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La experiencia de Petroquímica General Mosconi como “mirador” del cambio en la estrategia económica de la Argentina entre 1970 y 1993 Juan Odisio 1 Introducción En 1969, la Dirección General de Fabricaciones Militares y Yacimientos Petrolíferos Fiscales – a la sazón, las dos mayores compañías industriales públicas en Argentina- decidieron fundar Petroquímica General Mosconi (PGM), como una Sociedad Anónima de propiedad totalmente estatal. Este gran complejo industrial consiguió constituirse al año siguiente y organizarse rápidamente, alcanzando una implantación “exitosa”: comenzó a producir derivados aromáticos petroquímicos en 1974 en su planta de Ensenada (provincia de Buenos Aires) y se afianzó rápidamente como una relevante firma del espectro manufacturero local, altamente exportadora y productiva. Hasta ese momento, estos insumos debían ser importados para elaborar los productos intermedios y finales de la cadena petroquímica, que a su vez eran demandados -como se aprecia en la Tabla 5, en el Anexo- por un importante número de ramas industriales, desde química hasta textiles y plásticos. La pronta puesta en marcha de la firma significó para el sector local un notorio salto adelante en términos de tecnología utilizada y capacidades locales de producción. Durante los años ochenta, la dirección de la empresa encaró un amplio programa de inversiones, que transformó a la Petroquímica en la firma industrial argentina más inversora durante la segunda mitad de la década y como la de mayor capacidad productiva en el sector petroquímico, resistiendo las crecientes dificultades macroeconómicas y financieras de la época. Sin embargo, en 1991 se decidió su traspaso a manos privadas en medio de la ola privatizadora que veía en el excesivo (e ineficiente) “estatismo” la causa de todos los males de la economía argentina. El proceso de enajenación concluyó dos años después –en conjunción con la venta de la propia petrolera estatal-, implicando un resultado altamente ruinoso para el sector público, a pesar de la trayectoria previa de eficiencia y rentabilidad de la empresa. Sobre algunos hallazgos realizados en una reciente tesis doctoral (Odisio, 2014), se procurará adoptar el devenir de la Petroquímica como “mirador” del cambio acaecido en la estrategia económica dominante en la Argentina entre su aparición y su privatización: si su creación se forjó al calor del avance de la industrialización compleja en el país (en conjunción con un cierto “giro nacionalista y desarrollista" particular en la política económica de la época), su desempeño, en cambio, estuvo signado por la reversión de ese proceso, cuando –tras la instauración de la dictadura militar de 1976- las condiciones estructurales de la economía desplazaron a la industria como eje central de acumulación y ordenamiento social. Tras arduos intentos de expansión durante los ochenta, su venta al capital privado a un costo altísimo para el erario y con una gran pérdida de capacidades estatales, mostró hacia comienzos de la década siguiente la definitiva clausura de esa estrategia. Evidentemente, ni el Estado ni la industria ocupaban un lugar central en el panorama económico que expresaba la nueva hegemonía de los años noventa. Mediante el resumido examen de las principales estrategias de PGM constituidas en torno a sus 1 CONICET / AESIAL (FCE-UBA), Argentina. Correo electrónico: [email protected].

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La experiencia de Petroquímica General Mosconi como “mirador” del cambio en la estrategia económica de la Argentina entre 1970 y 1993

Juan Odisio1

Introducción

En 1969, la Dirección General de Fabricaciones Militares y Yacimientos Petrolíferos Fiscales –a la sazón, las dos mayores compañías industriales públicas en Argentina- decidieron fundar Petroquímica General Mosconi (PGM), como una Sociedad Anónima de propiedad totalmente estatal. Este gran complejo industrial consiguió constituirse al año siguiente y organizarse rápidamente, alcanzando una implantación “exitosa”: comenzó a producir derivados aromáticos petroquímicos en 1974 en su planta de Ensenada (provincia de Buenos Aires) y se afianzó rápidamente como una relevante firma del espectro manufacturero local, altamente exportadora y productiva. Hasta ese momento, estos insumos debían ser importados para elaborar los productos intermedios y finales de la cadena petroquímica, que a su vez eran demandados -como se aprecia en la Tabla 5, en el Anexo- por un importante número de ramas industriales, desde química hasta textiles y plásticos.

La pronta puesta en marcha de la firma significó para el sector local un notorio salto adelante en términos de tecnología utilizada y capacidades locales de producción. Durante los años ochenta, la dirección de la empresa encaró un amplio programa de inversiones, que transformó a la Petroquímica en la firma industrial argentina más inversora durante la segunda mitad de la década y como la de mayor capacidad productiva en el sector petroquímico, resistiendo las crecientes dificultades macroeconómicas y financieras de la época. Sin embargo, en 1991 se decidió su traspaso a manos privadas en medio de la ola privatizadora que veía en el excesivo (e ineficiente) “estatismo” la causa de todos los males de la economía argentina. El proceso de enajenación concluyó dos años después –en conjunción con la venta de la propia petrolera estatal-, implicando un resultado altamente ruinoso para el sector público, a pesar de la trayectoria previa de eficiencia y rentabilidad de la empresa.

Sobre algunos hallazgos realizados en una reciente tesis doctoral (Odisio, 2014), se procurará adoptar el devenir de la Petroquímica como “mirador” del cambio acaecido en la estrategia económica dominante en la Argentina entre su aparición y su privatización: si su creación se forjó al calor del avance de la industrialización compleja en el país (en conjunción con un cierto “giro nacionalista y desarrollista" particular en la política económica de la época), su desempeño, en cambio, estuvo signado por la reversión de ese proceso, cuando –tras la instauración de la dictadura militar de 1976- las condiciones estructurales de la economía desplazaron a la industria como eje central de acumulación y ordenamiento social. Tras arduos intentos de expansión durante los ochenta, su venta al capital privado a un costo altísimo para el erario y con una gran pérdida de capacidades estatales, mostró hacia comienzos de la década siguiente la definitiva clausura de esa estrategia. Evidentemente, ni el Estado ni la industria ocupaban un lugar central en el panorama económico que expresaba la nueva hegemonía de los años noventa.

Mediante el resumido examen de las principales estrategias de PGM constituidas en torno a sus

1 CONICET / AESIAL (FCE-UBA), Argentina. Correo electrónico: [email protected].

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áreas productivas, de inversión y financiamiento, planificación, innovación tecnológica, entre otras, y fundamentalmente de las variables referidas a su evolución económico-financiera, productiva y comercial durante el periodo mencionado, se buscarán distinguir las posibilidades que la empresa fue abriendo para un mayor despliegue del (trunco) proceso de industrialización argentino. Interesa explorar algunos de los logros alcanzados en este plano a fin de arrojar nueva luz sobre algunas cuestiones más amplias del devenir económico argentino en el último cuarto del siglo XX, referidas concretamente al desenvolvimiento estatal durante la última etapa de la industrialización por sustitución de importaciones y su posterior quiebre y abandono.

En definitiva, la evaluación de los esfuerzos estatales en este plano, más allá de permitir lanzar un juicio más apropiado sobre el argumento general que llevó a la enajenación de la mayor parte del núcleo de industrias públicas -la (supuesta) ineficiencia inmanente de la gestión estatal-, la lectura histórica propuesta desde este importante proyecto manufacturero aspirará a ponderar los logros y límites del Estado promotor de la industrialización “compleja” en la Argentina de posguerra, como exponer los condicionantes del mismo, procedentes de las mudanzas del propio sendero de desarrollo fraguado.

Empresas públicas e industrialización sustitutiva

En primer lugar, debe principiar por señalarse que no se ha desplegado hasta hoy en la historiografía un corpus metodológico específico para el abordaje de las empresas públicas específicamente.2 En primer lugar, se puede notar que su status jurídico-legal resulta muchas veces de difícil conjunción con las actividades que efectivamente desarrollaban, pero más en general, que la creciente imbricación entre intereses públicos y privados en la posguerra siguió un sendero complejo obedeciendo a un sinnúmero de causas, más o menos coyunturales o estructurales.

Desde el punto de vista de la teoría económica, las razones teóricas para justificar la existencia de empresas públicas se relacionan con la existencia de monopolios naturales, en aquellos mercados con condiciones que conllevan a la existencia de un único productor; fallas en los mercados de capitales, que no brindan financiamiento de riesgo de largo plazo; externalidades, que hacen que el retorno social de una inversión sea mayor a la captación privada de beneficio y finalmente; motivos de equidad social (Chang, 2007: 12-13).3 Desde un punto de vista ortodoxo, éste argumento que las empresas estatales pueden tener otros objetivos aparte de la maximización de la ganancia, quizá sea el más utilizado. Estas acciones denominadas “no económicas”, por lo general se asocian en los países industriales con cuestiones laborales (de empleo, salariales, sindicales) o de fomento del consumo, vía menores precios o una mayor oferta que la que imperaría en condiciones de libre mercado (Böheim, 2011: 190). Como sea, no se ha dado respuesta terminante a la tensión entre el requisito de funcionar como una empresa actuante en el mercado y el mandato de actuar siguiendo objetivos de interés público, lo que llevó a que en la experiencia histórica la solución adoptada variara entre una y otra finalidad. Así es posible distinguir entre firmas que estuvieron fuertemente abocadas a la

2 Cfr. Toninelli (2000), fundamentalmente el primer capítulo y Belini y Rougier (2008), “Presentación”. 3 En adición, las principales vías de acercamiento a las empresas públicas desde la óptica de la economía neoinstitucional son ampliamente expuestas en Ayala Espino (1996).

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obtención de beneficios y la búsqueda constante de mejorar su competitividad, de otras que sostuvieron onerosos déficits por años escudándose en distintos motivos de sustento económico-social.

Retomando la discusión teórica, la condición que justifica la existencia de estas firmas -en lo tocante a la eficiencia económica- es que sus “costos organizacionales” sean menores a los “costos de transacción” de la regulación que el Estado debería establecer si deja en manos del capital privado la persecución de esos objetivos. Fuera del mundo desarrollado, es posible que dicha condición se cumpla más fácilmente (Chang, 2007: 13-14). De una u otra manera, el accionar de las empresas estatales ha sido un componente necesario en todas las experiencias de desarrollo moderno y han contribuido en dichos procesos, considerando especialmente tres situaciones: cuando la escala de capital de nuevas actividades requeridas para potenciar el crecimiento dejaba al Estado como el único actor capaz de enfrentarlas; si las empresas privadas no se hallaban dispuestas a asumir el riesgo de establecer nuevos mercados y productos; finalmente al no perseguir la mayor rentabilidad en el menor plazo, hay proyectos que podían encararse únicamente desde el Estado –como en aquellos casos que arrojaran menores beneficios o fueran de maduración más lenta- siempre que se consideran necesarios para el despliegue económico del país (Montes, 2013).4

Considerando esta perspectiva, es dable pensar que en los países no desarrollados hay una necesidad aún más imperiosa del involucramiento del Estado, si es que se plantean como objetivo lograr su desarrollo industrial. Esta cuestión también ha ocupado un lugar de relieve en la reflexión teórica desde -al menos- el trabajo seminal de Gerschenkron (1962). Es que al contrario de lo que supone la economía neoclásica estándar, la expansión de la inversión pública no necesariamente genera un “efecto de expulsión” (crowding out) de los negocios privados en los mercados en que ingresa. Al contrario, se ha probado que el Estado puede actuar como una “fuerza de atracción” (crowding in) eficiente para el capital (cfr. Moudud, 2006: 40-42). En paralelo, debe notarse la importancia que puede tener la participación estatal en el capital de empresas privadas, especialmente en presencia de mercados financieros y de capitales débiles.5

Más aún, puede sostenerse que sin la participación del Estado algunos sectores no se desarrollarían. El caso se presenta cuando, por sus características organizacionales y tecnológicas del mercado en cuestión, los capitales individuales no encuentran incentivos a iniciar determinada producción.6 Así, la participación estatal funcionaría como una precondición para el despliegue; capacidad que incluso se ve amplificada si esta “falla de coordinación” se da en mercados donde es necesario realizar grandes inversiones con un

4 Los orígenes modernos de la empresa pública durante el siglo XIX han sido analizados por Millward (2005), quien las computa como un producto de la revolución industrial, con el objetivo de modelar los nuevos mercados e instituciones del siglo XIX y sostener la expansión de la infraestructura económica (pueden consultarse también los libros de Toninelli, 2000 y Díaz-Fuentes y Comín, 2004). Una obra que plantea que es necesaria una renovación en las formas de entender el Estado empresario en función del auge que estas firmas han tenido en los últimos años, puede leerse en Musacchio y Lazzarini (2014). 5 En relación al caso argentino, puede verse el capítulo cuarto de Belini y Rougier (2008): “Propiedad y gestión. La participación del Estado en el capital de las firmas privadas, 1950-1976”. Enfocado al caso de Brasil y con interesantes reflexiones en el sentido aquí utilizado, puede verse Inoue, Lazzarini y Musacchio (2013). 6 Como señala Schclarek Curutchet (2013), en este caso no se trataría de una “falla de mercado”, en la que -por alguna “imperfección”- las acciones de los empresarios producen resultados ineficientes, sino directamente a la ausencia de señales que permitan la constitución misma del mercado.

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horizonte de realización de largo plazo para su establecimiento (Schclarek Curutchet, 2013: 82-83). Suele suceder que en sectores básicos de la economía es necesaria una fuerte inversión inicial para que otros actores ingresen posteriormente, pudiendo actuar así las empresas públicas con una mayor “fuerza de atracción” al establecerse en ellos.

También en relación a la innovación tecnológica, las instituciones y empresas del Estado cumplen un papel central e insustituible incluso en el mundo desarrollado, tal como ha mostrado el renombrado trabajo de Mazzucato (2013). En condiciones de mayor incertidumbre e inestabilidad, para garantizar un proceso de desarrollo duradero y sustentable, es necesario que las instituciones y empresas públicas lideren tanto el proceso de investigación como de transmisión del avance técnico.

Así, considerando el manejo eficiente de las empresas públicas (como condición necesaria) e incorporando en sus objetivos la necesidad de establecer una política vigorosa de innovación y difusión tecnológica, es posible postular que las empresas públicas pueden ser la punta de lanza de una estrategia de desarrollo industrial. Este papel surge de considerar el cruce entre el mencionado concepto de “fuerza de atracción” con aquél otro -más general- de “núcleo endógeno”, propuesto por Fajnzylber (1983) como eje de una “nueva industrialización” para América Latina (basada en el avance tecnológico y la conquista de mercados externos). De tal modo, se presta sustento a la idea mencionada, que las empresas del Estado deben cumplir un papel medular en los países de industrialización tardía.

Desde el punto de vista histórico, durante la segunda mitad del siglo XIX apareció un nutrido conjunto de empresas públicas en Latinoamérica, creadas principalmente para desarrollar sectores de servicios públicos (comunicaciones, obras sanitarias), la banca y el transporte. El cambio en su orientación se produjo en las décadas posteriores a la crisis desatada en 1929, cuando la motivación principal en la creación de empresas públicas se asoció crecientemente con la estrategia de industrialización sustitutiva en auge: así, numerosas iniciativas fueron destinadas al despliegue de la industria; “liviana” en un primer momento, y reorientada hacia las actividades “pesadas” a partir de los años cincuenta. De este modo, en el continente se produjo una réplica de la experiencia europea, en que la producción estatal procuraba -bajo la égida del Estado de Bienestar- ampliar la escala de los mercados de bienes y servicios masivos.7

En este sentido, las empresas públicas permitieron a los Estados jugar un “papel ampliado” en el direccionamiento del proceso económico en cada país. Dadas las presiones y exigencias, externas e internas, el establecimiento de nuevas firmas e instituciones estatales fue en la posguerra una forma relativamente viable de intervenir en pos de los nuevos objetivos industrializadores.8 Sin embargo, como el proceso de creación de estas entidades no se produjo planificadamente -sino que se dio en una miríada de causas, estructuraciones y formas de actividad- el resultado fue la “producción de una amplia gama de bienes y servicios en calidad, tamaño, antigüedad, procedencia, heterogeneidad y falta de coordinación”.9

Con todo, debe notarse que en nuestro continente, la aparición de las empresas públicas durante el siglo XX -más concretamente, durante el auge del modelo sustitutivo- obedeció más a brindar respuesta a cuestiones puntuales en cada caso que a una visión estratégica de

7 Guajardo Soto (2013b: 107). 8 Cfr. BID et al. (1979), citado en Guajardo, 2013a. 9 Guajardo (2013a: 16).

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planificación, como ha mostrado la (no tan abundante) literatura al respecto. Surgidas en muy distintas circunstancias, los Estados de los países latinoamericanos persiguieron una multiplicidad de objetivos mediante el establecimiento de firmas bajo su control. Las razones y circunstancias que guiaron esa creciente intervención estatal se debieron a situaciones muy diversas (no necesariamente producto de posturas pro-estatistas), entre las que se pueden ubicar: fallas de mercado, exigua predisposición del capital privado a realizar inversiones de riesgo o a largo plazo, el retiro de algunas empresas extranjeras o el resguardo frente a una presencia abusiva de las mismas, imposiciones estratégicas y de defensa, intentos de control de condiciones monopólicas y un largo etcétera (véase la Tabla 1).10 Por tal motivo, Belini y Rougier (2008) proponen utilizar el concepto de “Estado empresario” en un sentido muy amplio, que incluya no sólo las propias actividades de las firmas estatales sino también los múltiples y diversos mecanismos de sostén al capital actuante en determinado país.

Tabla 1: Factores que estimularon la intervención estatal de posguerra

Generales

Cumplimiento de políticas compensatorias y anticíclicas Creación de condiciones favorables a la acumulación de capitales y expansión de las empresas privadas Atención a las nuevas necesidades derivadas de los procesos de urbanización e industrialización Regulación y arbitraje de la incorporación de nuevos estratos sociales Aprovechamiento de posibilidades del Estado para influir en la estructura y orientación de la economía

Históricos, coyunturales y militares

Herencia de intervenciones anteriores Impacto de crisis económicas Reserva de fuentes de recursos fiscales Preocupación estratégica por la defensa nacional Autosuficiencia militar Utilización de saldos acumulados durante la guerra contra naciones poseedoras de inversiones en el país

Socioeconómicos

Debilitamiento de los flujos internacionales de capitales y de la rentabilidad de los servicios públicos tradicionales Desinterés de capitalistas nacionales por realizar inversiones de largo plazo Caída de la rentabilidad y crisis de empresas privadas Uso de organismos públicos como órganos especiales para la ejecución y gestión de planes, proyectos y programas Dinámica de autoexpansión acumulativa al utilizarse el sector público como fuente de recursos e influencia

Políticos e ideológicos

Presión de movimientos políticos y sindicales, nacionalistas o socialistas, hostiles a las inversiones extranjeras y favorables al predominio del Estado Protección de consumidores, asalariados, pequeños y medianos

10 Puede verse también la enumeración ensayada por Kaplan (1965: 46-49).

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productores Política defensiva frente a los monopolios Injerencia en los medios de comunicación de masas como instrumento de poder

Fuente: Elaboración propia en base a Rougier (2009: 246-247).

Como se puede notar, un nutrido conjunto de elementos de orden histórico, coyuntural, estratégico-militar, económico, institucional, socio-político, e ideológico pueden hallarse por detrás del impulso estatal de posguerra. En Argentina, los dos momentos de auge del Estado empresario se pueden ubicar durante la década del cuarenta primero, y a mediados de los sesenta después, durante la presidencia del general Onganía. Esto quedó cristalizado en la ley 17.318 de 1967 que estableció un nuevo marco de funcionamiento para las “Sociedades Anónimas con mayoría de capital estatal”. Bajo esta normativa se reorganizaron varias empresas y se establecieron nuevos proyectos, considerados imprescindibles para avanzar con una mayor industrialización, motorizados por las grandes empresas públicas del momento.11 Entre ellas, se puede contar a PGM, junto con Hidronor, Hipasam o Petroquímica Bahía Blanca.12

Más en general, quizá esa variedad desorganizada de empresas del Estado motivó que fueran establecidas como una de las “leyendas negras” de la posguerra, al aceptarlas como cargas económicas sobre el resto la sociedad; visión que se explayó posteriormente en Latinoamérica como en todo el mundo durante los últimos años del siglo pasado.13 Sin dejar de reconocer que su comportamiento distó mucho de ser el pretendido, tampoco debe pasarse por alto que en muchos estudios se ha presentado un notorio “sesgo de selección” hacia las empresas con mal desempeño económico.14 Según Guajardo, gran parte de los problemas que exhibieron las firmas estatales se remontaban a “fallas de origen” que podían rastrearse hasta la década del cincuenta, momento de auge en la creación de este tipo de empresas.15 Lo que afirma Carlos Marichal para el caso mexicano también es aplicable a la experiencia argentina: en la década del setenta las empresas estatales comenzaron a ver desvirtuado su funcionamiento, cayendo en una “especie de anarquía organizativa”, en la que “no existía una clara racionalidad en la conformación de las nuevas empresas, pero dado el crecimiento continuo del sector paraestatal, se tuvieron que crear mecanismos cada vez más complejos y burocráticos para intentar supervisarlo y regularlo”.16 Esto no implica, por otra parte, aceptar el argumento simplista de que el Estado es intrínsecamente un mal administrador, tal como candorosamente se quiso presentar -tras la crisis de deuda y los duros ajustes de la “década perdida” de los ochenta- a la hora de avanzar con las privatizaciones, la aplicación de las “reformas estructurales” y una nueva inserción en los mercados globales.17 El estudio de caso que se verá

11 Rougier (2009: 230). 12 Al respecto puede verse García Heras (2010), Bandieri y Blanco (2012) y Odisio (2008). 13 Chang y Singh (1993). 14 Chang (2007: 8). 15 Guajardo Soto (2013b). 16 Marichal (2003: 17). 17 Waterbury (1999) ofrece un análisis del cambio acaecido entre la estrategia sustitutiva y la adopción de las recetas del “Consenso de Washington” señalando que la diferencia medular se halla justamente en la consideración que se hace, en uno y otro caso, del papel que puede jugar el Estado (a favor, en contra) en los asuntos económicos.

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más adelante es una prueba de la falsedad de tal postulado.18

Para el caso argentino, y a pesar de su complejidad e importancia histórica, la acción del Estado empresario resulta aún un tópico relativamente poco explorado. Inclusive, aún todavía el peso económico que tuvieron las empresas del Estado en su “época de oro” permanece indescifrado. Aun existiendo importantes antecedentes de una visión anclada en lo histórico, que partieron -con sus naturales variantes- del intento por dar cuenta del proceso de conformación y funcionamiento del Estado empresario argentino en el siglo XX,19 en más de un caso las lecturas ensayadas presupusieron el resultado a alcanzar, haciéndose depender de esquemas preconcebidos y con sesgos tendientes a prestar conformidad a las visiones que las sustentaban.20

Inclusive, el peso del Estado empresario argentino durante el modelo sustitutivo dista de haber sido dilucidado claramente. La dificultad para determinar siquiera el número de firmas públicas creadas durante los años de posguerra radica en la diversidad de formatos legales y estatutarios que recibieron y al galimatías derivado de la existencia de establecimientos dependientes de organismos centralizados y descentralizados, como de los distintos niveles de gobierno. Las mediciones más usuales, del peso del sector público en el PBI, indican que el mismo osciló en torno al 6% (Gráfico 1), encontrándose de tal modo muy por debajo del nivel promedio en otros países de desarrollo intermedio.21

Sin embargo, como señala Rougier (2009), esa aproximación no es del todo adecuada por dejar fuera un conjunto considerable de actividades empresariales del Estado. Proponiendo en su lugar una aproximación que incorpore también una dimensión cualitativa, refiere este autor que para fines de los años setenta,

el estado, a través de distintas reparticiones y empresas, se encargaba de la totalidad de la producción y distribución de energía eléctrica y de gas natural, de las dos terceras partes de la producción de petróleo y el 80% de su refinación. Controlaba el sistema de comunicaciones y todo el sistema ferroviario, la mitad del tráfico aéreo nacional e internacional y marítimo, y la totalidad de los puertos. Controlaba asimismo una porción significativa del sistema financiero y de seguros y de reaseguros.

El estado tenía además una participación mayoritaria en la producción de acero y de productos químicos básicos, además de fabricar en pequeña escala vehículos y aviones. Entre las ciento cincuenta empresas más grandes por ventas, 51 eran de propiedad estatal […].

Entre las cien industriales más importantes, el estado controlaba 13, además de poseer porciones

18 Estudios recientes de distintos casos latinoamericanos pueden hallarse en distintos capítulos de Chávez y Torres (2013) y en el dossier especial “Empresas Públicas en América Latina: Historia, Conceptos, Casos y Perspectivas”, aparecido en la edición de Enero-Junio de 2013 de la Revista de Gestión Pública. Por una visión global (con énfasis en la internacionalización de las empresas públicas), pueden revisarse los trabajos incluidos en el dossier “Governments as Owners: Globalizing State-Owned Enterprises” en el Journal of International Business Studies de finales del 2014 (volumen 45, número 8). Para el caso argentino la referencia más importante es el ya mencionado libro de Belini y Rougier (2008). 19 Tales como Kaplan (1965 y 1969); Andrieu (1975); Schvarzer (1979) y Belini y Rougier (2008). 20 Un patente ejemplo resultan los trabajos de FIEL, donde -planteándose a priori una contraposición absoluta entre intereses privados y públicos- se expresaba taxativamente que “la actividad del Estado como industrial, prestador de servicios, financista, constructor y comerciante afecta significativamente a la economía general del país y cercena la capacidad de desarrollo de la actividad privada” (1976: 58, énfasis añadido). 21 Cfr. Rougier (2009: 231) y Chang (2007: 11).

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significativas del capital de otras de ese listado.22

Gráfico 1: Participación de las empresas públicas en el PBI argentino, 1950-1980

Fuente: Rougier (2009: 249) en base a datos de SIGEP (1984).

En cualquier caso, de lo que queda poca duda es que las empresas públicas jugaron un papel de primera importancia en la expansión del modelo sustitutivo, reforzándose mutuamente ambos procesos. Los alcances y límites de la propia dinámica industrializadora han sido ampliamente estudiados, especialmente desde una perspectiva macroeconómica (lo que quizá pueda explicarse porque gran parte de los trabajos al respecto fueron encabezados por economistas de la CEPAL durante los ochenta).

Su evolución es conocida: las condiciones vigentes en los mercados internacionales a partir de los años treinta impulsó a las economías latinoamericanas a perseguir una estrategia distinta a la orientación primario-exportadora ensayada hasta entonces. La búsqueda por disminuir el coeficiente de importaciones condujo a la instauración del modelo de industrialización sustitutiva. A grandes trazos, las dos primeras décadas constituyeron la etapa “fácil” de sustitución, cuando el proceso estuvo liderado por los sectores productores de bienes de consumo principalmente. En la posguerra, con la profundización de esta estrategia, se pasó a lo que se conoce como la fase “compleja” o “difícil” de industrialización, cuando se avanzó en la producción de bienes de consumo durable primero, e insumos industriales y bienes de capital luego. Es fundamentalmente este período el que nos interesa abordar aquí.23

Como asimismo ha señalado Rougier (2014 [2007]) en su balance sobre la historiografía económica acerca de la ISI en Argentina, el panorama general de los estudios referidos a las décadas de posguerra mostraba resultados no del todo halagüeños, indicando que

22 Rougier (2009: 242). 23 Una aproximación abarcativa a la experiencia (no sólo latinoamericana) y la problemática general de la sustitución de importaciones puede verse en Bruton (1989).

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si bien la industria argentina avanzó de manera significativa en el período, también se vio condicionada por la falta de integración vertical, por una fuerte dependencia tecnológica y por su concentración en la satisfacción de la demanda ofrecida por un mercado interno de limitadas proporciones. En forma adicional, el fuerte déficit del sector externo y el estancamiento de sector primario exportador durante la década de 1950 y buena parte de los años sesenta, impusieron límites precisos a la expansión industrial que se visualizaron en el rápido agotamiento de la demanda ofrecida por el mercado interno y el estallido de crisis cíclicas.24

Más en general, se toma a continuación la caracterización más general que realizara Carlota Pérez del proceso de industrialización latinoamericano, ya que incorpora variables que interesa tomar en consideración más adelante, a la hora de evaluar el accionar de Petroquímica General Mosconi bajo gestión estatal:25

Tabla 2: Caracterización de la ISI latinoamericana

Área Aspecto Países desarrollados ISI

RENTABILIDAD Fuentes de rentabilidad

Internas (dependen de la empresa)

Externas (dependen del estado)

INVERSIÓN

Decisión de inversión

Ventajas reconocidas/Factibilidad

(riesgo asumido por inversionista)

Sustitución de mercado de importación existente (riesgo

reducido por protección)

Política de inversión Modular/Expansiva Por bloques/Diversificadora o

de integración vertical

Barreras a la entrada

Creadas por los productores existentes (economías de escala

o acceso a la tecnología)

Superadas o erigidas por las políticas y acciones del Estado

Barreras a la salida Bajas (dependiendo de tipo de competencia en cada mercado)

Altas (conservación de empleos y capacidad instalada,

aun no siendo rentable)

Fuente: elaborado en base a Pérez (1996), cuadro 2.

Como se advierte, la apreciación es negativa en prácticamente cada aspecto considerado. En ese sentido, se emparenta con la ya aludida “visión pesimista” del proceso sustitutivo en Argentina. Con todo, Rougier (2014 [2007]) agrega asimismo que posteriores estudios han

24 Prebisch –primer teórico de la estrategia sustitutiva- había desarrollado tempranamente una visión bastante negativa del proceso seguido en el continente, especialmente por haberse establecido un sendero excesivamente mercadointernista tras una elevada protección de la competencia externa; cfr. Prebisch (1963 y 1981). 25 El análisis de esta autora comprende dos “áreas” más que las aquí expuestas –“tecnología” y “relaciones con el entorno”- pero cuestiones de espacio obligan a acotar el análisis a estos dos ejes señalados.

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comenzado a complejizar aquellos resultados “clásicos”. De tal modo, sin negar la pertinacia de esa concepción global, distintas experiencias –no necesariamente negativas- también han comenzado a aportar un matiz novedoso, que permite sostener que

la frustración de un más importante desarrollo manufacturero o de su profundización no parece provenir necesariamente de la falta de empresarios dinámicos ni de las dificultades tecnológicas; tampoco de la imposibilidad de avanzar en el proceso de integración productiva, sino fundamentalmente a las políticas económicas, considerando sus fluctuaciones, inconsistencias e imprevisibilidad, particularmente después de 1975.26

Esta ponencia pretende aportar a ese debate, vinculando el accionar del Estado empresario con la estrategia industrializadora de posguerra. En este terreno, en el que mucho queda por investigar aún, abordaremos sucintamente los resultados alcanzados por un enorme complejo industrial argentino bajo gestión estatal, forjado durante la segunda etapa de industrialización sustitutiva pero que debió funcionar mayormente en un período en que los lineamientos que le habían dado origen se vieron profundamente revertidos.

Petroquímica Mosconi: Una experiencia positiva del Estado empresario argentino27

A continuación se ofrece una mirada amplia sobre el período de gestión estatal de la Petroquímica General Mosconi. Se considerará fundamentalmente un amplio conjunto de indicadores, a fin de pasar revista a los resultados obtenidos por la gestión de la empresa en varios frentes. Este análisis de la evolución productiva, comercial, financiera y de gestión de PGM se llevará a cabo para el período 1974 a 1991, de acuerdo a los datos disponibles. Las variables e índices examinados darán cuenta de una evolución poco lineal en el devenir de esta empresa. Tanto desde el punto de vista de la producción, las ventas, la productividad y la rentabilidad, aparece un claro corte durante los primeros años de la década del ochenta y luego, una nueva dinámica parece darse durante los tres ejercicios antes de la privatización.

Como se verá, la primer y venturosa década de puesta en marcha tuvo resultados positivos en prácticamente todas las dimensiones consideradas. La rápida construcción y puesta en marcha, el mantenimiento de medidas de promoción y un favorable contexto externo luego de la primera crisis petrolera parecen haber coadyuvado a obtener dichos réditos. Por el contrario, durante el transcurso de los años ochenta, las dificultades parecieron dilatarse afectando los logros previamente alcanzados. Los contratiempos se originaron por un lado en la adversa situación del mercado que debió enfrentar PGM. Internamente el mercado nacional (y específicamente el industrial) enfrentaba crecientes dificultades, a lo que debe sumarse la estrategia de inversiones seguida por la propia firma, que implicó un desvío de recursos frente

26 Desde otro punto de vista- discutiendo con la perspectiva estructuralista tradicional desde el basamento teórico de Marcelo Diamand-, Amico (2011) realiza un aporte que también rescata el “aprendizaje” industrial y las ganancias de productividad logradas durante el esquema sustitutivo, que permitieron un relativo auge de las exportaciones manufactureras en los años inmediatamente previos a la apertura y desregulación neoliberal implementadas durante la última dictadura cívico-militar en Argentina. 27 Este punto resume algunos de los resultados alcanzados en la tesis doctoral sobre la historia de la Petroquímica General Mosconi; cfr. Odisio (2014), capítulo 6.

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a proyectos de expansión que tuvieron más complicaciones y dilaciones que las programadas. A nivel internacional, la sobreproducción acaecida con la aparición de nuevos competidores causó el descenso de los precios a nivel global, complicando los resultados obtenidos por la empresa mediante sus exportaciones (que, como vimos, aportaban un renglón muy relevante de su operatoria).

La mejora identificada en Mosconi hacia principios de los noventa –cuando los datos de la empresa escasean– no resultó motivo suficiente para frenar la “ola privatizadora” de esos años, sostenida por la emergencia hegemónica de un discurso neoliberal que impulsaba la enajenación de empresas públicas como uno de los remedios fundamentales para los crónicos desequilibrios de la economía argentina. Algo ramplonamente, el alegato suponía que “la existencia de empresas del Estado, llenas de privilegios y de restricciones en su administración, constituyen el mayor obstáculo para la inserción de la Argentina en el proceso tecnológico mundial. Ahí radica nuestra dependencia”.28

Evolución productiva y comercial

Los niveles de producción y ventas de PGM muestran tres etapas claramente diferenciadas: entre 1974 y 1979 se da un crecimiento constante de la producción, en base a la aplicación de un programa de ampliación de la capacidad instalada mediante la eliminación de cuellos de botella, que llevó la producción total desde las 52 mil toneladas durante la segunda mitad de 1974 (de puesta en marcha) a superar las 200 mil cinco años después y a más de 260 mil en el ejercicio 1983 (gráfico 2).29 Dada la flexibilidad del esquema de producción, diseñado en función de atender los requerimientos del mercado (especialmente, externo), se buscó maximizar menos los niveles de producción que la rentabilidad global de la empresa. Así, se dio preferencia a la obtención de benceno sobre la de tolueno y ciclohexano, como paraxileno y ortoxileno antes que xilenos mezcla.

Luego, con la superación de los problemas de faltantes de materia prima que le debía proveer YPF y mediante la aparición de algunos nuevos subproductos petroquímicos, el total producido durante los siguientes diez años se ubicó en torno a las 270 mil toneladas. La cifra es lo suficientemente expresiva acerca de la importancia de PGM, si se tiene en cuenta al mismo tiempo que la producción de petroquímicos básicos nacional alcanzaba cerca de 700 mil toneladas hacia 1985.30 A partir de 1989, con un mejoramiento de la disponibilidad de materia prima y en 1990 con la producción para exportación (solventes y diluyente parafínico) se produce un nuevo incremento considerable del nivel de producción, que se ubicó prácticamente en las 400 mil toneladas, estableciendo el récord para todo el período.31

28 “Por qué privatizar”, por Armando Ribas en La Nación, 24 de febrero de 1989. 29 Por cuestiones de espacio todos los gráficos de este apartado se pueden encontrar al final, en el anexo de la ponencia. 30 “Una encuesta a la petroquímica”, Temas, N° 32, 1985, Año 10. Además, valga notar que aproximadamente el 75% de dicha producción era provista por tres grandes empresas: PGM, PBB y PASA. 31 También puede apreciarse en el Gráfico 2 que las ventas totales siguieron de manera estrecha la producción de cada período. Las diferencias más importantes muestran las dificultades para colocar la producción durante las distintas crisis, expresadas en forzadas acumulación de stocks.

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Por otra parte, PGM se ubicó desde el inicio de sus actividades como una empresa fuertemente exportadora. Sobre las ventas totales ganaron rápida preponderancia aquellas dirigidas a los mercados externos. Ello se explica sobre todo por la retracción del mercado local, cuyas proyecciones de crecimiento efectuadas a principios de los setenta se vieron luego muy sobrestimadas.32

Analizando la participación de las ventas externas durante todo el período (gráfico 3), se observa un promedio superior a la mitad del total comercializado tanto en términos físicos (56%) como en valores (58%). Durante los primeros años, las exportaciones de PGM pasaron de 56 mil toneladas en 1975 a un máximo de 154 mil toneladas durante el ejercicio de 1982. En esos años, las ventas al mercado local descendieron de 99 mil toneladas (máximo del período) a 88 mil, mostrando una fuerte caída durante los tres primeros años de la dictadura militar y una posterior recuperación a partir de 1979 (sólo interrumpida en 1981). Durante la primera mitad de la década siguiente las exportaciones continuaron jugando un papel muy importante, aunque con una tendencia decreciente hasta 1985, cuando se revirtió la caída (especialmente perceptible en el porcentaje de participación de las exportaciones sobre el total de ventas físicas). Con todo, PGM se mantuvo dentro de las 20 empresas más exportadoras del país durante el período.33

Por otra parte, puede notarse que los años de mayor exportación se corresponden con años de crisis interna, indicando la posibilidad de la salida exportadora para los productos de la empresa frente al desplome del mercado local. El mantenimiento de esta posición también estuvo relacionada con el hecho de que las (largamente ansiadas) empresas que debían llegar a Ensenada –localidad donde funcionaba la planta de PGM- para conformar un polo productivo utilizando los insumos que producía, no terminaron de materializarse y por lo tanto se mantuvo aquella situación por la que “la demora en la instalación de las plantas satélites de Petroquímica General Mosconi y de otras elaboradoras de productos intermedios, provocó una situación de desequilibrio porque mientras son exportados elementos básicos se importan los intermedios”.34 Con dejo acerbo aclaraba su presidente en 1988 que

las exportaciones han sido de productos básicos y no de compuestos finales con mayor valor agregado. Esto es así porque aún la industria petroquímica de la Argentina continúa sin integrarse, requiriendo mayor inversión que evite el déficit existente principalmente de los productos intermedios. […] la gran trascendencia de ese desbalance [NdA: de la balanza comercial petroquímica] es que el precio promedio de los productos importados es de 800 dólares la tonelada, frente a 400 dólares la tonelada de los exportados.35

En paralelo, ampliaba dichos conceptos otro directivo de la empresa:

lo que a primera vista parece algo positivo, como ser que se exporte mucho, no fue un buen negocio para el país en su conjunto: si se hubiesen realizado esas inversiones en su momento [NdA: los proyectos de integración frenados durante la dictadura militar], el polo de Ensenada (PGM más las empresas Maleic y

32 “Petroquímica Mosconi: más y más producción”, Mercado, 29 de agosto de 1988. 33 Ibídem y “Una privatización demasiada anunciada y polo a integrar”, El Economista, 15 de diciembre de 1989, página 14. 34 Martín (1980a: 332). 35 Entrevista a Juan Carlos Colombetti en “Petroquímica Mosconi: más y más producción”, Mercado, 29 de agosto de 1988, páginas 87-88 (énfasis añadido).

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Polibutenos) estaría facturando alrededor de 350 millones de dólares en lugar de los 130 millones que ingresan ahora, a lo que habría que sumarle los beneficios de tener una industria integrada con gran efecto multiplicador.36

De manera complementaria, se intenta el análisis de la productividad de la empresa (ver gráfico 5). Por un lado del trabajo en términos físicos, considerando el promedio mensual de producción en toneladas dividido el plantel de trabajadores de PGM al cierre de cada ejercicio.37 Por otro, desde la ganancia bruta total considerada por obrero y la obtenida sobre el activo no corriente, nos aproximamos –respectivamente- a la consideración de la productividad del trabajo y a la rentabilidad del capital expresadas en valores (corregidos por inflación). Antes de entrar en el análisis de estos valores, corresponde aclarar una vez más que los mismos deben considerase a modo indicativo antes que como niveles ciertos de productividad en cada período.

Se puede notar, entonces, que la productividad del trabajo tanto en términos físicos como en valor experimentó un incremento durante los primeros años en operación de la empresa. El sostenido incremento de la producción hasta principios de los ochenta (gráfico 2), condujo a un significativo crecimiento en la productividad laboral. Con altibajos, la tendencia en los ochenta se ubicó en niveles más bajos para repuntar hacia finales de la década. Asimismo, la rentabilidad del capital invertido por PGM (gráfico 6) muestra una evolución similar a la de la mano de obra empleada.38

En lo referido al promedio de ganancia bruta en dólares media por trabajador, los niveles tendieron a ubicarse por debajo de los alcanzados en el período anterior en un 45%, mientras que los resultados físicos mostraron el fenómeno inverso, con un nivel de productividad física por obrero superior en un 18% al lapso 1974-1983. Más allá de su volatilidad, los resultados podrían indicar que los problemas venían asociados no tanto a la gestión productiva como a la situación del mercado petroquímico, que –como ya se expresó- había afectado la valorización de los bienes ofrecidos por la Petroquímica.

A modo de resumido panorama de la evolución productiva y comercial de PGM, a continuación se muestran los niveles medios y las tasas de crecimiento porcentual anual de algunas de las variables examinadas. Dicho análisis indicó una evolución desigual de las variables de la empresa durante los años considerados y que se corresponde con la periodización propuesta, como se aprecia en la Tabla 3 a continuación.

36 Entrevista a Ruben Maltoni en “Petroquímica General Mosconi. Doce años de rentabilidad y crecimiento”, El periodista de Buenos Aires, N° 173, 1 al 7 de enero de 1988, página 15 (énfasis añadido). 37 Para la productividad laboral tomamos el promedio mensual y no el total del ejercicio, ya que al modificarse la fecha de cierre de los mismos, obtendríamos resultados incorrectos por tratarse de períodos de producción diferentes. La primera modificación de la duración de los ejercicios se efectuó en 1977 (pasando del 31 de diciembre al 31 de julio como día de cierre), nuevamente durante 1985/1986 (llevándolo al 30 de junio) y una vez más en 1989 (volviendo al 31 de diciembre como durante los primeros años). 38 En 1980 se tocó el máximo de todo el período, superando la ganancia bruta el 22% del activo no corriente. Posteriormente se daría una fuerte caída hasta 1986, cuando la rentabilidad sobre capital no llegó al 20% de la alcanzada durante el mejor año (1980).

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Tabla 3: Tasas de crecimiento anual promedio de variables productivas y comerciales, 1974-1991 y subperíodos seleccionados

Variables 1974-1991 1974-1983 1984-1988 1989-1991

Producción (promedio mensual) 8,6% 11,0% 0,0% 17,1%

Ventas a 6,8% 4,6% -0,7% 27,6%

Mercado local 5,6% -1,4% -3,4% 52,1%

Mercado externo 8,6% 11,4% 1,9% 10,5%

Plantel de trabajadores 4,1% 2,7% 1,4% -6,9%

Productividad física del trabajo 5,3% 10,0% -1,4% 25,7%

Productividad del trabajo (valor) b 5,4% 4,7% -0,9% -40,8%

Rentabilidad del capital b 3,1% 9,7% -3,1% -40,7%

Notas: (a) Desde 1975 (por no registrarse ventas en 1974); (b) Hasta 1990 (por no estar disponibles los valores para el cálculo correspondiente a 1991).

Fuente: Odisio (2014).

Resulta claro que durante los años considerados la empresa enfrentó situaciones muy disímiles. En el nivel más general, puede apreciarse el importante crecimiento durante la primera década y luego de 1988; el fuerte crecimiento anual de la producción durante dichos ejercicios (respectivamente, de 11% y 17%) contrasta con la nula expansión de mediados de los ochenta. Igual evolución se verifica respecto de las ventas totales, más el desglose muestra que las exportaciones crecieron durante todos los subperíodos considerados mientras que el valor positivo de las colocaciones al mercado local sobre el total resulta explicado por el impresionante incremento logrado en los últimos años (más del 50% anual), luego de experimentar una contracción previa constante.

Por su parte, durante los dos primeros subperíodos la medida de productividad del trabajo física, como la considerada en valor y asimismo la rentabilidad del capital, siguieron la misma senda general ya descripta: expansión durante 1974-1983 y posterior caída.39

Análisis de rentabilidad

Observando las variables de rentabilidad de PGM (calculada en dólares por la Sindicatura General de Empresas Públicas, SIGEP), se observa que tanto los resultados operativos como finales fueron positivos hasta 1982 siguiendo la evolución de la producción y las ventas, habiendo alcanzado un máximo relativo durante 1980, con 15 y 21 millones de dólares respectivamente (Gráfico 7). Luego mostrarían un quiebre y desplome en picada, incluso

39 La disminución de casi el 41% en la productividad en valores y la rentabilidad del activo fijo del último lapso corresponde a que en 1990 la ganancia bruta total de la empresa disminuyó fuertemente en relación al ejercicio anterior (y no se encuentran disponibles datos posteriores, aunque es dable suponer que esa caída fue revertida luego).

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llegando en 1983 a tocar valores negativos el resultado operativo, por primera vez tras una década de operación de la empresa.

Dado que las perspectivas del mercado petroquímico (interno e internacional) no mejoraron durante el transcurso de los ochenta, el resultado operativo de la empresa resultó, otra vez, negativo en 1984 y 1986, mostrando un importante repunte durante el siguiente ejercicio, originado por las mayores disponibilidades de materia prima, que superaron ampliamente las previsiones de la empresa. La producción pudo colocarse tanto en el mercado interno como en los internacionales, donde además se manifestó un incremento en los precios vigentes, sobre todo durante el año 1987, y particularmente firme en el caso del principal producto de exportación de PGM, el benceno. El resultado final, por otra parte, se mantuvo en un nivel más bajo que durante la década previa, pero no llegó a arrojar quebrantos. El máximo del período fue también el ejercicio 1987En último lugar, por única vez en el período bajo análisis en 1989 no sólo el resultado operativo sino también el final arrojó valores en rojo para la empresa, de la mano de la profunda crisis macroeconómica que vivía la Argentina. Sin embargo, con la entrada en funciones del PAO el signo de las utilidades se revirtió rápidamente, llegando a 70 millones de dólares el resultado operativo y a 66 millones el final.

Poniendo en consideración los resultados con los activos de la empresa -esto es, la capacidad de manejar sus propios recursos- y con el patrimonio neto -una medida de la eficiencia para generar retornos sobre el capital invertido-, se pueden observar (gráfico 8) dos períodos bien diferenciados con los mismos quiebres recién considerados. Como se dijo, a principios de los ochenta el importante salto productivo de PGM no encontró fácil salida comercial: la contracción del mercado interno en conjunción con la caída de los precios del mercado petroquímico internacional ocasionaron que las operaciones regulares de la empresa no arrojara los resultados esperados. A medida que transcurría la década, los beneficios no lograron mantenerse ya que las erogaciones para mantener un plan de inversiones que se alargaba más allá de lo esperado implicaron un importante factor de presión sobre los resultados financieros de Mosconi.

Por otra parte, con los datos de ventas de los balances de la empresa y los cálculos sobre los resultados de PGM realizados por la SIGEP, se evalúa el índice de utilidades sobre ventas (gráfico 9).40 De tal modo, puede otra vez notarse una evolución por períodos muy dispar. En el gráfico 10 se exponen los valores del resultado en relación a activos, patrimonio neto y ventas: los ratios relativos a la primera fase son muy superiores a los del segundo momento, siendo las mayores diferencias las relativas al resultado final. Esto presta apoyo a la conjetura más arriba realizada: incluso tomando en consideración la crisis de los años ochenta (tanto en el mercado petroquímico local como externo), los problemas financieros parecen haber sido para PGM más arduos que los estrictamente productivos.

Si se pasa al análisis específico de las ganancias promedio de Mosconi, puede observarse (Tabla 4) que el último período arrojó los mejores saldos para la empresa. Ese nivel de beneficios se vio influido exclusivamente por la situación de 1990 (último dato disponible), cuando los resultados operativos y final de la empresa mostraron un importante rebote respecto al año anterior. Si se excluye ese ejercicio, el mejor período para PGM corresponde a su primera

40 Para hacer equivalentes los valores de ventas (en pesos) con los de utilidades (en dólares) tomamos nuevamente, para cada período, la cotización del tipo de cambio del BCRA al cierre del ejercicio (o día disponible más cercano).

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década en marcha, cuando se alcanzó una utilidad operativa media en torno a los 7 millones de dólares anuales y de casi 10 millones para el resultado final.

Tabla 4: Tasas promedio de rentabilidad anual, 1974-1990 y subperíodos seleccionados

Variables 1974-1990 1974-1983 1984-1988 1989-1990

Resultado Operativo (millones de dólares)

9,4 6,9 4,2 29,5

RO/Activo 3,6% 4,2% 1,9% 2,1%

RO/Patrimonio Neto 4,8% 5,9% 2,0% 2,7%

RO/Ventas 9,0% 11,1% 1,4% 19,4%

Resultado Final (millones de dólares)

10,8 9,5 4,6 28,0

RF/ Activo 4,5% 5,9% 1,9% 2,1%

RF/ Patrimonio Neto 6,3% 8,6% 2,1% 2,6%

RF/Ventas 11,5% 15,2% 3,0% 18,3%

Fuente: Odisio (2014).

Considerando los resultados sobre activos y sobre patrimonio neto, el promedio del segundo lapso es el de peor performance de PGM, aunque sin llegar a arrojar valores negativos, mostrando las dificultades enfrentadas en el transcurso de los ochenta, como se ha señalado. A diferencia de lo que acontece con los valores absolutos, esta medida relativa indica que la media de los últimos ejercicios contemplados muestra una ligera recomposición de la ganancia aunque sin siquiera aproximarse a los niveles alcanzados durante los primeros diez años de vida productiva de la empresa; los mejores de Mosconi con palmaria diferencia.

A modo de conclusión

Como se ha visto, PGM funcionó como una compañía altamente rentable para el Estado (aunque como Sociedad Anónima sus ganancias no iban a parar al Tesoro sino a las instituciones públicas que la controlaban). En este sentido, su actuación no implicó una erogación para las arcas públicas, sino un aporte a la economía nacional. El argumento que indicaba que las empresas públicas eran un “lastre” para el crecimiento palidece frente a esta evidencia. Evidentemente, la gestión pública de una empresa comercial puede ser eficiente, y ello no colisiona con los objetivos económico-sociales (estratégicos, de fomento, etc.) por las cuales fue creada. En lo tocante al caso de Mosconi aquí abordado, las principales motivaciones parecen haber sido la creación de condiciones favorables para la acumulación de capital y la expansión de las empresas privadas, frente a una situación en que era claro el desinterés de capitalistas nacionales por realizar inversiones de largo plazo en el sector (la reticencia a producir insumos petroquímicos a gran escala era una constatación patente por entonces), como finalmente cierta dinámica de autoexpansión de las empresas públicas

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intervinientes; especialmente de YPF que hasta entonces había tenido vedada la integración “aguas abajo”.41

En este caso, la aparición de General Mosconi permitió a la petroquímica argentina lograr un lugar de relevancia, ubicándose en una escala de producción no demasiado lejana a la frontera imperante en los principales países dedicados a la manufactura petroquímica. Desde los orígenes del sector en Argentina a principios de los cuarenta –no casualmente impulsados por YPF y DGFM- hasta fines de los sesenta, la apuesta principal de los distintos regímenes de promoción había pasado por el llamado al capital privado (sobre todo extranjero) para lograr un abastecimiento a gran escala y costo competitivo de las materias primas petroquímicas, esenciales como insumo de todo el sector industrial.

El escaso despliegue alcanzado por la petroquímica básica durante los primeros veinticinco años de vida motivó que en 1969 se permitiera la aparición de dos enormes empresas estatales en este sector hasta entonces reservado para las empresas privadas: PGM y Petroquímica Bahía Blanca, para la producción de derivados aromáticos y del etileno (respectivamente). Mediante las mismas se perseguía la vigorización del proceso sustitutivo, inaugurando la producción local de numerosos insumos básicos que hasta el momento debían importarse. A la vez, se motorizaría al sector en sí, mediante la vinculación –directa e indirecta- con el capital privado actuante en todo el sector manufacturero.

La maduración de la industrialización sustitutiva demandaba insumos a mayor escala, sin embargo, para lograr su producción eficiente resultaba necesario levantar instalaciones que superaban el nivel de su demanda local. En función de los factores analizados más arriba, la escala de capital necesaria para realizar estas inversiones, su largo proceso de maduración y la inestabilidad crónica de la economía argentina habían prácticamente dejado al Estado como el único actor capaz de encarar este tipo de proyectos. Dados los requerimientos técnicos de la producción continua, se imponía una estrategia exportadora para estas empresas.42 Sin la aparición de estos grandes establecimientos, el sector estaba trabado en su desarrollo (o demandaría crecientes divisas para satisfacer su demanda de insumos), y en el contexto de finales de los sesenta el Estado argentino pareció el único actor con capacidad –financiera, técnica, de gestión- para impulsar la petroquímica básica en el país.

De tal modo, el accionar del Estado en el sector petroquímico al comenzar los años setenta pareció actuar en el sentido de corregir una “falla de coordinación” en el desarrollo industrial del país: sin la provisión a gran escala de insumos básicos, con oferta estable y precios accesibles, parecía imposible el desarrollo de la petroquímica secundaria y de toda la cadena de derivados. No se trataba de “distorsiones” sobre el mercado, sino de su misma existencia: el libre juego del capital privado no había conducido a su concreción, por más que un sinnúmero de medidas promocionales así lo habían intentado desde la aparición de la primera planta petroquímica en 1943.

41 Que era el modelo de negocios que imperaba en las petroleras no sólo en Latinoamérica (con PEMEX Petroquímica y Petroquisa a la cabeza), sino en todo el mundo. 42 Aunque las estimaciones del crecimiento de la industria local originalmente planteaban a la exportación como una salida transitoria para la producción nacional, la posterior política de desindustrialización erigió a la ventas externas como una opción constante y creciente

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Si se presta atención a la caracterización ensayada por Pérez (1996), comentada al inicio de este trabajo podemos reevaluar la experiencia de PGM en algunos aspectos relevantes de su funcionamiento, lo que creemos procedente habiendo sido una empresa establecida indudablemente bajo la lógica de la ISI:43

Rentabilidad

Fuentes de rentabilidad: resultaron mayormente internas, dada la fuerte política de ampliación de la capacidad instalada, de concreción de nuevas líneas productivas y de innovación tecnológica propia (por el contrario, el accionar de YPF y la Secretaria de Energía actuaron por lo general en contra de la rentabilidad de PGM)

Inversión

Decisión de inversión: si bien el esquema regulador del Estado otorgaba protección a la producción local, la producción de PGM en gran medida se destinó al mercado externo. Cuando se decide su inversión, la capacidad de absorción local era muy limitada, por lo que el riesgo asumido por los accionistas no fue menor.

Política de inversión: se siguió fundamentalmente el parámetro “modular” buscando la expansión de la capacidad de producción de petroquímicos básicos (de la integración vertical debían ocuparse los socios privados, que brillaron por su ausencia).

Barreras a la entrada: al momento de decidirse su creación, el Estado tenía la atribución de determinar quiénes serían los jugadores en el sector, sin embargo las limitaciones que mostró el capital privado para ingresar en este sector indican claramente que la capacidad de inversión, la escala de producción mínima, el manejo técnico y el acceso a la tecnología eran los factores esenciales.

Barreras a la salida: desde los primeros intentos privatizadores durante la gestión de Martínez de Hoz (a finales de los setenta) y luego de manera indudable durante el auge privatizador de principios de los noventa, resultó evidente que no existía ninguna barrera en este sentido y que toda preocupación por el empleo y las capacidades industriales adquiridas habían pasado a segundo plano.

Este cuadro de trazos positivos no significa que la empresa no tuviera contratiempos.44 En función de la discusión aquí presentada, debe señalarse que Mosconi falló en lograr que otros capitales se asociaran a su proyecto y el ansiado polo petroquímico de Ensenada fue establecido casi exclusivamente por la empresa pública.45 La fuerte inversión inicial y la producción eficiente no alcanzaron a jugar como “fuerza de atracción” para los empresarios petroquímicos: la inestabilidad de la macroeconomía luego de 1975, la reversión del proceso industrializador (con un breve interregno al principio de la gestión alfonsinista) y la posterior instauración hegemónica del modelo neoliberal de la Convertibilidad –que impulsaba la salida

43 Más arriba señalamos que los ejes de análisis referidos a “tecnología” y “relaciones con el entorno” no serían tomados en cuenta. Sin embargo, no se puede dejar de notar que en ambos campos el accionar de PGM también se alejó de la “norma” que Pérez señala como típica de la ISI. 44 Desde la lógica de las decisiones empresariales, el principal escollo provino de una errónea política de financiamiento para enfrentar la expansión de los años ochenta; Odisio (2014: capítulo 4). 45 Sólo dos proyectos menores se asociaron a Mosconi en Ensenada: Maleic y Polibutenos (cfr. Odisio, 2010).

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del Estado de toda esfera de la producción- contrarrestaron todo factor de impulso que pudo emanar PGM.46

El paulatino cambio en la estrategia económica de la Argentina tras la implantación de la dictadura de 1976 –cristalizado en la ideología dominante y la dirección de la política económica- cercenó las posibilidades de motorizar un proceso de acumulación industrial a mayor escala, resultando PGM un palmario ejemplo: en quince años en funcionamiento bajo gestión estatal PGM había aportado a la balanza comercial nacional 940 millones de dólares (de los cuales casi el 70% correspondieron a nuevas exportaciones y el resto a la sustitución directa de importaciones, sin considerar los derivados); generó una ganancia neta acumulada superior a los 250 millones de dólares (que había permitido cubrir todo el financiamiento asumido en el extranjero y en el país); distribuyó dividendos a los accionistas por más de ocho veces su aporte original y realizó inversiones en activos fijos por más de 500 millones de dólares.47 Sin embargo, YPF se quedó con el 100% del Mosconi en marzo de 1993, abonando solamente 10 millones

de dólares: resultaba evidente que el accionar estatal había tomado otro rumbo, el desarrollo ya no se identificaba con el avance industrial.

46 Ya dijimos que por falta de espacio no hemos aludido a la fuerte política de investigación y desarrollo que desplegó PGM, pero ese vector –cuya importancia fue señalada en la introducción- también fue abordado con energía por esta empresa; cfr. Odisio (2014: 235-252). 47 “Colombetti: la petroquímica tendrá un rol protagónico en el desarrollo del país”, Dirigencia, Año 8, N° 86, marzo de 1989, página 103 y “Empresa estatal abierta para el capital privado”, Ámbito Financiero, 8 de octubre de 1990, páginas 40 y 41.

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Anexo

Tabla 5: Principales usos de los petroquímicos aromáticos básicos fabricados de PGM

Insumos fabricados por PGM

Subproductos y aplicaciones (resto del sector industrial)

Benceno

Dodecilbenceno: detergentes.

Fenol: resinas fenólicas, electricidad y electrónica, moldeo de tapas, cintas de freno y embragues, adhesivos, abrasivos, laminados industriales).

Anhídrido maleico: resinas poliéster y plásticos duros (construcción naval, transportes, tanques, elementos domésticos, etc.).

Estireno: caucho sintético (neumáticos y cámaras, calzados y autopartes) y usos industriales en general (adhesivos, electrodomésticos, envases, etc.).

Tolueno Tolueno diisocianato (poliuretano): colchones y aislación térmica, tapizados y acolchados, barnices y revestimientos.

Paraxileno Tereftalato de dimetilo (DMT): fibras poliéster (industria textil: camisería, lencería, cortinados y en neumáticos).

Ortoxileno Anhídrido ftálico: plastificantes para PVC (plásticos) y resinas para esmalte sintético.

Mezcla de xilenos Solventes para pinturas

Ciclohexano

Caprolactama: nilón 6 (fibras poliamídicas para la industria textil).

Ácido adípico y hexametilendamino: nilón 66 (de uso industrial general en hilados, fibras, neumáticos, filtros, etc.).

Aromáticos pesados (high-flash)

Esmaltes de horneo: industria automotriz y de electrodomésticos (heladeras, lavarropas, etc.).

Fuente: Odisio (2014).

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Gráficos

Gráfico 2: Producción y ventas (en toneladas)

Fuente: Odisio (2014).

Gráfico 3: Participación de exportaciones en las ventas totales y valor unitario de exportaciones

Fuente: Odisio (2014). Gráfico 4: Diferencial del IVU local / IVU externo

Fuente: Odisio (2014).

Gráfico 5: Productividad del trabajo

Fuente: Odisio (2014).

Gráfico 6: Rentabilidad del capital

Fuente: Odisio (2014). Gráfico 7: Resultado operativo y final

Fuente: Odisio (2014).

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Gráfico 8: Resultado operativo y final sobre activo y patrimonio neto al cierre de cada ejercicio

Fuente: Odisio (2014).

Gráfico 9: Resultado operativo y final sobre ventas al cierre de cada ejercicio (en dólares)

Fuente: Odisio (2014).

Gráfico 10: Promedios del resultado operativo y final sobre activo, patrimonio neto y ventas

Fuente: Odisio (2014).