La comunidad judaica en el reino de valencia (siglos XIII-XV)

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La comunidad judaica en el Reino de Valencia (siglos XIII-XV) José Carlos López García Sumario: Introducción. 1-Presencia y desarrollo de las comunidades judías. 2- La inserción de los judíos en la sociedad cristiana. 3- La articulación comunitaria y la vida cotidiana de los judíos. 4- Las actividades profesionales. Conclusiones. Bibliografía.

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La comunidad judaica en el Reino de Valencia

(siglos XIII-XV)

José Carlos López García

Sumario: Introducción. 1-Presencia y desarrollo de las comunidades judías. 2- La

inserción de los judíos en la sociedad cristiana. 3- La articulación comunitaria y la vida

cotidiana de los judíos. 4- Las actividades profesionales. Conclusiones. Bibliografía.

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Introducción:

Para definir a los judíos como grupo hemos visto conveniente hacernos la

pregunta que plantea Monsalvo Antón: ¿Clase, casta, religión? Para empezar,

rechazamos que sea una casta, pues ésta se caracteriza por presentar una homogeneidad

de clase que no se da en los judíos, pues la división en clases sociales tiene lugar en

ellos, siendo el componente clasista un rasgo de su identidad como grupo. Su identidad

también está determinada por un componente religioso que cohesiona y marca a todo el

grupo, siendo también el componente que sirve como pretexto para señalar, segregar y

perseguir a la comunidad por parte de una sociedad cristiana marcada por el

antisemitismo. Estos dos componentes no serán ajenos entre sí, pues ciertas costumbres,

ritos o sistemas de organización social estarán condicionadas por cuestiones de clase.1

1- Presencia y desarrollo de las comunidades judías:

En los tiempos en los que la Península Ibérica estuvo bajo dominación

musulmana los judíos fueron tolerados y protegidos, como dimmies, por ser

considerados “gentes del Libro”, por lo que las comunidades judías se consolidaron en

los núcleos urbanos, donde desempeñaron labores artesanales y comerciales.2 Incluso en

algunas cortes de taifas destacadas por su desarrollo intelectual y cultural, como la de

Denia, los judíos gozaron de buena posición.3 Sin embargo, la irrupción en la Península

de almorávides y de almohades, caracterizados por su rigorismo religioso, propició que

muchos judíos huyeran a los reinos cristianos.4 Esa disminución de la comunidad hebrea

no acabó con su presencia en tierras valencianas, pues el Llibre del Repartiment

demuestra que había judíos en la ciudad de Valencia en tiempos de la conquista de

Jaime I (1238), los cuales se dedicaban a la tintorería, la fabricación de calzado y el

comercio de productos agrarios.5

Los judíos que habían vivido bajo dominación musulmana no se resistieron a la

llegada de los cristianos y aceptaron las pautas que el nuevo poder reguló para sus

1 MONSALVO ANTÓN, José Mª. Teoría y evolución de un conflicto social. El antisemitismo en la

Corona de Castilla en la Baja Edad Media. Madrid: Siglo XXI de España eds., 1985: pp. 37-41 2 HINOJOSA MONTALVO, José. La judería de Valencia en la Edad Media. Valencia: Ajuntament de

València, 2007: p. 30 3 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 31 4 ALDANA, Salvador. Los judíos de Valencia: un mundo desvanecido. Valencia: Carena Editors, 2007:

pp. 80-81 5 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 32

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comunidades, las cuales quedaron bajo protección regia.6 La incorporación de tierras

conquistadas formaba parte de un proceso expansivo en el que el siguiente paso, la

repoblación o colonización del territorio, era de vital importancia por las consecuencias

demográficas de las conquistas (víctimas mortales y emigración) y por la obligación de

controlar el territorio incorporado y de dotarlo de unas estructuras políticas y

económicas para integrarlo en el seno de una nueva sociedad, en este caso la sociedad

cristiana. Los judíos no fueron ajenos a este proceso colonizador porque les ofrecía

nuevas oportunidades sociales y económicas en un nuevo territorio por “construir” y en

el que podían desarrollarse como comunidad desde cero. Durante los repartimientos

hubo judíos aragoneses y catalanes que recibieron propiedades a cambio de residir en el

territorio en diversas localidades del nuevo reino. Y es que a la Corona le interesaba

atraer al mayor número de individuos para poblar el territorio y dotarlo de profesionales

de todo tipo7 (campesinos, artesanos, prestamistas, profesionales liberales…), dando

para ello numerosos privilegios o exenciones, incluso permitiendo a proscritos como

colonos a cambio de no perseguirlos por sus delitos.

La presencia judía no solo interesó tras la conquista para atraer a prestamistas,

artesanos o profesionales liberales, durante la conquista también hubo judíos que por su

proximidad a la Corte cumplieron una determinada función, por lo que fueron

generosamente recompensados tras la consecución de los objetivos de Jaime I. Un claro

ejemplo de la participación judía en la conquista se dio en la conquista de Játiva, en

1244, cuando Bahye Alconstantini participó en las negociaciones para rendir la villa

como secretario de asuntos árabes de la Corona. La presencia de un judío en un puesto

de este tipo no era casual, pues era común que la élite intelectual y económica judía

conociera las lenguas romances y el árabe.8 Junto a este judío zaragozano

encontraríamos a Astrug Bonsenyor, que desempeñó la función de archivero de los

documentos árabes emitidos.9

Dejando a un lado la relación de los judíos con la Corona, aspecto que

desarrollaremos en profundidad en el siguiente apartado, hubo comunidades hebreas a

lo largo y ancho del Reino de Valencia. La judería de la capital, la más poblada y

6 ALDANA, Salvador. Op. cit., p. 81 7 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 34 8 HINOJOSA MONTALVO, José. “La judería de Xàtiva en la Edad Media”, Espacio, tiempo y forma.

Serie III, Historia Medieval, nº 6 (1993): p. 379 9 ALDANA, Salvador. Op. cit., p. 81

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dinámica, actuaría como cabeza visible del judaísmo valenciano y como núcleo rector

de numerosas juderías de mediano o pequeño tamaño. En el norte destacaríamos las

comunidades judías de Castellón, Burriana y Sagunto, en el centro Valencia y Játiva, y

en el sur Orihuela y Elche. Aunque la presencia judía en determinados lugares se

remontara a antes de la conquista cristiana, el espacio judío, como el espacio en general,

fue reordenado por los conquistadores. En el caso de Valencia, Jaime I delimitó un

barrio específico para los judíos, aunque en época musulmana ya habían vivido

concentrados en una zona determinada, pues así se trataba de garantizar su protección y

a ellos les permitía mantener sus señas de identidad.10 En Játiva, con una comunidad

mucho menor que en Valencia, durante el

repartimiento llevado a cabo en 1248 sólo

se asignó a los judíos una calle, por lo que

no se puede hablar de que en ese periodo

hubiera un barrio judío.11 En las décadas

posteriores prosiguió el goteo de nuevos

pobladores judíos atraídos por las

franquicias otorgadas por el rey,12 por lo

que la aljama setabense creció, se

expandió y se consolidó.13

Las tierras del sur del Reino de Valencia fueron incorporadas tras la sentencia

arbitral de Torrellas (1304) y el tratado de Elche (1305), que pusieron fin a la guerra

iniciada por Jaime II en 1296 cuando invadió el reino de Murcia. En dichos acuerdos se

dividió el territorio murciano en dos, quedando el norte del territorio en poder aragonés

y manteniéndose el sur bajo dominio castellano. Las juderías más destacadas de esta

zona en época castellana serían Orihuela y Elche. Los repartimientos de Orihuela

ofrecen una amplia nómina de judíos que la colonizaron, y en cuanto a Elche, se tiene

referencia de su judería en 1284 por la referencia que hace a ellos Don Juan Manuel en

la confirmación de las costumbres, buenos usos y franquezas de la villa.14 Algunos

10 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 37 11 HINOJOSA MONTALVO, José. “La judería de Xàtiva…”: p. 379 12 HINOJOSA MONTALVO, José. “La judería de Xàtiva…”: p. 380 13 HINOJOSA MONTALVO, José. “La judería de Xàtiva…”: p. 382 14 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. “Las comunidades judías del mediodía valenciano en el siglo

XIV. De la vitalidad a la supervivencia”, Miscelánea Medieval Murciana, XXIX-XXX (2005-2006): p.

77

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miembros de estas comunidades desempeñarían una labor muy concreta, el préstamo de

dinero, pues Jaime II trató de aliviar a los oriolanos en 1297 por los daños que hubiera

ocasionado la invasión, condonando la mitad de las deudas contraídas con prestamistas

judíos y aplazar durante dos años el pago del resto.15 Con la incorporación del territorio

a la Corona de Aragón, Jaime II desarrolló una política favorable hacia ellos para

fomentar su atracción hacia el territorio. Por ejemplo, en 1307, el Consell de Elche

reclama a Jaime II que los judíos asentados en la villa volvieran a contribuir en las

cargas vecinales, pues habían quedado exentos tras la conquista. 16

¿Por qué este interés real por contar con la presencia de judíos en el territorio?

¿Qué podían aportar a la sociedad? ¿Cómo se integraron en la misma? A continuación

analizaremos la inserción de los judíos en la sociedad valenciana y responderemos a

estas preguntas.

2- La inserción de los judíos en la sociedad cristiana

En este apartado abordaremos la inserción de los judíos en la sociedad cristiana

desde una doble perspectiva. Por un lado expondremos cómo se relacionaron los reyes

de la Corona de Aragón con los judíos, los cuales constituían un grupo bajo su

protección por el interés que tenían hacia ellos, pues eran considerados su “tresor”, y

por otro lado cómo fue su relación cotidiana con los cristianos y las medidas

segregadoras que las autoridades civiles, influenciadas por la Iglesia, impusieron.

2.1- La relación de los judíos con la Corona

En palabras del profesor Hinojosa, los judíos dependieron directamente del

poder real y tuvieron para la Corona una gran trascendencia económica.17 Jaime I puso a

los judíos bajo la autoridad directa del Baile General,18 quien como representante

directo del rey se encargaría de la administración fiscal de las aljamas y de juzgar los

pleitos surgidos en su seno, aunque las causas entre judíos y cristianos fuese

competencia del Justicia.19 Su importancia económica estaba en la doble función fiscal

que desempeñaron. Por un lado, contaban con una tributación que revertía directamente

15 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p. 82 16 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p. 84 17 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 39 18 ALDANA, Salvador. Op. cit., p. 84 19 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 39

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en las arcas reales, y por otro lado porque ocuparon cargos en la administración

financiera de la Corona, como bailes o recaudadores de impuestos, pues eran

considerados unos oficiales eficaces y dóciles. Además, algunos privilegios y la

concesión de licencias para las aljamas se aprobaban a cambio de altos pagos. Por

ejemplo, la autorización por parte de Jaime I a los judíos de Valencia para realizar venta

o intercambio de mercancías en el término de la ciudad costó a la aljama 3000 sueldos.20

Y aunque debemos romper con el tópico del prestamista judío, hay que reconocer que la

élite económica judía destacó en esta labor, de la cual se aprovecharon también los

reyes, como en 1309, cuando Jaime II pidió prestado dinero a los judíos para sufragar la

campaña de Almería o, en 1322, para adquirir Urgel.21

Así pues, los judíos no solo destacaron como escribanos o traductores, también

como oficiales de la administración real. Durante los reinados de Jaime I y de su

sucesor, Pedro III, fue notable la presencia de bailes generales o locales judíos,22 hecho

no sin polémica porque los cristianos rechazaban

tener que rendir cuentas a un judío. Este rechazo era

alimentado por la propia Iglesia, que en el IV

Concilio de Letrán (1215) había dictaminado que los

judíos no ejercieran autoridad o jurisdicción sobre los

cristianos.23 Pero como vemos, los reyes aragoneses

miraron hacia otro lado e ignoraron dicha disposición.

Los reyes cristianos no es que fueran filo-judíos, de hecho eran favorables a la

conversión voluntaria de unos individuos que vivían una vida y una fe errónea por no

reconocer que Jesús era el Mesías, permitiendo para ello que los frailes predicaran entre

los judíos.24 Pero se opusieron a que la comunidad judía fuera hostigada o presa de la

violencia por su responsabilidad como protectores de sus súbditos y por los intereses

que su presencia generaba. Si eran acosados o atacados podían marcharse o morir, por

lo que los reyes no iban a permitir que su territorio se viera perjudicado

demográficamente o económicamente, aun siendo una minoría.

20 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 43 21 TOV ASSIS, Yom. Art. cit.: pp. 338 22 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., pp. 46-47 23 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 44 24 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit., p. 43

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Pero llegó un momento que tuvieron que poner límite a las concesiones

realizadas a los judíos por la campaña antijudía lanzada por la Iglesia a partir de 1278,

cuando el papa Nicolás III promulgó una bula para intensificar la predicación sobre los

judíos para alcanzar su conversión.25 En este clima antijudío, y en un momento en el

que Pedro III pasaba por una crisis política, las fuerzas sociales de la Corona

presionaron al rey para apartar a los judíos de los puestos administrativos y se estableció

que juraran ante el Justicia que prestarían dinero al interés de cuatro dineros por libra

mensuales, tal y como había establecido Jaime I. En líneas generales, las disposiciones

del cuarto concilio lateranense fueron aplicadas en la Corona de Aragón, pues se

aplicaron las medidas que regulaban la vestimenta de los judíos para diferenciarla de los

cristianos.26 Pese a este punto de inflexión acaecido a partir de 1278, Pedro III siguió

contando con judíos en su círculo íntimo, pues los médicos de su familia siempre serían

de esta confesión.27

Jaime II mantuvo la relación con los médicos y eruditos judíos,28 pese a que el

funcionariado judío hubiera sido desarticulado. La

principal labor de este monarca fue reforzar la autoridad de

la aljama y confirmar sus privilegios para evitar cualquier

injerencia o prejuicio en el seno de la comunidad. Además,

aprovechó esos cambios para interferir en los

nombramientos de los dirigentes y oficiales de la aljama.29

Su protección hacia las comunidades judías fue continua a

lo largo de su reinado. A principios del siglo XIV, la

aljama de Valencia pasaba por una difícil situación

económica por la alta presión fiscal, por lo que el rey introdujo cambios en la

distribución de los impuestos que soportaba la aljama con el fin de que se recuperara.30

Y en 1320 tomó medidas para que los exaltados “pastoreaux” no atacaran las aljamas

judías de sus reinos.31 Este fuerte interés de Jaime II por salvaguardar la integridad de

25 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 47 26 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 48-49 27 TOV ASSIS, Yom. “Jaime II y los judíos en la corona de Aragón”, Anales de la Universidad de

Alicante, nº 11 (1996-1997): p. 337 28 TOV ASSIS, Yom. Art. cit.: p. 339 29 TOV ASSIS, Yom. Art. cit.: pp. 338-339 30 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 51 31 TOV ASSIS, Yom. Art. cit.: pp. 339

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las comunidades judías podría tener relación con los continuos préstamos que les

solicitó.32

La segunda mitad del siglo XIV fue convulso en la Corona de Aragón, estando

dicho periodo marcado por un contexto de crisis o reestructuración del sistema más

amplio. El reinado de Pedro IV se caracterizaría por una política de corte autoritario que

desembocaría en un conflicto político, social y militar conocido como la Unión

(1348).33 En ese mismo periodo, la población también se vería afectada por una

epidemia de peste negra. Y en materia exterior, hay que destacar el conflicto con Pedro

I de Castilla (La Guerra de los Dos Pedros, 1356-1369), que tuvo como principal

escenario las tierras entregadas por la Corona de Castilla a la Corona de Aragón tras los

acuerdos de Torrellas-Elche. Los judíos no serían ajenos a los avatares políticos y

sociales por los que estaba atravesando la corona, independientemente de la segregación

social que padecían y de que fueran una minoría en situación de dependencia, ya que

formaban parte de ese entramado social, político y económico en crisis o

reestructuración.

En el Reino de Valencia el conflicto de la Unión no contó con un apoyo general,

como sí se produjo en la Unión aragonesa, pues una vez que estalló el conflicto gran

parte de las villas reales crearon un bando monárquico. Algunas comunidades judías

sufrieron el conflicto en sus propias carnes, como en el caso de la aljama de Sagunto,

villa partidaria del rey, que a finales de 1348 fue asaltada por los unionistas de

valencia.34Y en el mismo año, en el marco de la epidemia pestífera, la aljama de

Valencia vio como un grupo de exaltados lapidó a algunos de sus miembros.35 Vemos

como hacia los judíos se dirigían las iras de una sociedad cristiana que los trató como

chivo expiatorio cuando sus territorios eran golpeados por calamidades y conflictos.

En cuanto al conflicto entre Aragón y Castilla, conocido como la Guerra de los

Dos Pedros, fueron los territorios meridionales del Reino de Valencia los más afectados

por el mismo. La principal consecuencia de la guerra fue el descenso demográfico de

sus poblaciones, afectando a las tres comunidades existentes, la cristiana, la musulmana

y la judía. Según el profesor Cabezuelo, la comunidad judía fue la más dañada y la que

32 Ver nota 20 33 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 57-58 34 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 58-59 35 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 59

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no consiguió recuperarse totalmente. Pedro IV trató por todos los medios de incentivar

la recuperación de las aljamas judías. En Orihuela, en el año 1366, confirmó los fueros,

privilegios, franquezas, inmunidades y costumbres de la villa y ofreció para repoblar la

aljama una serie de exenciones fiscales. En Alicante, eximió a los judíos y a los

musulmanes que se asentaran en la villa de toda contribución durante los cinco primeros

años.36 En cuanto a Elche, la reina Leonor37 confirmó los privilegios de su aljama y,

pese a haber apoyado al bando castellano, les absolvió.38 Ello se debió a que la reina

trataba de recuperar su fuente de rentas y mantener poblada la villa.39 Al fin y al cabo, el

apoyo judío a los castellanos no se debió a una postura política definida, sino a una

estrategia para no ser destruidos como colectivo. De Pedro I tampoco podemos decir

que fuera filo-judío, pues su invasión de Sagunto obligó a los judíos a huir.40 Este

conflicto afectó de distinto modo a los judíos y éstos trataron de sobrevivir adoptando

decisiones divergentes.

Por último, nos referiremos brevemente a la situación de los judíos en los

primeros años del reinado de Juan I, pues a las consecuencias derivadas del asalto a las

juderías en 1391 haremos mención en las conclusiones de este trabajo. Estamos en un

periodo de creciente antijudaísmo en la sociedad cristiana y de dificultades económicas

y tensiones internas para las aljamas. Como decíamos anteriormente, la guerra con

Castilla había sumido a las aljamas en una crisis de la que difícilmente se recuperaron, y

las calamidades acaecidas habían contribuido al aumento del antijudaísmo. Juan I no

varió la postura que sus antecesores habían tenido hacia los judíos y ratificó sus

privilegios a inicios de su reinado, y siendo consciente del creciente antijudaísmo puso

36 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p. 90 37 Según el profesor Hinojosa, para compensar a la reina Leonor por la pérdida de sus rentas en los

lugares rayanos de Aragón y Valencia le fue cedida la aljama de Valencia, aunque si atendemos al

artículo del profesor Cabezuelo, también se le concedería la aljama ilicitana. Además, el profesor

Hinojosa señala que la cesión de la aljama de Valencia también tuvo como fin desahogar a dicha aljama

de las pesadas cargas fiscales que la administración real le había impuesto para financiar la guerra con

Castilla (HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 61)

38 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p. 94 39 Tras la invasión de Murcia por parte de Jaime II y una vez anexionado el norte de dicho territorio, el

rey aragonés castigó a los judíos que habían apoyado a Castilla con la confiscación de sus bienes

(CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p.80). El contexto de desestructuración social y

económica que provocó la Guerra de los Dos Pedros obligó a no tomar medidas drásticas con el fin de

recuperar demográficamente y económicamente el territorio.

40 CABEZUELO PLIEGO, José Vicente. Art. cit.: p. 93

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en 1390 bajo su especial salvaguarda y protección a los miembros de la aljama de

Valencia, así como sus bienes, a petición de su esposa, señora de la aljama. Esta

protección especial se extendería a todas las aljamas valencianas en vísperas del asalto

de 1391, sin embargo las medidas protectoras no se organizaron a tiempo para frenar el

furor antijudío de dicho año.41

2.2- La relación con los cristianos: coexistencia, segregación y discriminación

Al comienzo de este trabajo decíamos que los judíos eran tolerados,

entendiéndolo como que la sociedad cristiana dominante toleraba su presencia en el

territorio en virtud de unos intereses demográficos y económicos. Hasta el momento

hemos visto el interés económico que los judíos despertaban para la Corona, pero no las

relaciones de tipo económico o profesional que la sociedad en conjunto podía entablar

con los judíos. Más allá de esas relaciones de tipo profesional, la ideología católica no

toleraba el contacto social entre judíos y cristianos para evitar la “contaminación”

religiosa de los segundos, por lo que esa mentalidad se materializaría en medidas

segregadoras. Igualmente, los rabinos hebreos rechazaban el contacto entre cristianos y

judíos para conservar sus rasgos identitarios y religiosos inalterables. Como minoría

religiosa, sus señas de identidad y su religión envolvían el sistema social judío, es decir,

reforzaban a la comunidad, y no dudaban en acudir a la autoridad cristiana para

negociar las condiciones para conformar una comunidad hebrea.

Según el profesor Hinojosa, el judío vivía inmerso en un doble sistema social, el

propio y el cristiano, siendo este último el dominante y mayoritario.42 Así pues,

podríamos hablar de tensa coexistencia, ya que se toleraba su presencia pero no se

toleraba el contacto social entre ambas comunidades, lo que suponía una fuente de

recelo, temor y prejuicios, así como de confrontación ideológica y religiosa. Además, el

judío siempre estaría en inferioridad legal con respecto al cristiano, sobre todo a partir

de la consolidación de las propuestas segregadoras emanadas del IV Concilio de

Letrán.43

Pero el día a día transgredía la normativa legal, pues los judíos y los cristianos se

relacionaron entre sí, pese a que los primeros nunca llegaran a estar integrados

41 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 68 42 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 243 43 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 245

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socialmente. Una de esas transgresiones la hemos mencionado ya, y es el contacto entre

cristianos y judíos a través de la labor médica de los segundos. Pero la vía profesional y

económica sería la que mayores puentes tendería entre ambas comunidades. Era

frecuente que notarios cristianos actuaran como procuradores de judíos,44 o que judíos

prestaran dinero a interés a cristianos. Tampoco es inusual encontrar sociedades

mercantiles mixtas o a judíos ejerciendo la profesión de corredor o intermediario en

operaciones mercantiles y financieras.45 Aunque el papa Benedicto XIII prohibió que

ejercieran la profesión de corredores, Alfonso V les autorizó a seguir ejerciéndola.46 A

los cristianos dedicados a esa misma labor les podía irritar esos favores, ya que en el

fondo el antijudaísmo también podía alimentarse de los celos que la competencia

profesional genera, aunque el carácter religioso sea el componente visible del odio.

La venta de bienes y productos entre judíos y cristianos también estaba muy

generalizada, siendo los cristianos habituales clientes de los artesanos judíos, para

enfado, como era de suponer, del artesanado cristiano. Para limitar esa competencia las

autoridades municipales prohibieron a los judíos trabajar en los días festivos de los

cristianos, pues éstos podían aprovechar que trabajaran en domingo para adquirir

aquello que necesitasen sin tener que esperar al día siguiente. Y es que para un cristiano

no suponía ninguna contradicción comprarle a un judío, ya que así no se estaba

estableciendo una situación de inferioridad con respecto al judío.47 A la inversa tampoco

existían impedimentos, hasta el punto de que las autoridades de Valencia tuvieron que

prohibir expresamente, en 1386, que los tenderos cristianos ubicados cerca o en la

judería vendiesen productos a los judíos a escondidas durante los domingos o en los

días festivos,48 y es que poco importaría que fuera día de fiesta cristiana si surgía una

oportunidad de hacer negocio. En ocasiones, las autoridades municipales podían

canalizar su antijudaísmo impidiéndoles el suministro de carne, pues los judíos sólo

podían consumir carne casher. Ante ese desabastecimiento, los judíos podían pedir a un

carnicero cristiano que les sacrificar algún cordero, situación que se apresuró a prohibir

la autoridad municipal bajo pena de multa para el carnicero.49

44 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 247 45 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 251 46 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 252 47 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 252-253 48 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 266 49 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 264

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Los muros entre cristianos y judíos que la sociedad trató de imponer afectaron al

ámbito espacial, sexual, lúdico y al de la vestimenta. Los judíos tenían la obligación de

vivir en barrios cerrados para ellos con el fin de evitar el contacto con los cristianos50 y

para garantizar su protección, de hecho, exclusivamente se les permitía circular

libremente durante el día para realizar sus labores profesionales,51 estando obligados al

anochecer al permanecer tras los muros de la judería.52 También ser perseguía que en

sus casas se hospedaran cristianos o que los judíos se hospedaran en casas de cristianos,

así como que los judíos fueran sorprendidos en casas de cristianos en día festivo.53 Pese

a todas estas restricciones, era inevitable que cristianos y judíos se relacionaran entre sí,

pues entre miembros de ambas comunidades surgieron relaciones amistosas o vecinales,

hasta el punto de invitarse mutuamente a actos sociales o prestarse socorro en

momentos tan críticos como el asalto de 1391.54

El muro levantado entre ambas comunidades en torno a la sexualidad fue de los

más destacados, pues se castigaba duramente cualquier tipo de contacto sexual. Y es

que si era inevitable que surgieran relaciones amistosas, cómo no iba a haber relaciones

de otro tipo. La Iglesia condenaba con la excomunión estos contactos y las autoridades

civiles con castigos físicos, la muerte o altas multas. En los Fueros de Valencia se

condenaba con la hoguera las relaciones entre un cristiano y una judía, por ejemplo,

mientras que si yacía con una musulmana se les humillaba haciéndoles correr desnudos

por la ciudad, lo que evidencia que el contacto con los judíos generaba un rechazo

mayor.55 A la mujer cristiana se le prohibió entrar a la judería para salvaguardar su

virtud, la cual había que proteger con celo.56 Hasta la relación con una prostituta

cristiana tenía prohibido el hombre judío, que podía ser condenado a ser azotado en

público, aunque solía conmutarse esa pena por una elevada multa.57

Tal y como estamos viendo, las autoridades civiles trataron de limitar cualquier

tipo de contacto entre judíos y cristianos. El juego resultó ser un vehículo de

50 Sin embargo, hubo cristianos que adquirieron casas en la judería de Valencia y residieron en ella

(HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 253). 51 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 254 52 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 262 53 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 254 54 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 254 55 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 248 56 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 248 57 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 249

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sociabilidad entre cristianos y judíos,58 pues era frecuente que los cristianos acudieran a

la tahurería de los judíos.59 Precisamente cada comunidad religiosa tenía su propia

tahurería para evitar el contacto entre miembros de distinta religión, siendo castigado

con multas quienes acudiesen a la tahurería que no le correspondía.60 A los judíos les

encantaba también el juego, como demuestran las penas impuestas por practicar juegos

ilícitos, por lo que no es extraño que en las casas de juego coincidieran con sus

convecinos cristianos o con aquellos cristianos con los que se relacionaban durante el

día por motivos laborales para retarse y mostrar su astucia en los juegos de azar. Sin

embargo, la moral establecida reprochaba este tipo de juegos porque generaba apuestas

y disputas que podían degenerar en tumultos o pérdidas de grandes cantidades de

dinero. Por lo que si el furor del juego unía a miembros de distinta religión, el tumulto

podía ir acompañado de blasfemias o ataques hacia la religión.

Por último, haremos mención a la segregación impuesta a partir de la

vestimenta. Físicamente no había distinción entre un judío

y un cristiano, por lo que el tipo de indumentaria permitía

diferenciar entre uno y otro. De este modo se señalaba

públicamente a quien era judío, advirtiendo así su carácter

inferior y marginal.61 Las normas sobre la vestimenta

tuvieron su origen, como otras tantas medidas antijudías,

en el IV concilio de Letrán, pero los reyes de Aragón sólo

las aplicaron cuando se veían presionados por la Iglesia o

el resto de estamentos sociales, como sucedió durante el

reinado de Pedro III.62 Juan I, a partir de 1393, tras el

pogromo de 1391, ordenó a los judíos llevar en el pecho una rueda roja.63 También se

procuró que las ropas de los judíos fueran oscuras y sin adornos, pues así se simbolizaba

la sumisión.64 Sin embargo, señalar de este modo a los judíos generaba incidentes, por

lo que a lo largo del siglo XV se permitió a los judíos no portar la rueda en

58 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 251 59 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 250 60 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 250 61 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 267 62 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 268 63 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 269 64 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 271

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determinados momentos, como cuando iban de viaje, para evitar provocaciones

innecesarias.65

Un espacio con distintas culturas y religiones durante la Edad Media no puede

ser entendido sin partir de la idea de que no va a haber una integración y convivencia

armoniosa, al contrario, se va a caracterizar por una tensa coexistencia. Tensión que

hunde sus raíces en la apologética de la Iglesia altomedieval,66 que verá en los judíos no

solo a aquellos que no han reconocido al Mesías, sino a los que condujeron a la muerte

al Hijo de Dios. Los frailes de las órdenes mendicantes irían de ciudad en ciudad

predicando para lograr la conversión de los judíos, provocando en ocasiones que sus

sermones desembocaran en agresiones contra la judería. En las tierras valencianas

destacaría el fraile dominico San Vicente Ferrer, que a principios del siglo XV fue uno

de los predicadores que más influyó sobre las mentes del pueblo, siendo la cuestión

judía uno de sus temas centrales.

Al ser un pueblo considerado deicida, se presuponía que eran autores de los

actos más horribles, como envenenar los pozos para propagar la peste negra. También

se le atribuían todo tipo de blasfemias contra la fe católica, como la profanación de

hostias. Toda esta construcción ideológica en torno a los judíos servía de pretexto para

marginarlos y despreciarlos, aunque se tolerara su presencia y se negociara un marco

para que mantuvieran su fe y costumbres. Hay que señalar que la jerarquía eclesiástica,

pese a promover medidas segregadoras para evitar que los judíos contaminaran la fe de

los creyentes cristianos y asumir la idea de que eran el pueblo deicida, se oponían a que

fueran maltratados o convertidos de forma violenta, pues los cristianos debían servir de

ejemplo para inducirles a la conversión, con la cual hallarían la salvación.67 Pero no hay

que obviar que hubo obispos que se mostraran intolerantes hacia los judíos o frailes que

dieran pie a agresiones hacia los judíos.68 Además, hay que tener en cuenta que los

65 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 270 66 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 276 67 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 292 68 Cada año, durante las principales fiestas cristianas, como la Semana Santa, se obligaba a los judíos a

retirarse a sus casas durante las celebraciones para evitar incidentes. Sin embargo, eran los propios cristianos los que acababan acudiendo a la judería y apedreando a los judíos. Las autoridades acabaron

por tomar medidas concretas cuando se acercaban estas fechas. Era un tipo de violencia “ritualizada”

(HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 274).

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judíos estuvieron en el punto de mira de la Inquisición por ser considerados herejes y

estar bajo sospecha de blasfemar o judaizar.69

De todos modos, para entender la violencia antijudía no hay que centrarse

exclusivamente en el componente religioso. En ocasiones fue la justificación para llevar

a cabo unas acciones violentas con un trasfondo económico. Aquellos que hubieran

adquirido préstamos de judíos, quemaban las pruebas documentales durante los asaltos;

los artesanos o los corredores verían eliminada la competencia…

3- La articulación comunitaria y la vida cotidiana de los judíos

La aljama contaba con un órgano de gobierno para articular la vida y la

organización comunitaria. Los adelantados eran la cabeza de la aljama y se encargaban

de representarla públicamente y proteger su patrimonio, además de organizar las

reuniones de la comunidad y administrar los pleitos entre los judíos de la comunidad o

con otras aljamas valencianas según la ley mosaica. Para acceder a este puesto había

que poseer un capital contribuyente de 30 libras para evitar la tentación de apropiarse de

los bienes de la aljama. Esta medida estaría elevando a los máximos puestos de poder de

la aljama a la élite económica de la misma,70 hecho que evidencia como el componente

clasista influía en la organización social de una comunidad étnico-religiosa. Los

adelantados estarían asesorados por un grupo de consejeros con funciones consultivas y

que trataba de representar al conjunto de la comunidad.71

A continuación de estos cargos, había varios puestos de responsabilidad para

llevar a cabo cuestiones prácticas esenciales para el funcionamiento de la comunidad.

Nos referimos a un clavario, encargado de administrar las finanzas de la aljama; un

colector o recaudador de los impuestos que demandaba la Corona; un sayón, para

ejecutar las sentencias judiciales; un escribano; un juez rabínico para cuestiones de

primera instancia; síndicos, para representar a la comunidad ante la corte… entre otros

cargos, como el del limosnero encargado de recaudar las limosnas para atender las

necesidades de los más necesitados de la comunidad. 72

69 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 299 70 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 342-343 71 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 357 72 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 350-356

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Las cuestiones religiosas o dirección espiritual eran encomendadas al rabino, el

maestro de la comunidad. La sinagoga sería el lugar de culto y el eje de la vida religiosa

de la comunidad, pero también se empleaba como centro de enseñanza y como espacio

para celebrar las asambleas en las que se dirimían las cuestiones de gobierno y

económicas de la aljama.73

La vida cotidiana y familiar de los judíos giraba en torno a los preceptos de su

religión. Por cuestiones de espacio no vamos a profundizar en sus ritos, festividades y

prácticas cotidianas, pero al menos señalaremos algunas características de las mismas.

De la educación de los niños se encargaba el padre, enseñándoles a leer y a escribir. A

la edad de trece años se celebraba una ceremonia en la sinagoga en la que se

comprometían a cumplir los preceptos de la ley judía, y era a partir de este rito cuando

comenzaban a estudiar la Torá o se dedicaban a aprender el oficio del padre. El estudio

de la Torá era impartido por maestros contratados por la propia comunidad. En cuanto a

las niñas, la madre se encargaba de educarlas y de enseñarles las tareas domésticas,

además de prepararlas para el matrimonio,74 cuya finalidad era la procreación y cuyas

normas se recogían en el Talmud. La mujer

debía estar preparada para cuidar del

marido y de los hijos, ya que del sustento

de la familia se encargaría el hombre a

través de su trabajo, aunque la mujer podía

trabajar con permiso de su marido. En

definitiva, el papel principal de la familia

era transmitir la herencia judaica a sus

descendientes.75

Otro aspecto cotidiano muy regulado en la Torá era la alimentación. Los judíos

distinguían entre los animales puros y los impuros. Entre los animales puros estaban los

rumiantes de pezuña partida (vaca, oveja, cordero), y entre los impuros los rumiantes

con pezuña hendida (cerdo, caballo, conejo) o el marisco. La carne debía ser sacrificada

siguiendo un ritual presidido por el rabino, por lo que la comunidad trataba de proveerse

de carnicerías específicas para ellos. Destaca que la producción de vino, caldo muy

73 ALDANA, Salvador. Op. cit.: p. 196 74 ALDANA, Salvador. Op. cit.: pp. 121-122 75 ALDANA, Salvador. Op. cit.: p. 120

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preciado por los judíos, también debía ser supervisado por el rabino, siendo descartado

aquel vino en cuya producción hubieran participado un cristiano o un musulmán.76

4- Las actividades profesionales

En el Reino de Valencia los judíos se dedicaron a labores del sector secundario y

terciario, no habiendo encontrado Hinojosa Montalvo referencias a judíos dedicados a

labores agrícolas, aunque sí que hubo judíos que poseyeron propiedades agrícolas

empleadas principalmente para producir su propio vino.77 La práctica de la ganadería

fue prácticamente inexistente y solo en las aljamas importantes se contó con un número

variable de cabezas para proveerse de carne sacrificada según sus ritos.78

Como decíamos, en el sector secundario sí hay presencia de judíos. Salvo en

periodos concretos debido a la oposición de los gremios, los judíos valencianos no

tuvieron restricciones para dedicarse a la artesanía. Las principales actividades que

desarrollaron fueron la elaboración de calzado, la artesanía textil, la sedería, la

tintorería, la orfebrería y el trabajo del metal, entre otras actividades.79 Los judíos de

Valencia darían salida a sus productos en el zoco de la judería, situado a la entrada de la

misma, gracias a una regalía concedida por el rey.80 Lo común era que los judíos

contaran en sus casas con una tienda-taller.81 Los clientes de los artesanos judíos serían

principalmente los miembros de su comunidad, aunque como hemos dicho

anteriormente, los cristianos también fueron clientes habituales de los judíos.

A lo largo del trabajo ya hemos hablado en profundidad sobre la labor de los

judíos como médicos, agentes fiscales, arrendadores de rentas y prestamistas, por lo que

simplemente desarrollaremos el papel que tuvieron los judíos en otra actividad terciaria

como el comercio. Principalmente comerciaron con carne y vino casher en un radio

local-comarcal para abastecer a las comunidades judías,82 además de comerciar con

excedentes agrarios o manufactura.83 Soler Milla ha documentado algún caso de

76 ALDANA, Salvador. Op. cit.: pp. 123-125 77 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 472 78 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 473 79 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: pp. 475-483 80 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 490 81 HINOJOSA MONTALVO, José. Op. cit.: p. 487 82 SOLER MILLA, Juan Leonardo. “Los judíos valencianos, el mercado y las rutas mercantiles en el

Mediterráneo bajomedieval”, Anales de la Universidad de Alicante, nº 15 (2006-2008): p. 89 83 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: p. 94

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comercio de vino casher de Valencia con dirección a Mallorca, presumiblemente a su

aljama, con la que los judíos valencianos deberían tener lazos familiares.84 Sin embargo,

no se puede hablar de un comercio judío de amplio recorrido o exterior, pues éste estaría

monopolizado por los agente comerciales cristianos, tanto locales como

internacionales,85 durante la Baja Edad Media.86 Hay que señalar que en 1292 se

prohibió a los judíos el comercio con mercaderías importantes, por lo que en ningún

momento los grandes comerciantes cristianos se enfrentarían a su competencia.87 Los

judíos valencianos solo pudieron integrarse en las redes comerciales que conectaban con

el norte de África a través de comandas mercantiles con cristianos o magrebíes. En

cambio, los judíos mallorquines se integraron con más facilidad en el comercio

asociándose con agentes comerciales cristianos.88

Conclusión

La minoría judía, como grupo marginal, no debe ser estudiada como una

sociedad estrictamente paralela y descontextualizada de la dinámica social cristiana,

pues como hemos visto, formaron parte de un contexto social, político y económico en

el cual se insertaron a partir de su relación con los reyes, sus actividades profesionales

y, como se ha constatado, sus relaciones cotidianas con la sociedad cristiana, pese a las

medidas de segregación religiosa y sociocultural. En estas líneas hemos pretendido no

solo describir a los judíos como grupo religioso o sociedad organizada en torno a una

comunidad y con unas costumbres diferentes. El marco de su comunidad impondría

límites, bien por seguridad, bien por la política de segregación, pero fueron permeables.

La presencia judía en el Reino de Valencia fue tolerada, pero sin olvidar que la Iglesia,

como monopolizadora de la construcción ideológica, creó un discurso contrario a la

religión judía y a sus fieles que se materializó en las citadas medidas de segregación.

Los judíos valencianos aceleraron su ocaso tras los avalots de 1391, pero atrás dejaron

una marca que no es ajena a la historia de los valencianos.

84 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: p. 90 85 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: p. 98 86 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: pp. 90-91 87 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: p. 94 88 SOLER MILLA, Juan Leonardo. Art. cit.: p. 98

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Bibliografía

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Ajuntament de València, 2007: 663 pp.

-“Conversos y judaizantes en Valencia a fines de la Edad Media”, Anales Valentinos, nº

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SOLER MILLA, Juan Leonardo. “Los judíos valencianos, el mercado y las rutas

mercantiles en el Mediterráneo bajomedieval”, Anales de la Universidad de Alicante, nº

15 (2006-2008): pp. 87-108

TOV ASSIS, Yom. “Jaime II y los judíos en la corona de Aragón”, Anales de la

Universidad de Alicante, nº 11 (1996-1997): pp. 331-342