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LA FE EN EL MUNDO DE HOY

OSCAR ORLANDO AREVALO GUERRERO1 

SEMINARIO MAYOR SAN JOSÉ

Zipaquirá

Duda y fe:

La situación del hombre ante el problema de Dios

Quien intente hoy hablar de la materia de la fe cristiana ante personas que conocen desdedentro el discurso y el pensamiento eclesiales advirtiera enseguida lo extraño e insólito desemejante empresa. Cox refiere la historia del payaso como la situación del teólogo en laactualidad y ve en el payaso, incapaz de lograr que su mensaje sea escuchado de verdad porla gente, lo cual es una imagen del teólogo. Todo el mundo sabe ya de que habla y tambiénsabe que no ofrece sino una idea que poco o nada tiene que ver con la realidad. En estaimagen se plasma, sin duda, algo de la agobiante realidad que hoy vive la teología y eldiscurso teológico, algo de la abrumadora imposibilidad de romper con los lugares comunesde los hábitos del pensamiento y lenguaje y hacer perceptible la materia de la teología comoasunto capital de la vida humana. Me atrevería a decir que la teología de hecho desmaquilladay enfundada en moderno traje civil, tal y como hoy entra en liza en numerosos lugares, haceque esta esperanza se revele como harto ingenua.

Sin embargo, si quien trata de proclamar la fe es suficientemente autocritico, pronto se darácuenta de que no se trata tan solo de algo formal, de una crisis de las vestimentas con las que

la teología se pasa. Así, quien hoy se esfuerce con honestidad por dar razón de la fe cristianaante sí mismo y ante los demás tendrá que percatarse de que él no sea tan solo el disfrazadoal que le bastaría con cambiarse de indumentaria para poder instruir con éxito a otros. Antetodo, sobre el creyente se cierne la amenaza de la incertidumbre, que en los instantes detentación hace manifiesta de golpe, de forma severa e impredecible la fragilidad de este todoque, por regla general, tan evidente parece. Teresa de Lisieux, la adorable santa, en aparienciatan ingenua y poco problemática, para ella la religión era de verdad un elemento esencial yobvio de su existencia diaria, la abordaba igual que nosotros podemos abordar loscomprensibles hábitos de nuestra vida. Su intelecto es asediado por todos los argumentos posibles contra la fe, el sentimiento de la fe parece haber desaparecido, Teresa se siente en el pellejo de los pecadores.

En semejante situación, ya no es esto o aquello lo que se pone en entredicho y sobre lo que, por lo demás, quizás incluso se discute: la asunción de María, la confesión u otros temas parecidos. Todo esto deviene por entero secundario. Lo único visible, se mire hacia donde semire, es la insondable profundidad de la nada. En la escena inaugural de Zapato de raso, PaulClaudel plasma la situación del creyente en una profunda y convincente visión plástica. El

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drama comienza con su ultimo monologo; Señor, te agradezco que me hayas atado así. peroes imposible estar más unido a ti de lo que hoy lo estoy. Y así realmente estoy sujeto a lacruz, pero la cruz de la que cuelgo no está sujeta a nada, flota en el mar. Tan solo un maderosuelto lo une a Dios, si bien es cierto que de madera inexorable; y después de todo, elnaufragio sabe que este madero es más fuerte que la nada que borbotea bajo de él, la cual

conserva, no obstante, el poder autentico y amenazador de su presencia.En él se hace presente también el destino del hermano, del hermano que se tiene porincreyente, que ha dado la espalda a Dios porque considera que lo suyo no es la espera, sinola posición de lo inalcanzable. La suerte de Rodrigo converge con la da su hermano en tantoen cuanto el conquistador del mundo termina sirviendo como esclavo en un barco. Si elcreyente solo puede realizar su fe sobre el océano de la nada, la tentación y las dudas, si elocéano de la incertidumbre es el único lugar que le ha sido asignado para vivir su fe, entoncesel increyente no puede ser entendido de forma no dieléctrica como aquel que sencillamentecarece de fe. Al igual que el creyente se atraganta con el agua salada de la duda que el océanole arroga son cesar a la boca, así también la increyente duda de su propia falta de fe, de la

real totalidad de mundo que él se ha decidido a explicar como un todo.

Por consiguiente, de la misma manera que el creyente se siente amenazado de continuo porla falta de fe y no pode sino experimentar esta como su perene tentación, así también la ferepresenta para el increyente una amenaza, en cuestionamiento de su mundo, cerrado al parecer de una vez para siempre. Jamás puede afirmar de forma definitiva y cierta que la feno se la verdad, solo al rechazarla se hace patente que la fe es irrechazable. Nadie puededemostrar a otro la existencia de Dios y de su reino; ni siquiera el creyente puededemostrárselo así mismo, siempre y cuando no oculten de sí mismos ni la verdad de su ser,tanto el creyente como el increyente participan, cada uno a su manera, de la duda y de la fe.Es ley fundamental del destino humano no poder encontrar lo definitivo de la existencia másque en esta inalcanzable rivalidad entre duda y fe, entre tentación y certeza. Para uno, la dudaes su modo de participar en el destino del increyente, y en el otro, la forma en la que la fe, a pesar de todo, sigue representando un desafío para él.

El salto de fe:

Ensayo provisional de determinar la esencia de la fe

Pues la pregunta fundamental de la introducción al cristianismo que persiga aclara quesignifica que una persona diga: Creo, se nos plantea con una índole temporal muydeterminado. Esta pregunta solo puede ser formulada de la siguiente manera: ¿Qué significa

hoy la profesión de fe cristiana: ¿Creo, habida cuenta de las condiciones de nuestra existencia presente y de nuestra actual actitud hacia lo real en general? Este texto comienzasintomáticamente con la palabra: Creo, sin embargo, por el momento renunciaremos ainterpretar esta palabra desde su contexto material, desde el contenido que constituye sucontexto.

El Creo, aparece en una formula fija, en conexión con determinados contenidos y elaboradaa partir de un contexto litúrgico. Sin embargo, de momento debemos posponer ambas

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cuestiones, a fin de preguntarnos más radicalmente cual es la actitud a la que se alude cuandola existencia cristiana expresa ante todo el verbo Credo, determinando así el núcleo de locristiano como una fe, algo que en modo algo resulta evidente. Demasiado a la ligera solemos presuponer que religión y fe son, sin duda, lo mismo y que, por consiguiente, toda religión puede ser caracterizada también sin problemas como fe.

El antiguo testamento, como un todo, no se describe así mismo con el concepto de fe, sinocon el de ley. Para ella, realizar un acto de fe en lo sobre natural no es decisivo, dicho actode fe incluso puede estar por completo ausente sin que uno sea por ello infiel a esta religión.Pero baste esta alusión para ilustrar que en absoluto se sobreentiende que el cristiano seexprese principalmente en la palabra credo, que caracterice su forma de posicionarse ant loreal por medio de la actitud de fe. Y si hoy nosotros, como creyentes de nuestra época, oímoshablar quizá con cierta envidia de que en la edad media los habitantes de nuestros países eransin excepción creyentes, es beneficioso echar un vistazo, tal y como en la actualidad nos lo permite la investigación histórica.

La investigación histórica puede mostrarnos que para muchos la fe no era más que un sistema preexistente de formas de vida que les ocultaba la apasionante aventura que en realidaddesigna la palabra credo, y todo ello, simplemente porque entre Dios y el ser humano se abreun abismo infinito, porque el ser humano ha sido creado de tal modo que sus ojos solo tienencapacidad de ver lo que Dios no es. Dios es esencialmente invisible: esta afirmación básicade la fe bíblica en Dios, que niega la visibilidad de los dioses. Pero en este campo visual yde agarre que determina el lugar existencial del ser humano no aparece ni jamás apareceráDios.

Dios es aquel que se encuentra esencialmente fuera de nuestro campo visual, por mucho queeste se dilate. Esta palabra significa que el ser humano no considera que ver, oír y agarrar

agoten la totalidad del conocimiento de Dios. Antes bien, el ser humano busca una segundaforma de acceso a lo real, a la que llama justamente la fe y en la que encuentra incluso laapertura decisiva de su visión de mundo. La palabra credo denota la opción de que lo novisible, lo que de ningún modo puede ingresar en el campo visual, no es lo real, al contrario,lo que no se ve constituye lo automáticamente real, lo que suscite y posibilita el resto de loreal. O dicho de otra forma: la fe es la decisión por la que afirmamos que en lo más íntimode la existencia humana hay un punto que no puede ser alimentado ni sostenido por lo visibley asible, sino que linda de tal modo con lo no visible que esto último deviene tangible parael hombre y se revela como algo necesario para su existencia.

Tal actitud solo puede solo puede alcanzarse a través de lo que el lenguaje de biblia llama:giro, vuelta y conversión. Debe darse la vuelta para percatarse de cuan ciego seria si soloconfiara en lo que ven sus ojos. En efecto, la fe es la conversión, el giro merced al cual la persona descubre que, entregándose por completo a lo asible no hace sino perseguir unailusión, la fe es un cambio que hay que llevar a cabo a diario, y únicamente en una conversiónque dure toda la vida podemos cobrar conciencia de que significa decir: Credo. Cuandoempieza la fe a resultar problemática, más aún a parecer casi imposible, antes bien, quizás deformar algo más velada y menos difícil de reconocer, la fe denota por definición un salto

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sobre un abismo infinito, y en concreto desde el mundo de lo asible que se impone al serhumano. La fe nunca ha sido más la actitud correspondiente de por sí a la tendencia inscritaen la existencia humana, y eso es algo que solo puede alcanzar por medio de una firmeresolución o decisión.

El dilema de la fe en el mundo actual

Al abismo entre lo visible y lo invisible se añade como agravante el abismo entre ayer y hoy,la paradoja fundamental que ya de por si late en la fe se hace aún más profunda por el hechode que la fe se presenta envuelta en ropaje del pasado, más aun, parece ser ese pasado, laforma de vida y existencia de ese pasado. Estos intentos de actualización son los que hacenque se cobre conciencia plena de hasta qué punto lo que ahí nos encontramos es de ayer yentonces la fe no se perfila ya propiamente como el salto desde el aparente todo de nuestromundo visible a la aparente nada de lo invisible e inapresable. Pero ¿Quién querría procederde este modo de una época en la que el concepto de tradición ha sido desplazado por la ideade progreso?

En las constelaciones intelectuales del pasado, el concepto de tradición parafraseaba unsignificativo programa: la tradición aparecería como la realidad protectora en la que cabíaconfiar, y quien estaba en condiciones de invocar la tradición podría entonces sentirse seguroy ocupado en el lugar debido. La tradición es vista como la verdadera promesa del ser,también por esta razón, la fe que se le presenta bajo la etiqueta de la tradición debe antojarsecomo algo superado que, a él, que ha reconocido el futuro como su verdadero deber y suverdadera posibilidad, no puede abrirse el lugar de su existencia. En efecto, aquí se hacetangible en cierto sentido la particularidad del escándalo cristiano, a saber, lo que podríamosdenominar el positivismo cristiano, la insuprimible positividad de lo cristiano.

Su pretensión de ser revelación se basa en que ella, por así decir, introduce al eterno ennuestro mundo, porque nadie ha visto jamás a Dios. Pero quedémonos con la palabraespañola explicar, el original nos permite tomarla en su preciso sentido etimológico dedesarrollar algo plegado. A primera vista, esto parece ser realmente el cenit de revelación, dela manifestación de Dios. Pero las cosas tienen una doble cara: lo que al principio parece serla revelación más radical y, en cierta medida, permanecerá siendo revelación, la revelaciónes al mismo tiempo el más extremo oscurecimiento y encubrimiento. Se ha convertido en unsentido muy profundo en condición previa de la muerte de Dios, que en lo sucesivo signairrevocablemente el curso de la historia y la relación del ser humano con Dios.

Si no hubiese sido mejor como quien dice, que Dios nos hubiese mantenido a distancia

infinita de él, en ninguna imagen del mundo que relativiza sin contemplaciones, reduciéndoloa una insignificante mota de polvo en el cosmos, al ser humano. Solo exacerbado así lacuestión y cobrando con ello la conciencia de que, detrás del escándalo, en aparienciasecundaria, en la tensión entre el ayer y el hoy, se escode en el mucho más profundoescándalo del positivismo cristiano. El cristiano de hoy tiene que plantearse esta pregunta,no puede darse por satisfecho con indagar si no será posible terminar encontrando, por mediode todo tipo de vueltas y revueltas, digámoslo afiladamente: in cristianismo vaciado así derealidad por medio de la interpretación representa una falta de honradez en relación con las

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 preguntas de los no cristianos. En la actualidad tendemos de antemano a suponer que loauténticamente real es lo que existe como asible, es decir lo demostrable.

El límite de la moderna comprensión de la realidad y el lugar de la fe

Lanzaos una mirada conjunta a la trayectoria del espíritu humano, en la medida en que esta

se ofrece a nuestros ojos, constataremos que en los diversos periodos del desenvolvimientode dicho espíritu existen diferentes formas de situarse ante la realidad. Ninguna de ellascoincide con la fe, pero tampoco ninguna de ellas es sencillamente neutral respecto de la fe;todas pueden serle de ayuda, y todas pueden obstaculizarla. Hemos renunciado a buscar laoculta realidad en sí de las cosas, a sondear en profundidad la esencia del ser; todo ello senos antoja un esfuerzo infructuoso, la profundidad del ser la consideramos en ultimo terminoinalcanzable. De este modo en el pensamiento y la existencia de modernos se fueconfigurando poco a poco un nuevo concepto de verdad y de realidad que rige comocondición previa de nuestro pensamiento y nuestro discurso.

El primer estadio es el nacimiento del historicismo, en el cual intentamos averiguar cómo se

ha llegado a la actitud que acabamos de describir, y que probablemente podremos constatar,sino me equivoco, dos estadios de la transformación intelectual. El filósofo italianoGuiambattista quien de seguro fue el primero en formular una idea por completo nueva deverdad y de conocimiento y en una audaz anticipación. A la ecuación escolástica verum quiafactum. Es decir: lo único que podemos reconocer como verdadero es aquello que nosotrosmismos hemos hecho. Las cosas son porque son pensadas. De ahí que, para la visión antiguay medieval, todo el ser fuera ser pensado, pensamiento del espíritu absoluto. El hombre puedereflexionar sobre el logos, sobre el sentido del ser, porque su propio logos, su propia razón,es logos de un logos, pensamiento de un pensamiento primigenio, del Espíritu Creador quegobierna el ser. El ser es pensamiento y por ende, pensable, objeto del intelecto y de la

ciencia, que persigue la sabiduría.

Por eso en la universalidad medieval las artes fueron siempre el preludio de la ciencia propiamente dicha, que reflexionaba sobre el mismo ser. Solo entonces comienza esa actitudque propicia la época científica, en cuyo despliegue todavía hoy nos encontramos. Con todoel giro hacia la edad moderna se anuncia ya cuando descartes entiende esa certeza racionalesencialmente desde el modelo de la certeza matemática. Eso significa que el lugar de laantigua identidad de verdad y ser pasa a ocuparlo la nueva equiparación de verdad yactividad. El ser humano no es creado del cosmos, por lo que este le resulta impenetrable ensu profundidad ultima. Comienza el predomino del factum, esto es, la radical atención delser humano a su propia obra como lo único de lo que le es dado tener certeza. Pero así alfinal, el mundo no aparece ya como un proceso cuya continua expansión es el movimientodel ser mismo. En el momento en que surge un antropocentrismo radical, el ser humano yasolo es capaz de conocer su propia obra, aunque al mismo tiempo debe aprender a aceptarsea sí mismo como algo meramente debido.

El segundo estadio es el giro hacia el pensamiento técnico, ya que únicamente alcanzo su plena realización con un segundo motivo. Con ello, la tarea de la filosofía se redefine unavez más de raíz. Traducida al lenguaje de la tradición filosófica, esta máxima quiere decir

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que el verum quia factum cognoscible y grávido de verdad es lo que el ser humano ha hechoy ahora puede considerar. Pues cuanto más recorre el ser humano el nuevo caminoconsistente en concentrarse en el factum y en buscar ahí la certeza, tanto más claramentedebe reconocer que incluso el factum, la obra de sus manos, se le escapa en gran medida.Cada vez resultaba más difícil negarse a ver que de nuevo se carecía de esa certeza que al

 principio se había esperado que resultaría del alejamiento de la especulación, de lainvestigación de los hechos.

Todo lo que él solo es capaz de ver a través de testimonios de segunda mano pertenecen al pasado y, por tanto, por muchas que sean las pruebas que lo refieren, nunca puede ser plenamente cognoscible. El factum ha puesto en libertad al faciendum, lo hecho a lo factibley reproducible, a lo verificable, y ahora ya solo existe en la razón de ello. Desde el punto devista de la situación intelectual global, las circunstancias han cambiado radicalmente: latechne ya no está más desterrada en la cámara baja de las ciencias o, dicho con mayorexactitud, la cámara baja se ha convertido en la auténticamente y, respecto a ella la cámaraalta ya no parece sino una cámara de nobles jubilados.

Por lo demás en la actualidad eso repercute de manera del todo concreta en la forma de la pregunta antropológica, un problema más serio que el del pasado humano, aunque ambascuestiones sean inseparables y en gran medida se determinen mutuamente en su orientación:la reducción del ser humano a un factum, a un hecho, es un requisito para comprenderlo comoun faciendum.

En tercer lugar, encontramos la pregunta por el lugar de la fe, en donde la teología habíaintentado salir al paso de la problemática del historicismo, de su reducción de la verdad delfactum, construyendo la propia fe como la historia, pues con ello parecía llegar al mismotiempo, con tanta mayor razón, su propia hora; más aún, quizá podría apuntarse en su haber

el nuevo desarrollo como resultado de su propio punto de partida. En su lugar se le imponeahora una idea distinta: nos sentimos tentados a no colocar ya la fe en el plano del factum, delos hechos, sino en el facidium, interpretándola con la ayuda de una teología política comomedio de transformación del mundo. Tanto en uno como en otro salen más bien a la luzaspectos esenciales que en otras constelaciones había sido pasados más o menos por alto.

La fe cristiana también tiene algo que ver, a bueno seguro, con la transformación del mundo,con su configuración, con la protesta contra la inercia de las instituciones humanas y dequienes se benefician de ella. La fe cristiana tiene que ver de manera decisiva con lasesenciales fuerzas motrices de nuestro tiempo. Pues la persona, cuando pronuncia esta palabra, no esboza en primer lugar un programa de activa transformación en el mundo, ni seadhieren sin más a una cadena de sucesos históricos. A mi juicio, con ello se hacen patentesdos concepciones globales y dos posibilidades del ser humano, que no carecen de relaciónentre sí, pero que deben ser diferenciados.

La fe como mantenerse en pie y comprender

La fe en Dios aparece, así como un sujetarse a Dios a través del cual la persona obtiene unafirma sujeción para su vida con ello la fe es descrita como el suelo de la palabra de Dios. La

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fe se intelectualizo, insisten quienes propugnan esta visión crítica: en vez de seguirexpresando el hecho de mantenerse en pie sobre el firme fundamento de la falible palabra deDios, habría sido puesta en relación con el comprender y el entendimiento y despasada, porconsiguiente, a un plano por completo diferente y de todo en todo inadecuado para ella. Porel momento podemos retomar sencillamente el hilo de lo considerado hasta aquí y afirmar

que la fe hace referencia a un plano por entero diferente al del hacer y la factibilidad.Por ello significa además que la fe no aparece ni puede aparecer en el plano del saber de lofactible, en el plano de la fe, no puede ser hallada en la estructura de esta clase de saber, yquien a pesar de ello pretenda darla a conocer formalmente está dando a conocer algo falso.Probablemente tampoco se le podrá negar del todo la razón al pensamiento de los filósofos,cuando manifiestan el temor de que, en una época en la que el pensamiento calculador triunfa por doquier, el ser humano, sin embargo, se vea amenazado, quías más que antes por la solareflexión. Creer en el sentido en lo que entiende el credo no es una forma imperfecta de saber,una opinión que se podría o debería transformar en saber de lo factible. Pues la fe no pertenece al ámbito de la factibilidad ni al de lo hecho, aunque tiene que ver con ambos, sino

al ámbito de las decisiones fundamentales que la persona n puede eludir y que, por unaturaleza, solo pueden ser tomadas de una manera.

El intento hasta ahora más imponente de integrar a pesar de toda la conducta de la fe en laconducta del saber de lo factible es el acometido por el marxismo. Sin, embargo, si se miranlas cosas con más detenimiento, se hace patente que tampoco el marxismo ha logrado lacuadratura del círculo. Pues en efecto el hombre no solo vive del pan de la factibilidad; antes bien, como hombre y precisamente en lo especifico de su condición humana, vive de la palabra, del amor y del destino. Por ello del sentido no se deriva el saber. Nadie es capaz desacarse así mismo de la ciénaga de la incertidumbre, del no poder vivir, ni siquiera por mediodel cogito ergo sum. Con ello habiendo partido de un análisis del todo general de la actitud básica llamada fe, llegamos directamente a la forma cristiana de la fe.

En consonancia con esto, la fe cristiana es la convicción de que el recibir precede al hacer.Eso no supone desvalorizar el hacer ni declararlo superfluo. Solo porque hemos recibido, podemos también hacer. Además, la fe cristiana, ya lo hemos dicho, con lleva a una apuestaa favor de que lo invisible es más real que lo visible. En este sentido, no se puede negar quela fe cristiana representa una doble afrenta para la actitud a la que parece empujarnos la actualsituación del mundo.

La razón de la fe

En el doble acorde del creo y el amen se hace visible del todo, el movimiento intelectual aquíinvolucrado. Creer expresa el hecho de ponerse en manos de lo que no podemos ninecesitamos hacer, el fundamento del mundo como sentido que nos posibilita la libertad delhacer. Sin embargo, lo que aquí acontece no es un siego entregarse a lo irracional. Alcontrario, es un encaminarse hacia el logos, hacia la ratio, hacia el sentido y, por ende, haciala verdad misma; pues, a fin de cuentas, el fundamento sobre el que se coloca el ser humanono puede ni debe ser otro que la verdad que se auto comunica. Por decirlo de otro modo: el

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saber de lo factible no pregunta por las cosas tal como son de por sí y en sí, sino solo de la posibilidad de instrumentalizarlas para nosotros.

El lugar de la verdad del ser lo ocupa ahora la utilidad de las cosas para nosotros, que seconfirma en la exactitud de los resultados. Que la actitud cristiana de fe se exprese en la palabra, amen, en la que se entrelazan significados como el confiar, fiarse, fidelidad, firma ymantenerse de pie y la verdad. La inseparabilidad de sentido, fundamento y verdad, que seexpresa tanto en la palabra hebrea amen como en la griega logos, proclama al mismo tiempotoda una imagen del mundo. Significa además que es absurdo aducir el misterio, como, sinembargo, no rara vez ocurre, cual evasiva ante el fracaso del intelecto. O, dicho de otra forma:la fe no es ciertamente el sentido del saber de lo factible y de su forma de calculabilidad. Laforma en que el ser humano le es dado relacionarse con la verdad del ser no es el saber, sinoel comprender, comprensión del sentido al que se ha confiado.

Pues el saber sobre la posibilidad de funcionalizar el mundo, tal como excelsamente nos lotrasmite el actual pensamiento científico técnico, no nos brinda por si solos comprensión

alguna del mundo ni del ser. Creer y comprender guardan entre si una relación no menosestrecha que la que existe entre creer y mantenerse en pie, por la sencilla razón de quemantenerse en pie y comprender son inseparables. En este sentido hablamos con razón delmisterio como del fundamento que nos precede y de continuo no trasciende, del fundamentoque nosotros nunca podemos alcanzar ni superar. La fe perdería su dignidad y no le quedaríaotro remedio que destruirse a sí misma.

Creo en ti

La fe cristiana es más que la opción por la existencia de un fundamento espiritual del mundo;su fórmula principal no reza: creo algo, sino creo en ti. La fe cristiana se encontró con el

hombre Jesús y, en tal encuentro, experimenta el sentido del mundo como persona. En suvida, en la incondicionalidad de su ser para los hombres, se hace presente el sentido delmundo; él se os entrega como amor que me ama también a mí y con el regalo tanincompresible de un amor que no está amenazado por caducidad ni ofuscamiento egoísta dealgunos, hace la vida digna de ser vivida.

Así la es encontrar un tu que me sostiene y que, a pesar de la imperfección e inclusoimposibilidad ultima del encuentro humano, me promete un amor indestructible que no soloanhela la eternidad, sino que también la concede. La fe cristiana vive de que o existe sentidomeramente objetivo.

Así fe confianza y amor son, en el fondo, uno y lo mismo, y todos los contenidos alrededorde los cuales gira la fe, no constituyen más que concreciones del cambio que todo lo sostiene,del creo en ti, el descubrimiento de Dios en el rostro del hombre Jesús de Nazaret. El creyenteexperimentara sin receso aquella oscuridad en la que la protesta de la incredulidad le rodeacomo una prisión tenebrosa e ineludible y la indiferencia del mundo.