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LA AGRICULTURA MEDITERRÁNEA Y LA GLOBALIZACIÓN EN EL SIGLO XIX Giovanni Federico Universidad de Pisa 1. Hoy en día los medios de comunicación hablan tanto de «globalización» que creemos encontrarnos con un fenómeno totalmente nuevo y sin precedentes. No es así, puesto que la historia mundial está Ilena de fases de rápido crecimiento en el comercio (con depresiones ocasionales), involucrando áreas cada vez más amplias. La centuria comprendida entre Waterloo y el estallido de la Primera Guerra Mundial es probablemente la más importante de todas en este aspecto, siendo entonces cuando la economía mundial entró en la primera auténtica «glo- balización». Por primera vez casi la totalidad del mundo se vio inmerso en el comercio a larga distancia, y el capital y el tra- bajo se movían incluso con mayor libertad que ahora (Foreman- Peck 1994). Por desgracia es imposible medir el crecimiento del comercio con anterioridad a 1850 debido a la ausencia de datos. Desde entonces y hasta 1911-13 el comercio creció al extraor- dinario porcentaje de un 3,6% anual (Lewis 1981) [gráfico 1]. En otras palabras, se incrementó 9,3 veces en aproximadamente sesenta años. EI comercio de productos agrícolas creció igual- mente, a pesar de ser imposible determinar exactamente cuan- to, porque las series disponibles no coinciden exactamente con la definición de «productos agrícolas» y comienzan sólo en 1890. Desde entonces hasta 1913 tanto el comercio de «comestibles» 375

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LA AGRICULTURA MEDITERRÁNEA Y LAGLOBALIZACIÓN EN EL SIGLO XIX

Giovanni Federico

Universidad de Pisa

1. Hoy en día los medios de comunicación hablan tantode «globalización» que creemos encontrarnos con un fenómenototalmente nuevo y sin precedentes. No es así, puesto que lahistoria mundial está Ilena de fases de rápido crecimiento enel comercio (con depresiones ocasionales), involucrando áreascada vez más amplias. La centuria comprendida entre Waterlooy el estallido de la Primera Guerra Mundial es probablementela más importante de todas en este aspecto, siendo entoncescuando la economía mundial entró en la primera auténtica «glo-balización». Por primera vez casi la totalidad del mundo se vioinmerso en el comercio a larga distancia, y el capital y el tra-bajo se movían incluso con mayor libertad que ahora (Foreman-Peck 1994). Por desgracia es imposible medir el crecimiento delcomercio con anterioridad a 1850 debido a la ausencia de datos.Desde entonces y hasta 1911-13 el comercio creció al extraor-dinario porcentaje de un 3,6% anual (Lewis 1981) [gráfico 1].En otras palabras, se incrementó 9,3 veces en aproximadamentesesenta años. EI comercio de productos agrícolas creció igual-mente, a pesar de ser imposible determinar exactamente cuan-to, porque las series disponibles no coinciden exactamente conla definición de «productos agrícolas» y comienzan sólo en 1890.Desde entonces hasta 1913 tanto el comercio de «comestibles»

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como el de «materias primas» (donde también se incluyen losminerales) creció aproximadamente un 2,3% cada año (Vidal1990), es decir, sustancialmente menos que el total.

El crecimiento del comercio se produjo por tres causas bási-camente:

a) La apertura de nuevas áreas para negociar. La mayoría

de los países africanos y asiáticos (incluyendo China yJapón) fueron controlados militarmente o conquistados,

mientras tanto países escasamente poblados como losEstados Unidos, Australia y Argentina fueron ocupadospacíficamente (o casi) por emigrantes europeos. Las colo-nias occidentales y los países con emigración occidentalse convirtieron en competidores en el mercado de pro-ductos agrícolas.

b) El crecimiento económico en Europa y en los países conasentamientos de población occidental, lo cual hizoaumentar la demanda. El nivel de este incremento varíasegún los productos, ya que dependió de la elasticidadrenta. Consecuentemente era mayor en los artículos delujo, tales como manufacturas o-entre los productosagrícolas- los cítricos, que entre productos más básicoscomo el trigo.

c) El progreso técnico en los transportes. El desarrollo denuevas tecnologías de refrigeración hizo viable el comer-cio a larga distancia de productos perecederos tales comocarne o verduras frescas. Y el incremento de la pro-ductividad del transporte terrestre y marítimo (gracias alvapor y al ferrocarril) provocó un sustancial descenso delos costes. Ese descenso fue obviamente superior en pro-ductos voluminosos como minerales, o en productos agrí-colas como el trigo, que en otros productos tales comomanufacturas o seda. El resultado fue una fuerte reduc-ción en los diferenciales de precio del mercado (en jergamercantil, un proceso de integración de mercado). Deacuerdo a una reciente estimación en el caso entre NuevaYork y Londres, éstos se redujeron en un mínimo de un47% para la lana y un máximo de un 73% para el

grano.

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^Cómo afectó este proceso a la economía mundial?. Aquellosaños fueron de prosperidad para muchos países y coincidieroncon el comienzo del moderno crecimiento económico en todoslos países avanzados actuales (con la excepción de unos pocosNIC en Asia). Esto no sorprende en absoluto. La teoría eco-nómica siempre ha recalcado los grándes beneficios del flujo demercancías y capital. Recientemente Williamson (1996) ha esti-mado que el crecimiento unitario del comercio y la emigraciónexplican la convergencia global eri ganancias reales y PIB fier

capita. Esta optimista valoración no es compartida de forma gene-ral, y de todos modos los beneficios globales no descartan laposibilidad de que la globalización afectara negativamente a algu-nas actividades en un país cualquiera. En este artículo consi-deraré brevemente la experiencia dé la agricultura en un con-junto de países que tradicionalmente, aunque no con muchafortuna, han sido denominados «mediterráneos» - Italia, España,Portugal, Grecia y Turquía-. Desde este punto de vista más redu-cido la globalizacióñ fue esencialmente un desafio. Aumentó lacompetencia pero también las oportunidades para exportar, tantoen los mercados tradicionales como en los nuevos. zEstaba pre-parada la agricultura mediterránea para responder a tal desafio?

2. Frima facie, los datos disponibles no garantizan una res-puesta positiva. La exportación en los países mediterráneos erabastante pobre. Desde 1871-73 hasta 1911-13 las tasas de cre-cimiento abarcaban desde un mínimo de 0,56% anual en Portugalhasta un máximo de 1,75% en Grecia (Turquía 0,94%; España0,96%; Italia 1,36%), muy por debajo del 3,2% del comerciomundial.' En otras palabras, el porcentaje de los países medi-terráneos era considerablemente reducido. Estos son los datosglobales, y debido a los cambios en la composición de las expor-taciones las cifras de los productos agrícolas podrían haber sidoincluso menores (Federico 1992). Lains (1986) ha demostradoque desde 1876 hasta 1900 Portugal había estado perdiendo lacuota de mercado de la mayoría de sus productos en un gran

' Los datos (I.ewis 1973) no son necesariamente !os mejores para cada

país, pero se uŭlizan con el fin de mantener la consis[encia entre ellos.

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GRÁFICO 1

50 55 60 65 70 75 80 85 90 95 00 05 100

Fuente: Lewis 1981 - COMERCIO INTERNACIONAL

GRÁFICO 2Precios del trigo

0.4 T, ^70 75 80 85 90 95 00 05 10

- REINO UNIDO ------^ ITALIA

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número de países. El comportamiento global de los países medi-terráneos era, como máximo, deslucido. El crecimiento de suPIB per capita estaba entre los más bajos de Europa: Italia yEspaña ocupaban respectivamente el duodécimo y el decimo-cuarto lugar entre quince países en 1820-1913, y el décimo ydecimosegundo lugar entre dieciocho países (siendo Portugal eldecimoctavo) en 1870-1913 (Maddison 1995 tab. 1.3). No esnecesario decir que las estimaciones de las cuentas nacionalesson siempre aproximadas, y puede que se necesite su revisiónen futuras investigaciones. Pese a todo es poco probable que lospaíses mediterráneos pudieran haber estado a la cabeza del grupo.Y la agricultura tiene sin duda parte de culpa, al englobar el40-50% del PIB y emplear aproximadamente dos tercios de lapoblación. Por eso Tortella ha argumentado recientemente quelos países latinos compartían un patrón común de retraso, y quelos modestos resultados agrícolas eran «uno de los obstáculosprincipales para la modernización económica» (1994, 7).

Tal afirmación quizás sea demasiado severa. Primero por-que los datos correspondientes a cada país puede que no seanrepresentativos del comportamiento de la agricultura «medite-rránea». La mayoría de los países «mediterráneos» incluyen dehecho vastas áreas no mediterráneas (el valle del Po en Italia,el norte de España, por no mencionar a Francia), cuyo climay variedad productiva se asemeja a las norteuropeas. Posible-mente sean solamente Grecia y Turquía países enteramente«mediterráneos». Segundo, porque se puede argumentar, comolo hizo Reynolds (1986) al referirse a LDC durante los mismosaños, que algún crecimiento en la exportación era mejor quenada - ya que pondría en movimiento una situación que deotra manera hubiese permanecido estancada. Por último, aun-que no menos importante, hay que ser cúidadoso en la defini-ción de «éxito» y«fracaso». Estos términos deben referirse a lacontribución global de la agricultura en un crecimiento a largoplazo. Desde este punto de vista, el incremento en la produc-ción o en la exportación es sin duda útil, pero de ningunamanera suficiente o incluso necesario. De hecho la agriculturatiene que traspasar inputs (trabajo y capital) a otros sectores dela economía y tiene que crear demanda para productos no agrí-colas. Estos dos últimos objetivos pueden ser conseguidos sólo

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si aumenta la productividad. Uñ incremento en la producción,en caso de ser forzado por aranceles u otros incentivos, puedeincluso reducir la productividad global al desperdiciar valiososrecursos. De igual manera una bajada en la exportaciones noes necesariamente una evidencia de fracaso siempre y cuandose produzca por un incremento en el consumo interno. Por lotanto el crecimiento agregado del factor total de productividades la mejor medición de dicho comportamiento. Por desgraciaaún existen pocas estimaciones de esta medida, y como muchosolo pueden referirse a productos aislados. Todo esto no dismi-nuye la necesidad de ser muy precavido a la hora de hacerinferencias de datos macroeconómicos. Por esta razón me cen-traré en productos aislados, siguiendo una aproximación que loseconomistas denominan de equilibrio parcial.

3. Hasta los primeros años del siglo XIX, durante los años«normales» la agricultura mediterránea era capaz de cubrir casitotalmente las necesidades de la población de la zona. Sin embar-go no todos los productos estaban igualmente adaptados al climay a la capacidad de gasto de la cuenca. Comparativamente suventaja estaba en cultivos de trabajo intensivo tales como vino,aceite y otras frutas, las cuales pueden prosperar en terrenossecos y montañosos. La zona no se adaptaba ni a los cultivosde grandes extensiones de terreno, como los de cereales, ni ala ganadería, ya que su clima seco no permitía adoptar técni-cas intensivas de cultivo ni de cría. En jerga eonomista loscereales y productos ganaderos se denominan importables, los«mediterráneos», por el contrario, bienes exportables y debenser analizados separadamente.

3.1 La competencia del grano fue ceteris paribus sentida demanera mucho más acuciante que la de la carne o los pro-ductos animales habituales de granja. Estos últimos eran menosimportantes en proporción (como parte del porcentaje total deproducción agrícola) y pese a todo la demanda interna aumen-taba gracias al incremento de la renta. El consumo de trigo erapor el contrario inelástico al precio por lo que su demanda seincrementó muy lentamente (aproximadamente tanto como la

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población total, posiblemente un poco más si implicaba la sus-titución de otros granos menos estimados). En otras palabras,cualquier aumento de las importaciones afectaba directamentea la producción interna.

La introducción de cereal procedente del exterior aumentó

espectacularmente en dos ocasiones en el siglo XIX - durante

los años 1820 (primera entrada masiva de trigo ruso) y a par-

tir de 1870 por la competencia de los cereales no europeos.

En ambos casos el incremento provocó una severa crisis al bajar

considerablemente los precios. El precio real del trigo cayó alre-

dedor de un 30% en Gran Bretaña desde 1870-74 hasta 1892-

96 para no llegar a recuperarse jamás (O'Rourke 1996).

Teóricamente el efecto de la bajada de las rentas podría haber

sido compensado o por un incremento equivalente en la pro-

ductividad o por un cambio hacia otros cultivos más beneficio-

sos. En realidad la productividad se incrementó a la larga, gra-

cias principalmente al uso de fertilizantes y, posteriormente, a

la mecanización, pero su crecimiento fue tan lento que a corto

plazo no compensaba a los productores sus pérdidas. Además

el cambio en la especialización fue lento, caro y dificil, espe-

cialmente en la cuenca mediterránea cuya mejor alternativa, la

producción de vino, aceite y fruta, precisaba inversiones a largo

plazo. Por lo tanto la renta de los productores estaba conde-

nada a disminuir en el corto plazo. El decrecimiento podría

afectar más a las rentas de los terratenientes que a los benefi-

cios o los salarios ya que, por definición, la tierra no es inter-

cambiable entre .sectores. La mejor solución desde el punto de

vista de los terratenientes era pues impedir la caída de los pre-

cios nacionales imponiendo un impuesto a las importaciones. En

conjunto lucharon duramente por este objetivo en toda Europa

y, por lo general tuvieron éxito, incluso si tenemos en cuenta

las excepciones (principalmente el Reino Unido, pero también

Dinamarca, Bélgica y Holanda). Francia y Alemania impusieron

aranceles por primera vez en 1885. Los países mediterráneos

siguieron poco después - Italia en 1887, España en 1890 (aumen-

tando unos derechos que ya entonces eran elevados) y Portugal

en 1889 (con un tipo de escala móvil). En la mayoría de los

países el primitivo derecho fue elevado en breve plazo: por ejem-

plo, en Italia se dobló con creces desde 1887 hasta 1894. Como

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estos aranceles eran específicos (por ejemplo, una suma fija porunidad de producto), el nivel de protección variaba de acuer-do a los precios mundiales del trigo. Éste era alto cuando losprecios eran comparativamente bajos (caso de los años 1890), ybajaba algo cuando los precios se incrementaban - como en losaños 1900. Sin embargo inmediatamente antes de la guerra elnivel de protección era aún extremadamente elevado, aunqueno insostenible. Los derechos eran prohibitivos en Portugal, apro-ximadamente un 40% en España e Italia y posiblemente algomás bajos en Grecia (Bairoch 1989 tab.9). La tarifa era del41,5% en Italia y del 29,2% en España (38% en Alemania y34,5% en Francia). Es interesante observar como Italia suspen-dió su arancel desde 1914 hasta 1926 sin el desastre que losproteccionistas habían profetizado. Pese a todo, aquéllo no fuemás que un corto paréntesis, ya que Italia regresó a su tradi-cional política proteccionista. El cultivo de trigo continuó sien-do una actividad protegida en toda Europa hasta nuestros días(dentro de la estructura de la Política Agrícola Común).

La política proteccionista fue muy efectiva a corto plazo.Los precios nacionales aumentaron muy por encima del «mun-dial», como lo demuestra el gráfico 2, que compara los preciositalianos y británicos. Se sostuvo la renta, y con ello la posi-ción social y económica de los terratenientes. Los efectos de lasimportaciones difirieron de acuerdo con la elasticidad del sumi-nistro interno, el cual dependía de la dotación de recursos y delas cosechas alternativas. España por ejemplo se mantuvo prác-ticamente autosuficiente, mientras Portugal e Italia continuaronimportando cantidades ingentes de trigo (en 1911-12 un 20% y25% de su consumo respectivamente). En la antesala de laPrimera Guerra Mundial, Italia representaba el 8% del total delas importaciones mundiales. Los efectos en el crecimiento y laindustrialización fueron probablemente negativos, aunque sea difi-cil determinar cuanto. El arancel implicaba una seria disloca-ción de los recursos, y por lo tanto afectó negativamente alnivel de vida. Fenoaltea (1993) ha argumentado que impulsó laemigración al reducir los salarios industriales reales.

3.2 Los efectos de la globalización en la producción de artí-culos de exportación no están determinados claramente, ya que

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provocaron mayor demanda y mayor competencia. La deman-da de productos mediterráneos creció porque estaban bendeci-dos por una elevada demanda comparativamente más elástica,y porque el crecimiento de las colonias de emigrantes de paí-ses mediterráneos creó una demanda adicional de los mismos.Posteriormente el consumo de estos productos se extendió inclu-so entre la población nativa - y el proceso culminó en la recien-te moda por la dieta mediterránea en el norte de Europa y enlos Estados Unidos. El incremento de la demanda inevitable-mente provocó el surgimiento de competidores en muchos sitios.La producción de vino, por ejemplo, se desarrolló tanto en lacuenca (muy notablemente en Argelia, donde fue introducidopor los colonos franceses) y fuera de ella (California, Australia,Nueva Zelanda, etc.). La interrelación entre estos dos procesostuvo efectos muy diferentes en las exportaciones tradicionalesprocedentes de los países mediterráneos. Cada país tiene algu-na historia que evidencia su éxito, incluso aunque no todos loscasos fueron tan exitosos.

El mayor éxito de España, por ejemplo, fue la producciónde naranjas en Valencia; la exportación de aceite le fue bas-tante bien, mientras la de vino cayó (Simpson 1995). El culti-vo de cítricos era una actividad altamente especializada que pre-cisaba de grandes inversiones, por lo que eran elevadas lasbarreras a su entrada, amén de ser relativamente modesta lacompetencia (había una especie de división del trabajo con Italia,especializada en la producción de limones). Por otra parte lacompetencia en el aceite de oliva y el vino fue muy intensa, ylos productores españoles fueron incapaces de mejorar la cali-dad de su género para entrar en el más lucrativo mercado delos productos de alta calidad.

En pocas palabras, es imposible generalizar. Cada produc-to debe ser analizado por sí mismo, en una perspectiva com-parativa. Se pueden estudiar las importaciones de trigo en Italia,asumiendo con cierto sentido que era un país pequeño y quepor lo tanto hacía frente a un una oferta perfectamente elásti-ca (al precio mundial predominante). No sería posible estudiarlas importaciones italianas de cítricos, por ejemplo, sin analizarla demanda y sin tener en cuenta la competencia española. Enotras palabras, son necesarios unas series de estudios de caso

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sobre el comercio mundial y el consumo de productos aislados.Para dar un ejemplo de este tipo de aproximación describirébrevemente el caso de la seda (Federico 1997).

Desde la Edad media en la cuenca mediterránea se produ-cía seda y sus manufacturas. Desde el siglo XVII en adelanteItalia se había convertido en el principal suministrador de sedaen bruto y refinada a los tejedores franceses, alemanes y britá-nicos (los gusanos de seda no sobreviven al clima del norte deEuropa). En el siglo XIX su posición fue sometida a la cons-tante competencia de China y posteriormente Japón. En los últi-mos años de la década de 1840 Italia aún dominaba entre el50-60% del comercio mundial de seda (aproximadamente, elconsumo de los países occidentales). En la década siguiente sucuota descendió de forma abrupta hasta un tercio debido auna importante enfermedad de los gusanos, la pebrina, parajamás llegar a recuperarse. Éste descenso se estabilizó alrededordel 30% hasta los primeros años del siglo XX, y después comen-zó a descender continuadamente mientras la cuota de Japón seincrementaba (hasta un increíble 67% inmediatamente antes dela gran crisis). Todas las exportaciones de seda desaparecierondespués de la Segunda Guerra Mundial, y actualmente Italiaimporta de China toda la materia prima que necesita para fabri-car sus productos de seda. Aparentemente un pobre desarrollo.Sin embargo, una mirada más atenta transforma esa impresión.De hecho el consumo de seda estaba creciendo rápidamenteporque el crecimiento de la renta nacional permitía cada vez amás gente la compra de vestidos de seda. El comercio mundialse triplicó desde 1820 hasta los años 1870, y volvió a hacerlodesde esa fecha hasta la Primera Guerra Mundial. Por lo tanto,la cada vez menor cuota de mercado de Italia se correspondea un incremento en las exportaciones de 3,5 veces desde losaños 1820 hasta su tope en 1905-07. La fuerza de la industriade la seda italiana quedó demostrada en su rápida recupera-ción después de la pebrina, la cual contrasta con la decaden-cia de la industria francesa. Además la seda italiana mantuvouna indiscutible superior calidad hasta los años 1920. Estos logrosno son en absoluto insignificantes, ya que los países del extre-mo oriente podían importar tecnología occidental y tenían unamayor cantidad de mano de obra. Italia logró evitar la com-

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petencia gracias a una mayor productividad en el proceso indus-trial. Su factor total de productividad en una fecha tan tardíacomo 1911 era un 50% superior a la de Japón, su competidormás cercano. La producción cayó desde la primera década delsiglo XX en adelante, pero sólo porque el suministro de sumateria prima, los capullos, estaba disminuyendo. Y disminuíaporque la cría del gusano de seda era una actividad desagra-dable que demandaba mucho trabajo, por eso los campesinosla abandonaron tan pronto como tuvieron una fuente alterna-tiva de ingresos en la industria. En otras palabras, la decaden-cia de la industria de la seda fue causada por la industrializa-ción. De hecho la industria japonesa también fue afectada poruna crisis similar en los años 60 y 70 (y hoy sobrevive sola-mente gracias a los elevados aranceles sobre la seda china).

4. Estos son sólo ejemplos que deben ser contrastados paratener una completa imagen de la respuesta de la agriculturamediterránea al desafio de la globalización. Es importante resal-tar que el análisis de equilibrio parcial, eficaz para ampliar nues-tro conocimiento, tiene un serio límite. Éste no toma en cuen-ta los efectos en los mercados de abastecimientos y en el consumo.Por ejemplo, un incremento de la producción de cítricos redu-ciría ceteris paribus los recursos para la producción de trigo yviceversa. En el caso de los cítricos el problema pudo no habersido tan grande, ya que suponían un 2-3% del total de la pro-ducción agrícola. Pero en el caso del trigo los efectos fueronprobablemente mayores y no deben de ser menospreciados. Éstospueden ser tenidos en cuenta con una apro^cimación de equili-brio general. Por lo tanto la estrategia ideal podría consistir enuna combinación de estudios de equilibrio parcial en profundi-dad con el desarrollo de un modelo CGE para los principalesproductos. Esto sin embargo implica una planificación a largoplazo de la investigación que puede absorber a muchos estu-diosos durante varios años.

En este momento cualquier anticipación de los posibles resul-tados no puede ser sino estimativa. Sin embargo yo apostaríapor tres puntos principales. Primero, la definición general de«agricultura mediterránea» oculta amplias diferencias en com-

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portamientos y respuestas a la globalización, tanto entre países

como en el interior de cada uno de ellos. Segundo, estas dife-

rencias dependían de la demanda de sus productos típicos, pero

también de las características de cada país. Claramente vemos

este hecho en el caso de la seda: a Japón y a Italia (a su modo)

les fue mucho mejor que a China. Finalmente, y aún de modo

estimativo, yo sugeriría no ser demasiado pesimista en el com-

portamiento de la agricultura mediterránea. Estos países podrían

haber crecido menos que otros países europeos en el siglo XIX,

pero de hecho crecieron (el PIB portugués se incrementó en un

25% entre 1870 y 1913). Su comportamiento a largo plazo no

está del todo mal. Italia incluso alcanzó a los países más avan-

zados del norte de Europa, una hazaña que hubiese parecido

imposible en una fecha tan tardía como 1913. Los demás paí-

ses mediterráneos no van demasiado por detrás. El PIB medio

per cápita de España, Portugal y Grecia en 1992 era alrededor

de dos tercios del de los miembros no mediterráneos de la

Comunidad Europea (Maddison 1995). Y esos resultados difi-

cilmente se habrían obtenido si la economía agrícola hubiera

sido un total desastre.

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