La buena suerte : comedia en tres actos - ctvteatro.com buena suerte.pdf ·...

136

Transcript of La buena suerte : comedia en tres actos - ctvteatro.com buena suerte.pdf ·...

€&e Líbrarp

of tfte

Onfoewítp of jftortb Carolina

CcnUofcorD bp W&t SDíalecííc

ano

P&üantfjropíc &otktlt$

^628/3^

a 00003 015686

14

REDRO MUÑOZ SECA

LA BUEHA SIEIIE

C OMEDiAEN TRES ACTOS, ORIGINAL

Copyright, by Pedro Muñoz Seca, 1924

MADRIDSOCIEDAD DE AUTORES ESPAÑOLES

1924

i

3E

LA BUENA SUERTE

LA BUENA SUERTE

COMEDIA EN TRES ACTOS

ORIGINAL DE

Redro Muñoz Seca

Estrenada el 5 de Noviembre en los Teatros

INFANTA ISABEL, de Madrid, y CIRCO, de Cartagena

PRIMERA LDICION

MADRIDJ. MORALES, Impresor. Vinaroí, 8 (Prosperidad)

1924

Esta obra es propiedad de su autor, y nadie

podrá, sin su permiso, reimprimirla ni represen-

tarla en España ni en los países con los cuales se

hayan celebrado, o se celebren en adelante, Trata-

dos internacionales de propiedad literaria.

El autor se reserva el derecho de traducción.

Los comisionados y representantes déla Socie-

dad de Autores Españoles son los encargados ex-

clusivamente de conceder o negar el permiso de

representación y del cobro de los derechos de pro-

piedad.

Droits de representation, de traduction et de

reproductíon reserves pour tous les pays, y com-

pris la Suéde, la Norvége etla Hóllande.

Queda hecho el depósito que marca la ley.

ñ Narciso Díaz de Escovar

el más popular

de nuestros escritores ilustres

REPARTO

PERSONAJES ACTORES

En Madrid En Cartagena

¡RENE ELOÍSA MURO CARLOTA PLA.

"NOTORIA ANGELINA VILLAR CARLOTA IBAÑEZ PLA.

CAROLINA CAROLINA FERNÁN OÓMEZ. ISABEL BLANCH.

MAD. BOUCHÓN MERCEDES SAMPEDRO MERCEDES ESTRELLA.

DOÑA CARMEN.. ASUNCIÓN GUIJARRO GLORIA CAIRE.

GLORIA MILAGROS GUIJARRO CONCHA RUBIO.

PAQUITA MANUELA IGLESIAS ANITA DLANCH.

IHMH—ITI 'l"ll MARÍA ROVERA ANITA BLANCH.

RWIONA CARMEN CEFILLO CONCHA RUBIO.

RAMIRO ANTONIO SUÁREZ JOSÉ M." GARRIDO.

PATRICIO JOSÉ M. ft GALLARDO BENICIO LÓPEZ.

LUIS PEDRO SEPÚLVEDA MIGUEL IBAÑEZ.

JUAN PEPECALLE LUIS RAMÍREZ.

PEPE SALVADOR MORA VALENTÍN TORNOS.

MR. BOUCHÓN.. PEDRO VALDIVIESO JOSÉ RICO.

NÚÑEZ. RAFAEL ACEBAI JOSÉ DOMÍNGUEZ.

NICOLAU PEDRO GONZÁLEZ FRANCISCO LÉRID \ .

GABINO JULIÁN G. VALBUENA RAMÓN SERNEGUET.

"

G71 721

ACTO PRIMERO

Hall del «Hotel Sevilla», de Biarritz. En el foro Izquierda, y en

chaflán, la puerta de entrada. El resto del foro, galería de cristales,

con puerta en e! centro, que conduce a una terraza que se pierde

en el lateral derecha. En el fondo, perspectiva de mar. En el lateral

izquierda, primer término, una puerta, y sobre ella el siguiente le-

trero: «Direction». Eníre esta puerta y la de entrada, la mesa del

portero, con su aparato telefónico, su casillero para la correspon-

dencia etc., etc. En el lateral derecha, primer término, el arranque

de un amplio corredor, y en el último término, el de una escalera

que se pierde en el lateral. El hall estará decorado y amueblado con

gusto exquisito. Es de día, en el mes de Agosto. Época actual.

Al levantarse el telón, NICOLA U, portero del

hotel, hombre de unoJ'cuarenta años, de muy

buena facha y más catalán que el maestro Vi-

ves, sale de la Dirección hablando con alguien

que se supone queda dentro.

Nic

.

(Con marcado acento catalán hasta cuando ha-

bla en francés.) Oui, madame... Oui, oui...

Pardon... (Ya junto a su mesa y dando rienda

suelta a su desesperación.) ¡Maldita sea Cas-

10

telldefels, que es mi pueblo! ¡Que no ma ca-

yera a mi un aerolito el día que vine an Bia-

rritz por primera vez...! ,

fjjr

Gab. {Por la escalera de la derecha. Es camarero

del hotel y natural de Córdoba. Viene echando

sus cuentas.) Dos francos y medio, que a cua-

renta y siete que están, son... poco más dená...

^Ascucha tú, Nicolau, ¿íia venido "árguien prt-

guntando por la señora del onze?

NiC. ¿Quién es la del once?

Gab. La güespeda esa guapa, que párese inglesa y

es de AndújaryyTTónibre, esa tan andaluza

""que habla mu n/alamente y que la llaman aquí

en Biarritz «Madan Chavó», porque no se le

cae er chavó de la boca.

Nic. ¡Ah, sí...! Pues no; no ha preguntado nadie

por ella.

Gab. Claro hombre; quién va a venir a estas ho-

ras con la caló que hase. Se lo diré a la cama"

rera pá que se lo diga a ella. (Sopla en un tu-

bo acústico.) No sé si me entenderá, porque la

camarera de ese piso es la francesa más cerra

que yo me he echao a la cara. Con la edá que

tiene y todavía no ha aprendió er castellano.

(Suena el pito del tubo acústico.) Oiga, «Ma-

muasel», dígale a la señora del onze que no ha

pregunteo nadie por ella. . ¿Eh...? Pues hija,

yo no sé decirlo más claro. Allá usté. (Deja el

tubo.) Que no comprende... Peópá ella.jC

M. BOU. (Dentro, llamando.) ¡Nicoló...! ¡Nico'.ó...!

NlC. (Lívido.) ¿Otra vez...? ¡Malhaya sea mi vida...!

¡Que no se muera esta señora de improviso...!

— II —

(Acercándose a la puerta de la *Direction* .)

Pardon,madame, je suis occuppé...(Vro/v/e/ií/o

o su mesa.) Nada, que con la madame esta,

ju'lia caído a mí encima la ceniza, como di-

ces tú.

Gab. ¡Qué ceniza...! El cenizo, guasón.

Nic. Lo mismo da. ¡Maldita sea...!

GAB. ¿Pero qué te pasa, Nicolau?

Nic. ¡Qué me va a pasar, hombre...! ¡Qué me va a

pasar...! La madame que s'ha prendado de mi

y no me deja ni al sol ni a la sombra.

Gab. ¡Cámara! ^~~¡¡¡í ^^Xic. Si no fuera la/nujer del dueño, le daba un me-

tido en las narices que se las ponía de peineta.

Me estoy viendo en la calle, por culpa de los

enamoramientos.

Gab. ¡Gachó!

Nic. ¡Tengo una estrellita...! Porque es la tercera

vez que me ocurren estas cosas. También se

me enamoraron en Gerona, en Tarragona y en

Bayona.

Gab. Es que ustedes los de Reus, tenéis un atrartivo

espantoso.

Nic

.

Te advierto que yo soy de Castelldefels, y que

lo que me pasa no es para tomarlo a la chun-

ga ni a la chirigota.

GAB. ¿Quieres calla, hombre? Demasiao sé yo lo

graves que son estas cosas.

NiC. ¡Maldita sea...!

Gab. Ascucha, ¿se t'ha declarao ya?

NiC. No; si no pasa del suspirito, del guiñito, de la

miradita, de la insinuacioncita... Ahora, que

— 12 —me trae frito, porque con el achaque de que

quiere aprender nuestra lengua, me llama a

cada instante para que yo le diga en castellano

palabras francesas que ella busca, y que son

siempre piropitos y fiorituras. Porque lo que

ella quiere es oirme decir cosas tiernas, aunque

sea por tablas.

GAB. ¡Mi madre...!

Nic. ¡Como están rumántica...!f~+

M. BOU. {Como antes.) ¡Nicoló ..!

Nic. ¿Estás viendo?

GAB. Y que no dice Nicolau aunque la maten.

M. BOU. ¡Nicoló...!

Nic. {Asomándose de nuevo a la ¿Direction» .) Par-

dón,madame Bouchón; je suis tres occuppé...

GAB. Pues tú con ía - madan», y yo con los cambios, '

estamos los dos aviaos. Porque a mi me gus-

ta sabe ar séntimo lo que tengo ahorrao,y co-

mo er dinero lo tengo en francos y los francos

varían de presio cada día... pues es un lío que

me voy a vorvé loco. . ,

MR . Bou . (Por el corredor de la áefScha. Ha cumplido los

cincuenta años y tiene cara de hotelero y cha-

quet de hotelero. Habla con marcado acento

francés.) ¡Gabinó...! ¡Gabinó...!

Gab. Mándeme usté, musiú Buchón.

MR. Bou. El caballego americano del diez y siete va a

tomar el té con Briones.

Gab. Dirá usté con brioches

MR. Bou. Con Briones.

Gab. Usté está majareta.

MR. Bou. Digo que va a tomar el té con Briones, un ami-

go suyo.

- 13 -

Gab. ¡Ah! Sí, señó. Ahora caigo. Ese es otro ameri

cano que viene a verlo algunas tardes. < Usté

perdone.

Mr. Bou. Siempre el usté pegdone, después de decir la

tonteguía fuerte grande. ¡Pollino...! Lleve dos

tés completos al diecisiete.

GAB. Sí, beñó. (Medio mutis.)

Mr. Bou. ¡Ah! Gabinó...

Gab. Musiú.

MR. Bou. ¿Ese americano Briones es del mismo país que

el señog Gallango?

Como si lo fuera: uno es de Honduras, de Ca-

caloiepe, y otro de Méjico, de Cacalután, con •

allá se van.

MR. Bou. (Entre dientes.) ¡Gran bestia, pollino...!

Gab. ¿Manda usté argo más, musiú?

MR. Bou ¡Musiú, musiú...! ¿Cuándo aprenderá usted

algo de francés?

Gab. ¿Yo? ¿Pá qué? ¿No me ha traído usté pá serví

a los españoles que hay en el hoté? Adema,

que erfransé es muy fási; er que no lo habla

es porque no quiere; er pan «pen*, er vino

«ven», y lo demás lcomo en castellano.

MR. Bou. (Malhumorado.) ¡Vaya, vaya pronto!

GAB. AttMPWBiían. (Se va por el corredor de la de-

recha.)

MR. Bou. (Viéndole ir.) ¡Mamagacho...! No le entra la

France. No tiene el estímulo de aprendeg...

¡¡Pollino...!! En cambio, usté, Nicoló, es un se-

villano todo listo...

NiC. Le advierto a usté que yo soy catalán.

MR. Bou. Está lo mismo. Nadie conoce que no sea usté

- 14 -

sevillano, y a mí me conviene que todo sea

aquí Andalucía.

Nic

.

No, si conocerme se ma conoce muy poquito..

.

MR. Bou. ¡Oh! Vale usted grande cosa, Nicoló. La ma-

dame está enamorada de usté. ¡Sí! Y mi mujer

sólo se fija en lo que tiene un gran mérito, por-

q u

e

... (Al ver entrar en escena a DONA CAR-

MEN y'a CARMITA, madre e hija, un tanto

aciirsiladas.) Pardón... Bon soir, madame...

Bon soir, mademoiselle...

D. a Car. Bon soir... Aquí on parle español, ¿verdad?

Mr. Bou. Tout le monde.

D. a CAR. ¿Cómo?

Mr. Bou. Que todo el mundo, señoga. Este es el gran Ho-

tel Sevilla, y aquí todo es Andalucía. Somelier

andaluz, de Córdoba; portero {Por Nicolau.)

andaluz, deSevilla, y cocinero andaluz, de Me-

dina del Campo.

D. a CAR. Pues yo he recibido carta de Madrid, de unos

reciencasados, que me suplican les busque en

Biarritz una habitación...

MR. Bou. ¡Oh! Ellos quedarán encantados de mi hotel.

Tengo una habitación, el número 12, especial

para reciencasados.; Terraza al mar... Una bo-

nita enredadera que sube... Las golondrinas

han hecho un nido en la cornisa... Ciento

veinte francos tout comprís.

D. a Car. Muy caro.

MR. Bou. ¿Caro? ¡Oh, madame! Es el gran Hotel Sevi-

lla... Es tout comprís... Piense usté en que los

reciencasados suelen comer más que las per-

sonas normales.

— 15 —D. a CAR. Sí, pero...

Mr. Bou. Píense usté en la terraza, en la bonita enreda-"

t dera y en el poético nido... ¡Oh! Es regalado.

ÍAdemás que este hotel es el predilecto de los

apañóles «chic». Aquí están don Juan Barca,

on Jesú Parra, los señores de Reguera y el

onde de Laureliá, que es grande de España

or su padre, por su madre y por cinco tíos.

bi, bueno, pera

MR. Bou. Van ustedes a ver la habitación ahora mismo.

(Llamando hacia la izquierda.) Madame... Madame... Venez s'il vous plait.

D. a Car. (A Nicolaa.) Aquí hace más fresco que en su

tierra de usté.

Nic. (Con más acento catalán que nunca.) Mire, no

me diga. En mi pueblo hay una plaza, la pla-

za de Cambó, que cuando la da el sol de lleno,

¿sabe?, se derriten las pipas de ámbar. A mí se

m'ha derretido una en una ocasión.

[>. Cah. ¿Es usted del mismo Sevilla?

Nic. Mire, yo soy de Triana. JfM. Bou. (Entrando en escena por tai izquierda. Es fea,

tiene años, pero presume muchísimo y procura

que cuanto tiene de atractivo destaque bien.)

¿Que voulez vous?

MR . Bou . Montrer le número doce a ees dames.

M. Bou. Oui. Tres bien.

MR. Bou. (A doña Carmen y Carmencita.) Vayan con la

madame.

D. a CAR. Sí, señor.

M. Bou. Pericí... madame... (Se van madame Bouchón,

doña Carmen y Carmencita por la escalera de

la derecha.)

— 16—MR. Bou. A ver si logro alquilar esa habitación, que,

como tiene la cocina debajo es una incuba-

dora...

Juan (Por la izquierda. Ha cumplido ya los cuaren-

ta y cinco años. Viste con suma elegancia. Vie-

ne un poco sofocado.) Hola, barbianes.

Mr. Bou. Bon soir, monsieur Barca.

Nic. Buenas tardes, don Juan.

Juan (A Nicolau.) Qué, ¿ha vuelto el señor conde?

Nic. No, señor; no ha vuelto aún.

Juan Caramba... ¿Pero a qué hora salió de Bia-

rritz...?

NiC. Muy temprano, monsieur Bouchón estuvo ha-

blando con él.

MR . Bou. Oui. Me dijo que iba a San Sebastián a recoger

el abono de los toros.

Juan Pues ya debía estar de vuelta. ¿Qué coche lle-

vaba, el Fiat?

MR. Bou. El Hispano grande.

Juan Sentiría que tardase en volver, porque le tene-

mos preparada una sorpresa... ¡Lo que la va-

mos a gozar! El juergazo de esta noche va a

dejar memoria.

Mr. Bou. ¿Eh? ¿Pero qué ocurre...?

Juan Nada, hombre; las cosas de Pepe Parras, que

es genial.

MR. Bou. ¡Oh! ¡Monsieur Parras...! ¡Es único!

Juan Tiene la manía de que siempre que juega con

dinero ajeno gana.

MR . Bou . ¡Oui! Y es la pura verdad.

Juan Y tan verdad. Como que no le falla. Anoche

le pidió dinero al conde para jugárselo esta

- 17 -

tarde; Ramiro no quería dárselo ni a tres tiro-

nes; pero se puso tan pelmazo que por no oír-

le le dio seis o siete mil francos, lo que llevaba

encima... Bueno, pues se ha puesto a jugar, y

ya tiene ganados ochenta y dos mil francos.

Nic. ¡¡Ochenta y dos mil francos...! ¡La Mare de

Den!

Juan Como lo oyes, sevillanito.

Mr. Bou. ¡La karabá!

Juan Si, señor. Es un tío brutal. De los ochenta y

dos mil francos ha cambiado ya ochenta mil,

para devolvérselos a Ramiro, y está probando

fortuna de nuevo, "con los dos mil restantes.

Lo que nos vamos a divertir, porque a Rami-

ro le va a sentar esa ganancia como un pisto-

letazo.

Mr. Bou. ¿Usted lo cree?

JUAN Estoy seguro. El conde aborrece el juego; no

ha jugado en su vida. Más aún, dice que el

dinero ganado en el juego es dinero maldito...

Claro, con una renta de cien mil duros, como

el tiene, se pueden decir esas cosas. Además,

que él es algo supersticioso, y en lo que quiere

ser afortunado es... en lo otro. Ya usté me en-

tiende.

MR. Bou. ¡Oh! Y en lo otro, bien que lo es, caramba.

Con las mujeres es un hache.

Juan Hacha.

MR. Bou. Oui. Pardón. Hacha. Las vuelve «tabarum-

bas», loquitilas perdidas ellas. Se lo sor-

tean.

Juan Se lo rifan.

N,

NlC.

- 19 -

NÚÑ. Me compro un Renault y viva Juan de Arco.

Juan Escucha: ¿y seguía Pepe jugando...?

NÚÑ. Claro, hombre, si está en flor.

Juan Pues vamos. ¡Ah! Si vuelve el señor conde ni

una palabra de esto. Quiero yo darle la no-

ticia...

MR. Bou. No faltaría más...

Juan Ponga a refrescar unas botellas de champagne,

mousieur Bouchón... Vamonos, Núñez. Aus

revoir.

NÚÑ. Ají revoir

MR. Bou. Au revoir, Monsieur Barca... Au revoir, Mon-

sieur Nuniez...

Nic. La suerte no está para el que la busca.*"

MR. Bou. {Hablando hacia el corredor de la derecha.)

Polverell... maitte quelques bautiellesa refrai-

chir... (Entran en escena por la escalera déla

derecha MADAME BOUCHÓN, DOÑA CAR-

MENy CARMENCITA.) ¿Y bien, madame...?

L).a CAR. Me ha gustado mucho la habitación. Un po-

quito calurosa me ha parecido...

MR. Bou. ¡Oh...! ¡Mon Dieu! La mejor habitación del

hotel... ¡La más fresca...! Ahí me he constipa-

do yo. (Estornuda Madame Bouchón.) Y voilá,

la madame acaba ella de constiparse también

asimismo. Es una habitación fría, friá... Y lue-

go la terraza, la enredadera, el nido...

l).a CAR. Yo pondré ahora mismo un telegrama a esos

señores, y mañana a primera hora tendrá usted

una contestación definitiva.

Mr. Bou. Perfectamente, madame.

D. a CAR. Adiós y muchas gracias.

— 20 —

Carm. Buenastardes.

M. Bou. Bon soir, inadame. Bon soir, mademui-

selle...

Mr. Bou. {Acompañándolas hasta la puerta y haciendo

mutis con ellas.) Au revoir... Procure contes-

tarme puntualmente porque tengo muchas pu-4

ticiones: el señor arzobispo de Burdeos, el

Marqués de Sancha y el Algabeñó... (Mutis.)

NiC. (Al ver que Madame Bouchón saca un papelito

del pecho.) (¡Atiza!)

M . Bou . (Acercándose a él muy insinuante.) Nicoló. ..

Nic Madame...

M. Bou. (Con marcadísimo acento francés.) Por gran

favor... ¿Me quiere traducir estas palabras

que yo he escrito...?

Oui, madame.

(Acercando el oído.) Dígame.

(Traduciendo.) Linda... hermosa...

(Dengosa ) ¡Oh!

(Como antes.) Veo que está usted enamorada

de mí.

(Locamente.) ¡Sí, Nicoló, sí.. !

¿Eli?

Sí... siga...

(Como antes.) Porque soy un gran gitano.

(Contrariada.) ¡No!

(Rectificando.) Un gitano grande.

(Dengosísima, quitándole el papel.) No... No

traduce bien... Yo quiera decir... ¡gitanazo...

(Al ver a BOUCHÓN que entra en escena nue-

vamente.) Luego le llamaré para que me enseñe

a pronunciar bien esas palabras... Au revoir...

NIC

— 21 —

(--1 Bouchón.) Me encanta Nicoló. (Mutis por la

puerta de la dirección.)

MR. Bou. (A Nicolau, con la mayor naturalidad.) Me ha

dicho que está encantada de usted. ¡Es delicio-

salfPor la puerta que conduce a la calle entran

ef&eena CAROLINA y LUIS. Carolina ronda

los treinta años y es una mujer guapa y ele-

gante. Luis ha cumplido ya los cuarenta y cin-

co. Ambos son españoles, y madrileños.)

Luis Buenastardes.

Mr. Bou. Bon soir, «niesié-dam»

Luis (A Nicolau.) Los señores de Reguera...

Nic. Sí, señoi; están en su habitación.

Luis (Entregándole una tarjeta.) Me hace el favor

de anunciarles...

Nic. Si, señor. Aunque no sé si les recibirán, por-

que deben de haber sufrido alguna desgracia

de familia...

Luis ¿Eh?

Caro. ¿Qué?

Nic. Durante la comida recibieron un telegrama,

que yo mismo les entré al comedor, y en cuan-

to lo leyeron dejaron de comer y subieron a su

cuarto muy apenados y entristecidos.

MR. Bou. (A Nicolau.) No me había dicho nada... ca-

ramba.

Nic. No... (Sopla en el tubo acústico.)

Caro. ¿Quesera...?

Luis Te aseguro que no imagino...

Nic. Subiré, porque si no... (Toma la tarjeta y ha-

ce mutis por la escalera de la derecha.)

Mr. Bou. Sentiría yo que les hubiese «ocuguido» algu-

Luis

Mr. Bou.

Caro.

Mr. Bou.

Nic.

Luis

Caro.

Luis

LCaro.

Luis

Caro,

Luis

Caro.

Luis

Gab.

- 22 -na desgracia. Es un matrimonio muy simpáti-

co y ella, la otra, la hermana de la otra de ella,

la... ¿cómo se dice en español, la hermana de

la mujer...? ¡La cañada!

Cuñada. Cañada es otra cosa.

Oui; pardón. La cuñada es gentilísima.

Esa andará por ahí, de seguro.

Oui. Todas las mañanas se va a España en su

petit Citroen...

(Entrando en escena.) Que bajan enseguida.

Muchas gracias.

(A Luis.) Escucha, ¿se les habrá muerto la tía

Pepita...?

¡Ojalá! Deshancaba yo esta tarde en el Casino.

Acuérdate de aquel domingo que preguntamos

en San Sebastián por los de Ramos, que se les

había muerto aquella tía y luego di yo en el

Casino nueve golpes a un billete.

¡Jesús...! Todo lo supeditas al juego.

Hija mía, si es mi modo de vivir. ¿Vivimos de

otra cosa?

¡Asi nos luce el pelo!

(Mirando a un extremo de la escena.) ¡Calla...'

(Asustada.) ¿Qué?

Que estoy viendo sobre una silla un sombre-

ro de paja y un bastón. Siempre que veo esto

le juego al treinta y dos, y pleno seguro. ¡Me

voy a hinchar! Y el bastón tiene puño de pla-

ta, como el de aquel día en Barcelona... El

treinta y dos y luego el once. Bueno, esta tar>

de, con esto y con lo tuyo, me hincho, j

(Por el corredor de la derecha.) ¿Me hace usté

er favo, musiú Buchón?

Mr.

24

PAT. ¿Pierdes mucho?

Luis Llevo una semana fatal. Claro que he tenido

yo mismo la culpa porque sé de toda la vida

que cuando juego llevando calzoncillos largos

pierdo hasta ¡os ojos, y como andaba acata-

rradlo he jugado dos días con calzoncillos

largos.

PAT. Me figuro que hoy...

Luis Hoy ni largos ni cortos. ¡Pues no faltaría más!

Necesito desquitarme, querido Patricio, por-

que ayer fué la locura. ¡Una tarde de pata...!

No me cambié el anillo de mano, que es de

pata, tropecé al entraren el salón, que es de

pata, y llevaba ésta el boa de plumas, que tam-

bién las plumitas son de pata.

PAT. ¡Válgame Dios!

Caro. Siempre acabaré yo teniendo la culpa.

Luis Nada de eso, Carolina; pero recuerda que las

dos veces que me han pelado llevabas tú las

plumas.

Vict. Bueno, no hay que hablar de cosas desagra-

dables.

CARO. Dices bien. Ya sé que Irenita está en San Se-

bastián.

VlCT. Si, ha ido a almorzar con las de Vega. No

debe tardar en volver.

Luis Está monísima.

CARO. Es encantadora. Y luego con aquel carácter

tan franco, tan abierto, tan... divertido...

Vict. Es muy buena, hay que reconocerlo. Diosle

dé mejor suerte que a mí.

Luis (Asombrado.) ¿Pero tú te quejas de la fortuna?

- 25 -

¿Qué puede faltarte siendo joven, bonita, ado-

rada por tu marido; gozando de una posición

desahogada y disfrutando de todas las dulzu-

ras de una espléndida luna de miel...?

Pat. Dices bien, Luis; todo eso era mi mujer hasta

hace dos horas; desde entonces, ni ella ni yo

somus más que dos infelices.

Luis ¿Eh?

Pat. Una noticia que ha llegado de improviso echa

por tierra nuestra felicidad. Estamos arruina-

dos, totalmente arruinados.

Caro. ¿A eso aludía sin duda el telegrama que tanto

pareció contrariar a ustedes...?

Vict. ¿Cómo...? ¿Tú sabes...?

Luis El portero nos ha dicho que mientras almorza-

ban recibieron un telegrama >Gue denla anun-1

'ciarles alguna desgracia a juzgar por la agita-f

ción con que se levantaron de la mesa-^^^-*"'"

Pat. PliéSTSO eia, err efeclu; Id rToTícía de nuestra

ruina, de la quiebra del Banco Orgaiz, donde

habíamos puesto cuanto teníamos...

Caro. ¿Es posible?

Pat. Desgraciadamente.

ViCT. Todo el mundo creía que era una casa honra-

da y segura...

Luis Pero algo podrá salvarse...

Pat. Ni un céntimo. El telegrama dice que se trata

de una quiebra fraudulenta y que todo está

perdido sin remedio. Orgaiz ha huido...

Luis ¿Y es grande la pérdida?

Pat. Quinientas mil pesetas, aproximadamente;

nuestro capital íntegro.

;

— 26 -

Caro. -Jesús! ¡Jesús...!

Pat. En este momento llevo en el bolsillo cuanto

nos resta dé nuestra fortuna. Poco más de mil

duros que traía oara gastos de viaje. No poseo

más.

Luís Es espantoso.

Vict. Hay que resignarse. Hemos nacido para po-

bres. No hace dos años aún que mi hermana

y yo perdimos lo poco que teníamos y ahora...

Caro. ¿Tu hermana Irene no sabe aún...?

Vict. Nada. Estamos esperando a que vuelva de San

Sebastián para decírselo.

Luis ¡Pobrecilla!

Caro. Ahora no va a tener más remedio que ponerse

seria y pensar en casarse. Para ella el proble-

ma no tiene otra solución.

Luis Caramba, se me está ocurriendo una cosa,

que...

Pat. ¿Qué?

Luis Algo que podría ser el remedio para todos. Por-

que, mira Patricio, un golpe de desgracia no

puede contrarrestarse más que por otro de for-

tuna. ¿No es eso? Bueno, pues hay que inten-

tarlo. Puesto que no te quedan más que esos

miles de pesetas, dedica siquiera dos mil a

darles ocho golpes. {Haciendo sus cuentas.)

Dos que hacen cuatro, cuatro que hacen

ocho... Justo; ciento veintiocho... Quinientas

doce mil... Te voy a dejar en paz. Tú sigue mi

juego y ya verás. Porque hoy vengo yo bueno.

Poquita ropa interior... un calcetín al revés...

no he oído tocar la Java... Me han puesto re-

- 27 —

niulacha en la comida, que eso me da muy

buena suerte, etcétera, etcétera. El treinta y

dos no me va a fallar; ni el cuatro, porque he

soñado esta noche con toros, de manera que...

Pat. De perdidos al rio; voy a seguir tu inspira-

ción. Quién sabe si...(Sacando la carteray to-

mando de ella unos billetes.) Claro, que dos

mil pesetas nada más. No me sedúcela idea de

volver a España por la carretera. (A Victoria,

dándole, la cartera.) Toma, guarda.

ViCT. Si. Es lo mejor.

Pat. No he jugado nunca, y no quiero hacer ningu-

na locura.

Luis (Estupefacto.) ¿Que no has jugado nunca?

¿Pero qué dices, Patricio? ¿Que no has jugado

nunca?

Pat. No, hombre, no; no he jugado nunca.

LtjIS (Contentísimo.) ¡¡Carolina...!! ¡Ya nos llegó la

hora...! ¡La «premicre fois»! ¡¡Un primerizo!!

¡Desbanco esta tarde! Si me estaba dando el

corazón que hoy iba a ser día grande para mí.

Pat. Tu deshancaste una vez, ¿no?

Luis Aquí mismo. Enfermo estaba yo aquella tarde.

Un catarro bronquial espantoso. Recuerdo

que llevaba aquí, en el pecho, un esparadrapo

que me picaba un horror. Comenzamos a ju-

gar al bacarrá y chico, qué suerte tan dispara-

tada. Cogía yo la mano y empezaba a abatir y

abatía diez o doce veces... Aquello no podía

atribuirse a otra cosa que al esparadrapo sal-

vador... Luego pasé a la ruleta y deshanqué.

Lo que es hoy, como haya bacarrá...

28

Pat.

Luis

Vict.

Caro.

Vict.

Luis

Vict.

Luis

Pat.

Vict.

.Caro.

Luis

Pat.

Luis

Pat.

Luis

Caro.

Luis

Pat.

Luis

¿Qué?

Que... mira. (Saca un roHito de papel.)

¿Eh?

Sí, hija, si: ha comprado un esparadrapo y es-

tá dispuesto a pegárselo en el pecho como

aquel día.

Pero por Dios santo, Luis.

Yo esta tarde, desbanco.

Ojalá.

¿Vamos?

Vamos.

Os espero en mi cuarto. Hasta luego.

Hasta luego. (Vase Victoria por la escalera de

la derecha.)

(Sujetando a Patricio que se dispone a hacer

mutis por la puerta de la calle.) ¿Adonde vas

desgraciado? Sal por aquí, por la terraza. Asi

entramos en el Casino por la puerta de la ser-

vidumbre y no tenemos que dar toda la vuel-

ta a la manzana.

Sí, pero...

Es que, además de ser más corto el trayecto, to

diré que yo no he ganado nunca entrando por

la puerta principal.

En ese caso ..

Hasta le tengo hecho un pareado. ¿Verdad

Carolina?

Sí. Como él se cree un gran poeta...

Escúchalo. Si pretendes ganar un dineral, no

entres en el Casino por la puerta principal.

(Haciendo mutis.) Escucha, se me hace largo.

Sí, pero ya verás como por aquí se te hace más

- 29 -

corto. (Se van los tres por la tenaza. Tras una

breve pausa entran en escena por la puerta del

foro izquierda, IRENEy RAMIRO Jóvenes los

dos, elegantísimos los dos, alegres y simpati-

quísimos los dos. Irene cojea un poco y se apo-

ya en el brazo de Ramiro.)

Ram. Apóyese usted con fuerza No puede andar

sola todavía.

Iré. Ya va pasando la molestia. Lléveme allá, al

ascensor...

Ram. Siéntele y descanse aquí, primero. Su familia

va a alarmarse si la ve entrar cojeando de ese

modo.

Jre. Suba usted conmigo para tranquilizarla. Mis

hermanos tendrán mucho gusto en conocerle.

Ram. ¿Quiere usted que me presente ante ellos?

Iré. ¿Por qué no?

Ram. Porque me pedirían cuentas y harían muy

bien. Al fin y al cabo he tratado de causarles

una desgracia irreparable matándoles a un ser

amado...

IRÉ. Yo haré que perdonen al presunto asesino.

Suba sin miedo.

Ram. Mejor será dejarlo para mañana. Ahora mi vi-

sita tendría también otro inconveniente...

[RE. ¿Cuál?

Ram. El de privar a usted de la libertad necesaria

para contar lo ocurrido sin necesidad de desfi-

gurarlo. En mi presencia, se creería obligada

a disminuirme de responsabilidad, a decir que

no fué mía la culpa, y yo no quiero que renun-

cie al placer de una venganza que considero

— 30 -

justa y legítima: la de poder Mamarme «bárba-

ro» cien veces.

Iré. ¡Por Dios...!

Ram. La de poder decir a sus hermanos y a todo el

mundo que un bestia echó su auto sobre el de

usted, en una revuelta, haciéndolo añicos, es-

tando a punto de matarla, causándole una he-

rida en ese pie... tan digno de mejor suerte,

porque es un pie monísimo, perdone la digre-

sión...

Iré. No diré yo semejante cosa, sino por el contra-

rio, que mi buena suerte, después del atrope-

llo, que fué inevitable en realidad, me dio por

compañero de desgracia a un señor todo ga-

lantería que me ha atendido, que me ha cura-

do, que me ha traido hasta aquí... y que ya va

siendo hora de qui me diga quién es, porque

aún no conozco su nombre, a pesar de que lle-

vamos cerca de dos horas üe ser amigos ín-

timos...

Ram. Es verdad. No había caído en ello... A falta de

quien pueda presentarme, me presentaré yo

mismo. Ramiro de la Torre, aunque soy más

conocido por mi titulo de Conde de Laurelia...

IRÉ. ¿Cómo...? ¿Usted es...?

Ram. ¿Le asombra el nombre? ¿Lo conocía acaso...?

Iré. ¿Puede haber quien no lo conozca? Si llego a

sospecharlo, perdóneme, pero no acepto su

compañía.

Ram. ¿Porqué?

Iré. (Riéndose.) Porque debe usted ser un hombre

peligrosísimo... ¿Qué habrán dicho los que

- 31 -

nos hayan visto solos en un automóvil...? ¡Es-

toy perdida sin remedio...!

RAM. Vamos, vamos- no se burle de un infeliz. Co-

nozco la leyenda que me rodea, difundida, con

mejor o peor intención, por los amigos, de que

soy un don Juan incorregible... No crea usted

en los Tenorios del día. No son ya de los que

roban «Ineses» y matan comendadores; son

a lo sumo, unos buenos muchachos que aspi-

ran a divertirse y lo consiguen mientras no se

arruinan; pero sin explotar su valor ni su gen-

tileza, sino más bien siendo explotados por su

dinero... Donjuán Tenorio se ha convertido

en Juan Lanas.

Iré. ¿De modo que usted no trata de enamorar a

cuantas ve?

Ram. No, señora; son calumnias.

IRÉ. ¿Y si yo le dijese que tengo la prueba de que

no lo son?

Ram. ¿Usted? ¿Dónde?

Iré. En mi propia familia. Sólo con decirle mi

nombre lo comprenderá. Me llamo Irene Pra-

dolongo.

Ram. ¿Pradolongo? ¿Hermana quizás de...?

Iré. De Victoria; de su enfermera en el hospital de

sangre de Melilla, a quien hizo usted el amor...

como a todas.

Ram. No tanto. Aquello no fué más que un «flirt>,

un ligerísimo «flirt»; pero inolvidable, eso sí,

porque me recuerda el único acto de mi vida

del que estoy satisfecho; cuando como oficial

de complemento entré en fuego y caí herido...

— 32 -

La suerte, que siempre ha sido conmigo mejor

de lo que yo merezco - lo reconozco— , mepagó generosamente el que por fin hubiera ser-

vido para algo bueno en el mundo, dándome

aquella enfermera incomparable que me cuidó

con tanta dulzura, que veló tantas noches mi

sueño, que era una especie de ángel de mi

guarda...

¡RE. (Riendo.) Un ángel de su guarda que tuvo que

pedir que la relevasen del cuidado de aquel

herido, porque el flirt estaba siendo la comidi-

lla del hospital ..

Ram . ¿Y qué ha sido de Victoria? ¿Se habrá casado,

por supuesto...?

IRÉ. Pronto hará seis meses.

Ram. ¿Y es feliz?

Iré. Como toda mujer adorada por su marido.

Ram. ¡Dichoso mortal! Crea usted que le envidio.

Iré. Pues ándese con cuidado, porque está... celosi-

11o de usted. Mi hermana le ha contado lo que

ocurrió en Melilla, y tratándose de un conquis-

tador del fuste de usted, la cosa más insignifi-

cante es para poner en ascuas a un marido...

Ram. Yo le aseguro que su cuñado no tiene nada

que temer. Yo soy un caballero ..

Iré. (Riendo a carcajadas.) ¡Ja, ja, ja...! ¡Lo toma en

serio...!

Ram. Hija, me hablaba usted en un tono...

Iré. ¿Sabe usted, señor Conde, que es usted más

fatuo de lo que yo presumía...? Victoria es una

mujer honrada que también adora a su marido

y que no guarda de usted otro recuerdo que el

- 33 -

de un presumido que le hizo la corte sin obte-

ner favor alguno de ella.

Raai. Tiene usted razón. He dicho una impertinen-

cia. Perdóneme.

JRE. ¡Ay, por Dios...! No ponga esa cara tan triste,

porque entonces seré yo quien tendré que pe-

diile que me perdone, por mi modo ligero de

hablar, que probablemente estará haciendo

que forme mala opinión de mí.

Ram. Eso nunca.

Iré. Ya sabe usted que a las muchachas del día se

nos consiente decir a los hombres cuanto se

nos viene a la boca. Nos educan mal y somos

asi todas, aún las mejores. Yo soy de las bue-

nas. Se lo prevengo, por si no lo ha adivinado.

Ram . Tan !o he adivinado, que llevo casi tres horas

dándole la mayor prueba de consideración

que puedo dar a una mujer.

Iré. ¿Cuál?

Ram. No hacerla el amor.

Iré. ¡Hombre, me gusta lt galantería!

Ram. Chits,chits...poco a poco... Galantería es, aun-

que no se lo parezca. Claro, que para que me

entendiese sería preciso que le expresara mi

opinión sobre las mujeres en general.

Irf.. ¡Ay, expóngamela, por Dios...! Será curioso

conocer una opinión tan... autorizada como la

suya en la materia.

Ram. Pues allá va. Verá usted, yo divido al sexo

contrario en dos grupos: en mujeres propia-

mente dichas, esto es, en las que me atraen, en

las que son la primera necesidad de mi vida,

— 34 -

en las que adoro... o, por lo menos, se lo digo,

y en mujeres que para mi no tienen sexo, que

me parecen amigos o camaradas. Por las pri-

meras siento en el fondo un profundo desdén,

aunque las... adore; las encuentro egoístas,

interesadas, falsas-

, sin otro amor verdadero

que el lujo y la vanidad. Las segundas, por el

contrario, me inspiran un gran respeto, al mis-

mo tiempo que una vivísima simpatía, aunque

no sienta el menor impulso pasional que me

arrastre hacia ellas. Usted es de las últimas.

tRE. ¿De las que sirven para camaradas?

Raai. Tiene usted ese aspecto clavado.

[RE. ¡Ole!

Ram. Lo venía pensando en el automóvil.

Iré. Pues mire usted, ¡quién sabe! Puede que nos-

otros fuéramos unos excelentes amigos... Tal

vez congeniásemos...

Ram. De seguro.

Iré. (Riendo.) ¡Tendría gracia...! Charlaríamos

como camaradas... ¡Las picardías que aprende-

ría yo al lado suyo...!

Ram. ¿No sería yo quien las aprendiera de usted?

Porque usted tiene traza de saber más que

Merlín.

Iré. Es posible que le pervirtiese.

Ram. Mire usted, en serio. La amistad con una mu-

jer sin que la envilezca ninguna aspiración

bastarda, debe ser una cosa encantadora. Yo

he soñado muchas veces con eso, con tener

una amiga que viviese siempre a mi lado y

que no me dijera una sola palabra de cariño...

- 35 -

Y usted no habria de decírmela, naturalmente,

porque entre nosotros el cariño tendría que

acabar en boda... y yo no iba a casarme con

usted...

Irf. Ni yo con usted, puede estar seguro. La que

se decida a llamarse condesa de Laurelia nece

sita tener vocación de mártir.

Ram. Para que no aumente por mi culpa el martiro-

logio, he resuelto no casarme nunca. Y acaso

— ahora hablo formalmente— sea un mal hijo

al seguir siendo soltero.

Íre. ¿Un mal hijo?

Ram. Mi madre no tuvo mayor ilusión en su vida

que la de verme casado. Y fué también lo últi-

mo que me recomendó al morir: «Funda un

hogar, hijo mío; haz dichosa a una mujer; no

hay otra felicidad en el mundo...» ¡Pobre

madre...! Era una santa.

Irf.. Lo creo; pero no evoquemos ahora recuer-

dos tristes. (Pausa. Se miran con cierto deleite.

Se levanta y anda un poco.) Esto va mucho

mejor. Y como estoy completamente repuesta

del susto, voy en busca de mis hermanos.

Ram. ¿Aún cojea usted?

Iré. Un poco

Ram. Si supiera qué rabia me produce pensar que

yo he sido el causante...

IRÉ. No importa. Puesto que vamos a ser amigos,

bueno es que sepa usted el pie de que cojeo.

Au revoir, monsieur.

Ram. Au revoir, mademoiselle.(Vase Irene por la es-

calera de la derecha.) Es encantadora. Y debe

- 36 -

ser cosa de familia porque la hermana era tam-

bién una preciosidad.

Gab. {Por el corredor déla derecha. Viene renegan-

do.) ¡Anda ya y que te sursan con un esparto,

guasón...!

Ram. ¿Qué te pasa, hombre? ^^^_^^^Gab. ¿Qué quiere usté que me pase, don Ramiro de

mi arma? Que hay tíos que se creen que uno

se chupa er deo, y eso me molesta a mí más que

si me dieran en los labios con un ladrillo. ¡De-

cirme a mí eso ese tío...! Ni que fuera yo lila.

Pero si yo con dos rosauras he metió una vez

un pie en arcohó y no lo pude aguanta.

Ram.

lili ¡JIK. V.II anuuu jr nu iv [Juut lAguumu.

Í¿Pero quieres explicarme lo que te ocurre,

hombre?

Gab. El inglés del sinco, que me ha dicho que el

año pasao estaba él en Suiza y le salió un sar-

' pullío y fué y se bañó en Ginebra. ¡Maldita

/ sea su cara...! Con lo fuerte que es la Gi-

nebra...! £pMR . Bou . {Por el corredor de la derecha, seguido de GLO-

RIA, muchacha tan elegantecomo provocativa.)

Oui.madame. Ahora mismo le daré esa nota...

{A Ramiro.) Bou soir, monsieur le Conde...

{Entra rápidamente en la Dirección.)

•GLOR. (Que es muy andaluza.) ¡Chavó...! ¿Pero es-

tás tú aquí?

Ram. ¡Oh! Gloria la Trianera... ¿Ahora te levantas?

Glor. Vamos, quita, so gibia. Pos apenas he ma-

drugao yo hoy. No ves que es miércoles? Y los

miércoles tengo yo manicura, callista, masa-

gista y dentista...

- 37 -RAM. ¡Ah, ya...!

Glor. Si. hombre; ahora con Juanito tengo de tó. Y

tú, ¿aonde t'has metió hoy por la mañana que

t'habemos estao buscando yo, Paquita la Cur-

si y «Madam Dolores»?

Ram. He estado en San SebastiárU*

Glor. ¡Chavó lo que te m\\zve$f4piguen hablando.

Muy serio, horrendamente serio, sale de la Di-

rección Monsieur Bouchón. Tras él y con la ca-

beza baja sale Nicolau )

GAB. {Extrañado de las actitudes.) ¿Eh...? (Se acer-

ca a Nicolau y le interroga, guiñándole.)

NIC. ¡Tenía que suceder!

MR . Bou . {Que se ha serenado un poco y se ha tirado dos

o tres veces del chaleco y de los puños.) ¡Nico-

ló...! ¿Qué cosa era eso...?

Nic. La madame que no alcanzaba a coger un libro

de la estantería de arriba, y yo la empujé el

brazo para que lo cogiera...

MR. BOU. ¡Oh. ..\ (Sonriendo.) Ya decía yo. ..Quedo com-

pletamente tranquilo. Nicoló. ¡Oh. . .! Tres tran-

quilo... Tres, tres.

(Claro.)

(A Nicolau.) Fué un... porque al entrar y ver...

¡La pobre madame...! (Asomándose a la puer-

ca de la Dirección y hablando hacia el lateral,

muy soniiente.) Pardón, madame... ¿Eh...?

¡Oui, oui...! (Separándose de la puerta. A Ni-

'

colau.) Nicoló .. la'madame le reclama... Lle-

ve una silla por si hay que alcanzar otro

libro... él

Nic

.

Sí, señor, fcfface mutis por la puerta de la* Di-

rección* ,jipándose una silla.)

38 —

(Por la puerta del foro izquierda entran en

escena JUANITO BARCA, NUÑEZ, PEPli

PARRAS y PAQUITA LA CURSI. Vienen

contentísimos, alborotando. Pepe Parras es un

cuarentón muy atildado. Paquita la Cursi una

muchacha^provocativa y algo estrafalaria vis-

tiendo.) t?

Juan ¡Ramiro...!

NúÑ. ¡Ramirillo...!

Juan ¡Triunfo completo...!

Paq. ¡¡Viva Pepe Parras!!

Juan {J. ¡Viva...!

NÚN. j'

Glor. ¡Chavó! ¿Pero q'ocurre?

Pepe (A Ramiro.) Bueno, eres el tío de la suerte en

todo.

Ram. ¿Qué pasa, señores?

Pepe Y pregunta qué pasa. ¿Qué va a pasar, hom-

bre? Que mi combina no podía fallar; que yo

cuando juego por cuenta de otro, soy inven-

cible.

Ram. ¿Eh? ¿Has ganado con el dinero que te di...?

Pepe He ganado, que no queda un franco en Bia-

rritz que no sea tuyo. Que te digan estos.

Juan Chico, es una máquina de abatir.

NÚÑ. ¡Qué suerte! Ocho, nueve; nueve, ocho; ocho,

nueve... Y así tres horas.

Paq. Un fenómeno.

Glor. ¡Chavó!

Ram. ¡Lo que es el mundo! Todos los jugadores se

arruinan, y yo que detesto el juego...

Pepe Déjate de consideraciones y averigua cuántas

— 39 —pesetas te traigo. Porque te lo he cambiado en

pesetas y todo. Aquí no se hacen las cosas a

inedias.

Ram. Hombre, conque me trajeras para comprar un

nuevo «Hispano» me contentaría. Acabo de es-

tropear el mío al volver de San Sebastián.

Pepe Vamos a ver, echa un cálculo. ¡No! No decirle

nada; eso no vale.

Ram. ¿Cincuenta mil pesetas?

Pepe ¡Vamos, hombre, no seas ridículo...

Ram. ¿Cien mil?

Pepe Mira no te canses en calcular. Toma este che-

que. {Le da un cheque.)

Ram. (Estupefacto.) ¡Quinientas doce mil...! ¡Pepe!

Pepe ¡Así soy yo!

Mr. Bou. !Qué cafre...!

Gab. ¡Qué bestia...!

Glor. ¡Qué bruto...!

Pepe ¡Así soy yo...!

Ram. Pero hombre, esto no puede Ser; es demasia-

do dinero...

Juan Caramba, tú; cualquiera pensaría que te enfa-

das en vez de alegrarte.

Ram. Enfadarme no, pero estos rasgos de fortuna

suelen ser precursores de desgracias.

Paq. Esas son gitanerías.

NÚÑ. No, mujer; si lo dice porque se acuerda de que

«afortunado en el juego...»

GLOR. ¡Chavó! Si serás tú primo.

Paq . Claro, hombre; el que tiene buena suerte, la tie-

ne en todo.

NÚÑ. Bueno, yo quiero que me oigan ustedes, por-

que tengo un plan monstruo.

40 -

Todos. ¿A ver, a ver...? Que se explique. (Rodean a

Núñez y siguen hablando.)

Gab. (A Bouchón.) Monsieur, que de esas pesetas

hay que amartillar un puñao grande...

Mr. Bou. Oui. Avisaré a la madatne... {Llega a la puer-

ta de la Dirección, va a entrar, tuejce el gesto

y se detiene crispando los puños.) ¡Mon Dieu...!

¿Otre fois...? Gabina... Gabinó...

Gab. Musiú...

Mr. Bou. Traigaaquíala«Direction»laescalerademano.

Gab. Sí, señó. (Mutis por el corredor de ¡a derecha.)

Ahora es la madame la que empuja a Nicoló,

y se va a lastimar...

Juan Oiga usted, monsieur Bouchón...

MR. Bou. (Acercándose al grupo.) N[ons'iem\.'7Xffa"blan

aparte.) (Por la puerta del foro izquierda entran

en escena, tristes y cabizbajos, PATRICIO,

LUIS y CAROLINA.)

Luis Tranquilízate, hombre. Después de todo, en la

situado:: en que te encuentras poco significan

dos mil pesetas más o menos.

Pat. No es la pérdida de las dos mil pesetas lo que

siento, sino la de mi última ilusión. Me habías

hecho concebir esperanzas.

Luis Hombre, la cosa parecía tan clara. Yo he pues-

to todos los medios. Hasta me he pegado el es-

paradrapo, caray, que me está dando un rati-

to... (Se da golpecitos en el pecho.)

CARO. ¿Por qué no subes al cuarto de Patricio y te lo

quitas?

Luis ¿Quitármelo, y acabo de encontrarme a tres cu-

ras, como aquel día célebre... Yo vuelvo ahora

41

al Casino y me juego los quinientos francos

que me quedan.

Caro. Luis, por Dios, que vamos a ten^r que volver

a España por la carretera y empujando el

baúl.

Luis Tú te callas, porque a mí los tres curas no me

han fallado jamás.

Pat. ¡Qué horror! ¿Qué va a ser de mí ahora, sin

nada?

Luis Dios proveerá. Eres uri hombre inteligente,

tienes amigos...

Pat. Te aseguro que estoy por levantarme la tana

de los sesos.

Caro. ¡Por Dios!

Luis No digas desatinos, criatura.

Caro. Diré a Victoria que estamos aquí. ¿Qué núme-

ro es...?

Pat. El catorce. ( Vase Carolina por la escalera.)

Luis Encarnado, digo... siéntate y serénate, hom-

bre; no seas pesimista... (Siguen hablando.)

Juan (A Ramiro y Paquita.) Allí está Luis Monti-

11a; ese punto tan supersticioso. Ha debido ser

uno de los desvalijados.

PAQ. De seguro. Estaba jugando al lado de ese que

está con él.

Juan Voy a enterarme... (Se acerca a Luis.) ¡Lui-

sillo...!

Luis Caramba, Juanete...

Juan Tú habrás sido de las víctimas de Pepe Parras,

porque te he visto jugar en su mesa...

Luis Sí; allí estuve un rato. (Se da golpecitos en el

pecho.)

— 42 -Juan ¿Perdiste mucho?

Luis ¡Pchs!

Juan Veo que lo tomas con tranquilidad. Más vale

así.

Luis Hombre, cuando se tiene al lado una desgra-

cia mucho mayor nos olvidamos de la nuestra.

Juan ¿Que desgracia mayor tienes tú a tu lado?

Luis La de un amigo a quien quiero muchísimo.

{Señala a Patricio.) ¿Ves a ese...?

Juan No le conozco. ¿Quién es?

Luis Un hombre que ha perdido quinientas mil pe-

setas redondas en el día de hoy.

Juan ¿Es posible?

Luis Se ha quedado en la miseria; está deses-

perado.

Juan Lo comprendo.

Luis Perdona que te deje, pero me voy con él. Temo

que haga algún disparate...

Juan Sí, si...

Luis (Acercándose a Patricio.) Anda, ven a la terra-

za, que hace más fresco... Es preciso que te

desimpresiones, hombre. Ya vendrá la buena

racha...

Pat. ¡Pobre Victoria...! (Se asoman a la terraza.)

Juan (A Ramiro.) ¿Te has fijado en ese que está con

Luis Montilla...? Pues es uno de los perdigo-

nes y debe ser el mayor, porque, según Luis,

ha perdido esta tarde quinientas mil pesetas;

toda su fortuna.

Ram. ¡Qué enormidad! Mira si tengo razón en abo-

rrecer el juego. Ese pobre hombre ha perdido

un dinero que necesitaba, para que pase a mi

poder que no lo necesito.

r

Juan

Ram.

Juan

Pepe

Ram.

Pepe

Juan

Glor.

Paq.

NÚÑ.

Ram.

Pepe

Glor.

Paq.

Cap..

MR . Bou

.

Gab.

NÚÑ.

- 43 -

No seas tonto, hombre; otro se lo hubiera lle-

vado de no haber sido tú.

Pero es un dinero que debe tener mala suerte.

Estoy decidido a gastármelo cuanto antes.

Vosotros me ayudareis.

Esos están ya haciendo planes...

Escucha, Ramiro, mira lo que éste propone.

(Ramiro y Juan se acercan al grupo queforman

Paquita, Gloria, Pepe, Núñezy Bouchón.)

¿A ver?

Propone dos cosas: o quince días en Ostende,

a todo meter, o quincedías viviendo a lo griego

en una finca que él tiene que se llama Los

Reyes.

Voto por Ostende.

Yo Los Reyes.

Anda y yo

A mí me parece lo más divertido. ¡Quince días

de bacanal!

Pues no hay más que hablar: Los Reyes.

(Palmoteando.) ¡Los Reyes...! ¡Los Reyes.

(Siguen hablando.)£

(Que ent/a en escena transportando una esca-

lera.) Hay chungueíto, ¿eh? ¡Vamos, hombre!

(Acercándose a él rápidamente.) Diga a la ma-

dame lo de la ganancia y que quieren gastarse

el dinero en otra parte.

¡Cámara...! (Entra rápidamente también en la

Dirección.)

Ya veréis qué juergazos. Algo nunca visto. Un

cuento de las mil y una noches...

Juan

Pepe

M. BOU.

Todos

M. Bou.

Gab.

M. Bou.

NIC.

M. BOU-

Todos

M. Bou.

MR. Bou.

NiC

— 44 —

Dejarme a mi la organización. Acordaos de la

cena griega que yo organicé hace diez años,

cuando mi despedida de la vida de soltero,

que cómo sería el juergazo que se me deshizo

la boda.

Claro, hombre, si te cogieron en la Puerta del

Sol sin más ropa que una sandalia y el casco,

con una regadera en la mano llena de cerveza

y cantando el himno de Riegu .J*f

(Saliendo de la Dirección seguida de Gabino.)

¡Oh! ¡Qué me dice Gabinó...! Yo le felicito

monsieur le Conde...! ¡Qué gran fortuna...!

¡Ah! Pronto... En el comedor reservado que

prepaguen una bonita mesa...! Sandwich,

fiambres, fruta helada toda... Oporto, cham-

pagne...

(Muy contentos.) ¡Sí, sí...! ¡Eso!

(A Gabino.) ¡Vamos!

Volando. (Mutis poi el corredor de la derecha.

(A Nicolau que entra en escena temeroso.) Ni-

coló.

.Viadame

Avise por teléfono que venga aquí, enseguida,

eljaz-bandde Herrer-Kali. Querrán bailar...

(Conloantes.) ¡Sí, sí...!

(A su marido.) Prepare un gran «Cap-Bouchón-

glacé.*

Oui. (A Nicolau, entusiasmado.) ¡Oh, qué ma-

dame...! ¿Que gran sprit...! (Se va por el corre-

dor de la de/echa.)

(En voz baja a madame Bouchón.) Yo creo que

no ha vi.sto...

olau qi

me.

4

- 45 -

M. Bou. (Despectiva.) Déjeme de tonteguías. Ahora es-

toy en e! negocio y cuando una francesa está

en el negocio lo demás impogta nadspjpc acer-

ca al grupo y habla con ellos.) /SAIré. (Que entra en escena, con Carolina y Victoria,

por la escalera de la derecha.) Mírale, allí está.

Ram . (Al verlas.) Perdonadme, voy a saludar a esas

señoras. (Se separa del grupo y se acerca a

Irene y Victoria. Carolina se ha unido a Luis y

Patricio, que están en la terraza.)

IRÉ. (A Ramiro.) Aquí tiene usted a mi hermana.

RAM. Diga usted a mi ángel custodio. (Se dan la

mano.)

Vict. ¡Cuánto tiempo sin verle...!

Ram. ¡Y cuánto ha cambiado todo desde entonces!

Ya no es usted aquella enfermera, aquella fi-

gura blanca, que se me aparecía como una vi -

sión celestial en mis noches de insomnio...

Vicr. Afortunadamente. ¿Quería usted seguir estan-

do en riesgo de morir?

Ram. Si fuese usted quien hubiese de asistirme de

nuevo, tal vez lo quisiera...

Vicr. (Sonriendo.) Veo que no ha variado su carác-

ter. Sigue siendo el mismo de Melilla.

Iré. Ya puede usted agradecer a Victoria que

haya bajado a darle las gracias por sus aten-

ciones hacia mí. La pobre ha tenido durante

mi ausencia un disgusto espantoso...

Ram. ¿Es posible?

VlCT. Sí. Una noticia inesperada ha venido a des-

truir para siempre nuestra tranquilidad, nues-

tro bienestar...

- 46 —

Ram. Soy yo para ustedes nuncio de desgracias,

por lo visto.

ViCT

.

¿Usted?

Ram. Por un lado estoy a punto de matar a su her-

mana; por otro, apenas volvemos a encontrar-

nos, me dice que acaba de recibir un golpe

cruel...

Vict. ¿Y qué culpa tiene usted de...? Ja

Iré. Mira, aquí llega Patricio. Es preciso que mi

cuñado también le agradezca sus finezas con-

migo. (F« efecto, Patricio, Luis y Carolina se

acercan a ellos.) Escucha, Patricio...

Ram . {Al verle.) (¡El que ha perdido las quinientas

mil!)

ÍRE. (A Victoria.) Preséntale tú.

ViCT. {A Patricio.) Voy a presentarte a un caballero

que acaba de tener una gran amabilidad con

Irene. El conde de Laurelia, de quien te he

hablado alguna vez...

Pat. ¿Aquel herido de África...?

Ram. (Alargándole la mano.) Su deudor, puesto que

le debo la vida a su esposa.

PAT. Tantísimo gusto...

Ram. (¡Y yo he arruinado a esta gente!)

Pat. Tengo una gran satisfacción en ofrecerle mi

amistad, aunque no quiero ocultarle que llega

usted en un mal momento para mí.

Ram. Losé.

Pat. ¿Eh...?

Ram. Estas se ñoras me han contado que acaba de

sufrir un contratiempo grave...

Pat. ¡Ah! ¿Le han dicho...?

- 47 —

Ram . Pero todo se arreglará. Hay que ser optimista-

Esté usted seguro de que todo se arreglará.

(En el grupo de Juan, Pepe, Núñez, Paquita,

Gloria y madame Bouchón, suenan grandescar-

cajadas.)

Juan Dice bien la madame. (Llamando.) ¡Ramiro...!

¡Ramiro...!

Ram. Voy. Con el permiso de ustedes... (Separán-

dose de Patricio.) (¡Pues no faltaría más! Yo a

esta gente le devuelvo sus quinientas mil pe-

setas. ¡Lo juro por la memoria de mi madre!)

(Telón.)

FIN DEL ACTO PRIMERO

é>

fíQJO SEGUNDO

Un salón en casa de Patricio, en Madrid. Hay una pueria en el foro

y otra en cada lateral. Es de día y en el mes de Octubre. En la casa

van a hacer almoneda y hay en el salón un sofá, dos sillones, varias

sillas, una mesa, una mesita, dos cornucopias y una vitrina llena

de objetos. Todos estos muebles de gran valor y completamente

nuevos. Hay, además, un viejo arcón, un antiguo bargueño, un

sillón de cuero que huele a siglos remotos y dos cuadros viejos

entre varios cromos flamantes. (Jno de los cuadros quiere figurar

una batalla, pero apenas si se distingue nada en él; el otro, también

borroso y descascarillado, es el retrato de un griego de los tiempos

de Pendes, que santa gloria goce,

(Al levantarse el telón están en escena, ultiman-

do el arreglo de los muebles. IRENE, VICTO-

RIA, CAROLINA, PATRICIO y LUIS.)

Luis (A Patricio.) Hombre, ayúdame a poner el cua-

dro sobre la mesa, a ver si le encuentro la luz.

(Lo hacen.

)

IRÉ. Yo insisto en que debíamos colgar a cada

mueble un cartoncito con el precio, como se

hace en todas las almonedas.

50 -

VlCT. Lo mismo creo yo, pero Luis se opone de un

modo...

Luis Claro que me opongo. Eso se hace cuando no

hay al frente de las almonedas una persona

que sepa vender.' Pero en este caso, y modes-

qüé poner un precio fijo a las

cosas? Nada hay en el mundo que pueda tener

un solo precio. El precio varía según las cir-

cunstancias, según las leyes de la oferta y la

demanda...

Iré. ¡Bravo!

Pat. ¡Caramba...!

Luis Según el capricho o la estulticia del que com-

pra y la pericia y perspicacia del que vende.

IRÉ. I ¡Chica ..!

Luis Esto se lo he oído yo decir a los grandes maes-

tros del arte de vender, Pippo Gudelli, Lino

Chaffoni y Antonio Herráiz.

Iré. Bueno, en serio.

Luis ¡Ah! ¿Pero tú crees que yo hablo en broma?

Verás cómo saco' por estos muebles doble de lo

que costaron. Soy el mejor vendedor del mun-

do. ¿No ves que desde que nací no he hecho

otra cosa que vender?

Pat. ¿Tú?

IRÉ. ¡Vamos!

Caro. Sí, mujer, créelo. Heredó once casas, un corti-

jo, tres huertas y mas de treinta mil duros en

muebles, y no le quedan más que los que ha

traído aquí, conque figúrate tú si en esto de

vender tendrá práctica.

IRÉ. En ese sentido...

- 51

Caro,

Pat.

Luis

Iré.

VlCT.

Pat.

Luis

Pat.

Luis

Pat.

Iré.

Luis

Caro.

Ayer vendió én sesenta pesetas dos bastones

que había comprado en «Eaux-Bonnés> por

ocho francos. Esos que tenían de puños el uno

una cabeza de perro y el otro una cabeza de

pato. Giacias a eso hemos podido comer ayer

y hoy.

¿Pero hasta ese extremo...?

Si, chico, si, ayer anduvimos de cabeza.

¡La vida!

(Conmovida.) ¡Con la ilusión que yo arreglé

mi casita! (Se limpia los ojos.)

Vamos, Victoria, hay que tener valor.

Valor y optimismo./ k1

o lió Ule" tíllcojo"ííi me

achico por nada. Y eso que mi situación es

muy distinta de lade Patricio. Patricioesjoven,

es abogado, sabe idiomas y contabilidad, y

tiene ya un buen destino en Chile. El porve-

nir le sonríe y hasta le risotea; pero yo no he

sabido en mi vida hacer nada...! ¡Cómo me fa-

llaron aquellos tres ^" rQg '_

¿Tú crees honradamente que sacaremos de la

almoneda lo que necesitamos para los pasajes

y para poder llegar a Chile con algún dinero...?

Vamos, hombre, no digas tonterías. Yo por tus

muebles saco veinte mil pesetas, y por los

míos otras veinte mil.

Dios te oiga.

¿Qué has traído por fin...?

Este arcón, ese bargueño, los dos cuadros, este

sillón, el repostero del comedor y el juego es-

cultórico del recibimiento.

¿No trajiste también el marco antiguo...?

- 52 -

Luis Sí, aquí está .. ¿Dónde lo puse...? (Tomando

del suelo un marco como de medio metro cua-

drado sin lienzo.) Este. (Lo enseña.)

PAT. Es muy bonito.

IRÉ. Lindísimo.

Luis Y de un gran mérito.

Caro. Sin lienzo no luce ni la mitad.

Pat. Mujer, ¿no habría por ahí nada que ponerle ..?

¿Qué has hecho de aquel boceto de flores que

pintaste...?

ViCT. Ahí está para que se lo lleve el trapero.

Pat. ¿Por qué no se lo pones a ver cómo resulta...?

ViCT. Hombre, por Dios, si el lienzo es un mamarra-

cho. Hay una rosa abierta que parece una san-

día con pepitas y todo.

Iré. Sí, y un capullo rojo que es un trozo de chori-

zo de Pamplona. No te llama Dios por el ca-

mino de la pintura.

Pat. Anda, mujer, pónselo a ver qué aspecto

ofrece...

ViCT. Trae, vamos a ver. (Mutis con el marco por la

izquierda.

)

Pat. (Viéndola ir. A Patricio.) Créete que se me

parte el alma...

Luis ¿Sabes que estás tú también de un ciprés...?

IRÉ. ¡Ya, ya...!

Luis Ni que tuvieras tú la culpa de lo que te suce-

de. Anímate, hombre. Tú tienes ya tu porvenir

resuelto. ¡Ah! Y que ya sabes lo convenido:

en cuanto llegues a Santiago, me buscas una

plaza cualquiera, aunque sea la de barrendero.

Porque yo aquí, en España, la verdad, no

- 53 -

quiero que me vean en cualquier cargo subal-

terno, pero en América me da lo mismo. Yo lo

que quiero es reunir ocho o diez mil pesetas

para volver a Biarritz y darle un disgusto al

sombrerero aquel que me ganó hasta el reloj de

pulsera. Porque es que me cegué. Claro, ha-

bía visto tres curas, llevaba un esparadrapo y

a ésta se le había roto un tirante de la liga, que

eso me había dado a mí en otra ocasión una

suerte bestial... ¡Qué pena no tener dinero...!

Si hoy hubiera yo tenido doscientas pesetas

para una combinación de siete números, me

hincho. Porque he visto a un guardia hablan-

do con un albañil, que eso no falla, y además

me he hecho un siete en el abrigo, que eso tam-

poco falla.

Caro. No tiene arreglo.

Luis Sí, mujer; se zurce.

Caro . Si no hablo del siete; hablo de ti.

Luis ¡Como yo venda bien estas cosas...!

{RE. Escucha, Luis, ¿qué representa ese grupo es-

cultórico que has traído...?

Luis Es un gladiador que tiene pendiente de un

brazo al otro gladiador vencido. Cada figura

es de un escultor distinto. Una es del famoso

escultor italiano Censurino Bessoboni, y la

otra de su discípulo nuestro glorioso Salcillo.

El Bessoboni es el gladiador triunfante, y el

pendiente es el Salcillo.*

Vict. (Por la izquierda. Trae el marco con un lienzo

puesto que no se distingue bien lo que repre-

senta.) ¿A ver cómo queda?

54 -

Luis ¡Admirable!

Pat. ¡Ya lo creo!

Caro. Parece otro el marco.

Iré. Por Dio*, Carolina, y que tú hayas pintado

eso... Pero si no se sabe lo que es...

Luis Trae, vamos a colocarle aquí, donde luzca

bien. (Lo cuelga en sitio bien visible.) ¡Ajajá...!

Caro. ¡Qué espanto! Fíjate como la rosa parece una

sandía,

Pat. Bueno, falta mediahoraparaabrirla almoneda.

En los anuncios de los periódicos hemos dicho

que a las cuatro.

Iré. Sí, vamos a dar una vuelta a ver si todo está

en orden.

CARO. Sí, vamos. (Se van Carolina, Irene y Victoria

por la puerta de la izquierda. Patricio, desa-

lentado, se deja caer en una silla.

)

Luis ¿Qué te pasa, hombre? A más de preocupado,

te encuentro hipocondriaco y melancoliaco.

PAT. ¿Te parece que tengo poco sobre mí...?

Luis ¿Cómo ha de parecerme semejante cosa? Pero

vamos, no sé por qué creo que te ha ocurrido

recientemente algo nuevo.

Pat. Pues bien, sí, Luis, tienes razón. Hay algo

que me causa una preocupación hondísima.

Tú eres mi amigo, ¿no es verdad?

Luis ¿Puedes dudarlo?

Pat. Porqne no lo dudo voy a hacerte una consul-

ta, contando con que has de contestarme con

toda sinceridad.

Luis Con la que te hablo siempre.

Pat. Pues dime entonces. ¿Qué piensas de las asi-

- 55 -

duidades del conde de Laurel i a?

Luis Asiduidades... ¿con quién?

Pat. Con Irene y Victoria. ¿No estás viendo que

apenas pasa día sin que venga a visitarlas,

casi siempre acompañado de algún obsequio?

Ayer fué un palco para Apolo, anteayer unas

butacas para un concierto...

Luis Esas son cosa corrientes en sociedad y entre

amigos...

Pat. Entre amigos antiguos, tal vez; pero no entre

personas que sólo hace dos meses que se tra-

ían. Además que nuestra amistad con ese

hombre nació desde el primer día rodeada de

cosas extrañas. Ya sabes lo que ocurrió en

San Sebastián con la indemnización del auto-

móvil que nos hizo añicos: que se empeñó en

darme el doble de lo que le pedí. Y luego, por

el «Lulú» que yo había comprado días antes

en catorce duros, pretextando que tenia una

manchita negra en el rabo, que yo hubiera ju-

rado que era de tinta, me dio por él mil dos-

cientas pesetas.

Luis Es que como es tan rico le gusta echárselas

de generoso.

Pat. Pero las generosidades pueden ser ofensivas

cuando se abusa de ellas, y yo estoy sospe-

chando desde hace tres horas una cosa que me

trae a mal traer.

Luis ¿Eh? ¿Qué sospechas...?

Pat. Estuve esta mañana a ver al casero para pedir-

le que no me enviara por el pronto el recibo

del mes. Hasta que cobre algo de la almoneda

- 56 —

no tengo ni un céntimo... Figúrate cuál sería

mi asombro al enterarme de que tenía pagado

el alquiler hasta fin de año.

Luis ¡Caramba, qué suerte! ¿Pero por quién...?

Pat El casero mismo lo ignora. Fué un desconoci-

do el que se presentó a recoger los recibos y

a entregar el dinero.

Luis ¿Y tú sospechas...?

Pat. Que ha sido Laurelia; el prurito de ese hom-

bre de mezclarse en mis asuntos y de prote-

germe pica ya en historia. Quieres creer que

que el otro día le dijo a Irene, como la cosa

más natural del mundo: «Dígale de mi parte

a su hermana, que si para salir de los apuros

en que se encuentra necesita alguna cantidad,

yo se la ofrezco por considerable qne sea.»

Luis ¡Caramba,, qué desprendimiento!

PAT. Di más bien qué indelicadeza. No se estila

ofrecer dinero en esa forma a ninguna mujer,

y menos a la que se ha cortejado.

Luis Es verdad, poique según tú, allá en Alelilla

Escucha. ¿Es que ha vuelto a las andadas...?

Pat. Victoria asegura que no; que no hay en la ac-

titud del conde nada sospechoso; que la trata

con el mayor respeto, y que ñola ha dicho una

sola palabra que se preste al equívoco; pero yo

tengo el convencimiento de que cuando un li-

bertino profesional como Laurelia anda a to-

das horas detrás de dos mujeres jóvenes y

bien parecidas, como Irene y Victoria, alguna

intención debe llevar.

Luis Es de temer. Ahora, que si es tu cuñada la

- 57 -

que le gusta, no hay en ello nada de ilegítimo.

Pat. Ojalá fuera así, porque Irene, aunque ella lo

niega terminantemente, ve al conde con dema-

siada simpatía. Pero ella afirma, lo mismo que

mi mujer, que Ramiro no le ha hecho jamás la

menor insinuación amorosa.

Luis Y debe ser cierto. Siendo libres los dos no ten-

drían por qué disimularlo.

Pat. El tiro va contra Victoria, no lo dudes.

Luis ¿Estás celoso?

Pat. tn el sentido de dudar de mi mujer, no lo es-

toy ni lo estaré nunca; en el de molestarme

que ese supuesto don Juan quiera reírse de

mí, no te oculto que siento unos celos te-

rribles.

Luis Pues chico, como loscreos justificados, porque

un conquistador de esa especie no puede ve-

nir con buen fin, yo creo que no tienes más

que un camino: cortar por completo toda rela-

ción entre Victoria y él.

Pat. Lo mismo me parece, y puesto que tu opinión

coincide con la mia...f£

m conVict. {Entrando en escena 'con IRENE y CAROLI-

NA,por la puerta del fondo . ) Ya está todo

listo. Le hemos encendido una lamparilla a

San Dimas, el buen ladrón, patrón de las tran-

sacciones comerciales, para que las ventas

sean favorables.

Iré. Yo creo que debemos decir a Ramona que

abra la puerta. ..Yí**

Caro. (Al ver a Ramona Que entra en escena por la

puerta de la derecha.) Aquí la tienes.

- 58 -

Ramona {Criada joven .) Ahí está el señor conde de

Laurelia.

Vid. ¡Hombre!

Iré. Cuánto me alegro...

Pat. (A Ramona.) Dile que las señoras no pueden

recibirle.

Vid. (Asombrada. ) ¿Eh?

Iré. {ídem.) ¡Patricio...!

Pat. {A Ramona.) Ya lo ha oído usted. Vaya ense-

guida. {Vase Ramona por la puerta de la de-

recha.)

ViCT. ¿Te has vuelto loco, Patricio?

Iré. Ramiro no ha dado motivo alguno...

Pat. Yo sé lo que me hago y no estoy dispuesto a

darle explicaciones a nadie.

Vict. ¿Pero...?

Pat. No hay más que hablar del asunto. Y hasta

luego. Me esperan ahora en las oficinas de La

Hamburguesa para tratar del asunto de los

pasajes. Adiós. (Mutis por la derecha.)

Luis Yo voy a instalarme en el 'hall» por si viene

alguien... Ah, Carolinita, ¿por qué no me haces

una copia clarita del inventario, tú que tienes

tan buena letra...?

Caro. Ahora mismo, encanto. {Toma unos papeles

que Luis le da y se va por el foro.)

Luis {Viéndola ir.) (¡Qué criatura! ¡Me quiere de un

modo...! Cuidado que yo le doy motivos para

que me aborrezca, porque su cariño es mi

ruina. Claro, queriéndome ella de ese modo,

¿cómo voy a ganar...? {Agachándose y cogien-

do un lápiz del suelo.) ¡Caramba! \ün lápiz...!

- 59 -

Siempre que me he encontrado un lápiz he

dado siete golpes... Ahora para darlos como

no me encuentre un martillo. . . (Haciendo

mutis por la derecha.) Vamos a la obligación.

Al primer comprador que asome la oreja le

cuelgo yo el Salcillo. (Vase.)

Iré. ¿Has visto cosa más extraña?

Vict. A mi no me ha soprendido. Hace días que

vengo notando que Patricio tiene celos.

Iré. No basta una sospecha infundada para justi-

ficar la grosería qne acaba de hacer. ¿Te ha

dicho nuncaRamiro una sola palabra de cariño?

Vid. Ni él me la ha dicho, ni yo sela hubiera tolera-

do; pero Patricio ha sido siempre receloso... Y

en esta ocasión puede que merezca disculpa.

El conde tiene mala fama...

Iré. Todo lo que tú quieras; pero es demasiada ma-

licia suponer que un hombre, aunque sea un

calavera, no puede hablar dos veces con una

mujer sin llevar intenciones torcidas.

Vict. Eso es lo corriente.

Iré. Será lo corriente, pero ahora no es cierto.

VicT. ¿Estás tú completamente segura de que nuestro

amigo, al demostrarnos la... incomprensible

simpatía que nos demuestra, no oculta una se-

gunda intención?

ÍRÉ. ¿Cuál puede ser?

VICT. La más natural del mundo: que está prendado

de ti.

Iré. (Tristemente .) No.

Vict . Mujer, al fin y al cabo, nos busca a todas horas

a las dos, no a mí sola, y tan verosímil es...

- 60 -es decir, no, es mucho más verosímil que sea

de ti de quien está prendado.

IRÉ. Vuelvo a asegurarte que no; que a mí no me-

ha dicho nunca una sola frase que pueda dar

a entender que me pretende. Además de que

eso se conoce en todo...

Vict. Pues entonces, hija mía, estamos en presencia

de un enigma, porque no se comprende qué fin

persigue, abrumándonos de obsequios, e inte-

resándose por nuestra situación, hasta el punto

de pagar nuestras deudas... porque, induda-

blemente, ha sido él quien ha pagado los re-

cibos de la casa y la cuenta de la modista.

IRÉ. ¿Eh? ¿La cuenta de la modista también...?

VlCT. Sí; no he querido contártelo delante de Pa-

tricio, por no excitar más sus sospechas pero

esta mañana fui a ver a madame Durand para

decirle que desde Chile le enviaría el importe

de la cuenta, y me quedé asombrada cuando

me contestó: «Pero si la señora no tiene nin-

guna factura pendiente; el jueves me trajeron

de su parte el dinero...» Chica, me quedé loca,t

i

Iré. ¿Tendrá algún espía que vaya a contarle

nuestros apuros?

VíCT. ¿Qué más espías que él mismo? ¿No aecuerdas

que la otra noche, en el teatro, estuvimos ha

blando tú y yo de esa cuenta? Sin duda nos

oyó, y como se ha propuesto ser nuestra pro-

videncia... por lo quesea.

Iré. Me parece que voy a acabar por dar la razón

a los celos de tu marido. Las cosas que hace

ese hombre sólo pueden estar inspiradas por

el amor, y puesto que en otro tiempo...

- 61 -

ViCT Yo te juro, Irene, que no he visto jamás en sus

ojos el menor destello de cariño, ni aun el más

leve chispazo de deseo.

Iré. ¿Entonces qué móvil puede ten-rsu conducta?

Vict. No sé, no sé... Parece cosa de novela^^^fJL^.

Irf.. Calla, que alguien viene con Luis.

Vid. Será algún comprador. Vámonus.

IRÉ. Sí, qué necesidad tiene una... ¡Ojalá lo com-

pren todo pronto! _J-Í—

VICT. ¡Qué lástima...! ¡Mi casita...! ¡Mis muebles...! t^(Se van por el foro . Tras una breve pausa en-

tran en escena JUANITO BARCA y PEPE

PARRAS.)

Juan (Hablando hacia el lateral.) No te preocupes,

hombre. Aguardaremos aquí, curioseando lo

que hay en este salón.

Pepe Chico, ¿asi es de pelmazo tu amigo Montilla?

Juan No, hombre; si es un tío simpatiquísimo.

Ahora, que es un poco raro y se conoce que

ha hecho cuestión de amor propio el venderle

a ese señor esa birria de grupo escultórico, y

por eso le está dando ese tostón tan espainoso

con el Bessoboni y con el Salcillo.

Pepe Que a lo mejor no es nada de eso.

Juan ¡Qué va a ser, si miente más que habla...!

Pepe ¿Y por que dice que está al frente de la al-

moneda?

Juan Porque es muy amigo de Recuera, el dueño

de la casa.

Pepe Pues aquí hay cosas que no están mal.

Juan Ya lo creo. De esta hecha cumple Ramiro su

juramento, y le devuelve a esta gente las cua-

- 62 -

trocientas ochenta mil pesetas que aún les

adeuda.

Pepe ¡Qué Quijote es! ¡Devolverles un dinero que

yo gané para él tan legítimamente...!

Juan Déjalo. Después de todo, hace bien. Puesto

que le sobra... Además, que en este bonito

juego de la devolución, hay su riesgo, y todo

k> que es comprometido y arriesgado tiene su

encanto.

Pepe No te entiendo. ¿Qué es lo que quieres decir?

Juan Que no es fácil devolver cien mil duros a un

marido honorable y escamón, que en buena

ley se dejaría matar antes que admitir un solo

céntimo.

Pepe ¡Ah! ¿Pero el marido está escamado?

Juan Dice Ramiro que se mascan las bofetadas.

Pepe (Preocupado .) Caramba, hombre, ¿y para eso

me traes aquí? Esas experiencias se hacen con

un gato, caramba. ¿A qué jinojo me metes

a mi...?

Como tú ganaste el dinero, justo es que con-

tribuyas a restituirlo.

Pepe ¿Pero yo qué porras sé a quién se lo gané, ni

qué me importa, caray? Hombre, pues tendría

gracia que encima de haberle hecho un favor

saliera yo con las manos en la cabeza y...

vendándomela.

Juan No seas criatura; no te preocupes. Para nos-

otros no hay peligro ninguno.

Pepe ¿Crees tú?

Juan Nosotros, en esta comedia de la devolución,

nos repartimos los bonitos papeles de los que

- 63 -

favorecen; de los que llegan adonde hay una

necesidad y dan noventa mil duros por una

maritata.

Pepe Los vas a dar tú solo.

Juan ¿Eh?

Pepe Yo en este juego actúo solamente de mirón.

Juan ¡Qué pusilánime eres, Pepe!

Pepe Tú déjame a mí.

Juan Mira, nuestro deber es caminar con pies de

plomo.

Pepe Según.

Juan Y no ofrecer nada por nada hasta que venga

Paco Núñez y nos asesore. Paco sabe mucho

de muebles y de antigüedades y de pinturas...

Pepe Eso dice él.

Juan Hombre, ¿vas a negar que Paco entiende de

pinturas?

Pepe Si entendiera no iría su mujer con los labios

pintados de corinto y los carrillos de oporto y

la frente de iodo, que parece una paleta locá.J

Juan (Mirando hacia lapuerta de la derecha.) Calla..^

Luis (Enfadadísimo, por la puerta indicada y ha-'

blando hacia el lateral.) ¡Vaya usted mucho

con Dios...! ¿Eh...? ¡Y usted a... esparragar...!

¡Nos ha fastidiado...!

Pepe (Escamado .) (¡Caracoles!)

Juan Pero ¿qué te pasa, hombre?

Luis Que hay tíos borrachos que quieren comprar

por veinte duros el coleo de Benlliure, la Sa-

lomé de Romero de Torres y el cuadro de las

cigarreras de Sevilla de Bilbao.

Juan ¿En qué quedamos?

- 64 —

Luís Ofrecerme setenta pesetas por un Saícíllo,

Juan Claro; por uno nada más ..

Luis ;Ah! ¿Pero es que te vas a pitorrear de mí en

estas circunstancias?

|UAN ¿Pero es que te vas a enfadar, tú que no te has

enfadado nunca?

Luís Es que nunca me he visto como me veo ahora,

Juanito: con el agua al cuello y sin saber

nadar. \Un maldito diecisiete...! Ya sabes mi

manera de ser. Creo en los detalles, y me fa-

llaron tres curas, un parche, una liga, un som-

brero de paja y cinco guindas que llevaba una

cocota en una pamela.

Juan ¡Válgame Dios, hombre! Entonces estás a dos

velas...

Luis A dos velas y sin timón. Con decirte que par-

te de los muebles que hay aquí son de mi pro-

piedad.

Juan ¡Ah! ¿Sí?

Luis He aprovechado la almoneda de este amigo

mío y he traído a ella cuanto me quedaba de

algún valor: este arcón, ese bargueño, esos

dos cuadros, este sillón, el grupo del reci-

bimiento y un magnifico repostero que he col-

gado en el comedor.

Juan Pues no sabes cuánto celebro el que me lo

hayas dicho.

Luis Te haré un precio de amigo, ¿eh?

Juan No, si yo no voy a comprar nada. El com-

prador es Parras, este amigo, que ya está can-

sado de vivir en hoteles y ha decidido poner

casa.

— 65 -

Pepe (Escamado.) ¡Hombre, Juan...!

Juan ¿Vas a decir que no?

Pepe No, no digo que no; pero ya sabes que yo... no...

Juan (.4 Luis.) Quiere decir que él no compra nada

sin que le aconseje precisamente un amigo a

quien estamos esperando: un tal Paco Núñez,

¿no le conoces?

Luis {Haciendo memoria.) Núñez, Núñez... Me suena

a mi esto de Núñez.jJuan Es un muchacho versadísimo en estas cosas;

un verdadero técnico. No tardará. **?**

Caro. (Por la puerta del fondo. Trae unfrtpapeles .)

Oye, Luís... Buenas tardes. (Juanito y Pepe

contestan rendidamenie.) Con el permiso de

ustedes...

Luis Sí, con vuestro permiso.

Juan ¡Por Dios!

Pepe ¡No faltarla más! (Hablan aparte Luis y Ca-

rolina.)

Juan (A Pepe.) No hay que comprar nada de lo de

éste, ¿eh?

Pepe Allá tu. Y a mí hazme el favor de no meterme

en más líos, porque cojo la puerta y me voy. fy

(Rumor de voces dentro.)

Juan Ahí está ya Paco Núñez. ¿'—~

NUÑ. (Entrando en escena por la derecha.) Hola...

(A Luis y Carolina.) Buenas tardes... (Acer-

cándose a Pepe y Juan y con el misterio nece-

sario.) Perdonad la tardanza; pero me ha en-

tretenido Ramiro. Hay novedades.

Pepe ¿Eh?

NÚÑ. A Ramiro no han querido recibirle aquí esta

— 65 —tarde. Hay que andar con ojo, porque va a

haber palos.

Juan (Cogiendo a Pepe del brazo, al ver que mira

hacia la puerta y se abotona la americana,

como para echar a correr.) No seas idiota,

hombre.

NúÑ. Quiere Ramiro terminar este asunto de una

vez. (Sacando un papel.) Tiene que devolver

cuatrocientas setenta y un mil pesetas. Ese es

hoy el saldo de la cuenta; de modo que vamos

a ver...

Juan Te pondré en antecedentes, porque aquí hay

muebles que no son de Reguera. Mira... (Siguen

hablando.)

Luis (A Carolina, en el otro extremo de la escena.)

Sí; ese amigo de ellos viene como técnico.

Caro. Pues nos va a fastidiar, porque como nada de

lo que hemos traído es bueno...

Luis No tengas cuidado. Hace media hora, cuando

estaba yo en el despacho, se posaron dos go-

rriones en el balcón, y ya sabes que eso es de

una buena suerte que atolondra. Venderemos

nuestros muebles y muy bien vendidos. Estoy

dispuesto a defenderlos de todas la maneras.

(Cogiendo una gumía que habrá sobre un

mueble.) A quien les ponga un defecto, le

atravieso. (Siguen hablando .)

NÚÑ

.

(A Pepe.) Eso es lo de menos. Tu dices que no

compras el arcón ni el bargueño, porque los

muebles antiguos te dan asco.

Pepe (Que está escamadísimo can lo de la gumía y

que no quita ojo a Luis.) Pero siempre he de

ser yo... (Continúan hablando.)

- 67 —

Luis (A Carolina.) Déjame con ellos.

Caro. En el despacho estaré con las chicas. (Mutis

por el foro.)

Luis (Acercándose al grupo.) ¿Este señor es el

técnico...?

NÚÑ. (Nada de eso; un aficionadillo simplemente.

Juan (Presentando .) Luis Montilla... Paco Núñez...

(Saludos.

)

Luis (A Núñez.) Pues fíjese usted, que es entendido,

porque hay aquí algunas cosas bonitas. Mire

usted qué arcón. Esto es más antiguo que la

letra A.

NÚÑ

.

Con gesto de indiferencia. ) ¡Pschs. . .

!

Juan

Pepe(ídem.) ¡Pschs...!

(ídem.) ¡Pschs...!

Luis Es de madera de abedulillo, que es rarísima.

NÚÑ. Sí, sí; pero...

Luis El bargueño es también una preciosidad. Está

hecho de una madera resinosa y teosa, que per-

fuma cuanto se guarda en él. Es muy curioso.

NÚÑ. (Como antes.) ¡Pschs...!

Juan

Pepe

Luis (Tragando saliva y desenjundando la gumía.)

Pues si que...

Pepe ¿Eh?

Luís No, nada, que al silloncito no lo mirarán us-

tedes con esa indiferencia. Es un sillón prela-

ticio. Asiento curiáceo o de cuero y una talla

divina. Aquí están las insignias de la nababia

¡ o dignidad de Abad «Este fué adquirido en Sa-

lamanca, en el convento de Valdelamusque, y

— 68 -era el sillón que solía usar en los poéticos

atardeceres, el preboste o prior de la comu-

nidad.

Juan Muy bonito, Luís, muy bonito.

NÚÑ. Describe usted poéticamente.

Pepe Tiene usted estro.

Luis Sí, señor, tengo estro y lo «ostro», que son

ganas de vender.

Juan Pues a Pepe, estas cosas antiguas y de mé-

rito, no...

NÚN. No, a Pepe no... (A Pepe.) ¿Verdad?

Pepe (Que no sabe que decir, porque Luis le mira

como para cortarle el cuello.) Hombre, te

diré...

Juan Dice que le dan asco. Tiene ese mal gusto.

Luis (Agresivo y destemplado.) En efecto; pensar

así, no es de persona culta ni muchísimo menos.

Pepe (Preocupadísimo.) ¡Ea, pues no! Ventajas a

a mí, de ninguna manera. (A Luis, y por los

dos cuadros de su propiedad.) Esos dos cua-

dros me entusiasman a mí. (Juanito y Núñez

se miran asombrados.) Y con lo que yo com-

pre en esta casa, me llevo esos dos cuadros.

¡Ya está dicho!

Luis (Trocando su agresivismo en placidez.) Se ve

que sabe usted apreciar lo que es bueno.

NÚÑ

.

(Por el lienzo pintado por Victoria.) El que es

una maravilla es ese bodegón.

Luis (¡Atiza!)

NÚÑ. Antiquísimo. Escuela flamenca. No hay dinero

para comprar ese cuadro.

Pepe También lo compraré. Pero estos dos van por

delante.

rt §o

Juan ¿Qué es lo que representan?

Luis Pues el retratado no se sabe a ciencia cierta

quién es. Unos creen que es el critico helé-

nico Apio de Tasos, y otros Apio Pronópidas,

el poeta griego que escribió por primera vez

de izquierda a derecha.

Juan (Tomándolo a chacota,) Apio Pronópidas...

Nosabía yo que Pronópidas era también

Apio. (Rie.) _____^^m-mmm^*~--—''~~~~~~~mm'

LUIS Kn cuanto a.'este otro cuadro, se ve claramente

lo que representa: es la batalla de Platea.

Pepe ¡Caramba!

Luis Ustedes no ignoran que Platea fué teatro de

una gran batalla...

Juan Claro, hombre.

Luis Pues aquí está Arístides después del triunfo

sobre los persas, diciendo que sólo Platea es

acreedora de la victoria y declarando sagrado

e inviolable el lugar de acción de la batalla.

Pepe Aquí se ve un grupo de mujeres.

Luis Si, aquí abajo; esas son las plateas.

NúÑ

.

Aquellos de más arriba no se distinguen bien.

Juan (Como antes.) Deben ser los palcos. (Risas.)

Luis Veo que hay buen humor, y lo celebro. Yo

también estoy contento.

Pepe Y eso me gusta, hombre. Bueno, conste que

los tres cuadros son míos, ¿eh?

NúÑ. Mira, Pepe, que el «bodegón» no hay dinero

con qué comprarlo. Es cuadro de setenta mil

duros ¿no?

Pepe Ese cuadro lo compro yo en setenta mil duros

y lo vendo en medio millón de pesetas. (Luis

les mira asombrado.)

- 70 -Bueno, vamos a dar un vistazo a los otros

salones...

Te advierto que yo por mi gusto haría una cosa:

lo compraría todo; me quedaría con, la casa tal

como está, y me vendría a vivirá ella mañana

mismo.

Juan Pues eso es bien sencillo: haces un precio por

todo, y luego, como éste tiene aquí unas co-

sillas, que se ponga de acuerdo con el dueño

de la almoneda.

Luis Claro, hombre; eso es io de menos. Patricio y

yo es como si fuéramos hermanos. (Indicando

la puerta de la izquierda.) Pasen ustedes ñor

aquí y daremos la vuelta.

Juan (Haciendo mutis.) Gracias. /Nú^. (ídem.) Muchas gracias.

Pepe (ídem.) Gracias, amigo mío... (¡Ventajas a mí!)

Luis (Contentísimo .) (¡Voy a levantar una de bi-

lletes...! Los gorriones me han traido'la buena.

No todo me iba a fallar.) -rn/ase. Por el foro

entran sigilosamente IRJgNE, VICTORIA y

CAROLINA.)

ViCT. ¿Han oido ustedes...? ¿Y ahora...? ¿Qué medicen ustedes ahora? Son los íntimos del conde.

Aunque no les conocemos personalmente, sa-

bemos que son sus amigos inseparables y

vienen aquí a comprar mandados por él. Claro,

es un medio perfectamente licito de obligarnos

a tomar el dinero que tan generosamente nos

ha ofrecido otras veces.

Caro. ¿Crees tú?

VlCT. Cómo si no, pueden ofrecerse setenta mil du-

ros por ese cuadro pintado por mi.

/

Caro.

Vict.

Iré.

Vict

ÍRK.

V'ICT.

1RF..

VÍCT.

Caro.

Vict.

"Caro .

Vict.

Caro.

Vict.

Luis

Vict.

Caro .

Luis

Vict.

Luis

Vict.

- 71 —

Si, claro...

¿Por qué es todo esto, Dios mío?

Voy a salir de dudas ahora mismo.

¿Eh? ¿Qué vas a hacer?

Llamar a Ramiro pyl teléfono. Sé donde está

a estas horas.

¿Pero...?

Espera. (Se va por la puerta de la derecha.)

¡La pobre...!

¿Eh? ¿Crees tú que ella...?

Ella lo niega, pero a mí no me engaña: está

enamoradísima de él

.

Pues es muy de sentir. Ramiro no es hom-

bre que. .

.

Opino lo mismo que tú. Sin embargo...! ¡Hay

un misterio tan grande en todo esto...!

Lo que no puede negarse es que como pin-

tora has quedado a una altura infinita. Porque

ellos dirán que tus flores son un bodegón,

pero tasan el cuadro en setenta mil duros.

¡Si llego a pintarlo bien...! -i

(Por la izquierda, precipitadamente.) Caro-

lina. . . o tú, Victoria. . . Que no dejen pasar

a nadie a la almoneda, porque está todo

vendido.

¿Eh?

¿Qué?

¡Como que no s.^y yo nadie vendiendo!

Pero...

El señor Parras lo ha comprado todo en cuatro-

cientas setenta y un mil pesetas.

¡Jesús!

— 72 —Caro. ¡Pero Luis...!

Luis (Mirando hacia la puerta de laucmierda e im-

poniendo silencio .) ¡Chist...! j¿¿p£;

IRÉ. '(Entrando por la derecha.) Dentro de dos mi-

nutos está aquí.

Luis (Como antes.) ¡Chist...!

Iré. ¿Qué pasa?

VlCT. ¡Que lo han comprado todo en cuatrocientas

setenta y un mil pesetas!

IRÉ. ¿Te convences. . .? Lé£VlCT. Si yo estoy convencida. ^.füDisimulan al ver

entrar en escena a PElftf, JUANITO y NU-ÑEZ. Los tres saludan severa y ceremoniosa-

mente a las señoras, con reverentes inclina-

ciones.)

Pepe (A Luis.) Amigo Montilla... Tantísimo gusto...

Dentro de un rato volveré con el cheque, y meextenderá usted un * vendí» para unirlo al in-

ventario, como convinimos...

Luis Sí, señor.

Juan Buenas tardes.

NÚÑ. (Despidiéndose de Luis.) Ya sabe que puede

disponer de mi...

Pepe (Juanito, muy sastisfecho.) Tenías tú razón; es

un bonito papel el de venir y... ¿eh? (Dándose

un pisto loco .) ¿Vamos, señores? (Muy son-

riente, a Victoria y Carolina.) Lo he comprado

todo. Dijeron cuatrocientas setenta y un mil pe-

setas, y cuatrocientas setenta y un mil pesetas.

Para mí el dinero es lo de menos. Yo soy así.

Llego, veo y... todo. ¡Lo he comprado todo!

Buenas tardes. (4 Luis.) Me gusta la de la al-

moneda.

- 73 -

Luis ¿Cuál?

Pepe La de los ojos grandes...

Luis Es mi mujer.

Pepe (Que no sabe qué contestar, haciendo mutis

muy deptisa.) Buenas tardes. (Vase seguido de

Juanito y de Núñez .

)

Luis (Haciendo mutis tras ellos .)Ha comprado todos

los muebles y ha metido toda la pata. ( Vase.)

Vid. ¿Dudas ahora, Irene? ¡Cuatrocientas setenta y

un mil pesetas!

Iré. ¿Pero cómo es posible hacer tan mal las

cosas?

Vid. Cuando Patricio se entere...

Caro. Por Dios, Victoria, no vayas a decirle... Se-

ría capaz de echarlo todo a rodar, y eso no.

Este negocio puede ser la salvación para todos.

Recuerda que Luis y yo no tenemos qué comer!

VlCT. ¿Pero cómo voy yo a ocultarle...?

Luis (Por la derecha, cantando.) Apriétate contra

mí, como en autobús... ;Vivan los gorriones....

Bueno, yo necesito hacer mi cuenta, para ver

lo que me corresponde, que deben ser unos

once mil duros, porque como están ahí las fac-

turas de lo que costaron vuestros muebles, y

en realidad a lo único que le han puesto precio

ts al «bodegón», pues de cuatrocientas setenta

y un mil se quitan trescientas cincuenta mil yquedan ciento veinte y un mil. Como vuestros

muebles costaron cincuenta y un mil, pues

quitando cincuenta y un mil de ciento veinte y

un mil, quedan setenta mil... ¡Catorce mil

duros! ¡Más de lo que yo creía! (Cantando y

- 74 -

bailando.) Apriétate contra mí, como en au-

tobús... Además espero que Patricio me dará

alguna comisión... Ven, Carolina; haremos las

cuentas y el vendí... Si ustedes, como partes

interesadas, quieren ayudarnos...

IRÉ. (Que no quita ojo ni oido de la puerta de la

derecha .) Sí, Victoria irá...

VlCT. Bueno.

Iré. (Aparte a Victoria.) Ahí está. Avísame si

vuelve Patricio.

VlCT. Vamos.

Luis (Haciendo mutis por el foro con Carolina y

Victoria.) ¡Qué verdad es que cuando losgo-

se posan en el- balcón...! (Vase.)

Iré . Si, es él. . . (Se sienta y adopta la más sugestiva

de las posturas. Al ver entrara Ramiro.) ¡Oh!

Ramiro...

RAM. Buenas tardes, Irene...

Iré. No sabe cuánto le agradezco que haya venido.

Ram. Ya puede agradecérmelo.

Iré. ¿Está usted enojado?

Ram. Un poco. Se lo declaro con la franqueza que

debo a... un amigo; porque me figuro que lo

ocurrido hace un instante no será causa de que

rompamos nuestro tratado de ser siempre y en

todo momento dos camaradas...

Iré. Yo no me olvido jamás de mis promesas.

Ram. Caramba, pues nadie lo diría, después de ha-

berme arrojado de su casa, porque a eso equi-

vale el recadito que me enviaron antes, dán-

dome con la puerta en las narices. ¿Qué ha

sucedido, Irene?

- 75 -

IRÉ. ¿Quiere usted que le diga la verdad?

Ram. Creo que tengo derecho a exigirla de... un ca-

marada.

Iré. Pues sépala sin ambages: mi cuñado está celo-

so de usted.

Ram. ¿Sabe aquel flirt inocente de Melilla?

Iré. No es lo pasado, sino lo presente lo que exci-

tan sus celos. Son sus continuas... asiduidades

con mi hermana...

Ram. Las mismas tengo con usted, y usted sabe muy

bien, Irene...

Iré. Yo sé, y así se lo he dicho, que su amistad con

Victoria no puede ser más respetuosa y correc-

ta; ¿pero quién evita las sospechas de un ma-

rido, cuando las apariencias les dan aspecto

de verdad?.

Ram. ¿Aspecto de verdad? Expliqúese, por Dios.

Iré. Hay cosas que son difíciles de decir.

Pat. Para su ingenio no puede haber dificuitad en

nada, y menos tratándose de un camarada

como yo.

IRE. Hombre, eso de camaradería va a servirme.

Es un buen recurso. Figurémonos que nos-

otros no somos ahora nosotros, sino dos cama-

radas, en efecto; dos estudiantes... que no estu-

dian, como la mayor parte de los estudiantes.

Yo me llamo... Paco, y usted... Ramón. ¿Le

gustan los nombres?

Ram. No los hay mejores en el calendario.

Iré. Y, por supuesto, no estamos aquí, en esta ca-

sa, sino en... en un café.

Ram. En el Oriental. Lo encuentro más clásico para

- 76 -

dos estudiantinos que quieren hacerse sus

confidencias.

íre. Pues partiendo de la base de que estamos en

el Oriental...

Ram. Espere usted, porque tenemos que tomar al-

go... Un vermouth unas anchoas con sus pa-

lillitos... Ya están aquí. Empiece usted.

IRÉ. ¿Qué usted ni qué usted, hombre? De tú. Si yo

no soy yo, yo soy Paco.

Ram. Pues empieza, Paquillo.

IRÉ. Dame un cigarro.

Ram. Caramba; nunca tienes. ¿Cuándo vas a com-

prar tabaco?

Iré. Trae y no gruñas. (Enciende un cigarrillo que

Ramiro le da.) Dime la verdad. A ti te gusta

una mujer, ¿no es cierto?

Ram. Mira, Paquillo, a mi me gustan todas las

que veo.

IRE. Bueno, pero unas más que otras, porque yo

sé, pongo por caso, lo que de unos meses a

esta parte vienes tú haciendo por... por una

mujer.

Ram . ¡Chico!

Iré. Sí, sí, no pongas cara de extrañeza ni te hagas

el «pasmao»... [Fuma.) A ti esa mujer te

gusta que te alienas, y como sabes los apuros

que está pasando, porque no tiene dos gordas,

tú no perdonas medio de protegerla ocultando

lo que haces.

Ram. ¿Eh?

Iré. Recoges los recibos de la casa, pagas sus

cuentas...

— 77 -

Ram. (Chulonamente.) ¡Te daba asi...!

Iré. ¿Eh?

Ram. ¿Pero tanta cara de primo tengo yo, so lila?

¿Crees que en pagar trampas de nadie me voy

a gastar el dinero déla fonda? jVamos, hombre.

Tú estás mochales. Para que te se despeje el

caletre te voy a convidar a otro vermouth.

IRÉ. Puesto que eres tan mal amigo que no me di-

ces la verdad, no quiero más vermouth, ni

más cigarros, ni más nada. (Levantándose.)

Volvamos a la realidad. (Cambiando de tono.)

Y le aseguro que no esperaba esa falta de fran-

queza de usted, señor conde.

Ram. Pues el señor conde, como me llama tan cere-

moniosamente, no puede contestarle otra cosa

sino que ha dicho la verdad; que los celos de

su cuñado no tienen el menor fundamento y

que jamás me ha pasado por las mientes vol-

ver a hacer la corte a Victoria.

IRÉ. En eso le creo; en lo otro, no. ¿Es que no es

usted el bienhechor oculto que nos proteje?

Comprenda que cuando me he atrevido a lla-

marle, después de lo ocurrido, debe ser por-

que tengo un interés muy grande en aclarar el

asunto. Los celos de Patricio no se disiparán

hasta que usted no diga en alta voz: «Sí, soy

yo quien les ha hecho esos favores, pero no

por ganarme con ellos la voluntad de una

mujer honrada, en la que no pienso, sino por...

por lo que sea. .. » Mano que derrama mercedes

y se oculta, se hace sospechosa de perseguir

fines inconfesables.

- 78 -

Ram. ¿Y voy a confesar lo que no es cierto?

IRÉ. ¿No es cierto que ha mandado usted comprar

estos muebles en cuatrocientas setenta y un

mil pesetas?

RAM. ¡Ah! ¿Pero ya...?

IRÉ. Sí, señor; ya han venido.

Ram. Pregunto si ya han sido comprados, porqué

yo he querido adquirir algunos...

IRÉ. No está mal corregida la torpeza; pero ya .ha

declarado...

Ram. ¡Por Dios, Irenita! Ni he declarado, ni puedo

declaiar lo que no existe. ¿Porqué he de ser

yo ese protector desconocido que busca? ¿Hay

acaso algún motivo...?

IRÉ. Ahí tiene usted Jo único que me hace dudar

en mi convicción; que, efectivamente, no hay

motivo alguno para que usted se interese de

ese modo con nosotros, que debemos serle

indiferentes...

Ram. Eso no. Usted no puede ser para mí una indi-

ferente. En primer lugar, porque intenté ma-

tarla, y eso me liga a usted con el lazo del re-

mordimiento, y después, porque hemos con-

geniado desde el primer instante.

IRÉ. (Melosa y coqueta.) ¿Es verdad eso...?

Ram . Palabra de honor.

IRÉ. No me engaña...

Ram. (Encandiladillo.) Ya le he dicho varias veces

que ocupa el primer lugar en mi lista de mu-

jeres...

IRÉ. ¿Eh...?

Ram. Que no son mujeres.

k

\

— 79 -IRÉ. (Con el alma en los mismísimos talones.) ¡Ah!

Ram. Es decir, de las que no tienen sexo determina-

do; de las que no me atraen, en el mal sentido

de la palabra, y a las que por eso mismo

miro con el mayor respeto y me inspiran ma-

yor simpatía.

IRÉ. (Queriendo sonreír y sin que le salga la son-

risa.) Es verdad; no me acordaba ya de...

Ram. La única prueba de afecto que yo puedo dar

a una mujer es no enamorarme de ella, y usted

me parece que no puede tener queja en ese

punto. ¿Ha oído una sola frase de cariño en

mis labios?

Iré. Ni la he oido... (Con honda pena, que no sabe

disimular.) ni espero oirías.

Ram. (Comiéndosela con los ojos .) Puede tener la

completa seguridad. (Separándose de ella,)

(¡No me caso, no me caso y no me caso!) / ,

Víci . (Por el foro.) Irene... (Afectando sorpresb.)

¿Cómo? ¿Ha tenido usted la amabilidad de

venir? (Le tiende la mano, que Ramiro besa.)

IrE. Ha venido, y se niega a decirnos lo que desea-

mos. Yo he agotado en balde todos mis recur-

sos. A ver si tú eres más afortunada.

Ram. Por Dios, Irene.

Iré. Irene ha muerto para usted.

Ram. Apelaré a Paquillo.

Iré. Ese está más muerto todavía.

Ram. ¿De modo que ya no podemos hacernos nues-

tras confidencias?

Iré . Si usted quiere hacérselas a él, pero de verdad,

¿eh?, de verdad, no tiene más que llamarle y

acudirá al llamamiento.

— 80 -

Ram. ¿Dónde?

Iré. Donde quiera; aquí o al Oriental. Paco está

siempre dispuesto a tomar un vermouth con

usted... pero hay que pedirlo de mejor clase

que el de hoy... El de hoy estaba muy amargo

{Mutis, y sate inmediatamente al oir la voz de

Patricio.

)

ViCT. (Al ver a Patricio, que entra en escena por la

puerta de la derecha y se detiene bajo el dintel

de la misma.) ¡Patricio...!

Pat. (A Ramiro.) ¿Usted aqui...? Yo creía que le

habían dicho de mi parte que en esta casa no

podía recibírsele...

Ram. Melodijeronantes de suplicarme quevolviera.

Pat. ¿Le haii «uplicado...?

Ram. Si.

Pat. ¿Quién? ¿Mi mujer?

Ram. Irene.

Pat. Irene no estaba autorizada...

Ram. Por ignorarlo vine. Ahora que lo sé, haré lo

que debo, sin nuevas advertencias. Yo soy

quien quiere hacerle una.

Pat. ¿Cuál?

Ram. Que puedo salir de aquí con la frente muy alta.

(Saluda con una inclinación de cabeza, y se va

por la derecha.)

VlCT. ¿Qué has hecho, Patricio?

Pat. Lo que debía, tíse hombre no puede volver a

poner los pies en esta casa.

VlCT. Vuelvo a decirte, Patricio, que no me ha cor-

tejado ni un solo momento.

Pat. Será una estratagema de... profesional. ¿Qué

- 81 -

otro objeto pueden tener las generosidades con

que trata de abrumarnos?

Vid\ El niega ser quien hace esas cosas...

Pat. ¿Y tú le das crédito? ¿Quién puede ser sino

él? Lo queme ocurre es ya un escarnio, una des-

honra... Ahora mismo, en La Hamburguesa,

al ir a buscar nuestros pasajes, me han dicho,

cuando me enseñaron el plano del vapor:

«Puede el señor escoger los camarotes que

más le gusten, porque están pagados previa-

mente.»

IRÉ. ¿Eh? IAi

Vict. ¿Es posible.../' (Por la puerta del foro entran

en escena LUÍS y CAROLINA.)

Luis (Con unos papeles en la mano y cantando como

antes.) Apriétate contra mí, como en autobús...

ViCT. (Agriamente, mandándole callar.) ¡Vamos,

hombre!

IRÉ. (ídem.) ¡Por Dios!

Caro. ¿Eh?

Luis (Extrañado. ) ¿Qué pasa?

Pat. ¿Qué ha de pasar, hombre? Que esto es para

volverse loco. Que ese desconocido que va

precediéndome por todas partes; ha estado

también en la agencia naviera a pagar nuestro

viaje a Chile.

Luis (A Carolina.) ¡Que no nos saliera a nosotros

un caprichoso de esos...!

Pat. ¿Qué dices?

Luis Nada, hombre, que esta vez tu desconocido

protector ha perdido el tiempo, porque con

ochenta mil duros en el bolsillo no creo yo

- 82 -

que hagas la estupidez de irte a Chile ni a nin-

guna parte.

PAT. ¿Eh? ¿Qué tonterías estás diciendo, Luis?

Luis ¡Ahí ¿Pero aún no le habéis dicho nada? Sí,

hombre; se acabó la falta de dinero. Vuelves

a ser rico como antes . Puedes cantar la «java»

como yo...

PAT, ¿Se ha vuelto loco?

ViCT. No, Patricio. No he querido decirte nada, por-

que estoy segura de que la noticia más, que

alegría, ha de causarte disgusto; pero...

Pat. ¿Pero qué. . .? ¿De qué se trata?

Luis De que hemos vendido cuanto hay en la casa

en cuatrocientas setenta y un mil pesetas.

Ahora traerán el cheque...

Pat. {Estupefacto.) ¿Eh...? ¿Pero quién ha dado esa

enormidad? ¿El desconocido de siempre. . .?

Luis No; esta vez no hay anónimo. El comprador

es Pepe Parras, que cree haber encontrado

verdaderos tesoros de arte.

PAT. Esto es una farsa más, no lo dudes. ¿Tú sabes

si él es amigo del conde..,?

Luis Eso sí.

Pat. No hay más que hablar entonces. Gracias a

Dios que hay quien dé la cara en este asunto.

Gracias a Dios que voy a poder desahogarme

con alguien. *rju

Pepe {Por la derecha muy sonriente.) ¿Se puede...?

Luis (¡Atiza!) Adelante.

Pepe {Seguido de Juanlto Barca.) Creo que no he

tardado mucho...

Luis No, señor; llega usted... oportunamente.

- 83 -

Pat. (Con las de Caín.) Oportunísimamente.

Pepe (j4 Patricio.) Perdón... No había visto... (Le sa-

luda con ana ceremoniosa inclinación.)

Jijan (Al ver a Patricio, escamadísimo .) (¡Anda,

morena!)

Pepe (A Luis.) Aquí tiene usted el cheque...

Pat. ¿No le parece a usted, señor mío, que da muy

poco dinero por lo que quiere comprar en

esta casa?

Pepe No comprendo.

Pat. Pronto me comprenderá, puesto que por fin

encuentro con quién poder explicarme. Esta

vez no es esa mano misteriosa, empeñada en

favorecerme contra mi voluntad, la que tengo

delante; son dos hombres de carne y hueso,

que van a darme cuenta de su conducta, o

mejor dicho, de la conducta de quien les ha

enviado... porque ustedes vienen enviadospor

otra persona. ¿Empieza a comprenderme ya?

Pepe (Preocupadísimo, mirando a Juan.) Pues no,

no... La verdad, no... (A Juanito .) ¿Eh?

Juan Allá tu; tú eres el comprador...

Pepe (A Juanito, en tono de reconvención.) Hombre...

Pat. En vista de que es usted un poco tardo de

comprensión, me explicaré sin el menor eufe-

mismo. El conde de Laurelia les ha hecho

venir a ofrecer por los muebles de mi casa

una verdadera fortuna, y yo les exijo que medigan con qué derecho me hace ese señor se-

mejante ultraje.

Pepe ¿Ultraje? (A Juanito.) Hombre, diletú...

Juan En efecto, no veo el ultraje, ni tampoco la

— 84 -

relación que pueda tener... Yo creo que éste

no viene por nadie... Y si viene, que lo diga,

¡caramba!, y que no nos comprometa a los

demás...

Pepe Parece mentira, Juan...

Luis (Mediando.) ¿Pero quién habla aquí de ton-

terías...?

Pepe Claro, señor. Lo digo, y lo digo muy alto, qui-

no vengo en nombre de nadie, y que he ofre-

cido lo que en conciencia debo ofrecer, porque

si es cierto que los muebles son unos muebles

corrientes, en cambio este cuadro (Por el de

Victoria.) vale setenta mil duros, porque está

pintado...

Pat. (Agarrándole de las solapas.) ¡Si continúa

usted, le tiro por un balcón! ¡Esas flores las

ha pintado mi esposa!

Plpe (Lívido, acobardado y sin saberqué decir .)¿Eh?

¿Qué...? ¿Pero...? Yo le suplico caballero...

ViCT. ¡Patricio...!

Iré. ¡Pero Patricio ..!

CARO. ¡Por Dios santo...!

Pepe ( Ya separado de Patricio, arreglándose las so-

lapas y procurando serenarse.) ¡Caray...! Yo

le suplico, caballero, que no olvide que está

en su casa, y que no vuelva a decir que...

PAT. (Desafiándole .) ¡¡Qué!!

Pepe Que... (Por el cuadro.) esas cosas son flores,

¡caramba! La sandía está clarísima.

Pat. (Intentando arrojarse sobre él.) ¿Pero es una

burla...? (Las ttes mujeres sofocan un grito.)

Luis (Sujetándole.) ¡Calma, calma...!

- 85 —Pepe Sí, es lo mejor, y puesto que no nos enten-

demos, quede la compra sin efecto, y nos re-

tiramos. (Asiente Juanito.)

Pat. (Ante la puerta de ¡a derecha, cortándole el

paso.) ¡Quiá!

Luis ¡Anular la venta, nunca!

Pat. (A Luís.) ¡Quita...! (A los otros.) Ustedes no

salen de aquí sin confesar primero la verdad.

El asunto es demasiado grave para resolverlo

con una evasión. ¡Va en ello mi honor! O hablan

ustedes claro, o antes de media hora recibirán

mis padrinos.

Pepe (Apurado, a Juan.) ¿Estás oyendo?

Juan No sé por qué pluraliza, señor Reguera, ni por

qué me mezcla a mi en este grave asunto. Yo

no soy más que un simple acompañante, que

ignora en absoluto...

Pepe ¡Hombre, Juanito . . .

!

Juan En cuanto a éste. . . (Muy envalentonado.) éste

no se ha negado nunca a esos requerimientos,

ni ha rehuido jamás ninguna cuestión de honor.

(A Pepe.) ¡¡Diloü

Pepe Espera un poco, hombre...

Juan ¡¡Diloü Claro que usted comprenderá que en

este caso no hay motivo...

PAT. ¿Que no hay motivo? ¿Cabe ofensa mayor que

la que me hacen en este momento? ¡Supo-

nerme capaz de vender mi honra, mi nombre. ..

!

Juan ¿Quién supone eso?

Pat. El conde, vuestro amigo, vuestro mandatario.

¿Qué significan si no sus larguezas y sus dá-

divas? Cree, sin duda, que es el mejor medio

de seducir a mi esposa...

- 86 -

Juan ¿Eh...?

Pepe ¿Qué...?

Pat. Y quiere comprar con dinero mi resignación.

Pepe (Aterrado.) ¿Pero usted cree que Ramiro...?

Juan (Asombrado.) ¿Sospecha usted que es esa la

intención del conde?

Pat. No puede ser otra, y por eso les exijo que de-

claren que es él quien les envía, para tener

derecho a matarle. Si se obstinan en callar, me

entenderé con ustedes.

Pepe ¡Basta! A mí, no... ¡Caramba...! Tomándolo

de esa manera, yo no tengo más remedio que

decirle a usted la verdad.

Juan ¿Pero...?

Pepe (AJuanito.) Que me dejes, ¡porras...! Qué voy

yo a... ¡Quita, hombre! (A Patricio.) Sí, señor;

venimos de parte de Laurelia.

Pat. ¡Al fin...!

Pepe Pero con una intención bien distinta de la que

supone. Donde usted ve una ofensa mortal, no

hay otra cosa que el intento nobilísimo de de-

volverle lo que le había ganado, sin que tu-

viera ni que agradecérselo...

Pat. No comprendo...

Pepe Ramiro, precisamente por mi conducto, le

ganó a usted en Biarritz las quinientas mil pe-

setas, y cuando supo que le había arruinado,

formó el propósito de devolverle a toda costa

su dinero.

Pat. Pero si a mí aquella tarde no me ganaron más

que unos billetes...

Juan ¿Eh?

- 87 -Pepf. ¿Qué?

Pat. Aquí está Luis Montilla que no me dejará

mentir.

Luis Claro.

Juan ¿Tú? ¿Pues no me dijiste tú aquella tarde,

cuando volvíamos nosotros con las ganancias,

que el señor acababa de perder quinientas mil

pesetas?

Luis Pero no en el juego, hombre, sino en la quie-

bra del banco Orgaiz.

Juan Yo entendí que había sido en el «bacarrá»,

y así se lo dije a Ramiro...

Pepe ¡Qué estúpido...!

Vict. (Con cierta alegría, que no puede disimular.)

mular.) (No era por mí; ya lo decía yo.) (A Pa-

tricio.) ¿Ves como eres un mal pensado...? Has

arrojado de tu casa a quien venía a ella con la

más pura de las intenciones.

Pat. Le pediré mil veces perdón, y personalmente

le haré saber mi gratitud. En cuanto a ustedes,

señores, les suplico también que me dispensen

y, aunque nada vale, les ofrezco mi sincera

amistad.

Juan ¡Oh...!

Pf.PE Cuente en todo momento con la mía... (Se es-

trechan efusivamente la mano.)

Luis Entonces lo de la compra...

Pepe ¡Por Dios!

Juan ¡Quién piensa en eso! Ya no hay objeto... (Des-

pidiéndose.) Señoras...

Pepe (ídem.) Muy buenas tardes. (A Luis.) Y cons-

te que su mujer no me gusta nada. (Se van

por la puerta de la derecha Pepe y Juan.)

Iré. (Echándose a llorar a moco tendido.) ¡Dios

» mío...!

Vict. (Acudiendo a ella.) ¡¡Irene...!!

IRÉ. ¡Era sólo bondad...! ¡No era cariño...!

Luis (Tristísimo.) ¡Carolina...!

Caro. (ídem.) ¡Tus catorce mil duros...!

Luis ¡¡Me han fallado también los gorriones!!

(Telón.)

FIN DEL ACTO SEGUNDO

^'«^

^.^A -^

ACTO TERCERO

La misma decoración del acto segundo. Continúan en escena los

muebles de Luis; es decir, el arcón, el bargueño el sillón, los dos

cuadros y el marco antiguo, sin el lienzo pintado por Victoria. En

cambio no están los bonitos muebles de ésta, y habrá en su lugar

una mesa y varias sillas de estilos y tamaños diferentes. Es de día.

(Al levantarse el telón están en escena Patricio

y Luis. Este último, con una gamuza saca brillo

al marco antiguo.

Luis Tú te sonries; pero llevo una racha de un ne-

gro humo, que aunque fuera albino, estaría

culotado. '¡Señores, qué rachita! A mi no me

han fallado nunca tantas cosas seguidas. ¡Qué

espanto! Ahora, que el día que cambie... y cam-

biará porque no hay mal que en bien no se

convierta y mude... El día que cambie, me voy

a hinchar.

Pat. ¿Y si no llega nunca esa hora?... ¿Y si no cam-

bia? Porque ya ves tú, yo...

Luis ¿Te vas a quejar? ¿Pero cuándo has dejado tú

de tener suerte?

— 90 -

Pat. ¡Hombre...! __

Luis|^Ciaffirr^eHorrPl^^rmT5nnñary"en el acto

surge un «quid pro quo» que quiere meterte

el dinero en el bolsillo a espuertas. Se deshace

el «quid», y enseguida logras vender a muy I

buen precio casi todos los muebles.

Pat. Sí, pero...

Luis ¿Qué culpa tengo yo de que seas tan Quijote,

que hayas invertido el dinero en reintegrar' al

conde lo que equivocadamente pagó por ti?

Pat. Era mi deber.

Luis Cuando no se tiene otra cosa...

Pat. ¿Iba yo a consentir que Laurelia pagase por

mí al casero y a la modista, etcétera, etcétera...?

Luis Mira, yo dejo pagara Laurelia y a la Benita;

pues no faltaría más.

Pat. Te conozco y sé que no sientes lo que dices.

Lo que no tengo más remedio que aceptar, sin

saber cuándo podré reintegrárselo, es el im-

porte de los pasajes. Para eso no me alcanza,

aunque venda lo poco que me resta que ven-

der y aunque me pignore yo mismo. He cita-

do al conde esta tarde para tratar de ese asunto,

a ver si acepta el que poco a poco le envíe el

dinero desde Chile...

Luis Aceptará, hombre. Con el cariño que os tiene a

todos. ¿Qué le importan a él unas miserables

pesetas....

Pat. Y tú, ¿qué piensas hacer?

Luis ¡Pschs! ¡Qué sé yo! Si vendiera esta porquería

de bártulos y reuniese nada más que dos mil

pesetillas, intentaría una combinación nueva

- - i «*.

- 91 -

de siete números contra veintinueve, que no

puede fallar nunca.

Pat. ¡Bah!

Luis Te aseguro que no falla aunque la juegues en

martes y trece, y actúe Pitágoras de croupier.

La he ideado en estas noches de insomnio y

es una combina para ganar muchos millones.

Si yo ayer no hubiera hecho el idiota honora-

rio... Pero, chico, hay días que discurro como

una pared maestra. Claro, me dijeron el con-

de y Juanito Barca que cuando Pepe Parras

jugaba con dinero ajeno ganaba siempre, y caí

como un párvulo.

Pat. ¡Ah' ¿Le diste...?

Luis Las trescientas pesetas que saqué de la venta

del repostero.

Pat. No sabía que habías vendido el repostero.

Luis Sí, vino a la almoneda la viuda de López, la

confitera de ahí de la esquina, y en cuanto la

vi pensé: a esta confitera le coloco yo el repos-

tero, y se lo coloqué en sesenta duros.

Pat. ¿Y... volaron...?

Luis Como si hubieran sido gorriones. Tuvo la cul-

pa Pepe Parras, porque al entrar en el Casino

tropezó con Lorenzo Benítez, que es rubio

como las candelas, y todo el mundo sabe que

después de tropezar con un rubio no se puede

apuntar más que al cinco o al treinta y dos.

Pat. ¡Ah! ¿Si...?

Luis Claro, hombre. Y él se empeñó en jugar a la

segunda decena,

Pat. ¡Por Dios, qué disparate!

- 92 -

Luis Sí, tú lo tomas a chunga; pero ya ves lo que

le sucedió a Pepe Parras, que perdió mis se-

senta, cien de Juanito y treinta y cinco de Ma-

richu Acabalaceta, esa muchacha de Besobia

que está de tanguista en el «Palé-Palau> de

Barcelona.

Pat. Pues sí que la ha hecho buena...

Luis Le he suplicado a Parras, lo mismo que a los

demás, que me busquen un destinillo cualquie-

ra, y me ha mandado a decir esta mañana con

Vicente Jandua, que va a colocarme en Viena.

Pat. ¡Caramba!

Luis ¡Ojalá lo consiga, porque precisamente lo que

yo quiero es salir de España.

Pat. ¿Pero Carolina...?

Luis Con eso de Viena está encantada. Lo sé de se-

gunda mano, porque desde ayer no me habla.

Pat. ¿Eh?

Luis Sí, el haber perdido lo del repostero la ha

desesperado. (Muy contento.) Yo crej que em

pieza a tomarme manía. De la manía al odio

no hay más que un paso, y el día que me odie

desbanco.

Pat. Y el día que tenga un flirt...

Luis Le hincho un ojo. (Por el marco.) Esto está ya

de primera. ¿Me acompañas a casa del an-

ticuario?

Pat. Sí, voy a llevarle esa coronita de plata que te-

níamos en la vitrina. Como es antigua, puede

que valga algo más que lo que pesa. (Acercán-

dose ala puerta del foro y llamando.) ¡Vic-

toria!

93 -

Luis {Examinando un extremo del marco.) ¿Es un

número? Sí, el once. ¡Qué casualidad! Mi nú-

mero favorito: el once negro. ¿Será esto un

aviso celeste? X7

ViCT. (En traje de casa, por el foro.) ¿Qué quieres?

Pat. ¿Dónde has puesto la corona de plata?

Vid. Irene la estaba quitando el polvo y arreglan-

do... (Llamándola.) ¡Irene...! Trae eso. (A

Luis.) ¿Vas a llevarla por fin?

Pat. Sí. zr.

Iré. (También en traje de casa, con Carolina, por

el foro.) Aquí la tienes.

Pat. Vamos allegarnos ahí a la «Maisón Noé», a

ver qué pasa. Hasta luego.

Luis (A Carolina, que ni le mira siquiera.) Adiós...

(Carolina no contesta.)

Vict. Buena suerte.

Ike. A ver qué traen ustedes...

Luis ¿Qué vamos a traer, con una corona y un mar-

co? (Se van los dos por la derecha.)

Vict. (A Carolina.) Mujer, ¿pero ni siquiera le sa-

ludas?

CARO. Y te aseguro que como ese destino que le han

ofrecido en Viena no le cuaje, estoy decidida

a separarme de él.

Iré. ¡Criatura!

Vict. Vamos, vamos...

Caro. Hija, pero si esto es no vivir. Y no aludo a la

falta de dinero, que a eso estoy yo acostum-

brada desde que nací. Figúrate, doce herma-

nos, y mi pobre padre era catedrático de Arit-

mética del Instituto... Se pasaba el día hacien-

- 94 -

do números y no lograba jamás que le alcan-

zase el sueldo. Pero no era supersticioso, ni

creía, como Luis, en que todas las cosas son

presagios de ganancias o de pérdidas; porque,

caramba, es que me tiene frita.

ViCT. ¡Es mucho Luis!

Iré. Tiene sus defectos, pero es un hombre de una

gran delicadeza, incapaz de admitir dádivas

de nadie... como hacen otros.

VlCT. ¿Lo dices por Patricio?

|re. Claro que lo digo por él. Patricio tiene en su

poder, desdehacedías.unos pasajes para Chile

que pagó Laurelia, y yo creo que deshecho

el antiguo equívoco, ni él ni nosotras debe-

mos aceptar ese favor del conde.

Vid. Mujer, Patricio se propone hablarle hoy mis-

mo del asunto, asegurándole que desde Amé-

rica satisfaremos esa deuda, lo mismo que

hemos satisfecho las otras. ¿Qué quieres que

haga el pobre?

Iré. Devolver los pasajes y quedarse en España.

Eso es lo digno.

VlCT. ¿Pero de qué íbamos a vivir aquí? ¿Ignoras

que no tenemos nada? Ese destino es nuestra

única salvación.

Iré. Hija, cualquiera diría que no hay destinos en

el mundo más que en Chile. El mismo Rami-

ro podría darle a Patricio uno mejor aquí. ¿No

tiene casasyfincas, y minas eindustrias? Todo

se reduce a que Patricio deponga su orgullo

y se lo pida. Es preferible pedir un destino a

pedir dinero. Además, que el sueldo que lleva

- 95 —

a Chile tu marido es una miseria, que apenas

nos bastará para sostenernos allí. No va a po-

der devolver a Ramiro el importe de los pasa-

jes; y tomar ese dinero a sabiendas de que no

lo ha de devolver, es más que una indelicade-

za: es una estafa.

ViCT. ¡¡Irene...!!

Caro. ¡Jesús, qué exaltación!

VlCT. Di claramente que lo que tú no quieres es irte

a Chile.

VlCT. Lo que yo no quiero es que se nos critique

como todo el mundo nos está criticando ya.

VlCT. ¿Eh?

ÍRE. Mirad el anónimo que he recibido esta maña-

na que... se me ha caído la cara de vergüenza.

(Saca del pecha un papel.)

Vict. ¿Un anónimo?

Caro. ¿A ver...?

Iré. (Leyendo.) «Una persona que se interesa por

el buen nombre de su familia se permite acón-

sejarle que desconfíe del conde de Laurelia,

que es un hombre peligrosísimo. Su cuñado

no debe admitir los pasajes para Chile que

quiere regalarle. Además de que él se los oíre-

ce de mala gana y sólo por compromiso. Meconsta...» ¿Eh?

VlCT. Chica, qué mal desfiguras la letra.

IRÉ. ¿Eh?

Caro. Claro, mujer. Otra vez escríbelo con la mano

izquierda.

Iré. (Turbada, avergonzada.) ¿Pero ustedes creen

que este anónimo...?

— 96 -ViCT. Creemos que ese anónimo está escrito por ti.

Iré. No es verdad. Es un anónimo auténtico. (Se

lo guarda.)

Vict. Mira, Irenita, rómpele y no seas tonta. Cree-

rás tú que nos estamos chupando el dedo.

Apelas a esa artimaña porque no quieres cru-

zar el charco, y no quieres cruzarlo por... por

lo que todos sabemos: porque estás enamora-

da de Ramiro.

Iré. ¡No! ¡Falso...! Cuando supe el por qué de sus

galanterías dejé de querelle; perdí cuantas ilu-

siones había concebido con respecto a él... Yo

no quiero a Ramiro, puedo jurártelo.

ViCT. De todos modos hay que huir de aquí. Si no

le quieres, para evitar que llegues a quererlo;

si le quieres, para cortar el mal de raiz, antes

de que se haga incurable. Tu amistad, tu ca-

maradería con el conde no puede llevar a

ningún fin práctLo.

Iré. ¿Pues sabes lo que yo te contesto? Que estoy

decidida a no marcharme, para que lo sepáis

Me quedaré en España con quien quiera re-T

cogerme. Buscaré una colocación en el Metro,

o en Madrid-París, o en los almacenes Ro-

dríguez, o en cualquier parte. Y si nada en-

cuentro, pediré limosna.

ViCT. (Riendo.) Bonito porvenir.

Caro. (ídem.) Ya lo creo.

Iré. (Cada vez más exaltada.) Todo lo bonito que

quieras, pero no me voy, no me voy... ¡¡y no

me voy!! fiRamona (Por la derecha.) El señor conde pregunta si

las señoras pueden recibirle.

97 -

IRÉ.

VlCT.

IRF.

RAMONA

VíCT.

Caro.

Iré.

VlCT.

IRÉ.

VlCT.

IRÉ.

Ramona

Ram.

Juan

Ramona

Ram.

¡Ay...! Yo asi no puedo...

Ni yo...

A ni í con un momento me basta...

Viene con el señor Barca, ese amigo suyo...

Mejor. Que pasen y que tengan la bondad de

aguardar un momento. (Vase Ramona.)

Os ayudaré a vestir para que despachéis antes.

A mi, a mí. Vic-oria no tiene prisa.

¿Eh?

Es que necesito hablar a solas con él.

¿Pero...?

No temas. Él no leerá nunca lo que pasa

por mi. (Se van las tres por el foro.)

(Por la derecha, seguida de Ramiro yJuan.) Las

señoras saldrán enseguida. Están con la señora

de Montilla...

Perectamente.

De modo que cuando salió hace poco don Luis

llevaba ese marco antiguo...

Sí, señor.

Bien, muchas gracias. (Se va Ramona por la

derecha.) ¡Qué lástima, hombre! Sería un dolor

que se lo vendiera a cualquier chamarilero,

porque de seguro nadie dará por el marco lo

que daría Perico Sanabria, que anda bus-

cando uno de esa clase para un retrato antiguo.

Ahora preguntaré adonde ha ido, a ver si

puedo...

Ojalá llegues a tiempo. Ya sabes el interés que

me inspiran tanto Luis, como esta familia, por

la que deseo hacer algo, y que se obstina en

no aceptar nada de mí.

— 98 —

Juan Realmente, descubierto el error de la pérdida

dsl juego en Biarritz, no hay motivo...

Ram. Tal vez, pero reconoce que no todo el mundo

procedería con la extremada delicadeza con-

que ellos proceden. Ya ves; una gente que se

ve obligada a vender hasta el último mueble

de su casa, que se queda en la calle y que lo

primero que hace con el dinero que recibe es

devolverme el importe de aquellas cuentas que

pagué...

JúAN Sí, si; es admirable...

Ram. Pero ¿qué más? No tiene para este pobre

hombre otra solución el problema de la exis-

tencia que la de irse a Chile con el destinilllo

que ha podido conseguir... O eso, o morirse

de hambre. ¿Pues quieres creer que todavía va-

cila en aceptar la plaza, por no tener la segu-

ridad de poderme devolver también el impor-

te de los pasajes?

Juan Es un verdadero «caso» de honradez.

Ram. Y las dos mujeres son lo mismo... Iguales es-

crúpulos, igual resistencia a dejarse favo-

recer... Te digo que no le pasa a nadie lo que

a mí... ¡Empeñarme en hacer un bien, y no

poder lograrlo por la negativa de los mismos

a quienes quiero beneficiar...! No veo el mo-

mento de que se vayan. El día en que yo sepa

que se han embarcado va a ser el más feliz de

mi vida.

Juan ¡Caramba, y qué loco estás, querido Ramiro!

Cualquiera te entiende. Dices que esta familia

te inspira el más vivo interés; entonas un

- 99 —

himno a su delicadeza, a su desprendimiento,

a sus virtudes... y a renglón seguido aseguras

que tu mayor deseo es perderla de vista... Si

esto tiene lógica, que venga Aristóteles y que

me lo jure.

Raai. La lógica está en lo que tu encuentras ilógico.

Esta es demasiada virtud para mí. Yo estoy

acostumbrado a vivir en un mundo donde no

son frecuentes esos rasgos de rectitud y de

grandeza moral que me humillan... Es abu-

rrido, es desesperante. Sobre todo Irene...

Juan ¿Qué le pasa a Irene?

Ram. Hombre, que es la peor en lo de resistirse a

recibir de mi el menor agasajo. No la puedo

aguantar.

Juan Pues yo creía que ella era tu verdadera amiga

en la casa.

Ram. Por eso precisamente, hombre, no seas animal

;

porque es mi amiga... Yo haría por ella cual-

quier sacrificio; yo le daría con gusto cuanto

tengo... ¡Y ya ves cómo me paga...! Con qué

despego, con qué ingratitud...

Juan ¿Sabes que empieza a escamarme tanto hablar

de Irene? Porque, para bien o para mal, no se

te cae el nombre de la boca.

Ram. No seas estúpido.

Juan En serio te digo que tiene demasiados atrac-

tivos esa mujer, para que tu amistad con ella

se quede en... amistad.

Ram. ¿Sospechas que estoy enamorado de ella?

Juan (Indeciso.) Hombre...

Ram. Tranquilízate, no es por ahí. Irene es una mujer

— 100 -

honrada, en la que no había de pensar más

que para hacerla mi esposa, y ya sabes que yo

no he de casarme nunca. Te lo he dicho mi'

veces.

Juan Si todos los que han dicho eso hubieran cum-

plido su palabra, no habría por ahí bullas ni

aglomeraciones, y el mundo sería un edén.

Ram. Yo cumpliré la mía. Cuando no consiguieron

vencer mis resistencia los ruegos de mi madre,

que no tuvo otro empeño en toda su vida, ¿iría

a claudicar ahora porque una niña vitonga...?

Vamos, vamos, que te frían un... citroen.

Juan Bueno, hombre, no te enfades por eso.

Ram. Es que esa mujer me da coraje. Asi, como

suena, co:?í\qJJ^umor de voces dentro.) ¿Eh?

Juan Es Pepe. J.J

Pepe (Entrando en escena por la derecha.) Hola, ca-

balleros... Acaban de decirme que estabais

,aquí. Venía buscando a Montilla pata eso del

destino de Viena...

Ram. Qué, ¿lo has conseguido...?

Pepe Sí, hombre; es cosa hecha.

Ram. Lo celebro, porque el pobre está ilusiona-

dísimo.

Pepe Aquí tengo una carta de Felipe Lázaro, con

las condiciones y demás detalles...

Juan ¡Lo que se va a alegrar...!

Pepe Bueno, él conoce algo de contabilidad, ¿no?

JUAN ¡Quién no es contable a los cuarenta años...!

Lo que seguramente no sabe es alemán.

¡Anda, éste...! Ni falta que le hace.

Juan ¿Que no va a hacerle falta estando en Viena...?

- 101 -

Pepe Hombre, que estamos hablando en serio,

Juanito.

Juan En serio hablo yo.

Pepe Pero si el Viena de que yo hablo es la pana-

dería y confitería de la Carrera de San Jerónimo.

Juan ¡Atiza!

RAM. ¡Vamos!

Pepe Necesitan un contable y...

Juan Sí, hombre, si. Pues nada, buscaremos a Montilla, porque yo también tengo que verle y.

IRÉ. (Elegantísima, por la puerta del foro.) ¡Oh/. J

Pero si está también el señor Parras...

Ram. Buenastardes... (Saludos.)

Pepe Acabo de llegar buscando al señor Alontilla, a

quien he conseguido un destinillo que le ofrecí...

Iré. ¿El de Viena?

Pepe Justamente.

Ií<e. ¡Cuánto me alegro...! Pues ha ido con mi

cuñado a una tienda de antigüedades, la

«Maisón Noé»... a tratar de la venta de un

marco antiguo...

Juan ¡Ah! ¿Pero es en la»MaisónNoé. .»Pues corro

a ver si logro evitar que lo venda. Vamos,

Pepe.

Pepe Sí. Hasta luego, benita...

Juan A los pies de usted.

Iré. Vayan ustedes con Dios; muy buenas tardes...

(Se van por la derecha Juanito y Pepe.) Son

muy simpáticos, y nos hemos hecho muy

buenos amigos...

Ram. Si...

IRÉ. Pero siéntese, por Dios...

- 102 -

Ram. (Sentándose.) Muchas gracias. Ya supondrá

usted a lo que vengo. He recibido una tarjeta

de su cuñado...

IRÉ. Eso es decir que si no le hubieran llamado no

hubiese venido. (Irónica.) Es de muy agra-

decer la visita...

Ram. Toma usted el rábano por las hojas.

IRÉ, No, si ya sé a qué atenerme respecto a su con-

ducta. Acude encantado a las citas de Patricio,

porque sospecha de lo que quiere hablar con

usted...

Ram. Sospecho, efectivamente, que querrá tratar de

nuevo del enojoso asunto de los pasajes, res-

pecto al cual ya no sé qué decirle para que

acepte sin escrúpulos ese peq ¡eño anticipo,

que para mí no supone sacrificio alguno...

Iré. No sólo supone sacrificio, sino que satisfa-

ce su deseo más vehemente. Tranquilícese,

hombre. Ya nos iremos... Pronto se verá usted

libre de nosotros.

Ram. ¡Qué mal pensada es usted!

Iré. ¿Va a negarme que tiene prisa poique nos va-

yamos? Yo no le oigo nunca hablar de otra

cosa que de nuestro viaje.

Ram. Y aunque así fuera, ¿qué probaria eso sino mi

interés por su familia? Su cuñado no tiene otro

porvenir que el destino de Chile, y es preciso

que vaya cuanto antes a encargarse de él.

Iré. Irónica.) Si. ¡En España es tan difícil encontrar

una colocación!

Ram. Punto menos que imposible.

Iré. No se esfuerce en demostrarlo. ¿Quién va a

- 103 -

encontrar a una persona que tenga casas y

fincas e industrias donde poder colocar a un

muchacho como Patricio...?

Ra.m. ¿Lo dice usted por mí...?

Iré. No, por Dios; yo no aludo a nadie.

Ram. Pues, en efecto, yo tengo vacante el cargo de

administrador; pero, vamos, eso sería dema-

siado modesto para su cuñado. Yo no le doy

a mi administrador más que diez mil pesetas...

Iré. Él va a Chile ganando ocho mil.

RAM. (Turbado.) ¡Ah! No sabía que fuese tan poco...

Pero es igual, porque yo tengo otro com-

promiso...

Iré. Claro...

Ram. Sí; caen sobre uno como fieras...

IRÉ. Ya me hago cargo.

Ram. Un pobre padre de familia con... doce hijos.

Iré. ¿Por qué no le ha puesto usted siquiera quince?

Ram. Aunque se burle, le digo la verdad.

Iré. Lo reconozco, puesto que no ha negado que lo

que desea es embarcarnos lo más pronto

posible.

Ram. ¡Y dale...! Ya le dije la razón... Y no me hable,

por Dios, en ese tono, porque me mortifica...

Iré. Ah, ¿sí?

Ram. Sí, sí...

Iré. Está bien,

Ram. (Conciliador.) Vaya, ¿quiere usted que vol-

vamos a ser los camaradas de siempre...? (Sa-

cando la petaca.) Ahí va un cigarrillo: fúmelo.

IRÉ. No. Y le prohibo que me tutee.

Ram. No he dicho fúmalo, sino fúmelo.

- 104 -IRÉ. Es igual.

Ram. No es igual.

IRÉ. Pues yo digo que es igual y basta.

Ram. Bueno, bueno. Por mí. .

.

IRÉ. Ni yo soy su camarada, ni usted ha venido a

esta casa para bromear, sino para tratar con

Patricio de un negocio muy serio

.

Ram. Y estoy dispuesto a tratarlo.

Iré. Pues no crea que va a serle fácil encontrar so-

lución al asunto, porque nosotros no estamos

dispuesto a admitir una limosna de usted.

Ram. Por Dios, no le dé ese nombre. .

.

IRÉ. O un regalo, es igual . ¿Con qué título lo acep-

taríamos...? Usted no es nuestro pariente...

Nuestra amistad nació ayer. . . La gente nos

censuraría... Ya noscensu'ra,ya.sí,señor. ¡Ah!

¡Ah. . . ! ¡Si viera usted el anónimo que he re-

cibido esta mañana...!

Ram. ¿Un anónimo?

Iré. Un anónimo, sí, señor, un anónimo. En él me

dicen que no debemos aceptar nada suyo; que

usted nos lo brinda de mala gana.

Ram. Ese anonimista es un canalla, y un miserable,

y un embustero.

Iré. Haga usted el favor de no faltar.

Ram. ¿A quién?

Iré. A quien haya escrito eso, que no ha escrito

más que la pura verdad. Afortunadamente,

Patricio no necesita de advertencias anónimas.

Me consta que está dispuesto a no admitir el

dinero, caso de que lo admita, sino en condi-

ciones que garanticen a usted la devolución.

Ram. Haré cuanto él quiera.

- 105 -

Iré. Es decir, ¿que desconfia usted de nosotros?

Ram. Yo no; usted es quien dice...

Iré. ¿Ve usted cómo el anónimo tiene razón; cómo

nos ofrece esos pasajes por compromiso?

Ram. Pero, criatura, ¡por los clavos de Cristo!, si es

usted quien se está contradiciendo...

Iré. ¿Yo...? En todo caso mi cuñado, que asegura

que no aceptará el favor sin firmarle un pa-

garé. . . ¿No se llama pagaré?

Raai. Sí, señora, y si no es más que esa la con-

dición, desde luego la acepto.

IRÉ. No, no... pero si es que hade ser un pagaré,

verá usted, un pagaré... terrible.

Ram. ¿Cómo terrible?

IRÉ. Vamos, un documento con el cual pueda usted

meterle en la cárcel si no le paga.

Ram. ¡Ah! Muy bien.

Iré. A él y a todos nosotros.

Ram. Sí, sí; perfectamente.

Iré. ¿De modo que está usted conforme?

Ram. Claro; absolutamente conforme.

Iré. Para perdernos de vista, ¿no es así?

Ram. Para que Patricio no pierda el destino, y para

no perder yo mi tranquilidad, que es lo que

más me importa.

IRÉ. ¿Su tranquilidad?

Ram. Yo me entiendo y bailo solo.

Iré. Si, sí, porque lo que es conmigo...

Ram. Voy a hacer el documento.

Iré. ¿Ahora mismo?

Ram. En este instante. Ahí enfrente hay un estanco...

Iré. Oiga usted primero.

106

Ram.

IRÉ.

Ram.

Iré.

Ram.

I re.

Pat.

Iré.

Pat.

Iré.

Pat.

Iré.

Vict.

Iré.

Caro.

Pat.

Caro,

¡Imposible!

Es que es necesario que yo le diga...

A la vuelta. Voy por el pagaré.

(Apurada.) ¿Pero...?

Luego... ¡Voy por el pagaré! (Vase por la de-

recha.)

(Nerviosísima, desesperadísima.) Nada, no hay

manera; lo pierdo... ¡lo pierdo! Y no lo quiero

perder, pero... ¡lo pierdo! Y yéndome a Chile,

R. I. P. Y no, ¡R. I. P., no! Claro, que toda-

vía puedo yo... Porque no va él a... Y si le

digo a Patricio que... ¡¡Yo no me voyü^Cp

(Entrando en escena por la derecha) ¿adonde

dice el conde que va?

Mira, no me hables del conde, porque estoy

asqueada, verdaderamente asqueada.

¿El¡? ¿Qué ha sucedido?

Ahora te lo contaré (Llamando.) ¡Victoria...!

¡Qué hombre...! Mejor dicho, ¡qué tio!

¿Eh?

¡Y se llama caballero...! Y es grande de Espa-

ña. ¡Pues si esos son los grandes...! ,/jr

(Con Carolina por el foro.) ¡Ah! ¿YirTstás de

vuelta...? (A Irene.) ¿Y el conde?

Ahora te diré del conde, para que te espabiles.

Vas a quedarte como la mujer de Lot.

¿Y Luis?

Cállate, mujer: no me hables de Luis, porque

eso no tiene arreglo. Vendió el marco en qui-

nientas pesetas y se ha ido al Casino a jugár-

selas.

¡Dios mío!

- 107 -Pat. Vio que un perro negro olía a uno blanco, dijo

que eso no le fallaba y echó a correr para

el Casino.

Caro. No puede ser.

[re. Te advierto que Pepe Parras le ha conseguido

el destino de Viena.

Caro. Menos mal. Dios aprieta, pero no ahoga.

Va a parecerme mentira el verme a muchas

leguas de aquí. Tal vez en el extranjero varíe

de costumbres...

VlCT. (A Irene.) Bueno, y dime del conde, que me

tienes en curiosidad... ¿Habéis hablado...?

[RE. Hemos hablado y me he convencido de que e^

un canalla, un usurero y un asesino.

VlCT. ¡Irene!

Iré. No quito ni una coma.

Pat. ¿Pero qué ha sucedido...?

Iré. ¿Sabes lo que quiere el cangel mío», para

asegurarse de que has de pagarle el impor-

te de los pasajes? Pues quiere que lefirmes un

pagaré.

Pat. ¡Qué cisa tan extraña! Pero en fin, no tiene

importancia...

IRÉ. ¡Ah! ¿Pero eso del pagaré no tiene importan-

cia? Pues oye más, porque eso no es nada.

Quiere que reconozcas que tú has recibido el

dinero como... ¿cómo se recibe una cosa que

si no se devuelve lo meten a uno en la cárcel?

Pat. En concepto de depósito.

Iré. ¡Eso! Así quiere él que tú pongas: en concep-

to de depósito... ¡sagrado!

PÁT. ¡Por Dios! Pero eso es una atrocidad. ¿Es que

se ha vuelto loco...?

- 108 -

Vid. ¿Cimio justificas ese cambio?

Caro. Ya, ya... Parece mentira.

IRÉ. Parece que ha recibido un anónimo en el que

le dicen que en esta casa se están mofando de

él, y como él es bastante corto... Porque eso

no me lo pueden ustedes negar; de alcances

es muy corto... pues ha tomado las cosas por

donde queman, y ¡cómo está!, ¡cómo está...!

Grosero, ineducadísimo... Mira, Patricio, te

lo digo muy en serio. Si tú aceptas un solo

céntimo de ese hombre, no tienes dignidad, y

si ahora mismo no te vas a La Hamburguesa y

devuelves los pasajes y le tiras a la cara su di-

nero, no tienes vergüenza.

Pat. Pero escucha, porque yo opino...

Iré. (Sin dejarle hablar.) Es preferible pedir limos-

na a deberle nada a ese tío. ¡Porque es un tío!

Pat. ¿Y te dijo él que...?

IRÉ. (Como antes.) Y todo porque ha recibido v\n

anónimo. Yo he recibido otro y...

Pat. (Furioso.) ¡Déjame hablar!

ÍRE. (En el mismo tono.) ¡No quiero...! Yo he reci-

bido otro... {Dándoselo. ) míralo, ahí lo tienes...

Pat. ¿Eh?

IRÉ. Y como si tal cosa.

Pat. ¿Pero tú...?

Iré. Sí, hombre, ¿no ves que estamos en eviden-

cia? Somos la comidilla de la gente... Es de-

cir, tú, porque yo... figúrate; pues yo leí eso

y... ¡pschs! ¿Qué me importa a mi...? Ahora,

que puede que todo sea para mejor, porque

en Chile... ¡Ay! Yo no lo quiero pensar, pero

- 109 —

ya que has sacado la conversación te lo voy

a decir: A mi Chile me da miedo. ¡Mucho

miedo' El sueldo que llevases una porquería...

La vida allí es carísima... y luego los mosqui-

tos, los cocodrilos... ¡Qué horror...! No, hijo,

no. ¡A mí no! Que él diga lo que dice, de-

berle favores, para que luego los cocodrilos...

¡Quiá! Yo me quedo.

Pat. Pero mujer...

ÍRE. Y te advierto que celebro en el alma haber

sido yo la que ha tratado con el conde de esto

del pagaré. Si llegas a ser tú, a estas horas

hay planteada una cuestión personal. ¡Porque

^o\ «stá de una grosería...! Pero entre un hombre

y una mujer no cabe... (Resuelta.) Hacedme

el favor de dejarme con él. Ya no puede tar-

dar y quiero ser yo la que ultime este asunto.

Pa r. Eso no.

Iré. (Cómicamente desesperada.) ¡Patricio, déjame

con él!

Pat. Es que mi deber...

Iré. ¡Victoria, dile que me deje!

VfCT. Sí, déjala.

Pat. ¡Pero mujer!

Yict. Tiempo tendrás tú de hablar con él...

Pat. Es que...

Víct. (Cogiéndole del brazo.) Ya te explicaré...

Pat. A tu gusto.

Vict. Es que... (Mutis por el foro, hablando con él.)

Caro. (Mirando compasiva a Irene.) ¡La pobre...!

IRÉ. (Acudiendo a ella,) ¡Carolina...! Enciéndele

una lamparilla a San Antonio.

— 110 —

Caro. ¿Habrá...?

Iré. Si no hay lamparilla, en mi tocador hay an

infiernillo. El asunto es encenderle algo.

Caro. Voy. (Mutis por el foro.)

Iré. iQué lástima,..! Lo pierdo.... (Desesperada,

mirándose, tocándose.) ¿Pero por qué no ten-

dré yo...? {Acicalándose.) \Con tantísima niña

birriosa con suerte que hay por ahí...! (Oye

pasos y se inmuta.) ¡Ya!... (Afectando tranqui-

lidad.) Biieno-JS^'-santigua y reza in mentís,

moviendo mucjw tos labios.)

Ram. (Entrando por la derecha, con un papel en la

mano.) Aquí está ya el pagaré....

I RE. (Le hace señas con la mano de que aguarde un

momento y sigue moviendo los labios como

antes.)

Ram, ¿Está usted rezando?

Iré. (Dice por señas que sí. Vuelve a santiguarse.)

Es que yo a esta hora, cuando oigo las campa-

nadas del reloj, rezo siempre.

Ram. ¿Las campanas...? Pero sin son las cuatro y

veinte.

Iré. ¿Sí? Pues me he adelantado.

Ram. Bueno, aquí tiene usted el pagaré que desea-

ba. Viene en regla, con todos los requisitos.

Espero que ahora ya su cuñado aceptará sin

escrúpulo los pasajes...

Iré. Yo lo espero también.

Ram. Conste que he accedido por complacerla, pero

que a mi esto me parece una cosa no solo

inútil, sino mortificante para todos...

IRÉ. No hablemos más de lo pasado, ni amargue-

— 111 —

mos con recuerdos desagradables el dolor de

la despedida... Tratemos sólo de separarnos

como buenos amigos.

Ka.Vi. ¿Quién piensa en eso todavía? Queda tiempo

de sobra...

]¡<e. No, no; se engaña usted. No nos queda más

que este instante. Mañana nos vamos.

Ram. Pero si el vapor no sale hasta el lunes...

Iré. Lo espetaremos en Cádiz. Los malos tragos,

pasarlos pronto.

Ram. Antes no demost aba usted tanta prisa por

marcharse.

{RE. Antes chanceaba y ahora hablo seriamente.

¿Le parece a usted que de otro modo le hubie-

se dicho muchas de las cosas que le dije?

Ram. No recuerdo haberle oído nada molesto...

ÍRR. Por Dios... Mientras ha durado la broma de

nuestra camaradería, era una broma más que

le diese quejas y le hiciese recriminaciones.

Ahora ha*llegado el momento de... liquidar la

cuenta de nuestra amistad, puesto que voy a

emprender un largo viaje. Sería una ingrata si

no le dijera que mi agradecimiento hacia usted

durará tanto como mi vida...

Ram. ¿Agradecimiento...?

Irf.. Sí, puesto que, deshecho aquel error, ha se-

guido usted favoreciéndonos. Si podemos irnos

a Chile, único porvenir que nos queda, ¿a

quién lo debemos sino a usted?

Ram. ¿A mí? No. Y ese papel que tiene usted en la

mano es la demostración palpable de que no

quiere deberme nada; de que tiene la crueldad

- 112 —

de negarse a recibir hasta la menor prueba deí

afecto de un buen amigo...

Iré. Pues si lo toma de ese modo, no quiero que

sobre el recuerdo de nuestra amistad quede

flotando ninguna sombra. (Rompiendo el pa-

garé.) Ya no existe el papel.

Ram. Gracias. Irene, muchas gracias. No lo olvidaré

nunca. .

.

Iré. Que sea usted muy feliz, Ramiro. Le aseguro

que se lo deseo de todo corazón.

RAM. Y yo a usted .. . Pero me parece que damos

demasiada solemnidad a la despedida... No se

trata de una separación eterna... Usted vol-

verá alguna vez...

Iré, Probablemente no. Y aunque volviera, no se-

ria fácil que nos encontráramos de nuevo.

Nuestras vidas toman desde hoy distintos

rumbos...

Ram. Eso no puede ser, Irene... Yo no me resigno

a perderla para siempi¥... Como no vuelva

usted pronto por España, el día menos pen-

sado cojo un vapor y me planto en Chile a

hacerle una visita...

Iré. (Riendo y secándose los ojos disimuladamente.)

Es gracioso...

Ram. ¿Piensa usted que lo digo por decir.. .?

Iré. (Con voz temblorosa.) Pienso que lo dice

porque tiene buen corazón, y quiere endul-

zarme la amargura de este momento...

Ram. (Conmovido.) ¿Pero es que usted siente de

veras el separarse de mí...?

Iré. ¿Podia dudarlo? Una cosa son nuestras chanzas

- 113 —

pasadas, y otra lo sincero de mi afecto. Su

amistad será siempre el recuerdo más grato

de mi existencia.

Ram. Como para mí la suya. Aquel Paquillo, mi ca-

marada, no se borrará nunca de mi corazón.

IRÉ. ¡Pobre Paquillo!

Ram. Es lástima que nuestra broma no pueda con-

vertirse en realidad.

Ikf.. ¿Por qué?

Ram. Porque si usted fuera un hombre no tendría

que marcharse con su hermana; podría que-

darse conmigo...

[RE. Es verdad.

RAM. Yo le daría alojamiento en mi casa, viviríamos

juntos, viajaríamos... Sería deliciosa una ex-

cursión por Italia, y luego Grecia, y luego

Egipto... El Cairo, Alejandría...

Iré. ¡Qué hermosura!

Ram. ¡Y pensar que el programa no puede realizarse

por... ser*usted mujer! Claro, las cosas están

organizadas de un modo... La gente no tran-

sige... Decididamente las mujeres son una

calamidad.

Irf. Tiene usted razón. Hemos nacido para fasti-

diarnos y fastidiar de paso a los demás.

Ram. (Encandilado.) ¡Irene...!

Iré. Qué...

RAM. No debió ocurrirsele a usted nunca ser mujer.

Iré. Dice usted bien; no debió ocurrirseme... per©

puesto que eso no tiene ya remedio, pon-

gamos término a este mal rato... ¿no le parece?

Démonos un buen apretón de manos y despi-

— 114 — ""

démonos hasta que Dios quiera. (Se dan la

mano.)

Ram. ¡No, no...! Hasta pronto, hasta muy pronto.

IRÉ. ¡Ojalá...!

Ram. {Sin soltar la mano de Irene.) Adiós, Irene.

IRÉ. Adiós, Ramiro... (Conmoviéndose por grados.)

Ram. Crea usted que jamás he estrechado una £ ano

con tanta efusión.

IRÉ. Ni yo tampoco, se lo juro...

Ram. Me parece que lo que estrecho con la mía no

es su mano, sino la felicidad... ¡la felicidad

que se me escaparía si la soltase...!

ÍRE. (Con todo su cariño en los ojos.) ¡Ramiro...!

Ram. ¿Estaremos locos, Irene? ¿Nos estaremos con-

denando nosotros mismos a ser desgraciados

voluntariamente...? Usted no quiere irse,

¿verdad?

Ji<E. (Que si es muda revienta.) ¡No...! ¡No...! Y

usted... tampoco quiere que me vaya... ¿Me

engaño? *

Ram. No. (Pausa.)

IRÉ. ¿En qué está usted pensando?

Ram. En lo mismo que usted.

IRR. ¿Cómo lo sabe?

Ram. Porque lo leo en sus ojos. Piensa usted en

que muchas veces pasa a nuestro lado la ven-

tura y la dejamos escaparse por orgullo, por

insensatez, por no pronunciar una palabra que

se nos está viniendo a los labios...

l&E. ¿Y usted sabe cuál es esa palabra...?

Ram. Lo sé.

IHE. Entonces ¿por qué no la pronuncia?

VArvo

115 —

Ram. Porque es usted quien debe decirla.

IRÉ. ¿Yo?

Ram. No lo haga por mí, hágalo por la santa mujer

que me llevó en sus entrañas, y que se lo pide

desde allá arriba.

IRÉ. ¿Por fin se decide a ser buen hijo?

Ram. De usted depende que pueda serlo.

IRÉ. Pues séalo.

Ram. Eso quiere darme a entender que usted me

dice que...

IRÉ. (Con un gracioso hipo de lloro.) Que... ¡ben-

dita sea tu madre!

Ram. (Abrazándola.) ¡Negra de mi alma...!

Luis (Entrando en escena por la derecha, en ese

mismo instante. Cantando.) Apriétate contra

mi, como en autobús...

IRÉ. (Avergonzada, separándose deRamiro.) ¡Jesús!

Ram . (A Luis.) Eso se canta antes de entrar.

Luis Que sea enhorabuena, jóvenes, y felicítenme

a mí tambiérvporque he ganado ochenta mil

pesetas, ''jfCaro. (Surgiendo por la puerta de la izquierda.

¿Ochenta mil pesetas...?-^r

VlCT. (ídem de ídem, por la del foro, seguida de Pa-

tricio.) ¿Ochenta mil...?

Luis (Asombrado,) ¡Señores...!

CARO. (Pretendiendo justificarse.) Venía hacia acá, y

al oirte decir...

VlCT. (ídem.) También nosotros...

Ram. Puesto que han oído ustedes nuestra con-

versación...

Caro. ¿Eh?

— 116 —Vict. ¿Nosotros...?

Ram. Puesto que han oído ustedes nuestra con-

versación...

Vict. Le digo muy en serio que se equivoca. Ni sa-

bemos que se han arreglado ustedes, ni sa-

bemos nada.

RAM. (A Irene.) ¿Qué te parece...? Pues sepan us-

tedes que la condesa... si ustedes me la con-

ceden... no quiere nada con Chile, y ha dis-

puesto que desde hoy mismo se encargue usted

de nuestra administración...

[RE. ¡Ramiro!

Pat. ¡Muchísimas gracias...!

Caro. ¡Dios mío! ¿Pero qué es lo que tienes en la

cara, Luis?

Todos ¿Eh?

Luis (Enseñando un carrillo todo arañado.) ¡Anda!

Y así tengo todo ei cuerpo. He estado a punto

de morir. Nada, que al cruzar la calle para

entrar en el Casino me atropello un tranvía.

Gracias al salvavidas no me ha hecho papilla.

Ahora, que el atropello me diólasuerte, porque

subí y en veinte minutos, ochenta mil pesetas.

¡Ya me llegó la buena!

Caro. Y que lo digas, porque lo de Viena, según

Pepe Parras, es un hecho. t> y*.~

Pat. (Mirando hacia la puerta déla derecha.) Ahí le

tienes. ~\Y

Pepf. (Entrabado en escena con Juanito Barca.) Hom-

bre, ya era hora...

Juan Toda la tarde buscándole...

Pepe (Dándole una carta a Luis.) Conseguido lo de

Viena.

- 117 -|

LUIS Gracias, amigo Parras.

Pepe Lea usted.

Luis (Leyendo.) ¿Eh? ¿Viena, Carrera de San Jeróni-

mo...? ¿Yo en el mostrador vendiendo hela-

dos...? ¡Esta carta se la come usted...! (Le da

un bofetón con carta y todo.)

Pepe ¡¡Señor Montillaü

Juan (A Pepe.) ¿Estás viendo, Pepe? Te está bien

empleado por idiota.

Luis Ea, vosotros a ser relices y yo a Biarritz a des-

hancar...

CARO. Por Dios, Luis, ¿y si pierdes?

Luis No te apures, que ya sé yo lo que tengo que

hacer para ganar: me arrojo al paso de un

tranvía... y el amo. (Telón.)

FIN DE LA COJV^DIA

(^dífcx .rd b^3tb^d b^ 6)

Obras de Pedro Muñoz Seca

Las guerreras, juguete cómico-lirico. Música del maestro Manuel del Castillo.

El contrabando, saínete. (Duodécima edición.)

De balcón a balcón, entremés en prosa. (Tercera edición.)

Manolo el afilador, saínete en tres cuadros. Música de los maestros Barrera

y Gay.

El contrabando, saínete lírico. Música de los maestros José Serrano y José

Fernández Pacheco. (Séptima edición.)

~^La casa de la juerga, sainete lírico en tres cuadros. Música de los maestros

Quinito Valverde y Juan Gay.

El triunfo de Venus, zarzuela cómica en cinco cuadros. Música del maestro

Ruperto Chapw

^ Una lectura, entremés en prosa. (Segunda edición.)

Celos, entremés en prosa. (Tercera edición.)

Las tres cosas de Jerez, zarzuela en cuatro cuadros. Música del maestro Ama-deo Vives.

El lagar, zarzuela en tres cuadros. Música de los maestros Guervos y Car-

bonell.

A primera fila, entremés en prosa.

El niño de San Antonio, sainete lírico en tres cuadros. Música del maestro

Saco del Valle.

Floriona, juguete cómico en cuatro actos, adaptado del francés.

Los apuros de Don Cleto, juguete cómico en un acto.

Mentir a tiempo, entremesen prosa.

n£7 naranjal, zarzuela cómica en un acto y un sólo cuadro. Música del maestro

Saco del Valle

~T)on Pedro el Cruel, zarzuela cómica en un acto y un solo cuadro. Música del

maestro Saco del Valle.

El fotógrafo, juguete cómico en un acto.

El jilguerillo de los Parrales, sainete en un acto.

La neurastenia de Satanás, zarzuela cómica en cinco cuadros. Música de los

maestros Saco del Valle y Foglietti.

120 -

"^tari-Nieves, zarzuela en cuatro cuadros. Música del maestro Saco dei Valle.

^Tentaruja y Compañía, pasillo con música del maestro Roberto Ortells.

¿Por peteneras! saínete lírico. Música del maestio Raíael Calleja. (Segunda

edkión.)

La canción húngara, opereta en cinco cuadros. Música del maestro Pablo Luna.

La mujer romántica, opereta en tres actos, adaptación española.

"^£7 medio ambiente, comedia en dos actos.

Coba fina, sainete en un acto. (Segunda edición.)

** Las cosas de la vida, juguete cómico en dos actos. (Segunda edición.)

La nicotina, saínete en prosa. (Tercera edición.)

^Trampa y cartón, juguete cómico en dos actos. (Cuarta edición.)

La cucaña de Solarillo, zarzuela en un acto. Música del maestro Pablo Luna."*"£/ modelo de Virtudes, juguete cómico en dos actos.

'López de Coria, juguete cómico en dos actos.

^"El bien público, sátira en dos actos.

El milagro del santo, entremés en prosa.

vfi incendio de Roma, juguete cómico, con música del maestro Barrera.

"^El Pajarito, comedia en dus actos.

"N57 paño de lágrimas, juguete cómico en tres actos.

Fúcar XXI, disparate cómico en dos actos. (Segunda edición.)

Pastor y Borrego, juguete cómico en dos actos. (Tercera edición.)

La niña de las planchas, entremés lírico. (Segunda edición.)

"^Cachivache, saine e lírico. Música del maestro Rafael Calleja.

"^Naide es ná, sainete en un acto y tres cuadros. Música del maestro Taboad»

Steger.

El roble de la Jarosa, comedia en tres actos. (Tercera edición.)

La frescura de Lafnente, juguete cómico en tres actos. (Tercera edición.)

La casa de los crímenes, juguete cómico en un acto. (Segunda edición.)

La perla ambarina, juguete cómico en dos actos.

La Remolino, sainete en un acto. (Segunda edición.)~~*

Lolita Tenorio comedia en dos actos.

Los que fueron, envernes en prosa.

La escala de Milán, apropósito.

La conferencia de Algeciras, apropósito.

El verdugo de Sevilla, casi sainete en tres actos y en prosa. (Cuarta edición.)

^Doña María Coronel, comedia en dos actos. (Segunda edición.)

El Principe Juanón, comedia dramática en tres actos y en prosa. (Segunda

edición.)

El último Bravo, juguete cómico en tres actos. (Tercera edición.)

. La locura de Madrid, juguete cómico en dos actos. (Segunda edición.)

Hugo de Montreux, melodrama en cuatro actos.

El marido de la Engracia, sainete en un acto, dividido e:i tres cuadros, en

prosa, música de los maestros Barrera y Taboada Steger.

La traición, melodrama en tres actos.

Loí cuatro Robinsones, juguete cómico en tres actos y en prosa. (Segu.'.da

edición.)

Adán y Evans, monólogo.N El rayo, juguete cómico en tres actos y en prosa. (Sexta edición.)

- 121 —El sueño de Valdivia, saínete en un acto. (Tercera edición.)

iMbi-Melén, obra de Pascuas, en dos actos, divididos en cuatro cuadros. Músi-ca del maestro Calleja.

">E7 último pecado, comedia en tres actos y un epilogo. (Segunda edición.)

^Johny Thum, disparate cómico-lirico-bailable, en dos actos, divididos en seis

cuadros. (Segunda edición.)

~**Los rífenos, entremés en prosa."*"£/ voto de Santiago, comedia en dos actos. (Segunda edición.)

El Versalles madrileño, saínete e:i un acto.

"TEI teniente alcalde de Zalamea, juguete cómico en un acio. (Segunda edición.)

~3e rodillas y a tus pies, entremés. (Segunda edición.)

"***La casona, comedia dramática en dos ac.os.

xos pergaminos, juguete cómico en tres acios. (Segunda edición.)

"^Garabito, chascarrillo en prosa.

""*a barba de Carrillo, juguete cómico en tres actos. (Tercera edición.)

^ia fórmula 3 K 3, disparate en un acto. (Segunda edición.)

Las famosas asturianas, comedia en tres actos, de Lope de Vega. Refundición.

La venganza de Don Metido, caricatura do tragedia en cuatro jornadas, origi-

nal, escrita en verso, con algún que otro ripio. (Séptima edición.)

""Sn verdad de la mentira, comedia en tres actos. (Segunda edición.)

Un drama de Calderón, juguete cómico en dos actos. (Tercera edición.)

Trianerías, saínete en dos actos, divididos en seis cuadros, con ilustraciones

musicales de Amadeo Vives. (Cuarta edición.)

^tos planes de Milagritos, apunte desaínete.

¿«5 verónicas, juguete cómico-lírico en tres actos. Música de Amadeo V ;ves.

La Tiziana, entremés, con música de Manuel Font.

^£1 mal rato, paso de comedia.

^Faustino, juguete cómico en tres actos. (Tercera edición.)

"^ia razón de la locura, comedia gran guifiolesca, en tres actos. (Tercera

edición.)

"*<.05 amigos del alma, juguete cómico en dos actos. (Tercera edición.)

**Ei colmillo de Buda, juguete cómico en tres actos y en prosa. (Segunda

edición.)m*Tzl condado de Mairena, comedia en tres actos y en prosa. (Tercera edición.)

""'La mujer, paso de comedia.

"*~Pepe Conde o el mentir de las estrellas, saínete en seis cuadros, dispuestos en

dos actos. (Tercera edición.)

La plancha de la Marquesa, juguete cómico en un acto y en prosa. (Tercera

edición.)

"^Martingalas, juguete cómico en dos actos. (Tercera edición.)

El clima de Pamplona, juguete cómico en tres actos. (Segunda edición.)

Sanjuán y Sampedro, entremés en prosa. (Segunda edición.)

Trampay cartón, juguete cómico en dos actos. Refundición hecha para zar-

zuela, con música del maestro Taboada Steger.

"tos misterios de Laguardia, juguete cómico en tres actos. (Segunda edición.)

La cartera del muerto, comedia dramática en tres actos. (Segunda edición,)

San Pérez, juguete cómico en tres actos,

"'-f/ Parque de Sevilla, zarzuela en dos actos. (Segunda edición.)

— 122 —

"S£/ castillo de los Ultrajes, juguete cómico en tres actos, adaptado del francés

(Segunda edición.)

"^-¿a hora del reparto, saínete, con música del maestro Guerrero. (Segunda

,^ edición.)

El fresco del fuego, entremés.

El ardid, comedia en tres actos. (Tercera edición.)

^Los planes del abuelo, comedia en tres actos. (Segunda edición.)

El pecado de Agustín, comedia dramática en tres actos.

Dentro de un siglo, juguete cómico en un acto. (Segunda edición.)

"^La farsa, juguete cómico en tres actos. (Segunda edición.)

"^£7 número 15, saínele en tres actos. Música de! maestro Guerrero. (Segunda

edición.

"^Tirios y Troyanos, juguete cómico en tres actos.

El sinvergüenza en Palacio, zarzuela en tres acios. Música de los maestros

Vives y Luna.*""s£a señorita Angeles, comedia en tres actos. (Tercera edición.)

De lo vivo a lo pintado, juguete cómico en dos actos.

***El conflicto de Mercedes, comedia en tres actos. (Tercera edición.)

¡¡¡'I incita!!, entremés.

Regina, comedia en tres actos y un prólogo.~~~El Coya, juguete cómico en dos actos.

~-Í^os frescos, comedia en (res act»s. (Tercera edición.)

' La pluma verde, comed, a en tres actos. (Tercera edición.)

—*7 Vaticinio o S. S. S.

~*-£l Rey nuevo, zarzuela en tres actus. Música del maestro Jacinto Guerrero.

¡Ay. que se me cae...!, monólogo.

*+ía> hijas del rey Lear, comedia en tres actos, original.

***os cosas de Gómez, juguete cómico en un acto.

"°*~El filón, comedia en tres actos, original. (Tercera edición.)

^Las alas rotas, comedia en tres actos, original. (Tercera edición.)~

>*mLa muerte del Dragón, cuento en tres actos, el segundo dividido en do* cua-

_ dros, en prosa y versi, con los ripios absolutamente indispensables.

La mujer de nieve, zarz.iela bufa en tres actos. Música de los maestros Rosillo

y Moreno Torroba.

Castigo de Dios, comedia en lre¡ actos. Música de Ángel Barrios.

Bartolo tiene una flauta, saineteen tres actos.

Tos sabios, comedia en tres actos.

"*"í.« buena suerte, comedia en tres actos.

"*<»¿(7 raya negra, cue.ito en tres actos y seis cuadros.

Cuentos y casas, colección de cuentos, entremeses y monólogos.

Precio: A pesetas

RARE BOOKCOLLECTION

THE LIBRARY OF THEUNIVERSITY OFNORTH CAROLINA

ATCHAPEL HILL

PQ6217.T44

v. 372no. 1-18