LA EUCARISTÍA, MISTERIO DEL AMOR QUE SE ENTREGA · MISTERIO DEL AMOR QUE SE ENTREGA ... como la...

LA EUCARISTÍA,LA EUCARISTÍA,MISTERIO DEL AMOR MISTERIO DEL AMOR

QUE SE ENTREGAQUE SE ENTREGA

Introducción y selección de textos:

Matilde Eugenia Pérez Tamayo

“Yo soy el pan de la vida. El que venga a mí, no tendrá hambre,

y el que crea en mí, no tendrá nunca sed....

Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre;

y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo.

...Porque mi carne es verdadera comida

y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre,

permanece en mí, y yo en él”.

Jesús de Nazaret(Juan 6,35.51. 55-56)

INTRODUCCIÓN

La pandemia nos cambió la vida. Nuestras costumbres familiares, sociales, civiles, educativas, laborales, y hasta religiosas, han dado, en poco tiempo, un giro de 180 grados, con todo lo que ello implica para cada uno de nosotros y para la sociedad entera.

Ahora vivimos una “nueva normalidad” que durará seguramente mucho tiempo, o que quizás tenga que ser establecida, en mayor o menor medida, en uno u otro aspecto, para siempre.

Todo depende del éxito o el fracaso del trabajo de los científicos, contra este virus que ahora nos ataca con tanta agresividad, y los que muy posiblemente vendrán después, porque, como señalan los expertos, el daño ecológico que hemos causado a nuestra tierra – “la casa común” como la llama el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si -, ha producido una respuesta negativa en la naturaleza, perfectamente previsible pero no tenida en cuenta por nuestra prepotencia.

La pandemia nos cambió la vida. Nos hizo detener abruptamente. Descubrió delante de nuestros ojos las inmensas falencias del orden social y económico que hemos construido durante tanto tiempo. Nos ayudó a tomar conciencia de nuestra absoluta fragilidad y nuestra mutua dependencia. Dio un vuelco a nuestras costumbres cotidianas. Nos hizo cambiar de perspectiva. Y abrió para nosotros un horizonte desconocido por todos, que tenemos que aprender a enfrentar y construir, con buen ánimo y mucha creatividad.

A nivel religioso, que es el que ahora nos corresponde mirar con detenimiento, la pandemia hizo cerrar nuestros templos, pero abrió nuestra mente y nuestro corazón a nuevas formas de contacto con Dios y con los demás, que tal vez teníamos olvidadas. Las palabras de Jesús a la mujer samaritana junto al pozo de Jacob, en el evangelio de Juan: “Créeme, mujer, que llega la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre… Pero llega la hora -

ya estamos en ella – en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad… (Juan 4, 21.23), se han hecho realidad palpable.

Nos ha dolido profundamente no poder participar en la Eucaristía, cada domingo – algunos -, cada día – otros -, “en vivo y en directo”, como estamos acostumbrados a hacerlo, en nuestras iglesias y capillas, con el sacerdote que preside y la comunidad que nos acompaña, pero Dios nos ha invitado a permanecer unidos a Él apoyándonos en los medios de comunicación, que aún con sus claras limitaciones nos han permitido tenerlo en nuestra propia casa, acompañados por nuestra familia, y ello ha renovando la vida de nuestra Iglesia doméstica tan importante en la constitución de la gran Iglesia universal.

No hemos podido comulgar sacramentalmente con el Cuerpo y la Sangre de Jesús, como lo hemos hecho siempre, pero Dios nos ha manifestado su presencia en la persona concreta de los pobres que

abundan en nuestro medio y que hemos socorrido con nuestra ayuda material tanto como nos ha sido posible y al hacerlo hemos “tocado la carne de Cristo” como dice el Papa Francisco; y lo mismo hemos hecho cuando hemos orado con insistencia por los enfermos, los difuntos y sus familias, los que han perdido su trabajo, los que viven momentos de incertidumbre y desasosiego, los que se sienten solos y abandonados, los médicos, las enfermeras y todo el personal de la salud, los encargados de los entierros, en fin.

Dicen los orientales que las crisis son siempre oportunidades. Una puerta se cierra pero mil ventanas se abren. Lo importante es aprender a ser creativos. No hay una sola manera de ser cristianos y vivir nuestra fe en Jesús, íntegramente y con la debida profundidad. No hay una sola manera de agradar a Dios y mostrarle cuánto lo amamos. Los tiempos y las circunstancias iluminados por el Espíritu Santo, nos van señalando nuevos caminos siempre valiosos; caminos que nos ayudan a abandonar la rutina adormecedora y paralizante que nos atrae tanto porque nos hace sentir a gusto, cómodos, seguros, y arriesgarnos con nuevas acciones también valiosas.

Dios es Espíritu y el Espíritu sopla cuando quiere, como quiere y donde quiere (cf Juan 3, 8), y mientras nosotros estemos dispuestos a recibir su aliento de vida y a acogerlo con la mejor disposición, Él no se apartará de nosotros ni dejará de amarnos.

Aprovechemos este tiempo y esta circunstancia extraordinaria en nuestra vida, no simplemente para lamentarnos porque no podemos comulgar, sino para profundizar con verdadero interés en el conocimiento de este Misterio del amor que se entrega: lo que la Eucaristía es, lo que significa en nuestra vida de fe, lo que nos exige en nuestra conducta cotidiana, de manera que cuando podamos volver a recibirla lo hagamos con una conciencia mayor, una fe y un amor más profundos, y un compromiso con los hermanos más firme, como es el querer de Jesús, en esta hora concreta de nuestra historia.

Dios quiere y puede darnos sus gracias abundantemente y tiene muchas maneras para hacerlo, solo necesita que abramos nuestro corazón para recibirlas y hacerlas fructificar.

*****

El libro que tienes en tus manos, querido lector, pone a tu consideración un conjunto de textos cortos, escritos por creyentes de distintas épocas de la historia cristiana, sobre este tema de la Eucaristía, tan importante en nuestra vida de fe. Todos y cada uno de ellos tocan algún aspecto importante de su misterio, que es misterio de amor, de fidelidad, de intimidad, de vida compartida, de unidad y de fraternidad.

Lee despacio y con atención y seguramente encontrarás en él enseñanzas que te ayudarán no solo a confirmar lo que ya crees y sabes, sino que te darán luces nuevas y muy claras sobre las grandes riquezas que este sacramento maravilloso nos comunica a quienes nos acercamos a él con el corazón abierto y bien dispuesto, y el compromiso que implica acercarnos a él.


UN DÍA...

Javier LeozSacerdote español

Un día el Amor llegó tan lejos, que se entregó a sí mismo hasta morir, derramando su sangre en un madero.

● Cada día el amor llega tan lejos que se entrega a sí mismo para saciar nuestra hambre de amor en el Pan compartido en una Cena.

Sacramento de un Dios encarnado que no ha venido más que a amar y a servir; memorial de un Dios que se dejó despojar para abrir, en el fondo de nuestro atolladero, una brecha nueva pero tan estrecha que solo el pobre puede pasar por ella, y solo el amor descentrado de sí puede atravesarlo.

Sacramento de una muerte única que recapitula todo don de sí, liberador; memorial de un sacrificio único en el que muere la muerte de un mundo pecador.

Sacramento del triunfo definitivo del amor, en el que el hombre se salva entregándose; memorial del triunfo definitivo de la vida, en el que el hombre se hace inmortal amando.

El Señor nos dio su cuerpo para desarrollar nuestro cuerpo,

y su sangre para alimentar la nuestra, y de este modo

nos hace miembros de su propio cuerpo, que espera resucitar con él.

San Ireneo de Lyon

Sin temor y sin dudas come el cuerpo

y bebe la sangre de Cristo, si deseas la vida.

San Gregorio Nacianceno

Es por cierto bueno y provechoso recibir la Eucaristía cada día,

y participar así del cuerpo y la sangre de Cristo, porque él dice con toda claridad:

el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna.

¿Y quién puede dudar de que participar frecuentemente de la vida es lo mismo que tener vida en abundancia?

San Basilio el Grande

Así como dos pedazos de cera derretidos juntos

no hacen más que uno, de igual modo el que comulga

está unido de tal suerte con Cristo, que él vive en Cristo, y Cristo en él.

San Cirilo de Jerusalén

Como la carne del Señor es verdadera comida y su sangre verdadera bebida,

análogamente, lo único bueno en la vida presente es esto,

a saber: el comer su carne y beber su sangre; no sólo en el misterio (Eucaristía),

sino también en la lectura de las Escrituras.

San Jerónimo

Cristo no solo permitió a quienes le aman, verle,

sino también tocarle y comerle, y clavar sus dientes en su carne

y estrecharse con él, y saciar todas las ansias del amor. Salgamos, pues, de aquella mesa,

como leones, con el pensamiento fijo en nuestro capitán

y en el amor que nos ha mostrado.

San Juan Crisóstomo

Cuántas personas dicen hoy: “Quisiera ver, el rostro de Cristo,

sus rasgos, sus vestidos, sus calzados” Pues bien, precisamente lo estás viendo a él,

lo tocas, lo comes. Deseabas ver sus vestidos, y él mismo se te entrega

no solamente para que lo veas, sino también para que lo toques, lo comas,

lo recibas en tu corazón. Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía;

sino que todos vengan a él animados de un ardiente amor.


Considera el gran honor que recibes y la mesa a que estás convidado.

Lo que los ángeles ven temblorosos, lo que no se atreven a mirar sin temor

por el resplandor que irradia, nosotros lo hacemos nuestra comida,

lo asimilamos y llegamos a ser con Cristo un solo cuerpo y una sola carne.


La noche en que fue entregado para ser crucificado,

Jesús nos dejó como herencia de la nueva Alianza

la prenda de su presencia. Es el viático de nuestra peregrinación.

Y será para nosotros alimento y fortaleza hasta el día en que vayamos a él,

al abandonar este mundo.

San Gudencio de Brescia

Jesús quiso dejar entre nosotros el sacramento de su pasión.

Y para ello mandó a sus fieles discípulos, los primeros sacerdotes que instituyó en su Iglesia,

celebrar continuamente estos misterios de vida eterna... Todos nosotros, sacerdotes y pueblo fiel, tenemos cada día ante nuestros ojos

el ejemplo de la pasión de Cristo, lo tomamos en la mano y lo llevamos a la boca

y a nuestro pecho. No permitamos que se borre nunca el recuerdo de nuestra redención

y tomemos el dulce antídoto que nos protegerá perpetuamente

de la ponzoña del demonio.

San Gudencio de Brescia

Reconoced en el pan lo que pendió en la cruz.

En el cáliz, lo que manó del costado.

San Agustín de Hipona

El Apóstol dice: “Somos muchos,

pero somos un solo pan y un solo cuerpo”. Así explicó el Sacramento de la Mesa del Señor;

somos muchos, pero somos un solo pan y un solo cuerpo.

En este pan veis cómo habéis de amar la unidad… Recibid, pues, de tal modo este sacramento que atendáis siempre a conservar la unidad

en vuestros corazones, a tener siempre levantados vuestros corazones

al cielo.


Los mártires, al derramar la sangre por sus hermanos,

no hicieron sino mostrar lo que habían tomado de la Mesa del Señor.

Amémonos, pues, los unos a los otros, como Cristo nos amó

y se entregó por nosotros.


Cada vez que coméis este pan y bebéis el cáliz, anunciáis la muerte del Señor” (1 Corintios 11, 26).

Si nosotros anunciamos la muerte del Señor, anunciamos el perdón de los pecados. Si cuantas veces se derrama la sangre se derrama el perdón de los pecados,

debo recibirla siempre, para que siempre perdone mis pecados.

Yo que siempre peco, debo tener siempre la medicina.

San Ambrosio de Milán

Reconoced en el pan al mismo que pendió en la cruz;

reconoced en el cáliz la sangre que brotó de su costado.

Tomad, pues, y comed el cuerpo de Cristo, tomad y bebed su sangre.

Sois ya miembros de Cristo. Comed el vínculo que os mantiene unidos,

no sea que os disgregueis; bebed el precio de vuestra redención,

no sea que os deprecieis.

Liturgia de las horasOficio de lectura

Solemnidad del Corpus Christi

La Eucaristía es el Sacramento del amor:

significa Amor, produce Amor.

Santo Tomás de Aquino

La Eucaristía es ese amor que sobrepasa

todos los amores, en el cielo y en la tierra.

San Bernardo de Claraval

Jesús quiso que la inmensidad de su amor quedase grabada en lo más profundo del corazón

de los creyentes. Por eso en la última Cena,

después de celebrar la Pascua con sus discípulos, y a punto de pasar de este mundo al Padre,

instituyó este sacramento como memorial perpetuo de su Pasión,

como realización de las antiguas figuras, como el mayor milagro que había hecho

y el mayor consuelo para aquellos que dejaría tristes con su ausencia.

Santo Tomás de Aquino

¡Tiemble el hombre entero,que se estremezca el mundo entero,

y que el cielo exulte, cuando sobre el altar,

en las manos del sacerdote, está Cristo, el Hijo de Dios vivo!

San Francisco de Asis

Cuando no puedo asistir a la Santa Misa,

adoro el Cuerpo de Cristo con los ojos del espíritu

en la oración, lo mismo que le adoro

cuando le veo en la Misa.

San Francisco de Asis

Cuando Jesús caminaba por el mundo bastaba tocar sus ropas para quedar curado;

¡qué no hará entrando dentro de nosotros mismos!Algunos hubieran preferido que se quedara

resplandeciente y lleno de poder en el Santísimo Sacramento.

Pero, ¿qué pecador, como en mi caso personal, se hubiera atrevido a acercarse a él?

Debajo de pan es fácil su trato. Disfrazado de esta manera,

le hablamos casi de igual a igual...Parece que desea que nos acerquemos con frecuencia y con llaneza hasta él, de lo contrario ¿para qué se disfrazó?

Santa Teresa de Jesús

Si el mundo te pregunta por qué comulgas con tanta frecuencia,

dile que lo haces para aprender a amar a Dios, para purificarte de tus imperfecciones,

para consolarte en tus aflicciones, para apoyarte en tus debilidades.

San Francisco de Sales

Cuando recibimos al Señor, cerremos los ojos del cuerpo

y abramos los del alma. Es el momento de tratar con él.

Buen tiempo para oír sus enseñanzas, agradecerle y suplicarle

que no se aparte de nosotros.

Santa Teresa de Jesús

Dios no baja del cielo un día y otro día para quedarse en un copón dorado,

sino para encontrar otro cielo que le es infinitamente más querido

que el primero: el cielo de nuestra alma,

creada a su imagen, y Templo vivo de su adorable Trinidad.

Santa Teresa de Lisieux

Para ofrecer la Eucaristía se necesitarían tres eternidades:

una para prepararla, otra para celebrarla,

y otra para agradecerla.

San Juan Eudes

Por la Eucaristía, esta tierra de la encarnación se hizo el centro del mundo.

Por ella, el Hijo permanecerá entre nosotros no por unos cuantos años fugitivos,

sino para siempre.

San Alberto HurtadoJesuita chileno

El Cristo Eucarístico se identifica con el Cristo de la historia y de la eternidad.

No hay dos Cristos sino uno solo. Nosotros poseemos en la Hostia

al Cristo del sermón de la montaña, al Cristo de la Magdalena,

al que descansa junto al pozo de Jacob con la samaritana, al Cristo del Tabor y de Getsemaní,

al Cristo resucitado de entre los muertos y sentado a la diestra del Padre.

No es un Cristo el que posee la Iglesia de la tierra y otro el que contemplan los bienaventurados en el cielo:

¡una sola Iglesia, un solo Cristo!


Jesús se hace presente y permanece en la Eucaristía,

para vivir con nosotros y que nosotros vivamos con él. Jesús espera nuestras visitas.

En él hallaremos al amigo leal, al consejero fiel,

al consolador amoroso, al confidente de nuestras penas y alegrías.

Jesús recibe nuestras visitas como de un amigo con otro amigo querido.


Comulgar es vivir en Jesús, y vivir de Jesús:

como el sarmiento en la vid y de la vid. Jesús, único principio y raíz

de toda la vida: de la gracia, de la luz,

de la fuerza, de la fecundidad,

de la felicidad, del amor.


El que comulga se va despojando de sí mismo y llega a no tener otra vida

que la de Jesús, la vida divina,

y nada hay más grande que eso. El que llega a vivir la vida de Jesús

plenamente “dará mucho fruto”

como lo decía el mismo Jesús.


La comunión no es para sentir, sino para alimentarse,

para fortalecerse, para proveerse, Finalmente, para darle gusto a Cristo

dejándolo venir a mí, como tanto lo desea.


La comunión es una transfusión no de sangre,

sino de vida divina que hace que estos dos seres

vivan una misma vida.


Por la Comunión se realiza una asimilación vital:

cuando comemos una manzana la asimilamos, el principio superior asimila el inferior; cuando comulgamos Cristo nos asimila,

nos transforma en él, nos permite realizar

el sueño de la humanidad: participar de la vida divina.


Esta maravillosa presencia de Cristo en medio de nosotros

debería revolucionar nuestra vida. No tenemos nada que envidiar a los apóstoles

y a los discípulos de Jesús que andaban con él en Judea y en Galilea.

Todavía está aquí con nosotros. En cada ciudad, en cada pueblo,

en cada uno de nuestros templos… El Crucificado está aquí y nos espera.


¿Queremos solucionar los problemas del mundo?

Acerquémonos a la Eucaristía. El mundo está mal, porque falta amor;

la Eucaristía es puro amor, amor que se inmola, amor que se anonada.


La Palabra se hace carne otra vez e inhabita entre nosotros,

bajo las especies de la Eucaristía; el mismo Jesús, nacido hace dos mil años

como un pequeño niño en Belén, está verdaderamente, realmente,

físicamente y personalmente presente para nosotros

en el Santísimo Sacramento.

Santa Teresa de Calcuta

Cristo se convirtió en el Pan de Vida porque comprendió la necesidad, el hambre que teníamos de Dios.

Y nosotros debemos comer este Pan y la bondad de su amor para poder compartirlo.


Cuando miras al crucifijo, comprendes cuánto te amó Jesús.

Cuando miras a la Eucaristía, comprendes cuánto te ama hoy.


La Misa es el alimento espiritual que me sostiene,

sin el cual no podría vivir un solo día, una hora de mi vida.


Nuestras horas de adoración serán horas especiales de reparación

por los pecados, y de intercesión por las necesidades

del mundo entero, exponiendo los pecados

y los dolores de la humanidad sufriente a los rayos de Jesús

que irradian desde la Eucaristía sanando, sosteniendo y transformando.


La Eucaristía es misterio de fe, prenda de esperanza y fuente de caridad

con Dios y entre los hombres.

San Juan Pablo II

En el humilde signo del pan y el vino, transformados en su cuerpo y en su sangre,

Cristo camina con nosotros y nos convierte en testigos de esperanza

para todos.

San Juan Pablo II

La Eucaristía es verdaderamente una grieta del cielo

que se abre sobre la tierra.

San Juan Pablo II

Un cristiano que se alimenta en la Eucaristía, donde su fe le dice

que se une a la vida de Cristo, que entra en comunión con Él

¿cómo puede vivir idólatra del dinero, del poder, de sí mismo, del egoísmo?

¿Cómo puede ser idólatra un cristiano que comulga?

San Oscar Arnulfo RomeroArzobispo de San Salvador

Mártir

La Eucaristía es el Corazón de mi Dios

y el Dios de mi corazón.

Santa Laura Montoya

La Eucaristía reclama y proclama nuestra comunión con Dios y con nuestros semejantes.

Pedro Arrupe SJ General de la Compañía de Jesús

En la Eucaristía recibimos no solo a Cristo,

la Cabeza del Cuerpo, sino también a sus miembros.

Pedro Arrupe SJGeneral de la Compañía de Jesús

No podemos recibir dignamente el Pan de Vida

sin compartir el pan para la vida con quien lo necesita.

Mientras exista hambre en el mundo,

la Eucaristía no será plena.


Reintroduzcamos voluntariamente un modo diverso de hacer el ayuno eucarístico,

no ya solamente por razones ascéticas, sino como signo de nuestro esfuerzo

por la justicia en el mundo y como expresión concreta

de nuestra solidaridad con los hambrientos y oprimidos del mundo.


Cada vez que compartamos el Pan de la Vida

en la Mesa del Señor, compartamos también el pan para la vida

con los hambrientos del mundo.


La Eucaristía, tal como es acogida en la fe de la Iglesia,

presenta un aspecto sorprendente que conmociona la inteligencia

y conmueve el corazón. Nos encontramos

frente a uno de aquellos gestos abismales del amor de Dios,

ante los cuales la única actitud posible para el hombre

es una entrega en la adoración llena de gratitud ilimitada.

Carlo María Martini SJCardenal italiano

En la Eucaristía Jesús se da él mismo a nosotros.

Sólo él puede entregarse a sí mismo como don para nosotros,

porque solamente él es una sola cosa con el amor infinito de Dios,

que puede hacerlo todo.


La Eucaristía es no solo la modalidad querida por Jesús

para hacer perennemente presente la eficacia salvífica de la Pascua.

En ella no está presente solo la voluntad de Jesúsque instituye un gesto de salvación. En ella está presente sencillamente

- ¡pero qué misterio hay en esta sencillez! - el mismo Jesús.


En el misterio eucarístico está contenida toda la teología, toda la proclamación cristiana:

el amor de Dios al hombre, el don supremo del Padre, es decir, Jesús

que se hace presente bajo las especies eucarísticas, dándonos su vida, muerte y resurrección,

que se ofrece al Padre por toda la humanidad,

en el mismo gesto de inmolación con que se ofreció en la cruz;

el Espíritu Santo que con su poder obra en la Iglesia

y en cada uno de nosotros.


Mediante la Eucaristía que se celebra

en todos los lugares de la tierra, los hombres y el mundo

se acercan progresivamente a su destino definitivo en Dios.

Aunque muchas personas no sean conscientes de ello,

el mundo entero está sostenido en su camino hacia el Padre

por el sacrificio eucarístico de Jesús.


Jesús es Dios-para-nosotros. Dios-con-nosotros.

Dios-dentro-de-nosotros. Jesús es Dios entregándose por completo,

derrochando su vida por nosotros sin ningún tipo de reserva.

Jesús no se guarda nada ni se aferra a lo que posee. Da todo lo que tiene a manos llenas. “Comed… Bebed… Esto es mi cuerpo…

Esta es mi sangre…. Este soy yo que me entrego a vosotros.

Henri NouwenSacerdote holandés

Dios no se guarda nada; Dios lo da todo.

Este es el misterio de la Encarnación. Y este es también el misterio de la Eucaristía.

La Encarnación y la Eucaristía son las dos expresiones

del amor inmensamente generoso de Dios.


Dios no sólo desea entrar en la historia humana siendo una persona que vive en una época

y un lugar determinados, sino que quiere ser nuestro alimento

y nuestra bebida cotidianos en todo momento y lugar.

Por eso Jesús toma el pan, lo bendice y nos lo da. Y en ese momento,

cuando vemos el pan en nuestras manos y lo llevamos a nuestra boca para comerlo,

entonces se abren nuestros ojos y lo reconocemos.


La comunión con Jesús significa hacerse igual con él.

Con él estamos clavados en la cruz, con él yacemos en el sepulcro,

con él resucitamos para acompañar a los caminantes perdidos en su viaje.…

Pertenecemos a Cristo y Cristo nos pertenece a nosotros,

y tanto él como nosotros pertenecemos a Dios.


Al terminar la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que vayamos con nuestros amigos

a descubrir juntos que Jesús está realmente vivo

y nos llama a todos a formar un nuevo pueblo: el pueblo de la resurrección…

La Eucaristía es siempre una misión.


La institución de la Eucaristía no es un gesto ritual desligado de la vida,

sino que es el signo que expresa lo que tienen que practicar los cristianos:

amor en la solidaridad y el servicio humilde a los demás.

José María CastilloTeólogo español

El gesto de Jesús al instituir la Eucaristía, significa esencialmente, la solidaridad más eficaz

con todos los participantes y, de manera muy destacada

con los pobres y los que sufren la justicia humana.


La Eucaristía es el signo de la comunión de vidas y de personas

en la solidaridad con los pobres y en el servicio a los hermanos.


Es evidente que la injusticia y el atropello de los derechos fundamentales

de la persona es el atentado más directo que se puede hacer

a la comunión entre los hombres. En consecuencia, se puede decir que,

donde no hay justicia no hay eucaristía.


Comulgamos con Cristo en el Sacramento de la Eucaristía y en el Sacramento de sus pobres.

Santiago Agrelo OFM)

La Santa Misa es la cumbre de nuestra experiencia cristiana sobre la tierra,

y es al mismo tiempo, la prueba más severa de nuestra fe,

nuestra devoción, nuestra capacidad de renovarnos en espíritu e imaginación,

para bien nuestro y el de muchos a nuestro alrededor.

Esta es nuestra tarea.

Carlos G. VallésJesuita español

La Eucaristía es misterio, misión y milagro. El milagro no se percibe por los sentidos,

y hay que hacerlo visible en nuestra conducta. Que se vea la fuerza del sacramento

en la alegría del cristiano. Que ilumine el Señor su rostro sobre nosotros

para que la luz de su rostro se refleje en el nuestro, y de nuestro rostro irradie a la sociedad y al mundo.

Esta es la bendición de Dios a su pueblo, y es la bendición con que nos despide la Eucaristía

en su liturgia.


La Sagrada Comunión es la experiencia más profunda en la práctica cristiana.

No hay nada más íntimo, más emotivo, más consolador, que el encuentro personal con Cristo, en fe y alegría,

de persona a persona, de corazón a corazón, casi cara a cara, en acatamiento y reverencia,

desde la Primera Comunión en la niñez, hasta el Viático en el lecho de muerte, prueba de amistad, prenda de amor,

vínculo de vida... Todo palidece ante el contacto directo del alma con Dios,

en el misterio de la mejor amistad humana y el mejor amor divino.


El Señor es nuestro alimento. Pero no se trata, al menos no se trata únicamente

de comer fisiológicamente un trozo de pan en el que creemos que está el Señor.

Más bien comer el pan de vida es alimentar nuestra existencia, nuestro pensamiento y corazón

de JesuCristo. Si alimentamos nuestra mente y vida

del amor del Señor, del servicio, de la solidaridad...

tendremos vida, vida plena, definitiva.

Tomás Muro UgaldeSacerdote español

Es de mucho consuelo saber que la mesa del Señor está abierta a todos,

especialmente a los pecadores y publicanos.

Tomás Muro UgaldeSacerdote español

Nos acercamos como pobres, con la mano tendida;

tomamos el Pan de la vida; comulgamos haciendo un acto de fe;

acogemos en silencio a Jesús en nuestro corazón y en nuestra vida.

“Señor, yo quiero comulgar contigo, seguir tus pasos, vivir animado con tu espíritu, y colaborar en tu proyecto

de hacer un mundo más humano”

José Antonio PagólaSacerdote español

La comunión con Cristo es decisiva. Es el momento de acoger a Jesús

en nuestra vida para experimentarlo en nosotros,

para identificarnos con él, y para dejarnos trabajar,

consolar y fortalecer por su Espíritu.


No podemos comulgar con Cristo en la intimidad de nuestro corazón,

sin comulgar con los hermanos que sufren. No podemos compartir el pan eucarístico,

ignorando el hambre de millones de seres humanos privados de pan y de justicia.


Es una contradicción grave comulgar con Cristo todos los domingos

en la más recogida intimidad, y no preocuparnos durante la semana

de comulgar con los hermanos, compartir el pan eucarístico,

e ignorar el hambre de millones de seres humanos privados de pan, justicia y paz;

celebrar el “sacramento del amor”, y no revisar nuestros egoísmos individuales y colectivos,

o nuestra apatía ante situaciones de injusticia y olvido de los más desvalidos;

escuchar la Palabra de Dios en las Escrituras, y no oír los gritos de sus hijos más necesitados…


Un gesto repetido una y otra vez puede fácilmente desgastarse.

La práctica rutinaria nos lleva a olvidar su verdadero sentido,

y a desvirtuar su contenido. Así nos puede ocurrir

con ese gesto hondo y entrañable que consiste en acercarnos a recibir a Cristo

en la comunión. ¿Cómo comulgar de manera nueva?


Jesús quiso que los suyos no olvidaran nunca lo que había sido su vida:

una entrega total al proyecto de Dios. Se los dijo mientras les distribuia un pedazo de pan

a cada uno: “Esto es mi cuerpo”, recordadme así:

entregándome por vosotros hasta el final para haceros llegar la bendición de Dios.

Celebrar la Eucaristia es comulgar con Jesús para vivir cada día de manera más entregada,

trabajando por un mundo más humano.


A los discípulos los tuvo que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa,

como era costumbre, Jesús los invitó a todos a beber de una sola, ¡la suya!.

Todos compartían la “copa de salvación” bendecida por él. En ella veía Jesús algo nuevo:

“Esta es la nueva alianza en mi sangre”. Celebrar la Eucaristía es

alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.


Vivida rutinariamente, la Eucaristía no provoca conversión ni pone en seguimiento de Cristo.

Al contrario, puede convertirse en “coartada religiosa”, que, al ofrecer la satisfacción del deber religioso cumplido

refuerza inconscientemente lo que Juan Bautista Metz ha llamado

“el status quo de nuestros corazones aburgesados” … ¡Cuidado con la Eucaristía vivida de manera rutinaria!


El pan de la Eucaristía nos alimenta para el amor y no para el egoísmo.

Nos impulsa a ir creando una mayor comunicación y solidaridad,

y no un mundo en el que nos desentendamos unos de otros.


La celebración de la eucaristía nos ha de ayudar a abrir los ojos

para descubrir a quienes hemos de defender, apoyar y ayudar en estos momentos.

Nos ha de despertar de la “ilusión de inocencia” que nos permite vivir tranquilos,

para movernos y luchar cuando vemos en peligro nuestros intereses.

Vivida cada domingo con fe, nos puede hacer más humanos

y mejores seguidores de Jesús. Nos puede ayudar a vivir con solidez cristiana,

sin perder la dignidad ni la esperanza.


En la Santísima Eucaristía se hace continuamente presente entre nosotros, el fruto de la muerte y resurrección de Jesús.

En ella Jesús camina con nosotros, en cada momento de nuestra vida hoy,

como aquella vez con los discípulos de Emaús

Benedicto XVI

En la Eucaristía, el Señor se nos da con su cuerpo, con su alma y con su divinidad,

y nosotros nos convertimos en una sola cosa con él. Nuestra respuesta a su amor

tiene que ser entonces concreta, y tiene que expresarse

en una auténtica conversión al amor, en el perdón, en la recíproca acogida,

y en la atención a las necesidades de todos.

Benedicto XVI

Participando en la Eucaristía, vivimos de modo extraordinario

la oración que Jesús hizo y hace continuamente por cada uno

a fin de que el mal, que todos encontramos en la vida,

no llegue a vencer, y obre en nosotros la fuerza transformadora

de la muerte y resurrección de Cristo.

Benedicto XVI

La Eucaristía es manantial de la energía espiritual que renueva nuestra vida cada día,

y de este modo, renueva al mundo en el amor de Cristo.

Ejemplares testigos de este amor son los santos, que han sacado de la Eucaristía

la fuerza de una caridad operante y con frecuencia heroica.

Benedicto XVI

No es posible recibir la Eucaristía como un alimento privado

para después encerrarse en el propio individualismo. La Eucaristía nos une al Señor

y en ese sentido nos une entre nosotros. Es vinculante, en el sentido de que

nos hace miembros del Cuerpo de Cristo, cuya unidad se constituye

en los vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos, del gobierno eclesiástico

y de la comunión

Benedicto XVI

Jesús nos ha dejado el Sacramento de su presencia real,

concreta y permanente, para que, permaneciendo unidos a Él,

podamos recibir siempre el don del amor fraterno. No se puede participar en la Eucaristía

sin comprometerse a una fraternidad mutua, que sea sincera.

Papa Francisco

Jesús dijo:“Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”.

Sabemos muy bien lo que eso significa: contemplarlo, adorarlo y abrazarlo

en nuestro encuentro cotidiano con él en la Eucaristía, en nuestra vida de oración,

en nuestros momentos de adoración, y también abrazarlo en las personas más necesitadas.

Papa Francisco

Jesús está presente en el sacramento de la Eucaristía para ser nuestro alimento,

para ser asimilado y convertirse en nosotros en esa fuerza renovadora que nos devuelve la energía

y el deseo de retomar el camino después de cada pausa o caída.

Pero esto requiere nuestro asentimiento, nuestra voluntad de dejarnos transformar

nuestra forma de pensar y actuar; de lo contrario

las celebraciones eucarísticas en las que participamos se reducen a ritos vacíos y formales.

Papa Francisco

La unión con Cristo y la comunión entre los que se alimentan de él,

es el doble fruto de la Eucaristía, que genera y renueva continuamente

la comunidad cristiana.

Papa Francisco

El Señor sabe que el mal y los pecados no son nuestra identidad;

son enfermedades, infecciones.Y viene a curarlos con la Eucaristía,

que contiene los anticuerpos para nuestra memoria enferma

de negatividad.Con Jesús Eucaristía podemos inmunizarnos

contra la tristeza.

Papa Francisco

La Eucaristía es la síntesis de toda la vida de Jesús, que ha sido un único acto de amor

al Padre y a sus hermanos.

Papa Francisco

El Señor distribuye para nosotros el pan que es su Cuerpo,

él se hace don.Y nosotros experimentamos

la solidaridad de Dios con el hombre, una solidaridad que jamás se agota, una solidaridad que nos sorprende.

Papa Francisco

Vivir la experiencia de la fe significa dejarse alimentar por el Señor y construir la propia existencia no sobre los bienes materiales,

sino sobre la realidad que no perece: los dones de Dios: su Palabra y su Cuerpo.

Papa Francisco

La omnipotencia de Dios es humilde, hecha solo de amor.

Y el amor hace obras grandes con lo pequeño. La Eucaristía nos lo enseña:

allí está Dios encerrado en un pedacito de pan. Sencillo y esencial, Pan partido y compartido;

la Eucaristía que recibimos nos transmite la mentalidad de Dios, y nos lleva a entregarnos a los demás.

Papa Francisco

Jesús habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía,

y cada vez nos recuerda que seguirle quiere decir salir de nosotros mismos y hacer de nuestra vida

no una posesión nuestra, sino un don a él y a los demás.

Papa Francisco

PALABRAS DE JESÚS

Javier LeozSacerdote español

Sólo os pido que os améis,no hacen falta otras leyes ni otros ritos;que os améis unos a otros,que multipliquéis los encuentros,las ternuras,los abrazos y los besos.

Sólo quiero que os beséis,y que pongáis en común lo que tenéis,lo que sois;que dialogueis,que os entendais.Sólo quiero que os querais.

Quiero amigos míos, que os sirvais,que os lavéis los pies unos a otros,que os acompañéis y os ayudeis a caminar;que os cureis mutuamente las heridas;que os perdoneis;que no dejeis a nadie solo,daos unos a otros el tiempo que haga falta.

Regalaos mutuamente algún detalle,cosas… gestos…como signo de amistad y de presencia,igual que yo hice con vosotros;algo que lleve vuestra marca y vuestro espíritu.

Regalaos en todo a vosotros mismoscomo un pequeño sacramento;el amor es siempre gracia y presencia.

Ya solo vale el amor.Pero como una condición,una pequeña circunstanciaque debeis tener en cuenta:que vuestro amor sea como el mío;que os sirvais y os ameis,como yo lo hice con vosotros.Y nada más.

A MODO DE CONCLUSIÓN

La Eucaristía – la Misa y la Comunión que en ella recibimos -, no es un mero rito, una celebración religiosa como cualquiera otra.

Y tampoco es un acto de devoción individual y privado, al que cada uno acude cuando quiere y necesita personalmente.

La Eucaristía – Misa y Comunión - es una fiesta de la fe, una celebración de toda la comunidad cristiana.

La Eucaristía es un sacramento que exige de nosotros una fe firme y profunda: creer que en las especies del pan y del vino, ofrecidos a Dios Padre y “consagradas” por la efusión del Espíritu Santo, convocado por las palabras del sacerdote, está realmente presente, de forma sacramental, el cuerpo, la sangre, el alma y la divinidad de Jesús.

Y un compromiso claro y exigente con Dios y con la comunidad cristiana a la que pertenecemos.

Cuando nos acercamos a comulgar, nos comprometemos a asumir en nuestra vida y nuestras pensamientos, acciones y palabras, la vida, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús, y empeñarnos en buscar ser como él, un signo efectivo y claro del amor de Dios por todos los seres humanos de todos los tiempos y lugares.

Asumir en nuestra vida la vida de Jesús, su pasión, su muerte y su resurrección, implica para nosotros hacerlo presente en nuestro mundo en todas nuestras acciones y palabras. Hacer presente su amor, su compasión, su misericordia, su actitud permanente de servicio, su bondad, su justicia, su santidad, cada uno según sus posibilidades personales y sus circunstancias históricas.

ORACIÓN A JESÚS EUCARISTÍA

Estoy sola, Señor.El silencio me rodea por todas partes.

Es un momento privilegiado para unirme a Ti,y hacerte mi oración humilde y confiada.Desde aquí, en mi soledad y mi silencio,

quiero alabarte y bendecirte, en el maravilloso Misterio de la Eucaristía,el Misterio de tu presencia verdadera y real,

en el Pan y en el Vino consagrados por la efusión de tu Espíritu Santo,

convocado por las palabras del sacerdote.¡Hay tantas cosas que quisiera decirte,

pero no tengo palabras!¡Es tan grande y sublime este Misterio tuyo,

que ante él, el silencio parece ser más elocuente!Las palabras no vienen a mis labios;mi corazón se sobrecoge y calla…

Jesús Eucaristía,Dios encarnado, en el Pan y el Vino de la Cena…

¡Si los cristianos comprendiéramos lo que este regalo tuyo significa!

¡Si al menos pudiéramos tener una apequeña ideade su inmensa grandeza,

de su profundidad, de su poder, de su fuerza!¡Si la mente lograra entender aunque fuera un poquito!

¡Si el corazón pudiera sentir!...¡Sentir, alabar, agradecer, gustar!...

¡Un Dios que se hace hombre, carne y sangre!¡Carne de nuestra carne y sangre de nuestra sangre!

¡Un Dios – hombre que se hace pan y vino,para ser comido y bebido como alimento!

¡Un Dios – hombre que da su vida,su carne y su sangre,su cuerpo y su alma,

su humanidad y su divinidad,para alimentar la Vida de los hombres!

Jesús Eucaristía: yo te adoro y te amo.Te adoro y te amo con todo mi corazón;

con toda mi mente;con toda la intensidad de que soy capaz,

con todas mis fuerzas…

Jesús Eucaristía: yo te adoro y te amoy quiero amarte más cada día de mi vida…Amarte, bendecirte, alabarte y unirme a Ti,

en este maravilloso regalo de tu amor por nosotros.

Concédeme, Jesús Eucaristía,la gracia de tenerte siempre cerca, a mi alcance;

de poder participar cada día en tu Banquete,de poder recibirte dentro de mí y llenarme de Ti,

de poder visitarte en el Sagrario de cualquier iglesia Y hacerte compañía.

Obra en mí, Jesús, mi Pan de Vida.Transfórmame por dentro como sólo Tú sabes hacerlo.

Comunícame tu amor y tu bondad,dame tu vida;

tu vida que es la Vida,la verdadera, la única, la que quiero vivir…

Obra en mí, Jesús, mi Pan de Vida…Úneme a todos los hombres, mis hermanos,

para que, junto a ellos y con ellos,sea signo viviente de tu amor por el mundo,

signo viviente de tu presencia salvadora en medio de nosotros,de tu Buena Noticia…

Obra en mí, Jesús, mi Pan de Vida…Para que sea siempre testigo fiel

de tu entrega, en la cruz, solo por amor.Amén.


Cada vez que comen este pan y beben esta copa,

anuncian la muerte del Señor, hasta que venga.

Pablo, apóstol de los gentiles(1 Corintios 11, 26)

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