Juan Blasco, San Cristobal de Las Casas 1864-1872

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Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=74511477011 Redalyc Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Blasco López, Juan Miguel SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS 1864-1872: RADIOGRAFÍA DE UNA CIUDAD EN CRISIS Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, Vol. III, Núm. 1, junio, 2005, pp. 149-165 Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas México ¿Cómo citar? Número completo Más información del artículo Página de la revista Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos ISSN (Versión impresa): 1665-8027 [email protected] Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas México www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Blasco López, Juan Miguel

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS 1864-1872: RADIOGRAFÍA DE UNA CIUDAD EN

CRISIS

Liminar. Estudios Sociales y Humanísticos, Vol. III, Núm. 1, junio, 2005, pp. 149-165

Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas

México

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S E C C I Ó ND O C U M E N T O S

SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS 1864-1872:RADIOGRAFÍA DE UNA CIUDAD EN CRISIS

Juan Miguel Blasco López

experimentadas en los acervos documentales porcausa de guerras o desinterés, se conserva importanteinformación sobre la vida política, económica y socialde la ciudad en diversos archivos estatales.

En las siguientes páginas quiero ofrecer un breveanálisis de la situación de San Cristóbal durante unode los periodos más dramáticos de su historia, losaños comprendidos entre 1864 y 1872. Lasinformaciones provienen casi en su totalidad delArchivo Municipal de San Cristóbal, que contiene unaamplia y variada documentación a partir de 1864.

Presentación

Aunque en los últimos años se ha profundizadoun poco en el estudio del siglo XIX chiapaneco,todavía nos falta mucho por conocer de una

época tan trascendente para la conformación delEstado.2

Notoria es la ausencia de investigaciones sobre SanCristóbal de Las Casas en el periodo de estudio. Yno se puede atribuir esta laguna a la carencia de fuentespuesto que, a pesar de las lamentables pérdidas

Vista panorámica de San Cristóbal de Las Casas, Teobert Maler, 1877. 1

Juan Miguel Blasco López, Facultad de Ciencias Sociales, UNACH.

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De la aventura imperiala la derrota de 1864

A lo largo de 1863 y en los primeros meses de 1864,Chiapas vivió la definitiva confrontación entre liberalesy conservadores, que en líneas generales fue tambiénla lucha de los habitantes de las tierras bajas contra losalteños por el control del aparato de estado y de laspoblaciones indias.

Desde la llegada al poder en 1855 de los liberalesencabezados por Ángel Albino Corzo, la resistenciade algunos conservadores devino en rebelión armada.El enemigo más persistente fue sin duda Juan Ortegaquien aprovechando la protección del presidenteguatemalteco Rafael Carrera, irrumpió repetidamenteen el estado por la zona fronteriza de Comitán entre1856 y 1862. Aunque fuera rechazado en cada ocasiónpor las tropas del gobierno, nunca pudo ser derrotadopues al sentirse en desventaja tomaba rumbo a lafrontera guatemalteca .

En 1863, aprovechando la presencia de las tropasenviadas por Napoleón III para derrocar al régimenliberal e imponer al emperador Maximiliano, la luchade los conservadores encabezados por Ortegaadquirió nuevo impulso.

En el Plan de Yalmuz, abril 1863, Ortega rechazóla Constitución de 1857 y todas las leyes de ellaemanadas. También desconoció al gobierno ypropuso la restauración de los fueros y privilegios dela iglesia, de la misma manera confirmó a SanCristóbal como capital estatal.

Numerosos sancristobalenses tomaron parte en lasactividades políticas y militares del bando conservador,quedando los alteños identificados ante la opiniónpública durante los siguientes años como traidores porhaberse aliado con la intervención francesa.

La realidad era bastante más compleja debido aque la causa imperial no fue únicamente adoptadapor los sancristobalenses. La mayoría de los

Departamentos del Estado también se adhirieron alPlan de Ortega.

Hay que señalar que en San Cristóbal existíatambién un grupo minoritario de liberalesencabezados por Nicolás Ruiz, que se opusotenazmente a la ocupación de la ciudad por losorteguistas.

Pero la élite sancristobalense se identificócompletamente con Ortega, llegando a ocupar unpapel destacado en la administración conservadoraque trató de institucionalizar el movimiento imperialistaen Chiapas.

Tanto las autoridades religiosas como el clero engeneral apoyaron entusiásticamente a los imperialistasYa era sintomático el hecho de que un frailefranciscano, Victor Chanona, compartiera con Ortegala dirección de las tropas. En el gobierno provisionalque los imperialistas constituyeron en San Cristóbal,Chanona ocupó el cargo de presidente del Consejode Gobierno, otros miembros del clero asumierontambién importantes funciones.3

Aquel ambiente de clericalismo exacerbadoencontró su momento culmen en la solemnecelebración que acompañó al acto dereenclaustramiento de las monjas del convento de laEncarnación el 8 de septiembre.

También el pueblo llano, muy influenciado por elclero, apoyó por unos meses la causa conservadora.Cientos de sancristobalenses formaron parte de lastropas organizadas en octubre para acabar con losúltimos bastiones liberales: las ciudades de Chiapa yTuxtla.

¡Y qué decir de los integrantes del ayuntamientode 1863, que en lugar de participar en la defensa desu ciudad ante el ataque imperialista del mes de agosto,se desplazaron en su mayoría al cerrito de SanCristóbal, lugar donde estaban apostadas las tropasde Ortega, para ofrecer su adhesión al plancontrarrevolucionario!

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Todo aquel entusiasmo se enfrió súbitamentecomo consecuencia de la derrota de los imperialistasen las inmediaciones de Chiapa el 21 de octubre.También colaboraron a la pérdida de prestigio de losconservadores las arbitrariedades cometidas por losorteguistas, quienes encarcelaron a numerosos vecinospara cobrarles rescate e impusieron un clima dedesconfianza e intransigencia.

Flavio Antonio Paniagua, testigo presencial deaquellos acontecimientos, resume en los siguientestérminos la situación de desmoralización que se vivíaen San Cristóbal a finales de 1863:

Todos los partidarios de buena fé del imperio seeliminaron de la administración; habían comprendidoque no era político, conveniente, ni patriota filiarse enun partido que nada respetaba, que a todo atentaba..(Paniagua, 1991:50)

En enero de 1864 llegaron a San Cristóbal lastropas constitucionalistas integradas por 1 000guardias nacionales de Chiapas y Oaxaca al mandodel coronel Cristóbal Salinas. Tras diez días decombates en los que se fue estrechando el cerco entorno al último bastión de los imperialistas, el conventode Santo Domingo, las tropas de Ortega consiguieronhuir aprovechando la oscuridad de la noche.

Una vez restaurado el orden constitucional enChiapas, las tropas de Oaxaca se retiraron del Estado,quedando como Jefe Político y comandante militarde San Cristóbal el coronel Miguel Utrilla al mandode una fuerza reclutada en la propia ciudad.

La definitiva derrota de las fuerzas de Ortega seprodujo en Jonuta en el mes de abril. Se puede decirque en esa ocasión se dio un enfrentamiento entresancristobalenses: unos formando parte de las tropasde Ortega y otros combatiendo bajo el mando de

Utrilla, también sancristobalense. Allí se puso enevidencia que al menos una parte de los coletosdefendía la causa liberal.

Las modalidades del castigo

...ya nada queda del gobierno Ortega-imperialista conque tanto se os quiso fascinar...San Cristobaleños: el orden constitucional se hallarestablecido en toda su plenitud en vuestro Estado:las autoridades legítimas velan ya por la seguridad devuestras personas e intereses. Los ciudadanospacíficos pueden volver tranquilos al seno de susfamilias a gozar de todas las garantías que la ley lesconcede. (Proclama del coronel Salinas, 24 de enerode 1864, en Trens, 1956:44)

En unos términos que pasaban del reproche alofrecimiento de perdón, el coronel Salinas se dirigióa los sancristobalenses después de la huida de las tropasorteguistas. Su llamado a los vecinos de la ciudad paraque volvieran a sus casas tardó en surtir efecto. Sibien fueron regresando muchas de las familias quehuyeron a lo largo de 1863, un porcentaje de hombresjóvenes y adultos se mantuvo movilizado en uno delos ejércitos combatientes, otros encontraron refugioen los ranchos de la región o en la vecina Guatemala:

Los montes inmediatos, los ranchos, los pueblos,las fincas eran la morada de los hijos de San Cristóbalen enero de 1864. Los partidarios del imperio, portemor, se habían ausentado: los Republicanos, parano quedar expuestos, habían hecho lo mismo. Lagente pacífica, engañada con los absurdos y mentirasesparcidas, siguió su ejemplo. Al entrar a SanCristóbal se notaba de momento la ausencia de casila totalidad de sus habitantes; pocas casas estabanabiertas. (Paniagua, 1990:34)

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Al margen del periodo crítico padecido en 1863y 1864, hay que recordar que tradicionalmente muchoshombres jóvenes emigraban de la ciudad para buscarmejores oportunidades en otras regiones. La crisiseconómica que se vivió en los siguientes años, lasepidemias que se sucedieron en 1864, 1865 y 1867,así como el reclutamiento por sorteo de las tropasdestinadas al ejército nacional, no contribuyeron alregreso de la población masculina.

Por el apoyo demostrado a la causa imperialista,San Cristóbal fue objeto de varias formas de castigoque afectaron a todos los habitantes de la ciudad:

- Argumentando las repetidas sublevacionesque habían tenido lugar en la capital, el gobiernoestatal decidió el traslado de los poderes a Tuxtla.Con ello se perdieron recursos que hubieranpodido emplearse en la reconstrucción de laciudad y empleos en la administración públicaque pasaron a manos de los ciudadanos de lastierras bajas.- También se decidió acabar con las influenciasque ejercían los sancristobalenses sobre laspoblaciones indígenas de Los Altos. Con talpropósito se nombraron en los ayuntamientossecretarios identificados con el gobierno altiempo que se reducía el protagonismo de laiglesia en las comunidades.- No se otorgó a San Cristóbal apoyoeconómico alguno por parte del gobierno estatalpara contribuir a la reconstrucción de la ciudad,lo que dificultó mucho los trabajos.

Respecto a los que habían destacado por suparticipación en el gobierno imperialista se decidióaplicarles multas y quitarles sus derechos ciudadanos.4En esta situación quedaron algunos de los másprominentes integrantes de la élite sancristobalense,como Manuel Esponda, Clemente Francisco Robles,Antero Ballinas, Ciriaco Aguilar, José AntonioLarráinzar, José Gabriel Suasnavar, entre otros. Sin

embargo, ninguno de ellos se vio afectado en suspropiedades ni en sus actividades profesionales.Tampoco dejaron de ocupar cargos públicos —como Clemente F. Robles— ni de ejercer su influenciapolítica en los ámbitos estatal e incluso nacional.Contaron mucho las amistades, los compadrazgos yel peso que seguían teniendo los antiguos imperialistascomo miembros de la oligarquía alteña.

La nueva situación política existente en el Estadoabrió las puertas de la administración pública a losliberales, algunos de los cuales destacaron en losnegocios y en la política —Miguel Utrilla—. Aún así,el triunfo que para los liberales de Los Altos representóla derrota de los orteguistas se vio opacado por lapobreza y el deterioro que prevalecieron en la regióndurante los siguientes años, afectando a todos lossectores de la población. Como sancristobalense nadiesalió vencedor en 1864 por la crisis en que quedósumida la ciudad. Ante el abandono exterior, loscoletos tuvieron que olvidar muchas de sus diferenciasy colaborar en el mantenimiento de su ciudad.

Durante los años siguientes se observó unaconstante movilidad en los grupos de poder, al ircambiando alianzas y rivalidades por causas que teníanmás que ver con relaciones familiares e intereseseconómicos que con principios ideológicos. Losconservadores supieron adaptarse a la nueva situacióncon sentido práctico, sin renunciar por ello a susprincipios ni a las acciones que el sistema legal lespermitía.

Como una muestra del tipo de enfrentamientosocurridos en aquellos años, vemos lo acontecido alpresidente municipal Casimiro Castañón en 1866.

En 1863, Casimiro Castañón destacó por serdefensor de la causa liberal en el desempeño de sucargo de capitán de la guardia nacional. Enconsecuencia fue deportado a Tabasco junto conotros liberales por el gobierno orteguista.

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En 1866, mientras ejercía el cargo de presidentemunicipal, fue acusado de hurto y encarcelado pororden del juzgado de primera instancia.5

El fundamento legal del proceso emprendido sebasaba en que había recibido cuatro pesos “...de laesposa del finado Don Higinio Trejo, como réditodel capital de 30 pesos destinado a dar de comer a laprisión el día de Jueves Santo”.6

Casimiro Castañón no había cumplidoexactamente el encargo , sino que invirtió esa cantidad ,según sus propios términos, en la comida que “...conabundancia y esmero, se dió el 5 de mayo a toda laprisión que ascendía a ochenta y tantos hombres; enla misma fecha no solo se repartió por el que hablacomida, sino también mucha fruta y licor”.7

Más que tratarse de un hurto, el asunto estabarelacionado con los cambios realizados en elcalendario festivo, imponiéndose la celebración deuna fiesta introducida por los liberales —el 5 demayo— en sustitución del jueves santo, con lo cualse contrariaba la voluntad del finado Higinio Trejo.

El encarcelamiento de Castañón provocó talalegría entre sus enemigos que varios de ellosterminaron en la misma cárcel en que se encontrabaCastañón:

...El 18 de mayo en la noche entraron en la cárcelDon Manuel Luciano Solórzano y su hermano DonPonciano con toda la comitiva que celebraba laentrada de Castañón en la misma cárcel acusado dehurto. (Aubry e Inda, 1989:30)

Manuel y Ponciano Solórzano eran hijos de unode los más destacados liberales de la ciudad,Ponciano Solórzano y del Barco, quien ocupara en1848 el cargo de gobernador interino. En menos detres años, Manuel Solórzano había pasado de ser unliberal perseguido por los imperialistas y desterradojunto a Casimiro Castañón, a convertirse en su

enemigo y celebrar junto a los conservadores suenjuiciamiento.

Un año más tarde la suerte de Castañón aúnestaba por decidirse. El 12 de julio de 1867 el JefePolítico participó a la Presidencia Municipal que elex ciudadano Casimiro Castañón había sidodenunciado de vago y malentretenido ante laComisión de Policía.

Una semana después un grupo de munícipes delAyuntamiento facultó al regidor Solórzano para queexigiera ante el juzgado competente la acción civil ypenal al ex presidente municipal Castañón por los 4pesos recibidos un año antes.8

Finalmente el caso se resolvió favorablementepara Casimiro Castañón al quedar exonerado de laacusación de hur to. Como muestra de surehabilitación ciudadana fue designado el 23 de juliopara ocupar el cargo de alcalde segundo.9 Eso sí,tuvo que participar en las sesiones del Ayuntamientojunto a varios de sus enemigos y denunciantes, comoel propio regidor Solórzano.

Este tipo de denuncias expresaban un afán devenganza que frecuentemente encontró su vía deexpresión en los tribunales. También evidenciaba unarecomposición de las alianzas entre ciudadanos yano tan claramente identificados con su filiaciónideológica de años anteriores.

La exoneración de Castañón tuvo que ver con laexistencia de jueces liberales designados por elgobierno del Estado, que sirvieron de contrapesoal grupo conservador de fuerte implantación a nivellocal.

En 1872, cuando se iniciaron las obras deconstrucción de la casa consistorial, se pidieron 300pesos que José Antonio Larráinzar conservaba parapagar las misas de la cárcel. En este caso no hubodenuncias ni escándalos por el cambio de destinodado a los fondos.10

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A partir de la información contenida en el ArchivoMunicipal de San Cristóbal se puede obtener unaimagen bastante detallada de la crisis en que cayó laciudad desde 1864, que sólo llegaría a ser superada enlos años 70 con el regreso de la capital a Los Altos y elinicio de la recuperación de las actividades económicasen la región.

A finales de enero de 1864, San Cristóbal ofrecíauna imagen desoladora. Las calles semidesiertas ydecenas de edificios en ruinas daban constancia de loscombates mantenidos en agosto de 1863 y enero de1864. A ello se añadió en septiembre la caída, aconsecuencia de las intensas lluvias, del Puente Blanco,principal vía hacia las tierras bajas. Además a lo largodel año se padeció una epidemia de tifus.

Con una economía en retroceso y una situaciónpolítica incierta, el Ayuntamiento trató de reorganizarsepara atender a la crítica situación existente. El reto eracasi insuperable.

La mayoría de los integrantes del Ayuntamiento,1863, quedaron inhabilitados para el desempeño de

cargos públicos,12 y lo que aún fue más grave, losarchivos de la ciudad habían desaparecido tras elincendio del edificio de palacio de gobierno que seprodujo en agosto durante la toma de San Cristóbalpor las fuerzas orteguistas.

Respecto a los ciudadanos inhabilitados, enrepetidas ocasiones el gobierno del Estado obligó alAyuntamiento a destituir a algunos de sus munícipes.

En 1864 se recibió en el Ayuntamiento el siguientecomunicado del gobierno estatal:

Tiene informes este Gobierno de haber sidonombrado Secretario Municipal de esta ciudad el Sr.Toribio Espinoza: y como la conducta que este señorobservó durante el transitorio reinado de lostraidores en la misma no lo hacen acreedor a laconfianza pública: el Ayuntamiento que Ud.Dignamente preside, se servirá proceder alnombramiento de otra persona que dé mejoresgarantías de adhesión a la causa y de amor a laindependencia y libertad de la patria.13

Incendio del Palacio de Gobierno por las tropas Imperialistas enagosto de 1863. Litografía anónima.11

Una ciudad en crisis

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En 1868 fueron cesados de sus cargos de alcaldes1 y 4, José Leonardo Pineda y Juan NepomucemoMorales, “...por cuanto prestaron servicios a la causadel llamado imperio... el primero como primermagistrado del Superior Tribunal de Justicia y elsegundo como Juez de Primera Instancia”.14

La situación más grave se produjo en 1869, cuandofueron destituidos varios alcaldes y capitulares delAyuntamiento “...con motivo de no gozar el fuero deciudadanía por no estar rehabilitados...”15. Uno de losnombramientos anulados fue el de José GabrielSuasnavar, quien ocupara el puesto de Magistrado delSuperior Tribunal de Justicia en el gobierno imperialistade 1863. También abandonaron sus puestos RamónFranco, Porfirio Trejo, Manuel Molina y Tomás Ochoa.El Ayuntamiento tardó varios meses en encontrarsustitutos para los cargos destituidos que cumplierancon los requisitos legales.

A partir de 1870, dejaron de producirse estassituaciones al aceptarse que los colaboradores delimperio que hubieran sido rehabilitados pudieranocupar puestos en la administración municipal. Eldecreto publicado por el Congreso del Estado enseptiembre del mismo año delimitó claramente loscargos que no podían ser ocupados por los antiguosimperialistas:

Cualquier persona que haya servido a la intervenciónextranjera o el llamado imperio, no podrá serGobernador del Estado, Diputado al Congreso delmismo, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia,Secretario de Despacho de Gobierno, ni TesoreroGeneral, aunque esté rehabilitado para el ejercicio desus derechos de ciudadano.16

En aquel clima de inestabilidad y desconfianza losgobiernos municipales tuvieron que enfrentar el retode reconstruir la ciudad en medio de una escasez

asfixiante. La quema de los archivos privó a lostesoreros de las informaciones indispensables parasu trabajo:

En esta oficina se carece del plan de arbitrios y otrosdocumentos que deben constituir el archivo, y por lafalta de ellos el empleado que la desempeña no puedeexpeditar las recaudaciones que le corresponde hacer...17

Las fuerzas orteguistas dejaron las arcas de laciudad vacías y una gran cantidad de empréstitosforzosos que nunca serían recuperados. A ello hayque añadir que los liberales aplicaron el mismo recursopara sufragar los gastos generados por las campañasmilitares. Al respecto señala Francisco Villafuerte ensu diario personal:

Miércoles 24 de octubre de 1866 me puso preso en laIglesia de San Nicolás el Gobernador D. PantaleónDomínguez porque me exigía mil pesos, y quedó endoscientos poniéndome en libertad el día siguiente.(Aubry e Inda, 1989:31)

Sin libros ni documentos, con el último tesoreromunicipal inhabilitado y sin apenas ingresos, el cargode tesorero municipal se convirtió en uno de lospuestos más detestados por algunos años. Sólo en1864 hubo tres tesoreros que tuvieron que dejar elcargo por similares motivos, uno de ellos señalaba 2“...no me es posible ya seguir atendiendo a lasnecesidades que concurren en el fondo municipal pormi notoria escasez...”18 Otro de los tesoreros apuntaba“...que hizo un empréstito de 209 pesos 49.5 centavosy que sigue sin fondos... y que de día en día aumentanlos males...”19

El comercio regional se redujo drásticamente porla crisis económica del Estado y por las amenazas denuevos estallidos revolucionarios. La crisis se

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evidenció al realizarse los remates de las garitas y lascarnicerías en 1865 y quedar desiertos en dos ocasiones.En consecuencia el Ayuntamiento acordó:

...que siendo ya el tercer pregón para el remate de garitasy carnicerías que previene la ley, y no apareciendo hastaesta fecha postor alguno a ellas, se les hace la baja deuna tercera parte, quedando por base para el decarnicerías la suma de $46.66, para el de la Garita deSan Diego la cantidad de $40.00 y para el de la Garitade Guadalupe, la suma de $26.66, por las que serematarán en la próxima sesión en subasta pública.20

Los rematantes consiguieron que se aceptara incluirla siguiente cláusula en los contratos:

...con la circunstancia de que en un caso fortuito o deasedio de esta ciudad que justifique suficientementese le considerará en la cuota correspondiente altiempo que permanezca... 21

Los ingresos que el Ayuntamiento obtenía por losremates de los derechos cobrados en las garitas deGuadalupe, San Diego y la Merced debido a lasmercancías introducidas a la ciudad, constituían uncomponente básico de los activos de la TesoreríaMunicipal, por lo que su reducción a partir de 1864trajo importantes consecuencias.22

En aquellas circunstancias, que la escuela públicaestuviera totalmente desatendida, que en la cárcel sedenunciara repetidamente que los presos pasabanhambre o que se dejaran de pagar los salarios a losfuncionarios dependientes del Ayuntamiento erabastante previsible.

Otro problema que tuvo que enfrentar elAyuntamiento fue el de la inseguridad. El contingentede la guardia nacional, instalado en la ciudad, nocolaboró en las tareas de mantenimiento del orden

público, que permanecieron bajo la responsabilidaddel Ayuntamiento.

Uno de los lugares donde mejor se podíacomprobar la falta de seguridad era paradójicamentela cárcel. En marzo de 1864 se dirigió el Jefe Políticoal Ayuntamiento para señalarle:

...anoche se han fugado 13 presos de homicidio ycomo este acontecimiento me hace presumir quepermaneciendo la prisión sin llaves, sin guardias einsegura continuarán fugándose los otros reos...23.

Si la seguridad en la cárcel era precaria, aún másdifícil era mantener la vigilancia de los presos cuandosalían a hacer trabajos públicos. En más de una ocasiónlos vigilantes fueron encerrados en la misma cárcelque custodiaban por haber descuidado las tareas devigilancia e incluso por haber colaborado en las fugasde algunos presos.

Como consecuencia de los acontecimientos de1863, el gobierno estatal decidió quitar al Ayuntamientolas armas de fuego con que contaba para hacer lasguardias nocturnas. El problema es que sólo seencontraba la autoridad sin armas. En enero de 1868.se indicaba que “...en la actualidad todos los vecinostransitan en la población armados.24 Frente a estasituación, en mayo del mismo año se ...acordó hacerun bastón borlado con el fin de que los jefes de rondapuedan representar a su vez la autoridad que ejercen”.25

Unos meses más tarde el Jefe Político autorizóponer a disposición del cuerpo de ronda dos carabinasy así ayudar a imponer respeto a la autoridad, “...parahacer cerrar las cantinas a la hora de queda, y registrara todos los que de noche andan con toda clase dearmas sin tener licencia para portarlas...”, cosa queacostumbraban “...la mayor parte de las personas quedisfrutan el título de decentes y principales en lasociedad”.26

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Acoso a la población indígena en San Cristóbal

Estando emprendida la obra del Puente Blanco ydeseando la Jefatura de mi cargo proveer los brazosnecesarios a los maestros encargados de ella... he creído delcaso ocurrir por la presente y por su conducto a dichocuerpo para que dicte sus órdenes a fin de que losCiudadanos Regidores salgan a las entradas de estaCiudad a hacer que los Jefes de Cuartel y demásindividuos del ramo de policía cumplan con lasórdenes... para la aprensión y conducción a la cárcelde todos los ebrios que constantemente seencuentren y se consignen al trabajo.28

Es importante resaltar que el Jefe Político se refierea las “...entradas de esta Ciudad...” como territorio paradetener a los ebrios, con lo cual quedaban excluidosde tal amenaza los vecinos del centro que contabancon sus propias y más o menos respetables cantinas. Setrataba de detener a los indígenas que salían de la ciudadebrios después de haber dejado parte de los ingresosobtenidos por la venta de sus productos en alguno delos más de doscientos expendios de aguardienteexistentes en la periferia de San Cristóbal.

Toda la difícil situación aquí descrita tuvo repercusionesen los indígenas de los pueblos y parajes cercanos a laantigua capital. Si bien San Cristóbal perdió a partir de1864 todo protagonismo en los municipios indígenasde Los Altos, siguió conservando cierto control sobrelas poblaciones que abastecían de productos agrícolasal mercado de la ciudad.

En la documentación del Ayuntamiento aparecennumerosas constancias de los abusos a que fueronsometidos los indígenas a partir de 1864.

Ante la imposibilidad de disponer de recursos parael pago de salarios a los obreros ocupados en lasactividades de desescombro y reconstrucción de losedificios de la ciudad dañados por los combates ydel Puente Blanco, se procedió a detener a numerososindígenas en las vías de acceso a San Cristóbal paraocuparlos en tareas diversas, tales como la limpieza yacarreo de agua al cuartel o las obras de reconstrucciónemprendidas en la ciudad.

Para dar una apariencia legal a estos trabajosforzosos y gratuitos, el Jefe Político realizó la siguientepropuesta al Ayuntamiento:

Mercado de San Cristóbal en la Plaza Mayor, anónimo, circa 1890.27

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A esta venta legal de aguardiente se añadía la que demodo clandestino se realizaba en los pueblos habitadospor indígenas.

Ya en 1804 informaba el Gobernador Intendenteque “...ha destinado dos alguaciles que salen al caminoa cuidar de los indios que vuelven ebrios de esaCiudad...” (Inda, 1986:15).

En 1848, el vicario interino de Chamula describíael comercio de aguardiente que se realizaba en la capital:

...pero lo que corrompe... lo que destruye sus cortosbienes y los aniquila... es la abundancia suma deaguardiente y la libertad con que se vende en esaCiudad que abastece a los pobres pueblos en losranchitos, en los caminos, en las galeritas formadas aun lado de los caminos... que da horror al ver venderel agua ardiente, y dejar al pueblo en un estadoescandaloso (ibid, 105).

La situación no había cambiado en 1856 siatendemos a la afirmación del cura de Chamula que“...muy pocos son los que entran [a San Cristóbal] sinsalir ebrios” (ibid, 61).

La destilación y venta de aguardiente en la ciudadera una actividad tradicional, consentida y hasta tuteladapor las autoridades locales. Con la propuesta del JefePolítico pasó a convertirse además en fuente depersecuciones y encarcelamientos. El fundamento legalpara emplear en las obras públicas a quienes fueranencontrados en estado de ebriedad se encontraba en elartículo núm. 65 de la ley reglamentaria de laadministración política de los departamentos ymunicipios, que exponía:

A los que por embriaguez o cualquier otro motivoturben la tranquilidad pública o los desobedezcan,podrán los presidentes municipales imponer hastacincuenta pesos de multa, o quince días de obraspúblicas o doble tiempo de arresto.29

Dicha ley estaba en vigor desde 1862.Las obras de reconstrucción del Puente Blanco —

llamado oficialmente desde entonces Puente Utrilla—ocuparon por más de un año a gran número de presosque habían cometido el delito de consumir elaguardiente que libremente se les vendía en la ciudad.La celebración por la finalización de las obras alcanzóa los indígenas que participaron gratuitamente:

A moción del Jefe Político el Ayuntamiento resolvióque el obsequio preparado para los indígenas de lospueblos del Departamento se reduzca puramente acopas de aguardiente y pan atendiendo a la escasezde fondos.30

No deja de ser curioso que el mismo Jefe Políticoque en diciembre de 1864 ordenara la detención deebrios para ser utilizados en las obras del puente, ahorapropusiera el reparto de aguardiente entre los indígenaspara agradecerles su colaboración.

En los años 1866 y 1867 se continuaron utilizandoa los indígenas en numerosas actividades forzosas ygratuitas, lo que condujo a la disminución del númerode ellos que acudían a la ciudad para abastecerla deproductos de primera necesidad o para ofrecer otrotipo de servicios. Los abusos cometidos fuerongenerando un creciente aislamiento de San Cristóbalque necesitaba de ese comercio regional para su propiasupervivencia.

El 20 de febrero de 1866 el Ayuntamiento se dirigióal Jefe Político para exponer su preocupación por laescasez de indígenas que ingresaban a la ciudad:

...que notándose la carestía de toda clase de abasto enla plaza pública de esta ciudad, se invita al Jefe Políticoa fin de que dicte sus órdenes, prohibiendo los abusosque comete la tropa con los indígenas abastecedores,cogiéndolos a fuerza para dedicarlos a faenas a que porningún motivo están obligados, así como para que

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éstos queden exonerados del trabajo que les exigen enel puente, supuesto que por tales motivos temenconcurrir a la plaza con sus víveres.31

El Jefe Político contestó al día siguiente sin referirsea la mano de obra utilizada en el puente, aunque sí a lasmolestias provocadas por la tropa:

...que para lo único que los guardias nacionales tocanalgunos indígenas, es para el acarreo de agua que tantose necesita en el Cuartel de mi mando, siendo así quecon este pequeño servicio no son perjudicadosabsolutamente. Mas si otras personas los hanmaltratado, por lo cual no concurren a la plaza públicade esta ciudad con sus respectivos víveres, lo ignoraesta Jefatura Política y Comandancia Militar.32

En el mes de enero de 1867, el Ayuntamiento insistióen señalar los abusos de la tropa:

Habiendo manifestado la Comisión de Abasto quelos soldados cometen abusos en la compra de víveresque verifican en la plaza pública, así como el de cogerindígenas para el servicio del cuartel sin la justaretribución.33

Dos años después seguía dándose la misma situación.En marzo de 1869 el Ayuntamiento propuso al JefePolítico que los quehaceres necesarios del cuartel losrealizara un preso “...y de este modo se evitan lasvejaciones que constantemente reciben los indígenas queconcurren a la plaza de esta ciudad”.34

Un tema que se planteó en 1866, como tantas otrasveces antes y después, fue el de los reiterados abusoscometidos igualmente por las atajadoras —tambiénllamadas regatonas—. El 16 de noviembre elAyuntamiento comunicó a la comisión de abasto que“...ordene a los Jefes de Cuartel vigilen por medio desus comisionados, los abusos que cometen los regatonesy regatonas que abarcan en los caminos los víveres, aefecto de cortarlos”.35

Para acabar de completar el panorama deimposiciones y abusos, el Ayuntamiento acordó en juliode 1867 “...que todos los indígenas que ingresen a estapoblación dejen en las respectivas entradas de loscaminos una piedra cada uno... Cuatro días después seamplió la orden ...aún hasta con los mozos yleñateros”.36

Como se puede comprobar en los documentoscitados, la situación en San Cristóbal no era favorablepara que los indígenas llegaran a vender sus productos.Aparte de tener que llegar a la ciudad cargando unapiedra —además de sus mercancías—, había muchasposibilidades de que fueran interceptados a la entradapor los soldados o las regatonas. A la salida les esperabanlas expendedoras de aguardiente dispuestas a quedarsecon una parte de lo obtenido en las transaccionescomerciales. Y si tenían la mala suerte de serencontrados en estado de ebriedad, los Jefes de Cuartellos enviaban a la cárcel para purgar su falta con variosdías de trabajos públicos.

1868-1869: crece el temor y finalmenteestalla la violencia

A partir de los primeros meses de 1868 dejaron deproducirse denuncias por malos tratos o abusoscometidos hacia la población indígena. La causa fueque empezaron a llegar noticias sobre el rápidoaumento del número de indígenas que acudían al parajede Tzajalhemel para participar en las ceremoniasrealizadas en una ermita levantada por ellos mismos.Los cultos estaban presididos por Agustina GómezChecheb y Pedro Díaz Cuzcat.37

Rumores de una inminente sublevación empezarona circular entre las poblaciones ladinas de Los Altos,coincidiendo con un cambio de actitud por parte delos habitantes de San Cristóbal, que dejaron de buscarentre sus propios abusos las causas de la ausenciaindígena. Ahora habían encontrado una respuesta que

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los exoneraba de toda culpa: los indígenas dejaron deser considerados como víctimas y pasaron a convertirseen una amenaza a los ojos de la mayoría de lossancristobalenses.

A lo largo de 1868 la presencia de indígenasen San Cristóbal se fue reduciendo, al tiempo que crecíanlas actividades comerciales en Tzajalhemel. Con ello seagudizó el desabastecimiento de la ciudad y la sensaciónde indefensión de sus vecinos.

El hecho de que los indígenas se reunieran paraadorar a sus dioses también era visto como unapotencial amenaza por el gobierno estatal, que elprimero de mayo se dirigió al Jefe Político en lossiguientes términos:

En virtud de la alarma que oficialmente sabe esteGobierno haber causado en esa ciudad la reunión deindios que con carácter sospechoso tiene lugar en elpueblo de San Miguel Mitontic a pretexto de laadoración de un santo, este Gobierno está dictandosus providencias para enviar prontamente fuerzas queden seguridad a esta Ciudad y que apoyen las medidasque haya de tomar el Gobierno para evitar de raíz elmal, que pudiera amenazar a la Sociedad... 38

Dos días más tarde el Jefe Político de Los Altosencabezó una expedición militar a Tzajalhemel,procediendo a la detención de Agustina GómezChecheb y confiscando algunas imágenes. Unos díasdespués el gobierno ordenó la liberación de la detenidaen cumplimiento de la ley de libertad de cultos, decisiónque fue criticada por los sancristobalenses.

Todos estos acontecimientos no generaron actosde violencia por parte de los indígenas. Sin embargo,en las versiones que de los hechos aparecen en ladocumentación municipal se presenta a los indígenascomo causantes de un tumulto y no como víctimas dela acción militar emprendida por el Jefe Político.

En el libro de actas de las sesiones del Ayuntamientose habla de “...la alarma que causaron a esta población

los indígenas...”. Días después aparece otra referenciaal “...tumulto formado por indígenas chamulas...”39

Pese a la ausencia de actos de violencia por partede los seguidores del culto autóctono de Tzajalhemelhasta junio de 1869, el fantasma de la guerra de castassiguió creciendo en la población de la ciudad.

En diciembre de 1868, el Jefe Político decidió elencarcelamiento de Pedro Díaz Cuzcat, AgustinaGómez Checheb y varios de sus seguidores, quienesquedaron presos en las cárceles de San Cristóbal.

El año 1869 comenzó con un decaimiento delnúmero de asistentes a la ermita de Tzajalhemel y ciertarecuperación del comercio regional en la antigua capital.En mayo se observó de nuevo una disminución de loscomerciantes indígenas en la ciudad debido al iniciodel cobro del impuesto de capitación decretado por elgobierno estatal (Rus, 1995:164-165).

La guerra de castas que estaba ya en la mente demuchos desde 1868 finalmente adquirió algunos visosde realidad tras los asesinatos cometidos por losindígenas a partir del 12 de junio de ese año.

La noticia de los asesinatos del cura y el maestro deChamula llegó a la ciudad en pocas horas, provocandola celebración de una sesión extraordinaria delAyuntamiento en la que se informó que “...se sabe lamuerte del cura y maestro de aquel pueblo [Chamula],aunque no oficial ni a ciencia cierta, pero que este solohecho hace patente la hostilidad que un gran númerode aquel pueblo ya expresado ejerce hacia esta ciudad”.40

Para proteger a los ciudadanos de cualquier posibleataque, se repartió una circular entre los Jefes deCuartel que decía:

En el acto que ustedes reciban la presente, citarán atodos los individuos de sus respectivas seccionespara que sin pérdida de momento se reúnan en lasplazuelas de sus mismas secciones, con las armasque cada cual tenga para estar a la defensiva de cualquierataque que el pueblo de Chamula intente dar contra

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esta población, pues se tienen partes de que se preparadicho pueblo con este propósito .41

Durante los siguientes días se produjeron variasdecenas de asesinatos de ladinos en diversas fincas deSan Miguel y Santa Marta. También fueron asesinadosel maestro de Chalchihuitán, su familia, y el párroco, asícomo cinco comerciantes del barrio de Cuxtitali.

El 17 de junio, miles de indígenas se concentraron alas orillas de San Cristóbal encabezados por IgnacioFernández de Galindo42 con el propósito de exigir laliberación de Díaz Cuzcat, Gómez Checheb y los otrosindígenas presos. Como consecuencia de lasconversaciones entabladas con las autoridades localesse acordó que los presos indígenas fueran liberados,quedando como rehenes Fernández de Galindo y susdos acompañantes.

Tres días más tarde se dio un enfrentamiento entreindígenas y ladinos que produjo numerosas bajas porambos bandos. Esta acción sería recordada años

después por los sancristobalenses como la “Acción delCallejón”, y considerada como la ocasión en que máscerca estuvo la ciudad de ser tomada por los indígenas.

Todo empezó con el arribo al valle de Jovel demiles de indígenas encabezados por Pedro Díaz Cuzcate Ignacio Collazo Panchín reclamando la libertad deFernández de Galindo. Para fortuna de lossancristobalenses llegaron en esos momentos trescientossoldados encabezados por el gobernador PantaleónDomínguez que ayudaron a contener y finalmente hacerretroceder a los indígenas. Fernández de Galindo y suayudante Benigno Trejo fueron fusilados pocos díasdespués tras un breve juicio militar.

Durante las siguientes semanas se produjeronenfrentamientos en Chamula, Yolonchén y San Andréscon un saldo de centenares de indígenas muertos. Paranoviembre de 1869 se había concluido la“pacificación” en Los Altos Centrales, aunque todavíahubo enfrentamientos menores en el Departamentode Simojovel unos meses más tarde (Rus, 1995:171).

Fusilamiento de Ignacio Fernández de Galindo y Benigno Trejo, Plaza Mayorde San Cristóbal, junio de 1869, litografía coloreada, Pedro Martínez.43

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El regreso de la capital a Los Altos

Los acontecimientos de 1869 supusieron un cambiode actitud del gobierno respecto a la situación en LosAltos. El olvido deliberado que practicaron lasautoridades estatales respecto a la suerte de los alteñosdesde 1864, dio paso a una mayor comprensión de lasrazones que les impulsaban a someter todo intento deseparatismo indígena.

El gobernador Pantaleón Domínguez afirmó ensu proclama del 16 de junio:

Hoy no se trata de este o aquel partido, la defensa detal o cual principio político; hoy solo se trata de lasalvación de los pueblos de los feroces instintos delsalvajismo. (Manguen y Montesinos, 1981:31)

Este cambio de actitud del gobierno estatal partíade la necesidad de unir a toda la población ladina conun objetivo compartido: recuperar el control de laspoblaciones indígenas con el fin de hacer posible lautilización de sus tierras y habitantes en el proyecto dedesarrollo emprendido.

La represión desencadenada en 1869 y 1870 sirviópara escarmentar a los indígenas que buscabanemanciparse de los controles e imposiciones de losladinos, tanto en la esfera religiosa como en susactividades comerciales. En todas las comunidades quese vieron envueltas en el levantamiento —Chamula,San Andrés, Mitontic, Chenalhó, Santa Marta,Simojovel...— se produjo un reemplazo de susautoridades, imponiendo a quienes habían colaboradoen la represión.

Las condiciones de sometimiento en que quedaronlas comunidades indígenas de Los Altos hicieron posiblela restauración del poder de la capital en los flujoscomerciales de la región, una vez desaparecidas las redescomerciales alternativas surgidas en torno a Tzajalhemel.

En los siguientes años se incrementó la presencia ladinaen los municipios indígenas de Los Altos; el aumentoen el número de fincas y ranchos se vio acompañadopor el asentamiento de ladinos en las cabecerasmunicipales que en pocos años se hicieron con el controldel comercio local, la producción y venta deaguardiente, y el enganche de trabajadores para laslabores agrícolas de otras regiones del estado.

Respecto al trato dado a los indígenas en SanCristóbal, la documentación municipal volvió acomentar el tema de las actividades de las regatonas en1870. Un vecino de la ciudad se dirigió a la comisiónpermanente de abasto para denunciar que:

El C. Agustín Basques, actual Juez de Plaza, cometeabundantes excesos en el ejercicio de sus funciones,prefiriendo en el abasto a las regatonas, mas bien queal pueblo... 44

Las regatonas no sólo seguían ejerciendoimpunemente su actividad, sino que contaban con lacomplicidad de algunas autoridades locales. Estasituación no había cambiado en los años recientes nicambiaría en los decenios por venir.

Desde el punto de vista político los acontecimientosde 1869 y 1870 propiciaron el reagrupamiento de losconservadores alteños en torno al objetivo de recuperarla presencia perdida en el Estado. En su actuacióncontaron con un medio de difusión propio, el periódicoLa Brújula. Desde sus páginas los editores,autoproclamados portavoces de la sociedad local,expusieron ampliamente su interpretación de losacontecimientos de 1869 como una expresión de “...lalucha asoladora del salvaje contra el hombre civilizado,del progreso contra el retroceso...”. 45

Los que se atrevieron a disentir de estas versionesfueron considerados traidores a la causa de lacivilización. Al liberal Octaviano Robles llegaron a

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tildarlo de hermafrodita por no quererse definir entre losdos bandos enfrentados al no sentirse identificado conninguno de ellos.

Pese a las disputas que enfrentaban a lossancristobalenses, todos coincidían en la urgencia delretorno de los poderes estatales. Unos confiaban en lamayor seguridad que tendría la ciudad al aumentar lapresencia de la guardia nacional, otros esperaban queel regreso de los poderes traería una mayor actividadcomercial a Los Altos y algunos más esperaban ocuparpuestos en la administración pública.

En noviembre de 1867 se decretó en lacapital federal que para favorecer a la pacificacióndel país las capitales de estado desplazadas por laguerra volvieran a sus antiguas sedes.

El gobernador Domínguez pospuso por unos añosel regreso de los poderes a San Cristóbal argumentandola falta de seguridad existente en Los Altos.

Al regresar en 1872 la capital a su antigua sede, laciudad seguía sumida en una profunda crisis. Lasituación económica no había mejorado respecto a lade 1865. Si bien el comercio regional se fuerecuperando lentamente a partir de 1870, siguieroncirculando rumores de nuevos levantamientos queatemorizaban a los comerciantes.

La población masculina adulta seguía siendo escasaen la ciudad por el temor de muchos jóvenes a serreclutados para el ejército.

En 1871 se agudizó el problema por “...habercolocado sobre las armas una porción de hombresde toda clase y aprehendidos con sorpresa... de modoque los demás hombres... han ido emigrando ydesavecindando de esta población. Han quedadoestos lugares, como es público, asolados...”.46

La escasez de ciudadanos que pudieran asumir loscargos municipales hizo más difícil la actuación delAyuntamiento. Frecuentemente las personas acomodadasque eran designadas para ocupar cargos en la corporaciónmunicipal eludían su responsabilidad presentando

certificados médicos que atestiguaban padecimientoscrónicos inexistentes. Esto provocaba que

...escaseándose así las personas que deben servir loscargos públicos, vienen éstos a recaer en las quepertenecen a las clases menesterosas que son las quemenos pueden conseguir, pagando, una falsacertificación... 47

Según el Jefe Político, lo que demostraba el usoabusivo de las certificaciones era que, a personasexcluidas del Ayuntamiento por enfermedad “...se lesve ejercitarse física y mentalmente en los trabajos yocupaciones de su industria particular...”. 48

Respecto a las finanzas municipales la situación seguíasiendo crítica. La Tesorería Municipal dejó de pagardurante varios meses los salarios de los empleados delos juzgados municipales y de los maestros. En mayodestituyeron al Tesorero por inepto pero la situación nomejoró después. El desánimo pareció apoderarse dela corporación municipal, dejando de celebrarse algunassesiones ordinarias del Ayuntamiento.

Sobre el estado en que se encontraba la escuelapública, señaló el Jefe Político :

El día de hoy pasé personalmente a visitar la escuelapública de primeras letras de esta ciudad y por ciertome fue muy sensible y extraño ver el estado deabandono en que se encuentra este establecimiento...49

En las cárceles de la ciudad la situación llegó a sertan caótica que en los primeros cinco meses del año sesucedieron cinco alcaides.50 Unos fueron destituidospor cobrar carcelajes51 o por colaborar en la fuga dealgunos presos, otro renunció por no poder soportar“... las vejaciones que allá se sufren... que han afectadomi salud y mi reposo”.52

También los puentes, calzadas y caminos de lademarcación necesitaban ser reparados urgentemente,

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y la propia ciudad precisaba obras de saneamiento ehigiene. Según una comunicación de la Jefatura Política:

...esta población... el estado que guarda es enteramentedeplorable... dejando que las calles se inunden en lamás asquerosa corrupción, se cubran de yerbas y sedesequen en ellas hasta los animales que mueren; yesto aún en las más principales .53

Éste era el triste panorama que ofrecía San Cristóbal,en 1872, año en que regresaron los poderes estatales.

Notas

1Instituto Iberoamericano. Fundación Patrimonio CulturalPrusiano, Berlín, Alemania, Archivo histórico de la ciudad deSan Cristóbal2 Agradezco al Maestro Justus Fenner por su valiosacolaboración en la selección de las imágenes incluidas enel texto.3 Uno de los primeros decretos promulgados tras la toma deSan Cristóbal fue el que determinaba que todos los habitantesdel estado debían portar una cinta colorada y otra verde quesimbolizaban la religión y la fe respectivamente. Quienes nollevaran dicho distintivo serían considerados traidores.4 En Chiapas no llegó a aplicarse el decreto emitido por Juárezen 1863 que imponía la pena de confiscación de bienespertenecientes a: Los funcionarios públicos de la intervención consueldo o sin él. Los empleados de la misma en el orden civil, municipalo militar, y los agentes o comisionados en cualquiera de estos ramos.En general todos los que sirvan o auxilien directa o indirectamente ala causa de la intervención. (C. Berry, La reforma en Oaxaca. Unamicrohistoria de la revolución liberal, p 132).5 AMPAL/SC, 1866, exp. 1: Libro de actas.6 AMPAL/SC, 1867, exp. 1: Libro de actas.7 AMPAL/SC, 1867, exp.14: Comunicaciones de distintosparticulares.8 AMPAL/SC, 1867, exp.1: Libro de actas.9 Ibidem.10 AMPAL/SC, 1872, exp.1: Libro de actas.11 Tomada del libro Apuntes históricos de San Cristóbal de LasCasas, Chiapas. p. 835, Hermilo López Sánchez, edición del

autor, México, 1960, Archivo histórico de la ciudad de SanCristóbal.12Lista de los munícipes del Ayuntamiento de 1863 queprestaron sus servicios al gobierno de Ortega: Porfirio Trejo,Ciríaco Aguilar, Patricio Trujillo, Vicente Guillén, Juan Cancino,B. Gabino, Pío Domínguez, Guadalupe Flores, ManuelGutiérrez, José María Aguilar, Galo Cabrera, Tiburcio Ayanegui,A. López, Ambrosio Gutiérrez y Cristóbal Ruiz, AMPAL/SC,1869, exp.3: Libro de borradores de correspondencia oficial.13 AMPAL/SC, 1864, exp.4: Comunicaciones del gobierno delEstado.14 AMPAL/SC, 1868, exp.22: Comunicaciones de la JefaturaPolítica.15 AMPAL/SC, 1869,: exp. 1: Libro de actas.16 La Brújula, 7 de octubre de 1870.17 AMPAL/SC, 1864, exp.28: De la Tesorería Municipal.18 AMPAL/SC, 1864, exp.28: De la Tesorería Municipal.19 Ibidem.20 AMPAL/SC, 1865, exp.25: Libro de actas.21 Ibidem.22 Al hacer la convocatoria para participar en los remates enenero de 1865 se establecieron unas bases de licitación que paralas tres garitas ascendía a $145 mensuales. Después de la rebajaaplicada, las cantidades ingresadas quedaron reducidas a$110.91. Durante los siguientes años los ingresos semantuvieron casi inalterables.23 AMPAL/SC, 1864, exp.5: Comunicaciones de la Jefatura Política.24 AMPAL/SC, 1868, exp.2: Libro de minutas.25 Ibidem.26 Ibidem.27 Colección de la familia Moscoso Pohlenz, Archivo históricode la ciudad de San Cristóbal.28 AMPAL/SC, 1864, exp.5: Comunicaciones de la Jefatura Política.29 El Espíritu del Siglo, 5 de febrero de 1874.30 AMPAL/SC, 1866, exp.1: Libro de actas.31 Ibidem.32 AMPAL/SC, 1866, exp.15: Comunicaciones de la JefaturaPolítica.33 AMPAL/SC, 1867, exp.1: Libro de actas.34 AMPAL/SC, 1869, exp.1: Libro de actas.35 AMPAL/SC, 1866, exp.1: Libro de actas.36 Ibidem.37 No he creído oportuno desarrollar más el tema de la llamadaGuerra de Castas de 1869 en este trabajo por tratarse de una

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cuestión ya analizada en repetidas ocasiones por varios autores.Para tener una versión crítica y bien documentada de aquellosacontecimientos es fundamental la lectura del artículo de JanRus titulado “¿Guerra de castas según quién? Indios y ladinosen los sucesos de 1869”, en Chiapas: Los rumbos de otra historia.Para conocer las versiones de los autores locales sonimportantes las obras de Vicente Pineda, Sublevaciones indígenasen Chiapas y de Prudencio Moscoso, Rebeliones indígenas en LosAltos de Chiapas. Lo que aquí pretendo es añadir a lo yadesarrollado por otros autores algunas informaciones delarchivo municipal de San Cristóbal que permitan mejorar lacomprensión de los antecedentes y la vivencia de losacontecimientos de 1869 en la capital de Los Altos.38 AMPAL/SC, 1868, exp.17: Una comunicación del gobierno delEstado.39 AMPAL/SC, 1868, exp. 2: Libro de actas.40 AMPAL/SC, 1869, exp.1: Libro de actas.41 AMPAL/SC, 1869, exp.9: 20 circulares de la presidencia municipal.42 Ignacio Fernández de Galindo es el personaje másinquietante y menos conocido de aquel drama. Para unos setrataba de un radical revolucionario que organizó militarmentea los chamulas; para otros, un espía del gobierno de PantaleónDomínguez. En la documentación municipal se señala queIgnacio Fernández de Galindo había sido comisionado por elgobierno del estado en abril de 1869 para ...que forme la cartageográfica del estado.... AMPAL/SC, 1869, exp.1: Libro de actas.El 26 de mayo, Fernández de Galindo salió de San Cristóbalacompañado de su esposa Luisa de Quevedo y su ayudanteBenigno Trejo para unirse a los indígenas concentrados enTzajalhemel.43 Colección de la familia Moscoso Pohlenz, reproducción delArchivo Histórico de la ciudad de San Cristóbal.44 AMPAL/SC, 1870, exp. 57: Comunicaciones diversas.45 La Brújula, 23 de julio de 1869. Los editores de La Brújulaeran Joaquín Peña, Carlos Ballinas, Fernando Zepeda, FlavioAntonio Paniagua, José Leonardo Pineda y Feliciano JoséLazos.46 AMPAL/SC, 1871, exp.11: Comunicaciones de Jefes de Cuartel.47 AMPAL/SC, 1872, exp.4: Comunicaciones de la Jefatura Política.48 Ibidem.49 Ibidem.50 El alcaide era la persona encargada de mantener la custodiade los presos en las cárceles.

51 Los carcelajes consistían en ciertas cantidades de dinero queilegalmente pagaban los presos a los alcaides para salir de laprisión.52 AMPAL/SC, 1872, exp.5: Comunicaciones de distintaspersonas.53 AMPAL/SC, 1873, exp.7: Legajo de Comunicaciones de laJefatura Política.

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