cruz pequeñita. Y yo observé que era de

filigrana de plata y que la hazía para mí; y convenía que fuese tan prolija como yo la admiraba.

49. En otra ocasión, después de aver comulgado y regaládome aquella suma bondad con

varios favores que experimento 137

, me paresía que estaba recostado en mi pecho, sintiendo yo

una dulzura y suavidad tan grande que no puede mi cortedad explicar. Desía: "más quiero y

apresio el corazón contrito de un pecador que el corazón tivio de un justo". A mí me paresía

que, por entonses, el mío se quisiera hazer pedazos de dolor; y con aquellas palabras deseava

que fuera mayor mi contrisión. Fueron, como quien dise: "no ymagine ésta que su corazón,

por ser tan malo, no lo apetesco; pues sepa que si éste 138

se duele de averme ofendido, le

apresio más que los tivios de los justos. Quedé basilando si sería esto así o no y el siguiente

día, a la misma hora, le vi en forma de casador. Acompañávanle algunos vasallos suyos muy

observantes en hazer lo que les mandava y andavan en alcanse de un toro. Por aquí le

atajavan, por allí le sercavan y no se podían aberig[ü]ar con él ni le pudieron dar alcanse.

Determinóse Su Magestad que estava a la vis- (f. 26r) a la vista [sic] de todo y por su misma

perzona echóle un laso y no hubo remedio. Quedó preso aquel animal que, en demanda de

cojerle, avía causado tantas fatigas a los que lo buscaban, así que le tubo con el laso que le

echó, como sujeto. Y por suyo fueron las muestras de regosijo que ubo, que mirando yo al

Cielo todos los de aquella Corte Soverana, enpesando por mi Señora la Virgen, davan

palmadas y le cantaban la gala a su poder, a su maña; y lo mismo hazían los que presentes

estavan. El toro era yo y estava aún así preso como discurriendo 139

qué trasa me daría para

137

{favores que experimenté}

138 "éste" no aparece en N2.

139 {y aún estando assi presso estaba discurriendo}

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salvarme de aquel laso. Pero el Señor me desía: "pues, ¿con qué te aprisioné?". Y al desirme

esto sentí la suavidad de aquella prisión, y le agradesía que me hubiese enlasado. Determiné

con sumo gusto yr donde me quisiese llebar, no ya resistiéndome, sino humillándome como

una obeja. Quedó el Señor con esto como victorioso, en medio de que le vi fatigado, y como

que necesitava de descansar del trabajo que yo le avía ocasionado. Y 140

todo lo dicho me

pareze que lo hizo a fin de que conosiese lo mucho que me avía resistido y la selebrasión que

hubo de que me ubiese por último enlasado y rendido.

50. Estava yo ansiosíma de verle porque algunas veses que me a echo esta merzed, a

permitido que, de todas sus hermosas fac[c]iones, la que más claramente e llegado a ver an

sido sus amorosos ojos. Y por verlos repetíale que se dejara ver de mí para que, alentada con

esta finesa, le amara más. Y aviendo comulgado bolbí a ynstar. En verdad que me quedé con

mi deseo; y con mil donaires me dio a entender que no quería dejarse ver porque, escondido

en una nube mui resplandesiente, dava muestras que estava dentro de ella; pero no quiso

dejarse ver por entonses. Y pasados pocos días después de aver comulgado le vi echado en mi

corazón, convidándome a que veviese de una fuente cristalina que en su pecho tenía. Yo

llegué y veví de aquellas aguas purísimas; y poco a poco fue tomando la forma de corde-(f.

26v) dero [sic] y me desía que era el cordero de Dios que quita los pecados del mundo.

51. En otra ocasión me paresía que veía bajar del cielo con ýnpetu extraño a la humanidad de

Christo Señor Nuestro; y io, admirada de aquel ynpulso, conosí que avía de yr a dar a algún

abismo. Y luego se me dio a entender que el abismo de mis miserias avía como llamado otras

al abismo de su misericordia, en busca de mi remedio.

140

Tachadura.

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52. Otro día vi un torrente purisímo que se dirijía a entrar en mi corazón, y io desía: "¿dónde

se a de poder contener este mar? Yo no tengo capasidad para que dentre en mí". Pero me

resigné y di grasias a Dios porque así me a llenado de sus misericordias. Del trono de la

Beatissíma Trinidad vi que salía un mar christalino de aguas fresquísimas, cuyo[s] raudales

bañaban toda la tierra.

Un día me paresió que vi a la Santísima Trinidad 141

y el Eterno Padre estava disiendo como

entre sí: "sic Deus dilexit mundum ut filium suum unigenitum daret". Y ponderando, a mi

modo de entender el aver echo esta finesa, se quejaba de la yngratitud de los mortales por estas

palabras: et mundus eum non cognovit.

An sido y son gravísimas las tentasiones con que el Demonio me combate. Y para mayor

gloria de Dios confieso con toda verdad que me e visto claramente, en estas ocasiones,

anparada de su bondad; porque con menos que su favor espesial, era ynposible resistir a tanta

persecusión y temores. Y consolándome un día Su Magestad parese que me desía que para mi

guarda me abía dado otro ángel, a más del que me tenía señalado; y me parese que 142

se llama

Jeudiel.

53. Estava yo bastantemente aflijida y mi confesor me trajo un Niño Jesús. Lo mismo fue

tomar este Niño en mis manos que desapareserse aquellos nublados que tenía, con el qual

benefisio quedé afisionada y agradesida al Niño y le traigo siempre en mi pecho. Y pa- (f.

27r) resiéndome mayor desensia dejarlo en su cunita que tiene, me fui a oýr Misa; y a poco

141

{que veýa a la Santísima Trinidad}

142 Tachadura.

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rato de estar en el Choro me paresió que por detrás de mí vi al Niño, o lo sentía sollosando y

llorando porque le avía dejado. Yo proseguí no asiendo caso de esto; y se repetían las

lágrimas tiernísimas del Niño. Tirábame la mantellina y me desía que le alsase. Entonses, le

dije que fuese con una religiosa mui observante que estaba junto a mí; y dando unas pataditas

hazía nuebos extremos porque le tomase en brasos. Tanto que ube de dejar la Misa y bajé a la

selda y le metí en mi pecho, en donde me costó mucho templarle el sentimiento que mostraba.

Y de rato en rato paresía que dava unos suspiros mui tiernos esplicando su sentir y la crueldad

mía en averle dejado.

54. Otro día, después que comulgué, me parese que le vi en mi corazón en forma de Niño.

Tenía una túnica asul que le desía de perlas con lo albo de su cuerpesito; estava como cojiendo

algunas floresitas y al cojer una rosa se clavó los deditos y me mostrava la sangre. Yo me

melancolisé de que en mi corazón ubiese tantas espinas y el Niño me reprendió, disiéndome

143 que aquellas espinas eran las que causavan mi timidés en evitar algunas ofensas en mis

próximos echos a su Magestad.

55. En otra ocasión me vi en forma de tortuga tan pesada y bronca, que con gran trabajo

andaba. Y todo mi anelo era yrme al lodo, porque en dejándome un ratico luego enderesaba

los pasos a los peores caminos. Y así vi como que me estaba mi confesor con un cayado,

dirijiendo y apartándome, echándome a que andubiese por caminos limpios. Esto me causó

tan terrible confusión y verg[ü]ensa que me paresía que no era digna de estar entre la jente.

143

{y el Niño me respondió diciéndome}

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Aflijíame mucho el verme tan benefisiada y que mi maldad nada me rendía; y así pedía a Dios

me hisie- (f. 27v) se la merzed de darme a entender en qué le agradaría, para hazerlo,

rindiéndome a su soverana voluntad. Y repentinamente vi al Archángel San Miguel en un

trono lusidísi144

mo. Y con el ýndise de la mano señalaba una estrella que, en una paborosa

obscuridad, se divisaba; y me dio a entender que Dios me quería para que fuese estrella y lus

entre aquellas densas nubes. Esto me confundió arto. Pero Dios, cuyo poder es ynfinito, ará

lo que quisiere y de los carbones hará estrellas ¡O bondad de Dios! ¡O misericordia! ¡O

asombro de piedad la que conmigo as usado! ¿Con qué podré yo servirte, Dios mío, tánta

máquina de finesas? Se da todo en honra tuya. Aquí me faltan los términos. Lloraba yo con

mi querido Esposo el que mi confesor quería dejarme, y conosía que si me dejava me exponía

a graves peligros. Pedíale que 145

, si era voluntad suya que este sujeto me asistiese, le diese

resolusión y fortalesa para que me ynstruyese; porque a su cuida146

do devo lo que no puedo yo

desir. Y estando en esta aflicción vi al Señor que, como amoroso padre, se llegava a mí y me

desía: "no te aflijas, hija mía. Dile a tu confesor que, por aora, no tengo perzona de mi

confiansa que te ynstruya. Que lo haga". Y cresiendo la aflicción en mí y en el Señor, me

desía: "¡o! ¡Cómo no estoi yo aora como quando vine al mundo! Que yo te tubiera en

compañía de mis disípulos y te alentara y sacara de tus dudas".

56. En otra ocasión vi a una señora hermosísima y mui adornada. Tenía como llenos los

pechos de suavísima leche que ofresía a muchas perzonas que la rodeavan y sercaban. Y

algunas personas que estavan distantes de ella le intentaron herir y le herían; pero el gran

144

Tachadura.

145 {le pedía que}

146 Tachadura.

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número de perzonas eclesiásticas que la rodeaban, la defendían y adornaban más poniéndole

nuebas joyas. (f. 28r) Me vi, en una ocasión, en forma de siega; y me desía el Señor que

aquel que no tenía vista para yr adonde le lla<ma>ban, que atendiera a la voz que le llamaba y

por ella se governara y llegara. Así lo yse y me fui llegando a Su Magestad. Pero para aver de

llegar pasava primero por unos atascaderos y lodasales que me mancharon no poco. Y así que

ube llegado me dijo: "más te falta por andar". Y se me desaparesió. Yo me quedé allí. Y Su

Magestad, le oýa yo, que estava continuando el llamarme en la sima de un serro

encumbradísimo. Su voz me alentaba. Y io, tomando por asilo unas hierbesitas mui débiles,

me yba esforsando a subir. Pero con terrible trabajo llegué a la cumbre y entonses me dijo el

Señor: "aora te daré el premio en que me conoscas y veas". No veía yo la hora de que me

diese vista; y deseando verla, se me desaparesió. Y me quedé como me estaba.

57. Estando en el Ofisio Divino me paresió que me avía llebado a los confines de una ciudad,

en los quales avía varias casillas medio caídas; y entre ellas estaba una más ruin que todas y

más a pique de caerse. Sentóse el Señor y enpesó a mirar todo aquel arrabal. Y poniendo los

ojos en la peor y más ruin casilla, dijo: "este es buen sitio. Aquí e de fabricar un palasio para

mi recreo". Y disiendo y haziendo (como disen) se enpesó la fábrica. Servía el Señor como

de dueño; y de sobreestante lebantaban paredes presto. Y a mi confesor le dava el Señor gran

priza. Tenía el palasio tres hermosas salas y de la de en medio mendigaban lus las <dos> que

le sercaban. Más abajo tenía una sala que parese la avían mandado hazer más recojida; y ésta,

a mi ver y entender, era donde se le avía de poner el lecho al dueño de la obra.

Siempre mi confesor 147

me encarga mucho que me entregue a Su Magestad Soverana; pues

yo, entre las muchas veses que en esto le e obedesido, un día me pareze que lo hize con mayor

147

{Siempre mi corazón y mi confesor}

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rendimiento y deseo de que me reziviese el Señor. Y a- (f. 28v) sí le hize entrega total de mí y

le vi que con unos pasos aselerados y amoros[os], llegándose a mí, me desía: "ven". Y abría

los brasos 148

para rezivirme. "¿Por qué te as tardado tanto, que desde mi eternidad te estoi

esperando?". Y luego, ynmediatamente, le vi como que estava enfermo, con una ardentísima

sed, y me desía: "tráeme agua". Y vebía una sola gota que yo le di; y era esta gota la llegada

de mi alma y la sed era de los demás.

58. Otro día le vi entrar en un jardín, en el qual avía muchas flores y plantas. Y las más

estavan tan secas que tomó Su Magestad grave enojo con ellas y paresía que las quería

arrancar. A mí me parese que determinó enviarles algún rosío.

En otra ocasión vi toda la casa, o los caminos de ella, como llenos de basura; y otros, tan

tupidos y espesos de hierbas, que no paresían caminos. Y el Señor me desía a mí que aquellas

basuras las avía yo de linpiar y los demás caminos los avía de despejar; y que estos avían

menester azeros.

59. Pidiendo yo a Dios nos diese una Prelada que mirase por la obserbansia relijiosa y que en

todo se hiziese su mayor honrra y gloria, me dio a entender que este beneficio no lo

mesiasimos 149

150

porque más se atendía al Reyno temporal que al eterno y que le teníamos

mui desobligado. Dióme a entender que le teníamos tan olvidado como suele estar un

hortelano, el qual está siempre separado de los de la casa y sólo le buscan quando han

148

{Ven, y alza los brazos}

149 Debe ser: "merecíamos".

150 {que este beneficio no lo conseguiríamos}.

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menester. Un día después de aver comulgado me a enseñado mi confesor que renove mis

botos. Híselo así con arto sentimiento de no aver cumplido con mis obligasiones y con deseo

(f. 29r) de hazer por Su Magestad todo lo que pudiese para cumplir con esta nueba

obligazi<ón>. Y así que los acabé de hazer o renobar me dijo: "ni el Sol ni la Luna as de

mirar". Así lo quisiera aver echo desde que me dediqué a Su Divina Magestad.

60. Un Día de Ramos comulgué y le pedí mereziese yo ser como aquella dichosa jumentilla

que escojió para que la sirviese en la entrada a Jerusalén; y me desía: "no quisiera yo que

fueras sino mi templo en el que descansara de mis fatigas; pero aviéndote ofresido y dedicado

a mí le profanaste y colocaste en él a tus ýdolos. Mira a quién davas culto y por quién me

echaste. Mira los adornos que te an dejado los que son tantos malos hábitos con que as

quedado". Y vi que trataba de adornar el templo para que fuese en él alabado y bendesido 151

.

Estando yo <en> una ocasión como anegada en las misericordias de Dios, y ia casi sin fuersas

para tantos favores le dije absorta de esas piedades: "Señor, ¿es posible que a la más vil de

todas tus criaturas, a la que tanto te a ofendido, busquéis vos con tantos extremos de amor que

parese que an ydo a porfía mis maldades y tus misericordias? Vensa, pues, quien más puede,

que es ella; y quede por tuya la victoria". Me dijo, como quien haze una resolusión balerosa:

"quiero que el mundo me conosca por bueno por medio tuyo. Lo que yo hago con tí 152

a de

servirles a los pecadores de que conoscan mi bondad".

151

{el templo para que fuese alabado y bendecido}

152 Debe ser como está en N2: {lo que yo hago contigo}

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61. Otro día estando yo reziviendo de aquellas manos liberales y de aquel amoroso corazón

tiernas carisias le dije a mi Señor a mi Señor [sic] quánto meresía estar en los abismos.

Díjome: "no me desalabes el gusto (f. 29v) de querer a los pecadores". "No te lo desalabo", le

repliqué yo, "sino me asombra tu piedad".

Avía estado mui fatigada de mis continuas enfermedades y con la misma fatiga rezava como

podía el Oficio Divino. Y me paresió que venía a mí una fragransia que me sacaba casi de mis

sentidos y luego vi al Niño Jesús que, llegándose a mí y poniéndome las manitas en el hombro

me desía: "críame". Yo procuré como pude desechar esto porque me parezía que era materia

sospechosa. Y el Niño permanesía junto de mí, como que quería abrasarme, o que le alsase.

Por último, le tomé en brasos y me hazía muchas carisias. Cojíame el rostro y me dava tiernos

ósculos. Desaparesióse y, dentro de un ynstante, yo le vi en forma de un hermosísimo

mansebo vestido de verde. Y me desía: "yo soi la esperansa de tu corazón". Pasado esto (al

día siguiente, me parese que fue), vi a la Serenísima Reyna de los Ángeles con el Niño en los

brasos. Ya me avía susedido ver al Señor como que estaba previniendo en el Cielo un lugar

para la que avía sido su ama y me vi en forma de ama. Y este día que digo, así<a> el Niño en

los brasos de su Santísima Madre unos acometimientos como que se quería yr conmigo; y mi

Señora me lo entregó para que le criase y cuidase mucho. Dióme una doctrina aserca de la

dieta espiritual que avía de guardar y el Niño un día me dio a entender que quería que hiziese

con él el oficio de ama. Yo no hallaba qué darle y aplicándole a mi corazón 153

me paresió que

se lo avía vevido 154

.

153

{y aplicándome a mi corazón}

154 Tachadura.

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62. E sido afisionadísima a los santos que se an señalado en yr por el camino del amor de

Dios. Y como el glorioso santo San Francisco de Sales tanto encarga en (f. 30r) tanto encarga

en [sic] sus obras el que amemos a Dios, le e tenido, desde que supe esto, grande afecto al

santo y a sus dulsí[si]mas y claras doctrinas, que contienen aquel asombro de sus escritos,

espesialmente el que yntitula "Práctica del amor de Dios". A esto también me tiene redusida

mi confesor, que es amantísimo del amor de Dios y siempre me lo encarga; y que todas las

acciones las dirija a mayor gloria de Dios. Estando, pues, hablando de aquel ensendido amor

de Dios <en> que se abrasava San Francisco de Sales y refiriendo yo algunas de sus doctrinas

que son una miel, 155

le vi que, llegándose a mí, me desía: "yo te recabaré el cumplimiento de

tus deseos". Y sacándome el corazón, se lo llebaba como al Cielo, a presentar a la Santísima

Trinidad.

No me susedió esto con mi padre San Francisco de Asís, a quien vi un día después de aver

comulgado. Mui enojado conmigo me dijo: "tu as sido piedra de escándalo en mi casa". Y

luego, al punto, se aparesió mi madre Santa Clara y, mostrándome una hoguera de fuego, me

desía: "así como el fuego destruye y aniquila quanto topa, así ybas tú destruyendo y

aniquilando mi casa con tus perversos ejemplos". ¡Quál me quedaría yo con esta tan justa

reprehensión! Confieso que no tube qué responder sino desear deshazer y enmendar mis

hierros.

63. Estando agradesiendo a Dios Nuestro Señor el que me ubiese dado su Santa Ley y

apresiando sobre todos aquel dulse presepto, me echó el Señor al cuello una cadena de oro

riquísimo y me puso dies anillos en los dedos de las manos.

155

Tachadura.

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(f. 30v) 64. Estando otro día ansiosa de ver su hermosura se llegó a mi cama vestido como

con una alba riquísima, los perfiles de oro y su cuerpo era afrenta del armiño. La llaga de su

costado es siempre en estas visitas mi cuidado y así, la trae descubierta, como quien dise: "si

gustas de verla y es tu recreo, no te la quiero esconder". Llegóse a mi cama y sentado en ella

me echó los brasos y me mandó que vebiese de aquel licor que recrea todas mis fatigas. Y

manifestándome aquellos hermosíssimos soles de sus ojos, que tan aprisionado tienen mi

corazón sus piedades, le miraba yo y no [me] artaba de remirarme en ellos. Y me dijo:

"hazme unos versos a mis ojos, cántamelos, que gustaré de oýrtelos". Pero yo, como soi tan

rústica, no me e atrebido a hazerlos.

65. Otro día estava yo cantando el Credo y en aviendo dicho: "et homo factus est 156

", me

dijo: "hazta que encarné no me pude sosegar".

Otro día, estava como sintiendo el pecado de Adán y los ynpedimentos que avían puesto los

pecados de toda la posteridad de él, para que se comunicase a los hombres.

66. 157

Lo que Vuestra Merced verá por este escrito, es lo que tengo ynpresionado; sin dejar

cuidadosamente cosa ninguna, ni aver ponderado ni exagerado lo que llebo dicho; y con la

grasia de Dios no saliera un punto de las reglas de la verdad, ni me parese que

equibocadamente dijera ninguna cosa. Y porque soi una pobre ygnorante y mi sexo es tan

156

{et homo factus est}

157 Este no es un "caso" sino el párrafo-conclusión de esta

parte de los escritos de Nava. Sin embargo, hemos conservado

la numeración que se le asignó en N2.

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ruin, digo casi en todo que me paresía (f. 31r) paresía [sic]. Ban con mucho gusto sujetas a la

lima de su 158

entendimiento.

¡Viva Jesús! 159

158

Tachadura.

159

Este párrafo termina al comienzo del folio 31r. El folio

siguiente, el 31v, está en blanco; el relato se reanuda en el

folio 32r.

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(f. 32r) 67. Estando rezando el Oficio Divino y derritiéndome en lágrimas de considerar las

finesas y amor de mi Señor y sus dulses y suaves llamamientos, le sentí que se llegava a mí. Y

derramando en mi alma un raudal de dulsuras, llenándome de consuelo y satisfacción, me

desía: "tú eres mi pedasito de tierra y io la quiero cultivar para mi recreo". Toda me entregué

y me puse en sus manos.

Otro día aviéndoseme ofresido algunas cosas que subir, las quales como miserable repugnava

mi naturalesa, me dijo: "atiende y mira quántos golpes lleba el tosco palo para llegar a lograr

la dicha de ser tabernáculo". Vien conosí yo lo mucho que restava pulir en mí y así me resigné

con su santísima voluntad.

68. Estando un día oyendo Misa vi la hostia que a tiempo de alsarla estava en manos del

sacerdote como una brasa ensendidísima. Y otras veses, quando Su Magestad estaba

descubierto me paresía que salían de la misma custodia unas luses, a la manera de los rayos

del Sol y entre ellas llegava yo a disernir como facciones mui perfectas. Y un día, represadas

más estas luses, me parese que vi en la hostia un rostro hermosísimo.

69. Sentí en varias ocasion<es>, como llebo dicho, una fragansia que yo no savía disernir

cómo era; pero me causava un consuelo y suavidad que no puedo yo explicar. Y io e sido y

soi afisionadísima a las flores, porque ellas me exitan siempre a que alabe a Dios. Y desde

que vi al Niño vestido de asul le suelo desir mil frioneras 160

: que es mi narsiso, mi jasmín, mi

clavel y mi azahar. Pues, estándole yo enamorando con estas rustisidades, le vi (f. 32v) en

160

Debe ser "frioleras".

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forma de un hermosísimo naranjo y estoi por asegurar que sensiblemente perziví la fragansia

de las hermosas ramas de azar que tenía ┼ 107

70. Al tiempo de alsar en la Chathedral, aviendo yo oýdo la señal, adoré a Su Magestad. Y

quando alsavan el cáliz me paresió que como dando el sanguis un herbor se vertía todo y en el

cáliz no quedava ni una gota. Vi, a mi pareser, que los que veneraban este Santísimo

Sacramento partisipaban más de este benefisio, o que la misma sangre se yba más a estos, que

a los otros que no le avían venerado.

71. Un día vi una fuente mui turbia y llegándose el Señor a ella, desía: "hermosa fuente mía,

¿quién a enturbiado 161

tus aguas?". Tenía, a más de aquellas asquerosas aguas, una multitud

de sabandijas, unas grandes y otras pequeñas. Veía yo que tenía tres desaguaderos: dos

pequeños y uno más sanjado. Por éste, fueron saliendo aquella máquina de sabandijas y, por

los dos pequeños, fue saliendo aquel baho que enturbiaba el agua. Y aviendo quedado mui

christalina, desía el Señor, hablando con ella: "viértete y redunden tus aguas en benefisio de

estas plantas que te sercan". Y por este mismo conducto por donde salieron las sabandijas,

corría la fuentesilla. Yba el Señor como a la una ribera y mi confesor a la otra. Y el Señor,

quando veía alguna cosa como de estorvo en este conducto, le mandava a mi confesor que le

quitase y él lo asía así. Y fueron prosiguiendo un trecho no mui largo, observando siempre no

ubiese ynpedimento para que corriesen aquellas aguas. Y a mi pareser, entraron todas como a

la misma parte de donde avían salido; el qual origen (f. 33r) no vi ni antes ni después, pero

estava sierta de que le tenían y de que yban a parar al mismo sentro de donde avían salido.

161

{quién te ha enturbiado}

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72. Estava repitiendo yo algunos actos que mi confesor me a enseñado, y entre ellos me

estava ejersitando en aquellas alabansas que continuamente dan los vienaventurados,

disiéndole: "Santo, Santo, Santo". Y me dijo el Señor: "dime Santo Dios de los pecadores,

como gustando de ser Dios de ellos, su anparo y remedio". A mí me dio gran gusto oýrle estas

palabras porque, siendo Dios de los pecadores, tengo yo gran derecho a este Dios. No sé si

tengo ya dicho cómo, llorando yo un día amargamente mis pecados y estando conbatida de

varios temores, llena de desconsuelos y dudas, se llegó el Señor a mí. Y tomándome en sus

brasos con sus <mismos> cabellos que ya yo avía sentido, me enjugó las lágrimas. Y como

suele un amigo hablar con otro de su satisfacción, así estava conmigo conversando y

alentando, con aquellas dulsísimas carisias, mi corazón.

73. Díjome un día mi confesor que qué le pedía a Dios para su merzed. Yo ya le avía pedido

que le librase de todo peligro de ofenderle y le diese fortalesa y lus para asistirme; pero por

obedeserle, quando comulgué le dije: "Señor, ¿qué me dáis para mi confesor?". Sacóse el

corazón y me dijo: "dále mi corazón". Y en otra ocasión, le hize la misma petisión al Niño y

me dio entrambas manitas para que se la diese.

Comulgué 162

un día y estando haziendo algunos actos de amor de Dios me preguntó el Señor

si le amava. Yo le respondí lo mismo que San Pedro, porque no me parese lo mismo desear

amar que amar. Y me replicó de esta suerte: "si me amas ¿dónde están tus obras? Mira las

mías". Esto me dijo en unas y otras palabras (f. 33v). En una ocasión padesí graves

perplejidades aserca de una materia y mi confesor me avía mandado pidiese a Dios lus. Y

estándole obedesiendo, vi al Señor como que desde el pesebre donde nasió avía ydo dando un

162

Tachadura.

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gran rodeo, el qual no entendían los mortales. Ni avían muchos conosido quién era el que avía

nasido, ni aun savían, yendo como yba por la calle de la amargura, si yba a morir por

redimirlos. Y que llegó a tanto su desconosimiento que pensaron muchos que de la cruz se

avía de yr al Ynfierno.

74. Comulgué oy y me ensendí en grandes ansias de entregarme al Señor y ser su esclava, no

pretendiendo otra cosa que vivir gustosa debajo del suave yugo de su Ley. Entreguéle mi

corazón y vi que le puso en medio una cadena; y cojiendo el extre<mo> se la echó al cuello y

la enargolló, quedando mi corazón allí preso porque esta era mi pretensión. Luego, vi dos

corazones: uno hermosísimo y partido y otro de piedra algo bruta. Conosí que aquel corazón

partido era el de el Señor y Su Magestad me desía: "mira mi liberalidad, pues llegué a dejarme

partir el corazón". Tomaba el mío, y como estaba tan tosco le supliqué lo labrase; aunque fuera

a muchos golpes. Estávalo haziendo así, y mientras estava en este ejersisio, como a hurtadillas

163, tomé del corazón del Señor. Y abrasándome con él no savía qué amores desirle, ni cómo

apresiarle. Bolbió el Señor a mirarme y, como si le cojiera de susto mi hurto, me desía:

"Gerónima, dáme mi corazón". "¿Qué es dar el corazón?", desía yo. "No lo tengo de soltar. Ya

savéis, Señor, que me muero por él. Y teniéndole en mi poder ya no a de bolber al tuyo".

Bolbía con amor yndesible a desirme: "Gerónima, dáme mi corazón". Y io le apretava más

con (f. 34r) mi pecho. Avía como acabado ya de pulir aquella tosquedad de mi corazón y,

queriendo colocarle en su pecho desía: "<no> me amaño a tener corazón de piedra". Vien

explicó con estas palabras sus piedades. Púsolo como en el suelo y bolbió a luchar conmigo:

"Gerónima, dáme mi corazón". Yo primero pareze que ubiera dado la vida 164

. No quise; me

163

Tachadura.

164 Tachadura.

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salí con la mía. Y viendo que no quería darle su corazón, me dijo: 165

"<quédate con él> 166

.

Con eso, practicarás lo que yo practique. Sé mansa y apasible con tus próxi167

mos.

Consuélalos y súfrelos como yo los sufría y consolava". No cabía yo de contento de verme

tan rica. No permita Dios que sus liberalidades las desperdisie mi loca prodigalidad.

75. 168

No e podido recabar conmigo el poner las señales que Vuestra Merced me hordenó,

por el temor que tengo de si mi mala memoria errara en la susesión de unos y otros

sentimientos. Sólo digo que con poca diferensia de días an sido como se ban siguiendo,

siendo el último hazta oy el que ba por último en estas hojas 169

que hazen segunda relasión.

¡Viva Jesús, a quien se dé toda honra y gloria!

165

Tachadura.

166 En la interlínea. Escrito encima de una tachadura.

167 Tachadura.

168 Al igual que el número 66, este no es un caso sino el

párrafo que concluye el relato.

169 Tachadura.