LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANA · EditaCristianismeiJustícia,RogerdeLlúria,13-08010Barcelona...

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LA ESPIRITUALIDAD IGNACIANACOMO AYUDA ANTE LA DIFICULTAD

Darío Mollá, sj

INTRODUCCIÓN ................................................................................................................1. RECONOCER LA DIFICULTAD ...................................................................................2. «RESISTIR» EN LA DIFICULTAD ...............................................................................

3. «VENCER» LA DIFICULTAD ......................................................................................4. LA DIFICULTAD COMO EXPERIENCIA DE «COMUNIÓN» ....................................ANEXO ..............................................................................................................................NOTAS ...............................................................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia, Roger de Llúria, 13 - 08010 BarcelonaTel. 93 317 23 38 - Fax: 93 317 10 94 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Edicions Rondas S.L. - Depósito Legal: B-26.113-2012 - ISBN: 978-84-9730-296-8ISSN: 2014-654X - ISSN (ed. virtual): 2014-6558 - Octubre 2012

La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidad de laFundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que os ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiendose por escrito a c/ Roger deLlúria 13, Barcelona.

Darío Mollá Llácer, sj., jesuita especialista en espiritualidad ignaciana. Ha publicado enla colección EIDES: Encontrar a Dios en la vida (nº 9), Cristianos en la intemperie (nº 47),Acompañar la tentación (nº 50), Horizontes de vida (Vivir a la ignaciana) (nº 54). Actual-mente dirige la Fundación CeiMigra en Valencia.

Fue jesuita en la época más crítica dela historia de la Compañía. Expulsadaésta de España en 1767 (con anteriori-dad lo había sido de Portugal y de Fran-cia), el 1773 el Papa Clemente XIV lasuprimió con carácter universal. Parala inmensa mayoría de jesuitas, entreellos Pignatelli, comienza entonces unaépoca de destierro, clandestinidad y dis-persión. Sólo un pequeño resto sobre-vive como tal Compañía de Jesús, en laRusia de Catalina II. Hasta 1814 no sevolvió a una situación de normalidad,cuando el Papa Pío VII restauró laCompañía con carácter universal.Durante ese tiempo convulso san Jo-

sé Pignatelli permaneció como jesuita yfue una persona decisiva en el apoyo a

sus hermanos de orden y en la recom-posición paulatina de la cogregación.Por ello, y aunque murió tres años antesde la bula de restauración de 1814 queno conoció, es considerado el hombreclave y el puente de unión entre la anti-gua Compañía y la restaurada.1Con ocasión de esta efemérides, se

organizaron en Zaragoza, su ciudadnatal, a lo largo de un año, una serie deactos conmemorativos bajo el lema ge-neral Consuelo, apoyo y ayuda en la di-ficultad.Este cuaderno de EIDES recoge las

conferencias que, en el contexto de estaconmemoración, pronuncié en el CentroPignatelli de Zaragoza los días 7 y 8 denoviembre de 2011 bajo el título «La es-

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INTRODUCCIÓN

El 15 de noviembre de 2011 se cumplió el segundo centenario de lamuerte de san José Pignatelli sj, nacido en Zaragoza en 1737 y falleci-do en Roma en 1811. San José Pignatelli no es un santo más en el san-toral de la Compañía de Jesús, sino que tiene una significación muyespecial en la historia universal de esta congregación.

piritualidad ignaciana como ayuda en ladificultad».Dichas conferencias no se centraron

directamente en la figura histórica delsanto aragonés, sino que intentaronaproximarse al secreto de su capacidadde resistencia y fortaleza espiritual, y através de él, a lo que la espiritualidad ig-naciana aporta y sugiere en las situacio-nes de dificultad. Lo que el lector de es-te cuaderno va a encontrar no son unasreflexiones biográficas o históricas, si-no consideraciones sobre las aportacio-nes de la espiritualidad ignaciana paraafrontar situaciones de dificultad.

«… la persona… no sólo se avece2 aresistir al adversario, más aún a de-rrocalle.» [EE 13]«En cada embarcación había altardonde se celebraba misa y comulga-ban los que no eran sacerdotes, osiéndolo no podían celebrarla. Ob-servábase en todo lo que era posiblela distribución ordinaria de los cole-gios; con lo que cada buque se trans-

formó en una casa religiosa flotan-te.»3

El empeño de san José Pignatellíy de los jesuitas expulsados de España,a la deriva de puerto en puerto delMediterráneo, por mantener la normali-dad de su vida de jesuitas y de su for-mación en las condiciones más adver-sas, ilustra de modo muy fehaciente laactitud que Ignacio de Loyola pide enlos Ejercicios al ejercitante: no sólo re-sistir a la dificultad, sino hacerle frentehasta vencerla. La segunda de nuestrascitas anteriores es la aplicación prácticade la primera.Fijándonos en estos jesuitas en situa-

ción de dificultad extrema, nos pregun-tamos cuál es el secreto de su fortalezay de su perseverancia; y en la respuestaa esa pregunta nos vamos a encontrarcon una experiencia espiritual que for-talece y ayuda a las personas frente a lasadversidades de la vida. Éste va a ser eltema de nuestras reflexiones, esperamosque útiles para ayudarnos en nuestras di-ficultades presentes.

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Cabe aún añadir algo más: en el plantea-miento de la espiritualidad ignaciana, laausencia de dificultades cuestionaría laseriedad con que se vive la vida, la radi-calidad con que se asumen los compro-misos adquiridos.Vamos a citar algunosejemplos de este modo de ver las cosas.El primero pertenece al ámbito de la

vida interior, de los procesos más “inte-riores” de la experiencia espiritual. Loencontramos en las instrucciones que

Ignacio da al comienzo de los Ejerciciosa la persona que va a acompañar a otro.Ignacio le dice que cuando vea que elejercitante no tiene dificultades se pre-gunte y le pregunte si, de verdad, estáhaciendo con seriedad el proceso de losEjercicios.4 Porque el santo de Loyolaentiende, desde su propia experienciapersonal y desde el acompañamiento aotras personas, que entrar hondamenteen un proceso personal como el que

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1. RECONOCER LA DIFICULTAD

La dificultad, las dificultades de todo tipo, tanto en los procesos másíntimos e interiores como en todas las circunstancias de nuestra vidacotidiana, están muy presentes en el horizonte de vida que contemplala espiritualidad ignaciana. El dato de la dificultad es un dato que laespiritualidad ignaciana no quiere ignorar ni ocultar, sino tener muy encuenta desde sus planteamientos iniciales. La espiritualidad ignacianapretende ser una espiritualidad para una vida en acción, en lucha, endificultad.

plantea la experiencia de Ejercicios nose puede hacer sin experimentar contra-dicciones, resistencias y dificultades.Un segundo ejemplo tiene que ver

con la vida “exterior”. Está referido auna situación en la que los padres y her-manos jesuitas del colegio de Padua es-tán pasando por graves dificultades acausa de su falta de medios y de su po-breza personal y comunitaria.5 En tal si-tuación, reciben una carta escrita por elsecretario de san Ignacio, el P. Polanco,en la que se dice, entre otras cosas:

«Sólo esto diré: que aquellos queaman la pobreza, deben amar el sé-quito de ella en cuanto de ellos de-penda, como el comer, vestir, dormirmal y el ser despreciado. Si, por elcontrario, alguno amara la pobreza,más no quisiera sentir penuria algu-na, ni séquito de ella, sería un pobredemasiado delicado y sin duda mos-traría amor más al título que la po-sesión de ella, o amarla más de pa-labra que de corazón.»6

No hay pobreza sin efectos, sin “sé-quito”, sin dificultades. No se puede as-pirar a ser “pobres delicados”. Los com-promisos en el seguimiento de Jesúsconllevan dificultades, no sólo “interio-res”, sino exteriores. Y parece ser quecuantomás estrecho y cercano es ese se-guimiento de Jesús de más calado seránlas dificultades.

1.1. No se puede ser fieles sindificultadHaciendo ahora un salto de cuatrocien-tos años, nos situamos en épocas máscercanas a nosotros. Tanto los decretos

de las diversas Congregaciones Gene-rales de la Compañía de Jesús, desde laCongregación 32ª a la 35ª, como las re-flexiones de los padres generalesArrupey Kolvenbach han recordado una y otravez que no se puede ser fieles a la op-ción por una fe que obra la justicia (op-ción que caracteriza hoy la misión de laCompañía) sin dificultades, sin «pagarun precio», a veces tan oneroso y dolo-roso como el de la vida de muchas per-sonas.Podría citar muchos textos, pero me

limito a citar uno de ellos que conside-ro muy significativo, tanto por su autor,como por la ocasión y contexto en el quefue pronunciado. En su conferencia enBilbao con ocasión del centenario delnacimiento del P. Arrupe, su sucesor elP. Peter Hans Kolvenbach decía lo si-guiente:

«Si deseamos trabajar por la justiciade una forma seria y hasta las últi-mas consecuencias, la cruz apare-cerá de forma inmediata en nuestrohorizonte. Aún cuando actuemoscon prudencia, veremos levantarsecontra nosotros a aquellos que en lasociedad industrial de hoy practicanla injusticia, a aquellos que por otraparte son considerados como exce-lentes cristianos y que quizá hayanpodido ser nuestros bienhechores,nuestros amigos e incluso miembrosde nuestras familias; nos acusarán demarxismo y de subversión. Nosapartarán su amistad y con ello reti-rarán su antigua confianza y su apo-yo económico. ¿Estamos dispuestosa asumir esa responsabilidad deentrar en el camino de una cruz máspesada, a llevar las incomprensiones

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de las autoridades civiles y ecle-siásticas y de nuestros mejoresamigos? ¿Estamos nosotros mismosdispuestos a ofrecer un verdaderotestimonio en nuestra vida, en nues-tros trabajos, en nuestro estilo devida?»7

1.2. Dificultades que asumimosvoluntariamente

La entrega de la vida de las personas co-mo precio a pagar por la defensa de lajusticia nos introduce en una dimensiónnueva de la dificultad. Ya no se trata só-lo de las dificultades “que vienen”, deaquellas que trae la vida, sino que haytambién otras dificultades: las que asu-mimos “voluntariamente”8 en razón denuestro seguimiento de Jesús y de nues-tra entrega a los demás. En esa entregade la vida por amor, la cruz es el hori-zonte de la vida cristiana. Una cruz que,por la voluntad salvadora de Dios, va aser desbordada por la resurrección, pe-ro que nunca pierde toda su carga de pa-decimiento físico y moral. La personadel Resucitado lleva impresas parasiempre en su cuerpo las llagas de lacruz (Juan 20,24-29).Ese horizonte de cruz y de dificultad

asumida por amor a la humanidad es elque Ignacio hace contemplar al ejerci-tante como horizonte mismo de la vidade Jesús ya desde el momento de su na-cimiento en Belén:

«… para que el señor sea nacido ensuma pobreza y, a cabo de tantos tra-bajos de hambre, de sed, de calor yde frío, de injurias y afrentas, paramorir en cruz…» [EE 116]

Por eso, cuando en el texto de losEjercicios Jesús llama al seguimientollama también a compartir sus penali-dades y dificultades:

«… quien quisiere venir conmigo hade trabajar conmigo para que si-guiéndome en la pena también mesiga en la gloria.» [EE 95]

1.3. Experiencia vitalPara san Ignacio nada de esto es purateoría sino experiencia vital. En suAutobiografía, casi al final, cuenta queen el momento en el que va a entrar enRoma para quedarse en ella definitiva-mente les hizo una confidencia sorpren-dente a sus compañeros:

«Después, viniendo a Roma, dijo alos compañeros que veía las venta-nas cerradas, queriendo decir quehabían de tener allí muchas contra-dicciones.»9

Dos detalles ilustran, sitúan y danvalor a esta confidencia ignaciana. En laAutobiografía esta confesión figura jus-to a continuación de la experiencia mís-tica de Ignacio a la entrada de Roma, laexperiencia conocida como «visión deLa Storta». Es ésta una experienciade identificación con Cristo Crucifica-do: «que Dios Padre lo ponía con suHijo»10. Y, en segundo lugar, es signifi-cativo que esas dificultades y contradic-ciones que Ignacio prevé que van a su-frir acaecerán no en un lugar externo oprevisiblemente hostil, como podría serConstantinopla o las Indias11, sino en unlugar que, de entrada, parecería el másidóneo y tranquilo: Roma, el corazónmismo de la Cristiandad.

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Por experiencia personal, por expe-riencia de acompañamiento de otraspersonas y por profundización en elEvangelio, Ignacio toma muy en cuen-ta la dificultad como interrogante y de-safío para su propuesta de espirituali-

dad. Por las mismas razones, quienesplanteamos la vida desde las claves quenos da la espiritualidad ignaciana tam-bién hemos de contar con ellas y pre-guntarnos cómo situarnos y cómoafrontarlas.

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Para un acercamiento a este conceptoignaciano, propondremos, en primerlugar, posturas que pensamos quedanexcluidas por ese “resistir”, y, en un se-gundo momento, elementos que lo con-figuran.De entrada, creemos poder afirmar

que para la espiritualidad ignaciana notienen cabida posturas ante la dificultadcomo el conformismo, el fatalismo o elderrotismo. No tiene cabida el declarar-nos vencidos sin pelear, o el renunciar ala pelea que es necesario afrontar antelas dificultades que puedan presentarse.¡Cuánto tiene que ver este plantea-

miento del “resistir” con el genio o ca-rácter personal del Ignacio soldado! En

Pamplona «estando en una fortaleza quelos franceses cometían, y siendo todosde parecer que se diesen, salvas lasvidas, por ver claramente que no se po-dían defender, él dio tantas razones al al-calde, que todavía lo persuadió a defen-derse, aunque contra parecer de todoslos caballeros…»12. Y esto, confiesa elmismo Ignacio, lo hizo por «su grandey vano deseo de ganar honra». Por estemismo orgullo personal se someterá, yaen Loyola, a una cruel operación en lapierna para salvar su imagen física.Pues, seguramente, el «resistir» igna-ciano tiene bastante que ver con la per-sonalidad de Ignacio, porque ésta que-da, aún cuando se purifica la intención.

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2. «RESISTIR» EN LA DIFICULTAD

Constatada la presencia de todas estas dificultades, de tan diversosorígenes y características, ¿cuál es la actitud básica y primera que pro-pone la espiritualidad ignaciana ante ellas? «Resistir» [EE 13]. ¿Quécontenido le podemos dar a esa expresión, a esa actitud, en el contex-to en el que estamos hablando?

¿Es esta actitud simplemente volun-tarismo puro y duro? Prefiero dejar larespuesta a esta pregunta para más ade-lante, porque no quiero darla sin expli-carla o justificarla. Pero, en cualquiercaso, es evidente que no entra dentro delplanteamiento de la espiritualidad igna-ciana el rendirse sin más ante la dificul-tad.A continuación haré mención de al-

gunas formas de situarse ante la dificul-tad que pienso que tampoco se compa-ginan con la espiritualidad ignaciana yque están bastante presentes en nuestrotiempo; no son de ahora, nuevas, sino delarga tradición en la historia humana,pero con bastante actualidad:

– El victimismo como modo de noafrontar la dificultad, o, quizá másexactamente, de justificar nuestra re-signación, nuestra pasividad o nues-tra falta de recursos ante la dificul-tad. Victimismo que adopta cantidadde variantes: desde el adolescente«todos están contra mí» o «nadie meentiende», pasando por aquello delas conspiraciones, las confabula-ciones, la culpa siempre es de los de-más…, o por la variante política dela «herencia recibida».– El miedo, que es una pésima ma-nera de afrontar la dificultad. De en-trada, porque el miedo agiganta ladificultad o la sensación de dificul-tad y añade a la misma componen-tes quen no están en la realidad, si-no sólo en la mente o en el espíritudel temeroso; y también porque elmiedo inmoviliza, paraliza y blo-quea los recursos que la persona tie-ne para afrontar sus dificultades. El

miedo nos va reduciendo a la impo-tencia ante las dificultades, minimi-zando o ignorando las posibilidadesde la persona o de la institución.13

– La ensoñación de que se puede vi-vir sin dificultades, o la de que por-que somos buenos o a cambio deserlo el Señor nos libará de las difi-cultades. Una ensoñación muy pre-sente en la vida humana (desde el li-bro de Job hasta su versión modernaen la controvertida película de Te-rrence Malik, El árbol de la vida.Ensoñación que, quizá de formasmenos dramáticas, compartimos enel fondo muchos de nosotros.Pues no; habrá dificultades. Y lo im-

portante es situarse en ellas de modoadecuado. Y el modo adecuado ignacia-no es ese «resistir» en la dificultad.¿Cuáles son sus componentes? ¿A quésomos invitados por ese «resistir» quenos propone la espiritualidad ignacianacuando vivimos en dificultad?

2.1. Atender el cuidadode nuestra interioridad

Somos invitados a poner más atenciónen el cuidado de nuestra interioridad,para poner en juego, de verdad, todas lasposibilidades interiores de nuestra per-sona, especialmente aquellas que estánocultas, aquellas que parece que no es-tán, pero que, muchas veces de modosorprendente, afloran en los momentosdifíciles. Unas fuerzas de reserva quetantas veces desconocemos o minusva-loramos.14Pero, evidentemente, no se trata de

estar atentos a la interioridad sólo en el10

momento puntual de la dificultad, sinoque hay una llamada al cultivo constan-te de nuestra experiencia interior, culti-vo que la fortalece y que posibilita quede dicha experiencia obtengamos la for-taleza necesaria en el momento de la di-ficultad. El impacto de una misma difi-cultad sobre la persona es muy diversosegún lo fuerte que esté interiormenteesa persona: si la dificultad nos vienecuando estamos débiles, su impacto se-rámuchomayor que si nos acaece cuan-do estamos más fuertes. La dificultad,cuando estamos fuertes, produce araña-zos, pero cuando nos encuentra débilespuede dejar heridas profundas, y no eslo mismo una herida profunda que unarañazo.La capacidad de pronta respuesta a la

dificultad es importante. Es decisivo nodejarla crecer, el afrontarla antes de quetome demasiado cuerpo o fuerza. Y enesa agilidad de respuesta ante la dificul-tad, importante para que ella no gane de-masiado terreno en poco tiempo, tendrámucho que ver lo despiertos y activosinteriormente que nos encontremos. Sino lo estamos, cuando nos demos cuen-ta, puede ser ya demasiado tarde.

2.2. Revisar nuestros modos deestar y situarnos en la vidaCon ocasión de la dificultad somos in-vitados también a revisar y preguntar-nos lo adecuados o inadecuados que sonnuestros modos de estar y situarnos enla vida, nuestras dinámicas de vida.Porque hay dificultades que tienen quever con ello: con los modos y las diná-micas con las que vivimos y con las ac-titudes con las que afrontamos la vida.

Voy a exponer dos ejemplos concre-tos:15

– Hay dificultades que tienenmuchoque ver en origen o son potenciadaspor un ritmo de vida inadecuado ydesequilibrado, que es aquel que so-bredimensiona unas dimensiones dela vida en perjuicio de otras que tam-bién necesitan cuidado y atención. Eldesequilibrio en el ritmo de vida sue-le repercutir en forma de cansancios,desánimos, conflictos con las perso-nas queme rodean, pérdida de ilusióny de calidad en aquello que se hace.– Hay dificultades que tienen quever con las actitudes con las que nossituamos en la vida. Actitudes comoel autocentramiento, la dependenciade la propia imagen o de la opiniónajena, la desmesura de las expectati-vas, la desproporción de los fines, lafalta de serenidad en la vivencia deléxito y/o del fracaso… nos suelenabocar a decepciones, negatividadesy agresividades.

Son sólo ejemplos. La llamada defondo es ésta: el momento de la dificul-tad es también momento del autoexa-men, porque entre las dificultades de lavida hay muchas que nos provocamosnosotrosmismos o que, viniendo de fue-ra, nuestro ritmo de vida inadecuado onuestras actitudes incorrectas poten-cian. Las más de las veces las dificulta-des externas son minimizadas o maxi-mizadas según las actitudes con las quevivimos y con las que las afrontamos.Aquella misma dificultad que cuandoestoy bien me parece abordable o asu-mible, cuando estoy mal me parece unobstáculo insalvable.

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2.3. Poner en juego nuestracapacidad de perseverancia

En clave de espiritualidad ignaciana elmomento de la dificultad es tambiénel momento de poner en juego nuestracapacidad de perseverancia. Una perse-verancia que se asienta en la confianza,en una honda confianza, que Ignacioexpresa de un modo precioso en losEjercicios: «el auxilio divino, el cualsiempre le queda, aunque claramente nolo sienta» [EE 320].La confianza es para los momentos

de dificultad. En los momentos en losque todo va bien lo que se da no es con-fianza sino evidencia. Y en los momen-tos en que las cosas van mal, ¿en quépodemos apoyar esa confianza necesa-ria para perseverar? En lamemoria. Unamemoria agradecida de lo que el Señorha hecho con nosotros. Podemos perse-verar cuando no olvidamos, cuando te-nemos una “consciencia” viva de lo per-severante del amor de Dios con cadauno de nosotros.Pero no nos engañemos: los huma-

nos perdemos memoria. Perdemos me-moria muchas veces de un modo sor-prendente y veloz, y en la dificultad esapérdida de memoria es aún más acusa-da. La tormenta de hoy hace olvidar enseguida los días estupendos que la pre-cedieron. Es un tema que en la Biblia esrecurrente: continuamente el Señor leestá diciendo a su pueblo que ha olvi-dado, que olvida.Ynosotros no estamoshechos de pasta distinta a la de aquelpueblo que con tanta frecuencia olvida-ba «las acciones del Señor».Si eso es así, si, como la experiencia

nos demuestra, somos tan propensos al

olvido, hay que cuidar la memoria, hayque trabajarla y alimentarla. La memo-ria se mantiene más viva cuando las vi-vencias y experiencias se interiorizan,se asimilan, dejamos que impacten elcorazón… Y cuando no lo hacemos, lavida se nos va de las manos, se nos es-capa sin disfrutarla y sin aprender deella. La espiritualidad ignaciana nosinvita a ser personas de memoria, y dememoria agradecida, porque ello noshará capaces de confiar, de esperar yde resistir en la dificultad. Ese trabajo dela memoria es siempre el primer puntoen el examen, en el “examen de cons-ciencia” cotidiano que es el “mínimoineludible” de una experiencia espiri-tual.16

2.4. Momento parael autoconocimientoEl momento de la dificultad es tambiénmomento para el autoconocimiento. Unautoconocimiento que nos hace caer enla cuenta de que somos lo que realmen-te somos: ni lo mucho que nos gustaríaser o podríamos haber sido, ni lo pocoque creemos ser cuando nos sentimosmal. Y con ese autoconocimiento, ajus-tado en lo positivo y en lo negativo, senos pide y se nos abre el camino a laaceptación lúcida, equilibrada y serenade lo que somos.¿Qué es lo que posibilita esa tal

aceptación de lo que somos, que tantasveces está por debajo de nuestros de-seos, nuestras expectativas o de lo quelos demás piensan que somos, o tan ale-jado de nuestras negatividades, que sedisparan cuando las cosas nos salenmal?

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Vamos a expresarlo, de entrada, conlas palabras de san Ignacio cuando en lasreglas de discernimiento espiritual de losEjercicios habla de las posibles causasde la “desolación”. Una de ellas es:

«… por darnos vera noticia y cono-cimiento para que internamente sin-tamos que no es de nosotros traer otener devoción crecida, amor inten-so, lágrimas ni otra alguna consola-ción espiritual, más que todo es dony gracia de Dios nuestro Señor, yporque en cosa ajena no pongamosnido, alzando nuestro entendimientoen alguna soberbia o gloria vana,atribuyendo a nosotros la devocióno las otras partes de la espiritual con-solación.» [EE 322]

Lo que posibilita esa autoaceptaciónserena, también en el momento de la di-ficultad, es “poner nido”, “anidarnos”,en el cariño de Dios por nosotros. Demodo que cuando no nos veamos capa-ces de volar, no nos hundamos ni noshagamos daño de cualquier manera, si-no que seamos capaces de descansar enese nido del amor de Dios, que siemprees acogida y cariño.Ydemodo, también,que cuando nos sintamos capaces de vo-lar, no olvidemos en qué nido hemos re-cibido el cariño, el alimento y la fuerzaque nos impulsa. Un nido al que, un díau otro, más pronto o más tarde, necesi-taremos volver para ser alimentados denuevo por el don y la gracia de Dios.El cariño de Dios acoge nuestras de-

bilidades y limitaciones, ésas que las di-ficultades ponen en primer plano, y elcariño de Dios nos llama también a quehagamos de la dificultad un momentode madurez e incluso de gratitud.

2.5. Momentos que nos abrena las preguntasEn clave ignaciana me atrevo a señalarotra virtualidad de los momentos de di-ficultad. Muy presente, por ejemplo, enla Autobiografía de san Ignacio. Losmomentos de dificultad son momentosque nos abren a las preguntas, y las pre-guntas nos abren, cuando sabemos aco-gerlas y convivir con ellas, a la profun-dización y a la transformación.

«Después que el dicho peregrinoentendió que era voluntad de Diosque no estuviese en Jerusalén, siem-pre vino consigo pensando qué ha-ría…»17

Todo el proceso espiritual de Ignacioestá jalonado de dificultades que abrena preguntas y a cambios y a transfor-maciones que nacen de esas preguntas yque serán decisivos. Cuando no le dejanquedarse en Jerusalén y con ello le quie-bran todo un proyecto de vida, surge lapregunta por el qué hacer y de esa pre-gunta ¡nacen tantas cosas!: los estudiosde Ignacio, el conocimiento de los com-pañeros en París (adonde va por lasdificultades que encuentra en Sala-manca), la configuración de un ideal devida… Cuando, ya con los compañerosde París, no puede viajar a Jerusalénse abren a otra pregunta: ¿qué hacer?¿en qué emplear la vida?: y de ahí naceel ponerse a disposición del Papa.Cuando sienten la dificultad que esa dis-ponibilidad les plantea, la dificultad detener que separarse unos de otros y dis-persarse, nace una nueva pregunta:¿mantenemos algún tipo de unión o no?:y de la respuesta a esa pregunta nacerála Compañía de Jesús.

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Es muy bueno hacernos preguntas ylas dificultades son muchas veces lasque nos ayudan o nos obligan a pregun-tarnos más allá de las inercias y de losconformismos. Preguntas obligadas,preguntas necesarias, preguntas difíci-les o duras: sin embargo, y con todo, di-vinas preguntas. El evangelio está llenode preguntas que Jesús hace y muchasde esas preguntas lo que pretenden esque quien las recibe tome conciencia desí mismo, de sus necesidades, de sus de-seos, de sus proyectos de vida.La vida y las dificultades de la vida

nos plantean muchas preguntas que noshacen tanto más bien cuanto menos pri-sa tenemos en contestarlas. La tentaciónque nos asalta muchas veces es dar res-puestas precipitadas, superficiales…Noscuesta sostener las preguntas, vivir conellas. Hay que aprender a aceptar la pre-gunta y convivir con ella todo el tiempoque sea necesario, hasta que sintamosque la respuesta nace del corazón y lopacifica… O incluso aunque no llegue-mos a encontrar la respuesta nunca…En su encíclica «Dios es Amor», y

al hacer referencia a las preguntas e in-terrogantes que se les suscitan a las per-sonas en razón de sus compromisosy cercanía con aquellos que sufren,Benedicto XVI habla de permanecer

con las preguntas en diálogo orante an-te Dios:

«Permanecer con esta pregunta antesu rostro en diálogo orante: ¿Hastacuándo, Señor, vas a estar sin hacerjusticia tú que eres santo y veraz?»(cf. Ap. 6,10)«Permanecen firmes en la certeza deque Dios es padre y nos ama, aun-que su silencio siga siendo incom-prensible para nosotros.»18

Quizá hay momentos de dificultaden los que sólo eso nos es posible. Peroese permanecer, esa misma capacidadde sostener la pregunta, de hacer de ellaoración, es ya el don de Dios en la difi-cultad.Todo esto que acabamos de decir en

este apartado del “resistir” no son sinoaplicaciones de las recomendacionesque hace san Ignacio en los Ejerciciospara el tiempo de la desolación, y másconcretamente de las reglas 5ª y 6ª dePrimera Semana [EE 318 y 319]:

«Estar firme y constante en los pro-pósitos.»«Instar más en la oración, medita-ción, en mucho examinar y en alar-garnos en algún modo convenientede hacer penitencia.»

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Esa victoria necesita preparación, tra-bajo, entrenamiento, estrategia, luci-dez… ¿Cómo podemos adquirir todoeso? ¿Cómo lo adquirió san José Pigna-telli y tantos otros compañeros anóni-mos con él? No olvidemos que el jovenJosé Pignatelli entra en la Compañía deJesús con sólo quince años y cuatro me-ses. ¿Dónde y cómo adquiere ese ado-lescente, de familia noble, nacido en uncontexto en el que contaba con todaslas facilidades, la capacidad de vencer

la dificultad? De la mano de estas pre-guntas vamos a introducirnos ahora enuna de las mejores aportaciones deIgnacio a la historia de la espiritualidadcristiana: su pedagogía espiritual, suproyecto de formación de la personaespiritual que quiere empeñarse en elseguimiento de Jesús en el contexto deuna vida activa y comprometida.Si tengo que escoger una palabra

para definir el gran objetivo y el hori-zonte del proyecto formativo ignacia-

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3. «VENCER» LA DIFICULTAD

«Resistir» a la dificultad es un primer movimiento, pero no el último niel mejor que propone la espiritualidad ignaciana. El número 13 de losEjercicios, con el que hemos comenzado esta reflexión, nos habla de un“más aún” que el resistir: “derrocalle”, “vencerle”. Se trata no sólo de re-sistir a la dificultad, sino de vencerla, de hacer de ella un momento deprogreso y avance, de maduración personal y de maduración de nues-tra experiencia de Dios.

no, esa palabra es, sin duda, «integra-ción». San Ignacio pretende que en unapersona se integren armónicamente einteractúen todas las dimensiones de lapersona humana y pretende, además,una experiencia espiritual que integre yafronte todos los desafíos que plantea lacomplejidad de nuestra vida.Propongo seguidamente un texto

que sintetiza en pocas y hondas palabrasese gran objetivo de la formación espiri-tual ignaciana: es el nº 288 de las Cons-tituciones de la Compañía de Jesús:

«Sean exhortados a menudo a bus-car en todas cosas Dios nuestro Se-ñor, apartando, quanto es posible, desí el amor de todas las criaturas, porponerle en el Criador dellas, a Él entodas amando y a todas en Él, con-forme a la su santísima y divina vo-luntad.»

«A Él en todas y a todas en Él»: pa-labras que resumen la integración plenade vida humana y experiencia de Dios.Y en ese «todas» se incluyen también,por supuesto, la dificultad, las contra-dicciones, los problemas de la vida…Setrata de amar a Dios en ellas, y de amar-las a ellas enDios. Éste sí que es el «ven-cer» rotundamente al enemigo, muchomás allá del resistirle.No es nada fácil alcanzar esa inte-

gración y esa victoria. Porque una cosa,y bien costosa a veces, es no dejarnosvencer por la dificultad y otra vencerla.Con frecuencia constatamos cómo lasdificultades, del tipo que sean, nos de-saniman y nos desmoralizan. Es un tra-bajo de toda la vida el fortalecernos yel entrenarnos para ser capaces de vic-toria. ¿Cómo podemos hacerlo? ¿Qué

estrategias nos propone el proyecto ig-naciano para crecer en la capacidad devencer a la dificultad, de integrarla ennuestra experiencia espiritual?Voy a destacar dos aspectos esencia-

les del proyecto formativo de Ignacioque nos pueden ayudar a reflexionar ynos pueden aportar sugerencias intere-santes.

3.1. La experiencia interiorsometida a la prueba de la vidaUna experiencia interior que no se con-fronta con la vida, que no se expone ala intemperie de la vida, ve limitado sucrecimiento y maduración y acaba sien-do algo inservible frente a las dificulta-des de la vida y, lo que es peor, puedellevar al engaño. El contraste con la vi-da es necesario para hacer fuerte y ver-dadera una experiencia interior. Desdeesa convicción, Ignacio plantea su pe-dagogía espiritual. Veamos ahora unode los ejemplos más claros de la puestaen práctica de esta convicción.El período más largo e intenso de la

formación de la experiencia interior deljesuita es el Noviciado. De alguna ma-nera, el proyecto formativo del Novi-ciado es un paradigma del modo igna-ciano de iniciar y ayudar a madurar laexperiencia espiritual. Son dos años deacción intensiva que han de establecerunas bases de consistencia espiritualduraderas.En dicho período, y para formar lo

mejor posible la experiencia espiritualde la persona, san Ignacio propone«seis experiencias principales» de cuyabuena articulación e integración depen-de el éxito del proyecto formativo.19

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3.1.1. Hacer Ejercicios Espirituales«La primera es haciendo EjerciciosEspirituales por un mes.»El mes completo de Ejercicios es

una experiencia intensa de encuentropersonal con el Señor. Esta experienciaes para san Ignacio la primera. La pri-mera, sí, pero no la única. Si sólo fueraesta experiencia la que se diera en elproceso de iniciación a la vida espiri-tual y de seguimiento del Señor, el pro-ceso quedaría incompleto, cuando nodesvirtuado. El solo trabajo de la vidainterior, por decisivo que sea, que lo es,no bastaría. Y no bastaría porque no esprobado, contrastado por y con la vida.Nos quedaríamos sin saber si esa expe-riencia es capaz de ayudar en las difi-cultades reales de la vida o es capaz desostenerse y resistir en ellas. Por ello,san Ignacio completa esta experienciadel Mes de Ejercicios, primera y funda-mental, con otras cinco.

3.1.2. Servir en hospitales«Sirviendo en hospitales, o en algu-no de ellos por otro mes, comiendoy durmiendo en él o en ellos… ayu-dando y sirviendo a todos, enfer-mos y sanos, según que les fuereordenado.»Los hospitales del tiempo de san Ig-

nacio no eran ni en concepto ni en con-diciones mínimamente semejantes a losnuestros. No eran hospitales entendidoscomo centros sanitarios, sino más bienalbergues de transeúntes, por donde pa-saban todas las miserias humanas, y nosólo las físicas. Y sus condiciones de sa-lubridad, de higiene, de alimentación…las podemos fácilmente imaginar.

Ir a hospitales era ir al encuentro delas personas más doloridas y excluidasen aquella sociedad. Ignacio pide que,hecho el mes de Ejercicios, se vaya alencuentro de esas personas y se per-manezca, al menos, «por otro mes»: porel mismo tiempo que se han hechoEjercicios. Con dos matices que me pa-recen significativos: «comiendo o dur-miendo en ellos»: compartiendo suscondiciones de vida, no yendo simple-mente de visita esporádica. Y «servir atodos, enfermos y sanos, según que lesfuere ordenado»: porque a veces servira los sanos, y obedecer sus órdenes, esmayor prueba que servir a los enfer-mos, porque está desprovisto de aureo-las de heroísmo o contentamientos inte-riores.Ignacio plantea que la experiencia

espiritual se contraste con las miseriasde la vida y experimente y valore si an-te ellas se siente movida a servir en unservicio que va a pedir abnegación. Es-tamos verificando, constatando la ver-dad y la hondura de esa experiencia.

3.1.3. Peregrinar sin dinero«Peregrinando por otro mes sin di-neros, antes a sus tiempos pidiendopor las puertas por amor de Diosnuestro Señor, porque se puedaavezar a mal comer y mal dormir.»En este caso, la propuesta ignaciana

es que la experiencia espiritual caminepor los caminos de la intemperie, de lavida a la intemperie, y que pruebe sufortaleza cuando las condiciones exte-riores no son favorables a la misma.Como diría Ignacio en otro momento,fuera de un «monasterio bien ordenado

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y concertado». Sí: en el desorden y eldesconcierto.La experiencia espiritual sometida a

la intemperie y las intemperies diversasa las que somos sometidos en la vida: laintemperie de la soledad, de la falta deseguridades, de la incomodidad, deldesprecio, del rechazo: de todo eso quese encuentra uno cuando peregrina sinmedios y sin apoyos.Llama la atención la insistencia

ignaciana, en varios textos, en el «malcomer y mal dormir». El comer y eldormir como renuncias básicas en lavida, signo de unas condiciones de vidaduras. Y hemos de verificar y madurarnuestra experiencia espiritual para quesea capaz de encontrarse con Dios en elhambre, en el sueño, en la escasez.

3.1.4. Ejercitar oficios humildes«Después de entrado en casa, ejer-citándose con entera diligencia ycuidado en diversos oficios bajosy humildes.»Quizá, en un primer momento, esta

“prueba” ignaciana nos puede parecerla más extemporánea, la más alejada denuestra sensibilidad o inútil para nues-tro tiempo. Pero reflexionemos un pocosobre ella y su intuición fundamental.Imaginemos por un momento a

alguien perteneciente a la alta noblezadel siglo XVIII como el novicio JoséPignatelli haciendo aquellos trabajos yoficios que nunca jamás hubiera hechoen su casa porque eran los propios desus criados. Y haciéndolos no por nece-sidad material, sino en virtud de unaexperiencia espiritual que nos invita aresituarnos desde criterios que no tie-

nen que ver con nuestros privilegios denacimiento, de clase y de cultura.Lo que se trata en suma es de cons-

tatar dónde nos sitúa nuestra experien-cia espiritual en la vida cotidiana: ennuestra vida familiar, laboral, comu-nitaria y social. Y se trata también depreguntarnos si nuestra experienciaespiritual actúa y transforma nuestrascostumbres cotidianas. De someternuestra experiencia espiritual a la duray definitiva prueba de la cotidianei-dad.20

3.1.5. Enseñar los elementos de la fe«La doctrina cristiana o una parte deella a muchachos y a otras personasrudas en público mostrando.»

El contenido exterior de esta prueba esel enseñar o predicar los elementos dela fe ante auditorios poco preparados odifíciles, sea por su corta edad o por sufalta de cultura.San Ignacio hace pasar por la prue-

ba de expresar la propia experienciaespiritual no con grandes palabras a unpúblico que, embelesado, nos escuchay luego nos aplaude sino con el sacrifi-cio y la pena de buscar palabras muypobres para un auditorio que escuchacon dificultad y, que muchas veces, noentiende cuando escucha y del que no sepueden esperar aplausos o felicitaciones,sino indiferencia cuando no rechazo ofracaso.La experiencia espiritual sometida,

en definitiva, a dos pruebas muy difíci-les, pero muy necesarias y constantesen la vida: la prueba de la inutilidad y laprueba del fracaso. Cuando sientes queponiendo en juego algo que para ti es

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muy decisivo e importante, eso no sus-cita ni provoca nada en el otro o se pier-de en la incomprensión y el rechazo. Esel «todo a cambio de nada» necesariocuando nos arriesgamos o atrevemos acompartir nuestra experiencia espiritualcon los no convencidos o “selectos”.Una experiencia básica para quienquiere ser apóstol o testigo en una so-ciedad como la nuestra.

3.1.6. Siendo probado y edificativo«Siendo probado y edificativo pro-cederá adelante predicando, o con-fesando.»Sólo después que la experiencia es-

piritual ha pasado de manera suficientepor todas estas pruebas («siendo proba-do y edificativo»), «se procederá ade-lante» a compartirla y a ayudar a otrosen los ministerios propiamente sacerdo-tales. La propuesta formativa ignacianaprepara para el ejercicio del ministeriosacerdotal como ayuda a los demás, nosólo una formación teórica, sino unaexperiencia espiritual que ha pasadopor el contraste, el variado y plural con-traste, con las dificultades de la vida.En ese camino de contraste la expe-

riencia espiritual se purifica y verifica yel sujeto va creciendo como personacapaz de afrontar, desde una experien-cia espiritual honda, las diversas difi-cultades de la vida.Este permanente contraste entre ex-

periencia espiritual y vida como ele-mento de una pedagogía que nos for-talece ante la dificultad san Ignacio lopropone no sólo a los que comienzansu itinerario espiritual, sino a personasmuy probadas, avanzadas e ilustres.

Veamos las instrucciones que da alos jesuitas que envía al Concilio deTrento:

«Enseñando muchachos por algúntiempo cómodo, según el aparejo ydisposición de todas partes, mos-trando los primeros rudimentos; ysegún los auditores, más o menosdeclarando.»«Visitando los hospitales en algunahora o horas del día más convenien-tes a la salud corporal, confesando yconsolando a los pobres, y aún lle-vándoles alguna cosa.»21

¿Cuál es el objetivo último de todoeste proceso? ¿Qué es lo que Ignaciopretende al incluir estas “pruebas” en supedagogía espiritual? Pretende que laexperiencia espiritual gane en autentici-dad y en verdad y para él esa autenti-cidad y verdad de la experiencia espiri-tual se demuestran y/o manifiestan enla abnegación, en el desprendernos denosotros mismos.Si no permitimos que nuestra expe-

riencia espiritual sea confrontada ymedida por las miserias de la vida, laintemperie, la opacidad de lo cotidiano,la exposición al fracaso… existe el pe-ligro de la más radical perversión deuna experiencia espiritual: el orgullo, lasoberbia, el desprecio de los demás, elengaño de pensar que somos nosotrosquienes tenemos el mérito o la fuerza.Y si llegamos a eso es entonces cuandoya somos definitivamente débiles antela dificultad.Más allá de las formas concretas,

más allá de que éstas estén pensadaspara los jóvenes jesuitas en formación,

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hay en esta pedagogía una intuiciónmuy universal y muy actual. Una expe-riencia espiritual no madura si no sesomete y se confronta con tales prue-bas, con las pruebas de la vida.22Y todo ello nos está llevando a algo

que quiero subrayar con especial fuer-za. Cuando más llenos de nosotros mis-mos estamos, cuando más engordadosde nosotros mismos, más fuerza tiene ladificultad sobre nosotros y menos ági-les estamos para darle respuesta. Cuan-do más abnegados, cuando más des-prendidos de nosotros mismos somos yvivimos, menos nos va a impactar ladificultad y mucho más agiles y fuertesseremos para vencerla.No sale más victorioso de su lucha

contra la dificultad el aparentementemás “fuerte”, sino el más abnegado, elmás desprendido de sí. O, si preferimosformularlo de otro modo: el más fuerteen situación de dificultad es el másvacío de sí mismo. Y esto no es teoría,sino que la vida nos lo está confirman-do día tras día: comprobamos una yotra vez cómo los que lo han tenidotodo o han disfrutado de todo son losmás débiles ante las dificultades y losdesafíos de la vida.

3.2. El permanente discernimientoPara vencer la dificultad no sólo hayque ser fuertes, sino lúcidos. Tanto máspeligrosa es una dificultad cuando enuna mirada superficial nos parece fácil-mente superable, y, sin embargo, yametidos en ella, vamos descubriendoque no lo es tanto. Más difícil se hacevencer la dificultad cuando nuestroorgullo la ha minusvalorado o nos ha

hecho medir mal nuestras fuerzas fren-te a ella. Es particularmente peligrosaaquella dificultad tan bien escondida odisimulada que no nos damos cuenta deella hasta que se nos ha echado encima.Es necesaria, pues, la lucidez para per-cibir a tiempo la verdadera naturalezay fuerza de la dificultad, para calibrarnuestras fuerzas con realismo y parasaber escoger entre aquellas armas queestán a nuestra disposición, las másadecuadas en cada caso.El camino ignaciano hacia la luci-

dez sobre nosotros mismos y sobre loque nos rodea es el camino del discer-nimiento. El discernimiento entendidocomo talante de vida y hábito y no sólocomo ejercicio puntual a realizar endeterminados momentos de la vida osólo ante la toma de determinadas deci-siones. La propuesta ignaciana es vivirla vida toda en clave de discernimiento,con talante de discernimiento. Y en lamedida en que así lo hacemos somosmucho más fuertes ante las dificultades.¿Qué elementos y actitudes caracte-

rizan, configuran ese talante de discer-nimiento como manera de situarnos enla vida? Enunciamos algunos:

a) En primer lugar, una actitud de re-conocimiento («conocimiento interno»)y acogida agradecida de todo aquelloque vamos recibiendo en la vida, y quetantas veces nos pasa desapercibido. Loque recibimos de Dios, lo que recibi-mos de las personas que nos rodean, loque nos llega y nos enriquece de tantosmodos. Discernir es, en primer lugar,saber reconocer y acoger el don coti-diano. El hecho mismo de percibir lavida como don nos hace fuertes y nos

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hace capaces de situar adecuadamentelas contrariedades de la vida.

b) Una actitud de atención, de vivircon los ojos bien abiertos, los oídos re-ceptivos, el corazón sensible… Para asídarnos cuenta de la verdadera dimen-sión y naturaleza de las cosas, de la ver-dad de las personas más allá de apa-riencias y estereotipos. Para captar lacallada y humilde presencia de Dios enlo opaco de este mundo. Esa profundi-dad de mirada que da el discernimientoproporciona sensatez y madurez a lahora de calibrar, criterios propios ylibertad para sostenerlos, y perspectivaal juzgar.

c) Una actitud de reflexión sobrenuestro mundo interior, de análisis detodo aquello que se mueve por dentrode nosotros mismos, que es mucho…Con esa actitud y su ejercicio nos hace-mos capaces de captar y darles canchaa nuestros mejores impulsos, y tambiénde ser conscientes y calibrar nuestrasresistencias, su naturaleza y su fuerza.Esa escucha de nuestro interior noshacer caer en la cuenta de las sutiles ytantas veces invisibles trampas que nosgeneran nuestros afectos desordenadosy nuestras dependencias afectivas. Yesa atención a nuestro interior nos esti-mula a la generosidad al hacernos cap-tar aquello que nos hace verdaderamen-te felices, desmintiendo así tantas pro-puestas engañosas que nos seducen consu apariencia.

d) Una actitud de apertura y dispo-nibilidad para dejarse decir y acompa-ñar, porque si lo hacemos serán muchoslos mensajes que nos llegarán, unos demanera intencionada y otros casuales

(pero no por ello menos válidos), y quenos permitirán ajustar la imagen sobrenosotros mismos y comprobar la ver-dad de lo que decimos ser y hacer. Esaactitud hay que sostenerla especialmen-te cuando no se nos halaga o se nosregala el oído y cuando se nos dice quequizá nos vamos metiendo por caminoso dinámicas equivocadas. Seamos cons-cientes de que si no nos dejamos acom-pañar en la vida ordinaria, tampoco nosdejaremos acompañar en la dificultad.

e) Una actitud de servicio en reno-vación permanente. El discernimientoes para el servicio y toma su sentido enel servicio. Y éste necesita del discerni-miento para ser tal: para no acabar sien-do rutina o acomodación. Entre el agra-decimiento que nos dispone y el servicioque pone por obra, lo que hay por me-dio, el itinerario del discernimiento, esuna ayuda, una mediación imprescindi-ble, para que nuestro servicio sea elmás adecuado, el más necesario, el másgeneroso, el más desinteresado. Des-provisto de su orientación final al servi-cio el discernimiento es un ejercicio va-cuo, cuando no narcisista. El deseo au-téntico y generoso de servicio es lo que,tantas veces, nos hace lúcidos, fuertes ycapaces de vencer la dificultad.

Llegamos ya al final de esta parte denuestra reflexión: vencer la dificultad.Y nos hemos encontrado con dos armaspoderosas que nos permiten no sólo re-sistir a ella, sino vencerla: la abnegacióny el deseo de servir.A la abnegación nosconduce una experiencia espiritual quese expone y se deja contrastar, inter-pelar y madurar por las “probaciones”de la vida. A la radicalidad en el deseo

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de servir llegamos por un talante de dis-cernimiento que, partiendo del recono-cimiento y la acogida del don de Dios,

se pregunta siempre y cada día ¿cómopuedo amar más? ¿cómo puedo servirmejor?

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Comienzo esta parte final de nuestra re-flexión con un breve comentario sobrealgunos textos ignacianos.El primer texto corresponde a la

Autobiografía de san Ignacio y sucede alregreso de su peregrinación a Jerusalén,donde ha de caminar por los territorioseuropeos en los que se desarrollan gue-rras y disputas entre Francia y España:

«Mas cuando fue a puesta de sol, lle-gó a un pueblo cercado, y los guar-dias le cogieron luego, pensando quefuese espía; y metiéndole en una ca-silla junto a la puerta, le empezarona examinar, como se suele hacercuando hay sospecha; y respondien-do a todas las preguntas que no sa-

bía nada. Y le desnudaron, y hastalos zapatos le escudriñaron, y todaslas partes del cuerpo, para ver si lle-vaba alguna letra. Y no pudiendo sa-ber nada por ninguna vía, trabarondél para que viniese al capitán; queél le haría decir. Y diciendo él que lellevasen cubierto con su ropilla, noquisieron dársela, y lleváronle así conlos zaragüelles y jubón arriba dichos.

En esta idea tuvo el peregrino comouna representación de cuando lleva-ban a Cristo, aunque no fue visióncomo las otras.Yfue llevado por tresgrandes calles; y él iba sin ningunatristeza, antes con alegría y conten-tamiento…»23

23

4. LA DIFICULTAD COMO EXPERIENCIA DE «COMUNIÓN»

Resistir en la dificultad, vencer la dificultadQ Hay aún un paso másposible que nos es dado por la gracia de Dios: vivir la dificultad comoexperiencia de comunión.

El segundo texto pertenece a la car-ta que hemos comentado anteriormenteque escribió el secretario de san Igna-cio, el P. Polanco a los jesuitas del cole-gio de Padua que estaban pasando poruna situación de pobreza severa24:

«Bien que a personas que recuerdanel estado que han abrazado, y tienendelante de los ojos a Jesucristo des-nudo en cruz, no es necesario exhor-tar a paciencia…Llamo gracia a la pobreza, porquees un don de Dios especial, como di-ce la Escritura: “Pobreza y riquezade Dios proceden” (Ecclo. 11,14), ysiendo tan amada de Dios cuanto lomuestra su Unigénito, que “dejandoel trono real” (Sab. 18,15), quiso na-cer en pobreza y crecer con ella. Yno sólo la amó en vida padeciendohambre, sed y no teniendo “dondereclinar la cabeza” (Mt. 8,2), mastambién en la muerte, queriendo serdespojado de sus vestiduras, y quetodas sus cosas, hasta el agua en lased, le faltase.»

El tercer texto es una de las peticio-nes del libro de los Ejercicios, peticiónque se propone para que el ejercitantehaga cuando contempla la pasión de Je-sús:

«Demandar lo que quiero: lo cual espropio de demandar en la pasión:dolor con Cristo doloroso, quebran-to con Cristo quebrantado, lágrimas,pena interna de tanta pena queCristopasó por mí.» [EE 203]

En los dos primeros textos se nos di-ce que una dificultad sobrevenida y aje-na a la voluntad del que la padece (el

prendimiento, el ser sometido a escar-nio o la pobreza) puede ser sobrelleva-da con paciencia, e incluso con alegría,cuando se mira a Cristo, cuando se vivecomo forma de cercanía y solidaridadcon Él. En el tercero se va más allá: sedesea y se pide la dificultad como co-rrespondencia al amor, como forma derespuesta a alguien que experimenta-mos que nos ha amado con todas susconsecuencias.

4.1. La dificultad, experiencia decomunión¿Estamos ante formas de vivir la difi-cultad inhumanas, enfermizas o inclusodignas de rechazo por ser perversas?Para contestar a esa pregunta basta

con mirar nuestra propia experienciahumana. ¡Cuántas veces hemos aguan-tado o soportado la penalidad por per-manecer junto a una persona queridaque estaba sufriendo! ¿Y eso nos ha pa-recido inhumano o indigno? No. Lo in-humano nos parece, por el contrario,el abandonar. Hemos permanecido, aúnconscientes de que quizá nuestra pre-sencia no “servía para nada” material-mente. Como forma de manifestar elafecto, como forma de comunión enel dolor y en el amor. Porque sabemosque para la persona humana hay algoaún más duro que sufrir: sufrir solo.¿Y no nos ha sucedido a veces que

hemos pensado y dicho y pedido que al-go del dolor de otro nos alcanzara a no-sotros si ello servía para que la otra per-sona, a la que queremos de verdad, sufraalgo menos? Normalmente es ésta unapetición imposible, irrealizable. Peronos parece que responde a un sentimien-

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to noble, y de ningunamanera es un sen-timiento reprobable o enfermizo.La dificultad puede ser experiencia

de comunión cuando está el amor de pormedio. No se busca ni se pide la difi-cultad por ella misma, sino que el deseode unión en el amor, el deseo de comu-nión con la otra persona es tan fuerteque está dispuesto incluso a cargar conel dolor, por agudo o insufrible que nosparezca. Porque el amor es un senti-mientomás fuerte que el rechazo a la di-ficultad, que también es un sentimientomuy intenso.¡Cuántas veces hemos expresado

nuestra admiración por personas que sa-ben afrontar todas las consecuencias, in-cluso las más dolorosas, de su solidari-dad humana con los más pobres, con losexcluidos!Aveces de una forma impre-vista o no querida; otras veces de unaforma plenamente consciente y asumi-da.25 La comunión en la dificultad y enel dolor es muchas veces una de las for-mas necesarias y nobles de la solidari-dad humana.Hay un paso más en Ignacio: es el

paso del que quiere experimentar las di-ficultades mismas de quien le amó y aquien ama para alcanzar así la máximaidentificación, la máxima comunióncon él. Es “ir a todas” con aquel al quese ama, es ir con él “al fin del mundo”.Dicho deseo de comunión se expresamuy intensamente en aquella peticiónde los Ejercicios con la que Ignacio res-ponde a la llamada amorosa y miseri-cordiosa de Jesús:

«Eterno Señor de todas las cosas, yohago mi oblación, con vuestro favory ayuda, delante de vuestra infinita

bondad, y delante vuestra Madregloriosa, y de todos los santos y san-tas de la corte celestial, que yo quie-ro y deseo y es mi determinación de-liberada, sólo que sea vuestro mayorservicio y alabanza, de imitaros enpasar todas injurias y todo vituperioy toda pobreza, así actual como es-piritual, queriéndome vuestra santí-sima majestad elegir y recibir en talvida y estado.» [EE 98]

4.2. Voluntarismo ignaciano

Con este texto delante, es ahora elmomento y el contexto de responder aaquella pregunta que nos hacíamos casial comienzo de este trabajo sobre el«voluntarismo» ignaciano, sobre qué esy qué no es voluntarismo, sobre cuándopodemos hablar de él y cuándo no.Hay en este texto una frase que sue-

na a voluntarismo puro y duro: «yoquiero y deseo y es mi determinacióndeliberada».Y, efectivamente, lo sería siesta frase estuviera sola, tal cual, des-provista de matices. Sin embargo, haytres matices muy importantes en el tex-to que rompen la dinámica de un posi-ble voluntarismo:

«Con vuestro favor y ayuda.»«Sólo que sea vuestro mayor servi-cio y alabanza.»«Queriéndome vuestra santísimavoluntad elegir y recibir en tal viday estado.»

La «determinación deliberada» estácondicionada a la conciencia de saberque aquello que se desea es voluntad deDios, orientada al servicio y se recono-

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ce que sólo es posible llevarla a cabo«con el favor y ayuda» de Dios. Es una“determinación” contextuada en amory servicio humilde. El deseo que se ex-presa es tan grande como necesitado.Conviven, en una de las “tensiones”más características de la espiritualidadignaciana, la magnanimidad y la humil-dad.El voluntarismo, en el sentido re-

chazable del término, es una fuerte de-terminación de la voluntad ligada a au-tocentramiento y narcisismo. Hablamosde él cuando mi deseo y determinaciónson desde mí y para mí, desde mí y pormí. Es voluntarismo cuando se olvidaque la debilidad humana necesita quesus deseos, incluso los más nobles, se-an “ayudados”. Cuando mi “determina-ción” se convierte en autoafirmacióndesde la ignorancia, el desprecio o elmenosprecio de los demás.Sin embargo, cuando la voluntad

humana se pone con determinación al

servicio de Dios y de los demás, cuan-do esa determinación está abierta a serreconducida por el discernimiento,cuando convive con la acción de graciasy la petición, eso no es voluntarismo,sino el noble deseo de ir hasta el finalen mis compromisos de amor y de ser-vicio.La espiritualidad ignaciana nos invi-

ta también, de este modo, a vivir nues-tra dificultad mirando al Señor que pornosotros se dio «hasta el extremo» sinmedir consecuencias y sin regatear su-frimiento. Y nos invita, asimismo, a vi-vir nuestra dificultad como forma decomunión y solidaridad con tantos her-manos y hermanas nuestros que, portantos motivos, y por tantas injusticias,sufren mucho más que nosotros. La di-ficultad nos abre entonces a la comu-nión y en la experiencia de comuniónencontramos la gracia más honda deDios para vivir evangélicamente la difi-cultad.

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ANEXO

Proponemos a continuación una serie de cuestiones que pueden ayudar altrabajo personal y al compartir en grupo sobre la temática que plantea estecuaderno. Seguimos el orden del mismo.

Reconocer la dificultad

• Los cristianos, como personas humanas, compartimos las dificultadesinherentes a la vida humana. Pero, más allá de eso, ¿piensas que haydificultades «añadidas» por nuestra condición de creyentes? ¿Cuáles?

Resistir a la dificultad

• En la página 10 se enumeran una serie de formas inadecuadas deafrontar la dificultadQ ¿Te reconoces en alguna de ellas? ¿Piensasque alguna de ellas es más propia de nuestro tiempo? ¿Puedes ponerejemplos concretos de tu vida personal o en la vida social de estosmodos inadecuados?

• En las páginas 10 a 14 se formulan una serie de elementos «positivos»que podemos extraer de las dificultadesQ Desde tu propia experienciapersonal, ¿cuáles de ellos valorarías más? ¿por qué?

• En este capítulo se habla del «valor de las preguntas en la vida». ¿Quéte sugiere lo que aparece en la página 13 sobre el papel de las pre-guntas en la vida de san Ignacio y en el proceso de nacimiento de laCompañía?

• Puede resultar muy sugerente comentar y compartir sobre los textos deBenedicto XVI que aparecen en la página 14.

• ¿Tienes personalmente la capacidad de «convivir» con preguntas sinrespuesta? ¿Qué importancia le das a ello?

• Leído todo este segundo capítulo, ¿qué sugerencias más interesanteste ha aportado para tu propia vida cotidiana?

Vencer la dificultad

• ¿Cómo definirías una experiencia espiritual «madura» e «integradora»?¿qué características piensas que la configuran?

• ¿Cuál es tu opinión sobre las seis «experiencias» ignacianas para ayu-dar a generar esa experiencia espiritual madura? ¿Cómo las formula-rías hoy. En nuestro momento y contexto? ¿Añadirías alguna?

• Comenta esta afirmación que encontrarás en la página 20: «El másfuerte en situación de debilidad es el más vacío de sí mismo». ¿Lacompartes? ¿La matizas? ¿Por qué?

• En este capítulo, aunque de manera muy somera, se habla del discer-nimiento como dinámica de vida, como actitud, –mucho más, pues, quecomo actividad puntual– y se enumeran algunos de sus componentes.Repásalos, señala cuáles te parecen más importantes y si echas a fal-tar alguno.

• En las páginas 21 y 22 se insiste en la vinculación entre discernimien-to y servicio. ¿Qué piensas de lo que se dice sobre ello? ¿Lo compar-tes?

La dificultad como experiencia de «comunión»

• Desde tu propia experiencia vital, a la que el texto alude básicamente,¿compartes las afirmaciones que se hacen en este capítulo? ¿Lasmatizarías o completarías? ¿Cómo?

• El apartado 4.2. de este capítulo hace una reflexión sobre el «volunta-rismo», lo que es y no es: ¿cuál es tu opinión sobre ello?

Finalmente, del conjunto del cuaderno, ¿qué es lo que más te puede ayu-dar a afrontar las dificultades concretas de tu vida cotidiana?

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1. Se puede considerar al respecto una sencilla yreciente biografía escrita por José AntonioFERRER BENIMELI, SJ., José Pignatelli (1737-1811). La cara humana de un santo, Bilbao,Mensajero, 2011, 118 pp. Así como la cartaque el P. Adolfo Nicolás, General de la Com-pañía, escribió a todos los jesuitas el 15 de no-viembre de 2011.

2. El diccionario de sinónimos señala como sinó-nimos de ‘avezarse’: habituarse, acostumbrar-se, hacerse a…

3. FERRER BENIMELI, José Pignatelli…, op. cit. p. 30.4. Ejercicios, 6.5. Los colegios de la Compañía en la época de san

Ignacio dependían de los ingresos que les ase-guraban sus “fundadores”. Por ello, cuandodichos ingresos no eran los esperados o el fun-dador no cumplía con sus promesas, se podíanproducir, como fue el caso del colegio dePadua, situaciones de penuria y pobreza.

6. «Carta a los Padres y Hermanos de Padua»,Roma, 7 de agosto de 1547, en san Ignacio DELOYOLA, Obras completas, Madrid, BAC,1991 (5ª ed.), p. 821.

7. Peter HANS KOLVENBACH, «El P. Pedro Arrupe,profeta de la renovación conciliar»: conferen-cia en Bilbao el 13 de noviembre de 2007.

8. «Su pasión, voluntariamente aceptada», deci-mos en la plegaria eucarística refiriéndonos aJesús.

9. Autobiografía, 97.10. Autobiografía, 9611. En la «Fórmula del Instituto», documento fun-

dante de la Compañía de Jesús, los primerosjesuitas hacen una descripción de lo que enaquella época se consideran lugares hostiles odifíciles: «… los turcos, o cualesquiera otrosinfieles… aquellas partes que llamen Indias…otras tierras de herejes, cismáticos…». Ver enObras de San Ignacio, op. cit., p. 457.

12. Autobiografía, 1.13. En su libro David, pecador y creyente, el car-

denal Martini propone una lectura del relato

bíblico de David y Goliat (1Sa 17) en esa cla-ve: como parábola sobre el miedo, que es ven-cido por la confianza que el joven David tieneen el Señor. Es una lectura muy atractiva ysugerente.

14. Nos conectamos aquí con el concepto de «resi-liencia». No me resisto a citar y recomendardos libros escritos en esa clave: el de LuisROJAS MARCOS, Superar la adversidad. Elpoder de la resiliencia, Barcelona, EspasaCalpe, 2010 y el de Francesc TORRALBA,Inteligencia Espiritual, Barcelona, PlataformaEditorial, 2010.

15. En mi libro Espiritualidad para educadores,Bilbao, Mensajero, 2010, los comento másextensamente aplicándolos al mundo de laeducación, pp. 55-58.

16. Y que es más, mucho más, que un “examen deconciencia” tantas veces rutinario o formal,centrado más en el «yo» que en Dios, y que seacaba abandonando porque llega a ser unaexperiencia cotidiana de frustración, en vezde ser una acogida amorosa del cariño de Diosen mi vida cotidiana y un movimiento de res-puesta, también amorosa, a Dios.

17. Autobiografía, 5018. BENEDICTO XVI, Dios es amor, nº 38.19. Números 64 a 70 de las Constituciones de la

Compañía de Jesús.20. Esta atención a lo cotidiano es muy propia de

san Ignacio. Por poner sólo un ejemplo: cuan-do en los Ejercicios le pide al ejercitante quemedite en su propio pecado le hace considerar«el lugar y la casa donde he habitado», «laconversación que he tenido con otros», «eloficio en que he vivido» [EE 56].

21. «Instrucción a los padres enviados a Trento»,Roma, a principios de 1546. Obras de san Ig-nacio de Loyola, Madrid, Biblioteca de Auto-res Cristianos, 1991 (5ª), pp. 785-786.

22. Por desgracia, uno encuentra con demasiadafrecuencia personas que acaban sus procesosde formación sacerdotal o religiosa y siguen

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NOTAS

siendo personas muy inmaduras cuandoentran ya en la vida “activa”. Una formaciónteórica sin “probación” no genera una espiri-tualidad madura. Y menos aún si esa espiri-tualidad se ha cultivado en ambientes o con-textos artificialmente “protegidos”.

23. Autobiografía, 51 y 52.24. Ver nota 6, p. 818.

25. La excelente película De dioses y hombres(2010), de Xavier Beauvois nos narra el pro-ceso por el que una comunidad de monjes cis-tercienses franceses decide asumir las conse-cuencias de su solidaridad con la población ar-gelina con la que conviven, a pesar de que lopodían haber evitado, de que son invitados eincluso presionados para marcharse y escapar.

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LIBROS -SERIE ESTUDIOS-

Mística y compromiso por la justicia

Este libro pretende dar un toque de atención a la mística para queno caiga en la tentación de olvidarse de los pobres. Y es que laespiritualidad cristiana es, sobre todo, una búsqueda apasionadade la justicia.Autores: Xavier Alegre, José I. González Faus,Josep M. Rambla, Josep Giménez, Gema Juan, F. Javier Vitoria

Precio: 15€ (gastos de envío incluidos)

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Vicarios de Cristo: los pobres

Reimpresión de este libro de José Ignacio González Faus.Completa antología de textos sobre los pobres como lugar cen-tral de la teología y la espiritualidad cristianas.Autor: José Ignacio González Faus

Precio: 12€ (gastos de envío incluidos)

¿Qué creo? ¿Cómo creo? ¿Por qué creo?

Testimonios de fe en una sociedad secularizada. Un libro quequiere dejar constancia que creer tiene aun sentido en medio deun mundo dominado por un nuevo paradigma tecnológico y cien-tífico, donde parece haber lugar para la fe.Autores: Ferran Manresa, Pim Queralt, Jaume Flaquer,Tere Iribarren, Isidre Ferreté, F. Javier Vitoria

Precio: 12€ (gastos de envío incluidos)

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