Juan Antonio Quirós Castillo Los paisajes altomedievales...

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Juan Antonio Quirós Castillo Los paisajes altomedievales de Vasconia, 500-900. De la desarticulación territorial a la emergencia de los condados [A stampa in Vasconia en la Alta Edad Media, 450-1000. Poderes y comunidades rurales en el Norte Peninsular, a cura di J. A. Quirós Castillo, Bilbao 2011, pp. 29-54 © dell’autore - Distribuito in formato digitale da “Reti Medievali”, www.retimedievali.it].

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Juan Antonio Quirós Castillo

Los paisajes altomedievales de Vasconia, 500-900. De la desarticulación territorial a la emergencia de los condados

[A stampa in Vasconia en la Alta Edad Media, 450-1000. Poderes y comunidades rurales en el Norte Peninsular, a cura di J. A. Quirós Castillo, Bilbao 2011, pp. 29-54 © dell’autore - Distribuito in formato digitale da “Reti Medievali”, www.retimedievali.it].

 

 

 

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MONASTERIOS, ESPACIO Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA CRISTIANA MEDIEVAL

XX Semana de Estudios MedievalesNÁJERA, DEL 3 AL 7 DE AGOSTO DE 2009

Coordinador de la ediCión

José Ignacio de la Iglesia Duarte

Logroño, 2010

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225Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

JUAN ANTONIO QUIRÓS CASTILLO1

Universidad del País Vasco

1.  INTRODUCCIÓN

El estudio de las aldeas medievales en España debe, sin ninguna duda, mucho

a la labor del profesor José Ángel García de Cortazar y Ruiz de Aguirre. Padre

de la historia rural medieval en España e impulsor de varias líneas de trabajo

que son fundamentales para que hoy entendamos el período medieval como

lo entendemos, supo ver ya en los años setenta y ochenta la potencialidad que

tendría el análisis del poblamiento y de las comunidades campesinas a través

de las formas de gestión y ocupación del espacio para explicar los cambios

sociales. El mismo García de Cortazar se percató de la importancia que debería

tener en el desarrollo de esta línea de trabajo la Arqueología de las sociedades

medievales, de tal manera que en su extensa bibliografía son frecuentes los

1. Grupo de Investigación en Arqueología Medieval y Postmedieval. Área de Arqueología. Universidad del País

Vasco, C/ F. Tomás y Valiente s/m, 01006 Vitoria-Gasteiz, [email protected]. Trabajo realizado en el marco

del proyecto de investigación HUM2009-07079 financiado por el Ministerio de Educación y Ciencia en el ámbito

del Plan Nacional de I+D+I titulado “La formación de los paisajes medievales en el Norte Peninsular y en Europa:

Agricultura y ganadería los siglos V al XII”.

La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular. Comunidades campesinas y poderes territoriales en los siglos V-X

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226 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

guiños y las invitaciones para que prosperase el estudio arqueológico de las

aldeas. Y aunque han tenido que pasar varios decenios para que conociésemos

arqueológicamente esta realidad medieval, siguen resultando estimulantes y

sugerentes las lecturas de aquellas propuestas lanzadas hace años buscando la

materialidad de la historia.

Se nos ha pedido en esta ocasión realizar una síntesis sobre el estudio de las

aldeas, y por extensión, sobre los paisajes campesinos medievales del norte

peninsular. Se trata de una materia que ha conocido literalmente una profunda

renovación en los últimos años como resultado de la incorporación del registro

arqueológico al debate histórico. Se cuenta ahora con nuevas fuentes infor-

mativas, pero también con nuevas perspectivas teóricas sobre el papel de las

comunidades campesinas en la Edad Media. Todo ello está creando bastantes

tensiones con los paradigmas historiográficos creados en los últimos decenios

a partir del uso casi exclusivo del registro textual, e incluso en el seno de la

misma literatura arqueológica a la hora de dotar de significados los exiguos

elementos materiales que caracterizan los registros de estos yacimientos.

Este texto se articulará en tres partes. En primer lugar se analizará brevemente

en términos historiográficos el tratamiento que ha tenido la aldea en la cons-

trucción de los paradigmas históricos del noroeste peninsular. En segundo lu-

gar se presentarán algunos de los logros más recientes de la arqueología de

las aldeas medievales en el norte peninsular. Por último, se discutirán algunas

categorías de análisis y los procesos históricos que se infieren de los nuevos

registros disponibles a la luz de la historiografía existente sobre esta temática.

El período cronológico que se tratará será el comprendido entre los años 450

y 1100 aproximadamente. El marco geográfico es difícil de definir de forma

rígida, porque si bien es cierto que se ha arraigado una tradición de estudios

medievales en España sobre el denominado “noroeste”, con frecuencia cada

uno de los autores utilizamos límites variados en función de las fuentes, de las

tradiciones historiográficas o de los límites territoriales o políticos existentes en

algún determinado momento de la Edad Media. Se tratará el sector cantábrico,

parte de la cuenca del Duero y una pequeña parte de la cuenca del Tajo, co-

rrespondiente a las actuales comunidades autónomas de Galicia, Asturias, País

Vasco, Navarra, Castilla y León y Madrid. Teniendo en cuenta la incidencia que

han tenido las distintas políticas de gestión de los recursos patrimoniales desa-

rrolladas a escala autonómica –tal y como se analizará a continuación- son estos

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227Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

los marcos de referencia que hemos de utilizar, a pesar de que en los últimos

años se estén realizando importantes aportaciones sobre esta misma temática

en otros sectores peninsulares2.

2.  LA ALDEA EN EL MEDIEVALISMO ESPAÑOL

De forma previa a la exposición de algunos de los principales problemas que

aborda en la actualidad la arqueología de las aldeas, se ha considerado opor-

tuno realizar una breve reflexión de carácter historiográfico analizando los cri-

terios teóricos y metodológicos que han sido utilizados para estudiar las aldeas

altomedievales en el norte peninsular.

Recientemente se han realizado varios trabajos de carácter historiográfico sobre el

poblamiento y las aldeas altomedievales en el norte peninsular, lo que nos evitará

realizar una revisión exhaustiva. J. A. García de Cortazar, J. J. Larrea y el autor de

este mismo texto han publicado en los últimos dos años tres aportaciones en esta

misma línea en las que, poniendo el acento sobre diferentes aspectos, se pueden

comprender algunos de los marcos teóricos utilizados por los distintos autores3.

A fines expositivos consideraremos tres etapas principales:

FASE 1. DE LA HISTORIA RURAL AL TRIUNFO DE LA ALDEA (1969-1988)

Aunque la historia rural del período altomedieval del norte peninsular cuenta

ya con estudios muy relevantes previos al año 1969, a la hora de analizar la

aldea como objeto de estudio histórico el trabajo de J. A. García de Cortazar

sobre el monasterio de San Millán de la Cogolla supone indudablemente una

2. Ver entre otros trabajos recientes relativos a otros territorios cercanos PH. SENAC, 2009, Un “village” d’al-An-

dalus aux alentours de l’an Mil. Las Sillas (Marcén, province de Huesca), Tolouse; J. ROIG, ‘Asentamientos rurales

y poblados tardoantiguos y altomedievales en Cataluña (siglos VI a X)’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The

archaeology of early medieval villages in Europe, Documentos de Arqueología e Historia 1, Bilbao, pp. 207-251 o

C. LALIENA. J. ORTEGA, Arqueología y poblamiento. La cuenca del río Martín en los siglos V-VIII, Zaragoza, 2005.

3. J. J. LARREA, 2007, ‘De la invisibilidad historiográfica a la apropiación del territorio: aldeas y comunidades en

la España cristiana (siglos X y XI)’, en Cristiandad e Islam en la Edad Media Hispana. XVIII Semana de Estudios

Medievales, Logroño, pp. 169-207; J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, 2007, ‘Movimientos de población y organización

del poblamiento en el cuadrante noroeste de la Península Ibérica (ca. años 700-1050)’, en Movimientos migrato-

rios, asentamientos y Expansión (Siglos VIII-XI), Pamplona, pp. 105-154; J. A. QUIRÓS CASTILLO, 2007, ‘Las aldeas

de los historiadores y de los arqueólogos en la Alta Edad Media del Norte Peninsular’, Territorio, Sociedad y Poder.

Revista de Estudios Medievales 2, pp. 63-86.

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228 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

inflexión muy importante4. El análisis exhaustivo y minucioso de un amplio

espacio realizado desde el rico cartulario de San Millán de la Cogolla permitió

a este autor introducir nuevas líneas de trabajo y analizar de forma detallada la

organización del territorio y las villas como lugares de asentamiento campesino.

No obstante, en este trabajo no se llegó aún a conceptualizar la aldea como

objeto específico de análisis.

Este proceso se realizará posteriormente por parte de éste y otros autores que

le han seguido en la larga tradición de estudios sobre fondos monásticos alto-

medievales que dominaron el medievalismo durante los años siguientes. Los

trabajos de E. Portela y C. Pallares en Galicia, de J. M. Minguez en Sahagún o

P. Martínez Sopena sobre Tierra de Campos han introducido de forma progre-

siva el estudio del poblamiento como una de las variables de análisis de las

relaciones sociales y de organización del territorio5. Estos trabajos tienen como

punto de partida el siglo X debido a la naturaleza de las fuentes utilizadas, de

tal manera que no realizan una caracterización concreta del poblamiento alto-

medieval.

De forma paralela, y desde una óptica diferente, autores como M. Vigil y A. Bar-

bero conceptualizaron entre los años 60 y 70 la noción de comunidad de aldea

como sujeto histórico activo en los procesos de formación de las sociedades

feudales. De esta forma se inauguró una línea de trabajo, seguida por auto-

res como Reyna Pastor, Carlos Estepa, Ignacio Álvarez Borge y otros, que han

focalizado su atención sobre las formas de articulación social y política de las

comunidades campesinas, su relación con la consolidación de los poderes feu-

dales y las distintas formas de poder activas a diversas escalas6. Su protagonismo

4. J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, El dominio del monasterio de San Millán de la Cogolla (siglos X a XIII). Introduc-

ción a la historia rural de Castilla altomedieval, Salamanca, 1969.

5. E. PORTELA, C. PALLARÉS, ‘Aproximación al estudio de las explotaciones agrarias en Galicia en los siglos IX-

XII’, en Actas de las I Jornadas de Metodología aplicada de las Ciencias Históricas. II. Historia Medieval, Santiago

de Compostela, 1975, pp. 95-113; J. M. MÍNGUEZ El dominio del monasterio de Sahagún en el siglo X: paisajes

agrarios, producción y expansión económica, Salamanca, 1980; P. MARTÍNEZ SOPENA La Tierra de Campos Oc-

cidental. Poblamiento poder y comunidad del siglos X al XIII, Valladolid, 1985.

6. A. BARBERO, M. VIGIL ‘La organización social de los cántabros y sus transformaciones en relación con los

orígenes de la Reconquista,’ Hispania Antiqua I (1971), pp. 197-232; idem, La formación del feudalismo en la

Península Ibérica, Barcelona, 1978; R. PASTOR, Resistencia y luchas campesinas en la época del crecimiento y

consolidación de la formación feudal Castilla y León, siglos X-XII, Madrid, 1980, C. ESTEPA DÍEZ, ‘Formación y

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229Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

ha sido indudable a la hora de poner al campesinado en el centro del estudio

de las sociedades altomedievales peninsulares. En todo caso, el análisis de las

comunidades de aldea se ha realizado sin precisar la materialidad de la aldea,

o incluso marcos territoriales bien definidos. Esta situación ha dado lugar a que

se llegase a argumentar por parte de C. Estepa la posibilidad de la existencia de

comunidades de aldea sin aldeas7.

En estos mismos años, nuevamente el profesor García de Cortazar desarrolló

de forma plena su propuesta de “organización social del espacio” que ya había

planteado inicialmente en los años setenta, que tenía como fin analizar “los

marcos de encuadramiento y las formas de instalación física de la población

que garanticen la reproducción del sistema, esto es, una estructura determi-

nada de poder”. La aplicación territorializada de esta propuesta ha permitido

la realización de importantes trabajos en varios sectores del norte peninsular

focalizando la atención sobre la geografía histórica del poblamiento8.

En el año 1981 Villa Bidualdi fue la primera aldea indagada de forma monográfica,

tanto desde el registro escrito como desde el arqueológico9. Y aunque la inter-

vención fue más bien modesta, sirvió de acicate para que tímidamente se diera

paso a algunas experiencias pioneras en la arqueología de los espacios rurales

medievales en el norte peninsular que tuvieron, no obstante, un escaso desarrollo.

consolidación del feudalismo en Castilla y León’, En torno al feudalismo hispánico: I Congreso de Estudios Medie-

vales, León, 1989, pp. 157-256; I. ÁLVAREZ BORGE, ‘El proceso de transformación de las comunidades de aldea:

una aproximación al estudio de la formación del feudalismo en Castilla (siglos X y XI)’, Studia Historica. Historia

Medieval 5 (1987), pp. 145-160.

7.  C. ESTEPA DÍEZ, ‘Comunidades de aldea y formación del feudalismo: Revisión, estado de la cuestión y pers-

pectivas’, en “Romanización” y “reconquista” en la Península Ibérica: nuevas perspectivas, Salamanca, 1998, pp.

271-282.

8.  J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, ‘Espacio, sociedad y organización medieval en nuestra tradición historiográfica’,

en J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR y otros, Organización social del espacio: La corona de Castilla en los siglos VIII

a XV, Barcelona, 1985, pp. 11-42; J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, ‘Organización social del espacio: propuestas

de reflexión y análisis histórico de sus unidades en la España Medieval’, Studia Historica, Historia. Medieval VI

(1988), pp. 195-236.

9.  M. C. PALLARES MENDEZ, J. A. PUENTE MÍGUEZ, ‘Villa Bidualdi. Un despoblado del siglo X. Aproximación ar-

queológica’, Cuadernos de Estudios Gallegos XXXII (1981), pp. 475-485. Otros estudios monográficos sobre aldeas

realizados en estos años son los de Villagonzalo y Badarán de J. A. García de Cortazar (ahora en J. Á. GARCÍA DE

CORTÁZAR, Estudios de Historia Medieval de La Rioja, Logroño, pp. 151-186).

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230 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

Es cierto que desde los años sesenta se habían desarrollado intervenciones arqueo-lógicas en contextos rurales medievales en nuestro territorio con una cierta regulari-dad (los trabajos de M. A. García Guinea, Alberto del Castillo o Ramón Bohigas son los mejores ejemplos10, aunque hay otros). Pero los resultados de estas intervencio-nes y estudios arqueológicos se han utilizado para confirmar propuestas ya formu-ladas previamente desde los textos escritos o no han cuajado en una arqueología de los despoblados análoga a la que se ha desarrollado en esos mismos años en otros sectores europeos11. Intereses académicos de distinta índole han hecho, y en buena medida siguen haciendo hoy en día, que la práctica arqueológica no tenga

un encaje adecuado en el estudio de las sociedades medievales.

FASE 2. LA CARACTERIZACIÓN DEL POBLAMIENTO ALTOMEDIEVAL

(1988-2000)

Dos trabajos relevantes editados en el año 1988 marcan una nueva etapa en este recorrido historiográfico: por una parte, la publicación del prof. García de Cortázar de la primera síntesis dedicada a la historia rural peninsular12. En la caracterización de la Alta Edad Media este autor focaliza directamente la aten-ción hacia el fenómeno del denominado “triunfo de la aldea” entre mediados del siglo IX y mediados del siglo X como resultado de un determinado modo de articulación social. El desarrollo maduro de su propuesta de “organización social del espacio” coloca, al fin, a la aldea como objeto de análisis social.

El segundo trabajo, firmado por M. Barceló y escrito “desde las afueras del medie-

valismo” es una verdadera propuesta para desarrollar una práctica arqueológica

10. M. A. GARCÍA GUINEA, J. GONZÁLEZ ECHEGARAY, B. MADARIAGA DE LA CAMPA, 1963, El Castellar. Vi-

llajimena (Palencia), Excavaciones Arqueológicas en España 22, Madrid; M. A. GARCÍA GUINEA, J. GONZÁLEZ

ECHEGARAY, J. A. MIGUEL RUIZ, 1966, Excavaciones en Monte Cilda. Olleros del Pisuerga (Palencia). Campañas de

1963-65, Excavaciones Arqueológicas en España 61, Madrid; M. A. GARCÍA GUINEA, J. M. IGLESIAS GIL, P. CALOCA,

Excavaciones en Monte Cilda. Olleros del Pisuerga (Palencia). Campañas de 1966 a 1969, Excavaciones Arqueológi-

cas en España, Madrid; R. BOHIGAS ROLDÁN, Yacimientos arqueológicos medievales del sector central de la montaña

cantábrica, Santander, 1985; A. DEL CASTILLO, 1972, Excavaciones altomedievales en las provincias de Soria, Logro-

ño y Burgos, Excavaciones Arqueológicas en España, Madrid. Un listado completo de las excavaciones realizadas por

A. del Castillo se puede consultar en M. RIU, ‘Testimonios arqueológicos sobre el poblamiento del Valle del Duero’,

Despoblación y colonización del valle del Duero, siglos VIII-XX, León, 1995, pp. 83-102.

11.  Sin poder ser exhaustivos, AA. VV., Villages désertés et histoire economique XIe-XVIIIe siècle, Paris, 1965; J. BE-

RESFORD, J. HURST, Deserted medieval villages, London, 1971; AA. VV., Archéologie du village déserté, Paris, 1971;

R. FRANCOVICH, M. MILANESE (eds.), Lo scavo archeologico di Montarrenti e i problemi dell’incastellamento

medievale: esperienze a confronti, Firenze, 1990.

12.  J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, La sociedad rural en la España Medieval, Madrid, 1988.

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231Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

del campesinado con una sólida base teórica, en la que se apuesta por una

arqueología agraria y de los paisajes que explique procesos como el significado

de la concentración del poblamiento que habría tenido lugar en torno al año

mil o las formas de captura de los excedentes por parte de los feudales. Es un

texto escrito en el inicio de la explosión de la arqueología de gestión, y plan-

teaba una verdadera hoja de ruta para construir registros de calidad. Probable-

mente fue un texto adelantado a su tiempo y que, al menos en la práctica de la

arqueología medieval del norte peninsular, no tuvo el eco merecido13.

A partir de estas aportaciones se abre una nueva etapa en los años noventa

protagonizada por una nueva generación de investigadores, discípulos de los

anteriores, cuya actividad va a estar marcada sustancialmente por una serie de

características:

1. La tensión creada entre los procesos sociales observados en las comuni-

dades aldeanas y la consideración de la aldea en términos espaciales y

materiales se va a resolver de forma satisfactoria a partir del análisis de

los paisajes como productos sociales y la observación directa del pobla-

miento como objeto de estudio.

2. En segundo lugar, esta apuesta metodológica, fuertemente influida por el

medievalismo francés, comportó que las investigaciones se articulasen a

partir de un sólido anclaje territorial.

3. En tercer lugar, la europeización de los planteamientos, de los enfoques

y de las metodologías es otra de las características que encontramos en

la casi totalidad de estos trabajos. Paradigmas importados del norte de

los Pirineos por parte de estos investigadores como el “nacimiento de

la aldea” o el crecimiento agrario altomedieval caracterizan muchos de

estos trabajos.

4. En cuarto lugar, la necesidad de analizar de forma monográfica valles,

subregiones y espacios delimitados ha llevado a la integración, por pri-

mera vez, del registro arqueológico en estas síntesis. Sin embargo, la

ausencia de un registro arqueológico sólido y de calidad referido a los

13. M. BARCELÓ (ed.), Arqueología Medieval. En las afueras del “medievalismo”, Barcelona, 1988.

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232 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

paisajes rurales altomedievales ha desvirtuado su utilidad y comportado que en ocasiones se hiciese un uso problemático, cuando no especulati-vo, de estas informaciones. De hecho, la ambigüedad de las cronologías manejadas da a entender la dificultad para conocer sobre sólidos anclajes la formación de la red aldeana.

Sin poder revisar ahora cada una de las tesis propuestas en estos años14, en las síntesis más recientes suele ser frecuente caracterizar estos trabajos en térmi-nos de escuelas, encasillando los distintos trabajos en categorías más o menos cerradas en función de su filiación. Observando con una cierta distancia esta explosión de investigaciones sobre la Alta Edad Media en el Norte peninsular, llama poderosamente la atención como el análisis de un mismo territorio, en ocasiones desde una misma serie de documentos medievales, ha dado lugar a interpretaciones tan distintas, cuando no opuestas y contradictorias15.

En general, estas diferencias de concepto sobre las dinámicas de las comunida-des campesinas y las formas de poder en los siglos X y XI (cuando se cuenta con registros textuales sólidos), ha llevado a que los diferentes autores propu-siesen escenarios plausibles sobre la formación de las aldeas y las comunidades aldeanas en los siglos anteriores. Pero los registros informativos disponibles no eran entonces lo suficientemente sólidos, por lo que las diferentes teorías propuestas difícilmente podrían ser contrastadas. García de Cortazar expresaba recientemente esta idea en los siguientes términos:

“Por fortuna, contamos con un punto de llegada aceptado universalmente: a me-

diados del siglo XI, el rasgo fundamental del poblamiento era la existencia de una

multitud de aldeas, aunque todavía discutamos los rasgos de su encardinación en

14. Entre ellas merece la pena señalar las de J. J. LARREA, 1998, La Navarre du IVe au XIIe siècle. Peuplement et société,

Paris; E. PASTOR DÍAZ DE GARAYO 1996, Castilla en el tránsito de la Antigüedad al feudalismo. Poblamiento, poder

político y estructura social. Del Arlanza al Duero (siglos VII-XI), Valladolid; J. ESCALONA MONGE, Sociedad y territorio

en la Alta Edad Media Castellana. La formación del Alfoz de Lara, British Archaeological Reports, International Series

1079, Oxford, 2002; I. MARTÍN VISO, Poblamiento y estructuras sociales en el norte de la Península Ibérica, Salamanca,

2000; M. FERNÁNDEZ MIER 1996, Génesis del territorio en la Edad Media: arqueología del paisaje y evolución histórica

en la montaña asturiana: el valle del río Pigüena, Oviedo, 1996; E. PEÑA BOCOS, La atribución social del espacio en

la Castilla altomedieval. Una nueva aproximación al feudalismo peninsular, Santander, 1995.

15.  Por ejemplo J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, ‘Poblamiento y modelos de sociedad en la transición de la Antigüe-

dad al feudalismo entre el Cantábrico y el Duero’, Sautuola 6 (1999), pp. 501-512; A. BARRIOS, I. MARTÍN VISO,

2001, ‘Reflexiones sobre el poblamiento rural altomedieval en el Norte de la Península Ibérica’, Studia Histórica.

Historia Medieval 18-19 (2000-2001), pp. 53-83.

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233Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

estructuras territoriales. Todo lo demás, incluido el hecho de que, para algún

investigador, esa multitud ya existiera en el punto de partida o, al menos, en el

siglo VIII, son opiniones diversas amparadas, en buena medida, más por el mo-

delo interpretativo que cada investigador tiene sobre el comportamiento global

de la fracción regional de la sociedad que estudia que por las evidencias empí-

ricas que una información escrita reducida y poco expresiva y un uso todavía

incipiente de los registros arqueológicos pueden proporcionar”16.

Autores como J. J. Larrea han subrayado que, frente a la fragmentación actual,

se observa una cierta convergencia y aproximación entre las distintas propues-

tas partiendo de unos puntos de partida común: “el papel estructural de la

comunidad y las formas comunitarias de apropiación del espacio en la confor-

mación del poblamiento y la sociedad altomedieval”17.

FASE 3. LA ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS (2000-2009)

Este panorama historiográfico ha cambiado notablemente en los últimos años

como resultado, entre otras causas, del desarrollo de una praxis arqueológica

del campesinado medieval. Dos son los factores principales que se encuentran

en la base de esta profunda transformación.

En primer lugar ha sido fundamental la construcción, en términos teóricos y meto-

dológicos, del concepto de aldea a partir de las evidencias arqueológicas, lo que

ha permitido “dar sentido” a evidencias materiales hasta el momento fragmenta-

das o de difícil caracterización. La reinterpretación de los cementerios y de los

conjuntos funerarios en términos aldeanos, o de las tenues estructuras negativas

y de escasa entidad que caracterizan las ocupaciones campesinas han permitido

reconceptualizar las formas de ocupación rural medievales. Y aunque aún siguen

siendo “invisibles” las ocupaciones campesinas altomedievales en muchos secto-

res del norte peninsular, se cuenta con un registro muy significativo18.

16.  J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, Movimientos de población y organización del poblamiento, p. 129.

17. J. J. LARREA, De la invisibilidad historiográfica, p. 185.

18.  Está aún pendiente por realizar una revisión crítica de muchas excavaciones antiguas a la luz de estos nuevos

planteamientos arqueológicos que aportarían importantes informaciones significativas sobre la arqueología de las

aldeas. Solamente por señalar dos ejemplos en el área Navarra, uno de los casos más significativos es el de Sansol,

donde se cuenta con evidencias muy claras de la existencia de una ocupación campesina de cronología altome-

dieval (A. CASTIELLA RODRÍGUEZ, ‘Asentamiento de Sansol (Muru-Astrain. Navarra). Memoria de excavación

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234 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

En segundo lugar, el reciente desarrollo de la arqueología del poblamiento

rural en España ha estado muy vinculado a la gestión de la destrucción del

Patrimonio Arqueológico en el marco de las obras públicas y procesos de urba-

nización. Por lo tanto, estos resultados se han producido lejos de los ambientes

académicos.

Como resultado de estas dos líneas de actuación, en la actualidad se han exca-

vado casi cien aldeas altomedievales en el norte peninsular, algunas de ellas en

grandes o grandísimas extensiones (p.e. 3-4 Ha), con programas de muestreo

bioarqueológico muy sólido, y en territorios reducidos. Se ha podido, de esta

manera, intervenir en numerosos yacimientos en grandes extensiones, modifi-

cando sustancialmente los criterios y las estrategias de excavación19.

Dicho de otra manera, contamos ya con registros arqueológicos de gran calidad

y con sólidos anclajes cronológicos para conocer las formas de sociabilidad

aldeana en la Alta Edad Media. De esta manera ha sido posible integrar, por

primera vez en el debate sobre los paisajes altomedievales, un registro arqueo-

lógico de calidad y significativo relativo a los países del Sur de Europa.

El centro y el norte del continente cuentan con una larga tradición de estudios

en torno a la arqueología de las aldeas que se remonta al período postbélico,

cuando la mecanización de las actividades agrarias comportó una enorme

destrucción del patrimonio arqueológico rural y se detectaron y cartografia-

ron miles de despoblados. Ya en los años 70 y 80 se había pasado de cons-

tatar la existencia de estos despoblados o excavar las primeras aldeas, a con-

ceptualizar en términos históricos problemas y temáticas como la formación

de las aldeas medievales o las transformaciones de las prácticas agrícolas. De

hecho, las primeras síntesis realizadas por P. Donat en el centro de Europa o

1986-1987’, Trabajos de Arqueología Navarra 7 (1988), pp. 145-220; A. CASTIELLA RODRÍGUEZ, ‘Consideraciones

sobre el poblado y necrópolis de Sansol (Muru-Astrain, Navarra). Campaña 1988’, Trabajos de Arqueología Na-

varra 10 (1991-1992), pp. 225-316). En cambio, en Apardués y en otros yacimientos del valle de Urraul Bajo se

puede plantear que las evidencias arqueológicas identificadas en los años ochenta han de identificarse con las

fases plenomedievales, reabriendo el problema de las cronologías iniciales de estos yacimientos y de sus transfor-

maciones en la Alta Edad Media (C. JUSUÉ SIMONENA, Poblamiento rural de Navarra en la Edad Media. Bases

arqueológicas. Valle de Urraul Bajo, Pamplona, 1988).

19.  J. KLÁPSTE, N. JAUBERT, ‘Rural settlement’, en J. GRAHAM-CAMPBELL, M. VALOR, The archaeology of Medie-

val Europe. Eigth to twelfth centuries AD, Aarhus University Press, 2007, pp. 76-110, p. 77.

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235Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

Chapelot y R. Fossier en el centro de Francia, sistematizaron por primera vez

estos registros arqueológicos20.

En los últimos años ha sido necesario realizar nuevas síntesis valorativas, tanto

por la multiplicación de las intervenciones en el marco de la arqueología de

gestión, como por la necesidad de replantearse algunos de los paradigmas

dominantes. Los trabajos de H. Hamerow sobre el noroeste europeo en com-

paración con Inglaterra, los de Zimmermann sobre el sector alemán o los de E.

Peytremann sobre Francia, son los más relevantes21.

Pero además, también en estos años se han integrado por primera vez los

resultados de las intervenciones realizadas en el sur de Europa. En Italia, por

ejemplo, se ha producido en los últimos dos lustros una verdadera revolución

en el estudio de los paisajes rurales altomedievales. Los numerosos trabajos de

G. P. Brogiolo o las síntesis realizadas por R. Francovich, entre otros muchos,

son fundamentales22.

También la Península Ibérica se ha integrado muy recientemente en este debate

de alcance europeo. La tenue actividad arqueológica de tipo académico que había

priorizado sobre todo la dimensión monumental del registro arqueológico, se ha

visto superada por la actividad arqueológica profesional, que literalmente ha des-

cubierto la entidad y el espesor del registro arqueológico campesino de época me-

dieval. Como hemos dicho, en los últimos diez años se ha intervenido, a diferentes

escalas, en un centenar de aldeas altomedievales en el norte peninsular. Y aunque

buena parte de los resultados de estas intervenciones se están haciendo públicos

solamente ahora, contamos ya con síntesis territoriales de una cierta entidad.

20.  P. DONAT, Haus, Hof und Dorf in Mitteleuropa vom 7-12 Jahrhundert, Berlin 1980, J. CHAPELOT, R. FOSSIEr,

Le village et la maison au Moyen Age, Paris, 1980.

21.  H. HAMEROW Early Medieval Settlements. The Archaeology of rural communities in Northwest Europe 400-

900, Oxford, 2002; W. H. ZIMMERMANN, ‘Pfosten, Ständer und Schwelleund der Übergang vom Pfosten-zum Stän-

derbau. Eine Studie zu Innovation und Beharrung im Hausbau- Zu Konstruktion und Haltsbarkeit prähistorischer

bis nezetlichen Holzbauten von den Nord- und Ostseeländern bis zu den Alpen’, Probleme der Küstenforschung

25 (1998), pp. 9-241; E. PEYTREMANN, Archéologie de l’habitat rural Dans le Nord de la France du IVe au XIIe

siècle, Nantes, 2003.

22.  G. P. BROGIOLO, A. CHAVARRÍA ARANU, Aristocrazie e campagne nell’Occidente da Costantino a Carlo

Magno, All’Insegna del Giglio, Firenze, 2003; R. FRANCOVICH, R. HODGES, Villa to Village. The transformation

of the Roman Countryside in Italy, c. 400-1000, Duckworth, London, 2003.

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236 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

De hecho, durante los últimos meses del año 2008 se han celebrado hasta tres

coloquios distintos dedicados a la arqueología de las aldeas (Vitoria), la arqueo-

logía agraria (Barcelona) y el territorio rural altomedieval (Mérida) cuyas actas

se han publicado o se publicarán en los próximos meses23.

En esta ocasión aspiramos únicamente a hacer un cuadro global de referencia

que nos permita al final reformular algunos aspectos relevantes sobre la forma-

ción de las aldeas en el noroeste peninsular.

3.  ARQUEOLOGÍA DE LAS ALDEAS EN EL NORTE PENINSULAR

Las investigaciones recientes realizadas en torno al final de las villas romanas

en Hispania han podido determinar que, en el interior peninsular, el siglo V

supuso el ocaso de estas grandes haciendas. En algunas haciendas de los va-

lles del Ebro, del Duero y del Tajo se había producido durante el siglo IV una

monumentalización de algunas de las estructuras residenciales, de la misma

manera que en otros sectores de la tarraconense muchas villae se habían trans-

formado en centros predominantemente productivos. Estas transformaciones

han sido explicadas en términos de concentración de las grandes propiedades

en manos de pocas familias dirigentes, y en una especialización funcional de

todas estas propiedades24. Asimismo los últimos estudios realizados sobre la

cronología de las sigillatas hispánicas tardías permiten datar hacia mediados del

siglo V el colapso estructural y sistémico de esta red de haciendas, lo que no

siempre comportó su abandono completo25. Muchas de estas villas, así como

otro tipo de ocupaciones romanas que difícilmente pueden ser caracterizadas

como villas, fueron transformadas mediante la construcción de edificios de culto,

23.  J. A. QUIRÓS CASTILLO, (ed.), The archaeology of early medieval village in Europe, Documentos de Arqueo-

logía e Historia 1, Bilbao, 2009; H. KIRCHNER GRANELL (ed), 2010, Por una arqueología agraria. Perspectivas

de investigación sobre espacios de cultivo en las sociedades medievales hispánicas, British Archeological Reports,

International Series, Oxford, 2010, en prensa; L. CABALLERO ZOREDA, P. MATEOS (eds.), Visigodos y Omeyas V:

el territorio, Anejos de Archivo Español de Arqueología, Madrid, 2010, en prensa.

24.  A. CHAVARRÍA, El final de las villae en Hispania (siglos IV-VII d. C.), Brepols Publishers, Turnhout, 2007, p. 157.

25.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Escenarios de emergencia de un paisaje social y político altomedieval en el

interior de la Península Ibérica durante la quinta centuria: cerámica, necrópolis rurales y asentamientos encas-

tillados, Tesis doctoral inédita, Universidad del País Vasco, 2009.

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237Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

la realización de cementerios o la ocupación residual (squatter) tal y como

Alexandra Chavarria ha estudiado en su tesis doctoral26.

Autores como Chris Wickham consideran que el abandono de las villas tuvo, ante

todo, un origen cultural (en términos de militarización de las élites) más que eco-

nómico o social, puesto que las fuentes siguen reflejando la existencia, más allá de

mediados del siglo V, de grandes propietarios en el interior de Hispania27.

Aunque una parte de las aldeas que se fundan hacia el siglo VI se ubican en

proximidad de villas y de otras ocupaciones rurales romanas (civitates, granjas,

factorías, vicus, etc.), existe una neta cesura en términos sociales, funcionales y

económicos entre las aldeas postromanas (o medievales) y las villas tardorro-

manas. Las hipótesis tradicionales que han sugerido una relación genética lineal

entre ambas estructuras pueden ser descartadas de forma definitiva gracias a

los trabajos arqueológicos. Es cierto que las villas (y otros asentamientos co-

etáneos) siguieron siendo puntos significativos en la territorialidad y los mapas

mentales altomedievales, pero la cesura es evidente28.

En el caso del cuadrante nordoccidental peninsular, Alfonso Vigil-Escalera ha

mostrado que el principal nexo espacial que existe entre las villas y las primeras

aldeas son las “necrópolis rurales postimperiales” (antes denominadas necrópo-

lis del Duero), que cubren una amplia extensión territorial y aparecen siempre

vinculadas a haciendas de unas determinadas dimensiones de época romana.

Fechables a partir del siglo V, estos cementerios son los primeros signos arqueo-

lógicos de la creación de nuevos marcos de sociabilidad de carácter aldeano.

Paradójicamente nos son casi desconocidos hasta el momento los espacios

residenciales asociados a estos cementerios, en cuanto que en términos de

visibilidad emergen con mayor facilidad las tumbas dotadas de ajuares que las

26. A. CHAVARRÍA, El final de las villae en Hispania, pp. 117-152.

27. CH. WICKHAM, Una historia nueva de la Alta Edad Media. Europa y el mundo mediterráneo. 400-800, Barce-

lona 2008, pp. 675, 680. A. Chavarria, en cambio otorga un protagonismo más marcado a la acción de la invasión

visigoda a la hora de explicar el proceso de transformación y abandono de las villas, A. CHAVARRÍA, El final de

las villae… p. 158.

28.  C. WICKHAM, Una historia nueva de la Alta Edad Media, p. 672 ss, 727. Una discusión analítica sobre este

problema en el caso del Languedoc, L. SCHNEIDER, ‘Dynamiques spatiales et transformations de l’habitat en Lan-

guedoc Méditerranéen durant le Haut Moyen Âge (VI-IXe s.)’, en G. P. BROGIOLO, A. CHAVARRÍA, M. VALENTI,

Dopo la fine delle ville: le campagne dal VI al IX secolo, Mantova, 2005, pp. 289-292.

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238 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

viviendas o estructuras domésticas campesinas29. Únicamente en el caso de que estas estructuras hayan sido realizadas en el solar mismo del sector monumen-tal de las villas se han reconocido estas ocupaciones domésticas30.

En cualquier caso, y sin que esto significase el fin de la gran propiedad, la ma-yor transformación que parece haber tenido lugar durante este período ha sido la transferencia al campesinado de la gestión de la tierra, incluyendo la toma de decisiones sobre las estrategias de producción. Los registros bioarqueológicos (estudios de fauna, pólenes y macrorestos vegetales) ilustran perfectamente este tránsito, y la ausencia de especializaciones en la actividad agrícola y gana-dera con el fin de minimizar los riesgos por parte de las comunidades campe-sinas constituye el indicador más preciso.

Las intervenciones arqueológicas recientes han mostrado que hacia el 500 se ha alcanzado una nueva estabilidad y un nuevo paisaje ha sustituido al tardo-rromano. Las diferencias regionales, ya muy significativas durante el período romano, se han acentuado, por lo que será preciso analizar casos concretos. Puesto que la mayor parte de las aldeas y granjas altomedievales han sido reco-nocidas en el marco de la arqueología profesional, hay que tener en cuenta que hay una relación directa entre la intensidad de la destrucción del patrimonio arqueológico y la densidad de los hallazgos.

De hecho, el territorio madrileño es el que mejor ilustra en la actualidad cómo se construyó el paisaje postromano a partir del siglo VI. Las intervenciones ar-queológicas realizadas en los últimos diez años han permitido reconocer casi un centenar de yacimientos campesinos de los siglos VI-VIII que han permitido definir la existencia de una verdadera red densa de aldeas y granjas. En sectores

concretos, como es el sur de la comunidad que se corresponde al Hinterland de

la capital del reino visigodo, la densidad es realmente significativa31.

29.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, ‘Paisajes rurales del centro y noroeste de España durante el siglo V’, en S.

Gasparri (ed.), Le trasformazioni del V secolo: L’Italia, i barbari e l’Occidente romano, 18-20 Octubre 2007 (Casero

della Fortezza di Poggio Imperiale, Poggibonsi, Siena, Italia), en prensa (Turnhout: Brepols), 2009, pp. 215-252;

A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, ‘Apuntes sobre la genealogía política de granjas y aldeas altomedievales’, en I.

MARTÍN VISO (ed.), ¿Tiempos oscuros? Territorio y Sociedad en el centro de la Península Ibérica (siglos VI-X),

Salamanca: Ed. Sílex, 2010 (en prensa).

30.  A. CHAVARRÍA, El final de las villae, p. 129-132.

31.  J. A. QUIRÓS CASTILLO, A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, ‘Networks of peasant villages between Toledo and

Velegia Alabense, Northwestern Spain (Vth-Xth centuries)’, Archeologia Medievale XXIII (2006), pp. 79-128.

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239Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

Algunas aldeas se han formado en proximidad de villas y asentamientos roma-

nos, como es el caso de El Pelicano. Durante los cuatro siglos que estuvo en

uso el enclave campesino (ca. 425-850), el único polo estable de referencia para

la comunidad será el cementerio. Éste se configura en torno a un monumental

mausoleo bajo el que se enterró el dominus de la anterior hacienda tardorro-

mana en un gran sarcófago de plomo. Durante el segundo tercio del siglo V

las instalaciones de la antigua villa han sido ocupadas por familias que instalan

hogares sobre los suelos de las estancias y practican formas de gestión de sus

residuos domésticos alternativas a las de la época imperial. La primera fase de

actividad aldeana, hasta mediados del siglo VI, conoce el establecimiento agre-

gado de la comunidad al este del cementerio. Entre mediados del siglo VI y me-

diados del VII, el antiguo enclave de construcciones yuxtapuestas se abandona

a favor de la dispersión de las unidades domésticas singulares a lo largo de la

orilla Norte del arroyo de Los Combos, hasta cubrir una extensión próxima a

los dos kilómetros. Las sucesivas reconstrucciones del área residencial de cada

unidad doméstica, probablemente siguiendo ciclos de relevo generacional, con-

llevan ligeros desplazamientos rotacionales en torno a parcelas de uso agrario

intensivo (huertos)32.

Son en cambio mucho más abundantes los casos de aldeas formadas hacia el

500 en lugares nuevos, carentes de precedentes romanos. Uno de los casos me-

jor estudiados es el de la aldea de Gózquez. Se trata de un extenso yacimiento

de casi 12 Ha, de las que se han excavado cerca de 3 Ha, fundado a inicios

del siglo VI y abandonado a mediados del siglo VIII. La aldea se organiza en

dos barrios con un cementerio central formado por unas 450 tumbas. En el

barrio oriental se ha podido observar la estructura urbanística característica

de este tipo de aldeas. Se trata de un asentamiento formado por una decena

de unidades domésticas estables que perduran durante todo el período de

uso del yacimiento. Estas unidades domésticas se alternan con parcelas vacías

cultivadas, de tal manera que es posible reconocer una alternancia ordenada y

planificada de espacios de habitación y de producción que perdura durante los

tres siglos de uso de la aldea. Dentro de los espacios de habitación encontramos

32.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, ‘Las aldeas altomedievales madrileñas y su proceso formativo’, en J. A. QUI-

RÓS CASTILLO (ed.), The archaeology of early medieval village, pp. 315-340.

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240 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

viviendas realizadas sobre zócalos de piedra y alzados de tierra y fondos de

cabaña o Grubenhäuser que son transformados y reconstruidos regularmente.

No hay iglesias ni indicios materiales de fuertes diferencias sociales, aunque en

ocasiones se encuentran cerámicas importadas, vidrios o algunos metales que

nos hablan de diferencias internas dentro de la comunidad campesina33.

Un aspecto muy relevante de esta aldea es que en el cementerio se ha podi-

do observar que un 34 % de los enterramientos contaba con objetos de uso

personal de tipo “visigodo”. De hecho, hallazgos como los de Gózquez nos

han llevado a concluir que el mapa de los cementerios “visigodos” no es más

que un mapa imperfecto de algunas de las aldeas meseteñas de los siglos VI

y VII. Efectivamente, estos cementerios solamente tienen razón de ser en el

marco de la vida aldeana, y el hecho de que solamente una parte de los en-

terramientos presente ajuares nos indica fórmulas de competitividad interna

de la sociedad aldeana34.

La existencia de redes de aldeas se ha podido constatar hasta el momento, sola-

mente allí donde contamos con otro tipo de elementos poblacionales y sociales

que nos permiten pensar en la existencia efectiva de formas de poder local

activas (los castillos “de primera generación”35), con frecuencia vinculadas a las

dinámicas de los poderes centrales. Además del territorio madrileño, también

en amplias zonas de la cuenca del Duero o en Cataluña (por referirnos a otro

territorio externo) contamos con redes de aldeas asociadas a sistemas de castillos

“de primera generación”, de residencias aristocráticas en el mundo rural o de

ciudades activamente implicadas en la práctica política del reino visigodo36.

33.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO ‘Granjas y aldeas altomedievales al Norte de Toledo (450-800 d. C.)’, Archivo

Español de Arqueología 80 (2007), pp. 239-284.

34.  M. CONTRERAS MARTÍNEZ, A. FERNÁNDEZ UGALDE, ‘El espacio funerario en el poblado de época visigoda

de Gózquez de Arriba (San Martín de la Vega, Madrid)’, Zona Arqueológica 8 (2006), pp. 517-535.

35. J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Castles and villages of the Early Middle Ages in northwest of Spain’, en J. BAKER, . J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Castles and villages of the Early Middle Ages in northwest of Spain’, en J. BAKER, J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Castles and villages of the Early Middle Ages in northwest of Spain’, en J. BAKER,

S. BROOKES, D. PARSONS and A. REYNOLDS (eds) Landscapes of Defence in the Viking Age. Turnhout: Brepols,

2010. (en prensa).

36.  J. ROIG, Asentamientos rurales y poblados tardoantiguos y altomedievales; J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Early

medieval landscapes in northwest Spain: power and communities in 5th-10th centuries’, Early Medieval Europe

2010, forthcoming.

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241Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

En el caso de la Meseta hay que señalar el hallazgo de redes de aldeas en al

menos dos sectores del valle del Duero. Los trabajos realizados en varios secto-

res salmantinos, y especialmente en torno a zonas como el embalse de Tormes37

son muy importantes a la hora de reconocer sistemas aldeanos densos análogos

a los madrileños. También en el sector suroriental y en relación con obras pú-

blicas de una cierta entidad, empresas como Strato o Aratikos han identificado

grandes aldeas (Cárcava de la Peladera, Ladera de los Prados, Navamboal, La

Mata del Palomar), en ocasiones asociadas a centros de poder y castillos “de

primera generación”.

Allí donde las estructuras del poder central son más débiles o inexistentes, e

igualmente los poderes locales están redimensionados a una escala mucho más

limitada, carecemos de redes de aldeas. Este es el caso del reborde septentrio-

nal, incluyendo todo el Cantábrico y las zonas interiores del País Vasco.

Así por ejemplo, en el País Vasco también se han empezado a detectar en los

últimos años ocupaciones domésticas de los siglos VI y VII. La existencia de al-

gunos cementerios aldeanos, como el de Aldaieta, nos debe llevar a pensar que

en este territorio también han existido aldeas, pero desde luego no podemos

hablar de redes análogas a las de la meseta. Son frecuentes, en cambio, ocu-

paciones de carácter monofamiliar tipo granja. La identificación arqueológica

en los últimos años del poblamiento rural disperso altomedieval ha permitido

definir mejor algunas categorías de análisis y comprender su significado. La

historiografía francesa había asociado el poblamiento disperso a una cierta

autonomía del campesinado, o al menos a una falta de un control efectivo por

parte de la aristocracia hasta la implantación del feudalismo, que habría forzado

la concentración y la agrupación. En su trabajo seminal sobre la Alta Edad Me-

dia, Chris Wickham ha argumentado que no se puede hacer una caracterización

social diferente del poblamiento disperso o concentrado en términos absolutos.

37.  E. ARIÑO GIL, ‘Modelos de poblamiento rural en la provincia de Salamanca (España) entre la Antigüedad y

la Alta Edad Media’ Zephyrus, LIX (2006): 317-337; E. ARIÑO GIL, S. DAHI, E SÁNCHEZ, ‘Patrones de ocupación

rural en el territorio de Salamanca. Antigüedad Tardía y Alta Edad Media’, in L. CABALLERO ZOREDA, P. MATEOS

CRUZ (eds.), Visigodos y Omeyas V. El territorio, Madrid, 2009 (forthcoming); J. GÓMEZ BANDULLO, Avance

sobre las excavaciones arqueológicas en el yacimiento de época visigoda de La Legoriza, San Martín del Casta-

ñar (Salamanca), Zona Arqueológica 8 (2006): 216-235; E. ARIÑO GIL, L. BARBERO, P. C. DÍAZ, “El yacimiento

agrícola de El Cuquero y el modelo de poblamiento en época visigoda en el valle del río Alagón (Salamanca,

España)”, Lancia, 6 (2007): 211-237.

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242 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

Ha habido sectores europeos y mediterráneos con fuertes aristocracias que han

dominado tanto comunidades campesinas agrupadas como separadas38.

En el País Vasco, tanto en su sector cantábrico como en el mediterráneo, apa-

rentemente los siglos VI y VII están marcados por una activa presencia de gran-

jas unifamiliares. Por otro lado, carecemos hasta el momento de claras eviden-

cias arqueológicas de élites activas a escala local (p.e. castillos, redes urbanas,

residencias aristocráticas, etc.).

Pero no todas estas granjas o pequeñas ocupaciones son iguales. Pongamos dos

ejemplos. En la Puebla de Arganzón, en proximidad de la ciudad romana de

Iruña, se ha excavado recientemente una granja unifamiliar en el lugar deno-

minado La Erilla. Se trata de una ocupación formada por dos fondos de cabaña

(quizás Grubenhäuser) y una decena de silos dispuestos en una extensión de

unos 2000 m2. La ocupación, que se puede fechar en el siglo V avanzado o ini-

cios del siglo VI, fue breve, y quizás se limitó a una sola generación39.

A algo menos de 4 km en línea recta acaba de excavarse la aldea de Zaballa,

en el municipio de Iruña de Oca. En esta intervención se ha podido constatar

la existencia de granjas unifamiliares que tienen una perduración desde inicios

del siglo VI hasta el siglo VIII. La materialidad en esta granja es muy similar a

La Erilla: silos excavados en la roca de dimensiones similares y cabañas que

ocupan extensiones muy reducidas40.

Esta diversidad de soluciones ante registros arqueológicos similares debiera ser

una llamada de atención frente a las lecturas simples de estas evidencias. Como

ha señalado el prehistoriador Gerritsen, la duración de un asentamiento es un

hecho social y cultural que no podemos explicar con topos como prácticas

38.  C. WICKHAM, Una historia nueva de la Alta Edad Media, pp. 668-669.

39. Sobre el yacimiento de La Erilla C. ALONSO FERNÁNDEZ, Excavación arqueológica en los yacimientos Mo-

habe, Arreto/La Revilla, La Erilla y El Arroyo. Autovía N-I. Tramo Condado de Treviño en T. M. De La Puebla de

Arganzón y Condado de Treviño (Burgos) y Armiñón e Iruña de Oca (Álava), Informe inédito depositado en el

Servicio Territorial de Cultura, Junta de Castilla y León, Burgos, 2003. Otro yacimiento similar recientemente exca-

vado en León es el de El Pelambre, M. L. GONZÁLEZ FERNÁNDEZ (coord), “El Pelambre”. El horizonte Cogotas I

de la Edad del bronce y el período tarodantiguo en el Valle Medio del Esla, León, 2009.

40. Sobre Zaballa J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Despoblado de Zaballa (Iruña de Oca)’, Arkeoikuska 08, 2009, en

prensa.

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243Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

agrarias itinerantes o el agotamiento rápido del suelo41. De hecho, otra granja

coetánea excavada en Álava, la de Aistra, está formada por fondos de cabañas y

un sistema de terrazas relativamente complejo que ha perdurado desde el siglo

VI hasta el siglo XIV42.

Para Gerritsen, la estabilidad indica una posición social y un derecho dentro de

una comunidad, de tal manera que modificaciones de estas ocupaciones generan

desequilibrios y conflictos dentro del grupo. Pero son conflictos y desequilibrios

por una territorialidad que se desenvuelven a escala local, en el seno de comu-

nidades que carecen de fórmulas de cohesión formalizadas, tal y como ocurre

en el seno de las aldeas. Así pues, paisajes campesinos distintos son reflejo de

sociedades muy distintas entre sí: más cohesionadas en términos de comunida-

des aldeanas en la meseta; más informales y dispersas en el norte. Además, la

conformación de estas comunidades tiene lugar en medios políticos y sociales

muy distintos. Las estructuras aristocráticas son mucho más sólidas y activas en

la meseta, y mucho menos densas y activas en el norte en los siglos VI y VII43.

Este panorama fue profundamente modificado hacia el 700, cuando tuvo lugar

una profunda transformación de los paisajes rurales del noroeste peninsular.

Hay que señalar que se trata de un proceso que ha sido observado en varios

sectores europeos contemporáneamente, en el marco de un proceso de centra-

lización política y maduración de élites territoriales. Así por ejemplo, las aldeas

inglesas muestran a partir del 700 una mayor formalización de la red urbanística

y una inserción en sistemas de intercambio y de diferenciación social creciente44.

También en Francia se observa en este período una profunda reorganización y

crecimiento de los espacios aldeanos que se ha relacionado con una reestructu-

ración de la propiedad fundaria45. En el noroeste europeo tuvo lugar a lo largo

del siglo VIII una transformación muy profunda “no solamente en términos de

41.  F. GERRITSEN, ‘To Build and to abandon. The cultural biography of late prehistoric houses and farmsteads in

the southern Netherlands’, Archaeological Dialogues 1999-2, pp. 78-97.

42. Sobre los sistemas agrarios de Aistra y de otras aldeas alavesas, J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Arqueología de los

espacios agrarios medievales en el País Vasco’, Hispania 233 (2009), pp. 619-652.

43.  GERRITSEN, To Build and to abandon.

44.  A. REYNOLDS, ‘Boundaries and Settlements in later Sixth to Eleventh-Century England’, Anglo-Saxon Studies

in Archaeology and History 12 (2003), pp. 98-136.

45.  E. PEYTREMANN Archéologie de l’habitat rural, p. 357.

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244 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

estructura del poblamiento y de la arquitectura, sino también de la organiza-

ción de la producción agraria y de los intercambios regionales”46. En la Italia

lombarda la transformación y estabilización de las aristocracias a nivel regional

entre los siglos VII y VIII tuvo efectos muy notables en la estructura aldeana,

modificando los asentamientos ya existentes (como es el caso de Miranduolo,

en Toscana), o promoviendo la fundación de otros nuevos47.

En varios sectores europeos estas transformaciones sociales se han traducido

en una “nucleación” y replanificación del espacio aldeano48, fenómeno que se

puede constatar igualmente en la Península Ibérica. Estudios antropológicos

han discutido desde varias perspectivas el significado social y político de este

tipo de transformaciones. Así por ejemplo, J. Brück, en un importante trabajo

dedicado al tránsito del bronce antiguo al medio en Inglaterra, ha cuestionado

la existencia de una relación casual directa entre la nucleación y un crecimien-

to económico previo. El proceso de reordenación territorial que comportó la

creación de sistemas de aldeas estables hacia el 1500 a C supuso un cambio en

la estructura social y en la construcción de las identidades sociales territorializa-

das, que tuvo consecuencias en las formas de dominio y de control político. Y

aunque se crearon campos de cultivo ordenados, ésto fue una consecuencia y

no una causa de la nueva territorialización que no comportó necesariamente un

incremento de la producción49. Desde nuestro punto de vista estas reflexiones

son relevantes a la hora de comprender algunas de las transformaciones terri-

toriales que han tenido lugar hacia el 700 en la Península Ibérica, puesto que los

cambios que se registran en varios registros arqueológicos, como son la estructura

de los centros de poder, la transformación de los sistemas productivos y de in-

tercambio legibles a través de la cerámica o los registros bioarqueológicos, etc.

hay que relacionarlos con profundos cambios de carácter social.

46.  H. HAMEROW, Early medieval settlements. The Archaeology of Rural Communities in North-West Europe 400-

900, Cambridge, 2002, p. 191.

47.  M. VALENTI, I villaggi altomedievali in Italia, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The archaeology of early me-

dieval village, pp.43-45.

48.  E. ZADORA-RIO, Early medieval villages and estate centres in France (c. 300-1100), en J. A. QUIRÓS CASTI-

LLO (ed.), The archaeology of early medieval village, pp. 86-89.

49.  J. BRÜCK, ‘Settlement, landscape and social identity: the early-middle Bronze Age transition in Wessex, Sussex

and the Thames valley’, Oxford Journal of Archaeology 19 (3), 2000, pp. 273-300.

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245Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

En el caso del cuadrante noroccidental peninsular los procesos de transforma-

ción de los paisajes rurales siguen tendencias regionales muy variadas. En el

área de Madrid, y como consecuencia de la implantación del estado andalusí,

hacia el 750-800 se produce el abandono masivo de la red de aldeas de los

siglos anteriores a favor de nuevas realidades protourbanas promovidas por el

propio estado. Las comunidades campesinas se disuelven, por lo tanto, siguien-

do una nueva lógica de organización política del espacio de base fiscal50.

En la cuenca del Duero, en cambio, los efectos de la ocupación andalusí son

mucho más matizados, ya que de facto muchos autores consideran que este

territorio quedó al margen de un dominio político centralizado estable al menos

durante los siglos VIII y IX. Hay que decir que hasta el momento, el registro

arqueológico de la Cuenca del Duero resulta bastante esquivo. Pero podemos

observar variaciones subregionales significativas.

En el sector meridional, concretamente en las provincias de Segovia y de Va-

lladolid se ha podido constatar que, al igual que en Madrid, hacia el 750 se

produjo un abandono sistemático de muchas de las aldeas del período visigo-

do. El análisis de algunos cementerios de tumbas excavadas en roca ha llevado

a algunos autores a sugerir que de forma previa a la “repoblación” se habrían

consolidado asentamientos de carácter estable, con frecuencia en proximidad

de fortificaciones51.

En el sector septentrional, en cambio, constatamos la existencia de una nueva

generación de aldeas destinadas a perdurar hasta nuestros días cuya funda-

ción se debe remontar, al menos, al siglo X (Villaoreja en Terradillos de los

Templarios (Palencia), San Roque (Las Quintanillas, Burgos) o Fuenteungrillo

en Valladolid), mientras que en cambio, en pocas ocasiones se constata una

perduración de las aldeas visigodas hasta el período altomedieval (La Huesa en

Zamora o Santa María de Matallana en Valladolid). Podríamos sugerir en este

caso, que la maduración de una nueva estructura política en la Cuenca del Due-

ro central y septentrional en el siglo X habría favorecido la creación de nuevas

50.  J. A. QUIRÓS CASTILLO, A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Networks of peasant.

51.  I. MARTÍN VISO, ‘Repoblaciones, territorios, iglesias y santos: los valle del Duratón y del Riaza (siglos X-XII)’,

en El Medioevo en el Duero Oriental. Historia y Arte románico, Aranda de Duero, 2008, pp. 277-283.

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246 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

redes aldeanas, pero resulta aún prematuro establecer conclusiones con los

registros disponibles52.

Pero es sin duda, en el alto Ebro y en el cantábrico donde se observan las

transformaciones más profundas. Este territorio, que había estado caracterizado

por una debilidad estructural de los poderes locales durante los siglos VI y VII,

emerge a partir del 700 como un territorio estructurado y políticamente articu-

lado de una forma sólida.

Desde Galicia hasta el País Vasco contamos con evidencias arqueológicas signi-

ficativas de la creación de redes de aldeas a partir de este período. Esta trans-

formación de tipo sistémica no es legible solamente en la escala de las aldeas,

sino que el estudio de los centros de poder territorial, de las fortificaciones y

de las residencias aristocráticas, constata una transformación social profunda

ya desde el siglo VIII. Haremos a continuación una breve presentación de los

registros disponibles.

En Galicia se ha realizado una intensa labor de seguimiento de obras públicas

lineales que ha permitido estudiar terrazgos y sistemas agrarios actualmente en

uso pero que pueden ser fechados en la Alta Edad Media. Uno de los casos

más significativos es el de Monte Gaias, en las afueras de Santiago de Compos-

tela. Se trata de un espacio agrario formado por una serie de terrazas agrícolas

dedicadas al cultivo del cereal. A través del estudio de las secciones de las

terrazas se ha podido identificar el proceso de su construcción, definido como

de «desmonte y terraplén». Teniendo en cuenta sus dimensiones y el volumen

de sedimento transportado, se ha podido calcular que la realización de cada

una de estas terrazas pudo haber sido ejecutada por diez individuos trabajando

52.  J. C. MISIEGO TEJEDA, M. Á. MARTÍN CARBAJO, G. J. MARCOS CONTRERAS, F. J. SANZ GARCÍA, M. DOVAL

MARTÍNEZ, P. F. GARCÍA RIVERO, M. I. GARCÍA MARTÍNEZ, R. REDONDO MARTÍNEZ, ‘Excavación arqueológica

en el poblado y necrópolis de Santa María, en Terradillos de los Templarios’, en Actuaciones arqueológicas en

la autovía del Camino de Santiago (A 231, León-Burgos). Provincia de Palencia (1998-2001), Junta de Castilla

y León (Valladolid, 2001): 39-103; M. Á. MARTÍN CARBAJO, G. J. MARCOS CONTRERAS, F. J. SANZ GARCÍA, J.

C. MISIEGO TEJEDA, M. DOVAL MARTÍNEZ, M. I. GARCÍA MARTÍNEZ, L. Á. DEL CAÑO GARCÍA, ‘Excavación

arqueológica en la necrópolis medieval de San Roque (Las Lagunillas, Burgos)’, in Actuaciones arqueológicas en

la Autovía del Camino de Santiago (A-231, León-Burgos). Provincia de Burgos (2000-2003), (Valladolid, 2003):

131-166; J. NUÑO GONZÁLEZ, ¿Un asentamiento altomedieval en el “desierto” del Duero?, Numantia 8 (1997-

1998): 137-194.

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247Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

todos los días durante dos meses con jornadas de 10 horas. Con estos datos,

es evidente que su construcción ha comportado una cierta planificación del

trabajo y una cooperación por parte de las comunidades campesinas locales.

La realización de análisis radiocarbónicos en los sedimentos que configuran la

propia terraza ha permitido fechar su realización entre los siglos VII-IX. No se

trata de un caso aislado, sino que a pocos kilómetros de este yacimiento se ha

identificado una presunta aldea situada a los pies de un castro (A Pousada) con

cronologías similares53.

También en varios sectores portugueses se puede detectar la conformación de una

red aldeana densa a partir de conjuntos funerarios excavados en roca, que presentan

importantes problemas de datación y de asociación con los espacios domésticos54.

En el caso de Asturias los datos de los que disponemos son aún poco significativos

en lo que se refiere a las comunidades campesinas. Salvo intervenciones puntuales

como las realizadas en la Vega de Corao (Cangas de Onís), es a través de los con-

juntos funerarios donde es más visible la plasmación de la realidad aldeana. Uno

de los casos más recientes estudiados es el del cementerio hallado en el castro de

Chao Sanmartín (Grandas de Salime) formado a partir del siglo VIII55.

53. Sobre los espacios agrarios medievales gallegos P. BALLESTEROS ARIAS, La Arqueología en la gasificación

de Galicia 17: el paisaje agrario, CAPA 18, Santiago de Compostela, 2003; P. BALLESTEROS, F. CRIADO, J. M.

ANDRADE CERNADAS, ‘Formas y fechas de un paisaje en Cidade da Cultura’, Arqueología Espacial 26 (2006),

pp. 193-225; sobre A Pousada, Carballeira do Espíritu Santo y Castro de Santa Lucía P. BALLESTEROS ARIAS, R.

BLANCO ROTEA, ‘Aldeas y espacios agrarios altomedievales en Galicia’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The

archaeology of early medieval village, pp. pp. 115-135.

54.  I. MARTÍN VISO, ‘Una periferia creativa: la articulación el territorio en la comarca de Riba Côa (Portugal)

(siglos VI-XI)’, Territorio, Sociedad y Poder. Revista de Estudios Medievales 3 (2008), pp. 85-109; I. MARTÍN VISO,

‘Tumbas y sociedades locales en el centro de la Península Ibérica en la Alta Edad Media: el caso de la comarca de

Riba Côa (Portugal)’, Arqueología y Territorio Medieval 14 (2007), pp. 21-48; C. TENTE, A ocupação alto-medieval

da encosta noreste da Serra da Estrela, Trabalhos de Arqueología 47, Lisboa, 2007.

55. Sobre la Vega de Corao O. REQUEJO PAGÉS, J. A. GUTIÉRREZ GONZÁLEZ, ‘El asentamiento altomedieval de

la vega de Corao (Cangas de Onís, Asturias)’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The archaeology of early medieval

village, pp. 167-179; sobre el Chao Sanmartin A. VILLA VALDÉS, R. MONTE LÓPEZ, S. HEVIA GONZÁLEZ, N.

V. PASSALACQUA; A. C. WILSON, L. CABO PÉREZ, ‘Avance sobre el estudio de la necrópolis medieval del Chao

Samartín en Castro (Grandas de Salime, Asturias)’, Territorio, Sociedad y Poder. Revista de Estudios Medievales 3

(2008), pp. 57-84. Un cuadro general sobre Asturias y León en M. Fernández Mier, ‘La génesis de la aldea en las

provincias de Asturias y León’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The archaeology of early medieval village, pp.

149-165.

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248 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

Pero es en el País Vasco donde contamos con registros más significativos para

comprender estos procesos formativos. Hacia el 700, y con mucha frecuencia

en lugares ya previamente ocupados por granjas o por asentamientos de pe-

queña entidad, se produce una densificación o nucleación del poblamiento,

formándose aldeas estables de diez-doce vecinos normalmente.

Uno de los mejores ejemplos conocidos es el de Zornoztegi (Salvatierra, Álava).

En este lugar, situado en proximidad de un yacimiento tardorromano, se ha

podido constatar que sobre una posible granja del siglo VI-VII y cubriendo toda

la colina alargada en la que se sitúa el yacimiento, hacia el 700 se implantaron

una decena de unidades domésticas alcanzando una extensión algo superior

a 1,2 Ha. Cada una de estas unidades domésticas estaría conformada por una

vivienda principal que ha sido desplazada y reconstruida cada dos o tres gene-

raciones, algunos cierres realizados sobre postes, espacios vacíos identificados

como huertos y eras, y un sector de almacenaje donde se ubican grupos de

silos. De forma teórica se ha calculado que cada una de estas unidades domés-

ticas ocuparía entre 300 y 400 m2 de extensión. Los límites entre ellas han teni-

do una larga duración y la estructura urbanística no se ha modificado hasta el

cambio de milenio. Hacia el siglo XI se produjo una transformación del espacio

aldeano. Fue entonces cuando las unidades domésticas se concentraron en el

extremo septentrional, donde luego se construiría en el siglo XII la iglesia de

Santa María de Zornoztegi. En el tramo meridional, donde se localizaban toda

una serie de viviendas altomedievales, se construyeron una serie de terrazas

de uso agrario cubriendo los espacios domésticos. Una primera estimación nos

permite pensar que se movilizaron entre 1600 y 1800 m3 de tierra con el fin de

crear estos espacios agrarios, lo que indicaría una acción comunitaria y coordi-

nada en el seno de la aldea56.

Un segundo ejemplo es el de Aistra (Zalduondo, Álava), que también había

sido ocupado en el período anterior. Hacia el 680 se fundaron una serie de vi-

viendas sobre postes o rozas de distintas tipologías (longhouse de unos 109 m2,

divididas en tres espacios principales separados entre sí por líneas de postes;

estructura circular sobre una roza; estructura sobre postes y rozas) asociadas a

56.  J. A. QUIRÓS CASTILLO, ‘Las aldeas altomedievales en el País Vasco’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The

archaeology of early medieval villages, Bilbao, 2009, pp. 385-403.

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249Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

un amplio cementerio. Uno de los aspectos más importantes de estas construc-ciones es que han perdurado durante siglos manteniendo la misma forma de organización y estructuración del espacio aldeano, pauta poco común en otras aldeas próximas como Zornoztegi o Zaballa. Ya en el siglo X se construyó al sur de estas estructuras otras viviendas sobre postes y la ermita de San Julián y Santa Basilisa, que todavía se conserva en la actualidad.

Un tercer ejemplo recientemente excavado es el de Zaballa (Nanclares de la Oca). La intervención en una extensión de casi 4,5 Ha ha permitido conocer con detalle el proceso formativo y las transformaciones de este yacimiento. También esta aldea se formó hacia el siglo VIII sobre una granja monofamiliar de pequeñas dimensio-nes en una plataforma situada al pie de monte que domina un profundo valle. La aldea altomedieval ocupa una hectárea aproximadamente, y se distribuye tanto en la plataforma superior como en el fondo de valle a la orilla de un cauce de agua. En ambos sectores se han reconocido estructuras realizadas en rozas excavadas en la roca, fondos de cabaña así como edificios realizados sobre zócalos de piedra. En el siglo X se produjo una profunda transformación cuando se construyó una iglesia en el sector nuclear de la aldea, lo que produjo un desplazamiento de las viviendas campesinas al fondo de valle. Fue entonces cuando se originó una importante re-organización de este valle, en el que detectamos un proceso de canalización de los cursos de agua que descendían desde los manantiales situados en la parte superior del valle. Las aproximadamente diez o doce unidades domésticas que formaban la comunidad aldeana promovieron en este momento la realización de una serie de terrazas agrarias en las laderas del valle. Pero quizás donde es más evidente la acción señorial fue en la privatización de toda la plataforma superior donde antes se localizaba la aldea.

Contamos con otros ejemplos significativos en este área (empezando por Gas-teiz, que ilustra el proceso de formación de la aldea en el siglo VIII a partir de una ocupación previa de menor entidad, y la posterior transformación en una aldea compleja, dotada de una estructura económica sofisticada y, desde el si-glo X socialmente diferenciada, que crea las condiciones para su transformación en villa real) así como en el sector cantábrico (Gorliz o Zarautz son dos buenos

ejemplos de excavaciones recientes57).

57.  A. AZKÁRATE, J. L. SOLAÚN, ‘Nacimiento y transformación de un asentamiento altomedieval en un futuro

centro de poder: Gasteiz desde fines del siglo VII d C a inicios del segundo milenio’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO

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250 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

Pero lo que se quiere subrayar en esta ocasión es la estrecha relación que existe entre estas transformaciones de los paisajes rurales que se ponen en marcha hacia el 700 y la maduración en términos políticos de una élite activa a escala local, opaca al registro textual. De hecho, la consolidación de castillos “de se-gunda generación” está muy vinculada con este proceso social58.

Las intervenciones arqueológicas realizadas en las aldeas de los siglos VIII-X muestran igualmente la existencia de importantes transformaciones de las so-ciedades aldeanas que, al menos desde el siglo X, pueden rastrearse igualmente a través de los textos escritos permitiendo entonces realizar un análisis crítico de ambos registros informativos. La presencia de “líderes aldeanos” se puede reconocer a partir de varios indicadores arqueológicos a partir del siglo IX, aunque es en el siglo X cuando contamos con evidencias más claras de fuertes jerarquías internas dentro de las aldeas.

Una de las temáticas más interesantes que se han analizado recientemente es la de las fundaciones de las iglesias en relación con la estructura territorial aldeana alto-medieval. En el caso alavés L. Sánchez Zufiaurre ha realizado un exhaustivo estudio de las iglesias de los siglos IX-XI, que le ha permitido constatar la existencia en los primeros dos siglos de fundaciones realizadas con técnicas constructivas complejas asociadas a élites subregionales que ejercen su dominio sobre valles y porciones de varias aldeas, frente a otras construcciones realizadas con técnicas más simplificadas que se pueden atribuir a las propias comunidades aldeanas o, mejor, a las élites aldeanas59. De hecho, en el sector castellano los “líderes aldeanos” aparecen desde el siglo X donando iglesias a monasterios y entidades externas, probablemente con el fin de vincularse con las élites diocesanas y con los poderes territoriales

externos que ejercen su influencia sobre el territorio60.

(ed.), The archaeology of early medieval villages, Bilbao, 2009, pp. 405-428; N. SARASOLA, A. IBÁÑEZ, ‘De la aldea

a la villa: el yacimiento arqueológico de Santa María la Real (Zarautz, País Vasco)’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO

(ed.), The archaeology of early medieval villages, Bilbao, 2009, pp. 453-456; T. CAMPOS, D. MARTÍNEZ, S. CAJI-

GAS, ‘Los orígenes altomedievales de Górliz. Una primera aproximación’, en J. A. QUIRÓS CASTILLO (ed.), The

archaeology of early medieval villages, Bilbao, 2009, pp. 487-464.

58. J. A. QUIRÓS CASTILLO, . J. A. QUIRÓS CASTILLO, J. A. QUIRÓS CASTILLO, Castles and villages.

59.  L. SÁNCHEZ ZUFIAURRE, Técnicas constructivas medievales. Nuevos documentos arqueológicos para el estu-

dio de la Alta Edad Media en Álava, Vitoria-Gasteiz, 2007.

60.  W. DAVIES, Acts of living. Individual, Community and Church in Tenth-Century Christian Spain, Oxford,

2007, p. 209 ss.

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251Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

Si analizamos estas iglesias en términos de población y en relación con la red

de aldeas altomedievales nos daremos cuenta de que, al menos en el País Vas-

co, las iglesias nunca han tenido un papel significativo en la formación de las

redes aldeanas. En todos los casos en los que contamos con registros arqueoló-

gicos adecuados se ha podido comprobar que las iglesias altomedievales se han

construido en el seno de aldeas ya existentes. Incluso allí donde contamos con

presuras y textos que recurren a la retórica de la colonización y la población de

zonas yermas. En algunas aldeas, de hecho, se ha podido constatar la existencia

de cementerios previos a la construcción de las iglesias, que no siempre son

fáciles de reconocer debido a que los enterramientos ya tienen la orientación

E-O que mantendrán cuando se haya realizado el edificio de culto.

Puede inferirse de esta constatación que la construcción de las iglesias por

parte de los “líderes aldeanos”, probablemente nunca antes del año 900,

muestra un proceso de progresiva diferenciación en el seno de las aldeas du-

rante los siglos VIII y parte del IX, que dan pie a la cristalización de aquéllas

élites locales llamadas a desempeñar un papel protagonista en los decenios

siguientes.

4.  DISCUSIÓN

Esta nueva realidad arqueológica que aún está en construcción pero que em-

pieza a contar con síntesis territoriales sólidas en Madrid, zonas de la Cuenca

del Duero, Cataluña, País Vasco y algunos sectores cantábricos, plantea toda

una serie de problemas de carácter interpretativo y conceptual que hemos de

tener en cuenta. Se analizarán en esta ocasión cinco puntos principales.

1. En primer lugar hemos de discutir las categorías de análisis que utilizamos

para estudiar este tipo de evidencias materiales, puesto que en la bibliografía

sigue existiendo un cierto recelo a utilizar la noción de aldea antes de los siglos IX-X o incluso del año mil como reflejo tardío del paradigma historio-gráfico francés del nacimiento de la aldea o el de Cortazar del triunfo de la aldea. Los mismos arqueólogos utilizan en modo tímido o esquivo el con-cepto de aldea a favor de otras categorías más genéricas como son hábitats, poblamiento, aldeas prefeudales, etc. Este conflicto fue planteado en el ám-bito francés por Elisabeth Zadora Rio cuando, analizando la carga conceptual e ideológica que la categoría de aldea había alcanzado en la historiografía,

pudo constatar el difícil encaje que los hallazgos arqueológicos tenían en los

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252 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

paradigmas históricos dominantes. De hecho, no dudó en confrontar las que

denominó aldeas de los arqueólogos y aldeas de los historiadores61.

Esta oposición, que se ha planteado a distintas escalas y con otras connota-

ciones en varios países europeos, va más allá de una cuestión estrictamente

terminológica, ya que supone reformular la noción de comunidades aldeanas

en la Alta Edad Media.

Desde nuestro punto de vista es Chris Wickham quien ha resuelto de forma más

satisfactoria este conflicto, cuando ha cuestionado el uso restringido del con-

cepto de aldea al período feudal que han hecho varios autores, y ha focalizado

la atención sobre la estabilidad y la cohesión de las comunidades aldeanas, así

como la existencia de criterios de identidad aldeana62. En su trabajo sobre los

siglos V-IX ha podido constatar la existencia en toda Europa y en el mediterrá-

neo de comunidades campesinas ordenadas en términos aldeanos con distintos

grados de dispersión, pero que cuentan con un territorio y un espacio agrícola

que controlan y del cual dependen63. Los registros arqueológicos altomedieva-

les del noroeste peninsular se ajustan perfectamente a esta dinámica.

Incluso la diferencia morfológica, que indudablemente existe entre la aldea al-

tomedieval menos compacta y carente de espacios comunes bien diferenciables

frente a la imagen de la aldea medieval madura articulada en torno a su iglesia

parroquial, no debería de llevarnos a negociar a la baja la entidad y la cohesión

de la aldea altomedieval64. Tal y como ha señalado Brück, las obligaciones de

trabajo recíprocas entre las distintas unidades domésticas han sido un elemento

de cohesión muy importante, al igual que la identidad colectiva que se crea en

61.  E. ZADORA RIO, ‘Le village des historiens et le villages des archéologues’, en E. MORNET (ed), Campagnes

médiévales: l’homme et son espace. Études ofertes à Robert Fossier, Paris, 1995, pp. 145-154.

62.  C. WICKHAM, ‘La cristalización de la aldea en la Europa Occidental (800-1100)’, en Movimientos migratorios,

asentamientos y Expansión (Siglos VIII-XI), Pamplona, 2008, pp. 33-52.

63.  C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media, p. 615.

64. Esta transformación del urbanismo aldeano fue advertida precozmente por García de Cortázar en lugares

como Alcedo (Álava) a partir de los textos escritos. J. Á. GARCÍA DE CORTÁZAR, ‘La organización del territorio en

la formación de Álava y Vizcaya en los siglos VIII a fines del XI’, en El hábitat en la historia de Euskadi, Bilbao,

1981, pp. 133-155.

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253Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

términos territoriales y sociales que se establece como resultado de la constitu-ción de las aldeas65.

Resulta, en cambio, mucho más complejo hasta el momento realizar una defi-nición arqueológica adecuada del concepto de granja. De hecho, en términos operativos, tenemos que definir el concepto de granja en oposición al de aldea en términos dimensionales, pudiendo tener distintos grados de estabilidad66. De hecho, esta es una temática sobre la que habrá que trabajar de forma más intensa en los próximos años.

2. En nuestro análisis hemos recurrido igualmente a otra categoría relevante: la red de aldeas. Aunque a la hora de definir desde el interior las comunidades aldeanas la noción de aldea es suficiente, cuando queremos analizar a nivel externo las relaciones políticas que se establecen en un determinado territorio es necesario detectar la existencia de jerarquías poblaciones y de sistemas de intercambios de una cierta complejidad67.

Cuando nos referimos a redes de aldeas no lo hacemos únicamente en términos de densidad ocupacional, factor este indudablemente importante. La distribución de las estructuras artesanales, los sistemas de intercambio que muestran los registros cerámicos o metálicos y las relaciones jerárquicas que se observan entre las distin-tas aldeas (en el País Vasco a partir del siglo X), muestran que las aldeas forman parte de un sistema y se definen en términos de relaciones entre comunidades.

La existencia de una red supone, por otro lado, haber resuelto conflictos de territorialidad y haber hallado una estabilidad entre las distintas comunidades aldeanas por la gestión integral del espacio. Por todos estos motivos, las redes aldeanas se documentan únicamente en marcos de estabilidad política y de formas de dominio territorial.

Si partimos de la idea de que la existencia de una identidad aldeana supuso un

paso esencial en el proceso que condujo a una acción campesina coordinada68,

65.  J. BRÜCK, Early-Middle Bronze age transition, pp. 288, 291.

66.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Granjas y aldeas altomedievales, p. 243.

67.  C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media pp. 697-698.

68.  C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media p. 690.

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254 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

no tenemos dudas de que desde el siglo VI en la Meseta o en Cataluña, y desde

el siglo VIII en el sector cantábrico, contamos con densas redes de aldeas.

3. En este trabajo hemos querido explorar los procesos de formación de las al-

deas en el noroeste peninsular. Pero hay que señalar que en la actualidad todavía

tenemos algunas lagunas informativas en términos diacrónicos. De hecho, des-

conocemos hasta el momento las fórmulas de sociabilidad existente en el mundo

rural en el período romano. Una práctica arqueológica sofocada por la monumen-

talidad de las villas ha dejado de lado otras categorías y evidencias arqueológicas

rurales que no pueden ser identificadas como villas. Resulta por lo tanto difícil,

valorar en términos sociológicos e interpretativos la articulación de las comunida-

des rurales de época romana, así como el papel de las tenencias y las formas de

organización de la producción agraria antes de mediados del siglo V69. Y aunque

recientemente se ha propuesto la lectura de las “necrópolis rurales postimperiales”

como verdaderas aldeas ya en el siglo V70, desconocemos hasta el momento los

espacios domésticos asociados a estas tumbas.

4. Otro elemento nuclear que debemos considerar en el estudio de la forma-

ción de las aldeas es el de comprender el proceso o los procesos sociales que

desembocan en la formación de comunidades de carácter aldeano, con inde-

pendencia del problema de las cronologías. Sobre este aspecto hay al menos

dos puntos de vista antagónicos.

Un primer grupo de autores considera que el proceso de formación de las

aldeas es un proceso ajeno a la existencia de poderes estructurados territorial-

mente71. Sería el consenso comunitario y el control mutuo cotidiano, además de

la ausencia de mecanismos de coerción externos, los que regulan las relaciones

vecinales y favorecen la creación de las comunidades aldeanas72.

69. Chris Wickham, comparando la entidad de las aldeas romanas en el oriente y el occidente imperial, ha sugeri-

do la inexistencia de aldeas en época romana (C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media p. p. 659).

70.  A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Escenarios de emergencia.

71.  J. J. LARREA, De la invisibilidad historiográfica a la apropiación del territorio, p. 193; J. Á. GARCÍA DE COR-

TÁZAR, ‘La formación de la sociedad feudal en el cuadrante noroccidental de la Península Ibérica en los siglos

VIII a XII’, Initium 4 (1999), pp. 84-85.

72.  J. J. LARREA, De la invisibilidad historiográfica a la apropiación del territorio, p. 192.

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255Juan Antonio Quirós Castillo - La arqueología de las aldeas en el noroeste peninsular...

Como ya hemos tenido ocasión de formular, nuestra posición es distinta73. Los

indicadores arqueológicos con los que contamos y los procesos de sociabilidad

y territorialidad asociados a la creación de redes de aldeas detectadas arqueoló-

gicamente orientan hacia otros escenarios interpretativos. Cuando decimos que

la fundación de redes de aldeas tiene lugar en un marco político formalizado y

jerarquizado no pretendemos decir que las aldeas han sido creadas por la ac-

ción de las élites. O que simplemente los fundus tardorromanos se transforman

en sedes de aldeas una vez que colapsa el sistema de las villas por iniciativa de

los propietarios. Como ha recordado Chris Wickham, las pautas de asentamien-

to son resultado de la acción de los campesinos, y como tales deben ser consi-

derados: los asentamientos constituían la huella más clara dejada en el paisaje

por el campesinado74. Pero la territorialización y la formalización estable de las

redes de aldeas que observamos con distintas cronologías en varios sectores

del noroeste implican la existencia de diferentes formas de dominio territorial

ejercidas por élites que trabajan a escalas muy distintas. En cierta medida, no

hay espacio para las iniciativas espontáneas, y el grado de autonomía del cam-

pesinado no es sino relativo.

5. En todo caso, el registro arqueológico es complejo y no siempre fácil de de-

codificar en términos sociales. Distintas estructuras sociales se traducen arqueo-

lógicamente en estructuras materiales diferentes, y no se puede leer de forma

mecánica el significado de los patrones de ocupación dispersa y concentrada,

estable o inestable75.

Los registros arqueológicos campesinos altomedievales son significativos si son

analizados en términos internos y externos desde una perspectiva sistémica que

valore su papel y su funcionalidad en relación con otros sujetos arqueológicos.

No es una casualidad que coexistan en un mismo territorio redes de aldeas y

redes de castillos y centros de poder territorial. No es una casualidad que en

ausencia de redes de castillos y centros de poder no se pueda constatar la exis-

tencia de redes de aldeas76.

73.  J. A. QUIRÓS CASTILLO, A. VIGIL-ESCALERA GUIRADO, Networks of peasant.

74.  C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media, p. 700.

75.  C. WICKHAM Una historia nueva de la Alta Edad Media, p. 658.

76. J. A. QUIRÓS CASTILLO, Early medieval landscapes in northwest Spain.

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256 Monasterios, espacio y sociedad en la España cristiana medieval. Logroño 2010, pp. 225-256

Por todos estos motivos, la arqueología de las aldeas altomedievales tal y como

se ha ido construyendo en los últimos años en el noroeste peninsular, siendo

únicamente una parte del todo, nos ilumina sobre aspectos básicos de los ele-

mentos territoriales que aún permanecen en la sombra.