La falta como ideal

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38 Átopos El aburrimiento crónico es uno de los principales fenómenos psicopatológicos de la actual sociedad tecnotrónica. Erich Fromm, Anatomía de la destructividad humana S on, en su mayoría, varones sanos, con estu- dios universitarios, trabajan, son personas normales, con buen funcionamiento social; des- de la infancia conviven con un anhelo persisten- te, abrumador, irreductible e inconfesable: con- vertirse en amputados. Son los Amputee Wannabee o Wannabees y, por increíble que parezca, no son casos aislados. Forman parte de un fenómeno más amplio que se conoce desde hace más de un siglo. DPW’s: Devotees, Pretenders 1 y Wannabees 2 , términos para los que no hemos encontrado traducción al castellano, dan cuenta de una realidad insólita y sorprendente que posiblemente nos sería muy ajena de no ser por Internet. Este medio ha per- mitido que personas que escondían su deseo, encuentren ahora, además de cada vez más información, foros donde compartir su sufrimien- to con otros wannabees y no sentirse únicos. Estamos ante una de las manifestaciones de malestar psíquico más extrañas de los últimos tiempos pero su incidencia, según algunos expertos, parece ascender y el interés por ella también. Prueba de ello es que algunas presti- giosas publicaciones científicas ya se han hecho eco (Dier C, Ramsay C). Bajo la denominación “apotemnofilia”, término acuñado en 1977 por Money (Money J, Jobaris R, Furth G), se describe a personas que comparten el deseo inconfesado de que se les ampute algún miembro de su cuer- po. Muchos saben, no sólo cual, sino el nivel exacto de amputación que desean –habitual- mente la pierna izquierda por encima de la rodi- lla–. Se trata de una parte perfectamente sana del cuerpo pero percibida por ellos como ajena o incongruente con su imagen corporal. Unos pocos han conseguido que un cirujano hiciera el trabajo en un quirófano, algunos han llegado a extremos como introducir durante horas su pier- na en hielo, a dispararse o a poner la pierna en las vías del tren y la cirugía ha hecho el resto; otros han acudido a un sórdido “mercado negro” donde han logrado su amputación o han encontrado la muerte; la mayoría siguen vivien- La falta como ideal. Apotemnofilia o la integridad es no estar completo María Diéguez Porres*, Ana González Rodríguez** *Psiquiatra. Hospital Príncipe de Asturias. Alcalá de Hena- res. **Psiquiatra. Centro de Sa- lud Mental de Chamartín. 1 Devotees son personas no discapacitadas que se sienten atraídas sexualmente por personas amputadas o con otras discapacidades. Buscan contacto con ellas de manera obse- siva y, en ocasiones, llegan a contraer matrimonio. Preten- ders es el nombre para personas no discapacitadas que ac- túan como si lo fueran utilizando escayolas, muletas o sillas de ruedas. Muchos Pretenders son también Wannabees. 2 Médicos y profesionales de la salud mental de la Columbia University de Nueva York que estudian el asunto lo conci- ben como un trastorno mental al que denominan trastorno de identidad de la integridad corporal (Body Integrity Iden- tity Disorder- BIID). Consideran que la esencia de la enfer- medad es similar a la del trastorno de identidad sexual (Gender Identity Disorder- GID). Se han abandonado en el camino otras explicaciones que lo encuadraban dentro de las parafilias o de los trastornos facticios. Lo definen como una condición psicológica en la que el individuo solicita una amputación voluntaria. Estos individuos experimentan el deseo persistente de tener el cuerpo que se corresponde con la imagen ideal que tienen de sí mismos. Tan paradójico como que para sentirse completos necesitan perder un miembro. Estos profesionales tienen claro, hoy por hoy, que, a los que lo sufren, no les mueve el deseo de producir- se enfermedades para obtener el rol de enfermo, como en el Síndrome de Munchaussen, ni tampoco la búsqueda de placer sexual; la sexualidad estaría implicada en la medida que la identidad sexual es un componente de la identidad como constructo psicológico más amplio.

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38 Átopos

El aburrimiento crónico es uno de los principales fenómenos psicopatológicos de la

actual sociedad tecnotrónica.

Erich Fromm, Anatomía de la destructividad humana

Son, en su mayoría, varones sanos, con estu-dios universitarios, trabajan, son personas

normales, con buen funcionamiento social; des-de la infancia conviven con un anhelo persisten-te, abrumador, irreductible e inconfesable: con-vertirse en amputados.

Son los Amputee Wannabee o Wannabees y,por increíble que parezca, no son casos aislados.Forman parte de un fenómeno más amplio quese conoce desde hace más de un siglo. DPW’s:Devotees, Pretenders1 y Wannabees2, términospara los que no hemos encontrado traducción alcastellano, dan cuenta de una realidad insólita ysorprendente que posiblemente nos sería muyajena de no ser por Internet. Este medio ha per-mitido que personas que escondían su deseo,encuentren ahora, además de cada vez másinformación, foros donde compartir su sufrimien-to con otros wannabees y no sentirse únicos.

Estamos ante una de las manifestaciones demalestar psíquico más extrañas de los últimostiempos pero su incidencia, según algunosexpertos, parece ascender y el interés por ellatambién. Prueba de ello es que algunas presti-giosas publicaciones científicas ya se han hechoeco (Dier C, Ramsay C). Bajo la denominación“apotemnofilia”, término acuñado en 1977 porMoney (Money J, Jobaris R, Furth G), se describe

a personas que comparten el deseo inconfesadode que se les ampute algún miembro de su cuer-po. Muchos saben, no sólo cual, sino el nivelexacto de amputación que desean –habitual-mente la pierna izquierda por encima de la rodi-lla–. Se trata de una parte perfectamente sanadel cuerpo pero percibida por ellos como ajenao incongruente con su imagen corporal. Unospocos han conseguido que un cirujano hiciera eltrabajo en un quirófano, algunos han llegado aextremos como introducir durante horas su pier-na en hielo, a dispararse o a poner la pierna enlas vías del tren y la cirugía ha hecho el resto;otros han acudido a un sórdido “mercadonegro” donde han logrado su amputación o hanencontrado la muerte; la mayoría siguen vivien-

La falta como ideal. Apotemnofilia o laintegridad es no estar completo

María Diéguez Porres*, Ana González Rodríguez**

*Psiquiatra. Hospital Príncipede Asturias. Alcalá de Hena-res.**Psiquiatra. Centro de Sa-lud Mental de Chamartín.

1 Devotees son personas no discapacitadas que se sientenatraídas sexualmente por personas amputadas o con otrasdiscapacidades. Buscan contacto con ellas de manera obse-siva y, en ocasiones, llegan a contraer matrimonio. Preten-ders es el nombre para personas no discapacitadas que ac-túan como si lo fueran utilizando escayolas, muletas o sillasde ruedas. Muchos Pretenders son también Wannabees.2 Médicos y profesionales de la salud mental de la ColumbiaUniversity de Nueva York que estudian el asunto lo conci-ben como un trastorno mental al que denominan trastornode identidad de la integridad corporal (Body Integrity Iden-tity Disorder- BIID). Consideran que la esencia de la enfer-medad es similar a la del trastorno de identidad sexual(Gender Identity Disorder- GID). Se han abandonado en elcamino otras explicaciones que lo encuadraban dentro delas parafilias o de los trastornos facticios. Lo definen comouna condición psicológica en la que el individuo solicita unaamputación voluntaria. Estos individuos experimentan eldeseo persistente de tener el cuerpo que se correspondecon la imagen ideal que tienen de sí mismos. Tan paradójicocomo que para sentirse completos necesitan perder unmiembro. Estos profesionales tienen claro, hoy por hoy,que, a los que lo sufren, no les mueve el deseo de producir-se enfermedades para obtener el rol de enfermo, como enel Síndrome de Munchaussen, ni tampoco la búsqueda deplacer sexual; la sexualidad estaría implicada en la medidaque la identidad sexual es un componente de la identidadcomo constructo psicológico más amplio.

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do en conflicto con su cuerpo. Quienes lo hanconseguido por uno u otro método dicen que sutormento ha terminado y no se arrepienten. Has-ta entonces han convivido con un miembro queexperimentaban como un impedimento parasentir su cuerpo como un todo. La paradoja del“menos es más”. Estas personas se ven a sí mis-mas con un miembro amputado más completas,más capaces. A pesar de lo extraño del asunto,sorprende la naturalidad y la firmeza con la quevierten su experiencia ante las cámaras deMelody Gilbert en “Whole”, un premiado y reco-nocido documental sobre el tema.

Nadie hasta el momento, ni siquiera los pro-pios wannabees, pueden explicar el por qué desu obsesión. Ellos mismos reconocen lo extrava-gante e incomprensible de su deseo aunque esereconocimiento no ha servido en ningúnmomento para apartarles de él. Consideran quesu sufrimiento se debe tanto al hecho de tenerun deseo insatisfecho, como a verse obligados avivir en un cuerpo que no les corresponde y de-fienden la cirugía como tratamiento. Hay quienles apoya.

En el año 2000, el cirujano escocés RobertSmith, amputó a dos individuos que llevaban añosintentando reconciliarse psicológicamente con laidea de vivir con una parte del cuerpo que noreconocían como propia. Ambas intervencionesfueron exitosas y ninguno de los dos amputadosse arrepintió de haberlo hecho. El acontecimiento,como era de esperar, fue objeto de una gran polé-mica en el Reino Unido que alcanzó al parlamen-to y los medios de comunicación tras la que elHospital, el Falkirk and District Royal Infirmary,prohibió la práctica de nuevas intervenciones.

Como no podría ser de otro modo, cada vezhay más interés desde diversos ámbitos en en-contrar esa explicación que permita situarse enalgún lugar frente a esta nueva condición y, des-de ahí, proponer una respuesta razonada a lademanda de estas personas de ser amputados.En este punto aparecen planteamientos dispa-

res, algunos nos resultan no menos extravagan-tes que el propio fenómeno que pretenden en-tender.

De las situaciones que se proponen como im-plicadas en el origen, unas nos han sorprendidopor su simplicidad: la visión de un amputado enla infancia imprimiría en el psiquismo del niño unsentimiento de que esa deberá ser su imagencorporal; el niño no se siente amado y convir-tiéndose en amputado atraería amor y simpatía.Otras lo han hecho por su fragilidad y falta deconstatación: el deseo es una manifestación ex-terna de un conflicto interno irresuelto; existeuna lesión estructural o funcional del cortex cere-bral relacionada con los miembros.

Estas son las hipótesis con las que trabaja elgrupo de expertos liderado por el psiquiatra Mi-chael First en la Columbia University. A su juicio eltrastorno de identidad de la integridad corporal(Body Integrity Identity Disorder- BIID) es un tras-torno mental al que equiparan con otros trastornosde la identidad corporal como el trastorno dismór-fico corporal3 o el trastorno de identidad sexual4.

Por su lado, Robert Smith, el cirujano escocés,y Gregg Furth, un psicoterapeuta que se recono-ce a sí mismo como wannabe, firman el únicolibro escrito hasta el momento sobre el tema. En

3 Trastorno dismórfico corporal: Trastorno caracterizado, se-gún la descripción del DSM, por una preocupación excesivapor un defecto físico imaginario que produce un grado sig-nificativo de sufrimiento y limitación en numerosas áreas delfuncionamiento normal. Estos pacientes habitualmente con-sultan primero a otros especialistas médicos antes de llegaral psiquiatra. Es frecuente que sean sometidos a tratamien-tos dermatológicos (en el 45% de los casos) y a intervencio-nes quirúrgicas (hasta en un 23% de los casos) que no me-joran los síntomas, por tratarse de un defecto imaginario. Enlos estudios realizados y publicados hasta la fecha, sólo lapsicoterapia de orientación cognitivo-conductual, tanto in-dividual como grupal, parece demostrar cierta eficacia. 4 Trastorno de la identidad sexual: Se caracteriza por el de-seo intenso y persistente de vivir como una persona de otrosexo, asociado a un sentimiento de inadecuación con su rolde género. En niños se intentan tratamientos psicoterapéu-ticos de distintas orientaciones; en adolescentes trata-mientos hormonales. En adultos, el único tratamiento queparece reducir el sufrimiento de estas personas es la cirugíade reasignación de sexo.

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el defienden la tesis de que se trata de un tras-torno mental y proponen su inclusión en el DSMIV como Trastorno de la Identidad Corporal(Body Identity Disorder- BID). Ambos llegan a laconclusión, tan contradictoria como carente delógica y de justificación, de que al no existir untratamiento médico ni psicológico eficaz, la ciru-gía es la solución para estos “pacientes”, comoen el caso de las intervenciones para cambio desexo.

Si hablamos de una relación extraña con elcuerpo, los wannabees no están solos. Pareceabsurdo, incluso provocador, plantearse que eneste lado del mundo bien alimentado, con idea-les de belleza y rendimiento físico e intelectualdifícilmente alcanzables, alguien sano y sin tarasfísicas pueda querer ser amputado de alguno desus miembros para funcionar el resto de su vidacomo tal, o que haya quienes se practican cortesen la piel porque consiguen con ello disminuir suansiedad o paliar sus sentimientos de vacío oquien se practica sangrías periódicas para conse-guir estabilizar su estado de ánimo, o que cien-tos de personas se conecten a Internet paraaprender a suicidarse “sin dolor” o cuál es la for-ma más eficaz de lograrlo. Absurdas o no, todasson situaciones reales que convierten en grotes-cos los referentes que permanentemente utiliza yvende nuestra sociedad.

Sorprende la propia existencia de numerosaspersonas que se sienten mejor mutilando suscuerpos: personas que cambian de sexo, anoré-xicas que llevan a extremos de insania el ideal dedelgadez, adolescentes, que horadan de maneraimparable su cuerpo con piercing en las zonasmás sensibles o visibles del cuerpo, tribus urba-nas cuyo sustento “ideológico” –aunque enalgunos de sus miembros sospechamos que nollega a ser siquiera una representación mental–es una música “siniestra” que habla satanismo ymaldad y que practican el vampirismo de mane-ra literal, personas que tatúan todo su cuerpo olo dibujan con cicatrices. Cuerpos capaces de

soportar todo tipo de agresiones para dar senti-do a almas torturadas, vacías, aburridas. Cuerposinsaciables en su anhelo de no sentir su vacío, depedir ser distintos de cómo son. Cuerpos que noencuentran la manera de asociarse con sus al-mas. Locura de transformación corporal, un pasoinverso hacia lo más primitivo.

La existencia de estas formas de expresión yrelación con el cuerpo estimula la reflexión envarios sentidos. Se nos ocurre, por ejemplo, si noes posible que se esté produciendo un cambiode los referentes internos individuales, paralela-mente o como reacción, al surgimiento de unasociedad globalizada que pretende imponer ygeneralizar estándares de belleza y competenciano menos grotescos, pero más reconocibles yajustados a los modos clásicos de concebir lasalud y la enfermedad. En este sentido es suge-rente la propuesta de Tom Koch con respecto ala discapacidad. Este autor describe dos formasde explicar la discapacidad; un “modelo médi-co” que enfatiza las limitaciones físicas inheren-tes a la discapacidad y toma como referente laautosuficiencia, predominante en la actualidad, yun “modelo de diferencia social”, que define ladiscapacidad primaria como una condición socialresultado de un fracaso de la sociedad en incor-porar las diferencias físicas de los discapacitados.Esta manera de ver las cosas proporciona unmarco donde poder encajar estas nuevas formasde expresión y permite trascender a un discursodicotómico que propone la existencia desanos/enfermos; raros/normales; buenos/malos;afortunados/desheredados.

En otro orden de cosas, en la era de la tecno-logía en la que todo parece factible, donde ha-cer es más importante que pensar, se convierteen una virtud trasformar en acto todo aquelloque no se puede o no se quiere pensar ni expre-sar. Cuando se propone la cirugía para “tratar”con estos conflictos que afectan a algo tan esen-cial para el ser humano como es su identidad, sehace desde esta mentalidad de la acción y la ren-

Sorprende la propia existencia de numerosaspersonas que se sienten

mejor mutilando sus cuerpo.

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tabilidad para la que el resultado está por delan-te del análisis y la búsqueda de significado. Si lascosas fueran así, es decir, que trasformaciones enel cuerpo son capaces de promover cambiosduraderos en la identidad y los significados per-sonales, estaríamos, cuando menos, ante uncambio de paradigma. Resulta contradictorio odemasiado poco elaborado proponer la cirugíadel cuerpo como forma de cambiar algo que noestá bien en la mente. Según esta misma lógica,el tratamiento de la anorexia nerviosa, cuya basees una distorsión de la imagen corporal, habríade tratarse con métodos adelgazantes dando larazón a aquellos que defienden la anorexia ner-viosa como una forma de vida.

La aceptación de todos estos fenómenos quedescribimos como algo cada vez más cotidiano,incluso normalizado en ocasiones, hace pensar,por otra parte, que la relación del hombre con sucuerpo pueda estar evolucionando desde unaconcepción del mismo como un don con el que elser humano ha de construirse a lo largo de su exis-tencia, a tratarlo como un instrumento maleablede expresión personal, negándolo y convirtiéndo-lo, de esta manera, en reflejo de la insatisfacción yel vacío. ¿Hasta dónde llega la capacidad del indi-viduo de construirse a sí mismo? ¿Debe la socie-dad ocuparse de diseñar leyes y normas precisasen estas cuestiones, entendiéndolas como evolu-ción natural o, por el contrario, debemos generaruna especie de censura que nos prive de la con-templación de formas de expresión que, de nohabérsenos mostrado, jamás hubieran formadoparte de nuestros deseos?

Desde un punto de vista moral, estamos asis-tiendo hoy en día, quizá como consecuencia deuna defensa radical de los valores democráticos,a una devaluación y desinterés por una educa-ción capaz de establecer límites adecuados ynormas razonables, negando, pudiera ser quedesde un excesivo afán por preservar las liberta-des, que son instrumentos que contribuyen a es-tructurar y dar sentido a la experiencia. Desde el

todo vale, todo es un derecho con tal que al-guien lo sienta como tal, cualquier deseo, poraberrante que sea, puede ser explicado (porejemplo como Trastorno Mental), legitimado yhasta justificado y la sociedad parece estar obli-gada a dar respuesta a cada necesidad indivi-dual. Así, tal cual, sin más elaboración.

No dejamos de sorprendernos con las nuevasdemandas que llegan a las consultas de ambula-torios y urgencias de los hospitales, que traspasanel límite de lo imaginable y tienen, como las quenos ocupan, como objeto el cuerpo. Ahora bien,desde el punto de vista de la Salud Mental, cuan-do hablamos de psicopatología no hablamos sólode quienes la “sufren”, hablamos sobre todo dequienes la hacen, de quienes la describen y laponen nombre agrupándola en síndromes y enfer-medades tan aberrantes como los síntomas en sí.Porque tan sociedad es el observador como elobservado y desde la posición de poder que con-fiere el supuesto saber, es el que clasifica el quelegitima la existencia del “trastorno”. Asistimosdesde hace años a la descripción de innumerablessíndromes en el campo de la medicina, y la psi-quiatría es puntera en este terreno, que permitendar nombre a casi cualquier fenómeno de la exis-tencia que no nos satisface, de las arrugas a la tris-teza, pasando por la impotencia o el descontrolde impulsos, quizás con el ingenuo y “bieninten-cionado”, aunque más parece perverso y omnipo-tente, objetivo de poderlo tratar todo. Catalogan-do el sufrimiento en compartimentos “Trastorno”quizá damos una razón para existir a los quesupuestamente los padecen, pero no sin riesgos.Las personas que encajan en estas categoríasquedan atadas ineludiblemente a la necesidad deun tratamiento para poder vivir, a una dramáticarestricción del significado personal y a una exter-nalización de la responsabilidad que exterminapor si misma la posibilidad de salir del sufrimien-to. La vida no se trata, se vive.

Mirando las cosas de este modo, llegamos a laconclusión de que no es que la incidencia de de-

Cuando hablamos de psicopatología nohablamos sólo de quienesla “sufren”, hablamos sobretodo de quienes la hacen,de quienes la describen y la ponen nombre agrupándola en síndromesy enfermedades tan aberrantes como los síntomas en sí.

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terminados trastornos esté aumentando en estemomento histórico, ni que estén apareciendo nue-vas formas de sufrimiento humano hasta ahoradesconocidas y que inundan como nunca consul-tas médicas, psicológicas y psiquiátricas y mediosde comunicación –depresión, anorexia nerviosa,mobbing, bulling, fibromialgia, síndrome de fatigacrónica y tantas otras–. Es posible pensarlo demanera diferente. Las condiciones históricas y cul-turales no han hecho evolucionar el sufrimientohumano, lo que han facilitado es que cambie suforma de expresión y los modos de afrontamiento.Desde este punto de vista, determinado contextosocial no sólo habría facilitado que, por ejemplo,los transexuales salgan a la luz, sino que habríacontribuido a crearlos. Una vez que “transexual” o“trastorno de la identidad sexual” o “cirugía dereasignación de sexo” se convierten en lugarescomunes, se convierten también en referentesdonde reinterpretar la experiencia. La incertidum-bre, el vacío, el dolor comienzan a tener sentidoen esos términos. El riesgo es que, disfrazado eldolor con traje de enfermedad mental, se cierratoda posibilidad de integrarlo como parte de laexperiencia del ser humano o de modificar las cau-sas que lo originan.

Esto es lo que Carl Elliot, autor del libro “Bet-ter than well: American medicine meets the ame-rican dream” (Mejor que bien: la medicina ameri-cana alcanza el sueño americano), plantea cuandocuestiona la moralidad de las arriesgadas y con-trovertidas soluciones médicas que pretenden darrespuesta al malestar e inseguridad del individuo.Si es ético mejorar mediante medidas artificiales ysi realmente las soluciones médicas pueden darrespuesta a las profundas necesidades sociales.

¿Cuándo uno se reinventa a uno mismo, enquién se convierte?

Es difícil encontrar una frase que describamejor los límites a los que ha llegado la psicopa-tología de comienzos del siglo XXI que la queinicia el artículo, aunque su autor la enunciarahace más de treinta años.

Bibliografía.

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Koch T. Disability and diference: balancing socialand physical conditions. Journal of Medical Ethics2001;27, 370

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Otras referencias de interés.

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Annemarie Bridy. Confounding extremities: Sur-gery at the medico-ethical limits of self-modification.Journal of Law, Medicine & Ethics, 32 (2004):148–158.

Páginas web con artículos sobre el tema.

http://www.biid.org/index.htm. Es la página delgrupo de profesionales de la Columbia University conamplia información sobre el BIID.

http://dir.salon.com/health/feature/2000/08/29/amputation/index.html?sid=974674. Artículo de RandyDotinga.

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http://www.slate.msn.com/id/2085402/ . Un artícu-lo en prensa de Carl Elliot de julio de 2003.

http://www.amputee-online.com/amputee/wanna-bee.html. Amputee Web Site, un sitio dirigido aamputados con todo tipo de información, incluye esteartículo de Ian Gregson en el que habla de Apotem-nofilia desde el punto de vista de un amputado. Des-de aquí se puede acceder a un artículo sobre el temailustrado con casos clínicos.

http://www.ampulove.com/wannabe/wannabe_index.htm. Desde esta página situada en un sitio quepresume de ser el más antiguo y más visitado paraamputados y sus amigos, encontramos numerosasentradas con información y fotografías sobre y paradevotees, pretenders y wannabees.

http://www.geocities.com/starstranger_2000/english.html. Es la página que mantiene un wannabe,varón de 25 años que no ha conseguido su amputa-

ción. Antes de entrar nos advierte de la necesidad detener una mente amplia y libre de prejuicios. Ademásde contar su historia personal, tiene vínculos con artí-culos de prensa.

http://www.d-links.com/. Más información paraamputados con sección especial sobre el tema.

http://www.answers.com/main/ntquery;jsessio-nid=21or0679hinru?tname=body-modification&cur-tab=2222_1&hl=apotemnophilia&sbid=lc02a. Con-tiene información sobre múltiples aspectos de lamodificación corporal.

http://www.primitiveorigins.co.uk/newpage1.htm.Información de todo tipo y fotos sobre técnicas demodificación corporal como tatuajes, escarificación,piercing, etc.

http://www.theatlantic.com/unbound/interviews/int2003-08-05.htm. Entrevista a Carl Elliot a propósitode su libro “Better than well”.