KRISTINE McDIVITT - Proyecto Iberáfamilia de amigos y mi equipo de trabajo es también una gran...

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Es una apasionada de la naturaleza y dedica sus días a conservar especies en peligro de extinción. La norteamericana que eligió vivir entre Argentina y Chile recuerda a su amor y compañero de aventuras. “Éramos inseparables. Por eso sueño con terminar todo lo que habíamos proyectado juntos” A ocho meses de la muerte de su marido, Douglas Tompkins KRISTINE M c DIVITT NOS RECIBE EN LA ESTANCIA “SAN ALONSO”, SU REFUGIO EN EL CORAZÓN DE LOS ESTEROS DEL IBERÁ En la galería de la casa principal, la anfitriona disfruta de un té. Ubicada a orillas de la laguna Paraná, en medio de los esteros del Iberá, sólo se accede por vía aérea o lacustre, y fue levantada al amparo de un antiguo monte de lapachos y timboes.

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Es una apasionada de la naturaleza y dedica sus días a

conservar especies en peligro de extinción. La norteamericana

que eligió vivir entre Argentina y Chile recuerda a su amor

y compañero de aventuras. “Éramos inseparables. Por eso sueño con terminar todo lo que habíamos proyectado juntos”

A ocho meses de la muerte de su marido, Douglas Tompkins

KRISTINE McDIVITTNOS RECIBE EN LA ESTANCIA “SAN ALONSO”,

SU REFUGIO EN EL CORAZÓN DE LOS ESTEROS DEL IBERÁ

En la galería de la casa principal, la anfitriona disfruta de un té. Ubicada a orillas de la laguna Paraná, en medio de los esteros del

Iberá, sólo se accede por vía aérea o lacustre, y fue levantada al amparo de un antiguo monte de lapachos y timboes.

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Arriba: durante el invierno el living se

convierte en el lugar de encuentro de todos

los que pasan por la casa. Abajo: Kris,

lista para recibir a sus invitados, enciende las

velas de la mesa del comedor, un ambiente en el que predominan la madera y el rattán.

Derecha: amplia y funcional, la cocina

–dominada por ollas y sartenes de cobre–

está siempre bien surtida con verduras y hortalizas de la huerta orgánica que la dueña

de casa tiene en “Rincón del Socorro”, la estancia hermana

de “San Alonso”.

E l 8 de diciembre de 2015 la vida de Kristine Mc-Divitt de Tompkins (66) cambió para siempre: Douglas Tompkins, su marido y compañero de

ruta por más de veinticinco años, murió cuando un temporal tumbó su kayak en las heladas aguas del lago General Carrera, en la Patagonia chilena. “La muerte de Doug fue como una amputación para mí”, dirá ella durante la entrevista. Kris, como la llaman todos los que la conocen, cambió su California natal por el fin del mundo –vive entre sus tres casas: “Fundo Riñihue”, en el sur de Chile; “Laguna Blanca, en Entre Ríos; y “Rincón del Socorro”, en Iberá– empujada por su pasión por la naturaleza y de la mano de Douglas Tompkins, un visionario que dedicó gran parte de su vida a trabajar por la conservación ambiental. Juntos crearon The Conservation Land Trust, una organi-zación filantrópica que recupera tierras en peligro ecológico y después las dona al Estado para que se conviertan en parques nacionales. Ya lo hicieron en Monte León: en 2003 compraron una propiedad cos-tera en Santa Cruz de 63 mil hectáreas y después de convertir ese terreno casi desértico en el hogar para

pingüinos, guanacos, zorros, lobos marinos y aves la fundación donó las tierras a Parques Nacionales. Y en el Perito Moreno: en 2013 donaron 15 mil hectáreas para ampliar el Parque Nacional. Lo que sigue es la creación del Parque Nacional El Impenetrable, en Chaco, del Parque Nacional Patagonia, en la meseta santacruceña, y del Parque Nacional Iberá, en Corrientes, que será el más grande del país, con 150 mil hectáreas.

Hacedora de estos proyectos tan ambiciosos como transformadores, Kris, una mujer de ojos claros, ges-tos suaves y palabras convincentes que lidera un team de más de 350 personas, recibió a ¡Hola! Argentina en “San Alonso”, una típica estancia correntina a la que se llega tras un vuelo de 15 minutos sobre los es-teros, ese paisaje inconmensurable de islas flotantes, canales y pastizales. “San Alonso”, que supo ser un refugio para ella y Doug, tan especial como su gente y su cultura, ahora es también albergue para los aman-tes del ecoturismo más exigentes del mundo.

–Desde que murió Douglas, ¿en algún momento pensó en dejar todo?

–No, nunca. Pasé un tiempo terrible, diría que el peor

“Soy parte de la quinta generación de mi familia criada en el mismo campo y tengo claro que desde siempre donde hay conservación hay

conflicto, porque se da un choque entre producción y ecologismo”

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de mi vida. Nosotros éramos inse-parables. Compartíamos nuestro trabajo además de nuestra vida privada, pero pienso seguir ade-lante con todo lo que teníamos proyectado.

–¿En qué o quiénes encuen-tra contención?

–En el trabajo. Yo soy muy trabajadora, me voy a morir trabajando. Cuando él murió, mucha gente me preguntaba: “Y ahora, ¿volvés a Estados Unidos?”. Y yo contestaba: “¿Qué? No, de ninguna ma-nera”. Con mi equipo tene-mos muchas metas y vamos a

cumplirlas. Y si no estoy demasiado vieja, vamos a seguir más allá de lo que Doug y yo planeamos juntos.

–¿Le resulta difícil acostumbrar-se a la soledad?

–No me siento sola. Tengo una familia de amigos y mi equipo de trabajo es también una gran fami-lia. Tanto en Argentina como en Chile estoy rodeada de gente que me acompaña mucho y magnifica cada logro.

–A la hora de tomar decisiones importantes, ¿piensa en qué ha-ría él?

–Sí, siempre. Él era el visionario y yo la que ponía a andar la maqui-

naria para que las cosas pasen. Así fue siempre entre nosotros. Acá, por ejemplo, Doug fue el primero en re-conocer que la cuenca de Iberá es una mina de vida silvestre que mere-ce ser conservada. Algo que después vieron muchos. Y yo puse y pongo todo mi esfuerzo para concretar el sueño de hacer de Iberá un Parque Nacional. Y por supuesto que en muchos momentos pienso: “Ok, Doug, ¿qué hacemos con esto?”. Y después me decido.

–Uno de los objetivos más am-biciosos del proyecto Iberá es el de reintroducir el yaguareté en la zona. ¿Esto tiene un significado

especial para usted? –El proyecto de los jaguares era

muy especial para Doug y lo sigue siendo para mí. Lograr recuperar una especie como esta tiene mucha más importancia que los parques en sí mismos. Porque trabajar para la conservación de especies amenaza-das me hace feliz. Es una forma de devolverle a la naturaleza todo lo que nos ha dado.

–¿Por qué es tan importante el status de “Parque Nacional”?

–Es muy importante en términos de biodiversidad, porque un Parque Nacional tiene más y mejor protec-ción de los Estados que una reserva.

“Él siempre estaba preocupado porque sabía que si moría antes que yo, para mí iba a ser muy difícil. Yo, en cambio, siempre pensé que con Doug íbamos a morir

juntos en un accidente de avioneta”

Kris se mueve por la zona en un Cessna 182 C. Izquierda: en septiembre de 2012 con su marido, Douglas Tompkins, que era un buen piloto, a punto de abordar el avión Husky

A-1 con el que solían recorrer los esteros.

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–Después de tantos años dedicados a la conservación, ¿qué piensa cuan-do mira para atrás? ¿Valió la pena?

–En los últimos años nuestro con-cepto de conservación cambió 180 grados. Antes pensábamos sólo en la tierra, en el número de hectáreas a conservar, y no focalizábamos mucho en la vida silvestre. Pero cuando llega-mos a Iberá nos dimos cuenta de que esa es la clave, que recuperar las espe-cies emblemáticas del lugar era vital, y empezamos a ver cómo hacíamos para reintroducirlas. Ahora yo no puedo ver un paisaje sin pensar qué falta, qué debería estar que no está. La belleza es importante, pero para mí, lo decisivo es el paisaje, y para que sea realmente bello y perfecto tiene que tener todas sus especies. Cuando uno hace ese clic empieza a mirar la naturaleza de otra manera. Así que claro que valió la pena. Yo quiero vivir así, cuidando lo que amo, los paisajes y los animales, y planeo seguir haciéndolo hasta el último día de mi vida.•

Arriba: Kristine posa con Sofía Heinonen Fortabat, directora de Conservación de la fundación Conservation Land Trust y su mano derecha desde hace muchos años. Abajo: Tubuna, reina del

estero, es la hembra de la pareja de yaguaretés con los que se inició el proceso de reintroducción de los jaguares. Abajo, derecha: Azul, uno de los primeros ejemplares de venado de las Pampas, otra especie reintroducida en la zona por el Proyecto Iberá. Derecha: la norteamericana –ex CEO de la

marca Patagonia– llegó al lugar en 1996 con su marido y se enamoró del lugar, su flora y su fauna.

“Iberá es una joya que el mundo está descubriendo

y eso va a cambiar Corrientes, porque en el

largo plazo el ecoturismo va a generar más ingresos

que la economía actual”

Texto: Gabriela Grosso Fotos: Tadeo Jones