La crisis y la quiebra de la hegemonía neoliberal

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LA CRISIS Y LA QUIEBRA DE LA HEGEMONÍA NEOLIBERAL

Francisco José Fernández-Cruz SequeraMayo 2015.Publicado en: http://lagranpartida.blogspot.com.es

“Cuando el poder político se posee porque se posee poder económico o riqueza […]estamos ante un gobierno oligárquico, y cuando la clase no propietaria tiene elpoder, ante un gobierno democrático”

Aristóteles.

"La mal llamada libertad económica, al justificar la inhibición del Estado, permite elsometimiento de los débiles y acaba por la instauración de una férrea dictaduraeconómica perfectamente disimulada que pone en las manos de unos pocos laposibilidad de explotar científicamente a los demás"

Narciso Perales

En sociología del conocimiento, en sentido neutro y sin las connotacionespeyorativas introducidas por Marx en el concepto, se denomina ideología al conjuntode ideas que forman parte de un sistema de creencias, más o menos sistemático queintentan explicar al hombre y el mundo, a la vez que orientar su conducta a partir deciertos valores aceptados como correctos. En este sentido, toda teoría del mundo esuna ideología, pero de forma más general, podemos decir que una ideologíarepresenta un modelo de sociedad existente o imaginado que pretende imponerse opreservarse. Por esa razón es imposible ser ajeno a las ideologías, de la misma forma

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que es imposible que una política económica pueda sea neutral, ya que toda políticaeconómica es, por definición, el resultado de una decisión política tomada comoconsecuencia de una determinada ideología, encaminada a alcanzar un modelo desociedad. Esto significa que cualquier decisión de política económica, por aséptica ytécnica que pueda parecer, se alimenta de una ideología concreta. Por lo tanto, entoda sociedad siempre impera un ideal dominante, es decir, una determinadaideología que lo abarca todo y que hace que exista un consenso de la mayoría de lapoblación sobre los temas políticos fundamentales, de ahí que ese consenso sea elreflejo de la ideología dominante y que del mismo nazcan conceptos jurídicos comoel de “orden público” aplicados a la interpretación de las leyes, o culturales como elde “sentido común” aplicado a las relaciones sociales. Y es que en cada momentohistórico hay una ideología dominante que opera como nexo de unión de las ideasque sostienen un determinado modelo de sociedad1. La hegemonía se alcanza cuandouna determinada ideología se convierte en dominante en la sociedad, de tal formaque crea el consenso social acerca de las ideas clave, y lo traslada a sus instituciones(leyes. costumbres, valores, etcétera), con las que organiza la vida de la comunidaden un sentido determinado, al menos, temporalmente, ya que las instituciones nuncason permanentes sino que cambian a lo largo del proceso histórico vital de unadeterminada comunidad. Así, cualquier conjunto de instituciones es, por un lado,dinámico o cambiante en el tiempo y, por otro, operativo o funcional en undeterminado modelo de sociedad. La ideología dominante y sus institucionespermiten que su modelo de sociedad se consolide, en tanto no sea sustituido por otromodelo sostenido por otra ideología. Cuando otras formas de concebir la existencia,otras ideologías, se extienden y se constituyen en una amenaza para la pervivenciadel orden dominante, pueden disputar la hegemonía a la ideología establecida yprovocar un cambio en la misma sociedad, provocando el final de la ideologíadominante y del modelo de sociedad que representa.

¡No hay alternativa!

1 Ésta es la definición de “hegemonía” de Gramsci.

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En definitiva, una ideología representa una determinada concepción del mundo quecuando alcanza una posición hegemónica en el terreno de las ideas, se impone en lasociedad. De aquí la importancia de la lucha ideológica y del control de los mediosde comunicación y de los creadores de opinión, pues es en el terreno de las ideas, enel que se produce el primer contacto en la lucha por la hegemonía entre dosideologías.

A comienzos de la década de los setenta, el neoliberalismo alcanzó la hegemoníaintelectual y política en el capitalismo, un dominio ideológico absoluto, y suspolíticas tuvieron enormes consecuencias sobre la forma en la que se configuraron enlo sucesivo las economías capitalistas. A partir de este momento, se nos impusieronlas privatizaciones de los servicios públicos, la destrucción de los derechos de lostrabajadores y la libre circulación de mercancías y capitales. El neoliberalismocambió así las relaciones de fuerza entre capital y trabajo y la estructura económica ysocial de las economías desarrolladas, y para lograrlo, los sindicatos, queencuadraban a los obreros de las grandes empresas industriales, perdieron fuerza,debido al gran crecimiento del sector terciario y a la deslocalización de empresas apaíses del Tercer Mundo. La pérdida de la hegemonía puso a la defensiva a unaizquierda que, en cierto sentido, había interiorizado la tesis del “fin de la Historia”de Fukuyama tras la caída del comunismo, y había interiorizado la frase de Thatcherde que: “No hay alternativa”.

La Gran Recesión de 2008 ha puesto de manifiesto, que las crisis recurrentes delcapitalismo no se deben a las intervenciones distorsionadoras del mercado de losestados, sino que forma parte intrínseca del propio sistema capitalista. Cuando llególa crisis, la izquierda no era hegemónica y sus gobiernos fueron en todo el mundo lasprimeras víctimas del descontento de cualquier índole, dada su carencia de discursoideológico propio válido para enfrentar la situación. Tras el fracaso de lossocialdemócratas en el período 2008 a 2011, resurgió el predominio mundialgeneralizado de los neoliberales y de los partidos de derecha, desconcertando a los

partidos de izquierda que hasta que llegó la crisis, estaban seguros de haberrecuperado en parte el terreno intelectual perdido tras décadas de hegemoníaneoliberal. Con total descaro, los neoliberales depusieron a los partidossocialdemócratas tras los primeros aspavientos de estos para contener los efectos dela crisis, de la que nunca llegaron a comprender ni su origen ni su alcance, siendosustituidos sin miramientos por tecnócratas de las grandes corporaciones bancarias ylas agencias de rating. Paralelamente, las instituciones financieras que habían

Friedrich Von Hayek

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precipitado la crisis y que habían sido rescatadas por los gobiernos, volvían a obtenerbeneficios semejantes a los que obtenían antes de 2007 y financiaban a la derechaemergente, que se presentaba no como el origen de la recesión, sino como el remedioa la misma con sus recetas de la llamada austeridad. Al igual que ocurrió en los añostreinta y cuarenta, cuando los liberales se retiraron a su guarida de Mont Pelerin en1947 junto a su chamán Hayek, lejos de que la crisis económica supusiera unasacudida para sus esquemas ideológicos, el fracaso de la economía neoliberal loshabía conducido a la intransigencia, a la reiteración de sus dogmas y a la falta deimaginación volviendo a sus viejas recetas de recortar el gasto público como panaceapara todos los males. Visto en perspectiva, quizás acertaron manteniéndoseinflexibles, porque contra todo pronóstico, con la crisis no han perdido su posiciónhegemónica. Pero en realidad, los neoliberales no están ganando por omisión, por suausencia, sino porque nunca desaprovechan el estado de perplejidad de una sociedadque ignora lo que le está ocurriendo, para ejecutar su proyecto de ingeniería social yeconómica. Y ningún momento de mayor parálisis social, que el vivido en los añospsoteriores a la crisis de 2007, después de un prolongado período de optimismoeconómico basado en un crecimiento económico basado exclusivamente en lageneración de deuda.

Pero la supervivencia de los neoliberales más allá de la Gran Recesión de 2008, noha hecho sino mostrar la verdadera esencia de los mecanismos institucionales quehasta ahora se habían presentado como legítimos, que se revelan inútiles pararepresentar la voluntad popular, porque nuestras sociedades son sistemasplutocráticos, en los que el verdadero poder no se encuentra en las institucionespolíticas, sino que se encuentra “privatizado”, está en el dinero, en esas grandesempresas y fortunas, a las que a veces llamamos mercados, que son capaces dedoblegar los intereses de los estados a través de los mecanismos económicos dechantaje y extorsión. El poder real es fundamentalmente poder económico, y este no

está sujeto a elecciónninguna. Mandaquién más tiene y noquién más votosrecibe. Votamos cadacuatro años, en un

procedimientolitúrgico que nisiquiera garantizaque los programaselectorales secumplan, y que enrealidad sólo sirvecomo coartada paraconceder legitimidada esta ficcióndemocrática.

La crisis ha revelado la verdadera naturaleza plutocrática y oligárquica de nuestrasociedad, y esto ha provocado una deriva ideológica y política que no se conformasólo con cuestionar las políticas económicas que han conducido a la crisis, sino quetambién pone en cuestión a las instituciones políticas españolas y europeas(Congreso, Senado, comunidades autónomas, Unión Europea, Constitución de 1978,

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etcétera) que están perdiendo legitimidad. Por otra parte, la contestación ciudadanano sólo está cuestionando las instituciones, sino que ha empezado a discutir laideología dominante, que en lo referente a la economía sufre merecidamente elmismo desprestigio. ¿Quién puede creer en la desregulación del sistema financierocuando esté ha conducido a la mayor crisis económica desde la segunda guerramundial? ¿Cómo justificar la retirada de las prestaciones por desempleo cuando másdesempleados hay? ¿Cómo justificar ayudas a los bancos que son los responsables dela situación actual? ¿De qué sirven la Unión Europea sus instituciones, si su únicopapel es el de consolidar la posición del sistema financiero, ignorando la dramáticasituación de los ciudadanos? En definitiva, ¿de qué sirven estas instituciones y suideología si no son útiles para resolver los problemas reales de la gente?

Esta es la razón, por la que el sistema jurídico y la Constitución de 1978 hanmostrado su vulnerabilidad poniendo de manifiesto su distancia con la ciudadanía, sulegitimidad. Una distancia que sólo puede reducirse a través de modificacioneslegales e institucionales que transciendan nuestra Constitución y el actual marco dela Unión Europea, tornando así a un régimen legítimo. La sensación generalizada esque estas instituciones no han sido capaces de dar, o no han querido dar, una soluciónal problema, por lo que como respuesta instintiva, la población las ha declaradoinútiles e ineficaces. Ello explica la creciente desafección por la política y susinstituciones, la percepción de que los políticos y la política no son parte de lasolución, sino del problema, tal y como reiteradamente se viene poniendo demanifiesto en las estadísticas oficiales. La política institucional ha pasado a serconsiderada una herramienta no válida para solucionar los problemas reales de losciudadanos, y como consecuencia de ese deterioro progresivo, reflejado en la caídade los sueldos, el aumento de la desigualdad, el recorte del sistema de pensiones, dela educación y la sanidad públicas y, sobre todo, el desempleo, el sistema político escuestionado. Se cuestionan las instituciones políticas, y se cuestiona esta democracia,y se llega a la conclusión de que el modelo de 1978 está caducado, y que hay ir a unnuevo régimen que subordine el poder económico a un poder político basado enleyes justas dictadas al servicio del interés general.

Cualquier modelo económico requiere un modelo de sociedad que le sea funcional,es decir, necesita que se modifiquen las relaciones entre los ciudadanos, lasrelaciones laborales y las relaciones entre los ciudadanos y los Estados en el sentidoacorde con la ideología dominante que lo impone, por lo que si no cabe dudar de quela política que se está llevando a cabo en toda Europa, y específicamente en España,es una estrategia que responde a una decisión ideológica, es decir, que persigue undeterminado modelo de sociedad. Más concretamente, las medidas económicasadoptadas por los gobiernos desde la crisis se estructuran en tres ejes de avance: laconsolidación presupuestaria, la confianza en los mercados internacionales de deuday la reestructuración de los fundamentos económicos de la sociedad. De estas treslíneas políticas, resulta un modelo en el que el orden social se recompone a partir deun empobrecimiento de la mayoría de la población, en beneficio de determinadasminorías (grandes fortunas) vinculadas a la propiedad del capital financiero (bancos)y del gran capital productivo (grandes empresas). Detrás de estas políticas hay unateoría económica (la teoría neoclásica) basada en el pensamiento neoliberal queutiliza la crisis como una estrategia para lograr sus objetivos. Según su ideología, losproblemas de desempleo se derivan de un mal funcionamiento del mercado detrabajo derivado lo que eufemísticamente llaman “rigideces del mercado laboral” enalusión a los derechos de los trabajadores, los problemas de competitividad y de

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crecimiento económico, se deben a salarios relativamente altos y los problemas definanciación de la economía real se deben a un exceso de gasto y deuda públicos y ala falta de confianza de “los mercados”. Asistimos, pues, a una reordenación de lasclases sociales de nuestro país nacida de estos dogmas económicos, a partir de loscuales diseñan sus estrategias y medidas económicas las instituciones europeas ynacionales. Esta es la estrategia seguida por la Comisión Europea, el FMI y el BancoCentral Europeo, que es compartida por el Partido Popular y por el Partido Socialista,que fueron quienes reformaron la Constitución, para institucionalizar laconsolidación presupuestaria y otorgar prioridad al pago de la deuda externa, comoreconocía la propia ley orgánica de reforma constitucional que en su exposición demotivos decía que “se establece la prioridad absoluta de pago de los intereses y elcapital de la deuda pública frete a cualquier otro tipo de gasto, tal y como establecela Constitución”.

En suma, las “reformas” gubernamentales han demostrado ser superficiales en elmejor de los casos, tanto en Europa como en EE.UU. Tras la masiva inyección decapitales públicos en el sistema financiero posteriores a la crisis, las burbujas hanretornado con sorprendente rapidez a la especulación en productos básicos ante eldesinterés generalizado de los ciudadanos, que centran su interés en los programas deausteridad del Gobierno como respuesta básica a la crisis, demostrando que eldiscurso público ha degenerado a un nivel analítico propio de los años treinta. Lacrisis actual es un momento político decisivo para quienes están convencidos de quelas actuales estructuras de mercado, deben subordinarse a los proyectos políticosorientados a la mejora del ser humano, y no me refiero a esa izquierda formada porunos pocos místicos ignorantes seguros de la inminencia del acaecimiento dellevantamiento del proletariado, de la misma manera que los “cristianos sionistasrenacidos” esperan el “arrebatamiento en el final de los tiempos”, que conducirá deforma inexorable a su remisión. Es prioritario construir una alternativa alneoliberalismo capaz de alcanzar la hegemonía, y para ello es fundamental discernirhasta qué punto el resurgimiento inesperado de la derecha tras la crisis obedece a laexistencia de una infraestructura cultural neoliberal que se desarrolló durante elperíodo de 1980 a 2008; y, por otro lado, en qué medida la izquierda ha sido artíficede su propio aniquilamiento, dada su escisión en el S. XX en dos mundos: el de lasocialdemocracia, mera gestora del capitalismo y de la progresividad del sistemafiscal; y el del comunismo, el mayor sistema represivo organizado en campos de

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concentración conocido por el ser humano. Los miembros de la izquierda nominaldescartaron hace tiempo la escatología marxista del colapso del capitalismo y latransición al socialismo, y se han quedado sumidos en una ignorancia eincomprensión de lo acontecido, que los obliga a aferrarse a los dogmas marxistasprescindiendo de su desigual vigencia.

En conclusión, los neoliberales han desarrollado una sofisticada postura respecto alconocimiento y la ignorancia, y entender cómo el neoliberalismo logra emplear laignorancia como herramienta política que salvaguarde su hegemonía, indica que, a lavista de la obsolescencia de la izquierda, quizá ha llegado el momento de quereinventemos una nueva sociología del conocimiento plausible, como único caminopara ganar la batalla de las ideas al neoliberalismo.