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Juntos es mejorSegunda parte de "El Jefe"

Ana Carpio Ramírez

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Contenido

Página del títuloSinopsisPrólogoCapítulo 1Capítulo 2Capítulo 3Capítulo 4Capítulo 5Capítulo 6Capítulo 7Capítulo 8Capítulo 9Capítulo 10Capítulo 11Capítulo 12Capítulo 13Capítulo 14Capítulo 15Capítulo 16Capítulo 17Capítulo 18Epílogo

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SinopsisTras su ruptura, ambos han quedado destrozados.Skylar decide continuar su vida en Dallas, a pesar de todo. Pronto consigue un nuevo trabajo

como secretaria en una empresa. Su nuevo jefe es el heredero de una gran fortuna. Lo que no imaginaes que, al firmar ese contrato, también está firmando nuevos problemas.

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PrólogoEstaba sentado en la sala de espera de ese estúpido sitio. Hillary estaba a mi lado, pensando

seguramente que iba a escapar. Veía gente a mi alrededor que se encontraba nerviosa, inclusodiciendo cosas sin sentido. Otra, en cambio, estaba tranquila mientras miraba su teléfono esperandoque le llamaran para entrar.

Esperaba y suponía que la gente me viera a mí como alguien de ese segundo grupo.No quería estar allí, de hecho, no debería haberlo estarlo. No necesitaba a nadie para olvidar a

Skylar, básicamente, porque mi intención era no olvidarla nunca.Pero Hillary había sido lo suficientemente pesada para que accediera a ir..., aunque ambos

sabíamos que no mejoraría nada.Era cierto que esos días sin Skylar habían sido duros, insoportablemente duros. Llevaba días sin

dormir, llevaba días catigándome por lo estúpido que había sido. Me había intentado concentrar en eltrabajo, pero había sido algo inútil; todo me recordaba a ella. No había prestado atención en ningunade las reuniones, mi vida solo se centraba en recordar a Skylar y maldecirme por haberle causadotanto dolor. Solo me quedaba una esperanza, y era que ella estuviera bien.

—Señor Black, Alexander Black, la doctora le espera — comunicó el hombre que se encontrabaen la recepción. Hillary tocó mi pierna como si yo no me hubiera dado cuenta y rodé los ojos confastidio. Me levanté sin ánimo y me dirigí al despacho de la doctora Ware, una psicóloga amiga deHillary, con fama de ser buena en lo suyo.

Toqué la puerta e instantes después pasé tras escuchar la voz de Ware.—¿Qué tal? Adelante por favor, siéntese aquí en el sillón —saludó Ware al verme entrar. Asentí

levemente con la cabeza, cerrando la puerta y me dirigí al sillón que me indicó. Ella era alta, pelocastaño y ojos claros. Sus labios eran notablemente grandes y su lápiz labial resaltaba en su tezsumamente blanca—. Bueno —continuó al ver que no contestaba nada—, cuénteme, ¿por qué hadecidido empezar terapia?

Puse los ojos en blanco. Odiaba que hiciera como si no supiera perfectamente quién era yo y porqué me encontraba allí.

—Bueno —murmuré alborotando mis rizos algo nervioso. No estaba dispuesto a hablar de mivida con alguien que lo único que pretendía sacar de mí era dinero.

—Disculpe —tosió fingidamente—. ¿Puede recordarme su nombre?¿Me estaba jodiendo? Sabía perfectamente quién era. Todas lo sabían.—Alexander Black —contesté finalmente.Ella alzó una de sus cejas descaradamente por mi tono vacilante.—Ahora dígame qué es lo que le ha traído aquí —pidió mirando unos documentos sobre su mesa.—Mi hermana —contesté con ojos inquisitivos. Quería que pillara pronto mi clara indirecta de

que sabía que su trabajo se resumía en cotillear la vida ajena y ganar dinero con ello.—Señor Black —Carraspeó con tono serio y colocó sus manos entrelazadas sobre la mesa en un

movimiento sonoro—. Ábrase, yo estoy aquí para escucharle. No sienta vergüenza.—¿Y en qué puede ayudarme, según usted? —cuestioné apretando mis labios.—Señor Black, déjese de juegos —Se levantó de su escritorio y se posicionó en el sillón de mi

lado—. Hábleme acerca de Skylar Grace Evans.Skylar Grace Evans. Aún me dolía si quiera escuchar su nombre. Y saber con certeza que no

estaba a mi lado.

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Ladeé mi cabeza y volví a alborotar mi cabello. No sabía qué contestar. La idea de escuchar sunombre provocaba en mí una inmensidad de ganas de llorar.

Patético, lo sabía. Pero era inútil engañar a mis propios instintos.—¿Son ustedes novios? —agregó mirándome triunfante al saber que ese tema podía conmigo.—No —mascullé mirando la ventana que estaba frente a mí.—¿Lo han sido? —insistió y yo la miré, asintiendo levemente con la cabeza—. Bien —Me

dedicó una sonrisa de lado—; ¿la echa de menos?—Sí —respondí con pesar, y el recuerdo de mi mano golpeando su delicada mejilla perturbó mis

pensamientos, provocando que la mirara con repulsión—. No puedo vivir sin ella.—Bien —musitó mientras escribía algo en su libreta—. ¿Puede decirme el motivo por el que ella

ya no está con usted?—Yo... yo golpeé a su amigo en un arrebato de celos —Comencé a contar y apoyé mi espalda en

el respaldo del asiento—. Y también la golpeé a ella.Ella torció el gesto y me dieron ganas de propinarle otro a ella.—¿Usted suele ser muy agresivo? —preguntó sin parar de escribir algo en la libreta. Asentí con

la cabeza algo reacio para terminar contestando que sí—. ¿Desde cuándo?—Desde la muerte de mi padre —contesté sacudiendo mi cabeza para que todos los asquerosos

recuerdos se esfumaran de mis pensamientos—. Pero no quiero hablar de eso.—¿Tiene contacto con la señorita Evans? —Cambió de tema rápidamente, cosa que agradecí.Suspiré sonoramente mientras ella cruzaba sus piernas. Era costoso todo eso para mí.—No sé nada de ella desde... desde aquello —tartamudeé cada vez con la voz más baja, hasta

terminar en un leve eco.—Bien —dijo levantándose e hizo un gesto para que me tumbara en el gran sillón, y así hice,

volviendo ella al suyo—. ¿Qué haría si la volviera a ver?—Disculparme y pedirle que no se volviera a alejar de mí —Sentía ese maldito nudo en la

garganta que no me dejaba hablar—. No... no puedo vivir sin ella.—¿Qué haría si la volviera a ver... con otra persona? — preguntó y sabía que en respuesta

inmediata a ello mis ojos se habían enturbiado y mi mirada mostraba lo que tenía agarrado en micorazón; odio.

—Los mataría —concluí mirando hacia otro lado para no ver el gesto de la doctora Ware.El rostro de la señorita Ware se metamorfoseó en un un gesto de espanto y supe que intuía que

era capaz de hacerlo.

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Capítulo 1DALLAS DA SUERTE

El ambiente era demasiado caliginoso. Megan no paraba de apretar mi mano, estaba realmentenerviosa. Intuimos que ella sería la siguiente en ser atendida por el Doctor Reeves.

Aunque Andrew estuvo totalmente en desacuerdo cuando Megan y los hermanos mierda de Taylory Eric optaron por abortar, decidió ocuparse él mismo de quien sería el doctor encargado en dichoacto. Megan no quería darse cuenta, pero yo sí me la había dado: Andrew estaba enamorado de ella.

Asuntos de trabajo le prohibieron estar en ese momento junto a ella, pero Taylor y Eric tampocoestuvieron y eso fue algo que dolió en profundidad a Megan. Estábamos nosotras junto a Jonan, en lasala de espera de una clínica en Fort Worth.

Nosotros llevábamos allí un tiempo viviendo, desde que básicamente, Alexander y yo noshabíamos separado. Hacía algún tiempo de ello, pero yo seguía notando cómo la herida que me habíadejado la relación entre nosotros seguía escociendo.

La miré de reojo y noté cómo su mirada estaba perdida, viajando en miles de pensamientos ysentimientos. Yo sabía que ella no estaba segura de aquello. Era lo normal; se trataba de una decisiónmuy importante y con grandes consecuencias.

Mientras esperábamos, Alexander, como había acostumbrado a hacer durante este tiempo, asaltómis pensamientos. Su mirada triste y conmovedora no se borraba de mi retina, y aunque ya hacía dosmeses de lo sucedido y sin saber nada de él, yo seguía queriéndole con toda mi alma.

—Señorita Growney, puede pasar —avisó la secretaria del doctor Reeves haciéndonossobresaltar a los tres, cada cual sumido en sus pensamientos. Escuché un suspiro de Jonan, él noestaba de acuerdo en solucionar ese asunto así. Y yo tampoco. Pero la madre y los presuntos padreseran ellos, y su opinión era la que valía.

Jonan y yo nos levantamos y comenzamos a mirar a Megan, que estaba totalmente descolocada.—Megan... —susurré tendiéndole mi mano para ayudarla a levantarse.—No...—murmuró con unas pequeñas lágrimas aflorando de sus rasgados ojos—, no... no puedo.—¿Qué?—Que no. No puedo. No voy a deshacerme de mi bebé —respondió, levantándose y agarrando su

barriga como si se fuera a caer—. No. Claro que no.—¿Estás segura? —preguntó Jonan con una media sonrisa esperanzada, al igual que yo.—¿Lo... lo vais a querer igual que voy a quererle yo? —La voz de Megan era tan temblorosa y

llena de ternura que conseguió desgarrar mi corazón.Jonan y yo nos miramos y supimos qué teníamos que hacer: abrazar con fuerza a Megan.—Os quiero —añadió con una pequeña sonrisa nerviosa—. Gracias. Gracias. Miles de gracias,

familia.La secretaria nos miró por décimas de segundos y continuó llamando a los siguientes pacientes.

Ahí ya no hacíamos nada, por lo que Megan se disculpó con la sonrisa más radiante que jamás lehabía visto y nos marchamos de allí, dirigiéndonos a casa con mi coche.

***Podía escuchar los gritos de alegría que emitía Andrew a través del teléfono al recibir la noticia

de Megan. Era tan obvio lo que él sentía por ella, que hasta una mente sencilla como la de Jonan lohacía captado desde hacía mucho tiempo.

Llegó la noche y con ello, mi momento rutinario para pensar en todo mi explendor en Alexander.

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Cada noche de esos dos meses que había pasado sin saber de él, los había pasado llorando. Mialmohada comenzaba a perder color de las miles de lágrimas que había soportado.

Mis pensamientos estaban totalmente desordenados y ni hablar de mis sentimientos..., aunquetodos concordaban en algo: amaba a Alexander y eso no iba a cambiar por muchas peleas y... pormuchos golpes que pudieran suceder.

El miedo no me dejaba respirar, Alexander era un chico guapísimo y por qué no decirlo,millonario. Tenía a miles de mujeres babeando y besando las baldosas que él pisaba con sus zapatoscaros...

¿Me merecía la pena estar lejos de él? La pregunta contraria a esta había cesado de estar en mimente, porque yo misma me había demostrado en esos dos meses que no había nada más dolorosoque no volver a ver la sonrisa de Alexander Black.

¿Tendría secretaria nueva? ¿Y alguna mujer más?Esas ideas bombardeaban mi corazón, el cual seguía roto desde no el momento en que Alexander

me golpeó, si no desde que decidí marcharme de Dallas y no volver a saber nada más de él. Con eldolor y la tensión del momento cogí todas mis cosas de allí y me mudé junto a Megan y Jonan a FortWorth, y aproveché para arreglar la casa y después intentar venderla.

Algo tenía claro, y era que Alexander no era así por orgullo propio. Él había pasado una vidadura, en soledad... Mi vida estaba vacía porque no me crié con mi madre, pero él se había criadosolo... con la culpa de la muerte de su padre a sus espaldas y el rechazo de su propia madre.

Él era así producto de su soledad y yo lo que hice fue abandonarle.Le dije que era un monstruo y esas palabras eran las que más dolor habían dejado en mi alma.Cuando amaneció, lo hizo demasiado pronto. Con ello tuve que levantarme para culminar la

limpieza a fondo de la casa y poder ponerla en venta. Después no sabía qué sería de nosotros, nosabía donde iríamos, no sabía si íbamos a quedarnos en Fort Worth o íbamos a volver a marcharnosde allí; solo sabía que no podía quedarme más tiempo sumida en los recuerdos tan dolorosos que meproporcionaba esa casa, tales como los de mis padres vivos.

Solo quedaba la limpieza de uno de los baños, por lo que me puse muy temprano para no daropción a Megan de querer ayudarme.

La hora de la comida llegó rápido y Megan lucía nerviosa. Taylor y Eric habían accedido a irpara saber qué noticia les tenía que otorgar.

Mientras Jonan cocinaba, cosa que descubrí hace unos meses que hacía bien, yo descansaba en elsofá después de una mañana de limpieza.

El sonido de una llamada de mi móvil hizo que me sobresaltara. Miré el número y no lo teníaguardado, pero como me dijo alguien si has entregado curriculum lo más racional es que cojas lasllamadas que entren a tu móvil.

Una pequeña sonrisa brotó de mis labios al recordarlo.—¿Quién es? —pregunté al descolgar la llamada.—¿Skylar Grace Evans? —contestó una voz ronca varonil algo conocida para mi, pero no logré

asociarla en un primer momento.—Ella habla —respondí lo más profesional que pude y con una chispa de esperanza al pensar

que podía ser alguien que me llamaba para una entrevista de trabajo—. ¿Usted, es...?—Aarón Grable —Me sonaba, pero no le ubicaba demasiado bien.—¿Qué se le ofrece? —La intriga me consumía. Algo me decía que había escuchado ese nombre

antes—. ¿Nos conocemos?El soltó una risilla.

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—¿No se acuerda de mí? Hablamos en una ocasión cuando usted era la secretaria de AlexanderBlack —contestó y al fin logré ubicar de qué me sonaba. Claro... llamó uno de mis primeros días—.Y bueno, me gustaría hacerle una pequeña entrevista.

Mis ojos se abrieron como platos. ¿Una entrevista? Comencé a reírme nerviosa y el señor Grablesoltó una pequeña carcajada ante mi reacción.

—¿Dónde tendría que ir? —pregunté cogiendo rápidamente un bolígrafo negro y una pequeñalibreta que estaba sobre la mesa—. ¿Y cuando?

Estaba realmente motivada.—En Dallas, claro —contestó y oír aquel nombre hizo que diera un vuelco mi corazón. Dallas...

volver a Dallas... No había ido desde que había sucedido todo aquello—. Y bueno... ¿mañana? ¿Alas nueve? ¿Le viene bien, señorita Evans?

Me quedé unos momentos callada, pero la tos fingida del señor Grable hizo que volviera a lavida real y contesté.

—Sí, claro —dije con un deje nervioso.—Manejo la empresa Leutori Stmes y se encuentra en la plaza de las Américas, no le será difícil

encontrarla.—Muchas gracias, de verdad —contesté feliz porque tenía una esperanza de trabajo y algo

nostálgica porque si me contrataban... tenía que volver allí y tener la posibilidad de ver a Alexander.Aunque eso no sabía si me entristecía o me alegraba realmente.Me tiré toda la tarde haciendo mi maleta, Megan y Jonan optaron por esperar y ya volver a Dallas

si me contrataban. Me costaba mucho dejar a Megan allí, pues estaba muy triste. La noticia de queiba a seguir adelante con su embarazo no fue algo que agradó a Taylor y a Eric, pero ella así loquería y aunque ellos no la apoyaran, Andrew, Jonan y yo sí.

Alrededor de las seis decidí volver a Dallas, tenía que limpiar el piso y acomodar mis cosas...no era seguro que el señor Grable me contratara, pero tenía esperanza en mi y algo me decía que sí.

Cuarenta minutos después llegué al piso, donde encontré todo exactamente igual, aunque un pocomás polvoriento. Estaba vacío y cetrino..., tal y como yo me sentía sin Alexander. Lo primero quehice fue airear el salón y limpiar por encima todo. Luego acomodé la ropa que me había llevado enmi armario y por primera vez en esos meses, volví a mirarme a aquel espejo que había sido testigode cada lágrima y cada sonrisa que nacía en mí por Alexander.

Me tumbé extenuada en la cama. La verdad que desde que había llegado allí, si el nombre deAlexander no solía salir de mis pensamientos, allí me gritaban que lo buscara e intentara arreglartodo. Y realmente eso quería...

Juntos es mejor...Sacudí mi cabeza. Alexander no se merecía que yo desapareciera y apareciera de su vida cuando

a mi se me venía en gana. Tenía miedo... mucho miedo. De verle. De ver que quizá él me habíaolvidado y yo... yo aun soñando con un futuro juntos.

Volver a verle era algo que despertaba en mi ilusión, pero también preocupación. ¿Qué sería deél? ¿Sería siendo la misma persona de la que yo me había enamorado? ¿Me odiaba?

Me levanté de la cama y me asomé al pequeño balcón que había en el salón. Desde ahí se veía lacalle, y también podía ver como si fuera a tiempo real todos los recuerdos que me traía. La imagende Alexander apoyado en su coche esperándome no se borraba de mi cabeza...

Tras un rato mirando aquella escena, cené ligero y volví a la cama dispuesta a descansar para mientrevista en Leutori Stmes.

A las siete sonó mi despertador y un escalofrío sobresaltó mi cuerpo.

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Deseé que volviera a ser Septiembre, y que ese día tuviera que volver de mis vacaciones a BlackEnterprise... junto a Alexander Black.

Ahuyenté esos pensamientos que solo me hacían mal de mi cabeza y me levanté rápidamente.Seguí el ritmo hasta meterme en la bañera y darme una ducha relajante.

Después, sequé mi cabello y lo ricé. Fui a mi armario y decidí ponerme un vestido ajustado rosapalo con una americana verde clara menta y unos tacones beiges. Me maquillé lo justo y me vi algomejorada. Aunque ir así no me servía de nada si no era Alexander quien me miraba.

Antes de las nueve, muy puntual, me encontré al fin frente a la empresa Leutori Stmes. Era grande,pero no igual que Black Enterprise, y tampoco era igual de bonita que ella. Esa empresa era comoAlexander para mi, nunca habría ninguna igual... En ese momento una duda asaltó mi cabeza.

¿Quién sería la nueva secretaria de Black Enterprise?Decidí resolver mis dudas quedando a tomar un café con Lorraine, pero en ese momento tenía que

centrarme en la entrevista de trabajo que iba a tener.La puerta de la empresa era giratoria, algo nuevo en mi. Al revés de Black Enterprise, la

recepción se encontraba al final. El suelo era de madera clara, y los muebles de madera más oscuramientras que la pared lucía más oscura aun. El techo era blanco con pequeñas luces incrustadas.

Me acerqué a la recepción y había un hombre con un informe muy peculiar color azul oscuro y alverme me dedicó una sonrisa de cortesía.

—¿Qué se le ofrece? —preguntó a medida que me vio más cerca de la recepción.—Tengo una entrevista con el señor Grable, soy Skylar Grace Evans —contesté mirando a mi

alrededor. Me sentía como si estuviera engañando a Black Enterprise. Todo era tan extraño...—Espere —dijo asintiendo levemente con la cabeza y marcando el teléfono—. La señorita Evans

ya está aquí —prosiguió y se quedó callado por segundos, supongo que escuchando su respuesta—.Está bien —colgó y me miró—, planta 4.

Fui a agradecérselo pero el hombre no volvió a mirarme. Todo era muy serio... supongo que eralo normal. No todos serían como Lorraine.

Me subí al ascensor, que lucía más antiguo que el de Black Enterprise y marqué la cuarta plantamientras que tres personas se subieron conmigo. Por inercia busqué con la mirada a Bob, pero teníaque despertar... no estaba en Black Enterprise, y ni volvería a estarlo.

No había sabido hasta ese momento que también echaba locamente de menos trabajar allí.Llegué a la cuarta planta y solo me bajé yo, las tres personas aun tenían que subir más plantas.

Era todo tan raro... y yo cedía tanto a comparar todo con Black Enterprise...Llegué a la puerta que presidía la planta y en la cual ponía Aarón Grable, me sorprendió que no

pusiera nada más. Tragué saliva y toqué la puerta.Escuché una silla moverse y seguido unos pasos que acabaron al lado de la puerta, la cual se

abrió. Alexander Black nunca hubiera abierto una puerta.—Pase —dijo, quien supongo que era Aarón Grable, con una amable sonrisa y un gesto

caballeroso. Una vez dentro, le miré con disimulo mientras caminábamos junto a la mesa y vi que eraalto, pelo rubio oscuro y ojos pequeños de color azul. Tenía un traje negro perla junto una camisablanca y corbata azul oscura—. Me alegro que haya optado por venir. Siéntese.

—Muchas gracias por darme la oportunidad —contesté un poco tímida mientras miraba mismanos entrelazadas sobre mis muslos. Estaba muy, muy nerviosa.

—Tenía muchas ganas de conocerla —Abrí los ojos como platos—. Desde que hablamos aquellavez por teléfono he tenido mucha curiosidad e interés en usted.

No entendía sus palabras y esa confusión la transmitió mi mirada. La verdad que no entendía que

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hacía allí, ni si quiera había echado un curriculum. ¿Simplemente, por aquella llamada, el señorGrable quería darme una oportunidad?

—Pues ya me tiene aquí —dije sin saber qué responder y supe que seguramente hubiera sidomejor mantenerme callada.

Él asintió con la cabeza sin apartar su mirada de mi y asintió levemente con la cabeza.—Voy hacerle unas preguntas, ¿de acuerdo—Claro —respondí nerviosa, suspirando. Mi última entrevista fue desastrosa, pero Alexander

me contrató. Dudaba mucho de que si le ofrecía una entrevista igual el señor Grable hiciera lomismo.

—Cuénteme sobre usted misma —Comenzó a decir mientras lo leía en un documento. Mi corazónrecibió una punzada y un recuerdo pasó por mis ojos.

—Cuénteme acerca de usted misma.—Tengo 23 años —Volví a mirar mis manos. Mantener su mirada era imposible—. Y acabo de

terminar la universidad.Él sonrió, aunque no me inspiró confianza.Volví a la vida real y sacudí levemente la cabeza. El señor Grable me miraba intrigado.—Tengo 23 años —dije suspirando y sonriendo levemente mientras recordaba la mirada

penetrante de Alexander Black—. Y he estado cinco meses ocupando el puesto de secretaria deAlexander Black, jefe de Black Enterprise —Y cinco meses ocupando el corazón de él mismo.Suspiré al tener ese pensamiento tan triste.

Él asintió con la cabeza y se cruzó de brazos.—¿Por qué la despidió? —preguntó con mirada inquisitiva. Yo me removí en la silla e intenté

tranquilizar interiormente mis nervios.—Yo decidí... —titubeé—, decidí abandonar la empresa —Y en cierto sentido era verdad—.

No... nos poníamos de acuerdo en algunos.Él echó una sonrisa pequeña aunque fuera de lugar, cosa que me hizo ponerme más nerviosa.—¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros si es contratada? —preguntó después de

mirar rápidamente el documento.Algo me resultaba raro... ¿por qué tenía que leer las preguntas en un folio, si seguramente, él

había contratado a todo el personal de aquí?Además, sus preguntas eran idénticas a las de Alexander Black. Ellos lo habían mirado en el

mismo foro que yo busqué las respuestas. Seguro.—¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros sí es contratada? —Ese hombre era

impasible. Podría al menos dedicarme una sonrisa de: buena respuesta. Seguía pensando queestaba haciéndome las preguntas por cortesía pero realmente desde el momento que crucé lapuerta sabía que no me iba a contratar.

—Me gustaría que sea por un largo tiempo o tal vez mientras que yo sienta que estoy haciendoun buen trabajo y ustedes lo sientan así de igual manera —Bendito foro.

—Si todo marcha bien, lo que usted desee —respondí para manejar la entrevista de otro modo.Me entristecía profundamente que esa escena fuera idéntica a la entrevista de Black Enterprise, peroque no fuera Alexander quien estaba al otro lado del escritorio.

—¿Qué cualidades usted busca en un jefe? —cuestionó volviendo a doblar los folios yguardándolos en un cajón. Eso me hizo suspirar al pensar que ya no habría más preguntas.

Esa pregunta Alexander no me la había formulado. Él siempre con su ego subido por las paredespensando que era un jefe de diez.

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—Inteligente, con sentido de humor, leal, fiel a sus subordinados y un profesional de un alto nivel—Había sido buena idea repasarme todo la noche anterior.

—¿Cree que lo soy? —preguntó con una sonrisa que me intentaba transmitir algo realmenteextraño. ¿Sensualidad?

—Espero —contesté con una media sonrisa fingida. No estaba en lo que tenía que estar.Él asintió y se levantó, posicionándose junto a mí. Me levanté y le miré intrigada.—Está usted contratada —profirió mientras alargaba su mano hacia mí.Recibí su mano con una sonrisa amplia en mi cara. Esa sí que no era fingida. Me había contratado

sin tener que pensárselo. Suspiré aliviada, los miedos de no poder darle una vida normal a Jonan yMegan comenzaban a desaparecer.

—Muchas gracias —dije con la sonrisa permanente mientras apretaba con gusto su mano.Él asintió con la cabeza sin quitarme la mirada ni un segundo de encima.—Voy a darle una oportunidad —dijo.—¿Qué? —No creía lo que estaba escuchando. Él fue a repetir, pero yo intervine—: no, no lo

diga, no quiero que se arrepienta al escucharse de nuevo decir eso —Me era imposible no sonreír.Dallas indudablemente me traía suerte. La felicidad por primera vez desde que dejé de ver a

Alexander inundaba un poco los pedazos de mi corazón.—¿Cuándo empieza? —preguntó haciéndome volver a la vida real. Agité la cabeza levemente

para concentrarme en la situación.—Ahora mismo —dije sonriente y él correspondió mi sonrisa.—Es usted muy guapa —contestó mientras asentía a lo que le había dicho. Suspiré nerviosa y

rodé los ojos.—¿Y mi puesto de trabajo cual será? —pregunté intentando evitar ese tema de conversación pues

me ponía realmente nerviosa.Él asintió y salió de su oficina mientras yo le acompañaba. Se dirigió a una puerta frente a la suya

y la abrió, dejándome entrar a mi antes. De primeras ya iba a tener mi propia oficina... eso hizo quemi boca formara una perfecta O.

Era más pequeña que mi antigua oficina, pero no quería comparar más. Era blanca y con unescritorio en forma de L de madera clara, las sillas eran azules y había una en el puesto y dos al otrolado. A la derecha había un pequeño mueble con documentos y un par de plantas.

—Este será su nuevo puesto de trabajo —dijo señalando toda la sala, entrando en ella y yotambién.

—Muchas gracias señor Grable, no le decepcionaré —Estaba realmente ilusionada con la nuevaoportunidad que tenía en mis manos.

Él asintió con alegría al ver mi ilusión.—Me gustaría que me tuteara, quiero tener una relación cercana con mi secretaria —pidió aunque

yo torcí el gesto.Yo quería ser una secretaria normal, con las riñas y las quejas del jefe, y sin tutearle. Siempre

hablando con respeto. Pero no podía negárselo, al fin y al cabo, él era quien mandaba.—Vale, Aarón.—Toma —Me entregó una hoja lo que supuse que era el contrato—. Léelo y firma si estás de

acuerdo, si hay algo que no te guste y quieres preguntármelo, no lo dudes —Asentí—. Pues todocorrecto, así que voy a poner en orden todo, yo también me casi estreno en este puesto.Cuandofirmes, te contaré —añadió con voz extremadamente cariñosa—. Estaré en mi oficina, Skylar.

Cerré la puerta a su paso y eché una vista al despacho. No lo notaba mío, extrañaba mi oficina de

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Black Enterprise. Pero no, sacudí la cabeza con fuerza, todo eso era parte de mi pasado.Leutori Stmes era mi presente y mi futuro desde ese momento.

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Capítulo 2TE HE ECHADO DE MENOS

Todo fue bien el primer día de trabajo y firmé sin ninguna pega el contrato. El salario era de dosmil dólares al mes, y trabajaba de nueve a tres, dos horas menos que en Black Enterprise.

Pasaron tres días en los que solo salía del piso a Leutori Stmes y viceversa, aun el miedo de vera Alexander me impedía salir algo más.

Kevin me visitó en dos ocasiones, Megan se había ido de la lengua y le había contado que habíavuelto a Dallas.

Por su parte, ella y Jonan vendrían la semana próxima con todo lo necesario para volver ainstalarnos aquí.

La tarde de mi cuarto día decidí, sin pensar en nada más, visitar la mansión Black. Al fin y alcabo era mía y solo yo tenía las llaves. Quería conocer más sobre Alexander, o al menos, en ciertomodo, sentirme cerca de él. Así hice, con cautela, viajé hasta la casa Black y me sorprendí al ver suestado.

Sus jardines no estaban tan bonitos como antes, estaban muy feos con tanta hierba donde no teníaque haberla. Llegué a la puerta principal y entré a la casa, donde percibí un ambiente demasiadocargado. Todo lo sucedido en la familia Black había sucedido allí, y los recuerdos también pasabanfactura en el aura de la casa.

La investigué prudentemente, no quería estropear nada, por dentro la casa sí lucía comonormalmente lo hacía, aunque con un poco de polvo pero nada de importancia.

Su cocina era terriblemente grande. Sus paredes eran de un blanco roto muy bien conservado ylos muebles eran de un azul clarito. Tenía mil utensilios que solo había visto en programas de cocinacon criterio y muchos electrodomésticos. Había una gran isla con aun unas cuantas cosas de pormedio. Empotrada a una parte de la enorme isla había un sillón de madera y colcha blanca en la partedel asiento que daba a una bonita y grande mesa de madera y a su otro lado, tres sillas. Había aun unarevista abierta sobre la mesa.

Subí las escaleras, pues el salón y el comedor principal ya lo había visto. En la primerahabitación que entré por azar fue a la que supuse que era la de Caroline y Eizen, antes del señorBlack. Su pared era gris y su suelo blanco, la cama de matrimonio tenía una colcha naranja y estabarodeada por dos mesitas idénticas negras. En el suelo había una alfombra de pelo gris y frente a lacama un tocador y un asiento, supuse que para calzarse.

Salí de esa habitación pues se respiraba cierta tensedad. Me dirigí a otra al azar y para misorpresa, era la de Alexander, la de un Alexander con unos trece años menos.

A diferencia de toda la casa, en su habitación respiré tranquilidad y demasiado amor, cosa quehizo que me sintiera como en casa, como si estuviera junto a él.

Lo primero que llamó mi atención fue el gran ventanal que había justo frente a mi. Desde pequeñoAlexander tenía predilección por los ventanales.

Al lado del ventanal estaba la cama, que se veía realmente comoda, con una colcha a tres rallas,blanca, azul, y gris. Había un pequeño tablón que llamó de inmediato mi atención y me acerqué.Había pinchado en él varias fotos donde estaba junto a su padre a solas; abrazados, jugando,durmiendo... realmente felices. Había un escritorio muy bien ordenado, mi Alexander siempre tanatento. Había muchos muñecos de colección hermosos muy bien colocados en estanterias. Vi unpequeño album, y lo cogí. En él había más fotos junto a su padre, y las miré detenidamente sentada en

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la cama. Su felicidad hacía que mi corazón se estremeciera y brotaran de mis ojos varias lágrimasque terminaron en un gran berrinche.

Mi Alexander... era tan feliz, tan lleno de vida... si su padre no hubiera muerto... no al menosasí... seguro que él hubiera sido distinta persona. Pero a pesar de todo, Alexander era la mejorpersona que había conocido nunca. Él era bueno, atento, cariñoso... y yo me había alejado de él comouna tremenda estúpida. Comencé a besar una foto en la que él lucía de bebé y me la puse en mipecho.

Ojalá llegaras a perdonarme...—Te amo Alexander, te amo, y nunca dejaré de hacerlo —comencé a decir en voz alta mirando

la foto como si él pudiera escucharme—. Me arrepiento tanto de no habértelo dicho todos los días —comencé de nuevo a llorar. Me tumbé llena de dolor en la cama y me abracé a su almohada. Mislágrimas comenzaron a humedecerla, y en ese momento me sentí totalmente libre.

Llegué a casa en la noche, ese tiempo en la casa Black me había echo bien. Además, había cogidoprestado una foto de Alexander donde lucía muy guapo con una sonrisa totalmente verdadera y llenade felicidad. Cené poco y me fui a dormir.

El despertador me levantó y lo primero que vi al abrir los ojos fueron los preciosos ojos deAlexander. Me había quedado dormida con su foto entre mis brazos. Eso hizo que me levantara feliz,pero noté más que nunca la ausencia de Alexander.

Todo era muy triste sin él... una lágrima rodó por mis mejillas; mierda. La felicidad me habíadurado poco.

Pensé por momentos en llamarle, en decirle cuánto le extrañaba... pero me daba miedo. Él no, lasituación. Yo era el monstruo al haberle gritado en su cara que lo era él, siendo solo un pequeño niñoasustado encerrado en un cuerpo de un hombre.

Aislé esos pensamientos de mi cabeza y me metí en la ducha. La verdad que estos días sola en elpiso me estaban haciendo bien, yo tenía mis problemas y estar sola hacía que pensara más en ellos,pero exactamente por eso, por pensar solamente en mis problemas... Estar con Jonan y Megan mehacían pensar en lo que estaba por llegar.

Me puse un jersey corto azul clarito y una falda con vuelo rosa juntos a unos tacones marrones yuna chaqueta igual.

Cuando llegó la hora bajé a mi coche y me dirigí a Leutori Stmes. El señor Grable aun tenía quecontarme cosas sobre él...

Llegué puntual como acostumbraba y al entrar en mi oficina vi un pequeño papel pegado en elteléfono que me decía que nada más llegar fuera a la oficina de Aaron. Dejé mi bolso y fui allí.

Toqué la puerta y como acostumbraba hacer, Aaron me abrió y me ofreció asiento.—¿Qué ocurre? —le pregunté mientras me sentaba y él hacía lo mismo.—Quiero pedirte un favor —dijo con voz insegura y nerviosa. Yo ladeé la cabeza e hice una

mueca, no sabía a qué se refería aunque seguro que no sería nada difícil.—Claro —sonreí cortésmente. Aaron me caía bien, era bueno y muy cercano, pero muy intrigante

a la vez.Leutori Stmes era una buena empresa. No de la misma importancia y calidad que Black

Enterprise, pero estaba bastante por encima de la media. La gente que trabajaba ahí era mucho máspasota, apenas había hablado con gente además que con Aaron. Todos me miraban raro, supuse queera por el puesto que ocupaba.

—El sábado me han invitado a un acto benéfico y... me gustaría que me acompañaras —me pidiócon los ojos bien abiertos y las manos temblorosas.

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Yo sonreí, pensaba que iba a ser otra cosa. No hacía falta tanto nerviosismo para pedirme eso. Ano ser... que él lo contara como una cita. Agité mi cabeza queriendo borrar ese viperino pensamientode mi cabeza.

—Claro —dije, evitando que ese pensamiento volviera a mí—. Pero a cambio quiero que medigas lo que prometiste contarme el día que me contrataste —le dije poniendo un pequeño mohín,provocándole una sonrisa, y después asintió.

—Mi padre era el jefe de Leutori Stmes pero él murió desgraciadamente hace unos meses —comenzó a contar intentando quitar la tensión del momento con una sonrisa. Mi parte interior meempujó, no tenía que haber sido insistente en ese tema, aunque no sabía nada...—. Y bueno, aquíestoy yo.

—Lo siento mucho... —murmuré mirando hacia el suelo.—Oh —dijo, levantándose ágilmente de su asiento y colocándose tras de mi, poniendo sus manos

en mis hombros—. No te preocupes, Skylar.Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Ningún hombre, obviando a Jonan, me había tocado

después de Alexander. Me removí incómoda y él lo notó. No quería que nadie me tocara si sunombre no era Alexander Black.

—Te recogeré a las 8 el sábado, ¿vale? —cambió de tema, volviendo a su asiento.—No hace falta que me recojas —dije algo incómoda por la situación anterior.—No me importa —dijo cariñosamente pero yo estaba rara. Yo asentí sin querer estar más en su

despacho y me fui.Al llegar las tres cogí mis cosas y me marché. Ya en el coche, como por inercia, acabé aparcando

en la calle de Alexander, observando su apartamento.Comenzó a llover, al igual que en mis ojos. Sabía que Alexander no estaría ahí pues él saldría

más tarde. Los recuerdos me inundaban... y lo peor era que no quería olvidarle.Te necesito...Arranqué, no hacía nada allí. Solo destrozarme más.Era lo único que me recordaba que seguía viva.

***Ya estaba lista para la fiesta benéfica a la que me había invitado Aaron.Vestía un vestido largo. La parte de arriba era ajustada, de tirante ancha y color rosado. Tenía

pequeñas flores de plata incrustadas. La parte de abajo era caída, sin ser ajustada, de color rosa másoscuro. Tenía un cinturón dorado y los zapatos iban a juego. Con mi cabello hice un gran moñoperfecto para la ocasión. Me puse dos pendientes grandes y bonitos, junto a un maquillaje de ojos ypoco más.

A las ocho, tal y como acordamos, Aaron estaba en mi puerta esperando que bajara. Mi corazóndio un vuelco al recordar las veces que Alexander me había esperado ahí. No sabía por qué, perotoda esta situación me hacía sentir mal.

Bajé con cuidado las escaleras y me pareció una eternidad hasta que llegué al portal.Él me recibió con una sonrisa hasta que me coloqué frente a él.—Es usted una mujer para perder la cabeza —dijo manteniendo la sonrisa, y aunque era un

piropo sin más, me hizo sentir muy incómoda. No me gustaba que ningún hombre me dijera eso si nosalía de los labios de Alexander.

Sonreí por cortesía, para no empezar la noche mal. Él abrió mi puerta y aunque me ofreció sumano para subir, pude hacerlo sola.

Llegamos a una casa muy grande y nos bajamos ahí. Aaron le entregó las llaves de su coche a un

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hombre y éste se marchó. Me fijé por primera vez en el atuendo de Grable, la verdad que le gustabavestir muy llamativo. Su traje era granate junto a una camisa blanca y una pajarita morada oscura.Solo a él le podría quedar bien un atuendo así.

—¿Me permites? —dijo, colocando brazo para que yo me agarrara a él. Yo sonreí y lo hice.Entramos a la fiesta y había mucha gente. Había muchas mesas con muchas comidas y bebidas. La

gente vestía muy bien y arreglada, por suerte iba adecuada.Aaron comenzó a presentarme a mucha gente. Todos me decían lo bella y joven que me veía.

Todos preguntaban si éramos pareja, y Aaron a regañadientes contestaba que no. Todos decían quemi cara les era familiar, y supuse que era por Alexander.

Aaron comenzó a entablar una conversación con un viejo amigo de su padre que comenzó aaburrirme bastante.

—Voy a tomar algo, ¿vale? —murmuré en el oído de Aaron queriendo librarme de aquellaconversación tan pesada.

Aaron asintió.—Te esperaré aquí —contestó y por fin salí de ese coloquio.Comencé a mirar la sala y aunque era bonita y grande, la mansión Black no tenía nada que

envidiarle. Podría ofrecer la mansión para hacer algún acto benéfico cuando estuviera arreglada yaque había contratado a un par de personas para que se encargaran de ello.

Me acerqué a una mesa llena de comida y algo llamó mi atención: era un cartelito que avisabaque esos dulces eran para diabéticos. Sonreí levemente, todo me recordaba a él.

—Skylar Grace Evans —escuché a mi espalda, y antes de girarme, la corriente eléctrica querecorrió todo mi cuerpo e hizo que me paralizara me avisó sin duda de quién se trataba; eraAlexander Black.

ALEXANDERUna figura dándome la espalda captó mi perdida mirada. No podía ser otra... no. Hubiera podido

reconocer esa figura por muchos años que pasaran. Lucía más delgada, pero sin duda era ella; Skylar.¿La había invitado Hillary y no me había avisado de nada?Tragué saliva intentando relajarme. Suspiré y recordé las palabras de Ingrid, la psicóloga que

había visitado un par de veces a petición de Hillary.Me acerqué con miedo, había soñado mucho tiempo ese momento.—Skylar Grace Evans —dije aun a sus espaldas. Noté como se tensó al escucharlo, e instantes

después, se giró frente a mí. Sin duda, era ella, mi preciosa y perfecta señorita Evans.—Alexander —contestó en apenas un suspiro. Mi cuerpo me rogaba acercarme

desesperadamente a ella y besarla sin control, pero tenía que controlarme. Yo era un monstruo paraella.

Yo sonreí al volver a escuchar mi nombre en sus labios. La extrañaba tanto...Ambos adelantamos unos pasos hasta que nos encontramos frente a frente; estaba preciosa, como

siempre. Aunque demasiado delgada.—¿Cómo estás? —titubeó con una copa en la mano, la cual le temblaba y parecía que su

contenido se iba a acabar cayendo.—Ahora mucho mejor —contesté igual de nervioso que ella pero sin dejarlo ver. Ella esbozó una

pequeña sonrisa que inminentemente conllevó a una mía. Esta mujer me tenía realmente loco—. ¿Ytú?

—Bien —contestó tímidamente. Deseaba tenerla entre mis brazos—. ¿Qué... haces aquí? —preguntó entrecortadamente. ¿A qué se debía esa pregunta?

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—Hillary me ha invitado —contesté obviando un poco la respuesta—. Igual que a ti —añadísonriendo. Ambos estábamos demasiado nerviosos; hacía mucho que no nos teníamos enfrente.

—¿Hillary es la que ha organizado esto? —preguntó extrañada. Como siempre, Skylar y sumanera de volverme loco.

—Sí —contesté. Parecíamos dos adolescentes en plena edad del pavo—. ¿Quién te ha invitado?—pregunté interesado. No entendía nada.

—Yo soy la acompañante...— comenzó a decir hasta que una mano le pasó por la cintura y lainterrumpió.

—Mi acompañante —dijo Aarón Grable. ¿Qué hacía ese tío junto a Skylar? La rabia y la furia seapoderaron de mi cuerpo, y Skylar comenzó a temblar y a mirarme con miedo. No... Mí mirada otravez no. No.

No quiero que me tenga miedo.Suspiré para tranquilizarme.—Trabajo para Leutori Stmes —comenzó a explicar Skylar mientras se removía en los brazos de

Aaron, incómoda.Suéltala imbécil o te juro que te parto la cara.Suspiré y quise relajarme mentalmente. Basta. Skylar logró separarse de los asquerosos brazos

de Grable. Sabía que su padre había muerto y que él había heredado Leutori Stmes, pero no estaba altanto de su interés en Skylar. Mi Skylar. A no ser... que ella también tuviera interés en él.

De ese modo desearía matarlos a los dos.No.Nada de matar ni partir caras.Relaja Alexander.—Me alegro —dije irónicamente. No podía disimular mejor, toda mi concentración se dedicaba

a controlar las ganas de matar a ese imbécil de Grable.Skylar sonrió pero estaba muy nerviosa. No quería verla así. Ella no me quitaba el ojo de

encima, cosa que me hacía ponerme más nervioso. Deseé cogerla en brazos y llevármela de allí.—Ahora, si me disculpas, voy a bailar con mi acompañante —dijo desafiante Aarón. Cogió la

mano de Skylar y se la llevó sin darle tiempo a pronunciar algo, pero su mirada al girarse me dijoque ella deseaba estar conmigo.

Y si mi nena deseaba estar conmigo lo iba a estar.Tras unos instantes de búsqueda y tras esquivar a dos amigas de mi hermana realmente pesadas,

di con Aarón y Skylar bailando. Me colé en mitad de la gente mientras todos me preguntaban quéhacía de mala gana y al reconocerme se ruborizaban, y agarré con miedo el brazo de Skylar.

—¿Me permites este baile? —pregunté y ella sonrió. Miré el gesto de Aarón que era totalmentede desagrado pero Skylar reclamó estar a mi lado, quedando Aarón en segundo plano.

Cogía con miedo a Skylar, temía volver a hacerle daño. Ella lucía una perfecta sonrisa que mehacía sentir como en casa, pero no era de extrañar. Ella era mi hogar.

—Te he echado de menos —murmuró en mi oído provocando en mí una sensación de felicidad yplacer que no sentía desde que se fue.

La hice dar una vuelta al son de la música y coloqué mis labios justamente en su boca.—Yo también —murmuré captando el delicioso olor que siempre desprendía Skylar.Mi Skylar.

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Capítulo 3Volver

SKYLARAl oírle me temblaron las piernas. Como si hubiera sido la primera vez que lo escuchaba de sus

labios. Nos quedamos mirándonos por minutos, estaba en un hermoso sueño.Alexander guiaba a la perfección los pasos. Me sentía como si estuviera volando... como si el

tiempo no hubiera pasado entre nosotros.Estaba realmente guapo. Lucía un traje gris perla con camisa blanca y corbata granate preciosa.

Su cabello estaba algo más largo y estaba hacia atrás. En su preciosa cara había una barba con la queme parecía más atractivo aún. Yo estaba demacrada, pero él estaba justamente al contrario. Cosa quehizo darme un vuelco al corazón al pensar que él no había estado tan mal sin mí... Me aliviaba encierta parte porque lo que menos quería era que Alexander estuviera mal, pero él decía que meamaba... y no pasarlo mal al estar lejos de mí era algo contraproducente.

—¿Salimos a tomar el aire? —murmuró en mi oído y sus palabras acariciaron todo mi cuerpo.Yo le miré y asentí, y cogiéndome de la mano, salimos de entre el cúmulo de la gente de la sala.

Llegamos a un jardín enorme que daba a la parte trasera de la casa. Alexander la conocía muybien. Nos quedamos en un lado apartado de la mansión.

—¿De quién es la casa? —pregunté mirando a la gente que estaba también en el jardín aunquealejados de nosotros.

—De los padres de Charlie —contestó, y al mirarle noté que sus ojos no creían que estaba frentea ellos aún. Seguro que los míos transmitían lo mismo—. Pero no quiero hablar de eso —dijoacercándose poco a poco a mí, con timidez.

—Yo tampoco —sonreí y me acerqué a él la poca de distancia que quedaba entre nosotros.—¿Cómo has estado? —preguntó serio con sus labios finos formando una perfecta línea.—No puedo engañarte... —murmuré mirando al suelo ahora con un gesto más serio al recordar

todas las noches en vela recordándole—. Te he extrañado mucho —dije, rodando por mis mejillasunas lágrimas y le abracé.

Alexander no correspondió a mi abrazo, cosa que hizo que instantes después me separara de él.Me sequé las lágrimas y él seguía vigilándome, como acostumbraba.

—Yo a ti también... —contestó en apenas un suspiro—. Skylar… —continuó saboreando minombre en sus labios.

Me gustaría creerle, pero yo le echaba de menos y lo que más quería era tocarle, saber que no eraun sueño... y él... no. Y eso me extrañaba.

—¿Y por qué no me lo demuestras? —pregunté con nuevas lágrimas inundando mis ojos, y élagachó la mirada—. Mírame Alexander, ¿qué pasa? —me acerqué a él y acaricié su rostro mientrasél suspiraba.

—Tengo miedo —contestó mientras negaba con la cabeza suavemente sin sostenerme la mirada.Dejé de acariciarle, ¿miedo de qué? Alexander siempre lograba desconcertarme.—¿De qué? —fruncí el ceño sin entender nada—. Alexander, dime la verdad, aunque... aunque

duela —titubeé mientras no podía estarme quieta—. ¿Hay alguien más? —pregunté con la voz casirota.

—No —contestó rotundamente mirándome a los ojos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo; ahíestaba, el Alexander del que yo me enamoré—. Yo siempre voy a ser tuyo —prosiguió con gesto

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serio y lo que decía desentonaba totalmente con su rictus.—¿Entonces? —le miré a los ojos pero él no quiso. Cogí su barbilla para obligarle a mirarme.

Los papeles estaban cambiados—. ¿Entonces? —repetí una vez me miraba con un aumento devolumen en mi voz.

—No quiero volver a hacerte daño, Skylar —murmuró mientras una pequeña lágrima brotaba desus ojos azules—. No quiero de verdad —comenzó a decir como si fuera un niño pequeño. Suspalabras rompieron mi corazón.

Cogí su cara con mis dos manos y me acerqué a él.—Volvamos a estar juntos —musité apenas unos milímetros de sus labios, conteniéndome de no

besarlos—. Juntos es mejor.La mirada de Alexander destelló, deseaba lo mismo que yo. Sus manos intentaron tocar mis

brazos pero se frenó y se alejó unos pasos de mí.—Soy un puto monstruo Skylar, yo... no puedo perdonarme lo que te hice —murmuró mientras

echaba hacia atrás su cabello cobrizo con pesar.—No lo eres —volví a acercarme a él—. No lo eres.Él me miró fijamente y ambos nos sostuvimos la mirada como nunca antes habíamos hecho.

Estaba justo enfrente de Alexander, y él seguía enamorado de mí.No le iba a dejar escapar.—Tócame —murmuré en sus labios a modo de ruego. Le necesitaba.Él cerró los ojos, y acto seguido agarró mis hombros con suavidad y besó con pasión mis labios.

Nuestras bocas nacieron para permanecer siempre unidas, y la sensación de placer que meprovocaban sus labios nunca pensé que un beso lo pudiera transmitir así.

Pero era Alexander.Con él todo era posible.—Te amo —murmuró en mis labios tras separarlos. Yo los reclamé y volví a besarle con las

ganas que había estado almacenando todo este tiempo.El tiempo se paró. Solo existíamos él y yo. Mis manos recorrían su espalda, rozando mi piel con

el suave traje que llevaba. Sus manos estaban rodeando mi cuello, no queriéndome dejar libre.—No quiero volver a hacerte daño —murmuró en mi oído.—No lo vas a hacer —contesté confiando plenamente en él. Alexander comenzó a besar con

ternura mi cuello y hacía que unas cosquillas recorrieran todo mi cuerpo. Mi Alexander.—Vayámonos —dijo mirándome con intensidad y aflorando de sus labios una preciosa sonrisa.—¿Y Hillary? —pregunté mirando hacia la gente.—Lo entenderá —dijo acariciando mi mejilla. Su piel... cómo había extrañado el roce de su piel.—¿Y Aarón? —volví a preguntar. Parecía que solo quería poner impedimentos pero yo deseaba

irme con él, pero quería hacerlo bien.—¿Aarón? No sabía que ya te tutearas con él —dijo alejándose algo de mí y mirándome

inquisitivamente. Yo sonreí y besé fugazmente sus labios.—No es momento para hablar de él —repliqué divertida al ver que Alexander seguía igual de

celoso que siempre.—Entonces tampoco es momento para pensar en lo que dirá si no le avisas —dijo alzando su

ceja. Agarró mi mano con ternura y nos escabullimos entre la gente hasta que llegamos a su coche.Como siempre hacía, Alexander abrió la puerta del copiloto y yo entré gustosa. Segundos

después Alexander se encontraba en el asiento del piloto y arrancó.—¿Y Megan, cómo está? —preguntó sin quitarle la vista a la oscura carretera.

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—Bien —contesté sonriendo al ver que Alexander se preocupaba de mis cosas—. Está en FortWorth aun junto a Jonan, vienen la semana que viene —le conté y Alexander aparcó en seco—.¿Sucede algo?

—No puedo esperar más —dijo mirándome y desabrochándose el cinturón. Una sonrisa aparecióen mi rostro al saber de qué se trataba. Ambos compartíamos las ganas.

Me desabroché el cinturón y fuimos a la parte de atrás del coche, que era bastante amplia. Sinninguna tregua, Alexander comenzó a viajar a través de mi boca con movimientos rápidos ydesesperados. Yo le correspondí, dejándole caer su preciosa chaqueta. Él sonrió al verme tandeseosa y me ayudó con su corbata. Acto seguido le quité la camisa y cuando fui a sus pantalones,Alexander me frenó poniéndome su mano sobre la mía.

—Me toca a mí —murmuró acariciando mis brazos con delicadeza—. He extrañado tanto verte—puso su cabeza sobre mi hombro y comenzó a besarlo.

Con cuidado me ayudó a deshacerme del vestido y lo dejó con cuidado en su asiento, disfrutandode verme solo en ropa interior. Comenzó a acariciar mis clavículas, después pasó la yema de susdedos sobre mi barriga y volvió a subir para acariciar mis pechos. Me pegó a él y desabrochó misujetador en un movimiento ágil.

Lo quitó poco a poco, disfrutando de cada segundo que pasaba. Masajeó mis pechos condelicadeza y los besó, creando en mí una sensación de placer enorme. Volvió a mis labios y los besódetenidamente.

En un movimiento ágil me puse encima de él y comencé a retomar mi tarea pendiente con suspantalones.

Me deshice de ellos y con su ayuda, también de su bóxer. Él acabó por desvestirme entera y condelicadeza me levantó para luego dejarme caer en su masculinidad.

Cuánto de menos eché a este hombre.Alexander cerró los ojos sin poder disimular el placer que solo le proporcionaba estar dentro de

mí. Puse mis manos en sus hombros para impulsarme y comencé a moverme lentamente, para luegoaumentar el ritmo y menearme rápida y salvajemente.

Alexander agarraba mi trasero con fuerza y en más de una ocasión clavaba sus cortas uñas en mismuslos, pero no me molestó. Necesitaba con locura eso.

A mi ritmo, Alexander agarró mi cuello y me besó con pasión mientras yo seguía, hacia delante yhacia detrás. Una explosión afloró desde lo más profundo de mi, y de igual manera le sucedió a él.

Minutos después, y tras reponernos, Alexander aún me acariciaba cada rincón de mi piel con sucabeza apoyada en mi hombro.

—Aun no creo que vuelvas a estar entre mis brazos —murmuró Alexander mientras me apretabacon fuerza hacia él.

—Lo estoy, y nunca más dejaré de estarlo —contesté acurrucándome en su pecho.—Quiero dormir contigo —musitó acariciando mi cabello—. Necesito despertar y verte para no

creer que todo esto ha sido un maldito sueño.Yo sonreí y aunque él no me vio, supo que lo estaba haciendo. No me acordaba de ese tipo de

magia que se formaba cuando estábamos juntos.—Podríamos dormir en mi casa —contesté abrazándome más a él, comenzaba a tener frío.Él me abrazó con fuerza al notar como se erizaban los poros de mi piel.

***Alexander dormía entre mis brazos como un pequeño que llevaba noches sin hacerlo. Yo no

podía, no podía perderle ni un segundo de vista. Acaricié su mejilla y después su nariz; era perfecto.

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Éramos perfectos juntos.Le besé con delicadeza en los labios para no despertarle y me acurruqué a su lado.Los rayos de luz que se colaban por mi ventana lograron despertarme. Abrí y cerré los ojos para

asimilarlo, y los ojos de Alexander clavados en los míos fue lo primero que vi en esa mañana dedomingo.

¿Dónde tenía que firmar para despertar siempre así?Le abracé haciéndome la remolona y él acogió con gusto mi abrazo.

***—Buenos días —murmuró acariciando mis labios con la yema de sus dedos—. Eres preciosa.Yo sonreí y él trazó mi sonrisa con sus dedos.—¿Quieres desayunar? —pregunté con voz ronca mientras me sentaba al igual que él y le

abrazaba.—Desayunarte —dijo y hundió su cabeza en mi barriga para comenzar a hacerme cosquillas con

sus labios.—¡¡Alexander!! —dije sin poder contenerme la risa—. ¡¡Para!!Él seguía y comenzó a bajar a mis ingles y una corriente eléctrica recorrió mi medula espinal.En ese momento sonó el teléfono y tuve que cogerlo al ver que era Aarón Grable. Alexander paró

con el ceño fruncido al ver quién me llamaba.—Tenemos que hablar sobre eso —masculló antes de que descolgara. Yo hice una mueca y lo

cogí.—¿Aarón? ¿Qué pasa? —pregunté mirando a Alexander, que rodó los ojos al ver que le llamaba

por su nombre. No se llevaban bien, se veía a kilómetros.—No me gustó que te fueras sin avisarme —comenzó a ¿reñirme?—Pero…—Eras mi acompañante y al igual que llegaste de mi brazo, debiste haber salido de allí de igual

manera —continuó con voz enfadada. Podía llegar a entenderle, realmente le dejé plantado.—Tenía un asunto pendiente —respondí algo molesta por su tono al hablarme.Alexander me dedicó una mirada inquisitiva al saber que ese asunto pendiente era él.—Escúchame Skylar, ¿te importa más sea lo que sea lo que tengas con Black que mantener tu

puesto de trabajo? ¿O pretendes volver a Black Enterprise? —preguntó y Alexander al ver mi gestoquiso escuchar lo que decía pero me levanté para que no lo hiciera.

—¿Podríamos hablar en otro momento? —pregunté algo incómoda al notar que Alexander sehabía levantado de la cama y estaba enfadado.

—¿Comemos? —preguntó, y yo suspiré—. Me demostrarías que sigues queriendo pertenecer aLeutori Stmes.

—Sí —contesté secante aunque sabía que eso iba a costarme joder la mañana con Alexander—.¿A las una? —pregunté y Alexander comenzó a negar amenazante con la cabeza. Le di la espalda.

—¿En la calle doce? —preguntó. Era un pequeño restaurante bar donde cocinaban muy bien.—Allí —contesté y le colgué. Suspiré y me giré, viendo a Alexander inesperadamente cerca de

mí.—No vas a ir a ningún lado —dijo con gesto frío y serio. Pero no me asustó. Mi Alexander ya no

me asustaba.—Es por un asunto de trabajo —intenté salir del rincón en el que estaba presionada pero los

brazos de Alexander me lo impidieron.—¿Un domingo? —preguntó frunciendo el ceño muy enfadado.

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—Tú eras igual —dije con una mueca intentando liberarme de sus brazos. Él agarró mi brazo.—No nos compares porque saldrás perdiendo —dijo con tono amenazante que hizo recorrer en

mí un pequeño temblor.—Alexander, no quiero perder mi trabajo —repliqué con un tono más serio—. Me ha costado

mucho conseguirlo.Él soltó mi brazo pero no me dejó salir.—Auto despídete —dijo encogiendo los hombros quitándole importancia a lo que me pedía—.

En Black Enterprise tienes el puesto que nunca debiste haber dejado.—¿No contrataste a una nueva secretaria? —pregunté realmente extrañada.¿Cómo había funcionado Black Enterprise dos meses sin una secretaria?—Secretaria no —rascó su barbilla levemente—. Secretario.Yo sonreí. La verdad que el hecho de una mujer acechando a Alexander en el trabajo me

preocupaba.—No vas a echar a tu secretario por mí —al fin escapé y me dirigí a la cocina. Él iba tras de mí.—¿Te estás replanteando volver a mi empresa? —dijo sonriente apoyado en la encimera de la

cocina mientras yo sacaba unas tazas para desayunar.—No —me paré y le miré con seriedad. Quería que me tomara en serio—. Tú tienes tu secretario

y yo tengo mi jefe —contesté dirigiéndome a la nevera para coger leche y algún sobre de té.—Odio que sea tu jefe —masculló rodando los ojos y me hizo mucha gracia. Yo me reí y

Alexander me miró inquisitivamente, pero también algo divertido.—En Leutori Stmes me tratan muy bien —llené mi taza de agua y la metí a calentar—. Estoy bien.—¿Y Grable? ¿Cómo te trata?—Bien, es muy amable —dije con una leve sonrisa al ver que estaba comenzando a ceder.—¿Amable? —preguntó frunciendo el ceño pensándose cosas que no debía.—Amable, Alexander —repetí con un tono más serio—. Lo que viene ser amable —abrí una

puertecita y le entregué sacarina. Lo había comprado hace tiempo, antes de pelearnos, por si algúndía desayunaba aquí.

Alexander sonrió al recibir la sacarina y me besó castamente los labios.—Prométeme que si algo te resulta raro respecto a Grable me avisarás —dijo con un tono más

relajado y yo asentí.—Llévate las tazas a la mesa que voy a cortar unas piezas de fruta. ¿Puedes comerlas? —le

pregunté mientras él obedecía.—Pocas, pero sí —contestó. Tenía que ponerme más a corriente con el tema de la diabetes.Mientras partía la fruta escuché un móvil sonar, y al terminar de cortarlas y llevarlas a la mesa,

cogí mi móvil. Pero no había nada. Me encogí de hombros y me senté a desayunar con Alexander.Alexander se fue poco después de desayunar, tenía que hacer unos asuntos pendientes y yo tenía

que prepararme para comer con Aarón.Era obvio que entre ellos no había mucha amistad, cosa que podría entender debido a la rivalidad

de ambas empresas. Aunque, habiendo trabajado en las dos, veía claramente que Leutori Stmes notenía nada que hacer contra Black Enterprise.

Me duché y sequé mi cabello con un secador. No merecía la pena arreglarlo ya que fuera llovíademasiado. Me puse unos pantalones ceñidos negros junto a una camiseta blanca y negra de rallas yuna chaqueta verde militar y unos botines negros. Me maquillé poco y me dirigí a la calle doce.

Aarón me esperaba en la puerta, en la cual había un pequeño porche que lo cubría de la lluvia.Llegué allí corriendo para mojarme lo menos posible.

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Besó mis mejillas y entramos. El sitio era muy agradable, vendían comida exquisita. Nossentamos en una mesa y pedimos.

—Sloppy Joe —pedí ya con la boca echa saliva al ver la pinta en el menú—. Con una coca cola.El camarero asintió mientras escribía y miraba a Aarón para que pidiera él.—Baked beans —pidió—. Con cerveza.El camarero asintió y nos dejó.—¿Cómo estuvo la fiesta? —pregunté mientras observaba las fotos del menú.—Bien, aunque me pasé gran rato de ella buscándote —contestó y yo fruncí el ceño—. No

pretendo regañarte.—Imagino —bufé, pero intenté decirlo con una sonrisa. Quería tener la comida en paz.—Verás, Skylar —comenzó a decir y se acercó a mí—. Sé que tenías... —suspiró levemente—,

probablemente tengas, algo con Black —cogió mis manos y las acarició suavemente—. Pero noquiero que eso te haga renunciar a tu puesto de trabajo.

Yo negué con la cabeza antes de articular palabra.—No, no pienso dejar el puesto, Aarón —dije con voz conciliadora intentando transmitirle

seguridad—. No voy a defraudarte.Sonrió algo más tranquilo y yo le correspondí. En ese momento sonó mi teléfono y era un

mensaje.Alexander, 13:36O lo alejas tú o lo haré yo.

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Capítulo 4Oficina llena de flores

Mi cuerpo se tensó nada más leer ese mensaje. ¿Dónde estaba? ¿Me estaba vigilando? Revisécon la mirada cada rincón de la cafetería y lo vi en la mesa de la esquina junto a otro hombre. Ledediqué una mirada inquisitiva cuando él me miró, y me respondió levantando su bebida con unasonrisa pícara.

—¿Sucede algo? —preguntó Aarón al ver mi gesto y fue a mirar hacia atrás.—¡No! ¡Mira, nuestra comida! —grité para que no se diera cuenta de que Alexander estaba ahí.El camarero dejó lo que habíamos pedido sobre la mesa y nos deseó buen apetito.—¿Puedo hacerte una pregunta? —dijo Aarón tras pegarle un trago a su bebida. Yo asentí con la

cabeza mientras comenzaba a comer—. ¿Has vuelto con Black?Pegué un pequeño sobresalto al escuchar esa pregunta. Realmente no me la esperaba. Tosí un

poco y me dispuse a contestar.—¿Lo que sea que tenga con Alexander influye en mi trabajo?—No —dijo a la par que negaba con la cabeza—. Pero ahora no soy tu jefe, soy tu amigo. Y me

preocupo por ti.¿Preocuparse? ¿Por qué?Abrí los ojos ampliamente.—Sé cuidarme sola, no… no te preocupes —contesté sin querer sonar borde, aunque lo era

simplemente por el significado.—¿Estás segura? —preguntó frunciendo el ceño—. Alexander Black no es bueno para ti, Skylar.Yo ladeé la cabeza y eché una fugaz mirada al sitio de Alexander. Seguía ahí.—¿Por qué lo dices? —pregunté interesada en sus motivos para no pensar bien sobre él.—Es muy egoísta, le da igual lo que tenga que hacer con tal de verse beneficiado —murmuró con

gesto muy serio.Puse los ojos en blanco; no le conocía para nada.—Aarón, si quieres que siga trabajando para ti te pido que no sigamos esta conversación…Él asintió con la cabeza y nos dispusimos a comer.Una vez terminamos, Aarón se encabezonó en pagar la comida. Aunque intenté persuadirle,

terminé por aceptar.El camarero atendió a las llamadas de Aarón y se acercó. Yo miré disimuladamente a la mesa en

la que estaba Alexander pero ya estaba vacía.—Cóbralo todo —dijo Aarón entregándole dinero.—Lo que ha comido la señorita ya está pagado —le comunicó el camarero.Alexander…Aarón frunció el ceño. No entendía nada.Cuando salimos del bar no sabía cómo explicarle lo sucedido, por lo que opté por decirle que

alguien me había invitado.Nos despedimos y ambos partimos hacia nuestros coches rápido ya que llovía. Me monté en el

mío ágilmente y cuando fui a arrancar, alguien golpeó la ventanilla.La bajé con rapidez y vi la cara encapuchada de Alexander.—¿Puede acercarme a mi casa, señorita? —preguntó con tono divertido y mientras me reía, le

hice un gesto para que se subiera al coche.

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Una vez dentro y con los cinturones atados, arranqué.—¿Por qué me has pagado la cuenta? —pregunté mientras le miraba de reojo.Iba vestido con unos pantalones grises y una sudadera azul, estaba realmente sexy. Aunque…

¿Cuándo no estaba Alexander sexy?—Grable iba a invitarte y el único que puede pagarte las cosas soy yo —dijo serio, mirándome, y

yo puse los ojos en blanco—. ¿De qué habéis hablado?—Nada importante.—Me estás ocultando algo —afirmó. Sí, lo afirmó. Si quiera lo preguntó.—No —cesé sin querer discutir.No llevábamos ni un día juntos para que esto volviera a lo mismo. Alexander me lanzó una

mirada inquisitiva y se dedicó a mirar por la ventana todo el viaje. Minutos después paré en la puertade su casa, pero no dije nada. Solo esperé a que bajara. Alexander suspiró y echó hacia atrás su pelomojado.

—No quiero pelearme contigo —murmuró mirándome y puso su mano sobre mi muslo—. Noquiero volver a perderte.

—Solo quiero… que me dejes manejar el tema de Aarón como yo crea conveniente… es mitrabajo, y es mi jefe —le pedí algo seria pero no enfadada.

Alexander cerró los ojos y volvió a suspirar. No le gustaba que yo trabajara para Aarón.—No me fío de él —quitó su mano de mi muslo—. Y no quiero que me des la razón cuando te

haya hecho algo.—¿Hacerme el qué, Alexander? —dije agitando los brazos algo agobiada—. Déjame tomar las

decisiones en mi futuro laboral, por favor — añadí mirando a sus ojos. Por unos segundos noscorrespondimos, pero luego Alexander bajó del coche.

—Alexander… —dije al ver que iba a cerrar la puerta sin decirme nada.—Está bien —contestó enturbiando su mirada y cerró de un portazo considerable la puerta.Le miré mientras abría la puerta y aunque quise bajarme y no dejar las cosas así, me estuve quieta

y arranqué.Parecía extraño pero eso también lo había echado de menos.Llegué a casa y lo primero que hice fue ponerme un pijama. Hacía bastante frío. Me preparé un té

caliente y debajo de una manta, comencé a adelantar trabajo en el portátil; tenía que organizar el díasiguiente el día de Aarón Grable.

Apenas hacía un día que Alexander y yo nos habíamos reconciliado, y ya nos habíamos vuelto apelear. Pero quizá era eso lo bonito… a pesar de todo ni yo podía estar lejos de él, ni él de mí.

Un rato después sonó mi móvil, y aunque quería y deseaba que fuera Alexander, resultó serMegan.

—¿Qué tal? —pregunté nada más coger el teléfono.—Sky —dijo entre sollozos.—¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿El bebé? ¿Jonan? —dije alarmada. Oí como suspiraba para

tranquilizarse—. Megan, por favor.—Taylor se ha ido a Londres —dijo en apenas un hilo de voz—. Y Eric exige una prueba de

paternidad —y rompió de nuevo a llorar.—¡¿Megan?!—Déjame a mí —escuché la voz de Jonan a lo lejos—. ¿Sky?—¿Está bien? —pregunté algo alterada, levantándome del sofá y comenzando a moverme por

todo el piso.

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—Sí, está Andrew con nosotros —comenzó a contarme y al escuchar que el doctor estaba conellos me relajé—. Taylor ha decidido marcharse a Londres y desentenderse totalmente de Megan —suspiré al escuchar sus palabras e imaginarme el dolor de mi mejor amiga.

—Tenemos que mantener la esperanza de que sea Eric el padre del bebé —murmuré comenzandoa salir lágrimas de mis ojos.

—Y por su parte, él quiere que le hagan las pruebas de paternidad ya para confirmar o no que seasuyo —negué con la cabeza. Tuvimos que saber que eso iba a suceder.

—¿Tendrá que esperarse a que el bebé nazca, no? —pregunté sentándome de nuevo en el sofá.—Parece que para una vez que el gilipollas estudia, se aprendió que existe una prueba para

determinar la paternidad del padre aun estando en el vientre de la madre —comenzó a contarme algoconfuso. Escuché la voz a lo lejos de Andrew—. Pruebas de paternidad prenatal —dijo repitiendo loque supuse que le había dicho Andrew.

—¿Y eso cuando se puede hacer? —pregunté compartiendo la confusión de mi hermano.Jonan le preguntó a Andrew.—¿Si? Soy Andrew —contestó poniéndose al teléfono—. Mañana, si no te importa, iré con ellos

a Dallas y así hablaremos todo mejor, ¿Vale?—Sí, claro —contesté secando las lágrimas que permanecían en mis mejillas.—Mañana nos vemos —se despidió y colgó.Dejé el móvil en la mesa y me dirigí al baño para lavarme la cara. Era todo muy confuso… la

vida realmente se había cebado en lastimar a Megan. Quizá… ella debería volver a hablar con suspadres. Yo sabía que ella había tenido muchas peleas, pero también sabía lo que era no tenerlos siquiera para discutir con ellos. Y no quería que se arrepintiera del tiempo perdido con ellos cuandofuese tarde. Tampoco debería negarle a su bebé la oportunidad de tener abuelos…

En ese momento sonó el timbre y me dirigí a la puerta. ¿Quién llamaba a la puerta antes de llamaral portal? Sería algún vecino.

Abrí y en ese momento sonreí sin poder pensármelo al ver a Alexander con un par de rosasazules en su mano y en la otra una gran bolsa llena de comida.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sin poder contener la sonrisa. Alexander sonrió levemente, y,dejando la bolsa en el suelo, agarró mi cintura y me besó con ternura y amor.

—¿Vas a dejarme pasar? —murmuró en mis labios tras separarlos. Yo acaricié su mejilla, y élme entregó las rosas azules. Se agachó a coger la bolsa y entramos.

—¿Qué traes? —pregunté mientras hundía mi nariz en las rosas y saboreaba el delicioso aromaque desprendían.

—Comida —dijo con una gran risa dejando la bolsa sobre la encimera y comenzando a sacarcosas—. Estás horriblemente delgada —dijo y entre las cosas que sacaba logré distinguir una pizza,dos hamburguesas, patatas fritas, bolas de patata, refrescos…

—Estás loco —dije sonriendo apoyada en el marco de la puerta de la cocina.—Por ti —murmuró y me agarró fuertemente de la cintura, trayéndome consigo—. Perdóname,

Skylar.Yo sonreí y restregué mi nariz con la suya mientras él no me quitaba ojo.—Te quiero… —dije con tono infantil y bobalicón.—Te amo —contestó con tono vacilón y me alzó, y sin calcular bien, mi pobre cabeza chocó con

el marco superior de la puerta.—¡Ah! —grité al sentir el terrible dolor. Alexander corrió a llevarme al sofá del salón y me dejó

con cuidado, volviendo rápidamente a la cocina.

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Me removí y me incorporé, sentándome en el sofá. No había sido tanto. En ese momento llegóAlexander con hielo en un paño y me lo puso con cuidado en la cabeza.

—¿Te encuentras bien? Joder —dijo con tono de culpa.Yo me reí.—Estoy bien —contesté con una mueca—. Solo ha sido un golpecito.—¿Te duele? —preguntó con el ceño fruncido sin hacer caso a lo que le decía—. Voy a llevarte

al médico.—¡Alexander! —exclamé viendo que sus intenciones eran ciertas—. Estoy bien, deja de

preocuparte.—¿De verdad? —dijo haciendo un puchero mientras se sentaba a mi lado sin parar de oprimir el

hielo a mi cabeza.—No ha sido tu culpa —dije con una media carcajada al ver el sentimiento de culpa de

Alexander. Me resultaba adorable, así que lo cogí y apretujé su cabeza en mi pecho.—Es que no quiero hacerte más daño —murmuró Alexander y yo acaricié su alborotado pelo.—Eres un exagerado —le dije subiendo su cabeza y apretando sus mejillas—. No soy de cristal

—sonreí y él también lo hizo.—Pues así pienso a veces que eres —dijo haciendo una mueca—. Siento que eres una persona de

cristal en mis manos untadas en jabón.Yo solté una sonora carcajada al escuchar su comparación; era terriblemente encantador.—Tengo hambre —dije para que no se martirizara más por el golpe, el cual, ni dolía.Alexander al escuchar esto se levantó rápidamente e instantes después toda la comida que estaba

en la cocina se encontraba en la mesa del salón.Cenamos muy relajados y entretenidos. Amaba a este Alexander, y no me importaba lidiar con su

lado más fiera si lo que me esperaba era vivir junto a él.***

—¿Has pensado mejor sobre el tema de que yo trabaje en Leutori Stmes? —pregunté acurrucadaen su pecho, ambos tumbados en el sofá.

—No me agrada que tengas que ver todos los días a Aaron y pasar con él gran parte del día —contestó acariciando mi cabello—. Pero respeto tu decisión y confío en que seas lo suficientementeinteligente para reconocer qué es una relación de trabajo y algo más.

—Una relación de trabajo es lo que tengo con él y algo más lo que tuve contigo —murmuréconteniendo la risa—. Sé diferenciarlo.

—Tiene respuestas para todo señorita Evans —dijo aflorando de su rostro una preciosa sonrisa—. Tengo que irme, aunque me gustaría quedarme —continuó mientras ambos nos levantábamos.

—Mañana hay que trabajar —dije con un puchero mientras le abrazaba.—Quiero que tengas el móvil todo el día y me avises si algo va mal —comenzó a decir mientras

nos dirigíamos a la puerta—. ¿Prometido?—Sí —contesté y le di un fugaz beso en los labios—. Avísame cuando llegues a casa, llueve

demasiado.El asintió y volvió a besar con pasión mis labios.

***Llegué a mi oficina cansada de conducir. Realmente no me gustaba hacerlo en los días de lluvia.

Me tiré toda la mañana haciendo cálculos, la verdad que aquí había más trabajo que en BlackEnterprise. Supuse que Alexander le gustaba hacer todo él mismo.

Ese día era 17 de noviembre y hacia una semana que trabajaba allí.

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En ese momento recepción me pasó una llamada de una mujer.—¿Si? —pregunté al recibir la llamada. La persona tosió y comenzó a hablar.—Soy Emma Bonham, quiero hablar con el señor Grable —dijo, y su voz me resultó familiar.

Fruncí el ceño, pero no supe recordar bien a qué me recordaba.—Espere —dije y puse su llamada en espera. Marqué el teléfono de Aaron.—La señorita Emma Bonham en la línea 3.—De acuerdo —dijo y me colgó.Era raro que ese día Aaron no se hubiera pasado por mi oficina como solía hacer. Me mosqueaba

la idea de que él se hubiera pensado cosas que no eran y ahora que Alexander volvía a estar en mivida, se hubiera enfadado.

Llegué a casa y lo primero que me recibió fueron los brazos de Megan rodeándome con fuerza ydesesperación, comenzando a llorar.

—Cariño —dije mientras acariciaba su pelo y lograba ver los semblantes serios de Andrew yJonan en el salón.

Cuando Megan se relajó, la acompañé a su habitación para descansar y me reuní en el salón conellos.

—La situación es que Eric exige una prueba de paternidad para seguir cuidando de Megan si elhijo fuera suyo pero si no lo fuera olvidarse de este tema —comenzó a contar Andrew con ciertapena en su voz.

—¿Y Taylor no quiere saber nada sea suyo o no, no? —pregunté sabiendo la respuesta.—Si el hijo resulta ser de Taylor tenemos que encontrarlo y obligarle a que cumpla sus derechos

como hombre —gruñó Jonan golpeando su mano molesto.—Es muy difícil ir a buscarlo a Londres —contestó Andrew exponiendo lo mala idea que era lo

que decía Jonan—. El caso es la prueba de paternidad prenatal… Es algo muy delicado.—¿El bebé… corre peligro? —pregunté atemorizada.—Y si sale mal Megan también —dijo Andrew sin querer ocultarnos nada—. Hay dos

procedimientos y yo tengo claro cuál será por el que pasará Megan.—¿Y… en qué consiste? Digo… cómo lo hacen —pregunté, aunque no sabía si estaba muy

interesada en su respuesta.—Recogen una muestra de líquido amniótico por punción transabdominal —Jonan y yo fruncimos

el ceño al imaginar lo que sería—. Conozco a un colega y le voy a pedir el favor de que venga.Jonan y yo asentimos, sabíamos que lo mejor era dejar ese asunto en manos de Andrew.A la noche Megan y yo nos encerramos en su habitación y ella se desahogó por completo. Cuando

llegó mi turno, le conté lo sucedido esos días atrás y Megan no se lo creía. Conseguí convencerlaaunque bastante rato después, no se creía el cambio que había dado en esa semana sola en Dallas.

Cuando fui a apagar el ordenador y dejar de trabajar para no molestar con la luz a Jonan, recibíun mensaje.

Alexander, 00:09El amor imposible no existe. Solo amantes cobardes.Y yo no soy ningún cobarde.Sonreí como una tonta mirando la pantalla del móvil. Ambos estábamos dispuestos a luchar para

que todo saliera bien.Skylar, 00:11Juntos es mejor.

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Al día siguiente entré a mi despacho y una sonrisa inundó mi rostro. Estaba completamente llenade flores.

¿Cómo lo había hecho?Alexander Black no dejaba de sorprenderme.En ese momento Aaron entró en la oficina y se quedó serio mirando en lo cómo había convertido

Alexander mi oficina en un bosque de flores.—Lo voy a recoger —murmuré conteniendo la risa antes de que Aaron dijera nada.Aaron asintió con la cabeza y se marchó del despacho.Tras una mañana de limpieza y trabajo, por fin salí de trabajar. Aaron me interceptó en el

ascensor y bajó conmigo, hablándome de unos asuntos de trabajo y de reuniones. Al llegar a la puertaAlexander me estaba esperando, para mi sorpresa, y enturbió su mirada al verme salir con Aaron.Alexander se acercó a nosotros y antes de poder decir nada, Aaron dijo:

—Me gustaría, señor Black, que no vuelva a llenar de mierda mi empresa —su tono era serio yáspero. Mi mirada se centró rápidamente en la de Alexander, que comenzó a volverse en un azulmacabro.

Yo estaba entre los dos y no sabía cómo acabaría eso.

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Capítulo 5Asuntos pasados

Alexander agarró mi mano con fuerza, y noté que estaba intentando contenerse.—No se preocupe, la próxima que quiera sorprender a mi novia lo haré en la intimidad.Aaron frunció el ceño y demostró que estaba enfadado. Yo miré a mí alrededor por un momento y

descubrí que había mucha gente pendiente de nosotros y algunos eran incluso periodistas con suscámaras.

Alexander y Aaron se miraban fijamente. Se notaba que si alguno hacía un movimiento indebido,el otro iría a por él. En ese momento apreté la mano de Alexander para que supiera que no estabacómoda, aunque era algo más que evidente.

—Vámonos, nena —dijo sin quitarle la mirada de encima a Aaron.Giró sobre sus talones y me obligó a ir con él, aunque no sabía qué era lo mejor. Quedarme a

hablar con Aaron era perder al amor de mi vida, e irme con Alexander era perder probablemente eltrabajo de mi vida…

Suspiré profundo y acepté irme con Alexander.Llegamos a mi coche.—Gracias por no haber hecho ninguna locura —murmuré antes de entrar en él.—Lo hice por ti —contestó con tono amargo—. Si por mi hubiera sido le hubiera matado.—Me gusta… que te controles —titubeé acariciando su mejilla—. Pero creo que me costará

perder mi empleo.—No lo creo —contestó con algo de enfado—. No va a ser capaz de despedirte. Ojalá lo fuera.Puse los ojos en blanco; Alexander no iba a cambiar de idea sobre mi trabajo en Leutori Stmes.—¿Por qué has venido por mí? Se supone que tú deberías estar trabajando —dije, cambiando de

tema, pues sabía que seguir por ahí era terminar peleándonos.—Quería verte —dijo relajando su gesto—. Olerte… —siguió mientras hundía su nariz en mi

pelo—. Tocarte… —acarició mi cuello y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.Yo eché mis brazos por su espalda y le abracé con fuerza.—Eres un tonto —musité en su oreja y el besó mi cuello.—También quería contarte algo que es… muy importante —tartamudeó de la emoción. Se notaba

que estaba ilusionado, aunque no sabía adivinar por qué.—¿El qué? —le pregunté despeinando su pelo ya alborotado.—Nadie lo sabe, solo la gente de confianza —comenzó a contar en voz baja—. Y sé que tú lo

eres —yo asentí muy seria y formal—. Voy a firmar el negocio de mi vida.—¿Qué? —pregunté emanando de mis labios una gran sonrisa contagiada por la de Alexander.—Un alto ejecutivo de Estados Unidos está interesado en invertir en Black Enterprise —dijo

emocionado sin contener la ilusión—. Estamos a punto de firmar el contrato.—Me alegro tanto —acaricié su rostro feliz y yo lo era al igual que él—. Te lo mereces. Ya no

serás una de las empresas más importantes de Dallas, si no la más importante —bromeé aunque sabíaque perfectamente iba a suceder eso.

—Voy a estar toda la tarde trabajando y por eso quise darte una sorpresa ahora que podíaescaparme —dijo mientras besaba mis nudillos—. Ahora tengo que irme.

—Está bien —dije y nos besamos fugazmente—. Espero que todo vaya genial.***

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Pasaron unos días que se resumieron en antojos de Megan, mal humor, lo pagaba todo conAndrew, que era el único capaz de aguantarla.

Aaron estaba más frío conmigo, incluso dejó de tutearme.Alexander me ofreció un puesto en Black Enterprise infinitas veces en un par de días, pero me

negué. No quería volver a trabajar bajo el ala de Alexander, tenía que saber volar por mí misma.Kevin no se tomó muy bien mi vuelta con Alexander. Se enteró en la tele al dar la noticia de un

pequeño enfrentamiento de Alexander y Aaron, que al parecer su rivalidad era legendaria, a pesar deque Alexander y el padre de Aaron se apreciaban.

Alexander quería contarme algo importante y por eso quedamos a la noche en su apartamento.Cuando llegó la hora me dirigí allí y Alexander me acogió con una copa de vino y comenzamos ahablar.

—¿Y qué es el asunto tan importante que quieres tratar? —pregunté acariciando con la manolibre de la copa de vino su muslo.

Alexander suspiró nervioso y yo comencé a ponerme igual o peor. No sabía qué me iba a decir.—He contratado a Rose Donovan —masculló rápido para que pasara el mal rato pronto. Yo abrí

los ojos como platos y mis labios formaron una línea recta.—¿Qué? —dije en un tono más elevado del que pretendía y me levanté del sofá ágilmente.—A ver, nena —se levantó y dejó las copas en la mesa—. Rose no tiene trabajo y tiene a su

madre anciana a cargo de ella —comenzó a explicarse pero yo seguía igual de enfadada—.Obviamente no va a trabajar cerca de mí, la puse en una planta ayudando a uno de mis sociosmayoritarios.

—Pero ella se sabe muy bien el camino a tu oficina —gruñí dándole la espalda y realmenteenfadada.

—¿Estás celosa? —dijo y puso sus manos sobre mis hombros y comenzó a besar mi cuello.—¿Debería estarlo? —pregunté dándome la vuelta y deshaciéndome de sus caricias.—Tú trabajas con Grable y no me permites decir ni hacer nada al respecto —su tono se convirtió

en frío y rudo.—Haz lo que te dé la gana —dije y fui a buscar mi bolso—. Lo estás haciendo para vengarte —

añadí una vez con el bolso en la mano y dispuesta a irme.Alexander fue más rápido que yo y se colocó en la puerta, impidiéndome el paso.—Lo hice porque me da pena —dijo relajando su mirada y su gesto enfadado—. Lo hice por su

madre. Comprende que su presencia cerca de mí no me gusta.—Quién lo diría cuando la buscabas nada más tener una pelea conmigo —comencé a echarle en

cara todo lo que aún guardaba dentro de mis entrañas.—Nena, la noche que murió tu padre yo no la busqué, me la encontré pero…¿¡Alexander había visto a Rose la noche en la que murió mi padre!? Ahora todo tenía sentido.

Ahora lo entendía todo.—¿Qué? —grité, interrumpiéndole. Alexander frunció el ceño, sabiendo que no me había hablado

de nada de eso antes—. ¿Yo estaba enterrando a mi padre y tú mientras con ella? —tapé mi boca conmi mano, estaba realmente en shock.

—No fue así —intentó decir y comenzar de nuevo a explicarme.—¡¡Cállate!! —dije con mis ojos comenzando a cristalizarse—. No quiero volver a escuchar tus

sucias mentiras —añadí con rabia. No podía dar crédito a lo que me acababa de enterar.—Skylar no voy a dejar que te vayas hasta que escuches todo —exclamó para que me callara y se

colocó mejor en la puerta para que no pudiera salir—. Las cosas no son como lo estás pensando.

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—¿No? ¿Entonces por qué no me lo contaste antes? —le grité, histérica, en la cara.Podía perdonarle todo…Pero no podía perdonarle que mientras yo lloraba al cuerpo sin vida de mi padre, él estuviera

divirtiéndose con Rose Donovan.—¡¡Joder!! —gritó levantando sus manos bastante agobiado. Yo eché un paso hacia atrás,

comenzaban a temblarme las piernas—. Vamos a relajarnos —dijo con tono más amable al ver quecomenzaba a asustarme intentando tocar mis brazos pero no se lo permití.

—Apártate de la maldita puerta —dije en apenas un suspiro con bastante rabia.—Las cosas no son así —contestó Alexander con los ojos comenzándosele a entumecer.—¡Apártate de la maldita puerta! —grité rodando por mis mejillas lágrimas que pedían a gritos

salir.—No quiero volver a perderte Skylar —dijo en un hilo de voz brotando también de sus oscuros

ojos espesas lágrimas—. Por favor, otra vez no —dio unos pasos hacia mí y aunque no retrocedí,tampoco pretendía que me tocara.

Yo le miré fijamente, aunque apenas podía ver su rostro, las lágrimas que no dejaban de salir pormis ojos no me dejaban ver.

Lograba ver un hombre triste, demacrado. Tal y como me sentía yo por dentro.Cerré los ojos dejando caer más lágrimas por mis mejillas y negué levemente con la cabeza; eso

me había superado. Di un paso hacia delante y Alexander se apartó de la puerta. Cuando fui acruzarla él agarró mi muñeca sutilmente y me obligó a mirarle.

—No te alejes de nuevo de mí —sus palabras estaban rotas. Él era alguien roto. Pero yo tambiénlo estaba—. Sin ti nada tiene sentido.

Yo apenas podía pronunciar palabra. La imagen de Rose junto a él me producía náuseas. Náuseasreales.

—Morfina, Skylar. Tú padre está sufriendo —susurró dulcemente en mi oído mi tía mientrasacariciaba mi cabello. Mi padre rugía de dolor, no pasaba un minuto de una pequeña convulsióna otra. Me quedé observándole, y a medida que pasaba el tiempo, mi padre se relajó hasta elpunto de cerrar los ojos. Me senté a su lado y acaricié su rostro y su mano, hasta el punto que mipadre no volvió a respirar.

Comencé a llorar e intentaba reanimar a mi padre con pequeños golpes en el pecho.—¡No puedes dejarme! —comencé a gritar desesperada—. ¡No puedes dejarme sola! —mis

gritos se convirtieron en recriminaciones, mi vida estaba totalmente hundida.El hombre rubio me cogió y le abracé sollozando. No. Mi padre no podía haber sido tan

egoísta como para dejarnos solos. No…Comencé a negar con la cabeza. Yo le necesité. Y él no estuvo.Me solté de su mano y me alejé, sin mirar hacia atrás. Quería estar sola.—Skylar —le escuché sollozando a mis espaldas. Pero no podía girarme, no. Si volvía a verle

así correría a sus brazos a consolarle.Me monté en el coche y arranqué antes de arrepentirme. Me costó perdonarle a Alexander el que

no estuviera a mi lado el día que murió mi padre, y quizá nunca lo logré. Pero lo que no podíaperdonar en ese momento es que él estuviera con ella. No. Mi corazón no lo soportaba.

Conduje unos minutos y me paré en una calle sin salida. Necesitaba relajarme y no estaba encondiciones para seguir conduciendo. Fuera llovía, como dentro de mí.

Llamé y llamé pero no tuvo respuesta. Me sentí sola y completamente vacía.Perdida.

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El dolor que sentí en aquellos momentos volvió a mi cuerpo. Estaba confundida. Demasiado.Mi mente no procesaba lo que hizo Alexander mientras yo estaba llorándole a mi padre y

suplicando un simple abrazo suyo.Las náuseas volvieron a mí, pero ésta vez reclamaron salir. Rápidamente logré abrir la puerta del

coche y vomité en la carretera. Me sentía terriblemente mal.Asco. Rose Donovan me daba asco.

ALEXANDERLa palabra no retumbaba en mis pensamientos. No había podido perder de nuevo a Skylar.La rabia se volvió a apoderar de mí, pero ésta vez no pude controlarme. Necesitaba

desahogarme. Agarré uno de los jarrones que había sobre la mesa y lo lancé al suelo. Era liberador.—¡No! —me gritaba a mí mismo mientras rompía todo lo que pillaba a mi paso—. No —me

senté en el suelo completamente rendido—. No, Skylar…Sin ella estaba perdido. No quería volver a sentirme así. No.Me había acostumbrado a la sensación de soledad desde los dieciocho años. Pensé que nunca iba

a necesitar a alguien para poder seguir con mi vida.Pero no necesitaba a alguien, la necesitaba a ella. Lo supe desde el momento que la vi.—¿Qué le ha pasado a mi coche? —preguntó la señorita propietaria del coche, malhumorada

y altiva pasos antes de llegar a nosotros.—Oh —dijo Drake mientras los tres nos girábamos a ver a la señorita—. Su coche estaba mal

estacionado.Ella frunció el ceño. Era realmente preciosa. Incluso enfadada.—Y este hombre ha magullado su coche debido a su mala posición —continuó Drake

contándole. La señorita me dedicó una mirada de enfado infantil que hizo sacar una sonrisa a miyo interior. No podía reírme y provocar que la señorita se enfadara más.

—¿Qué? —gritó muy enfadada mientras comenzó a revisar su coche. Mis ojos se iban a sucorta falda. Era preciosa—. ¿Y ahora qué? —preguntó exasperada mientras acariciaba losrasguños del coche.

—Yo lo pagaré —contesté con tono amable para que la señorita no me odiara más.—No tiene por qué, la culpa es de la señorita que ha estacionado mal su coche —contestó

Duarte.—¿Rompe mi coche y es mi culpa? —gritó llevándose las manos a la cabeza. Estaba

totalmente embelesado con sus ojos. Eran todo lo contrario a los míos… podía verme reflejado enellos. Y me asustaba.

—Sí —contestó de mal humor Drake encarándose a ella.—Lo pagaré yo —repetí—. Ya sabe cuál es mi nombre, ahora tengo que irme —me despedí con

un golpecito en el hombre de Drake y me marché.Tenía una entrevista con la que podía ser mi nueva secretaria.Una leve sonrisa aparece en mi rostro al recordar la primera vez que la vi. Solo me bastó una

mirada para enamorarme de ella. Como nunca antes había hecho.Pero no podía perderla. Me negaba a hacerlo y aunque ella no quisiera, estaría con ella hasta la

muerte. Era mía y yo era de ella.—Entre —dije al escuchar las tocadas de la puerta y suponer que era otra mujer para el

puesto de secretaria. Las preguntas de siempre y a la calle. Nadie podría ser como Rose.Al escuchar la puerta me giré, y para mi sorpresa, volví a ver aquella “amable” joven. Sonreí.La señorita cerró los ojos y se relajó en un profundo suspiro...

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—¿Va a quedarse en la puerta? —pregunté al ver que no reaccionaba. Le temblaban laspiernas. Pero aun así me parecía terriblemente sexy.

Ella negó con la cabeza confusa y se acercó a la mesa.—Siéntese —dije, porque al parecer, tenía que ordenar cada movimiento.Y así hizo. Buena chica.—¿Ahora no habla tanto como antes, no? —continué para intentar lograr escuchar de nuevo

su voz. Pero solo se centraba en hacer gestos.—Hola —murmuró mirando sus manos entrelazadas sobre sus muslos.Sin querer, una cruel carcajada salió de mi garganta. Era demasiado tímida para trabajar

aquí. Pero no me importaba.—Bien, le haré varias preguntas —me senté en la silla y coloqué mis codos sobre la mesa, esto

iba a ser entretenido—. Cuénteme acerca de usted misma.—Tengo 23 años —volvió a mirar sus manos. Sonreí sin que ella me viera. Esta mujer había

logrado sacarme más sonrisas que en toda mi vida—. Y acabo de terminar la universidad.Sonreí al escucharla. No me salían tampoco las palabras, por lo que continué con la

entrevista. Me sentía estúpido.—¿Qué experiencia tiene usted en este campo? —seguí, mirándola. Necesitaba ver sus ojos de

nuevo.—Ah, ¿Qué esto es una entrevista para trabajar de agricultora? ¿No? Je, je…Vaya, qué graciosita.—Mire Señor… Señor Alexander —me divertía su timidez y nerviosismo. Era demasiado dulce

para ser verdad—. Acabo de terminar mi carrera y yo solo he trabajado en las prácticas en unaempresa al por menor.

Asentí. Ella subió su mirada y se juntó con la mía.Nunca antes me había sentido tan indefenso.—¿Se considera usted exitosa? —pregunté intentando quitarme ese sentimiento de mis

pensamientos.—Sí —contestó encogiéndose de hombros—. Me he fijado metas que he ido cumpliendo y he

ayudado a otros a alcanzar las suyas.Me gustó.—¿Qué sabe de esta organización? —pregunté levantándome.—Es una de las más importantes de todo Dallas.¿Esa mujer no sabía que había que prepararse antes la entrevista? Aunque… conmigo eso no

le hacía falta.—Eso lo sabe hasta un bebé, señorita Evans —contesté intentando disimular una pequeña

risa.—Ya… —musitó con pesar.Me apoyé en la mesa, más cerca de la señorita Evans. Me gustaba su olor.—¿Sabe de alguien que trabaja para nosotros? —continué.—Tim, el jardinero —contestó conteniendo una risa que quería salir y de hecho salió.¿Acababa de decir eso? Una risa emanó de mis labios.Alexander, contrólate.Me tapé la boca para disimularlo.—Mantenga la compostura —dije mientras tosía para ocultar que yo también estaba riéndome

—. Continuemos, señorita Evans. ¿Cuánto dinero o salario espera recibir?

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—Esa es una pregunta difícil. ¿Podría decirme el presupuesto fijado para ese puesto? —estaba harto de escuchar esta respuesta. Me interesaba saber qué esperaba, quería que sequedara aquí. Quería volver a verla.

—2500 al mes, señorita Evans —respondí sentándome de nuevo en la silla. No queríaasustarla, al menos no más de lo que ya estaba—. ¿Es lo que merece su trabajo, señorita Evans?—la había cagado. Quizá quería más. Pero no hablaba.

—Eso ya lo valorará usted —contestó. Estaba contenta con la cifra.—¿Cuánto tiempo se va a quedar trabajar para nosotros sí es contratada?Lo iba a ser. Y esperaba que se quedara mucho tiempo.—Me gustaría que sea por un largo tiempo o tal vez mientras tanto que yo sienta que estoy

haciendo un buen trabajo y ustedes lo sientan así de igual manera.—¿Por qué la debo contratar? —pregunté para que se vendiera un poco más.—Para que pueda demostrar mis ganas de trabajar y de satisfacerle —contestó rápidamente.

Enarqué una ceja y sonreí levemente. ¿Satisfacerme? Podríamos hablarlo. Ella se ruborizó, comosi hubiera escuchado mis pensamientos.

—Está bien —contesté alejando de mi mente de las maneras que la señorita Evans podríasatisfacerme—. Una última cosa, ¿tiene alguna pregunta para mí?

—¿Cu-cuáles son los problemas… que la empresa enfrenta hoy en día y quien… o quienes enla empresa los están… enfrentando? —tartamudeó tocándose el cabello.

—Señorita Evans —sonreí vacilante—. Somos una de las empresas más importantes de todoDallas.

Me miró intensamente. No. No aguantaba esa mirada. No aguantaba ver lo que soy en unosojos tan puros.

Ambos nos levantamos.—Gracias por haberme atendido —dijo colocándose la falda. Aproveché el momento para

admirarla. Era preciosa.—Agradézcame algo cuando la haya contratado —suspiró—. Si la contrato.Se dirigió a abrir la puerta, pero antes volvió a echarme una última mirada:—Señorita Evans, no se preocupe por los daños de su coche.

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Capítulo 6Secuestro

SKYLAREntré atropelladamente en el piso. Allí estaban Jonan, Megan, Andrew, Ann y Kevin. Genial,

reunión, y yo solo tenía ganas de desaparecer. Todos sonrieron al ver mi llegada, pero mi rímelcorrido les hizo ver que yo no estaba para charlas de amigos. Entré a mi habitación y me tiré a lacama, tapándome hasta la cara con la manta.

Tenías que haber escuchado la versión de Alexander.Me decía mi parte que estaba a favor suya.Ahora, la incertidumbre de no saber qué mierda pasó esa noche no me dejaría dormir. Pero

tampoco quería poder dormir gracias a otra mentira más de Alexander.Alexander estaba enamorado de Rose y no podía olvidarla. Era lo único que transcurría por mi

cabeza. No sabía otra explicación. Y también iba a contratarla.Las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas. No entendía nada.En ese momento tocaron la puerta. No contesté.—Sky —dijo Kevin al otro lado de la puerta—. Ábreme, por favor.Yo lloré más.—Necesito estar sola —dije entre sollozos.—Sky, abre la puerta o soy capaz de tirarla —dijo con tono serio y preocupado.—¿Qué pasa? —oí la voz de Jonan.Me levanté algo mareada, pero tampoco quería tener a todos preocupados. Abrí la puerta y Kevin

me abrazó.—¿Qué te ha hecho ahora? —preguntó Jonan cruzándose de brazos.—No tiene importancia —contesté separándome del abrazo de Kevin. No quería que Jonan le

cogiera más rabia a Alexander—. Estoy agobiada en el trabajo.—¿Podemos hablar? —preguntó Kevin cogiéndome la mano y acariciándomela. Él sabía

perfectamente bien que no me pasaba nada de lo que yo estaba diciendo.Yo asentí con la cabeza; realmente necesitaba desahogarme y Kevin era la persona perfecta.Jonan volvió al salón y nos quedamos en la habitación.Me senté algo mareada en la cama. Supuse que era por el berrinche que tenía.—¿Qué ha pasado con Alexander? —preguntó mientras se sentaba también a mi lado.—Esa… esa Rose Donovan no me va a dejar tranquila nunca —comencé a contarle—. Alexander

la va a contratar —prefería omitir el detalle de que mientras yo estaba en el entierro de mi padre,Alexander estaba divirtiéndose con ella.

Kevin negó levemente con la cabeza.—No te va a dejar tranquila porque Alexander se lo permite —y quizá tenía razón—. No

entiendo cómo puede querer tener cerca a alguien como ella y joder lo que tiene con… contigo —lemiré sin saber a qué se refería—. Si yo fuera él… no haría esas estupideces.

Yo sonreí ante su ternura; Kevin era alguien muy guapo, su cabello era castaño y sus ojos coloravellana. Tenía una barba no muy espesa y unos labios muy definidos y perfectamente gruesos. SiAlexander no me hubiera embaucado por completo… me hubiera gustado enamorarme de él. Perohay cosas en las que la razón no manda.

—No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos… —dije para mí pero en voz alta.

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—Sky, yo te trataría como realmente te mereces… dame la oportunidad —musitó mirándome alos ojos mientras acariciaba mi cabello.

La imagen imposible de Alexander entrando por la puerta y descubriendo esta escena hizo que unescalofrío llenara mi cuerpo.

—Kevin… yo lo quiero a él —contesté con pesar, sabía que le iba a hacer daño pero no leestaba contando algo que él no supiera ya.

—Dame una oportunidad de conocerme… de conocerme de otra manera —continuó con unamirada llena de sinceridad.

—Ojalá pudiera —unas lágrimas rodaron por mis mejillas—. Ojalá —repetí y le abracé.En ese momento Megan entró por la puerta y tosió para que fuéramos conscientes de su presencia.—La chica embarazada les pide que vayamos a salir, lo necesito —dijo y se acomodó en mitad

de ambos—. Sky —dijo a modo de petición mientras sacaba a relucir su mirada de cachorrito.Yo sonreí, su rostro me trajo recuerdos de cuando éramos pequeñas y todo… todo era diferente.

Por sacar mi vena sentimental, aún más de lo que ya estaba, accedí y les pedí unos minutos pararetocar mi maquillaje. Realmente no me vendría mal salir.

***Nos sentamos en un bar relajado. Aunque Megan quería fiesta, no estaba en condiciones para eso.

Además, en pocos días le harían la prueba de paternidad.Aunque ella no bebió, yo sí, y a decir verdad, mucho. Hasta el punto de no saber ni lo que decía.

***En la puerta de casa, tras un buen rato juntos, Kevin y yo nos quedamos solos para despedirnos.—Echaba de menos ratos así —dijo Kevin mientras apartaba mi alborotada melena de mi rostro

—. Eres preciosa.Yo tenía ganas de reír. Estaba totalmente borracha pero quise mantener la compostura en la

medida de lo posible.—Yo también —farfullé mientras tomaba yo el control en mi pelo y lo retiraba yo de mi cara.—Te quiero —murmuró mirándome a los ojos y yo suspiré, apartando la mirada.—Kevin… —dije mientras tapaba mi cara momentáneamente—. No es el momento.—Sí es el momento —se acercó a mí—. Dame una oportunidad —murmuró en mis labios y los

besó.Yo estaba sorprendida, con los ojos abiertos como platos. ¿Qué estaba haciendo?—Kevin —dije alejándole de mí—. La última vez que hiciste esto acabaste en el hospital —

bromeé intentando quitarle hierro al asunto.Él sonrió, triunfante por haberme robado un beso aunque eso a mí me molestó.—No me importa —se acercó a mí pero yo ya me previne—. Sky… nadie te va a cuidar como yo

—cogió mi mentón con dulzura y yo aparté la mirada. Por muy ebria que estuviera, sabía lo quepodía ocurrir si Alexander aparecía en algún momento.

—Estoy cansada, mañana trabajo y… bueno —dije mientras me deshacía de su caricia y abría lapuerta del portal. Él asintió amablemente con la cabeza y se marchó.

Miré a todos los lados para saber que habíamos estado solos. Mi pulso estaba acelerado, y noentendí bien por qué.

Al día siguiente, y con una gran resaca, tuve que afrontar el día en Leutori Stmes.Mientras trabajaba, todo ruido me provocaba una gran sensación de malestar, pero me lo

merecía. No debería beber.

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Me pasé toda la mañana en el baño, vomité dos veces.No sé beber.Para mi sorpresa, sobre el mediodía, recibí un mensaje de Alexander.Alexander, 12:34No quiero perderte. Escúchame por favor, dame la oportunidad de explicarme.Aquí todo el mundo me pedía una oportunidad pero nadie me la daba a mí para poder respirar y

pensar tranquila.Por un lado estaba Alexander, mi pasión y mi amor. Él sabía hacerme sentir bien, sabía

encenderme y controlarme.Pero una duda estaba en mis pensamientos, y era sobre lo que una vez me enseñó mi padre de

pequeña.Estar y ser feliz no es lo mismo.¿Con Alexander era feliz, o simplemente lo estaba?Por otro lado estaba Kevin. Mis sentimientos no tenían dudas, yo era de Alexander, pero quizá mi

razón… mi razón sabía y analizaba algo que mi corazón era incapaz. Kevin, quizá, podría hacermesentir bien, hacerme sentir al menos normal.

Alexander me elevaba al cielo, y no puedo decir que allí no se estuviera bien. Pero a la hora decaer, la caída era más grande y el dolor aumentaba inmensamente.

Y con Alexander estaba muy acostumbrada a caer.A favor de Alexander, también, conocía un dicho que caía como anillo al dedo para nosotros.Prefiero discutir contigo a hacer el amor con otro.¿Podía perdonar a Alexander? O al menos, quizá, ¿escucharle? No quería sufrir otra vez, pero

acabaría haciéndolo si el resultado era estar alejada de él.Estaba irremediablemente enganchada a él y ninguna fuerza terrenal haría que dejara de estarlo.

Estaba anclada a él.Algo comenzaba a aclararse en mis pensamientos… y se revelaba en ellos en forma de una frase

que me traía muchos recuerdos.Juntos es mejor.

***Segundo día sin ver a Alexander. Aunque pensaba que no, era más duro de lo que creía. Haber

estado separada de él durante meses me hizo creer que esto podría soportarlo, pero llegaba él yvolvía a atarme a él y no dejarme ser feliz sin ver sus ojos todos los días, mirándome.

Estaba trabajando en un discurso que Aaron tenía que darle a una universidad de jóvenesestudiantes, según él yo sabía encontrar las palabras exactas para acercarme a ellos pues yo no dejéde ser una de ellos desde hace relativamente poco. Alguien llamó a mi puerta y era el recepcionista.

—Me han pedido que le entregue personalmente este sobre —dijo mientras entraba y lo dejabasobre su mesa—. Espero que sepa agradecerme el favor y no comentarle nada al señor Grable.

Algo me dijo que Alexander estaba detrás de todo.—No se preocupe —dije y el joven salió. Llevaba unas semanas trabajando allí pero no había

conseguido la amistad ni la confianza de nadie, a diferencia de lo que me sucedió en BlackEnterprise.

Cogí el sobre y tragué saliva. Mi corazón comenzó a acelerarse pero me intenté relajar, queríaque fuera de él pero si no lo era no me quería llevar el gran palo.

Un olor delicioso venía del sobre y lo acerqué a mi nariz, percibiendo que era el mismo olor delas rosas azules que llenaban mis fosas nasales.

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Tenía que ser de él.Recapacita y accede a hablar conmigo. No quiero estar así, otra vez no.No voy a perderte, por las buenas o por las malas, pero no voy a hacerlo.Alexander Black.Puse los ojos en blanco, como si él pudiera verme. Alexander Black y sus afirmaciones sin dar a

lugar a una queja. En ese momento tocaron mi puerta y guardé el sobre en un cajón y ordené entrar,siendo Aaron el que estaba al otro lado de la puerta.

—No haga planes esta tarde porque tenemos que comer con unos posibles financiadores —dijo yyo abrí los ojos como platos. ¿Qué pintaba yo ahí?

—¿Yo? —pregunté levantándome para hablar más cerca con él, que no se había despegadoapenas milímetros de la puerta.

—Quieren conocerla —contestó serio y frío. Desde lo que sucedió entre él y Alexander no habíavuelto a tratarme igual.

Yo asentí con la cabeza. Conocer a más gente de ese mundo me hacía abrir más la posibilidad detrabajar en esto si Aaron algún día prescindía de mis servicios.

—¿Puedo hacerte… hacerle, una pregunta? —pregunté nerviosa. Quería salir de dudas sobre sucomportamiento.

—Adelante —dijo y volvió a cerrar la puerta, y por fin, desde que entró, soltó el pomo.—Me gustaría saber qué he hecho para que usted se muestre así conmigo —dije con el ceño

fruncido apoyándome en una de las sillas.—Yo te tengo mucho aprecio —comenzó a tutearme y yo sonreí—. Y sé que Alexander no es

bueno para ti —se acercó y se sentó en una de las sillas. Yo me dirigí a mi silla y también me senté.Ladeé la cabeza. No quería esa respuesta.—Pero mi relación sentimental no tiene que influir en nuestra relación de trabajo —contesté

entrelazando mis dedos sobre la mesa.—Pero —tocó su cabello—. Te tengo aprecio, Skylar. Y eso va más allá de una relación de

trabajo.—¿Por qué Alexander no es bueno para mí? —pregunté con voz triste. Todo el mundo decía lo

mismo.—Él siempre se ha caracterizado por ser un bestia, Skylar —bajé mi mirada al escritorio. Lo que

decía no podía negarlo—. Y tú no te mereces eso.Unas lágrimas comenzaron a concentrarse en mis ojos, pero yo me negué a dejarlas relucir.—Supongo —contesté con un deje de tristeza e inmediatamente Aaron se levantó para abrazarme.

Yo le correspondí al abrazo y las lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas.Sabía por activa y por pasiva que el amor de Alexander no era bueno. Pero yo estaba enamorada

de él.—Me tienes para lo que necesites —dijo una vez finalizado el abrazo mientras secaba con un

pañuelo mis mejillas—. Y cuando algo vaya mal con Black, no dudes en buscarme para tener unhombro en el que llorar.

Yo sonreí por cortesía e instantes después Aaron se despidió y se marchó a su oficina.Volví a abrir el cajón y cogí la nota. Volví a leerla, y por un acto de ira, la arrugué y la tiré de

nuevo al cajón.Negué con la cabeza y puse mis manos sobre la cabeza, apoyando los codos en el escritorio.¿Podría perdonar a Alexander el haberme dejado sola uno de los peores días de mi vida?

***

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De nuevo otro día y de nuevo en la oficina. Solo faltaba ese día y el siguiente para tener unmerecido fin de semana. La semana que entraba sería la prueba de Megan y estábamos todos algonerviosos, sobre todo ella. Rezábamos todos los días para que el padre del bebé fuera Eric.

Mi móvil sonó y con ello, un mensaje de Alexander en la bandeja de entrada.Alexander, 12:34No me hagas enloquecer, por favor.Quiero dejarte a tu aire pero de verdad que no puedo.Te necesito.Todos los días pensaba y recapacitaba sobre el tema, pero nunca conseguía llegar a algo claro.

***Viernes al fin. Y tres de la tarde al fin también. Bajé por el ascensor pero unas ganas inmensas de

vomitar dominaron mi cuerpo y tuve que parar en el servicio.Tras salir, una idea ametralló mis pensamientos¿Y sí…?No, no podía ser. Era prácticamente imposible. Negué con la cabeza mientras andaba en

dirección a la puerta y notaba como todos me miraban, pensarían que estaba loca.Salí al fin de la empresa y me dirigí a mi Porsche Cayenne S, tuve que darme prisa para llegar

porque llovía demasiado. Me monté en el coche y me dirigí a casa.Salí del coche y cuando fui a abrir la puerta, alguien me puso las manos en la boca y me obligó

sutilmente a montarme en un coche. Abrí los ojos como platos, abrieron la puerta y me sentaron,cerrándola rápidamente con seguro y fue el momento en el que vi quién era la susodicha persona.

—¿Alexander? —dije sorprendida mientras él entraba en el coche y lo arrancaba.—No voy a perderte, por las buenas o por las malas, pero no voy a hacerlo —dijo mientras

comenzaba a conducir con el gesto serio.—¿Dónde me llevas? ¿A tu apartamento? —pregunté viendo cómo nos alejábamos de mi portal.—Si quieres llegar te recomiendo que te pongas el cinturón —dijo lanzándome una mirada

inquisitiva fugazmente.Yo asentí y me abroché el cinturón.Todo fue silencio, hasta que me di cuenta que nos encontrábamos en las afueras de Dallas.—¿Dónde vamos? —pregunté algo preocupada. Alexander… ¿me había secuestrado?—Skylar, no te lo voy a decir —dijo alzando una de sus cejas. Yo fruncí el ceño, no entendía

nada.Giré la cabeza y comencé a mirar por la ventanilla.Un pequeño rato después, Alexander aparcó en una pequeña urbanización de cabañas muy

bonitas. Bajó del coche y llegó a mi puerta para también abrirla. Me cogió de la mano y entramos enuna de las cabañas.

Cerró la puerta y giró sobre sus talones, apoyando su espalda en la puerta.—No vas a salir de aquí hasta que no oigas todo lo que verdaderamente sucedió esa noche —dijo

con gesto algo enfadado y molesto, cosa que no entendía bien.

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Capítulo 7Noticia

Fruncí el ceño en muestra de que no entendía su enfado y él soltó una pequeña risa sarcástica. Semovió de su sitio inicial y se sentó en uno de los sofás que presidía el pequeño salón, con chimeneaincluida. Yo le perseguí con la mirada, pero no me moví del sitio.

—No soporto tu facilidad para estar alejada de mí —comenzó a decir mirándome fija yoscuramente.

Mi gesto se volvió serio y agaché por un momento la mirada.¿Qué cojones sabía él como lo pasaba yo estando lejos de él?—Tú no tienes ni idea de si me es fácil o difícil estar separada de ti —renegué moviéndome por

el salón pero sin acercarme lo más mínimo a él.—No sé —comenzó a decir negando con la cabeza y agitando sus manos—. No sé lo que sentirás

tú, pero tengo muy presente lo que siento yo y yo no puedo permitirme no verte todos los días, yparece que tú sí —se levantó y se puso frente a mí para obligarme de una manera subliminal aestarme quieta.

—¡Tú eres el que falla Alexander, yo no! —grité molesta ante su cinismo.—¿Te he fallado? ¿Tú piensas que te he fallado? —preguntó con un tono más relajado y algo

triste. Miré sus ojos y no me transmitían esas cosas tan malas que me hacían temerle.—¿Qué hacías con Rose Donovan mientras mi padre estaba muriéndose? —pregunté con mis ojos

comenzando a cristalizarse. Pensar en ese momento y decirlo en voz alta me rompía en mil pedazoslo que me quedaba de corazón.

—No pasó nada —se acercó a mí y me abrazó fuertemente—. No puedo tener entre mis brazos aotra mujer que no seas tú —dijo con su cabeza perdida entre mis cabellos.

—¿Y por qué tengo que creerte? —pregunté aun atrapada en su abrazo mientras lágrimas rodabanpor mis mejillas.

—Porque te amo —musitó en mi oído.Sabía acariciarme con palabras.Alexander se despegó de mí pero posó su nariz junto a la mía, mientras ambas manos rodeaban

mi cuello y me hacían mirarlo fijamente.—Te sigo amando como desde el primer día que me vi reflejado en tus ojos —continuó diciendo

y cerró sus ojos para sentir el momento. Yo hice lo mismo.—A veces no me creo lo nuestro… —contesté aun sin abrir los ojos.—Puedo cambiar Skylar, puedo hacer lo que tú quieras mientras te quedes a mi lado —contestó

abriendo los ojos y acurrucando más sus manos sobre mi cuello.—No me refiero a eso —dije con una pequeña sonrisa al ver las cosas que era capaz de decir

Alexander—. No quiero que cambies, me enamoré de ti por la persona que tú eres… lo que no mecreo aun es que tú… estés enamorado de mí.

Nunca había sido insegura desde que Alexander me besó por primera vez. Él podía tener acualquier mujer en sus manos, incluso a más de una. Incluso a Rose Donovan… pero él me prefería amí, y era algo que no acababa de entender.

—Te amo como miles de hombres podrían hacerlo perdidamente —dijo separándose de mí conun deje de celos en sus propias palabras y agarró mi mano para sentarnos en un sofá.

—Pero tú no eres como esos miles de hombres… —murmuré mirando hacia abajo—. Tú eres

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distinto.—Un monstruo —dijo y alcé la mirada a él. Alexander miraba hacia un lado, con la mirada

perdida. Me rompía verle así, y más me rompía que pensara que era un monstruo.—¡No! —exclamé y le obligué a mirarme colocando mis manos en sus mejillas—. Tú no eres

ningún monstruo Alexander —continué mientras me arrimaba más a él—. Eres la persona que mejorsabe amarme.

Él sonrió levemente y colocó su mano sobre mi muslo.—Tuve la última esperanza de salvarme cuando me vi reflejado en tus ojos y en ese momento

observé que… —dijo e hizo una pausa ahí. Yo abrí los ojos como platos y apreté sus manos consuavidad para que continuara, pero no lo hacía.

—¿Qué? —pregunté esbozando una pequeña sonrisa mientras una mano acariciaba sus manos yotra hacía lo propio en su mejilla.

—Por primera vez me vi reflejado como una persona que sabía sentir algo bonito por alguien —susurró en un hilo triste y volvió a agachar su mirada, como sintiendo vergüenza de sus confesiones.Alexander Black seguía siendo un niño.

—No tienes que sentir vergüenza —me coloqué encima de él y él agarró mi cintura con fuerza,hundiendo su cabeza en mi hombro—. Recuerda que yo soy tu hogar.

Alexander liberó su rostro y me miró con ojos brillantes. Mi Alexander.Acarició mi cabello y posó sus labios sobre los míos, siendo yo quién comenzó a jugar con

nuestras bocas convirtiéndolo en un deseado beso. Me gustaba el sabor de Alexander Black.Él agarró mi cabeza y el beso se convirtió en uno más apasionado, ansiado y desesperado.

Alexander me obligó a levantarme y él hizo lo propio, comenzando a jugar con mis labios y trazandocaminos con sus pequeños mordiscos.

Se deshizo de mi rebeca y la tiró al sillón, y comenzó a acariciar mis pequeños y blancos brazosmientras perseguía las caricias con pequeños besos.

Le agarré del cabello y nos volvimos a besar, ésta vez con más intensidad por ambas partes.Alexander se deshizo de mi camiseta y yo de su camisa. Besé sus pectorales y sus clavículas;Alexander era mi debilidad.

Alexander me empujó levemente para tirarme al sofá y lo logró. Acto seguido comenzó aquitarme mis pantalones y me dejó en ropa interior. Se estaba perfectamente bien ya que la chimeneaestaba muy cerca.

Comenzó a besarme entera, ninguna zona se quedó celosa por no haber sentido los delicadoslabios de Alexander Black.

Yo acariciaba su fornida espalda, mientras le arañaba cada vez que él besaba una zona mássensible de mi cuerpo.

Comenzamos a besarnos sin control y ambos terminamos en la gran alfombra roja que había en elsuelo; Alexander y yo no nos habíamos dado cuenta de que el sofá no medía lo mismo que su cama.

A Alexander pareció no importarle porque siguió besándome en el suelo, y comenzó a deshacersede toda mi ropa interior. Cuando terminó, yo hice lo mismo y con un movimiento ágil Alexanderagarró una manta y la colocó sobre nosotros.

Alexander puso sus fuertes brazos a cada lado de mi cabeza apoyando todo el peso en el suelo, ycon un sensual movimiento, se hundió dulcemente dentro de mí.

—Ah —jadeé mientras echaba la cabeza hacia atrás. Alexander pasó su lengua por mis labios yme hizo estremecer aún más, mientras se movía a una gloriosa armonía.

Sus embestidas cada vez se volvían más fuertes y deliciosas. Yo posaba mis manos en sus

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grandes brazos y hacía más presión para que el placer fuera más.Alexander se mordía el labio cada vez que yo hacía un exquisito movimiento de caderas, y en uno

de ellos, ambos llegamos al placer celestial.Nos quedamos por bastante rato tumbados sobre la alfombra, notando el calor que emanaba de la

cercana chimenea y rozando nuestros cuerpos desnudos bajo la manta.—Eres mía —murmuró en mi oído Alexander mientras acariciaba mi barriga.—Soy tuya —contesté cerrando los ojos y dando paso al sueño.

***Mis ojos comenzaron a abrirse y a cerrarse para asimilar la luz que había en la habitación. Se

estaba muy a gusto, y noté que no seguía durmiendo en la alfombra ya que lo que me sostenía era algomucho más cómodo.

Me incorporé y salí al pequeño salón, donde vi de espaldas a Alexander con el portátil frente a lachimenea. Me acerqué a él sin hacer ruido, y cuando estaba a sus espaldas, tapé sus ojos. Él acariciómis manos y me agaché para besar castamente sus labios.

—Dormilona —dijo con voz y sonrisa bobalicona. Yo sonreí de igual manera mientras leadmiraba; su cabello alborotado y los rizos que le caían por la frente eran realmente seductores. Peroalgo más me sorprendió y por qué no decirlo, me encantó. Alexander llevaba gafas. Mis ojos seabrieron como platos y me senté a su lado, tapándome con la manta que él tenía.

—¿Desde cuando llevas gafas? —dije con una pequeña risa. Era realmente guapo.—Desde hace mucho tiempo —dijo mientras tapaba su cara con las manos—. Pero las lentillas

me castigan los ojos si las llevo siempre.Yo sonreí y volví a besas sus labios.—Estás guapísimo —murmuré en sus labios y el mordió mi labio inferior.—No se acostumbre a verme así, señorita Evans, donde se pongan unas buenas lentillas… —

contestó y me proporcionó otro pequeño mordisco pero esta vez en el lóbulo de la oreja.—¿Qué haces? —pregunté mirando la pantalla de su ordenador y acurrucándome más en él.—Estoy arreglando los asuntillos del negocio que te comenté —respondió sin ocultar la sonrisa

que le ocasionaba recordar ese negocio.—¿Tan importante es para ti? —dije con ternura al verle tan ilusionado.—Un poquito menos que tú, así que imagínate… —dijo con tono jocoso y me guiñó un ojo.Alexander siguió haciendo unas últimas cosas y yo mientras le miraba embelesada, hasta que

instantes después mi teléfono móvil sonó.Cogí el teléfono y vi que era Aaron. Miré de reojo a Alexander pero él ya había logrado ver el

nombre en la pantalla. Suspiró y continuó escribiendo.Me levanté y me puse detrás de él para atender la llamada.—Skylar —me saludó cuando supo que le había cogido el móvil—. Perdón por molestar pero me

gustaría que me dijeras donde dejé el contrato del señor Goulding, por más que busco no loencuentro —me dijo. Yo comencé a pensar, sabía de lo que me hablaba pero no lo ubicaba bien.Momentos después lo supe.

—Tengo una fotocopia en mi despacho —contesté asimilando cómo podía explicarle dónde seencontraba—. Está en el primer cajón del escritorio.

Escuché como emanaba una sonrisa de él.—Qué haría sin ti —dijo y yo sonreí. En ese momento Alexander giró su cabeza para verme y

coloqué el semblante serio en seguida.—Perder los documentos —dije entre una pequeña carcajada. Alexander frunció el ceño, pero no

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iba a mostrarme seria con Aaron después de la charla que habíamos tenido.—Muchas gracias —contestó—. Pero también me gustaría proponerte algo, aunque eso será

cuando podamos vernos el lunes, ¿vale? —preguntó con cierto entusiasmo.Yo sonreí, ¿qué podía ser?—Sí —murmuré viendo el gesto ya enfadado de Alexander. ¿Nunca podría librarme de sus

irremediables celos?La respuesta era un rotundo no, si quería seguir junto a él.

***Llegó el domingo y con ello, el tener que despedirnos de aquella maravillosa cabaña y volver a

la realidad. El fin de semana había sido muy productivo en cuanto a relaciones con Alexander serefiere. Era impresionante la manera de hacerme feliz que le caracterizaba.

Al día siguiente me dirigí a la empresa Leutori Stmes y comencé a trabajar. Mis náuseas y mareosno cesaban, por lo que decidí que esa misma tarde iría al doctor.

Aaron llamó a la puerta y yo le accedí el paso.—Buenos días —dijo con una sonrisa y se sentó en una de las sillas.—Hola —contesté devolviéndole una sonrisa.—¿No estás nerviosa? —preguntó frunciendo el ceño jocosamente.¡Ah! ¡Aaron tenía algo importante que decirme!—Adelante por favor —dije formándose en mis labios una sonrisa nerviosa.—Quiero proponerte algo, pero siempre y cuando tú quieras. No quiero que lo tomes como una

obligación, puedes rechazarlo si así es como tú lo deseas —Sus palabras comenzaron a ponerme másnerviosa ya que no sabía de qué se trataba—. ¿Quieres ser mi nueva asistente personal?

Su pregunta retumbó por todas las zonas de mi cuerpo. ¿Yo? ¿Dejar de ser por fin una simplesecretaria y convertirme en un asistente personal? La simple idea provocó en mí una risa nerviosa yde emoción.

—Aaron, yo… —dije conteniendo la agitación del momento. Yo quería aceptar pero una vozimitando a la de Alexander en mis pensamientos me repetía.

Ese tal Grable quiere estar más cerca de ti.Sacudí la cabeza y mi rostro se volvió algo más serio.—No quiero que me contestes ahora —dijo rápidamente sin dejarme continuar—. Quiero que lo

pienses bien.—¿Pero… tú estás seguro de esto? —pregunté titubeando. Yo… asistente personal en Leutori

Stemes… demasiado bonito para ser real.—Yo sí —dijo riendo ante mi comentario—. Piénsalo bien, ¿vale? —se levantó y yo hice lo

propio—. Ahora tengo que dejarte, tengo que reunirme con alguien —se giró hacia la puerta—, siaceptas mi proposición no tendrás otro remedio que acompañarme a todos lados.

Aaron salió de mi despacho.Me senté en la silla y suspiré.—Fuerza de la naturaleza, ¿qué debo hacer? —pregunté como si alguien pudiera escucharme.

***Estaba sentada en la sala de espera mientras el doctor tardaba en nombrarme. Instantes después,

mi teléfono sonó.—¿Si? —pregunté mientras miraba la revista que tenía sobre mis piernas.—Soy Lorraine, el señor Black quiere que venga para hablar sobre un asunto importante —

contestó con la voz temblorosa, cosa que me perturbó demasiado. Tampoco me había tuteado y eso

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me sonaba muy raro.—¿Pasa algo, Lorraine? —pregunté cerrando la revista para centrar toda mi atención en ella.—Venga lo antes posible —contestó y colgó.Fruncí el ceño, no entendía nada. Quizá Lorraine estaba enfadada conmigo por algo y lo que me

tenía que decir Alexander no tenía nada que ver con su extrañeza. Me levanté dispuesta a irme peroel doctor dijo que era mi turno para entrar. Resoplé y así hice, ya que estaba ahí tenía que saber quéme pasaba.

Me senté en la silla y él se sentó frente a mí, tras el escritorio. Tecleó mi nombre y me miró porencima de sus gafas.

—Cuénteme que le pasa —dijo con voz ronca y seria.—Bueno… es que… últimamente estoy constantemente mareada y tengo bastantes nauseas —

comenté con miedo a que dijera lo que sabía que iba a decir.Pero era imposible.—¿Cuándo fue su último periodo? —preguntó colocando sus gafas y frunciendo el ceño.Yo suspiré y tragué saliva. Hice memoria y la verdad que no llevaba muy bien la cuenta, pero

tenía que bajarme si no lo tendría que haber hecho ya.Mierda.—No… no lo recuerdo bien pero… debería… debería tenerlo ya —tartamudeé con las manos

temblorosas.—Bien —buscó algo en un cajón y sacó un pequeño frasco envuelto con plástico—. Deme una

muestra de su orina.—¿Ahora? —dije en un hilo de voz pues el nudo que se había formado en mi garganta no me

dejaba pronunciar palabra.Él asintió y yo salí, digiriéndome al baño de allí.Hice lo que me había ordenado y volví a la consulta.El doctor cogió la muestra y me dejó sola en su consulta.Todo de mi temblaba. Estaba tremendamente nerviosa. Por favor, no. Era lo único que pedía.Mis ojos comenzaron a cristalizarse.Alexander siempre ha usado protección.Comencé a relajarme pensando así. Hasta que el recuerdo de nuestro reencuentro en el coche la

noche que volvimos a vernos abarcó mis pensamientos.Negué violentamente con la cabeza, haciendo que las lágrimas que estaban contenidas en mis ojos

rodaran por mis mejillas. Solo me faltaba esperar.El doctor entró eternidades después para mí, aunque posiblemente solo tardó unos minutos en

examinar las pruebas. Se sentó cautelosamente en su sitio y me miró con seriedad.—Señorita Evans —dijo con tono frío y al ver mis mejillas húmedas, su rostro se convirtió en

algo más tierno—. Usted está embarazada.Sus palabras acuchillaron todo mi cuerpo y tapé mi cara con mis manos, cogiendo y soltando aire

para relajarme.¿Qué dirá Alexander al respecto?

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Capítulo 8Fortaleza

Entré en mi coche muy confundida. No arranqué, no hice nada, solo me senté y me dediqué aacariciar mi vientre.

Estoy embarazada… de Alexander, me repetía una y otra vez.Todo me venía demasiado grande. Yo tenía que ayudar a Megan y a su bebé a salir adelante… y

lo que hice fue traer un bebé más. Pero era mi bebé… y el padre de él la persona que más amaba enel mundo.

No estaba triste, ni mucho menos. Estaba algo así como sorprendida. No sabía cómo manejar lasituación. Me veía poco preparada, pero sabía que junto a Alexander todo iba a mejor.

Juntos es mejor.Sequé las espesas lágrimas que estaban amontonadas en mis ojos y arranqué el coche lista para ir

a Black Enterprise y darle la noticia.Solamente al entrar en la empresa de Alexander noté que algo no iba bien. Era un sentido que

había desarrollado desde que le conocí. Suspiré profundamente y pasé por la recepción, en la cualestaba Lorraine recogiendo porque eran más de las cinco.

La saludé con una tenue sonrisa y ella me la devolvió, pero noté frialdad en su aspecto. Decidí nohacerle mucho caso a eso y subí por el ascensor.

El trayecto de subida al ascensor se me hizo terriblemente eterno, como acostumbraba todo a serese día tan extraño. No debía olvidar la propuesta de Aaron, pero lo que ahora tenía que contarle aAlexander era sobre mi estado. Salí algo insegura del ascensor y vi que la puerta de la oficina deAlexander estaba entreabierta. Toqué la puerta viendo por la pequeña rendija a Alexander con lacabeza escondida entre sus brazos apoyada en la mesa y a una mujer de espaldas sentada en la silla.

Alexander al oírme levantó la cabeza y su mirada que se colaba por la rendija de la puerta hizoque me estremeciera. Nunca le había visto así.

La señora que estaba también en el despacho se giró ante la mirada de Alexander y fue en esemomento donde descubrí que se trataba de Rose Donovan.

—¿Qué pasa? —dije con la voz temblorosa mientras entraba a la oficina. Rose se levantó y memiró con una malvada sonrisa que no podía ver Alexander. Pero me dio igual. A mí me importaba él.

—¿Puedes dejarnos solos, Rose? —preguntó con cara aterradora y cabello alborotado. Sus ojosparecían estar inyectados en sangre.

Yo solo podía mirar la aterradora escena.—Estaré fuera para lo que necesites, Alexander —contestó con voz melosa Rose mientras

caminaba hacia la puerta. No entendía nada.Antes de irse, Rose dedicó su última mirada a mis ojos y me transmitió diversión. Algo marchaba

mal, y ella tenía probablemente algo que ver.Cerró la puerta y yo volví a mirar a Alexander, que aún estaba sentado con la mirada perdida y

los codos sobre la mesa.—Nunca pensé que pudieras hacer esto… —murmuró por lo bajo a modo de recriminación más

que a mí, a él mismo.—¿A qué te refieres Alexander? —dije nerviosa y preocupada. No le conocía.—¡Como que a qué me refiero maldita zorra! —gritó mientras se levantaba violentamente de la

silla y tiraba todo lo que había sobre el escritorio.

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Mis ojos se abrieron como platos y retrocedí unos pasos.—No te voy a permitir que me hables así —dije negando con la cabeza sin entender de lo que

estaba hablando.—¿¡Y cómo quieres que te hable maldita traicionera!? —chilló abalanzándose sobre mí pero

conteniéndose en el último momento.Las lágrimas brotaban de mis ojos y los suyos… no me transmitían nada. Su azul oscuro intenso

se había convertido en un tono totalmente negro en el que solo se podía ver oscuridad. Y asustaba.—¿Puedes contarme la nueva mentira que se ha inventado Rose Donovan para separarnos? —

pregunté atemorizada de que Alexander fuera capaz de hacerme algo, aunque algo me decía que noera capaz, pero la persona que estaba frente a mí no era Alexander.

—¡¡No te hagas la estúpida conmigo!! —dijo mientras tiraba las cosas que había sobre unestante. Estaba fogando su rabia con los objetos para no hacerlo conmigo—. ¿Prefieres tirarte aGrable antes que a mí, no? ¿Él te da más lujos de los que te he dado yo todo este maldito tiempo?

—¿Qué dices? —pregunté frunciendo encarecidamente el ceño mientras movía mis brazos enseñal de frustración.

—¿Por eso has querido joderme, a mí, a la empresa, para ganarte su maldita confianza? —preguntó mirando a mis ojos. Los suyos estaban realmente enturbiados y lágrimas de ira y furiarodaban por sus mejillas—. Solamente volviste a mí para robarme información confidencial deBlack Enterprise y entregársela a Aaron, que es el que ahora realmente te interesa —dijo como si esafuera la absoluta verdad. Yo le miraba paralizada porque no sabía de qué hablaba—. Como he sidotan gilipollas… ¿¡¡cómo!!?? —dijo gritándome en la cara con odio.

—Estás loco —dije mirando al suelo sin saber qué hacer—. Jodidamente loco —repetí negandocon la cabeza y me giré para irme.

—¡No! —dijo y agarró mi brazo con fuerza, apoyándome en la puerta y él sobre mí—. ¿Quémierda te ha dado él que no te haya dado yo? —preguntó mientras agarraba mi cuello con rudezapero lo justo para permitirme respirar.

—¡Nada! ¡Porque es otra mentira de Rose! —grité mirándole a los ojos para que él encontrara laverdad en los míos.

—¡Admítelo por una maldita vez Skylar! —gritó alzando su brazo dispuesto a golpearme, pero separó en seco, sin bajar de nuevo su brazo, suspendido en el aire.

—Hazlo —dije entre sollozos—. Pégame si es lo que deseas —seguí con tono desafiante ycerrando los ojos con miedo.

Alexander prosiguió con el recorrido de su golpe pero fue a acabar en la pared, justamente allado de mi cabeza. Me rompí a llorar desconsoladamente, mientras él apoyaba su cabeza en mihombro y también rompió a llorar.

Instantes después se separó de mí con un semblante totalmente destrozado y con la mano quehabía golpeado la pared completamente ensangrentada.

—No quiero volver a verte —dijo con voz dura pero de igual manera rota—. Desaparece de mivida de una maldita vez.

Esas palabras fueron sin duda las que más me dolieron.Y lo que más me dolió sin duda de esas palabras, fue con la verdad que las pronunció.Giré sobre mis talones y salí de su oficina, pero sin cerrar la puerta. De modo que él aún seguía

mirándome. Llamé al ascensor y mientras se abría, tapé mi cara con ambas manos para terminar porderrumbarme.

ALEXANDER

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Aún seguía sin saber cómo reaccionar a las palabras de Rose, y menos a sus pruebas. Skylarhabía sido capaz de venderme por Aaron.

Ella había hablado sobre mi trato con el gran empresario estadounidense con Grable y habíanconseguido arrebatarme suciamente el mejor negocio de toda mi vida.

Rose me observaba preocupada al ver mi nula reacción. Solo quería tener a Skylar frente a mí, yasí ya la había avisado Lorraine.

Seguramente lo que más me dolía y perturbaba no era perder el comprador por su traición, si noel real motivo por el que lo había hecho. Skylar solo se había vuelto a acercar a mí para ayudar a esehombre.

Tocaron la puerta y al levantar la mirada, mis ojos se conectaron rápidamente con los de ella.Rose, al escuchar la puerta y ver mi mirada clavada en ella, también se giró, descubriendo ella

que Skylar ya estaba ahí.—¿Qué pasa? —preguntó Skylar en un hilo de voz mirando con detenimiento a Rose.No finjas estar celosa.—¿Puedes dejarnos solos, Rose? —le pregunté sin levantarme de la silla, intentando apaciguar

mi maldita ira y mis ganas de matar a Skylar.—Estaré fuera para lo que necesites, Alexander —contestó Rose dirigiéndose a la puerta y

seguidamente, saliendo por ella.Una vez Rose fuera de la oficina, Skylar volvió su mirada a mí. Intenté relajarme antes de volver

a mirarla, no quería cometer una locura.—Nunca pensé que pudieras hacer esto… —murmuré de manera que me recriminé más a mí que

a ella por haberme dejado embaucar por esa mujer.—¿A qué te refieres Alexander? —preguntó nerviosa Skylar sin moverse del sitio en el que

inicialmente estaba.—¡Como que a qué me refiero maldita zorra! —exclamé levantándome de la silla y tirando lo que

había en la mesa para no matarla a ella. No podía ser que siguiera teniendo la maldad de hacerse lamaldita estúpida.

Skylar retrocedió unos pasos debido a mi reacción.—No te voy a permitir que me hables así —contestó negando con la cabeza levemente. Si todo no

hubiera encajado correctamente contra ella, hubiera sido capaz de volverla a creer.—¿¡Y cómo quieres que te hable maldita traicionera!? —grité ante su cinismo queriendo hacerla

callar de una vez. Pero no pude. Seguía siendo Skylar, mi Skylar.Skylar comenzó a llorar más.—¿Puedes contarme la nueva mentira que se ha inventado Rose Donovan para separarnos? —

preguntó con un deje de nerviosismo y terror.—¡¡No te hagas la estúpida conmigo!! —grité mientras tiré las cosas que había sobre un estante

—. ¿Prefieres tirarte a Grable antes que a mí, no? ¿Él te da más lujos de los que te he dado yo todoeste maldito tiempo?

Solo con la idea de decir eso en voz alta produjo en mí como si alguien me hubiera clavado milestacas en el corazón.

—¿Qué dices? —preguntó frustrada. Era una buena actriz.—¿Por eso has querido joderme, a mí, a la empresa, para ganarte su maldita confianza? —le

pregunté mirándola a los ojos, por si alguna vez me había querido, que no fuera capaz de mentirme—. Solamente volviste a mí para robarme información confidencial de Black Enterprise yentregársela a Aaron, que es el que ahora realmente te interesa —dije y Skylar solo se limitaba a

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mirarme con extrañeza, cosa que me hizo enfurecer—. Como he sido tan gilipollas… ¿¡¡cómo!!??—Estás loco —dijo con temor—. Jodidamente loco —repitió negando con la cabeza y girándose

para irse.Las cosas no acabarán donde tú quieras.—¡No! —grité y agarré su brazo con fuerza, apoyándola en la puerta y yo sobre ella—. ¿Qué

mierda te ha dado él que no te haya dado yo? —pregunté, hundido y rendido totalmente a ella mientras agarraba su cuello para estrangularla pero mi maldito amor hacia ella me frenaba.

—¡Nada! ¡Porque es otra mentira de Rose!En ese momento supe que nunca me había querido.—¡Admítelo por una maldita vez Skylar! —grité alzando mi brazo dispuesto a golpearla, pero no

pude. Yo la amaba y era incapaz de hacerle daño, por lo que dejé mi brazo suspendido en el aire.—Hazlo —dijo entre sollozos—. Pégame si es lo que deseas —cerró los ojos con fuerza pero yo

no fui capaz.Clavé mi puño en la pared, y no noté nada de dolor, aunque supe que dolía porque simplemente

sangraba. Skylar lloró sin consuelo y eso me hundió. Apoyé mi cabeza en su hombro, escondiendo mirostro en su cabello y comenzando a llorar. Ella era mi hogar.

Instantes después me separé de ella.—No quiero volver a verte —dije sin desear realmente eso—. Desaparece de mi vida de una

maldita vez.Skylar me miró totalmente rota y se dirigió a la puerta para salir. Yo la seguí con la mirada, y

ella se frenó para esperar que el ascensor subiera. En ese momento necesité correr hacia ella ytranquilizarla, ella estaba totalmente hundida y rota, tal como me encontraba yo. Pero mi orgullo medetuvo y me limité a ver cómo Skylar subía al ascensor con su rostro tapado con las manos y laspuertas se cerraron ante ella.

SKYLARNo supe cómo, pero logré llegar al único sitio en el que podía estar sola y desahogarme sin que

nadie me molestara. Sí, estaba en la gran mansión Black. Paradójico, porque todo me recordaba aAlexander. Pero me era imposible huir de sus recuerdos; yo misma me recordaba a él.

Terminé inconscientemente en la habitación de Alexander de pequeño y terminé por destrozarlo.La rabia me dominaba como nunca antes me había sucedido.

Había vuelto a creer a Rose.Tiré al suelo todas las piezas de colección de Alexander. Unas se rompieron, otras se salvaron.

Destrocé la cama y también rompí todas las lámparas que estaban a mi paso. Quería romper todos losrecuerdos de Alexander.

Lo único que rondaba mis pensamientos era lo estúpida que era por amarlo.Y me lo repetía mil veces.Y cada vez dolía más.Terminé en una esquina llorando sin cesar, rodeada de todos los objetos preciados de Alexander

cuando era pequeño destrozados. Me sentía más liberada, pero también igual de rota.Siempre supe que nunca podría olvidar a Alexander. Pero ahora eso se confirmaba al pensar que

dentro de mí crecía algo que también le correspondía a él.Las lágrimas que rodaban por mis mejillas dejaban escozor a su paso.Eres fuerte, me recordaba mi subconsciente.Y yo también pensaba que lo era.Pero ahora estaba más sola que nunca con una vida creciendo en mi interior. Vida la cual nunca

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se enteraría Alexander de su existencia.Yo ya quería a ese bebé que crecía dentro de mí. Yo ya le amaba, y yo no podía deshacerme de

él.Era parte de Alexander, y me odiaba y repudiaba por ello. Pero también era parte mía, y eso me

haría seguir adelante.Un maldito destino caprichoso y compartido el que nos tocaba a Megan y a mí.Me sentía egoísta por una parte, yo prometí cuidarla a ella y a su bebé, y lo máximo que hice fue

traer un cargo más.Pensar en Megan me hizo darme cuenta que esa misma tarde ella iba a hacerse, al fin, la prueba

de paternidad prenatal. Me levanté rápidamente y corrí hacia uno de los tantos baños que había en lamansión Black.

Me miré y me remiré. Mis ojos me transmitían cada vez más asco.Asco por pensar que Alexander me quería.Asco por pensar que Alexander me prefería sobre Rose.Asco por pensar que Alexander había cambiado.Asco.Limpie mi cara y me deshice de esas terribles imperfecciones en las que mis lágrimas habían

convertido mi maquillaje. Busqué y no me fue muy difícil encontrar cosméticos para volver aarreglarme. No quería que nadie se enterara de nada. No por ahora. No en ese día.

Eres fuerte.***

Megan estaba dentro, sometiéndose a las pruebas de paternidad prenatal, mientras Andrew,Jonan, Eric y yo esperábamos ansiosos saber ya la verdad y salir al fin de dudas. Sobre todo Eric.Estaba segura que mientras que todos nosotros cruzábamos los dedos para que él fuera el padre de lacriatura, él rezaba que lo fuera su hermano.

Fijaba todas mis miradas a los pequeños carteles que había colgados en las paredes colorvainilla y veía todos los bebés que los protagonizaban. Acaricié mi vientre asegurándome que nadieme estaba mirando en ese momento. Yo iba a cuidar al bebé, pasara lo que pasara. Por eso era mibebé. Solo mío y de nadie más.

Recordar tan solo el nombre de Alexander hacía que mis ojos comenzaran a entumecerse, pero yotenía que ser fuerte para que en ese momento todos se centraran en el estado de Megan. Ella era laimportante, y yo no.

Rato después Megan salió con ayuda de Andrew y nos avisaron de que las pruebas estarían listasen cinco días. Megan estaba algo cansada, por lo que rápidamente fuimos a nuestro piso y ella seacomodó para descansar. Andrew quería quedarse y así se lo ofrecí.

***Ya en la cama, tras un largo día de ocultamientos, todo lo que había sucedido no abandonaba mi

mente y mucho menos, me dejaba dormir. Necesitaba recolocar ideas, y mi cuerpo me pedía que lohiciera en ese mismo momento.

Yo tenía dinero, y la casa de Fort Worth estaba en venta. En nuestro piso no cogeríamos y Meganno estaba en condiciones para comprar todo. Yo era la idónea para buscarme otra casa, aislarme unpoco de todo y comenzar realmente de cero. Pero no del todo sola. A partir de ese día no podíavolver a sentirme sola.

No con mi bebé conmigo.***

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Me desperté con dificultad, las lágrimas acumuladas en mis ojos provocaron que éstos sehubieran quedado sellados. Con cuidado logré despegarlos y no quise hacer memoria para saber quécosa tan horrible habría soñado para despertar así.

Aunque sabía que no me hacía falta soñar cosas horribles, ya me estaban pasando en la realidad.Me duché y ricé mi cabello. Lo demacrada que estaba interiormente quería disimularlo

arreglándome exteriormente.Me puse un mono largo rojo y de media manga, junto una americana negra y zapatos de igual

color. Quería verme bien.Me sentía como una verdadera mierda, pero no tenía por qué enterarse la gente.Llegué a Leutori Stemes y por primera vez agradecí que la gente no fuera tan cariñosa para que

no me hablaran. Pasé a mi despacho y me senté, suspirando profundamente. Como si algo se hubieraarreglado, pero lo único que había pasado es que comenzaba un rato de trabajo y podía olvidarme detodo lo demás.

Miré y remiré a lo largo de la mañana mi móvil muchas veces. Algo dentro de mí deseaba tenerun mensaje de disculpa por parte de Alexander. Aunque sabía que solo eso no valía.

O sí.Tenía que pensar por dos.Tocaron a mi puerta y antes de escuchar quién era, supe que era Aaron.—Estás especialmente guapa hoy —dijo Aaron.Yo sonreí irónicamente. Había conseguido mi propósito.—Gracias —contesté una vez él se sentó en la silla frente a mí—. ¿Todo bien?Él sonrió algo nervioso, cosa que me hizo fruncir el ceño sin entender qué le ocurría.—¿Tienes ya una respuesta? —preguntó entrecortadamente fijándose en los cuadros que ya

llevaban mucho tiempo colgados en las paredes.¿Respuesta sobre qué?¡Mierda!Olvidé por completo su petición del día anterior.Aaron me había ofrecido convertirme en su asistente personal.Esa proposición venía ideal para mis pensamientos de independizarme. Y… y ya no estaba

Alexander para oponerse.¡Sí! pensé interiormente.Y al darme cuenta que Aaron seguía con cara intrigada, sonreí.—¡Sí! —contesté, esta vez, en voz alta.Aaron sonrío desorbitadamente.—¿De verdad?—A partir de ahora seré tu asistente personal.

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Capítulo 9Reencuentro

ALEXANDERLas horas extras de trabajo no conseguían evadirme de la profunda tristeza que sentía. A oscuras,

en mi despacho de casa, sentía que todos los cimientos se me venían encima.Cerré el portátil y cubrí mi rostro con las manos mientras apoyé los codos en el escritorio.—Skylar… ¿qué mierda me has hecho? —me pregunté como si ella estuviera frente a mí y fuera a

contestarme.Me sentía jodidamente vacío, y solo. Como siempre me había sentido hasta que ella llegó a mi

vida, y como empecé a temer volver a sentirme así una vez la tuve entre mis brazos.Yo sabía a la perfección qué era estar solo, y también comencé a saber qué era sentirte la

persona más llena y feliz del mundo. Y quedarte solo después, dolía más.Infinitamente más.Era capaz de perdonarla.Sí.Necesitaba tenerla conmigo… aunque fuera en una mentira. En una dulce mentira. Quería

sentirme vivo, sentir que no solamente respiraba. Y solo me sentía así si Skylar me miraba a los ojos.La echaba tanto en falta… tanto como para salir corriendo hacia a ella y rogarle que no me

soltara nunca más.Tenía la mirada perdida, y desperté de mi ensoñación cuando noté cómo unas lágrimas se

deslizaban por mis mejillas. Mierda.—¿Qué me has hecho? —me repetí y tiré levemente de mi cabello con frustración.En ese momento tocaron a la puerta y me dirige a abrir rápidamente. Una vez ahí, miré por la

mirilla y descubrí que era Rose. ¿Qué hacía allí?—¿Qué haces aquí? —pregunté tras abrir la puerta y ver su cara sonriente.Ella, en respuesta, subió a la altura de mis ojos dos bolsas que mantenía en sus manos.—Estás demasiado delgado —dijo y se coló en mi casa—. He traído la cena.—Gracias, Rose, pero no hace…—Sí hace falta —me interrumpió y colocó las bolsas sobre la encimera, comenzando a sacar

varias cosas que logré identificar como comida japonesa.Me apoyé en la encimera, algo alejado de ella, y la observé mientras comenzaba a servir todo en

platos. Ella sabía perfectamente donde estaba todo.—¿Cómo te va con Thompson? —pregunté para ahuyentar ese silencio incómodo mientras

preparaba las cosas. Thompson era uno de los accionistas de Black Enterprise, y como su ayudantecoloqué a Rose para ayudarla en sus asuntos familiares.

—Es muy amable —contestó girándose para depositar los platos en la mesa llenos de comidajaponesa—. Pero he de admitirte… —se acercó a mí y yo removí mi cuello en gesto de incomodidad,aunque no le afectó—, que estaba más a gusto contigo.

Acarició sutilmente mi camiseta.—Rose… —fruncí el ceño y me alejé de ella—. Te he dejado pasar porque valoro tu acto de…

amistad, pero nada más, ¿de acuerdo? —me coloqué de espaldas a ella mientras alborotaba micabello.

—Amistad… —repitió en apenas un susurro—. Eso entre nosotros no existe —dijo alzándose

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para murmurármelo en el oído—. Hay algo más fuerte que nos une.—No —cesé dándome la vuelta midiendo perfectamente el espacio para no toparme demasiado

cerca con ella—. Rose, estoy enamorado de…—Bla, bla —me interrumpió mientras meneaba sus manos y se movía en el piso—. Es hora de

que te olvides de esa niñita.—No me voy a olvidar de ella —enfaticé cada palabra mientras la perseguía con la mirada, ya

que se iba a sentar en la silla. Yo hice lo propio.—Ella te ha traicionado Alexander —dijo mientras comenzó a buscar algo sobre la mesa—. Voy

a por unos vasos —dijo y se levantó.Prefería no contestar a lo que dijo y limitarme a esperarla con los vasos. En ese momento me giré

y vi que se acercaba con las tazas que Skylar me regaló.—Deja esas tazas donde estaban, Rose —dije levantándome dispuesto a que me las devolviera.

No quería que si quiera las rozara.—¿Por qué? —preguntó y las miró con detenimiento—. Ah… —musitó e imaginó que ya sabía el

por qué—. ¿Las quieres? Cógelas.Me acerqué a ella con gesto serio dispuesto a cogerlas, pero ella se removió y comenzó a hacer

cosas propias de una adolescente. Cosas que en Skylar me volverían loco, cosas que en Rose solome daban ganas de vomitar.

—Rose —dije con tono seco y frío y ella paró de hacer tonterías. Comenzó a mirarme desafiante,y decidió soltar una de las tazas, dejándola caer en el suelo y rompiéndose en mil pedazos—. ¡No!¡Joder!

Me agaché y me dispuse a recoger todo. Pero no tenía solución. Rose me miraba desde arriba.Mierda… cogí un pedazo en el que pude distinguir perfectamente es de una de las tazas.—Fue sin querer —dijo irónicamente Rose y yo me levanté con los pedazos de la taza más

grande entre mis manos.—Fuera de mi puta casa —dije realmente enfadado arrebatándole la otra taza de la mano antes

que se le ocurriese hacer otra gilipollez.—Venga Alexander, por una taza —dijo dispuesta a volver a la mesa del comedor.—Fuera —comencé a decir mientras agarraba su abrigo y se lo daba violentamente—. ¡Fuera de

mi puta casa! —terminé.—Alexander —dijo siendo víctima de mis leves empujones para dirigirla a la puerta.—Eres una maldita zorra —le dije estando ya fuera de mi piso y cerré la puerta en sus narices

antes de que pudiera decir otra gilipollez.Me apoyé en la puerta y me deslicé lentamente hasta acabar sentado en el suelo.Me sentía tan… tan mal. Roto. Exactamente como esa taza.Nunca podría recuperarme. Todo era una jodida mierda. Yo era una jodida mierda.—No quiero volver a verte —dije sin querer realmente eso—. Desaparece de mi vida de una

maldita vez.—Engáñame las veces que quieras, pero nunca te alejes de mí, por favor —murmuré en voz baja

escondiendo mi cabeza entre mis piernas.SKYLAR

Abrí la puerta del piso con nervios ya que dentro de ella estaba Megan enterada de la paternidadde su bebé. Suspiré antes de adentrarme en ella, ese día hacía una semana desde la prueba y el doctorhabía tenido que darle los resultados.

Entré al piso y me dirigí al salón, donde me encontré a Kevin y Jonan sentados en el sofá.

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—¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? —pregunté mientras me acercaba y ambos se levantaron parasaludarme.

—El… —Jonan tosió para aclarar su garganta—. El padre es Taylor.—¿Qué? —pregunté instantáneamente sin dejar que mi mente asimilara la noticia. No… joder, no

—. ¿Y Eric?—No se va a hacer cargo del niño —respondió Kevin con gesto serio y triste. El mismo que el de

mi hermano.—¿Y Megan? —pregunté buscándola con la mirada.—En su habitación, durmiendo. Andrew ha tenido que darle un calmante —contestó Jonan y

como si nos hubiese escuchado, Andrew salió en silencio de la habitación de Megan y se encuentracon nosotros, dándome antes de nada dos besos.

—Estaba muy nerviosa —contestó mientras todos nos volvíamos a sentar. Unas pequeñaslágrimas rodaban por mis mejillas.

—¿Por qué todo tiene que ir tan mal? —pregunté sin esperar respuesta.Me levanté nerviosa, no podía estarme parada. Comencé a deambular por el salón, hasta que un

mareo inundó mi cuerpo y Kevin se apresuró a salvarme de la gran caída. Estaba totalmente mareada,no era dueña de mis movimientos. Kevin me cargó y me llevó con prisa a mi habitación paratumbarme ahí.

—¿Estás bien? —preguntó Kevin acariciando mi mejilla mientras las miradas de Andrew y Jonanse clavaban sobre mí.

Yo asentí levemente con la cabeza.—Andrew —escuchamos la voz de Megan desde su habitación. Éste fue para verla.—Voy a traerte agua —dijo Jonan, dejándonos a Kevin y a mi solos en la habitación. Cosa que al

parecer esperaba Kevin.—Skylar, ¿Qué te pasa? —preguntó realmente preocupado y acariciando con ternura mi mano y

mi mejilla.—Kevin… —dije totalmente derrotada, notando humedad en mis mejillas. No podía callarme

más, tenía que explotar. Y Kevin me otorgaba la suficiente confianza como para hacerlo—. Estoyembarazada —dije en apenas un suspiro y rompí a llorar. Kevin se quedó paralizado, pero instantesdespués no dudó en abrazarme con fuerza.

—¿Qué pasa? —preguntó al volver Jonan, acercándose a la cama rápidamente.—Estoy bien —dije intentando serenarme—. Es que…—Todo este asunto de Megan le afecta mucho —me interrumpió Kevin, y de verdad que se lo

agradecí—. ¿Podrías dejarnos un momento a solas?Jonan me miró y yo asentí con la cabeza. Jonan besó mi mejilla aún húmeda por las lágrimas y se

marchó al salón.Kevin volvió a dirigir su mirada a mis ojos y secó mis mejillas. Se le veía muy afectado.—¿Qué vas a hacer? —preguntó susurrando mientras colocaba un mechón de mi pelo tras mi

oreja.—Seguir adelante —cerré los ojos con pesar y más lágrimas brotaron de mis ojos—. Es mi bebé

—musité haciendo un puchero sin si quiera darme cuenta. Kevin me abrazó con fuerza, y suspiréaliviada. Por primera vez dejé de sentirme tan sola.

—¿Y Alexander? —preguntó en mitad del abrazo y yo me alejé de él, levantándome y mirándomeal espejo, viendo reflejado en él a Kevin observándome aún sentado en la cama.

—Alexander no puede enterarse de nada. Este bebé es solo mío.

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Kevin asintió sabiendo que yo no quería profundizar más sobre ese tema.—¿Cuándo se lo dirás a todos?—Quiero que el tema de Megan se calme, ella es la importante ahora —contesté mirando hacia

otro lado.—Tú también eres importante —dijo agarrando mi mentón y cruzando nuestras miradas—. Te

quiero, Skylar, y sabes que siempre podrás contar conmigo.Yo sonreí levemente ante sus palabras. Las necesitaba. Kevin me abrazó y yo correspondí su

abrazo.***

Los días pasaron y con ello, el estado de ánimo de Megan fue mejorando un poco, al menossonreía ante las tonterías de Jonan o ante las caricias de Andrew. No se sentía sola.

En esos días Aaron tenía que hacer un viaje para una convención a Washington, al cual deberíade acompañarle ya que era su asistente personal. La idea me ilusionaba, y todos me animaron ahacerlo.

El viaje fue bastante cómodo, aunque admitiré que al subir sentí una gran sensación de miedo,nunca antes me había subido a un avión.

La convención era entrada la noche, era en una reunión con cóctel e iban a presentar un proyectoen el que podían invertir si ellos querían, ya que esa era la intención.

Yo me vestí con un vestido largo azul oscuro muy sencillo y ajustado con la espalda al aire.Planché mi cabello y me maquillé considerablemente.

Me miré al espejo de la habitación del hotel que habían alquilado para nosotros y acaricié mivientre. Llevaría casi dos meses de embarazo y yo seguía igual de delgada.

Aaron tocó mi puerta y yo le abrí.—Skylar —murmuró con su boca formando una perfecta O. Yo sonreí y cogí mi bolso para

después cerrar la puerta de mi habitación—. Estás preciosa.—Gracias.—¿Vamos? —dijo sonriendo y ofreciéndome su abrazo.La convención tenía entendido que era en una de las salas del gran hotel. Había gente de distintos

sitios y aquello estaba muy transcurrido.Era un hotel muy bonito y luminoso. Llegamos a la sala que habían alquilado los organizadores

de la reunión, y la verdad que me impresionó mucho. La sala tenía forma de octaedro y en él habíamaquetas e imágenes del proyecto que tenían en mente y había un balcón que lo rodeaba. En uno delos lados del octaedro había arcos, las que conducían al bar donde estaban todos.

Aaron y yo nos servimos una copa de vino y dos hombres se acercaron a nosotros ya que leconocían.

—No sabía que tenías una novia tan guapa —dijo uno de ellos mientras se tendía la mano conAaron. Yo abrí los ojos como platos y miré a Aaron.

—Ojalá —sonrió y me dedicó una mirada de complicidad—. Es mi asistente personal.—Skylar —dije y ambos me saludaron y me miraron de arriba abajo.—Algún día podrías prestarme a tu asistente personal —dijo con retintín y yo supuse que el

señor se había confundido. Fui a hablar, pero Aaron me detuvo.—Te equivocas Leslie —contestó frunciendo el ceño con tono enfadado.—Lo siento —dijo rápidamente y se acercó a Aaron para decirle algo que no quería que yo

escuchara.—Voy a ver las maquetas —contesté para que pudieran hablar solos—. Estaré ahí.

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El gesto de Aaron me dijo que no le gustaba esa idea pero terminó por aceptar ya quecomprendió que no estuviera cómoda frente a ese señor que me acababa de llamar indirectamenteprostituta.

Llegué al centro del octaedro y comencé a admirar las maravillas de maquetas que había frente amis ojos. Eran maquetas de urbanizaciones muy bonitas, y también había alguna que otra empresa.

Un par de personas me saludaron, cada uno llevábamos una pequeña etiqueta que marcaba laempresa a la que pertenecíamos y en su etiqueta podía ver perfectamente que no eranestadounidenses.

Seguí mi recorrido para ver las maquetas y cuando terminé de admirarlas todas, lancé una visiónglobal para intentar localizar a Aaron, pero terminé por verle a él… a Alexander.

No podía creerlo, ¿Cómo había sido tan estúpida de no haber pensado en que él también estabainvitado?

Alexander también me vio, y como siempre conseguía cada vez que nuestras miradas seconectaban, un rápido escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Inmediatamente anduve en direccióncontraria a él, intentando mezclarme con la gente para que Alexander no se me acercara. Pero fue envano, ya que instantes después, Alexander agarró mi brazo y me obligó a mirarle.

—¿Qué haces aquí? —preguntó mirándome de arriba abajo y deteniéndose en la etiqueta queponía Leutori Stemes.

—Suéltame —gruñí mientras me removía pero él no me hacía caso—. No quiero hablar contigo.—Pero yo sí —dijo con tono frío y frunciendo el ceño enfadado.—¿No dijiste que no querías volver a verme? —recriminé consiguiendo deshacerme de su agarre

y con tono enfadado.—Sabes que yo no sentía eso realmente —contestó con tono más calmado pero igualmente en

alerta—. ¿Desde cuándo una secretaria acompaña al jefe?—Desde que esa secretaria ha ascendido a asistente personal —contesté con una sonrisa irónica

que sabía que le jodería y así pasó.—Asistente personal… —repitió en voz baja—. ¿Por tan poco te vendiste? —preguntó

volviendo a su estado permanente de enfado.—Eres gilipollas —contesté dispuesta a dejar esa conversación así, pero Alexander me agarró

de los hombros y me puso peligrosamente cerca de él.—Skylar —murmuró y yo no pude separar la vista de sus deseados labios.—¿Qué está pasando? —preguntó, incorporándose en la conversación, Aaron.Alexander puso los ojos en blanco al oír su voz pero no hizo ni un mísero intento de soltarme.—No es de tu incumbencia —respondió dedicándole una mirada oscura que comenzó a

preocuparme.Alexander, no.—¿Te está molestando, Skylar? —se dirigió a mí y yo le intenté lanzar una mirada

tranquilizadora, aunque no resultó debido a la tensión del momento. Sentía que todos nos miraban,aunque en ese momento aún no habían comenzado a hacerlo. Había demasiada gente como pararesaltar.

—Estás molestando tú —gruñó Alexander soltándome y encarándose con Aaron.Yo me puse en medio, a riesgo de salir como salí la última vez que intenté interponerme entre

Alexander.—Alexander, basta, vas a montar un espectáculo —dije entre los dos y Aaron agarró mi hombro,

haciéndome incomodar tanto a mí como a Alexander, cosa que a él le agradó al ver el gesto de

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Alexander.—Vamos fuera y hablemos —dijo Alexander intentando omitir el movimiento de Aaron y

mirándome solo a mí.—Déjala en paz —respondió sin darme tiempo de hacerlo a mí y acercándose arriesgadamente

más a Alexander, dejándome a mí un lado.—Me estás tocando los huevos, Grable —contestó empujándolo y Aaron se enfadó más, hasta el

punto de comenzar a discutir sin poder entender si quiera lo que cada uno decía respecto al otro.Tampoco me importaba, solo me importaba que la gente había comenzado a mirarnos y murmuraban.

La situación me agobió mucho, y más que Alexander y Aaron seguían sumidos en una acaloradadiscusión hasta que Alexander tomó las riendas y le dio un puñetazo a Aaron, el cual no se quedóatrás y se lo devolvió.

La gente se alarmó y sabiendo que yo era la culpable de esa escena, decidí salir de allí sin decirnada.

Subí las escaleras con rapidez hasta llegar a mi habitación, donde noté cómo todo comenzaba adarme vueltas, sintiendo todo y nada a la vez. A tientas logré sentarme en la cama, me faltaba el aire.Fue en momento en el que miré hacia debajo de mi vestido y descubrí lo que había sucedido.

Estaba sangrando.

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Capítulo 10Mentiras

Comencé a llorar sabiendo a que conllevaba eso; mi bebé estaba en peligro. Agarré como pude elteléfono del hotel y pedí que llamaran a una ambulancia urgente.

Pasó poco tiempo después hasta que llegaron unos enfermeros junto a una camilla y me ayudarona tumbarme delicadamente, tal y como me sentía yo.

Los enfermeros pedían paso para entrar los primeros en el ascensor. Todos miraban conasombro. Poco después notaba el frío de la noche sobre mi piel, y yo notaba como mis ojos mepedían cerrarlos por un momento.

—¡Skylar! —escuché la voz de Alexander entre todo el bullicio de voces que se habían formadoa mi alrededor contemplando la escalofriante escena.

Quería chillar. Vomitarle en la cara que había sido lo que peor me había pasado en la vida. Quepor su maldita culpa, nuestro bebé estaba en peligro, pero lo único que pude hacer fue cerrar los ojostal y como me lo pedían para sumirme en un profundo sueño.

Tras varios pestañeos para poder acostumbrar mis débiles ojos a la luz, conseguí abrirlos,viendo a mi lado una bonita enfermera de cabello oscuro que me vigilaba mientras dormía.

—Señorita Evans —dijo naciendo de su rostro una dulce sonrisa—. ¿Cómo se encuentra?Suspiré y toqué mi frente, me dolía muchísimo la cabeza. Me costó ubicarme, pero al fin recordé

todo y con ello el motivo que me había conducido estar ahí.—¿Y mi bebé? —pregunté con mis ojos comenzando a cristalizarse mientras apretaba la mano

que la enfermera me había otorgado.—Relájese señorita Evans —dijo con un hilo de voz mientras acariciaba mi cabello—. Su bebé

está bien.Yo suspiré realmente aliviada, y una sonrisa emanó en mi rostro. Él era lo único puro y bonito

que Alexander me había dado, y no podía perderlo nunca.—¿Qué me ha pasado? —pregunté algo más relajada y volviendo a apoyar mi espalda en el

respaldo de la cama. Estaba muy cansada, tanto que ni si quiera podía mantenerme erguida.—El doctor Kalberg hablará con usted y le dirá todo lo que quiera saber —se levantó con

delicadeza y antes de abrir la puerta para avisar al doctor de que estaba despierta, giró sobre sustalones y volvió a acercarse a mí—. Hay dos hombres muy preocupados por usted fuera, no los dejéentrar porque ambos estaban muy alterados y no les entendía bien.

—¿Ellos saben algo?¡No! Alexander no podía enterarse de mi estado.—No les he dado información sobre usted porque no me quedó claro su parentesco — dijo y yo

sonreí aliviada—. ¿Quiere ver a alguno? ¿A los dos?—A ninguno —contesté mirando por la ventana, que entre las cortinas estériles que las cubrían se

podía ver la tenue luz que se colaba de la luna.—Está bien —dijo y salió por la puerta para buscar al doctor.Suspiré más relajada. Todo estaba bien. Alexander no sabía nada y mi bebé estaba a salvo.Alexander nunca cambiará.Un rato después alguien tocó la puerta e inmediatamente se abrió paso para un hombre de unos

cuarenta años bastante atractivo, que supuse rápidamente que era el doctor.—¿Cómo se encuentra? —preguntó tomando mis pulsaciones y observando todos los cables a los

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que estaba conectada.—Bien —contesté persiguiéndole con la mirada—. Muchas gracias por salvar a mi hijo —le

dediqué una sonrisa. Se la merecía. No podría devolverle lo que había hecho por mí nunca.—Verá —se sentó en la silla que estaba junto a la cama—. Ha estado a punto de perder a su bebé

—mi corazón se estremeció y yo coloqué rápidamente mis manos en mi vientre, acariciándolo—.Debe cuidarse más. Usted está demasiado delgada y cualquier mal hábito puede provocar un efectofatal sobre la vida de su hijo incluso de la suya. Necesita reposo, una buena alimentación y cerodisgustos.

Yo solté una inapropiada carcajada. ¿Cero disgustos? No conocía a Alexander.—Está bien doctor —contesté ruborizada por la carcajada—. Muchas gracias.El doctor asintió con la cabeza.—Va a pasar la noche aquí, en observación. Si mañana todo marcha mejor le daremos el alta.Yo le dediqué una sonrisa y el doctor se dispuso a salir. Con la puerta aún abierta acogiendo el

paso del doctor, Alexander se hizo paso por ella y aunque la enfermera quería detenerle, Alexanderlogró postrarse frente a mi cama.

—Le he dicho que no quiere verlo señorita Evans —dijo la enfermera de antes con gestoenfadado.

—Es mi mujer y tengo derecho a verla —contestó con una mirada enturbiada y la enfermera abriólos ojos como platos.

Rodé los ojos, conseguía sacarme de mis casillas los comportamientos de Alexander.—No pasa nada —musité y la enfermera me dedicó una mirada de disculpa, y optó por irse y

cerrar la puerta, dejándome sola en aquella habitación junto a Alexander—. No soy tu mujer —gruñícuando Alexander se acercó más a mí.

—Eres mía —dijo con tono frío que casi parecía una amenaza—. Estemos juntos o no, siempre loserás.

—Cállate, anda.—No puedo vivir sin ti Skylar —dijo con un deje de orgullo pero intentando ahuyentarlo en ese

momento.—No quiero hablar de eso —contesté frunciendo el ceño e intentando que las lágrimas no

brotaran de mis ojos—. Nunca más.—Skylar, podemos arreglarlo —sujetó mis manos, sin saber que me estaba sujetando la vida.Pero lo rechacé.—No quiero nada de ti —dije volviendo la cara para no tener que verle. Me era imposible

articular esas palabras si él me miraba—. No quiero nada de ti, solo quiero que te marches y que medejes tranquila.

—No me estás pudiendo pedir eso —dijo con un tono neutro—. No puedes decir eso —repitióagarrando mi mentón para que nuestras miradas se cruzaran.

—Quiero que me dejes olvidarte de una maldita vez —contesté y sentí como los pedazos de micorazón volvían a romperse, una vez más.

—Nunca me voy a alejar de ti, que se te quede grabado Skylar Grace Evans —respondió—.Nunca —enfatizó mientras golpeaba la mesita de su lado y causaba un respingo en mí.

—Quiero ver a Aaron —dije sin mirarle y noté su mirada clavada en mi nuca. Era la única formaen la que Alexander se marchara de allí.

Lo sabía a ciencia cierta.Eso o me mataba.

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—Eres mía, Skylar —dijo mientras se levantaba para marcharse de la habitación—. Y no voy apermitir que ningún hombre se acerque a ti.

Me limité a mirar por la ventana, no quería verle a él. No, porque si lo hacía me sería imposiblegritarle que yo tampoco permitiría que ningún hombre me tocara después de él. Todo me resultaríavacío, nadie podría llenarme como él y no me merecía la pena si quiera buscarlo.

Momentos después Aaron entró a la habitación con un gesto vanidoso, supongo que al pensar queyo prefería verle a él que a Alexander. Pero no era así, realmente quería estar sola, con mi bebé. Asíera la única forma en la que podía sentirme tranquila, sin ninguna compañía que incordiara aAlexander y sin él.

—Lo siento tanto —dijo acercándose a mí y yo involuntariamente rodé los ojos—. Entiendo queestés enfadada, pero no podía quedarme de brazos cruzados.

—Lo entiendo —contesté, y la verdad que sí le entendía.Tenía que comprender que Alexander no era el centro del universo y todos no tenían que ceder

ante sus impulsos.—Siempre tiene que joderla el mismo —gruñó y yo suspiré. No podía negarle nada—. Todo iba

tan bien entre nosotros…—¿Qué?Estaba confundida.—No quise decir eso —se justificó pero yo fruncí el ceño, provocando que él se incomodara—.

Yo solo quiero decirte que no soy como Alexander, no acostumbro a golpear a cada persona que seantepone a mí.

—¿Cómo que se antepone? —no entendía nada y quería saber a qué se refería.—Él está celoso —dijo con cierto tono de presunción—. Porque sabe que entre nosotros puede

surgir algo.Una carcajada mental inundó mi cuerpo. ¿Algo entre Aaron y yo? Esa idea solamente me provocó

unas ganas de vomitar. No porque Aaron fuera feo u otra cosa, simplemente porque la idea de alguiencerca de mi sin ser Alexander me desagradaba.

—Aaron —comencé a corregirle intentando ocultar la gracia que me hacía su afirmación—. Élvive en un estado de celos permanente —enarqué una ceja—. Y aunque él pueda creer que entrenosotros pueda haber algo, tú y yo sabemos que eso no es así.

—Porque no quieres darte cuenta —contestó y yo puse los ojos en blanco.¿En serio estábamos hablando de eso?—Yo te tengo aprecio como mi jefe que eres, y te estaré siempre agradecida por darme la

oportunidad de trabajar en Leutori Stmes y ahora por ofrecerme ser tu asistente personal, pero no haynada más allá.

—Sí lo hay, Skylar —gruñó y se levantó en un movimiento ágil y enfadado de la silla—. ¿Vas adecirme que nunca has intuido que yo sentía algo por ti? ¡Por favor!

Negué con la cabeza, aunque en cierto modo era mentira. Siempre había intuido algo mi sentidode mujer pero me negaba a pensar que Aaron sintiera algo por mí.

—Estoy enamorado de ti desde la primera vez que te vi —prosiguió y rodé los ojos mentalmente.La situación me estaba agobiando.

—Aaron —intenté interrumpirle pero no lo logré.—Y sé que tú sientes algo por mí, ¿por qué si no aceptaste el puesto de asistente personal sino

era para estar más juntos?—Te estás equivocando —dije incorporándome en la cama y negando con la cabeza—. Estás

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muy equivocado.Aaron suspiró sonora y profundamente y soltó un pequeño grito para relajarse.—Estaré fuera para lo que necesites —dijo, y por primera vez estaba en una cosa de acuerdo con

él; que se fuera.—Mañana quiero irme de aquí —murmuré sin mirarle a los ojos. ¿Todos los hombres que

conocían estaban locos o era mi imaginación?—Será como tú quieras —contestó y yo asentí agradecida con la cabeza.Aaron abrió la puerta y salió, volviéndola a cerrar.Necesitaba dormir.

***Unos suaves golpecitos me hicieron despertar, y la primera imagen que vi fue la sonrisa de la

dulce enfermera.—Aquí tiene el desayuno —dijo colocando la bandeja llena de comida en la mesita—. ¿Cómo se

encuentra?—Mucho mejor.Intenté colocarme mejor y la enfermera me ayudó a hacerlo, colocando la bandeja sobre mí.—¿Quiere que la ayude? —ofreció pero yo negué con la cabeza. Me encontraba como si nada

hubiera pasado—. Uno de los hombres de ayer ordenó que trajeran ropa limpia para usted, si quieredespués de desayunar puede ducharse y podrá marcharse.

—Muchas gracias —sonreí y comencé a comer. Tenía que hacerle caso al doctor—. ¿Puedohacerle una última pregunta?

—Claro —dijo sonriente mientras abría las cortinas para que la luz del poco sol que había en elcielo nublado de Washington llegara a la habitación.

—¿Qué… qué le han dicho que me sucede a los hombres que me acompañaron?—Que usted no comía bien y se había desmayado —contestó con sus labios formando una línea

recta—. Y eso es verdad.Yo asentí con la cabeza y sonreí entrecortadamente. Me había ayudado mucho.Terminé de desayunar y con su ayuda, fui a la ducha y por fin pude relajarme extremadamente.

Las gotas de agua caliente rozaban mi piel y la recorrían hasta llegar a mis pies. Mientras disfrutabadel momento, la duda de quién de los dos había comprado la ropa asaltó mi cabeza, pero eso erapropio de Alexander. Eso significaba que… tal vez… él seguía ahí. Y sin querer ese pensamientohizo que brotara de mis rosados labios una inocente sonrisa.

Salí de la ducha y me coloqué la ropa que había dentro de una bolsa blanca colgando del pomode la puerta. Eran unos pantalones negros, junto un jersey de punto de ralladas negras y blancas y unachaqueta color salmón, y en el suelo había unas botas negras. Até mi cabello en una larga cola decaballo y me dispuse a salir al fin de aquella habitación.

Lo primero que llamó mi atención fue la inmensa separación que había entre Alexander y Aaron.Alexander tenía la misma ropa que ayer, eso me hizo saber que no se había movido de allí en toda lanoche. Por su parte, Aaron estaba con unos pantalones beige y un jersey verde con su cabello aunhúmedo y repeinado.

Alexander sonrió al verme y Aaron se acercó a mí.—¿Te encuentras bien? —preguntó Aaron acariciando incómodamente mi cabello, pero mis ojos

se iban para el precioso hombre que estaba a las espaldas de Aaron.—Sí.—El avión saldrá dentro de media hora —dijo y en ese momento Alexander se acercó lentamente

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a nosotros mientras negaba con la cabeza.—Skylar volverá a Dallas conmigo en mi avión privado —cesó y yo supe que nada podría

hacerle cambiar de opinión.Aaron frunció el ceño y se dispuso a volver a enfrentar a Alexander.—No quiero otro numerito —dije mientras desaparecía la sonrisa de mi rostro y les miraba a

ambos—. Iré con Alexander —concluí.Sabía que era lo mejor para mi bebé… y para mi paz mental.Aaron ladeó su cabeza sin entender nada. A decir verdad prefería pasarme el tiempo de vuelo

junto a Alexander aunque fuera callados, que con Aaron palpando el tenso aire que circulaba entrenosotros tras la conversación de anoche.

Un rato después, Alexander y yo nos encontrábamos ya sentados en su avión privado. No meacostumbraba a viajar en avión.

—Deberías mejorar tu alimentación —dijo mirándome de reojo mientras despegaba el avión.Carter se encontraba a poca distancia de nosotros.—Lo sé. Y a partir de ahora empezaré a hacerlo.Ni yo misma me entendía. Al día anterior le había exigido que me dejara en paz, y en ese

momento me encontraba junto a él muriéndome por una simple caricia suya. Pero tenía quemantenerme fuerte. Por mí, y por mi bebé.

Ese pensamiento me hizo mirar fijamente a Alexander. ¿Cómo se tomaría el saber que en mivientre estaba creciendo una vida que ambos habíamos creado?

Me quedé cabizbaja, realmente me sentía muy egoísta por ocultarle eso a Alexander, pero yo meintentaba convencer de que era lo mejor. No quería que Alexander estuviera junto a mí por el bebé.

Poco a poco mi cabeza fue cayendo y me quedé dormida…Unos movimientos agitaron mi cuerpo y entreabrí los ojos, suponiendo que debíamos estar

aterrizando. Alexander me acariciaba el pelo, y mi cabeza estaba relajadamente apoyada en suhombro. Al darse cuenta que me había despertado, dejó de mirarme y de acariciarme.

Y esa separación me dolió.—¿Ya hemos llegado? —dije levantando la cabeza y colocándome un poco el cabello, ya que

todo el pelo había escapado de su agarre.—Falta muy poco —contestó aparentemente serio pero yo había aprendido a conocerle, y lo que

Alexander daba a relucir no era lo que realmente sentía.Yo asentí levemente y fijé mi mirada en la pequeña ventana redonda que había a mi izquierda y

contemplar el cielo; las vistas eran realmente hermosas.—Las vistas son muy bonitas —murmuré admirando el paisaje.En el avión con Aaron no me había sentido tan cómoda como me hacía sentir Alexander, a pesar

de todo.—Y demasiado tentadoras —dijo en un suspiro y yo le miré rápidamente. Una pequeña sonrisa

brotó de sus labios, provocando una mía nerviosa—. Voy a enseñarte una cosa —dijo y desatónuestros cinturones.

Me otorgó su mano y fuimos a la sala de mando, donde ambos nos sentamos en la zona delcopiloto y se veía enfrente todo el maravilloso paisaje.

Me sentí disfrutar como una niña chica. Y Alexander me miraba cautivado, disfrutando de igualmanera.

Alexander… mi Alexander.—Gracias —dije girándome y descubriendo el poco espacio que había entre mis labios y los

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suyos.Le miré profundamente a los ojos, y parecía que él estaba perdido. Acarició con cuidado mi

mejilla, derritiéndome ante su tacto. Le deseaba, deseaba volver a tener sus labios y sus manos sobretodo mi cuerpo. Parecía que iba a ocurrir, Alexander acariciaba con la yema de su dedo pulgar milabio inferior, y cuando nuestras bocas se rozaron, dispuestas a fundirse, una vez más, como nuncadebieron de dejar de estarlo, Alexander retrocedió cerrando los ojos con pesar y desviando sumirada.

Yo suspiré y aprovechando que Alexander no me miraba, rocé la yema de mis dedos en las zonasque Alexander me había acariciado. Le echaba tanto de menos…

Tan cerca y tan lejos a la vez.Rato después el avión privado Black aterrizó en una pista privada y Alexander y yo, junto a

Carter, bajamos.Carter condujo hasta llegar a mi casa, recorrido el cual nos lo pasamos en silencio.—Gracias —musité dispuesta a salir del coche, pero Alexander salió rápidamente y en segundos

abrió mi puerta.Bajé del coche y nos quedamos frente contra frente. Y las ganas de volver a besarle me

consumían a traición.—Espero que me perdones por lo de ayer —dijo mirándome con ojos oscuros. Suspiré y acaricié

su mejilla, donde descubrí que yo tenía sobre él el mismo precioso efecto que él sobre mí.Dejando atrás a lo más importante de mi vida, junto lo que tenía en mi vientre, entré al piso.

***—¡¡Skylar!! —gritó alguien en mi oído haciendo que me despertara de un sobresalto.—¿Qué pasa? ¿Qué hora es? —pregunté sacudiendo la cabeza para asimilar los gritos que habían

inundado mi habitación.—El cumpleaños de Megan —murmuró Jonan, el cual me había gritado hace instantes—. Kevin

te está esperando para comprar la tarta.¡Oh! El cumpleaños de Megan. Entre todo se me había olvidado. Me desperté rápidamente y me

vestí con unas mayas negras y una sudadera azul clarita lisa y agarré mi cabello con una trenza. Eranlas 12 de la mañana, aun daba tiempo a organizar algo.

Como me había avisado Jonan, Kevin me estaba esperando el salón, y tras estar preparada,salimos en busca de una tarta a la altura de lo que se merecía Megan. Su embarazo estaba algoavanzado, y su vientre comenzaba a notarse, igual que le pasaría al mío en poco tiempo. Tenía quedarles la noticia a todos…

Kevin entró en una tienda y yo me quedé fuera con las bolsas en las que había unos regalos paraMegan y también para su bebé; le haría mucha ilusión, y yo podía permitirme otorgarle esoscaprichos.

—¿Qué haces con él? —escuché a mi espalda relacionando enseguida su voz con la deAlexander.

—Alexander —dije frunciendo el ceño algo descolocada.—Por eso quieres que me aleje de ti, ¿no? Por estar con Kevin —comenzó a decir con ojos

turbios y tirándose de sus rizos con frustración—. ¿A caso quieres tenernos a todos a tus malditospies? —gritó acercándose violentamente a mí.

—Te estás equivocando —dije con la voz temblorosa—. Solo estamos comprando unas cosas.—¿Y en la foto besándoos también estabais comprando unas cosas? —preguntó irónicamente con

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tono de asco.No entendía nada.—No sé a qué te refieres Alexander —miré hacia el suelo sin saber qué hacer—. Pero te estás

equivocando.—¿¡A caso no tenías suficiente con lo que te he dado yo, joder?! —dijo agarrándome por los

hombros y agitándome agresivamente.—¡Para, imbécil! —escuché gritar a Kevin, pero Alexander le hizo caso omiso.—Yo te podría haber dado todo Skylar, ¡todo! —dijo alterado sin parar de sacudirme.—¡Déjala, imbécil! ¡Está embarazada! —gritó alertado Kevin.Sus palabras hicieron que Alexander y yo nos quedáramos ambos con los ojos abiertos.Mierda, mierda, y más mierda.Alexander frenó y me soltó, sin poder quitarme su mirada impresionada y dándole la espalda a

Kevin.—¿Es… eso… verdad? —preguntó Alexander con sus ojos comenzando a entumecerse. Yo me

quedé callada, lo único que pude hacer fue permitir que las lágrimas comenzaran a rodar por mismejillas. Alexander tomó eso como un sí—. ¿De quién, Skylar?... ¿Mío?

Yo suspiré profundamente, sentía que el aire necesario no llegaba a mis pulmones. No, no podíaestar pasando eso.

—Es mío —dijo Kevin colocándose frente a Alexander y ocultándome tras él—. Es mío,Alexander.

Yo miré a Kevin impresionada, y temerosa de la cruel reacción de Alexander. Pero lo único queAlexander articuló fueron las lágrimas que empezaron a correr por sus mejillas, llenas de decepción.Apenas pestañeaba, se había quedado paralizado.

Y yo también.

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Capítulo 11Ten cuidado

ALEXANDERParalizado, destrozado. Como una maldita mierda.Skylar, embarazada, de ese imbécil.Lo único que pude hacer fue dejar correr las lágrimas por mis mejillas, no era lo suficientemente

fuerte como para no demostrar el dolor que esas palabras me habían causado. Skylar me miraba, conojos brillantes debido a las lágrimas que comenzaban a condensarse en sus claros ojos, su rostro erapálido. Kevin la agarró de la muñeca y tiró débilmente de ella para irse de allí, y así lo hicieron.Skylar y Kevin me dejaron solo en esa calle con las palabras atornillándome la mente.

Skylar, embarazada.—Señor —escuché a Carter a mis espaldas, supongo que había presenciado todo—. ¿Nos

vamos?—Dame las llaves —dije sin darme la vuelta—. Quiero irme solo.—No, señor Black —replicó y noté su mano tocando mi hombro—. No voy a permitirle que se

vaya a ningún sitio solo, no así.—¡No te estoy preguntando! —me giré violentamente y me deshice de su mano—. Dame las

malditas llaves —alargué la mano.—Pégueme si quiere, señor Black, pero no voy a permitir que conduzca así —dijo mientras

alargaba sus manos demostrándome inferioridad.Yo le miré sin mirar, y decidí montarme en la parte trasera del coche. Logré ver desde la ventana

como Carter suspiraba y entraba al coche, para luego después arrancar.Instantes después Carter aparcó frente a mi casa y salí del coche sin mirar hacia atrás y entré a la

casa.—Voy a estar afuera para lo que necesite —dijo con seriedad Carter no esperando ninguna

respuesta.Cerré de un portazo la puerta, necesitaba exteriorizar todo lo que tenía dentro.Todo el dolor.Las lágrimas comenzaron a caer salvajemente por mis ojos. Alexander Black, probablemente la

persona más adinerada de Dallas, llorando por una maldita mujer que le había engañado hasta lasaciedad.

Ella no me había querido nunca.Y yo la amaba con toda mi alma.Me senté en el suelo de un rincón del salón, y por desgracia, en ese momento llegaron a traición,

los recuerdos.No podía dejar de mirarla, y más si ella comenzaba a sonreír como en aquel momento. Posé mi

mano sobre su mentón, y dejándome llevar por el deseo, guie su cabeza hasta que nuestros labios sefundieron. Instantes después nos separamos, y Skylar sonrió. El semáforo entonces, cambió de color.

Nunca he odiado tanto que un semáforo se ponga en verde.Había sido un jodido estúpido, pero eso no me dolía. Me dolía pensar que no volvería a tenerla

entre mis brazos, no volvería a verla quedarse dormida en cualquier momento del día.Le hubiera perdonado todo, todo si ella simplemente me sonría o me acariciaba. Pero ahora todo

estaba en la mierda. Todo este tiempo llorando por ella, se iba a hacer rutina en mí día a día hasta

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que muriera.Siempre había odiado llorar, siempre había odiado aparentar ser una persona débil.Y sí, yo era alguien jodidamente débil.En ese momento llamaron a la puerta, sacándome de esos malditos recuerdos que me herían hasta

el punto de dejarme agonizar.—Hermanito, por favor, abre —escuché la delicada voz desde fuera de Hillary.Me levanté y me dirigí a la puerta, abriéndola, y recibiendo el desesperado abrazo de Hillary.—Está embarazada —murmuré en su oído y ella comenzó a acariciar dulcemente mi cabello—.

De otro.—Alexander… —dijo llena de lágrimas mientras acariciaba mi rostro con pesar.Hillary entró de mi brazo, y tras ella también estaban Charlie y George. Al soltarme, éste último

no dudó en darme un abrazo, el cual agradecí.Los cuatro nos sentamos en el salón, y Hillary rápidamente decidió hacer alguna infusión.—Ella no merece que estés así —dijo George afectado por la situación. Yo le miré serio, en ese

momento yo no sabía qué nos merecíamos ninguno de los dos.—No es momento para adivinar qué merece cada uno —dijo Hillary sirviéndome la infusión y

sentándose a mi lado. Parecía que pudiera leerme la mente—. ¿Estás seguro de que estáembarazada… y que ese bebe no sea tuyo?

—Lo dijo Kevin, su amigo —George torció el gesto al recordar la noche en la que me peleé conél.

—Quizá está mintiendo —dijo Hillary.—Ella estaba delante y no negó nada —contesté algo enfadado al ver que ni mi propia hermana

estaba de mi parte.—No la estoy defendiendo, Alex —dijo Hillary mientras colocaba mis rizos despeinados—.

Solo que yo estoy segura que ella te ama tanto como lo haces tú…—Vaya asquerosa manera tiene de quererme.Skylar no salía de mi mente.Hillary me miró con resignación.—¿Qué piensas hacer? —preguntó frunciendo el ceño mientras Charlie acariciaba su brazo.—¿Qué quieres que haga? —pregunté levantándome del sofá realmente irritado—. ¿Matarla? Te

juro que solo tengo ganas de eso.—Alexander —dijo con voz temblorosa Hillary también levantándose—. No vas a matar a nadie,

por dios.—La mataré a ella y luego me mataré yo —contesté, y no había nada de falsedad en mis palabras.—Como vuelvas a decir eso te juro que haré que te encierren Alexander Black —amenazó mi

hermana con voz dura y fría.—¿Entonces qué hago, Hillary, qué hago? —me volví a mirarla y mis ojos comenzaron a

entumecerse, de nuevo.—Olvidarla, tío —contestó George a mi lado sin darme cuenta cuando había llegado ahí—. No te

queda otra.—No quiero… no quiero olvidarla —musité y Hillary me abrazó con fuerza.No podía olvidar lo único que me había hecho sentir algo en la vida.

SKYLAR—¡No tenías que haber abierto la boca Kevin! ¡Y menos mentir! —grité al entrar al piso y Kevin

detrás de mí.

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—¿Qué sucede? —preguntó Megan desde el salón sentada en el sofá. Tenían que saber ya laverdad.

Me postré en la puerta del salón y observé por segundos a Andrew, Megan y Jonan, y laslágrimas comenzaron a resbalar por mis mejillas.

—Estoy embarazada —dije sin poder mirar a ninguno a los ojos.Megan se levantó rápidamente y me abrazó con fuerza, para luego instantes después Jonan nos

rodeara con sus brazos a ambas.—¿De cuánto, Sky? —preguntó dulcemente Megan una vez estábamos separados y acariciando

mis mejillas aun húmedas.—Dos meses, quizá —contesté sin parar de sollozar. Jonan volvió a rodearme, esta vez solo a

mí, con sus fraternales brazos.—¿Por qué no nos habías avisado antes? —preguntó Megan con gesto comprensivo. Ella me

podía lograr a entender mejor que nadie.—Por miedo —musité—. Alexander no lo sabía hasta hace un momento —gruñí dedicándole una

mirada enfadada a Kevin.—¿Qué ha pasado? ¿Por qué le gritabas a Kevin? —preguntó Jonan guiándome a sentarme en el

sofá.—Ella no quería que Alexander supiera nada —comenzó a contar Kevin poniéndose frente a la

mesita del salón—. Y yo sin querer lo dije, pero joder, Sky, entiéndeme, estás muy débil como parasoportar los momentos de histeria de Alexander.

—Pero tendrías que haberte callado —repliqué cerrando los ojos con fuerza y enfado.—¿Y ahora qué va a pasar con el bebé? —preguntó Jonan acariciando mi cabello.—Mi bebé es solo mío —contesté apretando mi vientre.—Alexander es su padre y tiene derecho de estar con él —dijo Megan con un deje de tristeza.—Él piensa que mi hijo es de Kevin —dije alzando la voz con notable rabia. Kevin rodó los ojos

con frustración.—Skylar, por favor, me gustaría hablarlo a solas contigo —pidió Kevin con gesto preocupado y

alarmado. Megan y Jonan me miraron, y yo asentí levemente con la cabeza. Acto seguido Megan yAndrew fueron a la habitación de Megan y Jonan a la nuestra—. Skylar… —dijo suavemente y sesentó a mi lado—. Perdóname, no sabía qué hacer.

—No mentir, solo eso —contesté sin mirarle a la cara. Estaba muy enfadada.—Pero tú no querías que Alexander supiera de tu estado, y una vez que la cagué diciéndolo, tenía

que arreglarlo de alguna manera… —se justificó mirando hacia el suelo con pesar.—Tenías que haberme dejado a mí —contesté mirándole a la cara por primera vez desde que

había ocurrido todo eso—. Es mi vida.—Pero yo no quiero que nadie te haga sufrir, ya basta… —murmuró formando un pequeño

puchero intentando no dejarse llevar por las lágrimas—. Sky, yo podría ser un buen padre para tuhijo.

Al escuchar sus palabras, mi mirada quedó profundamente perdida. Cerré los ojos y neguélevemente con la cabeza, no podía acabar de decirme eso.

—Mi hijo ya tiene un padre aunque yo no quiera que él se entere —dije tapando mi cara con mismanos. Estaba siendo muy egoísta, no podía ocultarle eso a Alexander…

Kevin asintió levemente con la cabeza, y yo decidí que esa conversación había terminado ahí. Melevanté y me dirigí a mi cuarto, necesitaba descansar.

***

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Me levantó el sonido de mi móvil al recibir un mensaje. Me despejé rápidamente aunque la luzde la pantalla acabó por cegarme por momentos.

Aaron, 17:08Espero que estés bien, y espero que no sigas enfadada. Me gustaría hablar contigo, hablar

sobre lo que piensas y lo que quieres hacer… lo siento por haber sido tan impertinente a la horade contarte mis sentimientos, fui muy egoísta.

Tienes los días libres que necesites.Aunque decidí no contestarle, agradecí que me diera un pequeño tiempo para mejorarme interior

y exteriormente, necesitaba organizar mis ideas.Esa noche cenamos en casa tranquilamente para celebrar el cumpleaños de Megan, aunque no

faltaron lágrimas a la hora de recordar que ambas estábamos esperando un hijo. Era tododemasiado… extraño. Pero bonito a la vez.

***Unos días después me encontraba esperando en una pequeña cafetería a Hillary. Me había rogado

verme y hablar sobre todo lo que había sucedido entre Alexander y yo. Yo terminé por aceptaragradeciéndole el voto de confianza que me había otorgado tras todo lo que había pasado.

Para Alexander yo era una maldita zorra que le había engañado con otros y fruto de eso, me habíaquedado embarazada.

Hillary no llegó mucho más tarde que yo. Ambas pedimos té para tomar.—¿Cómo estás? —preguntó Hillary, rompiendo el incómodo e inusual silencio que nos rodeaba.—Bien —pregunté con una pequeña sonrisa forzada—. ¿Y tú?—Bien —dijo asintiendo con la cabeza—. Perdona por ser directa, pero estoy aquí por algo que

sé que te imaginas —asentí resignada con la cabeza—. ¿Entonces… es verdad que estásembarazada?

Yo suspiré profundamente. Acceder a venir conllevaba a acceder a contarle toda la verdad… oal menos parte de ella.

—Sí.Hillary abrió los ojos como platos y asintió con delicadeza.—Skylar, sea lo que sea lo que me vayas a contar, que espero que sea toda la verdad… quiero

que sepas que si tú no quieres no saldrá de esta conversación —dijo con voz dulce y llena de verdad—. Mi hermano lo está pasando fatal, pero sé que tú también lo has pasado muy mal por él, y es lojusto guardar lo que me digas.

La creía, creía en la sinceridad de sus palabras y por eso, cogí aire y decidí que todo lo que lecontara iba a ser toda la verdad.

—¿Cómo está él?—Él está como una mierda —contestó con su mirada nublada. Yo oculté mi rostro entre mis

manos, y unas lágrimas resbalaron por mis mejillas. Alexander… mi Alexander… sufriendo por miculpa…—. ¿Es suyo, Skylar?

Levanté la mirada y casi pude responderle solo con eso. Hillary comenzó a trazar en su rostro unaleve sonrisa, que terminó por acabar en una plena y brillante cuando vio cómo asentí con la cabeza.

—Skylar —dijo sonriendo y agarró mis manos sobre la mesa con fuerza—. ¿Por qué no se lo hasdicho?

—A estas alturas no me va a creer —contesté intentando no llorar pero fue en vano—. Ambas leconocemos.

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—¿Tú le quieres, verdad?—Con toda mi alma —contesté apretando fuerte mi vientre—. Y esto es lo único que tengo de él.—Skylar… —dijo con tristeza—. Tienes que tener mucho cuidado, Alexander está muy dolido y

no sé de qué es capaz si te ve con otro…—¿A qué te refieres?—Él me ha asegurado en más de una ocasión que es capaz de terminar con todo esto de una

manera muy cruel. No lo será, pero me asusta. Cuídate.Yo asentí con la cabeza.—Gracias Hillary.Al día siguiente vi oportuno volver a trabajar a Leutori Stemes. Aaron estaba algo distante, se

sentía algo culpable de mi estancia en el hospital y después de haberme hablado de ese modo.Aunque a decir verdad, esa distancia que había colocado entre ambos no me disgustaba en absoluto.

Llegó la noche y yo comencé a sentirme muy mal. Estaba en compañía de Hillary, que habíaquerido venir a pasar un rato junto a mí y a mi bebé. Ella insistía que aunque Alexander no losupiera, ella era la tía Hillary del bebé y así quería mostrarse.

—Tienes mala cara —dijo preocupada mientras tomaba mi temperatura con la palma de la mano—. Estás ardiendo, Skylar.

—¿Qué pasa? —se alarmó Jonan al escuchar esas palabras de Hillary.—¿Te encuentras bien? —me preguntó Hillary mientras palpaba todo mi cuerpo alarmada.—Me duele mucho el vientre —comencé a sollozar sin poder soportar el dolor. Hillary se

levantó rápidamente.—Jonan, trae un abrigo, vamos a llevarla al hospital —dijo nerviosa y agarrando sus cosas.Jonan trajo mi abrigo rápidamente y me cogió en brazos, llevándome al hospital. Andrew y

Megan nos siguieron con su coche.Nada más llegar al hospital unos enfermeros me colocaron en una camilla y me llevaron

rápidamente.El doctor me atendió nada más verme y comenzó a suministrarme suero.Instantes después mis ojos comenzaron a cerrarse.

ALEXANDERAparqué rápidamente en el parking del hospital. Estaba demasiado nervioso, a pesar de todo, a

pesar de los engaños de Skylar, yo la seguía amando, y la idea de que ella estuviera en el hospital medestrozaba profundamente.

No me costó mucho llegar a la sala en la que estaban todos, y Hillary se lanzó a mis brazos.—¿Qué pasa? ¿Cómo está? —pregunté agarrándola de los hombros para que me dijera al fin algo

que pudiera tranquilizarme un poco.—Aun no nos han dicho nada —dijo Hillary entre sollozos y volvió a abrazarme.Respiré pausadamente. Tenía que relajarme o yo también iba a acabar en una camilla. Analicé la

escena con la mirada y descubrí que Kevin no estaba. ¿Qué clase de padre de mierda era?Senté a Hillary en una de las sillas de plástico del hospital y yo a su lado. Ella estaba totalmente

nerviosa, al igual que todos.—No quiero que Skylar pierda a su bebé —escuché murmurar a Jonan totalmente destrozado.Yo no quiero perder a Skylar.Megan estaba sumida en sus tortuosos pensamientos. El que supuse que era Andrew la acariciaba

con dulzura, aunque sus ojos también transmitían cierto nerviosismo.—¿Familiares de Skylar Grace Evans? —preguntó un hombre con bata blanca leyendo un

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informe.—Aquí —me adelanté a decir y me acerqué a él, con los demás a mis espaldas.—Bien —dijo y alzó sus gafas para mirarnos—. La señorita Evans ha sufrido un desprendimiento

parcial de la placenta —abrí los ojos ampliamente, al igual que todos.—¿Ella se encuentra bien? —pregunté desesperado. Necesitaba saber ya lo que ocurría.—Delicada, pero estable —contestó con voz calmada.—¿Y el bebé? —preguntó Hillary interponiéndose entre el doctor y yo. Rodé los ojos, me dolía

profundamente recordar el estado de Skylar.Hillary me dedicó una mirada asesina.—Delicado pero estable— repitió refiriéndose al bebé—. La señorita Evans va a tener un

embarazo de bastante riesgo.—¿Cuándo podremos verla? —preguntó Megan.—Cuando terminen de instalarla en la habitación, tendrá que pasar aquí algunos días —contestó

el doctor—. Ahora, si me disculpan —dijo y se marchó.Megan suspiró aliviada, aunque la idea de un embarazo de riesgo que podía poner en peligro la

vida de Skylar me atormentaba.Me senté en una silla y escondí mi rostro entre mis manos. ¿Por qué todo me afectaba tanto?—¡Joder! —gruñí suspirando profundamente.—Alexander… —dijo mi hermana sentada al lado mía y acariciándome el cabello—. Tranquilo,

Skylar está estable.—Pero delicada —murmuré y golpeé la silla con una de mis manos—. ¿Y ese maldito de Kevin?

¿Dónde mierda está? —pregunté levantándome violentamente del asiento.—Relájate —dijo Hillary agarrándome del hombro, pero me removí.En ese momento, como si me hubiera escuchado, Kevin entró rápidamente a la sala algo confuso.

Sin dudarlo, me acerqué a él y le agarré por el pecho.—¡Tu hijo en peligro y tú sepa dios donde! —grité mientras le zarandeaba.En ese momento Megan se interpuso entre ambos, y con lágrimas en los ojos, chilló:—¡¡Para, Alexander!! ¡¡El hijo que Skylar lleva en su vientre es tuyo!! ¡¡Tuyo!!Mi boca se quedó abierta, formando una perfecta y amplia O. En ese momento miré a Hillary, que

asintió levemente.—Ella nunca te ha engañado, ¡nunca Alexander! —prosiguió Megan y yo agaché mi mirada.Esa noticia me impactó. Esas palabras parecieron ser mágicas, pues de pronto noté aquel

movimiento extraño en mi barriga. Como cuando conocí a Skylar. Pero esta vez lo noté… porque ellaestaba esperando un hijo mío. Nuestro.

—Pueden pasar cuando deseen para ver a la señorita Evans —dijo un enfermero saliendo de lahabitación donde estaba Skylar.

Miré a todos y todos me miraron a mí, aceptando que yo era quien debía de entrar. Kevin memiraba con odio, pero para mi eso pasó a segundo plano.

Abrí la puerta y Skylar me miró como si no creyera que yo estaba ahí. Estaba blanca, tan blancaque su piel parecía de marfil.

—Alexander —murmuró sonriendo levemente.—Skylar —contesté sin saber cómo tenía que reaccionar. Aunque lo que necesitaba era saber de

sus labios si era cierta la noticia que acababan de darme. Así me creería todo—. ¿Es verdad que…?—pregunté mientras notaba como por primera vez mi cuerpo temblaba tanto que sentía que iba adesmayarme.

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—Sí —contestó y una lágrima comenzó a deslizarse por sus pálidas mejillas.

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Capítulo 12¿Qué tenía que hacer?

SKYLARAlexander se quedó por instantes mirándome pero sin mirarme; atónito. ¿Me creería? Mi corazón

comenzó a acelerarse, y aunque solo pasaron segundos, a mí se me hizo que pasara una eternidadhasta que Alexander reaccionó y torpemente se sentó a mi lado.

—Es tuyo, tu hijo… Alexander —murmuré con los ojos enrojecidos esperando alguna reacción.Alexander suspiró profundamente, como si así volviera en sí, terminando ese quejido con una levesonrisa.

—Mi hijo… —murmuró saboreando lo bien que sonaba eso en sus labios. Sentí una extremafelicidad al escuchar eso de su boca.

—Nuestro hijo —corregí con una sonrisa, agarrando su temblorosa mano y posándola en mivientre.

Alexander se agachó con delicadeza y puso su oreja sobre él. Yo sentía que el corazón iba aexplotarme de la maravillosa escena que nunca imaginé vivir, y lo estaba haciendo. Estabatremendamente feliz. Notaba la respiración entrecortada de Alexander, y débilmente, posé mi manosobre su cabello rizado, aunque tardó apenas segundos en levantarse.

—No voy a permitir que mi hijo corra más peligro por tu culpa, Skylar —dijo con voz grave yfría, cosa que hizo que me despertara de mi pequeña ilusión que había formado hacía apenas unosinstantes.

—Yo estoy cuidando bien de mi hijo —repliqué intentando disimular el dolor que me causabansus duras palabras.

—Sabes que no —dijo con mirada profunda negando con la cabeza. La situación en el hospitaldelicada pero estable de ambos no estaba a mi favor.

—He sabido cuidarlo este tiempo atrás sin ti, y puedo seguir haciéndolo —dije mirando hacia ellado opuesto del que se encontraba Alexander, intentando no ceder al deseo de escapar de mislágrimas.

—¿Piensas que voy a quedarme de brazos cruzados sabiendo que estás esperando un hijo mío?—preguntó alzando la voz, provocándome un respingo que casi me hace caer de la cama.

—¿Cuáles son tus planes? —pregunté lanzándole una mirada inquisitiva pero que fue másintimidadora para mí que para él.

—Cuidar de mi hijo para que esta mierda no vuelva a pasar —dijo frío mientras sacaba elteléfono de su bolsillo y se dispuso a marcar algún número de teléfono.

—¿A quién llamas? —pregunté curiosa, pues no veía lícito que se pusiera a llamar a nadiemientras estábamos tratando un tema tan importante como era ese.

—A un amigo mío doctor, no voy a permitir que te quedes en este sitio público lleno deincompetentes —gruñó mientras posaba el móvil sobre su oreja.

Fui a contestar, pero Alexander me dio la espalda.—Doctor Burgesandler —comenzó a hablar y yo rodé los ojos a pesar de que no me veía—. Sí,

soy Alexander. Sí, verá, quiero ingresar en su hospital a la madre de mi hijo —comenzó a contarle yme dieron ganas de levantarme y matarle—. Ella tiene un embarazo complicado y ahora estádelicada, me gustaría que usted la viera —se calló, supuse que escuchando la respuesta del doctor nosé qué—. Perfecto —y colgó.

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—No eres el dueño de mi vida para disponer de ella como se te venga en gana —contesté unavez Alexander volvió a darme la cara—. Yo no quiero moverme de aquí.

Alexander soltó una pequeña carcajada irónica.—Es mi hijo —enfatizó cada palabra con intención de retarme.—Pero yo no soy nada tuyo —repliqué amenazante resaltando también cada palabra con rabia.—¿Ese es el problema? —preguntó alzando sus cejas y supe que lo que estaba tramando no

estaba bien—. Casémonos.Por un momento sentí cómo mi cuerpo se quedaba sin oxígeno.¿Alexander me acababa de pedir matrimonio?—¿Estás loco? —pregunté confundida ante tal proposición. No entendía claramente sus

intenciones.Alexander se sentó con una sonrisa tenebrosa en la silla de al lado de la cama.—¿A caso Kevin se me adelantó? ¿O quizá Aaron? —preguntó y una sensación de odio recorrió

todo mi cuerpo.¿Cómo podía comportarse de esa manera conmigo? Realmente me hacía daño.—No pienso casarme con un estúpido como tú —contesté y giré mi cara para no verle. Le quería,

le amaba, pero también odiaba cuando El Jefe volvía a apoderarse de él.Alexander me agarró del mentón y me giró con fuerza hacia a él.—Por las buenas o por las malas, Skylar —me amenazó y yo sentí que me perdía en aquella

enturbiada mirada. Un escalofrío me recorrió por el cuerpo, realmente no le soportaba así.Alexander, vuelve.—Por ninguna de las dos —contesté y me deshice de su agarre—. Ahora quiero que te vayas.—Por las malas entonces —se levantó violentamente y se dirigió a la puerta—. Voy a tramitar tu

cambio de hospital —cesó.—¡Alexander! —grité, aunque él no se giró y cerró la puerta considerablemente fuerte.

ALEXANDERSalí de la habitación y sin centrar mí mirada en nadie, me dirigí a la recepción para tramitar el

cambio de hospital de Skylar, no iba a permitir que ni ella ni nuestro hijo corrieran peligro de nuevopor su orgullo.

Mientras llegaba pensé en lo que acababa de proponerle; acababa de pedirle que se casaraconmigo, o más bien, se lo había ordenado. Y mi palabra seguía en pie, así podría cuidar de ambosy… tener por seguro que nadie se acercaría a ella.

—Vengo a avisar que la señorita Evans va a cambiar de hospital —le dije al recepcionista unavez estuve ahí.

El hombre me hizo esperar unos momentos, los cuales aprovechó Hillary para acercarse.—¿Qué ha pasado? —preguntó alisándome la camisa que supuse que estaba arrugada.—Nos vamos a casar —contesté mirando los movimientos que hacía el recepcionista.—¿Qué? —preguntó sorprendida Hillary y al ver que no la miraba, agarró mi mentón y me obligó

a mirarla—. ¿Qué? —repitió.—Es mi hijo y quiero estar cerca de él —contesté alzando las cejas con obviedad.—Y también de Skylar —dijo con un hilo musical infantil propio de ella.—Me voy a casar con ella solo por mi hijo. Skylar no me quiere, y me ha engañado —contesté

apretando el puño con fuerza por el simple hecho de recordarlo.—¿Aún sigues pensando que Skylar te engañó? —asentí con la cabeza—. ¿Entonces, si crees eso,

porque has aceptado tan pronto que su hijo también sea el tuyo?

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—Porque así quiero pensarlo —contesté, y así era.La idea de que Skylar estuviera esperando un hijo mío vencía a cualquier pensamiento de mierda.—Porque la quieres, y sabes que ella a ti también.—Porque la necesito cerca, sin más —contesté, y el recepcionista se acercó a nosotros con un

par de documentos.SKYLAR

Todo lo que mandaba Alexander debía ser dicho y hecho. Al día anterior había sido cuando él sehabía enterado de toda la verdad, y ese día ya estaba en un nuevo hospital donde parecía que yo erala mismísima reina.

Seguía dándole vueltas a nuestra conversación anterior; ¿realmente él estaba dispuesto a casarseconmigo después de todo? ¿Y yo? ¿Yo estaba dispuesta?

Todo era muy confuso, y yo también estaba muy confundida.En otra situación hubiera dado saltos de alegría al escuchar de los labios de Alexander que

quería casarse conmigo, pero la idea de que él solo lo hacía por el bebé me atormentaba. Yo nonecesitaba a nadie para hacerme cargo de él.

Solo me tocaba esperar y saber qué se traía Alexander Black entre manos.En ese momento tocaron a la puerta y era él mismo, con un par de papeles entre sus manos.—Hola —saludé entrecortadamente. No sabía cómo manejar esa extraña situación.—Bien —contestó Alexander sentándose en el que se veía un sillón bastante cómodo—. Quiero

que firmes esto.—¿Qué es? —pregunté mientras Alexander me los entregaba junto a un bolígrafo.—Fírmalo —repitió mirándome inquisitivamente.—Al menos déjame que lo lea —gruñí y Alexander rodó los ojos, cosa que me hizo contenerme

para no soltar una pequeña carcajada.—Léelo, pero la decisión ya está tomada —contestó colocándose, o más bien, descolocándose la

corbata.Le miré a los ojos por instantes para intentar averiguar qué era lo que tramaba, pero rápidamente

giró la vista. Bajé mi mirada a los documentos que me había entregado y comencé a leerlos porencima, hasta que llegué al punto de NORMAS.

Cuanto más leía, más mis ojos se salían de las órbitas.—¿Prohibido trabajar en Leutori Stemes? —pregunté mientras leía las barbaridades que ponían

en el contrato de matrimonio—. ¿Prohibido ver a Aaron Grable y a Kevin Duane? Estás jodidamenteloco.

—Pero vas a firmarlo.—¿Cómo pretendes que firme esto? ¿Y casarme contigo? Estás loco —alargué la mano para

volverle a entregar los documentos—. No pienso firmarlo.—Sí vas a firmarlo —cesó amenazante mientras apartaba mi mano con los documentos.—No, Alexander, no —enfaticé en cada palabra.—Vas a firmarlo o te juro que en cuanto des a luz no vas a volver a ver al bebé —sus duras

palabras hicieron que mi corazón diera un violento vuelco y las lágrimas inmediatamente rodaran pormis mejillas.

¿Alexander era capaz de…?Comencé a llorar sin consuelo, pero Alexander lo máximo que hizo fue apartar su mirada para no

verme.—¡Mírame! —grité entre sollozos—. ¿Así disfrutas viéndome? —pregunté retóricamente—.

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¡Mírame! —repetí y Alexander cerró los ojos con fuerza.—Firma, Skylar —murmuró sin todavía abrir los ojos.Le miré por instantes con el rostro destrozado, así como me sentía por dentro. Agarré con

violencia las cosas y firmé sin mirar nada más, tirándole a la cara ambas cosas.—Ahí lo tienes —dije con rabia.—No pienses que soy un monstruo por esto —musitó mirándome con los ojos entumecidos.—Me lo pones difícil —dije y aparté la mirada.Alexander se quedó mirándome por segundos, para después levantarse e irse de la habitación.Tres días después al fin pude salir del hospital, pude ducharme en casa y seguidamente debía ir

al juzgado para casarme con Alexander. Todo era tan… tan triste. Megan me repetía que tenía quemirarle el lado bueno a todo, que nuestro hijo iba a estar con sus dos padres, los cuales le iban aamar con toda su alma. Pero, ¿mis sentimientos en ese momento no importaban?

Tú lo amas, era a lo que se dedicaban a decirme todos. Sí, yo le amaba, pero no así. Y lasensación de no estar casándome con Alexander Black, sino con el monstruo que llevaba en suinterior, me destrozaba más.

¿Qué sería a partir de ese momento de mí? Solo yo conocía realmente de las cosas tan feas queera capaz de hacer esa bestia que se apoderaba de él… solo me faltaba rezar porque la parte deAlexander estuviera en los momentos difíciles para defenderme.

Cuando llegué al juzgado, Alexander ya hacía tiempo que estaba allí. También estaban Hillary,junto a Charlie y ese amigo que había visto en varias ocasiones. Conmigo se encontraban Jonan,Megan y Andrew. El pensamiento de la reacción de Aaron al enterarse de todo lo que había sucedidoesos días ametrallaba mi mente, y realmente no sabía muy bien por qué. Aunque Alexander dijo quese haría cargo de mi despido, a mí me gustaría hablar por última vez con él y explicarme grossomodo todo lo que había sucedido. Realmente no quería que me odiara.

Me coloqué al lado de Alexander, pero no le dediqué ninguna mirada. Su mano en variasocasiones buscaba el contacto con la mía, pero yo, obviamente, se la rechazaba. Aunque me negaba asentirlo, tenía ganas de abrazar a Alexander y que las cosas fueran de otra manera a partir de esemomento, pero el motivo por el cual yo me encontraba ahí no se me olvidaba.

—Vas a firmarlo o te juro que en cuanto des a luz no vas a volver a ver al bebé —sus duraspalabras hicieron que mi corazón diera un violento vuelco y las lágrimas inmediatamente rodaranpor mis mejillas.

Estuve durante gran parte del acto abstraída, hasta que el oficiante pronunció esas palabras quetantas veces había escuchado en las películas de amor.

—Así pues, os pregunto. Alexander Black —suspiré lentamente—. ¿Quieres contraermatrimonio con Skylar Grace Evans y efectivamente lo contraes en este acto?

—Sí —contestó Alexander cesante y noté como agarró mi mano con fuerza para no darme opcióna escapar.

—Skylar Grace Evans, ¿quieres contraer matrimonio con Alexander Black y efectivamente locontraes en este acto?

Y ante esa pregunta, miles de recuerdos bombardearon mis pensamientos.—Estás loco —dije sonriendo apoyada en el marco de la puerta de la cocina.—Por ti —murmuró y me agarró fuertemente de la cintura, trayéndome consigo—. Perdóname,

Skylar.Yo sonreí y restregué mi nariz con la suya mientras él no me quitaba ojo.—Te quiero —dije con tono infantil y bobalicón.

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—Te amo —contestó con tono vacilón y me alzó, y sin calcular bien, mi pobre cabeza chocócon el marco superior de la puerta.

***—No te alejes de nuevo de mí —sus palabras estaban rotas. Él era alguien roto. Pero yo

también lo estaba—. Sin ti nada tiene sentido.***

—Mía —murmuró en mi oído Alexander mientras acariciaba mi barriga.—Tuya —contesté cerrando los ojos y dando paso al sueño.

***—¡Alexander joder! —grité desesperada.Miré a mí alrededor, y todo comenzó a ir a cámara lenta. Vi el rostro irritado de Andrew

intentando hacerse paso por el cúmulo de gente, luego volví la mirada y vi la cara irreconociblede Kevin en las manos de Alexander, que estaba dispuesto a matarle en ese instante, y lo iba aconseguir. Nadie hacia nada, y Kevin estaba terriblemente ensangrentado y herido. Sus rostrosfaciales eran irreconocibles, y los ojos de Alexander dejaron de ser suyos; en ellos solo se podíaver odio y sed de sangre. Asustada, decidí yo misma separar a esa bestia de Kevin y lograndodesviar un puño que iba directo a la boca de Kevin, Alexander, sin control, golpeó con fuerza yrabia mi mejilla, causando por la intensidad del golpe que retrocediera unos pasos. Alexanderlevantó la mirada y me vio mirándole, aterrorizada, con ambas manos en la mejilla y con mi narizcomenzando a sangrar. Dolía. Todo me dolía.

***—Nunca pensé que pudieras hacer esto… —murmuró por lo bajo a modo de recriminación

más que a mí, a él mismo.—¿A qué te refieres Alexander? —dije nerviosa y preocupada. No le conocía.—¡Como que a qué me refiero maldita zorra! —gritó mientras se levantaba violentamente de

la silla y tiraba todo lo que había sobre el escritorio.Mis ojos se abrieron como platos y retrocedí unos pasos.—No te voy a permitir que me hables así —dije negando con la cabeza sin entender de lo que

estaba hablando.—¿¡Y cómo quieres que te hable maldita traicionera!? —chilló abalanzándose sobre mí pero

conteniéndose en el último momento. Las lágrimas brotaban de mis ojos y los suyos… no metransmitían nada. Su azul oscuro intenso se había convertido en un tono totalmente negro en elque solo se podía ver oscuridad.

***—¿Qué haces con él? —escuché a mi espalda relacionando enseguida su voz con la de

Alexander.—Alexander —dije frunciendo el ceño algo descolocada.—Por eso quieres que me aleje de ti, ¿no? Por estar con Kevin —comenzó a decir con ojos

turbios y tirándose de sus rizos con frustración—. ¿A caso quieres tenernos a todos a tus malditospies? —gritó acercándose violentamente a mí.

—Te estás equivocando —dije con la voz temblorosa—. Solo estamos comprando unas cosas.—¿Y en la foto besándoos también estabais comprando unas cosas? —preguntó irónicamente

con tono de asco.Yo abrí los ojos ampliamente, no entendía nada.—No sé a qué te refieres Alexander —miré hacia el suelo sin saber que hacer—. Pero te estás

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equivocando.—¿¡A caso no tenías suficiente con lo que te he dado yo, joder?! —dijo agarrándome por los

hombros y agitándome agresivamente.***

—Te amo —murmuró en mis labios tras separarlos. Yo los reclamé y volví a besarle con lasganas que había estado almacenando todo este tiempo.

El tiempo se paró. Solo existíamos él y yo. Mis manos recorrían su espalda, rozando mi pielcon el suave traje que llevaba. Sus manos estaban rodeando mi cuello, no queriéndome dejarlibre.

—No quiero volver a hacerte daño —murmuró en mi oído.—No lo vas a hacer —contesté confiando plenamente en él. Alexander comenzó a besar con

ternura mi cuello y hacía que unas cosquillas recorrieran todo mi cuerpo. Mi Alexander.Miré a Alexander, que estaba especialmente nervioso por el silencio que había tomado.¿Qué tenía que hacer?

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Capítulo 13Nuevas condiciones

Empezaba a notar la mirada de todos clavadas en mi persona, y sobre todo, la mirada de unhombre que deseaba con toda su alma recibir un sí de mis labios.

Era la hora de arriesgarme, de confiar en que Alexander era la persona de la que yo estabaprofundamente enamorada, y que sería un buen marido y un buen padre.

—Sí —dije en un hilo de voz. Miré a Alexander, y noté el brillo en su mirada. En ese momento,era él. Mi Alexander.

—Pueden besarse —pronunció el oficiante con una pequeña sonrisa.Miré hacia delante, suspirando, y Alexander tiró de mi mano con fuerza para unir nuestros labios

en un apasionado beso. Posó ambas manos sobre mi cuello y movió su lengua entre mi boca condesesperación, y yo… yo deseé que ese momento se parara, y nos quedáramos así siempre.

—Te amo —musitó contra mis labios aún con los ojos cerrados.—Ojalá —contesté con un suspiro profundo.Alexander abrió los ojos y los conectó con los míos, dedicándome una preciosa sonrisa.En el camino a la que en ese momento sería mi casa, Alexander y yo estábamos muy callados. Yo

estaba asimilando todo lo que había pasado en apenas unos días, y suponía que él también.—¿Viviremos en tu apartamento? —pregunté mirando las calles mojadas de Dallas,

reconociendo todo el recorrido que había para llegar a casa de Alexander.—Nos mudaremos —contestó dedicándome una fugaz mirada—. Mi apartamento es demasiado

pequeño para los tres.—¿Puedo pedirte un favor? —pregunté entrecortadamente y el asintió—. No… no quiero vivir en

una casa llena de lujos como… ya sabes, como la mansión Black.—Será todo como tú quieras Skylar —contestó y una sonrisa brotó de mis labios. Todo iba a ir

bien.—Gracias —dije y me armé de valor para preguntarle otra duda que tenía—. ¿Puedo hacerte otra

pregunta, je, je? —me reí levemente, y él también.—Todas las que quieras —posó su mano sobre mi muslo y yo la acaricié.—Respecto al trabajo… —comencé a decir.—No vas a volver a Leutori Stemes —me interrumpió aparcando ya en la puerta de su

apartamento.—Pero me gustaría hablar con Aaron —dije y Alexander torció el gesto, para después salir del

coche y abrir mi puerta.—Está bien, pero yo estaré delante —dijo cuando yo ya me encontraba en la calle y Carter estaba

detrás nuestra.—Alexander —repliqué negando levemente con la cabeza.—No os voy a dejar solos —me agarró de la mano sutilmente y entramos.—Preferiría que estuviera Carter —pedí y él frunció el ceño.—Está bien —dijo mientras entrábamos al ascensor.Llegamos a la puerta de su piso y Alexander abrió, dándome paso a mi primero y dejándome

admirar lo que había ahí dentro.—Alexander —suspiré con una sonrisa en mi rostro. Su apartamento estaba lleno de pétalos de

rosa, y su mesa del comedor estaba repleta de comida.

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Alexander cerró la puerta y tomó mi mano para llevarme a la mesa, donde apartó mi silla paraque pudiera sentarme.

Se sentó justamente a mi lado y agarró mis manos, mientras un camarero que salía de la cocinanos llenó los vasos.

—Todo por ti y por nuestro hijo —murmuró con ojos brillantes y sin contenerme, tuve quesonreír.

—Me alegro tanto de haberme casado con mi Alexander —dije y el frunció levemente el ceño, nosabía bien a que me refería—. Nada —sonreí al ver su cara y acerqué mis labios a los suyos parafundirlos una vez más.

Así se me olvidaba todo.Y a él también.Tras cenar, y ya solos, sin el camarero, Alexander me cogió como una princesa y nos fuimos al

dormitorio, el cual también estaba lleno de pétalos. Alexander me dejó suavemente sobre la cama, ymientras yo le miraba, comenzó a quitarse su chaqueta, después su corbata y también la camisa.

Se arrodilló sobre la cama y bajó la cremallera de la espalda de mi vestido, besando con ternuramis hombros. Era nuestra noche, y no importaba lo que viniera después.

Instantes después, ambos nos encontrábamos totalmente desnudos. Alexander acariciaba y besabatodo mi cuerpo, con ansia. Yo le devoraba igual, amaba acariciar sus brazos, y sentir que tanto yocomo mi bebé estábamos protegidos y a salvo con él.

Con sutileza, Alexander entró en mí y comenzó a moverse con deliciosas inclinaciones, y cuantomás me gustaba, más fuerte arañaba su perfecta y suave espalda. Alexander mordía el lóbulo de mioreja, y yo más me retorcía mientras también tiraba de su ya despeinado cabello.

Nuestros alientos se aceleraban, al igual que nuestros corazones, intuyendo el exquisito final.***

Abrí los ojos lentamente, el lado de mi cama vacía hizo que así lo hiciera a las tres de la mañana.Palpé el lugar donde tenía que encontrarse Alexander, pero lo máximo que noté fueron las arrugasque marcaban que no era un sueño.

Me enrollé en la sábana y me dirigí al salón, y antes de ser vista, logré ver a Alexander sentadoen una de las sillas del comedor, con su rostro tapado, y escuchaba unos pequeños sollozosprominentes de su garganta.

Una lágrima se escapó de mis ojos, y decidí volver a la habitación sin molestarle. Me dolía,porque sabía que entre esas lágrimas el motivo era yo, y su idea en que yo le había engañado.

Me tumbé en la cama, fría, por muchas mantas que pusiera sobre mí. Esperé y esperé, peroAlexander no volvió a la cama en toda la noche, y yo tampoco me cansé de esperar.

***La luz colándose por la ventana me advirtió de que por fin podía levantarme de la cama y salir

del dormitorio. Cogí un par de cosas del armario, que supuse que Alexander había comprado paramí, y corrí rodeada con la sábana hasta el baño, donde al fin pude tomarme una ducha relajante.

Mi vientre comenzaba a notarse algo, pero no demasiado, y eso hizo aflorar una sonrisa de mí.—Mi pequeño —dije mientras la acariciaba—. Buenos días.Me vestí con un vestido negro con flores oscuras, unas medias tupidas con una bufanda marrón,

del mismo color que mis botas.Salí hacia el salón y me llevó una sorpresa ver a Carter sentado en el sofá.—Señora Black —dijo mientras se levantaba rápidamente—. El señor ha ido a la empresa y me

ha dicho que quiere que la acompañe a Leutori Stemes.

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Yo sonreí y él señaló la mesa del comedor, que estaba llena de comida para desayunar, cada cualmás apetitosa y más golosa.

Tras desayunar, Carter me llevó a Leutori Stemes, y antes de entrar a la empresa, le pedí comofavor que me dejara sola hablar con Aaron, aunque en principio se negó varias veces, terminó porceder ante mi juramento de que Alexander no se iba a enterar de nada.

El recepcionista, al verme llegar, marcó el teléfono de Grable, que aceptó inmediatamenteatenderme.

Subí en el viejo ascensor hasta que llegué a la planta donde estaba el despacho de Aaron, y parami sorpresa, me estaba esperando.

Me abrazó con fuerza y yo le correspondí. Un abrazo reconfortante.—Pasa por favor —entramos a su despacho y cerró la puerta, y ambos nos sentamos—. ¿Cómo

estás? Me tenías muy preocupado.—Estoy bien —contesté con una sonrisa tranquilizadora—. No… no puedo estar mucho tiempo

aquí, solo he venido para pedirte por favor que no me guardes rencor —agachó la mirada—. No mevoy de aquí por voluntad propia.

—¿Y por qué tienes que hacerle caso a ese imbécil de Alexander Black? —preguntólevantándose enfadado en un movimiento violento.

—Porque es mi marido —cesé y cerré los ojos para no ver su reacción.—¿Qué? —preguntó atónito, y yo abrí los ojos, asintiendo levemente con la cabeza.—Estoy embarazada y me he casado con él, pero… pero no en las circunstancias bonitas que te

estás imaginando.—¿Entonces, Skylar? —preguntó sacudiendo su cabeza para aclarar las ideas.—Es difícil, Aaron… —murmuré echando hacia atrás mi cabello.—Puedo ayudarte —se agachó apoyándose en mi silla—. Tengo el suficiente dinero para que

puedas separarte de él y no haya problemas con tu bebé.—No… —dije y la puerta de momento se abrió. Era Carter y al ver la situación endureció el

gesto.—Debemos irnos ya, señora Black —enfatizó las dos últimas palabras para que Aaron se

percatara del asunto.Grable se levantó y se apartó escasamente de mí, y yo me levanté.—Espero que puedas entenderme —dije poco antes de cruzar la puerta para irme junto a Carter.—Skylar —dijo y yo entré al ascensor.—Al señor Black no le gustará esto —dijo con gesto de preocupación y yo rodé los ojos. Tenía

bastante con Alexander, para ahora estar vigilada por alguien de plena confianza suya.—Pero no se va a enterar, ¿no? —dije enarcando una ceja y el ascensor se abrió.—Rezo por ello —dijo mientras cruzábamos la recepción de Leutori Stemes para marcharnos—.

Pero si se llegara a enterar… —masculló preocupado.—No tienes por qué inquietarte —contesté tocándole levemente el hombro.Llegamos afuera y Carter quiso abrirme la puerta trasera para entrar al coche, pero decidí

ponerme delante junto a él. Todas esas cosas me incomodaban, y más sabiendo que posiblemente eldinero de Carter duplicaba el mío.

—Una última cosa, señora Black —dijo mientras arrancaba.—Skylar —le corregí con una sonrisa.—Tenga cuidado, el señor Black es muy impulsivo y cualquier cosa así puede enfadarle mucho.Yo asentí con la cabeza, todo eso lo tenía más que claro.

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—¿Puedes llevarme a Black Enterprise? —pedí y él aceptó.Un rato después llegamos allí.—¡¡Sky!! —gritó Lorraine nada más verme y me abrazó con fuerza—. ¿Cómo está tu bebe? ¿Y

tú? ¡Estás preciosa!—Bien —dije sin apenas poder respirar de su fuerte abrazo—. ¿Tú cómo estás?—Bien, bien —dijo eufórica y yo sonreí—. ¡Te he echado mucho de menos! —volvió a

abrazarme y sacudía ambos cuerpos con energía.—Y yo a ti —dije y volvió a soltarme—. Voy a la oficina de Alexander, ¿vale? —dije y ella

asintió, sonriente, mientas volvía a su puesto de trabajo.—¡Algún día podríamos tomar un café! —la escuché a mis espaldas y yo asentí sonriente a lo

lejos.Entré al ascensor junto a cinco personas más, las cuales me miraban descaradamente y

murmuraban. Omitiendo eso, la idea de volver a pisar Black Enterprise me ponía muy contenta.Hacía tiempo que no iba allí… y me daba muchos recuerdos; malos y buenos. Pero siempre me solíaquedar con los buenos.

Llegué al final a la última planta y toqué la puerta de Alexander, pero nadie me daba paso.Escuché dos voces, una claramente de Alexander y la otra no podía distinguirla bien, por lo quedecidí entrar. Después de todo ya no era la secretaria, era la señora Black y tenía derecho a eso.

Abrí la puerta y la escena que vi enturbió mis ojos. Rose estaba a las espaldas de Alexander,dándole un cálido masaje. Obviamente, esa escena paró cuando ambos se dieron cuenta de mipresencia. Rose sonrió, pero Alexander se levantó rápidamente.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Alexander con gesto frío.—Quería hablar unas cosas contigo —giré sobre mis talones dispuesta a marcharme—. Pero veo

que estás ocupado.—¡No! —dijo y agarró sutilmente mi brazo para detener que me fuera—. Rose, déjanos solos —

ordenó y ella asintió con la cabeza y abandonó la oficina. Me deshice en un gesto violento de suagarre y me senté en una de las sillas.

—¿Estás bien? —preguntó sentándose él también en su silla.—Sí —contesté fría y dura—. Solamente quería decirte que he pensado que al igual que yo tengo

unas normas sobre este matrimonio, es justo que tú también las tengas, ¿no?Alexander asintió con la cabeza con mirada oscura.—Adelante.—Uno —alcé uno de mis dedos—. Quiero a Rose Donovan fuera de esta empresa.—¿Estás celosa? —preguntó con una pequeña sonrisa que inmediatamente ocultó.—Estoy harta —contesté levantándome de la silla y comencé a andar por la oficina—. Ahora soy

tu mujer, y no vas a reírte de mí, y mucho menos, ella —dije amenazante y con voz dura y segura,como nunca antes.

Aquí también existía yo y mis derechos.—Está bien —contestó con voz ronca—. Sigue.—Dos —alcé dos dedos de mi mano—. Quiero que en nuestra casa durmamos en habitaciones

separadas.Alexander me miró inquisitivamente y enarcó una de sus cejas.—¿Por qué? —preguntó levantándose y colocándose frente a mí.—Porque son mis normas —cesé enfadada y me alejé unos pasos de él—. Tres —alcé tres dedos

—. No quiero que Carter vigile cada uno de mis pasos.

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—Por ahí no paso, Skylar. Carter va a estar siempre contigo digas lo que digas —gruñó y sumirada volvió a verse como algo aterrador.

—¿Yo también puedo ponerte a un segurata para que te vigile las veinticuatro horas del día? —pregunté irónica y él sonrió sarcásticamente. Se estaba enfadando, pero yo también.

—Puedes —cesó amenazante y yo asentí con la cabeza. Estaba dispuesta a hacerlo solamentepara que viera lo incómodo que podía llegar a ser—. ¿Algo más?

—Quiero trabajar —gruñí alzando cuatro dedos de mi mano.—Tu embarazo es de riesgo y no voy a permitir que vuelvas a ponerte en peligro solo porque

quieras trabajar —dijo imitándome y yo rodé los ojos.—¿Podré trabajar, entonces, cuando dé a luz? —pregunté agotada de esa mini guerra que

habíamos montado.—Podríamos hablarlo —preguntó relajando el gesto—. Pero siempre y cuando aceptes trabajar

aquí.—Claro, y si quieres sustituyo a Rose —dije vacilante y fue la gota que colmó el vaso para

Alexander.—No me hables así —gruñó acercándose peligrosamente hacia mí.—Soy tu mujer para lo bueno y para lo malo, ¡y si ayer me metiste en tu cama también puedo

hablarte como yo quiera! —exclamé y Alexander me miró con ojos asesinos.Le aguanté la mirada, hasta que decidí marcharme.—Señora Black —dijo y me giré para verle, estando considerablemente cerca.Me empujó con su cuerpo hacia la pared, y comenzó a besarme con fuerza e intensidad, queriendo

mostrar su superioridad. Le intenté apartar dándole pequeños golpes en el pecho, pero lo que hizo fueagarrar ambos brazos y besarme con más potencia aun.

Se separó minutos después, cuando casi apenas tenía aliento. Posó sus labios con los míos, aunagarrándome.

—¿Aun sigues queriendo dormir sola, señora Black? —contestó vanidoso y con un pequeñoempujón me libré de él.

—Sí —contesté engreídamente abriendo la puerta del despacho—. Y lo más separadas posible.

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Capítulo 14Recuperar la confianza

—¿Puedes llevarme a mi piso? —le pregunté a Carter mientras me sentaba en el asiento delcopiloto, y él asintió sin articular palabra.

Un rato después Carter me dejó en la puerta del bloque, y me dijo que me esperaría ahí, a pesarde que le dije que no hacía falta.

Para mi sorpresa, Megan se encontraba sola tirada en el sofá viendo la tele, y al verme entrar,pegó un repullo y corrió a mis brazos.

—¿Cómo estás? —le pregunté mientras nos dirigíamos al sofá y a taparnos con la manta que ellatenía.

—La verdad es que estoy muy bien —sonrió, y supe que era de verdad.—¿Y a qué se debe esa felicidad? —pregunté enarcando una ceja divertidamente.Megan se sonrojó de momento, y eso me hizo saber que Andrew tenía algo que ver.—Andrew y yo… hemos dormido juntos esta noche —masculló con rapidez, aunque la entendí a

la perfección.—¿Y? ¿Qué tal? —dije totalmente ilusionada, como cuando éramos adolescentes, mejor dicho,

más adolescentes.—Me ha respetado —contestó aún sonrojada—. Como nunca antes nadie había hecho… —sonreí

al escucharla—. Pero… creo que tu idea de que él está enamorado de mi está equivocada… ¡no merozó en toda la noche!

—El amor está en el respeto, Megan —contesté con un mohín—. Y con lo que me acabas dedecir me demuestras que está más enamorado de lo que imaginaba.

—¿Tú crees? —al escuchar mis palabras una gran sonrisa emanó de sus labios. Yo sonreí enrespuesta, y acto seguido, me fijé en su gran vientre, lo que no pude contenerme para abrazarlo ybesarlo—. ¡La ropa comienza a estarme horriblemente mal!

—¿Por qué no compras ropa premamá? Creo que debería hasta yo replanteármelo —dijeponiendo una mueca.

Era extraño encontrarnos las dos, tan jóvenes, a la vez, embarazadas. Pero no dejaba deilusionarme.

—Bueno… sabes que nunca me ha abundado el dinero y Andrew está gastándose mucho dineroen intentar trasladar su clínica aquí… por lo que no, no le pediría nada.

—Puedo pagártelo yo —dije levantándome para hacerme un té. Aun sentía esa mi casa.—Sky… tú también necesitas ese dinero para exactamente lo mismo que yo —dijo, también en la

cocina, apoyada al marco de la puerta.—¿Tú crees que Alexander permitirá que yo pague algo que tenga que ver con nuestro hijo? —

contesté y Megan puso cara de obviedad.—De todas formas… es tu dinero —masculló mordiéndose las uñas.—Y ese bebé —acaricié su vientre—, es mi sobrino.Megan sonrió y yo le devolví la sonrisa.—El día que quieras iremos de compras, además… aún debo de elegir la casa en la que

viviremos, podrías ayudarme —añadí.—Te quiero tanto… —murmuró Megan mientras alargaba sus manos para atraparme en un

abrazo.

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Los gritos de Carter y los golpes en la puerta hicieron que nos separáramos de inmediato. ¿Quéocurría? Abrí rápidamente la puerta y Parker estaba muy alterado.

—¿Qué te ocurre? —pregunté intentando calmarle.—El señor Black ha ido a su casa y no la ha encontrado allí y está buscándola como un loco,

tenemos que marcharnos ya.Rodé los ojos a escuchar esa estupidez, y me disculpé con la mirada con Megan. Busqué mi

bolso, pero supuse que lo había dejado en el coche.Una vez de camino al apartamento, abrí mi bolso y cogí mi móvil, viendo miles de llamadas de

Alexander.Alexander me odiará y desconfiará de mí todo lo que él quiera, pero enfermizamente

obsesionado sigue estando, pensé.Abrí la puerta con la llave que Alexander me había dado, y nada más entrar, Alexander se acercó

rápidamente a mí, inquieto, nervioso.—¡¿Dónde cojones estabas?! ¡Te he estado llamando, maldita sea! —gritó alborotándose el

cabello.—Ha sido mi culpa —dijo Carter, que estaba en la puerta.—¡¿Qué?! —exclamó el Jefe mirando con enfado a Carter.—Es mentira, Alexander —miré a Carter agradeciéndole su gesto, pero no era justo que él

pagara su enfado—. Yo quería ir a ver a Megan, ¿qué hay de malo?—¡Que no me avisas, joder! —gritó y solté mi bolso en el sofá, dispuesta a marcharme al

dormitorio—. ¡No, Skylar! ¡Vamos a hablar! —agarró mi brazo y me hizo girarme hacia a él.—Si me disculpan —murmuró Carter—. Estaré fuera —me miró fijamente y salió, cerrando la

puerta.—Joder Skylar, no sabes lo preocupado que he estado —confesó Alexander suspirando y

soltando el agarre.—Que no sepas donde estoy no significa que esté en peligro —le aclaré con obviedad mientras

rodaba los ojos.—Lo sé —se acercó peligrosamente a mí—. Pero me preocupa —miró hacia el suelo—. No

quiero perderte.Sus palabras fueron como una canción preciosa para mis oídos, y aunque seguía con su mirada

clavada en el suelo, sonreí.—No voy a irme —murmuré—. Recuerda que firmé el contrato.—¿Y solo estás conmigo por ese maldito contrato? —gritó exasperado e intenté calmarle, pero

fue imposible.—¡¡Alexander!! —grité cansada de la situación y de su comportamiento—. ¡¡Yo te quiero!! ¡Eres

tú el que desconfía de mí, joder! ¡Deja de victimizarte!—¿Y por qué desconfío de ti, eh? —dijo amenazante mirándome profundamente a los ojos—. Me

engañaste, con Aaron y con Kevin, ¿Cómo confiar en ti?—Yo nunca te he engañado con nadie —contesté, calmada, segura de mis palabras—. Si así lo

piensas es tu problema.Alexander suspiró para calmarse, se sentó en el sofá y apoyó su cabeza sobre sus brazos, que

también estaban apoyados sobre sus rodillas.—¿Por qué debería creerte?—Porque sigo siendo yo, Skylar —contesté agachándome para estar frente a él—. A la misma

que le jodiste el coche.

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Alexander me miró fijamente a los ojos. Era él, mi Alexander.Alargó sus manos para ayudarme a levantar y me colocó justamente frente a él.—Me gustaría creerlo… —dijo sosteniendo su caricia al aire, queriendo tocar mi mejilla pero su

orgullo no se lo permitía.—Cuando tenga pruebas espero que te comas tus palabras —cesé negando con la cabeza.

Realmente Rose sabía envenenarle—. Mientras tanto…—¿Mientras tanto qué? —me interrumpió.—Mientras tanto no pienso lidiar de nuevo contigo —cesé alejándome de él y metiéndome en la

habitación; bajo llave.Me tiré a la cama y me abracé a la almohada, llorando. Desconsolada, y encima olía a él.—Skylar… —murmuraba Alexander, mostrando calma pero estaba totalmente al contrario,

mientras tocaba la puerta.—Estoy harta —sollocé. Estaba más que harta de su frialdad.—Ábreme… por favor… —escuché como comenzaba a sollozar, y eso me rompió el alma. Yo le

amaba, a pesar de todo.Me levanté y le abrí, fundiéndonos en un gran abrazo, aunque no conciliador, sí reconfortante.Ambos llorábamos y era una situación extraña, pero especial. Así éramos Alexander y yo,

especiales a nuestra manera.—Te amo Skylar, te amo y nunca quiero que lo dudes —dijo con su nariz pegada a la mía—.

Pero todo esto me supera.—¿Y crees que a mí no ¿Crees que no me duele tu frialdad? Hasta lo más profundo de mis

entrañas.—Perdóname… —murmuró con pesar, con miles de lágrimas desfilando por sus pómulos.Alguien llamó a la puerta, interrumpiendo aquel momento.

ALEXANDERLa que llamó a la puerta era la señora que había contratado para hacernos la comida y la cena,

junto a la limpieza del apartamento. Cenamos, algo callados, y sin volver a hablar del momento.Mientras adelantaba algunas cosas, Skylar se tumbó en el sofá viendo no sé qué mierda que ven

las mujeres. Lo que sí sabía es que de vez en cuando emanaba una pequeña carcajada de su garganta,y eso me hacía profundamente feliz.

Cuando se marchó la señora, un rato después, vi que Skylar se había quedado adorablementedormida en el sofá. Me acerqué lentamente y sin hacer ruido, y despejé su cara de los mechones decabello que tenía sobre ella.

Era difícil, realmente difícil mi situación. Respetaba sus sentimientos, respetaba que le dolierami frialdad, pero dolía innumerables veces más estar tan cerca y tan lejos de ella. La amaba, deseabatocarla, hacerla mía… pero esas malditas dudas no me dejaban pensar con claridad.

La cogí y la llevé a la cama, dejándola con delicadeza sobre ella. Mi mirada se fijó en supequeña ancla, y llevé mis dedos a ella.

Ella… ella había sido la única persona que me había hecho amar, amar hasta enloquecer. Yaunque mi continuo miedo a perderla era realmente amargo, merecía la pena.

Merecía la pena sentir algo.Nuestra relación no era la más normal del mundo, tampoco era la más perfecta y seguramente

tampoco la más bonita. Nos amábamos a morir, y moríamos de odio segundos después el uno por elotro. Pero luego nos gustaba dormir bajo la misma sábana, aunque cualquier roce pudiera ofendernos,o derretirnos.

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Yo era insoportable, insoportablemente celoso, posesivo, miedoso, paranoico, pero ella tambiénera insoportable; insoportablemente independiente.

—Yo también voy a buscar pruebas para saber que eres inocente —murmuré acariciando sucabello—. Tienes que serlo.

Me tumbé a su lado y tapé nuestros cuerpos; necesitaba dormir con ella, sentirme realmentearropado.

SKYLARPasaron unos cuantos días, en los que a pesar de no discutir, tampoco hubo un cálido momento

entre Alexander y yo.Ese día salí con Megan para comprar la ropa que le había prometido, y aunque seguía algo

avergonzada, la sonrisa al ver todas las preciosidades de premamá derritieron nuestros corazones.También, después de las compras, aprovechamos para ir a las casas que una agencia nos había

proporcionado cumpliendo los requisitos que Alexander le había puesto, tales como que contuvieratres habitaciones, y lo más alejadas posibles. Aunque eso pensé, tonta de mí, en un principio.

Una tras otra las que una señorita con un pulcro moño nos enseñaba solo tenían dos habitaciones,y me juraba y perjuraba que así lo había pedido Alexander.

Ya que yo era la señora Black, exigí que me enseñaran casas tales y como yo las pedía. Vimosunas cuantas, hasta que una de ellas, consiguió atrapar mi corazón. Fue entrar en ella e imaginarme anuestro bebé jugar sobre el parqué del salón.

Al entrar había un recibidor pequeño, con paredes color menta claro, muchos cuadros y una mesabonita de color blanco. Más allá se encontraba el salón, del mismo color en las paredes, con un sofábeige de módulos rodeando una pequeña mesa de café de cristal y frente a un gran televisor.

A su derecha se encontraba una mesa grande de comedor con seis sillas a su alrededor justamenteiguales, y más a la derecha, estaba la cocina, amplia, con colores grises, perfectamente equipada ycon una isla circular enorme.

En la parte de arriba había tres habitaciones, una de ellas alejada prudencialmente de otra. Esasería la mía, ya podía imaginármela amueblada a mi gusto. Al lado de esa se encontraba la que seríala de nuestro hijo, amplia, y con mucha luz.

La otra estaba justamente al frente, con el baño a su lado. Era la más grande, ya que se notaba queera la de matrimonio.

Planeaba, sin que Alexander supiera nada, que en una de las paredes que daba al exteriorabrieran un gran ventanal, tal y como le gustaban a él. Además, tenía un baño para él solo.

El jardín que rodeaba la casa era precioso, y había una prudente piscina. Además, sus vistas y suubicación eran perfectas.

Como acto de locura y frenesí, firmé los documentos para que fuera nuestro hogar, aun sabiendoque quizá una casa tan humilde no era del agrado de Alexander, aunque podía ser humilde para él,para Megan y para mí era un palacio.

***Yo ya estaba sentada en la mesa del comedor cuando Alexander llegó y se sentó a mi lado,

dejando un cálido beso en mi mejilla.—Ya tengo la que quiero que sea nuestra casa— le comenté mientras la señora dejaba la cena

sobre la mesa.—¿Sí? —dijo con una sonrisa correspondiendo a mi ilusión—. Mañana podemos ir a que me la

enseñes.—Tendrás que esperar —dije—. Quiero hacerle unos arreglos antes de que la conozcas.

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—Será como tú quieras —dijo acariciando mis manos—. No escatimes en gastos, haz todo lo quetú desees, ¿de acuerdo?

—Hay otra cosa que quiero decirte —murmuré entrecortadamente ya que lo que le quería pedirera algo… sorprendente.

—Adelante.—El fin de año está cerca y…—Cenaremos con tu familia y con Hillary y Charlie, ¿no? —me interrumpió creyendo que iba por

ese tema. Asentí con la cabeza.—Pero —intenté continuar.—Reservaré algún buen restaurante —prosiguió y rodé los ojos.—A propósito de eso… —recordé que también había algo sobre eso que quería decirle—.

Preferiría que fuera aquí… es más familiar… ¿no crees?Alexander sonrió levemente.—Familiar —saboreó la palabra en su boca e hizo que mi corazón se estremeciera. Sería las

primeras navidades que Alexander pasaría con una familia desde que su padre murió.—¿Te gusta la idea? —pregunté sabiendo ya la respuesta por su sonrisa. Asintió como un niño

pequeño—. Y ahora, ¿puedo decirte lo que quería?—¿Todavía hay más cosas? —preguntó con cierto tono divertido mientras llevaba a su boca la

comida que la señora había preparado.—Me gustaría organizar un pequeño evento social en la mansión Black para que toda la gente que

no pueda celebrar fin de año pueda cenar allí y disfrutarlo —tartamudeé—. Obviamente habríamucha protección para que no se llevaran nada…

—Skylar —dijo mirándome fijamente—. Es tu casa, y tu dinero. Puedes hacer lo que tú desees,que yo te ayudaré.

Sonreí ampliamente. Alexander… mi Alexander.Al día siguiente decidí limpiar yo la casa. Estaba demasiado aburrida sin hacer nada. Entré al

despacho de Alexander, que por primera vez lucía desordenado, y comencé a archivar las cosas, porlo menos sabía el orden que a Alexander le gustaba, había sido su secretaria.

Sin quererlo, mi vista se centró en uno de los documentos, para ser más exacta, se fijó en uno delos nombres de un currículum.

El currículum de Rose Emma Donovan Bonham…Indudablemente, su segundo nombre y apellido me sonaban. Me senté en la silla de Alexander y

comencé a intentar hacer memoria…—¿Sí? —pregunté al recibir la llamada. La persona tosió y comenzó a hablar.—Soy Emma Bonham, quiero hablar con el señor Grable —dijo, y su voz me resultó familiar.

Fruncí el ceño, pero no supe recordar bien a qué me recordaba.—Espere —dije y puse su llamada en espera. Marqué el teléfono de Aaron.—La señorita Emma Bonham en la línea 3.—De acuerdo —dijo y me colgó.Rose Donovan tenía contacto con Aaron, y esa llamada se produjo poco antes de que Alexander

creyera que yo había vendido la información de su comprador a Aaron.Sin ninguna duda, había sido ella. Rose Emma Donovan Bonham. Y ya tenía las pruebas.

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Capítulo 15La prueba

Agarré el currículum con rabia y dejándome llevar por mis impulsos, lo arrugué. Esa malditazorra nunca me dejaría en paz.

Marqué el teléfono de Carter; necesitaba que me llevara urgentemente a Leutori Stemes, Aaronme debía una maldita explicación.

—¿Señora Black? —contestó Carter segundos después de marcar su número.—Quiero que me lleve a Leutori Stemes —dije mientras agarraba mi bolso y metía en él el

currículum.—Pero… —murmuró con desacuerdo.—¡Venga ya, Carter! Pensé que estabas de mi parte —me quejé, formando un puchero a pesar que

Carter no me veía.—La estoy esperando en la puerta —dijo, colgándome.De verdad tenía el mismo desagradable carácter que Alexander, pero era normal, tanto tiempo

juntos… Solo esperaba que se amoldara más a mí después de todo el tiempo que pasaríamos juntos.Bajé y me monté en el coche, el cual Carter arrancó con cierto disgusto.—El trato con Alexander es que me acompañarás a todos los sitios, y no estás incumpliendo nada

—me excusé mientras Carter conducía.—Parece mentira que usted siga sin conocer al señor Black —contestó con gesto torcido. Rodé

los ojos, y preferí callar.Rato después Carter aparcó frente a Leutori Stemes, el cual pensé que no me terminaría llevando.—Gracias, te prometo que no tardaré —dije abriendo la puerta—. Además… —añadí ya fuera

del coche—. Gracias por intentar culparte el otro día por mí, fue muy generoso por tu parte.Carter asintió y sin más, me dirigí a ver a Aaron.Como pasó la última vez, Aaron, nada más escuchar mi nombre en los labios de su recepcionista,

me atendió. Entré en su despacho y le saludé de mala gana.—¿Ocurre algo? —preguntó Aaron al ver mi evidente enfado.—¿Por qué juegas tan horriblemente sucio? —grité terminando con una sonrisa irónica.—No sé a qué te refieres —contestó serio.—¿Qué tipo de relación tienes con Rose Donovan? —pregunté alterada—. ¿Cuánto le pagas para

que te venda información confidencial de Black Enterprise?—¿¡Ya está intentando Alexander meter mierda entre nosotros?! —gritó golpeando con fuerza su

mesa.—¡¡Alexander no tiene nada que ver!! ¡¡Eres tú el jodido tramposo!! —grité respondiendo a su

golpe con otro más fuerte sobre la mesa—. ¡¡Tu maldito complejo de inferioridad frente aAlexander!!

—¡¡Cállate zorra!! —vociferó y golpeó con fuerza y rabia mi mejilla. Le miré con los ojosabiertos, mientras tapaba mi zona dañada con una de mis manos. ¿Había sido capaz de pegarme? Miboca formaba una perfecta O, sin asimilar bien lo que había sido capaz de hacer—. ¡¡Sí, Rose y yo lequitamos a ese maldito empresario!! ¡¡Y tú le vendiste Leutori Stemes como la mejor empresa delmundo en aquella comida que te invité!!

—Eres un maldito pirado —grité mientras me dirigía a la puerta para irme, pero Aaron agarrócon fuerza mi brazo, y me apegó a su pecho.

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—Quédate con el consuelo de que ese maldito estadounidense aun no me ha firmado nada —dijocon una mirada penetrante—. Pero lo hará —me soltó violentamente.

—Te vas a arrepentir —dije con rabia, saliendo al fin de ese maldito despacho.Corrí hacia el ascensor, escuchando los gritos de histeria de Aaron.Entré al coche rápidamente, tapando con mi pelo la marca que me veía reflejada en el retrovisor.

No sabía qué iba a hacer exactamente, pero lo que tenía claro es que Carter no podía enterarse denada.

—¿Y bien? —dijo Carter mientras arrancaba sin darse cuenta de nada.—Solo le quise aclarar una cosa —murmuré. Tenía un nudo en la garganta, no asimilaba la locura

que acababa de pasar en el despacho de Aaron—. ¿Podríamos pasarnos unos instantes por mi piso?Carter asintió y se dirigió hasta él.Allí, agradeciendo al mundo que el piso se encontrara solo, eché maquillaje sobre mi rostro para

disimular por el momento la gran marca, que pronto iba a convertirse en morada. Apostaría cualquiercosa que me había golpeado con uno de sus grandes anillos.

Llegué al fin al apartamento, donde Alexander aún no había llegado. Me senté en una de las sillasdel comedor, y escondí mi rostro entre mis manos.

—No sé si he mejorado algo o lo he empeorado —me dije enfadada.En ese momento recordé las palabras de Aaron; el estadounidense no había firmado aun nada con

él y si era con el que yo comí, debía guardar su número de teléfono. Lo busqué entre mi antiguaagenda como una loca, y al fin di con él.

—¿Sí? —contestó instantes después.—Soy Skylar Grace Evans, ¿me recuerda? —dije rezando porque si lo hiciera.—Mmm… usted es la asistente de Aaron Grable, ¿me equivoco? —suspiré de alivio.—Sí, bueno… me gustaría hablar con usted, si no le pillo muy ocupado —dije algo nerviosa. No

sabía a donde iba a parar con eso, si quiera si iba a conseguir algo, pero merecía la pena intentarlo.—Ya le dije a Aaron que debo de pensármelo, está muy bien de precio pero sus condiciones…—No —le interrumpí—. Yo no quiero hablar con usted como asistente de Leutori Stemes, quiero

hablar con usted como una persona que ha trabajado allí y también en Black Enterprise.—¿Qué quiere decir con eso? —preguntó confuso.—Quiero decir que debe replantearse la idea de invertir en Leutori Stemes.—Está bien —dijo, y yo sonreí triunfante a la par que sorprendida. ¿Estaba accediendo a verme y

a modificar la idea de volver a hacer negocios con Alexander?—. ¿Nos vemos en el sitio que nosconocimos? ¿A las… dos?

Miré el reloj y eran la una, me daba tiempo de sobra a que Alexander llegara al apartamento.Quedamos en eso, y me dirigí al portátil de Alexander donde debería plasmar todo los negocios

que tenía pensado hacer con este señor. Solo me faltaba cruzar los dedos.***

Me bastaron solamente dos horas para convencer al señor que su idea más acertada seríareconsiderar la oferta de Black Enterprise e invertir en ella. Me prometió que se lo pensaría más afondo, y que pronto le daría noticias a Alexander Black sobre su decisión.

Me pasé todo lo que quedaba de tarde viendo revistas en el apartamento con Megan, ya queAlexander me avisó de que llegaría más tarde por un asunto de última hora que se le habíapresentado. Aunque era prácticamente imposible, me encantaba la idea de que el señor se hubierapuesto en contacto con él.

***

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Estaba sentada en una de las sillas del comedor navegando por internet cuando escuché la puertaabrirse, y al girarme, vi a Alexander. Su rostro era neutro, y no sabía si era bueno o malo, solo se meaclaraba la duda de que Alexander no había hablado con el empresario.

—Skylar, ¿Cómo….? —tartamudeó avanzando torpemente hasta donde estaba. Yo me levanté.—¿Qué pasa? —pregunté algo preocupada mirándole fijamente a los ojos.—Tienes que explicarme varias cosas —dijo dejando su chaqueta sobre una de las sillas y

desajustando su corbata.—No te entiendo —dije riéndome de los nervios. Realmente no entendía.—¿Cómo has conseguido que el señor Montgomery vuelva a querer invertir en Black Enterprise?

—sus ojos brillaron al pronunciar esas palabras, y mi sonrisa se plegó de tal manera que pensé queiba a dar la vuelta entera a mi cabeza.

—Alexander —murmuré, sonrojada, sin poder contener la sonrisa. Alexander, en respuesta, meagarró con fuerza y me elevó, para luego terminar dándome un fuerte abrazo.

—No sé cómo he sido tan estúpido de dudar de ti —dijo acariciando mi mejilla, causando ciertodolor por el resentido golpe aún de Aaron.

—Solo te lo he demostrado —contesté, enredando uno de sus rizos en mis dedos—. Tuve queimaginarme desde el principio que Rose Donovan también tenía algo que ver en esto.

—Shhh —dijo colocando su dedo en mis labios—. Habrá otro momento para hablar de esa mujer—dijo, acercando su cuerpo al mío. Yo sonreí, cerrando los ojos y recibiendo gustosa sus labioscontra los míos—. Perdóname —murmuró sobre ellos.

—Te amo —contesté, agarrando con fuerza su nuca y presionándolo contra mis labios. Alexanderme cogió y nos dirigimos a la cama, dejándome con cuidado sobre ella. No debíamos olvidar miestado.

Rápidos, ambos conseguimos deshacernos de la ropa del otro en tiempo récord. Besé todas laspartes de su cuerpo, con desespero, con ansias. Había soñado mucho tiempo ese momento. Alexandertambién parecía que iba a terminar devorándome toda mi piel, sus caricias eran suaves pero tambiénrudas, fruto del gran momento esperado de pasión. No pasó mucho hasta que Alexander hundió sumasculinidad en mí, y se movía con fuerza dentro de mí, causando en mí un gran placer que mellevaba a jadear con fuerza.

Podría firmar que no dormimos ninguno de los dos esa noche, sino que recuperamos todo eltiempo perdido.

***Un par de días después, siendo ya el día de antes de nochevieja, estaba meticulosamente

preparado todo en la mansión Black, que con ayuda de Hillary, pudimos hacerlo todo tan rápido. Secalculaba que podríamos dar de cenar alrededor de 2000 personas.

Salí de la ducha, y me fijé en mi rostro reflejado en el espejo. El golpe de Aaron ahora era másvisible, se había tornado color morado oscuro después de estos días, y la verdad que no sabía cómohabía sido capaz de habérselo ocultado a Alexander. Estaba claro que yo no quería que Aaronquedara impune de lo que había sucedido, pero también era consciente de que si Alexander seenteraba, le iba a meter en un buen problema.

Sin llamar, Alexander entró al baño y me rodeó por la cintura, colocando su cabeza entre la mía ymi cuello. Poco tardó su gesto dulce, ya que sus ojos se abrieron como platos, al igual que los míosal ver su reflejo, sus ojos perfectamente azules intensos y tan macabros.

—¡Quién te ha hecho eso! —bramó girándome para colocarme frente a él.—Alexander… —murmuré mientras colocaba mi mano temblorosa sobre mi mejilla.

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—¡Habla, maldita sea! —vociferó enfadado—. ¡¿Quién ha sido el hijo de puta que ha sido capazde tocarte?! —gritó sujetándome de los brazos, muy alterado.

—Te lo diré, pero relájate, por favor —musité asustada. Alexander iba a ser capaz de cualquiercosa.

Éste suspiró en un intento fallido de relajarse. Golpeó con su pierna fuertemente la puerta, cosaque me hizo estremecer.

—Habla —dijo, dándome la espalda, pudiendo observar perfectamente como sus músculosestaban realmente contraídos.

—Aaron —murmuré, casi sin querer. Sabía que esa confesión era la perdición de Aaron Grable.Alexander se giró lentamente hacia mí, con cara de sorpresa y a la par de rabia. No daba crédito

a lo que acababa de oír.Sin decir nada, Alexander salió furioso del baño y se dirigió a la puerta. Yo salí tras él, y

viéndole desde la puerta como se iba, fui consciente de que estaba solamente con una toalla y nopodía ir tras él. Corrí hacia la ventana, donde vi como Carter estaba asustado por el irritado rostrode Alexander.

—¡Ve con él! —grité en la ventana. Ambos me miraron, y Carter asintió. Vi como Alexander noestaba de acuerdo, pero terminó por ceder.

Lo único que podía hacer era rezar para que Alexander no matara a Aaron.ALEXANDER

Estaba dispuesto a matar a Aaron y a aceptar las consecuencias que eso tendría. No meimportaba, lo único que tenía claro es que ese imbécil no iba a volver a tocar a mi mujer, y se iba aarrepentir toda su vida de haberlo hecho una sola vez.

Aunque accedí a que Carter me acompañara, yo iba conduciendo. Conduje peligrosamenterápido, pero necesitaba estar en ese preciso momento frente a Aaron.

Aparqué frente a la puerta de la mansión de los Grable. Salí decidido, si quiera me había dadocuenta que seguía en chándal. Carter salió ágilmente tras de mí, y agarró mi brazo.

—No cometa ninguna locura —pidió, realmente conmocionado. Pero me dio igual. Me deshicede su agarre y golpeé con furia la puerta de su mansión.

Una mujer menuda de cabello rubio me abrió amablemente, pero le contesté que tenía que ver aAaron. Ella asintió, asustada, y fue a buscarlo.

Instantes después lo tuve frente a mí, y sin dejarle apenas pronunciar una palabra, golpeé sucabeza con fuerza, haciéndole caer sobre el suelo. Me abalancé sobre él y comencé a golpearle más,más y más. La adrenalina se apoderó de mí, y aunque sabía que podía matarle, no me importó.

Carter me agarró por la espalda, alejándome de él, dándole tiempo a que Aaron se incorporara yésta vez fuera él mismo quien se lanzara sobre mí. Golpes, golpes y más golpes, seguidos de un grancharco de sangre, que no sabía si era mía, suya, o seguramente de ambos.

Noté como emanaba sangre de una de mis cejas, pero no dolía. El ansia de acabar con éldominaba mis instintos y cualquier acto de cordura.

Ésta vez, ambos policías nos separaron a los dos, esposándonos y dirigiéndonos a cochespatrullas. La sirvienta de Aaron debía haber llamado a la policía.

Carter nos persiguió en el trayecto al coche, y cuando fueron a meterme, dijo:—Iré tras usted —asentí serio.—No le digas nada a Skylar —pedí, y los policías cerraron la puerta, dejando a un profundo

descolocado Carter atrás.

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Capítulo 16Fallo en la luz

SKYLARMe vestí deprisa, esperando alguna noticia ya fuera de parte o de Carter o de Alexander. Aunque

deseaba que fuera mi marido, avisándome de que Carter le había detenido en el último momento y lehabía hecho entrar en razón. Pero eso no sucedió.

Por ello, decidí yo misma llamar a Carter, confiando en que él me diría la verdad.—¿Carter? —dije una vez noté que éste había cogido mi llamada.—Señora… —murmuró, y acto seguido, carraspeó para aclarar su garganta. Su silencio me hizo

sentir tan incómoda y provocó que mi preocupación se elevara al cubo, y comencé a rozar la histeria.—¡Carter, joder! —grité sin parar de moverme por la sala del apartamento de Alexander. De

nuestro apartamento.—Estoy en comisaría, han detenido al señor —dijo por fin, entre dientes. Se notaba que estaba

bajo órdenes de Alexander.Puse los ojos en blanco inconscientemente, la verdad que me había imaginado algo así. Era el

precio que tenía que pagar por tener a Alexander como marido, pero tenía toda la razón. Aaron mehabía golpeado y tenía que pagar con ello, aunque… no realmente así.

Llegué a la comisaría y me dejaron entrar para ver a Alexander. Llegué a la celda en el que lehabían metido, y para mi suerte, no se encontraba junto a Aaron.

—Alexander —musité colando mis brazos por los barrotes, consiguiendo acariciar su rostro.Alexander acercó su cabeza a los barrotes, para simular un pequeño abrazo.

—Perdóname Skylar, pero… tenía que hacerlo —dijo mirándome fijamente a los ojos, besandomis nudillos con ternura.

—No te preocupes mi amor —contesté mientras Alexander posaba su mano en mi vientre—. Poruna vez creo que hiciste lo que cualquiera hubiera hecho. ¿Dónde está él?

—En enfermería —sonrió maliciosamente—. Lo que yo tengo no es nada comparado a lo suyo.—Eres tonto —dije golpeando su brazo, y efectivamente, dándome cuenta de que tenía sangre

seca alrededor de sus labios—. Voy a sacarte de aquí, tienes que curarte eso.—Coge el dinero de mi cuenta para pagar la fianza —contestó frotando con su yema la mancha

para eliminarla.—Ya está pagada —contesté y Alexander rodó los ojos, intuyendo que lo había pagado yo—.

Shhh —dije ante su gesto de reproche—. Tienes que salir ya, mañana es nochevieja y no quieropasármela aquí.

Alexander sonrió levemente y accedió a que yo llevara las cosas a mi manera; al fin y al cabo eraquien estaba libre.

Todo me resultó fácil ya que el simple hecho de mencionar el nombre de Alexander Black abríamuchas puertas. Ese mismo día salió, y decidimos que teníamos que organizar todo para nochevieja.

No quise saber nada de Aaron; él tampoco quiso saber nada de mí, dejando algo más tranquilo aAlexander. Pero éste, no contento con como había hecho pagar a Aaron por haberme golpeado, sepuso en marcha para mover a todos los accionistas de Leutori Stemes para que Aaron fuera destituidode su cargo.

Yo en un primer momento pensé que era técnicamente imposible, pero la seguridad de Alexandera la hora de contarme todo me hacía saber que para Alexander Black nada era imposible.

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***—No hagas trampas —murmuré en el oído de Alexander, el cual tenía los ojos tapados con un

pañuelo, mientras le guiaba por las escaleras para llegar a la parte superior de nuestra nueva casa.—Te juro que no veo nada —contestó con una pequeña carcajada y pasos inseguros. Mi

desconfiado Alexander.—Ya estamos casi —dije mientras abría la puerta de lo que a partir de ahí sería nuestro

dormitorio—. Ya —dije, desatando el pañuelo y dejándole ver nuestra preciosa habitación y el granventanal que había mandado a construir para él.

Alexander se quedó petrificado, con los ojos tan abiertos que parecía que iban a salirse de susórbitas.

—Skylar… —dijo con una sonrisa en su rostro mientras se acercaba al ventanal—. Es… esprecioso. Eres preciosa —dijo mirándome fijamente; las vistas eran preciosas, pero mis ojospreferían clavarse en el cuerpo de Alexander a cualquier paisaje bonito. Era él sin duda mi paisajefavorito.

—Quiero que me prometas algo —dije, aceptado su mano y colocándome frente a él mientras seveía por el ventanal la gran lluvia que caía.

—Lo que quieras —murmuró mirándome a los labios y acariciándolos con las delicadas yemasde sus dedos.

—No quiero que nos volvamos a separar, nunca, nunca más —al escuchar mis palabras,Alexander sonrió y enterró mi rostro entre sus grandes manos—. No podría soportar alejarme denuevo de ti.

—Nunca más mi vida, nunca más —contestó con brillo en sus ojos, acercándose lentamente a míy terminando por besar mis labios dulcemente.

Alexander… mi Alexander. Sabía con certeza que a partir de ese momento, nunca dejaría de serél.

***Me miraba fijamente al enorme espejo que tenía la habitación de Alexander y mía. Nuestra.Aun me costaba admitir que yo era de Alexander, y lo que más, que él era mío. Y no porque fuera

algo que no quisiera, si no por todo lo contrario. Se me hacía imposible la idea de estar casada conun ser tan maravilloso y extraordinario como lo era él, y que él me quisiera a mí, y fruto de nuestroamor, un precioso bebé estuviera creciendo dentro de mí.

La verdad que aún seguía sintiendo miedo; ¿sería una buena madre? Por su parte, yo sabía queAlexander iba a ser el mejor esposo y padre del mundo, ¿pero yo? La sola idea de que ese papel mefuera grande me hacía temblar. ¿Pero cómo no ser perfecta al lado del señor Black? Era técnicamenteimposible.

—Estás preciosa —dijo Alexander a mis espaldas, agarrándome por la cintura y besandotenuemente mi mejilla. Ya estaba preparada para aquella cena, la cual iba a ser el comienzo de unanueva vida, una vida en familia. Para mí ese día era muy importante, sabía que Alexander no iba asentirse solo jamás. Yo no lo permitiría.

Alexander apoyó su cabeza en mi hombro, admirándome en el espejo. Mi pulcro y colosal moño,mí vestido liso negro con la espalda descubierta, y un notable vientre que nos hacía sonreír aAlexander y a mí cada vez que lo mirábamos. Ahí, ahí estaba nuestro bebé. Todo el tiempo queteníamos que esperar para verle la cara se nos iba a hacer terriblemente eterno.

Alexander, por su parte, vestía un carísimo traje color azul eléctrico, con una camisa blanca y unapajarita algo más oscura de terciopelo. Sus rizos estaban revueltos, y en su cara había una pequeña

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barba que le hacía aún más atractivo. Tanto como para querer tirarle en la cama y hacer el amor conél; pero no, los invitados pronto estarían en casa.

—No te quedas atrás —contesté dando una pequeña vuelta y colocándome justamente frente a él—. Te amo —murmuré en sus labios, firmando esas palabras con un cálido beso.

—Tengo algo para ti —dijo con una sonrisa pícara—. Es mucho menos de lo que mereces, peropoco a poco. Tenemos toda la vida por delante —sonreí ante sus palabras, aunque estaba segura quelo que estaba sacando Alexander de su bolsillo podría dar de comer a miles de familias.

—No debiste… —murmuré sonrojada al ver la pequeña caja aterciopelada.—Shhh —me interrumpió, alargando la mano para que cogiera la cajita—. Ábrela.Así hice, y descubrí que la cajita lo que contenía era un precioso anillo con diamantes y rubíes.

Noté aún más mi rubor, confirmando el color sonrosado de mis mejillas al ver la sonrisa deAlexander.

—Alexander, yo… —musité sin poder despegar la vista de aquel precioso anillo.—Dígame, señora Black —contestó, derritiéndome con sus palabras. Ser la señora Black había

sido lo mejor que me había ocurrido en la vida.—Gracias, señor Evans —bromeé y Alexander soltó una pequeña carcajada. Cogió el anillo y

me lo colocó, para segundos después quedarse mirándome fijamente.—Quiero hacerte una foto —dijo, sacando su móvil y obligándome a posar para que mi notable

vientre fuera también notable en aquella foto—. ¡Sonríe! —gritó jocosamente y yo solté una pequeñacarcajada, capturando aquel precioso momento su cámara.

Esa preciosa escena la rompió el sonido del timbre, y los gritos de las personas que estabaninvitadas a comer con nosotros; Hillary, George, Charlie, Jonan, Andrew y Megan.

Comenzamos a cenar en un precioso y cálido ambiente. Lo más bonito de todo aquello, era lasonrisa de tonto que tenía Alexander sintiéndose por primera vez tan acobijado, y aunque no legustaba exteriorizar esos sentimientos, le era imposible ocultarlos en ese momento. Y yo me iba ahacer cargo de hacerle imposible ocultarlos siempre.

—Tenemos una noticia —dijo Hillary con una sonrisa aparentemente nerviosa, agarrando lamano de Charlie sobre la mesa. Todos callamos y centramos su atención en ella—. Dilo tú, quedamás bonito —murmuró en el oído de Charlie, aunque todos nos enteramos de sus palabras, las cualesnos hicieron reír.

—Vamos a casarnos, al fin ya tenemos fecha —concluyó Charlie, provocándonos una sonrisa atodos y un pequeño aplauso.

—¡Enhorabuena, hermanita! —exclamó Alexander, provocando que Hillary se levantara de laemoción y le abrazara.

La cena hizo una pausa para felicitar a los por fin casi casados.Cuando ya nos volvimos a sentar, Megan aprovechó el momento para tomar la palabra.—Nosotros tenemos otra —murmuró Megan ante una mirada brillante de Andrew.—¡Estás embarazada! —bromeó Jonan, soltando todos una carcajada sonora. Su vientre era

muchísimo más que notable.Sus mejillas se colorearon de rosa.—¿Lo digo yo? Quedará más bonito —dijo Andrew y Megan asintió sonriente—. Megan y yo

hemos comenzado una relación.Aquella noticia hizo aflorar de mis labios una amplia sonrisa. Por fin todo iba a comenzar a ir

bien.Tras cenar, Hillary y yo logramos convencer a todos de recibir el año nuevo en la mansión Black

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junto a las familias que habíamos acogido para cenar allí. Aunque Alexander gruñó en un principiodiciendo que ese ambiente no era el adecuado para alguien en mi estado, Andrew lo tranquilizó,haciéndole saber que nada malo me ocurriría por estar allí, y si algo pasara, él estaba paraauxiliarme.

Todo en la mansión Black se sentía armonioso; ese mal aura que la familia de Alexander habíadejado allí había desaparecido al recibir a aquellas familias que no podían permitirse un fin de añofeliz. Había muchos niños, cosa que me rompía el corazón, pero que me hacía sentir bien al verlosjugar entre ellos. Muchas mujeres con sus bebés en los brazos me lo agradecían, y eso mereconfortaba.

Todo fue bien hasta que mi vista se centró en una señora encapuchada que observaba tododetenidamente, y que al cruzar su mirada con la mía, decidió apresurarse y marcharse de allí por lapuerta trasera. Yo la perseguí, pero al llegar al jardín, la perdí de vista. Todo me resultó muy raro,conjeturando de quién podía tratarse. Solo se venía a mi mente el nombre de Rose Donovan, pero esaanatomía no correspondía en absoluto a su cuerpo.

—¿Qué haces aquí? —la voz de Alexander me sobresaltó, y rápidamente lo abracé, pero no quisecontarle nada ya que me obligaría a marcharme de allí rápidamente.

—Recuerdos —murmuré, recordando en aquel momento la tenebrosa escena que me dio labienvenida aquella casa.

Los gritos de la señora Black/Granger y de Brenda nos hicieron apresurar nuestra llegada aljardín, y cuando volvimos, vimos el motivo del escándalo de la madre y la prima de Hillary:Alexander estaba golpeando a Eizen sin descanso mientras Charlie le agarraba de la camisa porla espalda para separarle de él.

Mi cuerpo se paralizó, noté un escalofrío recorrer mi médula espinal y mi mirada se centró enlos ojos macabros de Alexander. Hillary comenzó a chillar, y aunque Charlie hacía todo lo posiblepara apartar a Alexander de Eizen, no lo conseguía.

—Alexander —conseguí pronunciar después de unos instantes en shock.Alexander volvió su mirada perversa a mí y soltó a Eizen, dejándose llevar hacia atrás por

Charlie. Su mirada estaba totalmente desconocida para mí, pero al verme comenzó a cambiar aunos ojos tristes llenos de remordimientos mientras yo sentía como los míos se cristalizaban.

—Volvamos dentro, preciosa —dijo Alexander acariciando mi cuello y besándome los labioscastamente, queriendo borrar él también de su mente aquel tortuoso recuerdo.

***—¿Brad? —preguntó Alexander mientras Carter conducía rumbo a Black Enterprise.—No —dije mientras negaba con la cabeza. Alexander me traía harta con la lista de nombres que

había preparado su cabeza tras descubrir que nuestro querido y esperado bebé iba a ser niño. Debíoptar por no conocer el sexo del bebé hasta que naciera, pero los nervios de Alexander meconvencieron para justamente lo contrario.

—¡Cooper! —exclamó, seguido por una sonora carcajada desde la parte delantera, prominente dela garganta de Carter.

—¿Cooper? —pregunté con un mohín jocoso ante tal propuesta.—Tienes razón —dijo poniendo los ojos en blanco, desaprobando él mismo su proposición.—¿Adam? —pregunté mirándole fijamente a los ojos mientras una sonrisa emanó de nuestros

rostros.—Adam… —murmuró saboreando aquel nombre entre sus deliciosos labios—. Adam Black.

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—Suena bien… suena… sexy —bromeé, a lo que Alexander me contestó con una miradainquisitiva.

—¿Más que yo, señorita Evans? —cuestionó con voz terriblemente sexy, haciéndome vibrarhasta el rincón más íntimo de mi cuerpo. Me vi obligaba a morder mi labio inferior, mis terriblesganas de abalanzarme hacia él tenían que ser contenidas ya que Carter estaba ahí.

—Señora Black —le corregí, mirándole de arriba abajo. Mi terriblemente marido, el cual mehacía sentir un sentimiento que nunca antes había conocido; los celos. Celos de que cualquier mujerpudiera ver lo mismo que yo veía.

—Ya hemos llegado —dijo Carter, algo ruborizado, al cortar la tensada escena que habíamosprovocado Alexander y yo.

—¿Vienes? —me preguntó Alexander acariciando mi mano.—Prefiero volver a casa, estoy cansada —contesté mientras acariciaba su rostro.—Iré contigo, entonces —inquirió Alexander mientras volvía a cerrar la puerta que había abierto

hacía segundos.—No —contesté con una sonrisa. Mi protector Alexander—. Tienes cosas que hacer, yo estaré

bien, con Carter —continué, echándole una mirada cómplice a Carter.—Es cierto —argumentó él.—Está bien —masculló Alexander—. Pero intentaré volver lo antes posible.—Encantada —murmuré en sus labios—. Te prepararé algo muy dulce —dije coquetamente

mientras Alexander sonreía y se bajaba del coche.Tal y como le había prometido, comencé a cocinar unas natillas con fresones para diabéticos.

Alexander amaba lo dulce, y yo amaba complacerlo.Momentos después llamaron a la puerta, y yo fui a abrir, descubriendo a Carter con un hombre

que aparentemente era un electricista.—¿Qué sucede? —pregunté limpiándome las manos con un paño que había agarrado de la cocina.—Este señor insiste en que usted le ha llamado por un fallo en la luz —dijo, y yo fruncí el ceño.

El hombre, percatándose la situación, me dejó ver levemente su rostro; era Kevin.Mi boca formó una amplia O y mis ojos se abrieron como platos.—Es verdad —contesté sin ni si quiera saber por qué había hecho. Carter torció el gesto, pero

accedió y dejó que Kevin entrara en la casa—. ¿Qué haces aquí? ¡Maldita sea, Kevin! —bramé unavez la puerta se hubo cerrado.

—Necesitaba saber algo de ti, Sky —contestó descubriendo su rostro—. Te he extrañado mucho.—Si Alexander te ve aquí nos matará —dije realmente enfadada. Él sabía lo que arriesgaba

presentándose así en mi casa—. Es mejor que te marches, por favor.—¿Es eso de verdad lo que quieres? ¿Por qué me has dejado pasar, entonces? —puse los ojos en

blanco ante sus palabras sinsentido.—¿Hubieras querido que Carter se advirtiera de algo y llamara a Alexander? Parece que no

aprendes, joder —gruñí realmente enfadada.—¿Debo de aprender yo de las palizas que suele regalar tu querido marido? —replicó, y yo solté

una risa irónica.—No quiero acabar mal contigo, Kevin, por lo que te pido por favor que te marches.—Lo siento —murmuró—. Solo quiero saber que estás bien.—Lo sé, y lo estoy. Estoy bien —contesté con una sonrisa comprensiva—. Ahora, por favor…—

le señalé la puerta.—¿Puedes darme al menos tu nuevo número de teléfono? —preguntó esperanzado, y yo asentí,

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entregándoselo.Instantes después Kevin se marchó, y tras oír cómo se cerraba la puerta, suspiré aliviada. Decidí

volver a la cocina y seguir cocinando el dulce para Alexander.Escuché la puerta abrirse, y supuse que era Alexander. Crucé los dedos; ojalá que no hubiera

visto a Kevin.—Mi vida —le saludé armoniosamente mientras me acercaba a él.—¿Por qué, Skylar? —preguntó con pesar, destensando su cuello. Yo abrí los ojos ampliamente.

Mierda—. Porque siempre tienes que joder todo.—Alexander, no, no es como tú crees —murmuré con pesar. Tuve que haberle hecho saber a

Carter quién era y no haberle dejado entrar.—Joder —masculló mientras restregaba su rostro con ambas manos.—Alexander… —murmuré acercándome a él para abrazarle, pero él rehusó de mi abrazo.—Le diré a Carter que no te vigile más, que se marche cuando estás sola. Así no tendrás tantas

complicaciones —dijo mientras se dirigía a su despacho.—Alexander por favor —dije comenzando a llorar a sus espaldas. En respuesta solo oí un

portazo que me hizo temblar.ALEXANDER

Coloqué mi corbata bien y le eché un último vistazo a aquel gran ramo de flores azules. Despuésde haberlo pensado bien, debía de creer a Skylar. Ella nunca había hecho nada para hacerme daño, ytenía que ser consciente de que esa vez, tampoco. Tenía que dejar los malditos celos atrás.

Me había costado llegar a esa conclusión, tres días, para ser más exactos. Tres tortuosos díasdurmiendo en la habitación que habíamos preparado para que en principio fuera Skylar quiendurmiera ahí. Pero yo no podía pasarme más tiempo sin oler su perfume por la noche, y dormirmeabrazado a ella mientras acariciaba su vientre.

Abrí la puerta y todo fue silencio, silencio y oscuridad. ¿Dónde estaba Skylar? Miré por todas lashabitaciones de la casa, dejando, sin querer, el comedor para la última.

Encendí la luz totalmente preocupado, Skylar siempre estaba cuando yo llegaba de BlackEnterprise, y si no era así, ella misma me avisaba de donde iba a ir.

Mi vista se centró en una pequeña carta que había sobre la mesa. Temblé, en ese momentocomencé a temblar como nunca antes había hecho. Solté el ramo de flores sobre una de las sillas yagarré la carta, rezando por su contenido.

Alexander, yo… yo te escribo esta carta para… para despedirme. Para despedirme de verdad.No aguanto tus celos, no aguanto tener que fingir más que somos una familia feliz, y mucho

menos, no aguanto tener que seguir fingiendo que te amo.No puedo ocultarte que en su momento sí te amé, con locura. Pero el sentimiento se

desgasta, ya sabes lo que dicen, se rompió el amor de tanto usarlo. Pero el nuestro se rompió detantos celos y desconfianzas. Y no aguanto más.

Pensé que el dinero iba a conseguir que aguantara todas estas estúpidas situaciones que mehacías vivir, pero desisto. Ni todo el dinero que tienes puede hacerme permanecer a tu lado.

Eres un monstruo, Alexander. Un monstruo, y nunca podrás ser querido de verdad.Quiero pedirte que no nos busques, ni a mí ni a nuestro hijo. Olvídanos, déjanos hacer

nuestra vida por un lado y continúa la tuya por otro.Al fin y al cabo siempre te ha interesado única y exclusivamente Black Enterprise.Hasta nunca, Skylar.

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Capítulo 17Anillo

Terminé de leer la carta, pero necesité volver a hacerlo para asimilar palabra tras palabra quehabía escrita en aquel trozo de papel. Pero cada vez que la leía, me confundía más. Y me rompíamás.

—Skylar… —murmuré, completamente jodido. Arrugué con rabia aquella maldita carta que mehabía vuelto a destrozar la vida. No, no podía ser verdad. No, Skylar no me podía haber abandonado.

No otra vez.No así.Marqué su teléfono dispuesto a hablar con ella. Dispuesto a oír de sus labios que todo eso era

una mentira, una confusión. Aunque todo apuntaba a que no lo sería.Escuché entonces, su sonido de llamada sobre la pequeña mesa del salón. Ahí estaba.La rabia me consumió y terminé por lanzar mi móvil al suelo, seguido de tres sillas y la gran

mesa del comedor.Agarré con furia el teléfono, dispuesto a sacar de ahí algo que me dejara ver las cosas con

claridad.Y fue cuando lo encontré; la anterior llamada a la mía había sido de Kevin Duane.Mis manos temblaban. Mi cuerpo entero temblaba. Sequé las lágrimas que se habían acumulado

en mis ojos y decidí ir en su busca. Ir en busca de aquel maldito Kevin Duane y traer de vuelta, fueracomo fuera, a Skylar Grace Evans.

La primera parada que hice fue el anterior piso de Skylar; necesitaba que alguno de ellos meguiara hacia la residencia de Kevin. Fue Jonan quien decidió acompañarme, preocupado, alterado,para descubrir junto a mí el paradero de su hermana. El porqué de su maldita carta.

Megan y Andrew no fueron indiferentes a mis palabras de odio y decidieron acompañarnostambién; me daba igual todo, solo quería saber dónde estaba aquel maldito que no se cansaba demeterse en nuestra vida.

Llegamos a un departamento, donde según me habían dicho, vivía Kevin junto a tres amigos más.Toqué violentamente la puerta, y Megan paró de intentar justificar lo que había pasado y comenzó

a ponerse muy nerviosa.—Eh —abrió la puerta un chico con ojos rojos hinchados y una maldita risa que me hubiera

encantado romper de un maldito puñetazo.—Josh —dijo Megan, interponiéndose entre nosotros y colocándose delante de mí—. ¿Puedes

decirle a Kevin que salga? ¿Qué quiero hablar con él?—Kevin… —murmuró, para seguidamente, soltar una maldita carcajada—. Kevin no está, Kevin

se fue —dijo entre risas mientras se apoyaba al marco de la puerta, sin poder sostenerse él mismo.—¡¿Dónde mierda está?! —pregunté exasperado y cansado de aquella maldita situación. El chico

contestó con otra carcajada, cosa que me hizo enfurecer y decidí acabar con eso rápido.Agarré del cuello de la camisa arrugada que tenía ese tal Josh y le zarandeé, gritándole en la

cara.—¡¡Donde está Kevin!! —bramé agitando su cuerpo, provocando que Josh abriera sus ojos

enrojecidos desorbitadamente.—Joder, hermano, cálmate —expresó, y dejé que Andrew me cogiera sutilmente del hombro y me

alejara de él.

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—¡Habla, maldita sea! —gritó esta vez Jonan, cansado al igual que yo del estado de ese imbécil.—Se fue con una chica a… a yo que sé dónde. Sólo sé que salían tarde para el avión —balbuceó

con ojos perdidos. En ese momento fue cuando mi efímera ilusión de que todo fuera un malentendidose esfumó: Skylar me había abandonado para marcharse con Kevin a dios sabe dónde.

Megan me miró con ojos cristalizados y ampliamente abiertos. Temiendo mi reacción.—Joder —murmuré cerrando fuertemente los ojos—. ¡Joder! —grité, violentamente, haciéndome

camino entre ellos para marcharme de allí.—¡Alexander! —gritó a mis espaldas Megan, intentando alcanzarme y lográndolo una vez en la

calle—. Alexander, yo… —murmuró dejando escapar las lágrimas de sus ojos.—¿Tú sabes dónde está, verdad? —pregunté con alzada voz y gesticulando fuertemente con mis

brazos.—No —dijo con voz pausada—. Yo no sé dónde está —dijo, comenzando a romperse pedazo

por pedazo, sollozando sin parar.Tapé mi rostro con mis temblorosas manos. No… no podía estar pasando. No… Skylar. Mi

Skylar. No. Tenía que volver. Tenía que hacerlo. Ella me amaba. Ella tenía que amarme. Ella… teníaque amarme…

***Pasaron los días, yo sabía que habían pasado simplemente por la luz que entraba a través del gran

ventanal de nuestra habitación. De la que sería a partir de ese momento mi habitación.No había salido de mi cama desde que me había enterado de que Kevin se había marchado con

Skylar lejos de mí. Me había abandonado.Hillary se había atrincherado en mi casa, no quería dejarme solo para nada. Como, a menor

medida, lo había hecho Megan, Jonan y Andrew. Ellos tampoco entendían ese repentino impulso deSkylar; me había abandonado a mí, a su marido, a su hermano…

Mis ojos estaban totalmente secos, no había parado de llorar como un gilipollas desde que meencerré en la habitación. Todo se había derrumbado, nada tenía sentido si ella no estaba junto a mí.Black Enterprise no importaba, no importaba nada. Ella estaba equivocada, ella debía de estarenvenenada por alguien; ella sabía mejor que nadie que era capaz de interponerla ante todo, ante mímismo trabajo. Ella era mi vida, y sin ella… no merecía la pena nada.

—Buenos días —dijo Hillary, haciendo el ritual de las mañanas, trayéndome el desayunocreyendo que iba a comer.

No contesté, como solía hacer. Hillary suspiró, sabiendo que ese día iba a ser igual. Dejó eldesayuno sobre la cómoda y se plantó frente a mí, mirándome fijamente.

—¿Hay noticias? —pregunté con voz ronca. Ella negó, con pesar, con la cabeza.—Pero deberías levantarte de la cama —sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas.Me incorporé lentamente en la cama, viéndome reflejado en aquel espejo. Sabía que era yo

porque esos ojos transmitían como me sentía por dentro, no porque me reconociera. Mi cabelloestaba sucio, despeinado, enredado. La barba era tan espesa que apenas podían verse mis labios…

—La vida no va a continuar si te la pasas aquí —prosiguió Hillary mirando mi reflejo en elespejo.

—La vida no va a continuar aunque salga de aquí —mis ojos volvieron a entumecerse yvolvieron las lágrimas a deslizarse por mis mejillas, dejando a su paso un terrible escozor.

—Sí Alexander —dijo entre sollozos Hillary mientras se sentaba en la cama, a mi lado—. Lavida continúa, claro que continúa joder. Continuó después de la muerte de papá, ¿por qué no va acontinuar ahora?

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—Simplemente porque no me siento con fuerzas —murmuré en un hilo de voz, a punto deromperse.

—Alexander, me tienes a mí, a Charlie, a George… a Black Enterprise… —murmuró Hillarymientras secaba las lágrimas de sus mejillas.

—Pero eso no importa nada si ella no está —cesé, y Hillary rodó los ojos mientras sonaba sunariz.

—Está bien, jódete más si es lo que deseas —se levantó, molesta, y terminó por abandonar lahabitación pegando un fuerte portazo.

Restregué mi cara con ambas manos y suspiré profundamente. Tenía que hacer algo, Hillary teníarazón. No podía pasarme la vida encerrado en esa habitación, a pesar de que era de lo único quetenía ganas.

Skylar me había abandonado, y tenía que vivir con ello el resto de mi vida.Me levanté por primera vez en días de la cama, y decidí ducharme y afeitarme, para reconocerme

al menos.Me vestí con unos pantalones vaqueros y un jersey azul. Me miré al espejo, volvía a ser yo.

Triste, demacrado, destrozado. Pero era yo. Lo único que tenía certeza que nunca iba a dejar de estarconmigo.

Yo mismo.Era estúpido, me sentía terriblemente estúpido. Siempre supe que nadie podía depositar su

felicidad en otra persona, siempre critiqué a quienes hacían eso, y como yo bien sabía, esa gentesiempre había acabado destrozada. Y yo había sido tan imbécil de no hacerle caso a mis instintos, yno haber depositado mi felicidad en Skylar, si no toda mi vida.

Sus palabras seguían presentes en mis pensamientos. Palabra tras palabra. Y dolía saber que paraella también era un monstruo. Y más dolía volver a creer que eso era así.

Me acerqué a la mesita de noche y saqué del cajón la foto que le había tomado día antes a Skylar,el día de nochevieja.

Ahí estaba ella, increíblemente preciosa, con su vientre aguardando a nuestro hijo… al cual ellahabía decidido alejar de mí…

—No quiero que nos volvamos a separar, nunca, nunca más —sonreí al escuchar su petición.Era por lo que rezaba yo día tras día—. No podría soportar alejarme de nuevo de ti.

—Nunca más mi vida, nunca más —contesté acercando su rostro hacia el mío para fundiraquella promesa con un cálido beso.

Dolía saber que esas palabras eran eso, simples palabras. Palabras vacías, promesas que no seiban a cumplir jamás. Y me daba miedo pensar que todo había sido eso, una jodida mentira. Todoslos momentos, todos los besos, las caricias… todo. Me aterraba pensar que mis sentimientos sehabían creado por una simple mentira. Que había aprendido a amar en base a un montón de falsas.

Ahora no quedaba nada; y lo que quedaba, era terriblemente doloroso. Recuerdos, promesasrotas, una simple marca que me recordaría el mayor fracaso de mi vida; aquel ancla firmada en micostado.

Subí mi jersey para verlo reflejado en el espejo. Esa ancla me tendría unido a ella para siempre.¿Era reconfortante pensar que, de alguna manera, me vería esclavizado a su recuerdo toda mi vida?¿Lo era el pensar que ella, de igual manera, lo estaba a mí?

Me senté en una esquina de la cama, ocultando mi rostro entre mis manos y mis brazos apoyadosen mis piernas.

Había sido un jodido iluso creyendo que alguien podría llegar a amarme. Había sido

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terriblemente estúpido pensando que yo podía llegar hacer feliz a alguien.—Esto no es lo que piensas —dijo mi madre mientras tapaba su cuerpo con la sábana y Eizen

salía de su cama envuelto en otra.—¿Qué es entonces? —pregunté irónicamente, maldiciendo el momento en el que ese

desgraciado de Eizen Granger había entrado a mi casa.¿Cómo podía estar mi madre revolcándose con el enfermero de mi padre, años menor que él?—Estamos enamorados —dijo Eizen colocándose los bóxer y después los pantalones con prisa.—Eres una maldita zorra —mascullé con rabia, con los dientes apretados intentando contener

la rabia que afloraba por mi cuerpo.—No voy a permitirte que hables así a Caroline —amenazó Eizen señalándome con su dedo.

Eso era demasiado.Me abalancé a él y lo tiré al suelo, reventando su cara con violentos e incansables puñetazos.

Ese maldito tenía que morir.

No sentía ganas de luchar. No me sentía capaz de nuevo de hacerlo. Había sabido salir adelantesolo, tras la muerte de mi padre. Me había recompuesto, me había hecho fuerte e independiente. Peroeso había sido una falsa ilusión que se esfumó en el momento que conocí a Skylar.

Bajé las escaleras y descubrí que Hillary estaba llorando sin consuelo abrazada a Megan.Jonan también estaba ahí, aunque ausente. Muy dolido. Skylar había sido terriblemente egoísta.—Alexander —dijo Hillary con brillo en los ojos al verme. Sonreí tenuemente, y ella me

envolvió con sus brazos—. Me alegro tanto…—Quiero ir a Black Enterprise —contesté en su oído y ella se alejó de mí, mirándome

detenidamente.—¿Así vestido?—¿Qué pasa? —pregunté, mirándome. Es cierto que no solía ser mi atuendo para ir a mi

empresa, pero no tenía ganas de más. Así estaba bien.***

Suspiros y suspiros. Fue lo único que fui capaz de hacer sentado en mi silla del despacho deBlack Enterprise. ¿Qué hacía ahí? Realmente no lo sabía, no tenía ganas de nada. No tenía ganas deatender a la empresa, ni de atender a nadie. No tenía ganas de atenderme a mí mismo.

Y aunque eso no me hiciera feliz a mí, el estar ahí hacía feliz a Hillary, que era lo único que mequedaba.

No supe cuánto tiempo me pasé ahí, pero estuve todo el día sumido en mis pensamientos, frente algran ventanal, viendo todo Dallas ante mí, viendo cómo se escurrían todas las gotas de agua ante elgran cristal. ¿Qué sería de mí a partir de ese día? Me sentía más solo que nunca, y aunque así me lashabía pasado la mayor parte del tiempo, no me sentía capacitado para volver a estarlo. Y es que nosolo sentía el gran dolor por la partida de Skylar, el saber que no le vería nunca el rostro a mipequeño Adam, era algo que me desmoronaba por dentro.

El embarazo de Skylar era de riesgo, y ella podía estar en peligro junto a nuestro hijo si norecibía los cuidados que necesitaba. Ellos me necesitaban… o eso quería creer. Porque los cuidadosque necesitaban, seguramente Kevin se los iba a proporcionar.

¿Sería realmente mi hijo? Odiaba tener esas dudas. Odiaba pensar así. ¿Pero qué remedio tenía?Todo era confuso, caliginoso, punzante.

Volví a casa, a mi casa. Todo estaba a oscuras, y supuse que estaba solo. Como debíaacostumbrarme a estar. Encendí las luces, pensando que ojalá fuera tan fácil alumbrar la vida de uno.

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Había una pequeña nota pegada al frigorífico de Hillary, avisándome de que la madre de Charlieestaba enferma e iban a cuidarla. También ponía que me había dejado algo de cenar, pero no teníahambre.

Subí al segundo piso, entrando sin pensármelo a la habitación que habíamos decidido que fuerade nuestro pequeño Adam. Estaba vacía, aún acabábamos de enterarnos que iba a ser un niño cuandoella había decidido abandonarme. Había imaginado tantas cosas en esa habitación… La pequeñacuna en la que dormiría nuestro bebé, una silla a su lado para pasarme toda la noche mirándole yvelando sus sueños. Muchos juguetes, tantos juguetes que apenas cogería él en la habitación. Todo,eso era lo que estaba dispuesto a darle a ambos. Todo de mí, todo de mi vida. Todo lo que tenía,todo lo que era. Y de hecho, se lo habían llevado.

Me desvestí y me puse una ropa más cómoda. Me tumbé en la cama, juraría que aún olía a ella.Sus cosas no estaban, si acaso se había dejado un par de cosas que quizá no le daba tiempo a coger.¿Qué había hecho mal? ¿Qué había hecho mal en ese tiempo para que ella me hiciera eso? Soloamarla… y quizá estaba ahí la razón. Quizá no la había amado bien, y quizá todo era mi culpa. Comolo fue el día en el que su padre murió y no estuve con ella, como lo fueron las veces que tuvo que sertestigo de cómo me comportaba como una fiera, de cómo tuvo que sufrir en sus propias carnes mi ira.Mis celos. Mis paranoias. Mis mierdas.

Y efectivamente, quizá el problema había sido mío. Nunca me había sentido capaz de amar, y mehabía sorprendido que lo hubiera conseguido. Pero quizá para lo que no era capaz era para amarbien, porque sin duda, cagarla, era lo mío.

Agarré mi teléfono y marqué su número. Escuchaba los toques, y escuchaba cómo vibraba suteléfono encerrado en uno de los cajones.

—Skylar —dije cuando escuché el buzón—. Espero que… espero que me perdones. Que meperdones por si alguna vez te he hecho daño, que me perdones por lo que he debido de hacerte paraque te marches de mi lado. Sé que no soy suficiente para ti, sé que seguramente no sea suficiente paranadie. Solo quiero pedirte que vuelvas, por favor, que vuelvas a mi lado… sin ti no valgo nada, sin tino soy nada. Te extraño, te necesito, necesito verte, necesito abrazarte, necesito que me digas quetodo está bien, aunque es evidente que nada está bien. Todo está roto, te has llevado todo, solo tepido… que me lo devuelvas. Que vuelvas. Espero… espero tu respuesta.

Los días pasaron. Porque sí, aunque no me diera cuenta, la vida seguía adelante. Intentécentrarme, juro que lo intenté. Pero era imposible. Las reuniones a las que asistía, solo podría decirque estaba allí porque mi asiento estaba ocupado. Pero no por nada más.

Me encontraba sentado en la silla de mi despacho intentando concentrarme en algo. Sí, en algo,porque realmente no estaba concentrado. Tocaron a la puerta, y sin más, dejé pasar a quien fuera quela había tocado.

—Alexander —me saludó Ingrid nada más entrar. Me levanté para recibirla y ella me envolvióen sus brazos, incomodándome. Mis brazos quedaron totalmente rectos, inanimados, y de eso ella sepercató—. ¿Qué tal estás? Apenas me acabo de enterar y he hecho todo lo que he podido para verte.

—Toma asiento —dije y así hizo, haciendo yo mismo lo propio—. Estoy… estoy.—He venido en calidad de amiga, no de psicóloga. Puedes contarme lo que quieras, no voy a

sacarte el dinero —comentó con cierto tono divertido pero de respuesta a eso solo alcé levemente lacomisura de mis labios.

—Gracias —respondí en un tono de voz que apenas se escuchó.—Alexander, siempre supe… siempre supe que esa mujer no era buena para ti. Ahora debes de

darte cuenta tú. No sirve de nada estar mal, no sirve de nada estancar tu vida por el simple hecho de

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su ausencia. No merece la pena esperar a alguien, desperdiciar tu vida por la agonía de no saber sivolverás a ver a alguien. No merece la pena —soltó rápidamente como si fuera un discurso quehubiera tenido aprendido. ¿Realmente venía en calidad de amiga?—. Mereces mucho más.

—¿Y mi hijo? Ingrid, ¿y mi hijo? —pregunté con los ojos ampliamente abiertos para luegorestregar mi rostro con ambas manos—. No solo se ha ido Skylar, se ha llevado con ella a nuestrohijo.

—Permíteme que dude que sea tu hijo —replicó con alzada voz, logrando que clavara mi miradaen ella.

—No vuelvas a decir eso —sentencié, y en ese momento, volvieron a tocar la puerta—.Adelante.

Entró Carter, con gesto apurado y torcido. Saludó con la cabeza a Ingrid y me lanzó una miradaque conocía de sobra; tenía que decirme algo de lo cual Ingrid no debía enterarse.

—¿Puedes dejarnos un momento a solas? —pedí a Ingrid, y aunque no muy contenta, cogió subolso y se levantó.

—Otro día hablaremos con más tranquilidad —dijo y yo asentí. Tras esto, Ingrid salió por lapuerta dejándonos a Carter y a mí solos.

—¿Qué ocurre?—pregunté frunciendo el ceño, imaginándome que lo que tenía que hacerme saberCarter era importante, él no solía irrumpir en mi despacho de esa manera.

—El anillo, el anillo de la señora... señorita Evans, lo han intentado vender —comentó como sifuera en secreto Carter, sentándose ágilmente y cruzando sus dedos sobre la mesa—. Aquí, señor,aquí. La señorita Evans debe de seguir aquí.

—¿Qué? —bramé levantándome rápidamente de la silla, girándome hacia el ventanal ysuspirando profundo—. ¿Cómo es eso posible? ¿Estás seguro? —pregunté cuando me volví a sentar ytomé su mismo tono de voz.

—Sí, han vendido el anillo que usted le regaló, un hombre, señor, puede que ella… —empezó acontar de nuevo, pero le interrumpí.

—Tenemos que ponernos en contacto con la agencia de vuelos, tenemos que averiguar si KevinDuane cogió ese vuelo junto a Skylar. Y si no es así… debemos de encontrarlos. Sea como sea. Perodebemos de hacerlo.

***Aquel día se me hizo totalmente eterno esperando una simple noticia de la agencia de vuelos.

Saber eso me iba a costar mucho dinero, pero no me importaba, quería saber la verdad.Tenía entre mis manos el anillo que le había regalado a Skylar. Estaba gélido, y podía sentir

cómo transmitía algo negativo, algo que me hacía estremecer. Algo que me hacía sospechar que lascosas no iban bien. Que las cosas iban peor de lo que me imaginaba. Si Skylar estaba ahí… Skylariba a volver a mí. Por la fuerza, fuera como fuera. Ella no iba a alejarme de mi hijo. Podía permitirque ella lo hiciera de mí, aunque eso me destrozara el alma. Pero Adam era mi hijo, y tenía losmismos derechos sobre él que ella.

Hillary se encontraba conmigo, al igual que Jonan y Megan. Los tres esperábamos la llegada deCarter para hacernos saber lo que sabía. Solo podía cruzar los dedos y pedir que la noticia que nostrajera Carter me ayudara para recuperar la esperanza.

Fue en ese momento cuando Carter llamó, y ágilmente, fui a la puerta y le abrí. Ambos nosdirigimos al salón, y todos notamos el rostro descompuesto de Carter.

—Habla, maldita sea —vociferé lanzando una patada a una de las sillas del salón.—El señor Kevin Duane cogió un vuelo con destino a Belfast —pronunció, y rápidamente tuve

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que sentarme. Apoyé mis codos sobre la mesa y con la mano temblorosa, restregué mi rostro.—¿Y? —bramó Jonan al borde de un ataque de histeria.—El señor Kevin Duane cogió un vuelo con destino a Belfast con la señorita Olivia Blumer —

cesó, dejándonos a todos sin respiración.Si Kevin se había marchado con esa tal Olivia… ¿Dónde cojones estaba Skylar?

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Capítulo 18El dolor

SKYLARMis párpados apenas lograban tenerse abiertos por más de unos cuantos segundos. Mi

respiración era lenta y pausada, y apenas las lágrimas ya no salían por mis ojos. Estaba sola en unahabitación oscura, tan oscura como fría y tenebrosa. Olía a una asquerosa humedad, hacía días queapenas comía y bebía lo necesario, hacía días que casi no dormía. Solo respiraba, y eso era lo únicoque me hacía pensar que seguía viva. Y lo que más me dolía por dentro era no sentir la presencia demi hijo. Pero de momento intentaba ahuyentar esos pensamientos de mi mente. Mi hijo seguía ahí,conmigo. Y yo tenía que luchar por él… a pesar de que las ganas de aguantar y de luchar hacía díasque mi cuerpo las había desechado.

Todo era en vano, cualquier grito de auxilio, cualquier forma de querer deshacerme de losmalditos nudos que presionaban mis muñecas a la silla eran inservibles.

Solamente yacía en mí las ganas de abandonar, de rendirme, de llorar y dejarme manejar por elcaprichoso destino.

¿Por qué? ¿Por qué cuando todo iba bien en mi vida, me encontraba en esa situación?Y, sin duda, lo que más dolía no era el sufrimiento físico que podía sentir por las pésimas

condiciones en las que me encontraba; el verdadero dolor yacía en los tortuosos pensamientos que nodejaban mi cabeza por el odio que debería sentir Alexander hacia mí en ese momento.

Estaba tan claro que esas malditas palabras no habían salido de mi corazón, que joder… En unmomento pensé que Alexander no las iba a creer, que iba a saber que era otra treta para que él y yono fuéramos felices juntos. Pero con el paso de los días, que para mí fueron años, supe queAlexander había creído esas falsas palabras, que aunque escritas a mi puño y letra, no eran sentidaspor mí.

¿Cómo cualquiera en su sano juicio hubiera pensado que yo sentía esas cosas tan horribles porAlexander? Yo le amaba, a pesar de todo. Y siempre se lo había demostrado, a veces huyendo de él,pero siempre volvía a estar a su lado, porque no había mayor dolor que estar sin él.

Pero en ese momento Alexander seguro no estaría en su mejor momento. Quizá los celos, quizá larabia y las ganas de matarme no le dejaban ver con claridad de que nunca me alejaría de él, y menosaún alejaría a nuestro hijo de su padre.

Pero en ese momento, solo me quedaba llorar y torturarme con su odio. Con sus pensamientos derabia hacia mí.

Realmente había sido demasiado ingenua pensando que la vida me deparaba una vida feliz junto ala persona más maravillosa a la par que difícil del mundo, sabía que la mala suerte guardaba para míuna última carta dispuesto a hundirme de una vez por todas…

***El teléfono sonó, y, haciéndome ilusiones sobre que podría ser Alexander, lo cogí sin mirar si

quiera de quién recibía la llamada. Mi sorpresa fue cuando descubrí la voz de Kevin.—¿Sky? —preguntó al escuchar el móvil descolgarse. Suspiré; la verdad que me daba mucha

pena decirle que me dejara en paz, pero prefería eso a perder del todo a Alexander. Mi Alexander.—Kevin, no quiero hablar contigo, esto solo me trae problemas… —gruñí, aunque sabía que el

daño a mi relación con Alexander ya estaba hecho.—Quiero despedirme —susurró con dolor ante mis palabras—. Quiero decirte que ya no voy a

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causarte más problemas… porque parece que eso solo soy para ti. Problemas.—Eres un problema para mi matrimonio, no para mí, Kevin —le corregí al menos para no

sentirme tan mal—. ¿Cómo que te despides?—Olivia y yo vamos a viajar, juntos. Para olvidarnos de todo, para empezar desde cero —

comenzó a contar—. Creo que será bueno para ayudarme a olvidarme de ti.—Me alegro de tu decisión —contesté con una media sonrisa. Era consciente de los

sentimientos de Olivia hacia él, y estaba segura de que ella se las apañaría bien en ese viaje paraenamorarle.

—Gracias —murmuró—. No volveré a molestarte.—Kevin… —susurré, pero en respuesta él me colgó.Quizá mis palabras le habían dolido, pero era lo mejor. Dejarle las cosas claras de una vez,

de verdad. No dejarme guiar por sus sentimientos, y guiarme por los míos, por mi bienestar conAlexander.

Fue en ese momento cuando llamaron a la puerta, y me dispuse abrir, arrepintiéndome una vezdentro la visita de haberlo hecho.

Eran Caroline y Eizen, que no dudaron en agarrarme y taparme la boca mientras la otracerraba la puerta con violencia.

—Por fin nos vemos las caras otra vez —dijo con una sonrisa perturbadora Caroline, mientrasse adentraba más en la casa y la observaba—. Puta y con suerte, como yo. Solo que me lo montémejor.

Yo me removía en los brazos de Eizen, pero era considerablemente más fuerte que yo yconseguía no dejarme hablar o gritar.

—Cuanto más fácil nos lo hagas, mejor será para ti —murmuró Eizen en mi oído, con tono fríopero algo consolador.

—Ahora vamos a hacer una cosa… —dijo entre sonrisas Caroline mientras buscaba algo entodos los cajones del salón—. Quiero que escribir una carta de despedida para mi querido hijo.

—¿Escribir qué? —preguntó sorprendido Eizen. Caroline alzó una de sus cejas y le ordenócon la mirada que me sentara en una de las sillas del comedor, haciéndolo así y plasmando ellauna pistola en mi frente.

—¿Dónde hay papel y bolígrafo? —me preguntó mientras apretaba más el arma a una de missienes.

—En aquel cajón —murmuré con la voz temblorosa, acariciando mi vientre en señal deprotección—. Por favor, Caroline, piensa las cosas…

—Calla, zorra —dijo entre carcajadas—. Ahora mando yo.Eizen puso ante mí un boli y un papel para escribir esa despedida que había dicho antes

Caroline, y que no acababa de entender.Aunque, al final de esa carta, me sentí el ser más miserable del mundo. A pesar de que esas

palabras no eran mías.—¿Por qué has hecho eso? —preguntó Eizen mientras doblaba la carta y la dejaba sobre la

mesa.—Antes de pedir el rescate quiero que sufra, quiero que sepa que ninguna mujer es perfecta, y

que todas queremos a los Black por su dinero.Aún las lágrimas corrían por mis mejillas al recordar esa carta. Me dolió escribirla, no quería

imaginar lo que le había dolido a Alexander leerla.Los días habían pasado, y lo sabía porque los rayos de sol aparecían y desaparecían de un

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pequeño agujero por donde solía filtrarse.De vez en cuando escuchaba las voces de personas que no parecían escucharme a mí cuando

pedía gritos de socorro.Caroline me había dejado claro en las veces que había ido allí en que lo único que quería de mí

era recuperar la mansión Black y su status social, del que nunca tuvo que haber salido. Le intentabahacer saber por activa y por pasiva que esa casa me pertenecía a mí, que la pondría a su nombre siella me aseguraba que iba a dejarnos salir con vida de allí a mí y a mi hijo. Pero ella se rehusaba acreerme, y eso me hacía pensar que no solo era lo material lo que la había llevado a secuestrarme.Quería hacer sufrir a Alexander, lo veía en su mirada cuando se jactaba recordando su supuesta ideagenial que la llevó a obligarme a escribir esa maldita carta.

En mis pensamientos solo le pedía perdón a Alexander, perdón por no haber intentado lucharpara no volverme a alejar de él. Me destrozaba el solo pensar que él creía que le había abandonado,que creía palabra por palabra que había escritas en esa carta.

Las fuerzas comenzaban a flaquear, pero tenía que seguir esperando. Tenía que esperar, no podíarendirme tan pronto.

La puerta se abrió, provocando un sonido totalmente desagradable. Por ella entraron Caroline yEizen, el que cerró una vez estando dentro.

—Llegó el momento —dijo Caroline una vez había encendido la tenue luz del techo—. Oh… eresjodidamente asquerosa —dijo con tono de desprecio al ver a mi lado un charco de vómito.

—Caroline, por favor, está embarazada —gruñó Eizen, provocando que su mujer le dedicara unamirada llena de furia.

—¿A caso te la quieres tirar también? —vociferó agitando con furia sus brazos—. ¿Te hascansado de mi porque ya no soy rica?

—¡Caroline! —gritó exasperado zarandeándola para que se calmara.—¿Me amas, verdad? —preguntó más relajada mirando a Eizen los ojos—. ¿Sigues amándome,

verdad?—Sí —cesó Eizen con un tono de agotamiento. Por primera vez sentí algo de pena por él, pena

por tener que aguantar a esa señora que estaba completamente loca.Caroline besó con pasión los labios de Eizen, que, aunque rígido, le correspondió. Yo aparté la

mirada, era incómodo verla tan feliz frente a la persona que tenía secuestrada. Ni si quiera tenía unápice de arrepentimiento.

—Vamos a llamar a Alexander —avisó Caroline una vez separada de los labios de Eizen,dirigiéndose a mí.

—¿Qué? —pregunté notando una punzada en el corazón al escuchar ese nombre que me hacíacreer con solo escucharlo que todo estaría bien.

—Vamos a pedir el rescate —contó con una sonrisa de desquicio que me hizo apartar la miradade pura rabia.

—¿Por qué has tardado tanto en hacerlo si eso es lo único que quieres? —pregunté siguiendo conla mirada a Caroline, que no se estaba quieta. Esa señora había comenzado a perder los papeleshacía mucho tiempo.

—Porque antes quería hacer sufrir a mi querido Alex —contestó con cierta diversión—. Ysupongo que lo he conseguido. ¿Sabes? Odié verlo feliz ese día en mi mansión entre esa gente,creyéndose una buena persona porque estaba ayudando a los más necesitados.

—Así que eras tú… —mascullé con rabia mientras negaba con la cabeza—. No sé cómo puedesquerer ver sufrir a tu propio hijo, Caroline. Estás mal, jodidamente mal y perturbada.

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—Vamos a llamar ya —interrumpió Eizen, agarrando el hombro a Caroline para relajarla.—Sí —sonrió Caroline besando castamente los labios de Eizen. Sacó el teléfono de uno de sus

bolsillos, y comenzó a marcar un número de teléfono—. Para que le escuches —dijo poniéndolo enmanos libres—. Te juro que si hablas cuando a ti te venga en gana te mato —amenazó, sacando unapistola de su abrigo y colocándola justamente en mi sien.

—¿Sí? —contestó al cabo de unos cuantos tonos la voz de Alexander. Su voz… me hizo sentir enpaz, y me provocó una comedida sonrisa sabiendo que él estaba bien.

—¿Alexander? ¿Sabes quién soy… no? —preguntó Caroline con una sonrisa en su rostro,apretando más la pistola a mi cabeza. Eizen estaba frente a nosotras, totalmente rígido y con gestoserio.

—Mamá —murmuró Alexander entre suspiros—. ¿Qué quieres? ¿No te da vergüenza noresponder las llamadas de Hillary?

—Calla —gruñó Caroline rodando los ojos—. Calla porque tengo que decirte algo con másimportancia que la estúpida de tu hermana.

—No voy a permitirte que hables así de ella, te colgaré en ese entonces —cesó Alexander contono rudo y áspero.

—Habla —susurró Caroline en mi oído.—Alexander —dije con tono tembloroso y notando como las lágrimas resbalaban por mis

mejillas.—¿Skylar? Joder, ¿Skylar? ¿Skylar? —bramó Alexander con cierto desespero.—Sí, Alexander, soy yo —dije entre sollozos.—¿Dónde estás joder? ¿Qué haces con mi madre? ¿Skylar, estás bien? —vociferó nervioso

Alexander, escuchando sus pasos por el suelo.—Lo está, pero dejará de estarlo si no me devuelves lo que es mío, Alexander —bramó Caroline

apretando más la pistola para que me callara. Eizen miraba la escena atónito.—¿Qué le has hecho? ¡Joder! ¡¡Te daré lo que sea!! ¡No le hagas daño! —gritó Alexander

exasperado y realmente furioso.—Quiero todo tu dinero —rio Caroline y Eizen abrió los ojos ampliamente.—Lo que quieras —bramó Alexander—. Te daré todo mi dinero, pero no le hagas nada, te lo

suplico, no le hagas daño —dijo con tono de súplica—. ¿Skylar? Joder Skylar, dime que estás bien,dime…

—Quiero que me dejes todo tu dinero en mi mansión esta noche, sin policías, sin nadie. Solo tú.En ese entonces… quizá en ese entonces te devuelva a tu zorra particular —interrumpió Carolinemandando a Eizen que tapara mi boca para que no emitiera ningún sonido.

—Como le hagas daño a Skylar te juro que te mataré con mis propias manos —amenazóAlexander, siendo lo último que escuché de él.

***Habían pasado horas desde esa llamada de teléfono. La voz de Alexander me había otorgado

fuerzas, fuerzas y esperanza. Si Caroline era mujer de palabra esa misma noche podría estar entre losbrazos de él. Pero algo me hacía dudar sobre aquello.

Eizen entró por el umbral de la puerta y se acercó hasta a mí, colocándose de cuclillas ante mí.Yo giré el rostro, no quería si quiera mirarle a la cara.

—No tienes que temerme —murmuró apoyando sus manos en el suelo—. Yo no voy a hacertedaño.

—Ya me lo estás haciendo prohibiéndome la libertad —repliqué sin mirarle—. Eres igual de

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culpable que Caroline.—Tienes razón —masculló Eizen levantándose de nuevo—. Pero yo nunca he estado de acuerdo

en hacer esto.—¿Y por qué la ayudas? ¿Por qué la ayudas si sabes que esto está mal? —bramé agitando en la

medida que podía mis piernas.—Porque ella está mal, jodidamente mal —respondió con un deje de angustia—. Y sé que si yo

no la hubiera ayudado, ella lo hubiera hecho a su manera. Y si eso hubiera sido así, tú ya estaríasmuerta.

—Déjame ir —supliqué—. Déjame ir y te juro que haré lo que sea para que no te veasinvolucrado. Te lo ruego.

Eizen miró a sus lados, para después mirar a sus espaldas. Luego, volvió a clavar sus ojos verdesen mí, y tras suspirar profundamente, se agachó hacia a mí.

—Voy a aflojarte la cuerda —murmuró abalanzándose hacia a mí para hacerlo.—¿¡Qué coño estás haciendo!? —vociferó Caroline mientras se acercaba a pasos agigantados a

nosotros. Agarró a Eizen de la camiseta, empujándolo hacia atrás, y propinó un severo golpe en mimejilla. Pocos segundos pasaron para comenzar a sentir un amargo picor—. ¡Eres una maldita zorra!¿Tú no estabas tan enamorada de mi hijo? ¡Aprende a no meterte con hombres casados! —exclamópara después sacar su pistola y apuntarme directamente a la frente.

—Caroline —pidió Eizen con voz calmada y amable—. Baja esa arma.—¿Te gusta ella porque es más joven? —preguntó con los ojos cristalizados secándoselas con la

manga del brazo libre que le quedaba.—No me gusta ella, ni ella ni nadie a parte de ti. Caroline, por favor, no hagas una locura. Con

Skylar muerta no nos darán el dinero —pidió con el mismo tono de voz Eizen. Caroline le miró, yEizen aprovechó para bajar el arma, sin lograr despojarla de sus manos.

Caroline se abrazó a él, y éste comenzó a acariciar su cabello con dulzura.—Vayamos a tomar el aire —dijo Eizen con voz tranquilizadora y Caroline asintió, dirigiéndose

ambos a la puerta.—Confía en mí —gesticuló con sus labios Eizen girándose hacia a mí.

***La noche ya había caído, me lo avisaba la luz de las farolas que se colaba en esa especie de zulo.

Caroline estaba nerviosa andando por ahí, mientras Eizen estaba sentado en el suelo, apoyando suespalda contra la pared; como si estuviera esperando a alguien.

Caroline se había vestido como supuestamente la ocasión merecía. Lucía un vestido morado y suslabios estaban completamente pintados de rojo carmín. Indudablemente, esa señora había perdido lacabeza.

De pronto se escucharon ruidos tras la puerta de metal. Segundos pasaron hasta que esos ruidosse convirtieron en esa puerta derribada. En el umbral se encontraban Alexander junto a Carter yGeorge.

—¿Qué mierda…? —exclamó Caroline, colocándose justamente delante de mí y sacando supistola, apuntándolos a los tres alternativamente. Miré rápidamente a Eizen, que se levantópausadamente de su sitio para colocarse al lado de su mujer.

—Baja esa pistola —pidió Alexander con voz ruda, buscándome con la mirada y conectandonuestras miradas instantes después. Alexander dio un paso al frente, notando en sus ojos las mismasganas de abrazarnos que las mías.

—¡Para! —bramó Caroline sacudiendo su pistola—. Baja ese puto arma tú —dijo refiriéndose a

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Carter, que la apuntaba con una pistola—. O te juro que la mato —dijo apuntándome a midirectamente con la pistola.

—Hazlo —ordenó Alexander sin apartar la mirada de mí. Carter dudó, pero terminó por tirar lapistola al suelo.

—Cógela, y coloca la puerta —ordenó a Eizen, que, con lentitud, lo hizo.—¿Por qué? ¿Por qué lo has hecho? ¿Solamente por el miserable dinero? —preguntó Alexander

destrozado, pero intentando ocultarlo con entereza. No dejaba de mirarme, y yo no dejaba de mirarlea él.

—Y por hacerte sufrir —dijo con rabia—. Eres un maldito, un maldito porque casi matas a mimarido, porque te quedaste con gran parte de la herencia de tu padre y porque luego te negaste aayudarme. ¿Quieres saber más razones por las que quiero hacerte sufrir?

—Voy a darte el dinero que desees, pero antes quiero que sueltes a Skylar —pidió Alexander. Sucabello estaba despeinado, sus ojeras eran considerables y lucía mucho más delgado. Alexander…mi Alexander.

Caroline notó la conexión de nuestras miradas, y como si fuera algo que le repugnaba con fuerza,ordenó a Alexander, Carter y George que se colocaran justamente detrás de mí, pegados a la pared,mientras ella se situaba frente a mí, apuntándome a la cabeza con su pistola, y Eizen a su lado.

—¿Cómo has conseguido saber que me encontraba aquí? —preguntó Caroline con pulsotembloroso. En ese momento miré a Eizen, que me decía a gritos con la mirada que había sido él.

—Eso no importa ahora —bramó Alexander con frustración—. Tengo los cheques, y quiero queme digas la cantidad de dinero que deseas, y esa tendrás. Solo dime una cifra.

—No me importa el dinero —cesó Caroline, dejándonos a todos sin respiración—. He conocidola sensación de gloria que se siente al verte demacrado, y créeme que eso no lo paga ningúntalonario.

—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó nervioso George, gesticulando bastante con susbrazos.

Fue en ese momento cuando Caroline tensó su pulso, centró el punto de mira en mi cabeza, y solologré escuchar un disparo.

Todo me dio vueltas, todo era confuso. Sentía un líquido viscoso sobre mi cuerpo, y aun no podíadesatarme. Alexander se postró ante mí, desesperado, temblando. Desató mis manos, y me cogió consutileza pero a la vez con firmeza. Mi cuerpo se consumió por completo, me sentía jodidamentedébil.

Escuché los gritos desgarradores de Caroline tirada en el suelo, agarrada por Carter. Miré haciael suelo, logrando ver el cuerpo agonizante de Eizen; él se había interpuesto para que Caroline no medisparara a mí.

—¡Mi amor! Estás bien, ¡lo sé! Nada ha pasado —bramaba Caroline entre terribles quejidos.Alexander se dispuso a salir de aquel zulo que había sido mi residencia tantos días, pero antes,

unos suspiros de Eizen le hicieron pararse y escucharle con atención debido a su voz quebrada.—Lo… lo si… lo siento… —murmuró con terrible pesar alzando lo máximo que podía su brazo,

comenzando a brotar la sangre de su boca.—Puedo perdonarte todo —contestó Alexander agarrándome con fuerza—. Menos que me

alejaras de ella, Eizen, eso nunca podré perdonártelo —cesó, y una vez dicho eso, apoyó su barbillaen mi rostro para salir de aquel sitio.

—Nuestro bebé… —murmuré con pesadez, sintiendo que mis ojos me pedían que los cerrara.—Adam estará bien, mi vida —contestó con voz dulce y a la vez temblorosa—. Estamos juntos.

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Epílogo

El cálido sol se impregna en mi piel, otorgándome una agradable sensación que me hace no querermoverme de ese sitio.Alguien se coloca encima de mí, percatándome por su delicioso aroma que es mi amado marido.—¿Algún día dejarás de tomar el sol? —pregunta Alexander, provocando que abra los ojos y meencuentre justamente con su mirada.—Debimos haber venido aquí hacía mucho tiempo —contesto con una sonrisa bobalicona en mislabios, acariciando y descolocando los rizos mojados de Alexander—. South Padre es tan genial.—Que se lo digan a los niños —dice con una sonrisa amplia y preciosa, sentándose justamente a milado y rodeándome con sus fornidos brazos.Frente a nosotros ahí están, nuestros hijos. Maravillosos, y sin duda alguna, prueba irrefutable denuestro gran amor.Adam es un precioso niño, al igual de travieso, de siete años. Su cabello es de color cobrizo yrizado, exactamente igual que su padre. Sus ojos me inquietan, al igual que lo hacen los deAlexander. Cuando le miro sé que cuando sea algo más mayor, traerá locas a muchas niñas, y queenamorará perdidamente a una al igual que me pasó a mí con Alexander.Recuerdo el día en el que temí tanto por su vida que pensé que iba a morir si algo le pasaba. Era unrecuerdo desagradable, el día en el que Caroline quiso acabar con mi vida pero siendo finalmente aEizen a quien se la arrebató. Alexander siempre dice que nunca logrará perdonarle, pero sé que ya loha hecho. Remendó todos sus errores cuando decidió dar su vida a cambio de la mía.Tras una larga semana en el hospital intentando estabilizarme, mi hijo y yo logramos salir del estadocrítico y comenzar a hacer una vida medio normal. Y digo medio normal porque Alexander no medejaba hacer nada, todo lo que pasó de embarazo se lo tiró a mi lado, sin separarse de mí ni unsegundo.Cuando pasaron tres años, y cuando nuestro niño se había convertido en alguien sano y fuerte, aAlexander se le ocurrió la genial idea de querer ampliar la familia, pero claro, no tanto.Conseguimos quedarnos embarazados poco tiempo después de nuestra decisión, pero al poco tiemponos dimos cuenta que la cosa no iba a ser tan sencilla como esperábamos; a los meses nos dimoscuenta que no iba a venir un hijo, si no tres. Tres maravillosas niñas que ahora tienen tresespléndidos años.La primera de las tres, Aria Mary, una preciosa niña de cabello cobrizo y profundos ojos verdes,como lo eran los de mi padre y Jonan. Es muy segura y decidida, tal como yo, y también, obsesionadacon su padre, igualmente como su madre. Ella está segura que quiere ser modelo, a pesar de queAlexander aborrece esa idea, y está seguro de que la desechará tarde o temprano de suspensamientos.La segunda, Eileen Grace, una traviesa y habladora niña de igual color de cabello que su el míonatural (castaño) pero de ojos exactamente igual a los de Alexander, es la viva imagen de una fusiónAlexander— Skylar. Vive obsesionada con Black Enterprise, y realmente no sé a quién merecuerda…Y mi última bebé, Kelly Vay, haciendo honor de su segundo nombre al de su tía Hillary. Al ser laúltima, fue la que más cuidados necesitó y la más delicada. Es muy autoritaria, y terriblemente

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independiente. Alexander me culpa por ser la responsable de que la pequeña haya heredado eso. Sucabello es castaño y con un brillo propio que lo hace totalmente diferente a los demás. Sus ojos songrandes y profundos, de un azul tan bonito que Alexander y yo nos habíamos quedado embobadosadmirándolos en más de una ocasión. Desde muy pequeña se interesa por la naturaleza, ama a todoslos animales y es muy inteligente para la edad que tiene. Sin duda, aunque los amo a todos por igual,Kelly Vay robó una parte de mi corazón demasiado profunda el día que nació.Ahora, la familia Black Evans somos seis componentes, bueno, en realidad somos siete contando algatito que Alexander se vio obligado a adoptar por Kelly al verlo abandonado en la calle, al quedespués ella llamó Miau. Alexander quiere hacer todo lo posible para que la pequeña comparta laobsesión de nuestras dos hijas por él, pero Kelly, al igual que Adam, sienten una gran predilecciónpor mí.Por su parte, Megan dio a luz a una preciosa niña que llamó Viviane, que comparte la misma edadque Adam. Andrew y ella se casaron tras dar a luz a la niña, y ahora viven terriblemente enamoradosel uno del otro. Sin duda alguna, Megan y la pequeña Viviane han sido el regalo de la vida paraAndrew después de una vida tan dolorosa.Por su parte, mi hermano Jonan se enamoró de una surfera californiana que lo trae totalmente loco.Ella disfruta de verle celoso, pero luego apenas pueden estar segundos sin hablarse.Hillary y Charlie se casaron después de un año de la terrible desgracia de Eizen y del ingreso enprisión de Caroline. Dos años después Hillary quedó embarazada de un precioso niño exactamenteigual a Charlie; pelirrojo, pecoso y de ojos verdes llamado William Alexander.Por lo demás, nunca supimos saber qué pasó exactamente con Aaron Grable y Rose Donovan. Ambosdesaparecieron de nuestra vida, Leutori Stemes pasó a ser liderado por uno de los principalesaccionistas.Black Enterprise ya ha dejado de ser una de las más importantes empresas de Dallas para convertirseen la más importante. Alexander es un gran jefe, y yo soy una gran gerente.Como es lógico, cambiamos de casa, y aunque sigue sin ser tan lujosa como la mansión Black, no lefalta de nada. Cada niño tiene su propia habitación, enorme y hermosa, decorado al gusto de cadauno.Alexander y yo nos seguimos amando como el primer día que nos vimos. Soy de él, y él es mío.Estoy segura de que quiero acabar mis días acurrucada en su pecho, y nada me hace más feliz quepensar que eso será así. Alexander nunca más ha dejado de ser él, esa bestia interior desaparecióhace ya mucho tiempo. Pero, cabe destacar que sigue siendo el mismo celoso que siempre, a pesar deque Kevin comenzó una relación con Olivia, apenas le gusta que compartamos unas simples palabras.Mi Alexander, tan jodidamente atractivo como complicado. Nada ni nadie podrán volver asepararnos, porque juntos fue, es y será mejor.