La Aventura de La Historia - Dossier061 El Ocaso de Los Imperios

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BENED I C TINOS DOSSIER Sentados, los tres políticos que manejarían la Conferencia de Versalles: Lloyd George, Georges Clemenceau y Woodrow Wilson. En pie, el italiano Vittorio Orlando, el convidado pobre. IMPERIOS El ocaso de los Hace 85 años, capitulaba el Imperio Alemán, cerrando la Gran Guerra, el conflicto más terrible sufrido hasta entonces por la Humanidad. La Conferencia de Paz de Versalles constituyó un monumento a la venganza de los vencedores. Los enormes cambios políticos y territoriales estuvieron acompañados por grandes transformaciones en las relaciones internacionales, en la economía y en la sociedad. Como consecuencia surgió un mundo distinto, alumbrando el siglo XX. 43 pág. 44 La capitulación David Solar pág. 52 Las dificultades de la paz Rosario de la Torre pág. 58 La caída de las águilas Julio Gil Pecharromán LA AVENTURA DE LA HISTORIA ON-LINE

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BENEDICTINOS

DOSSIERSentados, los tres políticos quemanejarían la Conferencia de

Versalles: Lloyd George, GeorgesClemenceau y Woodrow Wilson.

En pie, el italiano VittorioOrlando, el convidado pobre.

IMPERIOSEl ocaso de los

Hace 85 años, capitulaba el Imperio Alemán, cerrando la Gran Guerra,el conflicto más terrible sufrido hasta entonces por la Humanidad. La Conferencia de Paz de Versalles constituyó un monumento a lavenganza de los vencedores. Los enormes cambios políticos yterritoriales estuvieron acompañados por grandes transformaciones enlas relaciones internacionales, en la economía y en la sociedad. Comoconsecuencia surgió un mundo distinto, alumbrando el siglo XX.

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pág. 44

La capitulación David Solar

pág. 52

Las dificultades de la paz Rosario de la Torre

pág. 58

La caída de las águilasJulio Gil Pecharromán

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LA CAPITULACIÓN

Alemania, sola,acorralada y agotada

Los Tres Grandesllegan al Palacio de

Versalles para iniciarla Conferencia de laPaz, que cerraría la

Gran Guerra. Deizquierda a

derecha,LloydGeorge, Georges

Clemenceau yWoodrow Wilson.

Fracasadas sus últimas ofensivas, desbordado por los nuevos ejércitosaliados, el Káiser dimite y se exilia. DAVID SOLAR explica el final de laguerra y las claves de Versalles: el revanchismo y la codicia colonialfranco-británicas desbordaron el altruismo y la impericia de Wilson

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Bajo el peso de la superioridadnumérica de hombres y ca-ñones, los ejércitos del Káisercedieron y se quebraron y

tras ellos, la población civil, desde hacíatiempo agobiada por el bloqueo inglés,se derrumbó en turbulentas convulsio-nes. Ocurría que el mundo entero se es-taba lanzando sobre ellos en corrientesirresistibles. Les asaltaban millones dehombres, veintenas de millares de ca-ñones, miles de tanques, más la heróicaresistencia de Francia y la inagotablefuerza de voluntad británica. Y detrás,las inconmensurables energías de Esta-dos Unidos. “¡Era demasiado!” Así vioWinston Churchill –a la sazón, ministrode Municiones del Reino Unido– el oca-so alemán en la Gran Guerra.

En el otro lado de las trincheras, el kái-ser Guillermo II y el máximo responsa-ble militar del Imperio, el mariscal PaulHindenburg, sostenían una dramáticaentrevista: “Estuve el lado de mi supre-mo señor de la guerra durante aquellasfatales horas. Me confió la misión dereintegrar el ejército a la patria. Cuandodejé al emperador en la tarde del 9 denoviembre, sería para no volver a verlomás. Se fue para ahorrar a Alemania nue-vos sacrificios y para obtener las condi-ciones de paz más favorables”.

Paz sin victoria¿Qué le había ocurrido a Alemania parallegar a esa situación, cuando sólo cua-tro meses antes, a mediados de julio de1918, amenazaba París? Como resumíaChurchill, había varios factores: agota-miento militar y hundimiento de la reta-guardia; resistencia de franceses y britá-nicos e intervención de los norteameri-canos. Esto último fue determinante.

Estados Unidos había permanecidoneutral ante el conflicto europeo hastala primavera de 1917, pese a las presio-nes internas de los lobbies nacionalistasde cada bando implicado en la contien-da, que trataban de inclinar la voluntadde Washington hacia su causa, aunqueel capital norteamericano y sus expor-taciones –preferentemente en favor deLondres, París y Roma– alimentaban lalucha. Esa posición era cada día más di-fícil, tanto por las presiones internas co-mo por el castigo que los submarinosalemanes estaban infligiendo a la nave-

gación, que para entonces, aparte dehundir centenares de mercantes desti-nados a países enemigos, ya había man-dado al fondo del océano tres trasatlán-ticos de pasajeros, Lusitania, Sussex yArabic, en los que habían perecido nu-merosos súbditos norteamericanos.

Esa era la situación cuando, el 22 deenero de 1917, el presidente, WoodrowWilson, decidió salir a la palestra parahacer un llamamiento a la paz y expo-ner sus ideas sobre las bases en las quedebería sustentarse: “Una victoria signi-ficaría la paz a la fuerza para el derro-tado. La aceptaría humillándose y ledejaría un resentimiento y una amargu-ra sobre los cuales no podría apoyarseconfiadamente la paz. Sólo puede serduradera una paz entre iguales”.

A aquel conmovedor discurso pro-nunciado ante el Senado, titulado Pazsin victoria, respondió Alemania con sudisposición a replegarse hasta sus fron-teras y a devolver a Francia la Alsaciaocupada. Pero, a cambio, pretendía ha-cerse con sendas porciones territorialesde Polonia y Rusia, exigía la devoluciónde sus colonias y demandaba concesio-nes coloniales directamente proporcio-nales a su población, compensacioneseconómicas a personas y entidadesdamnificadas por la guerra, libertad decomercio, etcétera.

Mientras Washington trataba de suavi-zar las demandas de Berlín y de que Pa-rís y Londres aceptaran una parte de

ellas, el Reich decidió lanzarse a unaguerra submarina sin restricciones (1-2-1917), suponiendo que podría lograr elestrangulamiento del tráfico naval britá-nico y, con ello, la victoria. Tres buquesnorteamericanos fueron hundidos en lassemanas siguientes, al tiempo que el ser-vicio secreto británico interceptaba ydescifraba el Telegrama Zimmermann,que invitaba a México a aliarse con losImperios Centrales y declarar la guerra aEstados Unidos, si éstos intervenían en elconflicto, prometiendo la recuperaciónlos territorios que le habían arrebatadolos norteamericanos medio siglo antes.Los ataques contra su flota comercialprovocaron movimientos populares queexigían la revancha y el Telegrama Zim-mermann –que años después se de-mostraría falso, preparado por el espio-naje británico– desató una auténtica tem-pestad política. Wilson, que había predi-cado la “Paz sin victoria”, rompió sus re-laciones con Alemania en febrero de1917 y la declaró la guerra el 2 de abril.

CompensacionesLa entrada de Estados Unidos en la con-tienda tuvo efectos inmediatos. Los su-ministros a sus aliados de alimentos,municiones, pertrechos y dinero au-mentaron espectacularmente; en el mar,su notable flota se hizo sentir, amorti-guado los efectos de la guerra submari-na. En un sólo semestre, los sumergi-bles alemanes hundieron cerca de cua-

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EL OCASO DE LOS IMPERIOS

Los Estados Unidos se implican en la Primera Guerra Mundial (postal de la época). La participación norteamericana, aunque tardía, fue decisiva para la victoria aliada.

DAVID SOLAR es periodista.

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tro millones de toneladas de barcosaliados, superando sus mejores espec-tativas, pero a costa de sacrificar un ter-cio de sus efectivos. Estados Unidos su-plió la pérdidas aportando al esfuerzomilitar tres millones de toneladas demercantes –incluyendo 800.000 tonela-das de barcos alemanes incautados ensus puertos y en los de otros beligeran-

tes americanos– y 700 buques dedica-dos a la escolta y lucha antisubmarina.Por otro lado, el sistema de navegaciónen convoyes, fuertemente escoltadospor destructores, carazatorpederos e hi-droaviones y el empleo de cargas deprofundidad y de minas antisubmarino,hizo batirse progresivamente en retira-da a los tiburones del Reich.

La entrada en guerra fue entusiástica-mente recibida por la mayoría de losnorteamericanos y fue inmensa la po-pularidad que cosechó el presidente.Con todo, Woodrow Wilson mantuvodurante todo el conflicto una posturamoral reflejada en sus Catorce Puntospara la Paz, propuestos el 8 de enerode 1918. En ellos se buscaba una paz sinrevancha: libertad de navegación y decomercio; desarme, evacuación de todaslas regiones ocupadas durante la guerra;restitución a Francia de Alsacia y Lore-na; devolución otomana de todos los te-rritorios que no fuesen turcos; creaciónde una sociedad de naciones que resol-viera los conflictos del futuro...

En los campos de batalla europeos nose advirtió, por lo demás, la entrada enguerra de los norteamericanos. EstadosUnidos no había preparado un ejércitoque pudiera competir con los de los Im-perios Centrales, por lo que tuvo queponerse a improvisarlo con toda urgen-cia. En un año, fueron reclutados yadiestrados cerca de cinco millones dehombres, de los cuales, a partir de laprimavera de 1918, llegaron a entrar encombate 1.760.000. La buena marcha dela guerra antisubmarina, la abundanciade víveres y pertrechos y la esperanzaen la llegada de los norteamericanossostuvieron a los aliados en los dificilí-simos meses iniciales de 1918.

Por su parte, los Imperios Centralestenían dificultades internas, fundamen-

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1912. Woodrow Wilson,presidente de EE UU.1914. 4 de agosto, losalemanes invaden Bélgi-ca. Comienza la Primera

Guerra Mundial.26 al 30 de agosto, Ba-talla de Tannenberg, queenfrenta a los alemanescon las fuerzas rusas.5 a 12 de septiembre,Batalla del Marne. La lí-nea germana comienza areplegarse hacia el oestede Verdún.30 octubre-24 noviembre,primera Batalla de Ypres.Noviembre: Turquía entraen la guerra.1915. Abril, desembarcoaliado en Gallípoli.23 de mayo, entrada deItalia en la guerra.Mayo-junio, ofensiva

aliada en el Artois.Agosto, ofensiva alemanasobre Polonia.Septiembre, ofensiva fran-cesa sobre Champaña.

1916. 21 de febrero, co-mienza la Batalla de Ver-dún, en la que murieronmás de 350.000 solda-dos en cada bando. 1 de julio-18 de noviem-bre, batalla del Somme.En un solo día, los ingle-ses perdieron 60.000hombres.Lloyd George, primer mi-nistro británico.1917. Revolución de Fe-brero en Rusia.Abril, Estados Unidos,entra en la guerra.Octubre-noviembre, Revo-lución Rolchevique enRusia, a cuyo término

Moscú sale de la guerra.Noviembre, DeclaraciónBalfour sobre el sionismo.1918. 8 de enero, Wil-son presenta un progra-

Miedo a un ataque con gasen las calles de París.

Postal alusiva a la Batallade Verdún.

Trotski negoció la paz porseparado.

CRONOLOGÍA

Papel que Guillermo II trataba de tenerdentro de Europa, según una visióncaricaturesca francesa de anteguerra.

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talmente de abastecimiento, pero la Re-volución Soviética del 7 de noviembrede 1917 –25 de octubre, según el ca-lendario ruso– mejoró su situación,ahorrándoles el frente oriental. Tras eltriunfo revolucionario, lo más urgentepara el Gobierno bolchevique era ter-minar la guerra con Alemania. En di-ciembre de 1917 se reunió una confe-rencia de paz en Brest-Litovsk; el día 15de ese mes, el delegado bolchevique,Leon Trotski firmó el acuerdo. Aquellosuponía un desastre para los Aliados,que ya veían cómo se les venía encimael ejército alemán del Este; por eso pre-sionaron a los bolcheviques para queretrasaran la entrada en vigor del armis-ticio; pero ante las maniobras dilatoriasde Trotski, los alemanes reiniciaron susoperaciones y, el 3 de marzo, Rusia notuvo más remedio que firmar la paz.

En la balanza de la guerra, la entradaen liza de Estados Unidos quedaba mo-mentáneamente compensada por la re-tirada soviética de la contienda. Sobrelos campos de Flandes se cernía, a co-mienzos de 1918, una amenaza mortal.

El último dueloEl mariscal Erich Ludendorff contada enel frente de Francia con casi cuatro mi-llones de hombres y el día 21 de marzolanzó a una cuarta parte de ellos (47 di-visiones) sobre el frente del Somme. Enuna semana progresó unos 70 km cap-turando cien mil prisioneros. En vistade este éxito, proyectó una fuera simi-lar en dirección al Lys, pero su derrochede hombres obtuvo una compensaciónmuy reducida. Tras un respiro para re-

organizarse, volvió al ataque en mayo,logrando alcanzar el Marne. El agota-miento de ambos bandos era tremendoal finalizar la primavera, pero los Alia-dos estaban recibiendo la transfusiónde sangre americana y se preparaban yapara pasar a la contraofensiva.

Con todo, aún intentaría Ludendorffromper las defensas francesas frente a

Nancy, fracasando por completo y el 15de julio, a la desesperada, envió cuantopodía moverse, 57 divisiones, con cercade un millón de soldados, contra elMarne. Los alemanes pasaron el río y,por unas horas, hicieron peligrar las lí-neas defensivas de París. Entre aquellasfuerzas que atravesaron el Marne y so-ñaron con la conquista de la capital de

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PARÍS•

• Boulogne

• La Bassée

•Calais

•Brujas

•Gante

• Bapaume

•Namur

•Maubeuge

•Reims •

Verdún

Ypres •

Merv •

Arras •

• Amberes

Lieja •

Dunkerque •

Nancy•

ÁREA AMPLIADA

Metz•

Laon•

St. Mihiel•

Cambrai•

Charleroi •

• Sedán

Noyon•

•LUXEMBURGO

BRUSELAS•

Mardel Norte

Río Somme

Río Sambre

Río MosaRío Mosa

Río MarneRío Sena

BÉLGICA

HOLANDA

LUXEMBURGO

ALEMANIA

FRANCIA

Línea defensivaalemana

Hermann-Stellung

Segunda líneadefensiva Amberes-Mosa

Máximo avancede las ofensivas

alemanas

ÚLTIMAS OFENSIVAS ALEMANAS EN EL FRENTE OCCIDENTAL

Línea Hindenburg.Situación del frente antes delas ofensivas de Ludendorff,

en la primavera de 1918

Ataques alemanes en la primavera-verano de 1918:1. Ofensiva del 21 de marzo. 2. Ofensiva, 9 de abril. 3. Ofensiva del 27 de abril; los alemanes alcanzan el Marne. 4. Ofensiva en dirección Metz-Nancy; se saldacon el fracaso atacante. 5. Ofensiva sobre el Marne; los alemanes atraviesan el río, pero se estrellan ante Reims. En septiembre, los aliados habían rechazado a los alemanes hasta la Línea Hindenburg.

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ma de paz en CatorcePuntos.Marzo, Tratado de Brest-Litovsk: Alemania y Aus-

tria negocian un armisti-cio con Rusia, represen-tada por Trotski.Abril-mayo, ofensiva ale-mana en Flandes.Del 21 de octubre al 24de noviembre, declara-ción de independenciade checos, eslovacos,serbios, croatas y eslove-nos.7-8 de noviembre, esta-lla la revolución en Mú-nich. El día 10 el Káiserhuye a Holanda.11 de noviembre, cesanlas hostilidades en elfrente occidental. 13 de noviembre, Procla-

mación de la Repúblicaaustriaca.1919. Del 5 al 15 deenero: Semana roja enBerlín.18 de enero, comienza

la Conferencia de Paz en París.28 de junio, firma delTratado de Versalles.Creación de la TerceraInternacional con sedeen Moscú.1920. Creación de laSociedad de Naciones.1921. Rebelión de los marineros de Krons-tadt. Independencia de Irlanda.1922. Marcha fascistasobre Roma.1923. Mustafá Kemal,presidente de la Repúbli-ca turca. Golpe de Hitleren Múnich.

1924. Muerte de Lenin.Abolición del Califato en Turquía.

Guillermo II huyó aHolanda en 1918.

Saqueos de tiendas en elcentro de Berlín.

Ataturk, padre de laTurquía laica y moderna.

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Francia se hallaba el cabo Adolf Hitler.Pero el dispositivo francés no cedió.

En aquella resistencia se distinguieronya los primeros norteamericanos en re-cibir el bautismo de fuego. Tres díasdespués, el 18 de julio, el mariscal Fer-dinand Foch, generalísimo de los ejér-citos aliados del frente de Francia, pa-só al contraataque y rechazó a los ale-manes hasta el río Aisne; allí combatie-

ron ya unos 200.000 norteamericanos.Foch no cedería la iniciativa. A lo lar-

go del mes de agosto y comienzos deseptiembre recuperó todo lo perdidoen primavera. Los alemanes hubieronde batirse en retirada en un frente de350 km. y establecer nuevas líneas de-fensivas, la primera entre Brujas y lamargen derecha del río Aisne (LíneaHermann-Stellung) y la segunda, des-

de Amberes a las cercanías de Verdún,apoyada en la ribera derecha del Mosa(Línea Amberes-Mosa).

La puñalada por la espaldaAl llegar el otoño, la iniciativa militar se-guía en manos aliadas, pero sus ofensi-vas no habían logrado éxitos decisivos,pues los alemanes seguían en territoriofrancés, belga y luxemburgués. Sin em-bargo, sus ataques desintegraron inter-namente Alemania: la retaguardia ya noencajaba los retrocesos, ni las sobreco-gedoras cifras de bajas, ni los inmensossacrificios que llevaba cuatro años ha-ciendo. Aquellos reveses, más los éxitositalianos en el Piave contra los austría-cos, los anglo-árabes contra los turcosen el Próximo Oriente, los greco-britá-nicos contra los búlgaros, llevarían alcolapso a los Imperios Centrales: el 30de septiembre capitulaba Bulgaria; unmes más tarde, Turquía y Austria.

Para entonces, tratando de frenar ladescomposición interna, el Káiser habíanombrado un Gobierno parlamentariode concentración, presidido por el prín-cipe Max de Baden y constituido por li-berales, católicos y socialistas. El nuevogabinete solicitó el armisticio, sobre labase de los 14 puntos de Wilson. Esoera inaceptable para París y Londres,que observaban el organizado retroce-so alemán y si, por un lado, temían quesimplemente trataran de ganar tiempo,por otro, en plena marcha triunfal, re-chazaban unas bases de paz tan gene-rosas como las propugnado por el pre-sidente norteamericano.

Por tanto, prosiguieron las operacio-nes militares, mientras la descomposi-ción interna de Alemania se convertíaen desbandada. La flota se amotinaba enKiel, Bremen y Lübeck y rechazaba lasórdenes de hacerse a la mar (3 de no-viembre de 1918); Baviera y Berlín seproclamaban repúblicas socialistas (7 y9 de noviembre). Ante aquel cataclismo,que se estaba contagiando rápidamenteal ejército, el gabinete de Max de Badenno tuvo otro remedio que solicitar el ar-misticio, medida facilitada por la abdi-cación de Guillermo II y su partida ha-cia el exilio (9 de noviembre).

Los militaristas germanos comenza-ron a justificar la derrota desde aquelmismo instante. Justo entonces se acu-ñó una frase que haría fortuna: “La pu-ñalada por la espalda”; según esto, el II

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bajasMuertos Heridos Prisioneros

Gran Bretaña 947.000 2.122.000 192.000Francia 1.385.000 3.044.000 446.000Rusia 1.700.000 4.950.000 2.500.000Italia 460.000 947.000 530.000Estados Unidos 115.000 206.000 4.500Alemania 1.808.000 4.247.000 618.000Austria-Hungría 1.200.000 3.620.000 2.200.000Turquía 325.000 400.000

Fuente: William L. Langer, Enciclopedia de Historia Universal, Tomo 5, De la Primera a la SegundaGuerra Mundial, Madrid, Alianza, 1990.

Destructor británico repeliendo un ataque alemán con aviones y un submarino. En la GranGuerra, 1914-18, adquirió por vez primera gran importancia la guerra aérea y la submarina.

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Reich no había sido derrotado por losaliados en los campos de batalla, sinoen la retaguardia, carcomida por so-cialdemócratas, comunistas y judíos...La idea complacía a los belicistas y na-cionalistas y, sobre todo, al Ejército,que de esa forma salvaba sus respon-sabilidades en la derrota. Y, además,contó con la aquiescencia involuntariade los vencedores, que aceptaron en lafirma del armisticio de Rethondes, del8 al 11 de noviembre de 1918, a unadelegación civil, presidida por el dipu-tado centrista Matthias Erzberger yacompañada por dos militares de se-gundo rango. El militarismo prusianosalvaba la cara.

En Rethondes –y como anticipo de loque pedirían después– los vencedoresexigieron el inmediato cumplimiento denueve puntos que comprendían el re-pliegue alemán de todos los territoriosocupados en Francia; el abandono delos territorios ocupados en la orilla iz-quierda del Rin; la retirada de las zonasocupadas durante la guerra en el Esteeuropeo; el paso libre para los aliadosdesde el Báltico a Polonia a través de laciudad de Danzig y acceso al río Vístu-la; la devolución de los prisioneros deguerra; el mantenimiento del bloqueoeconómico; el desmantelamiento de laflota alemana; la entrega de 5.000 caño-nes, 25.000 ametralladoras, 1.700 avio-nes, 5.000 camiones, 5.000 locomotorasy 150.000 vagones de ferrocarril...

Asumidas tales exigencias, a medio-día del 11 de noviembre, el Ejército ale-mán emitió su último parte militar: “Co-mo consecuencia de la firma del armis-ticio, a partir del medio día de hoy que-dan suspendidas las hostilidades en to-dos los frentes”. Tras 51 meses de lu-cha, la Gran Guerra había terminado.

Frente a frenteEl 18 de enero de 1919 se reunieron enVersalles los encargados de organizar lapaz. Allí acudieron los delegados de 27países, en los que existían tres órdenesbien diferenciados: los grandes, enca-bezados por el primer ministro francés,Georges Clemenceau, su colega britá-nico, Lloyd George, y el presidentenorteamericano Woodrow Wilson; lue-go, a mucha distancia, los primeros mi-nistros italiano y japonés, Orlando ySaionji. Esos cinco países formaron lacomisión de diez miembros que se

ocupó de los asuntos principales. En eltercer plano, el resto de los asistentes,que apenas tuvo la oportunidad de par-ticipar en los trabajos de la paz.

La conferencia estuvo presidida porClemenceau, que contaba 78 años deedad y había vivido la derrota francesafrente a Prusia en 1870. Era un políticode tal ferocidad en la lucha parlamenta-ria, a la que había dedicado toda su vi-

da, que se le apodaba El Tigre; pero suexperiencia como estadista era escasa.Eso sería importante porque trató de im-poner en Versalles una lucha de aniqui-lamiento de Alemania como si se hubie-ra trata de hundir a un rival parlamenta-rio. No hubo en él generosidad ni visiónde futuro, sólo de revancha. Según JohnMaynard Keynes, que vivió la conferen-cia desde dentro, como miembro de la

delegación británica, Clemenceau “creíaque ni se puede tener amistad ni nego-ciar con un alemán; sólo se le deben darórdenes”. Dentro de esa mentalidad, lu-chó por etiquetar a Alemania como“única responsable de la guerra”, por es-quilmarla económicamente para que ja-más pudiera volver a agredir a Francia ypor humillarla y debilitarla con ocupa-ciones y desmilitarizaciones.

El primer ministro británico, LloydGeorge, era un político tan brillante co-mo inestable en sus convicciones ideo-lógicas y políticas. Por un lado, en Ver-salles apoyó a Wilson en la creación dela Sociedad de Naciones y, aunque pro-clive a los generosos principios wilso-nianos sobre la paz, terminó decantán-dose en favor de la rapiña colonial y delaniquilamiento económico germano. Y

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Clemenceau, EL TIGRE, trató de imponeren Versalles la revancha, los intereseseconómicos y la seguridad de Francia

ALEMANIA SOLA, ACORRALADA Y AGOTADA. LA CAPITULACIÓNEL OCASO DE LOS IMPERIOS

Mariscal Foch, generalísimo de losejércitos aliados del frente deFrancia y artífice de las ofensivasque obligaron a capitular a Alemania.

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eso pese a la oposición de algunosmiembros de su delegación, como el jo-ven y prestigioso economista de la Uni-versidad de Cambridge, Keynes, que seoponía a las brutales sanciones porquecausarían una inflación incontrolable yel deseo de revancha, pues “en Alema-nia serían desalentados tanto el capitalcomo el trabajo”. Vista la inutilidad desus esfuerzos, Keynes presentó su di-misión y regresó a Inglaterra, donde pu-blicó Consecuencias económicas de laPaz, un libro profético.

Woodrow Wilson, imbuido de un sen-timiento misionero de la paz, se presen-tó en París el 14 de diciembre de 1918.Era la primera vez que un presidentenorteamericano abandonaba América y,además, pensando en una larga ausen-cia, que sería de siete meses y medio. Elviaje, desaconsejado por sus asesores,era una temeridad: abandonaba su país,distanciándose de la política cotidiana ydando amplia ventaja a sus enemigospolíticos; y se presentaba en Europa, uncontinente que conocía mal en todossus aspectos, perdiendo el ascendientemoral de su trayectoria y la inmensaventaja que, desde el otro lado delAtlántico, podía ejercer como banquerode todos los beligerantes.

¿Por qué se presentó en Versalles? Elgran especialista en relaciones interna-cionales, Charles Zorgbibe cree que,“Quizás fue la vanidad del jurista, del

historiador, decidido a no faltar a la ma-yor cita diplomática desde el final delas guerras napoleónicas y del Congre-so de Viena o, quizás, fue la excitaciónde un teórico y práctico de la política,tan extasiado como una debutante, laperspectiva de su primer baile...”

Ajuste de cuentasY, tal como sospechaban los más pesi-mistas, Wilson fue arrastrado una y otravez hasta las posiciones que unas vecesencabezaban los franceses y otras, losbritánicos. Cedió en la culpabilizaciónde Alemania; cedió en las indemniza-ciones; cedió en el interés anglo-francésde juzgar a Guillermo II, aunque esto noocurriría. Únicamente se mantuvo firmeen su inquebrantable deseo de veraprobada la constitución de la Sociedadde Naciones.

Y para conseguir ese sueño, el presi-dente norteamericano volvería a medioceder en las cuestiones territoriales, co-mo la del Sarre, que Francia deseabaanexionarse habida cuenta que ese te-rritorio “tenía un sentimiento profrancésa finales del siglo XVIII”. Este asuntoavinagraría las relaciones de Wilson yClemenceau durante un mes. El nortea-mericano defendía la autodetermina-ción de los pueblos, por encima de pre-suntos sentimientos siglo y medio ante-riores. Enfurecido, Clemenceau acusó aWilson de germanofilia y le aseguró

que Francia no firmaría nada sin la ce-sión del Sarre, a lo que Wilson replicó:

– “Es decir, Francia rehusa actuar connosotros! En estas condiciones ¿Deseausted que me vaya?”

– “¡En absoluto! -replicó el francés–¡El que se va soy yo!”.

El Sarre, finalmente, quedaría bajocontrol internacional, pero su carbónsería explotado por Francia. La disputavolvería a surgir cuando se trató de Re-nania, cuyos territorios de la orilla iz-quierda del Rin trató Francia de conver-tirlos en autónomos, desgajándolos deAlemania. Como Wilson no cediera, Pa-rís se avino a cambio de la desmilitari-zación en profundidad.

Como se observa, Versalles no fueuna conferencia de paz, sino un ajus-te de viejas cuentas con los vencidos,con los Imperios Centrales. Se des-membró al Imperio austriaco, organi-zándose el avispero yugoslavo y elconglomerado checoslovaco, que en-globaba importantes poblaciones ger-mánicas –los sudetes– que fueron unode los motivos de la II Guerra Mun-dial; se desintegró al Imperio Otoma-no, dejando una guerra en marcha en-tre Turquía y Grecia; el conflicto en-démicos de los kurdos; una complica-dísima situación entre los pueblos ára-bes –la guerra entre hachemíes y ba-habíes duraría años en Arabia–; se es-tablecieron los mandatos de Oriente

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Izquierda: Lavenganza de Franciasobre la derrotadaAlemania enVersalles (visiónsatírica porJohnson).

Derecha: GeorgesClemencea, el Tigre,representante deFrancia en Versalles.

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Medio, poniéndose los cimientos a losconflictos de Palestina, de Líbano y deIrak, todos bien vigentes.

Pero los más agravios más profundosse le infligieron a Alemania. Francia re-cuperaba Alsacia y Lorena, perdidas ensu guerra de 1870 con Prusia, preten-día la cesión de la Alta Silesia, explo-taba el Sarre y ocupaba Renania. Elcurso alemán del Rin era desmilitariza-do en toda su margen izquierda y enuna profundidad de 50 kilómetros enla derecha; Polonia recibía amplios te-

rritorios poblados por alemanes y elcorredor de Danzig, que dividía PrusiaOriental, creando un sentimiento per-manente de irritación y constituyendoun motivo inmediato de la II GuerraMundial. Alemania debía asumir unafalsedad histórica: la responsabilidadúnica del estallido de la guerra y, portanto, se haría cargo del pago total delas reparaciones, cifradas en la astro-nómica cifra de 33.000 millones de dó-lares; y para que no volviera a tenertentaciones belicistas se desmilitariza-

ría, reduciendo sus ejércitos a 115.000hombres, disolviendo su Estado Mayory destruyendo toda su aviación, su ar-tillería media y pesada, sus blindados ytodo buque superior a las 10.000 tone-ladas; además, debía entregar a los res-ponsables de crímenes de guerra quereclamaran los vencedores.

Como el Gobierno de Weimar –laciudad donde se reunían el Ejecutivo yel Parlamento alemanes ante la insegu-ridad política de Berlín– se negara aaceptar tales términos, los vencedoresamenazaron con reanudar las hostilida-des y Alemania no tuvo otra salida quefirmar el Tratado, aún conscientes deque se trataba “de una injusticia sinigual”, en palabras del ministro de Ex-teriores, Hermann Müller. Tras este trá-gala, la ceremonia de la firma se reali-zó en la Galería de los Espejos de Ver-salles, el 28 de junio de 1919.

Las cláusulas del tratado que cerrabala Gran Guerra entraron en vigor el 10de enero de 1920; en esa fecha comen-zó a gestarse la II Guerra Mundial. Elgran periodista Raymond Cartier la-mentaba ese final: “La Primera GuerraMundial, nacida de errores y equívo-cos, habría debido tener como conclu-sión una victoria aliada indiscutible, se-guida de una paz de reconciliación. Pe-ro se haría lo contrario: de una victoriaincompleta, saldría una paz ridícula-mente rigurosa”. ■

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ALEMANIA SOLA, ACORRALADA Y AGOTADA. LA CAPITULACIÓNEL OCASO DE LOS IMPERIOS

EL ESPÍRITU DE WILSON

El 8 de enero de 1918, el presidentenorteamericano Woodrow Wilson ex-

puso ante el Congreso su programa de 14Puntos para la Paz. En resumen, se tratabade liquidar los efectos de la guerra, de im-poner una nueva filosofía a las relacionesinternacionales y de tutelar los derechos delos pueblos: 1. Acuerdos de paz negociadospúblicamente y fin de la diplomacia parti-cular y secreta (abierta alusión a los Acuer-dos Sykes-Picot). 2. Libertad absoluta denavegación por los mares. 3. Libertad decomercio para todas los países que acepta-sen la paz y supresión de barreras aduane-ras. 4. Reducción de armamentos. 5.Acuerdos sobre los problemas coloniales,que respetaran tanto los intereses de las

metrópolis como los de las poblaciones delas tierras colonizadas. 6. Evacuación de to-dos los territorios rusos ocupados. 7. Eva-cuación y restablecimiento de la insegridadterritorial de Bélgica. 8. Devolución aFrancia de Alsacia y Lorena. 9. Rectifica-ción a favor de la Italia de las fronteras conAustria. 10. Garantía de un desarrollo au-tónomo de los diversos pueblos de Austria-Hungría. 11. Evacuación de Rumania, Ser-bia y Montenegro. 12. Seguridad de exis-tencia política para las regiones no turcasbajo dominación otomana. 13. Creación deuna Polonia independiente. 14. Creaciónde una asociación de naciones que se en-cargase, en adelante, de regular el orden in-ternacional.

Izquierda: caricaturade Lloyd George, enla que resalta suutilización de lavictoria en Versalles(publicada en laépoca de laConferencia, por TheLondon Opinion).

Derecha: WoodrowWilson. Elpresidentenorteamericano fuesuperado por elrevanchismo y elciego egoísmo desus aliados.

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LA DECEPCIÓNRosario de la Torre analiza la traumática situación europea deposguerra: los acuerdos de los diferentes Tratados, con dramáticos cambiosfronterizos y los intereses irredentos, el desenganche norteamericano de lospactos de Versalles, el miedo de Francia a quedarse sola ante Alemania...

Las dificultades de la paz

Apertura de un periodo de sesiones de la Sociedadde Naciones. Desde el principio, la SDN estuvo enmanos de dos grandes potencias europeas: GranBretaña y Francia (La Esfera, 1925).

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El 28 de junio de 1919, la firmadel Tratado de Versalles y el re-greso de Wilson a Estados Uni-dos, y de Lloyd George a In-

glaterra, no pusieron fin a los trabajosde la Conferencia de Paz de París. Unnuevo organismo, el Consejo Supremo,formado por los presidentes en ejerci-cio de cada delegación, asumió el prin-cipal papel en la toma de decisiones,supervisando las últimas fases de las ne-gociaciones de los tratados con Austria,Bulgaria, Hungría y Turquía, que segui-rían las líneas generales del firmado conAlemania, pero que carecían de unaforma definitiva. Lo mismo ocurría conla Sociedad de Naciones (SDN); suPacto aparecía como preámbulo deltratado de Versalles, y llevaba su fe-cha; ahora era necesario pasar delas palabras a los hechos.

Un año después de concluir lashostilidades, los vencedores de-bían finalizar los trabajos de laConferencia de París y ejecutar susdisposiciones en medio de una pos-guerra repleta de dificultades.

Las horcas caudinasFirmado el 10 de septiembre de 1919,El Tratado de Saint-Germain no sólodeterminó los términos de la paz conAustria. Fijó sobre todo la existenciade un pequeño Estado residual ger-manoparlante austriaco, que contra-riaba los deseos de sus representan-tes, que se inclinaban por incorpo-rarse a Alemania. Austria perdió elsur del Tirol y la Venecia-Julia, quepasaron a Italia; Dalmacia, Eslove-nia y Bosnia-Herzegovina, que pa-saron a Yugoslavia; Bohemia y Mo-ravia, que pasaron a Checoslovaquia;Galitzia, que pasó a Polonia y Bucovi-na, que pasó a Rumania. Si en 1914 de-pendían de la parte austriaca de la Mo-narquía Dual 28 millones de seres hu-manos, el Tratado de Saint-Germain de-jó a la República Austriaca con una po-blación de menos de 8 millones y conlos 3 millones de austríacos que vivíanen las montañas de Bohemia fuera desus nuevas fronteras. El ejército austria-co quedó reducido a 30.000 hombres,el nuevo Estado debía hacer frente al

pago de las reparaciones que le corres-pondiesen y le fue estrictamente prohi-bida su unión con Alemania.

El Tratado de Neuilly, firmado el 27de noviembre de 1919, fijó los términosde la paz con Bulgaria, que por él per-dió la parte oriental de Tracia –su sali-da al mar Egeo–, en favor de Grecia, ydos pequeñas áreas de Macedonia, ce-didas a Yugoslavia. El ejército búlgaroquedó reducido a 20.000 hombres y elEstado tuvo que hacer frente al pagode su parte de las reparaciones. La re-lativa poca dureza que los vencedoresaplicaron a Bulgaria se explica por sutemor a que cualquier cambio de lasfronteras de la península de los Balca-nes tuviera consecuencias contrapro-ducentes.

El Tratado de Trianon, firmado el4 de junio de 1920, fijó una durísimapaz con Hungría, que por él perdíamás de 2/3 del territorio que con-trolaba antes de guerra. En mediode una situación social explosiva,los vecinos impusieron las arbitra-rias líneas de demarcación estable-cidas en la Paz de París: Transilva-nia y la mitad del Banato fueronintegradas en Rumania; Eslova-quia y Rutenia fueron integradas

en Checoslovaquia; Croacia y Voi-vodina pasaron a formar parte deYugoslavia; Italia reclamó Fiume;

Polonia ganó una pequeña zona en lenorte de Eslovaquia y Austria adquirióuna franja de la Hungría occidentalque más tarde se llamó Burgenland.

La parte húngara de la MonarquíaDual agrupaba en 1914 a 21 millonesde habitantes; la nueva Hungría fuereducida a 8 millones, dentro de unas

nuevas fronteras que dejaban fuera avarios millones de magiares. El ejércitoquedó reducido a 35.000 hombres y elnuevo Estado tuvo que hacer frente alpago de reparaciones.

El Tratado de Sèvres, de 10 deagosto de 1920, repartió el ImperioOtomano. Estambul quedó en manosturcas, pero los Estrechos serían desmi-litarizados y neutralizados bajo el con-trol de una comisión internacional; losgriegos ocuparon la Tracia Oriental; losarmenios dispondrían de un Estado in-dependiente en la Anatolia Oriental; loskurdos gozarían de una amplia auto-nomía dentro del Estado turco y se es-tablecieron amplias zonas de influencia

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EL OCASO DE LOS IMPERIOS

El diplomático ingléssir Eric Drummondfue el primersecretariogeneral de laSociedad deNaciones.

ROSARIO DE LA TORRE DEL RÍO es profesoratitular de Historia Contemporánea.Universidad Complutense de Madrid.

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de Francia e Italia en Anatolia. Los te-rritorios árabes también quedaron divi-didos entre un mandato francés sobreSiria, que incluía Líbano y que excluíaMosul, y dos mandatos ingleses, unosobre Palestina y otro sobre Irak, queincluía Mosul. Francia aceptó la pérdi-da de Mosul a cambio de las accionesalemanas (el 25%) de la Turkish Petro-leum Company. Esto prácticamente eli-minaba a Turquía como país de ciertaentidad, pero los turcos aún no habíandicho la última palabra.

La Sociedad de las ilusionesEl Pacto de la Sociedad de Naciones,que aparece como preámbulo del Tra-tado de Versalles y que se repite –igual-mente como preámbulo- en los otroscuatro tratados, corona todo el edificioconstruido en 1919 en París. El Pacto,ensayo de concierto mundial en el quese depositaron las esperanzas pacifistasde un mundo desangrado por una gue-rra terrible que solo cobraría sentido siera la última, intentaba crear un nuevoesquema para la actividad diplomáticalimitando el libre ejercicio de la sobe-ranía nacional –que caracterizó la su-puesta anarquía internacional de losaños anteriores a 1914– sin edificar unpoder supraestatal. Esto condujo a laparadoja de intentar combinar el prin-cipio de la seguridad colectiva con lacontinuación de la existencia de la ple-na soberanía nacional de los Estados.

Para cumplir sus objetivos, la Socie-dad de Naciones (SDN) contaría concuatro instrumentos: el desarme, las ga-rantías mutuas, las sanciones contra elagresor y el derecho a los cambioscuando las circunstancias cambiasen.La consistencia y virtualidad de los cua-tro instrumentos dependerían exclusi-vamente de la voluntad de los grandesa la hora de utilizarlos.

Ginebra fue elegida como sede de laSDN. Todos los países miembros –en-tre los que inicialmente no se conta-ban los vencidos– tenían asiento y vo-to en la Asamblea, pero sólo nueve deellos constituían el Consejo, encarga-

do por el Pacto de la resolución decualquier conflicto que pudiera poneren riesgo la paz del mundo. No todoslos miembros del Consejo era iguales:cinco eran permanentes (Estados Uni-dos, Francia, Italia, Japón y ReinoUnido), cuatro eran elegidos por la

Asamblea para un período de un año(los cuatro elegidos en primer lugarfueron Bélgica, Brasil, España y Gre-cia). Un Secretario General preparabalos trabajos del Consejo.

Pero, mientras la maquinaria puestaen marcha por las decisiones de Wil-son, Clemenceau y Lloyd George cul-minaba sus trabajos con la firma de lostratados, los acontecimientos de Esta-dos Unidos, en el otoño de 1919, arro-jaban serias dudas sobre el futuro de lonegociado en París.

Enfrentado a una poderosa oposi-ción a los acuerdos negociados, parti-cularmente a las obligaciones de la So-

ciedad de Naciones y a las concesio-nes a los japoneses en el Pacífico, Wil-son se embarcó en una durísima bata-lla en el Senado que culminó con suderrota. Estados Unidos firmó tratadosde paz separados con Alemania, Aus-tria y Hungría en agosto de 1921, queno incluían el Pacto de la Sociedad deNaciones. Wilson, que había jugadoun papel vital, a veces decisivo, en laredacción del acuerdo, no lograríacomprometer a los poderosos EstadosUnidos en la ejecución de unos trata-dos que, sin la necesidad de contarcon su aprobación personal, hubieransido muy distintos. De entrada, al re-nunciar Estados Unidos, el Consejo dela SDN quedó, de hecho, constituidopor ocho miembros. En 1922 se modi-ficó el Pacto y el Consejo se amplió adiez miembros, cuatro permanentes yseis no-permanentes.

De esta manera, la SDN, que se ba-saba en la idea democrática de igual-dad entre Estados soberanos, en lapráctica quedó en manos de dos gran-des potencias europeas que debíanmostrar su determinación política a lahora de liderar la acción colectiva enfavor del cambio pacífico o en contrade los agresores. Sobre esta base, pue-den entenderse las dificultades paraque un acuerdo como el de 1919 so-breviviera a la retirada de Estados Uni-dos y al restablecimiento de la potenciade Alemania o de Rusia.

Los vencedores, a la greñaNo se habían firmado todos los tratadosde paz, cuando estallaron las discre-pancias entre los vencedores: británi-cos y franceses por el reparto del Im-perio Otomano; norteamericanos y bri-tánicos frente a los franceses por elproblema alemán; italianos y yugosla-vos por Fiume.Y casi todos, con con laRusia soviética.

Mientras la Conferencia de Paz ter-minaba sus trabajos, París y Londres seenfrentaron por el reparto del Cercanoy Medio Oriente. Los británicos, quedeseaban la formación, bajo su con-trol, de un gran reino árabe, provee-dor de petróleo y bastión avanzado enla ruta de la India, empujaron sin éxi-to, en marzo de 1920, al emir Feisalcontra Francia, que se hizo fuerte ensu designio de controlar Siria. (véaseLa Aventura de la Historia, nº 55, “El

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En la Sociedad de Naciones se posaron las esperanzas pacifistas de un mundodesangrado por una guerra terrible

El economista inglés John Maynard Keynes,en la imagen con su esposa, alertó sobre elpeligro de asfixiar a Alemania.

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reparto del botín otomano: un siglo deconflictos en el Oriente Próximo”, ma-yo, 2003).

Finalmente, el Tratado de Sèvresnunca fue ratificado. Aunque el Sultánaceptó sus cláusulas, el movimiento re-publicano encabezado por Mustafá Ke-mal las rechazó, sobre todo porque da-ban a los griegos derechos exclusivossobre la región de Esmirna y porquecolocaban los estrechos de los Darda-nelos y del Bósforo bajo la administra-ción de la SDN.

Tras la desaparición del Sultanato, laTurquía de Mustafá Kemal, apoyadapor Francia e Italia, reclamó la revisión

de lo acordado en Sèvres y se enfrentóa Grecia que, pese al apoyo británico,fue derrotada

La victoria militar de Kemal forzó elTratado de Lausana, de 24 de julio de1923, por el que Turquía renunciaba atodos los territorios no-turcos del Im-perio Otomano; Grecia retenía todaslas islas del Egeo menos Imbros y Te-nedos, que retornaban a Turquía; Italiase anexionaba las islas del Dodecane-so; Inglaterra que quedaba con Chipre;el Bósforo y los Dardanelos eran des-militarizados; los griegos se retirabande Esmirna y de Trancia Oriental; seobligó por la fuerza a las poblaciones

turcas (350.000) y griegas (1.000.000) adesplazarse, para adecuarse a las nue-vas fronteras.

El rechazo norteamericano a ratificarel tratado de garantía negociado conFrancia en Versalles a cambio de su re-nuncia al control directo de la orilla iz-quierda del Rin enfrentó a París y Was-hington durante los años veinte; el Rei-no Unido, bajo la influencia del libro deKeynes Las consecuencias económicasde la paz (1919), favorecía una recupe-ración rápida de Alemania y, con ello,también se enfrentaba a una Franciaque, por su parte, cifraba su seguridad yrecuperación en la estricta ejecución del

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Protectorados establecidos porla Sociedad de Naciones (SDN)

• En 1920 para el Líbano, Siria e Irak.• En 1922 para Palestina, de la que

Gran Bretaña separa el emiratode Transjordania.

Francia.

Gran Bretaña.

Posesiones o protectorados británicos.

Unión Soviética.

Posesiones italianas.

Reino de Abdel Aziz Ibn Saud en 1932, tras las conquistas delos territorios del oeste y sur.

Zonas neutrales.

Territorio turco.

Adquisiciones de Turquía segúnel Tratado de Lausana de 1923.

El Cairo •

• Damasco

• Alejandreta

• Bagdad

• Al-Najaf

• Bakú

• Esmirna

Beirut •

Medina •

Basora •

Erzurum •

Kerman •

Mosul •

PALESTINAISRAEL EN 1948

TRANSJORDANIA

Sandjak de Alejandreta,creado en 1924 y cedido

a Turquía en 1939

Armeniaindependiente

entre 1918y 1923

República soviética deGilán, de 1918 a 1921

La Sociedad de Nacionesreconoció en 1925 latransferencia de la regiónde Mosul a Irak

Mar Mediterráneo

Mar Negro

MarCaspio

GolfoPérsico o Arábigo

Mar Rojo

OCÉANOÍNDICO

LÍBANOSIRIA

IRÁN

RUBAL-KHALI

AL HIJAZ, NAJDY DEPENDENCIAS EN 1926

ARABIA SAUDITAUNIFICADA EN 1932

AL HIJAZ

ASIR

YEMEN

ETIOPÍA

ERITREA

AFGANISTÁN

UNIÓNSOVIÉTICA

UNIÓNSOVIÉTICA

IRAK

TURQUÍA

CHIPRE

ISLAS DELDODECANESO

EGIPTO KUWAIT

BAHREIN

OMÁN

HADRAMAUT

PROTECTORADODE ADÉN

YEMÉN DEL SUR 1967ISLA SOCOTRA

QATAR

COSTA DE LOS PIRATASEMIRATOS ÁRABES UNIDOS

EN 1971

• Jerusalén

• Asmara

•La Meca

•Adén

•Sana

• Estambul

•Trebisonda

Ammán•

Kirkuk•

Teherán•

Shiraz•

Mascate•

Bandar e Abbas•

Ankara•

Abadán•

Kars•

Al-Jawf•

Ryad•

Yida•

Masaua•

• Akaba

Situación del Próximo Oriente tras el manejo de la política de mandatos. La situación colonial perdudaría en algunos puntos hasta la década de lossesenta (fuente: G.Blake, J. Dewdney, J. Michell, The Cambridge Atlas of the Middle East and North Africa, Cambridge University, 1987).

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Tratado de Versalles. Francia sentía quesus aliados anglosajones la estaban de-jando sola frente al problema alemán.

Las aventuras de D’AnnunzioItalia entró en la Gran Guerra en 1915bajo las cláusulas del Tratado de Lon-dres, por el que Reino Unido y Franciale prometían Trentino, Trieste, Istria yDalmacia. Estados Unidos nunca asu-mió ese compromiso y, cuando llegó lanegociación de la paz, los italianos al-canzaron mucho menos de lo prometi-do: las tierras pobladas mayoritaria-mente por eslavos que reclamaba fue-ron incorporadas a la nueva Yugosla-via. Enfrentándose a británicos y fran-ceses, que olvidaron las viejas prome-sas, los italianos concentraron sus rei-vindicaciones en la incorporación deFiume a Italia. En septiembre de 1919,grupos de voluntarios –los arditi– diri-gidos por el poeta Gabriele d’Annunziotomaron la ciudad provocando una cri-sis internacional. La evacuaron dos me-ses después, tras acordar su conversiónen Estado independiente, con el queterminaría Mussolini en 1924.

La reconstrucción de Polonia, decidi-da en Versalles, planteaba un graveproblema de fronteras. Los aliados de-seaban limitar Polonia a los territoriospoblados mayoritariamente con pola-cos, pero Josef Pilsudski, que había

proclamado la República el 22 de no-viembre de 1918, continuaba la luchacontra rusos y ucranianos con el obje-tivo de extender sus fronteras por el Es-te. Así, la nueva Polonia rechazaría a lavez las propuestas de paz soviéticas ylas fronteras fijadas por la Entente, por-que reclamaba las de 1772 y, si era po-sible, incorporando a ellas Ucrania.

El 25 de abril de 1920, los polacos re-tomaron su ofensiva contra los Sovietspero, tras algunos éxitos iniciales, lasderrotas se encadenaron y, el 22 de ju-lio, los polacos solicitaron el armisticio.Mientras los británicos presionaban a la

URSS para que respetase la Línea Cur-zon –la frontera lingüística que separa-ba las poblaciones mayoritariamentepolacas de las bielorrusas y ucranianas–,Francia animó la resistencia polaca ofre-ciendo un fuerte apoyo militar. La llega-da de los soldados franceses cambió lasituación y los polacos olvidaron el ar-misticio e iniciaron una ofensiva que hi-zo recular a los soviéticos 400 km. Enpocos días, Polonia pasó de la derrotatotal a una gran victoria: rechazaron en-tonces la Línea Curzon y forzaron unafrontera 150 kilómetros más al Este.

Las negociaciones culminaron con elTratado de Riga, de 12 de marzo de1921. En enero, Francia y Polonia habí-an firmado un tratado de alianza que,

para el Gobierno de París, sería la pri-mera de sus alianzas de revés que, a fal-ta de la garantía anglosajona de sus fron-teras del noreste, le permitirían fortale-cer su posición frente a Alemania.

Tras el fracaso de las intervencionesmilitares occidentales contra la Rusia so-viética, se consolidaría el cordón sanita-rio antibolchevique que, formado porFinlandia, Estonia, Letonia, Lituania yPolonia, intentaría evitar el contagio re-volucionario. Moscú respondió con dosestrategias: por una parte, con la Terce-ra Internacional y su influencia sobre lospartidos comunistas que se crearon pordoquier en los años 1920-1921; por otra,con una política exterior de acerca-miento a Alemania, la otra gran poten-cia maltratada y aislada por los vence-dores. El 16 de abril de 1922, la UniónSoviética y Alemania firmaron el Trata-do de Rapallo, por el que establecían re-laciones diplomáticas y un acuerdo eco-nómico. Sus cláusulas secretas incluíanun acuerdo militar que permitiría a Ale-mania burlar los controles de desarme.

La frustración de PoincaréAunque Francia fue la gran vencedoraen Versalles, no consiguió ni la fronte-ra estratégica sobre el Rin que reclama-ban sus militares y las ligas nacionalis-tas ni una garantía anglo-norteamerica-na que pudiera suplirla. El Gobierno

del Bloque Nacional y, en particular,Poincaré, consideraría que Francia ha-bía quedado sola frente a Alemania yque la seguridad del país residía exclu-sivamente en la estricta ejecución delTratado de Versalles.

En el marco de esa política, lo pri-mero sería obligar a Alemania a pagarlas reparaciones que fijaba el artículo231 del Tratado de Versalles. Para laopinión pública francesa, esas repara-ciones estaban plenamente justificadasporque Alemania, país agresor, conser-vaba su potencial económico práctica-mente intacto, mientras Francia, paísagredido, salía de la guerra con unaeconomía arruinada. No se trataba deuna suma baladí: la Conferencia de

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Postal italiana de entre 1914-1918, quepropone suscribir bonos de guerra paraapoyar al Estado.

Gabriele D’Annunzio lideró a un grupo devoluntarios que tomaron Fiume en 1919(fotografía publicada en LIEyA, en 1898).

En 1921, ante el retraso del pago de lasindemnizaciones, los aliados ocuparontemporalmente la región de Renania

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Spa, de julio de 1920, había fijado elporcentaje de las indemnizaciones quecorrespondía a cada damnificado: Fran-cia, 52%; Reino Unido, 22%; Italia, 10%;Bélgica, 8%... Más tarde, la Comisión deReparaciones fijaría la deuda alemanaen la impresionante suma de 132.000millones de marcos-oro, por lo que aFrancia le corresponderían 68.640 mi-llones de marcos oro, que consideraríaimprescindibles para su recuperación.

En marzo de 1921, ante las dilacionesen los pagos, los aliados, que de acuer-do con las cláusulas del Tratado de Ver-salles, ocuparon temporalmente la re-gión de Renania, extendieron su con-trol sobre el Rin con la ocupación de

tres nuevas cabezas de puente: Rur-hort, Duisburgo y Düsseldorf. La pre-sión de la extrema derecha y la crisismonetaria que le atenazaba llevaron algobierno alemán a resistir. El Gobiernode Londres, bajo el impacto de las lla-madas de atención de Keynes sobre lasconsecuencias del hundimiento econó-mico de Alemania, buscó entonces uncompromiso y ofreció a Francia la ga-rantía de sus fronteras a cambio de unareducción muy importante de la repa-raciones alemanas. Briand estuvo apunto de aceptar ese compromiso que,finalmente, no fue posible por la opo-sición de la Asamblea Nacional y delpresidente de la República.

Siembra de odioEn enero de 1922, Poincaré, que susti-tuyó a Briand, se empecinó en una po-lítica de rigurosa ejecución; con el pre-texto de un retraso en la entrega de unpago en especie (un cargamento de

postes telegráficos), el Gobierno fran-cés llevaría el asunto a la Comisión deReparaciones que, por tres votos (Fran-cia, Italia y Bélgica) contra uno (ReinoUnido) decidió ocupar el Ruhr.

El 11 de enero de 1923, tropas franco-belgas ocuparon esa región. Berlín res-pondió con una política de resistenciapasiva, que llevó a la huelga a 2 millo-nes de obreros (los salarios los siguiópagando el Gobierno alemán). Poincarénecesitaba la producción del Ruhr y lle-vó a la zona a mineros, empleados delos ferrocarriles y soldados franceses ybelgas para suplir el trabajo de los huel-guistas alemanes. La tensión creció has-ta límites casi insoportables. Finalmente,

el gobierno alemán no pudo aguantarmás que unos meses y, en septiembre,puso fin a la huelga.

La gravísima situación económica, laextraordinaria inflación y la humilla-ción que significó la ocupación delRuhr constituyeron una magnífica pro-yección para un orador tabernario quepor entonces conmocionaba las cerve-cerías muniquesas, Adolf Hitler. Antesde la crisis su partido, el NSDAP, con-taba apenas con diez mil afiliados; alconcluir, disponía de 26.000. La osadíadel líder nazi creció exponencialmente,hasta el punto de que intentó conquis-tar el poder mediante un golpe de ma-no, el Putsch de Munich del 8 de no-viembre de 1923.

Entre tanto, las presiones internacio-nales fueron ablandando a Francia.Poincaré, que había pedido un crédito ala Banca Morgan para sostener el fran-co, se encontró en una posición débil ytuvo que reconocer que las dificultades

alemanas para pagar las reparaciones noeran inventadas y que lo más sensatoera aceptar las presiones de los Estadosanglosajones para llevar el complicadísi-mo problema de los pagos alemanes aun comité presidido por el general nor-teamericano Dawes; al tiempo, firmabaun acuerdo en 1924, para retirar sus tro-pas del Ruhr en el plazo de un año.

A partir de 1924, la atmósfera políticaeuropea se distendió. En primer lugar,mejoró la situación económica; la fasede depresión terminó en 1924, con elenderezamiento financiero de Alema-nia. Europa conocería, con la excepcióndel Reino Unido, una fase de prosperi-dad que favorecería el apaciguamiento

de los conflictos internacionales. En se-gundo lugar, la izquierda llegó al poderen Francia y en el Reino Unido y loshombres del Cartel de las izquierdas ydel laborismo no tuvieron dificultadespara normalizar las relaciones con laUnión Soviética y, sobre todo, pararomper con la política de ejecución ybuscar la conciliación con Alemania. Fi-nalmente, fueron importantes los indi-viduos. El francés Herriot, líder del Car-tel, intentaría, sin éxito, fortalecer el sis-tema de arbitraje de la SDN. El británi-co Austin Chamberlain se mostraría máscomprensivo que Lloyd George hacialas posiciones de Francia. Y, sobre todo,Briand, ministro francés de Asuntos Ex-teriores de 1925 a 1932, y Gustav Stre-semann, que ocuparía en mismo pues-to en Alemania de 1923 a 1929, prota-gonizarían el acercamiento franco-ale-mán, base de las nuevas relaciones eu-ropeas que caracterizaron a la segundaparte de los años veinte. ■

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Poincaré, ministro francés de Exteriores en 1922, era partidario de una rigurosa aplicación del los Tratados de paz. El británico AustinChamberlain fue muy comprensivo hacia Francia. El alemán Stresemann y el francés Briand se esforzaron en un acercamiento mutuo.

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Derrota, nacionalismo y revolución

LA CAÍDADE LAS ÁGUILAS

maba el armisticio en Mudros y poníalos Estrechos bajo control aliado. Tam-bién el frente italiano se rompía a fina-les de octubre, con el desastre militaraustro-húngaro de Vittorio Véneto, quedejaba la Austria occidental abierta alavance aliado. El 10 de noviembre, elGobierno rumano declaró la guerra a lasPotencias Centrales y se dispuso a re-clutar un ejército con el que invadirHungría.

En el interior del Imperio de los Habs-

burgo, la situación se complicaba pormomentos y amenazaba tanto con la re-volución social como con la desintegra-ción del Estado. La guerra había venidoa alterar un cuidadoso equilibrio quedurante medio siglo había garantizadola estabilidad de la Europa central.Fruto de un pacto entre austro-ale-manes y magiares –el Compromisode 1867– la Monarquía Dual res-pondía a los intereses de estas dos

minorías nacionales, que sumabanun 24 y un 20 por ciento, respecti-vamente, de la población del Im-perio. Los germanos dominaban enla parte occidental, la Cisleitania, ylos húngaros en la oriental, laTransleitania. En ambos territorios

convivía un conjunto de nacionali-dades de origen étnico dispar: polacos,rutenos, checos, eslovacos, croatas, ser-bios y eslovenos eran eslavos, mientrasque rumanos e italianos reivindicabansu origen latino y los judíos, que no po-seían el estatus oficial de nacionalidad,formaban una comunidad dispersa, pe-ro culturalmente muy cohesionada. Enbuena medida, la historia de Austria-Hungría era la de este pacto de mutuointerés, que obligaba a germanos y ma-giares, rivales en casi todo, a entender-se a la hora de frenar las crecientes rei-vindicaciones nacionalistas de las res-tantes minorías.

El día 15 de septiembre de1918, el Ejército aliado deOriente, extendido en el nortede Grecia, desencadenó una

ofensiva general. El grueso de las divi-siones aliadas –francesas, británicas, ser-bias, griegas e italianas– inició un ata-que sobre las líneas búlgaras en el sec-tor macedonio de Dobropole, al estede Bitolj. Los desmotivados defenso-res apenas ofrecieron resistencia yretrocedieron apresuradamente. Afinales de mes, los Aliados controla-ban toda la Macedonia meridional ysus vanguardias penetraban en territoriobúlgaro. Enfrentado a un colapso mili-tar, en Sofia el Consejo de la Corona de-cidió enviar una delegación a Salónica,sede del Alto Mando aliado en los Bal-canes. El 29 de septiembre, Bulgariaaceptó el armisticio en los términos im-puestos por sus vencedores.

El derrumbamiento búlgaro abrió elresto de la Península a los Aliados. Lasvanguardias serbias liberaron Belgradomientras, a su derecha, los franceses al-canzaban el Danubio, italianos y france-ses ocupaban Albania y los británicoscompletaban la ocupación de Bulgaria.El 30 de octubre de 1918, con sus tropasen desbandada, el Alto Mando turco fir-

JULIO GIL PECHARROMÁN es profesor titular de Historia Contemporánea, UNED, Madrid.

Un conde Karolyi proletarizado entierra a lamaltrecha águila bicéfala de Austria-Hungría,en caricatura popular de 1918.

Los sufrimientos de la guerra, la derrota, la Revolución Soviética y los nacionalismos alteraron el equilibrio del Viejo Continente. JulioGil analiza el fenómeno que derribó los Imperios austrohúngaro, alemány otomano, configurando una nueva Europa

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La Gran Guerra había puesto de re-lieve el hecho de que Austria-Hungríaera un gigante con pies de barro.

Hambre y descontento popularCuando, en el otoño de 1916, fallecióel anciano emperador Francisco José,su sobrino, Carlos I, heredó un pano-rama sombrío: con los frentes atasca-dos en una sangrienta guerra de des-gaste, la masiva movilización militar,destinada a reponer las continuas bajas

–se movilizó a nueve millones de hom-bres, de los que la mitad resultó muer-ta o herida– restaba gran parte de sufuerza laboral a la industria y a la agri-cultura. El desabastecimiento de lasciudades y una inflación galopante notardaron en convertirse en un proble-ma angustioso y el racionamiento au-mentó el descontento popular.

Con todo, lo más preocupante era lacuestión de las nacionalidades. Aun-que los polacos de Galitzia parecían

conformarse con una amplia autono-mía, la guerra había reforzado en lasdemás minorías la tendencia a la crea-ción de Estados propios o a la incor-poración de sus territorios a los Esta-dos nacionales vecinos. En este últimocaso estaban los italianos del Tirol, Is-tria y Dalmacia, los rumanos de Tran-silvania y Bucovina y los serbios deBosnia y Voivodina. Entre los checos ylos croatas, tradicionalmente muy com-bativos en la cuestión nacional, avan-

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EL OCASO DE LOS IMPERIOS

Trabajos de demolición de la estatuade Hindenburg, en Berlín, en 1919.

El mariscal, sin embargo, no habíaperdido aún su influencia.

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zaba la idea de un Estado propio y so-berano, si bien los últimos estaban di-vididos entre los defensores de unaCroacia independiente y los yugoslavi-tas, partidarios de una unión sudeslavacon los reinos de Serbia y Montenegro.

Desde los primeros meses de la con-tienda, los movimientos nacionalistas ha-bían podido desarrollar una extensa ac-

tividad en Europa occidental y Nortea-mérica, alentada por los gobiernos alia-dos. El conservador rusófilo RománDmowski encabezó desde París y Lon-dres la lucha por lograr la reunificacióne independencia de Polonia, aunque ri-valizando con las fuerzas del interior quedirigía, hasta su encarcelamiento por losalemanes, el socialista Josef Pilsudski.

Checos y eslovacos habían constitui-do sendos Comités Nacionales, pero enla emigración triunfaba la idea unitaria,plasmada en el Consejo Nacional Che-coslovaco creado en el otoño de 1915en París bajo la dirección de Tomás Ga-rrigue Masaryk.

También los yugoslavitas constituye-ron en ese año su Comité en Londres.Dos años después, los Aliados propi-ciaron una reunión de grupos sudesla-vos en Corfú. Allí el líder del Comité, elcroata Ante Trumbic firmó con Pasic,jefe del Gobierno serbio en el exilio,una Declaración favorable a la creación

de un Reino de los Serbios, Croatas yEslovenos –“idénticos, por sangre ylengua”– bajo la monarquía serbia delos Karageorgevic. En cuanto a los ru-manos, con gran presencia en Transil-vania, Bucovina y el Banato oriental,sus miras estaban puestas en la incor-poración al vecino Reino de Rumania.

El final de la Monarquía DualLa entrada en la guerra de Estados Uni-dos aceleró las tendencias a la disgre-gación en Austria-Hungría. El famosoprograma de 14 Puntos para la Paz delpresidente Wilson, que incluía el dere-cho a la autodeterminación para las na-cionalidades del Imperio Habsburgo,galvanizó a los movimientos naciona-listas. El acuerdo de Pittsburg, firmadopoco después por Masaryk con los di-rigentes de la comunidad eslovaca deEstados Unidos, fue la base para lacreación de un Gobierno provisionalde Checoslovaquia, con sede en París.

Asimismo, la Revolución Rusa y eltriunfo bolchevique, con su programade autodeterminación de las nacionali-dades, fueron importantes elementosde apoyo de los ideales independentis-tas de las minorías, al tiempo que ha-cían alentar al proletariado de Austria-Hungría esperanzas de profundos cam-bios sociales.

A mediados de octubre de 1918, el lí-der de los diputados checos en el Con-sejo de Estado austriaco (Reichsrat),Karel Kramar, exigió en Praga el dere-

cho de autodeterminación de su nacio-nalidad y la respuesta popular que en-contró la demanda convenció a las au-toridades vienesas de que la situaciónse había vuelto insostenible El empera-dor Carlos, en un último intento porconservar la cohesión del Estado, pro-metió en un manifiesto, fechado el día16, el establecimiento de una monar-quía federal en Cisleitania –pero no enTransleitania, donde el Gobierno hún-garo había vetado la iniciativa– en lacual “cada nacionalidad formará, en suterritorio, un Estado autónomo”. Perola propuesta federalista, que una déca-

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Fronteras del ImperioAustro-Húngaro en 1914(línea roja; países dependientesde Austria; línea verde: paísesdependientes de Hungría.

Austria: 83.833 km2 / 6.686.576 hab.Checoslovaquia: 140.352 km2 / 13.613.172 hab.Hungría: 93.000 km2 / 8.000.179 hab.Rumania: 294.967 km2 / 16.636.000 hab.Yugoslavia: 248.665 km2 / 11.700.000 hab.

Mar Adriático

BUDAPEST •

Trieste •

PRAGA •

Brno •

VIENA •

BELGRADO •

Trento•

Lvov•

Sarajevo •

Zagreb•

•Linz

•Cracovia

Graz •

C H E C O S L O V A Q U I A

H U N G R Í AA U S T R I A

Y U G O S L A V I A

R U M A N I A

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L O N I A

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B U L G A R I A

La desintegración de Austria-Hungria Nuevas Fronteras Sup. / Pobl. 1920-24

El 11 de noviembre de 1918, el emperadorCarlos I abandonó Viena y el REICHSRATproclamó la República de Austria

Carlos I heredó el Imperio en otoño de 1916,a la muerte de Francisco José I. Duró dosaños en el trono (postal de la época).

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da antes hubiera podido ser viable, nolo era ya. El día 27, el Gabinete impe-rial solicitaba un armisticio a los Alia-dos. Ello abrió las puertas a la disgre-gación interior.

Al día siguiente, el Gobierno provi-sional de Masaryk proclamaba en Parísla creación de Checoslovaquia, deci-sión imitada por el Comité NacionalCheco de Praga, que se hizo con el po-der apoyado por la movilización popu-lar, y por el Consejo Nacional Eslovaco,que sólo veía viable la independenciarespecto de Hungría en el marco de launión con los checos. Ese mismo día,un Consejo Nacional Rumano de Buco-vina acordó la unión de la provincia aRumania y los polacos del ducado deTeschen (Cieszyn), en la Silesia austria-ca, constituyeron su Consejo Nacional,que proclamó la incorporación del en-clave a una todavía inexistente Repú-blica Polaca. Veinticuatro horas des-pués, los dirigentes del Club Polaco delReichsrat formaron en Cracovia unaComisión de Liquidación, auténticoGobierno provisional que proclamó lasecesión de Galitzia, a la espera de quela retirada de los alemanes permitiera lareunificación de Polonia.

Austria y Hungría, mermadas y rotas,

se veían enfrentadas al caos interno. EnViena, los diputados alemanes delReichsrat, proclamaron el día 30 un Es-tado austriaco que pretendía, ya vana-mente, englobar a todos los territoriosde población germana del Imperio. EnHungría, mientras la agitación social seextendía, el Gabinete nacionalista deSándor Wekerle fue sustituido el 1 denoviembre por un Comité Nacional, cu-ya figura principal era el liberal-demó-crata conde Karolyi. El Comité procla-mó la ruptura del Compromiso de 1867y la recuperación de la plena soberaníadel Estado magiar bajo un sistema de-mocrático. Pero la Transleitania se des-hacía. Los eslovacos aceptaban integrarun Estado común con los checos. Lossudeslavos de Croacia-Eslavonia y elBanato se independizaban, dispuestosa integrar un solo Estado con Serbia yMontenegro y para ello formaban unConsejo Nacional en Zagreb. Y los ru-manos de Transilvania, tras constituirsu Consejo Nacional en Arad, se hacíancon el control de la región y no oculta-ban su intención de unirse a la Ruma-nia transcarpática.

Austria-Hungría se derrumbó. El 11de noviembre, al día siguiente de la fir-ma del armisticio con los Aliados, el

emperador Carlos renunció “a toda par-ticipación en los asuntos de Estado” yabandonaba Viena en dirección a Hun-gría, mientras un Directorio de tresmiembros asumía sus funciones y elReichsrat proclamaba la República deAustria. Cuarenta y ocho horas des-pués, con Hungría a punto de adoptarun régimen republicano, el último em-perador Habsburgo partía hacia el exi-lio, sin abdicar formalmente.

Eclipse otomanoLos gobernantes otomanos habían en-trado en la guerra dispuestos a frenar elproceso de disgregación del Imperio ya recuperar su hegemonía en el mundomusulmán. Frente a la debilidad mos-trada en el período 1911-13 –guerrascontra Italia y contra la Entente Balcá-nica–, el Ejército turco demostró unaconsiderable capacidad durante la GranGuerra para resistir, cediendo terrenomuy lentamente, a las ofensivas rusas ybritánicas en varios frentes: el Caúcaso,Palestina y el sur de Mesopotamia. ElEstado otomano, sin embargo, no teníala capacidad técnica y económica nece-saria para mantener una larga guerra dedesgaste. Además, los turcos eran unaminoría en el conjunto del Imperio y lalealtad de los restantes pueblos resulta-ba más que dudosa. A partir de la pri-mavera de 1917, las condiciones milita-res cambiaron. La sublevación de las tri-bus árabes del Hedjaz, dirigidas por elemir Feisal, facilitó el avance británico

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LA CAÍDA DE LAS ÁGUILASEL OCASO DE LOS IMPERIOS

Derrota turca a manos de los rusos en la frontera meridional de Rusia. Por el sur, los turcosfueron también castigados por tropas coloniales británicas y sus aliados árabes.

El militar y socialista Josef Pilsudski dirigiólas fuerzas polacas hasta que fue encarceladopor los alemanes.

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hacia Siria. En Mesopotamia, los turcosperdieron Bagdad y se vieron forzadosa replegarse hasta el Kurdistán. (Ver LaAventura de la Historia, nº 53, “Irak, tie-rra codiciada”, marzo 2003).

El Gobierno nacionalista del Comitéde la unión y el Progreso (los JóvenesTurcos), presidido por Mehmet Talat, senegaba, sin embargo, a reconocer la in-minencia de un colapso bélico. En mar-zo de 1918, la paz con Rusia no sóloanuló la amenaza en el noreste, sinoque permitió a los otomanos recuperarlos distritos armenios y ocupar las tie-rras caucásicas, ricas en petróleo. Peroese triunfo no servía para ocultar lamultiplicación de graves problemas. Lasnacionalidades no turcas –árabes, ar-menios, kurdos– estaban en plena re-belión. Durante el verano, Líbano y elsur de Siria fueron conquistados por losbritánicos, cuyo ejército de Mesopota-mia se aproximó a Mosul. Las escuadrasfrancesa y británica se preparaban paraintentar forzar el paso de los Estrechos.Alemania, enfrentada a sus propias ca-rencias, había dejado de ser la fuente desuministros bélicos que precisaba el es-fuerzo de guerra de Turquía.

La derrota de Bulgaria fue la gota quecolmó el vaso. Ahora, los ejércitos alia-dos en los Balcanes se encontraban apocas horas de Estambul, y la defensade los Estrechos se tornaba imposible.El Gobierno turco inició negociacionespara el armisticio, que se firmó el 30 de

octubre a bordo del acorazado británi-co Superb, anclado en la bahía de Mu-dros. Sus cláusulas suponían la retiradade las tropas otomanas de Siria y de Me-sopotamia, la vuelta a puerto de todoslos buques de guerra y el control mili-tar aliado sobre los ferrocarriles y lasfortificaciones de los Dardanelos y elBósforo. Formalmente, y a la espera deltratado de paz, el Imperio se manteníabajo el sultán Mehmet VI, llegado al tro-no cuatro meses antes. Los Jóvenes Tur-cos conservaban también el control gu-bernamental, en manos de otro de sus

dirigentes, Ahmed Tevfik Pasha. Peronada iba ya a ser igual.

Las potencias vencedoras codiciabanel Próximo Oriente otomano, que ya sehabían repartido varias veces sobre elpapel durante la guerra. No esperaronpara distribuir el botín a las conversa-ciones de paz que debían iniciarse enParís. A lo largo del invierno de 1918-19, franceses y británicos ocuparon losprincipales puertos, incluida Estambul,establecieron guarniciones en la Tur-quía europea y en Cilicia y asumieronel control de todos los ferrocarriles. Si-ria, Palestina y Mesopotamia escapaban

ya totalmente a la autoridad del sultány, en el noroeste, la población armeniaesperaba la protección aliada para es-tablecer su propio Estado.

En abril de 1919, los italianos empe-zaron a ocupar su nueva zona de in-fluencia, que abarcaba todo el surestede Anatolia. Y pocos días después, losgriegos desembarcaban en Esmirna y,con autorización del Consejo SupremoAliado, avanzaban hacia el interior delAsia Menor, triunfalmente acogidos porla numerosa población helena de la zo-na. Turquía parecía próxima a seguir lasuerte de Austria-Hungría.

El estallido del ReichEl Imperio Alemán, que soportaba el pe-so principal de la guerra en su bando,había agotado sus últimas posibilidadesde victoria durante la gran ofensiva dela primavera de 1918. La llegada masivade tropas norteamericanas a Francia y eléxito de la contraofensiva aliada duran-te el verano convencieron a los auténti-cos hombres fuertes del Imperio, los ge-nerales Hindenburg y Ludendorff, deque había que buscar una solución ne-gociada antes de que los Aliados tuvie-ran conciencia de la debilidad de la ma-quinaria de guerra alemana.

El 29 de septiembre, Ludendoff, jefedel Estado Mayor, aconsejó al káiserGuillermo II la apertura de negociacio-nes con Washington para lograr un ar-misticio sobre la base de los 14 puntosde Wilson. El militar exigió, además, la

dimisión del impopular Gobierno delcanciller Hertling –un mero títere de losmilitares– y la constitución de otro quereflejase la composición del Parlamen-to y estuviera, por tanto, legitimado pa-ra negociar el fin de las hostilidades.Los altos mandos militares intentabanevitar que la derrota abriera paso a larevolución.

El Káiser se plegó a los deseos de Lu-dendorff. El anciano Hertling fue susti-tuido por el príncipe Maximiliano (Max)de Baden, con fama de liberal y pacifis-ta, que se dedicaba a la benéfica tareade gestionar el intercambio de prisione-

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El alto mando griego durante la ofensiva en Asia Menor. En abril de 1919, los griegosdesembarcaron en Esmirna y fueron triunfalmente acogidos por la población helena de la zona.

El Imperio Alemán había agotado susúltimas posibilidades de victoria en lagran ofensiva de la primavera de 1918

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ros a través de la Cruz Roja. Constituidoun Gobierno el 5 de octubre, con parti-cipación del ala moderada de los social-demócratas, el canciller se entregó a unafrenética actividad, anunciando una in-mediata reforma democratizadora de laConstitución. Su intención era que ellomejorase las condiciones para la nego-ciación del armisticio, que pensabaabordar a continuación. Pero no habíatiempo. El 13 de octubre, Ludendorff co-municó al canciller su temor de que elfrente occidental se derrumbara encuestión de horas. Esa misma noche,Berlín informó al presidente Wilson desu deseo de negociar.

Durante las siguientes semanas, lasnegociaciones avanzaron penosamente.Los norteamericanos y sus aliados exi-gían la retirada alemana de todos los te-rritorios ocupados, la desmilitarizacióninmediata del Reich y la deposición delas autoridades que habían dirigido elesfuerzo bélico. Las posibilidades deuna paz negociada se difuminaban se-gún se sabía que Bulgaria y Turquíaeran obligadas a capitular sin condicio-nes. Pero la resistencia era inútil y losresponsables militares germanos lo sa-bían: Ludendorff, virtual dictador duran-te muchos meses, presentó la dimisióna finales de octubre, en desacuerdo conla reforma constitucional anunciada. Lacapitulación de Austria-Hungría, queabría su territorio a las tropas de la En-tente para que penetraran en Alemaniadesde el sur, fue el golpe de gracia.

Para entonces, el frente interior co-menzaba a resquebrajarse. El triunfobolchevique en Rusia había animado ala izquierda socialista a impulsar movi-mientos de protesta contra la guerra, pe-ro la oleada de huelgas desatadas en losgrandes centros industriales en enero de1918 había sido reprimida fácilmentepor el Ejército. Sin embargo, una granmayoría de la población estaba cansadade inútiles sacrificios y, desde comien-zos del verano, dejó de creer las pro-mesas de victoria final inminente queaún realizaban los círculos nacionalistas.El 3 de noviembre, los marinos de lasbases navales del Báltico, a quienes susmandos querían enviar a morir en unaúltima batalla “por el honor”, se amoti-naron, formaron un soviet y tomaron elcontrol de la Flota. Ese mismo día, enmuchas ciudades alemanas se iniciabanmovilizaciones populares contra la gue-rra y el emperador, en las que participa-ban miembros de las Fuerzas Armadas.El 7, la izquierda socialista tomó el po-der en Baviera, mediante un auténticogolpe de Estado y estableció en Munichuna “República de Consejos”. En las 48horas siguientes, el ejemplo se extendióa otras regiones, donde surgían Conse-jos de obreros y soldados, dispuestos asustituir a los gobernantes monárquicos.Mientras tanto, las tropas aliadas se acer-caban a la frontera germana.

El Gabinete berlinés estaba ahoradispuesto a terminar la guerra casi a

cualquier precio, y sus miembros so-cialistas presionaban para lograr la ab-dicación del emperador. Un prestigiosopolítico del Zentrum, Ezberger, enca-bezó la delegación que el día 7 inició lanegociación del armisticio. Pero, 48 ho-ras después, los sindicatos y partidosobreros declararon la huelga generalen Berlín y comenzaron las escaramu-zas callejeras. El Káiser arrojó la toallay se refugió en la neutral Holanda.

La hora de la izquierdaParecía llegada la hora del triunfo de laizquierda. Pero los socialistas estabandivididos. Frente a un ala radical –es-partaquistas e independientes, que so-ñaba con una revolución de tipo bol-chevique–, el mayoritario sector mode-rado deseaba una República parlamen-taria, que permitiera un programa deprofundas transformaciones. Dispuestoa que el ejemplo de Baviera no cundie-se, el líder de la socialdemocracia, Frie-dricht Ebert, aceptó la Cancillería el día10 y, tras proclamar la República, con-virtió su Gobierno en un Consejo de Co-misarios del Pueblo. Tan sólo dos horasdespués, el espartaquista Karl Liebk-necht proclamaba el establecimiento deuna Republica socialista, preludiando elenfrentamiento entre las dos corrientesde la socialdemocracia. El 11 de no-viembre se firmó el alto el fuego, queimponía a Alemania severas cargas. LaGran Guerra había terminado.

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LA CAÍDA DE LAS ÁGUILASEL OCASO DE LOS IMPERIOS

El zar y sus hijos, fotografiados durante su cautiverio en Tobolsk, en la primavera de 1918, quefue la última que vivieron tras la Revolución Bolchevique.

El almirante Miklós Horthy se convirtió en1919 en dictador incontestado de Hungría,apoyado por los aristócratas y los terratenientes.

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La Europa surgida de la Paz de Parísse construyó sobre las ruinas de los Es-tados derrotados. Como sucede en todacontienda, donde hay vencedores yvencidos, éstos cargaron con todas lasculpas y sufrieron en castigo impuestopor sus dominadores, que no supieronser generosos en la hora del triunfo. Lostratados individuales que integraron laPaz de París no sólo definieron un nue-vo orden internacional. También perpe-tuaron esa nada sutil división entre ven-cedores y vencidos, que tanto influyó enla frustración de las expectativas abier-tas por la paz y en la acumulación deagravios que desembocaría, bajo cir-cunstancias ciertamente diferentes, en laSegunda Guerra Mundial.

A partir de diciembre de 1918, los vie-jos Imperios multinacionales dieron pa-so a entidades estatales de carácter na-cional, los llamados “Estados sucesores”.Entre ellos, la variedad de situacionesera enorme. Varios –Polonia, Checoslo-vaquia, las tres repúblicas bálticas, Yu-goslavia– nacían de las ruinas de la Mo-narquía Dual y de la Rusia zarista y pre-tendían responder al principio wilsonia-no de la autodeterminación de las na-cionalidades. Pronto se comprobaría,sin embargo, que reproducían dentro desus fronteras la complejidad étnica y losproblemas que habían planteado las mi-norías nacionales a los viejos imperios.Estos pervivieron, en cierta forma, comoEstados sucesores bajo una estructurarepublicana. Sometidas a grandes pérdi-das territoriales, con traumáticos despla-zamientos de población y una crisis eco-

nómica nunca suficientemente remonta-da y que agravaba el pesado lastre delas reparaciones de guerra, Alemania,Austria, Hungría y Turquía conocieronen los primeros años veinte evolucionesmuy distintas. Pero todas estuvieronmarcadas por las consecuencias de laderrota bélica y por las tensiones nacio-nalistas que, más bien antes que des-pués, frustraron las expectativas de de-mocratización abiertas por las revolu-ciones del otoño de 1918.

El fin del califatoTurquía fue el único de los vencidosque pudo revisar la desastrosa situaciónen que la dejó el castigo de los vence-dores. En un principio, pareció que elsultán Mehmet VI lograría consolidarseen el trono. A diferencia de los otros im-perios europeos, en el interior de Tur-quía la crisis de 1917-18 no desencade-nó movimientos revolucionarios que hi-cieran caer la Monarquía. La aceptación

del Tratado de Sévres por el sultán le ga-rantizaba el apoyo de los Aliados a suGobierno sobre un Imperio reducido asu mínima expresión, sumido en unprofundo atraso material y mantenidocomo una dependencia semi-colonialpor franceses, británicos e italianos.

Pero las cosas cambiaron rápidamen-

te. En la primavera de 1919, surgió unmovimiento de regeneración nacionalen el centro de Anatolia, articulado entorno a la figura de Mustafá Kemal, unode los más prestigiosos generales delEjército otomano. Un año después, laAsamblea Nacional, reunida en Ankara,proclamó la República, con Kemal co-mo presidente, y reclamó la reunifica-ción de las tierras habitadas por los tur-cos. Durante los tres años siguientes,los kemalistas sostuvieron una guerra enmúltiples frentes: combatieron a lasfuerzas leales al sultán, obligaron a ita-lianos y franceses a evacuar el sur deAnatolia, recuperaron los distritos arme-nios gracias a un acuerdo con Moscú,derrotaron a los griegos, expulsándolesde las comarcas asiáticas del Egeo y sehicieron con Estambul, sometida hastaentonces a la ocupación aliada. El ar-misticio de Mudanya (octubre de 1922)y el Tratado de Lausana (julio de 1923)permitieron la consolidación de la sobe-ranía de la nueva Turquía.

Para entonces, del Imperio Otomanono quedaba el menor vestigio. El sulta-nato desapareció en noviembre de1922, tras la entrada de los kemalistasen Estambul y la huida de Mehmet VIen un buque inglés. La dinastía impe-rial pudo mantenerse algún tiempo másen la persona de Abdul-Mejid II, perosólo bajo el título honorífico y religiosode califa. Finalmente, en marzo de1924, el califato fue abolido por el ré-gimen republicano, inmerso en una la-bor de modernización del país que im-plicaba romper con las tradiciones po-líticas y culturales otomanas.

Austria y Hungría resurgieron de laderrota en sus actuales fronteras. En am-bos casos, las enormes amputaciones te-rritoriales facilitaron la construcción de

Estados nacionales, sin los anterioresproblemas de irredentismo de las mino-rías étnicas. En el caso de la “RepúblicaAlemana de Austria”, la tradición parla-mentaria permitió una primera etapa deconsolidación democrática bajo la presi-dencia del socialista Karl Renner. Aúnasí, la República naciente hubo de en-

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Bombardeo del Palacio Real de Berlín a finales de 1918. La precaria situación de Alemaniatras el fin de la guerra acabó conduciendo al auge del nazismo.

La extrema derecha alemana vio en laderrota de 1918 la acción traidora desocialistas, judíos e intelectuales

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frentarse a la posibilidad de una revolu-ción social como la que se producía enaquellos meses en Alemania y Hungría,y que, como allí, podía llegar de la ma-no de los Consejos de obreros y solda-dos, constituidos espontáneamente alproducirse el hundimiento de la Monar-quía, pero que intentaba controlar la iz-quierda socialista. El sector mayoritariode los socialdemócratas, partidario delos métodos legales y parlamentarios,suponía una garantía frente a un movi-miento bolchevique, y así lo entendie-ron las fuerzas conservadoras, encabe-zadas por los socialcristianos, el segun-do partido del país. Las elecciones de fe-brero de 1919 y la Constitución consoli-daron un bipartidismo que permitiríamás de una década de vida al sistemaparlamentario. Pero las dificultades eco-nómicas, la permanente agitación social,sobre todo en la capital, llamada “Vienala roja”, y la actuación de los grupospangermanistas defensores de la unión(anschluss) con Alemania, terminaríanponiendo fin a la experiencia democrá-tica y dando paso a la dictadura social-cristiana del canciller Dollfuss.

Hungría conoció un proceso, en cier-ta forma, similar al de Rusia, pero queterminó de manera radicalmente distin-ta. Durante los primeros meses tras el ar-misticio, el Gobierno republicano y re-formista que presidía el conde MihályKárolyi, apoyado por liberales y social-demócratas, hubo de convivir con elmovimiento de los Consejos de solda-dos y obreros, cada vez más influido porel recién creado Partido Comunista, di-

rigido por Bela Kun. Luego, en marzode 1919, los comunistas y sus aliados dela izquierda socialista se hicieron con elpoder a través de la llamada Repúblicade los Consejos. Principió entonces unarigurosa experiencia de “dictadura delproletariado”, que llevó a la nacionali-zación de las empresas con más de 20trabajadores y a la colectivización de latierra, entre otras medidas. Pero las fuer-zas contrarrevolucionarias se organiza-ron en el sur, con sede en la ciudad deSzeged, mientras los países vecinos semovilizaban contra el peligro de la Hun-gría bolchevique. Finalmente, en julio,las tropas rumanas invadieron el país ylo ocuparon. Los conservadores de Sze-ged, aristócratas y terratenientes en sumayoría, retornaron a Budapest y depo-sitaron en poder en manos de un anti-guo jefe de la Marina austro-húngara,Miklós Horthy, ahora almirante en unpaís sin costas, regente de una “Monar-quía sin rey” y dictador incontestado alfrente de un régimen que se autodefiníacomo democracia parlamentaria.

La República de WeimarFinalmente, Alemania vivió parecidasdificultades a las de Austria y Hungríay su recién adquirido régimen demo-crático aguantó apenas una década. LaRepública de Weimar, como es cono-cida por la localidad donde se elaborósu Constitución, se desenvolvió enuna continua precariedad, fruto tantode la derrota y el castigo de Versallescomo de la creciente polarización dela vida política hacia formulaciones

extremistas, que acabaría conducien-do a la dictadura nazi.

Como en Austria, el sistema parla-mentario alemán reposó en las dosgrandes fuerzas políticas que no se ha-bían visto salpicadas por su implicaciónen el desencadenamiento de la GranGuerra: los socialdemócratas y el Zen-trum socialcristiano. Como en Hungría,los socialistas de izquierda y los comu-nistas intentaron en el invierno de 1918-19 hacer triunfar el modelo de revolu-ción bolchevique –levantamiento espar-taquista en Berlín y República de losConsejos en Baviera–. Pero, a diferenciadel caso magiar, las fuerzas reformistaslograron mantener el control del Estadocon una mezcla de medidas represivas ycompromisos progresistas y así pudie-ron superar también el bache económi-co y político del turbulento 1923.

Para entonces, no obstante, actuabaabiertamente una extrema derechapangermanista que veía en la derrotade 1918 la acción traidora de fuerzasantinacionales (socialistas, judíos, inte-lectuales) que habían propinado una“puñalada por la espalda” al todavíapoderoso Ejército alemán, poniendo alReich a los pies de sus enemigos.Cuando este discurso revanchista y xe-nófobo se encarnó en una opción polí-tica de masas, el nacionalsocialismo, lafrágil democracia alemana entró en unaetapa convulsa y terminal. Pero cuan-do, en enero de 1933, Adolf Hitler lle-gó a la Cancillería, fue el equilibriocontinental en su conjunto, montadosobre la dualidad vencedores-vencidos,el que se vio sometido a revisión. Y,veinte años después del final de laGran Guerra, Europa volvió a verse in-mersa en la locura bélica. ■

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LA CAÍDA DE LAS ÁGUILASEL OCASO DE LOS IMPERIOS

Los norteamericanos celebran la rendición alemana en 1918, reflejada en grandes titulares enlos diarios. La contribución de Washington fue decisiva para ese desenlace.

FEJTÖ, F., Réquiem por un imperio difunto.Historia de la destrucción de Austria-Hun-

gría, Madrid, Mondadori, 1990.FUSI, J. P., Edad contemporánea, 1898-1939, nº8, Madrid, Historia 16, 1997.GALLEGO, J. A., Los movimientos revolucionarioseuropeos, 1917-1921, Universidad de Sevilla,1979.KEYNES, J.M., Las consecuencias económicas dela paz, Barcelona, Crítica, 2002.PEREIRA J. C., (cood.): Historia de las relaciones in-ternacionales contemporáneas. Barcelona, 2001.ZORGBIBE, CH., Historia de las relaciones Interna-cionales 1. De la Europa de Bismarck hasta el fi-nal de la Segunda Guerra Mundial, Madrid, Alian-za, 1997.

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