LA EVANGELIZACIÓN EN LA GUERRA ESPIRITUAL

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LA EVANGELIZACIÓN EN LA GUERRA ESPIRITUAL Prof. A. Beens Bartolo H. En este último siglo, las iglesias pentecostales, carismáticas y algunas conservadoras, hay puesto bastante énfasis en la guerra espiritual (a comparación de siglos anteriores, desde el inicio del cristianismo). Pero su conceptualización, muchas veces, se limita a la lucha entre los hijos de luz (los creyentes y ángeles) y Satanás con sus demonios; practicando exorcismos o liberación de endemoniados, atando demonios en cada reunión litúrgica, reprendiendo al diablo en cada circunstancia, declarando victoria sobre espíritus territoriales y viviendo al pendiente de cualquier amenaza demoniaca. Esta forma de ver la guerra espiritual es limitada. Es verdad que Satanás es el enemigo de nuestras almas (1 Pe. 5:9) y luchamos contra espíritus malignos (Ef. 6:12); sin embargo, muchas de las prácticas de la actual conceptualización de guerra espiritual es una exageración y está alejada de la verdad de las Escrituras. Guerra espiritual, según Efesios 6:13-18, es estar firmes ante las acechanzas de diablo, puesto la armadura de Dios: Verdad, justicia, evangelio de la paz, fe, salvación, la Palabra, y también la oración. Enfrentar la guerra espiritual es estar viviendo en salvación (seguridad de salvación), con fe, en santidad, obedeciendo la Palabra de Dios y predicando el evangelio. Y sobre este último punto, hablaré en los párrafos posteriores. 1. Analogía de la evangelización en la guerra espiritual En un enfrentamiento bélico, no solamente se ataca y se defiende también se rescata; o sea, un soldado además de buscar derribar al enemigo y protegerse de sus ataques, debe rescatar a sus compañeros que fueron tomados prisioneros. La tarea del evangelista es semejante; pues, mediante la predicación del evangelio y la conversión de las personas, estamos rescatándolos (por obra y mandato de Cristo) de las garras del diablo y su destino en el infierno.

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Es un artículo que desafía a la evangelización como parte de la guerra espiritual.

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LA EVANGELIZACIÓN EN LA GUERRA ESPIRITUAL

Prof. A. Beens Bartolo H.

En este último siglo, las

iglesias pentecostales, carismáticas y

algunas conservadoras, hay puesto

bastante énfasis en la guerra espiritual

(a comparación de siglos anteriores,

desde el inicio del cristianismo). Pero

su conceptualización, muchas veces,

se limita a la lucha entre los hijos de

luz (los creyentes y ángeles) y

Satanás con sus demonios;

practicando exorcismos o liberación

de endemoniados, atando demonios

en cada reunión litúrgica,

reprendiendo al diablo en cada

circunstancia, declarando victoria

sobre espíritus territoriales y viviendo

al pendiente de cualquier amenaza

demoniaca. Esta forma de ver la

guerra espiritual es limitada. Es verdad que Satanás es el enemigo de nuestras almas (1

Pe. 5:9) y luchamos contra espíritus malignos (Ef. 6:12); sin embargo, muchas de las

prácticas de la actual conceptualización de guerra espiritual es una exageración y está

alejada de la verdad de las Escrituras.

Guerra espiritual, según Efesios 6:13-18, es estar firmes ante las acechanzas de

diablo, puesto la armadura de Dios: Verdad, justicia, evangelio de la paz, fe, salvación,

la Palabra, y también la oración. Enfrentar la guerra espiritual es estar viviendo en

salvación (seguridad de salvación), con fe, en santidad, obedeciendo la Palabra de Dios

y predicando el evangelio. Y sobre este último punto, hablaré en los párrafos

posteriores.

1. Analogía de la evangelización en la guerra espiritual

En un enfrentamiento bélico, no solamente se ataca y se defiende también se

rescata; o sea, un soldado además de buscar derribar al enemigo y protegerse de sus

ataques, debe rescatar a sus compañeros que fueron tomados prisioneros. La tarea del

evangelista es semejante; pues, mediante la predicación del evangelio y la conversión de

las personas, estamos rescatándolos (por obra y mandato de Cristo) de las garras del

diablo y su destino en el infierno.

Recordemos que en la guerra espiritual no se disputa territorios geográficos sino

corazones humanos. Mientras Satanás y sus huestes quieren destruir a la humanidad,

Dios busca rescatarlos y proveer de vida abundante, tanto en la tierra como en la

eternidad.

En Deuteronomio 33:29 dice que Dios ha otorgado a su pueblo un poder

conquistador: El Señor es “la espada de tu triunfo. Así que tus enemigos serán

humillados, y tú pisotearás sus lugares altos”. Con Dios tenemos la victoria asegurada.

En el contexto de pasaje, los israelitas tenían la promesa que iban humillar a sus

enemigos cananeos y destruirían los lugares de adoración diabólica de esos pueblos. Y

ese mismo poder conquistador es para iglesia, que con la evangelización

quebrantaremos las obras del maligno.

Aquí sería bueno recordar el inicio y ministerio del “ejército de salvación”.

2. ¿Por qué evangelizar?

La evangelización o propagar las buenas nuevas de salvación es una de las tareas

las más sublimes tareas que Dios le ha conferido a los creyentes y sus siervos, hasta el

punto de ser llamados “colaboradores de Dios” (1 Cor. 3:9).

Existen razones poderosas para evangelizar:

Es un mandato de Dios (Mr. 16:15,16; Mt. 28:19). Omitir este mandato se convierte

en pecado.

Es tarea de cada creyente (Hch. 4:31). No solamente de los líderes, pastores, o los

que tienen el don de evangelista.

Es mostrar amor y gratitud a Dios. El Señor Jesús se sacrificó por mi y Ud., no

escatimando su propia vida; ¿cómo retribuirle ese gran acto? Con nuestro servicio y

obediencia (1 Cor. 9:16).

Es mostrar amor al prójimo. Recordemos que en un tiempo pasado estábamos

perdidos, sin Dios y camino al infierno, pero hubo personas que nos mostraron su

amor y el amor de Dios. Éstos quizá fueron familiares, amigos o desconocidos, que

siendo instrumentos de Dios nos encaminaron a la luz gloriosa del evangelio. ¿Qué

hubiese sido de nuestras vidas sin su obrar? ¿Qué será de las personas que

conocemos sino les predicásemos el evangelio? (Ro. 10:11-15)

Es buscar la justicia, la paz y el bienestar en la humanidad. Muchos quieren que el

mundo cambie y para eso hacen una serie de actividades sociales; sin embargo, es

Cristo que puede cambiar el corazón humano, y para que eso suceda deben creer en

el mensaje de salvación que predicamos.

3. Sustituyendo el mandato divino de evangelizar

Hay muchos cristianos que no solamente omiten el mandato de evangelizar sino

también la sustituyen por otras:

Vayan por todo el mundo y alimenten a los hambrientos, vistan a los desnudos,

construyan hogares para los pobres y cuiden a los enfermos.

Vayan por todo el mundo y hagan política (no significa que esté en contra de este

tema y de los incursionan en ella) y sean socialmente activos para eliminar los

grandes problemas de nuestros días e impongan en la sociedad los principios

bíblicos.

Vayan por el mundo y hagan que la gente venga a la iglesia.

Vayan por el mundo y compren equipos sofisticados para mejorar la liturgia en la

iglesia.

Vayan por el mundo y construyan templos que honre mi nombre.

Vayan por el mundo y copien su estilo para estar a la moda.

Vayan por el mundo y organicen mega-eventos para elegir a los mejores de la

cristiandad.

Algunos puntos, planteados arriba tienen buenas intensiones pero no la misión

principal que Cristo nos dejó.

4. Principios para evangelizar

Voy a compartirles un pequeño cuadro que aprendí de un joven que

evangelizaba en Medio Oriente, Jon Stallsmith:

Creo que encierra una estrategia clara para llevar a las personas a los pies de

Jesús y luego ayudarlos a ser evangelizadores.

Por otro lado se menciona algunos principios que ayudarán en el trabajo de

ganar almas:

Respetar a las personas.

Saber escuchar atentamente, abiertos a las necesidades, deseos y aspiraciones de

quienes nos rodean.

Vivir en todo momento dando testimonio de lo que somos. No hay predicación más

eficaz que el propio ejemplo.

Habla y actuar con convicción, fieles a aquello que creemos y somos.

Proceder siempre con delicadeza y amabilidad. Las personas están faltadas de

ternura, necesitan comprensión y afecto.

Mostrar cordialidad. Saber transmitir alegría, optimismo, esperanza.

Sin temor a ser criticados, incluso rechazados o insultados por nuestras creencias.

Confiar siempre en Dios, ofreciéndole todo nuestro quehacer. Jesús dedicaba largas

horas a la oración en soledad, con el Padre. Necesitamos recibir fuerzas y ayuda de

Dios en la tarea evangelizadora. Como decía el apóstol Pablo, “evangelizar a tiempo

y fuera de tiempo” (2 Tm. 4:2), sin desfallecer. Pero, a la vez, con humildad,

sabiendo que, finalmente, será Dios quien haga fructificar nuestros esfuerzos.

Acordarse que siempre nos están observando y están más listos a observar nuestras

fallas que nuestras virtudes. Es preferible que lo acusen de “fanático”, “aleluya”, etc.

que de hipócrita (Dn. 6:4 3:17,18; 1 Pe. 3:13-17).

Tener creatividad para programar y ejecutar eventos evangelísticos. Los eventos que

se caracterizan por ser aburridos, monótonos, improvisados y sin interacción,

producen el alejamiento de los no creyentes.

Usar todos los recursos disponibles para expandir el evangelio: radio, televisión,

medios escritos, internet, redes sociales, etc.

Le animo a leer detenidamente los siguientes pasajes y extraer enseñanzas respecto a

la evangelización:

Marcos 5:1-20 trata sobre la liberación del endemoniado de Gadara y la misión

encomendada por Jesús.

Hechos 1:6-8 trata sobre la designación de ser testigos de Cristo.

Hechos 2:43-47 trata la vida de los primeros cristianos.

Hechos 20:18-24 trata sobre un breve informe del ministerio del apóstol Pablo.

Romanos 10:11-15 trata sobre la imperiosa necesidad de compartir el evangelio y de

ser evangelizadores.

2 Cor. 5:18-20 trata sobre la responsabilidad de ser embajadores de Cristo en esta

tierra.

Colosenses 4:2-6 trata sobre la importancia de la oración, de aprovechar bien el

tiempo y tener un buen vocabulario en la evangelización.

Así pues, “soldado de Cristo” (2 Tm. 2:3) busca rescatar las almas, que Satanás bajo

su poderío, a través de la evangelización (2 Tm. 4:2). Toma parte activa de esta guerra

espiritual y obedece a Aquel que murió por ti y está resucitado en el cielo, con los

premios que te entregará por tu fidelidad.