La elegía en Claudio Rodríguez

43
Elementos elegíacos en la poesía de Claudio Rodríguez Jorge Fernández Gonzalo Curso de Doctorado: La Elegía en los Siglos de Oro

Transcript of La elegía en Claudio Rodríguez

Page 1: La elegía en Claudio Rodríguez

Elementos elegíacos en la poesía de Claudio Rodríguez

Jorge Fernández GonzaloCurso de Doctorado: La Elegía en los Siglos de Oro

Page 2: La elegía en Claudio Rodríguez

1-. INTRODUCCIÓN

Claudio Rodríguez (Zamora, 1934-Madrid, 1999) es una de las últimas grandes

figuras que nos ha dejado el siglo XX en nuestra poesía. Aunque los trabajos críticos

sobre su obra ya empiezan a ser varios y de calidad, aún queda para que consiga la

difusión de un Machado o de un poeta del 27, por mucho que su calidad poética no diste

de la de éstos. Con sólo cinco libros Claudio Rodríguez se ha hecho con algunos de los

premios más importantes de nuestras letras, él que nunca se dejó zarandear por las

comidillas literarias ni por las tertulias de los autores de su generación. Con Don de la

Ebriedad (1954), su primera obra, escrita hacia los 18 años en sus largos paseos por los

campos de Zamora, consigue nada más y nada menos que el prestigioso premio

Adonáis. Gracias a un uso irracional de la palabra, casi a la manera de Rimbaud,

Claudio nos muestra su sensibilidad ante la naturaleza y un afán de conocimiento o

claridad en la terminología claudiana. La agudeza de aquel joven escritor supone un

revuelo en el panorama lírico de la época, y pronto Vicente Aleixandre se fija en él y

traban juntos sincera amistad. Claudio, ya en Madrid, estudia románicas en la

Universidad Central (hoy Complutense) aunque destaca más como jugador de fútbol en

el equipo universitario que como estudiante. Su memoria de licenciatura, “el elemento

mágico en las canciones infantiles de corro castellanas” nos remite directamente a su

segundo libro de poesía, Conjuros (1958), en donde la palabra es capaz de conjurar la

esencia de las cosas igual que en el lenguaje intuitivo de los niños.

En los años más importantes de su formación poética disfrutó de un lectorado en

Nottingham (1958-1960) que le acercó a la literatura inglesa, en concreto a T. S. Eliot (a

quien tradujo) y a Dylan Thomas, con quien le une, muy especialmente en los últimos

años, un uso del lenguaje irracional e imaginativo, pero nunca surrealista. Del año 1965

es su obra maestra Alianza y Condena, con la cual consiguió el premio nacional de

literatura. En esta obra se sopesa la dicotomía entre conocimiento posible del mundo

(alianza) y la imposibilidad de llegar a las consecuencias últimas de la cognición

(condena). Todo el poemario, y en cierto modo toda su obra, se mueve en esta

dicotomía entre posesión y pérdida de la realidad.

Page 3: La elegía en Claudio Rodríguez

La siguiente obra, el vuelo de la celebración (1976), es un viaje consciente hacia

la felicidad a través de la palabra poética y de la posibilidad de captar el mundo

mediante ella. A pesar de todo, el despegue de esta obra, “Herida en cuatro tiempos” es

un poema lleno de desazón como veremos en nuestro trabajo; cerca de su fecha de

realización encontramos la muerte de su madre y de una hermana, a la que debemos

añadir la pérdida del padre cuando nuestro autor contaba tan sólo 13 años.

Para muchos Casi una leyenda (1991, nótese la creciente distancia entre la

publicación de sus libros) supone un descenso en la calidad de la obra claudiana. Pero

nada más lejos de la realidad; el lenguaje y el ritmo se convierten en una partitura

musical en donde los temas de la muerte y del conocimiento del mundo a través del

amor se alternan durante el poemario.

Pronto recibirá algunos premios que abalan su trayectoria artística como la

concesión de un sillón de la Academia de la Lengua (1992), el Príncipe de Asturias de

las Letras (1993) y 5 días después el II Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana de

la Universidad de Salamanca.

Claudio Rodríguez muere en Madrid, el 22 de julio de 1999, dejando inacabado un

poemario, con el título provisional de Aventura, que hoy está recogido en edición

facsímil por el estudioso de su obra Luis Miguel García Jambrina. En los últimos años

de su vida sus problemas con el alcohol habían destrozado su salud, pero no la lucidez

con la que siempre supo acercarse al poema.

Para nuestro trabajo sobre la elegía en Claudio Rodríguez seleccionaremos

algunos de sus textos más claramente relacionados con el género, así como otros versos

que nos puedan ayudar a comprender su concepción sobre la muerte y cómo los temas

elegíacos entran a formar parte de la poética claudiana. Para el análisis de nuestros

poemas utilizaremos los comentarios de María Rosa Lida de Malkiel sobre la estructura

clásica de la elegía, esto es, consideraciones sobre la muerte, lamento de supervivientes

y alabanzas del difunto1.

1 En su edición sobre el Libro de Buen amor, Buenos Aires, Losada, 1941, p. 159.

Page 4: La elegía en Claudio Rodríguez

2-.COMENTARIO DE TEXTOS

2.1- EUGENIO DEL LUELMOQue vivió y murió junto al Duero

I

Cuando amanece alguien con gracia de tan sencillascomo a su lado son las cosas, casiparecen nuevas, casisentimos el castigo, el miedo oscurode poseer. Para esapropagación inmensa del que amafloja es la sangre nuestra. La eficacia de este hombre,sin ensayo, el negociodel mar que eran sus gestos ola a ola,flor y fruto a la vez, y muerte y nacimientoal mismo tiempo, y ese gran peligrode su ternura, de su modo de irpor las calles nos dabanla única justicia: la alegría.Como quien fuma al piede un polvorín sin darse cuenta íbamos con ély como era tan fácilde invitar no veíamosque besaba al beber y que al hacerle trampasen el tute, más en el mus, jugabade verdad, con sus cartassin marca. Él, cuyo oficio sin horarioera la compañía, ¿cómo ibaa saber que su Dueroes mal vecino?

II

Caminos por ventilarque oreó con su asma,son de tambores del que él hizo arrullosiendo de guerra, leyes que dividíana tajo hombre por hombrede las que él hizo injertos para poblar su agriovacío no con saña, menos con propaganda,sino con lo más fértil, su llaneza,

Page 5: La elegía en Claudio Rodríguez

todo ardía en el horno de sus setenta y dos años.Allí todo era almasiempre atizada, incendio sin cenizasdesde el sueldo hasta el hijo,desde las canas hasta la ronquera,desde la pana al alma. Como alondrase agachaba al andar y se le abría un pocoel compás de las piernas, con el airedel que ha cargado mucho (tan distintodel que monta a caballo o del marino).Apagada la oreja,oliendo a cal, a arena, a vino, a sebo,iba sin despedida:todo él era retorno.Esa velocidad conquistadorade su vida, su sangrede lagartija, de águila y de perro,se nos metían en el cuerpo comomúsica caminera. Ciegos para el misterioy, por lo tanto, tuertospara lo real, ricos en imágenesy sólo de recuerdos, ¿cómo vamos ahoraa celebrar lo que es suceso puro,noticia sin historia, trabajo que es hazaña?

III

No bajo la cabeza,Eugenio, aunque yo bien sé que ahorano me conocerían ni aun en casa.La muerte no es un río, como el Duero,Ni tampoco es un mar. Como el amor, el marsiempre acaba entre cuatroparedes. Y tú, Eugenio, por mil caucessin crecida o sequía, sin puentes, sin mujereslavando ropa, ¿en qué aguaste has metido?Pero tú no reflejas, como el agua;como tierra, posees.Y el hilván de las callesde tu barriada al par del río,y las sobadas briscas,y el dar la mano sin dar ya veranoni realidad, ni vidaa mansalva, y la lenguaya tonta de decir «adiós», «adiós»,y el sol ladrón y huido,

Page 6: La elegía en Claudio Rodríguez

y esas torres de húmedapólvora, de calibreperdido, y yo con este aire de primero de junioque hace ruido en mi pecho,y los amigos... Mucho,en poco tiempo mucho ha terminado.Ya cuesta arriba o cuesta abajo,hacia la plaza o hacia tu taller,todo nos mira ahorade soslayo, nos cogefuera de sitio.Nos da como vergüenzavivir, nos da vergüenzarespirar, ver lo hermosaque cae la tarde. Peropor el ojo de todas la cerraduras del mundopasa tu llave y abrefamiliar, luminosay así entramos en casacomo aquel que regresa de una cita cumplida.

(Alianza y condena, 1965; PC, pp. 151-154)

2.1.1- ANÁLISIS DE EUGENIO DEL LUELMO

La primera composición de nuestro autor en que aparece claramente un

componente elegíaco como tema integrador del poema tardará en llegar. Su tercera obra,

Alianza y Condena, comprende una composición dedicada a un vecino de su pueblo

natal, en Zamora. Destaca a primera vista, para el conocedor de la obra claudiana, que

tanto tono como motivos se asemejan más a la dinámica de Conjuros, su segunda obra

(más cercana a un realismo social, pero trascendido gracias a la palabra poética) que a

esta obra central de nuestro autor, en donde no es el plano humano, sino el plano del

conocimiento el verdadero protagonista. Por otro lado, el nivel métrico y formal se

acerca un paso al conjunto de Alianza y Condena, con interesantes juegos de polimetría

(versos de 7 y 11 principalmente), y abandono de la rima consonante que con tanto

acierto había cultivado Claudio en su segundo libro. La elegía muestra, a grandes

rasgos, la personalidad humilde y despreocupada, la sencillez y la llaneza de Eugenio

del Luelmo, siempre en un ambiente cotidiano (el pueblo, las partidas de cartas, etc.)

acompañado de reflexiones sobre la vida y la muerte, y de la posición del autor ante

estos trágicos sucesos. Un cantor de la vida como Claudio Rodríguez se enfrenta aquí,

Page 7: La elegía en Claudio Rodríguez

por primera vez en su andadura poética, ante un hecho que escapa a su concepción

optimista del mundo. Aún así el poema no trata el tema con pesimismo y desgarro, sino

con cierta aceptación y ternura, actitud moderna con respecto al tratamiento de la elegía

en siglos anteriores.

2.1.1.1 Estructuras elegíacas

El poema está divido en tres partes bien delimitadas a través de las cuales los

temas y motivos elegíacos avanzan de una manera ordenada. La primera nos presenta en

unas pocas pinceladas al amigo homenajeado: aparece como un hombre ingenuo, a

quien todos ganan a las cartas, pero a quien invitaban con cierto deje de ternura. Amigo

de sus amigos, cuyo oficio sin horario era la compañía, Eugenio del Luelmo se nos

muestra honrado, optimista, capaz de despertar la simpatía de los demás aunque quizá

no pocas veces fuera objeto de sus burlas. La imagen que besaba al beber nos da buena

cuenta de su visión sencilla de la vida, acorde con la de nuestro poeta, pero desde la

ignorancia y no desde unos sólidos presupuestos teóricos claudianos.

La descripción del protagonista está enmarcada en dos momentos imprescindibles

para la comprensión del poema. En primer lugar la apertura del poema no es para nada

la prototípica dentro de los esquemas clásicos de la elegía, al menos no si analizamos

bien cual es la verdadera intención de nuestro autor;

Cuando amanece alguien con gracia de tan sencillascomo a su lado son las cosas, casiparecen nuevas, casisentimos el castigo, el miedo oscurode poseer. (...)

No es, como pudiera parecer a primera vista, un pleno homenaje al amigo, sino

que aparece implícito un tema distinto (¿secundario o principal?) como es el de la

posesión. Recuérdese como en las primeras composiciones del libro el tema de la

posesión del mundo (“Porque no poseemos” es el título del tercer poema) había

introducido y desarrollado las ideas de Claudio Rodríguez. El mismo título del

poemario, Alianza y Condena, es la dicotomía que sintetiza los modelos de

acercamiento del poeta a la realidad cognitiva, proximidad y ebriedad unas veces,

oscuro desamparo por la otredad del mundo otras. Como veremos al analizar el resto de

Page 8: La elegía en Claudio Rodríguez

la composición, nuestro poema está inserto en un macrocontexto cuyo tema es la

cognición, y no la muerte, lo que le permite una total adecuación a las necesidades que

el presente libro exigía2. El final del fragmento se acerca más al tono elegíaco, incluso

podríamos destacar, hecho insólito en Claudio, el curioso efecto dramático que supone

no dar más información sobre el Duero (¿por qué es mal vecino? ¿Acaso la muerte de

Eugenio ocurrió en sus aguas?); la pausa, el blanco del papel y el giro semántico de los

siguientes versos contribuyen al golpe de efecto, propio de estructuras narrativas más

que poéticas.

El segundo fragmento tiene ya plenas características poéticas, gracias a una

descripción desordenada, con altos visos de lirismo y sin apenas acción. Frente a la

tremenda carga realista y cotidiana de los fragmentos anteriores nos encontramos aquí

algunas descripciones metafóricas (Esa velocidad conquistadora / de su vida, su

sangre / de lagartija, de águila y de perro ...) pero siempre desde comparaciones

relacionadas con el ámbito rural en que él se movía (oliendo a cal, a arena, a vino, a

sebo), muy lejos ya de los largos panegíricos del Siglo de Oro en donde todo eran

hazañas y altos valores morales. Un dato frívolo contrasta con la riqueza simbólica del

pasaje, el de su edad: 72 años, así como el dato puntilloso de su forma de andar

(encorvado como una alondra, por haber cargado mucho en su vida) nos remiten al

concepto de homo faber ensalzado, de obrero dignificado por la visión del poeta, propio

de la época en que fue publicado y del movimiento de realismo social que coleteaba por

aquel entonces. El fragmento se cierra con algunas de las obsesiones típicas de Claudio

Rodríguez (¿cómo vamos ahora / a celebrar lo que es suceso puro?); el poeta se

encuentra desconcertado ante la aparición real de la muerte.

El último de los fragmentos del poema es una solución al problema que la muerte

plantea dentro de su concepción epifánica. Eugenio del Luelmo, tan cercano antes,

aparece descentrado en el transcurso del párrafo a pesar de que el poeta fuerza su

aparición (dos veces sale su nombre, otras tantas el pronombre personal Tú y tres su

homófono átono tu). Las primeras líneas retoman el tema de la muerte como un río (vid.

a continuación el apartado sobre temas elegíacos) y la relación del moribundo con este

2 Lo que nos hace llevar más allá nuestras elucubraciones; planteamos la hipótesis de que este poema hubiera sido redactado en la época en que se forjaba Conjuros, como advierte la temática, pero reelaborado ex profeso para ubicarlo en este nuevo poemario. El macrocontexto habría sido un añadido fruto de una recreación posterior, hecho frecuente en nuestro poeta (Cfr. GARCÍA BERRIO, A; Forma interior: la creación poética de Claudio Rodríguez, Málaga, Ayuntamiento, 1998.), quien siempre fue un constante revisor de su obra.

Page 9: La elegía en Claudio Rodríguez

medio (“¿en qué aguas / te has metido?”; casi a modo de moderno ubi sunt), lo que

parece confirmar la pregunta que quedó abierta en el primer fragmento; la muerte por

ahogamiento. Tras un giró esencial en el tema de la vida como un río, Claudio retoma

en la última parte –nótese el adelgazamiento de los versos, para lograr intimidad y

resaltar el giro epifonemático del último de ellos– el tema de la posesión del mundo a

través de los sentidos:

Nos da como vergüenzavivir, nos da vergüenzarespirar, ver lo hermosaque cae la tarde.

Ante el suceso amargo de la muerte Claudio se repliega, parece despreciar su

propia actitud celebratoria, pero –hay un pero en el poema– no es necesario, porque la

llave, símbolo de la esencia o del alma del amigo, pasa por todas la cerraduras del

mundo, símbolo de totalidad de lo creado con que se ha fusionado su alma en esta

original metáfora3, lo que permite al poeta reconciliarse con el mundo como si la muerte

fuera una cita cumplida:

(...) Peropor el ojo de todas la cerraduras del mundopasa tu llave y abrefamiliar, luminosay así entramos en casacomo aquel que regresa de una cita cumplida.

2.1.1.2 Temas elegíacos

En el anterior apartado, en donde pretendíamos dilucidar la disposición de los

temas dentro de la estructura del poema hemos dejado entrever ya algunos de los más

íntimamente relacionados con los tópicos elegíacos. Dejando al margen el marco en que

se inserta el poema (problema de la muerte dentro de la concepción celebratoria de la

vida) nos encontramos con un homenaje al amigo muerto. Tanto el Siglo de Oro como

el recién acabado siglo XX muestran ejemplos de poemas elegíacos en donde la amistad

es un valor loable. Aún así nos parece destacable la poca implicación del poeta para con

el protagonista: la voz de Claudio lo describe desde la lejanía, mero intérprete de los 3 Para comprender la visión de la muerte en nuestro autor cfr. el poema “Solvet seclum” en Casi una leyenda, del que hablaremos más adelante.

Page 10: La elegía en Claudio Rodríguez

actos sinceros e ingenuos de Luelmo, y nunca desde el trato familiarizado y cercano. Da

la impresión de que no existía una auténtica amistad, una intimidad que destaque por

encima del trato con otros vecinos, como si Luelmo fuera simplemente una figura

entrañable en el pueblo, quizá algo desdeñada entre los demás para relaciones profundas

de amistad, una especie de tonto del pueblo. Claudio ordenaría aquí el material poético

mediante un proceso que podría haber heredado de otro genio, esta vez de la pintura;

Velázquez. Ambos retrataron la ingenuidad y la miseria del hombre con algún problema

congénito (compárese el poema con los cuadros “el niño de Vallecas” o “el bufón

Calabacillas”) pero con la misma dignidad con que se puede trazar el retrato de un rey o

de un noble. La palabra claudiana respeta, reclama la figura de Eugenio del Luelmo y

nos la muestra digna dentro del espectro de tipos humanos, como había hecho su

maestro Aleixandre. Quien sabe sí, ante su pérdida inesperada, el propio Claudio

hubiera querido demostrarse la importancia del amigo ido, de aquel hombre que pasó

sin ser notado por la vida.

El otro gran tema que nos muestra el poema y que nos acerca a la tradición

elegíaca es el tema de la muerte como un río, de tradición bíblica aunque entregado a la

posteridad en las palabras de Jorge Manrique:

Nuestras vidas son los ríosQue van a dar en la marQue es el morir.

Las palabras de Claudio Rodríguez contradicen al poema medieval. “La muerte no

es un río, como el Duero”. El mar, como el amor, acaba en cuatro paredes, y no en un

espacio inabarcable e ignoto.

Merece recordarse, al respecto, la importancia que el Duero tiene en la poesía de

Claudio Rodríguez, relacionado con el tema de la muerte –podríamos hablar de

“campos simbólicos” de asociación, similares a los campos semánticos– pero por

motivos que deberíamos buscar en la biografía de nuestro autor. Una costumbre en el

pueblo de Claudio Rodríguez era arrojar un ramo de flores al Duero una vez al año: el

ramo simboliza la muerte –una muerte genesíaca, “florida” en palabras del poeta– y los

niños deben perseguirlo y tirarle piedras, para ahuyentar la muerte y recibir la

primavera. El poema “un ramo por el río” nos describe la escena.

¡Que nadie hable de muerte en este pueblo!

Page 11: La elegía en Claudio Rodríguez

¡Fuera del barrio del ciprés hoy díaen que los niños van a echar el ramo,a echar la muerte al río!¡Salid de casa: vámonos a verla!¡Ved que allá va, miradla, ved que es cosade niños! Tanto miedopara esto. Tirad, tiradle piedrasque allá va, que allá va. (...)¡Nadie se quede en casa hoy! ¡Al río,que allá va el ramo, allá se va la muertemás florida que nunca!...Ya no se ve, Dios sabesi volverá, pero este añoserá de primavera en nuestro pueblo.

(Conjuros; PC, p.121)

Es un rasgo importante de la poética claudiana esta desdramatización de la muerte;

no hay que temerla, porque es sólo parte del orden de la naturaleza, lo que nos muestra

asi una filosofía cercana al pensamiento oriental o al animismo. Todos los intentos de

Claudio por desdramatizar la muerte cuajan en el poema de Eugenio del Luelmo, en

donde los símbolos acuáticos, relacionados con una muerte cristiana, son sustituidos por

fuerzas telúricas, en donde la tierra es engendradora de vida y en donde la muerte

adolece del sentimiento de telicidad cristiano. “Como tierra, posees” nos dice nuestro

autor; la tierra es posesión y el agua pérdida, del mismo modo que las religiones

orientales tienen una visión cíclica de la muerte y la religión cristiana habla de marcha

del alma del cuerpo. De hecho, en su libro Casi una Leyenda, en el poema “Secreta”

(último del tomo de poesías completas) la visión de la muerte en Claudio Rodríguez

llega a su culmen con este verso: “Tú no sabías que la muerte es bella” (PC, p. 365).

La poesía sirve de consuelo en este primer poema elegíaco dentro de la obra

claudiana. Del mismo modo que la palabra puede transformar nuestra visión del mundo

y transformarlo, la muerte debe hacerse materia del poema para poder sobrellevar su

carga. En este caso la muerte que da pie a la elegía es la de un amigo, no demasiado

próximo; pero veamos qué ocurre cuando la muerte llama a la misma puerta de la casa

del poeta.

Page 12: La elegía en Claudio Rodríguez

2.2- HERIDA EN CUATRO TIEMPOS

I AVENTURA DE UNA DESTRUCCIÓN

Cómo conozco el algodón y el hilo de esta almohadaherida por mis sueños,sollozada y desierta,donde crecí durante quince años.Sí, esta almohada desde la que mis ojosvieron la amaneciday el resplandor nocturnocuando el sudor, ladrón muy huérfano, y el fruto transparentede mi inocencia, y la germinación del cuerpoeran ya casi bienaventuranza.

La cama temblorosadonde la pesadilla se hizo carne, donde fue fértil la respiración,audaz como la lluvia,con su tejido luminoso y sin ceniza alguna.

Y mi cama fue nidoy ahora es alimaña;ya su madera sin barniz, oscura,sin amparo.

No volveré a dormir en este daño, en estaruina,arropado entre escombros, sin embozo, sin amor ni familia:entre la escoria viva.Y al mismo tiempo quiero calentarmeen ella, vercómo amanece, cómola luz me da en mi cara, aquí, en mi cama.La vuestra, padre mío, madre mía,hermanos míos,donde mi salvación fue vuestra muerte.

IIEL SUEÑO DE UNA PESADILLA

El tiempo está entre tus manos:tócalo, tócalo. Ahora anochece y hay

Page 13: La elegía en Claudio Rodríguez

pus en el olor del cuerpo, hay alta mareaen el mar del dormir, y el surco abiertoentre las sábanas.La cruz de las pestañasa punto de caer, las labios hasta el cielo del techo,hasta la melodía de la espiga,hasta la lámpara de un azul ya pálido,en este cuarto que se me va alzandocon la ventana sin piedad,maldita y olorosa, traspasada de estrellas.Y en mis ojos la estrella, aquí, doliéndome, ciñéndome, habitándome astutaen la noche de la respiración, en el otoño clarode la amapola del párpado,en las agujas del pinar del sueño.

Las calles, los almendros, algunos de hoja malva,otros de floración tardía, frentea la soledad del puentedonde se hila la luz: entre los ojostempranos para odiar. Y pasa el aguanunca tardía para amar del Duero,emocionada y lenta,quemando infancia.¿Qué hago con mi sudor, con estos añossin dinero y sin riego,sin perfidia siquiera ahora en mi cama?¿Y volveré a soñaresta pesadilla? Tú estate quieto, quieto.Pon la cabeza alta y pon las manosen la nuca. Y sobre todo veque amanece, aún aquí,en el rincón del uso de tus sueños,junto al delito de la oscuridad,junto al almendro. Qué bien sé su sombra.

IIIHERIDA

¿Y está la herida ya sin su hondo pétalo,sin tibieza,sino fecunda con su mismo polen,cosida a mano, casi como un suspiro,con el veneno de su melodía,con el recogimiento de su fruto,consolando, arropandomi vida?

Page 14: La elegía en Claudio Rodríguez

Ella me abraza. Y basta.Pero no pasa nada.No es lo de siempre: no es mi amor en venta,la desnudez de mi deseo, niel dolor inocente, sin ventajas,ni el sacrificio de lo que se cotiza,ni el despoblado de la luz, ni apenasel tallo hueco,nudoso, como el de la avena, dela injusticia. No,no es el color canelade la flaqueza de los maliciosos,ni el desencanto de los desdichados,ni el esqueleto en flor,rumoroso, del odio. Ni siquiera la viejaboca del ritode la violencia.

Aún no hay sudor, sino desenvoltura;aún no hay amor, sino las pobres cuentasdel engaño vacío.Sin rendijas ni vendasvienes tú, herida mía, con tanta noche entera,muy caminada,sin poderte abrazar. Y tú me abrazas.

Cómo me está dañando la miradaal entrar tan a oscuras en el día.Cómo el olor del cielo,la luz hoy cruda, amarga,de la ciudad, me sananla herida que supura con su alientoy con su podredumbre,asombrada y esbelta,y sin sus labios ya,hablando a solas con sus cicatricesmuy seguras, sin eco,hacia el destino, tan madrugador,hasta llegar a la gangrena

Perola renovada aparición del viento,mudo en su claridad,orea la retama de esta herida que nuncase cierra a oscuras.Herida mía, abrázame. Y descansa.

IVUN REZO

Page 15: La elegía en Claudio Rodríguez

¿Cómo el dolor, tan limpio y tan templado,el dolor inocente, que es el mayor misterio,se me está yendo?Ha sido poco a poco,con la sutura de la soledady el espacio sin trampa, sin rutinade tu muerte y la mía.Pero suena tu alma, y está el nidoaquí, en el ataúd,con luz muy suave.

Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,que esté sonando el airea ti, que no haya techosni haya ventanas con amor al viento,que el soborno del cielo traicionerono entre en tu juventud, en tu tan blanca,vil muerte.Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.Porque tú eres la almendradentro del ataúd. Siempre madura.

(El vuelo de la celebración, 1976; PC pp. 223-230)

2.2.1- COMENTARIO A HERIDA EN CUATRO TIEMPOS

¿A qué herida se refiere nuestro poeta? Confesamos que después de haber leído

muchas veces y durante varios años sus poemas, incluso después de haber alabado la

calidad de éste en concreto, no habíamos reparado en el hecho real que motivó esta

larga composición, aunque son varias las pistas que lo denuncian:

Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,(...)Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.

Quizá la cursiva pueda servirnos de ayuda para situar uno de los hechos más

dramáticos que le tocó vivir a nuestro poeta: el 31 de julio de 1974 muere asesinada en

Page 16: La elegía en Claudio Rodríguez

Madrid su hermana María del Carmen, a manos de un antiguo novio4. Quizá el hecho de

ser una muerte violenta le habría hecho aún más amargo el duro trago. Con motivo de

aquel trágico suceso Claudio escribe uno de los poemas más angustiosos de su obra,

aunque por momentos pueda parecer que el motivo principal, la muerte de su hermana,

aparezca desdibujado.

2.2.1.1 Estructuras elegíacas

De nuevo nos enfrentamos ante un poema de largas dimensiones, hecho frecuente

en nuestro poeta. La división cuatripartita responde a un mínimo de narratividad que

supone el viaje de vuelta a casa, el dolor (dos secciones) y el miedo al olvido. El

primero de estos tiempos, titulado “Aventura de una destrucción”, se abre con la voz del

poeta ante la casa familiar, ante su cama y su almohada, mostrando un sentimiento de

desolación y pérdida por la nostalgia de su propia infancia. Esa cama que fue nido de su

infancia, ahora es alimaña, ruina. La voz del poeta se muestra desamparada, sin amor ni

familia, y recuerda a su padre (fallecido en 1947) a sus hermanos y a su madre (fallecida

en 1975, no sabemos si antes o después de la creación del poema; presumiblemente

antes). El comentario final, que estructura el poema, es tajante: “donde mi salvación fue

vuestra muerte”. El ambiente familiar enrarecido en la casa de los Rodríguez fue una

losa que condicionó la forma de ser del joven Claudio, niño retraído y no especialmente

alegre5. Sólo las escapadas por los campos de Zamora y los primeros poemas (ambos a

la vez; Claudio Rodríguez componía poemas andando) pudieron salvarle en su juventud

del hastío y la rutina familiar, así como la huida a Inglaterra con Clara Miranda años

después.

Tras el enfrentamiento con su pasado, el bloque número dos es una reflexión

compleja y desordenada sobre el paso del tiempo, el dolor por permanecer en aquel

cuarto, y luego las calles, el Duero nuevamente... Todo sucede de noche, como las

pesadillas que dan nombre al título, hasta que llega el amanecer. El fragmento está

escrito bajo un cierto ilogismo, onirismo diríamos más bien, propio de quien deambula

por las calles o por las habitaciones sin saber cómo remediar los sentimientos que le

abruman. El final le sitúa frente al almendro, junto a su sombra; ¿símbolo acaso del

dolor, del dolor conocido –Qué bien sé su sombra- como nos dice Claudio?

4 Cfr. Antonio Machín Romero; Claudio Rodríguez: la época, la poesía y sus poemas; Barcelona, Ed. PPU, 2001.5 Cfr. Dionisio Cañas; Claudio Rodríguez, Madrid, Júcar , 1988.

Page 17: La elegía en Claudio Rodríguez

“Herida” es el título del tercero de los poemas. El dolor no es ya un símbolo ni

una manifestación onírica, sino física, de hondo pétalo (¿compara nuestro poeta la

herida con una flor?) que está arropando su vida, en forma de herida en la piel.

Pero esta no es una herida normal; no muestra el desencanto de los desdichados,

ni el esqueleto del odio, ni siquiera un dolor inocente ni el sacrificio de lo que se cotiza;

ahora el dolor y la herida son sinceros, no motivos poéticos, no materia del poema, sino

auténtico dolor por el hecho fatal que el poema aún no nos ha revelado. Al mismo

tiempo el dolor es aceptado; la herida es, quizá, (“Ella me abraza. Y basta”) el tributo

que los que se quedan rinden a los que se han ido, el luto con que guardar su memoria.

La cuarta y última parte concluye con un sentimiento de pérdida de ese dolor. El

poeta se pregunta el porqué de esa pérdida, de ese olvido. Aparece ya con perfecta

nitidez un tú poético, identificado con la hermana (ahora sabemos que no es una

hermana metafórica, sino real). El dramatismo llega a su culmen en versos como éste:

Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.

En donde el poeta exige, a pesar de conocer la imposibilidad de su deseo, el

regreso de su hermana María del Carmen. Novedosa es para la tradición poética la idea

de venganza, de venganza real por el asesinato, que no suele aparecer en poemas

elegíacos; no es un venganza simbólica, como en muchos textos en donde se critica la

violencia y se propone como alternativa o fuerza de choque el uso de la palabra. Claudio

Rodríguez nos muestra sin tapujos un dolor real, un sentimiento de venganza que no

necesita de adornos metafóricos para vibrar y hacerse materia del poema:

Y que tu asesinatoespere mi venganza, y que nos salve.

Se conservan aquí, con bastante fidelidad dentro de las muchas posibilidades de la

elegía del siglo XX, las unidades estructurales que Maria Rosa Lida de Malkiel

consideraba necesaria para los esquemas clásicos de la elegía; consideraciones sobre la

muerte, lamento de los supervivientes, alabanza del difunto. El poema claudiano sigue,

al menos, este movimiento de concreción, desde un discurso más general (en su poema

son reflexiones sobre el dolor, no tanto sobre la muerte) hasta avanzar hacia la figura del

Page 18: La elegía en Claudio Rodríguez

muerto (muerta) pero sin pasar por el discurso de alabanza que se hizo tópico y gastado

en el Siglo de Oro.

2.2.1.2 Temas elegíacos

De nuevo encontramos una alusión al río Duero:

Y pasa el aguanunca tardía para amar del Duero,emocionada y lenta,quemando infancia.

Aquí encontramos una referencia clara a la infancia; el río debió ser testigo de sus

correrías por los campos de Zamora y no es extraño que asocie una vuelta al hogar a la

imagen del río. Las sábanas de su cama y la figura del río se nos muestran como objetos

no alterados por el paso del tiempo, que le inducen a recordar los primeros años en la

casa familiar. Ahora bien, parece extraño que de nuevo en un poema elegíaco esté

presente la imagen del río. Tras un vistazo por la obra claudiana hemos delimitado las

más importantes apariciones del río Duero en su poesía, y tres de esas cuatro

apariciones están insertas en poemas relacionados con la muerte6. La otra alusión es un

poema titulado “Al ruido del Duero” (PC, p.82-83), en donde el poeta, tras una larga

estancia fuera de casa, se reencuentra con el río y con su sonido, música dentro de la

percepción del poeta. El río es fundador de ciudades, y el poeta le pide protección

(guarda / todas mis puertas y ventanas como / tú has hecho desde siempre) para

terminar con un juego de palabras y nombrar al río río Duradero. La falsa etimología

nos muestra la concepción del poeta en esta primera fase de su poesía. Es interesante

cómo el mismo objeto puede ser a la vez fundador de ciudades e indicio de muerte. Pero

no es tan extraño este tipo de metáforas bilaterales si entendemos el sentido genesiaco

de la muerte en toda su poesía, desde la muerte florida del poema “Un ramo por el río”,

o las potentes imágenes del poema Solvet Seclum7:

(...) del hueso que está a punto de ser flauta,y el cerebro de ser panal o mimbrejunto a los violines del gusano,

6 Recordemos; en los dos ya comentados en nuestro trabajo y en el citado “Un ramo por el río”.7 “Dies irae, dies illa, solvet seclum in favilla”; El día de la ira, ese día reducirá el mundo a ceniza; es un fragmento de la Misa de los Difuntos del Dies irae. Fue creada en el s. XIII por Thomas de Celano.

Page 19: La elegía en Claudio Rodríguez

la melodía en flor de la carcoma,(...)con la putrefacción que es amor puro,donde la muerte ya no tiene nombre...

(PC, pp. 362-363)

Esta concepción de la muerte sin dramatismo, y la consecuente visión de la vida

como Duradera, igual que el río, hace que dicho símbolo cree una serie de asociaciones

simbólicas o campos simbólicos en donde la muerte sólo puede ser comparado con un

río en el sentido de fuerza generadora, no como dirección hacia un fin desconocido.

En esta misma línea encontramos de nuevo, como ya vimos en el comentario al

poema sobre Eugenio del Luelmo, la idea de unión con la persona ida, la necesidad de

que la palabra cree una visión unificadora con el personaje de la elegía. Subrayamos a

continuación las ideas que corroboran esta hipótesis:

Te has ido. No te vayas. Tú me has dado la mano.No te irás. Tú, perdona, vida mía,hermana mía,que esté sonando el airea ti, que no haya techosni haya ventanas con amor al viento,

Eliminar techos y ventanas implican una idea de unión más allá del espacio físico,

que niega la separación ineludible que supone la muerte. Destaca la oración “No te

irás”, contra toda lógica, pero funcional dentro de la mecánica del poema por expresar

un deseo más que una orden.

El otro gran hallazgo dentro de los temas elegíacos que presenta el poema, como

ya decíamos, es la alusión clara y directa de un sentimiento de venganza. Es poco

frecuente en un poema elegíaco descubrir una posición tan brusca y sincera; Claudio

Rodríguez sabe introducir el tema con eficacia pero sin efectismos gratuitos: tras la

larga exposición sobre el sentimiento de dolor y la pérdida real, la venganza es un tema

conclusivo, inserto en la lógica del discurso.

Page 20: La elegía en Claudio Rodríguez

2.3 PERRO DE POETA

A Sirio, que acompañó a Vicente Aleixandre

A ti, que acariciasteel destello infinito del traje humano cuandodentro de él bulle el poema.A ti, de rumboso bautizo, que con azul saliva y lengua zalameralamiste frescos pulsos trémulos de altas bridas,unas manos creadoras, con mimo de sal siempre,ahora que recuerdoaños de amistad limpiate silbo. ¿Me conoces?Fue hace seis años, cuandomi cadena era de aire, como la que tu amote puso en el jardín. Os mirabais, pisabais tú su región inmensa sin murallas,él tu reino sin huellas.¿Quién era el servidor? ¿Quién era el amo?Nadie lo sabrá nuncapero el ver las miradas era alegre.Un buen día, atizado por todas las golondrinas del mundohasta ponerlo al rojo,callaste para aullar eterno aullido.

No ladraste a los niños ni a los pobressino a los malos poetas, cuyo tufoolías desde lejos, fino rastreador.Quizá fueron sus hijosquienes en esa hora de juerga ruin, colgaronde tu rabo,de tu hondo corazón asustadizola ruidosa hojalata cruel e impresade sus vendidos padres. Fue lo mismo.Callaste. Pero ahoravuelvo a jugar contigo desde esta sucia nieblacon la que el aire limpio de nuestro Guadarramaharía un sol de julio, junto con tus amigos,viendo sobre tu lomo la mano leal, curtida,y te silbo, y te hablo, y acariciotu pura casta, tu ofrecida vidaya para siempre, Sirio,buen amigo del hombrecompañero del poeta, estrella que allá brillascon encendidas faucesen las que hoy meto al fin, sin miedo, enteraesta mano mordida por tu recuerdo hermoso.

(El vuelo de la celebración, 1976; PC pp. 242-243)

Page 21: La elegía en Claudio Rodríguez

2.3.1- COMENTARIO A PERRO DE POETA

Nos encontramos ante una elegía a animales, en concreto al perro de Vicente

Aleixandre, Sirio II8. El tema no es excepcional dentro de la literatura española. En

concreto un interesante poema de Unamuno –uno de esos pocos que nos confirman un

verdadero Unamuno poeta– nos muestra la misma idea pero con fines muy distintos:

ELEGÍA A LA MUERTE DE UN PERRO

La quietud sujetó con recia manoal pobre perro inquieto,y para siemprefiel se acostó en su madrepiadosa tierra.Sus ojos mansosno clavará en los míoscon la tristeza de faltarle el habla;no lamerá mi manoni en mi regazo su cabeza finareposará.(...)

(En Cancionero, poema número 260)

El largo poema unamuniano desemboca en una profunda meditación sobre la

muerte. Frente a este poema de sorprendente intuición filosófica, nos encontramos con

el poema claudiano, más luminoso y musical, pero de menos intensidad dramática 9. Se

hace aquí patente la vieja idea de la menor calidad de muchos poemas elegíacos, por ser

motivo de encargos o de imposiciones ajenas al fluir poético del artista. Así muchos

poemas elegíacos o de homenajes (“de circunstancias” reza la terminología clásica)

sacrifican su calidad literaria para enaltecer la figura del homenajeado. En este caso

hemos podido rastrear en otros autores poemas dedicados a la saga de perros de

Aleixandre. El mismo poeta ganador del premio Nobel escribió un poema a Sirio I, y el

también poeta y crítico literario Calos Bousoño otro a Sirio III10, todos ellos de escasa

altura literaria en contraste con el resto de sus respectivas poéticas. Nos toca analizar,

8 El poema no dice que éste sea el segundo perro de Aleixandre; este dato y algunos más que no aparecen en el poema en sí los hemos localizado en el libro de Carlos Bousoño Oda a la ceniza. Monedas contra la losa; Madrid, Clásicos Castalia, 1987. Edición de Irma Emiliozzi. Vid. nota en p. 239.9 En este punto nos abala la opinión del profesor García Berrio (Op. Cit.) en donde se destaca, p. 644, cierta mediocridad de este poema, sobre todo en comparación con el tono general del poemario.10 Cfr. Bousoño, op. Cit. en p 239.

Page 22: La elegía en Claudio Rodríguez

ahora, la importancia de la composición de Claudio Rodríguez, la única de entre las tres

que constituye una elegía.

2.3.1.1 Estructuras elegíacas

El poema está estructurado en dos párrafos casi idénticos en extensión (21 y 22

versos respectivamente). La primera parte es una descripción de Sirio, recordado seis

años después de que poeta y perro se conociesen. No debieron ser escasas las visitas de

Claudio a su amigo Vicente Aleixandre (en realidad todos los poetas de tres

generaciones debieron conocer a alguno de los perros aleixandrinos) y es curioso que el

amigo no formara parte de ningún asunto poético (sí de dedicatorias) mientras que su

perro protagoniza una de las composiciones. Los últimos tres versos de esta estrofa

muestran el hecho fatídico de la muerte con una imagen de una enorme fuerza

expresiva:

un buen día, atizado por todas las golondrinas del mundohasta ponerlo al rojo,callaste para aullar eterno aullido.

La segunda parte presenta mayor desorden, aunque todo se encamina hacia la

transformación del perro en estrella una vez muerto, como sugiere su nombre. Se

acumulan, por tanto, críticas a los malos poetas y una escena (¿real o simbólica? ¿causa

de la muerte de Sirio?) en donde unos niños juegan con él y le cuelgan latas del rabo.

Como ya vimos en el poema Herida en cuatro tiempos, hallamos de nuevo una

necesidad de comunicación con el ser ido, una negación de la pérdida: “y te silbo, y te

hablo, y acaricio (...)”, con lo que volvemos a la idea de eliminar todos los elementos

escatológicos y amargos de la muerte para incluir este tipo de composiciones dentro de

la poética celebratoria de Claudio Rodríguez. El final del poema ofrece una imagen

onírica en donde el recuerdo del animal sirve de consuelo a los vivos.

El esquema total no difiere mucho de los usos clásicos de la elegía: las dos

primeras palabras, “A ti”, sitúan el homenaje inicial hasta llegar a la idea de la muerte

del perro; después circunstancias de la muerte y lamento final. Se trastoca sólo en el

orden la estructura que María Rosa Lida proponía para la elegía (consideraciones sobre

la muerte, lamento de supervivientes y alabanzas del difunto; en nuestro poema este

Page 23: La elegía en Claudio Rodríguez

tercer punto pasaría a ocupar el primer lugar), dejando así el lamento como nota final

del poema.

2.3.1.2 Temas elegíacos

Una de las imágenes más interesantes del poema, como ya dijimos, es la que

relaciona la muerte con las golondrinas. No tienen fama de pájaros macabros como la

corneja o el cuervo en la tradición literaria, a pesar de las posibles implicaciones

simbólicas de su plumaje negro; de hecho con Bécquer se comportan como símbolos del

advenimiento de la primavera en su famosa rima LIII. En este poema aparecen

relacionadas con la muerte, pero las golondrinas también son protagonistas de otro de

los poemas claudianos (“A las golondrinas”, PC, p. 91-92) es donde se destaca más la

marcha que la vuelta (“cuantas veces / quise alejarme con vosotras”), y no sólo en este

poema, sino también en “Brujas a mediodía”, primera composición del libro Alianza y

Condena:

(...) contemplamosel hondo estrago y el tenaz progresode las cosas, su eternodelirio, mientras chillanlas golondrinas de la huida.

(PC, p 136)

Esta información nos sirve para enmarcar el símbolo de las golondrinas dentro del

pensamiento claudiano, símbolo de viaje y transición, pero especialmente de huida.

Quizá hasta podríamos ver una cierta visión negativa de estos pájaros propiciada por la

estridente repetición del fonema /i/ en los versos finales, que representan el sonido

agudo de estos pájaros. De cualquier manera, parece que la muerte también aparece

representada en el imaginario mítico de Claudio Rodríguez como un viaje, una huida,

por lo que el símbolo de las golondrinas encajaría dentro de la concepción clásica de la

muerte; el resto del poema presenta temas muy similares a los ya estudiados, como

cercanía del ser ido (“con encendidas fauces / en las que hoy meto al fin, sin miedo,

entera / esta mano mordida por tu recuerdo hermoso”) y desdramatización de la

pérdida.

Page 24: La elegía en Claudio Rodríguez

2.4- OTROS ELEMENTOS ELEGÍACOS

La obra de Claudio Rodríguez no presenta muchos más momentos que

pudiéramos relacionar con la elegía y con la muerte. Varios de esos poemas ya los

hemos citado; “Un ramo por el río” nos ofrecía la imagen casi ritual de unos niños

arrojando piedras al ramo, símbolo de la muerte en la conciencia de todos los vecinos;

“Solvet seclum” era el compendio de la teoría de Claudio para explicar el fenómeno de

la muerte. Sin duda es el último libro publicado por nuestro autor, Casi una Leyenda, el

de más ricas interpretaciones sobre dicho fenómeno, de hecho, una de las secciones se

titula “Nunca vi muerte tan muerta”, en donde poemas como “los almendros de

Marialba” dan una imagen de una muerte cíclica, como las sucesiones de la primavera y

del invierno, al igual que la flor de los almendros. El poema “Sin epitafio” corrobora la

idea de una no-muerte, de una disolución del hombre con la naturaleza (“tanto secreto

que es renacimiento”). En el siguiente se nos ofrece una curiosa representación de la

muerte, muy alejada de las violentas personificaciones medievales, pero también

mediante una figura alegórica, como un Cristalero, y con motivos de baile como en las

Danzas de la muerte (“Danza sobre esta lápida”), no ya para mostrar el poder

igualatorio de la muerte sino para insertarla en un entorno festivo y desmitificador, bajo

el sugerente título “El cristalero azul (la muerte)”. El último poema, “Secreta”, nos

presenta la idea de una resurrección posible (“¿Y si la primavera es verdadera?”) con

que se cierra la obra publicada en vida de nuestro autor11.

Junto a su concepción de la muerte cabe mencionar los poemas de despedida, unos

pocos en nuestro poeta, y relacionados en muchas ocasiones con la elegía. El poema

“Adiós” supone una despedida, fría por lo demás, hacia un tú no especificado, quizá

genérico, para escapar de esa “tierra del escarmiento”, como él la llama:

(...) Quedatú con las cosas nuestras, tú, que puedes,que yo me iré donde la noche quiera.

(PC, p. 191)

11 El último libro, Aventura, son los apuntes de un poemario en proyecto, publicado en 2005 en edición facsímil por García Jambrina, como vimos en la introducción, que no ofrece datos relevantes para nuestro trabajo sobre la elegía.

Page 25: La elegía en Claudio Rodríguez

El poema “Ballet del papel”, y su sencillo endecasílabo de cierre (“Adiós, y buena

suerte. Buena suerte”) nos ofrecen una escena de despedida, no de personas, pero sí de

los papeles que el viento arrastra y que provocan cierto estado de ánimo en el autor.

Podríamos ampliar el objetivo de nuestro trabajo e incluir en este apartado todo lo que

supone para nuestro poeta un sentimiento de pérdida, pero eso nos obligaría a incluir

demasiado material; baste este sencillo poema, muy explícito, en donde se muestra

cómo la sensibilidad de nuestro autor se lamenta de la pérdida de las cosas; en otros los

sentidos se vuelven engañosos y el conocimiento de la palabra sobre el mundo parece

tambalearse y dudar. Toda la obra de Claudio Rodríguez es una alternancia de

movimientos entre la adquisición del mundo y su celebración (Alianza) y la

imposibilidad de alcanzar una conciencia plena del conjunto de la realidad (Condena).

Pero esto merece un trabajo más minucioso que el nuestro y un enfoque distinto.

Sí nos parece admisible ocuparnos, para concluir, de un poema muy cercano a la

elegía clásica, aunque de factura netamente moderna; el poema “Un suceso”, de Alianza

y Condena, nos muestra el llamado tópico de la transeúnte. Para entender este tipo de

poemas hay que remitirse a Baudelaire y a su poema “A une passant”12, en donde el vate

francés inauguraba un topoi literario moderno; el yo poético se cruza con una mujer

hermosa (o un hombre, según el caso), y se lamenta porque no volverá a verla jamás.

Este lugar común sólo es posible a partir del crecimiento de las ciudades en los últimos

siglos, en donde a diario nos cruzamos con personas que no conocemos, mientras que en

las sociedades medievales y aún en las del Siglo de Oro la vecindad creaba unos lazos

que hoy sólo son apreciables en pueblos y localidades muy pequeñas. Así dicen los

versos de Claudio Rodríguez:

(...) Cómo renuncio a mi deseoahora. Me lastimo y me sonrojojunta a esta muchacha a la que hoy amo,a la que hoy pierdo, a la que muy prontovoy a besar muy castamente sin quesepa que en ese beso va un sollozo.

(PC, p. 180)

No es, de todas formas, de los poemas más dramáticos dentro de esta tradición de

poemas, pero aún así si hay una cierta pesadumbre por la despedida y por el sentimiento

12 Cfr. BAUDELAIRE, Charles.- Las flores del mal. Trad. de Antonio Martínez Sarrión. Alianza , 1984, Madrid., poema 111.

Page 26: La elegía en Claudio Rodríguez

de pérdida que nos acerca a los tonos elegíacos que nos interesaban destacar en nuestro

trabajo.

Page 27: La elegía en Claudio Rodríguez

3. CONCLUSIONES

Terminamos nuestro trabajo sobre la elegía en Claudio Rodríguez retomando

algunas de las ideas que han formado parte del estudio. Por un lado vimos cómo la

poética celebratoria de Claudio es coherente en todos los sentidos, a pesar de que la

balanza se incline unas veces a favor de la condena y otras de la alianza; el fenómeno

de la muerte tiene que hallar cabida en el pensamiento de aquél que tanto había cantado

a la vida. La solución la encuentra Claudio en un imaginario simbólico con abundantes

referencias a la tierra y a la resurrección. Cuando el agua hace presencia en los poemas

de tono elegíaco nunca se corresponde con la visión cristiana de telicidad; todo es

resurrección en la poesía de Claudio Rodríguez, por eso la muerte es un ramo de flores

que se hecha al río, en un intento simbólico de matar la muerte. No cabe duda de que

hay cierta concepción agraria del mundo en su obra, sin que esto, a estas alturas, pueda

representar un menosprecio de su quehacer poético. Los núcleos urbanos no tienen en la

actualidad tan presente el ciclo de las estaciones como un movimiento circular de vida y

muerte, en donde lo que se acaba servirá para abonar la nueva vida. Claudio no hace

sino equiparar esta visión del mundo en constante renovación con su honda poética, una

de las más interesante de las últimas décadas.

Así las pérdidas que a lo largo de su vida le acometen hasta tal punto de entrar a

formar parte de la materia del poema inciden en todos los casos en una fingida cercanía,

sólo posible a través de una palabra poética capaz de conjurarlas y hacerlas próximas,

incluso reales dentro del cerco del poema. “Te has ido. No te vayas. Tu me has dado la

mano”. Hasta en el dolor más hondo, la pérdida de la hermana, casi puede ser tocado

por el poeta.

De cualquier manera es fácil notar cómo la elegía claudiana siempre se inserta en

una finalidad secundaria o en un marco que alimenta la línea temática elegíaca; en el

primero de nuestros ejemplos veíamos cómo el problema de la posesión encerraba en un

marco estructural distinto el tema en donde se describían las acciones de Eugenio del

Luelmo. “Herida en cuatro tiempos”, el más logrado de los tres poemas con diferencia,

está dividido en partes que nos van acercando al tema en un tono creciente de desgarro e

intimismo. El regreso al nido familiar y la infancia son temas que se desarrollan en los

primeros tiempos del poema para presentarnos con mayor cercanía el dolor por la

pérdida de la hermana y el sorprendente deseo de venganza. Por último el poema a Sirio

Page 28: La elegía en Claudio Rodríguez

parece girar entorno a una idea de ascensión (recordemos el título del poemario, “el

vuelo de la celebración”) que acabará por fusionar el objeto nombrado con la idea que

representa, la estrella doble Sirio. Quizá este juego retórico de transformaciones casi

ovidiano sea la razón del poema, la semilla que permitió que fuera engendrado, lo que

explicaría que otras muertes en la vida de Claudio (como podría haber sido la de

Aleixandre en 1984) no suscitaran otra composición elegíaca.

Hemos visto cómo la poesía de nuestro autor comenzaba con escasas referencias a

temas elegíacos (no hay elegías propiamente dichas en ninguno de sus dos primeros

libros) para acabar, en Casi una leyenda, con toda una sección preocupada por esa

visión cíclica y desmitificadora de la muerte. Si bien no es original, al menos si es

perfectamente coherente con su poética, lo que nos muestra una obra escueta pero

cerrada, una de las principales voces poéticas que los últimos años del siglo XX han

ofrecido en el panorama español.

Page 29: La elegía en Claudio Rodríguez

4. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

ARIÈS, Philippe: Historia de la muerte en Occidente, Barcelona, El Acantilado,

2000.

BAUDELAIRE, Charles.- Las flores del mal. Trad. de Antonio Martínez

Sarrión. Alianza , 1984, Madrid., poema 111.

BOUSOÑO, Carlos; Oda a la ceniza. Monedas contra la losa; Madrid, Clásicos

Castalia, 1987. Edición de Irma Emiliozzi.

BUSTOS TOVAR, Jesús José, "La elegía como forma del discurso poético", en

Teoría del discurso poético, Toulouse-Le Mirail, Université, 1986, pp.9-20.

CAMACHO GUIZADO, E., La elegía funeral en la poesía española, Madrid,

Gredos, 1969.

CAÑAS, Dionisio; Claudio Rodríguez, Madrid, Júcar , 1988.

GARCÍA BERRIO, A; Forma interior: la creación poética de Claudio

Rodríguez, Málaga, Ayuntamiento, 1998

LIDA DE MALKIEL; María Rosa, el Libro de Buen Amor, Arcipreste de Hita,

Buenos Aires, Losada, 1941.

MACHÍN ROMERO, Antonio; Claudio Rodríguez: la época, la poesía y sus

poemas; Barcelona, Ed. PPU, 2001.

RODRÍGUEZ, Claudio; Poesía Completa (1953-1991); Barcelona, Tusquets,

2004.

-Aventura, facsímil de Luis Miguel García Jambrina,

Salamanca, Tropismos, 2005.

Page 30: La elegía en Claudio Rodríguez

Índice

1. INTRODUCCIÓN: p. 22. COMENTARIO DE TEXTOS: p. 4

2.1 EUGENIO DEL LUELMO: p. 42.1.1 Análisis de Eugenio Del Luelmo: p. 6

2.1.1.1 Estructuras elegíacas: p.72.1.1.2 Temas elegíacos: p. 9

2.2 HERIDA EN CUATRO TIEMPOS: p. 122.2.1 Comentario a Herida en cuatro tiempos: p 15

2.2.1.1 Estructuras elegíacas: p. 162.2.1.2 Temas elegíacos: p. 18

2.3 PERRO DE POETA: p. 202.3.1 Comentario a Perro de poeta: p. 21

2.3.1.1 Estructuras elegíacas: p. 222.3.1.2 Temas elegíacos: p. 23

2.4 OTROS ELEMENTOS ELEGÍACOS: p. 243. CONCLUSIONES: p. 274. BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA: p. 29