La Argentina sin Perón, por Julio Fernández Baraibar

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La Argentina sin Perón

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Una serie de ensayos sobre la política argentina posterior a la muerte del General Juan Domingo Perón

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La Argentina sin Perón

Contraportadilla

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Julio Fernández Baraibar

La Argentina sin Perón

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Contraportada

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A la memoria de Alberto Guerberof, de Buenos Aires,

y Raúl Dargoltz, de Santiago del Estero,

a Roberto Ferrero, de Córdoba,

a Enrique Lacolla, de Córdoba.

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ÍndicePrólogo.................................................................................................................... 9

Introducción.......................................................................................................... 11

Sobre los maestros ................................................................................................15

Un artículo de hace 18 años......................................................................... 17

El legado de Jorge Abelardo Ramos.............................................................19

Para llamar a los leones calvos, de una vez y para siempre, pumas ............37

En recuerdo de Jorge Enea Spilimbergo.......................................................43

En recuerdo de aquel gigante admirable...................................................... 47

El sectarismo, la tentación permanente.........................................................51

La democracia colonial......................................................................................... 61

Las últimas zonceras del “Super Canciller”................................................. 63

Los modernos macaneadores....................................................................... 67

Las brumas teóricas de la dependencia.........................................................73

“Y tú no sabes quién toca el violín...............................................................75

Sobre el peronismo................................................................................................85

El 17 de Octubre de 1945............................................................................. 87

Cinco tesis para la actualización del Movimiento Nacional........................ 93

Los Muchachos Peronistas........................................................................... 97

Fuerzas Armadas y política nacional........................................................... 99

El peronismo y las clases medias........................................................................ 109

Radicalización de los sectores medios....................................................... 111

El peronismo y la universidad.................................................................... 125

Los estudiantes y el peronismo, una difícil relación.................................. 137

El reencuentro de los estudiantes con la tradición nacional y

latinoamericana.......................................................................................... 141

El golpe contra Isabel Perón y el pueblo argentino................................... 145

El Pensamiento Nacional y la lucha contra la Matrix............................... 147

Después del año 2001......................................................................................... 157

El cadáver del señor Valdemar.................................................................. 161

La oligarquía se amotina............................................................................ 163

Sobre el falso conflicto de las papeleras en el río Uruguay....................... 165

El retorno de la Bruja................................................................................. 167

7

Un profeta del pasado y un cínico defensor de los excluidos.................... 171

Viudas e hijas de Bartolomé Mitre............................................................ 175

No caeremos en la zanja a la que nos quieren llevar los ciegos................ 179

El manejo de nuestro principal ahorro vuelve a la Nación........................ 181

Clarín sabe que esta vez la oposición no tiene ala plebeya........................ 183

Groussac, Borges, Moyano, Clarín y un pequeño miserable..................... 185

El tero y el Pino...........................................................................................189

Entre la estolidez y el cinismo................................................................... 191

Un lamebotas del poder mediático............................................................. 195

Alto en la noche, Mitre vigila.................................................................... 197

Preocupaciones de una ex-izquierdista de La Nación.................................199

A propósito de la Patria...............................................................................201

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Prólogo

9

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IntroducciónEstos textos han sido escritos a lo largo de treinta y cinco años. El más antiguo fue

escrito la noche misma del fallecimiento del general Perón, en el momento en que

comenzaba a cernirse una gigantesca y ominosa sombra sobre la Argentina y su pueblo.

Los últimos han sido escritos bajo la presidencia de Cristina Fernández, cuando,

nuevamente, las fuerzas de la reacción oligárquica e imperialista amenazan al pueblo

argentino en su larga lucha por la independencia y la justicia social. Son, entonces,

producto de la lucha política. Es decir, se proponen afirmar y exponer los puntos de

vista propios y someter a la crítica los de quienes expresan los intereses ajenos a la

revolución nacional y la unidad latinoamericana.

Algunos de ellos han sido escritos fuera del país, la mayoría de ellos en la

Argentina, pero todo han tenido como objetivo incidir en la política argentina, participar

en el, muchas veces afónico, debate público y ayudar, modestamente, a la comprensión

de los grandes temas nacionales.

La perspectiva y la influencia ideológica de estos escritos son los de la Izquierda

Nacional, corriente de pensamiento a la que me incorporé con los resplandores del

Cordobazo y a la que he sido fiel a lo largo de estos cuarenta y pico de años. Esa

coherencia no ha estado determinada por una fidelidad religiosa a un sistema de ideas

sino por la experiencia de que el mismo ha dado grandes respuestas y grandes

lineamientos a las tortuosas alternativas que el fin del siglo XX y el principio del siglo

XXI han arrojado sobre nuestras espaldas. Estamos convencidos, además, que también

tienen mucho que aportar a las grandes y decisivas batallas por venir.

El sentido de convertir estos escritos -que ya están alojados en la gran biblioteca

de Alejandría que es la Internet- en un libro es el de que estas ideas y estas discusiones

formen parte de la conciencia política de las nuevas generaciones que hoy ingresan a la

lucha en condiciones muy distintas a las que se vivieron entre 1976 y 2001.

Por primera vez, en más de treinta años, surge una generación política a la sombra

de un gobierno que ha decidido enfrentar al sistema de dominación instalado con el

golpe de estado de 1976 y consolidado con la democracia colonial instaurada como

consecuencia de la derrota en la batalla de Malvinas. Afortunadamente, y como

consecuencia de propuestas y medidas impulsadas desde la presidencia de la República,

a partir de la asunción del doctor Néstor Kirchner, la política ha vuelto a ser, para miles

y miles de jóvenes compatriotas, un instrumento de transformación de las condiciones

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de sometimiento de la Argentina semicolonial y que requiere, por lo tanto, de un

pensamiento transformador. Hay una generación fuerte y nueva que vuelve a indagar

sobre el pasado remoto e inmediato, que vuelve a preguntarse sobre el sentido de la

historia, que vuelve a proponerse cambiar radicalmente el país del privilegio

oligárquico, de la especulación financiera y del sometimiento al imperialismo. Hay una

generación que asume las tareas de la unificación continental como mandato del pasado

y del presente. Es una juventud que busca, como lo hiciéramos hace cuarenta años, las

raíces de nuestros males y la definitiva solución a la injusticia de nuestros pobres, a la

irracionalidad de nuestros desocupados, en estos doscientos años de soledad en un

continente que fue y será nuestra patria, nuestro gigantesco hogar.

El lector encontrará en él homenajes a Juan Domingo Perón, a Arturo Jauretche, a

Jorge Abelardo Ramos y a Jorge Enea Spilimbergo, los grandes maestros que forjaron

nuestro pensamiento, que nos hicieron conocer el país real, que nos permitieron, en

suma, hacer política revolucionaria a partir de las condiciones de la Patria en la que

nacimos.

Podrá también encontrar algunas reflexiones sobre el período inmediato posterior

a las elecciones de 1983 y el inicio de lo que llamamos, junto con Ramos y Spilimbergo

–ya cada uno por su lado-, la democracia colonial que nos permitió hacer todo, o casi

todo, menos independizarnos del cerrojo imperialista de la deuda externa y el chantaje

financiero de los organismos internacionales de crédito.

Hallará algunas reflexiones, escritas a lo largo de todos estos años, sobre el

peronismo, sus luces y sus sombras, el papel fundacional que ha jugado en la

autoconciencia del pueblo argentino y los encuentros y desencuentros que ha tenido con

un sector imprescindible para el gran frente nacional liberador: las clases medias.

Y, por último, encontrará algunos de los escritos producidos ya durante el

gobierno de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. Desde muy temprano observamos

y denunciamos a la oligarquía agraria argentina como el principal enemigo del

contradictorio y rico proceso iniciado en el 2003. Y podrá leer algunos juicios sobre

distintos personajes de la oposición, de izquierda y de derecha, que una vez más han

lanzado su tradicional movimiento de pinzas contra un nuevo intento de liberación

nacional, acuñado en las condiciones difíciles generadas por treinta y cinco años de

hegemonía oligárquica e imperialista.

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Estos textos fueron escritos para responder a exigencias del momento, pero su

lectura ayudará a las nuevas batallas por esa Patria Grande justa, libre y soberana que

hoy moviliza a millones de compatriotas latinoamericanos.

Buenos Aires, septiembre de 2009

JFB

13

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Sobre los maestros

15

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Esta introducción fue escrita al cumplirse treinta años del despiadado golpe de

Estado de 1976, que se propuso, y logró en gran parte, destruir la Argentina forjada

por los diez años de gobierno peronista. El artículo que aquí presento, estimo, conserva

su actualidad e intento polémico. Cuando en la infame prensa comercial argentina

-gráfica, radial y televisiva-, se multiplican los artículos y programas sobre aquel golpe

de Estado, y en ninguna parte se denuncia la complicidad que esos mismos medios y los

políticos del régimen oligárquico tuvieron con el golpe y con la dictadura que

sobrevino, estas líneas pretenden develar este ocultamiento.

18 de marzo de 2006.

Como en 1930, en 1955 y en 1976Un artículo de hace 28 años

18 años de lucha Ha muerto Juan Domingo Perón. El hecho soñado diariamente, durante 18 años,

por todos los comandantes en jefe de las Fuerzas Armadas posteriores a 1955, por todos

los políticos de los partidos oligárquicos, burgueses y pequeños burgueses, por los

cadavéricos editorialistas de La Nación y La Prensa, por los invernadores y cabañeros

de la Sociedad Rural y por sus enjoyadas esposas, se ha producido. El hombre que

sintetizaba y expresaba las más elevadas ambiciones del pueblo argentino, cuyo nombre

fue bandera de lucha para los millones de postergados y humillados por la prepotencia

oligárquica e imperialista, que alzó a los obreros rurales y urbanos de la Argentina

semicolonial a la conciencia de su papel histórico, ha desaparecido.

Con el General Perón se van 30 años de historia reciente, jalonada por triunfos y

derrotas que hoy constituyen la experiencia histórica de la clase obrera y el pueblo

argentinos.

(...)

El pueblo argentino pudo ver, antes de su muerte, la nueva victoria de Perón. El

primero de Mayo, en el Congreso, expuso, por primera vez como presidente de la

República, su programa nacional revolucionario y latinoamericano. Ese mismo día, él y

su esposa serían silbados en Plaza de Mayo por nuevos grupos de viejo cipayismo.

A partir de ese momento, a los 78 años de edad, haría temblar nuevamente a sus

viejos enemigos, la oligarquía terrateniente y el gran capital especulador e imperialista,

así como a sus nuevos y bisoños aliados.

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Pudo comprender la hipocresía de los partidos gorilas, gustosos de dialogar con el

enemigo en aras de una unidad nacional solamente aceptada a condición de que el

movimiento nacional no pudiese desarrollar su programa. Pudo reconocer los embates

del desabastecimiento y el mercado negro que acecharan contra su gobierno en los años

‘50. Pudo ver, a los doce meses de su regreso definitivo a la Patria, que sus enemigos

eran los mismos, que sus métodos no habían cambiado. Y el 12 de junio pudo

comprobar emocionado que el pueblo argentino del 17 de octubre no lo había

abandonado. Y este pueblo, que hoy lo llora viril y tiernamente, pudo redescubrir al

Juan Domingo Perón de las grandes jornadas de lucha, llamando al combate,

denunciado al enemigo. “Y pegue, Perón, pegue” reclamaron los trabajadores hace

menos de un mes. Hoy comienzan a acostumbrarse a la idea de que ellos mismos

deberán pegar a los enemigos de la Patria. Sólo ellos tienen derecho de rodear a Isabel

de Perón. Sólo ellos serán los artífices de su propia liberación.

Este texto, del que he extractado los aspectos que me parecieron más

importantes, fue escrito hace 28 años –¡cuán presto se va el placer!- al día

siguiente de la muerte del General. Apareció publicada en Izquierda Popular,

el periódico del FIP de aquellos años, que yo codirigía.

Que pueda seguir mostrándolo orgulloso, después de todos estos años,

es mi homenaje personal al último gigante.

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El Legado de Jorge Abelardo RamosConferencia realizada el 21 de julio de 2006, en el marco del Taller para el

Pensamiento Nacional, organizado por el sitio www.pensamientonacional.com.ar, en el

Sindicato de Encargados de Edificios de Renta y Propiedad Horizontal (SUTERH).

Este 21 de julio, por obra del azar –ese misterioso hilo con el que teje Clío- nos

encontramos haciendo una reflexión sobre el legado de Jorge Abelardo Ramos, justo en

el atardecer de lo que puede haber sido, para los latinoamericanos, el día más importante

de los últimos diez años.

Podemos decir, sin falsear la verdad, que la Cumbre de Presidentes del Mercosur,

celebrada hoy en Córdoba, con la presencia del Comandante Hugo Chávez, de Evo

Morales; la presencia fundamental del presidente Kirchner, sosteniendo contra los

ataques más calumniosos y viles la alianza estratégica con Venezuela, con el discurso

magistral de Lula, al hacerse cargo de la nueva presidencia pro tempore del Mercosur,

en el que planteó una nueva estrategia brasileña en la política de la integración

latinoamericana; con la presencia, por fin, de Fidel Castro y la firma de los acuerdos que

ponen en jaque el bloqueo económico a Cuba, todo esto, en fin, parecería ser el legado

vivo y concreto del pensamiento y la acción política de Jorge Abelardo Ramos.

Jorge Abelardo Ramos, la persona que posiblemente más haya influido en mi vida,

después de mi padre y de mi madre, –habida cuenta que lo que influyeron mi padre y mi

madre no contaba de mi parte con la racionalidad con la que contaba la influencia de

Abelardo Ramos- era un individuo, como recordarán los que lo conocieron, de una

extraordinaria y singular personalidad.

Pese a su fisonomía poco criolla, pese a ese pelo ígneo que le hizo ganar el

inevitable sobrenombre de El Colorado, a ese aspecto de Groucho Marx a quien, a

veces, gustaba imitar, pese a sus pecas, era descendiente de criollos por el lado paterno:

su abuelo había sido un hombre de a caballo, un payador ácrata de fines del siglo XIX

que, en esos caminos del canto y de la militancia libertaria conoce y se enamora de una

institutriz alemana en una estancia de la provincia de Buenos Aires. Y de ese

matrimonio entre un payador gaucho anarquista y una institutriz alemana nace Nicolás,

el padre, también anarquista, de Jorge Abelardo Ramos quien se casa con doña Rosa,

una muchacha de la clase media, judía, porteña, hija de socialistas y adscripta ella

misma a las ideas del socialismo.

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Recuerdo un reportaje que le hiciera al Colorado Ramos –posiblemente en el año

’70- la revista Panorama y quien era, en ese entonces, periodista de esa revista, el cura

Ferreiros.

Ferreiros era un cura que ejercía su sacerdocio -quiero decir con esto que no

estaba reducido al estado laical, ni mucho menos- y que escribió un libro llamado La

Cuba de Castro vista por un católico, luego de un viaje que hizo en la década del ’60 a

aquella isla. Era un hombre vinculado a la Democracia Cristiana; un hombre que

siempre permaneció vinculado oficialmente a la Iglesia; compañero y amigo de

Norberto Habbeger, otro joven demócrata cristiano, autor del libro Camilo Torres, cura

y guerrillero, que luego terminaría en Montoneros y fue muerto en aquel suicida intento

al que llamaron “la contraofensiva”.

Y para que se recuerde quién fue el cura Ferreiros: en una ocasión –siendo Juan

Carlos Onganía presidente- Juan García Elorrio -fundador de la revista Cristianismo y

Revolución- increpó a viva voz, a la salida de la Catedral, a Monseñor Antonio

Caggiano. Quien enfrenta a García Elorrio, interponiéndose entre él y el cardenal

primado, fue el cura Ferreiros.

Tuve oportunidad de presenciar ese reportaje a Ramos, en el que éste recordó una

situación que me ha acompañado siempre en la memoria: cómo eran los 1º de Mayo en

su casa, cómo celebraba el 1º de Mayo una familia integrada por un padre anarquista y

una madre socialista.

Contaba Ramos que la celebración del Primero de Mayo, que en esa familia tenía

una importancia muy grande, casi similar a la que en nuestros hogares puede tener la

Navidad o el Año Nuevo, comenzaba la noche anterior –que es la noche de Valpurgis,

una fiesta europea de origen pagano, por otra parte- en una reunión en el Centro

Libertario.

Contaba Ramos que estaban todos esos hombres y mujeres sentados en círculo

alrededor de una mesa, con sus trajes negros y sus sombreros orión. Y había discursos

sobre la redención del proletariado, sobre la destrucción del Estado y la desaparición de

las cadenas de opresión sobre la humanidad. Se turnaban los oradores hasta que, de

pronto, otro, que tomaba la palabra, en lugar de dar un discurso, recitaba un poema

también libertario, quizás de Alberto Ghiraldo, hablando de los mártires y de los héroes

de la lucha obrera. Eso terminaba cerca de la medianoche, cuando todos se volvían a la

casa.

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Al día siguiente –el 1º de Mayo propiamente dicho- iba al Parque Japonés con su

madre, dado que el parque había sido alquilado por el Partido Socialista, para el uso de

sus afiliados, justamente para celebrar el Día de los Trabajadores.

Con esto quiero decir que Ramos era un hombre criado en éste peculiar ambiente,

del cual él tenía una gran memoria. Pesaba sobre su pensamiento todo este pasado de un

abuelo y un padre anarquistas y una madre socialista.

Jorge Abelardo Ramos tenía, además, un don admirable que era el de la narración.

Contó, una vez, el susto que se dio, siendo un niño de 4 o 5 años, cuando vivían en

Flores. En ese entonces su padre iba y venía. No era una presencia muy permanente en

la casa, incluso tenía residencia también en Montevideo. Tocan a la puerta, contaba

Jorge, y va él –de niñito- y se encuentra con un gigantón –para él- totalmente vestido de

negro, con una luenga barba y con un cuchillo de plata en la mano que le dice algo

incomprensible en iddish, mientras revolea el cuchillo. Contaba Ramos que salió

corriendo, muerto de miedo. Se trataba, en realidad, de un carnicero kosher que venía a

ofrecer sus servicios a la casa de doña Rosa. Tenía ese don para contar historias, que su

relato las volvían inolvidables, porque él las convertía casi en un hecho artístico.

En este marco, la figura literaria que más influye en ese muchacho de 16 o 17 años

–anarquista- es una persona también muy extraña y hoy poco conocida: Rafael Barret.

Rafael Barret es un hombre que tuvo una vida corta y fugaz: vivió 34 años.

También era producto de un connubio extraño entre una aristócrata Álvarez de Toledo,

española, y un inglés, un tal Barret Clark. Nace Rafael en la provincia de Santander, en

España. No se sabe bien, pero parece que realizó sus primeros estudios en Inglaterra y

luego vuelve a Madrid. En 1902, cuando tiene 25 años, agarra a trompadas,

literalmente, en la vía pública, en el centro de Madrid y a la vista de todo el mundo, al

Duque de Arión, lo que le provoca un ostracismo social inmenso. Pero ¿cuál había sido

la razón de este ataque?, que luego fuera comentado por Ramiro de Maeztu en uno de

sus artículos periodísticos, ya que este Rafael Barret era uno de los integrantes de la

“jeunesse dorée” madrileña.

El motivo fue que Barret había retado a duelo a un abogado por un cierto asunto.

Y un tribunal de honor presidido por el Duque de Arión –a pedido del abogado, que le

daba miedo batirse a duelo- declaró que Barret era un notorio pederasta y que, por lo

tanto, no estaba en condiciones de defender su honor. Esta injuria salva al abogado de

una muerte segura. Pero le provoca a Barret tal indignación que –como se acostumbraba

a hacer en aquélla época, cosa que hoy suena ridículo- va a un médico a hacerse los

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análisis oficiales para que quede asentado que él no era ningún pederasta –cuando uno

sabe de la imposibilidad de probar un hecho negativo-, y así lo agarra a trompadas al

Duque de Arión, que había sido el presidente de aquel tribunal de honor que había

decretado su pederastia.

Todo este incidente provoca su aislamiento social que recién termina con la

aparición de un artículo en la prensa madrileña –en uno de los diarios de mayor

circulación de la época- en donde se publica: “Ayer falleció el señor Rafael Barret”. Lo

declaran muerto.

El joven ve que toda la situación en España está cerrada para él, y se viene para

Buenos Aires: un hombre de veinticinco o veintiséis años, solo, que hasta ese momento

sólo había escrito sobre matemática, porque era un destacado matemático. Funda –

según dicen- la Sociedad Matemática Argentina junto a Julio Rey Pastor y escribe en

algunos diarios y revistas españolas y en el Caras y Caretas.

Pero a los pocos meses de estar en Buenos Aires decide irse como corresponsal a

cubrir una revolución liberal que se había lanzado en el Paraguay y decide afincarse en

ese país.

Queda atrapado por el Paraguay. Se adscribe a estos revolucionarios liberales y

comienza su evolución hacia el anarquismo militante. Lo que es singular es que lo hace,

no a partir de los mártires de Chicago ni de Sacco y Vanzetti, sino de la situación de los

trabajadores yerbateros, de la situación en que se encontraban los indígenas en el

Paraguay.

Era un hombre de una formación nieztcheana -muy de moda en ésa época- y se

transforma en un militante anarquista libertario. Funda un diario, el Germinal, donde

empieza a escribir con una enorme ironía y sarcasmo, rasgos que veremos luego en

Jorge Abelardo Ramos. Sus artículos le provocan la persecución política en el Paraguay,

tiene que entrar y salir, hasta que se exilia en Montevideo. Ahí influye notoriamente en

José Rodó, en Vaz, en Zum Felde, en los intelectuales más destacados del Montevideo

finisecular o de principio de siglo. Barret se vincula a la generación del ’98, y su

presencia funciona como una especie de fermento o de levadura en la que germina esta

renovación ideológica que se produce en ambas márgenes del Río de la Plata. Enferma

de tuberculosis muy gravemente, viaja a Francia tratando de encontrar una cura para su

mal, pero muere a los 34 años de edad.

Éste es el tipo que más influye en el joven Ramos y que le hace ver el conflicto

social, junto con la lectura de los clásicos, del príncipe Kropotkin, de Gorki y de la

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literatura realista y naturalista rusa. Pero Barret también lo introduce en el tema del

Paraguay, de la Guerra del Paraguay y de sus consecuencias. Es a través de Rafael

Barret donde la preocupación por la infame guerra de la Triple Alianza entra en el

espíritu de Jorge Abelardo Ramos.

En ese anarquismo inicial tuvo como compañero de militancia, de luchas y de

alguna huelga estudiantil a otro gran amigo nuestro: Luis Alberto Murray, de quien

Ramos era compañero de escuela. De alguna manera, Luis Alberto nunca abandonó sus

ideas anárquicas y logró congeniarlas con su catolicismo, su peronismo, su admiración

por León Trotsky y el whisky.

Pero Ramos comienza lentamente a alejarse del anarquismo de su hogar –si uno

cometiera ejercicio ilegal de la psicología, diría que significa un alejamiento del padre-

y comienza a acercarse, siendo muy joven, a los grupúsculos trotskistas que, en Buenos

Aires, comenzaban a surgir merced a la acción y la billetera de Liborio Justo, hijo del

presidente de la República, Agustín P. Justo.

Liborio Justo fue una especie de proto punk, de hippie, de rebelde, hasta el último

día de su vida, un peleador, enemigo de todo el mundo, que a los dieciocho años increpa

a gritos destemplados al presidente Franklin Delano Roosevelt, en la Cámara de

Diputados, en una visita oficial que hiciera el presidente norteamericano a la Argentina

y a su padre, nada menos que el General Agustín P. Justo. Liborio hace una denuncia a

los gritos desde los palcos del Congreso –adonde había llegado justamente en su

carácter de hijo del presidente de la República-.

El indoblegable hijo del presidente fraudulento adscribe a los escritos de León

Trotsky, quien ya ha sido expulsado de la Unión Soviética y se había convertido en el

solitario denunciador de la dictadura burocrática que se ha instalado en el Kremlin sobre

los restos exánimes de la Revolución de Octubre.

Realiza un viaje a Nueva York, del cual hay una interesante colección de

fotografías, tomadas por Liborio, sobre las consecuencias que la crisis del treinta

impuso a los trabajadores norteamericanos.

Y vuelve a Buenos Aires con el objetivo de impulsar y dar forma política a las

ideas del trotskismo en la Argentina. Alrededor de él y de su dinero –y de la capacidad

que tenía de hacer publicaciones, de pagar pequeños periódicos- se empiezan a armar

grupos vinculados al ideario trotskista, que tienen una prodigiosa capacidad

cariocinética, logrando aumentar el número de grupos sin aumentar el número de

personas involucradas en la totalidad del movimiento.

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El trotskismo en la Argentina de los años ’30¿Qué significaba, para ser breve, el trotskismo, en esas condiciones?

El prestigio que en los años ’30 ostentaba la Revolución Rusa tuvo, en la

generación de hombres como Abelardo Ramos, una importancia iniciática, fundacional.

Yo pertenezco a una generación que se inicia a la vida política –y esto es algo que

el Comandante Hugo Chávez lo recordó ayer- con dos hechos: el Cordobazo, por un

lado, y, por el otro, la guerra de Vietnam, una guerra de liberación victoriosa.

La generación de Jorge Abelardo Ramos se inicia con los resplandores del

Octubre ruso y con el dramático espectáculo de la dolorosa Guerra Civil Española.

En 1930, el prodigioso movimiento de la Revolución Rusa había sido

absolutamente dominado, copado y cerrado por el sistema burocrático encabezado por

Stalin y en el cual toda la generación de revolucionarios que había participado de

manera directa en los Diez Días que Conmovieron al Mundo –como dice John Reed-

habían sido eliminados por la policía secreta de Stalin o estaban sepultados en

mazmorras de las que nadie sabía el paradero. El partido de Lenin se había convertido

en una organización burocrática piramidal, en la que ya no se discutía, sino que se

escuchaban las revelaciones prodigiosas del gran timonel que era José Djugashvilli –

Stalin-, donde todo debate había desaparecido por completo. Esto -que tenía, por lo

menos, un principio de explicación, si no de justificación, en las condiciones de asedio,

de sitio imperialista en que se encontraba la reciente Revolución Rusa- es imitado

meticulosamente por todos los partidos comunistas del mundo, que no estaban sitiados

por ningún cerco imperialista. Y entonces se aplicaron exactamente los mismos criterios

policíacos que se aplicaban en la Unión Soviética. El pensamiento crítico del marxismo

que había iluminado a las generaciones de Lenin y de Trotsky había sido convertido en

un catecismo del Padre Astete, sin discusión alguna, de una estolidez intelectual

repugnante para cualquier persona de veinte años que quisiera cambiar el mundo y que

tuviera respeto por la inteligencia humana.

A eso se le sumaba, en la Argentina, la adscripción más rígida y absoluta a los

lineamientos heredados del Partido Socialista y del liberalismo local, a lo que hay que

agregarle el altísimo componente extranjero, inmigrante, que tenían las primeras

organizaciones de trabajadores y de militantes, tanto socialistas como comunistas. El

Secretario General del Partido Comunista, en ese entonces y por largos años, era un

individuo que hablaba un español cocoliche, el ínclito Vittorio Codovilla.

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En ese momento, el trotskismo aparece como una posibilidad intelectual de

reflexionar –sobre todo a partir de los escritos de Trotsky posteriores a su exilio de

Rusia, las reflexiones que él hace sobre la revolución traicionada, sobre los grandes

mariscales de la derrota, sobre los procesos de burocratización, etcétera- sobre que

había, más allá de la estolidez staliniana, un mundo de ideas que todavía podía florecer.

Todo esto en medio de una presión enorme, porque –repito- el mismo método de

represión policíaca que se usaba en la Unión Soviética, lo usaba el Partido Comunista

contra aquellos que disintieran con la línea oficial establecida por Moscú, apelando,

directamente, a la calumnia, a la descalificación, a la delación policial y a considerar a

los trotskistas, no militantes políticos con los que se mantiene una disidencia, sino

lunáticos, dementes, orates o provocadores policiales. Éste era el ambiente del

momento: un ambiente cerrado, enrarecido, de una gran presión psicológica, de delirio.

Pero un mundo que se derrumba es un taller de forja –decía don Hipólito

Yrigoyen- y en este magma, con tantos componentes de locura, de neurosis, surgen

algunos elementos que habrán de ser decisivos. En primer lugar, una correcta, aunque

genérica y abstracta percepción de los movimientos nacionales.

Los artículos de Trotsky desde México, el reportaje que le hace el dirigente

sindical argentino Mateo Fossa, algunas reflexiones de Trotsky sobre Getulio Vargas,

empiezan a darle, a estos jóvenes, posibilidades de formular un análisis distinto, un

juicio distinto, donde lo que prevalece es la idea central -planteada por Lenin en su

momento- según la cual el mundo se divide en países imperialistas y países dominados

por el imperialismo. Y que no se pueden usar los parámetros de los países imperialistas

para analizar y dar la lucha política en los países sometidos por el imperialismo.

Esto, que parece una obviedad, era una revolución copernicana. Y lo que dice

Trotsky, en algún artículo, es que entre una democracia que invade a un país feudal

dirigido por un jefe despótico, el deber del revolucionario es defender al país del jefe

despótico feudal contra los demócratas que lo invaden. Y después veremos qué hacemos

con el jefe despótico, antidemocrático y feudal. Pero es el deber del revolucionario

porque la razón de la humanidad está con el país oprimido y no con la democracia

imperialista. Esto los impacta, y de este magma surge –al aparecer Perón en 1945- el

pequeño –pequeñísimo- grupo que interpreta de una manera radicalmente distinta el

nuevo fenómeno nacido el 17 de octubre y que confronta con la totalidad de las

explicaciones que se daban en la Argentina sobre el peronismo.

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Grupo que ve, principalmente, tres cosas: primero, éste es un país semicolonial, o

sea un país dependiente, oprimido por el imperialismo y por lo tanto, tenemos que

pensar de una manera distinta a como se piensa en los centros imperialistas.

Segundo, ésos que salieron a la calle a defender al coronel Perón, eran los obreros,

no eran murgas de lúmpenes desclasados, como los calificó el periódico filocomunista

Propósitos, sino que eran los obreros, la clase que liberaría a la humanidad de la

sociedad de clases, los agentes de la revolución socialista.

Y tercero, esos trabajadores van detrás de un jefe que no es un dirigente obrero

socialista formado en la Tercera Internacional, sino que es un coronel nacionalista.

Entonces ese grupo se dice: “bueno, vamos a tratar de explicar esto. Vamos a

tratar de darle una racionalidad, porque todo lo que es real es racional, todo lo que

existe puede ser explicado”. Estos grupos contaron con un hombre que jugó un papel

fundamental en la articulación, el trabajo político y la reflexión, como fue Aurelio

Narvaja.

Aurelio Narvaja –a quien no conocí personalmente, pero que pude haberlo hecho,

dado que falleció no hace más de quince años- era, entonces, un joven abogado

santafecino, vinculado originariamente al Movimiento Reformista, de la reforma del

’18, que comienza a reflexionar sobre la naturaleza históricamente progresista del

peronismo y sobre el carácter de clase del 17 de octubre. Este grupo se llamó Frente

Obrero. Pero, paralelamente a Frente Obrero, el joven Jorge Abelardo Ramos –que se

había peleado a puñetazos con Liborio Justo y con Raurich a propósito del 17 de

Octubre- empieza a editar la revista Octubre. Y ésta es la publicación en la que Ramos

comienza a elaborar su reflexión política y su pensamiento político, independiente –

aunque coincidente- con los trabajos del grupo de Aurelio Narvaja.

Comprender al peronismoCreo que la primera cuestión a la que hay que referirse, si se habla del legado de

Jorge Abelardo Ramos, es el aporte ineludible que éste hace a la comprensión del gran

movimiento nacional argentino. Es este aporte a la explicación de cómo y por qué los

trabajadores argentinos se encolumnaron detrás de un coronel y desarrollaron juntos un

gran movimiento cuyas tareas no fueron el socialismo, ni la socialización de los medios

de producción, sino la creación de medios de producción: la creación de un capitalismo

autárquico e independiente.

26

Ramos contribuyó de manera fundamental a la explicación de este movimiento de

trabajadores que ayudaron y colaboraron a que hubiese patrones que les expropiasen

plusvalía para que ellos puedan ser, justamente, trabajadores. Esta explicación es un

aporte que Ramos dio, no a lo largo de un libro –como “Revolución y

Contrarrevolución en la Argentina”- sino a lo largo de miles de artículos, de notas

periodísticas, de reportajes, de conferencias. Jorge Abelardo Ramos es, en este punto,

inestimable.

América Latina: un paísA los veintisiete, veintiocho años –en 1949, ya en pleno gobierno peronista-

publica un libro: América Latina: un país. Un libro que, en realidad, tiene un título y su

contenido es otro.

Es muy extraño lo de este libro. Porque el libro habla muy poco de América

Latina. Habla mucho de Argentina y de la historia argentina. Pero es un libro que tiene

una particularidad extraordinaria. Con la capacidad de síntesis casi publicitaria que

caracterizaba la pluma y el ingenio de Jorge Abelardo Ramos, plantear, en 1949, que

América Latina es “un país”, era como intentar convencer al Instituto Nacional de

Meteorología que llueve de abajo para arriba, que nos parece que llueve de arriba para

abajo, pero que, en realidad, llueve de abajo para arriba.

Era una tarea imposible porque la propuesta era absoluta, radical y totalmente

novedosa. En ese época nadie podía pensar que eso se podía decir o siquiera pensar, que

se podría llegar a entrever que América Latina podía llegar a constituirse en un solo

país. Y mucho menos imaginarse que lo había sido.

Esto es lo más subyugante y lleno de posibilidades que tiene el libro América

Latina: Un país, que es un libro inicial. Es el libro de un joven que tiene 28 años, que

tiene muchos errores, muchos desaciertos, muchas imperfecciones, pero que establece

dos cosas. Como dice Methol Ferré, en una excelente nota introductoria que hizo para la

edición de algunos libros de Abelardo Ramos en Uruguay, América Latina: Un país era,

en realidad, dos libros. Uno, Revolución y contrarrevolución en la Argentina y, otro,

Historia de la Nación Latinoamericana. En este pequeño librito de 250 páginas estaban

comprimidos estos otros dos libros fundamentales. La madurez política le permitió

reescribirlos. Pero, en 1949, América Latina: Un país plantea el eje central de su legado

intelectual y político.

27

Poco después publica –siempre durante el gobierno peronista- otra cosa que tuvo

el efecto de una enema de vidrio molido –si se me permite la escatológica comparación-

que es Crisis y resurrección de la literatura argentina, un libro de 1954. Y digo que

tuvo estos efectos porque se la agarra descarnada, brutal y provocativamente con dos

vestales de la cultura oficial argentina de entonces y, parcialmente, de hoy: Jorge Luis

Borges y Ezequiel Martínez Estrada.

Es obvio que Crisis y resurrección de la literatura argentina no es una obra de

crítica literaria. Es una obra política. De crítica a la cultura política oficial del país.

No está destinada a discutir las cualidades literarias de Borges y de Martínez

Estrada, sino que está destinada a discutir y criticar el peso que las concepciones de

Borges y de Martínez Estrada tienen sobre el conjunto de la sociedad. Y establece otro

ángulo de su crítica a la realidad argentina: el de la lucha cultural. Fija un principio

básico para un país semicolonial, que es que la lucha por la liberación se da en la cabeza

de los oprimidos de ese país. Y que, para alcanzar el nivel político capaz de cambiar las

condiciones, es necesario realizar una profunda crítica intelectual y política a las bases

espirituales del pensamiento de esa sociedad.

Este es el aporte de esta obra que asesta un golpe en el nudo gordiano de la

dominación política e intelectual de la oligarquía y del imperialismo en la Argentina,

que es el modo de pensar.

Caído el gobierno peronista, Ramos publica –en 1957- Revolución y

contrarrevolución en la Argentina, que es una versión ampliada y corregida de esa

historia argentina que había presentado en América Latina: un país.

Esta historia es corregida en dos puntos esenciales, que Ramos descubre

posteriormente a la publicación de su libro inicial.

Artigas y las Provincias Unidas del Río de la PlataUno de ellos lo cuenta Methol Ferré en ese artículo del que les hablaba y es el

papel de José Gervasio Artigas, el papel articulador que Artigas jugó en la nación

rioplatense. Descubrimiento que Ramos obtiene en sus viajes a Montevideo y en su

amistad, justamente, con Methol Ferré. Fueron Methol Ferré, Vivian Frías, ese gran

historiador y extraordinario expositor que fue Washington Reyes Abadíe y el periodista

Roberto Ares Pons quienes lo introdujeron en la justa apreciación del papel jugado por

Artigas hasta su eclipse en la fronda paraguaya. Estos intelectuales eran los editores

28

responsables, en aquella época, de esa revista Nexo, que jugó un papel trascendente en

el proceso de autoconciencia histórica de los rioplatenses.

Su nombre, Nexo, apelaba al papel que el “estado tapón” creado por el Reino

Unido, debería jugar en el proceso de integración suramericano: de vínculo geopolítico

entre la Argentina y Brasil.

Los primeros capítulos del primer tomo de Revolución y Contrarrevolución en la

Argentina, que lleva el título de Las Masas y las Lanzas, son una magistral

interpretación de los momentos iniciales de las Provincias Unidas del Río de la Plata y

del papel jugado por el mejor exponente del federalismo, el oriental José Artigas. La

presentación del Protector de los Pueblos como un caudillo rioplatense cuyo programa

político consistía en mantener la unidad del antiguo Virreinato, y no como el creador del

minúsculo estado del Uruguay, tuvo también un efecto devastador en la concepción

histórica vigente, tanto de cuño liberal mitrista, como de origen nacionalista

oligárquico. En la visión de Ramos, Artigas es el primero y más grande de los federales

y su política se entronca con el proceso de modernización iniciado por los Borbones y

los grandes políticos y pensadores fisiócratas españoles, que tuvo en las Cortes de Cádiz

su más alta expresión transformadora.

Roca y la derrota al separatismo porteñoEl otro aspecto esencial, que actualiza Ramos en este libro, es el de la

resignificación del papel jugado por Julio Argentino Roca, su representación social y el

sentido de la federalización de la ciudad y el puerto de Buenos Aires.

Contra el izquierdismo abstracto, el antiliberalismo de cuño clerical y la

mistificación mitrista, Jorge Abelardo Ramos funda una interpretación, basada en el

paradigma marxista, que emparenta a Roca y al roquismo con los movimientos

populares que lograron la Independencia Americana, que resistieron la hegemonía de la

burguesía del puerto de Buenos Aires y que, con los soldados de un incipiente Ejército

nacional, aplastaron el secesionismo porteño. Con el brillo característico de su pluma,

emparentada con lo mejor de la literatura política argentina –Moreno, Castelli,

Monteagudo, De Angelis y hasta Sarmiento y Alberdi- Revolución y Contrarrevolución

en la Argentina describe de manera singular el período que se inicia bajo la hegemonía

personal del General Julio Argentino Roca en 1870, después de la guerra del Paraguay,

y que culmina en 1910 con su segunda presidencia.

29

Revolución y Contrarrevolución en la Argentina es un libro magistral al que

vuelvo dos o tres veces al año para leer algo, para buscar alguna cosa, porque es una

especie de sistema, de clave para poder comprender políticamente diferentes momentos

históricos que son muy complejos y que están mal explicados. Es un libro al que se le

pueden agregar capítulos sobre temas que ocurrieron después de la época en que el libro

termina; pero es muy difícil que se le puedan agregar capítulos a los períodos sobre los

que el libro trata.

Con este libro, decía, Ramos establece de manera definitiva la génesis política del

pueblo argentino y de su clase trabajadora. Y, por lo tanto, vislumbra, tira pautas,

imagina cuál puede ser el desarrollo posible de ese pueblo argentino y de esa clase

trabajadora. Éste, creo, es el aporte central de Revolución y Contrarrevolución en la

Argentina, libro que –en su momento- fue de consumo masivo. Un libro que fue

devorado por, por lo menos, una generación de argentinos.

Uruguay y BoliviaRamos desarrolla, además, una relación muy íntima y comprometida con dos

países, además de la Argentina: con el Uruguay, con el que lo unían casi lazos de

sangre, ya que su padre terminó viviendo en Montevideo, y él mismo se casó con una

uruguaya, Fabriciana Carvallo, una joven intelectual, izquierdista y montevideana,

madre de sus dos hijos mayores.

Fue tan rica la relación que Ramos estableció con el Uruguay que Methol Ferré

sostiene –en ese mismo artículo- que Ramos fue a Vivian Trías lo que Juan B. Justo fue

a Emilio Frugoni. Juan B. Justo fue el precursor de la constitución del pensamiento

central del socialismo uruguayo a través de Emilio Frugoni -su principal dirigente- y,

según Methol, Ramos fue el que consolidó y dio forma al pensamiento político de

Vivian Trías, que llegó a constituir una corriente de la Izquierda Nacional dentro del

Partido Socialista uruguayo.

El otro país con el que desarrolla un compromiso intelectual y político es Bolivia.

Es cierto que, para el trotskismo, Bolivia siempre fue un tema. La característica de la

historia boliviana del siglo XX, el desarrollo de la industria minera, entre otros factores,

hicieron que –curiosamente- el trotskismo tuviera en Bolivia un desarrollo obrero muy

importante. Fue el trotskismo el que organizó los sindicatos mineros, y tuvo un gran

éxito político no sólo entre los trabajadores mineros, sino también en el campesinado.

Para los jóvenes trotskistas de aquella época –estoy hablando de los años 40- el viaje a

30

Bolivia era un viaje iniciático. La mina Siglo XX, la mina Catavi, bajar al socavón, todo

eso, era un viaje iniciático para esa generación.

El establecimiento de una serie de conexiones políticas entre Ramos y varios

intelectuales y políticos bolivianos dio origen a su relación con Sergio Almaraz Paz y

posteriormente con quien, posiblemente, sea el discípulo boliviano más afamado de

Jorge Abelardo Ramos, Andrés Soliz Rada, que es el actual Ministro de Hidrocarburos

del gobierno de Evo Morales: un hombre formado personalmente por Sergio Almaraz

Paz, por Jorge Abelardo Ramos y por otro trotskista que se refugió en Bolivia -país al

cual le prestó importantísimos y patrióticos servicios- que fue Adolfo Perelman.

Adolfo, y su hermano Ángel, eran dos jóvenes trotskistas que participaron

directamente en la fundación de la Unión Obrera Metalúrgica, a punto tal que Ángel

terminó sus días como funcionario de la UOM, especialista en paritarias. Según decían,

era el hombre que mejor conocía la lista de actividades fabriles que tenían que ser

cubiertas en las discusiones paritarias. Adolfo se va a vivir a La Paz y es uno de los

hombres que participa activamente en la creación del primer horno de estaño que se

hace en Bolivia –la COMIBOL-, fundado a principios de la década del ’70 bajo el

gobierno del presidente Ovando Candia, caído ya René Barrientos.

Sobre estos dos países, Jorge Abelardo Ramos tenía un punto de vista muy claro,

conocía en profundidad esas dos sociedades e influyó en el debate político interno de

estos dos países. La polémica que mantuvo en los años ’70 con el secretario general del

POR -el Partido Obrero Revolucionario boliviano- Guillermo Lora, un trotskista cipayo,

una especie de Jorge Altamira avant la letre- es histórica, y ha tenido una muy grande

trascendencia política en el debate interno boliviano.

Historia de la Nación LatinoamericanHasta 1968 no publica nada de magnitud. En ese año logra publicar la otra parte

de América Latina: Un país, esa parte que solamente estaba encerrada, criptografiada en

el título. Y nos da otro libro que ha sido y sigue siendo iluminador que es Historia de la

Nación Latinoamericana.

Esta obra es –desde su sistema interpretativo- una obra única en el continente y

con una trascendencia sobre el sistema de ideas latinoamericano que es fundamental. En

esta obra Ramos desarrolla eso que “se cifra en el nombre” –como decía Borges en una

de sus milongas-, eso que estaba en aquél titulo de América Latina: Un país, y muestra

31

de qué manera el futuro de nuestra unidad latinoamericana está signado por el inicio de

nuestra vida independiente. Y más aún.

Aún antes de nuestra vida independiente, las condiciones impuestas por la corona

española sobre el Nuevo Mundo determinaban que esto debía ser una sola y gran

Nación.

A partir de ello, Ramos analiza de qué manera ese proyecto originario que

expresaban Artigas, Bolívar y San Martín fue agonizando, fue deteriorándose; qué

intereses concurrieron para que el proyecto se fragmentase, para que esas grandes

visiones continentales que caracterizan la prosa de Bolívar terminaran en pequeñas e

impotentes repúblicas dotadas de todos los elementos formales que caracterizan al

estado burgués, pero de ninguno de sus elementos constitutivos materiales, que actúan

como estados burgueses, pero que no tienen la base material para ser verdaderos

Estados burgueses y, por lo tanto, se convierten en correa de transmisión de las políticas

imperiales.

Este libro desglosa, en sus grandes líneas, la fragmentación y la balcanización

suramericana y aporta otro elemento que es fundamental: da una lucha implacable

contra dos terribles plagas que azotaron nuestro continente, con efectos tan perniciosos

como las que azotaron Egipto bíblico: el cubanismo y la lucha armada.

La revolución cubana, su novedad, su inesperada resolución fue, para la

generación anterior a la mía, el gran elemento nutriente. Y se convirtió, de una

revolución viva, concreta, hecha por hombres y mujeres con enormes sacrificios, en un

país que está a un tiro de piedra de los Estados Unidos, en una abstracción metafísica,

en una especie de libro de Jorge Bucay, en la que se encontraban las respuestas a todos

los males del género humano.

Y esta respuesta estaba dada por la aparición de un nuevo protagonista, el

campesinado, y un nuevo demiurgo, el guerrillero. El guerrillero es el que introduce en

los campesinos la idea del levantamiento socialista y que, a través de su sacrificio, –

heroico y desinteresado- logra redimir al conjunto del género humano. Ésta es la

ideología latente en este cubanismo que caracterizó a los años ’60 y que terminó en el

terrible proceso de las luchas armadas, en el movimiento guerrillero en los distintos

países de América Latina, inclusive en el nuestro.

Jorge Abelardo Ramos, en la Historia de la Nación Latinoamericana, da un

debate profundo, ideológico, político, argumental, usando todo tipo de instrumentos

32

intelectuales, para intentar explicar y aclarar a las nuevas generaciones que, por ese

lado, iban a un matadero sangriento.

Podría decir que, lamentablemente, tuvo razón.

Methol Ferré –a quien cito en esto porque posiblemente sea la persona que más

cerca estuvo de ese lejano y a veces frío corazón de Jorge Abelardo Ramos; fue su

mejor amigo y, posiblemente, después de la muerte de Alfredo Terzaga, su único

amigo- nunca se cansa de decir, cada vez que uno hace esos viajes a la Meca de

Montevideo para charlar con él, que el Colorado cumplió una tarea que la posteridad le

va a reconocer: que salvó a miles y miles de jóvenes de ese inicuo martirio.

Creo que esa lucha, los elementos intelectuales de esa lucha y de esa discusión

están dados en la Historia de la Nación Latinoamericana.

La Guerra de MalvinasY por fin, la última gran batalla que dio Jorge Abelardo Ramos quizás haya sido la

que libró durante la guerra de Malvinas. También ahí cumplió su papel, ése para el que

tenía tanta capacidad, el análisis y difusión propagandística de las características

nacionales y legítimas de la guerra.

Posiblemente, uno de sus más destacados méritos como político haya sido su gran

capacidad propagandística. Hay historiadores que intentan minimizar la importancia de

Jorge Abelardo Ramos en la elaboración y creación de estas ideas que he estado

enumerando. Estos críticos, para, disminuir la importancia de Ramos en su propio

pensamiento y, hasta, en su propia vida, sostienen que, en realidad, esas ideas son de

Aurelio Narvaja, y que lo único que hizo Ramos fue repetir lo que había escuchado del

pensador y político santafesino.

Este punto de vista es de una mezquindad ilimitada, de la cual Aurelio Narvaja es

absolutamente inocente.

Más allá de las reflexiones de Aurelio Narvaja, y del aporte que estas reflexiones

hayan tenido en la elaboración del pensamiento básico de Jorge Abelardo Ramos, es

evidente que estas ideas son conocidas urbi et orbi por la prodigiosa capacidad literaria,

propagandística y agitativa del Colorado Ramos para hacerlas conocer y trascender del

pequeño cenáculo de iluminados trotskistas en cuyo seno contribuyó a forjarlas.

Fue la lucha pública y personal que llevó adelante Ramos, contra todas las fuerzas

de la reacción, de derecha a izquierda, la razón por la cual esas ideas salieron de la

catacumba a la luz: por su lucha, y por la capacidad que tuvo de nuclear a cientos, a

33

miles de compatriotas, provenientes de distintas extracciones políticas, alrededor de él,

vinculados a él, y que tenían, como base general de pensamiento todas estas ideas, estas

ideas por las que algunos críticos pretenden restarle mérito.

En esto Ramos era un político extraordinario, era un tipo que tenía una enorme

capacidad mediática -por lo menos en los términos en que los medios se manejaban en

la época en que él vivió-. Digamos que su capacidad mediática solamente es comparable

a la de Arturo Jauretche.

Disponía de una admirable capacidad para penetrar el muro de aislamiento e

indiferencia con que el régimen lo proscribía, una enorme creatividad para elaborar

síntesis extraordinarias –especie de epigramas- que cerraban toda discusión posible.

Como cuando le dice a Galtieri: “Muy bien, General. Hemos echado al inglés. Sería

bueno que ahora echemos al Alemán”1. Esta capacidad para encontrar el chiste, la

réplica, el retruécano, la síntesis, esta capacidad de decir la última palabra y de dar a la

vez la sensación de que no cabe otra más, era uno de sus grandes atributos como

político.

Y, a la vez, su prodigiosa oratoria.

Ramos fue uno de los oradores más extraordinarios que he escuchado. La

presentación verbal que hacía de la historia y de la política daba, a sus oyentes, la

sensación de estar viendo una superproducción de cine: uno veía pasar esos ejércitos de

desarrapados criollos que iban a combatir a atildados oficiales españoles, veía cabalgar

a las montoneras federales, flameando el rojo pabellón empolvado por mil batallas, veía

a los inmigrantes, con el miserable atadito de sus pertenencias, llegando al puerto de

Buenos Aires. Veía desfilar ante sus ojos todo lo que su enorme capacidad retórica

explicaba, dejando impregnadas para siempre, en el cerebro de sus oyentes, estas

imágenes que él dibujaba verbalmente, para que, justamente, se convirtieran en el dato

constitutivo de esta nueva manera de ver la Argentina y América Latina.

El legado de Ramos¿Qué ha quedado de todo esto?

Bueno, modestamente, hemos quedado quien les habla y una legión de

compañeros y amigos en todo el país. Pero sospecho que algo más debería haber

quedado.

1 El compañero Gabriel Moretti, de Baradero, en un mensaje electrónico, me ha corregido posteriormente este dato. Ramos no dijo esto a Galtieri, sino al general Iglesias, secretario, entonces, de la Junta Militar, en una reunión que ese oficial mantuvo en el edificio del Congreso con los presidentes de todos los partidos políticos de la época.

34

Sintetizaría el legado de Jorge Abelardo Ramos en éste 2006, a doce años de su

desaparición física, en los siguientes puntos:

La interpretación de los movimientos nacionales y su relación con el desarrollo de

las sociedades semicoloniales. No me refiero únicamente al peronismo, sino a los

movimientos nacionales en general. Su crítica, por lo tanto, al sistema de los partidos

tradicionales. Su interpretación de la naturaleza de los movimientos nacionales,

latinoamericanos y del Tercer Mundo. Su análisis sobre el papel del caudillo como

sintetizador de los distintos elementos que componen al movimiento nacional. Estos

recursos, estas herramientas intelectuales que él ha aportado, siguen teniendo la misma

vigencia que tenían el día en que uno –hace cuarenta y cinco años- abrió por primera

vez las páginas no refiladas de Revolución y contrarrevolución en la Argentina.

Otro elemento que Ramos aporta, y cuya vigencia es tan actual como la de los que

acabo de describir, es su interpretación del papel de los ejércitos en el mundo

semicolonial. El papel bifronte de las clases medias, de las cuales los ejércitos no son

sino una parte, tanto en la revolución, como en las contrarrevoluciones; esas clases

medias, colonizadas ideológica y mentalmente por el imperialismo y las oligarquías, a

su vez, constituyen una de las fuerzas sociales fundamentales para la convergencia en el

gran movimiento nacional liberador. La crítica que Ramos hace al progresismo

abstracto y a su falso democratismo tiene su eje en el papel desorientador de las

aspiraciones de estas clases medias, como artilugio intelectual que los lleva a un camino

sin salida, y con el que evitan enfrentar la verdadera solución.

Y, por último –pero no con menos vigencia, ya que tal vez hoy brilla con su

máximo esplendor-, su concepción admirable de la unidad latinoamericana tal y como

hoy se está estructurando.

Hoy al mediodía miraba la transmisión televisiva de la Cumbre de Presidentes del

Mercosur en Córdoba mientras hablaba por teléfono con un amigo. Cuando estaba

hablando Hugo Chávez, le hice un chiste a mi amigo. Le digo: “Esto no existe. Esto es

un producto de la cabeza del Colorado, este hombre no existe. No puede ser verdad

tanta belleza: que haya, como clamaba Ramos en cada uno de sus textos, un militar,

hijo de las clases medias pobres, de un país semicolonial, que plantea la unidad

latinoamericana sobre la base de la unificación de los pueblos. Esto es un producto de

los libros del Colorado, y lo que ocurre es como si se estuviera filmando un guión

escrito por Jorge Abelardo Ramos”.

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Verdaderamente, ahora más que nunca, el proceso de unidad latinoamericana ha

avanzado por los carriles de la interpretación que sobre ella Jorge Abelardo Ramos

ofrecía a nuestra lectura. La vigencia de los movimientos nacionales, es decir, de esos

grandes frentes nacionales antiimperialistas, integrados por vastos sectores sociales de

las sociedades semicoloniales, conducidos generalmente por un caudillo, con las

características que tenía en el siglo XIX Bonaparte, en el siglo XX Perón y en el XXI

Chávez; la vigencia del proyecto de la unidad latinoamericana, creando un arco de

países hispanoparlantes capaces de establecer un equilibrio con el gigante lusitano, son

los elementos que el pensamiento, la obra, la acción política de Jorge Abelardo Ramos

nos han legado hasta nuestros días, y que tienen una vigencia y una utilidad política

incomparable.

Muchas gracias.

36

En memoria de Jorge Enea Spilimbergo“No temáis que se extinga su sangre sin objeto,

porque éste es de los muertos que crecen y se agrandan

aunque el tiempo devaste su gigante esqueleto”

Miguel Hernández

Es esta una tarea a la que el pensamiento y las manos se resisten, porque es muy

difícil pensar que Jorge Enea Spilimbergo está muerto y lo es mucho más el tratar de

escribir sobre este gigante, sobre su inteligencia luminosa y su voluntad adamantina.

La lucha por la liberación nacional de las garras del imperialismo, el largo

combate por la creación de una sociedad sin explotadores, la marcha por la unificación

de las patrias suramericanas encontraron en este hombre inmenso su mejor militante.

A los quince años, cuando era un estudiante del Colegio Nacional Buenos Aires,

descubrió, como muchos compañeros de generación, las injusticias de la sociedad

capitalista semicolonial. Provenía Spilimbergo, por parte de su padre, de una familia del

norte de Italia, y su tío Lino era ya el extraordinario pintor de esos rostros de ojos

grandes, de esos coloridos paisajes cordobeses e italianos, que lo convirtieron en uno de

los pocos clásicos de la plástica argentina. Su paso por la Federación Juvenil

Comunista, en aquellos años mozos, le dejaron un imborrable desprecio por los manejos

burocráticos del partido de Victorio Codovilla y Rodolfo Ghioldi, por la adocenada y

ramplona caricatura de marxismo que exhibían sus dirigentes y la lacayuna obediencia a

los dictados de Stalin y la Unión Soviética.

A los 20 años, y vistiendo el uniforme de conscripto de la Aeronáutica, conoció a

Jorge Abelardo Ramos, nueve años mayor que él, quien por entonces comenzaría a

hacerse conocer en las columnas del diario Democracia, bajo el seudónimo de Víctor

Almagro. A partir de entonces, y durante más de veinte años, Ramos y Spilimbergo

dedicarían sus esfuerzos políticos e intelectuales a la creación de la Izquierda Nacional.

Spilimbergo era un renacentista, en el sentido más rico y complejo del término.

Poseía una riquísima cultura general, un vasto saber sobre la historia, tanto europea

como americana, y una prodigiosa avidez de conocimiento. Dueño de una sólida

formación filosófica y literaria, su lectura de Marx y el marxismo tuvo siempre una

fresca impronta antidogmática y un fuerte anclaje en la realidad. Nada más lejano a su

inteligencia política que los abstractos juegos ideológicos o las verdades eternas y

37

universales. Su búsqueda y lo que transcribió en sus libros –que son ya fundamentales

del pensamiento moderno de nuestro país- era un pensamiento revolucionario vinculado

orgánicamente a la realidad social, económica y cultural de la Argentina, un instrumento

de conocimiento y de transformación, una herramienta de lucha nacional y social. Y ese

prodigioso cerebro estaba, además, dotado de un extraordinario sentido del humor, una

finísima sensibilidad poética, un admirable estilo literario y una hipnótica elocuencia.

Poseía, más que nadie, la capacidad de transmitir conceptos y emociones, tanto en el

diálogo personal como en la tribuna o la barricada.

El diálogo con Spilimbergo era siempre placentero. Su frecuencia a los grandes

poetas y escritores del Siglo de Oro español, su pasión por la novela y el cine, su

erudición y su simpatía hacían sentir inteligente a su interlocutor. Ponía todo este saber

al servicio de su razonamiento eminentemente práctico y político y era capaz de

establecer asombrosas relaciones, cuya finalidad era conmover la inteligencia y mover

la voluntad.

Su voluntad fue indoblegable. Vivió y murió de la manera que decidió a los

quince años: al servicio de la causa de los oprimidos y la Patria. Nunca tuvo otro interés

que éste, pese a que no era hombre que despreciara –al modo de tanto asceta avinagrado

y dispéptico- los dulces placeres de la vida: un buen vaso de vino, un abundante y

sabroso plato, una fiesta con música y baile con sus compañeros y compañeras. Pero

todo ello estaba subordinado a aquella tarea que se impuso en su paso sobre la tierra: la

militancia política revolucionaria.

Amó a su mujer, Isabel Constenla, “Yiyí”, como muy pocas mujeres han sido

amadas: la admiraba amantísimamente y la llevó en su memoria hasta el último hálito

de una vida rica y ejemplar.

Fue uno de los grandes pensadores nacionales de la segunda mitad del siglo XX.

Fue el constructor insumergible de una fuerza política que, seguramente, lo continuará y

mantendrá vivo su recuerdo. Fue respetado por sus amigos y temido por sus enemigos.

Aún cuando poseía un carácter irascible, que se fue suavizando con los años y la

madurez, carecía de todo rencor. Ejerció sin hipocresías una notable capacidad de

autocrítica y pese a la dureza que las discusiones políticas pudiesen adquirir, recibió

siempre con los brazos abiertos a quienes se reincorporasen a la causa común.

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Este hombre, síntesis y expresión de lo mejor de los argentinos, se ha ido para

siempre. De su pasta deberán estar hechos quienes asuman sobre sus hombros la tarea

de continuar su obra y su lucha. Sus libros, sus reflexiones y su consejo nos iluminarán

el camino para siempre. En algún lugar, quisiera uno pensar, así sea en el corazón del

pueblo, se encontrará Spilimbergo con su amada Yiyí, y en la mesa de El Galeón

volverá a tomar un café con el Colorado Ramos y Don Arturo Jauretche.

“El régimen imperialista -solía decir- lo puede todo. Lo único que no puede, y por

eso será vencido, es dar respuesta a la desesperación, la miseria y el hambre de

millones de seres humanos”. Con toda seguridad, querido compañero Spilimbergo,

cuando los hambrientos argentinos y latinoamericanos recuperen para siempre la

vertical de su dignidad, su nombre y su memoria serán venerados con el mismo fervor

que profesamos quienes compartimos su lucha y sus sueños.

39

40

A los veinticinco años de la muerte de don Arturo Jauretche

El recuerdo de aquel gigante admirableEra el año 1971.

Era una mañana de invierno, fría y estimulante. Sentado a una mesa frente a la

puerta de “El Galeón”, en la esquina de Córdoba y Esmeralda, tomaba un café,

mientras hojeaba el diario, seguramente “La Opinión”. El brillo de la mañana

iluminaba la acogedora y cálida penumbra de la confitería. Distraído en la lectura estaba

ajeno al movimiento de gente del lugar. De pronto una sombra oscureció la página del

diario. Levanto la vista y me encuentro con la alta y voluminosa figura de don Arturo

Jauretche, quien se había acercado a mi mesa. Me pongo de pie para saludarlo y,

obviamente, lo invito a sentarse y compartir un café.

- Como no, gracias. Pero quiero pedirle un favor.

- A sus órdenes, don Arturo.

- Permítame sentarme de ese lado de la mesa. Nunca me siento de espaldas a la

puerta.

Don Arturo tenía entonces setenta y un años –había nacido junto con el siglo–,

pero el revolucionario de Paso de los Libres, el político yrigoyenista de Forja, el

exiliado en Montevideo por la persecución gorila no había olvidado sus hábitos

formados en décadas de conspiración contra el Régimen. Y quería ver de frente a la

Muerte y desafiarla, si ésta venía bajo la forma de un atentado, de un disparo artero.

La anécdota surgió en mi memoria al tratar de explicar en estas breves líneas, para

las generaciones que no lo conocieron, formadas en la “Era de la Boludez” –como

Divididos definió a la década y de la cual no son, por supuesto, ellas las responsables,

sino sus víctimas–, quién fue este luchador incansable, este lúcido intelectual, este

patriota ejemplar y una de las mejores plumas políticas del siglo.

Sus obras principales fueron escritas para que sirvieran de herramienta de lucha

por la independencia nacional y la justicia social. Puso al servicio de esta causa una

inteligencia prodigiosa, que le permitía encontrar en hechos aparentemente

intrascendentes de la vida cotidiana, en lugares comunes del habla popular o en

conductas inconscientes de sectores sociales, el rastro incontrovertible de un sistema de

pensamiento dominante, de un modo de sumisión económica o, por el contrario, de un

rasgo de grandeza irreductible capaz de cambiar el destino de la Patria o “de mis

paisanos”, como gustaba llamar a nuestros compatriotas. Pero puso también, junto a

41

esta inteligencia, una acerada voluntad dispuesta a no dejarse comprar con las promesas

de reconocimiento, status social y prestigio con que el sistema premia la docilidad o la

rebeldía acotada, de sus cuadros intelectuales. Se expuso así a una cierta forma de

marginación que sólo fue interrumpida cuando el pueblo logró gobernarse a sí mismo e

iniciar el camino de la soberanía.

Y como si esto no alcanzara, Jauretche escribía extraordinariamente bien. Tenía el

don de convertir lo complejo en sencillo, lo oculto en evidente, lo pretencioso en

ridículo, lo solemne en patético. El primer libro de sus nunca terminadas memorias,

“De pantalones cortos”, es una precisa muestra de este genial contador de historias. El

país de su infancia, la vida cotidiana en un pueblo de la provincia de Buenos Aires, en

donde no hacía mucho habían pasado los hirsutos malones, su tío “el Cautivo”, la

llegada del primer aeroplano, la paulatina incorporación de los inmigrantes, son

contados por Jauretche con la amenidad de las charlas de fogón, sabiendo que ayudaba a

construir una memoria en un pueblo al que sabía olvidadizo.

Pero fue, sin duda, en la literatura política donde su genio brilló hasta convertirlo

en el profeta del destino nacional. Derrocado el general Perón, por la sangrienta

“Libertadora”, Jauretche se enfrentó con sus libros a la omnipotente estructura

ideológica y política del liberalismo. “El Plan Prebisch. Retorno al Coloniaje”, “Los

Profetas del Odio”, “El Medio Pelo en la Sociedad Argentina”, entre otros, fueron los

textos que enseñaron a mi generación cómo era el país real que no aparecía en las

cátedras universitarias ni en los grandes diarios. Y son todavía esos textos los que, a

veinticinco años de su muerte, denuncian desde el pasado, con voz profética, el presente

miserable de un país que no supo o no pudo forjarse el porvenir que sus hombres y

mujeres merecían.

“Mientras tanto nos iremos hipotecando con el fin de permitir que falsos

inversores de capital puedan remitir sus beneficios al exterior. Y como nuestra balanza

de pagos será deficitaria, en razón de la caída de nuestros precios y de la carga de las

remesas al exterior, no habrá entonces más remedio que contraer nuevas deudas e

hipotecar definitivamente nuestro porvenir. Llegará entonces el momento de afrontar

las dificultades mediante la enajenación de nuestros propios bienes, como los

ferrocarriles, la flota o las usinas”.

“Poco a poco se irá reconstruyendo el estatuto del coloniaje, reduciendo a

nuestro pueblo a la miseria, frustrando los grandes ideales nacionales y humillándonos

42

en las condiciones de país satélite”. (Arturo Jauretche. “El Plan Prebisch. Retorno al

Coloniaje”. 1955).

Vaya esta cita premonitoria en recuerdo de aquel gigante admirable.

Publicado en La Razón, Buenos Aires, mayo de 1999.

43

44

La democracia colonial

45

46

Medio Pelo en política exterior

Las últimas zonceras del “Super Canciller”Pequeña burguesía es un concepto político y social que trata de definir una clase o

sector social que, por oposición a la burguesía y al proletariado, no participa

directamente en la producción de mercaderías. No son propietarios de los medios de

producción –como la burguesía- ni venden su fuerza de trabajo, la fuerza de sus brazos

y la habilidad de sus manos, para transformar las materias primas en manufacturas. La

base económica de su existencia social radica en los servicios, en la administración, en

el sistema bancario y financiero y en el aparato ideológico cultural de la sociedad.

Debido a esta situación intermedia y flotante dentro del sistema de hierro de una

sociedad capitalista, la pequeña burguesía no tiene una propuesta propia, un modelo de

sociedad y de producción que ofrecer y ha debido, a lo largo de la historia, recostarse en

uno u otro de los dos grandes sectores. Así pudo, por ejemplo, sumarse y, en cierta

medida, acaudillar a los pobres de París para producir la Revolución Francesa y, con

ella, la transformación política y económica de la Francia feudal. Ciento cuarenta años

después en Alemania constituyó el ala plebeya de la contrarrevolución hitleriana.

El Medio Pelo de acáBueno, todo esto en las Europas. En nuestras costas, la pequeña burguesía –la

clase media- también ha jugado un papel oscilante y contradictorio. En la medida en que

el enfrentamiento más importante que se produce en nuestra Latinoamérica ha sido entre

las fuerzas nacionales y el imperialismo junto a los grupos oligárquicos nativos, la clase

media se ha volcado ora a uno, ora al otro, según la relación de fuerzas generales de la

sociedad. Así pudo nutrir las filas del yrigoyenismo y democratizar la vida política del

país. Así pudo también llenar la Plaza para vivar a los contrarrevolucionarios del ’55.

A este sector social, a la clase media argentina que ha suspirado y suspira de amor

no correspondido hacia la culta Francia, Arturo Jauretche bautizó para siempre con el

criollo nombre de medio pelo.

Dante Caputo, el canciller de nuestro país, es un claro y lamentable ejemplo de

medio pelo en el gobierno del doctor Alfonsín. Anteriormente desconocido en la

actividad política, tanto dentro como fuera del radicalismo, los actos y las declaraciones

del señor Caputo evidencian muchas veces una peligrosa irresponsabilidad. Tomemos

algunos ejemplos.

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Las zonceras de CaputoLa restauración de la soberanía popular y de la legalidad democrática implicó para

todos los argentinos de bien la necesidad de restablecer la vigencia de los derechos y

garantías constitucionales, brutalmente violadas por la barbarie criminal del terror. El

canciller argentino se presenta en Ginebra y establece la irresponsable tesis de que “el

principio del respeto a los derechos humanos en cada país está por encima del

principio de la soberanía de los estados”. En el siglo pasado, el discreto versificador

Esteban Echeverría había afirmado –y su afirmación ha sido llevada al mármol- que “la

patria no se vincula a la tierra natal sino en el libre ejercicio de los derechos

ciudadanos”. Con ello quería decir ni más ni menos que él se consideraba argentino en

la medida en que en este país hubiera instituciones de acuerdo a su gusto. Entroncada

con esta afirmación de un medio pelo decimonónico, la de Caputo ofrece el justificativo

ideológico para la invasión militar de EE.UU. a la isla de Grenada. Pero al contrario de

Ronald Reagan, para quien los intereses de su país son los intereses de la humanidad, la

zoncera de Caputo somete la independencia argentina a la interpretación interesada que

cualquier potencia pueda hacer de los derechos humanos.

Su célebre aforismo acerca de que “en el 2 de abril no hay nada que celebrar”

define al hombre en genio y figura. El licenciado Caputo se encontraba posiblemente en

París cuando aquellas jornadas gloriosas. Como todos los argentinos que a la sazón

vivían en Europa Occidental habrá sentido en carne propia el aislamiento y la soledad

que la defensa de la soberanía territorial producía en medio de la declarada hostilidad

del Pacto Atlántico. Y como resultado de ello deja la impresión de que prefirió quedarse

mal acompañado que solo. Y parece elegir como propia la explicación del Foreign

Office: la recuperación de las islas australes no es más que una maniobra distractiva del

dictador ebrio para perpetuarse en el poder.

El discurso pronunciado ante la Unión Industrial Argentina es un muestrario casi

completo de todos los lugares comunes del mediopelismo argentino. Con respeto casi

sumiso, Caputo aclara a los empresarios: “Para que ustedes no se asusten (sic), yo creo

que un país como la Argentina con su historia y sus tradiciones… tiene que asumir el

estilo de desarrollo capitalista. Lamentablemente –agregó a continuación- hay muy

poca gente dispuesta aceptar las consecuencias prácticas de esta alternativa”. Esta

tontería deja, por supuesto, sin aclarar qué fue el capitalismo practicado durante los

gobierno de Perón y qué otra cosa fue el capitalismo de Krieger Vassena o Martínez de

48

Hoz. No aclara tampoco qué clase de consecuencias produjeron uno u otro y se

completa con su posterior afirmación: “El desafío consiste en buscar cómo no entrar en

contradicciones con ese país (EE.UU.)”. Esto es, que el único capitalismo que Caputo

ve como posible es aquel que no contradiga los intereses del Norte. Sin tantas

pretensiones Martínez de Hoz y Frondizi han sido y son mucho más claros para afirmar

lo mismo.

Perón, ese demagogo autoritarioPero también sobre política interna se expidió en esa oportunidad. “El peronismo

(provocó una) enorme confusión… sobre el sistema económico argentino”, declaró el

canciller a los postres. “El estilo político que impuso el peronismo, su estilo

demagógico, su estilo autoritario, creó un límite muy claro al desarrollo económico de

este país”. Para no entrar a discutir sobre el carácter autoritario y demagógico del

peronismo –afirmaciones que no se oían desde hace años y que, por suerte no se oyen a

menudo de funcionarios del gobierno- analicemos un poco el sentido más general de

esta opinión. Sin duda, el licenciado Caputo sabe, porque esto se estudia en Francia, que

el surgimiento y la consolidación del capitalismo fueron posibles gracias a la acción de

regímenes con un fuerte contenido de autoritarismo, como lo fueron el de Crownwell,

en Inglaterra, o el de Napoleón, en Francia. Fue también el autoritarismo y cierta dosis

de demagogia las que permitieron a Bismark que los divididos principados alemanes se

convirtieran en la Alemania moderna.

Sus críticas alcanzan no sólo al peronismo, sino al propio radicalismo, el cual “se

contagió, entró durante un largo período en una etapa de confusión respecto de cosas

que había logrado el peronismo, pero de las cuales fue, en buena medida, incapaz de

separar lo sano de aquello que producía problemas”. El tiro va dirigido, obviamente, a

la política de acercamiento y diálogo con el peronismo, llevada a cabo por el doctor

Balbín y sus amigos durante la década del ’70. Si bien este acercamiento estaba

planteado de una manera conservadora y podía significar, en el avance del movimiento

nacional durante esos años, un freno condicionante, las posiciones del balbinismo

implicaron parcialmente un intento de frente nacional democrático. La crítica de Caputo

está planteada desde la derecha y ataca a Balbín, en cuanto éste dialoga con Perón en

lugar de atacarlo por autoritario y demagógico.

El licenciado Caputo no puede estar a cargo del Palacio San Martín en estas horas

críticas. Su respeto reverencial por la civilización europea, cuando tenemos un conflicto

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abierto con una de las principales potencias de la zona, su occidentalismo proyanqui,

cuando la deuda externa nos enfrenta de hecho a los bancos estadounidenses, y su

desconocimiento de la naturaleza íntima del problema nacional argentino, cuando la

necesidad del frente patriótico se hace evidente a los ojos más contumaces, constituyen

un peligro para la viabilidad de la democracia. Mucho más si de ella queremos hacer un

instrumento de liberación y no un mero adjetivo para ocultar nuestro sometimiento.

El doctor Caputo no responde a las tradiciones del partido que lo llevó al poder ni

a las del país cuya representación ocupa. Su permanencia en el cargo sólo hace más

grave nuestra crisis y más difícil su solución.

Publicado en Izquierda Nacional, Mayo de 1984

50

Los modernos macaneadoresDe arbitristas, profetas, manosantas, curalotodos, santones y otros iluminados de la

modernización

En 1560, España, que en el siglo pasado había descubierto el Nuevo Mundo,

padecía bajo la férula del segundo ejemplar de la dinastía de los Habsburgos, el idiota

místico Felipe II. El reino español y sus hombres y mujeres languidecieron sin otra

esperanza que llegar hasta Cádiz para embarcarse rumbo a las tierras de promisión que

los marinos y cronistas describían en sus relatos sobre nuestra América. De lo contrario,

el convento, el regimiento o la mendicidad aseguraban “una olla de algo más vaca que

carnero, salpicón las más noches”, como cuenta Cervantes sobre el menú de su

hidalgo. Falsos o verdaderos tullidos, llagados de intención, pordioseros cuyo capital

era alguna tara congénita o adquirida, llenaban los caminos y las aldeas de un país del

que había desaparecido la industria artesanal, la agricultura y todo trabajo útil, mientras

a sus puertos llegaban quintales de metales preciosos arrancados por los encomenderos

a las montañas de ultramar, exterminando de paso a los incas y aztecas y haciendo

desaparecer sus notables culturas.

Bajo el reinado del obseso Felipe, de su padre Carlos V y sus sucesores de la

dinastía alemana –todos ellos caracterizados por su cerril reaccionarismo y por sus

tortuosas personalidades- España se empobreció y se enriquecieron los banqueros de los

Países Bajos, cuyas industrias eran financiadas por el oro y la plata americanos.

En este país, arrasado por la inflación y la usura, por el latifundismo y la

improductividad agraria, por el privilegio de una nobleza que consideraba el trabajo

manual una ofensa, donde la picaresca había reemplazado a la industria y la Inquisición

levantaba sus abominables instrumentos de tortura mientras el precio del dinero era diez

veces superior que en el resto de Europa, florecieron los arbitristas.

Charlatanes y curanderosExpertos en arbitrios y soluciones universales, estos personajes pululaban en las

cortes y en los despachos reales, proponiendo delirantes y febriles remedios a las

calamidades económicas de sus contemporáneos. Falsos sabios, farsantes iluminados

que intentaban vender la panaceas que los salvara de su destino de mendigos o

mercenarios en las guerras europeas, escribían largo memoriales, proponiendo

solucionar la crisis fiscal española, sustituyendo, por ejemplo, el uso de mulas en las

tareas agrícolas por bueyes. O invitando a establecer una aduana en el Peñón de

51

Gibraltar para cobrar peaje a las naves que entraban en el Mediterráneo. O reemplazar el

dinero metálico por granos de cacao. Y así distintas ocurrencias, supuestamente

técnicas, que tenían en común el pasar por alto “lo mero principal”: el parasitismo

feudal de la abúlica nobleza castellana, la dependencia financiera que la corona

establecía con la banca flamenca y la ceguera y estupidez de los monarcas.

La Argentina padece hoy una remozada realidad de aquellos pícaros arbitristas.

Una pléyade de iluminados despliega, ante la mirada abotagada de la clase política

argentina, sus libros y folletos ofreciendo la nueva piedra filosofal, la pócima mágica

que nos saque de la crisis. Bajo el genérico nombre de “modernización” ofrecen

maravillosas soluciones que, como en los antiguos libros de alquimia, son definidos con

musicales palabras de remoto origen griego. ¿La industria nacional es ineficiente,

improvisada y no competitiva? Entonces la fórmula se llama cibernética y su

sacerdotisa es la computadora. Tiene la virtud de ahorrar tiempo –como el conejito de

Alicia en el País de las Maravillas, quien estaba apurado sin saber adónde iba-, de

realizar complejísimas ecuaciones y brindar hermosos gráficos en colores.

¿La dificultad es la desocupación, el cierre de fábricas, los problemas gremiales?

La respuesta se llama entonces robótica. Y del attaché del moderno arbitrista salen

plantas fabriles atendidas exclusivamente por prodigios electrónicos, con brazos

articulados y manos en formas de llaves francesas, que desplazándose sobre rieles

realizan las más disímiles y complejas operaciones manuales, todas ellas coordinadas

por la omnisciente sagacidad de la computadora. Si el problema es, en cambio, la

productividad agraria, el rendimiento por hectárea, la obtención de cantidad y calidad

para obtener saldos exportables, la clave es entonces la aún más misteriosa biogenética.

De las entrañas de la computadora saldrán ahora increíbles semillas que repetirán el

milagro evangélico de la multiplicación de los panes, toros de inagotable virilidad,

vacas ninfómanas, pasturas capaces de crecer en la Puna de Atacama, inagotables

torrentes de miel y leche.

El nuevo cuento del tíoEstos arbitristas conocen casi de memoria los engendros seudocientíficos de

Alvin Toffler, un charlatán a escala planetaria, mezcla imperial de predicador mormón y

vendedor de seguros, convertido en supremo pontífice del mito modernista. Rodolfo

Terragno, un periodista radicado en Londres –y que alguna vez supo entender la

naturaleza dependiente de nuestro país y el carácter parasitario de su clase dominante-

52

es el apóstol vernáculo y sus seguidores se reclutan, fundamentalmente, entre los

innumerables licenciados y doctores salidos de nuestras universidades. Y su público lo

forman diputados, senadores –oficialistas y opositores-, ministros y hasta el propio

presidente. Comos poco dotados Habsburgos, pierden horas invalorables escuchando a

los modernos curanderos.

¿Pero qué tienen en común unos y otros, para que ésta sanata penetre en las

muchas veces herméticas cabezas dirigentes? En este caso, como en el cuento del tío se

necesita la complicidad entre el estafador y el estafado, y esta complicidad se basa en

características políticas.

En general podría decirse que ambos son cipayos. Consideran a priori, como un

preconcepto ideológico, la imposibilidad que tienen los argentinos de brindar soluciones

propias y originales a los desafíos que nos impone la historia. Por lo tanto, toda solución

que venga avalada por los centros de poder imperiales goza de una casi automática

aceptación. De ahí la permanente apelación al peligro que tendría un aislamiento de

nuestro país, en caso de plantear una política soberana en materia de deuda externa. La

colonización cultural y su consecuencia, la falta de una clara conciencia y una

indoblegable voluntad nacionales, constituyen el sustrato, digamos, psicológico de la

estafa.

En segundo lugar, y determinado por la anterior, un falso y adocenado

positivismo que ignora que la principal modernización –causa material y eficiente de

todo proceso en tal sentido- es la transformación social.

Los esclavistas de los estados sureños no tecnificaban sus plantaciones porque el

trabajo gratis de los negros les resultaba infinitamente más rentable. Y como clase

parasitaria les importaba un bledo la modernización técnica del conjunto del país. Fue

necesaria una guerra civil y la expropiación de los esclavos –que eso fue la abolición-

para que el sistema industrial del Norte penetrase en el profundo Sur –y aún así de

manera imperfecta-. El maquinismo del siglo pasado necesitó la destrucción social y

política del feudalismo, la depreciación de los productos agrarios y la generación de

mano de obra libre no agremiada –a las antiguas corporaciones de artesanos- para que

surgiese, como consecuencia de ese cambio revolucionario, la fábrica, la máquina a

vapor y la línea de producción. Prodigios mecánicos y cierto conocimiento científico

hubo en civilizaciones antiguas. Pero los mismos no se vincularon a la producción hasta

que no estuvieron maduras las condiciones sociales para su incorporación.

53

En el caso de Argentina nos encontramos con un conjunto de clases sociales

improductivas –la oligarquía agraria y financiera- cuyo horizonte económico es la

inamovilidad de las condiciones de su privilegio y para quienes la técnica adquiere el

carácter pasatista que tenía en Grecia o el antiguo Egipto. Estamos, además, en un

sistema social dependiente del capitalismo occidental, que impide bajo distintos

mecanismos financieros y comerciales, el crecimiento económico que esos mismos

países realizaron durante los siglos XVIII y XIX.

Carecemos por lo tanto de los presupuestos sociales capaces de generar avances

tecnológicos propios o incorporar descubrimientos ajenos. Toda pretensión de saltear la

necesaria etapa de transformar el carácter semicolonial y parasitario de la Argentina es

una tarea vana e ilusoria.

En tercer lugar, estos arbitrios tienen la particularidad de relativizar la

importancia del trabajo humano y de la clase que lo monopoliza, el proletariado. En

realidad estas teorías han surgido como reaseguro ideológico y político del mundo

avanzado contra su propia clase obrera, cuya existencia e importancia estratégica

amenaza, aún potencialmente, la continuidad de la explotación capitalista. Se trata, en

suma, de aumentar la exacción de plusvalía relativa, engrosar el ejército de

desocupación y destruir el poder táctico de los grandes sindicatos.

Al llegar a nuestras tierras encajan con el odio oligárquico hacia la clase obrera y

el temor de sectores privilegiados de la clase media hacia una transformación que

aumente la participación en el PBI de los obreros industriales, en desmedro de sus

pálidos privilegios. De ahí quizá las expresiones del Secretario General de la

Presidencia, Germán López –cerril gorila del 45- o del diputado Jaroslasky, vaticinando

la próxima desaparición de la clase obrera y la disminución de su peso político

específico en la Argentina, como producto, crease o no, de la robotización. Sólo estos

macaneadores profesionales creen vivir en un paraíso tecnificado, donde los obreros

aliviados por la máquina de su necesidad de trabajar, organizan quintetos de cuerdas o

recitales de Verlaine. La verdad es que la desocupación crónica, el subempleo y el

cuentapropismo argentinos son producto de la parálisis estructural de nuestra economía,

de la exacción usuraria de la renta nacional, por la vía del endeudamiento, y la

disminución del consumo hasta niveles de mera subsistencia, mientras la especulación,

la fuga de divisas y el consumo de lujo es aprovechado por un reducido grupo de

privilegiados.

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La modernización, sin comillas, en nuestro país implica, antes que ningún

ingenio mecánico o electrónico, retomar y actualizar el nacionalismo económico y

latinoamericano que, a partir de 1945, nos dio el periodo más importante de desarrollo

económico y de bienestar popular.

Implica ratificar la confianza en el pueblo argentino y en su capacidad de

transformación en el sentido que afirmaba Jauretche: “Yo no espero nada de decisiones

milagrosas, pues sé que todo vendrá de esa voluntad y de esa inteligencia argentina,

que hace a nuestro país más fuerte cada vez que quieren quebrantarlo”. Significa estar

dispuestos a transformar de raíz la estructura social que garantiza el atraso y la

dependencia, modificar revolucionariamente las condiciones sociales que impiden el

crecimiento de las condiciones técnicas de la industria y la producción. Significa, por

último, echar mano del robusto sentido común que indica que la iniciativa y la

espontaneidad populares –expresada en distintas formas participativas y

autogestionarias- permitirán liberar más energía social que todas estas maquinitas

prodigiosas.

Quevedo fulminaba así a los arbitristas de su tiempo: “El Anticristo ha de ser

arbitrista; a todos os he de quemar vivos y guardar vuestra ceniza para hacer de ella

cernada y colar las manchas de todas las repúblicas. Los príncipes pueden ser pobres;

más entrando con arbitristas, para dejar de ser pobres, dejan de ser príncipes”.

Que así sea.

Publicado en Izquierda Nacional, Diciembre de 1985

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56

Las brumas teóricas de la dependenciaEl presidente de la República, doctor Raúl Alfonsín, ha dado a conocer su

pensamiento político. Ante los miembros del Comité Nacional de la UCR, desgranó

durante dos horas y medias la retahíla de lugares comunes humanitaristas, buenas

intenciones y vagas apelaciones a la modernización Y a la ética que constituyen el

núcleo de su estructura intelectual. Poco es lo que de concreto, sólido y operativo puede

extraerse del abigarrado texto. La solidaridad, el pluralismo, el disenso y la

participación democrática son expuestos como valores abstractos ante los que es casi

imposible expresar aceptación o rechazo, puesto que se presentan como ideas generales

y platónicas, espectros descarnados y eternos. No hay en sus complicadas oraciones una

sola apelación a nuestros problemas reales y actuales. La clase obrera, el empresariado

industrial, la oligarquía ganadera y financiera, los grandes bancos imperialistas, el

Fondo Monetario Internacional, la deuda, el desempleo, el cierre de fábricas, ninguno

de estos poco sublimes personajes transitan por su imaginación. El presidente prefiere la

siguiente definición: “La humanidad es el conjunto de los seres que se influyen

recíprocamente en forma incesante y se vinculan con Dios en la búsqueda de la unidad

suprema”.

Esta búsqueda de “la unidad suprema” lo lleva a criticar en términos de una

moralidad ahistórica –y por lo tanto no humana- los enfrentamientos entre “unitarios y

federales, entre la causa yrigoyenista y el régimen, entre el conservadorismo

restaurado en 1930 y el radicalismo proscripto, entre el peronismo y el

antiperonismo”. A su entender todo esto ha sido producto de una especie de mal

metafísico que ha impedido la creación de una “Patria común”. Esta enfermedad del

carácter nos ha aparejado como secuelas “el autoritarismo”, “la violencia”, “la

intolerancia” y “la ineptitud para la negociación”. Según el presidente, toda nuestra

historia desde 1810, los sucesivos fracasos en construir un país se han debido a no haber

entendido “la mentalidad, la interioridad cultural de la gente”. Y esa mentalidad está

determinada por un defecto funesto: “el egoísmo”.

La larga oración laica presidencial terminó, como era de prever, en un llamado a

la modernización, con todas sus artes mágicas, y en su marco, a situarnos “en el camino

acertado de la transformación racional y eficaz”.

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¿Cuál es el significado político de toda esta neblina idealista en boca de un

hombre del que, por el puesto que ocupa, se espera una referencia concreta a nuestra

difícil realidad y algún tipo de propuesta práctica para superarla?

Por un lado, esta vaporosa galaxia de valores supremos es expresión de un

mundo ideológico agrario, es decir preperonista. Desde la perspectiva de su chacra, la

realidad se presenta como una mera sucesión de ciclos naturales, con eventuales

desgracias como sequías o inundaciones. La virtud del gobernante será, entonces, llamar

al ejercicio de sanas virtudes como la resignación o la paciencia. No entrarán en este

cosmos platónico conceptos como la planificación o las fuerzas sociales. Se trata, en

resumen, de templar el carácter y orar para que Dios o los dioses nos sean benignos.

Por otra parte, este discurso no expresa sino la desorientación general que

predomina en el establishment político argentino. Es indudable que, junto con la

disminución del PBI, el aumento del desempleo, la aparición del cuentapropismo y el

resquebrajamiento de la Argentina industrial, el debate político ha sufrido un enorme

retroceso y su discurso es la expresión de deseos de una clase media que, ante las

maldades de la existencia apela a la fórmula que inmortalizó un famoso locutor en la

década del ’60: “¡Sean buenos!”

Lamentablemente la historia no responde a estos llamados. El imperialismo no

nos condonará la deuda ni nos abrirá sus mercados. El sistema oligárquico financiero no

se reorientará a la inversión productiva, ni dejará de conspirar cuando sus intereses se

vean afectados. Ni las vacas volarán, ni los chanchos pondrán huevos. Toda la

verborragia ética del presidente esconde resignación ante la crisis, claudicación ante los

usureros del Norte e incomprensión profunda de la naturaleza histórica –que no moral-

de nuestros problemas.

Aparecido en Izquierda Nacional, diciembre de 1985

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Sobre los sucesos de La Tablada

“…Y tú no sabes quién toca el violín”

Como negra ciudad crece la noche,En que, siguiendo leyes silenciosas,Se enredan las callejas en callejas

Y las plazas se juntan con las plazas,Y muy pronto en mil plazas surgen

torres.Pero en las casas de esta ciudad negra

No sabes tú quién puede residir.En el mudo fulgor de sus jardines

Para bailar los sueños hacen corro,Y tú no sabes quién toca el violín…

Rainer-Marie RilkeEn enero de 1989, a pocos días del desatinado intento de copamiento del cuartel

militar de La Tablada, publiqué en la revista CREAR en el Pensamiento Nacional, que

dirigía Oscar Castelucci, un artículo sobre esos mismos acontecimientos que titulé,

citando un oscuro y bello poema de Rilke “…Y tú no sabes quién toca el violín”. Martín

García me propuso una reescritura de aquél artículo a la luz de las cosas que pasaron a

partir de ese año y que modificaron totalmente el país que hasta entonces habíamos

conocido.

En efecto, el año 1989 era un año de elecciones presidenciales. El gobierno de

Alfonsín, al fin de su mandato, se deshilachaba como poncho de pobre. La negativa del

peronismo a modificar la Constitución e incorporar la posibilidad de la reelección

presidencial había hecho imposible un nuevo mandato para Alfonsín y los crecientes

triunfos electorales del peronismo hacían evidente que el futuro gobierno tendría este

signo. Después de una tensa elección interna, el partido justicialista había erigido a

Carlos Menem como su candidato presidencial, quien había constituido el FREJUPO

con un conjunto de partidos de corte nacional. Nuestro agrupamiento político de

entonces, el Partido de la Izquierda Nacional (PIN) que dirigía Jorge Enea Spilimbergo,

integraba esa alianza electoral conducida por el PJ, junto con el MPL de Jorge Abelardo

Ramos, el MID de Rogelio Frigerio, la Democracia Cristiana de Essio Silveyra y otras

fuerzas menores.

La posibilidad de que el peronismo, encabezando un frente de fuerzas nacionales,

retomase el poder del estado había puesto en alerta al conjunto de las fuerzas políticas y

los sectores sociales vinculados al imperialismo. La política del alfonsinismo era

59

presentar al peronismo y sus aliados como antidemocráticos y generadores del caos. Ya,

un tiempo atrás, el ministro del Interior, Coti Nosiglia, había enviado un grupo de

provocadores a un acto organizado por la CGT de Saúl Ubaldini, y que contaba con la

presencia de los principales referentes peronistas, para que generasen disturbios. En

efecto, los sicarios de Nosiglia comenzaron a romper y saquear las vidrieras de la

sastrería Modart, en la esquina de Perú y Avenida, sucesos que fueron grabados por la

televisión oficialista y profusamente transmitidos. La investigación posterior permitió

establecer que los protagonistas de los hechos de vandalismo pertenecían a los servicios

de “inteligencia”. Fue esa la primera vez que se hizo público hasta dónde estaba

dispuesto a llegar el alfonsinismo, y su mentado fervor democrático, a efectos de

desprestigiar a su oponente, electoralmente mayoritario, según los últimos comicios.

De ahí que aquel artículo comenzara sosteniendo:

“Si alguna duda quedaba acerca de la importancia histórica que las elecciones

del 14 de mayo tienen para nuestro destino nacional, la burda y demencial intentona de

La Tablada ha despejado brutalmente todo escepticismo: en el país están jugando

fuerzas internas y externas dispuestas a evitar a sangre y fuego el triunfo de Carlos

Menem y el FREJUPO y de impedir las elecciones si lo primero se torna imposible”.

Resulta difícil hoy, a raíz de la cobardía de Carlos Saúl Menem, de su

claudicación oprobiosa ante la ofensiva liberal imperialista, tener una idea de lo que se

jugaba en aquellas elecciones.

El país se encontraba en una de las cíclicas crisis generadas por el endeudamiento,

mientras el establishment económico amenazaba con la hiperinflación. El gobierno de

Alfonsín, desde la asunción de su ministro de Economía, Sourrouille, había avanzada en

el camino que le marcaba el FMI, y la incorporación de Rodolfo Terragno a su gabinete

había puesto en la agenda del gobierno el tema de las privatizaciones de Aerolíneas

Argentinas y ENTEL.

La UCD, el partido ultraliberal de Alvaro Alsogaray, había crecido electoralmente

y una intensísima prédica privatizadora era bombardeada diariamente por los medios.

El candidato de la UCR era el gobernador de Córdoba, Angeloz, quien desplegaba

un abierto y declarado programa antinacional, privatizador y de ajuste y detrás del cual

se habían organizado todos los sectores del capital extranjero y del establishment

bancario, financiero, exportador y oligárquico.

Después de una dura interna, el PJ había elegido como su candidato presidencial a

un dirigente que se había alzado con el triunfo por afuera de las estructuras orgánicas

60

del aparato partidario: el entonces gobernador de La Rioja, Carlos Menem. La victoria

en la interna justicialista había significado una importante movilización detrás de un

precandidato que, si bien no explicitaba con claridad su programa, estaba notoriamente

connotado por un aura popular que confrontaba con ciertas deformaciones

demoliberales que se expresaban en algunos sectores del cafierismo.

La alta inflación se había convertido en una de las principales preocupaciones de

los argentinos y el alfonsinismo había comenzado a romper con el electorado de clase

media que le permitió el sorpresivo triunfo de 1983. La clase media sindicalizada, los

docentes y otros sectores vinculados al Estado habían comenzado a sentir las

consecuencias del ajuste destinado al pago de la deuda externa.

En esa coyuntura, la alternativa electoral era clara. O se votaba por Angeloz, quien

prometía realizar el programa de la UCD, o se votaba por Menem, detrás de quien se

agrupaban las grandes mayorías nacionales -los trabajadores, los desocupados, los

pueblos del interior- y que insinuaba un camino distinto al seguido hasta ese momento.

El ultra antiperonismoA fines de la década del ’60 apareció en escena el Ejército Revolucionario del

Pueblo (ERP). Se trataba de un grupo terrorista surgido de una antigua fracción

trotskista, el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Con toscas elucubraciones

teóricas tomadas de la llamada “teoría del foco”, pergeñada por el bachiller francés y

asesor del presidente Miterrand, Regis Debray -cuando era un joven entusiasta de las

guerrillas latinoamericanas amparado en su condición de ciudadano de un país de

primera clase-, se dieron a una doble tarea: propagandizar la lucha armada como táctica

política y atentar contra policías y militares. Para lo primero realizaban actos, por así

decir, políticos, que consistían en ocupar una fábrica y arengar a los obreros o robar

camiones con leche y repartirla en barrios populares. Todo este espíritu robinhoodiano

reflejaba a las claras el carácter pequeñoburgués, salvacionista, redentorista del grupo

terrorista, pero su indigencia teórica era compensada por una febril actividad homicida.

Desde un primer momento este agrupamiento se caracterizó por su furibundo

antiperonismo, abrevado en las fuentes del gorilismo trotskista de Nahuel Moreno y

Milcíades Peña (los mismos que consideraban a Perón un agente inglés). En las dos

elecciones de 1973 llamaron al “abstencionismo revolucionario” y, ni bien Cámpora

asumió la presidencia, se apresuraron a declarar que no lo atacarían, pero que

“seguirían combatiendo contra las fuerzas armadas contrarrevolucionarias”.

61

Y efectivamente lo hicieron. Atacaron cruentamente varios cuarteles y después de

la asunción de Perón tomaron el Regimiento de Azul, matando a un conscripto y al jefe

de la guarnición y su esposa, tomando de rehén a otro alto oficial a quien

posteriormente matarían. Paralelamente a esto, lanzaron una criminal campaña de

asesinatos contra oficiales medios. Todo esto hizo que el gobierno popular los declarara

fuera de la ley.

Recuerdo que por aquellos años conocí a un capitán del Ejército. Los grandes

triunfos populares le habían cuestionado la formación recibida. Conversábamos, en la

casa de un notable dibujante de historietas, concuñado del capitán, sobre Perón, el

nacionalismo, la unidad latinoamericana, el socialismo y todos los temas que aún hoy

son para conversar con un capitán del Ejército. Este militar, dispuesto a recorrer el

camino que lo volvía a vincular a su pueblo, salía todos los días de su casa –me contaba,

preocupado-, con la pistola en la mano y amartillada, dispuesto a defenderse del ataque

aleve. La caminata hasta el garaje era uno de los momentos más peligrosos del día. No

lo volví a ver después de 1976. Sé que fue un héroe en Malvinas. Pero lo importante del

recuerdo es evocar cómo el salvaje terrorismo del ERP no solamente generaba una

provocación insostenible sobre el gobierno popular, sino que congelaba –ya entonces- a

la oficialidad en la lucha contra la subversión. Su ultraizquiierdismo táctico no era más

que la expresión de su ultra antiperonismo2 estratégico. Las viejas clases medias,

formadas en el liberalismo izquierdizante del ´55, daban expresión a una política

imperialista de debilitamiento del gobierno de Perón.

En realidad, el origen político de los cuadros dirigentes del ERP hay que

encontrarlo en el antiperonismo de la Unión Cívica Radical. Provenían, en general, de

familias radicales de la clase media provinciana y fue en los sectores izquierdistas de la

UCR donde el ERP encontró eco y abogados. Si los Montoneros se consideraban

políticamente integrantes del Movimiento Justicialista, el ERP constituía, de hecho, el

ala radicalizada del liberalismo de izquierda de la UCR.

Esto fue en suma el ERP. Y viene a cuento ya que de alguna manera reapareció

vinculado a los sucesos de La Tablada.

2 Neologismo inventado en aquellos años por Jorge Abelardo Ramos para referirse a las provocaciones de estos grupos sobre el gobierno popular.

62

“Quitadle la bomba al anarquista y quedará simplemente un liberal”. (León Trotsky)Ese ERP ya no existía en 1989. Aislado políticamente, la represión militar terminó

con él. Sus dirigentes fueron muertos o se exilaron. Fueron una de las excusas para el

golpe de estado de 1976 y éste los aplastó. Quienes habían estado vinculados a él se

esparcieron por el mundo. Muchos comenzaron a volver después de la elecciones de

1983; algunos lo hacían para integrarse a la actividad política. Los sueños marciales

habían quedado atrás. Desprovistos de sus armas muchos de sus miembros y seguidores

volvieron a ser lo que habían sido, izquierdistas liberales, antimilitaristas abstractos,

antimalvineros, críticos contumaces al “burocratismo” de Saúl Ubaldini, alternativistas

y gorilas.

Algunos de ellos crearon el Movimiento Todos por la Patria. La propuesta era,

más o menos, la siguiente: los partidos políticos argentinos no han hecho otra cosa que

dividir al pueblo. Dentro de cada uno de los partidos tradicionales argentinos –obvia

excepción del liberalismo conservador- hay, permítaseme la expresión, gente buena. Se

trata de juntarlos, peronistas, radicales, socialistas, cristianos, todos, e ir al pueblo, a

“las bases” –concepto abstracto emparentado con el del “buen salvaje” de Rousseau-

supuesta fuente inagotable de todo conocimiento y toda acción.

Uno de sus integrantes más conspicuos entonces, el sacerdote franciscano Antonio

Puigjanet, un hombre bueno y simple, envuelto en turbulencias ideológicas que no

comprendía, define de esta manera el movimiento, en un reportaje que le hiciera, en

prisión, la periodista uruguaya María Ester Giglio:

-”¿Cómo describiría al MTP, al que usted pertenecía?”

-”Como un movimiento político que había descartado la vía violenta, la lucha

armada, pero que pretendía hacer un cambio revolucionario a partir de la

participación de todos. Una de las cosas en que insistíamos era en ésta: democracia

participativa y no representativa. Para eso proponíamos un trabajo en los barrios,

desde las bases”.

Dos elementos caracterizaron a este MTP. Uno, la total heterogeneidad de sus

miembros. En la maniquea y simplista visión de buenos y malos, se trataba obviamente

de estar con los primeros. Todo lo demás era materia opinable que dividía. Segundo, su

cercanía con el gobierno radical. De todos los grupos representativos de la extrema

izquierda cipaya, el MTP era el único que no enfrentaba políticamente al alfonsinismo.

No integraba el FRAL ni la Izquierda Unida y el eje único de su política fue una casi

63

obsesiva preocupación por el peligro del golpe de Estado y los carapintadas. Es cierto

que ésta no fue una cuestión que monopolizara este grupo, pero era sí evidente que

ningún otro había hecho de ello el tema exclusivo de sus preocupaciones.

La breve popularidad del MTPEl MTP saltó al centro de la escena política una semana antes de los hechos de La

Tablada. Su presidente, Jorge Baños, y un grupo de dirigentes denunciaron

aparatosamente una supuesta reunión con fines golpistas entre Carlos Menem, Lorenzo

Miguel y el coronel Seineldín, en la que se habría preparado un golpe institucional que

sacaría a Alfonsín y pondría a Víctor Martínez en su reemplazo. Dan precisiones tales

como un supuesto lugar del encuentro y el nombre del supuesto intermediario.

Inmediatamente la prensa oficialista se abre de par en par para Baños. Los canales del

gobierno informan profusamente sobre la denuncia y entrevistan al dirigente.

Rápidamente, el juez federal, doctor Irurzun, recoge la denuncia e inicia una

investigación judicial, citando a los denunciantes e informando que declararán todos los

supuestos vinculados al plan golpista. La revista El Periodista retoma la cuestión y

truca en tapa una foto en la que aparecen juntos Menem y Seineldín. El Ciudadano no le

va en zaga y embadurna sus amplias páginas con este tipo de basura.

Durante la conferencia de prensa del presidente de la República, que se convirtió

en un virtual discurso de campaña, uno de los periodistas preguntó al doctor Alfonsín

sobre esta supuesta reunión. La respuesta fue breve y enigmática: “Simplemente le

recuerdo que la fecha en que se menciona se realizaba esa reunión, el coronel

Seineldín ya estaba detenido”. Sin desmentir la existencia de la reunión, hace entender

que los propios carceleros de Seineldín estaban enterados y la habrían permitido.

El lunes 23 el país despertaba preocupado. Las radios informaban que un grupo

militar había tomado el Regimiento 3 de La Tablada. Volantes de un “Nuevo Ejército

Argentino” vivaban a Seineldín y Rico, atacaban al ejército liberal y se expresaban a

favor del triunfo de Menem.

El presidente Alfonsín había dicho en aquella conferencia: “… puedo afirmar

categóricamente que no van a tener posibilidades de triunfar los facciosos. Pero

también debo decir con absoluta seriedad que no estoy en condiciones de asegurar con

la misma fuerza, con la misma certeza, que no han de producirse episodios para

adelante”. Nadie que hubiese visto al presidente en alguna de las muchas veces que la

reunión de prensa se pasó por las escasas cuatro horas de TV, pudo evitar recordarlo.

64

Ahí estaba lo que el presidente había anticipado. Los comandos se habían vuelto a

pintar la cara.

Al mediodía la situación informativa había variado, desde distintos sectores se

cuestionaba la autoría. Algo raro, que no cerraba, estaba ocurriendo. Al parecer la

ocupación no habría sido realizada por militares, sino por grupos de civiles, que

previamente habrían esparcido apócrifas proclamas golpistas. No obstante ello y cuando

ya era claro que ni Seineldín, ni Rico, ni ningún militar argentino tenía que ver con el

copamiento del cuartel, La Razón3, tanto en su quinta como en su sexta edición,

continuaba hablando de los seineldinistas al referirse a los ocupantes. La instantaneidad

de los medios electrónicos de comunicación no había llegado al diario oficial.

Al atardecer del fatídico lunes había algunas cosas, no muchas, claras. En primer

lugar, estaba confirmado el carácter civil de los ocupantes y que la identidad de los dos

primeros cadáveres correspondían a un antiguo miembro del ERP y al de quien era

presidente del MTP de Zárate. La información que proporcionó posteriormente el

ministro del Interior no iluminó mucho más la situación.

Desde La Plata, el ministro de Gobierno4, Carlos Alvarez, -presente en el lugar del

combate casi desde un primer momento-, sentaba una hipótesis: el intento inicial habría

sido el de copar el Regimiento, robar armas e huir. La presencia de la Policía de la

Provincia había impedido esto último, junto con la no esperada resistencia del personal

militar. Una llamada a la agencia DyN aumentó los interrogantes. Una mujer

identificada con los ocupantes explicó que se trataba de una Frente de Resistencia

Popular que había ido al cuartel a impedir un golpe. Pedía que se llamara a la gente para

evitar lo que llamó una masacre.

Al día siguiente era recuperado el Regimiento. Más de veinte detenidos eran

llevados a la Policía Federal. También se sabría que entre los muertos estaba Jorge

Baños, presidente de Todo por la Patria.

En el reportaje a Fray Antonio Puigjanet, que ya mencionamos más arriba, pueden

confirmarse algunas de las hipótesis que aquí se plantean. Leemos allí:

3 En aquella época, el vespertino “La Razón” era un órgano oficioso del gobierno alfonsinista.4 El gobernador de la Provincia de Buenos Aires en aquel momento era el doctor Antonio Cafiero. Su ministro de Gobierno, aunque homónimo del Chacho Alvarez, no tenía nada que ver con éste.

65

-”Si él (Enrique Gorriarán Merlo5) estaba convencido de que ya no había espacio

para acciones violentas y creía que las cosas debían realizarse de otra manera, ¿por

qué se metió en un hecho como el de La Tablada?”

-”Para evitar una violencia mayor. Ellos tenían la información de que venía otro

golpe militar. En diciembre del '88, un mes antes de La Tablada, un militar que

pertenecía al movimiento democrático de las Fuerzas Armadas, el UALA, nos dijo a

dos compañeros y a mí que se venía otro golpe muy violento. ‘Los militares van a salir

a matar’, nos dijo. ‘Va a correr mucha sangre’”.

-”¿Era verdad?”

-”Yo no sé. Lo que sé es que todo lo que llevó a estos muchachos a hacer lo que

hicieron tiene mucha característica de trampa”.

La periodista no le pregunta y, obviamente, el sacerdote no responde a una

pregunta básica: ¿Por qué se distribuyeron volantes que vivaban a los jefes militares

carapintadas y se disfrazó el operativo como una acción militar destinada a dar un golpe

de Estado?

Pero el propio Puigjanet se anticipa a cualquier suspicacia. Al confesarle su total

falta de capacidad para ser dirigente político, el sacerdote franciscano dice a María Ester

Giglio:

-”Me doy cuenta de que se me escapan de las manos miles de detalles. Hay que

tener una gran astucia; yo soy demasiado crédulo, me dicen una cosa y en general no

pienso que me están mintiendo. La creo”.

Qui prodest?¿Quién se beneficia? solían preguntar aquellos cerebrales investigadores de las

novelas policiales inglesas. Y es a la luz de esta clásica pregunta que debe buscarse la

racionalidad política de aquel hecho criminal.

¿Quién se beneficiaba con un copamiento del Regimiento 3 de Infantería, robo de

armas, algunas muertes y posterior huída de un grupo que deja volantes de solidaridad

con Seineldín y Rico y de apoyo a la candidatura de Menem?

5 Enrique Gorriarán Merlo fue uno de los líderes del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Encabezó el ala más militarista de la organización, como puede leerse en el libro de María Seoane sobre Roberto Santucho. Ante la muerte en combate de éste dirigente, y el profundo y peligroso debilitamiento de la organización, se exilió a Nicaragua a final de los ańos setenta. Allí luchó junto al ejército sandinista, donde habría integrado los servicios de inteligencia. Planeó y participó, en los ochenta, en el asesinato del ex-dictador nicaragüense Anastasio Somoza, en el Paraguay. Después de los sangrientos hechos que aquí se están narrando y que condujo desde afuera del regimiento ocupado por sus seguidores, Gorriarán Merlo fue detenido en México, por los servicios secretos argentinos, y condenado a cadena perpetua.

66

La respuesta era indudable, entonces, y lo sigue siendo a través de los años: el

oficialismo, el gobierno, el doctor Alfonsín y su proclamado intento de “defender a su

gobierno con dientes y uñas”.

Esta hipótesis le permitiría alcanzar, por lo menos, dos objetivos: vincular a los

militares que entonces acaudillaba Seineldín a un cruento hecho delictivo que ratificaría

la existencia de un clima golpista y enredar al candidato justicialista (Carlos Menem)

con el hecho, aún pasivamente, pero de manera lo suficientemente clara para confirmar

el pacto anunciado por Baños en su conferencia de prensa. La prensa adicta hubiera

hecho el resto.

Pero, de ser cierto lo manifestado por el ministro de Gobierno de la Provincia de

Buenos Aires, doctor Carlos Alvarez, esto habría fracasado y al hacerlo cambió

bruscamente de carácter: un violento acto de terrorismo, inexplicable y demencial si se

prescinde de todo lo aquí expuesto. Se benefició así al conjunto del sistema oligárquico-

imperialista. Se volvió a poner en el centro de la discusión militar el tema del

terrorismo. Y en un día, la conciencia castrense retrocedió al 23 de marzo de 1976.

Todo el desarrollo dialéctico, difícil y ambiguo de una nueva conciencia militar, a la luz

de Malvinas y los destructivos resultados del Proceso, se congeló nuevamente.

La irresponsabilidad criminal del grupo ocupante y de sus instigadores últimos

reunificó a las FF.AA. en el espíritu de cuerpo de la “guerra sucia”.

La cúpula liberal y procesista encontró en sus manos una justificación moral muy

fuerte para aplastar toda resistencia interna. En ese sentido, y solamente en ese sentido,

los acontecimientos de La Tablada serían para el doctor Alfonsín un regalo del cielo: la

provisoria consolidación del generalato continuista.

Y esto último también tiene que ver con las condiciones políticas de entonces.

67

Sobre el peronismo

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69

El 17 de Octubre de 1945Ese año y ese mes se presagiaban cosas en la Argentina.

En mayo de ese año Alemania había capitulado y en septiembre firmaba la

rendición el Mikado, pocos días después que dos bombas atómicas, la nueva y pavorosa

arma, cayeran sobre dos ciudades japonesas.

El gobierno militar que había puesto fin a la Década Infame se encontraba aislado.

Sus aciertos políticos –el régimen conservador fraudulento era intolerable- se habían

diluido en una oscura y reaccionaria política cultural y educativa. El tradicional laicismo

de los sectores medios había sido inútilmente agredido por un catolicismo tridentino,

que intervenía las universidades en nombre de neblinosas metafísicas de sacristía. La

declaración de guerra a Alemania no había hecho sino profundizar las diferencias en el

seno de las Fuerzas Armadas, entre aliadófilos y germanófilos, pues la medida no

satisfacía a ninguna de ellas. Las clases medias democráticas y los círculos intelectuales

del establishment vivían la política nacional como un mero capítulo de la lucha mundial

entre la “democracia” y el “fascismo”. Sólo algunos pocos hombres, como el socialista

Manuel Ugarte o quienes se nucleaban en FORJA, alrededor de Arturo Jauretche, veían

el conflicto bélico mundial y nuestra neutralidad como el momento oportuno para

ampliar nuestra autonomía nacional, ante el debilitamiento de los eslabones que nos

sometían política y económicamente al Reino Unido.

El frente “democrático” era sólido y organizado.

Ahí estaba la vieja oligarquía ganadera, encabezada por la Sociedad Rural

Argentina, junto a los monopolios exportadores -como Bunge y Born y Dreyfus- y la

vieja Unión Industrial de los importadores y las empresas imperialistas. Todos ellos

habían convertido al país, en la Década Infame, en “una parte virtual del Imperio

Británico”, como con ufano desparpajo había sostenido Julito Roca, el vicepresidente de

Agustín P. Justo. Ahí estaban los grandes diarios, con La Prensa y La Nación a la

cabeza, cuyos soporíferos editoriales eran tomados como palabra revelada por la clase

media porteña. Para los sectores más populares la Crítica de Botana, con su cocktail de

chantaje, crónica roja y admiración a los aliados, proveía las denuncias y las calumnias.

La revista Sur, de la estanciera Victoria Ocampo, el periódico Propósitos, del

izquierdista Leonidas Barletta, las braguetudas Academias –inútiles instituciones

oligárquicas que afortunadamente han perdido la provecta influencia de entonces-, las

Universidades y el grueso de los partidos políticos militaban en este bando. El partido

70

Socialista y el partido Comunista les insuflaban una desteñida retórica jacobina.

Aparentemente, la conducción de la CGT, dominada por representantes de estos dos

partidos, dotaba de base proletaria al reclamo democrático y rupturista. En suma estaban

todos los elementos sociales que para algún visitante extranjero o para las embajadas de

las grandes potencias podía ser considerada como “toda la Argentina”.

La Marcha de la Constitución y la LibertadEsta aparente consistencia tuvo su expresión multitudinaria en la célebre Marcha

de la Constitución y la Libertad, en el mes de septiembre. Allí, Antonio Santamarina, el

estanciero conservador de la provincia de Buenos Aires, se manifestó codo a codo con

Rodolfo Ghioldi, máximo dirigente del partido Comunista después de Vittorio Codovila

–a la sazón detenido en el cuartel de policía-. Y al frente de ella se destacaba la

voluminosa figura de Spruille Braden, el embajador norteamericano.

Del otro lado no había, aparentemente, nada: un gobierno militar que había

perdido apoyo social y que ya no contaba con la totalidad de los uniformados;

profesores perdidos en sueños hispanistas y en nubes de metafísica escolástica; un

sector de la Iglesia Católica que veía en la política del gobierno la realización de

algunos principios de su doctrina social; y un coronel que parecía estar en todos lados,

que se reunía con desconocidos dirigentes sindicales y con nacionalistas de origen

radical y sobre el que caía el grueso de las críticas del frente “democrático”.

Y por debajo de estas apariencias, según el principio establecido por El Principito

de que “lo esencial es invisible a los ojos”, se estaba creando una nueva sociedad, un

nuevo país.

La guerra, por un lado, y la política de nacionalismo económico puesta en práctica

por el gobierno, había favorecido un intenso proceso de industrialización que

transformaba el paisaje económico del país. Los pequeños talleres del dilatado Gran

Buenos Aires se multiplicaban y ampliaban. El gobierno había creado una Secretaría de

Industria y Comercio y hasta una Dirección de Política Económica. Una nueva clase

social comenzaba a producir, a dar empleo y a enriquecerse. La Argentina se

industrializaba. Con ello comenzaba a conocerse un nuevo problema: la escasez

energética.

Estos talleres daban nuevas oportunidades a los argentinos pobres que sobrevivían

en las orillas de las ciudades del interior. Cada vez más morochos santiagueños,

tucumanos o puntanos encontraban puestos de trabajo en la floreciente industria. En

71

diez años la cantidad de trabajadores del sector manufacturero pasa de unos 440.000 a

casi 1.100.000. La composición de la clase trabajadora argentina se había transformado.

No eran ya aquellos obreros inmigrantes de Italia, de España o del Imperio Ruso. Por el

contrario, muchos de ellos se habían convertido en talleristas y en incipientes

empresarios industriales y sus asalariados eran, ahora, argentinos del interior, cuyas

tonadas comenzaban a hacerse oír en el paisaje porteño.

El mundo que cotidianamente se ponía en movimiento a las cuatro o cinco de la

mañana en ese universo desconocido del Gran Buenos Aires, el de los hombres y

mujeres que somnolientos entraban en la fábrica o el de los empresarios que pugnaban

con el banco para pagar la quincena o el cheque de los insumos, era invisible para la

Argentina oficial, la de los grandes diarios, los salones de las embajadas y la biblioteca

del Jockey Club.

La caída del CoronelLa enorme presión de la vieja Argentina semicolonial, la de los grandes salones y

los peones de pata al suelo, se impuso, por unos días, en los cuarteles. El general

Ávalos, y detrás de él la astucia de comité del radical Amadeo Sabattini, se puso al

frente de la conspiración, encarceló al vicepresidente de la República y Secretario de

Trabajo, coronel Juan Domingo Perón, y convocó a un anciano jurista a formar un

nuevo gabinete que expresase a esa vieja Argentina.

Parecía, y el país visible así quería creerlo, que la breve pesadilla había terminado.

Nuevamente el país se vincularía al resto del mundo, que el totalitarismo y el capricho

del coronel Perón había alejado, “aislando” a la Argentina. Nuevamente nos

encolumnaríamos detrás de los vencedores, sin pretensiones levantiscas. Nuevamente, y

por sobre todo, se volvería a disciplinar a los “cabecitas negras” a los que la demagogia

peroniana había soliviantado.

Y fue entonces que apareció, como un rayo en una noche serena, el país real, sus

hombres y mujeres invisibles. Centenares de miles de trabajadores de todo el país, desde

los cañaverales tucumanos, los obrajes misioneros y el puesto más remoto de las

estancias pampeanas hasta los oscuros talleres suburbanos, los frigorífico platenses y los

arrabales rosarinos, sintieron que con la prisión de Perón, en Martín García, nuevamente

la despreciable oligarquía volvería a imponer su férula de hierro: la del mucho sudor y

poco sueldo, la de la libreta del obraje, la de las balas de la Semana Trágica.

72

Escribe Jorge Abelardo Ramos: “La noche había caído sobre la ciudad y seguían

llegando grupos exaltados a la Plaza de Mayo. Jamás se había visto cosa igual, excepto

cuando los montoneros de López y Ramírez, de bombacha y cuchillo, ataron sus

redomones en la Pirámide de Mayo, aquel día memorable del año. Ni en el entierro de

Yrigoyen una manifestación cívica había logrado congregar masas de tal magnitud.

¿Cómo? –se preguntaban los figurones de la oligarquía, azorados y ensombrecidos-

¿pero es que los obreros no eran esos gremialistas juiciosos que Juan B. Justo había

adoctrinado sobre las ventajas de comprar porotos en las cooperativas? ¿De qué abismo

surgía esa bestia rugiente, sudorosa, bruta, realista y unánime que hacía temblar la

ciudad?”

La presencia decidida del pueblo y los trabajadores, la unanimidad de su respuesta

al golpe palaciego y a la nueva dictadura oligárquica que se cernía sobre ellos, logró

penetrar en el seno mismo de los cuarteles. Modificó la relación de fuerzas entre los

distintos sectores y los hombres más afines al nacionalismo popular del coronel Perón

se impusieron sobre sus jefes influidos por la embajada inglesa, se deshicieron de los

elementos más cavernícolas del golpe del 43 y respaldaron la exigencia de la multitud:

“¡Sin galera y sin bastón, lo queremos a Perón!”

Esa noche se iniciaba otro país, la Argentina justa, libre y soberana.

Vigencia de aquella jornadaSesenta y dos años después de aquella jornada fundadora, el pueblo argentino ha

sufrido dolorosas derrotas y ha intentado otras tantas veces recuperarse de ellas.

Las grandes banderas que se desplegaron en la Plaza de Mayo aquella tarde

soleada, las que el general Perón llevó adelante en sus tres presidencias y para las que

contó, a lo largo de treinta años con el apoyo inclaudicable de su pueblo, tienen plena

vigencia en la Argentina de hoy.

La justicia social, la independencia económica, la soberanía del pueblo y la unidad

de la Patria Grande, las grandes propuestas implícitas aquella tarde, hoy son no sólo

bandera de los argentinos, sino del conjunto de nuestros hermanos latinoamericanos. En

momentos en que los grandes poderes imperiales consideran clausurado el ciclo de las

revoluciones populares y cuando las grandes utopías sociales parecieran haber agotado

su capacidad transformadora, el 17 de octubre convoca hoy a todo un continente.

Aquella tarde soleada ilumina nuestro presente.

73

Hay momentos en la historia de los pueblos que sólo los poetas pueden convocar

con todo el esplendor epifánico que tuvieron en el momento mismo de su realización. El

esfuerzo del historiador se vuelve vano, el intento de objetividad del cronista opaca su

trascendencia, el recuerdo personal del protagonista reduce su grandeza colectiva. Sólo

los poetas logran transformar los datos del investigador o la interpretación del político

en la evidencia connotativa del símbolo y en la verdad movilizadora del mito.

El 17 de Octubre de 1945 es uno de esos momentos que el poeta porteño Alfredo

Carlino define con estas palabras, más iluminadoras que ninguna otra:

Vastedad del abismo.

Arrancaron de Berisso, Ensenada,

Avellaneda y Valentín Alsina.

en el resplandeciente fulgor

de la muchedumbre esperanzada

violaron la fuente de la plaza,

se lavaron los pies del cansancio

y del mundo que se iba, irremediablemente.

Hoy nazco lleno de esta música tamboril,

imperecedera, que seguirá en la descendencia

y en el mito de la popular.

Porque el 17 de octubre fue el nacimiento

y la eternidad nos esperaba.

Publicado en la revista Raíces, Octubre 2007, Año 1, Nº 1

74

75

Cinco tesis para la actualización del Movimiento Nacional El presente trabajo fue escrito y presentado en el Simposio Proyecciones del

Pensamiento Nacional –a 40 años del mensaje de Juan Domingo Perón “La

Comunidad Organizada”- que organizó la Asociación de Filosofía Latinoamericana y

Ciencias Sociales y que auspició el gobernador de la provincia de Buenos Aires,

Antonio Cafiero, entre el 20 y el 22 de abril de 1989.

1° Tesis: El movimiento nacido el 17 de octubre de 1945 fue un Frente

Nacional.Desde la perspectiva de la Izquierda Nacional concebimos a los partidos como

expresión política de los intereses de las clases sociales y de sectores internos a ellas,

sea esta representación explícita o implícita. El concepto “frente” caracterizará entonces

una expresión pluriclasista, integrada o no por distintos partidos –ello dependerá del

grado de desarrollo de las representaciones políticas de los distintos sectores en danza y

del grado de vigencia del mismo-, pero en el que confluyen distintas clases sociales, con

sus experiencias y tradiciones ideológicas y, fundamentalmente, con sus intereses y

tareas históricas.

El justicialismo nace a la política como un amplio frente social, institucional y

político.

Social: Un conjunto de clases y sectores acuden a la formación del mismo. Si bien

la nueva clase obrera industrial constituye su base fundamental, la nueva burguesía de la

industrialización de los años de la Segunda Guerra Mundial, las clases medias del

interior, sectores postergados de la pequeña burguesía agraria de aparceros y chacareros

pobres y hasta grupos vinculados a la oligarquía tradicional, todos ellos ligados al

mercado interno, integran el nuevo movimiento.

Institucional: Nuevo sindicalismo, ejército nacional-industrial e Iglesia católica

formaron también las columnas institucionales que dieron forma al peronismo. La

debilidad de la burguesía y la inexistencia de un partido que la representase –dado su

enorme dependencia al sistema ideológico oligárquico- determinó que los aspectos

burgueses-conservadores del frente se expresasen a través de la Iglesia, en lo ideológico,

y del Ejército, en lo político. Baste recordar en ese sentido el desmesurado papel que en

el plano del pensamiento expresó el escolasticismo tomista. En cuanto al papel del

Ejército, sostiene Spilimbergo: “En la medida de su intervención en la industria

76

pesada, el Ejército actuaba como burguesía él mismo; y en la medida de su programa

de capitalismo industrial soberano, como partido de facto de la burguesía nacional”6.

Político: La convergencia de diversas tradiciones políticas fue otro elemento

distintivo del justicialismo. Radicales, conservadores, nacionalistas, socialistas,

anarquistas, comunistas y trotskistas se sumaron al frente. La presencia de militantes de

origen marxista o socialista en el seno del movimiento obrero explica, en muchos casos,

la madurez política y organizativa del nuevo sindicalismo 7.

2° Tesis: El Frente del 45 fue nacional y burgués en sus objetivos y

tareas y obrero y popular en su base social.La contradicción fundamental de la Argentina era, en 1945, y aún hoy, entre el

bloque hegemónico oligárquico imperialista y el bloque popular sometido. Desde el

punto de vista económico, el desarrollo de las fuerzas productivas que corresponde a

una sociedad capitalista se ve trabado por la confiscación que hace del excedente aquel

bloque social, derivándolo al derroche suntuario, a la especulación parasitaria o a la

acumulación de los centros imperialistas. Esto determina el carácter de los objetivos y

tareas por parte del bloque popular. Desde el poder, el peronismo creó las condiciones

para la existencia de una economía nacional: un mercado, un sistema de transporte y

comunicaciones adaptado al mismo, un Estado que garantiza el mecanismo de la

plusvalía y su transformación en capital, un esquema de planificación que modifica

sustancialmente el espontaneísmo y fatalismo de la economía pampeana, la apropiación

de parte del excedente agrario con destino al proceso de capitalización industrial, el

control del comercio exterior, de los seguros y reaseguros, del sistema bancario y

financiero, etc.

Ahora bien, lo particular de este frente está dado por el hecho potencialmente

explosivo que la base social que posibilitaba, con su movilización, la realización de este

programa, era la clase obrera industrial. “La contradicción proletariado-burguesía, en

un país capitalista de mediano desarrollo, pero dependiente y semicolonial, creaba una

fuerte tensión interna en la medida que el programa del 45 no era socialista, sino un

proyecto de capitalismo nacional autónomo, con justicia social distributiva”.

6 Spilimbergo, JorgeEenea, Clase Obrera y Poder, pág. 29, Editorial Octubre, Buenos Aires, 19747 Conf. Torre, Juan Carlos, Interpretando (una vez más) los orígenes del peronismo, versión mecanografiada, 1982.

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3° Tesis: La llamada “irracionalidad” del peronismo no es tal, sino la

única solución históricamente posible, en el plano de la conciencia,

a esta contradicción explosiva.Desde esta perspectiva que venimos señalando, entonces, la tan llevada y traída

cuestión acerca de la “irracionalidad” del peronismo y del carácter predominantemente

“sentimental” de su adhesión es una consecuencia de la hegemonía burguesa en un

movimiento de una enorme potencialidad revolucionaria, tanto por lo avanzado de sus

postulados –fundamentalmente en lo vinculado a la justicia social- como por la base

social que los sostiene –para la cual la justicia social es conditio sine qua non en su

movilización de apoyo-.

Pero se trata de una hegemonía que la burguesía ni siquiera ejerce directamente,

sino a través de la burocracia estatal, el ejército industrializador y una ideología no

obrera, no socialista y hasta no burguesa. Esto, en realidad, más que su “irracionalidad”

constituye su “racionalidad”, en tanto que la razón reside, en primer lugar, en el “yo”

sujeto y agente del proceso y no en el “otro”, en el sistema cultural imperialista

oligárquico. En la medida en que en la base social del movimiento se mantiene la

conciencia revolucionaria –para disputar al bloque de las clases parasitarias el destino

social del excedente económico- sobreviven entonces los elementos específicos de

carácter emotivo que garantizan la movilización obrera y popular.

4° Tesis: Una tardía adecuación del peronismo a los parámetros de la

respetabilidad establecida implica necesariamente una renuncia a

sus interpelaciones revolucionarias.La pretensión de imponer al peronismo una “racionalidad” cuyos parámetros están

generados por el sistema del bloque hegemónico dominante significa, a la luz de lo que

venimos sosteniendo, la imposición de una ideología estrictamente burguesa,

desprovista de sus elementos proletario-populares. Es decir, una nueva “racionalidad”

del frente surgido en el 45 que no incluya sustancialmente la superación de su

naturaleza histórico-social, la incorporación de tareas y objetivos propios de su base

obrera no puede significar sino la renuncia a su capacidad movilizadora contra el bloque

oligárquico-imperialista. Implica reducirlo a un partido del Régimen, con mayor acento

en el aspecto distributivo por razones de tradición, pero que acepta resignadamente las

condiciones impuestas por el bloque hegemónico, al cual pasaría a pertenecer como

nueva ala plebeya.

78

5° Tesis: El frente del 89 exige una actualización doctrinaria que pasa

sustancialmente por la superación en la práctica de las tareas y

objetivos planteados en el 45.Si en el 45 la debilidad orgánica de la burguesía nacional delegó en el Ejército

nacionalista y en el Estado sus funciones propias, en las condiciones de la acumulación

de posguerra, las condiciones de la crisis actual, que afecta las posibilidades burguesas

de acumulación e inversión, hacen necesario, para la viabilidad del proyecto, formas

superadoras de propiedad social. No se trata de restringir la amplitud del frente, más allá

de los límites impuestos por el general Perón: “La unidad nacional para la liberación”.

Por el contrario, significa incorporar necesariamente al conjunto de los sectores

explotados por el bloque hegemónico, pero dotando a este nuevo frente de una política

que exprese los intereses y ambiciones históricas de la clase social que más lealtad ha

demostrado al movimiento nacional: los trabajadores.

Esta propuesta no está, es obvio, desarrollada al modo de un programa. “Cada

paso del movimiento real vale más que una docena de programas”. Está planteado en

términos, precisamente, del movimiento real, como incidencia en el terreno

programático del peso específico que la clase trabajadora tiene en el Frente Nacional y

el papel de articulador colectivo que está llamada a cumplir. Desde el terreno gremial, la

CGT ha jugado, con sus 26 Puntos el papel más avanzado –en momento de gran

repliegue político e ideológico- del bloque histórico del 45 en las condiciones generadas

por trece años de hegemonía oligárquico imperialista.

79

Los Muchachos PeronistasSon Juan Molina, Juancito, y Armando Ponce, el Negro. Tienen más de 70 años,

pero nacieron a la historia hace cincuenta y cuatro, el 17 de Octubre de 1945 y su

nacimiento es testimoniado por esta foto.

Ese día estuvieron en la plaza de Mayo, exigieron la libertad del coronel Perón y

refrescaron sus pies cansados en el agua de la fuente. Son los dos protagonistas aún

vivos del testimonio fotográfico más importante de la historia social argentina del siglo

XX: la que documenta la escena fundadora del más avanzado momento de nuestra

liberación nacional y social.

Como la del niño del levantamiento del ghetto de Varsovia, como la del miliciano

republicano congelado en el momento de caer muerto en la trinchera de la guerra Civil

Española, como la de la niña vietnamita desnuda que corre desesperada con el cuerpo

quemado por el napalm yanqui, la anónima y hermosa foto de esos hombres y mujeres

jóvenes con “las patas en la fuente”, como inmortalizara el gran Leonidas

Lamborghini, sintetiza y expresa la naturaleza social y el sentido democrático del

momento histórico en que fue tomada. Y esa tarde y esa foto signó para siempre la vida

de Juancito y el Negro. Fueron, de ahí en más, peronistas.

Cuando sobre la Argentina arreciaba con toda su furia el vendaval del

neoliberalismo encabezado por Menem y Cavallo, en los años en que los patriotas

éramos despreciados por “habernos quedado en el 45” estos “muchachos peronistas”

fueron entrevistados por Clarín para hablar de aquel gobierno.

Juan Molina, el que trató a Evita, el preso de la revolución “libertadora”, el

dirigente sindical de la Resistencia, fue corto y claro: “Ha rifado al movimiento obrero

y ha olvidado a los pobres y los humildes”.

Armando Ponce, el otro soldado anónimo del 17 de octubre, se extendió aún más:

“Dio un giro hacia el neoliberalismo. Dilapidó el ahorro de muchas generaciones con

las privatizaciones. Y su peor error fue olvidarse de la justicia social”.

Aquí están expresadas, con crudeza y sin eufemismos, las razones por las cuales

el pueblo argentino ha repudiado a Menem, quien hoy fatiga los pasillos de los

tribunales. Pese a las piruetas bufonescas con que intenta ocultar su infamia, el pueblo

del 45 nunca perdió el rumbo aprendido en aquellos lejanos años.

“Nunca se lo vamos a perdonar”, terminó diciendo Armando Ponce. Y esa

sentencia pesará sobre la conciencia del traidor.

80

Publicado en la revista Línea, octubre de 1998.

81

Fuerzas Armadas y política nacionalEste artículo es el resultado de una recopilación de notas que salieron publicadas

en el periódico Pregón de la Izquierda Nacional, entre agosto y octubre de 1989. El

FREJUPO había ganado las elecciones de ese año, y la existencia de importantes

sectores nacionalistas en el seno del Ejército, iluminados, por un lado, por la

experiencia malvinera y, por el otro, por la perversa resolución de Alfonsín a la

cuestión de la violación de los derechos humanos por parte de los militares procesistas.

Esos sectores, ideológicamente confusos y políticamente débiles, aparecían, entonces,

como una posibilidad capaz de entroncarse con el triunfo popular de aquellas

elecciones.

La cuestión de las FF.AA. ha adquirido un sentido trascendental puesto que, por

primera vez en varias décadas, existe en su seno una fractura de carácter estratégico, a la

vez que un conjunto de fuerzas antinacionales, de izquierda a derecha, pretende

mantener el esquema impuesto por los “libertadores” de 1955.

Según informaciones y reportajes aparecidos en diversos medios de prensa, el

gobierno del doctor Menem estaría listo a declarar un indulto para los miembros de las

Fuerzas Armadas afectados por procesos judiciales. Se ignora, al momento de escribir

estas líneas, cuál será la extensión y las características del mismo, aún cuando diversas

declaraciones permiten interpretar que existirían tres grupos distintos de potenciales

destinatarios de la medida presidencial: los ex altos oficiales condenados por delitos

contra los derechos humanos durante la dictadura militar; los oficiales procesados, sin

sentencia, por el mismo tipo de delitos, y los oficiales con proceso por insubordinación

y actos de indisciplina militar a raíz de los hechos de Semana Santa, Monte Caseros y

Villa Martelli8.

No cabe duda que esta situación es parte de la nefasta herencia que el gobierno

electo de Menem recibió de Raúl Alfonsín. Pero no es menos cierto que la cuestión

militar ha arrastrado sus trágicas consecuencias a lo largo de los casi cuarenta años que

van desde el cuartelazo gorila de 1955. Presentar el indulto como “la solución al tema

militar”, abstrayéndolo de las condiciones que gestaron la actual situación, es tan

erróneo como enfrentar abstractamente a los militares acusándolos de la totalidad de las

desgracias que han aquejado, durante estos cuarenta años, a este desafortunado país.

8 Se refiere a las insubordinaciones de los oficiales medios, denominados “caraspintadas” por el periodismo comercial, y que reclamaban contra la arbitraria política de Raúl Alfonsìn, que enjuiciaba oficiales de menor graduación, mientras ratificaba la conducción liberal de las FF.AA.

82

El Ejército en 1945La aparición del peronismo en las jornadas de Octubre del 45 es inseparable de la

existencia de un poderoso y joven sector del Ejército enfrentando a la vieja conducción

liberal creada por Agustín P. Justo. Este sector logra, en 1943, asumir la jefatura del

arma y la dirección política del país. A partir de ese momento, el Ejército se involucra

directa y activamente en la vida económica nacional. Las tendencias nacionalistas

industrialistas, soterradas durante toda la Década Infame, desarrollan su programa: un

capitalismo nacional autónomo, de fuerte intervencionismo y con una importante

participación del sector público a través de grandes empresas estatales.

A partir del 17 de Octubre, establecida la alianza de ese Ejército nacional a través

de Perón –su único e indiscutido caudillo- con las grandes masas populares y,

especialmente, con los trabajadores, las FF.AA. se convierten en un factor determinante

en la actividad política y económica del Estado. Ante la ausencia de una real burguesía

y, por lo tanto, de un partido que la expresase, los cuadros del ejército involucrado en la

industria pesada cumplían su papel, y la institución militar reemplazaba al inexistente

partido burgués. El Ejército encuentra una finalidad, una función vinculada al país como

totalidad, a la vez que desarrolla su propia y específica función. La defensa de la

soberanía territorial y de la independencia nacional era, a la vez, el desarrollo de la

industria pesada, la nacionalización de los transportes, los recursos naturales y las

comunicaciones, el fortalecimiento del mercado interno y el bienestar popular.

Durante casi diez años reina una total unidad en las Fuerzas Armadas. El conjunto

de la oficialidad, con excepciones marcadamente minoritarias, coincidía con los

objetivos y fines del movimiento popular.

El Ejército gorila en 1955 En las vísperas del golpe de 1955, el ejército se vuelve a dividir. La fracción

oligárquica que, durante los diez años de gobierno peronista, había intentado levantarse,

sin éxito, contra la legalidad constitucional, logra su objetivo. Un sector católico

reaccionario se une a la minoría liberal y triunfa el 16 de septiembre de ese año. Meses

después, los elementos nacionalistas reaccionarios son desplazados, a través de un

incruento golpe de estado. El Ejército nacional es desmantelado en sus cuadros, los

oficiales liberales que Perón había pasado a retiro por su actividad conspirativa son

reincorporados, así como los funcionarios policiales enjuiciados por torturas y

83

asesinato9. Se establece, después de los fusilamientos del 9 de junio de 1956, una nueva

unidad, aún cuando los objetivos de esa unidad son diametralmente opuestos a los de la

década anterior.

La industrialización es reemplazada por el catecismo liberal; el papel del Estado,

por el credo de la privatización; el mercado interno, por la apertura de la economía y el

bienestar popular, por la destrucción de las organizaciones gremiales. Se inicia un

período nefasto caracterizado por lo que un autor nacionalista, Aníbal D’Angelo

Rodríguez, describió de esta manera: “la suprema desvergüenza de los generales

abrepuertas que saltan de las palmas sanmartinianas a los despachos de las sociedades

anónimas”.

Durante todo ese nuevo período la unidad estratégica de las Fuerzas Armadas es

total. Los enfrentamientos, aunque serios, de la década del 60 –azules y colorados-

estaban determinados por diferencias tácticas. El antiperonismo cerril del 55 discutía

con un antiperonismo de nuevo cuño, auspiciado por los EE.UU., que intentaba integrar

a un sector del peronismo, limándole todos los elementos revolucionarios y

nacionalistas El proyecto era la integración de la Argentina al sistema generado en

Washington y las Fuerzas Armadas argentinas se convertían en un destacamento de un

Ejército Mundial en lucha contra el comunismo, cuyo Estado Mayor era la OTAN.

“Este Ejército –sostiene el mismo autor- que ha terminado por ser, como

estructura, una inmensa burocracia uniformada que le cuesta carísimo al país y no le

devuelve nada, ni siquiera el ejemplo de un retiro de digna pobreza o el de la

vergüenza que antes llevaba a un oficial deshonrado a pegarse un tiro en la cabeza. A

este Ejército, tarde o temprano, el país le pedirá rendición de cuentas y le exigirá una

transformación total y a fondo. Porque la Nación necesita un Ejército. Pero no éste”.

Illia y el antiperonismo “democrático”El Ejército de la Revolución Libertadora se hizo nuevamente cargo del poder en

1966. El doctor Illia había significado la posibilidad de impedir el triunfo peronista por

medios constitucionales. Desde el gobierno impidió, en complicidad con la dictadura

militar brasileña, el regreso del general Perón a la Argentina y trató de dividir al

justicialismo, aprovechando la lejanía obligada de su jefe y la necesidad del

sindicalismo de generar una conducción propia que diese más autonomía a las

negociaciones gremiales, desvinculándolas de la política de conjunto que imprimía

9 Ver Alejandro C. Tarruella, Juan Ingalinella, el crimen sin paz, en Historias Secretas del Peronismo, Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2007, pág. 177.

84

Perón. Cuando las elecciones de Mendoza –en las que se presentaron dos fórmulas

peronistas, una impulsada por el general y la otra por parte de la dirigencia sindical-

demostraron la inviabilidad de esa política, el papel de Illia, como mejor discípulo de la

Libertadora, pierde sentido. Será el momento para que los militares impidan lo que el

sistema constitucional no puede impedir: un triunfo electoral del peronismo. Onganía, el

nuevo jefe del Ejército oligárquico, derroca a Illia y, después de un coqueteo

intrascendente con algunos jefes sindicales y empresarios nacionales, nombra a Krieger

Vassena ministro de Economía. Se iniciaba la llamada “Revolución Argentina”. La

oligarquía, que había hecho el golpe “democrático” del 16 de septiembre de 1955,

asumía, a través del ejército “azul”, la dictadura.

El Cordobazo y el regreso de PerónEl destino posterior de esa “Revolución Argentina”, con sus “tiempos”, sus

ridículas pretensiones ideológicas y sus obtusos ministros generales, terminó, como es

sabido, en el Cordobazo y la ola de insurrecciones populares del interior. El Ejército

encontró en Lanusse a su nuevo jefe para dar la batalla contra un Perón que era, a los

ojos del conjunto del país, el único capaz de dar salida a la grave crisis política generada

por la proscripción del pueblo argentino.

Aún en esas duras jornadas, las FF.AA., formadas bajo la advocación de la

Marcha de la Libertad y el odio gorila al “tirano prófugo”, lograron mantener su unidad

política y, por lo tanto, institucional. Las insurrecciones populares y masivas del 69 y el

70 no permitieron, pese a su estratégica importancia, generar una nueva y definitiva

relación de fuerzas en la sociedad argentina y parte de esa energía revolucionaria

terminó en el callejón sin salida del terrorismo y la lucha armada.

Esto ùltimo –es importante remarcarlo- había estado ausente de las grandes

movilizaciones del ’69 y el ’70. La tan promocionada existencia de francotiradores en el

Cordobazo constituyó un fenómeno puramente individual y sin ninguna conexión

organizativa. Se trataba, como muchos testimonios de la época lo demuestran, de

afiliados radicales cordobeses que guardaban sus armas de la época de la Revolución

Libertadora. Es más, se puede afirmar que el terrorismo y la lucha armada, en sus dos

grandes organizaciones –ERP y Montoneros- nace al margen de las grandes

movilizaciones y como fenómeno de clase media estudiantil que reniega de la lucha de

masas.

85

Y estos grupos, si bien durante cierto período son usados por Perón como amenaza

potencial a la dictadura oligárquica, lograron un objetivo sustancialmente distinto al que

pretendían realizar: unificar al conjunto de las FF.AA. frente a la agresión que sufría

como cuerpo. La teoría de la lucha contrarrevolucionaria, aprendida en los manuales

franceses escritos por los torturadores de patriotas argelinos, se convierte en la nueva

doctrina militar.

Cuando el general Perón retorna en 1973 a la primera magistratura ya no controla,

como en 1945, a su Ejército. Este es profundamente hostil a la política que Perón

formula para el conjunto del país y, encima, ve en el viejo general al jefe de las bandas

terroristas. La almenaza que estos grupos significaban para el propio gobierno de Perón

y el notorio carácter antiperonista que su accionar encerraba, es ignorado por los

estrategas de la guerra contrarrevolucionaria. Al morir el general Perón, los herederos

de la Revolución Libertadora sólo esperan el momento para dar un nuevo zarpazo.

El 23 de marzo de 1976 las dos organizaciones armadas estaban políticamente

derrotadas. Aislados del conjunto del movimiento de masas, del pueblo que libraba en el

seno del movimiento nacional enconados combates para reencontrar el cauce

revolucionario, tanto el ERP como Montoneros sólo producen ataques suicidas que

concitan el repudio popular. Ya en vida del general Perón, el odio cipayo del ERP se

dirige contra el propio caudillo nacional. Los ataques y provocaciones a las Fuerzas

Armadas exasperan a éstas contra los grupos terroristas y contra el gobierno popular. El

Primero de Mayo de 1974, Perón expulsa a los Montoneros de Plaza de Mayo y termina

con la ficción del peronismo de este grupo. Los escarceos de la guerrilla rural en

Tucumán no logran jamás pasar del nivel propagandístico. No hubo en ningún momento

ocupación territorial ni victorias estratégicas. Ante la orden de la Presidencia de la

Nación de terminar con el accionar de este grupo armadao, el Ejército –cuya cúpula

liberal quiere usar el peligro subversivo como subterfugio del golpe- encierra al foco

tucumano, lo hostiliza y lo mantiene como muestra de la “amenaza” que se cierne sobre

la Argentina. El ataque al cuartel de Viejobueno alcanzó el punto culminante de la

desesperación suicida de los grupos armados. El pueblo repudiaba el salvaje tiroteo que

se desarrollaba ante sus ojos y veía diariamente acercarse el fin de la soberanía popular.

Los altos jefes militares preparaban, con José Alfredo Martínez de Hoz, la conspiración

que puso fin al tercer gobierno justicialista. Y aquí comienza la última etapa de los

libertadores.

86

Dice el publicista Daniel Zolezzi: “Cuando los altos mandos decidieron

responder al terrorismo empleando sus mismo métodos, obligaron a sus subordinados

a un modo casi clandestino de actuar que menoscababa su vocación de soldados. Así

comenzaron los jóvenes a resentirse; resentimiento que exacerbó el aval que los

generales dieron en nombre de toda la fuerza a la ruinosa política económica del

Proceso, generadora de la devastadora deuda externa”. Un digno exponente de ese

Ejército, el general retirado Ramón G. Díaz Bessone, pretende responder a estas certeras

acusaciones y, al hacerlo, revela su empecinada ignorancia y su poca visión: “La

economía tuvo una sustancial mejora respecto del gobierno de la señora de Perón, y si

bien evidenció fallas y errores de los que fueron protagonistas, hombres que ocuparon

funciones públicas después del Proceso, y aún hoy, errores de los que nadie estuvo ni

está exento, no admite ninguna comparación con la ruinosa política económica del

gobierno de Alfonsín que es reconocida como la peor de que se tenga memoria”.

La ira y el orgullo herido le impiden ver al jubilado general lo que sus propias

palabras evidencian: la continuidad de Martínez de Hoz en la economía de Alfonsín.

Pero es mucho pedir a nuestro autor que afirma: “Recordemos que la inmensa mayoría

de la población recibió con alivio al Proceso. Leamos los diarios de aquel tiempo,

cuyas noticias no eran producto de la censura”. Pero como más adelante agrega que

“en 1955 la Plaza de Mayo desbordó de pueblo para recibir al general Lonardi”, nos

excusamos de comentar su idea sobre la popularidad. Más rico es, sí, lo de la prensa sin

censura en tiempos del capitán Carpintero. Los grandes diarios apoyaban sin reservas la

restauración oligárquica y los grupos de tareas se encargaban de los que no lo hicieran.

Pero más allá de entrar en inútil polémica con el ex ministro de Prospectiva (sic), su

testimonio ilustra con claridad la profunda miseria intelectual de aquellos generales.

Los guerreros del Atlántico SurLa Guerra de Malvinas vino a poner fin a esta oprobiosa dictadura de burócratas

uniformados al servicio del imperialismo. Quiero citar nuevamente a Zolezzi, puesto

que su filiación impide toda crítica maccartista: “Los mandos altos, que eran a la vez

poder político, encararon la guerra como si la misma no hubiera nunca de salirse de

pautas más o menos normadas: invasión, mediación y acuerdo… no atinaron a dar al

conflicto el carácter integral que la guerra moderna posee”. Y termina con esto: “Ni

durante lo más cruento de los combates se pensó en confiscar la propiedad enemiga,

algo que los ingleses hicieron con todo esmero en las dos guerras mundiales”.

87

“Otros militares, que por su grado no participaban del manejo del gobierno,

veían las cosas desde una óptica totalmente diferente. No hacían el gobierno, hacían la

guerra… y sufrían las consecuencias de las improvisaciones en que habían incurrido

los mandos… Las cúpulas de las fuerzas malgastaban sus esfuerzos en derrocar a la

junta que conducía la guerra en lugar de encaminarlos en el mejor resultado del

conflicto”.

El Ejército de la Libertadora mostraba así su abyección. Y el conjunto de las

Fuerzas Armadas comenzaba a vivir su primera y profunda división desde aquel 16 de

septiembre de 1955, de dolorosa memoria en los trabajadores y el pueblo: los que

enfrentaron con las armas al enemigo colonial y los que habían entregado el país a esos

mismos enemigos.

En julio de 1982, un grupo de generales derrotistas, encabezados por el ínclito

Cristino Nicolaides, da un golpe de Estado y depone al general Leopoldo Galtieri, por

haber enfrentado a Inglaterra y EE.UU. en la batalla de Malvinas. Es este mismo

general Nicolaides –autor de la célebre frase “el Ejército ha decidido dar un giro de

360 grados”- el que entroniza a Bignone en la presidencia de la República y organiza la

salida que desembocó en el triunfo electoral del doctor Raúl Alfonsín.

El radicalismo había tenido estrechas relaciones con el gobierno del Proceso. El

general Suárez Mason era uno de esos contactos. Dice Rosendo Fraga, en su libro

Ejército: del Escarnio al Poder (1973-1976): “…el dirigente radical (Ricardo Balbín)

aprovechó la oportunidad para pedir por el general de Brigada Guillermo C. Suárez

Mason, ‘amigo’ del radicalismo, a quien en el Ministerio de Defensa se pensaba pasar

a retiro por su pasado antiperonista. El pedido de Balbín, coincidente con gestiones

realizadas ante Vicente Solano Lima y el propio círculo de Perón, tuvo éxito, y Suárez

Mason fue designado segundo comandante de Institutos Militares”. Para que no queden

dudas, en una nota, Rosendo Fraga agrega: “Durante el exilio en el Uruguay de 1951 y

1955 Suárez Mason estuvo afiliado a la UCR y en esa época estableció sólidas

vinculaciones con la cúpula de dicho partido”. El propio Raúl Alfonsín, aún en vida de

Balbín, visitaba a su antiguo compañero de estudios y entonces ministro de Interior, el

general Albano Harguindeguy. Más de treinta dirigentes radicales de Córdoba se

convirtieron en intendentes procesistas durante la gestión de Menéndez en aquella

provincia.

88

De la caída de Puerto Argentino a las eleccionesDurante la Guerra de Malvinas, Alfonsín se había presentado como el dirigente

político más proclive al derrotismo. Sacó del olvido en que se encontraba sepultado al

anciano ex presidente proscriptivo, Arturo Illia, y lo presentó como la alternativa al

gobierno que guerreaba con el colonialismo inglés. Cuando los oficiales encabezados

por Nicolaides deciden dar el golpe probritánico, ven en Alfonsín al hombre que les

puede sacar las castañas del fuego. También lo ven La Nación y los grandes diarios

oligárquicos. El Ejército se encuentra completamente desprestigiado a los ojos del

pueblo. Han sido siete años de feroz dictadura que han transformado la economía del

país. Una guerra perdida y una merecida fama de torturadores y criminales que recae

sobre la cúpula militar responsable del Proceso, hace imposible la continuidad del

gobierno de Bignone. Las fuerzas económicas que se beneficiaron con la política de

Martínez de Hoz y Alemann, la oligarquía y el imperialismo, no los necesitan más.

Desde los mismos lugares que habían silenciado toda crítica a Videla y sus secuaces

aparecen ahora las terribles denuncias. Alfonsín, como me lo dijera un alto funcionario

de la cancillería argentina de entonces, era la última posibilidad de crear un gran partido

de derecha. Tenía la ventaja, además, de atraer para esa política a los sectores

progresistas de las clases medias.

Mientras tanto los oficiales que habían combatido en Malvinas volvían

silenciosamente al continente. Sin terminar de comprender veían cómo se les daba la

espalda, cómo el sistema político los ignoraba, mientras que los que no habían sabido

conducir la guerra, se sumaban a la desmalvinización. “Después de la derrota, los

combatientes fueron sustraídos de la vista del pueblo, como si fuesen el símbolo de una

lucha que debía olvidarse. Comenzaba desde los altos mandos la ‘desmalvinización’

que, con énfasis continuaría el alfonsinismo”, dice Daniel Zolezzi en su artículo que ya

hemos citado. Y agrega: “El enfrentamiento entre los ‘combatientes’ y los sectores

‘oficiales’ de las fuerzas ya se planteaba de viva voz; y los más jóvenes sumaron al

reproche de la mala conducción de la guerra, el de toda la conducción política impresa

al país durante los años del gobierno militar, que por razones de obediencia

profesional se habían visto forzados a consentir”. Insistimos en la importancia de estas

consideraciones, puesto que provienen de un hombre de extracción nacionalista y con

amplios contactos con la oficialidad del Ejército. “El sector ‘oficial’ de las Fuerzas

Armadas, el que conducía el proceso, prefirió abrir las compuertas electorales –aún a

89

costa de ciertos riesgos- a correr el peligro de ser relevado por el sector ‘combatiente’

que impugnaba tanto su escasa aptitud para conducirlo en la guerra, como su tolerante

cohabitación con la ‘patria financiera’ que había llevado al país a la bancarrota”.

Alfonsín, por su parte, denuncia “un pacto sindical-militar”, lo que le permite

asustar a la clase media, mientras arregla con la cúpula antimalvinera.

El Juicio a las Juntas10

Desde estas mismas páginas hemos criticado duramente la manera en que

Alfonsín intentó dar solución al problema de los delitos contra los derechos humanos

cometidos por el Proceso. Se negó a iniciar un juicio político contra ese período y sus

responsables. Esto hubiera permitido establecer la relación causal entre esa política de

terror y el plan económico aplicado por Martínez de Hoz, relación que fue y es

sistemáticamente ignorada por los países imperialistas que se horrorizaron por la

crueldad sin límite de aquel régimen. Su compromiso con la cúpula heredera y albacea

del proceso le impidió descabezar a esas FF.AA., reincorporar a los oficiales

nacionalistas expulsados por los procesistas y redemocratizar a los cuadros de oficiales.

Por el contrario, Alfonsín se dedicó, después de condenar a las Juntas y a algunos

militares como a Camps –entregado por sus camaradas como mal menor-, a roscar con

los generales más procesistas, persiguiendo y relegando a los oficiales que habían

combatido en Malvinas. Estos sentían que toda la furia alfonsiniana recaía sobre sus

cabezas, mientras que aquellos generales a los que veían como culpables de la derrota

eran desprocesados y sus responsabilidades diluidas en el espeso mar de los zargasos de

la burocracia judicial. Cada uno de los distintos Jefes de Estado Mayor del ejército que

se sucedía en el cargo ratificaba la voluntad alfonsinista de sostener a la cúpula liberal

antiperonista heredada de la Libertadora y el Proceso. El juicio a la Junta que condujo la

guerra de Malvinas fue el símbolo de la entrega y claudicación de la política de

Alfonsín.

En este marco se produjeron las rebeliones de Semana Santa y, a consecuencia del

notorio incumplimiento de la palabra empeñada por el presidente, las de Monte Caseros

y Villa Martelli. Los oficiales rebeldes apelaron a una especie de desobediencia armada

para detener la persecución de la que, sistemáticamente, eran objeto. Alfonsín,

convencido del poder transformador de la realidad que tienen las palabras, intentaba

10 Estas líneas reproducen el parágrafo con el mismo titulo del artículo Fuerzas Armadas y política nacional”, aparecido en Pregón de la Izquierda Nacional, octubre de 1989.

90

negar lo que era evidente, la necesidad de negociar con un sector del ejército que no

respondía a los generales que él nombraba.

Por otra parte, y para atraerse a los generales liberales dictó las leyes de

Obediencia Debida y Punto Final. Con ellas daba respuesta al pedido de poner fin a los

interminables procesos que se prolongaban ya por cinco años y se aseguraba la lealtad

de la cúpula liberal.

Mientras tanto, todo el sistema imperialista, de izquierda y de derecha, ponía el

centro de la cuestión alrededor de los oficiales expresados por Seineldín y Rico. Tanto

Julio Fernández Torres, como Ríos Ereñú y Caridi11 habían participado en el golpe del

55. El primero de los nombrados siendo teniente, tomó la Escuela de Tropas

Aerotransportadas en Córdoba, el 16 de septiembre de aquel año. Como oficiales

superiores tuvieron decisiva participación en el golpe del 23 de marzo de 1976. Fueron,

en el ejercicio de sus cargos, la correa de transmisión de la política norteamericana en el

área. Pero el peligro para la prensa progresista eran los carapintadas.

Así se llega a la sangrienta farsa de la toma del cuartel de La Tablada. Con él,

entre otras cosas, la política militar de Alfonsín perdió absolutamente toda credibilidad.

El Indulto: el remedio y la enfermedadEra vox populi que el sector conocido como carapintada simpatizaba con el doctor

Carlos Menem, durante la campaña electoral. Se suponía que la asunción del actual

presidente impediría la cristalización de una cúpula militar pronorteamericana y

antimalvinera e incorporaría de pleno derecho a los militares cuyas carreras habían sido

postergadas por el sectarismo liberal de Alfonsín y Caridi. Muchos observadores

llegaron, incluso, a interpretar que el indulto era un recurso necesario para terminar con

los enfrentamientos internos del arma. Es cierto, que el indulto a los actos de

indisciplina de Semana Santa, Villa Martelli y Monte Caseros, parecía el resultado

necesario de un cambio de orientación en la suprema conducción del Ejército y el final

de las persecuciones generadas por el antimilitarismo liberal de los radicales. Algunos

imaginaron que el indulto a los militares procesados por violaciones a los derechos

humanos, aún cuando a disgusto, era un paso necesario para finalizar con un tironeo que

no daba solución al problema y sólo servía para irritar a los elementos más

recalcitrantes. Pero la finalización que todo este proceso ha tenido con la consolidación

aparente del general Cáceres y la destitución definitiva del coronel Seineldín, dejan la

impresión de que por una vía reglamentaria se ha violado el espíritu asignado a aquel 11 Los tres fueron Jefes del Estado Mayor del Ejército durante la presidencia de Alfonsín.

91

indulto presidencial. Todo esto parece haber servido para reivindicar el ejército del 23

de marzo de 1976 y dar de baja al del 2 de abril de 1982. El viejo profesionalismo de

cuño liberal, base de operaciones de la política imperialista en nuestras FF.AA. parece

haber ganado espacio en las últimas semanas.

La historia del Ejército no está cerrada. Si en el seno del movimiento nacional se

libran poderosos combates para definir el rumbo del gobierno popular elegido el 14 de

mayo, en el seno de las organizaciones castrenses, deben aún librarse fuertes luchas para

dotar a la Patria de un Ejército dispuesto a defenderla.

92

El peronismo y las clases medias

93

Radicalización de los sectores mediosEl siguiente artículo es la transcripción, ligeramente editada, de una

entrevista que me realizara Karina Malizzia, para un trabajo académico sobre los años ‘60 y ’70 en la Argentina.

Lo que ocurrió en los años 60 y 70, en la juventud de la clase media, es la

consecuencia de dos procesos, si se quiere, coincidentes, y que, de alguna manera, no se

han vuelto a repetir de esa forma: la radicalización y la nacionalización de las clases

medias.

¿Qué quiere decir esto? Hagamos un poquito de historia.

En general, los sectores juveniles universitarios de las clases medias en la

Argentina fueron, tradicionalmente, de izquierda. Las juventudes universitarias y

estudiantiles se definían, en general, por partidos de izquierda, por el Partido Socialista

o por el Partido Comunista, y, en algunos casos, por otras fracciones menores, de menor

significación numérica como el trotsquismo, etc.

En ese momento –la década del 60- se radicalizan estos puntos de vista hacia

posiciones de izquierda más extremas, motivado esto, fundamentalmente, por la

influencia que tiene, sobre este sector social, la revolución Cubana. Se cuestiona todo el

sistema político representativo parlamentario con su sistema de elecciones periódicas y

se eleva a nivel casi de mito la idea de la lucha armada como solución universal a todos

los problemas. Esto último fue producto de la influencia, casi inevitable, y bastante

nociva, de la revolución Cubana.

El esquema de acceso al poder que tuvieron los revolucionarios cubanos estaba

determinado por condiciones muy específicas, tanto cubanas como internacionales, del

momento histórico en que eso ocurre, año 1958 y 59. Esas circunstancias, tan acotadas

en el tiempo y en el espacio, son elevadas a nivel de principio teórico general aplicable

urbi et orbi. Y así se impone el mito de la guerrilla campesina, la teoría del foco, la idea

de que un pequeño grupo de personas sacrificadas y políticamente iluminadas podía

poner en marcha todo un proceso revolucionario que involucrase al conjunto del pueblo,

bajo la forma de organizarse en un pequeño grupo guerrillero. Esto es lo que, de alguna

manera, caracteriza esa radicalización de las clases medias, que fue el modo como se

expresó el agotamiento que los partidos políticos tradicionales, ya en ese entonces, en la

década del ’60, estaban experimentando.

94

La nacionalización de la clase mediaPero paralelamente a ese proceso se produce otro, que a mi modo de ver es tanto o

más importante que el anterior, que es el proceso de nacionalización de las clases

medias.

La clase media argentina fue, con muy breves excepciones, un sector social con

dificultades para comprender el país real en que vivía. Esta es la razón por la cual la

clase media y especialmente sus sectores universitarios se enfrentan a Yrigoyen en el

’30 y después se enfrentan abierta y francamente con el peronismo entre el ’45 y el ’55

y llegan a participar, como base plebeya, como sostén de masas, del golpe oligárquico

imperialista del 16 de septiembre del ’55, en la llamada Revolución Libertadora. Es

decir, estas clases medias, expresadas de modo militante en sus sectores universitarios,

fueron la base de operaciones que le deron cobertura y apoyo de masas al golpe

minoritario oligárquico y antipopular.

De modo tal que la historia ideológica de la clase media argentina, y su historia en

general, es de desencuentro con el país real, con el país tal cual es. Ello fue el resultado

de la influencia sobre esta clase media de un sistema ideológico perverso que pretendía

adaptar la realidad a ese sistema ideológico, y no generar de la realidad un sistema de

ideas que permitiese una interpretación y una transformación de la misma. Era una

especie de platonismo que exigía que la realidad se pareciese a lo que esa ideología

consideraba que tenía que ser, en lugar de adaptar el sistema de conocimiento y de

análisis a la realidad concreta que se pretendía interpretar.

El país fisiocráticoEsto estaba determinado, básicamente, por el hecho de que ese sector todavía

vivía con la ilusión del país agrario, cuyas exportaciones y su inserción privilegiada en

el Imperio Británico permitían el establecimiento de una clase media bien paga y con

buenos niveles de vida. Ese país agrario, que ya en 1930 no podía satisfacer estas

expectativas, todavía quedaba en la conciencia de esa clase media como el país ideal al

que había que volver después de la experiencia -vivida como artificial por la clase

media - del peronismo. Según esta interpretación, sostenida por todo el sistema oficial

del pensamiento oligárquico, desde la derecha a la izquierda, se había intentado generar

lo que entonces llamaban industrias artificiales –metalurgia, siderurgia, industria

liviana- en lugar de llevar adelante el proceso, concebido como natural y propio de la

95

Argentina, que era el de exportar bienes agrícola-ganaderos y, eventualmente,

desarrollar una industrialización de algunos de estos productos.

Este sistema, que ya en la realidad había llegado a sus límites, todavía funcionaba

en la estructura mental de los sectores medios, que tenían su centro en la tradición de la

Reforma Universitaria con su eje institucional en la autonomía universitaria. La

Universidad, entre 1955, con el gobierno de Aramburu, y 1966 era una especie de isla

democrática en donde regían los más completos derechos constitucionales en un país en

donde la inmensa mayoría de la sociedad estaba proscripta, no podía votar y cuando lo

hacía no podía hacerlo por el candidato que quería, Perón. Esa autonomía universitaria

convierte a la Universidad en una isla democrática en un país no democrático y es, sobre

la base de esta paradoja, que lentamente estos sectores medios comienzan un proceso

casi imperceptible de revisión de lo que fue verdaderamente el peronismo y a

cuestionarse los clichés ideológicos heredados del período de la Revolución

Libertadora.

El país que había generado esa clase media satisfecha, bien pensante y bien

alimentada, había terminado, había explotado, no existía más, y, lentamente, esa clase

media empieza a buscar en el otro país real, en el país del peronismo, de las fábricas, de

la clase obrera, un nuevo camino de interpretación y de desarrollo del país.

Hay una fecha casi simbólica que pone punto final a esa isla democrática: es la

intervención de las universidades por parte del presidente militar Juan Carlos Onganía,

llamada La noche de los bastones largos. Lo único que hace este episodio es imponer

en la universidad las mismas condiciones que existían en el resto del país. Al

intervenirla y al quitarle su autonomía lo que ocurre en la universidad es exactamente lo

mismo que ocurre en el resto del país: la isla democrática se hunde en el mar de la

ilegitimidad y proscripción que imperaba en el conjunto del país. Esto generó las

condiciones de esa nacionalización. De pronto las clases medias universitarias

descubren que viven en un país que no es democrático como ellos creían, y que lo que

prima es la proscripción del peronismo, la prohibición a Perón de venir a la Argentina y

la proscripción, por ende, de la inmensa mayoría de los argentinos que querían votar a

Perón y no podían. Esto provocará un paulatino y cada vez más acelerado acercamiento

de las clases medias al peronismo, a los sindicatos, a la CGT, a la tradición peronista.

96

El Cordobazo y la CGT de los ArgentinosEl momento culminante de este periodo de radicalización y nacionalización de la

clase media es, sin duda, el 29 de mayo de 1969, cuando se produce El Cordobazo, el

levantamiento obrero-estudiantil de Córdoba que derrota y al año produce la renuncia

del autócrata Onganía, que pensaba quedarse durante 10 o 15 años. En el Cordobazo se

produjo una convergencia política en las calles del proletariado peronista tradicional con

las clases medias universitarias, que se acercan, por un lado al peronismo y a su vez

radicalizan sus puntos de vista políticos. Este fue un proceso muy acelerado, de 2 o 3

años. Yo ingresé a la universidad en el ’65. En el ‘66 se produce el golpe de estado de

Onganía, la llamada Revolución Argentina. Yo estudiaba en la Universidad Católica

Argentina y estaba vinculado a sectores católicos juveniles, con preocupaciones

políticas, pero católico. Es increíble como entre el ‘66 y el ‘68 hay una aceleración de

este proceso en el que rápidamente todos estos sectores se van definiendo políticamente

de modo cada vez más marcado y tajante. Incluso yo mismo me vi llevado por una

vorágine histórica en donde debí tomar responsabilidades y definiciones políticas cada

vez más tajantes y radicales.

En el ’68 se produce otro momento culminante en esto que es la aparición de la

CGT de los Argentinos, de Raimundo Ongaro, que produce una convergencia de todos

estos sectores juveniles de clase media estudiantil con el movimiento obrero, con los

sindicatos, al abrir las puertas de la CGT al movimiento estudiantil y a todos los

sectores políticamente inquietos. Esto da como resultado una rápida galvanización de

los sectores enfrentados a la dictadura militar y a su política económica antinacional. La

CGTA se establece como una especie de lugar de contacto de unos con otros, a punto tal

que la mayoría de la gente de aquella época que conozco la conocí en la CGTA. Desde

Firmenich o Abal Medina, hasta dirigentes sindicales, como Julio Guillán, Cayo Ayala

o Pepe Azcurra, los conocí en 1968 en la CGTA. Entonces, tanto la CGTA como el

Cordobazo son dos momentos claves en este proceso.

¿En qué se manifiesta esto o cómo se articula esto en la conciencia política de la

clase media? En un cambio de los paradigmas político-literarios. Si hasta entonces los

grandes maestros de la juventud habían sido José Ingenieros, Alfredo Palacios, Ezequiel

Martínez Estrada, la generación de la Reforma del ’18, en ese momento aparece una

nueva literatura política constituida por autores como Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo

Puiggrós, Hernández Arregui, Eduardo Astesano y algunos otros que no tuvieron la

97

misma repercusión posterior, como Julio Mafud. Y la figura central de esto es Arturo

Jauretche, que entre el ’60 y el ’70 se convierte en una figura, hoy diríamos, mediática.

No había programa de TV en donde no estuviera Arturo Jauretche diciendo sus cosas.

Era casi un invitado obligado de Mirtha Legrand, de todos los programas periodísticos

de ese momento, porque tenía un impacto sobre la opinión pública enorme. Llevarlo a

Arturo Jauretche garantizaba el rating. Sus libros se venden como pan caliente, miles y

miles de ejemplares. Su mensaje era básicamente el del nacionalismo, el del patriotismo

y el de mirar la realidad con ojos propios y no con anteojeras prestadas. El de mirar la

realidad argentina desde la propia experiencia argentina y rechazar todo ideologismo

que pusiera anteojeras entre la realidad y el pensamiento y, por lo tanto, se sumaba a la

corriente del revisionismo de la historia.

Se ponen de moda los libros de historia argentina. Todos nosotros leíamos

apasionadamente historia argentina, sobre todo el revisionismo histórico, y todos

nosotros éramos especialistas en Rosas, en Moreno, éramos enemigos de Rivadavia, de

Mitre, reivindicábamos al Chacho Peñaloza y a Felipe Varela, consumíamos infinidad

de literatura histórica argentina. El libro de Ramos “Revolución y contrarrevolución en

la Argentina” fue un libro leído por millones de jóvenes de aquella época. Diría que

hoy no debe haber funcionario peronista de 50 y pico de años que no haya leído a

Ramos en la década del ’60 y ’70. No se podía hacer política sin esa lectura, sin ese

pensamiento.

Este proceso de nacionalización es, a mis ojos, más importante que la

radicalización porque le da un contenido distinto al proceso de radicalización. El

proceso de nacionalización de las clases medias hace que todo ese proceso de

radicalización, en gran parte, se canalice más cerca del peronismo que del

antiperonismo.

Se produce entonces, más que una reinterpretación del peronismo, una

interpretación del mismo. La clase media había interpretado al peronismo con los

parámetros de una sociedad desarrollada, y por lo tanto veía en el peronismo

nacionalismo y condenaba este nacionalismo por fascista. Esto era el pensamiento

oficial de la Revolución Libertadora, de la Universidad (el fundador de la carrera de

Sociología en la UBA, el italiano Gino Germani caracterizó al peronismo como

fascismo de la clase obrera, lo que en sí mismo encerraba una verdadera paradoja

conceptual, un oxímoron político). Lo que esta clase media hace con respecto al

peronismo es no seguir obedeciendo al paradigma que sobre el peronismo tenían los

98

sectores tradicionales de la Argentina. Lo que pone en cuestión es el paradigma

ideológico de la oligarquía demo-liberal. Y por lo tanto reabsorbe todo el pensamiento

nacionalista popular democrático del peronismo. Después se producen cuestiones más

estrictamente políticas vinculadas a la aparición de la organización Montoneros, pero

eso ya es una cuestión de orden político, y estamos hablando de procesos sociales.

El proceso de nacionalización implica el reconocimiento de que en la Argentina

había habido una sola revolución (si se llama revolución a una transformación de las

condiciones políticas y económicas de un país) y esa había sido la que había llevado

adelante el peronismo. Esto es lo que esa generación descubre e interpreta: “acá hubo

una revolución y la hizo el peronismo”. Es cierto que un sector de la juventud pensó

que el peronismo era una herramienta para hacer una revolución socialista, pero esto

también es del orden político y no del social.

Los jóvenes católicos, honestos e idealistas que querían realizar en la sociedad los

valores evangélicos, la hermandad que el cristianismo profesaba, deciden que para

hacerlo tienen que hacerse peronistas y tomar las armas. Los jóvenes izquierdistas que

intentaban también desarrollar una sociedad mas justa, más equitativa sin explotadores

ni explotados, deciden hacerse peronistas y tomar las armas para hacerlo. Esto es lo

característico de aquellos años, en una historia en donde la clase media había estado

totalmente separada de la vivencia y la experiencia histórica de la clase obrera. Mientras

la clase obrera argentina se encontraba a sí misma como tal, con altos salarios, con

sindicatos, con colonias de vacaciones, con vacaciones, con hoteles en la costa, con

mejores niveles de vida, la clase media decía “estos negros hijos de puta se quieren

quedar con el país, son unos negros antidemocráticos, fascistas, llevados por la

zanahoria de un demagogo criminal que es Perón”. Eran dos historias paralelas, no se

tocaban jamás y, mientras, el pensamiento de izquierda decía “lo que hay que hacer es

salvar a la clase obrera del peronismo, sacarla de ese mito peronista para que

encuentre su verdadero pensamiento y su verdadera ideología y sus verdaderos

objetivos”. En ese momento esta historia que marchaba en paralelo se cruza por las

condiciones objetivas del país, porque ese viejo país que permitía esto ya no da más, al

punto que, ya no sólo los trabajadores y el peronismo estaban sujetos a una total falta de

democracia por la proscripción y la prohibición al peronismo de presentarse a

elecciones, sino que también la clase media era sometida a las mismas condiciones

interviniéndole la Universidad, e imponiéndose en el país una dictadura en la que estaba

99

prohibido votar. Eso hace que converjan esas dos experiencias y que sobre todo la clase

media reanalice, revise todo ese paradigma heredado sobre el peronismo.

Aquellos años parecen como si se hubiera puesto de moda hacerse peronista y

usar poncho, y si bien había algo de moda, ésta era la expresión superficial de una cosa

mucho más profunda. Siempre en los grandes movimientos sociales hay elementos de

moda y de snobismo que son la expresión superficial de toda una fuerza subterránea

mucho mas profunda: nadie se hace matar por moda.

Había un sustento moral muy fuerte que en realidad estaba dado, tanto en el caso

de los Montoneros como del ERP, por un elemento casi de orden religioso, católico

místico, de sacrificio y martirio, de inmolación, cosa que es ajena al pensamiento

marxista, que nunca planteó las cosas en esos términos, y, sí, es mas propio de los

procesos políticos en los que la clase media ha tenido un papel principal. Este elemento

es el que le puso mayor dramatismo, y en ello tiene mucho que ver la Revolución

Cubana y la personalidad del Che Guevara, que también elevó el autosacrificio a nivel

de concepto teórico-político, lo que generó en América Latina más daño que beneficio.

El intento de generalización de las condiciones cubanas al resto de América

Latina, hecho por los propios cubanos, es responsable de errores espantosos y muertes,

que si bien fueron voluntarias, fueron llevadas a cabo por un concepto equivocado en lo

táctico, en lo concreto, en el modo de llevarlo adelante, basado también en ciertas

incomprensiones de la realidad latinoamericana.

Que el Che hubiese pensado que se podía hacer una guerrilla campesina en

Bolivia era ignorar que los campesinos desde la revolución del MNR del ’52 tenían

tierra, y el Che lo ignoraba porque era un joven fubista antiperonista (la FUBA,

Federación Universitaria de Buenos Aires era uno de los puntales de la lucha estudiantil

en contra del peronismo).

Esto fue lo que determinó el carácter tan dramático de esa radicalización, esta

especie de reivindicación moral de la lucha armada. La cosa no era hacer la revolución,

sino que era hacer la revolución a través de la lucha armada, pues de lo contrario no

tenía valor. El concepto de la política, que es la lucha por todos los medios por el poder

político del estado y, sobre todo para un revolucionario, la lucha con las grandes masas

por ese poder, esa idea de la política, fue remplazada por la lucha del pequeño grupo

armado que al dar testimonio, generaría admiración y adhesión.

Esto fue una locura que terminó como terminó, no podía terminar de otra manera.

Cuando Fidel Castro comienza la guerrilla en Cuba, Cuba no tiene un ejército, sino una

100

especie de Guarda Nacional de policía. En segundo lugar, a medida que van ocupando

territorios van realizando la Reforma Agraria, con lo cual, los campesinos que quedan

del lado de la guerrilla, inmediatamente se convierten en sostenedores de esa guerrilla

que les ha dado la tierra. En tercer lugar, contaron con el apoyo moral y económico de

todo el sistema democrático liberal latinoamericano que ya repudiaba la dictadura de

Batista. Eran vistos como una especie de alfonsines armados. La marina del Almirante

Rojas le envió un equipo de radio a la guerrilla de Fidel Castro, porque consideraba que

así como la revolución libertadora había derrotado al tirano Perón en la Argentina, la

guerrilla pequeño burguesa liberal de Cuba derrotaría al tirano Batista. Mi papá, que era

muy antiperonista, celebraba la Revolución Cubana, celebraba los fusilamientos que la

Revolución Cubana llevaba adelante, diciendo “acá tendrían que haber hecho lo mismo

con los peronistas”.

Toda esta confusión generó las confusiones que sobrevinieron. Los cubanos se

confiesan marxistas leninistas cuando se dan cuenta que si bien habían hecho la

revolución con apoyo de los norteamericanos, en la medida en que esto afecta a los

intereses norteamericanos ya estos no los apoyan más y entonces declaran “somos

marxistas leninistas”. Eso era algo determinado por la especificidad de Cuba. Elevar

esto a nivel de conceptos generales se convierte en un verdadero desastre, cosa en la que

insisto mucho porque de esto se habla poco en esta universidad.

Los contenidos de esa radicalización se caracterizaron por su nacionalización,

acercamiento al peronismo y a la clase trabajadora peronista. Esto fue lo más

característico de esa época.

Días de peligroAcá no hubo peligro hasta el ’74. Hasta ese momento el peligro era que a uno lo

metieran preso, pero si ocurría lo sacaban en seguida, no era una situación de vida o

muerte. A lo sumo unas trompadas, pero no más que eso. Recién en el ’74, en el ’75 se

pone más pesado, al morir Perón, y ahí empezamos a andar armados. Son cosas a las

que uno se acostumbra, como a todo. En el partido había una orden de que

consiguiéramos un arma, armas cortas, revólveres, y que fuéramos armados.

Cumplíamos esa orden no sin una cierta irresponsabilidad juvenil y una cierta emoción

de andar con un chumbo en la cintura. Es más, se solicitaron autorizaciones para llevar

armas. Al final nunca las obtuvimos pero andábamos calzados. Recuerdo situaciones

graciosas. Por ejemplo, en pleno invierno, pantalón de franela, saco de tweed, pulóver,

101

sobretodo y chumbo, e ir a la peluquería Basile que estaba al lado del teatro Maipo a

que me cortaran el pelo. Adentro había un aire acondicionado que parecía el trópico.

Entro y se me acerca una señorita que me pide los abrigos. Me saco el sobretodo y

cuando me estoy por sacar el saco me acuerdo que tengo un chumbo en la cintura,

entonces le digo “el saco me lo dejo” y me morí de calor todo lo que duró el corte de

pelo, no sabía que hacer con el revólver.

Pero a uno le daba miedo ya en esa época, ya en el ’75, cuando veías pasar los

autos sin patente. A la noche, había siempre un momento de miedo, de inseguridad, el

miedo de que te vinieran a patear la puerta, eso estaba. Sin embargo la posibilidad de

abrirse y largar todo no se le cruzaba a nadie. Nuestra generación decidió dedicarse a la

política para toda la vida. Es decir, yo no he vivido un minuto de mi vida desde los 18

años que no haya estado atravesado por la política. No he vivido un solo día en que yo

no haya hablado, pensado, reflexionado, discutido de política y así toda la gente que yo

conozco.

El sustento era muy verdadero y la política, contrariamente a ahora, por lo menos

en nosotros, en los que nos hicimos marxistas, de izquierda nacional, la política era una

actividad orientada por lo intelectual, es decir, signada por el pensamiento, de modo tal

que el dedicarnos a la política implicaba una enorme parte de tiempo dedicada a

estudiar, a leer y a formarnos políticamente. Lo que se llamaba la formación política

tenía para nosotros una importancia decisiva. Decir de alguien “no le des bola que esta

poco formado” era una descalificación absoluta. Mi generación leyó muchísimo y

escribió mucho en la política.

Cuando cae Isabel se empieza a poner embromado porque evidentemente la

reacción se ha reconstituido ya. El gobierno de Isabel era un gobierno muy débil, y se

reconstituye el bloque liberal. Los viejos partidos demo-liberales, como la UCR,

conspiran con el ejército para derrocar a Isabel y lo logran. Y el fracaso de la

Revolución Nacional, la muerte de Perón y lo que ello implica en un movimiento como

el peronista produjo a su vez una rápida desperonización o antiperonización de ciertos

sectores dirigentes de Montoneros, como Firmenich que, en su lucha contra Isabel,

terminaron coincidiendo con el golpe. El Partido Comunista también celebra la llegada

de Videla, y ya se reconstituye, después de esos 15 años que van del ‘60 al ‘75, el viejo

frente gorila con el radicalismo y el PC a la cabeza. Es decir, el viejo esquema anterior a

los años ’60 queda reconstituido.

102

La brutalidad de la dictadura establecida en el ’76 fue tan grande que no pudo

convertirse en un esquema de poder a largo plazo. Lo que determina la caída de los

militares es la pérdida de confianza de parte de los EE.UU. gracias a la guerra de

Malvinas. Cuando los EE.UU. descubren que estos militares también son inconfiables

porque les agarran veleidades nacionalistas, dejan caer a la dictadura y ponen en su

reemplazo esta democracia semicolonial, o colonial que hemos tenido, una democracia

donde todo está permitido menos lo esencial: liberar al país. Pero esa es otra historia.

Lo que ocurrió en aquellos años fue más o menos así, pero además lo puedo ver

en mi vida. Esto fue una cosa de dos o tres años de intensa discusión y actividad. Perón

gobernó siete meses. El recuerdo que yo tengo de los años que van del ‘70 al ‘75 es

como si hubieran sido 20 años, por la intensidad que tuvieron. Cada día era una batalla

final. Era algo extraordinario.

Lo que ocurre, y se dice poco, es que en ese período se vivió una revolución que

fracasó. Toda otra cosa que se diga tiene mala intención. No es que éramos jóvenes

locos: acá se vivió una revolución y las revoluciones son así, o por lo menos son lo más

parecido a eso que yo puedo imaginar.

Fue una revolución que se perdió y entonces las consecuencias de una

contrarrevolución siempre son terribles, son un baño de sangre, esto se sabe. En ese

momento se sabía que iba a venir una mano muy pesada, porque se había llegado a un

nivel de rebelión muy grande. Lo que el país llegó a representar entre el ‘73 y el ‘75,

hasta que muere Perón, como posibilidad política, el papel que empezó a jugar en

América Latina fue muy grande. Entonces acá había que limpiar todo esto. Había que

eliminar toda posibilidad de que esto volviera a ocurrir en los próximos, por lo menos,

10 o 15 años. Creo que si no se dice que lo que hubo acá fue una revolución y que lo

que vino después fue una contrarrevolución todo se reduce a una pelea entre militares

malos y chicos buenos, y eso le quita toda politicidad a lo que ocurrió, le quita toda

sustancia histórica, queda como una especie de cuento de hadas que no sirve para nada,

no sirve para que mis hijos y mis nietos entiendan lo que pasó. Si no se deja claro esto, a

los que murieron los matamos de nuevo, porque pareciera que los mataron por boludos,

o porque los llevaron de las narices, cuando lo que hubo acá fue una revolución que se

perdió, seguida por una contrarrevolución muy sangrienta como lo son todas. Está bien

hablar de los derechos humanos, pero no hay que dejar de decir esto. Las

contrarrevoluciones han sido terribles en todas partes del mundo. Lo que sucedió es que

por primera vez en la Argentina la contrarrevolución afectó a la clase media.

103

‘68 a ‘71, vida cotidianaLa actividad política era casi todos los días. Casi todos los días yo tenía reuniones

en distintos lugares. Primero, yo me integro a una pequeña organización en la Facultad

de Derecho de la UCA, una organización no estrictamente política, pero donde

intentábamos generar un pequeño ámbito de discusión política y después hacíamos tarea

de promoción social: íbamos a un barrio en González Catán a hacer promoción social,

los sábados a partir de la 1 de la tarde y volvíamos como a las 10 de la noche, y allá

hacíamos distintas tareas sociales, ahí conocí a la madre de mis hijos, y de esa época

tengo amigos de toda la vida. Ahí lo conocí, por ejemplo, a Pepe Albistur, el actual

Secretario de Medios de la Presidencia de la República. En esas reuniones, en el ámbito

de la facultad discutíamos, leíamos, nos recomendábamos libros, comentábamos los

libros que leíamos, tomábamos contacto con gente para conocer sus opiniones. Después

tomo contacto con lo que se llamaba Acción Sindical Argentina (que no existe más) que

era una organización sindical católica, que dio origen a la Confederación

Latinoamericana de Trabajadores, que es la organización sindical Social Cristiana, con

sede en Caracas. Allí tomé por primera vez contacto directo y personal con sindicalistas,

con obreros portuarios, que estaban peleando porque les habían intervenido el sindicato

y el puerto, y había una lucha de los portuarios muy dura, en la que yo participé

indirectamente, a través de estos dirigentes obreros. Ahí ya me comprometí más, me

hice cargo de la biblioteca, empecé a organizar conferencias y reuniones. Para entonces

ya había leído a Jauretche, pero sobre todo a Ramos, y ahí había comenzado ya mi

acercamiento a la gente de Ramos y a él. Después viene el período de la CGTA y allí

me vinculo a dirigentes de mayor envergadura sindical, y a un gran dirigente tucumano

de la FOTIA, de los trabajadores cañeros, que se llamó Benito Romano. Formo parte de

la CGTA, integro y soy un poco el coordinador, el responsable de una comisión de

ayuda a Tucumán que estaba pasando por una crisis. Organizo una serie de conferencias

en ese lugar, y ya en el año ‘69 me integro al grupo de Ramos (el Partido Socialista de

la Izquierda Nacional).

Después estaba todo el tema de los cristianos, el Movimiento de Sacerdotes para

el Tercer Mundo, todo el ambiente cristiano que estaba muy movilizado. Hubo

encuentros cristianos muy importantes en los que participé. Cuando entro en contacto

con la gente de Ramos, ahí inmediatamente lo que hacemos es constituir la primera y

única agrupación estudiantil marxista que hubo en la UCA. Yo organizo esa agrupación

en la Facultad de Derecho que se llamó Asociación Estudiantil Nacional y Social, y ahí

104

logro juntar como a 40 o 50 chicos y chicas, que son integrados al partido, que era

mucho decir para una facultad de 500 alumnos. Era casi el 10 %, era como si vos

metieras en la Facultad de Económicas 2500 tipos, lo cual significo un quilombo muy

grande en la Universidad, donde yo era prácticamente un convicto.

Entorno familiarMi papá era muy antiperonista, muy gorila, y yo discutía mucho con él. Por

supuesto suponían que yo estaba en algún tipo de actividad pero nunca supieron en

realidad mucho y eso fue motivo de un permanente malestar con mis padres. Nunca

terminaron de reconocer esa actividad mía. No lo querían ver. Era distinto con otros

amigos, que venían de hogares peronistas, en donde todo era como más natural, con un

lógico miedo de los padres de “no te vayas a meter en líos” pero sin una tensión

ideológica tan grande. Mi familia, como una familia bien tradicional y representativa de

la clase media –mi padre se inició como empleado de comercio y llegó a ser gerente de

una cadena de tiendas- era una familia que logró con el peronismo un buen status social

y era profunda y visceralmente antiperonista. Yo me acuerdo a mis padres celebrando

alborozados los bombardeos del 16 de junio del 55, en donde mataron a 300 personas.

Pero esto era muy representativo de la clase media. Entonces en mi caso ese fenómeno

era casi de laboratorio, yo vengo de una familia antiperonista que en ese proceso me

nacionalizo y me radicalizo.

Primero nos movíamos con el dinero de cada uno y cuando nos habíamos

organizado políticamente en organizaciones político-partidarias se generaba unas

finanzas de la organización que tenía su origen en las cuotas y aportes de los militantes

más otro tipo de actividades. La actividad de la Izquierda Nacional se financió durante

muchos años con una escuela de periodismo. Ramos y sus amigos fueron los creadores

de una escuela de periodismo que estuvo abierta muchos años, donde se cobraba una

cuota. Gran parte de la financiación política venía de la escuela de periodismo. Siempre

terminaba mal porque se gastaba más de lo que entraba.

Entorno académicoEn la UCA el profesorado era muy reaccionario, eran más bien enemigos, de

modo tal que mi relación con mis profesores no fue una relación cordial, no tuve en la

Universidad ningún profesor que me haya dejado una señal.

En la UBA había un poco de todo, era distinto. Lo que había menos eran

profesores nacionales, aunque también ahí aparece un proceso muy interesante que

refleja exactamente esto que estuvimos hablando. Me refiero a la aparición de las

105

Cátedras Nacionales. Las Cátedras Nacionales, que aparecen en el ’66 –como ves casi

como un resultado inmediato de la intervención militar a la que nos referimos antes- son

un conjunto de profesores universitarios que generan una especie de polo ideológico

nacional peronista, constituyéndose en una especie de grupo político que tomó ese

nombre, Cátedras Nacionales.

Eso tuvo una enorme importancia en el debate ideológico de aquella época:

Gonzalo Cárdenas, Alcira Argumedo, Justino Farrell, eran profesores peronistas que se

definen como peronistas y que establecen una política ideológico-universitaria desde el

peronismo. Tuvieron una gran influencia sobre esa generación.

Mi universidad era un antro reaccionario en donde La noche de los bastones

largos no causó cambios. Pero era tan fuerte todo el movimiento de la sociedad que no

pudo evitar que también ahí se produjera el mismo fenómeno, porque todo esto era una

fuerza de la naturaleza, no se podía contener, no había lugar en donde te pudieras aislar

de todo esto. Donde había jóvenes, preocupados, honestos y buenos, esto era un

hervidero.

Hacíamos todo lo mismo que hacen todos los jóvenes (bailes, música, levantes,

reuniones de amigos) pero absolutamente todo estaba cruzado por la política. Vos te

casabas con una chica que era una compañera, con la que sabías que lo que le proponías

era una vida de militante.

A partir del 76En la dictadura del ‘76 los que estaban en la línea de fuego eran los tipos que

estaban en la clandestinidad armada. En ese sentido nosotros no estábamos en la línea

de fuego. Los que estaban en la línea de fuego lo sabían y vivían clandestinamente,

vivían con documentos falsos, etc. Acá nadie ignoraba a qué estaba jugando.

Yo tenía amigos que estaban en la línea de fuego y andaban volados. Yo a

Ricardo Grassi, que era uno de los directores de Descamisado, me lo encontraba en la

calle de vez en cuando con la sensación de que era una boleta que caminaba.

Afortunadamente para él, y para mi posible complejo de culpa, ello no ocurrió. Ricardo

reside hoy en Italia. Tampoco tenías muchas ganas de quedarte ahí charlando porque te

iban a comer a vos por algo que no tenías nada que ver. Estaban muy como alma en

pena. Se les había desarticulado todo. Se nos había desarticulado a todos, en realidad,

pero los tipos que estaban en la clandestinidad armada estaban más expuestos.

106

El Peronismo y la Universidad12

Han pasado ya casi veinticinco años desde el fallecimiento del general Perón. Hay

una distancia de 57 años con el 17 de octubre de 1945. Es la distancia que existe entre

el 25 de mayo de 1810 y la mitad del mandato electoral de Sarmiento, en 1867, los años

transcurridos entre la caída de Yrigoyen y los últimos años de la presidencia de

Alfonsín o la que media entre el centenario de 1910 y la presidencia inconstitucional de

Juan Carlos Onganía (1967). Cuando la obesa hija del rey de España nos visitara en los

fastos del centenario no existía el automóvil. Bajo la estólida égida de los mostachos de

Onganía, el hombre llegó a la luna.

Con esto quiero decir que, quienes formamos parte de la causa nacional y popular

tenemos el derecho, y la obligación, de realizar una necesaria reflexión y un debido

inventario sobre estos 57 años de luchas, de profundas victorias y derrotas. El

peronismo ya ha comenzado a ser historia. Esto nos exige una mirada despojada de

dogmatismos, estrechez mental y respuestas elaboradas para situaciones pretéritas y

terminadas.

Aquí delante de mis ojos, detrás de la pantalla de la computadora, tengo un

cuadrito que encierra una carta que el general Perón me enviara en 1971.

La Agrupación Universitaria Nacional (expresión estudiantil de la Izquierda

Nacional en aquellos años) había ganado el congreso de FUA de 1970 y en la

declaración de ese Congreso, por primera vez en la historia del movimiento

universitario surgido de la Reforma del 18, se menciona y asume como propia y

vinculada a aquellas banderas, la fecha del 17 de octubre de 1945.

Como uno de los responsables de la política universitaria envié a Perón una carta

adjuntándole una serie de documentos entre los que estaba el Manifiesto del X°

Congreso de la FUA.

Esta carta es una respuesta de Perón. En ella me agradece el envío y dice

textualmente: “El Manifiesto del X° Congreso en el que la Juventud Argentina

Universitaria asume la tradición de lucha que brota de las gloriosas jornadas del 17 de

octubre de 1945 y del 29 de mayo de 1969 es para nosotros los viejos, una esperanza y

una garantía…” y sigue. Lo que aquí quiero destacar es el circunloquio que elige Perón

12 Este texto se originó en una polémica en la lista virtual Reconquista Popular. El interlocutor es un compañero peronista a quién llamaré C. y a quien agradezco la sincera exposición de sus puntos de vista que me permitieron ordenar mis propios pensamientos y opiniones.

107

para evitar aceptar que la Federación Universitaria Argentina, la odiada FUA, se había

nacionalizado.

No era la Juventud Universitaria Argentina, así con mayúsculas, ya que no existía

ninguna organización con ese nombre. Era el organismo de masas del movimiento

estudiantil, la CGT de los estudiantes, la que había asumido la tradición del movimiento

nacional y su fecha simbólica. Pero el zorro había perdido el pelo, pero no las mañas. El

General Perón había sido uno de los principales artífices de la sindicalización de los

trabajadores, pero se resistía -y los peronistas universitarios pro montoneros de entonces

se resistieron ciegamente- a la sindicalización de los estudiantes, esa democrática

herencia de la Reforma Universitaria.

El compañero C. escribe:

“El peronismo nunca fue reformista. Al contrario. Planteó la política

universitaria peronista como una superación de la reforma. Así lo expresó Perón en el

discurso al aceptar el Honoris Causa en la Universidad de La Plata. Y así quedo

plasmado en la ley Universitaria 13031.

“En esta ley y sus considerandos está el mas puro pensamiento del gran General

sobre la cuestión universitaria. Nada más lejos de la llamada Reforma, que estos

conceptos de Perón.

“Perón expresa otra concepción de la Universidad Argentina. Simplemente

porque expresaba otra concepción de la Patria, la Nación y del Pueblo. Una

concepción distinta a la que expresaban los chicos acomodados cordobeses de la

Reforma”.

Efectivamente. El peronismo y el general Perón no comprendieron la Reforma

Universitaria y esto es algo que debe ser puesto en el debe y no en el haber. La Reforma

Universitaria de 1918 y su Manifiesto Liminar constituyeron el inicio de un gigantesco

movimiento popular latinoamericano, único en el mundo, que dio expresión a las clases

medias, que democratizó las viejas universidades oligárquicas, asumió la herencia

hispanoamericana y cuyo resplandor iluminó al APRA de Haya de la Torre y alcanzó su

punto culminante en la Revolución Cubana, tal como se encargó de demostrarlo el

oriental Alberto Methol Ferré en memorable artículo.

La formación de Perón, su pertenencia al ejército justista, no lo vincularon a esa

pujante tendencia que constituyó la fragua política de todas las generaciones

universitarias latinoamericanas posteriores al 18.

108

En ese sentido –no en el de la democratización real de la enseñanza universitaria

que incorporó a ella a los hijos de los trabajadores-, la política universitaria de Perón no

superó a la Reforma.

Lamentablemente, de la mano del peronismo -repito para quede definitivamente

claro- se realizaba en el país la más profunda y decisiva de las transformaciones y, como

herencia de los sectores más retrógrados de la Revolución del 43, se instalaron en la

Universidad los elementos a los que la Reforma había derrocado. El nacionalismo

clerical y policíaco de los Ottalagano, el conservadorismo reaccionario de los Arce e

Ivanissevich fueron la respuesta de Perón a la universidad.

Transcribo a continuación una extensa cita de “La Era del Bonapartismo”, el

tomo V de “Revolución y Contrarrevolución en la Argentina”, de Jorge Abelardo

Ramos, edición 1972.

“La Universidad fue el cuartel general de las fuerzas contrarrevolucionarias y la

“base de masa” y agitación de la oligarquía, como lo había sido en 1930 y 1945. Pero

quien lanzó a los estudiantes a los brazos del envejecido bando oligárquico, con su

profesorado sin caletre de reblandecidos memoristas, fue el mismo Perón. Las medidas

que adoptó hacia la Universidad fueron al principio positivas, pero insuficientes en sí

mismas para conquista la adhesión del estudiantado. La supresión de aranceles,

supresión de los exámenes de ingreso, campamentos de vacaciones, etc,. eran

dispuestas al mismo tiempo que se anulaban todas las conquistas de la Reforma de

1918 en relación con la representación estudiantil en los Consejos. La autonomía

universitaria era destruida, lo que no constituye una regresión si se la considera

aisladamente, puesto que un país en un proceso revolucionaria no podrá ofrecer una

autonomía a las Universidades dominadas por la reacción”.

“Pero en este caso, la ‘reacción’ era la misma política universitaria del

peronismo, que introducía en las cátedras a los elementos más cavernícolas del

período juniano, mezclados con profesores liberales sin partido, cipayos de todos los

colores junto a otros profesores que representaban la línea nacional y democrática de

la revolución popular. A la imperiosa voluntad gubernamental de establecer su

influencia en las aulas, el estudiantado universitario respondió con los idiotismos

clásicos de la ‘democracia’ y la ‘dictadura’, que en ese momento, sin embargo,

adquirían virtualidad ante el espectáculo de la policía allanando las casas de estudio y

deteniendo masivamente a los alumnos. A la FUA cipaya, el gobierno peronista intentó

oponer una CGU fascista. Con tales métodos que se derivaban de toda la actitud de

109

Perón hacia los ‘ideólogos’, la influencia nacionalista oligárquica en la Universidad

fue dominante.”

“Como despreciaba a los ‘ideólogos’ fue vencido por ellos en dos formas: los

‘ideólogos’ reaccionarios lo representaron en la Universidad y los ‘ideólogos’ cipayos

lo enfrentaron allí mismo. El hijo universitario del pequeño burgués afectado por la

política económica de Perón, encontraba en la Universidad los argumentos necesarios

para llevar el odio de sus padres a las calles. De este modo, el carácter históricamente

progresivo del peronismo, su esencial nacionalismo popular, era vencido en los centros

más importantes de la cultura argentina. A esta derrota concurrían sus amigos

potenciales, los estudiantes y sus amigos reales, los profesores nacionalista

oligárquicos. A la luz de este equívoco, la Reforma Universitaria de 1918 era

combatida por el peronismo, que cumplía en muchos aspectos algunos de sus

postulados; y aparentaban defenderla sus verdaderos adversarios, los partidos cipayos

enemigos de Yrigoyen, sirvientes de la oligarquía antirreformista.”

“El imperialismo advirtió agudamente la trágica impotencia de Perón. Supo

utilizar esta contradicción en su provecho, empleando las formas ideológicas de la

‘democracia burguesa’ tradicional y del socialismo puro, pero imbuyéndolas de un

contenido antinacional.”.

Hasta aquí Ramos.

Es cierto que desde el punto de vista de la composición social la Universidad se

democratizaba. La creación de la Universidad Obrera, origen y fundamento de la

Universidad Tecnológica Nacional, permitió la incorporación a la enseñanza

universitaria de los mejores hijos de la clase trabajadora, a la vez que comenzaba a dar

respuesta a la cuestión de la enseñanza vinculada a un país que se industrializaba. Pero

lo que el peronismo no pudo dar a la Universidad -justamente a la Universidad- fue un

pensamiento que recogiese las mejores tradiciones nacionales y democráticas de la

Reforma del 18 y las uniese a las banderas de independencia económica y

transformación social que se desplegaban en el conjunto del país.

Y esto fue un error porque dejó en manos del imperialismo -como, mejor que yo,

lo expresa Ramos en el texto citado- la conducción política e ideológica de las clases

medias.

Más adelante dice el compañero C.:

“Ud. puede o no estar de acuerdo con las concepciones del General. Pero si

somos nacionales, y el General fue el líder, no podemos estar entonces en contra de

110

todo lo que el general propone. Porque hasta ahora no encuentro en donde converge

Ud. con el General Perón.”

Creo que debe ser Ud. el único de la lista que no encuentra cuál es mi

“convergencia” con el General Perón. En primer lugar, no se trata de una convergencia.

Sostengo que el general Perón lideró una revolución nacional en la Argentina,

revolución que sentó las bases de la Argentina moderna, y cuya acción se ha prolongado

hasta 57 años después de las jornadas del 45, por más exhausta y debilitada que haya

llegado.

Por otra parte, no coincido con “todas” las concepciones de Perón. Para dar un

sólo ejemplo, su difuso y no definido concepto de “sinarquía” -tomado en préstamo de

los ideólogos fascistas europeos- siempre me pareció un erróneo modo de referirse al

imperialismo, que no es un sistema conspirativo de dominación, sino un resultado de la

mecánica objetiva del capitalismo, y, más precisamente, del capital financiero.

El problema de pertenencia al campo nacional y popular no está determinado por

la aceptación lisa y llana de “todos los fundamentos y desarrollos doctrinarios”, como

afirma el compañero C., sino en la comprensión política cabal de la antítesis Revolución

Nacional o Imperialismo, de la naturaleza política y social del movimiento liberador y

las clases y sectores sociales que lo componen en su contradicción con el imperialismo

y la génesis histórica de nuestra Patria Grande.

“Tal vez Ud. no se resigna a que a Perón, no lo agarraban de zonzo tan

fácilmente. Cuando Ud. se refiere al Xª congreso de la FUA y la contestación del

General podemos hacer un ejercicio al revés del que hace Ud”.

“Si yo quiero pensar mal, puedo entonces concluir que los chicos de la FUA del

X° Congreso quisieron quedar bien con el viejo general, hacerse los populares para no

quedar tan descolgados de la lucha que los trabajadores organizados llevaban

adelante para lograr su retorno, y le hicieron el verso de asumir las banderas del 17 de

octubre y todo eso. Pero no eran estos sus sinceros sentimientos”.

Disculpe, compañero C., pero esto es una verdadera tontería y una falta de respeto

a mi inteligencia, a la de los otros integrantes de la lista y a la del propio Perón. Su

ignorancia sobre la historia y las luchas del movimiento estudiantil de aquellos años es,

a juzgar por lo que Ud. expresa, amplia y profunda.

El X° Congreso de la FUA de 1970 es un hito histórico. Como resultado de las

grandes movilizaciones iniciadas en 1969 el movimiento estudiantil comienza, en

condiciones de semiclandestinidad, un proceso de reorganización después del

111

desmantelamiento producido por la intervención universitaria del obtuso espadón

Onganía. Empiezan a reorganizarse los centros de estudiantes y se realizan elecciones

de Centro en casi todas las facultades y universidades del país. El movimiento

estudiantil, uno de los grandes protagonistas de esas poderosas movilizaciones que

hacen tambalear al dictador Onganía, reconstruye sus organismos representativos

nacidos de aquellas jornadas del 18 y, en el marco de ese proceso, comienza a perfilarse

una fuerte tendencia nacional, que expresaba, en el seno de las universidades, ese

movimiento de “nacionalización de las clases medias” del que tantas veces hemos

hablado en estas discusiones.

Efectivamente piensa Ud. mal. Pero mal, en el sentido de equivocadamente.

Ese congreso no fue una reunión de dirigentes que, pasándose de vivos, intentaban

engañar al “viejo general”, para usar sus palabras. Fue una asamblea de unos 400

delegados surgidos de elecciones masivas en las facultades de todo el país, con una

representatividad de aproximadamente 200.000 estudiantes, cuya sesiones se

prolongaron a lo largo de un extenso fin de semana en la ciudad de Córdoba. La

composición política del congreso incluía las siguientes fuerzas: un bloque de

ultraizquierda conformado por el FAUDI (PCR en su etapa de Revolución Cultural)13 y

el TUPAC (Vanguardia Comunista14, grupo que fue virtual y, por supuesto,

salvajemente exterminado durante el Proceso) y alguna representación del trotsquismo

clásico, un bloque liberal integrado por la Franja Morada radical y el MNR (Partido

Socialista Popular de Estévez Boero) y un bloque nacional integrado por AUN (Partido

Socialista de la Izquierda Nacional), Franja Morada socialista (cuyo dirigente Mario

Teruggi salió elegido como presidente de FUA15) y la Franja Morada anarquista (un

sector reformista, ya desaparecido, cuyos dirigentes más representativos eran Panconi,

de La Plata, y Garat de Rosario. No hubo representantes del partido Comunista, porque

este sector, calculando la situación de minoría en la que se encontrarían, decidió romper

con la FUA y organizar un seudo congreso divisionista. Tampoco hubo representantes

13 El Partido Comunista Revolucionario, cuya fracción estudiantil se denominaba Federación de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), no había aún realizado el acercamiento a la derecha peronista que lo convertiría en defensores de José Lòpez Rega. Ese proceso se haría público recién en 1974-75. La posición del PCR en las elecciones de 1973 fue sintetizada en la consigna “Ni golpe ni elección, insurrección”. Al no comprender la cuestión de la soberanía popular implícita en las sublevaciones del interior, consideraban que aquellas debían convertirse en una insurrección obrera generalizada, que, por otro lado, es su permanente posición: el mito del “argentinazo”.14 Vanguardia Comunista fue una derivación del Partido Socialista de Vanguardia, convertida a un furioso maoísmo y a la línea de “guerra popular prolongada”.15 Teruggi se hizo, posteriormente, peronista y murió asesinado en La Plata junto con el dirigente radical Sergio Karakachof, de quien era socio en un estudio jurídico.

112

peronistas. Y esto se debió, justamente, a la negativa de los sectores peronistas

universitarios a participar en las elecciones de centro. La peregrina idea que guiaba este

virtual boicot al proceso de organización político gremial de los estudiantes se basaba

en el argumento, puramente ideológico, de que los centros y la FUA eran liberales y que

la tarea de los peronistas en la universidad debía ser armar organizaciones peronistas.

Esta visión sectaria dejó en manos de la Izquierda Nacional de entonces la

responsabilidad de librar una batalla política e ideológica tendiente a sumar a los

estudiantes al gran frente de liberación nacional.

Las sesiones fueron de una enorme intensidad y la delegación de AUN logró

dividir a la Franja Morada, de modo tal que los sectores mencionados terminaron

votando junto con nosotros la propuesta política que se llamó Manifiesto del X°

Congreso de la FUA, cuyas características ya he mencionado, y que fuese escrito por

Jorge Enea Spilimbergo, a la sazón responsable de la política estudiantil del PSIN. Es

este documento el que mereció, de parte del general Perón, los elogios que hoy cuelgan

de la pared de mi biblioteca.

Continúa el compañero C.:

“Y los hechos le dieron la razón al viejo General que no estaba gagá como

muchos de los chicos fuístas creían”.

“La razón de parte de Perón esta demostrada por los hechos posteriores y las

conductas de estos chicos de la FUA. Cuando el General retornó en el 73, se

sublevaron alevosamente desde todas las universidades contra su liderazgo, contra su

gobierno, y contra sus políticas. ¿Qué pasó, estimado amigo, con esa Declaración?

Parece que la perdieron en alguna letrina”.

“Igual que en los años del viejo Irigoyen. Igual que en la década 45 al 55

¡Siempre igual estos chicos traviesos de la FUA reformista! Siempre objetivamente del

lado antinacional. ¿O acaso no es verdad lo que le digo?Estuvieron contra Perón,

amigo mío. Y por más explicaciones que Ud. me dé, lo único que vale es que estuvieron

contra Perón y luego contra Isabel. Todo lo demás es verso. La única verdad es la

realidad”.

Acá demuestra nuevamente Ud. su ignorancia, a la par que una cierta mala fe y

pésimo gusto.

Su aversión a la FUA y al movimiento estudiantil casi nos relevaría de la

necesidad de explicar los errores del peronismo con respecto a este sector.

113

En ese Congreso nadie consideraba que Perón estuviese, como Ud. dice, “gagá”.

Había antiperonistas de derecha, antiperonistas de izquierda y nacionales. Los últimos

triunfaron pese al boicot de los “peronistas”. Cuando el general retornó en 1973, la

universidad estaba en manos de estos últimos peronistas que habían dejado los centros

estudiantiles y las Federaciones en manos del antiperonismo. En realidad, los que se

sublevaron alevosamente contra su liderazgo, contra su gobierno y contra sus políticas

fueron los peronistas, o, por lo menos, una buena parte de ellos. La Juventud Peronista

Lealtad, para recordar un ejemplo, rompió con Montoneros a raíz del abandono de la

Plaza el 1° de Mayo de 1974 y se hicieron fuertes en algunas facultades, como Ciencias

Económicas (decano Oscar Sbarra Mitre) y Derecho (decano Mario Kestelboim), en la

UBA, sin enfrentarse con Perón. Quienes impulsamos y, como ahora saben, redactamos

aquella histórica declaración continuamos defendiendo al gobierno de Perón, nos

enfrentamos a fierrazos con bandas montoneras en Filosofía y Ciencias Económicas de

Buenos Aires (en aquella época separadas por la Avenida Córdoba) y mantuvimos, en la

universidad y en todo el país, la defensa de Isabel, de la legitimidad de su gobierno y de

la nacionalización de la bocas de expendio de combustible, pese a la archirreaccionaria

intervención de Ivanissevich y Ottalagano, que fue la única respuesta que al peronismo

se le ocurrió para reemplazar a Puiggrós y que, como Ud. comprenderá, no nos ayudaba

en nada en nuestra tarea.

Se da cuenta entonces que lo que Ud. dice a continuación es solamente sonido y

furia:

“Si Ud. niega a Perón. ¡bárbaro¡ Esta en todo su derecho. Pero no se haga el

filoperonista, ni el comprensivo con el General, ni que está del mismo campo nacional

que el General ni nada de eso. Se acepta al General en sus esencias y doctrina y en sus

políticas o no se lo acepta y listo”.

Le dejo a Ud. las esencias del general. Ni soy filoperonista ni comprensivo ni

nada por el estilo. Soy, como todos los compañeros de la Izquierda Nacional, parte

integrante del movimiento nacional. Perón falleció en 1975 y si no nos ponemos a la

tarea de reconstrucción del gran movimiento de liberación, con los reconocimientos y

las críticas que cada uno de sus integrantes considere necesarias, todo esto que estamos

hablando será algo parecido a los tiernos recuerdos que nuestros padres tenían de la

conscripción, recuerdos en los que lo más lindo, en realidad, era que eran jóvenes.

Y para terminar nos dice el compañero C.:

114

“Respecto a la destrucción de libros. Se lo cambio por los 5 millones de rusos

asesinados por los bolcheviques de Lenin-Trostky y que Ud. seguramente justificará

como medidas revolucionarias. ¿O no? Porque si no los justifica, entonces Lenin y toda

la cúpula bolche son unos asesinos. Y si los justifica por revolucionarios, entonces

justifique que nosotros, que también estábamos realizando una revolución, no

matábamos, pero, qué vamos a hacer, algo teníamos que quemar. Preferimos quemar

libros en vez de hombres y mujeres. ¿No le parece que somos los peronistas más

piadosos y respetuosos de los Derechos Humanos que los bolcheviques en este sentido?

¿Se asusta Ud. que había censura en la argentina revolucionaria del General Perón?

¿Y en Rusia de Lenin? ¿Y en la actual Cuba de Castro? ¿En el Vietnam de Ho Chi Min

había libre prensa? ¿De eso no se asusta mi estimado compatriota? Dígame con

sinceridad qué piensa de la censura de Castro. Porque estuvo muy entusiasmado con

Fidel cuando visitó nuestro país. Y Ud. respeta a Cuba como una Nación

revolucionaria. ¿O no? Si me convence, le prometo revisar todo mi pensamiento en

este tema libreprensista.

¿Qué le pasa, compañero? ¿De nuevo le agarró el dolor de muelas? En mi

mensaje no me referí genéricamente a que se quemasen libros. Le conté que

secuestraban libros de quienes apoyaban, sin chupar las medias, al gobierno de Perón16.

Y que dejaban la cuestión cultural en manos de verdaderos energúmenos, reaccionarios,

arribistas y contrarrevolucionarios, tipo Apold o el diputado Visca.

Y, por otra parte, ¿quién mencionó a Lenin y Trotsky? Me hace Ud. acordar a un

chiste que oí hace muchos años. Un norteamericano se encuentra con un ruso en un bar

en Paris. Al poco de tomar unas copas entran en conversación y, en algún momento,

como para decir algo, el norteamericano pregunta al ruso: “¿Es cierto que hace tanto

frío en Moscú?” Airado, el ruso responde: “Ah, sí, ¿y ustedes con los negros?”

Ahora bien, si le interesa mi opinión le diré que la política de prensa de Castro es

de una pobreza patética. La mera idea de tener solamente el Granma para leer cada

mañana se acerca en mucho a la idea del infierno.

Y sigue C.:

“Le hago otra pregunta. Si está ud. al mando de una revolución nacional,

antiimperialista, y la prensa, elemento fundamental en el curso político de un Estado

por la influencia sobre la población que ella tiene, desata una campaña organizada 16 Me refiero a la prohibición y secuestro, por orden del diputado Visca, vinculado a la Policía Federal, del libro América Latina, un País, de Jorge Abelardo Ramos, que fue el antecedente de su magistral Historia de la Nación Latinoamericana.

115

perfectamente para propiciar su derrocamiento en favor del imperio, ¿qué hace Ud.?

¿Sigue aferrado al principio liberal de la prensa libre? ¿O defiende la revolución

nacional aunque sea a costa de La Prensa y La Nación y demás publicaciones

antinacionales?”

Pero, entonces, Ud. no entendió nada. Lo que hemos sostenido no es la defensa

abstracta de la libertad de prensa, que como sabemos es simplemente la libertad de

empresa, sino una crítica a la política universitaria y cultural del peronismo en los

cincuenta, su rechazo a darle el lugar que se merecían los grandes intelectuales

nacionalistas democráticos y la preeminencia de los elementos burocrático policiales en

el área. Y esto lo hacíamos no por razones abstractas o de buen pensar, sino

convencidos de que esto contribuyó a su deterioro y caída, más que a su conservación y

desarrollo.

“Ademas, Ud. pone en duda la magnitud del peronismo porque como Ud. dice,

la mayor transformación de la historia argentina contemporánea la realiza el

Peronismo pero la clase media se espantaba...”

“Así que para que la clase media caquera, en especial la porteña, que era la que

se espantaba con mayor nitidez, no se espante, había que incorporar el liberalismo que

esta clase profesa casi religiosamente, a los efectos que no se espante... ¡Pero que

conclusión revolucionaria la de Uds.! ¡Francamente sin parangón!

No galope que hay aujeros, le dijo un guapo a un valiente. ¿Se da cuenta Ud. que

justamente la dificultad que tiene en entender algo tan sencillo como lo que decimos es

una demostración, casi de libro, de la incomprensión del peronismo a los sectores

medios? Relea mi extensa cita de Ramos y controle sus reflejos condicionados. Verá

Ud., entonces, que lo que estamos planteando es simplemente la posibilidad de

incorporar al proceso de liberación nacional a uno de sus elementos fundamentales,

quitándoselo al imperialismo como masa de maniobra: la clase media, de la cual la

universidad es uno de los sectores más dinámicos y esenciales.

Y para terminar con sus puntos de vista, dice C.:

“Me puede explicar qué hizo la clase media Cubana cuando llegó Castro”

Y acá está Ud. regando fuera del cantero. La revolución cubana fue, casi por

definición, una revolución de la clase media urbana con apoyo del campesinado al que

convirtió en clase media. A Miami se fugó la burguesía compradora, la mafia vinculada

al régimen de Batista y sectores “lumpen” vinculados a los servicios en una ciudad

como La Habana, convertida en un gran lupanar: taxistas, vendedores de quiniela,

116

artistas de varieté, grandes y pequeños proxenetas, dueños de medios, como Goar

Mestre. Pero todos los cuadros de la revolución cubana tienen su origen en la clase

media y es, justamente, ese carácter el que la vincula con la gran Reforma Universitaria

del 18. Es más, si alguna crítica puede hacérsele a la Revolución Cubana es su

naturaleza pequeño burguesa, su utopía de socialismo sin industrialización, su idealismo

eticista. El 95 % de los dirigentes cubanos es de origen gallego inmigratorio. La mafia

de Miami se convirtió en clase media en Florida. Hasta ese momento eran o grandes

burgueses o lúmpenes intersticiales.

Aquí creo haber expuesto mis puntos de vista.

Salteo algunas de sus consideraciones escritas, creo, con ofuscación para pasar a

una de sus últimas oraciones:

“Le propongo lo siguiente. ¿Por qué no se esmera más, tanto Ud. como tantos

otros buenos pensadores que tiene la izquierda nacional, en traer a la memoria de los

compatriotas cada una, en toda su extensión, de las realizaciones del peronismo?”

Yo le hago una contrapropuesta: ¿Por qué no se dedica Ud. a contarnos anécdotas

de las buenas épocas peronistas, que seguramente debe tenerlas en cantidad, en lugar de

discutir cada una de las críticas que a, por lo menos, veinticinco años de los hechos, es

necesario formular? En esta respuesta verá Ud. lo ofensivo de su pregunta.

A su pesar o con su beneplácito, creo que nuestra función en la realidad argentina

y en los apasionantes años que vienen no es traer a la memoria, sino ayudar a generar un

nuevo pensamiento nacional revolucionario que actualice los contenidos, los objetivos y

los fines de nuestra gran revolución pendiente. No somos arqueólogos del peronismo ni

de nada. Somos militantes revolucionarios que consideran que no todo murió en 1975

con la desaparición del gran coronel del 45.

117

Los Estudiantes y el Peronismo, una difícil relaciónHistoria Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo II (1943-1955)

Roberto A. Ferrero

Alción Editora, Córdoba 2005

Afirmar que el movimiento estudiantil argentino surgido de la Reforma

Universitaria de Córdoba en 1918 fue un duro y sistemático opositor al proceso político

iniciado el 17 de Octubre de 1945 es ya un lugar común. Pero los entretelones y matices

de ese enfrentamiento, por un lado, y la existencia de un movimiento estudiantil de

filiación declaradamente peronista son aspectos de nuestra historia contemporánea que

aún no tienen una gran bibliografía. La aparición de este nuevo libro del investigador

cordobés Roberto Ferrero es un valioso aporte a la cobertura de esta laguna. Este Tomo

II de su Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba abarca el período

que va desde el golpe militar de 4 de junio de 1943 hasta la contrarrevolución

oligárquica del 16 de septiembre de 1955, justamente los años de aquel dramático

enfrentamiento que tan aciagas consecuencias tuviera tanto para el movimiento

estudiantil como para el conjunto de la revolución nacional iniciada en las jornadas del

45.

Como queda claro desde el título, el libro se circunscribe a la actividad estudiantil

y a las organizaciones y dirigentes que en aquella época actuaban en la Universidad

Nacional de Córdoba, en la cual estudió y se formó políticamente el propio autor. Este

hecho, lejos de relativizar sus conclusiones, le da a las mismas un carácter emblemático

pues en la Córdoba de aquellos años se manifestaron de modo paradigmático las

diversas contradicciones que estallarían dramáticamente en los bombardeos a Plaza de

Mayo de junio del 55 y en el alzamiento católico y liberal de septiembre del mismo año.

Pasan por sus páginas nombres y apellidos de hombres y mujeres jóvenes que

luego ocuparían un lugar en la política nacional: Conrado Storani, Horacio

Domingorena, Jorge Roulet, radicales, Américo García, luego frondizista, Fernando

Nadra, miembro de la Comisión Política y vocero público del Partido Comunista a

principios de los 70, Silvia Bermann, reformista antiperonista en aquellos años y

devenida en dirigente montonera en los 70, Marcelo y Gustavo Roca, hijos del líder de

la Reforma del ’18, Deodoro Roca, Horacio Sueldo, dirigente y candidato a presidente

de la Democracia Cristiana, Lucio Garzón Maceda, abogado laboralista de simpatías

alfonsinistas, Jorge Dall’Aglio, estudiante reformista de medicina entonces y hoy

118

peronista y especialista en materia de Salud y Obras Sociales, entre otros de quienes

enfrentaban en la década del cincuenta al peronismo en el gobierno. Pero también nos

encontramos, y ésta es una de las virtudes del libro de Ferrero, con un movimiento

estudiantil de cuño peronista organizado en “sindicatos de estudiantes” que agrupaban

desde católicos tradicionalistas –tendencia ésta muy fuerte en la clerical Córdoba de

entonces- hasta quienes militaban en diversas formas del nacionalismo popular.

Pero Ferrero es capaz también de acercar al lector el ambiente de las residencias

universitarias, la singular atmósfera de aquel Barrio de Clínicas y su Plaza Colón, el

abigarrado conjunto de estudiantes de todas las provincias del noroeste argentino, las

diferencias entre quienes habían nacido en Córdoba y estudiaban bajo la severa férula

de la mirada familiar y aquellos riojanos, tucumanos, santiagueños o catamarqueños que

vivían, gracias a la distancia del rigor paterno, la bohemia de entonces con sus peñas,

sus discusiones y sus sueños. Ferrero no menciona sólo nombres de dirigentes y

militantes, sino que habla de jóvenes llenos de idealismo, entrega y dedicación a una

causa.

Especial atención merece el tratamiento y la documentación de Ferrero al analizar

de manera crítica el hipertrófico papel que ocupó el nacionalismo reaccionario, clerical

y fascistoide en la política universitaria del peronismo. Estos elementos, llegados a la

Universidad con la intervención del golpe de 1943, se adaptan rápidamente a la política

peronista y se convierten en el rostro autoritario, policíaco y oscurantista de un régimen

que, en el resto de la sociedad, llevaba a cabo una profunda revolución política,

económica y social. Pero no hay en el libro de Ferrero una división maniquea y

simplista sobre las poderosas fuerzas que la historia comenzaba a desatar en la

Argentina.

Dice el autor, haciendo la síntesis de ese riquísimo y contradictorio período:

“Los reformistas, aun en la década del Cincuenta cuando quedaron en minoría

en el seno del estudiantado, combatieron acerbamente al gobierno peronista y

trabajaron por su caída. Prisioneros del dilema anacrónico proveniente de la Segunda

Guerra Mundial –‘Fascismo o Democracia’- se enfrentaron al régimen del general

Perón viendo en él la encarnación local del nazismo, sin alcanzar a percibir su

progresividad histórica global”.

“Sin embargo, ese posicionamiento de la Reforma en relación al gobierno de la

Revolución Nacional no obedecía solamente a una mirada lanzada a través del cristal

deformante de la ideología que el movimiento reformista sustentaba. Existía un

119

elemento –y de la mayor importancia- de carácter subjetivo: la naturaleza reaccionaria

y hasta confesional de la cultura peronista en todas sus esferas (empezando por la

enseñanza primaria y secundaria, con sus clases de religión e intolerancia). Sea por la

falta de adhesión de las clases medias democráticas –que Perón buscó y no encontró a

través de la alianza propuesta a Amadeo Sabattini-, sea porque el nacionalismo

católico gozaba de gran predicamento en las Fuerzas Armadas, o por una combinación

de ambas circunstancias, el hecho es que el entero escenario de la cultura oficial quedó

bajo la hegemonía asfixiante de las facciones nacionalistas de derecha y de la Iglesia”.

Pero Ferrero expone también que el peronismo “juzgaba a la Reforma como

‘liberal, individualista, atea y positivista’, (caracterización más o menos exacta si se la

refiere al Reformismo de los años peronistas, pero errada en cuanto al Movimiento del

’18), pero reconocía generosamente que el movimiento reformista ‘fue la primera

tentativa seria de quebrar el régimen de gobierno universitario oligárquico, creando la

conciencia de la participación estudiantil en los Consejos directivos de las

Universidades’…Más aún: el peronismo universitario y la CGU no perdían

oportunidad de señalar que ellos habían venido a cumplir realmente lo que la Reforma

predicaba pero nunca fue capaz de llevar a cabo”.

En cuanto a la visión de los reformistas sobre las originarias banderas

antiimperialistas y latinoamericanas de la rebelión del ’18, sostiene Ferrero que “fueron

abandonadas y sacrificadas durante la Guerra y los primeros años de la postguerra en

honor a la alianza mundial de la Izquierda y la URSS con el imperialismo anglosajón”

… “(el reformismo) festejó la caída de Gualberto Villarroel en la contrarrevolución

boliviana de 1946; denigró a Getulio Vargas en Brasil y enalteció a Roosevelt como

‘Paladín de la Democracia’, disminuyendo simétricamente a quienes como el doctor

De Olmos (peronista) se negaron a rendirle homenaje en 1945 por ser el jefe de una

nación imperialista, como que lo era”.

“Paradójicamente, estas banderas dejadas de lado por la Reforma Universitaria

fueron retomadas y agitadas vigorosamente por las juventudes universitarias peronistas

nucleadas en la CGU, que aplaudieron la Revolución Nacional de Paz Estenssoro en la

Bolivia de 1952, repudiaron en las calles el derrocamiento de Jacobo Arbenz en

Guatemala, reclamaron la Independencia de Puerto Rico y la libertad de su líder,

Pedro Albizu Campos, y apoyaron constantemente a Getulio Vargas y al General

Ibáñez del Campo en Chile, caudillos populares con los que Perón intentaría la

120

primera política concreta de unidad latinoamericana: el ABC, torpedeado por los

EE.UU.”.

Esta contradicción, que costó duros enfrentamientos, represión policial y la

participación de amplios sectores de la clase media universitaria en la contrarrevolución

de los “libertadores”, no pudo ser resuelta en aquellos años. En las postrimerías del

segundo gobierno de Perón, cuando el aula reformista se unió a la penumbra de la

sacristía para restaurar el orden oligárquico, ya era tarde para intentar una posición

capaz de unir al ’18 con el ’45, tal como lo intentaron los jóvenes nucleados en el ADER

o el manifiesto de los “40 pelandrunes”, un último y tardío intento de un grupo de

reformistas en evitar el golpe, que Roberto Ferrero rescata del olvido.

Los agnósticos y anticlericales reformistas –radicales, socialistas, comunistas y

hasta anarquistas-, formaron una sola fuerza con la reacción clerical, demócrata

cristiana y liberal, ocuparon la CGT y marcharon en el gran “Desfile de la Victoria” el

22 de septiembre de 1955, junto al ejército de Lonardi y Videla Balaguer y bajo la

consigna de “Cristo Vence”.

La sombra de esas jornadas pesaría como un oscuro sueño en el cerebro de la

siguiente generación.

El II Tomo de esta Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba se

hace cargo, con el bisturí del historiador, y trae a las nuevas generaciones la experiencia

de aquellas dolorosas jornadas.

Buenos Aires, 9 de Enero de 2006.

121

El reencuentro de los estudiantes con la tradición nacional y

latinoamericanaHistoria Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba, Tomo III (1955-1973)

Roberto A. Ferrero

Alción Editora

Córdoba, 2009

Hace tres años, al comentar la aparición del tomo II de la Historia Crítica del

Movimiento Estudiantil de Córdoba, del historiador y ensayista cordobés Roberto

Ferrero, titulamos: Los Estudiantes y el Peronismo, una difícil relación.

Acaba de aparecer, editado por Alción Editora, el Tomo III de la extensa obra, la

que cubre el período que va desde la contrarrevolución oligárquica de 1955 y la vuelta

del peronismo al gobierno en 1973. Y el título que elegimos para esta recensión intenta

expresar el fenómeno histórico y político que el autor relata a lo largo de su

documentado trabajo.

Como sabemos, 1955 encontró a la mayoría del movimiento estudiantil argentino,

y por ende al cordobés, vitoreando a los generales Lonardi y Aramburu y al almirante

Rojas. Fue parte activa del golpe oligárquico contra el gobierno peronista y participó

activamente del revanchismo que se descargó sobre el estado, la universidad y los

sindicatos, que implicó expulsión de profesores peronistas, prisión de dirigentes obreros

y fusilamiento de peronistas desarmados.

Lo que esta tercera parte del estudio de Roberto Ferrero narra, por lo contrario, es

el lento, difícil, conflictivo y contradictorio camino que llevó a una gran mayoría del

movimiento estudiantil a ponerse, nuevamente, del lado de los trabajadores. Un camino

que también significó una revisión de sus fundamentos ideológicos, asumiendo poco a

poco la tradición de lucha del pueblo argentino, desde los tiempos de la Guerra de la

Independencia.

El libro analiza y relata las dos vertientes fundamentales del movimiento

estudiantil, la originada en la Reforma de 1918, el reformismo, y la nacida de corrientes

católicas populares, muy representativa en Córdoba, el integralismo. Describe cómo

desde ambas vertientes se confluyó, con criterios tácticos disímiles, al apoyo, en

algunos casos, y a la integración, en otros, al peronismo. También aparece en sus

páginas la perseverancia –en aquel tiempo minoritaria- de sectores vinculados a la

122

izquierda cipaya, portuaria y antilatinoamericana, vinculados al partido comunista, al

radicalismo y al socialismo chacarero.

Además de referirse específicamente a lo acontecido en aquellos tumultuosos años

en la provincia de Córdoba, Ferrero extiende su visión y su información sobre el

conjunto del movimiento estudiantil de la época, sobre los grandes congresos nacionales

tanto de la FUA como de las corrientes integralistas.

Y si en el tomo II encontramos como jóvenes a muchos protagonistas posteriores

de la política argentina, en este volumen nos volvemos a encontrar con hombres y

mujeres que son o han sido protagonistas, para bien o para mal, de la política

contemporánea, así como muchos otros que cayeron, muertos o desaparecidos en el

vendaval de los años 70 o en la salvaje represión del Proceso de Videla y Martínez de

Hoz. Desde Juan Schiaretti, José Manuel de la Sota, Olga Riutort o Domingo Cavallo,

hasta Mariano Pujadas, Rody Vittar, Ignacio Velez, Víctor Hugo Sáiz, Eduardo

González o el propio autor, todos ellos partícipes, de una u otra manera, en el agitado

proceso político estudiantil de aquellos años.

Ferrero cuenta también, con profusa documentación, la incidencia que la aparición

de la Izquierda Nacional a mediados de los sesenta (el PSIN y el FIP) tuvo en esa

nacionalización de los cuadros y las tendencias estudiantiles, así como el peso que

adquiere la Agrupación Universitaria Nacional –la organización estudiantil de la

Izquierda Nacional- en la reorganización de los centros de estudiantes, de las

Federaciones regionales y de la Federación Universitaria Argentina. El análisis que hace

Ferrero sobre el Xº Congreso de la FUA, realizado en 1970 en la ciudad de Córdoba, era

una deuda que la historiografía tenía con el movimiento estudiantil y con la historia de

las ideas en nuestro país. Dice Ferrero: “También se aprobó el proyecto de Declaración

y Tesis Política Nacional presentado por AUN, que por el trascendental cambio que

introducía en la línea ideológica de la FUA fue bien caracterizado como “Segundo

Manifiesto Liminar” de la Reforma Universitaria. (…) La tesis 12 reivindica como

propias las luchas del Yrigoyenismo, la tradición del 17 de Octubre de 1945 y las

jornadas de 1969 así como la ‘tradición precursora y esclarecida de la Reforma de

1918’”.

El doctor Roberto Ferrero es un dirigente de la Izquierda Nacional cordobesa de

intensa actividad política en los años que este tomo refleja. Ello no obsta a que, con

objetividad y camaradería, formule la historia de la aparición y desarrollo de las

tendencias estudiantiles de origen católico que en Córdoba fueron masivas y llegaron a

123

ser mayoritarias a las reformistas en diversas elecciones de claustro estudiantil. Estos

sectores, que comienzan una notable radicalización a partir del golpe de estado de

Onganía en 1966, se convirtieron en gran parte de la juventud universitaria peronista de

principios de los ’70, muchos de los cuales integraron las organizaciones armadas

peronistas, mientras otros se alejaban de esa variante hacia formas políticas de lucha

antidictatorial. El libro de Ferrero cuenta detalles de esta evolución, algunos de sus

momentos culminantes, y lo hace empapado en un cálido recuerdo hacia aquellos

jóvenes y aquellos años apasionantes.

Este Tomo III de la Historia Crítica del Movimiento Estudiantil de Córdoba

está a la altura de sus antecedentes y se constituye, sin duda, en fuente de enseñanza y

pasión revolucionaria para las nuevas generaciones de argentinos, ávidos de descubrir

nuestro pasado inmediato, muchas veces más velado que el remoto.

Buenos Aires, 14 de julio de 2009

124

24 de marzo de 1976

El golpe contra Isabel Perón y el pueblo argentinoAunque el hecho no tenga una gran consideración oficial, hoy, 24 de marzo, la

Argentina recuerda el derrocamiento del gobierno popular y democrático, de signo

peronista, de Isabel Martínez de Perón, llevado a cabo por la cúpula antinacional y

entreguista de las Fuerzas Armadas, con el apoyo y la complicidad – activa o pasiva –

del conjunto de los partidos políticos argentinos de izquierda y derecha, incluido

amplios sectores del justicialismo.

Una vez más la crápula militar, política e intelectual vinculada a la oligarquía

terrateniente y al capital extranjero derrocaba un gobierno popular. Los mismos sectores

sociales, los mismos partidos políticos, las mismas tradiciones intelectuales y, en

muchos casos, los mismos personajes que habían bombardeado al pueblo indefenso en

Plaza de Mayo, que habían derrocado al gobierno del general Juan Domingo Perón en

1955, que habían fusilado a los militares y civiles patriotas que al año siguiente se

alzaron para restaurar el orden constitucional y echar a los usurpadores, volteaban otro

gobierno peronista, elegido popularmente por el 67 % de los votos, y que, en medio de

enormes provocaciones, trataba de desarrollar el programa por el que había sido electo.

El gobierno de Isabel – debilitado e infiltrado por sectores que intentaban

cambiar su rumbo – tuvo la enorme tarea de tratar de llenar el hueco que la muerte del

general Perón dejara en la política argentina y en el seno de su propio movimiento.

Desde el momento mismo de su fallecimiento, la cúpula liberal de las FF.AA. comienza

a conspirar contra su sucesora constitucional. Todo tipo de aprietes y traiciones

empiezan a desarrollarse, desde fuera y desde dentro de su partido, para sacarla del

poder. El pueblo peronista y, fundamentalmente, los grandes sindicatos industriales,

habían logrado expulsar del seno del gobierno a la pústula antipopular, reaccionaria y

liberal del lopezrreguismo – que con el plan Rodrigo intentó adelantarse a los designios

de Martínez de Hoz – y la presidente de la República acababa de nacionalizar las bocas

de expendio de combustibles, quitando a las empresas imperialistas la parte del león del

negocio petrolero. El movimiento nacional y popular de la Argentina atravesaba, es

cierto, horas de dificultad y zozobra. El lugar central y articulador ejercido por el

general Perón en los últimos treinta años no era fácil de reemplazar. Pero en pocos

meses habría elecciones generales y el pueblo argentino tendría la oportunidad de

reconstituir y fortalecer con su voto estas debilidades.

125

La Unión Cívica Radical, con la retórica evanescente y las citas de Almafuerte

de Ricardo Balbín, había dado, unos días atrás, un ultimátum a la presidente. También el

prosopopéyico y engolado Oscar Alende, el mismo que había sostenido con el énfasis

habitual en él a Roberto Levingston – aquel oscuro generalote de “inteligencia” que

sucedió a Onganía –, había tenido su turno para apostrofar al gobierno. Ellos, más

Horacio Sueldo de la democracia cristiana, Francisco Manrique, el ex bombardeador de

Plaza de Mayo, Fernando Nadra y Rubens Iscaro del partido comunista, los estólidos

hombres de negocios del frondizismo, los socialistas de Américo Ghioldi y Luis Pan,

aquel olvidado Héctor Sandler, heredero de Aramburu y hoy “utilísimo y satelital”

empresario televisivo, Raúl Alfonsín y el siempre atribulado Ernesto Sábato, el diario

La Nación y Clarín, Jacobo Timerman desde La Opinión y Juan Carlos Coral y Nahuel

Moreno desde la secta trotskista llamada Partido Socialista de los Trabajadores –

traducción directa del Socialist Workers Party norteamericano – las conducciones de

Montoneros y del ERP, todos, con la excepción del Frente de Izquierda Popular (FIP), el

Partido Comunista Revolucionario (PCR) y el callado y no consultado pueblo argentino,

bregaban por voltear a la presidente.

Y el 24 de marzo de 1976 lo lograron. Y lo festejaron.

Así declaró al día siguiente el partido comunista:

“Ayer, 24 de Marzo, las F.F.A.A. depusieron a la presidenta María E. Martínez,

reemplazándola por una Junta Militar integrada por los comandantes de las tres armas.

No fue un suceso inesperado. La situación había llegado a un límite extremo ‘que

agravia a la Nación y compromete su futuro’, como dice en uno de los comunicados de

las F.F.A.A.”.

No es necesario abrumar al lector con el texto completo de esta bienvenida al

general democrático Jorge Rafael Videla por parte del comunismo argentino. Baste para

terminar esta perfecta síntesis de su complicidad con el golpe:

“El P.C. considera auspicioso que la Junta Militar haya desechado una solución

‘Pinochetista’. (…) Los imperialistas y fascistas sueñan con el pinochetazo, con un baño

de sangre”.

El 24 de marzo de 1976 no fue tan sólo el resultado de una conspiración militar

liberal y entreguista. Fue un golpe cívico militar oligárquico e imperialista, fomentado,

apoyado y celebrado por toda la cipayería de izquierda y derecha, que arrojó del poder,

una vez más a un gobierno nacional y popular.

126

Fueron esas fuerzas políticas y sociales que dieron origen al monstruo que no

vaciló en devorarse a sus propios socios y amigos.

Ocultarlo, deformarlo o negarlo sólo servirá a futuras contrarrevoluciones.

Buenos Aires, 24 de marzo de 2004

127

El Pensamiento Nacional y la lucha contra la MatrixEl 16 de noviembre de 2007 se llevó a cabo, en el Auditorio del Pabellón

Argentina, de la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional de Córdoba, un

encuentro sobre el Pensamiento Nacional. Fui invitado a participar en una mesa

redonda sobre este tema, moderada por Francisco Pestanha y en la que intervinieron el

doctor Ernesto Ríos, Eduardo Rosa, César “Tato” Díaz y el licenciado José Luis

Muñoz Azpiri .

Esta fue mi intervención:

Pestanha: […] Ahora me toca, justo llegaste Julio, se que anoche estuviste en el

homenaje a Alberto Methol Ferré y me imagino que después habrá habido una cena.

Después nos contamos. Julio, el amigo, Julio Fernández Baraibar, es periodista, político

y escritor. Autor de Un solo Impulso Americano, el Mercosur de Perón, guionista y

productor de cine, con películas como Mirtha de Liniers a Estambul y El General y la

fiebre. Es director del documental La ceniza y la brasa, sobre Arturo Jauretche y es

militante de la corriente denominada Izquierda Nacional. Julito.

Julio Fernández Baraibar: Bueno, muchísimas gracias. En primer lugar

supongo que los oradores que me antecedieron habrán también dado el necesario y justo

agradecimiento a quienes nos han convocado a la ciudad de Córdoba para tratar,

discutir, difundir y ampliar las perspectivas del pensamiento nacional, tarea que es, en

mi humilde opinión, una de las más importantes y estratégicas que los argentinos

tenemos que desarrollar en este momento particular de nuestra historia. Y celebro a la

vez que esto pueda hacerse en aulas de la Universidad de Córdoba a la que no vengo

desde aquel célebre Congreso de FUA de 1970.

Han pasado 37 años, por lo menos para mí, desde la fecha en que los sectores

nacionales del movimiento estudiantil logramos, por primera vez, introducir en las

banderas de la Federación Universitaria Argentina -es cierto que por un breve tiempo,

pero el hecho histórico es que lo logramos- las reivindicaciones nacionales y populares,

logramos que en el programa adoptado por la FUA en aquel histórico congreso, el 17 de

Octubre de 1945 fuese asumido como una fecha perteneciente al conjunto del pueblo

del cual obreros y estudiantes formaban y forman parte indisoluble. De modo tal que

estar hoy aquí hablando de los mismos temas, con 37 años más, que gritábamos y

discurseábamos en aquel congreso de FUA, es para mi algo que me llena de emoción,

por un lado, y me enorgullece, por el otro.

128

¿Por qué los argentinos y los pueblos latinoamericanos tenemos que hacer

encuentros, tener cenáculos, revistas, libros, bibliotecas, editoriales, películas, videos

que se refieran a algo que podría considerarse tan elemental como lo que llamamos

pensamiento nacional?

Porque si uno va a Francia o va a Alemania o a Suecia no encuentra algo que se

llame pensamiento nacional francés, alemán o pensamiento nacional sueco como una

especificidad. Todo es nacional francés, nacional alemán o nacional sueco. No es

motivo de debate, ni es motivo de encuentros académicos, políticos o militantes. Lo que

se piensa en cada uno de esos países es producto de la experiencia, la conciencia, la

acumulación histórica de esos pueblos.

Y sin embargo, nosotros en la Argentina, en el Río de la Plata, en América Latina,

nos juntamos para precisar, definir, reivindicar el pensamiento nacional.

En mi opinión, la razón de esto se halla en el carácter semicolonial, dependiente,

de nuestros países, desde sus orígenes mismos o inmediatamente después de que

surgieran a la vida independiente.

La diferencia entre una colonia, -las islas Malvinas, para dar un ejemplo cercano-,

y una semicolonia es que en la colonia gobierna la potencia extranjera, las instituciones

son de la potencia extranjera, el ejército es de la potencia que ocupa colonialmente la

región, las leyes están determinadas por la potencia extranjera, etc., mientras que en una

semicolonia, ese país sojuzgado por el imperialismo tiene todos los atributos de la

independencia, de la soberanía: tiene sus parlamentos, sus casas de gobierno, sus

ejércitos, sus academias, sus universidades, sus leyes, sus códigos civiles, toda la

estructura propia de un país soberano.

Y entonces el descubrimiento de que ese país es una semicolonia no es algo

evidente a los ojos. Para usar la metáfora de Antoine de Saint-Exupéry en El Principito:

“lo esencial es invisible a los ojos”, como diría también el amigo Tato Díaz17, chiste

este que él mismo me acaba de hacer.

(Risas).

Lo esencial es invisible a los ojos en el país semicolonial porque hay toda una

pantalla que hace creer que somos independientes y el ejercicio de descubrimiento de

nuestra condición de dependientes, el ejercicio intelectual y político de descubrir la

naturaleza semicolonial de nuestra sociedad es el pensamiento nacional. Y el campo de 17 El periodista y profesor universitario César "Tato" Díaz, de la Universidad Nacional de La Plata, gran investigador del pensamiento nacional y de su inclusión en el discurso de los medios, es ciego, hecho con el que bromea frecuentemente.

129

lucha por la liberación, que en los pueblos coloniales se da en el enfrentamiento liso y

llano de los hombres y mujeres del pueblo sojuzgado con la potencia imperial ocupante,

en las semicolonias ese enfrentamiento se da en la cabeza de cada uno de los hombres y

mujeres que integran esa sociedad. La lucha por la liberación y contra la opresión se da

en nuestros cerebros.

Por eso el pensamiento nacional ocupa el lugar central en una política

transformadora, liberadora para nuestros países y de ahí la necesidad de descubrir, de

sostener y de profundizar y difundir que existe una manera de ver las cosas que es

distinta de las que nos imponen el imperialismo y las clases sociales aliadas a ese

imperialismo que funcionan como correa de transmisión del pensamiento imperial.

Hay una película que tuvo un gran éxito, a punto tal que se hicieron tres

secuencias, una detrás de la otra, vista, sobre todo, por los jóvenes argentinos que

encontraron en ella una serie de condiciones y elementos que la convirtieron en un éxito

de taquilla. Se llama Matrix y seguramente algunos la han visto. Para los que no la han

visto sintetizo rápidamente de qué trata esta película.

La humanidad, en un futuro no definido, ha sido dominada por las máquinas que

la propia humanidad creó. Las máquinas se han hecho señores de la tierra y han

convertido a los seres humanos, a cada uno de los seres humanos, en pequeñas pilas

conectadas a un enorme sistema planetario que es la fuente de energía que hace mover

al mundo. La humanidad ha sido parasitada por las máquinas convirtiéndola en fuente

energética de las mismas. Como esto es muy brutal y descarnado y cualquier ser

humano se revelaría ante esta situación de sojuzgamiento y de indignidad moral a la que

es sometido, las máquinas, cuando conectan a cada ser humano al sistema energético, lo

conectan también a una computadora. En esta computadora hay un programa que se

trasmite al cerebro de cada uno de los tipos que están conectados a la red eléctrica. Ese

programa ¿qué es? La vida, al parecer, la verdad. La gente va a trabajar, toma el

colectivo, se pelea con el jefe, le dice un piropo a la compañera de trabajo, vuelve a la

casa, compra un vinito, se toma un vinito, vive una vida más o menos feliz o más o

menos infeliz, tal como la vivimos cada uno de nosotros.

Hay en esa humanidad un grupo que se rebela, que ha descubierto la cosa y se

rebela ante esta situación. Viven sumergidos, son muy poquitos y tratan de reclutar

nuevos luchadores contra la Matrix, que así se llama ese programa que se inscribe en la

cabeza de cada hombre y le hace pensar que la vida es tal como la ven.

130

Logran contactar a un individuo y, a través de la Matrix, porque la única relación

que tienen con la realidad es ésa, le dicen que esto no es así, que es otra cosa; que todo

esto es una mentira. Y lo convidan, después de explicarle que es una mentira y

planteándole que hay una manera de desprenderse de esa mentira, a ver la realidad.

Ahora bien, le aclaran que ver esa realidad lo puede volver loco, porque es una cosa

abismalmente distinta a la que había pensado hasta ese momento. Le proponen

sintéticamente: “Tenés una pastilla roja y una pastilla verde. La pastilla verde te va a

devolver a esa vida normal que has tenido hasta ahora. Allí donde vas a trabajar,

gozás suavemente, sufrís suavemente y vivís. La pastilla roja, le dicen, te va hacer ver

la realidad. Es desgarrador, pero es la única manera que tenés de ser libre”.

El hombre opta por la pastilla roja, toma la pastilla roja y en el momento de tomar

la pastilla roja recobra la lucidez y ve que él es nada más que una pequeña pila humana

insertada en una red infinita de seres humanos que le dan energía a las máquinas.

El pensamiento nacional es nuestra pastilla roja. Es ni más ni menos que la

pastilla roja que nos da la lucidez necesaria, la iluminación necesaria para ver de qué

manera el imperialismo nos ha convertido a cada uno de nosotros y, lo que es peor, a

nuestras sociedades en pequeñas pilas que solamente contribuyen a darle energía al

sistema imperial. Esa es la función que tiene el pensamiento nacional.

Cuando Raúl Scalabrini Ortiz, después de su viaje por Europa, después de su

recorrida por Alemania y entender, este muchacho entrerriano, cómo funciona el gran

mundo, cómo funciona de verdad el gran mundo, después de ver cómo es la vida, en la

realidad, no como lo muestra la Matrix, no vuelve a ser el mismo de antes.

¿Y cuál es nuestra Matrix? El diario La Nación, la revista Perfil, Canal 11, Canal

13, Canal 9, esa es nuestra Matrix.

Después de volver de ese viaje, Scalabrini escribe, en un esfuerzo denodado de

investigación, la historia de los ferrocarriles ingleses.

Y descubre la Matrix, y ve cómo es el sistema de dominación. Ve cómo el sistema

de dominación opera no sólo en los ferrocarriles, que, al fin y al cabo, una investigación

puede sacarlo a la luz. Sino que descubre cómo el sistema de dominación opera en el

cerebro de los dominados para impedirles inclusive creer que lo que dice esa

investigación es cierto, es la realidad. Porque esa investigación, que demuestra que la

Argentina era, en 1930, un país semicolonial, el Sexto Dominio del Imperio Británico

era una verdad que atentaba contra la Matrix que funcionaba diariamente en el cerebro

de cada argentino que iba a trabajar y volvía. Porque toda la Argentina y la sociedad

131

argentina parecían iguales a la inglesa, a la norteamericana, a la francesa, a cualquier

otra y ese velo que la opresión cultural del imperialismo y de las oligarquías aliadas al

mismo impone sobre el conjunto de los pueblos, ese velo mental es el que dificulta ver

la vida tal cual como es.

Es decir, es lo que impide ver el núcleo central, la clave central de la dominación

imperialista, de nuestra naturaleza y de nuestro carácter semicolonial, dependiente.

De esto estamos hablando y discutiendo. Lo hicimos en Tandil, hace unos meses y

como una especie de vieja trouppe de teatro de la legua, esta murga se traslada de

pueblo en pueblo, llevando esta canción, este sonido: el pensamiento nacional, la

necesidad de establecer un pensamiento nacional, la necesidad de hurgar en nuestra

historia para encontrar la raíz de nuestros problemas actuales y la clave de nuestro

desarrollo futuro. La necesidad de indagar en las causas culturales de nuestro país para

ver cómo, desde el sistema cultural dominante, se construye la Matrix que nos impide

ver la dominación. La necesidad de desarrollar una política que permita que las

universidades del país no contribuyan de manera decisiva a incorporar a la Matrix a las

nuevas generaciones de estudiantes, de técnicos, de ingenieros y de intelectuales

argentinos.

Esa, ni más ni menos, es la función y el papel que cumple este bendito

pensamiento nacional que hoy nos ha reunido y que con estas palabras he querido

sintetizar para Uds.

Muchas gracias.

(Aplausos)

Público: Sería importante que en pos de la verdad el pensamiento nacional y el

revisionismo histórico tuviéramos en cuenta el hecho de que un Abelardo Ramos

termina pactando con Menem, que fue el mayor destructor de lo que el peronismo había

construido. Hagamos esa crítica porque Menem lo hizo en nombre del peronismo.

Julio Fernández Baraibar: Yo creo que la pregunta del compañero nos obliga a

ampliar la cuestión porque es evidente, como el compañero ha dicho de manera

contundente, que el conjunto de las fuerzas nacionales argentinas y agregaría el

conjunto de las fuerzas nacionales latinoamericanas, como el MNR boliviano, para dar

un ejemplo, fueron sacudidas, conmovidas, permeabilizadas por la gigantesca ola

reaccionaria que apareció en el mundo a partir de la desaparición de la Unión Soviética,

como potencia alternativa al imperialismo norteamericano y la ola de neoliberalismo

opresor que se descargó sobre el mundo semicolonial. Esa ola arrastró al peronismo,

132

arrastró a las direcciones más importantes del peronismo, a sus direcciones provinciales,

a toda su estructura dirigente.

Fue un momento de una enorme debilidad para las fuerzas nacionales de todo el

mundo semicolonial, donde la hegemonía imperialista era casi arrasadora. Y arrastró

también a mi maestro, Jorge Abelardo Ramos, en los últimos años de su dignísima,

brillante y admirable vida política e intelectual. Algunos intentamos no ser arrastrados,

algunos no fuimos arrastrados.

Todo el período del menemismo y de esa ola reaccionaria permitieron la

realización plena de todas las banderas de la Revolución Libertadora, ya que ese

proceso contrarrevolucionario –encabezado por Menem- sólo podía ser llevado con

éxito si se hacía desde una traición a las banderas y a las tradiciones fundamentales del

movimiento nacional, para contar así, con una masa electoral que le diese justificación y

legitimidad. Pero digo, muchos intentamos no ser arrastrados por la ola. Yo militaba en

la época del menemismo, cuando las elecciones de Menem, en la Izquierda Nacional

con Jorge Enea Spilimbergo, quien había planteado, en ese momento y desde unos años

antes, diferencias, puntos de vista divergentes con las posiciones y puntos de vista que

llevaba adelante Jorge Abelardo Ramos. Puntos de vista, los de Jorge Abelardo Ramos,

que cristalizaron en ese pálido final al transformarse en embajador de Menem en

México, pero que no alcanzó, porque la muerte fue generosa con él, no alcanzó a

cumplir en su persona, por lo menos, lo que hubiera significado, a mi modesto y leal

saber y entender, afiliarse al peronismo menemista. La muerte como un ángel reparador,

evitó ese penoso acontecimiento.

Creo que el tema de las traiciones, el tema de las debilidades que han permitido

que los movimientos nacionales se conviertan en determinado momento del desarrollo

histórico en arietes contra la nación y la Patria deben ser incorporados a la discusión y a

la reflexión colectiva de todos los nacionales. Nosotros, modestamente, desde la

Izquierda Nacional, lo hemos venido haciendo. No hemos silenciado nunca ninguno de

los errores, pero tampoco queremos convertir esos errores en una lápida, en una indigna

lápida que impida ver la prodigiosa obra intelectual y política de Jorge Abelardo

Ramos, cuyo libro Historia de la Nación Latinoamericana, que cumplirá, el próximo

año, el 40º aniversario de su aparición, encuentra hoy en la revolución bolivariana, en

los acontecimientos del Mercosur, en Lula, en Morales, una especie de realización

cinematográfica de aquel guión que en 1968 pensó Jorge Abelardo Ramos.

133

De manera tal que a cada cual lo que le corresponde. No lo vamos a reivindicar a

Ramos por los errores de los últimos años de su vida y lo vamos a reconocer

personalmente como un maestro, como una guía y como quien nos enseñó, en mi caso,

a entender este país. Esto es lo quería agregar.

Público: Mirando al pensamiento nacional como una unidad que empezamos a

conocer ahora. Va ahora porque recién la empezamos a conocer nosotros los jóvenes.

¿Cuáles son sus criterios, a todos Uds, los temas centrales porque nos deberíamos

preocupar no solo culturales, sino también estructurales para nuestro país? Se que son

muchísimos pero que jerarquía le darían Uds.

(Después de la intervención de Pepe Muñoz Azpiri)

Julio Fernández Baraibar: Sí, yo voy a agregar, mejor dicho voy a tratar de

subsumir este objetivo que plantea Pepe Muñoz Azpiri, y que me parece central, en una

cuestión que, a mi modo de ver, es previa y es, creo, la tarea central que le corresponde

a mi generación que ya tiene 60 años y a la generación política que viene.

Creo, compañeros y compañeras, que se ha terminado definitivamente,

definitivamente, la posibilidad de pensar políticas nacionales en términos de los

pequeños países en que ha sido convertida la gran heredad española. No existe ninguna

de las grandes políticas culturales, estratégicas, militares, tecnológicas, energéticas que

pueda ser concebida bajo el pequeño campanario de la Argentina, el pequeño

campanario de Bolivia, el pequeño campanario de Uruguay y me atrevo a decir, aunque

parezca paradójico, el pequeño campanario del Brasil. Tenemos que convencernos de

que nuestro principal pensamiento debe estar dirigido a la unidad suramericana y

latinoamericana. Tenemos que congeniar con el comandante Chávez, que se ha

propuesto como tarea central volcar todos los esfuerzos de Venezuela y de su petróleo

para la estructuración de una unidad latinoamericana que se hará… y que la está

haciendo Chávez, mal que le pese al Rey de España y al señor que se retira …

(Aplausos)

… y al señor que se retira enojado.

Persona del público: Es un payaso Chávez.

Fernández Baraibar: Payaso lo llamó Cosme Becar Varela, ¿Ud. es Cosme

Becar Varela?

Persona del público: No.

Fernández Baraibar: Pues piensa igual que él. Chávez, mal que les pese al señor

y al rey de España que quiere actuar todavía como si Fernando VII viviera, es el centro

134

de nuestra política, de nuestro pensamiento y de nuestra reflexión. No hay solución a

Malvinas sino en términos latinoamericanos, no hay discusión con los ingleses sobre las

reservas energéticas y mineras de la Antártida sino en términos de políticas

latinoamericanas. Es el conjunto de los latinoamericanos que tenemos que enfrentarnos

a las grandes fuerzas imperialistas. Entonces, -ya termino- si no nos ponemos como eje

la necesidad de dejar ser argentinos, uruguayos, bolivianos, chilenos, peruanos para ser,

en primer lugar, latinoamericanos, si no nos ponemos como eje eso, vamos a repetir,

para beneplácito de las grandes potencias, el ridículo enfrentamiento que hoy estamos

teniendo con el Uruguay. Porque los uruguayos están pensando como uruguayos, las

autoridades uruguayas están pensando en Uruguay y las autoridades argentinas están

pensando en Argentina y acá tenemos que pensar en la cuenca del Plata, tenemos que

pensar en el Mercosur, tenemos que pensar en la unidad latinoamericana. Ésta, a mi

modo de ver, y mal que le pese al amigo que se acaba de retirar airado, es la tarea y el

centro de nuestra política y de nuestra vida.

(Aplausos)

Pestanha: Había otra pregunta. Sulé.

Sulé: No adhiero a tus últimas palabras. Adhiero a las últimas palabras de

Pesthana en tanto y en cuanto la Argentina debe realizarse como tal para que esa

realización sea eficaz al conjunto de iberoamericana. Creo que no hay que olvidar

aquellas expresiones de Perón que dijo que vamos a la continentalización y agregó:

Argentinos no olviden que la Argentina es el hogar. En Europa se establece una unidad

europea, pero el alemán no deja de ser alemán por la unidad europea, el francés no deja

de ser francés por la unidad europea, sino que esa unidad permite una mayor afirmación

de las comunidades nacionales. En tanto las comunidades nacionales se desarrollan va a

ser posible el desarrollo de un bloque que le ponga freno a los intereses del

imperialismo, en ese sentido yo coincido con sus últimas expresiones Pesthana, nada

más.

Pestanha: Le paso.

Fernández Baraibar: Yo no coincido con el amigo Sulé para nada en este punto.

En otras muchas cosas sí. En primer lugar, la nación Argentina no tiene nada que ver

con la nación francesa. La nación Argentina es el resultado de una balcanización de una

gran nación que estamos tratando de reconstruir y que es latinoamericana. La

comparación y el pensar que las diferencias nacionales que existen entre Argentina y

135

Brasil son similares a las que existen entre Francia y Alemania, donde han corrido

siglos de luchas y hectolitros de sangre es, creo, una comparación desacertada.

Nosotros, cuando hablamos de una integración latinoamericana, no hablamos de

una integración al modo como está ocurriendo -porque tampoco se ha consolidado- en

Europa, que es el intento de integrar a naciones radicalmente distintas, con historias

diversas, con constituciones materiales e históricas, con genes diversos.

La integración latinoamericana es, en mi perspectiva, una reintegración. Nosotros

intentamos volver a la primitiva visión que tuvieron estas tierras cuando San Martín,

Bolívar y Artigas cabalgaron con los ejércitos liberadores. A esa unidad previa a la

balcanización es a la queremos volver. Por eso, particularmente, no le damos un carácter

nacional, en el sentido que tiene el concepto de nación francesa, ni a Bolivia, ni a

Argentina, ni a Chile, ni a ninguno de los países latinoamericanos. Son productos de una

balcanización, cuyos responsables fueron las grandes potencias de entonces y las

minorías oligárquicas de cada uno de esos países.

Pestanha: Queda planteada entonces una buena disidencia para el análisis, sana.

Hay otra pregunta, si si, hay otra pregunta pero vamos a cerrar. Digamos para que de

alguna manera acercando a los chicos que están trabajando y anotando. Una disidencia

que creo que es fundamental. Acá hubo una disidencia que me parece que tiene que ser

un tema de discusión y de debate. Ahí tienen un planteo por ejemplo concreto y bueno

Uds irán analizando a partir de los textos y del abordaje de su propia experiencia cual es

la que vayan a compartir de alguna forma. Pero me parece una decisión interesante y

sustancial.

Había otra pregunta.

Público: Me parece que es necesario ver como nuestros países vecinos, nuestros

pueblos hermanos van logrando su propia identidad y si es factible en este momento,

más adelante, o si fue factible una integración de pensamiento, es decir la pregunta

concreta ¿cómo ven Uds a los grupos de pensamiento de los distintos pueblos hermanos

de la región?

Fernández Baraibar: Desde mi opinión el tema sería así. Este es un punto tan

importante como el anterior. El que acaba de plantear el amigo, el compañero. Una de

las tareas principales de la integración, una de las tareas principales de esta urgencia que

planteábamos recién es conocernos, conocernos, saber qué son los brasileros, saber cuál

es su historia, saber cuál es la historia del Uruguay, saber que significó Batlle y

Ordóñez, saber que significó Aparicio Saravia, aquí del otro lado del charco. Saber

136

quién fue el general Belzú en Bolivia. Conocernos, acercarnos, porque, como decía

anoche el Tucho Methol Ferré, con su tartamuda elocuencia, “no podemos amar a lo

que no conocemos”. Las Universidades, las escuelas tienen que introducir historias

latinoamericanas. Conocemos más de la Primera Guerra Mundial que de la Guerra del

Chaco. Conocemos más de la Guerra Franco Prusiana que de la Guerra del Salitre.

Tenemos que conocer a nuestros hermanos, conocer a aquellos con los que nos vamos a

integrar, sentir a aquellos a quienes vamos a amar y formar una gran confraternidad. De

esa manera vamos a descubrir cuál es el hilo del pensamiento histórico en cada uno de

estos países, quiénes son los que tocan el violín en la misma frecuencia y en el mismo

tono que nosotros. Pero no es una tarea que esté realizada, es una tarea que tenemos que

realizar para que nuestros nietos no tengan la misma ignorancia que tenemos nosotros

sobre nuestros hermanos vecinos, me parece que por ahí apunta el interrogante del

compañero.

137

Después del 2001

138

El cadáver del señor ValdemarNo faltan, en esta proliferación de novedosas teorías sociales y políticas que ha

caracterizado los últimos veinte años, quienes han decretado la muerte histórica de la

oligarquía, junto con la de los estados-nación, la independencia nacional, las clases

sociales y, por supuesto, la lucha de las mismas por imponer su hegemonía sobre el

conjunto de la sociedad.

Según sus corifeos, el proceso de planetarización de la economía imperialista ha

disuelto las antiguas estructuras sociales que sostenían a las sociedades semicoloniales

y, con ello, a sus viejas clases dominantes. En su reemplazo, afirman, una nueva casta

de gerentes universales impone sus criterios, determinados por modernos paradigmas

técnicos, disuelve los antiguos privilegios y moderniza las arcaicas y parasitarias formas

productivas.

La oligarquía argentina, formada alrededor de los grandes invernadores, los

terratenientes de la pampa húmeda y el sistema de consignatarios y exportadores, ha

monopolizado el humus pampeano –uno de los principales recursos naturales de la

Argentina, por su extensión y fertilidad- desde las Mercedes Reales en tiempos de la

colonia y por medio de una apropiación forzada ya en épocas independientes, y ha

determinado, desde 1810, el destino de los argentinos, lo que llevó a Sarmiento a

afirmar que en nuestro país “las vacas dominan la política”.

Esa clase social, lamentamos informar a sus necrólogos, lejos de haber

desaparecido, se mantiene viva, como el espantoso cadáver hipnotizado del señor

Valdemar, en el célebre cuento de Edgar Allan Poe, y continúa exigiendo su libra de

carne al resto de la sociedad del Plata. Sostenida a lo largo de casi doscientos años por

su incorporación privilegiada al mercado mundial, el llamado proceso de globalización

no ha hecho sino endurecer su situación monopólica, ampliar su participación en el PBI

y dar alas a su soberbia y voracidad.

Queremos alertar que, como en 1955 y en 1976, estos parásitos repudian todo

intento de poner al Estado Nacional al servicio del interés común de los trabajadores y

el pueblo argentinos y que han comenzado a mostrar los colmillos de su odio y avaricia.

En el momento en que el fracaso, sangriento y doloroso para el conjunto de la

población, de la política que estos oligarcas sostuvieron, aplaudieron y defendieron

durante los últimos treinta años, lleva al gobierno a asumir algunas medidas para evitar

el injustificado aumento de precios, amenazan como lo hicieran –repito, porque la

139

memoria es frágil- en 1976 con un paro ganadero, con dejar de enviar animales al

mercado interno, un típico e histórico prolegómeno de toda provocación golpista en la

Argentina.

Queremos alertar, tanto a los trabajadores y al pueblo, como al propio gobierno,

que en la distracción de la campaña electoral, la oligarquía ganadera, la enemiga

histórica del progreso, el bienestar y la libertad de la Argentina, se prepara para dar una

batalla por sus injustos e injustificados privilegios. Y como tenemos memoria y la

hemos visto actuar a lo largo de cuarenta años sabemos de lo que son capaces cuando

sienten que un gobierno no expresa su omnímoda voluntad: lo voltean e imponen una

salvaje dictadura en nombre del libre juego de la oferta y la demanda y el ahorro

público. Ya la tuvimos en 1955 y en 1976. Es más, todavía no hemos terminado de salir

completamente de ellas.

El cadáver insepulto del señor Valdemar debe morir definitivamente para que el

pueblo argentino pueda vivir.

Buenos Aires, 21 de setiembre de 2005.

140

La oligarquía argentina se amotinaSabido es que el verdadero artífice y estratega del sangriento golpe de estado de

marzo de 1976 fue José Alfredo Martínez de Hoz, un oligarca relamido cuya prosapia

delictiva se remonta al siglo XVIII. Curiosamente, mientras sus sicarios uniformados,

ya valetudinarios, están encerrados en arrestos domiciliarios o en salas de terapia

intensiva, este liquidador de la vida y los bienes de la comunidad argentina pasea su

indigna humanidad por la calle Florida, todas estas soleadas mañanas de la primavera

porteña. Ese “discreto encanto de la oligarquía”, ese dulce sentimiento de ser, en

última instancia, los dueños del país y su gente, esa agradable sensación que da el

pensar “a nosotros no nos pueden hacer nada” es lo que explica que este criminal se

vuelva invisible a los ojos de compatriotas que se encolerizan con un comisario

suburbano o se levantan de la mesa de un restaurante al aparecer el asesino Astiz,

valiente frente a monjas y cobarde frente a los ingleses.

Y son esas espirituales razones, asentadas sobre el monopolio de las tierras más

feraces del planeta, sobre la prodigiosa concentración de la propiedad agropecuaria

experimentada en la Argentina durante los años 90 y sobre el control parasitario y

rentístico que ejercen sobre toda la estructura económica nacional, las que han puesto a

la oligarquía argentina nuevamente en pie de guerra contra un gobierno que intenta

revertir los últimos treinta años de privilegio y saqueo.

El desatinado aumento del precio de la carne, las provocativas declaraciones de

los dirigentes de la CRA, de CARBAP y de la Sociedad Rural, las amenazas de realizar

un boicot dejando de enviar ganado para el consumo son los prolegómenos del

alzamiento que esta clase miserable está organizando contra el gobierno del doctor

Kirchner.

Inmutables a cualquier incentivo económico tendiente a aumentar la

productividad agraria, la oligarquía ganadera –verdadero núcleo de los sectores

enemigos del país y de su pueblo- pretende que los argentinos paguemos la carne al

precio internacional, hoy en aumento por distintas razones coyunturales, como si el

asado o la milanesa fuesen un producto de importación.

Mienten cuando rechazan las retenciones o cuando reclaman su inocencia como

formadores de precio. Chantajean al gobierno y al resto de los argentinos cuando se

niegan a acordar los precios y amenazan con el paro agrario.

141

La justicia de las retencionesLas retenciones a las exportaciones cárneas son la consecuencia directa de una

medida gubernamental, el establecimiento del precio del dólar en $2,95-3. El

economista cordobés Salvador Treber dejó claramente establecido, en un oportuno

artículo aparecido en la Voz del Interior, que si el gobierno permitiera una paridad en el

precio de equilibrio, la cotización del dólar estaría alrededor de $ 2,15. Estos 80

centavos de más que el sector agropecuario recibe por sus exportaciones no es el

resultado de un aumento de la productividad o una baja en sus costos, sino de una

decisión política del Estado que mantiene un precio alto del dólar, comprando en dos

años algo así como 11.500 millones de dólares. Pero la gavilla de parásitos

improductivos considera que son de ellos y que esa retención (de un porcentaje variable

que va del 23,5 en el caso de la soja al 15 en el caso de la carne) perjudica su

rentabilidad y el “desaliento cunde en las sacrificadas filas de los productores

agrarios”. Si el argumento del desaliento fuese cierto, los productores agrarios

argentinos deberían figurar en el libro Guinness como récord en la materia: hace más de

cincuenta años que viven desalentados, mientras invierten en lujosas propiedades en

Punta del Este, Pinamar o Cariló, en suntuosas e importadas 4x4 o en la Bolsa de Nueva

York. Ocultan, como trapaceros y ventajistas que son, que esa retención, en el caso de la

soja, le sigue dejando un mayor ingreso de 13,8% que no es producto ni de su capacidad

inversora, su pericia planificadora o su preocupación por el aumento constante de la

productividad.

Los argentinos sabemos claramente lo que las palabras paro agrario significan.

Vivimos sus efectos en 1976, contra el gobierno de Isabel Perón, y fueron el inicio del

golpe militar procesista.

La vieja y nunca enterrada oligarquía pampeana se ha amotinado contra el

gobierno. Es un deber denunciarla y es una tarea pendiente hacerla desaparecer como

clase social. Esas tierras y su producción pertenecen al conjunto del pueblo argentino y

deben servir para el interés del conjunto de la nación.

Publicado en Patria y Pueblo Año 3, N° 11, Buenos Aires, 14 de diciembre de

2005.

142

Sobre el falso conflicto de las papeleras en el río UruguayCarta al Ministro de Relaciones Exteriores de la Argentina sobre la papelera

uruguaya y el papelón argentino

Buenos Aires, 29 de julio de 2005

Señor

Ministro de Relaciones Exteriores de

la República Argentina

Dr. Rafael Bielsa

Presente

Estimado ministro:

Como Ud. bien sabe, la política exterior de un país no puede estar sujeta a los

avatares de una opinión pública perversamente manipulada por el monopolio privado de

los medios de comunicación ni a las cambiantes encuestas de opinión en épocas

electorales.

Dentro de los grandes lineamientos estratégicos de nuestra política exterior, el

Mercosur y los países que lo integran constituyen, y deben constituir, su principal

preocupación. Todo lo que afecte la más estrecha, fraterna y solidaria relación con los

estados que integran este embrión de unidad suramericana debe ser motivo de intensa

preocupación, estricta atención y urgente solución, con la prudencia y la

confidencialidad que, en general, ameritan las relaciones internacionales.

El Uruguay, el paisito como lo llaman sus hijos con cariño, no es un país

industrial. Diversas razones históricas, que orientales como Alberto Methol Ferré,

Washington Reyes Abadie y Carlos Machado nos han hecho ver a los argentinos, lo

condenaron a la evanescente riqueza de la renta diferencial, a un empobrecido presente

pastoril, sin fábricas que den trabajo a sus laboriosos compatriotas, con inmensas

colonias de emigrados económicos que buscan en Australia y Nueva Zelanda el

porvenir que no encuentran en su patria.

Resulta verdaderamente doloroso y carente de toda racionalidad que la intención

uruguaya de instalar en Fray Bentos una fábrica de papel, como las que ya hay en

nuestro país, se haya convertido, para un reducido grupo de ciudadanos argentinos, en

una amenaza de la misma magnitud genocida que el bombardeo atómico de Hiroshima.

La acción de sedicentes organizaciones ambientalistas, el sensacionalismo ignorante de

la prensa comercial, el oportunismo electoralista de algunos políticos argentinos, más la

143

sospecha de intereses que intentarían traer el emprendimiento a la Argentina, han

convertido esta cuestión perfectamente secundaria en un problema que amenaza la

armonía entre los dos países y, lo que es aún peor, la posibilidad de acordar con el

Uruguay políticas comunes en el ámbito del Mercosur. No fue la causa directa del

resultado en la elección del presidente del Banco Interamericano de Desarrollo, pero el

Uruguay no aceptó la propuesta argentino-brasileña en el medio de este patético

enfrentamiento.

Pero resulta aún más preocupante que el ministerio de Relaciones Exteriores no

haya sabido ponerse por encima de este cuestionamiento local, apareciendo ante la

opinión pública uruguaya como haciéndose eco o apoyando el mismo, dando

explicaciones a los vecinos y sometiendo decisiones de política internacional a una

asamblea barrial.

Esta situación sólo beneficia a quienes, desde la Argentina, el Uruguay o

Washington atentan contra todo intento de romper nuestra balcanización y erigir en el

sur del continente un sólido bloque de poder que aúne nuestros estados y nuestros

pueblos.

Estimado señor Ministro:

Es imprescindible que se restablezca un sano criterio de interés superior por

sobre estos reclamos que, por ingenuidad, ignorancia o perfidia, atentan contra lo que

debe ser el más alto objetivo de nuestra Cancillería: la unidad suramericana.

Es necesario dar amplia información y debate sobre estos grandes temas, para

contrarrestar, en parte, el poderoso sistema de comunicación que monopolizan los

sectores vinculados al gran capital imperialista, que son quienes, en definitiva, imponen

la agenda a discutir.

Es preciso restablecer la confianza y la amistad con el gobierno y el pueblo

uruguayos en la idea de que nuestra compañía jamás será un obstáculo para su bienestar

y desarrollo sino un instrumento esencial a esos objetivos.

La más importante tarea que generación alguna se impuso en este continente es

lo que está en juego: convertir nuestras aisladas y débiles naciones en una integrada y

fuerte confederación de repúblicas.

Quedo a su disposición

Julio Fernández Baraibar

144

El Retorno de la BrujaSu paso por la política argentina fue un resultado, como tantas otras desgracias

que azotaron al país, de la dictadura cívico militar de naturaleza oligárquica e

imperialista que sufrimos a partir de 1976, conocida como “el Proceso”.

El nombramiento en la CONADEP, creada por Raúl Alfonsín en 1983, convirtió

a la profesora de francés y Educación Democrática Rosa Graciela Castagnola de

Fernández Meijide en una figura de injustificada repercusión política. Previamente la

crueldad ciega y torpe de los esbirros de la dictadura habían secuestrado y hecho

desaparecer, posiblemente por un error, a su hijo Pablo de 17 años.

Desde la actividad en defensa de los Derechos Humanos se perfilaron

claramente sus atributos políticos: una adscripción fiel a los postulados demoliberales

impuestos en el país por la Revolución Libertadora, un antiperonismo rampante, una

gran ignorancia y un mal genio y autoritarismo que, de inmediato, la hizo merecedora

del mote de “La Bruja”.

En 1991 junto a Chacho Álvarez quien, rota por completo su vinculación con el

peronismo, se había convertido en un adalid del “progresismo” porteño, la profesora, ya

desaparecido el itálico Castagnola, Graciela Fernández Meijide aparece como fundadora

del FREDEJUSO y se postula a la diputación por la ciudad de Buenos Aires, sin salir

electa. No obstante, quien sale electo en dichos comicios fue otro candidato del

FREDEJUSO, esta vez a concejal porteño. En efecto, Aníbal Ibarra, un joven ex fiscal

del juicio a la Junta Militar, accede al Concejo Deliberante y comienza la carrera que

terminaría dramáticamente con el humo tóxico de Cromagnon.

El Frente del Sur, creado en 1992 para presentar a Pino Solanas a la senaduría de

la Ciudad de Buenos Aires, tenía, como se sabe, dos sectores claramente diferenciados.

Por un lado, el partido Encuentro Popular de Luis Brunati, uno de los diputados

peronistas rebeldes al giro de Menem, el Partido de la Izquierda Nacional de Jorge Enea

Spilimbergo y, en cierta medida, el Partido del Trabajo y el Pueblo –sigla legal del

Partido Comunista Revolucionario de Otto Vargas- expresaban una línea de

aproximación al movimiento de masas antimenemista, a los sectores más combativos de

la CGT, que luego constituirían el MTA, y, en general, hacia los postulados nacionales,

democráticos y antiimperialistas que habían caracterizado al peronismo. Por el otro, el

partido Comunista, sectores del partido Intransigente, el Partido Humanista y diversos

amigos personales de Pino Solanas, como Manuel Gaggero, Alcira Argumedo, Eduardo

145

Jozami y Horacio González sostenían una tendencia progresista, democratista y alejada

de las expresiones combativas de la CGT, un punto de vista en el que la oposición a

Menem estaba muy mezclada con los prejuicios antiperonistas gorilas de la clase media

porteña.

Pasadas las elecciones, el FREDEJUSO y, sobre todo, la extraña fascinación que

Álvarez tenía sobre los progresistas de todo pelaje, logra que el Frente del Sur, ya sin la

participación del Partido de la Izquierda Nacional, se incorpore a un nuevo Frente

Grande. Las elecciones del año 93 llevan a Graciela, junto con Álvarez, a la Cámara de

Diputados de la Nación.

Desde el parlamento y su bancada progresista, la señora Fernández Meijide

comienza a convertirse en una especie de módica Pasionaria contra los excesos de

corrupción y mal gusto del gobierno de Menem, sin que su voz se escuchara en temas

como las privatizaciones o el esquema cambiario, que ya había comenzado a hacer

agua.

El año 1994 la verá convertida en constituyente nacional. Desde su escaño

seguirá las directivas de Chacho Álvarez, quien es ya un decidido defensor de la política

económica del gobierno. Las críticas verbales al Pacto de Olivos no le alcanzaron a la

profesora para retirarse de la convención, como sí lo hizo un miembro de su bancada, el

obispo de Neuquén, don Jaime de Nevares.

De ahí en más no vendrían más que triunfos para ella. Terminada la nueva

constitución que crea la autonomía de la Capital Federal, participa del encuentro de la

Confitería El Molino, donde comienza a gestarse lo que sería posteriormente la Alianza.

Desde la lista del FREPASO, el nuevo frente formado con Bordón, fue electa

senadora por la Capital Federal. Luego triunfaría sobre, nada menos que, Chiche

Duhalde en las elecciones legislativas, triunfo que la llevaría a presentarse a

gobernadora de la provincia de Buenos Aires.

Al inicio de esta campaña comienza a viajar para proyectar su imagen en el

exterior. Uno de esos viajes la lleva a los EE.UU. gobernado, entonces, por Bill Clinton.

Fue, justamente, a la vuelta de este viaje donde tuvo lugar la más importante expresión

política de la profesora Graciela Fernández Meijide. “Clinton es del palo” dijo a los

desconcertados periodistas, para referirse al tipo de relaciones que pensaba haber

logrado establecer con el gobierno que por la época bombardeaba Yugoslavia. Y la

expresión la pinta a la perfección. Esta pobre señora pensaba –y nada hace suponer que

no lo siga pensando- que ella -y a los que ella representa- y Bill Clinton, el jefe del

146

superimperialismo, el representante de la plutocracia mundial, el general en jefe del más

grande ejército de la historia humana, pertenecen a la misma pandilla, al mismo lado, al

mismo partido, que es el de la gente buena. La profesora jamás hubiera dicho que Bush

o Nixon eran “del palo”. No. Ellos son agresivos, imperialistas, racistas, cowboys

malos y feos. Pero el joven, sonriente, rubio, lindo y demócrata Clinton, claro que es

“del palo”.

Sus días políticos terminaron antes que terminara el miserable gobierno

encabezado por de la Rúa. Nombrada por éste, como ministra de Desarrollo Social tuvo

que renunciar, en el 2001, pero mucho antes de diciembre, por nombrar como

interventor del PAMI a su cuñado Angel Tonietto, o sea por nepotismo y corrupción, las

únicas críticas que formulara al gobierno de Menem.

La noche la tragó, las jornadas del 19 y 20 de diciembre la sepultaron en el

olvido y nadie, o casi nadie, se acordaba ya de Graciela.

Y, entonces, estos recuerdos, ¿a propósito de qué?

Es que hoy la prensa hablaba de ella, como en la canción de Joaquín Sabina.

En una librería de la calle Florida, la Bruja Fernández Meijide presentó un libro

al que ella o la editorial han llamado La Ilusión – El fracaso de la Alianza vista por

dentro. En compañía de Alfonsín y algunos otros políticos en situación de retiro, la

profesora de Educación Democrática desempolvó sus viejas admoniciones. Como en las

pasadas épocas de su paso por el estrellato, sostuvo que el Gobierno incurre en un

“incumplimiento” de la Constitución de 1994, cuando “se lesionan las instituciones, se

margina al Congreso con un exceso de decretos de necesidad y urgencia, y cuando no

se respeta al Poder Judicial a través de los cambios en el Consejo de la Magistratura”.

Y aprovechó la más inmediata coyuntura, para sostener que “siempre se dice

que la gente vota con el bolsillo y que no se le puede ganar a un gobierno en tiempos

de bonanza económica, pero ahora se acaba de demostrar en dos lugares (por la

Capital y Tierra del Fuego) que no es tan así cuando la gente tiene la prevención de que

algo no anda bien en el plano institucional”.

Sus maestros, Zuretti y Peñaloza, autores inolvidables de los manuales de

Educación Democrática de toda una generación no podrían sino estar felices de su

discípula.

Buenos Aires, 28 de junio de 2007.

147

El sectarismo, la tentación permanenteEste artículo se refiere a circunstancias ocurridas a lo largo de tres riquísimos

años, durante los cuales el pueblo argentino reinició el camino de su liberación y el de la

unidad latinoamericana.

En octubre de 2004 un grupo de compañeros, encabezado por mí, decidió sumarse

al pequeño grupo partidario Patria y Pueblo con las siguientes consideraciones:

Por qué y para qué nos integramos a Patria y PuebloHan pasado diez años del fallecimiento de Jorge Abelardo Ramos y, hace tan sólo

un par de meses acaba de irse Jorge Enea Spilimbergo. Los dos fundadores, militantes y

constructores políticos de la Izquierda Nacional ya no están con nosotros, pero han

dejado tras de sí un importante y trascendental legado. Hay una generación de militantes

de nuestra corriente que accedieron a la vida política con los fuegos insurreccionales de

1969 y tiene hoy la edad y la madurez necesarias para tomar la posta dejada por los

fundadores. Pero también existe una nueva camada de jóvenes militantes, del campo

social, del movimiento estudiantil y del movimiento sindical, que se ha sumado a

nuestras filas como resultado de las grandes movilizaciones del nuevo siglo, que ha

recogido las banderas de la Izquierda Nacional y las despliega a los nuevos vientos que

hoy soplan en nuestra América Latina.

Muchas de las tareas que hemos intentado desarrollar a lo largo de estos últimos

cuarenta años han comenzado a hacerse fuerza social y política.

La Patria GrandeLa Unidad de la Patria Grande ha dejado de ser una consigna para desplegar

agitativamente y se ha convertido en bandera estratégica para un decisivo número de

estados de nuestra balcanizada tierra. Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay están

consolidando un Mercosur que ha dejado de estar en manos de economistas y

empresarios, para pasar a ser iluminado con proyectos culturales, políticos, científicos,

territoriales y militares. A este grupo inicial de países se le ha sumado la Venezuela

Bolivariana, que bajo la conducción del Comandante Hugo Chávez despliega para el

conjunto de nuestros pueblos las antiguas aspiraciones del Libertador.

El mapa político de Suramérica ha comenzado a dibujarse con el mismo lápiz con

que Perón, como presidente y estratega del movimiento nacional argentino, y Jorge

Abelardo Ramos, en la lucha ideológica y política desde el llano, esbozaron, hace ya

cincuenta años, nuestro inevitable destino continental.

148

Nunca, desde los tiempos de las guerras por la Independencia ha sido tan fuerte,

tan sólido y tan operativo el sentimiento de pertenencia a una misma Patria. Desde todos

los puntos de nuestro inmenso continente llegan expresiones de gobierno y de pueblos

que anhelan sumarse a este Mercosur, que ha logrado poner coto al ALCA, la política

norteamericana de dominación en el área. Lejos de afirmarse, el ALCA ha debido

posponer sus planes, gracias a la presión mancomunada del Mercosur, que ha

encontrado en las cancillerías de Brasil y Argentina la coincidencia de objetivos que

faltaban durante estos últimos diez años. Cada semana se amplía y profundiza, en

reuniones presidenciales, ministeriales y diplomáticas, la institucionalización de nuestro

gran espacio. Si bien, existen dificultades en países del Pacífico, como Chile o Perú, que

se resisten, por razones históricas y sociales, al impulso de unidad, es cada día más

evidente la confraternidad y comunidad de intereses y objetivos que existen entre los

países de la Cuenca del Plata y entre sus respectivos gobiernos.

La Argentina y la crisis del modelo imperialistaEn nuestro país, el partido justicialista, que sigue conteniendo a las grandes

mayorías nacionales, se encuentra en la confusa encrucijada de un laberinto. Limitado y

agobiado por los años de sumiso silencio y callada obediencia a la política oficial

menemista, a los mitos monetaristas del liberalismo y a la voluntad de la potencia

imperialista hegemónica, EE.UU., tiene dificultades insalvables para reencontrarse con

sus ideales y programa históricos. Ha dejado de ser ese mero instrumento electoral al

que el General Perón acudía para ratificar en las urnas la legitimidad que previamente

residía y era ejercida en el seno del pueblo, para convertirse en un partido del régimen.

Es por eso que el partido justicialista ha dejado inevitablemente afuera a los

mejores elementos del peronismo, a los sectores más profundamente vinculados a su

experiencia histórica y a las nuevas generaciones de hombres y mujeres del pueblo que

saben de ésta tradición, pero no encuentran el cauce político que la exprese.

El 19 y 20 de diciembre de 2001, los sectores populares argentinos, los

trabajadores, las grandes masas de desocupados y amplios sectores de la clase media

empobrecida, hicieron temblar hasta sus cimientos el modelo político y económico de

dominación imperialista, haciendo renunciar al ideólogo del mismo, el ministro de

Economía Domingo Cavallo y al impávido, conservador y reaccionario presidente

radical Fernando de la Rúa. Durante unos días nuestro pueblo fue dueño de las calles y

factor determinante y exclusivo para la constitución de una nueva relación de fuerzas en

149

la Argentina. Pero el alzamiento popular no se convirtió en una revolución. La debilidad

de los trabajadores, la liquidación del apa_rato productivo, el retroceso gigantesco de

las conquistas alcanzadas habían sido de tal magnitud que imposibilitaron que esa nueva

relación de fuerzas se convirtiese en acción política revolucionaria. Y las elecciones no

hicieron sino reflejar estas limitaciones.

Por un lado, Carlos Menem, el autor y responsable del desmantelamiento del

aparato del Estado y de la entrega de nuestras empresas y riquezas nacionales a la

voracidad imperialista, intentaba continuar y profundizar su vasallaje, con un programa

que, de cumplirse, impediría para siempre nuestro desarrollo soberano y pondría en

riesgo la marcha y profundización del proceso de unidad continental expresado en el

Mercosur.

Por otro lado, Adolfo Rodríguez Sáa, quien en unos días como presidente, puso al

país nuevamente de pie y lleno de entusiasmo y fe en el futuro, al declarar la moratoria

de la deuda externa, lanzar un amplio plan de lucha contra la pobreza y la desocupación

y volver a las fuentes tradicionales del movimiento nacional, expresó en su programa y

en su cam_paña el proyecto más osado y radical: un retorno a la política histórica del

peronismo en el marco de la necesaria reconstrucción del Estado nacional desguazado.

Y por fin, la candidatura de Néstor Kirchner aparece como resultado exclusivo de

tres negativas: la de Eduardo Duhalde a presentarse como candidato en los días en que

el miedo producido por el asesinato de Santillán y Kostecki le hacían decir cualquier

cosa; la de las encuestas electorales a la candidatura de José Manuel de la Sota; y la de

Carlos Reuteman a aceptar la invitación del PJ. Ungido a último momento, logró

acumular el peso del aparato partidario bonaerense, formado sobre la base del más

crudo clientelismo político en manos de los intendentes del gran Buenos Aires. Fue este

candidato el que asumió la presidencia, cuando el candidato que había obtenido más

votos, Menem, se negó cobardemente a presentarse al balotaje.

El gobierno de KirchnerAsume entonces el gobierno un sector del peronismo con una base

predominantemente pequeño burguesa, cuyos dirigentes habían sido ejecutores

complacientes de las políticas desnacionalizadoras del menemismo, sin muchos

vínculos con el movimiento sindical, con una visión bastante provinciana de la realidad

política nacional y que es tributario de su triunfo al poderoso aparato que maneja con

150

mano firme Eduardo Duhalde. El gobierno del presidente Kirchner llegaba, entonces, al

gobierno como resultado de una profunda división en el seno del peronismo.

A casi dos años de estos hechos, este gobierno ha dado muestras de sus luces y

sus sombras.

Nos encontramos con un gobierno débil, con muy escasos cuadros administrativos

propios y con una alta concentración del poder en la figura del presidente, que intenta

reconstruir el aparato del Estado en sus aspectos esenciales, que, con una paciencia a

veces exasperante, pretende resistir las presiones sin límites de las empresas

privatizadas y que ha asumido una negociación de la deuda externa con dignidad y

firmeza. Se trata de un gobierno que ha planteado como estratégica la continuación del

Mercosur y ha sabido aislar a estas negociaciones de los altibajos del comercio regional

y de los reclamos sectoriales, pero que no se atreve a revisar en profundidad los

postulados económicos liberales y ha sido incapaz, pese a algunos esfuerzos, de dar

solución rápida y profunda al hambre que sufre un inmenso sector de nuestro pueblo.

Estamos frente a un gobierno que ha reivindicado la soberanía argentina sobre las Islas

Malvinas y a los combatientes que en ella lucharon como no había ocurrido durante los

veinte años de democracia formal, pero cuyo ministro de Economía se resiste a reactivar

el mercado interno por la vía del aumento salarial y mantiene un conservador superávit

fiscal, en momentos en que la creación de nuevas fuentes de trabajo y la reactivación

económica deberían constituir el único objetivo de la conducción del área.

Este gobierno ha intentado a lo largo de dos años de independizarse del poder

generado por el sistema de caciques del partido Justicialista y ha buscado ampliar su

base de sustento hacia sectores de la clase media progresista, fundamentalmente de la

ciudad de Buenos Aires, y con cierta inserción en sectores desocupados de la ciudad y

del Gran Buenos Aires. Estos intentos han tenido un escaso éxito, razón por la cual, y

ante la inminencia de elecciones legislativas en el 2005, el presidente Kirchner y sus

amigos han debido reparar los puentes con la maquinaria electoral del justicialismo y su

sistema de aprietes y favores. El gobierno se encuentra así sostenido por un minoritario

sistema de dirigentes vinculados a cierto progresismo izquierdista, con escaso poder

electoral, y por la estructura del PJ, sus gobernadores, intendentes y punteros, educados

políticamente en el menemismo, que desconfían orgánicamente del santacruceño y sus

intentos reformistas. El concepto elaborado y sostenido por Alberto Guerberof de “un

gobierno sin partido en un país sin estado” sintetiza con claridad la debilidad orgánica

tanto del gobierno como de la sociedad en su conjunto, después del vendaval que

151

liquidó la herencia del peronismo, del yrigoyenismo, como YPF y hasta del roquismo,

como el correo, el agua y el ejército nacional fundado en el servicio militar obligatorio.

La oposiciónDel otro lado, lo enfrenta el conjunto del sistema imperialista, los acreedores

externos, las privatizadas, el sector agrario enriquecido por la devaluación y enemigo

declarado de las retenciones a las exportaciones, los viejos y nuevos representantes de

los sectores enriquecidos durante los noventa a costa del empobrecimiento de la

mayoría de los argentinos, con sus López Murphy, Macri y Sobisch. Estas clases

sociales han gobernado el país desde el golpe de estado de 1976 y, por primera vez, se

encuentra sin una dirección unificada y con un enorme descrédito social y político.

Hasta ahora no han podido confrontar con el gobierno sino a través de la figura

mediática del señor Blumberg en el tema de la seguridad pública, fundamentalmente

alrededor de los secuestros extorsivos.

El cuadro opositor se completa con la sistemática campaña de descrédito

desplegada por la señora Lilita Carrió con gran repercusión en la prensa comercial y en

las usinas políticas del neoliberalismo. La ex diputada alfonsinista encabeza un amplio

frente opositor que abarca desde un tibio progresismo hasta sectores ultraizquierdistas

que creen vivir en una situación preinsurreccional y llevan adelante una política de

confrontación que, si bien no puede alcanzar el poder, socava al gobierno facilitando y

hasta dando excusas a la acción de la derecha imperialista.

El reagrupamiento de la Izquierda Nacional, hacia un nuevo movimiento

nacionalEn los últimos casi treinta años la Izquierda Nacional sufrió los embates y las

derrotas que experimentó el conjunto del pueblo argentino. Se produjo entonces un

largo proceso de escisiones y rupturas que llevaron a una completa dispersión de sus

cuadros y organizaciones. Algunos compañeros pasaron por el justicialismo y,

decepcionados, volvieron a su casa. Otros compañeros desarrollaron distintas

experiencias políticas a lo largo de estos años, organizando alguna forma de

nucleamiento político en su provincia o en su ciudad o comprometiendo su acción

militante en organizaciones gremiales. Hay compañeros que con sus organizaciones

lograron establecer vínculos de estrecha colaboración y respeto con sectores del

nacionalismo, tanto de origen militar como peronista. Hay compañeros y organizaciones

que han desarrollado un intenso trabajo de organización social, agrupando a obreros

152

desocupados y sus familias y llevando adelante emprendimiento productivos solidarios.

En todos ellos ha permanecido vivo el pensamiento estratégico de la Izquierda Nacional

y los acontecimientos históricos de los últimos años no han hecho sino reafirmar esta

convicción. Entendemos que es necesario, sin plazos y sin condiciones, iniciar un

movimiento unificador de toda esta fuerza en un diálogo y cooperación sinceros y

fraternales, en donde nos reconozcamos en nuestras experiencias sin anteojeras

ideológicas y sin prejuicios derivados de enfrentamientos que ya tienen un cuarto de

siglo. Este proceso de reencuentro y unificación deberá plantearse sin ideas

preconcebidas acerca de la organización que nos daremos y dando cara a la magnitud de

las tareas que los nuevos tiempos y la juventud argentina nos exigen.

Pero este objetivo sólo adquiere sentido en la realización de la otra tarea

estratégica: la de la recreación del gran movimiento nacional revolucionario que exprese

al conjunto de las clases y sectores esquilmados por el imperialismo, a los trabajadores

sindicalizados y a la vasta multitud de obreros desocupados, campesinos sin tierra,

empleados con sueldos miserables, profesionales sin destino en la producción y

estudiantes sin futuro, a las nuevas generaciones de militares que anhelan unas Fuerzas

Armadas al servicio de la integridad territorial y del desarrollo económico soberano de

la Patria. Con el aporte de miles de dirigentes y militantes peronistas que no fueron

corrompidos por el menemismo, de miles de dirigentes gremiales que han resistido

durante todos estos duros años, de miles de esforzados dirigentes sociales que hicieron

frente al hambre de sus compatriotas y los ayudaron a organizarse y enfrentar al poder,

de miles de hombres y mujeres, jóvenes y viejos las banderas históricas del pueblo

argentino volverán a flamear victoriosas como lo hicieron el 17 de octubre de 1945.

Entendemos que la mejor manera de poner en acción estos puntos de vista y

alcanzar estos objetivos es dando un paso concreto hacia esa unidad, no para cristalizar

particularidades, sino para respetarlas y asumirlas en el movimiento general. Vemos a la

Izquierda Nacional como un gran torrente político e ideológico necesario para enfrentar

los combates que vienen.

El movimiento Patria y Pueblo, con quien hemos mantenido permanente contacto,

con quien hemos participado en la campaña del Movimiento Nacional y Popular en las

últimas elecciones, ha logrado constituir en la región metropolitana una importante

organización militante con presencia en el movimiento de desocupados, en el

movimiento barrial y en el movimiento estudiantil. A su vez, ha desarrollado una tarea

153

de reagrupamiento de los cuadros de la IN con una visión amplia y fraterna que

compartimos.

En esta perspectiva y con las convicciones aquí expresadas, los abajo firmantes

hemos decidido integrarnos al movimiento Patria y Pueblo, desde donde continuaremos

luchando por la liberación nacional y la unidad latinoamericana.

Un balance, tres años después Hasta aquí aquel documento.

Como se ha visto, intentamos integrarnos, entonces, a una organización política

preexistente, con estas consideraciones y objetivos. Fui elegido en un plenario como

miembro de la Mesa Nacional del partido y, a partir de ese momento actué persiguiendo

la realización de los objetivos planteados en la declaración precedente, realizando una

intensa labor tendiente a la unificación de distintos sectores con origen común en la

Izquierda Nacional, así como en la elaboración de la política nacional y latinoamericana

del movimiento.

Desde el principio mismo de la incorporación surgieron algunas diferencias con

respecto a dos puntos:

En primer lugar, al tipo de organización que debíamos crear. Mi opinión, junto

con la de algunos otros compañeros, era la construcción de una amplia organización que

nuclease a afiliados y militantes que coincidieran con los grandes lineamientos de la

Izquierda Nacional expresados por Patria y Pueblo en la coyuntura política que nos

tocaba vivir, mientras que otros compañeros, mayoritarios en la conducción del partido,

insistían en la formación de una cerrada estructura de cuadros descripta con abundancia

de metáforas militares, del tipo “ejército en marcha”. Se insistía en un criterio

formalista según el cual cierto modo de organización partidaria, con cuadros

regimentados bajo un cercano control de la dirección, fundado en deformados conceptos

de origen leninista, aseguraría la incorruptibilidad de los cuadros y la intransigencia de

la política. Pese a que el partido fundado por el propio Lenin, según sus estrictos

criterios, fue el que entregó la propiedad estatal rusa a una mafia formada por los

propios cuadros partidarios, los demás integrantes de la mesa de PyP se aferraban a

estas viejas concepciones. En lugar de plantearse el problema de dotar de nuevas

representaciones a las grandes masas a las que los grandes partidos tradicionales ya no

pueden representar - como se expresaba en nuestro documento- se optaba por el

pequeño cenáculo, con sus reuniones de núcleo presididas por un miembro de la

154

dirección, con la obligatoriedad de concurrir a ellas y demás preceptos de la liturgia de

los grupos de izquierda. La discusión quedó abierta y postergada. Mi opinión era que el

desarrollo de la política generase las condiciones necesarias para resolverla, habida

cuenta de que, según mi punto de vista, esta diferencia no podía interferir en nuestra

voluntad de construir una formación política numerosa, influyente y capaz de generar y

hacer política.

La segunda diferencia importante era un punto de vista crítico de mi parte a

subrayar las diferencias surgidas en la Izquierda Nacional hace treinta años, cuando se

inició el alejamiento entre Ramos y Spilimbergo. Si bien tanto los compañeros más

veteranos como yo habíamos permanecido junto al último en aquellas jornadas y lo

habíamos acompañado durante todas o algunas etapas del camino, consideraba que

reabrir la discusión sobre aquellos lejanos tiempos sólo serviría para ahondar el

distanciamiento entre los diversos grupos de IN, cuando la tarea central era la

convergencia, tal como lo expresaba nuestra declaración.

Actuamos y actué en consonancia con ella. Fui uno de los impulsores de la

publicación de la revista Política y, hasta último momento, busqué el acuerdo con otros

grupos de IN para que fuese una edición conjunta y no sólo el producto de PyP. Tuve

que luchar contra la inoportunidad y el permanente sectarismo de Néstor Gorojovsky,

quien, en medio de las negociaciones con el movimiento Causa Popular, conducido por

Alberto Guerberof y que acompañó a Ramos en las querellas de 1975, saliera

públicamente con un intempestivo brulote contra Jorge Abelardo Ramos, en evidente

actitud rupturista.

Di charlas y conferencias en todas partes del país expresando el punto de vista

sostenido por PyP y, pese a la cautelosa y desconfiada actitud de varios miembros de la

mesa, mis intervenciones públicas, personales, por escrito, por radio, televisión e

internet, jamás entraron en colusión con la línea política de PyP, sino que, por el

contrario, abrían perspectivas para la acción política de nuestro movimiento.

No obstante ello, a lo largo del tiempo, se fue desarrollando una desconfianza y

una falta de confraternidad, cuyo origen, según pude enterarme hace unos días, radicaba

en lo que dieron en llamar mi “concepción sobre la construcción partidaria”, es decir

en mi negativa a conformar una secta salvacionista, y mi insistencia en construir un

movimiento en el que los argentinos de carne y hueso, sin mayores dones que su mera

preocupación por su patria y su futuro pudieran encontrar un lugar de lucha.

155

No voy a poner a quienes hayan llegado hasta aquí en la penosa tarea de conocer

las pequeñas maniobras, las zancadillas arteras o la hipocresía que tuve que sufrir por

mi resistencia a convertirme, a mi edad, en un boy scout, para quien debería ser más

importante ser orgánico que ser político. Todo tipo de personajes, incluso ajenos al

partido –lo que no deja de ser paradójico en un grupo autorreferenciado a su

sacramental organicidad- desfilaron en la campaña de desprestigio previa a la ejecución.

El teléfono dejó de sonar para comunicarme la suspensión de reuniones o las novedades

del movimiento. Había comenzado la acción de enfriamiento.

El hecho es que la mayoría de la mesa nacional de PyP decidió expulsarme, el

sábado último, por el hecho de que mi “inorganicidad ha generado un mal ambiente en

la mesa”, aún cuando “soy la persona que más coincide políticamente con PyP” y

dándole a la expulsión la forma cínica de una licencia no solicitada. Como no se

animaron a votar una expulsión –cosa que propuse-, concientes de la naturaleza sectaria

que tal actitud comportaba, encontraron este cínico recurso, inútil para ocultar la

naturaleza sectaria y excluyente de la actitud.

De manera, estimados amigos, que por decisión de la dirección de PyP y de su

rampante celotismo he dejado de pertenecer al agrupamiento, y que, por lo expuesto,

han resultado incorrectas nuestras presunciones sobre que, desde allí, podríamos llevar

adelante un proyecto de unificación de la Izquierda Nacional. Si han sido incapaces de

convivir con quien ha marcado un punto de vista diferencial en un par de cuestiones, es

imposible que de ese agrupamiento surja política unificadora alguna, la que tendría que

absorber diferencias más complicadas y con un desarrollo identitario de años de

militancia. Quienes hoy dirigen PyP, he llegado a la conclusión, quieren construir, tan

sólo, una pequeña secta sin voluntad integradora, autocomplaciente con su estrechez y

doctrinarismo, orgullosa de su pequeña talla y su dogmatismo.

Libre de los compromisos que traté de preservar y respetar, continúo como

siempre en la lucha por la liberación nacional y la unidad latinoamericana a la que me

sumé a los veinte años. Las ideas de la Izquierda Nacional siguen siendo un instrumento

irremplazable en esa tarea. Sigo considerando, como lo expresamos en aquella

declaración de hace tres años que “es necesario, sin plazos y sin condiciones, iniciar un

movimiento unificador de toda esta fuerza en un diálogo y cooperación sinceros y

fraternales, en donde nos reconozcamos en nuestras experiencias sin anteojeras

ideológicas y sin prejuicios derivados de enfrentamientos que ya tienen un cuarto de

siglo. Este proceso de reencuentro y unificación deberá plantearse sin ideas

156

preconcebidas acerca de la organización que nos daremos y dando cara a la magnitud

de las tareas que los nuevos tiempos y la juventud argentina nos exigen”.

Cuando el pueblo argentino, después de la última elección, ha ratificado la política

del presidente Kirchner de reasumir el rumbo de nuestra revolución nacional

latinoamericana, cuando las declaraciones de la nueva presidente Cristina Fernández de

Kirchner ratifican y profundizan esa voluntad popular, al responder con patriótica

firmeza y dignidad la alevosa provocación del imperialismo yanqui, a través del

mismísimo FBI, se hace, también, más necesaria que nunca “la recreación del gran

movimiento nacional revolucionario que exprese al conjunto de las clases y sectores

esquilmados por el imperialismo, a los trabajadores sindicalizados y a la vasta

multitud de obreros desocupados, campesinos sin tierra, empleados con sueldos

miserables, profesionales sin destino en la producción y estudiantes sin futuro, a las

nuevas generaciones de militares que anhelan unas Fuerzas Armadas al servicio de la

integridad territorial y del desarrollo económico soberano de la Patria”, como

sosteníamos hace tres años.

Esta seguirá siendo mi lucha y será ésta la última vez que hable sobre estos

lamentables incidentes.

Pântano do Sul, Isla de Florianópolis, Santa Catarina, Brasil, 13 de diciembre de 2007

157

Un profeta del pasado y un cínico defensor de los excluidosDesde La Nación y el Clarín de hoy se lanzan oscuras premoniciones contra el

proyecto de reestatización de los fondos previsionales.

La del diario de los Mitre la firma el economista Juan José Llach, de amplia y

recordada actuación en los tiempos de Menem y Cavallo. Comienza diciendo: “Lo más

evidente es la preocupación y aun la angustia de la mayoría de la población más por la

situación interna que por la crisis global”.

Este descubrimiento del agua tibia intenta ocultar dos cosas. Una, que lo mismo

ocurre en todos los países del mundo y que, en general, siempre ha ocurrido igual. Una

crisis global y sistémica es percibida por los ciudadanos, en su aislamiento individual,

como resultado, o bien de los propios errores, o del gobierno. El capitalismo, con su

moral del éxito individual como producto de la virtud y su repudio a toda intervención

estatal, da el justificativo a ambas respuestas. La complejidad del sistema económico

global, lo invisible y anónimo de los procesos económicos esenciales ocultan para el

ciudadano particular el mecanismo de la crisis.

La otra es que son estos mismos economistas –cuyo deber cívico es correr estos

velos que oscurecen una mejor comprensión del sentido y magnitud de la crisis- quienes

ayudan a la falsa conciencia, puesto que si lo hicieran caería sobre ellos, sobre sus falsas

concepciones, sus equivocados pronósticos, para no hablar de sus nefastas y

destructivas gestiones de gobierno, todo el furor de sus víctimas.

A continuación, Llach despliega un dramático escenario, que ha sido típico en

todos los charlatanes neoliberales que desde hace treinta años ocupan el presunto saber

económico, cuya finalidad es hacer creer al desconcertado ciudadano que las cosas en

nuestro país han tenido efectos más letales que en ningún otro. Frente a un gobierno que

no obedece estúpidamente sus directivas, que cuestiona los criterios que llevaron al país

a su propia crisis en 2001 -que son los criterios de Llach y sus cómplices-, estos alzan la

voz con gesto airado y profetizan el incendio que ellos y sólo ellos desataron hace siete

años.

Habiendo sometido a los débiles, a los pobres, a los enfermos, a los viejos y a los

niños de este país a un inescrupuloso empeoramiento de sus condiciones de vida, de su

integración social, cuando el gobierno intenta establecer un cerco a la crisis, recuperar el

control pleno de su ahorro y de su sistema previsional, salvándolo de la segura muerte

de la especulación, Llach y los suyos salen a hablar en nombre de los débiles. “Si se

158

aprueba este malhadado proyecto, y siguiendo la tradición nacional los fondos

expropiados se gastan, también sufrirán mucho los débiles del futuro”. Nada le dice al

mal economista y peor contador que ya hoy, quienes cobraban de sus afjps, contaban

con un subsidio del estado para sostener su retiro. Desde la instauración de la jubilación

privada los únicos que se han gastado los fondos de sus aportantes han sido las propias

administradoras, en comisiones leoninas, en malas inversiones y en sueldos dignos de

los buitres de Wall Street. El Estado ha seguido pagando sus jubilaciones, las ha

ajustado –cada vez que ha habido una conducción popular al frente de la República-, y

los aportes de los trabajadores constituyen el fondo solidario para responder a quienes

se jubilan. Pero para que el ridículo sea mayor, Llach agrega: “Los jubilados, a quienes

se prometen haberes que serán impagables, y los chicos y jóvenes de hoy, que ya

adultos deberán hacer esfuerzos adicionales para mantenerlos”. Han sido las

crapulosas afjps las que prometieron retiros siderales, las que engañaron a sus

aportantes –muchos de ellos inscriptos de prepo, por orden del Estado-, y las que

debilitaron con su accionar el sistema de reparto.

Llach no da un solo argumento a la discusión. Anuncia tempestades, asusta,

distorsiona y confunde. Sabemos que detrás de ello no está sino el interés de sus

mandantes.

En Clarín la firma es de Alcadio Oña, un empleado de muchos años del

monopolio, de total confianza, por lo tanto. La crítica no tendrá, entonces, ese tupé de

conocimiento hermético que caracteriza a los llamados economistas, sino algo más

popular, de más llegada. ¿Y que descubre Oña? Ni más ni menos que “el caso de los

que están afuera del sistema previsional”. Con todo derecho usted se preguntará si las

AFJPs lo hacían, si esos fondos, de alguna manera, estaban destinados a paliar la

situación de quienes, debido al desmantelamiento que llevaron a cabo los columnistas

de La Nación, como Llach, quedaron al margen, en la orilla o fuera del sistema

previsional.

¿Cuándo se preocupó Alcadio Oña y el diario Clarín de los trabajadores en negro?

¿Clarín les pagaba los aportes jubilatorios a los jóvenes a los que hacía trabajar como

pasantes, en plena furia desreguladora?

Por el contrario, todas las campañas llevadas a cabo por el MTA –en épocas de

Menem- y por la CGT, después, en contra del trabajo en negro, todos los artículos,

declaraciones y expresiones parlamentarias que, por ejemplo, realizó el actual diputado

Héctor Recalde contra esta lacra impuesta por el neoliberalismo, no encontraron en

159

Clarín –o en Alcadio Oña, que es lo mismo- el menor eco, la menor respuesta. Hace tan

sólo unos días el jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, otorgó mezquinos

aumentos salariales en negro a los docentes, lo que explica el repudio de las

organizaciones sindicales mayoritarias de ese sector, pero no hubo ningún Alcadio Oña

que viera en ello “una expresión rotunda de la fragmentación del mercado laboral, de

la desprotección y de la imposibilidad de hacerse oír”. Por el contrario, lo que los

lectores de Clarín pudieron leer fue una abierta crítica a los dirigentes sindicales que

condenaban a los niños, según estos escribas, a la ignorancia y el oscurantismo.

Por supuesto que el alma buena de Alcadio Oña no toleraría firmar una columna

donde se hiciera la apología de estos fondos carroñeros que sustraen a la Nación el

ahorro de sus trabajadores, como son las AFJPs, ni le permitiría afirmar que está muy

bien que se cobren las comisiones del 35 % que se cobraban estas sanguijuelas. Para eso

están los Melconián y los Broda. Su papel de hombre bueno es oponerse a la

nacionalización de los fondos previsionales en nombre de los que no han realizado

aportes jubilatorios. Una hipocresía digna de un diario hipócrita.

Caracas, 4 de noviembre de 2008

160

El manejo de nuestro principal ahorro vuelve a la Nación El proyecto de reestatizar el sistema previsional argentino que acaba de enviar la

presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su aprobación por parte del Congreso

pondrá fin a una de las más inicuas apropiaciones del ahorro argentino por parte del

capital financiero internacional y devolverá a los argentinos el manejo del mismo.

El sistema de las AFJP fue impuesto en el medio del saqueo al que fue sometido

el país por Menem, Cavallo y el neoliberalismo financiero. Además de la pérdida de

nuestras grandes empresas estatales, el transporte aéreo, las comunicaciones, el petróleo,

el hierro, el carbón, la minería y hasta el correo, el sometimiento del país a los dictados

imperialistas impuso la apropiación por parte de las finanzas internacionales del sistema

previsional. Millones de argentinos fueron forzosamente afiliados a las AFJPs que

prometían, como lo hace todo estafador, una prodigiosa multiplicación de los aportes

obligatorios. Muchas voces se levantaron entonces contra el sistema, cuyo simple

análisis matemático evidenciaba como un timo mondo y lirondo. Entre ellas, la del

entonces diputado Moisés Fontenla, que en un librito de unas cien páginas demostró la

burla que se estaba montando, el saqueo a que se sometía al país y la imposibilidad del

sistema a mediano plazo.

La propuesta de Cristina ha puesto fin a esa iniquidad y nuestro Estado vuelve a

recuperar este fundamental instrumento financiero. Aprovechando la situación de

desmadre del sistema financiero internacional, cuya génesis está en su misma mecánica

–la producción de más dinero por medio del dinero, sin necesidad de la trabajosa

intermediación de la mercancía-, el gobierno continúa recuperando para la voluntad

nacional los comandos económicos estratégicos.

Después que el fanatismo liberal de los republicanos se transformara en

nacionalización de los bancos, después que Sarkozy declarara muerto el sistema

financiero mundial que regía hasta hace quince días, ¿cuáles serán los argumentos de la

oposición?, ¿qué principios sacrosantos de libertad individual habrá pisoteado esta vez

el gobierno?

Ya están alegando que se usa con fines recaudatorios. ¿Y con eso qué? En

momentos en que un vendaval financiero y económico da vueltas patas para arriba todo

el mundo capitalista, es obligación, y no sólo derecho, de un gobierno tener bajo sus

manos la mayor cantidad de herramientas que garanticen el menor costo posible para

sus ciudadanos. Se van a respetar los derechos de los aportes ya efectuados y se

161

respetará a quienes quieran poner en la timba de las finanzas privadas la parte de su

ahorro extra. Pero los fondos acumulados hasta hoy no van a zozobrar como producto

del gran casino financiero. Ni enriquecidos, venales y pésimos administradores podrán

cobrar sus siderales sueldos, mientras se evapora el ahorro de más de diez años.

Ya han aparecido en la prensa canalla los pájaros de rapiña convocando a un

torrente de juicios contra el estado. Ya han aparecido los émulos de la gata de doña

Flora que se quejan por las formas o el momento. La señora Carrió pone sus ojos en

blanco y profetiza nuevos fines del mundo, tal como lo hace con frecuencia. La

desvaída oposición sólo intenta desprestigiar al gobierno, mientras de su seno no ha

salido una sola idea o proyecto para enfrentar la crisis mundial, que los tomó por

sorpresa, sin excepción.

El gobierno de Cristina, en medio de la tormenta, ha retomado la iniciativa

política. El siguiente paso debe ser la derogación de la actual ley de entidades

financieras y la sanción de un nuevo instrumento legal que devuelva al país su

capacidad y control.

Caracas, 21 de octubre de 2008

162

Clarín sabe que esta vez la oposición no tiene ala plebeyaLos medios -y fundamentalmente Clarín- saben que la decisión presidencial de

reestatizar el sistema previsional argentino cuenta con un importante apoyo de los

sectores de clase media que fueron decisivos en el complot sojero contra la política del

gobierno, en el llamado conflicto del campo. Saben que muy pocos argentinos que

viven de un sueldo van a salir a la calle a defender a las nefastas afjps.

Y es por eso que, en la edición de hoy, el escriba político de Clarín sale a

denunciar como paranoia de la presidenta Cristina y de Néstor Kirchner la evidente

coincidencia de intereses, sin apoyo masivo, entre los buitres del sistema bancario y

financiero argentino, un pequeñìsimo sector social paquete circunscripto a Callao y

Santa Fe y los countries de Pilar y, por supuesto, el sistema mediático monopolizado.

Dice Van der Kooy “Néstor Kirchner cree también ahora que hay poderes en las

sombras que han comenzado a desestabilizar los mercados apenas el Gobierno de su

esposa, Cristina Fernández, anunció la voluntad de reestatizar el sistema de

jubilaciones privadas” Y a lo largo de su nota no emite una sola argumentación que

contradiga esta suposición compartida por millones de argentinos. Los “mercados” no

son, como ha quedado demostrado con la crisis bursátil desatada en EE.UU. una entidad

abstracta y sin rostro. Por el contrario, detrás de esa fachada se mueven, intrigan,

conspiran y amenazan hombres y mujeres concretos, -dueños de bancos, altos ejecutivos

financieros, empresarios, agentes de bolsa, especuladores, embajadores, directores de

diarios y televisoras- que por todos los medios intentarán quedarse con el ahorro

argentino, puesto que es lo que han venido haciendo desde hace diez años en nombre de

la libertad de comercio y el derecho de propiedad.

Pero Van der Kooy sabe, como digo, que esta vez no lo acompañarán caceroleros

de Flores o Caballito -ya bastante enojados con la especulación inmobiliaria en sus

barrios- y que varios partidos de la oposición han declarado desde hace años sus críticas

a las afjps. Pero lo que Clarín quiere evitar con su paranoica denuncia sobre la supuesta

paranoia presidencial es que las amplias mayorías de los argentinos que fueron afiliados

a la fuerza al sistema privado, que apoyan el desmantelamiento de este sistema de

saqueo financiero, se movilicen, como deberán hacerlo, para defender el proyecto al que

hoy amenazan una hipócrita UCR, el desatino apocalíptico de la diputada Carrió y el

gatoflorismo de una sedicente izquierda, a la que no hay proyecto que le venga bien.

163

El capital financiero en la Argentina está conspirando e intentará evitar que el

Congreso sanciones el proyecto presidencial. Los Pinedos y los de Narváez saldrán a

apoyar cualquier propuesta que impida la sanción del proyecto oficialista. Y usarán para

ello, no el rostro abominable del neoliberalismo de los '90 -derrotado mundialmente por

sus propias calamidades- sino la hipócrita bonhomía de estos sepulcros blanqueados de

la oposición radical-socialista-arista, que, una vez más, jugarán el triste papel de

heraldos de la oligarquía y el imperialismo.

Caracas, 29 de octubre de 2008

164

No caeremos en la zanja a la que nos quieren llevar los ciegosLas medidas económicas anunciadas por la presidenta Cristina en la tarde del

martes 25 de noviembre y completadas con los anuncios formulados en la Cámara de la

Construcción son una continuidad del esquema político-económico implícito en la

reestatización del sistema previsional, que acaba de ser ratificado por el Congreso

Nacional.

Habíamos dicho hace unas semanas que la defensa de las AFJPs no tendría ala

plebeya. La fila ominosa de La Parábola de los ciegos de Pieter Brueghel, que se formó

durante la infame insurrección sojera, ya se había despeñado en la inexorable zanja a la

que eran conducidos, justamente, por su ceguera, la crisis del sistema capitalista

mundial había extendido sus amenazantes sombras y la avidez carroñera de ese

engendro menemista no podía conmover a ninguna persona honesta. Ningún ciego

estaba ya en condiciones de guiar a otros ciegos, so pena de desbarrancarse como las

pobres figuras pintadas por el maestro flamenco. De ahí el fracaso de todo el frente

gorila oligárquico-financiero en movilizar a sectores de la clase media contra la acertada

medida presidencial. De ahí, también, la abrumadora votación en ambas cámaras que

convirtieron en ley la vuelta al sistema de reparto y el retorno al estado de los fondos en

los que había metido mano el capital financiero.

La propuesta presidencial retoma la iniciativa y da una respuesta al desafío de la

crisis global en la más estricta tradición nacional argentina. El Estado nacional, que las

dos últimas presidencia han logrado restaurar en su majestad y autonomía –aún cuando

todavía haya mucho por hacer- asume la función de mantener el trabajo y la inversión

productiva nacional, el ingreso de los trabajadores y la legítima rentabilidad empresaria,

mientras que destina un importante presupuesto a la obra pública que, se sabe,

constituye un poderoso dinamizador de una economía autocentrada.

Estas medidas se convierten, en la actual coyuntura internacional, en un verdadero

escudo nacional capaz de enfrentar una crisis, que ni Argentina ni Suramérica han

generado. La ineluctable mecánica del imperialismo capitalista ha sido la causa material

y eficiente de este maremoto y, como otras veces, intentará descargar sus efectos y

costos sobre el mundo semicolonial.

Las propuestas presidenciales han levantado un muro de contención a esas

intenciones. Mientras la oposición –los ciegos de Brueghel- divagan en místicos

165

mandatos y apocalípticos escenarios, la presidenta Cristina formula una política

nacional concreta.

Ello merece todo nuestro apoyo.

Caracas, 25 de noviembre de 2008

166

Groussac, Borges, Moyano, Clarín y un pequeño miserableEste es el modo como los monopolios mediáticos -convertidos, también en

Argentina, en el eje articulador de la oposición golpista, falsamente democrática y

oligárquica, igual que en Venezuela- intentan defender el autoritario, despótico ejercicio

de su libertad de empresa. Seguramente los lectores latinoamericanos requieran de una

breve explicación.

Quién es Hugo MoyanoHugo Moyano es el secretario general de la Confederación General del Trabajo

(CGT), un poco gordo, negro -como se dice en mi país- de ascendencia indígena, fiero,

para los parámetros de belleza de la revista Gente o Para Ti, como pisar mierda

descalzo, habla como millones de argentinos, con errores de prosodia, desdibujando las

“eses” finales -nosotros decimos comiéndose las eses, pero como la expresión es

anfibológica la he evitado-.

Ha sido el más duro y consecuente opositor al menemismo, cuando muchos de sus

compañeros eran cooptados por la corrupción neoliberal. Ha logrado que, no sólo los

conductores de camiones, sino todo el personal que trabaja alrededor de un camión -esto

es los recolectores de basura, los cargadores de camiones en las transportadoras de

bebidas, los descargadores de los supermercados, es decir los sectores menos

especializados y por lo tanto peor pagados de la clase trabajadora argentina- hayan

obtenido convenios que han logrado elevar la dignidad de estos trabajadores y sus

familias al nivel de un maestro o un empleado de banco.

Moyano y la CGT son dos soportes decisivos del gobierno de Cristina Fernández.

Constituyen la base proletaria, asalariada, de un gobierno débil en muchos aspectos,

pero que ha intentado en los últimos siete años -incluyendo la gestión de su marido-

cambiar el rumbo neoliberal, proimperialista y prooligárquico de la Argentina.

Hugo Moyano en la Biblioteca NacionalEste gobierno, lanzado a una lucha sin cuartel con el sistema mediático, lleva a

Moyano a la Biblioteca Nacional -una especie de templo laico del iluminismo

oligárquico, donde los espectros de Paul Groussac y de Jorge Luis Borges, con su

mezcla de cinismo y desprecio por las razas de humilde color, aún asustan a los lectores

trasnochadores- para discutir la sanción de una nueva Ley de Radiodifusión, que

reemplace a la vigente, impuesta por la dictadura de Videla.

167

Y he aquí, en toda su restallante infamia, clasista y reaccionaria, la crónica de uno

de los paniaguados y alquilones con que Clarín pretende expresar a la clase media

argentina, en su edición de hoy, sábado 10 de mayo de 2008.

Lo primero que intenta resaltar es el carácter patibulario del público que siguió a

Moyano. Para ello titula:

“Rodeado de una barra de camioneros, el jefe de la CGT habó en la Biblioteca

Nacional”

Días atrás, en la Feria Nacional del Libro había dado una conferencia el periodista

norteamericano Tom Wolfe, frente a un entusiasta público integrado en su mayoría por

muchachas de mediana edad, que celebraban con los ojos en blanco las ocurrencias del

ambiguo personaje. A nadie se le ocurrió titular “Barra de entusiastas solteronas dio

marco a la conferencia de un escritor extranjero”, por ejemplo.

¿Que pretende el jefe de redacción de Clarín, con ese título?

¿Que la primera visita del negro Moyano como expositor a la Biblioteca Nacional

fuese acompañada de un coro de doncellas que, en blancas togas, le arrojase pétalos de

rosa a su paso?

El hombre, siguiendo al Martín Fierro, debe haber pensado “yo soy toro en mi

rodeo y torazo en rodeo ajeno” y, para sentirse más seguro, se hizo acompañar por sus

iguales: fornidos recolectores de basura a razón de 3.500 kilos por noche, choferes de

gigantescos camiones de 150.000 dólares, conocedores de todos los comedores que hay

entre Buenos Aires y La Quiaca, o entre Río Gallegos y San Pablo, con su infaltable

toalla en el cuello y su voluminoso abdomen asomando bajo los pliegues de la camisa

desabrochada.

Y este hecho, democrático, plebeyo, popular, Clarín pretende convertirlo –en

actitud de señora gorda lectora de Andrés Oppenheimer- en un baldón a la sacralidad

del recinto. La Prensa y La Nación ya lo hicieron durante y después del peronismo.

También lo había hecho el periódico Propósitos, del partido comunista en 1945.

Clarín ha logrado entrar en tan poco honroso Salón de la Fama.

El verdugo como víctima del decapitadoLa segunda maniobra del monopolio es ponerse en el papel de víctima, actitud

esta que los venezolanos conocen muy bien.

Este multimillonario monopolio, que factura diariamente millones de dólares, se

siente amenazado por “una campaña de agresiones” consistente en que “militantes

168

camioneros repartían ayer en la sala calcomanías con las leyendas ‘Clarín miente’ y

‘TN-Todo Negativo’”. Las tiernas y sensibles almas de doña Ernestina, sospechosa de

cambiar la identidad de sus hijos adoptivos durante el videlato, y de Magnetto, cuyo

dedo índice debe tener el tamaño del obelisco como producto del ejercicio de contar los

billetes de dólares ganados en los últimos treinta años, sienten que su dictadura es

amenazada por unas leyendas distribuidas en la Biblioteca Nacional por un grupo de

recolectores de basura.

Su mera enunciación revela la infamia del Clarín y la lacayuna obediencia del

plumífero que firma el artículo.

Frente a este arrastrado Marcelo Helgfot se alza, ejemplar y admirable, la renuncia

de Claudio Díaz a las mieles y seguridades de la esclavitud que ofrece Clarín a sus

paniaguados.

Caracas, 10 de mayo de 2008

169

Un lamebotas del poder mediáticoHay un ignoto diputado, que ha intentado iluminar su opacidad, recorriendo

cuanto programa opositor existe en el país -el 99 % de ellos- de pasado desconocido.

Escritor de copie y pegue, con oscuras relaciones con no menos dudosas ongs, que

exhibe un curriculum repleto de desconocidos premios y menciones, que se refirió de

esta manera a los elogios de Frank La Rue al anteproyecto de Ley de Servicios

Audiovisuales:

Dijo el señor Fernando Iglesias, que de él se trata: “Sinceramente, esperaba una

actitud diferente de un funcionario de la ONU. La libertad de expresión siempre es un

riesgo que tiene la oposición porque el Gobierno es quien detenta el poder. Por eso, si

usted quiere saber qué pasa en el país debería hablar con la oposición y no con un

Gobierno que le puede contar cuentos de hadas. Y encima usted luego hace

declaraciones que lindan la ingerencia en asuntos soberanos de nuestro país, sin

siquiera conocer los cuatro proyectos que tiene presentado la oposición”.

“Le cuento –agregó Iglesias dirigiéndose a La Rue- que somos nosotros los que

recibimos las denuncias en la Comisión porque los que se arrogan el derecho de

controlar la democracia no bajan a dar quórum para tratar estos temas en el recinto”.

Este crapulita de anónima trayectoria pretende hacer creer al funcionario

guatemalteco, como si el hombre fuera imbécil y no supiera la verdad, que el Gobierno

es quien detenta el Poder, en la Argentina.

El diputadito porteño, otrora niño mimado de la adiposa dirigente anaranjada, vive

en un mundo de película hollywoodense donde el malo es el Gobierno y los buenos la

oposición. No importa que en ella militen monopolios como el de Clarín, verdadero y

casi exclusivo poder en la formación de la opinión pública argentina, porque el

diputadito Iglesias está a favor de los cuentos de hadas de Nelson Castro, de Mariano

Grondona, de Leuco o de Majul -el novio mediático de su jefa-.

Pero como el oscuro diputadito sabe la verdad, aprovecha para criticar al enviado

de la ONU y así rapiñar un poco de centimil en el amenazado pasquincito de barricada,

Clarín, por un gobierno autoritario y arbitrario que tiene el tupé de abrir la discusión de

una ley en el seno del pueblo y sus organizaciones. Iglesias es un tipo para tener en

cuenta, cuando haya que atribuir responsabilidades.

Buenos Aires, 16 de julio de 2009

170

Alto en la noche, Mitre vigila

Cuentan que Homero Manzi se enojó un día con uno de estos nacionalistas

empiringotados, de buena pluma y apellido eufónico, peleador y bueno para las

diatribas, y le lanzó: “¡Vos que te metés con todos los próceres, menos con el que dejó

un diario de guardaespaldas!”

Y esto no fue una metáfora más del gran poeta popular. Quien se mete con don

Bartolomé Mitre, se encuentra cara a cara con la prosa soporífera de los editoriales de

La Nación o con la pluma alquilada de alguno de sus escribas. Y a su vez el poderoso

guardaespaldas se encargó de sepultar en el silencio o el olvido a todos aquellos que se

metieron con el fundador.

Bastó que el flamante secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia, nombrase

en el salón Miguel Cané –el diputado impulsor de la siniestra Ley de Residencia que

habilitó al gobierno a expulsar a inmigrantes sin juicio previo-, los nombres y la

memoria de Arturo Jauretche, Raúl Scalabrini Ortiz, Homero Manzi y Abelardo Ramos,

todos antimitristas militantes, para que el patovica del prócer, actuase de inmediato.

Primero fue una nota de alerta. Había llegado alguien que quería “politizar la

cultura y culturizar la política”. Y que invitaba a los participantes del gran debate

nacional a desenmascarar sus posiciones, a no ocultarlas detrás de falsas buenas

intenciones.

Al día siguiente llamaron a uno de sus opinadores a perpetuidad. La venerable

profesora Beatriz Sarlo, jubilada no sólo de su càtedra universitaria, sino también de sus

empujes izquierdistas de otrora, pero en plena actividad antiperonista, se presentó para

la pelea de fondo.

La excusa fue la Marcha Peronista.

A pedido de sus actuales patrones, los ojos de Sarlo se pusieron en blanco y

mostró su virginidad republicana ultrajada. “Los cantores de la marcha seguramente

pensaron que estas diferencias entre partido y gobierno son viejas manías del

formalismo republicano”.

La señora Sarlo no entiende que hoy, después de más de sesenta años, la marcha

peronista no es tan sólo una marcha partidaria, sino el himno que expresa al conjunto de

los argentinos enfrentados al bloque oligárquico que intenta recuperar el manejo del

Estado. Es mucho más que una canción partidaria. Es la marsellesa argentina, la

conjunción, a nivel simbólico, de la Argentina de los héroes de la Independencia, de los

171

caudillos federales, de los obreros del 17 de octubre y de los desocupados del 2001. Y

lo que sí sabe y oculta es que esa Argentina, la Argentina que Mitre mandó a matar con

sus coroneles, cuya sangre no había que ahorrar, según Sarmiento, esa Argentina

reflejada en el plano de la cultura por los hombres mencionados por Coscia y por

muchos de los que allí estaban, muy pocas veces tuvo oportunidad de ocupar el sitio que

el Estado nacional tiene asignado para la Cultura.

No lo estuvo con Menem, donde los valores y la política en nombre de los cuales

escribe Sarlo, manejaron al país a su antojo y en beneficio de los suscriptores de La

Nación. Ni siquiera lo estuvo con el anterior secretario, más allá de su prudencia y

corrección.

Lo que es evidente en el resentido artículo de Beatriz Sarlo es que actúa sin

explicitar su mensaje político. Todo lo contrario de lo que propuso Coscia esa misma

noche. Uno de los temas que ha hecho conocer, tanto en entrevistas mediáticas como en

actos oficiales, es su propuesta de desenmascarar el debate: que cada uno diga en

nombre de qué o de quién habla. Y él lo hizo.

Sarlo, que actúa en nombre de la tradición cultural del mitrismo porteño, del

conservadurismo republicano, de la Argentina de pocos y para pocos, lo oculta detrás de

una máscara presumida, de profesora izquierdista retirada.

Solamente por esta falsificación intrínseca a su argumentación puede la señora

Sarlo dudar sobre la convocatoria democrática, no excluyente y respetuosa lanzada por

el Secretario de Cultura. Detrás de sus comentarios insidiosos se ve el espectro de

Bartolomé Mitre y su falsificación histórica y política.

Buenos Aires, 30 de julio de 2009

172

Preocupaciones de una ex-izquierdista de La NaciónLa señora Beatriz Sarlo ha vuelto a cumplimentar desde las páginas de La Nación,

en su suplemento Enfoques, la obligación que tan honroso lugar le genera: enfrentar -y

denunciar- desde la izquierda, con erudición académica y pujos gramscianos, el intento

del gobierno de retomar la iniciativa en el campo de la cultura y el debate intelectual.

Bajo el título En el país de los fiscales ideológicos, la profesora retirada toma

como centro de su ataque las claras referencias políticas del Secretario de Cultura de la

Nación, Jorge Coscia, y los enunciados y definiciones de Carta Abierta.

En su crítica a este último movimiento político intelectual, originado en los

ámbitos universitarios, prima un aburrido formalismo idealista y un desprecio

reconcentrado a todo intento del gobierno, de la presidenta o de sus defensores de

expresar un sistema de ideas de antigua tradición, al que el liberalismo, al cual hoy

adscribe Beatriz Sarlo, ha denigrado sistemáticamente. Que la presidenta declare no ser

“sarmientina” o que reivindique a Manuel Dorrego contra su asesino Juan Lavalle,

significa, para la ex maoísta del partido comunista revolucionario de los sesenta y

setenta, una ingenua expresión de adolescencia radicalizada.

La crítica a Jorge Coscia adquiere, a su vez, un servicial matiz de denuncia, donde

abundan las referencias al trotskismo y al comunismo. Acostumbrada al silenciamiento

que los medios de la reacción liberal impusieron sobre la Izquierda Nacional y sus

intelectuales más destacados, Beatriz Sarlo recupera la memoria de las discusiones de su

juventud y la ferocidad con que estos puntos de vista eran enfrentados por la izquierda

universitaria. En efecto, la Izquierda Nacional se caracterizó por la intransigente crítica

al socialismo de Juan B. Justo y sus avinagrados seguidores, al comunismo de Victorio

Codovilla y, en general, a toda la izquierda que coincidió con la Sociedad Rural en su

condena al peronismo y las masas trabajadoras del 17 de octubre, y en su participación

en la Revolución Libertadora y en el golpe cívico militar del 24 de marzo de 1976. En

ese sentido, los autores de la Izquierda Nacional que menciona Sarlo -Ramos,

Spilimbergo, Alberti, Galasso-, así como Puiggrós y Hernández Arregui, cumplieron un

importantísimo papel en la conformación de un pensamiento crítico y revolucionario en

el momento en que se produjo la confluencia de amplios sectores de la clase media

urbana con los trabajadores y el peronismo. Junto con peronistas como Arturo

Jauretche, Fermín Chávez, Muñoz Azpiri y otros, los autores antes citados facilitaron en

173

aquellos años la comprensión del fenómeno peronista a las generaciones posteriores a la

Revolución Libertadora.

En esa tarea, la explicación de cómo los partidos de la izquierda tradicional –el

stalinismo ruso, el socialismo de Repetto y Juan B. Justo y el trotsquismo

pronorteamericano- habían enfrentado a los trabajadores y a Perón, habían rechazado el

aguinaldo y habían constituido la Unión Democrática con Ramón Santamarina y

Victoria Ocampo, fue un capítulo insoslayable. Beatriz Sarlo deja ver las cicatrices que

ese debate dejaron en su delicada piel al decir que Jorge Abelardo Ramos “no puede ser

más cruel con los socialistas a quienes acusa de todas las mezquindades: pequeña

gente ilustrada pero irremediablemente tonta, extranjerizante y, como los comunistas y

los gorilas, despreciativa de las masas populares”. Sin embargo, no da un solo

argumento que desmienta esta acusación ratificada por la experiencia histórica.

Sarlo intenta soslayar, con evasivas retóricas, que, efectivamente, existía y existe

“una izquierda que no entendía la Nación y una derecha que decía entenderla pero

despreciaba la Nación popular concreta”.

Que Jorge Coscia, desde el lugar del Estado dedicado a las políticas culturales,

hoy reivindique la validez de esta disyuntiva, no puede sino inquietar a los dueños de

La Nación y sus sucriptores. Beatriz Sarlo sale, entonces, a dar la batalla tras la máscara

de su impoluto academicismo. Pero la máscara no puede ocultar su pelambre gorila.

¿Dije pelambre?

Quise decir raigambre.

Buenos Aires, 7 de setiembre de 2009

174

A propósito de la PatriaLeopoldo Marechal nos dejó un poema que, a quienes amamos esta Patria con

nombre platino, nos ha marcado para toda la vida.

La Patria era una niña de voz y pie desnudos.

Yo la vi talonear los caballos frisones

en tiempos de labranza,

o dirigir los carros graciosos del estío,

con las piernas al sol y el idioma en el aire.

(Los hombres de mi estirpe no la vieron:

sus ojos de aritmética buscaban

el tamaño y el peso de la fruta.)

La Patria era un retozo de niñez

en el Sur aventado, en la llanura

tamborileante de ganaderías.

Yo la vi junto al fuego de las yerras

estampando su risa en los novillos;

o junto al universo de los esquiladores,

cosechando el vellón en las ovejas

y la copla en las dulces guitarras de setiembre.

(No la vieron los hombres de mi clan:

sus ojos verticales se perdían

en las cotizaciones del Mercado de Lanas)

Con las cuartillas escritas por Felipe Noguera y Alberto Berro –según informa

La Nación de este domingo- el presidente de la Sociedad Rural Argentina, Hugo

Biocatti, afirmó: “La Patria es nuestra historia y también nuestra conciencia de esa

historia”. Con ello, el estanciero pretendió, con sus palabras, desplegar la concepción

del “Campo” sobre la Patria.

De repente “los ojos de aritmética”, que sólo ven el tamaño y el peso, “los ojos

verticales”, que sólo perciben la suba y la baja de los precios, se sintieron en la

obligación de explicarnos a los argentinos qué es la Patria.

Es bueno que, por fin, se acepte el desafío de discutir sobre nuestra historia y

sobre la conciencia de nuestra historia, porque es, justamente la conciencia de esa

historia, la huella que ha dejado en las generaciones vivas, lo que hace evidente que la

175

Patria a la que se refiere Biolcatti es una Patria muy distinta a la que está dibujada en el

corazón y la memoria colectiva de la inmensa mayoría de los argentinos.

Dicen Noguera y Berro, a través de Biolcatti: “Cuando el campo dice Patria,

piensa con nostalgia en aquel magnífico granero del mundo capaz de alimentar a la

humanidad entera, hoy convertido en presa de la voracidad fiscal y la falta de políticas

adecuadas”.

En cambio, cuando el pueblo argentino dice Patria recuerda con dolor y con

indignación histórica aquel Centenario de un “granero del mundo”, regido con estado

de sitio, con la Ley de Residencia y donde, un año antes, los cosacos de la policía de

Ramón Falcón reprimieron un acto del 1º de Mayo dejando tendidos 8 muertos y 105

heridos. Aquel 25 de mayo de 1910 se celebró con los integrantes de la redacción de las

publicaciones obreras La Protesta, La Batalla y La Acción Socialista presos, junto a un

centenar de militantes populares. Mientras la Argentina de la Sociedad Rural saludaba

embelezada a la obesa representante de la corona española, la “infanta” Isabel, patotas

oligárquicas empastelaban imprentas anarquistas, apaleaban a trabajadores desarmados

y generaban terror blanco en las barriadas humildes.

Aquella Argentina no era “capaz de alimentar a la humanidad entera”, como

sus escribas le hacen fantasear a Biolcatti, sino que apenas era capaz de alimentar a los

argentinos viejos del interior postrado y a los nuevos argentinos que se hacinaban en los

oprobiosos conventillos. Tan sólo alimentaba a los ingleses con su chilled beef, y a

cambio de ello les entregaba el control de sus puertos, sus ferrocarriles, sus frigoríficos,

su prensa y su gobierno.

Esa Argentina, a cuya añoranza se suma, con aire de hijo bastardo, Eduardo

Buzzi, es la que llevó dos años después al proceso de sindicalización agraria, enfrentado

a la clase terrateniente tradicional, que se conoció como Grito de Alcorta. Ni siquiera

para los fundadores de la Federación Agraria Argentina, chacareros criollos, italianos y

españoles, la Argentina del Centenario tenía un lugar. La incorporación de la Argentina

rural al mercado internacional y los recursos generados por la renta diferencial se

convirtieron en fanfarronerías de nuevo rico, en dilapidación suntuaria, en viajes a

Europa con la familia y la vaca, en tirar manteca al techo con cocottes franchutas de

besos lentos y manos rápidas.

Esa es la nostalgia que le dictan Noguera y Berro al parvenu Biolcatti. Es

simplemente un adorno retórico a la exigencia perentoria de esa clase social, que, en sus

176

pretensiones, no ha cambiado desde el Centenario: la renta agraria es nuestra y hacemos

con ella lo que queremos.

Vuelve Biolcatti a la historia, cuando dice: “Pienso en Manuel Belgrano, en

José de San Martín, en Domingo Faustino Sarmiento, en Juan Bautista Alberdi.

Hombres que le dieron a la Patria todo, sin pedirle nada. Hombres que fundaron y

construyeron esta Nación sin necesitar superpoderes. Que murieron en la dignidad de

su pobreza, sin tener que presentar declaraciones juradas. Pienso en ellos y me

avergüenzo.”

Vuelve a vigilar Mitre desde lo alto de la noche el examen de historia del

estanciero lechero.

¡Pobre Manuel Belgrano! Quería desarrollar la industria textil para hacer velas y

sogas para nuestros barcos, y estos tipos reniegan de una Argentina industrial, que sólo

puede construirse con la apropiación por parte del Estado de sus excedentes rentísticos.

¡Y que San Martín no necesitó superpoderes! Los tuvo y los usó

discrecionalmente. Los tuvo en Mendoza, como gobernador militar, y los tuvo en Perú

como Protector. Es muy linda la historia de las damas mendocinas entregando su tiempo

y sus joyas a la causa de la Independencia. Y es útil para falsear la verdadera imagen del

Libertador. En uso de las atribuciones que le exigió al gobierno de Buenos Aires para

aceptar su nombramiento, San Martín expropió a las clases pudientes cuyanas para usar

sus bienes sobrantes en beneficio de la causa independentista. Aquí se ve, en su

manifestación práctica, la utilidad que la historia de Mitre tiene para el sistema de

dominación argentino. ¡Qué bueno es ocultar que San Martín fue un gobernante dotado

de plenos poderes, sin control parlamentario alguno!

El sanjuanino está muy bien en boca de Biolcatti, que desde su cargo hace

evidente la crítica observación sarmientina de que el poder en la Argentina de entonces

tenía “olor a bosta de vaca”. Y, podemos agregar, la Sociedad Rural Argentina quiere

que vuelva a tenerlo.

En cuanto a lo de la pobreza de Alberdi no podemos sino aceptarlo. El gobierno

de los ganaderos y los importadores de la ciudad de Buenos Aires le negaba el pago de

sus sueldos como representante argentino en París. “La dignidad de su pobreza” tenía

mucho más de castigo mitrista que de virtud republicana. Hace bien Biolcatti en

avergonzarse de ello.

Cuando el pueblo argentino dice Patria recuerda con orgullo y dolor la sangre

gaucha derramada por los soldados criollos a lo largo y lo ancho de América del Sur,

177

cuando Rivadavia –a quien los asesores de Biolcatti se olvidaron de nombrar o quizás

su nombre ya no tiene el impacto publicitario de otras épocas- le quitaba su apoyo al

ejército de San Martín, obligándolo a retirarse de Perú. Rememora la firmeza de Juan

Manuel de Rosas defendiendo la soberanía de la Confederación, frente al asedio de

ingleses y franceses, y saluda con devoción a los héroes de la Vuelta de Obligado. La

palabra Patria para los argentinos pobres, para los asalariados –obreros y maestros- es el

levantamiento gaucho contra la tiranía porteña, es el exilio, la tuberculosis y la muerte

de Felipe Varela, es la cabeza del Chacho clavada en la plaza de Olta.

Esa palabra nos recuerda con orgullo los levantamiento de Yrigoyen contra el

“régimen falaz y descreído” de la oligarquía del campo y nos alegra con el desborde

arrabalero de los votos radicales de 1916.

Patria es para nosotros, los argentinos que estamos fuera del predio ferial, de la

estancia y de la inversión en soja, la sangre obrera derramada en las calles de Barracas y

Parque de los Patricios durante la Semana Trágica y el levantamiento de Paso de los

Libres contra la dictadura justista.

Nosotros no tenemos que avergonzarnos, como Biolcatti. Nos pone orgullosos el

recuerdo de los obreros bien pagos del 17 de octubre y nos alegra la insolencia plebeya

de Evita, nombrando a su madre al frente de la Sociedad de Beneficencia.

La Patria, en suma, ha sido para nosotros una larga lucha por la Independencia,

por construir una sociedad soberana, por reparar la injusticia, por dar voz a los

desheredados. Desde el 2001, que son los años que Biolcatti mejor conoce, hemos

tenido que dar una dura lucha para sacarnos de encima las políticas que nos impuso la

Sociedad Rural Argentina desde su participación en el golpe de 1976 y dar trabajo a los

desocupados, blanquear a los trabajadores informales y mejorar el salario de todos. La

preocupación por la pobreza en boca del presidente de la SRA tiene el mismo valor que

la preocupación del verdugo por la salud del condenado a muerte.

En suma:

La Patria no ha de ser para nosotros

nada más que una hija y un miedo inevitable

y un dolor que se lleva en el costado

sin palabra ni grito.

Por eso, que la Sociedad Rural mejor no hable de la Patria.

Buenos Aires, 2 de agosto de 2009

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