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    Ciencias de la comunicacin Goicochea Ocas Enrrique

    JUAN JOS VEGA

    LA GUERRA DE LOS VIRACOCHAS

    Lima, Populibros peruanos, s.a.

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    PRLOGO

    Ordinariamente se ha estimado que la Conquista del Per acab con laejecucin de Atao Huallpa; y as se ensea todava. Pero no existe afirmacinms falsa. Cuando el Inca fue agarrotado en Cajamarca, las guerras de los

    conquistadores contra los caudillos indgenas no se haban iniciado an.En efecto, fue solo con el anuncio de la ejecucin de aquel monarca que susgenerales, muerto ya su seor liberados por tanto de toda promesa depasividad-, empezaron las campaas militares contra los cristianos. Seiniciaron entonces las cruentas guerras de la Conquista del Per; luchas en lascuales el espaol tuvo siempre a su lado a decenas de miles de indios aliados.Prolongado proceso heroico de cien batallas hasta hoy ignoradas por nosotros.Gloriosa resistencia que nos enorgullece con varios triunfos incaicos sobre lasarmas hispnicas. picas campaas en las cuales se form un audaz pelotnde caballera peruana y una elemental arcabucera incaica. Larga lucha quesolo habra de cerrarse con el asesinato de Manco Inca en las montaas de

    Vilcabamba la Vieja.Este libro constituye el primer intento peruano de escribir la historia de laconquista del Per en forma integral. Pero posee, adems, otra caracterstica,que sealamos con inters. La de presentar la visin de los vencidos y no lade los vencedores. Al igual que un antiguo cronista del siglo XVI podemosafirmar nosotros que hemos trabajado esta obra prosiguiendo la descendenciade los Reyes Incas de este reyno, y lo a ellos perteneciente, sin tratar despaciolas cosas de los espaoles, que por otros han sido ya tratadas. De ah quetanto resaltemos las victorias cuzqueas sobre las mesnadas castellanas.La conquista espaola fue, en realidad, el fruto de varias guerras; y se logr enun dilatado ciclo, muy sangriento, durante el cual brill el valor de un puebloque se resista a la dominacin extranjera. Etapa aquella en la que, asimismo,resalt, por encima de las virtudes del soldado, la astucia de losconquistadores. Estos, en efecto, si bien empezaron utilizando a miles deindios nicaraguas, guatemalas y panams, as como a gran cantidad de negrosafricanos, pronto supieron, astutamente, obtener un apoyo mucho ms efectivo.Engaando a numerosos caciques peruanos, apareciendo como dioses, yofreciendo autonoma y privilegios, consiguieron la adhesin de numerososrgulos indgenas. A la osada voluntad de aventura, sumaron siempre loscastellanos la treta y la trampa. Cosas corrientes en aquellos tiempos y que elOccidente por igual aplic, en todas partes, durante la conquista del mundo.

    Aqu en el Tahuantinsuyu, los espaoles dotados de cerca de medio siglo deexperiencia en la sujecin de Amrica, emplearon y con gran xito, unaantiqusima mxima: dividir para vencer. Lanzando a unos indios contra otrosfueron destruyendo, en cruentas batallas, a los dos fuertes ncleos incaicos:Cuzco y Quito. Pero los cristianos no solo azuzaron los odios mortales quedividan a las aristocracias Hanan y Hurin de estas dos metrpolis.Simultneamente favorecieron el alzamiento de poderosos curacazgosintegrantes del Imperio de los Incas.Cuzco y Quito, as, no solo se combatieron ferozmente con trgica e implacablesaa, mientras los cristianos se fortalecan en el Per. Libraron tambinguerras intestinas. Cuzqueos y quiteos hubieron de soportar una

    insurreccin de curacas sbditos en varias de las ms importantes comarcasdel Tahuantinsuyo. Estos caudillos indgenas locales, con su ciega rebelda,

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    fueron instrumentos inconscientes de los cristianos en la lucha hispnica contralos principales centros incaicos.Indios contra indios. Tal fue, en realidad, el secreto de la rpida conquista delTahuantinsuyu; porque las guerras de la penetracin castellana eran,esencialmente, sanguinarias campaas de unas confederaciones tribales

    contra otras. Atroz contienda entre indios. Espantosas guerras civiles que losespaoles aprovecharon hbilmente. Anarqua poltica que los castellanossupieron reforzar a travs del atizamiento del espritu levantisco de numerososrgulos indgenas, contra el orden imperial incaico.Los cristianos fueron as penetrando al Imperio. Auxiliaban a uno u otro bandosegn las conveniencias del momento. Aprovechando el caos, burlando a losjefes indios, minaron toda posibilidad de resistencia organizada. Frente alarrojo de los cuzqueos que se lanzaban sin miedo contra el acero y el fuego,pudo ms la astucia de los peninsulares, quienes eran protegidos por grandesmasas de indios aliados. Las energas incaicas se gastaron en la luchafratricida. Las de Occidente, en cambio, se aplicaron en objetivos muy

    concretos, perfectamente determinados.Fue en medio de estas condiciones que se hizo factible el que unos cinco milespaoles conquistasen el Per en un decenio. Verdaderamente tan reducidacifra de conquistadores llam siempre la atencin porque se haba descuidadoel estudio de la crisis interna que sufra la sociedad incaica. Y tal vez porque,tambin, olvidbamos que tal clase de derrumbes se han producido numerosasveces en la historia universal. Al respecto quizs el ejemplo ms categrico loproporcione el formidable Imperio Persa. Abarcaba desde el Danubio hasta elIndo, pero fue destruido por un pequeo nmero de falanges de Alejandro.Ocurri as merced a terribles tensiones internas que afrontaba Daro IIICodomano, las cuales estallaron ante la presencia del conquistadormacedonio.Pero la crisis dinstica incaica, al momento de la conquista espaola, no puedeexplicarlo todo. Existan factores ms profundos. Al caos poltico indgena seagregaron elementos que no eran fruto de las circunstancias de ltima horasino derivados de la esencia misma del Tahuantinsuyu. Nos referimos a laconformacin multitribal del Imperio de los Incas. Como todo imperio, fue unestado constituido por diversas nacionalidades. Vastos seoros separadosentre s por lenguas, dioses, costumbres, leyes y tradiciones. Eranfederaciones cuyas altivas aristocracias, vencidas poco tiempo atrs por losIncas, apenas si permanecan sujetas por la autoridad imperial. Al ser atacada

    la organizacin incaica en su base por los conquistadores, muchos Curacas ingenuamente- no vacilaron en dar su decidida adhesin a los cristianos, a loscuales, con frecuencia, se vio como portadores de autonoma local.El Tahuantinsuyu no se hallaba, pues, suficientemente cuzqueizado alproducirse la agresin hispnica. La accin unificadora del Cuzco habadurado demasiado poco; y mucho faltaba an para que se formara una lneamnima de conciencia nacional que comprendiese a todos los pobladores delimperio. Por ello, en algunos casos, el nivel poltico, todava poco desarrolladoen el Per pre-hispnico, hizo ver a los cristianos no como conquistadores sinocomo libertadores.Los curacas levantados contra Cuzco y contra Quito no midieron la

    trascendencia de su actitud. La poltica, como se ha dicho, no era an unaciencia muy avanzada entre aquellos nuestros pueblos de ttems y de magia.

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    Pero s, en cambio, tena pleno desarrollo entre los peninsulares, quienesprocedan de un mundo ya en plena mentalidad lgica. As, mientras el Cuzcoy con l buena parte del Tahuantinsuyu- reconoca en un primer momentocomo dioses a los espaoles, otorgndoles el sagrado nombre de Viracochas,los conquistadores, duchos en los ms arteros menesteres de la poltica y la

    guerra, mantuvieron falazmente el engao. Poco, pues, verdaderamente,podan hacer los indios que an crean en deidades Viracochas salidas de lasaguas, contra espaoles venidos de la Europa Renacentista. Era elenfrentamiento de la franca amoralidad poltica del Occidente del siglo XVI conun pueblo que an se enorgulleca del ama llulla, del no mentir.El fin justifica los medios era un pensamiento que se practicaba casi siempreen el viejo mundo, aunque escasamente se confesase. Aventureros salidos deestos pueblos europeos fueron los que chocaron contra la sencillez de lascolectividades primitivas. No solo se enfrentaron, pues, el hierro contra lapiedra y el arcabuz a la valenta elemental. Los dos mil quinientos aos deevolucin histrica que separaban al Tahuantinsuyu de Espaa se reflejaron,

    por cierto, en ausencia de rueda y alfabeto, de plvora y acero, de corceles ynavos entre nuestros indios. Pero tambin plasm tan dilatado lapso dediferenciacin cultural en una conciencia poltica de menor desarrollo. En unamentalidad ms llana, menos capaz del complicado juego de intriga y ardid.Recursos que tanto cuentan en toda invasin.Por estos motivos, con mayor razn an, rendimos honores a los guerrerosindgenas, especialmente cuzqueos, que cayeron heroicamente en defensade su patria. A los que supieron morir en los mil combates que jalonan lahistoria de la Conquista del Per. Titanes de la talla de Cahuide, negadoshasta ahora en las historias oficiales. Hroes que hoy el pueblo peruanoempieza a recuperar de un injusto olvido.

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    Primera parte

    LOS VIRACOCHAS

    EL CONTRATO

    Para servir a Su Majestad en el descubrimiento y poblacin ypacificacin de la mar del sur, firmaron un contrato en Panam, el 20 demayo de 1524, el Padre Hernando de Luque, Francisco Pizarro y Diego deAlmagro.A fines de ese mismo ao parti la primera expedicin; la cual fracas. Losnombres de Pueblo Quemado y Puerto de Hambre, en la actual costacolombiana, son ilustrativos sobre los padecimientos de esa primera etapade la conquista del Per.

    LA ISLA DEL GALLO

    La segunda expedicin de Francisco Pizarro tuvo su momentoculminante en la Isla del Gallo, cuando trece espaoles decidieronpermanecer con su capitn, en medio de atroces penurias, y no retornar aPanam con Juan Tafur.

    Con sus auxiliares indgenas y negros, siguieron hacia el sur. Pronto serealizara el descubrimiento del Tahuantinsuyo. Tocaron los castellanos enTumbes, La Chira y varios puntos del litoral hasta el ro Santa. Seguros dela vastedad y riqueza de la tierra descubierta, optaron por regresar aPanam: no sin antes recoger varios indios para ensearles la lengua

    espaola. Uno de stos ser ms tarde personaje esencial de la conquistadel Per, Felipillo el Talln.Aquellos desembarcos fugaces de los espaoles en el litoral incaico,

    demostrando fingida gentileza, en medio de regalos y festines, con pacficosdisparos de arcabuz y airosas pruebas de corceles, fueron los que crearonla leyenda de los Viracochas. Provocaron el renacimiento de aquel mito deseres misteriosos que surgan y desaparecan en el mar. Para los indios,esas visitas fueron mgicas, a todas luces; visitas, adems, confusas quesolo vieron unos pocos aqu y all: visitas cosa extraa para ellos quede repente dejaron de producirse. Idos los cristianos, la leyenda creci alamparo de los sentimientos mticos de los indgenas. Es por eso que,

    muchos aos despus, al retornar los castellanos, su presencia fueconsiderada como algo sobrenatural por gran parte de la poblacin incaica;y, especialmente, por la dinasta legtima del Cuzco.

    Como los funcionarios reales obstaculizaban la empresa en Panam,Francisco Pizarro decidi viajar a Espaa. All firm las capitulaciones deToledo con la Reina el 26 de julio de 1529. Luego recogi al clan Pizarro:su hermano legtimo Hernando Pizarro, entonces de 26 aos; y a los otrosbastardos de padre, Gonzalo y Juan, ambos muy jvenes, y a Martn deAlcntara, hermano de madre. Asimismo vino Pedro Pizarro, nio an,quien sera su paje y ms tarde soldado y cronista de la Conquista delImperio de los Incas. Luego llegaran al Per los hermanos de madre de

    Juan y Gonzalo. Finalmente figuran otros deudos lejanos como DiegoPizarro, Cristbal Pizarro, Martn Pizarro y Juan Pizarro de Orellana.

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    EL TERCER VIAJE: 1531

    Fue el definitivo. Tras marchas penosas a lo largo de la costaseptentrional, por manglares, cubiertos de pantanos y malezas, y plagadosde verrugas, los conquistadores, alentados indesmayablemente por

    Francisco Pizarro, llegaron frente a Pun. Esta isla ser el primer punto decontacto con el Tahuantinsuyo. Sin esperar el arribo de los refuerzos deDon Diego de Almagro, los espaoles y sus numerosos indios auxiliarescentroamericanos decidieron embarcarse; por propia invitacin de losCuracas isleos. An ignoraban la vastedad del Imperio que pronto habrade mostrarse ante sus ojos. No imaginaban su fabulosa riqueza. Muchomenos saban que desde haca un buen tiempo se haban declarado guerraa muerte los dos hijos principales del difunto emperador Huaina Capac.Huscar Inca, sucesor legtimo, dueo del Cuzco, enfrentaba los intentos deusurpacin de Atao Huallpa; quien se haba posesionado de Quito. LosHanan alineaban con la dinasta reinante; Los Hurin, con la sublevada. En el

    norte, Quito ejerce indiscutible influencia. En el sur, el Cuzco. Los altosmandos del ejrcito son partidarios de Atao Atahaullpa. El clero solarprefiere a Huscar Inca. Muchas confederaciones tribales conquistadas enpocas recientes por los Incas ven en esa lucha fratricida la oportunidadpara recobrar su antigua autonoma. Tantas naciones esparcidas desdePasto hasta el Maule carecan en muchos casos de lengua comn, dereligin nica, de leyes absolutamente unitarias, de costumbres semejantes,de tradiciones conjuntas. Las viejas aristocracias sojuzgadas por los Incasvelaban por una ocasin que les devolviese sus grandes privilegios.Muchos lugares apenas si estaban incaizados.

    En la misma Pun, donde estn desembarcando los castellanos, seapreciar ya la crisis interna, la agudsima divisin existente en el seno de lasociedad incsica.

    PUN. FIESTAS Y SANGRE

    El Curaca Cotoir, uno de los siete seores de la isla, recibi aFrancisco Pizarro con muchas fiestas. Los espaoles pudieron apreciar allcun regiamente vivan los nobles, en palacetes muy hermosos y con unharem selecto que custodiaban celosamente unos eunucos. Un templo aTimpal, dios de la guerra, se levantaba en medio de la ciudadela principal.

    Pun no era un lugar del todo asimilado a la vida incaica. All sobrevivancostumbres ya desaparecidas en provincias asimiladas desde tiempo atrsal Imperio de los Incas. Dentro del ocano de pueblos distintos queconformaban el Tahuantinsuyo, Pun, al igual que otras regionessojuzgadas por los Incas en tiempos recientes, conservaba bastante elrgimen antiguo pre-incaico. Reacios a toda sujecin imperial, los Curacasde Pun, tras resistir tercamente a Huaina Capac, se rebelaron contra AtaoHuallpa. Ya vencidos por el usurpador quiteo, su agresividad los llev asublevarse por segunda vez; apenas aqul abandon la costa paraascender a los Andes. Mientras Atao Huallpa reiniciaba la lucha contra suhermano cuzqueo, los punaeos se alzaron contra la guarnicin incaica.

    Luego pasaron al ataque sobre Tumbes.

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    No obstante la rebelin contra Quito y la Dinasta Hurin, los jefespunaeos no devolvieron la libertad a varios orejones cuzqueos. Quizstrataban aquellos curacas de recobrar su autonoma al amparo de laprolongada lucha fraticida entre los hijos de Huaina Capac. Habancombatido contra Quito, pero no parecan dispuestos a retornar bajo la

    gida cuzquea. Los caciques lugareos deseaban, sin duda, recuperar-como lo consiguieron- todos sus privilegios; fueros que haban sidodisminuidos con la presencia de las autoridades imperiales incaicas.

    Los tumbesinos fueron derrotados por los punaeos en esa pequeaguerra litoral. Atao Huallpa no haba dispuesto de tiempo suficiente parabajar otra vez a la costa y restablecer el orden en estas zonas; pues estabaembebido en la organizacin de las grandes campaas militares contra elCuzco. El triunfo punaeo signific que seiscientos tumbesinos fueranllevados como siervos a Pun; con sus mujeres e hijos. Cuando loscastellanos desembarcaron en la isla haca ya varios meses que susCuracas gozaban de plena autonoma y celebraban sus victorias.

    SE INICIA LA LUCHA

    Fue precisamente a los dos meses del triunfo punaeo sobre Tumbesque llegaron a la isla las fuerzas expedicionarias espaolas. Una vez allinstaladas, rodeadas del asombro y desconfianza de los nativos, se ley elfamoso Requerimiento; con lo cual, qued ese sitio asimilado al ImperioEspaol sin sospecharlo siquiera los Curacas punaeos.

    Poco antes los espaoles haban puesto en libertad a unos cuantosoerjones cuzqueos; despidindolos con grandes obsequios. Fueron elloslos primeros en repartir en tierra firme las noticias sobre el inesperadoacontecimiento. Puede creerse que esos orejones fueron capturados ymuertos por las huestes de Atao Huallpa, pues, que se sepa, no llegaron alCuzco. Pero alcanzaron s a propagar extraas nuevas sobre el retorno delos seres misteriosos que salan del mar emergidos de la espuma de lasaguas.

    Los primeros abusos de los castellanos en cuanto a oro y mujeres, ascomo la visita que les hizo el Curaca de Tumbes Chiri Masa, llev a losjefes panaeos a tramar la muerte de los extraos.

    Por su reducido nmero parece una empresa fcil.Fue as como una maana avanz confiado mucho nmero de ind ios,

    todos con sus armas y atabales y otros instrumentos que traen en susguerras. Otros, con mucha msica, desembarcaron desde sus balsas deguerra.

    Una espantosa carnicera pone rpidamente fin al encuentro, cuando losatacantes, gracias a la sorpresa, haban ya tomado parte del campamentoespaol. La infantera simple de formacin ligera se deshace ante el mpetude la caballera pesada de los castellanos. En varias embarcaciones,igualmente, setecientos flecheros haban intentado asaltar las carabelas.Los desdichados no conocan an el poder de la plvora y el acero. Sonrociados con las ballestas y los arcabuces mientras los indios auxiliaresayudaban a ponerlos en derrota.

    Tales desastres no desalentaron a los punaeos. Retirados a la malezaprosiguieron una lucha de guerrillas. Vendrn luego veinte das de

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    expediciones punitivas de los castellanos, amparados en sus indioscentroamericanos.

    LA LIBERACION DE LOS TUMBESINOS

    Para sofocar la resistencia Francisco Pizarro decide liberar a losesclavos tumbesinos. Estos, con su crecido nmero, y su odio a Pun,sern poderoso auxilio. Cieza de Len cuenta cmo amparados por losespaoles saquearon y se vengaron de los de la Pun. Con su socorro selogra restablecer un orden mnimo en los principales puntos de la isla. Loltimo se consigue sobre todo cuando los espaoles entregan a lostumbesinos diez Curacas punaeos: se regocijaron torturndolos,decapitndolos y quemndolos; usos comunes todos en las guerrasantiguas. No obstante, en el fondo ha sido difcil dominar a los rebeldes. Elvaliente Hernando Pizarro, joven hermano del jefe de la conquista, est

    herido en la rodilla y le han matado su caballo.Cuatro espaoles caen en esos das combatiendo con los punaeos.

    Varios caballos tambin mueren a consecuencia de las heridas, sobre todode las flechas. Francisco Pizarro hace enterrar secretamente a los corcelespara que los indios enemigos no se enteren de que pueden ser muertos.

    Ya en Pun aflora la perdicin del Tahuantinsuyo: indios combatenfieramente contra indios. Mientras tanto, en los Andes, Atao Huallpa estdesorientado. No es religioso y hasta se lo poda considerar un hereje. Nocree en mitos. Pero la presencia de los misteriosos seres de ultramar lodesconcierta por completo. No saba qu actitud adoptar. Se limit a pedirinformes mientras prosegua en su empresa esencial: vencer a su hermanoHuscar Inca. Sigui reclutando gente para enviarla hacia el sur. La guerrarecrudecer en las serranas.

    BUENAS NOTICIAS

    Los tumbesinos liberados en Pun sern excelentes informantes, puesFelipillo y los dems intrpretes, oriundos de la costa norte del Per,conocan su lengua. Se enteraron as los cristianos de los azares de lasguerras civiles entre Huscar Inca y Atao Huallpa. Supieron all cun

    ferozmente se batallaba en los Andes: cosa que -dicen las crnicas- animsumamente a Pizarro, quien saba cunto le importaron a Hernn Cortssemejantes guerras para ganar, como gan, el reino de Mjico.

    El cronista mestizo Santa Clara indica tambin que con la noticia de lascruentas batallas entre los hijos de Huaina Capac holgaron mucho (losespaoles) y as determinaron todos de pasar adelante con tan buenasnuevas.

    Los informes de esta guerra civil aliviaron la tensin existente entre losespaoles; la cual era resultante de un hecho: la decepcin haba cundido acausa de la escasez de oro entre los punaeos. A tal situacin casi se sumun motn de las tropas pizarristas. Fue cuando se enteraron de que

    Francisco Pizarro haba silenciado un asunto muy grave: no contaba conautorizacin real para encomendar indios. Los endurecidos conquistadores

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    que no deseaban sino oro, indios y tierras, se sintieron defraudados.Adems, no entendan la nueva orientacin jurdica de la Corona Espaola;Francisco Pizarro tampoco la comprenda. Pero era posible hacer algocontra el Rey? Los sacerdotes juristas haban logrado una legislacinprotectora de los indgenas americanos. Mas, quin poda comprender

    ese esfuerzo cristiano? Al Per se iba a ser rico; y no haba sino un modode lograrlo. A la postre el Rey de Espaa ser desobedecido por suscodiciosos sbditos venidos a la conquista de las nuevas tierras.

    HERNANDO DE SOTO

    La tensin lleg a su punto ms alto con el arribo de Hernando de Soto.El audaz capitn trajo consigo refuerzos de gente experimentada; y laprimera mujer espaola: Juana Hernndez, amante de este joven jefe oprostituta. Con su conocida audacia Soto aspir pronto a ser el segundo del

    ejrcito; no ocultando su disgusto al ver en tal posicin a otro joven eimpulsivo capitn, Hernando Pizarro, quien le llevaba la ventaja insuperablede ser hermano del viejo jefe. La hueste de Soto, tambin, casi se rebel.Haban dejado esos soldados el paraso de Mahoma que era Nicaragua,con sus bellas indias, en pos de tesoros que hasta el momento no vean. Acambio de soadas riquezas sufran guerras e incomodidades. No faltaronhasta fugas, como la del cobarde Tesorero de su Majestad, Riquelme, quiense fue de secreto en uno de los barcos de abastecimientos. Se lo retorn ala fuerza, con orden expresa de Francisco Pizarro.

    Los nimos al fin se aplacaron y a los tres meses de haber llegado losPizarro a Pun se da la orden de pasar a Tumbes. Antes dispusieronalgunas ejecuciones para calmar los mpetus levantiscos de los punaeos.Estos indios no olvidarn los ultrajes sufridos. Habran de vengarse, aosdespus, comindose coyuntura por coyuntura al Padre Vicente Valverde,ya primer Obispo del Cuzco. Lo capturaron tras naufragar en aguaspunaeas, al reconocerlo como el irascible capelln de las primerasmesnadas de la conquista del Per.

    TUMBES: MUERTE DE TRES ESPAOLES

    Con sus indios auxiliares y sus esclavos negros se embarc laexpedicin espaola rumbo a Tumbes, cruzando en las grandes balsaspunaeas.

    En Tumbes no reinaba ya la tranquilidad idlica que algunosconquistadores, como Pedro de Candia, haban visto aos atrs; durante elsegundo viaje. Por el contrario, la guerra Civil Incaica haba dividido tambinesta provincia. Y si bien la mayora de sus pobladores son partidarios deAtao Huallpa, no falta una faccin inclinada a Huscar Inca.

    Los tumbesinos ataohuallpistas -dirigidos por el Curaca Chiri Masa-deciden atacar las balsas en las cuales los espaoles cruzan el mar.Asaltan la que esta ms a mano y matan all tres castellanos. Otra balsa,

    que conduce el bagaje del gobernador, es saqueada. La noche y laprudencia de Francisco Pizarro impiden peores resultados. Hernando de

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    Soto salva milagrosamente. Francisco Pizarro, antes de embarcarse,asegura su vida capturando en rehenes a uno de los principales nobles deTumbes. Se consigue as pasar exitosamente a la costa

    Y mientras estos hechos -insignificantes para Atao Huallpa- sedesarrollaban en el litoral, en el corazn del Tahuantinsuyo dos gigantescos

    ejrcitos se preparaban para medir sus armas en una nueva batalla.

    UN ALIADO IMPREVISTO

    En efecto, no todos los tumbesinos eran partidarios de Atao Huallpa.Quedaban an unos cuantos huascaristas, quienes tenan aparentadalealtad a las autoridades impuestas por el usurpador. Esos huascaristas nohaban gozado, hasta aquel momento, de ninguna oportunidad de revivir lalucha contra los enemigos de Huscar Inca. Las sanguinarias represionesimpuestas por Atao Huallpa no slo deshicieron all la organizacin de los

    Hanan, sino que dejaron una huella de pavor que fren los arrestossubversivos de los sobrevivientes.

    Precisamente, los cristianos iran a aliviar sus propios pesares medianteuna entrevista insospechada, cuando el ms calificado de esos escasoshuascaristas tumbesinos demand ver a Francisco Pizarro, seguramenteconoca los asombrosos relatos de los orejones cuzqueos, que fueronpuestos en libertad por los castellanos de Pun y que debieron recorrer unaparte de la costa antes de ser capturados por tropas de Atao Huallpa. Dijoese tumbesino que haba estado en el Cuzco y que le pareca que losespaoles eran hombres de guerra y que podan mucho.

    Este indio, ciertamente, debi narrar a los cristianos las incidencias de lacruenta guerra entre los hijos de Huaina Capac. Frescos estaban an losrecuerdos de las encarnizadas batallas de Ambato, Tumipampa, Mullutuyruy Cusipampa; choques militares que finalizaron con la estabilizacin delpodero de Atao Huallpa en el extremo norte del Tahuantinsuyo. Vivase enaquellos das los ltimos momentos de la paz de tres aos que sigui a lasangrienta campaa de Cusipampa. Lejos, en las serranas, los Hanan y losHurin alineaban nuevos ejrcitos para decidir el destino del Imperio de losIncas.

    El importante tumbesino que cont estos sucesos fue, sin duda, uno delos primeros en creer en la divinidad de los Viracochas: dioses llegados de

    ultramar para castigar a quienes intentaban usurpar la corona incaica. Fuepor esa razn que dio apoyo a los castellanos en la lucha que tuvieron queemprender contra las reducidas huestes de Chiri Masa, el curaca tumbesinopartidario de Atao Huallpa.

    Para ese tumbesino huascarista -como para todo el bando de los HananCuzcos-, los espaoles no aparecieron all como conquistadores del Per.Todo lo contrario, en medio de los trgicos contornos de la guerra civil, sumente mgico-religiosa vio en ellos a emisarios celestiales, por los cualeshaban clamado en sus preces al Sol y a Pachacamac. Su aspecto extrao,al lado del caballo, la plvora, el acero y la carabela, concedi calidadsobrenatural a esos seres misteriosos cuyo origen nadie poda conocer y ni

    siquiera intuir.

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    La presencia de los Viracochas atiz an ms el fuego de la lucha. LosHanan Cuzco al sentirse reconfortados con proteccin que suponan divinacobraron mayor nimo; los Hurin Cuzcos, enseoreados de Quito -recelando del infausto suceso-,trataron de apresurar luego el trmino delconflicto que consuma todas sus energas. Los de Quito favorecieron as

    matanzas sin piedad, mientras trataban de estrechar lazos con la mayorparte posible de grupos aristocrticos de todas las comarcas norteas delImperio de los Incas. El arribo de los cristianos, pues, no solo dist muchode unir a los hijos de Huaina Capac sino que, ms bien, acentu la divisin.Sencillamente porque ni los Hanan ni los Hurin vieron a los castellanoscomo lo que realmente fueron: los conquistadores del Tahuantinsuyo.

    Fue as como aquel tumbesino huascarista que se ofreci para apoyar alos cristianos no hizo sino acatar la tradicin imperial cuzquea que loobligaba a ser fiel a la legtima dinasta de los Hanan Cuzcos querepresentaba Huscar Inca. Por ello, con toda decisin volvi a coger lasarmas contra Quito, ponindose de lado de quienes vea dueos de tan

    terribles fuerzas mgicas. Emisarios celestiales que ya iban anunciando unanueva justicia.

    BATALLA DE BOMBON

    Varios combates en los Andes se realizan mientras los castellanos vanimponiendo su poltica en la costa del Tahuantinsuyo. Fueron de notablemortandad los de Cusipampa por segunda vez- y Conchahuailas. LosChachapoyas -tribus levantiscas incorporadas al Imperio de los Incas pocosaos atrs- se retiraron de la contienda en esta poca.

    Carcter particularmente violento tuvo el encuentro de los Hanan contralos Hurin en la meseta de Bombon: all se embistieron los unos a los otroscon tanta furia, y fue tan reida la batalla que dur hasta la noche sin que seconociese ventaja ninguna de ambas partes. Y otro da, por la maana, setorn a ella con nuevo bro y deseo, que los de Huanta Auqui se habananimado viendo la resistencia que el da antes haban hecho al enemigo,tan hecho a vencer, y habiendo peleado todo el da los departi la noche sinvencimiento y con infinitas muertes. Y al tercero tornaron a pelear, ya comodesesperados los unos y los otros.

    La superioridad numrica de los Hurin de Quito permiti este triunfo

    sobre las fuerzas imperiales. Destrozadas sus filas, estas huestes seretiraron camino de Jauja.

    BATALLA DE YANAMARCA

    En Yanamarca, cerca de Jauja, habra de librarse el prximo encuentroentre las dos dinastas, mientras los castellanos suban por los ros deTumbes, predicando que eran emisarios divinos y ofreciendo ayuda tanto alos partidarios de Huscar Inca como a los de Atao Huallpa.

    Esta batalla fue particularmente recia dado el enorme nmero de

    combatientes de cada bando a causa de que por ambas partes se tenanrecibidos cuantiosos refuerzos. Soras, chancas, rucanas, aimaraes,

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    quichuas, yauyos y huancas alinearon bajo el comando cuzqueo. Lapavorosa mortandad -algunos calcularon hasta setenta mil muertos- esexplicable por ser un combate definitivo para la posesin del Mantaro,ncleo central del Tahuantinsuyo.

    As describe un cronista aquel encuentro militar: se dieron vista los dos

    ejrcitos y comenzaron las vanguardias a afronterarse con tanta fiereza ybro, que era admiracin y sobreviviendo gente, en favor de cada uno de suparte, se trab una de las ms sangrientas batallas que en el Per se hanvisto. Eran tantos y tan grandes los montones de los muertos que cayeron alos primeros encuentros que valan ya para reparo de los vivos; y de losrimeros de ellos hacan trincheras. Esta batalla se comenz con el da ysiempre estuvo en peso, hasta hora de vsperas; que comenz a declinar elvalor de los Cuzcos; aunque con prdida notable de los vencedores: porquede aquellas nuevas gentes de guerra fueron tantos los que cayeron queembarazaban ya a los que peleaban.

    El comando Cuzqueo, fiel a sus heroicas tradiciones, sin darse por

    vencido, se retir en orden hacia el sur a fin de fortalecerse con susmermadas filas en la orilla derecha del Mantaro. Jauja quedaba con AtaoHuallpa.

    A los pocos meses una vasta rebelin sacudir a todo el valle delMantaro; movimiento Jaujino que fue violentamente sofocado a sangre yfuego por Challco Chima el terrible militar ataohuallpista. Mas por elmomento volvamos a Tumbes donde estn los Viracochas; y donde tambinbulle la escisin entre los partidarios de los Hanan y los Hurin. Entre losseguidores del Cuzco y los partidarios de Quito.

    EL DESENCANTO

    Tumbes impresion a los espaoles por su calidad artstica: palacios ytemplos suntuosos con muros de adobes esmaltados en muchos colores ytechumbres de paja tan bien labrada que no pareca sino oro. Pero lamayor parte del pueblo unas mil casas estaban quemadas. Losdepsitos, igualmente, saqueados. Chiri Masa se haba dispuesto a laresistencia, en defensa de su seor Atao Huallpa.

    Pero a los conquistadores no los seduce el arte, ni los atraen los pueblosdestruidos. Nada importan las plumeras y los altorrelieves de las murallas

    cuando no encuentran sino escasos adornos de metales preciosos. Fueentonces que se volvieron contra Pedro de Candia. Creador de la famalegendaria de Tumbes en Espaa y Panam afront all la ira de suscompaeros de aventura. Algunos quisieron lincharlo; otros apedrearlo. Yno faltaron maldiciones para el Gobernador. A Francisco Pizarro se le veacmplice de las mentiras de Candia. Sufran como vctimas de un falsoseuelo. Se sentan engaados por sus jefes. Les haban hablado enPanam de grandes tesoros y hasta all nada haban visto digno de mayorelogio.

    Francisco Pizarro restablece la armona hablando de las riquezas queaguardan ms all, en los Andes. Pero no todos le creen. En general cunde

    el desaliento; y muchos se arrepienten de haber abandonado una vida fcilen Nicaragua o Panam. Muchos aoran an la dureza de la lejana patria

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    espaola. Apenas los ms miserables se consuelan pensando que ningnfeudo indgena han dejado atrs. El futuro se prev con mucha sangre ypoco oro.

    SURGEN LOS DIOSES VIRACOCHAS

    Con la velocidad del rayo ha llegado al Cuzco la noticia de quemisteriosos seres han aparecido en el extremo norte del Imperio. El hechocoincide con nuevas derrotas de las huestes de Huscar Inca y lasoraciones que han sido dirigidas al Sol para que proteja a la dinastaimperial. Los rumores los hacen dueos de fuerzas sobrenaturales. Nopueden, por tanto, sino ser los justicieros Viracochas.

    Nadie ha recogido mejor la impresin de mgico respeto a losconquistadores que Titu Cusi Yupanqui, cuando transcribe el mensajellevado hasta la capital del Imperio de los Incas por veloces postas Tallanas:

    Es una gente que sin duda no pueden ser menos que Viracochasporque dicen que vienen por el viento y es gente barbuda, muy hermosa ymuy blancos, comen en platos de plata y las mismas ovejas que los traen acuestas, las cuales son grandes, tienen zapatos de plata; echan illapas(rayos) como el cielo. Mira t si semejante gente, y que de esta manera serige y gobierna, sern Viracochas. Y an nosotros los habemos visto, pornuestros ojos, y a solas hablar con paos blancos y nombrar algunos denosotros por nuestros nombres sin que se lo diga nadie: no ms de pormirar al pao que tienen delante; y ms que es gente que no se lesaparecen sino las manos y la cara y las ropas que traen son mejores quelas tuyas, porque tienen oro y plata; y gente de esta manera y suerte Qupueden ser sino Viracochas?.

    Cieza de Len precisa que cuando llegaron estas noticias alegrronselos Hanancuzcos; tenan tal acontecimiento por milagro, crean que Diostodo Poderoso, a quien llamaban Tra Viracocha envi del cielo aquelloshijos suyos para que libraran a Huscar Inca y lo restituyesen en el trono.El erudito jesuita Bernab Cobo cronista enciclopdico-, confirmardespus estas tesis apuntando que el nombre de Viracochas a losespaoles nos pusieron solos los vecinos del Cuzco y aficionados aHuscar. Joseph de Acosta cree que la versin se propag rpidamentepor haber aparecido los cristianos poco despus de grandes invocaciones a

    las divinidades imperiales, demandando justicia contra el usurpador quiteo,tesis que comparte Juan Polo de Ondegardo.Van y vienen, entonces, mensajeros secretos del Cuzco para observar a

    los Viracochas. Al poco tiempo, nadie dudar ya en la capital del origendivino de los extraos seres salidos del mar. Renace la esperanza yHuscar Inca oficializa el nombre de Viracochas. Cunde entonces fuerteoptimismo; aguardndose que el rebelde usurpador Atao Huallpa caigapronto aniquilado por esos dioses misteriosos.

    Presionado por la rebelda de sus ejrcitos del norte -que alinearontodos con Atao Huallpa-, Huscar Inca decidi enviar de inmediato unacomitiva para rendir pleitesa a los Viracochas y rogar su decisiva

    intervencin.

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    LAS GUERRAS DE TUMBES

    Cuenta Antonio de Zrate que el gobernador anduvo sin poder hablarcon indio ninguno, que todos andaban por los cerros con las armas en lasmanos. Francisco Pizarro se asent entonces en la ciudad, donde slo

    haba gente menor y de servicio. Envi mensajeros a los Curacas pero noaceptaron tratos. Por el contrario atacaban a los indios centroamericanosauxiliares de los espaoles y a los esclavos negros cuando salan a recogeralimento en los alrededores.

    Hizo entonces construir balsas de modo secreto y Hernando de Soto con50 jinetes, mayor nmero de peones e indios amigos armados, cruz el roa fin de sorprender a los enemigos: dieron cuando amaneci sobre el realde los indios y haciendo cuanto dao pudieron en l, hicieron todos aquellosquince das cruda guerra a fuego y a sangre por los tres espaoles quesacrificaron.

    El Curaca de Tumbes, Chiri Masa, al ltimo, no contaba sino con 600

    soldados; pero resisti bastante bien el mpetu de la caballeraaprovechando el terreno de manglares. Cuando Pizarro le intima rendicinrecibe slo burlas. Finalmente se repleg a un fuerte donde fue cercado.Ofrecida la paz por los espaoles ya casi sin efectivos militares-, aceptnegociar y se entreg.

    LOS DESENGAADOS

    No obstante los pequeos triunfos alcanzados en Tumbes, el monto dede las victorias no convence a los espaoles. Hernando de Soto sigueinquieto y empieza a tramar un motn con su gente de mayor confianza.Otros diecisis conquistadores, decepcionados de la poca riqueza halladaen las nuevas tierras, deciden abandonar la expedicin. Retornarn aNicaragua o a Panam donde gozarn de sus feudos indgenas o de unapobreza sin riesgos.

    Hasta dos sacerdotes, desengaados, se retiran de la empresa, pero ala tropa que se queda consuela la llegada de refuerzos que arriban atradospor la fama de las tierras descubiertas.

    PARTIDA HACIA PIURAFrancisco Pizarro decidi partir de Tumbes hacia el sur en vista de

    informaciones extremadamente favorables en torno a la divisin polticaexistente en todas las comarcas yungas de la costa norte y central delTahuantinsuyo.

    Remont as el ro Tumbes en varias jornadas, cruzando por pequeospueblos como Husimo, en todos los cuales encontr escasa resistencia.Finalmente, abandonando esa zona se dirigi ms al sur, hacia Pohechos.Esta importante ciudad estaba ubicada sobre el caudaloso ro La Chira.Meses atrs la haban sujetado Hernando Pizarro y Sebastin Belalcazar,

    desalojando a la reducida guarnicin que all tena Atao Huallpa.

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    Aqu permaneci por espacio de varias semanas, enviandoobservadores a la redonda. En Cango hallan gente muy belicosa, pero ladominan con facilidad por ser de escaso nmero. En general, con pocasexcepciones, por todas partes encuentran los castellanos slo decididosenemigos de Atao Huallpa. Las avanzadas hispnicas llegan hasta Paita y

    hablan de la grandeza del ro, del puerto y de sus urbes como Sollana yTangarara. Decide entonces continuar viaje, alentado por las noticias querecibe sobre la cruenta guerra civil que en las serranas continan librandolos hijos de Huaina Capac.

    Francisco Pizarro sigui as su marcha estimulado por el odio acrrimode los lugareos hacia Atao Huallpa; odio que los conduce a unirse a loscristianos. En verdad, Atao Huallpa para someter a las regiones piuranashaba impuesto un rgimen de terror. Curaca hubo que cont a FranciscoPizarro que el quiteo le haba matado 4 mil de sus 5 mil indios tributarios.Por ello, como lo cuenta la Relacin Francesa, los indios fueron (son)grandes amigos de los cristianos; a quienes, ingenuamente, vieron como

    dioses liberadores. El gobernador, por lo dems, se asesorapermanentemente con los nobles parientes de Chiri Masa que van en sucortejo.

    En esta comarca piurana hall Pizarro una excelente base deretaguardia para penetrarhacia Cajamarca: los seores de all (Tallanes) lepidieron su amistad los cuales eran enemigos mortales de Atao Huallpa,quien les haba usurpado el seoro. No es posible olvidar que estaspoblaciones alinearon con Huscar Inca al principio de la guerra civil.Cieza escribe que si Atao Huallpa, siendo un esforzado guerrero, se queden la retaguardia, en Cajamarca, fue para evitar un levantamiento generalde los yungas costeos y de las provincias de Tumipampa y Caari. A talfactor subversivo se sum pronto la imprevista y fantstica llegada de losespaoles.

    LA PLEITESIA DE HUASCAR INCA

    Bajando el ro Chira se produce en Tangarara uno de los hechos demayor trascendencia para la conquista del Tahuantinsuyo: la entrevista deljefe de las mesnadas castellanas con los emisarios cuzqueos enviados porHuscar Inca desde el Cuzco a fin de rendirles pleitesa.

    Preside esa delegacin imperial Huamn Malqui Topa, quien en nombrede la legtima dinasta real y de todos los pueblos del sur del Imperio pidejusticia y castigo para el usurpador Atao Huallpa.

    Francisco Pizarro, sin desmentir el engao, respondi que ya iba decamino para ayudar con la verdad y justicia a quien la tuviese y favorecer aquien lo mereciese. Termin expresando que marchaba con sus huestespara deshacer aquellos agravios y cualesquiera otros que hallase.

    Satisfechos con las respuestas logradas de labios de los Viracochas, yasombrados de los caballos, los negros, los arcabuces y los aceros, losemisarios imperiales se retiraron de prisa rumbo al sur, para informar a surey del trmino de la gestin y de los favorables ofrecimientos de las

    divinidades.

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    reina entre las comarcas por las cuales recorre Francisco Pizarro alconfirmar de manera tan cierta la adhesin hacia el Cuzco. Mientras tanto,en el extremo sur del Imperio, los Hanan Cuzcos hacen aun desesperadosesfuerzos por reunir un ltimo ejrcito que pueda batir a los experimentadosGenerales de Atao Huallpa. No se rebelan ya nicamente los Curacazgos

    costeos. Otra importante confederacin dar pronto su apoyo a loscristianos: los Caaris.Antes de partir recibe Francisco Pizarro a los embajadores de esa

    provincia; importantsima por ser sumamente belicosa. Los Caaris desdesu capital Tumipampa- ofrecen dar toda clase de socorro a los espaoles.Odian a Atao Huallpa. Cuentan que tras la guerra que les hizo ha dejadoapenas unos doce mil pobladores de los cincuenta mil que eran; y quehasta sembr corazones para escarmiento de los rebeldes. Hablan,asimismo, de campaas a sangre y fuego que exterminaron aldeasntegras.

    Francisco Pizarroastuto como siempre- los recibi con gran cortesana,

    ofrecindoles justicia. Desde entonces sern los caaris los ms eficacescolaboradores de los castellanos. Destacaron siempre por su bravura antelas huestes incaicas. Primero frente a las quiteas; y, ms tarde, cuando lainsurreccin de Manco Inca, contra los ejrcitos cuzqueos. En aquelperodo de penetracin a lo largo de la costa norte del Tahuantinsuyosirvieron como enlaces, abastecedores y, de seguro, engrosaron en partelas fuerzas armadas auxiliares de los cristianos. A ellos correspondi,esencialmente, la destruccin del ejrcito de Rumi ahui cuando marchsobre Quito, al ao siguiente, el capitn Sebastin de Belalczar.

    LA MATANZA DE LOS CURACAS

    No todos los Curacas de los Tallanas eran enemigos de Atao Huallpa.En la Chira contaba con un pequeo nmero de partidarios. Es as como ungrupo de espaoles que Francisco Pizarro ha dejado en su retaguardia esatacado en la ciudad. Los cristianos se refugian precipitadamente en untemplo, seguidos de sus auxiliares indgenas. Se inicia as un pequeocerco localizado en aquel lugar. No se extiende por cuanto la odiosidadhacia los quiteos es general en el valle.

    Avisado el gobernador, regresa a La Chira y rompe el cerco. No obstante

    la fcil victoria, la sublevacin requiere de una sancin ejemplar. Sonquemados vivos los trece Curacas que han dirigido el movimiento,especialmente los seores de Amotape y La Chira; salv el principal detodos ellos que no actu all. El acontecimiento debi llevar a los castellanosa una poltica aun ms dctil frente a los huascaristas, quienes debieronalegrarse profundamente al ver que perecan en medio de las llamas susencarnizados enemigos.

    El drstico castigo a los orgullosos Curacas de Atao Huallpa consolidasimismo la fama divina que rodeaba a los cristianos.

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    CAXAS : INGENUIDAD DE UN COMBATE

    Avanzando por la vera del ro llegaron a Pavor: aqu tambin lossobrevivientes de las guerras civiles incaicas se pronuncian contra ladominacin quitea; y muchos Curacas rechazan toda posibilidad de

    reconciliacin con el Cuzco, por cuanto aspiran a recobrar su autonomalocal. De todas maneras, los Curacas de Pavor ofrecen socorrer con cuantosea menester a la guarnicin espaola de San Miguel de Piura, siempre ycuando se combata contra Atao Huallpa.

    Fueron all recibidos, pues, como liberadores y no como conquistadores.Con tan ptima base de retaguardia, Francisco Pizarro decidi enviar alCapitn Hernando de Soto a una ciudad de la cual mucho se le hablaba:Caxas. Era un punto ocupado militarmente por un destacamentoataohuallpista.

    Mientras Soto avanza de prisa sobre Cajas, Pizarro, lentamente, partede Pavor, siguiendo a su lugarteniente, para detenerse luego en Sarn,

    donde acuerda esperar noticias de su vanguardia. Mientras tanto Soto consus sesenta jinetes ha llegado a Caxas. All la breve guarnicin adicta aAtao Huallpa intent resistir a los castellanos; no sin antes juzgarlos comolocos poratacar en tan poco nmero.

    Ingenuamente los soldados de Atao Huallpa ni siquiera se arman demodo debido. Llevan sogas ms que armas, como lo cuenta Cieza, con elobjeto de atar a las grandes llamas que traan los cristianos. Como era deesperarse, la carga de la caballera cubierta de acero, protegida por elfuego, fulmina como un rayo a esas filas de infantera ligera en formacinsimple. Queda el campo cubierto de cadveres despedazados; y apenas siun espaol resulta herido.

    CASTIGOS Y PREMIOS EN CAXAS

    La ciudad es ocupada por los espaoles y sus indios auxiliares. ElCuraca principal sale entonces a recibir en triunfo a Hernando de Soto. Elpueblo aclama a los vencedores, pues es muy enemigo de Atao Huallpa:todos estos pueblos estaban por el Cuzco y le tenan por seor y le dabantributo dice un viejo soldado castellano.

    Son, otra vez, los Viracochas liberadores. Razones poderosas movan a

    los de Caxas a ser adictos al Cuzco. Atao Huallpa de diez o doce milindios que tenan, no le haba dejado ms de tres mil. La guerra civil hasido cruenta en esa comarca; y los vencidos pagaron cara su derrota.

    El Curaca principal de Caxas tena ya noticias de las versionespropaladas por Francisco Pizarro; y crea por tanto que los espaolescombatan por Huscar Inca. Fue as como, siguiendo reglas usuales en elTahuantinsuyo, abri el Ajllahuasi. Sac de all a doscientas mujeres, cincode ellas escogidas entre las principales, y se las dio como tributo aHernando de Soto. Era una prueba de agradecimiento al aliado y de respetoal vencedor. Al fin y al cabo eran enviados por los dioses para socorrer allegtimo heredero del trono incaico.

    Fue entonces cuando intervino un Capitn de Atao Huallpa, quien llegcon su escolta de los cerros de los alrededores de la ciudad. Era el famoso

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    Maica Huillca, a quien, en premio por sus muchas proezas, Atao Huallpa lehaba donado gran parte del Valle de La Chira. Al verlo enmudeci elCuraca Principal de Caxas y ni siquiera os estar sentado ante l. En formaarrogante Maica Huillca dijo a todos los presentes: Cmo osis vosotroshacer esto estando Atao Huallpa veinte leguas de aqu. Porque no ha de

    quedarhombre vivo de vosotros.Los espaoles evitaron un incidente. Numerosos cadveres colgadosque haba en los alrededores de Caxas -y que todos haban visto-,indicaban a las claras, que la justicia incaica era inflexible para con quienesse atrevan a violar los derechos imperiales. Por lo dems, se habaaconsejado moderacin.

    Felizmente para Hernando de Soto, el capitn vena como embajador.Traa un presente de su Rey: patos desollados que significaba que ashaba de desollar a los cristianos y de dos fortalezas de barro o piedradiciendo que otras haba adelante como aquellas.

    Consultado el caso a Francisco Pizarro por correo urgente de a caballo,

    lleg orden de actuar con el mayor tino; y adems de llevar al cuartelgeneral espaol al Embajador; tal como ste lo solicitaba. Bajan, pues,todos a Sarn.

    ENTREVISTA DE SARAN

    Maica Huillca joven y belicoso capitn era temido en todo el norte delTahuantinsuyo por sus muchas hazaas y una extremada fuerza fsica.Notable representante de la aristocracia guerrera creada por los Incas,presuma de gran corredor, ejercicio de indios nobles y esforzados. Yahemos visto cmo el seor de Caxas se turb con su sola presencia; ytambin el modo altivo como habl a Hernando de Soto.

    Pues bien, siguiendo el mandato del Inca; y ya de acuerdo con losespaoles baj con ellos hasta Sarn, a fin de entrevistarse con el jefe de laexpedicin y hacerle entrega de presentes que contenan toda la fiereza deuna raza acostumbrada a lucha permanente. Pecaba sin embargo, porjactancioso. Sobreestim notablemente sus fuerzas; y despreci las delenemigo. En buena medida, a su opinin sobre el ejrcito espaol seatribuye el licenciamiento de parte de las tropas incaicas y la rpida cadade Atao Huallpa en Cajamarca.

    Introducido ante Francisco Pizarro, hace entrega de los patosdesollados, y preguntndole qu era aquello, respondi y dijo: dice AtaoHuallpa que de esta manera os ha de poner los cueros a todos vosotros sino le volvis cuanto habis tomado en la tierra. No lo amedrent el nmerode los all reunidos, entre los cuales estaban varios soldados que ms tardeescribieron crnicas, como Diego Trujillo, Pedro Pizarro, Francisco de Jerezy Miguel de Estete.

    Tras entregar otros presentes, como los vasos fortalezas y dospectorales de oro y plata, prob fuerzas de espaol en espaol. Pidi quesacasen las espadas, por las cuales, intuitivamente, senta muchacuriosidad. A uno de los conquistadores lleg a arrebatar la espada de su

    vaina, cogindolo fuertemente de la barba, trabndose un pugilato. Elincidente acab con rapidez a la indicacin de Francisco Pizarro para que

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    no se le haga nada. Pizarro, con acertado criterio, no quera demostrar lacapacidad de sus hombres ni la de sus armas.

    Pasado esto, Maica Huillca les pregunt quines eran, de dnde venany qu queran. Luego cont caballos y armas, mostrando en todo grandesenvoltura. Permaneci entre los espaoles tres das, con boato de gran

    seor.Durante la conferencia, Francisco Pizarro minti abiertamente alEmbajador de Atao Huallpa. Refirindose al Inca, le dijo que tena intencinde servirle en sus guerras cuando de buena gana quisiese aceptar suservicio y amistad; que iba caminando a besarle las manos. Estaaparente sumisin espaola al rey quiteo ensoberbeci an ms a MaicaHuillca.

    Pizarro, finalmente, para probar el valor del indio emisario, hizo dispararun tiro de artillera:

    Mas l no mud jams su semblante,antes mostrando el rostro constante

    el indio jams se turb.As lo leemos en la famosa crnica Rimada annima escrita por un

    soldado poeta, actor de aquellos hechos.Satisfecha su curiosidad emprendi Maica Huillca su regreso, portando

    algunos curiosos regalos: vidrios, cuentas, un bonete y cascabeles.

    LA VERSION DE MAICA HUILLCA

    El informe que Maica Huillca rindi luego a Atao Huallpa no pudo serms negativo sobre la calidad hispnica: eran unos hombres ladrones yharaganes y que venan caballeros en unos carneros. Luego le solicit quehiciese aparejar muchas sogas para atarlos.

    Sostuvo, asimismo, Maica Huillca que los espaoles no se ocupabantodo el da sino en refregar y sacar lustre a ciertas varillas tableadas,semejantes a los instrumentos que usan las mujeres para tejer, pues erantan pobres que no tenan otros adornos.

    Hasta aconsej en un festn a Atao Huallpa que no convocase tropas,sino que les diesen cuatro o cinco mil hombres de guerra que l se lostraera a todos maniatados. Con esto que ste dijo ms se alegraronriendo de gana, afirmando que habran de servir de yanaconas, que es

    nombre de criado perpetuo o de cautivo. Especialmente se burlaba MaicaHuillca de la debilidad fsica de los castellanos que fatigados, no podansubir las empinadas cuestas de los cerros sino montados o cogidos a lascolas de sus grandes perros, o carneros.

    Cometi entonces Atao Huallpa el gravsimo error de creer a pie juntillasestas versiones de su fogoso embajador: con esto Atao Huallpa se asegury nos los tuvo en nada, porque si los tuviera en algo enviara gente a lasubida de la sierra que es una cuesta de ms de tres leguas muy agra,donde hay muchos malos pasos. Tal afirma Pedro Pizarro, recalcando queall habran podido matar a todos los espaoles; as como sus fuerzasauxiliares.

    Por el contrario, sabemos que escuchando consejos de los favoritospresuntuosos, Atao Huallpa orden que los dejasen entrar (en las sierras)

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    porque despus no se le podran huir y los aprehendera a todos y sabraqu gente era. Adems, toda su atencin estaba puesta en la campaadecisiva que haba dispuesto contra el Cuzco.

    LA REBELION CHIMU

    Asegurados los seoros Tallanes, Francisco Pizarro orden avanzar deSarn hacia el sur, rumbo a las comarcas de los chimes; a quienes sesaba tambin opuestos a la hegemona imperial incaica. Se trataba de unantiguo reino muy poderoso, que haba sido conquistado medio siglo atrsdespus de largo batallar de los Incas. La mayor parte de la gente estaba allado de Huscar, aunque no faltaron unos pocos Curacas aliados de AtaoHuallpa, quienes abandonaron sus pueblos para retirarse a las sierras.

    Francisco Pizarro avanza ya con fastuoso cortejo indgena. El msimportante de sus compaeros es el gran rgulo de los Tallanes, Huacha

    Puru; enemigo encarnizado del Inca usurpador. No menor prestanciaostenta el rico Curaca Xancol Chumbi de Reque, quien fue a visitarlo aPiura para darle su apoyo contra Atao Huallpa, y quien, a poco, perecerasesinado por indios enemigos. En el camino se recibe la adhesin denumerosos Caciques quienes salen al encuentro de los castellanos. Otroaliado de relieve es el Curaca del opulento dominio de Lambayeque,Chestan Xecfuin. Caxu Soli, el principal seor de Jayanca se alista,igualmente, al lado de quienes luchan contra Atao Huallpa. Todos ellosmarchan en hamacas, con gran boato, en medio de la caballera espaola.Es ya un extrao cortejo en el cual se mezclan los jinetes hispnicos a losnegros africanos, los cientos de auxiliares nicaraguas y los miles de nuevosamigos de las tierras Tallanas y Chimes. Todos ellos jugaran un papeldecisivo en la primera fase de la conquista del Per.

    Pero el sostn ms importante en esta regin lo otorgar el ChimoCapac; fervoroso partidario de Huscar Inca y Seor de Moche, Vir,Chicaza, Jequetepeque y Collique. No cabe duda que en este apoyo hubointervencin cuzquea, derivada probablemente del viaje realizadosemanas atrs por los emisarios del Cuzco ante Francisco Pizarro. Poreste motivo lejos de resistir la entrada de los espaoles sirvi a estosltimos con nimo de que destruyesen a Atao Huallpa, el cual venadevastando el territorio confinante con sus dominios.

    Francisco Pizarro, por su lado, no ocultaba su inclinacin hacia elmonarca legtimo. Su paje y primo Pedro Pizarro cuenta que marchabapublicando entre los naturales que iba a favorecer y ayudar a Huscar Inca,el seor natural de este reino, que iba ya de ca da. Por ello se los recibenlos pueblos entre fiestas y se hospedan en las mejores residencias.

    En Collique encuentran cuatro nobles enviados por Atao Huallpa. Sumisin no es otra que la de espiar. Pizarro lo permite, infundiendo una falsaconfianza en esos indios quiteos. Se finge debilidad y blandura. Estoscontarn luego a su rey Atao Huallpa lo que han visto; y enredannuevamente su mente concentrada ms en la liquidacin de la dura guerracontra el Cuzco que ya le iba costando decenas de miles de hombres.

    Sobre los espaoles andaba jugando su fantasa con los pensamientos quele venan, mas no se concluy ninguna determinacin.

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    Desde que Atao Huallpa supo la entrada en el Per de los extranjeros -dice Antonio de Herrera; quien sigue la opinin de Cieza de Len-, entendi,que no convena permitir, que tomasen pie en la tierra, y trat de ellodiversas veces en su consejo; pero como el nmero de ellos era poco, y laguerra del Hermano no le daba lugar para tratar de otra cosa, juzgaba, que

    siempre sera tiempo de desembarcarse de aquella nueva gente; y cuandose vio vencedor, luego trat de la forma que se haba de tener en limpiarlade aquellos hombres, y sobre ello hubo, entre sus capitanes, diferentespareceres: porque unos queran, que fuese un capitn a ello con Exercito;otros decan, que aunque los extranjeros no eran muchos, eran valientes, yque la ferocidad de sus rostros, y personas, la terribilidad de sus armas, laligereza y bravura de aquellos sus caballos, pedan mayor fuerza. Otrosms valientes, estimando un poco estas razones, aconsejaban que nohaba para qu hacer tanto caso de aquellos hombres, pues que fcilmentepodran ser tomados para servir de ellos, como esclavos Yanaconas; peroel Inca, que tena muy en la memoria las relaciones que le haban siempre

    hecho de la valenta de los castellanos, en su manera de pelear, de susarmas, de sus costumbres, y de sus intentos aunque la guerra del hermano(como se ha dicho) le traa ocupado, nunca dej de pedir informacin desus pasos y proceder estimando, en lo que era justo, su valor. Y as redujolos pareceres de todos a punto, si convena irlos a buscar, o ya que seentenda que ellos iban en su demanda, aguardarlos. Y considerando ladificultad que haba de llevar lejos tan gran ejrcito, le pareci que era mejorentretenerse all, porque tampoco le estaba bien apartarse mucho de lascosas del Cuzco. Y con esta resolucin se detuvo, juzgando que ms a susalvo podra hacer lo que pretenda de ellos mientras ms adentro lostuviese en la tierra, que en la (zona) marina, pues que en sus navos sepodran all salvar.

    LA SUBIDA A LOS ANDES

    Llegada la hora de la decisin principal, Francisco Pizarro revesta a sushuestes y a los indios auxiliares. Encarga la retaguardia al capitn Salcedo,de amplia experiencia, y luego, con lo ms ligero, toma la delantera.Mientras tanto, Huscar Inca retroceda vencido ante Challcu Chima, el jefe

    del ejrcito de Atao Huallpa. Fue entonces recin que el quiteo, con msdescansado nimo oy las quejas sobre los castellanos. Ya casi liquidadoel problema que crea principal, la guerra por el trono del Cuzco, se dedic acontemplar con detenimiento lo que hasta entonces juzgaba un hecho sinmayor importancia; una extraa incursin en la costa.

    Entre los espaoles no todo era tranquilidad. Algunos de los cristianoscomo comenzaron a subir la sierra murmuraban de Pizarro, porque con tanpoca gente se iba a meter en las manos de los enemigos, que mejorhubiera sido aguardar en los llanos que no andar en las sierras.

    Pero el jefe espaol saba que si bien era cierto que en los valles de lacosta poda actuar mejor la caballera y que la gente era enemiga de Atao

    Huallpa, en los Andes no faltaban tampoco condiciones favorables para losconquistadores. Nuevas enemistades se descubren pronto entre los

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    aristcratas comarcanos. Un cacique cuenta a Francisco Pizarro que AtaoHuallpa ha matado cuatro mil de sus vasallos y que se llev seiscientasmujeres, adems de otros tantos muchachos que se repartieron entre suscapitanes.

    Al otro lado de la cordillera Atao Huallpa segua confundido. Cree en la

    versin optimista de Maica Huillca, pero tambin escucha otras opiniones,las costeas: venan caballeros en unas ovejas grandsimas que en sucorrida y velocidad parecan guanacos, que traan unas pucunas ocerbatanas con que soplaban fuego, con ms espantable ruido que el IntiIllapa, y que traan unas macanas o cuchillos tan largos como casi unabraza, con que cortaban un hombre por medio. Pero su orgullo se niega areconocerles carcter divino. Era el Inca usurpador poco afecto a la religin;y adems dicha tesis coincida con la esgrimida por los partidarios deHuscar Inca. Por lo dems, despreciaba a las tribus de la costa por ser susenemigos mortales y por estimarlas flojas para la guerra. Tal vez supusoque las versiones costeas agigantaban los poderes de las armas

    europeas.

    NUEVAS EMBAJADAS

    Estando en una fortaleza de lo alto de los Andes, Francisco Pizarrodespacha hacia Cajamarca a su importante aliado Guacha Puru, GranCuraca de los Tallanes. Este, en el camino, con uno de los hombres de sucortejo, hace avisar al ejrcito espaol que no hay tropas indias en losalrededores y sigue hacia el valle.

    Francisco Pizarro recibe a poco algunos enviados de Atao Huallpa yluego, nuevamente, a Maica Huillca, quien llega en fastuosa compaa, convajilla de oro y muchos presentes, hablando desenvueltamente,ensalzando el gran estado del Inca y el poder de su ejrcito. Informa allque Atao Huallpa, vencedor ya de los ejrcitos de Huscar Inca haretrocedido de Huamachuco hacia Cajamarca, a fin de solucionar elproblema surgido con la presencia de los cristianos. No niega que AtaoHuallpa cuenta con muy poca gente de guerra, a causa de que los ejrcitosse hallan en el sur ocupando ciudades cuzqueistas y aniquilando losltimos restos de la resistencia huascarista; pero se muestra confiado en

    extremo.Francisco Pizarro, actuando con la doblez que lo caracteriz durantetoda la conquista del Per, ofrece aviesamente a Maica Huallpa sus fuerzasmilitares para servir a Atao Huallpa. Es decir se ofrece como vasallo delInca; como amigo leal. Se pone a sus pies.

    Se sabe bien que Atao Huallpa quiso al principio interceptar en losAndes a las fuerzas castellanas y a sus aliados indgenas. Pero no lo hizo.Quizs en parte por curiosidad de ver a tan extraos seres de los cuales secontaban tantas cosas. Pero esencialmente por cuanto Maica Huillca le dijoque le tenan mucho miedo y que se los entregara atados a todos. Informigualmente que los cristianos son pocos y los caballos no traen armas, que

    luego los matarn con sus lanzas.

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    El optimismo ms increble reinaba en la corte Imperial; tal vez derivadode las derrotas de Huscar Inca. A las muchas referencias del podero delas armas occidentales, no se les daba mayor crdito. Se estimaba quebastaban para apresarlos unos cuantos cientos de hombres escogidos. Aesos orejones no los atemorizaba ni la plvora: los tiros de fuego no

    llevaban ms de dos, decan presuntuosamente los capitanes de AtaoHuallpa; muy seguros de su valor.Parece increble, pero lo que mas preocupaba al comando de Atao

    Huallpa era la posibilidad de fuga de los espaoles. Tal vez teman que seuniesen a Huscar Inca, como algunas veces lo haba pregonado FranciscoPizarro. Esto de seguro contribuy a que Atao huallpa decretara que losdejasen entrar, porque despus no se les podran huir y los aprehendera atodos y sabra qu gente era.

    Por esos das chasquis le llevaron mensajes de que sus fuerzas estabanya sobre el ro Apurimac. Pareca inminente la cada del Cuzco; pero sabaque Huscar Inca an conservaba considerables contingentes armados, los

    cuales, bien utilizados, podran cambiar la suerte de la guerra. La atencinde Atao Huallpa estaba fija en las noticias que le venan de las lejanascomarcas del sur. Iba pendiente de cada uno de los movimientos de susgenerales.

    EL INCIDENTE ENTRE MAICA HUILLCA Y HUACHU PURU

    Reiniciada la marcha sobre Cajamarca, acompaados de Maica Huillca,avanzaron a lo largo de la cordillera. Unas jornadas adelante retorn elembajador talln de Francisco Pizarro, Huachu Puru. Vena indignado, puesno haba sido recibido por el Inca; y ni siquiera por gente de la corteImperial.

    Refiri que haba explicado a algunos de los partidarios de Atao Huallpael increble poder mortfero de las armas espaolas; sin que se le hiciesemayor caso. Nadie prest crdito a tales versiones en el campamento delInca usurpador. En realidad, cuanto contribua a la eventual divinizacin delos invasores coincida con la tesis huascarista. Y era, por tanto, rechazadode inmediato en la corte quitea. Sobre todo por cuanto arrojados capitanesde la escolta incaica no hacan sino burlarse de los espaoles.

    Cuando, ms tarde, Huachu Puru vio a Maica Huillca no vacil en

    agredirlo vengando en un golpe la reciente derrota de su pueblo ante AtaoHuallpa. Un recio pugilato sigui entre los dos grandes seores indios, eltalln y el quiteo; y solo fueron separados por intervencin de los soldadosespaoles. Dijo el talln como explicacin que Atao Huallpa lo habaquerido matar en Cajamarca y luego acus de espa al emisario quiteo.

    Francisco Pizarro sonri para sus adentros. No poda ser mejor susuerte. El destino lo favoreca sembrando cada vez ms cizaa entre la razaa conquistar. Saba que el incidente que vea desarrollarse ante sus ojos noera sino el smbolo de las feroces campaas que libraban en el sur.Mientras avanzaban los espaoles hacia Cajamarca, corran rumores deque en algn lugar del sur del Imperio se habra de jugar, una vez ms, y

    quizs definitivamente, la historia de la raza de los Incas. El Cuzco se

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    aprestaba para librar la ltima campaa contra los usurpadores quiteos ysus aliados indios del norte.

    Poco despus Maica Huillca se despidi de Francisco Pizarro a fin dedirigirse a Cajamarca.

    BATALLA DE TAHUARAY

    As, pues, mientras Francisco Pizarro descenda desde las cumbres delos Andes sobre Cajamarca, muy lejos hacia el sur, a orillas del roApurimac, se estaba decidiendo en los campos de batalla el nombre delsucesor de la corona incaica.

    Los refuerzos llevados personalmente por Huscar Inca al encuentro delos triunfantes quiteos otorgaron una clara victoria al Cuzco. En Tahuarayvencieron a las fuerzas del usurpador. Murieron ms de diez mil hombresde la parte de Atao Huallpa: y entre muchos varones sealados que all

    murieron fue uno Tumac Rimay, capitn valeroso de los de Quito. Elcapitn general cuzqueo, el temido Rampa Yupanqui, mand cortar lascabezas de los capitanes muertos y de otros particulares y las envi depresente a Huscar Inca, de que recibi sumo contentamiento. El reycuzqueo convoc a la vieja nobleza para decir que los dioses estaban desu parte.

    Una suerte an mejor esperaba a las huestes cuzqueas que habanrecobrado vigor con los refuerzos recibidos. Huscar Inca, al fin,reaccionando con bro, pas a conducir personalmente las operaciones.Ganada la batalla de Tahuaray crey conveniente contraatacar a susenemigos, a fin de evitar una gran maniobra envolvente en torno al Cuzco.Se puso rumbo a Cotabambas.

    BATALLA DE COTABAMBAS

    A poco del desastre de Taruaray, los generales de Atao Huallpa tambinreorganizaron sus fuerzas y prosiguieron el avance.Lo mismo haba hecho el comando cuzqueo, enfrentndose as, otra vez,los dos ejrcitos en las alturas de Cotabambas.Conocindose los de Quito por inferiores comenzaron a procurar su

    retirada, sin ms dao que el recibido, que no pareci ser poco . Fueentonces que orden una hbil maniobra el comando del Cuzco. Cuandolas desordenadas mesnadas quiteas huan por unos secos pajonales, sedio la orden de prender fuego. Haba buen aire:Fueron muchos los que se quemaron y pocos los que escaparon, porquelos que escapaban de las llamas venan a dar en las armas. Gustando deesta sangrienta caza dejaron los del Huscar Inca pasar lo que lesquedaba del da.Al parecer la victoria haba sido total. Sin embargo, no se repar en quealgunos de los mejores contingentes quiteos se haban posesionado devarios cerros de la vecindad. La suerte del trono an no estaba decidida.

    Se avecinaba recin la batalla definitiva.

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    LLEGADA A CAJAMARCA

    El jueves 15 de noviembre de 1532, en la tarde, llegaron los espaoles a

    las alturas que rodean el valle de Cajamarca. A lo lejos se divisaban lasinnumerables tiendas de las fuerzas de Atao Huallpa, al lado de los baosTermales del Cunoc y al pie de los cerros contemplaron una ciudad llena detemplos y de palacios.

    Podra tener unos dos mil vecinos. Destacaba su rara plaza triangular yuna fortalecilla. Nutrido Ajllahuasi adornaba la gran urbe. Cuatrocientos oquinientos hombres, parte de ellos eunucos, custodiaban las puertas delserrallo. Al acercarse la caballera cunde la curiosidad. Los pastores de losalrededores los rodean asombrados. Se vieron todos cercados de gentepopular y (hasta) algunos de la gente de guerra de Atao Huallpa, que sedesmandaban por venir a vernos, cuenta uno de los conquistadores.

    Dentro de la ciudad no hallaron gente de lustre ninguna sino fueronalgunas mujeres. Haba s, multitud de plebeyos, atrados por el inslitoespectculo; y stos llambanlos locos por su atrevimiento. Mientras tanto,los indios e indias del servicio -que conocan la furia del Inca -, llorabandiciendo que presto los haba de matar los que estaban con Atao Huallpa. Caa fuerte granizada y nadie tena una idea determinada. La situacin erapoco menos que desesperada. Pero el viejo jefe se mostraba sereno ymaduraba un plan.

    LA ENTREVISTA DE LOS BAOS DE CUNOC

    Francisco Pizarro pens atacar a Atao Huallpa en los Baos de Cunoc,donde se hallaba aposentado el cortejo imperial. Para estudiar ese proyectoy para invitar al Inca a que concurriese a la plaza al da siguiente, se enviuna avanzada de veinte jinetes al mando de Hernando de Soto. Con l vandoscientos indios nobles a fin de reforzar la posicin de las mesnadascastellanas ante el gran monarca quiteo.

    Atao Huallpa, cuando supo el arribo de Soto, no se dign hablar con l.Finalmente lo habra de recibir, tras larga espera del espaol, mas no ledirigi palabra; mostrndole por el contrario, irritante menosprecio.

    Cumpliendo con el plan trazado de antemano, el capitn le expres que notraa otro encargo que el de besarle las manos e invitarlo a comer ennombre de Francisco Pizarro.

    Rodeado de mujeres y eunucos, as como de altos cortesanos, AtaoHuallpa continu mostrando mucha gravedad pese a la fingida humildad deSoto. A la invitacin a comer respondi secamente y slo por intermedio deuno de los nobles incas all presentes. Mucho era su linaje para hablardirectamente con tan poca cosa.

    Mientras estos hechos se desarrollaban en Los Baos, Hernando Pizarroha empezado a inquietarse en Cajamarca por la suerte que podra habersufrido la escuadra de caballera ida con tan difcil comisin ante Atao

    Haullpa. Haciendo uso del dominio que siempre tuvo sobre su hermano

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    mayor, pero bastardo, consigui entonces que se mandara un nuevo grupobajo su mando con rumbo a Los Baos.

    Al llegar Hernando Pizarro, cambia la actitud de Atao Huallpa; dado quese le avisa que es hermano del jefe de los sungasapas o barbudos. Lorecibi en su recmara mostrando notable majestad. Levantando algo el

    manto que lo cubra desde la cabeza le manifest que su capitn MaicaHuillca ha contado que los espaoles son flojos en cosas de guerra; y que,adems, ha matado a tres de ellos en la costa.

    Hernando Pizarro se burl de las afirmaciones de Maica Huillca. Enrespuesta, como para demostrar su podero, le ofreci sus soldados paracualquier empresa guerrera, con lo cual violaba la lnea de accinrecomendada por su hermano Francisco. Impetuoso, Hernando no secontiene en demostrar su bravura y decisin. Pero lo hizo con tal excesoque no fue credo por Atao Huallpa.

    En efecto Atao Huallpa, aparentando aceptar la oferta militar deHernando de Pizarro, le expres que a cuatro jornadas de Cajamarca haba

    unos indios muy recios, que no se le quieren rendir y que vayan adominarlos.

    Hernando Pizarro, jactanciosamente, le respondi que no tenan por quir todos los espaoles. Que bastar apenas con diez y que las tropasincaicas no sern menester sino para buscar a los que se escondiesen.

    Atao Huallpa, entonces, (y lo cuenta el propio Hernando Pizarro en surelacin, como extraordinario testimonio), sonrese como hombre que nonos tena en tanto. No poda, en efecto, dentro de su mentalidad primitiva,comprender que pudiera ser cierta semejante bravuconada. Otros testigosdicen que hasta se ri de la frase de Hernando Pizarro; ignorando elpodero del acero y de la plvora.

    Rota la tensin, hermosas mujeres -algunas de las cinco mil favoritasque el Inca tena en su serrallo- trajeron chicha en vasos de oro. Losvisitantes, Hernando Pizarro y Hernando de Soto, brindaron mal de sugrado, temiendo algn brebaje. Finalmente, el rey dio permiso a loscastellanos para que con sus hombres se aposentasen en los barriosmarginales de Cajamarca. Luego cambi otra vez su tono y dijoamenazante que al da siguiente averiguara en Cajamarca sobre ciertossaqueos de prendas de su padre Huaina Capac, que los cristianos habanefectuado junto al mar.

    Antes de partir, Hernando de Soto se propone impresionar a la corte

    Imperial. Llevando a grupas a Felipillo, caracolea en su brioso corcel.Luego, tras separarse un trecho, arremete contra el Inca, detenindose tancerca del trono que la espuma del caballo salpic las reales insignias deAtao Huallpa. Este, sin embargo, ni siquiera levant la vista: ni en el rostrose le not novedad, antes estuvo con tanta serenidad y buen semblantecomo si su vida toda hubiera gastado en domar potros.

    Unos cuarenta de sus cortesanos, no obstante, retrocedieron temerososal cargar la bestia. Atao Huallpa orden de inmediato que los decapitaran,con sus mujeres e hijos: De que haban miedo: que huande una oveja?.No quiero medroso el vasallo grit aquel monarca, representante autnticode una aristocracia guerrera. Al da siguiente los espaoles encontraran en

    Cunoc las cabezas cercenadas de aquellos funcionarios imperiales.

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    LOS PLANES DEL INCA

    Atao Huallpa qued sumamente satisfecho del resultado de la entrevistade Los Baos, a causa de la aparente sumisin de los jefes espaoles;

    quienes se haban ofrecido como servidores. Se fortaleci su conviccin enla debilidad de los ciento noventa aventureros; y ya sabemos quemenospreciaba a los refinados indios costeos que respaldaban a loscastellanos. Impresin semejante le debieron causar los indios nicaraguas atravs de las referencias que de ellos tendra. En cuanto a los negros, nolos tena en nada

    Fue entonces al finalizar dicha entrevista que vino el error fatal de AtaoHuallpa: Aquella misma noche despach veinte mil indios con un capitnsuyo que se llamaba Rumi ahui, con muchas sogas, que tomasen lasespaldas a los espaoles, y secretamente estuviesen para cuando huyesendiesen en ellos y los atasen, creyendo que al otro da, vista la mucha gente

    que llevara, todos se habran de huir. Tal cuenta el propio primo deFrancisco Pizarro, el soldado cronista Pedro Pizarro, joven actor de aquelloshechos. Rumi ahui recibi, pues, una orden concreta: que guardase lasespaldas a los espaoles y matasen a todos los que volvieran huyendo. Ental sentido este general deba rodear Cajamarca con sus tropas, ubicndoseen las afueras de la ciudad. Especialmente sobre el camino hacia la costa.

    Esas huestes eran realmente temibles. El secretario de FranciscoPizarro, Francisco de Jerez, describe as a los soldados incaicos: muydiestros y ejercitados en la guerra y son mancebos e grandes de cuerpoque slo mil de ellos basta para asolar una poblacin de aquella tierraaunque tenga veinte mil hombres. Posean, adems un ciego optimismo,fruto de sus muchas victorias cuando las campaas de Huaina Capac y mstarde con motivo de la guerra civil contra Huscar Inca. Nadie crea entreellos que los espaoles pudieran intentar alguna resistencia. Tal cosa noera concebible.

    Los jefes militares de Atao Huallpa discutan ms bien, alegremente,sobre la muerte que habran de sufrir los espaoles. Algunos pidieron quese les adjudicase un nmero de ellos como ciervos yanaconas personales:para servirse de ellos como esclavos. Varios castellanos seranreservados como eunucos para el serrallo imperial. Por otra parte,decidieron que casi todos los caballos fuesen sacrificados al Sol.

    La confianza era tan grande que uno de los adalides de la Guardia delInca asegur que con doscientos indios que le diese se los atara a todos.Esos veteranos de cien combates, ufanamente, crean que los cristianos noeran hombres de guerra. An ms, Maica Huillca, vano como siempre,lleg al extremo de sostenerle a Atao Huallpa: no enves (que) vengan,porque a mi slo me han (tienen) miedo. Se atrevi a rogar al Inca por lavida de tres espaoles: no has de matar a tres de ellos. El herrador, elbarbero que haca mozos a los hombres y a Hernando Snchez Morillo, queera gran volteador (domador). Reflejaba all Maica Huillca el asombro de lasociedad indgena ante el Occidente: el hierro, los afeites y la doma depotros.

    Con semejante estado de nimo no es de extraar que de inmediatopartiera Rumi ahuiel fogoso plebeyo que haba alcanzado el Generalato

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    con sus hazaas para lograr un fcil lauro ms. Marcharon sus soldadosvirtualmente desarmados, con ayllus (boleadoras) que es un arma paraprender con cierta arte de nudos y cuerdas, para ponerse por el camino queentraron, para que no escapase ninguno. Este testimonio de Cieza de Lenes confirmado por varias otras relaciones de la Conquista del Per; las

    cuales inciden, tambin en la confianza ciega de Atao Huallpa en su seoroy fuerza. Quera capturar vivos a los castellanos.Por otra parte, sus preocupaciones estaban centradas en lugares muy

    distantes de Cajamarca. Aquel puado de aventureros barbudos, y deorigen desconocido, poco le importaba en realidad. Sus ansias estabanpuestas en la suerte que andaran corriendo sus ejrcitos en el sur delTahuantinsuyo. Saba Atao Huallpa que en esas horas estaba jugndose enalgn lugar prximo al Cuzco la suerte del trono incaico. La ofensivalanzada por sus generales contra los huestes de Huscar Inca deba estarllegando a su fin. Aguardaba los chasquis que le trajeran noticias de untriunfo definitivo o de una aplastante derrota.

    LA NOCHE

    Mientras los capitanes de Atao Huallpa discutan apasionadamentesobre la forma en la cual se habran de repartir a los espaoles una vez quese les capturase, Hernando Pizarro y Hernando de Soto regresaron aCajamarca.

    En primer trmino confirmaron a Francisco Pizarro la dificultad querevesta un ataque a los Baos de Cunoc; a causa de ser sitio muy cercado,con canales y estanques; donde no poda cargar la caballera. Luegohablaron del esplendor de la Corte Imperial y la calidad de las tropasquiteas y de sus fuerzas aliadas. Por ltimo informaron que el Inca habaaceptado la invitacin a comer formulada por el Gobernador.

    Contra lo indicado por Atao Huallpa, el Gobernador decidi instalarse enla Plaza Principal de Cajamarca -o sea en los aposentos reales-, y aguardarall el da siguiente; de lo cual Atao Huallpa se enoj bravamente contraellos. Esa noche los castellanos velaron en pie temerosos de un sorpresivoataque incaico. An ignoraban que en el antiguo Per jams se combata denoche; costumbre que, a la postre, habra de ser funesta para las armasincaicas.

    Los cristianos pasaron con bastante incomodidad aquellas horas. Todosvelaban en armas, con rondas montadas permanentes. Nadie se atrevi adormir; listos los caballos ensillados y alerta la ms de la gente. De todaesta audacia inaudita estaban espantados los indios auxiliares de losespaoles. Las mujeres indias lloraban a gritos prediciendo el fin de todos.El temible Atao Huallpa llegara al da siguiente. As amaneci en medio dela zozobra general.

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    LAS HORAS DECISIVAS

    Atao Huallpa al alba habra podido todava variar el rumbo de la historiacambiando su decisin. Pero no lo hizo. Acontecimientos fortuitos vinieron afortalecer an ms su conviccin de la absoluta debilidad de los castellanos.

    Haba ofrecido ir temprano, pero no cumpli la oferta, como buen seoracostumbrado a disponer del tiempo a su placer. Recin adentrado el da seiniciaron los preparativos para cubrir los pocos kilmetros que separan losBaos de Cunoc de la ciudad de Cajamarca. Envi varios mensajeros aobservar a los espaoles, especialmente sus caballos y perros. Parece quebromeaba. Algunas veces anuncia que ir con armas; otras que concurrirsin ellas. Cieza de Len dice que estaba muy orgulloso (porque) parecaleque por ninguna manera podra suceder cosa que bastase a estorbar el queno matase o prendiese a los cristianos.

    Fue impresionante el cortejo que parti de Los Baos: muchos miles depersonas. Haba de todo. Nobles, cortesanos, favoritas, eunucos, curacas y

    todava buena parte de su ejrcito. Iba tambin mucho pueblo, atrado detodos los alrededores por la rara fama de los extraos visitantes.

    Camino de la ciudad, Atao Huallpa se detuvo y levant tienda; no sesabe bien por qu razones. Tal acontecimiento, imprevisto, caus pnicoentre los espaoles; quienes vean frustrada la trampa que se haba tendido(capturar al Inca en cuanto se sentara a la mesa con Francisco Pizarro).Fue entonces cuando ste pidi un voluntario para que fuese a rogar al Incaque cumpliera con su ofrecimiento y fuese al gape.

    El valiente que tom la comisin fue Hernando de Aldana; quizs porquesaba algo de quechua. Llegado ante el monarca indio, se le acerc conmucha cortesana, pero Atao Huallpa no le contest nada, mas levantosecon mucha ira y quiso tomarle la espada. Varios curacas cogieron alespaol; pero Aldana con mucho nimo, no dej que se la desenvainaran.Luego el Inca, recuperando su postura, sonri diciendo que no se le hicieseningn dao; y confirm all su promesa de concurrir a la comida.

    Aldana, solo, ante tantos indios hostiles, debi sentirse poco menos queaterrorizado: no las tena todas consigo, hizo su acatamiento y a paso largovolvi donde estaba Pizarro. Los cortesanos incaicos, seguramente, rieronde la mal disimulada prisa del espaol; tomando as cada vez menos enserio a los cristianos.

    Aldana, por su parte, dijo a los suyos, sofocado por el apuro, que le

    pareca que (Atao Huallpa) vena de mal arte y con gran soberbia. No seequivocaba. Francisco Pizarro dict, entonces sus ltimas disposiciones.Atao Huallpa crea ciegamente que nada tena que temer.

    Verdaderamente, las apariencias engaaban: altos jefes espaoles sehaban postrado ante l en los Baos de Cunoc y sus capitanes afirmabanque de poco servan en cosas de guerra. Emisarios enviados para observarel campamento castellano confirmaron que exista gran pavor entre indiosauxiliares de los conquistadores. En cuanto a los espaoles, ya hemos vistoque Francisco Pizarro trat siempre de ocultar la real potencialidad de lasarmas occidentales y la moral de la mayor parte de sus hombres; que comoaventureros experimentados era muy alta para peligros y emergencias. No

    faltaban, sin embargo, entre tanto hombre templado por mil riesgos

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    anteriores, los que vacilaban: algunos hasta se les soltaba el vientre de vertan cerca tantos indios de guerra..

    Pues estando as los espaoles cuenta Pedro Pizarro-, fue la nueva aAtao Huallpa de indios que tena espiando, que los espaoles estabantodos metidos en un galpn, llenos de miedo, y que ninguno apareca por la

    plaza; y a la verdad el indio se la deca, porque yo v a muchos espaolesque sin sentirlo se orinaban de puro temor.De rato en rato escribe Cieza-, llegaba un indio para reconocer el

    estado que tenan los espaoles. Volva con mucha alegra diciendo que demiedo se haban todos escondido por las casas, sin aparecer ms que sucapitn con muy poquitos. Con esto que Atao Huallpa oy le creca ms elorgullo mostrndose ms brioso. Se recuerda, asimismo, que los ms delos suyos le daban prisa que anduviesen o licencia les diesen para que ellospudieran ir a atar a los cristianos, que no aparecan ya de temor de ver supotencia.

    LA FATALIDAD DEL USURPADOR

    Lleno de confianza, tras ver correr como un galgo a Hernando deAldana, y ante tanta sumisin de los cristianos, Atao Huallpa cometi elerror que lo perdi: confirm all el plan de cercar a los cristianos con lasfuerzas de Rumi ahui. An ms y esto fue el principio del fin delusurpador quiteo-, dej en ese lugar a las tropas que lo acompaabanhasta ese momento.

    Algunos de sus jefes ms belicosos, compartiendo el optimismoreinante, volvieron a solicitarle licencia para que fuesen a llevarle atados alos cristianos, pues estaban escondidos. Ms el Inca no quiso dar esaorden, prefiriendo tomar en sus propias manos la grata tarea de hacer fugara los conquistadores de la plaza para luego presenciarsu captura y muerteen los alrededores de la ciudad.

    Para cumplir ese objetivojuzgaba el Inca-, bastaban su temible fama,su presencia altiva y el squito que lo acompaara. Y reparti all lasnumerosas y lucidas tropas que hasta ese momento lo acompaaban.Hernando Pizarro capitn general de los espaoles y hermano deFrancisco-, es quien cuenta lo siguiente en su famosa crnica sobre estossucesos: dej all la gente con las armas e llev consigo hasta cinco o seis

    mil indios sin armas, salvo que debajo de las camisetas traan unas porraspequeas, e hondas e bolsas con piedras. Dentro de ese nmerofiguraban mil barredores que iban limpiando el camino por donde habra depasar Atao Huallpa, tres grandes comparsas de bailarines y cantores yturnos de cargadores de andas.

    Dos de los ms antiguos documentos sobre la conquista espaolaconfirman esta decisin desastrada del inca. La relacin francesa sealaque a estas gentes que estaban sobre los campos, segn se supodespus, les haba encomendado que una parte de ellos fuese a ponerseen emboscada en una parte de la ciudad de Cajamarca y la otra en la otra,a fin de que cuando l se acercara a la ciudad ,