La caridad es la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia

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5/12/2018 LacaridadeslavamaestradelaDoctrinaSocialdelaIglesia-slidepdf.com http://slidepdf.com/reader/full/la-caridad-es-la-via-maestra-de-la-doctrina-social-de-la-igles 1 La caridad es la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia ”, afirma Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in veritate, a partir de esta afirmación del Papa, explique cómo puede contribuir la Iglesia para la instauración cristiana del orden temporal. La misión de la Iglesia es primordialmente transmitir a la humanidad la doctrina de Jesucristo y enseñarla a vivir en el mundo. Aunque siendo de orden espiritual, sus destinatarios actúan en una sociedad terrena. Como el hombre está constituido de alma y cuerpo, pero con un destino transcendente, la Iglesia debe tratar también de la realidad del mundo en que viven los cristianos: Esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversos campos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades, en busca de la felicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo con su dignidad de personas. (SRS, 41) Ahora bien, el Concilio Vaticano II afirma expresamente que la Iglesia “no pretende mezclarse de ninguna forma en el régimen de la comunidad terrena. No reivindica para sí otra autoridad que la de servir, con el favor de Dios, a los hombres con amor y fidelidad ” (AG, 12). En la Gaudium et spes, su magno documento sobre la Iglesia en el mundo de hoy, se lee que “la misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso” (N° 42).  Seguidamente, el referido documento conciliar reafirma la conciencia de la Iglesia de que su misión religiosa y trascendente implica una misión temporal de renovación de las estructuras del mundo, tarea que no le es ajena. Su misión evangelizadora incluye también la promoción de la justicia: “Pero precisamente de esta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina ” (N° 42). Así lo explica el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira 1 : A transformação que Nosso Senhor Jesus Cristo veio trazer ao mundo não foi uma revolução, porque não implicou em revolta contra nenhuma autoridade, nem levantou os oprimidos contra os opressores. O Cristianismo não trouxe uma revolução mas uma renovação. Transformou uns e outros, oprimidos e opressores, fazendo cair de suas mãos as armas com que se feriam reciprocamente, e unindo- os num afetuoso abraço de irmãos. Essa transformação moral e essa reconciliação entre classes ou interesses que pareciam irremediavelmente desunidos foi, na realidade, a base da grande transformação política e social, mas não foi o fim da missão de Nosso Senhor Jesus Cristo. Esse fim foi essencialmente religioso. E a transformação política e social que o cumprimento dessa obra acarretou não foi senão uma conseqüência da doutrinação religiosa de Nosso Senhor. A todos os excessos o Cristianismo veio trazer uma solução que representou o equilíbrio. La Iglesia en cuanto sociedad visible, vive y actúa en el mundo presente “como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios ” (GS, 40). “Al buscar su propio fin de salvación, la Iglesia no sólo comunica la vida divina al hombre, sino que además difunde, en cierto modo, sobre el mundo universo el reflejo de su luz, sobre todo en cuanto sana y eleva la dignidad de la persona, robustece la trabazón de la sociedad humana y dota a la actividad cotidiana de los hombres de un sentido y una significación más profundos” (GS, 40). En una  palabra: “la energía que la Iglesia puede comunicar a la sociedad humana consiste en la fe y la caridad aplicadas a la vida práctica; no es un dominio externo, ejercitado con medios puramente humanos” (GS, 42).  El interés de la Iglesia por los problemas sociales no se reduce ni se limita a lo meramente político o económico, la visión de la Iglesia acerca del hombre y su vocación es más profunda, rica e integral. Ella contempla al hombre en su altísima dignidad de criatura racional, hecho a imagen y semejanza de Dios, redimido por la Sangre preciosa de Jesucristo, nacido en este mundo pero con ansias de eternidad. 1 Curso de História da Civilização. Colégio Universitário da Faculdade de Direito da Universidade de São Paulo. 1936.

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“La caridad es la vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia”, afirma Benedicto XVI en suEncíclica Caritas in veritate, a partir de esta afirmación del Papa, explique cómo puede contribuir la

Iglesia para la instauración cristiana del orden temporal.

La misión de la Iglesia es primordialmente transmitir a la humanidad la doctrina de Jesucristo yenseñarla a vivir en el mundo. Aunque siendo de orden espiritual, sus destinatarios actúan en una sociedad

terrena. Como el hombre está constituido de alma y cuerpo, pero con un destino transcendente, la Iglesiadebe tratar también de la realidad del mundo en que viven los cristianos:

Esto la mueve a extender necesariamente su misión religiosa a los diversoscampos en que los hombres y mujeres desarrollan sus actividades, en busca de lafelicidad, aunque siempre relativa, que es posible en este mundo, de acuerdo consu dignidad de personas. (SRS, 41)

Ahora bien, el Concilio Vaticano II afirma expresamente que la Iglesia “no pretende mezclarse de

ninguna forma en el régimen de la comunidad terrena. No reivindica para sí otra autoridad que la de servir,con el favor de Dios, a los hombres con amor y fidelidad” (AG, 12). En la Gaudium et spes, su magno

documento sobre la Iglesia en el mundo de hoy, se lee que “la misión propia que Cristo confió a su Iglesiano es de orden político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso” (N° 42). Seguidamente, el referido documento conciliar reafirma la conciencia de la Iglesia de que su misiónreligiosa y trascendente implica una misión temporal de renovación de las estructuras del mundo, tarea queno le es ajena. Su misión evangelizadora incluye también la promoción de la justicia: “Pero precisamente deesta misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar lacomunidad humana según la ley divina” (N° 42). Así lo explica el Prof. Plinio Corrêa de Oliveira1:

A transformação que Nosso Senhor Jesus Cristo veio trazer ao mundo não foiuma revolução, porque não implicou em revolta contra nenhuma autoridade, nemlevantou os oprimidos contra os opressores. O Cristianismo não trouxe uma

revolução mas uma renovação. Transformou uns e outros, oprimidos e opressores,fazendo cair de suas mãos as armas com que se feriam reciprocamente, e unindo-os num afetuoso abraço de irmãos. Essa transformação moral e essa reconciliaçãoentre classes ou interesses que pareciam irremediavelmente desunidos foi, narealidade, a base da grande transformação política e social, mas não foi o fim damissão de Nosso Senhor Jesus Cristo. Esse fim foi essencialmente religioso. E atransformação política e social que o cumprimento dessa obra acarretou não foisenão uma conseqüência da doutrinação religiosa de Nosso Senhor. A todos osexcessos o Cristianismo veio trazer uma solução que representou o equilíbrio.

La Iglesia en cuanto sociedad visible, vive y actúa en el mundo presente “como fermento y comoalma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios” (GS, 40). “Al buscar 

su propio fin de salvación, la Iglesia no sólo comunica la vida divina al hombre, sino que además difunde, encierto modo, sobre el mundo universo el reflejo de su luz, sobre todo en cuanto sana y eleva la dignidad dela persona, robustece la trabazón de la sociedad humana y dota a la actividad cotidiana de los hombres de unsentido y una significación más profundos” (GS, 40). En una  palabra: “la energía que la Iglesia puede

comunicar a la sociedad humana consiste en la fe y la caridad aplicadas a la vida práctica; no es un dominioexterno, ejercitado con medios puramente humanos” (GS, 42). 

El interés de la Iglesia por los problemas sociales no se reduce ni se limita a lo meramente político oeconómico, la visión de la Iglesia acerca del hombre y su vocación es más profunda, rica e integral. Ellacontempla al hombre en su altísima dignidad de criatura racional, hecho a imagen y semejanza de Dios,

redimido por la Sangre preciosa de Jesucristo, nacido en este mundo pero con ansias de eternidad.

1 Curso de História da Civilização. Colégio Universitário da Faculdade de Direito da Universidade de São Paulo. 1936.

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A la Iglesia le compete el derecho  – y el deber – de enseñar la dimensión moral del mundo secular,asimismo le corresponde emitir un juicio moral sobre los asuntos temporales e ilustrar la conciencia de loshombres en sus actividades terrenales. Es en virtud de ser su misión fundamentalmente religiosa y espiritual,que la Iglesia no puede desentenderse de las realidades temporales, ni tampoco pueden estas reclamar unaindependencia arrogante como si su existencia no tuviera en última instancia referencia necesaria a un Dios,Señor y Creador del Universo, del cual dependen todos los seres:

Si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independientede Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no haycreyente alguno a quien se le oculte la falsedad envuelta en tales palabras. Lacriatura sin el Creador desaparece. Por lo demás, cuantos creen en Dios, sea cualfuere su religión, escucharon siempre la manifestación de la voz de Dios en ellenguaje de la creación. Más aún, por el olvido de Dios la propia criatura quedaoscurecida. (GS, 36)

El desorden que resquebrajó la armonía original se introdujo en el mundo a causa del pecado, sinembargo en Cristo Dios lo restaura todo y lo dirige a la perfección final:

El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, Hombreperfecto, salvará a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de lahistoria humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de lahistoria y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano yplenitud total de sus aspiraciones. Él es aquel a quien el Padre resucitó, exaltó ycolocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y de muertos. Vivificados yreunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de lahistoria humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio:“Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra” (Ef 1,10). Heaquí que dice el Señor: Vengo presto, y conmigo mi recompensa, para dar a cadauno según sus obras. Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el

principio y el fin (Apoc 22,12-13). (GS, 45)

Es en Occidente que, a partir de la Modernidad – con su prurito de establecer dicotomías conflictivas –  se empieza a levantar un como que aparente antagonismo entre la vida privada del hombre y su relación conDios o entre la sociedad civil y la sociedad religiosa, como si fuesen no solo campos diferentes sino sobretodo contrarios y excluyentes entre sí. Error este señalado por la Gaudium et Spes:

Se equivocan los que, pretextando que no tenemos aquí ciudad permanente, puesbuscamos la futura, consideran que pueden descuidar las tareas temporales, sindarse cuenta de que la misma fe les obliga a un más perfecto cumplimiento detodas ellas según la vocación personal de cada uno. Pero no es menos grave el

error de quienes, por el contrario, piensan que pueden sumergirse en los negociostemporales, como si estos fuesen ajenos del todo a la vida religiosa, pensando queésta se reduce a los actos del culto y a la observancia de determinadasobligaciones morales. El divorcio entre la fe profesada y la vida diaria demuchos debe ser contado entre los más graves errores de nuestra época . Yaen el Antiguo Testamento, los profetas reprendían con vehemencia semejanteescándalo, y más aún, en el Nuevo Testamento, el mismo Jesucristo conminabagraves penas contra él. No se inventen oposiciones entre las actividadesprofesionales y sociales, por una parte, y la vida religiosa, por la otra. El cristianoque falta a sus deberes temporales, falta a sus deberes con el prójimo y con elmismo Dios y pone en peligro su salvación eterna. Alégrense, más bien, loscristianos, imitando el ejemplo de Cristo, que ejerció el artesanado, de poder

ejercer todas sus actividades terrenas reuniendo los esfuerzos humanos  – familiares, profesionales, científicos o técnicos –  en una síntesis vital con losbienes religiosos, bajo cuya suprema ordenación todo se conjuga para gloria deDios. (GS, 43)

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Esta división artificial introducida en la mentalidad del hombre moderno occidental ha demostradoser mucho más nociva que los supuestos peligros o abusos que pensaba evitar. Pues el hombre, ser social, esmás profundamente un ser religioso:

La insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento deestablecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento

indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios, y querer exaltar lagrandeza del hombre cegando la fuente de la que brota y se nutre, esto es,obstaculizando y, si posible fuera, aniquilando la tendencia innata del alma haciaDios. Los acontecimientos de nuestra época, sin embargo, que han cortado en florlas esperanzas de muchos y arrancado lágrimas a no pocos, confirman la verdadde la Escritura: “Si el Señor no edifica la casa, en vano trabajan los que la

construyen” [Sal 127 (126), 1]. (MM, 217)

De manera que la religión se sitúa en la raíz de todo ente creado, pues nada puede estar al margen deesta relación vital con Dios. Esto incluye especialmente la sociedad humana en sus múltiples y variadasfacetas. El hombre es por naturaleza un ser social, como enseñan Aristóteles y el Doctor Angélico y como lapropia vida y existencia humanas lo demuestran. La sociabilidad es condición natural del hombre cuyoorigen y fundamento se hallan en Dios mismo:

La Iglesia católica enseña y proclama una doctrina de la sociedad y de laconvivencia humana que posee indudablemente una perenne eficacia. El principiocapital, sin duda alguna, de esta doctrina afirma que el hombre es necesariamentefundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales; el hombre, repeti mos,en cuanto es sociable por naturaleza y ha sido elevado a un orden sobrenatural.(MM, 218 y 219)

Así pues, considerando a la luz del Evangelio los problemas surgidos de la vida en sociedad, laIglesia ha elaborado un conjunto de enseñanzas con las cuales quiere iluminar el orden temporal

penetrándolo de espíritu cristiano, esto hace parte de la misión que su Divino Fundador le asignó: “Competesiempre y en todo lugar a la Iglesia proclamar los principios morales, incluso los referentes al orden

social, así como dar su juicio sobre cualesquiera asuntos humanos, en la medida en que lo exijan losderechos fundamentales de la persona humana o la salvación de las almas” (CIC, N° 747, 2) 

Se denomina con la expresión  Doctrina Social de la Iglesia (DSI) al conjunto de enseñanzas delMagisterio eclesiástico que procuran aplicar los principios del Evangelio y de la moral cristiana al ordensocial y a las realidades temporales para conducir dichas realidades de acuerdo con la ley de Dios, a fin deque la ciudad terrena sea erigida según la divina voluntad. Esta “enseñanza social de la Iglesia comprende un

cuerpo de doctrina que se articula a medida que la Iglesia interpreta los acontecimientos a lo largo de lahistoria, a la luz del conjunto de la palabra revelada por Cristo Jesús con la asistencia del Espíritu Santo (cf.SRS 1; 41)”. (CEC, 2422). La DSI se fundamenta en la Revelación y en la ley natural, así como en lasenseñanzas de los Sumos Pontífices y otros documentos del Magisterio, por lo mismo sus criterios yorientaciones deben ser observados tanto cuanto otros actos magisteriales y además porque son aplicación dela verdad y de la moral cristianas a las diversas circunstancias de la vida de los fieles cristianos en el mundo.

Acerca de las relaciones entre la fe cristiana y el perfeccionamiento de las realidades temporalespueden considerarse dos aspectos. Por una parte, es voluntad de Dios que el hombre administre lasrealidades terrenas valiéndose de su inteligencia y de su voluntad, es la llamada “autonomía de las realidades

terrenas” (cfr. GS, 36). Asimismo, Dios ha revelado al hombre sus mandamientos, y este debe observar laley moral en el orden temporal. La DSI tiene la misión de señalar el fundamento moral del orden de las

realidades temporales (cfr. LG, 30).

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El primer documento que trató específicamente de la así llamada “cuestión social” 2 fue la Encíclica Rerum novarum del Papa León XIII en 1891, en un contexto que es descrito por el Catecismo:

La doctrina social de la Iglesia se desarrolló en el siglo XIX cuando se produce elencuentro entre el evangelio y la sociedad industrial moderna, sus nuevasestructuras para producción de bienes de consumo, su nueva concepción de la

sociedad, del Estado y de la autoridad, sus nuevas formas de trabajo y depropiedad. El desarrollo de la doctrina de la Iglesia en materia económica y socialda testimonio del valor permanente de la enseñanza de la Iglesia, al mismotiempo que del sentido verdadero de su Tradición siempre viva y activa (cf. CA3). (CEC, 2421)

Este ambiente ya contaminado de materialismo, de secularismo y de ateísmo pretendía cercenar lamisión y la libertad de la Iglesia de iluminar todas las realidades con la luz de la verdad:

Um preconceito, muito corrente no tempo em que Leão XIII publicou sua famosaEncíclica sobre o capital e o trabalho, afirmava nada ter a Igreja que ver com asquestões de caráter político, econômico e social, devendo Ela restringir suas

atividades ao terreno das meras ocupações de piedade. Assim, a sociedade doséculo XIX, que de erro em erro precipitava o mundo ao fundo do abismo em queele está hoje prestes a tocar, fechava deliberadamente as portas da suainteligência aos ensinamentos salutares do catolicismo, renunciando de propósitodeliberado aos princípios que tinham o privilégio único de lhe restituir a paz.A Encíclica  Rerum Novarum, quebrando de vez este injustificável preconceito,foi o ponto de partida de tantas e tais atividades dos católicos, no terrenoeconômico-social, que hoje em dia já ninguém se espanta em ver que a Igreja atuaa fundo na solução dos problemas contemporâneos, sem por isto renunciar, oumacular com preocupações subalternas, o divino magistério que lhe foi confiadopelo Redentor. Pelo contrário, compreender-se-ia claramente que a Igreja fugiriaà sua missão, caso se ausentasse inteiramente do campo das realizações sociais3.

Como respuesta cristiana a la “cuestión social” y siendo parte integrante de la teología moral, laDoctrina Social de la Iglesia nace

Del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias  – comprendidas en elmandamiento supremo del amor a Dios y al prójimo y en la justicia –  con losproblemas que surgen en la vida de la sociedad. Se ha constituido en unadoctrina, utilizando los recursos del saber y de las ciencias humanas; se proyectasobre los aspectos éticos de la vida y toma en cuenta los aspectos técnicos de losproblemas pero siempre para juzgarlos desde el punto de vista moral (LC, 72)

Más adelante en el anteriormente citado documento de la   Congregación para la Doctrina de la Fesobre la libertad cristiana y la liberación se señala el cimiento sobre el que descansa la DSI:

2  Se denomina “cuestión social”  el conjunto de problemas y conflictos socioeconómicos surgidos en ciertas áreas del mundoeuropeo y norteamericano como resultado de la revolución industrial. Hoy, la cuestión social tiene una dimensión global e incluyeno solo aspectos económicos y sociales, sino también políticos, culturales, ambientales y antropológicos. Dice León XIII en laEncíclica Graves de communi: “En opinión de algunos la llamada cuestión social es solamente económica , siendo por el contrariocertísimo, que es principalmente moral y religiosa y por esto ha de resolverse en conformidad con las leyes de la moral y de lareligión”. (N° 10).3 A  Rerum Novarum e a responsabilidade dos católicos. Conferencia do Prof. Plinio Corrêa de Oliveira. Semanas Sociais doBrasil, 4a. sessão, A familia e a questão social, São Paulo, 1940. Edição do Grupo de Ação Social, Rio de Janeiro, 1942, LivrariaJosé Olympio-Editora.

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El mandamiento supremo del amor conduce al pleno reconocimiento de ladignidad de todo hombre, creado a imagen de Dios. De esta dignidad derivanunos derechos, y unos deberes naturales. A la luz de la imagen de Dios, lalibertad, prerrogativa esencial de la persona humana, se manifiesta en toda suprofundidad. (LC, 73).

Por su parte el documento de Aparecida enseña que: “La Doctrina Social de la Iglesia constituye una

invaluable riqueza, que ha animado el testimonio y la acción solidaria de los laicos y laicas, quienes seinteresan cada vez más por su formación teológica, como verdaderos misioneros de la caridad, y seesfuerzan por transformar de manera efectiva el mundo según Cristo”. (AP, 99 f). Juan Pablo II en suEncíclica Sollicitudo rei socialis, explica la naturaleza y el alcance de la Doctrina Social:

“La Iglesia no tiene soluciones técnicas que ofrecer [...] En efecto, no proponesistemas o programas económicos y políticos, ni manifiesta preferencias por unoso por otros, con tal que la dignidad del hombre sea debidamente respetada ypromovida y ella misma goce del espacio necesario para cumplir su misión en elmundo... La Doctrina Social de la Iglesia no es, pues, una “tercera vía”, entre elcapitalismo liberal y el colectivismo marxista y ni siquiera una posible alternativa

a otras soluciones menos contrapuestas radicalmente, sino que tiene una tiene unacategoría propia. No es tampoco una ideología, sino la cuidadosa formulación delresultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida delhombre en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de latradición eclesial. Su objetivo principal es interpretar esas realidades,examinando su conformidad o diferencia con lo que el Evangelio enseña acercadel hombre o su vocación terrena y, a la vez, transcendente para orientar enconsecuencia la conducta cristiana. Por tanto, no pertenece al ámbito de laideología, sino al de la teología y especialmente de la teología moral. (SRS, 41)

La Iglesia, “experta en humanidad”, ha elaborado esta Doctrina Social que es “caritas in veritate in

re sociali, anuncio de la verdad del amor de Cristo en la sociedad. Dicha doctrina es servicio de la caridad,pero en la verdad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientossiempre nuevos de la historia”. (CIV, 5) Los Obispos latinoamericanos reunidos en Aparecida quisierondejar claro esta primacía de la caridad en toda la labor pastoral de la Iglesia:

Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir lacentralidad del Mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo:“Amaos los unos a los otros, como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este amor, con lamedida de Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano,no puede dejar de ser la característica de su Iglesia, comunidad discípula deCristo, cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio,“reconocerán todos que sois discípulos míos” (Jn 13, 35) (AP , 138)

Desde la óptica de la DSI es fundamental este papel de la caridad en la Iglesia como motor y eje detodas sus enseñanzas sociales y de su práctica pastoral. El Catecismo así lo enuncia: “La caridad representa

el mayor mandamiento social. Respeta al otro y sus derechos. Exige la práctica de la justicia y es la únicaque nos hace capaces de ésta. Inspira una vida de entrega de sí mismo: Quien intente guardar su vida la

 perder y quien la pierda la conservará  (Lc 17, 33)” (CEC, 1889) Así, la Iglesia prolonga en el mundo laobra salvífica que le asignó su divino Fundador:

La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de laPalabra de Dios (kerygma-martyria), celebración de los Sacramentos (leiturgia) yservicio de la caridad (diakonia). Son tareas que se implican mutuamente y nopueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie deactividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que

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pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.(DCE, 25)

Si el orden temporal y la sociedad civil se dejasen penetrar y orientar por esta suave influencia de lavirtud cristiana y de las enseñanzas de la Iglesia ciertamente que desaparecerían casi del todo o al menos sealiviarían notablemente no pocos muchos de los dramas y miserias que azotan hoy a la humanidad: 

Deus quis que todas as coisas bastassem a todo o gênero humano. Se, portanto, adistribuição da propriedade é tal que alguns nadam em riquezas enquanto outrosestão necessitados do indispensável para sua subsistência e proteção à sua saúde,a repartição das riquezas se processou de modo oposto à vontade de Deus, e osque têm demais estão na obrigação de restituir aos que estão na indigência onecessário para que eles vivam. Não se trata de uma esmola, que alguém podefazer ou deixar de fazer. Trata -se de uma imperiosa obrigação. O indigente tem odireito de não ser indigente e o rico só tem o direito de ser rico quando seus bensnão são adquiridos com prejuízo para a vida e a saúde do pobre, por ele ameaçadaquando ele se apoderou de uma tão imoderada soma de haveres que algunshomens morrem de fome. Por aí os senhores vêem que, se tivéssemos um Estado

profundamente católico, o problema social não existiria. Os pobres respeitariam ariqueza dos ricos, e os ricos respeitariam e remediariam a pobreza dos pobres.Mais uma vez evidencia-se aí a admirável harmonia própria à doutrina social daIgreja.4 

Benedicto XVI enseña que el núcleo central de la DSI es “caritas in veritate, un principio queadquiere forma operativa en criterios orientadores de la acción moral” (CIV, 6). De manera que cuando elPapa establece la caridad como la “vía maestra de la Doctrina Social de la Iglesia” (cf. CIV 2) estáafirmando que constituye su corazón, su principio vital, es decir que toda la misión de la Iglesia se origina,se fundamenta y tiene como meta el amor, en su doble vertiente: a Dios, a quien no vemos y a los hermanosa los que vemos (cfr. 1 Jn 4, 20), es la sublime intuición que Santa Teresita del Niño Jesús narra en su

 Historia de un alma:

Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto por diferentes miembros,el más necesario, el más noble de todos no le faltaba, comprendí que la Iglesia

 tenía un corazón, y que este corazón estaba ardiendo de amor. Comprendí que

el amor sólo hacia obrar a los miembros de la Iglesia, que si el Amor llegará aapagarse, los Apóstoles ya no anunciarían el Evangelio, los Mártiresrehusarían verter su sangre... Comprendí que el amor encerraba todas las

vocaciones, que el amor era todo, que abarcaba todos los tiempos y todos los

lugares... En una palabra, que es ¡eterno! (ms. autob. B 3v)

El amor se encuentra en la base de todas las obras de la Iglesia, sin amor no se comprende ycarecería de valor cualquier acción por noble e importante que sea. Refiriéndose a la caridad enseña SantoTomás de Aquino que “es la forma, el fundamento, la raíz y la madre de todas las virtudes” (S. Th. II-II, q28, a 8) y en otra parte dice el Doctor Angélico que en este mundo “la caridad es ya un comienzo de la vidaeterna y la vida eterna consistirá en un acto ininterrumpido de la caridad” (S. Th. I-II q 114, a 4). Por suparte el gran Obispo de Hipona afirma sin más: “ Dilige et quod vis fac. Ama y haz lo que quieras. Si callas,calla por amor; si corriges, corrige por amor; si perdonas, perdona por amor. Y que el amor sea tu raízinterior, pues de tal raíz no podrá brotar sino el bien”. (Comentario a la Epístola de San Juan, Tratado VII,8) Con amor hasta las más pequeñas y aparentemente insignificantes acciones se revisten de un valorgrandioso. En su célebre himno de la caridad, el cual “debe ser la Carta Magna de todo el servicio eclesial” (cfr. DCE, 34) el Apóstol declara el primado del amor:

4 Curso de História da Civilização. Colégio Universitário da Faculdade de Direito da Universidade de São Paulo. 1936.

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Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengoamor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunquetuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia,aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor,no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y

entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. (1 Co13, 1-3)

La reprensión que Jesús le lanza al traidor cuando este reclama por el perfume de nardo finísimo conque María ungió los pies del Salvador (cfr. Jn 12, 3) es en realidad porque su supuesta preocupación por lospobres no nace de este amor puro y desinteresado sino motivado por su codicia, como lo señala el propioautor sagrado: “Judas Iscariote, el discípulo que iba a entregar a Jesús, dijo: „Ese perfume se podría haber 

vendido en trescientas monedas de plata para ayudar a los pobres‟. No decía esto porque le preocuparan lospobres, sino porque era ladrón, y como tenía la bolsa, se llevaba lo que echaban en ella” (Jn 12, 6)

Igualmente, toda acción social que no tenga como principio, medio y fin este amor de caridad esestéril en su raíz y no producirá frutos buenos. Y cualquier tentativa de reforma o de transformación de la

sociedad – o de los sistemas políticos y económicos – que no se funde sobre la roca firme de la caridad sinosobre ideologías humanas y terrenales está destinada al fracaso como la historia lo muestra, pues la arenamovediza que es el corazón del hombre es egoísta e inestable:

Si consideramos este asunto más diligente e íntimamente, descubriremos conclaridad que a esta restauración social tan deseada debe preceder la renovaciónprofunda del espíritu cristiano, del cual se han apartado desgraciadamente tantoshombres dedicados a la economía; de lo contrario, todos los esfuerzos seríanestériles y el edificio se asentaría no sobre roca, sino sobre arena movediza. (QA,3)

Así pues, toda verdadera y profunda renovación de las estructuras sociales debe originarse ante todoen lo más íntimo de cada ser humano “porque del corazón salen las intenciones malas, asesinatos, adulterios,

fornicaciones, robos, falsos testimonios, injurias, eso es lo que contamina al hombre” (Mt 15, 19-20)Mientras la humanidad entera – y cada ser humano en particular – no transforme radicalmente su corazón, nose establecerá la justicia ni la paz ni el progreso. Es este el camino recto y el fundamento profundo y sólidoen que se apoya la Iglesia para proponer su Doctrina Social, como explica Benedicto XVI:

La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia . Todas lasresponsabilidades y compromisos trazados por esta doctrina provienen de lacaridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt22,36-40). Ella da verdadera sustancia a la relación personal con Dios y con elprójimo; no es sólo el principio de las micro-relaciones, como en las amistades, la

familia, el pequeño grupo, sino también de las macro-relaciones, como lasrelaciones sociales, económicas y políticas. Para la Iglesia  – aleccionada por elEvangelio –  la caridad es todo porque, como enseña San Juan (cf. 1 Jn 4,8.16) ycomo he recordado en mi primera Carta encíclica “Dios es caridad” ( Deus caritas

est ): todo proviene de la caridad de Dios, todo adquiere forma por ella, y a ellatiende todo. La caridad es el don más grande que Dios ha dado a los hombres, essu promesa y nuestra esperanza. (CIV, 2)

Esta ley suprema de la caridad se armoniza y se complementa admirablemente con la justicia:

Es menester que a la ley de la justicia se una la ley de la caridad “que es vínculo

de perfección”. ¡Cómo se engañan los reformadores incautos, que despreciansoberbiamente la ley de la caridad, porque sólo se cuidan de hacer observar la justicia conmutativa! Ciertamente, la caridad no debe considerarse como unasustitución de los deberes de justicia que injustamente dejan de cumplirse. Pero,

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aun suponiendo que cada uno de los hombres obtenga todo aquello a que tienederecho, siempre queda para la caridad un campo dilatadísimo. La justicia sola,aun observada puntualmente, puede, es verdad, hacer desaparecer la causa de lasluchas sociales, pero nunca unir los corazones y enlazar los ánimos. Ahora bien,todas las instituciones destinadas a consolidar la paz y promover la colaboraciónsocial, por bien concebidas que parezcan, reciben su principal firmeza del mutuovínculo espiritual, que une a los miembros entre sí: cuando falta ese lazo de

unión, la experiencia demuestra que las fórmulas más perfectas no tienen éxitoalguno. (QA, 4 b)

Este amor-caridad brilla y se manifiesta especialmente en la noble tarea de promover lo que elMagisterio reciente y en particular el Vaticano II han denominado “instauración cristiana del ordentemporal” o consecratio mundi:

La caridad con el prójimo , en las formas antiguas y siempre nuevas de las obrasde misericordia corporal y espiritual, representa el contenido más inmediato,común y habitual de aquella animación cristiana del orden temporal, queconstituye el compromiso específico de los fieles laicos. Con la caridad hacia el

prójimo, los fieles laicos viven y manifiestan su participación en la realeza deJesucristo, esto es, en el poder del Hijo del hombre que “no ha venid o a serservido, sino a servir” (Mc 10, 45). Ellos viven y manifiestan tal realeza del modomás simple, posible a todos y siempre, y a la vez del modo más engrandecedor,porque la caridad es el más alto don que el Espíritu ofrece para la edificación dela Iglesia (cf. 1 Co 13, 13) y para el bien de la humanidad. (CL, 41)

Todo lo que constituye el orden temporal  –“los bienes de la vida y de la familia, la cultura, la

economía, las artes y profesiones, las instituciones de la comunidad política, etc., y la evolución y progresode todo ello” (AA, 7) – depende de Dios Creador, a cuyo imperio nada puede sustraerse (cf. LG, 38). Y todolo que hace el protagonista del orden temporal que es el hombre, individual y socialmente considerado, debe

conformarse con el plan de Dios, que quiere que el hombre ejercite su dominio sobre las cosas como vicarioy servidor suyo, sin recaer en la esclavitud de la idolatría, ordenando todos los bienes al servicio de laspersonas en una comunidad fraternal (cf. LG, 36; GS, 36).

En la obra de instaurar cristianamente el orden temporal los fieles laicos desempeñan una tareafundamental. Pío XII en la alocución del 5 de octubre de 1957, para el II Congreso Mundial del ApostoladoLaico, afirmaba: “Las relaciones entre la Iglesia y el mundo exigen la intervención de los apóstoles laicos.La consecratio mundi es, esencialmente, obra de los propios laicos”. (Discorsi e radiomessaggi , vol. XIX,pg. 459). Esta sacralización del mundo no es otra cosa sino realizar el pedido formulado por Nuestro SeñorJesucristo al Eterno Padre: “Venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (cf.Mt 6, 10) Ya que “la espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien aliviar, la preocupación

de perfeccionar esta tierra”. (GS, 39).

Contrariamente a un cierto secularismo trasnochado que pretende exilar a Dios y lo sagrado tanto dela vida individual como de la vida familiar, política y social, la sacralización del mundo consiste en iluminarel orden temporal con los principios del Evangelio: “En esta contribución a la familia humana de la que esresponsable la Iglesia entera, los fieles laicos ocupan un puesto concreto, a causa de su „índole secular‟, queles compromete, con modos propios e insustituibles, en la animación cristiana del orden temporal”. (CL, 36)Para Juan XXIII “vivificar cristianamente el orden temporal”, es la misión propia que la Iglesia, confía a losfieles laicos. (MM, 233) El Concilio incentiva a los laicos a “consagrar a Dios el mundo como adoradores entodo lugar y obrando santamente”. (LG, 34). En el mismo sentido, Pablo VI descortina amplios y diversoshorizontes para la misión de los fieles laicos:

Los seglares, cuya vocación específica los coloca en el corazón del mundo y a laguía de las más variadas tareas temporales, deben ejercer por lo mismo una forma

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singular de evangelización. Su tarea primera e inmediata no es la institución y eldesarrollo de la comunidad eclesial  – esa es la función específica de los Pastores – ,sino el poner en práctica todas las posibilidades cristianas y evangélicasescondidas, pero a su vez ya presentes y activas en las cosas del mundo. El campopropio de su actividad evangelizadora, es el mundo vasto y complejo de lapolítica, de lo social, de la economía, y también de la cultura, de las ciencias y delas artes, de la vida internacional, de los medios de comunicación de masas, así 

como otras realidades abiertas a la evangelización como el amor, la familia, laeducación de los niños y jóvenes, el trabajo profesional, el sufrimiento, etc.Cuantos más seglares hayan impregnados del Evangelio, responsables de estasrealidades y claramente comprometidos en ellas, competentes para promoverlas yconscientes de que es necesario desplegar su plena capacidad cristianas, tantasveces oculta y asfixiada, tanto más estas realidades  – sin perder o sacrificar nadade su coeficiente humano, al contrario, manifestando una dimensión trascendentefrecuentemente desconocida – , estarán al servicio de la edificación del reino deDios y, por consiguiente, de la salvación en Cristo Jesús. (EN, 70)

En medio de su vida ordinaria, el fiel cristiano debe actuar como un fermento en la masa y hacer

presente a Cristo, cumpliendo así la misión de la Iglesia en el mundo, la verdad del Evangelio debe envolvery regir toda su vida como ciudadano del mundo: 

A los laicos pertenece por propia vocación buscar el reino de Dios tratando yordenando, según Dios, los asuntos temporales. Viven en el siglo, es decir, entodas y a cada una de las actividades y profesiones, así como en las condicionesordinarias de la vida familiar y social con las que su existencia está comoentretejida. Allí están llamados por Dios a cumplir su propio cometido, guiándosepor el espíritu evangélico, de modo que, igual que la levadura, contribuyan desdedentro a la santificación del mundo y de este modo descubran a Cristo a losdemás, brillando, ante todo, con el testimonio de su vida, fe, esperanza y caridad.A ellos, muy en especial, corresponde iluminar y organizar todos los asuntostemporales a los que están estrechamente vinculados, de tal manera que serealicen continuamente según el espíritu de Jesucristo y se desarrollen y sean parala gloria del Creador y del Redentor. (LG, 31)

Los fieles laicos que quieren vivir íntegramente en conformidad con su vocación cristiana están almismo tiempo en el mundo y en la Iglesia; pertenecen a la vez a dos sociedades: la Iglesia y la sociedadcivil, pero en una y otra no pueden ni deben estar divididos:

La obra de la redención de Cristo, que de suyo tiende a salvar a los hombres,comprende también la restauración incluso de todo el orden temporal. Por tanto,la misión de la Iglesia no es sólo anunciar el mensaje de Cristo y su gracia a los

hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con elespíritu evangélico. Por consiguiente, los laicos, siguiendo esta misión, ejercitansu apostolado tanto en el mundo como en la Iglesia, lo mismo en el ordenespiritual que en el temporal órdenes que, por más que sean distintos, secompenetran de tal forma en el único designio de Dios, que el mismo Dios tiendea reasumir, en Cristo, todo el mundo en la nueva creación, incoactivamente en latierra, plenamente en el último día. El laico, que es a un tiempo fiel y

ciudadano, debe comportarse siempre en ambos órdenes con una concienciacristiana. (AA, 5)

La consecratio mundi o instauración cristiana del orden temporal tiene importantísima relevancia en

orden a la salvación de las almas y al combate de los errores del secularismo. La evangelización no se debereducir a una práctica sacramental, aunque esta de sí sea absolutamente esencial. Asimismo, esindispensable que apoyados en la fe y en la caridad y como consecuencia de estas virtudes los cristianosordenen su existencia en función de las promesas y exigencias del bautismo. Aún más, la entera sociedad de

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los hombres debe ser una preparación, un “noviciado” 5 con vistas a la eternidad. Por ello, es indispensableque la sociedad temporal se deje penetrar y modelar por los principios del Evangelio a fin de permitir yfavorecer la práctica de la virtud que es un fin primordial de la vida en sociedad pues los fines propios,específicos y diversos tanto de la esfera temporal como de la espiritual convergen en la finalidad suprema deprocurar el bien común:

Realmente, el fin de la sociedad y del Estado es la vida virtuosa en común. Ahorabien, las virtudes que el hombre está llamado a practicar son las virtudescristianas, y de éstas la primera es el amor a Dios. La sociedad y el Estado tienen,pues, un fin sacral (cfr. Santo Tomás,  De regimine principum, I, 14-15). Porcierto, es a la Iglesia a quien pertenecen los medios propios para promover lasalvación de las almas. Pero la sociedad y el Estado tienen medios instrumentalespara el mismo fin, es decir, medios que, movidos por un agente más alto,producen un efecto superior a sí mismos.6 

De manera que podemos concluir con el Papa Pío XI que “de esta nueva difusión por el mundo del

espíritu evangélico, que es „espíritu de moderación cristiana y caridad universal‟, confiamos que

saldrá la tan deseada total restauración en Cristo de la sociedad humana y la „Paz de Cristo en el

Reino de Cristo‟”. (QA, 4 c)

Siglas de los documentos consultados

AA. Decreto Apostolicam Actuositatem sobre el apostolado de los seglares. Concilio Vaticano II.AG. Decreto Ad gentes divinitus sobre la actividad misionera de la Iglesia. Concilio Vaticano II.AP. Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribeen Aparecida. 2007.CEC. Catecismo de la Iglesia Católica. 1992.CDSI. Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia. Pontificio Consejo Justicia y Paz. 2005.CIC. Código de Derecho Canónico. 1983.CIV. Encíclica Caritas in veritate. Benedicto XVI. 2009.CL. Exhortación Apostólica post-sinodal Christifideles laici sobre la vocación y misión de los laicos en laIglesia y en el mundo. Juan Pablo II. 1988.DCE. Encíclica. Deus caritas est . Benedicto XVI. 2005.EN. Exhortación Apostólica  Evangelii nuntiandi acerca de la evangelización en el mundocontemporáneo. Pablo VI. 1975.GS. Constitución Pastoral Gaudium et spes sobre la Iglesia en el mundo moderno. Concilio Vaticano II.LC. Instrucción Libertatis conscientia sobre libertad cristiana y liberación. Congregación para la Doctrina

de la Fe. 1986.LG. Constitución Dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia. Concilio Vaticano II. 1964.MM. Encíclica Mater et Magistra. Juan XXIII. 1961.QA. Encíclica Quadragesimo anno. Pío XI. 1931.SRS. Encíclica Sollicitudo rei socialis. Juan Pablo II. 1987.

5 “A Igreja ensina que a vida terrena deve ser comparada a um noviciado. O noviço deve adquirir os conhecimentos e as virtudesque tornem apto para a vida religiosa. O homem deve adquirir, na vida terrena, os conhecimentos e as virtudes que o tornem apto

para o Céu”. (Corrêa de Oliveira, Plinio. A ordem temporal sacral, “ministra” da Igreja. En: Revista Dr. Plinio, N° 44, noviembrede 2001, p. 23).6 Corrêa de Oliveira, Plinio. Revolución y Contra-Revolución, parte 1, cap. VII.