LA COMEDIA DEL AMOR -...

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TEATRO COMPLETO DE IBSEN. = TOMO 111 LA COMEDIA DEL AMOR a a LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA

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TEATRO COMPLETO

DE IBSEN. = TOMO 111

LA COMEDIA DEL AMOR a a

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA

IBSEN

TEATRO COMPLETO - TOMO 111

LA COMEDIA DEL AMOR Los pretendientes de la corona

TRADUCCIÓN CASTELLANA

DI!

PEDRO PELLICENA

EDITORIAL MUNDO LATINO MAD'RID

FRlJLM 839.822 123 C64 Ej.1

ES PROPIEDAD

1044877

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Imp. Garrofé.-Villarroel, 12 y 14.-Barcelotía

LA COMEDIA DEL AMOR (K]<ERLIGHEDENS KOMEDlffi)

COMEDIA SATIRICA EN TRES ACTOS

PERSONAJES

SE~ORA HALM, viuda de un empleado. SVANHILD. ANA.

1 Sus hijas.

FALK, escritor joven. Pensionistas de la !<e-

LIND,estudiante de Teología. ñora Halm. GULDSTAD, comerciante. STYVER, escribiente en una oficina del Estado. SE~ORITA SKffiRE, su prometida.

STRAAMAND, pastor. SE~ORA STRAAMAND, su mujer.

Estudiantes, huéspedes, casados y novios . Las ocho hijas del Pastor. Cuatro tías, una asistenta, un ordenanza (actuando de

criado) y varias doncellas.

/

La acci6n se desenvuelve en la- casa de campo de la señora Halm, en Christiallía .

«LA COMEDIA DEL AMOR» fué publicada por primera vez ' en 1862 en Christianfa, con el título «Kj cerlighedens Komedie~, y no fué rel'resentada hasta el 24 de NoviemQre de 1873 en el Teatro de Christianía. EIi francés (traducci6n Colleville y Zepelin) se titul6 «La Comedie de l'Amoun; en italiano «La Commedia del Amore»; en ~lemán «Die Komcedie der Liebe», y en ruso «Kotaedija Rjubvi» . En castellano existen las · traducciones publicadas por la .Es­paña Moderna~, primero, y por la casa Sempere de Valen-cia, despuh. -

ACTO PRIMERO

Jardín inglés, e1ega~te, cuidado y 'de buén gusto. Al fondo el IdiordlJ, y más allá islas . A la derecha casa con mirador y encima ventana de bohardilla abierta. A la izquierda; en primer término, pabe­llón con bancos y mesa . :'El sol de la tarde alum­bra espléndidamente el paisaje. Comienza el es­tío. Florecen los árboles frutales.

Al levantarse el tel6n, bajo el mirador, están la señora Halm y Ana bordando y la. señorita Skcere leyendo un libro. En el pabell6n, so­bre. la mesa, una. ponchera llena y vasos, y sentados en torno de lal mesa Falk, Lind, Guldstad y Styver. Al foro, sola, Sva:nhild, senta.da a la orillal del mar.

Derecha; e izquierda, las del Illctor.

FALK (Vaso en mano, se pone en pie y canta)

i En el jardín alegre, bendito sea el día creado para darnos fortuna y alegría! i Olvida que prometen las flores estivales delicias que no cumplen" los frutos otoñales!

'i Mira! i Mira! i Florece el m~nzano! ¿Y qué importa que el viento destruya la flor perfumada que cría el verano?

8 IBSEN'

CORO m: HOMBRES

¿ Y qué importa que el viento destruya la flor perfumada que cría el verano?

FALK

,{ Para qué hay que pensar en los frutos cuando el árbol produce la flor? ¿ Para qu.é suspirar y quejarse de la vida en que impera el . dolor? ¿ Para. qué un espantajo inventar? ¿ Para qué día y noche temblar?

j Compañeros! j Hermanos! Alegres escuchemos el canto divino de las aves que entonan su trino.

CORO DE HOMBRES

j Compañeros! j Hermanos! Alegres escuchemos el canto divino de las aves que entonan su trino.

FALK

¿ Por qué quieres echar de las ramas, cargadas de flores, al ave canora? ¿ Porque frutos de otoño 'devora? Algún pago has de darle del canto. También tú ganarías trocando, por frutos tardíos, alegres canciones, porque él tiempo que huye volando se va con tu vida, con tus ilusiones.

CORO DE HOMBRES

j Porque el tiempo que huye volando se va con tu vida, con tus ilusiones!

~A COMEDIA DE~ AMOR

FAI.K

j Quiero mi virla vivir cantando mientras no muera la última llor ! Pero si muere, que sin temor barran las hojas que estén marchitas y las arrojen al muladar para las bestias alimentar. j Si he logrado la flor perfumada no me importa la flor profanada!

CORO DE HOMBRES

j Si he logrado la flor perfumada no me importa la flor profanada!

(Beben todos los hombres.)

FALK.-'(Dirigiéndose a laiS mUJeres.) Esta: es la canción que nos habíais pedido. Perdonadnos si la encontráis pobre en pensamientos.

GULDSTAD.-Es rica en rimas. SEÑORITA SKeERE.-(Mirando en torno suyo.) Pero

Svanhild, que parecía tan intrigada por la canción de Falk, abri6 las alas y huy6.

ANA.-(Señalando a,l foro.) j Allí está! SEÑORA HALM.-(Suspira,ndo.) j Qué niña! i Nun­

ca podré sacar partido de ella! SEÑORITA SKeERE.-Pero oiga usted, Sr. Falk. Me

parece que la canci6n era ¿ c6mo 10 diré yo? menos poética al fin que al principio.

STYVER.-Y, sin embargo, hubiera sido fácil me­j orar el final.

FALK .-(Brinda,ndo con Styver.) Se hace 10 que se puede. Hay que acertar con el final.

STYVER .-(Hablando cfistraídmente.) j Es muy fácil! j También yo 10 he probado!

GULDSTAD .-¿ C6mo? j (I'ambién usted ha galo­pado en Pegaso?

10 LBSEN

SEÑORITA SKa:RE.-i Sí! i Mi novio es poeta ! STYVER.-i Un poco! SEÑORITA SKa:RE .-(Dirigiéndose a las señoras.)

Sí: en el fondo es muy romántico. ANA.-Ya lo sabemos. STYVER.-Hace mucho tiempo que no lo niego. FALK.-El romanticismo se desconcha como la

pintura, envejeciendo. ¿ De modo que en otro tiempo ? ..

STYVER.-Sí, en otro tiempo, cuando estaba ena­_ morado.

FALK.-¿ Enamorado? Y ahora, ¿ no lo estás? STYVER.-Ahora soy novio oficial y me parece me­

jor que estar sencillamente enamorado. FALK.-Tienes razón, amigo mío. Has recibido un

ascenso; de , enamorado que eras te has convertido en novio.

STYVER.-(Con amarrga sonrisa.) i Es raro! Cuan­do me estudio y pienso en lo que fUÍ, me parece que soy otro. (A Falk.) Tal vez no 10 creas; pero hace siete año~ . componía versos' ocultándolos en mi escritorio.

GULDSTAD·-i Silencio! i Tiene la palabra el es­cribiente!

STYVER.-Sí; generalmente era por las noches. Acabado el trabajo del día, alineaba versos unos en pos de otros.

FALK.-Hincabas la espuela en Pegaso y en se­guida comenzaba a ' galopar.

STYVER.-Lo aprovechaba todo: el papel timbrado y el ordinarrio.

FALK.-Así, pues, tu poesía era de fuente divina. Pero dime : ¿ qué hiciste para penetrar en el templo?

STy.VER.-El amor, amigo mío, me ay.udó. O más claro : la señorita Skcere, hoy mi novia oficial, que en aquella época era solamente . ..

FAI.K.-¿Tu amor?

LA COMEDIA DltL AMOR II

STYVItR.~(Continuando.) j Singular época ·de m1

vida! Ya no estudiaba, ni siquiera cortaba mi pluma, y cuando ruidosamente desgarraba "el papel, este ruido me parecía acompañamiento necesario y agra­dable a lo que escribía. Por fin la escribí.

FALK.-¿A la que ibas a convertir en tu novia oficial?

STYVER.-Sí. j Pues figúrate que cuando r.ecibí la contestación afirmativa a mi demanda, todo acabó!

FALK.-Es que una vez seguro de tu pasión te creías agigantarte ante el pulpitre.

STYVER.-j Claro está! FALK.-Y desde entonces ya no haces versos. STYVER.-Desde entonces no. Ya no ·es necesario

y ahora me parece que la inspiración me huye. Hasta cuando tengo que componer un verso por compro­miso pa.ra alguna fiesta, me parece que las rimas no se ajustan a medida. No sé por qué, pero escribo De­recho en vez de versos.

GULDSTAD.-(Trincando con StY'V'er.) j No por eso vales menos! (A Falk .) ¿Pensáis que sólo existe la barca en el río de la felicidad .para transportaros? . . j Echad una mirada a lo lejos antes de embarcar! Que la cancÍón sea poética o no, ni lo sé ni me im­porta. 5610 sé que la morales desastrosa . . ¿ Qué' de­cir de vuestras ideas en materia económica? j Dejar que las aves piquen los botones de las flores -sin preo­cuparse de los sabrosos frntos del otoño! j Dejar que se convierta el jardín en muladar para que coman

"las bestias! j 'Señorita Halm, bonito estaría su jardín en la próxima primavera!

FALK.-(Le1lantándose.) j La futura primavera! j ·La futura! Odio la idea que encierra la palabra futura, que convierte en desgraciado a todo ser que goza de una felicidad actual, de una alegría pfesen­te. j Si fuera el amo, el emperador del iclioma, qué pronto enviaría el cordón de seda para destruir en

lBSltN

un momento y sin compasi6n esa palabra desprecia­ble, como la b Y la g de la gramática de Knudsen!

STYVER.-¿ Por qué odias tanto la palabra dulce llena de esperanza?

FALK.-Porque ensombrece el día luminoso. «El pr6ximo amor! j La mujer futura! j La comida si­guiente! j La otra vida!» La preocupaci6n de esta idea convierte al hombre más afortunado en mendigo. j Cuánto más a lo lejos miréis delante de vosotros, más esa palabra empequeñece vuestra vida, destru­yendo la alegría, del momento! . ¿ No podrás nunca detenerte un instante, tranquilo con tu alegría, sin embarcarte para nuevas orillas, descansando un mo­mento en la playa presente? No; hay que apresu­rarse a huir, y siempre así! i hasta la muerte! Y sólo Dios sabe si aún después de la muerte el reposo es definitivo.

SEÑORA HALM.-j ~sta, Sr. Falk! ¿ Cómo se atre­ve usted a hablar así?

ANA.-(Soñadora.) j Ah! ¡Sí! Yo comprendo le que dice y sin duda tiene raz6n.

SEÑORITA SK<ERE.-(Alarmada .. ) Mi novio no ne­cesita oir semejantes teorías. Ya 'es bastante raro. (A Sty-ver.) Oye.

STYVER.-(Ocupado en limPia..- su pipa.) Te es­cucho.

GULDSTAD.-(A Fallk.) Sin embargo, una cosa se me ocurre, y es que debía usted ser más previsor. Si usted pone, hoy por ejemplo, todo su talento en los versos y mañana se queda corto, créame, la crítica será crueL

FALK.-No llegaría a apercibirse de mi caída. Al contrario, la crítica y yo nos iríamos tranquilamente del brazo por el camino de la mediocridad . (Cambian­do de tono .) ¿ Pero qué te pasa, Lind, con ese aspecto soñador? ¿ Es la arquitectura la que así te absorbe·?

LIND.-(Dándose. cuenta .) ¿ Yo? ¿ Qué?

LA COMEDIA DEL AXOIt 13

FALK.-¡ Como no apartas la vista del balc6n I ¿ Admiras los arcos ligeros del mirador? ¿ O tal vez los detalles preciosos de esa puerta admirable­mente esculpida? ¿ Es tal vez la ventana? ¡ Porque allí tienes clavada tu vista!

LIND.-(Radia.nle.) ¡ No! Nada solicita mi pensa­miento; a.quí estoy y aquí me siento vivir. Me em­briago en la hora presente y no me preocupo del mañana. Gracias, amigo mío, por tu canción, por tu himno alegre a la primavera; has sabido expresar muy bien lo que sentía. (Le'Vanta el 'Vaso y cambia una mirada imperceptible con Ana.) j Brindo por el perfume de la flor, sin preocuparme del fruto! (Bebe.) FALK.~(Con asombro, pero disimulando su emo­

ci6n en el tono ligero con que ha,bla.) j Hay noveda­des, señoras! j Acabo de hacer un prosélito!' Ayer Lind se paseaba con el libro de salmos en el bolsillo y hoy toca el tamboril poético. Dicen que el poeta nace. Sin embargo, a veces ocurre que un vulgar escribiente se hace engordar como ganso, y tanto, tan bien relleno de ritmos y de rimas, que su ser interior (hígado, tripas, molleja) aparece henchido de grasa lírica y de aceite poético. (A Lind.) Por lo demás, agradezco tu buena voluntad. Ahora seremos dos para pulsar la lira.

SEÑORITA SKeERE.-Usteá Sr. Falk, trabaja de­masiado en el campo apacible, en que está solo, rodeado de ramas floridas.

SEÑORA HALM.-(Sonriendo.) Al contrario; es Un perezoso empedernido.

SEÑORITA SK<ERE.-Como pensionista de la seño­ra Halm, os hubiera creído entregado por completo a la ·poesía. (Señalando hacia la izquierda.) Ese pa­bellón medio oculto bajo ramaje sombrío ¿no es ideal para un poeta?

FALK.-(Se acerca aZ mira40r y se a#oyIL en. ~a

I4 IBSltN

balaustradJ».I Envolved mis ojos en las nubes de la ceguera y seguiré cantando las bellezas de la luz. Entregadme durante un mes a un dolor terrible, a una pena inmensa, y seguiré cantando la alegría de vivir . i Pero antes, señorita, encuéntreme una prometida que sea para mí luz, Dios! La pido en vano al Todopoderoso; sigue sordo a mi ruego.

SEÑORITA SK(zRE .~Eso no es serio. SEÑORA HALM .~Es a:)ominable. FALK.-No creáis que pido esa prometida pGra

ir del brazo con ella a entretenerme en pGseos mun­danos. No. Tendría que seguirme en mis pere~i­naciones salvajes y alegres hacia el Ideal, hacia tierras desoladas, hacia desiertos eternos. Mi alma necesita una gimnasia; ésta le sería muy conve­niente.

SVANHILD.-(Que se ha ido acercando P'oco a poco se encuentra cerca del joven, y con voz firme y alegre a la vez, le d.ice:) Rogaré al cielo pGra que le conceda lo que acaba usted de pedir; pero si 10 consigue, sea usted digno de la felicidad que ha pedido.

FALK.-(Con sorpresa.) ¡Señorita Svanhild! ¿ Us ted habla así? Pues bien: tendré valor . Pero ¿ he de creer en la eficacia de su oración? Hay que ser astuto con el cielo, y aunque veo en usted un' fer­viente deseo de hacer perder la· paz a mi alma, hay que saber también si su fe es muy robusta.

SVANHILD.-(Entre burlas y veras.) Cuan.io el pesar entenebrezca la primavera -florida y luminosa de su vida, cuando el dolor le atormente noche y día, entonces comprenderá la fuerza de mi fe. (Se acerca al grupo de señoras.)

SEÑORA HALM.-(En voz baja .. ) ¿ Cuándo haréis las paces? ¿ Para qué molestar al Sr. Falk?

(Continúa riñ éndola en voz baja. La señorita SkCBre se acerca y se mezcla en la con'lleTsa~

LA COMlÚ>IA DEL AMOR 15

ci6n. Svanhild, silenciosa, permanece' indi­ferente.)

FALK .-(Pensativo, se a,cerca: al pabell6n murmu­ra1ndo :) La confianza brilla en el fondo de sus oios. ¿Habrá que creer que el cielo se digne ? ..

GULDSTAD.-El cielo no se dignará, créame usted a mí. Dios estaría loco, dicho sea con todos los res­petos debidos, si se ocupase de estos asuntos. Créame usted, señor poeta; 10 que le hace falta es ejercicio, movimiento para los brazos, para. las piernas, para todo el cuerpo. No siga usted siempre igual, echa­do de espaldas y contemplando las hojas de los árboles. j Parta leña si no encuentra ocupaci6n mejor! j'y en quince días se irán todas esas ideas locas!

FALK.--Sí, me quedaré quieto como asno entre dos costales de paja. A la izquierda me empujan los bienes carnales y a la derecha los goces del espíri­tu. ¿ Qué debo elegir?

GULDS'l'AD.-(Llena,ndo los vasos.) j Un vaso de ponche para empenr! j !Esto sirve para apagar a la vez la c61era y la sed !

SEÑORA HALM.-(Mirando al reloj.) Las ocho ya. Pronto llegará el pastor.

(Se levanta. y pone en orden algunos muebles.) FALK.-¿ C6mo? ¿ Vamos a tener sacerdotes? SEÑORITA SKa:RE.---$í. SEÑORA HALM.-Ya se lo dije el otro día. ANA .-No, mamá. El Sr. F ,alk se había ido. SEÑORA HALM.-j Toma! i :Pues es verdad! Pero

no tenga usted miedo. Será una visita agradable. FALK.-¿ Quién es ese pastor que trae consigo el

placer? SEÑORA HAI,M.-El Sr. Straamand. FAI,K.-Creo recordar el nombre; I me parece ha­

ber leído que ese pastor, diputado a Cortes, iba a venir aquí a dar conferencias políticas.

IBSEN

STVVER.-j Sí! I Es un orador! GULDSTAD.-Desgraciadamente tiene un defecto

de pronunciación. SEÑORITA SKCERE.~Vendrá con su mujer. SeÑORA HALM.~Y con sus hijos. FALK.-Para divertirles antes de tratar la cuesti6n

sueca o el Consejo de Estado; ya comprendo. SEÑORA HALM.-Ese sí que es un hombre, ca­

ballero. GULDSTAD.-En su juventud fué algo calavera. SeÑoRITA SKCERE.-(Con indignaci6n.) ¿ Cómo se

atreve usted? Desde mi niñez siempre oí hablar con el mayor respeto del pastor Straamand y de la no­vela de su vida, hasta por las personas más . dignas de consideraci6n.

GULDSTAD.-(Riéndose.) j Novela.! SEÑORITA SKCERE.--Sí; denomino novela a aquello

que no puede ser comprendido por seres vulgares. FALK.-Despiertan ustedes mi curiosidad en su­

mo grado. SeÑoRITA SKCERE.~(En el mismo to-no.) j Dios

mio! I S:empre hay personas que se burlan de los sentimientos más delicados! ¿ Se acuerdan aún de aquel desgraciado e impertinente bribonzuelo, ape­nas bachiller, que se permitió criticar nada menús que el «Guillermo Russeln? (r)

F ALK.-Pero, en resumidas cuentas : ¿ ese pastor de pueblos es un poema viviente, un drama bíblic;) o algo parecido?

SIlÑORITA SKCERE.---I(Conmovida, saltándole las lágrimas.) No, Falk; un hombre de gran corazón, y cuando un ser sin generosidad puede pronunciar semejantes infamias ...

FALK.-Y tan terribles .. ~

JI) Drama noruego de Much, autor respetado )?9f sll.!¡ UJ,os más 'lue 1?or su!> obl,"as.,

LA COMEDIA DEL AMOR

SEÑORITA SKCERE.-Comprenderá usted que . .. FALK.-Sí, está clarísimo. Pero lo que no veo

tan claro es el fondo de la novela en cuestión Me figuro que debió ser algo infinitamente conmovedor Pero, ¿ no sería posible ponerme al corriente, en pocas palabras, de la aventura?

. STYVER.~Voy a contar lo esencial. SEÑORITA SKCERE.~No ; déjeme usted a mí, que

conozco todos los detalles. SEÑORA HALM.-j Yo también! SEÑORITA SKCERE.-j 'Perdone usted, señora! j Ya

había empezado yo! Cuando el pastor era estudian­te, Sr. Falk, pasaba ya por una. de las inteligencias más despejadas de la capital. Era un gran crítico y entendía hasta de modas.

SEÑORA HALM .~Representaba también en come­dias de salón .

SEÑORITA SKCERE.-j ¡Ya lo iba a contar! Era músico ... pintaba ...

SEÑORA HALM .-¿Recuerda usted qué bien ha­bIaba?

SEÑORITA SK<ERE.-j Espere usted! ·· j Ya lo iba 2 contar! Escribió el libro y compuso la música de una obra que un editor publicó y que había titulado ((Siete sonetos a mi queridísima Maren)), Dio::. mío! j Qué bien lo cantaba, acompañándose él mismo con la guitarra!

SEÑORA HALM.-¿ Era genial! j Es indudable! FALK .-Un pícaro viejo que no buscó su ciencia

sólo en pergaminos enmohecidos, declaró que el amor podía aniñar a los Petrarcas con la misma fa­cilidad que los rebaños y la ociosidad creaban los patriarcas. Pero, ¿ quién era Maren?

SEÑORITA SKCERE.-j La que él amaba y váls a conocer! La hija de una firma importa.nte.

GULDSTAD.-Sí, de una Sociedad para la explo­tación de la madera.

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SEÑORITA SKiliRE.-(Fría.m ente .) El sejior debe saberlo.

GULDSTAD.---Sí, comerciaba con Holanda. SEÑORITA SKiliRE.-Pero ese es el aspecto mate­

rial de la cuestión . . . FALK.-Pero, ¿cómo es eso? ¿La hija de una

firma? SEÑORITA SKiliRE.-(Siguiendo.) Sí; de una So­

ciedad que poseía grandes capitales. Puede usted figurarse si estaría cortejada la hija de unos co­merciantes tan importantes. Muchos pretendientes se presentaron.

SEÑORA HALM.-Entre ellos un gentilhombre. SEÑORITA SKiliRE.-oPero Maren defendi6 Vlale­

rosamente su cor.azón. Había encontrado a Straa­mand en el teatro dramático y le había amado.

FALK .-El ejército de enamor,ados tendría que batirse en retirada.

SEÑORA HALM.--Sí; una novela de veras, ¿ no es verdad?

SEÑORITA SKiliRE.-Añada a ello un padre vie­jo y cruel que consideraba como juego separar dos comzones. Para colmo de desgracias, creo que había un tío por medio. Sin embargo, contra todos, per­manecieron fieles el uno al otro, soñando los ena­morados con una cabaña cubierta de paja y una cabrita que los :alimentase.

SEÑORA HALM .-O a 10 sumo una vaquita. SEÑORITA SKiliRE.-En resumen, como muchas

ve\!es decían, no necesitaban más que un arroyue­lo, una choza y sus corazones.

FALK.-Y, ¿ qué más? SEÑORITA SKa:RE.-EUa rompió con su familia. FALK.-¿Cómo es eso? ¿Rompi6? SEÑORA HALM.-Así 10 hizo. FALK.-Fué decidida ..

LA COMEDIA DEL AMOR 19

SEÑORITA SKCERE.-Y subió a la bohardilla de su Straamand.

FALK .-¿ Subió? ¿ Cómo? ¿ Antes del Sacramento? SEÑORITA SKCERE.-Pero, ¿ qué dice usted? SEÑORA HALM.-lVIi pobre marido firmó el acta

corno testigo. STYVER.-(A la señorita Skaore.) Fué tu silencio

lo Que ocasionó el error. En la conversación es im­portante proceder por orden cronológico . Lo único que digo es que no me puedo explicar cómo se de­cidieron a tales extremos.

FALK.-En efecto. Es de presumir que ni la ca­brita ni la vaquita pudieran habitar con ellos en la bohardilla.

SEÑORITA SKCERE.- I(A S~y'Ver.) No olvidemos, amigo mío, que el amor 10 suple todo. El la amó a 105 sones de La guitarra y ella dió lecciones de piano.

SEÑORA HALM.-Además, encontraron crédito en­tre los proveedores.

GULDSSTAD.---Sí, dur,3nte un año, hasta la quie­bra de la Sociedald.

SEÑORA HALM.-Entonces Straamand obtuvo una parroquia en el Norte, no sé donde.

SEÑORITA SKCERE.-Y en una carta que leí juró no vivir más que por Dios y por ella.

FALK.-Y este es el fin de la novela . SEÑORA HALM .-(Le'Vantándose,) Pasemos al jar­

dín y veamos si han llegado. SEÑORITA SKCERE.-(Poniéndose el abrigo.) El

aire es frío. SEÑORA HALM.-Es verdad. Svanhild, tráeme el

chal. LIND.-(A A na ap:a,rte.) ¿ Vamos? ¿ Vienes?

(S'Va,nhild entra en la casa. Todos; menos Falk, se dirigen al foro y se 'Van p'or la: derecha'. Lind, que les seguía, se pa,ra y 'Vuel'Ve .)

20 IBSEN

LIND.-j Querido amigo! FALK .~j Querido amigo! LIND.~j La mano! j Qué feliz soy! j Reviento

si no 10 digo! FALK .-j Calma! Primero voy a interrogarte;

después serás condenado y ejecutado. ¿ Qué con­ducta es la tuya? ¿ Has encontrado un tesoro sin darme parte a mí, a tu amigo? Porque tú has ga­nado el premio grande en la lotería de la fel'cidad .

LIND .- Sí; he cazado el ave maravillosa de la felicidad.

FALK.-¿La cazaste viva sin ahogarla en la trampa?

LIND.-En dos palabras 10 comprenderás todo; estoy prometido.

FALK.-¿Prometido? LIND.-Sí; desde hoy . Sólo Dios sabe 10 que me

costó hablarle. Nadie se lo puede imaginar. La niña hermosa se ruborizó. ¿ Comprendes, Fa1k? j Me he atrevido I Me escuchaba y me parecía que lloraba. ¿ No es buena señal , amigo mío?

FALK.-Seguramente . Sigue. LIND.-Y ya estamos prometidos. ¿No es ver­

dad? FALK .-Así lo creo. Sin embargo, para tener

más seguridad sería conveniente preguntárselo a la señorita Skcere.

LIND.--,-Es inútil. Estoy seguro . Lo . siento. j Es­toy tan poco inquieto, tan tranquilo, tan despro­visto de temor! Has de saber que me permitió to­car su mano al servirme el café.

FALK.-(Le'Va.ntaJ el 'Vaso y bebe.) j QUt flores primaverales perfumen vuestra unión! LIND.~(Ha;ciendo lo mismo.) Y yo juro con ener­

gía, santamente, que la he de amar hasta la muer­te, .porque la adoro. j Es exquisita!. ..

LA COMEDIA DEL AMOR 21

FAr..K.~j Ah! ¡ Enamorado! ¿ Y por eso aban&>­nabas la ley y los profetas?

LIND.-Bí; y tú creías que era consecuencia de tu canto filosófico.

FALK .-Amigo mío, los poetas están sujetos a ilusiones.

LIND.-(Con seriedad.) No creas, Falk, que la (elicidad mate en mí al teólogo. No; el libro me parece insuficiente como escala de Jacob para. po­nerme en comunicación con Dios. Ahora pediré a la vida este lazo de unión. Me siento mejor. La brizna de hierba es para mí objeto de ·admiración y el insecto que se arrastra a mis pies tiene derecho a su parte de felicidad .

FALK.-Pero, dime . . LIND.-No; te lo he dicho todo . Es mi secreto,

que ahora conocemos tres. FALK .-Bí; ya, entiendo. Pero me parece que te

preocupas poco del porvenir. LIND.~¿ Yo? ¿ El porvenir? No; vivo la hora

presente y bendita en esta alegría primaveral que hipnotiza la mirada. Mi amada y yo tenemos en la mano las riendas del destino. Ni tú ni Guldstad, ni siquiera la señora Halm, se atrevería a decir al botón delicado de rosa apenas entreabierto: j Marchítate! Porque yo quiero vivir; ella · aspira a la vida, y, contra todos, la flor amada se abrirá en todo . su esplendor .

FALK.-Está bien, hermano . ¿De modo que te espera la felicidad?

LIND.-Estoy borracho, como hombre embriaga­do por una canción loca . No reconozco obstáculos. Aunque se abriera un abismo a mis pies lo fran­quearía por terror que inspirase.

FALK.-En prosa eso quiere decir que el amor te ha transformado en reno.

LIND.-Bi huyera con el rebaño salvaje de renos,

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mi pensamiento, más rápido que el ave, volaría ha­cia quien yo sé.

FALK.-Tendrá que volar desde mañan<I. ¿No eres uno de los cuatro amigos que parten para la montaña? Seguramente no necesitarás la pelliza forrada.

LIND.-¿ Uno de los cuatro? j Que vayan solos! Para mí el aire puro está en el valle. Para mí aquí están las flores, aquÍ los vastos horizontes del fiord, aquí el cuchicheo de l(ls hojas, el canto de los pá­jaros, el grito de las ninfas de la felicidad, porque ella se encuentra aquí.

FALK.-En el valle de Aker las ninfas son tan raras como el alce. Hay que sujetarlo por la cola cuando se encuentra. (Mirando hacial la ca:sa.) j Si-1encio! j Ahí viene Svanhild !

LIND.-(Dándole un a.p'ret6n de manos.) Me voy. N o digas a nadie el secreto que nos liga a los tres. Y gracias, amigo, por tu discreción . Entierra el secreto en lo más profundo de tu alma.

(Vase por el foro. Falk le sigue con la vista, se pasea, por las avenidas del jardír¡" procu­rando' dominar la emoci6n que le invade. Po­co después Svanhild saled.e la casa. con un abrigo al brazo y se dirige al foro . Falk se a·cerca y contemp'lal fijámente a la, joven. Svanhild se para .)

SVANHILD.-(Después de Ultal pausa, corta,. ) ¿ Por qué me mira así?

FALK .-(Como si h Ib lara consigo mismo.) j Es el rasgo característico! En el mar de los o jos arroja una sombra profunda y se completa con la ironía diabólica de los labios. j Ahí está ese rasgo!

SVANHILD.-¿ Pero qué dice usted? j Casi me asusta, !

FALK.-¿ Usted se llama Svanhild? SVANHILD.-¿ No 10 sabe usted?

LA COMED1A bEL AMOR 23

FALK .-Pero ese es un nombre grotesco, señori­ta . Hágame usted el favor de cambiarlo esta misma noche .

. SVANHILD.--SerÍa egoísta, poco filial. FALK.-(R iéndose. ) j Ja! j Svanhild! j Svanhild !

(Con seriedauf, rep'entina .) ¿ Por qué le dieron seme­jante morir habemos desde el nacer?

Sv ANHILD .-¿ Es feo mi nombre? FALK.-j Oh! j No! j Sublime como un poema!

Pero demasiado vasto, demasiado noble, demasiado austero para tiempos como el nuestro . ¿ Cómo po­dría una señorita de nuestros días responder al pensamiento que evoca el nombre de Svanhild? j No! j Arrójelo muy lejos como arrojaría un ves­tido usado!

SVANHILD.-¿ Le hace a usted hablar así el re­cuerdo de Svanhild, hija del rey de la. leyenda?

FALK.-De Svanhild inocente, pisoteada por el casco del caballo .

SVANHILD.-j Pero las leyes actuales 10 prohi­ben! No; enhiesta sobre la silla, muchas veces en sueños me sentí transportada a lomos del caballo que galopaba, mientras yo, valerosa y confiada, permitía que flotasen sus crines al viento, como bandera de libertad .

F ALK.-Lo sé. En sueüos nadie se preocupa de barreras ni de obstáculos; nadie teme emplear la espuela; pero en la vida real permanecemos pru~ dentemente a pie, porque la vida es preciosa para

. todos y nadie quiere dar el salto peligroso . SVANHILD.-j No es verdad! j Digame un fin y

me arriesgo! Pero es necesario que el fin merezca el peligro. Para atravesar el desierto es preciso que al final haya una California.

FALK .-(Burlándose .) j SÍ! j Ya entiendo! j To­dos son así hoy en día!

SVANHILD.-(Con entusiasmo.) j Naturalmente!

24 IBSEN

¿ Para qué izar la vela cuando no sopla viento en el fiord?

FALK.-(Con ironía.) ¿Para qué fustigar con el látigo o herir con la espuela, si ninguna recompen­sa espera al que se arrancó de la comida y del re­poso para aventurar.se a 10 lejos, ' valerosamente montado en la silla? Hacer por hacer es noble; pero la nobleza es cosa baladí en nuestro tiempo. ¿No es verdad que piensa usted así?

SVANHILD.-Bueno. Mire usted el manzano que está cerca -de la haya. Este año no tiene flor ni fruto. El año pasado lo habría visto hermoso, r.on la, copa inclinándose al peso de los frutos.

FALK.-La creo. Pero, ¿ qué deducción saca? SVANHILD.-(Con cortesía . ) Que al árbol que dió

espléndidos frutos y por darlos se debilitó, no se le puede exigir todos los años la misma riqueza.

FALK.-Ya me figuraba yo que sabría usted sacar una consecuencia, juiciosa de su historia.

SVÚ'HILD.-8eguramente el valor en nuestros días tiene una fuerza relativa. ¿ A quién se ama hoy? ¿ Quién consiente en sacrificarse? ¿ Dónde está el héroe?

FALK.-(Miránd:ola fijamente .) Y, ¿ dónde la Wal­quiria ?

SVANHILD.-(Moviendo la cabeza.) La, Walquiria no es necesaria. El año pasado, cuando las persecu­cione~ contra los cristianos en Siria, ¿ se hizo usted cruzado? No. Escribió unas cuantas palabras elo­cuentes en, un papel y envió el importe de su sus­cripción a un periódico clerical.

FALK.-(Falk pa,rece que va a resp'onder, púo se calla y se dirige halCÍal el fondo del jarrdín.)

SVANHILD.-(Le mi m, se a:cerca y le pregunta con dulzura.) ¿Está usted enfadado, Falk?

FALK.-No. Me paseo y pienso. Nada más.

lA COMEDIA DEL AMOk

SVANHILD .~(Soliadora. , con comp'asi6n.) Hay en usted dos seres diferentes. FALK.~Lo sé. SVANHILD .~(Con violencia .. ) ¿Por qué es usted

así? FAI.K.-¿ Por qué ? Porque tengo miedo a enseñ;ar

al mundo mi alma como todos ; a ir con el coraz6n desnudo como las jóvenes llevan los brazos al aire. Solamente usted Svanhild, hubiera sabido.. al me­nos así lo creÍ.a .. .. pero todo acabó. (Se vuelve, ella se dirige al pab e1l6n y se queda quieta. de pronto como escucha,ndo.) ¿ Qué escucha usted?

SVANHILD.-Otra voz que me habla. ¡ Ps:t ! ¡ Psit ! TQdas las tardes al caer el sol, viene un pajarillo ;ll

pararse aquí. ¡ Mire usted! Ya sale -de su nido de verdor. Pues bien: estoy profundamente conven­cida, creo firmemente que Dios ha dado por compa­ñero .a. cuantos neg6 el don del canto, un pajarillo que canta para él sólo y en su jardín . FA.LK .~(Cogiendo una piedra.) Pero antes es ne­

cesario que el pajarillo y el amo se pongan de acuer­do para que no tenga el artista que llevar su canto al jardín vecino.

SVANHILD.--Seguramente; pero yo estoy de acuer­do con el mío . No se cantar ni hablar con arte; pero cuando el pajarillo gorjea. armoniosamente en­tre las hojas me parece que canta en mi propio co­raz6n. ¡ Ah! ¡ Va se va!

(Falk a.rroja una piedra con grarn violencia.) SVANHILD.-(Gritando.) ¡ Dios mío! ¿ Qué hace us­

usted? ¡Lo ha matado! (Sale corriendo y vuelve.) ¡ Es abominable! ¡ Es cruel!

FALK.-.(Con c6lera y p'aiSi6n .) ¡ No! ¡ Ojo por ojo, Svanhild, y diente por diente! Ahora no tendrá usted lazo de unión con el cielo. Ya no habrá más canciones para usted. Me vengo de lo que me hizo .

. SVANHILD.-¿ De lo que le hice?

IBSEN

FALK.-Sí; también mi corazón tenía un ave, armonioso' compañero que cantaba. Usted 10 mató. Así la campana funeral doblará por los dos paja­rillos.

SVANHILD.-¿ Que yo 10 maté? F ALK.-Sí; 'destruyendo mi fe en usted, mi fe

tan juvenil, tan alegre. Sí; usted la mató al despo­sarse.

SVANHILD.-Pero, j explíquese usted! Se lo ruego. FALK.-Sí; ya está convenido . Al terminar sus

estudios teológicos obtendrá ~na. parroquia y par­tirá para América.

SVANHILD.-Y heredará un buen pico. ¿ Por qué no es verdad que está usted hablando de Lind?

FALK.-Usted debe saberlo. SVANHILD.-(Sonl·iendo . ) Sí, lo sé, como herma­

na que soy de la novia FALK.-j Dios mío! ¿No es usted? SVANHILD.-No soy yo la que tiene esa suerte.

Desgraciadamente, no soy yo. FALK.-(Con allegría infantil.) j No es usted!

j iAlabado sea Dios! j Qué bueno y misericordioso es Dios! No la veré a usted perteneciendo a otro hombre. Dios no quiso darme más que la impresión de este dolor. (Quiere coger la mano de la joven.) i ·Escúcheme usted, Svanhild, escúcheme usted! /

SVANHILD.-(Seña.lando rápidamente hacia el foro.) j Mire allá!

(Se dirige a la casa .. A l mismo tiemp-o llegan del foro la se1iora Halm, la. señorita Skrere, Guldstad, Styver y Lind. Poco a poco el sol se ha puesto. Envuelve lal escena. una. scmbra crepuscula.r.)

SEÑORA HALM,-POCO puede tardar el pastor. ¿ Qué hiciste en este tiempo?

SEÑORITA SKCERE .-(Con ráPida mirada al Falk d~ce al Sva.nhild:) Tienes singular aspecto.

LA COMEDIA DEL AMOR

SVANHILD.-Un poco de neuralgia. No es nada. SEÑORA HALM.-¿ Y te paseas así, sin nada a la

cabeza? j Pronto! Prepara el te y arregla el salón, porque la señora Straamand .. .

(Svanhild entra en la casa.) STYVER.-(A Failk .) ¿ Conoces las ideas del pas­

tor? FALK.-No lo creo inclinado a dar anticipos de

sueldo. STYVER.-¿ y si supiera que oculto poesías en mi

escri torio? FALK.-Tal vez fuese beneficioso para ti. STYVER .-lVIenos m.al; porque antes de montar

casa tendremos preocupaciones materiales que son crueles.

FALK .-Peor para ti. ¿ Qué piensas hacer en esa galera?

STYVER,-¿ Puede llamarse al amor galera?' FALK.-AI amor, no; pero sí al matrimonio con

sus cadenas, sus esclavitudes y la pérdida absoluta de la. libertad.

STYVER.-( Viendo a la seííorita Skcere que se apro­xima.) Pero, ¿ tú ignoras el tesoro que componen el pensamiento y la palabra de una mujer?

SEÑORITA SHCERE. - (En voz baja.) ¿ Crees que Guldstad, el comerciante, nos dará su firm.a?

STyvER.-Todavía no lo sé. Lo tantearé . LIND.-(Se acerca con A na y dice en voz baja a

F'allk:) No puedo callarme. Necesito hablar ahora mismo. FALK.-Te equivocas. Un secreto no se debe con­

fiar a nadie. LIND.-¿ De manera que he debido ocultar mi ale­

gría hasta a ti, mi único amigo? No. Ahora, que nuestros ca:bellos son rubios ...

FALK.-¿ Quieres rizarlos? (r). Como te parezca.,

(r). Modismo escandinavo que equivale a otros ·-castella­nos; por ejemplo: _La ocasi6n la pintan calva».

IBSEN

querido. Si esa es tu idea no pierdas un momento en proclamar tus esponsales.

LIND.-Así 10 haré por muchas razones, entre las cuales la primera es que se puede insinuar y de­clarar un pretendiente ignorado, lo cual sería muy fastidioso.

FALK .-Me había olvidado que tú querías algo más que la seguri<dad de ser amado. No eres más que aspirante a sacerdote del amor. Todavía no re­cibiste la consagración.

LIND.-Notendría tanta prisa si no anduviese por medio el comerciante Gu1dstad.

FALK.-¿ Cómo? ¿ Gu1dstad? ANA.-(Molesta,.) j No! Es una presun,ción de

Lind. LIN.-No, Tengo la seguridad de que hará todo

10 posible por perjudicarme. Ese hombre está siem­pre aquí. Es rico y soltero. Tiene muchas atencio­nes con vosotras. En resumen, querida: muchas razones me hacen temer una desgracia.

ANA.-j Qué lástima! ¡ ~amos tan felices hoy! FALK,-(Con afecto al Lind.) No empañes tu fe­

licidad por tal niñería. ¡ 'Espera! ¡no izes todavía el pabellón! Espera cuanto puedas.

ANA.-j Dios mío! La señorita Skcere fija sus ojos en nosotros, j Silencio!

(Ana y Lindi se valn por sitios distintos.) FALK.-o(Miralndo a Lind:.) Este es el fin de su

juventud. GULDSTAD.-(Que durante la escena anterior ha

p'ermamecido cerca de la escalera en conversaci6n con la ; eño7'ita Skcere y la, señora, Halm, se acerca a Fa,zk y le da una palmada cariñosa en la espallda .) ¿ Compone usted un poema,?

FALK,-No j un drama. GULDSTAD.-j -Demonio! No creí que fuese usted

poeta trágico.

LA COMEDIA DEL AMOR 29

FALK.-No es mío el drama, sino de un amigo mío a quien quiero. ¿ Puede usted imaginarse que haya terminado un idilio' entre el mediodía y La noche? GULDSTAD.~¿ Y acaba bien? FALK.-Ya sabe usted que el telón no cae hasta

que el amante ha poseído a La amada. Pero esto no es más que la primera parte de la trilogía; la gran dificultad pam el escritor consiste en dramatizar el matrimonio, que forma la tercera parte, ya quc la intriga del noviazgo ha ocupado los cinco actos Largos de la segunda parte.

GULDSTAD .-Es contagioso el deseo de escribir obras teatrales.

F ALK .-¿ Por qué? GULDs:rAD.-Quiero decir que yo también piens:>

producir un poema. (Con misterio.) Un poema real, un poema vivido.

FALK.-¿ y el héroe? GULDSTAD.-Mañana 10 conocerá usted. FALK.-j Es usted! j Usted mismo! GULDSTAD.-j Si usted me cree capaz de desem-

peñar tal cometido!. .. FALK.-8ería difícil encontrar un primer papel

mejor repartido. Pero, ¿ y la heroína? Supongo que irá usted a buscarla en medio del aire puro del campo y no en la atmósfera de la ciudad , GULDSTAD.~(Con un dedo sobre los labios indf,­

ctllndo silencio.) j Psit! Ese es el secreto. Y es ne­cesario esperar antes de conocerlo. (En otro tono.) ¿ Cómo encuentra usted a la señorita Halm?

FALK.-Usted la conoce seguramente mejor que yo, y mi opinión no podría serle ni perjudicial ni ventajosa. (Sonriendo.) Pero cuide que el poema no tenga un final desastroso. Suponga, en efecto, que, abusando de su confidencia, doy al traste a la vez con La intriga y con el desenlace. ,-

3° IBSEN

GULDSTAD.~(Con bonda,d:.) ¿ Qué quiere usted? Diría: amén.

FALK.-j Ah! j Muy bien! GULDsTAD.~Usted es profesional. ¿ No es verdad?

Sería un error en mí, que soy un simple aficionado, desdeñar su colaboración . ' (Vase hacia, el foro.) FALK.~(A Lind, parándole.) No te engañabas.

El comercian te tiene intenciones dañinas. Vela, por tu felicidad naciente . (Se 'Va:.)

LIND .-( Con cari110 a A na;,) Ya 10 ves : mis te­mores eran justificados. Tenemos que darnos prisa en proclamarnos novios.

(Juntos se acercaln a la señora Ha,zm, que es tá con la seiíorita Skcere .)

GULDSTAD.-(Dirigiéndose a Sty'Ver.) j Encanta­dora velada! ¿ No es verdad? STYVER .~guramente si hubiera buen humor. GULDSTAD.-(Bromea,ndo.) ¿ Su amor le causa tor-

mento? STYVER.~j Oh! j N o es eso ! FALK.-(Inter'Viniendo.) ¿ Son los esponsales? STyvER.-Tal vez. FALK.-Enhorabuena. Veo que 'en poesía no te

agrada el p'rólogo. STyvER.-(Molesto .) No comprendo que tiene que

ver la poesía conmigo y con los esponsales. FALK.-N o comprendes, amigo, mío. El amor que

se estudia ha muerto ya. GULDsTAD.-8i puedo serIe útil, disponga usted

de mí. STYVER.-!I'odo el día. he estado buscando opor­

tunidad para exponerle mi situación . F ALK.-Voy a ayudarte. En resumidas' euen tas :

desde que fuíste elevado a la dignidad' de novió co­nociste las dificultades. Te comenzaste a preocupar.

STYVER.-Y a veces cruelmente. . FALK.-Obligadones de todo género vinieron a

LA COMEDIA DEL AMOR 3 I

asaltarte, y de buena gana las habrías enviado al diablo si hubieses podido. ¿ No es verdad?

STYVER .-No te comprendo bien . Sencillamente, como hombre honrado, renové mis compromisos. (Dirigiéndose a Guldstald .) Pero el mes próximo va a ser peor todavía. Una vez casado ... con mujer ...

FALK.-(Alegremente. ) El cielo torna a ser azul como en el tiempo hermoso de la juventud. Es el eco de los cantos antiguos el que te responde. Así debía ac.abar. Ya me lo había figurado. Te faltaban solamente alas y tij eras .

STYVER.-¿ Tijeras? FALK .---Sí; tijeras de la voluntad para romper

los lazos, para hacerte libre a fin de poder volar. STYLER.-Estás diciendo una grosería . Te figuras

que voy a violar mis compromisos, a no cumplirlos; pero esto es una c.a1umnia, una injuria .

FALK . .,......Pero, ¿ estás loco? ¿ Qué s;\;(nifican tus palabras?

GULDsTAD.·-(Riendo, a Sty'Ver.) Es evidente que sus palabras necesitan explicación. ¿ Qué significan?

STYVER.-{Violentánd ose.) Quise referirme a un préstamo a la Caja de Ahorros.

FALK .-¿ Un préstamo? STYVER.-(Rápida.mente al Guldstad.) Sí, necesito

una firma para poder pedir cien escudos. SEÑORITA SKCERE.-(Que, esperando, qued6 junto

a la seíiora Halm, a: Lind y a Ana .. ) j Mi enhorabue­na! j Qué alegría! ¿ Es posible?

GULDSTAD.-¿ Qué pasa.? (Acercándose a las se­ñoras.) Pero esta alegría es intempestiva.

FALK.-(Pasa.ndo un bra:zo por encima de los hom­bros de Styver.) La fama proclama que tienes un nuevo colega en amor. (Le lleva hacia donde están los demás .)

SEÑORITA SKCERE.~(Encantada.) j Figúrense us­tedes! Lind supo agradar a Ana y ya son novios ...

lBSEN

SEÑORA HALM.-(Llorando de emoci6n, míen tras felicitan a los novios.) Es la octava que deja la casa bien acomodada . (Dirigiéndose a Falk.) Sí, siete so­brinas, las siete casadas con pensionistas. (LloTal de emoción .)

SEÑORITA SKCERE.-(A Anal.) Todos van a venir a felicitarte. (La aca.ricía y llora. ta.mbién.)

LIND.-(Coge las ma.nos de Falk.) Querido ami­go, me parece estar viviendo un sueño celestial.

FALK.-j Calma! Como novio eres miembro '-le una Sociedad de templania: Obedece los estatutos de la Sociedad; ningún exceso de alegría, ninguna locura. (Volviéndose hacia Guldstad, con comp'aiSi6n ir6nica.) ¿ Qué dice usted, señor comerciante?

GULDSTAD.-(Alegremente.) Creo que serán muy felices.

FALK.-{Con asombro.) Veo con placer que acep­ta usted su desgracia con sangre fría, digna de ala­banza.

GULDSTAD .-¿ Qué quiere usted decir, amigo mío? FALK .--Como quería usted ... GULDST,AD.-¿ Sí? FALK.-Usted mismo me nombró a la señorita

Halm. GULDSTAD.-Es verdad; pero son dos hermanas. FALK.-¿Y es a la otra a la que desea usted? GULDsTAD.-Ustéd.1o ha dicho. Estúdie1a y verá

que es digna ·de ser más admirada que 10 es en la casa.

FALK .-(Fríamente.) Me parece que es urla mujer completa.

GULDSTAD.-Le falta trato social y esto la per­judica.

FALK.-5í; es adusta. GULDSTAD.-Pero si la señora Ha1m se ocupa de

ella un mes, apuesto a que no cede a ninguna des­pués del aprendizaje.

LA COMEDIA DEL AMOR 33

FALK.-Es indiscutible. GULDSTAD.-j Son interesantes las jóvenes! FALK.-(Alegremente.) Son como semillas de in-

Vierno; germinan a pesar del hielo y de la nieve. GU'LDsTAD.-Desde Navidad viven en la sala de

baile. FALK.-Y canciones y bailes son su alimento fa-

vorito. GULDsTAD.-Después· viene la templada primavera. FALK.-Y se despliegan verdes libélulas. LIND.-(Se ilIcerca y coge las manos de Falk.)

j 'Qué cuerdamente obré! Ahora soy dichoso y es­toy confiado.

GULDSTAD.-j ¡Aquí está el novio! j Cuéntenos la emoción que se siente al verse correspondido.

LIND.-(Molesto.) No se cuentan las cosas íntimas a personas extrañas.

GULDSTAD.-(Bromeando .) ¿ Cómo? ¿ De mal hu­mor? Voy a dar el pésame a Ana.

LIND.-(Siguiéndole con la vista.) j Qué individuo más insoportable!

FALK.-Te has equivocado con él. LIND.-¿ Cómo? FALK.-No pensaba en Ana. LIND.-j Ah! ¿ Era Svanhild? FALK.~No sé. (Con ironía.) j Perdónome, mártir

por causa ajena! LIND.-j ~Explícate ! FALK .-¿Has leído el periódico de hoy? LIND.~No.

FALK.-Te lo diré yo. Cuenta que a un infortuna­do le arrancaron un diente bueno porque a un primo suyo le dolía una muela .

SEÑORITA SKrnRE .-(Mirando hacia fuera .) Es I

pastor. SEÑORA HAUL-Cuente usted cuántos son. STVVER ,-Cinco, seis, siete, ocho hijas.

34 IBSEN

FALK.~i Es colosal! SEÑORITA SKCERE.~i Uy! Casi es una inconve­

niencia. (Se oye el ruido de un ca;rruaje. El p'astor, su

mujer y las ocho hijas entran una a una, todas con trajes de viaje .)

SEÑORA HALM.~(Adelantándose a recibir a los que llegan .) i Sean ustedes bienvenidos! Les reci­bimos con gr,an alegría.

STRAAMAND.-Gracias. SEÑORA STRAAMAND.~Pero, ¿tienen ustedes re­

unión? SEÑORA HALM.-No. SEÑORA STRAAMAND.---8i les causamos la menor

molestia . . . SEÑORA HALM.~No. No. Al contrario; llegan us­

tedes a punto . Mi hij:a Ana acaba de desposarse. STRAAMAND.~(Cogiendo la mano de Ana con un­

ci6n.) Amor, cuando es sincero, es un tesoro que no pueden manchar ni la herrumbre ni los miasmas..

SEÑORA HALM.-Fué amabilidad suya traernos las niñas . STRAAMAND.~Tenemos cuatro, además de las que

están ~quí. SEÑORA HALM.-¿De veras? STRAAMAND .~Pero tres son demasiado niñas para

deplorar la ausencia de un padre que las quiere, pero que tiene que cumplir sus, deberes de diputado en el Parlamento.

SEÑORA SKCERE.-(DeSpid:iéndose de la señora Halm.) Me retiro.

SEÑORA HALM.-¿ Por qué tan pronto? SEÑORITA SKCERE.-Quiero ' llevar a la ciudad la

gran noticia . En casa de Jensen se acuestan tarde y voy a dar la alegre noticia a las tías. Querida Ana, es necesario dejar la timidez, porque mañana 'ven­dri a felicitarte múcha gente.

LA COMEDIA DEL AMOR 35

SEÑORA HALM.-i Adiós, pues.! (A los demás.) Un poco de te . ¿ Verdad?

SEÑORA STRAAMAND.--Con mucho gusto. (La Filora Halm, Straamand, seguido de su

mujer y de la:s ocho hijas, Guldstad, Lind y A na, entran en la casa.)

SEÑORITA SK<ERE.-(Cogiendo el bl'a,zo de St}ver,) y ahora vámonos los dos a pasear ~oñandl) ¿ Ye" como la luna nada y rueda en el fluido etéreo? Pero tú estás distraído.

STYVER.-(De mal humor.) Sí; pensaba en el prés­tamo. (V ánse por la derecha.)

FALK.-(Que dura.nte la escena anterior ha mi-,a­do fijamente a Stmamand y a su mujer, queda solo en el jardln. Ha cerrado la noche por comPleto . Se ven brillar las luc es en el interior de la casa.,) Todo parece destruído por el fuego. El desierto, la muer­te, la desesperación me envuelven. Y los. desgracia­dos quieren marchar por el mundo así, dos a dos. i Oh! Sólo se ven troncos ennegrecidos, vestigios desolados de un incendio en el bosque. Así, a lo le­jo~, a cuanto la vista pue-de alcanzar, no se ve más que el vacío de la muerte. ¿ Nadie me ha de traer algo del fres.co verdor de la vida? (Svanhild apa.rece en el balc6n, lleva:ndo un rosal en flor que deja sobre la balaustrada.) i Sí! i Un solo ser!

SVANHILD.-¿ Usted aquí, Falk, en la obscuridad? FALK.-Y sin miedo, Se lo aseguro. La noche es

hermosa . Pero, dígame usted . ¿ Y usted no experi­, menta ' ningún terror en la sala en que la luz de la

lámpara alumbra tanto cadáver lívido? SVANHILD.-i Es horrible! i Cállese usted! FALK.-(Ve a Straamand 'Por la ventana.) Ese fué

enérgico, valeroso, luchó contra el mundo por la mujer amada; era entonces terror del burgués y su alegria de amar se traducía en cantos inspirados. Véale hoy prisionero en largo vestido que prueba .

IBSEN

la profundidad de su caída. Y esa mujer de falda arrugada, de zapatos que crujen con tacones torci­dos, es la virgen celestial que debió> inspirar su alma y hacerle comunicar con los espíritus radiantes. ¿ Qué queda de aquelLa llama? Apenas. un poco de humo. j Sic transit gloria amoris, señorita!

SVANHILD.-Sí, es deplorable, es abominable. No conozco una existencia digna de envidia que me gustara compartir.

FALK.-Pues elevémonos los dos por encima de una ley que no fué obra de la 'Naturaleza, sino con­vencional.

SVANHILD.-(Mo'Viendo la cabeza .) No. No alcan­zaríamos el fin de nuestra alianza; j tan cierto como que pisamos tierra!

FALK.-Pero ya es una victoria que dos caminen de acuerdo. No seguimos el oficio banal de la igle­sia parroquial. El fin del hombre es ser independien­te, libre y sincero . Así debemos ser. Usted vive mo­r.almente; usted posee la palabra cálida que expresa los pensamientos fuertes.; usted no sufrirá que opri­ma su corazó>n el corsé de los convencionalismos; debe latir libremente; no se le otorgó la voz para cantar a coro, al unísono de los demás.

SVANHILD.-¿ Se figura usted que a veces el su­frimiento no ha entristecido mi vida y oprimido el pecho? T:ambién quise abrirme camino.

FALK.-Sí; en el ensueño apacible. SVANHILD.-En la realidad. Pero entonces venían

las. tías con sus consejos; había que ver, pesar, exa­minarlo bien antes de decidirse . (Más cereal.) ¿ En el ensueño apacible? ¿ Eso creía, usted? No. Valero­samente probé. Quise pintar.

FALK.-¿ y qué? SVANHILD.-No tenía talento; pero no por eso

desistí de mi tentativa . Ante el caballete, el ánsia de libertad me hizo intentar la escena.

LA COMEDIA DEL AMOR 37

FALK .~Tampoco pudo realizarse este proyecto. SVANHILD .-La más vieja de mis tías prefirió para

mí una plaza de institutriz . FALK .-No sabía nada de todo esto SVANHILD--Sin duda quieren ocultarlo. (Sonrien­

do . ) Sin duda temieron mis tías comprometer mi porvenir si llega ban estos rumores a oídos de los jóvenes. FALK.~(Con compasi6n .} Había adivinado algo su

historia . Me acuerdo que la primera vez que la vi me pareció muy diferente de las demás y poco com­prendida. En torno de la mesa que embalsamaba el te se congregaba alegre compañía; se atropellaban las palabras. y las jóvenes se ruborizaban mientras los jóvenes arrullaban como palomos domésticos en día cálido. Las solteronas y las madres hablaban de religión y de mo'ral y las señoras jóvenes ' se ex­tendían mucho sobre sus brillantes ' cualidades de amas de casa. Sólo usted parecía aislacla como pá­jaro en su nido . Y cuando, al fin, con la excitación del te, en la orgía de la prosa, comenzó usted a brillar como medalla -de. plata estampada fuerte­mente' en medio de tanta monecla de cobre, me pare­ci6 que era usted moneda extranjera, sin curso aquí, no pudiendo servir en los cambios que se ha­cían en esta dis.cusión sobre la manteca, los versos y el arte. Entonces, mientras la señorita Skcere tomab.a la palabra, .

SVANHILD.-(Con severidad.) ... su prometido es­taba en pie detrás de ella, majestuoso como un C3-

, hallero, con el sombrero bajo el brazo como un ma­tarife. FALK.~U madre la gritó: "Bebe, Svanhild. El

te se te enfría.» Y de un sorbo bebió usted la mix­tura. tibia e insulsa como los demás, jóvenes y vie­jos, acababan de hacer. Pero en seguida el nombre de Svanhild se a.poderó de mí.. La salvaje Volsungsaga,

IBSEN

terror de las hecatombres de los héroes, se me apa­reció transportada hasta nosotros; me imaginé que era usted otra Svanhild adaptada a nuestro tiempo . Demasiado se ha luchado por el triunfo de la menti­ra y de los convencionalismos; el pueblo lo com­prende y pide la paz, y sin embargo, si se falta a la ley, el inocente debe ser castigado en satisfacción de todos.

SvANHILD.-(Con ironía .) No creí que pudiese usted ver imágenes tan sangrientas en los vapores dorados del te; pero sin duda recibió usted el don de oir la voz del espíritu hasta cuando calla.

FALK.-(ConmO'Vido.) No se burle, Svanhild. De­trás de esa ironía hay lágrimas, lo sé y veo también que si está usted fabricada con arcilla nueva, cada artista, con su desbastador, tendrá la grosería y la necia presunción de moldearla a su gusto. 'Qüerrá imitar la obra de Dios y querrá hacerla a su propia imagen . Quitará, modificará, reformará, y cuando esté usted así construída, colocada sobre el pedes­tal, exclamará: ((Ya esfá igual que las otras. Tran­quila, fría como el mármol. Así iluminada por la luz, armoniza ahora con el resto de la decoración.» (Coge su mano apasiona.darrnente.) 'Pero si su alma debe morir, viva usted antes: Sea usted mía en la primavera del Señor. Demasiado pronto volverá a la jaula dorada donde 10 terreno vive. La mujer languidece aquí y es a ella a quien adoro en usted. Sea usted de otros allá abajo, si quiere; pero donde se abrió la flor más hermosa de mi juventud, donde el árbol de mi poesía di6 sus primeros brotes, donde nuestras alas · se estremecieron, aquí, sea usted mía, y se lo juro, Svanhild, seré un gran poeta.

SvANHILD.-(Desjn'endiendo su mano y con dulce reproche.) ¿Por qué habla usted así? i Era tan buena la libertad! Tenía usted que haber caUado. ¿ La felicidad necesita apoyarse en un juramento -para

LA COMEDIA DEL AMOR 39

no romperse? Ahora que ha hablado usted, todo acabó. FALK.~No: indiqué sencillamente el fin . ¡Salta

ahora, mi fiera Svanhild, salta ahora si te atreves, si tienes la fuerza, el valor de ser libre!

SVANHILD .-¿ De ser libre? FALK.~¿No es libertad seguir la vocaci6n. Y fuís­

te la elegida del cielo, 10 sé, para librarme del pe­cado contra las leyes de la estética. Necesito como el ave cuyo nombre llevo (1) luchar contra el vien­to si quiero llegar a las cumbres a que aspiro, y tú eres la brisa que debe ayudarme; tú debes forta­lecer mis alas. i Sé mía! Sé mía hasta el día en que vuelvas al mundo. A la caída de las hojas nuestros caminos se separarán. Pon en mí las notas claras y la riqueza de tu alma y pagaré poema con poema. Después podrás envejecer junto a la pantalla de la lámpara, como árbol que se marchita sin qu'eja ni remordimiento. SVANHILD .~(Con amargura.) No sé c6mo darle

gracias por su buena voluntad, que, sin embargo, parece tan natural. Soy para usted como la caña de que se hace el niño flauta para un día.

FALK.-Y es mejor que permanecer en el pantano hasta la muerte en la neblina gris ... Debes hacerlo. Es preciso. Tu deber es darme 10 que Dios te ha otorgado sin usura. Lo que sólo es sueño en ti, será en mí poema. Piensa en el pájaro que maté loca­mente hace poco, cuyo canto traducía . tu pensa­miento. j No me dejes! Canta para mí como para

'·ti cantaba y te retribuiré poema por canci6n. SVANHILD.-¿ y cuando me sepa usted de memo­

ria? ¿ Y cuando agotada, desde mi rama, le haya entonado mi último canto? ¿ Y entonces, qué ?

(1) «Falk», en noruego, significa .halcón •.

40 lBSEN

FALK.-(Contemplándola.) ¿Entonces,; qué? En­tonces, recuerda. (Señalando al jardín .) SVANHILD.~(En voz baja.) Sí; recuerdo que sabe

usted arrojar la piedra. FALK .-(Con sonrisa de desprecio.) ¿ Y es ese tu

amor a la libertad? ¿Te vanaglori:abas de atreverte r si tuvieses un fin? Ya te indiqué el fin; dame una contestación definitiva.

SVANHILD.-Mi contestación es ésta: no puedo seguirle por ese camino.

FALK.-Bastante hemos hablado, pues. i [Entré­gate al mundo! (Svanhild se ha; vuelto dolorosa­mente, se ha al'oyado en el mirador y descansa la cabeza entre las mamoso Falk dai algunos p'a'sos en sentido contra,rio, toma un cigarro, se acerca y clice después de una pausa:) Debo parecerle insensato por haberla hablado rasí hace poco. (Se cana. Svan­hild continúa calla,da.) Me doy cuénta que he pa­sado de la r:aya. Usted no puede sentir más que con un corazón de hija o de hermana. En lo futuro pro­curaré ponerme guantes para hablarla. Así nos com­prenderemos mejor.

(Pausa!. Sv'anhild perma¡nece inm6vil. Entonces él se vuelve y se dirige al la izquierda:.)

SVANHILD.-(Levanta la cabeza, mira fijamente a Falk y se aarca:. ) Quiero hablar sinceramente para darle las gracias por haberme tendido una mano amiga. Hace poco se sirvió usted de una imagen pa1"a hacerme comprender mejor su ascensión hacia el cielo. Se comparó usted al halcón que tiene que luchar con los vientos para llegar a altas regiones. Pero yo era la brisa que debía llevarle por el éter. Usted era impotente. ¡Qué desgracia.da imagen, mezquina y pobre! i :Cómo se dió usted cuenta fi­na1mente! Y, sin embargo, esta alegoría no fué perdida del todo, porque evocó en mí otra más ele­vada que la suya. i Halcón, no! Volador, volador

LA COMEDIA DEL AMOR 41

de poeta, cuyo cuerpo de papel es accidental y en que el bramante es el todo. Volador de ancha pan­za adornada con sentencias poéticas escritas con le­tras de oro, con alas cargadas de epígramas que hieren el aire y el viento sin alcanzar a nadie; vo­lador, cuya cola desmesurada es poema de crítica destinado a fustigar 105 vicios humanos y que se va murmurando. Tal me pareció usted, Falk, cuan­do sin fuerzas me pedía usted suplicante hace poco: ((Lléveme lejos, por los aires, d Este o al Oeste. Hágame elevar con mi canto, y que importa si l~ riñen una hermana o una madre!))

FALK .-(Con las manos crispadas, muy conmo· mdo.) i Por Dios!

SVANHILD.-No. i Créalo usted! Soy demasiado grande para entretenerme en juego tan pequeño. ¿ Pero cómo usted, que nació para realizar una obra, se contenta con un vuelo hacia las nubes y con&iente en suspender su existencia poética de un hilo que puedo cortar a mi voluntad?

FAI,K.-(Vivamente.) · ¿Qué día es hoy ? SVANHILD.-(Con dul zura.) Esto es lo mejor . No

olvide usted este día memorable. Vuele en adelante con sus propias alas, aunque hayan de romperse o doblegarse . La poesía del papel pertenece al escri­torio; la verdadera, la que no muere, está ew la vida. Sólo ella puede caminar hacia las cumbres. Elija usted la que más le convenga . (Se acerclll.) Acabo de hacer lo que me pedía usted "hace poco Exhalé el último canto. Ahora me encuentro sin voz y puede usted, si quiere, arrojar la piedra.

(Entra en la c/llSa y Falk perma;nece inm6vil. Por el ufiord)) pasa un navío lenta.mente y a lo lejos se oye este ca,nto : )

IBSEN

CORO

Abro las alas., y al tender la vela, águila soy que vuela al lago transparente de la vida. Me siguen las gaviotas. Echemos a la mar enbravecida de la razón el lastre .

. y aunque así naufragase mi na,vío ¡prefiero navegar a gusto mío!

FALK.~(Distraído al Principio, escuchal . ) ¿ Cómo? ¿Quién canta? j Ah! Sí, son los cuatro amigos de Lind que celebran la gloria y la alegría. ¡ Muy bien! (A Guldstad que llega: con el sobretodo col­gado del brazo.) ¿ Qué es eso? ¿ Se retira usted ya, comerciante? GULDsTAD.~El tiempo sólo de ponerme el abri­

go; porque nosotros los hombres prosaicos, teme­mos las corrientes de aire; nos pilla el fresco de la noche y se acabó.

FALK.-Una, palabra. Antes de marchar indíque­me usted una hermosa acción que realizar. Va en ello mi vida. GULDSTAD.~(Con ironía.) ¿La vida? Le deja si

la abandona. FALK.~Profundo pensamiento en pocas palabras.

(Vivamente.) Despertemos. El instante es decisivo y va usted a ver de lo que soy capaz. j Lo juro! GuiDsTAD.~No jure usted. ¿ Así debe portarse

un ínfimo insecto como nosotros? FALK.-Basta de palabras. Actos solamente. In­

vierto el plan de trabajo impuesto por Dios. Me 'di­vertí s.eis días de la semana. No he hecho nada aún sobre la tierra. Mañana domingo trabajaré. GULDSTAD .~j Muy bien! Demuestre usted que es

capaz de resoluciones varoniles; pero antes vaya a dormir. i Buenas noches !

LA COMEDIA ' DEL AMOR 43

(Se lIe a SlIanhild en llJ alcoba encima del mi­rador. Cierra la lIentana y echa IIllS persia­nas.)

FALK.-No. Hasta ahora no hice sino dormir. ¡ lA trabajar ahora! (Lellantal la lIista al la alcoba de SlIanhild y como presa de resoluci6n extrema, ex­clama:) Buenas noches, duerme en paz, Svanhild . Mañana seremos prometidos.

(Vase precipitada.mente por la izquierda. Se oy e de nuello a lo lejos:)

y aunque así naufragase mi navío, prefiero navegar a gusto mío!

FIN DEL ACTO PRIMERO

ACTO SEGUNDO

En la tarde de un domingo, hombres y mujeres, elegantemente vestidos, toman café bajo el mi· radar.

A través de las puertas de cristales se ven algu nos invitados y se oyen cantos.

CORo.-Sed bien venidos entre los novios. Ahora podréis libremente adoraros a la luz del sol y acortar el día con vuestros besos. Besaos, pues, cuanto os plazca sin temor a oídos indiscretos. Podéis ahora soñar juntos dentro y fuera de la casa . Vuestro amor puede manifestarse en todas partes. Pero cuidadle bien, aumentad1e y enseñad a todos cómo sabéis amaros.

SEÑORITA SKCERE .-(Desde el quiosco.) j Y pensar que no lo he adivinado, Lind! j Cuánto había bro­meado!

UNA SEÑORA.-(Hablamdo desde el mirad,or.) En efecto, es lástima ...

OTRA SEÑORA.-(Desde la puerta,.) ¿ Ana declaró su amor por carta?

UNA DE LAS TÍAS .-No. SEÑORITA SKCERE .-A mí mi prometido me es­

cribió para pedir mi mano. UNA SEÑORA.-(Desde el mirador.) Ana, ¿cuánto

t iempo hace que erais novios en secreto? (Entra corriendo en el sajón.)

IBSEN

SEÑORITA SK<ERE.-Mañana tendrás que comprar un anillo para Lind.

MUCHAS SEÑORAs.-(Con precipitaci6n.) Nosotras tomaremos la medida.

SEÑORITA SK<ERE.-No; Ana misma la tomará. SEÑORA STRAAMAND.-(En el mirador, a' una se­

ñora que borda.) j Ah! j Punto de cadeneta! UNA DONCELLA.-(Desde la. Puerta con una bande­

ja;) ¿ Desean más café las señoras? UNA SEÑORA.-5í, con mucho. gusto ... un poco. SEÑORITA SK<ERE.-(A Ana.) Tienes suerte en que

tu abrigo nuevo esté acabado pronto. Así podrás ponértelo la semana próxima para las visitas.

UNA SEÑORA DE EDAD.-(Cerca de la ventana.) ¿ Y cuándo iremos a comprar el equipo a las tiendas?

SEÑORA STRAAMAND.-La vajilla está muy cara en estos momentos.

UN SEÑOR.-(Desde el mirador, dirigiéndose a las señoras.) Pero miren ustedes a Lind con los guantes de Ana.

MUCHAS SEÑORAs.-(Con gran alegría.) j Es ver­dad ! j Los besa !

OTRAS SEÑORAs.-(Con gra'tn algazara, levantán­dose de las sillas.) j Es verdad!

LIND.-(Ruborizado y con visible turbalCi6n se para en el dintel.) j No! j:No ! Os equivocáis. j Basta ya !

(Vase.) SEÑORITA SK<ERE.~j Lo ví! j Lo ví con mis pro­

pios ojos! STYVER.-(En el dintel con una taza; en una mano

y un pastel en lal otra.) No; no se deben tergiversar así los hechos. Afirmo que los testigos se equivocan.

SEÑORITA SK<ERE.-(En el sa.l6n y sin ser vista por los espectadores.) j Ana, ven aquí! j Ponte de­lante del espejo!

ALGUNAS SEÑORAs.-(Gritando.) Y usted también Lind.

LA COMEDIA DEL AMOR 47

SEÑORITA SKCEM.-j De espaldas y más juntos! LAS SEÑORAs.-(En el mira:dor .) A ver si él es

más alto que ella. (Todos entran corriendo en el salón. Se oyen ri­

sas y algazara en el interior.) FALK.-(Que durante la escena a:nteTioT se ha es­

tado paseando por el jaTdín, se adela,nta y mira al inteTior de la casa: hasta que el ruid,o cesa.) Ahí están entretenidos en destruir la poesía del amor. El carnicero que hiere desgraciadamente a una vaca y la hace sufrir inútiles tormentos, es castigado con diez días de cárcel. j Y éstos escapan a todo castigo! Siento ganas de.. . (Se refuerce las manos.) Pero j 'psit! Basta de palabras . Actos hacen falta. j Lo he jurado!

LIND.-(Saliendo con precaución.) j Gra~ias a Dios! j Hablaban de trajes y pude huir!

·FALK.-j Ah! Puedes estar contento con tu dicha. Muchos felicitantes numerosos como moscas murmu­raron por aquí todo el día sus buenos deseos.

LIND.-Son sinceros, es verdad; pero son dema­siado numerosos. Y el entusiasmo con que manifies­tan sus deseos, cansa . Es agradable poderse escapar y descansar un momcnto .

FALK.-¿A dónde vas f LIND.-A, mi refugio, y si vienes llama, porque la

puert-a estará cerrada. FALK.-¿Fero no quieres que te lleve a Ana? LIND.-No; si desea algo ya me enviará a buscar . .

. Ayer por la noche tuvimos una larga entrevista y tratamos las cuestiones más importantes. Y es que también pienso que no se debe agotar en poco tiempo el tesoro de la felicidad .

FALK.-Sí; el uso diario debe ser moderado. LIND.-j Cruel! Deja que me vaya . Voy a fumar

una pipa enorme. Hace tres días que no fumo. j Es,. taba tan inquieto! j rremía tanto que me rechazara I

IBSEN

FALK.-Debes tener necesidad de un poco de re­poso.

LIND.--Créeme. Esta pipa va a parecerme exqui­sita.

(Vase por la izquierdal. La; señorita Skrere y algunals otras señoras vienen del salón .)

SEÑORITA SKCERE.-(A Falk.) ¿'Es él el que acaba de marcharse?

FALK.-Sí; la caza huye. ALGUNAS SEÑORAS.-j Dejarnos así! OTRAS.-j Está muy mal hecho! FALK.~Todavía está un poco sa1v,aje; pero des­

pués de una semana de esclavitud se domesticará . SEÑORITA SKCERE.-(Mira,ndo a todas p'artes.)

¿ ¡Dónde está? FALK.-En la bohardilla del pabellón que habita­

mos juntos. (Suplicando.) Pero no vayan a buscarle. Conceded1e una tregua.

SEÑORITA SKCERE.-'j Bueno! Pero que sea corta. FALK.-j Concededle un cuarto de hora! En se­

guida podréis comenzar de nuevo. Pero en este mo­mento Lind está ocupado en leer un sermón angli­cano.

SEÑORITA SKCERE.-j Anglicano! LAS SEÑORAS.-j Esto no es serio! j Usted bromea! FALK.-De ningún modo. Está decidido a aceptar

un curato en América, entre los emigrantes, y por eso ...

SEÑORITA SKCERE.-(Con terror.) j Qué hábilmente disimuló este proyecto insensato! (A las señoras.) Que llamen :a, las tías, a Ana, a la señora Straamand y a la señora Halm.

ALGUNAS SEÑORAs.-(Con gran emoción.) j Hay que impedirlo!

OTRAS .-j Protestamos! SEÑORITA SKCERE.-j Aquí están ya! j Alabado' sea

Dios! (A Ana que viene delsa,{ón cQn el pa:stQr~ s~

LA COMEDIA DEL AMOR 49

mujer y sus hijaoS, Styver, Guldstald, seiiora Halm y otros invita,dos.) ¿ Sabes lo que Lind imaginó ?Quiere ir como pastor a América.

ANA.-Lo sabía. SEÑORA HALM.-j 'Y has consentido! ANA.-(Con turbación.) Sí, consentí en acompa­

ñarle. SEÑORITA SKCERE .-(Indignada.) Pero eso es en­

gañarte. LAS SEÑORAs.-(]untando las manos.) j Qué mal­

vado! F ALK .-j Pero acuérdense ustedes de su vocación

religiosa! SEÑORITA SKCERE.-Sí; la vocación hay,que seguir­

la cuando se es independiente, cuando se está solo en el mundo; pero una vez prometido, no debe s.e­guir más que a su prometida .. Ana mía, amiga que­rida; aún es tiempo. j Reflexiona ! j Has nacido en la capital! FALK .~Y, sin embargo, es hermoso ser mártir de

una gran idea . SEÑORITA SKa:RE .-Sí; ser mártir de la idea de su

novia. Otm cosa no se puede consentir. (A laoS seño­ras .) Venid todas, vamos a enseñarle cómo debe por­tarse.

(Van hacia, el fOTO y salen por la izquierda sos­teniendo ani1r¡adal conversación. Los otros in­"¡}ita¡dos forman diferentes grupos por el jardín. Fa,lk detiene al pastor, que va seguido de su mujer y de sus hijas . Guldstad va y viene du­rante la, discusión que sigue.)

FALK.-Señor pastor, socorra usted al neófito an­tes que quieran apartar de él a, la señorita Ana .

STRAAMAND.-(En tono doctoral.) La mujer debe obediencia al marido; pero si no me equivoco, el

50 IBSEN

porvenir es incierto y los emolumentos más inciertos todavía.

FALK.-No juzgUe usted a la ligera, señor pastor . Le aseguro por mi honor que quiere ser sacerdote y lo será . STRAAMAND.~j -Ah! Si cuenta con algo serio, es

diferente . FALK.-(Con acritud.) No .nos entendemos. Hablo

de vocación, de ins.piración, no de sueldos. STRAAMAND.~(Con cortesía.) Pero sin sueldo no se

puede predicar ni en América; ni en 'Europa, ni en Asia, ni en ninguna parte. Si fuera libre; solo, si no tuviera obligaciones, joven amigo mío, podría probar. Pero el caso varía en Lind, que está prometido. Juz­gue usted mismo. Es vigoroso: tendrá hijos Estoy seguro de que los desea. ¿ Cómo s.e arreglará enton · ces? N o construy áis so bre la arena, ha dicho 1'·1 Evangelio. j Ah! Ya sería diferente si tuviese algo seguro.

F ALK .~j !Tiene usted razón! El sueldo es digno de tenerse en cuenta. Lo comprendo muy bien .

STRAAMAND .-Eso podría serIe mny útil si h1lbie­ran decidido darle una don:aci6n importante.

FALK.-j Está muy decidido! STRAAMAND.-¿Está muy decidido? No sé cómo

in terpretar sus palabras. ¿ Acepta la donaci6n? SEÑORA STRAAMAND.-(Mira:ndo haCIa el foro.) Ya

regresan . FALK.-(Le mira un momento con s01j:n'esa, 11aJrece

comprender y suelta la carcajada.) j Ah! La dona­ción Ya comprendo. El d inero que aportan los fides, los días de fiesta, en un: papel de plata .

STRAAMAND.--Sí; si el sacerdote sufre. se priva todo el año, en cambio es espléndidamente re¡'olll­pensado en Navidad y en Pascuas de Ptntecostés.

FALK.-(Alegremente.) ¿Y entonces puede defoCm-

LA COMEDIA DEL AMOR 51

peñarse ese cargo tan 1ucra.tivo, aunque se tengan muchos hijos?

STRAAMAND.-Naturalmente. Si el sueldo está su­ficientemente asegurado puede irse al país de los zullÍs o de los cafres . (En voz ba.ja . ) Voy a sermo­nearle en pro de la buena causa·. (Dirigi4ndose a una de sus hijas . ) j Hija! j Búscame la cabeza, la cabeza de la pipa. quiero decir! (PalPando los bolsÍllos de su traife . ) j No! Espera . La tengo yo.

(Vase cargando la pip:a., seguido de su mujer y de sus hijos. )

GULDSTAD.-(A cercándose.) Usted representa algo el papel de serpiente en este Paraíso. FALK.~i Quiá! i Los frutos del árbol de la ciencia

son tan verdes que no tientan a nadie. (A· Lind que entra p'or lal izquierda.) i Tú, aquí!

LIND.-i Dios nos asista! j Qué aspecto tiene nues­tra alcoba! j La lámpara hecha añicos en el suelo, las cortinas arrancadas, la pluma rota y la tabaquera llena de tinta!

FALK.-Esta ruina simboliza mi primer día de primavera. Bastante me he consumido detrás de las cortinas; he versificado bajo la lámpara encendida. Estoy cansa'do de poesía en alcoba. Ahora me voy bajo el claro sol del Señor. Lleg6 mi primavera y no quiero más que poesía en accci6n . LIND.~Poetiza cuanto quieras; pero no creas que

va a gustarle a mi suegra la pérdida de las cortinas. FALK.-¿ C6mo? Ella que sacrifica- a sus hijas y a

sus sobrinas por los penslonistas, ¿ va a fijarse en semejante bagatela?

LIND.-(Enfadado.) Es completamente absurdo y comprometedor para los dos. En fin, tú te arreglarás· Pero la lámpara, la pantalla y el v·aso eran míos. FALK.~No siento remordimientos. Si tienes el cla­

ro sol del Señor, ¿ para qué necesitas la lámpara? LIND .~j Qué gracioso eres! ¿ Olvic41s que . el ve-

52 IBSEN

rano es corto y que si quiero estar preparado pa ra Navidad no tengo tiempo que 'perder? FALK.~(Con asombro.) ¿ Piensas en el porvenir? LIND.~Naturalmente. El examen es muy impor­

tante . FALK.~Pero recuerda que ayer estabas loco de

alegría y no te acordabas del examen de Navidad . Habías aprisionado el ave hermosa de la felicidad. Poseías todas las riquezas del mundo . LIND, .~Hablaba así. Es verdad; pero es preciso

comprender cum grano salis. ' FALK.-j Ah! LIND.-Por las mañanas gozaré de mi felicidad.

Estoy decidido. FALK.~j Qué atrevido! LIND.-Voy a perder mucho tiempo visitando a

mi familia futura y sería peligroso buscar otros re­trasos a mis estudios.

FALK.-j ~ eras tú el que querías hace una sema­na recorrer el mundo cantando! LIND .~He reflexionado que el viaje sería dema­

siado largo y que podría emplear mejor el t iempo. FALK.-No; según decías, tenías otr:a razón para

quedarte en casa: este valle tenía para ti el aire puro de la montaña y el canto de las aves.

LIND. -Pero trabajando con mis libros disfrutaré también del aire bienhechor.

FALK.-¿ y qué? ¿ No te bastaba el libro como escala de ]a'cob?

LIND.-j Dios mío! j Qué torpe eres! j Se habla así cuando no se tiene ninguna obligación!

FALK.-(Le mira, junta, la;s ma,nos y d.ice con ex­presi6nde ffrofundo asombro .) ((¿Tú también, Brutus?))

LIND.-(Con despecho .) Comprende que tengo deberes que tú no tienes. Estoy prometido. Mira a los demás prometidos, gente de experiencia que no

LA COMEDIA DEL AMOR 53

te atreverás a criticar : todos afirman que para se­guir dos el camino de la vida es preciso que . .. ,

FALK .-Evítame la explicación. ¿ Quién te la di6? LIND.-Primeramente Styver. Es hombre sincero.

Después la señorita Skcere, que tiene tanta expe­riencia y que lo dice también.

FALK.-Pero, ¿y el pastor y la señora? LIND.-Son s.eres singula·res. Flota sobre ellos

una tranquilidad rara . Figúnate que ella no se acuerda ni de sus esponsales. ¿Ha olvidado por completo lo que es amar?

FALK .-Es el despertar de un sueño demasiado largo. Las aves del recuerdo huyeron para no vol­ver. Seguramente dormiste demasiado, querido Lind, la noche pasada.

LIND.-Sí, me levanté tarde . Estaba tan cansado y tan nervioso anoche. que creí volverme loco:

FALK.-Sí, estabas como hipnotizado. LIND.-Afortunadamente desperté con el espíri­

tu tranquilo. (Duram.te esta e.scerva, Straamamd ap'a.rece de

'Vez en cuando por el foro, hablando 'Vi'Va­ment~ con A na·. Les siguen la. señora Straa­ma.nd y los n iños. LIlJ sd iorita Skcere se Pre­sentllJ también con la seiioral Halm y otra!S setíoras.)

SEÑORA SKCERE .-(Antes de entrar en escenal. ) Es Lind.

LIND.-(A Falk .) Todavía me siguen. ¿Hu­yamos?

SEÑORITA SKCERE.-¿ Dónde va usted? Hay que terminar el desacuerdo que existe entre usted y su novia.

LIND.-¿ Cómo es eso? ¿ Estamos en desacuerdo? SEÑORITA SKCERE.-Fíjese en los ojos llenos de

lágrimas de la pobre Ana . Pues bien; es el curatG de América el que proporciona esta pena.

54 tESEN

LIND.-Pero, j Diús mÍú! si era cúsa decidida. SEÑORITA SK<ERE .-(Con ironía.) j Bueno. estaoo !

Opinará usted de diferente múdú después de estu­diar el asunto..

LIND.-Pero la lucha por la fe es el sueño. más hermúsú de mi porvenir.

SEÑORITA SK<ERE.-¿ Quién sueña en nuestra práctica edad? Recuerde usted a Styver que soñó la otra noche que recibía una carta doblada en for­ma extraña.

SEÑORA STRAAMAND.-Esto significa la llegada de un tesoro.

SEÑORITA SK<ERE.-(Mo'Viendo la cabeza .) En efecto: al día siguiente vinieron a que firmara los espúnsales.

(Las señoras rodean a Lind y se 'Van hacia el fondo del jardín hablando con él.)

STRAAMAND.-(Coniinúa ca:iequizando a Ana.) Por estas causas, querida hija mía, por estas razúnes inspiradas en la moral y en las Santas Escrituras. usted cúmprenderá que sería una ligereza múdíficar así sus sentimientús.

ANA .-(Casi llora:ndo.) j T 'engo tan poca expe­rienci.a. !

STRAAMAND.--Seguramente se deben temer los pe­ligros y las embúscadas; perú que la duda no. se apodere de usted. Tenga confianza. Imítenos a Ma-ren ya mí. .

SEÑORA STRAAMAND.--SU madre me ha recordado. hoy que yo. estaba tan abatida cúmú usted cuando llegó el nombramiento..

STRAAMAND.-Le fué penoso abandonar la capi­tal; pero cuando hubimos reunido algún dinero y nuestros primeros gemelos vinieron al mundo., pasó todo..

FALK.-(En 'Voz baja a SiraamaJnd.) j Es ·usted un gran orador!

LA COMEDIA DEL AMOR 55

STRAAMAND.-(Guiña un ojo y se 'Vuel'Ve hacia Ana.) Mantenga usted su promesa. El hombre no debe desesperarse. Falk, además, me ha afirmado que el curato tenía cierta importancia. ¿ Es verdad?

FALK.-No, pastor . STRAAMAND.-Sí, hombre, sÍ. Desde el momento

en que hay un punto de apoyo serio, haría usted mal en renunciar. Contemple usted en el pasado a los ángeles rebeldes. . Adán . .. Eva .. . los animales en el arca .. .los lirios en el aire... las aves en el campo ... sí, las aves, los paj.aritos. y también los pescados . ..

(El pasto?' continúa ha:blando ' en 'Voz baja y alejándose con Ana. )

FALK.-( Viendo a la s6íorita Skcere y al las tías llegar con Lind. ) j Bravo! j IAhí están las tropas de refresco que llegan! j Toda la guardia imperial está sobre las armas.!

SEÑORITA SKa:RE.-Muy bien. j Está aquí ella? (En 'Voz baja .) Veremos a Falk . Ahora le toca a Ana. (Se acerCa a Ana.) ,

STRAAMAND.-(Ap:a;r tán dola con un gesto .) Las in­fluencias mund.anas son inútiles donde el espíritu interviene. Los hombres no deben mezclarse (con modestia), y si mi papel fué activo es porque Dios me concedi6 el don por fuerza .

SEÑORA HALM.~j Vamos.! j Que se reconcilien pronto! .

LAS TÍAs .-(Conmo'Vidas . ) j iDios mío! j Qué es­. pectáculo tan conmovedor!

STRAAMAND.~¿ Hay algún alma tan insensible al sentimiento de la belleza. que no se impresione por tal escena? j Es tan profundamente conmovedor ver a una joven sencilla aceptar de buen grado un pesado sacrificio en el altar del deber ! .. ..

SEÑORA HALM.-Sin duda; pero su familia no se ha estado quieta.

56 IBSEN

SEÑORITA SKa:RE.-De las tías y de mí, respondo. L.ind, usted posee sin duda la llave del corazón de Ana; pero nosotr.as, sus amigas, poseemos un secreto para abrir ese corazón cuando la llave no puede. (Estrechándole la ma,no .) Y si en el porvenir necesita usted de nues.tra amistad, diríjase a nos­otms, en la seguridad de no equivocarse .

SEÑORA HALM.-$iempre y en todas partes estare­mos con usted.

SEÑORITA SKa:RE.-Nosotras le protegeremos con­tra la hidra de la discordia.

STRAAMAND.-j Qué encantadora armonía entre la amistad y el amor! j 'Momentos dulces y rr.elancóli­cas a la vez . (Se 'Vue'V e hacia, Lind .) Acabemos, jo­ven. (Le entrega a A·nal.) Toma tu prometida. Tó­mala y abrázala. LIND .~(Tendiendo su malno a Ana,.) ,No partiré. ANA.-(Hablando al mismo tiempo .) Te acompa­

ñaré. (Con asombro .) ¿ N o partes ya? LIND.-(Con asombro .) ¿Me acompañas? ANA.-(Con la mirada extrarviada.) Pero, j Dios

mío! ¿ ·Es posible que estemos otra vez en des­acuerdo?

LIND.-¿ Qué significa esto? LAS SEÑORAS.-¿ Qué pasa? SEÑORITA SKa:RE.-Es una mala inteligencia. STRAAMAND.-Ella se había comprometido santa-

mente a partir. SEÑORITA SKa:RE.-Y Lind había jurado solem­

nemente quedarse . FALK.-(Riendo .) Los dos han cedido. He ahí

todo. STRAAMAND.-Es demasiado para mí. No compren­

do nada. (Vase hacia el foro .) LAS TÍAS.-(A· la 'Vez .) ¿De qué provenía el des­

acuerdo? SEÑORA HALM.-(A Guldstad y Sty'Ver que se

LA COMEDIA bEt AMO~ 57

acercan.) La discorJia reina aquÍ, (Habla en voz baja.)

SEÑORA STRAAMAND .~(A la seíiorita Skcere, vien-do que se prep'a.ra lal mesa del jardín.) ¡ Ah ! ¡El té!

SEÑORITA SKCERE .~(Con sequeda,d.) ¡ ,MeJor! FALK.-'¡ Vivan el amor, las tías y el té! STYVER.-Así el asunto va a terminar a s:ltisfac-

ci6n de todos. Además, es necesario que la mujer siga al marido. Es una fórmula precisa contra la cual nadie se atrevería a protestar.

SEÑORITA SKCERE.~Pero,entonces, ¿ en qué que­da nuestro arreglo?

STRAAMAND.-La mujer debe obedecer las 6rdenes de lo alto. STYVER.~Pero Lind es libre de esperar antes de

obedecer a la ley. (A Lind.) Retarde su viaje y qué­dese aquí tranquilamente esperando.

LAS TÍAs.-{Con alegría.) ¡ Eso es! SEÑORA HALM.-¡ Perfectamente! SEÑORITA SKCERE.~AsÍ termina el asunto .

(Durante este tiempo, Svanhild, ayudada por las doncellas, hal prep'arado la mesa bajo el mirador. A ruegos de la señora Halm, las señor(!lS van a sentarse en torno de la mesa. Otros invita.a,os quedan junto al mirador, en el paJbe1l6n o en el jardín.)

SJ;:ÑORA HALM .-(Sonriendo.) Terminó la tempes­tad. Las nubes de verano son agradables cuando han pasado. El sol parece más hermoso y anuncia una

. tarJe sin nubes. SEÑORITA SKCERE.~Hay que regar la flor del amor

para que conserve la frescura . FALK.-Es semejante a los pescados: sin agua

se muere. SANHILD.~No, porque el amor vive del aire. SEÑORITA SKCERE.-Y el pescado muere en el aire. FALK.-Exacto.

lBSEN

SEÑORITA SKCERE.-Le hemos tapado la boca esta vez.

SEÑORA STRAAMAND.-j El té tiene un aroma de­licioso!

FALK.-No abandonemos la imagen florida. Amor es flor que muere si la lluvia bondadosa del cielo le falta . (Se calla.)

SEÑORITA SKCERE.-Y, ¿ qué más? FALK.-{I nclinándose respetuosamente .) Entonces

llegan las tías con una regadera de socorro. j Pero esta comparación ha sido renovada tantas veces por los poetas y aceptada por el público hace tantos raños ! .. . Y, sin embargo, no es suficientemente clara para la mayoría de nosotros, porque son nu­merosas las variedades de flores y convendría saber qué flor se 'puede comparar más al amor.

SEÑORITA SKCERE.-Todos 10 saben: la rosa . Cuan­do se ama se ve todo de color de rosa.

UNA SEÑORITA.-Es la anémona que crece bajo la nieve y sólo se descubre al florecer.

UNA DE LAS TÍAS .-Es diente de Le6n que crece mejor cuando el casco del caballo o el pie del hombre la han pisoteado. Como dijo el poeta Pe­dersen, sólo entonces da sus flores más hermosas.

LIND.-No; es nevadilla que anuncia la fiesta de Pentecostés.

SEÑORA HALM.-No; es la inmortal que ni Di­ciembre ni Junio pueden marchitar.

GULDSTAD.-Amor es semejante a musgo de Is­landia; se le corta en estío para curar el pecho de los jóvenes.

UN INVITADO.-Es castaño de Indias que arde bien, pero que no se puede comer.

SVANHILD.-Es cámelia que reemplaza las hojas de Mayo en los tocados de baile.

SEÑORA STRAAMAND.-N o; amor es semejan~e a la hermosa flor . .. esperad un momento ... a la flor

LA COMEDIA . DÉL AMOR 59

gris ... no ... violeta ... se llamaba ... ¿ cómo se llama­ba? Sí. .. se parecía a ... Es curioso. No me acuerdo de nada.

Sl'YVE:R.--SUS compar,adones florales son incom­pletas. Amor es más bien semejante a un tiesto de flores . No puede a la vez albergar más que una sola planta, pero sucesivamente puede contener un gran número.

SrRAAMAND.-(Entre sus hijas.) No; amor es corno árbol frutal que en prim.avera da flores inmaculadas corno nieve, que después convierte esas ' flores en frutos verdes que el árbol nutre con su savia y con la ayuda de Dios se truecan después en frutos. sazo­nados.

FALK .-Tantas personas, tantas opiniones. Pero todos estáis en un error. 0 1d mi comparación; po­dréis ex,aminarla cuanto queráis, no tendréis nada que objetar. (Se coloca irónicamente en actitud de orador.) Vive en el Extremo Oriente una planta que sólo nace en los jardines. de los Hijos del Sol.

LAS SE:ÑORAs .--Sí, el té . FALK.-Justamente. \ SE:ÑORA SrRAAMAND.-Me parece oir a Straaniand

cuando predica. SrRAAMAND.-No hay que interrumpirle. FALK .-El té viene del país de las hadas, más allá

de los desiertos lejanos. Lind, llena mi taza. Gra­cias. Y ahora, con la taza de té en la mano, voy ~ brindar por el té y el amor. (Todos rod.eam a Fa,lk .) Viene el té de tierra de hadas. Y el amor también . Sólo los hijos del país del Sol saben cultivar el té. También para nacer, para germinar, para florecer, necesita el amor un rayo rojo de sol.

SE:ÑORITA SKCERE: .-Pero China es un país muy antiguo y el té también es muy viejo.

STRAAMAND.--Sí, debía existir antes que Tiro y Jerusalén.

60 IBSEN

FALK.~Cuando Matusalén era niño, y sentado en un taburete se entretenía en ver un libro de estam­pas, ya era conocido el té

SEÑORITA SKCERE.-(Con a~re d:e triunfo.) y como la cualidad principal del amor es la juventud, su comparación no tiene razón de ser.

FALK.-No; ~ambién el amor es muy viejo . De extremo a extremo del mundo están tan conformes con esta afirmación, que muchos suponen hasta que el amor es eterno. Esto es, sin duda, exagerado. Pero el amor es más viejo de lo que puede imagi­narse.

SEÑORITA SKCERE.-No existe más que un solo amor, mientras que en el té hay diversas calidades

SEÑORA STRAAMAND.-De mil cl.ases. ANA .-El té verde y joven de la primavera. SVANHILD.-Que sólo lo beben las hijas del Sol. UNA SEÑORITA.-Y que es embriagador como éter,

según dicen. OTRA SEÑORITA.~Perfumado como flor de loto y

dulce como almendra. GULDSTAD.~Ese té no llega a nosotros. FALK.-j Ah! j Señoras! Cada uno de nosotros

posee en su alma un Celeste Imperio en mini;atura, en que detrás de la muralla de la timidez germinan millares de brotecillos; pero son para las muñequi­tas chinas de la fantasía que suspir.an en quioscos, soñando con tulipanes dorados en la mano y en­volviendo sus formas en gasas de seda . Para estas muñecas se recogen los primeros frutos, sin preocu­parse de los frutos posteriores. Así el té que llega hasta nosotros está mezclado de cascajo y de hojas muertas y se parece ;a1 otro como el cáñamo a la seda. Es pobre la cosecha que se recoge golpeando el árbol repetidas veces. .

GULDSTAD.-(Asintiendo con la ca.beza.) Sí, es-el té negro.

LA COMEDIA DEL AMOR 61

FALK.-Y ese es el que llena nuestro mercado. UN INVITADO.-Holberg menciona un té de buey. SEÑORITA SKa:RE.~(En tono seco.) i No se cono-

ce en nuestros palacios modernos ! FALK.-También existe un amor de buey que

agobia al hombre . en las novelas y que puede en­contrarse también en el ejérccito de babiecas bajo la bandera del matrimonio. Ya ven ustedes que el té es semejante al amor hast;l en sus menores de­talles. Recordaré también que pierde su aroma si viene por la vía fácil del mar. Lo deben traer ca­ravanas, pasando por la cumbre de las montañas y atravesando el desierto . Debe pagar impuesto a la Aduana rusa, y a los jefes cosacos, para que sea de primera calidad, al llegar a nosotros. ¿ Acaso el amor no debe atravesar también el desierto de la vida y todos sus caminos intrincados? i Qué' escán­dalos estallarían, qué gritos se oirían, qué juicios severos el mundo formaría si vosotros o yo atrave­sáramos valerosamente el mar libre p,ara hacer triun­far nuestro amor! Un amor as.Í perdería el aroma de la moral y vería evaporarse su perfume de lega­lidad.

STRAAMAND. ~ (Leva.ntándose . ) Afortunadamente, en nuestro honrado y moral país, esta mercancía se considera todavía de contrabando . j A Dios gra­cias! FALK.~Es verdad. Pa,ra ser libre el amor necesita

en nuestro país atravesar la Siberi,a de Las conven­ciones sociales, en que no hay olas que puedan per­judicarle. En seguida los papeles debidamente se­llados por el sacristán y el organista y el campa­nero, firmados por la familia, los amigos, los tes-

, tigos y el diablo y por mucha más gente todavía, porque el permiso de Eros no es bastante. Y, final­mente, el último punto de semejanza, fijaos. cómo pesa la mano de la civilización en el Extremo Orien-

6, IBSEN

te: la muralla se derriba; el último mandarín va ~ ser ahorcado; manos profanas harán en 10 futuro la recolección del té; el Celeste Imperio no es más que un cuento, una saga en la cual nadie cree . El mundo entero es uniformemente gris. Hemos des­truído el país de 10 maravilloso. Pero entonces, ¿ dónde se encuentra el amor? j Ah! También ha muerto y 10 han enterrado. (Levantal su taza. ) j Que deSaparezca, pues, 10 que es demasi.ado hermoso para nuestra época! jBrindo por el amor que ha muerto!

(Bebe el té: todos manifiestarn disgusto pr o-fundo.)

SEÑORITA SKCERE.-Habla usted muy mal. LAS 5EÑORAS.-¿ El amor ha muerto? STRAAMAND.~¿ Pero no veis ,al amor vivo aquí y

bajo diferentes formas en torno de la mesa de té? Aquí está la viuda de luto .. .

SEÑORITA SKCERE.~Aquí un matrimonio unido .. . STYVER.~uyos ,numerosos frutos prueban la ter­

nura. GULDSTAD.-Después los quintos del amor, los

nuevos prometidos. STRAAMAND.~Y los veteranos, cuyos afectos per­

sistieron a través del tiempo. SEÑORITA SKCERE.-(Inierrumpiendo .) y los más

recientes de la clase .la. pareja de ayer .. . STRAAMAND.-En resumen: aquí están el invier­

no, el verano, el otoño y la primavera. Es una verdad deslumbrante que debe convencer ojos y oídos.

FALK.-¿Y qué más? SEÑORITA SKCERE.-j Pero usted niega hasta la

evidencia ! FALK.-No me comprendió usted, señorita . No

negué nada de cuanto acaban de 'enseñarme. Pero permítame que les diga que el humo no prueba

LA COMEDIA DEL AMOR

siempre la existencia . del fuego . Sé perfectamente qu se casan, que fundan un hogar. No niego la ca­nastilla de boda ni el anillo nupcial. Conozco los papeles ros,ados con palomas que se besan, los paseos de los prometidos por las calles; no ignoro que se ofrece chocolate a las personas que vienen a felicitar a los prometidos, y también que la moda crea usos nuevos para ' cada enamorado. Pero, j Dios mío!, también tenemos jefes, un arsenal lleno de tambo­res, de sables 'y de espuelas . ¿ Y qué prueba eso? Sencillamente que tenemos s.oldados en armas, pero no héroes. Y .aunque el campo se cubriera de tiendas de campaña, no implicaría esto la bravura y el he­roísmo de las tropas.

STRAAM¡\ND.--Seamos justos. El amor, tal como 10 pintan con pas;ón los jóvenes, no es el único, no es el solo que existe . Créanme ustedes.. Este amor es insuficiente p.ara determminadás circunstancias de la vida. Sólo el matrimonio y la familia hacen el amor inquebrantable como roca.

SEÑORITA SK<LRE.-Opino de modo distinto. Creo que la unión libre de dos cor:a.zones, que puede romperse y que subsiste durante años, es el testi­monio que más prueba el amor ve"rd.adero .

ANA.-(Con energíal.) No, un amor joven y recién declarado es, sin duda alguna, más poderoso y más verdadero que un afecto antiguo.

LIND.-(Soñador .) ¿ Quié!;l podría decir $lue el amor no es más bien semejante a la anémona, de que se hablaba hace poco y que esparce su perfume bajo la nieve? I

FALK.-j Ah! j Infeliz Adán desterrado del Pa­ra~so! j:EI remordimiento te hace imaginar que de­trás del obstáculo está el Edén!

LIND.-Es absurdo 10 que dices . SEÑORA HALM.-(Molesta, dirigiéndose al Falk y

le-vantándose.) Un amigo no debe venir a provocar

IBSEN

de nuevo la discordia aquí, cuando se ha restable­cido la paz. No se preocupe usted por la felicidad de su amigo.

ALGUNAS SEÑORAS.-No, es segura. OTRAS SEÑORAS.-N,aturalmente. SEÑORA HALM.-Si es verdad que la prometida no

aprendió el arte culinario, lo estudiará en el otoño. SEÑORITA SKCERE.-y ella misma bordará su ropa

de novia. UNA TÍA.-{Acaricia.ndo la ca1beza. de Ana.) ¡Será

una mujercita muy razonable! FALK.-(Riendo a ca;rcajadas.) i Oh! Labios ami­

gos que detenéis las locas' canciones de la. danza evocando el espectro caricaturesco de la razón; vos­otras, las amigas de Lind, ¿ pensáis acasb que era ese el fin que perseguí.a.? ¿ Creéis que .le preocupaba el arte culinario? No, vino aquí como h ijo alegre de la primavera y eligió la joven englantina ' del jar­dín. Vosotros cuidasteis la flor, y al volver se en­contró con una bellota.

SEÑORITA SKCERE.-Es usted exasper,a nte. FALK.-,Es un fruto útil, lo concedo; pero la be­

llota no es la flor primaveral que eligen los aman­tes.

SEÑORA HALM.-Seguramente, si el Sr. Lind ha buscado una reina de comedia, se ha equivado. i 'Aquí no hay ninguna!

FALK.-Sí, este espíritu de familia es la última palabra de la coquetería moderna, planta del árbol de la mentira, que se extiende pronto, semejante a rama de lúpulo. Pues bien, señora, saludo a la reina de la comedia; como hija de la belleza, porque el ideal teje sus hilos de oro en una sala de fiesta, pero no en una agencia de nodrizas .

SEÑORA ItALM.-(Con acritud. ma,l disimula.da .) La explicación de su actitud, señor Falk, es fácil de hallar. Todo novio es hombre perdido para sus

LA COMEDIA DEL AMOR

amigos. Esa es la verdad. Tengo experiencia de ello.

FALK.-j Natur.almente! j Siete sobrinas casadas! SEÑORA HALM.-V dichosas en sus casas. FALK.-(Precipitadamente.) ¿ Está usted segura? GULDSTAD.-¿ Pero qué dice? SEÑORITA SKeERE.-j Señor Falk ! LIND.-¿ Quieres s~mbrar la discordia? FALK.-.j Sí! ¡ Guerra, discordia, querellas me ha­

cen falta! STYVER.-Pero eres un profano que no recibi6 la

iniciación en las cosas de que habla. FALK .-':'¡ Peor aún! A pesar de todo levanto la

bandera de la rebelión! Necesito la guerra a todo trance, guerra contra la mentira que cuidasteis y alimentasteis tan bien que se levanta atrevidamente y presenta aspecto de verdad.

STYVER.-Protesto contra lo que vas a decir y me reservo el derecho de c0ntestar.

SEÑORITA SKeERE.-j Cállate! FALK.-¿De modo que es la fuente .pura del amor

la que llora lo que la viuda ha perdido y que añora . las caricias cambiadas en Jos días radiantes de feli­cidad? ¿ Es la ola triunfante del amor la que corre por las venas de los esposos? ¿ Del mismo amor que se mantiene intrépido sobre la muralla, victorioso de todos los convencionalismos, de todas las cos­tumbres y burlándose de los cuerdos y de los locos del mundo? ¿ Es también la hermosa llama del amor la. que mantiene durante años los noviazgos? ¿ También es esa llama la que ilumina el alma de un burócrata hasta hacerla cantar? ¿ Es, finalmente, felicidad del amor la que teme un viaje por mar y recláma la limosna, cuando la más hermosa recom­pensa debía ser el joyel de amor que se ofrece 'a sí mismo? No, profetas de la mentira; llamad a las SQsas I?Or su nombre . Las ternuras de la viudez se

66 IBSEN

llamanp'-rivllIci6n; las caricias del matrimonio se llaman costumbres. Estos son los nombres.

STRAAMAND.-]oven, tanto cinismo pasa de los lí­mites. Cada palabra es una blasfemia. (A dela.ntán­dose a Fa1lk . ) Y abora me apresto a defender las creencias tradicionales contra la ciencia moderna.

FALK.-Alegre voy al combate como a un festín. S1RAAMAND.-j Bueno! Usted me verá desafiar la

metralla. (Más cerca.) Una pareja unida por la Igle­sia es tan sagrada como el sacerdote.

STYVER.-(Al otro lado de .Falk.) ¿ Y los prome­tidos?

FALK.-$ólo a medias, como el diácono. STRAAMAND.-¿ Ve usted estos hijos, estos retoños

tan numerosos? Prueban por sí solos la verdad de mis ;afirmaciones. No hubiera sido posible, factible de otro modo. No; la verdad resplandece implaca­ble. Sólo un insensato se negaría a reconocerlo. Estos hijos son hijos naturales. (Se calla. des.concer­tado.) Sí, es decir, no .. . naturalmente.

SEÑORITA SKa:RE .-(Abanicándose con el ptmue­lo .) j Este discurso es muy embrollado!

FALK.-Vosotros mismos me proporcionáis prue­bas incontestables, aplastantes. Establecéis diferen­cia entre los hijos nacidos en el matrimonio y los hijos naturales. Y tenéis razón. Hay tanta diferencia entre ellos como eiltre lo crudo y lo cocido, entre las fiares silvestres del campo y las 'fiores 'criadas en tiesto. Entre vosotros el amor dejó de ser pasi6n para ser ciencia. catalogada, profesión, con corpo­raciones y estandarte. Novios y esposos forman los cuadros y los llenan con una cohesión semejante a la de las plantas del mar. Lo único que falta. a I.a sociedad es el orfeón.

GULDSTAD.-¿ Y el periódico? FALK.-j Lo tendréis! Es una buena idea. Ya te­

nemos publicaciones para niños y para señoras, para

LA COMEDIA DEL AMOR 67

creyentes y para cazadores. Espero que nadie re­gateará . Cualquier compromiso adquirido por Pa­blo o por Pedro será escrupulosamente :anunciado. Se reproducirá la cartita rosa que Guillermo escriba a la tierna Laura. Se publicarán como en otros pe­riódicos los asesinatos y los incendios, las rupturas que se verifiquen cada mes. En anuncios se dirá dónde se venden anillos de ocasión . Los nacimientos de gemelos o triples nacimientos .se anunciarán con grandes titulares . Cuando haya un matrimonio le­gal, el periódico tocará el bombo para congregar en el acto a toda la corporaci6n. Y cuando un pre­tendiente haya obtenido una negativa se insertará la noticia, poco más o menos en estos términos: «Una víctima más del demonio del amor.n Sí, ya 10 verán ustedes. La idea del peri6dico triunfará. Porque en el momento de hacer morder al abonado tendré un cebo especial. Según el método de los gr.andes peri6dicos, me ensañaré con alguien, reven­taré a un célibe . .. Sí, me veréis luchar por el bien común con feracidad de tigre. Seré un redactor que muerda a sus adversarios.

GULDSTAD.-¿ Y qué título tendrá el peri6dico? FALK.-EI Defensor de los amores norU8J¿"OS. STRAAMAND .-¿ N o habla en serio, verdad? ¿ No

querrá comprometer su reputaci6n? FALK .-Muy en serio, al contrario. Muchas veces

se ha dicho que nadie podía vivir de amor. Yo pro­baré 10 contrario, porque viviré como un príncipe; sobre todo, si , como espero, la señorita Skcere quiere proporcionarme La nov ela de la; vidal del pastor Straamand para publicarla como folletín en el dia­rio .

STRAAMAND .-(Asustado.) j Que Dios me asista! ¿ Qué proyecto es ese? ¿ Cuándo mi vida fué nove-1esca?

SEÑORITA SK<ERE.-Jamás dije eso.

68 IBSEN

STYVER.-Una mala inteligencia. STRAAMAND.-¿ He pecado contra la moral o las

buenas costumbres? j Es una calumnia. infame! FALK .-j Bueno! (Golpeando la espalda de Sty­

'Ver.) Por 10 menos tú no me traicionarás y comen-' zaré pronto :a publicar las poesías del escribiente.

STYVER.-(Mirando con terror al pastor.) j Pero estás loco! Pido, la palabra. ¿ Me acusas de haber compuesto poesías? j Qué audacia!

SEÑORITA SKCERE.-j Si no es verdad, Dios mío! FALK.-Es un rumor que sqle del escritorio en

que trabaja. STYVER.-(Irritado.) Nunca sale nada de nuestro

escritorio. FALK.-Puesto que me abandonas así, me resta

un hermano fiel, un poeta de corazón, Lind, cuyo amor es demasiado delicado para soportar la brisa del mar; Lind, que sacrifica a su amor las almas no­ruegas. Este, al menos, eleva el sentimiento a su mayor esplendor.

SEÑORA HALM .~Mi paciencia se ha agotado, se­ñor Falk. No podríamos seguir viviendo juntos. Espero que dejará usted la casa hoy mismo.

FALK.-(lnclinándose, mientras la señora Halm y todos entran en lai casa .. ) j Lo esperaba!

STRAAMAND.-Entre nosotros, guerra a muerte. Me ofendió ,usted :! mí y a mi mujer y a mis hijas, desde Irene hasta Ana . Cante usted ahora, señor; cante usted- ahora como gallo de la Idea. (Entra en la casa, seguido Por todos los suyos.)

FALK.-Y usted siga su vida de apóstol ayudado por el amor, del que renegó antes del tercer canto del gallo.

SEÑORITA SKCERE.-(Que se encuentra mal.) j 'Sty­ver! j Socorro! 1 Ayúdame a aflojar el corsé! j Pron­to! 1 Ven aquí!

LA COMEDIA DEL AMOR 69

STYVER.-(A Falk, alejándose.) Ya no eres mi amigo.

LIND.-Ni mío. FALK.-¿ Cómo? ¿Tú, Lind? LIND.-j Adiós! FALK .-Eras m¡' amigo m{¡s íntimo. LIND.-Poco importa. Mi prometida lo exige .

(Entra. Svanhild ha permanecido en Pie cerca de la. escalera.)

FALK.-Ya estoy libre . Lo barrí todo en torno mfo.

SVANHILD.-Una palabra, Falk. FALK .-(Señalando la casa.) Por allí hay que ir .

Por allí pasaron su madre, sus amigos, sus tías. SVANHILD.-Sí, pero mi camino no es el suyo.

No aumentaré yo el número de los que le aban­danan .

FALK.-¿ Cómo? ¿No se va usted? SVANHILD.-No; si lucha usted contra la menti­

ra, me tendr{¡ a su ¡ado como escudero . FALK.-¿ Tú, ~nhild? ¿ Pero es verdad que

tú? .. SVANHILD.-Yo, que ayer. . . Pero usted tampoco

es . el mismo de ayer. Usted me ofrecía como felici­dad el destino de la caña.

FALK .-Y la caña silba mi vergüenza. No, tenías razón. Mi obra era pueril y tú me señalas un objeto m{¡s noble. En medio de la tumba está la dtedra de la verdad, donde la voz debe resonar potell~e y clara. No se trata de contemplar desde las alturas la lucha salvaje, como la d'iosa Asynia, no; hay que llevar el sello de la belleza en el cor.azón, como S. Olaf¡ llevaba la cruz sobre la armadura; hay que abarcar con la mirada la inmensidad del campo de batalla y arrojarse en seguida en el combate . j Con­servar la sangre- fría, ver claramente en la obscuri­dad: esto es lo que conviene al hombre!

7° IBSEN

SVANHILD.-Y usted 10 conseguirá cuando se halle libre y solo.

FALK.-No. Hay que estar entre la multitud. He ahí la labor. Terminó el pacto de soledad que había hecho con el cielo. Acabó mi vida de poeta aislado en una habitación . Mi poesía debe resplandecer: a pleno aire bajo la haya y el abeto. Mi lucha debe emprenderse contra todo lo que existe . ¡ O la men­tira o yo! Uno de los dos tiene que morir .

SVANHILD.-¡ Bendito seas, poeta de la acción! Le había juzgado mal. Tiene, usted valor y cora­zón. Perdóneme y separémonos sin rencor.

FALK.-No; en mi barca, que navega hacia el porven:r, hay sitio para dos. Si tienes valor, no nos separemos, Svanhild. Marcharemos juntos al com­bate. SVANHILD.~¿ Marcharemos juntos? FALK.-Ya lo ves. Todos me abandonaron. Ya no

tengo amigos. Estoy en guerra declarada con cu.an­tos me conocen. Contra mí volvieron la punta ace­rada de su odio. Dime. ¿Tendrás valor para vivir y sucumbir conmigo? Mi camino pasa por encima de la moral y de los convencionalismos, por encima de las obligaciones cuya cadena se esfuerza en sujetar nuestros p:es, y, sin embargo, puedo arrodillarme como los demás, y voy a colocar el anillo en el dedo de mi amada. (Se quita el anillo y lo enseña.)

SVANHILD.-(Conmov ida.) ¿ Lo quiere usted? FALK.--Sí, 10 quiero y probaremos al mundo que

el amor posee una fuerza sobrehumana que se eleva por encima del fango de la vida cotidiana y le hace brillar con magnificencia a los ojos de todos. Ayer hice arder ante ti el fuego de la idea, que brillaba como faro sobre roca salwje, 'y temblaste de es­panto ,como mujer. Ahora te señalo el verdadero fin de la juventud. Un alma semejante a la tuya no

LA COMEDIA DEL AMOR

retrocede ante un compromiso. Ahí está el abismo. j Atrévete a franquearlo, Svanhild!

SVANHILD.-(Con 'Voz apagada.) ¿ Y si caemos? FALK.-(Con entusiasmo.) ¡No; leo la victoria

en el brillo de tu mirada! SVANHILD.-j Tómame por entero, tal como soy!

j Florece el jardín! j Llegó mi primavera! (Se arro­ja decididamente en sus brQJzos.)

CAE EL TELÓN

ACTO TERCERO

lIermosa noche de luna. El jardín con iluminaci6n a la veneciana. Al foro mesas con botellas, vasos, pasteles, etc. De la casa, cuyas ventanas están todas iluminadas, sale vago rumor de canto con acompañamiento de piano. SVANHILD, en pie, de­lante del ' mirador. FALK entra por la izquierda, trayendo algunos libros y una cartera con manus­critos . Le sigue un criado que trae una maleta y un saco de viaje.

F ALK .-¿ Está todo? CRIADO.--Sí, señor. Me parece que no falta más

que el bolso de mano y el abrigo de entretiempo. FALK.-Está bien. Ya lo recogeré al marcharme.

Puedes irte. j Ah ! Busca la cartera. CRIADO .-¿ La que tiene una llave? FALK.-La misma. CRIADo.-Ya la tengo. FALK.-Te ruego que la quemes inmediatamente. CRIADO.-¿ Quemarla? FALK.--Sí; hasta que quede reducida. a cenizas.

Quemarla con todo, mis versos, mi poética . ... Los libros puedes guardártelos.

CRIADO.-j Oh, señor! Es un regalo demasiado espléndido. Pero si el señor regala sus libros es que sus estudios han terminado.

FALK.--Sé cuanto los libros enseñan y más aún. CRIADO.-j Más aún! j Es asombroso!

74 IBSEN

FALK.-Pero j date prisa! Los mozos esperan a la puerta. Ayúdales a cargar mi equipaje en el ca­rro. (V ase el criado por la derecha. A cercándose a Svanhild, que sale a su encuentro.) Tenemos una hora todavía, Svanhild; una hora para. los dos solos, a la. luz de Dios, bajo las estrellas en la noche de , estío. Mira cómo brillan a través de las hojas, se­mejantes a flores en las ramas. Y ¿ no son ellas acaso, en verdad, frutos del árbol del universo? Ahora he roto la última ligadura que me ataba. El látigo de la esclavitud me ha fustigado por última vez. Como el hijo de Jacob he' cogido el bord6n del caminante y vestido para el viaje me detengo ante el cordero Pascual. Y tú, raza servil, dos veces ciega., incapaz de compren·der la belleza de la tierra prometida más ' allá del desierto, esclava laboriosa de nuestro tiempo, construye a tu placer tumbas reales el} las pirámides. Yo parto a la conquista de la libertad a través de la existencia vulgar, a través del mar, si fuera preciso, 'porque allí el ejér­cito enemigo, esto es, la enseñanza hueca de la mentira, debe encontrar la tumba negra y profunda. (Pa.usa breve. Contempla a Sva,nhild y la coge la ma.no.) j Qué callada estás!

SVANHILD.-j y qué dichosa soy! Déjame soñar ... soñat dulcemente. j Háblame! Tu voz hace brotar en mi pensamiento un poema, como lises a flor de agua.

FALK.-j No! D:me una vez más, con tu voz tan pura y tañ claramente sincera, dime una vez más que me perteneces. j Dilo, Svanhild l. ..

SVANHILD.-;.(Arrojándose en sus bra,zos.) j Si; soy tuya!

FALK.-Tú vas a ser, como el ave de que habla­bas, emperatriz envi.ada por Dios sólo para alegrar mi alma.

LA COMEDIA DEL AMOR 75

SVANHILD.-Fuí como extranjera en la casa ma­terna. Hasta mi alma permanecía aislada ante mi conc'encia. Triste entre los que reían, me sentía, sin fuerzas, por debajo de todos. Entonces llegaste y por primera vez oí los pe!1samientos que me obse­sionaban en boca, -de otro ser . Cuanto soñé vaga­mente 10 expresabas tú con claridad y 10 procla­mabas enérgicamente con la fiereza de tu juventud ante esos degenerados de la vida. Al principio tu espíritu mordaz me asustó pero en segu ida me atra­jo como unas veces el mar va hacia las rocas. Aho­ra conozco el fondo de tu alma, me posees por ente­ro" eres orilla riente que invita a la ola del mar, y para ti, amigo, mi corazón no ten'drá reflujo .

FALK.-j Bendito sea Dios por haber bautizado mi amor con el dolor! No comprendí el encanto que encadenaba mi alma a la tuya hasta el momen­to en que supe con dolor el precio del tesoro que iba a, perder. j Bendito sea Dios por haber enno­blecido mi amor marcándolo con el sello del dolor! y bendito sea también por haber permitido nuestra marcha triunfal hacia la felicidad , por haber 'que­rido concedernos alas para que recorriésemos las regiones encantadas.

SVANHILD.-(Selialando la casa.) Todo está en fiesta allí. Todo está iluminado en honor de los novios. Los cantos y las a1ab,3nzas de los amigos resuenan alegremente. Todo hace creer que en me­dio -de esos cantos y esas risas existe la verdadera felicidad . (Con compasi6n .) Afortunada hija de este mundo, j cuánto te compadezco, pobre hermana mía! '

FALK .-¿La compadeces? SVANHILD.--Sí; porque repartió el , oro del alma

entre Lin-d y los suyos. Su felicidad está en cien manos actualmente y nadie le -debe la cantidad to­tal. N o puede exigir el pago total a nadie y nadie

76 IBSEN

se lo puede reclamar totalmente. Yo que no poseo más que un solo, ser de este mundo, soy diez veces más rica que ella. Mi corazón estaba ~acío, cuando con música y bandera desplegada penetraste tú. Dominas como soberano en mis pensamientos y co­mo perfume primaveral llenas mi alma. Bendigo a Dios ahora porque permanecí solitaria hasta el día en que te encontré, porque estuve muerta hasta que de pronto oí la campana que con sus sones me lla­maba a una vida luminosa, exenta de las banalida­des del mundo.

FALK.-Sí, nosotros, los dos parias de este mun­do, somos ricos; poseemos el tesoro de la felicidad. En la noche apacible, a la puerta de esta casa, ve­mos brillar la iluminación, oimos la música alegre. j Que bailen y se regocijen ,a placer! Svanhild, alza la vista al cielo y veráS brillar allí también millares de estrellas.

SVANHILD.-Oye, amado mío. ¿No percibes la extraña armonía que esparcen las hojas del tilo en la frescura de la noche? FALK .~Para nosotros brillan las estrellas en el

firmamento. SVANHILD.-Para nosotros se estremecen las ho­

jas en el valle. FALK.-Soy como hijo pródigo de Dios: preso

en las redes del mundo, le . había abandonado y ahora me llama dulcemente a su mansión. Y como acudo, enciende luminarias por mí, y para el hijo que regresa prepara una fiesta en que me ofrece lo más delicioso de cuanto creó. Y así yo juro que en lo porvenir no dejaré de obedecerle fielmente y de ser siempre valiente defensor de la fe. Juntos, amada mía, marcharemos por ese camino y nuestra existen­cia será interminable canto de adoración y de acción de gracias.

SVANHILD.-Y ya ves: la lucha es fácil cuando

LA COMEDIA DEL AMOR 77

son dos los que combaten y uno de los dos es hom­bre valeroso.

FALK.-Yotro, mujer generosa . Es imposible que sucumban dos seres semejantes.

SVANHILD.-Y ahora luchemos contr,a la miseria y el dolor. (Señalando el anillo que Falk colocó en su dedo.) Quiero dar la noticia a los demás .

FALK .-(Ráp·idamente .) j A.ún no, Svanhild! Es­pera a mañana . Recoj.amos esta noche las rosas ro­jas de la felicidad . j Sería un sacrilegio entregar hoy nuestro pensamiento a las cosas vulgares de la vida. ! (Se abre la puerta, del ja.rdín que comunica con el salón.) Viene, tu madre . j Escóndete! j Nadie debe saber todavía que somos novios!

(Juntos se ocultatn entre los árboles cerca del pabellón. La señora Halm y Guldstad ap'a,­recen en el mira.dor.)

SEÑORA HALM.-¿ Hace realmente sus preparati-vos de marcha?

GULDsTAD.-Así parece. STYVER.-(Entrando.) Sí, señora. Se va. SEÑORA HALM.-Desgraciadamente aún le vere­

mos demasiado. STYVER.-j Mal asunto! Es terco. Mantendrá su

palabra. j Todos saldremos en el periódico! A mi prometida le nombrará v,arias veces entre las ruptu­ras, las negativas. Si nQ fuera falta de dignidad propondría un arreglo, un armisticio .

SEÑORA HALM.-¿ Cree usted que aceptaría? STYVER . .....:Estoy seguro. Me parece que estaba

borracho. cuando habl6 tan fuerte. Tengo motivos para creerlo, porque después de la comida entr6 en la habitación que ocupa Lind y, como un loco, I

10 rompi6 todo. GULDSTAD.-(Ve un momento a Falk y a S1!an­

hild que se separran, Falk se 1!a por el joro. S1!anhild sigue oculta en el pabellón.} ¡¡Un mQmento, señora t

78 IBSEN

Creo que tengo un medio. Fa1k no se marchará, o, en todo caso, se irá amistosamente.

STYVER.-¿ Cómo? ¿ Usted cree? SEÑORA HAUL-¿ Qué cuenta usted? GULDSTAD.-Cosas muy sensatas. Me encargo de

arreglar el asunto a satisfacción de todos. Concé­dame sólo una entrevista de un minuto.

SEÑORA HALM .-j Con mucho gusto! (Se pasea,n por el ja,rd,ín. Se les ve recorrer fe­

brilmente el foro .) STYVER.-(Ve a Falk pa.rado, contemPlando fija­

mente el agua.) j Son vengativos los poetas! STRAAMAND.-(Desde el mirador .) ¿De veras se

va? (Sale a escena y se dirige al Styver.) Querido amigo, hágame el favor de ir al sal6n y de que mi mujer no salga. .

STYVER.-¿ Que no salg.a, lá señora Straamand? S'.!'RAAMAND.-Bí; quiero decir que la haga com­

pañía. j Estamos tan acostumbrados a estar siem­pre juntos, nosotros y nuestras hijas! (La mujer y las hijas del pastor aparecen en el dintel.) j Vea usted! j Ya están ahí!

SEÑORA STRAAMAND.-¿ Dónde estás, Straamand? STRAAMAND .-(En voz baja a¡ Styv er.) Piense us­

ted algo que pueda ' distraerles, algo entretenido. STYVER.-(Dirigiéndose al mirador .) ¿ Ha leído

usted, señora , la instancia dirigida al ministro? Es un modelo de estilo. (Sa,ca un peri6dico del bolsillo . ) Se la voy a leer a usted .

(Obligal a la familia del pastor a entrar de nuevo en el sa16n y les sigue. Falk aparece en el jmrdín . Straamand y él se encuentran y se mira,n fijamente un instante.)

STRAAMAND.-¿ y qué? FALK.-¿ Y qué? STRAAMAND.-j Señor Falk! FALK.-j Señor pastor!

LA COMEDIA DEL AMOR 79

STRAAMAND.~¿ Tiene usted un temperamento más acomodaticio que cuando nos separamos?

FALK.-No; sig.o mi camino. STRAAMAND.-¿ y no se apartaría usted de él,

aunque tuviem que pisotear la felicidad del pró­jimo?

FALK.-Amo más la verdad que la fel icidad. (Son­riendo.) ¿ Y usted ha pensado en la Revista de los A mores Noruegos?

STRAAMAND.-Se trataba, sin duda, de una broma. FALK .-Sí; tranquilícese usted. El pr~yecto se

convierte en humo. Por la acción y n.o por pape­les realizaré mi plan.

STRAAMAND.-Sí; pero si usted me deja, yo sé que otra persona no me dejará tan fácilmente. El escrib:ente se va a aprovechar de la circunstancia por culpa suyóa .. Ya ve usted si es enojoso que haya renovado esas historias de mi juventud. Puede usted estar segqro que no se callará si pronuncio una sola palabra contra las pretensiones que abrigan todos aquí. Dicen que la prensa ejerce presión en estos momentos sobre los gobernantes, y un artícu­lo de ese desgraciado Styver puede derribarme, so­bre todo si se publica en el gran periódico que sale a campaña cada trimestre y hiere con armas y fuerza de Sansón.

FALK.-(En t;no conciliador.) El hecho no es muy escandaloso .

STRAAMAND.-Lo mismo da . El periódico nece­sita escándalo. Ya verá usted. como me sacrifican en el altar de la venganza.

FALK .-Será en el del castigo. Querrá usted decir el castigo merecido. Némesis atraviesa la vida: hiere ta¡;de , pero siempre justamente, y nadie puede huirla . La prensa, .centinela vigilante, tiene la obli­gación de castigar los atentados contra la idea.

STRAAMAND.-j Pero, Dios mío! ¿ Cuándo hice

80 IBSEN

pacto con la ideal, de que habla usted? Piense usted que estoy casado, que soy padre de doce hijos, que me absorbe el trabajo diario . Tengo iglesias y ca­pillas, una parroquia extensa, numerosos fieles, re­baños espirituales que h~y que cuidar, defender, alimentar, castigar. He de , estar en la granja y en el molino, en el establo y en el parque. ¿ Qué tiem­po me queda par,a, vivir por la idea? , FALK.-Regrese, pues, a su hogar a la carrera; cobíjese antes del invierno bajo el techo de la ca­baña. j ¡Vea usted! La joven Noruega forma in­trépido batallón: por millares se cuentan sus ' gue­rreros y el viento de la mañana despliega su es­tandarte.

STRAAMAND,--Sí, joven; pero si regreso con los míos al hogar, con los que componían ayer mi reino pequeño, ¿ cuántas cosas sufrirán modifica­ci6n? ¿ Cree usted que regresaré tan rico como cuando salí? (Al ve?' que Falk quiere ha,blar.) No; escúcheme más atentamente. (Acercándose más.) Hubo un tiempo en que fuí, como usted, joven y como usted intrépido. Luchaba por el pan, y así transcurrieron varios años, El trabajo manual en-' durece la epidermis; pero en las luchas morales el alma tampoco permanece inalterable, Me envia­ron al Norte, mi casa ' estaba apaciblemente recli· nada en la falda de las montañ,as, y para mí la ex­tensi6n del mundo se limitó a la parroquia, j Mi casa! j Sí, señor Falk! ¿ No sabe usted 10 que es un hogar?

FALK.-(FriaJmente.) Jamás 10 supe. STRAAMAND,-Le créo. El hogar es el sitio en que

caben cinco personas, allí donde dos enemigos es­tarían inc6modos; el hogar es el sitio donde las ideas pueden vagar libremente como niños sobre las rodillas de su padre; donde la voz recibe en seguida el eco de la voz amiga; el ho&,ar es el sitiQ

LA COMEDIA DEL AMOR 81

en que blanquean los éabellos sin que nos demos cuenta, en que se envejece y en que, sin embargo, dulces recuerdos aparecen en el azul lejano como colinas que se esfuman a lo lejos, más allá de los bosques. FALK.~(Con ironím fingida .. ) j Se entusiasma

usted! STRAAMAND.-Lo que le hace reir demuestra que

Dios hizo de nosotros dos seres distintos. Soy po­bre en dones que le regaló con largueza; pero po­seo bienes que a usted le faltan. Muchos granos de verdad, vistos desde lo alto, parecen despreciables: Usted tiende a elev.a.rse por los aires; yo apenas me atrevo a asomarme al techo. Hay un ave que se llama águila ...

FALK .-Y otra que se llama gallina. STRAAMAND.-<¡ R t.ase usted!j No importa! Es

verdad . Soy gallina que bajo sus alas cobija pOllue­los. mientras que usted está solo. Tengo el valor y la energía de la gallina y defiendo con tesón ·a los míos. Sé que usted me juzga imbécil y me cree aún más malo de lo que soy porque se imagina. que apetezco 10s bienes de este mundo. No vale la pena de que diSputemos por ello . (Cogiendo un brazo de Falk y continuando sin elev ar el tono de voz, pero con gran energía.) Sí; soy un ser absurdo, imbécil y ambicioso. Pero ambicioso para aquellos que Dios me dió; me embrutecí en la. lucha por la vida, me embrutecí en la soledad, y sin embargo, mientras se perdía el navío de la juventud, vela tras vela, en el torbellino de lo infinito, sobre el espejo del mar aparecía otro impulsado por viento de tierra . Por cada sueño hundido en la realidad, por cada vela rota por la tempestad, Dios me otorgaba el don de un pequeño ser maravilloso y aceptaba cada pre­sente del Señor con bendiciones y agradecimiento. Sí, combatí por mis pequeños; para. ellos edifiqué,_

6

IBSEN

por ellos interpreté la Escritura Sagrada. Mis hi­jos eran flores de mi jardín y el veneno de su ironía vino a emponzoñarlas. Estética y poéticamente me demostró usted que mi felicidad er,a La ·de un tonto y que era grotesco cuanto yo tomaba en serio. j De­vuélvame mi felicidad! j Devuélvamela intacta y pura! j Lo quiero! FALK.~¿ Cómo? ¿ Exige usted que discuta la rea­

lidad de la felicidad de la familia? SrRAAMAND.~í, ~rroj6 usted la duda en mi alma

como arroja una piedra y usted sólo puede arran­carla. j Quite el obstáculo 'que levantó par,a, sepa­rarme de los míos! j Quite el lazo con que sujetó mi cuello!

FALK.-¿ Quiere usted que con mentiras compon­ga el cáliz roto de la felicidad? STRAAMAND.~Creo que con palabras me puede

usted devolver la fe que me quit6 con palabr,as. Creo que puede usted soldar la cadena rota. Juzgue de nuevo y esta vez diga la verdad I>;r completo, para que pueda otra vez levantar la frente. FALK.~{Con energía.) No puedo convertir el

cobre en oro. STRAAMAND.~{Mirándole fijamente.) Recuerde

usted entonces que alguien que persigue la verdad dijo estas palabras: «j Hay una Némesis a la cual nadie puede escapar !»

(Se 'Va hacia la, cMa.) STYVER.~{Ap'arece con lentes, llev<llndo en la

mano un dia.-rio extendido.) Acuda usted pronto se­ñor pastor: las niñas lloran .

LAS NIÑAs.~{Desde la puerta.) j Papá! STYVER.-Y la señora se impacienta . (Straamalnd

entra en la casa.) A esta señora le importa poco la argumentación. (Guarda el p'eri6dico y los lentes en el bolsillo.) j Falk !

FAI,K.-¿Qué?

LA COMEDIA DEL AMOR

STYVER.-Supongo que habrás cambiado de pa­recer.

FALK .-¿ Por qué? STYVER.-Porque comprenderás fácilmente ql'€

hiciste una mala acción abusando de mis confiden­cias. ¡ Esto no se hace !

FALK .- .¡ Seguramente! H asta puede ser peli­groso .

STYVER .-Ya lo creo. FALK.-Pero sólo en el caso de que las C'onfidf'n­

cias se refieran a personas de importancia. STYVER.-·(Con energía.) No; es peligroso para

tO'dos los que ocupan un cargo. Estoy seguro · de que me perjudicaría en el ,ascenso si supiera mi jefe que Pegaso caracolea y relincha, a las horas de trabajo, en una oficina como la nuestra. Ya sabes que en las oficinas del Estado o en la adm'nistra­ción de Cultos no se permiten las licencias poéticas. Pero la desgr.acia serí21. irreparable si supieran que he faltado al primero de mis deberes revelando se­cretos de Estado .

F ALK.-¿ Castigarían tu imprudencia ? STYVER.-(Con mistel'io . ) Podrían obligarme a

presentar inmediatamente la dimis'ón. Los funcio­n arios debemos tener siempre un candado sobre los labios, hasta para los personajes más elevados.

FALK.-Pero es tiranía ver a un jefe estrujando a un escribiente y obligarle además al s'lencio.

STYVER.-(Con firmeza.) Es legal. Hay que obe­decer sin murmurar, y sobre todo en estos momen­tos en que se van a revisar los. sueldos. Sería im­prudente criticar el empleo del tiempo y la clase de trabajo. Cállate, pues, te lo ruego, porque una sola palabr.a tuya puede hacerme perder ...

FALK.-Tu cartera. STYVER.-Se llama simplemente libro copiador .

Pero este registro es parecido al broche que cierra

lBS EN

el corsé de las noruegas: sería peligroso descubrir los secretos que guarda.

FALK.-Y, sin embargo, fuiste tú quien me rog6 que dej.ase entrever los secretos de tu pupitre.

STYVER.-¿ Podía sospechar que el pastor estaba tan hundido en el barro? ¡ El, que es d:choso, que tiene una parroquia, mujer, hijos, dinero bastante para atender a las necesid:ades de la vida! Pew si le es permitido a él degradarse tan burguesmente, quién podía reprochárrnelo a mí, pobre escribiente que no he tenido ascenso y que debo casarme dentro de poco y crearme una 'famili.a.? (Con más energía.) Si fuera rico me acorazaría contra las burlas del mundo. Si fuera soltero como tú, saldría de las nie­blas de la. prosa y combatiría por el ideal.

FALK.-Pues entonces, amigo mío, ¡sálvate! STYVER.-¿ Qué dices? FALK .-Aun es tiempo. No te preocupes del mun­

do y acuérdate que la libertad convierte la oruga en mariposa.

STYVER.-(Retrocediendo.) ¿ Me aconsejas que rompa?

FALK.-Sí. Cuando se quita la perla, ¿ qué im­porta la concha?

SrYVER.-Tu proposición podría ser aceptada por un joven estudiante, pero no por un hombre que ha terminado su carrera de Derecho . No hablo ahora de la legislación de Christián V sobre los esponsa­les; el caso actual no está comprendido en la ley 52. El asunto no sería criminal ni traspasaría los límites de 10 legal.

FALK.-Ya 10 ves. STYVER .-(Con energía .) Sin embargo, no lo ha­

ré. Ella y yo hemos luchado contra muchas dificul­tades. Ella 'p i d~ poco a las alegrías de la vida y mis exigencias también son modestas. Yo he nacido, hace mucho tiempo que lo sé, para la vida de ofi-

LA COMED,IA DEL AMOR 85

cina y para el puchero familiar. Que otros sigan el vuelo de los cisnes. El cam:no estrecho puede ser también agradable. Gcethe ha dicho que nadie po­dría condensar la crema de la felicidad sobre la vía láctea blanca y brillante, y menos aún conver­tirla en manteca.

FALK.-Y aun cuando fuera éste el fin ¿no es necesario que domine en todo trabajo el espíritu? Hay que vivir con el tiempo, pero hay que enno­blecer el tql.bajo diario . Seguramente la belleza se encuentra en los objetos más humildes; pero es ne­cesario ser artista para descubrirla y comprenderla. i No hay que juzgarse igual al labrador del campo, aunque nos guste cultivar la tierra!

STyvER.-Déjanos seguir tranquilamente nuestro camino. Nosotros no intercept3mos el tuyo. Nos­otros vamos por el camino trillado; tú vuela·s por las alturas. ¡Ah! También tuvimos ella y yo as­piraciones, pero la vida exige trabajo y }10 quiere músicas., La poesía muere en nosotros a medida que vivimos. ¡Convéncete! Es pleito perdido de­fender ideas. de juventud. Procura una transacción y no sueñes con apelar, porque la causa está fa­llada ante todos los tribunales.

FALK.-(Con convicción, echa,ndo una mirada ha­cia el pabellón.) No. Aunque se haya fallado en úl­tima instancia, el indulto pueoe venir después de la condena. Tengo la convicción de que una exis­tencia puede vivirse con el entusiasmo de un amor

.correspondido, mientras que tú, afirmando que el ideal es algo secundario, te conviertes en apóstol de las doctrinas más despreciables del día. I

STYVER.-No; te equivoca's. El ideal, es para mí lo primero; pero su mis:ón acaba como la de las flores cuando se convierten en frutos. (Se oye en el interior de la casa a la señorita¡ Skrere tocar el pia.no y cantar. Styver se caUa y escucha, dulcemente

86 IBSEN

emocionado.) Es la misma canción que entonaba, la primera vez que nos encontramos. (Pone su mano en el hombro de Falk y le mira.) Cada vez evoca este canto la confes:ón primera de la, amada, y cuan­do nuestro- muerto amor se trueque en amistad, este canto seguirá siendo el lazo que una el pasado y el presente; y si mi espalda se encorva sobre el pupi­tre, si mi existencia es un.a. lucha, continuada contra la miseria, entraré, sin embargo, alegremente en la casa, porque esta música evocará siempre en mí la felicidad desvanecida. V si en el ,atardecer de la vida se nos concede una hora corta de felicidad, también nosotros habremos tenido nuestra parte.

(Entra en la casa. Falk se vuelve haicial el pa­bellón. Sa.le Svanhild, Pálida y nerviosa. Los' dos se contemp'lan en silencio, y después, bruscamente, se a.rrojan uno en brazos del otro.)

FALK.--Svanhild, seamos fielmente persevera.ntes. ¿ Cómo podrías vivir en ese sepulcro, mi lozana flor de los campos? V, sin embargo, a esto le 'llaman pri­mavera de la vida. Olor a cadáver emanan el esposo y la esposa. Sí; exhalan olor a muerto esos dos seres que van en pareja a través de las calles, con la son­risa en los labios, y con la mentira, cimentada en su conciencia, ahogando todas sus aspiraciones. j V a esto le llaman vivir! j Dios mío! ¿ Semejante vida merece tantos aspavientos? .j Educar generaciones de niños, alimentarlos con rectitud y engordarlos con deberes, abrumarlos con creencias durante una pri­mavera breve y después, cuando suena la. hora, ma­tar su alma!

SVANHILD.-j Huyamos, Falk! FALK.-¿ V adónde ir? ¿ No es semejante el mun­

do en todo lugar, y en la muralla de todas las nacio­nes no se encuentra la misma mentira en el ·cuadro de la verdad? No, al contrario. Quedémonos para

LA COMEDIA DEL AMOR 87

gOZ'ilr del espectáculo, para asistir a la tragicomedia de esta payasada colosal. i Un pueblo creyente! Mira como la mentira reina doquier . Estudia al pastor y a su mujer, examina a Lind y a, Styver disfrazados de payasos del amor, el corazón lleno de mentira y la boca de fe, y, sin embargo, son gente honrada en el fondo. Se engañan a sí mismos y engañan a los demás. ¿ Pero quién se atrevería a proclamar el fon­do de la mentira? El mismo quevió n¡ ufnlgar su navío, quilla al aire, se tiene por venturoso Creso y se juzga sagrado como un Dios. Ellos mismos se arrojaron del Paraíso y se hundieron hasta la frente en el mar de fuego , y, sin embargo, ninguno de ellos se da cuenta d e que está en el infierno. To­dos se creen ángeles y todos sonríen entre gemi­dos. Y cuando llegó Belcebú con alaridos y risas, con cuernos y patas de macho cabrío, despiertan al ve­cino de un codazo para decirle : «i Descúbrete! i Ahí viene tu amo!»

SVANHILD.-(Después de una p·a:usa .) ¿ Por qué milagro una mano bienhechora me indicó el camino que condujo a nuestra cita primaveral? Será para mí labor de todos los días de la, vida que evocaba sólo en sueños. i Dios mío! i Qué completa era mi ceguera! Pero tú creaste la luz y la / luz me inunda actualmente. (Contempla ~ Falk amorosamente .) ¿Qué fuerza es la, tuya, árbol potente que perma­neces en p'e, cubierto y lleno de hojas, en medio del bosque despojado por el viento? ¿ Tú que fuíste

. sólo a resistir y que aun me ofreces abrigo? FALK .-Svanhild, la verdad de Dios me da for­

taleza. SVANHILD.-(MírQJ la casa con temor.) Como viles

tentadores venían :a defender su causa, y uno decía: « ¿ Dónde puede crecer el amor joven si el alma se doblega al peso de las riquezas?» Y otro respondía: «¿ Cómo puede subsistir el amor donde la vida es

88 tBSEN

lucha eterna contra la pobrez.a?)) ¿ N o es horrible oirles predicar esta doctrina con 13. misma convic­ción, y, sin embargo, soportar la vida? FALK.~¿ Y si nos alcanzase a nosotros también? SVANHILD.-¿ A nosotros? ¿ Pues qué, los intereses

materiales pueden ser aañosos o útiles? Ya te lo he dicho. Si quieres combatir permaneceré en pie a tu lado, y si es preciso sucumbiré contigo. Nada más fácil que seguir el mandato de la Biblia, que ordena abandonarlo todo, y marchando hacia Dios, com­partir alegrías y dolores con el amado.

FALK.-(Estrechándo/a en sus brazos.) i ,Ya, podéis venir días malos! Desafío vuestra cólera. Juntos los dos, en pie, frente a la tempestad, nadie podrá doblegarnos.

(La señora Halm y Guldsta,d sa:/en por el foro izquierda!. Falk y Svanhild están cerca del pabeI16n.)

GULDSTAD.-(En voz baja.) ¿Lo ve usted, señora? Están juntos.

SEÑORA HALM.-(Con aso·mbro .) j Juntos! GULDSTAD.-¿ Duaa usted todavía? SEÑOR>" HALM.-j Es raro! GULDSTAD.-Sí; ya me había dado cuenta de que

desde hace tiempo lo combinabá todo pacientemente para conseguir sus finés.

SEÑORA HALM.-(En voz baja.) ¿ Quién hubiera podido juzgar a Svanhild capaz de tal disimulo? (Con viveza a Guldst/lld.) No; 110 10 puedo creer todavía.

GULDSTAD.-Bueno. La daré la prueba. SEÑORA HALM.----:-Pero la necesito en seguida. GULDSTAD.-Se la daré y más pronto de 10 que

se imagina. SEÑORA HAUI.-j Que Dios le ayude! GULDSTAD.-(Con seriedad.) j Gracias! Tal vez

me sea útil la ayuda de Dios.

LA COMEDIA DEL AMQR 89

SEÑORA HALM.-( Volviendo la cabeza al alejarse .) Sea cual sea el resultado del asunto, Svanhild será dichosa. (Entra en la casa.)

GULDSTAD.-(Se acerca a Falk.) ¿ Tiene usted mu-cha prisa?

FALK.-Me voy dentro de un cuarto de hora. GULDSTAD.-Bastará ese tiempo. SVANHILD.-(Queriendo alejarse.) j 'Adiós ! GULDSTAD.-j Espere usted, señorita! SVANHILD.-¿ Debo? GULDSSTAD.-Bí; hasta que me haya contestado

usted . Es necesario que la luz se haga, y para ello es preciso que los tres nos expliquemos con fran­queza.

FALK.-(Sorpl"endido.) ¿ Los tres? GULDSTAD.-Bí, Falk. Hemos de ser hoq¡bres. FALK.-(Reprimiendo una sonrisa.} Como ' usted

quiera. . GULDsTAD.-Muy bien. Escuche. H.ace cerca de

seis meses que nos conocemos y en todo este tiempo no hemos dejado de discutir.

FALK.-Es verdad. GULDSTAD.-Nunca pudimos ponernos de acuer­

do y COD, frecuencia disputábamos acaloradamente. Siempre era· usted héroe de alguna gran empresa; yo, en cambio, no era más que defensor vulg.ar de cosas del presente. Y, a pesar de todo, ahora nos une un lazo como si evocara usted los mil pensa­mientos, las múltiples opiniones de mi juventud. ¿ Por qué me mira usted así? Mis cabellos grises, libres y castaños en otro tiempo, flotaron al viento primaveral, y mi frente, que cada día se. baña con el sudor del trabajo, no tuvo siempre arrugas. Pero basta de palabras. Soy hombre de negocios.

FALK.-(BurI6n.) Usted es hombre de espíritu práctico y s.erio.

GULDSTAD.-Y usted poeta, alegre y dichoso con

IBSEN

la esperanza. (Colocándose entre los dos.) Ahora es preciso que les hable a ustedes, Fa1k y Svanhild, porque se acerca la hora que trae consigo la feli­cidad o el remordimiento.

FALK.-(Imp·aciente .) Hable, pues. GULDSTAD.-(Sonríendo.) Ayer le declaré mi in-

tención de componer un poema . .. FALK.-Vivido . GULDSTAD.-(Inclinando la calbeza.) Vivido. FALK.-¿ y puede saberse cuál es el asunto? GULDSTAD.-(Míra: un instante a Svanhild y se

vuelve. a, Falk .) Es un asunto que pensamos tratar usted y yo.

SVANHILD.-¿ Debo marcharme? GULDSTAD.-No; quédese y escuche. No pediría

semej:ante cosa a otra mujer; pero a usted, Svanhild, aprendí a conocerla. Su alma es demasiado noble para ser gazmoña. La vi crecer, desarrollarse, posee usted todas las cualidades que admiro en la mujer; pero durante mucho tiempo no vi en usted más que una niña. Y ahora le pregunto: ¿ Quiere usted ser mi mujer? (Svanhild retrocede asustada . Falk coge por un bra zo a Guldstad .) Estese usted quieto. A ella le toca. contestar. Pida usted también su mano y así podrá libremente hacer su elección.

FALK.-¿ Yo? ¿ Qué ,dice usted? GULDsTAD.-(Mirándole fijament e .) Se trata de la

felicidad de tres. seres, no sólo de la mía. Es inútil fingir, porque, a pesar de la vulgaridad de las cosas que me ocup.m, poseo cierta clarividencia. Usted la ama, Falk, estoy seguro. Y confieso que vi con alegría na{:er y desarrollarse la fior ,de su ternura. Pero un .amor tan enérgico, tan avasaUador, puede malograr la felicidad de esta niña.

FALK.-(Bruscamente .) ¿Se atreve usted a hablar :así?

GULDSTAD.-Con el derecho que da la experien-

LA COMEDIA DEL AMOR 91

cia. Y ahora, si obtiene u~ted su consentimiento ... FALK.-(Desafiándole .) ¿ Qué? GULDSTAD.-(Lentamente y pronunciando muy

bien las palabras.) Sí ; admitamos que ella se atreva a. asentar su vida sobre tal base, aventurar su por­venir a esta sola carta, que la tempestad destruya esta base, que la fiar se marchite por la acción de) tiempo.

FALK .-(Con energía.) j Impos.ible! GULDSTAD.-(Mirándol e f ijamente.) Así pensaha

también yo cuando era joven. Amé a una mujer; después ella y yo seguimos cam' nos diferentes y ayer nos volvimos a encontrar. Nada resta del pa­sado.

F ALK .-¿ Ayer? GULDSTAD.---(Con sonriSa! grave.) Sí. Ayer. ¿ Co­

noce usted a la mujer del pastor? FALK.-¿ Cómo? ¿Fué ella? GULDSTAD.--Sí, fué ella. Y sufrí por su amor du­

rante muchos años, y en mi pensamiento la hermosa y joven mujer que había encontrado en la primavera de la vida sobrevivió al recuerdo. Y ahora usted arde en la misma llama, usted intenta el m;smo juego peligroso, y por eso le grito: j Tenga cuidado! De­téngase y reflexione. La tentativa es peligrosa ..

FALK.-No. Ante todos esos bebedores de té he proclamado mi fe profunda que nada puede que­brantar.

GULDsTAD.-(ComPletando la idea de Falk.) Pro­clamó usted que el amor . verdadero es· capaz de re­sistir al hábito, a la mis.eria, a las preocu paciones y a l a edad. Sea. Tal vez tenga usted razón. Pero eJGamine el asunto desde otro punto de vista. Na­die sabrá decirle lo que es el amor ni explicar en que se funda la deliciosa fe de creer que un ser exista para felicidgd de otro. E l matrimonio es cosa práctica y también los esponsales, mi querido amigo,

IBSEN

y materialmente entonces se ve que un ser fué creado para unirse a otro ser. ' Por el contrario, el principio del amor es ciego. No elige una esposa, sino una mujer, y ~i esta mujer no fué creada para ser su esposa . ..

FALK .-(Imp'a'ciente.) ¿ Qué? GULDSTAD.-(Encogiéndose de hombros.) Enton­

ces todo se ha perdido. Los esponsales felices no dependen únicamente del amor, sino de un cúmulo de consideraciones, de individuos de la familia que han de verse con gusto, de caracteres que simpati­cen . En fin, el matrimonio es un mar de exigencias sociales, de obligaciones que nada tienen que ver con el amor. Hacen falta cualidades domésticas, dulces virtudes, conocimientos de cocina y mil cosas por el estilo: resignación, respeto a -la moral, a los deberes conyugales y otr,as muchas cosas más de que no debemos hablar delante de la señorita.

FALK.-¿y qué? GULDsTAD .-Oiga un consejo que vale dinero .

Estudie la vida y , vea lo que le dice la experiencia. A toda pareja amorosa parece que le ha tocado la lotería. Los novios tienen prisa en que la Iglesia consagre su unión. Entran alegremente en casa y viven en la embriaguez la primera época, de triunfo y de fe correspondida; pero suena la hora del deber y entonces viene el desastre. Marchita la flor de juventud en las mejillas de la esposa; evapor,ados los tiernos sentimientos de su alma; desaparecida también la energía valerosa del marido; desapare­cido, en una palabra, todo lo resplandecía antes, la sociedad matrimonial va a la quiebra. Y, sin em­bargo, los dos seres comenzaron la vida con todos los elementos de éxito posibles.

FALK.-(Con energía .) i Es mentira! GULDsTAD.-(Impasible.) Y era verdad, sin em­

bargo, hace poco. cuando usted hablaba así, y se-

LA COMEDIA DEL AMOR 93

mejante al héroe de Brabante, combatía usted con­tra toda la sociedad congregada. en torno de la mesa de té. T odos protestaban entonces, como usted ahora. Y esto se comprende fácilmente si se consi­dera que al enfermo le molesta oir hablar de la muerte . . j Fíjese en el pastor! Músico y pintor de talento cuando era joven y estaba enamora-do, ¿ cómo se explica usted que ese hombre se haya embrutecldo desde el día en que habitó el mis­mo techo que la mujer que amaba? Porque esta mujer fué creada para ser su amante y no su esposa. ¿ Y el escribiente? Componía hermosos ver­sos y la rima le fué hostil desde el día en que fué novio oficial. Des'de entonces su musa no cesa de dormitar, arrullad.a. por el ruido monótono del es­tudio del Derecho. Ya ve usted .. . (Mirando a S va­nhild .) ¿ Tiene usted frío?

SVANHILD.-(Dulcemente.) No; no tengo frío. FALK .-(Con ironía fingida .. ) En efecto; pero si

el fin de la adición ha de ser siempre un menos y . nunca un más, ¿ por qué coloca su fortuna en juego de bolsa tan peligroso, y por qué quiere usted ex-

. ponerse así a la bancarrota? GULDSTAD.-(Sonriendo.) Contenga un poco su

ironía, joven y entusiasta amigo. Un hogar se puede fundar de dos modos diferentes: uno sobre el cré­dito de la ilusi6n con letras a largos vencimientos, en una embriaguez eterna. En este caso se imagina uno que nunca tendrá más de d'ez y ocho o diez y nueve años y que no llegará nunca la edad del reu­matismo y dei rapé; se cree en la eternidad de los ojos brillantes, de los cabellos largos, de las me­jillas sonrosadas. No se imagin.a entonces que puede sonar la hora de la peluca. Se tienen ideas poéticas, de flores que deben abrirse en pleno desierto, de corazones que deben latir al unísono durante toda

94 IBSEN

la vida como en el primer momento. Ignoran que no son más que palabras sonoras y vanas.

FALK.-Me doy cuenta de que es usted peligroso, usted, el hombre rico y tal vez millonario, mientras que todo cuanto poseo en el mundo ~e limita a un pobre equipaje que ha podido ser transportado por dos criados.

GULDSTAD.-{Vivamente.) ¿ Qué quiere usted de- . cid

FALK.-Es fácil de adivinar. La base famosa de que habla usted debe ser el· dinero, filtro maravi­lloso que presta· a las viudas pasaditas la aureola de Santa Gertrudis .

GULDSTAD .-No; ,algo mejor todavía . El tran­quilo y cordial afecto que puede honrar a una mujer tanto o más que la loca embriaguez de un sueño confuso. El sentimiento dichoso del deber cumpli­do, los cuidados continuos, la paz del hogar, los caracteres que simpatizan. La base sólida de que quise hablar es también la preocupación de que ninguna piedr,a pueda lastimar el pie de nuestra amada en el camino de la vida; una mano siempre despierta a curar las heridas, una energía viril para ayudar a resistir las cargas pesadas, un equilibrio de alma, durable, un brazo fiel. Esto es lo que l? ofrezco Svanhild, para procurar su felicidad. A usted le toca contestar. (S1!anhild hace un esfuerzo pa,ra ha:bla.r, p'ero Guldstad se lo imPide con un gesto.) No; reflexione antes par,a, evitarse tardíos remordimientos. La elección entre los dos ,debe us­ted hacerla' con espíritu sereno y tranquilo.

FALK.-¿ y cómo sabe usted? .. GULDSTAD.-¿ Qué usted la ama? Lo leí en el'

fondo de sus ojos. Ahora a usted le toca hacer su confesión. (Estrecha la mano de Fa.lk.) Vaya en­trar. Terminemos este asunto. Si promete usted .s:n­ceramente ser para Svanhild y por toda su viJa el

LA COMEDIA DEL AMOR 95

amigo, el sostén, el consuelo que he dicho.. . (Vol­'Viendo a S'Vanhild) entonces olvide mi ofrecimiento. De todos modos habré triunfado. Porque si es usteu dichosa, se h abrá cumplido cuanto deseo . (Di1'igién­dose a Falk.) Hace poco hablaba usted de dinero. Créame usted: el dinero no es cosa quimérica: Es­toy solo en el mundo, sin parientes, sin amigos. Cuanto poseo les pertenecerá. Usted será para mí un hijo y ella una hija . Usted sabe que en la frontera poseo una propiedad. Pues bien: iré a hab:tarla . Durante este tiempo se instalarán en casa y, al cabo de un año, volveremos a vernos. Ahora, Fa1k, que usted lo sabe todo, sondee su propio co.razón y no olvide que no es un juego descender po.r el río de la vida, en que el placer y las delicias son raros. En nombre .de Dios decidan ustedes.

(Entra en la casa. F alk J' S'Vanhild se . m.iran con inquietud .)

FALH .-Estás pálida. SVANHILD.-Y tú callado. FALK.-Sí. SVANHILD.-Estuvo duro con no.sotros. FALK.-(Con 'Voz sombría .) Me arrebató la ener-

gía .. SVANHILD.-Nos ha herido cruelmente. FALK .-Nos ha asestado golpes de gran habilidad. SVANHILD.-Parecía hundirse todo. en un momen-

to. (Más cerca de él.) Y sin embargo, éramos ricos, ricos, el uno del otro, aunque to.do el mundo no.s hubiese abandonado, cuando nuestros pensamientos

. se elevaban como olas de mar agitado que en no.che silenciosa se levantan co.ntra las rocas. Glo.rios::! energía habitaba, en nuestras almas y en nuestros dos corazones existía la firme confianza de un amor eterno, y este hombre vino trayendo consigo los bienes de la tierra y sembró la duda en nuestra fe y todo se desplomó.

IBSEN

FALK .-(Con enérgico arranque.) j Arranca este pensamiento de tu recuerdo! Cuanto dijo puede ser verdad para otros: para nosotros es, mentira.

SVANHILD.-(Moviendo suavemente la, cabeza.) La espiga de trigo que dobló la ráfaga de la duda no puede levantarse y ondear' otra vez al soplo de la vida.

FALK.-(Con ansiedad.) i Pero nosotros somos dos, Svanhild ! _ ,

SVANHILD.-No; deja esta engañadom esperan­za. Si siembras mentiras, recogerás lágrimas. ¿ No crees que los demás pensaron como nosotros y se sintieron capaces de desafiar el rayo, de resis.tir al huracán, de salvar ' todos los peligros?

FALK.-Pero los demás no tuvieron un fin único como nosotros. Tendían a diversos fines ' y yo no quiero más que tu amor único. Déja1es que se afa­nen en reclamar a la vida cuanto 'pueda darles; yo te sostendré tranquilamente con todas mis fuerzas.

SVANHILD.-Y si llegase a morir este amor, ¿qué podrías hacer por mi felicidad?

FALK .-Todo se hund:ría con mi amor. SVANHILD.-¿ y te atreverías a jurar solemnemen­

te ante Dios que, jamás se doblegará como fior m.ar­chita, que dará su perfume eternamente como hoy y que continuará siempre tan firme a través de la vida?

FALK.-(Después de unal pa,usa.) Durará mucho tiempo. SVANHILD.~(Con dolor.) i Mucho tiempo ! j Mu­

cho tiempo!. i Espantosa palabra! ¿ Qué significa mucho tiempo para el amor? Es la muerte, es la siega del trigo. Para mí el amor es inmortal. Y su himno no puede terminar para convertir su estrofa en esta otra: «El año pasado te amaba.» (Como a.rrebatada, por súbita inspiraci6n . ) No; nuestro día de felicidad no puede terminar así: no morirá en-

LA COMEDIA DEL AMOR 97

tre lágrimas de día lluvioso que oculta el sol po­niente. No; ya que debe extinguirse, nuestro sol debe morir en el mediodía, cuando su esplendor sea más resplandeciente.

FALK.-(Aterrado.) ¿Qué quieres decir, Svanhild? SVANHILD.-Somos hijos de la primavera que no

deben conocer el otoño, época en que el canto del ave calle en tu pecho y no aspire más a volver al lugar en que nació . Jamás el invierno vendrá a, arro­jar su sudario sobre nuestros sueños muertos. Nues­tro enérgico y alegre amor no morirá de inanición, encorvado por el tiempo. Potente y joven morirá como vivió.

FALK.-(Con dolor profundo .) Pero lejos de ti, ¿ qué será la vida para mí?

SVANHILD .-¿ y qué sería a mi lado sin amor? FALK.-Sería el hogar, la casa. SVANHILD.-En que el ángel de amor lucharía con

desesperación. No. No soy bastante fuerte para ser tu mujer; lo veo, lo sé, 10 siento. Alegremente po­día aprender a amarte; pero no hubiera sabido sostener tu alma a través de las luchas serias. (Más cerca, con energía creciente.) Hemos gritado con alegría en estas horas embriagantes de prim.avera. No nos adormezcamos perezosamente sobre esta dulce alegría . Deja que el ángel llegue, con su ala temblorosa como un canto a la Compañía de los Dioses, y si nuestra barca del porvenir naufraga en la superficie del mar, siempre quedará un leño que baste al atrevido náufrago para alcanzar el Paraíso. Deja que la felicidad huya, déjala que se entierre en la tumba sombría; de todos modos nuestro amor, j alabado sea Dios!, llegará al puerto 'después del naufragio.

FALK.-Sí, comprendo. j :Pero separarnos así en el momento mismo en que la vida se presentaba tan alegremente ante nosotros" en la primavera, bajo el

98 IBSEN

cielo azul, en el mismo día en que nuestro joven amor recibía el bautismo de nuestros juramentos y nuestros votos de felicidad 1

SVANHILD.-Y sin embargo, es preciso. Al llegar a este punto culminante, nuestro amor tendda. que decrecer. 'j Desgraciado el día en que, comparec:en­do delante del Gran Juez tuviésemos que rendir cuentas estrechas del tesoro que nos había confiado en el jardín de la vida 1 Porque, Falk, no podríamos dar otra contestación ' más que ésta que nos haría condenar sin esperanza de t:nisericordia: «Perdimos el tesoro en el camino que conduce a la tumba.»

FALK .-(Con resoluci6n .) j Arroj,a, el anillo 1 SVANHILD .-(Con entusiasmo.) ¿Lo quieres? FALK.-j Sí, arrójalo 1 Porque ahora te compren-

do : sólo así puedo llegar hasta ti. Como la tumba conduce a la aurora de la vida, el amor sólo puede vivir cuando se desliga de salvajes deseos y de re­mordimientos. Entonces vuela libremente al hogar espiritual del recuerdo . j Arroja el anillo, Svanhild 1

SVANHILD.-(Con energíal.) Cumplí mi deber, lle-- nando tu alma de luz y de poesía. Vuelo ahora li­

bremente hacia la victoria. Svanhild, tu amada, ha entonado p ara ti su canto del cisne. (Se quita el ani­llo besándolo.) j Oh 1, j Sueño mío, húndete por toda lá eternidad entre las olas del mar 1 Por el amor te inmolo. (Vase hacial el foro, arroja el anillo al fiord y se acerca! a Falk con rostro transfigurado por la p"asi6n .) Te perdí en esta vida, pero te gano en la eternidad .

FALK.-(Con entusiasmo .) Y ahora, j a nuestra labor los dos 1 Jamás en la tierra volverán a. cruzarse nuestros caminos. Cada uno, por su parte, comba­tirá sin desmayar. En nuestro ardor irreflexivo que­ríamos obtener la recompensa de la victoria sin combate .Y queríamos el reposo del doming~ antes

LA COMEDI~ DEL AMOR 99

de los días de trabajo; pero en la lucha y en el renunciamiento está el deber.

SVANHILD.-Y sin amargura. FALK.-No. Con la energía que da la verdad. La

venganza del cielo no nos amenaza con su rayo, y nuestro eterno recuerdo, iluminando las nubes som­brías de la vida, será maravilloso como arco iris de siete colores, testimoniando el pacto que hicimos con Dios. Y su resplandor te conducirá al deber .

SVANHILD.- y a ti te hará comprender tu destino de poeta.

FALK.-Sí; porque todos los hombres son poetas. En la escuela, en el Parlamento, en la igles:a, rico o pobre, todo aquel que ve al ideal por enc:ma de la acción, es ' poeta. Sí, parto par.a las alturas, el corcel de la fuga está en~illado. Sé que mi empresa se ennobleció para siempre . Y ahora, j adiós! .

SVANHILD.-j Adi6s ! FALK.-(Estrechán dola en sus brazos.) j Un beso! SVANHILD.-j El último! (Ap·a.rtándose.) Ahora te

pierdo en esta vida con alegría. FALK.-Aunque todas las luces del mundo se

extinguieran, la idea de la luz subsistiría, porque es divina.

SVANHILD.-(Se a.leja hacia el foro .) j Adi6s ! (Vase .)

FALK.-j 'Ad:ós! Me siento feliz al poder gritar: j Vh a el hermoso amor de Dios sobre la tierra!

(Se abre lal puerta de la caosa. Fal k se dirige hada: la izquierda .. Las j611enes salen riendo y alborotando . )

LAS JÓVENES.-¿ Va 11 ser el baile en el i ardín? UNA.-La vida es el bz:le . OTRA.-Sí, el baile florido de un día primaveral,

con frescas coronas. MucHAs.-j A bailar! j A bait.ar! TODAS.-j Sí! j Sin acabar nunca!

100 IBSEN

STYVER.-(Llega, dando el brazo a Straama:nd, al que siguén lal se110ra y los niños.) A partir de hoy seremos buenos amigos.

STRAA?tIAND.-Y juntos combatiremos por la causa común.

STyvER.-Cuando dos. poderes del Estado se unen . ..

STRAAMAND.-El resultado viene a ser. ... STYVER.-(Rápidamen,te.) Provechoso para am­

bos. STRAAMAND.-Y hace la felicidad de todos.

(La, señora Halm, Lind, Ana, Guldsta.d, lal se­ñorita Skrere y demás huéspedes salen . To'­dos busca.n a Falk y a Svanhild. Asombro generall cua.ndo se 'Ve que están separa,dos.)

SEÑORITA SKO::RE.-(Juntando las manos .) j Dios . mío! ¿ Estoy despierta o soñando?

LIND.-(Que no se ha dado cuenta de na.d'a.) Voy a saludar a' mi nuevo cuñado. (Se alcerca a Fa.lk con otros; p'ero a.l verle retrocede involuntariamente .) ¿ Qué es esto? ¿ Tiene dos caras como Jano?

FALK.-(Sonriendo·.) Señores, proclamo como Montano (1) que la tierra es plana. Fué un error de mis. sentidos cansados. Es plana como una torta. ¿ Estáis ahora satisfechos?

SEÑORITA SKO::RE.-¿ Una negativa? LAS SEÑORAS.--Sí; un.as calabazas. SEÑORA HALM.-j Silencio! QUE: no se enteren .

(Se acerca a S'Va;nhild.) SEÑORA STRAAMAND.-(A, su marido .) j Figúrate

tú! Le ha dicho que no. STRAAMAND.-No es posible.

(1) Holberg, dramaturgo escandinavo, escribió en 1724 una comedia, .Erasmo Montano., a cuyo protagonista se le obligaba a reconocer que la tierra era plana antes de con­cederle la mano de su prometida.

LA COMEDIA DEL AMOR 101

SEÑORITA SK<ERE.-Ya lo ve usted . LAs SEÑORAS.-(A coro.) ¡ Un no, unas calabazas,

un no! (Se reú nen todos hacia el fondo del ja'Tdín.)

STYVER.-(Con asombro.) ¿Pero Falk había pe­dido su mano.

STRAAMAND.-¡ Sí! ¡ Figúrate tú! y se había per­mitido burlarse de nosotros. ¡ Ja! ¡ Ja! ¡ Ja! (Se miran ambos sorprendidos .)

ANA .-(A Lind .) Le está bien empleado. Es muy antipático.

LIND.-(A brat ándola.) ¡Bravo! ¡ Ahora sí que se­rás mía del todo! (Se v a,n hacia el fondo del jardín.)

GULDsTAD.-(Mirando a Sva.nhild.) Algo se ha roto en su alma, pero yo haré revivir lo que sub­siste.

STRAAMAND.-(Due?'ío de sí y abraz ando a Styver .) Podrás continuar tranquilamente siendo prometido de tu adorada, señorita Skcere.

STYVER.- y tú podrás tranquilamente ver como se aumenta el número de los Straamands pequeños.

STRAAMAND .-(Se frota las m anos mirando hacia el sitio en que está Fa1lk .) Me alegro de lo que le pasa a ese antipático señor. Así hay que tratar a esos profetas de desgracias. (Se alejan hablando, mientral$ la señora Halm entra en escena con Sva­nhild.)

SEÑORA H ALM.-(En voz ba.ja,.) ¿ Nada te com­promete?

SVANHILD.-Nada. SEÑORA HALM.-¿ Conoces, no es verdad, el deber

de una hija? SVANHILD.-Disp6n de mí. SEÑORA HALM.-Gracias, hija mía. (Se 1'íalando a

Gulds/a,d .) Es rico y puesto que nada se opone . . . SVANHILD.-Pongo una sola condición a mi con­

sentimiento. Quiero marcharme.

102 IBSEN

SEÑORA HALM.-Muy bien. El t-ambién 10 quiere. SVANHILD.-Necesito un plazo. SEÑORA HALM.-¿ Cuánto tiempo? Piensa que la

felicidad te espera. SvANHILD.-:-(Con resignaci6n.) Hasta la. caída de

las hojas. (Se a,cerCal al mirador y la señora Halm se va al encuentro de Guldsta.d.)

STRAAMAND .-(Entre los invitados.) Que es!e día encierre para vosotros una enseñanza: si alguna. vez la duda corroe vuestra alma, pensad que la causa de la verdad vence siempre al demonio y el amor sale victorioso de la batalla.

VARIOS.-Sí, el amor ha quedado triunfante hoy. (Las parejas se abrazan. Hacia la derechal sue-

nan risas y cantos.) SEÑORITA SKCERE.-¿ Qué pasa? ANA.-Son los estudiantes. LIND.-Son los que van a cantar a las montañas.

Me olvidé de advertirles que no podría acompañar­les. (Los estudiantes entram por la derecha y esperan en la puerta.)

UN ESTUDIANTE.-(A Lind.) Aquí estamos. SEÑORA HALM.-j Ah! ¿ Buscáis a Lind?.. . Es

lástima porque está prometido. U,NA DE LAS TÍAs.-Ya podréis juzgar por eso que

nada tiene que hacer en los campos que verdean . UN NOVIO.-j Prometido! Los ESTUDIANTES .-j Nuestra enhor,abuena! UN ESTUDIANTE.-(A sus compañeros.) Pero el

navío de nuestro canto ha naufragado, así. ¿ Qué vamos a hacer abor.a sin tenor?

FALK.-(Entrando por la, izquierda" en traje de verano, gorra de estudiante, va.lija y bast6n.) Yo seré tenor en el coro de la juventud noruega.

Los ESTUDIANTES .-¿ Tú, Falk? j Viva! FALK.-En marcha, a la montaña, a la Naturale­

za del Dios bueno, igual que la abeja. se escapa de

LA COMEDIA DEL AMOR I03

su colmena de invierno. Mi lira tiene dos cuerdas: una de tono dulce y armonioso para celebrar las ale­grías de la vida y otra de tono más grave, más pe­netrante y que vibra dolorosamente m.ucho tiempo para contar los sufrimientos del coraz6n. (Dirigién­dose a,los estudian tes.) ¿ Tienes la paleta? ¿ Y tú el papel de música? j Bueno! Como abejas entre verdes hojas, llevemos el polen a la reina de la colmena, a nuestra madre común. (Dirigiéndose a, todos, mien­tras los estudiantes se van y mientras se oye vaga­mente el coro del primer alCio.) Perdonad mis ye­rros, grandes y pequeños. Quiero olvidarlo totlo (en voz baja) y, sin embargo, me acordaré .

STRAAMAND.-(Con gran alegría.) Ya está todo re­parado. Mi mujer abriga una esper,anza. (En voz baja alejándose a,lgunos pasos con Falk .) La pobre me lo a.caba de confesar hace un momento. (En voz más baja aún.) Si no hay ningún tropiezo, por San Miguel nuestro bijo décimotercero.

STYVER.-(Del brazo con lal señorita Skcere se . vuelve hacia Falk, sonríe triunfalmente y dice, in­

dicándole al paiStor:) j Tendré los cien escudos para poner casa l. ..

. SEÑORITA SKCERE.-(Con reverencia irónica.) En Navidad me quitaré la ropa de soltera.

ANA.-(Igual, cogiendo el brazo de su prometido.) Lil1d mío, no te vayas a América. Dej.a en paz la religión.

LIND.-(Ocultando su turbación.) Buscaré un em­pleo de profesor en una escuela.

GULDSTAD.-(Con seriedad .) Voy a trabajar en el poema, cuyo héroe ha de cumplir un deber 53-

gra.do. FALK .-(Sonriendo con superioridad.) Y yo voy

hacia la cumbre, hacia el porvenir problemático.' j Adiós! (En voz baja a Svanhild.) j Que Dios te bendiga, esposa de mi primavera! Por lejos que

lBSEN

esté, sabrás lo que hago. (Agita ll1J gorra .ysigue t%

los estudiantes.) SVANHILD.-(Le sigue un momento oon la 'Vista,

y después dice con 'Voz sua,'Ve y firme: ,) Acabó mi vida libre y primaveral. Caen las hojas. Que el mun~ do se apodere de mí.

(El piano toca un bailable, se oye ruid:o de des­corcha.r botellas de champagne, los C/I·balleros se acercan a las señoras, Guldstad se inclina a:nte S'Vanhild que se estremece, pero que, dominándose en seguida, le da la: mano. La Señora Halm y los más allega.dos a la familia que han seguido con interés la escena., ro­dean a,legremente a la p·areja. La; música cu­bre p'alabras y exclamaciones de bailarines. mientras que, dominándolo todo, se oye el enélJ('ico estribillo del coro de estudiantes y (~e Falk:)

i Y aunque naufrague así nuestro navío, prefiero navegar a gusto mío!

7oDos.-(En escena.) ¡Viva!

FIN

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA DRAMA HISTÓRICO EN CINCO ACTOS .

PERSONAJES

HAKON HAKONSSCEN, rey electo de los Birkebianos. INGA DE VARTEIG, su macire. EL YARL SKULE. RAGNHILD, su esposa. SIGRID, su hermana. MARGRETTE, su hija. GUTTRORM INGESEN. SIGURD RIBBUNG. NI COLAS ARNESEN, Obispo de Oslo. DAGFINN BONDE. VEGARD VERADAL. GREGORIO ]ONSEN. PABLO FLIDA. INGEBIERG, esposa de Andrés Skialdarband. SIRA VILIAM. SIGARD DE BRABANTE, médico. EL SKALDE ]A TGEIR, islandés. BORD BRATTE.

Habitantes <le Bergen, Oslo y Nidaros. Penitentes, sacerdotes, monjes y monjas. Cortesanos,

soldados, etc. Epoca: la primera mitad del siglo XIII.

«LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA. fué impresa por primera vez en 1864 en Christianía, con el título .Kongs Emnerne.. La traducción inglesa, de Archer, adopta el título «The pretenders. (Londres, ISgO); la alemana, de Strodtmann, cDie Krenproetendenten. (Berlín, 1872); la francesa, de Trigant Gereste, «Les pretendents a la cou­ronne. (París·, 1893) y la rusa, de Lemenova, .Pretendentz na Koronu. (S. Petersburgo, 18g6)

ACTO PRIMERO

Atrio de la catedral de Bergen. Al foro, el santua­rio, cuyo. portal elevado está en el centro. Los ac­tores forman tres grupos: en primer término, a la izquierda, HAKON HAKONSSCEN (1), DAGF1NN BONDE, VEGARD VERADAL, IVAR BODDE y otros jefes y vasallos; a la derecha el YARL (2) SKULE, GREGORIO ]ONSEN, PABLO FLIDA Y otros partida­rios del YARL. En el centro, algo hacia el foro, SIGURD RIEBUNG y su séquito y del.ante GUT­TRORM INGESEN y muchos caballeros. Guardan guerreros la puerta de la igles:a. La muchedumbre invade el atrio y muchos concurrentes se han subido a los árboles y al muro de la iglesia para ' ver mejor. Todos aguardan con ansiedad el acon­tecimiento próximo a desarrollarse. Doblan las campanas en las torres de la ciudad y esparcen a todos los ámbitos el estruendo de sus repiques.

EL YARL SKULE.-(A Gregario ]onsen, con ansie­dad.) ¿ Por qué tardan tanto en salir?

GREGORIO ]ONSEN.-j Silencio! Empiezan a ento­nar los salmos.

(En el interior de la iglesia, cuya puerta sigue

(1) Hakon, por sobrenombre El Anciano, reinó en No­ruega de 1207 a 1263. Fué el pacificador oe su país y dejó una labor legislativa muv apreciada. Se pronuncia Hokon Hokonsen y en noruego se escribe Haakon Haakonscen.

(2) La palabra Yarl es la equivalente a la inglesa Earl y correspondía a los que más tarde se denominaron Condes °n' l'a época feudal.

108 IBSEN

cerrada, resuenan los toques agudos de las trompas.)

CORO DE FRAILES Y MONJAs.-D6mine creli, etc. (El port6n, durante los cantos, se abre por den­

tro y aparece el obispo Nicolás, en el a,trio, rodeado de sacerdotes :r religiosos .)

EL OBISPO NICOLÁs.-(DesPués de haber franquea­do el dintel, grita elevando el báculo ePiscopal.) En este momel..<O. Inga de Varte;g sufre la prur'la del hierro cándente para establecer los derechos def pre­tendiente Hakon a la Corona'.

(Vuelve a cerrarse 1~1 puerta; continúan los cantos.)

GREGORIO JONSEN.-(Al Yarl, con emoci6n.) Rue­ga a San Olaf (1), el rey santo, para que triunfe la justicia.

EL YARL SKULE.-(Negándose bruscamente.) El momento no es oportuno. Vale más que no evoque su recuerdo.

IVAR BODDE.-.(Cogiendo' a Hakon por un bra:zo.) Ruega a tu Señor y Dios, Hakon Hakonsscen.

HAKON.-No hay necesidad. Estoy seguro de su protección .

tAumentaJ el estruendo de los cantos en el m­terio?" de la Catedral; todos se descubren; numerosos concurrentes caen de rodillas y rezan.)

GREGORIO JONsEN.-(Al Ya,rl.) Esta hora será fér­til en consecuencias para ti y para muchos.

" (1) San Olaf, por su prestigio personal y por sus vic-torias, consiguió convertir Noruega al Cristianismo y ce­ñirse la corona de Harald Haarfagher, su abuelo. Fué muerto en 1033 en Stik Istad, en una sublevación de súb­ditos paganos. Olaf es nombre propio de muchos reyes noruegos y del allóstol del Cristianismo en Noruega. Olaf Trygvason que fué bautizado en Inglaterra, en una expe­dición de Vikings. Este último Olaf es el héroe del 'her­moso dramá de Bierstierne Biorson, titulado Ola! Trygv¡¡son,

al que puso música Grieg.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 109

EL YARL SKULE.-(Mirando inquieto hacia la igle­sia.) j y para Noruega!

PABLO FLIDA.-(Acercándose al Yarl.) En este mo­mento, toma en sus manos el hierro candente.

DAGFINN BONDE.-(Inclinándose hacia Hakon.) Descienden el camino del calvario.

IVAR BODDE.-·j Proteja Cristo tus manos, Inga, madre de mi Rey 1

HAKON .-E1 recuerdo de esta hora solemne no se borrará jamás del alma agradecida.

EL YARL SKULE.-(Lanza una exclamación, des­pués de haber estado oyendo con ansiedad.) ¿ Ha gri­tado? ¿ Se escapó de sus manos el hierro?

PABLO FLIDA.-(Adelantándose.) No se puede ver 10 que pasa.

GREGORIO JONsEN.-Se oyen los gritos agudos de las mujeres congregadas en el pórtico.

EL CORo.-(En la iglesia, al comp'ás de' música alegre y triunfal:) i Gloria in excelsis Deo!

(Se abre el portón y sa.le Inga, seguida de mon­jalS, sacerdotes y fra.iles.)

INGA.-(Desde los escalones de la iglesia:) j Dios ha pronunciado su fallo! i Mirad estas manos que sostuvieron el hierro candente!

VocEs .-(Entre la muchedumbre.) Son tan blan­cas y están igual que antes de sufrir la prueba. .. .

OTRAS vocEs .-Aún son más hermosas. LA MUCHADUMBRE . ......J(A coro .) Es, sin duda algu­

na, el hijo de Hakon Sverresen. HAKoN.-(Abrazándola.) j Ah! j Gracias! j Gra­

cias, mujer de noble y leal corazón! EL OBISPO NICOL..\s.-(Apalfte al Yarl.) Cometís­

teis un error al pedir la prueba del fuego. EL YARL SKULE.-No, Monseñor; en tan grave

litigio, debía oirse la voz de Dios. HAKON.-(Con gran emoción, toma,ndO' a Inga p'o'r.

no IBSEN

la mano.} Ya se verificó el acontecimiento, cuyo solo anuncio agitaba lo más profundo de mi alma y con­movía las fibras más íntimas, de mi corazón.

DAGFINN BONDE.~(A la muchedumbre que se agolPa fuera.) Contemplad a esta mujer cuantos es­táis aquí y haced examen de conciencia. ¿ Quién pudo dudar de su palabra antes del momento en que alguien tuvo interés en despertar semejante duda?

PABLO FUDA.-La desconfianza se extendió de ca­baña en cabaña el día en que el pretendiente Hakon, niño todavía, fué trasladado al castillo del Rey Tnga.

GREGORIO JONSEN.~Y un ' clamor formidable se elevó en el país durante el invierno pasado, reper­cutiendode Norte a Sur. Ningún hombre de buena fe se atrevería a afirmar lo contrario.

HAKON.-Y yo, menos que nadie. Por eso accedí a las numerosas peticiones de amigos fieles y me hu­millé como desde mucho tiempo atrás no lo h:zo na­die con título de reY. Con la prueba del hierro can­dente, demostré que tengo origen real y mantuve mi derecho de gobernar la patria y de colocar sobre mi frente la corona de mi padre legítimo, Hakon Sve­rresen. En el momento actual, no me he de entrete­ner en averiguar qu:en abrió su alma a la duda Y la llevó al grado de injuriosa desconfianza de que ha­blan los amigos del Yarl. Pero me es imposible bo­rrar de la memoria los sufrimientos que he soportado durante el curso de estas vicis;tudes. Desde la infan­cia, me rodeó la aureola real y, sin embargo, he visto que se me rehusaban los honores debidos a mi rango por aquellos mismos que tenían más obligación de tributármelos. Apenas me atrevo a recordar el úlfmo domingo de Pascua, en que me dirigía al altar de Ni­daros para ofrecer el sacrificio y el arzobispo, vol­viéndose, fingió no reconocerme para rbrarse del saludo que exigía la etiqueta real. Todo lo sufr,í en

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA III

calma: la guerra civil amenazaba la patria y yo. de­bía o.po.nerme.

DAGFINN BONDE.~Ta1 vez es deber de Rey o.ir 1o.s co.nsejo.s de la prudencia; pero., si hub'esen seguido. mi o.pinión, habrÍoan no.mbrado. árbitro., co.ntra Hako.n Hako.ns9Ce' n y sus adversarios, no. a un pedazo. de hierro. candente sino. al filo. tajante de la espada.

HAKoN.-Reprímete, Dagfi.nn; el ho.mbre que ha de o.cupar el primer puesto. en el re'no. necesita calma.

EL YARL SKULE .-(Con imperceptible sonrisa.) Es fácil calificar de adversario. del Rey al que se niega a do.blegarse a sus capricho.s. Yo., por el con­trario., esti.mo. que su enemigo. más pe1igro.so. es aquel que le impide establecer la legitimidad de sus pre­tensio.nes co.n título.s irrefutables.

HAKON.-¿ Quién sabe? Si no. se hub'ese tratado. más que de mi derecho., tal vez no. hubiera co.mprado el triunfo. a tal precio.. Pero. debemo.s elevar la mi­rada a lo alto., inspirarno.s únicamente en el deber y en nuestra vo.cac:6n en la tierra . Oigo. en lo. más profundo. de mi alma el acento. clamo.roso. y ardiente de una Vo.Z, cUyo.s estímulo.s no. temo. pro.clamar; ella me dice que So.y el único. ho.mbre capaz de go.ber­nar' la patria en una épo.ca en que están en juego. tan graves intereses. La sangre real que co.rre por mis venas me impone deberes reales.

EL YARL SKULE.-Mucho.s aquí podrían presentar igu.ales derecho.s.

SIGURD RIBBUNG.-Yo. puedo. y j co.n tanto dere­cho. como. tú! ¿No. fué mi abuelo. Magnus Erl'ngsen?

HAKoN.-Sí, tu padre Erling Steinverg fué hijo. del rey Magnus; sí, pero. el hecho suscita dudas y todavía no ha intervenido. el hierro. candente para di­siparlas.

SIGURD RIBBUNG.-Lo.s Ribungiano.s me o.to.rgaro.n el poder supremo. sin que se ejercier,a, so.bre ellos pre­sión alguna. Pero Dagfinn Bo.nde y o.tros Birkebia-

II2 IBSEN

nos (1) arrancaron con amenazas el título que llevas actualmente.

HAKoN.-De tal modo acostumbraste a Noruega a olvidar la justicia, que el heredero de Sverre tuvo que recurrir a la fuerza para hacer triunfar su ' dere­cho indiscutible.

GUTTRORM INGESEN.-Puedo también reivindicar mi derecho de descendiente de Sverre, con iguales títulos que tú.

DAGFINN BONDE.-Pero no desciendes por línea masculina.

EL OBISPO NICOLÁs.-Hay· mujeres entre tú y el ascendiente común, Guttrorm.

GUTTRORM 1NGESEN.-Pero estoy seguro de una cosa: 1nga Bordsen fué elegido con arreglo a dere­cho rey de Noruega.

HAKoN.-Porque todos ignoraban la existencia del nieto de Sverre. Des.de el momento en que conoció la verdader.a. situación, limitóse a desempeñar a mi lado el papel de tutor y como tal gobernó el reino.

EL YARL SKULE.-Es unaafirmac:ón inexacta. 1n­ga, hasta su muerte, estuvo legalmente revestido de todos los poderes reales sin restricciones ni reservas. Es posible que los derechos de Gu trorm sean discuti­bles, por razón de su bastardía pero yo soy hermano legítimo de 1nga y la ley me permite reclamar toda la herencia.

DAGFINN BONDE.-j 'Ah! j Señor Yarl! j Ya 10 sé! Vos os apoderásteis de toda la herencia, sin excep-

(1) Nombre del partido político que defendía al rey Hakon. La palabra birkebeiner quiere decir pierna de ma­dera y aluáe a los zapatos de madera que se fabricaban los mismos partidarios en la primera época de su vida errante. El otro partido importante se llamaba el de los baglerianos que defendían al Yarl Sleule por instigación de su jefe, el Obispo Nicolás. La palabra bagler significa en noruegp ¡¡áculo. e.piscopal. (N.ota dd tJ:aductor).. . .

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA II3

tuar un solo objeto, pero no os detuvísteis ahí, sino que también convertísteis en vuestros los bienes de­jados por Hakon Sverresen .

EL OBISPO NICOLÁS.-No todos, bravo Dagfinn; respetad la verdad: el rey Hakon conservó el sello y el anillo de oro que lleva al brazo.

H AKON .-j Que no nos preocupen estas miserias! Con la ayuda de Dios tendré ocasión de adquirir otros bienes. Y ahora, me dirijo a vosotros, vasallOf., propietarios de tierras, religiosos, jefes y cortesanos : me parece que ha llegado el momento de segu;r la costumbre y de celebrar la ;asamblea del reino. Hasta hoy, he permanecido con las manos atadas. Supon­go que nadie intentará censurarme porque quiero romper mis ligaduras.

EL YARL SKULE.-j Varios son los que se hallan en la misma situación, Hakon Hakonsen!

HAKON .-Señor Yarl, ¿ qué queréis decir?' EL YARL SKuLE.-Que todos los pretendientes de

la corona, experimentamos, con igual derecho que vos, el 'deseo de recobrar la libertad de nuestras ac­ciones. Todas las manos estaban atadas, porque nin­guno conocía con exactitud los límites de su derecho.

EL Omspo Nlcod.s.-La situación de la Iglesia era, en este tiempo, tan precaria como la del país. Pero ahora le toca decidir a la ley del Santo Rey Olaf.

DAGFINN BONDE .-(En voz baja.) j Un nuevo lazo! (Los partidarios de Halkon avanzan con deci­

sión todos juntos :) HAKoN:-(Procura contenerse y da algunos pa;sos

hacia el YaiTl.) Prefiero decir que no he comprendido vuestro pensamiento. La prueba del hierro candente ha demostrado irrefutablemente que soy, por mi na­cimiento, el pretendiente que tiene más derecho a la Corona. Por consiguiente, la asamblea del Reino sólo tiene una misión que cumplir: dar fuerza de

8

II4 IBSEN

ley a mi elección pronunciada, hace ya seis años, por el Erething.

VOCES DE PARTIDARIOS DEL YARL Y DE SIGURD.­i No, no; nos oponemos!

EL YARL SKULE.-Esta teoría no ha sido emitida por nadie cuando se decidi6 celebrar la asamblea aquí. La prueba del hierro candente no os concedió el poder soberano; sólo os dió aptitud para figurar entre los candidatos al trono, y para poder oponer vuestras pretensiones a las nuestras.

HAKoN.-(Conteniéndose .)En pocas palabI"as sig­nifica que dur,ante seis años, he usado indebidamente el título de Rey mientras que vos, señor Yarl, gober­nábais ilegalmente la patria, como tutor del titular de la. corona.

EL YARL SKULE.-De ningún modo: el poder real debía recaer sobre alguien, después de la muerte de mi hermano. Los Birkebianos y Dagfinn en particu­lar, se declararon en favor vuestro y aseguraron vuestra elección, sin darnos tiempo para defender nue!>tras pretensiones.

EL OBISPO NICOLÁS.-(A Ha,kon .)El Yarl es de opinión que el Erething os concedi6 su uso, no la propiedad del poder real.

EL YARL SKULE.-Pudísteis ejercer todos los de­rechos, pero Sigurd Ribbung, Guttrorm Ingesen y yo, creemos ser como vos próximos parientes del di­funto rey. Y ahora, el texto de la ley decidirá entre nosotros y sentenciará quien debe tomar posesión para siempre de la herencia disputada.

EL OBISPO NICOLÁS.-Hablando francamente, la ' opinión del Yar1 me parece muy justa.

EL YARL SKULE.-Durante estos últimos años, ,se habló muchas veces -de la prueba del hierro candente y de la asamblea del reino, pero siempre surgía al­gún obstáculo que impedía una y otra. Además, se~ ñor Hakon, si vuestros derechos os parecen ' tan

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA IIS

indiscutibles después de vuestra coronación por el Erething, ¿ por qué aceptastéis someteros al juicio de Dios?

DAGF1NN BONNDE.~(Exasp·erado . ) j 'A las armas, soldados del Rey! j Que el hierro decida!

MUCHOS CORTItSANOS.-(Acudiendo.) j Adelante! j En defensa del Rey!

EL YARL SKULE.'--(A los suy os, con voz vibrante .) Absteneos de matar ni de herir; limitáos a la de­fensa.

HAKON .- .(Conlen iendo a sus plartidarios. ) j Envai­nad de nuevo las espadas! j Lo mando! (Con voz tranquila.) Queriendo defenderme, hacéis diez veces más penosa mi situación.

EL YARL SKULE .-Ya véis, como en tod.a la exten­sión de -Noruega, los pechos se oponen a los pechos. Ya lo véis, Hakon Hakonsen y comprended mejor que nadie lo que os resta hacer si estimáis en 'algo la tranquilidad de la patria y la vida de sus ha­bitantes. HAKoN.~(Después de cortal reflexi6n .) Sí, ya lo

veo. (Coge la mano de Inga y se vuelve hacia una de la:s personas que están delalnte de él : ) Torkell, tú que fuiste amigo fiel de mi padre en la Corte, acoje en tu casa a esta mujer y dala pruebas de tu bondad . j Ocupaba un lugar tan · preferente en el corazón de Hakon Sverresen! Dios te bendiga, madre mía. Voy ahora a la asamblea del Reino . (Inga le estrecha la mano y sale con 'Torkell ; Hakonper­mane ce un momento' en sílencio, se adelcl'nla y gritlJ. con voz clara : ) ¡ Ahora, que la ley decida! A vos­otros Birkebianos que me seguisteis al Erething y que asegurásteis mi elección con vuestros sufragios, os desligo del juramento de fidelidad prestada . Tú, Daifinn, ya no eres mi caballerizo (1). En adelante

(1) La palabra caballerizo no corresponde exactamente

II6 IBSEN

no tendré ni caballerizos, ni corte, ni escolta real, ni heraldos. Soy un simple ciudadano y toda mi fortu­na consiste en un sello y un anillo de oro . Poco es para recompensar a tantos amigos fieles. Y ahora, competidores míos, ya no tengo sobre vosotros n'in­guna preeminencia . La única superioridad que qu:e­ro hacer valer es el derecho que me ha concedido el Cielo y que no quiero ni puedo compartir con nadie. i QUE. suenen las trompetas convocando a la Asam­b1ea! i Que decidan Dios y la ley de San Olaf!

(Vase con su séquito por la, izquierda. Se oyen a: lo lejos, los ecos de las tromp'etas .)

GREGORIO JONsEN .-(Al Yarl, mientras la mu­chedumbre se dispone a ,sa.lir : ) Durante la prueba del fuego, te ví desalentado y dudoso y ahora me pareces lleno ,de confianza.

EL YARL SKULE.-(Con alegría.) ¿ No te fij,aste? i Cuando hablaba, me parecía oir a Sverre! La elec­ción será acertada tanto si la Asamblea coloca la co­rona sobre su frente como sobre la mía.

GREGORIO JONsEN.-(Tnquieto .) Pero sobre todo no cedas. Piensa en todos los que arrastrarías en tu caída.

EL YARL SKULE .~Estov en el terreno del derecho y no temBS la decisión d~l Santo .

(Vase con su séquito por la izquierda .) EL .oBISPO NICOLÁs .-(Procurando reunirse a

Dagfinn Bonde.) i Confianza, bravo Dagfinn, con­fianza! Pero procurad que el Yar1 esté lejos del Rey cuando 10 hayan elegido. No dejéis que se le acerque.

(Salen todos y toman el camino que pasa por ___ d_etrás de la iglesia .. ) ,

a la noruega stallare. Lo mismo en este cargo de corte como en otros similares no hemos podiúo encontrar una tradncción exacta porque correspondían a nna época y a una realeza primitiva que no tienen punto alguno de con­tacto COQ las T4;alcu$ ¡podernas.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 1I7

Sala del Palacio Real. A la izquierda, en primer término, ventana baja; a la derecha, entrada princ:pai; al foro, puerta grande que da acceso al salón del trono. Cerca de la ventana, una mesa; a los lados sillas y bancos.

RAGNHILD Y MARGRETTE entran por la derecha . Les, sigue, a poca distancia. SIGRID

RAGNHILD.-Instalémonos aquí . MARGRETTE.-Es el sitio más obscuro del apo­

sento. RAGNHILD.-(Dirigiéndose a la, 'V entana·.) Desde

aquí dominamos la pradera del Thing. MARGRETTE.-(Mirando con precauci6n:) Sí; es­

tán todos congregados allá, detrás, de la iglesia. (Vol'Viéndose y romPiendo a llorar . ) i En esa pra­dera va a reaLzarse el acontecimiento que ha de arrostrar consig0 tantas consecuencias!

RAGNHILD .-¿ Qué señor dará órd,enes mañana en este palacio?

MARGRETTE·-i Oh! ¡'Cállate! Nunca pude ima­ginarme las angustias de este día terrible.

RAGNHILD.-Debía llegar fatalmente. El papel de tutor de Hakon le parecía demasiado mezquino.

MARGRETTE.-Sí; era imposibÍe evitarlo; s610 el título de Rey podía satisfacer su ambición.

RAGNHILD.-¿ De quién hablas? MARGRETTE.-De Hakon . RAGNHILD.-Y yo pensaba en el Yarl. MARGRETTE.-Nadie hay en el mundo que pueda

compararse a ellos. RAGNHILD.-¿ IVes a Sigurd Ribbung? .. i Qué

IIS IBSEN

odiosa figura! j Parece un lobo encerrado en una jaula!

MARGRETTE.-Sí, mira. Cruza las manos sobre el pomo de la espada y en ellas apoya la barba .

RAGNHILD.-Se muerde el b;gote y ríe ... MARGRETTE.-j Qué expresión burlona y repul­

siva! RAGNHILD.-L1eva el odio en el alma porque sa­

be que nadie puede defender su causa. ¿ Quién habla ahora?

MARGRETTE.-Gunnor Grionbak. RAGNHILD.-¿ Es partidario del Yar1? MARGRETTE.-No; defiende al Rey. RAGNHILD.-(Mirándola:.) ¿A quién te refieres? MARGRETTE.-A Hakon Hakonscen. RAGNHILD.-(Mira hacia fuera ,y dice después

de una pausa.) ¿Dónde está Guttrorm Ingesen? No le veo.

MARGRETTE.-Detrás de sus partidarios, en úl-tima fila. Lleva un manto de seda .

RAGNHILD.-Sí, allá. MARGRETTE.-Parece que siente vergüenza. RAGNHILD.-Es. por su IP.~dre. MARGRETTE.-Semejante preocupación no puede

atormentar el alma de Hakon. RAGNHILD .-¿ Qu:én habla ahora? MARGRETTE.-(Mirando hacia fuera.) Tord Sko-

He, baile de Ranafylke. RAGNHILD.-¿ En favor del Yarl? MARGRETTE.-No; de Hakon. RAGNHILD .- 'j Con qué noble seguridad escucha

el Yarl! MARGRETTE.-Hakon está tranqQilo, pero su

semblante revela energía. (Con viveza:) Un vi a­j,ero que pasara por casualidad volvería a ¡-esonocer a esos dos hombres, entre miles de personas. ·

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA II9

RAGNHILD.-Mira, M;argrette: Dagfinn Bonde ofrece a Hakon un sillón dorado.

MARGRETTE.-Pablo Flida coloca otro detrás del Yarl.

RAGNHILD.-Los partidarios de Hakon quieren impedirlo.

MARGRETTE.-El Yarl sujeta el sillón con mano firme.

RAGNHILD.-Hakon se deja arrebatar y pronuncia palabras violentas. (Se aleja de lal ventana gritan­do:) j Oh, Jesucristo! ¿ Has visto su mirada y su expresión? j No; ese no es el Yarl!

MARGRETTE.-(Con terror, siguiéndola.) j Ni ese es Hakon! j Ni el Yarl ni Hakon!

SIGRID.-(Corriendo a la ventana:.) j Qué vergüen-za! j Qué vergüenza!

MARGRETfE.-j Sigrid ! RAGNHILD.-¿ Tú aquí? SIGRID.-j Qué camino tan fangoso deben reco­

rrer para llegar al trono! MARGRETTE.-Junta tus oraciones a las nuestras

y p:damos al cielo que todo acabe bien. RAGNHILD.-(Pálida de terror al Sigrid .) ¿ Le has

visto? ¿ A mi esposo? Su mirada ... su sonrisa ... no le reconocía.

SIGRID.-¿Se parecía a Sigurd Ribbung? RAGNHILD.-(En voz baja.) Sí; a Sigurd Rib-

bung. SIGRID.-¿ Se ha reído como Sigurd? RAGNHILD.--Sí, sÍ. SIGRID.-Entonces no dejemos un momento de

rezar . RAGNHILD.-(Con energía desesperada.) El Yarl

será el elegido: j es necesario! j Perderá su alma, si no obtiene el primer puesto de la nación!

SIGRID.-(En tono aún más enérgico.) j Unamos nuestras plegarias!

120 IBSEN

RAGNHILD.-j Silencio! ¿ Qué pasa? (Corriendo a la 'Ventana:) ¿ Oís esos gritos? Todos se levan­tan: banderas y estandartes, flotan al viento.

SIGRID.-(Cogiéndola por el brazo.) j Reza, mu­jer! j Reza por tu esposo!

RAGNHILD.-j Ah! j San Olaf, dale el poder ~u­premo del país!

SIGRID.-(Con 'Voz salvaje .) j Se trata de la sal­vación de su alma!

RAGNHILD .-j Necesita el poderío real! j El día en que 10 alcance,las hermosas bondades que duer­men en su alma; despertarán en él con resplandor de nueva aurora! Mira, MargTette. Escucha. )Re­trocede gritando.) j Ah! j Levantan la mano para prestar juramento!

(Margrette escucha desde al 'Ventlllna .) RAG~mILD.-j Dios y San qlaf! ¿ A quién prestan

juramento! SIGRID.-j Reza ! MARGRETTE.-(Escucha y hace signos a su madre

para que ca:lle.) RAGNHILD.-(Después de. una pausa .. ) j Habla!

(Se oye el estrépito de trompas y trompetas que resuena,n en la: pradera del Thing.)

RAGNHILD.-j Dios y San Olaf! ¿ De quién cele-bran el triunfo. (Pausal breve.) .

MARGRETTE.-(Vuel'Ve la cabeza y grita.) En este momento, la Asamblea proclama rey a Hakon Ha­konsen.

(Se oye de p1-onto 111 música del cortejo real, a1go confusa al p:rinciPio y más clara a me­dida que se 'Va acercando. Ragnhild se arro­ja llorando en bra.zos de Sigrid, que la coge silencuJsamente la, mano y 1", hace salir por la puerta de la: derecha. Margrette queda i'n­m6'Vil ap'oya.da en el resaolto de la 'VeNtana. Los ser'Vidores del Rey abren la puerta gran-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 121

de del foro . ' Se ve el interior del Sal6n del Trono que poco a, poco se va llenando con el cortejo que llegal de la pradera del Thing.)

HAKoN .-(Desde el dintel dirigiéndose a, ['llar Bod­de.) j Plumas, cera y seda! Aquí tengo pergamino. (Con gran a.gitaci6n se dirige a la mesa y pone en­cima de ella, algunas hojas de pergamino:) Margret­te, ya soy Rey.

MARGRETTE.--Saludo a mi amo y señor. HAKoN.-Gr,acias. (La mira y la coge la mano.)

Perdonadme. Olvidaba que mis palabras podían ~er mortificantes para vos .

MARGRETTE.-(Retirando la mano.) Vuestras pa­labras no me han molestado; vos nacisteis cierta­mente para llevar la corona.

HAKON.-(Con vi"Veza.) ¿ Quién podría afirmar lo contrario al ver como me han protegido Dios y los Santos contra todos los peligros? Apenas tení,a un año de edad cuando los Birkebianos me tomaron en sus brazos y me llevaron a través de montañas y precipicios, entre tormentas y nevadas, rompiendo el cerco de los que pretendían quitarme la vida. En Nidaros (r) los Baglerianos reducen a cenizas las casas y hacen una horrible carnicerí.a. entre nuestros partidarios; al rey rnga le costó gran trabajo refu­giarse en 10 alto de un peñasco, valiéndose para escalarlo, de un cable de navío: yo escapé sano y salvo.

MARGRETTE.-Atravesasteis por rudas pruebas en vuestra juventud.

HAKON .-(Mirándola fijamente.) Tal vez hubie­rais podido voz endulzar mi suerte .

MARGRETTE.-¿ C6mo ? HAKoN.-Hubierais podido ser para mí como ca-

(1) Antiguo nombre de la actual ciudad de Trondjeim.

1:22

nnosa hermana adoptiva en los años que nos vie­ron crecer juntos.

MARGRETTE.-Las circunstancias no lo permi­tían ...

HAKoN.-No; tenéis razón. Permaned,amos el uno cerca del otro, cada cual en su rincón y rara vez cambiábamos palabras. (Con impa:ciencia .) ¿ Por qué . tarda tanto. (Ivarr Bodde entra trayendo una escribanía.) j Por fin! j Ya estás aquí! j Dame 10 que traes.!

(l-Ia,kort se sÚnta junto a la, 'mesa: y se pone a escribir. Poco después llegan el Ya,rl Skule, Dagfinn Bonde, el obisp'o Nicolás y Vegalrd Verada/.)

HAKoN .-(A lza la vista y d.eja ca.er la Pluma.) Señor Yarl, ¿sabéis cuál es el objeto de mi co­rrespondencia? (El Yar'l se aproxima .) Escribo a mi madre. La doy gracias por todo el bien que me hizo y la beso mil veces, en el pergamino, por supuesto . Deben conducirla al distrito oriental de Borja, don­de han de tributársele honores reales.

EL YARL SKULE.-¿ No queréis que permanezca a vuestro lado, en palacio? -

HAKON.-j La quiero demasiado, Y.arl! Y un Rey no tiene derecho a colocar junto a sí a nad:' e que ocupe sitio excesivo en su corazón . ' Necesita las manos libres, debe vivir aislado y alejar a cual­quier.a que pudiese reducirle o dominarle. j Hay que enmendar tanto dafio en Noruega! (Sigue escri­biendo .)

VEGARD VERADAL.-(En voz baja al Obispo.) Por mi consejo tomó esta determinación con la Reina madre. '

EL OBISPO NIcoLÁs .-En seguida reconocí vues­tro consejo.

VEGARD VERADAL.-Y abor.a, favor por favor.

Los PRETENDIENTES DE LA CORONA 1:23

EL OBISPO NICOLÁS.-¡ Paciencia! Yo cumpliré mi promesa.

HAKoN .-(Dando el pergamino a Iva4' Bodde .) Sella el pliego y llévalo tú mismo, con mis saludos afectuosos.

IVAR BODDE.-(Que ha echado unal ojeada. sobre la ca.rla .. ) Señor, hoy m:smo, según he leído.

HAKoN.-El viento es favorable . En estos mo­mentos sopla el Nordeste.

DAGFINN BONDE.-(Marcando cada sílaba .) No ol­vidéis, Señor, que pasó la noche junto al altar re­zando y ayunando.

IVAR BODDE.- Y tal vez no haya logrado repo­nerse de la fatiga que debió causarle la prueba del hierro candente.

HAKON .-Es verdad; tenéis razón . ¡ Querida ma­dre! (Reprimiéndose.) Sí; si está demasiado can-s,ada, aplazad la marcha hasta mañana. .

IVAR BODDE.--Se hará vuestra voluntad. (Le tien­de otra hoja de perga.mino .) Y ahor,a, Señor, haga­mos lo demás.

HAKON.-¿Lo demás? Ivan Bodde, no puedo. DAGFINN BONDE.-(Señalando la carta dirigida a

su ma.dre .) ¡ Para ella no demostrasteis tanta debi­lidad! '

IVAR BODDE.-Debéis romper con todo lo que sig-nifique pecado.

EL OBISPO NICOÍ,Ás .-(Que se ha acercado.) Aho­ra, rey Hakon, es necesario atar las manos del Yarl.

HAKON .-(En voz baja;. ) ¿ Creéis necesario el sa­crificio?

EL OBISPO NICOLÁS.-No podéis comprar a me­jor precio la paz del reino.

HAKoN.--Siendo así, me decido. Dadme la plu-ma. (Escribe .) ,

EL YARI, SKULE.-c-(Al ob~spoJ que se dirige hacia

124 lBstN

la derecha.) Por 10 visto, el Rey estima vuestra opinión.

EL OBISPO NICOLÁs.-Afortunadamente para vos. EL YARL SKULE,-¿Decís que? .. . EL OBISPO NICOLÁS.-Antes de la noche me da­

réis las gracias. (Se aleja.) HAKoN.-(Dándole el perga1mino.) j Leed, Yar1! EL YARL SKULE .-(Recorriendolo con la vista,

mira al Rey con asombro y dice en voz baja:) ¿Aca­bái~ con la joven Kanga?

HAKON ;-j Con la que amé sobre todas las cosas de este mundo! Desde hoy, no debe encontrarse en el camino del Rey.

EL YARL SKULE.-Nob1e y grande es vuestra ac­ción, Hakon. Sé, por experiencia, lo que cuesta semej;ante sacrificio.

HAKON.-j Atrás todo el que tenga' ascendiente so­bre mi corazón! Sellad la carta. (Se la da a Ivalr Bodde .)

EL OBISPO NICOLÁs.-(Inclinándose hacia su asien­to.) Señor, es un gTan paso para alcanzar la ami,,­tad del Yarl.

HAKON.-(Dándole la 1M,no.) Gracias, obispo Ni­colás. Me disteis un buen consejo. Pedid una gra';Ía y os será concedida.

EL OBISPO NICOLÁS.-¿ Puedo creerlo? HAKoN.-Tenéis mi palabra de Rey por garantía. EL OBISPO NICOLÁs.-Nombrad a Vegard Vera-

dal, juez en Hologa1and. HAKoN.-¿Vegard? Es el más fiel de mis familia­

res y sentiría gran pena al verle alejarse de mi ladQ.

EL OBISPO NICOlÁS .-El amigo de un Rey debe recib:r una recompensa verdaderamente real. Pro­curad atar al Yarl, siguiendo el camino que os he trazado, y podréis contar con él para siempre.

HAKoN.-(Cogiendo una hoja de pergamino.) Ve-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 125

gard es nombrado juez en Hologaland. (Escribien­do.r He aquí el nombramiento. (El obispo se aparta . )

EL YARL SKULE.-(Acercándose a la, mesa.) ¿ Qué escribís?

HAKoN .-(Tendiéndole el pergamino.) i Leed! EL YARL SKULE.-(Después de leer, fija en el

Rey una miradQJ severa.) ¿ Vegard Veradal? ¿ En Hologaland?

HAKON .-En d destino de las provincias del N or­te, actualmente vacante. .

EL YARL SKULE.-¿ Olvidáis que mi partidario Andrés Skialdarband es juez en la misma región? Son dos enemig-os mortales.

HAKON.-(Sonríe y se leva,n/a.) Y Vegard Vera­dal es mi partidario; razón de más para que pro­curemos reconciliarlos, y cuanto antes mejor. Desde hoy, no debe existir enemistad entre los partidarios del Rey y los del Yarl.

EL OBISPO NICOLÁS.-¡ Puede acabar m:al este asunto! (Se acerca con inquietud.)

EL YARL SKULE.-Vuestro pensamiento es pro­fundo, Hakon.

HAKON.-(Con calor.) Señor Yarl, hoyos quité la corona. Pues bien, que vuestra hija la disfrute r.onmigo.

EL YARL SKULE.-¡ Mi hija! MARGRETTE.-¡ Dios mío! HAKoN.-Margrctte, ¿ consentís en ser reina?

(Margrette se calla.) (Hakon cogiéndole la: mano .) Contestad.

MARGRETTE.-(En voz baja.) Consiento en ser vuestra esposa.

EL YARL SKULE.-(Estrechándole la ma'no.) Sea­mos amigos y reconciliémonos de corazón.

HAKON .-¡ Gracias! IVAR BODDE.-(A Dagfinn.) ¡ Que Dios sea ala­

bado! j Al fin aparece el sol!

IBSEN

DAGFINN BONDE.-Me inclino a creerlo . Nunca vi al Yarl con tan ·buenos propósitos.

EL OBISPO NICOLÁs.-(Detrás de ellos.) Tened cuidado, buen Dagfinn; tened cuidado.

IVAR BODDE.-(A Vegatrd.) Ya sois juez en Ho­logaland; el Rey acaba de firmarlo. (Le da el pergamino.)

VEGARD VERADAL.-Más tarde le daré las gra­cias por la merced que me otorga. (Se dispone a salir.)

EL OBISPO NICOLÁS . - (Rete.niéndole.) Andrés Skialdarband tiene el espinazo duro: no os humi­lleis vos.

VEGARD VERADAL.-Nadie consiguió jamás ha­cerme doblegar la cabeza . (Vase.)

EL OBISPO NICOLÁS.-(Siguiéndole . ) Mostraos fir­me como roca ante Andrés Skialdarband y recibid mi bendición antes de vuestro viaje .

IVAR BODDE .-(Que ha esp'era,do al Rey, perga,mi­nos en m ano .) Aquí están las cartas, Señor.

HAKoN.-Está bien; dádselas al Yarl. IVAR BODDE'.-¿ Al Yarl? ¿ No queréis antes se­

llarbs? HAKoN.-El Yarl tiene cos,tumbre de hacerlo. En

su poder está el sello real. IVAR BODDE.-(En 'Voz baja.) Sí; hasta hoy ha­

béis tolerado esta situaci6n porque era vuestro tu­tor. Pero, ¿ hoy?

HAKoN.-Que siga como antéS. EIYarl tiene el seno real. (Se aleja.)

EL YARL SKuLE.-Dame las cartas, Ivar Bodde. (Se dirige a: la mesa con las ca.rtas en la mano;

sa,c~ el sello rea,l que lleva sujeto a la cintura y ll1lS sella durante la escena siguiente.)

EL OBISPO NICOL.\s .-(Aparte.) j Hakon Hakon­sen es rey y el Yarl sella en nombre suyo! j Nada se. ha perdido! j Esperanza!

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 127

HAKON.-¿ Qué decís, monseñor? EL OBISPO NICOLÁs.-Que Dios y el bienaventu­

rado Olaf velan por su santa Iglesia. (Sale por la galería del castillo.) HAKON.~(Acercándose a: Margrette . ) Una reina

inteligente puede hacer gran bien al país; no v,a­cilé en elegiros porque conozco las dotes de vuestro espíritu.

MARGRETTE.-¿ Solamente? HAKON.-¿ Qué queréis decir? MARGRETTE.-Nada, nada, Señor . HAKON.-No creo ' que me reprochéis haber aca­

bado con vuestros sueños de felicidad . MARGRETTE.-VOS no podéis causarme ninguna

desilusi6n. HAKON.-Y, ¿ permaneceréis s;empre a mi lado

dispuesta a darme buenos consejos? MARGRETTE .-i Me consideraré tan dichosa sien­

do vuestra compañera! HAKON .- Y por desempeñar a mi lado el papel

de consejera . Gracias. Todo hombre necesita los consejos de una mujer . Y i yo no os tengo más que a vos! Me veo obligado a separarme de mi madre.

MARGRETTE.-Sí; la queríais mucho. HAKON.-Y, i ahora soy Rey! Ad'6s, Margrette.

Aunque sois muy joven, nuestro matrimonio se ce­lebrará el verano pr6ximo, y podéis tener la abso­luta seguridad de que desde hoy no olvjdaré el res­peto y la fidelidad que os debo.

MARGRETTE .-(Sonriendo melancólicamente .) Sí; no pasará mucho tiempo sin que me apartéis tam­bién a mí de vuestro lado.

HAKON.-(Con viveza .) ¿ Apartaros? i Jamás! MARGRETTE.-(Con los ojos llenos de lágrimas.)

No, Hakon, no obra así más que con las personas que ama mucho . (Se dirige' a lm puerta de salida. Ha,kon tija en ella su mirada escrutadora.)

I28 IBSEN

RAGNHILD.-(Desde dentro, llegando p-or la de­recha .) j Hakon y el Yarl permanecen tanto tiempo en el Salón! La angustia oprime mi pecho. Mar­grette, ¿ qué dice y qué hace el Rey?

MARGRETTE.-j Ah! Muchas cosas y entre otras eligió un juez y una reina.

RAGNHILD.-¿ A ti, Margrette? MARGRETTE.--Sí. (Se a,rroja en brazos de su ma­

dre.) RAGNHILD.-j Tú eres reina! MARGRETTE.-Esto, nada más que esto, pero es­

toy dispuesta a recogijarme. (ValSe con Ragnhild por la, derecha.)

EL YARL SKpI.E.-Aquí están nuestras cartas. Enviadlas a la Reina madre y a Ganga. (Ivar Bodde se inclinal y sale.)

DAGFINN BONDE.-(Desde la. puerta .) El arzobis­po de Nidaros quiere presentar sus respetos al Rey Hakoll Hakol1~n.

HAKoN.-(ResPirando con fuerza.) j Al fin soy Rey de Noruega! (En t1Qi e.n la galería.)

EL YARL SKULE.-(Guarda,ndo' el Sello en el cin­to.) j Pero yo. soy el amo!

TELÓN

ACTO SEGUNDO

Salón de fiestas del Palacio Real de Bergen. Al foro, en el centro, alta ventana de medio punto. Debajo, estr,ado con asientos para las damas. A la derecha, el trono sobre un estrado. Al centro de la izquierda, gran puerta de entrada. Bande­ras, estandartes, escudos, armas, tapices borda­dos cuelg:¡m de las columnas y del techo de ma­dera ricamente esculpido. Por la escena, mesas con jarros y copas.

El Rey HAKON sentado en el estrado tiene a su re­dedor a MARGRETTE, a SIGRID, a RAGNHILD y a algunas otras damas de alto linaje. IVAR BODDE está en pie detrás del sillón del Rey. En torno de las mesas, partidarios del Rey o del YARL y con­vidados. DAGFINN BONDE, GREGORIO JONSEN y el OBISPO NICOLÁS juegan al ajedrez. Los servidores del Y ARL van de un lado a otro sirviendo a los bebedores. En una sala vecina una banda deja oir sus acordes durante todo el acto .

. DAGFINN BONDE.-Cinco días dura la fiesta · y los servidores no cesan ,de traer cántaros llenos.

PABLO FLIDA.-No acostumbra el Yarl a que sus huéspedes se mueran de sed.

DAGFINN BONDE .-No, ya se ve. Jamás en No­ruega las bodas de un Rey fueron motivo para se · mejantes . banquetes.

I30 IBSEN

PABLO FLlDA.-Es porque el Yarl Skule no habí3 casado ninguna hija.

DAGFINN BONDE.-Tienes razón: el Yarl es muy poderoso.

UN CORTESANO.-Posee la tercera parte del reino; más que ninguna herenc~ de ningún Conde.

PABLO FLlDA.--Sin embargo, más posee el Rey. DAGFINN BONDE.-No es momento oportuno para

establecer comparaciones. Ahora somos buenos ami­gos y se' ha reálizado la reconciliación absoluta. (Bríndatndo.) Que el Rey sea Rey y el Yarl siga siendo Yarl. .

PABLO FLlDA.-(Riendo.) Se conoce en tus pala­bras que eres del bando del Rey.

DAGFINN BONDE.-Como lo son todos los servido­res del Yarl.

PABLO FLlDA.-i Jamás! Nosotros prestamos ju­ramento al Yarl, pero no a Hakon.

bAGFINN BONDE.-¿ Quién sabe lo que os reserva el 'porvenir?

EL OBISPO NICOLÁS.-(En voz baja, al Yarl con el que juega, al ajedrez.) ¿ 01s lo que dice Dagfinn?

EL YARL SKULE.-(Sin alzQtr la vista.) Sí. GREGORIO JONSEsk -(Clava.ndo en Dagfinn su

mirada penetrante.) Y, ¿es esa también la intención del Rey?

DAGFINN BONDE.-i Bueno! i Bueno! Hablemos de otra cosa. No haya discus:ones hoy.

EL OBISPO NIcoLÁs.-Yarl, Hakon intenta exigir el juramento a vuestros partidarios.

GREGORIO JONSEN.-(Eleva.ndo el tono de voz.) Repito la pregunta : ¿ el Rey piensa como vos?

DAGFINN BONDE.-No os contestaré. Bebamos por­que dure mucho tiempo la buena armonía entre el Rey y el Yarl. La cerveza es buena.

PABLO FLIDA.-Tuvo tiempo de reposar y de ad­quirir el sabor de 10 añejo.

LOS PRETENDIENTES D~ LA CORONA 131

GREGORIO JONSEN.-Tres vece's el .Yarl prepar6 las bodas; tres veces el Rey prometió venir y, sin embargo, se abstuvo.

DAGFINN BONDE.-Dirigid esos reproches a vues· tro amo. i Nos dió tanto trabajo en la bahía!

P ABLO FLIDA.--Según c:ertos rumores, fué SigurJ RibLung quien os proporcion6 serios disgustos en Vermeland.

DAGFINN BONDE.-(Con ira.) Y, ¿ quién 10 dej6 escapar?

GREGORIO JONsEN .--Se nos escapó en Nidaros; el hecho es público y notorio.

D.'\GFINN BONDE.-Pero no es tan público ni tan notorio que vosotros impidierais la fuga.

EL OBISPO NrcOLÁS .-(A l Yarl que es tá pl'epa>­rando una juga.da.) i Oís, Señor? i Dicen que vos fuísteis quien dejó escapar a Sigurd Ribbung !

EL YARL SIWLE.-(Juga,ndo.) Es h istoria' anti­gua.

GREGORIO JONSEN .-(A Dalg fi nn ... ) Por 10 visto, no has oído hablar del i;landés Andrés Torsteinsen, amigo de Sigurd Ribbung?

DAGFINN BONDE.--Sí; ,lo sé. Después de la fuga de Sigurd, ahorcasteis al pobre diablo.

EL OBISPO NICods.-(Juega y dice a su contrin cante.) Mato vuestro pe6n, señor Yarl (r).

EL YARL SKULE .-(En voz alta.) Como queráis; la vida de un peón no tiene gTarr importancia (Si­gue jugando.)

D.'\GFINN BONDE.-No; bien 10 probó el islandés . cuando la fuga de Sigurd Ribbung.

(1) Aquí hay un juego de palabras intraducible. El texto noruego dice : .Nu slar jeg bande, herre jarl» . Textualmen­te : «Ahora mato su pe6n, señor jarI» . P ero hay que contar que en noruego la palabra bande, campesino, se ap' ica igual al pe6n en el juego de aje c' rez . La contestaci6n del Yarl es ona alusi6n directa a Dagfinn Bande.

IBSEN

(Risas contenidas entre los pa,rtidarios del Rey. La conversación continúa en voz baja . Un hombre entra y murmura a.lgunas pa,la.bras al oído de Gregorio fonsen.)

EL OBISPO NICOLÁs.-Ahora muevo esta pie,za y habéis perdido.

EL YARL SKUI,E .-Ya lo veo. EL OBISPO NICOLÁS.~(Echándose ha'cia atrás con

la silla.) Al fin de la partida, no supisteis defender al Rey.

E 'L YARL SKULE.~Me fatiga hace tiempo el papel de defensor de reyes. ' .

GREGORIO JONsEN .-(Acercándose y en voz baja.) Señor Yarl, Jostein Tamb os avisa que el navío está pronto a partir.

EL YARL SKULE.-(En voz bl;l.ja .) Está bien. (Sa­ca de un bolsillo un sobre sella,do.) Esta es la carta.

GREGORIO JONSEN .-(Moviendo la cabeza .) Yarl, Yarl, ¿ es acaso prudente?

EL YARL SKULE.-¿ Por qué no? GREGORIO JONsEN .-EI sobre lleva el sello real. EL YARL SKuLE.-.Qbro así en bien suyo . GREGORIO Jo TSEN .-Entonces, dejadle que re-

suelva. EL YARL SKULE.-No lo hará nunca. Todos sus

pensamientos, toda su :actividad se dir igen a un solo punto: el aniquilamineto de los Ribbungianos, y, para conseguirlo, quiere prevenir cualquier ata­que.

GREGORIO JONsEN.-·Tal vez vuestro plan sea há­bil; pero es muy peligroso.

EL YARI, SKuLE.-Déjame seguir mi inspiración. Lleva la carta a Jostein y dile que parta inmedia­tamente.

GREGORIO JONsEN .-Haré lo que mandáis. (Vase p'Or la derecha y vuelve a entrar poco después.)

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 133

EL OBISPO NICOLÁS .-(Al Yarl.) Me parece que tenéis que prevenir muchas cosas.

EL YARL.-Me 10 agradecen poco. EL OBISPO NICOLÁS.-El Rey se ha lev.antado.

(Ha.kon d'esciende del estrado; los invitados dejan la. m esa .. )

HAKON.-(Dirigién dose al obispo .) Nos complace admirar la fuerza y el vigor juveniles de que habéis dado prueba durante estos días de fiesta .

EL OBISPO NICOLÁS .--SOy una luz que vacila, pero que de cuando en cuando arroja ,algún res­plandor. Mis días están contados. Pasé el último invierno postrado en el lecho del dolor.

HAKON.-Sí; sí. Llegáis a término de una her­mosa vida, llena de acciqnes grandes.

EL OBISPO NICOLÁS .-(Moviendo lal cabeza.) No hay que exagerar . j Dejo tantas cosas sin aCabar! j Si supiera cuanto tiempo puedo vivir!

HAKON.-Los vivos, monseñor, recogen la heren­cia de los que se van; todos aquí queremos el bien del pueblo y de la patria. (Volviéndos e a,¡ Yarl.) Una cosa me asombra en alto grado: los jueces de Hologaland no juzgaron oportuno asistir a mi casamiento.

EL YARL SKU'LE .-Es verdad . Tenía por segura la visita de Andrés Skialdarband . .

HAKON .-(Sonriendo .) Y yo la de Vegard Ve­rada!'

EÍ: YARL SKULE.-Sí. HAKON.-(Con ironía.) Y estoy seguro que ha­

bríai; recibido a mi antiguo amigo mejor que haCE siete años, sobre el puente de Oslo, cuando le par­tisteis la cara con tal furia que se rompió vuestra espada.

EL YARL SKULE.-(Con riZal forzada l.) Sí; en la época en que vuestro tío Gunnulf partía la mano

I34 IBSEN

derecha de Sira Eiliv,el mejor de mis compañeros y de m:s consejeros.

EL OBISPO NrcoLÁS.-Y en que Dagfinn Bonde y los cortesanos se relevaban para montar la guardia junto al navío real pretextando que el Rey no es­taba seguro con un tutor como el Yarl.

HAKON.-(Con graveda.d.) Son hi~torias antiguas. ya olvidadas.

DAGFINN BONDE.-(Acercándose.) Señor, si me 10 permitís, ordenaré a las trompetas que inviten a los guerreros al torneo, en la pradera del Thing.

HAKoN.-Está bien. Hoy no pensemos más que en diversiones. Mañana nos ocuparemos de nuevo de los Ribungianos y del Yad de las Orca des.

EL OBISPO NICOLÁs.-Este último ¿niégeSe a pa­gar el tributo?

HAKON .-Si estuviera libre de los Ribungianoi>, iría yo m:smo al Oeste a convencerle.

(Se dirige al estrado ; coge la ma·no de M arT"­grette y sale con ella por la derecha; la. sa,la va quedando desierta poco a poco.)

EL OBISPO NICOLÁSS.-(A Ivar Bodde.) Una pre­gunta: ¿ quiéli es el hombre que responde por Jos­tein T,amb?

IVAR BODDE.-Un marino de las Orcades. ' EL OBISPO NrCOLÁS.-¿ De las Orcades? Está bien.

¿ Se ha dado a la vela para regresar? IVAN BODDE.--Sí; es su intención. EL OBISPO NrcoLÁs.-(Bajando la .voz.) i :Con un

cargamento importante, Ivar Bodde! IVAR BODDE.-Trigo y telas, según creo. EL OBISPO NrcoLÁs.-Y una carta del Yarl Skule, IVAR BODDE.-(Con asombro.) ¿Para quién? EL OBISPO NrcoLÁs.-No 10 sé. Pero lleva el sello

real. IVAR BODDE.-{Cogiéndole por el brazo.) i Mon­

señor! ¿ Debo creeros?

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 135

EL OBISPO NICOLÁS.-'¡ Silencio! No me mezcléis en este asunto. (Se aleja .. )

IVAR BODDE.-No ' hay que perder un minuto. ¡ Dagfinn Bonde! ¡ Dagfinn Bonde! . , (Se abre paso a trav és del gentío, hacia, la puer-

ta de salida.) EL OBISPO NICOLÁs.-(Con voz plaíiidera, a. Grego­

rio Jonsen.) No pasa día sin que alguien tenga que lamentar la pérdida de sus bienes o de su libertad.

GREGORIO JONSEN.-¿ De quién se trata hoy? EL OBISPO NICOLÁs.-De un pobre marino. Creo

que se llama Jostein Tamb. GREGORIO JONsEN.-¿Jostein? EL OBISPO NICOLÁs.-Se prepara a partir y Dag-

finn Bonde quiere impedírselo. GREGORIO J ONSEN .-¿ Decís que Bonde? .. , EL OBISPO NIC,OLÁs.-Acaba de salir ahora mismo. GREGORIO JONSEN.- Perdonad, Monseñor, pero

no puedo perder tiempo. EL OBISPO NICOLÁS.---Sí, dáos prisa, valeros.o va­

sallo, Dagnnn Bonde tiene siempre alguna infamia en prepa'ración. '

(Gregorio Jonsen vase por la derecha. El Yarl Skule y el Obispo quedan solos en el sa,lón.)

EL YARL SKULE.-(Se pasea melancólicamente; de pronto parece desp'erta,r de un sueíio; echa, unat mi­ra.da en torno suyo y exclama:) Bastó un minuto para que el palacio tornara de nuevo al silencio.

EL OBISPO NICOI:t\s.-El Rey se fué. EL YARL SKULE.-Y todos le siguieron . EL OBISPO NICOLÁs.-Excepto nosotros dos. EL YARL SKULE.-¡ Es gran cosa ser Rey! EL OBISPO NICOLÁS .-(Discretamente.) ¿ Quisié­

rais probarlo, Yarl? EL YARL SKULE.-(Con 'grave sonrisa,.) Lo he pro-

IBSEN

bado ya: cuando por las noches logro conciliat el sueño un minuto, soy rey de Noruega.

EL OBISPO NICOLÁs .-Los sueño~ son predicciones. EL YARL SKULE.- y tentaciones. EL OBISPO NICOLÁS.-Los vuestros apenas pueden

merecer ese nombre. Antes, no digo que no. Pero j ahora! Poseéis la tercera parte del reino ; sois el primer hombre que hace oir su voz al país 'y vuestra hija es Reina.

EL YARL SKuLE .~Ahora, más que nunca. E·L OBISPO NICOLÁS.-No me ocultéis, nada; con­

fesádmelo todo. Vuestra alma está sin duda agitada . por crueles tormentos.

EL YARL SKULE.-Ahora más que nunca, os lo repito. Terrible fatalidad pesa sobre mi existencia . Estoy a dos pasos del poder real, separado sólo por un foso pequeño que podría franquear de un salto, y -en la otra orilla veo el título de Rey, el manto de púrpura, el trono y el poder sin límites. Esta visión está siempre ante mis ojos pero no puedo dar el salto necesario para realizar mi sueño.

EL Omspo NICOLÁS.-No sería yo el que os contra­dijera, Yarl.

EL YARL SKULE.-En la época en que confirieron la dignidad real a Gutttrorm Sigurdsen, me hallaba en pleno vigor juvenil. Una voz interior me grifaba: líbrate del niño: eres superior a él en edad y en valentía! Pero Guttrorm era hijo de Rey; un abis­mo me s,eparaba del trono.

EL OBISPO NICOLÁS.-Y no os atrevÍsteis. EL YARL SKULE.-Los Ribungianos aclamaron a

Erling Steinveg, oí la misma voz que me decía: Skule es un jefe tan valeroso como Erling. Pe­ro para alcanZlar el filn deseado hubiera tenido que romper con los Birkebianos. Ese fué el abismo.

E·L OBISPO NICOLÁs.-Erling fué rey de los Slit-

LoS PRETENDIEN'TES DE LA CORONA 137

tungianos, después de los Ribbungianos. y vos es­perásteis.

EL YARL SKuLE.-Esperé la muerte de Guttrorm. EL OBISPO NICOLÁS.-Muri6 e rnga Bordsen, vues­

tro hermano, ocup6 'su lugar. EL YARL SKULE.-Entonces, esperé el fin del nue­

vo Rey. Su salud estaba profundamente quebrantada cuando subi6 al trono. Por la mañana, al encontrar­nos en misa, me informaba en secreto de los. pro­gresos de la enfermed.ad. Cada espasmo doloroso que contraía su rostro era como una ráfaga ' de viento que hinchaba las velas de mi esperanza Y me aproximaba al trono. Cada suspiro con el que pretendía aliviar su sufrimiento, me hacía el efecto de la trompeta, resonando en cumbres, lejanas, de un mensajero que, después de un largo viaje, venía a dirigirme estas palabras consoladoras: «Llegas al poder supremo)) . Así extirpé radicalmente de mi co­raz6n todo sentimiento de amor fraternal. rnga mu­ri6. Vino Hakon. Los Birkebianos le coronaron Rey.

EL OBISPO NICOLÁS.-Y vos esperásteis.. EL YARL SKULE.-Me imaginaba que debía pro­

ducirse algo sobrenatural. Sentía en mí la fuerza ne­cesaria para ejercer dignamente el poder real, y en­tretanto envejecía. Cada día que pasaba, se iba acor­tando mi carrera . Y al llegar la noche, me decí.a: mañana se lealizará el milagro que ha de arrancarle la vida. y que me ha de permitir sentarme en el trono sin amo . . EL OBISPO NICOLÁS.-Débil era entonces el poder

de Hakon. Era un niño. Hubiera bastado un paso vuestro: pero no os atrevbteis a darlo .

EL YARL SKULE.-Era difícil; hubiera tenido que romper con mi familia y con todos. mis amigos.

EL OBISPO NICOLÁS .-¡ Ah! ¡ Señor! La eterna duda domina vuestra existencia; es la fatalidad que pesa sobre vos. Queréis tener la retirada segura en

IBSEN

caso de peligro. No os atrevéis a romper todos los puentes menos uno, par:a. defenderlo y sobre él al­canzar la muerte o la victoria. Tendéis asechanzas. al paso de vuestro enemigo, sembráis su camino de trampas, suspendéis sobre su cabeza espadas pron­tas a atravesarle; arrojáis veneno a sus platos y le envolvéis en mil mallas de una red, pero si llega a caer en ella e intenta escaparse, no os otrevéis a tirar del nudo corredizo. ¿ Se acerca al veneno? Os parece más prudente que muera por la espada. Cuan­do por la mañana está a punto de caer en vuestras manos, preferís aplazar vues.tra decisión hasta la noche.

EL YARL SKULE.-(Clava,ndo en él su mirada se­vera .) ¿ Qué haríais en mi lugar, Monseñor?

EL OBISPO NICOLÁs.-Dejad a un lado mi persona. Mi misi'ón en la tierra es la de consagrar reyes, rHe> la de sentarme en el trono y gobernar.

EL YARL SKULE ,-(Después de una pausa.) Decid­me vuestra opinión sobre un punto. Monseñor, pero res,pondedme francamente. ¿ Por qué Hakon sigue con seguridad tan imperturbable su camino y cada etapa es un triunfo? No es ni más ir:teligente ni más bravo que yo.

EL OBISPO NICOLÁS.-,¿ Cuál es el hombre capaz de realizar el acto más grandioso?

EL YARL SKULE.-El hombre más grande. EL OBISPO NICOLÁS.-Y ¿a cuál concedéis ese

título? EL YARL SKULE.-Al más valiente. EL OBISPO NICOLÁS.-Es la opinión de un gue­

rrero. El sacerdote concedería la palm.a al más cre­yente; el hombre de ciencia, al sabio. Todos s.e en­gañan. El hombre más dichoso es aquel que reali­za los actos más brillantes; aquel a quien inflaman con ardor aventurero las aspiraciones latentes de su época, que hacen germinar en su cerebro ideas que

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 139

apen,as comprenden 'y le muestran un camino cuya dirección es misteriosa, pero que sigue ciegamente, arrastrado por una fuerza irresistible, hasta el mo­me,nto en que oye las aclamaciones de la muchedum­bre, mira con ojos asustados y se apercibe de que ha sido el artista creador de una obra genial!

EL YARL SKULE.-Sí. Hakon tiene esa confianza serena.

EL OBISPO NíCOLÁs .-Posee lo que los romanos llaman ingenium. No s,oy un gran latinista pero se llama ingenium.

EL YARL SKULE.-(Pasando de la melancolía a un estado de exaltación creciente .) ¿ Hakon está construí do con otro barro que yo? ¿ Es el único di­choso? Jamás el éxito dejó de coronar sus esfuerzos y puede, en todo caso, contar con la complicidad de los acontecimientos. Los mismos campesinos. Lo ob­servan . Desde que Hakon reina: «los árboles, dicen, se cubren dos veces de frutos y en el verano los pá­jaros construyen dos veces. sus nidos». En la ciudad de Vermeland que saqueó e incendió, lujosas mansio­nes se elevan de nuevo y de un extremo a otro de los campos de la nación, el viento agita un mar de pesadas espigas. Estoy tentado a creer que HakoD

-abona, con sangre y cenizas, el terreno del país, que invade a la cabeza de su ejército: donde fija su plan­ta, la bendición divina multiplica los 'dones de la tierra y las Potencias celestiales se apresur,an a borrar el recuerdo de las calamidades que sembró en su

. camino". Y i con qué facilidad fué Rey! Necesitaba la muute prematura de rnga, e rnga murió; necesi­taba protección y apoyo; sus partidarios formaron muralla con sus cuerpos y le prestaron protección y apoyo. Creyó necesario, en un momento ,dado, re­currir a la prueba. del hierro candente: vino su ma­dre y la sufrió.

IBSEN

EL OBISPO NICOLÁs.-(Lanzando una exclamaci6n involuntaria.) Y ¿nosotros ? .. ¿Los dos?

EL YARL SKULE.-¿Nosotros? EL OBISPO NICOLÁS .-Sí, vos, vos. EL YARL SKULE.-Hakon tiene en su favor el nE'­

recho, Monseñor. EL OBISPO NICOLÁs.-Sin duda, pero sencillamcll­

te porque es el más afortunado . La felicidad supre­ma consiste en poseer el legífmo derecho. ¿ En vir­tud de qu{ regla superior de justicia H<lkon recibi5 en herencia el derecho que vos ' no podéis invocar?

EL YARL SI{ULE.-(Después de una pausa.) Ruego a Dios que me evite la tentación de meditar sobre ciertas cosas.

EL OBISPO NICOLÁS.-¿No os fijásteis nunca en un cuadro viejo de la iglesia de Nidaros? Repre­senta el -diluvio que crece y se eleva por encima de las cumbres de las montañas, dejando un solo p :ca­cho al descubierto. Trepa hacia él una familia com­puesta de padre, madre, hijo, nuera y niños peque­ños . Y el hijo arrastra al padre al abismo en que rugen las olas para buscar un punto de apoyo; en su caída arrastrará al res o de la familia pero toda su energía se reconcentra en alcanzar un fin: lle­gar hasta el picacho porque en él se encuentra un palmo de ferra donde durante una hora podrá desa­fiar a la muerte . Tal es Yarl Skule, la eterna his­toria de la sabidurfa, la tradición de que-no se escapa ningún hombre inteligente .

EL YARL SKULE.-Pero ¿ el derecho? EL OBISPO NICOLÁS.-El hijo podía invocarlo. T 2-

nía conciencia 'de su fuerza y se sentía poseído del deseo de viv:r . Sigue la misma inspiración y no dejes que dormiten tus energías. El derecho, es el que cada uno quiere que sea.

EL YARL SKuLE.--Cuando se trat-a de hacer ' el bien, sí.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 141

EL OBISPO NICOLÁS .-¡ 'OS complacen los juegos de palabras ! No existe ni bien ni mal, arriba ni abajo, ni atrás ni adelante. Arrojad de vuestro espí­ritu semejantes q uimer~; si no jamás daréis el salto indispensable : siempre os hallaréis al borde del abismo. (Con v oz persuasiva .. ) Es puer il que os en­colericéis contra la muchedumbre o contra un par­tido, porque tal o cual resultado son el objeto de la una o la razón de ser del otro; pero es necesario que odiéis, a cada hombre de esa muchedumbre que os es hostil y que luchéis contra los defensores de un par­tido, cuyo éxito sería el fin de vuestros sueños. Todo 10 que puede serviros es bueno; todo 10 que puede ser piedra de escándalo en vuestro camino, es malo .

EL YARL SKuLE.-(Pensaltivo .) ¿ Cuánto me ha costado ese trono sobre el cual, s,in embargo, no he podido sentarme y qué precio le puso Hakonque hoy 10 ocupa con tan serena confianza? Joven, sa­crifiqué un tierno, un puro amor para entraren una familia poderosa. Supliqué a los Santos que me conced:eran un hijo y sólo tuve hijas. • .

EL OBISPO NrcoLÁS .-Hakon tendrá mejor suer­te, Yar!. Tened la seguridad.

EL YARL SKULE.-(Dirigiénd'ose a la ventanlli de la derecha.) Sí; todo conspira en su favor.

EL OBISPO NrCOLÁS .-(Siguiéndole.) Y ¿cons.en­tiréis pasar la vida desterrado de la fer cidad como hombre aniquilado por implacable maldición? ¿Es­táis ciego? ¿ No véis detrás de Hakon, dispuesto a asegur,arle el éxito, un poder más temible que el 'ejército de los Birkebianos? El apoyo lo recibe de 10 alto, de aquellos que se declararon enemigos vues,tros desde el día en qne nacÍsteis. Y ¿ dobláis la frente ante tales adversarios? ¡ En pie, sí sois hombre; alzad la frente cuanto podáis! ¡ No olvi­déis que el primer acto grandioso del mundo 10

IBSEN

realizó el que quiso arrancar los cimientos de un poderoso Imperio!

EL YARL SKULE.~¿ Quién? EL OBISSPO NICOI<ÁS.~i El ángel que se rebeló

contra la luz! EL YARL SKULE.- y i fué precipitado al abismó. EL OBISPO NICOLÁs.-(Con energía salvaje .) Don­

de fundó un reino, donde fué Rey, Rey poderoso, más poderoso que ninguno de los diez mil.. . Yarls del Cielo!

(Se dejal caer sobre un banco colocado cerca de la m esa del banquete . )

EL YARL SKULE .-(Contemplándole largo rato.) Monseñor Nicolás, ¿ sois algo más o algo menos que un hombre?

EL OBISPO NICOLÁs.-(Sonríendo.) Soy un igno­rante y no sé distinguir el bien del mal.

EL YARL SKULE.-(Como si hablara consigo mis­mo .) No pudiendo contar con un destino más gran­de ¿ para qué vine al mundo? I Hakon · tiene un:a confianza .en sí mismo tan firme y tan robusta! ¡Ha sabido transmitírsela a los suyos en tal forma!

EL OBISPO NICOLÁS .~l Que nadie adivine que no tenéis la misma fe en vuestra estrella! ¡Hablad como si poseyérais tal convicción, jurad muy. alto que es así y nadie dudará de vos!

EL YARL SI{uLE.~j Si tuv:era un hijo para tr.ans­mitirle después de mi muerte tan gran herencia!

EL OBISPO NICOLÁS.-(Con animaci6n .) Yarl, ¿si tuviérais un hijo?

EL YARL SKULE.-No 10 tengo. EL OBISPO NICOLÁs.-Hakon recibirá la herencia . EL YARL SKULE.-(Cuyos puiios se crispan .) ¡Es

de sangre real! EL OBISPO NICOLÁs.~(Leva.ntándose . ) j Yarl! ¿ Y

si no lo fuera? EL YARL SKULE.-Lo probó .. . el hierro candente.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 143

EL OBISPO NrcOLÁS.-Y ¿si no tuviera la impor-tancia que le dáis? .

EL YARL SKULE.-¿ Queréis insinuar que Dios mintió al rendir testimonio en favor de HakOli?

EL OBISPO NICOLÁS.-¿ Por qué rnga se atrevió a pedir el juicio de Dios?

EL YARL SKULE .-Para probar que el niño que di6 a luz en el Este, en Borgasisel era el hijo de Hakon Sverresen.

EL OBISPO NICOLÁs.-(Mueve la cabeza, mira. en torno suyo y dice en voz baja..) Y ¿ si el rey Hakon no tuviera nada que ver con ese niño?

EL YARL SKULE.-(Retrocediendo.) ¡ Dios Tb­dopoderoso! (Dominándose.) No es creíble.

EL OBISPO NICOL.ÁS.-¡ Oid, Yarl! Tengo seten­ta y seis años y desciendo cada día más rápidamente el camino de la vida; no me siento con fuerzas pa­ra llevar "Conmigo a la tumba este secreto.

EL YARL SKuLE .-Hablad, hablad. ¿No es hijo de Hakon Sverresen? '

EL OBISPO NICOLÁS.-He aquí los hechos: nad;e sabía entonces que rnga estuviera a punto de dar a luz. Hakon Sverresen acababa de morir; tal vez temía a rnga Bardsen, rey en aquella época, a vos y creo que también a los Baglerianos. Ella di6 a luz secretamente, en el departamento .oriental de Heggen, en casa del sacerdote Trond. Nueve días después, regres6 a .su casa. El niño real permane­ci6 un año entero en casa de su padre adoptivo sin que· ella se atreviese a irlo a ver y nada se vislumbró de esta historia que s6lo conocí.an Trond y sus dos hijos.

EL YARL SKULE.-¿ Así pas6? EL OBISPO NrcOLÁs.-Cuando el mno tuvo un

año, fué imposible guardar el secreto por más tiem­po. rnga se confió a ErIend d'Huseby, un viejo

144 IBSEN

Birkebiano, contemporáneo de Sverre y del que sin duda habréis oído hablar.

EL YARL SKULE.-Y ¿qué más? EL OBISPO NICOLÁS.-EI y otros jefes de Opland

recogieron al niño y, en pleno invierno, a través, de las montañas, 10 llevaron al Rey que residía enton­ces en Nidaros.

EL YARL SKULE.-Y a pesar de eso ¿os atrevéis a decir que? ..

EL OBISPO NICOLÁs .-Comprenderéis fácilmente 10 peligroso que era para. un pobre sacerdote ser padre adoptivo de un príncipe heredero . Así pues, tan pronto como nació, reveló confidencialmente el secreto a uno de los más altos, dignatarios de su Iglesia y le pidió consejo. El prelado le ordenó que sustituyera el niño que había recibido por otro, enviando al hijo del Rey a un lugar seguro y remitiendo a Inga el niño extranjero, en el caso en que ella o los Birkebianos fueran a reclamarle la devolución del depósito .

EL YARL SKULE.-{Indignaldo .) y ¿quién fué el miserable que dió tal consejo?

EL OBISPO NICOLÁS.--YO. EL YARL SKULE.- lvuestro odio contra la fa­

milia Sverre no ha cesado, pues, un solo momento? EL OBISPO NICOLÁs.-Me parecía imprudente ex­

poner al niño a caer algún día en vuestras manos. EL YARL SKULE.--Pero ¿ y el sacerdote? E.L OBISPO NICOLÁs.--Había prometido ejecutar

mis órdenes. EL YARL SKULE.-(Sujetándole por un brazo .)

y Hakon ¿ no es el hijo de Sverre? EL OBISPO NICOLÁS .--No, si el sacerdote ha cum­

plido su promesa. EL YARL SKULE.--¿ Si ha cumplido? EL OBISPO NICOLÁs.-Trond abandonó el ~aís

el invierno mismo en que el niño fué llevado' a. la

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 145

corte del rey Inga. Visitó en peregrinación la tumba de Tomás Becket y pasó en Inglaterra. los últimos años de su vida.

EL YARL SKULE.-¿DecÍs que partió? Una vez verifiqada la sustitución habrá temido la venganza de los Birkebianos.

EL OBISPO NICOLÁS.-A menos que por haberme desobedecido, temiera mi resentimiento.

EL YARL SKULE.-¿Cuál de las dos hipótesis os parece más a:dmisible?

EL OBISPO NICOLÁs.-Las dos me lo parecen igualmente.

EL YARL SKULE.-Pero i vos habéis hablado de los hijos del ~cerdote!

EL OBISPO NICOLÁS.---Se cruzaron y partieron para Tierra Santa.

EL YARL SKULE.-Y ¿nadie, desde entonces; tuvo noticias de ellos?

EL OBISPO NICOLÁS .-Sí. EL YARL SKULE .-¿ Qué les suced;6? EL OBISPO NICOLÁS .---Se ahogaron durante la tra­

vesía en el mar de Grecia. EL YARL SKULE.-Y ¿Inga? EL OBISPO NICOLÁS.-Ignora la confesión rld sa­

cerdote y el consejo que le dí. EL YARL SKULE.-¿DecÍs que Hakon no tenía

más que nueve días en el momento de la marcha' de su madre? .

EL OBISPO NICOLÁS.-Sí, y el niño que ella vol­·vi6 a ver tenía más de un año.

EL YARL SKULE.-¡ Entonces nadie puede arrojar un poco de claridad en es.te tenebroso asunto! (Des­puh de haberse paseado un rato ner"Viosamell te.) ¡Dios Todopdderoso! ¿ Es creíble esta historia? i Hakon, .el Rey que gobierna el país y que dicta leyes al reino de Noruega no será el heredero le­gítimo del trono? Pero ¿ qué hay de imposible en

10

146 IBSEN

ello? No fué su fiel compañera la fortuna, durante él curso de sus extraordinarias aventuras? ¿ Por qué no había de realizar el milagro de tomarle de la cabaña de un pobre campesino para mecerle en la cuna real?

EL OBISPO NICOLÁs .-Entre tanto, el pueblo en· tero está persuadido de que es el hijo del Rey .

EL YARL SKULE.~Y él mismo tiene la completa seguridad, Monseñor y esta seguridad constituye el principal fundamento de su fortuna y de su po­der. (Acercándose a la 'Veniana.) Admirad la nobleül de su porte cuando pasa al galope de su corcel. Nin­gún caballero puede igua1árse1e. Brillan sus ojos y resplandecen como rayos de sol; con mir,ada firme y serena domina el camino de la vida y parece de­cir: «Mi destino es ir adelante, siempre ,adelante: (V ol'Viéndose a,l Obispo:) Yo tengo de l\ey el bra­zo, tal vez la cabeza : él es un Rey de cuerpo en­tero.

EL OBISPO NICOLÁS .-Lo cual no os prueba que tenga derecho para llevar tal título.

EL YARL SKULE.-Sí; es posible. EL OBISPO N ICOLÁS.-(Poniéndole una, mano so­

bre el hombro.) j Yarl, oi.dme! EL YARL SKULE.-(Que sigue mirando hacia

fu era,.) Allá abajo está sentada la Reina ; el Rey la habla con voz cariñosa; la felicita, la hace cambiar de color. La tomó por mujer porque em político por su parte casarse con la hija del hombre más pode­roso del país. El pensamiento de Margrette no ha­cía latir entonces su corazón . Pero ya vendrá el amor. La felicidad hizo pacto con Hakon. j Mar­grette será la luz de su vida! (Se caUa, y exclama poco después con sorpresa:) ¿ Qué pasa?

EL OBISPO NICOLÁS.-¿ Qué tenéis? EL YAlU, SKULE.-Dagfinn Bonde se abre paso a

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 147

través de la. muchedumbre. En este momento co­munica una noticia al Rey.

EL OBISPO NICOLÁS.-(Colocado detrás del Yarl echa una mirada por la. v entana .) Hakon parece fu­rioso. ¿ N o es verdad? j Crispa. los puños!

EL YARL SKuLE.-Levanta los ojos al cielo. ¿ Qué significa todo esto? (Va a salir.)

EL OBISSPO NICOLÁs.-(Reteniéndole.) Yarl, oidme. Tal vez haya un medio para saber a qué atenerse respecto de los derechos de Hakon.

EL YARL SKULE.-¿ Un medio? ¿ Cuál? EL OBISPO NICOLÁS.-EI sacerdote Trond, antes

de morir, relató con todos sus detalles la aventura en que se vió envuelto, y juró por el Santísimo Sa­cramento que era verdad cuanto había escrito .

EL YARL SKULE.-Y; esta carta, j por el amor 'de Dios! decir, ¿ donde está?

EL OBISSPO NICOLÁs.--Sabed, pues.. (Mirando a la puerta .) j Silencio! j Viene el Rey!

EL YARL SKULE .-j La carta, Monseñor, la carta! EL OBISPO NICOLÁS .-j El Rey!

(Hakon entra seguido de su corte y de algunos invitalos. Poco después llega: Ma.rgrette. Ctm gra:n ansieda.d quiere acercarse al Rey pero se lo imPiden Ragnhild y otras damas de su acompañamiento . Sigrid permanece, algo a.partado, en el foro. Los hombres del Yarl manifiestan alguna inquietud: quedan a'gru­pad05 a la derecha, cerca de su jefe, que que­da colocado un poco a.trás.)

HAKON.-(Con gran agita:ci6n .) Señor Yarl, ¿ quién manda en este país?

EL YARL SKULE.-¿ Quién es el Rey? HAKoN.-Eso pregunto: yo llevo el título, pero

¿ quién tiene el poder?

IBSEN

EL YARL SKULE.-Sin duda el que tiene derecho a llevar la corona.

HAKoN.-,Así debía s,er, pero ¿realmente es así! EL YARL SKULE.-¿ Procedéis en este momento a

mi interrogatorio? HAKON.-Lo hago porque tengo el derecho de

hacerlo con todos los habitantes de mi reino. EL YARL SKULE.-No temo responder de mis

actos. HAKoN.-Espero, en interés de todos, que así

sea. (Sube un esca,lón del estr:a.do real y se apoya en un brazo del sillón.) Tenéis ante vos al Rey que os pregunta: « ¿ Sabíais que el Yarl Yon de las Orca­des se había sublevado contra mí?

EL YARL SKULE.-Sí. HAXON.-Y ¿ qué se negaba a pagar el tributo? EL YARL SKULE.-Sí. HAKON .-¿ Es verdad, por otra parte que vos,

sefor Yarl, le habéis escrito hoy? EL YARL SKULE.-¿ Quién os lo ha dicho? IVAR BODDE.-YO. DAGFINN BONDE.-Yostein Tamb no se ha atre­

vido a negarlo porque la carta llev,aba el sello real. HAKON.-¿ Os comunicáis con mis enemigos, y no

teméis poner mi sello, aunque el Rey ignore lo que habéis escrito?

EL YARL SKuLE.-Así he procedido de acuerdo con vos durante muchos años.

HAKON .-Sí; cuando erais mi tutor. EL YARL SKuLE.---Nunca tuvísteis que lamenta­

ros por este estado de cosas,. El Yarl Yon me ha es­crito para pedir mi intervención. Ofrecía la. paz pero en condiciones ina.ceptables para el Rey. La expedición contra Vermeland afectó grandemente vuestro espíritu. Si hubiérais querido resolver el asunto vos mismo, el Yarl Yon habría salido ll?-ejor

LOS PRETENDIENTÉS DE LA eo:RONA i49

librado. Yo puedo mejor que vos dar una solución satisfactoria al asunto.

HAKoN.-Teníamos la pretensión de resolver por nos mismo. Y ¿ qué respondisteis?

EL YARL SKuLÉ.-Leed mi carta. HAKON .-Dádmela. EL YARL SKuLE.-Pensaba que la teníais en vues·

tro poder. DAGFlNN BONDE.-VOS sabéis mejor que nadie a

qué ateneros. Gregorio Jonsen nos llevaba la -de­lantera. Cuando llegamos a bordo, la carta había desaparecido.

EL YARL SKULE .-(Dirigiéndose a Gregario Jon­sen .) Señor magi"tr;udo, dádsela al Rey.

GREGORIO JONSEN.-(Acercándose con inquietud.) Una palabra.

EL YARL SKULE.-¿ Qué? GREGORIO JONSEN. - (Emocionado.) ¿Olvidáis

que la carta estaba concebida en términos duros? EL YARL SKULE.-Yo sabré asumir la responsa-

bilidad. Entregadla. GREGORIO JONSEN.-No la tengo. EL YARL SKULE.-¿ Qué no la tenéis? GREGORIO JONsEN .-Dagñnn Bonde estaba a pun­

to de alcanzarnos; arranqué la carta de manos de Yostein Tamb, la até a una piedra y ...

EL YARL SKULE.-Y ¿qué? GREGORIO JONsEN.-Está en el fondo del fiordo EL YARL SKULE.-j Hicisteis mal, muy mal! HAKON.-j Señor Yarl, espero la carta! EL YARL SKuLE.-Me es imposible dárosla . HAKON .-¿ Imposible? EL YARL SKULE .-(Adelantándose hacia el Rey.)

Soy demasiado orgulloso para recurrir a lo que vos y vuestra corte calificaríais de evas'vas.

HAKoN .-(RejJrimiendo su c~lera.) Y, ¿ qué?

IBSEN

EL YARL SKULE.-Hablemos poco; pero franca­mente . No la doy y' no quiero darla.

HAKON .-Entonces, ¿ me desobedecéis.? . EL YARL SKuLE.-Ya que no puede ser de otro

modo, sí, os desobedezco . IVAR BODDE.-(Con energía,.) Me parece, Señor,

que no hacen falta prueba~ más convincentes. DAGFINN BONDE.-Ya sabemos a qué atenernos

respecto a los sentimientos, del Yarl. HAKON.-(Con frialdad al Ya.rl.) ¿ Queréis entre­

gar el sello a 1 var Bodde? . MARGRETTE.-(Precipitánd6se juntando las manos

hacia el estrado en que está el R ey .) Hakon, sed un esposo lleno de cariño y de misericordia.

HAKoN.-(La detiene con gesto suplicante; ella oculta, el rostro ba.jo el 'Velo y regresal al lado de su ma.dre.)

EL VARL SKULE.-(A 11!ar Bod'de .) Aquí está el sello.

IVAR BODDE.-El último dfa. de fiesta nos reser­vaba tantas tristezas. · Terminan sembrando ' en el alma del Rey graves preocupaciones. Pero era in­evitable y me parece que las personas honradas se alegrarán al ver que s,e precipitan los acontecimien­tos.

ÉL YARL SKULE.-Y yo creo que deploran amar­gamente la intervención de un sacerdote en nues­tros asuntos, en los de los Birkebianos, y digo Rr­kebianos porque 10 soy tanto como el Rey y sus defensores . Pertenezco a la misma raza que Ha­kon, a la de Sverre, a la rala real. Pero, vos, sa­cerdote, os dedicáis a elevar en torno del Rey un muro de desconfianza y a separarme de él. Tal es la labor que conseguisteis llevar a buen término al cabo de tantos años .

PABLO FLIDA.-(A los presentes .) Defensores del YarI, ¿ 10 toleraréis por más tiempo?

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 151

GREGORIO JONSEN.-(Adelantándose .) No; ni po­demos ni queremos tolerarlo. Hay que decirlo muy alto : ningún partidario del Yarl s.e sentirá con fuer­zas para servir al Rey con amor y fidelidad, mien­tras Ivar Bodde goce del favor real que ha de em­plear en perdernos.

P .'\BLO F LID.\ .-j Sacerdote, yo te maldigo y juro herirte por todo lugar en' que me sea dado alcan­zarte, ' sobre la tierra , sobre el mar, en toda casa no consagrada a Dios!

MUCHOS PARTIDARIOS DEL YARL.-j Yo también! j Yo también! j Debes huir de nosotros!

IVAR BODDE.-Dios me libre de interponerme en­tre el Rey y tantos jefes poderosos. Hakon , mi noble s,eñor, puedo hacerme la justicia de que os he ser­Vido con fidelidad Fuí, es cierto, enemigo del Yarl, pe.ro ruego al cielo que me perdone si cometí al­guna iniquidad en contra suya. Nada me retiene en el Palacio Real. He aquí vuestro sello: guar­dadlo en propia mano; hace mucho tiempo que debió ser así.

HAKoN.-(Que ha descendido del estrado.) j Qué­date!

IVAR BODDE.-Es imposible. Mi conciencia me re­procharía siempre mi debilidad si accediese a vues­tro deseo . L a mayor desgT.acia que puede ocurrir en estos, tiempos es hallarse entre el Yarl y el Rey.

HAKON .-j Ivar Bodde, quédate! j Lo mando! IVAR BODDE.-El rey San Olaf, saliendo de su

tumba de plata, no conseguiría hacerme quedar. (Entrega el sello a:l Ra:y.) Salud, noble Señor. j Que Dios os proteja y bendiga vuestras empresas! (Se abre camino a través de la muchedumbre y sale por la puerta de la dúecha.)

HAKON.-(Con triste za, a:l Yarl y al los suyos .) Por vosotros, perdí un amigo fiel. Necesitaréis ha­cer grandes esfuerzos para que lo olvide.

152 tESEN

EL YARL SKULE .~Para compensar esta pérdida, me ofrezco yo con todos los míos.

HAKoN.-Temo que no sea suficiente. Necesito congregar en torno mío a todos aquellos cuy.a fide­lidad está probada. Dagfi.nn Bonde, envía inmedia­tamente un correo al Norte, a Hologoland, j que Vegard Veradal regrese cuanto antes 1. ..

DAGFINN BONDE.-(Que ha estado ha.blando con un hombre en traje de viaje que hacía poco había entrado en el sal6n, se acerca con el rostro descom­puesto y grita:) j Vegard no puede venir, Señor! HAKON.~¿Por qué? DAGFINN BONDE.~Acaban de darme noticias su­

yas. HAKON.-Y, ¿que? DAGFINN BONDE.-j Vegard Veradal ha sido ase-

sinado! VOCES.-j :Asesinado! HAKON.-¿ Quién es el autor del homicidio? DAGFINN BONDE.-Andrés Skialdarband, el amigo

del Yarl. (Pausa,. Los p'resentes, con graln emoci6n, ha­

blan entre sí, en voz baja .) HAKON .-¿ Dónde está el mensajero? DAGFINN BONDE.-(Haciéndole a¡delantar .) Aquí

está, señor. HAKON.-¿ Cuál fué el pretexto de la muerte? MENSA]ERo.-Nadie 10 sabe. Hablaban juntos del

tributo de los Fineses, cuando Andrés, levantán­dose' de pronto, le hirió mortalmente .

HAKON.-¿ Había habido diferencias entre ellos? MENSA]ERO.-Muchas veces habían ocurrido que­

rellas . Andrés había contado con frecuencia que un hombre de buen criterio, que habitaba en el Sur, le había aconsej.a.do por carta «que se mantuviera fir­me como roca respecto a Vegmd Veradaln.

DAGFINN BONDE.-i Cosa rara! Vegard antes' de

LOS PREtENDIENTES bE LA CORoNA 153

partir, me dijo q~e un hombre de buen criterio le había acons,ejado «que se mantuviera firme como roca respecto de Andrés Skialdarband» .

EL OBISPO NICOLÁS.-(Escupiendo al suelo .) ¡ Qué despreciables son semejantes agentes de discordia!

HAKON.-No nos molestaremos en buscar de un modo más preciso la causa, s,ecreta del aconteci~ miento. Hoy he perdido dos amigos fieles. Lloraría la muerte de Vegard si mi dolor no pu'diera mani­festarse más que por medio de lágrimas. Ha llegado el momento de pedir sangre. Señor Yarl, Andrés Skialdarband es uno de vuestros familiares. Me habéis ofrecido vuestro, concurso para indemnizar­me de la pérdida de Ivar Bodde: os tomo ~a palabra y espero de vuestra lealtad que me ayudaré:s a cas­tigar este crimen.

EL YARL SKULE.-Los ángeles del mal se inter­ponen hoy entre nosotros. Os habría ayudado a vengar la muerte de Vegard en la persona de cual­quiera de mis partidarios . ..

HAKON,-(Con a,nsiedad .)¡ Acabad! EL YARL SKULE.,-Pero vos no tocaréis, a Andrés

Skialdarband. HAKON.-(Con ímpetu.) ¿ Intentáis defender al

asesino? EL YARL SKULE.-Debo defen'der a este asesino. HAKON.-Y, ¿por qué? EL YARL SKUL-.-Nadie lo sabrá. Sólo Dios que

está en el ciclo. EL OBISPO NICods .-(En 'Voz baja a Dagfínn.)

Yo 10 sé. D!\GFINN BONDE.-Y yo 10 sospecho. EL OBISPO NICOLÁs.-Pero no digáis nada, bravo

Dagfilln. HAKoN.-Quiero pensar todavía que no habláis

seriamente.

154 IBSE~

EL YARL SKULE.-Aunque hubiera as.esinado a mi padre, Andrés Skialdarband no sería castigado por mí. N o me preguntéis más.

HAKoN.-Siendo así, nos tomaremos la venganza por ríuestr,a mano.

EL YARL SKULE.-(Con a.nsiedad.) j Va a comen­zar para los dos partidos una etapa sangrienta!

HAKoN.-Es posible; pero el culpable debe re-cibir el castigo .

EL YARL SKULE.-No será; no puede s,er. EL OBISPO NICOLÁS.-No.; el Yarl tiene razón . HAKON.-¿ Tal palabra en vuestm boca , monse-

ñor? EL OBISPO NICOLÁs.-Andrés Skialdarband se ha

cruzado caballero del Señor . HAKON y EL Y ARL.-¿ Qué decís? EL OBISPO NICOLÁs .-AbandonÓ ya el reino para

emprender su peregrinación. EL YARL SKuLE.-Debemos felicitarnos unos y

otros. HAKoN.-El día termina : la fiesta nupC'i21 arrojó

su último destello . Gracias, señor Yarl, por los ho­nores ' que me tributasteis bajo vuestro techo, du­rante mi permanencia. Supongo que os dirigiréis a Nidaros.

EL YARL SKULE.-Sí. HKON.-YO me dirigiré a la bahía. Margrette,

si prefieres permanecer aquí, en Bergen, haz según sea tu voluntad.

MARGRETTE.-Te seguiré a todas partes hasta el día en que me lo prohibas.

H AKoN.-Está bien, acompáñame. SWRID.-Mi familia estará ahora dispersa. (A rro­

dillándose ante Ha,kon.) No me neguéis una gra­cia, Señor.

HAKON.-Levantaos, Sigrid. Vuestra súplicq será atendida.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 155

SIGRID.-No puedo seguir al Yarl a Nidaros. Va a ser consagr.ado el convento de monjas en Rein; escribid al arzobispo intercediendo en mi favor para que me nombre abadesa.

EL YARL SKuLE.-¿Tú? ¿Mi hermana? HAKON .-¿ V áis a profesar? SIGRID.-(Levantándose.) Desde la noche horri-

ble en que se celebró mi matrimonio y en que los Baglerianos asaltaron Nidaros asesinando a mi es­poso y a muchos centenares más e incendiaron la ciudad por los cuatro costados, me parece que la sangre y las llamas obscurecen mi mirada y cierran mi alma a.l mundo de los, sentidos. Pero recibí el don de contemplar lo que la vista humana no puede ver claro.. . una era de terror para el país.

EL YARL SKULE .-(Con violencia.) j No la hagáis caso! j Está enferma!

SIGRID.-Ricas mieses van a madurar para el que cosecha entre tinieblas . Sólo una preocupac~ón debe agitar en adelante el alma de las mujeres no­ruegas: ¡¡arrodillarse en los claustros y en las igle­sias y rezar ... rezar día y noche!

HAKON .-(Conmovido .} ¿Es el delirio o es el es­píritu profét.ico el que habla por su boca?

SIGRID.-Adiós, hermano mío, todavía hemos de vernos una vez.

EL YARL SKULE.-(Involuntariamente .) ¿ Cuándo? SIGRID.-(En voz baja .) Cuando coloques laco­

rona sobre tu frente, cuando el peligro llegue a su . cumbre, cuando sientas, en la ocasión suprema, el

deseo de tenerme a tu lado. (Vase por la derecha con Margrette, Ragnhild y las mujeres.)

HAKON .-(Después de una, pa.usa, desenvainal su espada y dice con voz serena y fuerte:) Todos los hombres del Yarl van a prestarme juramento.

EL YARL SKULE.-(Vivamente.) ¿Lo habéis pen-

lBS EN

sado bien? (En tono suplicá,nl'e.) Rey Hakon, no 10 hagáis.

HAKoN.-Ningún partidario del Yarl saldrá de Bergen sin haber jurado fidelidad al rey. (Vase con los cortesanos; todos le siguen, excepto el obispo y el Ya,rl.) .

EL OBISPO NICOLÁS.-Hoy os ha tratado con du­reza. (El Yarl Skule se ca.lla y sigue al Rey con la

• mirada.) (El obispo Nicolás dice levamtand'o el tono de voz:) Y j tal vez no sea de sangre real!

EL YARL SKULE.-(Con gran emoción, se vuel ve bruscamente y coge a,l obisp'o por un bra,zo.·; ¿ Dónde está la confesión escrita del sacerdote Trond?

EL OBISPO NICOLÁs.-Me la envió desde Inglate­rra, antes de morir. Ignoro el nombre del mensa­jero y todavía no la he recibido.

EL YARL SKULE.-Tal vez sea posible encon­trarLa.

EL OBISPO NICOLÁS.-Estoy firmemente persua­d ido.

EL YARL SKULE.-Y si llega a vuestro poder, ¿me la remitiréis?

EL OBISPO NICOLÁS~-OS 10 prometo . EL YARL SKULE.-¿ Lo juráis p01' la salvación de

~-~'estra alma? EL ~BISP9 NICOLÁS.-Lo juro por la salvación

de mi alm",. EL YARL SKD"i.!Z.-Está bien; hasta ese momento

lucharé · contra Hakoil siempre que conspiren con­migo la obscuridad y el sJencio. Hay que evitar que tenga la superioridad de la fuerza, el día en que empiece la lucha por el trono.

EL OBISPO NICOLÁS .-Pero si la conf-:sión prueba que es el hijo legítimo, ¿ qué haréis?

EL YARL SKuLE.-:-Entonces ped:ré a Dios. que 'me dé la humildad necesaria para servir a Hakon, para

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 157 ! ' i·,

deponer a sus pies todo mi poder como debe todo jefe leal.

EL OBISPO NICOLÁS.~Y, ¿ si se tea1iz.ara la su­posición contraria?

EL YARL SKULE.-Entonces debe cederme el paso. j Todo me pertenecerá: título y trono, corte y ejér­cito, tesoro y navíos, ciudades y fortalezas!

EL OBISPO NICOLÁs.-Buscará la salvación al otro lado del fiord o

EL YARL SKULE.-Yo le daré caza. EL OBISPO NIcods .-Se fortificará en Nidaros. EL YARL SKULE.-Tomaré la ciudad por asalto. EL OBISPO NICOLÁS.-Se encerrará en el santuario

de San 01af. EL YARL SKULE.-Vio1aré' el derecho de asilo. EL OBISPO NICOLÁS.-Se refugiará en el altar ma­

yor y se abr,azará al sepulcro del Santo. EL YARL SKULE.-Le arrancaré de allí aunque

en la caída tengan también que rodar por el suelo las reliquias del Santo,

EL OBISPO NICOLÁs .-Pero, sin embargo, la co­rona está sobre su frente, Yarl.

EL YARL SKULE.-Yo la haré rodar con mi es­pada.

EL OBISO KICOLÁS.~Y, ¿si estuviera só1idamenté fija?

EL YARL SKULE.-En nombre de Dios o de Sa­tán, haría rodar también su cabeza. (Vase por la derecha,.)

EL OBISPO NICOLÁs.-(Le sigue con la mirada, guiña el ojo y dice:) Sí. . . con el Yarl que acaba de revelarse aún hay medio de entenderse.

TELÓN

ACTO TERCERO

Sala del palacio episcopal de Oslo. A la derecha, puerta de entrada. Al fondo, una puerta pequeña (que está abierta) conduce a la capilla en que arden los cirios. A. la izquierda, puerta con cor­tinaje que conduce al aposento del ob:spo. A la izquierda también, en primer término, un si1l6n; enfrente, a la derecha, un escritorio cubierto de cartas y documentos y una lámpara encendida ..

La sala está desierta al levantarse el te16n . LoS: re­ligiosos, detrás de los cortinajes, a la izquierd.a, entonan cantos litúrgicos. Poco después aparece por la derecha PABLO FLIDA, vestido ' con traje de viaje. Se detiene en el dintel, mira en torno suyo para reconocer el lugar y da tres golpes con el bastón en el suelo.

SIRA VILIAM .-(Sale p'or l(ll derecha y dice en 'Voz baja.) j Pablo Flida! I j Alabado sea Dios! En tal caso, no debe andar lejos el Yarl.

PABLO FLIDA.-Los naVÍos llegan ya a Hovedo; les he precedido. ¿ C6mo sigue el obispo?

SIRA VILIAM.-En este momento recibe la extre­maunci6n.

PABLO FLIDA,~¿ Está, pues, en grave peligro? SIRA VILIAM.-El doctor S igard de Brabante dice

que no acabará la noche. PABLO FLIDA.-En ese caso, temo que se nos

haya llamado demasiado tarde.

160 IBSEN

SIRA VILIAM.-No; con~erva el conocimiento y las fuerzas no le han abandonado por completo. Con frecuencia pregunta si el Yarl llegará pronto.

PABLO FLIDA.-Le llamáis todavía Yarl. ¿ Igno­ráis que el Rey le ha concedido el título de Duque?

SIRA VILIAM.-Lo sé, 10 sé. Perdonad, es la cos­tumbre. j Slendo.!

(Se persigrz,a,n y se arrodillan. Del ap:osento del obispo salen dos monaguillos con cirios y y otros dos con incensarios. Les siguen salcer­dotes que llevan el cáliz, el crucifijo y el es­tandarte de la iglesia. Detrás de ellos va; una procesi6n de sacerdotes y de frailes. Mona­guillos con cirios e incensarios, marchan de­trás del cortejo que se encamina, lentamente a lal caPilla; la puerta, se cierra después de su paso.)

PABLO .FLIDA.-¿Vuestro. antiguo amo está, pues, a punto de despedirse de la vida?

SIRA VILIAM.-¿ Puedo anunciarle que el duque Skule hará 10 posible por llegar pronto?

PABLO FUDA.-Tan pronto como desembarque, vendrá al Palacio Episcopal. Hasta. la v:sta. (Sale.)

(Muchos sa.cerdotes, entre ellos Pedro y ser­vidores del obispo, entran por la izquierda'. Traen alfombras, almo'hadoneS' y un gran brasero.)

SIRA VILIAM.-¿ Qué hacéis? . UN SACERDOTE.-(Colocándolo todo en orden en

el sillón.) El obispo qu:ere tr;asladarse aquí. SIRA VILIAM.-¿ Es prudente? UN SACERDOTE.-El do.ctor Sigard opina que no.

debemos contrariarle. Aquí está. . (El obispo Nicolás sale sostenido por el doc­

tor Siga,rd. y un sacerdote. Está en hábitos episcopales, pero sin báculo ni mitra.)

EL OBISPO NICOLÁS.-Encended los cirios. (Le

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 161

sientan en el sillón, cerca del brasero, cubriéndole con mantas.) j Viliam! Recibí la absolución de to­dos mis pecados. De un golpe, me libraron de ~llos. Ahora me encuentro más tranquilo.

SIRA VILIAM.-El Duque os ha enviado un men­sajero, monseñor. Sus navíos llegaron ya a Ho­vedo.

EL OBISPO NICOLÁS.-j Bien! j Muy bien! El Rey tampoco tardará en llegar. Durante mi vida, Viliam, no he sido más que un miserable peca.dor y me he portado indignamente con mi Soberano. En la ca­pilla, los sacerdotes me aseguraron que todos mis pecados me serían perdonados. Les creo sin que me lo prueben ; pero les es tan fácil prometer : ellos no sufrieron daños por mi perversidad . (Arrebatándo­se .) j Luces,! j He dicho que luces! Está muy obs­curo a.quí.

SIRA VILlAM.-Las luces están encendidas. SIGARD.-(Le ha·ce callar con un gesto y-se acerca

a.l obispo .) ¿ Cómo os encontráis, monseñor? EL OBISPO NICOLÁS.-No puedo decíro~lo .. . no 10

sé. El frío invade ya mis pies y mis manos. SIGARD .-(En 'Vo z baja., mientras a.cercal el bra­

sero .) j Hum! Es el principio del fin . EL OBISPO NICOLÁs .-(Con ansiedad a Viliam.)

He ordenado que ocho frailes pasen la noche en la capilla rezando por mí y cantando. Vigílalos. Hay algunos que son muy perezosos. (Sim Viliam. indica con ' un gesto la capill C1>, en donde continúan reso­.nando los' cantos que han de seguir durante este acto .) j Dejar tantas cosas, empezadas y no poder aplazar la marcha! j Tanta labor sin concluir, Vi­liam!

SIRA VILIAM.-Monseñor, no penséis en estos mo­mentos más que en la vida eterna. ~L OBISPO NICOLÁs .-Tengo tiempo todaVÍa. El

IBSEN

doctor Sigard ha dicho que hasta mañana por la mañana .. ..

SIRA VILIAM.~j Monseñor! j Monseñor! EL OBISPO NICOLÁS.~j Traedme la mitra y el

báculo! Tengo que pensar en todo. (Un sacerdote le da los objetos pedidos.) j Ah! Colocad la mitr.a de otra manera: es. demasiado pesada para mi débil cabeza. Dadme el báculo. j Así! Ahora estoy ar­mado para la guerra. j Un obispo! El espíritu del mal no se atreverá.

SIRA VILIAM.-¿ Tené:s algo más que ordenar? EL OBISPO NICOLÁS .-No; pero, j sí ! Dime .. . Pe­

dro. .. el hijo de Andrés Skialdarband. . . j Hablan todos tan bien de él !

SIRA VILIAM.-Todos reconocen en él un alma de angelical pureza.

EL OBISPO NICOLÁs .~Pedro, te quedarás velando junto .a mí hasta que llegueri el Rey o el Duque. Vosotros, salid, entretanto, pero estad prontos a volver.

(Salen todos, excepto Pedro, por la derecha.) EL OBISPO NICOLÁs.-(Después de una pa,usa.)

j Pedro! • PEDRo.-{Acercándose . ) Monseñor . . . EL OBISPO NICOLÁS .-¿ Tú no has visto nunca

morir un viejo? PEDRO.-No. EL OBISPO NICOLÁS .-Todos están poseídos de

loco terror: puedo asegurártelo. Allí, sobre la mesa, hay un gran sobre cerrado por un sello: dámelo. (Ped.ro se lo entrega!.) Es para tu madre.

PEDRO.-¿ Para mi madre? EL OBISPO NICOLÁs .-Te lo confío. Irás al Norte,

a Hologoland, graves razones me decid:eron a es­cribirla: han llegado noticias de tu padre.

PEDRo.-Combate por la gloria del Todopodero­so, en Palestin.a. Si cae será sobre ti~rra bendit.a

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA' 163

porque la bendic:ón del Señor está unidá allí a cada trozo de tierra en todas mis oraciones, pido para él la gracia divina.

EL OBISPO NICOLÁs.-Andrés Skialdarband ocu­pa un lug-ar preferente .en tu corazón.

PEDRo.-Todos están conformes en estimarle. pero existe un hombre cuya adm:ración también mi madre ha fomentado en mÍ.

EL OBISPO NICOLÁs.-(Con ansiedad febril .) ¿El duque Skule?

PEDRO.-Sí; el duque Skule Bordsen . Mi madre lo conoció en tiempos de su juventud. No hay cier­tamente en todo el pa.ís hombre más digno de admi­ración.

EL OBISPO NICOLÁS .-Toma la carta. Ponte in­mediatamente en camin~ para el Norte . ¿ Continúan los cantos en la capilla?

PEDRO.--Sí, monseñor . EL OBISPO NrcoLÁs .-Ocho jóvenes fuertes con

voces que retumban como trompetas son bastantes para aliviar mi desgracia.

PEDRo.-Monseñor, monseñor, perrni'hdme que también yo ruegue por vos.

EL OBISPO NICOLÁS .-¡ Dejo tantas cosas, sin aca­bar, Pedro! ¡ La vida es tan corta! El Rey, cuando venga, consentirá seguramente en perdonarme. (Se deja. caer ¡Z:batido p'or el dolor.)

PEDRo.-Debéis sufrir mucho . EL OBISPO NICOLÁS.-No; pero me zumban los

. oídos; rayos y centellas pasan constantemente ante mis ojos.

PEDRO.--Son las campanas celestiales que voltean anunciando vuestro regreso; son los cirios que los áng-eles del cielo enc:enden en vuestro honor .

EL OBISPO NICOLÁS.--Sí; pero no corro ningún peligro si en la capilla los religiosos cumplen con

IBSEN

su deber y rezan con fervor . Adiós: ponte en se­guida en camino para llevar la carta.

PEDRo.-¿No me permitiréis antes . .. ? EL OBISPO NICOLÁS.-No, parte; no tengo miedo

de quedarme solo. PEDRo.-Has,ta el día en que las campanas celes­

tiales volteen también por mí. (Vase por aJ dere­cha.)

EL OBISPO NICOLÁS.~i Las campanas celestiales! i Qué fácil es hablar cuando se dispone de dos pier­nas sólidas! i Tanta labor sin acabar! Pero gran parte de mi obra debe sobrevivirme. Prometí al Du­que, por la salvaci6n de mi alma, remitirle la confe­sión escrita del sacerdote Trond, si alguna vez caía en mis manos. No la tengo y doy gracias a Dios de todo corazón . Si Skule la poseyera, se pondría en trance de vencer o de morir; de su rivalidad con Ha­kon surgirá el hombre más poderoso que haya nacido jamás en Noruega . No, no; el fin que no pude al­canzar, será inaccesIble par,a, todos. Prefiero la incer­tidumbre . Mientras el Duque sienta sobre su pecho el peso aplastante de la duda, se destrozarán mutua­mente por donde quiera que el azar les junte en el camino. El mcend;o devorará las ciudades; las al­deas serán destruídas . Ni Hakon ni Skule podrán elevarse sobre las ruinas, de su rival. (Con esPanto.) ¡Piedad! ¡Misericordia! Soy el único culpable. Yo fuí qu:en impuls6 todos los acontecimientos que se han desarrollado aquí. (Ca,Zmándose . ) ¡Sí! ¡sí! Pe­ro el Rey viene ... nadie mejor que él> puede borrar mi crimen . Me perdonará seguramente. ¡Oraciones y misas! Ningún peligro amenaza mi alma. Soy obis­po y nadie ha muerto a m:s manos. ¿ No es verdad? Para colmo de felicidad no he recibido la confesi6n del padre Trond. Los Santos velan por mí. Quieren evitarme la tentaci6n de ser perjuro. ¿ Qu:én Hama? Debe ser el Duque. (Frotándose alegremente las ma-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 165

nos.) Viene a mendigar la prueba de sus derechos al trono y no se la puedo dar .

(Entra Inga, de Varteig vestida de negro con manto.)

EL OBISPO NICOLÁS.-,(Con asombro.) ¿ Quién sois?

INGA DE VARTEIG.-Una mujer de Varteig, en el di~trito de Borga, noble señor.

EL OBISPO NICOLÁS.-¡ La madre del Rey ! INGA DE VARTEIG.-Tal era el título que antes se

me otorgaba. EL OBISPO NICOLÁS .-¡ Bueno! ¡ Bueno! No fuí

yo quien aconsejé a Hakon que se separase de vos. INGA DE VARTEIG.-Todo 10 que hace el Rey está

bien hecho . No es esa la razÓn que aquí me trae. EL OBISPO NrcOLÁS .-¿ Cuál es? INGA DE VARTEIG .-Cunnulf, mi hermano,. acaba

de regresar de su viaje a Inglaterra. EL OBISPO NICOLÁS.-¿A Inglaterra? IN@A DE VARTEIG .-Como sabéis, su ausencia duró

largos años y ha recorrido muchos países lejanos. Ha regresado trayendo una carta.

EL OBISPO NICOLÁ s .-(Con asombro .) ¿ Una carta? INGA DE VARTEIG.-Del sacerdote Trond, dirigida

a vos, Monseñor. EL OBISPO NICOLÁS.-Y ¿me la habéis traído? INGA DE V ARTEIG .-He cumplido el deseo de

Trond. Había contraído con él una deuda de agra­decimiento desde el tiempo en que era padre adop­tivo de Hakon; así, pues, no vacilé en ponerme en camino inmediatamente que supe vuestra enferme­dad. He venido a Oslo a pie.

EL OBISPO NrcOLÁS.-¡ No era tan urgente el asunto, Inga!

DAGFINN BONDE.-(Entrando por la derecha .) La paz del Señor sea con vos, Monseñor.

166 IBSEN

EL OBISPO NICOLÁs.-¿Me anunciáis la llegada del Rey?

DAGFINN BONDE.-Desciende en es,tos momentos por Ryen con la Reina, el Príncipe y un séquito nu­meroso.

INGA DE VARTEIG.-(Precipitándose hacia; Dag­finn.) ¿ El Rey? ¿ El Rey viene?

DAGFINN BONDE.-j Inga! ¿ Vos aquí, noble mujer cuya vida sufrió tantas pruebas?

INGA DE VARTEIG.-No es lícito mald,ecir del des­tino, cuando se posee un hijo como el mío.

DAGFINN BONDE.-L;a inflexibilidad de su carac­ter cederá "el pas,o a sentimientos más humanos.

INGA DE VARTEIG.-No habléis al Rey de su ma­dre. j Me gustaría mucho verle! Decidme ¿ vendrá por aquí?

DAGFINN BONDE.--Sí; dentro de poco. INGA DE VARTEIG.-Comienza a ser de noche.

¿ Alumbrarán su marcha con antorchas? DAGFINN BONDE.--Sí. INGA DE V ARTEIG.-Me ocultaré destrás de una

columna cuando pase y en seguida regresaré a Var­teig. Pero cuento detenerme antes en la iglesia de San Hallvard. Se encenderán cirios esta noche e in­vocaré la bendición de Dios para el Rey, para mi hijo querido. (Vase por la derecha.)

DAGFINN BONDE.-Mi misión ha terminado. Voy al encuentro del Rey.

E,L OBISPO NICOLÁS.-Trans,mitidle mis más cor­diales saludos, bravo Dagfinn.

DAGFINN BONDE.-(Dirigiéndose a la derecha.) No quisiera encontrarme mañana en lugar del obispo Nicolás.

EL OBISPO NICOLÁS.-j La confesión del sacerdote Trond ! Por fin llegó. La tengo en mi poder. (Fijan­do a,nte sí una mirada, interrogadora.) Es insensato

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 167

jurar por la salvación del alma cuando se está tan cerca de la tumba. Si pudiera vivir dos años má~, encontraría el modo de desligarme de mi imprudente juramento; pero esta noche, mi última noche. No; no es posible . ¿ Cumplir mi promesa? ¿ N o sería, tal vez, comprometer el éxito de la obra a la cual he consagrado mi vida? (Murmura,ndo .) j Ah! j Si una vez más pudiera burlar al diablo! (Escucha.) ¿ Qué pasa? (Gritando.) j Vlliam! j Viliam !

(Vilia.m se acerca, entrando por la derecha.) EL OBISPO NICOLÁS.-¿ Qué significan ese ruido

y ese estrépito? SIRA VILIAM.-Es la tempestad que aumenta por

momentos. EL OBISPO NrcOLÁs.-¿La tempestad? Yo quie­

ro sin embargo, cumplir mi juramento . ¿La -tempes­tad, dices? ¿ Cantan en la capilla?

SIRA VILIAM.-Sí, Monseñor. EL OBISPO NICOLÁs.-Díles que recen con todo el

fervor de que son capaces : al hermano Aslak en especial. j Generalmente reza poco y no desperdicia ocasión de cortar y de saltar frases enteras.. . j pe­rro mis,erable! (Golpeando el suelo con el báculo.) Entra y dile que es mi última noche: que se tome algo de molestia, sino recibirá después de mi muerte, la visita de mi fantasma.

SIRA VILIAM.-Mouseñor ¿ permitís que llame al doctor Sigard ?

EL OBISPO NICOLÜ .-j Fuera he dicho! (Viliam desaparece p:or la c~illa.) El cielo, me ha confiado sin duda, la misión de reconciliar al Rey y al Duque: por esto me envía la carta del sacerdote Trond . j Qué paso tan difícil, Nicolás! Verte obligado a destruir con un palabra 10 que te costó una vida entera para edificar . Pero no me queda otra alternativa. Debo inclinarme ante la voluntad del Todopoderoso . j Si pudiera leer el contenido de la carta! Pero desgra-

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ciadamente, mis ojos no pueden distinguir una pala­bra de otra. Espesa niebla los envuelve, desgarrada sólo por rayos y centellas. Y no puedo pedir a nadie que me preste este servicio. j Ah! ¿ Por qué pro­nuncié tal juramento? ¿La sabiduría humana es tan impotente, que no puede coordinar. la segunda o la tercera parte de un plan para alcanzar el fin pro­pue~to? Consagré mucho tiempo y muchos esfuerzos para que Vegard decidiera al Rey a separarse de su madre: el éxito fué la recompensa de mi trabajo. Considerando la primer.a. parte de mi plan, mi con­ducta era sensata. Sin embargo, sin mi consejo, rnga no hubiese estado en Varteig, la carta no hubiera llegado tan pronto a sus manos y no me vería. obli­gado a cumplir ahora mi juramento : obrando así comprometí, pues, la segunda parte de mi empresa. j Si tuviera tiempo todavía! ". Pero no : j una no­che s,ólo y se desliza rápidamente! j Debo, quiero prolongar mi vida! (GolPea el suelo con el báculo . U.n sacerdote entra por la derecha .) j Que venga el doctor Sigard! (Vase el sacerdote; el obisp'o arrupa la carta entre sus manos .) Aquí, bajo sello tan débil está la historia de muchos siglos de Noruega. Repc;sa y sueña C0l1.1l0 pájaro que h:" de nacer dentro del cas­carón . j Ah! i Si yo tuviera varias alm.as .. . o ningu­na. (Guardando con rilJbia la carta. en el pecho.' Si no estuviera tan cerca del fin, del juicio y del castigo, empollaría la carta hasta que naciera un buitre qlle extendiese sobre la nación su scmbr". aterradora y que clavara sus garras crueles en el corazón de to­dos los humanos. (A batiéndos~ .) Pero se acerca mi v.ltima hora. (Gritando.) N 0 ; te convátirLls en un ci"ne de blanco plumaje. (Arrojal la carta tll SltelO y grita.) j Doctor Sig:ard! i Dnctor Sigard !

SIGARD.-(Saliendo por lal derecha.) ¿ Cómo os en­contráis, Monseñor?

"LOS PRETENDIENtES DE LA CORONA 169

EL OBISPO NICOLÁs.-Doctor, vendedme tres días de vida.

SIGARD.-Ya os dije que ... EL OBISPO NICOLÁS.-·Lo sé ... 10 sé ... pero vos nc

habláis seri.amente: 10 hicísteis para ca:>tigarme. Ejercité s:empre con dureza mis derechos de amo so­bre vos y queréis divertiros asustándome. ¡ Es cruel! No, ya sé que 10 merezco ... Pero sed bueno y miseri­cordioso. O::. pagaré bien. Tres días de vida ... doctor Sigard ... s610 tres días.

SIGARD.-Me sería imposible conseguirlos, aunque tuviera que acompañaros a la tumba .

EL OBISPO NICOLÁs.-Pues bien ¡ un día! s610 un día! ¡ Que brille la luz, que el sol alumbre mi último viaje! ¡ Oid, ¡ Sigard ! (Le indica que se acerque y le obliga a sentarse en un ba.nco.) A cambio de misas solemne:> que se cantarán en sufragio de mi alma, doy a la iglesia casi toda la fortuna que poseo. Mo­difico mi testamento: para vos, toda mi fortuna. ¿ Qué, Sigard? ¿ No me ayudaréis a divertirme a costa de esa gente que está desentonando en la ca­pilla? ¡ Eh! ¿ Qué tal? Vos seréis rico, Sigard, y po­dréis abandonar el país; yo tendré un respiro, sabré lo que he de hacer y podré comprar con algunas ora­ciones la paz del Señor. Sigard, vos podéis ... (Sigard le toma el pulso: el obispo pregunta con a,nsieda.d.) ¿ Qué? ¿ Por qué no me respondéis?

SIGARD.-(Levamtándose.) No puedo perder tiem­po, Monseñor. Debo preparar el medicamento que ha de calmar el 'dolor en vuestros últimos instantes.

EL OBISPO NICOLÁS .-No; no es tan urgente, Esperad y respondedme.

SIGARD .-No tengo tiempo; nece:>ito preparar el medicamento antes de una hora.

(Va'se por la derecha.) EL OBISPO NICOLÁS.-¡ 'Antes de una hora! (L/a-

IBSEN

mando con implaciencia.) j Viliam! j Viliam! (Se Q,bre la, puerta ,de la caPilla y sa.Le Viliam,)

EL OBISPO NICOLÁS .-j Qué refuercen a los que cantan! j No bastan ocho!

SIRA VILIAM,-j Monseñor! EL OBISPO NICOLÁS.-OS mando que canten más

religiosos, El hermano Kolbein estuvo, durante tres semanas, clavado en el lecho del dolor. En todo este tiempo no ha podido cometer pecados.

SIRA VILIAM.-Ayer se confesó. EL OBISPO NICOLÁs,-(Con exaltación.) Raz6n de

más; debe estar en gracia: degidle. (Viliam vuelve (lI entrar en la ca,pilla,) i Nada más que una hora! (Se seca. el sudor que corre por su rostro,) j Uf ! j Cuánto calor hace aquí! j El perro m;serable! ¿ De que sirve su ciencia, si no puede concederme ni una hora de vida? Días y más días permanece en el la­boratorio entreteniéndose en enlazar ruedas, pesas y palancas,. Quiere entregar al mundo un instrumen­to que marche sin interrupc:ón y que no se detenga jamás, Lo llama perp'etuum mobile. ¿Por qué no consagra su arte y su inteligencia en hacer del hom­be un perpetuum mobile? (Se detiene sumergido en sus refl~xiones; sus ojos brillan.) j Perp'etuum mobile! No estoy muy fuerte en latín, pero esta expres:ón designa algo, cuya actividad persis,te a través del tiempo. j Si yo también pudiera!." j Se­ría ·una hermosa obra para terminar! j Sería cerrar el libro de la vida. con la vágina más hermosa! Com­binar en el alma del Rey y del Duque ruedas, pesos y palancas, imprimirles un movimiento que ninguna potencia humana fuera capaz de parar . Si 10 alc~lll­zara, tendría la satisfacci6n, al dejar la existencia, de sobrevivir a mi obra; y coils:derándolo bien, tal vez fuera 10 que Haman inmortalidad, Pens.amientos consoladores y calmantes, j qué consuelo traéis al pobre viejo! (Respira profundamente y se estird, en

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 171

el sill6n como si quisiera que sus miembros descan­sasen.) El diablo me ha atormentado sin compasión esta noche. Es la consecuencia forzosa de la ociosi­dad : Otium es! pul'vis pulveris. i Más latín! No vol­verá a distraerme el Espíritu del Mal. Quiero entre­garme, hasta el úlfmo momento, a una actividad sin interrupción; quiero ... i que gritos . . .. en la capilla! (Llama,. Entra Sira Viliam .) Díles que se callen. Me molestan . Deben llegar pronto el Rey y el Duque y esperándoles he de reflexionar sobre graves asuntos.

SIRA VILIAM.---Señor .. .. queréis que ... EL OBISPO NICOLÁs.-Díles que interrumpan sus

cantos un momento para que nadie turbe mis me­ditaciones. ¡Mira ! Coge la carta que está en el suelo y dámela. Está bien . Ahora, dame los, papeles

SIRA VILIAM .-(Dirigiéndose al escritorio.) ¿ Cuá­les, Monseñor?

Er, OBISPO NICOLÁS .-Los que están sellados; los que puse encima. (Sira Viliam obedece.) Bueno, aho· ra vete y díles que no hagan ruido . (Sale Viliam.) i Morir y sin embargo gobernar Noruega desde el fondo de la tumba! i Morir y ordenar la, marcha de los acontecimientos de modo que ningún jefe pueda elevarse por enc:ma de los, demás! Mil caminos con­ducen a un sitio pero uno sólo es el bueno y es nece­sario encontrarlo y seguirlo hasta el fin . ¡ ¡Ah! ¡El sendero está tan cerca, tan cerca! y i no puede haber otro! Cumpliré el juramento y pondré la carta en manos del Yar!. Y ¿ el Rey? ¡Ah! Hundiré en su corazón el puii,al de la duda. Hakon es un hombre de honor : todos s,e complacen en reconocerle esta cualidad; si p: erde la confianza en sí mismo y en su derecho, perderá la mitad de su fuerza. Pasarán los dos por alternativas de fe y de duda; conocerán la exaltación y el abatimiento, sin pisar jamás terreno firme. Perpetuum mobile. Pero '¿Hakon no se enco-

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gerá de hombros al oirme; No; me creerá y no pue­de hacer otra cosa : soy un hombre a quien nada re­tiene en la tierra. Procuraré, ante todo, que le ins­pire confianza mi veracidad. Mis fuerzas desfallecen, pero mi alma recibe alientos nuevos. No estoy ya en el lecho mortuorio; estoy en mi despacho y quiero pasar la última noche entregado al trabajo febril; trabajar hasta que salga el sol.

EL DUQUE SKULE.-(Entra por la derechal y se dirige al obisp'o.) La paz sea con vos, Monseñor . Re­cibid mi saludo. Supe vuestra enfermedad.

EL OBISPO NICOLÁS .-80y un cadáver, en capullo, quelÍdo Duque. Se abrirá esta noche y mañana po­dréis recrear vuestras narices con su olor.

EL DUQUE SKULE .-¿ Esta noche ya? EL OBISPO NICOLÁs.-Dentro de una hora; tales

son las palabras del doctor Sigard. EL DUQUE SKULE.- y ¿ la carta del sacerdote

Trond? EL OBISPO NICOLÁS.-¿ Os acordáis todavía? EL DUQUE SKULE.-No .puedo arrojarla del pensa­

miento. EL Omspo NICOLÁS.-El Rey os hizo Duque. Na­

die antes (ijue vos llevó tal título en Noruega. EL DUQUE SKULE.-No puedo contentarme con

tan poco. Si Hakon no tiene derecho a la corona, re­clamo el poder supremo.

EL OBISPO NICOLÁs .-j Que frío hace a,quí! Todos mis miembros tiemblan.

EL DUQUE SKULE.-j La carta del sacerdote Trond! En nombre del Dios Todopoderoso ¿ la te­néis?

EL OBISPO NICOLÁS.-Sé donde puede encon-trarse.

EL DUQUE SKULE.-j Hablad! ¡Hablad! EL OBISPO NICOL'\s .-Esperad. EL DUQUE SKULE.-No, no. Aprovechemos el po-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA I73

co tiempo de vida que os resta. Vuestro fin se acerca, lo veo y además me han dicho que el Rey va a venir.

EL OBISPO NICOLÁS .-Sí, no está lejos. Ya lo véis; hasta en el lamentable estado en que me encuentro no pierdo ocasión de servir vuestros interes.es .

EL DUQUE SKULE .-¿ Qué intentáis? EL OBISPO NICOLÁs .-Reunid vuestros recuerdos.

La mayor fuerza de Hakon, dijísteis cuando se casó que residía en la inquebrantable confianza en sí mismo .

EL DUQUE SKULE.- Y ¿ qué? EL OBISPO NICOLÁS.-Si le confieso mi secreto y

consigo despertar la duua en su alma, perderá su imperturbable seguridad y con ella desaparecerá su fuerza.

EL DUQUE SKULE.~j Monseñor, habríamos come­tido un crimen, un gran crimen en el caso de que fuera el Rey legítimo! .

EL OBISPO NICOLÁs.~Podréis devolverle la segu­ridad porque antes de abandonar este mundo estará en vuestras manos la carta del sacerdote Trond.

SIRA VILIAM .-(Presen lándose por la derecha.) El Rey y s.u cortejo con antorchas desembocan en este momento en nuestra calle.

EL OBISPO NICOLÁS.~j Que sea bienvenido! (Vase Viliam.) Duque, os pido un último servicio . Vengad. me de mis enemigos . (Le da una carta .. ) Ahí están escritos sus nombres y de buen grado los hubiera ahorcado si me hubiese sido posible.

EL DUQUE SKULE .-No pens.éis en venganzas . Vuestros momentos son contados.

EL OBISPO NICOLÁs.-Pienso, no en vengarme, sino en castigar ./Prometedme descargar, cuando yo no exista, la espada del castigo sobre mis enemigos . Porque son adversarios vuestros igual que míos. ¿Ju­ráis olvidarles el día que seáis Rey?

174 IBSEN

EL DuQUE SKULE'.-Lo juro; Pero ¿y la carta del sacerdote Trond ?

EL OBISPO NICOLÁS .--OS diré donde se encuen­tra. j Mirad! El Rey viene. Ocultad la lista de mis enemigos.

(El Duque guarda 1111 carta,. En el mismo mo­mento apa.rece Hakon en el dintel de la puerta derecha.)

EL OBISPO NICOLÁS.~¡ Sed bienvenido al convite fúnebre! HAKoN.~Fuisteis para mí en otro tiempo infati­

gable enemig'o, pero no quiero pensar hoy más que en olvido y perdón. La muerte borra 1a~ cuentas más difíciles de arreglar.

EL OBISPO NICOLÁS.~¡ Me quitáis un gran peso de encima! ¡ La magnanimidad del Reyes infinita! Señor, 10 que hicísteis por este pobre pecador, os será d;ez veces .. .

H.'I.KON.-No hablemos más del asunto . Pero me es imposible deja~ de manifestaros mi asonrbro . ¿ Me rogái~ que venga a perdonaros y me proporcionáis semejante entrevista?

EL OBISPO NICOLÁS.~¿ Una entrevista, Señor? EL DUQVE SKULE.-Se refiere a mí. ¿ Queréis afir­

mar, Monseñor, al rey Hakon, por mi fe y por mi honor, que no supe nada de su venida hasta desem~ barcar en Oslo?

EL OBISPO NICOLÁS.-¡ Sí! ¡ Sí! Yo soy el único culpable. Durante este último año, abatido por la enfermedad y por toda clase de desgr.acias, no pUde seguir los acontecimientos del país,. Creía que exis­tían entre vos y ' vuestro digno aliado relaciones cor­dialÍs:mas.

HAKoN.-He tenido ocasión 'de comprobar que mi amistad con el D1J.que s6lo es firme cuando estamos lejos el uno de otro. Así es que me tomo la libert.ad d~ des,pedirme, Obispo Nkolás. ¡ Que la gracia del

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 175

Todopoderoso os acompañe hasta el sitio a donde vuestra alma debe volar! (Va a salir.)

EL D UQUE SKULE .-(En v oz baja y con inquietud.) j Obispo! j Obispo! j Se va!

EL OBISPO NICOLÁS .-(Bruscamente, con gran energía .) Quedáos, rey Hakon.

HAKoN .-(Deteniéndose.) ¿ Qué pasa? EL OBISPO NICOLÁ .-No abandonaréis este lugar

hasta que el obispo Nicolás os diga la última palabra. H AKON .-(Llevatndo instintiv amente la mano a la

empuñadura de la esp·ada .. ) Duoue ¿ habéis desembar­cado en h bahía con numeroso acompañamiento de guerreros? 1

EL OBISPO NICOLÁS .-Voy a reteneros por la fuer­za de las palabras. Cuando hay funerales, el muerto es el personaje principal, y puede, en los débiles lí­mites de su poder, abandonarse a los caprichos de su voluntad . Tal es la razón , por la cual quiero en estos momentos pronunciar mi oración fúnebre. j Tuve tanto miedo en otro tiempo que no fuera el rey Sverre el encargado de hacerlo!

HAKoN .-Monseñor j dejad tan livianos propósitos! . EL DUQUE SKULE .-j Abreviáis los preciosos ins­

tantes que os restan! HAKoN .-Vuestra mirada emp;eza a velarse . EL OBISPO NrcOLÁS .--Sí, mis ojos están ya rodea­

dos de tinieblas y apenas pueden franquear el espa­cio que me separa de vosotros. Pero la vista interior 'percibe el cuadro de mi vida, alumbrado por una luz que no deja en la sombra n;ngún detalle . Pa­san las imágenes ante ella . Escuch,;¡ dme, Rey, y aprovecháos de mis palabras. Mi familia era la más poderosa de Noruega : d 'ó vida a numerosos héroes de renombre : yo aspiré a ser más grande que todos. Apenas salido de la infancia, soñaba con acc;ones deslumbrantes y me parecía imposible esperar en la

176 1BSEN

obscuridad los años que me separ,aban de la edad viril. Entonces se proclamaron Reyes, cuyos dere­chos no eran ni siquiera comparables a los míos ... Magnus Erlingssen, el sacerdote Sverre; un irresis,­tible deseo me impulsaba a mí también a aspir,ar a la dignidad real, pero antes tenía que distinguirme ~omo guerrero: era una preparaci6n necesaria. Lle­g6 por fin el día de la. batalla de Ilevold, mi prin­cipio en la carrera de las armas. Elevóse el sol ha­ciendo resplandecer los rayos de mil aceros, reful­gentes. Magnus y sus guerreros avanzaron todos con ímpetu como si se hubiese tratado s610 de una diver­si6n; s610 yo sentí, como si un peso oprimiem mi pecho y me encontré atacado de parálisis. Nuestro reducido ejército atacó bravamente al enemigo pero me fué imposible seguirle y contribuir a la victoria. i :Tenía miedo! Los demás tenientes de Magnus se condujeron como héroes. Muchos sembraron el suelo con sus cadáveres. Yo huí, subiéndome a los peñas­cos, corriendo s,in aliento y no me p.aré hasta lejos a la orilla del fiordo Algún guerrero tuvo que lavar en las aguas del golfo de Thondhjem su ropa cubierta de sangre; también yo tuve que sumergir la mía pero oÍ"a cosa la manchaba. Sí, Rey, era cobarde: con ansia de mando y cobarde. Parecía que el rayo del cielo había caído sobre mÍ. Desde ~se día, me convertí en enemigo de mis semejantes. Rezaba en secreto en las ig~esi,as, me arrodillaba delante Je los altares con los ojos llenos de lágrimas, ofrecía cual..­tiosas ofrendas y pronunciaba los votos más solen;­nes. Intenté' sucesivamente la prueba en diverso;; combates, en Salterund, en Jonsvo1d (el verano en que los Baglerianos ocuparon Bergen), fué en vallO. El primero en advertir mi cobardía fué el rey Svcrrc que la reveló en alta e inteligible voz, no escatir.:an­do las burlas. Desde aquel día, fué una can:ajaJa general cada vez q,ue Nicolá$. At:n~sen se J?resellt~:b.~;

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA I77

en traje de guerrero. j Cobarde! j Cobarde! ¡ V a pe~r de esto, ,ambicioso hasta el punto de querer s,er jefe y Rey! Me sentía nacido para el trono; r :Ira mí debió ser la gloria de fundar el reino de D- >s sobre la tierra . Desgraciadamente, el m ismo d ,~lo

colocó ante mí la valla. que no pude franquear " HAKoN.-No recriminéis al Cielo, Obispo. Dema·

siado habéis odiado. " EL OBISPO NICOLÁS.-Bí , odié mucho. Fuí el ene­

migo de todo el que se elevaba sobre el nivel de 10 vulgar . j Pero conocí el odio porque nb pude cono­cer el amor! j Hermosas mujeres! j Aún las devo­raría con los ojos brillantes de lujuria! Tengo ochen­ta años y sin embargo, un doble deseo inflama mi coraz6n: matar a los hombres y amar a las mujeres. Por desgracia me sucedió igual que en la guerra . Querer y codiciar: tal fué mi pensamiento; pero desde niño, en vano pedí al cielo la. fuerza . necesa­ria para realizar mis sueños. j Suspirar ardientemente en pos "de la voluptuosidad y envejecer dentro del cuerpo de un miserable impotente! Así fuí sacer­dote: el hombre que asp:ra a conquistar el poder supremo no puede ser más que Rey o sacerdote. (Riendo.) j Yo, un sa~cerdote! j 'Yo, un hombre de iglesia! Desde un punto de vista, me dió el cielo vocación eclesiástica: podía cantar con voz de fal­sete 'en las solemnidades, religiosas y sacar de mi gar­ganta las notas agudas que ' la virilidad 110 conoce ~ .. y las Potencias del cielo me pedían a mí, desprecia­ble apariencia de hombre 10 que tienen derecho a exigir solamente al ser completo que recibe la fuer­za par,a realizar la obra de ' su vida!' . . HÍlbo un tiempo en que no me sentía" con valor para repro­chárselo. En el lecho del dolor, me torturaba el temor del juicio y del castigo; hoy arrojé del alma tal' sentimiento. En el ésqueleto de mi alma circula

12

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savia nueva. Yo no soy un pecador; reclamo el nombre de víctima; me levanto como acusador.

EL DUQUE SKULE .-(Con 'Voz ahogada.) j Monse­ñor! j La carta! j Vuestros momentos están con­tados!

HAKON .-Pensad en it salvación de vuestra alma y humillaos.

EL OBISPO NICOLÁS .-El alma del hombre está en sus obras y las, mías no desaparecerán del mundo conmigo. Pero a vos. Hakon Hakonsscen, os acon­seja tener prudencia. El Cielo me declar6 la guerra y tuvo que arrepentirse . ¡ Que os sirva de lección · este ejemplo! Pensad que so:s el enemigo del hombre que tiene en sus manos la felicidad 'del país..

HAKON.-j Ah! j Duque, Duque, ahora compren­do la razón de esta entrevista!

EL DUQUE S~ULE.-(Con violencia, al Obispo.) j Ni una palabra más sobre este asunto!

EL OBISPO NICOLÁS.-(A Ha.kon.) Mientras viva, estará contra vos. j Compartid el trono con él! Si no reináis los dos no tendré paz en la tumba y mi fantasma vendrá a vagar por el mundo. Ninguno de los dos debe aplastar a su adversario con su pro­pia fuerza . Si así sucediera, se elevaría un gigante en el país y no puede haber gigantes porque yo no he podido serlo. (Se desPloma rendido .)

EL DUQUE SKULE.-(Cae de rodillas cerca del si-116n y grita al Rey .) j Ayudadme! En nombre de la misericordia divina, el obis,po no puede morir to­davfa!

EL OBISPO NICOLÁS .-j Se espesan las tin;eb1as en torno de mis ojos! Rey, otra vez te 10 pregunto: ¿ quieres partir con el Duque?

HAKON.-No abandonaré ni un óbolo de la he­rencia que recibí de Dios. E~ OBISPO NICOLÁS.-Está bien. (Con ilOZ sorda.)

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 179

De todos modos, me encargo de arrebataros la con­fianza en vos mismo. (Llama.) j ViI:am!

EL DUQUE SKULE.-(Con angustia.) j La carta! j 'La carta!

EL OBISPO NICOLÁS.-,(Sin oirle.) j Viliam! (Vi­liam entra, el obispo le a,trae junto a,l si1l6n y le dice al oído:) Cuando recibí la Extrema Unci6n me fue­ron perdonados todos los pecados ¿ no es verdad?

SIRA VILIAM.-Todos, desde el día en que nacís­teis hasta el momento en que se os administraron los últimos Sacramentos.

EL OBISPO NICOLÁS .-El efecto de la ab~01uci6n ¿ no va más allá? ¿ a las faltas que pueda cometer antes de abandonar la tierra?

SIRA VILIAM.-Monseñor, es imposible que vos cometáis pecados esta noche.

EL OBISPO NICOLÁS .-¿ Quién puede saperlo? Toma la copa de oro que recibí en herencia del obispo Absa16n, ofrécela de mi parte a la Iglesia y reza 5iete oraciones largas.

SIRA VILIAM.-j Monseñor, Dios será misericor­dioso con vos!

EL OBISPO NICOLÁs .-Te digo que siete oracio­nes por los pecados que pueda cometer esta noche. j Vete! j Vete! (Viliam sale. El Obispo se vuelve ha:cia Skule.) Si alguna vez leéis la carta del sacer­dote Trond y de 5U contenido resulta que Hakon es el único Rey .legítimo ¿ qué hareis?

EL DUQUE SKULE.-j Por el santo nombre de Dios! Le dejaré ejercer en paz sus derechos.

EL OBISPO NICOLÁs.-Reflexionad. Grandes in­tereses están aquí en juego. Examinad vuestro co­razón hasta su más íntimo repliegue . Respondedme como si compareciéra:s ante el Juez supremo. ¿ Qué haríais si fuera Rey legítimo?

Et. DU!;lVF; SKpr,~.-lnclit).arme ante él y servirle.

r80 IBSEN

EL OBISPO NICOLÁS.-(Grul1endo.) Muy bien . Tú sufrirás las consecuencias. (A Skule.) Duque, estoy tan débil y tan cansado que siento ideas de paz y de perdón . .

EL DUQUE SKULE.~j Es la muerte! j La carta del sacerdote! ¿ Dónde está?

EL OBISPO NICOLÁs.-Otra cosa antes. Os entre­gué la lista de mis enemigos.

EL DUQUE SKuLE.-(Impaciente.) Sí, sí, ejerceré en ellos venganza completa.

EL OBISPO NICOLÁS .-No bagáis nada . Siento de­seos de perdonar a todos aquellos, cuyos nombres inscribí. Como vos renunciáis al poder, qu:ero apar­tar de mí toda idea de venganza. j Quemad la lista !

EL DUQUE SKULE.~j Bueno! j bueno! j cómo queráis!

EL OBISPO NrcOLÁs.-Arrojadl.a entre las llamas. j Que vea yo" como se consume!

EL DUQUE SKuLE.-(Obedeciendo.) Arde, ya 10 veis. Ahora, j hablad! j Ihablad! Va en ello la vida de miles de personas.

EL OBISPO NICOLÁS .-(Cuyos ojos relumbran .) ¿De miles de personas? (Gritando .) j 'Aire! j Luz!

HAKoN .-(Precipitándose a; la: ventana, grita.) j ISocorro! j El obispo se muere!

(Entran Vilia.m y numerosa servidumbre .) EL DUQUE SKULE.-(Cogiendo el brazo del obis­

p'o.) ¡ La felicidad de Noruega dmante centenares de años! Tal vez, su grandeza fu"tura . .. en la eter­nidad .. .

EL OBISPO NICOLÁS.-j En la eternidad! (Con aJcento triunfante .) j Perp'etuum mobile!

EL DUQUE SKULE.-j Por la salvación de vuestra alma! ¿ Dónde está la carta del sacerdote?

EL OBISPO NrCOLÁs.-(Gritando.) j Siete oracio­nes, Viliam!

LOS PRETENDIENtES DE LA CORONA ¡Sr

EL DUQUE SKULE.-(Fuera de sí.) j La carta! j La carta!

EL OBISPO NICOLAs .-(Sonriendo en medio de su agonía .. ) Acabáis de quemarla, querido Duque. (Ca;e sobre el sill6n y muere.)

MON]ES.-·(Que se preciPitan corriendo fuera de la ca.pilla.) j Sálve:::e el que pueda!

VOCES AISLADAS.-Los malos espíritus se han des­encadenado esta noche.

OrRAS VOCES .-Hemos oído carcajadas en los rincones. Han gritado: j es nuestro! j Todas las luces se han apagado!

HAKoN.-Ha sido en el momento en que el obis­po daba su último suspiro.

Los MON]Es.-(Corriendo ha,cia la dereCha.) j Pa­ter noster! j Pa.ter nos ter !

HAKoN.-(Se a:cerca a, Skule y le dice con voz cOl1llw'Vida.) Duque, no quiero averiguar qué mis.­terioso coloquio tuvisteis con el obispo antes de su muerte, pero, al terminar el día, depondréis en mis manos vuestras dignidades y vuestro poder. N o po­dríamos seguir el mismo camino: lo veo claramente ahora.

EL DUQUE SKULE.-(Sin aliento, fijando su mira­da en él.) ¿ El mismo camino?

HAKoN.-Mañana celebraré en el Palacio Real el Thing, que ha de poner fin a nuestra rivalidad.

(Vase por la. puerta de la derecha .. ) EL DUQUE SKULE.-j Muerto el obispo y la carta

. quemada! Ante mí, una existencia llena de dudas, de combates y de misterio. j Ah! j Si pudiera su­plicar! Pero no, prefiero hacer. Esta noche daré el paso decisivo. (A Viliam.) ¿Dónde fué el Rey'?

SIRA VILIAM.-(Con espa.nto.) j Cristo me prote­ja! ¿ Qué le queréis?

EL DUQUE SKULE .-¿ Pensáis acaso que intento asesinarle esta noche? (Vase p'or la derecha .)

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SIRA VILIAM.-(Le sigue con la mirada, moviendo la cabeza, mientras los servidores depositan el ca­dáver a la derecha .. ) El obispo gritó: j siete oraCiO­nes más! j Me parece más seguro rezar catorce! (Vase con los demás.)

APO'SENTO EN EL PALACIO' REAL

Al foro, puerta principal de entrada: a cada lado, puertas de menor elevaci6n: en primer término, a la derecha, ventana. Del techo cuelga una lám­para encendida. A la izquierda, cerca de la puer­ta, banco y algo más atrás cuna en que duerme el infante real. MARGRETTE está arrodillada de­lante de él.

MARGRETTE.-(Mece a su hija, y canta;.) Mientras el niño Hakon vuela al mundo de los sueños, una escala que llega a, los cielos ha sido colocada en ~a tierra para él, y escoltado por el coro de los ángeles, la sube. Los ángeles buenos velan hasta el ama­necer, montando la guardia, en torno de la, cuna del niño. Dios te bendiga, mi Hakon pequeño: tu madre vela también junto a la cuna.

(Pausa. El Duque Skule apa,rece por el foro.) MARGRETTE.-(Se pone en pie, da un grito de a;le­

gría y se precipita, a su encuentro.) j Padre mío! j, Si supieseis cuánto deseaba veros y con qué im­paciencia esperaba el momento en que se realizara esta alegría !

EL DUQUE SKULE.-Que la paz del Señor sea contigo, Margrette. ¿ D6nde está el Rey?

MARGRETTE.-En el palacio del obispo. EL DUQUE SKULE.-Siendo así, poco tardaremos

en verle. MARGRETTE.-Y, ¿consentiréis en hablar con él?

Aceptaréis su mano y volveréis a ser amigos como en otros tiempos, ¿ no es verdad?

EL DUQUE SKULE.-Con mucho gusto.

lBSEN

MARGRETTE.~Hakon también 10 des.ea y yo r\le­go a Dios noche y día, para que me conceda esta felLcidad. j Ah! Ven y mira. (Le cog e de lal mano y le lleva, junto a la cuna.)

EL DUQUE SKULE.-j Tu hijo! MARG~ETTE.-Sí, el niño querido me pertenece.

¿ Es posible verle sin admirarle? Se llama Hakon, como el Rey. Mira sus ojos. No, no los puedes ver porque duerme. Pero son grandes y azules. Sabe sonreir y tender los bracitos. A veces quiere coger­me y ya me conoce.

EL DUQUE SKULE.-Hako¡¡ tendrá hijo~, tal fué la profecía del obispo.

MARGRETTE .-Amo a mi hijo mil veces más que la corona de Noruega, y ocupa el mismo lugar en el corazón de Hakon. Mi felicidad es tan completa que apenas puedo creer lo que veo. La cuna se co­loca al lado 'de mi cama; todas las noches, al des­pertarme, miro con ansiedad, temiendo que haya desaparecido. A poco más me imaginaré ser jugue­te de un sueño. ,

EL DUQUE SKULE.-(Escuchando, se dirige a, la v entana.) ¿ Es el Rey?

MARGRETTE.-Es él. En este momento sube por la escalera . Voy a esperarle. (Coge la, mano de su pa­dre con gracia picaresca y le lleva a.l lado de la cuna.) j Duque Skule! Esperando, mira al niño real, porque es al mismo tiempo hijo de Rey, aun­que yo lo olvide con frecuencia, y cuando se des­pierte arrodíllate delante de él y salúdale respe­tuosamente como a Soberano. Voy a traer a ·Hakon. : Dios mío! j Dios, mío! Nuestra familia tendrá, por fin, paz y tranquilidad. (V ase hacial la derecha.)

EL DUQUE SKULE.-(Después de unCli pausa.) Ha­kon tiene un hijo. Su raza le sobrevivirá. Si muere, un pretendiente habrá con más derecho que ningún otro al trono. Todo conspira en favor- de Hakon.

LoS PRETE~l)IENTES DE LA CORONA 185

Acaso no es el Rey legítimo, pero continúa, inque­brantable como antes, su confianz.a en sí mismo. Quería el obispo arrojar su alma en la duda, pero, por desgracia, la muerte no le di6 tiempo. Dios. no 10 ha permitido: mantiene en Hakon el sentimiento que le da la fuerza . ¿ Qué hacer? ¿ Revelarle el se­creta? ¿Jurar que soy el portavoz del obispo? ¿Para qué? Nadie me creería, ni Hakon ni los demás. Habría dado crédito a la palabra de un moribun­do, luchando con su agonfa., y la duda hubiera envenenado su vida. Pero no debía ser así. La con­fianza ha echado tan profundas raíces en el alma de Hakon como la. incertidumbre en la mía. ¿ Quién podría librarme de semejante carga? j Nadie! ¡Na · die! Intervino la prueba del hierro candente. Dios hizo oir su voz y, a pesar de este testimonio, Hakon tal vez no posea ningún derecho a la. Corona, mien­tras que mi vida está aniquilada. (Se sienta y sigue el curso de su sue11o.) Y si llegara a conquistar el reino subsistiría la duda en mi alma para morderla, para devorarla, para hacerla sufrir padecimientos análogos, a los que causarían mil agujas de hielo atravesando la piel de un mortal. ¡Ah! Vale más sentarse en el trono y dudar de sí mismo que vege­tar, perdido entre la vil multitud y dudar del que ocupa el trono. Mi lucha con Hakon no puede eter­nizarse . ¿ Debe acabar? Pero, ¿ cómo? (Se levanta.) Dios Todopoderoso, que así trazaste el curso de mi vida, tú serás responsable de lo que ocurra. (Se pa­sea, se paTaJ y reflexiona.) Hay que cortar todos los puentes y no conservar más que uno solo para ven­cer o morir sobre él. Estas palabras las pronunció el obispo en Bergen, cuando la boda del Rey. Tres años han transcurrido después y durante ese tiem· po distr.aje y malgasté mis fuerzas defendiendo to­dos los puentes. (Con energía.) He de seguir el consejo del obispo: j hoyo nunca! Los dos estamos

186 IBSEN

en Oslo. Mi escolta tiene sobre la suya la ventaja del número. ¿ Por qué no aprovechar una ocasi6n que tal vez no vuelva a presentarse? (Va:cilando.) Pero, ¿ ahora? ¿ Esta misma noche ? No, no: espe­remos. ¡Ah! ¡Ah! Vuelvo a encontrar la incerti­dumbre, esta necesidad eterna de pesar el pro y el contra. No lo hace así Hakon. Va derecho hacia adelante y al fin, la victoria es suya. (Da algunos pasos a través del aposen-to, y se para bruscannente, ante la cuna,. ) i El niño real! i Qué frente tan her­mosa! Sueña. (Arreglándole las sábanas y contem­plándole fijamente.) Un ser 'débil como tú debe ser poderoso estímulo para un hombre. Y no tengo nin­gún hijo. (Se inclina hacia la cuna,.) Es el retrato de Hakon. (Dando un paso atrás.) i El infante real, dijo la Reina! i Inclínate con humildad ante ' él Y salúdale como a Rey! Si su padre me precediera a la tumba, me vería obligado a tributarle muestras de sumisión. (Con a,gita1ci6n creciente.) Este niño, hijo de Hakon, se sentará en el trono, al cual tal vez tengo más -derechos que él por ley de nacimiento; yo quedaré a sus pies, con los cabellos blancos y la espalda encorvada por la edad; veré ante mí el espectáculo de mi vida aniquilada y moriré sin haber sido Rey. Tengo más guerreros. que Hak()n, amenaza tempestad esta noche y el viento sopla en -dirección al fiordo i Si me apoderara del niño real! Puedo contar con los habitantes de Trondhiem. ¿ Qué podría temer ' de Hakon teniendo a su hijo en

'mi poder? Los míos me seguirían, dispuestos a ven­cer o a morir por mi bandera. Les ofrecería recom­pensas reales y no vacilarían. ¡Sea! i ,Demos el pa­so! Por primera vez saltemos el abismo. Quis:era ver si tiene los ojos de Sverre o los de Hakon Sverressen. Pero duerme; ' no puedo !'atisfacer mi curios:dad. (Pausa .) El sueño es salvaguardia in­violable. i Duerme en paz, pequeño pretendiente de

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 187

la Corona! (.Se a:cerca al la mesa.) Hakon pronun­ciará la última palabra: quiero hablarle una vez más.

MARGRETTE.-(Viene con el Rey del aposento de la derecha .) j El obispo ha muerto! j Créeme! La discord:a le siguió a la tumba.

HAKON.-j Retírate a tu aposento, Margrette! Debes estar cansada del viaje . .

MARGRETTE.-j Sí! j Sí! (Dirigiéndose all Du­que.) Padre mío, sed bondadoso y conci1i.a.dor. Ha­kon me ha prometido serlo.

(Señala la puertal de la izquierda y 'liase. Una cria.da se l/e-Ja la cuna .. )

EL DUQUE SKULE.-Rey Hakon, no podemos se­par.amos hoy como enemigos. Resultaría una espan­tosa serie de desgracias: sería el principio de una época de terror para el país .

HAKoN.-Noruega está acostumbrada desde hace unas cuantas gener.aciones. Pero Dios no me aban­dona. Ya lo veis. Los · enemigos que se atreven a levantarse contra mí, tardan poco en morder el pol­vo. Ya no hay Baglerianos, ni Slittungianos, ni Rib­bungianos. El Yarl Yon fué muerto. Guttrorm In­gesen murió, Sigud Ribbung igualmente. Todas las pret~nsiones que qui~ieron hacerse valer en la Asam­blea de Bergen, se desplomaron miserable:uente. ¿ Quién puede provocar otro período de desgracias?

EL DUQUE SKuLE.-Hakon, temo que yo . HAKoN.-Cuando subí al trono, os cedí una ter­

cera parte del reino. EL DUQUE SKULE.-Y conservasteis la5 o1ras do,>

terceras partes. HAKoN.-Manifestando vos nuevas exigencias,

igualé vuestra parte y la mía. EL DUQUE SKULE.-Falta a mi parte el territorio

de diez ciudades.

188 iBSEN

HAKON.~OS hice Duque: ningún noruego, antes que vos, tuvo esta dignidad.

EL DUQUE SKuLE.-Pero sois Rey. Nadie debe humillarme con su poder. No vine al mundo para serviros: mi vocación es poseer yo mismo el cetro y el gob:erno.

HAKoN.-(Le mira. un momento y dice fríamen­te.) j Que el cielo os conserve la razón, señor! j Buenas noches! (Val a· marcharse.)

EL DUQUE sKuLÉ.-(Cerrándole el paso.) No de­jaré que os escapéis de entre mis manos. j Tene.w. cuidado! Sino, rompo todo lazo de obediencia. No puedo soportar por más tiempo vuestra supremacía . Compartamos el poder.

HAKON.-Y, ¿os atrevéis a proponérmelo? EL DUQUE SKULE.-Traje a Oslo más guerreros

que vos, Hakon Hakonsscen .. . HAKON .-Intentáis tal vez .. . EL DuQUE SKULE.-Oidme. Recordad las palabras

del obispo. Repartamos el poder. Dadme las diez ciudades que constituyen vuestra. mejora . . Que ten­ga mis dominios a título de soberano independien­te, dispensado con respecto a vos, de tributos feu­dales y de homenajes. Antes, Noruega estuvo di­vidida en dos reinos. Nuestra alianza será indestruc­tible.

HAKON.-Duque, es necesario que vuestra alma esté enferma para que os atreváis a expresar seme­jante deseo.

EL DUQUE SKULE.--Sí; mi razón está enferma y no he de encontrar otro método de curación. j Sea­mos iguales! Nadie debe elevar su cabeza por en­cima de la mía.

HAKON.-L:a isla más pequeña, desprovista de ve­getación, es una piedra del edificio que levantaron Harold Haarfagher y el santo rey Olaf. Y, .¿ que-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 189

réis que disgregue con mis manos el poderoso con­junto que supieron constituir? ¡Jamás!

EL DUQUE SKULE.-Pues bien, reinemos por tur­no: tres años cada uno. Mucho tiempo tuvisteis el cetro; ahora, me toca, a mí. Ausentaos del país du­rante tres años; entretanto, seré Rey y allanaré el camino para el momento en que regreséis a N orue­ga. Reinaré y lo d:spondré todo en bien de nues­tros intereses. Nada consume y gasta tanto como permanecer eternamente en el puesto de combate. Hakon, escuchadme. Tres años cada uno . Llevemos alternativamente la Corona.

HAKON.-¿ Creéis que se hizo la mía para vuestra frente?

EL DUQUE SKULE.-Ni la vuestra ni otra alguna es demasiado noble para mí.

HAKON .-El único hombre que puede llevar, la corona es aquel a quien concedió el cielo vocación y derecho.

EL DUQUE SKULE.-¿ Estáis tan seguro de haber recibido vuestro derecho de Dios?

HAKoN.-Puedo invocar su fallo . EL DUQuE SKULE .-Perded algo de vuestra segu­

ridad . i Si el obispo hubiera podido hablar! ¡ 'Ahora sería inútil! Os negaríais a creerme. Poseéis, sin duda, en el cielo, poderosos aliados; a pesar de todo, os desafío. ¿ No aceptá;s mi proposición de reparto? Hay otra solución. Hakon, proveámonos de armas fuertes y luchemos en campo cerrado hast~ que haya caído uno ' de los dos.

HAKON.-¿ Habláis seriamente, señor? EL DUQUE SKuLE.-Defiendo en este momento la

obra de mi vida y la salvación de mi alma. HAKoN.-Me parece, pues, que perderéis esta úl­

tima. EL DuQUE SKUU.-¿ Rehusáis el duelo? Vuestro

deber es aceptarlo. No podéis negaros.

lBS EN

HAKON.~j Hombre alocado por la amb:ción, sólo podéis inspirarme compasión profunda! Llamáis vo­cación del cielo al sentimiento que os hace extender la mano hacia el reino y no c~mprelldé : s que sois juguete de miserable orgullo. ¿ Qué os fascina? La corona de oro, el manto de púrpura, el derecho de dominar a los demás hombres desde la altura del trono: he ahí el ideal acariciado por vos. j Qué lástima! Si el reino cons:stiera en esos juguetes, echaría el poder soberano en vuestro sombrero como se deja caer una limosna en el del mendigo.

EL DUQUE SKULE.-¿VOS que me conocéis desde vuestra infancia podéis juzgarme así?

HAKoN.-Tenéis los dones más apreciables de la Naturaleza y en especial inteligencia y valor. Tenéis derecho al primer puesto cerca del Rey, pero el Cielo no 0$ ha designado para llevar vos mismo la corona .

EL DUQUE SKULE.-Eso es lo que vamos a ver . HAKoN.-Citad una sola acción verdaderamente

regia, durante el tiempo en que tuvisteis el cetro en nombre mío. ¿ Cuándo _ fueron más poderosos los Baglerianos y los Ribbungianos? Estabais en la ple­nitud de vuestra fuerza viril y bandas de revoltosos devastaban el país a más y mejor. ¿ Pudisteis domi­nar una sola? · Era joven y sin experiencia el día en que empuñé las riendas del poder real; m:rad­me; en cuanto ceñí la corona, todos los facciosos cayeron a mis pies. j Ya no hay ni Baglerianos ni Ribbungianos !

EL DUQUE SKULE.-Hacéis mal en aLabaros por este resultado, porque en él reside el peFgro prin­c;pal. Para que el Rey sea verdaderamente poderoso, deben oponerse ejércitos a ejércitos, pretensiones a pretensiones, provincias a provincias. Todo lugar habltado, toda familia, debe o tenerle o necesitarle. Al hacer desaparecer las divisiones, destruís al mis-

~OS PRETENDIENTES DE LA CORONA 191

mo tiempo 10 que es el fundamento de vuestro poder. H!\KON.~¿ Y aspiráis a ser Rey, vos, que os atre­

véis a mantener semejante criterio? En tiempos de Erl'ng Skakke, hubierais podido revelaros como brillante capitán; pero ha pasado aquel tiempo y hoy sois incapaz de comprender nuestra época. ¿ No véis que el reino de Noruega, tal como 10 fundaron Haroldo y Olaf, semeja una iglesia que no ha sido consagrada todavía? Se elevan los muros sobre oo·· lidas columnas; la cúpula descr:be una curva m.a.­jestuosa; semejante al árbol del bosque, la torre eleva onrollosamente su fleclla al cielo, pero la vida, el coraz6n palpWmte, los efluvios de sangre cálida no animan el edificio al que Dios no ha infund ido todavía su aliento vivificador. i Aún no recibió la consagraci6n! Yo debo hacer esta consagTac:6n, No­rueg-a er.a. un reino: va a convertirse en un pueblo. El habitante de Trondhiem guerreaba contra el del golfo del Sur; los de Agde contra los de H~r(!a­land , los de Holol!oland contr,a los de Sognde1. En adelante serán partes de un todo: tendrán la con­ciencia neta y cIar.a. de su unidad . Tal es la misi6n que Dios ha confia,do a m's robustas espaldas: tal es la obra que debe realizar en el momento actual el soberano de Norue¡;a. Esa empresa, Duque, no intentéis realizarla vos, porque os traicionarían vues­tras fuerzas.

EL DuQtm SKULIt. ~ (Asombrado .) ¿Hacer la 'uni6n ? . . ; Fundir en u'n solo pueblo los habitilntes de Trondhiem y 105 ribereños del golfo? ¡Toda Noruel!a, en una palabra! (Con incredulidad .) ¡Es imnosible! La historia no relata nada igual.

HAKoN.-La empresa es irrealizable para vos, porque sólo sabéis forjar anillos para la. cadena \1e la tradici6n consagrada, pero para mí es tan fácil como 10 es para el halcón atraVC$3r las nubes,

192 IBSEN

EL DuQUE SKULE.-(Con inquietud.) i Unir el pue­blo, despertarle de modo que se le inspire la con­ciencia de su unidad! ¿ De dónde os vino tan ex­traña idea? Hiela mi alma y la inflama. a la veZ. El diablo os inspir6, Hakon. Mientras tenga fuerza para sostener un arma, no se convertirá en rea1id.ad.

HAKON.-Dios fué mi únicQ inspirador y no re­nunciaré a mi pensamiento, mientras la corona de 01af esté sobre mi frente.

EL DUQUE SKULE.-Pues bien, rodará la corona de Olaf.

HAKON.-¿ Quién se encargará de la empresa? EL DUQUE SKULE.-Yo, si no hay nadie que quie­

ra aventurarse. HAKON.-¿VOS, Skule? El Thing de mañana os

quitará las armas para herir. EL DUQUE SKULE.-Hakon, no tentéis a Dios; no

me rongáis al borde del :abismo. HAKON .-(Señalando la puerta.) Id, señor, y 01-

vi'demos las amargas palabras dichas esta noche. EL DUQUE SKULE .-(Clava en él su mirada. p'ene­

tralnte y dice:) Serán más duras la pr6xima v.ez. (Vase por el foro.)

HAKoN.-(Después de una pausa.) i Me desafía! N.o; no; no hay que apelar a estos extremos. EsH ob1ig-ado a someterse, a caer a mis pies; necesito

I ese brazo valeroso, esa c.abeza inteligente. Cuando se encuentran en Norueg-a el valor, la inteligencia y la fuerza, puede decirse con segurid.ad que son cualidades 'dispensadas por Dios para que sirvan la grarideza de mi causa; la Providencia 'pens6 en mí, alotorg-ar al Duaue los ricos dones que se admiran en él. El la desafía, al desafiarme. Necesito castigar con severidad a los que se oponen a la voluntad del Todopoderoso; i ha hecho tanto por mí el Cielo!

DAGFINN BONDE.-(Que llegal por el foro.) Séñor,

• LOS PRETENDIENTE~ DE LA CORONA 193

tened cuidado esta noche. El duque Skule tiene ma­las intenciones.

HAKON .-¿ Qué dices? DAGFINN BONDE.-No sé a punto fijo cuáles son

sus intenciones, pero algo trama . HAKON.-¿ Pensará tal vez en atacarnos? Parece

imposible . . . Entérate. DAGFINN BONDE.-No es eso 10 que temo. Sus

navíos están prontos a darse a la: vela : va a cele­brar a bordo la reuni6n del Thing.

HAKoN.-Te equivocas. Ve, Dagfinn y trae noti­cias concretas.

DAGFINN BONDE.-$í; podéis contar conmigo. (Vase.)

HAKON.-j :Ah ! Sería inconcebible. No se atreverá el Duque a sublevarse contra mi autoridad. D:os no se 10 permitirá, Dios que me ha protegido tanto hasta hoy. Es. el momento en que necesito paz, en que debo empezar mi obra. j He realizado tan pocas cosas hasta hoy! Pero oigo en este momento la voz auténtica del Señor que me grita : «Has de realizar en Noruega una obra verdaderamente digna de un Rey.»

GREGORIO JONS~N.-(Desde el foro.) j 'Amo y Se­ñor!

HAKON .-j 'Gregario J onsen! ¿ Vos aquí? GREGORIO JONsEN.-Vengo a rogaros que me ad­

mitáis en el número de vuestros partidarios. Des­pués de haber seguido tanto tiempo la bandera del :Duque, me veo obligado a separarme de él.

HAKON.-¿ Qué ha sucedido? GREGORIO JONSEN.-Algo que nadie creerá cuan­

do comience a saberse la noticia . HAKON.-j Hablad! j Hablad! GREGORIO JONsEN.-Me da miedo s6lo el oir mis

propias palabras. Sabed que .. . (Coge el bra:zo del .Re.:y :y l.e dice a( oído algunas palabras.)

194 IBSEN

HAKoN.~(Retrocede dando un grito .) j Ah! j Os habéis vueÍto loco!

GREGORIO JONsEN.-Oja1á tuvierais razón. HAKoN.-Es increíble. No puede ser. GREGORIO JONSEN.-j Juro por la sangre preciosa

de Jesucristo que digo verdad! HAKON .-V~. Ordena a los, trompetas que toquen

reunión. Quiero tener a mi lado a todos los fieles. (Vase Gregario ]onsen .)

HAKoN.-(Se dirige bruscamente al aposente de Margrette, llama, se p'asea, vuelve a: llamar al la puer­ta y grita:) j Margrette! (Vuelve a pasearse .)

MARGRETTE.-(Se presenta en bata, con los cabe' llos sueltos.) Hakon, ¿eres tú?

HAKoN.--Sí, sí; ven en seguida. MARGRETTE.-No me mires. Acababa de meter­

me en cama. HAKoN.-Tengo otras preocupaciones en este mo,

mento. MARGRETTE.-¿ Qué pasa? HAKoN.-Dame un buen consejo: acaban de anun­

ciarme la más terrible de las notici.;¡s. MARGRETTE.-(Con ansiedad.) ¿ Qué pasa, 'Ha­

kon? HAKoN.-Hay en este momento dos Reyes en

Noruega . MARGRETTE.-¿Dos Reyes en Noruega? Hakon,

{dónde está mi padre? HAKoN.-Acaba ,de proclamarse Rey a bordo de

su escua.dra . En estos momentos, se dirige a Nida­ros para hacerse coronar.

MARGRETTE.-j Dios mío! (Se deja caer sobre un banco, oculta el rostro entre las ma.nos y llora .)

HAKON .-¿ Dos Reyes en el país? MARGRETTE.-Uno, mi esposo... otro, mi padre. HAKoN.-(Se pasea con gran agitaci6n .} ¡ Dame

un buen consejo, Margrette! ¿ Debo dirigirni~ por

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 195

tierra a Trondheim a impedir la coronación? No, es imposible: no tengo bastantes guerreros. Allí, en el Norte, su partido es más fuerte que el mío . Dame un consejo, ¿ cuál es el medio más rápido para atar al Duque antes de que llegue a Nidaros?

MARGRETTE.-(Juntando las manos, suPlicante . ) ¡ Hakon! ¡ Hakon !

HAKoN.-:-Te 10 vuelvo a preguntar. ¿ Puedes in­dicarme un medio seguro de acabar con el Duque?

MARGRETTE.-(Se deja caer llorando all Pie del banco y se arrodilla.) ¿ Olvidas tan pronto que se trata de mi padre?

HAKON .-¿ Tu padre? Sí; es verdad . No me acor­daba . (Leva.ntándala.) Siéntate, Margrette, cálmate y seca tus lágrimas: eres inocente de 10 que acaba de pasar. (Dirigién dose al la ventana.) El duque Sku­le ha sido el más encarn;zado' de mis enemigos. j Dios 'mío! i Dios mío! ¿ Por qué me das tan crudo golpe a mí que jamás te he ofendido? (Llatma;n a la p-uerta del foro: estremeciéndose.) ¿ Quién será a estas horas?

L .... voz DE INGA .-(Desde /ttera.) Uno que tiene frío, Hakon .

HAKoN .-(Gritando,) i Mi madre! MARGRETTE. - (Levantándose ccm sobresalto.)

¡Inga ! HAKoN.-(Se dirige a la puerta y lal a·bre. Inga

sigue sentada . en el din te l.) ¡ Mi madre! ¡ Echada como un perro delante de la puerta. de su hijo! y ¿ me pregunto por qué Dios me hiere tan cruel­mente?

INGA.-(Tendíéndole los brazos .) ¡ Hakon! ¡ Hijo mío! ¡ Bendito seas!

HAKoN.-(Leva.ntándola.) Ven, entra. Aquí ten­drás luz y calor.

INGA.-¿ Me permites que te siga? HAKoN.~Ya no debemos, separarnos.

IBSEN

INGA.-j Hijo mío! j Mi Rey! j Qué bueno eres y qué cariñoso! Estaba en un r incón y pude con­templarte cuando saliste de casa del obispo. Pare­cías tan preocupado que me fué imposible dejarte en tal estado.

HAKON.-j Gracias sean 'dadas a Dios! Tú eres la persona cuya vista, en la hora presente, puede cau­

. s,arme más alegría. Margrette, madre mía, cometí un pecado grave al cerrar mi alma a los dos seres cuyo corazón rebosa, de ternura.

MARGRETTE .-(Abrazándole.) j Oh, Hakon! j Es­poso mío! j No soy ya para 'ti una extranjera?

HAKON .-N o y permanecerás a mi lado: tu papel consistirá solamente en darme consejos sanos y en alumbrar y hacer resplandeciente el sendero de mi vida. j Pase 10 que pase! Siento en el fondo del alma la fuerza que proviene de lo alto!

DAGFINN BONDE.-(Que llega a la ca,rrera por el foro.) j Señor! j Acaba de cometerse el crimen mfos espantoso!

HAKON.-(Sonríe confiado y atra,e a Margre-tte y a su ma,dre.) Sí, 10 sé. Pero no temas, viejo Dagfinn. Si hay dos Reyes en Noruega, sólo hay un Dios en el Cielo y El se encargará de restituir cada cosa a su sitio.

TELÓN

ACTO CUARTO

Gran salón en el Palacio Real de Oslo. El REY SKULE da un banquete al que as.isten los cortesa­nos y los jefes de su ejército. En primer término, a la izquierda, sitio de honor en que está sentado el REiY SKULE con trajes suntuosos, con manto de púrpura y con corona real sobre la frente. Mesa del festín con gran número de invitados. Frente a SKULE, PABLO FLIDA Y BORD BRATTE. La noche está avanzad.a. : la sala, con muchas luces, y el banquete acabándose . Los concurrentes demues­tran gran alegría, muchos están borrachos. Be­ben, ríen a carcajadas y vociferan.

PABLO FLIDA.-(Levantándose, reclai1nCll silencio.) Que todos se callen. El escaldo Jatgeir va a entonar el canto triunfal en honor del Rey Skule.

]ATGEIR.-(Se coloca en medio de la sala.) El Du­que Skule h :zo sonar la trompeta para reunir el Erething, mientr.as celebraba la misa en la ciudad de Nidaros; tomó el título de Rey en medio del voltear de las campanas y del chocar de las armas. El Rey Skule se adelantó a través el Doveskard, al frente de mil guerreros calzados con patines. Al verlos, los habitantes del valle de Gudbrand, tem­blaron de terror y compraron la paz. El Rey Skule tomó el' camino del Sur y se dirigió al lago Mies; los montañeses manifestaron su cólera con juramentos

198 IBSEN

y rechinar de dientes; el Rey Skule atravesó la Rauaríka para caer sobre la ciudad 'de Loka, en el círculo de Nonnestad. Fué en la semana de Pas­cuas; el ejército de los Birkebianos, con el Yarl Knut al frente, saLó a nuestro encuentro. Habló la espada, que sirvió de árbitro entre los dos rivales. Desde los tiempo~ de Sverre (desafío a que me con­tradigan) no se había visto combate más encarni­zado. El campo de batalla, que la nieve cubría con blanco cendal, se tórnó rojo como traje de guerrero que sale del combate cuerpo a cuerpo . Los Birke­b:anos comenz.aron a huir, arrojando' espadas y es­cudos; pero dejaron en la llanura centenares de compañeros que no pudieron seguirles en su ca­rrera de~enfrenada: helados por la muerte, cubrían el suelo. Nadie conoce el sitio en que se oculta Ha­kon. Las ciudades y las fortalezas están actual­mente en poder de Skule. j Salud, noble Señor! j Ojalá puedas, durante mucho tiempo, respetado y feliz, dictar leyes a Noruega!

Los PARTIDARIOS DE SKULE.-,{Con gra,n a.legría, agitan jarros y vasos y repiten a: coro:) j Salud, no­ble Señor! j Oj.alá puedas, durante mucho tiempo, respetado y feliz, dictar leyes a Noruega!

EL REY SKULE.-Gracias por tu canto, e~caldo Jatgeir. .Llegó a mi corazón porque, al acordarse de mí, supo también acordarse de mis guerreros.

JATGEIR.-Cuando los súbditos merecen alaban­zas, su gloria se refleja en el Rey.

EL REY SKULE.-Recibe este brazalete en recom­pensa y no me abandones; desde hoy perteneces a mi séquito. Quiero mucho~ escaldos a mi alrededor.

JATGEIR.-&rán necesarios si pensáis celebrar cada una de vuestras hazañas con un canto.

EL REY SKULE.--Seré tres veces más generoso que Hakon. Mientras ciña la corona, el poeta ten­drá derecho a las mismas recompensa~ y a los mis-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 199

mos honores que los que realicen las hazañas más brillantes. Siéntate, Jatgeir; desde hoy formas parte de mi corte: cuanto pidas te será concedido.

JATGEIR.-(Sentándose .) Lo que imploro de vues­tra bondad, Señor, también vos, lo necesitáis.

EL REY SKULE.-¿ Qué es? JATGEIR.-Enemigos de mi Rey, de quienes pueda

cantar la fuga y la derrota. MUCHAS vocEs.-(Entre aP:lillUsos y risas.) ¡Bien!

¡Bien! i Bien, Islandés! PABLO FLlDA.-(A Jatgeir .) Tu canto sólo elogios

merece; pero todo poema encierra algo de inexac­titud y no te has exceptuado de la regla.

JATGEIR.-¿ Inexactitud? Explica.os, gran escu­dero.

PABLO FLlDA.-Sí, según tú, nadie sabe dÓnde está actualmente el Rey Hakon . Y no es verdad, porque se halla en Nidaros.

EL REY SKULE .-(Sonriendo.) i Es verdad! Hizo rendir homenaje al príncipe y le confirió el título de Rey.

JATGEIR .-Lo supe, pero siempre creí que nadi", puede dar lo ' que no tiene.

EL REY SKULE.-Es fácil mostrarse generoso del bien ajeno.

BORD BRATTE.-No es cosa fácil, si de Bergen a Nidaros, en pleno invierno, debe mendigarse la vida en cad.a encrucljada.

JATGEIR.--Cira en un círculo igual al de los Bir­, .kebianos, que empezaron con hambre y frío y aca­

baron de igual manera. PABLO FLlDA.-Corre en Bergen el rumor de que

Hakon ha roto con la Iglesia y con la religión: no asistió a la misa de año nuevo.

BORD BRATTE.-Tenía una excusa, Pablo. Pas6 todo el día romp:endo a pedazos su vajilla de plata, única ' moneda de que disponía para pagar a sus

IBSEN

guerreros. (Risas y exclamaciones 'entre los in"Vi­ta,dos .)

EL REY SKULE.-(Le'Vantando el jarro'.) Bebo en tu honor, Bord Bratte, y te doy gracias, así como a mis partidarios. En Loka, combatis,teis valiente­mente por mi causa y contribuisteis al triunfo.

BORD BRATTE.~Fué la primera vez, Señor, que luché por vuestra bandera, pero comprendí en se­guida que la victoria era fácil con un jefe como vos. Un solo disgusto viene a empañar mi alegría: que hayamos matado a tantos y que nuestra espada les baya ahuyentado tanto que pasarán muchos mes,es antes de que se atrevan a medir sus armas con nosotros.

EL REY SKULE.~Esperad a la primavera y ten­dremos la suerte de encontrarles. El Yarl Knut reune en estos momentos, al pie de Tunsberg, los supervivientes de la batalla y Arnbiern Yonsen reune sus tropas al Este de la bahía. Cuando s,e crean fuertes, nos atacarán.

BORD BRATTE.-No se atreverán, después de la terrible matanza de Loka. '

EL REY SKuLE.-Emplearemos la astucia para obligarles a salir de su escondrijo.

MUCHOS.-j Sí! j Sí! Haced lo que decís. BORD BRATTE.-No os apuréis, vos, Rey Skule,

cuando se trata de resolver una dificultad. Vuestros enemigos, hasta el momento en que los sorprendéis, ignoran siempre vuestros planes y se asombran al veros aparecer donde menos, os esperaban.

PABLO FUDA.-Por eso los Birkebianos nos llaman Vorbelgianos (r).

(1) Esta palabra con que se designaba en IIgO una fac­ción política y que fué aplicada a los partidarios del rey Skule, parece derivarse de las palabras islandesas 'lJorgr (se pronuncia 'lJor), lobo, y belg, piel. El juego de palabras de lbsen, es intraducible.

LOS PRETENDIENTES bE LA CORO:NA 20J

EL REY SKuLE.-Otros nos dan otros nombres. Lo que sí puedo jurar es que los Birkebianos verán en nuestro próximo encuentro, que es muy difícil detener a estos lobos,.

BORD BRATTE.-No necesitamos combatir contra ellos; nos limitaremos a cazarlos por todo el país.

EL REY SKuLE.-Tal creo tambien . Nuestro pri­mer cuidado será barrer el fiord r someter a nuestro dominio la región del Este; en seguida reuniremos navíos, doblaremos, el Cabo y haremos rumbo hacia Nidaros.

BORD BRATTE.-Y esta vez los hermanos de la Cruz no se ne¡;arán a llevar el sepulcro de San Olaf a la pradera del Thing, como lo hicieron en el otoño, en vuestra consagraci6n.

EL REY SKuLE.-Obedecerán. No quiero que na­die pueda tener la menor duda sobre mi legitimidad.

JATGEIR.-Y yo os prometo un poema heroico el día en que matéis al hombre dormido .

(Risas y carcaja,das entre los concurrentes.) EL REY SKULE.-¿ El hombre dormido? JATGEIR.-¿No sabéis" Señor, que Hakon recibi6

el apodo de «Rey Sueño)) por que parece atacado de impotencia desde que salísteis del Poder?

BORD. BRATTE.-Dicen que tiene siempre las pUpI­las entornadas. Tal vez sueña con que todavía es Rey.

EL REY SKULE.-j Bueno! Dejadle '1ue duerma. Así no recuperará la corona .

JATGEIR.-Dale un sueño tan profundo que no pueda ser turbado por ningún otro sueño. Así ten­dré asun to para un can to.

TODOs.-Sí; sí; h.aced lo que dice el escaldo. EL REY SKULE.-Cuando tantos hombres de cora­

zón dan un consejo, hay muchas probalidades de que sea prudente , Pero hoy no hablemos más. Voy sin embargo, a haceros una promesa: cada uno de

202 rBSEN

mis partidarios recibirá en propiedad las armas, los trajes, el oro y la plata del enemigo que mate y le sucederá en sus dignidades. El que mate a un jefe, será jefe, el que a un magistrado, le reemplazará en sus funciones y encontraré medios de recompensar regiamente al que esté ya . en posesión de uno de esos cargos o ejerza de esos empleos.

TODOs.-(Le'Vantándose y con gran algazara.) j Gloria a tí! j Gloria a tí! j Rey Skule! j Lléva­

nos al combate contra los. Birkebianos! BORD BRATTE.-Desde hoy, todo combate será

victoria para nosotros. PABLO FUDA .-Yó me reservo a Dagfinn BonJe;

su espada es magnífica y la deseo hace tiempo. BORD BRATTE.-Y yo he echado el ojo a la coraz '~

de Bord Torsteinsen; resiste al filo y al cor.te y JI! salvó la vida en Loka . '

]ATGEIR .~No, déjameJa, me sienta mejor a mí. Te daré en cambio cinco marcos de oro .

BORD BRATTE.-¿ Dónde los tomarás, escaldo? ]ATGEIR.-Despojaré a Gregorio ]onsen, el día en

que nos encontremos en el Norte. TODos .-(Hablando (21 la 'Ve z .) Y yo quiero . .. Y

yo quiero ... (Con el a.lboroto no se perciben las demás pe;, .

laMas .) PABLO FLIDA.-Idos y regresad a vuestros aloja­

mientos. N o olvidéis que estáis en el palacio del Rey . TODOS.-j Sí! j Gloria al Rey! j Gloria n Skule! EL REY SKULE.-Ahora, a descansar . Larga fué la

sobremesa de esta noche. UNO DEL SÉQUITO REM ... -(Mienfras la muchedum­

bre se dispersa.) Mañana nos repartiremos los bienes de los Birkebianos.

OTRo.-Echemos suertes, mejor. VARWS.-No, no. OTROS .- ·Sí, sí.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 203

BORD BRATTE.-En este momento los Vorbe1gia­nos se pelean por la piel del oso . ..

PABLO FLIDA.-Que matarán después. (Vans e todos por la puertilJ del foro .)

EL REY SKULE.-(Espera que se -vayan todos ; la tensi6n de su rostro desaparece poco a poco y se deja caer sobre un sillón . ) j Qué fatiga, qué cansan­cio mortal! Pasar los días en med;o de la horda, con la sonrisa en los labios, como si, seguro de mi dere­cho, tuviera pacto con la victoria y la. felic :dad. j Busc~,r en vano un hombre al que confiar los ·tor­mentos de mi alma! (Se len -v anta y su rostro ex jYre­SilJ el terror . ) Y j la batalla de Loka! j Pensar que fué una victoria para mí! Hakon envió su ejército a m i encuentro; correspondía a Dios ser árbitro en­tre los dos Reyes .. . y vencí, derroté a los Birkebianos como jamás lo habían sido antes. Se podían ver, clavados en la nieve, los escudos de mis enemigos pero no resguardaban a nadie. Los Birkebiill10s huían hacia el bosque, atravesando llanur,as, margales y montañas : corrían con rápidez de rayo hasta el mo­mento en que sus piernas se negaban a sostenerles. Lo increible era verdad: H akon perdía y yo ganaba. La victoria encierra un misterio terrible. j Santo Dios del Cielo! ¿ no existe allá arriba una ley a la cual deba todo doblegarse? El poder invocar la jus­ticia, ¿ no concede ,al hombre fuerza alguna sobre sus adversarios? '(Gritando con entonación sa,l'Vaje .) i Estoy enfermo! j Estoy enfermo! ¿ Por qué no ha de estar el derecho de parte mía? Al concederme la victoria, ¿ no se pr,opuso Dios infund 'rme confianza? (Continuando en sus sueñ os .) Las probalidades son iguales: ni una onza más a la derecha que a la iz­quierda y sin embargo (mo -viendo la cabeza) la ba­lanza se indina del lado de H akon. Arrojé en mi platillo el peso del odio y el poderío del deseo: j to­do inútil! El de Hakon pesa más. Cuando establezco

2°4 TBSEN

un paralelo entre los derechos de ambos, es él, y no yo, quien se presenta ante mis ojos como soberano legítimo de Noruega . Para convencerme de 10 con­trario, he de usar de artificios, he de poner en juego todos los resortes de mi espíritu, he de elevar un edificio que repose sobre el frágil fundamento de mi imaginación exaltada. He de rechazar mis recuerdos y apelar a un acto de energía. Antes no era así. ¿ Por qué se ha desvanecido mi confianza? ¿ Quem6 el Obispo la carta; N o, al obrar así, eternizó mi duda sin aumentarla. ¿ Hakon se ha honrado en estos úl­timos tiempos con alguna acci6n digna yerdadera­mente de un Rey? N o: cuando más digno era de ser Rey, menos creía yo en él. (Se sienta a' la dere­cha del banco .) ¿Por qué, pues? ¿Soy juguete de alguna extraña ilusi,6n? Parece un fuego fátuo que aparece para desaparecer en seguida. Me parece que una palabra, borrada de mi memoria, está en la punta de la lengua y no puedo pronunciarla. (Po­niéndose en pie.) ¡Ah! i Es esta! «Noruega era un reino: va ,a convertirse en un pueblo; sus provin­cias serán fn adelante partes de un todo y tendrán la conciencia clara y neta de su unidad.» Desde el día en que Hakon pronunció estas pdh' ¡ras insensatas, su imagen se presenta ~nte mi vist3 como la de un Rey legítimo. (Pa,usa.) ¿ Si esta frase ('xtrafa fuera la traducci6n al lenguaje' humano del pensam:ento divino? ¿ Dios, después de guardar la idea grandeell el granero, quiere s.embrarla ahora y tlige a H:..kon por sembrador?

PABLO FLlDA.-(Entrando por la puerta. del foro.) Señor, he de' comunicaros novedades.

EL REY SKULE.-¿ Qué pasa? PABLO FLlDA.-Un hombre que acaba de lle¡;ar d:!

las orillas del fiord, anuncia que los birkebiar.0s de Tunsbey se han hecho a la mar con sus navíos y que

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 205

han conseguido reunir gran número de soldados en los alrededores de la ciud.ad .

EL R¡;;y SKUL¡;;.-Está bien: iremos a 'su encuen­tro, mañana ... o más tarde.

PABLO FLIDA .-Señor, no sería raro que los birke-bianos tomaran la delantera. I

EL R¡;;y SKuLE.-Les falta para ello barcos y gente.

PABLO FLIDA.-Pero Arnbiern Jonsen reune a m:n;; y a otros en las orillas de la bahía.

EL R¡;;y SKUL¡;;.-j Mejor! j Así los aplastaremos de un solo golpe como en Loka !

PABLO FLlDA.-Señor, no es cosa fácil vencer dos veces seguidas a los Birkebianos.

EL R¡;;y SKULF; .-Y ¿por qué? PABLO FLlDA.-Porque lá historia de Noruega no

recuerda nada semejante. ¿ Envío espías a Hovedo? EL R¡;;y SKULE.-Es inútil. La noche es oscura y

la niebla cubre el valle. PARLO FLlDA.-Sí; el rey sabe mejor que nadie

las medidas que hay que tomar, pero no olvidéis que todos los habitantes de la bahía os son hostiles. Los habitantes de Oslo os odian y s6lo esperan la llegada de los Birkebianos para hacer causa común con ellos.

EL R¡;;y SKUL¡;;.-(Con gran ansiedad.) Pablo Fli­da, ¿ es temerario pensar que los ribereños del Fiord se pongan a mi lado?

PABLO FLlDA.-(Le mir.a con asombra y se encoge de hombros .) Sí, señor, es absolutamente increíble.

EL R¡;;y SKUL¡;; .-¿ Por qué? PABLO FLlDA.-Porque los habitantes de Trond­

hiem tomaron nuestro partido. EL R¡;;y SKULE.-Qu'erounir bajo mi bandera los

habitantes de Trondhiem y los ribereños del fiord PABLO FLlDA.-No, señor, no es posible. EL R¡;;y SKULE.-¿No es posible? ¿Por qué~

206 IBSEN

PABLO FLIDA.-Porque los 'f'rondhiem;anos son los Trondhiem;anos y lo~ habitantes de la bahía son los habitantes de la bahía; porque la historia no re­gistró nunca otra cosa y porque siempre será así.

EL REY SKULE.-Sí, tienes razón. Vete. PABLO FUDA.-¿ No queréis que envíe espías? EL REY SKULE.-·Espera hasta que sea de día. (Va­

se Pablo Flida.) La h;storia de Noruega no cuenta nada s.emejante ... porque siempre será así. . . Pablo Flida me contesta 10 que yo respondí a Hakon . ¿ Existe UI1a escalera sobre cuyos escalones vayan los esprritus a colocarse, según 'su categoría? ¿ Hakon me domina con la' misma sl,1perioridad que tengo yo sobre Pablo Flida? ¿ Será capaz de concebir ideas nuevas, ,demasiado abstr,actas para mi modesta in­teligencia? ¿ Quién mejor que él merece ser com­par~.do a Haroldo Haarfagher cuando cada colina servía de baluarte a un rey y cuando dijo : «i Qué desaparezcan! En adelante, no debe haber más que un Rey ... 11 Arrojó la antigua tradición por la borda y comenzó a fabricar una tr;adición nueva. (Pa,usa,. Se pasea discutiendo consigo mismo y se para .) ¿ Puede un hombre arrancar a otro la vocaci6n de Dios como se apodera del oro o de las armas del enemigo que cae a sus pies? ¿ Un pensamiento real puede, como un manto de púrpura, convertirse en botín de un pre­tendiente de la corona? La encina, cortada para la construcc:ón de un navío, puede decir: seré el palo mayor, sustituiré el abeto, me elevaré en el aire es­belta y arrogante; tremolaré dor;ada oriflama; mis velas blancas, hinchadas por el viento, reflejarán los rayo,S del sol y desde lejos, desde muy lejos, la muchedumbre fijará sus miradas en mí. No, no, miserable tronco, ancho y nudoso, te h;cieron para enmohecer en la cala y para cumplir útilmente tu misi6n. Vegetarás en el silencio y los ojos del hom­bre no se dignarán fijar en ti, Te corresponderá' im-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 207

'pedir que el navío naufrague en la tempestad: el palo mayor con' la oriflama dorada y las velas hin­chadas por la brisa, le impulsarán hacia una orilla desconocida y será instrumento de la historia futura (Con ira . ) Desde que Hakon expresó su gr,an pensa­miento de rey, no concibo otro igual en el mundo. Si no pudiera apoderarme de él y convertirlo en rea­lidad ¿ qué inspiraci6n sería capaz de exitar en el alma del hombre el ardor de los combates y de la lucha? (Pensativo .) ¿ Podría yo? ¿ Por qué no he de realizar el pensamiento de Hakon?

JATGEIR .-(Entrando por el foro .) Perdonadme, Señor, si me presento de improviso.

EL REY SKuLE.-Gracias por la visita, escaldo . JATGEIR.-j Oí desde mi retiro a los habitantes de

la ciudad hablar tan misteriosamente . . . ! EL REY SKuLE.-Tenemos t'empo para hablar de

ellos. Oye, escaldo, tú que has viajado mucho' ¿ ha­llaste alguna vez a una mujer ,amando al hijo ·de otra, teniendo no s610 afecto por él, no es ese mi pensa­miento, sino amándole con todas la~ fuerzas de su alma?

JATGEIR.--Semejantes sentimientos sólo se encuen­tran en las mujeres que no pudieron amar a. los suyos prop'os.

EL REY SKULE.-¿ En ellas solamente? JATGEIR.-Y sobre todo en las que son estériles. EL REY SKULE .-¿ En ellas, sobre todo? ¿ Aman

a los hijos de otras con todo el ardor de su alma? JATGEIR.--Sí; ocurre con frecuencia. EL REY SKULE.-Y ¿ no ocurre a veces que una

mujer estéril haga morir' al hijo de otra porque ella no tiene hijo alguno?

JA'fGEIR.--Sí; pero entonces su conducta es in­sensata.

EL REY SKULE.-¿ Insensata? JATGEIR.--Sí; porque al matar al hijo concede a

la madre el don del sufrimiento.

208 IBSEN

EL REY SKULE.-¿ Crees tan precioso ese don? JATGEIR.-Sí, señor. EL REY SKULE.-(Mirándole fijamente.) Hay dos

hombres en ti, Islandés. Cuando estás en alegre com­pañía, entre mis cortesanos, ahogas, por decirlo así, tu propio pensamiento bajo velo tupido. Pero a solas pareces el amigo al que de buena gana nos li­garíamos. ¿ De qué proviene ese contraste?

JATGEIR.-Cuando vais a bañaros en las aguas del río, no elegís para quitaros la ropa el sitio por donde pasa la gente al salir de la iglesia: al contrario, pro­curáis ocultaros a las miradas humana~.

EL REY SKuLE.-Naturalmente. JATGEIR.-Yo tengo el pudor de los sentimientos;

por esta causa evito desnudar el alma en una sala llena de gente.

EL REY SKULE.-j Ah! (Pausa.) Dime, Jatgeir, cómo llegaste a escaldo. ¿ Quién te enseñó la poesía?

JATGEIR.-La poesía no se ;aprende. EL REY SKULE.-¿ N o? ¿ De dónde entonces, pro­

viene tu vocación? JATGEIR.-Tengo el tesoro del dolor que me hizo

poeta.' EL REY SKULE.-Y ¿ en este tesoro han de buscar

inspiración tus semejantes? JATGEIR .-En esa fuente por lo menos he bebido

yo. Otros se dirigen a la fe, a la voluptuosidad o a la duda.

EL REY SKULE.-¿ A la duda, también? JATGEIR.-Sí, pero es necesario tener el alma fuer·

te y sana. EL REY SKULE.-Y ¿ cuándo no se cumple ese re­

quisito? JATGEIR.-¿ Cuando se duda de la propia duda? EL REY SKULE.-(Con lentitud.) Me parece que

es la muerte. J.ATGEIR.~feol;" aún: ~1 oca~,

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 209

EL REY SKULE .-(Con energía, queriendo huir de la obsesión del pensamiento.) ¿ Dónde están mis armas? Quiero combatir y realizar ... no más medita­ciones. ¿ Qué venías a anunciarme hace poco?

J ATGEIR .-Quería comunicaros lo que he observa­do. Los habitantes de la ciudad hablan misteriosa­mente entre sÍ. Ríen irónicamente y preguntan si estamos seguros de que Hakon está én el Oeste . Su alegría debe tener alguna causa.

EL REY SKuLE.-Son habitantes de la bahía y como tales me detestan.

J ATGEIR.-Murmuran porque el sepulcro de San Olaf no fué llevado .a. la pradera del Thing, cuando vuestra coronación. Dicen que es mal presagio .

EL REY SKuLE.-En cuanto lleguemos a Nidaros, repararé el olvido. El sepulcro saldrá de la iglesia y se ostentará al sol, y si indispensable fuera, arrasaría la iglesia y dejaría caer sobre sus ruinas las hierbas de la pradera del Thing. .

JATGEIR .-Es una gran empresa. Procuraré com­poner un poema. que la iguale.

EL REY SKULE.-¿ Tienes preparados muchos can­tos, Jatgeir?

J ATGEIR.-No. La mayor parte de mis creaciones no están concebidas todavía. Una después de 0tra recibirán el aliento vital y verán la luz del día.

EL REY SKULE.-Y ¿si yo, el Rey, el que tiene el poder, te condenar.3. a muerte? ¿ Las ideas poéticas que duermen en germen en tu cerebro entrarían con­tigo en las tinieblas?

J ATG B:IR.-SeLor, es pecado mortal matar un pen·· samiento hermoso.

EL REY SKULE.-No te pregunto ·si es pecado. Quiero solamente saber si es posible.

JATGEIR.-No 10 sé. EL REY SKULE.-¿ Nunca tuviste por amigo a otro

14

210 IBSEN

escaldo y no llegó a describir ante tí una idea gran<.le y luminosa que se propusiera cantar en versos.?

JATGEIR.-¡ Sí, señor! EL REY SKULE.-¿ y no experimentaste el deseo de

matarle para apoderarte de su idea y para darle for­ma tú mismo?

JATGEIR.--Señor, no soy estéril; tengo hijos que me pertenecen y no siento ninguna necesidad de amar a los ajenos. (Vase.)

EL REY SKULE.-(Después de una pausa..) Este islandés ha recibido evidentern,ente el don de la poe­sía . El pensamiento más profundo de Dios se aclara por su boca y él no duda. Soy c.omo mujer estéril. Por esto amo la idea real salida del cerebro de Ha­kon y la rodeo de toda la ternura de que mi coraz6n es capaz. ¡ ¡Ah! ¡ Si pudiera convertirle en mi hijo adoptivo! Pero, no; mis débiles manos no sabrían impedirle que volviera a la nada. ¿ Qué soluci6n es mejor: o que muera conmigo o que triunfe con él? ¿ Qué seda de mi alma si se realizase el acontecimien­to terrible? ¿ La abnegación? ¿ Sería posible ante Hakon conquistando semejante gloria? ¡ Qué vado y qué muerto está todo en mi corazón y en torno mío! ¡ Ni un amigo! ¡ Islandés! (Se dirige a lal puer­ta y grita.) ¿ El escaldo ha salido de palacio?

UN CORTESANo.-(Desde afuera .. ) No, señor; está en el vestíbulo hablando con los, centinelas.

EL REY SKULE.-Dile que entre. (Se dirige hacia la mesa,. Jatgeir llega en seguida .. ) No puedo dormir, Jatgeir . Los grandes pensamientos que me :asaltan cuando pienso en mis deberes de Rey, me desvelan. Ya 10 ves. .

JATGEIR.-Estoy seguro de que existen pensamien­tos, de soberano, que como los del poeta, para alcan­zar su completo desarrollo esperan al momento en que el s;lencio desciende a la tierra con las sombras de la noche.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 2II

EL REY SKULE.-¿ Así les ocurre a los escaldos? J\TGEIR .-Sí, señor. Ningún canto puede nacer

a la luz del sol; de día el hombre , puede echar su mirada sobre la obra realizada, pero ésta no viene al mundo más que en la calma de la noche.

EL REY SKULE.-¿ Quién hizo nacer en tí el sen-timiento del dolor, J atgeir ?

JATGEIR .-La que amaba. EL REY SKULE .-¿ Ha muerto? JATGEIR.-No; me abandonó. EL REY SKULE .-¿ y así fu ' ste poeta? JATGEIR.-VOS lo habéis dicho. EL REY SKULE.-(Cogiéndole por un bra,zo .) ¿ Y

qué me falta. para ser Rey? JATGEIR.--Seguramente, no es la duda porque si

no la tuvieráis no me haríais ese pregunta. EL REY SKULE.-¿ De qué tengo necesidad?· JATGEIR.-Pero vos sois Rey, Señor. EL REY SKULE.-¿ Estás seguro en todo momento

de ser poeta? JATGEIR .-(Mirándole fija:mente, dice, después de

una pausa .) ¿ Amásteis alguna vez? EL REY SKULE.--Sí, una vez ... un amor ardien-

te ... tierno y criminal. JATGEIR .~Tenéis una esposa. EL REY SKULE.-La tomé para que me diera hijos. JATGEIR .-Pero tenéis una h ija, Sefíor, una hija

cariñosa y encantadora. EL REY SKuLs.--Si fuera un hijo, no me vería

obligado a confiarte mis preocupacioneS. (Con ener­gía.) Necesito tener junto a mí un 'ser que me obé­dezca como instrumento pas;vo, cuya confianza sea inquebrantable y que me sea fiel en la buena fortuna y en la adversa. Necesito un hombre que no viva más que para reanimar mi alma con rayos de la suya., que muera el día en que yo sucumba. i Dadme un consejo, escaldo Jatgeir!

212 IBSEN

JATGEIR.-¡ Comprad un perro, Señor! EL REY SKULE.-¿ Un hombre no podría llenar

ese cometido? JATGEIR.-OS sería, muy difíc il encontrarlo. EL REY SKULE.-(Bruscamente . ) ¿ Quieres repre­

sentar ese papel a mi lado y convertirte en mi hijo? Recibirás por herencia la corona de 'Noruega. Este país te pertenecerá si accedes; si consientes en con­sagrar tu vida a la obra que es el fin de la mía y a creer en mi estrella.

JATGEIR.-Y ¿cómo podríais aseguraros de mi sin­ceridad?

EL REY SKuLE.-Renuncia a tu vocación de poeta, no compongas más cantos y no dudaré de tí.

JATGEIR.-No, Señor. Sería, pagar demasiado cara la corona.

EL REY SKuLE.-Reflexiona. El destino de un rey es preferible al de un escaldo.

JATGEIR.-No siempre . EL REY SKULE.-Tu sacrificio se limitaría al de

tus poemas que no han visto la luz todavía . JATGEIR .--S'empre son esos los más hermosos . EL REY SKuU.-Pero yo experimento la necesi­

dad, una necesidad apremiante, de tener a mi lado un ser que tenga en mí la confianza más absoluta. ¡ Un hombre! j Uno solo! j Si .llego a encontrarle estoy salvado!

JATGEIR.-Creed en vos mismo y vuestra salvación estará asegurada .

PABLO FLIDA.~(Entra precijYita:damente .) j :Rey Skule, lleg6 el momento de pensar en la defensa: Hakon Hakons~n y su flota acaban de llegar a El­giarnes!

EL REY SKUJ:,E.-'j Elgiarnes! Entonces no están lejos.

JATGEIR.-j Que vistan los soldados su armadura! Si ha de vel terli~ $angre esta noche, reclamo el ho-

tos PRETENDIE~TES DE LA colw~A ~I3

nor de ser el primero en s.ucumbir por nuestra ban­dera.

EL REY SKuLE.-¿Tú, que te niegas a vivir para mí?

JATGEIR .- E l hombre puede inmolarse al destino de otro; pero si está decidido a vivir debe reconcen­trar en sí mismo toda. la energía vital. (Vase.)

PABLO FLIDA.-(lmp·acientándose.) ¿ Qué órdenes dais, Señor? Tal vez dentro de una hora lleguen los Birkeb:anos a Oslo.

EL REY SKULE.-Lo mejor sería ir en peregrina­ción a la tumba de Tomás Becket. j Ha consolado tantas almas afligidas y arrepentidas!

PABLO FLIDA .-(Eleva.ndo el tono de voz.) j Señor, no digá:s palabras insensatas! Repito que los Birke­bianos van a a tacarnos.

EL REY SKULE.-Que abran las puertas de' todas las iglesias. Así tendremos asilo.

PABLO FLID.\ .-j Podéis acabar de un golpe con vuestros enemigos y habláis de refugiaros en los altares!

EL REY SKULE.-8í, que abran todas las iglesias. P ABLO FLIDA.-Estad seguro de que Hakon no

dudará en violar el derecho de asilo para acabar con los Vorbelgianos.

EL REY SKULE .-No lo hará. La Providencia le impedirá cometer tal sacrilegio. Dios protege siempre a Hakon.

P ABLO FLIDA .-(Con p'rofunda y dolorosa indigna .. . ci6n.) Al oir vuestras palabras, cualquiera pregun­

taría ¿ quién es el rey ? EL REY SKULE.-8í, Pablo Flída, ese es el gran

enigma: ¿ quién es el rey? P ABLO FLIDA .-(Suplicando.) Vuestro espíritu está

enfermo esta noche, Señor. Permitidme que dé ór­denes en vuestro lugar.

El, REY SKULE.-8í; ordena.

214 IBSEN

PABLO FLIDA.-(Alejándose.) Voy a. empezar por cortar todos los puentes.

El, REY' SKUl,E .-j Insensato! j No te muevas! j Cortar los puentes! ¿ Sabes lo que significa? Una vez lo intenté. j Dios te libre de semejante locura!

PABLO FLIDA.-¿ Qué queréis dec:r, Señor? EL REY SKULE.-Pienso celebrar una entrevista

con Hakon~ PABLO FLIDA.-El encargará a ~u espada la res­

puesta. EL REY SKULE.-j Ve! j Ve! Más tarde te daré a

conocer mi voluntad. PABLO FLIDA.-Cada minuto que pasa es precioso.

(Cogiéndole la mano.) j Ah! Rey Skule, dejad que corte todos los puentes, combatamos con encarniza­m iento de verdaderos lobos, dejando nuestra suerte en manos de Dios.

EL REY SKULE.-(Con voz débil.) El cielo no tie- -ne confianza en mí; no puedo entregarle mi des­tino.

PABLO FLIDA.-j Pocos capítulos tendrá la histo­ria de los Vorbelgianos! (Desaparece p'or el foro.)

EL REY SKuLE.-Mando a centenares de cerebros inteligentes, a millares de brazos vigorosos, pero en vano busco el corazón amante capaz de tener fe en mi estrella. Esta es la desgracia a la que no ¡.,ueden escapar los reyes.

BORD BRATTE.-(Desde el foro.) Esperan a la puer­ta dos personas que vienen de lejos y p iden audien­cia; Señor.

EL REY SKULE.-¿ Quiénes son? BORD BRATTE.-Una mujer y un sacerdote. EL REY SKULE.-Que entren .

(Bord se retira. El Rey Skule se sienta, a la de­recha pensativo; poco después aparece una mujer vestida, de negro. El matnto y el .velo

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 215

la cubren por completo. La sigue un sacer­dute que se detiene en el dintel.)

EL REY SKULE .':'-¿ Quién eres? LA MUlER.-Una mujer a quien tú has amado. EL REY SKULE.-(Encogiéndose de hombros.)

Nadie puede vanagloriarse de ello. Otra vez te pre­gunto, ¿ quién eres?

LA MUlER.-Una mujer que te ama. EL REY SKuLE.-Entonces, ¿ vienes del reino de

los muertos? LA MUlER .-(Se acercal y grita, con voz dulce y

penetrante.) j Skule Bordsen! EL REY SKULE.-(Se levanta gritando.) j Inge-

bierg! INGEBIERG.-Ahora me reconoces, Rey Skule. EL REY SKULE.-j Ingebierg! j Ingebierg ! INGEBIERG .-j Ah! j Déjame que te .. mire fijamen-

te! (Le coge las ma,nos. Pausa.) j Hombre soberbic que amé tanto y que fuís.te tan cruel conmigo!

EL REY SKULE.-j Quítate el velo! j Mírame con esos ojos, en otro tiempo, claros y ,azules como el firmamento!

INGEBIERG.-Durante veinte años interminables sólo pudieron compararse a un cielo eternamente lluvioso . No los reconocerías ya y no debes volver­los a ver.

EL REY SKULE.-Pero tu voz sigue siendo fresca, . tierna y joven.

INGEBIERG.-No la he empleado más. que en sus­pirar tu nombre, en hacer penetrar en un alma jo­ven el. sentim 'ento de tu grandeza, y en pedir al Dios de misericordia que perdonara a dos seres, cuyo amor fué criminal.

EL REY SKULE.-¿ Tú hiciste eso? INGEBIERG .--Guardaba s'lencio cuando no tenía

ocasión de manifestar mi ternura hacia ti; no has

216 IBSEN

. de asombrarte, pues, de que mi voz se conserve fresca, tierna y joven.

EL REY SKULE.-Una exü,tencia entera vino a colocarse entre el pasado y el presente. Tu imagen se borró de mi memoria y olvidé.

INGEBIERG.-Era tu derecho. EL REY SKULE.-Y tú, Ingebierg, mujer de cora­

zón cariñoso y fiel, viviste en ese tiempo en las soledades heladas del Norte y envejeciste en el culto del ' recuerdo !

INGEBIERG.-Era mi felicidad. EL REY SKULE.-j.y pude ~lYctndonarte con la es­

peranza de adquirir poder y rlquezas! Si mi vida se hubiese deslizado junto a una esposa. como tú, me hubiera sido más fácil llegar al poder supremo.

INGEBIERG.-Dios no tuvo presente más que mi bien cuando impidió que se realizara ese aconteci­miento. Un alma como la mía necesita un gran pe­cado p.ara llegar a la penitencia y al arrepenti­miento .

EL REY SKULE.-Y ahora, ¿ vienes? INGEBIERG.-Como viuda de Andrés Skialdarband. EL REY SKULE.-¿ Ha muerto tu esposo? INGEBIERG ,-Camino de Jerusalén. EL REY SKULE.-¿ Quiso hacer penitencia por la

muerte de Vegard? INGEBIERG.-No fué ese el motivo que le obligó

a cruzarse. EL REY SKULE.-¿ Cuál fué entonces? INGEBIERG.-El, el hombre fuerte y amante, qui­

so echar sobre sus espaldas el peso de mi ' culpa. Para lavar mi pecado en las aguas del Jordán, abandonó Noruega, fué a derramar su sangre en Tierra Santa.

EL REY SKULE.-(En 'Voz ba~a.) ¿Lo sabía? INGEBIERG.-Desde el primer día. El obispo Nico­

lás también lo sabía porque yo se 10 confesé. Otra

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 217

persona conoci6 nuestras relaciones. ¿ Cómo? Fué para mí, misterio impenetrable.

EL RJ;;Y SKUU.-¿ Quién? INGJ;;BIJ;;RG .- Vegard Veradal. EL RJ;;Y SKUU.-¡ Vegard! INGJ;;BIJ;;RG.-Se permiti6 murmurar al oído de mi

esposo una palabra injuriosa para mí. Skialdarband desenvainó la espada y lo mató .

EL RJ;;Y SKuLJ;; .-Defendi6 el honor de la mujer que yo había abandonado y olvidado. Y, ¿ cuál es el objeto de tu visita?

INGJ;;BmRG.-Quiero sacrificarte lo único que me resta .

EL RJ;;Y SKULJ;; .-¿ Qué quieres decir? INGJ;;BIERG .-(Se¡i a,zando wl sacerdote que está en

el dintel de la puerta.) j Mírale ! ¡ Pedro! ¡ Hijo mío! ¡Ven!

EL REY SKULE .-¡ Tu hijo! INGJ;;BmRG .-¡ Y el tuyo, Rey Skule! EL RJ;;Y SKULJ;; .-(Con asombro .) ¡ Ingebierg !

(Pedro se acerca en silen cio y se arrodilla ante Skule .)

INGJ;;BmRG .-j Recíbele de mis manos! Fué du­rante veinte años consuelo y luz de mi vida . Ahora eres Rey de Noruega; ha llega.do el momento en que el Príncipe reivindique su herencia . Yfl no ten­go ningún derecho sobre él.

EL REY SKuu.-(Obligándole a levanta.rse y con alegría delira.nte.) ¡ Ven sobre mi corazón! ¡ Tú que fuíste tanto t iempo esperado y deseado! (Le estrecha en sus brazos, le a.partal, le contempla y le abraza de nuevo.) Y tú Ingebierg, ¿ consientes en dejár­mela? ¿ No te volverás atrás de tu palabra? ¿ Me lo das para siempre?

INGJ;;BIJ;;RG .-Pesado es el sacrificio; me hubiera sido imposible real izarlo, si una carta del obispo Nicolás no me hubiera anunciado la muerte de An-

lBSEN

drés Skialdarband. El fué quien me impuso este sa­crificio en expiación de nlis pecados.

EL REY SKuLE.-Entonces queda la falta perdo­nada. Desde ese día me perteneces a mí solo. ¿Na~ die me lo disputará?

INGEBIERG.-No; pero, en cambio, exijo de ti una promesa ..

EL REY SKULE.-'j Por el cielo y la tieria, pide lo que quieras!

INGEBIERG.-Te lo entrego puro como el cordero de Dios .. El camino que conduce al trono está sem­brado de precipicios: que su ~lma no esté jamás en peligro .

EL RRY SKULE.-j Lo prometo y lo juro! ' INGEBIERG.-(Cogiéndole el braz o.) Si alguna vez

le amenazara semejante peligto, h.azle morir. EL REY SKU'LE.-j Sí, lo juro! INGEBIERG.--Siendo así, regresaré con el corazón

aliviado al Norte y volveré consolada a Hologoland. EL REY SKULE.-Puedes partir con completa con­

fianza .. INGEBIERG.-Cuando esté en mi retiro, rogaré y

me humillaré hasta el momento en que quiera el Señor llevarme a su lado. j Y el día en que nos reunamos en la casa de Dios, que mi hijo salga al encuentro de su m.adre, puro y sin mancha!

EL REY SKULE.--Sí, puro y sin mancha. (Vol­-viéndose halcia Pedro . ) j Deja que te contemple! j Ah! Son los ras.gos de tu madre y los míos! j Tú eres el alma por la que suspiré tantas veces!

PEDRO.-j Padre mío! j Padre mío, noble y gran­de! Permíteme vivir y luchar por ti! j Que tu cau­sa sea la mía! j se que, cualquiera que sea tu pro­pósito, al desenvainar la espada por ti, combatiré por la justicia!

EL REY SKULE.-(Gritando con alegría.) jTienes fe en mí! j Tienes fe en mí!

LOS PREtENDIEN'tES DE LA CORONA 21<;)

PEDRO.-Una fe inquebrantable. EL REY SKULE.-j Tanto mejor! Ahora estoy se­

guro de la salvación de mi alma. Oye: llegó el mo­mento de colgar los hábitos. El arzobispo te rele­vará de los votos. L a misión de un hijo de Rey es llevar el acero en la diestra y marchar con Paso seguro por el camino del poder y de los honores.

PEDRo.-Iremos de la mano, padre mío, y segui­remos juntos el mismo camino.

EL R EY SKULE.-(A bra,zándole.) i Sí, juntos los dos! j N adie a nuestro lado!

INGEBIERG.-(Aparte.) Amar, sacrificarse y en cambio recoger olvido, he ahí el resumen de mi his­toria . (Se aleja con sereno continente y vase por la puerta. del foro .)

EL REY SKuLE.-Una gran obra, digna verda­deramente de un Rey, está a punto de realizarse en Noruega . j Pedro, hijo mío, escúchame! Se trata de sacar al pueblo de su letargo para constituir un todo : los habtantes de la costa y los de Tron­dheim, los de Hologoland y de Agda, los monta­ñeses y los Sondeli.allOs, van a ser miembros de una misma familia . Noruega alcanzará un grado de pros­peridad, desconocido hasta hoy .

PEDRO.-j Qué pensam:ento elevado y tentador! EL REY SKULE.-¿ Eres capaz de comprenderlo? PEDRo.--Sí; se me aparece claro y luminoso. EL REY SKULE.-(Con energía salvaje.) Debo aca­

bar con Hakon . PEDRO.--Si estás tan decidido en tu sabiduría,

justa será su caída .. EL REY SKuLE.--Se derramará sangre, pero es

una necesidad a la ' que no podemos sustraernos. I

PEDRo.-La sangre que corra por tu causa no se habrá derramado en vano.

EL REY SKULE.-j Para ti el poder supremo cuan­do haya asentado el reino sobre sólidos cimientos!

220 IBSEN

Ocuparás el trono : la corona en la frente: los ha­bitantesde1 país se prosternarán a tu paso. (Se oye al lo lejos el cuerno guerrero.) j Ah! ¿ Quién está ahí? (Gritando.) ¿ Qué decía Pablo Flida? (Se di­rige corriendo hacia, el foro.)

PABLO FUDA .-(Entra. y grita.) j Llegó para nos­otros la última hor.a., Rey Sku1e!

EL REY SKULE.-·(Desconcertado.) ¿Los Birkebia­nos? ¿ El ejército del rey Hakon? ¿ Dónde están?

PABLO FUDA.-En número de muchos millares descienden por la pendiente de Ekeberg.

EL REY SKULÉ.-j Que los ' clarines congreguen los ~soldados ! . j Tocad! j Tocad sin tardar! Dame un consejo, ¿ dónde conviene atacarles?

PABLO FUDA.-Las iglesias tienen sus puertas abiertas para nosotros.

EL REY SKULE.-Te pregunto por los Birkebia­nos.

PABLO FUDA.-j Todos los puentes están abiertos ante ellos! \

EL REY SKULE.-¿ Qué hiciste, desgraciado? PABLO FUDA.-Obedecí a mi Rey. EL REY SKULE.-j Hijo mío! j Hijo mío! j Ay

de mí! j He perdido tu corona! PEDRO.-No, vencerás. Un pensamiento tan gran­

de y tan real no puede convertirse en la nada. EL REY SKULE.-·j Silencio! j Si1enc:o! (Se acerca

el ruido ' de los clarines y de los gritos . ) j A caba­llo! j A las armas! j Se trata de algo más grave que la vida o la muerte! (Se dirige corriendo hacia, el foro; todos le siguen .)

UN A CALLE EN OSLO

Casas bajas con cobertizos a los lados. En lonta­nanza, atrio de San Halvard que rodea un muro, el santuario cuya puerta está abierta. Es de no­che todavía; las tin :eblas se disipan poco a poco. Tocan las campanas. A 10 lejos, hacia la derecha, se oyen gritos de soldados que se mezclan a ruidos confusos.

HERALDO DEL REY SKULE.-(Llega, soPla en el cuerno y grita:) j A las armas! j A las armas, to­dos los guerreros de Skule!

(To ca d e nuevo el cuerno y se aleja. Po.co des­pués se le oye tocar de nuevo el cuerno y gritar en una calle vecina .. )

UNA MU]ER .-(Que aparece en el quicio de la; puer­ta.) j Dios mío! ¿ Qué pasa.?

UN HOMBRE DEL PUEBLo.-(Sale a medio vestir de una casa. d e enfrente y dice:) j Los Birkebianos en­tran en la ' ciudad! j El Rey Skule va a recibir el castigo de sus maldades!

UN GUERRERO DE SKULE.-(Desemboca por lal iz­quierda de una cane lateral, seguido de algunos con1-­p'aliel'os, llevando armas y ma.ntas bajo el braz o 'V

pugunta.) ¿ Dónde están los Birkebianos? OTRO GUERRERo.-(Desde la. v entana de una casa

a. la derecha. ) No 10 sé. EL PRIMERO.-j Silencio! i Oid! Deben estar cer­

ca del puente de Geite. EL SEGUNDO'-'j Corramos allí!

(Todos se dirigen corriendo a la derecha. Un ciudadano llega corriendo por el mismo sitio.)

CIUDADANO LO .-j Eh! Vecino, ¿ de d6nd~ venís?

222 IBSÉN ,

CIUDADANO 2.o.-De las orillas del río. Se ha en­tablado una lucha terrible .

LA MU]ER .-j Santos Olaf y Halvard! ¿ Son los Birkeb:anos o quiénes son?

CIUDADANO 2.o.-Los Birkebianos, naturalmente. El Rey Hakon los manda ; toda la flota echó el ancla cerca de los puentes; desembarcó con 10 me­jor de sus tropas, cerca del cabo de Ekeberg y ' se intern6 en tierra .

CIUDADANO r.o._Ya lleg6 la hora de vengarla matanza de Loka.

CIUDADANO 2.o.-.:....No 10 dudéis. CIUDADANO r.°.~Mirad; todos los Vo¡-belgianos

huyen. (Un tropel de guerreros de Skule pasa corrien­

do y busca refugio ha'CÍa la. derecha .) UNO DE LOS FUGITIVOS.-j A la Iglesia! No po­

dremós contener el avance de los Birkebianos, des­pués de su empuje de esta noche. (Entra.n en la ca­Pilla y atranc.a.n la. puerta interiormente.)

CIUDADANO 2 .o.-(Mi,ra,ndo hacia, la derecha.) Veo

allá, al final de la calle, una bandera. Debe ser la del Rey Hakon .,

CIUDADANO r.0.~j Mira,,! con qué rapidez se lar­gan los Vorbelgianos!

(Aparece otro tropel que sigue el mismo cami­no del primero.)

UNO DE LOS FUGITIVos .~Corramos a la iglesia e imploremos el perd6n. (Se precipitan al p6rtico.)

VOCES DE VORBELGIANos.~La · han atrancado por dentro.

EL PRIMERO.-Salvémonos por el camino de la Cruz. OrRO.~¿ Dónde está el Rey Skule? (Huyen hacia

lf1l derecha.) EL PRIMERO.-No 10 sé. Huyamos pronto. Ahí

e..tán los Birkebianós.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 223

(Apa,rece H akon, viniendo por la derecha, a, su lado el porta estandarte Gregario ]onsen, Dagfinn Bonde y algunos otros de sus par­tidarrios .)

DAGFINN BONDE.-¿ 0{s los gritos de reuni6n? Skule dispone sus fuerzas en batalla detrás de la iglesia .

UN VIE]o .-(Desde una torrecilla .) Tened cuida­do, noble Señor. Los Vorbelgianos están fuera de sí: luchan con la energía de la de~esperaci6n.

HAKON.-No me engaño. Es el viejo Guttrorm 1n­gesen. Antes combatisteis bajo la bandera de mi padre y de mi abuelo.

EL VIE]o.-j Ojalá pud:era todavía desenvainar la espada ppr vos!

HAKoN.-Tu edad no 10 permite. Además, no eres necesario. De todas partes vienen guerreros .a ofre­cerme el concurso de su brazo.

DAGFINN BONDE.-(Señalando un obje~o que se ve detrás del muro de la derecha.) j Ahí está la ban­dera del Duque!

GREGORIO JONSE5N.-Y el Duque, montado en su caballo blanco de batalla.

DAGFINN BONDE.-Hay que tomar esa puerta y cortarles la retirada .

HAKON.-j Tocad, tocad reunión! (El heraldo obedece .) Menos temías enronquecer, miserable pe­rro, cuando ejercfas tu oficio por dinero en el puen­te de Bergen .

(El cuerno vuelve a sonar; pero más fuerte que la primera vez.) (Numerosos guerreros invaden el atrio .)

UN VORBELGIANO.-(Huye hacia la iglesia, perse­guido por un birkebia,no .) i Grac:a! j Misericordia!

UN BIRKEBIANO.-No te daré cuartel, aunque te refugies al pie de los altares. (Le mata.) Me parece que tienes un manto magnífico al que he de hallar

224 IBSEN

pronto empleo. (Procura despojar el cadáver, pero da un grito y a.rroja el a,rma lejos de sí.) Señor, es la última vez que mi espada derrama sangre por vos.

DAGFINN BONDE.-¿Y te ,atreves a decirlo en es­tos momentos?

BIRKEBIANO.-Ni una gota/más. DAGFINN BONDE.-(Matándole.) En adelante, po­

drás ahorrarte ese trabajo. BIRKEBIANo.-(Setíalando el cadáver del vorbel­

giano.) Creía haber hecho bastante por el Rey, ma­tando a mi propio hermano. (Muere,)

HAKON .-j Su hermano! DAGFINN BONDE.-¿ Qué dice? (Se precipita al

ca:dáver del vorbelgiano.) HAKON .-¿ Es verdad? DAGFINN BONDE.-Sí. HAKON.--:(A terrado .) ¿ Saciastei~ vuestras mira­

das en los horrores de la guerra que nos vemos obli­gados a sostener? j Hermano contra hermano, pa­dre contra hijo! j Dios todopoderoso, que acabe esta era de terror!

GREGORIO JONsEN.-Ahí está el Duque: hace frente con energía salvaje a los guerreros del Yar1 Knut.

DAGFINN BONDE.-j Cerradles el paso par.a. que no lleguen hasta aquí, guerreros del Rey!

(Las personas colocadas en el interior del re­cinto formado por el muro de la iglesia ven -el espectáculo del combate. El tropel de los Vorbelgianos se abre paso hacial la izquierda, rechaza.ndo a los Birkebianos que defienden sus posiciones p·almo a palmo. El Rey Skule, montado en su caballo blanco de batalla, se aldelanta con la espada en aUo; Pedro con­duce al animal de la brida y tiene en la .ma,-no izquierda un crucifijo que eleva en el

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 225

a,ire. Pablo Flida lleva la bandera de Skule, en cuyo fondo se destaca un león de oro. V (Il a, Pie y sin hac ha de com bate .)

EL REY SKULE.-j Matadles a todos! j Que no haya cuartel! Acaba de presentarse un nuevo pre­tendiente de la corona.

Los BIRKEBIANOS.-j Otro pretendiente! HAKoN.-Skule Bordsen, partamos el poder. EL REY SKULE.-j O todo o nada! HAKON.-j Pensad en vuestra hija, h Reina! EL REY SKULE.-j Tengo un hijo! j Tengo un hi­

jo! j Sólo hay sitio para él en mi pensamiento! HAKoN.-También 10 tengo yo . La corona le per­

tenece si sucumbo. EL REY SKULE.-j Muera el hijo del Rey en don­

de se encuentre! j Matadle sobre el trono, al pie del altar, aunque esté en brazos de su m.a.dre!

H AKON.-j Acabas de pronunciar tu propia con­dena!

EL REY SKULE.-(A briendo sa:ngrienta brecha en torno suy o.) j Matad! j Matad! j N o dejéis nada en pie! j El Rey Skule tiene un hijo! j Matad! j Ma­tad!

(Continúa el combate hacia afuera y se pro­longa a la: iz quierda.)

GREGORIO JONSEN.-Los Vorbe1gianos se abren paso a través de nuestras filas .

DAGFINN BONDE.-Sí; pero s610 para evitar nues­tros golpes con la huída.

GREGORIO JONSEN.-j Ah ! j En nombre del cielo! Han dejado abierta la otra puerta y todos escapan por allí.

DAGFINN BONDE.-;.')ubamos hacia el camino de la Cruz. (Gritamdo.) j Seguidles! j No les perdáis de vista! j Yarl Knut! j Vengad la matanza de Loka!

HAKON .-¡ Ya lo oísteis! i Conden6 a mi hijo,

IBSEN

mi hijo inocente, que Dios destina a llevar la coro­na de Noruega, cuando no exista yO!

GUERRERos.-Lo hemos oído. HAKON.-¿ Qué castigo merece semejante blasfe·

mia? TODOS.-j La muerte! HAKON .-j Así sea! (Levanta la; mano en alto

para jurar.) Lo juro solemnemente. Skule Bordsen morirá por la espada, sea el que sea el lugar no con­sagrado al Señor en que podamos herirle.

DAGFINN BONDE.-Todo hombre de corazón leal deberá ejecutar esta sentencia ' de lIluerte.

UN BIRKEBIANo.-(Llegando p'or la izquerda .. ) El Rey Skule huye. ~

VARIOS HABITANTES.~j La victoria es de los Bir­kebianos! HAKON.~¿ Qué camino han tomado? UN BIRKEBIANo .. ~Pasaron por el camino de la

Cruz para subir la cuesta de Eidsvold. Casi todos tenÍ;an los caballos ensillados en las calles. Sino no hubieran podido salvarse.

HAKON .-j Demos gracias al Señor por el apoyo que una vez más nos ha prestado! La Reina no ne­cesita ya permanecer a bordo de la flota y puede pisar tierra firme sin temor.

GREGORIO JONSEN .-(Seña1lando a la derecha.) SeBor, allí viene. Se anticipó a vuestro deseo. HAKON.~(A los que están más cerca de él.) Me

queda la prueba más cruel; es una hija amante. Oid, no la dejéis adivinar el peligro que amenaza al niño. j Que vuestr.as voces, confundidas en una, prometan solemnemente velar por la vida del hijo de vuestro Rey, pero ella debe ignorar completa­mente 10 que pasa!

GUERREROs .-(Con gran emoci6n.) j Lo juramos! MARGRETTE .-(Entra por la derecha, seguida de

las mujeres de su acomparñamiento.) HakonJ espÓso

LÓS PRETENDIENTES DE LA CORONA 227

mfo, el cielo no te ha abandona'do. Has vencido y te encuentro sano y salvo .

HAKON.--Sí, alcancé la victoria . ¿ D6nde está el niño?

MARGRETTE.-A bordo del navío real, entre gen-tes seguras . .

HAKoN.-Hay que enviar algunos guerreros más. (Muchas personas se deslacan del grupo y

va.nse.) MARGRETTE . - Hakon, ¿ dónde está el Duque

Sku1e? HAKON .-Huye hacia las montañas . MARGRETTE .-j Vive todavía! Esposo mío, ¿ me

permites dar gracias al cielo por haber conservado su vida?

HAKoN.-(Sos leniendo un doloroso comba.te inte­rior.) Oye, Margrette . Nunca has dejado de ser es­posa fiel para mí; de permanecer a mi lado' en la buena y en la adversa fortuna y de revelarme te­soros de ternura . Ahora tengo el triste deber de car­gar sobre tu alma el peso de un terrible dolor; quis:era. librarme a esta necesidad, pero mi deber de Rey me impone ...

M ARGRETTE.-(Con ansiedad.) ¿Se trata del Du­que?

HAKoN.-Ningún pensamiento puede causarme más angustias que el de pasar lejos de ti los días que el c:elo me reserva. Sin embargo, si cuando te haya mostra!do la verdad desnuda, sin reticencias, no ves otra solución posible ; si no sientes el valor .

. de segu:r a mi lado y temes no poder soportar mi presencia con mirada serena, nos separaremos . Cada uno de nosotros vivirá en adelante para él solo y nunca se me ocurrirá censurar tu determinación .

MARGRETTE.-¿ Abandonarte? ¿ Cómo puedes te­ner semejante idea? Dame la mano.

IBSEN

HAKON.-No la toques. Acabo de lavantarla. en alto para prestar un juramento terrible.

MARGRETTE.-¿Un juramento? HAKON .-Que ha sellado en forma irrevocable la

sentencia de muerte de un hombre. MARGRETTE .-(Gritatndo.) ¡ Mi padre! ¡ Oh, pa­

dre mío! (Vacila, algunas mujeres de su séquito acuden

y la, sostienen.) HAKoN.-Sí, Margrette. En virtud de mis poderes

. reales, he condenado a muerte a tu padre. MARGRETTE.-¡ Siendo así, debi6 cometer un gran

crimen el 'día en que se hizo proclamar Rey! HAKON.-Sin duda alguna. En el caso en que

juzgues necesaria nuestra separación, me inclinaré ante tu voluntad.

MARGRETTE.-(Se acerCa al él y le dice ·con 1102

firme:.) ¡ Jamás! ¡ Soy tu mujer! ¡ Nada más que tu mujer! HAKON.~¿ Te encuentras con la fuerza necesa,­

ria? ¿ Has entendido y comprendido bien? Te repi­to que acabo de condenar a muerte a tu padre.

MARGRETTE.-Lo he entendido. Lo he compren­dido: Le has condenado.

HAKON.-Y, ¿no necesitas saber cuál fué su cri­men?

MARGRETTE.-Lo conoces tú y me basta .. HAKoN.-Pero la sentencia que he ¡;ronunciado

ha sido de muerte. MARGRETTE.-(Se arrodilla: ante el Rey y le besa

la mano.) ¡ Esposo mío! Mi noble Señor, has obrado en la pleIl;itud de tu sabiduría.

TiLÓN

ACTO QUINTO

Aposento en el Palacio Real de Nidaros. Puerta principal a la derecha. En pr:mer término, tam­bién a la derecha, ventana. A la izquierda, puerta de pequeña elevación. Empieza a. ser de noche. PABLO FLIDA, BORD BRATTIt y algunos, de los prin­cipales partidarios del Rey SKULE están cerca de la ventana y contemplan el cielo.

CORTESANO LO.-j Mirad el resplandor rojo! CORTESANO 2. o.-Se extiende a la mitad del hori-

zonte, semejante a. flamígera espada. BORD BRATTIt.-No lo esperéis; el, ejército no tie­

ne gran valor. UN VIEJO VORBELGIANO.-No es extraño. Después

de la huída de Oslo, el Rey Skule permanece reti­rado y no consiente ni en ver a sus hombres ni en dirigirles la palabra.

CORTESASNO LO.-Muchos, se preguntan en la ciu­dad si vive o si ha muerto.

PABLO FLIDA.-El Rey debe mostrarse al pueblo, cualquiera que sea el estado en que se halle; es preciso. Procura convencerle, Bord Bratte; va en ello nuestra salvación.

BORD BRATTE.-No conseguiré nada. Ya 10 he intentado.

PABLO FLIDA.-Voy a ver si tengo más suerte. (Se dirige a la puerta de la izquierda y llama.) Señor, debéis hoy mismo asumir el mando de todo. Esto no puede continuar así.

IBSEN

EL REY SKULE.-(Desae dentro.) j Estoy enfermo, Pablo Flida!

PABLO FLWA.-j Por el Todopoderoso, os compa­dezco si es así! El Rey Hakon remonta el fiord y puede, cuando quiera; desembarcar en Nidaros.

EL REY SKULE.--Ocupa mi lugar y encárgate de acabar con él. j Mátale a él y a su hijo!

PABLO FLIDA.--Señor, vuestra presencia es indis­pensable en nuestras filas.

EL REY SKULE.-No, no. La fortuna os será pro­picia y venceréis seguramnte si no os acompaño.

PEDRo.-(En traje de guerrero, llega por la de­recha,.) Los habitantes de la ciudad se agitan. For­man grupos numerosos y se agolpan a las puertas de Palacio.

BORD BRATTE.-Si el Rey no procura convencer­les, abandonarán su causa, en el momento en que más los necesita.

PEDRO.-j Bueno! Hará lo que queréis. (Dirigién­dose ha.cia la, puertal de la izquierda,.) Padre mío, los habitantes de Trondheim, tus partidarios más fieles, desertarán si no consigues infundirles nuevo valor. '

EL REY SKULE.-¿ Qué decía el escaldo? PEDRO.-¿ El escaldo? EL REY SKULE.-Sí; el islandés, muerto en Oslo,

combafendo por mi causa: «Nadie, tales fueron sus palabras, puede dar lo que no tiene.»

PEDRo.-Pero tú no tienes derecho a dar la co-rona, porque me pertenece después de ti.

EL REY SKULE.-Aquí estoy. PABLO FLIDA.-j Alabado sea Dios! EL REY SKULE.-(Aparece en el quicio de la puer­

ta; está Pálido y a,batido; sus cabellos han encane­cido bastante .) j No me miréis! No quiero que me veáis en el l3.ctUal estado de enfermedad. (A cercá,,~

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 231

dose a. Pedr,o .) ¿ Dejarme quitar la corona? ¡ Dios mío! ¿ Qué iba yo a hacer?

PEDRO.-¡ Ah, perdónome! Tus acciones están siempre inspiradas por tu plena sabiduría.

EL REY SKULE.-No, hasta ahora no fué así, pero desde este momento quiero dar pruebas de salud y de vigor. ¡ Quiero trabajar!

(Grandes gritos resuenan hacia fuera y parecen provenir de la. derecha .) ¡ Rey Skule! ¡ Rey Skule!

EL REY SKULE.-¿ Qué pasa? BORD BRATTE.-(A lal ventana.) Los habitantes

invaden el Palacio. La muchedumbre llena el patio. Ha llegado el momento de dirigirles la palabra.

EL REY SKULE.-¿ Parezco un Rey? ¿ Puedo aren­garles con este aspecto?

PEDRo.-Es tu deber, padre mío. EL REY SKULE.-Muy bien; así lo haré . (Se di­

rige a la ventana, aparta lal cortinal, pero la cierra P'recipitadamente y retrocede i1JSustado.) ¡ Veo la es­pada flamígera suspendida de nuevo sobre mi ca­beza !

PEDRo.-S:gnifica que por ti el Dios de la victo­ria ha desenvaninado su espada.

EL REY SKULE.-¡ Si fuera verdad! (Se aCerca a la ventana y grita .. ) Habitantes de Trondhiem, ¿ qué me queréis? Os devuelvo a vuestro Rey.

UN HABITANTE.-(Desde fuera . ) ¡ Partid! Si los Birkebianos os encuentran a.quí, derramarán la san­gre a torrentes y quemarán la ciudad por los cuatro costados.

EL REY SKULE.-No separaremos nuestros desti­nos. Fuí para vo~otros Rey amante y misericordioso y no os impuse jamás contribuciones de guerra.

UNA voz.-Y, ¿qué hiciste de la sangre vertida en Loka y en Oslo?

UNA MU]RR.-¡ Devuélveme a mi esposo!

mSEN

UN NIÑO.~j V a mí a mi padre y a mi hermano! OTRA VOZ.-j V a mí, mis tres hijos, Rey Skule! UNA voz.- Va no es Rey. El sepulcro de San Olaf

no presenció su coronación. MUCHAS VOCES.-j No! j No! j Nadie lo ha viste!

j No es Rey! EL REY SKULE.-(Ocultándose detrás de la cor­

tina,.) No fuí consagrado. No soy Rey. PABLO FLIDA.-Fué una desgracia que no saliera

el sepulcro de la iglesia el día en que os proclamas­teis Rey.

BORD BRATTE.~i los habitantes de la ciudad os abandonan, será imposible conservar Nidaros cuan­do lleguen los Birkebianos.

EL REY SKULE.-V se niegan a seguirme mientras las reliquias del Santo no figuren en la ceremonia de la consagración.

PEDRO.-j Bueno! j Que vayan a buscarlas a la iglesia y hazte proclamar Rey según marcan los ritos!

PABLO FLIDA .-(Encogiéndose de hombros.) V, ¿ cómo podéis imaginar semejante cosa ?

PEDRO.-N o hay nada imposible cuando se trata de su interés. j 'Que suenen las trompas para con­gregóar a la Asamblea y que traigan el sepulcro!

MUCHOS GUERREROS. ~ (Retrocediendo .) j Sacrí­lego!

PEDRo.-N o merezco ese nombre. j Venid! j Ve­nid ! Los hermanos de la Cruz están bien ,:lispuestos en favor del Rey Skule: darán su consentimiento.

PABLO FLIDA.-No lo harán, ni pueden hacerlo por el arzobispo.

PEDRO.-¿ Os tituláis partidarios del Rey y vaci­láis cuando se hallan en peligro tan graves intere­ses? Está bien; conozco otras personas que no va,. cilarán tanto. Padre mío, mi Rey, los monjes cede­rán. Para conseguirlo emplearé súplicas y oracio-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 233

nes. j Que congreguen la Asamblea! Nadie dudará en adelante de la legitimidad de .tu consagración. (Vase apresurada.mente por la derecha.)

EL REY SKULE.-(Radiante de alegría.) ¿ Le ha­béis visto? j Mi noble hijo! i Qué destellos brillaban en sus ojos! Sí, lleg6 para todos la hora de comba­tir y vencer. ¿ Con qué fuerzas cuentan los B:r­kebianos?

PABLO FLIDA.-No son tan numerosas que no po· damos vencerles con ayuda de los habitantes de 13 ciudad.

EL REY SKID,E.-Cuenta con ellos. Unos y otros debemos tener un solo pensamiento y unir nuestros esfuerzos para acabar esta terrible guerra. El cielo nos manifiesta claramente su deseo de terminar esta era de terror. Está irritado contra Noruega por las maldades de que ha sido teatro en estos tiempos. Una espada flamígera se agita por encima de nos­otros y se presenta todas las noches a las miradas de los hombres . Las mujeres se caen al suelo y dan a luz en las igles:as. El delirio se ha apoderado de sacerdotes y monjes: vagan a través de las calles y gritan que se acerca el fin del mundo. Sí, por el Dios Omnipotente, juro que es preciso librar la tierra de es.tos horrores con un solo y único es­fuerzo.

PABLO FLIDA.-¿ Qué 6rdenes me dáis? EL REY SKuLE.--Cortar todos los puentes. PABLO FLIDA.-Id y que la orden sea cumplida.

(Sale un co'ftesano.) EL REY SKuLE.-Reunid todos mis guerreros en

la península. ¡Ningún Birkebiano debe poner los pies en Nidaros !

PABLO FLIDA.-j Muy bien, Rey! EL REY SKULE.--Cuando el sepulcro del Santo

deje la iglesia las trompetas convocarán al pueblo al

234 IBSEN

Thing. Al mismo tiempo se reunirán el ejército y los habitantes de la ciudad.

PABLO FUDA.-(A uno de los guerreros.) Id y que suenen las trompas en todas las calles.

(Vase el guerrero.) EL REY SKULE.-(Dirigiendo desde la -venta11a la

palabra all pueblo .) Seguid siéndome fieles, vosotros, cuyas ruidosas lamentaciones demuestran crueles sufrimientos. La paz y la luz van a 'descender de nuevo sobre el país; volverán los hermosos días que señalaron el principio del reinado de Hakon, cuando los campos, todos los veranos, se cubrían dos veces de espigas. Seguid siéndome fieles; creed en vuestro Rey y cerrad obstinadamente vuestra alma a la duda. j Neces:to vuestra confianza! Yo velaré y combatiré por vosotros; por vosotros derramaré mi sangre y sucumbiré, si quiere el cielo que mi muerte sea el precio de vuestra salvación. j Pero no me abanJo­néis; no dejéis un solo instante de creer ! (Un grito agudo que PQlTece producido por el terror, resuena en medio de la muchedumbre .) ¿ Qué pasa?

UNA VOZ SALVA]E.-j Haced penitencia! j Haced penitencia!

BORD BRATTE.-(Mirando hacia afuera.) Es un sacerdote poseído del demonio.

PABLO FLIDA.-Desgarra sus vestiduras y se azota,. LA voz.-j Haced penitencia! j Haced penitencia!

i Se acerca el fin del mundo! MUCHAS VOCES.-j Huid! ¡Huid! i Ay de Nida­

ros! j Que gran pecado! EL REY SKULE.-¿ Qué ocurre? BORD BRATTE.-Todos huyen y retroceden como si

se hub'era presentado una fiera . EL REY SKULE.-Es verdad. (Con a:legría.) ¡Ah!

i Tranquilizáos ! Estarnos selvados. ¡Mirad! ¡Mirad! El sepulcro del rey Olaf está en el patio del palacio.

PABLO FUDA.-¿ El sepulcro del rey Olaf?

LOS PRETENDIENTES DE I.A CORONA 235

BORO BRATT~.-Sí, tenéis razón . EL REY SKULE.-Los religiosos me han sido fieles.

Jamás tuvieron ocasión de significarse por , un acto más meritorio.

PABLO FLIDA .~Oid; las trompetas llaman al Th;ng.

EL REY SKULIt.-Por fin voy a ser proclamado Rey con las fórmulas legales. ~oRo.-(Entra,ndo por la derecha.) Reviste el

manto real; el sepulcro está delante de la puerta. EL REY SKuLE.-Puedes vanagloriarte de h aber

salvado a un tiempo mi corona y la tuya. Daremos mil veces las gracias a los piadosos monjes por no ha- ' berse obstinado en la negativa . ~oRo.-¿Los monjes padre mío? Nada tienes que

agradecerles. EL REY SKULE.~¿ No te prestaron su concurso? ~oRo.-Excomulgaron al que se atreviese a tocar

las reliquias . EL REY SKULE.-¿ Fué el Arzobispo, entonces?

¿ Acabó por ceder? PEoRo.-El prelado fulminó anatemas aún más te­

rribles que los de los monjes. EL REY SKULE.-j Ah! Comprendo. Me restan

fieles servidores que no comercian con su fidelidad. Vosotros, helados de terror retrocedístels, vosotros que ocupáis los primeros puestos a mi lado; pero se hallaron mezclados en la muchedumbre, hombres que 'no vacilaron, por interés de mi causa, en cargar su alma con semejante pecado.

PEoRo.-Ningún leal se atrevió a realizar seme­j3.nte acto de fidelidad.

EL REY SKULE.-j Dios Todopoderoso! ¿ Salió por un milagr~ el sepulcro de la Iglesia? ¿A quién se 10 debo agradecer?

PEoRo.-A mí, padre mío. EL REY SKULIt.-{Gritando.) ¿ Tú?

IBSEN

TODos.-(Retrocediendo asustados.) i Sacrilegio! (Pablo Flida" Bord . Bratte y algunos otros

salen.) PEDRo.-Era necesario . Tu consagración con las

formas legales podía s610 impedir la deserción de to­dos los tuyos. Rogué, supliqué a los hermanos' de la Cruz, pero en vano. Entonces derribé las puertas de la Igles:a sin que nadie se atreviese a seguirme. De un salto, me planté en el altar mayor y agarré el asa del sepulcro, apoyando fuertemente mis rodillas contra el muro. Me parecía que un poder maravilloso me concedía fuerzas sobrehumanas. Cedió el sepul­cro; lo arrastré a través de la iglesia mientras los rayos de la excomunión llenaban el templo con su estruendo. Salí llevándolo. Todos retrocedían y huían ante mí. Cuando llegué al medio del patio del palacio el asa se desprendió. Aquí está. (La enseña.)

EL REY SKULE.-(Aniquilado por el terror, en voz baja .. ) i Sacrílego!

PEDRO.-i Lo hice por tí, por el triunfo del gran p,ensam:ento que germinó en tu cerebro real! Pero tú sabrás borrar la mancha y descargar mi concien­cia del pecaq.o. Tú. traerás la paz y disiparás las tinieblas. Y al amanecer para la patria un día res­plandec: en te de ' sol ¿ quién se acordará de que fué precedido por una noche tempestuosa?

EL REY SKuLE.-Tenías como una aureola sobre la frente en el momento en que tu madre te condujo a mí: Y ahora, en su lugar, me parece ver el resplan­dor siniestro de la excomunión que te ha fulminado.

PEDRo.-Padre, padre mío, no pienses en mí, no te preocupes de mi felicidad o de mi desgrada .. Cumplí tu voluntad. ¿ Cómo puede ser juzgada mi acción criminal?

EL REY SKULE.-Mi mayor deseo era hacerte creer en mí y tu fe se ha convertido en pecado.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 237

PEDRo.-(Con 'Voz salvaje .) j Lo h;ce por tí! j Lo hice por tí! Dios tiene que absolverme.

EL REY SKULE.-Puro y sin tacha, le dije a In­gebierg, y desafía al cielo.

PABLO FLIDA.-(Llegando.) Todo está en tumulto. El sacrilegio espantoso que acaba de cometerse ha llenado a los tuyos '<le terror. Se refugian en las iglesias.

EL REY SKULE.-j Que salgan! Es preciso. BORD BRATTE.-(Entrando .) Los habitantes de la

ciudad se sublevan contra nosotros. Asesinan a los Vorbelgianos en las calles, en las casas, en todas partes donde pueden alcanzarles.

UN CORTESANo.-(Acercándose.) En este momento los Birkebianos suben por el río a velas desplegadas.

EL REY SKULE.-j Que toquen reunión! Nadie debe abandonar su puesto de combate.

PABLO FUDA .-j Imposible! El terror les ha para­liza:do.

EL REY SKULE.-(Con desespera.ci6n.) j Pero yo no quiero sucumb:r ahora! Mi hijo no puede morir con un pecado mortal en su conciencia .

PEDRo .-No te preocupes de mÍ. Sólo importa tu salvación . Retirémonos al interior donde te son fieles.

EL REY SKULE.-Sí, huyamos . j Que los que quie-ran salv;ar la vida, me sigan!

BORD BRATTE .-¿ Por dónde? EL REY SKULE.-Por el camino del puente. PABLO FLIDA.-Todos los puentes se han cortado. EL REY SKULE.-¿ Dices que todos los puentes se

'han cortado? PABLO FLIDA .-Si hubierais seguido mi consejo en

Oslo, no hubiérais tenido que recurrir a tal extremo en Nidaros.

EL REY SKULE.-j Atravesemos el río! j Se trata de nuestra vida y de la salvaci6n de nuestra alma! ¡Huyamos!

IBSEN

(El Y Pedro se dirigen aPresurada,mente a la izquierda.)

BORD BRATTE.-Sí, más vale huir que no caer en manos de lds habitantes de la ciudad o de los Birke­bianos.

PABLO FLIDA.-j Huy,amos a la ventura! (Todos salen . El aposento queda un momento

1Jacío; de las calles de la ciuda,d llega lejano y confuso rumor. Un tropel de dudada,nos con a,rmas in1Jade poco a poco la escena por la puerta, de lq derecha.)

UN HABITANTE.-j Entremos'! Debe es,tar aquí. ÜTRO.-j Que muera! VARIOS.-j Que muera también el sacrílego.! UNA voz.-j Avanzad con precaución! j Se defen·

derán rabiosamente! EL PRIMERo.-Es inútíL Los Birkebianos ocupan

la calle. UN HABITANTE.-(Entran'do.) j Demasiado ta,rde!

j El rey Skule ha huído! MUCHOS.-¿ Por dónde? ¿ Por dónde? UN RECIÉN LLEGADo .-Probablemente se habrá

refugiado en alguna iglesia. Todas est:1n llenas de Vorbelgianos.

EL PRIMERo.-Sigamos su p:sta. El rey Hakon no se mostrará parco en agradecimiento ni en recompen­sas con el matador de Skule .

OTRo.-Aquí están los Birkebianos. UN TERCERO.-j Y el rey Hakon ! MUCHAS VOCES.-j Viva el rey Hakon Hakonsscen! HAKoN.-(Entra por la puerta de la .derecha, se-

guicio de Gregario ]onssen, de Dagfinn Bonde )' de muchos otros.) j $í, ahora os humilláis, hclbitantes de Trondhiem! Durante mucho tiempo hicisteis, (,du~a común con m:s enemigos.

HAm·I¡1NTE I.°-(DerodiLLas.) j Pcrdún, Scüür! j Skule Bordsen ha sido, tan cruel con nosotros J '

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 239

OTRo.-(En igual postura.) Nos oblig6; sino nun­ca le hubiéramos seguido

HABITANTE I.0-Se apoderó de nuestros bienes y nos obligó a combatir por su causa criminal.

HABITANTE 2.o_¡ Ah! Señor: era. un azote tanto para sus amigos como para sus enemigos.

MucHos.-Bí, la maldici6n cay6 con él sobre el país.

DAGFINN BONNDE.-La verdad habla en estos mo­mentos por vuestra boca .

HAKON.-Muy bien . Ya tendré ocasión de volve­ros a ver, habitantes de Trondh;em y de comunicaros mi voluntad. Pienso ser inflexible con los culpables, pero ahora tengo otras preocupaciones. ¿ Puede al­guien decirme dónde se ha refugiado Skule Eordsen?

VARIOS .-¡ En una iglesia, Señor! HAKON .-¿ Estáis seguros? VARIOS .-Sí, todos los Vorbelgianos han buscado

asilo. HAKoN.-(En voz baja, volviéndose al Dagfinn

Bond.e .) Hay que encontrar su rastro. Colocad cen­tinelas a la puerta de todas las iglesias de la ciudad .

DAGFINN BONDE.-Y si logramos encontrarle ¿ de­bernos matarle sin más dilac:ón?

HAKON.-(Con voz entrecorta.da por la emoci6n.) ¿ Matarle? ¡ [)agfinn! ¡ Dagfinn! ¡ Que cruel nece­sidad!

DAGFINN BONDE.-Señor, en Oslo lo jurásteis so­lemnemente .

HAKON.-Y todos los habitantes de Noruega me . reclamarán su muerte . (Volviéndose a, Gregario Jon­

sen y en forma en que s610 puede oirle él.) Ve; en otro tiempo fuiste su amigo; procura encontrarle y aconséjalo que se destierre voluntariamente .

GREGORIO J ONSEN .-( C on alegría,.) ¿ Vos consen­tís, señor?

HAlWN.-Por ,amor a mi santa y cariñosa mujer.

IBSEN

GREGORIO JONSEN.-Y si no huye ¿si no quiere o no puede?

HAKoN.-Me será imposible salvarle. Lo juro por el Todopoderoso: se cumplirá mi , palabm de Rey. ¡Ve!

GREGORIO JONsEN.--Obedezco y no olvidaré nada por complaceros. j Que el cielo ' conceda el éxito a mis esfuerzos! (Vase por la derecha.)

HAKoN.-Tú, Dagfinn Bonde, reune algunos gue­rreros seguros y llévalos al navío real. Escoltaréis a la reina y al niño hasta el claustro de Elgeseter.

DAGFINN BONDE.-¿ Crees, Señor, que estarán se­guros allí?

HAKON.-Más que en parte alguna. Los Vorbel­gianos se han encenado en las iglesias. Además así satisfago un deseo ardiente suyo: en Elgeseter en­contrará a su madre.

DAGFINN BONDE.-Sí, lo sé. HAKoN.-Presenta a la Re;na y también a la seño.­

ra Ragnhild mis cordiales saludos. Diles que cuando los Vorbelgianos caigan a mis pies implorando per­dón, tocarán a vuelo las campanas en Nidaros y anunciarán el retorno de la paz a Noruega. j Hasta mañana, habitantes de la ciudad! Mañana os presen­taréis a mí y seréis castigados por vuestras culpas.

HABITANTE I,0_j Ay de nosotros cuando luzca el sol! (Vase con su séquito .)

HABITANTE 2 .o_j Terrible será rendir cuentas~

HABITANTE I,0_j Nosotros que combatimos tanto tiempo contra Hakon, que fuimos los primeros en aclamar a Skule, cuando tomó el título de Rey!

OTRO.-Nos ,apresuramos en proporcionarle navíos yen pagarle un tributo de guerra; compramos todos los bienes de que despojó a los vasallos de Hakon.

HABITANTE I,0_j Ay de nosotros, mañana! UN CIUDADANo.-(LlegClJ corriendo de la izquierda.)

¿ Dónde está Hakon ? ¿ D6nde está el Rey?

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 241

HABITANTE l. o_¿ Qué queréis? EL RECIÉN LLEGADo.-Transmitirle un mensaje im­

portante. VARIOS.-¿ De qué se tr.ata? EL RECIÉN LLEGADO.-No puedo' comunicárselo

más que al Rey. VARIOS.-¡ Hablad! ¡ Hablad! EL RECIÉN LLEGADc.-Skule Bordsen huyendo se

dirige a Elgeseter. HAnrrANTE I.°-Es imposible. Se refugió en una

iglesia. EL RECIÉN LLEGADO.-El y su hijo atravesaron el

río en una balsa . HABITANTE I.°-Esta es una ocasión inmejorable

para 'desarmar la cólera de Hakon. HABITANTE 2.°-Sí, anunciémosle, sin perder tiem- '

po, dónde está su enemigo . HABITANTE LO-No, mejor aún. No le digamos

nada. Pero apresurémonos en ir a Elgeseter y en matar a Skule.

OTRO.-Sí, la idea no es mala. UN TERCERo.-¿Le siguieron muchos Vorbelgia­

nos a la otra orilla del' río? EL RECIÉN LLEGADO.-No; había-algunos hombres

solamente en la balsa. HABrrANTE l . O-Armémonos lo mejor que poda­

mos. Ha desaparecido todo peligro para nosotros ¡ Silencio sobre nuestros proyectos! Tenemos fnerza suficiente. ¡ Vamos .a. Elgeseter!

TODOs.-(Con emoci6n.) ¡ A Elgeseter! (Vanse preciPitadamente y se adelantan ex{!lo­

rando el terreno con prudencia,.)

16

BOSQUE DE ABETOS EN LAS ALTURAS QUE RODEAN A NIDAROS

Noche de luna. Sin embargo, los objetos colocados en último término aparecen envueltos en una nie­bla que de cuando en cuando los oculta .. Troncos de árbol y enormes peñascos cubren el suelo. El REY SKULE, PEDRO, PABLO FUDA y algunos vor­belgianos llegan al bosque por la izquierda.

PEDRo.-Ven, padre mío y descansa . EL REY SKULE.-Sí; el descanso, el descanso es

lo único que deseo. (Se deja caer sobre una piedral.) PEDRO.-¿ Cómo te encuentras? EL REY SKuLE.-;-Tengo hambre y estoy enfermo,

muy enfermo. Me parece ver en torno mío las som­bras de los que murieron antes que yo.

PEDRo.-(Le'Vantándose con sobresalto.) j Soco­rro L .. Un pedazo de pan para el Rey.

BORD BRATTE.-Aquí todos somos reyes porque se juega nuestra vida. j En pie, Skule Bordsen! Si eres digno del título que llev;as, deja de estar sentado y gobierna tu reino.

PEDRO.-j Ay de tí si te atreves a. burlarte de mi padre!

BoRD BRATTE.-Tus amenazas no me asustan. Es­toy seguro, pase lo que pase, que no he de escapar a la muerte . Nunca el rey Hakon perdonará a su antiguo vasallo haberle abandonado por seguir la fortuna de Skule. Tú debes encontrar una soluci6n para librarnos del m.al paso. Me siento capaz de cualquier esfuerzo desesperado si nuestro interés lo exige. .

UN VORBELGIANO.-¿No podríamos llegar a Holm y refugiarnos en el claustro?

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 243·

PABLO FLloA.-Mejor ir a Elgeseter. BORO BRATTn .-(lnterrumpiéndole bruscamente .)

Lo mejor es descender en busca del navío de Hakon y apoderarse del hijo del Rey.

PABLO FLlOA.-¿ Te has vuelto loco? BoRo BRATTg.-No; no existe para nosotros otro

medio de salvación y mi plan es de fácil ejecución. Los Birkebianos registran todas las casas y colocan centinelas a la puerta de las iglesias; imaginan que la rotura de los puentes nos ha impedido huir . Pro­ba'blemente Hakon no habrá dejado muchos guerre­ros a bordo de su flota. Si conseguimos apoderarnos del heredero del trono, su padre nos perdonará. ¿ Se mantiene inflexible? Su hijo muere. ¿ Quién quiere contribuir a la salvación de todos?

PABLO FLlOA.-Yo no, si debemos salvarnos a ese precio.

MucHos .-Ni yo, ni yo . hORO.-¿ N o hay otro medio de librar a mi padre

del peligro? BORO BRATTg . ...,.-¿ Estás d;spuesto a secundar mi

empresa? Pues bien. Sfgueme sin tardanza. Voy a los peñascos de illade donde acampa hoy la banda que encontramos en la vertiente de la colina; de todos los' Vorbelgianos son los que mejor saben de­fender su pIel. Atravesaron el río a nado sabiendo que ii se refugian en !:as iglesias, la santidad del lugar no desarmará la c6lera de sus enemigos. EilOS valientes no vacilarán en atacar los navíos del Rey. ¿ Quién quiere ser de la partida ?

. ALGUNOS OugRRgROS:-Yo, yo. hORo.-Es posible que te acompañe; pero antes

quiero dejar a mi padre en lugar seguro. BORO BRATTE.-Antes de amanecer, remontaremos

el río. Venid. Un camino directo nos conduce a Hiade.

244 IBSEN

(Se 1¡-a por la derecha con (lIlgunos de sus com­pañeros.)

PEDRO.~(A Pablo Flida.) No habléis de nada de' esto con mi padre ,: su espíritu está enfermo esta noche. Nosotros debemos resolver . Sólo puede sal­varnos el ' golpe de mano de Bord Bratte. Antes que sea ' de día el hijo del Rey estará en nuestro poder.

PABLO FLlDA.-Para encontrar la muerte . ¿ No véis que cargáis vuestra alma con un pecado?

No. ¿ Olvidas que, mi padre lo ha proscrito en Oslo? El niño es un ' obstáculo en su camino. Con­viene a todo trance apartar cuanto pueda impedir su marcha triunfal. Skule es el apóstol de una gran idea,capaz por sí sola de inmortalizar a un Rey ¿ Para qué preocuparnos de las existencias aisladas ni de los cadáveres con que deba sembrar su camino?

PABLO FLlDA.~i Infortunado para vos el día en que supísteis que teníais semejante padre! (E~cu­cha,ndo.) ¡Silencio! Echáos al suelo. Viene gente. '

(Todos se echan y desapa,recen tras los peñascos y los troncos de árbol. Se ve confusamente a través de los a;betos un trop'el compuesto por mitades de caballeros y p'eatones . Vienen del cam ino que desembocál a la izquierda y se di­rigen hada la derecha,.)

PEDRo.-Es. la Reina. PABLO FLIDA.-Sí, habla con Dagfinn Bonde. Si­

lencio. PEDRo.~Van a Elgeseter. El hijo del Rey va

con ellos. PABLO FLIDA.-Alhora pasan las ,' damas de la

Reina. , PEDRo.-Pero i sólo con cuatro hombres! En pie,

Rey Skule, la salvación de tu reino está asegurada. EL REY SKULE .~i Mi reino! Es tenebroso como

el ángel que declaró la guerra al Eterno. (Llega, p'or lal derecha un grupo de religiosos :)

LOS PRETENDIENTES .DE LA CORONA 245

UN HERMANO DE LA CRUZ.~¿ Qué voces son esas? ¿ Son tal vez partidarios de Skule?

PABLO FLIDA.-El rey Skule en persona. EL HERMANO.-(A Skule. ) j Bendito sea Dios que

os puso en nuestro camino, querido Señor! Supi­mos por varios habitantes de la ciudad que habíais ganado las montañ,as . Tampoco nosotros estamos seguros en Nidaros.

PEDRo.-Merec:steis la muerte el día en que os negásteis a entregar el sepulcro de San Olaf.

EL HERMANO.-El Arzobispo nos 10 había prohi­bido. Pero no por eso estamos menos dispuestos a servir. al rey Skule; su causa, vos 10 sabéis, fué siempre la nuestra . Traemos hábitos para vos y vuestros acompañantes . Ponéoslos. Así os será fá. cil refugiaros en un monasterio y procurar conmo-ver a Hakon. .

EL REY SKULE.-Sí, dadme un hábito. Mi hijo y yo debemos buscar ,asilo en un lugar consagrado al Señor. Mi intenci6n es llegar a Elgeseter .

PEDRO.-(En 'Voz baja al Pablo Flida.) Haz que mi padre llegue sano y salvo.

PABLO FUDA .-¿ Olvidáis que hay Birkebianos en Elgeseter?

PEDRO.-N o son más que cuatro; podréis ven­cerlos fácilmente y las murall,as del claustro os protegerán, si fracasáis, contra cualquier ataque de su parte. Ahora voy a buscar a Bord Bratte.

PABLO FUDA.-j Reflexionad antes! PEDRO.~No es a bordo del navío real sino en EI­

geseter donde los desgraciados, cuya cabeza ha sido pregonada, salvarán la corona de mi padre.

(ValSe preciptiadamente por la derecha.) UN VORllELGIANO.~(H ablando con un complltñero

en 'Voz baja.) ¿ Acompañas tú a Skule a Elgeseter? EL oTRo.-Silencio . No. Los Birkebianos están

ya.

IBSEN

EL PRIM~RO.-Yo tampoco iré pero resérvalo. EL HERMANO DE LA CRUZ.-Y ahora, en m.archa.

Vayamos de dos en dos, un monje y un guerrero. HERMANO 2. o-(Sentado en un tronco de árbol

detrás de los demás.) Yo me encargo del rey Skule. EL REY SKULE.-¿ Sabes el camino? HERMANO 2. o-No tenemos más que seguir la

carretera. HERMANO LO-No hay tiempo que perder; que

cada grupo tome un sendero distinto; nos encon­traremos en la puerta del claustro .

(Se 'Van por la derechal ca.mina·ndo a. tra'Vés de los troncos de árboles; las nubes se desga" rran y en el cielo obscuro se destaca el res­Plandor rojizo de un cometa.)

EL REY SKULE.-¡ Pedro! ¡ Hijo mío! (Retro­cediendo.) ¡ Ah! ¡ La espada flamígera! La veo de nuevo suspendida sobre mi cabeza.

EL HERMANo :~(Que se ha colocado detrás de él sobre un tronco de árbol.) Aquí estoy.

EL REY SKULE.-¿ Quién eres? EL H~RMANo.-Un antiguo conocido. EL R~Y SKULE.-Nunca ví palidez más cadavé­

rica. EL HERMANO.~¿ Mi aspecto nada te dice? EL REY SKUL~ .-¿ Eres tú quien quiere conducir­

me a Elgeseter? EL HERMANO.-Soy yo quien va a ponerte en ca·

mino del trono. EL- REY SKULE.-¿ Te crees capaz? EL HERMANO.~í; si quieres ayudarme. EL R~Y SKULE.-Y ¿ qué medio emplearás? EL HERMANo.-El que 'ya he empleado. Te condu­

ciré a la cumbre más alta de una montaña y te mostraré todos los reinos de la tierra y su gloria.

EL REY SKULE.-Mis sueños tentadores me hi· cieron ya contemplar el espectáculo.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 247

EL HERMANo.~Era yo quien te enviaba esos sueños.

EL REY SKULE.~¿ Quién eres? EL HERMANO.-El mensajero del primer preten­

diente de la corona que se elevó en el Universo. EL REY SKULE.-¿ Cómo? EL HERMANO.-El mensajero del primer Yarl, de

aquel que se atrevió a rebelar contra el imperio más poderoso y fundar un reino que no acabará con el Juicio final.

EL REY SKULE.-(G,ritando .) i El obispo Nicolás! EL HERMANo .-(Levantándose.) (1 ) Ya lo ves.

Somos antiguos conocidos. Para renovar los lazos de amistad vine a la tierra. Durante días y aiios juntos bogamos en el mismo esquife ' y el mismo viento hinchaba nuestras velas. A la hora ' de la separación suprema, me aniquiló el terror: ' dije adiós a la vida, en medio de tinieblas y de rugidos de tempestad. Un insaciable buitre clavó sus ga­rras en mi alma muerta . Imploré misas e hice echar las campanas al vuelo; compré a los monjes, pagán­doles muchas plegarias y cánticos. Les ordené que rezaran oraciones, cuyo número fué elevado, para más seguridad , de siete a catorce. i Trab ... jo inútil! i No pude franquear la puerta del Paraíso!

EL REY SKULE.-¿ Y te has escapado del infierno? EL HERMANO.--Sí, llego del reino subterráneo que

han pintado con tan sombríos colores. Puedes creer­me : hay mucha exageración en esas descripciones terroríficas y el calor de las calderas infernales es soportable.

EL REY SKULE.-Veo que aprendiste a hacer ver­sos, viejo jefe bagleriano.

EL HERMANO.-Sí; me hice poeta y además he

(1) Todo lo que dice el obispo, en adelante, hasta que desapare<:e, está en verso en el texto noruego.

IBSEN

enriquecido mi memoria con gran cantidad de pala­bras latinas. Ya sabes que el obispo Nicolás fué un mediano latinista. A,hora te desafío a que le encuen­tres rival. Es necesario poseer ese talento para figu­rar allá abajo y para alcanzar honores y dignidades. No hay derecho a ser ignorante siendo comensal frecuente de tantas almas amasadas con ciencia y sentándose a la mesa de Satán con cincuenta papas, quinientos ~ardenales y siete m il prelados.

EL REY SKuLE.-Saluda a tu ;amo de mi parte y dale las gracias por el precioso sentimiento de amis­tad que me testifica . Puedes decirle que es el único Rey que socorrió en su desgrac:a a Skule 1 de Noruega.

EL HERMANo.-Oye, Skule, el objeto de mi visita. El Soberano de las tiniebla~ posee numerosos ser­vidores que tienen distintas misiones que cU,mplir sobre la tierra, repartiéndose su superficie, según sus aptitudes. Noruega es mi lote porque sigo te­n iendo amigos. Hakon Hakonss~n. no es nuestro hombre: no le amamos y él nos desafía. Hemos de­cidido su caída y tu victoria: la corona de Noruega está destinada a ceñir tu frente.

EL REY SKULE.-j Ah! j Dámela! Cuando la 1 ~n­,ga en mi frente, ya me las compondré para escapar de vosotros .

EL HERMANO.-Más tarde hablaremos de eso. Es­ta noche hay que aprovechar un tiempo precioso. El hijo del rey Hakon duerme en Elges.eter. Si logr;as enredarle en las mallas de la muerte, el ene­migo desaparecerá ante tí como pluma que arras­tra el viento a lo lejos. Serás Rey y podrás descan­sar en la felicidad de la victoria.

EL REY SKULE.~¿ De la victoria? ¿ Estás seguro ? EL H;ERMANO.-Todos los ciudadanos de Noruega

piden a voz en grito la paz y exigen al Rey que deje tras sí un pretendiente de la corona, un des-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA .249

cendiente capaz de recoger la herencia ¡y,¡.terna . Por· que el pueblo está cansado de esta guema. de cien años. ¡ ,En pie, Rey Skule! Hay que comenzar la tarea esta noche. ¡ Hoy o nunca abatirás el ene­migo a tus pies! Mira el resplandor que alumbra las lejanas soledades del Norte; las nubes se divi­den, desgarradas por el huracán, y las barquillas entrechocan en las aguas tempestuosas del fiord; un terrible rugido surge de las profundidades sub­terráneas . Una sola palabra basta para que todo sea tuyo. Abre la boca y mil guerreros harán temblar el suelo bajo el peso de sus armaduras, mil navíos con velas resplandecientes surcarán el mar, mecidas por las olas.

EL REY SKULE.-¿ Cuál es la palabra mágica? EL HERMANo.-Poseerás el poder supremo y sólo

te pido, en cambio, que realices tu deseo más ar­Idiente; te pertenecerá el ¡y,¡.ís con sus ciudades y

\

rtalezas, si la corona de Noruega, después de tu uerte, es de tu hijo. EL REY SKULE.-(Le'Va.nta. la malno 'como para

restar juramento .) ¡ Mi hijo será,' " (Se interrumpe mscamente y dice con terror.) ¡ El sacrílego! ¡ To-

s los poderes reunidos en él! ¡ Ah ! ¡ Te compren­! Juraste la perdición de su alma. ¡ Atrás! trás! (El e'Va,ndo los brazos al cielo.) ¡ Ten pie­

d de mí, Dios que imploro en medio de mi espan­a desgracia! (Se desp.zoma en el suelo.) L HERMANO.-¡ Maldición! Hasta ahora, todo

n ía ido bien: creía tenerle preso en sus propias r s. Pero un rayo de luz vino de 10 alto. No ha­b contado con el Ser, desconocido para mí, que 10 izo brinar. La partida se ha perdido. Resigné. m os. Tengo tiempo de tornar el desquite: el p etuum mobile no ha dicho todavía la última pa ra . El poder que me confirió Satán suqsistirá a vés de los siglos extendiéndose a todos los que

IBSEN

nieguen la luz. Seré su jefe y su rey, de un extremo al otro de Noruega, aunque mi dominac:6n deba ser para ellos misterio insondable. (Retrocede al­gunos pasos.) Llegará el momento en que los norue­gos sigan a tientas el camino de la vida, vean obscl1-recerse el sentido interior y cierren su alma. a los sentimientos elevados; en que tengan una venda ante los ojos y vacilen según la fuerza de sus pa­siones, como caña al soplo del viento, perseguirán el honor, dejarán a la vulgaridad despleg,ar libre­mente su bandera y sólo estarán de acuerdo en perseguir el gen'o: entonces el obispo Nicolás re­cordará la misi6n que recibi6 de Satán y el viejo prelado Bagleriano volverá a escena.

(Desapatrece entre la niebla.) EL REY SKULE.-(Se levanta, guarda silencio,

procura reconocerse, medio aturdido.) ¿ Dónde está el enviado de las tinieblas? (Lev'antándose brusca· mente .) ¡Tentador! Tentador, ¿ d6nde estás? St fué. No importa. Me has enseñado el camino y El geseter es la primera etapa. (Vase por la. derecha

PATIO DEL CLAUSTRO DE ELGESETER

A la izquierda, capilla con puerta que da al patio; las ventanas están alumbradas. A la derecha, edificios de poca elevación y al foro, el muro del claustro con puerta cuyos cerrojos están echados. Espléndida luz de luna . Tres jefes Birkebianos están en pie en el dintel. MARGRETTtt, la señora RAGNHILD y DAGFINN BONDE salén de la capilla.

RAGNHILD. - (Como hablalndo consigo misma.) ¿ Dices que el rey Skule se ha refugiado en una igle­sia? j El! j Hu:r! j Acogerse al altar para im'plorar perdón, pedir tal vez que le salven la vida! j Oh ! j No! j N o 10 ha hecho! Pero Dios os castigará a vosotros que permitísteis que las cosas llagaran a tal extremo.

MARGRETTE.-Madre mía, buena y querida, ten calma . No sabes 10 que te dices. El dolor te hace hablar.

RAGNHILD.-j Oid, Birkebianos! j Si hubiera jus­ticia, sería Hakon Hakonsscen el que se arrastraría en estos momentos al pie de los altares, implorando la vida y la paz del rey Skule !

UN BIRKEBIANo.--Semej,ante lenguaje no puede , ser oído por vasallos fieles.

MARGRETTE.-Respetad el dolor de una mujer. RAGNHILD.-j El rey Skule condenado a muerte!

j Ay de vosotros! Pensad en lo que os espera el día que vuelva al trono.

DAGFINN BONDE.-No debemos preocuparnos de W1 acontecimiento tan imposible, señora Ragnhild.

MARGRETTE.-¡ Cállate! j Cállate!

IBSEN

RAGNHILD.~¿ Créeis que Hakon Hakonss,cen ha­rá cumplir la sentencia si llega a apoderarse del Rey?

DAGFINN BONDE.-El rey Hakon sabe mejor que nadie que un Rey no puede faltar a un juramento. RAGNHILD.~(A Margrette.) ¿ Y tú consagraste

a esa bestia sanguinaria tu fidelidad y tu ternura? ¿ Eres hija de tu padre? El castigo de Dios caerá sobre tí! i 'Atrás! i Atrás, !

MARGRETTE.-i Sea bendita tu boca, aunque hoy se abra para maldecirme!

RAGNHILD.-Voy a descender a Nidaros y :a lla­mar a la puert.a de la iglesia. Encontraré al rey Skule . Me tuvo lejos en-la época de su p:-osperidad; no me necesitaba. Hoy, no se irritará con mi pre­sencia. Abrid !:as puertas: voy a Nidaros.

MARGRETTE'- 'i Madre mía! i En nombre rlel Dios misericordioso!

(Llaman violentamente a la puerta, del claustro.) DAGFINN BONDE.-¿ Quién va? EL REY SKULE.-(Desde fuerllJ .) Un Rey . DAGFINN BONDE.-i Skule Bordsen! RAGNHILD.-i El rey Skule! MARGRETTE .-i Mi padre! EL REY SKULE.-'i Abrid! i Abrid! DAGFINN BONDE.-Esta puerta no puede ribrir.,e

para quien está fuem. de la ley. EL REY SKuLE.-Rep:to que es un Rey el que

llama: un Rey que no tiene techo que le ,'obijc y viene a buscar, en un edificio consagrado al Señor, refugio contra la muerte.

MARGRETTE·-i Dagfinn! i Dagfinn! Es mi padre el que habla en estos momentos.

DAGFINN BONDE.-(Se dirige a la puertal y abre un postigo .) ¿Venís muy acompañado?

EL REY SKuLE.-Me acompañan todos los qtíe me son fieles en la adversa fortuna.

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 253

DAGFINN BONDE.-¿ Y cuántos son? EL REY SKULE.-Ninguno. MARGRETTE.-j Está solo, Dagfinn! RAGNHILD.-j Que Dios te má1diga si le cierras

el camino del lugar santo! , DAGFINN BONDE.--Obedezco . Sea 10 que Dios

quiera. (A breo Los Bi-rk ebiamos se d escubren resp-e tuo-

sam.ente : S k ule entra en el patio del claustro.)

MARGRETTE .-j Padre mío! j Mi querido, mi des­graciado padre!

RAGNHILD. - (Se' colocaJ alpresuradamente entre él y los jefes B irk e biimos con expresión d e ex travío sa,lvaje . ) Fingís respeto a mi esposo: como Judas. os preparáis p.ara traicionarle . j N o os acerquéis! j Na­die le tocará , mientras conserve un soplo de vida!

DAGFINN BONDE.-Nilngún peligro le amen,aza aquí, en lugar consagrado al Señor.

MARGRETTE .-¿ y ni uno solo de tus partidarios tuvo valor para seguirte esta noche?

EL REY SKULE.-Pa rtí, escoltado por monjes y guerreros. Poco a poco fueron desaparec:endo por­que no ignoraban que los Birkebianos habían lle­gado ya a Elgeseter. Pablo F1ida fué el último en abandonarme : al llegar a la puerta del monasterio me dió el apretón de manos del adiós supremo, dándome las grac:as por todos .los favores que le hice mientras hubo Vorbelgianos en Noruega .

DAGFINN .BONDE.-(A los Birkebianos .) Entra,d, . montad la guardia en torno de la cuna' real. Mi deb(lr me llama a Nidaros ; qu:ero anunciar al Rey que Skule Bordsen está en Elgeseter . En un caso tan grave, sólo debe oirse la voz del Señor.

MARGRETTE.-j Dagfinn! j Dagfinn! ¿ Cómo pue­des pensar semejante crueldad?

DAGFINN IlONDE.-Obrando de otro modo, sería un

254 IBSEN

mal servidor de mi Rey y de mi patria. (A los suyos .) Cerrad la puerta detrás de mí. Velad por la vida del niño y no. abráis a nadie hasta que llegue nuestro Rey. (A Skule con emoci6n.) Adiós, Skule Bordsen, que el c:elo os conceda un fin cristiano . (V ase. Los Birke bianos atra.nciln la puerta y entran en la capilla.)

RAGNHILD .-j Puede venir Hakon! Yo no te abandonaré. Sentirás el cálido y t ierno abrazo de Ul1a mujer que no tuvo jamás la felicidad de estre­charte tan fuertemente en sus brazos!

MARGRETTE.-j Qué pálido y envejecido estás! Tienes frío.

EL REY SKULE.-No, pero estoy rendido de fa­tiga, de una fatiga mortal.

MARGRETTE.-Entra y descansa. EL REY SKULE.-Sí, la hora del descanso va a

sonar pronto p.ara mí. SIGRID.-(Desde la capilla.) j Por fin llegaste, her­

mano mío! EL REY SKULE.-j Sigrid! ¿ Tú aquí? SIGRID.-¿ No te acuerdas que te prometí ir a

tu encuentro el día en que, en tu extrema desgra­cia, tuvieras necesidad de los consuelos de tu her-mana? •

EL REY SKULE.-¿ Dónde está tu hijo, Margrette? MARGRETTE.-Duerme en la sacristía. EL REY SKULE.-ft,sí, pues, toda nuestra familia

está reunida en Elgeseter esta noche. SIGRID.-Sí, se encuentra después de larga se­

paraci6n y a través de muchas desgracias. EL REY SKULE.-06lo falta Hakon Hakonss.ren. MARGRETTE Y RAGNHILD.-(Con angustia y abra­

zá.ndole .) j Padre mío! j Esposo mío! EL REY SKULE.-(Fijando en ellas su miradct con

emoci6n.) ¿ Es posible que me hayrus amado tanto una y otra? Busqué lejos la felicidad sin pensar Un

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 255

solo instante que poseía un hogar domé~tico donde me hubiera sido fácil encontrarla. Pedí los goces del amor al pecado y al olvido de mis deberes, sin comprender que no hay necesidad de violar las leyes divinas y humanas para tener esa felicidad. Y tú, Ragnhild, esposa que ofendí tantas veces con mis desdenes, llegas a la hor,a suprema para rean:marme con tu tierno y cálido abrazo y tiemblas por la vida del hombre que no hizo jamás brillar un rayo de sol en tu camino .

RAGNHILD.-j Tú culpable! j Sku1e, no 10 digas! ¿ Crees que me hub' era atrevido nunca a pedirte cuentas de tu conducta? Fuí siempre indigna de atraer tus miradas, noble esposo mío. Nada de 10 que haces puede pesar Sobre tu conciencia.

EL REY SKULE.-¿ Tan firme ha sido tu fe en mí, Ragnhi1d?

RAGNHILD.-Sí, desde que nos vimos por prime­ra vez.

EL REY SKULE.-(Con exaltaci6n.) i Cuando ven­ga Hakon, le pediré perdón, cariñosas y tiernas mu­jeres! j Es tan hermoso vivir!

SIGRID .-(Con terror .) j Skule, hermano mío! j Ay de ti si te apartas esta noche del cam: no recto!

(Tumulto fuera; se oye en seguida llamar a la puerta.)

MARGRETTE.-j Oid! j Oid! ¿ Qué significa esta invas:6n?

RAGNHILD.-¿ Quién llama? VocEs.-(Desde fuera.) ¡ Habitantes de Nidaros!

'j Abrid! j Skule Bordsen está ahí! ¡ Lo sabemos! EL REY SKULE.-Es verdad. ¿ Qué queréis? VocEs .-(Desde fuera .) Sal, miserable, tu última

hora ha llegado. , MARGRETTE.-¿ Y vosotros, hab;tantes de Nida­

ros, os atrevéis a proferir semejantes amenazas? UNA voz.-El Rey Hakon 10 condenó en 0610.

IBSEN

OrRA.-Todos tienen la obligación de matarle. MARGRETTE.-..soy la Reina y os ordeno que os

alejéis. UNA voz .~Es la hija de Skule Bordsen y no la

Rein~ la que habla así. OTRA.-No os toca decidir de su vida o de su

muerte: el Rey le condenó. RAG:NHILD.-Entra en la iglesia, Skule. Por el

amor del Dios de misericordia, que esos brutos san­guinarios no te encuentren.

EL REY SKULE'.:..--..sí, tienes razón. No quiero caer a golpes del populacho que' sitia la puerta. j Espo­sa! j Hija mía! He hallado la paz y la luz. Procu­remos conservarlas el mayor tiempo posible. (Se dirige a la capilla.) ,

PEDRO.-(Cuya voz se oye d'esd:e, fuera y por la derec ha.) j Padre mío! j Mi Rey! j 'Estás a dos pa­sos de la victoria!

EL REY SKULE.~(Gritando . ) j El! j El! (Se deja ca'er en los escalones de la iglesia.)

RANGHILD.-¿ Quién es? UN CIUDADANO.-j Mirad! j Mirad! j El sacríle­

go trepa al techo del claustro! OrROS.-j Apedreadle! j Apedreadle! PEDRo.-(Aparece al extremo del del techo y sa,l­

ta al patio.) Buenos días, padre ,mío. EL REY SKULE.-¿ Tú? Te habí.a olvidado. ¿ De

dónde vienes? PEDRO.-(Con voz salvaje.) ¿Dónde está el hijo

del Rey? MARGRETTE.-j El hijo del Rey! EL REY SKULE.-(Leva.ntándose brusca'mente .)

¿ De dónde vienes? j Contesta! PEDRO.-De los peñascos de Hlade. Comuniqué a

Bord Bratte y a otros Vorbelgianos que el hijo del Rey estaba esta noche en Elgeseter. MARGRETTE.~i Dios mío!

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 257

EL REY SKULE.-¿ Tú has hecho esto? ¿Y qué? PEDRo.-Reúne su gente para llegar al claustro ,

Mujer, ¿ dónde está el hijo del Rey? MARGRETTE.-(Que se ha; colocado ante la puer­

ta de la iglesia.) Duerme en la sacristía. PEDRO.-j Aunque tuviera por lecho el altar! Ro­

bé el ataúd de San Olaf y no temo hacer otro tanto con el hijo del Rey .

RAGNHILD .-(A Skule, con voz vibrante .) ¿ Y ese es el hombre que has amado?

MARGRETTE.-j Padre mío! j Padre mío! ¿ Cómo pudiste borrarnos a todos de tu corazón para no acordarte más que de él?

EL REY SKuLE.-Era puro como el cordero de Dios cuando la mujer arrepentida me lo entregó. Su fe en mí le convirtió en el monstruo que veis.

PEDRo.-(Sin oirle ,) j Robad al niño! j Matadle, aunque sea en brazos de la reina! Asi lo orden6 el Rey Skule en Oslo .

}'1ARGRETTE.-j Qué pecado! j Qué horrible blas­femia!

PEDRO.-j Lo ha mandado mi padre! j Hasta un Santo ¡uede obedecerle! Skule es Rey porque en su alma germina el gran pensamiento real.

Los CIUDADANOS,-(Golpeando la puerta.) j Sal con el sacrílego o arderá el claustro por los cuatro lados!

EL REY SKULE .-(Como dominaldo por p'oderosa resoluci6n.) j El famoso pensamiento! Sí, él enve­.nenó tu alma tierna y joven. Debía devolverte puro y sin mancha a tu madre; tu fe en mí, comunicán­dote una energía salvaje, te condujo de falta en falta, de pecado mortal en pecado mortal. j Ah ! Tu salvación está aún en mis manos; tengo un medio de salvarnos a todos. (Con voz vibrante, di­rigiéndose al foro .) Paciencia, habitantes de la ciu­dad, voy a salir,

IBSEN

MARGRltTTE.-(Con terror, cogiéndole la mano.) j Padre mío! ¿ Qué vas a hacer?

RAGNHILD.-(Abrazándose QI él.) j Sku1e! SIGRID.-(Las apiarta y grita, radia,nte de ale­

gría,.) j Atrás! j Atrás, mujeres! Su pensamiento va a remontarse.

EL REY SKULE.-(A Pedro con 1JOZ serena y fir­me.) Viste en mí al ungido del Señor, al que debía realizar en Noruega una obra digna de la patria y de un Rey. j Mira a tu padre con más atención, po­bre extraviado! Las plumas reales con que me ha­bía adornado, no me pertenecían, las había robado ... Hoy me despojo de ellas y las deposito en tierra, una a una.

PEDRO.-( Con angustia.) j Padre mío! j Padre mío, no pronuncies tales palabras!

EL REY SKULE.-E1 gran pensamiento era de Ha­kon y no mío. El sólo recibió la fuerza del Todo­poderoso para convertirle en realidad. Fuíste jugue­te de un espejismo. No pienses ya en tu padre, sino en la salvación de tu alma.

PEDRo.-(Con 1JOZ angustiosa .) j El pensamiento era de Hakon!

EL REY SKULE.-j Soñé en ocupar el primer pues­to de mi patria! jDios mío, mira! j Me humillo ante ti como la última de las criaturas humanas!

PEDRO.-j Señor, permíteme que deje esta tierra! j Que tu castigo caiga sobre el culpable! Pero arrán­cale al mundo en que sólo es un miser;able huér­fano. (Se desploma en los escalones de la iglesia.)

EL REY SKULE.-Tuve un amigo que derramó su sangre por mí en el campo de batalla de Oslo. El hombre, me dijo, puede inmolarse al destino de otro, pero debe, si se decide a vivir, conservar toda su fuerza vital al s.ervicio del propio destino. Nada tengo que hacer en la tierra; me es imposible vivir para Hakon, pero puedo en cambio, morir por' él.

MARGRETTE.-j No, jamás!

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 259

EL REY SKULE.-(La: coge la mano y la. mira con ternura.) ¿ Amas a tu esposo, MargTette?

MARGRETTE.-Más que a nada en el mundo . EL REY SKULE.-Le perdonaste después de haber

pronunciado mi sentencia de muerte . ¿ Persistirías en tal sentimiento si hidera ejecutar la sentencia?

MARGRETTE.-j Dios mío! j Dame valor! EL REY SKULE.-Responde, Ma rgrette. MARGRETTE.-(En 'voz baja y temblorosa .) No,

no; nos separaríamos; me seda imposible soportar su vista.

EL REY SKULE.-Apartarías de su vida y de la tuya la antorcha resplandeciente que debe alumbrar una y otra. Tranquilízate, MargTette , no necesita­rás hacer semejante sacrificio.

RAGNHILD.-Destiérrate de este país, Skule; te seguiré adonde quieras hasta eldfa en que me lo prohibas.

EL REY SKULE.-Hay entre nosotros una sombra que constantemente nos recordará la realidad. Sólo esta noche empecé a conocerte. No . debe empañar nuestro afecto ninguna nube: mujer cariñosa y fiel, 10 mejor es renunciar a la vida en común en esta tierra .

SIGRID.-j Hermano mío! j Mi rey! Ya veo que no necesitas a tu hermana. Tus ojos saben distin­guir el camino verdadero .

EL REY SKULE.-Algunos seres fueron creados para vivir, otros para morir. Mi pasión me arras­traba hacia un fin que no era el marcado por la

. mano de Dios. Así, hasta hoy, no pude ver clara­mente el camino que debía seguir . Dejé escapar de mis manos la amante y apacible vida de familia v no puedo alentar la esperanza de recobrar la · feli­cidad perdida. Pero reparar el mal que hice a. Hakon, librándole de un deber real cuyo cumplimiento le alejaría de lo que más quiere en el mundo. LO!? ha-

tBSEN

bitantes de la ciudad sitian la pUerta ~ no esperaré la llegada del vencedor. Los Vorbelgianos están cerca; mientras yo ' viva, intentarán realizar su proyecto, me sería imposible, Margrette, salvar a tu hijo si me encuentran aquí. j Alzad los ojos al cie­lo ! ~irad: la espada ftamígera s,uspendida sobre mi cabeza palidece y se borra . j Sí! j Dios habló y lo comprendí! Me anuncia que su ira contra mí se ha desvanecido. No es en el atrio de Elgeseter donde me arroj.aré a los pies de un Rey de la tierra y le pediré perdón de rodillas. Voy a subir a la Iglesia de 10 Alto, a la que tiene por cúpula la bóveda estrellada y a implorar al -Rey de Reyes el perdón y el olvido de mis pecados.

SIGRID.-j No le contrariéis! j No os opongáis a la voluntad de Dios! El día empieza, la luz se ex­tiende a la vez por Noruega y por su alma dolorida. ¿No permanecíamos nosotras, pobres mujeres mie­dosqs, encerradas en nuestros .aposento~ obscuros, en que el terror nos paralizaba, y en que procurá­bamos escondernos por los rincones para que no llegaran a nuestros oídos los ecos de lo~ horrores que se cometían fuera, de las sangrientas hazañas que se realizaban de un extremo al otro del país? ¿ No nos visteis, pálidas y como petrificadas en ·el suelo de las iglesias, cuyo dintel no nos atreVÍamos a pasar, ' semejantes a los discípulos de Cristo, que no se atreVÍan a entrar en Jerusalén mientras el fú­nebre cortejo se encaminaba al Gólgota? Vuela muy alto y, j ay del que intente detenerte!

RAGNHILD.-j Ve en paz, esposo mío! Vuela al lugar donde no pueda subsistir ninguna sombra el día en que no~ hallemos bajo la mirada de Dios! (Entra precipitadamente en lal caPilla.)

MARGRETTE.-j Padre mío! j Adiós! j Adiós, mil veces! (Sigue a. Ragnhild.)

SIGRID.-(Abre la puerta de lal iglesia y grita':)

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 261

j tAcudid vosotras! j Acudid todas! Unid vuestras plegarias; que vuestros cánticos se eleven al cielo, anunciando al Señor la llegada de Skule Bordsen, el pecador arrepentÍ do que se aleja 'de una tierra en que no ha dejado de marchar por el sendero del mal.

EL REY SKULE.-Sigrid, hermana fiel, saluda de mi parte al Rey Hakon . Puedes decirle que en mi última hora no sé si es de sangre real, pero estoy seguro de que es el elegido de Dios.

SIGRID.---Cumplir~ tu deseo. EL Rsy SKULE.-Y te doy otro encargo. Allá, en

el Norte, en Hologoland, vive una mujer arrepen­tida. Dila que su h ijo la ha precedido a la tumba: me siguió en el momento en que el peligro supremo amenazaba su alma ..

SIGRID.--Cuenta conmigo. EL Rsy SKULE.-Agrega que no pecó su corazón

y que irá seguramente, puro y sin mancha, ' al en­cuentro de su madre.

SIGRID.-Obedeceré. (Seiialando al foro .) j Oye, fuerzan la cerradura!

EL Rsy SKULE.-(Extendiendo el brazo en direc­ci6n a la capilla.) ¿ Oyes? Sus cantos se elevan para implorar de Dios perdón y misericordia.

SIGRID.-¿ Oyes? ¿ Oyes? j Echaron a vuelo las campanas en Nidaros!

EL REY SKULE .-(Sonriendo melanc6Iicamente .) j ,Es el toque de agonía de un Rey!

SIGRID .-j No, anuncian tu coronación, la verda­dera! Adiós, hermano mío . j Que tu sangre, como manto de púrpura, envuelva tus espaldas y oculte a los ojos del Eterno los pecados que cometiste! j Entra en la iglesia grande! j Recibe la corona de la vida!

(Entra preciPitadamente en al caffrilla.) (Los cantos y el repique de campa.nas continúllIn oyéndose hasta el fin del acto .)

IBSEN

VocEs.~(Desde fuera,.) j La cerradura ha saltado I j No nos obligues a violar el ,derecho de asilo!

EL REY SKULE.-Ya salgo. Los CIUDADANOS .-j También esperamos al sacrí-

lego! . EL REY SKULE~-Me sigue. No temáis . (Dirigién-·

dose a Pedro.) Hijo mío, ¿ estás dispuesto? PEDRo.-Sí, padre mío. EL REY SKULE.-(Levantamdo su mirada al cielo . )

Señor, soy un ' pobre infortunado : mi vida. es el solo bien de que dispongo, pero t6ma1a y salva el gran pensamiento real de Hakon. Ahora, dame la m.ano.

PEDRo.-Aquí está, ¡)adre mío. EL REY SKULE.-¿No temes lo que nos espera? PEDRo.-No, padre mío, nada temo estando a tu

lado. EL REY SKULE.~Nunca pudimos ir juntos por un

camino tan seguro . (A bre la puerta: los ciudadarz,(Js, apiñados a la entrada, les esperan blamdiendo las IlIrmas.) Aquí estamos. Salimos PQr nuestra propia voluntad, pero no nos hiráis en la cara . (Salen de laJ mano. La puerta vuelve a, cerra<rse.)

UNA voz .-j No os fijéis donde herís! j Herid don­de podáis!

LA voz DEL RÉY SKULE.-Es indigno portarse así con los jefes. '

(Se oye ráPido choca,r de armas y la caídal jJe­sada de dos cuerpos; todo queda un momento en silencio.)

UNA voz.~j Están muertos! (Resuena la trompa real.)

OTRA voz.-El Rey Hakon se acerca, seguido de su corte. ' TODOS :~j Gloria a vos, Hakon Hakons~n, ya

no tenéis enemigos! GREGORIO JONSEN.-(Se para un momento, con-

LOS PRETENDIENTES DE LA CORONA 263

templa el cadáver y dice:) ¡ Demasiado tarde! (En­tra, en el monaster,io .)

DAGFINN BONDE.--¡ Pobre Noruega si hubieseis llegado antes! (Grita.) Entrad, Rey Hakon.

HAKoN.-(Parándose .) El cadáver está en mi ca­mino.

DAGFINN BONDE.--Si Hakon Hakonsscen quiere proseguir su marcha triunfal que pase por encima del cadáver .

HAKoN.--Sea. ¡ En el nombre de Dios! (PalS"a por encima del cadáver y entra.)

DAGFINN BoNDE.-Por fin tenéis las manos libres y os podéis consagrar al cumplimiento de vuestros deberes reales. Allí están los seres que os son que­ridos y las, campanas de Nidaros anuncian la vuelta de la paz a Noruega. Eh el dintel de la iglesia yace el ' hombre que fué el principal obstáculo, de , vues­tro camino.

HAKoN.-Todos le han juzgado mal, Su vida en­cerraba un enigma.

DAGPINN BONDE.-¿ Un enigma? HAKoN.-(Le coge del brazo y le dice en voz

baja.) Skule Bordsen fué en la tierra el hijastro de Dios; este es el enigma extraño que nadie supo adivinar.

(Se oyen más cla,ramente los ClItntos de las mu­jeres congregadas en la capilla. Las campa­nas de Nidaros voltean alegremente .)

TELÓN

4'00 pe setas Printed in Spain

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