Jorge y María son dos adolescentes · Hasta en la piscina. Son como cocodrilos. Están inmóviles...

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Jorge y María son dos adolescentescomo tantos otros: salen con susamigos, se comunican con ellos enlas redes sociales, se enamoranTodo esto sería normal si lasmadres de María y Jorge no fuerantan famosas. Los dos chicos se venenvueltos en una espiral de rumoresde la que solo salen recordando quelas palabras que elegimos paracontar nuestra historia son las querealmente dan forma a nuestromundo.

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Begoña Oro

Pomelo y limónePub r1.0

Rocy1991 02.12.14

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Título original: Pomelo y limónBegoña Oro, 2011Ilustraciones: Ricardo Cavolo

Editor digital: Rocy1991ePub base r1.2

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Gracias a Ester Oro y JavierPrenafeta

por su aporte (tecnológico yvital).

Y gracias a Buitráguez por suaporte

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Hay maneras y maneras de conocer alos protagonistas de esta historia.

Una es visitando el blog de María:http://pinillismos.blogspot.comAllí podrás leer sus entradas y los

comentarios de sus amigas.Otra es buscándolos en las redes

sociales. Ahí podrás leer «qué estánpensando» ellos, sus amigos, susrivales… Podrás seguir sus andanzas enel Maracaná, donde suelen ir los finesde semana. Podrás hacerte fan de laactriz Rebeca Lindon…

Pero la única forma de conocer suverdadera historia es leyendo estaspáginas. Cada una de las palabras queaquí se han escrito se ha escogido para

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dar forma esta forma y no otra a estahistoria tan única y tan común, lahistoria de Pomelo y Limón.

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Todas las penas puedensoportarse

si se meten en una historiao se cuenta una historia acerca

de ellas.ISAK DINESEN

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MARTES

Querido Jorge:Chico listo. Sabía que darías con la

contraseña, con nuestra contraseña.Perdona que lo haga tan complicado,pero es que ya no sé en quién confiar.Estoy paranoica. Veo espías por todaspartes. Hasta en la piscina. Son comococodrilos. Están inmóviles durantehoras, esperando. El agua está quieta.Hasta que de repente, un pequeñotemblor en la superficie del agua y,¡zas!, asoman sus ojos. Y lo peor no sonsus ojos. Lo peor es lo que vienedespués: un chapoteo bestial y esa boca

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llena de dientes.Ahora mismo no dejo de pensar que

alguien podría estar leyendo esto.Cuando me asomo a la ventana, me

imagino que están mirándome,fotografiándome. Los que esconden lasfotos en archivos bajo llave, los que nopublican las fotos, los que controlan laconexión… Mis cocodrilos, los querodean a mi madre.

Cuando salgo de casa, están losotros. Los que sí publican las fotos. Tuscocodrilos, los que persiguen a tumadre. Pero ellos no me fotografían.

Entonces, ¿por qué tienen queapuntarme con la cámara como si fueraun arma? ¿No ven que me siento

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encañonada? Me dan ganas de rendirme.Dispara le he dicho hoy a uno de

ellos.Él se ha apartado la cámara de la

cara y me ha mirado. Creo que con pena.Lo he dicho de corazón. Necesito

que alguien dispare, que alguien hagaalgo.

Pero aquí nadie se atreve a disparar.Y eso es lo peor. Esta calma tensa, estaespera… ¿A qué? ¿A qué esperamos?

Necesito que ocurra algo.María

PD1: Cuéntame qué dicen denosotros.

PD2: No, mejor no.

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¿Y SI LO HACEMOS NOSOTROS?¿Y SI NO ESPERAMOS A QUEOCURRA?

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Alguien ha hecho algo. Algo que vaa cambiarlo todo. Alguien ha recogidolas cartas que escribió María, losdibujos que hizo Jorge, y ha escrito suhistoria desde el principio, esta historia.

Esta historia es una campaña. Soloque es una campaña al revés.

Porque esta, al contrario que todaslas campañas, se ha hecho para quedejen de hablar de ella. No es unacampaña de publicidad. Es una campañade privacidad.

Publicidad ya tienen suficiente.Hasta ahora todo el mundo ha hablado y

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ha oído hablar de algunos de suspersonajes: de Jorge, de su madre, de lamadre de María... Sería raro que tú nohubieras cotilleado algún día sobreellos. Los has visto en la televisión, loshas rastreado en internet, has visto susfotos en las revistas, igual los hasbuscado en Facebook... Pero no creasque conoces su historia. Solo sabesalgunos datos, y no todos son ciertos.

La historia, lo que hace que losdatos tengan un sentido, no se habíaescrito hasta ahora. Cuando la leasdirás: «Aaah, claro». Porque esa es lamisión de las historias: dar luz, hacerclaros.

Imagina un bosque lleno de maleza.

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Esa es la realidad. También tu realidad.Y ahora ábrete paso, desbroza uncamino, crea un claro en ese bosque, tubosque, donde sentarte cómodamente adescansar. ¿Cómo? Cuenta la historia,desbroza a palabrazos la desordenadarealidad. Crea un claro. Ese milagroproduces cada vez que te cuentas lahistoria de tu vida. Y a ese milagroasistes cada vez que escuchas o lees unahistoria. Como ahora.

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MIÉRCOLES

Querido Jorge:

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ESE TRISTÁN DEBÍA DE SER UNGENIO HACIENDO CHULETAS. YONO PODRÍA ESCRIBIR NADA NIPARECIDO, Y MENOS EN UNARAMA. YA SABES QUE ESCRIBIRNO ES LO MÍO. PERO YOTAMBIÉN…

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Esta historia, la historia de María yJorge, no empezó siendo tan triste.

Suele suceder. Es la fórmula clásicade la narrativa: planteamiento, nudo,desenlace. Las historias empiezan bien,luego se complican y al final acaban...acaban como pueden.

Al principio de esta historia, antesde las cartas de María, antes de losdibujos de Jorge, no había cocodrilos. Oquizá sí, pero estaban bajo el agua y nose los veía.

Al principio de esta historia, habíaun chico, una chica, una piscina y un

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camión de mudanza. Y una verjacubierta de enredadera.

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MIÉRCOLES

¡Es increíble! ¿Sabes que tú meregalaste una madreselva?

Cuando se ha marchado Clara conmi mensaje para ti, he ido al salón y lehe pedido a mi padre que me dejarabuscar una cosa en internet. Tendrías quehaberlo visto. Se ha puesto tenso comoun gato y luego me ha dicho:

¿Qué cosa?Una madreselva le he contestado yo.Me ha mirado con cara rara hasta

que le he aclarado:Es para un trabajo de Literatura.Entonces me ha mirado con una cara

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aún más rara. Y le he contado la historiaque nos contó la Perales. Él haescuchado como si fuera lo másinteresante que había oído en su vida,incluso ha tomado unas notas en sulibreta, para una campaña, según hadicho, y hemos buscado juntos imágenesde una madreselva[1].

No te lo vas a creer. Resulta que esaespecie de enredadera que crece en laurbanización, en la verja de Juan, ¡esuna madreselva! Ahora ya no tiene flor.Tú le arrancaste la última y me la diste.Tienes que acordarte. Yo te dije:«Parece una araña» (en aquella épocame hacía la dura). Y tú dijiste: «Es quelo es» (en aquella época te hacías el

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gracioso). Pero yo no la solté. Luego mela llevé a casa y la tuve encima de mimesa hasta que se puso tan pocha queparecía de verdad una araña Díasdespués, tiré la flor a la basura. Quérabia me da ahora. Solo de pensarlo, meda por llorar.

Que ahora mismo esté llorando porel cadáver de una flor con pinta de arañate dará una idea de mi desesperación.Me cuesta comer, respirar, vivir... Meestoy marchitando por momentos. Comola madreselva. Y ya sabes cómo acabaesa historia. Me muero sin ti.

En el fondo, para qué te voy amentir, casi me consuela pensar que a tite pasa igual.

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No hago otra cosa que acariciar tubufanda y mirar tu dibujo. Si al menospudiera colgarlo... Lo imprimí y lo tengoescondido con todos los demás, dentrode la capucha del jersey blanco quetanto te gusta. ¿Lo ves? ¡Te tengosiempre en la cabeza!

Pero no me basta con eso. Tambiénnecesito tenerte cerca. Necesito verte.Necesito ver algo más que tu silueta acontraluz en la ventana. Pero estoyencerrada en este castillo. Y entre tuventana y la mía hoy hay un montón deniebla, y un foso lleno de cocodrilos.

María

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DIN-DON. TRAIGO UNASFLORES PARA LA SEÑORITA MARÍAPINILLA.

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Al principio de esta historia, nohabía niebla. Al principio había unchico, una chica, una piscina y uncamión de mudanza. Y una verjacubierta de pasionaria. Sí, María seequivocó. Lo que crece en la verja deJuan no es una madreselva sino unapasionaria. Pero las dos plantas tienenalgo en común. Las dos madreselva ypasionaria tienen también una historia.Quién sabe cuál de las dos es mástrágica. La de la madreselva, la deTristán e Iseo, acaba en muerte, y la dela pasionaria[2] es la historia de otra

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pasión. Su flor tiene unos extrañosfilamentos puntiagudos, cinco estambres,tres estilos y doce pétalos. ¿Y dóndeestá la pasión? Durante cien años, nadiesupo verla. Y la planta se llamómaracuyá, y su flor era solo una flor.Hasta que el papa Pablo V quiso ver elparecido entre esos filamentos y lacorona de espinas que le pusieron aJesucristo. Además, había cincoestambres, cinco, igual que el número deheridas en el cuerpo de Jesús; tresestilos, tres, como los tres clavos en lacruz donde murió, y doce pétalos, doce,como los doce apóstoles. Desde queaquel popa fabuló esta historia, desdeque convirtió los estambres en heridas,

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los estilos en clavos, los pétalos enapóstoles, aquella flor se llamopasionaria. Desde entonces, un clavel esun clavel, porque no tiene historia, perouna pasionaria es la muerte yresurrección de Jesucristo. Así unamirada sobre las cosas puede cambiarsu historia, e incluso su nombre. Así unpétalo se convierte en un apóstol.

Claro que de todo esto, deJesucristo, los apóstoles y la corona deespinas, Jorge no tenía mucha idea.María sí. Pero esa sería solo una de losdiferencias entre María y Jorge.

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JUEVES

Querido Jorge:Este verte sin verte me está matando.

Estabas tan guapo esta mañana con esejersey gris… ¿No sales de clase condolor de espalda? Yo sí, de tantoinclinarme hacia un lado para esquivarla mole de Unai y verte mejor. Perosería normal que a ti también te doliera.No sabes cómo te clavo los ojos. Nomiro otra cosa que no sea tu espalda, tucuello, tu pelo.

Los demás, la Perales, el Contreras,esa imbécil de Natalia… se creerán quenos vigilan. Estarán contentos de vernos

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tan lejos a la hora del recreo. ¡Ah! Peroellos no pueden impedir que nosmiremos cada vez que nos cruzamos. ¡Yme dices tantas cosas con los ojos! Yeso es solo nuestro, solo nuestro.

Hoy me ha parecido que estabastriste. Muy triste y muy cansado.Supongo que las cosas no deben de serfáciles para ti. Yo me quejo de no tenerinternet ni móvil, pero tú que si tienes…No quiero ni imaginar lo que tendrás queleer y oír de ti, y de mí, de tu madre, dela mía… No quiero imaginarlo, pero aveces no lo puedo evitar. Y no sé que espeor. Tengo mucha imaginación.

Por eso no sé si quiero o no quieroque me cuentes, tú que serías el único

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que podría hacerlo. Los demás… Lagente cuchichea a mi paso. Pero cuandome acerco se callan. ¿Cómo puedenpensar que no me doy cuenta? Y Clarano me dice nada. Me pasa tus mensajes,le pasó yo los míos para ti y ya está. Nohablamos de esto. No sé por qué,nosotras que hemos hablado siempretanto de todo. Pero a mí no me sale. Aella tampoco. Por un lado, no querríahablar de otra cosa en todo el día. Porotro, no sabría como hacerlo sinecharme a llorar.

Solo puedo hablar contigo, aquí, ylloro mientras te escribo. Si esto fuerauna carta, aquí tendrías variosmanchurrones de tinta. Pero aquí solo ha

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caído una lágrima sobre la tecla de la J.Precisamente. Y no ha habido ningúncortocircuito. Este ordenador esimpasible.

¿Y tú? ¿Quieres hablar de esto? Séque no te gusta hablar, ¿o es que nosabes cómo hacerlo? Podrías intentarlo.Igual te ayuda. Yo te escucharía. Soytoda oídos. ¡Ay! ¡Qué tonto me suenaeste ofrecimiento! ¡Si yo lo que quieroes abrazarte y que estemos juntos y…! Ytodo lo demás.

También nos decimos cosas así,¿verdad? Con abrazos… y todo lodemás.

Te quiero mucho.Escucho tus dibujos.

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María.

PD1: Hoy he sonreído cada vez quete he visto. No creas por eso que noestoy triste. Creo que no se puede estarmás triste que yo. Lo que sucede es queme pongo tan contenta al verte… Es soloeso.

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CÓMO HABLAR [3].

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PD: DESPUÉS DE PONERTE ELENLACE, ME DI CUENTA DE QUESIGUES CASTIGADA SIN INTERNET.PERO NO HAS PODIDO OLVIDAR LALETRA DE LA CANCIÓN. NI EL DÍAQUE LA CANTAMOS EN ELKARAOKE. «CÓMO HABLAR SICADA PARTE DE MI MENTE ESTUYA. Y SI NO ENCUENTRO LAPALABRA EXACTA…».

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Al principio de esta historia, lahistoria de Jorge y María, era el final. Elfinal del verano.

María bajó sola a la piscina con latoalla y un libro. Sus hermanos y supadre aún andaban en pijama. Su madreya no estaba en su casa. Su amiga Clarapasaba el fin de semana fuera. Nadiehabía bajado todavía. Era la hora idealpara tumbarse y pensar.

Y María tenía algo en que pensar.Clara acababa de regalarle un blog. Selo había enviado por sorpresa, en unmensaje de correo electrónico:

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De Clara LujánPara: María PinillaAsunto: Regalito

Pinilla, estoy harta de queme abrases

con tus mensajes, tusteorías sentimentales,

tus dudas amorosas y tusfilosofadas.

¡Abrasa al mundo entero!

Y, junto al mensaje, la dirección deun blog. Casi vacío. Solo el nombre deMaría en los datos de perfil, una fotosuya en el lateral, y la cabecera.

«Pinillismos», se llamaba el blog.

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María aún no sabía sobre qué escribirpara estrenarlo.

Extendió la toalla, dejó el libro allado, se tumbó boca arriba, cerró losojos, aspiró el olor de la hierba mojada,sintió la humedad del suelo abriéndosepaso hacia su cuerpo y recibió como unregalo el calor de un sol aún tímido.Resultaba increíble que aquel sol fuerael mismo que, horas más tarde, haríaescurrir por su cuerpo gotas de sudor.María pensó esto y se acordó de sumadre. A veces también parecía mentiraque esa cariñosa mujer que le daba elbeso de buenos días fuera la mismapersona que le gritaba algunas nochespor la menor tontería. El día anterior, sin

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ir más lejos, por haberse olvidado detender la toalla. ¿Podría escribir sobreeso? Una teoría sobre la metamorfosisde un hada en ogro por obra y gracia deuna toalla mojada. ¿Pero y si su madrelo encontraba y lo leía? Entonces supolo primero que haría en su blog. Nosería escribir. Sería borrar. Borraría sunombre y así escribiría lo que le diera lagana sin que nadie pudiera localizarla.¿Y si cambiaba el nombre del blog?Bueno, tampoco era la única Pinilla delmundo…

Así estaba María, tumbada, con losojos cerrados, pensando en la últimabronca de su madre y el primer post desu blog, cuando oyó por primera vez la

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voz de Jorge.Esa caja ya la llevo yo, no se

preocupe. Démela. Es muy frágil.María se incorporó abriendo los

ojos. El sol le dio de lleno en la cara y,durante unos segundos, solo viopequeñas estrellas parpadeantes.Cuando por fin se acostumbró al sol, lovio. Tan moreno. Un trozo de universoabriéndose paso entre tanta estrella. Yentonces decidió que su primer posttrataría sobre otra cosa[4].

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VIERNES

Cuando te vi por primera vez, tú nome viste a mí. Yo estaba en la piscina ytú, perseguías a uno de los de lamudanza. Querías cogerle una caja. Teofreciste a ayudar y, entre tu torpeza y suextrañeza, la caja cayó al suelo.

Tú te pusiste blanco. Y el de lamudanza te miró con cara de pánico.

Yo aún no sabía quién era tu madre.Bueno, claro que sabía quien era tumadre. Todo el mundo sabe quién es tumadre. Quiero decir que yo no sabía quetú eras hijo suyo. Pero seguro que elhombre de la mudanza sí. Probablemente

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pensó que tú serías igual que ella. Sequedó quieto, aterrado, como esperandouno de sus famosos gritos.

Sin embargo, tú, aún pálido, concalma, cogiste la caja del suelo y fuistehacia el portal ocho, mi portal. Alencontrar la puerta cerrada, volviste lacabeza. Miraste el reguero de cajas que,como las miguitas del cuento, marcabanclaramente el camino desde la entradahacia el portal seis, diste la vuelta yfuiste hasta allí abrazado a la caja. Lapuerta estaba abierta, pero aun asítropezaste con ella. Estuviste a punto decaer, pero te enderezaste a tiempo yluego desapareciste.

En ese momento supe dos cosas:

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1. Que eras un desastre con patasy 2. Que podía enamorarme de ti.Recuerdo esto ahora porque en esa

caja iba lo único que nos conecta enestos momentos: el ordenador y estependrive con forma de llave. Echo tantode menos hablar contigo…

De todas maneras, me estoyacostumbrando a escribirte largo y creoque ahora me costaría hacerlo de otraforma, con SMS. Lo mismo me pasó contus besos. Cuando nos dimos el primerbeso largo, supe que no había vueltaatrás. Desde aquella tarde en lasescaleras de mi portal, sentados entre elprimero y el segundo, ya no quise probarotra cosa. Adiós a esos piquitos que nos

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habíamos dado hasta entonces. Adiós,SKS. Short Kissing Service.

¿Te acuerdas de mi teoría sobre losbesos[5]?

Y pensar que hoy daría un ojo de lacara aunque solo fuera por uno de esospequeños…

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YO TAMBIÉN DARÍA UN OJO DELA CARA POR UNO DE TOS BESOS,PERO QUIZÁ SEAN DEMASIADOCAROS.

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La primera vez que María vio dar unbeso a Jorge, no era ella la que estaba aescasos milímetros de su cara. Fuepocos días después de la mudanza.

Ya era de noche y María volvía decasa de Clara. De pronto, en el patio,vio dos sombras cerca de los chopos. Seacercó sigilosa sin que la vieran yreconoció a Jorge. Estaba con una chica.María aún no sabía quién era.

Era Raquel.En eso momento, María vio cómo la

distancia entre la cara de Jorge y deRaquel se acortaba como a cámara lenta.

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Cuando sus labios estaban a puntorozarse, María quiso poder dar a STOP.Lo deseaba tanto que hasta hizo el gestocon el pulgar. El gesto de pulsar STOP.

Más tarde, mucho más tarde, laprimera vez que María y Jorge sebesaron largo, aquel día en el portalocho, sentados entre el primero y elsegundo, María no pudo evitaracordarse de aquella escena. Las carasde Jorge y María se acercaron muylentamente y cuando estaban casitocándose, María apretó el pulgar sobreel hombro de Jorge.

STOP. No, mejor dicho: PAUSE.María se detuvo. Jorge también.Se quedaron unos segundos con los

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labios a tres milímetros de distancia,rozándose la punta de la nariz,conteniendo el aliento primero,respirando despacio después.Respirándose el uno al otro.

A lo lejos se oyó pasar un avión.Parecía mentira que no se hubieraquedado parado en mitad del cielo. LaTierra entera tenía que dejar de girar. Eluniverso debía detenerse en ese instante.Porque Jorge y María estaban a punto debesarse.

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Siempre hay alguna parte denosotros mismos que no está en lo quenos sucede. Ese pie que se mecemientras el resto del cuerpo se concentraen comer, o esos dedos que tamborileanmientras todo el cuerpo escucha. Peroaquella pausa sirvió para que cada partede Jorge y María se concentrara enaquel beso. Fue como si, poco a poco,fueran llegando todos sus átomos, hastalos más rezagados. Entonces, cuando yaestaban todos ahí… PLAY.

El beso.No hubo una sola parte de ellos que

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no estuviera ahí en ese momento, desdela pequeña cicatriz que tenía María en eltobillo hasta el lunar que tenía Jorgejunto al ombligo. Cada parte de símismos estaba allí, en ese beso.

Hasta que llegó el escolta.Por favor, guárdame el secreto

suplicó María.El escolta no dijo ni que sí ni que

no.

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Dije antes que las historias acabancomo pueden.

No es así. Las historias acaban comosu autor quiera que acaben. O al menosacaban donde su autor quiere, que casiviene a ser lo mismo.

Elige dónde pones el punto final yestarás eligiendo la historia. Cambia elfinal y cambiarás la historia. Mata a unpersonaje y se convertirá en un héroe.Déjalo vivir y tendrás un villano, unmártir… o un aburrido. El final locambia todo. Cambia hasta el principio.

No seas caradura, no pases las

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páginas, no busques la última. Es másdifícil no buscarla ahora que lo hedicho, ¿verdad?

En vez de eso, piensa enCaperucita.

Una versión: el lobo se come aCaperucita. Punto final. Gana el lobo.Pierden los niños insensatos. Moraleja:

La niña bonita, la que no lo sea,que a todas alcanza esta moraleja,mucho miedo, mucho, al lobo le

tenga,que a veces es joven de buena

presencia,de palabras dulces, de grandes

promesas,

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tan pronto olvidadas como fueronhechas.

Otra versión: el lobo se come aCaperucita, llega un cazador, saca aCaperucita de la barriga del lobo, se lallena de piedras y el lobo, que sedespierta sediento, se ahoga en el río alir a beber. Fin de la historia. Pierde ellobo. Gana Caperucita. Moraleja: esbueno tener amigos, sobre todo si soncazadores o leñadores.

O escritores.Como yo.Pero ¿quién soy yo y cómo quiero

que acabe esta historia? No piensorevelarlo hasta que te pongas de mi

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parte.Para eso, para que te pongas de mi

parte, está escrita. Te lo dije: no es unanovela, es una campaña.

Hasta entonces, me toca seguirrecopilando las cartas de María, losdibujos de Jorge, y hablando en tercerapersona. Tengo que seguir contando lahistoria de Jorge y María, y dejar queaparezcan los demás. Todos los de más.

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SÁBADO

Querido Jorge:Supongo que seguirás castigado sin

salir. Si te sirve de consuelo, yotampoco voy a salir hoy. No porquehayan cambiado de idea y me lo hayanprohibido como a ti. No, soy yo la queprefiere encerrarse en casa. Aún nopuedo salir. Esos círculos que se abren ami alrededor a cada paso que doy, contodos esos ojos clavados en mí… Mesiento como una piedra rebotando en elagua. Ondas, ondas y más ondasconcéntricas a mi alrededor. Todas sealejan, pero todas se concentran en mí.

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En mí, que nunca quise ser el centro denada. ¿Cómo podría ir hoy al Maracaná?

¿Cómo podría volver a ese rincón?Solo podría hacerlo contigo. Necesitocontinuar donde lo dejamos. Puedo dartela localización exacta de cada parte delcuerpo, como un GPS. Sueño con esemomento. Estábamos a mitad de camino.Aún no podía decirse aquello de «hallegado a su destino». Estas erannuestras coordenadas: mi mano derechaestaba enredada en tu pelo, la izquierdabajaba por tu espalda, tu boca en micuello, la mía en tu oreja, tu manoderecha había empezado a trepar por micintura y tu mano izquierda habíadescubierto el camino a través de la

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manga de mi blusa. Teníamos calor. Yhoy hace tanto frío…

Cómo me gustaría pensar solo enesto, en ti y en mí en el Maracaná. Pero,por más que intente apartarlos, otrosrecuerdos se empeñan en ocupar micabeza. Todo aquel ruido sobre ti ysobre mí y sobre cosas que no teníannada que ver con nosotros dos… Hasido como una lanza. Y esa lanza me haabierto una herida que no se ha cerrado.

De verdad que intento olvidar.Intento no escuchar. Me lo estánponiendo fácil en casa. Mis padressiguen a rajatabla la norma. En la puertade entrada debería haber un cartel quedijera: «Prohibido el mundo exterior».

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Pero, aun así, de repente, cuando menosme lo espero, todo lo que han dicho,todo lo que han escrito todo lo que hevisto, todo lo que he oído, todo lo quehe leído y todo lo que me imagino queseguirán diciendo, aparece de pronto enmedio de mi cerebro y ocupa todo elespacio. Palabras, palabras, palabras,palabras que forman una enorme bolaque se expande por mi cabeza, que bajapor mi garganta, la cierra y no dejapasar el aire a mis pulmones. Laspalabras hacen que todo vuelva a serreal, la bola en mi garganta también sehace real y entonces ya no puedorespirar. ¿Sabes qué hago entonces,cuando estoy a punto de ahogarme?

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Entonces digo tu nombre. Muchas veces.En voz baja, porque al principio casi nime sale la voz. Jorge, Jorge, Jorge,Jorge, Jorge… Como tú cuandoescribiste María, María, María,María… Te vas a reír, pero tengo unateoría: si piensas mucho en una personaque te quiere (esta teoría solo vale conpersonas que te quieren), esa persona lonota. Entonces, cuando te pienso y tenombro, pienso que tú me piensas, y labola se disuelve y el aire vuelve acircular. Pero sé que solo es un apaño,que la bola de palabras volverá. Y conlas palabras, volverá todo. La rabia, lavergüenza, la pena… Mientras tanto,sobrevivo. Aunque sé que esto es como

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la chistera del mago: puedes fingir queno hay nada dentro, pero sabes que ahí,tras un pañuelo blanco, está latiendo unapaloma. Y puede salir en cualquiermomento.

Con una gran diferencia. Lo que salede esta maldita chistera no es unapaloma. Es un buitre. Huele la sangre demi herida abierta. Sale de vez encuando, como por arte de magia, y lapicotea un poco.

Así no me va a cicatrizar nunca.

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ME HA ESCRITO MI PADRE. ÉLDICE QUE ESTO ES COMO UNABORRASCA, QUE HAY QUEAGUANTAR EL CHAPARRÓN, PEROQUE PRONTO PASARÁ. OJALÁTENGA RAZÓN. MIENTRAS TANTO,¿NOS CURAMOS?

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8

Al menos yo intentaré ir en orden. Elcomienzo ya lo sabes: María y Jorge enla piscina. El final está por ver. Enmedio…

En medio, siempre en medio, estabaClara, la buena de Clara. Aunque alprincipio no. Cuando Clara llegó eldomingo por la tarde, María ya se habíacruzado con Jorge cuatro veces.

La primera, cuando Jorgeprotagonizó su particular versión dePulgarcito con las cajas de mudanza.

La segunda fue media hora despuésel tiempo que tardó Jorge en encontrar

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un traje de baño entre tanta caja, denuevo en la piscina. Jorge bajó a darseun baño. Llegó descalzo, sin hacerruido, y María, que leía tumbada bocaabajo, ni se dio cuenta. Pero de pronto,el sonido limpio de una perfectazambullida de cabeza le hizo levantar lavista del libro.

Ahí estaba. Bajo el agua. Un cuerpo.Su cuerpo.

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DOMINGO

Querido Jorge:Estoy contigo a cada momento. Me

acompañas a todas partes. No hago otracosa que pensarte. Y sin embargo,estando como estás constantemente enmis pensamientos, te echo tanto demenos… Porque no estás, claro. Mefaltas, como un brazo a un manco.Extraño todo de ti: tu risa, tu olor apomelo, tus gracias, tu mirada, todo tucuerpo. Tu cuerpo…

Recuerdo cuando te vi buceando porprimera vez. Tu cabeza, tus brazos, tuespalda, tu traje de baño rojo, tus

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piernas. Te veía cruzar la piscina bajo elagua y era como si viera por primeravez un ser humano. Entonces pensé:«¿Es este el cuerpo del que podríaenamorarme? ¿Por qué? Si no tieneescamas». Es absurdo, lo sé.Pensamientos de sirena. En esemomento, se me ocurrió cuál sería lasegunda entrada del blog, el cuerpo[6]. Yentonces llegaste al final de la piscina,sacaste la cabeza del agua y lo primeroque hiciste fue girarte hacia mí.

Sabías que estaba ahí. Tú sí mehabías visto al llegar, seguro. Y por esome buscaste.

Nos miramos. ¿Te acuerdas?Solo duró un segundo. Puede que

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menos. Al momento, bajé otra vez lavista al libro. Me puse tan nerviosa queme tumbé con la cara apoyada sobre losbrazos, y luego giré la cabeza hacia elotro lado, bajé los brazos paracolocarme mejor el bikini, doblé larodilla y subí una pierna (intentaba quese viera más delgada), volví a subir losbrazos, me solté la goma del pelo, volvía girar la cara y te miré de reojo. Túseguías ahí, mirándome. Cerré los ojos.Sentí que me habías pillado in fraganti.Luego pensé que era absurdo. Sí, teestaba mirando. Pero ¿acaso no meestabas mirando también tú a mí? Conlos ojos cerrados, imaginé que te veía através de los párpados. De pronto me di

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cuenta de que te estaba dando ventaja.Estaba dejando que tú me examinarassin pagar el peaje de pasar vergüenza. Ydecidí que la próxima vez no sería así.La próxima vez no bajaría la cabeza. Temiraría.

Hoy tampoco tengo ganas de salir decasa. Me quedaré aquí, en la ventana.Mirándote.

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CLARO QUE TE MIRABA EN LAPISCINA. MIRA CÓMO TE MIRABA.(Y SI SUPIERAS LO PARECIDO QUEHA SIDO DIBUJARTE AACARICIARTE. EL LÁPIZ POR TUCUERPO…).

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9

La tercera vez que Jorge y María sevieron fue esa misma tarde en la entradade la urbanización.

Jorge entraba, María salía, y sucorazón casi salió también al ver a Jorgede frente. Se arrepintió de llevar aquellacamiseta. Y pensar que hacía unosminutos había estado a punto de ponerseel vestido blanco… Se animó pensandoque, por lo menos, acababa de echarsecolonia. Y esta vez no bajó la cabeza.

Jorge la miró con media sonrisa yaquello fue como el disparo que anunciael comienzo de un juego.

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«Está bien, juguemos», pensó María,y clavó los ojos en los suyos como sifueran crampones. «No tengo miedo demirarte. ¿Lo tendrás tú?», decían losojos de María, retadores.

Sin necesidad de explicarlas, losdos comprendieron las sencillas reglasdel juego. En realidad, solo había una:el primero que retire la mirada, pierde.

Jorge se concentró en las pupilas deMaría y redujo el paso. María se quedóprácticamente quieta junto a la puerta.

Parecía un duelo silencioso. Comoúnica arma, la mirada. Ninguno de losdos sabía que, más tarde, ese dueloacabaría siendo un entrenamiento para laúnica forma de comunicarse.

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Pero entonces alguien más irrumpióen la escena. Era Edgar, que salía delcuarto de mantenimiento. Ya tenía juezpara el duelo.

Buenos días, María dijo Edgarmecánicamente.

Pero María no cayó en la trampa. Noestaba dispuesta a dejarse ganar tanfácilmente. Sin mirar a Edgar, con lavista aún fija en Jorge, dijo sonriendo ydando un paso:

Buenos días, Edgar.Jorge y María siguieron andando a

cámara lenta ante Edgar, con las pupilasdel uno clavadas en las del otro. Cuandopor fin se cruzaron, Jorge sonrió triunfal.

Adiós, María dijo con una voz tan

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tímida que casi desmentía su victoria.Al darse la espalda, los dos

sonreían.Ahora los dos sabían cómo sonaban

sus voces y cómo olían sus cuerpos.María a limón, Jorge a pomelo. Maríaademás había identificado qué eraaquello que le resultaba vagamentefamiliar en Jorge: la forma de su boca,tan parecida a la suya propia. «Boca demono», como le decía Nicolás, suhermano pequeño, cuando quería hacerlerabiar.

En todo ese tiempo, ninguno de losdos había dejado de mirarse fijamente.Pero no había empate en este duelo.Había un ganador, y ese era Jorge.

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Ahora él sabía algo de María que ellaignoraba de él: su nombre.

Cuando se alejaron en sentidosopuestos, Edgar se apoyó en la escoba,suspiró y meneó la cabeza sonriendo.

Él fue el primero que supo. Y elúltimo que habló. No hay discreción másintrínseca que la de los porteros. Pormucho que digan.

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DOMINGO

Perdona que te escriba otra vez,pero no puedo dejar de hacerlo. Es laúnica forma que me queda de estarcontigo.

¿Sabes? Cuando empezamos acomunicarnos así, mandándonos estosmensajes a través de Clara, sentí tantoalivio… Creía que me estaba muriendo,y esto fue como ponerme oxígeno. Vidaartificial, pero vida al fin y al cabo.Porque puedo pasar sin el messenger,puedo pasar sin el blog. Pero no puedopasar sin hablar contigo. Y necesitohacerlo «a solas». Si no, me muero. Ya

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sabes: ni vos sin mí, ni yo sin vos.Por otro lado, no dejo de pensar que,

de alguna forma, alguien podría leernos.A pesar de la contraseña del pendrive, apesar de que no nos lo enviemos porinternet, a pesar de que yo no llegue aguardar los archivos en mi ordenador…Esta gente es muy buena. No hablo delos de la puerta. Hablo de loscocodrilos de mi madre. Apuesto a quepodrían conseguir la información que sepropusieran. Pero ¿acaso puedenmeterse dentro de mi cabeza? Comomucho, podrían meterse dentro de micapucha, descubrir tus dibujos. Perodudo que comprendieran nada.

Sin embargo, pienso en Óscar, el

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escolta de mi madre. Es un buen tío. ¿Ysi alguien como él leyera esto? ¿Y sirealmente pudiera meterse dentro de micabeza? (¿Leer esto no es lo másparecido a meterse en mi cabeza?). Y silo hiciera, ¿no pensaría que es injustotodo esto que nos pasa? ¿No diría:«Vamos, ocupémonos de algo másimportante; dejen en paz a estos chicos,que solo quieren quererse, y eso no se lopodemos prohibir»?

Ay, no sé. A veces tengo la sensaciónde que todos esos que nos miran porencima del hombro, esos que nos tomanpor críos, esos que se dicen adultos, noentienden nada. Seguro que tu hermanaIngrid nos entiende mucho mejor.

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Le doy esto a Clara a todo correrantes de que se vaya.

Pienso en ti cada instante. Esteinstante. Y este. Y este también. Y este.Y este otro… Y en esos puntossuspensivos también. Ay, no puedo parade escribirte. Pero paro. Ya. De una vez.Te lo prometo. Me lo juro. Por miabuela.

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10

La cuarta vez que Jorge y María sevieron, poco antes de que Clara entraraen acción, ya no fue por casualidad. Seestaban buscando.

Durante todo aquel lluviosodomingo, Jorge y María se buscaron porlas ventanas de sus respectivas casas. Seinventaron decenas de excusas paraasomarse. ¿Sigue lloviendo? ¿Se haformado charco en la entrada? ¿Alguiense ha olvidado algo en la piscina?¿Vienen más nubes? ¿Ha salido el sol?¿Saldrá el arco iris? ¿Llueve más fuerte?¿Están jugando los niños en el soportal?

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Esta vez María jugaba con ventaja.Sabía en qué portal vivía Jorge: el seis.Su búsqueda era más precisa y tambiénmás aburrida. Aquella tarde llegó aconocer de memoria cada maceta, cadacortina y cada peculiaridad de lafachada.

Lluvia y más lluvia era lo que veíancuando se asomaban. Lo intentarondesde todas las ventanas de la casa,mirando a derecha e izquierda, buscandonuevos ángulos.

Se asomaba María cuando Jorgehacía un minuto que se había retirado desu ventana. María se retiraba y cincominutos después aparecería Jorge.

Durante horas estuvieron jugando al

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gato y al ratón, hasta que por fincoincidieron.

Fue gracias a un trueno. Nada mássonar, los dos supieron que esta vez ibana encontrarse. La tormenta los habíaconvocado.

Y así fue. Se asomó Jorge. Se asomóMaría. Se buscaron y se encontraron.

Se estuvieron mirando de ventana aventana, de cuarto a segundo, durantetres minutos.

Prueba ahora a contar hasta cientoochenta. Uno dos tres cuatro cinco seissiete ocho nueve diez once doce trececatorce quince dieciséis diecisietedieciocho diecinueve veinte…

En tres minutos sobra tiempo para

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enamorarse.Y habrían sido más si no fuera

porque en aquel momento sonó el móvilde Jorge.

Era Raquel.

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Cuando Jorge desapareció de laventana para contestar la llamada deRaquel, María sintió una punzada en elestómago. Ya sola, no pudo evitarlevantar la mano. Solo la lluvia recibiósu gesto. Una muda despedida a unsordo.

Cinco minutos después, sonó elinterfono. Era Clara, que había vuelto depasar el fin de semana con su padre.

¿Está María? preguntó a Javier, elhermano mediano de María, cuando él leabrió la puerta.

Dos segundos después, Clara

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entraba como un ciclón en el cuarto desu amiga y decía como saludo:

¡Pinilla! ¡¡A que no sabes quién havenido a vivir a la urbanización!!

Pues, ahora que lo dices dijo Maríamidiendo sus palabras, he visto a unchico…

¿Un chico? ¿Qué chico? No teenteras de nada cortó Clara. ¡RebecaLindon! ¡¡Rebeca Lindon!!

¿La actriz?Pues claro. ¿Conoces otra Rebeca

Lindon? ¿Lo sabe tu madre?¿Mi madre?Ya verás cuando se entere.¿Por qué lo dices?¿Estás tonta o qué? ¡Rebeca Lindon!

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¿No te acuerdas del pollo que montóantes de las elecciones con todo lo quedijo del partido de tu madre? preguntóClara.

María frunció el ceño.Ahora que lo dices…Clara asintió y siguió haciéndolo

mientras susurraba:Rebeca Lindon, tía. Y en nuestra

urbanización. Esto va a ser la bomba.No sabía Clara hasta qué punto iba a

serlo. La bomba.De pronto, recordó lo que había

dicho María:Oye, y… ¿qué decías de no sé qué

chico? Ah, y otra cosa. ¡No me habíasdicho que habías estrenado el blog! Si

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no lo miro… Pues que sepas que ya hepuesto el primer comentario. ¿Qué tal elfin de semana? siguió Clara, imparable.¿Has ido al Maracaná? Ya vi enFacebook que había fiesta hawaiana…Rebeca Lindon, tía…

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A más de dos mil kilómetros deMaría pero a un solo clic de ratón, almismo tiempo pero una hora antes, Yaizahablaba con Isabel en su habitación.

¿Yo qué culpa tengo? decía Yaiza.Ya sé que está saliendo con Sol, pero nopuedo dejar de pensar en él. Todo me lorecuerda. No puedo hacer nada paraevitarlo. Es como si el mundo fuera unasucursal suya.

¿Una sucursal? preguntó Isabel.¿Qué dices?

Lo he leído en un blog. Espera.Yaiza se volvió al ordenador y

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empezó a minimizar pantallas.Llegué de casualidad se justificó

mientras movía el ratón.A saber qué estarías buscando.Yaiza sonrió.Pues… algo así como: Sol, cretino

integral, dudas amorosas. Estabapracticando los métodos de búsquedadel González.

Isabel meneó la cabeza.¡Espera! ¡Ya está! Lee.¿Pinillismos? ¿Qué es esto?Tú lee.«El amor a primera vista es como

mirar al Sol fijamente». ¡El Sol! ¡Peroaquí se refiere a esa cosa grande queestá en el cielo y da luz y calor, no a esa

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rubia repelente que sale con tu queridoMarcos! exclamó Isabel.

Ya, da igual. Tú sigue leyendo.Isabel volvió a empezar:«El amor a primera vista es como

mirar al Sol fijamente. Después dehacerlo, es imposible ver otra cosa queun montón de estrellitas brillantes, comopequeñas sucursales del Sol. Puescuando ves a alguien del que teenamoras a primera vista, pasa igual.Desde la primera vez que ves a esapersona, ya no ves otra cosa. Todo tehace pensar en ella. El mundo es unasucursal de él». Aaah, ya.

Isabel siguió leyendo en silencio.Pues qué quieres que diga. Yo soy

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más de la opinión de la Clara esa.¿Quién es Clara?Una que ha puesto un comentario.

Escucha: «Y mi opinión es… el amor aprimera vista existe, igual que existenlas bombas de neutrones, los cables dealta tensión y otras cosas que provocanuna muerte segura. ¿Qué hacer paraevitarlo? ¡Mira para otro lado, bonita! Oponte gafas de sol…».

Yaiza se echó a reír.¡Es como si lo hubieras escrito tú!Isabel sonrió, se quitó las gafas de

sol y se las colocó a Yaiza.Ya sabes, «bonita». Ponte gafas de

sol.

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PUES SÍ, MARÍA. YA LO DICE ELPRINCIPITO: «LAS PERSONASMAYORES NUNCA SON CAPACESDE COMPRENDER LAS COSAS PORSÍ MISMAS, Y ES MUY ABURRIDOPARA LOS NIÑOS TENER QUEDARLES UNA Y OTRA VEZEXPLICACIONES».

¡AY, MARÍA!, SI NOTUVIÉSEMOS QUE DAREXPLICACIONES, SI NOS DEJASEN«A SOLAS».

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Si yo fuera la madre de María, si yofuera Candela Brines, esta escena noestaría tan llena de silencios. En lugarde eso, bullirían los pensamientos, losmiedos, las dudas y, sobre todo, losrecuerdos… Pero como no lo soy, y aúnes pronto para que lo averigües tendrásque conformarte con verlo así:

Aquel domingo por la noche, a lahora de cenar María soltó la bomba encasa.

¿Sabéis quién ha venido a vivir en laurbanización?

Teo y Candela, los padres de María,

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negaron con la cabeza mientras que sushermanos exclamaban:

¡¡Rebeca Lindon!!Eso lo sabe todo el mundo apostillo

Javier.¿Rebeca Lindon? repitió incrédula

Candela.Todo el mundo… menos mamá dijo

Nicolás.María ya temía que la noticia le

sentaría mal a su madre. Al fin y alcabo, Candela era diputada y durante laúltima campaña electoral, RebecaLindon había apoyado al partido de laoposición y había atacado duramente aljefe de Candela.

Pero María no esperaba que le

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sentara tan mal. Candela se puso blancay empezó a repetir mirando a su marido:

Rebeca Lindon, Rebeca Lindon,Rebeca Lindon… Teo… Re-be-ca Lin-don.

El padre de María, Teo, cerró losojos muy despacio, respiró fuerte, abriólos ojos, dejo el tenedor sobre el plato ypregunto, casi en un susurro:

¿Ha venido con sus dos hijos?¿Dos hijos? preguntó Javier. Si solo

tiene una niña ¿Cómo se llamaba?Ingrid apuntó María. Es monísima

¿No os acordáis de las fotos esas decuando fueron a Euro-Disney? Salieronen todas las revistas.

¿Lo ves papá? Pichi y Rebeca

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Lindon solo tienen una niña.Si respondió. Pichi y Rebeca

Lindon.¿Entonces? insistió Javier. Tú has

hablado de dos hijos.Mmm, si contesto su padre sin ganas.

Hay un chico de un matrimonio anterior.María se quedó paralizada, con un

trozo de pollo a la altura de la boca.¿Un chico?Teo asintió.¿Qué edad tiene? preguntó María al

instante.Más o menos la tuya. Creo dijo Teo.María se sonrojó.¿Y quién es su padre?Teo miró a Candela. Candela miró a

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Teo. Tras un silencio, Candela dijo:Eeeh… Berto Zaera.¿Berto Zaera? preguntó Nicolás.

¿Quién es ese?Uno que escribe en la prensa

murmuró Teo.¿Del corazón? preguntó Javier.Teo miró a Candela esperando que

ella respondiera. Pero Candela estabamuda.

Económica dijo Teo.Vaya rollo refunfuñó Javier. ¿Y qué

hace el marido de Rebeca Lindon, elPichi ese?

Candela no pudo más y gritó más delo que sería de esperar:

¡¿Es que no va a haber otro tema de

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conversación a partir de ahora queRebeca Lindon?!

Se hizo un incómodo silencio. Elprimero de muchos incómodos silencios.

Teo y Candela siguieron comiendosin decir palabra. Y Javier, Nicolás yMaría siguieron hablando de RebecaLindon. Como el resto de habitantes dela urbanización aquella noche y todaslas noches siguientes.

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LUNES

Ayer en misa hablaron de lo de laserpiente que tienta a Eva para que comael fruto prohibido. Apuesto a que tú tecreías que era una manzana. Muchagente lo cree. Pues no, en ningún sitiopone que fuera una manzana: era el frutodel árbol del conocimiento del bien ydel mal. El árbol de la ciencia, quedicen algunos.

Yo, que todo lo interpreto en clave«Jorge y María», ¡hasta lo que dicen enmisa!, me he quedado pensando en lascosas que ahora sé, en lo que se hadicho sobre nosotros, y me he dado

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cuenta de que hay cosas que es mejorignorar. Ahora que sé más de lo quequisiera, ahora que he leído y oído másde lo que puedo soportar, me gustaríavolver atrás. Pero es imposible. Nos hansacado del paraíso para siempre, y siquisiéramos volver nos encontraríamosuna espada de fuego. Una vez que sabes,no puedes dejar de saber. A menos quete des un golpe en la cabeza, pero notengo ninguna intención de probarlo.

Aun así, hoy estoy más optimista.¿Me lo parece a mí o hay menosreporteros ahora? Estos días pasados,cuando salía, me encontraba una nubeentera. Hoy solo he visto tres. ¿Será quepor fin el mundo se olvida de nosotros?

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¿Será verdad lo que te dijo tu padre, queesto era como una borrasca, que habíaque aguantar el chaparrón pero queluego pasaría? ¡Pero si hoy hasta hacesol! ¡Por fin un día sin niebla! Tengo unateoría sobre el tiempo:

Es más fácil que pasen cosas buenascon sol y cosas malas con lluvia. No espor arte de magia. Es porque a la gentele afecta, y si todo el mundo está debuen humor, lo normal es que pasencosas buenas.

¡Ay, Jorge! Empiezo a ver el final.¡Y es un final feliz!

PD: Con el calor que hace hoy, ysigo con tu bufanda roja enroscada alcuello. ¡Aún huele a ti!

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Una recta es una recta, pero según loque tenga al lado puede llegar a parecerotra cosa. De hecho, si ves unas rectasacompañadas de bloques negrossalteados, jurarás que lo que tienesdelante no son rectas sino curvas. Asíson las ilusiones ópticas[7].

Jorge era Jorge. Jorge era tímido, yun desastre con patas, y alguien de quienMaría podría enamorarse. Pero desdeque a Jorge lo acompañó el apellidoLindon, Jorge pareció otro a los ojos deMaría.

Por lo pronto, alguien más

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inalcanzable.De haber sabido antes quién era su

madre, María habría sido incapaz deenfrentarse a él como lo hizo en laentrada, pupila contra pupila, o debuscarlo en la ventana. Hasta seavergonzaba un poco de lo sucedido.

¿Cómo he podido? le decía a Clara.¡Con el hijo de Rebeca Lindon!

Pero tú no sabías nada respondíaClara. Además, piénsalo, Pinilla, ¿quécambia eso? A ti te ha gustado ese chicoy ya está. Qué importa quién sea sumadre.

Para empezar, ¿te he dicho yo queme gustara ese chico?

No hace falta que lo digas la

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interrumpió Clara.Y para seguir, ¿cómo que no importa

quién sea su madre? No importaría si sumadre fuera Pepita Pérez. ¡Pero sumadre es Rebeca Lindon!

Bueno, vale admitió Clara. ¡Puesmejor todavía!

María se quedó en silencio. Eraincapaz de saber, o admitir, si ahoraJorge le gustaba menos o aún más. Peroalgo había cambiado. Las rectas erancurvas. Leves curvas, de momento. O,por lo menos, eso parecía.

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Durante la semana siguiente, antesde que empezaran las clases, María secruzó cinco veces más con Jorge. Cuatrode ellas coincidieron en la piscina, y lascuatro María estaba con Clara.

En aquellas ocasiones, los cuerposde Jorge y María se cruzaban en lapiscina. Sincronizaban sus largos deforma aparentemente casual. CuandoJorge salía de un extremo, María salíadel otro. En el centro de la piscina, aveces, solo a veces, se miraban dereojo. Jorge solía llegar un poco antes, yaprovechaba la ventaja para ver cómo

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María daba la última brazada.En realidad, a Jorge le aburría

nadar. En realidad, María hizo en cuatrodías más largos que en todo el verano.En su muro de Facebook escribió: «¿Sepueden tener agujetas de nadar?». Unaile respondió: «Eso sonAGUAJETAS:))))».

Eran un par de impostoresbraceando. Y Clara los miraba divertidadesde el borde de la piscina.

Una vez María hizo un largo deespaldas mientras, de frente, Jorgeavanzaba a crol. Cuando estaban casi enmitad de la piscina, el brazo de Maríachocó con el de Jorge.

Perdón musitó Jorge.

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María sonrió. Le quemaba el brazo.La otra vez que más llegaron a

aproximarse fue una ocasión en la quelos dos se tiraron de cabeza yrecorrieron la piscina buceando. Ahí,bajo el agua, se miraron con el descaroinocente de los peces y la ensoñación delas sirenas. Cuando sus cabezas salierona la superficie, los dos estaban sinaliento.

En todo ese tiempo, lo único que secruzaban eran sus miradas y sus cuerposde falsos nadadores. Ni una palabra.

Ni siquiera Clara se atrevió aromper el hielo. El recuerdo de RebecaLindon le congelaba el «¿Llevas hora?»en la garganta cada vez que iba a

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acercarse a él a preguntar. Tampocohabían podido averiguar su nombre, nibuscando en internet. En el buzón nofiguraba. Todo en torno al hijo mayor deRebeca Lindon estaba envuelto en elmisterio. Solo podían deducir que seapellidaba Zaera.

Edgar preguntó una tarde Clara alportero, ¿tú no sabrás cómo se llama elhijo de Rebeca Lindon?

No mintió Edgar, tan discreto comosiempre.

Vale, gracias.El día anterior al comienzo del

curso, María volvió a ver a Jorge. Estavez ella iba sola. Esta vez él no. Estabacon Raquel. Fue cuando María los vio

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besarse entre los chopos.Entró en casa dando un portazo.Ya está María contra el mundo dijo

su hermano Javier al verla pasar concara de rabia.

María sé encerró en su cuarto ycogió el móvil para contárselo a Clara,pero lo dejó. No tenía ganas de hablar.Solo tenía ganas de dar patadas y deescribir. Y eso es lo que hizo. Dio unapatada a una zapatilla, se sentó ante elordenador y escribió[8].

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A más de dos mil kilómetros deMaría, Yaiza sonrió. Acababa de leer lanueva entrada de Pinillismos. Y lapregunta que hacía allí María era lamisma que se hacía ella: ¿tenía derechoa sentir celos?

«¿Alguna vez has deseadoestrangular al chico que te gusta? ¿Y silo vieras con otra? Y en ese caso, ¿aquién sentirías más deseos deestrangular: a la persona que te gusta oquien está con esa persona?», leyó Yaizaen el blog de María. Y un poco másabajo: «Voy a abrir un bote de helado.

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Otra duda: ¿por qué los celos danhambre? ¿O es solo a mí?».

Y las respuestas de Yaiza a laspreguntas de María eran:

1. ¿Alguna vez has deseadoestrangular al chico que te gusta? No,hasta que lo vi con Sol.

2. ¿Y si lo vieras con otra? ¡Justo!3. ¿A quién sentirías más deseos de

estrangular: a la persona que te gustao quien está con esa persona? A él. Alfin y acabo, estrangular ¿no es abrazarmuy fuerte, muy fuerte?

4. ¿Por qué los celos dan hambre?¿O es solo a mí? ¡No sé por qué! Pero amí también me pasa.

Y entonces fue a Yaiza a quién se le

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ocurrió una nueva pregunta. Unapregunta que no tenía que ver con loscelos, ni con Sol, ni con los deseos deabrazar a alguien hasta la asfixia, ni conla ansiedad y el hambre… Y la preguntaera: ¿Cómo puede ser que unadesconocida, en algún lugar, estéescribiendo mi historia con las mismaspalabras con que yo lo haría?

Y se fue a comer un helado.

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El primer día de clase, María sesentó en la última fila, entre Sandra yÁlex.

Apenas llevaban diez minutos conPedro Contreras, el que iba a ser su tutorese curso, cuando entró el director:

Atención, voy a presentarles a unnuevo alumno empezó diciendo. Quieroque lo traten como a uno más, conrespeto y cordialidad. Se llama JorgeZaera. Puedes sentarte, Jorge dijoindicándole un sitio libre en la primerfila, alineado con el de María.

Mientras el director hablaba, Jorge

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apenas levantó la vista de la punta desus zapatillas. Cuando lo hizo, echó unvistazo general a la clase.Instintivamente, María se arrebujó yquedó oculta tras el corpachón de Unaique se sentaba delante. El director se fuey se quedaron con el tutor. María apenasprestó atención a lo que les dijo duranteel resto de la clase.

Desde su escondite, observaba cadamovimiento de Jorge. En un momentodado, vio cómo pedía un bolígrafo a sucompañera de al lado.

«Increíble», pensó María.«Realmente es un despiste con patas.Primer día de clase y no trae unbolígrafo».

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Estaba deseando salir disparada a laclase de al lado y contárselo, antes que anadie, a Clara. Por eso, en cuanto acabóla clase, no esperó a Magda y se fuedirecta hacia la puerta intentando queJorge no la viera. Era absurdo. Tarde otemprano, se verían. Y fue temprano.

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Cuando Jorge se giró y vio a Maríaen su clase, camino de la puerta, no lamiró igual que lo había hecho en suduelo silencioso, ni tampoco como en lapiscina. La miró como quien ve unfantasma.

María dijo con un hilo de voz. Ho…hola.

Hola respondió María, sorprendidade oír su nombre en boca de él.

No sabía que estudiabas aquí.Yo tampoco.¿No sabías que estudiabas aquí?Eeeh… Sí, claro. Pero no sabía que

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tú estudiabas aquí.Es que yo no estudiaba aquí.¿No?No dijo Jorge sonriendo. Soy nuevo.Sus compañeros iban pasando a su

lado. Magda los miró extrañada e hizoun gesto a María señalando el pasillo.María echó volar los dedos de la manoderecha como diciendo que se fuera.

Eeeh… esto… quería pedirte unfavor dijo Jorge casi en un susurro.

María enarcó las cejas.¿Tú…? ¿Tú sabes quién es mi

madre?Claro. Todo el mundo lo sabe

contestó María recordando las palabrasde su hermano Javier.

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Sí, ya. Pero aquí nadie sabe que soyhijo suyo dijo Jorge.

¿Y?Que es mejor así.¿Por?María se sentía un poco tonta

preguntando monosílabos.Prefiero que no se enteren.Ya dijo María sin acabar de

entender.La clase se había quedado vacía, y

la cara de Clara asomó por el marco dela puerta.

Se quedó de piedra al verlos yahogó un grito:

¡Zaera!Jorge no tardó en reconocer a Clara

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como la chica que siempre acompañabaa María en la piscina de la urbanización.

Ah, hola…Clara, soy Clara Luján aclaró, claro,

Clara. ¿Y tú?Jorge.Zaera dijo Clara.Sí, Jorge Zaera dijo Jorge extrañado.

Esto… Acababa de pedirle a María…

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¡SÍ! ¡HAY MENOS! CADA VEZMÁS CERCA DE…

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Jorge convenció también a Clarapara que no dijera nada sobre su madre.Hizo bien en adelantarse, porque, encuanto salieron al recreo, Magda yNerea sometieron a María y a Clara a uninterrogatorio.

¿Qué hacíais hablando con el nuevo?María y Clara se miraron.No os lo vais a creer… empezó

Clara.Vive en nuestra urbanización

intervino María.¿Y qué tal es?Clara iba a abrir la boca cuando

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María se adelantó:No sé. No habla mucho. Nos lo

hemos cruzado en la piscina unascuantas veces y no nos ha dicho ni mu.

¿Y vosotras? No me creo que Clarano se haya lanzado a hablar con él dijoMagda.

¿No sabéis nada de él? preguntóNerea.

A Clara le explotó una sonrisa en lacara. María la miró como si fuera ataladrarla con los ojos y negó con lacabeza. Clara la imitó, poco convencida.

Qué raro dijo Magda.¿El qué? preguntó María. ¿El nuevo?Sí. No. También. Me refiero a todo

ese rollo de que haya venido el director

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a presentarlo y eso de que lo tratemoscomo a uno más. ¿Cómo vamos atratarlo? ¿Como a siete más? ¿Como atres menos? Pues yo el curso pasadotambién era nueva y no vino nadie apresentarme ni me hicieron ningúndiscursito de bienvenida. Me senté enclase y punto.

Sí, es raro dijo Nerea. Todo es raro.Él también. Pero es mono.

¿Mono? Lo único que tiene de monoes la boca. Pero de mono, mono recalcóMagda llevándose las manos hacia lasaxilas como un chimpancé.

Pues yo le veo algo insistió Nerea.Sí, ¿verdad? dijo María. No sé.

Algo en los ojos.

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Pero si son marrones vulgaris ycorrientus dijo Magda.

Ya, bueno. Pero es cómo mira.Clara no pudo evitar echarse a reír.A María le gusta afirmó.Idiota respondió María.Si se quitara ese pelo de pringado,

estaría mucho mejor dijo Nerea. ¿Salecon alguien?

Mmm, creo que sí dijo María.¿¿¿Qué??? gritó Clara.Lo vi enrollándose con una chica en

la urbanización.¿¿Cuándo?? volvió a gritar Clara.Ayer.¿¿Y no me habías dicho nada??Lo dije en el blog. Más o menos.

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O sea que prefieres decírselo a todoel mundo antes que a mí protestó Clara.Si lo sé, no te regalo el blog.

¿Qué es eso del blog? preguntóMagda.

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María se puso a la defensiva.¿No me dijiste que me regalabas el

blog para que abrasara al mundo entero?contestó a Clara.

¿Pero qué es eso del blog? dijoentonces Nerea.

Ya contestó Clara ignorándola. Perouna cosa es que se lo cuentes a todo elmundo y otra que dejes de contármelo amí.

No te piques, Luján respondióMaría. Pero si lo escribo sobre todopara mí… Es como si escribiera undiario.

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¿Cómo que un diario? ¡Es locontrario de un diario! ¡Un diario sololo puedes leer tú, y el blog lo puede leercualquiera! ¡Hasta tu madre!

Sí, claro, sobre todo si pones minombre y mi foto le recriminó Maríamuy seria.

Por un momento se hizo un tensosilencio, hasta que Magda se atrevió adecir:

¿Alguien puede decirme… entoncesNerea se sumó a la previsible pregunta ylas dos acabaron coreando al unísonoqué es eso del blog?

María esbozó una sonrisa, peroClara respondió bruscamente:

Cuéntaselo tú.

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Es un blog que me ha regaladoClara. Me creó la plantilla…

Y puse su nombre y su foto. ¡Oh, quéhorror! La interrumpió Clara conindisimulado sarcasmo. Menos mal quela señorita Pinilla ya lo ha quitado…

¿Qué pasa? alzó la voz María, yaharta. Yo solo decía que prefiero que nome localicen para poder escribir lo queme dé la gana. ¿No se puede hacerningún comentario?

Sí, claro. En tu blog dijo Clara conironía. Todos los comentarios que unoquiera.

¿Pero cómo se llama el blog? medióMagda.

Clara se apresuró a responder:

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Ay, Magda, qué cosas preguntas. ¿Noves que es el diario privado de laseñorita Pinilla? ¿Cómo quieres que telo diga? ¡Y que descubras todos sussecretos!

Magda, que solo había preguntadopara intentar que María y Clara dejarande discutir, miró para otro lado.

Mira, si no lo quieres entender, no loentiendas dijo María a Clara. Pero nome hace gracia que cualquiera entre enmi blog y se ponga a leer mis cosas.Prefiero ser yo la que decida quién entray quién no. Y quiero que Magda,Nerea… e incluso tú, por muyinaguantable que seas a ratos, lo leáisentonces, mirando a Magda y a Nerea,

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aclaro: Pinillismos. Se llamaPinillismos. Pinillismos punto blogspotpunto com y luego recitó de memoria elsubtítulo de la cabecera: Teoríassentimentales, dudas amorosas y de lasotras.

¿De las otras? ¿Qué otras? preguntóinocentemente Nerea.

¡Qué guay! exclamó Magda.Fue idea de Luján dijo María

conciliadora.Clara la miró con media sonrisa y

dijo con fingida seriedad:Pero júrame que cuando te líes con

el hijo… eeeh… con el nuevo, me locontarás a mí primero, antes deescribirlo en el blog.

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María sonrió:Te lo juro, Luján.Estaré esperando, Pinilla.Yo también rio María.Entonces Magda señaló hacia la

pista de baloncesto.Eh les llamó la atención.Todas miraron hacia allí.Bajo la canasta estaba el nuevo. Con

Marcos, el pringado oficial de la clase.Oh, no susurró María. No podía

concebir que el hijo de Rebeca Lindonaceptara las migajas de amistad que leofrecía el chico más solitario del curso.

Sin embargo, nada de eso extrañó aNerea o Magda. Al fin y al cabo, antesus ojos tenían solo a Jorge Zaera, el

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nuevo, un chico tímido. Todavía unarecta.

Dios los cría empezó a decir Nerea.… y los frikis se juntan terminó

Magda.

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A partir de ese momento, no hubootro tema de conversación que el nuevo.Analizaron minuciosamente sus gestos,su ropa, su forma de andar… Magda yNerea elucubraban sobre él mientrasMaría y Clara se miraban en silencio.

Cuando terminó el recreo, Claraagarró a María del brazo y se alejó unpoco del grupo.

Tía, me muero de ganas dedecírselo. ¿Por qué no se lo contamos?Solo a Magda y a Nerea, va.

Que no. Pobre chaval dijo María. Sitienes ganas de contárselo a alguien,

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cuéntamelo a mí.Clara puso cara de fastidio.Jo, Pinilla, ¿sabes una cosa?¿Qué? preguntó distraída María.¡¡El nuevo es hijo de Rebeca

Lindan!! exclamó en susurros mientrasdaba saltitos, sonreía de oreja a oreja yabría los ojos como platos.

Estás como una cabra, Luján.Sí, pero ¿y lo a gusto que me he

quedado? Y ahora cuéntame toooodosobre su novia. ¿Cómo es?

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Raquel era mayor que Jorge. Teníacasi dieciocho años y había repetidocurso.

Lo de Raquel había sido distinto. Dehecho, lo primero que Raquel supo deJorge fue quién era su madre.

¡Hemos visto a Rebeca Lindon! ledijeron sus amigas en cuanto bajó a laplaya. Era Semana Santa.

¿En serio? ¿Dónde?Raquel y sus amigas pusieron las

toallas cerca de donde estaban Rebeca,Jorge y la pequeña Ingrid y seesforzaron en escuchar su conversación.

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Pronto se aburrieron de hacerlo. Laconversación de Rebeca Lindon con sushijos no era muy distinta a la decualquier madre. «Hija, no me tiresarena». «¿Tenéis hambre?». «¿Damos unpaseo?». «Hijo, ponte crema».

¿Ese chico es hijo de RebecaLindan? preguntó Sara, una amiga deRaquel. No sabía que tuviera un hijo.

¿Y quién es su padre? dijo otraamiga. No puede ser Pichi…

Me parece que te está mirando,Raquel.

Esa misma noche, Jorge fue con unosamigos a la discoteca y volvió a ver aRaquel. Era difícil no hacerlo con sualtura.

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Así empezó todo. Esa nochedescubrieron que vivían en la mismaciudad, que medían los mismos cientoochenta y un centímetros, que a los dosles gustaba Muse y que eran socios delmismo club de fútbol. Por lo demás, aJorge aún le quedaban varios años paraser mayor de edad, y a Raquel, solounos meses; Jorge practicaba snow, yRaquel, skate; Jorge iba a un colegio, yRaquel, a un instituto; Jorge eradespistado, y Raquel, observadora;Jorge, tímido, y Raquel, lanzada. Ycomo Raquel era lanzada, no hizo faltasaber mucho más para empezar abesarse.

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Para: Jorge ZaeraDe: Berto ZaeraAsunto: AgendaQuerido hijo:

Te escribo rápido entreconferencia

y conferencia porque nosé si se me hará

tarde para llamarte. ¿Quétal estás?

Parece que la cosaremite, ¿no?

Te lo dije. Pronto pasarátodo y nadie

se acordará de ti.Te recuerdo que este fin

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de semanalo pasas conmigo. Quería

que meconfirmaras a qué hora

puedes salirel viernes para sacarte

los billetes.No sé si tienes que hacer

algo despuésde clase… Ya me dirás.

Un abrazo.Papá

PD: Te he comprado unlibro

de Arcimboldo. Creo quete encantará.

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El segundo día de clase, María yClara salieron juntas de casa. Cuandodoblaron la esquina, vieron a Jorge unosmetros por delante.

Clara aceleró el paso.¿Qué haces? susurró María.Vamos a saludarlo, ¿no?María se resistió y empezó a andar

más despacio. Pero Clara siguióacelerando hasta que alcanzó a Jorge.

Hola dijo dándole un par degolpecitos con el dedo en el hombro.

Ah, hola. Qué susto dijo Jorgequitándose los cascos.

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Lo siento respondió Clara, y luegollamó mirando hacia atrás: ¡Venga,Pinilla!

Jorge se volvió sonriendo y Maríaapretó el paso hasta alcanzarlos.Tras un pequeño silencio, Jorge dijo:

Eeh… Muchas gracias.¿Por? preguntó María, y al momento

se mordió el labio. ¿Es que solo iban asalirle monosílabos cuando hablara conaquel chico?

Por no decirlo. Lo de mi madre, yasabéis.

¡Ah, eso! De nada dijo Clara. Total,no nos cuesta nada guardarte el secreto,¿verdad, Pinilla?

María puso los ojos en blanco. «Lo

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que hay que oír», pensó.Sí dijo.Y siguieron andando un buen rato en

silencio.Bueno, hasta luego se despidió Clara

al llegar al pabellón de Secundaria. Nosvamos al baño. Nos vemos.

En el baño no dijo María, y se pusoroja como un tomate. En… en clase.

Ya sonrió Jorge y levantó la manopara decir adiós.

En cuanto cerraron la puerta delbaño de chicas, María dio un grito:

¡Se va a creer que soy idiota!Pues yo tampoco es que haya estado

muy ocurrente suspiró Clara.No mucho, la verdad dijo María.

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¿Qué nos pasa?Es por Rebeca Lindon.Sí admitió María. Rebeca Lindon.¿Qué decís de Rebeca Lindan? dijo

Natalia, saliendo de uno de losservicios.

María y Clara se miraron.Nada dijeron al unísono.

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«A quien cuentas tu secreto, entregastu liberad», dicen. Hay quien prefierevivir libre, esclavo solo no es poco desu secreto. Otros eligen cuidadosamentela persona a quien entregar su libertad, ypermanecen unidos toda su vida a ella.Los hay, por el contrario, que revelansus secretos a lo loco, a sus más detrescientos amigos en Facebook. Peroaún existe otra posibilidad más terrible:que sea otra persona quien cuente tusecreto. Robada tu libertad, quedaspreso para siempre. Contra tu voluntad.

Eso le sucedió a Jorge.

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Clara no tuvo que seguiresforzándose en mantener su secreto.Otro lo desveló por ella. Fue el Bigotes,el profesor de inglés.

Hombre dijo cuando pasó lista yllegó al nombre de Jorge Zaera. ¡El hijode Rebeca Lindon! Espero que tengas elmismo talento que tu madre… para elinglés.

Se hizo un silencio sepulcral.Al minuto, una ola creciente de

cuchicheos rompió el silencio. Todoshablaban de lo mismo.

Jorge, desde su pupitre, mirabadesafiante hacia la pizarra. Jorge Zaerajamás habría osado mirar así a unprofesor. Pero Jorge Zaera Lindon sentía

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ahora la fuerza de aquel apellido y larabia de quien acababa de convertirseen esclavo.

Ante él, impune, sonreía coningenuidad el Bigotes, el delator de susecreto, el ladrón de su libertad.

Todo cambió a partir de entonces.Y las rectas pasaron a ser curvas.

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MARTES

Querido Jorge:No sé si quiero o no quiero saber.

Por un lado, me siento más fuerte ynecesito saber. Quizá sea porque ahoraparecen menos. Por otro lado, sirecuerdo lo que pasó y todo lo quedijeron, la bola de palabras vuelve acrecer en mi cerebro y luego se instalaen mi garganta hasta dejarme otra vezsin respiración.

Al principio pensé que estaestrategia de mis padres era absurda.Puedo estar sin tele, sin internet, sinmóvil…, pero ¿de verdad creían que así

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podrían mantenerme a salvo? ¿Hastacuándo? Y además, ¿cómo no iba allegarme la información por otro lado?¿No me lo contarían todo Clara, oMagda, o Nerea, o incluso Javier oNicolás?

Sin embargo, debo reconocer que hasido mucho más eficaz de lo que yocreía. Nadie me dice nada. Siento quevivo en una obra de teatro. Clara sonríey me habla de tonterías. Hoy me hacontado lo de que Edgar encontró elpendrive en la maceta antes de que túsalieras a buscarlo, y cómo enseguidasupuso que sería tuyo y lo guardó paradártelo cuando no estuviera tu madredelante. No sé cómo lo ha hecho, pero

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ha logrado contármelo sin decir tunombre ni una sola vez.

En casa es igual. Después de losgritos, parece que hemos vuelto a lanormalidad. Mi madre habla de política,mi padre de sus anuncios, mis hermanosde sus tonterías… Lo importante, loreal, lo nuestro, parece no existir. Se haconvertido en un enorme silencio queocupa todo el espacio. Nadie quierehablar de ello. Y así, cada personaje vaentrando y saliendo al escenario,sonriendo un poco más de lo normal,hablando más alto de lo normal,fingiendo que todo es más normal de lonormal. Y yo les sigo el juego y sonrió.

Pero no me lo trago. Sé que todo es

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una farsa.Ya solo me siento real cuando te

escribo o cuando miro tus dibujos.Cuando te cuento, cuando me cuentas.Solo estoy aquí. Solo soy yo contigo.

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Si yo fuera el tutor de Jorge y María,si yo fuera Pedro Contreras, podríacontar esta parte mucho mejor.Seguramente contaría los debates sobreel hijo de Rebeca Lindon en la sala deprofesores, los sutiles cambios en ladistribución de los grupitos, losinsólitos acercamientos entrecompañeros que hasta entonces parecíanincompatibles… Pero no soy PedroContreras, y aún falta tiempo para saberquién es este narrador. Aun así, sí puedocontar algo de lo que pasó a partir deentonces:

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Cuando el hijo de Rebeca Lindonsalió de clase, se creó un espacio entorno a él. Parecía como si le rodearauna burbuja intraspasable que nadie seatreviera a tocar, una burbuja invisibleque sin embargo todo el mundo intentabaver. Los menos miraban de frente; losmás, de reojo.

Y de pronto, como por arte demagia, la burbuja estalló. Poco a poco,todos aquellos que el día anterior habíanignorado a Jorge empezaron a acercarsea él. Y todos tenían algo que ofrecerle:unos apuntes, un cigarrillo, su amistad,una invitación a una fiesta, suadmiración, una información jugosísimasobre algún profesor, una nueva

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aplicación para el teléfono… Y todostenían algo que pedirle, aunque no lohicieran de momento.

Todos menos María, Clara yMarcos.

Y entonces cobró sentido la peticióndel director, aquello de «quiero que lotraten como a uno más». Porque a Jorgeempezaron a tratarlo como a dos más:Jorge Zaera y Rebeca Lindon. Y Jorgehizo lo que se espera de alguienapellidado Lindon: actuar. Abandonó supapel de «el nuevo», «el chico tímido»,para abrazar el papel de «el hijo de lafamosa».

Fue fácil.Era fácil no parecer tímido cuando

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los demás se acercaban a ti apocados;fácil sentirse generoso cuando todos sesentían afortunados solo con que leshablaras; fácil parecer imponentecuando solo tu apellido imponía.

Si todos veían en él una curva, seríauna curva para los demás.

Ahora lo entiendo todo dijo Clararecordando las palabras del director.

Y yo asintió María.Estaban perplejas. Ahora

necesitarían darse codazos con decenasde chicos y chicas para conseguir hablarcon Jorge, y aún estaba por ver que él semereciera tan semejante esfuerzo. Maríay Clara se retiraron de aquella partidaantes de empezar a jugar.

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SI EL MUNDO SUPIERA QUÉ ESLO REAL…

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Desde el día en que Jorge pasó a serel hijo de Rebeca Lindon, María y Clarase convirtieron en unas desconocidaspara él. Ellas, por su parte, sin apenasdarse cuenta, alentaron la indiferenciade Jorge al imponer cierta distancia deseguridad.

No lo entiendo le decía María aClara. Nosotras no tenemos la culpa denada.

Estaban sentadas en el banco frenteal portal tres.

Le guardamos el secreto dijo ClaraBueno, solo un día.

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Tampoco hizo falta más. Ya seencargó el tonto del Bigotes.

Pero nos trata como si tuviéramos laculpa de algo. Ni nos saluda. Y eso quefuimos las primeras que le hicimos algode caso.

Y Marcos. No te olvides de Marcos.Sí, claro, pero a Marcos le sigue

haciendo caso. Por primera vez tieneamigos.

Sí, más amigos que en toda su vida.Me alegro por él dijo María.Clara se repantigó en el banco, y

María apoyó la cara en las manos yconfesó por fin:

Y pensar que al principio me hizogracia… No sé, lo veía así tan

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despistado, tan gracioso…Es un cretino sentenció Clara.Integral.No me extraña que sea relaciones

públicas del Maracaná.¿Quién? ¿Jorge? ¿Con lo tímido que

parecía? Bueno, a veces…No te equivoques, Pinilla. No es

exactamente Jorge. El que es relacionespúblicas es «el hijo de Receba Lindon».Y ese no parece tan tímido, ¿a que no?

Después de un silencio, Clara seincorporó y se giró hacia María.

¿Sabes qué te digo, Pinilla?¿Qué?Que le den. Nosotras no necesitamos

ser amiguitas suyas. Ya vendrá un día a

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pedirnos un huevo.María la miró con cara rara.Bueno, eso es lo que se pide a los

vecinos, ¿no? Quien dice un huevo diceunos apuntes.

En ese momento se oyó el chirridode la puerta que daba al jardín. Edgarcedió el paso a Jorge, que llegaba declase. Al pasar delante del banco, Claralevantó la cabeza exageradamente ymiró al cielo con sumo interés. Maríapuso cara digna y la imitó. Desde suportal, Jorge oyó las carcajadas de lasdos.

¡Un huevo! grito Clara riendo.Niñatas murmuró Jorge.Tengo que engrasar esta puerta dijo

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Edgar.

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Al mismo tiempo que las miradasdejaron de buscarse y comenzaron aesquivarse, los cuerpos empezaron apalidecer. Las mangas se alargaron, losdías se acortaron, los cuadernosempezaron a llenarse, página traspágina, y la tinta de los bolis fuevaciándose poco a poco.

En la urbanización, la verja de lapiscina se cerró definitivamente hasta elverano siguiente. Las hojas de loschopos amarillearon. El viento lasarrancó y formó una alfombra doradaque Edgar se resistía a recoger.

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Hace tan bonito… decía.Sobre aquella alfombra de hojas,

más de una tarde, cuando ya empezaba aoscurecer, María vio a Jorge y a Raquel.Y siguió dando un portazo cada vez.

Los celos de María, la rabia deClara y la timidez del auténtico Jorgeabrieron, cada uno por su lado, unenorme boquete que parecía imposiblede salvar.

Los vecinos empezaron aacostumbrarse a la presencia de RebecaLindon y, aunque todos sonreían más delo normal al verla, cesó el escudriño.Solo los padres de María parecían noterminar de acostumbrase. En el garaje,se quedaban dentro del coche un rato

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más para no coincidir con ella, salían yentraban corriendo del portal… Pese atodos sus esfuerzos, no pudieron evitarencontrarse, las dos familias alcompleto, en un par de ocasiones. Loque más sorprendió a María entonces nofue la mirada esquiva de sus padres,sino la intensidad y el desconcierto conque Rebeca Lindon los miró y la formatan artificial en que concentró toda suatención en su hija.

¡Ingrid, haz el favor de andar bien!gritó. ¡Deja de hacer el tonto!

Pero Ingrid no era la única que aveces hacía el tonto. O, mejor dicho,tonteaba. Y es que, cuando entre dospersonas se abre un abismo, a veces nos

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asalta la tentación de saltarlo.

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Los sábados, María y sus amigas seencontraban a Jorge en el Maracaná.Siempre estaba rodeado. Casi siempreestaba con Raquel.

María y Jorge comenzaron apracticar la modalidad otoñal de aquelcruzarse en la piscina. Solo que ahorallevaban más ropa y el escenario ya noera la piscina, sino la pista delMaracaná. A menudo coincidían y, enesas ocasiones, María bailaba con Claray poco a poco iba acercándose, casisiempre de espaldas, adonde estabaJorge. Alguna vez chocaron, cualquiera

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diría que por azar. Pero la casualidad noexistía en el Maracaná.

Una noche, Jorge bailaba con Raquely María chocó contra él. Jorge siguióbailando, y María también. Jorge teníajusto enfrente a Raquel, pero miraba aMaría. Fue la primera vez que bailaron,a su manera, juntos. Sonaba Meet mehalfway[9]. Era allí donde siempre seencontraban: a mitad de camino. Delportal, de la piscina, del pasillo declase, de la pista… Solo que luego cadauno seguía su camino.

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29Les había tocado hacer un trabajo de

Historia juntos, a Jorge y a María.¿Quedamos en tu casa o en la mía?

preguntó María, y al momento volvió asentirse el ser más torpe del universo.Con lo fácil que era preguntar: «¿Dóndequedamos?»

Mejor en la tuya dijo Jorgerápidamente, y se marchó dejando aMaría con la palabra en la boca.

Aquella tarde, como todas lasdemás, Jorge se entretuvo hablando a lasalida de clase. María y Clara llegaronantes la urbanización. María subió acasa corriendo.

Papá anunció nada más llegar. Esta

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tarde va a venir un compañero de clasea casa. Tenemos que hacer un trabajo deHistoria.

Muy bien dijo Teo.Necesitaremos el ordenador.Vale.Pero el «muy bien» y el «vale» no

valieron cuando Jorge llamó a la puerta.Teo abrió la puerta, y los ojos, y la

boca al ver a quién tenía delante.Al momento, hizo pasar a Jorge al

salón y llamó a María a la cocina.No me habías dicho que el trabajo

era con el hijo de Berto Zaera dijo ensusurros.

Probablemente Teo, el padre deMaría, era la única persona del universo

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que llamaba a Jorge «el hijo de BertoZaera» en lugar de «el hijo de RebecaLindon».

Bueno respondió María, es uncompañero de clase. Y se llama Jorge.¿Qué más te da quién sea?

Teo abrió una lata de limonada y sela dio a María.

Está bien. Pero procurad no alargaosmucho. Será mejor que acabéis antes deque llegue mamá.

¿Por? preguntó María.Teo desvió a mirada y dijo:Seguramente vendrá cansada y

preferirá que cenemos cuanto antes parairse a la cama pronto.

María salió de la cocina y fue con la

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lata hacía donde la esperaba Jorge.Aquella tarde, cuando Jorge salió de

casa, María lo agregó como amigo enFacebook.

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MIÉRCOLES

Querido Jorge:¿Lo ves? Ya sabía yo que esta farsa

no podía sostenerse. Mis padres nopueden pretender que todo el mundoactúe. Es imposible contratar a lahumanidad entera para protegerme. Nisiquiera han podido contratar a losvecinos como figurantes.

A la vuelta de clase, he subido en elascensor con Petra, la pesada de tercero.

Pobrecita me ha dicho. Está vistoque no os van a dejar en paz. Y ahorasalen con esas.

Enseguida me he dado cuenta de que

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había algo nuevo. Yo no tenía ni idea delo que hablaba, claro. Pero hedisimulado. Si le llego a preguntar, sehabría callado, seguro. Y he intentadotirarle de la lengua.

Sí, es verdad. Es increíble. Porquese refiere a lo de… a lo de…

A lo del anuncio, claro.Sí, claro.Lo he visto esta mañana.¿Cuál?El que adelanta lo del programa del

viernes.Ah, ya he dicho yo. Tranquila.Tranquila, tranquila… No sé. Eso de

«nuevas e inquietantes revelaciones» noes precisamente como para estar muy

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tranquila, ¿no?Por suerte, hemos llegado a mi piso

y he salido sin despedirme.«Nuevas e inquietantes

revelaciones». «Nuevas e inquietantesrevelaciones». Una bola de cuatropalabras que vuelve a atascarse en migarganta. Ya solo la palabra«inquietantes» es tan larga, tiene tantasletras… Se me ha quedado atravesadaen mitad de la laringe y me cuestarespirar.

Dime que no es nada, por favor.Pero hoy había cinco más en la

puerta…No puede ser que la pesadilla

empiece de nuevo.

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Dime que no es.

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María estaba fisgando el muro deJorge cuando Clara llamó.

¿Qué tal? preguntó impaciente.¿Que tal qué? respondió María,

aunque sabía perfectamente a qué serefería.

¿Qué va a ser? ¿La previsiónmeteorológica?

¡Ah! Pues dicen que se aproxima unanticiclón por…

¡Anda ya! ¡Cuenta ahora mismo!Un, dos, tres, cuatro, cinco…

respondió María con sorna.O me cuentas ahora mismo qué tal el

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trabajo o…¿O qué? la interrumpió María

disfrutando con la impaciencia de Clara.Se sentía tan poderosa… Es lasensación que embarga a los dueños delos relatos. Hay narradoresomniscientes, que lo saben todo, y otrosque no lo son. Pero todos, en elmomento de contar, son omnipotentes.Porque cuando cuentas, haces que existaalgo que antes no había. Decidir,cuándo, cómo y a quién contar unahistoria es jugar a ser Dios.

Y entonces Clara hizo lo que se haceante Dios: rogar.

Por favor, por favor, Pinilla. No seasmala. Cuéntame qué tal con Zaera.

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Increíble.Clara la habría asesinado si la

hubiera tenido delante.Suspiró, se rearmó de paciencia y

preguntó:¿Increíble de bien o increíble de

mal?Increíble de increíble. Es que no me

lo creo.Por un lado, María acariciaba la

idea de guardarse la historia para ellasola. Era agradable ser tan dueña de loque se había pasado. ¿Y si no le contabanada a Clara? Por otro lado, le podíanlas ganas de compartirlo con su amiga.Aunque ¿cómo haría para contarlo? ¿Lealcanzarían las palabras para explicar la

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conexión que había sentido con Jorge?Porque, bien mirado, si se ceñía a loshechos, lo que había pasado no eraapenas nada, pero si pensaba en losentido más que en lo ocurrido…

Clara la sacó de sus pensamientos.¿Pero qué tal?Por el tono de voz de María, Clara

habría apostado que su amiga sonreíadesde el principio de la conversación.Por eso no le sorprendió que confesarafinalmente:

Fenomenal. Me acabo de haceramiga suya en Facebook. Tendrías quever su perfil. Es más majo…

Claro, boba. ¿Cómo no va a parecerguay en su perfil?

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¿Por qué lo dices?Un perfil es precisamente eso: un

lado. Y todo el mundo posa con su ladobueno. No verás a nadie de frente enFacebook.

Es verdad dijo María, picada.Cualquiera diría por tu perfil que eresmuy simpática.

Y tú muy delgada.Por un momento, se hizo un silencio

al otro lado del teléfono.Que no, María, que estás fenomenal.

Venga, cuéntamelo todo desde elprincipio, con pelos y señales reclamóClara.

Bueno, al principio estábamos unpoco cortados. Mi padre estuvo de lo

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más borde con él. Y yo seguía en milínea de «sí», «no», «ya»… Pero luegohemos empezado con el trabajo y nohemos ido soltando…

Ya, soltando.Oye, que tiene novia. Pero

reconozco que hemos acabado por lossuelos de la risa.

Ya, por los suelos.Eres imposible.Y tú estás fatal. Te partes de risa con

un trabajo de Historia.No, en serio. Y nos ha quedado

genial. Ha hecho una portadaingeniosísima para el trabajo. Con unosdibujos chulísimos. Y es divertidísimo.¿Tú sabes lo que me he reído con él?

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No, si graciosísimo, debe de ser unrato graciosísimo. Todo el mundísimo seríe con él.

Al otro lado del teléfono, María hizouna mueca. Estaba pasando lo que setemía. Sin darse cuenta, Clara, con suscomentarios, hacia que todo sonaravulgar. Y ella… A sus propios oídossonaba ridícula. «Ingeniosísimo»,«chulísimo», «divertidísimo»… ¿Porqué con Jorge era así? ¿Por qué teníaque pasar de los monosílabosdirectamente a los superlativos? Ahoraque por fin aquella tarde había logradohablar de forma «normal» con él, eraincapaz de contarle a Clara lo que habíapasado.

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¿Estás ahí? la reclamó Clara.Sí, sí dijo María volviendo a la

conversación. Sí que se le ve elgracioso del grupo. Pero yo creía quesolo le reían las gracias por ser quienes. Como tiene esa panda de fans…

Tienes razón. Esos se reirían hastade los pedos que se tirara.

No seas guarra. No tiene pinta detirarse pedos.

Hombre, Pinilla.Que no.Pinilla, que todo el mudo se tira

pedos. Lo que pasa es que estásenamorada.

Cuelgo.Prr.

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¿Qué ha sido eso?Clara soltó una carcajada por toda

respuesta.¡Guarra!María colgó el teléfono con una

sensación agridulce. Por un lado, leparecía patético que su intento de relatarlo que había ocurrido aquella tardehubiera degenerado en una conversaciónsobre pedos. Por otro, no podía dejar desonreír.

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QUERIDA MARÍA:ESTE FIN DE SEMANA IBA A

IRME CON MI PADRE, PEROHEHABLADO CON ÉL Y LEHECONVENCIDO PARAQUEDARME. NO SÉ QUÉ PASARÁEL VIERNES. MI MADRE DICE QUENO SABE NADA DE LO QUE DIRÁN.EN CUANTO LO VEA, TE ESCRIBOY TE CUENTO. ¿SALDRÍAS CONCLARA? ¿CREES QUE ELLA SEQUEDARÁ EN CASA VIENDO ELPROGRAMA?

LO SIENTO. HOY NO TENGOTIEMPO DE DIBUJAR. ESTOY ATOPE CON LENGUA.

TQ

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Desde que María y Jorge hicieronjuntos el trabajo de Historia, dejaron deignorarse. No quedaban para ir a clase,pero si alguna vez se veían por la calle,se esperaban para hacer el caminojuntos. Jorge y María… y Clara. PorqueMaría siempre iba con ella.

A Clara le costó un poco asimilar elcambio.

¿Y ahora por qué vamos a ir con él?Vamos, Luján. No seas rencorosa.Pero recuerda que hasta hace unos

días ni nos hablaba.Ni nosotras a él. Estaba rabioso, y

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es tímido.¿Tímido?Pues sí. Lo que pasa es que, cuando

coge confianza, no lo parece.Clara puso cara de incredulidad.Y nosotras tampoco fuimos muy

comprensivas que se diga continuódefendiéndolo María. No le hicimos nicaso.

Hija, pareces mi madre.María sonrió sin decir nada.Además, no me entero de la mitad de

lo que habláis.Era cierto. No se debía solo a que

María y Jorge fueran a una clasediferente de la de Clara; es que, además,estaban empezando a construir un

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lenguaje propio lleno de complicidadesy secretos. Cada palabra, cadaocurrencia, se incorporaba a unrepertorio privado que los acercabacada vez más entre sí y los alejaba delresto del mundo. Jorge, para María, eraSnowman. Pasó a serlo desde el día enque presumió ante ella de sushabilidades con la tabla en la nieve.Todo empezó cuando María se exhibióante Jorge en el murete del fondo de lapiscina. María llevaba trepando por éldesde que era una niña lo hacía conligereza de gato.

Pareces Catwoman dijo Jorgeimpresionado.

¿Y tú? preguntó María, invitándole a

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subir.Deja, deja. Yo soy más bien

Snowman.¿Snowman? ¿Un muñeco de nieve?Jorge frunció el ceño. Él no se

refería a eso.Mira listilla, este invierno te reto en

las pistas con la tabla de snow.Si Jorge era Snowman, María, para

Jorge, pasó a ser Mariteorías, por sutendencia a crear teorías en torno a casicualquier cosa.

¿Sabes? decía Jorge. Creo que elportero tiene una doble vida.

¿Quién? ¿Edgar? preguntaba María.Puede ser, Snowman. ¿Te he contandoque tengo una teoría sobre los nombres?

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Cuenta, cuenta, Mariteorías laanimaba Jorge, sonriente.

Alguien que se llame Edgar nopuede llevar una vida simple. Seguroque lleva una doble vida, ¡o una triple!Sin embargo, una María…

Entonces Jorge recordaba cómoMaría le había dicho que siempre quepedía la hamburguesa doble sin queso ydecía:

¡Una María solo puede llevar unadoble vida si es sin queso!

Eso replicaba María como un eco.Y los dos reían. Clara no. Clara

asistía algo desconcertada a esteintercambio creciente de complicidadesque la excluía.

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Poco a poco, Jorge y María estabantejiendo un idioma particular quedesarrollaban en el colegio, de camino acasa o en la urbanización. Era como sisolo pudieran verse por casualidad,nunca a propósito. No quedaban. Solo seencontraban. Y siguieron así durante losúltimos días del otoño.

Tempraneras luces navideñastitilaban ya en la ciudad. Alguna fríamañana, las palabras empezaron a saliracompañadas por nubes de vaho.

Un día, Clara, que llevaba tiempoacompañando a María y a Jorge máscallada de lo habitual, dijo cuando ella yMaría se quedaron solas:

Lo que no entiendo, si tan amiguitos

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sois, es por qué no te habla de su novia.María se encogió de hombros.Entonces Clara emitió su veredicto

con la voz ronca:Pinilla, estás colgada de Jorge. Y

Jorge está colgado de ti.

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En un principio, María lo negó.¿Pero qué dices? Si tiene novia.Tú dirás lo que quieras, pero lleváis

un tonteo que no es normal.Anda ya.María zanjó la conversación, pero

en casa siguió dándole vueltas. EscribióYo tonteo, tú tonteas, el tontea…[10].Evidentemente, el J. del que hablaba enel blog era Jorge, y María se alegró másque nunca de no haberle revelado laexistencia de Pinillismos.

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A más de dos mil kilómetros, Yaizaleía el blog de María mientras su padrela llamaba, impaciente.

¡Yaiza, salimos ya! repitió por cuartavez.

¡Un momento, papá! ¡Termino deleer una cosa y voy! gritó hacia el salónsin despegar la vista a la pantalla, ysiguió leyendo donde lo había dejado:

«Y ahora confieso otra cosa. Estoytonteando con alguien que sale con otrapersona. ¿Debería sentirme mal por eso?Yo no pretendo robar el novio de nadie,pero si J. sigue el rollo, ¿qué culpa

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tengo yo?».¡Yaiza, ven ahora mismo!Ahora voy, ahora voy dijo Yaiza sin

dejar de leer.«Uuuuf. Creo que estoy dando

demasiadas vueltas a esto. ¿Será que enel fondo, pero muy en el fondo, mesiento culpable? Seguro que sí. Y laprueba está aquí. ¡Me estoy confesando!¿Alguien me absuelve, por favor?»

Urgida por los gritos de su padre,sin pensárselo dos veces, Yaiza clicósobre los comentarios a la entrada. Nohabía ninguna. Y ella deseaba absolver aaquella chica que hablaba de lo mismoque le sucedía a ella. Quería decirle quela entendía, que a ella le pasaba igual,

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que también se sentía culpable, pero queno podía hacer otra cosa.

«Hace tiempo que te leo, pero es laprimera vez que me atrevo a…»,empezó a escribir.

Pero entonces su padre apareció enla puerta. Al momento, Yaiza cerróaquella ventana y se levantó delordenador.

Te he dicho que ahora iba protestó.Ya dijo su padre. «Ahora», hora

peninsular. Una hora más tarde, ¿no?Y el comentario de Yaiza en el blog

de María fue a parar al pobladísimolimbo de los mensajes no enviados.

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JUEVES

Querido Jorge:Ya, ya sé que estás hasta arriba con

Lengua. ¿Cómo te crees que estoy yo?Pero justo hoy necesitaba algo más queesas tontas líneas que me has escrito. Nosé, unos pocos mimos, o un dibujo tuyo.Sí, un dibujo tuyo. Un dibujo tuyobastará para sanarme. Tus dibujoshablan por ti. Y hoy, especialmente hoy,noto que nadie habla. Ni siquiera tú.

Solo te salva que hayas escrito«Tq». Parece mentira que con solo dosletras puedas hacerme tan feliz. Pero conlo nerviosa que estoy por lo del

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programa de mañana, habría agradecidounas cuantas letras más. Soy una pesada,¿verdad?

No, si yo ya noto que me pongo muymelodramática. ¿Pero cómo quieres queesté? Es como saber con toda seguridadque te va a caer un meteorito en lacabeza, solo que no sabes si va a ser deltamaño de un guisante, de un elefante ode un estadio de fútbol. ¿Cómo seprepara uno para eso?

Ya sabes que la semana pasada nome atreví a salir. No quería que meseñalaran por la calle, pero creo quemañana si saldré. No puedo quedarmeen casa intentando escuchar la tele delos vecinos, volviéndome loca. Creo

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que bailaré y cantaré y bailaré. Eso meayudará a no pensar.

A la vuelta, le pediré a Clara quesuba hasta tu casa para recoger elpendrive de la maceta.

¿Será mejor no saber? Ay, te lo pidocon miedo pero te lo pido: cuéntamelotodo.

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Cuando María subió a casa, seencerró en su cuarto, puso la flor sobresu mesa de trabajo y abrió el libro deMatemáticas. Tenía que concentrarse enestudiar para los exámenes, pero nohabía forma. Acabó escribiendoencuesta[11] en el blog.

Al fin y al cabo, esto también esestadística, ¿no? se consoló.

Dos horas después, María habíacontado no menos de veinte veces elnúmero de pétalos de la flor (tenía doce,como los apóstoles) y había pasado trespáginas de libro.

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¡María! la llamó su hermano Javier.Dice papá que nos ayudes a poner lamesa.

¿Y mamá? ¿No esperaremos amamá? preguntó María a Teo, su padre,cuando llegó a la cocina.

Llegará tarde.Como siempre estos últimos días se

quejó María débilmente. Y siguióponiendo la mesa mientras silbaba unacanción.

Nada de lo que pasara esa tardepodía ensombrecer su felicidad. Lafelicidad que dan una frase inacabada,una sospecha y una flor con pinta dearaña.

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Días después, en clase de Literatura,la profesora les contó la historia delavellano y la madreselva. Cuando acabóde hacerlo, Unai le pasó un papeldoblado a María.

Ella lo abrió. Era un dibujo con untítulo: «Teje que teje». Lo había hechoJorge. En el dibujo salía ella con coronade reina. Estaba de pie, mirando hacia elcielo, con los brazos hacia abajo y lospuños cerrados. Parecía encontrarse enmedio de un bosque, rodeada de hierbay maleza. Por eso María no la vio alprincipio. Pero sí: escondida entre las

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ramas, camuflada, había una araña. Tejeque teje… Cuando María la localizó, sesintió feliz de haberla encontrado.Entonces miró el dibujo aún con másatención y pudo descubrir otras cuatroarañas escondidas en los lugares másinsospechados: el estampado de suvestido de reina, una falsa nube, supupila…

¿Cuántas había? ¿Cuántas había? lepreguntó María nada más salir de clase,con el dibujo en la mano. ¡Heencontrado cinco!

Chica lista dijo sonriendo Jorge.Pero había seis.

No puede ser. Lo he mirado yremirado cien veces. ¿Dónde está la

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sexta?¿Cómo voy a saberlo si no sé dónde

has encontrado las otras cinco?En el vestido, en una… empezó a

enumerar María.Jorge la detuvo.Espera. Deja que adivine cuál no has

encontrado.Entonces cerró los ojos, hizo una

inspiración de lo más teatral, abrió losojos, la miró fijamente y dijo:

No has encontrado la que está dentrode tu puño.

María miró el dibujo.Pero si aquí no hay nada.Claro explicó Jorge. Está dentro de

tu puño.

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¡Eso no vale! ¡No se veía!Jorge sonrió y se limitó a decir:«Lo esencial es invisible a los

ojos».Era una cita de El principito, su

libro preferido.María volvió a plegar el dibujo, se

lo metió en el bolsillo de la cazadora ysalió de clase con una sonrisa de oreja aoreja.

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Durante muchos días, María no paróde sonreír. Ni siquiera haber suspendidopor primera vez Matemáticas ella, quesiempre sacaba tan buenas notas lequitaba la sonrisa. Solo había una cosaque nublaba su ánimo: acordarse deRaquel.

Precisamente estaba sonriendo, «no-acordándose» de Raquel, cuando lesorprendió un mensaje de Clara: «¿Hasvisto el reportaje?». Fue el día queempezaron las vacaciones de Navidad.

María se abalanzó sobre el móvilpara responder: «???»

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En menos de dos minutos estabanjuntas en el portal dos, el de Clara.

¡A ver, a ver! ¡Déjame a mí, que túya lo has visto!

Sobre sus piernas, ocho fabulosaspáginas a todo color mostraban aRebeca Lindon «celebrando la Navidaden familia». Rebeca Lindon frente a lachimenea. Rebeca Lindon junto al árbolnavideño. Rebeca Lindon, cuyo rostroparece inmune a los efectos del tiempo,feliz ante el próximo estreno de su nuevaserie. Rebeca Lindon colocando losadornos junto a su hija Ingrid. RebecaLindon con su marido, el guionista PichiFernández, en el sofá de su casa. Belloprimer plano de Rebeca Lindon ante el

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espejo. Rebeca Lindon se muestraradiante junto a su marido y su hija.Rebeca Lindon en una simpáticaestampa familiar luciendo un gorro dePapá Noel.

Ni rastro de Jorge.Qué hortera tiene la casa, ¿verdad?

dijo Clara. Y esas botas son horribles.Luego se llevó la revista cerca de

los ojos.Su salón parece más grande que el

nuestro, ¿no? Por cierto, qué raro queJorge no te haya invitado a subir a sucasa, tan amigos que sois.

Ya… dijo María, un poco abrumadapor tanta Rebecalindon. A menudoolvidaba que Jorge era hijo de Rebeca

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Lindon.Clara seguía pasando las hojas

adelante y atrás.¿Me la dejas? le pidió María

quitándole la revista de las manos.Clara se la arrebató.Ni de coña. Cómprate una.Por un momento, María intentó

imaginar qué cara pondría su madre siviera encima de la mesita del salón larevista con Rebeca Lindon en portada.

Vale, muchas gracias dijo conretintín. Me vuelvo a casa. Estamoscolocando los adornos de Navidad.

¿Aún no los habíais puesto?preguntó Clara con incredulidad.

No, estábamos esperando para

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hacerlo con mi madre. Y como siempreanda tan ocupada… ¡Hasta luego!

Pero cuando María subió a casa, nohizo otra cosa que esquivar las cajas quesus padres acababan de subir deltrastero. Acarició la cabeza de Nicolásy pasó por delante de su padre como unaexhalación.

¿Dónde te habías metido? preguntóél a su paso.

María se limitó a decir: «Ahoravengo», y se encerró en su cuarto.

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Mientras encendía el ordenador yentraba en Facebook, María se quitó lacazadora.

Era su día de suerte. Jorge estabaallí.

María le envió un mensaje:«Te he visto».«¿Dónde?», respondió él.«En el reportaje».«¿¿Dónde??».«Dentro de la chimenea».«Me confunde con Papá Noel,

señorita», escribió Jorge.«Pero caliente, caliente», siguió

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Jorge.María, dentro de su cuarto, sonrió.«¡Dentro del armario!», propuso

intencionadamente.«¿Por quién me tomas?».María lamentó que Clara no le

hubiera dejado la revista e intentó hacermemoria.

«Al otro lado del espejo», escribió.«Me confunde con Alicia», contestó

Jorge.María volvió a sonreír. Tras pensar

unos segundos propuso:«Detrás del sofá».Jorge decidió rendirse.«Chica lista».Durante unos segundos, ninguno de

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los dos escribió. Era el tiempo de que seposaran las sonrisas.

«Baja al banco y te doy otraprimicia», puso entonces Jorge.

«Personal», añadió inmediatamente.A María le dio un vuelco el corazón.

¿Qué tendría que anunciarle Jorge?Intentaba calmarse pensando en un tontotitular, una posible primicia: «JorgeZaera recibe el año nuevo practicandosnow», «Jorge Zaera recibe el añonuevo practicando snow», «JorgeZaera…».

«Voy», escribió.Cuando saltó a la carrera por encima

de las cajas de adornos y su padre lepreguntó a dónde iba otra vez, a punto

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estuvo de responder: «Jorge Zaerarecibe el año nuevo practicando snow».Pero finalmente volvió a murmurar:

Ahora vengo.

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Esta vez se fue de casa sin ponersela cazadora. Nada más salir del portal,sintió como el aire gélido se colaba porcada hueco de su jersey blanco de lana.Apretó el paso hasta llegar al banco quese escondía entre el portal cinco y elseis, el sitio donde solía quedarsehablando con Jorge. Cuando llegó, sesentó sobre el respaldo y apoyó los piesen el asiento.

El aún no había llegado. María sepalmoteaba los brazos para entrar encalor mientras jugaba a echar vaho.Intentaba, con poco éxito, formar una

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nube cada vez mayor. Sus pequeñosnubes de vaho en ningún momentollegaban a ocultarle el lugar donde teníaclavada la mirada, el portal seis.

Y de pronto, la puerta se abrió ysalió…

Edgar susurro María, decepcionada.Lo lamento dijo Edgar. Buenos días.María la echo media sonrisa y siguió

esperando. Un minuto después, volvió aabrirse la puerta. Era él.

Sí que has tardado se quejó María.Me estaba quedando helada.

Jorge se sentó a su lado. Llevabapuesto el anorak que utilizaba para hacersnow. María sonrió al darse cuenta y serepitió una vez más: «Jorge Zaera recibe

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el año nuevo practicando snow».¿Cuándo lo has visto? preguntó

Jorge.¿El qué? ¿El reportaje?Jorge asintió.Me lo ha enseñado Clara hace unos

minutos. No me habías dicho nada.Jorge se desperezó.Bueno, no hay mucho que decir.María que quedó en silencio. El

anuncio de aquella primicia se habíaplantado en su conversación como unobstáculo en una carrera. Hasta que nolo soltaran, no se verían libres delnerviosismo.

Mi madre esta cabreada dijo Jorge.Dice que no la han sacado bien.

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¡Pero qué dices! Ya me gustaría amí…

¿Has visto la foto esa en la que salede pie al lado del árbol?

Sí.Debajo de la foto han puesto que por

su cara parece que no pasan años. Elladice que lo han escrito a mala leche.Que quieren decir que por su cuerpo sí.Dice que en esa foto se le ve la barriga.

¡Anda ya!Está un poco paranoica con lo de la

edad.De nuevo se hizo un pequeño

silencio. Fue María quien lo rompió.¿Y tú por qué no sales? Nunca se te

ve.

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Ya sabes. Soy esencial en mi familiadijo Jorge con fingido misterio. Y loesencial es invisible a los ojos.

No, en serio. ¿Por qué no sales?Es mejor así. Mi padre le hizo

prometer a mi madre que jamás mesacaría en una revista o en la tele. Pichies distinto. A Pichi no le importa quesalga Ingrid. Pero mi padre es unhistérico con este tema. Por eso pidióque en el colegio no dijeran quien era mimadre. Pero ya ves. Al final… Bueno,más bien, al principio.

Jorge hablaba mirando al frente.María observaba su perfil y las nubes devaho que exhalaba al hablar. No podíaapartar los ojos de su boca.

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La verdad es que antes me molestabaun poco continuó. Pero me he dadocuenta de que es mucho mejor así. Loveo por Ingrid. La gente no la deja enpaz. Yo, sin embargo, nunca soy noticia.No llamo la atención. Salvo cuando mepresentan como el hijo de RebecaLindon.

Ya dijo María, intentando abarcar enese escueto «ya» el recuerdo de losucedido en el colegio y toda sucompresión. Debe de ser difícil vivir sinsaber por qué se te acerca la gente: sipor ti o por tu madre.

O por que se aleja… dijo Jorgemirando a María con especialintensidad.

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María se acordó de Clara y ella enel banco, mirando al cielo, mientrasJorge pasaba por delante. Y se sintióculpable.

Por unos instantes, se quedaron ensilencio.

¿Te has fijado en que tú haces másvaho que yo? preguntó María.

Será por mis superpulmones dijoJorge, y se tamborileo en el pecho conTarzán.

Sera que tú estás más calentito dijoMaría abrazándose. Los muñecos denieve, los auténticos muñecos de nieve,no hacemos vaho, Snowman. Es porqueno hay contraste de temperatura, ¿sabes?

Entonces Jorge se dio cuenta.

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Reconozco que el jersey es bonito,pero hay que estar loca para salir asícon este frío.

Se quitó el anorak y se lo pasó aMaría por los hombros. María se dijopara sus adentros: «María Pinilla recibeel año nuevo practicando snow», y seimaginó por un instante portada derevista. Alzó lasmanos para ajustarse el anorak y, albajarlas de nuevo al banco, pisó con sudedo meñique el dedo meñique deJorge. Jorge no retiró la mano. Susdedos se quedaron ahí, rozándose,fingiendo que estaban en otra parte. Sinembargo, el centro de gravedad de suscuerpos se desplazó a ese leve punto de

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contacto. María inspiro fuerte y sintió elolor de Jorge en su anorak. Olor apomelo. A su vez, el anorak se ibaimpregnando del olor de María. Olor alimón.

Habrían seguido así durante horas,en silencio, mirando al frente, exhalandovaho, concentrados en ese punto decontacto donde el frío se transformabaen una cálida corriente, sin atreverse avolver la cabeza por miedo a equivocarel desenlace. Porque aquello solo podíaterminar en un beso. Eso sentía Jorge.Eso pensaba María. Hasta que de prontose impuso ante ella, como una enorme yopaca nube de vaho, el fantasma deRaquel.

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Entonces María movió unosmilímetros el dedo meñique. Al hacerlo,la inundo una desagradable sensación defrio.

Roto ya el momento, María se giróhacia Jorge sin ninguna esperanza derecibir un beso, sintiendo que tampocotenía ningún derecho a dárselo, ypreguntó tímidamente:

¿Y la primicia?Una pequeña nube de vaho salió de

los labios de Jorge cuando pronunciaronuna frase distinta a «Jorge Zaera recibeel año practicando snow». La frase era:

He cortado con Raquel.

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María volvió a casa con otraprimicia. «Jorge y María se hanbesado». No fue un beso largo. Solo fueun tímido beso en los labios, casi undesliz. Justo eso. Era como si un beso dedespedida familiar se hubiera deslizadocuatro centímetros, los suficientes comopara acabar labio contra labio. Pero nohabía posibilidad de error. Sus dedosmeñiques, sus labios, podían fingir, peroJorge y María eran bien conscientes dedónde estaba cada parte de su cuerpocuando se despidieron en el portal.

Durante aquella mañana, María

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ayudó a sus hermanos a poner ladecoración navideña mientras cantabavillancicos a pleno pulmón.

Alegría, alegría, alegríaaaaa sedesgañitaba eufórica.

No deberías estar tan contenta conese suspenso en Matemáticas dijo Teo.

Alegría, alegría y placeeeeer seguíacantando.

Sus hermanos la miraban conresignación.

No sé qué es peor comentó Javier. Sicuando está así o cuando está contra elmundo.

Deja, deja dijo su padre suspirando.Que le dure.

Era un bonito deseo navideño. «Que

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le dure».

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¿Y entonces? dijo Clara ansiosacuando María le contó lo que habíapasado.

Y María se dio cuenta de que notenía respuesta para esa pregunta.

No hemos quedado en nada… dijorepentinamente seria. Nosotros nosiremos ahora con mis abuelos, y paracuando volvamos, Jorge estará en lanieve con su padre.

A ver si, con tanta nieve, se va aenfriar lo vuestro.

Muy graciosa, Luján. Muy graciosa.Nunca hubo unas Navidades tan

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largas para María. Tan pronto estabaeufórica como odiaba al mundo engeneral, y a su familia en particular, pormantenerla alejada de Jorge. Losmomentos de euforia coincidían con losminutos posteriores a recibir un mensajede él. No es que fueran declaraciones deamor; muchas veces eran solo pequeñasbromas privadas. Jorge enviaba una fotode la montaña con el mensaje: «¿Dóndeestá el Yeti?». «¡Detrás de la montaña!»,respondía María. «Chica lista»,respondía Jorge. María no necesitabamás para sonreír.

Los días pasaban entre mensajes,recuerdos, ensoñaciones, turrón yfiestas. ¿No dicen que la Navidad es

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tiempo de ilusión?Por un nuevo año especialmente

importante brindó el padre de María enNochevieja. Y por todas las ilusionesque caben en una cartera dijo dedicandouna mirada especial a su madre.

Ella le respondió con una sonrisacómplice y dijo, fingiéndose resignada:

Cásate con un publicista para esto.Al chocar las copas, María tuvo

claro qué deseo pedir. Parte de su deseose cumplió de inmediato: un mensaje deJorge felicitándole el año nuevo.

A partir de entonces, empezó acontar los días que quedaban para queacabaran las vacaciones sin saber quetambién su madre lo hacía, aunque por

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otros motivos.Seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno…

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QUERIDA MARÍA:NO TE PREOCUPES. ESTAMOS

PREPARADOS.MUCHOS MIMOS,JORGE.

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La noche del tres de enero, cerca delas dos, María dormía plácidamentecuando su móvil empezó a sonar.

Medio dormida, palpó la mesillahasta encontrarlo y se lo llevó al oídocon más prisa porque dejara de sonarque por saber quién llamaba.

Lo primero que escuchó fue unaespecie de crepitar furioso.

¿Sí? preguntó en voz baja. ¿Hola?¿Sí?

Por fin se escuchó una débilvocecilla a lo lejos.

¿María? ¿María?

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Ella sintió un vuelco en el corazón.Era él.

Sí, soy yo respondió. Y se sintióestúpida al instante. ¿Quién iba a ser, sino?

Luego Jorge dijo algo inaudible. Elpadre de María se asomó a la habitaciónen pijama y la miró con cara deinterrogación. María le hizo un gestopara que se fuera.

Te oigo fatal susurró María.… salido con… año… menos…

escuchó.¿Qué? ¿Qué? Te oigo a trozos.… cobertura… mierda… …veza…

tú sa…María apretaba el teléfono contra la

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oreja como si quisiera incrustárselo. Laoreja le ardía. Quería gritar, pero teníaque hablar en voz baja. Quería dejar deoír esas malditas interferencias. Y lasdejó de oír. En su lugar, pasó a escucharel exasperante pi-pi-pi-pi que anunciabael fin de la llamada.

Desesperada, rabiosa y feliz, intentóvolver a conciliar el sueño. En vano.

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Jorge volvió de la nieve al díaanterior a empezar las clases, a últimahora de la mañana, y lo primero quehizo, después de saludar a su madre y asu hermana, fue mandar un mensaje aMaría.

«Snowman is back».María titubeó un momento ante las

teclas. Finalmente se decidió a escribir:«¿Bajas?».Antes de salir de casa, María pasó

por el baño, se miró en el espejo y selavó los dientes. Luego se puso lachaqueta nueva, regalo de Reyes. En el

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ascensor se ajustó el cinturón, probó arecogerse el pelo en una coleta, se losoltó y se lo volvió a recoger. Justoantes de salir, se pellizco las mejillascomo había visto a Escarlata O Hara enLo que el viento se llevó.

Cuando llegó al banco, Jorge yaestaba allí. El cosquilleo en el estomagotambién.

Vaya, el más rápido dijo María. Y elmás moreno.

Jorge sonrió. Sus dientes se veíanaún más blancos. Miró a María conespecial detenimiento. Repasó sus ojos,su nariz, su boca, su cuello… De pronto,se llevó la mano a la frente.

¡Ay, espera! ¡Me he olvidado una

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cosa en casa! Un regalito que han dejadolos Reyes para ti dijo, y salió corriendo.

«No me extraña. Es que soy muybuena», pensó María cuando Jorge yahabía desaparecido de su vista. Siemprese le ocurrían las respuestas ingeniosascuando ya era demasiado tarde paradecirlas.

Sentada en el banco, María movía elpie frenéticamente. Jorge tardaba. Maríase volvió a soltar el pelo, se peino lascejas, se ató más fuerte los cordones delas zapatillas, volvió a hacerse unacoleta, volvió a soltarse el pelo, se pusode pie. Y entonces llegó Jorge con carade fastidio, Ingrid en una mano y algorojo embrollado en la otra.

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Mi madre se ha empeñado en quelleve a la enana a comprar cromosresopló.

Hola dijo Ingrid con una sonrisaencantadora.

¿Y esto? preguntó María señalandola cosa roja.

Para ti.

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Jorge dio un tirón y dejó que aqueltrozo de lana se desenrollara como unaserpiente. Ante los ojos de Maríaapareció una bufanda roja de lana conbolitas.

Jorge la agarró con las dos manos yla hizo volar sobre la cabeza de María.Cuando la bufanda colgó de su cuello,con gesto cuidadoso, tomó un extremo,rodeó el cuello de María y dejó que lecolgara por la espalda.

¿Qué… qué es esto? preguntó María.Lo llaman bufanda. Se utiliza para

protegerse del frío. Algunas las venden

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hechas y otras las hacen las abuelas.Ya, bobo. Eso ya lo sé. Pero… dijo

frunciendo el ceño.Era de un colega tuyo.¿Un colega?Sí, un muñeco de nieve. Estaba en

medio de un descampado, cerca delapartamento. Lo vi y me acordé de ti.Pensé que a ti te haría más falta.

Muchas gracias. Me encanta.María acarició la bufanda.Vámonos, Jorge dijo Ingrid. Ha

dicho mamá que nos demos prisa.También llevaba sombrero dijo

Jorge ignorando a su hermana. Uno deesos de cartón que regalan enNochevieja.

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¿Y ese a quién se lo has regalado?¿Por quién me tomas? El sombrero

se lo dejé puesto y añadió en voz baja:Yo no robo por cualquiera.

María sintió que si sonreía un pocomás, se le desencajaría la mandíbula.Durante unos segundos, ninguno dijonada.

Vámonos aprovechó para reclamarla pequeña. No vamos a llegar a tiempo.

¿Qué más tenía? preguntó María conel único propósito de retener a Jorge.

¿Quién?El muñeco.Jorge se quedó pensativo.Mmm. Tenía ojos… dijo mirando

fijamente a los ojos de María. Pero se

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los tapaba con un antifaz.¿Y qué más?Tenía nariz dijo Jorge mirando la

nariz de María. Una trompetilla.¿Y boca? ¿Tenía boca? dijo María

mirando la boca de Jorge.¡Vámonos ya! volvió a gritar Ingrid.Jorge dio un paso hacia María, hacia

la boca de María. María dio un pasohacia la boca de Jorge.

No, creo que se la habían robadosusurró él a escasos centímetros de ella.

María entreabrió los labios y tragóla nube de vaho que exhaló Jorge alhablar. «Si los muñecos de nieve besan,tienen que besar así», pensó. Y entoncescomprobó cómo besaban los pájaros que

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no emigran en invierno, cuando Jorge lerobó un tímido beso en los labios.

Ingrid volvió a tirar de la mano deJorge.

Me tengo que ir dijo él en unsusurro.

Cuando se alejaban, María oyópreguntar a la pequeña:

¿Es tu novia? ¿Y Raquel?

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María llegó a casa con la bufanda yla sonrisa puestas. Y con ellas siguiótodo lo que quedaba de día. Encerradaen su cuarto, María olía la bufanda.Dudaba mucho que los muñecos denieve tomaran postre, pero aquellabufanda olía a pomelo. Igual que Jorge.

¿Y esa bufanda? dijo su madre alverla.

Era de un muñeco de nieve.Su madre la miró extrañada.Échala a lavar.¡No! saltó María. No hace falta.A última hora, Clara subió a su casa

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a enseñarle el nuevo móvil que habíarecibido por Reyes. Nada más ver aMaría, se echó a reír a carcajadas.

¿De qué vas disfrazada?¿Por qué lo dices? preguntó María.

La minifalda es regalo de mi tía…No es por la falda. ¡Es esa bufanda!Ah, esto dijo María atusando la

bufanda con una sonrisa de oreja aoreja. Cómo se nota que no lees miblog[12].

¡Pero bueno! ¿No quedamos que melo contarías antes a mí?

María sonrió misteriosamente.Pues Sandra sí lo ha leído. Hasta ha

puesto un comentario. Y también hay uncomentario muy divertido de alguien que

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no sé quién es. Es alguien que dice quees un muñeco de nieve. ¿Sera Jorge?siguió diciendo María mientrasacariciaba la bufanda. Le pega unmontón ese comentario. Pero esimposible. Yo no le he dado la direccióndel blog. Y es imposible que lo hayalocalizado.

¿Pero me quieres contar de una vezlo que pasa? la interrumpió Clara. ¿O esque va a hacer falta que me meta en tublog para saber de ti?

En realidad, para saber de Maríasolo había que mirarla a los ojos. Susojos sonreían aún más que su boca. Notuvo interés en hablarle de ningún otroregalo que no fuera la bufanda de Jorge.

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Por otro lado, era inútil que Clara semolestara en contarle y mostrarle todaslas características de su nuevo móvil.María asentía y sonreía.

Pinilla, no me escuchas dijo Claradespués de un buen rato.

María se limitó a sonreír una vezmás.

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El primer día de clase después deNavidad, María salió de casa con sucazadora nueva y su bufanda roja. Clarapuso los ojos en blanco al verla.

Estás fatal le dijo.María la ignoró y avanzó sonriente

hacia el portal. Al llegar a la calle, secruzaron con Edgar, que barría laentrada.

¡Muy buenos días! saludó eufóricaMaría.

Vaya, parece que hoy se repartendosis extra de buen humor dijo elportero mirando hacia la derecha. Ahí, a

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lo lejos, avanzaba Jorge hacia elcolegio. Bonita bufanda, María.

¿A que sí? dijo María echándose labufanda hacia atrás, y salió rauda yveloz, seguida de Clara.

Aquel día, a la hora del recreo,Jorge regaló a María un dibujo dondeaparecían ellos dos rodeados decorazones de fuego traspasados porespadas. Poco después, intercambiaronlas palabras necesarias para que esafecha pasara a formar parte de sucalendario personal.

Qué fecha, a qué hora, nace un amores algo difícil de precisar. ¿Nace laprimera vez que vemos a la personaamada? ¿O la primera vez que, al

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buscarlo los ojos, nos encontramoscorrespondidos con la misma mirada,esa que no pretende ver sino entrar através de las pupilas? ¿Nace la primeravez que pronunciamos su nombre comosi invocáramos todo el universo? ¿Nacecuando se dice, cuando se reconoce: «Tequiero»? ¿Nace y crece tan poco a pocoque no se sabe cuándo nació? Nadieregistra, cronómetro en mano, la fechade nacimiento de un amor. Pero todo elmundo necesita un número rodeado conrotulador rojo en el calendario.

Lo verdaderamente difícil deprecisar en el momento de marcarlo espor cuánto tiempo se seguirácelebrando. Del mismo modo en que no

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se sabe cuál será el futuro de unasemilla cuando se planta en el suelo, laincertidumbre también es la esencia delas semillas de los aniversarios.

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A la vuelta de clase, Jorge y Maríafueron de la mano. Clara se inventó unaexcusa para quedarse en la papelería ydejarlos a solas.

Nada más doblar la esquina, desdelejos, vieron que ante el portal de laurbanización se arremolinaba unpequeño grupo de gente. Anoraks decolores.

Vaya, aquí están dijo Jorgeparándose en seco.

¿Quiénes?Los reporteros.Era obvio. Los que no llevaban una

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cámara, llevaban un micrófono.¿Qué hacen aquí? preguntó María.No lo sé dijo Jorge con cierta

preocupación. Será por lo del reportajede la revista. Mi madre ha vuelto a sernoticia, y además esta semana se estrenasu nueva serie.

María se dijo a sí misma: «Salgocon el hijo de Rebeca Lindon». Jorgeestiró el cuello para calibrar mejor lasituación.

Mira, aquel alto es Vicente. Aquellaotra, la de trenza, es Cristina. Trabajapara una agencia. No la había vistodesde que mi madre volvió con Pichi.Aquella… empezó a decir. Pero sequedó sin habla.

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¿Los conoces a todos? preguntóMaría, despreocupada.

Jorge seguía paralizado. Vicentehabía dado unos pasos hacia delante ytras él había aparecido otra persona quelos miraba fijamente. «Aquella». Jorgetragó saliva y la señaló con la cabeza.

Sí, los conozco dijo muy serio.Sobre todo, a aquella.

«Aquella» no llevaba una cámara defotos. «Aquella» no era periodista.«Aquella» llevaba un paquete envueltoen papel de regalo.

¡Raquel! exclamó María.Y casi sin darse cuenta, se soltaron

las manos.

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Cada vez que María recordaba loque había sucedido, se tapaba los oídos.Era absurdo. Las voces estaban dentrode su cabeza y no iban a cesar pormucho que se llevara las manos a lasorejas. Y no dejaba de recordar. Losgritos de Raquel, su forma de llorar, lamanera en que la había mirado, conaquella furia, las miradas ansiosas detodos los reporteros, la miradacompasiva de Edgar, los trozos deenvoltorio desgarrados y pisoteados, loslápices de colores por toda la acera, lamirada perpleja y perfectamente

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maquillada de su madre al llegar alportal y encontrarse la escena, loscuchicheos de aquellos reporteros queestaban junto Raquel («¿Esa no esCandela Brines?». «Ni idea». «Esdiputada. Es que yo antes estaba en lasección de Nacional»), la frialdad de sumadre al mirar a Jorge y decir «Hija,sube a casa», un par de flashes…

Allí, en casa, María volvía aescuchar la voz de Raquel gritando aJorge. «Así que no tenemos cosas encomún, ¿no? ¡Era eso! ¡Ese era elmotivo! ¡Era ella lo que no teníamos encomún! ¡Cerdo!». Las palabras veníanuna y otra vez a su mente acompañadasde una larga uña roja como su bufanda,

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la del dedo que la señaló. En ningúnsitio estaría a salvo de esa uña roja.

Desde su ventana, María vio cómoJorge intentaba calmar a Raquel. Lahabía hecho pasar dentro de laurbanización, lejos de las escrutadorasmiradas de los reporteros. Ella se habíaido con su madre.

¿Qué era todo aquel circo? lepreguntó de camino a casa.

No sé, mamá contestó María. Algode Rebeca Lindon.

Su madre calló. «Rebeca Lindon»había resultado ser un conjuro mágicoque la volvía muda repentinamente.

Pero ahora, desde la ventana, podíadistinguir la cazadora azul del hijo de

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Rebeca Lindon al fondo del jardín. Elrosal tapaba a Raquel, pero pronto viosus brazos rodeando la cazadora azul deJorge. De pronto, ella se marchócorriendo. Él se quedó medio oculto trasel rosal. No fue tras ella. Salió de aquelrecodo y miró hacia la ventana deMaría. Ella levantó la mano a modo desaludo. Empezó a llover. Aguanieve.

Desde el pasillo, Javier llamó aMaría:

¡Que dice mamá que vengas!Cuando llegó al salón y vio a sus

padres sentados en el sofá, con la teleapagada, y a Javier y Nicolás a sus pies,supo que algo pasaba.

Tenemos una cosa importante que

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anunciaros dijo Candela. Además, ostengo que presentar a una persona.

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VIERNES

Querido Jorge:Te escribo a todo correr antes de

salir. Al final iremos al Maracaná, paravariar. Hay fiesta de máscaras. Mevendrá bien. Clara ha conseguido doscaretas muy graciosas de Daisy, la deDonald, y de Minnie Mouse. Yo me hepedido Minnie. Me pondré el jerseynegro de cuello vuelto, una falda delunares de mi abuela, remangada, unosleggings negros y un lazo en la cabeza.Detrás estaré triste, pero ya sonreirá lamáscara por mí. Me parece el planperfecto para el día de hoy: no mostrar

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mi verdadera cara, asegurarme de quealguien sonríe en mi lugar. Bueno, elplan perfecto sería estar abrazadacontigo en aquel refugio que inventastepara los dos. Ahí sí podría quitarme lacareta. Así podrías besarme mejor.

Si sigo pensado en ello, me echaré allorar.

Estoy nerviosa, muy nerviosa. Notoque mis padres también. Saltan a lamínima. Intento pensar que no puede serpeor que cuando salió Raquel en el otroprograma. Pero no siempre lo logro. Seme llena la cabeza de palabras, y nosuenan nada bien. Jorge, Jorge, Jorge,Jorge…

Te quiero,

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María

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Al oír que su madre queríapresentarles a una persona, María creyóentenderlo todo. Por qué su madrellegaba tan tarde últimamente, por quése arreglaba tanto, porque estaba tantensa…

Cuando Candela hizo pasar al salóna un hombre fuerte, alto y trajeado, en lacabeza de María volvieron a sonar laspalabras de Raquel: «¡Ese era elmotivo! ¡Era ella lo que no teníamos encomún! ¡Cerdo!». Solo que ahoracambiaban de género y dolían d otraforma. Ahora podía imaginarlas en boca

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de su padre: «¡Era él lo que no teníamosen común!»

Pasa, Óscar, por favor dijo Candela,y luego añadió mirando a sus hijos: Esteserá uno de los cambios.

Minutos después, María comprobabaque estaba equivocada, que su padre noera tan mal publicista, y que hay máscarteras que las que se llevan en elbolso.

Una hora después, en las escalerasde su portal, sentados entre el primero yel segundo piso, María le dijo a Jorgeque ella también tenía una madrefamosa, y Jorge le dijo a María queRaquel se había ido prometiendovenganza. Pero nada de eso importó

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cuando, poco antes de que un avióncruzara el cielo, sus labios se acercarony el tiempo se detuvo (PAUSE) para queJorge y María se dieran su primer besolargo (PLAY).

Llegó el escolta. Y María le pidióque guardara el secreto.

Aquella palabra quedó resonando ensus oídos. Secreto, secreto, secreto…

Lo había dicho de forma automática.Pero, cuando lo pensó, se dio cuenta deque había hecho bien. Recordó a supadre con Jorge, recordó la cara de sumadre cada vez que se pronunciaba elnombre de la madre de Jorge y pensóque no hacía falta decir a sus padres quesalía con el hijo de Rebeca Lindon.

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Ni con el hijo de Berto Zaera.

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El ocho de enero, por motivos biendistintos, la familia Pinilla Brines y lafamilia Fernández Lindon comprarontodos los periódicos del día.

Aquel día toda la prensa anunciabael nombramiento de tres nuevosministros. Tras una brillante trayectoriaprofesional, Candela Brines pasaba aocupar la cartera de Economía yHacienda.

Rebeca Lindon era acusada decometer un fraude fiscal.

Las fotos sonrientes de Candela y deRebeca estaban separadas por tres

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páginas. Sus vidas estaban separadaspor once ventanas y unidas por doshijos. Y por Berto Zaera.

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MARÍA, ¡NO LOS CREAS! ¡¡NOES VERDAD!!

DIJISTE EN TU BLOG[13]QUECUANDO TUVIERAS LA PERSIANADE TU CUARTO CERRADA QUERÍADECIR QUE ESTABAS DURMIENDO,«SOÑANDO CONMIGO». ESODIJISTE. NO PUEDES ESTARDURMIENDO TODO EL DÍA. ABRELA PERSIANA, POR FAVOR,ESCRÍBEME. TENEMOS QUEHABLAR. ¡DESPIERTA! (TE DARÍAUN BESO PARA QUE LO HICIERAS).

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María notó el cambio en cuantollegó al colegio. Sintió una nuevamirada en sus compañeros y en susprofesores. Por un lado, le incomodabaser el centro de atención. Por otro lado,era agradable. Algunos profesores ledieron la enhorabuena. Ella sonreía.

Para Jorge, nada de todo aquello eracompletamente nuevo. No era peor quecuando sacaron aquellas fotos de sumadre con un jugador de fútbol, ni peorque cuando dieron que había agredido auna compañera de rodaje. Además, él yMaría tenian otros motios para sonreír.

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Podría estallar una guerra, o ponersea temblar la tierra, que aquello solohabría sido el telón de fondo de su amor.No había otra cosa más importante quevivir que ellos mismos, conjugados enun mismo verbo. Todo lo demás estabade más. Porque Jorge y María vivíanentregados a una solo cosa: elevarsejuntos; ser mariposa, Supermán y cometaa un tiempo. Tres elementos que tienenalgo en común la capacidad,extraordinaria para quien no es pájaro,de volar, pero cuya esencia reside enatributos tan diferentes: la belleza de lamariposa, el poder de Supermán y lavulnerabilidad de la cometa.

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Escondidos en su banco, entre besoy beso, María confesó a Jorge que teníaun blog.

¿Cómo no me lo habías contadoantes?

Bueno, tengo la teoría…Ya salió Mariteorías dijo Jorge.Pues sí, y mi teoría es que cuantas

menos personas saben algo, más vale.Por eso la receta de la coca-cola essecreta. Y por eso hay cosas que solo secuentan a uno o dos amigos. Si locuentas a más, ya no es lo mismo… Escomo si valiera menos.

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Pero un blog… empezó a decirJorge.

Mi blog solo lo conocen Clara,Magda, Unai, Nerea y Sandra. Y ahoratú, claro. Aunque… María ya iba acomentarle lo del misterioso comentariodel muñeco de nieve, pero finalmente secontuvo. No iba a dejar que uncomentario anónimo estropeara unabonita Mariteoría.

Jorge aprovechó los puntossuspensivos para darle otro beso.Entonces María recordó por qué lehabía hablado en ese momento del blog.

Espero que no te importe, pero heescrito sobre ti dijo cuando dejaron debesarse por un momento.

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¿Sobre qué de mí?Sobre esto, por ejemplo dijo María,

y le dio otro beso.Te refieres a lo bien que beso dijo

Jorge cuando sus labios se separaron.Igual la que besa bien soy yo

contestó María.Deja que lo compruebe.No veían el momento de separarse.

En lo que quedó de tarde, casi tampocovieron el momento de hablar. Porquetodo se lo decían con la boca, peroapenas con palabras.

Sin embargo, había que subir a casa,y acabaron haciéndolo con la mismaresistencia con que se separan dosimanes. Igual que les sucedía a los

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imanes, alejarse el uno de la otra noestaba en su naturaleza.

Cuando María entró en casa, larecibió Nicolás gritando:

¡Corre, María! ¡Va a salir mamá enla tele!

Ay, enano. Me temo que tendrás queir acostumbrándote. Como grites asícada vez que la veas, te vas a quedar sincuerdas vocales.

El padre de María le hizo un gestopara que se acercara y dijo:

Están a punto de entrevistarla en eltelediario. Esto va a ser como su cartade presentación. Chist.

A María le sorprendió ver a sumadre en la pantalla. Se la veía guapa,

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aunque un poco mayor de lo habitual.Sería el peinado, tan hueco, no parecíanerviosa, y respondía con aplomo yseguridad a todas las preguntas. Agitabalas manos igual que solía hacer Maríacuando hablaba de algo que le gustaba, yacompañaba muchas respuestas con unasonrisa. Desde casa, el padre de Maríatambién sonreía al verla, y en un par deocasiones murmuró al oírla: «Muy bien,muy bien». En otra ocasión, hizo unamueca y un chasquido con la lengua.

El presentador hilaba una preguntacon otra, y Candela respondía consoltura. Coyuntura económica…impuesto… crisis… inflación…fortaleza… A oídos de María, las

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palabras caían como gotas de lluviahasta que de pronto sonó un trueno.

Estos días ha salido a la luz el casodel presunto fraude fiscal por parte deRebeca Lindon. ¿Se van a planteardesde el ministerio de medidasextraordinarias para casos como el de laactriz?

Candela miró hacia un lado. Porprimera vez en toda la entrevista, setomó unos segundos para responder. Encasa, Teo se separó del respaldo,repentinamente serio.

En todos los casos, actuaremos deacuerdo con la legislación vigenterespondió finalmente Candela.

El presentador se quedó en silencio,

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esperando que desarrollara su respuesta.Fue un segundo que pareció una hora,antes de que pasara a la siguientepregunta.

Su padre se giró hacia María y lamiró achinando los ojos. Ella quiso quese la tragara el sillón. Como no lo hizoaún no se ha inventado el sillón que setrague a quien se cree culpable de algo yno sabe de qué, María se levantó y sefue a su cuarto.

A hablar con Jorge.

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En la casa de Rebeca Lindon, desdeun sillón parecido, se había escuchadola misma entrevista. También Rebecahabía mirado a Jorge, y tampoco elsillón se lo había tragado por más que éllo deseara. Sobre todo cuando RebecaLindon comenzó a gritardesaforadamente:

¡Lo que me faltaba!¡Es la vecina! decía Ingrid. ¡Es la

mamá de la novia de Jorge!Rebeca Lindon dio una calada a su

cigarro inspirando profundamente.Jorge dijo muy seria. Tú no sabes lo

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que estás haciendo. ¡¡Y Raquel!! ¿Quétenía de malo Raquel?

Jorge dejó aquella pregunta flotandoen el aire y se fue a su cuarto. En pocosdías, Rebeca habría tenido respuestapara esa pregunta. Pero Raquel aún nohabía puesto en marcha su venganza.

Desde aquel momento, salir de casase convirtió en un ejercicio de riesgopara varios de los habitantes de aquellaurbanización.

Óscar, el escolta, acompañaba aCandela cuando se iba a trabajar. ARebeca la recibía una nube dereporteros cada vez mayor. Uno de ellosno tardó en anunciar en televisiónaquella casualidad.

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«Se da la curiosa circunstancia deque la actual ministra de Economía,Candela Brines, vive en la mismaurbanización que la actriz RebecaLindon, quien además nunca ha ocultadosu antipatía por el partido de la ministrae incluso ha participado en campañas afavor del partido de la oposición», dijola reportera.

Desde el plató, un comentaristapretendidamente gracioso apostilló:

Imagínate las reuniones de lacomunidad de vecinos.

Pero los comentarios no habíanhecho más que empezar.

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Aquel viernes era el primero en queMaría y Jorge saldrían juntos. María seprobó un vestido, tres faldas, una blusa yun jersey; Jorge se cambió cuatro vecesde camisa. Por fin, María escogió unachaqueta que tenía la sisa muy amplia yuna minifalda de colores. Le quedabamejor el vestido negro, pero sesorprendió a sí misma pensando que erademasiado inaccesible, casi una coraza.Y no quería ponérselo tan complicado aJorge, que, por lo demás, resultaba tantiernamente torpe. De vez en cuando,María pensaba en Raquel y se le encogía

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el estómago. ¿Y si…? Raquel parecíatan mayor en comparación con ella…María había compartido sus inquietudescon Clara, pero aun así seguíanerviosísima. Incluso había escritoaquella entrada en su blog: To do it ornot to do it[14].

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Después de cantar un par decanciones en el karaoke, María y Jorgefueron al Maracaná. Allí dentro,sentados en un rincón oscuro, estabandemasiado ocupados para hacer caso aese teléfono que se iluminaba una y otravez. María y Jorge se besaban, no comolo hacen los muñecos de nieve, ni comolos pájaros en invierno. Se besabancomo dos kamikazes que saben que nohay mañana.

Jorge rodeó a María por la cintura.María puso sus brazos sobre loshombros de Jorge.

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Hola, muñeco de nieve susurróJorge.

Hola, Snowman susurró María.Ladearon las cabezas y se esperaron

unos segundos. PAUSE. Se miraronsonriendo, con los labios a punto derozarse. Sonaba una canción bailableque ellos no pensaban bailar.Prácticamente no la oían. Estaban dentrode una burbuja donde solo se oía elgalopar de sus corazones. Y entonces…PLAY. Como si formara parte de unacoreografía, los dos cerraron los ojos,entreabrieron los labios al mismotiempo y se buscaron. María sintió elsabor mentolado de Jorge, fresco comola nieve. Pero no tenían nada de frío. Sin

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dejar de besarse, él subió la mano y seenredó con la amplia manga de lachaqueta de María. Ella se retiródespacio y miró sonriendo a Jorge.Luego, discretamente, bajó un poco elhombro para ayudar a Jorge a liberarsede aquella manga telaraña.

Perdona susurró él, y se acercó alcuello de María. Olor a limón.

Aquella manga tan abierta antestelaraña, ahora túnel secreto le condujohacia el cuerpo tembloroso de María. Elmuñeco de nieve sintió que se derretía.

María se acercó despacio a la orejade Jorge. Olor a pomelo. Con una manoacariciaba su pelo y con la otra recorríasu espalda.

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Al bajar la mano, sintió la vibracióndel móvil en el bolsillo de atrás.

Me parece… susurró, y le dio unbeso que te está sonando… siguiósusurrando y le dio otro beso el móvil.

Sin dejar de besarla, Jorge le dijo alcuello de María:

Hace tiempo.Y siguió besándola.María bajó la otra mano por la

espalda y sacó el móvil del bolsillo deJorge. Abrió los ojos con pereza y miróla pantalla.

Entonces se retiró bruscamente.¿Qué pasa? dijo Jorge.

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Veintisiete llamadas pérdidas y trecemensajes.

Jorge miró el móvil y sintió elvértigo de la cometa que cae en picado.

Ha pasado algo anunció a María. Esmi madre. Dice que tengo que volver acasa inmediatamente.

Te acompaño dijo Maríarecolocándose la blusa y atusándose elpelo.

Jorge la miró con ternura. Él mismono estaba muy seguro de si hacer caso alos mensajes, pero la decisión con queMaría respondió despejó cualquier

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duda.Gracias.María se acercó a avisar a Clara,

que estaba con Magda, Nerea y Unai.Clara, me voy a casa.¿Tan pronto?Luego te cuento.Pero ¿todo bien?Espero que sí.

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MARÍA, POR FAVOR,CONTÉSTAME. DIME ALGO. ABRELA PERSIANA DE TU CUARTO. NOES VERDAD. EL ABOGADO DE MIMADRE YA HA PUESTO UNADEMANDA. POR FAVOR,ESCRÍBEME. TENEMOS QUEHABLAR.

TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍDEBAJO.

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María quiso quedarse esperando enel banco.

No, hace mucho frío dijo Jorge.Además, no sé si podré bajar. Dependede lo que sea…

Por el camino habían estadoelucubrando sobre qué podría seraquello tan urgente por lo quereclamaban su presencia en casa.

Lo extraño es que no me lo hayaescrito pensaba Jorge en voz alta. Depronto, se preguntó angustiado: ¿No lehabrá pasado algo a Ingrid?

No, no creo… ¿Y no será algo de tu

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madre y… y… y Pichi?¿Qué insinúas? ¿Que se separen o

algo así?María asintió.Te equivocas dijo Jorge. Mi madre

será lo que quieras, gritará y chillará, ya Pichi al que más, pero se quieren unmontón. No, no creo. Igual ha salidoalguna noticia nueva…

Pero ya ha pasado el telediario. Aestas horas solo hay…

Programas del corazón.Finalmente, cada uno subió a su

casa. Y allí, en sus casas, seencontraron, los dos, a Raquel.

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Raquel hablaba y hablaba desde lapequeña pantalla. Con aquellos taconesy aquel maquillaje parecía aún mayor. Ynerviosa.

La noticia de la presunta estafa y elestreno de su nueva serie habíandevuelto a Rebeca Lindon al centro dela crónica social, y Raquel era, o eso nose cansaban de repetir en el programa,«una de las pocas personas que hanpodido conocerla de cerca». Raquelcontaba detalles sin importancia de lavida de Rebeca Lindon. Respondía atodas las preguntas. Cómo era su casa,

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aunque ya todos la habían visto en lasrevistas. Cómo la había tratado. Cómohabía celebrado su cumpleaños hacíaunas semanas. Qué le había regaladoella.

Raquel, después de haber salidotanto tiempo con Jorge, el hijo deRebeca Lindon dijo el presentador congran pompa, ¿por qué has decididocontar ahora todo esto?

«Todo esto» era nada, pero Raquelno se paró a puntualizarlo. Arrastradapor el tono solemne del presentador,adoptó modales de tragedia y dijo:

Por venganza. Jorge me puso loscuernos con una chica: María Pinilla, lahija de Candela Brines, la nueva

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ministra de Economía.Desde su casa, la nueva ministra de

Economía contemplaba atónita lapantalla del televisor. Junto a ella,María volvía a culpar a aquel sillón quese había revelado absolutamente incapazde tragarla en el momento adecuado.

Las imágenes estaban preparadas. Lacara de Raquel, o lo poco que se veía deella tras el maquillaje, dio paso a unainstantánea donde aparecían Jorge,María, Raquel, Candela y dosreporteros. Al fondo se veía a Edgar.Superpuesto, un rótulo: «El hijo deRebeca Lindon me fue infiel con la hijade Candela Brines».

María ahogó un grito. Candela cerró

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los ojos.Entró una llamada. Rebeca Lindon.¡Son menores de edad!La foto desapareció de la pantalla.

Pero ya no pudo desaparecer de lasretinas del público.

Aquella noche, quince periodistas yvarios curiosos teclearon en Google«María Pinilla». También lo hizo YaizaRamos. Y encontró, como casi todos losdemás, a María Pinilla en Facebook. Aella… y a decenas de chicas y mujeresque se llamaban como ella.

Solo dos personas tuvieron lapaciencia de rastrear una a una todas lasMarías Pinillas registradas enFacebook. Yaiza Ramos no fue una de

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ellas. Para Yaiza, como para la mayoría,nada que no se encontrara en menos demedio minuto llegaba a existir.

De las dos personas que rastrearontodas las fotos, solo una, un periodista,supo reconocer en aquella María Pinillatumbada boca abajo sobre la hierba anteun ordenador a la misma chica queaparecía en la foto junto al hijo deRebeca Lindon.

Cuando quiso acceder a lainformación de su perfil, apareció estemensaje:

«Los usuarios que no son amigos deMaría solo ven parte de la informaciónde su perfil. Si conoces a Maríapersonalmente, añádela como amiga».

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Y entonces el periodista sonrió demedio lado y susurró:

Chica lista.Nadie descubrió su blog. Yaiza sí,

pero no lo supo.

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Páginas de papel y de bits, altavocesgrandes y pequeños, pantallas estáticas ymóviles, muros reales y virtuales…llenos de comentarios, saturados demensajes. De menos y más de cientocuarenta caracteres.

Una masa informe y anónima que noperdía nada por hablar ni por escribir.Solo el tiempo.

Un ruido que no cesa por más queuno se tape los oídos y que ahogacualquier otro sonido. Solo se escuchaeso, una y otra y otra vez. In crescendo.Fortissimo.

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Palabras, palabras, palabras queforman una bola que impide respirar.

«María, qué calladito te lo tenías».«Tu madre es una ladrona».«Al parecer, el hijo de Rebeca

Lindon comparte no solo urbanización,sino también colegio, con la hija deCandela Brines».

«Jorge, cabrón».«Muy buena tiene que estar la otra.

Porque la Raquel está para comérsela».«¿No viste la foto? ¡Está mucho más

buena Raquel!».«Rebeca Lindon a la cárcel».«No podemos olvidar que Rebeca

Lindon ha protagonizado algunas de lasmejores películas de los últimos años,

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cosa que no quita para que pague susimpuestos como todo hijo de vecino».

«Candela Brines es una inepta. Y suhija, una zorra».

«Yo me acosté con Raquel».«Raquel, puta».«Rebeca, tus fans están contigo».«Creo que deberíamos dejar a los

hijos a un lado en este debate. Al fin y alcabo, son dos críos, menores de edad,que están en plena edad del pavo.Posiblemente esto sea un tonteopasajero, un rollito de esos, y mañanamismo dejarán de estar juntos».

«Soy vecina de Candela Brines ytoda su familia es un encanto».

«Que le den Candela a Rebeca

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Lindon».«Apúntate al grupo Yo también

quiero ver a Rebeca Lindon y a CandelaBrines en una pelea de barro».

«Aún es pronto para juzgar si laactuación de Candela Brines al frentedel ministerio es desafortunada, perodesde luego que no se puede negar quesu elección de vecindario sí lo es».

«Las mosquitas muertas sois laspeores».

«Jorge, tío bueno. Llámame».«Quienes vivan con Candela Brines,

en la misma urbanización… ¡ojito con ladeclaración!».

«A continuación les mostramosimágenes de una reciente entrevista a

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Candela Brines. En ella, la ministramuestra cierta incomodidad al serpreguntada por Rebeca Lindon. Ahoraentendemos por qué».

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La intervención de aquella chica enaquel programa coincidió con lairrupción de nuevas normas en casa deMaría.

Es así como hay que contarlo,«aquella chica», «aquel programa» y«coincidió», no «desencadenó», porqueasí es como lo contaría Candela Brines.Y porque emplear unas palabras u otrasno es solo una cuestión de estilo. Cómocontamos la historia cambia la historia.Y, dicho así, estas normas no tenían nadaque ver con aquello, aquel asunto quesiempre se apartaba con palabras vagas

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y demostrativos lejanos, siempre«aquel», nunca «este». No, las nuevasnormas se debían al descenso en elrendimiento escolar de María. Sí, mejorexpresarlo así. Desde luego, para nadapodrían relacionarse con la irrupción enla vida de María de aquel chico queresidía desde hacía solo unos meses enla misma urbanización.

De cuyo nombre no quieroacordarme.

Lo importante era no nombrar.Porque nombrar es hacer real. Y lapolítica Candela Brines era toda unaexperta en eludir la realidad a fuerza dealusiones. Eludir, aludir… diluir. Esaera su gran esperanza: «todo aquello»

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(solo así podía nombrarse) se diluiría, ypronto no quedaría ni rastro.

Mientras tano, para María quedaba:1.Prohibido el uso y tenencia de

móviles o aparatos similares.2.Prohibido el uso de internet. El

único uso autorizado de internet será confinalidades escolares y será supervisadopor uno de los progenitores. El únicoordenador con conexión de la casa seráel del salón. Queda bloqueada laconexión a internet desde el ordenadordel dormitorio.

3.Prohibido ver la televisión.4.Prohibido permanecer en las zonas

comunes de la urbanización antes ydespués de las clases. Dichas zonas

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serán utilizadas exclusivamente comozonas de paso.

5.Las entradas y salidas de casaserán negociadas y supervisadas por losprogenitores.

No estaba prohibido no estabacontemplado llorar encerrada en elcuarto.

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Si yo fuera el marido de RebecaLindon, si yo fuera Pichi Fernández, elgran guionista, escribir esta escena seríamuy sencillo para mí. De hecho, losucedido en casa de Jorge tuvo el tintedramático que solo una gran actriz comoRebeca Lindon sabría dar. Pero, para midesgracia, no soy Pichi y, por más quese empeñen, los culebrones no son lomío.

Aunque no lo haga tan bien comoPichi, si puedo contarte que en la casade Jorge fue distinto. También hubolágrimas, pero no cayeron silenciosas

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sobre una almohada. Y también huboprohibiciones. Pero estas si teníannombre propio.

Jorge, te prohíbo que salgas conMaría anunció Rebeca Lindon con vozglacial.

Mamá, no puedes hacer eso.Sí puedo.No. Yo quiero a María y eso no

puedes impedirlo.¡Vaya! Nos ha salido romántico dijo

Rebeca con sorna.Jorge cerró los ojos y se levantó del

sofá dispuesto a irse.¿Y si te cambio de colegio? le

retuvo su madre.Mamá…

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¿Crees que no puedo hacerlo? ¡Claroque puedo!

Mamá, por favor.De momento, te prohíbo salir

durante diez fines de semana. ¿Qué teparece eso, eh? ¿Puedo o no puedo?

¡¡Tú no puedes hacer nada!!Rebeca bajó la voz.Mira Jorge. De verdad, lo hago por

tu bien. No es bueno para ti salir con esachica.

Con María. Esa chica se llamaMaría.

No es bueno que salgas con María.¡Tú qué sabrás que me conviene!

¿Salir con Raquel? ¿No era eso lo quequerías? ¿Eh? preguntó desafiante. No

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tienes ni idea.¿Qué no tengo ni idea? gritó Rebeca.

¿Yo? ¿Yo, que he tenido ocho parejas yhe pasado por un divorcio? ¡No, claro!¡Yo no sé nada! El niño podría darmelecciones, porque él sí sabe lo que es elamor.

No conoces a María dijo Jorgedolido.

Sé de ella lo suficiente para saberque lo vuestro no puede durar luego,suavizó el tono y añadió: Mira, Jorge,no dudo que la quieras. Ahora mismocrees que no hay nadie más en el mundocon quien quisieras estar, ¿verdad?

Jorge asintió con la cabeza. Sumadre se levantó, le acarició el pelo y

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continuó hablando con tono sereno:Vi el dibujo que le hiciste el otro

día, ese en que salís María y túrodeados de corazones.

¡Mamá! exclamó Jorge, tan enfadadocomo avergonzado.

Entré en tu cuarto para sacar a Ingridy lo vi encima de la mesa se justificó sumadre. Era precioso. Me recuerdas a tupadre… Solo que tú cuentas lo quesientes con tus dibujos, y él con palabrasy añadió como para si misma: Deberíaescribir un libro.

Pese a que su madre le felicitara porello, Jorge se avergonzó de sus dibujos,se avergonzó de los corazones, seavergonzó de haber dicho a su madre

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que quería a María. Y luego notó una deaquellas espadas que dibujabaatravesándole el corazón: nunca le habíadicho a María «te quiero». No conpalabras.

Su madre lo abrazó y le susurró:Estas cosas no salen bien. Créeme.

Sois demasiado distintos.Nosotros no somos distintos. Sois

vosotras las que sois distintas, tú y sumadre respondió Jorge con los brazospegados al cuerpo, negándose aresponder aquel abrazo.

Pero no estáis solos.Tampoco lo estaban los

protagonistas deFruto de la TierradijoJorge conteniendo el llanto y la rabia, lo

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primero con más éxito que lo segundo.Su madre se separó un poco, le

volvió a atusar el pelo y rio consuavidad. No había asomo de ironía enaquella risa, solo grata sorpresa. Conaquella risa, Rebeca reconocía que suhijo era un hombre de recursos. Al fin yacabo, el argumento estaba bientraído.Fruto de la Tierraera una de lasúltimas películas de Rebeca Lindon. Enella interpretaba a una noble que seenamoraba de un joven campesino. Eraun amor imposible, pero, tras muchasdificultades, lograban estar juntos. Aunasí Rebeca lo tenía claro:

He rodado suficientes películas y herodado lo suficiente fuera de ellas como

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para saber que existe una gran diferenciaentre el cine y la vida.

Volvió a abrazar a su hijo y añadió:Sé de lo que hablo. Estas cosas solo

salen bien en las películas.O en las novelas susurró Jorge desde

el hombro de su madre. De pronto, notóque se le humedecía la camisa. Su madrelloraba. Los brazos de Jorge dejaron decolgar inertes y le rodearon conindecisión.

Ay, mi niño suspiró ella.Luego se apartó con delicadeza y

dijo:Tu padre también quiere hablar

contigo. Y este mes prefiero que nosalgas.

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¿Prefieres?Te lo prohíbo.

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María no tuvo que explicar nada aClara. Para cuando volvieron a verse,Clara había recibido cientos demensajes, más aún que los que habíanrecibido directamente Jorge y María.Hablar en tercera persona parecíaresultar mucho más cómodo que hacerloen segunda persona, tal y como prontocomprobaría María.

Incluso a Clara le resultaba violentohablar con ella del tema. ¿Cómo iba adecirle todo lo que había leído sobreJorge y sobre ella? Clara solo podíaofrecerle su rabia.

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Esa tía es una muerta de hambre ledijo a María hablando de Raquel.

María no tenía ganas de hablar deRaquel, ni de hablar de nada. Solo teníaganas de ver a Jorge. Pero ¿cómohacerlo si sus padres vigilaban cadapaso que daba? Entonces tuvo una idea.

Vas a tener que ayudarme pidió.Lo que quieras, María dijo Clara.María echó de menos que no la

llamara «Pinilla». Todo habría parecidotan normal si Clara la siguiera llamandocomo siempre… Pero era imposibleseguir actuando como siempre cuandouna mentira la había cambiado todo. Yno sería la última mentira.

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MARÍA, ¿RECUERDAS LO QUEME EXPLICASTE DE LAMADRESELVA Y EL AVELLANO? LOESTOY COMPROBANDO. MEMUERO SIN TI. NI VOS SIN MÍ NIYO SIN VOS. DIME. ALGO.ESCRÍBEME. NO PUEDO NIDIBUJAR SI NO LO HACES.

JORGE

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No todo fue prohibiciones en lascasas de Jorge y de María. La rabia delprimer momento dio paso a una profundacompasión. Rebeca Lindon pensó limitarsus apariciones públicas, CandelaBrines hizo serios propósitos de volverantes a casa, Teo Pinilla preparo tortitasaquel fin de semana. Y Berto Zaeraescribió a su hijo el mismo mensaje quepodría haber escrito cualquiera de ellos.

Para: Jorge ZaeraDe: Berto Zaera

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Asunto: CompasiónQuerido hijo:

Aunque vamos a vernosel viernes,

no quería pasar un díamás

sin escribirte.Me imagino que lo

estarás pasando fatal.No sabes cómo lo siento.

Algún día sabráscomo duelen a los padres

los doloresde sus hijos y entenderás

mis palabras.Pocos lo entienden así

pero «compasión»,

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com-pasión, es sufrir conalguien.

No imaginas lo profundaque es

mi compasión. Sabes que,durante

muchos años, heintentado con todas

mis fuerzas evitar que tesucediera algo

así. Ahora que ha pasado,solo puedo

lamentarlo. Creo que noganamos nada

buscando culpables.Igual no es gran consuelo,

pero

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me gustaría que supierasque esto pasará.

Piensa que es como unaborrasca. Ahora

estas viviendo lo peor deella (eso deseo

con todas mis fuerzas;que esto sea

lo peor, que no vaya amás), pero luego

se irá. ¿Te acuerdas decuando fuimos

a Argentina? Tu maletaera un desastre.

Tuviste que ponerte unaprenda encima

de otra para no quedarte

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helado.Con el calor que hacía

cuando preparasteel equipaje, te costaba

hacerte a la ideade que podía llegar ahacer tanto frío allí.

Pero lo hacía. Pues con lamisma certeza

te lo digo. Ahora mismosé que te cuesta

pensar que nada de lo queha sucedido

tendrá la menorimportancia dentro

de un año. Pero así será.Es fácil sentirse

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desgraciado bajola lluvia. Pero prepárate,

no hagasdel chubasquero tuuniforme, porque

el sol saldrá. ¿Y sabesque es lo mejor?

Piénsalo. ¿Qué apareceen el cielo

cuando sale el soldespués de la lluvia?Sí, Jorge, el arco iris.

Hay cosasque no pueden verse si

antesno se ha sufrido. Haber

sufrido nos da

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una dimensión másprofunda de la vida,

si sabemos mirar hacia elcielo, claro.

Mira al cielo. Estateatento.

Y en los momentos en quete cueste

creer que esta borrascapasará, escucha esto [15]

(aunque ya sé que no es tuestilo), o llámame.

Lo siento mucho, Jorge.No dejes de dibujar.

Papá.

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Para: Berto ZaeraDe: Jorge Zaera

Asunto: RE: Compasión¿Pedí yo ver el arco iris?

Para: Jorge ZaeraDe: Berto ZaeraAsunto: RE: RE:

CompasiónNo es eso, hijo. Pero

ahora vas a tenerel privilegio de poder

verlo, si quieres.Incluso de dibujarlo.Siento muchísimo no

poder enrollarme

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ahora, pero entro en unarueda

de prensa.Insisto: llama a cualquier

horasi lo necesitas.

Dibuja.Besos,Papá.

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Cuando María llegó el lunes a sucasa, directa del colegio, utilizando laszonas comunes de la urbanización«exclusivamente como zonas de paso»,se sorprendió de encontrar a Óscar en lapuerta.

¿Está mi madre en casa? ¿Tanpronto? preguntó extrañada.

El escolta se limitó a encogerse dehombres.

Javier y Nicolás estabanmerendando solos en la cocina.

¿Y mamá? preguntó María.Javier también se encogió de

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hombros. Nicolás lo imitó.María avanzó por el pasillo mientras

encogía los hombros una y otravez tratando de entender el gesto,cuando oyó unas voces. Se acercócon sigilo al cuarto de sus padres y sequedó escuchando.

¿No ves que tendría el efectocontrario? oyó decir a su padre. Cuantomás se lo prohibamos más se empeñaráen estar con él.

¡Pero mientras sigan, toda esta bolacontinuará creciendo! dijo Candela. ¿Túhas visto esto?

María no pudo aguantar más eirrumpió en el cuarto.

¿Qué es lo que hay que ver? dijo con

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aire chulesco. Desde que Raquel habíaaparecido en televisión, era difícilencontrar el tono para conversar.

¿Estabas espiando? preguntóCandela.

¿Y tú? respondió retadora María.Candela inspiró con fuerza y mostró

la pantalla de su teléfono a María.No me hace falta espiarte. Ya lo

hace todo el mundo por mí.En la pantalla aparecía una foto de

María, tal y como estaba vestida en esemomento. Los mismos vaqueros, elmismo jersey, las mismas bailarinas, lamisma diadema… No salía sola.

Estaba besando a Jorge.¿Quién la ha colgado? preguntó

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María desconcertada. ¿Desde cuándoestás en Facebook?

Eso es lo de menos respondióCandela, y retiró el teléfono; no queríaque María viera que se había creado unperfil con un nombre falso. Luego alzóla voz: ¿Qué? ¿No quieres leer lo queponen? ¿Eh? ¿Quieres ver lo que dicende tu madre?

Eso es lo único que te importa, ¿no?gritó María.

No, hija. Te equivocas. Nosotros…¡Cállate, papá! ¡No podéis

impedirlo! Pienso hacer lo que me dé lagana.

En realidad, María quería decir «nopodéis impedir que quiera a Jorge»,

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«pienso seguir saliendo con él», pero yahabía asimilado el lenguaje familiar, elde las perífrasis, los eufemismos y laausencia total de nombres propios.

Candela la miró a los ojos y esbozóuna sonrisa irónica.

No hace falta que nos digas lo quepiensas hacer. Nos enteraremos de todosmodos dijo agitando su teléfono. Y no essolo esto. Sabemos que ayer intentasteconectarte a través de la red de unvecino. ¿Tú sabes lo que me cuesta a míahora averiguar lo que haces, dóndeestás, qué escribes, con quién andas?

María pensó en Óscar, en el cochede policía que últimamente rondabaalrededor de casa, en que su madre era

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ministra… Ministra. Las palabras se leagolpaban en la cabeza y la sangre enlas mejillas, tiñéndolas de rojo.

Creo que no será necesario quecambies de colegio, ¿verdad? amenazósin amenazar Candela. Bastará con querecuerdes que nunca estás sola.

Hiere más un susurro que un grito;María lo había aprendido del lenguajefamiliar.

Por eso intentó no gritar al decir:¿Es que acaso no tiene nada mejor

de lo que ocuparse la señora ministra?Precisamente respondió Candela

haciendo el mismo esfuerzo por nogritar, el mismo esfuerzo por herir.Tengo millones de cosas más

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importantes que hacer como para encimaandar preocupándome por los rollitos deuna cría.

Entonces María dijo. Con todas susletras:

Te odio.Una bofetada cruzó la cara de María.

Plas.Y luego, el silencio.…El silencio también hiere. Pero,

como arma, tiene una gran ventaja sobrelas palabras: no admite reacción.

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Para: Jorge ZaeraDe: Berto ZaeraAsunto: Minería

Querido hijo:Sigo dando vueltas a la

forma de ayudarteen estos momentos. Me

gustaríaencontrar unas palabras

que te aliviaran,que nos aliviaran a todos.

Creo que lashe encontrado. Están en

un libro que megustaría que leyeras

dentro de unos

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cuantos años. Se titulaDiario de un mal

año, lo escribió J. M.Coetzee.Dice así:

«Los nuevos teóricos dela vigilancia

dicen que no va a habermás secretos,

(…) que la era en la quelos secretos

contaban (…) haterminado;

nada que merezca la penaconocerse

no puede ser descubiertoen cuestión

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de segundos, y sindemasiado esfuerzo;la vida privada es, a

efectos prácticos,cosa del pasado.

Lo que sorprende desemejante

afirmación no es tanto suarrogancia

como lo que revela sinquerer

sobre la concepción deun secreto

que predomina en loscentros oficiales:

que un secreto es un ítemde información,

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y como tal entra dentrodel campo

de la ciencia de lainformación,

una de cuyas ramas es laminería,

la extracción de vestigiosde información

(secretos), de toneladasde datos./p>

Los amos de lainformación se han

olvidado de la poesía,donde las palabras

pueden tener unsignificado totalmentedistinto al que dice el

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léxico, dondela chispa metafórica va

siempre un pasopor delante de la función

decodificadora,donde siempre es posible

otra e imprevistalectura».Un beso,

Papá.

Para: Berto ZaeraDe: Jorge Zaera

Asunto: RE: MineríaPapá, no sé si lo he

entendido bien.

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Creen que saben cosas.Pero no tienen

ni idea. Lo esencial esinvisible

a los ojos. Es eso, ¿no?María me dijo

algo parecido: que pormás que

consiguieran informaciónsobre ella,

no podrían metersedentro de su cabeza.Es como cuando yo

escondo cosasen los dibujos. Algunos

no se danni cuenta. María siempre

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encuentralo que escondo. Es como

lo que dijeronde María y de mí, aquello

de que soloera un rollito y todas

aquellas cosas. No habían entendidonada. Esos minerosde mierda tenían un

diamantey lo cogieron como si

fuera un trozode carbón. ¿Y de que me

sirve saber eso?¿No habría sido mejor

que vieran

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que era un diamante?

Para: Jorge ZaeraDe: Berto Zaera

Asunto: RE: RE: MineríaPero entonces ya no sería

un secreto.

Para: Berto ZaeraDe: Jorge Zaera

Asunto: RE: RE: RE:Minería

Yo nunca quise que fueraun secreto

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Desde aquel momento, la historia deJorge y María que nació a pleno sol,casi deslumbrada, como contó María enla primera entrada de su blog, solopodía ser secreta.

María había intuido que tendría queser así desde aquel primer beso largo,cuando pidió al escolta que no dijeranada. Hasta entonces, guardar secretosla había hecho sentir importante. Peroahora aquel secreto solo los hacíasentirse desgraciados. El secreto era unnuevo silencio que no admitía reacción.Nada de lo que les sucediera podía ser

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públicamente interpretado a la luz delsecreto. (Claro, porque ¿qué luz puededar un secreto? ¿Acaso no es laoscuridad su hábitat natural?). Perotodo, absolutamente todo, era motivadopor él: la alegría, la tristeza, la rabia, lacanción que elegían cantar en la ducha,el color de los guantes que se ponían, ellibro que elegían leer… Nada de lo queJorge o María sintieran o hicieranprovenía de ningún otro sitio. Su vidapendía de aquel amor que se profesabanen secreto.

El secreto fue una necesidad, nuncauna opción. María y Jorge querían gritar,darse la mano, no esconderse, pero elmundo entero se había convertido en un

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gigantesca agencia de información, y nohabía lugar donde escapar. Cualquiera,desde cualquier sitio, en cualquiermomento, podría ver, fotografiar,compartir… No era solo Óscar, no eransolo los reporteros, no eran solo Nataliao Pedro Contreras o Ingrid… EraCualquiera.

Los cocodrilos acechaban por todaspartes. «La vida privada es, a efectosprácticos, cosa del pasado». Laintimidad había muerto.

El único refugio que les quedaba eracruzarse miradas… hasta que Maríaencontró la llave.

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A más de dos mil kilómetros deMaría, Yaiza entró una vez más en el quese había convertido en su blog favorito:Pinillismos.

Nada.Una vez más se encontró con la

misma entrada de los últimos días. Enaquel misterioso mensaje, la autora delblog anunciaba que le habían prohibidousar el móvil y conectarse a internet.¿Por qué lo habrían hecho? ¿Quién?Yaiza confiaba en que aquella chicafuera capaz de burlar la vigilancia y queescribiera pronto una nueva entrada en

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la que aclarara un poco más aquelmisterio. Le había cogido tanto cariño,se sentía tan identificada con ella…

Entonces oyó la voz de su madre:Apaga el ordenador inmediatamente.

Al final vamos a tener que acabarprohibiéndotelo.

Sí, se sentía muy identificada.

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MARÍA, SI NO ME CONTESTAS,SI NO SÉ NADA DE TI, TENDRÉ QUEIR A TU CASA O HACER ALGO MUYDESESPERADO. ¿QUIERES ESO?HABLEMOS, POR FAVOR.

TE QUIERO,JORGE

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Cuando María se quedó sin móvil ysin internet ―el mundo entero vigilandosus pasos―, creyó volverse loca.Necesitaba hablar con Jorge ynecesitaba hacerlo a solas.

Y entonces se le ocurrió una fórmulacon una variable y una constante. Lavariable era un pendrive con forma dellave que contendría distintos mensajes.La constante, la fiel Clara.

María escribía desde su ordenadorsin conexión. Como Tristán hacía conIseo, María tallaba en aquella llave laspalabras que no podía gritar, y luego se

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las hacía llegar a Jorge. Por eso,contaba con la ayuda de Clara. Le dabael pendrive y Clara iba corriendo adejarlo detrás de la maceta que había enel rellano del piso de Jorge. Después,Clara mandaba un SMS a Jorgeavisándole de que ya lo tenía.

Jorge salía un momento de casa, lorecogía y escribía en su particularidioma: dibujaba. Luego escaneaba eldibujo, lo pegaba en un documento juntoa una pequeña nota y lo guardaba en lallave. Cuando acababa de hacerlo,volvía a dejar el pendrive detrás de lamaceta y enviaba un SMS a Clara. Encuanto podía, Clara-mensajera subía, lorecogía e inventaba cualquier excusa

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para volver a casa de María y poderdárselo.

El primer documento que Maríagrabó en aquel pendrive se llamaba«Adivina adivinanza». Cuando Jorgeintentó abrirlo, se le pidió unacontraseña. Preguntó a Clara por lacontraseña, pero ella se encogió dehombros.

A mí ni me mires. Yo solo soy lamensajera. No tengo ni idea.

Aunque la contraseña no estabainventada para protegerse de Clara, ellajamás intentó averiguar cuál era.

Jorge solo tardó dos intentos enadivinarla. Era Snowman. El primerintento de Jorge había sido María. En

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los últimos tiempos no podía evitarescribir esa palabra una y otra vez.María, María, María… Y eso fueprecisamente lo que escribió en suprimera respuesta: «María, María,María…». Escribió María más de cienveces. Sin cortar y pegar. Meñiqueizquierdo mayúscula, índice derecho M,anular izquierdo A, índice izquierdo R,anular derecho tilde, índice derecho I,anular izquierdo A. María, María,María, María…

Lo siguiente que recibió Jorgeempezaba así:

«Chico listo. Sabía que darías con lacontraseña, con nuestra contraseña».

Y lo siguiente que envió Jorge fue un

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dibujo de María escapando de una torre.A su torre, a su celda de castigo,

solo podía acceder Clara, pero eso eramás que suficiente. Porque ella tenía lallave… y la confianza de los padres deMaría. Ellos entendían que, ahora másque nunca, María se refugiara en susamigas y, como siempre habían sentidosimpatía por Clara, no les extrañaba supresencia. Sin embargo, cualquiera quehubiera seguido los movimientos deClara habría detectado que algo raroestaba sucediendo. Pero los ojos delmundo estaban pendientes del hijo deRebeca Lindon y de la hija de CandelaBrines. Nadie miraba a Clara. SoloEdgar reparó en aquel extraño trajín.

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Desde que Raquel apareció en aquelprograma, no solo María con sus cartasy Jorge con sus dibujos sentían lanecesidad de contar, o de contarse; deabrirse paso, de crear un camino, endefinitiva. También los programas delcorazón, las revistas, decenas deforos… querían contar su historia. Perosu forma de hacerlo, su retórica, eradistinta, Ellos no desbrozaban a ladesordenada realidad. No, ellos robabansecretos, iluminaban el desorden confocos cegadores. Era imposible ver másallá. Ante la violencia de aquella luz, la

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realidad se agazapaba asustada.Raquel visitó dos programas más, el

nombre de Rebeca Lindon fue citadootras doscientas veces… y finalmente lapresión pareció remitir. Berto Zaerahabía dicho que aquello sería como unaborrasca, que pasaría. Pero lasborrascas no desaparecen, se desplazan.A la última aparición de Raquel entelevisión, siguió la noticia inesperadadel divorcio de un famoso cantante. Unnuevo desorden que iluminar condeslumbrantes rayos. La borrasca sedesplazó.

Pero a una borrasca bien puedeseguirle otra aún mayor.

«Nuevas e inquietantes

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revelaciones», prometieron los avancespublicitarios. «Nuevas e inquietantesrevelaciones», repitió la vecina deltercero a María cuando coincidieron enel ascensor. «Nuevas e inquietantesrevelaciones«, escribió Maríapreocupada en su carta a Jorge. «Nuevase inquietantes revelaciones», una nuevabola de palabras.

Fueron nuevas. Fueron inquietantes.Pero más que revelaciones, fueroninsinuaciones. El escenario era un plató,pero los personajes de aquellarepresentación actuaban como siestuvieran en una montaña nevada, conuna tabla de snow.

Primero describieron una larga

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curva.«¿Os habéis fijado en el curioso

parecido entre la hija de Rebeca Lindony la hija de Candela Brines?»

Y de repente, derrape y contracanto.«Evitemos hablar de ellos. Son

menores».Para volver a ponerse de cara a la

pendiente…«Me cuenta una fuente muy

fiable…»,tomar impulso…«…que hace muchos años, más de

quince, Candela Brines…»,saltar haciendo un truco

espectacular…«…tuvo una relación con un

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compañero de carrera, llamado…»y aterrizar limpiamente:«Berto Zaera»,a tiempo de recoger el aplauso del

público.«¡El ex marido de Rebeca Lindon!».¿Y cómo no disfrutar otra vez del

truco?«Tuvo una relación con un

compañero de carrera, llamado BertoZaera».

Repetición de la jugada.«Tuvo una relación con un

compañero de carrera, llamado BertoZaera».

«Tuvo una relación con uncompañero de carrera, llamado Berto

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Zaera».«Tuvo una relación con un

compañero de carrera, llamado BertoZaera».

Rayo cegador. Imposible ver másallá.

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Minnie había salido con Daisy.María había salido con Clara.

Cuando el gato no está, los ratonesbailan.

Minnie-Maria bailaba más libre quenunca. Era la máscara. Se habíarevelado más eficaz que las copas. Otraforma también pasajera de dejar de serla hija de Candela Brines, María seentregó a la posibilidad de ser la noviade Mickey Mouse. Ser solo eso, unaratona que pestañea, al menos mientrasdurara aquel baile. Sonreír, sonreír,cantar, bailar y ser para todos la novia

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de Mickey Mouse.Daisy-Clara, menos patosa que

nunca, bailaba con ella. La músicasonaba atronadora, pero la repetidavibración del móvil no le pasodesapercibida. Sin dejar de mover loshombros y la cabeza, sin dejar delevantar y mover el brazo izquierdo,Clara sacó el móvil y miró la pantalla.

Se levantó la careta y se la colocóen lo alto de la cabeza para leer mejor.

Quince mensajes. Distintosremitentes para un mensaje que venía adecir lo mismo:

«Lo acaban de decir en TV. JorgeZaera y Maria Pinilla son hermoso».

Y solo un mensaje diferente. De

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Jorge.«Dile a María que no es verdad».Clara ya no es Daisy.Bajo el brazo y se quedó en mitad de

la pista de baile, rodeada de gente queno dejaba de moverse, una boya agitadapor las olas. Sin darle tiempo paraimpedirlo, Minnie-María le arrebató lamóvil de las manos, ansiosa por ver queera aquello que había congelado el gestode Clara volviendo tan incongruente lasonrisa de Daisy.

Leyó los mensajes uno tras otro.Desde detrás de la careta, luchaba porcomprender. La forma en que lo contabauno de los mensajes le dio la pistadefinitiva:

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«Dicen que Berto Zaera es el padrede María Pinilla».

Bola de palabras. Imposiblerespirar.

María recordó la primera vez queoyó pronunciar ese nombre, el nombredel padre de Jorge. Fue en su casa. Enboca de su madre. Y todo encajó degolpe: la reacción de sus padres ante lamudanza de Rebeca Lindon, suconocimiento de la existencia de Berto yde Jorge, la forma de evitarse, la cara desu padre al ver entrar a Jorge en casa, elnerviosismo de su madre, los silenciosde su padre, la prohibición de salirjuntos… incluso aquella boca, «boca demono». Pensó en la boca de Jorge,

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pensó en sus besos… Y por primera vezsintió asco.

Minnie-María seguía en mitad de lapista, aferrada al móvil de Clara. Sentíaunas terribles ganas de vomitar, lefaltaba el aire, pero, pese a las arcadas,pese al ahogo, se sentía incapaz dedesprenderse de la careta. Se ahogaba,se ahogaba, y esta vez repetir el nombrede Jorge no diluiría aquella asfixiantebola de palabras sino que la haría másgrande.

Clara miraba la sonrisa de Minnie,intentando escrutar la mirada de Maríatras la careta. Las pestañas de Minnie yaquella sonrisa que nunca habíaparecido tan estúpida eran pistas falsas.

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Clara extendió la mano paralevantarle la careta, pero María se loimpidió con un gesto brusco. Queríafundirse con aquella mascara, trasmutarsu piel por aquel plástico y seguir parasiempre la novia de Mickey Mouse, solola novia de Mickey Mouse.

Vámonos, María dijo Claracogiéndola del hombro.

María miró a Clara a través de lacareta.

Yo no me llamo Pinilla murmuró.Con tanto ruido, Clara no la oyó.

Abriéndose paso a empujones, Claraarrastró a María fuera de la pista. Trasla careta, Minnie-María creía sentir lamirada de todo el mudo, creía ser el

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motivo de todas las risas. Y a sualrededor todo el mundo reía, delante odetrás de una máscara. Mientrasavanzaban penosamente hacia la salida,vio a alguien mirar su móvil, levantar lamirada y señalar hacia Clara. Sentía quesi se quitaba la careta, seria devoradapor una multitud de cocodrilos. Nodejarían de ella ni los huesos. Soloquedaría una estúpida careta de MinnieMouse tirada en el suelo, pisoteada.

Volvió a casa remolcada por Clara.Su amiga la acompaño hasta la puerta.Pero Minnie entró sola.

Para: Jorge Zaera

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De: Berto ZaeraAsunto: ¿?

Querido Jorge:No me coges el teléfono.

No me escribes.Me dice mama quetampoco dibujas,

que ella sepa. Deberíashacerlo.

Por lo menos eso,dibujar.

Y si me coges el teléfono,mejor.

Un abrazo muy fuerte,Papá

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Mamá gritó.Contra la costumbre familiar, el

salón estaba a oscuras. Solo elresplandor de la televisión permitíavislumbrar dos bultos. Su madre y Teo.

Ya te has enterado, ¿no? dijoCandela Brines, sin apenas levantar lamirada del televisor. A su lado Teo setapaba la cara con las manos.

María se quedó de pie, en silencio,con la careta puesta.

Gracias por arruinarme la vidamurmuró al fin.

Extrañamente iluminada por la

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revelación de la televisión, la sonrisa deMinnie resultaba tan espontanea comouna pieza de un musical acompañando auna escena de una película de terror.

No te pongas melodramática, porfavor dijo Candela sin mirarla. Senotaba que había estado llorando.Luego, despacio, casi para sí misma,añadió: Yo tendría que estar saliendoahí. No tendría que salir en la prensarosa. Yo solo tendría que estar en laspáginas color salmón.

Minnie estalló:¿Cómo puedes decirme eso? ¡¡Yo no

tendría que salir en ninguna página!!Candela levantó la vista del

televisor y miró a su hija por primera

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vez desde que había entrado en casa.Quítate eso.María seguía de pie en medio del

salón, con la careta puesta.Su madre repitió con frialdad.Quítate esa ridícula careta para

hablar.Candela por favor… susurró Teo.

Ella no tiene la culpa de nada.Candela se volvió hacia su marido:¿Insinúas que la tengo yo? dijo sin

poder evitar gritar.María aprovechó para salir

corriendo hacia su cuarto. Echó elpresillo, se apoyó contra la puerta y sequitó la careta. Un amasijo se lágrimas,rímel y kohl aparecieró detrás, y la

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mirada vacía de quien acababa de dejarde ser la novia de Mickey Mouse.

Poco después, sonaron unos golpesen la puerta.

María, abre.María puso la música a todo

volumen, cerró la persiana del cuarto(«para siempre», pensó) y volvió asentarse en el suelo, apoyada contra lapuerta. Casi podía sentir el aliento deTeo al otro lado.

Teo aprovechó el corte entre unacanción y la siguiente para suplicar:

Abre, por favor. Soy yo, papá.Desde el otro lado de la puerta, Teo

oyó un gemido:¿De verdad lo eres?

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En el limbo de los mensajes noenviados vagan como fantasmas estascartas. Las escribió María cuando aúnera incapaz de encontrar las palabras,cuando no podía ni quería contarse suhistoria, cuando vivía presa de supropio secreto. Porque no hay peorsecreto que el que nos guardamos anosotros mismos al no encontrar laspalabras para contárnoslo.

Hermanos hermanos hermanosmanos manos manos nos nos nos NO NONO NO nos nos nos nosotros nosotrosnosotros nosotros nosotros hermanos

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nosotros otros otros otros ERA ZAERAPapá……………………………………………………….¿Papá?????????????????????????????????Jorge:¿Cómo hemos afnafñnaruru

vfuvzdpweuP4CDURGw480ádfon<àerugbdfvncJorge Jorge Jorge Jorge Jorge Jorge

Jorge Jorge Jorge Jorge ZAERA¿Verdad que no es verdad? Jorge,

Teo…¿Cómo puedo creeros? No puede ser

verdad.No es verdad. ¿Y si lo fuera?Noooooooooooooooooooooo

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A más de dos mil kilómetros, Yaizacomentaba a Isabel:

¿Te acuerdas de aquel blog del quete hablé?

No respondió Isabel.Sí, tienes que acordarte. El de

aquella chica que primero tonteaba conun chico y luego parece que empezó asalir con él y…

¡Ah, sí! La que escribió eso delamor a primera vista. Me acuerdo deuna chica que comentó algo sobre eso.Era muy graciosa. ¿Qué pasa con eso?

Eso me gustaría a mí saber. Hace

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muchos días que no escribe nada nuevo.Es como si se la hubiera tragado latierra. Y el último post era muymisterioso. Mira.

Yaiza le enseñó a Isabel la entradaque anunciaba el comienzo de la «vidainmóvil» de María, su vida sin móvil niinternet.

Te parecerá raro, pero la echo demenos dijo Yaiza. Es como si de repenteestuviera un montón de tiempo sin sabernada de una amiga y no pudieralocalizarla.

Hombre, no es lo mismo

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María estuvo muchos días sin ir aclase, todos los que duró aquella granborrasca. Cuando volvió, lo hizo en otrocolegio. Aquellos rayos cegadoreshabían hecho imposible seguir con suvida de antes. Tenía que alejarse detodos cuantos la señalaban y, sobre todo,tenía que alejarse de Jorge. Intentarempezar de nuevo, en un sitio dondesolo fuera María.

¿Qué tal? le preguntó Clara a lavuelta de su primer día.

Bien dijo María.La conversación aún no fluía como

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antes.El cuarto de María seguía con la

persiana cerrada.Clara seguía llevando mensajes de

Jorge a María, pero María se negabasiquiera a abrirlos.

Una noche, mientras cenaban, Jorgehabía llamado al timbre. Candela habíaabierto la puerta y le había dicho laverdad: que María no quería verlo.

Jorge gritó, aporreó la puerta, Maríase encerró en su cuarto y se puso loscascos.

Seguía sin móvil y sin internet, perotampoco los reclamaba.

Tras un incómodo silencio, Clarapreguntó:

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¿Por qué no los crees?María hizo como que no había

entendido la pregunta.Ya lo sabes. A Jorge, a tu padre.¿A Teo? precisó María.María había contado a Clara lo que

Teo le había dicho. Que nada de todoaquello era verdad, que Berto Zaerahabía sido novio de su madre antes deempezar a vivir con Rebeca Lindon, quesu madre había cortado con Berto alconocer a Teo, que al principio larelación entre Rebeca y Berto, Rebecahabía sentido muchos celos deCandela…

Entonces, ¿por qué no los crees?insistió Clara.

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¿Te acuerdas de que, cuando éramospequeñas, prometí que iría a ver ToyStory contigo y fui con mi tía?

Sí, me acuerdo. Pero ¿eso qué…?Escucha. ¿Te acuerdas?Sí, claro. Yo creía que te habías ido

con Natalia y me enfadé muchísimocontigo.

Sí.Pero cuando supe que tu tía te había

llevado sin preguntarte, te perdoné.Sí, pero lo dudaste. Me preguntaste

mil veces si había ido con Natalia.Clara asintió.Sí, ¿lo ves? Pero lo entendí y te

perdoné. Y tú también deberías perdonara Jorge, o a tus padres, o a quien tengas

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que perdonar.No lo entiendes dijo María. No se

trata del perdón. Se trata de la mentira.¿Qué mentira?En realidad fui al cine con Natalia.Clara abrió los ojos, confundida e

incrédula.Te sorprende, ¿verdad? Y esto es

una tontería. Pero demuestra una cosa.¿Qué?Que sé lo que es mentir. Sé cómo

funciona una mentira. Cuanto máspreguntabas tú, más insistía yo endecirte que no había ido con Natalia,¿verdad?

Exacto, Clara. Hasta eso sé. Sécómo se coordina una mentira. Una

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conspiración, ¿no? Eso es. Mi tía,Natalia, mis padres… Todos nospusimos de acuerdo para mentirte. Noqueríamos que te sintieras mal.

Y me lo creí musitó Clara.María asintió.Te habrías muerto sin saberlo si no

llego a necesitar contártelo parademostrarte esto.

¿Demostrar qué?Que una mentira se parece mucho a

una verdad, y que solo quien la cuenta escapaz de distinguirlas.

Clara rumió lo que acababa de oír.De pronto se dio cuenta de que no lemolestaba saber que María realmentehabía ido al cine con Natalia. Ni

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siquiera le reprocharía que le hubieramentido. Clara se sintió mayor y algoconfusa. ¿Cómo podía ser que perder lainocencia fuera también perder elrencor? ¿O acaso al perder la inocencialo que se ganaba era la verdaderacapacidad de perdonar?

Clara volvió a pensar en María y enJorge:

Pero… ¿por qué iba a mentirte tupadre?

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Unos días después, Teo fue a buscara María al colegio en coche.

Tengo la tarde libre dijo. Y algopara ti.

Se montaron en el coche y fueron auna cafetería donde hacían el platopreferido de María: tortitas con nata.

No tengo mucha hambre… dijoMaría nada más sentarse.

Teo no le dio opción.Dos de tortitas con nata pidió en

cuanto se acercó el camarero.Cuando se fue, sacó un sobre y se lo

pasó a María.

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Ella lo abrió.Estuvo examinándolo un buen rato

con el ceño fruncido.¿Pero esto…?Es una prueba de ADN.¿Cómo…? volvió a balbucir María.Teo le acarició la cabeza. Luego le

mostró algo entre el dedo índice y elpulgar. Un pelo.

Así de fácil.A María se le agolparon las lágrimas

en los ojos.Me habría gustado que no fuera

necesario hacerla. Me habría gustadoque nos creyeras. A tu madre, a mí, aJorge…

Era la primera vez que su padre

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pronunciaba el nombre de Jorge. Aloírlo, María hizo un esfuerzo por noremoverse en el asiento. Era parte de unentrenamiento de años en el lenguajefamiliar: controlar también el lenguajeno verbal; ante todo, no delatarse.

Pero te entiendo siguió explicandoTeo. Entiendo tus dudas. Clara me ayudóa entenderlas.

¿Clara?Teo asintió. Puso los codos sobre la

mesa, apoyó la barbilla en los puños ymiró fijamente a María.

Hija…María se imaginó exclamando

«¡Papá!» y levantándose para abrazarloen medio de la cafetería.

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Pero aquello se habría parecidodemasiado al culebrón que nunca habíaquerido protagonizar.

Y además, el camarero seaproximaba con dos platos de tortitascon nata, y por nada del mundo se habríaarriesgado a que aquellas toritas cayeranal suelo.

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Cuando iba por la segunda tortita,María le dijo a su padre:

He visto fotos del padre de Jorge.Tiene la boca como él.

Teo asintió con la boca llena.¿Y yo, papá? preguntó María

aprovechando la menor ocasión parallamarlo así. ¿De quién la he heredado?

Teo tragó y miró a su hija,compasivo. Nunca había dadoimportancia a aquel detalle, pero ahorase daba cuenta de que para María habíasido otro doloroso motivo de sospecha.

Mi abuela Mercedes. Tenía la boca

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como tú. ¿No te acuerdas? Seguro que lahas visto en fotos antiguas.

María meneó la cabeza, con la bocallena. Su padre la miró.

Ahora haz lo que quieras con laprueba le dijo. Ese documento es tuyo.Tú decides qué hacer con él.

María barajó las distintas opciones.¿Le bastaba con saberlo ella? ¿Ella yJorge? ¿Quería que todos los demás losupieran? ¿Lo necesitaba?

Es todo tan… tan…¿Cutre? sugirió Teo.María asintió.Yo no quiero entrar en ese circo dijo

imaginando que hacía llegar la prueba ala prensa y a la televisión, y escuchando

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el nombre de sus padres repetido una yotra vez.

Entonces díselo solo a quien tengasque decírselo.

Pero no puedo soportar las miradasde todo el mundo, papá. La gentesiempre está dispuesta a creer lo peor.Todos pensarían que somos… a Maríaaún le costaba decirlo. Nos miraríancomo si estuviéramos haciendo algohorrible. Tendríamos que escondernos.Yo no quiero tener que andar dandoexplicaciones ni demostrando nada.Pero tampoco quiero mantenerlo ensecreto, como si fuera algo vergonzoso.No, así no podría salir con él.

Aunque no había sido capaz de decir

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su nombre, María se sorprendióenunciando en voz alta la posibilidad desalir con un chico ante su padre. No eraese el estilo familiar, hablar de lascosas. Pero tampoco lo era merendartortitas entre semana. Y a María no leparecían mal aquellas excepciones. ¿Oserían más bien cambios?

Su padre interrumpió aquellospensamientos.

¿Sabes qué haría yo en tu lugar?Dime, papá. Tú eres el experto en

publicidad.Teo sonrió. De pronto, se llevó una

mano a la frente.¡Tenía otra cosa que enseñarte!Sacó su iPad y lo encendió. María lo

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miraba expectante. Cuando lo tuvo listo,lo giró hacia María. Un vídeo mostrabaa un hombre leyendo un libro en vozalta:

«Iseo», leía el hombre, «tú y yosomos como la madreselva que seenrosca en el avellano. Juntos puedenvivir largos años, más si alguienpretende separarlos, muere el avellanoenseguida y la madreselva también.Igual es nuestro destino: ni vos sin mi, niyo sin vos».

Luego, el hombre cerraba el libro y,mirando a cámara, decía:

«Así es nuestro destino, el delTeatro Belén y la Escuela de Artes: niteatro sin escuela, ni escuela sin teatro.

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Di no al traslado de la Escuela.»Cuando el vídeo terminó, María alzó

la vista hacia su padre:¿Y esto? dijo con la sonrisa de

satisfacción de una musa.Es una campaña que me habían

pedido unos amigos. Quieren obligarlosa trasladar su escuela del teatro dedonde está a otro edificio en las afueras.Fuiste tú quien me dio la idea, con aqueltrabajo. Te debo una.

Sí. Y me la vas a pagar ahoramismo. Aún no me has dicho qué haríassi fueras yo dijo María retomando laconversación anterior.

Yo escribiría una novela.

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María rebañó el chocolate y la natacon el último trozo de tortita.

¿Una novela? preguntó mientrasdaba vueltas al tenedor por todo elplato.

Sí, tenéis que contar vuestra historia.Pero ya lo han hecho los demás.

Nosotros no queríamos que lo hicieran,pero no dejaban de hablar de ello

Por eso mismo. No podéis dejar quesean otros quienes cuenten la historiapor vosotros. O que crean que lo hanhecho. Porque en realidad solo se hanfijado en lo oscuro, han especulado

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sobre vuestra historia para hacerla másmorbosa, han contado mentiras… Ahoraes vuestro turno. Tenéis que contarvuestra historia, pero la verdadera. Enfin, todas las historias, como historias,son verdaderas. Cuando digo «laverdadera historia» me refiero a vuestrahistoria. Será vuestra campaña. ¿Quéqueréis decir al mundo?

Que nos queremos mucho musitótímidamente María.

Bien, pero eso ya lo han dicho. Yhan añadido algo más. Han dicho:«Jorge y María se quieren, y podrían serhermanos». Piensa que…

María no dejó que su padre siguieraexplicando. Entendía, y enseguida se

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lanzo a proponer:«Jorge y María se quieren, y tú

tendrás cosas mejores que hacer quemirarlos».

¡Bien! Ese sería el resumen devuestra historia exclamó su padre conadmiración. Eso está muy bien. Ahorasolo faltaría algo que hiciera que lagente se pusiera definitivamente devuestra parte, algo que facilitara que sepusieran en vuestro lugar, queentendieran por lo que habéis pasado.Algo…

María miraba a su padre con cara deinterrogación. Esta vez no acababa deentenderlo.

Mira, es muy sencillo. Y a la vez es

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complicado. Mejor te lo explico… conotra historia. La leí hace un tiempo. Lacontaba otro publicista.

»Había una vez un ciego quesiempre pedía en el mismo sitio delparque. Siempre con el mismo cartel, uncartel que decía: «Soy ciego». Todos losdías, camino del trabajo, pasaba por allíun publicista y todos los días le dejabauna moneda. Hasta que un día le dijo:

»Hoy voy a dejarte una moneda. Hoyvoy a escribirte una frase en el cartel.

»Cuando aquella tarde, de vuelta deltrabajo, pasó por donde el ciego y lepreguntó cómo le había ido, el ciego lecontestó sorprendido y feliz:

»¡Es increíble! ¡Me han dejado más

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dinero que nunca! ¿Qué has escrito?»Entonces el publicista le leyó lo

que ahora ponía en el cartel: «Soy ciegoy hoy comienza la primavera»

María se quedó esperando a que supadre continuara la historia. Pero supadre se limitó a sonreír satisfecho.

Pero, papá, ¿ese día comenzaba laprimavera de verdad? le preguntóMaría.

¡Qué importa eso! Era una historia.María frunció el ceño.Piénsalo, María.Y entonces, de pronto, como si fuera

ella la que dejaba de ser ciega, locomprendió y susurró:

¿Y qué tal: «Jorge y María se

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quieren, y tú tendrás cosas mejores quehacer que mirarlos. Por ejemplo, querera alguien»?

Su padre la miró orgulloso yasombrado.

María, voy a tener que hacerte sociade la agencia. ¡Vas a ser un genio de lapublicidad!

María sonrió satisfecha.Será que lo llevo en los genes dijo,

poniendo la mano encima del sobre conla prueba.

La sonrisa de Teo no podía hacersemás grande. María también habríasonreído así sino fuera por un pequeñodetalle. Sí, le parecía una idea fabulosaescribir una novela contando su historia.

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Sí, sería fantástico que esa historiasirviera para que la gente los dejaraquererse en paz, e incluso para invitar aquienes la leyeran a vivir una historia deamor igual de bonita, pero ¿cómo iba ahacerlo? Una cosa era escribir unaentrada para el blog y otra cosa, biendistinta, era escribir una novela.

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Desde que María empezó a pensaren la novela, la bola de palabras que devez en cuando le cortaba la respiración,ese horrible recuerdo de todo lo quehabían dicho, desapareció.

María lo había descubierto por fin:los recuerdos están hechos de palabras;la vida está hecha de palabras. Nopuedes cambiar lo que te ha pasado,pero puedes escoger las palabras paracontarlo.

Puedes decir: «He tenido ladesgracia de que me atropelle uncoche», o puedes decir: «He

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sobrevivido a un atropello». Elige laspalabras y elegirás la calidad de tusrecuerdos. Tú decides si es un buen omal recuerdo. Mejor aún, tú lotransformas.

Porque las cosas te suceden; algunaslas provocas tú y otras escapan a tucontrol. Pero hay algo que solo túcontrolas: las palabras que eliges paracontarlas. Eres tú quien cuenta lahistoria, tu historia.

¿Y sabes lo mejor de todo?Siempre, siempre estás a tiempo de

cambiarla.Este es el auténtico superpoder de

todo ser humano.

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Y SuperMaría abrió la persiana.Cuando lo hizo, Jorge estaba

esperándola.Antes incluso de que alguien

comenzara a escribir, María, en sucabeza, empezó a escoger las palabraspara contar su historia. Pero lo mejorera cuando las palabras salían de sucabeza y las compartía con Jorge. Juntosreconstruían su historia.

Y tenemos que contar lo de cuandome regalaste la bufanda decía Maríaacariciando un extremo de su bufandaroja.

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Por cierto, María le decía Jorge, ¿nohace demasiado calor para que lalleves?

Sí, me estoy asando confesabaMaría. Pero me encanta ponérmelacuando estoy contigo. Así luego huele ati.

Jorge abrazaba a María con todassus fuerzas y los puntos, las fibras, lashebras y hasta las más diminutasmoléculas de aquella bufanda recibíanagradecidas su aroma de pomelo pararetenerlo como celosas guardianas yliberarlo cuando María y Jorgeestuvieran separados. Pero hastaentonces…

Lo que antes había sido un foso de

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cocodrilos se convirtió en un fuerte. Elrecinto de la urbanización amurallaba, elamor de Jorge y María. Fuera de ella, nise cruzaban. Y si alguna vez lo hacían,fingían no conocerse. Era lo mejor parano hacer crecer aquel monstruo que sealimentaba de rumores, de fotos sobrelas que inventar palabras. Pero al abrigode aquellos muros, en sus bancos, bajosus chopos, tras los rosales, en lasescaleras… la risa, los besos, laspalabras, las caricias. Fuera, lasmáscaras.

De vez en cuando, la mirada dealgún vecino les recordaba que estabanen una frágil burbuja.

De vez en cuando les pesaba la

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claustrofobia y soñaban con bailarjuntos en mitad del Maracaná.

Pero tenían un plan, y ese planaligeraba aquella sensación. Sabían queaquel carnaval no duraría para siempre.

Y no estaban solos en aquel plan.

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Para: Berto ZaeraDe: Jorge Zaera

CC: María PinillaAsunto: Propuesta

Papá, ¿recuerdas aquelloque le contó

a María su padre el díaque le dio

la prueba? ¿Lo de queescribiéramos

una novela y eso? ¿Unanovela que fuera

como campaña? Seguroque sí.

Me dijiste que te parecíamuy buena

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idea.Pues tenemos otra idea:

¿por quéno la escribes tú?

Se le acaba de ocurrir aMaría.

Ya sabes que a mí mecuesta escribir

hasta este mensaje(¡¡¡pero no hay manerade hablar contigo por

teléfono!!!),y María se ve incapaz de

escribiruna novela entera. Pero

tú…Eres periodista. Y mamá

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siempreha dicho que escribes

bien y sabes decirlo que sientes. Ya ves, ¡a

veces dice cosasbuenas de ti! :P

Te contaríamos todo, diceMaría

(o casi, añado yo). ¿Quéte parece?

Para: Jorge ZaeraDe: Berto Zaera

CC: Maria PinillaAsunto: RE: PropuestaEn primer lugar, quería

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que supieraisque me habéis alegrado

el díay la semana, e incluso

puede que estaalegría me dure todo el

mes. Que hayáispensado en mí para

escribir vuestrahistoria es… Me quedo

sin palabras.¡Pero si iba a poner: «me

llena de orgulloy satisfacción»! ¿Veis

como no soytan buen candidato a

escribir?

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Y esto me lleva al «ensegundo lugar».

De verdad no creo quesea la persona

adecuada para escribirvuestra historia.

En parte por una cuestiónde pudor.

Pudor porque soy tupadre, Jorge,

y sé que será difícil paralos dos

que me adentre en suintimidad

de la forma en quetendría que hacerlo.

Que hayas tenido que

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añadir ese paréntesisen aquel «Te contaremos

todo (o casi)»ya es una prueba de ello.

De hecho,tú mismo reconoces que

la idea ha partidode María y la justificas

con la opiniónde tú madre, no con la

tuya propia.Estoy casi seguro que

llevas todala tarde arrepintiéndote

de habermeenviado este mensaje…Y también pudor porque

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no querríaexponerme ante la prensa

en ese papel.Lo que vosotros queréis

con esa novela,según me explicaste, es

que dejende prestaros atención. Y

me pareceuna gran idea. Pero si la

firmo yo,que al fin y al cabo he

sido unode los detonantes devuestra popularidad,podría tener el efecto

contrario.

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Además, no estoy segurode saber

desenvolverme bien en elregistro

que se necesitaría paravuestra historia.

Cada uno tiene suespecialidad,

y, por mucho que ahoradiga tu madre,

Jorge, creo que hablar desentimientos

no es lo mío. ¡Pero sisiempre me han acusado(ella la primera) de ser

demasiado cerebral!Y no le quito razón, en

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eso.También iba a añadir que,

aunquequisiera, no tengo tiempo.

Pero cada vezestoy más convencido de

que el tiempono se tiene, se saca. Así

que no empleareesa excusa.

Pero no quería decirosque no sin daros

una alternativa. Yfinalmente he pensado

que la mejor alternativasois vosotros

mismos. Me dices que no

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os sentís capacesde escribir una novela.

Pero, segúnme contaste, después que

estallarala primera noticia, apartir de que Raquel

saliera por primera vezen televisión,

os habéis intercambiadocartas y dibujos.

¿Y no podéis contarvuestra historia

a partir de eso? Seríacomo uno de esos

cuadros de Arcimboldoque están

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construido de distintoselementos.

¿Te acuerdas de la seriede las Estaciones[16]?

La cara que correspondíaa la primavera

estaba hecha con flores;la del verano,

con frutos; la del otoño,con uvas,

setas…; la del invierno,con ramas.

Bueno, no tienes más quemirarlo

en el libro que te regalé.Pues vuestras

cartas, vuestros dibujos

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pueden seresos elementos

pequeñitos esas flores,esos frutos, esas uvas,

esas ramas…que, vistos en conjunto,

formen vuestrahistoria.

Será como poneros elmicrófono

a vosotros mismos, darosvoz.

En esta historia han sidomuchos

los que han hablado, losque han inventado.

Han cogido de aquí y de

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allá para hacerotra historia. Y no les ha

salido una cara(ni dos, las vuestras),sino una caricatura.

De todas formashablamos el fin

de semana, que bastanteos habré aburrido ya.

Besos a los dos,Berto.

Para: Berto ZaeraDe: Jorge Zaera

CC: María PinillaAsunto: RE: RE:

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PropuestaLlevaba arrepentido

desde el segundosiguiente a darle a

«Enviar».Muy listo, papá. (Negaré

habértelo dicho.)Te debo un dibujo. Pero

no te lo haréahora. No pienso sacar

tiempo para esoen este momento.Ahora… me voy

a consolar a María.

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María esperaba a Jorge sentada ensu banco, leyendo.

¿Qué lees? preguntó Edgar.A María le sorprendió la pregunta.

En realidad, lo que le sorprendió es queEdgar le hiciera una pregunta personal,él que siempre era tan discreto.

María cerró el libro y le mostró lacubierta.

Ah, buen libro.¿Lo has leído?Edgar asintió.María ladeó la cabeza.¿Sabes, Edgar? Mi madre leyó un

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libro y luego me llevó a ver la película.Se llamaba La elegancia del erizo.

Edgar sonrió de oreja a oreja.Va de una chica muy lista y de la

portera de su edificio. La portera hacecomo que es tonta, pero en realidad esuna señora superculta que ha leído unmontón de libros.

Como Edgar seguía sonriendo,María dijo:

Aunque eso ya lo sabías, ¿verdad?Edgar asintió:Sí, leí el libro.Me recuerdas a la portera.Y tú a esa chica tan lista dijo Edgar.María sonrió recordando que

muchas veces Jorge la llamaba así,

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«chica lista».Aquel fue el principio de una larga

conversación. Así fue como Maríaaveriguó que Edgar había estudiadoPeriodismo en su país y que leencantaba leer… y escribir.

¡Lo sabía! exclamó Maríaponiéndose en pie. ¡Espera que se locuente a Jorge!

¡Eh, no te engañes! intentó detenerlaEdgar. A ver si te vas a creer que todoslos porteros somos escritorescamuflados.

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María y Jorge apenas tuvierontiempo de lamentar que Berto no contarasu historia. Esta vez los dos,convencidos, acordaron proponer aEdgar que escribiera la novela.

Pero yo…Tú no te preocupes, Edgar. Te

pasaremos las cartas y los dibujos paraque los incluyas; te contaremos todo dijoMaría, entusiasmada con la idea.

Jorge no añadió: «Casi todo». Solodijo:

Oye, Edgar, entre que tú eressudamericano y todo esto de ser

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hermanos pero no, no harás un culebrón,¿verdad?

Edgar rio sin ganas.Tranquilo, Jorge. Primero, yo soy

centroamericano. Y segundo, lo que haceque los culebrones sean culebrones es suretórica.

¿Cómo? dijo María.Edgar siguió explicando.Sí, la retórica, la forma de contarlo.

De momento, ni tú te llamas JorgeAlejandro, ni tú María Victoria Estrella.

Hizo una pausa y añadió, un puntitoofendido:

Además, no a todos lossudamericanos les gustan losculebrones.

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Ya, pero a ti sí.Ni modo.

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Al día siguiente, Jorge y Maríaesperaron a que no hubiera nadie paraacercarse a Edgar con mucho misterio yun regalo en la mano.

Era una libreta. De color amarillopomelo, amarillo limón.

Para que escribas nuestra historiadijo Jorge. La verdadera historia.

Nuestra verdadera historia precisóMaría.

Lo primero que apuntó Edgar enaquella libreta fue: «Jorge y María sequiere, y tú tendrás cosas mejores quehacer que mirarlos. Por ejemplo, querer

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a alguien». Era eso, en definitiva, lo quehabía que contar.

Durante días, Jorge, pero sobretodoMaría, fueron hablando con Edgar. Aveces se juntaban para hacerlo. Otrasveces lo hacían por separado. Edgar ibauniendo sus cartas, sus dibujos y susconversaciones como un puzle.

Ah, y no digas que tengo granos.Pero si solo tienes dos dijo Edgar.

¿Algún deseo más tiene la señorita?Que Clara parezca más simpática de

lo que es para ver si le encontramosnovio.

Bien. ¿Algo más?No hables mucho de Raquel.Edgar tardó en pasarles un primer

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borrador.Edgar… dijo María tras leerlo. Es

como si lo hubiera escrito yo…Edgar sonrió.Solo una cosa. ¿No hay demasiado

diálogo?¿Tú crees? dijo Edgar dubitativo.

Bueno, yo creo que eso ayuda a contarlas historias, ¿no? Necesitamos al otropara explicarnos. Es la alteridad.

¿La qué?La alteridad repitió Edgar. Los

otros. A veces, al intentar explicarnos escuando logramos comprendernos.Necesitamos a los otros, hablar conotros, o con nosotros mismos, perodialogar al fin y al cabo.

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María recordó todo el tiempo quehabía estado sola, sin poder hablar conJorge, sin saber hablar con Clara, sinsiquiera poder contarse a sí misma,incapaz de escribir, incapaz de contarse,balbuceando palabras sin sentido…

Mola la alteridad dijo a Edgar,reflexiva.

Mola repitió Edgar.Por cierto, hablando de alteridad

dijo Edgar, he pensado incluir comopersonaje a Yaiza.

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En un primer momento, cuandoEdgar le propuso a María que Yaizaapareciera en la novela, ella no supo dequién hablaba.

¿Yaiza? preguntó extrañada.Sí, es esa chica que dejó aquel

comentario en la última entrada de tublog. ¿Recuerdas? Parecía preocupadapor ti, porque no habías vuelto aescribir. Había pensado inventarme unpersonaje con ese nombre que contara…

Pero María no siguió escuchando. Sesintió repentinamente culpable. No habíarespondido a aquel comentario tan

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amable. Tampoco había escrito ningunanueva entrada. Tenía sus motivos.

Tanto como había soñado con que lelevantaran el castigo para poder utilizarinternet, cuando lo hicieron, pocodespués de cambiar de colegio, lascosas no sucedieron como ella habíasupuesto. Había imaginado que estaríatodo el día con el móvil, o ante lapantalla, mandando mensajes, hablandocon sus amigos, contando las tonteríasque ponía Clara en Facebook… Pero no.

Para su propia sorpresa, se habíaacostumbrado a vivir sin ello. Perohabía algo más, algo que la alejaba delmóvil, del ordenador… Sobre aquellaspantallas había leído las palabras más

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terribles, esas que a veces formulabanuna bola y le impedían respirar. Yrecelaba. No vuelves a mirar igual a unabonita foca después de haberla vistodevorar a su propio hijo.

Yaiza era una desconocida. Y ahora,después de ver lo que son capaces dedecir los desconocidos, Maríadesconfiaba. Recordar esto hizo que denuevo se formara aquella bola depalabras en la garganta, y esta vezestaba compuesta exclusivamente porpalabras que empezaban por des,palabras que habían llenado su vidadurante los últimos tiempos:desconocidos, desconfianza, desgracia,destrozada, deshonra, desconsuelo…

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Pero entonces Edgar diluyó la bolade María con solo una palabra, otrapalabra que empezaba por des, pero enla que des no era prefijo ni negaba. Lapalabra que terminaría de romper esefunesto rosario de despalabras:

¡Despierta!Perdona, Edgar. Me des… pisté.

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Días después, María esperó a que nohubiera ningún vecino al acecho parahablar con Edgar.

Te traigo una llave le dijo.Vale, la guardo en la garita contestó

el Edgar portero. ¿A quién se la deboentregar?

No, no. No es ese tipo de llave.El Edgar escritor sonrió y extendió

la mano esperando un pendrive conforma de llave que contuviera máscartas o más dibujos.

Pero lo que María depositó sobre sumano abierta fue un trozo de papel con

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una dirección de correo electrónico:[email protected]

¿Y esto?Es una llave insistió María.Y lo era. La llave que abría la puerta

a la vida de otra persona, a la vida deYaiza.

¿Es ella? preguntó Edgar. ¿La delcomentario?

María asintió divertida. Leencantaba ver la cara de asombro deEdgar.

Pero ¿cómo la has conseguido?No hay información que se resista a

una chica lista tomó el pelo María aEdgar, antes de acabar confesando:Cuando dejó el comentario en el blog,

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Yaiza escribió su dirección de correoelectrónico. Tú no podías verla, pero yosí, porque soy la administradora delblog. Me puse en contacto con ella yestuvimos chateando. Creo que tútambién deberías hacerlo.

Bueno, yo pensaba inventarme elpersonaje. Quería que apareciera unachica que no tuviera nada que ver convuestra historia, pero que estuvieraconectada de algún modo.

Edgar, hazme caso insistió María.Habla con Yaiza. No vas a tener queinventar nada. Solo tendrás que contar.

En ese momento llegó Clara. Edgar yMaría se callaron de golpe.

Adiós, Edgar. No pierdas la llave se

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despidió María. ¡Hablamos!De camino al portal dos, Clara

preguntó a María:¿Qué tramas con Edgar?¿Quién? ¿Yo?Jorge y tú. Los dos. Os he visto.Ya lo verás. Es un secreto.¿No decías que estabas harta de

secretos, Pinilla?María sonrió. Le encantaba que

Clara volviera a llamarla Pinilla.

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Semanas más tarde, una mañanasoleada de sábado, Edgar salió silbandoal jardín. Estaba a punto de acabar untrabajo importante y se sentía feliz. Alpasar por el portal ocho, se encontró conJuan. Estaba regando.

Qué bonita tienes la madreselvacomentó Edgar.

¿La madreselva? Se extrañó Juan. Esuna pasionaria.

Edgar tomó nota.Luego pasó discretamente ante el

banco que se escondía entre los portalescinco y seis. María y Jorge estaban allí,

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besándose.De pronto, Edgar se detuvo. Dio la

vuelta y se quedó mirándolos desde unadistancia prudencial.

Al principio, acostumbrado a hacerdel «no mirar» una parte esencial de sutrabajo, se sintió incómodo. Peroenseguida se dijo a sí mismo que estabatrabajando. Como un entomólogo queobserva un insecto, él, que a fuerza deser discreto se había vuelto casiinvisible, tomaba nota de lo que veía.

¿Dónde nos habíamos quedado? dijoJorge.

María sonrió y acarició con su manoderecha el pelo de Jorge. Luego seacercó a abrazarlo y empezó a acariciar

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su espalda. Jorge ladeó la cabeza yaproximó sus labios al cuello de María.Cerró los ojos. Olor a limón. Ellatambién cerró los ojos. Olor a pomelo.De pronto, ya no estaban ahí, en elbanco. Estaban en medio de un camponevado, completamente solos. El mundoera suyo: las crestas de las montañas,los lagos, los rayos de sol, las nubes, lasagujas de los pinos, los copos denieve… Cuando parecía que nadapodría separarlos, se levantó un vientorepentino y se apartaron el uno del otro,extrañados por aquel súbito vendavalcapaz de hacer volar cualquier cometa.

Va a llover susurró María.¿Vienes a casa? dijo Jorge.

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María sonrió. Se dieron la mano ydesaparecieron en el portal seis dejandotras de sí un rastro de pomelo y limón.

Edgar se sintió un privilegiado.Me sentí un privilegiado. Los había

visto casi por última vez, poco antes deque se volvieran invisibles. Porquecuando todos los que habían hablado,escrito y comentado sobre aquellaescandalosa relación entre el hijo deRebeca Lindon y la hija de CandelaBrines leyeran esta novela, conocieran«su» historia, asistieran a esta campañay supieran la verdad, Jorge y Maríavolverían a ser un chico y una chica quese conocieron en la piscina. De ellossolo quedaría un rastro con aroma a

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pomelo y limón. Se volverían invisibles,como las cosas esenciales. Nadieperdería ni un segundo en mirarlos.Porque las historias nada escandalosas,las historias felices, son muy aburridas,salvo cuando las protagoniza unomismo. Y ahora que has descubierto queJorge y María se quieren, y que es muyaburrido mirarlos, ¿por qué no vives tupropia historia y te dedicas a algo quemerezca la pena? Por ejemplo, querer aalguien.

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EDGAR, TE ENVÍO UN DIBUJOPARA EL FINAL DE LA HISTORIA.ESPERO QUE TE GUSTE.

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Escritora y editora española, BegoñaOro es conocida por sus librosdedicados principalmente a un públicoinfantil, aunque también ha publicadolibros orientados a lectores juveniles.

Ha trabajado para diversas editoriales ytambién ha ejercido como traductora,

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oradora y publicista.

En 2011 resultó ganadora del PremioGran Angular por su libro Pomelo ylimón.

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Notas

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[1] www.e-sm.net/madreselva <<

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[2] www.e-sm.net/pasionaria <<

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[3] www.e-sm.net/hablar <<

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[4] www.e-sm.net/amor <<

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[5] www.e-sm.net/besos <<

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[6] www.e-sm.net/cuerpo <<

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[7] www.e-sm.net/ilusiones <<

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[8] www.e-sm.net/celos <<

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[9] www.e-sm.net/halfway <<

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[10] www.e-sm.net/tonteo <<

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[11] www.e-sm.net/encuesta <<

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[12] www.e-sm.net/regalos <<

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[13] www.e-sm.net/inmovil <<

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[14] www.e-sm.net/do <<

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[15] www.e-sm.net/sun <<

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[16] www.e-sm.net/arcimboldo <<