La corbata del viajero - Rafael Bejarano

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STAROSTA ESCRIBE ESTE LIBRO INSPIRADO EN EL RELATO "EL VIAJERO CON CORBATA " DE LA ESCRITORA CAMILA BORDAMALO GARCIA. UNA HISTORIA INQUIETANTE SUMERGIDA EN LA MENTE DE UN ASESINO ESQUIZOFRENICO QUE SE ENCUENTRA FINALMENTE CARA A CARA CON SU DESTINO, EL CUAL YA LE HABIA SIDO REVELADO.

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LA CORBATA

DEL VIAJERO

ESCRITO POR:

STAROSTA

(RAFAEL BEJARANO)

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Basado en el relato corto “El viajero con corbata” del libro

Perros en el cielo de la escritora Camila Bordamalo García

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“Lentamente, poniéndose azules

Los valles orientales atrapan

Al sol agonizante

La hora de dormir llega

Silenciosa y negra

Los reflejos de la fuente reflejan

El solitario lugar donde te conocí

Veo tu cabeza

En la luz desvaneciente

Y a través de la oscuridad

Tus ojos brillan luminosos

Y arden como el fuego

Arden como el fuego en El Cairo”

Robert Smith de The cure

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1 Al principio el viajero tenía miedo de la gente: se cuidaba de los

extraños, miraba con recelo, escondía sus cosas. Empezó a sentir una

desconfianza nauseabunda y aun faltaba una hora para que el vuelo

despegase. No sabía si sentarse o deambular por ahi, pues estaba

invadido por la intranquilidad de sentirse rodeado de tantos rostros.

Después de un rato, el viajero dejó de temerle a la gente y empezó a

temerse a sí mismo. Se sintió paranoico. Se sintió exhausto.

Claustrofóbico. Su equipaje empezó a pesar más de la cuenta sin

razón alguna. Se dirigió corriendo al baño del aeropuerto y observo

horrorizado en lo que se estaba convirtiendo. Por un segundo no se

reconoció. Se pregunto si alguien mas lo habia percibido. Con

dificultad bajo la maleta y no recordó haberla alistado para el viaje.

La abrió con nerviosismo y un grito ahogado lo dejo tirado en el

suelo frio de azulejos antisépticos. Allí estaba ella, desmembrada,

mutilada, desperdigada en su maleta. Se miro las manos y el rojo de

esa sangre delatora le hizo derramar gruesas lágrimas silenciosas

mientras trataba de quitarla en el lavamanos. ¿Desde cuando las

tenia tan untadas? Asustado, se dirigió a la puerta y le corrió el

pestillo. De nuevo se volvió a mirar en el espejo y otra vez el miedo

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caprichoso lo invadió al percibir el cambio. Se sintió mareado y

apuro tres sorbos largos de agua. Pasó sus manos por la cara, y con

el pie, corrió la maleta al fondo del baño. Entonces, el golpeteo de la

puerta lo hizo estremecer. Era un tipo que deseaba entrar, pero no

podía.

- ¿Hay alguien dentro? - Grito con urgencia desde afuera.

El viajero se acurruco junto a su equipaje y rogó a Dios por que se

fuera pronto de allí y lo dejaran en paz. Recordó un día de su

infancia, en la quinta de los abuelos a las afueras de la ciudad,

cuando se oculto en un armario mientras todos en la casa lo

buscaban. En esa ocasión pidió que todos se murieran para que

dejaran de buscarlo. Pero no fue así. Su abuelo lo descubrió y le

propino una buena tunda. Sintió ese mismo vértigo allí sentado en

el baño del aeropuerto. Temió que su abuelo entraría en cualquier

momento y lo castigaría de nuevo. "No es probable" Se dijo para si.

"El ya murió hace tiempo".

Miro el reloj y vio la hora. Se sintió perdido completamente, pues

era muy tarde. Su avión habia despegado hace ya muchas horas. Era

la madrugada del día siguiente.

-¿Cuanto tiempo he estado aquí encerrado? - Se pregunto en voz

alta.

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- ¡Si hay alguien dentro! ¡Lo acabo de escuchar! ¡Abra la puerta o

llamare a los de seguridad! - Exclamo El hombre mientras forcejeaba

más la puerta.

"¿Que voy a hacer ahora?" Pensó poniéndose de pie. "Me van a

descubrir"

Afuera, la gente se empezó a congregar al ver al otro pasajero en un

intento desesperado por abrir la puerta. Unos mas se sumaron al

intento y con los hombros, intentaban abrirla a punta de vigorosos

empujones. Un vigilante al ver la multitud se acerco y pregunto que

ocurría.

- Hay un tipo adentro y no me quiere dejar entrar... ¡Y necesito

hacerlo ya!

El vigilante informo la irregularidad por la radio.

- ya vienen los de mantenimiento a abrir la puerta.

El viajero escucho petrificado desde el otro lado. Se dirigió una vez

mas hacia la maleta y vio asomada la punta de su querida corbata

de una de las bolsas llenas de despojos humanos. Recordó las

palabras de ella en la mañana, mientras se vestía para salir:

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-Viajas, dejas tu casa, dejas tu país, pero te empeñas en llevar esa

ridícula corbata, la llevas en el desierto, la llevas en la playa y en la

montaña, la mandas lavar en seco, la planchas todos los días... ¿Es tu

polo a tierra? ¿Tu vestigio de dignidad? Miserable... - Y no pudo

continuar por los sollozos.

- Déjame en paz. Yo tengo más dignidad que vos...Puta

desagradecida.

- ¡Lárgate con tu corbata y tu ego al carajo!

-¡Cállate!

- ¡No!...

Sus pensamientos fueron interrumpidos por el chirrido de un

taladro.

- Tenemos que perforar esta parte. Tiene el pestillo puesto... - Dijo

una voz

El viajero se agacho junto a la maleta abierta y se quedo en silencio

unos instantes, mirando hacia la nada. Sus ojos perdieron todo su

brillo. Comenzó a llover.

- ¿Queres salir de ahí y dar un paseo? ¿Eh? -Dijo mirando la maleta

con rabia.

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Mientras tanto los empleados trabajaban veloces intentando abrir la

pesada puerta de metal. La policía ya habia sido avisada y estaba

apostada en la entrada del baño, rodeada de una gran cantidad de

curiosos.

- Tu…Hacete detrás mío y me cubres cuando entremos…

- De acuerdo. – Exclamo el policía poniéndose en posición.

El viajero continuaba allí sentado en el piso. Sus ojos de repente se

toparon con una pequeña ventana.

- Ven…Le dijo a los trozos de la muerta – Vamos a salir de aquí.

Intento en vano sacar la maleta por el pequeño marco. Tuvo que

sacar las bolsas una por una, las cuales caían a un pequeño deposito

de basura que quedaba detrás del restaurante del aeropuerto.

Terminada la labor, tomo una toalla que llevaba para su aseo

personal, la extendió y deposito allí el resto de sus pertenencias,

dejando la maleta vacía. La volvió a cerrar y la escondió detrás del

retrete.

- Quédate ahí. Después vuelvo por vos…

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Finalmente anudo las puntas de la toalla creando un pequeño

paquete el cual tambien arrojo por la ventanita. Ahora tenia que

pasar el.

- Ventana hija de puta… ¿Para que hacen ventanas tan chicas? –

Decía mientras pasaba con total dificultas su cuerpo por el reducido

espacio, a pesar de ser de una contextura delgada y espigada.

- ¡Maldición! – Grito mientras caía al otro lado encima de las bolsas

sangrantes, razón por la cual no se dio cuenta que al caer, se habia

hecho una herida profunda en la muñeca izquierda con la tranca de

la ventana.

El viajero recogió todas las bolsas, el paquete hecho con la toalla y

los metió todos en una caja que encontró en el depósito de basuras,

repleta de desperdicios del buffet de la noche anterior. Pensó en

dejar allí los restos de la muerta, pero no pudo. Decidió llevárselos

con el. Sin embrago, el peso y la incomodidad de halar la caja lo

obligaron a separarse de su equipaje.

- Aquí estarás mejor que conmigo. – Le decía a las bolsas mientras

las camuflaba entre las basuras. – Pronto vendrá alguien a buscarte,

no te preocupes. – Y diciendo esto, tomo el resto de sus

pertenencias y salio de allí.

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La puerta del baño finalmente fue abierta y una tropa policial

irrumpió al lugar con celeridad. El baño estaba vacio.

- ¿Quién dijo que habia alguien acá encerrado?

- Yo – Contesto el tipo que habia intentado entrar desde hacia un

rato, mientras descansaba su vejiga en el orinal.

- Pero aquí no hay nadie…

- Yo escuche a alguien hablando. Estoy seguro. –Contesto mientras

subía el cierre de su pantalón.

- Sargento, mire esto… - Interrumpió un oficial, señalando la maleta

con rastros de sangre detrás del retrete.

- Central – Dijo el sargento hablando por el radioteléfono. –Tenemos

un problema en el aeropuerto…

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El viajero salio de nuevo a los corredores del aeropuerto con la toalla

enrollada en su espalda. Algunas personas se quedaban viendo al

extraño personaje con ojos desorbitados al ver la singular forma de

viajar del mismo.

- Al menos debería comprar una bolsa de mano, que falta de

gusto… - Comento una señora de abundante dorso.

- A este aeropuerto dejan entrar a cualquiera. Deberían reservarse el

derecho de admisión. – Comento otra no menos contrariada con la

imagen del viajero.

En cambio otras personas ni siquiera se percataron de la presencia

del personaje, ocupadas en sus asuntos y en el invariable afán de un

aeropuerto. Vuelos que salen, equipajes perdidos y gente que se

reúne después de un largo viaje.

El viajero se sentó con sus pertenencias en una de las bancas de

plástico unidas en la parte trasera por un largo tubo metálico de

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color negro. Se restregó sus ojos con fuerza y volvió a observar su

reloj. Siete menos cuarto. Su vuelo estaba programado para las ocho

en punto. Pero según sus cálculos, ya habia pasado un día entero

después del despegue de su avión. Se quedo mirando el panel que

anunciaba las rutas y efectivamente, allí estaba su vuelo anunciado

para la hora señalada. Volteo a mirar la fecha. Diecinueve de Abril.

¡Esa era la fecha! Pero en el baño el habia observado que ya habia

perdido su vuelo ¿Entonces?

- Disculpe señor, ¿Me puede decir que día es hoy por favor? – le

pregunto a un Hombre de cabello blanco que pasaba por su lado.

El tipo se quedo mirándolo con asombro.

- Diecinueve de Abril. – Contesto sin detener su marcha.

- ¿Esta seguro?

- ¡Pues claro!- Le grito sin voltear a verlo y por lo bajo comento: -

Pedazo de imbecil…

El viajero se quedo allí sentado, completamente confundido y

cansado. Después de todo si iba a poder viajar. La luz rancia de los

bombillos alógenos de la sala de espera lo hicieron sentir mas

agotado y decidió ir en busca de algo de comer. Sintió su mano

izquierda un poco dormida y descubrió una herida en su muñeca de

la cual brotaba lentamente su sangre roja y espesa.

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- ¿Y yo cuando me hice esto?

En ese momento sonó un aviso en el aeropuerto confirmando los

próximos vuelos de la hora, entre ellos el que él esperaba. Se sintió

confortado por la confirmación de su viaje. Se agacho para buscar

un pañuelo con que envolver su herida.

- ¿Y mi maleta?

Todo lo que habia era una toalla enrollada en el piso.

- La muy estupida no puede ni hacer una maleta para un viaje… -

Pensó mientras pronunciaba maldiciones por lo bajo. Claro. Ella no

soportaba el hecho de que el fuera un hombre en constante

movilidad. Era un vendedor que viajaba por todo el mundo

haciendo negocios. Se quedo allí sentado, pensando en como ella

habia cambiado tanto. Al principio era dulce, comprensiva. Jamás le

reprochaba nada. Ni una queja. Siempre dócil y pendiente de todo

lo que el necesitaba. La diferencia de edades nunca resultaba un

inconveniente para ella (El prácticamente la doblaba en edad)

Recordó como la habia conocido: Fue en un viaje que realizo hace

muchos años a Venezuela. Ella estaba parada en una esquina con los

ojos entreabiertos y asustadizos. El se quedo mirando a la chica con

curiosidad. Quince años tendría, calculo el. Llevaba un vestido

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pobre y harapiento que dejaba adivinar un cuerpo ya voluptuoso

para su edad. Era una mujercita. Su cabello lacio y muy lizo le daba

un aspecto de desamparo aun mayor. El se acerco lentamente

mientras ella lo veía venir en silencio.

- ¿Estas bien? ¿Necesita algo?

- No.

- ¿Estas extraviada? ¿Dónde están tus padres?

- No tengo.

El se quedo allí, parado junto a ella en silencio en aquella esquina

bulliciosa y concurrida. La chica no observaba a ningún lado. Se le

veía algo nerviosa. El se lleno de compasión por ella.

- ¿Tenes hambre?

- ¿Que?

- Si tenes hambre, mujercita sorda…

- ¿Cuanto?

- ¿Cuánto que?

- ¿Cuánto me vas a dar?

- ¿Yo a ti? ¿Y por que?

- Por chupártela

-¿Cómo decís?

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El levanto su cabeza y volteo a mirar a todos lados. Luego tomo del

brazo a la chica y la llevo a un costado de la calle.

- No me vengas a decir que estas de puta en estas calles. Solo eres

una chiquilla.

- Tengo que recoger mi cuota diaria. Si no el me pegara…

-¿Cuál el?

- El mensajero. El nos administra a todas…

- Administra…No me vengas con pelotudeces… Ven conmigo

muchachita. Te voy a llevar a una estación de policía.

-¡No!

- ¿Que te queres quedar de puta toda la vida?

-Policías no. Son malos tipos…

En ese momento se escucho un coche frenar secamente. De la puerta

trasera se bajo un hombre de unos treinta años, de aspecto

malandro, anillos de oro en casi todos los dedos y una cicatriz

profunda que surcaba su cuello al lado derecho.

- ¡Hey tu man! ¿Qué coño le haces a mi chica?

El se asusto al ver acercarse al tipo, pero mas aun, al ver que la chica

se escondía nerviosa detrás de el.

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- ¡Es el, al que llaman el mensajero! No deje que me pegue, por

favor… - Suplico susurrante.

- Te estoy hablando maricon – Y desenvaino una navaja de cacha

blanca.

- Nada – Respondió secamente - Que esta mugrosa me esta

cobrando mucho por sus servicios…

- ¿Si?... ¡No te creo nada maricon! – Y se abalanzo sobre el…

En un instante la situación se torno dramática. Estaba en medio de la

calle forcejeando con un chulo por una niña que acababa de conocer.

La suerte no fue ajena a la escena y en ese preciso instante paso una

patrulla de la policía. El malandro al verla, hecho a correr

despavorido dejando atrás al hombre y a la chica. El auto que lo

acompañaba, continúo su marcha indiferente.

- ¿Te paso algo chico? – Pregunto uno de los policías bajando

rápidamente.

- No señor…este pillo que me quería robar…es todo.

- ¿Y esta niña?

El se quedo mirando sus ojos que clamaban por su protección.

- Es mi hija señor agente.

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El patrullero se quedo observándolos un instante y luego continúo

su marcha, en pos del supuesto ladrón.

- Gracias -Exclamo con alivio la muchacha.

- ¡Que gracias ni que mierda pelotuda! ¡Casi me matan por culpa

de vos! – Se tomo la frente con las manos. Ella se quedo allí parada,

en silencio, con su cabeza gacha como un gorrión en medio de la

tempestad.

- Lo siento…

- Esta bien. No pasa nada…Vamos a comer algo, ¿Debes tener

hambre no?

Ella asintió con la cabeza. El la tomo del brazo y tomaron un taxi.

- Vamonos de esta calle de mierda. Es peligroso estar acá…

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El baño del aeropuerto se convirtió en un hormiguero de policías y

detectives que entraban y salian rápidamente. La maleta fue

fotografiada y medida como siempre según el procedimiento

ordinario ante una evidencia encontrada. Luego fue colocada en un

plástico transparente y enviada de inmediato a la central para ver si

contenía algún dato, huella o indicio que pudiera establecer de

donde, o más preciso, de quien era.

- Buenas tardes sargento. Soy el detective Castro. Tengo asignado

este caso.

- ¿Cómo vamos detective?

- Mal con esto. No hay ningún indicio. La maleta escondida y

vaciada es todo un puto enigma. Y este clima de mierda para

completar…

- ¿Y las cámaras de vigilancia?

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- Los muy incompetentes no se habían dado cuenta que no estaban

grabando nada desde hace dos días con todas las cámaras del ala

este. No tenemos nada… ¿Fuma?

- No dentro del aeropuerto. Esta prohibido.

- ¡Maldita sea!

- Tranquilo detective. El tabaco es perjudicial para la salud…

- Si, como no…Veamos que tenemos acá…

- La maleta estaba escondida detrás de aquel retrete. Ya se tomaron

huellas en todo el baño para ver que podemos sacar…

-¿Testigos?

- Solo el hombre de allá del fondo. Pero no vio nada. Solo alerto el

hecho que la puerta estaba cerrada. Dice que escucho a un tipo

hablar dentro del baño, pero cuando entramos ya no habia nadie.

El detective jugaba nervioso con el cigarrillo en la mano. Su

ansiedad de fumar era evidente.

- ¿Y esa ventana? ¿A dónde lleva?

- Al deposito de basura del restaurante del aeropuerto, pero… ¿No

creerá usted que alguien cabe por allí?

- Alguien delgado, podría…

- Disculpe que lo contradiga, pero lo dudo. Además, esta muy alta…

- ¿Ya revisaron el basurero?

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- Aun no, pero…

- ¡Ustedes! – Dijo señalando a un grupo de policías que conversaban

animadamente - Vamos a verificar. –Y salio rápidamente del baño.

Llegaron al tiradero y no tuvieron que escarbar mucho para

encontrar el cuerpo descuartizado de la mujer.

- Acordonen el área. Llamen a las puertas principales. Nadie puede

entrar o salir del aeropuerto hasta que no me lleguen los resultados

de la maleta. Si el asesino esta acá, lo encontraremos.

- si señor. – Contesto un oficial.

El detective se quedo en silencio mientras observaba las bolsas

repletas de un cadáver, sin duda una mujer, y se decía en silencio:

- Esto sin duda es obra del “Tsunami”…miserable

Este era un asesino serial que se gano este sobrenombre, ya que

todas sus victimas eran despedazadas al igual que las playas que

este maremoto visitaba.

- ¡Oficial!

- Si detective…

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- Llame a la central. Necesito que envíen vía fax la foto del

“Tsunami” y luego las distribuye entre todos los agentes.

- Si señor. En seguida.

-Sargento…

- Dígame

- Quiero aquí en seguida un cuerpo entero de agentes capacitados.

Presiento que el asesino esta aun en el aeropuerto y es posible que

tengamos que planear una operación de emergencia.

- ¿No esta usted exagerando un poco detective? ¿Por qué no se fuma

usted su cigarro y se calma un poco?

- No tengo tiempo para fumar. Fume usted si lo desea… -Y le puso

el cigarrillo en las manos.

- Quiero los agentes. Ya. – Exclamo e ingreso de nuevo a las

instalaciones del aeropuerto.

Mientras tanto el viajero seguía sentado en la sala de espera. Estaba

a punto de ponerse en pie cuando sintió que alguien se sentó a su

lado. El lo vio, primero de reojo y después detenidamente. Era un

tipo de raza árabe, sin duda alguna. Su nariz prominente y su rostro

sin afeites así lo indicaban. Se sentó y empezó a limpiar sus manos

con el revés de su camisa.

- ¿Y tu que me ves? – Le pregunto abiertamente.

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- Nada. Disculpe usted – Contesto el viajero e intento ponerse de

pie.

- No se levante. Perdóneme. Es que estoy cansado que se queden

mirándome como si yo fuera un delincuente solo porque soy un

musulmán.

- Esta bien. No hay problema amigo.

- Me llamo Mustafa Abar- Me Barak…

- Que tal, mucho gusto… - Contesto un tanto nervioso y sudoroso.

El musulmán se quedo apretando su mano con los ojos clavados en

los suyos. El viajero sintió esos instantes como eternos y estuvo a

punto de desmayar. El tipo lo miraba de una manera singular y se

sintió como hipnotizado. Pero no tanto como para no notar que el

personaje del medio oriente llevaba las manos cubiertas de sangre.

- ¿Qué le paso en la muñeca de su otra mano? – Le pregunto sin

soltarlo aun.

- ¿Eh?

- Su mano izquierda. Veo que tiene una herida. Permítame. - Y sin

esperar respuesta le tomo la muñeca y puso sus dedos encima de la

herida.

- Debe usted cuidar ese corte. Se puede infectar. . . - Dijo sin dejar de

mirarlo a los ojos. El viajero intento moverse. Quiso gritar, pero no

pudo hacer nada. Estaba petrificado. Empezó a sentir un frio que se

entraba por su herida y le subía por el brazo hasta llegar a su cabeza.

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- En mi país existe una leyenda – Continuo el musulmán – Dice que

cuando la sangre de un hombre tiene contacto con la de otro, así

como estamos los dos en este momento, estos hombres se

transforman en uno solo pues crean una nueva sangre ante los ojos

de Alá y por ende, el creador de todo los convierte en uno solo para

que cuiden de esa sangre… ¿No le parece un relato inquietante? –

Concluyo metiendo mas fuerte los dedos en la herida y acercando

mas su rostro al del viajero, el cual solo sentía el aliento tibio del

musulmán a través de sus ojos, de su nariz, de su boca.

- ¡Suélteme! – Grito por fin sacudiendo fuerte su brazo por encima

de su propia cabeza y cayendo a un costado de la silla de plástico.

Se quedo allí tirado por unos breves instantes. Luego se levanto

apresuradamente, pero ya no habia nadie. Estaba solo.

- ¿Se siente bien señor? – Le pregunto una aseadora que pasaba por

la sala de espera en ese momento.

- Si…Estoy bien…gracias – Repuso.

- Se ve mareado…Venga siéntese…deben ser los nervios de viajar.

Aquí se ve mucho eso…le voy a traer un vaso de agua…ya vengo.

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El viajero se sintió completamente dislocado mentalmente mientras

trataba de poner en orden sus ideas. Miro en todas las direcciones

pero no vio ni rastro del musulmán.

- Tome. - Le dijo la amable señora alargándole el vaso con agua.

- Gracias.

- ¿En que vuelo sale usted señor?

- En el vuelo de las ocho.

- ¿De la mañana?

- No. De la noche.

La aseadora se quedo mirándolo extrañada.

- ¿Esta seguro? Revise bien…

- Estoy seguro… ¿Por qué?

- Porque son las diez y media de la noche. Su vuelo salio hace dos

horas. Lo siento mucho. Debe estar más pendiente de los horarios…

Buenas noches.

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Un escuadrón completo de policías ingreso silencioso y armado por

el área de carga al aeropuerto para no alarmar demasiado a los

pasajeros, los cuales ya estaban empezando a generar problemas,

pues se ofuscaban al saber que no podían salir del aeropuerto. Se

reunieron junto al detective en la pista de aterrizaje.

- Señores. La situación es delicada. Hemos encontrado los restos

mutilados de una mujer en las instalaciones del aeropuerto y

tenemos razones para creer que el asesino se encuentra aun ahí

dentro. Es extremadamente peligroso y no sabemos de los alcances

que pueda llegar a tener al verse encerrado aquí. Todos los indicios

apuntan a que se trata del “Tsunami” Un argentino de descendencia

árabe al cual hemos estado siguiéndole los pasos desde hace tres

años. Hoy por casualidad, su rastro de muerte nos ha traído hasta

este sitio y es nuestra obligación detenerlo y ponerlo tras las rejas.

No quiero que se cometan tonterías. Todos deben estar

concentrados. Este lugar esta repleto de civiles y no queremos que

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se generen problemas que mas tarde lamentaremos. A continuación

repartiremos la foto del asesino entre ustedes. Obsérvenla y

guárdenla. Luego entraremos en silencio y empezaremos a indagar

en las instalaciones. No quiero ni un solo metro cuadrado sin ser

inspeccionado. Si ven a alguien sospechoso deténgalo de inmediato.

¿Preguntas?

- Si llegamos a ubicarlo, ¿Cuál será el procedimiento a seguir?

- Me informaran de inmediato por la frecuencia interna y no lo

perderán de vista, pero no actúen solos. “Tsunami” Es altamente

peligroso y un error de parte nuestra nos podría costar muy caro.

El grupo de policías se retiro de inmediato y el detective pudo por

fin encender un cigarrillo en medio del fuerte viento calido que por

momentos amainaba. El verano estaba en su apogeo y no habia

llovido ni una gota en semanas.

- Verano de mierda... Exclamo arrojando la colilla e ingresando de

nuevo pensativamente.

El viajero se quedo allí sentado en la sala de espera y termino por

quedarse dormido. No supo bien cuanto tiempo estuvo así. Solo

recordó que deseaba ir al restaurante a comer algo. Bajo la vista

para revisar su herida cuando se quedo mirando su pecho

sorprendido y mas confundido aun.

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- ¿Y yo a que hora me puse mi corbata?

La llevaba puesta, bien firme. Buen nudo y salpicada de sangre por

un costado.

Se agacho a recoger sus cosas y sus dedos se tropezaron con su

maleta de viaje.

-¿Y esto? ¿Dónde esta mi toalla?

Abrió la maleta con celeridad y vio que todo estaba en orden. Una

maleta de viajero experto, bien preparada y con toda la ropa

perfectamente doblada. En una esquina reposaba su toalla, limpia y

de dobleces impecables. La levanto y la coloco en sus piernas

mientras la contemplaba en silencio. Se quedo pensando en lo bien

que la habia empacado, pues ella esa noche estaba de mal humor y

no quiso hacerlo.

- Prepárame la maleta mujer que voy tarde…

- Si claro…ya te empaco tu perra maleta… - Dijo furibunda mientras

extendía la toalla en la cama y arrojaba con rabia cosas en su centro.

Luego unió las puntas y la arrojo en la puerta del cuarto.

- Ya esta tu maleta… ¿Linda no?

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- ¡Puta! - Exclamo colérico mientras se abalanzaba sobre ella. - ¡Te

voy a matar perra!

- No eres capaz… - respondió con dificultad intentando quitárselo

de encima. El rápidamente busco a tientas cualquier cosa y encontró

su amada corbata. La que siempre usaba para los viajes. La tomo de

un extremo y con agilidad le dio la vuelta al cuello de la mujer

mientras halaba la otra punta con fuerza intentando asfixiarla.

- Ahora si te jodiste…

Fue sacado de sus pensamientos por el vaivén de la gente que

empezó a llenar la sala de espera. La policía impedía la salida de

cualquier civil y no habiendo mas que hacer se dirigieron allí a

esperar el momento de poderse ir a sus casas. El viajero tomo su

equipaje con fuerza con sus dos manos y empezó a sentir temor de

las demás personas. El mareo volvió y las nauseas lo tenían al borde

del vomito. No soportaba ni los ruidos ni la presencia de todas esas

personas quejándose alteradas. Tuvo temor de ellos. Pero después

de un rato, empezó a sentir temor de él mismo. Decidió irse de allí

de inmediato y sin más ni más, tomo su maleta y se fue corriendo al

baño. Los policías estaban distraídos explicándole la gente a la

situación y no lo vieron entrar. Habían puesto de nuevo la puerta

para impedir el acceso de alguien, pues aun estaban tomando

muestras aunque para ese instante ya habían terminado y todos

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estaban afuera. Él ingreso violentamente cerrando la puerta tras de

si corriendo el pestillo recién instalado.

- ¡Pues yo voy a salir de este puto aeropuerto con o sin el permiso de

ustedes! – Peleaba mientras tanto un pasajero recién llegado con la

policía.

- Cálmese señor…

- ¡No me calmo! – Contesto violento y empezó a convencer a los

demás que se revelaran tambien.

- ¡Si! – Gritaban todos – Déjennos salir

- Señor, si no se controla vamos a tener que detenerlo.

- ¡No pueden! – Y trato de emprender la fuga. Los agente corrieron

en pos de el a lo lago del ala Este dejando totalmente libre el área del

baño. El viajero mientras tanto estaba ensimismado observándose al

espejo. Estaba notando que su nariz estaba un poco más alargada y

tenía una sombra de barba de unos tres días. No entendía el por que

pues esa misma mañana se habia rasurado para el viaje. Se miro su

mano izquierda la cual estaba ya totalmente cubierta de sangre y se

la acaricio con la otra mano, quedando igual que la primera.

- ¿Desde hace cuanto tengo así de sucias mis manos? – Se pregunto.

Empezó a lavarlas con fuerza. No sabía bien por que pero tenía unas

ganas locas de reírse. Escuchaba como el torrencial aguacero caía

afuera y pensaba si tal vez los aviones no despegarían por la lluvia.

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En estos pensamientos estaba cuando escucho tres golpes suaves a

la puerta. Cerro con mucha cautela la llave del grifo y se quedo

expectante, en silencio unos segundos. Los golpes se repitieron y

escucho una voz de acento extranjero que le decía:

- Abra usted la puerta por favor.

El se quedo derivando frente al espejo. No noto que aun estaba

apretando la llave del grifo con fuerza. Se sintió cansado y la

temperatura corporal empezó a subir.

- Me va a dar fiebre. – Pensó. Luego reviso la hora. Ocho y cinco

minutos. Su vuelo estaba saliendo en ese momento. “Tengo que

darme prisa, tal vez aun lo pueda alcanzar”

De nuevo el sonido de la puerta lo saco del trance. La voz repitió la

petición secamente.

- Abra usted la puerta por favor.

El viajero finalmente accedió y descorrió el pestillo. Un hombre

entro rápidamente y cero de nuevo la puerta trancándola con fuerza.

Se dirigió al espejo y se quedo allí observándose en silencio. El

viajero se quedo observándolo por el reflejo unos momentos.

Page 32: La corbata del viajero - Rafael Bejarano

32

- ¿Y tu que me ves? – Le pregunto abiertamente.

- Nada. Disculpe usted – Contesto el viajero e intento levantar la

maleta para salir de allí, pero noto que de repente estaba bastante

pesada y no pudo hacerlo.

- No se vaya, perdóneme. Es que estoy cansado que se queden

mirándome como si yo fuera un delincuente solo porque soy un

musulmán.

- Esta bien. No hay problema amigo.

- Me llamo Mustafa Abar- Me Barak…

El viajero sintió entonces como si una sombra pasara por su espalda.

Volteo a mirar agitado pero no vio nada. De repente, sin aviso

alguno, unas nauseas tremendas lo enviaron directo al retrete,

donde comenzó a vomitar desaforado. Recordó un día de su

infancia, en la quinta de los abuelos a las afueras de la ciudad,

cuando ingreso furtivamente en la cocina de la abuela y hurto unas

galletas que tenia prohibidas comer. Estas aun estaba calientes y el

se sintió muy mal y termino en el jardín vomitando. La abuela lo

descubrió y le propino una buena tunda en aquella ocasión. Sintió

esa misma sensación allí, arrodillado en el suelo del baño del

aeropuerto. Temió que su abuela entraría en cualquier momento y lo

castigaría de nuevo. "No es probable" Se dijo para si. "Ella ya murió

hace tiempo".

Se incorporo aun con mareo y pidió disculpas al musulmán.

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- Que tal, mucho gusto… - Contesto estirando su mano. Noto que el

musulmán se quedo apretando la suya con los ojos clavados en los

de el. El viajero sintió esos instantes familiares y no supo bien el por

que.

- ¿Qué le paso en la muñeca de su otra mano? – Le pregunto sin

soltarlo aun.

- ¿Eh?

- Su mano izquierda. Veo que tiene una herida. Permítame. - Y sin

esperar respuesta le tomo la muñeca y puso sus dedos encima de la

herida.

- Mi sangre es igual a la suya. Y no es coincidencia, pero…eso usted

ya lo sabe ¿Verdad?

El viajero se quedo observando las manos del musulmán las cuales

tambien estaban untadas de sangre. Escucho un ruido lejano. Estaba

lloviendo.

- ¡Suélteme! –Grito y safo su mano de la de él con vigorosidad.

- Tranquilo, no se asuste usted por mí. –Le dijo suavemente. Más

bien debería preocuparse por el contenido de su maleta.

- ¿Qué hay dentro de mi maleta?

- Usted lo sabe mejor que yo ¿No es cierto?

Page 34: La corbata del viajero - Rafael Bejarano

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El viajero se quedo observando al musulmán con una mueca de

disgusto y en impulso rabioso se agacho y abrió la maleta

violentamente dejando ver su contenido.

- ¡Dígame que tiene de raro mi equipaje! – Le dijo en tono retador.

- Revíselo bien. ¿Por qué no voltea a ver?...

El viajero entonces volteo su cabeza y vio su maleta repleta de

bolsas de plástico negras las cuales dejaban asomar restos de partes

humanas mutiladas. Se quedo allí de pie como petrificado por la

escena. No entendía nada. No sabía quien estaba despedazado en su

maleta. Vio tambien su corbata favorita en medio de las bolsas y se

paso la mano por el cuello, pues pensó que la llevaba puesta.

El musulmán se acerco lentamente y se agacho junto al equipaje.

- Debería sacarla a dar un paseo… - Le dijo mirando fijamente los

restos.

El viajero no pudiendo resistir más la fiebre y el mareo cayo semi

inconsciente al piso. Lo último que pudo escuchar antes de

desvanecerse fue al árabe que le decía:

- Tranquilos…Van a salir de aquí…

Page 35: La corbata del viajero - Rafael Bejarano

35

5

El viajero despertó sobresaltado y por poco se cae de la pequeña

silla de la sala de espera. Se paso su mano por el rostro cansado y

sudoroso y se tomo un tiempo para volver en si, pues aun estaba

con medio cerebro en el mundo de los sueños. Trago su saliva la

cual sintió con un sabor oxidado bajando por su paladar. Estiro sus

brazos para desperezarse y cuando los bajaba percibió la herida de

su mano izquierda.

-¿Y esta mierda cuando me paso?

Busco con apuro la maleta debajo de la silla pro no habia nada. Se

levanto asustado pensando que lo habia robado, pero entonces

descubrió un paquete cuidadosamente colocado en la silla contigua.

Era su toalla envuelta en forma de pelota y anudada en las puntas.

Se pregunto que carajos hacia eso al lado suyo, pero reconoció que

esa era su toalla.

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36

- Ni una maleta fue capaz de empacarme… - Y pensó en ella.

Recordó como su viaje a Venezuela hace muchos años habia llegado

a su fin y el la llevo consigo de vuelta a la argentina, su ciudad nata.

Tuvo que ingeniárselas para sacarla de aquel país, pero finalmente

lo consiguió. La llevo a vivir a su pequeño apartamento de soltero

en el cual supieron acomodarse de la mejor manera posible. Ella al

principio fue un poco tímida con el, pero el agradecimiento se le

veía en los ojos. El al principio se sintió un poco angustiado por

tener a una chica como ella viviendo con el. En ocasiones se

reprochaba la responsabilidad adquirida sin ninguna necesidad,

pero para esa fecha, el ya tenia claro que se habia enamorado de la

chica. Se sentía extraño por ese sentimiento y pensaba que era un

aprovechado, un pedofilo o algo así por sentir esas cosas por una

chica de quince años a la cual el doblaba en edad. Pero ella era

mucho mas perspicaz que el y se dio cuenta de sus sentimientos.

Una noche se fue la luz en todo Buenos Aires y ella entro corriendo

a la cama de el pidiendo protección ante la oscuridad. Busco abrigo

entre los brazos de su benefactor y finalmente se le monto encima.

El, en un impulso primario intento rechazarla, pero ella ya sabia

bien como eran los gajes de aquel oficio, pues estuvo ejerciendo

como trabajadora sexual en las calles de Venezuela. Un sexo

increíble para el, y tierno y sumiso por parte de ella sellaron la

relación aquella noche. A partir de ese momento ella pudo ejercer

oficialmente como “Su mujer” y el reconoció que no podía vivir sin

ella. Decidió cambiar de ciudad para evitar las murmuraciones de

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los inevitables vecinos entrometidos y viajo junto a su nueva

compañera, sus pocos enceres y su perro a la ciudad de Rosario,

donde finalmente se radico. Por un tiempo sintió que ya estaba

bueno de viajes y se animo a abrir su propio negocio. Las cosas no

marcharon muy bien económicamente a causa de la hiperinflación

de la época y tuvo que volver a reanudar sus viajes y además se vio

obligado a cerrar su local. Ella en esos primeros años nunca le

reprocho las largas ausencias y se quedaba sola en casa cuidando de

las cosas y el perro. Los años pasaron y ella pidió entonces tener un

hijo, crear un hogar mas establecido y de paso no sentirse tan sola en

sus largas expediciones alrededor del mundo en busca de contactos,

negocios y dinero. Pero el ya estaba pasados los cuarenta años y

sintió una enorme carga el imaginarse con un vástago, razón por la

cual rehusó de inmediato. Ese mismo año la querida mascota de la

casa falleció a causa de su edad y entonces empezaron los primeros

brotes de problemas conyugales.

- ¿Por qué no me das un hijo? – Le reclamaba ella en las noches

- Estoy ya muy viejo para ser papa, además…no me da la

gana….déjate de pavadas y déjame dormir mujer…te estas

volviendo una latosa…

- ¿Crees que no soy muy digna de ser la madre de tus hijos porque

cuando chica fui una puta? ¿Es eso no?

- La reconcha de tu madre… ¡Quiero dormir!

- Contéstame

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- ¡No me revientes las bolas mas!

Ella se echo a llorar. El se levanto disgustado y se fue a dormir a otra

habitación. Al otro día viajo y volvió casi dos meses después. Esa

escena se convirtió entonces en un circulo vicioso para el. Viajaba,

volvía, escuchaba sus reclamos, volvía a viajar, regresaba de nuevo,

mas peleas…Y así todo el tiempo…Ya llevaban casi veinte años

juntos y todo era muy diferente. El prácticamente no soportaba estar

en la casa y la verdad poco o nada le preocupaba lo que su mujer

estuviese haciendo sola en Rosario. Fue cuando empezó con la

manía de prolongar sus viajes, yendo a otro rumbo en lugar de

regresar a casa. En uno de esos impulsos, llego al aeropuerto de

Madrid y selecciono un destino al azar.

- Un boleto para El Cairo por favor.

Nunca pensó realizar un viaje tan lejos, pero acababa de cerrar un

negocio importante y los dólares en su cuenta lo invitaban a darse

ese lujo. Llego a su destino pasada las dos de la tarde. El calor

intoxicante pronto lo mello y tuvo que detener un taxi que lo llevara

pronto a un hotel. Su dominio del idioma Ingles era excelente, no

tanto así el de las personas con las cuales intentaba entablar

conversación. Por medio de toda clase de señas lo llevaron por fin al

destino deseado. Un hotel regular, no muy costoso, no muy lujoso.

Perfecto para el. El color verde de los dólares fue toda la

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decodificación lingüística que necesito en la recepción y de

inmediato fue dirigido a su habitación: Tenia una cama

impecablemente hecha, algunos muebles baratos y un pequeño

balcón desde donde se divisaba todo el movimiento continuo de El

cairo a aquellas horas. Se entretuvo vanamente en observar a las

mujeres en sus atavíos tradicionales mientras trataba de adivinar las

hermosas figuras que se ocultaban púdicamente bajo las telas de

colores y las cuentas brillantes. Decidió salir en busca de una

cerveza fría para menguar la ardiente sed del medio oriente y bajo a

la calle rápidamente. El paso se hacia a veces imposible debido a la

gran cantidad de transeúntes con los cuales se tropezaba por todos

lados. Los vendedores ambulantes se le abalanzaban en cuanto

observaban su rostro extranjero y trataban de ofrecerle en medio de

su lengua tan desconocida para el toda clase de chuchearías y

baratijas que el rechazaba con gestos amables y confundidos.

Finalmente diviso una especie de bar al cual se aventuro

decididamente. Trataba de pedir una cerveza al tendero, pero este le

respondía cosas que el no podía contestar. Era como tratar de

hablarle a un sordo por medio de sus palabras. En ese instante otro

hombre se paro junto a el y le dijo algo al tendero. Este hizo un gesto

gracioso y coloco dos cervezas heladas en el mostrador. El viajero se

quedo sorprendido al ver que aquel tipo tomo las botellas y le

ofreció una.

- Tome mi amigo. Aquí esta la cerveza que trataba de pedir.

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Increíble. El personaje hablaba el español a la perfección.

- Muchas gracias. Menos mal encontré a alguien que me entiende.

Estaba por volverme loco con el tendero…

- No se preocupe usted. He viajado muchas veces a la América del

sur y conozco su idioma.

El tipo bebió su cerveza de pie, pago y se marcho enseguida. El

viajero le hizo un gesto de agradecimiento desde una de las mesas

donde se habia sentado y lo vio alejarse. Le llamo la atención

descubrir que usaba una corbata igual a la que el tenia. Volteo a

mirar distraídamente a otro lado y se dio cuenta que el amable

personaje habia dejado olvidada una maleta. Rápidamente la tomo y

fue tras el para devolvérsela. La multitud hacia difícil el poder

seguirlo y aunque trataba de llamarlo, este no parecía escucharlo.

Solo podía ver su espalada a través de las innumerables personas

que se abrían paso como podían. Finalmente lo vio doblar hacia un

callejón y lo perdió de vista. El viajero giro tambien, pero el callejón

era cerrado y solo habia una pequeña puerta de madera cerrada.

Este soltó la maleta y se quedo allí unos instantes jadeando e

intentando recobrar el aliento ante la agitada carrera. Luego de

reponerse se quedo un poco dubitativo. No sabia si golpear la

puerta y ver si podía localizar al dueño del equipaje o dejar las cosas

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así. Parpadeo unos momentos y vio todo un poco mas oscuro.

Levanto la vista al cielo y se quedo enormemente sorprendido al ver

que estaba totalmente nublado.

“Como cambia el clima de rápido acá”. Pensó mientras avanzaba

decidió hacia la puerta. No alcanzo a levantar la mano para golpear

cuando esta se abrió sola. Pudo ver que alguien estaba detrás de ella

esperando a que el entrara. Era un anciano con un sucio turbante y

un ropaje no menos sucio que este. Sus ojos parecían brillar en la

oscuridad de aquella entrada. El viajero se quedo de pie en la puerta

intentando comunicarse con el y explicar la situación. El anciano no

se inmuto. Solamente lo tomo de un brazo y lo entro a la morada.

Luego cerro la puerta tras de ellos. El empezó a caminar por un

oscuro pasillo y el viajero se limito a seguirlo en medio de la

oscuridad un poco espantado de no saber a donde se dirigían.

Atravesaron una cortina derruida y llegaron a una salita alumbrada

con velones de sebo nauseabundo introducido en pequeñas vasijas

de barro. El anciano invito al viajero al sentarse en unas almohadas

amarillentas colocadas en el suelo. Este obedeció. El anciano luego

se sentó frente a el y tendió un tapete de terciopelo brillante entre

ellos. Saco unas cartas de tarot enormes y empezó a barajar

calmadamente. El viajero intento levantarse y salir de allí, pues en

ese instante lo último que deseaba era que le leyeran las cartas.

Personalmente consideraba a los adivinos unos charlatanes. Pero el

anciano se quedo observándolo fríamente y él sintió como si unas

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manos fuertisimas se hubieran posado sobre sus hombros y lo

hubiesen sentado de nuevo. Intento decir algo pero se dio cuenta

que no podía abrir su boca. Tampoco podía mover ninguna de sus

extremidades. En su mente lo único que pudo pensar fue: “Este

anciano de mierda me ha hechizado. Me van a robar”

El viejo continúo barajando las cartas una y otra vez. El viajero se

quedo colgado observando las cartas ir y venir de una mano a otra

sin detenerse. En algún momento le parecía como si todos esos

pedazos de cartón estuvieran dando vueltas alrededor de las manos

del anciano, sin que este hiciera movimiento alguno. De repente esto

se detuvo y el anciano dejo el mazo de cartas sobre el terciopelo

negro. El viajero en un acto autómata, alargo su mano izquierda y

dividió el mazo en dos porciones. Fue cuando escucho una voz en

su cabeza que le dijo claramente: “Con la mano que partes el mazo,

quedaras marcado por el mismo mazo, ya que será la señal que

llevaras por habérsete revelado tu destino ante tus ojos”

El viajero levanto sus ojos y se toparon con los de un hombre mucho

mas joven al viejo que estaba barajando las cartas. Era el mismo tipo

que habia dejado olvidada su maleta en el bar. Tenía la nariz

prominente, rostro sin afeites y ojos que tenían las pupilas

encendidas, como si ardieran en llamas.

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Despertó en la mesa del bar a altas horas de la madrugada. Se sintió

totalmente mareado, como si hubiese estado bebiendo desde

temprano. Sentía un sabor amargo en la boca y no podía sostenerse

muy bien de pie. Uno de los empleados del bar lo ayudo a

levantarse, luego de sacarle algunos billetes del bolsillo de la

chaqueta y haciéndose comprender, que era el monte de la cuenta

en el bar. El viajero no protesto y de manera milagrosa, a pesar de la

aparente borrachera, llego al hotel donde se habia hospedado y cayo

rendido sobre la cama.

Cuando volvió a abrir sus ojos se dio cuenta que ya era otro día. El

sol entraba por el balcón en todo su esplendor y le golpeaba el rostro

con energía. El viajero sintió de inmediato una especie de resaca en

su cabeza. No entendía bien lo que le habia ocurrido, pero decidió

en medio de su malestar, que lo mejor era viajar a casa. Tomo un

baño rápido, se afeito y bajo a pagar la cuenta. El hotel le cobraba

tres días de estadía. El intentaba explicar que solo estuvo allí una

noche, pero el hombre de la recepción se lo explico claramente. Lo

señalo y mostró res dedos con la mano. Luego le señalo en silencio

la fecha en que habia firmado su llegada al hotel: Diecinueve de

Abril y acto seguido le mostró al viajero el periódico del día: 22 de

abril. Efectivamente esa era su firma… ¿Tres días? ¿Qué habia

pasado entonces? El no podía creer que durmiera

tanto…Contrariado y asustado cancelo la cuenta y se dirigió al

aeropuerto de El cairo. Unas horas después volaba rumbo a casa.

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Ya instalado cómodamente en el avión se quedo mirando por la

ventana el paisaje diminuto que se divisaba al fondo. Estiro su mano

izquierda para apoyar su mentón en ella y descubrió una línea que

surcaba su muñeca. Se pasó los dedos de la mano derecha creyendo

borrarla, pero era inútil. Tenia una cicatriz que no habia visto antes

en su vida.

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6

Los policías se movilizaban con celeridad por todo el aeropuerto en

busca del asesino. Mostraban la foto del “Tsunami” pero nadie daba

una respuesta afirmativa a sus pesquisas. En realidad los pasajeros

lo único que deseaban en ese momento era la normalización del

servicio. Unos para poder partir rumbo a sus destinos y otros para

poderse ir a casa. Los auxiliares de vuelo y los empleados de planta

del aeropuerto se vieron inundados de reclamos, insultos, amenazas

y quejas de todos los usuarios que se amontonaban en las

ventanillas y puntos de atención exigiendo soluciones inmediatas. El

detective Castro era informado de la situación pero se mantuvo

invariablemente firme en su orden. Por un lado el hubiese podio

autorizar la normalización de la atención del aeropuerto, pero una

cuestión de orgullo y ansiedad le impedían hacerlo. Quería atrapar

al matón. Quería poder volver esa noche a casa con la tranquilidad

del deber cumplido y esa sensación interna de saber que era un

detective exitoso. Y no lo hacia por las bonificaciones o felicitaciones

tanto escritas como orales que podría llegar a recibir por la captura

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del un asesino buscado internacionalmente. No. Era su ego. Lo

personal. Terminar por fin con la obsesión de capturarlo que lo

habia acompañado por tanto tiempo. Caminaba por los pasillos con

la mirada afilada. Azuzaba a los agentes para agilizar el proceso.

Recibía llamadas de sus superiores que le pedían explicación del por

que estaba generando tal caos, pero el sabia evadir bien toda clase

de reproches burocráticos y papeleos estupidos que siempre

generaban retrocesos. Se estaba jugando su puesto en ese momento,

pero el sexto sentido, cultivado y perfeccionado a lo largo de más de

veinte años ejerciendo su profesión, le decía que el asesino estaba

allí, prácticamente en sus narices y que era el momento de atraparlo.

Después de realizar una ronda completa por toda el Ala Este y no

encontrar nada, se devolvió rumbo al cuarto de vigilancia del

aeropuerto para vigilarlo todo por medio de las cámaras. La vuelta

fue lenta, ya que el aeropuerto estaba atestado de gente y era muy

difícil avanzar. Pedía permiso y mientras lo hacia observaba de

arriba abajo la persona con la esperanza de poder dar por

casualidad con su objetivo. Pero el sabia bien que con alguien como

el “Tsunami” las casualidades era algo que el habia descartado hace

mucho tiempo. Tuvo que soportar los airados insultos de algunas

personas que alcanzaban a divisar su arma bajo la chaqueta y su

placa al cinto, pero nunca estuvo tan lejos de esa situación como en

ese momento. Era como si su cerebro se hubiese programado

únicamente para ver y oír al asesino. Todo lo demás le parecía

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superfluo y carecía de interés para el. Como pudo se abrió paso y

llego finalmente al cuarto de vigilancia y control del aeropuerto.

- Buenas noches detective. – Lo saludo uno de los coordinadores del

área.

- ¿Cómo va todo? ¿Hay algo?

- No. Esto esta atiborrado y la gente se esta desplazando mucho en

toas las direcciones, haciendo más difícil la búsqueda. No hemos

percibido aun a nadie con los rasgos del “Tsunami” Con un

aeropuerto así de lleno, es como buscar una aguja en un pajar…

El detective no contesto. Sabia que en el fondo lo que le decía el

hombre era verdad pero esta obstinado con la idea de atrapar al

asesino. Se paro con una taza de café en la mano y mientras revisaba

los paneles de cámaras encendió un cigarrillo.

- Disculpe detective…No se puede fumar acá.

- Son las reglas del aeropuerto ¿No?

- Así es.

- Pero no las mías. Déjate de joder y no quites los ojos de las

cámaras…

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El viajero estaba sentado en la sala de espera. Decidió que lo mejor

era ir a buscar algo de comer. Se estaba levantando de la silla

cuando sintió una especie de fuerza que lo obligo a permanecer

sentado. Sintió que sus extremidades se paralizaban y decidió no

hacer ningún esfuerzo y quedarse quieto. En medio de la multitud

de gente que pasaba frente suyo, a la distancia pudo ver alguien que

parecía caminar en línea recta hacia el. El viajero estaba como

fascinado por el andar de un hombre que no era interrumpido por

ninguno de los pasajeros que se movían agitada y

desorganizadamente por la sala de espera. Siempre pasaba justo,

exacto, nadie lo rozaba, nadie se interponía en su camino, a pesar

del hecho de que este hombre parecía caminar en cámara lenta.

Empezó a distinguir su figura y se dio cuenta que el hombre tenia

un aspecto extranjero. De medio oriente, sin duda alguna. Su rostro

le pareció particular, pero no pudo descifrar el por que. Nariz

alargada, rostro con una sombra de barba de varios días. Comenzó a

enceguecerse su vista y el viajero pensó que se iba a desmayar. Todo

se hizo oscuro. Solamente veía dos puntos luminosos que se

acercaban a el y se iban haciendo mas y mas grandes a medida que

se acercaban. Eran los ojos del árabe que venia hacia el. Quiso poder

salir corriendo, pero no era dueño de su voluntad ni sus

movimientos. Los dos puntos empezaron a volverse demasiado

grandes y empezaron a encandilarlo. Era como un auto en medio de

una carretera desierta y oscura que a medida que se acerca ilumina

mas por sus focos y sabes que si no te quitas te atropellara. Pero el

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estaba como clavado a esa silla y no podía hacer nada. Empezó a

sentir una tonta sensación de querer llorar. Los dos puntos en un

momento se unieron en uno solo y escucho una voz demencial que

rozo sus orejas con una extraña calidez. Como un suave contacto.

Esa voz le dijo susurrante:

- Me llamo Mustafa Abar- Me Barak…

Y ese nombre empezó a resonar en u cabeza con miles de ecos, como

cuando un grito se replica muchas veces en una caverna desierta.

Sintió que sus oídos iban a explotar, ya que ese nombre cada vez

sonaba más y más fuerte ilimitadamente. Pero en un parpadeo todo

se hizo silencio. No escuchaba nada. Ni ese nombre extraño, ni a las

personas que pasaban hablando, ni el latido de su propio corazón.

Nada. Solo silencio. Experimento una sensación de paz que poco a

poco se empezó a trastocar a angustia. Entonces algo ocurrió. Sintió

su cuerpo presa de un calor infernal. Sentía que esa luz lo estaba

quemando. ¡Se estaba quemando vivo! Y nadie parecía notarlo.

Nadie iba en pos de ayudarlo. Sentía su sangre recorres todo su

cuerpo a tracción lenta. Podía percibir como subía y bajaba por

todas sus venas. Fue cuando noto que respiraba con más dificultad.

Era su corbata que lo estaba asfixiando. No recordaba llevarla

puesta ese día. El nudo se apretó más y más y ya no pudo seguir

respirando. Un dolor agudo recorrió su muñeca izquierda y

entonces pudo abrir los ojos. Toda sensación desapareció y se dio

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cuenta que estaba allí sentado en esa silla de plástico, como si nada

hubiese pasado. Miro azorado detrás suyo y alas personas sentadas

junto a el, pero al parecer ningún presente se dio cuenta de lo

ocurrido. Un hilo de sangre muy fino recorrió sus dedos y al

levantar la mano se dio cuenta que tenia una herida abierta. Se tomo

su cabeza a dos manos y la metió entre sus piernas. Fue cuando vio

la maleta junto a el y vio la punta de su corbata por fuera. Se mando

rápidamente la mano al cuello y verifico que efectivamente, no se la

habia puesto aun. Pasó saliva y parpadeo largamente y se sintió

desubicado. En silencio saco la corbata del equipaje y se la coloco

rápidamente. Noto que en un extremo estaba como salpicada de

algo rojo. Pero no presto atención al hecho. Tomo sus cosas y se

dispuso a ir rumbo al restaurante, aunque con la cantidad de gente

por ahí tal vez no lo atenderían con rapidez. “Aun tengo tiempo. Mi

vuelo aun no sale” En ese momento tropezó con una aseadora que

estaba junto a el.

- ¡Disculpe! ¿Se encuentra bien?

- Si señor, tranquilo. No hay problema. Esta noche he tropezado con

casi todo el mundo en este aeropuerto. Esta repleto…

El viajero se sentó de nuevo pues sintió que le faltaba el aliento. La

aseadora se quedo observándolo en silencio mientras pasaba la

escoba por el suelo.

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- Disculpe señora ¿No tendrá un vaso de agua que me pueda

ofrecer?

- Si señor. Espéreme acá y ya se lo traigo. Se ve usted un poco

enfermo….

La aseadora volvió unos cinco minutos después con un vaso

desechable con agua. El lo tomo habidamente y lo bebió de un

sorbo. Sentía que al bajar por su cuello, extinguía las llamas internas

que lo estaban calcinando en ese momento. Por un instante pensó en

como seria el infierno. Imagino todas esas almas en el sufrimiento

eterno y sintió pena por ellas.

.-Gracias

- Tranquilo… ¿Y usted llega o se va?

- ¿Como?

- Si. Que si usted esta esperando para partir de viaje o ya llego y no

lo dejan ir a casa.

- No…Yo viajo. A las ocho sale mi vuelo.

- ¡¿Hasta mañana viaja?! ¿Y entonces por que vino usted al

aeropuerto desde hoy?

- No. No me entiende. Viajo hoy a las ocho de la noche.

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La aseadora hizo una mueca de extrañeza y le señalo el reloj de la

sala de espera.

- Pero…Ya son las nueve de la noche. Su vuelo ya debió salir. ..

El viajero volteo a observar entonces el reloj y confirmo la hora.

Cerró los ojos y en un instante pareció como si se hubiera quedado

dormido.

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7

La búsqueda continuaba sin descanso en el aeropuerto. Una y otra

vez los agentes preguntaban a todos los presentes si habían visto al

hombre llamado “Tsunami” Una y otra vez la respuesta era que no.

Un calor demencial se acumulaba en los pasillos y salas del

aeropuerto debido al fuerte verano que azotaba al país en aquellos

días. En medio de aquel acuartelamiento, todos los presentes

parecían muñecos de cera que se derriten muy lentamente. El

detective Castro tambien sudaba copiosamente encerrado en la sala

de control y vigilancia. Fumaba un cigarrillo tras otro sin descanso

acompañándolo con una taza de café a la vez. Los agentes y

personal de seguridad del aeropuerto empezaron a sentir la fatiga y

la desmotivación. “Por que no estoy en casa” Pensaban muchos

mientras realizaban pesquisas inútiles en cada rincón, hueco y

pliegue del aeropuerto. Lo cierto era que el Ala Este estaba a

reventar. Allí se encontraban los más de pasajeros a esa hora. Peor el

detective Castro no se daba por vencido. Continuaba vigilando cada

movimiento en esa parte específica del aeropuerto a través de todas

las cámaras de vigilancia. No importaba que las gruesas gotas de

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sudor surcaran su rostro una y otra vez. El no descansaría hasta

cumplir su deber.

El viajero estaba sumido en un sueño profundo en la sala de espera.

Su mente lo llevo a las hermosas calles de Milán. Sitio que el conoció

alguna vez. Estaba caminando por una avenida que tenia ese aroma

a queso que a el tanto le agradaba. El sol de un atardecer se veía allá

al fondo del horizonte e iluminaba sus ojos, volviéndolos un poco

mas anaranjados. Vio una pequeña que jugaba con un aro de caucho

en el anden y el sonrío mientras la ayudaba a darle mas y mas

vueltas. Entonces la niña tropezó y el intento detener su caída, pero

no pudo hacerlo. Entonces despertó sobresaltado en la sala de

espera del aeropuerto. Por poco y se cae de la silla, pero al parecer

nadie le estaba prestando atención. Bostezo largamente y se puso de

pie despacio. Iba a buscar algo de comer. Entonces vio una toalla

enrollada en el suelo y encima de ella u corbata. Las recogió en

silencio y fue directamente al restaurante.

Recordó la última discusión que habia tenido con ella ese día en la

mañana.

- Tú me prometiste felicidad y compañía toda la vida y no lo ha

cumplido. Yo la verdad estoy harta de esta situación. Si no tienes

tiempo para mi, yo prefiero que no estés al lado mío.

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- Mira…hace lo que se te de la gana…yo la verdad no tengo tiempo

para tus necedades… ¿Por qué no te pones a hacer algo? Estudia

culinaria, aprende a restaurar cerámicas, que se yo… ¡Pero no me

jodas mas la puta vida! – Le dijo terminando en un sonoro grito.

- Eso…Grítame mas…Humíllame mas…Es para lo único que me

tienes… ¿Hace cuanto no me haces el amor? ¿Ya no me amas

verdad?

- Y dale de nuevo…La reconcha que te parió…

- Contéstame

- Servime el desayuno boluda…Estoy tarde para salir…Tengo que

hacer muchas cosas hoy y el vuelo por la noche…

- ¡Vas a viajar otra vez!

- Si… ¿Por que?

- Pasado mañana es nuestro aniversario…

- Déjate de pavadas…Tu y yo ni siquiera nos casamos…Aniversario

es cualquier día…

- ¡Imbecil!

- Prepárame la maleta mujer que voy tarde…

El viajero dejo de lado sus pensamientos cuando vio un grupo de

personas discutiendo con unos oficiales. No entendía por que habia

tanto policía y tanta gente por allí. De seguro habia pasado algo. Se

miro la muñeca herida y decidió ir primero al baño, para lavarse las

manos. Algunos pasos antes de llegar vio que un hombre salio

Page 56: La corbata del viajero - Rafael Bejarano

56

corriendo y detrás de el los guardias que estaban parados en la

entrada del baño.

“Menos mal se fueron. Si no capaz que ni puedo entrar por la

congestión de gente”

Pero al empujar la puerta se dio cuenta que estaba cerrada. Hizo

algunos intentos pero nada. No abría. Entonces escucho como una

voz que provenía del fondo. Al parecer habia alguien dentro.

Golpeo la puerta con dos golpes suaves. Pasaron unos segundos y

no obtuvo respuesta. Dio la espalda para seguir su camino cuando

escucho que la puerta se abría un poco. El se devolvió y la empujo

ingresando lentamente. Cuando cruzo completamente la puerta esta

se cerro tras de si con violencia. El se quedo un poco asustado pero

continuo hacia el espejo. Le llamo la atención ver c la barba que

tenia en ese momento. Cayo en cuenta que ese día en la mañana se

habia afeitado y pensó: “Afeitadora de mierda, ya se daño” Empezó

a lavarse sus manos untadas de sangre y por instantes levantaba la

vista hacia el espejo rápidamente. En un subir y bajar de su cabeza

vio a una persona diferente. Volvía mirar su reflejo espantado y vio

que su nariz era diferente. Abrió y cerro los ojos y se vio de nuevo a

si mismo. Respiro aliviado, pero a la vez asustado. Reviso el reloj y

vio la hora: Once y cuatro minutos. Hace mucho que habia perdido

el vuelo.

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57

Fue entonces cuando escucho ruidos en el baño del fondo.

Escuchaba un llanto muy lejano y jadeos extraños. El empezó a

aproximarse lentamente cuidando no hacer ruido con sus zapatos.

Estaba a punto de llegar al lugar de donde venían los sonidos

cuando escucho un grito desgarrante. Era el de una mujer. Parecía

que se estuviera ahogando. El viajero golpeo rápidamente la puerta.

- ¿Hay alguien? ¿Necesita ayuda?

No hubo respuesta, pero el podía escuchar como alguien dentro de

ese baño pateaba y arañaba la pequeña puerta de madera. Después

de unos segundos, todo quedo en silencio. Escucho atento un

instante más. Estaba lloviendo fuertemente afuera.

El viajero retrocedió. ¿Qué habia pasado allí dentro? Tomo su toalla

con sus cosas envueltas en ella y se dirigió a la salida. Pero se

detuvo. Volvió a asomar su cabeza y regreso al baño. Dejo sus cosas

en el suelo y se dio cuenta que estaba sudando. Su corazón latía

totalmente desaforado. Temió que le diera un paro cardiaco.

Finalote retrocedió unos pasos y emprendió carrera violentamente

contra la puerta con el hombro por delante. El impacto fue suficiente

para poder abrirla y quedar horrorizado con lo que sus ojos vieron:

Allí, tirada en el suelo habia una mujer a la cual no le pudo ver el

rostro. Un hombre estaba agachado desenrollando una corbata del

cuello de la victima. Pudo darse cuenta que era igual a la que el

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usaba. Entonces el hombre se puso de pie. Era un tipo de rasgos

árabes, nariz alargada, rostro in afeitar. Se miraron uno al otro por

un segundo y el viajero pudo detectar que los ojos del tipo

alumbraban extrañamente. Después tomo un cuchillo grandísimo de

carnicería y empezó a cortarle las manos a la mujer muerta. El

viajero grito aterrado y se dirigió a la salida del baño. Pero esta no

abría. El viajero empezó a llorar aterrorizado y gritaba como loco

pidiendo auxilio y golpeando la puerta una y otra vez con sus puños

cerrados. Escuchaba el chasquido de los miembros mientras eran

mutilados y se lleno de pánico. Gritaba como un loco y tomo una

caneca que se encontraba en la esquina mientras destruía el espejo al

ver en su reflejo al asesino del baño del fondo. No sirvió de nada sus

gritos. Nadie llego en su ayuda. No pudo hacer nada. Se quedo allí,

en estado de Shock recostado contra la puerta y con los ojos

totalmente desorbitados. No podía creer lo que acababa de ver. No

podía creer que aun seguía allí y menos que estaba encerrado. Todo

era una locura.

Entonces escucho unos pasos que se dirigían hacia donde el estaba.

Se paro inmediatamente y empezó a llorar desconsolado. El hombre

se acerco a el con las mano totalmente untadas de sangre. En una de

ellas llevaba el cuchillo, cubierto totalmente d un rojo escarlata.

“Ahora sigo yo. Me va a matar a mi” Y cerro los ojos con fuerza.

Sintió que el hombre le tomaba la mano y en un segundo le corto su

muñeca izquierda. No sintió dolor alguno. Solo nauseas. Ganas de

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59

desmayarse. Nada más. Recordó un día de su infancia, en la quinta

de los abuelos a las afueras de la ciudad, cuando sus padres lo

descubrieron espiándolos por la cerradura de la puerta mientras

tenían sexo. El largo a correr escaleras abajo mientras sus padres

iban en pos de el. Ambos le propinaron una buena paliza por estar

observando lo que no debía. Sintió esa misma sensación allí,

mientras cerraba con fuerza sus ojos encerrado en el baño del

aeropuerto. Temió que sus padres aparecerían en ese momento y lo

castigarían de nuevo. "No es probable" Se dijo para si. "Ellos ya

murieron hace tiempo".

- Ya puede usted abrir los ojos. Todo termino.

El viajero los abrió lentamente y se quedo viendo al hombre.

-¿Qué ha hecho? ¡Usted esta loco!

- ¿Yo? Le aseguro que no he hecho nada. Solo lo que usted quería

que hiciera. Nada más.

- ¡Mentira!

- Yo no miento. Y menos a alguien que lleva mi propia sangre.

El viajero entonces observo que el hombre, sin duda de

descendencia árabe tenía sus manos y sus ropas completamente

limpias. En cambio el tenia un cuchillo grandísimo en su mano

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izquierda y sus manos estaban empapadas de sangre. Soltó el

cuchillo con rapidez y encaro al tipo.

- ¿Quién es usted?

- Usted sabe bien quien soy. Usted sabe bien que hay en esa maleta

que dejo en el baño del fondo. Usted lo sabe todo. Usted conoce su

destino…

El viajero lo aparto con un empujón y se dirigió corriendo al último

baño. Allí estaba su maleta, empapada de sangre. La abrió y

descubrió los restos mutilados de una mujer, que el reconoció como

la suya. No lo podía creer. Se quedo sentado. Estupefacto.

Desquiciado. Confuso.

El musulmán se acerco lentamente y se agacho junto al equipaje.

- Deberíamos sacarla a dar un paseo… - Le dijo mirando fijamente

los restos.

El viajero entonces miro frente a frente al árabe. Empezó a

reconocerse en ese rostro extraño que tenia en frente y pudo ver

como una sombra los traspasaba hasta metamorfearlo

completamente. Era como verse en un espejo.

- Tenemos que salir de aquí… - Dijo. Y se desmayo.

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8

- ¿Disculpe señor?

El viajero se sobresalto al sentirse descubierto en sus pensamientos.

- Dígame…

Era una de las aseadoras del aeropuerto.

- Se ve un poco pálido… ¿Se encuentra bien?

- Si gracias… ¿Qué hora es?

- Son las siete menos veinte minutos.

- ¿Eh?

- ¿Viaja usted hoy?

- Si…A las ocho…

La aseadora se retiro un momento y le trajo un vaso con agua el cual

el agradeció.

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- Aun esta a tiempo para su viaje….Con permiso si es tan amable,

voy a barrer debajo de estas sillas

- Claro, siga…

- ¿Esa corbata en el suelo es suya?

- Si…gracias.

El viajero la recogió y se dio cuenta que estaba salpicada de sangre.

La aseadora no hizo más comentarios y siguió su camino después de

realizar la limpieza de la sala de espera. El viajero tomo su corbata y

la puso dentro del rollo de la toalla que tenia al lado. La herida ya

no estaba arrojando sangre y decidió ir a buscar algo de comer al

restaurante del aeropuerto. Volteo a mirar el tablero frente a él y

observo la fecha: Diecinueve de Abril. Se sintió un poco ahogado y

se sentó unos momentos más, para tomar algo de aire. Su mirada se

poso distraída en la toalla que envolvía su ropa y otras cosas.

-¿Por qué no hiciste la puta maleta como te pedí? ¿Por que? – Y

empezó a sollozar.

El sabía bien que ella estaba saliendo con otra persona en sus largas

ausencias. Lo adivinaba en sus ojos. En su forma de moverse. En sus

silencios. Especialmente en sus silencios. Era como si esa piel ya no

le contestara a su piel y eso lo deprimía. Ocultaba su dolor en lo más

profundo de su alma mientras seguía actuando como siempre con

ella: De una manera apática y desentendida. Recordó su ultimo viaje

Page 63: La corbata del viajero - Rafael Bejarano

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realizado, hace año y medio aproximadamente. Tomo un vuelo

directo hasta Kyoto y cerro un gran negocio con unos comerciantes

orientales. El vuelo de regreso estaba programado para el domingo

de aquella semana, pero era jueves y el ya habia finiquitado todos

sus asuntos. Esa tarde salio a deambular por la ruidosa ciudad. El

comercio y la cantidad de cosas extrañas que veía lo encantaban sin

remedio. Sin duda oriente estaba adelantado muchos años en

comparación a otros lugares que el conocía tan bien. Le encantaba

ver las calles adornadas con papeles de todos los colores

imaginables. Los extraños logos y las figuras de cerámica le daban

esa sensación de estar en un mundo de cuento. El arte oriental lo

ensimismaba y le daba mucho que pensar. Al pasar una de las calles

se entretuvo por un rato viendo pasar un desfile. Hombres bajo el

disfraz de un gran dragón lo entretenían. Le parecía maravilloso ver

como toda esa coreografía cobraba vida y lo transportaba a otro sitio

donde se sentía mas seguro, más cómodo, menos presionado por

sus propios pensamientos. Por un momento olvido todo su dolor y

toda la carga emocional de su vida: Sus padres hedonistas, sus

abuelos rígidos y autoritarios. Los malos momentos encerrado en

una vieja bodega por cada cosa que hacia inocentemente siendo

chiquillo. El abuso sufrido por las mujeres encargadas de cuidarlo

mientras sus padres viajaban por todo el mundo de fiesta en fiesta,

la humillación recibida durante sus años de colegio por parte de sus

compañeros que se complacían en destruir su estima por ser el un

chico tímido y silencioso, la trasgresión de su mente que lo convertía

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en otro tipo, en una persona que siempre odio pero que en el rincón

mas oscuro de su alma dolorida, siempre admiro en el mas absoluto

secreto. Ese alguien que desencadenaba la bestia alimentada en su

mente durante toda su vida y que de vez en vez sabia a darle una

vuelta al mundo para ajustar cuentas con sus propias sombras, con

sus propios fantasmas, salpicando sangre inocente en todas las

direcciones hasta que su alma volvía a estar en paz. Peor esa era solo

por un tiempo. La sed siempre volvía envuelta en la aparente calma

del hombre viajero que iba en aviones grandes recorriendo una ruta

ya muy conocida: La de su propio pensamiento oscuro. Si, el

siempre odiaba convertirse en alguien que siempre lo dejaba

inconsciente y confundido cada vez que sentía que se posesionaba

en el. En fin, le hacían olvidar su horrible vida.

Paso por una vitrina descuidada y se quedo viendo algo que llamo

poderosamente su atención: Un mazo de cartas de tarot. El siempre

tuvo reticencia absoluta por las artes negras, pero por alguna razón

no explicada, no podía retirar sus ojos de aquellas cartas. Finalmente

se aventuro a ingresar a la vieja tienda. No habia nadie por allí. Toco

la campanilla de silencio una, dos, tres veces, pero nadie vino a su

servicio. El escaparate de la entrada tenia descorrida la puerta y

pudo ver mas de cerca las cartas. Las tomo y sintió de inmediato

como un extraño calor subía por sus manos e invadía su cuerpo.

Empezó a barajar las cartas y su mente lo empezó a llevar a otro

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sitio. En un impulso instintivo las soltó de inmediato regándose

todas por el suelo.

Se quedo observando a todos lados a ver si alguien bajaba, pero

nadie bajo. Al parecer el dueño o la persona que atendía no estaba.

Recogió rápidamente todo el mazo y lo volvió a dejar en su sitio. Ya

se iba a ir cuando noto que las cartas tenían un color por uno de sus

bordes y un color diferente por el otro lado. Las tomo de nuevo y las

acerco a sus pupilas para ver más de cerca. Estaban manchadas de

sangre. Con su mano izquierda tomo la primera carta y paso un

dedo sobre la mancha. De inmediato en su cabeza se formo la

imagen de un rostro que lo miraba complaciente y con los ojos en

llamas. El viajero pudo sentir como esa energía invadía su cuerpo.

Cuando volvió a abrir sus ojos estaba saliendo de Kyoto en un vuelo

de vuelta a casa. “Entonces fue un sueño” Pensó y se sintió mas

tranquilo.

Su mujer lo esperaba hasta el domingo pero el llego de vuelta un

viernes en la mañana. De inmediato se dirigió a su casa, pero no

encontró a nadie. Entro a la ducha, se afeito, se visito de nuevo y

salio a almorzar a un pequeño restaurante cerca de su casa.

Terminada la opípara comida pidió una cerveza y se quedo allí

sentado, disfrutando una hermosa tarde en rosario, viendo pasar a

hermosas mujeres y relajándose bajo el agradable sol argentino. Fue

entonces cuando vio pasar a su mujer tomada de la mano de otro

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66

tipo. Decidió seguirlos a distancia prudente y vio que entraban a

unas pequeñas residencias del centro. A partir de ese instante supo

que su mujer le era infiel. El viajero continuo con su vida normal y

fingía salir de viaje para dejarla sola. Se hospedaba en cualquier

hotel y volvía directo a la esquina de su casa a ver que hacia su

mujer. En ese año y medio simulo mas de seis viajes y en todas las

ocasiones era lo mismo: El se despedía, ella esperaba unas horas y

entonces el amante de ella entraba a su propia casa y se quedaba un

día menos de los que el le habia dicho a ella que duraría el viaje.

Siempre que el simulaba que habia llegado, ella se ponía de un

humor insoportable. El viajero nunca entendió por que ella siempre

le reprochaba el hecho de que el viajara, pues era en esas ausencias

que ella estaba con su amante. No tenía mucho sentido. En las

noches se quedaba dormido y soñaba con mil y una formas de

castigarla por traidora. En sueños se convertía en un monstruo que

la golpeaba, la baleaba, la atropellaba con su coche. Los sueños con

los meses se convirtieron en pensamientos. A veces la veía parada

en la cocina preparando la comida y le daban unos impulsos

malsanos de arrojarle aceite hirviendo en el rostro. No podía creer lo

desagradecida que era después de que el hace muchos años, la habia

sacado de la calle y le habia ofrecido una vida. Vida que ahora ella

estaba destruyendo para el. Una noche ella se quedo profundamente

dormida en la sala mientras leía un poco. Al lado habia una botella

de vino casi por terminar y el dedujo que tal vez estuviese un poco

ebria. En ese instante sintió como si algo sobrehumano se hubiese

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apoderado de el y tomando la botella fue hasta el pasillo de la casa y

la rompió con cuidado. Ella ni se inmuto. Se paro frente a su mujer y

estuvo a punto de clavarle la botella despicada en el cuello. Ante

sus ojos empezaron a danzar imágenes sangrientas una y otra vez,

como tantas veces el las presencio. Cada grito, cada lagrima

demarrada por las protagonistas de esas imágenes retumbaba en

toda la habitación sin control alguno. Respiro profundo y apretó sus

ojos con fuerza. Todo paso. Estaba de nuevo en situación. Estaba

listo para matar. Dejo de respirar y se concentro en un punto

específico del cuello de su mujer. Por alguna razón reacciono y

sintió pena por el mismo. Arrojo la botella a la basura y se fue a su

habitación.

Esa noche no pudo dormir. El sabía que de seguir en esa situación

era probable que terminara matándola y ante sus propios ojos, tenía

razones de sobra para hacerlo. Justifico su accionar como el de todas

las personas que lo habían rodeado durante su infancia y su primera

juventud: De una forma cruel y egoísta para con el. El portal que

siempre habia delimitado tan bien empezaba a abrirse de manera

descontrolada y le daba cabida a todos. No podía entender como la

mujer que amo tanto estaba empezando a ser deseada por esa otra

sangre que recorría sus venas, como días extraños en un calendario

privado. Sentía en esos instantes de duda y angustia infinita como si

su cabeza cayera a un pozo que nunca tenía fin y se repetía siempre

esa misma sensación inicial de vértigo. El tiempo no existía porque

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los minutos no avanzaban y por más que trataba de gritar de pena,

un silencio pétreo se enredaba en su garganta y era todo lo que

podía hacer. Por esa razón decidió que en tres días saldría de nuevo

de viaje después de tanto tiempo y visitaría algunos lugares.

Necesitaba estar alejado de ella, por el bienestar de ella misma y por

otro lado pensar muchas cosas. El sabía bien que tenia que pensar.

Lo del viaje finalmente fue cierto, pues allí estaba en el aeropuerto,

pero lo del bienestar de ella…

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9

El detective Castro se encontraba monitoreando pasillos y salas al

azar desde el cuarto de seguridad del aeropuerto. Estaba estresado y

tenía sus ojos enrojecidos de tanto hurgar en los monitores en busca

del asesino. Nada parecía indicar su presencia. A veces se quedaba

por instantes revisando a lagunas personas que le llamaban la

atención por sospechosas, pero después de unos minutos se daba

cuenta que no era el que buscaba. Llevaba persiguiendo al

“Tsunami” tres años largos ya. Los primeros crímenes no tenían

ninguna conexión aparente. Las dos primeras victimas fueron

chicas. Una de ellas fue una joven morena de unos diecisiete años de

edad que trabajaba en los prostíbulos de la parte barrial de Buenos

aires. Encontraron su cuerpo descuartizado en el cuarto donde la

chica recibía a sus clientes. El segundo crimen tambien fue de una

chica de unos veinte años de edad que trabajaba como vendedora

ambulante en una esquina transitada del barrio Palermo. Algunas

partes de su cuerpo se encontraron en las afueras de la ciudad

envuelta en el mismo tapete que usaba para ofrecer los collares de

cuentas que vendía. Fueron casos aislados y entre uno y otro crimen

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hubo alrededor de diez meses de diferencia. Se le atribuyo todo a

ajustes de cuentas callejeras. Los casos fueron archivados. Pero tres

meses después se disparo la alerta de manera significativa. Un

hombre ingreso a la estación en calidad de sospechoso una noche de

octubre. Lo habían encontrado junto a los restos descuartizados de

una mujer de unos treinta años de edad. Al parecer el llamo y dio

aviso a la policía y espero a que estos llegaran para dar aviso del

lugar donde habia encontrado los restos. Pero su nerviosismo y

confusión fueron suficientes para ser llevado hasta la estación. Esa

fue la única ocasión en la que el detective lo tuvo frente a frente. Se

le tomaron huellas y fotografías en esa oportunidad. Las mismas

que ahora llevaban los agentes en el aeropuerto para tratar de

identificarlo. Fue interrogado de una manera exhaustiva por el

detective en aquella oportunidad. El hombre dijo que era un

comerciante que viajaba por el mundo en diversos negocios. De

nacionalidad Argentina su rostro revelaba una descendencia árabe

tremenda, pues cualquier persona que no lo escuchara hablar,

pensaría que era de allá. Lo que mas le llamo la atención fue su

mirada. Habia algo que lo ponía inquieto al verlo a los ojos.

Finalmente no se pudo probar nada y tuvo que ser dejado en

libertad. Pasaron algunos meses cuando en un rutinario informe

recibieron entre muchas notificaciones uno retrato hablado de un

asesino serial al cual bautizaron “Tsunami” buscado por la

INTERPOL, del cual solo tenían un retrato hablado de un testigo

que alguna vez lo vio abandonando el cuerpo despedazado de una

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chica en Madrid. Era todo lo que habia del asesino, pero por el

“Modus Operandi” La policía internacional conecto ese crimen

junto a otros de la misma naturaleza. Además el asesino tenía su

firma personalizada: Un corte profundo que dejaba en las victimas

en la mano izquierda. Se recomendaba a la policía de cada país tener

cuidado e informar en caso de cualquier avistamiento o sospecha de

estadía del criminal. Al ver el retrato hablado en esa ocasión, el

detective Castro reconoció enseguida al personaje: Era el mismo

comerciante que habia interrogado hacia un tiempo. Reviso los

informes forenses de las tres victimas encontradas con anterioridad

y en los tres las victimas tenían un corte en la mano izquierda. Habia

tenido a un asesino buscado internacionalmente frente a él y lo

habia dejado ir poniendo en peligro a sus propios compatriotas. Eso

lo lleno de rabia y lo tomo como algo personal. El detective Castro

era un hombre perfeccionista y no sentiría paz hasta capturarlo. Se

realizo un despliegue inmediato para la captura en todos los

aeropuertos de la Argentina. Durante muchos meses estuvo

pendiente del movimiento de su objetivo, pero nunca lo vio

aparecer. Era como si se lo hubiera tragado la tierra. Con todos sus

datos intentaron capturarlo por todos los medios, pero fue inútil.

“Tsunami” habia desparecido. Se interceptaron cuentas bancarias,

negocios. Nada. El dinero ya habia ido retirado. El negocio

terminado. No hubo manera de dar con el personaje. Nunca volvió a

sacar algo a su nombre. Un crédito, un libro, una inscripción a una

revista. Pero algo le decía que el asesino pronto reaparecería y esa

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seria su oportunidad. Paso casi año y medio sin que esto ocurriera.

Hasta aquella noche. Sentía una excitación incontrolable de saber

que su buscado matón estaba muy cerca de él y que tal vez lo podría

capturar. Eso seria algo bueno para levantar su ánimo. Hacia solo

unos pocos meses que se habia separado de su mujer y su

compañero de trabajo habia sido baleado semanas atrás cuando

trabajaba de encubierto en otro caso. Estaba empezando a tener

problemas con las pastillas para dormir, pues poco podía hacerlo. El

medico le habia recetado una dosificación que nunca se cumplía,

pues el detective, después de un largo día de trabajo, llegaba a su

casa, encendía la televisión sin volumen y se toma de un solo sorbo

largo de agua, hasta cuatro pastillas a la vez. Eso lo sumía en sueños

profundos pero bastante irregulares. A menudo soñaba con el

“Tsunami” se habia convertido en su obsesión. Pero los sueños eran

incoherentes. En uno de estos el estaba sentado en un parque repleto

de gente un mediodía. El veía al Tsunami y empezaba a llamarlo,

pero este no lo escuchaba. Entonces aparecía detrás de el y lo

tomaba por el brazo en silencio. Ambos se sentaban bajo la sombra

de un gran pino alejados de la multitud y encendían cada uno un

cigarrillo y se quedaban allí, los dos, en silencio, sin mirarse uno al

otro. El “Tsunami” sacaba una revista y ambos la ojeaban, pasando

las hojas sin decirse nada. En otro sueño, el estaba atado en una

cama y el asesino entraba con un cuchillo de destasar cerdos. El no

podía moverse y “Tsunami” Se subió encima de él desnudo y

empezaron a tener sexo. En ese momento el detective se daba cuenta

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que era una mujer y se echaba a reír. El asesino se molestaba y lo

desposaba de la cama, pero al hacerlo, lo cortaba en la muñeca con

el cuchillo. El detective se sentaba en la cama y se ponía a llorar.

Después se despertaba. Él achacaba este sueño al hecho que el día

anterior habia estado en el medico para una colonoscopia, pues al

parecer tenia un problema delicado con su colon.

- Detective Castro

- Dígame sargento

- Ya hemos revisado toda el Ala Oeste y no encontramos nada.

Nadie ha visto al sujeto en cuestión. ¿Cómo van ustedes a este lado?

- Aun no hay indicios. Quizás el maldito del “Tsunami” ya

abandono el aeropuerto…

- ¿Entonces normalizamos el transito de gente?

- Yo creo que si…No espero que encontremos a nadie ya…

En ese momento recibió una llamada por el radioteléfono

- Detective Castro. Cambio.

- Adelante. Cambio

- Tenemos a una de las aseadoras del aeropuerto que asegura haber

visto al “Tsunami” hace unos minutos en la sala de espera del Ala

Este. Cambio.

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- ¿En donde están ustedes en este momento? Cambio

- En los vestidores de los empleados. Cambio.

- Voy para allá. Cambio y fuera. – El detective guiño el ojo al

sargento y le dijo:

- Tal vez aun no debamos normalizar actividades. El asesino esta

aun en el aeropuerto, y es nuestro…

Se dirigieron velozmente al área señalada. Los policías estaban junto

a una mujer de unos cuarenta años. Estaba sentada tranquilamente,

tomándose un tinto.

- Detective – Se escucho decir a uno de los policías – Es ella…

- Señora ¿Cómo esta usted?

- Muy bien gracias…Con ganas de irme pronto a casa

- Como todos, señora…Dígame ¿Dónde vio a este sujeto? – Y le

extendió la foto del “Tsunami”

- Yo estaba realizando mi ronda de limpieza en la sala de espera y

allí lo vi. Estaba sentado en una de las sillas y se veía como

enfermo….Sudaba bastante…Yo le brinde un vaso de agua porque

me dio pesar… ¿Hice algo malo?

- No. No se preocupe…Cuénteme mas… ¿Vio algo sospechoso? ¿Le

dijo algo?

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- No señor…Se porto muy amable, aunque se le notaba el cansancio.

Llevaba algo envuelto en una toalla que tenia al lado…

-¿Vio el contenido?

- No señor…Yo le pedí permiso y empecé a realizar la limpieza…Es

todo

- ¿Segura?

- Si señor…Aunque...

-¿Si?

- Si hubo algo…Yo estaba barriendo bajo las sillas y encontré una

corbata…El dijo que le pertenecía y yo se la entregue. El se la coloco

en seguida.

El detective se quedo pensativo unos instantes. ¿Un pasajero con

corbata en un país como este en pleno verano? No tenia sentido. La

temperatura de ese día incluso habia alcanzado los treinta y seis

grados centígrados…Incluso siendo en ese momento las siete y

cuarenta de la noche nadie pensaría jamás en ponerse una corbata…

¿Para que? ¿Se iba a reunir con alguien? ¿Iba a viajar? Si acababa de

dejar un cuerpo descuartizado en el aeropuerto una corbata no

ayudaría de mucho en la fuga…A menos que el tipo estuviera loco.

Su mente se ilumino de repente.

- Señor detective…me acorde de algo mas…

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-La escucho

- El me pregunto que día era hoy y que estaba esperando salir en el

vuelo de las ocho de la noche...

-¿Le dijo cual?

- No señor.

- OK señora. Su ayuda ha sido muy valiosa para nosotros. – Se

volteo hacia el sargento y le dijo:

- Avise a todos los agentes y vigilantes que se encuentran en el

aeropuerto que estén pendientes e indaguen con todas las personas

presentes. ¡Estamos buscando un hombre con corbata!

- De inmediato.

- Vamos a revisar todos los aviones con pasajeros que se encuentran

en las pistas esperando poder despegar. Es probable que ya se haya

subido al avión. Si es así, será más fácil su captura, pero tenemos

que tener un máximo de cautela. Ustedes revisen los vuelos

nacionales. Usted sargento acompáñeme. Revisaremos los aviones

con destino internacional.

Los hombres se dispersaron rápidamente. Mientras caminaba por el

pasillo hacia la pista el detective Castro chasqueo sus dedos y

murmuro en voz baja:

-¡Es mío!

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77

10

El viajero abrió de nuevo sus ojos. Estaba sentado en la misma sala

de espera del aeropuerto. Misma silla de plástico. Misma nausea. Se

pregunto por un instante cuantas horas ha estado allí en ese lugar.

“Es como si toda mi vida hubiese estado aquí” Pensó

desconsoladamente. Sin necesidad de bajar la vista sabia que en la

silla de al lado estaba una toalla con todas sus pertenencias

envueltas. Sabia que si se llevaba la mano al cuello encontraría su

corbata con el excelente nudo Windsor que aprendo a hacer desde

muy chico a fuerza de aguantar los golpes de una vara de madera

que era empujada vigorosamente hacia sus carne por su abuelo

paterno, el cual no toleraba un mal dobles de la corbata. Se quedo

observando la multitud a su alrededor. Se veían cansados y con una

mueca de resignación en sus rostros. Estaban allí tirados, esperando

algo, pero el no sabia que.

Por un instante sintió su mente totalmente despejada y entonces lo

recordó todo.

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Esa ultima vez que estuvieron juntos esa mañana.

- Prepárame la maleta mujer que voy tarde…

- Si claro…ya te empaco tu perra maleta… - Dijo furibunda mientras

extendía la toalla en la cama y arrojaba con rabia cosas en su centro.

Luego unió las puntas y la arrojo en la puerta del cuarto.

- Ya esta tu maleta… ¿Linda no?

- ¡Puta! - Exclamo colérico mientras se abalanzaba sobre ella. - ¡Te

voy a matar perra!

- No eres capaz… - respondió con dificultad intentando quitárselo

de encima. El rápidamente busco a tientas cualquier cosa y encontró

su amada corbata. La que siempre usaba para los viajes. La tomo de

un extremo y con agilidad le dio la vuelta al cuello de la mujer

mientras halaba la otra punta con fuerza intentando asfixiarla.

- Ahora si te jodiste…

Ella trataba con todas sus fuerzas de desembarazarse del peso de

aquel hombre que estaba extinguiendo su vida, pero fue inútil Ella

adivino en los ojos encendidos como llamas de él, que moriría sin

remedio. Esa mirada era una confirmación de que efectivamente, el

ya lo sabia todo. Lo pudo leer nítidamente. Entonces dejo de

forcejear, cerró los ojos, pido perdón a Dios por sus pecados y se

entrego a los brazos de la muerte, exhalando con todas sus fuerzas a

pesar de lo apretado de la corbata en su cuello, por última vez.

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El viajero se quedo allí sentado en la cama, viendo el cadáver de su

mujer. Empezó a llorar y sus lágrimas colgaban de su rostro como

las flores muertas del jardín colgante. Pasaron unas horas hasta que

el finalmente ceso su llanto. Se quedo mirando su rostro y su cuello

amoratado y le dijo:

- Nunca viajaste conmigo. Boluda yo te hubiera llevado. Yo siempre

quise viajar con vos…

Se dirigió como un sonámbulo hasta la cochera y saco su maleta de

viajar. La de todos los viajes, al igual que su corbata. Subió de nuevo

al cuarto y la acomodo totalmente abierta sobre la alfombra. Abrió

un bolsillo falso de la cubierta y saco un cuchillo de carnicero

enorme. Coloco a su mujer muerta en forma de cruz sobre la cama y

le dijo:

- Este viaje lo haremos juntos. Que sea la celebración de nuestro

aniversario.

Y con infinito amor empezó a desmembrarla. Primero le cortó la

muñeca izquierda y vio brotar de inmediato la sangre, aun tibia, de

su amado cadáver. Después de un rato se le podía ver acomodando

cuidadosamente cada miembro mutilado de su mujer en la enorme

maleta. Como siempre lo hizo alrededor del mundo usaba cuatro

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bolsas de plástico negras: Una para la cabeza, otra para el torso, otra

para las caderas y la mitad de las piernas y la última para la otra

mitad de las mismas, brazos, manos y pies. Introdujo encima de las

bolsas sangrantes algunas ropas de cambio, sus útiles de aseo y la

cerro con cuidado de que no quedara nada por fuera. Tomo su auto

y llego al aeropuerto temprano. Eran las seis de la tarde. Dejo el

coche en el parqueadero del aeropuerto y pidió ayuda a uno de los

empleados para subir la maleta en una de las montacargas

personales. La carreteo por los pasillos hasta llegar al baño Ingreso

con dificultad la maleta y cerro la puerta con pasador. Se quedo allí

mirándose en el espejo. Primero vio ese producto se su imaginación

que tantas veces construyo en su mente. Pero con el paso de los

parpadeos el reflejo volvía a la normalidad y podía verse de nuevo a

si mismo tal cual era. Un hombre de descendencia árabe, nariz

aguileña, rostro con barba. Siempre odio ser el, pero por mas que

trato, nunca pudo escapar de su destino. Tal cual se lo habia

pronosticado el viejo adivino de El Cairo en el viaje que realizo en

aquella ocasión. Tuvo un lapsus de lucidez y se dio cuenta que

habia llevado hasta el aeropuerto a su mujer muerta, despedazada

en su propia maleta. Peor aun: Llevaba su amada corbata untada de

sangre por uno de sus lados. Llevo la maleta hasta el fondo del baño

y entro en uno de ellos, cerrando tambien la puerta. Decidió abrir la

maleta y entonces vio al hombre que el habia construido en su

imaginación, todo despedazado. No se asusto, de algún modo,

sintió un alivio indescriptible. Tenia esa tonta sensación de que todo

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habia terminado por fin. Tanta muerte, tanto horror. Pero de nuevo

volvía a subirse al carrusel de la locura. Vio como todas esas partes

salían desorganizadamente de su equipaje y tomaban forma

unificada. Ahora esas partes eran el: Mustafa Abar- Me Barak.

- Bueno…Aquí estamos finalmente. – Le dijo al viajero mirándolo

con los inevitables ojos encendidos.

- Déjame en paz….Sabes que no es un buen momento…

- Lo se. Pero tú lo querías. Lo anhelabas desde hace mucho. Los dos

sabíamos que esto tarde o temprano pasaría. No nos gusta que nos

engañen ni nos hagan daño… ¿Cierto?

- ¡Cállate! No te quiero escuchar más…

- Si no me quieres oír, entonces debes dejar de hablarte. Tu y yo

somos uno solo….Siempre lo hemos sido.

- ¡No quiero escuchar mas!

El musulmán empezó a reír. Entonces el viajero colérico empezó a

palmotear el aire, como si quisiera desaparecer esa visión de aquel

lugar. Se agito tanto que cayo al suelo torpemente. Cuando se

levanto sus ojos se encontraron con la vieja casa quinta de sus

abuelos. Vio a sus padres en medio de la sala, drogados con opio y

bebiendo vino hasta el sacio. “No” Gritaba mientras se cogía la

cabeza a dos manos. Después vio venir a su abuelo. Se paro junto a

él y le dijo:

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- Ya puede usted abrir sus ojos. Todo ha terminado.

Estaba allí en el suelo. Llorando como un niño. Se quedo mirando su

muñeca cicatrizada. El sabia muy bien de donde venia aquel corte.

Esa mañana en el balcón de aquella casa. Su abuela lo reprendía por

no haber hecho la cama correctamente. Le habia quedado un

pequeño pliegue en las sabanas y ella no lo tolero. Mientras era

castigado con la vara de siempre en su espalda el decidió que no

volvería a llorar por esos castigos. La abuela percibió que el chico ya

no se quejaba y empezó a azotarlo con más fuerza. No hubo cambio

en el. Entonces lo tomo de los brazos y lo giro bruscamente frente a

ella.

- ¡Ya no te duelen mis castigos! ¡Sinvergüenza!

Fue entonces cuando todo ocurrió en un segundo. El niño tomo de

las manos a la anciana y con una fuerza increíble para alguien de su

edad, la arrojó por el balcón. La vieja intento agarrase del chico y en

su caída, aruño con uno de sus dedos la muñeca del nieto,

propinándole una herida profunda. Finalmente cayó al piso con los

ojos abiertos. Desorbitados. Horrendos. El se quedo unos instantes

conteniendo la respiración. Sentía que el corazón se le iba a salir del

pecho. Pasaron unos pocos minutos. Nadie llego. Todo el mundo

estaba en lo suyo y nadie se dio cuenta de lo que había pasado.

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Entonces el bajo corriendo las escaleras y salió de la casa. Como

pudo arrastro a la anciana hasta el establo de la quinta y cero la

puerta. Dos potros adormilados fueron testigos de la espantosa

escena en la cual el chico descuartizo con una pica de arar a la

anciana. Sus pequeños zapatos infantiles quedaron salpicados con

esa sangre, pero el chico no parecía perturbado. Un brillo lleno de

fulgor apareció por primera vez en sus ojos., Esa llama de siempre.

Esa locura. Esparció a la anciana en diferentes huecos abiertos en el

establo y luego de rellenarlos de nuevo, los cubrió con paja seca y

excrementos de los animales. Limpio cuidadosamente la pica y sus

ropas y salió por la puerta trasera del establo yendo directamente a

su habitación. Los días pasaron y las búsquedas de la anciana no

dieron resultados. Se declaro simplemente como desaparecida. Su

abuelo entro entonces en una profunda depresión. Pasaba los días

encerrado en su cuarto. Nunca más lo volvió a reprender o a llamar

la atención si quiera por algo. El chico no podría sentirse mas

satisfecho por sus actos. Pasaron once meses y entonces una noche

una de las empleadas salió gritando de la planta alta. Su abuelo

había muerto de pena.

En medio de la conmoción general nadie percibió en los labios del

niño una sonrisa dibujada con la sangre de otra persona. Pero a el ya

no le importaba nada. Era feliz. Se había quitado un yugo de

encima. Sus padres, para quitarse la pena salieron en un largo

crucero alrededor del mundo, llevando una conveniente provisión

de opio para amenizar el recorrido. Fueron detenidos en Londres y

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procesados por carga ilegal de droga. Su padre murió de un infarto

en la cárcel y de su madre nunca mas volvió a saber nada. No podía

creer tanta suerte. Y todo por haber tomado su ira y haberla volcado

en ese impulso asesino y liberador. Entendió que la muerte era un

arma secreta que tenía un hombre bajo su manga y que si se usaba

con pericia, podría cambiar el rumbo de su vida. Y así lo hizo. Con

el pasar de los años empezó a recurrir de una manera más constante

a ese concepto y sus manos se empezaron a llenar más y más de

sangre. El lo hacia como un antídoto a su pena, un escudo ante la

agresión de los demás, Un silenciador a todas las voces infernales

que habitaban su mente de vez en vez. Cuando la conoció a ella esto

ceso por algún tiempo. Pero ese alter ego siempre estaba allí,

exigiendo ser atendido en sus intensiones. Y ahora todo había

llegado al punto más crucial. Por primera vez había asesinado a

alguien a quien el amaba. Pudo haberse redimido, pero nunca se

arrepintió de lo que hizo.

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El viajero vio como la aseadora se aljaba con paso lento por la sala

de espera del Ala este del aeropuerto. Se incorporo rápidamente,

recogió la toalla en la que habia enrollado algunas de sus

pertenencias y avanzo decidido hacia el restaurante del aeropuerto.

El reloj marcaba las siete y veinticinco minutos de la noche. Su vuelo

programado para las ocho le daba unos quince minutos para comer

algo y abordar. La gente a su alrededor se quejaba airadamente con

los miembros del aeropuerto. Vio como en un instante una marea de

policías llenaban el aeropuerto haciendo mas tumultuosa la imagen.

El sabía bien que habían descubierto ya el cuerpo de su mujer y que

habría problemas. Decidió seguir de largo y al pasar por el baño

pudo ver claramente la cinta amarilla que confirmo su

presentimiento. Busco la puerta de salida pero se dio cuenta que era

imposible escapar de allí. La policía tenía bloqueado todo portal de

escape. Pudo ver a su derecha como unos agentes mostraban una

foto a algunos pasajeros. Tenia que moverse rápido. Esa foto era la

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suya, sin duda alguna. De su pericia dependía su libertad en aquel

instante.

El detective Castro mientras tanto continuaba en las pesquisas avión

por avión, por la pista de salida de los vuelos internacionales. El

listado total de pasajeros llego por fin a sus manos, pero con la

desalentadora noticia que ninguno de ellos correspondía al nombre

de su buscado asesino. Era claro que viajaba con un nombre falso.

“No importa” Dijo a los demás policías “Ya sabemos bien que

estamos buscando” Y continuo subiendo y viajando por los aviones

en busca de su objetivo, aunque para su sorpresa encontró no uno,

ni dos, sino muchos pasajeros con corbata adentrote los vuelos. Los

hacia requisar para la indignación de estos, pero reconocía

inmediatamente que no eran quien el buscaba. La suerte estaba en

su contra ese día.

El viajero volvió a desandar sus pasos dirigiéndose veloz a la sala de

espera repleta de gente en aquel momento. Era más complicado que

lo encontrasen perdido en la multitud. Entonces freno en seco y se le

ocurrió algo mejor: ¡Se subiría al avión! Después de estar allí metido,

¿Quién lo encontraría? Además su vuelo era internacional. Su

destino eran las Islas Bermudas. De inmediato se dirigió

directamente a la salida de su vuelo. Alisto el pasaje con su nombre

supuesto. Llego y se percato que la aeromoza encargada de recibir el

tiquete estaba muy atareada dándoles explicaciones a las otras

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personas de los contratiempos. Escucho a una pasajera renegar

porque la salida de los vuelos tambien estaban retrasados, pero eso

no lo detuvo. Lo importante era esta dentro del avión. La mujer

recibió el tiquete sin mirar siquiera al viajero el cual avanzo a pasos

alargados por el túnel de embalaje. Subió las escaleras junto a otros

pasajeros y se introdujo velozmente en el avión. Apenas si alcanzo a

medio empaparse por la lluvia.

Fue acomodado por una de las azafatas que lo saludo cortésmente y

pidió disculpas por los inconvenientes. Puesto de ventana, con todas

las comodidades de la sección de primera clase. Siempre le gusto

viajar con estilo. Se quedo colgado observando por la ventanilla las

gotas que caían una y otra vez. No se daba cuenta que en realidad

estaba llorando. Sus pensamientos estaban con ella. No podía creer

lo que habia hecho. No entendía por que, de nuevo, estaba solo en

su vida. Se lleno de rabia. Esta rabia le dio un impulso. “No” Se dijo

severamente. “Ella ya esta muerta”

El tiempo paso y nadie en el aeropuerto dio una luz verde con

respecto al paradero del “Tsunami” Los jefes del detective Castro

llegaron al aeropuerto enfurecidos. Querían su cabeza en una

bandeja de plata, para poder entregársela a la vez a sus superiores.

Las directivas del aeropuerto tuvieron contacto directamente con los

ministerios, los cuales a su vez movieron rápida y eficazmente sus

palancas burocráticas. Ahora se le estaba exigiendo de manera

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inmediata a la sección de policía un informe detallado acerca del por

que la parálisis en el funcionamiento del aeropuerto y exigían a la

vez resultados eficaces. En caso de no tenerlos, querían

responsables. Esos responsables se traducían en una persona: El

detective Castro

- El hijo de la reputa que lo parió me dijo que tenia al asesino

prácticamente atrapado. Yo no veo una mierda de resultados… ¡Y

van a ser las nueve de la noche! – Exclamaba colérico el coronel de la

fuerza pública a nivel nacional, mientras avanzaba por los pasillos

del aeropuerto. Que habia sido levantado de su acogedora hamaca,

en esa noche de calor infernal, solo para ir a buscar a un subalterno

que paralizo medio mundo para nada.

- Yo le dije al boludo que hiciera procedimiento rutinario: Levantar

el cadáver, preguntar a testigos, mediciones y chau…Pero este

imbecil ahora nos tiene en un enredo mayúsculo a todos. Si no

anunciamos la captura del asesino ya mismo, nos espera el

requilombo del siglo… - Le contesto al coronel, el Mayor Higuera,

jefe inmediato de Castro.

- No usted no entiende Higuera…Si no me dan al asesino ya mismo,

yo colgare sus bolas públicamente, hijo de puta.

Higuera no contesto. Sabía que era cierto y sabía tambien que era su

culpa. Y si a el le colgaban de las bolas, el haría que Castro se las

comiera con una cuchara.

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El detective mientras tanto, estaba ajeno de todo lo que estaba

pasando puertas hacia fuera del aeropuerto. Sudaba desesperado,

pero no victima de aquel verano implacable, sino de la ansiedad que

lo embargaba. Cada vez que bajaba de un avión, sentía como si una

parte de su esperanza se quebrara y cayera al suelo ruidosamente. El

sargento lo acompañaba silenciosos, peor lo miraba como

diciéndole: “Yo te lo dije”. Estaba en ese momento en la cuerda floja.

- Detective castro. – Escucho por la radio.

- Adelante

- Habla el Mayor Higuera. Haga el favor de presentarse ya mismo

en la sala de seguridad del aeropuerto.

- Iré en un rato mayor, estoy en busca del “Tsunami”

- ¡Lo quiero acá ahora! – Grito ante la sorpresa de todos en la sala. El

mayor pidió permiso y salio, cerrando tras de si la puerta.

- Escúchame bien pelotudo de mierda. - Continuo - Tengo a todo el

mundo encima por culpa de vos, y yo no voy a dejar que mi carrera

se termine aquí por tus desvaríos de loco de mierda… ¡Veni ya o te

traigo de las pelotas!

- En un rato mayor… - Contesto el detective sin prestarle atención. –

Cambio y fuera.

Y apago la radio.

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- ¡El hijo de puta me corto! – Exclamo colérico el mayor Higuera no

pudiendo creer el cinismo del detective.

Alguien salio de la sala de seguridad

- Mayor, lo están esperando…

El mayor respiro profundo mientras sacudía la cabeza.

- Si, si…ya voy.

El viajero observaba ansioso a la tripulación del avión. Esperaba ver

un gesto, un cambio, una señal que le indicara que despegarían.

Pero al parecer la situación continuaba invariable. Finalmente

decidió tranquilizarse. Nadie lo habia visto. Tenía nombre y

documento falsos. Ya estaba dentro del avión y en cualquier

momento alzaría vuelo. Nadie lo habia visto mientras los policías

mostraban su foto en los pasillos, y no veía que ninguno de ellos

subiera a los aviones. Conclusión: Una vez mas se habia salido con

la suya. No pudo evitar recordar el día en que enterró a su abuela y

la mirada de su abuelo los días y meses siguientes. El viejo sabia que

el la habia matado, pero no podía probarlo. Eso lo llenaba de

satisfacción. La satisfacción de ver morir a su abuelo con la certeza

en los ojos y el silencio en sus labios. Esa fue su revancha. Esa fue su

liberación.

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- ¡Detective Castro! – Grito un agente que venia corriendo tras el por

la pista.

-¿Qué pasa?

- Me envían a buscarlo. El mayor Higuera dice que solicita su

presencia inmediata en la sala de seguridad del aeropuerto. Están

todos reunidos y en espera de usted.

- Deberíamos ir ya sargento. Esto no da resultado… - Segundo el

sargento mirando al detective.

- Si sargento…tiene razón. ¿Cuantos aviones nos falta por revisar?

- Tres aun. Dos salen directo a Estados Unidos y uno a las

Bermudas. Pero ya se nos agoto el tiempo.

- Vamos… ¿Dónde queda la sala de seguridad? ¿Es la misma de los

monitores?

- No detective. Esta en el Ala Oeste. Podemos ir por acá, entre los

aviones. Así llegamos más rápido.

Los tres sujetos empezaron a caminar en medio de los tres aviones

gigantes. Pasaron por debajo de sus alas monstruosas que dejaban

ver las grandes y poderosas turbinas. Dos de estos cumplían esas

características. Luego venia un avión mas pequeño. Tendrían que

pasar por delante de el. El detective se quedo mirando las

ventanillas fijamente. No vio nada. Cuando pasaron por la parte

delantera vio dos ventanas seguidas, las dos primeras, las cuales no

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dejaban ver las caras, solo los torsos, y a pesar de la humedad y el

calor, sus ojos adivinaron dos corbatas en esas silla. Se freno un

instante. Quiso subir a verificar el vuelo. Pero ya habia subido a más

de veinte aviones y todos tenían pasajeros con corbatas puestas.

¿Por qué el ultimo si iba a ser el vuelo buscado? Decidió seguir

detrás de los otros dos policías. Ahora tendría que ir a darles la cara

a sus superiores. Lo despellejarían vivo, de eso no habia duda.

Atravesaron la entrada del Ala Oeste y caminaron presurosos por

los pasillos, que invariablemente estaban llenos de gente. El oficial

les hizo una seña y les mostró una puerta grande a mano izquierda.

- Es allí.

El sargento se adelanto al detective. Ya estaba este por abrir la

puerta, cuando el detective puso una mano sobre su hombro.

- ¿Dígame detective?

- Ese ultimo avión que vimos antes de entrar acá… ¿Cuál es su

destino final?

- ¡Vamos detective!....Ya supérelo…

- No. En serio. Contésteme.

- Bueno… - Dijo el sargento ojeando en su planilla los vuelos listos

para partir. - Pasamos dos aviones grandes… ¿No? Acá en mi

planilla aparecen dos registros de vuelos a Estados Unidos sin

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escalas. Deben ser esos…El avión pequeño debe ser del vuelo que

falta acá y es a…Las Bermudas.

El detective se quedo con su mano sujetando el hombro del

sargento. Entonces empezó a correr como loco de nuevo hacia la

salida mientras le decía:

- Envíeme refuerzos de inmediato. ¡El asesino esta en ese vuelo!

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El viajero continuaba sentado con los ojos entreabiertos. No podía

para de llorar. No podía olvidarla. No se explicaba por que todo eso

habia ocurrido. Sintió un deseo vehemente de bajarse del avión y

entregarse a la policía. Inclusive empezó a sentir pena de las demás

personas que no podían partir o volver a casa por culpa de él. La

azafata paso de nuevo y le pregunto si todo andaba bien.

- Si gracias. Es conjuntivitis. No traje mis gotas. No se acerque usted,

es contagioso.

- ¿Desea que guarde esa toalla acá en el compartimiento de arriba?

El viajero recordó que tenía sus cosas allí envueltas.

- No gracias. Con este calor la tengo para secarme el sudor. Es usted

muy amable.

- Entonces debería quitarse usted esa corbata. – Le dijo cortésmente

la muchacha. El viajero cayó en cuenta que la tenia puesta.

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- Gracias. Lo tendré en cuenta.

La mujer continúo su camino. En viajero desenvolvió la toalla y vio

el cuchillo entre sus cosas. En medio de todo el caos y el desorden

habia podido pasar con el por todas partes y nunca fue requisado.

“La seguridad de un aeropuerto es la peor de todas, por suerte”

Pensó. Observo el reflejo de sus ojos en la hoja del cuchillo y se

acordó de ella. Inevitablemente recordó la mirada de su mujer y se

entrego al llanto silencioso en su silla.

- Nunca viajamos los dos – Exclamo en voz alta. – Pero no te

preocupes. Este viaje lo haremos juntos. Que sea la celebración de

nuestro aniversario.

El detective Castro avanzaba veloz como un rayo por el pasillo

rumbo a la pista del Ala Oeste. Tropiezo con algunas personas, pero

no se detuvo por ningún motivo. Para el todo era claro. Sabia con

total seguridad que el “Tsunami” Estaba en ese vuelo. El vio dos

ventanas. Las dos primeras. Una de ellas, sin duda, la del piloto.

Este, por lo tanto. Llevaba corbata. La segunda ventana ya pertenece

a una silla de pasajero. Y este tambien llevaba una corbata. ¿A las

bermudas? Ya era inverosímil que alguien llevara corbata ese día.

Pero se dio cuenta que si era probable. Pero todos esos sujetos iban

en plan de negocios y rumbo a sitios donde en este momento no era

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verano. Pero la corbata en el avión a las Bermudas era una total

locura. Y el estaba buscando a un loco. Conclusión: El asesino estaba

allí sentado en aquel preciso instante. Y era suyo.

El sargento mientras tanto ingreso a la sala de seguridad. Todos se

quedaron esperando a que el detective ingresara, pero el sargento

aclaro que estaba corriendo en busca del avión que en ese momento

ya debería estar despegando, pues el mayor Higuera habia dado la

orden minutos antes de normalizar todo servicio. Se dio prioridad a

los vuelos internacionales, que eran los más costosos y los que

acarrearían más problemas por la demora. En cuanto el detective y

los otro dos hombres les habían dado la espalada para ingresar por

la puerta del Ala Oeste, estos habia puesto en marcha los motores y

se alistaban a despegar, cada uno por una pista separada. Mientras

el detective fue y volvió el avión rumbo las Bermudas estaba ya en

la pista carreteando lentamente. Por ser el mas pequeño, se le dio

salida primero, ya que no demoraría sino unos momentos en

despegar, por lo ligero que era.

La azafata se paro en medio de las sillas y explico a todos los

pasajeros los procedimientos de rutina. Antes de retirarse de nuevo

a la sección de tripulación, ojeo furtivamente al hombre que estaba

llorando en la primera fila. Pasó rápidamente por allí y vio que

estaba recostado. “Se ha quedado dormido” Pensó al verlo cubierto

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con la toalla. Silenciosamente saco una cobija y la tendió encima de

el, dejándolo para que descansara.

El detective Castro salio a la pista y sus ojos buscaron con avidez

felina el avión. Pero ya no estaba en donde lo habia visto por ultima

vez. Giro su cabeza en todas direcciones y lo vio una pista mas

adelante, transitando lentamente. El vuelo estaba despegando.

- ¡Ah no carajo! – Exclamo mientras echaba a correr – Vos no te

escaparas maricon.

El avión continuaba tomando cada vez más velocidad. El detective

gritaba como loco pero era inútil. El asesino estaba despegando ante

sus ojos.

De repente escucho un freno de llantas detrás de el. Solo tuvo

tiempo de voltear a mirar. Era el sargento con el mayor Higuera.

- ¡Subite cabron! – Le dijo el mayor.

El detective se quedo de pie. No se subiría, pues el mayor lo quería

llevar directamente a aquella sala. ¡Y el asesino estaba delante de el

en aquel avión!

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- ¡Subite repelotudo! – Repitió el mayor. ¿Queres dejar escapar al

hijo de perra del “Tsunami”?

El detective Castro embozo una sonrisa pálida y se subió presuroso

a la patrulla. El sargento piso acelerador a fondo y fue n pos de

alcanzar al avión. Este avanzaba cada vez más y más rápido. Si no lo

alcanzaban antes de la señal naranja marcada ala derecha de la

pista, no podrían detenerlo y el avión tendría que despegar.

- ¡Dale loco, dale! – Le decía el detective Castro al sargento mientras

se acercaban al vuelo.

- No se por que sigo creyendo en un boludo como vos – Decía el

mayor Higuera sacando la cabeza por la ventana. - ¡Vamos hijo,

alcanza este avión!

La patrulla avanzo veloz y finalote pasó por delante del avión. El

Piloto al ver la maniobra comprendió que algo pasaba y llamo a la

torre central aclarando que se iba a detener. Pasaron varios minutos

que parecían una eternidad para el detective hasta que finalmente

abrieron la puerta. Hubo un problema con al escalera de descenso.

- ¡La reconcha de la puta madre que la parió! – Gritaba el detective

viendo que la escalera no bajaba.

- Tranquilo detective. El asesino no tiene donde huir. Ya lo tenemos.

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El detective no contesto. En cuanto la escalera bajo, este subió

frenético empujando a la azafata en la puerta. Se dirigió de

inmediato a la primera fila de la clase preferencial y lo vio. ¡Allí

estaba! ¡Por fin el “Tsunami” estaba a su merced! El lo habia

atrapado. Lo reconoció de inmediato. Esa imagen estuvo grabada en

su cabeza mucho tiempo. Pudo ver ese rostro musulmán sin

afeitarse. Efectivamente llevaba una corbata puesta, la cual esta

cubierta de sangre justo en un de sus bordes. Finalmente habia sido

mas brillante que él y lo habia vencido en su propio juego. Tres años

de espera y malas noches habían llegado a su fin. Y todo por su

perseverancia. Habia ganado en la mente del asesino.

Avanzo decidió y se paro junto a el. Sintió un poco de desprecio al

verlo ahí, dormido. Arropado con una cobija, como un niño. De

alguna manera le parecía tan débil, tan frágil. El detective Castro

habia imaginado mil veces el momento de la captura. Siempre

espero una gran persecución, un gran operativo, balas que vienen y

van y finalmente el “Tsunami” era sometido por su fuerza física.

Pero al parecer no iba a ser así. Entonces recordó que era un tipo que

habia asesinado a mas de veinte personas a lo lago de su vida. En

ese instante era un lobo disfrazado de cordero. Aspiro

profundamente y dijo:

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- Señor Mustafa Abar- Me Barak ¡Esta usted bajo arresto!

Pero el viajero no se inmuto. Al parecer estaba en un sueño

profundo. El detective temió al verlo con las manos cubiertas por la

cobija, No sabia si tendría un arma o algo parecido. Desenfundo su

revolver y volvió a repetir las mismas palabras:

- Señor Mustafa Abar- Me Barak ¡Esta usted bajo arresto! Levántese

lentamente con las manos en alto.

Pero el viajero parecía no escucharlo. El detective se quedo allí,

firme, apuntando con su revolver. Algo no estaba bien. Su mirada

bajo hasta el suelo y pudo ver un gran charco de sangre debajo de

los zapatos del asesino. Pudo ver como esta se movía por el peso de

las gotas que caían a una velocidad impresionante una tras otra sin

respiro. Tomo la cobija que lo cubría de una punta y la tiro

fuertemente. El viajero tenía tambien una toalla encima,

completamente cubierta de sangre. El detective castro exclamo:

- ¡No me vas a hacer esto hijo de puta! ¡No me vas a joder así!

Retiro la toalla y confirmo su corazonada. En la mano derecha tenia

un cuchillo grande de destazar cerdos y en la mano izquierda un

corte a la altura de la muñeca tan profundo que parecía como si

hubiese intentado mutilarse la mano el mismo. Rápidamente tomo

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los signos vitales del asesino. No tenía pulso alguno. Le toco su

cuello. Nada. No lo podía creer. El maldito se habia suicidado.

- ¡Una ambulancia! ¡Rápido!

Pero ya era tarde. El viajero, o sea Mustafa Abar- Me Barak, se habia

cortado las venas. Desde el momento en que lo hizo hasta su captura

habia pasado el tiempo suficiente para desangrarse, ya que la herida

que se propino fue demasiado profunda. Finalmente habia vencido

en el juego a la policía. No lo atraparían, de eso no cabía duda. Pero

habia perdido el juego con la vida misma, habia perdido en la

carrera con su destino manifiesto, el mismo que le fue develado

hacia tanto tiempo en El Cairo por el viejo adivino, ya que, al no

arrepentirse de lo que habia hecho en el transcurso de sus días,

habia perdido la oportunidad única y feliz de redimirse con su alma.

Pero ya era tarde. Estaba muerto.

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FIN