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La corografía en la Castilla moderna: género, historia, nación* Richard L. Kagan Universidad Johns Hopkins A finales del siglo XVIII, el ilustrado León de Arroyal ofrecía en sus Cartas político- económicas su idea de la España del futuro: «La España debemos considerarla», escribió, «compuesta por varias repúblicas confederadas bajo el gobierno y protección de nuestros reyes. Cada villa hemos de mirar como un pequeño reino, y todo el reino como una villa grande» 1 . Se ha comentado que esta idea, la de una España constituida por una confederación de repúblicas o ciudades, constituye, especialmente dentro del ámbito de una España sometida al centralismo borbónico, nada menos que una idea precoz, casi radical, emanada del constituticionalismo inglés y francés de la Ilustración 2 . Pero no es necesario mirar al extranjero ni esperar la época de la Ilustración para encontrar la idea de una España compuesta por una confederación de civitates. Se encuentra casi la misma idea en muchos de los tratados políticos y legales del siglo XVI, y también en la corografía del Siglo de Oro. Ésta es la problemática de la presente exposición, en la que pretendo examinar un género literario, el corográfico, a fin de entender la visión de España, o por lo menos, de Castilla, que puede ofrecer. Ha de quedar claro de antemano, en cualquier caso, que no se puede entender un género ni un texto literario de forma aislada. Es necesario relacionarlo, de una u otra manera, con unas realidades históricas, ya sean políticas, económicas, culturales o sociales. Es decir, me acerco al género corográfico entendiéndolo, por El texto de esta ponencia constituye una versión preliminar del artículo que he publicado, con el mismo título, en Studia Historia. Historia Moderna (Salamanca), XIII, 1995, pp. 47-59. 1 León de Arroyal, Cartas político-enómicas al conde de Lerena, ed. Antonio Elorza, Madrid, 1968, p. 204. La cita viene de una carta fechada en San Clemente, el 13 de julio de 1789. 2 Véase Pablo Fernández Albadalejo, «León de Arroyal: Del "systema de rentas" a la "buena constitución"», en sus Fragmentos de monarquía, Madrid, 1992, pp. 468-487. Studia Áurea. Actas del III Congreso de la A1SO, I, Toulouse-Pamplona, 1996 AISO. Actas III (1993). Richard L. KAGAN. La corografía en la Castilla moderna: ...

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La corografía en la Castilla moderna: género,historia, nación*

Richard L. KaganUniversidad Johns Hopkins

A finales del siglo XVIII, el ilustrado León de Arroyal ofrecía en sus Cartas político-económicas su idea de la España del futuro: «La España debemos considerarla», escribió,«compuesta por varias repúblicas confederadas bajo el gobierno y protección de nuestrosreyes. Cada villa hemos de mirar como un pequeño reino, y todo el reino como una villagrande»1.

Se ha comentado que esta idea, la de una España constituida por una confederación derepúblicas o ciudades, constituye, especialmente dentro del ámbito de una Españasometida al centralismo borbónico, nada menos que una idea precoz, casi radical,emanada del constituticionalismo inglés y francés de la Ilustración2. Pero no es necesariomirar al extranjero ni esperar la época de la Ilustración para encontrar la idea de unaEspaña compuesta por una confederación de civitates. Se encuentra casi la misma idea enmuchos de los tratados políticos y legales del siglo XVI, y también en la corografía delSiglo de Oro.

Ésta es la problemática de la presente exposición, en la que pretendo examinar ungénero literario, el corográfico, a fin de entender la visión de España, o por lo menos, deCastilla, que puede ofrecer. Ha de quedar claro de antemano, en cualquier caso, que no sepuede entender un género ni un texto literario de forma aislada. Es necesario relacionarlo,de una u otra manera, con unas realidades históricas, ya sean políticas, económicas,culturales o sociales. Es decir, me acerco al género corográfico entendiéndolo, por

El texto de esta ponencia constituye una versión preliminar del artículo que he publicado, con elmismo título, en Studia Historia. Historia Moderna (Salamanca), XIII, 1995, pp. 47-59.

1 León de Arroyal, Cartas político-enómicas al conde de Lerena, ed. Antonio Elorza, Madrid, 1968,p. 204. La cita viene de una carta fechada en San Clemente, el 13 de julio de 1789.

2 Véase Pablo Fernández Albadalejo, «León de Arroyal: Del "systema de rentas" a la "buenaconstitución"», en sus Fragmentos de monarquía, Madrid, 1992, pp. 468-487.

Studia Áurea. Actas del III Congreso de la A1SO, I, Toulouse-Pamplona, 1996

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utilizar la frase de Gabrielle Spiegel, como una «tabla de cera» impresa con variosmensajes que fueron importantes para las distintas civitates y comunidades a las queservía3. Tampoco quiero ser, sin embargo, demasiado funcionalista. Este género, comocultura en sí misma, tiene su propia dinámica, y de hecho la relación entre la corografíay las comunidades a las que servía no fue unidireccional. Si el género corográficorepresentaba una expresión cultural de los pueblos, también ofrecía a los pueblos unlenguaje que les permitía desarrollar a través del tiempo su propio sentido de identidad.El análisis de este lenguaje, y el de la relación entre el género corográfico y la sociedadespañola de la época moderna, forman parte de una investigación a largo plazo que tengoen marcha. Es un tema demasiado complejo para reducirlo al tiempo del que dispongo.Por todo ello, no me atrevo más que a compartir con Vdes. unos pensamientospreliminares sobre el carácter y desarrollo de un género literario que no ha atraído laatención que merece, ni a los hispanistas ni a los historiadores.

Poco empleado hoy, la corografía era un término bien conocido en la época moderna.Arranca de la Geografía de Ptolomeo, quien distingue entre la geografía, que «se ocupaúnicamente de regiones y sus rasgos generales», y la corografía, cuyo objeto eran lasparticularidades, «hasta las localidades más pequeñas concebibles»4. Ofrece más o menosla misma definición Pedro Apiano, maestro de geografía del Emperador Carlos V y autorde un importante tratado de cosmosgrafía en el cual escribió que la corografía

es la misma cosa que topografía, la qual se puede dezir traza de lugar, describe y consideraparticulares lugares por su parte, sin consideración ni comparación de sí mismos, ni delloscon otros. Empero con gran diligencia considera todas las particularidades y propriedades,por mínimas que sean, que en tales lugares se hayan de notar, como son puertos, lugares,pueblos, vertientes de ríos, y todas las cosas semejantes, como son los edificios, casas,torres, murallas, y cosas tales. El fin de la corografía es pintar un lugar particular, como siun pintor pintasse una oreja, o un ojo, y otras partes de la cabeza de un hombre.5

Entendida así, la corografía está muy próxima a lo que Covarrubias, en su Tesoro, refierecomo topografía: «vale descripción de lugar», donde «descripción se ha de entender comola acción de narrar o señalar con la pluma algún lugar o caso acontecido, tan al vivocomo si lo dibuxara» (Tesoro, s.v. describir). La «descripción», escribe Covarrubias, es«la tal narración o escrita o delineada, como la descripción de una provincia o mapa»6.

Por ello, la corografía, en tanto que término técnico, se aproxima a una descripcióndetallada y muy particular de un cierto lugar. Como género literario, sin embargo, lacorografía no es tan fácil de definir. En el Siglo de Oro es casi inseparable de lashistorias de ciudades; así el poeta y historiador real Lupercio Leonardo de Argensola, al

3 Veáse Gabrielle Spiegel, «History, Historians and the Social Logic of the Text in the Middle Ages»,Speculum, 65, 1990, pp. 59-86.

4 Claudio Ptolomeo, Geographia, Libro, cap. 1.5 Petrus Apianus, Libro de cosmographia (Amberes, 1548), cap. 4.6 Sebastián de Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana (1611), Madrid, 1979, pp. 457, 967.

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principio del XVII, podía considerar las historias locales como «corografías»7. Hoy seconoce el género de historias locales bajo la rúbrica de «antigüedades y grandezas», unadefinición que convierte a cada corógrafo en anticuario. Era verdaderamente así en manosde autores como Luis Pons de Icart —historiador de Tarragona— o Rodrigo Caro, elfamoso arqueólogo sevillano, pero por lo general es un error limitar la corografíasolamente a la arqueología8.

Es más exacto clasificarla, como hicieron los historiadores del siglo XVI, como«historia particular», un término que distinguía la historia de un lugar o de una provinciade la historia «general» o «universal», restringidas éstas dos últimas a obras de mayoralcance, como, por ejemplo, la Historia General de España, de Juan de Mariana. Sinembargo, la historia particular nunca se limitaba cronológicamente y solía tratar tanto deacontecimientos actuales como de la época romana. Lo mismo puede decirse de lacorografía que, como género literario, consistía en una mezcla de descripción topográficay narrativa histórica.

Así definido, el género corográfico estuvo de moda en toda Europa a lo largo delsiglo XVI. Baste con pensar en las obras de Konrad Celtis en Alemania, o las de WilliamLambarde y John Speed en Inglaterra9. En España, el género se desarrolló en variasdirecciones a la vez. En manos de cosmógrafos y geógrafos como Hernando Colón,Lucio Marineo Sículo, o Pedro de Medina, pronto se convirtió en grandes compendiosgeográficos, entre los cuales destaca el Libro de las grandezas y cosas memorables deEspaña, escrito por Medina y dedicado al joven Felipe II. Impreso por primera vez en1548 (una segunda edición, revisada por el matemático Diego Pérez de Mesa, apareció en1595), la obra ofrecía descripciones corográficas de varios centenares de municipiosespañoles y portugueses a fin de presentar al príncipe los reinos que había de heredar.También, siguiendo los consejos del humanista e historiador Juan Páez de Castro aCarlos V, la corografía se incorporó a los grandes proyectos geográfico-históricos deFelipe II, donde servía como criada de la historia10. Se la encuentra en las RelacionesTopográficas, tanto de las Indias como de España; en el censo de vestigios arqueológicosrealizado por Ambrosio de Morales, impreso con el título de Las Antigüedades de España(1575); y también, en el encargo, por parte de Felipe II, al pintor flamenco, Antón Van

7 B. Leonardo de Argensola, «Sobre las cualidades que ha de tener un perfecto cronista», en Obrassueltas de Lupercio y Bartolomé Leonardo de Argensola, ed. Conde de Vinaza, Madrid, 1889, t. 2, p. 259.

8 Luis Pons de Icart, Libro de las grandezas y cosas memorables de la metropolitana, insigne yfamosa ciudad de Tarragona (Lérida, 1557); Rodrigo Caro, Antigüedades y principado de la ilustríssimaciudad de Sevilla y chorographía de su convento jurídico o antigua cnancillería (Sevilla, 1634).

9 Sobre la historia local británica, véase Stan Mendyk, «Early British Chorography», Sixteenth-Century Journal, 17, 1986, pp. 459-481, y del mismo autor, Speculum Britannae: Regional Study,Antiquarianism and Science in Britain to 1700, Toronto, 1989. Para Francia, véanse Claire Dolan, «L'identitéurbaine et les histoires locales publiées du XVIe au xvm e siécle en France», Canadian Journal ofHistory,XXVII, 1990, pp. 278-298 ; y Myriam Yardeni, «Histoires de villes, histoires de provinces et naissanced'une identité francaise au XVIe siécle», Journal des Savants, janvier-juin 1993, pp. 111-134. ParaAlemania, véase Gerald Strauss, Sixteenth-Century Germany and its Topography and Topographers,Madison, 1959.

10 Juan Páez de Castro, «De las cosas necesarias para escribir historia», Ciudad de Dios, 28, 1892,pp. 601-610; 29,1892, pp. 27-37.

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den Wyngaerde, de pintar un serie de vistas topográficas de las ciudades principales de losreinos españoles11. Gracias a estos y otros proyectos de carácter semejante, se puede decirque la corografía, por lo menos durante el reinado de Felipe II, se puso al servicio de laCorona, uniéndose al equipo, ya formado por la arquitectura y la pintura, que había dededicarse a la demostración de la grandeza de la monarquía austríaca.

Por otro lado, sin embargo, la corografía se adecuaba mal a la propaganda real. Comohemos visto, se orientaba, casi por definición, a las particularidades, a los detallesminúsculos de lugares pequeños, mientras que la monarquía austríaca, con susaspiraciones imperiales, buscaba horizontes a una escala universal. Fue por esto por loque los Austrias, con la excepción de Felipe II, prefirieron la historia, un género que,según las prácticas humanísticas de la época, se orientaba a los grandes temas de estado yofrecía a los monarcas un campo más amplio para demostrar la importancia de sus gestasy las de sus antepasados medievales. También la historia, por lo menos la que hacían susmejores intérpretes, tenía un aspecto moralizante del que carecía la corografía, másvolcada a la simple descripción. Aún más importante, especialmente para Felipe IV, eranlas posibilidades propagandísticas que ofrecía la historia. Por consiguiente, no essorprendente que la corografía recibiera escasa atención real después de la muerte deFelipe II. Ni las Relaciones Topográficas ni la General corografía e historia de España,un encargo hecho al cosmógrafo Andrés García de Céspedes por Felipe II, fueroneditados. Por otro lado, la historiografía real experimentó, a lo largo del siglo XVII, supropio Siglo de Oro de la mano de escritores como Antonio Herrera y Tordesillas, GilGonzález de Ávila, el prolífico (aunque bastante mediocre) Andrés de Uztarroz y,finalmente, Luis de Salazar y Castro12.

No obstante, el rechazo de la corografía por parte de la monarquía no significó su fin.Al contrario, este género también experimentó su propia Edad de Oro, gracias almecenazgo, no de reyes sino de ciudades y municipios cuyos gobernantes lo consideraronel medio ideal para mostrar al mundo sus propias grandezas. En este sentido, lacorografía sirvió como contrapunto de la historia interpretada por los historiadiores alservicio de la Corona.

En sus primeras manifestaciones españolas, a fines del siglo XV, la corografía sedistinguía poco de los panegíricos humanísticos de ciudades escritos en la Italia delRenacimiento. Sin duda, las obras más influyentes en este campo eran la RomaInstaurata y Roma triumphans de Flavio Biondo. La influencia de Biondo esparticularmente evidente en la Córdoba Descriptio, una obra de 1485, quizás el primerencomio de carácter humanístico que existe de una ciudad española13. Pronto siguieronotras obras de la misma estirpe como, entre otras, la Barcino de Jeroni Pau, impresa en

11 Se estudia este encargo en Las ciudades del Siglo de Oro, ed., Richard L. Kagan, Madrid, 1987.12 Sobre la historiografía real, véase mi estudio «Clio and the Crown: Writing History in Habsburg

Spain», en Spain, Europe and the Atlantic World, eds. Richard L. Kagan and Geoffrey Parker, Cambridge,1995, pp. 73-99.

13 Se reproduce el texto de este encomio en M. Nieto Cumplido, Córdoba en el siglo XV, Córdoba,1973. Existe, de fecha anterior, un escrito, en castellano, que es un fragmento de una descripciónpanegírica de Mérida, en B.N.M., Ms. 4235, fols. 184-185. Sobre este último texto, véase A. GómezMoreno, España y la Italia de los humanistas, Madrid, 1994, pp. 282-295.

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1491; la Oratio luculenta de laudibus Valentiae de Alonso de Proaza (Valencia, 1505); yuna laudatio parecida escrita sobre Burgos en 151214. Todos estas obras, redactadas enlatín, con ánimo más descriptivo que narrativo, hacían alarde de las múltiples grandezasde unas ciudades presentadas como repúblicas en las que se sintetizaban los mejoresrasgos de los tres modelos de ciudad ideal ofrecidos por Aristóteles, San Augustín yL. B. Alberti. De acuerdo con estas laudationes, cada ciudad había de ser autosuficiente,populosa y próspera, devota al extremo y llena de edificios singulares y gente noble.

Este tipo de género corográfico duró poco. A los elementos descriptivos ypanegerícos se unieron pronto los históricos, rasgo éste que arranca de las crónicasurbanas de la Edad Media, de las cuales la de Boscá sobre Barcelona y la del jurado GarcíSánchez sobre Sevilla, ambas de mediados del siglo XV, son buenos ejemplos15. Talescrónicas, que solían estar al servicio de los intereses políticos de los bandos en pugna, envez de ofrecer una intrepretación histórica, es decir, objetiva o verdadera del pasado,infundían a las corografías el mismo espíritu polémico. Por ello las historiasincorporadas a las corografías, ya sea para demostrar la antigüedad del municipio o suresistencia numantina a la invasión de los musulmanes, o para narrar las grandes gestasde sus ciudadanos durante la Reconquista o los servicios prestados a los reyes a través delos siglos, nunca fueron historias objetivas o desinteresadas. Al contario, ofrecían unavisión del pasado que servía, de una u otra manera, a los intereses colectivos de la ciudad.

La primera obra corográfica que incorporaba estos dos elementos —el descriptivo yel histórico— es el Epílogo de algunas cosas dignas de memorias pertenecientes a lailustre y muy magnifica i muy noble i muy leal ciudad de Ávila, una obra impresa enSalamanca en 1519 y escrita por el ex-cronista real, Gonzalo Ayora de Córdoba. Estepequeño libro carece de gran interés literario, pero es importante porque, como indica eltítulo, Ayora sustituyó el latín de la laudatio humanástica por el romance, evidentementecon la intención de llegar a lectores no eruditos. Es más, el libro de Ayora marcó elinicio de una tradición; todas las demás obras corográficas que se imprimieron en la Edadde Oro también están escritas en castellano, incluso las que fueron redactadas enmunicipios de habla catalana o valenciana. También es importante la interpretación de laEdad Media que ofrece el Epílogo. En gran parte éste no es más que un catálogo de losservicios rendidos por los abulenses a la corona y de las mercedes y privilegios que losReyes les otorgaron en recompensa. De esta forma, el libro ofrecía una interpetación dela historia de Castilla en términos de una relación recíproca entre Corona y ciudad,distinta de la mera recopilación de hechos reales ofrecida por los historiadores vinculadosa la Corona. Casi todas las obras corográficas posteriores ofrecerán la misma lectura, quepodemos calificar como lectura contractual de la historia medieval. En este contexto es

14 La edición más reciente de la obra de Pau es Barcino de Jeroni Pau, ed. Josep María Casas Homs,Barcelona, 1957. Para Burgos, véase B.N.M., Ms. 18.729/19, In Burgensis civitatis laudem Joanni deVelasco Casteüae Conitistable dicata.

15 Joan Francesc Bosca, Memorial historie, ed. J. Sobreques i Callico (Barcelona, 1977); Los analesde Garci Sánchez, jurado de Sevilla, ed. J. de Mata Carriazo, Anales de la universidad hispalense 14, 1953,pp. 3-363.

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interesante notar que Ayora, un año después de escribir su libro, se unió al partido de lasComunidades en Ávila16.

De todos modos, después del libro de Ayora, los eruditos de otras ciudadescompitieron entre sí para redactar obras semejantes. El sevillano Luis de Peraza terminósu Historia de Sevilla en 1536, una mezcla de descripción topográfica e historia queexaltaba la «Sevilla Imperial», destacando la fundación hercúlea de la ciudad, y surefundación y reedificación cesariana17. Esta obra, un monstruo de dos tomos, nuncallegó a ser impresa. Pero, en la misma época, la corografía se hacía presente en obras decarácter regional, como la Historia de Valencia, de Pere Antoni Beuter, un libro escritopara conmemorar el tricentenario de la conquista de Valencia por Jaime elConquistador18, o la interesante Descripción del reyno de Galicia (1550), escrita por elLdo. Bartolomé Molina, un oscuro canónigo de Mondoñedo, o, en referenciaestrictamente urbana, la Historia o descripción de la ciudad imperial de Toledo, de Pedrode Alcocer, obra escrita antes de 1541 pero no publicada hasta 1554. Este libro seconvertiría pronto en un texto de la máxima importancia para el desarrollo posterior delgénero corográfico español, pues estableció el modelo que habrían de copiar otrosautores.

En el fondo, este modelo ofrecía un medio de demostrar las excelencias de cualquiermunicipio o lugar19. Incluía una descripción geográfica de la ciudad en la que secomentaba el emplazamiento, y retrataba la abundancia y fertilidad del paisaje circundanteen términos paradisíacos. De esta forma, cada ciudad se convertía en una especie de edénen el que nunca había carestía ni enfermedad. También el modelo requería una discusiónetimológica del nombre de la ciudad —en el caso toledano, a partir del hebreo— juntocon otra sobre los orígenes más remotos de la ciudad, a fin de señalar su antigüedad —loque, en sí, era un símbolo de su nobleza— y atribuir su fundación a Tubal, Hércules, ocualquier otro de los reyes míticos que Annio de Viterbo, por medio del Beroso,historiador caldeo, inventó para España a fines de siglo XV.

El modelo requería, asimismo, un capítulo sobre la importancia y los privilegios delmunicipio en tiempos de los romanos, algo que vinculaba estas obras con las corrienteshumanísticas del siglo XVI y permitía a los autores demostrar (y algunas veces fingir) supericia arqueológica. Seguía un capítulo sobre la conversión del municipio a lacristianidad, preferiblemente por mano del mismo Apóstol Santiago, una tarea que, afalta de pruebas históricas, era bastante problemática antes de que, a fines del siglo XVI,

16 E. Cat, Essai sur la vie et les ouvrages du chroniqueur Gonzalo de Ayora, París, 1890. Referenciasa la vida política de Ayora aparecen también en J. Pérez, La révolution des «Comunidades» de Cas tille(1520-1521), Bordeaux, 1970.

17 Del manuscrito nunca impreso Antiquíssimo origen de la ciudad de Sevilla se conservan variascopias en el Archivo Municipal de Sevilla, la Biblioteca Columbina y Capitular (Sevilla), la Biblioteca delDuque de Segorbe (Sevilla), y la Biblioteca Nacional. Se han reproducido varios extractos en Luis dePeraza, Historia de Sevilla, ed. Francisco Morales Padrón, Sevilla, 1979.

18 Pere Antoni Beuter, Primera part de la historia de Valencia, Valencia, 1538 (ed. facsímil,Valencia, 1982). En 1548 apareció una edición castellana y la segunda parte, en 1550, fue escritadirectamente en castellano.

19 Una exposición bastante completa del contenido de estas obras se encuentra en Santiago Quesada,La idea de ciudad en la cultura hispana de la edad moderna, Barcelona, 1992.

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el jesuita toledano, Jerónimo Román de la Higuera, compusiera sus famosos «falsoscronicones», atribuyéndolos a autores conocidos, como Flavio Dextro, Máximo yLuitprando20. Tales cronicones recibieron ciertas críticas, pero su éxito fue inmediato.Casi todos los eruditos municipales los acogieron con entusiasmo, pues ofrecían losdatos que necesitaban para establecer, textualmente y según los últimos criterios de lahistoria verdadera, la llegada de Santiago a su municipio, así como los nombres de susprimeros obispos, mártires, y santos. Es por esto por lo que no se puede atribuir la«falsificación» de la historia española, como ha escrito Julio Caro Baroja, solamente aunos cuantos falsificadores como Jerónimo Román de la Higuera, ya que toda lasociedad, desde los eruditos de los pueblos hasta Felipe II, tenía un interés profundo enestablecer su «antigüedad cristiana»21.

Por la misma razón, copiando una vez más el modelo de Alcocer, los corógrafosdemostraban poco interés por la época musulmana, o la presencia de judíos, mudejares, uotras minorías en el seno de su ciudad. La historia de la Edad Media se reducía a pocomás que a la Reconquista, o, como en el caso del libro de Ayora, a un mero catálogo delos servicios rendidos por la ciudad a la monarquía. En este sentido, el modelo obligaba alos corógrafos a edificar una imagen de la ciudad que la presentara como el vasallo fiel,que es siempre leal a sus señores, los reyes. Por ello mismo era necesario borrar o evitarla mención de los momentos históricos que, como las Comunidades, ofrecían unacontra-imagen de la ciudad. Alcocer evitó este problema finalizando su narración en laépoca de los Reyes Católicos. Otros autores hicieron lo mismo, o, como en el caso deDiego de Colmenares, cronista de Segovia, utilizaron varias estrategemas casuísticas yretoricas para disculpar a su ciudad por su participación activa en la rebelión22.

Finalmente, el modelo de Alcocer incluía la imagen de la ciudad como un cuerpomístico, una civitas basada en los principios de caridad, piedad, y nobleza. Desde susorígenes esta civitas se caracteriza por una cierta estabilidad, incluso inmovilidad:siempre es noble y fiel a sus señores, a pesar de los hechos de algunos, que suelen seratribuidos o a extranjeros o al vulgo, es decir, a grupos que, por definición, no formabanparte de la civitas. Tal es el lenguaje que permitía a Colmenares disculpar a Segovia porsu comportamiento durante las Comunidades de 1519-20, y que también permitirá aDiego Murillo, historiador zaragozano, afirmar que su ciudad fue fiel a la monarquíadurante las famosas alteraciones aragonesas de 1590-91. Esta misma imagen de la ciudadcomo civitas mística permitía a los corógrafos demostrar, contra Botero, que el númerode sus habitantes no es una medida adecuada para determinar la grandeza de las ciudades23.

20 El estudio clásico de estas obras es el de José Godoy Alcántara, Historia crítica de los falsoscronicones, Madrid, 1868 (ed. facsímil, Madrid, 1981), pero todavía no hay estudio moderno sobre la vida yobra de Jerónimo Román de la Higuera.

21 Julio Caro Baroja, Las falsificaciones de la historia, Barcelona, 1991.22 Colmenares atribuyó la rebelión en Segovia al «ímpetu furioso del vulgo», a «la canalla», al «no

haberse hallado en el alboroto no sólo persona noble pero ni aun ciudadano de mediano porte», Diego deColmenares, Historia de la insigne ciudad de Segovia y compendio de las historias de Castilla, Segovia, 1636(ed. facsímil, Segovia, 1975), t. 2, pp. 182-183.

23 Se difundían en España las ideas urbanísticas de Giovanni Botero, expuestas originalmente en suDella ragion di stato (1589), en el libro Razón destado con tres libros de la grandeza de las ciudades, trad.Antonio de Herrera y Tordesillas, Burgos, 1603.

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El factor que más contaba, en su opinión, era la calidad de éstos, y sobre todo de sunobleza, postura que permitiría al Dr. Vicente Mares, autor de una historia de Chelvatitulada La Fénix Troyana (Valencia, 1681), argüir que su patria era noble, aunque teníauna población de menos de 600 vecinos. Otros factores que se consideraban quecontribuían a la grandeza y nobleza urbana eran la piedad y la caridad, cualidadesdemostradas a través de largas descripciones de los templos, ermitas, conventos,hospitales, y cofradías. La nobleza también se representaba a sí misma en los edificiospúblicos, mientras que el mundo rural quedaba casi en blanco. Es por esto por lo que nohay en la corografía española nada parecido al Survey ofLondon, escrito por John Stowen 1598, obra que ofrecía, barrio por barrio, una descripción detallada del desarrollourbano de la capital inglesa.

De este modo se conformó el modelo del género corográfico español, que duraría,con pocos cambios, hasta el siglo XVIII. Desde mediados del siglo XVI no dejaron depublicarse obras cuyos títulos variaban: Descripción de..., Excelencias de..., Discursoshistórico de..., Compendio o Resumen historial de..., Tratado de las antigüedades ygrandezas de..., Trofeos de..., Anales o Crónicas de..., y en algunos pocos casos,Historia de..., frase empleada solamente por autores como Juan Pablo Mártir Rizo,quien, en su Historia de la muy noble y leal ciudad de Cuenca (1629), trataba de ofreceralgunas lecciones moralizantes sobre el papel de los privados en la monarquía.Cualquiera que fuera el título, las diferencias entre los distintos géneros históricos—historia, anales, crónica, décadas— eran cada vez más tenues: lo importante en realidadera la demanda por parte de los municipios, que querían tener a su disposición obras deeste carácter.

Consideramos, por un momento, un contrato preparado por el ayuntamiento deBurgos en el año 1581. Echando de menos la falta de una historia parecida a la deAlcocer para Toledo, el ayuntamiento estableció una comisión histórica cuyo cometidoera diseñar el tipo de libro que fuera más adecuado a la honra y a la reputación burgalesa.Con este propósito, la comisión encargó su redacción a Fray Gerónimo Róman,residente en Burgos e historiador ya conocido por su crónica de la orden agustiniana. Elcontrato era muy detallado, estipulándose, capítulo por capítulo, el contenido y latemática de la obra. Tan importante era el libro para la comisión que ésta no concedió aRomán ni una gota de libertad de autor. A la postre, el libro nunca se llegaría a escribirporque la ciudad no consiguió permiso real para imponer un censo sobre sus proprioscon el que pagar a Román24.

En cualquier caso, la anécdota es ilustrativa de la importancia concedida a estas obraspor las oligarquías urbanas representadas en los ayuntamientos. Si éstos no encargabandirectamente tales obras, como en el caso burgalés, por lo menos ofrecían a los autoresayudas de costa y subvenciones de varios tipos. Un ejemplo de ello es el ofrecido por laciudad de Huesca que, en 1619, pagó por la impresión de la historia de la ciudad escritapor Diego de Aynsa25. Mucha más activa fue la intervención del concejo de Murcia en

2 4 Para este contrato, véase Burgos, Archivo Municipal, Libro de Actas, 12 de abril de 1581, fol. 113.2 5 Fray Diego de Aynsa, Fundación, excelencias, grandezas y cosas memorables de la antiquíssima

ciudad de Huesca, Zaragoza, 1619 (ed. facsímil, Huesca, 1987).

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los Discursos históricos de la ciudad de Murcia y su reino, obra del humanista Franciscode Cáscales, impresa por primera vez en 1622. Ya en el año 1608 se formó en el concejouna comisión para controlar el progreso de la obra. La ciudad facilitó la investigación deCáscales en los archivos municipales y también le proporcionó una lista de suscaballeros e hijosdalgo notables para su inclusión en la historia. Terminado el texto, elconcejo subvencionó la impresión con una sisa especial y, finalmente, ofreció aCáscales el título de «cronista de la ciudad»26.

Pocos ayuntamientos fueron tan involucrados en la producción de su propria historiacomo el de Murcia, pero los municipios en todas partes fomentaron la escritura de unahistoria local. De hecho, en el siglo XVII, estos libros se convertirían en un tipo detalismán que servía para fortalecer identidades locales y proteger la ciudad contra lasreclamaciones de grandeza realizadas por otras ciudades. La publicación de estas historias,por consiguiente, aumentó, alcanzando su apogeo durante la primera mitad del sigloXVII. En torno a 1700, pocos fueron los municipios principales que no disponían de unaobra de este tipo —Burgos era uno de ellos, aunque tenía varias en manuscrito—mientras que en Valencia había no menos de cinco; en Sevilla cuatro; en Zaragoza tres.También es sorprendente el número y variedad de pequeñas poblaciones que disponían desus propias obras corográficas, entre las que cabe señalar, a modo de ejemplo, Grandeza,antigüedad y nobleza de Barco de Ávila, escrito alrededor de 1620 por el escribano LuisÁlvarez (aunque no impresa hasta 1652); La verdadera relación y manifiesto apologéticode la antigüedad de las Batuecas, obra del presbítero Tomás González de Manuel, quetrataba de las grandezas del pueblo de La Alberca; u otros relativos a lugares comoAlcántara, Bujalance, Chelva, Elche y Vélez Málaga.

¿Quienes fueron los autores de estos libros? Ellos solían ser eruditos locales, que lasemprendían, según ellos, por «obligación del amor de patria», o «para conservar lamemoria» de las cosas dignas de saber de su pueblo. También había otras razones, másparticulares, más políticas. Éste era el caso del Tratado del patronato, antigüedades,gobierno y varones ilustres de la ciudad de Calatayud, impreso en Zaragoza en 1598. Suautor, Miguel Martínez de Castro, confesaba haberlo escrito para demostrar que la ciudadmerecía un obispado. Fernando Albia de Castro, por su parte, escribió su historia deLogroño, intitulada Memorial y discurso político por la muy noble y muy leal ciudad deLogroño (Lisboa, 1633), a fin de demostrar que la ciudad merecía voto en Cortes.También hubo clérigos que sólo querían representar a su ciudad como una civitas dei,una comunidad cristiana y, para ello, se fijaban en las descripciones de ermitas ysantuarios locales, y en las biografías de sus mártires y obispos más destacados27.

Pero cualquiera que fuera el fin específico de cada obra, el género compartía unascaracterísticas generales. Sus criterios históricos se apartaban de los de la historiografíareal en un punto fundamental. Esta última pretendía alcanzar cada vez más a la historia

La documentación referente a este caso fue recopilada por Juan Torres Fontes, «Notas ydocumentos sobre el Licenciado Cáscales», Murgetana, 23, 1964, pp. 61-76.

27 Un ejemplo típico es la obra de Fernando Vera y Rosales, Discurso histórico del origen, ocultación,hallazgo y culto de la milagrosíssima y antiquíssima imagen de N.S. de la Iniesta, sita en la iglesia parrochialde San Julián de Sevilla y las grandezas y excelencias de la misma muy noble y muy leal ciudad, Sevilla,1688.

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verdadera, que trataba de rechazar los mitos y de emplear los documentos y otras pruebaspara establecer la verdad histórica. La corografía tenía fines distintos. A muchoscorógrafos no les interesaba usar un método crítico. Diego Murillo, por ejemplo, autorde una historia de Zaragoza impresa en 1616, admitía que empleaba la pluma no comoun «instrumento para escribir sino como de lanza y escudo para rebatir golpes y pelear»,es decir, defender la honra de la ciudad contra los que acusaban a los zaragozanos desedición durante las alteraciones de Aragón de 1590-9128. En la misma línea, la comisiónmunicipal establecida para revisar la historia de Segovia escrita por Colmenares se referíaa la obra como «la historia de nuestra patria», cuyo fin era el recordar «las glorias denuestros antecesores y ejemplo de los sucesores»29. Defender, glorificar, celebrar: lasobras corográficas no eran historias stricto sensu, sino alabanzas, obras patrióticas,hechas para señalar, a través de la geografía y la historia, las excelencias y lascaracterísticas únicas de cada lugar.

Por supuesto, estas prácticas, esta tendencia a engrandecer la importancia de cadalocalidad, y por lo tanto, a disminuir la importancia de los demás, no pasó desapercibida.El historiador real, Bartolomé Leonardo de Argensola, criticaba a los cronistas localesque —decía— «se han despeñado y desacreditado por este amor de las patrias»30, un amorque, según otros, conducía a muchos «disparates», como por ejemplo, la pretensión deMartín de Roa, historiador de Córdoba, de que las Etimologías fueran obra de un Isidorocordobés y no hispalense. «Era [Roa] tan aficionado a Córdoba», escribió un crítico,«que casi le llegaba a pasar de las grandezas de las otras ciudades y de los santos yvarones insignes de ellos»31. Sin embargo, y a pesar de estos críticos, Roa—seguramente uno de los «anticuarios» a los cuales Gracián describía como «materialesy mecánicos, sin fondo de juizio ni altanería de ingenio»32— era un autor muysolicitado. Después de publicar su libro sobre Córdoba, escribió otros parecidos sobreÉcija, Málaga, y Jerez33.

El desarrollo del género corográfico puede ser interpretado de varias formas distintas,cada una de las cuales tiene alguna razón de ser. En parte, por ejemplo, representaba laexpresión literaria de la idea de la ciudad como la patria natural, el organismo o lacomunidad a que cada ciudadano debía su fidelidad. Es lo que expresaba Bartolomé de lasCasas cuando escribía: « Porque el reino no es la patria de la ciudad como lo es la ciudaddel ciudadano [...] la ciudad está ligada al rey con vínculo más débil que el ciudadano con

2 8 Diego Murillo, Fundación milagrosa de la capilla angélica y apostólica de la Madre de Dios del

Pilar y excelencias de la imperial ciudad de Zaragoza, Barcelona, 1616.2 9 Colmenares. Historia de Segovia, t. 1, pp. 10-11.3 0 Leonardo de Argensola, «Sobre las cualidades que ha de tener un perfecto cronista», en Obras

sueltas, p . 269.3 1 B.N.M. Ms. 8389, fol. 195, Rodrigo Caro a Juan Francisco Andrés de Uztárroz,3 2 Baltasar Gracián, El Criticón, ed. M. Romera-Navarro, Philadelphia, 1939, t. 2, p. 151.3 3 Martín de Roa, De Córdoba in Hispana betica, Lugduni, 1617, trad. Antiguo principado de la

España ulterior o Andalu, Córdoba, 1636. También escribió Santos Honorio, Estichio, Esteban, Patronos de

Xerez de la Frontera: nombre, sitio, antigüedades de la ciudad, Sevilla, 1617; Málaga y su fundación, su

antigüedad eclesiástica y seglar. Sus Santos, Málaga, 1622; Écija. Sus santos, su antigüedad eclesiástica y

seglar, Sevilla, 1629.

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su ciudad o patria»34. Por otro lado, dada la importancia de las genealogías nobilariasincluidas en las obras, el género representa sobre todo la voz, el medio de expresión delas oligarquías urbanas que, en el proceso de la consolidación de sus poderes dentro de losayuntamientos durante los siglos XVI y XVII, acudían a la historia como ayuda en estatarea. El problema también puede plantearse en términos políticos en vez de sociales.Desde este punto de vista, el género defendía, tal y como ya he señalado, la autonomía yla importancia de las ciudades frente a una monarquía que amenazaba sus fuerostradicionales. Finalmente, se puede considerar el género en términos intertextuales,entendiéndolo como la respuesta a una historiografía real en la que los municipios —esdecir, el reino— sólo desempeñaban papeles secundarios y muy limitados encomparación con el de los reyes. En este sentido, el género invertía el enfoque de lahistoria española, convirtiendo lo que en principio fue una recopilación de gestas realesen una producción historiográfica que privilegiaba las de las ciudades y, sobre todo, lasde sus familias nobles. La consecuencia de todo ello era que los ayuntamientos seapropiaron de la corografía para sus propios fines, en la medida en que les garantizaba unespacio en la historia que los historiadores de la Corona les denegaban.

En este orden de cosas, debo insistir, con todo, en el hecho de que el lenguaje de lascorografías no es de resistencia, de oposición entre los intereses del país, en el sentidoinglés de la palabra, y los de la corte. Más bien, las corografías, a fin de defender laslibertades urbanas, subrayaban la importancia de una relación recíproca, mutuamenteprovechosa, entre la monarquía y los municipios.

Por otro lado, tal como Richard Helgerson ha escrito en su interesante estudio sobrela corografía inglesa del siglo XVI, la representación equivale a la diferenciación35. Porello, el género corográfico ofreció una visión del reino bastante distinta de la de lahistoriografía real. Ésta se orientó hacia una visión unitaria, casi homogénea de Castilla,en la cual el reino era poco más que un teatro para la demostración de la grandeza real. LaCastilla bosquejada en las corografías es mucho más transparente, porque cada obratiende a describir su municipio como un microcosmo, un núcleo aislado y único, ototalmente distinto de los demás. De hecho, apenas se nota en el discurso corográfico laexistencia de las otras ciudades; todo se concentra en una, como si fuera un repúblicaindependiente.

También, y esto es fundamental en mi argumentación de hoy, parece que estas obras,con su manera de relegar la monarquía al fondo del escenario histórico, hicieron pocopara fomentar lealtades dirigidas al rey. Probablemente hicieron lo contrario, reforzandolos sentimentos de aquéllos, como Cristóbal Sanz, autor de una recopilación histórica delas excelencias del pueblo levantino de Elche (1621), que distinguía entre la obligación ala Patria y la debida a la Ley y al Rey36. Este manifiesto a favor de la patria chica esprecisamente lo que la corografía pretendía fomentar. Es por ello por lo que me gustaría

34 Fray Bartolomé de las Casas, De Regia Potestate, ed. Jaime González Rodríguez, Madrid, 1990,p.75.

35 Richard Helgerson, Forms of Nationhood: The Elizabethan Writing of England, Chicago, 1992,p. 135.

36 Cristóbal Sanz, Excelencias de la villa de Elche, Elche, 1664; el manuscrito se acabó en 1621.

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saber que es lo que Arroyal había leído de este género antes de plantear su visión de unaEspaña confederada en repúblicas.

Esta cuestión de la lectura nos trae al último problema que quisiera plantear. ¿Quiénleía estos libros? ¿Cuál era su público? ¿Qué importancia tenían dentro de lascomunidades a las que intentaban servir? Salvo algunas publicaciones recientes, no seconoce muy bien la historia del libro español. Los problemas del público de una obra,así como su recepción, son muy difíciles de resolver sin estudios detallados debibliotecas, tiradas de ediciones, su distribución, etc.37.

De todos modos, estas obras corográficas parece que interesaron varios tipos depúblico, tanto dentro como fuera del lugar en cuestión. Se conoce, por ejemplo, quellegaban a la Corte, pues el índice realizado en 1637 de los libros conservados en la torrealta de Alcázar Real de Madrid indica que el rey coleccionó por lo menos un ejemplar decasi todas las historias municipales38. Por otro lado, parece que la mayoría de estascorografías circulaban poco al margen de círculos de eruditos y de historiadores. Seimprimían en ediciones únicas, y en tiradas relativamente cortas de alrededor de unosquinientos ejemplares. Tenían también mala distribución, salvo en algunos raros casos.Por ejemplo, el ayuntamiento de Cádiz mandó cincuenta ejemplares del libro Emporiodel orbe: Cádiz (Amsterdam, 1690), escrito por Fray Jerónimo de la Concepción, a losconsejeros de Madrid a fin de convencerles de que Cádiz, y no Sevilla, merecía elmonopolio del comercio indiano. Pero este caso es más bien excepcional. Al igual quelos libros impresos hoy en día por los ayuntamientos, las cajas de ahorros y lasdiputaciones provinciales, las corografías de los siglos XVI y XVII quedaron circunscritasa mercados bastante restringidos geográficamente. Los zaragazanos leían las historiaszaragozanas, los sevillanos las sevillanas, estableciéndose así una tradición de lecturalocal que dura hasta hoy. Por lo tanto, se puede caracterizar el mercado de la corografíacomo un mercado localizado; cada libro se destinó a un minimercado —el municipio deque trató— en vez de un amplio mercado de alcance nacional.

Lo que ocurría en estos minimercados puede reconstruirse con lo sucedido cuandoAlbia de Castro publicó su Memorial y discurso político de Logroño, en el año 1636. Elautor presentó su libro al concejo municipal por iniciativa propia, y éste nombró deinmediato una comisión para agradecerle su trabajo. El concejo mandó también que sedepositara un ejemplar de libro en el archivo municipal, y que «se [repartieran ejemplaresdel mismo] entre los caballeros regidores y cabildos y personas ilustres de la ciudad»39.

Si este caso es representativo —y, en mi opinión, lo es— todo parece indicar que lacorografía, fiel a sus fines intelectuales, no buscaba una clientela amplia sino queintentaba cultivar e instruir a la que tenía cerca, sobre todo una clientela de ilustreslocales que podían identificarse con la civitas retratada. Al mismo tiempo, es importantereconocer que esta clientela no estaba necesariamente circunscrita a las élites muncipales.Por supuesto, no pretendo decir que todos los obreros y artesanos leyeran estas obras

3 7 Una aportación importante en este campo es la obra de F. Bouza Álvarez, Del escribano a la

biblioteca, Madrid, 1993.3 8 B.N.M. Ms. 18.791. Debo esta cita a la amabilidad de Fernando Bouza Álvarez.3 9 Albia de Castro, Memorial y discurso político, en el prólogo.

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—aunque hay ejemplos de artesanos, tenderos y otros de estirpe humilde que escribíanlibros de tal carácter, como Luis López, conocido por sus críticos como el «pastelero deZaragoza» y que escribió una historia de aquella ciudad40.

Pero no era necesario leer estas obras para absorber su mensaje. Había, por ejemplo,eruditos que utilizaban el pulpito para explicar el contenido de estos libros al públicoiletrado, y de hecho, la corografía de Tudela, escrita por Joseph Conchillos e impresa enZaragoza en 1666 con el título impresionante de Propugnáculo histórico y jurídico,muro literario y titular, empezó como una serie de sermones predicados en la colegiata deaquella ciudad. Y si el pulpito no servía, siempre podía recurrirse a fiestasconmemorativas en las que los lienzos pintados, los arcos, los carros triunfales y lasrepresentaciones teatrales llevaban al público casi los mismos mensajes históricos queun lector podía encontrar en las páginas de las corografías41. Es como si las obrascorográficas que he estudiado hoy sirvieran como maestros, que enseñaban a los vecinosde cada ciudad la manera de integrarse en la civitas en la que vivían. Les ofrecían tanto unlenguaje para expresar su propia especificidad respecto a los demás, como una historiacon la que pudieran identificarse. Esta historia, como espero que haya quedado claro, erala suya propia, mientras que la de la monarquía quedaba en la sombra, oscurecida por labrillantez emanada de una patria chica que sería, según Arroyal, el cimiento de la Españadel futuro.

4 0 Luis López, Tropheos y antigüedades de la imperial ciudad de Zaragoza, Barcelona, 1639.4 1 Véase, por ejemplo, las historias «pintadas» en los altares callejeros de Valencia durante las fiestas

celebradas en honor de la reconquista de 1238. Están recopiladas en Marco Antonio Orti, Siglo quarto de la

conquista de Valencia, Valencia, 1640 (ed. facsímil, Valencia, 1985).

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