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197 JURÍDICAS JURÍDICAS JURÍDICAS JURÍDICAS JURÍDICAS LA DEMOCRA A DEMOCRA A DEMOCRA A DEMOCRA A DEMOCRACIA DELIBERA CIA DELIBERA CIA DELIBERA CIA DELIBERA CIA DELIBERATIV TIV TIV TIV TIVA EN L A EN L A EN L A EN L A EN LAS AS AS AS AS SOCIED SOCIED SOCIED SOCIED SOCIEDADES SEMIPERIFÉRIC ADES SEMIPERIFÉRIC ADES SEMIPERIFÉRIC ADES SEMIPERIFÉRIC ADES SEMIPERIFÉRICAS: AS: AS: AS: AS: UN UN UN UN UNA APOL A APOL A APOL A APOL A APOLOGÍA OGÍA OGÍA OGÍA OGÍA * Recibido: sept. 30 / 06 Aprobado: oct. 12 / 06 LEONARDO GARCÍA JARAMILLO ** La democracia sólo puede sobrevivir como una democracia fuerte si está asegurada, no por grandes líderes, sino por ciudadanos competentes y responsables. Las dictaduras efectivas requieren grandes líderes, las democracias efectivas necesitan grandes ciudadanosBenjamin Barber, Strong Democracy La democracia soporta tener a su cabeza personalidades mediocres, pero no resiste el comportamiento pasivo del puebloArthur Kaufmann, Filosofía del derecho * Agradezco a Roberto Gargarella, Oscar Mejía Quintana y Maria Luisa Rodríguez por su generosa disposición al diálogo académico sobre esta cuestión; a Cristina Lafont y Delfín Ignacio Grueso por el envío de sus manuscritos, y a Andrés Palacios por su decidida inclinación a la deliberación. ** Estudiante de Derecho y monitor del Centro de Investigaciones Sociojurídicas, Universidad de Caldas. Ha publicado ensayos y traducciones sobre filosofía política, derecho constitucional y teoría jurídica. Editor y coautor de John B. Rawls. El hombre y su legado intelectual (2004). [email protected]

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UNUNUNUNUNA APOLA APOLA APOLA APOLA APOLOGÍAOGÍAOGÍAOGÍAOGÍA*****

Recibido: sept. 30 / 06Aprobado: oct. 12 / 06

LEONARDO GARCÍA JARAMILLO**

“La democracia sólo puede sobrevivir como una democracia fuerte si está asegurada,no por grandes líderes, sino por ciudadanos competentes y responsables.

Las dictaduras efectivas requieren grandes líderes,las democracias efectivas necesitan grandes ciudadanos”

Benjamin Barber, Strong Democracy

“La democracia soporta tener a su cabeza personalidades mediocres,pero no resiste el comportamiento pasivo del pueblo”

Arthur Kaufmann, Filosofía del derecho

* Agradezco a Roberto Gargarella, Oscar Mejía Quintana y Maria Luisa Rodríguez por sugenerosa disposición al diálogo académico sobre esta cuestión; a Cristina Lafont y DelfínIgnacio Grueso por el envío de sus manuscritos, y a Andrés Palacios por su decididainclinación a la deliberación.** Estudiante de Derecho y monitor del Centro de Investigaciones Sociojurídicas,Universidad de Caldas. Ha publicado ensayos y traducciones sobre filosofía política,derecho constitucional y teoría jurídica. Editor y coautor de John B. Rawls. El hombre ysu legado intelectual (2004). [email protected]

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RESUMEN

En este ensayo se aborda la teoría de lademocracia deliberativa partiendo delanálisis presentado por Andrés Palaciosen su contribución a este mismo número.Se desarrollan algunos puntos críticos yse describe tal teoría con miras asustentar que no resulta, en tanto idealnormativo, inconveniente para concebirlos procesos de toma de decisionesimparciales en la esfera de la políticapública.

Palabras clave: Democraciadeliberativa, Gargarella, Sunstein,Rawls, Corte Constitucional, sociedadsemiperiferica.

ABSTRACT

THE DELIBERATIVEDEMOCRACY IN SEMI-PERIPHERALS SOCIETIES:AN APOLOGIA

In this essay the theory of deliberativedemocracy is examined in the light ofAndres Palacios’ contribution to this samejournal. Some important aspects of thattheory are developed and described it tosustain that isn’t inconvenient, as idealnormative, to support the impartial making-decision process in the public policysphere.

Key words: Deliberative democracy,Gargarella, Sunstein, Rawls, ConstitutionalCourt, semi-peripheral society.

INTRODUCCIÓN

Más que una objeción puntual, mepropongo en este ensayo continuar elfructífero diálogo académico con AndrésPalacios en torno, fundamentalmente, ados interrogantes: ¿La teoría de lademocracia deliberativa es adecuadapara concebir los procesos reales detoma de decisiones imparciales en lapolítica pública?, y ¿los problemas quepresenta la invalidan como idealregulativo y concepto normativo?

Para llevar a acabo esta tarea, mepropongo describir (I) la teoría de laDemocracia Deliberativa (DD, enadelante) haciendo una breve alusión asus inicios en la Grecia antigua yexplicando la razón de su marcadainfluencia en los debates de la filosofíapolítica contemporánea, destacando dosaspectos que retoma, la DD, delliberalismo y el republicanismo(respectivamente, la importancia que leconfiere al pluralismo y la perspectivano agregativa de la democracia). Sesostiene que la Constitución colombianaadopta un modelo deliberativo dedemocracia. A partir de allí, sereferencia (II) extensamente y seamplía la base descriptiva general de lastesis centrales de la DD respecto a laversión que Palacios presenta de ella,para ocuparnos del concepto de DD entorno a sus característicasfundamentales y potenciales virtudes,haciendo hincapié (II.I) en laimparcialidad de las decisiones como la

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1 Para una síntesis del trasfondo histórico de la DD, ver (ELSTER, 1998: “Introduction”); (HADDAD,2006). En éste último se sustenta igualmente cómo fue en la antigua Grecia donde la deliberaciónpolítica fue criticada por primera vez, debido a que se le identificó con la demagogia.

principal virtud de la deliberación yrefiriendo puntualmente (II.II) elescenario idóneo para el ejercicio de ladeliberación en lo relativo a la revisiónjudicial de constitucionalidad.

En contra de Palacios, se sustenta elantielitismo de la DD (III), y sefundamenta (III.I) una implicaciónpolítica y jurídica de la posiciónindividualista de la DD para articular estateoría con la garantía constitucionalsupra-mayoritaria de los derechosfundamentales. Posteriormente (IV) sedescribe y ejemplifica el compromiso dela Corte Constitucional con ladeliberación y ésta como requisitoesencial para la validez de sujurisprudencia; se destacan (V) lascondiciones del proceso deliberativo queseñala Lafont (2007) para, con unabreve alusión (V.I) a la perspectiva dePosner sobre la democracia y contra laDD, entrar a defender (V.II) el idealregulativo de la DD contraponiéndolo ala realpolitik y con sustento en lajustificación rawlsiana del recurso a laabstracción en la filosofía política.

Finalmente (VI), se exponen algunasreflexiones en torno a la necesidad deconsolidar la DD en sociedadessemiperiféricas como la colombiana,partiendo de la necesidad de fortaleceruna ciudadanía activa en el proceso detoma de decisiones que esté

comprometida con la idea del bien comúny que sea sensible a los asuntos públicos,con miras a consolidar una esfera públicadinámica y permeable a todos los nivelessociales.

I. Un punto de partidahistórico y las teoríasdemocráticas republicana yliberal

No resulta complicado entender porqué un concepto que ha acompañadoel desarrollo de la civil izaciónoccidental desde hace 25 siglos comoel de “democracia”, haya tenido a lolargo de la historia tantas vertientesy escuelas: desde las teorías antiguashasta la contemporáneas, pasandopor las clásicas y las modernas, talescomo, por ejemplo, las defendidas porPlatón, Aristóteles, Maquiavelo, loscontractualistas (Hobbes, Locke yRousseau), Bentham, Mill, Marx,Schumpeter, Dewey, Popper y losneocontractualistas (Rawls, Nozick yBuchanan).

Arraigada en la filosofía de la Greciaantigua se encuentra la concepciónen virtud de la cual, debido a que laspreferencias sociales tienen que vercon asuntos relativos a los valoreséticos y a la justicia, la política es algomás que un lugar para generalizar ysumar tales preferencias1. En su

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Ética a Nicomaco, Aristóteles enfocóen la deliberación la legitimidad delproceso de formación de la voluntadpopular y, a partir de allí, ha sidoconsiderada un componente esencial enla democracia. Al respecto afirmó que“Deliberamos, no sobre los fines, sinosobre los medios para alcanzarlos”.

La polvareda levantada desde principiosde los años 80 por la DD2, aún proyectauna densa sombra sobre el paisajedisciplinar de la filosofía política3. Laagenda de discusión y producción deesta rama de la filosofía se encuentrasignada por la DD4. Una de lasprincipales razones para explicar talperdurabilidad e influencia del modelodeliberativo de la democracia, es laacometida de sus teóricos por integrarlos aspectos más valiosos de dos visionesantagónicas de la democraciacontemporánea: el liberalismo y elrepublicanismo5, mostrándose así

superior, la DD, a otras concepcionesde la democracia como la pluralista ypopulista.

Del modelo republicano, especialmenteel clásico, me interesa destacar querechaza una concepción agregativa dela democracia; para los partidarios deesta concepción el ejercicio electoralvendría a ser la principal institución dela democracia y, por tanto, la suma delas preferencias individuales es el únicofactor a considerar para legitimar lasdecisiones políticas. Así, además delregateo gubernamental y legislativo, elmodelo republicano valora lo dialógicodel proceso de decisión política,procurando identificar la voluntadpopular para llevarla a la práctica(LAFONT, 2007). Si bien los modelosdeliberativo y agregativo de lademocracia comparten el modo cómodeben ser estructuradas las institucionesdemocráticas al interior de la política

2 Aunque la idea de deliberación democrática se conoce desde la antigua Grecia, de acuerdo conBohman (1998) el término “democracia deliberativa” fue acuñado por Besette en su ensayo de 1980“Deliberative Democracy: The Majority Principle in Republican Government”.3 Esto es así (no exclusiva pero si) fundamentalmente por el “giro deliberativo” en la teoría democráticaal que se refieren, entre otros, (DRYZEK, 2000: 1-7); (LAFONT, 2007).4 Si bien resulta discutible establecer cualquier relación de obras respecto a una teoría, estimo que unamuestra acertada del “núcleo común” de la DD, comprende fundamentalmente los trabajos de(ELSTER, 1983 - 1998); (BARBER, 1984: Chapter 7); (COHEN, 1989a - 1989b - 1996); (FISHKIN,1991); (BENHABIB, 1994 - 1996); (RAWLS, 1995 - 1999 - 2001); (HABERMAS, 1998 - 1999);(GARGARELLA, 1995 - 1996 - 1998); (GUTMANN – THOMPSON, 1996 - 2004); (SUNSTEIN,1993 - 1997 - 1998 - 2001); (KNIGHT – JOHNSON, 1994 - 1997); (NINO, 1996), (BOHMAN,1996 - 1998); (BOHMAN – REHG, 1997); (MACEDO, 1999); (YOUNG, 2000); (DRYZEK,2000); (FISHKIN – LASLETT, 2003); (BESSON – MARTÍ, 2006); (LAFONT, 2006 - 2007);(MARTÍ, 2006a - 2007) y, en nuestro medio, (MEJÍA, 1998); (HERNÁNDEZ, 2002);(RODRÍGUEZ, 2005); (HADDAD, 2006).5 Sobre el particular, consúltense (BOCK – SKINNER – VIROLI, 1990); (PETTIT, 1997);(HERNÁNDEZ, 2002); (GARGARELLA – OVEJERO – MARTÍ, 2004); (MARTÍ, 2007). Sobrelos elementos esenciales de la DD abordada desde la teoría política republicana, ver (RODRÍGUEZ,2005: Cap. 3, I).

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pública, se enfocan en perspectivasradicalmente distintas respecto alproceso de toma de decisiones políticas,así como en el fundamento de lalegitimidad de este proceso: en elconsenso en torno a ellas logrado en ladeliberación pública, el primer modelo,o simplemente en los votos que sustentanlas decisiones, el segundo.

Para los defensores de la DD, los votosde los representantes del pueblo nobastan, per se, para que una decisión seaconsiderada legítima y, por lo tanto, paraque pueda predicarse su sentido dejusticia. El respaldo de una decisiónmanifestado en votos, debe estarprecedido de una amplia deliberaciónpública entre los ciudadanos (o susrepresentantes) donde se escuchen lamayoría de perspectivas posibles y secontroviertan las distintas razones quefundamentan las propuestas.

Los requisitos que impone la deliberaciónprocuran trascender la mera validezjurídica para acatar la legitimidadpolítica6, que es la que vincula en elproceso decisorio la deliberaciónpública. Así entonces, un simple procesoagregativo que convierta laspreferencias privadas en decisionesmayoritarias, no cuenta con los recursos

para dar razón del grado de legitimidady justicia que deben tener las decisionesal interior de la política pública7.

Al establecer como requisito formal queen el proceso de formación de los actoslegislativos y de los actos de legislacióndeben surtirse debates públicos, laConstitución colombiana adopta unmodelo deliberativo de democracia. Entales debates deben ofrecerse razonesque puedan ser conocidas por los otroscongresistas y la sociedad. Uprimnyseñala al respecto (SC-668/04) que laobligación constitucional de loscongresistas de trascender susintereses y los de sus electores paraconsiderar el interés general, es unaexigencia de la DD teniendo en cuentaque, en virtud del artículo 133 C.Po.,“deberán actuar consultando la justiciay el bien común”.

Deseo detenerme y hacer énfasis enla importancia que la perspectivaliberal8 le otorga al pluralismo comouno de los caracteres propios ydistintivos de la cultura pública ypolítica de las sociedadescontemporáneas. Sin duda, JohnRawls ha sido, si no el más, uno de losautores que más estructuradamente hadesarrollado la noción del pluralismo

6 Para una crítica y prolematización de los conceptos de legitimidad, validez y eficacia a partir deRawls, Habermas y Luhmann, ver (MEJÍA, 2005).7 Una de las más influyentes y sugestivas oposiciones a la concepción agregativa de interesesmediante el voto, se encuentra en (ELSTER, 1998). Los ensayos de este libro no son apologías aultranza del modelo deliberativo, sino abordajes críticos donde se examinan igualmente sus límites.8 En general, consúltese sobre la perspectiva liberal de la deliberación (RODRÍGUEZ, 2005: Cap. 2,I).

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en clave de su necesidad para alcanzarconsensos que trasciendan los merosacuerdos de mayorías.

El modelo político del Estadocontemporáneo debe crear unasinstituciones justas que garanticen quecada quien tenga la libertad, lasoportunidades y los medios para definirsea sí mismo y para desarrollar su plan devida. En las sociedades contemporáneasoccidentales, plurales, complejas yfragmentadas es necesario unreconocimiento efectivo entre losindividuos como interlocutores válidos,quienes en igualdad de derechos y desdevariedad de doctrinas, están a favor delas concepciones del bien y la buena vidaque puedan alcanzar en condiciones dereciprocidad, solidaridad y cooperaciónsocial (RAWLS, 1995b: 16), así nocompartan de modo general unaconcepción de justicia fundada en unasola doctrina religiosa, filosófica o moral.

Desde el “Pluralismo razonable” losciudadanos aceptan la diversidad-pluralidad de posturas en lo filosófico,moral, religioso y político, basados enrazones que los conducen a considerardicho pluralismo como un bien y no comoun mal menor, para posibilitar la sanaconvivencia y la cooperación social quepropenda cada vez más por laconstitución de una sociedad bien

ordenada, pues conviene que coexistandiversas concepciones del bien y que lapropia concepción del bien privadopueda ser permanentemente redefinida.

Mientras que el “pluralismo en sí” o ensentido estricto, permite doctrinas nosólo irracionales, sino insensatas yagresivas, el “pluralismo razonable”signa la necesaria correlación entre lasociedad civil y el Estado democrático,lo cual exhorta a que el Estado y susgobernantes reconozcan las diversasformas de vida nacionales parapromover así el reconocimiento de lasminorías, de la identidad de las personas,los grupos sociales, sus diferencias, supertenencia cultural y su particularidadfrente a otros, y se dé una efectivasupervivencia, e incluso unflorecimiento, de las diversas formas devida nacionales.

El reconocimiento que Rawls hace delpluralismo moral, cultural y político lepermite recuperar el discurso políticoliberal y acentuar la reflexión sobre latolerancia. Debemos agregar que lo“razonable”9 del pluralismo rawlsiano nodebe entenderse como una meramuletilla retórica que le proporciona ala bien conocida y explorada noción del“pluralismo” un atractivo toque deilustración singular, sino que es razonableporque en la sociedad contemporánea

9 La distinción razonable-racional (RAWLS, 1995: Conferencia II, §1 - §1,3) se expresa en el distingokantiano entre el imperativo categórico y el imperativo hipotético. Lo razonable representa la ‘razónpráctica pura’, mientras que lo racional representa la ‘razón práctica empírica’ (RAWLS, 1995: 67).La Corte Constitucional entiende en sentido esencialmente rawlsiano tal distinción. Cfr.: SC-565 de1993 (M.P.: Hernando Herrera).

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convivimos diversas visiones del bien:por ejemplo, están los mahometanos,los judíos y los cristianos, en cuanto ala religión; filosóficamente, alternanaulas los utilitaristas, los kantianos, losrawlsianos y los seguidores de Nozick;y políticamente, están los liberales, losconservadores, el Polo Democráticoy los ‘a-políticos’; y estasconcepciones no las podemos cambiarirracionalmente. Es en consecuenciapreferible para la estabilidad y laarmonía social que convivamos con elpluralismo razonable, el cual no aspirasuperar las diferencias que laspersonas tienen entre las distintasvisiones del mundo, sólo implica quedebemos reconocer la otra culturacomo diferente pero constatar suigualdad de derechos.

Por el pluralismo razonable, Joshua Cohenpuede escribir con acierto que “El mayormérito de Rawls fue el haber colocado lafilosofía al servicio de la democracia”.

II. El concepto de DD entorno a sus característicasfundamentales y potencialesvirtudes

No obstante la proliferación deestudios en torno a la DD, no secuenta actualmente con unadefinición única e incontrovertible deesta teoría sobre la democracia10.Adicionalmente, subsiste un marcadodesacuerdo entre sus teóricos encuestiones como la revisión judicialde constitucionalidad, el escenarioideal para la del iberación y suprincipal objet ivo, así como lanecesidad de ciertas vir tudes ocompetencias por parte de losciudadanos al momento dedeliberar11. En lugar de referirnos ala teoría de la DD, podría sustentarsela existencia de variopintas escuelasque, desde diversas perspectivas, dancuenta de agendas propias de estudioe investigación12.

10 Por esto también resulta problemático que Palacios le asigne a Gargarella la representatividad del“tronco común” de la DD.11 Asimismo es recurrente entre sus teóricos discutir en torno a la distinción entre las dimensionesepistémica y democrática de la deliberación, sobre la que puede consultarse, entre otros, (LAFONT,2007). Para una de las más sugestivas defensas de la DD desde un punto de vista epistémico, ver(NINO, 1996: Chapter 5), la cual critica sugestivamente Víctor Ferreres (RODRÍGUEZ, 2005: Cap.2,III,1). Sobre la concepción epistémica de la democracia frente a la deliberación, ver desde diversasperspectivas, (COHEN, 1986); (ESTLUND, 1997); (REHG, 1997); (ROSENKRANTZ, 1999);(RODRÍGUEZ, 2005: Cap. 2,III,B); (MARTÍ, 2006b). Conforme a Lafont (2006) una justificaciónesencialmente epistémica de la DD, carece de recursos internos para explicar por qué la deliberacióndebe ser democrática. Para una distinción entre las perspectivas procedimentales y epistémicas de ladeliberación, ver (DRYZEK, 2000); (FREEMAN, 2000).12 Para una clarificación del concepto de “DD”, ver (COHEN, 1989). A partir de los ensayos deElster, Habermas, Cohen y Rawls, en: (BOHMAN – REHG, 1997), se pueden establecer losprincipales interrogantes actuales de la DD. Para una ilustrativa síntesis de los modelos de DD deHabermas, Cohen, Bohman, Stokes, Rawls y Gambetta, consúltese (HADDAD, 2006).

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Sin embargo, como advierte Elster, losdiversos fenómenos que se incluyendentro del concepto de DD, conformanun núcleo común en virtud del cual latoma de decisiones colectivas debehacerse, o directamente con laparticipación de todos aquellos queserán afectados por la decisión, o porintermedio de sus representantes: “estaes la parte democrática”. Para talnúcleo común, asimismo, “la toma dedecisiones debe hacerse por medio deargumentos ofrecidos por y para losparticipantes que están comprometidoscon los valores de racionalidad eimparcialidad: esta es la partedeliberativa. Las anteriorescaracterizaciones son algo preliminares,pero creo que captan razonablementebien la interacción de todas lasdefiniciones presentes” (ELSTER,1998: 8-9).

En general podríamos decir que la DDes una concepción teórica sobre lademocracia que sostiene que la principalvirtud de los procesos de toma dedecisiones políticas, y la que igualmentelos justifica, es la imparcialidad, la cualproviene de la amplia deliberaciónpública que antecede la votación,realizada entre los ciudadanos libres eiguales que serán afectados por ella (asísea potencialmente)13. Tal deliberaciónconduce mejor que otros medios alrefinamiento de los argumentos

presentados para sustentar los puntosde vista individuales.

A pesar de las diferencias formales ysustanciales que subyacen en losvariados modelos de la DD, podemosdestacar entre algunos de los principalesexponentes y defensores –que vandesde Rawls, Habermas, Sunstein,Elster, Young, Cohen, Gutmann -Thompson hasta Nino y Gargarella– losrasgos esenciales que, sin pretenderloscompendiar aquí en su total complejidad,caracterizo sintéticamente acontinuación (así como en el resto delensayo) con el ánimo de estructurar el“núcleo común” de la DD en torno asus características y potenciales virtudes:

1. La exposición pública de losargumentos los expurga de ciertoserrores en la media en que al advertirconjuntamente las debilidades de lastesis, propias y rivales, los interlocutoresse enriquecen mutuamente y depuransus perspectivas, avanzando en laconstrucción de decisiones másrazonables.

2. La deliberación permite la ampliacióndel panorama de nuestros juicios. Enpalabras de Rawls, “el intercambio deopiniones con los demás modera nuestraparcialidad y ensancha nuestraperspectiva; se nos hace ver las cosasdesde otros puntos de vista, así como

13 Cfr.: (MANIN, 1987: 352); (COHEN, 1989a - 1996); (BENHABIB, 1994); (BOHMAN, 1996);(ELSTER, 1998: 8); (DRYZEK, 2000).

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los límites de nuestra propia visión”(RAWLS, 1995a: 327)14.

3. La deliberación provee mutuainformación, la cual contribuye aexpandir el panorama de las alternativasentre las cuales optar. Así es como nosólo el resultado de la deliberación esproducto de nuevas y depuradasconsideraciones, sino que también sefavorecen las decisiones políticas por elconsenso del que son producto.

4. El que las razones deban serpermanentemente oponibles ante terceros,obliga a los participantes del procesodeliberativo a trascender sus interesesindividuales en pro de las razones quepropendan por el bienestar general.

5. Por la amplia consideración de losasuntos públicos, la deliberaciónfavorece la solidaridad hacia losproblemas que aquejan al resto de lasociedad. Intercambiando ideas ycreencias se reduce la posibilidad de quelos ciudadanos estén guiadosexclusivamente por sus propiosintereses, y piensen en cambio con unsentido más de comunidad(GUTMANN – THOMPSON, 1996).

6. Los participantes clarifican y, en

muchos casos, redefinen sus propiasperspectivas sobre los asuntos queafectarán al resto de la sociedad,ampliando el rango de solucionesalternativas sobre los problemasplanteados. Así, en el proceso deliberativopuede salir a la superficie la falta decompromiso social, el irrespeto por lasminorías o algún “mico” en una decisión.

7. La DD respeta las mayoríasdeliberantes15, pero no desampara losintereses minoritarios, por lo que lasrazones producto de un procesodeliberativo son más justas en la medidaen que toman en consideración, tanto losintereses ampliamente respaldados, comolos minoritarios.

8. La deliberación permite que losciudadanos ejerzan un efectivo controlsobre los miembros de instituciones comoel Congreso y las altas cortes, ya que uncompromiso permanente de aquellosobliga a los funcionarios a justificar yexplicar públicamente sus decisiones.

9. Gargarella (1995 – 1996: 160) subrayaun carácter educativo de la deliberación,teniendo en cuenta que intercambiandoargumentos, escuchando otras razones ymodificando o ajustando algunasperspectivas, las personas tienen la

14 Puntualmente respecto a los tres elementos esenciales de la democracia constitucional bienordenada (“well-ordered constitutional democracy”), que en Rawls se entiende también como DD,consúltese (RAWLS, 2001: 138 y ss.).15 Sobre los límites del poder de las mayorías en lo relativo a la DD, ver (GARGARELLA, 1996:164 - 172).

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oportunidad de educarse a sí mismas16.

10. Gutmann y Thompson (1996)señalan que a través de la discusión losparticipantes pueden presentarsoluciones alternativas teniendo encuenta el conocimiento disponible sobrelos errores del pasado gracias a ladeliberación.

II.I La imparcialidad de lasdecisiones como principalvirtud de la deliberación

Cuando Palacios afirma que “ladeliberación de un conjunto deconocimientos imperfectos, nonecesariamente produce unconocimiento perfecto o adecuado”,asume que los defensores de la DDpretenden garantizar la imparcialidady justicia en las decisiones que se tomanluego de un proceso de discusióncolectiva. Pero al contrario, la demandade esta teoría sobre la democracia sedirige es hacia el favorecimiento de talesresultados propiciando un espacio dedeliberación y condicionándolo sólo a lalibertad e igualdad reales entre losciudadanos. “La discusión puede impedir(o ayudar a prevenir), la adopción dedecisiones parciales o sesgadas, virtudésta que resulta de primera importanciapara cualquier sistema de toma dedecisiones” (GARGARELLA, 1995).

En otras palabras, la deliberación esconcebida como una condiciónnecesaria, más no suficiente paraalcanzar decisiones justas para todos yno sólo buenas para algunos.

En cualquier caso, la deliberación puederesponder mejor que otros medios a laansiada imparcialidad en las decisionespolíticas, ofreciendo un camino másdefendible para alcanzar políticasmutuamente justificables a partir derazones ponderadas por parte de todoslos eventualmente afectados por ellas.

Los prejuicios y las razones egoístas alinterior de los argumentos que puedensurgir en la deliberación, se excluyen deldebate político por su sola falta depretensión de universalidad. De estaforma, las ideas deben tener una gradode imparcialidad para que puedan serjustificadas en términos del bien común.Tal necesidad de justificar las decisiones,amplía la posibilidad de que se tomendecisiones sustantivamente correctas yque se garanticen mínimamente lasexpectativas de los diversos sujetosintegrantes de la sociedad.

De igual forma, no es que la deliberacióncambie necesariamente las preferenciasde los individuos17, pero sí puedeconducir a que las modifiquen para quesean aceptables ampliamente. Se

16 Las cinco características de la DD sostenidas por Gargarella (1996: 157 y ss.) las retoma RodrigoUprimny en su aclaración de voto a la SC-668 de 2004.17 Gerry Mackie se pregunta sugestivamente Does Democratic Deliberation Change Minds? Preparedfor the Workshop, Democratic Theory: The Canberra Papers. March 27, 2002. Ver también(MACKIE, 2003).

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propende así por resultados más justos(YOUNG, 2000) y por la creación deun mayor entendimiento y, de este modo,una mayor tolerancia entre lasperspectivas opuestas (GUTMANN –THOMPSON, 1996).

II.II El escenario para ladeliberación y la revisiónjudicial de constitucionalidad

Como acertadamente sostieneRodríguez Peñaranda en sus“Desagravios...”, para la mayoría de lospartidarios de la DD, el lugar idóneopara el ejercicio de la deliberación es elmismo Parlamento18. Autores insignesde la DD como Sunstein (1998 - 2001)y Gargarella (1995 - 1996)19, sostienenque el poder Legislativo –en lugar delas Cortes como actualmente sucede enmuchas democracias– es el órganoplural y deliberativo que está dotado delas capacidades epistémicas adecuadaspara que los representantes de losdistintos sectores trasciendan susdiferencias y resuelvan la mayoría delos asuntos concernientes a la políticapública, llegando a decisiones lo másjustas posibles.

Si bien los modelos defendidos por estosdos autores procuran limitar el papel delas Cortes, no suponen una defensa

desmedida del poder representado porlas mayorías. En su defensa a la DD,Sunstein argumenta que la legitimidadde la democracia debe conducir haciaun “minimalismo judicial” en virtud delcual las cortes deben ser mas biencatalizadoras del debate ciudadano através de interpretaciones innovadorasen casos difíciles y sensibles a la opiniónpública.

El hecho de que sea el poder Legislativoy no el Judicial el encargado depronunciar la última palabra sobre losasuntos de la política pública, nos remitea la controvertida cuestión del activismojudicial. El sistema institucionalcolombiano, respecto a la DD, parecierarequerir un menor papel protagónico dela Corte Constitucional, en especial,respecto a la decisión de cuestionessustantivas que fueron originalmentedecididas por el Legislativo, enrepresentación del pueblo, yposteriormente invalidadas por 9magistrados que no cuentan conlegitimidad democrática en la medida enque no fueron elegidos directamente.Este problema de, digamos, déficit derepresentatividad de la jurisdicciónconstitucional, se ilustra con la llamadaobjeción contramayoritaria del PoderJudicial (GARGARELLA, 1996), envirtud de la cual se objeta el amplio

18 Cuestión en la que radica, para la autora, el que la DD no sea una defensa a ultranza del activismojudicial. Cfr.: (RODRÍGUEZ, 2005).19 Las referencias a los ensayos de Gargarella y Lafont que no cuentan con la paginación respectivaprovienen de las versiones manuscritas. Asimismo, todas las referencias en inglés a obras y casos dela Suprema Corte, son traducciones mías.

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poder decisorio de cierre de los jueces(en nuestro caso, la CorteConstitucional) en múltiples asuntos dela política pública referentes acuestiones sustantivas o valorativas–considerando su referida falta delegitimidad–, que fueron decididas porel pueblo a través de sus representantes.

Conforme a Sunstein, a la revisiónjudicial de constitucionalidad sólo deberecurrirse en circunstanciasexcepcionales, tales como cuando estánen juego derechos que son medularesen el proceso democrático o cuandoresulta improbable que diversos gruposreciban un tratamiento justo en elproceso legislativo20.

El tribunal constitucional tendría, enconsecuencia, una importante (perosecundaria) labor que desempeñar. Alrespecto, Sunstein propende por una“interpretación constitucional por fuera delas Cortes” debido a que la Constituciónfue escrita por todos y no sólo por losjueces, por lo que en consecuencia debeser activamente interpretada por losciudadanos. Esta idea está enconsonancia con la exigencia de Sunsteinpor abandonar la neutralidad apática porel destino político de las sociedades, yaque la DD requiere una ciudadanía másactiva, crítica y propositiva.

Otra razón para sustentar estainterpretación extensiva del textoconstitucional, es que a menudo lasdecisiones judiciales son poco efectivas.Un ejemplo de esto en nuestro medio esel fallo de la Corte sobre eldesplazamiento forzado, por el cual elentonces presidente, Magistrado Cepeda,le llamó la atención al Ejecutivo por losmedios de comunicación debido a laineficiencia de las políticas que debíatomar en consecuencia del fallo.

En sentido similar, Gargarella (1995 - 1996)arguye que el modelo argentino de controljudicial de constitucionalidad (como elcolombiano, podríamos agregar) debe sufriruna serie de reformas para que el objetivode tal ejercicio se transforme con miras aarticularse con los ideales de la DD. Elpoder de los tribunales constitucionales –de acuerdo a su perspectiva– debe (i)aislarse de las situaciones que correspondedecidir a las bancadas políticas delLegislativo, tales como la cuantía de lastransferencias y los impuestos a productosy servicios determinados, y (ii) concentrarseen aquellos casos donde se censurenopiniones, se desampare el derecho dereunión y se imposibilite la discusióndemocrática, particularmente en losescenarios donde debe protegerse laparticipación de los grupos minoritarios (i.e.,partidos políticos y minorías culturales)21.

20 La legitimidad de muchas decisiones tomadas por la Corte Constitucional, que en principiocorresponderían al Legislativo, radica, estimo, en el carácter subsidiario de tales decisiones sobreasuntos respetuosos a las minorías y atinentes a la protección de ciertos derechos, que son desconocidospor los representantes del pueblo en el Congreso.21 Para un análisis de la defensa de las minorías acometida por la Corte Constitucional, ver(RODRÍGUEZ, 2005: Cap. 5).

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III. Otra característica de laDD: su antielitismoAnalizado con base en elpresupuesto individualistade la DD y a partir de unaimplicación de éste en lagarantía constitucionalsupra-mayoritaria de losderechos fundamentales

El antielitismo de la concepcióndeliberativa de la democracia, paraGargarella (1995), se funda en el rechazoa la idea de que una persona o grupo depersonas es más competente paradecidir los asuntos públicos de maneraimparcial. James Madison, AlexanderHamilton y John Jay (1961), al contrario,sostuvieron que las mayorías no estabancapacitadas para gobernarse a símismas, por lo que un selecto grupo derepresentantes debían regular lavoluntad mayoritaria. Como lo recuerdaSunstein, los redactores de laConstitución norteamericana temían quelos gobiernos mayoritarios estuvieranmovidos exclusivamente por interesesde grupos privados, por muy numerososque fueran. “En el sistema constitucional,a las mayorías no se les permitegobernar simplemente porque sonmayorías. Por el contrario, laConstitución estableció un tipo derepública de razones –un sistema depesos y contrapesos [checks andbalances] que incrementaría laprobabilidad de contar con juicios más

reflexivos” (SUNSTEIN, 2004: 31). Ental república de razones, como afirmóen una obra anterior (2001: 239)22, losciudadanos y sus representantes, asícomo los electores y los miembros delgobierno, deliberan respecto a lasdistintas funciones decisorias que tienenque cumplir.

De este modo, los redactores procuraroncrear una DD en la cual las institucionesque representan a la ciudadanía y lasencargadas de vigilar los controles yequilibrios entre los poderes, asegurenun proceso deliberativo entre ciudadanospolíticamente iguales, en lugar que unaagregación de sus intereses individuales(SUNSTEIN, 1997).

Si bien es difícil encontrar a estas alturasde la historia una defensa tan radical dela incompetencia ciudadana para decidirlos asuntos públicos (actuando como enuna especie de “minoría de edad kantianacolectiva”), los que defienden unaconcepción meramente agregativa de lademocracia no parecen distanciarsemucho de quienes, como los redactoresde la Constitución norteamericana, sólole atribuyen a la ciudadanía un papelpasivo en la elección de susrepresentantes. En este sentido yconforme a la concepción populista dela democracia, la votación de lasmayorías es necesaria, pero ademássuficiente, para legitimar el proceso detoma de decisiones.

22 Sobre este concepto, ver también (SUNSTEIN, 1998: Part I,A).

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En contra igualmente de posturaspluralistas de la democracia, que noenfatizan la importancia de ladeliberación y sólo procuran ampliar elnúmero de intereses divergentesparticipantes en el proceso de toma dedecisiones, la DD tiene un presupuestoindividualista que, además de lodestacado previamente, considera a laspersonas como unidadesfundamentales del proceso democrático(GARGARELLA, 1995 – 1996).

III.I DD y DerechosFundamentales

Sostengo que una correcta implicaciónpolítica y jurídica de este presupuestoindividualista de la DD, es la defensade los derechos subjetivos que seexpresa en la que bien puededenominarse, estimo, “garantíaconstitucional supra-mayoritaria de losderechos fundamentales”, en virtud dela cual se sostiene que la maximizaciónde los beneficios para la comunidad ensu totalidad, no puede ir en detrimentode los intereses que, como los de lasminorías sociales, culturales, étnicas,etc., no están ampliamente respaldados.

Sobre esta cuestión, Rawls resulta muyilustrativo, pues al respecto determinó,en contra del utilitarismo, que “cadapersona posee una inviolabilidadfundada en la justicia que incluso elbienestar de la sociedad en general nopuede desatender” (RAWLS, 1971: 3).En efecto, una de las primeraspreguntas que se hizo fue ¿es justa laconcepción de justicia por el sólo hechode provenir de una mayoría?23. Para lasegunda Prioridad en la aplicación delos principios de justicia, la justicia primasobre la eficiencia y el bienestar.

Tal garantía constitucional proviene dela filosofía moral de Kant, para la cual,como cada persona humana es un finen sí mismo y no un medio, no puedeser sacrificada a favor de los demás (“noinstrumentalices al otro”)24.

Uno de los redactores de la Constituciónnorteamericana, Alexander Hamilton,fue quien primero abogó por estaconcepción al sostener que la voluntadgenuina del pueblo reside en laConstitución, y no en las decisionestransitorias del legislativo. Desdecualquier punto de vista, el poder judicial

23 En general, consúltense sus ensayos, “Justice as Fairness” (1962), “The Sense of Justice” (1963),“Constitutional Liberty and the Concept of Justice” (1963) y “Legal Obligation and the Duty of FairPlay” (1964).24 Hay que tener en cuenta aquí, de paso, que Kant no entendía de manera absoluta la inviolabilidadde la persona humana. En la primera parte de su Metafísica de las costumbres (“Doctrina delderecho”), defendió la pena de muerte. El derecho penal no encuentra justificación, en Kant, en elhecho de prevenir el delito o reeducar al delincuente, sino en una cuestión básicamente retributiva:el derecho justo asegura la correspondencia entre castigo y delito, y vela porque no se rompa eseequilibrio. Por eso la aplicación de la pena de muerte sólo corresponde al Estado y para él –encuanto persona moral– es un imperativo categórico aplicarla rigurosamente. Esa doctrina retributivahoy en día se considera cosa del pasado.

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es superior al legislativo, pero el poderdel pueblo representado en unaConstitución, es superior a ambos(HAMILTON – JAY – MADISON,1961: No. LXXVIII). En este sentido,para Gargarella (2006), “Hamiltoninauguró una nueva forma de pensar lasrelaciones entre la Constitución, lademocracia, y el poder legislativo”.Sunstein igualmente recurre a Hamiltonpara afirmar que “Las diferencias deopinión y los enfrentamientos de lospartidos políticos en la legislatura (…)a menudo promueven la deliberación yla prudencia [circumspection], y sirvenpara controlar los excesos de lasmayorías” (SUNSTEIN, 2004: 31).

En la sentencia del caso conocido como“Saludo a la Bandera” (1943), elMagistrado de la Suprema Corte, RobertJackson, afirmó que “El propósito mismode una Declaración de Derechos fueretirar ciertos temas de las vicisitudesde la controversia política paracolocarlos fuera del alcance de mayoríasy funcionarios y establecerlos comoprincipios jurídicos que serían aplicadospor los tribunales. El propio derecho ala vida, a la libertad y la propiedad, a lalibertad de expresión, a la prensa libre,a la libertad de cultos y de reunión y

otros derechos fundamentales no debensometerse a votación: no dependen delresultado de elecciones”25.

En el fallo Marbury vs. Madison,ampliamente considerado el más célebrede la jurisprudencia norteamericana26, elentonces Presidente de la SupremaCorte, John Marshall, justificó lasupremacía judicial como la formacorrecta de proteger la voluntad real delpueblo. Allí estableció las bases de laautoridad futura de la Corte al declararque es de su competencia “decir lo quees la ley, que es la esencia de su deberjurídico”, afirmando que laresponsabilidad de la Corte de derogarla legislación inconstitucional, era unaconsecuencia necesaria del cometido desostener la Constitución. Se estableceasimismo el principio de la interpretaciónjudicial sobre el de la interpretaciónpolítica de la Constitución. Se dice en laconclusión: “Si una ley se opone a laConstitución y si ambas se aplican a uncaso concreto, de tal manera que la Cortedebe fallar conforme a la leydesestimando la Constitución, oconforme a la Constitución desestimandola ley, es la misma Corte la que debedeterminar cuál de estas normas enconflicto regula el caso”27.

25 Citado por Stephen Holmes, “Precommitment and the Paradox of Democracy”, en: (ELSTER –SLAGSTAD, 1988: 195 - 240).26 Con algunas distinguidas excepciones, como la de Oliver W. Holmes, para quien este lugar lo ocupael caso Martin vs. Hunter’s Lessee (1816) donde la Suprema Corte federal reafirma su autoridadsoberana sobre las supremas cortes de los estados. Para Holmes, “es posible construir una nación sincontrol de constitucionalidad de las leyes, pero resulta difícil lograr ese propósito sin la existencia deuna instancia que unifique la interpretación de las normas básicas”.27 Marbury vs. Madison (5 U.S. 137, February, 1803). Ver al respecto (GARGARELLA, 1996: 44-47).

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Nuestro Derecho Constitucional hahecho una efectiva recepción de estagarantía constitucional28, particularmenteen la versión sostenida por Robert Alexy(1997: 495), para quien, “desde el puntode vista del derecho constitucional [losderechos fundamentales] son posicionestan importantes que su otorgamiento ono otorgamiento no puede quedar enmanos de la simple mayoríaparlamentaria”. Así, en la SC-350/94(M.P.: Alejandro Martínez), se lee,“Condicionar la validez de un derechoconstitucional a los criterios de lasmayorías es quitarle toda su eficaciaespecífica puesto que, en una granmedida, los derechos constitucionalesfundamentales son las promesas queformulan las mayorías a las minorías –y a esas minorías radicales que son laspersonas– de que su dignidad e igualdadserá respetadas”. Los juecesconstitucionales (es decir, todos) estánllamados a reconocer y proteger

derechos como el mínimo vital29 frenteal poder de las mayorías, tal como lo hahecho la Corte Constitucional ennumerosas sentencias30.

El modelo de la DD incorpora el idealdemocrático de la justicia e igualdadreal, por lo que no sacrifica los derechosni las libertades de ningún ciudadano nide ninguna minoría, debido a lasatisfacción del bienestar general.

IV. El compromiso de laCorte Constitucional conla deliberación y ésta comorequisito esencial para lavalidez de su jurisprudencia:algunos ejemplos y unacrítica con base en eldesconocimiento de susauto-precedentes

Para Gargarella (2006), la CorteConstitucional colombiana representa

28 Es reconocida la influencia de la noción introducida por Diego López Medina de los países que son“sitios de producción” de Teorías Transnacionales del Derecho, donde en “ambientes hermenéuticosricos” los lectores poseen acceso extra-textual a un rico bagaje de información nacida entre suspropias discusiones iusteóricas. Frente a estos “sitios” están los países (como el nuestro) que son“sitios de recepción” de Teorías, donde en “ambientes hermenéuticos pobres” los lectores sóloreciben información textual periférica sobre las estructuras conceptuales y las teorías nacidas en los“sitios de producción”. Véase (LÓPEZ, 2004: Cap. 1.2).29 El cual no está consignado en la Constitución (i.e., es un derecho innominado) pero se desprendede otros derechos fundamentales mediante una interpretación constitucional sistemática. Sin ser ésteel lugar para un análisis sobre el tema, consúltese (ARANGO, 2004). Cfr. mi reseña de su última obra,“El concepto de derechos sociales fundamentales, de Rodolfo Arango”, en: Revista Aleph No. 137,(abril / junio) 2006.30 A título simplemente ilustrativo, ver, entre muchas otras: ST-426/92, ST-005/95, ST-144/95, ST-147/95, ST-198/95, ST-202/95, ST-287/95, ST-076/96 (seguridad social); ST-146/96, ST-166/97, ST-174/97; ST-529/97, ST-144/99, ST-502/99, ST-679/99, SU-995/99, ST-121/01, ST-132/01 (mora enel pago de salarios); ST-238/98, ST-283/98, ST-286/98 (despido injusto de embarazadas); ST-328/98,ST-283/98, ST-286/98, ST-597/93, ST-571/98 (exclusión de medicamentos y tratamientos del POSque amenazan DD.FF.).

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probablemente la expresión mássofisticada de un tribunal comprometidocon la DD y con la protección judicialde los derechos sociales. Efectivamente,la Corte en respaldo de sus decisiones,ha presentado diversas consideracionesteóricas en torno a la importancia deproteger y exigir la deliberación públicaen el escenario Legislativo como uno delos elementos esenciales delordenamiento legal y constitucional,tanto al nivel de la validez jurídicaintrasistémica, como al de la legitimidadpolítica extrasistémica31.

En la SC-222 de 1997 (M.P.: JoséGregorio Hernández) se afirmó que “LaCorte Constitucional otorga granimportancia al concepto “debate”, queen manera alguna equivale a votación[la cual] no es cosa distinta de laconclusión del debate, sobre la base dela discusión y sobre el supuesto de lasuficiente ilustración (…). Enconsecuencia, a menos que todos losmiembros de una comisión o cámaraestén de acuerdo en todo lo relativo adeterminado tema –situación bastantedifícil y de remota ocurrencia tratándosede cuerpos representativos yheterogéneos, como lo es el Congreso–es inherente al debate, tanto la

exposición de ideas, criterios yconceptos diversos y hasta contrarios yla confrontación seria y respetuosa entreellos, como el examen de las distintasposibilidades y la consideración colectiva,razonada y fundada, acerca de lasrepercusiones que habrá de tener ladecisión puesta en tela de juicio”. Ensentido similar se sostuvo posteriormente(SC-760 de 2001. Ms.Ps.: Manuel JoséCepeda - Marco Gerardo Monroy) queel debate es “la oportunidad de hacerefectivo el principio democrático en elproceso de formación de la ley, encuanto posibilita la intervención yexpresión de las minorías, así como lavotación es el mecanismo que realiza laprevalencia de las mayorías, tambiénconsubstancial a la democracia. (…)Faltando el debate, la votaciónsubsiguiente debe considerarseigualmente inválida, pues (…) auncuando el debate y la aprobación sonetapas identificables del procesoparlamentario, la votación de un textopor parte del Congreso no es más quela decisión que adopta una mayoría,como conclusión del debate en el cualhan participado tanto mayorías comominorías. (...) [L]a discusión es unaspecto esencial del debate. En virtudde lo anterior, se ve que la votación no

31 Dentro de las sentencias más representativas al respecto, consúltense: SC-013 de 1993 (M.P.:Eduardo Cifuentes); SC-386 de 1996 (M.P.: Alejandro Martínez); SC-222 de 1997 (M.P.: JoséGregorio Hernández); SC-760 de 2001 (Ms.Ps.: Manuel José Cepeda - Marco Gerardo Monroy);SC-915 de 2001 (M.P.: Eduardo Montealegre); SC-1250 de 2001 (M.P.: Manuel José Cepeda); SC-688 de 2002 (M.P.: Rodrigo Escobar); SC-801 de 2003 (M.P.: Jaime Córdoba); SC-551 de 2003(M.P.: Eduardo Montealegre); SC-1056 de 2003 (M.P.: Alfredo Beltrán); SC-839 de 2003 (M.P.:Jaime Córdoba); SC-1152 de 2003 (M.P.: Jaime Córdoba); SC-313 de 2004 (M.P.: Jaime Córdoba);SC-370 de 2004 (M.P.: Jaime Córdoba); SC-372 de 2004 (M.P.: Clara Inés Vargas).

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puede concebirse independientementedel debate y de la discusiónparlamentaria”.

Sobre el debate y la posterior votación,se afirmó en la SC-1147 de 2003 (M.P.:Rodrigo Escobar) que “aun cuando laley y la propia hermenéuticaconstitucional han establecido una líneadiferencial entre los conceptos de debatey votación, precisando que el primerocomporta la discusión o controversia entorno al proyecto de ley puesto aconsideración del Congreso, y elsegundo el acto colectivo en el que losmiembros de la Corporación declaran suvoluntad acerca de la iniciativa discutida,con el mismo criterio han aclarado queuno y otro -debate y votación-constituyen parte esencial del trámitelegislativo fijado por el ordenamientojurídico y, por tanto, que son instanciasdeterminantes que deben observarse ycumplirse a cabalidad para que puedaentenderse válido el proceso deaprobación de las leyes”.

En la ST-213 de 2004 (M.P.: EduardoMontealegre) se sostuvo que la funciónde la libertad de expresión–particularmente de prensa– de crearcondiciones para una real democraciadeliberativa donde se ejercite el controldel poder (en este punto retoma la SC-010 de 2000), impone al medio decomunicación el establecimiento deescenarios donde la opinión puedaconfrontarse por las contrapartes.Respecto a la DD y la libertad deexpresión, Sunstein afirma que el

propósito de la libertad de expresióndebe ser “un tipo de democraciadeliberativa, en la cual la responsabilidadpolítica y la regla de mayorías estáncombinadas con la obligación deposibilitar que los juicios emerjan pormedio de la discusión pública”(SUNSTEIN, 1993: 46). Esta afirmaciónestimo que condensa el sentido enterodel libro.

La sólida línea jurisprudencial que hanconstituido tales precedentes, consagrala necesidad de la deliberaciónparlamentaria y la cual –como sustentaUprimny en su referida aclaración devoto– hunde sus raíces en una de lasjustificaciones más profundas de lajurisdicción constitucional, como es laprotección de la formación de unavoluntad democrática imparcial yreflexiva en el Congreso.

Lo que le resulta más interesante aGargarella es que la Corte ha amparadoderechos sociales, articulando una activistay progresista jurisprudencia con unprofundo respeto por la DD, y hadeclarado inexequibles leyes que fueronaprobadas por el legislativo sin unaadecuada deliberación pública. Ejemplificalo anterior con la declaratoria deinconstitucionalidad del estatutoantiterrorista, donde la Corte fundamentósu decisión, entre otras consideraciones,en que más de una docena de losrepresentantes que lo respaldaron, habíancambiado su voto de un día para otro sindar alguna explicación pública. Asimismo,en la SC-668 de 2004 la Corte declaró

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32 Otro sugestivo punto de vista sobre la deliberación al interior de la Corte Constitucional, seencuentra en (RODRÍGUEZ, 2005: Cap. 2, III, 2C).33 En su aclaración de voto a la SC-668 de 2004, Rodrigo Uprimny sustentó que la declaratoria deinexequibilidad sólo se fundamentó en que el Presidente de la Cámara olvidó formalmente abrir adiscusión el texto en uno de los debates, cuando la deliberación reglamentaria ciertamente se habíaefectuado. Sólo es implícita la adscripción de la sentencia en la línea jurisprudencial respectiva.

inexequible el artículo 16 del ActoLegislativo No. 01 de 2003, sustentandoque hubo ausencia de debate en la Plenariade la Cámara de Representantes.

El compromiso de la Corte con la DDse evidencia igualmente en la“modulación de los efectos de lassentencias”. Gargarella acude alMagistrado Cepeda para explicar elpropósito de este método, el cual “noresulta como consecuencia de lainterferencia judicial con el poder delCongreso, sino como un medio paraarmonizar la necesidad de preservar laConstitución con el profundo respetopor la Corte por las decisiones de lalegislatura. A través de las decisionesmoduladas es que la Corte buscamantener la valides de las leyes tantocomo sea constitucionalmente posible”(CEPEDA, 2004b: 566). Así es comoen varias decisiones la Corte hapospuesto la aplicación de lainconstitucionalidad por un períododeterminado, tal como la ST-153 de1998 donde se examinaron los abusoscometidos por los miembros del INPECy se determinó que el Gobierno tenía4 años para remediar tal situación.Allí dijo la Corte que no es el Judicialsino el Legislativo, el poder que debedecidir cómo ponerle fin a estosabusos en las prisiones.

En el fallo sobre el desplazamientoforzado (ST-025 de 2004) la Corte siguióuna estrategia similar, ya que consideróque la política gubernamental eraprofundamente inadecuada e ineficiente,pero en lugar de imponerle una decisiónalternativa, afirmó que le haría unseguimiento a las decisionesgubernamentales que remediaran estasituación para asegurarse que estuvieranen armonía con la Constitución.

Para Gargarella (2006) estos ejemplosilustran formas en las cuales las Cortespueden asumir una fuerte e inclusoagresiva actitud concerniente a laprotección de los derechos sociales y, almismo tiempo, honrar su compromisocon la DD32.

Sin embargo, resulta paradójico que conreferencia a la elusión deliberativa en elCongreso, la Corte haya declaradoinconstitucionales leyes y actoslegislativos, o alguno de sus artículos, porrazones eminentemente formales comoel olvido del Presidente de la Cámara deabrir a discusión el texto (lo cual es unritual materialmente intrascendental),cuando efectivamente existió el debateen la respectiva sesión33, mientras queen la SC-1041 de 2005 que declaróexequible el acto legislativo 02 de 2004(reelección presidencial inmediata), tal

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como lo sustentó el Magistrado JaimeCórdoba en su salvamento y aclaraciónde voto, aconteció una flagrante elusióndel debate.

Argumentó Córdoba que la existencia deocho debates en el Congreso en caso deacto legislativo, “es una exigencia de lademocracia deliberativa para asegurar quela reforma constitucional sea el fruto desólidos consensos reforzados que puedanperdurar en el tiempo y en cuya formacióntodos los intereses relevantes hayan sidoseria y serenamente tomados en cuenta”.Pero tanto en el trámite de losimpedimentos y recusaciones, y en elcuarto debate de la plenaria de la Cámaradurante la primera vuelta legislativa, comoen la aprobación de los informes deconciliación por las plenarias de Senado yCámara, se vulneraron el principiodemocrático y los derechos de los partidosminoritarios, y se violaron las condicionesconstitucionales inexcusables para laaprobación de las reformasconstitucionales.

Así, en el debate de la plenaria de laCámara, su Presidente precipitó la votaciónde la ponencia del proyecto de actolegislativo al abrir y cerrar el debate en uncorto lapso de tiempo, no obstante un sectorde la minoría encontrarse ausente del recintodefiniendo la posición de la bancada.Posteriormente el Presidente negó el usode la palabra a varios representantes y

procedió a ordenar la votación del articuladosin haber abierto previamente el debate. Enla etapa de conciliación en Senado yCámara, al votar los informes, acontecióel mismo trámite precipitado y ausentede garantías deliberativas.

Respecto al examen deconstitucionalidad del acto legislativo 02de 2004, la Corte sencillamente debió –conforme a nuestra perspectiva– estarsea lo resuelto en repetida jurisprudencia,por haberse operado el fenómenoprocesal de la cosa juzgadaconstitucional, donde declaróinexequibles las normas que, como el“estatuto antiterrorista”, fueronaprobadas por el Congreso sin habersesurtido el debate reglamentario. En elcaso del referido Acto esto resultaevidente luego de examinar las pruebasrecabadas por la Corte, especialmentelas Gacetas del Congreso donde setranscribieron las deliberaciones, losvideos de las sesiones transmitidas portelevisión y las grabaciones de las otrassesiones, donde se demuestra que en elcuarto debate de la plenaria de laCámara, durante la primera vueltalegislativa, y en las conciliacionesadelantadas en Cámara y Senado, seeludió el debate, vulnerándose asíderechos de las minorías políticas.

Podemos decir, en consecuencia, quela SC-1041 de 200534 desconoció sólidos

34 Gargarella criticó esta sentencia (“La falla de la Corte Constitucional”. Semana On-Line, oct. 2/06)pero no sobre este punto sino sobre la auto-expansión de los poderes de la Corte y sustentado quedebió pronunciarse en torno a que el Legislativo no puede modificar las reglas de juego de modo talque se beneficien inmediatamente los que las cambian. Dice Gargarella “No hay misión más importantede la Corte que la de impedir esta posibilidad (…) Es llamativo y muy preocupante que una Corte tan

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auto-precedentes35, donde elMagistrado Córdoba ha sido uno desus principales defensores (como sevio atrás36), en torno a la necesidadde que al interior de un régimendemocrático la votación de decisionescomo las leyes, pero particularmenteen la votación de los actos legislativosque intervienen directamente con laestructura misma del sistema jurídico,debe estar precedida del debateparlamentario exigido por laConstitución y la ley. La elusión deldebate en el Congreso constituye unvicio de procedimiento que acarrea lainconstitucionalidad de la normarespectiva. En una sentencia anterior(SC-801 de 2003. M.P.: JaimeCórdoba), la Corte había sostenido que“A través del debate se hace efectivoel principio democrático en el procesode formación de las leyes, ya que haceposible la intervención de las mayoríasy de las minorías políticas, y resultaser un escenario preciso para ladiscusión, la controversia y laconfrontación de las diferentescorrientes de pensamiento queencuentra espacio en el Congreso”37.

Resulta interesante destacar –al margeny para concluir este aparte– la

divergencia, e incluso contradicción,entre las perspectivas de algunosmagistrados relativas a la convenienciade la discusión de las sentencias. Así,para Cepeda Espinosa (2004a), “no sóloes necesario sino saludable que lassentencias de la Corte Constitucionalsean objeto de debate académico ytambién público”, mientras que paraHernández Galindo (2000), “Los fallosque la Corte profiere en ejercicio de sufunción son para cumplirlos, no paradiscutirlos” (énfasis añadidos).

V. Las condiciones delproceso deliberativo

Para que esté justificado suponer quelos resultados de la deliberación sonracionalmente aceptables, el procesodeliberativo tiene que cumplir unascondiciones (LAFONT, 2007): incluirtoda la información disponible, satisfacercondiciones de publicidad ytransparencia, y requiere de losparticipantes que adopten una genuinaactitud cognitiva, es decir, que no tenganintenciones manipuladoras o egoístas.

Esta última condición es, claramente, unideal en sentido aspiracional y teórico, yha sido una de las críticas que ha tenido

notable como la colombiana haya fracasado de este modo en el caso más importante que le tocóenfrentar en su corta y brillante historia”.35 Sobre el particular examínese el trabajo más influyente en nuestro medio sobre la materia,(LÓPEZ, 2006). Ver también, (BERNAL, 2005: Primera Parte. Caps. 5 y 6).36 Vid supra nota 31.37 Esta postura fue reiterada en sentencias como: SC-1056 de 2003, SC-1147 de 2003 y en la SC-370 de 2004 (pero no en la SC-1041 de 2005).

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que sortear la DD respecto a su faltade realismo38. Bien sabemos que larealpolitik está a distancias siderales deesta condición demandada por el procesodeliberativo. Es más, para muchoscríticos de la DD el ideal de unasociedad civil deliberante ycomprometida con los asuntos de lapolis, indefectiblemente está condenadoa quedarse sólo en eso, en un ideal, yaque para remediar las profundas falenciaspresentadas por las sociedadesmasificadas contemporáneas y susdemocracias, sostienen, se requierenaproximaciones más realistas y prácticas.

Antes de defender, entonces, el idealregulativo demandado por la DD a partirde la justificación del recurso a laabstracción en la filosofía política,desarrollada por Rawls (V), sintetizarémuy brevemente la perspectiva deRichard Posner sobre la democracia ysu crítica a la DD.

V.I La crítica de Posner a laDD con base en laRealpolitik

Palacios recurre al profesor y juezRichard Posner, con el ánimo de sustentaruna contradicción intrínseca de la DDentre el ser practico (descriptivo-no ideal)y el deber ser normativo (ideal).

En la crítica de Posner a la DD, la cualcondensa en lo que llama “concepto 1de democracia”, arguye que, en lavertiente concebida por Dewey39, laDD es tan irreal y aspiracional como siestuviera regida por guardiasplatónicos. Varios hechos de larealpolitik son reseñados por Posnerpara sustentar su crítica: la pocainteligencia de la ciudadanía (“la mitadde la población tiene un cuocienteintelectual (IQ) por debajo de 100”) yla complejidad de los asuntos públicos,sumado a la apatía y falta de interés delas personas promedio (“como situvieran aptitud para tales asuntos”) yque los políticos elegidos seanpermanentemente golpeados(“buffeted”), tanto por grupos conintereses privados como por la presiónde las elecciones tan competitivas. Conbase en estos hechos “sería pocorealista esperar buenas ideas y políticaspúblicas sensibles provenientes de unproceso llamado acertadamentedeliberativo” (POSNER, 2003: 107).

La ciudadanía, entonces, carece delinterés y de la competencia paraocuparse de los asuntos de la políticapública, por lo que, conforme a Posner,resulta poco razonable esperar que losciudadanos en general (incluyendo el“ignaro vulgo” al que se refiriera el

38 Ver al respecto (ELSTER, 1983: 35-42). Con fundamento en un trabajo público más pragmáticopor parte de la ciudadanía, Boyte (en: CALHOUN, 1992) desarrolla una importante y sugestivacrítica a la tradición deliberativa.39 Podríamos decir que la precaución de Posner por delimitar el marco de su crítica hacia la DD en lateoría de Dewey, no es la misma de Palacios al criticar a Gargarella por la representatividad deaspectos teóricos que no pertenecen a su agenda de investigación. Ver al respecto la Réplica de

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expresidente Laureano Gómez) tenganun interés tal en los asuntos políticos,que los motive a participar enconstantes deliberaciones públicas40.

En consecuencia, Posner propone unpunto de vista alterno (“concepto 2 dedemocracia”) en virtud del cual lademocracia es “una lucha competitivapor el poder entre los miembros de unaélite política (…) para alcanzar elrespaldo electoral de las masas”(POSNER, 2003: 130). Esta concepciónlo conduce a afirmar que la democraciaes un “tipo de mercado” (2003: 166)41.

V.II Realpolitik vs.abstracción en filosofíapolítica

Palacios parte de una –correcta–valoración de la situación real delproceso de toma de decisiones en elescenario Legislativo: dominado porintereses “políticos”, empresariales yfuerzas de mercado, y siempredependiente de la coyuntura interpuestapor el cabildeo42. En ese sentido, uncrudo diagnóstico se encuentra en lasiguiente apreciación de Carl Schmitt en

The Crisis of ParliamentaryDemocracy: “las grandes decisionespolíticas y económicas en las cualesdescansa el destino de la humanidad yano resultan (si es que alguna vezresultaron) de las opiniones sopesadasen debates y contra-debates públicos.Comisiones pequeñas y exclusivas departidos o de coaliciones de partidos,toman sus decisiones detrás de puertascerradas, y aquello que los grandesgrupos de interés capitalista acuerdanhacer en los más pequeños comités esmás importante para el destino demillones de personas, quizá, quecualquier otra decisión política”.

Pero es precisamente en contextossociopolíticos como estos donde debevolverse la atención hacia la filosofíapolítica y sus ideales normativos, comola DD. Preciosamente advierte Rawlsque “En filosofía política el trabajo de laabstracción se pone en movimiento porla existencia de profundos conflictos [devalores políticos y conflictos entre estosvalores y los extra-políticos] (…)Volvemos la atención hacia la filosofíapolítica cuando nuestras concepcionespolíticas compartidas, como diría

Gargarella en este mismo número. De tal delimitación de Posner, podemos extraer igualmente que,aún asumiendo que su crítica hacia la DD sea certera, de esto no se deriva que todas las vertientes deella (como las de Rawls y Sunstein por ejemplo) sean vulnerables, ni que se les pueda extenderautomáticamente tal crítica que Posner le plantea a la democracia deweyana.40 El 21 de octubre de 2003, Posner discutió con Joshua Cohen por la Radio Pública de Chicago entorno a sí la DD es actualmente una buena idea. La sesión puede descargarse en www.wbez.org/audio_library/od_raoct03.asp41 Para una sugestiva crítica hacia Posner por su perspectiva de la DD, ver (TALISSE, 2005), asícomo para una crítica de su recurso a la obra de Sunstein.42 Sobre la distinción entre votación y negociación, ver (MANIN, 1987: 352-353); (COHEN, 1989a:21).

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Walzer, se derrumban, y también cuandoestamos en conflicto con nosotrosmismos” (RAWLS, 1995b: 64).

Rawls pone de presente el reprochegeneralizado del que son víctima losfilósofos políticos por utilizarconcepciones abstractas, por lo que seve concernido, desde muy temprano ensu obra, a justificar la recurrencia aconcepciones de esta clase.

Al concebir trabajo de la abstraccióncomo “una manera de proseguir ladiscusión pública cuando losacuerdos que se compartían sobreniveles menores de generalidad, sehan derrumbado” y que “cuanto másprofundo sea el conflicto, más altotendrá que ser el nivel de abstracciónal que deberemos subir para lograruna clara visión de sus raíces”(RAWLS, 1995b: 65)43, es claro queRawls no está pensando y escribiendopara que los filósofos políticos tenganmaterial de elucubración, pues esconsciente de los entronques fácticosque requiere la filosofía política, lacual tendría entonces dos momentosde teorización: un momento fuerte yun momento débil, más cercano alaterrizaje empírico de los procesospolíticos.

Como escribe en “The Idea of anOverlapping Consensus”: “La filosofíapolítica está vinculada a la política porquedebe estar interesada, de una manera enque la filosofía moral no necesariamentelo está, con las posibilidades políticasprácticas” (RAWLS, 1999: 447)44. En elmismo sentido se reafirma enLiberalismo político, al decir que “Lafilosofía política no se aparta, como algunoshan pensado, de la sociedad y del mundo”(RAWLS, 1995b: 64). Así entonces, selee más adelante, “[E]l trabajo deabstracción no es gratuito; no sehace abstracción por la abstracciónmisma” (RAWLS, 1995b: 65).

Retomando a Hegel, para quien “eltrabajo teórico produce más en elmundo que el práctico; si serevoluciona el reino de larepresentación, la realidad no puedeaguantar” (Carta a Niethammer(1808))45, Rawls concibe que lafilosofía política está para dar razón delos procesos políticos. Así escribe en“Kantian Constructivism in MoralTheory”, “El objetivo de la filosofíapolítica, cuando se presenta en lacultura política de una sociedaddemocrática, es articular y hacerexplícitas las nociones y principioscompartidos latentes en el sentido

43 Como conflictos profundos, ejemplifica Rawls los conflictos acaecidos en la tradición democráticacomo la naturaleza de la tolerancia y la base de la cooperación en pie de igualdad.44 Este, así como otros ensayos de Rawls, no se citan a partir de sus publicación originales sino de lasversiones reimpresas en (RAWLS, 1999).45 No quiero decir que es sólo a partir de esta cita que Rawls retoma a Hegel, sino que ilustra un puntonodal en su teoría que ha sido destacado por autores como Mejía Quintana (1997).

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común (…) La tarea real consiste endescubrir y formular las bases másprofundas que, se espera, esténincorporadas al sentido común o, incluso,producir y diseñar puntos de partida parael entendimiento común por medio de laexpresión, de una forma renovada, de lasconvicciones políticas halladas en latradición histórica, concentrándolas conuna amplia gama de las conviccionesmeditadas de las personas: aquellas quese resisten a las reflexiones críticas”(RAWLS, 1980: 518).

Rawls pone de presente que lo que enúltimas vale para cohesionar unasociedad no son los principios de justiciaque diga reivindicar, sino el sentido dejusticia que efectivamente la logre‘coherentizar’, es decir, la logre soportare integrar. Desde su magnum opusRawls empieza a desarrollar lo que seráel ordenamiento constitucional orientadopor esos principios de justicia social(1971: “Institutions”), donde se notaclaramente lo poco que le interesa laabstracción de los principios, conscientede que la sociedad realmente necesitalograr tipos de solidaridad vinculantesdesde su misma cotidianidad. A lafilosofía política no le importa tener unosprincipios universales de justicia si nose incorporan, digamos, a nuestraeticidad; unos principios en abstracto nosirven, pues en la cotidianidad de lassociedades los principios de justiciasocial consensualmente concertados

deben ser vinculantes y deben asimismofiltrar todo el ordenamiento jurídico.

En la tercera parte de Teoría de lajusticia, “Los fines de la justicia”, Rawlscoloca como insumo de la deliberaciónel que los principios de justicia (y antesde los principios, el consenso comoprincipio de organización social) pasepor el rasero de la cotidianidad de lascomunidades, y lo dice claramente, losprincipios tienen que pasar por la familia,el trabajo y las asociaciones. “Es unerror –escribe– pensar en lasconcepciones abstractas y en losprincipios generales como los quesiempre pasan por encima, atropellandonuestros juicios más particulares (…).Estas dos facetas de nuestropensamiento práctico (…) soncomplementarias, y han de ajustarse unaa la otra, de manera que integren unpunto de vista coherente” (RAWLS,1995b: 65). La abstracción de losprincipios de justicia (derechosfundamentales) encuentra polo a tierraprecisamente en el sentido de justiciaque las partes y los agentes moralesdentro de la posición original sujeten asu propia realidad46.

A la filosofía política contemporánea enel ámbito occidental le corresponde, conRawls, la tarea de debatir el grado deplausibilidad normativa de los modelosdemocráticos alternativos, como eldeliberativo. Lo que lo llevó a afirmar

46 En la obra de Rawls es claro que una realidad figurativa no logra cohesionar una sociedad, pues éstanecesita lograr tipos de solidaridad vinculantes desde su misma cotidianidad. De aquí puede seguirsela lectura política del equilibrio reflexivo que plantea Mejía Quintana (1997 - 2005).

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en importantes artículos como: “Justiceas Fairness: Political not Metaphysical”(1985) y “Themes in Kant’s MoralPhilosophy” (1989), que lo que vale enlas sociedades son los consensospolíticos sobre los consensos morales:lo que vale es la filosofía políticapráctica sobre la filosofía políticateórica, pues “Ninguna concepciónpolítica de la justicia podría tener pesopara nosotros a menos que contribuyeraa poner en orden nuestras meditadasconvicciones de justicia en todos losniveles de generalidad, desde lo másgeneral hasta lo más particular”(RAWLS, 1995b: 64). En “The Domainof the Political and OverlappingConsensus” (1989), se lee que: “(…)una concepción política debe serpracticable, esto es, debe caer dentrodel arte de lo posible. Esto contrasta conuna concepción moral que no es política;una concepción moral puede condenaral mundo y a la naturaleza humanademasiado corrupta para ser movida porsus preceptos e ideales” (RAWLS,1999: 486). En algunos textosposteriores Rawls conserva este puntode vista, el cual presenta plenamentedesarrollado en Political Liberalism.

VI. A manera de conclusión

En este orden de ideas, la tarea de lafilosofía política en la cultura política y

47 En su testamento intelectual, Justice as Fairness: A Restatement, Rawls le asigna cuatro roles a lafilosofía política, la cual debe ser práctica, orientadora, reconciliadora y transformadora.48 Dentro de las condiciones históricas de una sociedad razonablemente justa, se encuentra el pluralismorazonable (RAWLS, 2001: 11).

pública de una sociedad democráticacaracterizada por el pluralismo, es elestablecimiento de una base para elconsenso en la concepción pública de lajusticia, que marcará las directricesfundamentales de la cooperaciónsocial47. La filosofía política debe darrazón de procesos, plantear soluciones y,como dice Rawls, reconciliar a losactores, para mostrar así las deficienciasde las instituciones y para plantearutopías posibles: La filosofía política esrealistamente utópica cuando extiende loque ordinariamente pensamos que son loslímites de la posibilidad política practicabley, de este modo, nos reconcilia connuestra condición social y política. Laesperanza que tenemos para el futuro denuestra sociedad descansa sobre lacreencia de que la naturaleza del mundosocial, permite a las sociedadesdemocráticas constitucionalesrazonablemente justas, existir comomiembros de una Sociedad de los Pueblos(RAWLS, 2001: 5-6. Part I, §1)48.

La filosofía política, con la DD comosubclase, y gracias a su combinación deambiciones teóricas y prácticas, “no miraun mundo del deber ser que está más alládel mundo (…), sino un mundo justo alfrente al nuestro que realiza nuestralibertad” (RAWLS, 2002: 331-332), unalibertad que no se logra por fuera delmundo social y del mundo político.

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Si se quiere que teorías como la DDsobreviva, entonces, deben ser pensadaspara procesos concretos y bajo cuidadosoexamen de los conceptos y categoríasfundamentales a partir de los creativosandamiajes conceptuales que han ejercidouna singular influencia, tanto en laacademia, como en la doctrina y lajurisprudencia colombianas.

Pero, como lo anticipé en las dos citasque sirven de epígrafe a este ensayo, laDD exige una ciudadanía activa en elproceso de toma de decisiones que estécomprometida permanentemente con laidea del bien común y, en general, con elinterés por los asuntos públicos más alládel pasivo ejercicio electoral que perpetúael error de dejarle la política sólo a lospolíticos. Una ciudadanía que, en últimas,tenga un robusto “sentimiento de virtudcívica” (SKINNER, 1990: 301-303) conmiras a consolidar una esfera públicadinámica y permeable a todos los nivelessociales49. Para Habermas (1998), elproceso de decisión pública por el quedevienen las decisiones políticas, seorienta hacia la legitimidad del Estado yel sistema jurídico. Las razones quesustentan las decisiones deben seraceptadas por todos, justificando así

igualmente las leyes que posteriormentedeben acatarse.

La intervención y veeduría permanentede los ciudadanos, que deben entoncesparticipar más directa y profundamenteen el destino político de la sociedad, seconcibe al interior de la DD como unacondición necesaria del sistemademocrático. Desde el siglo V a.C.Pericles había reseñado en su panegíricode Atenas que la deliberación es unmecanismo indispensable para ejercerel control ciudadano sobre los asuntospropios de la cosa pública.

En el modelo deliberativo de democraciainstaurado por Sunstein (1997 - 1998),los ciudadanos deben intervenirpermanentemente en el proceso decreación de decisiones como fuente dediálogos y argumentos, para que quienestoman en últimas las decisiones endemocracias como la nuestra, tenganuna serie de razones articuladas entérminos de los valores públicos y lamoralidad civil de la comunidad.

Es bien sabido –y padecido por muchosen sociedades semiperiféricas50 como lacolombiana– que la desigualdad

49 Ver al respecto, (HABERMAS, 1992 – 1998: 407-468). La perspectiva de Habermas en torno a laDD se encuentra, fundamentalmente, en (1998: Caps. VII – VIII). De la edición en inglés (BetweenFacts and Norms) pp. 287-387 y 463-515; y en (1999) sobre todo el capítulo “Tres modelosnormativos de democracia” (pp. 231-246), el cual corresponde a una versión ampliada respecto de laaparecida en un libro homenajeando a Iring Fetscher, publicado en 1992. Respecto a Habermas sobreeste punto, consúltese por lo menos, (CALHOUN, 1992); (GIMBERNAT, 1997); (ROSENFELD– ARATO, 1998); (SANCHO, 2003); (MEJÍA, 2005: Cap. IV).50 Con referencia a los países centrales y los semiperiféricos, obsérvese el análisis socio-jurídico,presentado en (GARCÍA – SOUSA, 2001: Primera Parte, cap. I).

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económica, y por ende social, conducea la desigualdad en la representaciónpolítica. De hecho, como señalanautores dentro de los que se cuentanYoung (2000) y Schattschneider (1960),una de las cuestiones más problemáticasen la mayoría de democracias modernas,es la coexistencia simultánea y armónicade la igualdad política (real) con laprofunda diferencia económica, dondelos ciudadanos menos favorecidos estáncondenados a ser prisioneros de suextracción socioeconómica51. En nopocos casos, la igualdad formal de todoslos ciudadanos consagrada por laConstitución y la ley52, no se traduce enuna igualdad material como la realizadaen casos determinados por lajurisprudencia constitucional. Los menosfavorecidos económica y socialmentetienden a estar sistemáticamentemarginados de todos los procesos detoma de decisiones.

Aunque los partidarios de la DD, comose indicó al principio, parten deperspectivas diversas –y en muchoscasos antagónicas– coinciden en lanecesidad imperante de proveer lasbases teóricas necesarias, con lapermanente preocupación porarticularlas a los procesos reales detoma de decisiones, para que al interior

de las sociedades contemporáneas sepractique una democrática másincluyente y sólida que esté inspirada porel ideal de los modelos deliberativos dellegar a decisiones imparciales productode amplios consensos entre ciudadanoslibres e iguales.

Si bien el cabildeo y la agregación depreferencias privadas en el procesopolítico son (no males necesarios sinocondiciones) inevitables, las virtudes quele incorpora la deliberación a tal procesoresultan de ineludible referencia siqueremos construir en Colombia unsistema democrático más justo yextensamente vinculante, y si, en últimas,pretendemos constituirnos comociudadanía en una fuente auto-originantede pretensiones y reclamos, como diríaRawls.

51 Para el problema de cómo alcanzar la justicia en sociedades donde deben asignarse recursosescasos, consúltese (ELSTER, 1993).52 Resulta singularmente ilustrativa en este punto la ironía con la que el escritor Francois AnatoleThibault (Anatole France) se refirió a la igualdad de la ley francesa: “La Ley, en su majestuosaigualdad, le prohíbe al rico, al igual que al pobre, dormir bajo los puentes, mendigar en las callesy robar pan”.

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BIBLIOGRAFÍA(Citada y referenciada sobre la DD)

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