J.G. COBaBORDA OFRENDA EN EL ALTAR DEL BOLERO · las paredés de piedra y negras vigas en el techo....

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J.G. COBa BORDA OFRENDA EN EL ALTAR DEL BOLERO ACOSADO ANIMAL Cada cierto tiempo se me aparece. El escenario es el mismo:un astroso apartamento en Montevideo; una cama manchada por la ceniza del cigarrillo. Allí, un hombre viejo apura a pequeños sorbos un vaso de vino y llena, con parsimoniosa letra de escolar, grandes cuadernos. Luego, vacía la botella, arroja todo debajo de la cama y escucha tangos hasta el amanecer. Su voz gangosa se confunde en ocasiones con la del cantante que bien puede ser Gardel. Sueña infatigable con 'una ciudad al otro lado del, río. Sueña pacientemente, y con fervor de ilumi- nado, plazas, calles, una iglesia y un burdel. Esto como es obvio le aburre en ocasiones a muerte y por la penum bra del bar asoma su figura ligeramente en- corvada. Sombra entre sombras, le habla a un bulto femenio.o.de la inacabable suma de desastres que es toda novela, máxime si la escribe él. Sin embargo. se recobra y sonríe, acariciándole la mano. Es entonces cuando palpamos a nuestro lado su acezante respiración. Larsen uOnetti, no bien. Sólo que él prefiere llamarse Philip Marlowe y desa- parecer así, de golpe, en la oscuridad. A PESAR DE LA ENORME DISTANCIA Déjame coger tu mano, al entrar al túnel. Errores de apreciación, palabras mal usadas y la inexactitud de todo sentimiento, se confundirán con lo oscuro. El túnel es extenso; bombillas ocasionales permiten vislumbrar apenas las paredés de piedra y negras vigas en el techo. Detesto la simpleza de la luz: prefiero intuirte en lo que falta. De todos modos, al final del túnel, habrá algo opaco e impenetrable. El renejo del mundo o ese arduo tránsito de la luz a la luz. En esta claridad que deslumbra, añoro el túnel. J. G. Cobo Borda. Bogotá, 1948. Redactor de la revista Eco a panir de 1973. 'u primer libro de poemas COIlJejo; pa,ra ;obreri- rir .¡pareció en 1974 } La alegria de le/'r. recopilaclon de poe- fnas ensayos, en 1976. Ha compilado, y prologado los escrnos dc I:laldomcro Sanin Cano. bajo c1título de tJ oficio de 11!('lOr sus ensayos sobre literatura colombiana se hallan re ogido ero el volumcn eokcti\o Colombia, hoy. editado por iglo XXI I::dilores.

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J.G. COBa BORDA

OFRENDA EN EL ALTARDEL BOLERO

ACOSADO ANIMAL

Cada cierto tiempo se me aparece. El escenario es elmismo:un astroso apartamento en Montevideo; unacama manchada por la ceniza del cigarrillo. Allí, unhombre viejo apura a pequeños sorbos un vaso devino y llena, con parsimoniosa letra de escolar,grandes cuadernos. Luego, vacía la botella, arrojatodo debajo de la cama y escucha tangos hasta elamanecer. Su voz gangosa se confunde en ocasionescon la del cantante que bien puede ser Gardel.Sueña infatigable con 'una ciudad al otro lado del,río. Sueña pacientemente, y con fervor de ilumi­nado, plazas, calles, una iglesia y un burdel. Estocomo es obvio le aburre en ocasiones a muerte y porla penum bra del bar asoma su figura ligeramente en­corvada. Sombra entre sombras, le habla a un bultofemenio.o.de la inacabable suma de desastres que estoda novela, máxime si la escribe él.Sin embargo. se recobra y sonríe, acariciándole lamano. Es entonces cuando palpamos a nuestro ladosu acezante respiración. Larsen uOnetti, no sé bien.Sólo que él prefiere llamarse Philip Marlowe y desa­parecer así, de golpe, en la oscuridad.

A PESAR DE LA ENORME DISTANCIA

Déjame coger tu mano, al entrar al túnel.Errores de apreciación,palabras mal usadasy la inexactitud de todo sentimiento,se confundirán con lo oscuro.El túnel es extenso;bombillas ocasionalespermiten vislumbrar apenaslas paredés de piedray negras vigas en el techo.Detesto la simpleza de la luz:prefiero intuirte en lo que falta.De todos modos, al final del túnel,habrá algo opaco e impenetrable.El renejo del mundoo ese arduo tránsitode la luz a la luz.En esta claridad que deslumbra,añoro el túnel.

J. G. Cobo Borda. Bogotá, 1948. Redactor de la revista Eco apanir de 1973. 'u primer libro de poemas COIlJejo; pa,ra ;obreri­rir .¡pareció en 1974 } La alegria de le/'r. recopilaclon de poe­fnas ~ ensayos, en 1976. Ha compilado, y prologado los escrnos

dc I:laldomcro Sanin Cano. bajo c1título de tJ oficio de 11!('lOr ~

sus ensayos sobre literatura colombiana se hallan re ogido eroel volumcn eokcti\o Colombia, hoy. editado por iglo XXII::dilores.

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LEYENDO A CONRAD UNA PARÁBOLA ACERCA DE SCOTT

-.'O!".

PENSANDO EN ROBERT LOWELL

Una muchaqha<;le mi generaciónmás valiente y menos torpe que yo,locúal es fácil. Marihuana en Méxicoyel viaje ala India, como era inevitable.Entretanto, yo manchaba de palabras

. mis muertos necesarios. Barriga,ahorcándose con la cuerda de una persiana'y Lino donando sus bienes al gurú Majarishi.Ahora estoy vacíoy piens'ó que debería llamarte jirafa,animal cálido, hierba del pantano.UnJenguaje.ecológico, quizás.Prefiero hablar de tu nerviosismo inocultableo d,e cómo toda euforia se degradaTe abrazo, luego, apenado,yel deseo vuelve, con una,dulzura rabiosa.Diséúlpame, por no corresponder a tu imagen.Mi generación, un montón de profesores y abogados.Sin 1:mbargo te aguardo. El tiempo pasa en vano.

Las mansiones de moda en Long lsland están en nuevasmanos:alli ·Gatsby había muerto, luego de amar a una mujer.Quedaba el dolor, tan sólo, como una presencia frater­nal;y los' áfectos superfluos, aferrándose al cuello."Dilapidé mis esperanzasen las pequeñas carreterasque llevan al sanatorio de Zelda".Apelaba a frases pastosas, y los hermosos rostrosdel año pasado dejaban advertir su vacuidad.Entretanto, en los guiones, el productor tachabagiros innecesarios: era el final.Frasco vacío, boleto para una función que ya pasó;faltaba aún -el postrer ultraje.

. Agradeciendo el tibio vino de la compasiónsupo' que tel)ía derecho a morir en paz.

~ . .¿Habrá entonces otro cielo más vaslodonde Agustín .tara canta m~or cada noche?'j,0 seremos apenas el rostro fugazentrevisto en los corredores de la madrugada?Aquel bolero, mientras el portero ,bostezay,rús huéspedes regresan ebrios; "-aquel que habla de amores muertos,y lágrimas sinceras... Los amantesse llaman por teléfono para escuchar,tan sólo, su propia respiración.Pero al~ien, algún día, en.e1 ,desorden del trasteo, 'encontrara aquel menú, y un poco de aquellos besQs,y mientras tararea: ' ,"dejame quemar mi alma, enel alcohol de tu recuerdo;',escuchará una voz que dice: "la realidad es superflua':.

Las aspas del ventiladorapenas si remueven e\o'airey en algún remoto cuarto de este hotel,destartalado pero noble,una mujer se demora bajo el agua.Fue entonces cuando el capitán comenzóa narramos su historia.Transcurría en el Oriente,entre islas secretas

-y radas de blancura deslumbránte.Aparecía un hombre,trafic-ante de armas, y culpas innominadas.También el piadoso consuelo de una mulata.Eso fue todo. Y sin embargoluego de que los huespedes nos dispersamos,fatigados por un día de playa,·,ella siguió reso.naDdo, de modo,inolvidable.

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