La acción del demonio en base a las moradas de Santa Teresa

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Trabajo sobre “Las Moradas del Castillo Interior” 1 de santa Teresa de Jesús La última parte del trabajo consiste en la descripción que hace Santa Teresa de la actuación del demonio en cada una de las moradas o etapas de la vida espiritual. Ambientación Histórica: El panorama histórico del mundo occidental es éste, cuando a don Alonso Sánchez de Cepeda y a Beatriz Ahumada les nace su hija Teresa el 28 de marzo de 1515: En ese mismo día, se inaugura en la ciudad el monasterio de la Encarnación, a donde ingresará ella para seguir la vida carmelitana. En ese mismo año, el Capítulo General de la Orden Agustiniana nombra al fraile Martín Lutero vicario del Distrito, donde se encuentra el convento de Wittenberg. Entre tanto, Zwinglio 2 lucha, confundido entre la infantería suiza, en los campos de Marignano. Hace un siglo justo, en 1415, que el hereje Juan Huss ha muerto en la hoguera. Por entonces, Tomás Moro escribe su Utopía. El cardenal Wolsey es nombrado canciller de Inglaterra. El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros -confesor de la grandiosa reina Isabel la Católica- ocupa la Sede Primada de Toledo y está empeñado en la reforma de la Iglesia española, y para mejor contribuir a la difusión de la doctrina cristiana, hace que se traduzcan y publiquen en lengua castellana algunos de los más edificantes libros que después los leerá Teresa de Jesús en los albores de su profesión religiosa, como la "Vita Christi" del Cartujano (1503), el "Tratado de la vida espiritual" de San Vicente Ferrer (1510), la "Vida de Santa Catalina de Siena" (1511), el "Arte de servir a Dios" de Alonso de Madrid (152l), el "Tercer Abecedario" de Francisco de Osuna (1527), la "Subida del Monte Sión" de Bernardino de Laredo (1533) y algunos otros. Durante la niñez y juventud de Sta. Teresa tienen lugar muchos acontecimientos de trascendencia universal, como la protesta de Lutero, las dietas de Worms y Nuremberg, las guerras de los caballeros y de los campesinos, con su secuela de saqueos de Iglesias y conventos y la destrucción de bibliotecas en Alemania; las dietas de Spira y de 1 Este era su título completo. Luego se simplificó llamándole “Las Moradas” o bien “El Castillo Interior”. 2 Al igual que Lutero, pretendió reformar la Iglesia en Suiza. Murió en combate contra los católicos.

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Estudio realizado por el Padre Bruno Angel D'Amario

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Trabajo sobre “Las Moradas del Castillo Interior”

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de santa Teresa de Jesús

La última parte del trabajo consiste en la descripción que hace Santa Teresa de la actuación del demonio en cada una de las moradas o etapas de la vida espiritual.

Ambientación Histórica:El panorama histórico del mundo occidental es éste, cuando a don Alonso

Sánchez de Cepeda y a Beatriz Ahumada les nace su hija Teresa el 28 de marzo de 1515: En ese mismo día, se inaugura en la ciudad el monasterio de la Encarnación, a donde ingresará ella para seguir la vida carmelitana. En ese mismo año, el Capítulo General de la Orden Agustiniana nombra al fraile Martín Lutero vicario del Distrito, donde se encuentra el convento de Wittenberg. Entre tanto, Zwinglio2 lucha, confundido entre la infantería suiza, en los campos de Marignano. Hace un siglo justo, en 1415, que el hereje Juan Huss ha muerto en la hoguera. Por entonces, Tomás Moro escribe su Utopía. El cardenal Wolsey es nombrado canciller de Inglaterra. El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros -confesor de la grandiosa reina Isabel la Católica- ocupa la Sede Primada de Toledo y está empeñado en la reforma de la Iglesia española, y para mejor contribuir a la difusión de la doctrina cristiana, hace que se traduzcan y publiquen en lengua castellana algunos de los más edificantes libros que después los leerá Teresa de Jesús en los albores de su profesión religiosa, como la "Vita Christi" del Cartujano (1503), el "Tratado de la vida espiritual" de San Vicente Ferrer (1510), la "Vida de Santa Catalina de Siena" (1511), el "Arte de servir a Dios" de Alonso de Madrid (152l), el "Tercer Abecedario" de Francisco de Osuna (1527), la "Subida del Monte Sión" de Bernardino de Laredo (1533) y algunos otros.

Durante la niñez y juventud de Sta. Teresa tienen lugar muchos acontecimientos de trascendencia universal, como la protesta de Lutero, las dietas de Worms y Nuremberg, las guerras de los caballeros y de los campesinos, con su secuela de saqueos de Iglesias y conventos y la destrucción de bibliotecas en Alemania; las dietas de Spira y de Augsburgo, la apertura del Concilio de Trento el 13 de diciembre de 1545, que terminaría 18 años después, cuando Teresa ya ha comenzado su Reforma carmelitana, reforma que ella inicia con una mirada al pasado, pues quiere poner remedio a tanto mal como existe en la Iglesia, tratando de restaurar la Regla Primitiva de la Orden, reforma urgente y fecundísima que Dios reclamaba en la Orden y en la Iglesia, y que llevará a cabo con la ayuda –sobre todo– de san Juan de la Cruz. Mientras los reformadores protestantes quieren acabar con toda la fe de los siglos anteriores, Teresa, española y de familia hidalga, se aferra a la tradición y en la tradición se inspira para dar el paso adelante.

Cuando nació Santa Teresa hacía apenas 23 años que Cristóbal Colón había descubierto el nuevo mundo de América y tan sólo dos años que don Vasco Núñez de Balboa había descubierto el Océano Pacífico.

1 Este era su título completo. Luego se simplificó llamándole “Las Moradas” o bien “El Castillo Interior”.2 Al igual que Lutero, pretendió reformar la Iglesia en Suiza. Murió en combate contra los católicos.

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Durante su vida vivieron también don Miguel de Cervantes Saavedra, don Félix Lope de Vega y Carpio, fray Luis de León, etc. Nos encontramos –y esto es de suma importancia– en el grandioso y fecundo “siglo de oro español” en el cual convivieron gran cantidad de santos; entre ellos San Ignacio de Loyola, San Juan de Ávila, San Francisco de Borja, San Francisco Javier, San Pedro de Alcántara, San Felipe Neri, etc., etc., etc. Muchos de estos santos tuvieron una relevante influencia en la vida y obra de la gran santa Teresa de Jesús.

Datos biográficos de la autora:Santa Teresa de Jesús nació en Avila de los Caballeros el 25 de marzo de

1515 casi al amanecer de un miércoles de Pasión, y fue bautizada el 4 de abril en la parroquia de San Juan, donde todavía puede verse la pila bautismal. Era hija de don Alonso Sánchez de Cepeda y de su segunda mujer, doña Beatriz Dávila y Ahumada. Fue Santa Teresa la mayor entre los diez hijos de este matrimonio que llegaron a la edad adulta.

Desde muy niña se distinguió por su piedad y buen juicio. A los siete años trató de irse con su hermano Rodrigo a tierras de moros para que allí los «descabezasen por Cristo», pero fueron detenidos en las afueras de Avila por un tío suyo, que los condujo a la casa paterna.

Pasó algunos meses de su juventud en ciertos devaneos frívolos –lectura constante y apasionada de «libros de caballería», gusto de «traer galas y desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado de manos y cabello, y olores, y todas las vanidades que en esto podía tener», aunque sin llegar jamás a ofender a Dios gravemente–, hasta que cambió radicalmente de vida bajo la influencia de unas santas religiosas del convento de agustinas de Santa María de Gracia, adonde la había internado su padre, don Alonso. Después de sufrir una gravísima y larga enfermedad, que le ayudó también mucho para darse del todo a Dios, huyó de su casa paterna para ingresar en el monasterio de monjas carmelitas de la Encarnación, de Avila, donde tomó el hábito el día 2 de noviembre de 1536, a los veintiún años de edad.

Su vida en la Encarnación, aunque muy fervorosa y edificante desde el comienzo, sufrió algunos altibajos, debidos principalmente a sus muchas enfermedades –hubo de salir del convento largas temporadas para reponerse–, al ambiente de relajación que se había apoderado de casi todos los conventos y a la falta de buenos directores que empujasen a mayor perfección. Hasta que en la cuaresma de 1554 –a los treinta y nueve años de edad– se verificó su última y total «conversión» a la vista de una devota imagen de Cristo llagado que habían traído al convento para una fiesta que debía celebrarse en su honor. Desde aquel día se entregó con tal ardor al ejercicio del amor divino, que en poco tiempo alcanzó las más altas cumbres de la unión mística con Dios. Sólo dos años después –en mayo de 1556– celebró Santa Teresa su místico desposorio con Cristo, y en 1560 recibió la insigne gracia de la transverberación en casa de su amiga doña Guiomar de Ulloa.

Con ayuda de doña Guiomar, del clérigo Gaspar Daza, del «caballero santo» don Francisco de Salcedo, del dominico fray Pedro Ibáñez y de otros amigos, comenzó Santa Teresa la ingente obra de la reforma carmelitana, que el mismo Cristo le había mandado hacer en una sublime visión. Después de una larga serie de dramáticos incidentes –que es menester leer directamente en el libro de su Vida–, el 7 de febrero de 1562 obtuvo un rescripto apostólico del papa Pío IV para la fundación del primer convento reformado, el de San José, de Avila, siendo obispo de esta ciudad el gran favorecedor de la santa don Alvaro de Mendoza. El 24 de agosto,

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Santa Teresa dio el hábito a cuatro novicias, que empezaron a vivir una vida de extraordinaria perfección evangélica.

Después fueron sucediéndose las fundaciones de monjas y de frailes reformados –estas últimas iniciadas en Duruelo por San Juan de la Cruz y el padre Antonio de Jesús el 28 de noviembre de 1568-, en medio de tremendas contradicciones, superadas por la santa con admirable fortaleza y serenidad. Fundó por sí misma -«sin una blarica», como ella dice donosamente, fiada tan sólo en la providencia de Dios- dieciséis conventos de monjas carmelitas descalzas: San José de Avila (1562), Medina del Campo (1567), Malagón (1568), Valladolid (1568), Toledo (1569), Pastrana (1569), Salamanca (1570), Alba de Tormes (1571), Segovia (1574), Beas (1575), Sevilla (1575), Caravaca (1576), Villanueva de la jara (1580), Palencia (1580) y Burgos (1582). Y en vida de la santa se fundaron catorce conventos de frailes carmelitas descalzos: el de Duruelo (1568), que después se trasladó al pueblo inmediato de Mancera, y los de Pastrana (1569), Alcalá de Henares (1570), Altomira (1571), La Roda (1572), Granada (1573), La Peñuela (1573), Sevilla (1574), Almodóvar del Campo (1575), El Calvario (1576), Baeza (1579), Valladolid (1581), Salamanca (1581) y Lisboa (1582).

El último convento fundado personalmente por Santa Teresa fue el de las descalzas de Burgos, el 19 de abril de 1582. El 26 de julio salió la santa de Burgos muy enferma y achacosa; y después de pasar por Palencia, Valladolid y Medina del Campo, el 20 de septiembre, a las seis de la tarde, llegó a Alba de Tormes tan enferma, que hubo de acostarse en seguida, diciendo a sus monjas: «¡Oh, válame Dios, hijas, y qué cansada me siento y qué de años ha que no me acosté tan temprano! Bendito sea Dios, que he caído mala entre ellas». Al día siguiente se levantó con mucho esfuerzo para comulgar, y lo mismo hizo algunos otros días. Hasta que el día 1 de octubre se acostó para no levantarse más. El día 3 recibió con impresionante fervor los últimos sacramentos, y al día siguiente, 4 de octubre de 1582, murió santísimamente entre las lágrimas y oraciones de sus hijas. Durante su última enfermedad repitió muchas veces con inmensa alegría y gratitud a Dios: «En fin, Señor, soy hija de la Iglesia».

Fue beatificada la insigne reformadora del Carmelo el 24 de abril de 1614 por el papa Paulo V, y canonizada por Gregorio XV el 12 de marzo de 1622, junto con San Isidro Labrador, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. Es copatrona de España y patrona del cuerpo de Intendencia militar y de los escritores españoles. Y ha sido declarada oficialmente doctora de la Iglesia por el papa Pablo VI el 27 de septiembre de 1970.

Importancia de la obra:El Castillo interior o las Moradas, de Santa Teresa es sin duda la obra cumbre

y más ordenada de la santa. La escribió a los sesenta y dos años de edad, cuando ya su alma seráfica había escalado las más altas cimas de la unión mística con su divino Rey–Esposo. Comenzóla a escribir el 2 de junio de 1577 –fiesta de la Santísima Trinidad– por mandato de su director espiritual, el P Gracián de la Madre de Dios como él mismo lo cuenta: «Lo que pasa acerca del libro de las Moradas es que, siendo yo su prelado y tratando en Toledo una vez muchas cosas de su espíritu, ella me decía: «¡Oh, qué bien escrito está ese punto en el libro de mi vida, que está en la Inquisición!» Yo le dije: «Pues que no le podemos haber, haga memoria de lo que se le acordare y de otras cosas, y escriba otro libro y diga la doctrina en común, sin que nombre a quien le haya acaecido aquello que allí dijere»;

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y así le mandé que escribiera este libro de las Moradas, diciéndole, para más la persuadir, que lo tratase con el Dr. Velázquez3, que la confesaba algunas veces, y se lo mandó».4

Esta obra maravillosa, redactada generalmente después de comulgar o de ponerse en oración mientras se inflamaba y embellecía su rostro, constituye un magnífico tratado de la vida espiritual desde que el alma comienza sus primeros pasos hasta que llega a la unión mística con Dios. Todo el proceso gira principalmente en torno a la oración, cuyos grados progresivos describe la santa con admirable seguridad y precisión. Para ella, los grados de oración coinciden con los de la vida cristiana en su marcha a la santidad. Este punto de vista, que puede justificarse plenamente con una razón teológica –la intensidad de la oración coincide con la de la caridad, en cuyo perfecto desarrollo consiste la perfección cristiana–, fue confirmado por San Pío X en carta al general de los carmelitas el 7 de marzo de 1914 al decir que «los grados de oración enseñados por santa Teresa representan otros tantos grados de superación y ascenso hacia la perfección cristiana».

De esta obra han bebido todos los grandes tratadistas de espiritualidad después de la santa para la descripción de las etapas en el ascenso en la vida de unión con Dios; así mismo se han servido de ella muchos filósofos y estudiosos del psiquismo humano como fuente reveladora de los misteriosos y sutiles fenómenos anímicos.

No por nada las obras de santa Teresa de Jesús –y entre ellas Las Moradas se destaca– le han valido el título honorífico de Doctora de la Iglesia.

Contenido y estructuras principalesLas Moradas del Castillo Interior afronta el desarrollo de la vida cristiana en

toda su integridad y complejidad. Considera al alma como un castillo, todo de un diamante, rodeado de un foso (el cuerpo) como las fortalezas, con una serie de moradas en su interior. La puerta de comunicación con el exterior, la oración, a la vez se abre a la trascendencia. Jesús, el Rey–Esposo, mora con presencia personal en lo más interior del castillo, en espera de comunicarse con el alma. Ésta, a su vez, está preparada para desarrollar esa relación personal, por medio de la oración, y llegar desde el fondo del yo a la unión. La perfección cristiana va madurando a través de la relación con Cristo Rey y con las Personas divinas. De ella brota el amor operativo hacia el prójimo.

El alma recorre en su itinerario siete moradas que corresponden a las siete partes del libro. Cada una constituye, a la vez, un estadio de la vida espiritual, especialmente a partir de la cuarta.

MORADAS PRIMERASEstán en las Moradas Primeras las almas que, aunque libres de pecado

mortal, andan envueltas en mil cuidados terrenos, engolfadas en los regalos del mundo, desvanecidas en sus honras y pretensiones de hacienda.

Estas personas gozan poco de la presencia de Dios, no atienden apenas a las inspiraciones divinas, admiten fácilmente los pecados veniales y viven en constante peligro de pecado grave.

La puerta para entrar en el castillo es la oración.

3 El Dr. Velázquez –para entonces confesor de santa Teresa– era canónigo de Toledo y más tarde fue arzobispo de Santiago.4 Nota del P. Gracián hechas al c.6 1.4 de la Vida escrita por el P. Ribera.

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Las almas que están en pecado mortal no pueden entrar en el castillo, sino que se encuentran fuera de él, enredadas con “sabandijas”, “serpientes” y “animales inmundos”, que son las pasiones.

*Las Primeras Moradas comprenden dos capítulos.

MORADAS SEGUNDASEstán en las Segundas Moradas las almas de los que escuchan el llamado

del Señor, que las invita a mejorar de vida. No les faltan luchas, tentaciones y pecados veniales, pero sus deseos de adelantamiento son grandes, y el Señor les va llevando y ayudando. Por tal motivo, ya sienten la influencia del Señor en su vida.

*Las Segundas Moradas comprenden un solo capítulo.

MORADAS TERCERASAquí llegan las almas que habitualmente se libran de pecados veniales, de

manera que no cometerían uno solo con advertencia plena en ningún momento. Son personas amigas de hacer penitencia. Tienen sus momentos fuertes de oración y recogimiento. Gastan bien el tiempo. Ejercítanse en obras de caridad con el prójimo y andan muy concertadas en hablar, vestir y gobernar sus casas los que las tienen. Pero, por no dejar todavía el propio egoísmo, andan demasiado inquietas y a la vez sienten apretamiento de corazón con los desprecios y con el menoscabo de su honra. No buscan a Dios por sí mismo, sino por los gustos y regalos. No pasan por las sequedades y desconsuelos, necesarios para su purificación.

*Las Terceras Moradas comprenden dos capítulos.

MORADAS CUARTASA las Cuartas Moradas ingresan las almas, que sienten en sí principios de las

influencias divinas sobrenaturales en la oración llamada de recogimiento. En esta oración las potencias se sienten atraídas a lo interior con un llamamiento especial de Dios, poniendo ellas de su parte lo que puedan para responder a este llamado divino. Si su respuesta es sincera, nacerá en ellas un desprecio muy grande por todo lo que no es Dios; se deleitarán en pensar en Él y en sus misericordias; no les importará perder su honra con tal de complacerle; crecen en ellas las virtudes, especialmente la fe, la paciencia, la humildad; tienen un contento y deleite muy distinto del que dan las cosas terrenas, puesto que nace del interior, contento y deleite que impregnan las potencias e influyen incluso en el cuerpo; y embebidas como están de Dios y ocupadas totalmente en Él, viven en Él y para Él. Están gozando, en una palabra, de la oración de quietud.

Símbolos:El agua: contemplación, gracias místicas, lo sobrenatura1.Agua viva: la divina unión, la vida mística, la oración contemplativa.Fuente de agua viva: el Señor.Arcaduces, manantial: mayor o menor facilidad de contemplación.*Las Moradas Cuartas comprenden tres capítulos.

MORADAS QUINTASLas Moradas Quintas están reservadas para las almas escogidas, a quienes

Dios otorga el don de la oración de unión. La autora distingue tres clases de unión con Dios: la de la sola voluntad, toda ocupada en Dios y en sus cosas; la de la voluntad y entendimiento, ocupados y embebidos en Dios; la de la voluntad, el entendimiento y las demás potencias. Cuando, esto ocurre, en el éxtasis, "no parece se osa bullir ninguna" de estas potencias, ni la podemos hacer menear si con mucho estudio no quisiésemos divertirnos (distraernos). Es, añade la Santa, un glorioso desatino, una celestial locura, adonde se aprende la verdadera sabiduría.

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En las Quintas moradas muere el gusano de seda (que es el proceso de crecimiento interior hasta configurarse con Cristo: V, 2, 2-4); el alma renace en Cristo: «llevóme el Rey a la bodega del vino» (V, 1,12); «nuestra vida es Cristo» (V, 2,4). Estado de unión, bien sea «mística» desde lo hondo de la esencia, bien sea «no regalada», por conformidad de voluntades, y manifestada especialmente en el amor del prójimo (c. 3).

*Las Quintas Moradas comprenden cuatro capítulos.

MORADAS SEXTASLas Sextas Moradas son para almas verdaderamente privilegiadas, llamadas

al desposorio místico con Dios, cosa muy sobrenatural, más perfecta que la unión más cabal, aunque no tanto como el matrimonio espiritual que tiene lugar en las Séptimas Moradas. Las operaciones son aquí tan delicadas y suaves, que es imposible expresarlas con lenguaje humano. A este estado tan subido, suelen preceder grandes trabajos interiores y exteriores, causados incluso por el Mismo Dios, que hiere sabrosísimamente el alma, con el fin de purificarla totalmente. Realizada esta labor purgativa, el Señor le va comunicando gracias verdaderamente maravillosas, como éxtasis, arrobamientos, hablas interiores, visiones intelectuales, vuelos de espíritu, abrasamientos de amor divino, juntándose Dios y el alma sin entender nadie lo que allí pasa, sino solo ellos dos, de manera que ni siquiera la misma alma es capaz de expresarlo después. Este estado maravilloso dura a veces muy poco tiempo, comparable a la fugacidad del relámpago, pero deja estupendos resultados en el alma, de manera que por muchos días anda como embobada o despistada, sólo empleada en amar. No es raro que de tal experiencia resulte afectado el cuerpo con dolores, embotamiento de los sentidos y amortecimientos. Es que todo eso es necesario para disponer al hombre para las Séptimas Moradas.

Es el crisol del amor. Periodo extático y tensión escatológica. Nuevo modo de «sentir los pecados». Cristo presente «por una manera admirable, adonde divino y humano junto es siempre su compañía (del alma)» (VI, 7,9). El alma queda sellada.

Símbolo estructural de las Sextas Moradas:La esposa, el desposorio.*Las Sextas Moradas son las más extensas: comprenden once capítulos.

MORADAS SEPTIMASAquí tiene lugar el matrimonio espiritual. Ocurre en el centro más íntimo del

alma, donde está el Rey Divino. Y es tan subida e inexplicable la merced que el Señor le hace al alma, que ésta se confunde con El, quedando totalmente transformada y endiosada. Los efectos de este regalo son verdaderamente maravillosos: a) una grandísima paz interior que nunca se pierde, aunque las potencias anden desasosegadas; b) un gran gozo interior cuando es perseguida la persona, con una inmensa paz; c) olvido de sí mismo, que verdaderamente parece ya no es, junto con grandes deseos de padecer por Dios; d) grandes deseos de ver a Dios y de que sea alabado; e) desasimiento total de todo para estar a solas con Dios; e) anegamiento y absorción de la propia vida en la de su Rey–Esposo, de manera que puede exclamar con San Pablo, "Vivo yo, mas no yo, sino Cristo quien vive en mí".

Otros símbolos menores: la vela y la llama, las gotas en el océano, la mariposilla, la cierva sedienta, el tabernáculo de Dios.

Símbolo estructural de las Séptimas Moradas:El matrimonio, el centro del castillo, la cámara del Rey. Dios, la nave

cargada, el árbol plantado junto al agua, el vino de la bodega, el beso de la esposa, la habitación a oscuras, el fuego, el sol, el torrente, el río caudaloso.

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Jesús su Rey Amado ha sido el punto de mira a lo largo de todo el proceso. Desde las primeras moradas: «Pongamos los ojos en Cristo nuestro bien (cf. Hbr. 12, 9), y allí aprenderemos la verdadera humildad» (I, 1,11). Hasta la última página de las séptimas: «¡Los ojos en Cristo crucificado!» (VII, 4,8).

Juicio global y valores destacadosEn Las Moradas –junto con el libro de la Vida– se desarrolla una historia de la

salvación, perteneciente a una persona concreta, pero de alcance universal, que ayuda a comprender la de cada hombre. Todos están llamados a tener relación personal estrecha con el Creador. Hacer oración es tomarse esta llamada en serio y dar vía libre a la acción de Dios. Sólo por este camino se entiende el sentido de la vida, y la persona llega a su plenitud. Solo Dios basta. Todos pueden realizar esa experiencia y abrirse a su misericordia.

Las Moradas del Castillo Interior es un canto estupendo a la “Realeza interior” de Jesucristo nuestro amado Rey, como único punto de partida para toda obra de apostolado o de acción en la Iglesia y en el mundo. Si Cristo no reina en el centro del alma y esta no va en su diligente busca, entonces está muerta. El alma se vuelve un campo de batalla en el que hay que dominar todas las potencias y sentidos y someterlos a la amorosa potestad de Jesús.

La obra es una maravillosa guía teológica del retorno del hombre a Dios, cargada de contenido revelado y expuesta al aire alegre de una vivencia personal. La propia experiencia de santa Teresa es a la vez objeto y recurso de este libro y de todos sus libros. La expone sin alarde y sin miedo, con respaldo bíblico, como un ejemplo práctico de la misericordia de Dios con cada alma.

Teresa pone la ascética como base y recurso permanente de seguridad, incluso en los grados espirituales más altos. Gusta describirla como lucha, sirviéndose del símbolo del ajedrez y de la guerra. El rey y la dama son Dios y el alma. Todas las demás piezas están destinadas a dar jaque al rey. Éste, batido en campo abierto, se retira a su castillo y se hace fuerte con un puñado de valientes escogidos. La lucha cristiana se desarrolla en torno y dentro del castillo, que es la Iglesia, el convento, el individuo.

La interpretación de la mística como tarea individualista que olvida a los demás es ajena a Teresa y a toda la reforma española, que parte del individuo, pero no se para en él, sino que trata de llegar al convento, orden religiosa, Iglesia, sociedad. Cristo Rey es la cabeza del Cuerpo místico.

En fin, Las Moradas del Castillo Interior es una invitación a aspirar y tender efectivamente a la cumbre de la santidad, no obstante las dificultades que en este ascenso se presenten; brinda un impulso fervoroso a no quedarse en la chatura espiritual. Nos da aliento y confianza con la seguridad de que se puede llegar porque así lo desea el Amado y mostrándonos cuánto vale la pena el esfuerzo. Algo así como en una ocasión nos alentaba a la santidad nuestro amadísimo santo padre Juan Pablo II Magno:

«La santidad a la que debemos aspirar todos se puede comparar realmente con una cumbre de difícil acceso, que exige día tras día el esfuerzo de la subida dura y fatigosa. No os desalentéis nunca, ayudaos recíprocamente, reemprended diariamente con alegría y generosidad vuestro camino, atemperad las fuerzas del espíritu en la oración y en la Eucaristía, mirad siempre a lo alto, a la cumbre, seguros de alcanzarla con la ayuda del Señor.

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Y confiad en María Santísima nuestra Madre del Cielo, que nos sostiene y nos consuela».5

Aplicaciones y perspectivasMe ha parecido oportuno abordar Las Moradas del Castillo interior desde una

perspectiva de suma actualidad.El tema es “las estrategias y engaños del demonio para impedir que el alma

avance en el itinerario de las moradas hacia su Rey–Esposo”.Si es verdad que cuanto más se calla una verdad de Fe, más débese

proclamar, entonces no dudo de que este tema me será de ayuda para precaverme de las embestidas del maligno Enemigo.

Después del grandioso y sacrosanto Concilio Vaticano II, el demonio furioso de los buenos frutos que se podían prever, dispuso –parecería– todo su empeño en malograr esos frutos. Así lo declaraba s.s. Pablo VI: “Se creía que después del Concilio vendría un día de Sol para la Iglesia; pero, por el contrario, ha llegado un día de nubes, tempestad y oscuridad, porque ha intervenido el poder adverso: Satanás”6.

La Iglesia no ha dejado de dar santos grandiosos también en este tiempo, es verdad. No obstante, –declaraba también s.s. Pablo VI– “tengo la sensación de que por algún resquicio ha entrado el humo de Satanás en el Templo de Dios”7.

La “santidad” es algo demasiado grande como para que el Malvado se quede tan tranquilo. ¡Hay que advertirlo! Debo ser precavido, y eso es lo que de la mano de Santa Teresa me propongo hacer.

Lo primero que procura el demonio (le da placer) es conducir al alma a pecado mortal, para que ninguna de sus obras sea de provecho para alcanzar la Gloria y contentar a Dios (Moradas I, 2, 1).

Jesús nos dijo que “el árbol que no produce buen fruto será cortado y arrojado al fuego” (Mt 3, 10); pues bien, el demonio quiere ser él mismo quien esté plantado en medio del Castillo para dar malos frutos (I, 2, 4).

Una de sus tácticas es lograr que el alma se sienta temerosa de hacer obras buenas para gloria de Dios: que tengamos temor a la magnanimidad (grandeza de alma), a que piensen mal si hablo de cosas de Dios o de la oración, a que me tengan por exagerado, a ir alto en la vida espiritual (I, 2, 10); que no pongamos lo ojos en nuestro amado Rey y nos encerremos en nosotros mismos (I, 2, 11). Cuando cae en la cuenta de que un alma se encamina en obras que dan mucha honra y servicio de Dios y en provecho de otras almas, procura dar pena y acobardar esta alma (VI, 3, 7).

Tiene el demonio muchas legiones en cada morada para que el alma no pase de una a otra más interior. Nos hace por mil maneras trampantojos. En los comienzos de la vida espiritual le es más fácil combatirla porque los sentidos y potencias no tienen fuerza suficiente, por ello es más necesario aquí acudir a los intercesores, a la Santísima Virgen María y a los santos de Dios que nos alcancen de su Majestad la fuerza que necesitamos; aunque en verdad, en todos los estados necesitamos este auxilio (I, 2, 12).

Otra de sus estrategias es entrar bajo apariencia de bien o pasar desapercibido. “Su táctica no debe sorprendernos, porque el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Co 11, 14). Se hace como “lima sorda”.

5 SS Juan Pablo II, Alocución al clero y a religiosos, 7 de septiembre de 1986).6 SS Pablo VI, Alocución 15 de Noviembre de 1972.7 SS Pablo VI, Alocución 29 de Junio de 1972.

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Pone, por un lado, grandes ímpetus de penitencia ordenados a mal fin: para quitar la paz; para que desobedezca la Regla de su instituto; para perder la salud.

Pone también, gran celo de perfección, también con fines perversos: para envanecer y menospreciar a los hermanos; para que no vean sus propias imperfecciones; para que esté ocupada en mirar si los demás obran bien y por cualquier cosilla acudir al superior; en fin, para crear contiendas.

Con todo esto procura enfriar la caridad –amor a Dios y a los prójimos– en lo cual consiste la verdadera perfección. (I, 2, 15-17)

Su intento es hacer que el alma pierda su paz y la de los demás. Que se creen murmuraciones, no contando las cosas a quien corresponde resolverlas. (I, 2, 18)

El demonio hará gran guerra para que el alma no persevere. (II, título) El demonio hace que el alma experimente gran contento en las cosas del mundo,

como si fuesen contentos “eternos”8: la estima que se gana en el mundo; las amistades y los parientes; conservar la salud en cosas de penitencia; y una baraúnda y aflicciones que hacen que la pobre alma no sepa si pasar adelante o tornar a la primera pieza del castillo. Pero, por otra parte, el alma que se halla en la segunda morada, comienza a desear hacer penitencias y las potencias del alma iluminadas por la Fe le muestran el gran engaño que son estos contentos del mundo. (II, 3-5)

Si el alma está bien aparejada y tiene virtud para ir muy adelante, el demonio pone grandes trabajos y reúne todas las fuerzas infernales para lograr que el alma torne a salir del castillo. (II, 5; cfr. V, 4, título)

Si el alma pone gran determinación, como varón virtuoso, que antes perdería la vida y el descanso con tal de no tornar a la primera morada, el demonio huye rápidamente9(II, 6). Esta regla de actuación ante los embistes del demonio es equivalente a la regla 12 de discernimiento de espíritus que San Ignacio de Loyola pone para la primera semana de Ejercicios Espirituales: “El enemigo se hace como muger en ser flaco por fuerza y fuerte de grado, porque así como es propio de la muger, quando riñe con algún varón, perder ánimo, dando huída quando el hombre le muestra mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huír perdiendo ánimo, la ira, venganza y ferocidad de la muger es muy crescida y tan sin mesura; de la misma manera es propio del enemigo enflaquecerse y perder ánimo, dando huída sus tentaciones, quando la persona que se exercita en las cosas spirituales pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo haciendo el oppósito per diametrum10; y por el contrario, si la persona que se exercita comienza a tener temor y perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la haz de la tierra como el enemigo de natura humana, en prosecución de su dañada intención con tan crecida malicia”.

El demonio pone turbaciones que consisten en que “nos persigan malos pensamientos y nos aflijan sin poderlos echar de nosotros, y sequedades” . Remedio a este mal es que las almas “confíen en la Misericordia de Dios y no

8 Así dice San Ignacio: “Con causa [precedente] puede consolar al ánima así el buen ángel como el malo, por contrarios fines: el buen ángel, por provecho del ánima, para que cresca y suba de bien en mejor; y el mal ángel para el contrario, y adelante para traerla a su dañada intención y malicia” [EE 331]. Y también cfr.: “En las personas que van de peccado mortal en peccado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más los conservar y aumentar en sus vicios y peccados; en las quales personas el buen spíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las consciencias por el sindérese de la razón” [EE 314].9 Santa Teresa pone aquí el ejemplo de los israelitas virtuosos que cuando fueron a beber agua del lago, no se inclinaron hasta el agua sino que la bebieron de rodillas en las palmas de sus manos (Jue 7, 5-6).10 “Lo diametralmente opuesto”

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nada en sí y verán cómo Su Majestad le lleva de unas moradas a otras” y “trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda hacer su voluntad conformar con la de Dios”. De este modo el alma se encaminará hacia “toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual”. (II, 8-10; cfr. VI, 3, 18).

El demonio pretende que de la sequedad el alma saque inquietud11 y no humildad, para impedir la paz y conformidad que Dios quiere dar en la misma sequedad de modo tal que, estén más contentas que otras almas. (III, 1, 9)

El demonio, procura y sabe muy bien cómo hundir a las almas haciendo que, aun estando en las terceras moradas, con buen celo y deseo de librar a las demás del pecado, no se sometan a la obediencia y se expongan a las ocasiones en que puedan ofender al Señor. (III, 2, 12)

En la cuarta morada no entran del mismo modo las turbaciones como en las moradas anteriores, y si entran, no hacen daño sino ganancia. Aquí el demonio no suele engañar mediante turbaciones sino mediante los gustos de Dios, procurando que el alma se quede embebida en ellos y no haga obras de merecimiento. (IV, 1, 3)

En esta misma morada, mientras el alma espiritual está unida con su Rey, los pensamientos o imaginaciones suelen –por el contrario– estar muy alborotados. El alma no entiende esta situación y no sabe siquiera cómo consultarla; y este no entender le causa muchos trabajos y tristezas. En este estado procura el demonio que el alma se turbe y deje del todo el camino comenzado. Ahora bien, nada podrá lograr el demonio con esos pensamientos si el alma no se deja turbar. (IV, 1, 8-9. 11)

El las quintas moradas las almas ponen todos sus deseos en contentar a su Rey amado y suelen entrar en un estado de tal unión con él que el demonio no puede entrar allí ni hacer daño (V, 1, 5). Pero este estado no permanece siempre (cfr. VI, 3, 12).

Desde las primeras moradas suele el demonio dar paz (falsa paz), para después hacer mucha mayor guerra. (V, 2, 9)

Procura hacer creer a las almas que éstas poseen la virtud de la humildad y otras virtudes y para ello pondrán en movimiento el infierno. Pues sabe bien lo dañoso que son para el alma las virtudes fingidas que hacen caer en vanagloria y soberbia (V, 3, 9). Muestra de la fealdad de estas “virtudes” que trae el demonio con asaltos y engaños es que estas almas por un lado profesan querer ser abatidas y menospreciadas en público y por otro, luego aun las faltas pequeñas tratan de encubrir (V, 3, 10).

Las quintas moradas son el estadio previo al desposorio. El alma se encuentra tan enamorada que quiere hacer lo que sea para que este desposorio se concierte. Es aquí cuando el demonio intentará con gran cuidado combatirla, ya que después le será muy difícil salir ganando con sus intentos. Por eso el alma debe apartarse de toda ocasión de poner su afición en cosa que no sea el Amado, con lo cual vendría a perder el estado en el que se encuentra y es grandísima pérdida... (V, 4, 5)

...Todo el infierno se junta para conseguirlo, ya que si el alma avanza en este estado, el demonio sabe bien que tras esa alma va a perder una gran multitud más que Dios atraerá por medio de esa misma alma. (V, 4, 6)

11 Análogamente nos dice San Ignacio: “En las personas que van intensamente purgando sus peccados, y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo, es el contrario modo que en la primera regla; porque entonces propio es del mal espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones, para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos impedimentos, para que en el bien obrar proceda adelante” [EE 315].

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Santa Teresa responde a dos preguntas:1) ¿Cómo se puede engañar el alma si está tan unida a Dios?Viene el demonio con grandes sutilezas (cfr. VI, 3, 16), bajo apariencia de

bien; le va haciendo caer en cosas pequeñas haciéndole creer que no son malas; poco a poco12 le oscurece en entendimiento y entibia la voluntad; y le hace crecer en amor propio hasta que por una u otra cosa la va apartando de la Voluntad de Dios para que haga la suya.

2) ¿cómo puede entrar el demonio para que esta alma se pierda?No hay encerramiento tan encerrado adonde él no pueda entrar ni desierto

tan apartado adónde él no pueda ir. Además, lo permite el Señor, para que esa alma que quiere poner como luz para otras sea probada, ya que si va a ser un alma ruin, más vale que lo sea a los principios y no después cuando pueda dañar a muchas13.

Una forma de tentación que tiene Satanás es hacer creer –con licencia de Dios- a las almas que se hallan en las sextas moradas que están reprobadas de Dios. (VI, 1, 9)

Dios nuestro Señor puede dar gran deleite al alma juntamente con un dolor muy sabroso, pena llena de quietud y gusto espiritual. El demonio, en cambio, puede dar deleite y sabor que parezca espiritual o hacer creer que es alma muy aprovechada, pero las penas que produce en el alma solo pueden ser inquietas y con guerra; jamás sabrosas y con paz; y no puede traer grandes ganancias ni efectos interiores para el alma (VI, 2, 5–6; cfr. VI, 3, 16–17; VI, 6, 6. 10; VI, 8, 3–4).

A muchas personas engaña el demonio haciéndoles creer que ven y oyen a Dios (cfr. VI, 9, 1). A veces esas visiones o voces son fruto de la imaginación o de alguna enfermedad psíquica, como las “melancolías”. Suele el malvado enemigo aprovecharse de estas almas así enfermas para hacer daño a otras almas. (VI, 3, 2–4)

A ciertas personas que por su flaca complexión son de fácil llorar (personas tiernas), el demonio les hace creer que esas lágrimas vienen de Dios. Pretende que las almas se enflaquezcan de tal modo por la congoja, que después no puedan tener oración ni guardar su Regla. (VI, 6, 7)

Algo que Santa Teresa dice con fuerte acento, es que el Maligno procura engañar haciendo creer que las personas que están alto en la vida espiritual, no tienen necesidad de meditar en los Misterios de la Sacratísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo ni en su Pasión, ni menos en la Sacratísima Virgen, ni en la vida de los santos, ya que esto es de gran provecho para las almas (VI, 7, 5-6). También de este modo procura que perdamos la devoción al Santísimo Sacramento (VI, 7, 14).

Otra forma que tiene de hacer guerra el malvado Enemigo a las almas que están alto en la vida espiritual, es exteriormente, a través del director espiritual o el confesor que no comprenden el estado de esta alma y mal le aconsejan. (VI, 8, 8-9)

En la séptima morada nada puede hacer el demonio. Aquí “casi nunca hay sequedad ni alborotos interiores de los que había en todas las otras a tiempos, sino que está el alma en quietud casi siempre”. El alma está tan segura en el Señor, que no teme que el demonio pueda contrahacer nada. (VI, 7, 5-6)

12 Esto nos recuerda a aquello de San Ignacio de Loyola en sus Ejercicios Espirituales: “proprio es del ángel malo, que se forma sub angelo lucis, entrar con la ánima devota, y salir consigo; es a saber, traer pensamientos buenos y sanctos conforme a la tal ánima justa, y después, poco a poco, procura de salirse trayendo a la ánima a sus engaños cubiertos y perversas intenciones” [EE 332].13 Aquí vale aquel conocido aforismo: “corruptio optimi, pesima”.

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Quiero terminar con algunas conclusiones:Arma certera contra el demonio es la humildad lo cual incluye la sumisión al

confesor o al director espiritual. (VI, 3, 11. 16–17; I, 2, 8–9; VI, 5, 10; VI, 6, 9; etc.)A medida que un alma está más alta en la vida espiritual, mayores trabajos

tiene que sufrir por Cristo Nuestro Señor. (VII, 4, 5)El camino seguro para alcanzar la comunión más plena con la Trinidad es en

primer lugar el mismo Jesús, su contemplación y “la devoción con el Santísimo Sacramento” (VI, 7, 14): “El mismo Señor dice: Ninguno subirá a mi Padre, sino por Mí; no sé si dice así, creo que sí; y quien me ve a Mí, ve a mi Padre. Pues si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor pueden tener? ¿Ni quién nos despertará a amar a este Señor?” (II, 11). También, queda claro, la intercesión y vida de la Santísima Virgen María y de los santos (VI, 7, 5-6; III, 1, 6).

El demonio no deja de ser una criatura de Dios. Nuestro amado Rey–Esposo desea nuestro mayor bien. Las insidias del enemigo no tienen porqué hacer que nos desesperemos ni andemos siempre turbados. Como ya lo hemos recordado, la consigna de Santa Teresa es muy clara: “confíen en la Misericordia de Dios y no nada en sí y verán cómo Su Majestad le lleva de una moradas a otras y le mete en la tierra adonde estas fieras ni le puedan tocar ni cansar, sino que él las sujete a todas y burle de ellas, y goce de muchos más bienes que podría desear, aun en esta vida digo” (II, 9) y “trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda hacer su voluntad conformar con la de Dios..., en esto consiste toda la mayor perfección que se puede alcanzar en el camino espiritual..., en esto consiste todo nuestro bien” (II, 8).

En fin, “poned los ojos en el centro, que es la pieza o palacio adonde está el Rey” (I, 2, 8); buscad “la luz que sale del palacio donde está el Rey” (I, 2, 14); poned todos, toda vuestra buena voluntad que “visto ya el gran Rey, que está en la morada de este castillo, su buena voluntad, por su gran misericordia, quiérelos tornar a él y, como buen pastor, con un silbo tan suave, que aun casi ellos mismos no le entienden, hace que conozcan su voz y que no anden tan perdidos, sino que se tornen a su morada. Y tiene tanta fuerza este silbo del pastor, que desamparan las cosas exteriores en que estaban enajenados y métense en el castillo” (IV, 3, 2) para gozar eternamente de su amado Rey-Esposo. La intercesión de María nuestra Madre y Reina así nos lo conceda. Amén.

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BIBLIOGRAFÍA 14

ANDRÉS, Melquíades, Histiria de la Mística de la Edad de Oro en España y América, B.A.C., 1994.

ROYO MARIN, Antonio, O.P., Doctoras de la Iglesia, B.A.C., Madrid, 1973.

ROYO MARIN, Antonio, O.P., Los grandes maestros de la vida espiritual, B.A.C., Madrid, 1973.

SANTA TERESA DE JESÚS, Las Moradas, San Pablo, Santa Fe de Bogotá, 1995.

SANTA TERESA DE JESÚS, Obras completas, B.A.C, Madrid, 1974.

SANTA TERESA DE JESÚS, Obras de Sta. Teresa de Jesús, Tomo IV, Tipografía “El Monte Carmelo”, Burgos, 1917.

14 De las distintas ediciones de la obra me he servido sobre todo de los comentarios e introducciones.

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