LA EFICACIA DE LAS SENTENCIAS EXTRANJERAS*

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LA EFICACIA DE LAS SENTENCIAS EXTRANJERAS* I REQUISITOS EXIGIDOS UNÁNIMEMENTE SUMARIO I. Introducción. II. La sentencia debe haber sido pronunciada por un tribunal competente. III. La sentencia debe respetar el orden público. IV. La sentencia debe gozar de autoridad de cosa juzgada. J. INTRODUCCIÓN Una vez determinados los efectos que las sentencias producen en el extran- jero, queda por examinar la cuestión de su eficacia propiamente dicha, es decir, la manera en que estos efectos entran en vigor. Aunque en un tiem- po las disposiciones legales que normaban en algunos países la eficacia extraterritorial de las sentencias, se encontraban en los tratados interna- cionales, ya es una práctica casi uniformemente establecida que esta teria debe regularse por la legislación o por las decisiones de cada país, según sea el régimen de su derecho común. Henry de Cock, en un trabajo que ya es clásico en la materia, 1 dividió las legislaciones de los distintos países, en aquellas que adoptan y aquellas que ignoran el procedimiento de exequatur. De esta manera, el exequatur se convirtió en uno de los patrones para clasificar la gran variedad de legislaciones que hay sobre esta cuestión. Desde el punto de vista etimo- lógico la palabra e.1:equatur viene de ejecutar, y su aplicación a las senten- Cias data apenas del siglo diecinueve. En el antiguo derecho francés, el * Véase Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México, año XVI, mayo- agosto de 1963, núm. 47, p. 325. 1 Henry de Cock. Effets et exécution des jugements étrangers. "Recueil des Cours", t. v, 1925, p. 435. Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM www.juridicas.unam.mx http://biblio.juridicas.unam.mx DR © 1965. Universidad Nacional Autónoma de México

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LA EFICACIA DE LAS SENTENCIAS EXTRANJERAS*

I

REQUISITOS EXIGIDOS UNÁNIMEMENTE

SUMARIO

I. Introducción. II. La sentencia debe haber sido pronunciada por un tribunal competente. III. La sentencia debe respetar el orden público.

IV. La sentencia debe gozar de autoridad de cosa juzgada.

J. INTRODUCCIÓN

Una vez determinados los efectos que las sentencias producen en el extran­jero, queda por examinar la cuestión de su eficacia propiamente dicha, es decir, la manera en que estos efectos entran en vigor. Aunque en un tiem­po las disposiciones legales que normaban en algunos países la eficacia extraterritorial de las sentencias, se encontraban en los tratados interna­cionales, ya es una práctica casi uniformemente establecida que esta ma~ teria debe regularse por la legislación o por las decisiones de cada país, según sea el régimen de su derecho común.

Henry de Cock, en un trabajo que ya es clásico en la materia, 1 dividió las legislaciones de los distintos países, en aquellas que adoptan y aquellas que ignoran el procedimiento de exequatur. De esta manera, el exequatur se convirtió en uno de los patrones para clasificar la gran variedad de legislaciones que hay sobre esta cuestión. Desde el punto de vista etimo­lógico la palabra e.1:equatur viene de ejecutar, y su aplicación a las senten­Cias data apenas del siglo diecinueve. En el antiguo derecho francés, el

* Véase Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México, año XVI, mayo­agosto de 1963, núm. 47, p. 325.

1 Henry de Cock. Effets et exécution des jugements étrangers. "Recueil des Cours", t. v, 1925, p. 435.

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término más usado era el de pareatis. Según Cock, lo que hace a este pro­cedimiento distinto de todos los demás, es únicamente su objeto, que como dice el profesor Niceto Alcalá-Zamora, es la "ejecución de sentencias ex­tranjeras o más exactamente la concesión de exequatur". 2 Por regla gene­ral, como veremos más adelante, en los países en cuya legislación se ha incorporado este procedimiento, llámese exequatur, homologa~ao o deliba­zione, la sentencia emanada de una soberanía diferente se presenta ante un tribunal local, que ordena o deniega su reconocimiento o ejecución. Se incurriría en un exceso de simplificación, si se tratara de comprender a todas las legislaciones que siguen este procedimiento dentro de esta fórmu­la simple. Aun dentro de un mismo país, el exequatur ha dado origen a discusiones sobre su verdadera naturaleza. En Francia, Moreau a fines del siglo pasado, planteó la interrogante de si lo que se ejecutaba en Francia, era la sentencia extranjera o una nueva sentencia pronunciada por el tribunal francés. 3 Los autores modernos han dejado definitivamente de lado la cuestión, si bien parece que reconociendo que lo que se ejecuta no puede ser sino la sentencia extranjera y de ninguna manera una nueva sentencia. 4

Un autor moderno 5 ha dado como fundamento de esta afirmación el de que el país de importación considera que la sentencia extranjera justifica el montaje de un aparato procesal que a todas luces es más apropiado para conferirle eficacia, que el procedimiento común. Y Quintín Alfonsín, jus­tificando la necesidad del procedimiento dice que: "Cuando la sentencia proveniente del Estado A es nacional, reposa en un orden jurídico nacio­nal que es enteramente independiente del de B; por lo tanto así como desde el punto de vista del Estado A, que la pronunció, es efectivamente una sentencia, desde el punto de vista del Estado B, es un mero hecho, dado que no reposa en ninguna disposición del orden jurídico de B." 6 A pesar, sin embargo, de la diversidad de requisitos que exigen las legislaciones que adoptan este procedimiento, está perfectamente claro que en estos paí­ses las sentencias deben someterse a esta formalidad, salvo aquéllas cuya

2 Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, Bases para unificar la cooperación procesal in­ternacional. "Cursos Monográficos de la Academia Interamericana de Derecho Com­parado e Internacional", vol. vr. La Habana, 1957, p. 94.

3 Félix Moreau, Effets intertionaux des j1~gements in matiere civile. Paris, 1884, p. 110.

4 Artículo 136, inciso 5•, del Proyecto francés de Codificación del Derecho inter­nacional privado . . 5 Fouad Abdel Moneim Riad, Le valeur international des jugements en droit

comparé. Paris, 1955, p. 177. 6 Quintín Alfonsín, La ejecución extranacional de sentencias en materia civil y

comercial. "Revista de Derecho Público y Privado", t. xxvi, p. 260.

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propia naturaleza lo excuse haciéndolo innecesario. Este criterio fue con­sagrado, en América, en el artículo 59 del Tratado de Derecho Procesal Internacional, de Montevideo, de 1889, y en el artículo 423 del Código de Derecho Internacional, de Bustamante.

En los países en cuya legislación se ignora el procedimiento de exequatur no se suscitan los mismos problemas, ya que cuando se ejecuta una sen­tencia, de ningún modo puede tratarse de la sentencia expedida por el tri­bunal extranjero. N o obstante, dentro de este grupo, aún hay campo para divergencias tales, que contengan criterios irreconciliables. En los países del sistema anglosajón, la sentencia extranjera constituye una prueba de primer orden para iniciar una nueva orden, para iniciar una nueva acción y sólo se le pueden oponer argumentos enumerados taxativamente. En los países escandinavos, por el contrario, no queda otro camino que iniciar una nueva acción ordinaria. Pero, aunque esta clasificación de países que adop­tan o ignoran el exequatur, 7 es muy importante y debe tomarse en cuenta, nos dice muy poco y no permite descubrir lo que nos interesa esencialmen­te, que es la medida en que se facilita o impide la eficacia de una senten­cia pronunciada por una autoridad jurisdiccional que emana de una sobe­ranía diferente.

Hay otras clasificaciones que pueden ayudar a despejar nuestra pers­pectiva, y que si bien no logran aclararla del todo, son útiles indicios para un examen más detallado. Según Gombeaux, 8 las legislaciones están cla­sificadas en cuatro corrientes:

l. Las legislaciones de Francia, Bélgica y España, en las que se consi­dera que no se debe ejecutar las sentencias sino cuando ha sido estipulado en un tratado, y que en caso contrario, deben ser revisadas.

2. Las legislaciones de Alemania y de Austria-Hungría (el trabajo de Gombeaux fue publicado en 1908), en las que se establece el principio de la reciprocidad, que debe ser probada por quien solicita la ejecución de la sentencia.

3. Italia, Inglaterra y Estados Unidos de América, países cuyo derecho positivo exige que las sentencias cumplan con ciertas condiciones deter­minadas, y,

4. La legislación suiza, que ofrece una fiel variedad de estas legisla~

ciones.

7 Para otras clasificaciones anteriores al presente siglo, ver: P. Fiare, Ejecución de las sentencias extranjeras. Madrid 1898, p: 24. Las principales clasificaciones del presente siglo, aparecen a continuación en el texto.

8 E. Gombeaux, L'exewtion des jugement étrangers en Suisse. '"'Journal de Droit International". Clunet. 1908, p. 85. ' '

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Pero, aparte de que el autor estuvo seguramente mal informado respecto a España, deja de lado las legislaciones de Grecia, Holanda y los países es­candinavos, que no cabrían dentro de ninguno de los grupos propuestos. De Cock, en otra parte de su obra, 9 clasifica las legislaciones en cuatro sistemas, igualmente, pero bajo las siguientes denominaciones:

l. Sistema que rechaza la ejecución de sentencias extranjeras, y en el cual están incluidas las legislaciones de Holanda, Países Escandinavos y Rusia.

2. Sistema de la revisión absoluta, constituido por Francia. 3. Sistema del control ilimitado, constituido por Bélgica, y que se dis­

tingue del sistema de la revisión en que se puede rechazar o admitir la sentencia, pero no modificarla como en aquél; y,

4. Sistema del control limitado en el que incluye al derecho positivo de Italia, y el de los países anglosajones.

El autor no menciona las legislaciones de Alemania, Austria, España, y por otro lado, el criterio que ahora va ganando terreno en Francia, es contrario a la revisión y favorece el control ilimitado. Finalmente, Quintín Alfonsín 10 agrupa las legislaciones en dos grandes sistemas, el primero compuesto por aquellos que niegan la ejecución de las sentencias extran­jeras, y que comprende el sistema territorial, de Holanda, el sistema de la revisión, de Francia, y el sistema del Common Law. Y el segundo gran sistema está compuesto por aquellos que aceptan la ejecución de la senten­cia extranjera y que comprende el sistema del control ilimitado, de Bél­gica, y el sistema del control limitado.

Esta clasificación, como la de Cock, presenta al sistema anglosajón bajo su aspecto más desfavorable, pues si bien es cierto que en sentido estricto lo que se ejecuta no es la sentencia extranjera, sino una nueva sentencia, es igualmente cierto que en contra de esta nueva acción, sólo se admiten contados argumentos como defensa. Por otra parte, desde 1933, ya es posible la ejecución directa en Inglaterra de una sentencia en virtud de la Ley de Ejecución Recíproca de Sentencias, previa solicitud, por una sola vez, del gobierno del país respectivo. Sin embargo, hasta el momento, solamente Francia, Bélgica, Alemania Occidental, y recientemente Noruega y Austria han aprovechado las ventajas de esta vía de ejecución.

Hay una última distinción que conviene tener en cuenta al clasificar las legislaciones, y que puede ser de particular interés para el estudio com-· parlldo del derecho de dos países. Ello es la existencia de Estados agru-

9 Henry de Cock. op. cit., pp. 446 y ss. 10 Quintín Alfonsín, op. cit., p. 185.

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pados en federaciones, confederaciones, y otros cuerpos internacionales, y Estados de constitución unitaria. En los Estados del primer grupo puede darse una gran diversidad de soluciones para resolver un mismo problema, a saber, la aplicación de normas distintas, según que la sentencia provenga de otro Estado, provincia, o departamento de la misma federación, de otro Estado soberano miembro de un tratado multilateral, o de otro Estado soberano sin ningún vínculo especial.

El más antiguo de estos casos es, quizás, el que ofrece el Reino Unido de Gran Bretaña en el que, para todos los efectos relativos al Derecho Internacional Privado, Inglaterra, Escocia e Irlanda del Norte, son entre sí países extranjeros. Durante el siglo diecinueve los litigantes que habían obtenido sentencias provenientes de Escocia e Irlanda, estaban en igual situación que aquellos que las habían obtenido en cualquier otro país. En 1868, se promulgó en Inglaterra una ley otorgando trato especial a las sentencias provenientes de estos dos reinos. 11 Problema similar se pre­senta en el caso de los grandes imperios coloniales, o de las comunidades de naciones que están tomando su lugar. Así, mientras que en Francia, las sent.encias pronunciadas en sus colonias, protectorados o mandatos, por tri­bunales indígenas, se consideran para todos sus efectos como sentencias extranjeras, las pronunciadas por tribunales consulares franceses son con­sideradas como nacionales. 12 En Inglaterra, desde la Ley de Administra­ción de Justicia de 1920, las sentencias pronunciadas en un Estado miem­bro del Imperio Británico, o en un Estado bajo mandato o protección de Gran Bretaña, son ejecutadas mediante un procedimiento especial. La con­federación suiza ofrece un problema en parte diferente, pues cada cantón tiene independencia para establecer normas sobre sentencias provenientes de otros Estados soberanos o de los otros cantones.

En el Canadá, las provincias de Saskatchewan, Columbia Británica, Nue­va Brunswick, Ontario y Alberta, aprobaron en 1925 y 1929, un procedi­miento especial para sentencias provenientes de las otras provincias cana­dienses, distinto del que se requiere para los Estados soberanos extranje­ros. 13 La Constitución de los Estados Unidos· de América, contiene una cláusula llamada de Crédito y Fe Plen,a, aplicable a las sentencias pro-

11 G. C. Cheshire, Prívate Intrenational Law. Fourth Edition. Oxford, 1952, p. 580. 12 H. Battiffol, Traité elémentaire de droit international privé. Deuxiéme Edition,

Paris, 1955, p. 825. 13 H. E. Read, Reco,qnition and Enforcement of Forei,qn Jud,qments in the Common

Law Unites of the Brithish Common wealth. "Harvard Studies in the Conflict of I ,aws", vol. u, 1938, p. 305; ver también: Edouard Fabre-Surveyer, La conception du droit international privé d'apres la doctrine et la pratique au Canada. "Recueil des Cours", 1935, vol. m, pp. 243-260.

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nunciadas en los otros Estados de la Unión, y hay procedimientos en los tribunales de los Estados, y en los tribunales federales, para otorgar efi­cacia a las sentencias pronunciadas en Estados soberanos extranjeros. 14

En Latinoamérica, la República Mexicana ofrece un buen ejemplo de este problema con veintinueve códigos de procedimientos vigentes, y ya no se trata únicamente de relaciones distintas según de donde provenga la senten­cia -ya que también la Constitución Mexicana consagra la cláusula de Crédito y Fe Plena- sino el de saber qué ley entre la estatal, la federal, o la del distrito federal, debe aplicarse a las sentencias pronunciadas en un Estado soberano extranjero. 15

Pero para un examen más detenido, ninguna de las clasificaciones men­cionadas es suficiente ni puede mantenerse al día con las modificaciones que se introducen en la legislación, en los continuos esfuerzos por lograr la unificación. El método más conveniente y a la vez más atractivo para el lector no especializado, es el examen particular de los diversos requisitos, comenzando por los exigidos unánimemente y concluyendo por los pecu­liares a un país o sistema.

Il. LA SENTENCIA DEBE HABER SIDO PRONUNCIADA POR UN TRIBUNAL

COMPETENTE

Uno de los requisitos que se exigieron desde las primeras sentencias ex­tranjeras presentadas ante los tribunales ingleses fue que provinieran de un tribunal con jurisdicción internacional sobre la materia juzgada; 16 y desde entonces, ha sido exigido por la legislación de casi todos los países como imprescindible para otorgar el reconocimiento o conceder la ejecu­ción. Las legislaciones procesales de los cantones suizos de Bale-Ville y Neuchatel enumeran en los artículos 258 y 867, respectivamente, entre las defensas que se pueden oponer a una sentencia pronunciada en el ex­tranjero la "incompetencia del tribunal extranjero que expidió la senten­cia", y que la decisión emane "de una jurisdicción incompetente". El Restatement of the Law of Conflict of Laws, en los Estados Unidos de América, enumera en la regla 429, 1Y y d, entre las condiciones necesarias

14 Joseph H. Beale, A Treatise on the Conflict of Laws. New York, 1935. Re­gla 446. l. Herbert F. Goodrich, Handbook of the Conflict of Laws. Third Edition. St. Paul. Minn. 1949, Regla 208.

15 José Luis Siqueiros Prieto, Los conflictos de leyes en el sistema constitucional mexicano. Chihuahua, 1957, p. SO. Alberto G. Arce, Derecho Internacional Privado. Guadalajara 1955, p. 270.

16 G. C. Cheshire, op. cit., p. 31.

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y suficientes para que una sentencia, ordenanza u otra decisión sea válida en otro Estado, que el Estado en el que se ha pronunciado la sentencia tenga competencia judicial, ya sea por razón de la persona o personas in­teresadas, o por razón de la naturaleza del litigio, y que sea competente para ejercer este poder judicial de acuei"do a la ley del país de origen. El artículo 514 del Código de Procedimientos de Uruguay estipula como necesario que la sentencia "haya sido pronunciada por la autoridad judi­cial competente", y el proyecto de Código Procesal Civil de la N ación presentado por el doctor Gowland, en la Argentina, exige "que la senten­cia haya sido pronunciada por tribunal competente en el orden interna­cional". El Tratado de Derecho Procesal Internacional de Montevideo de 1889, en el artículo 59, requiere "que la sentencia o fall,a haya sido ex­pedido por tribunal competente en la esfera internacional." Según el ar­tículo 423 del Código de Derecho Internacional para el reconocimiento o ejecución de una sentencia es necesario "que tenga competencia para conocer del asunto y juzgarlo, de acuerdo con las reglas de este Código, el juez o tribunal que la haya dictado". Y el Tratado de Derecho Procesal Internacional de Montevideo de 1940, aunque no fue ratificado, ex1g1a que los fallos "hayan sido dictados por tribunal competente en la esfera internacional".

La importancia de la competencia del tribunal, como presupuesto para su reconocimiento o ejecución, puede ser mejor apreciada al revelarse la tendencia de algunos autores a señalarla como uno de los dos únicos re­quisitos que deben exigirse para el reconocimiento o la ejecución de sen­tencias pronunciadas en el extranjero. 17

Pero no debe de perderse de vista que, como ha anotado Gutteridge, la competencia en el sentido internacional de la palabra, indica no sola­mente el poder de los tribunales de un país determinado para juzgar un litigio que les ha sido sometido, sino que significa asimismo, el poder de un tribunal extranjero para pronunciar una sentencia que sea ejecu­table en otro país. 18 Y es que la verdadera naturaleza de la competencia para los efectos del reconocimiento o ejecución de sentencias, reside no tanto en las normas que cada país puede dictar enumerando los asuntos que sus tribunales pueden conocer, sino en la eficacia que puedan tener fue-

17 Fouad Abdel Monein Riad, op. cit., p. 197. Joaquín Sánchez-Covisa, Anotacio­nes sobre la competencia procesal internacional indirecta . . Studia luridica. Caracas, 1957, p. 431. El otro requisito es el respeto al orden público que se verá luego en el· texto.

18 H. C. Gutteridge, Le conflict des lois de compétence judiciaire dans les actions personelles. "Recueii des Cours", t. 44, 1933, p. 120. El subrayado es mío.

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ra de su jurisdicción las sentencias pronunciadas por estos tribunales cono­ciendo de estos asuntos. El problema surge cuando tribunales de distintos países reclaman jurisdicción para conocer de un mismo asunto, o cuando estos tribunales reconocen aptitud o vocación jurisdiccional a tribunales de di~tintos países. Es a este problema al que Niboyet ha llamado Con­flicto de Jurisdicciones para distinguirlo del Conflicto de Leyes, seña­lando que este último se ocupa primordialmente de la creación de derechos y aquél de su eficacia. A la competencia conjunta de los tribunales de un país para conocer de un asunto se le denomina competencia general o internacional, en oposición a la competencia especial o interna que es la del tribunal específico, dentro del país, que tiene jurisdicción ratione ma­teria o ratione personae, para juzgar la causa y que de acuerdo al artícu­lo 332 del Código de Derecho Internacional corresponde fijar al Derecho nacional de cada país.

La competencia general puede establecerse de muy diversas maneras. En un grupo tenemos al artículo 557, inciso 29 del Código colombiano, que establece como requisito que la sentencia "no afecte la jurisdicción nacional"; el artículo 748, incisos 19 y 29, del Código venezolano, que exige "que la sentencia no verse sobre bienes inmuebles situados en Venezue­la ... y que no se haya arrebatado a Venezuela la jurisdicción que le co­rrespondiera para conocer del negocio, según sus leyes o los preceptos del Derecho Internacional"; el artículo 245 del Código chileno, que re­quiere que las sentencias "no se opongan a la jurisdicción nacional"; los artículos 786 y 788 del Código brasileño, que establecen que se ejecutarán en Brasil las sentencias extranjeras que declaren la quiebra de un comer­ciante brasileño o domiciliado en Brasil, y que en todo caso no surtirá efectos respecto a los establecimientos situados en Brasil; los artículos 1158, 1159 y 1160 del Código peruano, que establecen que "para que las Cortes Superiores declaren que las sentencias extranjeras tienen fuer­za en la República, se requiere que no resuelvan sobre materias cuyo juzgamiento competa a los tribunales peruanos" y, que éstos tienen ju­risdicción exclusiva sobre los bienes raíces situados en el territorio de la República; los buques con bandera del Perú, las acciones civiles deriva­das de delitos, cuasi delitos o faltas perpetradas en la República; la su­cesión de peruanos o de extranjeros domiciliados en el Perú, siempre que existan en la República peruanos o extranjeros domiciliados con derecho a la herencia o haya de corresponder a la Beneficencia o al Fisco; y lo relativo a la condición civil, capacidad personal o relaciones de familia de peruanos o extranjeros domiciliados en el Perú; y el artículo 136, in-

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ciso 19 del Proyecto de Codificación del Derecho Internacional Privado en Francia que establece que, ya sea de oficio o a petición de parte, el tribunal que examina la sentencia, debe cerciorarse que la competencia para conocer del litigio no corresponde a un tribunal francés.

Estrechamente vinculado a este grupo hay otro que comprende los artículos 14 y 15 del Código francés, que establecen el privilegio de la jurisdicción francesa para conocer de los litigios en los que una de las partes es francesa, o cuando una de las partes se ha sometido volunta­riamente a los tribunales franceses prorrogando su jurisdicción; 19 y los artículos 18 y 19 del Título Preliminar del Código Civil peruano, que establecen que el extranjero no domiciliado puede ser demandado cuando se halle en el Perú, para el cumplimiento de un contrato, aunque éste haya sido celebrado en el extranjero; y que los residentes en el extran­jero pueden ser demandados en el Perú sobre obligaciones que deban ser ejecutadas en el país, sobre bienes reales ubicados en la República o cuan~ do así se haya estipulado.

La diferencia entre estos dos grupos, es que el primero establece una competencia exclusiva de los tribunales sobre las materias que enumera, mientras que el segundo menciona las materias que pueden juzgar los tribunales del país de manera facultativa. La característica común de los dos grupos, es que ambos regulan lo que Bartin llamó la competencia ge­neral indirecta. 20 Según Batiffol, 21 la ley nacional regula normas de com­petencia internacional que atribuyen el conocimiento de cierta categoría de litigios a los tribunales locales. De esto se deduce que los tribunales extranjeros son incompetentes desde el propio punto de vista, para cono­cer de estos asuntos. La ley nacional determina así, indirectamente, la competencia internacional de las jurisdicciones extranjeras y engendra las reglas de competencia general indirecta.

Hay un tercer grupo de legislaciones afines a los dos grupos anteriores, que también establece la competencia general indirecta, aunque por un camino diferente. Se encuentran entre ellas el artículo 246 de la Ley pro­cesal del cantón suizo de Saint-Gall, que establece como requisito necesario que "el tribunal extranjero al Cantón hubiera podido juzgar la contro-

19 P. H. Francescakis, Compétence etrangere et jugement etranger. "Revue Cri­tique de Droit Internatiqnal Privé", 1953, p. l.

20 E. Bartin, Etudes sur ies effets internationaux des ]ugements. ·De la compé­tence du tribunal etranger envisagée comme condition de l' exequatur du jugement etranger. "Journal de Droit International Privé", 1904, pp. 5, 802; 1905, pp. 59, 815; y 1906, pp. 27, 995. .

21 H. Batiffol, op. cit., p. 836.

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versia en virtud de la legislación de Saint Gall"; el artículo 1102, inciso 3'\ del Código portugués, según el cual es indispensable que la sentencia haya sido dictada por un tribunal competente, de acuerdo a las normas de conflicto de jurisdicciones de la ley portuguesa; el artículo 328 del Có­digo alemán, que no reconoce la autoridad de cosa juzgada cuando "los tribunales del Estado cuya jurisdicción ha expedido la sentencia son in­competentes según la ley alemana"; el artículo 39 de la Ley Procesal húngara, 22 que exige "que los tribunales del país en el cual se expidió la decisión o se concluyó el acuerdo que se trata de ejecutar, hayan sido competentes, en virtud de disposiciones de la presente ley"; el artíCulo 80 del Código austriaco, que acepta la sentencia "si el asunto es de la com­petencia extranjera de acuerdo a las reglas admitidas por la legislación austriaca"; el artículo 393, inciso 29, del Código chino, 23 que no acepta la sentencia, si de acuerdo a la legislación de la República China, el tribunal extranjero es incompetente; el artículo 797, inciso 19, del Código italiano, que requiere que el juez del Estado en el que se pronunció la sentencia pueda conocer de la causa según los principios de la competencia juris­diccional vigentes en el ordenamiento italiano; y el fallo del Juez Kister d~ la Corte Distrital del Tel Aviv, Israel, en el caso de Steiner vs. The Attorney General, 24 donde quedó establecido que el primer requisito para reconocer una sentencia extranjera es la competencia del tribunal desde el punto de vista del Derecho israelita, además de la competencia de acuer­do a sus propias leyes. Este mismo principio está consignado en la Ley is­raelita de ejecución de sentencias extranjeras, núm. 5718, de 10 de febrero de 1958. La principal objeción a la competencia general indirecta es su unilateralidad, que da lugar a absurdos como los que ocurren en Francia con las sentencias que provienen de países que han adoptado, literalmen­te, las reglas de competencia de los artículos 14 y 15 del Código Civil francés, y cuya ejecución y reconocimiento en Francia, son denegados, precisamente, por oponerse a la jurisdicción francesa. 25

A excepción del tercero de los grupos de legislaciones citados, a los otros dos sólo interesa que no se arrebate la jurisdicción que tienen los tribunales del país, de acuerdo a las leyes nacionales, siéndoles completa­mente indiferente qué tribunales sean los que juzguen las demás causas no sujetas a esta jurisdicción. El tercer grupo de legislaciones citado, que

22 No hay certeza de su aplicación en la actualidad. 23 N o hay certeza de su aplicación en la actualidad. 24 C. Shachor-Landau, The Enforcement of Foreign Judgements in Israel. "The

International and Comparative Law Quarterly", 1958, p. 580. 25 C. Francescakis, C ompetence etrangere, cit.

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otorga o niega competencia al tribunal extranjero aplicando las mismas normas qúe aplica para establecer la competencia de los tribunales inter­nos, tiene una técnica oscura que se presta a ambigüedades y equívocos, aunque es conveniente recordar que, como acertadamente observa Riad, casi todas las legislaciones están, en el fondo, de acuerdo en que la com­petencia del tribunal extranjero debe apreciarse aplicando los mismos principios que sirven para determinar la competencia jurisdiccional en el país receptor. 2il

Pero en otros países el derecho trata de determinar no sólo los casos en los que cualquier tribunal extranjero puede ser competente. Según Gutteridge, la cuestión es saber si los tribunales de un país determinado tienen competencia general para conocer y juzgar un litigio que se les ha sometido. 27 El problema fue visto por un tribunal inglés en 1870 en el caso de Schibsby vs. Westenholz. 28 Los demandantes eran de nacionali­dad danesa y domiciliados en Francia. Los demandados también eran da­neses, pero estaban domiciliados en Londres, donde ejercían el comercio de modo permanente. Por desacuerdos en la ejecución de un contrato, y respaldados por los artículos 14 y 15 del Código Civil francés, citados, por los cuales un francés puede demandar en Francia a un extranjero, aunque éste no sea residente o esté domiciliado en Francia, y por los cuales, para este fin, un extranjero domiciliado es considerado francés, los demandantes iniciaron una acción en Francia contra los demandados. Al concluir ese proceso, obtuvieron sentencia favorable, la que presenta­ron ante los tribunales ingleses, para hacerla efectiva. Los demandados re­sidentes en Londres, opusieron como defensa el argumento que nunca habían estado bajo la jurisdicción francesa y que, en consecuencia, la sentencia no era válida. El juez Blackburn, en la última parte de su fallo, preguntó con referencia a los artículos citados: ¿puede el imperio de Fran­cia pasar una ley que obliga a todo el mundo?, y dio como respuesta que, seguramente, podía obligar a los nacionales de Francia, a los residentes o a los domiciliados en Francia, a los que habiendo demandado en Francia la sentencia les era adversa, y a los que poseían propiedades en F1ran­cia; como los demandados no estaban en ninguna de estas situaciones, la sentencia expedida en Francia había sido pronunciada por un tribunal que no tenía jurisdicción sobre los demandados, y por consiguiente, no

26 Fouad A. M. Riad, op. cit., p. 184. 27 H. C. Gutteridge, Le conflict des lois de compétence, cit., p. 121. 28 (1870) 6 Queen's Bench Law Reports, p. 155.

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era ejecutable en Inglaterra. En 1908, en el caso de Emanuel vs. Symon, 29

el juez Buckley dijo al dar un fallo, que hay cinco casos en los que se ejecutaría en Inglaterra una sentencia extranjera resultante de una acción in personam: cuando el demandado es súbdito del país cuyos tribunales pronunciaron la sentencia; cuando el demandado es residente o está do­miciliado; cuando él mismo se ha sometido a la jurisdicción de los tri­bunales en lo que después ha sido demandado; cuando se ha sometido a esa jurisdicción voluntariamente; y cuando se ha estipulado en un con­trato que las partes se someten a las leyes del país.

La Ley de ejecución recíproca de sentencias extranjeras, de 1933, acogió los principios establecidos por los tribunales, en la primera parte, sección 4, párrafo 2, que expresa que un tribunal tendrá jurisdicción para conocer de las acciones in personam, si el demandado se somete voluntariamente a su jurisdicción, excepto si lo hace para levantar o evitar un embargo sobre bienes, o para deducir una excepción de incompetencia del tribu­nal, o un recurso análogo; si la parte contra quien se dictó la sentencia fue el demandante, o si planteó una reconvención; si las partes habían pactado someterse a la jurisdicción del tribunal, o de los tribunales del país en que fue dictada la sentencia; si el demandado está domiciliado o era residente del país o, en el caso de sociedades mercantiles, si tenía su principal establecimiento e~ el lugar; y si el demandado tenía en el país una oficina o establecimiento comercial, y la acción versaba sobre tran­sacciones efectuadas en ellos. Una decisión reciente, 30 ha establecido que no es necesario que el demandado esté personalmente al frente de la ofi­cina o establecimiento, pues según el juez Diplock, el hecho de que el deudor o demandado no sea residente personalmente no priva de jurisdicción al tribunal extranjero para conocer un proceso en su contra. Es suficiente que haya ejercido el comercio por medio de un agente o representante. La misma ley establece que un tribunal tendrá jurisdicción en acciones sobre bienes inmuebles, o en acciones in rem sobre propiedad mueble, cuando el bien esté situado en el pais del tribunal a iniciarse el procedi­miento. Principios iguales son aceptados en la Ley de Ejecución Recí­proca de Sentencias Extranjeras, de 1934, en Nueva Zelandia y en el Canadá. 3l Las reglas del "Restatement of the Law of Conflict of Laws" son esencialmente semejantes, 32 y se originan en el fallo expedido en el

29 (1908) 1 King's Bench Law Reports, p. 302. 30 Blohn vs. Desser (1961) 3 Weekly Law Reports, p. 719. "The Cambridge

Law Journal", november 1961, p. 185. 31 H. E. Read, op. cit., pp. 125 y ss. 32 Hoseph H. Beale A., Treatise, cit. R. 429.5.

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caso de Thompson vs. Whitman, en 1873, por la Corte Suprema de los Estados Unidos.

El mismo criterio para establecer la competencia se sigue, por necesidad, en los tratados internacionales. En los artículos 56 al 57 del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo, de 1889, 33 se establece que el domicilio determina la competencia en las acciones personales, la decla­ración de ausencia, capacidad e incapacidad de las personas, ejercicio de la patria potestad o tutela, nulidad de matrimonio, divorcio y existencia y disolución de sociedades civiles; el lugar de los bienes determina la juris­dicción en las acciones reales, los juicios de sucesión y los que versan sobre la propiedad o actos que afecten los bienes de los incapaces; y el lugar de celebración en los actos y contratos. Los artículos 56 a 64 del Tratado de Derecho Civil Internacional de Montevideo, de 1940, contie­nen iguales disposiciones. El Título Segundo del Código de Derecho In­ternacional, trata de la competencia de los tribunales. Dice el artículo 318 que será en primer término juez competente para conocer de los pleitos a que dé origen el ejercicio de las acciones civiles y mercantiles de toda clase, aquel a quien los litigantes se sometan expresa o tácitamente, siem­pre que uno de ellos por lo menos sea nacional del Estado a que el juez pertenezca o tenga en él su domicilio y salvo el derecho local contrario, y que la sumisión no será posible para las acciones reales o mixtas sobre bienes inmuebles, si la prohibe la ley de su situación. La sumisión puede ser expresa o tácita. Para las acciones personales, el artículo 323 esta­blece que será competente el juez del lugar del cumplimiento de la obli­gación y en su defecto el del domicilio de los demandados y subsidiaria­mente el de su residencia. El mismo criterio servirá para establecer la competencia en los juicios de sucesión y en la jurisdicción voluntaria. Para el ejercicio de acciones reales sobre bienes será competente el juez del lugar del bien, y en el caso de bienes muebles, además, el del domicilio o residencia del demandado.

En este grupo de legislaciones, decisiones judiciales y tratados, se esta­blece lo que, de acuerdo con la terminología de Bartin, se conoce como la competencia general directa y que, en la práctica judicial, ha demostrado ser el criterio más satisfactorio y aconsejable para establecer la competen­cia internacional o general de un tribunal. Todos los diversos criterios para establecer la competencia directa han evolucionado hasta alcanzar las

33 Ver a este respecto la crítica de Joaquín Sánchez-Covisa, op. cit., p. 440, en el sentido de que estas disposiciones deberían haber sido consignadas, más acertada­mente, en el Tratado Procesal Internacional.

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formas complejas que la vida moderna demanda, partiendo del aforismo "actor sequitur forum rei", por el cual el demandante debe buscar el fuero del domicilio del demandado o el del lugar de la cosa. Según Gutteridge, 34

la competencia general directa debe fundarse primordialmente en:

A. El domicilio del demandado, que es el forum rei del Derecho Ro­mano, y no en su nacionalidad, y,

B. El lugar de residencia del demandado.

En caso de que .el demandado esté ausente, la competencia general di-recta debe fundarse en:

A. La nacionalidad de las partes; B. El forum obligationis o lugar donde debe cumplirse la obligación; C. El lugar en que estén situados los bienes; D. El sometimiento expreso o tácito a la jurisdicción; y E. La sede social o el principal establecimiento de las sociedades.

La doctrina y la jurisprudencia de los Estados Unidos de América 35

han contribuido, además, con un aporte que es directa consecuencia del intenso tránsito automovilístico entre Estados o internacional y de la mul­tiplicidad de accidentes causados por personas que nunca han estado do­miciliadas ni han sido residentes en el lugar del accidente, sino que se encontraban de tránsito en el curso de su viaje. De aquí se ha elaborado el principio que establece que son competentes para conocer de acciones de indemnización civil o de cuasi-delitos, los tribunales del lugar donde se ocasionó el daño o donde tuvo lugar el último acontecimiento necesario para que el demandado sea responsable. Resumiendo con palabras de Yntema, el tribunal competente es el que goza de jurisdicción internacio­nal de acuerdo a las normas del país en que se quiere ejecutar la sen­tencia. 36

lii. LA SENTENCIA DEBE RESPETAR EL ORDEN PÚBLICO

El respeto al orden público es el segundo factor esencial reconocido unánimemente como requisito para el reconocimiento y ejecución de sen-

34 H. C. Gutteridge, Le conflict des lois de compétence, cit., pp. 164 y ss. 35 Ver, como antecedentes, J. H. Beale, Jurisdiction of Courts Over Foreigners.

"Harvard Law Review", 1912, p. 193; y del mismo autor, Jurisdiction of a Sovereign State. "Harvard Law Review", 1913, p. 241.

36 Hessel Yntema, The Enforcement and Recognition of Foreign Judgments in Anglo-American Law. "Memoires de 1' Academie International de Droit Comparé", tome n, troisieme partie, 1935, p. 348.

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tencias expedidas en el extranjero. Pero, el orden público, como adecua­damente se ha observado, "es un caballo difícil de montar". Parte de la dificultad estriba en la calidad evasiva y huidiza del concepto, que varía no sólo de acuerdo a los tiempos, sino de un lugar a otro; y aun en la apreciación, por un mismo tribunal, de lo que constituye orden público de acuerdo a las tendencias legislativas, políticas y sociales del momento. Antes de 1912, los tribunales franceses no reconocían las sentencias dic­tadas por tribunales extranjeros declarando la filiación ilegítima de una persona, amparándose en que atentaban contra el orden público francés. En ese año se dictó una disposición que permitió investigar la paternidad ilegítima en Francia; y el 23 de diciembre de 1924 el Tribunal Civil del Sena falló otorgando el exequatur a una sentencia declarativa de filiación ilegítima dictada en Portugal antes de la promulgación de la ley francesa, pero cuyo reconocimiento fue solicitado cuando ya no constituía un aten­tado contra el concepto vigente de lo que se entendía por orden público. 37

Sin embargo, llámense de orden público o de justicia natural, término ~ste último usado algunas veces como sinónimo por los autores anglosajones, hay algunas ideas esenciales cuya presencia es más o menos permanente en las más diversas legislaciones.

Un punto aceptado por numerosas legislaciones como de orden público o de justicia natural es que en el proceso extranjero el demandado debe· haber sido debidamente notificado y debe haber tenido la posibilidad de defenderse. El artículo 1102, inciso 59, del Código de Procedimientos por­tugués, exige que el demandado haya sido debidamente citado en forma personal; el artículo 867 del Código de Procedimientos del cantón suizo de N euchatel requiere que las partes hayan sido debidamente citadas y legalmente representadas o declaradas rebeldes; el artículo 3 del Código de Procedimientos húngaro dice que se debe probar que si el súbdito húngaro ha sido condenado en rebeldía, el acto de citación se le haya notificado personalmente, o en caso de ausencia de su parte, por inter­medio de un tribunal húngaro; el artículo 80 del Código austriaco enu­mera entre los requisitos el de que la citación o el acto que introdujo el pro­cedimiento ante el tribunal o autoridad extranjeros haya sido entregado personalmente al demandado contra quien se sigue la ejecución, sea en el país de la sede del tribunal o de la autoridad, sea en el territorio de una tercera potencia, por medio de comisión rogatoria, sea, finalmente, en te­rritorio austriaco; el artículo 392, inciso 2, del Código chino exige que,

37 "Joumal de Droit Intemational Privé", 1926, p. 79.

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cuando el demandado haya sido un ciudadano chino y la sentencia se haya dictado en rebeldía, se le debe haber notificado la demanda- oportuna­mente; el artículo 514 del Código uruguayo establece como necesario, que la parte contra quien se haya dictado la sentencia, haya sido legalmente citada y representada en juicio, o legalmente declarada rebelde, habiéndo­sele notificado, aun en este caso, la sentencia; el artículo 791, inciso n, del Código brasileño, demanda que las partes hayan sido citadas o decla­radas en rebeldía; el artículo 1022, inciso 39, del Código costarricense declara que se deberá comprobar que el litigio se siguió con intervención del reo, salvo que conste haber sido declarado rebelde por no haber com­parecido después de haber sido citado en regla; el artículo 605, inciso IV,

del Código de Procedimientos del Distrito Federal de México 38 exige que haya sido emplazado personalmente el demandado para ocurrir ai juicio; el artículo 1159 del Código peruano declara como necesario para el reconocimiento y ejecución que la parte condenada haya sido citada conforme a las leyes del país en que siguió el juicio; el artículo 544, in­ciso 49, del Código nicaragüense requiere que el litigio se haya seguido con intervención del reo, salvo que constare haber sido declarado rebelde por no haber comparecido después de haber sido citado; y el artículo 748, inciso 39, del Código venezolano establece como necesario que la senten­cia ,se haya pronunciado habiéndose citado a las partes, conforme a las disposiciones legales de la nación donde se haya seguido el juicio, y del país donde se haya efectuado la citación, con tiempo bastante para poder ocurrir el demandado a su defensa.

El artículo S del Tratado de Derecho Procesal Internacional de Mon­tevideo de 1889 establece, igualmente, que es necesario que la parte contra quien se haya dictado la sentencia, haya sido legalmente citada y repre­sentada o declarada rebelde, conforme a la ley del país donde se ha se­guido el juicio; la sección 429, inciso a) del "Restatement of the Law of Conflict of Laws" de los Estados Unidos requiere que todas las partes afectadas hayan sido notifü:adas de modo razonable y hayan tenido la posibilidad de defenderse; el artículo 797, incisos 2 y 3, del Código ita­liano declara necesario que la citación se haya notificado de acuerdo a las leyes del Estado donde se siguió el juicio y que las partes se hayan cons­tituido al juicio o se les haya declarado rebeldes; la sección 4, inciso a, iii, de la Ley de Ejecución Recíproca de Sentencias, de Inglaterra, establece cpmo requisito indispensable que el demandado haya sido debidamente

38 Que es el código aplicable a las sentencias extranjeras entre los veintinueve códigos de procedimientos vigentes.

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notificado, y que se le haya dado suficiente tiempo para comparecer; e1 mismo dispositivo está contenido en la Ley de ejecución recíproca de sentencias de Nueva Zelandia de 1934; la sección 6, inciso b del modelo de Ley Uniforme sobre Sentencias Extranjeras de Canadá establece que será defensa suficiente contra una sentencia extranjera el hecho que el demandado no haya sido debidamente notificado ante el tribunal com­petente; el artículo 248, inciso 4<>, del Proyecto de Código Procesal Civil de la Nación, del doctor Gowland en la Argentina, requiere que el con­denado haya sido .legalmente citado y haya asistido al proceso personal­mente o por apoderado, o haya sido declarado rebelde conforme a la ley del país donde se dictó la sentencia; y el artículo 136, inciso 3<>, del Pro­yecto francés exige que el demandado haya estado en situación de pre­sentar sus medios de defensa.

En los países en que la legislación vigente no menciona expresamente este requisito, la jurisprudencia se ha encargado de establecerlo, como en Francia la decisión de la Corte de Casación de 11 de noviembre de 1908 que declaró debe verificarse que el demandado haya sido citado real y honestamente. 39 Igualmente en la Argentina la decisión de 3 de octu­bre de 1919 de la Cámara Comercial de la Capital, estableció que si el ausente no ha sido citado conforme a las leyes del lugar del juicio, la sentencia no puede hacerse efectiva en el país; 40 y el fallo de 8 de abril de 1940 expedido por la Cámara comercial de la capital, en que se declaró que es procedente la ejecución de una sentencia si el demandado fue no­tificado de la demanda, no sólo por avisos publicados en la puerta del juzgado y publicados en la prensa del lugar, sino personalmente en su domicilio, por intermedio del consulado respectivo, de acuerdo a las nor~ mas procesales impuestas en el lugar de tramitación del pleito. 41

Como ha sido observado por varios autores, 42 en la mayor parte de los casos en que el demandado no había sido notificado, ni había tenido la posibilidad de defenderse, el tribunal ante el cual se había seguido el pro­cedimiento no era el competente de acuerdo a las normas aplicadas para determinar la competencia general directa. Como dice Read, si el deman';.. dado no supo del juicio porque no tenía ninguna vinculación con el tri­bunal que tuvo conocimiento del proceso, la sentencia no será reconocida,

39 "Joumal de Droit International Privé", 1909, p. 753. 40 "Revista ·de Jurisprudencia Argentina", t' 3, p. 950. 41 "Revista La Ley", t. 18, p. 687,. 42 H. F. Goodrich, op. cit., regla 211; A. V. Dicey, Conflict of Laws. London

1949, Regla 79.

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independientemente de si fue debidamente notificado o no. 43 Estas obser­vaciones merecen ser tomadas en cuenta, por cuanto el criterio para esta­blecer la competencia internacional que siguen el Tratado de Montevideo de 1889, el Código de Derecho Internacional de Bustamante y los países del sistema anglosajón, es más efectivo para prevenir los atentados con­tra el orden público y la justicia natural, que el sistema de los otros países cuya legislación no indica qué tribunales tienen competencia internacio­nal, sino, simplemente, cuando los tribunales del propio país tienen ju­risdicción exclusiva para conocer de un asunto determinado.

Los autores ingleses modernos, 44 están de acuerdo en incluir dentro de este punto el caso, raro mas no imposible, de manifiesta parcialidad por parte del propio tribunal extranjero, y de inobservancia de lo que denominan "due process of law", o sea el procedimiento de acuerdo a las leyes vigentes.

Otro punto consignado por varias legislaciones como de orden público es el de que la obligación que dio lugar a la acción original y cuyo cumpli­miento se demanda, debe ser lícita en el país donde se pide la ejecución Aunque en los últimos años también los tribunales ingleses y canadien­ses han establecido este principio, por analogía a la norma aplicable a los contratos, y considerando que en este punto el orden público local es lo bastante vital para el bienestar social como para afectar el principio de cosa juzgada, 45 en los demás países parece ser la adaptación directa de la norma establecida por el artículo 954 del Código español, que declara ne­cesaria para la ejec1,1ción de sentencias extranjeras "que la obligación para cuyo cumplimiento se haya procedido sea lícita en España". El mismo principio -mutatis mutandis-, está contenido en los artículos 452, inciso 39, del Código salvadoreño; 955 del Código cubano; 46 544, inciso 29, del Código nicaragüense; 605, inciso m del Código del Distrito Federal de México; y 748, inciso 49, del Código venezolano. El artículo 559 del Código ele Procedimientos Civiles argentino para la capital, con redacción ligeramente variada, requiere "que la obligación que haya dado lugar a la ejecutoria, sea válida según nuestras leyes". La misma redacción fue adoptada por el artículo 493, inciso 29, del Código paraguayo.

43 H. E. Read, op. cit., p. 282. 44 G. C. Ches tire, o p. cit., p. 627; A. V. Dicey, o p. cit., p. 998; C. Schmmitthoff,

A Textbook of the English Conflict of Laws, London, 1948, p. 419. 45 H. E. Read, op. cit., p. 292. 46 No hay certeza de su aplicación en la actualidad.

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Un tercer punto, considerado de orden público principalmente en los países del sistema anglosajón, es que la sentencia extranjera no debe

· haber sido obtenida por medio de dolo u otro procedimiento ilícito. El principio quedó establecido, en Inglaterra, en el caso de Abouloff con Oppenheimer, 47 en el que los hechos fueron los siguientes: el deman­dante había obtenido una sentencia en el Juzgado de Tiflis, en Rusia, para que el demandado le entregara ciertos bienes que pertenecían al demandante, o su equivalente en dinero, más las costas del juicio. La sentencia fue confirmada por la Corte de Apelación en Tiflis, y luego presentada para su ejecución en Inglaterra. El demandado, residente en Inglaterra, presentó como defensa prueba suficiente de que antes de la acción, durante la acción y después de la acción, los demandantes habían estado en posesión de los bienes reclamados, que habían sido devueltos con anterioridad y que, por consiguiente, la sentencia había sido obtenida dolosamente por colusión del demandante y su esposa. Lord Coleridge, al pronunciar su fallo en la Corte de Apelaciones de Inglaterra, dijo que el prob~ema residía por un lado en respetar el principio de cosa juzgada,. y por otro en impedir que se ejecute en el país una sentencia obtenida mediante dolo manifiesto; pero al examinar si la corte en Tiflis fue engañada por una representación falsa de los hechos, y fallar de acuerd() al resultado del examen, dijo, no estamos violando el principio de cosa juzgada, puesto que jamás fue juzgado por esa corte el hecho de si había o no sido engañada. La doctrina de esta decisión ha sido aprobada por todos los autores modernos ingleses, 48 y por autores de otros países del sistema anglosajón, 49 aunque uno de ellos ha descrito las palabras de· Lord Coleridge como "una abracadabra estrictamente técnica". 50

La doctrina del dolo o fraude pasó de la jurisprudencia, a la legislación, en la Sección 4, inciso (a) IV de la Ley de Ejecución Recíproca de· Sentencias, de 1933 en Inglaterra, y la Ley de Nueva Zelandia en 1934, en las que se declara que no se ejecutará la sentencia que haya sido obtenida

47 (1882) 10 Queen's Bench Division Law Reports, p. 295. Antes había sido· parcialmente establecido en el caso de The Duchess of Kingston, en 1776.

48 G.C. Cheshire, o p. cit., p. 625; A. V. Dicey, o p. di t.. p. 998; C. Schmitt­hoff, o p. cit., p. 434; R. H. Graveson, The C onflict of Laws. Fourth Edition London, 1960, p. 550. Marussia Borm-Reid, Recognition and Enforcement of Fo­reign Judgemmts. "The International and Comparative Law Quaterly", 1954, p. 75; Zelman Cowen, Foreign Judgments and the defense of Fraud. "Law Quaterly Review", 1949. p. 82.

49 foseph H. Beale. A Treatise ... cit., Regla 440; l. H. F. Goodrich, Reglac 210 · Hessel Yntema, o p. cit., p. 348. Sin embargo, en los Estados Unidos, la idea• de dolo o fraude es diferente de la sostenida en Inglaterra.

50 H. E. Read, op. cit., p. 273.

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por medio de dolo o fraude; en Canadá el principio fue aprobado en la Sección 6, inciso e, en el Modelo de Ley Uniforme sobre Sentencias Extranjeras. En los Estados Unidos de América, el principio sufrió al~

gunas variantes en el artículo 440 del "Restatement of the Law of Con­flict of Laws" que establece que una sentencia válida condenando al pago de una suma de dinero, pero obtenida por medio de dolo no será san­cionada:

A. Si en el Estado en que pretende ejecutarse la sentencia se puede deducir una excepción fundándose en principios de "Equidad"; y,

B. Si la misma excepción puede ser deducida por la víctima del fraude ante los tribunales que expidieron la sentencia.

Fundados en el mismo principio, 51 aunque con efectos bastante distin­tos, los tribunales franceses, para evitar fraudes demasiado fáciles de llevar a cabo, han elaborado una doctrina según la cual para que una sentencia extranjera reciba la aprobación para su reconocimiento o ejecu­ción en Francia, el tribunal extranjero debe haber aplicado las normas francesas del Derecho Internacional Privado. Pero los alcances de esta doctrina, van más allá del orden público e inciden en la doctrina de res­peto a la soberanía.

Un punto considerado como de orden público en la legislación de di­versos países, es que la sentencia extranjera no debl! atentar contra la¡ moral y las buenas costumbres del país en que va a ejecutarse. Esta dis .. posición está contenida en el artículo 81 del Código austriaco; el artículo 328 del Código alemán; el artículo 392, inciso 39, del Código chino; el artículo 792 del Código brasileño; el artículo 557, inciso 29, del Código colombiano; y el artículo 1159 del Código peruano. En Francia el princi­pio fue determinado por la jurisprudencia. El Tribunal Civil del Sena, en fallo de 23 de noviembre de 1922 se negó a otorgar el exequat~tr a una sentencia suiza cuyo texto contenía referencias difamatorias sobre el carácter de la mujer francesa. 52

El artículo 792 del Código de Procedimientos Civiles del Brasil es el único cuerpo legal que considera expresamente como de orden público el que las sentencias extranjeras no deben contener decisiones contrarias a la soberanía nacional.

Esta enumeración, por prolija que pueda parecer al lector no especia-

51 H. Batiffol, o p. cit., p. 845; Paul Lerebours-Pigeonniere, Précis de droit international privé. Sixieme Edition, Paris, 1954. p. 329.

52 "Joumal de Droit Intemational Privé", 1923, p. 295.

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!izado, está lejos de agotar la variedad de aspectos, problemas y matices que pueden presentarse bajo el encabezamiento de orden público, por eso muchos países consignan en términos generales en su legislación, y en los tratados, que es necesario que la sentencia extranjera no contenga nada que atente contra el orden público, para que se autorice su reconocimiento o ejecución en el país, permitiendo comprender, de este modo, a todas las diferentes causas cuya enumeración taxativa sería prácticamente imposi­ble. Contienen este dispositivo, el artículo 1102, inciso 6, del Código portugués; el artículo 867 del Código del cantón suizo de Neuchatel; el artículo 3 del Código húngaro, que adopta como redacción que el resul­tado perseguido no caiga bajo la prohibición de alguna ley húngara; el artículo 81 del Código austriaco; el artículo S, inciso d), del Tratado de Derecho Procesal Internacional de Montevideo en 1889; el artículo 792 del Código brasileño; el artículo 1022, inciso 49, del Código cos­tarricense; el artículo 557, inciso 29, del Código colombiano; el artículo 451, del Código ecuatoriano, que se refiere a que la sentencia no sea contraria al derecho público o cualquier ley nacional; el artículo 544 del Código nicaragüense; el artículo 748, inciso 49, del Código venezolano; el artículo 1159 del Código peruano, que en lugar de orden público, men­ciona leyes prohibitivas; y el artículo 245 del Código chileno que se refiere a las leyes de la República. ·

También acogen este dispositivo el artículo 423, inciso 39, del Código de Derecho Internacional; el artículo 392, inciso 39, del Código chino; el artículo 797, inciso 69, del Código italiano; la Sección 4, inciso (a), v de la Ley de ejecución recíproca de sentencias inglesa; el mismo dispo­sitivo en la Ley de ejecución recíproca de sentencias de Nueva Zelandia; la Sección 6, inciso h, del modelo de Ley Uniforme sobre Sentencias Extranjeras de Canadá; y el artículo 36, inciso 69, del Proyecto francés de Codificación del Derecho Internacional Privado. Pero a pesar de todas las clasificaciones y enumeraciones, el concepto de orden público persiste en ser esencialmente una cuestión de matiz y grado de aplicación, pues si bien es cierto que los autores modernos franceses aprueban unánimemen­te este requisito para el reconocimiento y ejecución de las sentencias ex­tranjeras, 53 para algunos de ellos el orden público es un buen pretexto,

53 A. Weiss, Manuel de Droit lnternational Privé. Huitieme Edition. Paris, 1920, p. 662; A. Pillet, Traité Pratique de Droit International Privé, t. n. Paris, 1924, p. 638; P. Arminjon, Précis de Droit 1 nternationaf Privé, Paris, 1952, t. m, p. 345; ]. P. Niboyet, Traité de Droit lnternational Privé Fran(ais, t. VI (.ii) Paris, 1950 p. 124; H. Batiffol, o p. cit., p. 844; F. A. M. Riad, o p. cit., p. 185.

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cuando no uná explicación, de la revisión de las sentencias en cuanto al fondo. 54

Estrechamente vinculada al orden público está una cuestión planteada desde hace mucho tiempo ante los tribunales ingleses, y que ha servido para desarrollar una doctrina perfectamente establecida en los países anglo­sajones. La cuestión es determinar los efectos, si alguno, que puede pro­ducir una sentencia que contiene errores de hecho o de derecho, y se planteó por primera vez en el caso de Castrique con Imrie visto por el más alto tribunal inglés, la Cámara de los Lores, en 1870. 55 Los hechos fueron los siguientes: el capitán de un buque de bandera inglesa, el "Ann Martín", contrajo una obligación a nombre del propietario para avituallar­se en el puerto de Melbourne. El propietario se negó a pagar la deuda, y la letra firmada por el capitán fue protestada por falta de aceptación. Mientras tanto, el propietario había perdido sus derechos sobre el barco, el que, después de haber pasado por muchas manos, al momento del jui­cio pertenecía al demandante señor Castrique. De otro lado los poseedores de la letra aprovechando que el buque "Ann Martin" se encontraba surto en el puerto francés de El Havre, endosaron el documento a una firma establecida en Francia, la que trabó embargo y obtuvo sentencia favora­ble. Cuando el juicio estaba por concluir, el señor Castrique, que no ha­bía sido notificado, se presentó a juicio alegando falta de notificación en su calidad de propietario del barco. Pero el tribunal de El Havre, ci­tando una ley inglesa, la ley de la Marina Mercante de 1845, que prohi­bía la transferencia de la propiedad de un navío durante el curso de una travesía, declaró que el señor Castrique no podía ser el legítimo propie­tario y declaró improcedente su pedido. El problema era que la ley inglesa citada como fundamento por el Tribunal francés había sido derogada por la Ley de la Marina Mercante de 1854, que sí permitía la venta de un navío durante una travesía. El caso se presentó ante los tribunales ingle­ses cuando la persona que había adquirido el buque en adjudicación llegó con éste a Inglaterra siendo demandado por el señor Castrique. Durante la vista de la causa en Inglaterra, quedó en claro que el tribunal francés había cometido otro error, al suponer que la ley inglesa autorizaba el em­bargo y remate de un buque para satisfacer una obligación contraída para su avituallamiento. Al dar su fallo Lord Chelmsford dijo que aun en el

54 E. Audinet, Principios de Derecho Internacional Privado, Madrid, p. 60; F. Despagnet, Précis de Droit International Privé, Paris, 1904, p. 431, y ss.; P. Lere­bours-Pigeonniere, op. cit., p. 329.

SS (1870) 4 House of Lords Law Reports, p. 414.

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caso de que se hubiera presentado al tribunal francés prueba suficiente de­la ley inglesa, y que el tribunal hubiera llegado honestamente a una con­clusión errónea, la sentencia expedida sería válida en Inglaterra. Lord Colonsay, al emitir su fallo dijo que, en su criterio, no había nada que· justificara el examen de la sentencia en cuanto al fondo. Los demás miem­bros de este alto tribunal dieron su opinión en concordancia con las citadas ...

Esta doctrina fue reforzada en el caso de Godard con Gray en el mismo· año de 1870. 56 Los hechos en este caso fueron que unos comerciantes franceses habían celebrado en Inglaterra, con unos comerciantes ingleses, un contrato que contenía una cláusula penal por el valor estimado del flete de un viaje, en caso de incumplimiento. Al no poder cumplir los comer­ciantes ingleses con lo pactado, fueron demandados ante un tribunal fran­cés que, interpretando la ley inglesa aplicable, señaló como indemnización el valor del flete de un viaje. Cuando la sentencia fue presentada ante er tribunal inglés para su ejecución, los demanda,dos alegaron que la ley inglesa no consideraba tales cláusulas como obligatorias, y que, por con­siguiente, la indemnización debía estar de acuerdo con el daño real y no con la suma señalada por la cláusula penal. Los jueces Blackburn, Mellar y Hanner fueron de la misma opinión sustentada en el caso Castrique con Imrie, en el cual se fundaron, al declarar que la sentencia francesa era válida a pesar del punto de vista erróneo respecto a la ley inglesa de contratos.

La doctrina de que una sentencia extranjera será ejecutada aunque con­tenga errores de hecho o de derecho ha sido unánimemente aceptada por lose autores ingleses modernos, 57 así como por los autores de otros países del sistema anglosajón, 58 quienes la vinculan estrechamente, más que al princi­pio de respeto al orden público, al respeto a la autoridad de cosa juzgada. La doctrina ha sido adoptada por el modelo de Ley uniforme sobre senten­cias extranjeras del Canadá, en su Sección S; y en los artículos 431 y 432 del "Restatement of the Law of Conflict of Laws", que declaran que no se· dejará de reconocer a una sentencia extranjera válida, porque en el pro­cedimiento que precedió a la decisión se haya deslizado un error de hecho o de derecho, y que no se dejará de reconocer la validez de una sentencia extranjera por el único motivo de que no se hayan observado durante el pro-· ceso las reglas de procedimiento del país de origen.

56 (1870) 6 Queen's Bench Law Reports, p. 139. 57 A. V. Dicey, o p. cit., p. 992; G. e Cheshire, o p. cit., p. 618; e Schmitthoff,

op. cit., p. 430. 58 H. E. Read, op. cit., p. 87. Joseph E. Beale, A. Treatise ... , cit., Regla 431.1 ;-:

H. F. Goodrich, op. cit., Regla 215.

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.. El problema aparentemente, no se ha planteado fuera de los países del sistema anglosajón, y no hay precedentes que permitan especular sobre la posible actitud de los tribunales si tuvieran que enfrentarse con hechos similares a los que se presentaron en el caso de Castrique con Imrie. La respuesta parece vislumbrarse más fácilmente en los países cuya legisla­ción exige que la sentencia extranjera no contenga nada contrario a las "leyes de la República". Fiore es el único autor que ha tratado el proble­ma, entre los juristas fuera del sistema anglosajón, en el sentido de que "si el tribunal extranjero hubiese aplicado mal el derecho, esto es, hubiese incurrido en error legal al decidir, podría ser este error un motivo para opo­nerse a la concesión del exequatur". 59 Pero en la gran mayoría de legis­laciones, que se refieren en términos generales al "orden público", la so­lución puede ser tan variada en sus alcances como la esfera de acción del término que las contiene.

IV. LA SENTENCIA DEBE GOZAR DE AUTORIDAD DE COSA JUZGADA

El tercer requisito exigido por la generalidad de las legislaciones y, unánimemente por la doctrina, es que la sentencia cuyo reconocimiento o ejecución se pretende debe gozar de autoridad de la cosa juzgada, de acuerdo a la ley del país donde fue pronunciada. Es decir, debe resolver definitivamente y con certeza las cuestiones controvertidas durante el li­tigio o, como dicen los autores anglosajones, la sentencia debe ser final y conclusiva sobre los puntos debatidos. Éste es el principio establecido en el artículo 1102, inciso 29, del Código portugués; el artículo 3 del Código húngaro requiere que la ejecución sea en virtud de una decisión judicial pasada en autoridad de cosa juzgada; el artículo 80 del Código austriaco requiere un certificado del tribunal o de la autoridad extran­jera que, según la ley que los rige, la decisión no está sujeta a ninguna clase de recurso que pueda suspender su ejecución; el artículo 723 del Código alemán determina que el juez no otorgará el e:requatur hasta que la sentencia sea definitiva de acuerdo a la ley del tribunal que la expidió; los artículos 13 y 19 de las Convenciones de La Haya de 1896 y 1905 respectivamente, requieren que de acuerdo a la ley del país donde se pro­nunció la condena en costas (que es la materia que regulan las dos con­venciones), la decisión tenga la fuerza de cosa juzgada; el artículo 797,

59 P. Fiore, Ejecución de las sentencias ... , cit., p. 103. Ver también los ar­tículos 395 y 798 del Código de Procedimientos italiano.

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inciso 49, del Código italiano declara que la sentencia debe gozar de au­toridad de cosa juzgada de acuerdo a la ley del país en que fue pronun­ciada; el artículo 392 del Código chino establece que sólo tendrán efecto en China las sentencias definitivas; el mismo principio está contenido en el artículo 791, inciso III, del Código brasileño; el artículo 1022, inciso 29, del Cód:go costarricense requiere que la sentencia sea ejecutoria; el artículo 557, inciso 39, del Código colombiano exige que la sentencia esté ejecutoriada; igual requisito se establece en el artículo 544, inciso 69, del Código nicaragüense; el artículo 451, inciso a, del Código ecuatoriano demanda que la sentencia haya pasado en autoridad de cosa juzgada, con­forme a las leyes del país en que hubiere sido expedida; el artículo 605, inciso V, del Código del Distrito Federal de México, requiere que las

. sentencias sean ejecutorias conforme a las leyes de la nación en que se hayan dictado; el artículo 559 del Código de la Capital en Argentina es­tablece como indispensable el que la ejecutoria reúna los requisitos nece­sarios en la nación en que se haya dictado para ser considerada como tal y los que las leyes argentinas requieren para que hagan fe en la Re­pública; el mismo dispositivo -mutatis mutandis- está contenido en el artículo 493, inciso 39, del Código paraguayo; el artículo 1159 del Có­digo peruano requiere que las sentencias estén ejecutoriadas en concepto de las leyes del país en que se haya seguido el juicio; el artículo 245' del Código chileno establece el mismo requisito; y en los artículos S y 423, inciso 4, del Tratado de Derecho Procesal Internacional de Montevi­deo ele }889, y del Código de Derecho Internacional, respectivamente, se exige que el fallo sea ejecutorio en el Estado en que se dicte. La doctrina respalda este principio consagrado por la legislación. 60

En los países del sistema legal anglosajón, el problema de la calidad de final o conclusiva de una sentencia se presentó primero en Inglaterra en el caso de Nouvion con Freeman visto en la Cámara de los Lores en 1889. 61 El interés e importancia del caso es doble para nosotros, pu~s no únicamente sentó el primer precedente en Inglaterra sobre esta cuestión, sino que además contempló el problema que surge de una sentncia obte­nida en un procedimiento que es peculiar a uno de los grandes sistemas legales que hay en el mundo, y que es desconocido en otro de ellos. En el caso de N ouvion con Freeman se trató de una sentencia obtenida en España resultado de un juicio ejecutivo, cuya ejecución se solicitó en In-

60 A. Weiss, o p. cit., ed. 1920, p. 662; F. Despagnet, o p. cit., p. 435; A. Pillet, o p. cit., p. 638; F. A. M. Riad, o p. cit., p. 184 y ss.

61 (1889) House of Lords. 15, Appeal Cases, p. l.

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glaterra. Los hechos fueron los siguientes: el señor N ouvion demandó en vía ejecutivo por el pago de una letra de cambio, ante el juzgado ci­vil de San Román en Sevilla, España, al señor Henderson domiciliado en Escocia. La demanda fue notiEcada mediante exhorto librado al cónsul de España en Escocia, y al no obtener contestación se siguió el procedi­miento en rebeldía. El procedimiento ejecutivo siguió su curso hasta or­denarse el respectivo embargo, pero al no existir bienes en España, se presentó la sentencia para su reconocimiento y ejecución en Inglaterra. Al hacer el examen de los hechos, lord Herschell dijo que, en primer lu­gar, en España el procedimiento ejecutivo era un procedimiento especial ante el cual el demandado sólo podía oponer determinados argumentos en­tre los que no se encontraba el fraude, el dolo o la obtención del docu­mento por otros medios ilícitos; que para compensar esta falta de oportu­nidades de defensa, la ley permitía que el perdedor pudiera contradecir la acción en vía ordinaria; y que por consiguiente la sentencia ejecutiva no era res iudicata ni era una sentencia final y conclusiva. Añadió lord Hers­chell, que esta sentencia era diferente de aquellas que tenían pendiente una apelación, pues en este último caso, un tribunal competente había de­terminado una deuda u obligación de modo final y conclusivo, y mientras no fuera revocada por un tribunal de mayor jerarquía, se le debe consi­derar como válida; mientras que en el caso de una sentencia ejecutiva es el mismo tribunal el que puede contradecir su sentencia anterior. Lord W atson, lord Branwell y lord Ashbourne, coincidieron con los fundamen­tos expuestos y declararon que la sentencia presentada no podía ejecutarse o ser reconocida en Inglaterra hasta que no fuera definitiva.

A la firmeza del principio establecido en la legislación de los países del sistema de derecho romano-civil, el derecho de los países anglosajones ha aportado, además de la doctrina del caso que acabamos de citar, otras só­luciones concretas a casos para los que el principio general es demasiado ampJ,io, o no lo bastante explícito.

En el caso de in re Macarthey juzgado en 1921 por la Corte de la Can­cillería, 62 se trataba de la sucesión del señor J. F. Macarthey, fallecido en la Isla de Malta, pero domiciliado en Inglaterra. Poco tiempo después de su muerte, la señorita Ethel Topping, que había estado comprometida formalmente para contraer matrimonio con el causante, dio a luz una niña, y luego inició una acción ante un tribunal maltés para solicitar la co­rrespondiente pensión alimenticia. El tribunal declaró fundadas ambas

62 (1921) Chancery Division Law Reports, p. 522.

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pretensiones declarando como pensión la suma de ciento cincuenta libras esterlinas anuales. Pero el Tribunal de Apelaciones redujo finalmente la suma a setenta y cinco libras anuales. Como la obligación no pudo ser satisfecha en Malta, la demandante recurrió a los tribunales ingleses para hacer efectivo su derecho. Durante el juicio en Inglaterra se ofreció prue­ba de la ley maltesa, según la cual la obligación alimentaria podía solici­tarse del padre putativo, o de sus bienes en caso de fallecimiento de éste. Asimismo, la obligación alimentaria podía variar o concluir en cualquier momento siempre que se probase que la beneficiaria no tenía necesidad de la pensión; y aunque todos los herederos estaban obligados individual y mancomunadamente al pago de la pensión, la beneficiaria no podía re­clamar derechos sobre ninguna porción de los bienes del causante. El juez Astbury al dar su fallo, después de referirse como precedente al caso de N ouvion con Freeman y citando en su apoyo la opinión de Dicey, dijo que la razón por la que no se ejecutaba en Inglaterra una sentencia que no fuera definitiva, era porque la sentencia extranjera no podía gozar de una posición privilegiada con relación a su propio país; y que habiendo quedado demostrado que de acuerdo a la ley maltesa la sentencia de ali­mentos podía no solamente ser alterada sino suspendida definitivamente, de acuerdo a las necesidades de la niña, la sentencia no era definitiva, en cuanto no condenaba el pago de una deuda permanente. 63

En el caso de Beatty con Beatty, visto en 1924, 64 quedó en claro, sin embargo, que los tribunales ingleses ejecutarán una sentencia extranjera de alimentos, siempre y cuando lo que se reclama sea pensiones vencidas que no pueden ser modificadas ni anuladas por ninguna otra corte o tribunal.

Estos casos y el de Harrop con Harrop 65 sentaron las bases del prin­cipio firmemente establecido por los tribunales y los autores ingleses, que una sentencia es final y con elusiva:

A. Si es res judicata en el tribunal donde fue pronunciada; y B. Si, siendo una sentencia in personam o proveniente de una acción

personal, es por una suma fija y cierta de dinero. 66

Esta doctrina fue adoptada en Canadá, donde, aparentemente, existe

63 Para las opiniones de los autores sobre este caso, ¡er Marussia Borm-Reíd, op. cit., p. 57; C. Schmitthoff, o p. cit., p. 429. G. C. Cheshire, o p. cit., p. 616; A. V. Dicey, op. cit., p. 1034.

64 (1924) 1 King's Bench Law Reports, p. 807. 65 3 King's Bench Lmv Reports, p. 386. 66 Supra, nota 64.

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por lo menos un precedente más antiguo que el caso de N ouvion con Freeman, 67 y en los Estados Unidos de América. 68

Finalmente el principio fue legislado en la sección 1, inciso 2, a y b de la Ley de ejecución recíproca de sentencias extranjeras de Inglaterra; y en la disposición correspondiente de Nueva Zelandia; en la sección 6, in­ciso d y e, del modelo de Ley uniforme sobre sentencias extranjeras del Canadá; y en el artículo 434, inciso a y b, del "Restatement of the Law of Conflict of Laws". Es, pues, un principio unánimemente establecido, en los diversos sistemas legales, como dice el profesor Niceto Alcalá-Za­mora, que la "concesión del exequatur (debe ser) a favor tan sólo de sentencias firmes, para conjurar las alternativas de la vía impugnativa, sin perjuicio de la previa adopción de medidas cautelares". 69

II

REQUISITOS EXIGIDOS SOLAMENTE POR ALGUNOS ESTADOS

SUMARIO

I. La reciprocidad. II. La revisión .Y el control. III. La sentencia debc­pro·uenir de wza acción personal. IV. Otros requisitos de forma.

l. LA RECIPROCIDAD

La reciprocidad como requisito para la eficacia de las sentencias ex­tranjeras, ha sido uno de los prob~emas más debatidos durante los últi­mos años, y uno de los que, asimismo, han suscitado mayor atención de los autores. 1 La característica de este problema que lo hace de especial

67 H. E. Read, op. cit., p. 77 .. 68 Joseph H. Beale, A. Treatise ... , cit., Regla 435.1 ss. También ha sido adop­

tada en Irlanda, Austria y N neva Zelandia. 69 Niceto Alcalá-Zamora y Castillo, op. cit., p. 96. 1 H. C. Gutteridge, Recip1·ocity i1t Regard to Foreign Ju.dg»r.ents, "The British

Year Book of International Law", 1932, p. 49; José Enrique Greño Velasco, El Principio de la Reciprocidad en el Reconocimiento de las Sentencias Extranjeras, "Revista Española de Derecho Internacional", 1950, p. 89; M, J. Russel, Fluctua­tions in Reciprocity, "The International and Comparative Law Quarterly", 1952, p. 181; K. H. Nadelmann, Reprisals Against American Judgments, 65. "Harvarcl Law Review". 1952, p. 1184; y, The United S tates of America and Agreement on Reciproca./ Enforcement of Foreign Judgments, "Nether,lancls International Law Re­view", 2. 1953-1954, p. 156; J. G. Castel, Le príncipe de la reciprocité et l'execution

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interés para nuestro estudio es que mientras un número, cada vez mayor, de autores se muestra contrario a su adopción, el número de países que­lo incorporan a su legislación también aumenta, aunque ya parece haberse iniciado una corriente inversa. 2 La reciprocidad puede exigirse de va­rias formas. Primero la ley puede exigir que la reciprocidad sea legisla­tiva, es decir, que la ley del país de donde proviene la sentencia contenga dispositivos iguales o equivalentes a la ley nacional. A este respecto la. Suprema Corte Federal de México, en el amparo Ivianuel Díaz, de 28. de enero de 1919, declaró que "si no hubiere tratados especiales con la nación en que se hayan pronunciado las sentencias que traten de ejecu­tarse, tendrá la misma fuerza que en ella se diere, por las leyes, a las ejecutorias y resoluciones dictadas en la República Mexicana"; 3 e igual disposición se establece en el artículo 512 del Código uruguayo. Segundo,. la ley nacional puede establecer que la reciprocidad debe juzgarse toman-­do en cuenta las decisiones de los tribunales del país de donde la senten­cia proviene. Dentro de este grupo están comprendidos el artículo 953 del Código español, el artículo 543 del Código nicaragüense, el artículo 513 del Código uruguayo, y el artículo 985 del de la Provincia de Córdoba en la República Argentina. Y tercero, la ley del país donde se quiere hacer efectiva la sentencia puede exigir la reciprocidad diplomática establecida en un tratado, 4 como en el artículo 867 del Código del cantón suizo de N euchatel que dice que sólo se autorizará la ejecución de sentencias ex­pedidas por los tribunales de otros cantones de Suiza o de países con los cuales Suiza ha concluido un tratado referente a la ejecución de sentencias ..

Otros autores 5 hacen la distinción entre reciprocidad negativa y afir­mativa, según la forma en que ésta sea formulada por la legislación. Per­tenecen al primer grupo, de reciprocidad negativa, el artículo 392 del Código chino, que establece que no tienen eficacia en China las sentencias que provienen de un país donde no hay oficialmente reciprocidad con las; sentencias dictadas por tribunales chinos; el artículo 953 del Código es-

drs _i~tgemcnts francais aux Etats-Unis. "Revue Critique de Droit International' Privé", 1953, p. 317; Francisco Pan Montojo, Estudio de la reciprocidad en la doc­trina, legislación y jurisprudencia, "Revista Española de Derecho Internacional". 1956, p. 147; A Lenhoff, Reciprocity and the Law Foreign fttdqments: A Historical­Critical Analysis, "Louisiana Law Review", April, 1956. p. 465.

2 Cowans vs. Ticonderoga Pulp & Paper Co. (1927). New York State Laz¡• RePorts, p. 284; Appeals Division, p. 120. Comité Fran,ais de Droit International Privé, op. cit., p. 271.

3 Decisiones Mexicanas de la Suprema Corte. Quinta época, t., IV, p. 309. 4 J. P. Niboyet, La notion de la reciprocité dans les traités diplomatiques de

droit international privé, "Recueil des Cours", 1935, t. n, p. 258. 5 José Enrique Greño Velasco, op. cit., p. ,104,

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pañol, que declara que si la ejecutoria proviene de una nación en que por jurisprudencia no se dé cumplimiento a las dictadas por los tribu­nales españoles, no tendrá fuerza en España; el artículo 953 del Código cubano, el artículo 543 del Código nicaragüense, el artículo 513 del Có­digo uruguayo, el artículo 985 del Código de la Provincia de Córdoba, Argentina, el artículo 1157 del Código peruano y el artículo 244 del Có­~igo chileno.

Establece asimismo la reciprocidad negativa' la decisión de la Cámara Civil de la Capital Argentina, del 17 de noviembre de 1941.., por la que se negó el cumplimiento a una sentencia expedida en Alemania porque '"los tribunales alemanes no admiten la reciprocidad amplia en materia judicial para con la Argentina". 6

La reciprocidad afirmativa se establece en el artículo 555 del Código colombiano -que declara que la sentencia dictada en un país extranjero tiene en Colombia la fuerza que le conceden los respectivos tratados exis­tentes con ese país, a falta de éstos, la que allí se otorgue a las sentencias proferidas en Colombia-, el artículo 604 del Código del Distrito Federal de México, el artículo 747 del Código venezolano, el artículo 3 del Có­digo húngaro, el artículo 79 del Código austriaco, el artículo 315 del Código del cantón suizo de Lucerna, y el artículo 246 del Código del cantón suizo de Saint-Gall. Pero hay además varios códigos que establecen la reci­·procidad negativa, sin que ello sea un obstáculo para que en otro disposi­tivo consignen también la reciprocidad afirmativa, del mismo modo que un mismo código puede exigir al mismo tiempo reciprocidad diplomática y legislativa. De esta manera exigen reciprocidad afirmativa el artículo '952 del Código español, el artículo 984 del Código de la provincia de Cór­·doba, en la Argentina, el artículo 1156 del Código peruano, el artículo 512 del Código uruguayo, el artículo 243 del Código chileno, y el ar­'tículo 542 del Código nicaragüense.

La reciprocidad como requisito para la ejecución de sentencias extran­jeras parece haber aparecido, por primera vez, en un tratado entre Fran­·cia y Cerdeña en 1760, y luego en una ley austriaca de 18 de mayo de 1792. 7 Un proyecto de Código de Procedimientos Civiles Español en 1821, y un Real Decreto de 12 de octubre de 1851 también establecieron normas ·de reciprocidad. 8 Pero es más propio afirmar que la doctrina de la reci­procidad es esencialmente un producto del siglo diecinueve y, en particular,

6 LA LEY, t. 24, p. 818, Fallo núm. 12626 7 A. Lenhoff, op. cit., p. 471. 'S Francisco Pan Montojo, op. cit., p. 148.

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del Código alemán de 1879 que estableció, en el artículo 661, que la sen­tencia de ejecución no se expediría cuando la reciprocidad no estuviese garantizada. Al sobrevenir la reforma de este Código en 1898 la recipro~ ciclad permaneció como requisito en el artículo 328 del nuevo Código que, aunque reformado en otros puntos, aún está vigente. Merece la pena que nos detengamos a hacer un examen más detenido de este Código, en lo referente a los efectos que causó en otros países el dispositivo' men­cionado, porque son ilustratívos y en cierto modo típicos de los problemas prácticos que ha originado, y que causa, la reciprocidad. Y a hemos mencio­nado, en otra parte, que en muchos países ___:lo mismo que algunos autores de prestigio- 9 se tenía la noción equivocada que el procedimiento para eje­cución de sentencias de los países del sistema anglosajón equivalía a negar todo efecto y eficacia a las sentencias expedidas en el extranjero. Siguiendo este criterio, Alemania no reconocía las sentencias expedidas por tribunales de los Estados Unidos de América, por falta de reciprocidad. A comien­zos de este siglo un terremoto y luego un terrible incendio asolaron la ciudad de San Francisco, en el Estado de California, donde ejercían el comercio compañías de seguros constituidas y con sede en Alemania, que habían asegurado a un gran número de bienes afectados por la catástrofe. Luego de ocurrida ésta, la legislación del Estado, aprobó el 11 de marzo de 1907, una modificación ad hoc, del Código de Procedimientos Civiles de Califor­nia por la que se permitía la reciprocidad en la ejecución de sentencias alemanas, y por medio de la cual se permitió también que todos los ase­gurados con compañías radicadas en Alemania pudieran hacer efectivas las sentencias obtenidas a su favor. Fue la sentencia de 26 de marzo de 1909 expedida por el Tribunal Supremo de California la primera cuya ejecución se autorizó en Alemania. 10 En este caso el procedimiento de-los tribunales de California no varió sustancialmente de lo que había sido antes y, en buena cuenta, fue un acto de la legislatura de este Estado el que ocasionó el cambio de actítud de los tribunales alemanes.

En Inglaterra, el procedimientó para otorgar eficacia a una decisión judicial extranjera es uno de los más liberales; pero un fallo alemán del Reichsgericht, en 1882, estableció igualmente que la reciprocidad no estaba garantizada en ese país.

En la Argentina, la mayoría de sus varios códigos de procedimientos

9 Henry de Cock, E.ffets et e.recution des jugements étrangers. "Recueil des Cours." t. v, 1925, p. 435.

10 Theodore Sus, El reconocimiento de sentencias extranjeras. "Revista de Derecho Procesal", núm. 1, 1952, p. 3.

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civiles vigentes .no menciona específicamente la reciprocidad como requisi­to previo para la ejecución de sentencias extranjeras; pero el criterio segui­do por ese país está inspirado en una doctrina liberal que, como ha dicho una reconocida autoridad en la materia, 11 considera la reciprocidad como principio ajeno al derecho argentino. Las únicas excepciones son el artícu­lo 985 de la Provincia de Córdoba, y el artículo 500 de la Provincia de Mendoza, que sí exigen la reciprocidad. Sin embargo, o quizás a conse­cuencia de esto, los tribunales alemanes en jurisprudencia repetida han considerado equivocadamente que la reciprocidad no está garantizada en la Argentina; algunos tribunales argentinos se sintieron obligados a adoptar una actitud que correspondiera a las decisiones alemanas, y la Cámara Civil de la Capital en. la sentencia de 17 de noviembre de 1941, que ya hemos visto, invocó la reciprocidad como principio general de los tribunales argen­tinos para denegar la ejecución de una sentencia alemana, aunque esta de­cisión ha sido criticada por errónea en su fundamento. 12 En este caso, como en muchos otros, se trató de una sentencia que reunía todos los requisitos necesarios para producir eficacia, dentro y fuera del país en que había sido pronunciada, pero que debido a un mal entendimiento; originado directamente por la regla de la reciprocidad, no fue ejecutada á reconocida, con el consiguiente perjuicio de las partes.

Poco después de publicado el Código alemán de 1879, siguieron y adop­taron· el principio de la reciprocidad, el Código español de 1881, que dedicó tres artículos a la reciprocidad diplomática y jurisprudencia!, negativa y afirmativa; el Código húngaro de 1881, que regulaba que la reciprocidad debe ser probada por quien solicita la ejecución; y el Código austriaco de 1896, que declaraba que la reciprocidad debe resultar de tratados internacionales o de declaraciones del gobierno dadas con este propósito, y publicadas. En América --con la excepción del Código uruguayo, que consignó la reciprocidad en 1879-, la mayor parte de los códigos reci­bieron la influencia directa del Código español, y adoptaron la reciprocidad como requisito previo a la ejecución, los códigos de Cuba, en 1886, Nica­ragua, en 1895, Chile, en 1904, Perú, en 1912, Colombia, en 1931 y Vene­zuela,. en 1953.

Más sorprendente, sin embargo, fue la adopción del principio de la reciprocidad por la Corte Suprema de los Estados Unidos de América en el caso de Hilton con Guyot en 1895. Se trataba de ejecutar en ese

11 Werner Goldschmidt, Reconocimtento y ejecución de resoluciones judiciales extranjeras en la República Argentina. "Revista de Derecho Procesal", 1951, p. 238.

12 Ibídem, p. 235, nota 119.

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país una sentencia obtenida en Francia, pero el juez Gray al expedir su. fallo dijo que dado que Francia no reconocía ni ejecutaba las sentencias expedidas en los Estados Unidos, y que el derecho internacional estaba fundado en la reciprocidad, la sentencia obtenida en Francia no podía prcr ducir ningún efecto. Esta doctrina, no obstante, no fue seguida sino por muy pocos tribunales de los Estados. Cada uno de ellos tiene sus propios tribunales, que no están obligados por las decisiones de los tribunales de los demás Estados, ni por las de los tribunales federales. Pero, durante muchos años, especialmente fuera de los Estados Unidos, existió el firme convencimiento, que no se ha disipado aún por completo, de que la doctrina de la Corte Suprema contaba con la aprobación de la mayor parte de los tri­bunales y de los autores. A pesar de la influencia que ejerce por lo general la Corte Suprema, en este caso sólo unos pocos Estados aprobaron la norma. En los Estados en que se ventilan la mayor parte de los casos sobre senten,. cias extranjeras no se siguió la doctrina, como es el caso de Massachu­setts, Illinois, California y Nueva York. 13 En este último Estado, en el caso de Cowans con Ticonderoga Pulp & Paper Co., el juez Van Kirk, luego de referirse expresamente al principio establecido por el caso Hilton con Guyot, dijo que los tribunales de ese Estado habían rehusado adop­tarlo, y que aun sin reciprocidad darían plena eficacia a las sentencias cuya validez lo permitiera. 14 Se debe principalmente a los trabajos de dos prestigiosos juristas norteamericanos 15 la aclaración definitiva de lo que es el derecho en esta materia en la mayor parte de los Estados de ese país.

En Inglaterra, desde el caso de Godard con Gray en 1870, había que­dado firmemente establecido la doctrina sobre reconocimiento y ejecución de sentencias extranjeras fundada en la obligación legal de reconocer los derechos válidamente adquiridos en el extranjero. Los tribunales y los autores nunca miraron corí simpatía la doctrina de reciprocidad, que han definido como un sistema de represalias. 16 Pero las continuas y repetidas quejas del mundo financiero y de los negocios, 17 en el sentido de que las decisiones judiciales inglesas no obtenían el debido reconocimiento en otros países europeos, crearon un ambiente propicio para que se nombrara un comité para estudiar el problema, con la colaboración de expertos belgas,

13 A. Lenhoff, op. cit., p. 474. 14 (1927) New York Supreme Court Law Reports, p. 284; Appeals Division.

pp. 120, 219. 15 K. H. Nadelmann, op. cit., A. Lenhoff, op. cit. 16 M. ]. RusseJI, op. cit., p. 195. 17 Y en 1932; además, la autorizada opinión de H. C. Gutteridge. Reciprocity,

cit. p. 67.

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franceses ;y alemanes;' Resultado de lo.s trabajos de este comité fue la Ley de Ejecución ReCíproca "de Sentencias Extranjeras de 1933 que esta­bleció un procedimiento directo para otorgar eficacia a las sentencias -ya que: el derecho jurisprudencia! o Common Law, establece como principio que lo que se ejecuta en Inglaterra no es la sentencia extranjera sino una nueva sentencia-, inspirado en la Ley de Administración de Justicia de 1920, que contenía un procedimiento similar para las sentencias expedidas en Estados miembros del imperio británico. La sección l, párrafo 1 de la Ley de 1933, establece que su majestad británica ordenará por decreto la aplicación de esta Ley, a los países en que exista reciprocidad, siendo aplicable el decreto para todos los casos futuros. Pero muy pocos países han solicitado beneficiarse con este procedimiento: solamente Francia y Bélgica en 1934, Alemania Occidental en 1961, y recientemente Noruega y Austria. Los demás países se acogen al sistema antiguo de ejecución.

En 1934, Nueva Zelandia adoptó como propio el texto de la ley inglesa de 1933; y en el Canadá, aunque con efectos limitados a sus provincias, contiene normas de reciprocidad el Modelo de Ley Uniforme sobre Sen­tencias Extranjeras, aprobado por las Provincias de Saskatchewan en 1924, Columbia Británica en 1925, Nueva Brunswick en 1925, Ontario en 1929, y Alberta aprobado en 1925 y modificado en 1935.

En Francia, ni los tribunales ni los autores han mostrado interés en esta doctrina, debido en parte, quizás, a la doctrina de revisión que permite un arbitrio casi ilimitado a los jueces. Pero el artículo 137 del Proyecto de Codificación del Derecho Internacional Privado -quizás debido a lá. influencia ejercida por algunas de las grandes autoridades 18 que juzgan necesaria la reciprocidad para restablecer el equilibrio en el plano inter­nacional- consignó que no podían obtener el exequatur en Francia las sentencias pronunciadas en países en los cuales no se ejecutan las sen­tencias emitidas por los tribunales franceses; y que la falta de reciprocidad para ser invocada debería probarse de acuerdo a los medios que la ley dispone. Sin embargo, los miembros del Comité de Codificación parecen haber dado un paso atrás en este punto de vista, pues en la sesión dd Comité correspondiente al 21 de mayo de 1955, 19 al no defender ningún miembro el requisito de la reciprocidad, el presidente lo consideró dese­chado.

Finalmente, consignan también la regla de la reciprocidad las leyes de

18 J. P. Niboyet, Traité de Droit International Privé Fran(ais, cit., tome vr (ü) p. 31.

19 Tnroaux du Comité Fran,ais de Droit International Privé. París, 1956, p. 271.

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Guatemala, Honduras, del Principado de Lichtenstein, Yugoslavia, Marrue­cos, Tánger, Egipto, Turquía y Japón. 2o

Para entender mejor la verdadera naturaleza del problema que crea la existencia de normas que exigen la reciprocidad, con el panorama de fondo de las legislaciones vigentes que hemos examinado, es conveniente que observemos la distinción anotada por el jurista norteamericano Len­hoff 21 entre asistencia o cooperación judicial internacional, y el recono­cimiento o ejecución de sentencias extranjeras. En el primer caso la soli,; citud de asistencia o cooperación emana de un gobierno y, en este caso, el requisito de reciprocidad puede ser útil y provechoso; pero en el segundo caso la solicitud proviene de un particular y el requisito de reciprocidad es completamente inútil, especialmente si se tiene en cuenta que qqien ha obtenido la sentencia favorable puede muy bien ser ciudadano .del país en que pretende ejecutarse la sentecia. Como acertadamente anota el profesor Niceto Alcalá-Zamora, la reciprocidad y la retorsión resultan innecesarias si se exigen los demás requisitos adecuados. 22 A pesar de ello, la existencia de una sola legislación vigente que exija el requisitQ de la reciprocidad rompe el equilibrio internacional que sólo se restablece con otra norma equivalente que garantice los derechos de los particulares.

JI. LA REVISIÓN Y EL CONTROL

La doctrina de la revisión de las sentencias extranjeras, en el fondo como ya se ha visto en otra parte, se originó y desarrolló casi exclusiva­mente en Francia. En realidad, es difícil trazar una clara línea divisoria entre la razón que sirvió de fundamento para iniciar la revisión en el fondo de las sentencias extranjeras, y aquella que sirve de fundamento para regular el respeto al orden público. En ambos casos se ha dado como fundamento el deseo de asegurar que las sentencias hayan sido bien dictadas con relación a los hechos y al derecho. Pero un examen más de cerca nos revela que tras la revisión en el fondo hay la razón adicional de la desconfianza, en el derecho extranjero y el deseo de evitar la ejecu­ción en Francia de sentencias que estén fundadas en una ley extranjera; diferente de la ley francesa. Un ejemplo típico es lo ocurrido con una

20 K. H. Nadelmann, Repraisals ... , cit., p. 1191. note 32. 21 A. Lenhoff, op. cit., p. 468. 22 NrcETO ALCALÁ-ZAMORA. Bases para unificar la cooperación procesal interna­

cional. "Cursos monográficos en la Academia Interamericana de Derecho Comparado Internacional", vol. vr. La Habana, 1957. p. 96.

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sentencia de un tribunal· inglés que otorgó una suma determinada comó retribución de servicios prestados por un abogado en Londres. El tri~ bunaUrancés cuando se solicitó el e.:requatur juzgó que lá. cantidad co~ce­dida por el tribunal inglés era excesiva de acuerdo a lo que ganaba un ~bogadD francés, y sólo permitió la ejecución por un monto rebajado. 23

De la misma manera el Tribunal del Sena ha aplicado la revisión para la interpretación de un contrato en un fallo de 13 de diciembre de 1926, 24

y para la imputación de responsabilidad en· un fallo de 12 de junio de 1906; 25 el Tribunal de Niza ha revisado un fallo en el fondo para apre­ciar la gravedad de una injuria como causal de divorcio en decisión de 20 de abril de 1925, 26 y la Corte de Casación, para apreciar la validez de declaraciones testimoniales y de presunciones, en decisión de 29 de junio de 1933, 27 entre muchas otras.

La doctrina de la revisión en el fondo se originó y desarrolló durante el siglo diecinueve y fue, quizás, resultado del creciente nacionalismo de la era napoleónica. A mediados de siglo algunos autores como Foelix, y luego Moreau y W eiss 28 aceptaron con ciertas reticencias la doctrina, y en los primeros años del siglo veinte, Despagnet y Audinet 211 se pro­clamaron partidarios de la revisión en el fondo. Fuera de Francia, la doctrina recibió cierta aceptación en el Código de Procedimientos portu­gués de 1876, que en el artículo 1100 dispone que, sin perjuicio de lo establecido en los tratados y leyes especiales, ninguna decisión extranjera tendrá eficacia en Portugal, cualquiera que fuese la nacionalidad de las partes, hasta que la sentencia haya sido revisada y confirmada. Dispone, también este artículo que la revisión no será necesaria cuando la senten­cia se invoque solamente como prueba de un hecho; pero en el artículo 1102, inciso 79, se permite que al hacer la revisión pueda exigirse que si la sentencia fue fallada en contra de un portugués no debe ofender las disposiciones de derecho privado portugués. De otra parte se han ocupado de la revisión para rechazarla, el Código alemán de 1898, que estableció en el artículo 723 que el juez que ve una demanda de qequatur no está

23 A. Pillet, o p. cit., p. 705; P. Arminjon, Précis ... , cit., p. 299; ]. P. Niboyet, Traité ... , cit., p. 118, H. Batiffol, Traité ... , cit., 1955, p. 848.

24 "Journal de Droit International Privé", 1927. p. 1035. 25 "Journal de Droit Internationa1 Privé", 1907. p. 745. 26 "Tournal de Droit International Privé", 1926. p. 639. 27 "Journal de Droit International Privé", 1934. p. 1186.

28 Ver las notas 83, 84, 85, 86 del "Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México"¡ núm. 47,1963, p. 325.

29 Ver las· notas 87 y 88 de núestro citado artículo, en "Boletín del Instituto de Derecho Comparado de México", núm. 47, 1963. p. 340.

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investido del derecho de revisar la sentencia. En los Estados Unidos de América, la conjunción de la doctrina de reciprocidad y la doctrina de revisión ocasionó el fallo de la Corte Suprema con motivo del caso Hilton con Guyot en 1895, durante el cual el juez Gray dijo que en Francia se revisaban en el fondo las sentencias expedidas en los Estados Unidos y que, por consiguiente, las sentencias expedidas en Francia no debían ejecutarse en los Estados Unidos. En México, el Código de Procedimientos para el Distrito Federal, dispuso en el artículo 608, que ni el juez infe­rior ni el tribunal superior podrán examinar ni decidir 'sobre la justicia o injusticia del fallo ni sobre los fundamentos de hecho o de derecho en que se apoye, limitándose tan sólo a examinar su autenticidad y si debe o no ejecutarse conforme a las leyes mexicanas. En el Perú, el Código de 1912 en el artículo 1157, declaró que no tendrán fuerza alguna en la República las sentencias procedentes de países en que estén sujetos a revi­sión, en el fondo, los fallos de los tribunales peruanos. Y en Venezuela al artículo 747 del Código de 1916 declara que sólo las sentencias dictadas en países donde se conceda ejecución a las sentencias firmes pronunciadas por poderes juidiciales de Venezuela, sin previa revisión en el fondo, po­drán declararse ejecutorias en la República.

Desde hace aproximadamente cuarenta años 30 los autores franceses más autorizados, como Pillet, Arminjon, Niboyet, Lerebours-Pigeonniere y Batiffol, también han comenzado a manifestar su desaprobación a la revisión; pero esta oposición no es unánime. En Italia, el Código de 1940, rompiendo con una tradición liberal de más de sesenta años consignó en el artículo 798 que la Corte de Apelación procederá a la revisión de la causa en el fondo, a solicitud del demandado, cuando la sentencia fue pronunciada en rebeldía, o cuando se hayan presentado pruebas falsas, cuando no se hayan presentado documentos decisivos por causa de fuerza mayor o por culpa del contrario, cuando ha habido error de hecho, y cuando se haya cometido dolo por parte del contrario, o por parte del juez, comprobado, en este último caso, con sentencia que goce de autoridad de cosa juzgada. La Comisión encargada de la Codificación del Derecho Internacional Privado en Francia, en su sesión de 21 de mayo de 1955 apro­bó por unanimidad la supresión de la revisión en·· el fondo, 31 lo que nos permite suponer su eliminación definitiva en aquel país dentro de un. futuro previsible. La gran mayoría de los autores, en opinión que compartimos de­cididamente, ha condenado como contraria a la justicia e inconveniente en

30 A. Pillet, op. cit., p. 705. 31 Travau% du Comité Fran~ais ... , cit., p. 270.

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la práctica la doctrina de la revisión en el fondo de las sentencias extran­jeras.

Algunas veces la revisión se presenta bajo formas diferentes, ya sea adoptando distinciones fuera de lugar en la época actual, como en el Código griego, o bajo la forma atenuada de la llamada doctrina del control. El único antecedente histórico que conocemos, semejante al dispositivo del Código griego, es el artículo 121 de la Ordenanza de 1629, que tuvo vigencia en varias provincias francesas. Este dispositivo permitía que las sentencias expedidas fuera del reino, podrían ser nuevamente debatidas por los magistrados del lugar si hubieren sido dictadas en contra de un natu­ral del lugar. Con el mismo criterio, el artículo 859 del Código griego, determina que si una de las partes es griega el exequatur es acordado por todo el tribunal de primera instancia -cuando las partes son extran­jeras lo hace únicamente el presidente del tribunal- y solamente después del examen en el fondo. Durante los últimos años, aun los autores griegos han tomado conciencia de las críticas desfavorables que esta distinción ocasiona. 32 Una tendencia que ha cobrado cierto impulso en los últimos años es la de sustituir la revisión en el fondo por la llamada teoría del control, según la cual el tribunal puede admitir o rechazar una sentencia, mas no modificarla en ninguna de sus partes. Surville y Arthuys observa­ron a comienzos de siglo que mediante la revisión en el fondo lo que se ejecutaba en Francia no era la sentencia extranjera sino una nueva sentencia francesa 33 y, acogiendo las numerosas críticas hechas desde entonces, el inciso 59, del artículo 136, del Proyecto de Codificación del Derecho Internacional Privado en Francia establece que el tribunal posee un poder de control limitado, que no puede sino declarar fundada o recha­zar la demanda de exequatwr, sin poder introducir modificaciones a la decisión, ni extender sus efectos a terceros que no han sido partes en el procedimiento. Sin embargo, el tribunal puede rechazar algunos puntos de la demanda y aceptar otros, así como reducir el monto de una condena. Bélgica también ha adoptado el sistema del control limitado. 34 Algunos autores sostienen que en el derecho de los países anglosajones se defiende una doctrina similar en todo a la doctrina del control, pero aunque es verdad que los tribunales en estos países pueden admitir o rechazar la eficacia de la sentencia, esta última solución sólo puede adoptarse en casos taxativamente enumerados.

32 T. Christopoulos, Requeriments for the enforcement of Foreign Judgments in Greece. "Revue Hellenique de Droit Intemational", 1948, p. 351.

33 F. Surville y F. Arthuys, op. cit., p. 493. 34 Henry de Cock, op. cit., p. 458.

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Ill. LA SENTENCIA DEBE PROVENIR DE UNA ACCIÓN PERSONAL

Algunos países exigen entre los requisitos para la eficacia de las sen~ tencias expedidas en el extranjero el que éstas sean resultado de una acción personal. La distinción parece iniciarse en la ya clásica de acciones in personam y acciones in rem, que concedía eficacia internacional a las pri­meras y negaba toda validez a las segundas. 35 Esta exigencia reapareció durante el siglo diecinueve en el artículo 925, inciso 19, de la Ley de Enjui­ciamiento Civil española de 1855, que después pasó al artículo 954 de la Ley de Enjuiciamiento Civil de 1881, que establece que una ejecutoria tendrá fuerza en España si ha sido dictada a consecuencia del ejercicio de una acción personal. Dice el jurista Hernández de la Rúa comentando esta disposición 36 que su fundamento reside en que el juez competente para conocer de las demandas por acción real es el del lugar donde se halle sita la cosa litigiosa, porque "interesando las declaraciones sobre bienes raíces, no tan sólo a los dueños particulares sino también al Estado, por el supremo poder y dominio que ejerce sobre todo el territorio, no se debe consentir que se litigue por acción real, sino en los tribunales españoles". Con fundamento observa W erner Goldschmidt, 37 que este comentarista identifica "acción real referente a inmuebles"; y. añade que "antes de 1855 no se distinguía con rigor acción real referente a inmuebles y acción real con respecto a muebles, entendiendo por 'acción real', y llanamente, por regla general solo la primera". Ha sugerido, por eso, este autor, en tesis aceptable, que el citado artículo se inspira en la antigua ter­minología, y no excluye sino las acciones reales sobre inmuebles. El texto del Código español fue reproducido sin alteraciones por el inciso 19, del artículo 451, del Código de Procedimientos Civiles de El Salvador, reformado en 1880, el artículo 559 del Código Federal Argentino de 1880, el artículo 362 del Código de la Provincia de Jujuy, el artículo 430 del Código de la Provincia de La Rioja, el artículo 493, inciso 19, del Código paraguayo, inciso 19 del artículo 544 del Código nicaragüense, y el inciso n, del artículo 605 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito y Territorios Federales de México; el inciso b) del artículo 451 del Có­digo de Procedimientos ecuatoriano requiere "que la sentencia rec ~ _ ~- ~~~

¿>·1-\Q no-~· (J.._'<,)•''' V 11-t'~

35 Ver I, 3. "Boletín del Instituto de Derecho Comparado de Méxic , 'll~~.1~~~0 - P-'l..p ~ 1963. p. 325. ~ '"> .::P::~ ·9 1

36. Citado po: Werner Goldschmidt. Pr?,blemas ~el Derecho. procesal 'f>a :~''=;Ji,! '3\ a!"er~cano . . "Rev1~ta de DerecJ:lo P_r~cesal , Madnd, 1956, num. 3, p 7. ._,!)';~~ 0 ! s1do Imposible ubicar. el trabaJo ongmat ·• ,·/!~.·~ •it fT1;

1-' ~·· 1/.''•·"i ' 37 Supra, p. 828. e-- ~ .. . ~.; •. ?1"~,-,., ~.l' .,..-: ' .. _;;:-;¡.{.f.·: "' /(-., // '% ... ~.::: ·~Í

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sobre acción personal':. ,Pero el criterio de Goldschmidt parece haberse extendido, pues el Proyecto de Código Procesal Civil de la N ación, pre­sentado por el jurista argentino Norberto Gowland en 1949, establece en el inciso 39 del articulo 248, que la sentencia debe haber sido pronun­ciada en virtud de una acción personal o de una acción real mobiliaria si la cosa mueble objeto de la acción fue trasladada al país durante o des­pués de la tramitación del proceso.

En realidad esta distinción corresponde a una división anticuada que resultá superflua a la luz de las disposiciones reconocidas generalmente sobre competencia internacional, y en las que cada país se puede reservar jurisdicción exclusiva sobre asuntos que considera de su incumbencia. El profesor Niceto Alcalá-Zamora sugiere la supresión del actual contraste entre acciones reales y personales y el reemplazo, en su· caso, por uno entre inmobiliarias y mobiliarias. 118

IV. ÜTROS REQUISITOS DE FORMA

Además de los ya enumerados, hay algunos países que exigen otros requisitos, esencialmente de carácter formal. El primero de estos requisi­tos es la autenticidad del documento presentado. El artículo 258 de la Ley Procesal del cantón suizo de Bale-Ville enumera entre los argumentos que pueden fundamentar el rechazo de la ejecución de una sentencia la falta ·de autenticidad de la decisión. El artículo 866 del Código de Procedi­mientos del cantón de N euchatel exige que la sentencia esté legalizada por la autoridad competente del país donde fue expedida. El artículo 1102 del Código de Procedimientos portugués exige como requisito para la ejecución de sentencias "que no haya dudas sobre la autenticidad del ·documento en que consten". El artículo 954 de la Ley de Enjuiciamiento Civil española requiere que la carta ejecutoria reúna los requistos nece­sarios en la nación en que se haya dictado para ser considerada como auténtica, y los que las leyes españolas requieren para que haga fe en Es­paña. El mismo texto -·mutatis mutandis- ha sido reproducido por el .artículo 451, inciso 19, del Código de El Salvador; inciso 39 del artículo 544 del Código nicaragüense; y el inciso 39 del artículo 493 del Código paraguayo. El inciso 19 del artículo 1022 del Código costarricense ordena ·que no se contededí. el exequatur si el documento no está debidamente

38 Niceto Alcalá-Zamora, Bases para unificar la cooperación procesal interna­cional. "Cursos Monográficos de la Academia Interamericana de Derecho Comparado .e Internacional", vol. vr, La Habana, 1957. p. 96.

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autenticado;, e1· inciso 39 del artículo 557 del Código· Judicial colom­biano exige que se demuestre la autenticidad de las sentencias; el inciso VI

del artículo 605 del Código de Procedimientos Civiles del Distrito y Terri­torios Federales de México demanda que las sentencias llenen los requisitos necesarios para ser consideradas como auténticas; el artículo 749 del Código venezolano requiere que todo esté en forma auténtica y legalizado por autoridad competente; y el inciso IV del artículo 791 del Código brasi­leño que establece que las sentencias deben ser autenticadas por el cónsul brasileño.

Algunos países consignan expresamente en su legislación que, si la sentencia ha sido pronunciada en un país en que el idioma oficial es diferente al del país receptor, ésta debe estar acompaFíada de una traduc­ción al idioma oficial del país en que se quiere hacer valer. El artículo 868 del Código de Procedimientos Civiles del cantón suizo de Neuchatel esta­blece que se podrá solicitar en el procedimiento de e:requatur la traducción de piezas, actos o documentos en idioma extranjero. El artículo 19 de la Convención de La Haya de 1954 autoriza al tribunal en que se sigue el exequatur a examinar si el dispositivo de la decisión está redactado, sea en el idioma de la autoridad solicitada, sea en el idioma convenido entre los dos Estados interesados, o bien si se acompaña de una traducción hecha en uno de estos idiomas y, salvo acuerdo en contrario, certificada conforme por un agente diplomático o consular del Estado requiriente o por un traductor juramentado del Estado requerido. El artículo 956 de la Ley de Enjuiciamiento Civil española estatuye que previamente al proce­dimiento de e:requatur se deberá realizar la traducción de la ejecutoria con arreglo a derecho. El texto de este dispositivo ha servido de inspira­ción al artículo 1021 del Código costarricense, al artículo 546 del Código nicaragüense, al artículo 607 del Código de Procedimientos Civiles para el Distrito y Territorios Federales de México, al artículo 560 del Código de Procedimientos Civiles y Comerciales de la Capital, en Argentina, y al artículo 558 del Código colombiano. El artículo 750 del Código vene­zolano establece que cuando fuere necesario, se hará traducir la sentencia por intérprete jurado. Y el inciso v del artículo 791 del Código brasileño requiere que la traducción sea hecha por traductor oficial.

Finalmente, hay un país cuya legislación exige especialmente la pre­sencia de una persona autorizada para tramitar el e:requatur. El artículo 1168 del Código de Procedimientos Civiles peruano establece que los interesados en la ejecución de sentencias; exhortos y cartas rogatorias de-

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Page 42: LA EFICACIA DE LAS SENTENCIAS EXTRANJERAS*

44 ROBERTO MAC LEAN

ben constituir apoderados o agentes, y son de su cuenta los gastos consi· guientes.

III

CONCLUSióN

De lo expuesto, se puede concluir que los requisitos que se deben exi­gir para la eficacia de las sentencias expedidas en el extranjero son: primero, que la sentencia haya sido pronunciada por un tribunal com­petente. La competencia de los tribunales debe ser determinada específica­mente según las materias o las personas y, dentro de lo posible, se debe tratar de evitar establecer la competencia por la vía indirecta, es decir, no se deben fijar los asuntos que son de competencia exclusiva de los tribunales nacionales, y dejar libertad para los demás. En segundo lugar, la sentencia debe respetar el orden público del país en que qu:ere hacerse valer, comprendiéndose dentro de tal concepto la observación de las ga­rantías procesales, la licitud de la obligación en el país en que quiere ejecu­tarse, el respeto a la moral y las buenas costumbres del país receptor, el respeto a la soberanía nacional, y en general la ausencia de elementos que puedan perturbar el orden establecido por las leyes y la tranquilidad pú­blica. En terecer lugar, la sentencia que se trate de ejecutar debe gozar de autoridad de cosa juzgada y ser firme. El requisito de la reciprocidad debe mantenerse sólo como una necesidad impuesta por las circunstancias; y en tanto ellas lo exijan. Toda revisión de las sentencias en cuanto al fondo debe ser enérgicamente rechazada y combatida, por no servir a nin­gún propósito práctico de la vida internacional. La distinción entre ac­ciones personales y reales para el reconocimiento y ejecución de las sen­tencias debe ser eliminado o, en todo caso, sustituido por la distinción entre acciones mobiliarias e inmobiliarias. Como requisitos de forma se puede exigir la legalización del documento que contiene la sentencia por el cónsul del país en que quiere hacerse valer ésta, y cuando sea necesa­rio, la traducción hecha por traductor oficial. 39

Roberto MAc LEAN Catedrático de las Universidades de

San Marcos y Católica de Lima.

39 Las referencias al código procesal civil portugués de 1876, contenidas en las páginas 12, 26 y 38, han de entenderse sustituidas por una al artículo 49 del vigente de 1961, a tenor del cual, las sentencias proferidas en país extranjero por tribunales o por árbitros, sólo serán ejecutables en Portugal cuando hayan sido revisadas y confirmadas por el tribunal portugués competente.

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