La explosión de la sociedad como irrupción de las masas

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Universidad Mayor Facultad de Comunicación Escuela de Periodismo Opinión Pública La explosión de la sociedad como irrupción de las masas Por: Sergio Carrasco Larrere En marzo de 2010 asumía como primer Presidente de derecha el empresario Sebastián Piñera Echenique, luego de 20 años del retorno de la democracia en Chile. Este acontecimiento concentraba la atención de toda la clase política internacional, por las expectativas de cómo sería el manejo Estatal del país, la reconstrucción post terremoto-tsunami de febrero de 2010 y sobre todo del manejo social, cuestión a la que la derecha chilena se ha expuesto a la crítica eterna de sus contrincantes políticos. Después de un 2010 enfocado principalmente en el reacomodo de la agenda y programa de Gobierno, influenciado únicamente por la reconstrucción de las zonas afectadas por el tsunami, en 2011 emerge un nuevo ciclo con la irrupción abrupta de la lucha de clases, y centralmente la enorme lucha por la educación gratuita impuesta por los estudiantes universitarios, tema social que sigue hasta hoy y ha ido sumando nuevas variables de lucha. Sin embargo este proceso por la reivindicación de la educación chilena en las clases socioeconómicas con menos posibilidades de acceso no se puede entender como un sistema aislado o cerrado, independiente de los acontecimientos sociales que han afectado al gobierno de Sebastián Piñera. Al contrario, todo proceso de la reestructura social en donde la masa se hace presente tiene que ser evaluado como un todo y entendiendo que es parte de un proceso dinámico social. Por eso es indispensable tomar en cuenta la primera irrupción social que va a sentar precedente para el denominado “movimiento estudiantil”.

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La explosión de la sociedad como irrupción de las masas

Por: Sergio Carrasco Larrere

En marzo de 2010 asumía como primer Presidente de derecha el empresario Sebastián Piñera Echenique, luego de 20 años del retorno de la democracia en Chile. Este acontecimiento concentraba la atención de toda la clase política internacional, por las expectativas de cómo sería el manejo Estatal del país, la reconstrucción post terremoto-tsunami de febrero de 2010 y sobre todo del manejo social, cuestión a la que la derecha chilena se ha expuesto a la crítica eterna de sus contrincantes políticos.

Después de un 2010 enfocado principalmente en el reacomodo de la agenda y programa de Gobierno, influenciado únicamente por la reconstrucción de las zonas afectadas por el tsunami, en 2011 emerge un nuevo ciclo con la irrupción abrupta de la lucha de clases, y centralmente la enorme lucha por la educación gratuita impuesta por los estudiantes universitarios, tema social que sigue hasta hoy y ha ido sumando nuevas variables de lucha.

Sin embargo este proceso por la reivindicación de la educación chilena en las clases socioeconómicas con menos posibilidades de acceso no se puede entender como un sistema aislado o cerrado, independiente de los acontecimientos sociales que han afectado al gobierno de Sebastián Piñera. Al contrario, todo proceso de la reestructura social en donde la masa se hace presente tiene que ser evaluado como un todo y entendiendo que es parte de un proceso dinámico social. Por eso es indispensable tomar en cuenta la primera irrupción social que va a sentar precedente para el denominado “movimiento estudiantil”.

En enero de 2011 se inicia esta irrupción de la masa con el levantamiento popular en Magallanes contra el “gasolinazo” del gobierno, luego la incursión de la marcha contra la central termoeléctrica Barrancones, más tarde fueron las marchas de decenas de miles contra el proyecto HidroAysén, para terminar con un salto de proporciones con la lucha de masas abierta encabezada por el movimiento estudiantil por la educación gratuita. Meses y meses de lucha, con paros, tomas, marchas de cientos de miles en todo el país, enfrentamientos con Carabineros, barricadas, cacerolazos y apoyo popular de millones. Si bien la lucha no ha logrado reestructurar el orden actual e imponer la educación gratuita –centralmente debido a la política moderada de las direcciones, de mesas de diálogo estériles y presión parlamentaria– sacudió la cabeza de millones e hizo aparecer una nueva “generación sin miedo”. Más tarde, cuando el movimiento estudiantil parecía ir en descenso y los conflictos sociales con la irrupción de las masas parecían ya ir en retirada, irrumpe el conflicto de Aysén en el extremo sur del país. Un levantamiento local con más

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de 40 días de control parcial de la región que tuvo un fuerte impacto nacional, debilitando aún más al gobierno de Piñera. El empoderamiento de las clases sociales irrumpió con más fuerza que nunca en Chile.

Desde 2011, por los motivos anteriormente mencionados, la dinámica de los conflictos locales y nacionales lleva objetivamente a la confrontación de los grupos sociales de los distintos niveles que conforman las clases políticas y sociales. Las reflexiones en torno a las élites chilenas se han hecho un ejercicio casi obligado, rompiendo la hegemonía de la ceguera ante esos círculos sociales, mostrando un malestar constante contra ellas.

Pero este malestar que se evidencia hoy en día no es nuevo en Chile. Desde mediado de los noventa ya se evidenciaba un cierto descontento en la sociedad que respondía, por una parte a la frustración de los sectores más comprometidos con la política nacional y el rumbo que había tomado la transición democrática. Por otra parte, la realidad mostrada post Gobierno Militar significaba un descontento dentro de la sociedad misma. Sin embargo este malestar siempre se manifestó de manera implosiva y nunca logró manifestarse en las calles dando origen a movimientos sociales, revoluciones o discursos que enfrentaran a la élite y clase política dominante.

Si por más de 20 años el malestar, que siempre existió contra la élite, la pregunta correcta a formular sería ¿qué cambió para que el malestar existente, que siempre fue de carácter implosivo, se tornara masivo, persistente y explosivo en la calle?

Existen diversos factores que expliquen el porqué de este cambio en la expresión del malestar de las masas. Todos estos factores van a ser diferentes dependiendo de la disciplina con que se analice este fenómeno social. Sin embargo hay tres factores que son transversales para toda mirada.

El primero es la pérdida del miedo. La revolución de internet y la aparición de las nuevas tecnologías permitieron que los ciudadanos se comunicaran horizontalmente y se lograran transmitirse mucha información procesada y con contenido de interés social. Al comunicarse de esta forma y principalmente por las redes sociales y el desarrollo de la web 2.0 hizo que el ciudadano percibiera que lo que a él le sucedida y pensaba también lo pensaban y le sucedían a otros, lo que le daba una sensación de agrupación logrando dejar de lado el miedo de expresarse.

El segundo factor es el descubrimiento de un “villano”, un “antagonista”. La élite difundió de forma excesiva de que Chile era un país de éxitos, hoy un país Ocde. Esto sociabilizó la sensación del poder alcanzar todo lo que se ofrecía, lo que en la práctica no ocurría. La clase media y los pobres empezaron a mirar para arriba y vieron que la élite estaba muy bien y ellos estaban muy mal, dando la sensación de que ellos no tenían el mismo éxito que las clases sociales económicamente más altas. La consecuencia subjetiva de esto -y es un factor de máxima importancia- es que los éxitos y fracasos individuales ya no pueden auto atribuirse a cada uno, sino que son efecto de una estructura social. El descubrimiento del “villano” ha conducido a la externalización y socialización del malestar.

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El tercer factor es la crisis de representación. Si se analiza detalladamente el comportamiento de la clase política y su actuar incongruente provoca una sociedad muy indignada con su clase política representante, generando un profundo rechazo. La externalización del malestar pudo haber conducido a una canalización de las demandas a través de los espacios institucionales de la política y del Estado, pero eso ha sido truncado por la pérdida de legitimidad de la clase política. Hoy en día no se percibe a las Instituciones como espacios legítimos para negociar sus demandas.

La sensación de que el abuso existe está muy internalizado en los ciudadanos, sobre todo en los menores a cuarenta años.

Si logramos analizar la historia chilena con una mirada retrospectiva nos daremos cuenta que pocas veces la élite logró darse cuenta a tiempo la crítica social que realizaba la ciudadanía y que cada vez crecía aún más. Casi siempre reaccionaron tarde, efecto de la burbuja que ellos mismos crean y no le permiten ver más allá de sus propias fronteras. Problema agravado con la segregación socioeconómica que hoy existe.

Chile está ante una transformación de gran envergadura en el modo de definir la relación entre sociedad, Estado y mercado. La máxima responsabilidad de una élite es encauzar el cambio y no detenerlo. Aceptar que el país desea rediseñar racionalmente lo que ha construido, corrigiendo varias fallas de origen y de agotamiento estructural.