Knight 2008

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George R. Knight

La educación adventista y la visión

apocalípticaIntroducciónEste artículo es la segunda parte de la presentación hecha por el autor en la Convención de Profesores de la División Norteamericana en Nashville, Tennessee, en agosto de 2006. En la primera parte, que presentamos en el número anterior, examinamos la gran importancia de la visión apocalíptica de este libro en los capítulos 10 al 14 para el comienzo del adventismo, su conciencia de misión y el establecimiento y desarrollo de su sistema educacional, concluyendo que “la educación adventista es importante solamente si es verdaderamente adventista.” La segunda parte comienza con la verdad de que ser adventista no es sufi ciente para que las escuelas de la denominación cumplan su misión.

3. La visión apocalíptica no es sufi ciente

Después de demostrar la importancia de la visión apocalíptica en la educación adventista, debo agregar de inmediato que esta visión no es sufi ciente. Proveer a los jóvenes de las verdades distintivas del adventismo no satisface lo que debe ser logrado en las escuelas adventistas. Una vez conocí a un adventista que era más malo que el diablo. Créase o no, también conocí a una profesora vegetariana que era más mala que el diablo. Ella necesitaba algo más que ser adventista. Necesitaba asemejarse a Jesús.

Este pensamiento nos lleva a la década de 1890 y a una segunda línea de la histo-ria de la educación adventista durante ese tiempo crucial en el desarrollo del sistema educacional de la iglesia.

Uno de los factores dominantes en el adventismo en la década de 1890 fue el reavivamiento espiritual resultado del énfasis de A. T. Jones y E. J. Waggoner

SEGUNDA PARTE

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en el Congreso de la Asociación General de 1888 en Minneapolis. Estos pastores y Elena de White, reconociendo las nece-sidades espirituales de la iglesia, enfa-tizaron como nunca antes en la historia de la denominación la centralidad de la salvación por medio de la fe en Jesús y la importancia de vivir como El. Este tema llegaría a tener un gran impacto en el desarrollo y expansión de la educa-ción adventista. Un momento de cambio en el pensamiento de los educadores de la iglesia ocurrió en Harbor Springs, Michigan, durante julio y agosto de 1891. La convención de educadores reunida durante esas semanas se convirtió en una experiencia de reavivamiento espiritual. Elena de White habló de temas tales como la necesidad de una relación personal con Cristo, la necesidad de una renovación espiritual y la centralidad del mensaje cristiano en la educación.1

Elena de White se embarcó para Australia tres meses después de la terminación de esta convención educacional en Harbor Springs, llevando con ella ideas claras de

posibilidades de establecer la educación cristiana y las implicaciones del énfasis evangélico en la educación. Durante su estadía en Australia llegó a tener una oportunidad especial de infl uir en el de-sarrollo de la Escuela Avondale para Mi-sioneros siguiendo los lineamientos de los principios enunciados en Harbor Springs, pero esta vez en un ambiente libre de la infl uencia de los educadores conservado-res de los Estados Unidos quienes estaban teniendo difi cultades para comprometerse de corazón al ideal de Harbor Springs. Avondale, con su énfasis en lo espiritual y su orientación al servicio llegaría a constituirse en una escuela modelo bajo la dirección de sus fundadores con espíritu de reforma.2

Como resultado de la experiencia de Avondale, que debe ser vista como una ex-tensión de Minneapolis y Harbor Springs, fl uyó una corriente constante de cartas y artículos sobre educación cristiana de la pluma de Elena de White. Estos escritos, junto con la publicación de Christian Edu-cation en 1893 y Special Testimonies on Education en 1897, proveyeron una orien-tación para el desarrollo de las escuelas que ya existían y también generaron una atmósfera entre los dirigentes adventistas y los miembros de iglesia, impregnada de una conciencia sobre la importancia de una educación no sólo con una visión apocalíptica sino también por el rol reden-

La educación adventista y la visión

apocalíptica

tor de las escuelas adventistas. Este doble énfasis generó una demanda repentina y creciente por una educación que fuera dominantemente cristiana al mismo tiem-po que distintivamente adventista. Como consecuencia, entre 1888 y 1900, la diná-mica Cristo-céntrica añadió su peso sobre la conciencia creciente de una misión apocalíptica para transformar la actitud adventista en lo que tiene que ver con la importancia y el signifi cado mismo de la educación. El resultado fue un crecimiento explosivo.

4. El ministerio de la enseñanzaPosiblemente la contribución más

importante de esa dinámica de la déca-da de los años 1890 sobre la educación adventista fue las ideas que fl uyeron en ese entonces y que se encentran en el libro La educación de Elena de White. Desde su primer párrafo, enmarca la educación adventista en la terminología galácti-ca del confl icto de los siglos. “Nuestro concepto de la educación,” leemos en el primer párrafo del libro, “tiene un alcance demasiado estrecho y bajo. Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fi n más elevado. La verdadera educación signifi ca más que la prosecución de un determinado curso de estudio. Signifi ca más que una preparación para la vida ac-tual. Abarca todo el ser, y todo el período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de servir en este mundo, y para un gozo superior propor-cionado por un servicio más amplio en el mundo venidero.” 3

Esta es una declaración inspiradora, pero Elena de White es aún más específi ca en la siguiente página del libro, cuando subraya el hecho de que si realmente queremos comprender esta educación, necesitamos entender la naturaleza humana, especialmente el ideal de Dios para la humanidad, Su propósito al crear al hombre, los efectos perturbadores del pecado y el plan de Dios para restaurar a la raza humana por medio del proceso de la educación.4

Es en estos pasajes que ella coloca el dedo sobre el problema que hace insufi -ciente toda forma de educación secular o humanística. El problema de los proble-mas en educación, puntualiza ella, es el pecado. “El pecado mancilló y casi borró la semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte.”5

El desafío de los desafíosAquí está el problema de los problemas

en la condición humana, el desafío de los desafíos para los educadores cristianos. Es la realidad de la humanidad imperfecta y pecaminosa que hace que toda forma de ajuste en la vida por medio de la educa-ción sea insufi ciente, y que toda clase de educación que busca la auto-realización sea inadecuada. De nada sirve desarrollar las habilidades de las personas o su auto-imagen si son esencialmente egoístas y centrados en si mismos, o si son orgullo-sos o arrogantes debido a lo bueno que son. La realidad del pecado debe estar en el fundamento de nuestro pensamiento como educadores cristianos. La existencia del pecado es la realidad que clama por un enfoque cristiano en la educación.

Exactamente este es el punto enfatizado en La educación en las páginas siguientes. Leemos otra vez: “La obra de la redención debía restaurar en el hombre la imagen de su Hacedor, hacerlo volver a la perfección

[Los escritos de Elena de White sobre

la experiencia de Avondale], junto con

la publicación de Christian Education

en 1893 y Special Testimonies on

Education en 1897, proveyeron una

orientación para el desarrollo de las

escuelas que ya existían y también

generaron una atmósfera entre los

dirigentes adventistas y los miembros

de iglesia, impregnada de una

conciencia sobre la importancia de

una educación no sólo con una visión

apocalíptica sino también por el rol

redentor de las escuelas adventistas.

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no adventista. Y en ese caso no tiene una razón esencial para existir.

Como educadores adventistas, necesi-tamos renovar nuestra visión. Debemos avanzar más allá de la educación cristiana simplemente como otro trabajo o profe-sión para verla como un llamado a tratar con los problemas más importantes tanto en la vida de personas como en la historia de la humanidad.

5. Avanzando hacia el futuroAl venir aquí a esta importante conven-

ción y al mirar al resto de nuestra carrera en la educación, hay tres hechos importan-tes que necesitamos tener en cuenta.

La importancia estratégica de la escolaridad y la enseñanza

La primera es la importancia estratégica de la escolaridad y la enseñanza. George S. Counts captó la importancia estratégi-ca de la escolaridad cuando escribió que “darle forma a las políticas educacionales es guardar la senda que conduce desde el presente hacia el futuro… A través de los siglos, cuando se establecieron agencias educacionales especiales, la posición estratégica de la escuela ha sido apreciada por reyes, emperadores y papas, por rebel-des, por reformadores y profetas. Es así que, en medio de estas fuerzas opuestas que se encuentran en todas las sociedades complejas, siempre es evidente la lucha por el control de la escuela. Cada grupo o secta se esfuerza por transmitir a sus propios niños y a los niños de otros esa cultura que ellos aman; y que toda clase privilegiada procura perpetuar una posi-ción favorable a través de la educación”.9

De la misma manera, señala Counts al discutir los desafíos de la educación soviética, el fracaso de las revoluciones es al mismo tiempo un registro de su incapacidad de conquistar a la educación para servir a la causa de la revolución. Los movimientos revolucionarios no serán más permanentes que el grupo pequeño de idealistas que los concibieron si los niños de la generación siguiente no pueden ser persuadidos a abandonar las pisadas de sus padres. Por lo tanto, como lo muestra la historia de los soviéticos, de los socialistas nacionales y otros revolucionarios, para asegurar la continuación del movimiento, todas las agencias educadoras deben estar bajo el control del estado dándole a las escuelas un rol central en la formación de una nueva sociedad.10

Las reflexiones de Counts son igual-mente aplicables a las instituciones religiosas. La educación es una función

con que había sido creado, promover el desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto de la vida.”6

Además, “En el sentido más elevado, la obra de la educación y la de la reden-ción, son una…. El principal esfuerzo del maestro y su propósito constante deben consistir en ayudar a los alumnos a com-prender estos principios, y a sostener una relación con Cristo que hará de éstos un poder dominante en sus vidas. El maestro que acepta este blanco es verdaderamente un colaborador con Cristo, y con Dios.”7

La mayoría de las personas parecen no entender la importancia total de estas palabras. Pero en esencia, eleva el rol del profesor más allá de la monotonía de la enseñanza

de la ortografía o las matemáticas y lo colocan en la línea del ministerio evangé-lico. Yo sugeriría que la función primaria de un profesor cristiano es la de ser un agente de salvación en el gran conflicto entre Cristo y Satanás, entre el bien y el mal, que ocurre tanto en el mundo en ge-neral como en la vida de cada estudiante individualmente.8

Para decirlo más directamente, la función del maestro cristiano es conducir a los jóvenes a una relación salvadora y transformadora con Jesucristo. Es en el contexto de esta relación que ocurren las funciones secundarias tales como el desarrollo del carácter, la formación de una mente cristiana y la educación a favor de un trabajo y una responsabilidad social. Es crucial darse cuenta que todas estas matas secundarias pueden ocurrir en una escuela no cristiana. Por lo tanto, cuando los educadores cristianos se proponen solo objetivos categorizados en el ámbito de toda educación, ya han fracasado antes de comenzar. Cuando los educadores cris-tianos descuidan enfatizar el rol redentor de su escuela, hacen que ésta sea poco importante e innecesaria.

El educador adventista tiene otra con-tribución peculiar que hacer por encima y más allá de otros educadores cristianos. Me refiero a que todo lo que acontece en una escuela adventista debería no solo estar contextualizado o integrado en el marco de pecado y salvación, sino también dentro de la estructura de una visión apocalíptica que concluye la historia bíblica y que ha hecho del adventismo un movimiento vibrante. Sin esta visión apo-calíptica, la educación adventista podría ser o no ser cristiana, pero ciertamente

Foto de uno de los primeros edificios en el Colegio de Avondale en Australia.

[En La educación,] Elena de

White…. subraya el hecho de que si

realmente queremos comprender esta

educación, necesitamos entender la

naturaleza humana, especialmente

el ideal de Dios para la humanidad,

Su propósito al crear al hombre, los

efectos perturbadores del pecado y el

plan de Dios para restaurar a la raza

humana por medio del proceso de la

educación.

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crucial en toda sociedad porque todo joven pasa por algún tipo de experiencia edu-cacional antes de estar listo para ocupar las posiciones de responsabilidad en esa sociedad. Es una realidad que el futuro de todo grupo social está determinado por su juventud actual. También es cierto que la dirección que le dará esa juventud a la sociedad será, en gran medida, determina-do por la educación recibida.

Con estos pensamientos en mente, me gustaría sugerir que la salud del adventis-mo en un alto grado, está en las manos de sus escuelas y de la filosofía de aquellos que han dedicado sus vidas al ministerio de la educación adventista.

La necesidad de mantener nuestros objetivos a la vista

Si la primera realidad que nosotros los educadores adventistas necesitamos tener en cuenta es la importancia estratégica de la escolaridad y la enseñanza, la segunda es que nosotros debemos tener constan-temente a la vista nuestros objetivos. Ya hemos definido los dos objetivos no nego-ciables de un sistema educacional adven-tista. El primero es el problema del pecado y la necesidad de los estudiantes de una relación apropiada con Jesucristo. El segundo es mantener la visión apocalíptica que ha dado al adventismo su dirección, significado y dinamismo. Es esta visión la que ha hecho de nosotros un pueblo. A largo plazo, la visión apocalíptica es lo único que nos mantiene como una iglesia viviente, dinámica y con significado. La mayor amenaza para el adventismo hoy es la pérdida de la visión apocalíptica. Cuan-do la visión se pierde, también se pierde la razón de ser del adventismo. Para entonces habrá ocurrido una metamorfosis transformando un movimiento viviente en un monumento sin vida. Y en este proceso la educación adventista será una de las víctimas. Después de todo usted puede darse cuenta lo que conlleva ser un buen cristiano en las escuelas de otras denomi-naciones. La educación adventista nació en la matriz de una visión apocalíptica, y cuando esa visión se pierde, también se pierde la necesidad genuina de la educa-ción adventista.

Así que, la segunda cosa que quiero que ustedes recuerden es el objetivo y propósi-to de la educación adventista.

Mantener la valentía y la corduraLa tercera cosa que quisiera que

recuerden, al terminar mi mensaje, es la importancia de mantener la valentía y la cordura en el trabajo diario al tratar con

estudiantes que a veces dan la impresión de no responder a nuestros esfuerzos. Cualquier educador que de vez en cuando no se sienta amenazado por el desánimo, no es todavía consciente de lo exigente que es esta profesión.

La mayoría de nosotros cree en lo que está haciendo. Además, amamos a los alumnos y deseamos lo mejor para ellos. Sin embargo a menudo ellos parecen re-chazar nuestras palabras, nuestra persona y nuestros esfuerzos sinceros por ministrar a favor de sus necesidades.

A través de los años, más de una vez es-tuve a punto de abandonar la profesión de la enseñanza para irme a hacer “algo útil” con mi vida. Pero reflexioné y aprendí que no son los resultados a corto plazo lo que cuenta sino los de largo plazo.

Permítanme ilustrarlo. Mi historia viene del tiempo de mi ministerio pastoral, pero la misma dinámica funciona en el ministe-rio de la sala de clases.

El fracaso aparente no significa fracaso final

Mi gran descubrimiento fue que el fra-caso aparente no es lo mismo que fracaso final. Ocurrió en ocasión de mi primera serie evangelizadora, en Corsicana, Texas, entonces un pueblo de 26 mil personas con una iglesia adventista de 12 miembros. De estos 12 la mayoría tenía más de 70 años y solamente uno era varón. Yo tenía 26 en aquel entonces. Por favor, no piensen que tengo algo contra las damas. Después de todo, mi madre es una de ellas. Tampoco tengo nada contra las personas mayores. Pero deseaba ardientemente tener jóve-nes adventistas de ambos sexos en mis reuniones para servir de contacto con mis esperados conversos.

Para mi alegría había un joven adventis-ta asistiendo al colegio comunitario local y le rogué que viniera a mis reuniones. Nunca lo hizo. Fracasé.

De hecho, para ese entonces me sucedió que fallé en varias ocasiones. Como resul-tado, eventualmente entregué mis creden-ciales ministeriales y decidí abandonar el adventismo y el cristianismo.

Un par de años más tarde, mientras cruzaba por el centro de Texas, salí de la ruta para comprar algo para mi esposa en el almacén de Keene, lugar donde está la Universidad Adventista Southwestern. Al entrar por la puerta del local un hombre joven me detuvo.

¿Es usted George Knight? Admití que era. ¿Me recuerda? continuó.

Muchas veces aparento recordar, pero en este momento estaba tan desanimado

que le dije la verdad.Usted me visitó en mi cuarto del dormi-

torio en Corsicana, y esa visita fue un gran punto de cambio en mi vida. Ahora estoy estudiando para ser un pastor adventista.

Por supuesto, no le dije lo que yo estaba haciendo entonces.

Ustedes ven, yo había tenido éxito y no lo sabía. Había plantado semillas que germinaron bajo tierra donde yo no las podía ver.

Mi problema era (y todavía es) que yo no solo quería una planta, sino que quería regarla y cosechar las nuevas semillas en un corto tiempo. No puedo tolerar el fra-caso o aún una demora que aparezca como fracaso. Quiero éxito inmediato.

Los resultados se verán sólo en la eternidad

Lo que yo tenía que aprender es que aún cuando uno es el que planta, otro es el que riega y aún otro el que siega. Entre-tanto, el Espíritu Santo trabaja silenciosa-mente en los corazones durante cada una de las etapas del desarrollo. No nos damos cuenta del bien que hemos hecho a favor de nuestros alumnos. Los resultados reales del trabajo de un profesor dedicado serán vistos con claridad solamente en el futuro.

Una de las promesas más significativas en los escritos de Elena de White trata exactamente de este tema. Hablando de la mañana de la resurrección, dice en el libro La educación que el ángel guardián nos informará acerca de “la historia de la inter-posición divina” en nuestra vida personal mientras trabajábamos por otros.

“Entonces serán esclarecidas todas las perplejidades de la vida. Donde a nosotros nos pareció ver sólo confusión y chasco, propósitos quebrantados y planes desbara-tados, se verá un propósito grande, domi-nante, victorioso, y una armonía divina.

“Allí, todos los que obraron con espíritu abnegado, verán el fruto de sus labores. Se verá el resultado de cada principio recto y acción noble. Algo de ello vemos ahora. Pero ¡cuán poco del resultado de la obra más noble del mundo se manifiesta en esta vida al obrero! ¡Cuántos trabajan abnegada e incansablemente por los que pasan más allá de su alcance y conocimiento! Los padres y maestros caen en su último sueño con la sensación de que ha sido en vano la obra de su vida; no saben que su fidelidad ha abierto manantiales de bendiciones que nunca pueden dejar de fluir; sólo por la fe ven a los hijos que han criado transformar-se en una bendición e inspiración para sus semejantes, y multiplicarse mil veces su influencia. Más de un obrero envía al mun-

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Universidad Andrews, en Berrien Springs, Míchigan, Estados Unidos. Ha escrito más de treinta libros y vive en Rogue River, Oregón.

REFERENCIAS 1. Para tener la información más completa sobre

las reuniones de Harbor Springs, ver Craig S. Willis, “Harbor Springs Institute of 1891: A Turning Point in Our Educational Conceptions,” Informe de investigación, Universidad Andrews, 1979.

2. Ver Milton Raymond Hook, “The Avondale School and Adventist Educational Goals, 1894-1900.” Disertación para un doctorado en Educación. Universidad Andrews, 1978.

3. Elena de White, La educación, (Florida, Buenos Aires, ACES, 1964), p. 11.

4. Ibid. pp. 12-13. 5. Ibid. p. 13. 6. Ibid. 7. Ibid. p. 27. 8. He tratado el ministerio de la enseñanza en

relación con los objetivos de la educación de manera más completa en George R. Knight, Philosophy and Education: An Introduction in Christian Perspective, 4ª edición (Berrien Springs, Mich.: Andrews University Press, 2006), pp. 204-17.

9. J. Crosby Chapman y George S. Counts, Principles of Education (Boston:Houghton Mifflin, 1924), pp. 601-602.

10. George S. Counts, The Soviet Challenge to America (New York: John Day Co., 1931), pp. 66-67.

11. White, La educación, p. 295.

do con mensajes de fortaleza, esperanza y valor, palabras portadoras de bendición para los habitantes de todos los países. Más él poco sabe de los resultados mien-tras trabaja en la oscuridad y la soledad. Así se otorgan dones, se llevan cargas, y se hace el trabajo. Los hombres siembran la semilla de la cual, sobre sus sepul-cros, otros recogen cosechas abundantes. Plantan árboles para que otros coman sus frutos. Se contentan aquí con saber que han puesto en acción agentes que obran para bien. En lo futuro se verá la acción y reacción de todo esto.”11

¡Qué promesa! Es una promesa que no-sotros como maestros debemos recordar.

Nuestra responsabilidad no es preocu-parnos por la victoria final, sino hacer nuestra parte fielmente hoy. Recuerdo que hace más de 30 años atrás, cuando estaba comenzando mi trabajo como joven profesor en la Universidad Andrews, como un filósofo educacional novato con ideas revolucionarias, era mi esperanza transformar y enderezar ese lugar en un corto tiempo. Pero la reforma no avanzaba tan rápidamente como yo esperaba. En realidad muy poco ha cambiado desde mi llegada. Entonces yo estaba listo a renun-ciar e irme a “hacer algo útil.”

Pero ahora yo había aprendido algunas cosas con respecto a los fracasos aparen-tes. Finalmente caí de rodillas delante del Señor y me comprometí a permanecer en el “ministerio de la enseñanza si El permi-tía que tocara la vida de una persona cada año con Su evangelio de verdad, amor y esperanza; con Su mensaje de visión apocalíptica.

El ha cumplido su parte de nuestro tra-to. En realidad ha habido algunos años en que he podido tocar más de una vida por medio de la gracia de Dios.

Solamente en la mañana de la resurrec-ción, quienes han estado trabajando en el ministerio de la enseñanza verán de ma-nera completa los resultados de su trabajo. Que el Señor nos guarde hasta aquel día.

George R. Knight sirvió en la Iglesia Adven-tista del Séptimo Día durante 40 años como pastor, como profesor de primaria y secundaria, administrador escolar y profesor de Filosofía de la Educación e His-toria de la Iglesia en la

cuerdas de amor y cuidado, y la vida toma una nueva dirección.

Segundo, la educación adventista me hizo consciente de que la vida tiene un significado y un destino. En el campus de la escuela adventista aprendí que la educación es más que el buen manejo de la información–ya sea de Biblia, lengua-je, historia, matemáticas o ciencia. La educación te lleva a ser como Jesús, a caminar como El, a relacionarse como El, trabajar como El y por encima de todas las cosas, significa estar listo para vivir con El. Esta última dimensión, la escatológica, provee un punto de destino para la carrera de la vida, no importa las vueltas que de.

Tercero, la educación adventista me proveyó de una cosmovisión distinta. Antes de ir a la escuela adventista, mis blancos mundanos eran subir la escalera profesional y vivir una vida decente. La educación adventista me dio una cosmo-visión integral–no estoy solo. Por encima y dentro de mí está Dios. Estoy rodeado por seres humanos como yo. Una visión y una misión nos vinculan a todos, orde-nándonos marchar hacia el reino de Dios mientras nos ayudamos los unos a los otros.

La marcha hacia el reino, la comunión con Cristo aquí y en el más allá, alcanzar a otros e influir en la vida de los demás, son parte de los desafíos de la educa-ción cristiana para más de un millón de jóvenes hoy.

No puedo garantizar que la educación cristiana hará por todos lo que hizo por mí, pero creo que esta ventaja adventista puede hacer una tremenda diferencia en la vida de los jóvenes. Creo que esta razón es suficiente para apoyar la educa-ción cristiana.

Dr. John Flower es director asociado del departamento de edu-cacion de la Asociacion General.

años de mi adolescencia, como una arcilla sin forma y me amoldó de acuerdo a su voluntad. Y eso ocurrió en una escuela adventista donde asistí en esa época de mi vida.

¿Qué me dio esa educación adventista? Tres cosas:

Primero, la educación adventista me hizo consciente de que yo no soy un accidente en el tiempo y el espacio. Aprendí en la escuela adventista de que hay un Dios que me ama intensamente, que me hizo a su imagen y que quiere que sea suyo. La realidad de ese Dios me abrumó en las clases, en el internado y en la granja donde trabajé para ganarme los estudios. Cuando Dios toma a una persona, la sostiene para bien con tiernas

EditorialContinuación de la página 3.