j.m Obras Breves Humanismo El Filósofo en La Sociedad

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EL FILÓSOFO EN LA SOCIEDAD Jacques Maritain ‘e Philosopher in Society’. Conferencia dictada en el Foro de la Escuela de Graduados de la Universidad de Princeton, EE UU. 1953. En 1960 fue incorporada como capítulo I al libro del mismo nombre.  El poder del filósofo Un filósofo es un hombre en busca de sabiduría. Sin embar- go, la sabiduría no parece ser un producto muy abundante; nunca ha habido sobreproducción en esta área. Tal vez por eso, mientras más escaso es aquello que supuestamente interesa y preocupa al filósofo, más inclinados nos sentimos a pensar que la sociedad ne- cesita de él desesperadamente. Desafortunadamente, no existe propiamente eso que llama- mos ‘el filósofo’; ésta es una abstracción que sólo existe en nuestra mente. Lo que hay son filósofos; y los filósofos, en tanto que filo- sofan, están, o parecen estar, en desacuerdo en todo, incluso en los primeros principios de la filosofía. Cada uno sigue su propio ca- mino. Así, ponen en tela de juicio todo aquello sobre lo que existe común acuerdo, y sus respuestas son igualmente conflictivas. 054-01

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  • EL FILSOFO EN LA SOCIEDAD

    Jacques Maritain

    The Philosopher in Society. Conferencia dictada en el Foro de la Escuela de Graduados de la Universidad de Princeton, EE UU. 1953. En 1960 fue incorporada como captulo I al libro del mismo nombre.

    El poder del filsofo

    Un filsofo es un hombre en busca de sabidura. Sin embar-go, la sabidura no parece ser un producto muy abundante; nunca ha habido sobreproduccin en esta rea. Tal vez por eso, mientras ms escaso es aquello que supuestamente interesa y preocupa al filsofo, ms inclinados nos sentimos a pensar que la sociedad ne-cesita de l desesperadamente.

    Desafortunadamente, no existe propiamente eso que llama-mos el filsofo; sta es una abstraccin que slo existe en nuestra mente. Lo que hay son filsofos; y los filsofos, en tanto que filo-sofan, estn, o parecen estar, en desacuerdo en todo, incluso en los primeros principios de la filosofa. Cada uno sigue su propio ca-mino. As, ponen en tela de juicio todo aquello sobre lo que existe comn acuerdo, y sus respuestas son igualmente conflictivas.

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    Qu se puede esperar de ellos para bien de la sociedad?

    Por otra parte, la grandeza de un filsofo y la verdad de su filosofa son valo-res completamente independientes. Puede ocurrir que grandes filsofos se encuen-tren en el error. Por ejemplo, los historiadores otorgan el honor de ser los padres del mundo moderno a dos hombres, el primero de los cuales fue gran soador y pobre filsofo, Juan Jacobo Rousseau, y, el segundo, pobre soador y gran filsofo, Hegel. Y ha sido justamente Hegel el que ha sumido al mundo moderno en errores ms profundos y fatales que aquellos provenientes de Rousseau.

    En todo caso, este slo hecho pone de manifiesto ante nosotros, sea para bien o para mal, el poder y la importancia de los filsofos. (Si no recuerdo mal, Esopo dijo lo mismo a propsito de ese rgano tan valioso: la lengua). Si la mala filosofa es una plaga de la sociedad, qu bendicin debe ser la buena filosofa!.

    No olvidemos que, si Hegel ha sido el padre del mundo actual, tal como lo conocemos, en cuanto niega la superioridad de la persona humana y la tras-cendencia de Dios, mientras se arrodilla ante la historia, San Agustn ha sido el padre de la Civilizacin Cristiana Occidental, de la que el mundo de hoy toda-va participa, no obstante sus amenazas y fracasos.

    Mirando las cosas desde un punto de vista ms analtico, digamos que, en su existencia actual, la sociedad no puede avanzar sin los filsofos.

    Incluso cuando estn equivocados, los filsofos son una especie de espejo, en lo ms alto de la inteligencia, en el que se reflejan las tendencias ms profun-das que oscuramente juegan en la mente humana en cada poca de la historia. (Mientras ms grandes son esas tendencias, ms activas y poderosamente ra-diantes aparecen en el espejo).

    Ahora bien, si somos seres pensantes, tales espejos nos son indispensables. Despus de todo, es mejor para la sociedad humana tener los errores hegelianos con Hegel, que esos mismo errores sin Hegel, esto es, errores difusos y escon-didos que son de tipo hegeliano pero annimos e irreconocibles circulando sin freno en el cuerpo social.

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    Un gran filsofo en el error es como un faro en el arrecife dicindole al marino: navega lejos de mi. l le permite a los hombres (al menos a aquellos que no ha logrado seducir) identificar los errores que padecen y alcanzar plena conciencia para luchar contra ellos. Esta es una necesidad esencial de la socie-dad, en cuanto no es una mera sociedad animal, sino una sociedad de personas dotadas de inteligencia y libertad.

    Incluso si los filsofos estn divididos entre s, al parecer sin esperanza, en su bsqueda de una verdad superior y absoluta, al menos buscan la verdad; y sus mismas controversias, constantemente renovadas, son un signo de la ne-cesidad de dicha bsqueda. Esas controversias no se refieren al carcter ilusorio e inalcanzable del objeto que buscan. Se refieren al hecho de que tal objeto es sumamente difcil a causa de su importancia crucial. No es un hecho que lo que es crucial por su importancia, lo es tambin por su dificultad?

    Platn nos ense que las cosas bellas son difciles y que, por ello, no debiramos evadir los peligros hermosos. La Humanidad caera en grave riesgo y pronto en la desesperanza si eludiese los peligros hermosos de la razn y la in-teligencia. Ms an teniendo en cuenta que es un lugar comn, en los insupera-bles desacuerdos que dividen a los filsofos, que muchas cosas son cuestionables y sobre-simplificadas.

    En realidad, no hay duda que estos desacuerdos existen. Sin embargo, en cierto sentido hay mucha mayor continuidad y estabilidad en la filosofa que en la ciencia. As, mientras una nueva teora cientfica cambia completamente la manera misma en que la antigua teora presentaba el problema, los problemas filosficos son siempre los mismos, en una u otra forma. Es ms, una vez que las ideas filosficas bsicas han sido descubiertas, se transforman en adquisiciones permanentes de la herencia filosfica. Y, no obstante ser usadas de varias mane-ras, incluso, en sentidos opuestos, ellas siguen todava presentes.

    Finalmente, si los filsofos luchan y disputan tan violentamente, es por-que cada uno ha visto algo de la verdad, lo que, frecuentemente, ha deslum-brado sus ojos, al punto de llegar a conceptualizarla de una manera insana.

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    De ello debieran tomar nota sus colegas filsofos, cada uno desde su propia perspectiva.

    Utilidad de la filosofa

    Llegamos as a una consideracin esencial: cul es la utilidad de la filo-sofa?

    La filosofa, en s misma, est por encima de la utilidad. Y por esta misma razn, la filosofa es de la mayor necesidad para los hombres. Les recuerda la su-prema utilidad de aquellas cosas que no tienen que ver con los medios sino con los fines. Porque los hombres no slo viven de pan, vitaminas y descubrimientos tecnolgicos. Viven de valores y realidades que estn por encima del tiempo, y que son dignos de ser conocidos por s mismos; ellos nos alimentan con la in-visible comida que sostiene la vida del espritu, y nos mantienen alertas, no de tal o cual medio al servicio de la vida, sino de las razones profundas para vivir, sufrir y tener esperanza.

    El filsofo en la sociedad es un testigo de la dignidad suprema del pen-samiento. l apunta a lo que es eterno en el hombre, a lo que estimula nuestra sed por el conocimiento puro y desinteresado, por el conocimiento de aquellas cuestiones fundamentales - acerca de la naturaleza de las cosas y de la naturaleza de la mente, del hombre mismo y de Dios - que son superiores e independien-tes de todo lo que podemos hacer, producir o crear, porque pensamos antes de actuar y nada puede limitar el alcance del pensamiento.

    Nuestras decisiones prcticas dependen de las posiciones que asu-mimos respecto de aquellas interrogantes ltimas y fundamentales que el pensamiento humano es capaz de plantear. Esa es la razn por la que los sistemas filosficos, que no estn dirigidos a ningn uso o aplicacin prc-tico, tienen, como lo he sealado al comienzo, un impacto tan grande en la historia humana.

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    Los representantes del materialismo dialctico afirman que la filosofa no tiene que limitarse a contemplar el mundo, sino que debe transformarlo: por-que la filosofa es esencialmente praxis, un instrumento de la accin, el poder ejercitado sobre las cosas. Esto no es sino un regreso a la vieja confusin mgica entre el conocimiento y el poder, y su completo desprecio de la funcin del pensamiento.

    La filosofa es esencialmente una actividad desinteresada, dirigida hacia el amor a la verdad en s mismo, y no una actividad utilitaria por el mero propsito del poder sobre las cosas. Esa es la razn por la que la necesitamos.

    Si la filosofa es una de esas fuerzas que contribuye al movimiento de la historia y a los cambios que ocurren en el mundo, es porque ella, en su primera funcin que es la penetracin metafsica del ser , est dedicada solamente a discernir y contemplar lo que es verdad en ciertas materias im-portantes en s mismas y por s mismas, independientemente de lo que ocurre en el mundo. Es esa precisamente la razn por la que ejerce una influencia esencial en el mundo.

    Hay dos aspectos relativos a la funcin del filsofo en la sociedad que tienen, me parece, especial importancia en el da de hoy. Ellos tienen que ver con la Verdad y con la Libertad.

    El mayor peligro que amenaza a las sociedades modernas es el debilita-miento del sentido de la Verdad.

    Por un lado, los hombres han alcanzado la costumbre de pensar en tr-minos de estmulos y respuestas y de ajuste al medio ambiente; mientras que por el otro, aparecen desconcertados por el modo en que las tcnicas polticas de publicidad y propaganda usan las palabras y el lenguaje mismo, por lo que, al final, tienden a abandonar todo inters en la verdad: lo nico que importa son los resultados prcticos, la mera verificacin material de hechos y cifras, sin que exista una adhesin interna a ninguna verdad conocida.

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    Aunque en su quehacer especulativo el filsofo no preste atencin a los intereses de los hombres, ni a los del grupo social, ni a los del Estado, siempre est, sin embargo, recordndole a la sociedad el carcter absoluto e inquebran-table de la Verdad.

    En cuanto a la Libertad, el filsofo le recuerda a la sociedad que ella es la condicin primera para el ejercicio del pensamiento. Se trata de un requeri-miento del propio bien comn de la sociedad humana, el que se desintegra tan pronto como el miedo, sobreponindose a las convicciones ntimas, impone una orientacin determinada a la mente humana.

    El filsofo, incluso cuando est equivocado, critica libremente al menos las cosas hacia las que los hombres se sienten atrados. El testi-monio de Scrates ejemplifica esta funcin crtica, que es inherente a la filosofa. No obstante que la sociedad le expres su gratitud de manera por dems particular, l sigue siendo un gran ejemplo del filsofo en la sociedad.

    No es sin razn que Napolen rechazaba a los idelogos y que los dicta-dores, por regla general, odian a los filsofos.

    Filosofa Moral

    Hasta aqu he hablado primeramente de filosofa especulativa o teortica, cuyo aspecto principal es la metafsica. El nombre de Scrates nos lleva a otra clase de filosofa, cual es la filosofa moral o prctica.

    Aqu, la necesidad de la filosofa para la sociedad y, ms especficamente, de una filosofa sana, aparece de una manera ms inmediata y urgente.

    Se dice frecuentemente que las ciencias nos proveen de medios cada vez ms y ms poderosos y, al mismo tiempo, ms y ms asombrosos. Tales medios pueden ser usados para bien o para mal, dependiendo de la finalidad que sirven.

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    Pues bien, la determinacin de la verdadera y genuina finalidad de la vida humana no pertenece al mbito de la ciencia. Ella pertenece al mbito de la sabidura, esto es, al mbito de la filosofa, y, a decir verdad, no solamente de la sabidura filosfica, sino de la sabidura que es don de Dios.

    Es en conexin con esto que la sociedad necesita de los filsofos. Ms an, necesita santos.

    Desde otro ngulo, las ciencias humanas sicologa, sociologa, antropo-loga nos proveen de un valioso y creciente material en relacin a las conduc-tas individuales y colectivas de los hombres y a los componentes bsicos de la vida humana y la civilizacin.

    Esto es de una ayuda inmensa en nuestro esfuerzo por penetrar el mundo del hombre. Sin embargo, todo este material y este inmenso tesoro de hechos carecera de toda significacin si no fuese interpretado a fin de iluminarnos sobre lo que es realmente el hombre. Esta es precisamente la tarea de interpre-tacin que es propia del filsofo.

    El punto que me interesa destacar es que la sociedad necesita especial-mente esta clase de trabajo interpretativo.

    Puesto que la mera informacin material o cualquier reportaje tipo Kinsey sobre los hbitos humanos, tiende ms bien a daar los conocimien-tos races de toda sociedad, en tanto no van acompaados de un conoci-miento genuino del hombre, dependiente en ltimo anlisis de la sabidura y de la filosofa.

    Solamente el conocimiento filosfico del hombre nos permite, por ejemplo, distinguir entre lo que es cmodo para la naturaleza y la razn del hombre, y la manera en que los hombres actan de hecho en la mayora de los casos. En otras palabras, distinguir entre los tipos de conductas real-mente normales y los modos de comportamiento que son estadsticamente frecuentes.

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    Por ltimo, tratndose de los valores y de los estndares morales, la consideracin de nuestro mundo actual nos autoriza a hacer el siguiente co-mentario: es muy desafortunado que una civilizacin deba sufrir a causa del quiebre entre los ideales que constituyen su razn de vivir y actuar, y por los cuales contina su lucha, y el molde interior de la mente dominante en el pueblo, que realmente implica duda e inseguridad mental a propsito de ese mismo ideal.

    En el hecho, la sicologa comn de una sociedad o civilizacin, la memo-ria de sus experiencias pasadas, sus tradiciones familiares y comunitarias y esa especie de temperamento emocional o estructura vegetativa de sentimientos as engendrados, pudieran mantener en la conducta prctica de los hombres una devocin profundamente arraigada hacia estndares y valores en los cuales su intelecto ha dejado de creer.

    Bajo tales circunstancias, es posible que ellos estn dispuesto incluso a morir, si es necesario, por rechazar algunas acciones contrarias a la tica o por defender la justicia y la libertad, no obstante haber perdido toda justificacin racional de las nociones de justicia, libertad y conducta tica. Estas son cosas que han dejado de tener un objetivo o un valor incondicional y, tal vez, ningn significado en sus mentes.

    Semejante situacin es posible, pero no puede durar.

    As, pues, vendrn tiempos en que los seres humanos abandonarn en su vida prctica todos aquellos valores acerca de los cuales han dejado de te-ner una conviccin intelectual. De all que podamos darnos cuenta de cun necesaria es la funcin de una sana filosofa moral en la sociedad humana. Ella tiene que dar, o devolver, a la sociedad la fe intelectual en el valor de sus propios ideales.

    Estas observaciones son aplicables, en una forma por dems particular y convincente, a la sociedad democrtica, puesto que los fundamentos de una sociedad de hombres libres son esencialmente morales.

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    Existe cierto nmero de principios morales a propsito de la dignidad de la persona humana, de los derechos humanos, de la igualdad humana, de la libertad, de la ley, del respeto mutuo y de la tolerancia, de la unidad de la especie humana y del ideal de paz entre los hombres respecto de los cuales la democracia presupone un consentimiento comn. Sin una conviccin razo-nada, general y firme a propsito de tales principios, la democracia no puede sobrevivir.

    No es trabajo de cientficos, expertos, especialistas y tcnicos, sino de los filsofos, el buscar la justificacin racional y el esclarecimiento de la carta cons-tituyente de la democracia.

    En este sentido, no es aventurado decir que el rol del filsofo en la socie-dad, en el orden de los principios, es tan importante como el rol del estadista, en el orden prctico del gobierno.

    Ambos pueden ser profundamente destructivos si estn equivocados. Ambos pueden ser sirvientes genuinos del bien comn, si van por el camino debido.

    Nada es, pues, ms inmediatamente necesario para nuestro tiempo que una sana filosofa poltica.

    Traicionara mis propias convicciones si no agregase que dado, por una parte, el estado de confusin y de divisin en que se encuentra la mente moder-na, y, por otro, el hecho de que el incentivo profundo del pensamiento demo-crtico es, como la ha notado Henri Bergson, una repercusin de la inspiracin evanglica en el orden temporal la filosofa, especialmente la filosofa moral y poltica, puede llevar a cabo su funcin normal en la sociedad moderna, slo si mantiene una continuidad vital con el espritu de la tradicin judeo-cristiana y con la sabidura del evangelio. Esto es especialmente necesario en consideracin a la necesidad de la sociedad democrtica de establecer genuina y racionalmente sus principios comunes bsicos.

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    En otras palabras, la filosofa moral y poltica requerir de un trabajo y esfuerzo de la razn humana de acuerdo a los ms altos requerimientos de los mtodos y principios filosficos, equipados con todas las armas y la informa-cin de la ciencia contempornea y guiados por la luz de las verdades supremas de que nos hace conscientes la fe cristiana.

    S perfectamente que la nocin de filosofa cristiana es una nocin controversial y ms bien complicada. Desde luego, no tengo intencin de dis-cutir aqu ese problema. Me gustara slo sealar que se trata de algo que no puedo evitar plantear. Personalmente, mientras ms medito en la relacin entre filosofa y teologa en el curso de la historia, ms me convenzo que, en la exis-tencia real y concreta, este problema se resuelve favorablemente en la nocin de filosofa cristiana.

    Hay un ltimo punto que quiero sealar, en el que me limitar a unas pocas observaciones. Tiene que ver con la actitud del filsofo hacia los asuntos humanos de carcter social y polticos.

    No hay necesidad de decir que un filsofo puede dejar de lado sus em-peos filosficos y transformarse en un hombre de la poltica. Pero, cul es la situacin del filsofo que se mantiene como simple filsofo y acta slo como filsofo?

    Podemos suponer, por una parte, sin temor a equivocarnos, que carece de la experiencia, la informacin y la competencia propias de los hombres de accin: sera muy desafortunado para l asumir la tarea de legislar en materias sociales y polticas en nombre de la lgica pura, como lo hizo Platn.

    Sin embargo, por otra parte, el filsofo no puede -- especialmente en nuestro tiempo -- encerrarse a s mismo en una torre de marfil; l no puede evitar preocuparse de los asuntos humanos, en el nombre de la filosofa, en s misma, y en razn de los mismos valores que la filosofa debe defender y mantener.

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    l tiene que ser testigo de esos valores, cada vez que son atacados, como en los tiempos de Hitler cuando la insensata teora racista provoc el asesinato en masa de los judos, o como ocurre hoy ante la amenaza de esclavitud por el despotismo comunista.

    El filsofo debe ser testigo de su tiempo expresando sus pensamientos y diciendo la verdad tal como la ve. Esto puede tener repercusiones en el dominio poltico; en tal caso no es, en s mismo, una accin poltica; es, simplemente, filosofa aplicada.

    Es verdad que, en este caso, la linea de demarcacin es difcil de sealar. Esto significa que nadie, ni siquiera el filsofo, puede evitar tomar riesgos cuan-do la justicia o el amor estn en juego y cuando uno se encuentra cara a cara con el mandamiento estricto del evangelio: Ah est lo que ustedes deban poner por obra, sin descartar lo otro. *

    * Mateo, 23:23: Ay de ustedes, maestros de La ley y fariseos, que son unos hip-critas! Ustedes pagan el diezmo hasta sobre la menta, el ans y el comino, pero no cumplen la Ley en lo que realmente tiene peso: la justicia, la misericordia y la fe. Ah est lo que ustedes deban poner por obra, sin descartar lo otro.