LA COMPETENCIA CONCURRENTE EN EL DERECHO MERCANTIL … · Derecho Mercantil Mexicano adquirió...
Transcript of LA COMPETENCIA CONCURRENTE EN EL DERECHO MERCANTIL … · Derecho Mercantil Mexicano adquirió...
1
PARTICIPACIÓN DE LA SEÑORA MINISTRA OLGA SÁNCHEZCORDERO DE GARCÍA VILLEGAS, EN EL FORO DEREFLEXIÓN SOBRE LA COMPETENCIA CONCURRENTE ENMATERIA MERCANTIL, ORGANIZADO POR EL INSTITUTO DELA JUDICATURA FEDERAL, EN EL AUDITORIO DEL MISMOINSTITUTO, EL 21 DE SEPTIEMBRE DE 2005, EN LA CIUDADDE MÉXICO.
LA COMPETENCIA CONCURRENTE EN EL DERECHO MERCANTIL.
Un breve esbozo.
Me complace profundamente asistir con
ustedes el día de hoy a este evento. Siempre
es muy grato corresponder a la gentileza de
una invitación, con una charla entre colegas,
que así es como espero resulte este
encuentro. Máxime que, como en el caso, se
trata de una cordial invitación de mi querida
juez Irma Rodríguez.
Esta mañana me ha parecido interesante
conversar con ustedes acerca de la evolución
2
de la competencia procesal en materia
mercantil en México, asunto que, en la
investigación que hemos llevado a cabo para
preparar esta ponencia, ha resultado
sumamente interesante.
Quisiera anticiparles que habremos de
ocuparnos, al tratar este tema, casi
exclusivamente de dos cuestiones: la
necesaria y muy dinámica evolución
económica y el elevado número de juicios en
la materia; cuestiones que han resultado
determinantes en el rumbo que ha seguido
el establecimiento de la competencia
jurisdiccional para conocer de juicios
mercantiles. Lo haremos, básicamente,
explorando los antecedentes históricos de la
competencia en materia mercantil.
3
Pues bien, como es de todos ustedes
sabido, la evolución económica determina
una tendencia de las normas sustantivas
hacia la unificación y podría afirmarse,
incluso, que hoy en día no sólo se camina
hacia una unificación nacional sino a una
unificación global con vistas a un derecho
internacional más o menos uniforme. Por
otra parte, dado el elevado número de juicios
existentes en la materia mercantil, se ha
trazado históricamente un camino que ahora
permite la concurrencia jurisdiccional, esto
es, como ustedes lo saben, la posibilidad de
que de un mismo asunto pueda conocer el
juez local o el juez federal.
Sin el ánimo de ocuparnos de las
múltiples aristas que esta afirmación en sí
4
misma encierra, pues no nos alcanzaría el
tiempo que amablemente nos ha sido
concedido, comenzaremos con la esencia de
nuestra charla: los antecedentes históricos
de la competencia en materia mercantil.
El derecho comercial, o más
ampliamente denominado Derecho
Mercantil, es, como lo señala nuestro
estimado maestro Don Jorge Barrera Graf1,
“una ciencia joven en relación con el viejo
derecho civil reglamentado y perfeccionado
por el derecho romano…surge como
consecuencia necesaria de la evolución
económica y de la libertad de comercio y de
asociación; solamente en la Mitad de la Edad
Media, cuando las condiciones económicas y
políticas de Europa, y principalmente de 1 Barrera Graf, Jorge. Tratado de Derecho Mercantil. México. Porrúa.1957, Págs. 44 y siguientes.
5
Italia, hicieron posible el intercambio de
bienes, mediante el conocimiento y la
ampliación de las necesidades de los
particulares, la exigencia de satisfacer
dichas necesidades, la posibilidad de
transportar e intercambiar productos y el
establecimiento y la difusión de la moneda ,
fue posible el nacimiento y el desarrollo de
un sistema de derecho mercantil.”
Surgen así, de estas condiciones,
específicamente en la Italia de la Edad
Media, los gremios, que van generando la
distancia suficiente para que florezcan las
normas mercantiles diferenciadas de las
civiles. Dichos gremios, forman un frente
común ante la nobleza y “…dictan normas y
reglas para su gobierno interno y
6
transacciones; el contenido de estas normas
lo dan los usos y las costumbres de las
relaciones comerciales mismas; por esto,
puede afirmarse que en su origen el derecho
comercial es profesional o subjetivo, por una
parte, y consuetudinaria por otra. Lo uno
hizo posible la constitución de un derecho
especial frente al derecho común; lo otro
permitió la creación de un derecho
homogéneo internacionalmente.”
Posteriormente en Francia, la actividad
comercial asentó la piedra angular del
moderno Derecho Mercantil, el Código
Merchant francés de 1673, mismo que
inspiró a los códigos de otros estados.
7
Pues bien, esta herencia europea, llegó a
México, vía España, a través de las
ordenanzas de Burgos de 1538, las de
Sevilla de 1554 y, posteriormente, las de
Bilbao de 1737.
Ninguna de estas ordenanzas tuvo fuerza
obligatoria ya que no estaban sancionadas
por el poder público, pero de hecho su
aplicación fue real y constante. Yo, entre
broma y veras, como se dice de manera
coloquial, he dicho que, hasta épocas y
reformas muy recientes, nuestras normas
mercantiles habían sido, prácticamente, las
Ordenanzas de Bilbao.
Como es evidente, el derecho mercantil
de la Nueva España que dio nacimiento al
8
derecho mercantil mexicano, gozó por ello y
desde la conquista, de un sistema de
normas codificadas, por lo que se refiere al
derecho sustantivo. Sin embargo, en el
aspecto jurisdiccional, tal como lo indica
Roberto Mantilla Molina2, los tribunales
mercantiles, que recibían el nombre de
consulados, conocían de las diferencias y
debates entre mercaderes, sus compañeros y
factores, hasta que, en 1539, el Rey
reconoció facultades a la Casa de
Contratación de Sevilla y en 1581 surgió la
Universidad, confirmada por Real Cédula del
monarca en 1594.
Pues bien, uno de los consulados más
importantes fue el de la Ciudad de México,
que data de 1592, cuyos criterios formaron 2 Mantilla Molina, Roberto. Derecho Mercantil. México, Porrua, 1959, pág. 11.
9
el derecho mercantil de la Nueva España y
sentaron las bases para las prácticas
mercantiles del México Independiente. En
esa época, por notorias razones que tienen
que ver con la propia naturaleza del reino de
la Nueva España, la jurisdicción no tenía
divisiones locales o federales, por lo que la
competencia procesal era única.
Con la necesaria cita del Maestro Barrera
Graf,3 continúo con esta síntesis histórica:
“Obtenida la independencia de México en
1821, por decreto del Congreso de 16 de
octubre de 1824 se abolieron los consulados;
aunque la extinción del de Guadalajara fue
un posterior…” Asimismo, los Tribunales de
Minería, que se diferenciaban de los 3 Op cit. Barrera Graf, Pág. 73.
10
mercantes y los maritimos, se abolieron por
decreto de marzo de 1826. Sin embargo, los
diversos ordenamientos del derecho español
antiguo, lejos de ser derogados, continuaron
aplicándose a falta de una legislación
nacional que se hubiera dictado en diversas
materias del derecho privado; mientras que
la legislación española posterior a la
independencia nunca tuvo vigor ni fuerza
legal en México, ya que, cuando más, sus
disposiciones se invocaban con la misma
fuerza que la doctrina de los tratadistas,
Aunque algunos de los principales códigos
de la época colonial, como las Ordenanzas
de Bilbao, expresamente se declararon
aplicables en nuestro país, como sucedió por
decreto de 15 de noviembre de 1841.
11
La preocupación de la República para
dictar leyes en las principales materias
existió desde los albores del México
Independiente.
En 1841, Santa Ana, en su carácter de
Presidente Provisional de la República, dicto
el Decreto de Organización de las Juntas de
Fomento y Tribunales Mercantiles, en uso de
sus facultades que le concedía el artículo 7
de las Bases Orgánicas de Tacubaya. La
importancia de este Ordenamiento radica en
que creó las juntas de fomento y los
tribunales mercantiles, con jurisdicción
exclusiva en negocios de esta índole
A la luz de este decreto de 1841, y toda
vez que la Constitución de 1824 no reservó
12
la materia mercantil al legislador federal, el
Congreso local del Estado de Puebla dictó,
en 1853, la Ley para la Administración de
Justicia en los Negocios de Comercio del
Estado de Puebla, lo cual destaca que el
derecho mercantil no era de jurisdicción
exclusiva de la federación.
Influenciado notablemente por el decreto
de 1841, y también por la Ley del Estado de
Puebla de 1853, el primer Código de
Comercio mexicano que comprendió tanto la
materia terrestre como marítima, entró en
vigor el 27 de mayo de 1854, durante el
último gobierno de Santa Anna.
Este código cesó de aplicarse al triunfo
de la Revolución de Ayutla en agosto de
13
1855, y volvió a establecer su vigencia, por
Decreto de 15 de julio de 1863, expedido por
la Regencia del Imperio.
En la época de la restauración de la
República, con el triunfo de Juárez sobre
Maximiliano, se consideraba a dicho código
“como el único vigente en la mayor parte de
los Estados de la federación, excepto en la
parte relativa al establecimiento del
tribunal mercantil”, y con modificaciones
que el régimen constitucional federal, e
incluso el local, les imponía, dado que la
facultad de legislar en materia comercial aun
no estaba reservada al Congreso de la
Unión.
14
Dado que la necesidad de contar con una
legislación mercantil uniforme fue en
aumento, en 1869 se elaboró un Proyecto de
Código de Comercio bajo el modelo del
código de 1854 y del español de 1829. En
1880, se preparó otro proyecto, que
posteriormente sirvió para formular el
Código de 1884, que a la postre sirvió de
fundamento para federalizar las normas
(sustantivas) del derecho mercantil.
Las limitaciones constitucionales que la
Ley fundamental de 1857 impuso al
Congreso de la Unión, consistentes en que
éste sólo podía dictar las bases generales de
la legislación mercantil (Art. 72, frac. X),
impedían la aplicación del Código de
Comercio en todo el país.
15
El Ejecutivo Federal, para superar los
inconvenientes de un derecho mercantil
disperso y que contenía muy probablemente
múltiples contradicciones internas, promovió
y obtuvo la reforma de dicha fracción X,
concediendo al Congreso de la Unión
facultades para dictar un Código de
Comercio. Pudo así modificarse el artículo 3º
del Proyecto de 1880, declarando el artículo
1º transitorio del código de 1884 que “este
Código comenzará a regir en toda la
República el 20 de julio del presente año”.
El Código de 1884 mucho más acorde a
la situación del país que el de 1854, ofrece
un concepto de acto mercantil (actos
mercantiles son los que constituyen una
operación de comercio o sirven para realizar,
16
facilitar o asegurar una operación o
negociación comercial) que va seguido de
una lista de operaciones, que son las más
comunes y que generalmente están
reconocidas con esa calidad. De esta
manera, se comprendió dentro de la materia
mercantil un abanico más amplio de actos
de comercio que abarcaban tanto lo terrestre
como lo marítimo, etc.
Señala el doctor Jesús Zamora Pierce4
que, “con fecha 14 de diciembre de 1883, el
Derecho Mercantil Mexicano adquirió
carácter federal, mediante la reforma a la
fracción X del artículo 72 de la Constitución
de 1857, que otorgó al Congreso de la Unión
la facultad de legislar en materia comercial.
4 Zamora Pierce, Jesús. Derecho Procesal Mercantil. Porrúa, México, pág. 51 y SS.
17
Una de las consecuencias de esa reforma
fue el hacer de los jueces federales los
únicos competentes para conocer de los
negocios mercantiles, pues conforme al
artículo 97, fracción I, de la Constitución de
1857, correspondía a los Tribunales de la
Federación conocer de todas las
controversias que se suscitaran sobre el
cumplimiento y aplicación de las leyes
federales.
En breve término, los juzgados federales
se vieron inundados de juicios mercantiles.
Apenas cinco meses después de la reforma a
la fracción X, fue preciso adicionar esa
fracción I del artículo 97, para exceptuar de
la competencia federal el caso “de que la
aplicación sólo afecte intereses de
18
particulares”, pues entonces serían
competentes para conocer “los jueces y
tribunales locales del orden común de los
Estados, del Distrito Federal y Territorio de
la Baja California”.5
La Constitución de 1917 (Art. 104 frac. I)
dispone que corresponde a los tribunales de
la Federación conocer de toda controversia
del orden civil o criminal que se suscite
sobre el cumplimiento y aplicación de leyes
federales o con motivo de los tratados
celebrado con las potencias extranjeras.
Cuando dichas controversias sólo afecten
intereses particulares, podrán conocer
también de ellas, a elección del actor, los
jueces y tribunales locales del orden común
de los Estados y del Distrito Federal. Las 5 Zamora, op. Cit. P.
19
sentencias de primera instancia serán
apelables ante el superior inmediato del juez
que conozca del asunto en primer grado.
Este principio, llamado de jurisdicción
concurrente, o más correctamente, de
competencia concurrente, según el cual, son
competentes para conocer de los juicios
mercantiles tanto los tribunales federales
como los locales, a elección del actor, es el
aplicable, por regla general.
En México, por virtud de la desaparición
de los Tribunales de Comercio, los jueces
civiles son competentes para conocer de los
litigios civiles y de los mercantiles. No
obstante, la delimitacion entre ambas
materias continúa revistiendo importancia
20
porque de su naturaleza dependerá que sea
procedente la vía mercantil o la civil, y
ambas conservan marcadas diferencias en
cuanto a términos, recursos admisibles, y
tantas otras.
Esta competencia se establece a
prevención y no puede ser variada
posteriormente. Así por ejemplo, en un juicio
ejecutivo mercantil, habiendo el actor hecho
uso de su opción a favor de un juez federal,
y resultando que éste fuera incompetente
por razón de territorio, el conflicto deberá
resolverse a favor del juez federal que resulte
territorialmente competente y no en favor de
jueces locales.
21
En la práctica, los tribunales del fuero
local conocen de casi la totalidad de los
juicios mercantiles.
El mismo Jesús Zamora Pierce realizó
una encuesta en 1978, en la que concluyó:
“Que la competencia concurrente no
opera porque el número y la estructura de
los juzgados federales no les permiten
ocuparse de los numerosos litigios
mercantiles. Los Jueces de Distrito, no
pudiendo negarse a conocer de estos
asuntos, so pena de sanciones penales, se
ven obligados a recurrir a todo su ingenio
para alejar de sus juzgados negocios que
podrían convertirse en destructora
avalancha.”
22
Se refiere Zamora Pierce a los juicios
mercantiles calificándolos de “muy
numerosos”, pero ¿Cuántos son en realidad?
¿Qué porcentaje representan dentro del total
de juicios designados genéricamente como
civiles?
Zamora Pierce obtuvo, hace casi tres
décadas los resultados siguientes6:
En Juzgados Locales, el promedio de
juicios mercantiles en los tribunales civiles
locales era del 49.2% En tanto que, en los
Juzgados de Distrito el promedio era del
19%7
6 Considerando que su muestreo se basó en la revisión estadística de 4 juzgados7 Estadística basada en 2 juzgados revisados por Jesús Zamora Pierce
23
Acotando que el estudio data de 1978,
concluye Zamora que casi la mitad de los
juicios locales son de naturaleza mercantil y
que, en algunos juzgados, la proporción llega
al 70% de asuntos mercantiles, lo que es
clara indicación de la importancia que tiene
el estudio del proceso mercantil y de la
competencia para dirimir esta clase de
conflictos.
Bajo la óptica de la encuesta del Doctor
Zamora, el mismo número de juicios nos
dice que es prácticamente imposible que los
juzgados federales ejercitaran efectivamente
su competencia en asuntos mercantiles.
Cito textualmente: “El litigante no tiene
una verdadera opción entre los tribunales
24
federales y los locales y, en la práctica debe
necesariamente ocurrir a los locales para el
trámite de los juicios mercantiles.”
Como ejercicio de actualización de las
estadísticas revisadas, me permití traerles
los datos arrojados por el Tribunal Superior
de Justicia del Distrito Federal (que es uno,
si no es que el más representativo del país)
en el año 2004 y lo que lleva reportado del
2005:
En 2004, ingresaron, en materia civil
69,625 juicios, de los cuales 21,421 fueron
ejecutivos mercantiles y 5,514 ordinarios
mercantiles, lo cual suma 26,935
mercantiles.
25
Esto es, que en 2004, el 38.68% de los
juicios civiles locales fueron mercantiles. Los
números totales fueron:
Juicios (asuntos)
civiles
69,625 100 %
Ordinarios civiles 15,614
Ejecutivos civiles 266
Hipotecarios
civiles
7,300
Ejecutivos
mercantiles
21,421 30.76%
Ordinarios
mercantiles
5,514 7.91%
Interdictos 112
Jurisdicciones
voluntarias
6,086
26
Medios
preparatorios
4,007
Providencias
precautorias
26
Inmatriculaciones 0
Concursales 1
Exhortos 8,215
Incompetencias 1,063
Esta estadística contrasta con la de los
juzgados federales que, en 2004, fue del
orden del 19%.
Para 2005 las cifras son las siguientes,
cabe acotar que la actualización llega al mes
de julio:
27
Han ingresado, en materia civil, 42,746
juicios, de los cuales 13,706 han sido
ejecutivos mercantiles y 3,112 ordinarios
mercantiles, lo cual suma 16,818
mercantiles, sólo hasta julio.
Esto es, que en lo que va del año 2005, el
39.34% de los juicios civiles locales han sido
de naturaleza mercantil.
Los números totales, hasta julio, son:
Juicios (asuntos)
civiles
42,746 100 %
Ordinarios civiles 9,528
Ejecutivos civiles 133
28
Hipotecarios
civiles
4,232
Ejecutivos
mercantiles
13,706 32.06%
Ordinarios
mercantiles
3,112 7.28%
Interdictos 56
Jurisdicciones
voluntarias
3,477
Medios
preparatorios
2,268
Providencias
precautorias
20
Especialistas
flans
27
Espec Mercantil 119 0.2%
Inmatriculaciones 1
Concursales 2
29
Exhortos 5,495
Incompetencias 602
En contraste con la estadística de los
juzgados federales, en los que ronda el orden
del 21%.
A modo de conclusión.
Como he tratado de hacer evidente con
los datos que hasta aquí he compartido con
ustedes, la jurisdicción concurrente en
materia mercantil ha sido moldeada en el
país por la necesidad de una legislación
uniforme y la imperiosa necesidad de una
gran cantidad de tribunales para desahogar
los asuntos en la materia.
30
Esto me lleva a cerrar esta intervención
con algunas reflexiones en torno a la manera
en que concebimos nuestra justicia.
Hemos sido educados, justo es
reconocerlo, en un cultura de la competencia
que nos orilla a desarrollar un instinto por el
litigio muy acendrado. Estamos
acostumbrados, nosotros, los abogados, a
litigarlo todo, desde un pagaré por mil pesos,
hasta el pago de acciones en una sociedad
que cotice bien en bolsa por muchos
millones de pesos. Y aunque la materia
mercantil es una de las que más
frecuentemente somete sus conflictos al
arbitraje, todavía estamos empeñados en
seguir los cauces de una justicia tradicional
31
que se ve agobiada por los avatares del
rezago y la saturación.
Casi de la misma forma en que se ha
venido conformando la competencia de
muchos otros órganos jurisdiccionales, la
competencia en materia mercantil se ha
visto determinada por este hecho que
contamina ya casi toda nuestra estructura
de impartición de justicia.
La revisión histórica, para no ir muy
lejos de la competencia de la propia
Suprema Corte para irla moldeando como
un verdadero Tribunal Constitucional en el
sentido material de la expresión, da cuenta
de ello.
32
Estoy convencida de no equivocarme si
sugiero en este foro, ante tan distinguido
auditorio, que ha llegado la hora, que es
tiempo ya de dar oportunidad a lo que se
conoce como medios alternativos de solución
de conflictos. La mediación, la conciliación
en materia mercantil, desde mi humilde e
ignara perspectiva es posible, es viable, es
necesaria y urgente.
La enorme cantidad de juicios que
enfrentan los tribunales de cualquier fuero,
sobrepasan, por mucho la capacidad
instalada en recursos humanos y materiales.
Y, en sí mismos, los medios alternativos
no son la panacea, ni proporcionarían, por
mucho, una solución universal y definitiva
33
de la problemática del rezago, pero harían
más accesible una justicia que a muchos de
nuestros compatriotas todavía les es ajena.
Pero no solo me refiero a los estratos
poblacionales más marginados que tienen
dificultades en el acceso a la justicia, sino
que también estoy hablando de quienes por
la dinámica que la propia materia conlleva
(no hay nada en estos tiempos de tecnología
omnipresente más mutable en nuestra
realidad más próxima que las relaciones
comerciales) son víctimas también de
rezagos que muchas veces les ocasionan
perdidas millonarias y, porque no decirlo, en
muchas ocasiones, descalabros financieros
que tienen repercusión en el conjunto de la
economía.
34
Ante todo, considero, el derecho debe
cumplir la función de utilidad que le exigen
las circunstancias actuales, debe servir para
la resolución de los innumerables y
complejos problemas que se suscitan en una
sociedad más deliberante, más incluyente.
Si el derecho pretende dar respuesta a
los reclamos de una sociedad en la que
todos buscamos debatir, en la que todos
buscamos argumentar y, por tanto, a los
reclamos de una sociedad en la que TODAS
las decisiones deben ser tomadas con la
participación de TODOS los interesados,
debemos darle al derecho la característica de
ser plural y abrirlo, enriquecerlo con formas
nuevas, con nuevas respuestas a nuestros
problemas.
35
No me es posible ni me parece honesto
concluir, con los datos que he expuesto, si la
competencia en materia mercantil debe
seguir siendo concurrente o si debe
radicarse en alguno de los fueros
jurisdiccionales en exclusiva. Ni tampoco si
la competencia que parece perfilarse en el
ámbito internacional como en el caso de
UNCITRAL sea una alternativa viable y
buena para resolver el problema de la
competencia mercantil. La experiencia de
muchos litigantes y litigios que han venido
resolviéndose por estas vías y los que en el
futuro se resuelvan, habrán de arrojar algún
resultado que permita conclusiones más
determinantes.
36
Lo que si puedo decirles, es que estos
tiempos exigen soluciones más plurales,
distintos paradigmas, rompimiento con los
tradicionales, en muchos casos, y
generación de nuevos modelos, más
creativos, más ad hoc con los problemas que
pretendemos resolver. Lo que si puedo
concluir también, es que he estado muy
contenta y muy agradecida de haber tenido
la oportunidad de tratar con ustedes tan
interesantes temas.
Muchas gracias.