Jesús expulsa demonios en gerasa

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Mateo 8, 28-34 Marcos 5, 1-20 01 Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos. 02 Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo. 03 El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas. 04 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo. 05 Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras. 06 Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies. 07 Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.» 08 Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.» 09 Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.» 10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región. 11 Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro. 12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió. 13 Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago. 14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido. 15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron. 16 Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos, 17 y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras. 18 Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él. 19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.» 20 El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados. Lucas 8, 26-39 26 Después llegaron a la región de los gerasenos, que está situada frente a Galilea. 27 Jesús acababa de desembarcar, cuando salió a su encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no se vestía, y no vivía en una casa, sino en los sepulcros. 28 Al ver a Jesús, comenzó a gritar, cayó a sus pies y dijo con voz potente: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? Te ruego que no me atormentes». 29 Jesús, en efecto, estaba ordenando al espíritu impuro que saliera de aquel hombre. Muchas veces el espíritu se había apoderado de él, y aunque lo ataban con cadenas y grillos para sujetarlo, él rompía sus ligaduras y el demonio lo arrastraba a lugares desiertos. 30 Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». «Legión», respondió, porque eran muchos los demonios que habían entrado en él., 31 Y le suplicaban que no les ordenara precipitarse al abismo. 32 Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos. El se lo permitió. 33 Entonces salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, la piara se precipitó al mar y se ahogó. 34 Al ver lo que había pasado, los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. 35 En seguida la gente fue a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado a sus pies, vestido y en sus sano juicio, al hombre del que habían salido los demonios, y se llenaron de temor. 36 Los que habían presenciado el hecho les contaron cómo había sido curado el endemoniado. 37 Todos los gerasenos pidieron a Jesús que se alejará de allí, porque estaban atemorizados; y él, subiendo a la barca, regresó. 38 El hombre del que salieron los demonios le rogaba que lo llevara con él, pero Jesús lo despidió, diciéndole: 39 «Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios has hecho por ti». El se fue y proclamó en toda la ciudad lo que Jesús había hecho por él. 28 Al llegar a la otra orilla, a la tierra de los gerasenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y vinieron a su encuentro. Eran hombres tan salvajes que nadie se atrevía a pasar por aquel camino. 29 Y se pusieron a gritar: «¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?» 30 A cierta distancia de allí había una gran piara de cerdos comiendo. 31 Los demonios suplicaron a Jesús: «Si nos expulsas, envíanos a esa piara de cerdos.» Jesús les dijo: «Id». 32 Salieron y entraron en los cerdos. Al momento toda la piara se lanzó hacia el lago por la pendiente, y allí se ahogaron. 33 Los cuidadores huyeron, fueron a la ciudad y contaron todo lo sucedido, y lo que había pasado con los endemoniados. 34 Entonces todos los habitantes salieron al encuentro de Jesús y, no bien lo vieron, le rogaron que se alejase de sus tierras.

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Mateo 8, 28-34

Marcos 5, 1-20

01 Llegaron a la otra orilla del lago, que es la región de los gerasenos.

02 Apenas había bajado Jesús de la barca, un hombre vino a su encuentro, saliendo de entre los sepulcros, pues estaba poseído por un espíritu malo.

03 El hombre vivía entre los sepulcros, y nadie podía sujetarlo ni siquiera con cadenas.

04 Varias veces lo habían amarrado con grillos y cadenas, pero él rompía las cadenas y hacía pedazos los grillos, y nadie lograba dominarlo.

05 Día y noche andaba por los cerros, entre los sepulcros, gritando y lastimándose con piedras.

06 Al divisar a Jesús, fue corriendo y se echó de rodillas a sus pies.

07 Entre gritos le decía: «¡No te metas conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo! Te ruego por Dios que no me atormentes.»

08 Es que Jesús le había dicho: «Espíritu malo, sal de este hombre.»

09 Cuando Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?», contestó: «Me llamo Multitud, porque somos muchos.»

10 Y rogaban insistentemente a Jesús que no los echara de aquella región.

11 Había allí una gran piara de cerdos comiendo al pie del cerro.

12 Los espíritus le rogaron: «Envíanos a esa piara y déjanos entrar en los cerdos.» Y Jesús se lo permitió.

13 Entonces los espíritus impuros salieron del hombre y entraron en los cerdos; en un instante las piaras se arrojaron al agua desde lo alto del acantilado y todos los cerdos se ahogaron en el lago.

14 Los cuidadores de los cerdos huyeron y contaron lo ocurrido en la ciudad y por el campo, de modo que toda la gente fue a ver lo que había sucedido.

15 Se acercaron a Jesús y vieron al hombre endemoniado, el que había estado en poder de la Multitud, sentado, vestido y en su sano juicio. Todos se asustaron.

16 Los testigos les contaron lo ocurrido al endemoniado y a los cerdos,

17 y ellos rogaban a Jesús que se alejara de sus tierras.

18 Cuando Jesús subía a la barca, el hombre que había tenido un demonio le pidió insistentemente que le permitiera irse con él.

19 Pero Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a tu casa con los tuyos y cuéntales lo que el Señor ha hecho contigo y cómo ha tenido compasión de ti.»

20 El hombre se fue y empezó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; y todos quedaban admirados.

Lucas 8, 26-39

26 Después llegaron a la región de los gerasenos, que está situada frente a Galilea.

27 Jesús acababa de desembarcar, cuando salió a su encuentro un hombre de la ciudad, que estaba endemoniado. Desde hacía mucho tiempo no se vestía, y no vivía en una casa, sino en los sepulcros.

28 Al ver a Jesús, comenzó a gritar, cayó a sus pies y dijo con voz potente: «¿Qué quieres de mí, Jesús, Hijo de Dios, el Altísimo? Te ruego que no me atormentes».

29 Jesús, en efecto, estaba ordenando al espíritu impuro que saliera de aquel hombre. Muchas veces el espíritu se había apoderado de él, y aunque lo ataban con cadenas y grillos para sujetarlo, él rompía sus ligaduras y el demonio lo arrastraba a lugares desiertos.

30 Jesús le preguntó: «¿Cuál es tu nombre?». «Legión», respondió, porque eran muchos los demonios que habían entrado en él.,

31 Y le suplicaban que no les ordenara precipitarse al abismo.

32 Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña. Los demonios suplicaron a Jesús que les permitiera entrar en los cerdos. El se lo permitió.

33 Entonces salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, la piara se precipitó al mar y se ahogó.

34 Al ver lo que había pasado, los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados.

35 En seguida la gente fue a ver lo que había sucedido. Cuando llegaron adonde estaba Jesús, vieron sentado a sus pies, vestido y en sus sano juicio, al hombre del que habían salido los demonios, y se llenaron de temor.

36 Los que habían presenciado el hecho les contaron cómo había sido curado el endemoniado.

37 Todos los gerasenos pidieron a Jesús que se alejará de allí, porque estaban atemorizados; y él, subiendo a la barca, regresó.

38 El hombre del que salieron los demonios le rogaba que lo llevara con él, pero Jesús lo despidió, diciéndole:

39 «Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios has hecho por ti». El se fue y proclamó en toda la ciudad lo que Jesús había hecho por él.

28 Al llegar a la otra orilla, a la tierra de los gerasenos, dos endemoniados salieron de entre los sepulcros y vinieron a su encuentro. Eran hombres tan salvajes que nadie se atrevía a pasar por aquel camino.

29 Y se pusieron a gritar: «¡No te metas con nosotros, Hijo de Dios! ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?»

30 A cierta distancia de allí había una gran piara de cerdos comiendo.

31 Los demonios suplicaron a Jesús: «Si nos expulsas, envíanos a esa piara de cerdos.» Jesús les dijo: «Id».

32 Salieron y entraron en los cerdos. Al momento toda la piara se lanzó hacia el lago por la pendiente, y allí se ahogaron.

33 Los cuidadores huyeron, fueron a la ciudad y contaron todo lo sucedido, y lo que había pasado con los endemoniados.

34 Entonces todos los habitantes salieron al encuentro de Jesús y, no bien lo vieron, le rogaron que se alejase de sus tierras.