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La Flecha Negra Por Robert Louis Stevenson

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LaFlechaNegra

Por

RobertLouisStevenson

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Prólogo

JohnAmend-all

Cierta tarde,muy avanzada ya la primavera, se oye en hora desusada lacampana de Moat House, en Tunstall. Desde las cercanías hasta los másapartadorincones,enelbosqueyen loscamposqueseextendíana lo largodelrío,comenzaronlasgentesaabandonasustareasparacorrerhaciaelsitiodedondeprocedíael toquedealarma,yen laaldeadeTunstallungrupodepobrescampesinossepreguntabaasombradoaquésedeberíalallamada.

En aquella época, que era la del reinado de Enrique VI, el aspecto quepresentabalaaldeadeTunstalleramuyparecidoalqueactualmentetiene.Nopasaríasdeunasveintelascasas,toscamenteconstruidasconmaderaderoble,quesehallabanesparcidasporelextensoyverdevallequeascendíadesdeelrío. Al pie de aquél, el camino cruzaba un puente y, subiendo por el ladoopuesto, desaparecía en los linderos del bosque, hasta llegar aMoatHouse,desde donde continuaba hacia la abadía de Holywood. Hacia la mitad decamino se alzaba la iglesia rodeada de tejos. A ambos lados, limitando elpaisaje y coronando las montañas se encontraban los verdes olmos y losverdeantesroblesdelbosque.

Sobreuna lomainmediataalpuenteseerguíaunacruzdepiedra,acuyoalrededorsehabía reunidoungrupo—mediadocenademujeresyunmozoaltovestidoconunsayorojizo—discutiendoacercadeloquepodíaanunciareltoquederebato.Mediahoraantes,unmensajerohabíacruzadolaaldea,contalprisaqueapagólasedconunjarrodecervezasindesmontarsiquieradelcaballo,tanurgenteerasumensaje.Masniélmismosabíadequésetrataba;únicamente,quellevabapliegosselladosdesirDanielBrackleyparasirOliverOates,elpárrocoencargadodecuidardeMoatHouseenausenciadeldueño.

Se oyó entonces el galopar de otro caballo, y al rato, saliendo de loslinderosdelbosqueycruzandoconestrépitoelpuente,llegóacaballoeljovenmaster Richard Shelton, que se hallaba bajo la tutela de sir Daniel. Él, almenos,sabríaalgodeloqueocurría,porloque,llamándole,lesuplicaronquese lo explicara. El muchacho, un joven que aún no había cumplido losdieciochoaños,derostrocurtidoporelsolyojosgrises,conjubóndegamuzaconcuellodeterciopelonegro,verdecapuchónsobresucabezayunaballestadeaceroterciadaa laespalda,detúvosedebuenagana.Alparecer,elcorreohabía traído importantes noticias. Era inminente la batalla. SirDaniel habíaordenado que todo hombre capaz de tensar un arco o de empuñar un hachapartieseinmediatamentehaciaKettley,bajopenadeincurrirensuenojo.Peronada sabíaDick acercadeporquiénhabíande lucharni del lugardonde se

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libraríalabatalla.ElmismosirOlivernotardaríaenllegaryBennetHatchseestaba preparando en aquel momento, pues él había de acaudillar a loshombres.

—¡Estoserálaruinadeestatierra!—exclamóunamujer—.Silosbaronesvivenenguerraconstante,loscampesinostendránquealimentarsederaíces.

—Nada de eso —dijo Dick—: El que nos siga recibirá seis peniquesdiarios,ylosarqueros,doce.

—Esoserásiviven—repusolamujer—;pero¿ysimueren,señor?

—Nadamáshonrosoquemorirporsuseñornatural.

—No será el mío —replicó el hombre del sayo—. Yo seguí a losWalsingham,ycomoyo,todoslosdeBrierley,hastahaceunpardeañosporlaCandelaria. ¡Y ahora he de pasarme al bando de losBrackley! La ley lohizo,ynolanaturaleza.¿QuémeimportanamísirDanielnisirOliver,queentiendemásdeleyesquedehonradez?YonotengomásseñornaturalqueelpobrereyEnriqueVI,aquienDiosbendiga,eseinfelizinocentequenosabecuálessumanoderechanicuálsuizquierda.

—Malalenguatenéis,amigo—dijoDick—,siasídifamáisavuestrobuenamoyamiseñor,elrey,enlamismacalumnia.PeroelreyEnrique,¡loadossean los santos!, ha recobrado el juicio y todo lo pondrá en ordenpacíficamente. En cuanto a sir Daniel, muy valiente osmostráis a espaldassuyas.Peronosoyningúnchismoso,asíquenohablemosmásdelasunto.

—Nada he dicho en vuestro agravio, master Richard —repuso elcampesino—. Sois todavía un muchacho, pero cuando seáis un hombre, osencontraréisconlabolsavacía.Ynodigomás:¡quétodoslossantosdelcieloayudenalosvecinosdesirDanielylaVirgenbenditaprotejaasuspupilos!

—Clipsby—dijoRichard—:Loqueestáisdiciendonopuedoescucharlo,sinfaltaramihonor.SirDanielesunamobondadosoparamí,ymitutor.

—¡Vamos!¿Queréisdescifrarmeunacertijo?—repusoClipsby—.¿DequébandoessirDaniel?

—Nolosé—murmuróDick,enrojeciendo,puessututor,enlosdisturbiosde aquella época, cambiaba continuamentedepartido, y a cadaunode esoscambiosacompañabaalgúnaumentoensufortuna.

—Claro—repusoClipsby—;nivosninadie,pues,enverdad,seacuestasiendodelosLancasteryselevantadelosdeYork.

Enaquelprecisoinstante,elpuenteretumbóbajoloscascosdeuncaballo.Sevolvieronlosdelgrupoyvieronllegar,agalope,aBennetHatch.Eraésteunhombrederostromoreno,peloentrecanoyaspectotorvo;ibaarmadocon

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espaday lanza, una celada cubría su cabezay su cuerpouna cota de cuero.Hombrederelieveenaquelloslugares,seleconsiderabalamanoderechadesirDaniel,lomismoenlapazqueenlaguerra,y,alasazón,porconvenienciadesuamo,ejercíaelcargodealguacil.

—¡Clipsby!—gritó—:CorreaMoatHouseymandaatodoslosrezagadosporelmismocamino.Bowyerosdarácotasyceladas.Hemosdesalirantesdeltoquedequeda.Fíjatebien:alqueseaelúltimoenllegaralapuerta,sirDanielledarásumerecido.Conquemuchocuidado,porqueyateconozcoyséquenoereshombreenquiensepuedaconfiar.

Ydirigiéndoseaunadelasmujeres,añadió:

—Nance,¿dóndeestáelviejoAppleyard?¿Enlaciudad?

—Ensucampo,contodaseguridad—respondiólamujer.

Elgruposedispersó,ymientrasClipsbycruzabapausadamenteelpuente,Bennet y el joven Shelton cabalgaban juntos por el camino, atravesando laaldeaydejandoatráslaiglesia.

—Verás cómo ese cascarrabias —dijo Bennet— se pasa el tiempomurmurandoyhablandosintonnisondeEnriqueV.¡YtodoporqueestuvoenlasguerrasdeFrancia!

La casa adonde se encaminaban era la última de la aldea, y se alzabasolitaria entre unas lilas. Más allá de ella, por los tres lados, se abría lapradera,elevándosehastalasmárgenesdelbosque.

Hatchdesmontó, colocó las riendas sobre la cerca y echó a andar por elcampo, llevando a Dick junto a sí, hacia donde cavaba el viejo soldado,hundido hasta las rodillas entre sus coles, tarareando con voz cascada unacancioncilla.Todoél ibavestidodecueroexcepto lacapuchay laesclavina,que eran de frisa negra, anudadas con cinta escarlata. Por el color y lasarrugas,dijéraseque su rostro erauna cáscaradenuez;pero susviejosojosgrises eran bastante claros y límpidos todavía, y perfecta su vista. Quizáporque era sordo, quizá porque no creyese digno de un viejo arquero deAgincourt prestar atención a semejantes disturbios, el caso es que ni lasásperasnotasdelacampanatocandoarebatonilaproximidaddeBennetyelmuchachoparecieronimpresionarle,ycontinuócavandomientrascondébilytemblorosavocecillaentonabalamelodía:

Sihedeser,miseñora,devuestrapropiedad

osruegoquedemítengáispiedad.

—NickAppleyard—dijoHatch—:SirOliver te saluday te ordenaque,antesdeunahora,tedirijasaMoatHouseparaencargartedelmando.

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Elviejoalzólavista.

—¡Dios os guarde, señores míos! —repuso, sonriendo—. ¿Dónde vamasterHatch?

—Master Hatch parte para Kettley con todos los hombres que puedanmontar a caballo—contestó Bennet—. Parece que va a haber por aquellosalrededoresunabatalla,ymiseñoresperarefuerzos.

—¡Bien!—dijoAppleyard—.¿Yquéguarniciónmedejáis?

—Tedejoseishombresescogidosy,además,sirOliver—contestóHatch.

—No bastan para defender la plaza —observó Appleyard—. Senecesitaráncuarentahombrespararesistircomoesdebido.

—¡Cómo!¿Paraquenossalierasconesotehemosvenidoabuscar,viejopícaro?—replicóBennet—.¿Quiénsinotúescapazdehacerloconsemejanteguarnición?

—¡Sí,cuandoteaprietaelzapatoteacuerdasdelviejo!—repusoNick—.Nohayunodevuestroshombrescapazdesostenerseacaballonidemanejarunapica;yencuantoaarqueros,sielviejoEnriqueVresucitase,seríacapazdeofrecerse,porunochavocadavez,aservirdeblancoenvuestrostiros.

—¡Vamos,Nick, que todavía hay alguien que sabe disparar un arco!—exclamóBennet.

—¡Dispararunarco!—repitióAppleyard—.¡Sí!Pero¿quiénseríacapazdedarenelblanco?Ahíesdondehayque tenerbuenojoy lacabezaensusitio.Sino,vamosaver,¿aquéllamaríaisvosuntirolargodeballesta?

—¡Hombre!Largoseríaaunadistanciacomodeaquíalbosque—contestóBennetmirandoentornosuyo.

—Sí, algo largo sería —murmuró el viejo, volviéndose para mirar porencimadelhombro.Despuéssecolocólamanosobre losojosypermanecióconellosfijosenlalejanía.

—¿Quémiras?—preguntóBennetentredientes—.¿AcasovesaEnriqueV?

El veterano siguiómirando hacia la colina. El sol brillaba esplendorososobre las praderas; ramoneaban algunas ovejas blancas. Todo estaba ensilencio,turbadotansóloporellejanotañidodelacampana.

—¿Quéocurre,Appleyard?—inquirióDick.

—Quéhadeocurrir…Lospájaros.

Sobre la parte superior del bosque, desde donde descendía como una

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lenguaatravésdelosprados,paraterminarenunpardeolmosverdes,auntiro de flecha aproximadamente del lugar donde nuestros interlocutores sehallaban,unabandadadepájarosrevoloteabadeunladoaotroconevidentealarma.

—¿Quépasaconlospájaros?—preguntóBennet.

—¡Verdaderamente—repusoAppleyard—,hacéisbienenirosalaguerra,masterBennet!Lospájarossonbuenoscentinelas;en losbosquessuelenserlos que primero figuran en la línea de batalla. ¡Mirad! Si éste fuera uncampamento,bienpudierahaberarquerosacechandoparadarconnosotros,y,sinembargo,aquíestaríaiscomositalcosa.

—¡Qué dices, condenado!—gritó Hatch—. ¡Si en torno nuestro no haymás hombres que los de sirDaniel, enKettley!Estásmás seguro que en latorre de Londres, y quieres asustarnos con unos cuantos gorriones o algúnpinzón.

—¡Escuchadle! —rezongó Appleyard—. ¡Cuántos bribones se dejaríancortar lasorejascon taldedarseelgustazodepodernosenviaruna flechaacualquiera de nosotros! ¡San Miguel nos valga! ¡Si nos odian como sifuéramoslapeste!

—¡CiertoesqueodianasirDaniel!—repusoHatchalgomássosegado.

—A sir Daniel y a todo el que le sirve—refunfuñó Appleyard—, y enprimertérminoaBennetHatchyalviejoNicholas,elarquero.Mirad:siallálejos, en el extremo del bosque, hubiese un hombre forzudo y vos y yopermaneciésemosaquíamercedsuya,como loestamos,¿aquiéncreéisqueescogerían?

—Apuestoqueati—repusoHatch.

—¡Apuestomicapotecontrauncintodecueroaqueseríaisvoselelegido!—exclamóelviejoarquero—.VosfuisteisquienincendióGrimstone,Bennet,yesonoosloperdonaránnunca,amigomío.Encuantoamí,prontoestaréenlugar seguro,Diosmediante, lejosde los tirosde flechayde los cañonazostambién…ydetodaslasruindadesdemisenemigos.Yasoyviejoymeacercorápidamente a mi última morada, donde el lecho está dispuesto. Pero vos,Bennet,quedaréisamerceddetodoslospeligros,ysillegáisamiedadsinqueoshayancolgado,seráporqueelgenuinoespírituingléshabrámuertoya.

—EreselviejomastuerzodepeorgeniodetodoelbosquedeTunstall—replicóHatch,enojadoporaquellosamenazadorespresagios—.AndadeunavezaarmarteantesdequelleguesirOliver,ydéjate,porunavezentuvida,de charlas inútiles. Si a EnriqueV le hablabas tanto, tendríamás llenos losoídosqueelbolsillo.

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Silbóenelaireunaflechacomoungigantescoabejorroyvinoaclavárseleal viejoAppleyard entre ambos omoplatos, atravesándole de parte a parte yhaciéndolecaerdecabezasobrelascoles.Hatchcontuvoungritoysaltóenelaire; después, agachándose cuanto pudo, corrió a refugiarse en la casa.Entretanto, sir Dick Shelton se había ocultado tras unas lilas y con el arcotensoyapoyadoenelhombroapuntabahaciaelbosque.

Nosemovíaniunahoja.Lasovejaspacíantranquilamenteylospájarossehabíanapaciguado.Peroenelsueloyacíaelviejo,conunaflechadeunavarade largoclavadaen laespalda.Hatchcontinuabaprotegidobajoel alerodeltejado,yDickestabaalerta,agazapadotraselárbol.

—¿Veisalgo?—gritóHatch.

—Nosemueveniunarama—contestóDick.

—Me da vergüenza dejarle ahí tendido—dijo Bennet, adelantándose denuevo con vacilante paso y muy pálido el rostro—. No perdáis de vista elbosque,masterShelton;vigiladlobien.¡Lossantosnosasistan!¡Buentirofueéste!

Bennetalzóalviejoarqueroyloapoyósobresurodilla.Todavíanoestabamuerto.Surostrosecontraía,abríaycerrabalosojosmaquinalmente,yteníaelhorribleaspectodequiensufreungrandolor.

—¿Me oyes, Nick?—le preguntó Hatch—. ¿Deseas algo? ¿Tienes algoquedecirantesdedejarestemundo,hermano?

—¡Arráncameestaflechaydéjamemorir,porlaVirgenMaría!—susurróAppleyard—. ¡Ya se acabó para mí la vieja Inglaterra! ¡Arráncamela,arráncamela!

—Master Dick—exclamó Bennet—, acercaos y dad un buen tirón a laflecha.Loqueélquiereesmorir,elpobrepecador.

Dick dejó en el suelo su ballesta y, tirando de la flecha con todas susfuerzas,consiguióarrancarladelaherida.Brotóunchorrodesangre, intentóel viejo arquero ponerse de pie y, pronunciando el nombre de Dios, cayómuerto.

Hatch, arrodillado entre las coles, oró con fervor por el descanso de sualma.Mas,entantoqueoraba,veíasequesuatenciónsehallabadividida:nodejabademirarniuninstantedereojohaciaaquelrincóndelbosquededondepartieraelcerteroflechazo.Terminadasuoración,sealzódenuevo,sequitóunadesusmanoplasdemallayseenjugóelpálido rostro,empapadodeunsudoraterrado.

—Sí—dijo—,lapróximavezmetocaráamí.

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—¿Quiénhabráhechoesto,Bennet?—preguntóRichard,conservandoaúnensumanolaflecha.

—SóloDios lo sabe—respondióHatch—.Quizá andan por ahímás decuarenta cristianos a quienes él y yo hemos arrojado de sus casas y de sustierras, persiguiéndolos después. Él ha pagado ya su deuda, pobre viejo, yacasonotardeyomuchoenpagarlamía.SirDanieltienelamanodemasiadodura.

—Extrañaflechaesésta—dijoelmuchachocontemplandolaqueteníaenlamano.

—Sí, por cierto —exclamó Bennet—. Negra y guarnecida de plumas,tambiénnegras.Nadatienedebonitanidealegre,porquedicenqueelnegroes presagio de entierro.Y aquí se ven algunas palabras escritas. Limpiad lasangreyleedlas.¿Quédicen?

—ParaAppleyard, de JohnAmend-all—leyó Shelton—. ¿Qué significaesto?

—¡Nolosé;peronomegustanada!—contestóelservidorsacudiendolacabeza. ¡JohnAmend-all!Vaya nombre para uno de esos bribones rebeldes.Pero¿quéhacemosaquí,sirviendodeblanco?Cogedleporlasrodillas,masterShelton,queyo le levantaréde loshombros,ydejémosle en su casa. ¡BuendisgustovaadarleestoasirOliver!Másblancoquelacerasequedarácuandolosepa,yniunmolinodevientogruñirámásqueél.

Entre losdos llevaronelcuerpodelviejoarqueroasucasa,dondehabíavivido completamente solo. Allí le dejaron tendido en el suelo, para nomanchar el colchón de la cama, y colocaron sus miembros lo mejor quepudieron.

LacasadeAppleyarderadeaspectolimpioysencillo.Sóloconteníaunacamaconcolchaazul,unaparador,ungranarcón,unpardetaburetesyunamesa con goznes en un rincón junto a la chimenea.De la pared colgaba laarmeríadelviejo soldado: susarcosy sucoraza.Hatchcomenzóamirar entornosuyoconcuriosidad.

—Nick tenía dinero —dijo—. Debe de tener escondidas unas sesentalibras. ¡Cómo me gustaría encontrarlas! Cuando se pierde un buen amigo,master Richard, elmejor consuelo es heredarle.Mirad ese arcón.Apostaríacualquier cosa a que contiene cerca de su buena media fanega de oro.Appleyardelarqueroteníalamanodurapararecoger,ytambiénparaguardar.¡Que Dios le haya perdonado sus pecados! Cerca de ochenta años se hamantenidoenpie,ysiemprerecogiendoyguardando;peroalfinhatenidoquetendersedeespaldasparasiempre,¡pobreviejohuraño!,yyasehanacabadoparaéltodaslasnecesidades…Sinduda,piensoyo,sisusbienesvanaparara

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manosdeunbuenamigo,sealegrarádeelloysesentirámásfelizalláenelcielo.

—¡Vamos, Hatch!—exclamó Dick—. Respetad esos ojos cerrados parasiempre…¿Seríaiscapazderobarleantesupropiocadáver?¡Echaríaaandarparaimpedirlo!

Hatchhizolaseñaldelacruzvariasveces,peroluegovolvióelcolorasurostro,ynofuefácildisuadirledesuspropósitos.Lahubieraemprendidoconelarcónsienaquelmomentonosehubieraoídoruidoenlapuertadelacerca,ysipocodespuésnosehubieseabiertoladelacasa,dandopasoaunhombrealto,corpulentoycolorado,deojosnegros,deunoscincuentaañosdeedad,cubiertoconnegrotrajetalarysobrepelliz.

—Appleyard—entraba diciendo el recién llegado; pero al contemplar elcuadrosequedóparalizadodeasombro—.¡AveMaría!—exclamó—.¡Diosylossantosnosasistan!¿Quéescándaloeséste?

—FríoescándaloparaAppleyard,señorcura—contestóHatchsinasomode humor—. Acaban de asesinarle a la puerta de su casa, y llega en estemomentoalPurgatorio. ¡Verdaderamente, siescierto loquecuentan,allínohandefaltarlecarbónnilumbre!

Con vacilante paso se dejó caer sir Oliver sobre uno de los taburetes,demudadoelrostroysintiéndosedesfallecer.

—¡Estoeslaejecucióndeunasentencia!—dijo—.¡Oh!¡Quégolpe!¡Quégolpe! —exclamó sollozando. Y enseguida comenzó a rezar infinidad deoraciones.

Hatch,entretanto,sedespojabarespetuosamentedesuceladaehincabasurodillaentierra.

—¡Ay, Bennet! —murmuró el clérigo, algo repuesto de su asombro—.¿Quépuedeseresto?¿Quiénseráelenemigoquesehaatrevidoaejecutarlo?

—Aquí tenéis la flecha,sirOliver.Mirad: llevaescritasunaspalabras—observóDick.

—¡Cómo!—exclamó el cura—. ¡Esto es abominable! ¡JohnAmend-all!¡Unnombredignodeunlollardo!¡Ynegroelcolordelaflecha,comodemalagüero!¡Caballeros,estamalditaflechanomegustanada!Peroloimportanteahora esquedeliberemosdedóndepuedevenir.Ayúdameapensar,Bennet.Entretantosquenosquierenmal,¿quiénseráelquetanaudazmentenosreta?¿Simnel?No lo creo. ¿LosWalsingham?No, no han llegado aún hasta esepunto; aún confían en imponérsenos cuando las cosas cambien. TambiénpudieraserSimonMalmesbury.¿Quécreestú,Bennet?

—¿Podríaser,señor—repusoHatch—,EllisDuckworth?

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—No,Bennet, no.Eso nunca—dijo el cura—. Jamás una revolución sefraguó entre los de abajo, Bennet, y esta opinión la comparten todos loscronistassensatos.Lasrebelionesseencaminandearribaabajo.CuandoDick,TomyHarrylatomanporsucuenta,averiguasiempredóndeestáelpersonajeque ha de aprovecharse de ella. Puesto que sirDaniel se ha unido, una vezmás,alpartidodelareina,hacaídoendesgraciaconlosseñoresdeYork.Deahívieneelgolpe,Bennet;porquémedios,escosaquenopuedoprecisaraún;peroahíestáelmeollodelasunto.

—Noquisieraque lo tomaraisamal,sirOliver—repusoBennet—,perotantosehaapretadolasogaalcuellode lasgentes,queestoestáapuntodeestallar;esomismoveíavenirelpobreAppleyard.Ysimelopermitís,osdiréquelagentenosodiatantoquenonecesitanquelosespoleenlosdeYorknilosdeLancaster.Oídloqueyopienso:vos,quesoisclérigo,ysirDaniel,quetanprontonavegaaunocomoaotroviento,oshabéisapoderadodelosbienesdemuchos y habéis hecho apalear y colgar a no pocos hombres. Ahora ospiden cuentas de todo ello; pero como, al fin, no sé por qué, siempre osfavorecelaley,creéisquetodoquedaarreglado.Peropermitidmequeosdiga,sir Oliver, que el hombre que habéis despojado de sus bienes y mandadoapalear es el quemás indignado está ahora, y un buen día, azuzado por eldiablo,echarámanodesuarcoyosmeteráenelcuerpounaflecha.

—No,Bennet,estásenungraveerror.Deberíasagradecermequetecorrija—replicó sir Oliver—. Eres un charlatán, Bennet, un chismoso; tienes lalenguademasiadolarga.Tienesquecorregirte.Bennet,tienesquecorregirte.

—Bien, no diré una palabra más. Haced lo que os plazca —repuso elescudero.

Selevantóelcuradeltabureteenelqueestabasentadoydelestuchequellevabapendientedelcuellosacócerayunavelapequeña,pedernalyeslabón,procediendo con todo ello a sellar con las armasde sirDaniel el arcóny elarmario,mientrasHatchlemirabaconprofundodesconsuelo.Acontinuaciónsalieron todos de la casa, algo atemorizados, y se dispusieron a montar acaballo.

—Yahaceratoquedebiéramosestarencamino,sirOliver—dijoHatch,alsostenerleelestriboparaquemontara.

—Escierto;perolascosashancambiado,Bennet—repusoelcura—.YanotenemosaAppleyard,queenpazdescanse,paraencargarsedelmandodela guarnición. Por tanto, tú vas a quedarte conmigo, Bennet. Necesito amiladounhombredeconfianzaenestostiemposdetraidorasflechasnegras.«Laflecha que de día vuela…», dice el Evangelio.Y no recuerdo lo que sigue.¡Verdaderamente soy un cura holgazán, demasiado ocupado de los asuntoshumanos!Mascabalguemos,masterHatch.Nuestroshombresdebendeestar

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yaenlaiglesia.

Emprendieron, pues, la marcha camino abajo, con el viento que hacíaflotar los hábitosdel cura a su favor, ydejaron tras ellos algunasnubecillasquevelabanelsolponiente.PasarontresdelascasasdispersasquecomponíanlaaldeadeTunstall,y,alvolverunrecodo,aparecióanteelloslaiglesia.Asualrededor se apiñaban diez o doce casas, mas en la parte posterior elcementerio parroquial lindaba con los prados. Ante el pórtico se hallabanreunidos unos veinte hombres, montados unos y de pie otros junto a suscaballos.Ibanarmadosymontadosdediversasformas:unosconlanzas,otroscon picas o con arcos y cabalgando algunos caballos de labor, salpicadostodavía del lodode los surcos.Al fin y al cabono eranmásque la hez delpueblo,yaquelosmejoreshombresylosmejorequipadossehallabanyaenelcampoconsirDaniel.

—Nolohemoshechodeltodomal,¡alabadasealacruzdeHolywood!SirDaniel se pondrá contento —murmuró el cura, contando para sí los queformabanlatropa.

—¿Quiénvive?¡Alto,sieresdelosnuestros!—gritódeprontoBennet.

Acababadeveraunhombredeslizarseporentrelostejosdelcementerio.Masaquél,alescucharsurequerimiento,abandonósuesconditeypusopiesenpolvorosaendirecciónalbosque.Loshombresquesehallabanenelpórtico,que no se habían percatado hasta entonces de la presencia del intruso, sedispersaron. Los que habían echado pie a tierra volvieron a montarprecipitadamente, y el resto salió en persecución del fugitivo. Pero tuvieronquedarunrodeoentornoallugarsagradoyeraevidentequeselesescaparíalapresa.Hatch,lanzandounjuramento,dirigiósucaballohacialossetosparacortarleelpaso,perolabestiarehusósaltarydejóasujinetetendidosobreelpolvo. A pesar de que se levantó al instante y de nuevo se apoderó de lasriendas,habíatranscurridoeltiemposuficienteparaqueelfugitivoganaseunabuenaventaja,perdiéndoseasítodaesperanzadecapturarle.

QuienmostrótenermáscabezafueDickShelton.Enlugardeempeñarseenlainútilpersecución,descolgólaballestaquellevabaasuespalda,laarmó,colocóenellaunasaeta,ymientraslosdemásdesistíanyadelapersecución,sevolvióhaciaBennetylepreguntósidebíadisparar.

—¡Dispara!¡Dispara!—gritóelcuraconsanguinariaviolencia.

—Apuntadbien,masterDick—exclamóBennet—,ydadconélentierracomomanzanamadura.

El fugitivosehallabaapocospasosdesurefugio;peroestaúltimapartedelpradoascendíaenpronunciadodeclive,deformaquesucarreraresultaba,proporcionalmente, mucho más lenta. Entre la grisácea luz del ocaso y la

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irregularidaddemovimientosdelfugitivo,elblanconoteníanadadefácil.Porotraparte,Dick,alalzarsuarco,sintióunaespeciedelástimayunvagodeseodeerrareltiro.Volóalfinlasaeta.

Vacilóelhombreycayó;susenemigosprorrumpieronentriunfalvocerío.Pero su alegría fue prematura. El hombre había sufrido una caída sinimportancia; rápidamente se puso en pie, se volvió para agitar su gorromofándosedeellos,yprontodesaparecióentrelaespesuradelbosque.

—¡Mala peste se lo lleve!—gritóBennet—. ¡Tienepies de ladrón! ¡PorsanBanbury que sabe correr! Pero le disteis,master Shelton; aunque os harobadolasaeta.¡Ojalánotenganuncamássuertequelaqueyoledeseo!

—Pero ¿qué hacía rondando la iglesia?—preguntó sirOliver—.Muchome temo que haya cometido algunamaldad. Clipsby, desmonta ymira concuidadoporyentreesostejosaversiencuentrasalgo.

PartióClipsbyyalratovolvíaconunpapelenlamano.

—Estoencontréclavadoenlapuertadelaiglesia—dijo,entregándoseloalpárroco—.Nadamáshehallado,señorcura.

—¡Vaya! ¡Por el poder de nuestra santa Madre Iglesia! —exclamó sirOliver—.¡Estorayaensacrilegio!¡Quésehagaporqueesvoluntaddelreyodel señor feudal mandarlo… bien, pase; pero que cualquier descamisadovagabundo venga a pegar papeles en la puerta del presbiterio… eso, eso escasiunsacrilegio!…Pormenoshanllevadoalahogueraamuchoshombres.Pero, a ver, ¿qué se nos dice aquí?… Va desapareciendo la luz pormomentos…MasterRichard,vosquesoisjovenytenéisbuenavista,¿queréisleermeestelibelo?

DickShelton tomóelpapely leyóenvozalta.Contenía algunosversos,toscascoplasdeciegoqueapenassirimaban,escritasenburdoscaracteresyconmalaortografía.Algocorregidosymejorados,decíanmásomenos:

Teníaenelcintocuatroflechas

negrasporlascuatropenasquehesoportado

yparaloscuatrohombresmalvados

quenostiranizanynosatropellan.

Unadioenelblanco,unayaacertó

puesalviejoAppleyardmuertolodejó.

Otra,masterHatch,paravos,nomiento

porquemarGrimstonehastaloscimientos.

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AOliverOatesotrairáaparar

queasirHarrySheltonmandódegollar.

YparasirDaniellacuartaserá

ytodosdiránquebienhechoestá.

Cadacualtendráloquehamerecido

unaflechanegraporcadamaldad

yahoracaedderodillas,rezad

¡porqueyaestáismuertos,vosotros,bandidos!

JOHNAMEND-ALL

delaVerdeFlorestaysusalegrescompañeros

Ítemmás: tenemosmás flechas y buenas cuerdas de cáñamo para otrossecuacesvuestros.

—¡Malos tiempos para la caridad y el perdón cristiano! —exclamótristementesirOliver—.¡Quémaloeselmundo,ycadadíaempeoramás!Porla cruz de Holywood os juro que tan inocente soy del mal causado a esecaballero,depalabrauobra,comoelniñoqueesperaelbautismo.Tampocoescierto que le degollaran, pues también en eso están equivocados. Todavíaviventestigosquepuedendemostrarlo.

—Noimportaeso,señorcura—interrumpióBennet—.Nohayquehablarmásdelasunto.

—Nadadeeso,masterBennet.Yhazmeelfavordenopropasarte.Yohedehacerque resplandezcami inocencia.Nopermitiréperder lavidabajoelpesodeunacalumnia.Pongoatodosportestigosdequenadatengoquevereneste asunto. Ni siquiera estaba entonces en Moat House. Precisamente mehabíanmandadoaunrecadoantesdelasnuevedelanoche…

—SirOliver—interrumpióBennet—,puestoque,porlovisto,noqueréisacabarestesermón,acudiréaotromedio.Goffe,tocallamada.¡Acaballo!

Ymientras sonaba el toque de corneta, Bennet se acercó al sorprendidocuraylesusurróaloído,acompañándosedeviolentosademanes.

DickSheltonviocómolosojosdelcurasefijaronuninstanteenélconunamiradadeasombro.Motivosteníadeinquietud,puesaquelHarrySheltonerasu propio padre natural. Pero sus labios permanecieron mudos y su rostroimpasible.

Hatch y sir Oliver discutieron durante un largo rato la situación.Decidieron reservardiezhombres,nosólocomoguarnicióndeMoatHouse,

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sino para dar escolta al cura a través del bosque. Como Bennet habría dequedarseatrás,masterShelton tomaríaelmandodel refuerzo.Nocabíaotraelección:losdemáseranhombresrudos,torpesynadadiestrosparalaguerra,mientras queDick no sólo era popular sino que tenía un carácter resuelto ycierta gravedad superior a sus años. Sir Oliver le había dado una buenainstrucción,yelmismoHatchlehabíaenseñadoelmanejodelasarmasylosprimerosprincipios delmando.Bennet siempre se habíamostrado amableyservicial con él.EraBennetunode esoshombres crueles e implacables consus enemigos, pero rudamente fiel y cariñoso con sus amigos; por eso,mientras sirOliver entraba en la casa próxima para escribir el relato de losúltimos acontecimientos a su señor,Bennet se acercó al pupilo de éste paradesearlequeledieraDiosmuybuenasuerteensuempresa.

—Debéishacertodoelcaminodandoungranrodeo,masterShelton—leadvirtió Hatch—. Por lo que más queráis, dad la vuelta al puente. Llevadsiempredelante,acincuentapasos,unhombredeconfianzaparaqueatraigasobre sí los tiros; y marchad siempre con cuidado, a la callada, hasta quehayáis dejado atrás el bosque. Si los bribones caen sobre vos, seguidcabalgando;nadaganaréisconhacerlesfrente.Ycontinuadsiempreadelante,masterShelton;noretrocedáis,sienalgoapreciáisvuestravida;acordaosdequeenTunstallnopodéisesperarauxilio.Yahora,puestoquevaisaserviralreyenlaguerrayyohedequedarmeaquíconevidentepeligrodeperder lavida,porloquesólolossantosdelcielosabensihemosdevolveravernosenestemundo, voy a darosmis últimos consejos antes de vuestramarcha.Noperdáis de vista a sir Daniel: no es hombre de fiar. No depositéis vuestraconfianzaenelclérigoese:noesmalo,peronoesmásqueunmonigoteouninstrumentoenlasmanosdesirDaniel.Cuidadmuchodebuscarbuenosamosdondequiera quevayáis; ganad amigospoderosos.Y acordaos, aunque sóloseaduranteeltiemponecesariopararezarunpadrenuestro,deBennetHatch.Otrosbribones,muchopeoresqueél,hayenestebajomundo.Yahora,¡queDiososdébuenasuerte!

—Yqueelcielo teacompañe,Bennet—contestóDick—.Siemprefuisteunbuenamigoparamí,yasílodiréentodotiempoyocasión.

—Otra cosa, señor —añadió Bennet con cierto embarazo—: Si eseAmend-all me ensartase con alguna flecha, bueno sería, acaso, que osdesprendieseisdealgunamonedilladeorooquizádeunalibraporelbiendemialma,puesmuyprobableesquebuenafaltamehagaalláenelPurgatorio.

—Tu voluntad será cumplida, Bennet —repuso Dick—. Pero ¡ánimo,hombre! Todavía hemos de volver a encontrarnos en un lugar donde másnecesitadoestésdecervezaquedemisas.

—¡Quiéraloelcielo,masterDick!—exclamóBennet—.Peroaquíllegasir

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Oliver.Si tanrápidofueraconelarcocomocon lapluma,bravohombredearmassería.

SirOliver entregó aDickunpliego sellado con estadirección:«AlmuynobleyveneradocaballerosirDanielBrackley,midueñoyseñor,paraserleentregadocontodaurgencia».

YDick,colocándoloenelpechoensucasaca,diosupalabradeejecutarlaordenypartióhaciaeleste,condirecciónalaaldea.

LIBROPRIMERO

LOSDOSMOZALBETES

1.EnlaposadadelSol,deKettley

SirDanielBrackleyysushombrespernoctaronaquellanocheenKettley,cómodamentealojadosyprotegidosporunabuenaguardia.PeroelcaballerodeTunstalleraunodeesoshombrescuyacodiciaesinsaciable,yaunenaquelmomento, a punto de meterse en una aventura que no sabía si había defavorecerleoarruinarle,yaestabaenpiealaunadelamadrugadadispuestoaesquilmar a sus pobres vecinos. Solía dedicarse al tráfico de herencias enlitigio; su método consistía en comprar los derechos del demandante quetuviesemenosprobabilidadesdeganaryunavezhechoesto,valiéndosedelainfluenciaquelosloresteníanconelrey,seprocurabainjustassentenciasasufavor;o,siesoeraandarsecondemasiadosrodeos,seapoderabadeldominioen litigio por la fuerza de las armas, confiando en su influencia y en lasmarrullerías de sir Oliver para burlar la ley y conservar lo que habíaarrebatado. Kettley era uno de los lugares adquiridos por él de tal modo;recientementehabíacaídoensusgarrasytodavíaluchabaconlaoposicióndesusarrendatariosydelaopiniónpública.Precisamenteparaimponerrespetoyconteneresedescontentoacababadellevarallísustropas.

—Unavezmehayayocobradoloquepueda,serégenerosocontigoy teperdonaréelresto.

—¡Aydemí,señor!Esonopuedeser…porquenoséescribir—contestóCondall.

—¡Qué pena! —dijo el caballero—. Porque entonces la cosa no tieneremedio.Yo que hubiera querido perdonarte, aun teniendo que violentarmiconciencia…Selden—añadió llamandoaéste—:Cogeaesteviejobandidocon cuidado, llévale junto al olmo más próximo y cuélgale con cariño del

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pescuezoensitioqueyopuedaverlealpasaracaballo.VeconDios,pues,mibuen master Condall, apreciado master Tyndall; a todo galope vas hacia elParaíso…QueDiosteacompañe.

—No,mimuyquerido señor—replicóCondall dibujandouna forzadayobsequiosa sonrisa—. Si tanto es vuestro empeño, haré cuanto pueda porcomplacerosy,aunquetorpemente,ejecutarévuestromandato.

—Amigo—ordenó sir Daniel—, ahora tendrás que firmar por cuarenta.¡Vamos, pronto! Eres demasiado marrullero para no tener más que setentachelines. Selden, cuida de que firme en debida forma y ante los testigosnecesarios.

Y sir Daniel, que era el más jocoso caballero de cuantos en Inglaterrapudieran hallarse, sorbió un trago de tibia cerveza y, recostándosecómodamenteensuasiento,sonriósatisfecho.

Entretanto,elmuchachoqueestabatendidoenelsuelocomenzóaagitarse,y pronto se halló sentado contemplando a los que le rodeaban con asustadaexpresión.

—¡Ven acá! —exclamó sir Daniel, y en tanto que el muchacho selevantabayse leacercabapausadamente, se recostódenuevoensuasiento,riendoacarcajadas—.¡Porlasantacruz!¡Vayaunmuchachovaliente!

Al mozalbete se le encendió el rostro de ira, y sus ojos negrosrelampaguearon con destellos de odio.Al verle de pie, resultabamás difícilprecisarsuedad.Laexpresióndesusemblantelehacíaparecermayor;perosurostro era fino y delicado como el de un niño, y, en cuanto al cuerpo, eradesusadamenteesbeltoydelgadoysuportealgodesmañado.

—Me habéis llamado, sir Daniel —murmuró—. ¿Fue únicamente parareírosdemilastimosoestado?

—No,muchacho,no;perodejaquemería—contestóelcaballero—.Dejaquemería,teloruego.Sipudierasverteatimismo,teaseguroqueseríaselprimeroenreírte.

—¡Bien!—exclamó elmozalbete, sonrojándose de nuevo—.De esto yaresponderéiscuandorespondáisdelootro.¡Reírosmientraspodáis!

—Mira,primo—repusosirDanielconciertaansiedad—,nocreasquemeburlo de ti; es una simple broma entre parientes y buenos amigos. Voy aproporcionarteuncasamientoquetevaldrámillibras,¿eh?,yamimarteconexceso. Cierto es que te apresé con dureza y brusquedad, como lascircunstanciasloexigían;perodeaquíenadelantetemantendrédemuybuenagana y te serviré con el mayor gusto. Vas a ser la señora Shelton… LadyShelton,¡afemía!,pueselmuchachopromete.Vamos,vamos,noteespantes

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deunarisafranca;curalamelancolía.Elqueríenoesunmalhombre,primomío;lospícarosnoríen.¡Aver,posadero!TraedmecomidaparamasterJohn,miprimo.Yahora,cariñomío,siéntateycome.

—No—replicómaster John—.Noprobaré ni unbocadode pan.Puestoquemeobligáisacometerestepecado,ayunaréporlasalvacióndemialma.Yvos, buen posadero, dadme un vaso de agua clara y os quedaré muyagradecido.

—¡Bueno,yatesacaremosbula!—exclamóelcaballero—.¡Ynofaltaránbuenosconfesoresqueteabsuelvan!Tranquilízate,pues,ycome.

Peroelmuchachoeraterco:sebebióelvasodeaguay,envolviéndosedenuevoensucapa,sesentóenunrincónameditar.

Unaodoshorasdespuéshubogranconmociónenelpueblo,yseoyóelalborotodelasvocesdeloscentinelasdandoelalto,acompañadodelruidodearmasycaballos.Apoco,unescuadróndesoldadosllegóhastalapuertadelaposada,yRichardShelton,salpicadodbarro,aparecióenelumbral.

—Diososguarde,sirDaniel—dijo.

—¡Cómo! ¡DickShelton!—exclamó el caballero, y, al oír el nombredeDick,elotromuchacholemiróconcuriosidad—.¿QuéhaceBennetHatch?

—Dignaos,caballero,enterarosdelcontenidodeestepliegodesirOliver,en el que se da cuenta detallada de todo lo sucedido —contestó Richard,presentándolelacartadelclérigo—.Además,convendríaquepartieseisatodaprisa para Risingham, pues en el camino encontramos a un mensajero,portadordeunospliegos,quegalopabadesesperadamente,y,segúnnosdijo,mi señor de Risingham se encuentra en situación apurada y necesita conurgenciavuestrapresencia.

—¿Quédecís?¿Quéestáensituaciónapurada?—preguntóelcaballero—.Entoncesapresurémonosasentarnos,mibuenRichard.DelmodoquevanhoylascosasenestepobrereinodeInglaterra,elquemásdespaciocabalgaeselquemásseguro llega.Dicenqueel retrasoengendraelpeligro;peroyomásbiencreoqueesepruritodehaceralgoesloquepierdealoshombres;tomadnotade ello,Dick.Peroveamosprimeroqué clasedeganadohabéis traído.¡Selden,traeunaantorchaalapuerta!

Y sir Daniel salió a la calle, donde, a la rojiza luz de la antorcha, pasórevistaalasnuevastropasquelellegaban.Comovecinoycomoamoeramuyimpopular; pero como jefe en la guerra, queríanle todos cuantos seguían subandera.Suaudacia,sureconocidovalor,lasolicitudconquecuidabadequeestuvieranbienatendidossussoldadosyhastasusrudossarcasmoseranmuydelgustodeaquellosaudacesaventurerosquevestíancotademalla.

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—¡Por la santa cruz!—exclamó—.Pero ¿quémíseros perros son éstos?Unosmásencorvadosquearcos,otrosmásflacosquelanzas.¡Amigosmíos:iréis a la vanguardia en el campo de batalla! No perderé gran cosa convosotros. Mirad aquel viejo villano montado en el caballo moteado. ¡Unborrego montado en un cerdo tendría un aire mucho más marcial! ¡Hola,Clipsby!¿Estás ahí,buenapieza?Eresunode losqueyoperderíadebuenagana. Irás delante de todos, con una diana pintada en tu cota, para que losarquerospuedanapuntartemejor.Túmeenseñaráselcamino,pícaro.

—Osenseñarécuantoscaminosqueráis,sirDaniel,exceptoelqueoslleveacambiardepartido—replicóaudazmenteClipsby.

SoltósirDanielunaestrepitosacarcajada.

—¡Biencontestado,muchacho!—exclamóalborozado—.Lenguaviperinatienes. Y te perdono la frase por lo graciosa. ¡Selden, cuida de que den decomeraloshombresyaloscaballos!

Elcaballerovolvióaentrarenlaposada.

—Ahora,amigoDick—dijo—,empiezaadespachareso:ahítienesbuenacervezaybuentocino.Come,mientrasyoleolacarta.

Abrióelpliegoyamedidaqueleíafruncíamáselentrecejo.Terminadalalectura, se sentó unos momentos, pensativo. Luego clavó una miradapenetrantesobresupupilo.

—Dime,Dick—dijoalfin—:¿Vistetúesosversitos?

ContestóDickafirmativamente.

—Enellossecitaelnombredetupadre—continuóelcaballero—yalgúnlocoacusaanuestropobrepárrocodehaberleasesinado.

—Élloniegaenérgicamente—repusoDick.

—¿Qué lohanegado?—exclamóelcaballerovivamente—.No lehagascaso. Tiene la lengua muy suelta, charla más que una cotorra. Día llegará,Dick,eque,conmástiempoycalma,tepongayoaltantode,esteasunto.Sesospechó, por entonces, que el autor de todo fue un tal Duckworth; peroandaban los tiempos muy revueltos y no podía esperarse que se hiciesejusticia.

—¿Ocurrió la muerte en Moat House? —aventuró a preguntar Dick,sintiendoqueelcorazónlelatíadeprisa.

—OcurrióentreMoatHouseyHolywood—contestósirDanielcon todacalma,pero lanzándoleunamiradade reojo,preñadade recelo,añadió—:Yahoradateprisaenterminardecomer,pueshabrásderegresaraTunstallparallevaralgunaslíneasdemiparte.

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UnaexpresióndetristezaaparecióenelrostrodeDick.

—¡Porfavor,sirDaniel!—exclamó—.¡Mandadaunodelosvillanos!Ossuplico que me dejéis tomar parte en la batalla. Yo os prometo que he deasestarbuenosgolpes.

—Nolodudo—replicósirDaniel,disponiéndoseaescribir—.Peroaquí,Dick, no esperes ganar ninguna gloria. Yo no me moveré de Kettley hastatenernoticiasdelcursodelaguerra,yentoncesmeuniréalvencedor.Ynotealarmes, nime taches de cobarde; no es sino prudente discreción; pues tanagitadoestáestepobrereinoporlasconstantesrebeliones,ytantocambiademanos el nombre y la custodia del rey, que nadie puede asegurar lo queocurrirámañana.Todoson trifulcasyconcursosde ingenio,y, entretanto, laRazónesperasentadaaunlado,hastaqueacabelalucha.

Dicho esto, volvió la espalda aDick sirDaniel, y al otro extremo de lalargamesacomenzóaescribirsucarta,algotorcidoelgesto,puesesteasuntodelaflechanegraselehabíaatragantado.

Entretanto, el joven Shelton daba buena cuenta de su desayuno cuandosintió que alguien le tocaba el brazo al tiempo que, en voz muy baja, lesusurrabaaloído:

—Noosmováisnideisseñalalguna,os losuplico—dijo lavoz—;peroindicadme,porelamordeDios,elcaminomáscortoparallegaraHolywood.Buenmuchacho,ayudadmeasalirdelgravepeligroenquemehalloydelquedependelasalvacióndemialma.

—Tomadporelatajodelmolino—contestóenelmismotonoDick—.OsconduciráhastaelembarcaderodeTill,yallípreguntaddenuevo.

Ysinvolverlacabeza,prosiguiódevorandosucomida.Masconelrabillodel ojo lanzó una rápida mirada al mozalbete, llamado master John, que,arrastrándosefurtivamente,salíadelaestancia.

Vaya—pensóDick—.¡Siestanjovencomoyo!Ymehallamado«buenmuchacho».Dehaberlosabido,habríadejadoqueahorcaranaesepícaroantesque decirle lo que me preguntaba. Bueno, si logra atravesar los pantanos,puedoalcanzarleparadarleunbuentiróndeorejas.

MediahoradespuésentregabasirDaniellacartaaDick,ordenándoleque,atodacarrera,partieraparaMoatHouse.Ypasadaotramediahoramásdesupartida, llegaba precipitadamente otro mensajero enviado por el señor deRisingham.

—Sir Daniel —dijo el mensajero—. ¡Grande es la gloria que os estáisperdiendo!Estamañana,alapuntarelalba,volvimosalaluchayderrotamosalavanguardiaydeshicimostodasualaderecha.Sóloelcentrodelabatallase

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mantuvofirme.Sihubiéramoscontadoconvuestroshombres,habríamosdadocon todosenel fondodel río.¿Queréisserelúltimoen la lucha?Noestaríaelloalniveldevuestrafama.

—No —exclamó el caballero—. Precisamente ahora iba a salir. ¡Tocallamada,Selden!Señor,estoyconvosalinstante.Aúnnohacedoshorasquellególamayorpartedemisfuerzas.Laespuelaesunbuenpienso,peropuedemataralcaballo.¡Aprisa,muchachos!

El toque de llamada resonaba alegremente en aquella horamatinal, y detodas partes acudían los hombres de sir Daniel hacia la calle principal,formandodelantedelaposada.Habíandormidosindejarsusarmas,ensilladoslos caballos, y a los diez minutos cien hombres y arqueros, perfectamenteequipadosybiendisciplinados,sehallabanformadosydispuestos.Lamayorparte vestía el uniforme morado y azul de sir Daniel, lo que daba mayorvistosidadalaformación.Cabalgabanenprimeralínealosmejorarmados;enellugarmenosvisible,alacoladelacolumna,ibaelmisérrimorefuerzodelanocheanterior.

Contemplandoconorgullolaslargasfilas,dijosirDaniel:

—Ésossonlosmuchachosquehabrándesacarosdelaprieto.

—Buenoshandeser,ajuzgarporsuaspecto—respondióelmensajero—.Poresoesmayormipesadumbredequenohayáispartidomáspronto.

—¡Qué le vamos a hacer! —murmuró el caballero—. Así, señormensajero,elfindeunaluchacoincidiráconelcomienzodeunafiesta—yasídiciendo montó en su silla—. Pero… ¡cómo! ¿Qué es esto?—gritó ¡John!¡Joanna!¡Porlasagradacruz!…¿Dóndesehametido?¡Posadero!…¿Dóndeestálamuchacha?

—¿La muchacha, sir Daniel? No, no he visto por aquí a ningunamuchacha.

—¡Bueno, pues el muchacho, viejo chocho! —rugió el caballero—.¿Dónde tenéis losojosquenovistesque eraunamoza?Aquéllade la capamorada…, la que tomó un vaso de agua por todo desayuno, ¡so bribón!…¿dóndeestá?

—Pero…¡portodoslossantos!—balbucióelposadero—.¡MasterJohnlellamabaisvos, señor!Yclaro…nadamalopensé.Le…,esdecir, lavien lacuadrahacemásdeunahora…ensillandovuestrocaballotordo…

—¡Por la santa cruz!—rugió sirDaniel—. ¡Quinientas libras ymásmehubieravalidolamoza!

—Noble señor —advirtió el mensajero con amargura—, mientras vosclamáis al cielo por quinientas libras, en otra parte se está perdiendo o

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ganandoelreinodeInglaterra.

—Decís bien, mensajero —repuso sir Daniel—. ¡Selden, escoge seisballesteros que salgan en su persecución!Y, cueste lo que cueste, que amiregresolaencuentreenMoatHouse.Yahora,señormensajero,¡enmarcha!

La tropa partió a buen trote y Selden y sus seis ballesteros se quedaronatrásenlacalledeKettley,antelosasombradosojosdeloslugareños.

2.Enelpantano

SeríancercadelasseisdeaquellamañanademayocuandoDickentrabaacaballo por los pantanos, de regreso a su casa. Azul y despejado estaba elcielo;soplaba,alegreyruidoso,elviento;girabanlasaspasdelosmolinosylos sauces,esparcidospor todoelpantano,ondulabanblanqueandocomouncampodetrigo.LanocheenterahabíapasadoDicksobrelasilladesucaballoy,sinembargo,sesentíasanodecuerpoyconelcorazónanimoso,porloquecabalgabaalegremente.

Descendíaelcaminohastairahundirseenelpantano,yperdiódevistalassierrasvecinas,exceptuandoelmolinodevientodeKettley,enlacimadelacolina que a su espalda quedaba, y allí lejos, frente a él, la parte alta delbosquedeTunstall.Aderechae izquierdaseextendíangrandesyrumorososcañaveralesmezclados con sauces; lagunas cuyas aguas agitaba el viento, ytraidorasciénagas,verdescomoesmeraldas,ofreciéndosetentadorasalviajeroparaperderle.Conducíael sendero,casien línea recta,a travésdelpantano.Databadelargafechaelcamino,puessuscimientoslosecharonlosejércitosromanos;masconeltranscursodeltiemposehundiógranpartedelsendero,y,de trecho en trecho, cientos de metros se hallaban sumergidos bajo lasestancadasaguasdelpantano.

AcosadeunamilladeKettley,Dicktropezóconunadeesaslagunasqueinterceptaban el camino real, en un sitio en que los cañaverales y saucescrecían desparramados cual diminutos islotes, produciendo confusión alviajero. La brecha era sumamente extensa, y en aquel lugar un forastero,desconocedordeaquellosparajes,podíaextraviarse,porlocualDickrecordó,aterrado, almuchacho a quien tan a la ligera había encaminado hacia aquelsitio.Encuantoaél,lebastódirigirunamiradahaciaatrás,sobrelasaspasdelmolinoquesemovíancualmanchasnegrassobreelazuldelcielo;yotrahaciadelante, sobre las elevadas cimas del bosque de Tunstall, para orientarse ycontinuar en línea recta a través de las aguas que lamían las rodillas de sucaballo,queéldirigíaconlamismaseguridadquesimarcharaporelcamino

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real.

Amitaddecaminodeaquelpasodifícil,cuandoyavislumbrabaelcaminosecoqueseelevabaenlaorillaopuesta,sintióaladerecharuidodechapoteossobreelaguaypudoverauncaballotordohundidoenelbarrohastalacinchay luchando aún, con espasmódicos movimientos, por salir de él.Instantáneamente,comosielnoblebrutohubieseadivinadolaproximidaddelauxilio, comenzó a relinchar de forma conmovedora. Giraban sus ojosinyectadosen sangre, locosde terror,ymientras se revolcabaenel cenagal,verdaderasnubesdeinsectosseelevabandelmismozumbandosordamenteenelaire.

¡Ah! ¿Y el muchacho? —pensó Dick—. ¿Habrá perecido? Éste es sucaballo, sin duda. ¡Valeroso animal! No, compañero, si tan lastimosamenteclamas,harécuantopuedehacerunhombrepor ti. ¡Nohasdequedarteahí,hundiéndotepulgadaapulgada!

Ymontandolaballesta,lehundióenlacabezaunacerteraflecha.

TrasesteactodebrutalpiedadDicksiguiósucamino,algomásserenosuánimo,mirandoatentamenteentorno,enbuscadealgunaseñaldesumenosafortunadopredecesorenelcamino.

¡Ojalámehubieraarriesgadoadarlemásdetallesdelosqueledi—pensó—,puesmuchometemoquesehayaquedadohundidoenellodazal!

Pensaba esto cuando una voz le llamó por su nombre desde un lado delcamino y, mirando por encima del hombro, vio aparecer el rostro delmuchachoentreloscañaverales.

—¡Ah! ¿Estáis ahí?—dijo, deteniendo el caballo—. Tan oculto estabaisentrelascañas,quepasabadelargosinveros.Avuestrocaballovihundidoenelfangoypusefinasuagonía,haciendoloqueavososcorrespondía,siquierafuese por lástima. Pero salid ya de vuestro escondite. Nadie hay aquí quepuedacausarosinquietud.

—¡Ah,buenmuchacho!¿Cómoibaahacerlo,sinoteníaarmas?Yaunquelastuviese…nosémanejarlas—contestóelotro,saliendoalcamino.

—¿Yporquémellamáis«buenmuchacho»?Nosois,meparece,elmayordenosotrosdos.

—Perdonadme, master Shelton —repuso el otro—. No tuve la menorintención de ofenderos. Más bien quería implorar vuestra nobleza y favor,puesmeencuentromásangustiadoquenunca,perdidoelcamino,lacapaymipobrecorcel.¡Látigoyespuelastengo,peronocaballoquemontar!¡Ysobretodo!—agregó,mirando con tristeza su propio traje—; ¡sobre todo…estoytansucioyllenodelodo!

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—¡Queréiscallar!—exclamóDick—.¿Osimportatantounchapuzónmásomenos?Sangredeunaheridaopolvoobarrodelcamino…¿quésonsinoadornosdelhombre?

—Puesyoprefieronovermetanadornado—objetóelmuchacho—.Pero,porDiososruego,¿quéhedehacer?BuenmasterShelton,aconsejadme,oslosuplico.SinollegosanoysalvoaHolywood,estoyperdido.

—¡Vamos! —exclamó Dick, echando pie a tierra—. Algo más queconsejosvoyadaros.Tomadmicaballo,queyoirécorriendounrato.Cuandoesté cansado, cambiaremos; así, cabalgandoy corriendo, losdospodemos irmásdeprisa.

Hicieron el cambio y siguieron adelante con toda la rapidez que lespermitíaladesigualdaddelcamino,conservandoDicksumanosobrelarodilladesucompañero.

—¿Cómoosllamáis?—preguntóDick.

—LlamadmeJohnMatcham—contestóelmuchacho.

—¿YquévaisahacerenHolywood?

—Buscarunlugarseguroparalibrarmedelatiraníadeunhombre.ElbuenabaddeHolywoodesunfuerteapoyoparalosdébiles.

—¿YcómoesqueestabaisconsirDaniel?—continuóDick.

—¡Ah! —exclamó el otro ¡Por un abuso de fuerza! ¡Me sacóviolentamentedemipropiacasa,mevistióconestasropas,cabalgóamiladohastaquedesfallecídefatiga,hizocontinuaburlademíhastahacermellorar,ycuando algunos de mis amigos salieron en su persecución creyendo quepodrían rescatarme, me colocó en la retaguardia para que yo recibiera lospropiosdisparosdelosmíos!Unodelosdardosmehirióenelpiederecho,y,aunque puedo andar, cojeo un poco. ¡Ah, día vendrá en que ajustemos lascuentaspendientes;entoncespagarácarotodoloquemehahecho!

—¿Noveisqueloquedecísescomoladrarlealaluna?—replicóDick—.Sabedqueelcaballeroesvalienteytienemanodehierro,ysisospechasequeyointervineenvuestrafuga,malosvientossoplaríanparamí.

—¡Pobremuchacho!—exclamóelotro—.Yaséquesoissupupilo.Porlovisto,yotambiénlosoy,segúndice,osino,quehacompradoelderechodecasarmeasugusto,conquienélquiera…Nosédequésetrata,perosíquelesirvedepretextoparatenermeesclavizado.

—¡Otravezmellamáis«muchacho»!—exclamóDick.

—¿Hedellamaros«muchacha»,amigoRichard?—replicóMatcham.

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—¡No,esosíqueno!—repusoDick—.Reniegodeellas.

—Habláiscomounniño—replicóelotro—.Ypensáismásenellasdeloqueosfiguráis.

—Claroqueno—repusoDickconaireresuelto—.Nisiquierapasanpormi imaginación. ¡Para mí son la mayor calamidad que puede darse! A mídadme cacerías, batallas y fiestas y la alegre vida de los habitantes de losbosques.Jamásoíhablardemuchachaalgunaquesirvieseparanada;sólodeunasupe,yaunésa,pobremiserable,fuequemadaporbrujaporllevarropasdehombre,contralasleyesnaturales.

Se santiguócon elmayor fervormasterMatchamal oír talespalabras, ypareciómurmurarunaoración.

—¿Porquéhacéiseso?—preguntóDick.

—Rezoporsualma—respondióelotroconvozalgotrémula.

—¡Por el alma de una hechicera!—exclamó Dick—. Rezad, si ello osplace.Despuésdetodo,esaJuanadeArcoeralamejormozadetodaEuropa.ElviejoAppleyard,elarquero,tuvoquehuirdeellacomodeldemonio.Sí,eraunamuchachavaliente.

—Bien, master Richard —interrumpió Matcham—. Pero si tan pocoapreciáisalasmujeres,nosoisunhombrecomolosdemás,puesDiosloscreóaunosyaotrasparaqueformaranparejas,ehizobrotarelamorenelmundoparaesperanzadelhombreyconsuelodelamujer.

—¡Vaya, vaya! —exclamó Dick—. ¡Sois un niño de teta cuando asíabogáis por lasmujeres!Y si os imagináis queno soyunhombredeveras,bajadalcaminoyconlospuños,conelsableoconelarcoylaflecha,probarémihombríasobrevuestrocuerpo.

—No,yonada tengode luchador—replicóMatchamconvehemencia—.Noquiseofenderos.Todofueunabroma.Ysihablédelasmujeresesporqueoídecirqueibaisacasaros.

—¡Casarmeyo!—exclamóDick—.Eslaprimeravezqueoigohablardeello.¿Ysabéisconquiénhedecasarme?

—Con una muchacha llamada Joan Sedley —contestó Matcham,enrojeciendo—.ObradesirDaniel,quiendeambaspartesibaasacardinero.Porciertoqueoíalapobremuchachalamentarseamargamentedesemejanteboda.Parecequeellaopinacomovos,oquenolegustaelnovio.

—¡Bien!Al fin y al cabo elmatrimonio es como lamuerte: para todosllega—murmuróDickconresignación—.¿Ydecísquese lamentaba?¡Puesahítenéisunapruebadelpocosesodeesasmuchachas!¡Lamentarseantesde

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haberme visto! ¿Acaso me lamento yo? ¡En absoluto! Y si tuviera quecasarme, lo haría sin derramar una lágrima. Pero si la conocéis, decidme:¿cómoesella?¿Guapaofea?¿Simpáticaoantipática?

—¿Y eso qué os importa? —replicó Matcham—. Si al fin habéis decasaros, ¿qué remedio os queda sino aceptar la boda? ¿Quémásda que seaguapa o fea? Eso son niñerías, y vos no sois ningún niño de pecho,masterRichard.Seacomofuere,oscasaréissinderramarunalágrima.

—Decísbien:nadameimporta—repusoShelton.

—Veoquevuestraesposatendráunagradablemarido.

—Tendrá el que el cielo le haya deparado—replicó Dick—. Los habrápeores…ymejorestambién.

—¡Pobremuchacha!—exclamóelotro.

—¿Yporquépobre?—inquirióDick.

—¡Qué desgracia tener que casarse con un hombre tan insensible! —respondiósucompañero.

—Realmente debo de ser muy insensible —murmuró Dick— desde elmomentoqueandoyoapiemientrasvoscabalgáisenmicaballo.

—Perdonadme,amigoDick—suplicóMatcham—.Fueunabromaloquedije;soiselhombremásbondadosodetodaInglaterra.

—Dejaosdealabanzas—repusoDick,turbadoalverelexcesivocalorqueponía en sus expresiones su compañero—. En nada me habéis ofendido.Afortunadamente,nomeenojotanfácilmente.

ElvientoquesoplabatrasellostrajoenaquelinstanteelbroncosonidodelastrompetasdesirDaniel.

—¡Eltoquedellamada!—exclamóDick.

—¡Ay de mí! ¡Han descubierto mi fuga, y no tengo caballo! —gimióMatcham,pálidocomounmuerto.

—¡Ánimo! —recomendó Dick—. Les lleváis una buena delantera yestamos cerca del embarcadero. ¡Por otra parte,me parece que quién se haquedadoaquísincaballosoyyo!

—¡Pobredemí,mecogerán!—exclamóelfugitivo—.¡PoramordeDios,buenDick,ayudadme,aunquesóloseaunpoco!

—Pero…¿quéospasa?—dijoDick—.¡Másdeloqueosestoyayudando!¡Qué pena me da ver a un muchacho tan acobardado! ¡Escuchad, JohnMatcham, si es que os llamáis JohnMatcham; yo,RichardShelton, pase lo

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quepase,sucedaloquesuceda,ospondréasalvoenHolywood!¡Queelcielome confunda si falto a mi palabra! ¡Vamos, ánimo, señor Carapálida! Elcaminoesyaaquíalgomejor.¡Metedespuelasalcaballo!¡Altrotelargo!¡Aescape!Noospreocupéispormí,queyocorrocomoungamo.

Marchando al trote largo, en tanto Dick corría sin esfuerzo a su lado,cruzaronelrestodelpantanoyllegaronalaorilladelrío,juntoalachozadelbarquero.

3.Labarcadelpantano

Era el río Till de ancho cauce y perezosa corriente de aguas fangosas,procedentesdelpantano,queenestapartedesucursoseadentrabaentreunaveintenadeislotesdecenagosoterrenocubiertodesauces.

Sus aguas eras sucias, pero en aquella serena y brillante mañana todoparecía hermoso. El viento y los martinetes quebrábanlas en innumerablesondulaciones y, al reflejarse el cielo en la superficie, las matizaban condispersostrozosdesonrienteazul.

Avanzabaelríoenunrecodohastaencontrarelcamino,yjuntoalaorillaparecíadormitarperezosamentelacabañadelbarquero.Eradezarzoyarcilla,ysobresutejadocrecíaverdehierba.

Dick se dirigió hacia la puerta y la abrió.Dentro, sobre un sucio capoterojo,sehallabatendidoytiritandoelbarquero,unhombretónconsumidoporlasfiebresdelpaís.

—¡Hola,masterShelton!—saludó—.¿Venísporlabarca?¡Malostiemposcorren!Tenedcuidado,queandaporahíunapartida.Másosvalieradarmediavueltayvolveros,intentandoelpasoporelpuente.

—Nada de eso; el tiempo vuela, Hugh, y tengo mucha prisa —repusoDick.

—Obstinadosois…—replicóelbarquero,levantándose—.SillegáissanoysalvoaMoatHouse,bienpodréisdecirquesoisafortunado;pero,enfin,nohablemosmás.

AdvirtiendolapresenciadeMatcham,preguntó:

—¿Quiéneséste?—ysedetuvounmomentoenelumbraldelacabaña,mirándoleconsorpresa.

—EsmasterMatcham,unparientemío—contestóDick.

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—Buenosdías,buenbarquero—dijoMatcham,queacababadedesmontaryseacercabaconduciendodelariendaalcaballo—.Llevadmeenlabarca,oslosuplico.Tenemosmuchísimaprisa.

Eldemacradobarquerosiguiómirándolemuyfijamente.

—¡Porlamisa!—exclamóalfin,ysoltóunafrancacarcajada.

Matcham se ruborizó hasta la raíz de los pelos y retrocedió un paso; entanto,Dick,conexpresióndeviolentoenojo,pusosumanoenelhombrodelrústicoylegritó:

—¡Vamos, grosero! ¡Cumple tu obligación y déjate de chanzas con tussuperiores!

Refunfuñando desató la barca el hombre y la empujó hacia las hondasaguas.HizometerelcaballoenellaDickytraslacabalgaduraentróMatcham.

—Pequeño os hizo Dios —murmuró Hugh sonriendo—; acasoequivocaron el molde. No, master Shelton, no; yo soy de los vuestros —añadió, empuñando los remos—. Aunque no sea nada, un gato bien puedeatreverseamiraraunrey;yesohice:mirarunmomentoamasterMatcham.

—¡Cállate,patán,ydoblaelespinazo!—ordenóDick.

Sehallaban en la bocade la ensenaday la perspectiva se abría a amboslados del río. Por todas partes es taba rodeado de islotes. Bancos de arcilladescendían desde ellos, cabeceaban los sauces, ondulaban los cañaverales ypiaban y se zambullían los martinetes. En aquel laberinto de aguas no sepercibíasignoalgunodelhombre.

—Señor—dijoelbarquero,aguantandoelboteconunremo—:TengoelpresentimientodequeJohn-a-Fenneestáenlaisla.Guardamuchorencoralosde sir Daniel. ¿Qué os parece si cambiáramos de rumbo, remontando lacorriente,yosdejaraen tierraacosadeuntirodeflechadelsendero?SeríapreferiblequenoostropezaraisconJohnFenne.

—¿Cómo?¿Esélunodelosdelapartida?—preguntóDick.

—Más valdrá que no hablemos de eso—dijoHugh—. Pero yo, pormigusto,remontaríalacorriente.¿QuépasaríasiamasterMatchamlealcanzaseunaflecha?—añadió,volviendoareír.

—Estábien,Hugh—respondióDick.

—Escuchad entonces —prosiguió el barquero—. Puesto que estáis deacuerdo conmigo, descolgaos esa ballesta… Así; ahora, preparadla… bien,ponedunaflecha…Yquedaosasí,mirándomeceñudo.

—¿Quésignificaesto?—preguntóDick.

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—Significa que si os paso en la barca, será por fuerza o por miedo—replicóelbarquero—.De locontrario,siJohnFenne lodescubriese,esmuyprobablequeseconvirtieraenmimástemibleymolestovecino…

—¿Tanto es el poder de esos patanes? ¿Hasta en la propia barca de sirDanielmandan?

—No—murmuróelbarquero,guiñandounojo—.Pero¡escuchadme!SirDaniel caerá; suestrella seeclipsa.Mas…¡silencio!—yencorvóel cuerpo,poniéndosearemardenuevo.

Remontaronunbuentrechodelrío,dieronlavueltaalextremodeunodelos islotes y suavemente llegaron a un estrecho canal próximo a la orillaopuesta.EntoncessedetuvoHughenmediodelacorriente.

—Tendríaisquedesembarcarentrelossauces.

—Peroaquínohaysendanidesembarcadero,nosevenmásquepantanoscubiertosdesaucesycharcascenagosas—objetóDick.

—MasterShelton—repusoHugh—:Nomeatrevoa llevarosmáscerca,eninterésvuestro.Esesujetoespíamibarcaconlamanoenelarco.AcuantospasanporaquíygozandelfavordesirDanielloscazacomosifueranconejos.Se loheoído jurarpor lasantacruz.Sinoosconocieradesde tanto tiempo,¡ay, desde hace tantos años!, os hubiera dejado seguir adelante; pero enrecuerdodelosdíaspasadosyyaqueconvoslleváisestemuñeco, tanpocohechoaheridasyaandanzasguerreras,mehe jugadomisdospobresorejaspordejarosasalvo.¡Contentaosconeso,quemásnopuedohacer:oslojuroporlasalvacióndemialma!

HablandoestabaaúnHugh,apoyadosobrelosremos,cuandodeentrelossauces del islote salió una voz potente, seguida del rumor que un hombrevigorosocausabaalabrirsepasoatravésdelbosque.

—¡Malapesteselolleve!—exclamóHugh—.¡Todoelratohaestadoenel islote de arriba! —Y así diciendo, remó con fuerza hacia la orilla—.¡Apuntadmeconlaballesta,buenDick!¡Apuntadmeyqueseveabienclaroquemeestáisamenazando!—añadió—.¡Siyotratédesalvarvuestropellejo,justoesahoraquesalvéiselmío!

Chocó el bote contra un grupo de sauces del cenagoso suelo con uncrujido. Matcham, pálido, pero sin perder el ánimo y manteniéndose ojoavizor,corrióporlosbancosdelabarcaysaltóalaorillaaunaseñaldeDick.Éste, cogiendo de las riendas al caballo, intentó seguirle. Pero fuese por elvolumendelcaballo, fuesepor la frondosidadde laespesura,elcasoesquequedaron ambos atascados. Relinchó y coceó el caballo, y el bote,balanceándoseenunremolinode lacorriente, ibayveníadeun ladoaotro,

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cabeceandoconviolencia.

—Novaapoderser,Hugh;aquínohaymododedesembarcar—exclamóDick;perocontinuabaluchandoconlaespesurayconelespantadoanimal.

Enlaorilladelisloteaparecióunhombredeelevadaestatura,llevandoenlamanounenormearco.PorelrabillodelojovioDickcómoelreciénllegadomontabaelarcocongranesfuerzo,rojalacaraporlaprecipitación.

—¿Quiénva?—gritó—.Hugh,¿quiénva?

—EsmasterShelton,John—respondióelbarquero.

—¡Alto,DickShelton!—ordenóeldelislote—.¡Quieto,yosjuroquenoosharéningúndaño!¡Quieto!¡Ytú,Hugh,vuelveatupuesto!

Dicklediounarespuestaburlona.

—Bueno;entoncestendréisqueirapie—replicóelhombre,disparandolaflecha.

El caballo, herido por el dardo, se encabritó, lleno de terror; volcó laembarcaciónyenuninstanteestabantodosluchandoconlosremolinosdelacorriente.

Alsaliraflote,Dicksehallóacosadeunmetrodelaorilla,yantesdequesusojospudieranvercontodaclaridad,sumanosehabíacerradosobrealgofirmey resistentequeal instante comenzóa arrastrarlehaciadelante.Era lafusta que Matcham, arrastrándose por las colgantes ramas de un sauce, letendíaoportunamente.

—¡Porlamisa!—exclamóDick,entantorecibíaelauxilioparaponerpieentierra—.Osdebolavida.Nadocomounabaladecañón.

Ysevolvióenseguidahaciaelislote.

EnmitaddelacorrientenadabaHugh,cogidoasubarcavolcada,mientrasqueJohn-a-Fenne,furiosoporlamalafortunadesutiro,legritabaquesedieraprisa.

—¡Vamos, Jack!—dijo Shelton—, corramos.Antes de queHugh puedaarrastrarsulanchahastalaorillaodequeentreamboslaenderecenestaremosnosotrosasalvo.

Predicando con el ejemplo, comenzó su carrera, ocultándose, cambiandocontinuamente de dirección entre los sauces, saltando de promontorio enpromontoriosobreloslugarespantanosos.Noteníatiempoparafijarseenquédirecciónmarchaba: lo importante era volver la espalda al río y alejarse deaquelsitio.

Prontoobservóqueelterrenocomenzabaaascender,loqueleindicóque

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marchabaporbuencamino.Pocodespuéspenetrabanenunrepechocubiertodemullidocésped,dondelosolmossemezclabanyaconlossauces.

PeroallíMatcham,queavanzabapenosamente,quedandomuy rezagado,sedejócaeralsueloygritó,jadeante,asucompañero:

—¡Déjame,Dick,nopuedomás!

Dicksevolvióyretrocedióhastadondesehallabatendidosucompañero.

—¿Dejarte, Jack?—exclamó—. Eso sería una villanía, después de que,porsalvarmelavida,tehasexpuestoaquetehirierandeunflechazoyaunchapuzónyquizáaahogartetambién.Ahogarte,sí,puessóloDiossabecómonotearrastréconmigo.

—Nadadeeso—repusoMatcham—;sénadarynoshubiéramossalvadolosdos.

—¿Sabesnadar?—exclamóDickasombrado.

Eraéstaunade lasvaronileshabilidadesdequeél se reconocía incapaz.Entrelascosasqueadmiraba,laprimeraeraladehabermatadoaunhombreenbuenalid,perolasegundaconsistíaensabernadar.

—¡Bueno!—dijo—.Estohadeservirmedelección.Yoprometícuidardetihasta llegaraHolywoody, ¡por lacruz!,máscapaz tehasmostrado túdecuidarmeysalvarmeamí.

—Entonces,Dick,¿somosamigos?…—preguntómasterMatcham.

—¿Esquehemosdejadode serloalgunavez?—repusoDick—.Eresunbravomozo, a tumanera, aunquealgoafeminado todavía.Hastahoynometropecé con nadie que se te pareciera.Mas, por amor de Dios, recupera elalientoysigamosadelante.Noesésteelmomentoapropiadoparacharlas.

—Medueleestepiehorriblemente—dijoMatcham.

—¡Ah!Yasemehabíaolvidado.¡Bueno!Tendremosqueirmásdespacio.Loqueyoquisieraessaberdóndeestamos.Heperdidoelcamino,aunquetalvezseamejorasí.Sivigilanelembarcadero,quizávigilenelsenderotambién.¡Ojalá hubiera vuelto sir Daniel con sólo cuarenta hombres! Barreríamos aestosbribonescomoelvientobarrelashojas.Acércate,Jack,yapóyateenmihombro…Pero…sinollegas…¿Quéedadtienes?¿Doceaños?

—No;tengodieciséis—respondióMatcham.

—Pocohascrecidoparaesaedad—observóDick—.Cógetedemimano.Iremosdespacio…Notemas.Tedebolavida…ysoybuenpagador,Jack,lomismodelbienquedelmal.

Comenzaronaremontarlacuesta.

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—Tardeotempranodaremosconelcamino—añadióDick—,yentoncessabremos adóndevamos.Pero… ¡quémano tan pequeña tienes, Jack!Si yotuviese unas manos como las tuyas, me daría vergüenza enseñarlas… Y…¿sabesloquetedigo?—prosiguiósoltandounarisita—:¡JuraríaqueHughelbarquerotetomóporunamuchacha!

—¡Noesposible!—exclamóMatcham,ruborizándose.

—¡Tedigoquesíyapuesto loquequieras!—gritóDick—.Peronohayporquécensurarle;másaspectotienesdemuchachaquedehombre.Parasermuchachotienesunextrañoaspecto;peroparamuchacha,Jack,seríasguapa.Unamozamuybienparecida.

—Bueno—repusoMatcham—;perotúsabesmuybienquenolosoy.

—Claroquelosé;esunabroma—explicóDick—.Hombreeres,ysino,que se lo pregunten a tu madre. ¡Ánimo, valiente! Buenos golpes has derepartir todavía.Y ahora dime, Jack: ¿a quién de los dos armarán caballeroprimero? Porque yo he de serlo, o moriré por ello. Eso de «sir RichardShelton, caballero» suena muy bien, y tampoco sonará mal «sir JohnMatcham».

—Dick,porfavor,esperaquebeba—suplicóelotro,deteniéndosealpasarjuntoaunacristalinafuentequebrotandodeldeclivecaíaendiminutocharcoempedradodeguijarrosynomayorqueunbolsillo—. ¡Ay,Dick, si pudieraencontraralgoquecomer!¡Memuerodehambre!

—Pero¡tonto!,¿porquénocomisteenKettley?—preguntóDick.

—Había hecho voto de ayunar… por un pecado que me indujeron acometer—balbucióMatcham—.Pero,loqueesahora,aunquefuesepandurocomounapiedra,lodevoraría.

—Siéntate, pues, y come—dijo Dick—,mientras yo exploro el terrenoparabuscarelcamino.

EchómanoDickalzurrónquellevabaydeélsacópanyunostrozosdetocinoseco,queMatchamcomenzóadevorar,mientrasélseperdíaentrelosárboles.

A corta distancia corría un arroyuelo, filtrándose entre hojas secas. Pocomásalláseerguían,yamáscorpulentosyespaciados,losárboles;ylashayasylosroblescomenzabanasustituiralolmoyalsauce.Comoelvientoagitabadecontinuolashojas,elrumordelospasosdeDicksobreelsuelocubiertodehayucosquedababastanteamortiguado;eranparaeloídoloqueunanochesinluna es para la vista. Sin embargo, Dick avanzaba con precaución,deslizándosedeungruesotroncoaotro,sindejardeescudriñarentornosuyomientrasmarchaba.Depronto,rápidocomounasombra,ungamoatravesóla

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maleza. Contrariado por el encuentro, se detuvo. Sin duda esta parte delbosqueestabasolitaria;perolahuidadelpobreanimalazoradopodíaresultarun aviso de que alguien transitaba por allí, por lo cual, en vez de seguiradelante,sevolvióhaciaelárbolcorpulentomáspróximoycomenzóatrepar.

Lasuertelefuepropicia.Elroblealquehabíasubidoeraunodelosmásaltos de aquel rincón del bosque: sobresalía unos dosmetros de los que lecircundaban.Dickseencaramósobrelahorquillamásaltay,sentadoenella,vertiginosamentebalanceadoporelvendaval,divisóasuespaldatodoelllanodepantanoshastaKettley,yelríoTillserpenteandoentrefrondososislotes,yenfrente, la blanca cinta del camino introduciéndose a través del bosque.Enderezado el bote, se hallaba ya a mitad del camino de vuelta alembarcadero.Fueradeesto,nirastrodehombresporningunaparte,ynadasemovía excepto el viento.Apuntodedescender estaba cuando, tendiendo entorno la mirada por última vez, tropezó su vista con una línea de puntosmovedizosalláhaciaelcentrodelpantano.

Eraevidentequeunpelotóndegentearmadamarchabaabuenpasoporelcamino real, lo que le produjo cierta inquietud, pues rápidamente descendiódelárbolyregresóatravésdelbosqueenbuscadesucompañero.

4.LacuadrilladelaVerdeFloresta

ReanimadoMatchamdespuésdesureposo,losdosmuchachos,aquienesparecíahaberlesprestadoalasloqueDickhabíavisto,atravesaronlasafuerasdelbosque,cruzaronsinelmenortropiezoelcaminoycomenzaronaascenderporlasempinadastierrasdelbosquedeTunstall.Habíamásárbolescadavez,formandobosquecillos,yentreellosseextendíanporlaarenosatierrabrezosyretamas espinosas, con algunas salpicaduras de añosos tejos. El terreno sehacíacadavezmásescabroso,llenodehoyosymontecillos.Yacadapasodelaascensión,elvientosilbabaconmásfuerzaylosárbolessecurvabancomocañasdepescar.

Acababandellegaraunodelosclaroscuando,derepente,Dickseechódecaraalsueloentreunaszarzasycomenzóaarrastrarselentamentehaciaatrásbuscandoelabrigodeunbosquecillo.Matcham,presadegranturbación—nocomprendía elmotivode aquella huida—, le imitó, y hasta haber llegado alrefugio de la espesura no se atrevió a volverse para pedirle a Dick unaexplicación.

Portodarespuesta,Dickseñalóconeldedo.

En el extremo opuesto del claro se elevaba sobre los otros árboles un

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abeto,cuyooscurofollajeserecortabacontraelcielo.Sutronco,rectoysólidocomounacolumna,seelevabaunosquincemetrossobreel terreno,yaestaaltura se bifurcaba en dos macizas ramas, y en la horquilla que formaban,comomarinerosubidoenelmástil,sehallabaunhombrecubiertoconverdetabardo, vigilando por todas partes. El sol relucía en sus cabellos; con unamano se hacía sombra sobre los ojos para avizorar la lejanía, y lentamentevolvíalacabezadeunoaotroladoconlaregularidaddeunmecanismo.

Losdosjóvenescambiaronunaexpresivamirada.

—Probemosporlaizquierda—dijoDick—.Porpococaemostontamenteenlatrampa,Jack.

Diezminutosdespuésllegabanauncaminotrillado.

—No conozco esta parte del bosque —observó Dick—. ¿Adónde nosconduciráestesendero?

—Sigámoslo—dijoMatcham.

Algunosmetrosmásalláseguíaelcaminillohastalacrestadeunmonte,ydesdeallídescendíabruscamentehaciaunahondonadaen formade taza.Alpie, como saliendo de un espeso bosquecillo de espinos en flor, dos o trescaballetessintejado,ennegrecidoscomoporlaaccióndelfuego,yunalargaysolitariachimeneamostrabanlasruinasdeunacasa.

—¿Quéseráeso?—murmuróMatcham.

—No lo sé —respondió Dick—. Estoy desorientado. Avancemos concautela.

Saltándoles el corazón en el pecho, fueron descendiendo por entre losespinos. Aquí y allá descubrían señales de reciente cultivo; entre losmatorralescrecíanlosárbolesfrutalesylashortalizas;sobrelahierbaseveíanpedazosdeloquefueunrelojdesol.Lesparecíaquecaminabansobreloquehabíasidounahuerta.Avanzaronunospasosmásyllegaronantelasruinasdelacasa.

Éstadebióser,ensutiempo,unaagradableysólidamansión.Larodeabaunfosoprofundo,cegadoahoraporlosescombros,yunavigacaídahacíalasvecesdepuente.Hallábanseenpielasdosparedesextremas,atravésdecuyasventanas desnudas brillaba el sol; pero el resto del edificio se habíaderrumbadoyyacíaeninformemontónderuinas,tiznadasporelfuego.Enelinteriorbrotabanalgunasverdesplantasporentregrietas.

—Ahora que recuerdo—cuchicheóDick—, esto debede serGrimstone.Era el fuerte de un tal SimonMalmesbury, y sir Daniel fue su ruina. Hacecinco añosqueBennetHatch lo incendió.Fueuna lástima, pues la casa eramagnífica.

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Enlahondonada,dondeelvientonosoplaba,latemperaturaeraagradableyelairequietoysilencioso.Matcham,cogiéndosedelbrazodeDick,levantóundedo,advirtiéndole:

—¡Silencio!

Oyeronunextrañoruidoquevinoaturbaraquellaquietud.Serepitióporsegunda vez, y ello les permitió apreciar la naturaleza del mismo. Era elsonido producido por un hombretón al carraspear.Al rato, una voz ronca ydesafinadacomenzóacantar:

Yhablóasíelcapitán,delosbandidosrey:

«¿Quéhacéisenlaespesura,mimuyalegregrey?».

Gamelynrespondía,losojossinbajar.

«Quienporciudadnopuede,porelbosquehadeandar».

Hizo una pausa el cantor, se oyó un leve tintineo de hierros y reinó denuevoelsilencio.

Losdosmuchachossemiraronsorprendidos.Fueraquienfuerasuinvisiblevecino, el hecho era que se hallaba al otro lado de las ruinas.De súbito secoloreóelrostrodeMatcham,yuninstantedespuésatravesabalacaídavigaytrepaba con cautela sobre el enorme montón de maderos y escombros quellenabanel interiorde lacasasin techo.Dick lehubieradetenidodehaberledadotiemposuamigoparaello;peronotuvoyamásremedioqueseguirle.

Enunodelosrinconesdelruinosoedificio,dosvigashabíanquedadoencruz al caer, dando protección a un espacio libre, no mayor que el queocuparía un banco de iglesia, en el que se agazaparon en silencio los dosmuchachos. Quedaban perfectamente ocultos, y a través de una aspilleraescudriñaronelotroladodelasruinas.

Alatisbaratravésdeesteorificio,sequedaroncomopetrificadosdeterror.Retrocedereraimposible;apenassiseatrevíanarespirar.Enelbordemismodelahondonada,amenosdediezmetrosdellugardondeestabanagazapados,borbollaba un caldero de hierro lanzando nubes de vapor, y junto a él, enactitud de acecho, como si hubiera oído algún rumor sospechoso alencaramarseellosporlosescombros,sehallabaunhombrealto,decararojizay tezcurtida,conunacucharadehierroen lamanoderechayuncuernodecazayunaformidabledagacolgadosalcinto.Sindudaésteeraelcantor,yeraevidentequeremovíaelcalderocuandopercibióelrumordealgúnpasoentrelos escombros. Algo más allá dormitaba un hombre tendido en el suelo,envueltoenunpardocapote;sobresurostrorevoloteabaunamariposa.Todoestoseveíaenunespacioabiertoquecubríanmargaritassilvestres;enelladoopuesto,suspendidosdeunfloridoespinoblanco,seveíanunarco,unhazde

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flechasyrestosdelacarnedeunciervo.

Enseguida,elindividuodejósuactitudrecelosa,sellevóelcucharónalaboca,saboreósucontenido,sacudiólacabezasatisfecho,yvolvióaremoverellíquidodelcalderomientrascantaba:

«Quienporciudadnopuede,porelbosquehadeandar».

Graznó,reanudandosucancióndondelahabíadejadoantes:

Novenimos,señor,acausarningúnmal

sinoaclavarleunaflechaaunciervoreal.

Mientras así cantaba, de vez en cuando sacaba una cucharada de aquelcaldoy,despuésdesoplarla,lasaboreabaconelairedeunexpertococinero.Alfinjuzgó,sinduda,queelranchoestabayaensupunto,pues,empuñandoel cuerno de caza que llevaba pendiente del cinto, lo hizo sonar tres vecescomotoquedellamada.

Sucompañerosedespertó,dioenelsuelounavuelta,espantólamariposaymiróentorno.

—¿Quépasa,hermano?—preguntó—.¿Estálistalacomida?

—Sí, borrachín—respondió el cocinero—. La comida está lista, y biensecaporcierto,sinpannicerveza.Pocoregaladasenoshavueltolavidaenelbosque; tiempohuboenquesepodíavivircomounabadmitrado,porqueapesardelaslluviasylasblancasheladas,teníasvinoycervezahastahartarte.Peroahora,desalentadosandanloshombres,yeseJohnAmend-all,¡Diosnossalveynosproteja!,noesmásqueunespantapájaros.

—No—repusoelotro—,esquetúletienesdemasiadaaficiónalacarneyalabebida,Lawless.Aguardaunpoco,aguarda;yavendrántiemposmejores.

—Mira —replicó el cocinero—; esperando estoy esos buenos tiemposdesdequeeraasídealto.Hesido franciscano,arquerodel rey,marinero;henavegado por los mares salados y también he estado ya otras veces en losbosquestirandoalosciervosdelrey.¿Yquéheganadocontodoello?¡Nada!Másmehubieravalidohabermequedadorezandoenelclaustro.JohnAbbotesmásútilqueJohnAmend-all.¡PorlaVirgen!Ahívienenésos.

Uno tras otro, iban llegando al prado una serie de individuos, todos deelevada estatura. Cada uno de ellos sacaba, al llegar, un cuchillo y unaescudilladecuerno,seservíaelranchodelcalderoysesentabaacomersobrelahierba.Ibanmuydiversamenteequipadosyarmados:unosconsuciossayosysinmásarmaqueuncuchilloyunarcoviejo;otroscon toda lapompadeaquellasselváticaspartidas,depañoverdedeLincoln,lomismoelcapuchónqueel jubón,conelegantesflechasenelcintoadornadasdeplumasdepavo

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real,uncuernoenbandolerayespadaydagaalcostado.Llegabansilenciososyhambrientos,y,gruñendoapenasunsaludo,sedisponíaninmediatamenteacomer.

Unaveintenadeellossehabíanreunidocuando,deentrelosespinos,salióel rumor de unos vítores ahogados, y al momento aparecieron en el pradocincooseismonteros,llevandounasparihuelas.Unhombrealto,corpulento,depeloentrecano,ydecutistanoscurocomounjamónahumado,marchabaalfrente con cierto aire de autoridad, terciado el arco a su espalda y con unabrillantejabalinaenlamano.

—¡Muchachos!—gritó—. ¡Buenos compañeros y alegres amigos míos!Hace tiempo que vivís sufriendo privaciones e incomodidades, sin un buentrago con que refrescar el gaznate. Pero ¿qué os dije siempre? Soportadvuestrasuerte,puescambiaycambiapronto.Yaquíestálapruebadequenomeengañé;aquítenéisunodesusprimerosfrutos…cerveza,esabendicióndeDios.

Hubounmurmullodeaprobaciónyaplausocuandolosportadoresdejaronsobreelsuelolasparihuelasymostraronunabultadobarril.

—Y ahora, despachad pronto, muchachos —prosiguió aquel hombre—.Hay trabajo que nos espera… Un puñado de arqueros acaba de llegar alembarcadero; morados y azules son sus trajes, buen blanco para nuestrasflechas,quenohadequedarunoquenopruebe…Porque,muchachos,aquíestamos cincuenta hombres, y todos hemos sido vilmente agraviados. Unosperdieron sus tierras, otros sus amigos, otros fueron proscritos y todossufrieroninjustaopresión.¿Yquiéneselcausantedetantomal?¡SirDaniel!¿Yhadegozarseenello?¿Hadesentarsecómodamenteennuestraspropiascasas?¿Hadechuparelmeolloalhuesoquenosharobado?Creoqueno.Élbuscó su fuerza en la ley, ganó pleitos. Pero ¡ah!, hay un pleito que noganará…Enmicintollevounacitaciónque,conlaayudadetodoslossantos,acabaráconél.

Al llegar aquí la arenga, ya andaba Lawless por el segundo cuerno decerveza;loalzócomosifueraabrindarporelorador.

—Master Ellis—dijo—: Clamáis venganza y ¡bien os sienta ese papel!Perovuestropobrecillohermanodelbosque,quejamástuvotierrasqueperderni amigos enquienpensar,mira, por suparte, al provechode la cosa. ¡MásquisieraunnobledeoroyunazumbredevinocanarioquetodaslasvenganzasdelPurgatorio!

—Lawless—replicóelotro—:ParallegaraMoatHouse,sirDanieltieneque atravesar el bosque. Haremos que su paso le cueste más caro que unabatalla.Ycuandohayamosdadoconélentierrayconelpuñadodemiserables

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quesenoshayanescapado,vencidosyfugitivossusmejoresamigos,sinquenadieacudaensuauxilio,sitiaremosaeseviejozorroygrandeserásucaída.Ésesíqueesungamorollizo;conéltendremoscomidaparatodos.

—Sí—repusoLawless—;amuchasdeesascomilonasheasistidoya;perococinarlas es trabajo difícil, master Ellis. Y entretanto, ¿qué hacemos?Preparamos flechas negras, escribimos canciones y bebemos buena aguafresca,lamásdesagradabledelasbebidas.

—Faltas a la verdad,Will Lawless. Aún hueles tú a la despensa de losfranciscanos; lagula tepierde—contestóEllis—.Veinte libras lecogimosaAppleyard, siete marcos anoche al mensajero y el otro día le sacamoscincuentaalmercader.

—Yhoy—añadióunode loshombres—hedetenidoyoaungordinflónperdonadordepecadosquegalopabahaciaHolywood.Aquíestásubolsa.

Elliscontóelcontenido.

—¡Cienchelines!—refunfuñó—.¡Idiota!Llevaríamásenlassandaliasocosidoenesclavina.Eresunchiquillo,TomCuckow;setehaescapadoelpez.

Apesardetodo,Ellissemetiólabolsaenlaescarcelaconaireindiferente.Apoyadoenlajabalina,paseólamiradaentornosuyo.Endiversasactitudes,losdemássededicabanaengullirvorazmenteelpotajedeciervo,remojándoloabundantemente conbuenos tragosde cerveza.Era aquélundía afortunado,perolosasuntosapremiabanycomíanrápidamente.Losqueprimerollegaronya habían despachado su colación. Unos se tendieron sobre la hierba y sequedarondormidos;otroscharlabanorepasabansusarmas,yunoqueestabademuybuenhumor,alzandosucuencodecerveza,comenzóacantar:

Nohayleyenestebosque,

nonosfaltaelyantar,

alegreyregaladoconcarnedevenado

elveranoalllegar.

Elduroinviernovuelve,conlluviayconnieve,

vuelvedenuevoahelar,

cadaunoensuemboscada,lacapuchacalada

juntoalfuegoacantar.

Durante todo este tiempo, los muchachos permanecieron ocultos,escuchando,echadosunojuntoaotro.PeroRichardteníapreparadalaballestayempuñabaelganchodehierroqueusabaparatensarla.Nosehabíanatrevidoamoverse,ytodaestaescenadelavidaselváticasedesarrollóantesusojos

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comosobreunescenario.Pero,depronto,algoextrañovinoainterrumpirla.

La alta chimenea que sobresalía del resto de las ruinas se elevabaprecisamenteporencimadelesconditedelosdosmuchachos.Unsilbidorasgóel aire, después se oyó un sonoro chasquido y junto a ellos cayeron losfragmentosdeunaflecharota.Alguien,ocultoenlapartealtadelbosque,talvez el mismo centinela que vieron encaramado en el abeto, acababa dedispararunaflechaalcañóndelachimenea.

Matchamnopudocontenerunpequeñogrito,quesofocóinmediatamente,yhastaelmismoDicksesobresaltó,dejandoescapardesusdedoselganchodehierro.Masparaloscompañerosdelpradoeraaquéllaunaseñalconvenida.Alinstantesepusierontodosenpie,ciñéndoseloscinturones, templandolascuerdasdelosarcosydesenvainandoespadasydagas.

Levantó una mano Ellis; su rostro adquirió una expresión de salvajeenergía,ysobresumorenaycurtidacarabrillóintensamenteelblancodesusojos.

—¡Muchachos—exclamó—,yasabéisvuestrospuestos!Queniunosolodeellosseosescape.Appleyardnofuemásqueunaperitivo;ahoraescuandonos sentamos a la mesa. ¡Tres son los hombres a quienes he de vengarcumplidamente:HarryShelton,SimonMalmesburyy—segolpeóel ampliopecho—EllisDuckworth!

Porentrelosespinosllegóotrohombre,rojodetantocorrer.

—¡No es sir Daniel!—exclamó jadeante—.No sonmás que siete. ¿Hadisparadoyaéselaflecha?

—Ahíseharotoahoramismo—respondióEllis.

—¡Maldición!—exclamó elmensajero—.Yamepareció oírla silbar. ¡Ymehequedadosincomer!

En un minuto, corriendo unos, andando otros rápidamente, según sehallaranmásomenoslejos,loshombresdelaFlechaNegradesaparecierondelosalrededoresdelacasaenruinas;yelcaldero,elfuego,yacasiapagado,ylosrestosdelciervocolgadosdelespino,quedaronsolitariosparadarfedesupasoporaquellugar.

5.«Sanguinariocomoelcazador»

Losmuchachospermanecieroninmóvileshastaqueelruidodelosúltimospasos se hubo desvanecido. Se levantaron maltrechos y doloridos por lo

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forzadode lapostura, treparonpor las ruinasy,valiéndosede lavigacaída,cruzaron el antiguo foso. Matcham había recogido del suelo el gancho dehierroymarchabaelprimero,seguidodeDick,rígidoyconlaballestabajoelbrazo.

—Ahora—dijoMatcham—,adelante,haciaHolywood.

—¡AHolywood!—exclamóDick—. ¿Cuándo buenos compañeros estánenpeligrodeseralcanzadosporlostirosdeesagente?¡No!¡Antestedejaríaahorcar,Jack!

—¿Demodoquemeabandonarías?—preguntóMatcham.

—¡Sí!—repusoDick—.Ysinollegoatiempodeponerenguardiaaesosmuchachos,moriréconellos.¡Cómo!¿Pretenderíastúqueabandonaraamispropios compañeros, entre los cuales he vivido? Supongo que no. Dame elgancho.

NadamáslejosdelaimaginacióndeMatcham.

—Dick—ledijo—, tú juraste por los santos del cielo quemedejarías asalvo en Holywood. ¿Renegarías de tu juramento? ¿Serías capaz deabandonarme…paraserunperjuro?

—No—replicó Dick—. Cuando lo juré pensaba cumplirlo; ése era mipropósito… Pero ahora… Hazte cargo, Jack, y ponte en mi lugar. Déjameavisar a esos hombres, y, si es necesario, que corra con ellos el peligro.Después,partirédenuevoparaHolywoodacumplirmijuramento.

—Teestásburlandodemí—repusoMatcham—.Esoshombresaquienesquieressocorrersonlosquemepersiguenparaperderme.

Dickserascólacabeza.

—Notengomásremedio,Jack—contestó—.¿Quélevoyahacer?Túnocorres ningún peligro, muchacho; pero ellos van camino de la muerte. ¡Lamuerte!—añadió—. ¡Piénsalo!¿Porquédemonios teempeñasen retenermeaquí?Dameelgancho.¡PorsanJorge!¿Handemorirtodosellos?

—RichardShelton—dijoMatchammirándole de hito en hito—: ¿Seríascapazdeunirtealpartidode sirDaniel?¿No tienesorejas?¿Nohasoído loquedijoEllis?¿Oesquenadatediceelcorazóncuandosetratadelosdetusangreydelpadrequeesoshombresasesinaron?«HarryShelton»,dijo,ysirHarrySheltoneratupadre,tanciertocomoesesolquenosalumbra.

—¿Yquépretendes?¿Queyodécréditoaesapandilladeladrones?

—No.Noeséstalaprimeravezquelooigo—replicóMatcham—.Todoelmundo sabe que fue sir Daniel quien lo mató. Y lo mató faltando a sujuramento de respetarle la vida; en su propia casa fue derramada su sangre

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inocente. ¡Elcieloclamavenganza,y tú,elhijodeaquelhombre,pretendesauxiliarydefenderalasesino!

Jack—exclamó elmuchacho—, no lo sé.Acaso sea cierto, pero ¿cómopuedo yo saberlo? Escucha: ese hombre me ha criado y educado; con lossuyoscompartícazayjuegos,yabandonarlosenlahoradelpeligro…¡Oh!,sital cosa hiciera,muchacho, sería pruebade queno tengoni pizca de honor.No, Jack, túnomepediríashacer tal cosa;nopuedesquererqueyo sea tanvillano.

—Pero¿ytupadre,Dick?—dijoMatcham,indeciso—.Tupadre…¿yeljuramentoquemehiciste?Alcielopusisteportestigo.

—¿Mipadre?—exclamóShelton—.¡Mipadremedejaríair!Siesciertoque sir Daniel le mató, cuando llegue la hora esta mano dará muerte a sirDaniel;peroniaélnialossuyoslosabandonaréenelmomentodelpeligro.Yencuantoamijuramento,mibuenJack,túvasarelevarmedeélahoramismo.Porlasmuchasvidasqueahorapeligran,depobreshombresqueningúnmaltehicieron,y,además,pormipropiohonor,túvasadejarmeahoralibredeesepeso.

—¿Yo,Dick?¡Jamás!—repusoMatcham—.Ysimeabandonasserásunperjuro,yasílopregonaréportodaspartes.

—¡Mehiervelasangre!¡Dameesegancho!¡Dámelo!

—¡Noquiero dártelo!—le contestóMatcham—. ¡Hede salvarte a pesartuyo!

—¿No?—gritóDick—.¡Puesteobligaréaello!

—¡Inténtalo!—replicóelotro.

Quedaron mirándose frente a frente, dispuestos ambos a saltar. BrincóentoncesDick,yaunqueMatchamgirórápidamenteyemprendiólahuida,leganó la delantera. Dick, con otro par de saltos, le quitó el gancho,retorciéndolelamanoenqueloempuñaba,learrojóviolentamentealsueloyquedófrenteaél,amenazándoleconlospuños.Matchamquedótendidoenellugar donde había caído, con la cara sobre la hierba, sin ofrecer resistencia.Dickaprestóentoncessuarco.

—¡Yateenseñaré!…—gritófurioso—.¡Conjuramentoosinél,loqueespormí,puedenahorcarte!

Girando sobre sus talones, echó a correr. InstantáneamenteMatcham selevantóycorriótrasél.

—¿Qué quieres?—gritóDick parándose—. ¿Por quéme sigues? ¡No teacerques!

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—Teseguirésisemeantoja—repusoMatcham—.Elbosqueesdetodoelmundo.

—¡Atrás!—rugióDick,apuntándoleconelarco.

—¡Ah!¡Quévaliente!—replicóMatcham—.¡Dispara!

AlgoconfundidoDickbajósuarma.

—Escucha—dijo—:Yamehashechobastantedaño.Siguetucaminoenpaz,porque,delocontrario,loquierasono,teobligaréahacerlo.

—Bien—dijoMatcham tercamente—.Tú eres elmás fuerte de los dos.Hazloquequieras.Yonodejarédeseguirte,Dick,amenosquemeobligues.

Dickestabacasifueradesíantetalinsistencia.Noteníavalorparagolpearaunapobrecriaturatanincapazdedefenderse;peroenverdadquenoconocíaotromedio para librarse de aquelmolesto y acaso—como ya comenzaba apensarlo—infielcompañero.

—Estásloco—gritó—.Pero¡imbécil!¿Novesquecorroenbuscadetusenemigos,tandeprisacomolospiespuedanllevarme?

—Nome importa,Dick—repusoelotro—.Si túvasaque tematen,yomorirécontigo.Mejorquisieraquemeencarcelasencontigoqueestarlibreysinti.

—Bien —respondió el otro—. No puedo detenerme más discutiendo.Sígueme, si es preciso; pero si me traicionas, poco ganarás con ello, fíjatebien.Temeteréunaflechaenelcuerpo,muchacho.

Así diciendo, Dick emprendió de nuevo veloz carrera, manteniéndosesiempreenelbordedelbosqueymirandoatentamenteentornosuyomientrascorría. Sin aflojar el paso, salió de la hondonada y volvió a los sitios másabiertos y despejados. A la izquierda surgía una eminencia, salpicada dedoradasretamasycoronadaporunnegropenachodeabetos.

Desdeallípodrévermejor,pensó,yselanzóhaciaaquelsitio,atravesandounclarocubiertodebrezos.

Nohabía avanzadomásque algunosmetros cuandoMatcham, tocándoleen un brazo, le señaló algo con el dedo. Al este de la cima se iniciaba undeclive,comosiunvallecruzasealotrolado.Nohabíandesaparecidoaúnallílos brezos, y la tierra era rojiza como adarga enmohecida, sobriamentepunteadadetejos.EnaquellugarpercibióDick,unotrasotro,adiezcasacasverdes que escalaban la altura; marchando a la cabeza de ellos, claramentediscernibleporllevarsujabalina,EllisDuckworthenpersona.Deunoenunofueron ganando la cumbre, se dibujaron un momento contra el cielo y sehundieronenelotrolado,hastaqueelúltimodesapareció.

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DickcontemplóaMatchamconojosbondadosos.

—¿Demodoquemeeresfiel,Jack?—preguntó—.Penséqueacasofuerasdelotropartido.

Matchamsepusoasollozar.

—Pero ¡vamos! ¡Qué los santos nos asistan! ¿Por una palabra vas alloriquear?

—Esquemehicistedaño—sollozóMatcham—.Mehicistedañocuandomearrojastealsuelo.Eresuncobardequeabusasdetufuerza.

—¡Nodigastonterías!—exclamóDickbruscamente—.Noteníasderechoaquedarteconmigancho.Loqueyodebíahaberhechoeradarteunabuenapaliza.Sivienestendrásqueobedecerme;anda,vamos.

Casi leentrabanganasaMatchamdequedarserezagado.PeroalverqueDickcontinuabacorriendocuantopodíahacialacumbreynisiquieravolvíalavista atrás, lo pensómejor y corrió tras él a su vez. El terreno era difícil yescarpado:Dicklehabíaganadounabuenadelantera,ylociertoeraqueteníalaspiernasmásligeras.PoresohacíayaratoqueDickhabíallegadoalacima,rastreando entre los abetos y escondiéndose tras unas espesas matas deretamas,antesdequeMatcham,jadeantecomounciervo,sereunieraconélypudieraecharseasulado.

Abajo, en el fondo del amplio valle, el atajo que partía de la aldea deTunstall descendía serpenteando hasta el vado. Camino bien trillado,fácilmentepodíalavistaseguirsucursodepuntaapunta.Aquílobordeabanlos claros del bosque, abiertos por completo; quedaba más allá comoencerradoentre los árboles; y cadacienmetros se extendía junto aun lugarpropicioparaunaemboscada.Muyabajoyadelcaminoseveíanreluciralsolsieteceladasdeacero,y,decuandoencuando,donde losárbolesclareaban,aparecían en descubierto Selden y sus hombres, cabalgando animosos,dispuestosacumplirlasórdenesdesirDaniel.Elvientosehabíacalmadounpoco,mas todavía luchaba algo alborotado con los árboles, y si allí hubieseestadoAppleyardquizásehubierapuestoenguardiaalobservarlaagitacióndequedabanmuestraslospájaros.

—Fíjate—murmuróDick—.Muyadentrodel bosque sehallanya; y enseguiradelanteestribamásbiensusalvación.Pero¿veseseextensoclaroquese alarga debajo de nosotros y enmediodel cual hayunos cuarenta árbolesque parecen formar una isla? Allí es donde pueden salvarse. Si llegan sintropiezohastaesegrupo,yahallaréyomediodeadvertirlesdelpeligro.Perotemoqueel corazónmeengaña:no sonmásque siete contra tantos…y sinmás armas que sus ballestas. El arco de grandes dimensiones será siempresuperioraéstas,Jack.

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Selden y sus hombres continuaban ascendiendo por la tortuosa senda,ignorantes del peligro que corrían, y por momentos se acercaban. Sinembargo,unavezhicieronalto,sereunieronenungrupoyparecieronseñalarhaciadeterminadositioyponerseaescuchar.Peroloqueleshabíallamadolaatencióneraalgoquehastaellosllegabaatravésdelosllanos;elsordorugidodelcañónque,decuandoencuando,traíaelviento,yquehablabadelagranbatalla.Valíalapenafijarseenello,puestoquesidesdeallíseoíaenelbosquede Tunstall, el combate debía de haberse ido corriendo hacia el este y, enconsecuencia, era señal de que la jornada no había sido favorable para sirDanielniparalosseñoresdelarosaroja.

Masalinstantereanudósumarchaeldestacamento,aproximándoseaunode los claros del camino, cubierto de brezos, adonde sólo una especie delenguadelbosqueveníaajuntarseconlacarretera.Sehallabanprecisamentefrenteaéstacuandoenelairebrillóunaflecha.Unodeloshombresalzólosbrazos, se encabritó el caballo y ambos rodaron, agitándose en confusomontón.Hasta el lugar donde se hallaban losmuchachos llegaba el griteríoque armaron los hombres; vieron a los espantados caballos encabritarse y,poco después, mientras el destacamento recobraba la serenidad, observaronqueunodelosdelgruposedisponíaaecharpieatierra.Unasegundaflechacentelleódescribiendounamplioarco,yunsegundo jinetemordióelpolvo.Alhombrequeestabadescabalgandoseleescaparonlasriendas,ysucaballosaliódisparadoalgalope,arrastrándolepor lacarreteracogidoalestriboporunpie,rebotandodepiedraenpiedrayheridoporloscascosdelanimalensuhuida.Loscuatroqueaúnquedabansobresussillassedispersaron;unogiró,chillando,endirecciónalvado;losotrostres,sueltaslasriendasyflotandoalvientolasropas,remontaronagalopetendidolacarreteradeTunstall.Decadagrupo de árboles que pasaban salía disparada una flecha. Pronto cayó uncaballo;maseljinete,poniéndoseenpie,corriótrassuscompañeroshastaqueun nuevo disparo dio con él en tierra. Otro de los hombres cayó herido, yluego su caballo, quedando sólo uno de los soldados, y desmontado.Solamente se oía en diferentes direcciones el galopar de tres caballos sinjinete,queseextinguíarápidamenteenlalejanía.

Durante todo esto, ninguno de los atacantes se habíamostrado por partealguna.Aquíyallá,a lo largodelsendero,hombresycorcelesaúnvivosserevolcaban en la agonía.Mas ningún piadoso enemigo salía de la espesuraparaponerfinasussufrimientos.

Elsolitariosupervivientepermanecíadesconcertadoenelcamino,juntoasu caída cabalgadura. Había llegado a aquel ancho claro con el islote deárbolesseñaladoporDick.Acasosehallaraaunosquinientosmetrosdellugarenqueestabanescondidoslosmuchachos,yambospodíanverleclaramente,mientras miraba por todos lados con mortal ansiedad. Mas, como nada

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sucedía, comenzó a recobrar el perdido ánimo y rápidamente se descolgó ymontósuarco.Enaquelmismoinstante,poralgocaracterísticoquevioensusmovimientos,reconocióDickenaquelhombreaSelden.

Ante tal intento de resistencia, salieron de cuantos sitios se hallaban acubierto,entornosuyo,rumoresderisas.Veintehombres,porlomenos—seencontraba allí lomás nutrido de la emboscada—, se unieron a este cruel eimportunoregocijo.CentelleóentoncesunaflechaporencimadelhombrodeSelden, que saltó, retrocediendo. Otro dardo fue a clavarse a sus pies,temblandounmomento.Sedirigióentoncesalaespesura,yunaterceraflechapasó ante su rostro, yendo a caer frente a él. Repitiéronse las sonorascarcajadas,elevándosedediversosmatorrales.

Eraevidentequesusatacantesnohacíansinoacosarle,comoenaquellostiemposacosabanloshombresalpobretoro,ocomoelgatosedivierteconelratón. La escaramuza había terminado; en la parte baja de la carretera, unindividuo vestido de verde recogía pausadamente las flechas, mientras losdemás, con malsano placer, gozaban ante el espectáculo que les ofrecía latorturadeaquelinfeliz,tanpecadorcomoellos.

Seldencomenzóacomprender;lanzóungritoderabia,seechóalacaralaballestaydisparóunasaetacomoalazar,haciaelbosque.Tuvosuerte,pueslerespondióungritoahogado.Arrojandoalsuelosuarma,Seldenechóacorrerporelclarodelbosque,casienlínearectahaciaDickyMatcham.

Losde lapartidade laFlechaNegra, alverle, comenzaronadisparardeveras.Masyanoera tiempo,habíandejadopasarelmomentooportunoy lamayor parte de ellos tenían que disparar ahora de cara al sol. Y Selden, alcorrer,dabasaltosdeunladoaotroparadificultarlapunteríayengañarlos.Ylomejordetodo:aldirigirsehacialapartesuperiordelclaro,habíafrustradoel plan que tenían preparado; no había tiradores apostadosmás allá del queacababa de herir o matar, y la confusión de los cabecillas se hizo prontomanifiesta. Sonaron tres silbidos, y después dos más… Desde otro sitiovolvieronasilbar.Portodosladosseoíaelrumordegentequecorríaatravésde los matorrales; un espantado ciervo apareció en el claro, se detuvo uninstante sobre tres patas, olfateando el aire, y de nuevo se internó en laespesura.

AúncontinuabaSeldencorriendoydandosaltos,seguidosincesarporlasflechas,mastodaserrabanelblanco.Parecíaqueibaaconseguirescapar.Dickhabía preparado la ballesta, pronto a proteger su huida, y hasta Matcham,olvidándose de su propio interés, se sentía ya, en el fondo de su corazón, afavordelpobrefugitivo,siguiendoambosmuchachos laescenaanhelantesytemblorosos.

Se hallaba ya a unos cincuenta metros de ellos cuando le alcanzó una

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flechaycayó.Sealzó,sinembargo,alinstante;masvacilabaensucarreray,comosiestuvieseciego,sedesviódesudirección.

Dicksepusoenpiedeunsaltoylehizoseñasagitandolamano.

—¡Por aquí! —gritó—. ¡Por este lado! ¡Aquí hallarás ayuda! ¡Corre,muchacho,corre!

Peroenaquelpreciso instanteuna flechahirióaSeldenenelhombro,y,atravesandosu jubónporentre lasplacasde sucotademalla,dioconélentierrapesadamente.

—¡Oh,pobrecillo!—exclamóMatcham,juntandolasmanos.

Dicksequedópetrificado,sirviendodeblancoalosarqueros.

Diez probabilidades contra una tenía de que le alcanzase una flecha,porque los habitantes de los bosques estaban furiosos consigomismos y laaparicióndeDickaretaguardiadesuposiciónleshabíacogidoporsorpresa.Peroenaquelmomento,saliendodeunapartedelbosquemuycercanaallugardonde sehallaban losdosmuchachos, se alzóunavoz estentórea: lavozdeEllisDuckworth.

—¡Alto!—gritó—. ¡No tiréis! ¡Cogedle vivo! Es el joven Shelton… elhijodeHarry.

Inmediatamenteseoyóunpenetrantesilbidoqueserepitióvariasveces,ysonódenuevomáslejos.Alparecer,aquelsilbidoeralacornetadeguerradeJohnAmend-all,conlacualtransmitíasusórdenes.

—¡Ah,quémala suerte!—exclamóDick—.Estamosperdidos. ¡Deprisa,Jack,vamosdeprisa!

Yambosmuchachosdieronmediavueltay echarona correrpor entre elgrupodepinosquecubríalacimadelacolina.

6.Hastaelfindelajornada

Habíallegadoelmomentodecorrer.PortodosladossubíayalacolinalapartidadelaFlechaNegra.Algunos,porqueeranmejorescorredoresopodíanascender por sitiosmás rasos, habían avanzadomásqueotros y se hallabanmuycercadesumeta;losdemás,siguiendoporlosvalles,sehabíanesparcidoaderechaeizquierdayteníanflanqueadosalosmuchachosporamboslados.

Dick se precipitó en la espesura más próxima. Era un alto robledal, deterreno firme y limpio de maleza, por el cual, al extenderse cuesta abajo,

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corrieron a gran velocidad. Venía luego un claro, que evitó Dick,manteniéndose a la izquierda del mismo. Diez minutos después surgió elmismo obstáculo, ante el cual siguieron igual procedimiento. Mientras losmuchachos torcían siempre hacia la izquierda, acercándose cada vezmás alcaminorealyalríoqueunaodoshorasanteshabíancruzado,lamayorpartedesusperseguidoresseinclinabanhaciaelladoopuestoycorríanendirecciónaTunstall.

Losmuchachossedetuvieronarespirar.Ningúnruidoseoíaqueindicaseque losperseguían.Dickaplicóeloídoa tierra,mas siguió sinoírnada; sinembargo,comoelvientoagitabalosárboles,eraimposibleaveriguarnadaconcerteza.

—¡Sigamos!—erijoDick, y cansados como estaban, cojeandoMatchamdebidoalaheridadesupie,sepusieronenmarchadenuevobajandolacolina.

Tres minutos después penetraban en una espesura de árboles de hojaperenne. Por encima de sus cabezas se elevaban a gran altura los árboles,formando techo continuo de follaje. El bosquecillo era como una bóvedapoblada de columnas, alta como la de una catedral, y, a excepción de losacebos, que les estorbaban el paso, estaba despejado y cubierto de suavecésped.

Por el lado opuesto, abriéndose paso entre la última franja de arbustos,salieronaladébilclaridaddelbosquecillo.

—¡Alto!—gritóunavoz.

Entre los enormes troncos, a unos veinte metros, apareció ante ellos unindividuo grueso, vestido de verde, jadeante por la carrera, queinmediatamentelesapuntóconelarcoapuntodedisparar.Matchamsedetuvolanzando un grito; pero Dick, sin vacilar, se lanzó recto hacia el forajido,desenvainandosudaga.Seaqueelotrosequedarasorprendidoporlaaudaciadelataque,obienque lasórdenesrecibidasdetuvieransumano, lociertoesque no disparó: se quedó vacilando, y, antes de que tuviera tiempo derehacerse,Dicksaltóasucuelloylearrojódeespaldassobreelcésped.

Cayólaflechaporunladoyporotroelarco,conunchasquidoqueresonóenlaquietuddellugar.Eldesarmadoforajidoseaferróasuatacante;peroladagabrillóenelaireydescendiódosveces.SeoyerondosgemidosyDicksepusoenpie.Enelsueloquedabaelhombre,inmóvil,atravesadoelcostado.

—¡Sigamos adelante!—gritóDick, y una vezmás se lanzó a la carrera,siguiéndolealgorezagadoMatcham.

Pocoeraloqueavanzaban,puesmarchabanpenosamenteyresollandoconfuerza. Matcham sentía un agudo dolor en el costado, y la cabeza le daba

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vueltas; a Dick le pesaban las rodillas como si fueran de plomo. Masprosiguieronlacarrerasinperderelánimo.

Al poco rato llegaron al final del bosquecillo. Terminaba bruscamente;frenteaellosestabaelcaminorealqueibadeRisinghamaShoreby,encerradoenesepuntoentredosmurosigualesdeespesobosque.

Alverlo,Dicksedetuvo,yencuantocesódecorreradvirtióunconfusorumor,querápidamentefueaumentando.Alprincipioparecíaserdebidoaunaráfagadefortísimoviento;peroprontosehizomásdefinido,transformándoseclaramente en el galopar de unos caballos. Con la velocidad del rayo, unescuadrón de hombres dio la vuelta al recodo, pasó ante los muchachos ydesaparecieronenuninstante.Galopabancomosienellolesfueralavida,encompletodesorden;algunosibanheridos,yjuntoaellosseveíancaballossinjineteyconlassillasensangrentadas.Eranfugitivosdelagranbatalla.

Había empezado a desvanecerse el ruido de su paso en la dirección deShoreby,cuandounnuevorumordecascosdecaballosresonócomosiguiendosu rastro y otro fugitivo apareció en la carretera, cabalgando solo ydemostrandoporsuespléndidaarmaduraserhombredeelevadacondición.Leseguían de cerca varios carros de bagaje que los caballos arrastrabansosteniendounmediogalopedesordenado,azuzadospor los latigazosde losconductores. Debían de haber emprendido su huida a primera hora del día,peronohabíadesalvarlessucobardía:pocoantesdellegaralsitiodondelosmuchachosmirabanasombrados,unhombre,conlaarmaduraagujereadayalparecerfueradesí,ganóladelanteraaloscarrosyconelpuñodesuespadacomenzó a derribar a los conductores. Algunos saltaron de sus puestos y acarrera tendida se adentraron en el bosque; mas a los otros los acuchillósentados donde estaban, sin cesar demaldecirles por cobardes, con voz queapenasparecíahumana.

Había ido aumentando el ruido de la lejanía; el rodar de los carros, loscascos de los caballos, los gritos de los hombres; todo llegaba en alas delviento, en creciente y confuso rumor. Evidentemente, un ejército derrotadollegabaporlacarreteraconelímpetudeunainundación.

Sombríoel rostro,Dickpermanecíaallí.Habíapensadoseguirel caminorealhastadonde torcíaendireccióndeHolywood,yahoraseveíaforzadoacambiar de plan. Había reconocido los colores del conde de Risingham,prueba de que la batalla había resultado adversa para los de la rosa deLancaster. ¿Se había unido a él sir Daniel y resultaba también ahora unfugitivo?¿OsehabríapasadoalpartidodelosdeYork,conmenospreciodesuhonor?Horribledilema.

—Vamos —dijo muy serio; y girando sobre sus talones, comenzó amarchar a través del bosquecillo, precediendo a Matcham que le seguía

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cojeando.

Durante un buen rato continuaron cruzando el bosque en silencio.Atardecía;elsolseponíamásalládelallanuradeKettley;lasaltascopasdelos árboles brillaban con reflejos de oro, pero las sombras se espesaban ycomenzabaasentirseelfríodelanoche.

—¡Sihubieraalgoquecomer!—exclamódeprontoDick,deteniéndose.

Matchamsesentóenelsueloyempezóallorar.

—Lloras por tu cena; pero cuando se trataba de salvar la vida a unoshombres, biendurode corazón temostrabas—ledijoDickdesdeñosamente—. Siete muertos pesan sobre tu conciencia, master Jack; jamás te loperdonaré.

—¡Conciencia! —gritó Matcham, mirándole fieramente—. ¡De miconcienciahablas!¡Yentudagatodavíaestálasangrerojadeunhombre!¿Yporquématastealdesgraciado?Teapuntóconelarco,peronodisparó.

¡Tetuvoensusmanosyteperdonólavida!Tanvalienteeselquemataaungatocomoelquemataaunhombrequenosedefiende.

Dicksequedómudodesorpresa.

—Lematécaraacara,lealmente.Mearrojécontraélmientrasmeestabaapuntando—replicó.

—Fueungolpecobarde—repusoMatcham—.MasterDick,noeresmásqueunpatányunbravucón;nohacesmásqueabusardetusuperioridadodelaventajaquemomentáneamentetienes.Eldíaquetopesconunomásfuerteque tú, te veremos humillarte a sus pies. Ni siquiera sientes el deseo devenganza…,puesaúnestápidiéndolalamuertedetupadre,ypermitestúquesuespectroclameenvanoporladebidajusticia.¡Massientusmanoscaeunapobre criatura falta de fuerza y de destreza y que, a pesar de todo, quierefavorecerte,tendrásqueacabarconella!

DemasiadofuriosoestabaDickparaadvertireseella.

—¡Caramba! —gritó—. ¡Ésa sí que es una noticia! Entre dos siemprehabrá uno más fuerte. Si el más recio derriba al débil, éste recibirá sumerecido.Loque tú temereces,masterJack, sonunosbuenosazotespor tumalaconductayportuingratitudparaconmigo;ypuestoquelomereces, lotendrás.

YDick,quehastaenlosmomentosenquemásencolerizadoestabasabíaconservarunaaparienciadeserenidad,comenzóadesabrocharseelcinturón.

—Éstaserátucena—dijo,ceñudo.

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Matchamno llorabaya; estabablancocomo la cera.PeromirabaaDickconfirmezaalacaraypermanecíainmóvil.Blandiendoelcinturóndecuero,Dick avanzó un paso. Entonces se detuvo, desconcertado al ver aquellosgrandesojosquelemirabandehitoenhitoyanteeldemacradoyfatigadísimorostrodesucompañero.

—Dimeentoncesqueestabasequivocado—murmuródébilmente.

—¡No! —exclamó Matcham—. Yo tengo razón. ¡Anda, cruel! Estoycojo…estoyrendido…nomeresisto…jamástehiceningúndaño,perotú…¡Pégame,cobarde!

Levantó Dick el cinto ante esta última provocación, pero al ver queMatchamretrocedíaencogidoconexpresióndetemor,denuevolefaltóvalor.Cayódesumanolacorreayquedóindeciso,comoatontado.

—¡Malapestetelleve!—dijo—.¡Sitandébildemanoseres,máscuidadodebierastenerconlalengua!Peroasímeahorquenquenohedeseryoquientepegue.—Yseciñódenuevoelcinturón—.Notepegaré,no—añadió—;peroloqueesperdonarte…,esonunca.Yonoteconocía;túeraselenemigodemiamo;yoteprestémicaballoydevorastemicomida;ymehasllamadoinsensible,cobardeybravucón.¡Hascolmadolamedidahastarebosarla!Grancosaesserdébil,segúnveo.Puedeshacertodoelmalquequieras,quenadiete castigará; puedes robar a un hombre sus armas en un momento denecesidad,que, sinembargo,esehombreno intentará recuperarlas…¡Claro!¡Eres tan endeble! Entonces… si alguien te acometiera con una lanza, almismotiempoquegritabaqueesdébil,deberíasdejarqueestehombredébilteatravesasedeparteaparte.¡Vaya!¡Nohablemosmásdetalesnecedades!

—Yapesardetodo,nomepegas…—repusoMatcham.

—Dejemoseso—replicóDick—.Voyatenerqueenseñartemuchascosas.Eresmuymaleducado,porloqueveo.Sinembargo,hayentialgobueno,ydesde luego no hay duda de queme salvaste allí en el río. ¿Ves?Ya semehabía olvidado. Soy tan desagradecido como tú. Pero, ven acá: sigamosandando. Si hemos de llegar a Holywood esta noche, o mañana temprano,mejoresquenospongamosenmarchaatodaprisa.PeroaunqueDickhabíarecobrado su habitual buen humor, Matcham no le perdonaba nada de loocurrido.Suviolencia,el recuerdodelhombreaquienhabíadadomuertey,sobre todo, la visión de la correa en alto amenazándole, eran cosas que nopodíaolvidarfácilmente.

—Porpurafórmulatedarélasgracias—dijoMatcham—.Peroenverdad,masterShelton,quepreferiríabuscaryosolomicamino.Aquíestáelanchobosque;elijamoscadaunonuestrasenda.Yaséquetedebounacomidayunalección.¡Adiós!

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—¡Siéseestudeseo—gritóDick—,queeldiablotelleve!

Tomó cada uno dirección distinta, comenzando a andar separados, sincuidardelrumboqueseguían,atentossóloasureyerta.Peroaúnnosehabíaalejado Dick diez pasos, cuando oyó pronunciar su nombre y vio queMatchamvolvíatrasél.

—Dick—ledijo—:Noestábienquenosseparemostanfríamente.Éstaesmimanoyenellapongomicorazón.Por loquemehasayudado,ynoporpura fórmula, sino de todo corazón, te doy las gracias. ¡Qué la suerte teacompañe,adiós!

—Bien,muchacho—respondióDick,estrechando lamanoqueMatchamletendía—.Quesalgasconbientedeseo,sierescapazdeello.Perolodudo:tegustademasiadodiscutir.

Sesepararonporsegundavez;pero finalmente fueDickelquecorrióenbuscadeMatcham.

—Escucha—ledijo—:Tomamiballesta;novayasdesarmado.

—¡Tu ballesta!—exclamóMatcham—. No, muchacho; no tengo fuerzapara tensarelarco,ni sabríaapuntarconella.Denadameserviría,mibuenmuchacho.Detodosmodos,gracias.

Habíacerradolanoche,ybajolosárboles,ningunopodíaleerenelrostrodelotro.

—Te acompañaré un rato—dijoDick—.La noche está oscura.Quisieradejarte en el camino, por lo menos. Tengo miedo por ti; temo que puedasperderte.

ComenzóaavanzaryMatchamlesiguióunavezmás.Laoscuridadibaenaumento; tan sólo en los sitios despejados se veía el cielo, salpicado deestrellitas.Sepercibíadébilmente,alolejos,elrumorproducidoporladerrotadel fugitivo ejército de Lancaster. Pero a cada paso lo dejaban más a suespalda.

Alcabodemediahoradesilenciosamarcha,llegaronaunaanchafranjadebrezos que formaba un claro. Al tenue resplandor de las estrellas brillabavagamente,comoafelpadoporlosabundanteshelechosyconislotesdetejosagrupados.Allísedetuvieronyentoncessemiraronunoaotro.

—¿Estáscansado?—preguntóDick.

—Sí;tanto—respondióMatcham—,quedebuenaganameecharíaaquíymedejaríamorir.

—Oigoelmurmullodeunrío—dijoDick—.Vamoshastaallí,porquememuerodesed.

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Descendía suavemente el terreno, y, en efecto, en el fondo hallaron unriachueloquecorríaporentresauces.Setendierondebrucesjuntoalaorilla,y, aplicando labocaal aguadeun remanso tachonadodeestrellas,bebieronhastahartarse.

—Dick—dijoMatcham—,meesimposiblecontinuar…Nopuedomás.

—Albajarviunahondonada—dijoDick—.Vamosallíynosecharemosadormir.

—¡Sí,contodaelalma!—exclamóMatcham.

La hondonada era arenosa y seca; de uno de los bordes colgaban unaszarzasformandounaespeciederefugio;allísetendieronlosdosmuchachos,apretadosunocontraotroparalograrunpocodecalor,olvidadayalapasadadisputa.Prontoelsueñocayósobreelloscualpesadanubey,bajoelrocíoyalresplandordelasestrellas,descansaronplácidamente.

7.Elencapuchado

Se despertaron antes de rayar el día; no sonaba aún el cantar de lospajarillos,peroseoíanyasusgorjeosentrelafronda.Nohabíasalidoaúnelsol;mashaciaelesteelcieloseteñíademajestuososcolores.Mediomuertosde hambre y rendidos de cansancio, yacían inmóviles, sumidos en deliciosalasitud. Así estaban cuando, de pronto, llegó a sus oídos el tañido de unacampana.

—¿Unacampana?—exclamóDick,incorporándose—.¿TancercaestamosdeHolywood?

Repicó de nuevo la campana, pero esta vez más cerca; y luego,acercándosecadavezmás,volvióasonar,coninterrupciones,alolejos,enelsilenciodelamañana.

—¿Quésignificaráesto?—murmuróDick,despiertoya.

—Esalguienquecamina—observóMatcham—,y lacampanatocacadavezquesemueve.

—Yaloveo—dijoDick—.Pero¿porquémotivo?¿QuéhaceesapersonaenelbosquedeTunstall?Jack—añadió—,ríetedemísiquieres,peromalditalagraciaquemehaceesesonidotanprofundo.

—Sí—corroboróMatcham,estremeciéndose—.Lociertoesquetieneuntonolúgubre…Sinofueseyadedía…

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Eneseprecisomomento,lacampanacomenzóarepicarmásfuerteymásdeprisa, luegosonóunasolavez, secamente,yquedóensilencioduranteunrato.

—Parececomosielquelallevahubiesecorridoduranteeltiempoquesenecesitapararezarunpadrenuestro,yhubierasaltadoalotro ladodel río—dijoDick.

—Yahoravuelveacaminarpausadamente—agregóMatcham.

—No,no tanpausadamente—repusoDick—.Esehombreandabastanterápidamente. Teme por su vida o lleva algún recado muy urgente. ¿Noadviertesconquérapidezseacercacadavezmáselrepique?

—Estáyamuycerca—contestóMatcham.

Se hallaban al borde de la hondonada, y por estar ésta situada en unaeminencia,dominabanlamayorpartedelclaro,hastalapartealtadelbosqueespesoquelocercaba.

A la clara luz del día vieron un sendero que, como una cinta blanca, sedeslizaba serpenteando entre retamas. Pasaba a unos cien metros de lahondonadaycruzabatodoelclarodeesteaoeste.Porladirecciónqueseguía,Dickpensóquehabíadeconducir,másomenosdirectamente,aMoatHouse.

Enaquelsendero,surgiendodeloslinderosdelbosque,aparecióunafigurablanca.Sedetuvounosmomentos,comoparamirarentornosuyo;luego,conpasolentoycasidobladoelcuerpo,sefueaproximandoatravésdelbrezal.Acadapasoqueavanzaba,sonabalacampana.Noseleveíalacara:unablancacapucha, ni siquiera agujereada al nivel de los ojos, le cubría la cabeza; ycuandoaquella criatura semovía, parecía ir tanteandoel camino,golpeandoligeramente el suelo con su bastón. Un miedo mortal heló la sangre en elcuerpodelosdosmuchachos.

—¡Unleproso!—exclamóDickconroncoacento.

—¡Sucontactoeslamuerte!—dijoMatcham—.Corramos.

—No—repusoDick—.¿Noloves?…Estáciego.Seguíaconsubastón.Quedémonos quietos; el viento sopla hacia el sendero y pasará de largo sinhacernosdaño.¡Pobredesgraciado!¡Debiéramostenerlelástima!

—Yoselatendrécuandohayapasado—replicóMatcham.

Elciegoleprososehallabayaenlamitaddelcaminoquelefaltabaparallegar frente a ellos. Salió entonces el sol, que iluminó de lleno el veladorostro.De elevada estaturahabía sido el hombre antesdeque la repugnanteenfermedad encorvase su cuerpo; y aun ahora andaba con paso firme. Ellúgubre tañido de la campana, el acompasado ruido de su bastón, la opaca

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pantalla que cubría su semblante y la certidumbre de que no sólo estabacondenadoamuerteyaconstantesufrimiento,sinoqueparasiempreleestabavedadotodocontactoconsusprójimos,llenabandeespantoelcorazóndelosmuchachos, y a cada paso que iba acercando al caminante, parecíanabandonarlesmáselvalorylasfuerzas.

Al llegaralnivelde lahondonada, elhombre sedetuvoyvolvió la carahacialosmuchachos.

—¡Qué la Virgen María nos proteja! ¡Nos está viendo! —murmuróMatcham.

—¡Calla!—susurróDick—.Nohacemásqueescuchar.¡Estáciego,tonto!

El leproso se quedó mirando o escuchando, sea lo que fuere lo querealmentehiciese,duranteunossegundos.Luegoechóaandardenuevo,peroenseguidavolvióapararseyavolverse,detalmodoqueparecíaestarmirandoalosdosmuchachos.ElmismoDickpalidecióentoncesycerrólosojos,comosiporelmerohechodeverlepudieracontagiarse.Peroprontovolvióasonarlacampana,yestavez,yasinningunavacilación,elleprosocruzóelrestodelbrezalydesaparecióenlaespesura.

—¡Noshavisto!—dijoMatcham—.¡Podríajurarlo!

—¡Silencio!—ordenóDick,recobrandounasomodelaperdidaserenidad—.Nohizomásqueoírnos.Teníamiedo,¡elpobredesgraciado!Sitúfuerasciegoy anduvieses rodeadode las tinieblasdeunanoche eterna, también tealarmaríasalsolocrujidodeunaramaoporelpiardeunpájaro.

—Dick,mibuenDick,noshavisto—repitióMatcham—.Cuandoalguienescucha,nohaceloquehahechoesehombre;obradeotromodo,Dick.Ésteveía; no escuchaba. Tenía malas intenciones. ¡Fíjate, si no lo crees, en sivuelvesaoírsonarlacampanaahora!

Noseequivocaba:lacampananovolvióasonarmás.

—Nomegustaeso—dijoDick—.No,nomegustanipizca.¿Quépuedesignificar?¡Sigamosadelante!

—Él siguióhaciael este—advirtióMatcham—.Dick,vámonosen línearectahacia el oeste. ¡Noestaré tranquilohastahabervuelto la espalda a eseleproso!

—Noseastancobarde,Jack—replicósucompañero—.IremossinrodeosaHolywood,ocuandomenoslomásdirectamentequepuedaguiarte,yparaellotomaremoshaciaelnorte.

Sepusieronenpieenseguida,atravesaronlacorriente,saltandodepiedraen piedra, y comenzaron a ascender por el lado opuesto, que era más

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escarpado,hacialoslinderosdelbosque.Elterrenoeracadavezmásdesigual,lleno de montículos y hondonadas; crecían los árboles esparcidos o porgrupos; eradifícil elegir la senda,y losmuchachosmarchabanunpocoa laventura.Además,estabanfatigadosycaminabanpenosamente,arrastrandolospiesporlaarenosatierra.

Finalmente,al llegara lacimadeunotero, sepercatarondeque,aunoscienpiesfrenteaellos,cruzabaelleprosounahondonada,precisamenteporelcaminoquehabíandeseguirellosmismos.Yanohacíasonarlacampana,notanteabaconsubastónlatierraparaguiarse,yavanzabaconelpasorápidoyfirmedeunhombrequeveperfectamente.Unmomentodespués,desaparecióenlaespesura.

Alprimeratisbodeaquellafigura,losdosmuchachossehabíanagachadotrasunasmatasderetama,yallípermanecieronsobrecogidosdeespanto.

—Nospersigue—exclamóDick—.¿Vistecómosujetabaelbadajode lacampanaparaquenosonara?¡Queelcielonosayude,puesnomesientoconfuerzasparalucharcontraesapestilencia!

—Pero ¿qué hace? —exclamó Matcham—. ¿Qué quiere? ¿Quién oyójamás que un leproso, por pura maldad, persiguiera a dos muchachosdesgraciados? ¿No lleva la campanapara que la gente pueda alejarse de él?Dick,estoencierraunmisterio.

—¡Nomeimporta!—gimióDick—.Lasfuerzasmehanabandonado,mispiernasflaquean…¡Queelcielomeproteja!

—Pero ¿te vas a quedar ahí sin hacer nada? —le gritó Matcham—.Regresemos al claro. Nuestra posición será mejor y no podrá pillarnosdesprevenidos.

—No,noharétalcosa—replicóDick—.Hallegadomihora.Yacasonospasedelargo.

¡Entonces móntame el arco! —exclamó Matcham—. ¡Vamos! ¿Eres unhombreonoloeres?

Dicksesantiguó.

—¿Querríasquedisparasesobreun leproso?Lamanonomeobedecería.¡No, no—añadió—; déjalo! Con un hombre sano sí lucharía; pero no confantasmasni leprosos.Loque es éste no lo sé; pero seaunouotro, ¡que elcielonosproteja!

—Bien—dijoMatcham—; si ése es el valor de un hombre, ¡bien pocacosaesunhombre!Peroyaquenadaquiereshacer,ocultémonos.

Seoyóentoncesunasolaysordacampanada.

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—¡Selehaescapadoelbadajo!—cuchicheóMatcham—.Pero¡cielos,quécercaestá!

Dick no pronunció una sola palabra. De puro terror sus dientes casicastañeteaban.

Pronto vieron asomar por entre unosmatorrales un pedazo de la blancavestidura; luego, la cabeza del leproso apareció tras un tronco, y parecióescudriñarentornoconlamirada,antesderetirarsedenuevo.Parasusnerviosentensión,todalamalezasehallabapobladaderuidosycrujirderamas,yelcorazónlessaltabacontalfuerzaenelpechoqueoíansuslatidos.

Depronto, lanzandoungrito,aparecióel leprosoenelclaro inmediatoycorrió en línea recta hacia los muchachos. Entonces los dos se separarondando alaridos, y comenzaron a correr en distintas direcciones. Pero suhorribleenemigoseapoderómuyprontodeMatcham,loarrojóviolentamenteal suelo y al instante lo hizo prisionero. Elmuchacho lanzó un alarido queresonó por todo el bosque, se resistió luchando frenéticamente y de prontodesmayarontodossusmiembrosycayóinerteenbrazosdesuaprehensor.

Dick oyó el grito y se volvió. Vio caer aMatcham y en un instante seavivaronenélelánimoylasfuerzasperdidas.Conunalaridomezcladeiraydepiedad,descolgóymontósuballesta.Peroantesdequelediesetiempoadisparar,elleprosoalzóunamano.

—¡No dispares, Dick! —le gritó una voz que le era conocida—. ¡Nodispares,loco!¿Noconocesatusamigos?

YcolocandoaMatchamsobreelcésped,sequitódelrostrosucapuchayaparecieronlasfaccionesdesirDanielBrackley.

—¡SirDaniel!—exclamóDick.

—¡Sí!Elmismo;sirDaniel—replicóelcaballero—.¿Ibasadispararsobretu tutor, so granuja?Mas ahí está ése… ése.—Y aquí se interrumpió parapreguntar,señalandoaMatcham—:¿Cómolellamas,Dick?

—LellamomasterMatcham—respondióDick—.¿Noleconocéis?Élmedijoquesí.

—Sí—contestósirDanielriendoentredientes—.Conozcoalmuchacho.Perosehadesmayado,yrealmenteconmenospodríadesmayarse.¿Quéhay,Dick?¿Tehicesentirelmiedoalamuerte?

—En verdad que sí, sir Daniel —respondió Dick, suspirando—. Convuestroperdónosdiréquehubierapreferidotoparmeconeldiabloenpersona.Todavía tiemblo. Pero decidme, señor: ¿qué os indujo a adoptar semejantedisfraz?

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SirDanielfruncióelentrecejoyseleensombrecióelrostrodeiraaloírlapregunta.

—¿Qué me indujo a ello? —exclamó—. ¡Haces bien en recordármelo!¿Qué? Pues el esconderme, para salvar la vida, en mi propio bosque deTunstall.Malparadossalimosenlabatalla;tansólollegamosatiempodeserbarridosen laderrota.¿Dóndeestánmismejoreshombresdearmas? ¡No losé,Dick!Noshanbarrido,noshanacribillado;nohevistoaunsolohombrequellevasemiscoloresdesdequevicaeratres.Encuantoamí,lleguéasalvoaShoreby,y, acordándomede laFlechaNegra,meprocuré este sayoy estacampana y paso a paso, callandito, me vine por el sendero que va aMoatHouse.Nohaydisfrazquepuedacompararseaéste;elecodeestacampanahubieraahuyentadoalbandidomásvalientedelbosque;todospalideceríanaloírla.Al finmeencontrécontigoyconMatcham.Veíamuymala travésdeesta capucha; no estaba seguro de que fueras tú, y grande mi asombro alencontraros juntos.Además, al atravesar el claro, por donde había de pasarlentamente y golpear con mi bastón, temía descubrirme. Pero, mira, yaempieza a volver en sí este desgraciado. Un sorbo de vino canario lereanimará.

Levantándoseel largosayo,elcaballerosacóunagruesabotellaquebajoélllevabaycomenzóafrotarlassienesyahumedecerloslabiosdelpaciente,que,gradualmente,recobrabaelconocimientoyposabasusturbiosojossobreunoyotro.

—¡Anímate, Jack!—ledijoDick—. ¡Noeraun leproso, sinosirDaniel!¡Míralo!

—Tómate un buen trago de esto —añadió el caballero—. Esto te darávirilidad.Despuésosdaréalosdosdecomer,yjuntosnosiremosaTunstall.Puesenconcienciahedeconfesar,Dick—prosiguió,colocandopanycarnesobre lahierba—,queestoydeseandocon todamialmavermesanoysalvoentre cuatro paredes. Desde que monto a caballo jamás me he visto en unapuro semejante; mi vida en peligro, expuesto a perder mis tierras y mihacienda, y, para colmo, todos esos vagabundos de los bosques tratando dedarme caza. Pero todavía no estoy perdido. Algunos de mis muchachos sereuniránconmigocaminodecasa.HatchllevabadiezhombresySeldenseis.¡Ah,prontovolveremosaserfuertes!¡YsilogronegociarlapazconmimuyafortunadoeindignoseñordeYork,entonces,Dick,volveremosaserhombresyamontaracaballo!

El caballero llenódevinocanario suvasodecuernoybrindóconmudoademánalasaluddesupupilo.

—Selden—dijoDick,titubeando—,Selden…—Ysequedócallado.

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SirDanielbajósuvasodevinosinprobarlo.

—¡Cómo!—gritóconvozalterada—.¿Selden?

¡Habla, habla! ¿Qué le pasa a Selden? Tartamudeando Dick le relató laemboscadaylamatanza.

Le oyó en silencio el caballero; pero mientras escuchaba, ibaencendiéndoseenirayentristeciéndosehastaquedarsecomoconvulso.

—¡Bien!—gritóalfin—.¡Pormimanoderechajuroquehedevengarlos!Ysi,dejodehacerlo,siporcadaunodemishombresnodoymuerteadiez,quemearranquenestamanodelcuerpo.ADuckworthlodestruíyocomoelquequiebraunjunco,lesumíenlaruina,incendiéhastaeltechodesucasa,learrojé de este país, ¿y ha de venir ahora a subírseme a las barbas? ¡No,Duckworth;estavezserémásinflexible!

Sequedóensilenciounrato,enquesóloporgestosmanifestabasucólera.

—¡Comed!—gritódepronto—.Ytú—añadiódirigiéndoseaMatcham—:JúramequemeseguiráshastaMoatHouse.

—Osloprometopormihonor.

—¿Yquémeimportaamítuhonor?—exclamóelcaballero—.¡Júrameloporlasaluddetumadre!

Matchampronunciósu juramentoy sirDanielvolvióacubrirseel rostrocon la capuchay preparó la campanay el báculo.Al contemplarle, unavezmás, con aquel espantoso disfraz, sus dos compañeros sintieron renacer laimpresióndehorror;peroelcaballerosepusoenpiesinpérdidadetiempo.

—Comeddeprisa—ordenó—,yseguidmeinmediatamentehastamicasa.

Diciendoasí, sepusodenuevoenmarchahaciaelbosque,ycomenzóahacer sonar lacampana,comocontandosuspasos,mientras losdosamigos,sentados junto a la comida, no gustada todavía, oyeron desvanecerselentamenteelsonidoenlalejanía.

—¿DemodoquevasaTunstall?—preguntóDick.

—Sí, voy. ¿Qué remediome queda? Soymás valiente a espaldas de sirDanielqueensupresencia.

Comieronapresuradamenteytomarondespuésporelsendero,siguiendolaparte alta del bosque, donde las grandes hayas se elevaban entre los verdesprados y los pájaros y las ardillas retozaban sobre las ramas. Dos horasdespués comenzaban a descender por la ladera opuesta, y ya entoncesdivisaron, entre las cimas de los árboles, las rojas paredes y los techos delcastillodeTunstall.

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—Aquí—dijoMatchamdeteniéndose—vasadespedirtedetuamigoJack,aquiennovolverásavermás.Ven,Dick,yperdónaletodoelmalquetehizo,queélporsuparteteloperdonadetodocorazón.

—¿Yesopor qué?—preguntóDick—.Si los dos vamoshaciaTunstall,meparecequehedevolveraverte,yconbastantefrecuencia.

—No;novolverás aver al pobre JackMatcham—replicó el otro—, tanmiedosoytanmolestoparati,apesardelocualtesacósanoysalvodelrío.Novolverásaverle,Dick…¡telojuropormihonor!

Abriendolosbrazos,recibióenellosaDick,ylosmuchachosseabrazaronysebesaron.

—Óyemeuna cosa,Dick—continuóMatcham—:Meda el corazónquealgomalovaaocurrir.VasaconocerahoraaunnuevosirDaniel;hastaestemomentotodo,habíaprosperadoensusmanosconexcesoylafortunanolehabíaabandonado;peroahora,cuandoeldestinosevuelvecontraélysuvidaestá en peligro,mal amo resultará para nosotros dos. Podrá ser bravo en labatalla;peroensusojosllevaescritalamentira;eltemorestáenellospintado,y elmiedo fue siempremás cruel queun lobo.En esa casa vamos a entrar,¡quélaVirgenMaríanosguíeparasalirdeella!

Continuarondescendiendoensilenciohasta llegara laplazafuertedesirDaniel en el bosque, donde se erguía, baja y sombría, rodeada de redondastorresymanchadademusgosylíquenesentrelasaguasornadasdelirios,quellenaban el foso. Al presentarse ellos bajó el puente levadizo, el propio sirDaniel,conHatchyelclérigoasulado,lesrecibieron.

****

LIBROSEGUNDO

MOATHOUSE

1.Dickhacealgunaspreguntas

Moat House no se hallaba muy lejos del escabroso camino del bosque.Exteriormente, era unmacizo rectángulo de piedra roja, flanqueado en cadaesquinaporunatorreredonda,conaspillerasparalosarquerosycoronadodealmenas. En su interior encerraba un reducido patio. El foso tendría unoscuatrometrosdeanchoysehallabacruzadoporunsolopuentelevadizo.Loabastecíadeaguaunazanjaqueibaapararaunalagunadelbosqueyque,entodasuextensión,quedabaprotegidayvigiladadesdelasalmenasdelasdos

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torresdel ladosur.Aexcepcióndeunoodosaltosygruesosárbolesquesehabíapermitidoquedasenamediotirodeballestadelosmuros,lacasaestabaenbuenasituaciónparaladefensa.

Dick halló en el patio a una parte de la guarnición, ocupada en lospreparativos para rechazar el ataque y discutiendo con aire sombrío lasprobabilidadesdeversesitiados.Unosconstruíanflechasyotrosafilabansusespadas,largotiempoendesuso;peromientrastrabajabansacudíanlacabezaconairepreocupado.

DocedeloshombresdearmasdesirDanielhabíanescapadodelabatalla,cruzando, entre peligros continuos, el bosque y llegado con vida a MoatHouse. Pero de esta docena, tres fueron gravemente heridos; dos, enRisingham,eneldesordende laderrota,yelotro,por los tiradoresde JohnAmend-all al cruzar el bosque. Esto elevaba la fuerza de la guarnición,contando a Hatch, sir Daniel y el joven Shelton, a veintidós hombres. Ycontinuamenteseesperabalallegadademás.Noconsistía,pues,elpeligroenlafaltadehombres.

LoqueatodosteníaconelcorazónoprimidoeraelterrorqueinspirabanlosdelaFlechaNegra.PorsusfrancosydeclaradosenemigosdelpartidodeYork, en aquellos tiempos de incesantes cambios, no sentía más que ciertavaga inquietud. «Las cosas —como decían las gentes de aquella época—pueden cambiar una vez más», antes de sufrir daño. Pero sus vecinos delbosquesíqueleshacíantemblar.NoerasirDanielúnicamenteelblancodesuodio. Sus hombres, conscientes de su impunidad, se portaron cruelmente entoda la comarca. Las severas órdenes se ejecutaron con sumo rigor, y de lacuadrilla que charlaba sentada en el patio no había uno solo que no fueseculpabledealgúnactodeopresiónodebarbarie.Peroahora,porlosazaresdela guerra, sir Daniel se hallaba impotente para defender a los que eran susinstrumentos; ahora, a consecuencia de unas horas de combate, en el quemuchos de ellos no estuvieron presentes, todos se habían convertido entraidoresalestado,sinpoderescudarseenla ley,diezmadosyencerradosenuna pobre fortaleza, casi indefendible, y expuestos al resentimiento de susvíctimas.Noleshabíanfaltadotampocoterriblesanunciosdelasuertequelesesperaba.

Adiferenteshorasdelatardeydelanoche,nomenosdesietecaballossinjinete llegaron a la puerta de la fortaleza, relinchando aterrorizados. Dospertenecían al destacamento de Selden; cinco a los hombres de armas quefueronconsirDanielalcampodebatalla.Últimamente,pocoantesderayarelalba,habíallegadotambaleándose,hastaelbordedelfoso,unlancero,heridodetresflechazos.Alconducirleparaprestarleauxilio,entregóaDiossualma;peropor laspalabrasquepronuncióen suagonía, comprendieronqueeraelúnicosupervivientedeunaconsiderablecompañía.

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HastaelmismoHatch,bajosutezcurtidaporelsol,descubríalapalidezde su ansiedad, y cuando, llevándose a Dick a un lado, supo la suerte deSelden,sedejócaersobreunbancodepiedraylloróamargamente.Losotros,desdelasbanquetasylosumbralesdondesehallabansentadostomandoelsol,le miraron tan sorprendidos como alarmados; pero ninguno se aventuró ainquirirlacausadesudolor.

—¿Qué os dije yo,master Shelton?—exclamóHatch al fin—. ¿Qué osdije yo? Así desapareceremos todos; Selden, un hombre hábil, para mí eracomo un hermano. ¡Pues bien: ha sido el segundo que ha partido y tras éliremos todos! Porque ¿qué decían aquellos malditos versos? «Una flechanegra por cada maldad». ¿No era esto lo que decían? Appleyard, Selden,SmithyelviejoHumphreysenoshan ido,yalláestáelpobre JohnCarter,pidiendoagritosunconfesor,eldesdichadopecador.

Dick se puso a escuchar. Desde una ventana baja, muy cerca de dondeestabanhablandoellos,llegabanasuoídogemidosysusurros.

—¿Estáahí?—preguntó.

—Sí,enelcuartodelasegundaguardia—contestóHatch—.Nopudimosllevarlemáslejos;tanmalestabaya,encuerpoyalma.Acadaescalónquelesubíamos,creíamorirse.Masahoracreoyoqueessualmalaquesufre.Pide,sincesar,uncura,ysirOliver,noséporqué,nollegatodavía.Largavaasersuconfesión,peroAppleyardySelden,lospobres,murieronsinella.

Dickseasomóalaventanaymiróhaciaelinterior.Lareducidaceldaerabaja de techo y sombría; sin embargo, distinguió al soldado herido sobre elmíserolecho.

—Carter,amigomío,¿cómoestás?—lepreguntó.

—MasterShelton—respondióelhombremuybajoycongranexcitación—: ¡Por la divina luz del cielo, traed al cura! ¡Ay demí…me voy a todaprisa…me siento sin fuerzas…mis heridas son demuerte! ¡Ya no tendréisqueprestarmeotroservicio,ésteseráelúltimo!Porelbiendemialmaycomocaballeroleal,idpronto;miradquetengounpesosobremiconcienciaquemearrastraráalosinfiernos.

LanzóalgunosgemidosyDick leoyó rechinar losdientes,bien fueradedolorodemiedo.

EnaquelmomentoapareciósirDanielenelumbraldelahabitación.Enlamanollevabaunacarta.

—Muchachos —dijo—: Hemos sufrido un desagradable contratiempo;hemos sufrido un revés, ¿a qué negarlo? Pero precisamente por elloaprestémonosaensillardenuevo.EseviejoEnriqueVIsehallevadolapeor

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parte.Lavémonos,pues, lasmanosdeél.Tengounbuenamigoquegozadegraninfluenciacercadelduque,ellorddeWensleydale.Puesbien:heescritoami amigo rogándole a su señoría su intercesión y ofreciéndole grandessatisfaccionesporelpasadoyrazonablesseguridadesparaelfuturo.Nocabedudadequenosatenderá.Pero las súplicas sindádivas soncomocancionessin música; por eso le colmo de promesas, muchachos…, sin regatearleninguna. ¿Qué falta, pues? ¡Ah! Una cosa importante… ¿para quéengañarnos?,unacosaimportanteybastantedifícil:unmensajeroquelalleve.Los bosques… bien lo sabéis…, están llenos de enemigos nuestros. Muynecesariaeslarapidez;perosinastuciaycauteladenadanosserviría.¿Quiénhay, pues, en esta compañía, que quiera llevar esta carta, entregarla a suseñoríadeWensleydaleytraermelarespuesta?

Selevantóalinstanteunodeaquelloshombres.

—Yoiré,siosplace—dijo—.Nomeimportaarriesgarelpellejo.

—No,DickBowyer,noirás—repusoelcaballero—.Nomeplace.Astutoeres,peronorápido.Siemprefuisteunperezoso.

—Siesasí,sirDaniel,aquíestoyyo—gritóotro.

—¡Noquieraelcielo!—exclamóelcaballero—.Túeresrápido,peronadaastuto.TúcometeríaseldisparatedemetertedecabezaenelcampamentodeJohn Amend-all. A los dos os doy gracias por vuestro valor, pero,verdaderamente,nopuedeser.

SeofrecióentoncesHatchytambiénfuerechazado.

—Atitenecesitoaquí,amigoBennet;túeresmimanoderecha—repusoelcaballero.

Seadelantaronvariosengrupo,ysirDaniel,alcabo,eligióunoylediolacarta.

—Ahora—dijoelcaballero—,tenpresentequedeturapidezydiscrecióndependemos todos. Tráeme una respuesta favorable y antes de tres meseshabrélimpiadomisbosquesdeesosvagabundosquenosdesafíanennuestraspropiasbarbas.Peroóyelobien,Throgmorton:latareanotienenadadefácil.Hasdepartirdenocheydeslizartecomounzorro.CómopodráscruzarelríoTill,loignoro,peronoseráporelpuenteniporelvado.

—Sénadar—replicóThrogmorton—.Notemáis;llegarésanoysalvo.

—Bien,amigo;marchaentoncesa ladespensa—respondiósirDaniel—,que,antesquenada,habrásdenadarencervezanegra.—Yconestaspalabras,levolviólaespaldayentróenlasala.

—¡QuélenguatansabialadesirDaniel!—dijoHatchaDickenvozbaja

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—. Fíjate, si no, en cómo donde otros hombres de menor calibre hubieranandado buscando paliativos, él va derecho al asunto y habla claro a toda lacompañía.Ésteeselpeligro, lesdijo,yésta ladificultad,y todoen tonodebroma. ¡Ah, por santaBárbara, ése es un buen capitán! ¡No ha quedado unhombrequenosehayaanimadoaloírle! ¡Miraconquéardorsehanpuestotodosatrabajardenuevo!

EsteelogiodesirDanielsuscitóunaideaenlamentedelmuchacho.

—Dime,Bennet—dijo—:¿Cómomuriómipadre?

—Nomepreguntesesto—respondióelotro—.Yonotuvearteniparteenello;además,hedeguardarsilencio,masterDick.Porque,mira:delascosaspropias puede hablar un hombre, pero de rumores y habladurías no.PregúntaseloasirOliver…oaCarter,siquieres;peronoamí.

Yconelpretextodeirarealizarlaronda,Hatchsemarchó,dejandoaDickabsortoensuscavilaciones.

¿Por qué no querrá decírmelo? —pensó el muchacho—. ¿Y por quénombróaCarter?Carter…,¿seráqueésteparticipóenelasesinato?

Penetróen lacasay, recorriendounpasillo, llegóa lapuertade lacelda,donde yacía, gimiendo, el herido. Al verle entrar, Carter le preguntó conansiedad:

—¿Habéistraídoalcura?

—Todavía no —contestó Dick—. Antes tienes que decirme una cosa.¿Cómomuriómipadre,HarryShelton?

ACarterselealteróelrostro.

—Nolosé—respondió,hosco.

—Sílosabes—repusoDick—.Nointentesengañarme.

—Osdigoquenolosé—repitióCarter.

—Entoncesmorirás sin confesión—exclamóDick—.Aquíme quedaré.No tendrás a tu lado ningún cura; te lo aseguro. ¿De qué te serviría lapenitencia, si no tienes el propósito de reparar los males en que hayasparticipado?Ysinarrepentimiento,laconfesiónnoresultamásqueunaburla.

—Decísloquenotenéisintencióndehacer,masterDick—exclamóCartercon toda calma—.Mal está amenazar a unmoribundoy, en verdad,mal ossienta.Perosipocohablaenvuestrofavor,demenososservirá.Quedaos,sigustáis. Condenaréis mi alma… ¡pero no averiguaréis nada! Esto es todocuantohededeciros.

Yelheridosevolviódelotrolado.

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Verdaderamente, Dick había hablado con precipitación y se sentíaavergonzadodesuamenaza.Perointentóunúltimoesfuerzo.

—Carter —exclamó—: No me has comprendido. Sé perfectamente quefuisteuninstrumentoenmanosdeotros;elvasallohadeobedecerasuseñor;noquieroculparanadie.Pero,pormuchaspartes,empiezoasaberquesobremi juventud e ignorancia pesa el deber de vengar a mi padre. Por eso tesuplico, amigo Carter, que olvides mis amenazas, y que con sinceridad ycontriciónmedigasalgoquepuedaayudarme.

Carter guardó silencio; pormucho que insistióDick, no pudo arrancarleunasolapalabra.

—Muybien—exclamóDick—.Voya llamaralcura,comodeseas;puessean las que fueren tus deudas para conmigo o los míos, no quisiera yotenerlasconnadie,ymenosconquiensehallaeneltránsitodelamuerte.

Una vezmás el viejo soldado permaneció silencioso; hasta sus gemidoshabíacontenido;y,alvolverseDickyabandonarlaestancia,nopudomenosdeadmiraraquellahurañafortalezadeánimo.

Sinembargo—pensó—,¿dequésirveelvalorsin la inteligencia?Sisusmanosnohubieranestadomanchadasdesangre,habríahablado;susilenciohaconfesado más claramente el secreto que todas las palabras que pudieraemplear.Detodosladoslluevenpruebassobremí.SirDaniel,seaporpropiamanooporladesushombres,esquienlohizotodo.

Dicksedetuvounmomentoenmediodelenlosadocorredor,sintiendoelcorazónoprimido.Enaquellaocasión,cuandolasuertedesirDanielestabaendecadencia,cuandositiadoporlosarquerosdelaFlechaNegrayproscritoporlosvictoriosospartidariosdeYork¿ibaavolverseéltambiéncontraelhombreque le había criado y educado, que si castigó con severidad sus faltasinfantiles,habíaleprotegidoinfatigablementeensujuventud?Cruelnecesidadseríaésta,sillegabaaserineludiblesudeber.

¡Quieraelcieloqueseainocente!,sedijo.Resonaronunospasossobrelaslosas,yvioacercarsegravementeasirOliver.

—Alguienosesperaconansiedad—dijoDick.

—Precisamente allá voy,mi buenRichard—contestó el clérigo—.Es elpobreCarter…Desgraciadamente,notieneremedio.

—Másenfermodelalmaestáquedelcuerpo—repusoDick.

—¿Lehasvisto?—preguntósirOliverconvisiblesobresalto.

—Deallívengo—respondióDick.

—¿Qué te dijo?… ¿Qué te dijo?—exclamó el cura, con extraordinaria

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vehemenciayciertaacritud.

—No hizo más que llamaros de un modo que daba lástima, sir Oliver.Convendría que os dierais prisa, pues su estado es grave —replicó elmuchacho.

—Voyenseguida.¡Quélevamosahacer!Todostenemosnuestrospecados.Atodosnoslleganuestrahora,amigoRichard.

—Sí,sirOliver,yojaláquetodoslleguemosaellajustayhonradamente.

Bajóelcuralosojos,y,murmurandounabendiciónqueapenaspudooírse,desaparecióapresuradamente.

¡Él también!—pensóDick—. ¡Él, a quién debomi educación religiosa!¿Quémundoeséste,sitodoslosquepormíseinquietansonculpablesdelamuerte de mi padre? ¡Venganza! ¡Ay! ¡Triste suerte la mía si he de vermeobligadoavengarmedemispropiosamigos!

EstaideatrajoasumemoriaelrecuerdodeMatcham.

Sonrióalpensarensurarocompañero,y leasaltó lacuriosidaddesaberdóndeestaría.Desdeque juntos llegarona laspuertasdeMoatHouse,habíadesaparecido el jovenzuelo, y ya empezabaDick a sentir el deseode cruzarconéllapalabra.

Cercadeunahoradespués,celebrada lamisarápidamenteporsirOliver,sereuniólacompañíaenlasala,disponiéndoseparalacomida.Eraunlargoybajoaposento,cubiertodeverdesjuncosyornadassusparedescontapicesdeArrasrepresentandohombressalvajesysabuesossiguiendounrastro;aquíyallácolgabanlanzas,arcosyescudos.Ardíaelfuegoenlagranchimenea.Entornoalaparedhabíabancostapizadosy,enelcentro,lamesa,bienprovista,esperabalallegadadeloscomensales.

No se presentaron sir Daniel ni su esposa. El mismo sir Oliver estabatambiénausente,ytampocosesabíanadadeMatcham.

Dick comenzó a alarmarse, recordando los tristes presentimientos de sucompañero, y sospechando ya que algo malo le hubiera ocurrido a éste enaquellacasa.

Después de la comida se encontró con Goody Hatch, que marchabaapresuradamenteenbuscadeladyBrackley.

—Goody—le dijo—: Por favor, ¿dónde está masterMatcham? Cuandollegamostevientrarconél.

Laviejaseechóareíracarcajadas.

—¡Ah,masterDick!¡Sindudatenéisbuenosojos!—yvolvióareír.

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—Bien,perooye:¿dóndeestá?—insistióDick.

—No leveréisyamás—replicó lavieja—.Nuncamás.Estadsegurodeello.

—Sinohedeverle—respondióelmuchacho—,habréde saberporquérazón.Elnovinoaquíporsupropiavoluntad;pocovalgo,massoysumejorprotector y cuidaré de que se le trate bien. ¡Son ya demasiadosmisterios yempiezoaestarcansadodeello!

Apenasacababadehablar,cuandocaíasobresuhombrounapesadamano.EraBennetHatch,quellegópordetrás,ensilencio,yconungestodelpulgardespidióasumujer.

—Amigo Dick —le dijo tan pronto como estuvieron solos—: ¿Estáisrealmente loco?Si nodejáis enpaz ciertas cosas,másosvaliera estar en elmar saladoqueaquí enMoatHouse.Mehabéisvenidoamíconpreguntas,habéisestadoatormentandoaCarter,yalclericucholehabéisaterrorizadoconinsinuaciones. Tened más prudencia, no seáis necio, y sobre todo ahora,cuandosirDanielos llame,ponedlebuenacara,pordiscreción.Vaisasufrirunrigurosointerrogatorio.Tenedcuidadoconloquerespondéis.

—Hatch—replicóDick—:Todoestomehueleaconcienciaculpable.

—Y si no obráis conmás prudencia, pronto os olerá a sangre—repusoHatch—.Nohagomásqueadvertiros.Yahívieneunoallamaros.

Enefecto,enesemomentocruzabaelpatiounhombrequeveníaenbuscadeDickparadecirlequesirDanielleesperaba.

2.Losdosjuramentos

SirDanielsehallabaen lasala,paseandomalhumoradoante la lumbreyesperandolallegadadeDick.Nadiemáshabíaenlaestancia,aexcepcióndesir Oliver, y aun éste se mantenía discretamente sentado a cierta distancia,hojeandosubreviarioymusitandosuspreces.

—¿Mehabéismandadollamar,sirDaniel?—preguntóeljovenShelton.

—Enefecto, tehemandadollamar—respondióelcaballero—.Porque…¿quéhallegadoamisoídos?¿Tanmaltutorhesidoparatiqueteapresurasadifamarme? ¿O acaso porque me ves por el momento derrotado, piensasabandonarmipartido?¡Noeraasítupadre!Cuandoleteníaunoasulado,allípodíaestar segurodequesequedaría,contravientoymarea.Pero tú,Dick,meparecequeeresamigodelosbuenostiempossolamenteybuscasahorael

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mediodedesembarazartedetufidelidad.

—Permitidme,sirDaniel:esonoesasí—repusoDickconfirmeza—.Soyagradecidoyfiel,hastadondepuedenllegarelagradecimientoylafidelidad.YantesdeproseguirtengoquedaroslasgraciasavosyasirOliver;losdostenéisderechossobremí…nadieconmásderechosquevos,yseríaunperrodesagradecidosiloolvidase.

—Bien está eso —dijo sir Daniel. Pero mostrándose de pronto muyenojado, continuó—: Gratitud, fidelidad… palabras nada más son, DickShelton;yoquierohechos.Enestahoradepeligroparamí,cuandomibuennombreestáenentredicho,seconfiscanmistierrasycuandoenmisbosquespululanlosqueanhelandestruirme,¿dequémesirvetugratitud?¿Quévalortienetufidelidad?Nomequedanmásqueunoscuantosdemishombres…¿Esgratitud o fidelidad envenenar sus almas con tus insidiosasmurmuraciones?¡Diosmelibredesemejantegratitud!Pero,veamos,¿quédeseas?Habla;aquíestamosparacontestarte.Sialgotienesquedecircontramí,adelántateydilo.

—Señor—contestóDick—:Mi padremurió siendo yomuy niño.Hastamis oídos llegaron rumores de que fue vilmente asesinado. Hasta mí hallegado…nohedeocultarlo,quevostuvisteisparteenelcrimen.Yenverdadosdigoquenopodré tenerpazenmiespíritunidecidirmeaayudaroshastaquesedesvanezcanmisdudas.

Sir Daniel se sentó en un ancho escaño y, apoyando en una mano labarbilla,mirófijamenteaDick.

—¿Y crees tú —preguntó— que hubiera sido yo tutor del hijo de unhombreaquienasesiné?

—No—respondióDick—;perdonadmesioscontestoconrudeza:perolocierto es que sabéis perfectamente cuán productiva es una tutoría. Durantetodosestosaños,¿nohabéisestadodisfrutandodemisrentasycapitaneandomis hombres? No sé lo que eso os pueda valer; pero sé que algo vale.Perdonadmedenuevo,perosicometisteislavilezademataraunhombrequeestaba bajo vuestra guarda, acaso tuvierais razones suficientes para cometeraccionesmenosviles.

—Cuandoyoteníatuedad,muchacho—replicóconseveridadsirDaniel—, jamás atormentaronmi espíritu semejantes sospechas.Y en cuanto a sirOliver, aquí presente —añadió—, ¿por qué había de ser él, un sacerdote,culpabledeunaacciónsemejante?

—No,sirDaniel—exclamóDick—;elperrovadondesuamoleordena.Sabidoesque este sacerdoteno esmásquevuestro instrumento.Hablo confranqueza; no están los tiempos para cortesías.Delmismomodo que habloquisiera que seme contestara. ¡Y, sin embargo, no seme da una respuesta

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categórica!Vosnohacéissinovolverainterrogarme.Osaconsejoquetengáiscuidado, sirDaniel, porque por este camino aumentáismis dudas en vez dedisiparlas.

—Tecontestarécontodafranqueza,masterRichard—dijoelcaballero—.Sipretendierahacertecreerquenomeenojantuspalabras,teengañaría.Seréjusto,aunenmicólera.Cuandoseasunhombrehechoyderecho,yyonoseatu tutor, y no pueda, por consiguiente, resentirme de ello, ven entonces coneso,yverásquépronto tecontestocomo temereces:conunpuñetazoen laboca.Hastaentoncesdoscaminostienes:tragarteesosinsultos,tenerquietatulengua y luchar entretanto por el hombre que te ha dado de comer y haluchadopor tien la infancia,osino…lapuertaestáabierta…deenemigosmíosestánllenosmisbosques…vete.

La energía con que fueron pronunciadas estas palabras, y las furiosasmiradas que las acompañaron hicieron vacilar a Dick; sin embargo, no leprivarondeobservarque,despuésdetodo,continuabasinobtenerrespuesta.

—Nadahayquedeseemásansiosamente,sirDaniel,quecreeros—repuso—.Aseguradmequesoisinocentedeello.

—¿Aceptaríasmipalabradehonor,Dick?

—Laaceptaría—contestóelmuchacho.

—Pues te la doy —contestó sir Daniel—. Por mi honor, por la eternasalvacióndemialma,y tanciertocomohede responderdemisactosenelotromundo,afirmoquenotuvearteniparteenlamuertedetupadre.

Tendió su mano y Dick la estrechó con vehemencia. Ni uno ni otro sefijaron en el clérigo, quien, al oír pronunciar tan solemne como falsojuramento, se levantó casi de su asiento en un paroxismo de horror yremordimiento.

—¡Ah!—exclamóDick—.¡Ahoraescuandodeboapelaralabondaddevuestro gran corazón para que me perdonéis! Me he portado como unverdaderoinsensatoaldudardevos.Peroosprometoquenovolveréadudar.

—Estásperdonado,Dick—repusosirDaniel—.Túnoconoceselmundonisuíndolecalumniosa.

—Tantomás culpableme reconozco—añadió el joven—, cuanto que lavillanaacusaciónibadirigidanoavos,sinoasirOliver.

Volvióse,alhablar,haciaelclérigoehizounapausaenmediodesuúltimafrase.Aquelhombrealto,colorado,corpulento,reciodemiembros,parecíaenese momento como materialmente deshecho; perdido su color, flojos susmiembros, sus labios balbucían oraciones. Y en ese instante, cuando Dickpuso de pronto sus ojos sobre él, dio un fuerte grito, quemás bien parecía

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alaridodeanimalsalvaje,yescondiósurostroentrelasmanos.

En dos zancadas acudió sir Daniel a su lado y le sacudió furiosamente,cogiéndoleporunhombro.InmediatamentesintióDickrenacersussospechas.

—¡Sí! —exclamó—. ¡También debe jurar sir Oliver! A él era a quienacusaban.

—¡Jurará!—dijoelcaballero.

SirOliver,mudodeespanto,agitabalosbrazos.

—¡Ah,sí!¡Tenéisquejurar!—gritósirDanielfueradesí—.Aquí,sobreeste libro—añadió, recogiendoelbreviarioquehabíadejadocaerelcura—.¿Cómo? ¿No lo hacéis? ¡Me hacéis dudar!, ¡jurad, os digo, jurad! Pero elclérigoseguíasinhablar.ElmiedoqueleinfundíasirDaniel,mezclándoseconsuterroralperjurio,elevadosalmismogrado,ahogabansugarganta.

Enaquelprecisoinstante,atravésdelaaltavidrieradecolores,quesaltóen pedazos, penetró una flecha negra, que fue a clavarse en el centro de lalargamesa.

Dando un gran grito, sir Oliver cayó desvanecido sobre los juncos;mientraselcaballero,seguidodeDick,seprecipitabahaciaelpatioysubíaalasalmenaspor lamáscercanaescaleradecaracol.Alertaestabanallí todosloscentinelas.Brillabaplácidamenteelsolsobrelosverdespradossalpicadosdeárbolesysobrelospobladoscolladosdelbosquequelimitabanelpaisaje.Nosedescubríaseñalalgunadequealguiensitiaralacasa.

—¿Dedóndevinoesaflecha?—preguntóelcaballero.

—Del otro lado de aquel grupo de árboles, sir Daniel —contestó uncentinela.

Elcaballerosequedóunratopensativo.Luego,volviéndosehaciaDick,ledijo:

—Vigílameaesoshombres,Dick;atucargolosdejo.Encuantoalclérigo,habrádejustificarse,osabréquérazónhayqueseloimpida.Casiempiezoaparticipar de tus sospechas. Jurará, yo te lo aseguro, o de lo contrario leharemosconfesarseculpable.

Dick le contestó con cierta frialdad y el caballero, dirigiéndole unapenetrantemirada,sevolvióprecipitadamentealasala.Loprimeroquehizofueexaminar la flecha.Era laprimeraquehabíavistodeaquella clase,yalvolverla de uno y otro lado, su negro color le hizo sentir cierto miedo.Tambiénallíhabíaalgoescrito…unasolapalabra:Enterrado.

—¡Ah!—exclamó—.Saben,pues,queheregresadoamicasa.¡Enterrado!¡Bueno, sí; pero no hay entre todos ellos un solo perro que sea capaz de

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desenterrarme!

SirOliverhabíavueltoensíyseponíaenpie,nosinesfuerzos.

—¡Ay de mí, sir Daniel! —gimió—. ¡Qué espantoso juramento habéishecho!¡Estáiscondenadoparatodalaeternidad!

—Sí —repuso el caballero—, es verdad que yo he pronunciado unjuramento,cabezadechorlito,peroelquevosvaisahacerserámayor.JuraréissobrelabenditacruzdeHolywood.Fijaosbienyaprendeoslaspalabras,puesestanochejuraréis.

—¡Que el cielo os ilumine! —respondió el clérigo—. ¡Quiera el cieloapartardevuestrocorazóntamañainiquidad!

—Mirad, buen padre—dijo sirDaniel—:Si vais a s inclinaron hacia elcamino de la piedad, no os diré más sino que habéis empezado demasiadotarde. Mas si en cualquier sentido os inclináis a la prudencia, entoncesescuchadme. Esemuchacho empieza ya amolestarmemás que si fuera unaavispa.Lenecesitoporquequisieranegociarsuboda.Perocontodaclaridadosdigoquesicontinúamolestándomeiráareunirseconsupadre.Voyadarahora mismo orden de que le trasladen a la cámara que está encima de lacapilla.Siallíjuráisquesoisinocenteconfirmejuramentoyenactitudserena,todo irá bien; elmuchacho vivirá en paz un poco y yo podré perdonarle lavida. Pero si tartamudeáis o palidecéis, o intentáis fingir o embrollar eljuramento,nooscreerá,yentonces,¡osjuroquemorirá!Yatenéis,pues,algosobrequémeditar.

—¡Lahabitaciónqueestáencimadelacapilla!—exclamó,sinalientocasi,elcura.

—Lamisma—replicóelcaballero—.Porconsiguiente,siqueréissalvarle,salvadle; pero, si no queréis, ¡marchaos, os lo ruego, y dejadme en paz!Porque de haberme yo dejado llevar por un momento de arrebato, ya oshubieraatravesadoconmiespadaporvuestraintolerablecobardíaynecedad.¿Habéisescogidoyaelcaminoquevaisaseguir?¡Hablad!

—Quedaescogido—contestóelclérigo—.Queelcielomeperdone,perovoyahacerunmalparaevitarotromayor.Juraréporsalvaraesemuchacho.

—¡Es lo mejor! —dijo sir Daniel—. Mandad a buscarle, pues,inmediatamente.Leveréisasolas.Sinembargo,yoosvigilaré.Estaréahí,enlahabitaciónforradademadera.

Elcaballero levantóel tapizy lodejócaer trasél.Seoyóel ruidodeunresortequeseabría,alquesiguióelcrujirdeunospeldañosalsubiralguien.

Al quedar solo, sirOliver lanzó unamedrosamirada a la pared cubiertaconeltapizysepersignóconmuestrasdeterrorycontrición.

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—Siesciertoqueestáenlahabitacióndelacapilla—murmuróelcura—,aunqueseaacostadelacondenacióndemialmahedesalvarle.

Brevesinstantesdespués,Dick,llamadoporotromensajero,encontróasirOliverdepiejuntoalamesadelasala,pálidoelrostroyenactitudresuelta.

—Richard Shelton —le dijo—: Me has exigido un juramento. Podríaquejarmedetuconducta,podríanegártelo;peroelrecuerdodeltiempopasadoinfluyeenmicorazóny,porafecto,voyacomplacerte.¡PorlasagradacruzdeHolywood,tejuroqueyonomatéatupadre!

—SirOliver—dijoDick—:Cuando por vez primera leí aquel papel deJohnAmend-all,yoestabaconvencidodeello.Peropermitidmequeoshagados preguntas: vos no lo matasteis, concedido. Pero ¿tuvisteis parte en sumuerte?

—Ninguna —contestó sir Oliver, y al mismo tiempo que esto decíacomenzó a hacer gestos y señas con la boca y las cejas, como si quisieraadvertirledealgoperonoseatrevieraapronunciarunasolapalabra.

Dicklecontemplóasombradoy,volviéndose,lanzóunaojeadaentornodelasalavacía.

—¿Quéhacéis?—preguntó.

—¿Yo? Nada —replicó el clérigo, dominándose rápidamente hastarecobrarsuanterioraspecto—.Nohagonada;esquesufro,estoyenfermo…Yo… yo…, por favor, Dick…, debo marcharme. Por la sagrada cruz deHolywood, te juroque soy inocente, lomismodeviolencia quede traición.Conténtateconeso,buenmuchacho.¡Adiós!

Yescapódelcuartoconextraordinariarapidez.

Dick sequedócomopetrificadoen su sitio,paseando susmiradaspor laestanciaypintadasen su rostro lasmásvariadasemociones: sorpresa,duda,recelo,yaunlaimpresióndelladocómicodeaquellaconducta.Gradualmentefue aclarándose su espíritu, las sospechas fueron imponiéndose a todo lodemás, y al fin quedaron convertidas en certidumbre de lo peor que cabíapensar.Alzólacabezay,alhacerlo,sesintióprofundamentesobresaltado.Enlapartesuperiordelapared,tejidaeneltapiz,veíaselafiguradeuncazadorsalvaje.Conunamanosellevabauncuernoalaboca;enlaotra,blandíaunagruesalanza,ysurostromorenorepresentabaunafricano.

Puesbien:estofueloquetanvivamentesobresaltóaRichardShelton.Elsolsehabíaalejadoyadelasventanasdelasala,yalpropiotiempoardíaelfuego de leña en grandes llamaradas en la amplia chimenea, lanzandocambiantesreflejossobreeltechoylascolgaduras.Aaquellaluz,lafiguradelcazadornegroacababadeparpadear,moviendounpárpadoqueerablanco.

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ContinuóDickmirandofijamenteaquelojo.Laluzbrillabasobreélcomosobreunagema;parecíalíquido,transparente:estabavivo.Denuevoelblancopárpadosecerrósobreelojoduranteunafraccióndesegundo,yuninstantedespuéshabíadesaparecido.

No podía haber error: aquel ojo vivo, que había estado observándole atravésdelagujeroabiertoeneltapiz,habíadesaparecido.Laluzdelfuegonobrillabayasobrelasuperficiereflectora.

Instantáneamente se despertó en Dick el terror de su situación. LasadvertenciasdeHatch,lasmudasyrarasseñasdelcura;aquelojoquedesdelapared le había espiado, todo se agolpó en sumente. Comprendió que se lehabíasometidoaunaprueba,queunavezmáshabíareveladosusdudas,sussospechas,yque,amenosqueocurrieraunmilagro,estabaperdido.

Sino logrosalirdeestacasa—pensó—,soyhombremuerto.Y tambiénesepobreMatcham…¡aquénidodebasiliscoslehetraído!

Aún estaba pensando en ello cuando llegó un hombre a toda prisa paraordenarlequeleayudaseatrasladarsusarmas,susropasysusdosotreslibrosaotrahabitación.

—¿Otrahabitación?—repitióél—.¿Yporqué?¿Aquéhabitación?

—Aunaqueestáencimadelacapilla—contestóelmensajero.

—Haestadovacíamuchotiempo—observóDick,pensativo—.¿Quéclasedecuartoesése?

—¡Ah! Pues excelente… —contestó el hombre—. Pero… —añadióbajandolavoz—lellamaneldelosduendes.

—¿El de los duendes? —repitió Dick, estremeciéndose—. Nunca lo oídecir.Pero,decidme…¿quiénessonesosduendes?

El mensajero miró a todos lados; luego, en voz baja, que parecía unmurmullo,respondió:

—ElsacristándesanJuan…Lepusieronadormirallíunanoche,ya lamañana siguiente… ¡uf!, había desaparecido. El diablo se lo llevó, segúndicen; lomássignificativoesque lanocheantesestuvobebiendohastamuytarde.

Siguió Dick a aquel hombre, llena el alma de los más negrospresentimientos.

3.Lahabitaciónsobrelacapilla

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Nadanuevopodíaobservarsedesde lasalmenas.Elsol ibaalocasoy,alfin,desapareció;peroantelosojosávidosdeloscentinelasnoaparecióalmavivienteenlascercaníasdelcastillodeTunstall.

Cuandolanocheestuvobienavanzada,Thrognaortonfueconducidoaunahabitaciónquedabaaunángulodelfoso.Desdeallílebajaroncontodaslasprecauciones;seleoyóagitarelaguanadandobrevísimorato;despuésseviocómo un bulto negro tomaba tierra, valiéndose de las ramas de un sauce yarrastrándose inmediatamentepor lahierba.DurantemediahorasirDanielyHatch permanecieron escuchando ansiosamente; pero todo permanecía encompletosilencio.Elmensajerohabíalogradoalejarsesanoysalvo.

SirDanieldesarrugóelentrecejoysevolvióhaciaHatch.

—Bennet—le dijo—, como ves, ese John Amendall no es más que unhombrecomolosdemás;tambiénduerme.¡Yadaremosbuenfindeél!

TodalatardeestuvoDickdeunladoparaotrorecibiendoórdenesquesesucedían constantemente, hasta dejarlemareado el número y la urgencia deellas. Durante todo ese tiempo nada supo de sir Oliver ni deMatcham; sinembargo,tantoelrecuerdodelcuracomoeldeljovenacudíansincesarasumente. Ahora se proponía, principalmente, huir de Moat House tan prontocomo pudiera; pero antes de partir deseaba poder cruzar unas palabras conambos.

Al fin, alumbrándose conuna lámpara, subió a su nuevahabitación.Eraamplia, baja de techo y algo oscura. La ventana daba al foso y, a pesar dehallarsemuyalta,estabadefendidaporgruesasrejas.Lacamaeralujosa,conunaalmohadadeplumayotradeespliego,ostentandouncubrecamarojoconrosasbordadas.Entornoalasparedeshabíaunosarmarioscerradosconllavey candado, ocultos a la vista por oscuros tapices que de ellos colgaban. LoescudriñótodoDicklevantandolostapices,dandogolpecitosenlostablerosytratando inútilmentedeabrirlos.Seaseguródeque lapuertaera resistenteysólido el cerrojo; luego colocó su lámpara sobre una repisa y una vezmáspaseólamiradaentornosuyo.

¿Por qué le habían mandado a aquella habitación? Era mayor y máselegantequelasuya.¿Noseríaaquellomásqueunatrampaenqueletendríancogido? ¿Habría alguna entrada secreta? ¿Estaría, en verdad, poblada deduendes?Lasangreselehelóenlasvenasalpensarlo.

Casi encima de él las fuertes pisadas de un centinela resonabanpesadamente.Sabíaquedebajodeélestabalabóvedadelacapillaycontiguaaéstasehallabalasala.Indudablementeexistiríaunpasadizosecretoendichasala: elojoquehabíaestadoobservándoledesdeel tapizerapruebadeello.

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¿Noeramásqueprobablequeelpasadizollegarahastalacapillayentalcasoquetuviesesalidaasupropiahabitación?

Dormir enun lugar semejante, pensó, sería temerario.Preparó, pues, susarmasysecolocóenposicióndeusarlas,enunrincóndelaposento,detrásdelapuerta.Sialgotramabancontraél,venderíacarasuvida.

Arriba,sobreelalmenadotecho,seoyóelrumordenumerosaspisadas,lasvocesdel¡quiénvive!,ydelsantoyseña:eraelrelevodelaguardia.

Yprecisamenteentoncesoyótambiénunrumorsordo,comosiarañaranlapuertadelcuarto;elruidosehizounpocomásperceptible,yenseguidaoyósusurrar:

—¡Dick,Dick,soyyo!

CorrióDick a la puerta, la abrió y entróMatcham.Estabamuypálidoyllevabaunalámparaenlamanoyunadagaenlaotra.

—¡Cierralapuerta!—cuchicheó—.¡Deprisa,Dick!Estacasaestállenadeespías; los oigo seguirme por los corredores y respirar tras los tapices queguarnecenlasparedes.

—Sosiégate—repusoDick—;yaestácerrada.Porahoraestamosseguros,si es posible estarlo entre estas paredes. Pero me alegro mucho de verte,muchacho.¡Creíaquehabíasvolado!¿Dóndeteescondiste?

—No importa eso—repusoMatcham—, puesto que estamos juntos; yanadaimporta.Perodime,Dick:¿tieneslosojosbienabiertos?¿Tehandicholoquevanahacermañana?

—No—respondióDick—.¿Quévanahacer?

—Mañanaoestanoche,nolosé—añadióelotro—.Peroelhechoesquepiensanatentarcontratuvida.Tengopruebasdeello:lesheoídohablarenvozbaja,yescomosimelohubierandicho.

—¡Ah!—exclamóDick—.¿Setratadeeso?¡Yamelofiguraba!

YDickcontóentoncesaMatchamdetalladamenteloocurrido.

Una vez que hubo terminado, se alzó Matcham y a su vez comenzó aexaminarlahabitación.

—No—dijo—,noseveningunaentrada.Sinembargo,esabsolutamenteseguroqueexistealguna.Dick,yonomeseparodetulado,ysihasdemorir,moriré contigo… ¡Mira! He robado una daga. ¡Y haré todo lo que pueda!Entretanto, si sabesde alguna salida,de algunapuerta falsaquepudiéramosabrir o de alguna ventana desde la cual pudiéramos descolgarnos, estoydispuestoaafrontarcualquierpeligroparahuircontigo.

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—¡Jack!—exclamóDick—. ¡Jack, eres el mejor corazón, el más fiel ymásvalientedetodaInglaterra!Dametumano,Jack.

Yselaestrechóensilencio.

—Oye —continuó—: Hay una ventana por la cual se descolgó elmensajeroquevino;lacuerdadebedeestartodavíaenlahabitación.Siempreesunaesperanza.

—¡Chitón!—exclamóMatcham.

Ambos escucharon. Por debajo del suelo se percibía un ruido; cesó uninstanteyluegovolvióacomenzar.

—Alguienandaenelcuartodeabajo—cuchicheóMatcham.

—No—repusoDick—.Abajonohayhabitación;estamossobrelacapilla.Éseeselquevieneaasesinarme,quepasaporelcorredorsecreto.Bien;déjalequevenga.¡Mallopasará!—dijo,yrechinólosdientes.

—Apagalasluces—dijoMatcham—.Talvezélmismosedescubrirá.

Apagaron las luces y quedaron enun silenciodemuerte.Laspisadasdedebajo sonaban muy tenues; pero eran claramente perceptibles. Se oyeronvarias idas y venidas, y, después, el chirrido de una llave girando en unamohosacerradura,seguidodeunprolongadosilencio.

Enseguidacomenzarondenuevolospasos:depronto,aparecióunrayodeluz sobre la entabladura del cuarto, en un rincón apartado. La grieta seensanchó y se abrió una trampilla que dejó pasar un chorro de luz. Vieronambosmuchachosunareciamanoqueempujabaaquélla,yDickseechóalacaralaballesta,esperandoquealamanosiguieralacabezadelhombre.

Perohuboentoncesunainesperadainterrupción.Procedentesdeunremotoángulo de Moat House empezaron a oírse gritos, primero uno y despuésvarios, llamando a alguien por su nombre. Este ruido, evidentemente,desconcertó al asesino, pues la trampilla descendió en silencio a su primeraposiciónylospasosqueretrocedíanvertiginosamenteresonaronunavezmásdebajodedondeestabanlosdosjóvenes,y,alfin,sedesvanecieron.

Hubounmomentodetregua.Dickexhalóunprofundosuspiro;entonces,sólo entonces, se puso a escuchar el vocerío que acababa de interrumpir elcauteloso ataque del desconocido, y quemás bien iba en aumento que otracosa.PortodoMoatHouseresonabanlascarreras,elabrirycerrardepuertas,yentretodoestebulliciodescollabalavozdesirDaniel,gritando:«¡Joanna!».

—¡Joanna!—repitióDick—. ¿Quién diablos será?Aquí no hay ningunaJoannanilahahabidonunca.¿Quésignificaesto?

GuardabasilencioMatcham.Sehabíaapartadodesucompañero.Sólo la

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débilclaridaddelasestrellaspenetrabaporlaventana,yenelextremorincóndelaposento,dondesehallabanlosdos,laoscuridaderacompleta.

—Jack—dijoDick—;no sé dónde estuviste todo el día. ¿Viste tú a esaJoanna?

—No—respondióMatcham—.Nolahevisto.

—¿Nihasoídohablardeella?—inquirióDick.

Elrumordepasosibaaproximándose.SirDanielseguíallamandoaJoannadesdeelpatio.

—¿Oístehablardeella?—repitióDick.

—Sí,oíhablar.

—¡Cómote tiembla lavoz!—exclamóDick—.¿Quétesucede?HasidounaverdaderasuerteelquebusquenaesaJoanna;ellaharáqueseolvidendenosotros.

—¡Dick! —exclamó Matcham—. ¡Estoy perdido! ¡Estamos los dosperdidos!Huyamos,siaúnestiempo.Nodescansaránhastaquedenconmigo.O si no, déjame ir delante, cuando me hayan encontrado, tú podrás huir.¡Déjamesalir,Dick,buenDick,déjamesalir!

Buscaba a tientas el cerrojo, cuando, al fin, Dick comprendió lo queocurría.

—¡Por lamisa! ¡Tú no eres Jack, tú eres Joanna Sedley!—gritó—. ¡Túereslamuchachaquenoqueríacasarseconmigo!

La muchacha se detuvo y quedó muda e inmóvil. Tampoco pronunciópalabraDickporunosmomentos,hastaque,alcabo,continuó:

—Joanna:mesalvastelavidayyosalvélatuya;juntoshemosvistocorrerlasangre,yhemossidoamigosyenemigos…sí…yconmicintoteamenacécondarteazotes,creyendosiemprequeerasunhombre.Masahoraqueestoyen lasgarrasde lamuertey se acercamihora,debodecirte antesdemorir:eres la muchacha más noble y más valiente que existe bajo el cielo, y siescapaseconvidamecasaríacontigomuygozoso;y,vivaomuerta,teamo.

Ellanorespondió.

—Venacá—siguióél—,habla,Jack.Acércate,sébuenachicaydimequemeamastútambién.

—¿Paraqué,Dick?—repusoella—.¿Estaríayoaquí,sino?

—Pues bien, mira —continuó Dick—: Si de aquí salimos vivos, noscasaremos; y si hemosdemorir,moriremos juntos, y todohabrá terminado.

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Peroahoraquerecuerdo,¿cómoencontrastemicuarto?

—PreguntéalaseñoraHatch—contestóella.

—Bien,esamujeresdefiar;notedescubrirá.Tenemostiempopordelante.

Como para contradecir sus palabras, en ese mismo momento se oyeronpasosenelcorredoryelviolentogolpeardeunpuñosobrelapuerta.

—¡Eh!—gritóunavoz—.¡Abrid,masterDick,abrid!

Dicknosemoviónirespondió.

—Todoestáperdido—dijolamuchacha,echandosusbrazosalcuellodeDick.

Llegaron más hombres que se agruparon en la puerta. Luego llegó elpropiosirDanieleinstantáneamentecesóelruido.

—Dick—gritóelcaballero—.Noseasborrico.HastalosSieteDurmientessehubierandespertadoantesquetú.Sabemosqueellaestáahídentro.Abrelapuerta,hombre.

Dickcontinuóensilencio.

—¡Echadlapuertaabajo!—ordenósirDaniel.

Inmediatamente sus secuaces cayeron como furias sobre la puerta, apuñetazos y a patadas. Por muy sólida que fuese, por bien atrancada queestuviese, pronto habría cedido. Pero la fortuna, una vez más, vino en suayuda.

Entrelaatronadoratormentadegolpessobresalióelgritodeuncentinela;aéstesiguióotroyportodaslasalmenasselevantóuntremendovocerío,quefuecontestadoporotrodesdeelbosque.Enlosprimerosmomentosdealarmapareció como si los forajidos del bosque asaltaran Moat House.Inmediatamente, sir Daniel y sus hombres desistieron del ataque contra elaposentodeDickycorrieronaladefensadelosmurosexteriores.

—Ahora—exclamóDick—,estamossalvados.

Conambasmanossecogióalpesadoyanticuadolechoytratóenvanodemoverlo.

—¡Ayúdame,Jack!—gritó—.¡Ayúdamecontodatualma!

Haciendoungranesfuerzo,entrelosdosarrastraronlapesadaarmaduraderobleatravésdelahabitación,apoyándolacontralapuerta.

—Nohacesmásque empeorar las cosas con esto—observó con tristezaJoanna—.Ahoraentraránporlatrampa.

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—No—replicóDick—.SirDaniel no se atrevería a revelar su secreto atantagente.Porlatrampaespordondehuiremosnosotros,¿oyes?Elataquealacasahaterminado.¡Quizániataquehahabido!

Asíera,enefecto:setratabadelallegadadeotrograngrupodefugitivosde la derrota de Risingham, que vinieron a estorbar los propósitos de sirDaniel. Aprovechando la oscuridad llegaron hasta la gran puerta, y estabanahora descabalgando en el patio, con gran ruido de cascos y chocar dearmaduras.

—Prontovolverá—dijoDick—.¡Corramosalatrampa!

Encendióuna lámparay juntoscorrieronal rincóndelcuarto.Fácilmentedescubrieronlagrieta,pordondetodavíapenetrabaalgunaluz,ycogiendounagruesaespadade supequeñaarmería la introdujoDicken lahendiduray seapoyóconfuerzaenlaempuñadura.Latrampasemovió,entreabriéndoseunpoco, y al fin se levantó del todo. Cogiéndola a la vez ambos jóvenes, ladejaronabiertaporcompleto.Vieronentoncesunoscuantosescalones,yalpiedeellos,dondeladejaraelhombrequesealejósincometerelcrimenqueseproponía,ardíaunalámpara.

—Ahora—dijoDick—ve túprimeroycoge la lámpara.Yoteseguiréycerrarélatrampa.

Descendieronunotrasotro,ycuandoDickbajabalatrampacomenzaronaoírsedenuevolosgolpesenlapuertadelaposento.

4.Elpasadizo

ElpasadizoenelquesehallaronDickyJoannaeraestrecho,sucioycorto.Enelextremoopuestohabíaunapuertaentreabierta;lamisma,sinduda,queantes oyeron abrir al hombre. Espesas telarañas colgaban del techo, y elempedradosuelosonabaahuecoalandarporél.

Delotroladodelapuerta,sebifurcabaelpasadizoenángulorecto.TomóDick,alazar,porunadelasdosramas,ycorriólaparejaresonandosuspasosalolargodelhuecoformadoporlabóvedadelacapilla.Lapartesuperiordelarqueado techo se elevaba comoel lomodeunaballena a ladébil luzde lalámpara.De trechoen trechohabíaunaespeciede troneras,disimuladasdelotro ladopor la tallade lascornisas;ymirandoa travésdeunadeellasvioDickelempedradosuelodelacapilla…elaltarconsusciriosencendidos,yante él, tendido sobre los escalones, la figura de sir Oliver orando con lasmanosenalto.

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Al otro extremo bajaron los fugitivos nuevos escalones. El pasadizo seestrechabaallí;lapared,enunodesuslados,erademaderayatravésdelosintersticiosllegabaelruidodegentequehablabayundébiltemblordeluces.Enesemomentollegaronanteunagujeroredondo,quetendríael tamañodeun ojo humano, yDick,mirando a través de él, contempló el interior de lasala, en laque, sentados a lamesa,mediadocenadehombres, concotasdemalla,bebíanagrandestragosydabanbuenacuentadeunpasteldecarnedeciervo.

—Poraquínohaysalvación—dijoDick—.Intentemosretroceder.

—No—replicóJoanna—.Esposiblequeelpasadizocontinúe.

Y siguió adelante. Pero a los pocos metros terminaba el pasadizo en eldescansillo de una corta escalera; era evidente que mientras los soldadosocupasenlasala,seríaimposibleescaparporaquellado.

Volvieronsobresuspasosconlamayorrapidezimaginableycomenzarona explorar la otra rama del corredor. Era ésta excesivamente estrecha,permitiendo apenas el paso de un hombre grueso, y les conducíacontinuamente ya hacia arriba, ya hacia abajo, por medio de pequeños yempinadosescalones,hastaqueDickacabóporperder todanocióndel lugarenquesehallaba.

Al final se hacía más angosto y bajo el pasadizo las escaleras seguíandescendiendo;lasparedes,aunoyotrolado,eranhúmedasyviscosasaltacto;yfrenteaellos,alolejos,oyeronchirridosycarrerasderatas.

—Debemosdeestarenloscalabozos—observóDick.

—Ysinhallarsalidaporningunaparte—añadióJoanna.

—Sinembargo,¡unasalidauotradebehaber!

Enseguidallegaron,enefecto,aunpronunciadoángulo,yallíterminabaelpasadizoenuntramodeescalones.Enelrellanohabíaunapesadalosaamodode trampa,ycontraellaaplicaron laespalda,empujandopara levantarla.Nolograronmoverlasiquiera.

—Alguienlaaguanta—indicóJoanna.

—No lo creo —repuso Dick—, pues aunque estuviera sujetándola unhombre con la fuerza de diez, algo tendría que ceder. Pero eso es un pesomuerto,comoeldeunaroca.Algúnpesohaysobrelatrampa.Poraquínohaysalida; ¡ah, Jack, tan prisioneros estamos como si tuviésemos grillos en lospies!Siéntateenelsueloyhablemos.Dentrodeunratovolveremos,cuandoacasononosvigilenyatancuidadosamentey…¿quiénsabe?,quizápodamossalirdeaquíyprobarfortuna.Pero,enmipobreopinión,estamosperdidos.

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—¡Dick!—exclamólamuchacha—,¡quédíatandesgraciadoaquélenquemevisteporvezprimera!Porquecomolamásdesdichadaylamásingratadelasmujeres,yosoyquientehatraídoaestetrance.

—¡Ánimo!—repusoDick—.Estabaescrito,yloqueescritoestá,degradooporfuerzahaderealizarse.PerocuéntamequéclasedemuchachaerestúycómocaísteenmanosdesirDaniel;másvaldráesoqueestarquejándoteenvanodetusuerteodelamía.

—Comotú—dijoJoanna—,soyhuérfanadepadreymadre,y,paramayordesgraciamía,ytambiéntuyaahora,soyrica,unbuenpartido.LordFoxhamfuemitutor;sinembargo,pareceserquesirDanielcompróalreyelderechodecasarmeconquienquisieraylopagóabuenprecio.Aquímetienes,pues,amí,pobrecriatura,entredoshombresricosypoderososqueluchanporcuáldeellosdeberáconcertarmicasamiento,¡yapenassihesalidodelosbrazosdemi nodriza!Mas las cosas cambiaron, vino un nuevo canciller y sir Danielcomprómitutoría,hollandolosderechosdelordFoxham.Volvióacambiarlasituaciónyentoncesellordcomprómiboda,venciendo,asuvez,asirDaniel.Desde entonces todo fue de mal en peor entre ellos… Sin embargo, lordFoxhammeretuvoensupoderyseportóconmigocomomagnánimoseñor.Llegó,porfin,eldíaenquehabíadecasarme…ovenderme,parahablarconmayorpropiedad.LordFoxhamrecibiríapormíquinientaslibras.Hamleysellamabaelnovio,ymañana,Dick,precisamentemañana,debíasereldíademis esponsales. Si no hubiese llegado a oídos de sir Daniel, me habríancasado,nohayduda…¡ynotehubieraconocido,Dick…Dickquerido!

Al decir esto ella le tomó la mano y la besó con gracia y delicadezaexquisitas;Dickatrajolasuyaehizolomismo.

—Puesbien—continuóella—,sirDanielseapoderódemíporsorpresaeneljardínymeobligóavestirmeconestetrajedehombre,pecadomortalparaunamujer, y que, además, nome sienta bien.Me llevó a caballo aKettley,comoviste,diciéndomeque teníaquecasarmecontigo;peroyo,enel fondodemicorazón, juréqueconquienmecasaría,aunencontradesuvoluntad,seríaconHamley.

—¿Sí?—exclamóDick—.¡EntoncestúqueríasaHamley!

—¡No! —replicó Joanna—. Yo no le quería; pero odiaba a sir Daniel.Entonces,Dick,túmeauxiliaste,túfuistevalienteybondadoso,y,contramivoluntad,teapoderastedemicorazón.Ahora,sipodemoslograrlo,mecasarégozosacontigo.Y si eldestinocruelno lopermite,yo seguiríaqueriéndote.Mientraslataenelpechomicorazón,teseréfiel.

—Yyo—repusoDick—, a quienhasta ahora nunca importó un cominoningunaclasedemujer,me sentí atraídohacia tiqueerasunhombre.Tenía

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lástimadetisinsaberporqué.Cuandoquiseazotartemefaltaronlasfuerzas.Perocuandoconfesastequeerasunamuchacha,Jack…,porqueJackseguiréllamándote…,entoncessíquetuvelaseguridaddequeeraslamujerquehabíadesermía.¡Escucha!—dijo,interrumpiéndose—:Alguienviene.

Fuertespasos resonabanenel estrechopasadizo,y al ecode losmismosvolvióaoírseelrumordelasratasquehuíanabandadas.

Dickexaminósuposición.Elbruscorecododelcorredorledabaevidenteventaja,yaqueasípodíadispararresguardadoporlapared.Peroeraindudableque la luz estaba demasiado cerca de él; avanzando unos pasos, colocó lalámparaenelcentrodelpasadizoyvolvióaponerseenacecho.

Apoco,enellejanoextremodelpasadizo,aparecióBennet.Alparecer,ibasolo, y llevaba en la mano una antorcha encendida que hacía de él unexcelenteblanco.

—¡Alto,Bennet!—legritóDick—.¡Unpasomásyereshombremuerto!

—Demodoqueestáis ahí—repusoHatch, escudriñandoen laoscuridad—.Noosveo.¡Ajá!Habéisobradoconprudencia,Dick;habéiscolocadolalámpara delante. ¡A fe que, aunque sólo haya sido paramejor apuntar amipobre cuerpo, me regocija ver que aprovechasteis mis lecciones! Pero,decidme:¿quéhacéis?¿Québuscáis?¿Porquéhabéisdetirarcontravuestroviejoybuenamigo?¿Tenéisahíaladamisela?

—No,Bennet;soyyoquienhadepreguntarytúquienhaderesponder—repusoDick—.¿Porquémehalloenpeligrodemuerte?¿Porquévienenloshombresaasesinarmeenmilecho?¿Porquétengoquehuirenlafortalezademipropiotutorydelosamigosentrequieneshevividoyaquienesjamáshicedañoalguno?

—Master Dick, master Dick —respondió Bennet ¿qué os dije? ¡Soisvaliente;perotambiénelmuchachomásimprudentequepuedaimaginarse!

Hatchsequedóensilenciodurantebreverato.

—Escuchad—continuó—: Vuelvo atrás para ver a sir Daniel y decirledóndeestáis,ycómooshalláisapostado,pues,enverdad,paraesomemandóvenir.Perovos,sinosoistonto,haréisbienenmarcharosantesdequevuelva.

—¡Marcharme! —repitió Dick—. ¡Ya me hubiera marchado si supieracómo!Nopuedolevantarlatrampa.

—Poned la mano en la esquina y ved lo que allí encontráis—contestóBennet—.LacuerdadeThrogmortonestátodavíaenlacámaraoscura.Adiós.

YgirandosobresustalonesdesaparecióHatchentrelasvueltasyrecodosdelpasadizo.

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Recogió inmediatamentesu lámparaDickyprocedióaobrar talcomo lehabíanindicado.Enunadelasesquinasdelatrampahabíaunhondohuecoenlapared.MetiendosubrazoporaquellaaberturatropezóDickconunabarradehierro,queempujóvigorosamentehaciaarriba.Oyóentoncesunchasquidoeinstantáneamentesemoviósobresuasientolagranlosa.

Quedaba libre el paso. Tras un pequeño esfuerzo alzaron fácilmente latrampaysalieronauncuartoabovedadoquedabaaunpatioporunodesusextremos y donde dos hombres, arremangados los brazos, limpiaban loscaballosdelosreciénllegados.Dosantorchas,metidasenarosdehierrofijosalapared,iluminabanlaescena.

5.CómocambióDickdepartido

Dickapagósulámparaparanollamarlaatención,tomóescalerasarribaytraspasóelcorredor.Enlacámaraoscurahallólacuerdaatadaalaspatasdeuna pesadísima ymuy antigua cama, que no habían cuidado aún de retirar.Cogiendoelrolloyllevándoloalaventana,comenzóabajarlacuerda,lentaycautelosamente,enmediodelaoscuridaddelanoche.Joannaestabaasulado;peroamedidaqueseextendíalasogayDickcontinuabaarriándola,comenzóasentirqueelánimoleflaqueaba,dudandoyadepodercumplirsuresolución.

—Dick—murmuró—:¿Tanhondoestá?Nopuedosiquieraintentarbajar.Mecaería,buenDick.

Precisamentehablóenelmomentomásdelicadodelaoperación.Dicksesobresaltó,resbalódesusmanoselrestodelacuerdayendoacaersuextremosobre el foso con estrépito. Instantáneamente desde las almenas superioresgritólavozdeuncentinela:«¿Quiénva?».

—¡Quédesgracia!—exclamóDick—. ¡Ahorasíqueestamosarreglados!Bajatú…Cogelacuerda.

—Nopuedo—dijoellaretrocediendo.

—Puessitúnopuedes,menospodréyo—repusoShelton—.¿Cómovoyapasaranadoelfososinti?¿Meabandonasentonces?

—Dick—murmuróella—.Nopuedo.Lasfuerzasmefaltan.

—¡Pues estamos perdidos!—gritó él, dando sobre el suelo una furiosapatada.Masaloírpasos,corrióalapuertaeintentócerrarla.

Antes de que pudiese correr el cerrojo, unos brazos vigorosos laempujaban contra él desde el otro lado. Luchó un instante, mas, viéndose

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perdido,retrocedióhacialaventana.

Lamuchachahabíacaídomediodesplomadacontra laparedenelmarcodelaventana;estabacasisinsentido,porloque,alcogerlaparalevantarla,selequedótenlosbrazosabandonada,sinfuerzas.

Enelmismoinstanteloshombresquehabíanforzadolapuertaselanzaronsobreél.Deunpuñetazodejótendidoalprimeroyretrocedieronlosotrosendesorden, y, aprovechando la oportunidad, montó sobre el antepecho de laventanay,agarrándosealacuerdaconambasmanos,sedeslizóporella.

Eraunacuerdadenudos,loquefacilitabaeldescenso;perotangrandeeralaprecipitacióndeDickytanpocasuexperienciaensemejantegimnasia,queibayveníasincesarenelairecomoajusticiadoenlahorca,yagolpeándoselacabeza, ya magullándose las manos contra las piedras del muro. El airezumbabaensusoídos;lasestrellasquesereflejabanenelfosolasveíagiraren torbellino como hojas secas arrastradas por la tempestad. De pronto nopudoagarrarseyaalacuerdaycayódecabezaenelaguahelada.

Alvolveralasuperficie,sumanotropezóconlacuerda,que,libreyadesupeso,sebalanceabadeunladoaotro.Enloaltobrillabaunrojoresplandor;alzando la vista pudo ver, a la luz de las antorchas y de faroles llenos decarbones encendidos, que las almenas aparecían guarnecidas de rostrosasomándose.Viocómolosojosdeaquelhombreescudriñabanbuscándoledeaquíparaallá;peroestabaademasiadaprofundidad,y,portanto,avizorabanenvano.

Sepercatóentoncesdequelacuerdaeramuchomáslargadelonecesario,yasí,agarradoa_ella,comenzóabracearlomejorquepudoendirecciónalborde opuesto del foso, conservando la cabeza fuera del agua. Así recorrióhastamuchomásdelamitaddelcamino;perocuandoyalaorillasehallabacasialalcancedesumano,lacuerda,porsupropiopeso,empezóatirardeélhaciaatrás.Sacandofuerzasdeflaqueza,lasoltóydiounsaltoparaasirsealascolgantesramasdesaucequeaquellamismatardesirvieronalmensajerode sir Daniel para echar pie a tierra. Se hundió, salió a flote y volvió ahundirse, hasta que, al fin, aferró la mano en una rama mayor; con lavelocidaddelpensamientosearrastróhastalapartemásfrondosadelárbol;sequedó allí abrazado, chorreando y jadeando, dudando de que realmentehubieralogradoescaparse.

Pero todoesto era imposiblehacerlo sin fuertes chapoteos, que sirvieronparaindicarsuposiciónaloshombresquevigilabandesdelasalmenas.Unalluviadeflechasydardoscayóentornosuyoenmediodelaoscuridadcomoviolentopedrisco;deprontoarrojaronalsuelounaantorcha,quebrillóenelaire en su rápida trayectoria, quedó un instante pegada al borde del foso,dondeardióconvivallama,alumbrandoentornosuyocomounaluminaria…

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y, al fin, por fortuna para Dick, resbaló, cayo pesadamente en el foso y seapagóalinstante.

Perohabíacumplidosuobjetivo.Los tiradores tuvieron tiempodeverelsauceyaDickescondidoentresusramas;apesardequeelmuchachosaltóalinstante y se alejó corriendo de la orilla, no pudo escapar a sus tiros. Unaflechalealcanzóenunhombroyotravolórozandosucabeza.

Pareció prestarle alas el dolor de las heridas, y, no bien se halló sobreterrenollano,huyódesesperadamenteacarreratendida,sinpreocuparsedeladireccióndesuhuida.

Ensusprimerospasoslesiguieronlosdisparos,peroprontocesaronéstos,ycuandoal finsedetuvoymiróhaciaatrás, sehallabayaabuen trechodeMoat House, aunque pudiera distinguir todavía la luz de las antorchas,moviéndosedeunladoaotroenlasalmenas.

Serecostócontraunárbol,chorreandoaguaysangre,magullado,heridoysolo.De todosmodos,por estavez, había salvado lavida,y aunque JoannaquedaraenpoderdesirDaniel,noseconsiderabaresponsabledeunaccidentequenoestuvoensusmanosevitar,niaugurabafatalesconsecuenciasparalamuchacha. Sir Daniel era cruel, pero no era probable que lo fuese con unadamisela que contaba con otros protectores capaces de pedirle cuentas.Másprobableseríaqueseapresuraseacasarlaconalgúnamigosuyo.

Bien—pensóDick—;deaquíaentoncesyaencontrarémediodesometeraesetraidor,pues¡porlamisa!,queahorasíqueestoylibredetodagratituduobligación;yunavezdeclaradalaguerra,lomismopuedeelazarfavoreceraunosqueaotros.

Mientrasasípensaba,susituaciónerabienpenosa.

Prosiguióduranteuntrechosucamino,luchandoporabrirsepasoatravésdelbosque;pero,enparteporeldolordesusheridas,enparteporlaoscuridaddelanocheylaextremainquietudyconfusióndesusideas,prontosesintiótan incapaz de guiarse como de continuar adelante entre la espesa maleza,hasta que no tuvomás remedio que sentarse, apoyando el cuerpo contra eltroncodeunárbol.

Aldespertardesuespeciedeletargo,mezcladesueñoydesfallecimiento,yalagrisáceaclaridaddelamañanahabíasucedidoalanoche.Unaligerayheladabrisaagitabalosárboles,ymientraspermanecíasentado,fijasumiradahacia delante, y adormilado todavía, advirtió que un oscuro bulto se mecíaentrelasramas,aunoscienmetrosdedistancia.Lacrecienteclaridaddeldíayelirrecobrandosussentidoslepermitieron,alfin,reconoceraquelobjeto.Eraun hombre que colgaba de la rama de un alto roble. Tenía la cabeza caídasobreelpecho,yacadaráfagaquesoplabaconfuerzadabasucuerpovueltas

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ymás vueltas, y brazos y piernas se agitaban en el aire como un grotescojuguete.

SepusoenpiecongrandificultadDick,y,tambaleándoseyapoyándoseenlostroncosdelosárboles,logróacercarseatanhorrendoespectáculo.

La rama estaba quizá a unos siete metros del suelo, y tan alto habíansubidosusverdugosalinfelizahorcadoquesusbotassebalanceabanmuyporencima de donde Dick pudiera alcanzarlas; además, le habían bajado lacapuchahastacubrirlelacara,demodoqueeraimposiblereconocerle.

Miróeljovenaderechaeizquierdayalfinobservóqueelotroextremodelacuerdahabíasidoatadoaltroncodeunespinoblancoque,cubiertodeflor,crecía bajo la elevada bóveda del roble. Con su daga, única arma que lequedaba, Dick cortó la cuerda e inmediatamente, con sordo ruido, cayó elcadáverpesadamentealsuelo.

LevantóDicklacapucha:eraThrogmorton,elmensajerodesirDaniel.Nohabía llegado muy lejos en su misión. Un papel que, al parecer, pasóinadvertido para los hombres de la Flecha Negra, asomaba en su pecho atravésdeljubón;tirandodeél,DickpudoverqueeralacartadesirDanielalordWensleydale.

¡Vaya!—pensó—. Si las cosas cambian de nuevo aquí, tengo suficienteparaavergonzarasirDaniel…yhastaquiénsabesiparahacerledecapitar.

Guardandoelpapelensupecho,rezóunaoraciónalmuertoyreanudólamarchaatravésdelbosque.

Su fatiga y su debilidad aumentaban por momentos; le zumbaban losoídos, vacilaba en su paso y, a intervalos, se sentía desfallecer; a tal puntohabíallegadoporlapérdidadesangre.Indudablemente,sedesvióvariasvecesdelverdaderocaminoquedebíaseguir;masalfinsalióalacarreterareal,nomuylejosdelaaldeadeTunstall.

Unavozásperaledioelalto.

—¿Alto?—repitióDick—.¡Porlamisa,sicasimecaigo!

Acompañandolaacciónalapalabra,cayócuanlargoerasobreelcamino.

Doshombressalierondelaespesura,vistiendoverdejubónyarmadosdegrandesarcos,aliabasyespadascortas.

—¡Mira,Lawless!—exclamóelmás jovende losdos—. ¡Si es el jovenShelton!

—Sabrosobocadoha de parecerle que le llevamos a JohnAmend-all—repusoelotro—.Aunqueafemíaquehaestadoenlaguerra.Aquí tieneundesgarrónenlacabelleraquelehabrácostadosubuenaonzadesangre.

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—Yaquí—añadióGreensheve—,enelhombro, tieneunagujeroque lehabráescocidodelolindo.¿Quiéntepareceatiquelehabráhechoesto?SiesunodelosnuestrospuedeencomendarseaDios,puesEllisledarámuycortaconfesiónymuylargacuerda.

—Arribaconelcachorro—dijoLawless—.Échameloalaespalda.

CuandoDickestuvocolocadosobre sushombrosy sehuboapretado losbrazos del muchacho en torno al cuello, afianzándolo bien, el exfrailefranciscanoañadió:

—Guardatúelpuesto,hermanoGreensheve.Yamelollevaréyosolo.

VolvióGreenshevea suescondite albordedel camino,yLawless se fuecolinaabajo,silbandotranquilamente,llevandosobresushombros,muybiencolocado,aDick,desmayadotodavía.

Alsalirdelextremodelbosque, sealzóel solenelhorizonteyaparecióante su vista la aldea de Tunstall esparcida y como trepando por la colinaopuesta. Todo parecía en calma, pero una sólida avanzada de unos diezarquerosvigilabaatentamenteelpuenteacadaladodelcamino,ytanprontocomo divisaron a Lawless con su carga a cuestas, comenzaron a agitarse yprepararsusarcoscomobuenoscentinelas.

—¿Quiénva?—gritóelquelosmandaba.

—WillLawless,¡porlaCruz!…¡Simeconocestanbiencomoalosdedosdetusmanos!—contestóelforajidodesdeñosamente.

—Dielsantoyseña,Lawless—replicóelotro.

—¡Ésa sí que es buena! ¡Vaya, que el cielo te ilumine, pedazo dealcornoque!—repusoLawless—.¿Nofuiyomismoquiéntelodioati?Peroestáis todos locos, jugando a los soldados… Si estoy en el bosque, deboprocedercomoenelbosque,ymisantoyseñaeséste:«¡Unahigaparaestossoldadosdepacotilla!».

—Lawless: estás dando mal ejemplo; danos la consigna, loco bufón—insistióelquemandabalaguardia.

—¿Ysisemehubieraolvidado?—preguntóelotro.

—Si se tehubieraolvidado… loque séquenoes cierto…¡por lamisa,quetemeteríaunaflechaentucuerpogordinflón!—repusoelprimero.

—Bien; si tan mal genio tienes —dijo Lawless—, te daré la consigna:«DuckworthyShelton»,ycomoilustracióndelmismo,aquítienesaSheltonenmishombros,yaDuckworthselollevo.

—Pasa,Lawless—dijoelcentinela.

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—¿DóndeestáJohn?—preguntóelexfraile.

—Estáenaudiencia…ycobrarentascomosiparaellohubieranacido—exclamóotrodelosqueallíestaban.

Asíera,enefecto.CuandoLawlessseinternóenelpueblohastallegaralapobre posada del mismo, encontró a Ellis Duckworth rodeado de losarrendatarios de sirDaniel, a los cuales, por el derecho de conquista que ledabasubuenapartidadearqueros, les ibacobrandomuy tranquilamentesusarrendamientos,dándolesacambioloscorrespondientesrecibos.Ajuzgarporlos rostros de los vasallos, era evidente cuán poco les agradaba elprocedimiento,porquealegaban,conmucharazón,quetendríanquepagarlesdosveces.

Tan pronto como supo lo que Lawless había traído despidió Ellis a losarrendatarios, y con grandes muestras de interés y cuidado por su salud,condujoaDickaunahabitacióninteriordelaposada.Atendieronalasheridasdelmuchachoyconremedioscaseroslehicieronrecobrarelconocimiento.

—Querido muchacho —dijo Ellis, estrechándole la mano—: Estás enpoderdeunamigoquequisomuchoatupadreyque,porsucausa,tequiereati también.Descansa tranquilamente, pues bien lo necesita tu estado.Luegomecontarástuhistoriayentrelosdoshallaremosremedioatusmales.

Horas más tarde, y una vez Dick hubo despertado de un confortable yligero sueño, tras el que se sintió todavíamuy débil, peromás despejada lacabezaymásdescansadoelcuerpo,lerogó,porlamemoriadesupadre,quelerefirieradetalladamentelascircunstanciasdesufugadeMoatHouse.Algohabía en el robusto y varonil aspecto de Duckworth, en la honradez queaparecíapintadaen sumoreno rostro, en la claraypenetrantevivezade susojos,quemovióaDickaobedecerle,yelmuchachorefirióle,decaboarabo,lahistoriadesusaventurasdurantelosdosúltimosdías.

—Bien —dijo Ellis cuando hubo terminado—: Mira todo lo que losbondadosossantoshanhechopor ti,DickShelton;nosólo tehansalvado lavidaentretantosmortalespeligros,sinoquetehantraídoamismanos,quenodesean otra cosa que auxiliar al hijo de tu buen padre. Pórtate lealmenteconmigo…yaveoqueeresleal…yentretúyyobarreremosdelmundodelosvivosaesefalsoytraidor.

—¿Vaisaasaltarelcastillo?—preguntóDick.

—Niqueestuvieralocopodríapensarensemejantecosa—respondióEllis—.Esdemasiadopoderoso;sushombreslerodean,aquéllosqueanochesemeescaparon y que tan oportunamente aparecieron, ésos le han salvado. No,Dick, al contrario; tú y yo ymis bravos arqueros hemos de evacuar a todaprisaestosbosquesydejarlibreelterrenoasirDaniel.

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—TemoporlasuertedeJack—dijoelmuchacho.

—¿Por la suerte de Jack? —repitió Duckworth—. ¡Ah, sí, por lamuchacha!No,Dick;yoteprometoquesillegaahablarsedecasarlaconotro,intervendremos inmediatamente; hasta entonces o hasta que llegue elmomento desapareceremos todos como las sombras al asomar el día. SirDanielmirará al este y al oeste sin hallar un solo enemigo; pensará que lopasado fueunapesadillade la cualdespierta ahora en su lecho.Pero cuatroojos, los nuestros, Dick, le seguirán de cerca y nuestras cuatro manos…¡quierantodoslossantosayudarnos!…haránmorderelpolvoaesetraidor.

Dosdíasdespués,tanpoderosallegóaserlaguarnicióndelafortalezadesir Daniel, que éste se aventuró a hacer una salida y a la cabeza de unoscuarentahombresacaballoavanzóhastalaaldeadeTunstall.Nosedisparóniuna flecha ni un hombre se vio en la espesura; ya no estaba custodiado elpuente,sinoqueofrecíapasofrancoatodoviandante;yalcruzarlo,sirDanielvioalosaldeanoscontemplándoletímidamentealaspuertasdelascasas.

Depronto,unodeellos,sacandofuerzasdeflaqueza,seadelantóyconlosmásrendidossaludospresentóalcaballerounacarta.

Amedidaqueleíasucontenidoaésteseleoscurecíaelrostro.Decía:

Almásfalsoycrueldelosseñores,sirDanielBrackley,caballero,digo:

Desde un principio comprendí que erais desleal y duro de corazón.Vuestrasmanosestánmanchadasconlasangredemipadre.Nolatoquéis;noconseguiréislavarla.Osparticipoquealgúndíapereceréispormicausa,yosdiré,además,quesiintentáiscasarconalgúnotroaladamiselaJoannaSedley,conlacualhejuradosolemnementecasarmeyo,elcastigoquerecibiréisserárapidísimo.Elprimerpasoquedeisparaelloserátambiénelprimeroqueosconduzcahacialatumba.

RICHARDSHELTON

****

LIBROTERCERO

LORDFOXHAM

1.Lacasajuntoalaplaya

HabíantranscurridovariosmesesdesdeeldíaenqueRichardSheltonpudoescapar de las garras de su tutor, meses extraordinariamente fecundos en

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acontecimientosparaInglaterra.

El partido de Lancaster, casi moribundo entonces, logró levantar cabezauna vezmás. Derrotados y dispersos los deYork, acuchillado su jefe en elcampo de batalla, pareció, durante una breve temporada del invierno quesiguió a los sucesos relatados, que la casa de Lancaster había triunfadodefinitivamentesobresusenemigos.

La pequeña ciudad deShoreby-on-the-Till se hallaba llena de nobles delpartido de Lancaster, procedentes de las cercanías. Estaban allí el conde deRisingham,contrescientoshombresdearmas;lordShoreby,condoscientos;yelpropiosirDaniel,denuevoenaugeyenriqueciéndoseunavezmásafuerzadeconfiscaciones,sealojabaenunacasadesupropiedad,situadaenlacalleprincipal,consesentahombres.Verdaderamentelascosashabíancambiado.

Era una tarde oscura, de frío intenso, de la primera semana de enero.Blanqueabalaescarcha,soplabaelvendavalytodoanunciabanieveantesdelamanecer.

En una sórdida y mal alumbrada taberna de una callejuela cercana alpuerto, tres o cuatro hombres sentados bebían cerveza y despachaban unafrugalcenadehuevos.

Todos eran parecidos: hombres robustos, de tez curtida, mano dura ymirada audaz, y aunque vestían simples tabardos, como pobres labriegos,hastaunsoldadoborracholohubierapensadounpocoantesdebuscarcamorraalgunaensemejantecompañía.

Frentealenormefuegoqueardíaenlachimeneayalgoapartadosehallabatambiénsentadootrohombremásjoven,casiunniño,vestidodeformamuyparecida,aunqueerafácildistinguirporsuaspectoqueerahombresuperioraellos por nacimiento y que pudiera haber ceñido espada si la ocasión lorequiriese.

—No—dijounodeloshombressentadosalamesa—.Nomegustaesto.Algomalonosocurrirá.Noeséstesitioadecuadoparagentealegre.Alagentealegre le gusta el campo abierto, buen abrigo y pocos enemigos; pero aquíestamos encerrados en una ciudad, rodeados de enemigos, y, para colmo dedesdichas,yaveréiscómoantesdeamanecernosregalaelcielounanevada.

—EsodíseloamasterShelton,queestáahí—repusootro,señalandoconlacabezaalmuchachoqueestabasentadofrentealfuego.

—Mucho estoy yo dispuesto a hacer por master Shelton —replicó elprimero—. Pero lo que es ir a la horca por él o por cualquier otro… ¡no,hermanos,no…esosíqueno!

Seabriólapuertadelaposadayentróapresuradamenteotrohombreque

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seaproximóaljoven.

—MasterShelton—ledijo—:SirDanielavanzaconunpardeantorchasycuatroarqueros.

Dick,puesdeélsetrataba,sepusoinmediatamenteenpie.

—Lawless —ordenó—: Tú tomarás la guardia de John Capper.Greensheve,sígueme.Ytú,Capper,abrelamarcha.Estavezleseguiremoslospasos,aunquevayaaYork.

Unmomentodespuéssehallabanfuera,enlaoscuracallejuela,yCapper,el hombre que acababa de llegar, señalaba al sitio donde brillaban dosantorchascuyasllamassacudíaelviento.

Dormía ya profundamente la ciudad; ni un transeúnte circulaba por lascalles, y nadamás fácil que seguir a aquel grupo sin ser notados. Los dosportadores de las antorchas abrían lamarcha; seguía un solo hombre, cuyolargo capote flotaba al viento, y guardaban la retaguardia cuatro arqueros,todosconlosarcosalbrazo.Marchabanapasoligero,atravesandoundédalodecallejuelasparaacercarse,cadavezmás,alaplaya.

—¿Siguetodaslasnochesesadirección?—preguntóDickenvozbaja.

—Éstaeslaterceravezquepasa,masterShelton—respondióCapper—,ysiempre a lamismahora y con lamisma reducida escolta, como si quisieraguardarelsecreto.

SirDaniel y sus seis hombres habían llegado a las afueras de la ciudad,dondeempezabaelcampo.Shorebyeraunaciudadabierta,yauncuandolosseñores de Lancaster mantenían fuerte guardia en los caminos reales, eraposible, sin embargo, entrar o salir, sin ser visto, por cualquiera de lascallejuelasocruzandocampos.

La angosta callejuela que seguía entonces sir Daniel terminababruscamente.Frenteaélseextendíaunaásperaydesigualllanurayaunladosepercibíaelrumordelaresaca.Nohabíaguardiasporlosalrededoresniluzalgunaenaquellapartedelaciudad.

Dickysusdosforajidosseacercaronalgomásalgrupoqueperseguían;depronto, al salir de entre las casas y poder abarcarmayor terreno por amboslados,advirtieronqueotraantorchaseaproximabapordistintadirección.

—Eh—exclamóDick—.Estomehueleatraición.

Entretanto,sirDanielhabíahechoalto.Clavaronlasantorchasenlaarenayseecharonloshombres,comoparaesperarlallegadadeotrapatrulla.

Éstaseacercabaabuenpaso.Lacomponíanúnicamentecuatrohombres:un par de arqueros, un paje con la antorcha y un caballero embozado

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caminandoenelcentro.

—¿Soisvos,milord?—gritósirDaniel.

—Yosoy,enefecto;ysialgunavezdiouncaballerolealpruebasdeserlo,yosoyesehombre—respondióeljefedelsegundogrupo—,porque¿quiénnopreferiría hacer frente a gigantes, brujos o herejes, mejor que a este fríopenetrante?

—Milord—repusosirDaniel—:Tantomásreconocidaosestarálabelleza,no lo dudéis. Pero ¿vamos allá? Porque cuanto antes hayáis visto mimercancía,másprontoregresaremosacasa.

—Pero¿porquélaguardáisahí,buencaballero?—preguntóelotro—.Sitan joven es, tan hermosa y tan rica, ¿por qué no la presentáis entre suscompañeras?Prontoleencontraríaisunbuenpartido,sinnecesidaddehelaroslosdedosyarriesgarosarecibirunflechazo,yendoporelmundoahora taninoportunayenplenaoscuridad.

—Yaoshedicho,milord—replicósirDaniel—,queelmotivodeellosóloamíinteresa,ynopiensodarosmásexplicaciones.Básteossaberquesiestáisya cansado de vuestro viejo amigo Daniel Brackley, no tenéis más quepublicarpor todaspartesquevaisacasarosconJoannaSedley,yyoosdoypalabradequeinmediatamenteosveréislibredeél.Prontoleencontraréisconunaflechaclavadaensuespalda.

Entretanto avanzaban rápidamente por la llanura los dos caballeros,precedidos por las tres antorchas inclinadas contra el viento, esparciendonubesdehumoypenachosdellamas,yseguidosporlosseisarqueros.

CasipisándoleslostaloneslesseguíaDick.Desdeluego,nohabíaoídoniunasolapalabradeestaconversación;perohabíareconocidoenelsegundodelos interlocutores al anciano lord Shoreby, hombre de pésima reputación, aquienhastaelmismosirDanielaparentabacondenarenpúblicoalhablardesuconducta.

Llegaronprontojuntoalamismaplaya.Teníaelaireemanacionessalinas,aumentabaelrumordelasolasyallí,enunampliojardíncercado,sealzabaunacasitadedospisos,conestablosyotrasdependencias.

Elportadordelaprimeraantorchaabrióunapuertaquehabíaenlacercay,unavezquetodoelgrupohubopenetradoeneljardín,volvióacerrarlaporelotrolado.

Dick y sus hombres quedaron así imposibilitados de continuarsiguiéndoles, a menos que escalasen el muro y se expusieran a caer en latrampa.

Sesentaronentreungrupodetejosyesperaron.Elrojizoresplandordelas

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antorchas iba y venía de un lado a otro dentro del cercado, como si losportadoresdelasantorchaspatrullaranporeljardíncontinuamente.

Transcurrieronunosveinteminutos,alcabodeloscualestodalacomitivasalió de nuevo. Sir Daniel y el barón, después de prolongados saludos, sesepararon, dirigiéndose cada cual a su respectivodomicilio, seguidosde sushombresydesusluces.

Tan pronto como el rumor de sus pasos se hubo desvanecido en el aire,Dicksepusoenpiecontodalarapidezdequeeracapaz,pues tenía todoelcuerpodoloridoyheladoporelfrío.

—Capper,vasaayudarmeasubirahí—dijo.

Seadelantaronlostreshastaelmuro,Capperseagachóy,subiéndoselealoshombros,Dicktrepóhastalaalbardilla.

—Ahora,Greensheve—cuchicheóDick—, súbete aquí, túmbate de caraparaquenoteveanymantentesiempreprontoa tendermeunamano,sivesquemeocurrealgodesagradablealotrolado.

Diciendoestosedejócaereneljardín.

Reinaba una profunda oscuridad; ni una luz brillaba en la casa. Soplabapenetrante el viento entre los arbustos y el mar azotaba la playa, Dickavanzaba cautelosamente, tropezando con los matojos y tanteando con lasmanos; de pronto el rechinar de la grava bajo sus pies le advirtió que sehallabaenunodelospaseos.

Se detuvo allí y, sacando la ballesta que llevaba escondida bajo el largotabardo,sepreparóparaobrarsinpérdidadetiempoyavanzódenuevoconlamayordecisiónyarrojo.Elsenderolecondujoenlínearectahastaelgrupodeedificios.

Todo teníaun tristey ruinosoaspecto; lasventanasestaban resguardadaspordesvencijadospostigos,abiertosyvacíoslosestablos,sinhenoenelhenilni grano en el granero. Cualquiera hubiese dicho que aquélla era una casaabandonada;peroDickteníapruebassuficientesdelocontrario.Continuósuinspección,visitandotodaslasdependencias,comprobandolamayoromenorsolidezde lasventanas.Llegóal fin,dandounrodeo,al ladode lacasaquedaba almar y, como esperaba, allí vio una lucecilla en una de las ventanassuperiores.

Retrocedióunospasos,hastaquecreyóverunasombraquesemovíasobrelapareddelaposento.Seacordóentoncesdeque,alirtanteandoenelestablo,habíatropezadosumanoconunaescalera,yfuerápidamenteabuscarla.Éstaeramuy corta; sin embargo, poniéndose de pie en el último peldaño, logrótocarlosbarrotesdehierrodelaventana,y,aferrándoseaéstoscontodassus

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fuerzas,levantaelcuerpohastaquesusojosalcanzaronaverelinteriordelahabitación.

Enellahabíadospersonas.Alaprimeraprontolareconoció:eralaseñoraHatch;lasegunda,unajovenalta,hermosaydegravecontinente,ataviadaconun largovestidobordado…¿eraposiblequefueraJoannaSedley?…¿Aquelcompañerodelosbosques,Jack,aquiénpensóélencastigarconsucorrea?

Volvió a dejarse caer en el último peldaño de la escalera, presa de unaespeciedeaturdimiento.Jamásselehabíaocurridoquesuamadafueraunsertan superior, por lo que inmediatamente experimentó una sensación detimidez.Peronoeraaquélelmomentooportunoparapensar.Unligerosiseosonómuycercayseapresuróadescender.

—¿Quiénva?—susurró.

—Greensheve—fuelarespuestaentonoigualmentecauto.

—¿Quéquieres?—preguntóDick.

—Que vigilan la casa, master Shelton —respondió el forajido—. Nosomos nosotros solos los que espiamos, pues estando boca abajo sobre elmuro, vi a unos hombres rondando entre las sombras y les oí silbarquedamenteparaavisarseunosaotros.

—¡Por mi fe, esto pasa ya de extraño! —exclamó Dick—. ¿No eranhombresdesirDaniel?

—No,señor,noloeran—respondióGreensheve—.Oyonotengoojos,ocada uno de esos monigotes llevaba una escarapela blanca en la gorra, acuadrososcuros.

—¿Blanca, con cuadros oscuros? —repitió Dick—. ¡No conozco esadivisa!Noesningunadelasdelpaís.Bien;siesasí,salgamosdeestejardíntan silenciosamente como podamos, porque estamos en mala posición paradefendernos.EsindudablequeenestacasahayhombresdesirDaniel,yquenoscojanentredosfuegoseslopeorquepuedesucedernos.Cogelaescalera;debodejarladondelaencontré.

La restituyó, pues, al establo, y, a tientas, marcharon hacia el lugar pordondehabíanentrado.

Capper ocupaba ahora el puesto de Greensheve sobre la albardilla, y,tendiéndoleslamano,primeroaunoyluegoaotro,tiródeellosparahacerlossubir.

Cautelosa y silenciosamente se dejaron caer de nuevo al otro lado, noatreviéndose a hablar hasta que volvieron a su anterior escondite entre lostejos.

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—Ahora,JohnCapper—dijoDick—,vuelveaShoreby,aunqueenellotevaya la vida.Tráemeenseguida cuantoshombrespuedas reunir.Éste será elpuntodecita,anoserqueloshombresestuviesenmuydiseminadosyviesesqueeldíaseacercabaantesdejuntarlos,encuyocasoelsitiodecitaseráalgomásallá,hacia laentradade laciudad.Greensheveyyonosquedamosaquívigilando.¡Dateprisa,JohnCapper,yquelossantosvenganentuayuda!

Yencuantohubodesaparecidoelenviado,continuódiciendoDick:

—Ahora,Greensheve,vamos túyyoa rondarel jardín,dandoun rodeo.Quieroversitusojosteengañaron.

Manteniéndose a buena distancia del muro, y aprovechando todos losaltibajosdelterreno,vigilaronlacasapordosdesusladossinobservarnadadeinterés.Enlatercerafachada,latapiadeljardínsehallabamuycercadelaplaya,yparaguardarladebidadistanciatuvieronquedescenderalgúntrechosobrelasarenas.Aunquelamareaestabatodavíabastantebaja, laresacaeratanaltaytanllanalaorillaque,alromperlasolas,unagransábanadeespumaydeagualacubríarápidamente,yasíDickyGreenshevetuvieronquerealizaresta parte de su ronda hundidos hasta el tobillo o hasta las rodillas, casivadeandolasfríasysaladasaguasdelmardelNorte.

Depronto,destacándosecontra larelativablancurade la tapiadel jardín,apareció la figuradeunhombre,comounadébil sombrachinesca,haciendoseñales con los brazos, que agitaba violentamente. Luego cayó a tierra, ysurgió otro algo más lejos, que repitió la misma operación. Así, comosilenciosaconsigna,estasgesticulacioneshicieronlarondadelsitiadojardín.

—Buenaguardiahanmontado—cuchicheóDick.

—Volvamos a tierra, buen amo —repuso Greensheve—. Estamos aquídemasiado al descubierto, porque fijaos: cuando las olas rompan detrás denosotros,nosveránclaramentecontralablancacortinadeespuma.

—Tienesrazón—respondióDick—.Volvamosatierrayatodaprisa.

2.Unaescaramuzaenlastinieblas

Empapadosporcompletoyheladoelcuerpo,volvieronlosdosaventurerosasuescondrijoentrelostejos.

—¡Quiera el cielo queCapper se dé prisa! ¡Un cirio le prometo a santaMaríadeShorebysiregresaantesdeunahora!

—¿Tenéisprisa,masterShelton?—preguntóGreensheve.

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—Sí,amigomío—respondióDick—,porqueenesacasaestá lamujeraquienamo,y¿quiénespiensastúquepuedenserlosquelarodeanensecretoestanoche?¡Enemigos,sinduda!

—Bien —repuso Greensheve—; si John vuelve pronto, daremos buenacuentadeellos.Nolleganacuarentalosqueestánfuera;ycogiéndolosdondesehallan,tandesperdigados,veintehombresbastaríanparaespantarloscomobandadadegorriones.Y,sinembargo,masterShelton,siyaestáellaenpoderde sirDaniel, poco le perjudicará el quepase amanosdeotro. ¿Quién seráéste?

—SospechoquelordShoreby—contestóDick—.¿Cuándovinieron?

—Empezaron a llegar, master Dick —dijo Greensheve—, poco más omenoscuandovossaltabaislatapia.Apenassillevabaunminutoallícuandovialprimerodeesosgranujasarrastrándosehastadoblarlaesquina.

En lacasitasehabíaextinguido laúltima luzcuandoDickyGreenshevevadeaban las rompientes olas de la playa, y era imposible adivinar en quémomentoselanzaríanalataqueloshombresalacechoentornoaljardín.Dedosmales,Dickpreferíaelmenor:queJoannacontinuasebajolatuteladesirDaniel, que no cayese en las garras de lord Shoreby; por tanto, tomó laresolucióndequesiasaltabanlacasa,acudiríainmediatamenteenauxiliodelossitiados.

Pero el tiempo pasaba y nada sucedía. De cuarto en cuarto de hora serepetía lamismaseñalen tornoa la tapiadel jardín,comosiel jefequisieraasegurarse de la vigilancia de sus diseminados esbirros; por lo demás, nadaturbabalatranquilidadentornoalacasita.

Al rato empezaron a llegar los refuerzos de Dick. No estaba aún muyavanzadalanochecuandocercadeveintehombreshallábanseyaescondidosasulado,entrelostejos.

Dividiéndolosendosgrupos,tomóélelmandodelmásreducidoydejóelmásnumerosoalasórdenesdeGreensheve.

—Ahora,Kit—dijoaesteúltimo—,llévateatushombresalángulodelatapiamáscercanaalaplaya.Colócalosdemodoquepuedanresistiryesperahastaqueoigasatacarporelotrolado.Quisieraasegurarmedelosqueestánfrentealmar,porqueentreellosdebeestareljefe.Losdemáshuirán;déjalosquecorran.Yvosotros,muchachos,nodisparéisniunasolaflecha,porquenoconseguiréismásqueheriranuestrosamigos.¡Echadmanoalcuchilloyduroconél!Sivencemos,osprometoacadaunodevosotrosunnobledeoro,encuantoentreyoenposesióndemiherencia.

Delasingularcoleccióndedescamisados,ladrones,asesinosycampesinos

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arruinadosqueDuckworthhabíareunidoparaquefueransusinstrumentosdevenganza, los más audaces y expertos en andanzas guerreras se ofrecieronvoluntarios para seguir a Richard Shelton. El servicio de vigilancia de losmovimientosdesirDanielenlaciudaddeShorebylespareciótanfastidiosoque por fin comenzaron a quejarse en voz alta, amenazando condisolver lapartida. La perspectiva de un violento encuentro y el probable botín lesdevolvióelbuenhumor,yalegrementeseprepararonparalabatalla.

Despojándose de sus largos tabardos, aparecieron unos con simpleschaquetasverdesyotros conpesadas chaquetasde cuero;bajo el capuchón,muchosllevabangorrosreforzadosconplacasdehierro;yencuantoaarmasofensivas, espadas, dagas, unas cuantas jabalinas y una docena de brillanteshachas les ponían en situación de poder aventurarse a un choque hasta contropasregularesfeudales.Losarcos,aliabasytabardos,quedaronocultosentrelostejosylosdosgruposavanzaronresueltamente.

CuandoDick hubo llegado al otro lado de la casa, colocó, apostados enlínea,aseishombres,aunosveintemetrosdelatapiadeljardín,situándoseélmismofrenteaellos,apocospasosdedistancia.Entonces,lanzandotodosalavezunmismogrito,cerraroncontralosenemigos.

Éstos, que se hallaban muy esparcidos, echados en el suelo y mediohelados de frío, se pusieron atropelladamente de pie, sin saber qué hacer.Antesdeque tuvieran tiempode recobrar laserenidadodedarsecuentadelnúmero e importancia de sus atacantes, un nuevo grito resonó en sus oídosdesdeelladoopuestodelcercado.Entoncessedieronporperdidosyhuyeronaladesbandada.

Detalmodo,losdosreducidosgruposdehombresdelaFlechaNegraseencontraronfrentea la tapiaquedabaalmar;pordecirloasí,cogieronentredosfuegosapartedelosdesconocidos;mientrasqueelrestohuíaendistintasdirecciones, como si en ello les fuera la vida, y pronto se dispersaron en laoscuridad.

Contodo,laluchanohabíahechomásqueempezar.AunquelosforajidosdeDickcontaranconlaventajadelasorpresa,eranmuyinferioresennúmeroaloshombresquehabíanrodeado.Entretantolamareahabíasubido;laplayaquedaba reducidaaunapequeña franja,yenestehúmedocampodebatalla,entre los rompientes y la tapia del jardín, comenzó, en la oscuridad, unaincierta,furiosaymortalbatalla.

Los desconocidos iban bien armados; cayeron en silencio sobre susatacantesylapeleaseconvirtióenunaseriedecombatesindividuales.Dick,elprimeroqueentróenliza,sevioatacadoportresalavez;aunoloderribódelprimergolpe;perocomolosotrosdossearrojaronfuriosamentesobreél,huboderetrocederantelaacometida.Unodeéstoseraunhombretón,casiun

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gigante, e ibaarmadodeunespadón,queblandíacomosi fueraunavarilla.Contra semejante adversario, de tan largo brazo y tan largo y pesado acero,Dick,consuhacha,quedabacasiindefenso,ysihubieracontinuadoconigualvigorelotroatacante,elmuchacho,acorralado,hubieracaídoenseguida.Peroel segundo contrincante, de menor estatura y movimientos más lentos, sedetuvouninstanteparaatisbarentornosuyoenlaoscuridadyprestaroídoalosruidosdelabatalla.

El gigante seguía aprovechándose de la ventaja que llevaba; Dickretrocedía, esperandoelmomentooportunoparaatacar.Depronto, centelleóenelairelagigantescahoja,descendió,yelmuchacho,saltandoaunladoylanzándoseenseguidaa fondo, le tiróun tajooblicuodeabajoarribacon suhacha.Seoyóentoncesun rugidodedolory,antesdequeelheridopudieralevantardenuevo la formidableespada, repitióDickelgolpepordosveces,dandoconélentierra.

Un instante después peleaba en lucha más igual con el segundo de susperseguidores.Nohabíaahoragrandiferenciadeestatura,yaunqueelhombreacometíaconespadaydaga,encontradeunasolahacha,yeraastutoyrápidoen la defensa, lo que le daba cierta superioridad en las armas, quedaba éstacompensadaporlamayoragilidaddeDick.Alprincipio,ningunodelosdosadquiríaventaja;peroelmásviejoibaaprovechándoseinsensiblementedelafuriadelmásjovenparallevarlealterrenoquequena,yapocoobservóDickque habían cruzado todo el ancho de la playa y que estaban ya luchandohundidoshastamásarribade las rodillasen laespumay lasburbujasde lasrompientes olas.Resultaba allí inútil toda actividad, toda la ligereza de piesdelmozo,hallándoseéstemásomenosadiscrecióndesuenemigo;unpocomásyquedabadeespaldasasuspropioshombres,advirtiendoquesudiestroyexpertoadversarionohacíaotracosaquealejarlemásymásdelossuyos.

Dick rechinó los dientes de coraje. Resolvió terminar al instante elcombate,yencuantorompióenlaplayaotraolay,retirándose,dejóensecolaarena,seprecipitósobreelotro,paróungolpeconelhachaydeunsaltoseleagarró al cuello. El hombre cayó de espaldas y Dick sobre él, y como lasiguienteolasucediórápidamentealaanterior,quedósepultadobajolasábanadeagua.

Sumergidotodavía,Dicklearrebatóladagadelamanoysepusoenpie,victorioso.

—¡Ríndete!—legritó—.Teperdonolavida.

—Merindo—contestóelotro,incorporándosehastaquedararrodillado—.Peleas como joven que eres, con ignorancia y temeridad; pero ¡por toda lacortecelestial,quetebatescomounbravo!

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Dicksevolvióparamirarhacialaplaya.Elcombateseguíaaúnvivísimoeindecisoenmediodelanoche;sobreelroncobramardelasrompientesolasseoía el chocar de los aceros y resonaban los ayes de dolor y los gritos decombate.

—Llévameadondeestátucapitán,joven—dijoelvencidocaballero—.Yaeshoradequetermineestacacería.

—Señor—contestóDick—:Siestosvalientesmuchachos tienencapitán,esestepobrecaballeroqueosestáhablandoahora.

—Pues, entonces, llamad a vuestros perros, y yo daré a mis villanos laordendequecesen.

Algo noble había en la voz y en lasmaneras del vencido adversario deDick,porloqueéstedesechóalinstantetodotemordetraición.

—¡Deponed las armas, muchachos! —gritó el desconocido caballero—.Meherendidobajopromesaderespetarmivida.

El tonodel forastero eradeordenabsoluta, inapelable, y casi al instantecesóelestrépitoylaconfusióndelarefriega.

—¡Lawless!—gritóDick—.¿Estássanoysalvo?

—¡Sí!—contestóéste—.Sanoyanimoso.

—Enciendelalinterna—leordenóDick.

—¿NoestáaquísirDaniel?—preguntóelcaballero.

—¿SirDaniel?—repitióDick—. Por la cruz que espero que no.Mal lopasaríayosiaquíestuviese.

—¿Qué vos lo pasaríais mal, noble caballero? —preguntó el otro—.EntoncessinosoisdelpartidodesirDaniel,confiesoquenoloentiendo.¿Porquéos lanzasteis, pues, contrami emboscada? ¿Porqué lucháis,mi jovenyfogoso amigo? ¿Conquépropósito?Ypara terminardepreguntaros, ¿aquébuencaballeromeheentregado?

Pero antes dequeDickpudiera contestar, unavozhabló en la oscuridadjuntoaellos.Dickpudodistinguirladivisablancaynegradelquehablabayelrespetuososaludoquedirigióasusuperior.

—Milord—dijo—;siestoscaballerossonenemigosdesirDaniel,esunaverdaderalástimaquehayamostenidoqueveniralasmanos;perodiezvecesmayor sería que ellos o nosotros permaneciésemos aquí entretenidos. Losvigilantesde la casa, amenosque estén todosmuertoso sordos, han tenidoqueoírnuestrosgolpesdesdehaceuncuartodehora;inmediatamentehabránhechoseñalesalaciudad,ycomononosapresuremos,esprobablequeunosy

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otrostengamosquehabérnoslasconunnuevoenemigo.

—Hawksley tiene razón —observó el lord—. ¿Qué opináis, señor?¿Adóndevamos?

—Milord—respondióDick—;pormípodéisiradondeosplazca.Empiezoa sospechar que tenemos motivos para ser amigos, y si bien es cierto quenuestras relaciones empezaron de modo harto brusco, no quisiera yocontinuarlas groseramente. Separémonos, pues, milord, chocando vuestramanoconlaqueostiendo,yalahorayenellugarquedigáisencontrémonosdenuevoparaponernosdeacuerdo.

—Soisdemasiadoconfiado, joven—contestóelotro—;peroestaveznohabéisdepositadomalvuestra confianza.Al apuntar el día iré a encontrarosfrentealaCruzdeSantaBrígida.¡Vamos,muchachos,seguidme!

Losdesconocidosdesaparecierondellugardelaescenacontalrapidezqueresultaba sospechosa, y mientras los forajidos se entregaban a la agradabletareadedespojaralosmuertos,Dickdiolavueltaunavezmásalatapiadeljardínparaexaminarelfrentedelacasa.Enunapequeñatroneradelapartealta del tejado distinguió una serie de luces, y como ciertamente podían servistasdesdelasventanasposterioresdelaresidenciadesirDaniel,nodudódequefueraésta laseñal temidaporHawksleyyque,ano tardar, llegarían loslancerosdelcaballerodeTunstall.

Puso el oído en tierra y le pareció percibir un sordo y lejano ruido queveníadelaciudad.Volviócorriendoalaplaya.Maslatareahabíaterminado:ya el último cadáver estaba desarmado y despojado de sus ropas, y cuatrohombres,adentrándoseenelmar,loabandonabanamerceddelasaguas.

Pocos minutos después, cuando salieron por una de las callejuelaspróximas de Shoreby unos cuarenta jinetes, ensillados a toda prisa ymarchando a galope, ya los alrededores de la casa junto al mar estabansumidosenelmásprofundosilencioydesiertosporcompleto.

Entretanto,DickysushombreshabíanvueltoalatabernadeLaCabraylaGaitaparaprocurarsealgunashorasdereposoantesdelacitamatinal.

3.LaCruzdeSantaBrígida

AespaldasdeShoreby,enloslímitesdelbosquedeTunstall,elevábaselaCruzdeSantaBrígida.Doscaminossecruzabanallí:unoeraeldeHolywood,atravesando el bosque; otro, el de Risingham, por el cual vimos huir endesorden a los vencidos partidarios de Lancaster. Allí se juntaban ambos y

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descendíanpor la colinahastaShoreby, yunpoco antes del puntodeunióncoronabalacimadeunmontículolaviejacruz,maltratadaporlosembatesdeltiempo.

LassietedelamañanaseríancuandoDickllegóaaquellugar.Elfríoeravivísimo; la tierra aparecía grisácea y plateada por la blanca escarcha; yaapuntabaeldíapororiente,luciendovivoscolorespurpúreosoanaranjados.

Dick se sentó en el primer escalón de la cruz, se envolvió bien en sutabardoyescudriñóportodosladosconvigilantemirada.Notuvoqueesperarmucho. Por el camino de Holywood descendía un caballero, con rica ybrillante armadura, cubierta con una sobrevesta de las más raras pieles,marchando al paso sobre un magnífico corcel. A unos veinte metros dedistancia le seguía un pelotón de lanceros; pero éstos, tan pronto comodivisaron el lugar de la cita, hicieron alto, mientras el caballero de lasobrevestadepielseguíaavanzandosolo.

Llevaba levantada laviserayerasucontinenteautoritarioynoble,comocorrespondíaalariquezadesuatavíoydesusarmas.NosinciertaconfusiónselevantóDickalverle,ydescendiódelpiedelacruzparairalencuentrodesuprisionero.

—Osdoylasgracias,milord,porvuestrapuntualidad—dijo,haciendounaprofundareverencia—.¿Quisierasuseñoríaecharpieatierra?

—¿Estáissolo,joven?—preguntóelotro.

—No iba a ser tan cándido—repuso Dick—, y para ser franco con suseñoría,osdiréquelosbosquesqueseextiendenaambosladosdeestacruzestán llenosdehombreshonradosquemeacompañan,apostadosahí juntoasusarmas.

—Habéis hecho bien—replicó el lord—.Y tantomásme place saberlocuantoqueanocheosbatisteistemerariamente,máscomounsalvajesarracenolocoquecomoguerrerocristiano.Peronoestábienquemequeje,siendoyoquienllevólapeorparte.

—En efecto, milord, salisteis peor librado, puesto que caísteis—repusoDick—.Perosinolleganaayudarmelasolas,yohubierasidoelvencido.Oscomplacisteis en dominarme,mostrando vuestra superioridad, pormedio denumerosasseñalesquemehizovuestradagayqueaúnllevo.Enfin,milord,sospecho que fui yo quien corrió todo el riesgo y sacó todo el provecho deaquellarefriegadeciegosquetuvimosenlaplaya.

—Veoquesoislobastanteastutocomoparatomarloabroma—replicóelforastero.

—No, milord; astuto, no —repuso Dick—; no pretendo con eso sacar

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ventaja alguna. Pero cuando, a la luz del nuevo día, veo cuán grande es elcaballeroqueseharendido,nosóloamisarmas,sinoalasuerte,laoscuridady la resaca…y cuán fácilmente podía la batalla haber tomado bien distintogiro, tratándose de un soldado tan inexperto y rústico como yo… no osextrañe,señor,quemesientaconfundidoconmipropiavictoria.

—Decísbien—respondióelforastero—.¿Cómoosllamáis?

—MellamoShelton—contestóDick.

—LordFoxhammellamaamílagente—añadióelotro.

—Entonces, milord, con vuestra venia, sois el tutor de la más adorabledoncella que existe en Inglaterra —exclamó Dick—. Y por lo que toca avuestro rescate y al de los que con vos quedaron prisioneros en la playa,ningunadudahabráyarespectoalascondiciones.Osruego,señor,yavuestrabenevolenciaycaridadapelo,quemeconcedáislamanodemiseñora,JoannaSedley,yosdaré,acambio,vuestralibertadyladevuestrosseguidores;silaaceptáis,podréiscontarconmigratitudyserviciohastalamuerte.

—Pero¿nosoisvospupilodesirDaniel?Sí,soiselhijodeHarryShelton,queasílooídecir—dijolordFoxham.

—¿Quisierais concederme, milord, el favor de desmontar? Desearíaexplicaros detalladamente quién soy, cuál esmi situación y por qué soy tanatrevidoenmisdemandas.Osruego,milord,queossentéisenestospeldaños,quemeoigáishastaelfinymejuzguéisdespuésconbenevolencia.

Diciendo así, Dick tendió una mano a lord Foxham para ayudarle adesmontar, lecondujoporelmontículohastalacruz,leinstalóenelsitioenqueanteshabíaestadosentadoély,quedándoserespetuosamenteenpieantesu noble prisionero, le contó la historia de sus andanzas hasta losacontecimientosdelanocheanterior.

LordFoxhamleescuchógravemente,ycuandohuboterminadoDick,dijo:

—Master Shelton: sois el joven caballero más afortunado y másdesdichado a un tiempo; pero cuantas veces os sonrió la fortuna, fue, porcierto,bienmerecidamente;encambio,cuandoosacompañóladesgracia,nolomerecíais. Pero levantad el ánimo, porque habéis sabido conquistaros unamigoquenoestá,enverdad,desprovistodepoderydeinfluencia.Encuantoavos,aunquenosientebienaunapersonadevuestraalcurniaandarasociadoconforajidos,hedeconfesarquesoisvalienteyhonrado,muypeligrosoenlabatalla y cortés en la paz, joven de excelentes condiciones y valerosaconducta. En cuanto a vuestro patrimonio, no volveréis a verlo hasta quecambiendenuevolascosas;esdecir,quemientrasseaelpartidodeLancasterelquedomine,gozarádelovuestrosirDanielcomosisuyofuera.Masporlo

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queserefiereamipupila,ésayaesotracuestión;lahabíaprometidoyoauncaballerodemipropiafamilia:untalHamley…Viejaeslapromesa…

—Sí, milord, y ahora sir Daniel la ha prometido a lord Shoreby —interrumpióDick—.Ycomoestapromesaeslamásrecientedelasdos,eslaquemayorprobabilidadtienedecumplirse.

—Ésaeslapuraverdad—observólordFoxham—.Yteniendo,además,encuenta que soy vuestro prisionero, sin que admitáismás condiciones que elconcederme sencillamente la vida, y que, por otra parte, la doncella, pordesgracia,estáenotrasmanos,consentiré.Ayudadmevosconvuestrabuenagente…

—Milord—exclamóDick—;son losmismos forajidosconquieneshacepococensurabaisquemeuniese.

—Que sean lo que quieran; el hecho es que saben luchar—replicó lordFoxham—. Ayudadme, pues, y si entre los dos recuperamos a la doncella,¡juropormihonordecaballeroquesecasaráconvos!

DoblóDicklarodillaantesuprisionero;maséste,levantándosedelacruz,alzóalmuchachoyloabrazócomoaunhijo.

—Vamos—dijo—, sivais a casaroscon Joanna,debemos seryabuenosamigos.

4.ElBuenaEsperanza

Una hora después había regresado Dick a La Cabra y la Gaita,desayunando allí y recibiendo las noticias de sus mensajeros y centinelas.Duckworth continuaba ausente de Shoreby, y esto ocurría con muchafrecuenciayaquerepresentabamuchospapelesenelmundo;estabainteresadoen diferentes empresas y dirigía múltiples asuntos. Había fundado aquellaSociedaddelaFlechaNegra,comohombrearruinadoyansiosodevenganzaydinero;sinembargo,losquemásafondoleconocían,leteníanporagenteyemisariodelgranhacedordereyesdeInglaterra,Richard,condedeWarwick.

El caso es que, en su ausencia, le tocó a Richard Shelton dirigir susnegocios en Shoreby, y, al sentarse a comer, se hallaba lleno depreocupaciones que su rostro reflejaba. Había quedado acordado con lordFoxham que aquella noche darían un golpe audaz para poner en libertad aJoannaSedleyavivafuerza.Detodosmodos,losobstáculoseranmuchosyamedidaqueibanllegandosusespías,todostraíannoticiasdesagradables.

SirDanielsehabíaalarmadoporlaescaramuzadelanocheanterior.Había

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aumentadolaguarnicióndelacasadeljardín;pero,nocontentoconesto,teníaestacionadoshombresacaballoentodaslascallejuelasvecinas,demodoquepudieran comunicarle en el acto cualquier movimiento que observaran.Entretanto, en el patio de sumansión, tenía ensillados otros caballos, y losjinetesarmadosesperabantansólolaseñalparamontar.

Lanocturnaaventuraenproyecto ibahaciéndosecadavezmásdifícildeefectuar,hastaque,depronto,elrostrodeDickseiluminó.

—¡Lawless!—llamó—. Tú que has sidomarinero, ¿podrías robarme unbarco?

—MasterDick—repusoLawless—,sivosmeguardáislasespaldas,capazseríaderobarlaAbadíadeYork.

Pocodespuésambospartíancondirecciónalpuerto.Eraésteunaextensaconcha situada entre arenosas colinas, rodeada de pequeñas dunas, viejosárboles sin hojas y destartaladas casuchas de los barrios bajos. Numerososnavíos y barcas estaban allí anclados o habían sido varados en la playa. Elprolongadomaltiempoleshabíallevadodesdealtamarabuscarelrefugiodelpuerto, y el tropel denegras nubesy las frías borrascas que se sucedían sincesar,yaconunarociadadenieve,yaconunasimpleventolera,anunciabanque,lejosdemejorar,eltiempoamenazabaunapróximaymásseriatormenta.

Los marineros, en vista del frío y del viento, se habían retirado, en sumayorparte,a tierray llenabanahoradevoceríoycantos las tabernasde laplaya.Muchosdelosbuquesestabananclados,singuardiaalguna,ycomoeldíaavanzabayeltiemponollevabatrazasdemejorar,sunúmeroaumentabacontinuamente.

Aestosbarcosabandonadosy,sobretodo,alosque+sehallabanbastantealejados,dirigióLawlesssuatención,mientrasDick,sentadosobreunáncoramedio hundida en la arena, y prestando oídos ya a las rudas, potentes yamenazadorasvocesdelventarrón,yaa losroncoscantosdelamarineríaenuna taberna próxima, pronto se olvidó de cuanto le rodeaba y de suspreocupaciones,alpensarenlagratísimapromesadelordFoxham.

Ensuensimismamientovinoainterrumpirleunamanoqueseposósobresuhombro.Era ladeLawless,que leseñalabaunbarquitoqueaparecíacasisolitarioaescasadistanciadelaentradadelpuerto,dondesebalanceabasuaveyrítmicamentesobreeloleaje.Elpálidoresplandordelsoldeinviernobrillóen aquelmomento sobre la cubierta de la embarcación, haciéndola destacarcontraunamasadeamenazadoresnubarrones,yenesamomentáneaclaridadlogróverDickqueunpardehombreshalabanelesquifedesdeuncostadodelbuque.

—Allí está, señor—dijo Lawless—. Fijaos bien.Allí está el barco para

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estanoche.

Al rato el esquife se apartó del costado del buque, y los dos hombres,poniendo proa al viento, remaron vigorosamente hacia tierra. Lawless sevolvióhaciaunindividuoqueporallíandaba.

—¿Cómosellama?—lepreguntó,señalandoalapequeñaembarcación.

—SellamaelBuenaEsperanza,deDartmouth—contestóelhombre—.Elnombre del capitán esArblaster. Es ése que empuña el remo de proa en elesquife.

EstoeracuantoLawlessqueríasaber.Dandoprecipitadamentelasgraciasalhombre, se fue, rodeando laplaya,hastaciertacaletaadondesedirigíaelesquife.Se situóallí y tanprontocomosehallaronal alcancede suvoz, sedirigióalosmarinerosdelBuenaEsperanza,exclamando:

—¡Hola!¡CompadreArblaster!¡Bienvenido,compadre;muybienvenido!¡Porlacruzquemealegrodeveros!¿EséseelBuenaEsperanza?¡Vaya,siloconoceréyo! ¡Aunqueestuvieraentremil!…¡Buenbarco,buenbarco!Pero¡caramba!, venid pronto, compadre. ¡Vamos a echar un trago! Ya cobré miherencia, de la que sin duda habréis oído hablar. Ya soy rico, ya dejé denavegar por losmares; ahora casi siempre navego sobre cerveza especiada.¡Vamos,amigo!¡Vengaesamanoyabeberconunviejocamaradadebarco!

Elpatrón,Arblaster,hombremaduro,dealargadoycurtidorostro,conuncuchillo que una trenzada cuerda sostenía pendiente de su cuello, yexactamente igual a unmarinero de hoy día en su porte y talante, se habíadetenido,presadeasombroydesconfianza.Perolamencióndelaherenciaycierto aire de simplicidadde hombre borrachoy de franca camaradería, quetanbienfingíaLawless,seunieronparavencersurecelo,ydesapareciendoenéllatensióndesusemblante,tendiódeprontosumanoabierta,queestrechóladelforajidoenformidableapretón.

—No—dijo—; no recuerdo vuestra fisonomía. Pero ¿qué importa?Concualquieraestoyyodispuestoaecharuntrago,ylomismoTom,mimarinero.Tom—añadió,dirigiéndoseasuacompañante—:Aquítienesamicompadre,decuyonombrenopuedoacordarme;peroquesindudaesunbuenmarinero.Vamosabeberconélyconsuamigo,queeshombredetierra.

AbriólamarchaLawless,yprontoestuvieronsentadosenunatabernaque,por sermuynueva y hallarse en lugar descubierto y solitario, no estaba tanatestadadegentecomolascercanasalcentrodelpuerto.Noeramásqueuntugurio demaderamuy parecido a los blocaos que existen en las apartadasselvas, toscamente amueblado con uno o dos armarios, algunos bancos demadera y unos tablones colocados sobre barriles en lugar de mesas. En elcentro,ycomositiadoporviolentase innumerablescorrientesdeaire,ardía,

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entreespesahumareda,unfuegodeviejastablas,restosdenaufragios.

—¡Ajajá!—exclamóLawless—.¡Éstaeslaalegríadelmarinero:unbuenfuego,unbuenvasodealgofuerteparabeberentierra,conuntiempolocoahífuerayunventarrónquellegadealtamarrondandoeneltejado!¡AlasaluddelBuenaEsperanza!¡Porquesemantengabienalancla!

—¡Sí!—dijoelpatrónArblaster—,¡buentiempoparaquedarseentierra,afe mía! Y tú, Tom, ¿qué dices? Compadre, decís bien, aunque no consigoacordarme de vuestro nombre; pero decís muy bien. ¡Porque el BuenaEsperanzasemantengabienalancla!¡Amén!

—Amigo Dick —dijo Lawless dirigiéndose a su jefe—: Si no meequivoco,tenéisentremanosalgunosasuntos.Puesbien:ocupaosdeellosalinstante, os lo ruego, que yo aquíme quedo con esta buena compañía, dosreciosyviejosmarineros,yhastaquevolváisyoosrespondodequeestosdosvalientesaguantaránaquíconmigobebiendovasotrasvaso.¡Nosotros,viejoslobosdemar,nosomoscomoloshombresdetierra!

—¡Biendicho!—exclamóelpatrón—.Podéisiros,muchacho,yocuidaréde vuestro amigo y buen compadremío hasta el toque de queda… ¡Sí, porMaríaSantísima!Hastaquesalgaelsoldenuevo…Porque,mirad,cuandounhombrehaestadomuchotiempoenelmar,lasalpenetraenlaarcilladesushuesos,yentoncesyapuedebeberseunpozo,quejamásapagarásused.

Así, animado por todos, se levantó Dick, saludó y saliendo de nuevoafuera, en la tarde de borrasca, se dirigió a toda prisa hacia La Cabra y laGaita.Desde allímandó recado a lordFoxhamdeque tan pronto cerrase lanochedispondrían de unabuena embarcaciónpara hacerse a lamar.Luego,llevando consigo a un par de forajidos con cierta experiencia en la vidamarinera,regresóhaciaelpuertoendirecciónalacaleta.

El esquife del Buena Esperanza estaba allí entre otros muchos, de loscuales se distinguía fácilmente por su extremada pequeñez y fragilidad.CuandoDickysusdoshombresocuparonsuspuestosyempezaronaalejarsedelacaletaparaentrarenelpuertoabierto,elpequeñocascarónsehundíaeneloleajeysebamboleabaacadaráfagadevientocomosifueraanaufragar.

ElBuenaEsperanza,comohemosdicho,sehallabaancladobastantelejos,donde la marejada era más fuerte. Ningún otro barco estaba fondeado adistancia menor que la de muchos cables, y los más cercanos estabanenteramenteabandonados.Además,cuandoelesquifeseacercaba,unaespesacortina de nieve y el repentino oscurecimiento del cielo ocultaron a losforajidosatodoposibleespionaje.Enunabrirycerrardeojossaltaronsobrela cubierta, y el esquife quedó balanceándose a popa. El Buena Esperanzahabíasidoapresado.

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Eraunbarcodesólidaconstrucción,concubiertaenlaproayenmediodelbuque,peroabiertoenlapopa.Teníaunsolomástilyestabaaparejadoentrefalúa y lugre.Al parecer, el patrónArblaster había hecho un buen negocio,porque la bodega estaba llenadebarriles devino francésy enuna reducidacámara,ademásdeuna imagende laVirgenMaría—pruebade ladevocióndel patrón— se hallabanmuchas arcas y armarios herméticamente cerrados,quedemostrabanqueeraricoycuidadoso.

Un perro, único ocupante del barco, ladró furiosamente, mordiendo lostalones de los huéspedes, pero pronto fue arrojado a puntapiés a la cámara,quedandoallí encerradoa solascon su justo resentimiento.Seencendióunalámpara, que fue colocada en los obenques de forma que pudiera serfácilmentedistinguidoelnavíodesdelaplaya.BarrenaronunodelosbarrilesdevinoybebieronsendosvasosdeexcelenteGascuña,brindandoporeléxitode la aventura de aquella noche. Luego, mientras uno de los forajidospreparaba arco y flechas aprestándose para defender el buque contracualquieraquellegase,elotrohalóelesquife,saltóenél,haciéndosealamar,yesperólallegadadeDick.

—Bien,Jack,mantentealerta—dijoeljovenjefe,disponiéndoseaseguirasusubordinado—.Túvasaservirnosdemucho.

—¡Yalocreo!—repusoJack—.Mientrasestemosaquí;peroencuantoesepobrebarcosaquelasnaricesfueradelpuerto…¡Mirad,yatiembla!Elinfelizmehaoídoyelcorazónlehapresagiadoalgomalo,dentrodesucostillajederoble.Perofijaos,masterDick,cómosecierraelcielo.

La oscuridad a lo lejos, era pasmosa, en efecto. Entre la negrura seelevabangrandesoleadas,unatrasotra,y,acompásdeellas,sealzabaflotanteel Buena Esperanza para hundirse vertiginosamente por el otro lado. Unaligera rociada de nieve y de espuma cayó sobre la cubierta volando comopolvillo,entantoelvientopulsabalúgubrementeelarpaentrelasjarcias.

—¡Síquetienemalacara!—observóDick—.Pero¡ánimo!Estonoesmásqueunchubascoyprontopasará.

Mas, a pesar de sus palabras, se sentía deprimido por la amenazadoranegruradelcieloyaquelgemirysilbardelviento.Poreso,alsaltarsobreuncostadodelBuenaEsperanzaydirigirsedenuevohacialacaleta,sesantiguódevotamente y encomendó a Dios las almas de cuantos se aventuraran amerceddelmar.

Enlacaletayasehabíanreunidounadocenadeforajidos.Lesentregaronelesquife,ordenándolesqueseembarcaransindemora.

AlgomásadentrodelaplayahallóDickalordFoxham,quecorríaensubusca,ocultoelrostroconunaoscuracapuchaycubiertasubrillantearmadura

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conunlargocapotebermejodepobreaspecto.

—JovenShelton,¿estáisdecidido,verdaderamente,ahacerosalamar?

—Milord —respondió Richard—; la casa está rodeada de hombres acaballo; sería imposible llegar a ella sin provocar la alarma; y, una vezadvertido sir Daniel de nuestro propósito, no lograríamos llevarlo a buentérmino, a pesar devuestra asistencia,másque cabalgando contra el viento.Ahora bien: dando un rodeo pormar corremos algún peligro por tener quelucharcontra loselementos;pero (yestocompensadesobra todo lodemás)tenemoslaprobabilidaddellevaracaboloquenosproponemosyrescataraladoncella.

—Bien —contestó lord Foxham—. Conducidme. Os seguiré, en ciertomodo,porvergüenza;peroconfiesoquepreferiríaestarenlacama.

—Poraquí,pues—dijoDick—.Vamosabuscaranuestropiloto.

Yabriólamarcha,dirigiéndosealatoscatabernadondedieracitaavariosdesushombres.Algunossehallabanrondandoalrededorde lapuerta;otros,másatrevidos,estabanyadentro,eligiendoloslugaresmáspróximosaaquéldondesehallabasentadosucamarada.SereunieronentornodeLawlessydelos dosmarineros. Éstos, a juzgar por su alterado rostro y sus turbios ojos,hacíayaratoquehabíanpasadode los límitesde lamoderación,y,alentrarRichard, seguido de cerca por lord Foxham, entonaban los tres una vieja ytristecanciónmarinera,acoroconelcontinuogemirdelviento.

LanzóDickunarápidaojeadaportodoaqueltugurio.Acababandeecharmásleñaalfuego,yéstearrojabanubesdehumonegro,porlocualeradifícildistinguir claramente los rincones apartados.Era evidente, sin embargo, quelosforajidoseranmuysuperioresennúmeroalrestodelosclientes.Satisfechosobre este punto, para el caso de un fracaso en la ejecución de su plan, sedirigióresueltamentehacialamesayvolvióaocuparsupuestoenelbanco.

—¡Eh!—gritóelpatrón,yaborracho—.¿Quiénsois,eh?

—Quisiera hablar dos palabras con vos ahí fuera, master Arblaster —contestóDick—,ydeestoesdeloquevamosahablar.

Alresplandordelalumbrelemostróunnobledeoro.

Losojosdel viejomarinero se encendieron comodos ascuas, aunquenoreconocieraalquelehablaba.

—Sí, muchacho —dijo—. Os acompaño. Compadre, vuelvo enseguida.Bebeddefirme,compadre…

Y colgándose del brazo de Dick para asegurar sus vacilantes pasos, fuehacialapuertadelataberna.

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Nobienhubofranqueadoelumbral,diezfuertesbrazosseapoderarondeél y le ataron; y en dos minutos, convertido en un fardo y con una buenamordaza en la boca, le arrojaron cuan largo era a un pajar vecino. Almomento,susirvienteTom,aseguradodeigualforma,fueahacerlecompañía,ylosdosquedaronallíabandonadosasustorpesreflexionesdurantelanoche.

Como ya no había necesidad de ocultarse, a una señal convenida sereunieron los seguidores de lord Foxham, y la partida, apoderándoseaudazmentedecuantosbotesrequeríasunúmero,partieronenflotillahacialaluzquebrillabaenelaparejodelaembarcación.Muchoantesdequehubierasubidoacubiertaelúltimode los forajidos,yasonabanfuriososgritosen laplaya,pruebadequealmenosunapartedelosmarineroshabíadescubiertoladesaparicióndesusbotes.

Pero tardeeraya, tantopararecuperarloscomopara tomarvenganza.Delos cuarenta hombres aguerridos que se reunieron en el barco robado, ochoestabanavezadosalmarypodíanperfectamenteconstituirlatripulación.Conla ayudade éstos se izóunavela.Sepicó el cable.Lawless, tambaleándoseaúny cantando todavía avozengrito el estribillodeuna canciónmarinera,empuñóla largacañadel timón,yelBuenaEsperanzacomenzóadeslizarsevelozmente enmedio de la oscuridad de la noche desafiando la furia de lasenormesolasquesealzabanmásalládelabarradelpuerto.

Tomó su sitioRichard junto al aparejodebarlovento.A excepciónde lapropia linterna del barco y algunas lucecillas de la ciudad de Shoreby, quequedabanasotavento, todoestabanegrocomobocade lobo.SólodevezencuandoyamedidaqueelBuenaEsperanzaseprecipitabavertiginosamenteenelabismodelasolas,serompíaunadelascrestas—unagrancataratadeníveaespuma—,quevivíauninstante,yunmomentodespuéscorríaaconfundirseconlaesteladelbarcoysedesvanecía.

Muchosdeloshombresdeabordopermanecíanechadosyagarradosaloquepodían,rezandoenvozalta;otros,mareados,sehabíanarrastradohastaelfondodelbuque,echadosdecualquiermaneraentreelcargamento.Yentrelaextremada violencia demovimientos del barco y las continuas bravatas delborracho de J Lawless, que todavía cantaba vociferando agarrado algobernalle,hastaelmásvalientede todos losdeabordohubiera sentidonopocasdudasyfunestospresagiosacercadelresultadodetodoaquello.

PeroLawless,quecomoguiadoporel instintodirigíaelrumboporentrelos rompientes, se lanzó a sotavento de un gran banco de arena, dondenavegaronunratoenaguas tranquilas,ybienprontoabarloabanenun toscomalecón, donde precipitadamente fue amarrada la embarcación, que quedócabeceandoychocandocontralaspiedrasenlaoscuridad.

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5.ElBuenaEsperanza(continuación)

No se hallaba el malecón a gran distancia de la casa en la que estabaJoanna.Loquequedabaporhacererasólodesembarcaraloshombres,ponerfuerte cerco a la casa, forzar la puerta y llevarse a la cautiva. Podíandespedirse,pues,delBuenaEsperanza:habíacumplidosumisióndellevarlesaretaguardiadesusenemigos,ylaretirada,tantosisalíanvictoriososcomosifracasaban en su principal objetivo, deberían verificarla con mayoresesperanzasendirecciónalbosqueydelasfuerzasdereservadelordFoxham.

Peroeldesembarcode los forajidosnoera tarea fácil:muchos sehabíanmareado, todos sehallabanateridosde frío, el desordeny la confusiónde abordo habían relajado su disciplina, elmovimiento desusado del barco y laoscuridadde lanoche les tenía acobardados.Seprecipitaron,pues, todos entropelsobreelmalecón;milord,conlaespadadesenvainadacontrasuspropiospartidarios, hubode lanzarse al frente, y aquel tumultuoso impulso nopudorefrenarsesinciertovocerío,muylamentableenaquelcaso.

Cuando se restableció un cierto orden, Dick partió al frente de unoscuantos hombres escogidos. La oscuridad en la playa, en contraste con losdestellos de luz de los rompientes, apareció ante sus ojos como si fuera uncuerposólido,y losaullidosy silbidosde la tempestadahogaban todo ruidomenor.

Apenas había llegado al final de la escollera cuando cesó el ímpetu delviento, y entonces le pareció oír en la playa un sordo ruido de cascos decaballosychocardearmas.Deteniendoasusinmediatosseguidores,Dickseadelantóunoodospasossolo,ysealzósobreunadelasdunas;desdeallíleparecióadivinarformasdehombresydecaballosqueibandeunladoaotro.Leinvadióunvivodesaliento.Sirealmentesusenemigosestabanalacecho,sihabíancercadoelextremodelmalecóncaminodelaplaya,lordFoxhamyélsehallaban en situacióndedifícil defensa, con elmardetrásy sushombresamontonadosenlaoscuridadenunestrechopaso.Lanzóuncautelososilbido,queeralaseñalpreviamenteconvenida.

Perooyeronlaseñalmuchosmásdelosqueéldeseaba.

Alinstante,atravésdelanegranoche,cayóunalluviadeflechasdisparadaalazar,ytanapiñadosestabanloshombresenlaescollera,quemásdeunofueherido, contestando a las flechas con gritos de espanto y dolor.Con aquellaprimeradescargalordFoxhamcayóatierra;Hawksleyordenóquelellevasende nuevo a bordo inmediatamente, y sus hombres, durante la breveescaramuzaquesucedió, lucharon—siesquesiquiera luchaban—sinnadiequelosguiara.Éstafue,quizá,lacausaprincipaldeldesastrequenosehizo

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esperar.

Alextremodelmalecón,Dicksemantuvofirme,cosadeunminuto,consupuñadodehombres;hubounaodosbajasporcadabando;secruzaronlosaceros; no se apreciaba lamenor señal de ventaja cuando, de pronto, en unabrirycerrardeojos,cambiólasuerteencontradelosdelBuenaEsperanza.Alguiengritóquetodoestabaperdido.Lagentesehallabamuypredispuestaaprestaroídosacualquierconsejofunestoydesalentador.Yelgritohallóeco.«¡Abordo,muchachos, sálvesequiénpueda!»,gritóotro.Un tercero, coneltípico instinto del cobarde, lanzó la voz inevitable que se alza en todas lasretiradas:«¡Traición!¡Noshanvendido!».Yenunmomentoaquellamasadehombresselanzó,agolpándoseyempujándoseunosaotros,haciaatrás,haciaelmalecón,volviendosusindefensasespaldasasusperseguidoresypoblandolanochedepusilánimesalaridos.

Unodeaquelloscobardesempujabahaciafueralapopadelbarco,mientrasotro trataba de retenerlo aún por la proa. Los fugitivos saltaban lanzandogritos,yeranhaladosabordoocaíandeespaldasenelmar,dondeperecían.Algunoseranderribadosporsusperseguidoresenlamismaescollera.Muchossehirieronellosmismosenlacubiertadelbuqueporlaciegaprecipitaciónyelterrorconqueseatropellaban,saltandounoporencimadeotro,yunterceroporencimade losdos.Al fin,deliberadaocasualmente,quedó libre laproadelBuenaEsperanza;Lawless, siempre alerta, y que a viva fuerza se habíamantenido en su puesto junto al timón durante todo el tumulto y barullo,haciendousodesudaga,alinstanteviróenladireccióndebida.Comenzóunavezmásanavegarelbuqueenaquelborrascosomar,corriendolasangreporlos imbornales, repleta la cubierta de hombres caídos que se arrastrabanluchandoenlaOscuridad.

Lawless envainó entonces su daga y, volviéndose al que tenía máspróximo,ledijo:

—Todosesosperroscobardesyaulladoresllevanmiseñal,compadre.

Mientras todos saltaban luchando para poner a salvo sus vidas, noparecieron advertir los hombres los terribles empujones y las puñaladas conqueLawlessdefendiósupuestoenmediodelaconfusiónyel tumulto.Peroacasohabíancomenzadoyaadarsecuentamásclaradeloocurrido,otalvezalguienmásoyólaspalabrasdeltimonel.

Lastropasdelasquesehaapoderadoelpánicoserehacenlentamente,yloshombresqueacabandedeshonrarseporcobardes,comosiquisieranborrarel recuerdo de su falta, caen a veces en el extremo opuesto, en lainsubordinación.Asíocurríaahora,ylosmismosquehabíantiradolasarmasyhubo que izar, con los pies por delante, al Buena Esperanza, comenzaron agritarcontrasusjefesyaexigiruncastigoparaalguien.

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Blancodeesteruinsentimientodehostilidadfue,alfin,Lawless.

Conobjetodetomarellargoconveniente,elviejoforajidohabíapuestolaproadelBuenaEsperanzarumboaaltamar.

—¡Cómo!—gritóunodelosquerefunfuñaban—.¡Ahoranosllevahaciaaltamar!

—¡Esverdad!—exclamóotro—.Nohaydudadequeestamosvendidos.

Y comenzaron todos a vociferar a coro lo mismo, que los habíantraicionado,yareclamarconpenetrantesgritosyabominablesjuramentosqueLawlessviraraenredondoyloscondujerainmediatamenteatierra.

PeroLawless, rechinando losdientes,continuóensilenciogobernando lanavedelmododebido,guiandoalBuenaEsperanzaentrelasformidablesolas.Entreborrachoypicadoensudignidad,desprecióensilenciolas infamantesamenazasyvanos temoresde loshombres.Losdescontentos se reunieron apopa, detrás del mástil, y era evidente que, como los gallos del corral,«cantaban para infundirse valor». Pronto estarían dispuestos para cometercualquierinjusticiaoingratitud.Dickcomenzóatreparporlaescala,ansiosodeintervenir;perounodelosforajidos,quetambiénteníaalgodemarinero,leganóporlamano.

—Muchachos—comenzó—:Meparecequetenéislacabezamásduraqueunmadero.Para regresar,primerohayque tomarel largo,¿noesverdad?YeseviejoLawless…

Un puñetazo en la boca le impidió continuar; un momento después,rápidamente,comoprendeel fuegoenunmontóndepajaseca, fuearrojadosobre cubierta, pisoteado y rematado a puñaladas por sus cobardescompañeros.

EstallóentonceslacontenidairadeLawless.

—¡Llevad, pues, el timón vosotros! —rugió lanzando una horriblemaldición.

Ysinimportarleuncominoelresultado,soltóeltimón.

El Buena Esperanza temblaba sobre la cresta de una inmensa ola. Seprecipitóconvelocidadvertiginosaporel ladoopuesto. Inmediatamenteotraola, cual negra y enorme fortaleza, surgió frente a él, y, con vacilanteembestida se hundió de cabeza en la líquida montaña. Las verdes aguaspasaronporencima,deproaapopa,enunamasaquealcanzabalaalturadelasrodillasdeunhombre; laespumasubiómásaltaqueelmástil,yelbarcoselevantó de nuevo del otro lado, con espantosa y trémula indecisión, comogigantescoanimalmortalmenteherido.

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Seisosietedelosdescontentosacababandeserlanzadosporlaborda;encuantoalresto,tanprontocomorecobraronelhabla,comenzaronaimploraragritos a todos los santos del cielo y a suplicar a Lawless que volviera aempuñarlacañadeltimón.

NoesperóLawlessaqueselopidierandosveces.Elterribleresultadodesu gesto de justo resentimiento le había serenado por completo.Mejor quenadiedecuantosabordoestabansabíacuáncercaestuvoelBuenaEsperanzadeirseapique,yporladesmayadaresistenciaquehabíaopuestoalmar,quenohabíadesaparecidoelpeligro.

Dick,quehabíasidoarrojadoalsueloporlaconmoción,yestuvoapuntodeahogarse, sealzóconelaguahasta las rodillasen la inundadasentinadeproaysefuearrastrandohastadondeestabaelviejotimonel.

—Lawless—dijo—,detidependemostodos;túeresunvalientequesabegobernarelbuque.Voyaponertetreshombresdeconfianzaquevelenportuseguridad.

—Esinútil,señor,esinútil—repusoel timonel,escudriñandoatravésdelaoscuridad—.Pormomentosnosalejamosdelosbancosdearenay,por lotanto,elmaraprietacadavezconmayorviolencia;encuantoaesosllorones,muyprontoestarántumbadosdeespaldas.Porquemirad,miamo,podráserunmisterio, pero es una gran verdad que jamás un hombre malo fue buenmarinero. Sólo los honrados y los valientes pueden resistir este bailoteo delbarco.

—No, Lawless —exclamó Dick riéndose—. Ése es un adagio de buenmarineroqueno tienemásalcancequeel silbidodelviento.Perodime;porfavor:¿vamosbien?¿Esapuradanuestrasituación?

—Master Shelton—repusoLawless—; he sido franciscano (¡bendita seamisuerte!),arquero,ladrónymarinero.Detodosestostrajes,preferiríavestiralahorademimuerteeldefraile,comofácilmentecomprenderéis,yelquemenosmegustaríaeselembreadochaquetóndeJohnelmarinero;yesopordos razones excelentes: primero, porque la muerte puede pillarle a uno derepente;y segundo,por elhorrordeahogarmeenestegran remolino saladoquetengobajomispies.

YLawlessdiounapatadaenelsuelo.

—Sinembargo—añadió—,sinomuerocomounmarineroestanoche,ledeberéungrancirioaNuestraSeñora.

—¿Escierto?—preguntóDick.

—Tal como os lo digo —respondió el forajido—. ¿No observáis cuánpesadaylentamenteavanzaelbarcosobrelasolas?¿Nooíscómoelaguaha

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inundadolabodega?Casinoobedeceyaaltimón.Esperadaquesehundaunpocomás,yentoncesloveréisirseapiquecomounapiedrabajovuestrospiesoiremosaencallarasotaventoyseharápedazoscomounacuerdaretorcida.

—Hablasconmuchatranquilidad—observóDick—.¿Notienesmiedo?

—¿Por qué, señor?—replicó Lawless—. Si hubo un hombre con malatripulación para llegar a buen puerto, ese hombre soy yo… fraile renegado,ladróny todo lodemás.Puesbien,quizáosmaraville,peroaún llevoen lasalforjasprovisióndeesperanzas,ysihedeahogarme,creedquemeahogaréconlavistaclaraylamanofirme,masterShelton.

Dicknocontestópalabra.Perosorprendidodehallartanresueltodeánimoalviejovagabundoytemiendoalgunanuevaviolenciaotraición,fueenbuscade tres hombres de confianza. La mayor parte de los hombres habíandesaparecido de cubierta, que constantemente era barrida por la espuma ydondequedabanexpuestosalfríovientodeinvierno.Sehabíanreunido,pues,en la bodega, entre los barriles de vino y alumbrados por dos oscilanteslinternas.

Algunosseguíandejuerga,brindandounosalasaluddeotrosybebiendograndestragosdelvinodeGascuñadelpatrónArblaster.PerocomoelBuenaEsperanza continuaba luchando con las encrespadas olas, y popa y proa sealzaban alternativamente al aire para luego hundirse entre la espuma, elnúmerodelosalegresbebedoresdisminuíaacadanuevobandazo.Muchossesentaronapartecurándoselasheridas,perolamayoríayacíanpostradosporelmareoygimiendoenelpantoque.

Greensheve, Cuckow y un joven de los que seguían a lord Foxham, enquien Dick se había fijado ya por su inteligencia y valor, seguían aún encondicionesdeentenderydispuestosaobedecer.AéstoscolocóDickcomoguardiasentornoaltimonel;luego,dandounaúltimamiradaalnegrocieloyalmar,bajóalacámaraadondellevaronalordFoxhamsuscriados.

6.ElBuenaEsperanza(conclusión)

Losgemidosdelbarónheridosemezclabanconlosaullidosdelperrodelbarco.Elpobreanimal,bienporlapenadeverseseparadodesusamigos,bienporque presagiase un peligro en la trabajosa lucha del buque, lanzaba susaullidosacadaminuto,comocañonazosintermitentesenseñaldeduelo,porencimadelrugirdelasolasydeltemporal,ylosmássupersticiososcreíanoírenellosdoblaramuertoporelBuenaEsperanza.

HabíancolocadoalordFoxhamenunalitera,sobreuncapotedepiel.Una

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lamparillaardíadébilmenteantelaVirgencolocadaenlalámpara,yasutenueresplandorvioDickelpálidosemblanteyloshundidosojosdelherido.

—Estoy gravemente herido —dijo—. Acercaos, joven Shelton, quierotener junto amí a alguien que, almenos, sea bien nacido, pues después dedisfrutarsiempredevidanobleyregalada,bientristeymiserabletranceeseldecaerheridorastreandoenruinescaramuzaymoriraquíenestesuciobarcodondesehielaunoentregranujasyvillanos.

—No,milord,no—objetóDick—;yopidoatodoslossantosyconfíoenqueprontooscuraréisdevuestraheridayllegaréissanoysalvoatierra.

—¿Cómo? —preguntó el lord—. ¿Llegar salvo a tierra? ¿Hay, pues,esperanzas?

—Elbarcoavanzacondificultad,maloestáelmar,contrarioeselviento—respondióelmuchacho—,y,porloquemediceeltimonel,muchoseráquelleguemosatierraapieenjuto.

—¡Ah!—exclamóelbaróntristemente—.¡Todoslosterroresmeasaltaránasíenel tránsitode lamuerte! ¡PedidaDios,caballero,queosconcedaunaexistencia mísera y morir tranquilamente, mejor que veros toda la vidaensalzado y regalado a son de gaita y tamboril, para que luego, en vuestraspostrerashoras,osveáishundidoenladesdicha!Seacomofuere,tengoalgoenlamentequenoadmitedilación.¿Notenemoscuraabordo?

—Ninguno—contestóDick.

—Atendamos,entonces,amisinteresesprofanos—resumiólordFoxham—. Cuando haya muerto, debéis mostraros tan buen amigo mío comointrépidoenemigofuisteisenvida.Caigoenmalahoraparamí,paraInglaterrayparalosqueenmíconfiaron.MishombressonconducidosporHamley…elqueeravuestrorival;sereuniránen lasalagrandedeHolywood;esteanilloquesacaréisdemidedoacreditaráqueobráisporordenmía;además,escribirédos palabras en este papel, ordenando a Hamley que os ceda la damisela.¿Obedeceréis?Nolosé.

—Pero,milord,¿dequéórdeneshabláis?

—Sí—exclamóelbarón—,sí:órdenes.—YmiróaDickconaireperplejo—:¿SoisdelosLancasterodelosYork?—preguntóalfin.

—Vergüenzamedadecirlo—contestóDick—,peronopuedocontestarosclarayterminantemente.Loquetengoporcierto,sinembargo,esquedesdeelmomentoenquesirvoaEllisDuckworth,sirvoalacasadeYork.Puesbien,siendoasí,medeclaroenfavordeYork.

—Está bien—dijo lordFoxham—,perfectamente. Porque, en verdad, sihubieraispreferidoaLancaster,noséyoentoncesloquehubierahecho:Pero

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desde el momento que optáis por York, escuchadme: yo tan sólo vine aquíparavigilaraesosloresdeShoreby,mientraselexcelenteyjovenRicharddeGloucester preparaba un ejército suficiente para caer sobre ellos ydispersarlos.Hetomadonotasdesusfuerzas,delasguardiasquehanmontadoydedóndeestánsituadas; todosestosdatosdebíayoentregarlosami jovenlord el domingo, una hora antes delmediodía, en laCruz deSantaBrígida,juntoalbosque.Noesprobablequeyopuedaacudiralacita;peroosruegoque, por cortesía, acudáis vos en mi lugar; y ved que ni placer, ni dolor,tempestad,heridaopestilencia,osimpidanllegaralahoraysitioconvenidos,porquevanenellolasuerteylaprosperidaddeInglaterra.

—Solemnementemecomprometoaello—dijoDick—.Encuantodemídependa,quedarácumplidaestamisión.

—Estábien—dijoelherido—.Milordelduqueosdaráotrasórdenes,ysile obedecéis con celo y valor, vuestra fortuna está hecha.Acercadme ahoraalgomáslalamparilla,hastaqueescribaesaslíneasquehededaros.

Escribió unabrevemisiva «a su honorable pariente sir JohnHamley», yluegootraquedejósinsobrescrito.

—Ésta es para el duque —dijo—. El santo y seña es: «Inglaterra yEduardo»,ylacontraseña«InglaterrayYork».

—¿YJoanna,milord?—preguntóDick.

—No,aJoannalaconseguiréiscomopodáis—replicóelbarón—.Enestasdoscartasosnombroelegidomío;peroaellalahabréisdeconquistarporvosmismo,muchacho.Como estáis viendo, yo lo he intentado, y he perdido lavida.Másnopodríahacerhombreviviente.

El herido comenzaba a sentirse muy fatigado y Dick, metiéndose lospreciadospapelesensuseno,ledioánimosyledejóparaquedescansara.

Apuntabaeldía,fríoysereno,convolanderoscoposdenieve.Muycerca,asotaventodelBuenaEsperanza,seextendía lacosta,alternandoenella losrocosos promontorios y las bahías arenosas;más cerca de tierra, destacabancontraelcielolascumbresdeTunstall,pobladasdebosques.Vientoymarsehabíanapaciguado;peroelbarconavegabacasihundidoyapenasselevantabasobrelasolas.

Lawless se encontraba aún junto al timón, y ya entonces casi todos loshombres habían ido arrastrándose hasta cubierta, y con sus caras lívidasmirabanatentamentelacostainhóspita.

—¿Vamosatierra?—preguntóDick.

—Sí—contestóLawless—,amenosqueantesnosvayamosalfondo.

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Enaquelinstanteelbuquesealzótanlánguidamenteanteungolpedemar,ycontantafuerzabatióelaguasobrelabodegaqueDick,involuntariamente,asióelbrazoaltimonel.

—¡Por la misa! —exclamó Dick cuando la proa del Buena Esperanzareapareciósobrelaespuma—.Creíaquenosíbamosapique.Elcorazónsemesubióalagarganta.

En el combés, Greensheve, Hawksley y los hombres más escogidos deambosgruposocompañíasquehabíaabordoestabanrompiendoatodaprisala cubierta para construir una balsa. A ellos se sumó Dick, trabajando conahíncoparaahogarelrecuerdodeladifícilsituaciónenquesehallaba.Mas,aun en medio de su tarea, cada golpe de mar que azotaba a la pobreembarcaciónycadanuevobandazo,mientrasvacilabarevolcándoseentrelasolas,lerecordabaconhorribleangustialaproximidaddelamuerte.

Enseguida,allevantarlavistadesutrabajo,observóquesehallabancasidebajodeunpromontorio;un trozodeacantiladoque sehabíadesprendido,contra cuya base rompía elmar en abundante espuma, casi sobresalía de lacubierta,yporencimadeaquélaparecíaunacasacoronandounaduna.

Dentro de la bahía retozaban alegremente las olas; alzaron al BuenaEsperanzasobre sushombros,cubiertosdeespuma;arrebataronelmandoaltimonely, enunmomento, arrojaron al barco conviolento impulso sobre laarena y rompieron las olas contra él a la altura de la mitad del mástil,haciéndolebambolearsedeunladoaotro.Siguióotragranoleada;lolevantódenuevoyselollevómáshaciadentroaún;yluegootraolallegóasucederla,dejándolo sobre la costa de losmás peligrosos arrecifes, clavado como unacuñaenunbajío.

—Bien,muchachos—exclamóLawless—; los santos noshanprotegido.Lamarea baja; sentémonos a beber un vaso de vino y antes demedia horapodréismarchar por tierra con tanta seguridad como si caminaseis sobre unpuente.

Barrenaron un barril y, sentándose donde encontraron refugio que leslibrasedelanieveydelaespuma,losnáufragospasaronelvasodemanoenmano, procurando hacer entrar el cuerpo en calor y levantar los abatidosánimos.

Volvió Dick, entretanto, junto a lord Foxham, a quien halló perplejo yatemorizado, cubierto de agua su camarote hasta la altura de la rodilla, y lalámpara,queerasuúnicaluz,rotayapagadaconlaviolenciadelgolpe.

—Milord—dijo el joven Shelton—; no temáis nada. Evidentemente lossantosnosprotegen:lasolasacabandearrojarnossobreunbancodearena,yencuantobajelamareapodremosirpornuestropiealaplaya.

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Casi transcurrió una hora antes de que el mar hubiera descendido losuficiente para dejar libre el buque, y pudieran al fin emprender lamarchahaciatierra,quesurgíaconfusamenteanteellosatravésdeunaespesanevada.

Sobreunmontículo,queseelevabaaunladodesucamino,ungrupodehombresseapiñabaobservandorecelosamentelosmovimientosdelosreciénllegados.

—Bienpodríanacercarseyprestarnosauxilio—observóDick.

—Bueno, si ellos no vienen hacia nosotros, vayamos nosotros a suencuentro—dijoHawksley—.Cuantomásprontolleguemosaunbuenfuegoycamaseca,mejorparamipobrelord.

Peronohabíanavanzadomuchoendirecciónalmontículocuandoaquelloshombres, de común acuerdo, se pusieron en pie y arrojaron sobre losnáufragosunalluviadebiendirigidasflechas.

—¡Atrás, atrás! —gritó el lord—. ¡En nombre del cielo, guardaos decontestar!

—No —exclamó Greensheve, arrancándose una flecha que se le habíaclavadoenlacotadecuero—.Noestamosensituacióndeluchar,enteramenteempapados, jadeantes como perros y medio helados; pero por el amor denuestra vieja Inglaterra, ¿a santo de qué viene el disparar tan cruelmentecontrasuspropiospaisanoshundidosenladesgracia?

—Nos toman por piratas franceses—contestó lord Foxham—. En estosturbulentos y degenerados tiempos, no podemos guardar nuestras propiascostas,ynuestrosantiguosenemigos,aquienesantañoperseguíamospormary tierra, piratean ahora por todas partes a su placer, robando, matando oincendiando.Eslapenayelbaldóndeestedesventuradopaís.

Los hombres del montículo se quedaron al acecho, observándolesatentamente, mientras ellos se alejaban de la playa y se internaban en lasdesoladascolinasdearena.

Llegaron aun a seguirles de lejos durante una o dosmillas, dispuestos adescargarotranubedeflechassobreloscansadosydeprimidosfugitivosaunaseñal; sólo cuando, al fin, llegaron a terreno firme de un camino real ycomenzó Dick a formar a sus hombres en orden marcial, desaparecieronsilenciosamente entre la nieve aquellos celosos guardianes de la costa deInglaterra.

Yahabíanlogradoloqueseproponían:protegersuscasasysustierras,susfamilias y sus ganados, y salvados ya sus intereses particulares, poco leimportabaaningunodeellosquelosfrancesesllevaransangreyfuegoatodaslasdemásparroquiasdelreinodeInglaterra.

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LIBROCUARTO

ELDISFRAZ

1.Lamadriguera

El sitio por donde Dick había salido al camino real no estaba lejos deHolywood,ydistabanueveodiezmillasdeShoreby-on-the-Till.Allí,despuésde asegurarse de que nadie les perseguía, se separaron los dos grupos. LoshombresdelordFoxhampartieron,llevandoasuseñorherido,enbuscadelacomodidadyelabrigodelagranabadía,yalverlesdesaparecerDicktraslaespesacortinadelanievequecaía,sequedóconunadocenadesusforajidos,últimosrestosdesupartidadevoluntarios.

Algunos estaban heridos y todos, sin excepción, furiosos por su malasuerte y difícil situación; harto helados y hambrientos para hacer otra cosa,refunfuñabanlanzandofoscasmiradasasusjefes.Dickrepartiósubolsaentreellossinquedarsenada;lesdiolasgraciasporelvalorquehabíanmostrado,aunqueconmuchogustohubiéralesechadoencarasucobardía;yasí,unavezsuavizadountantoelmalefectodesusprolongadasdesdichas, losdespachóparaque,agrupadosoporparejas,encontrasenporsímismoselcaminoquehabíadellevarlesaShorebyyaLaCabraylaGaita.

Por su parte, influido por lo que acababa de ver a bordo del BuenaEsperanza,eligióaLawlesscomocompañeroderuta.Caíalanievesinpausanivariaciónalguna,comounanubeigualycegadora;calmadoelviento,yanooíasusoplido,yelmundoenteroparecíaborradoysepultadobajoelsudariodeaquellasilenciosainundación.Grandeeraelriesgoquecorríandeperderseenelcaminoyperecerentremontonesdenieve;porelloLawless,precediendosiemprealgoasucompañero,conlacabezalevantadacomoperrodecazaqueventea, ibaavizorandocadaárbolyestudiando la rutacomosigobernaraunbarcoentreescollos.

A eso de unamilla en el interior del bosque se hallaron en un cruce decaminos,bajounbosquecillodealtosyretorcidosrobles.Aunenelreducidohorizontequedejabalanievealcaer,eraaquélunlugarquenadiepodíadejarde reconocer, y evidentemente Lawless lo reconoció con indeciblesatisfacción.

—Ahora, master Richard—dijo—; si no sois demasiado orgulloso para

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convertirosenelhuéspeddeunhombrequenoesdehidalgacuna,nisiquierabuencristiano,puedoofrecerosunvasodevinoyunbuenfuegoquederritaeltuétanodevuestrosheladoshuesos.

—Guíame,Will—contestóDick—. ¡Un vaso de vino y un buen fuego!¡Sóloporverlosseríacapazdeandarlagotrecho!

Torció a un lado Lawless, bajo las desnudas ramas de los árboles, yavanzando resueltamente en línea recta durante un rato, llegó ante unescarpadohoyoocaverna,que lanievehabíacubiertoyaensucuartaparte.Sobreelbordecolgabaunahayagigantescacon las raícesalaire,yporallí,apartandoel forajidounmontónde ramassecas,desaparecióen lasentrañasdelatierra.

Algúnfuriosovendavalhabíacasidesarraigadoelhayayarrancadobuenaporcióndecésped,yallídebajohabíacavadoLawlesssuselváticoescondrijo.Lasraícesservíandevigas;detechodebálagoelcésped,ydeparedesysuelolamadretierra.Apesardelotoscodetodoaquello,elhogar,queestabaenunrincón, ennegrecido por el fuego, y la presencia de un arcón de roble conrefuerzosdehierrodemostraban,alaprimeraojeada,queaquelloeralacuevadeunhombreynolamadrigueradeunanimalexcavador.

A pesar de haberse amontonado la nieve en la boca, tamizándose hastallegaralsuelodeaquellacavernadetierra,elaireeramuchomáscálidoqueafuera,ycuandoLawlesshizosaltarunachispay lossecoshacesderetamacomenzaronaardercrepitandoenelhogar,aquellugaradquirióciertoairedecaserobienestar.

Exhalandounsuspirodesatisfacción,Lawlessextendiósusmanazasantelalumbreypareciócomplacerseaspirandoelhumo.

—Aquítenéis,pues—dijo—,lamadrigueradelviejoLawless.¡Quieraelcielo que no entre aquí ningún perro raposero!Mucho he robado yo por elmundodesdequeteníacatorceañosyhuiporvezprimerademiabadía,conlacadenadeorodelsacristányunmisalquevendíporcuatromarcos.Heestadoen Inglaterra, y en Francia, y en Borgoña, y en España también enperegrinación por el bien demi pobre alma, y en elmar, que no es país denadie.Peromisitioestáaquí,masterShelton.Mipatriaesestamadrigueraenlatierra.Lluevaosopleelviento…luzcaabrilycantenlospajarillosycaiganlas flores en torno ami lecho, o venga el inviernoyme sienta solo conmibuencompadreelfuegomientraselpetirrojogorjeaenelbosque…aquíestánmi iglesia y mi mercado, mi mujer y mi hijo. Aquí vuelvo a refugiarmesiempre,yaquí,¡quiéranlolossantos!,quisieramorir.

—Nohaydudadequeesunrincóncaliente—observóDick—,agradableyescondido.

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—Necesita serlo—repuso Lawless—, porque si lo descubriesen, masterShelton,medestrozaríanelcorazón.Peroaquí—añadióescarbandoconsusgruesosdedosenelarenososuelo—,aquíestámibodegayvaisaprobarunabotelladefuerteyexcelentecervezaañeja.

Trashaberahondadounpoco,enefecto,sacódeallíunbotellóndecuero,deungalónaproximadamente,llenocasiensustrescuartaspartesdeunvinomuyfuerteydulce,yunavezquebebieroncomobuenosamigoscadaunoalasalud del otro y avivaron el fuego, que brilló de nuevo, se tumbaron cuanlargos eran, deshelándose y humeando y sintiéndose, en fin, divinamentecalientes.

—Master Shelton —observó el forajido—: Dos fracasos habéis sufridoúltimamente, y es probable que os quedéis sin la doncella… ¿estoy en locierto?

—Sí,ciertoes—insistióDick.

—Pues bien —prosiguió Lawless—; escuchad a un viejo loco que haestadoencasi todaspartesyhavistocasidetodo.Osocupáisdemasiadodelos asuntos ajenos,masterDick.Servís aEllis, pero él nodeseamásque lamuerte de sir Daniel. Trabajáis por lord Foxham, bien… ¡qué los santos leprotejan!Sindudasusintencionessonbuenas.Perotrabajadahoraporcuentapropia,buenDick.Idsinrodeosenbuscadeladoncella.Cortejadla,paraquenoosolvide.Estadpreparado,yencuantolaocasiónsepresente…¡agalopeconellaenelarzón!

—Sí,Lawless;peronohaydudadequeestáahoraenlapropiamansióndesirDaniel—repusoDick.

—Hacia allí iremos entonces —replicó el forajido. Dick le mirósorprendido.

—Sémuybienloquemedigo—afirmóLawless—.Ysitanpocafetenéisquevaciláisanteunapalabra,mirad.

Sacando del seno una llave, el forajido abrió el arcón de roble y,rebuscandoensufondo,sacóprimerounhábitodefraile,uncíngulodecuerday luegounenormerosariodemadera, tanpesadoquebienpudieraservirdearma.

—Estoesparavos.Ponéoslo.

UnavezsehubodisfrazadoDickconelhábito,sacóLawlessunoscoloresy un pincel y procedió con la mayor habilidad a desfigurar con ellos susfacciones.Espesóyalargósuscejas,análogaoperaciónpracticóconelbigote,queenélapenaseravisible,yconunostrazosentornoalosojoscambiósuexpresiónyaumentóaparentementelaedaddeaqueljuvenilmonje.

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—Ahora—añadió—, cuando haya yo hecho lo propio conmigomismo,seremos la más gentil pareja de frailes que la vista pudiera desear.Audazmente nos presentaremos en casa de sir Daniel, y allí nos prestaránhospitalidad,porelamordeNuestraMadrelaIglesia.

—Y ¿cómo podré pagaros yo ahora, querido Lawless? —exclamó elmuchacho.

—Callad,hermano—contestóelforajido—.Nadahagoquenoseapormigusto.Noospreocupéisdemí.Yo,¡porlamisa!,soydelosquesabencuidarde símismo.Cuandoalgome falta, larga tengo la lenguay tanclara lavozcomolacampanadelmonasterio…,ypido,hijomío,ycuandoelpedirnodaresultado,generalmentemelotomoyomismo.

El viejo pillo hizo una graciosamueca, y aunque aDick le desagradaradebertangrandesfavoresatanequívocopersonaje,nopudoreprimirlarisa.

VolvióLawlessalarcónysedisfrazódemodoparecidoaDick,peroconsorpresa,eljovensepercatódequesucompañeroocultababajoelhábitounhazdeflechasnegras.

—¿Por qué hacéis eso? —preguntó el muchacho—. ¿Por qué lleváisflechas,sinotenéisarco?

—¡Ah! —replicó Lawless alegremente—. Es muy probable que hayacabezasrotas,pornodecirespinazos,antesdequevosyyosalgamossanosysalvosdel lugaradondevamos,ysialguiencaeen la lucha,quisierayoquedelhechosellevaralafamanuestrapartida.Unaflechanegra,masterShelton,eselsellodenuestraabadía;muestraquiénescribióelmensaje.

—Sitancuidadosamenteospreparáis—observóDick—tambiénllevoyounos papeles que, por mi propio interés y el de los que me los confiaron,estaríanmuchomejor aquí que llevándolos encima, expuestos a queme losencontraran.¿Dóndepodréesconderlos,Will?

—No,esonoescosamía—repusoLawless—.Yomevoyahí,albosque,ymeentretendré silbandounacanción.Entretanto,enterradlosvosdondeosplazcayallanadbienlaarenadespués.

—¡Jamás! —exclamó Richard—. Confío en vos, hombre. No voy acometerahoralabajezadedesconfiar.

—Hermano,soisunniño—replicóelviejoforajido,quedándoseparadoenlabocadelacuevayvolviendoelrostrohaciasucompañero—;cristianoviejosoyynotraidoralosdemisangre,niinclinadoaescatimarlamíacuandounamigoestáenpeligro.Pero,chiquilloloco,soyladróndeoficio,denacimientoyporhábito.¡Simibotellaestuvieravacíaysecamiboca,osrobaría,queridoniño,tanciertocomoqueosquiero,osrespetoyadmirovuestrascualidadesy

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vuestrapersona!¿Puedohablarosconmayorclaridad?No.

Y haciendo chasquear sus gruesos dedos, se lanzó hacia fuera entre losmatorrales.

Al quedarse solo Dick, y después de pensar con asombro en lasinconsistencias de carácter de su compañero, sacó rápidamente los papeles,querevisóyenterró.Sólounosereservóparallevarloencima,puestoqueennada comprometía a sus amigos y, en cambio, podía servirle como arma encontra de sirDaniel. Era la carta del caballero dirigida a lordWensleydale,enviada por medio de Throgmorton el día de la derrota de Risingham, yhalladaelsiguienteporDicksobreelcadáverdelmensajero.

Pisoteando los rescoldos del fuego, salió Dick de la caverna y fue alencuentrodelviejo forajido,que leesperababajo lasdesnudas ramasde losrobles y comenzaba a estar ya cubierto de los copos de nieve que ibancayendo.Semiraronuno a otro y se echaron a reír: tan perfectos y jocososeranlosdisfraces.

—No me disgustaría, de todos modos —murmuró Lawless— queestuviéramosahoraenveranoyendíaclaroparapodermirarmemejorenelespejodealgúnestanque.MuchosdeloshombresdesirDanielmeconocen;ysinosdescubrieran,pudieraserquerespectoavoshubieramásdeunparecer;por lo que a mí toca, en menos que se reza un padrenuestro estaría yopataleando,colgadodeunacuerda.

Tomaron ambos el camino deShoreby, el cual en esta parte de su cursoseguía de cerca las márgenes del bosque, saliendo de cuando en cuando alcampo abierto y pasando junto a algunas casas de gente pobre y modestasheredades.

Depronto,alavistadeunadeéstas,Lawlesssedetuvo.

—HermanoMartin—dijoenvozperfectamentedesfiguradayapropiadaasuhábitomonacal—:Entremosapedirlimosnaaestospobrespescadores.Paxvobiscum.Sí—añadióconsuvoznatural—;estalcomoyometemía.Semehaolvidadoalgoeltonilloquejumbrosoy,convuestravenia,mibuenmasterShelton, tendréisquepermitirmepracticarenestos rústicos lugares,antesdearriesgarmi rollizo pescuezo entrando en casa de sirDaniel. Pero fijaos unmomento,cuánexcelentecosaes saberde todounpoco.Sinohubiese sidomarinero,oshabríaishundidosinremedioenelBuenaEsperanza;sinofueseladrón,nohubierapodidopintaroslacara;ydenohabersidofraile,cantadodefirmeenelcoroycomidoadoscarrillosenelrefectorio,nopodríallevareste disfraz sin que hasta los perros nos descubriesen y nos ladrasen porimpostores.

Se hallaba ya junto a una ventana de la casa de labor, y poniéndose de

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puntillas,atisbóelinterior.

—¡Vaya!—exclamó—.Mejor quemejor.Aquí vamos a poner a pruebanuestrascaras,yencimavamosadivertirnosburlándonosdelhermanoCapper.

Asídiciendo,abriólapuertayentróenlacasa.

Tresdelosdesupartidasehallabanantelamesa,comiendovorazmente.Suspuñales,clavadosjuntoaellosenlastablas,ylasfoscasyamenazadorasmiradasquesincesar lanzabansobre lagentede lacasademostrabanqueelfestínsedebíamásalafuerzaquealavoluntad.Contralosdosfrailes,que,conciertahumildedignidad,penetrabanahoraenlacocina,sevolvieronconevidente enojo, y unode ellos—JohnCapper enpersona—que, al parecer,asumía el papel de director, les ordenó con malos modos que se retiraraninmediatamente.

—¡Noqueremosmendigosaquí!—gritó.

Mas otro —aunque muy lejos de reconocer a Dick y a Lawless— seinclinóaprocedimientosmásmoderados.

—¡Nada de eso!—gritó—.Nosotros somos hombres fuertes y tomamoslascosas;ellossondébileseimploran;peroalfinal,ellosseránlosquevenzanynosotroslosquecaigamosdebajo.Nolehagáiscaso,padre;acercaos,bebedenmivasoydadmelabendición.

—Soishombresdeespírituligero,carnalymaldito—dijoelfraile—.¡Nopermitaelcieloqueyobebajamásensemejantecompañía!Masoídme:porlalástimaquemeinspiranlospecadores,aquíosdejounareliquiabendita,yporelbiendevuestraalmaospidolabeséisyconservéisconcariño.

Al principio, Lawless lanzaba sus palabras contra ellos como un frailepredicador;pero,alllegaralasúltimas,sacódedebajodesuhábitounaflechanegra, la arrojó con fuerza sobre la mesa, frente a los tres asombradosforajidos,sevolvióalinstanteyllevandoseconsigoaDick,saliódelaestanciayseperdiódevistaentre lanievequecaía,antesdeque tuvieran tiempodepronunciarunasolapalabraodemoverundedo.

—Hemospuestoapruebanuestrosfalsosrostros,masterShelton—dijo—.Ahoraestoydispuestoaarriesgarmipobrepellejodondequeráis.

—Bien—repusoRichard—.Memueroyadeimpacienciaporhaceralgo.¡PartamoshaciaShoreby!

2.«Encasademisenemigos»

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Era la residenciadesirDanielenShorebyunamansiónalta,espaciosayenlucida,concercoderobletalladoycubiertaportechodebálagomuybajo.Por su parte posterior se extendía un jardín lleno de árboles frutales yfrondosos bosquecillos, dominado en un lejano extremo por la torre de laiglesiadelaabadía.

Hubierapodidoalojarseeneledificio,sihubierasidomenester,elséquitodecualquierpersonajemásprincipalquesirDaniel,perosóloconelqueenestemomentoalbergaba,elbullicioerayaextremado.Resonabanenelpatioruidosde armasydeherraduras; la cocina, donde la actividad era continua,parecíaunarumorosacolmena;delasalallegabanlasvocesdelostrovadoresymúsicosy losgritosde los titiriteros.SirDaniel,ensuprodigalidad,enelfaustoyostentacióndesumorada,rivalizabaconlordShorebyyeclipsabaalordRisingham.

Todohuésped era allí bien recibido.Bardos, saltimbanquis, jugadores deajedrez,vendedoresdereliquias,medicinas,perfumesysortilegios,yconellostoda clase de clérigo, fraile o peregrino, eran bienvenidos en la mesa deinferior categoría y dormían juntos en los espaciosos desvanes o en lasdesnudastablasdellargocomedor.

La tarde siguiente al naufragio del Buena Esperanza, la despensa, lascocinas,lascuadras,loscobertizosparacarrosquerodeabandosdelosladosdel patio, se hallaban llenos de desocupados, algunos pertenecientes a laservidumbreyvestidosdelibreamoradayazul,yotrosforasterosdecarácterindefinidoque la codiciaatraía a la ciudadyeran recibidospor el caballeroporrazonespolíticasyporqueésaeralacostumbredelaépoca.

La nieve, que seguía cayendo sin interrupción, la extremada frialdad delaireylaproximidaddelanoche,eranmotivossuficientespararetenerlosallí,alabrigodeun techo.Elvino, lacervezayeldinerocorríanenabundancia;muchos jugaban tendidos sobre la paja del granero, y muchos seguían aúnebriosdesdelacomidadelmediodía.

Alosojosdeunhombremoderno,hubieraparecidoaquelloelsaqueodeunaciudad;a losojosdeuncontemporáneoocurría loqueencualquierotranobleyricamoradaentiempodefiesta.

Dosmonjes,jovenelunoyviejoelotro,habíanllegadoaúltimahoraysecalentabanalfuegoenunrincóndelcobertizo.Unaabigarradamuchedumbreles rodeaba: juglares, charlatanes y soldados; y con ellos había entablado elmásviejounaconversacióntananimada,ycruzadotanestentóreascarcajadasychistes,queelgrupocrecíapormomentos.

Su joven compañero (en quien el lector ya habrá reconocido a DickShelton) se había sentado algo más atrás, y poco a poco fue apartándose.

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Escuchaba, en verdad, atentamente; pero no despegaba los labios, y, por lagraveexpresióndesusemblante,noparecíahacermuchocasodelasbromasdesucompañero.

Alfin,suvista,quevagabainquietacontinuamente,observandotodaslasentradasdelacasa,seiluminóalverunapequeñacomitivaquepenetrabaporla puerta principal y cruzaba el patio en dirección oblicua. Dos damas,embozadas en gruesas pieles, abrían la marcha; las seguían un par decamareras y cuatro fornidos hombres de armas. Un momento despuésdesaparecieron en el interior de la casa y Dick, deslizándose entre lamuchedumbre de haraganes reunidos en el cobertizo, siguió sus pasosansiosamente.

La más alta de las dos es lady Brackley —pensó— y donde está ladyBrackleynoandarámuylejosJoanna.

Enlapuertadelacasasequedaronloscuatrohombresdearmas;lasdamassubían ahora la escalera de bruñido roble, sin más escolta que las doscamareras.Dicklasseguíadecerca.Erayalahoradelcrepúsculo,peroenlacasaparecíayaquefueradenoche.Enlosdescansillosdelaescalerabrillabanantorchasensoportesdehierro,yalolargodealfombradoscorredoresardíaunalámparafrenteacadapuerta.Y,dondeéstasehallabaentreabierta,pudoverDicklasparedestapizadasylossueloscubiertosdejuncos,reluciendoalresplandordelosfuegosdeleña.

Dospisos llevabanya subidosyencadadescansillo lamás jovenymásbajadeambasdamassehabíavueltoparamirarfijamentealfraile.Comoélconservababajoslosojos,afectandolagravedaddemanerasquecorrespondíaasudisfraz,nohabíapodidoverlamásqueunavez,ynopudodarsecuentadeque había llamado su atención. De pronto, en el piso tercero, el grupo seseparó y la dama más joven continuó sola su ascensión, mientras la otra,seguidaporlasdoscamareras,tomóporelcorredorhacialaderecha.

Dicksubiórápidamentey,escondiéndoseenunrincón,asomólacabezaysiguió con la vista a las tres mujeres. En línea recta y sin mirar atrás,continuaronellasalejándoseporelcorredor.

Perfectamente—pensóDick—.SiaveriguodóndeestálacámaradeladyBrackley,mucho será que no encuentre a la damaHatch cumpliendo algúnencargo.

Enaquelprecisoinstanteunamanoseposósobresuhombro,ydandounsaltoysofocandoungrito,sevolvióparacogeralapersonadelamano.

Se quedó avergonzado al ver que la persona que tan bruscamente habíaasidoeralajovendelaspieles.Ella,porsuparte,sehabíaquedadopasmadaymudadeterror,temblandotodaellaalsentirsecogidadetalmodo.

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—Señora—dijoDick,soltándola—,ospidomilperdones;peronotengoojosenlaespalda,yenverdad,nopodíaadivinarqueeraisunadoncella.

Lamuchachaseguíamirándole;perosuterrorcomenzabayaatrocarseensorpresaysusorpresaenrecelo.Dick,alleerensurostroelcambioqueibaoperándoseensuespíritu,empezóatemerporsupropiaseguridadenaquellacasahostil.

—Hermosa doncella —dijo, afectando tranquilidad—, permitidme besarvuestra mano, como prueba de que perdonáis mi rudeza, y me marcharéinmediatamente.

—Extraño monje sois, joven caballero—replicó la damisela, mirándoleconatrevimientoysuspicaciaauntiempo—.Ahoraquehevueltoenmídemiasombro,mepareceadivinaralseglarencadapalabraquepronunciáis.¿Quéhacéisaquí?¿Porquéandáisasísacrílegamentedisfrazado?¿Venísensondepaz o de guerra? Y, ¿por qué espiáis a lady Brackley como si fuerais unladrón?

—Señora—repusoDick—,deunacosaosruegoquenodudéis:nosoyunladrón. Y aunque viniese en son de guerra, como en cierto modo vengo,entendedquenohagoyolaguerraahermosasdoncellas;portantoossuplicoquemeimitéisymedejéismarchar.Porque,enverdadosdigo,bellaseñora:gritadsiasíosplace;lanzadsóloungritoyexplicadloquehabéisvisto…yestepobrecaballeroqueosestáhablandoserámuyprontohombremuerto.Nopuedocreerqueseáistancruel—añadióDick.

Y cogiéndole a lamuchachaunamano, que retuvo suavemente entre lassuyas,lamiróconcortésadmiración.

—¿Sois,pues,espía?…¿Unyorkista?—preguntóladoncella.

—Señora—contestó él—, soy, en efecto, un yorkista y, en ciertomodo,espía.Peroloqueaestacasametrajo, lomismoquehadeganarmevuestrapiedad,interesandoenfavormíovuestrocorazón,nadatienequeverconYorkni con Lancaster. Voy a poner por entero mi vida en vuestras manos, adiscreciónvuestra.Soyunenamoradoyminombre…

En este momento la joven puso rápidamente su mano sobre la boca deDick, miró precipitadamente hacia arriba y hacia abajo y, viendo libre deenemigos el terreno, comenzó a llevarse al joven, con gran fuerza yvehemencia,escalerasarriba.

—¡Silencio!—ledijo—,yvenid.Yahablaréisdespués.

Algodesconcertado,Dicksedejóconducirhaciaarriba,fueempujadoalolargodelcorredorymetidodeprontoenunaposentoalumbrado,comotantosotros,porunleñoqueardíaenlachimenea.

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—Y ahora —dijo la damisela obligándole a sentarse en un taburete—sentaosahíyobedecedmisoberanavoluntad.Enmimanoestávuestravidaovuestramuerte y no he de sentir elmenor escrúpulo al abusar demi poder.Fijaosbien:mehabéismaltratadocruelmenteelbrazo. ¡Ydicequenosabíaqueeraunadoncella!¡Puessillegaasaberqueloera,sequitaelcintoymedadecorreazosconél!

Y tras estas palabras, salió vivamente de la estancia y dejó a Dickboquiabiertodesorpresaynomuysegurodesiestabasoñandoodespierto.

—¡Quitarmeelcintoparadarledecorreazos!—serepetíaunayotravez.

Yel recuerdode cierta tarde en el bosque acudió a sumente, y unavezmásleparecióveraMatchamqueriendohurtarelcuerpoymirándoleconojossuplicantes.

Masentonces leasaltóel temorde lospeligrospresentes.Enelaposentocontiguopercibíaunruidocomodealguienquesemovieraprecipitadamente;luego siguió un suspiro que sonó extrañamente cerca; después un crujir defaldas.Escuchandoatentamenteestabacuandoviomoverseeltapizquecubríauna de las paredes, oyó el ruido de una puerta al abrirse, las colgaduras sesepararonyconunalámparaenlamanoentróenlaestanciaJoannaSedley.

Iba ataviada con costosas ropas de oscuros y cálidos colores, comocorrespondea la estaciónde lasnieves.El cabello lo llevaba recogidoen loalto, como si ciñera una corona. Y aquélla que tan pequeña y desmañadaparecíaconeltrajedeMatcham,surgióahoraesbeltacomounsaucejovenysedeslizabasobreelpisocomosidespreciaralamolestatareadeandar.

Sinunestremecimiento,sinuntemblor,levantólalámparaycontemplóaljovenmonje.

—¿Qué os ha traído aquí, buen hermano?—le preguntó—. Sin duda osdirigieronmal.¿Porquiénpregunta?

Ycolocólalámparasobreunarepisa.

—¡Joanna!…—exclamóDick,ylavozseleanudónlagarganta—.¡Medijistequemeamabas,yyo,locoemí,locreí!

—¡Dick!—exclamóellaasuvez—.¡Dick!

Congranasombrodelmuchacho,lahermosayesbeltadamiselaavanzóunpasoy,enlazandosusbrazosatornoasucuello,lediocienbesosenunosolo.

—¡Oh,loco!—exclamóella—.¡Oh,Dickmío!¡Sipudierasverte!¡Ay!—añadióhaciendounapausa—.¡Teheestropeadoelrostro,Dick!Teheborradounpocodepintura.Peroesopuedeenmendarse.Loqueno tieneenmienda,Dick…muchometemo…esmibodaconlordShoreby.

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—¿Está,pues,decidida?—preguntóelmuchacho.

—Para mañana, antes del mediodía, Dick; en la iglesia de la abadía—contestóella—.TristefinvanatenerJohnMatchamyJoannaSedley.Denadasirvenlaslágrimas;siasífuera,lloraríahastadejarmisojosexhaustos.Nohedejadoderezar,peroelcielonoescuchamissúplicas.Ysité,Dickmío,buenDick,nopuedessacarmedeestacasaantesdelamañana,besémonosunavezmásydigámonosadiós.

—No—repusoDick—,noseréyo;jamáspronunciaréesapalabra.Esoesdesesperar, ymientras hay vida, Joanna, hay esperanza.Y, a pesar de todo,abrigounaesperanza.¡Sí,ytriunfaré!Escúchame:cuandonoerasmásqueunhombreparamí,¿noteseguí?…¿Nolevantéunapartidadehombresfieles?…¿Noarriesguémividaenlacontienda?Yahoraquetehevistotalcomoeres,la más hermosa y noble de todas las doncellas de Inglaterra, ¿crees tú quehabíadevolvermeatrás?Silosprofundosmaresseabriesenantemispies,melanzaría a ellos sin vacilar; si el camino estuviese poblado de leones, losahuyentaríacomosifueranratones.

—Ciertamente—contestó ella con sequedad—.Mucho te entusiasma unvestidoazulceleste.

—No, Joanna —protestó Dick—. No es sólo tu vestido. Comprende,muchacha, que ibas disfrazada. También me tienes aquí disfrazado y, enrealidad,¿noesdignaderisamifigura?¿Noparezcounverdaderopayaso?

—Sí,Dick,sí;síquelopareces—contestóellasonriendo.

—¡Puesentonces!…—arguyóélconairetriunfador—.Asíteocurríaati,pobreMatcham,enelbosque.Yenverdadqueerasunamozaquedabarisa.¡Peroahora!

Así pasaron el tiempo, cogidos de las manos, cambiando sonrisas yamorosas miradas y fundiendo los minutos en segundos; y así hubieranseguido toda la noche. Pero de pronto oyeron detrás de ellos un ruido y sepercatarondequelamásbajadelasjóvenesestabaallí,puestoeldedosobreloslabios.

—¡Por todos los santos! —exclamó—. ¡Qué ruido armáis! ¿No podéishablar en voz baja? Y ahora, Joanna, mi hermosa doncella de los bosques,¿quévaisadaravuestraamigaporhaberostraídoavuestroenamoradogalán?

Por toda respuesta Joanna corrió hacia ella y la abrazó con cariñosoarrebato.

—Yvos,caballero—preguntólajoven—,¿quévaisadarme?

—Señora —contestó Dick—, de buena gana os pagaría en la mismamoneda.

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—Venid,pues—dijoladama—,seosdapermiso.PeroDick,rojocomounaamapola,tansólolebesólamano.

—¿Qué os asusta de mi cara, buen caballero? —preguntóle ella,haciéndoleunaprofundísimareverencia.

YcuandoDicklaabrazóalfin,muytibiamente,añadió:

—Joanna,vuestrogalánesmuyindecisodelantedevos.Peroosaseguroquecuandonosencontramosporvezprimeraeramásdecidido.¡Mujer,siaúnestoyllenadecardenales!Nocreáisunapalabradecuantoosdigayo,sinoesverdad que toda la piel me dejó amoratada. Y ahora—prosiguió—, ¿os lohabéisdichoyatodo?Porquehededespedirrápidamenteavuestropaladín.

Los dos exclamaron que nada habían podido decirse aún, que la nochecomenzabaentoncesyquenoqueríansepararsetanpronto.

—¿Ylacena?—preguntóladamisela—.¿Nohemosdebajaracenar?

—¡Esverdad!—exclamóJoanna—.Semehabíaolvidado.

—Escondedme,entonces—sugirióDick—;ponedmedetrásdelostapices,encerradme en un arca, lo que queráis, con tal de que esté yo aquí cuandovolváis. Pensad, hermosa dama, que tan duramente nos trata la suerte quepasada esta noche acaso no podamos volver a vernos hasta la hora de lamuerte.

Ladamiselaseenternecióanteestaspalabras,ycuando,pocodespuéssonólacampanallamandoalamesaatodoslosdelacasadesirDaniel,Dickfuecolocado,muytieso,comoenvarado,contra lapared,enunlugardondeunadivisióndelostapiceslepermitíarespirarmáslibrementeyaunatisbarloquepasaraenelaposento.

No hacía mucho que en tal posición se hallaba cuando algo vino ainquietarle demanera extraña.En aquel piso alto de la casa sólo turbaba elsilenciode lanocheelchisporroteode las llamasyelcrepitardealgún leñoverdeenlachimenea;pero,depronto,alatentooídodeDickllegóelrumordealguienqueandabaconextremadacautela,y,pocodespuésseabríalapuertayunhombrecillodenegrorostroyraquíticoaspecto,vistiendoloscoloresdelalibreausadaporlagentedelordShoreby,asomabaprimerolacabezayluegoelencorvadocuerpo.Teníaabiertalaboca,comosielloleayudaraaoírmejor,ysusojos,queeranmuybrillantes,semovíanrápidamenteyconinquietud,deunladoaotro.Diolavueltaalahabitación,unayotravez,golpeandoaquíyallásobrelascolgaduras;pero,pormilagro,escapóDickalapesquisa.Luego,miródebajodelosmueblesyexaminólalámpara;alfin,comoquienacabadesufriramargochasco,sedisponíaamarcharsetansilenciosamentecomohabíaentradocuando,depronto, se arrodilló, recogió algode entre los juncosdel

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suelo, lo contempló y, dando muestras de satisfacción, lo escondió en laescarcelaquellevabapendientedelcinto.

ADickselecayóelalmaalospiesalverlo,pueselobjetoencuestióneraunaborladesupropiocíngulo,áyeraevidentequeaquelraquíticoespía,quetanmalignoplacerhallabaensuoficio,notardaríaenllevárseloasuamo,elbarón.Tentadoestuvodeecharaunladoeltapiz,caersobreaquelmiserabley,aunconriesgodesuvida,arrebatarleaquellapruebadelatora.Mascuandosehallabaindeciso,otranuevacausadepreocupaciónvinoaaumentarsududa.Delaescalerallegabaunavozáspera,ronca,comodebeodo,ypocodespuésseoíanenelcorredordesiguales,vacilantesypesadospasos.

—«¿Qué hacéis aquí, alegres camaradas, entre los sotos de la verdeselva?» —cantaba aquella voz—. «¿Qué hacéis ahí, eh, borrachines, quéhacéisahí?»—continuó,lanzandosonoracarcajadadebeodo,yunavezmásrompióacantar:

Siasíempináiselblancovino,

gordofrayJohn,amigomío,

ysiyocomoyvosbebéis,

¿quiéndirámisa,losabéis?

Lawless,¡ay!,cayéndosedepuroborracho,vagabaporlacasa,buscandounrincóndondepasar,durmiendo,losefectosdesuslibaciones.VibródeiraDick.Elespía,aterrorizadoalprincipio,prontoserehízoalverqueteníaquehabérselas conunborracho,y con rapidezde felino salióde lahabitaciónydesapareciódelavistadeRichard.

¿Quéhacer?Siperdía sucontactoconLawless,nopodría trazarunplanquelepermitierarescataraJoanna.Si,porotraparte,seatrevíaadirigirsealforajido,aúnpodríaestarocultoelespía,ylasconsecuenciasseríanfatales.

A pesar de todo,Dick se decidió por este último riesgo. Saliendo de suescondrijo, fue a la puerta del aposento y se quedó en ella, presto a cuantofueranecesario.Lawless,conlacaracongestionada,inyectadosdesangrelosojosytambaleándose,seacercabavacilante.Alfin,vioconfusamenteasujefey,apesardelasimperiosasseñasdeDick,lesaludóenseguidaavozengritoyllamándoleporsunombre.

Dickdiounsaltoysacudióalborrachofuriosamente.

—¡Bestia!—leapostrofóenvozbaja—.¡Eresunabestia,nounhombre!Tu imbecilidad es peor que la traición. Por tu borrachera podemos vernostodosperdidos.

Pero Lawless seguía riendo y tambaleándose, intentando dar unas

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palmadasenlaespaldaaljovenShelton.

En aquelmomento, el fino oído deDick percibió un rápido roce en lostapices.Deunsaltoselanzóalsitiodedondeproveníaelruido,yuninstantedespuéscaíaarrancadountrozodelacolgaduradelaparedy,envueltosenél,Dickyelespía.

Rodaronunayotravez,luchandoporagarrarsedelcuello,frustrandosuspropósitos el tapiz que estorbaba sus movimientos, y siempre cogidos consilenciosa ymortal furia. PeroDick eramuchomás fuerte; pronto quedó elespíapostradobajosurodilla,yunsologolpedellargopuñaldelvencedorledejósinvida.

3.Elespíamuerto

Duranteaquellaviolentayrápidaescena,nohizoLawlessmásquemirarinertesinprestarauxilio,yhastacuando todohubo terminadoyDick,yadepie, escuchaba ansiosamente el lejano bullicio que llegaba desde los pisosinferiores de la casa, seguía el viejo forajido bamboleándose cual arbustoagitadoporelviento,mirandoestúpidamenteelrostrodelmuerto.

—Menosmalquenonoshanoído—murmuróDick,alfin—.¡Graciasatodoslossantosdelcielo!Peroahora,¿quévoyahacerconestepobreespía?Porlopronto,lequitarédelaescarcelalaborlaqueencontró.

Laabrió,enefecto,Dick,yhallóenellaunascuantasmonedas,laborlayunacartadirigidaalordWensleydaleycerradaconelsellodelordShoreby.TalnombredespertólosrecuerdosdeDickeinstantáneamenterompióellacrey leyó lacarta.Breveerasucontenido;pero,congranplacerdeDick,dabapruebaevidentedequelordShorebysosteníatraidoracorrespondenciaconlacasadeYork.

Elmuchachosolíallevarconsigosutinterodecuernoyrecadodeescribir;así pues, doblando la rodilla junto al cadáver del espía, pudo escribir estaspalabrasenunaesquinadelpapel.

Milord de Shoreby: vos que habéis escrito esta carta ¿sabéis por qué hamuertovuestroamigo?Peropermitidmequeosdéunconsejo:nooscaséis.

JOHNAMEND-ALL

Colocóelpapelsobreelpechodelcadáver,yentoncesLawless,quehabíaestado contemplando todo esto con ciertos destellos de inteligencia, quereaccionabaya,sacódeprontounade las flechasnegrasque llevababajoelhábitoyrápidamenteclavóconellalacartaenaquelcuerpo.Elespectáculode

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estairreverencia,quemásbienparecíacrueldad,arrancóungritodehorroraShelton;peroelforajidonohizomásquereírse.

—Quieroquelagloriadeestahazañaselallevemiorden—exclamóconvoz hiposa—.Mis alegres compañeros se han de llevar la fama… la fama,hermano.

Cerrando apretadamente los ojos y abriendo la boca como un sochantre,comenzóacantar,conformidablevoz:

Siasíempináiselblancovino…

—¡Silencio,borracho!—exclamóDick,empujándoleviolentamentecontrala pared—.Dos palabras voy a decirte… si es posible queme entienda unhombrequetienemásvinoquesesoenlacabeza;dospalabrastansólo,yennombre de laVirgenMaría: ¡márchate de esta casa, donde si continúas, nosólolograrásqueteahorquenati,sinoamítambién!¡Anda,aprisa,ligero,oporlamisa,queacasomeolvidedequesoy,enciertomodo,tucapitánytudeudor!¡Márchate!

Elfalsomonjecomenzabaarecobrarelusodelainteligencia,yeltimbredevozyelcentelleodelosojosdeDickhicieronqueleentraraenlacabezaelsentidodesuspalabras.

—¡Por lamisa!—gritó tambiénLawless—.Sinohagofaltaaquí,puedomarcharme.

Y tomó, dando traspiés, por el corredor, y fue escaleras abajo, dandotumbosygolpescontralapared.

Tan pronto como le hubo perdido de vista,Dick volvió a su escondrijo,decidido a ver el fin de aquel asunto. La prudencia le aconsejaba que semarchara;peroelamorylacuriosidadpesaronconmásfuerzaensuánimo.

Lentamente transcurría el tiempoparael joven, comoemparedadodetrásdelostapices.Comenzabaaextinguirseelfuegodelahabitaciónyadisminuirlaluzdelalámparahumeante.Ningúnrumorsepercibíaqueindicaselavueltadealguienaaquellapartesuperiordelacasa;deabajollegabatodavíaeldébilmurmulloyelestruendodelosdelacena;ybajoelespesomantodenievelaciudaddeShorebydescansabasilenciosaaunoyotrolado.

Alfin,sinembargo,porlaescaleracomenzaronaacercarsevocesyruidode pasos, y poco después varios de los huéspedes de sirDaniel llegaban aldescansillo,yaldarlavueltaalcorredor,advirtieroneltapizdesgarradoyelcadáverdelespía.

Unos corrieron hacia adelante y retrocedieron otros; pero todos juntoscomenzaronadargritos.

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Aloírtalgriterío,huéspedes,hombresdearmas,damas,criados,y,enunapalabra,todoscuantosallíhabitaban,llegaroncorriendodetodasdireccionesyunieronsusvocesaaqueltumulto.

NotardóenabrirsepasoentreellossirDanielmismo,queibaacompañadodelnoviodelamañanasiguiente,lordShoreby.

—¿No os hablé yo, milord —dijo sir Daniel—, de esa maldita FlechaNegra?¡Ahítenéisunaprueba!Clavadaestáy,¡porlacruz!,compadre,sobreunodelosvuestrosodealguienquerobóunodevuestrosuniformes.

—Realmente,eraunodemishombres—contestólordShoreby,echándosehaciaatrás—.Muchoscomoéstequisieratener.Eralistocomounsabuesoydiscretocomountopo.

—¿Deveras,compadre?—preguntóconagudaintenciónsirDaniel—.¿Yquéveníaaolisquearaestasalturasenmipobrecasa?Peroyanovolveráaolfatearnadamás.

—Con vuestro permiso, sirDaniel—dijo uno—, aquí hay un papel conalgoescrito,clavadosobresupecho.

—Dádmeloconflechaytodo—ordenóelcaballero.

Y cuando tuvo en su mano la saeta, se quedó un rato contemplándola,comosumidoensombríameditación.

—Sí—dijodirigiéndosea lordShoreby—,heaquí lapruebadeunodioque me persigue constantemente, y como pisándome los talones. Este palonegro,ounosemejante,acabaráconmigo.Y,compadre,permitidqueelbuencaballeroosdéunconsejo:siestossabuesosdanenseguirosel rastro,huid.Esto es como una enfermedad… Se agarra a los miembros con tercainsistencia. Pero veamos lo que han escrito.Me lo figuraba,milord; os hanmarcadoya,comoviejoroblequehadederribarelleñador;mañanaopasadosentiréiselhacha.Pero¿quéescribisteisenesacarta?

Arrancó lord Shoreby el papel de la flecha, lo leyó, lo arrugó entre susmanos y, venciendo la repugnancia que hasta entonces le había impedidoacercarse,searrojóderodillasjuntoalcadáveryansiosamenterebuscóensuescarcela.

Luegosepusoenpie,algodescompuestoelsemblante.

—Compadre —dijo—, he perdido, en efecto, una carta de muchaimportancia,ycomoyopudieraecharle lamanoencimaalcanallaquelaharobado,deinmediatolemandaríaaservirdeadornoenunahorca.Pero,antetodo,aseguremoslassalidasdelacasa.¡PorsanJorge,quebastantedañohanhechoya!

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Seapostaroncentinelasentornodelacasaydeljardín;otro,también,encadadescansillodelaescalera; todounpelotónenelvestíbulodelaentradaprincipal, y otro, además, junto a la hoguera del cobertizo. Los hombres dearmasde sirDaniel fueron reforzados con los de lordShoreby; no faltaban,porlotanto,hombresniarmasparaprotegerlacasaniparacazarenlatrampaacualquierenemigoqueallíestuvieraescondido,siesquealgunohabía.

Entretanto,sacaronelcadáverdelespía,llevándolo,bajolaespesanevada,adepositarloenlaiglesiadelaabadía.

Sólocuandosehubierontomadotodasestasprecaucionesyvolvióareinarenlacasadecorososilencio,sacaronlasdosmuchachasaRichardSheltondesuescondite,dándolecuentadetalladadetodolosucedido.Él,porsuparte,lesrefiriólavisitadelespía,elpeligroquecorrieraalserdescubiertoyelrápidofindelaescena.

Joannaseapoyó,mediodesvanecida,contralatapizadapared.

—¡Depoco servirá esto!—exclamó—. ¡De todosmodos,mañanapor lamañanahandecasarme!

—¡Cómo!—dijosuamiga—.Aquíestánuestropaladín,queahuyentalosleones como si fueran ratoncillos. Poca fe tienes, en verdad. Pero venid,amigo,terrordeleones,dadnosalgunaseguridad;habladyoigamosvuestrosaudacesconsejos.

Dicksequedóconfundidoalverqueasíleechabanencarasuspropiasyexageradaspalabras,pero,aunqueenrojeció,habló,noobstante,conbrío.

—Verdaderamente—dijo— nuestra situación es difícil. Sin embargo, silograse salir de esta casa nada más que media hora, creo que todo podríamarcharbientodavía;yencuantoalcasamiento,seimpediría.

—Yencuantoalosleones—remedólajoven—,seríanahuyentados.

—Perdonad—murmuróDick—.Nohabloyoahoraporelgustodeecharbaladronadas, sinomás bien como el que pide ayuda o consejo, pues si noconsigosalirdeestacasaentreesoscentinelas,menosquenadapodréhacer.Tomad,porfavor,mispalabrasensujustosentido.

—¿Porquédijistequetuenamoradoeraunrústico,Joanna?—preguntólajoven—.Tegarantizoquenosemuerdelalengua;supalabraesfácil,suaveyaudaz,cuandoquiere.¿Quémáspuedesquerer?

—No—suspiróJoannasonriendo—.ÉsenoesmiamigoDick:melohancambiado.Cuandoyoleconocíeratoscoyrudo.Peroesonadaimporta;paramíyanohaysalvación.NomequedamásremedioqueserladyShoreby.

—Puesbien—exclamóDick—;voya intentar la aventura.Nadie se fija

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muchoenunfraile,ysiencontréunabuenahadaquemecondujohastaaquí,bienpuedoencontrarotraquemehagallegarhastaabajo.¿Cómosellamabaelespía?

—Rutter—respondió ladamisela—.Pero¿quéqueréisdecir, terrorde laselva?¿Quéosproponéishacer?

—Seguir audazmentemicaminocomosi tal cosa—replicóDick—,y sialgunomedetiene,decirlequevoyarezarporelalmadeRutter.Ahoramismoestaránrezandoanteelpobremuerto.

—Laestratagemaesalgoinocente—observólamuchacha—;peropodríaresultarviable.

—No, no es ninguna treta —exclamó el joven Shelton—, sinosimplementeungolpedeaudacia,que,confrecuencia,valemásquenadaenlosgrandesapuros.

—Tenéisrazón—dijoella—.¡Id,pues,ennombredelaVirgenMaría,yqueelcieloosproteja!Dejáisaquíaunapobredoncellaqueosamacontodasualma,yaotraquedetodocorazónesvuestraamiga.Sedcauto,pornuestrobien,ycuidaddevuestraseguridad.

—Sí —añadió Joanna—. Vete, Dick. No corres mayor peligromarchándotequequedándote.Vete;micorazónvacontigo.¡Quélossantosteprotejan!

PasóDick por delante del primer centinela con aire tan decidido que elhombre tan sólo semovió con cierta inquietud y lemiró fijamente. Pero alllegaralsegundodescansillo,elotrocentinelalecortóelpasoconsulanzayleordenóquedijesequélellevabaporallí.

—Pax vobiscum—contestóDick—.Voy a rezar ante el cadáver de esepobreRutter.

—Estábien—replicóelcentinela—.Peronoestápermitidoirsolo.—Seasomósobrelabarandilladerobleylanzóunsilbido—.¡Ahívauno!—gritó.

YentoncesdejópasoaDick.

Al pie de la escalera encontró a toda la guardia en pie para recibirle, ycuando repitió sucantinela, el jefedelpuestoordenóquecuatrohombres leacompañasenalaiglesia.

—¡No le dejéis escapar, muchachos! —dijo—. ¡Os va la vida si no lolleváisasirOliver!

Entoncesseabriólapuerta,lecogierondoshombres,unoporcadabrazo;otro sepusoal frenteconunaantorchayel cuarto, conel arco tendidoy laflechaenlacuerda,guardólaretaguardia.Asíecharonaandar,pasandoporel

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jardín,bajoladensaoscuridaddelanocheylanevada,llegandoprontoalasiluminadasventanasdelaiglesiaabacial.

En el portal del oeste había un piquete de arqueros, que se refugiabancomopodíanbajolabóvedadelaentrada,ytodoscubiertosdenieve,ysólodespuésdehabercambiadounaspalabrasconlosqueconducíanaDickselespermitióaéstoscontinuar,entrandoenlanavedelsagradoedificio.

Laiglesiaestabadébilmenteiluminadaporlosciriosdelaltarmayoryporunpardelámparasquecolgabandelasbóvedas,antelascapillasparticularesde familias ilustres. En el centro del coro yacía el cadáver del espía,piadosamentedispuestossusmiembros,sobreunféretro.

Unprecipitadomurmullodeplegariasresonabaalolargodelosarcos;enlossitialesdelcoro,monjesconcogulla,arrodillados,yen losescalonesdelaltarmayor,unsacerdote,depontifical,celebrabalamisa.

Alveralosreciénllegados,unodelosquellevabakcogullaselevantóy,bajando los escalones que elevaban el nivel del coro sobre el de la nave,preguntóalqueguiabaaloscuatrohombresquélesllevabaalaiglesia.

Porrespetoalaceremoniareligiosayalmuerto,hablaronenvozbaja,perolos ecos del enorme y casi vacío edificio recogieron sus palabras y lasrepitieronsordamenteporlasnaveslaterales.

—¡Unmonje!—exclamósirOliver(eraél),aloírelrelatodelarquero—.Hermano,noosesperaba—añadióvolviéndosehaciaeljovenShelton—.Contodosmisrespetos,¿quiénsois?Y¿ainstanciasdequiénvenísaunirvuestrasoracionesalasnuestras?

ConservandoDicklacapuchasobresurostro,hizoseñaasirOliverdequeseapartaraunoodospasosde losarquerosy, tanprontocomoelclérigo lohubohecho,ledijo:

—Nopuedoesperarengañaros,señor.Envuestrasmanosestámivida.

SirOliversesobresaltóviolentamente;palidecieronsusrollizasmejillasyduranteunratoguardósilencio.

—Richard—dijoluego—,noséloquetetraeaquí;peromuchometemoquenadabuenoes.Sinembargo,por losrecuerdosdelpasado,porelcariñoqueme tuviste, no quisiera exponerte a ningún daño.Toda la noche estarássentadojuntoamíenunsitialdelcoro:allíestaráshastaquelordShorebysehaya casadoy la comitiva haya regresado sanay salva a casa.Y si todovabienynohastramadotúnadamalo,alfinalmarcharásdondequieras.Perositienesalgúnpropósitosanguinario,caerásobretucabeza.¡Amén!

Ysantiguándosedevotamente,elcurasevolvióyseinclinóanteelaltar.

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Trasesto,dijounaspalabrasalossoldadosy,cogiendodelamanoaDick,lehizosubiralcoroylecolocóenelsitialcontiguoalsuyo,donde,aunquenofueramásqueporpurafórmuladerespeto,tuvoelmuchachoquearrodillarseyaparecermuyabsortoensusdevociones.

Sinembargo,suimaginaciónysusojosnoparabanunmomento.

Observó que tres de los soldados, en vez de regresar a la casa, habíantomadotranquilamenteunaposiciónestratégicaenlanavelateral,ynolecupolamenordudadequeasílohabíanhechoporordendesirOliver.Habíacaído,pues, en una trampa. Allí había de pasar la noche rodeado del resplandorespectralylassombrasdelaiglesia,contemplandoelpálidorostrodelqueélmismohabíamatado.Yahí,alamañanasiguiente,habíadeverasuadoradacasarseconotrohombre,antesuspropiosojos.

Pero,apesarde todo, logródominarsuespírituy revestirsedepacienciaparaesperareldesenlace.

4.Enlaiglesiadelaabadía

Duraron las oraciones, en la iglesia, toda la noche sin interrupción, oracantandosalmos,orahaciendosonardecuandoencuandoelfúnebretañidodelacampana.

Rutter,elespía,fueveladoconhonoresdenoble.Allíyacía,entretanto,talcomolohabíanpuesto,cruzadaslasmanosinertessobreelpechoymirandoaltechoconsusojosmuertos,ycerca,enelsitialdelcoro,elmuchachoquelehabíamatadoesperaba,condolorosainquietud,lallegadadelamañana.

Sólounavez,eneltranscursodeaquellashoras,seinclinósirOliverhaciasucautivo,paradecirleconvoztanlevecomounsusurro:

—Richard,hijomío,sialgúnodioabrigascontramí,yoteaseguro,porlasalvacióndemialma,quelohacescontrauninocente.¡Pecadormeconfiesoantelosojosdelcielo!Peropecadorcontratinolosoynilohesidonunca.

—Padre—repusoDickenelmismotonodevoz—,podéiscreerme,nadaintento; pero en cuanto a vuestra inocencia, tal vez no olvide que no ossincerasteismásqueamedias.

—Un hombre puede ser culpable inocentemente—replicó el clérigo—.Puede habérsele ordenado cumplir a ciegas una misión, ignorando suverdaderoalcance.Estoesloqueamímeocurrió.Yoatrajeatupadrehacialamuerte; pero tan cierto como que nos está viendo el cielo en este lugarsagrado,yonosabíaloquehacía.

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—Esposible—murmuróDick—.Perovedquéraratelarañahabéistejido,queahoraresultaqueyohedeser,enestemomento,vuestroprisioneroa lapar que vuestro juez; que al propio tiempo que amenazáis mi vida estáisimplorandoquecontengamiira.Creoyoquesitodalavidahubieraissidounhombrerectoybuensacerdote,notendríaisahoraquetemermenidetestarme.Yahoravolvedavuestrasoraciones.Osobedezco,yaquelanecesidadobliga;peronoquieroquememolestéisconvuestracompañía.

Exhalóelcuratanhondosuspiroquecasiseinclinóelmuchachoasentirporélalgodelástima,yluegosepultólaabatidacabezaentrelasmanos,comohombre abrumado por el peso de la zozobra. No volvió a murmurar lossalmos; pero Dick oyó el chocar de las cuentas entre sus dedos y elacompasadomurmullodesusplegariasentredientes.

Un rato después la grisácea claridad de la mañana penetraba por laspintadasvidrierasdelaiglesia,avergonzandoaldébilresplandordeloscirios.Aumentaba la luz, haciéndose más viva, y al poco tiempo, a través de lasclaraboyas del sudeste, un chorro de rosada luz solar jugueteaba en lasparedes. La tormenta había cesado; los nubarrones descargaron su nieve yhuyeron lejos, y el nuevo día apuntaba sobre un alegre paisaje de invierno,cubiertoporunablancafunda.

Entraronapresuradamenteacólitosyencargadosdelserviciodelaiglesia,sellevaronelféretroaldepósitodecadáveresylimpiarondelasbaldosaslasmanchasdesangre,paraqueningúnespectáculodemalagüerodeslucieselabodadelordShoreby.

Alpropiotiempo,losmismosclérigos,quetanlúgubreocupacióntuvierondurantelanoche,comenzaronaponersusrostrosmásenconsonanciaconlamañana,parahonrar laceremonia,muchomásalegre,queapuntoestabadeempezar.Ycomonuevoanunciodelallegadadeldía,fuecongregándoseallíla gente devota de la ciudad, entregándose a sus rezos ante sus capillasfavoritasoaesperarsuturnoantelosconfesionarios.

En medio de toda esta actividad, era fácil burlar la vigilancia de loscentinelasdesirDaniel,queestabanapostadosen lapuerta.Y,pocoapoco,Dick,mirando aburridamente en torno suyo, tropezó con lamirada deWillLawless,nadamenos,vistiendoaúnelhábitodemonje.

Elforajidoreconocióalmomentoasujefeyreservadamentelehizoseñasconlasmanosylosojos.

Muy lejosestabaDickdehaberperdonadoalviejobribón su inoportunaborrachera, pero no quería complicarle en el aprieto en que se hallaba; enconsecuencia,contestóasuseñaconotra,ordenándolequesemarchara.

Comosilahubieraentendido,Lawlessdesaparecióinmediatamentedetrás

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deunodelospilares,yDickrespirótranquilo.

Pero ¡cuál no sería su sorpresa y espanto al sentir que le tiraban de lamangayver alviejo ladrón instalado juntoa él, enel sitial contiguo,y contodaslasaparienciasdehallarsesumidoensusdevociones!

Instantáneamente sir Oliver se levantó de su asiento y, deslizándose pordetrás de los sitiales, se dirigió hacia los soldados que estaban en la navelateral.Sitanprontohabíandespertadolassospechasdelcura,elmalnoteníaremedio,yLawlessquedaríaprisioneroenlaiglesia.

—Notemuevas—susurróDick—.Estamosenelmayorde losaprietos,gracias,sobretodo,atucochinadadeayerporlatarde.Cuandomevisteaquísentado,dondeno tengoderechoaestar,ni interésalguno,¡malapeste!,¿nopudisteolerquealgomalohabíaentodoestoyhuirdelpeligro?

—No—repusoLawless—,creíquehabíaisrecibidonoticiasdeEllisyqueestabaisaquícumpliendoconvuestrodeber.

—¿Ellis?—repitióDick—.¿Havuelto,pues?

—Yalocreo—contestóelforajido—.Llegóanoche,ybuenosazotesmedioporhabermeemborrachado…Demodoqueyaestáisvengado,miseñor.¡EseEllisDuckworthesunafuria!AgalopevinodesdeCravenparaevitaresaboda;yyasabéis,masterDick,sumaneradeobrar…:loquedicelohace.

—Pues entonces —dijo Dick, sin descomponerse— tú y yo, mi pobrehermano, somos hombres muertos, porque aquí estoy prisionero sólo porsospechas y mi cabeza responde de esa misma boda que él se proponedesbaratar…Peliagudodilema:¡perderlanoviaoperderlavida!Puesbien:lasuerteestáechada…¡metocaperderlavida!

—¡Por la misa! —exclamó Lawless levantándose a medias—. ¡Memarcho!

PeroDicklepusoenseguidalamanoenelhombro,deteniéndole.

—AmigoLawless—ledijo—,quédateahíquietosentado.Ysitienesojosenlacaramirahaciaallá,haciaelrincón,bajoelarcodelpresbiterio.¿Novesque, con sólo moverte tú para levantarte, esos hombres armados se hanpreparado para interceptarte el paso? Ríndete, amigo. Cuando, a bordo delbarco, creíste que ibas amorir ahogado, fuiste valiente; sélo ahora tambiénparamorir,dentrodepoco,enlahorca.

—Master Dick —suspiró Lawless—, ¡la cosa me ha pillado tan desorpresa! Pero dadme tiempo de recobrar el aliento, y, ¡por la misa!, tanvalerosohedesercomovosmismo.

¡Ahoratereconozco,valiente!—murmuróDick—.Sinembargo,Lawless,

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muchome apena tener quemorir; pero, si de nada sirve el lloriquear, ¿paraquéquejarse?

—¡Verdades!—asintióLawless—.Siasíruedanlascosas,¡uncominomeimportalamuerte!Undíauotroserá,miseñor.Ymorircolgadoenunabuenapeleadicenqueesunamuertedulce,aunquejamássupedenadiequevolvieradelotromundoparacontarlo.

Ydiciendoeso,elbravopícaroserecostóensusitial,cruzólosbrazosycomenzóamirarentornoconaireinsolenteydespreocupado.

—Respecto a esto —añadió Dick—, lo mejor que podemos hacer esestarnosquietos.TodavíanosabemosloqueDuckworthsepropone,ycuandosehayadicholaúltimapalabra,pormuymalquefueranlascosas,aunquizápodríamosponerpiesenpolvorosa.

Al dejar de hablar, percibieron unos lejanos y débiles acordes de alegremúsica, que se acercaban cada vez más fuertes. Las campanas de la torrerompieron a repicar y una multitud, que crecía por momentos, comenzó aapiñarse en la iglesia, sacudiéndose la nieve de los pies y frotándose ycalentándoselasentumecidasmanosconsualiento.Seabriódeparenparlapuertadelladooeste,dejandoverelresplandordelsolsobrelanevadacalleydandoentrada auna ráfagade aire sutil de lamañana; enunapalabra: tododemostraba que lord Shoreby deseaba casarse muy demañana y que ya seacercabaelcortejonupcial.

AlgunosdeloshombresdelordShorebydespejaronelpasohacialanavecentral, obligando a retroceder, con sus lanzas, a la gente; un momentodespués se veía acercarse, sobre la nieve helada, los pífanos y trompeteros,conlacaraescarlataafuerzadesoplar;lostamboresyloscímbalos,tocandoconfuerza.

Al acercarse éstos a la puerta del templo, formaban fila a cada lado,marcandoelcompásdesuvigorosamúsica,golpeandocon lospiessobre lanieve. Por el paso que dejaban así abierto aparecieron los jefes del noblecortejonupcial,ytaleralavariedadyvistosidaddesustrajes,tallapompayderrochedesedasyterciopelos,depielesyrasos,debordadosyencajes,quelacomitiva sedestacaba sobre lanievecomoun jardíncuajadode floresenmediodeunsendero,ocomounagranventanadepintadoscristalessobreunapared.

Venía primero la novia, triste espectáculo, pálida como el invierno yapoyándose en el brazo de sirDaniel, acompañada, comomadrina de boda,por la damisela que protegiera a Dick la noche anterior. Inmediatamentedespués,radianteensuatavío,seguíaelnovio,cojeandoconsugotosopie,ycuandoatravesóelumbraldelsagradoedificioysedespojódesusombrero,se

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viosucalvarosadaporlaemoción.

YentonceslellególahoraaEllisDuckworth.

Desde el sitio en que estaba Dick, como sacudido por encontradasemocionesyagarrandoconcrispadamanoelatrilqueteníadelante,viocómolamultitudseagitabayretrocedíaentropel,levantandolosojosylosbrazos.Siguiendo estas señales, vio a tres o cuatro hombres con los arcos tensos, apuntodedisparar, asomadosa lagaleríade lasclaraboyas.Enaquelprecisoinstante dispararon las flechas, y antes de que el clamor y las voces de laasombrada muchedumbre tuviesen tiempo de extenderse a todos los oídos,desaparecieron.

Llena quedó la nave de cabezas que se agitaban y de gritos de horror;aterrorizadosacudieronlosclérigosdesdesussitios,cesólamúsica,yaunquelascampanassiguieron repicandounossegundos,algunanoticiadeldesastrellegóalfinhastadondeloscampanerostirabandesuscuerdas,puestambiénellosdesistierondesualegretarea.

Enelcentromismodelanaveyacíaelnovio,muertoenelacto,atravesadopor dos flechas negras. La novia se había desmayado. Sir Daniel, en pie,mirabaconairedominantealamultitud,tansorprendidocomoairado,conunaflechadeunavaratemblandoensuantebrazoizquierdoylacarachorreandosangreporotraquelehabíarozadounaceja.

Mucho antes de que pudiera practicarse la menor pesquisa paracapturarlos, los autores de esta trágica interrupción se precipitaron por unaescaleradecaracolydesaparecieronporunapoterna.

PeroDickyLawlesstodavíaquedabancomorehenes;alaprimeraseñaldealarmaselevantaronehicieronvaronilesesfuerzosparaganarlapuerta,peroentre la estrechez de los sitiales y lamultitud de aterrorizados curas resultóvano el intento, y no tuvieron más remedio que volver estoicamente a suspuestos.

Entonces,pálidodehorror,sirOliversepusoenpieyllamóasirDaniel,señalandoconunamanoaDick.

—¡Aquí—gritó—estáRichardShelton!¡Horafunesta!…¡Culpabledeunasesinato! ¡Cogedle!… ¡Mandadlo prender! ¡Por nuestras vidas, cogedle yatadlefuerte!¡Hajuradodestruirnos!

SirDanielsequedóciegodeira…ciegotambiénporlasangrecalientequeaúncorríaporsurostro.

—¿Dónde?—rugió—. ¡Traédmelo a rastras! ¡Por la cruz de Holywoodquesehadearrepentirdeestemomento!

Retrocedió la muchedumbre y un grupo de arqueros invadió el coro,

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violentamente echó mano sobre Dick y empujándole le hicieron bajar losescalonesdelpresbiterio.Lawless,porsuparte,sequedóensuasiento,másquietoqueescondidoratoncillo.

Sir Daniel, limpiándose la sangre que le corría por los ojos, miró,parpadeando,asucautivo.

—¡Ah, traidor, insolente—ledijo—;yate tengoseguro!Ypor todoslosjuramentosdelatierra,porcadagotadesangrequemecorreporlosojoshedearrancarteungemidodetucuerpo.¡Lleváoslo!—añadió—.¡Noesésteelsitio! A mi casa con él. Dejaré en todas las articulaciones de tu cuerpo lamarcadelatortura.

PeroDick,desasiéndosedelosquelehabíanprendido,levantósuvoz.

—¡Santuario!—gritó—. ¡Santuario! ¡Estoy en lugar sagrado y a él meacojo!¿Oís,padresmíos?¡Quierenarrancarmedelaiglesia!

—Delaiglesiaquetúhasprofanadoconunasesinato,muchacho—añadióunhombrón,magníficamentevestido.

—¿Quiénloprueba?—gritóDick—.Meacusandecomplicidad,escierto,perosinlamenorprueba.Yoera,enverdad,unpretendientealamanodeestadamisela,yella,meatrevoadecir,respondíaamigalanteoconsufavor.Pero¿qué hay demalo en eso?Amar a una doncella no es ofensa, creo yo…nitampococonquistarsuamor.Encuantoalodemás,limpioestoydetodaculpa.

Se oyó un murmullo de aprobación entre los espectadores; con tantaaudacia proclamó Dick su inocencia. Pero inmediatamente una multitud deacusadoressealzóporelotrolado,gritandoquelanocheanteriorlehallaronencasadesirDaniel,llevandoaquelsacrílegodisfraz.YenmediodeaquellaBabel,sirOliver,conlavozyelgesto,señalabaaLawlesscomocómpliceenaqueldelito.Éste,asuvez,fuearrancadodesuasientoycolocadojuntoasujefe.

Seexcitaronlosánimosdelamultitudentrelosdosbandosquesehabíanformado;ymientrasunosarrastrabanalosprisionerosdeunladoaotroparafavorecer su huida, otros les llenaban de injurias y les golpeaban con suspuños. A Dick le zumbaban los oídos y le daba vueltas la cabeza de puroaturdido,comoelqueluchaconlosremolinosdeunimpetuosorío.

Pero el hombrón que antes contestara a Dick restableció, mediante unprodigioderesistenciavocal,elsilencioyelordenenlamuchedumbre.

—Registradlos—ordenó—, a ver si llevan armas. Así podremos juzgarmejorsusintenciones.

NolehallaronaDickmásarmaquesulargopuñal,yestohablóenfavorsuyo,hastaqueunhombre,oficiosamente,losacódesuvaina;entoncessevio

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que estaba aún manchado con la sangre de Rutter. Se alzó entonces untremendovoceríoentre lospartidariosdesirDaniel,cortándoloenseguidaelhombrónconungestoyunamiradaimperiosa.

Pero,alllegarleelturnoaLawless,seleencontródebajodesuhábitounhazdeflechasidénticasalasquehabíansidodisparadas.

—¿Yquédecísahora?—preguntóaDick,conaireceñudo,elhombrón.

—Caballero—repusoDick—,estoyenunsantuario,¿noesverdad?Puesbien,caballero:porvuestroporteadivinoquesoisdeelevadacondición,yenvuestro semblante leo señales de piedad y de justicia. A vos, pues, meentregaré prisionero, con mucho gusto, renunciando al derecho que meconcede este sagrado lugar. Pero antes que rendirme a discreción a esehombre,aquienenvozaltaacusodeserelasesinodemipadreyeldetentadorinjustodemistierrasyrentas,antesqueesoossuplicolagraciadeque,convuestranoblemano,medeismuerteenelacto.Vosmismohabéisoídoque,aun antes de que fuese probada mi culpabilidad, ya me amenazó con eltormento. No cuadra a vuestro propio honor el entregarme a mi declaradoenemigoyantiguoopresor,sinoelquemejuzguéisconformemandalaley,ysienverdadsoyculpable,quemedeismisericordiosamuerte.

—Milord—gritósirDaniel—,esperoquenodaréisoídosaese lobo.Sudagasangrientaleechaencarasufalsedad.

—No; pero permitidme que os diga,mi buen caballero—replicó el altodesconocido—,quevuestravehemenciadicemuypocoenfavorvuestro.

En ese momento, la novia, que había vuelto en sí de su desmayo unosminutosantesycontemplabaconextraviadosojoslaescena,sedesasiódelosquelasosteníanycayóderodillasanteelhombrón.

—MilordRisingham—exclamó—;oídmeenjusticia.Mehalloaquí,bajocustodiadeesehombre,puramenteobligadaporlafuerza,secuestrada,robadaami propia familia.Desde el día en que esto ocurrió no he hallado piedad,amparoniconsueloenningúnhombremásqueenéste,enRichardShelton,aquienahoraacusanytratandeperder.Milord,sianocheestuvoenlamansióndesirDaniel,fueporqueaellalellevéyo;fueporqueyoselopedí,ynuncapensóencometerdañoalguno.CuandosirDanielseportabaaúnconélcomobuenseñor,luchólealmentecontralosdelaFlechaNegra.Perocuandosuviltutor intentó quitarle la vida con ardides, y tuvo que huir de noche parasalvarsedeaquellatraidoramorada…,¿dóndepodíairenbuscadeauxilio,sinrecursosdeningunaclase?Ysicayóentoncesenmalascompañías,¿aquiéncondenaríaisporello,almuchacho injustamente tratadooal tutorqueabusódelaconfianzaenéldepositada?

Al llegar aquí, la otra damisela que la acompañaba se arrojó también de

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rodillasjuntoaJoanna.

—Yyo,mibuenlordytío—añadióella—,puedodarfe,enconcienciayantetodoslospresentes,dequeloqueestadoncellahadichoescierto.Fuiyo,indignacompañerasuya,quienllevóhastaallíaljoven.

El conde de Risingham oyó en silencio, y cuando las voces cesaron,continuó aún silencioso un rato. Luego, dio a Joanna la mano para que selevantara, aunque pudo observarse que no usó igual cortesía con la que sehabíallamadosobrinasuya.

—Sir Daniel —dijo, al fin—, es éste un complicado asunto que, convuestropermiso,meencargaréyodeexaminary resolver.Contentaos,pues,con saber que vuestro asunto está en buenas manos; se os hará justicia, y,entretanto,marchaosavuestracasayhaceoscurarvuestrasheridas.Elaireesmuyfríoynoquisieraquepillaraisunenfriamientoademásdeesosrasguños.

Hizocon lamanounaseña,yésta fue transmitidadeunosaotros,enelinteriorde lanave,por susobsequiosos servidores,queesperabanatentosalmenorgesto.

Instantáneamente,fueradelaiglesia,sonópenetrantetoquedetrompetas,y a travésdel abiertoportal, arquerosyhombresde armas,vestidos con loscoloresdelacasadelordRisinghamyllevandosudivisa,comenzaronaentrarenlaiglesia,marchandoenfila;lesquitaronlosdosprisionerosalosqueaúnloscustodiaban,ycerrandofilas trasDickyLawless,marcharondefrenteydesaparecieron.

Alpasar,JoannatendiólasmanoshaciaDickylegritóadiós;ylamadrina,sin que en nada la abatiese el evidente enojo de su tío, le envió un besoacompañado de un grito de: «¡Ánimo, cazador de leones!», lo que por vezprimera,desdelossucesosocurridos,hizoasomarunasonrisaaloslabiosdelamultitud.

5.ElcondedeRisingham

Apesardeser,conmucho,elmásimportantepersonajedecuantoshabíaentoncesenShoreby,elcondedeRisinghamsealojabapobrementeenlacasade un caballero particular, en los barrios extremos de la ciudad. Sólo loshombresarmadosquehabíaenlaspuertasylosmensajerosacaballoqueibanyveníansincesaranunciabanlaresidenciatemporaldeungranlord.

Asísucedióque,porfaltadeespacio,DickyLawlessfueronencerradosenunamismahabitación.

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—Muy bien hablasteis, master Richard—dijo el forajido—. No podíaishacerlomejor,y,pormiparte,osdoylasgraciascordialmente.Hemoscaídoenbuenasmanos;nos juzgaránen justiciayaunahorauotradeestanochenoscolgarándecentementedeunmismoárbol.

—Laverdades,pobreamigomío,queasílocreo—respondióDick.

—Sin embargo, aún nos queda una cuerda en nuestro arco —replicóLawless—.EllisDuckwortheshombrecomonoseencontraríaotroentrediezmil; os tienemetido en el corazón, tanto por vosmismo como por vuestropadre, y conociendovuestra inocencia en este lance, removerá cieloy tierraparasalvaros.

—Talvezno—dijoDick—.¿Quépuedehacer él?No tienemásqueunpuñadodehombres. ¡Ay!Si fuesemañana…Siyopudieraacudiraunacitaque mañana tengo una hora antes del mediodía… Creo que las cosascambiaríandeaspecto…Peroahoranohayremedio.

—Bien—dijoresumiendoLawless—;sivosproclamáismiinocencia,yoproclamarélavuestracontodaenergía.Denadanosservirá;perosimehandeahorcar,noseráporquedarmecortoenjurarquesomosinocentes.

Mientras Dick quedaba sumido en sus pensamientos, el viejo pícaro seacurrucóenunrincón,tiródesucapuchamonásticahastataparselacarayseacomodóparadormir.Prontosonaronsusfuertesronquidos:hastatalpuntosulargavidadepenalidadesyaventuraslehabíaembotadoelsentidodelmiedo.

Largo rato hacía que pasara elmediodía, y el día comenzaba a declinar,cuandoseabriólapuertadelahabitaciónyDickfueconducidoalapartealtadelacasa,dondeentibioaposentomeditabaelcondedeRisingham,sentadojuntoalfuego.

Alentrarsucautivo,alzólavista.

—Caballero—le dijo—, conocí a vuestro padre, que era un hombre dehonor, y estome inclina a sermás indulgente; pero no he de ocultaros quepesansobrevuestraconductagravescargos.Andáisasociadoconasesinosyladrones; existenpruebas evidentesdequehabéis atentadocontra lapazdelreino; se sospechaqueos apoderasteis deunbarco, comounpirata; fuisteishallado, oculto y disfrazado, en casa de vuestro enemigo; fue asesinado unhombreaquellamismanoche…

—Si me lo permitís, milord —interrumpió Dick—, os confesaréinmediatamentemi culpa, tal comoes.Yomaté aRutter, y comopruebadeello—añadió,buscandoalgoensuseno—aquítenéisunacartaquellevabaensuescarcela.

TomólacartalordRisingham,laabrióylaleyódosveces.

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—¿Habéisleídoesto?—preguntó.

—Sí,loheleído—contestóDick.

—¿SoisdelpartidodeYorkodeldeLancaster?—inquirióelconde.

—Milord,nohacemuchoquemehicieron lamismapreguntayno supecómocontestarla—dijoDick—;perohabiendorespondidoaellaunavez,nohedevariarahora.Milord,soydelpartidodeYork.

Inclinólacabezaelcondeenseñaldeaprobación.

—Honradarespuesta—dijo—.Peroentonces,¿porquémeentregáisestacarta?

—Porque,contralostraidores,milord,¿noestánporigualdispuestostodoslospartidos?—exclamóDick.

—Bienquisierayoqueasíloestuvieran,caballero—repusoelconde—,ycuandomenosapruebovuestra frase.Observoquehayenvosmás juvenilesimpulsosque culpa,y, deno ser sirDanielhombre tanpoderosoennuestropartido, casi estaría tentado a defenderos en vuestra querella. Porque heindagado y, por lo que parece, habéis sido tratadomuy duramente, y tenéismuchaexcusa.Peromirad,caballero,yosoy,antesquenada,unjefequehadedefender los intereses de la reina y aunque, según creo, hombre justo pornaturaleza, y hasta con exceso inclinado a lamisericordia, estoy obligado adirigirdetalsuertemisactosqueresultenbeneficiososparalosinteresesdemipartido,yporconservarasirDanielseríacapazdeirmuylejos.

—Milord —repuso Dick—, sin duda os parecerá osadía el que yo osaconseje;pero¿contáisconlafidelidaddesirDaniel?Teníayoentendidoqueconintolerablefrecuenciapasabadeunpartidoaotro.

—¡Ah! Ésa es la costumbre en Inglaterra. ¿Qué le vamos a hacer? —replicóelconde—.PerosoisinjustoconelcaballerodeTunstall,ydelmodoque se entiende la fidelidad en esta desleal generación, últimamente se hamostrado honradamente leal a nosotros, los de Lancaster.Hasta en nuestrosúltimosrevesessiguiófirmeanuestrolado.

—Entonces—contestóDick—siosdignáis echarunaojeadaa estaotracarta,podríaserquecambiaraislaopiniónenqueletenéis.

YentregóalcondelamisivadesirDanielalordWensleydale.

El efectoque éstaprodujo en el semblantedel conde fue instantáneo; seenfureciócomounleóny,conrepentinoimpulso,llevólacrispadamanoasudaga.

—¿Tambiénestolohabéisleído?—preguntó.

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—Tambiénesto—respondióDick—.VuestrasposesionesesloqueofrecealordWensleydale.

—Sí, mis posesiones, como decís—exclamó el conde—. Esta carta meconvierte en vuestro servidor. Me ha mostrado la madriguera del zorro.Mandadme,masterShelton;noserémezquinoenmigratitud;yparaempezar,seáisdeYorkodeLancaster,hombrehonradooladrón,desdeestemomentoos concedo la libertad. ¡Marchaos, en nombre de la Virgen María! Peroconsiderad como un acto de justicia que retenga y ahorque a vuestrocompañeroLawless.Elcrimensehacometidopúblicamenteyesconvenientequeaélsigauncastigopúblicotambién.

—Milord,laprimerasúplicaqueoshagoesquetambiénaélleperdonéis.

—Esuncondenadopícaro, ladrónyvagabundo,masterShelton—dijoelconde—.Hacelomenosveinteañosquesetienebienganadalahorca.Ysi,alfin,aellahadeiraparar,¿quémásdamañanaquepasado?

—Sinembargo,milord,porcariñoamí,vinoélaquí—respondióDick—,ymuyruinydesagradecidoseríasiloabandonara.

—MasterShelton,muy tercosois—repusoseveramenteelconde—.Malcaminoeséseparaprosperarenelmundo.Apesardetodo,yparalibrarmedevuestra importunidad, voy a complaceros una vez más. Marchaos, pues,juntos; pero cautelosamente y salid rápidamente de la ciudad de Shoreby.Porque ese sir Daniel, ¡a quien el cielo confunda!, tiene sed insaciable devuestrasangre.

—Milord, os expreso ahora con palabras mi gratitud, esperando poderpagarosdentrodebreveplazounapartedemideuda—contestóDickmientrassalíadelahabitación.

6.OtravezArblaster

CuandoaDickyaLawlessselespermitióescaparporunapuertatraseradelacasaenlaquelordRisinghamteníasuguarnición,yaanochecía.

Hicieronaltounmomentoalabrigodelatapiadeljardínparaponersedeacuerdoacercadelmejorcaminoaseguir.Elpeligroeraextremado.SiunodeloshombresdesirDanielllegabaaverlosydabalavozdealarma,prontolesdaríancazaylesacuchillaríanalinstante.YnosóloeralaciudaddeShorebyunareddepeligrosparasusvidas,sinoquesaliracampoabiertoeracorrerelriesgodetropezarconlaspatrullasdevigilancia.

Pocodespués,alentrarenunterrenodescubierto,divisaronunmolinode

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vientoy,juntoaél,unespaciosograneroconlaspuertasabiertas.

—¿Quéteparecesinosquedásemosahíhastaquesehicieradenoche?—preguntóDick.

NoocurriéndoseleaLawlessmejorrecurso,corrieronhaciaelgraneroyseocultarondetrásdelapuerta,entrelapaja.

La luz del día iba desapareciendo rápidamente y, al rato, plateaba ya lalunalaheladanieve.EntoncesonuncaeraelmomentodellegaraLaCabrayla Gaita sin ser vistos, y cambiar allí sus delatoras ropas. Aun así, lo másdiscretoeradarunrodeoporlasafuerasynoarriesgarseairporelmercado,donde, entre la aglomeracióndegente, estabanenpeligromás inminentedeserreconocidosymuertos.

Largoeraelcamino.Lesllevóaquelrodeonomuylejosdelacasajuntoalaplaya,oscuraysilenciosaentonces,dejándoles,alfin,albordedelpuente.Alaclaraluzdelaluna,pudieronverquemuchosbarcoshabíanlevadoanclasy,aprovechando lo despejado del cielo, partieron con rumbo a tierras máslejanas;porestacausa,lasmíserastabernasdelaplaya—aunqueburlandolaleydeltoquedequeda,tuviesenaúnencendidosfuegosyvelas—noestabanya llenas de parroquianos ni resonaban en ellas los coros de cancionesmarineras.

Apresuradamente, casi corriendo, con sus hábitos monásticos recogidoshasta la rodilla, se hundían los fugitivos en la nieve, cruzando por entre ellaberintodelmaderamenmarino,yyallevabanrecorridomásdelamitaddelcaminoentornodelpuertocuando,alpasarfrenteaunataberna,seabriódeprontolapuertayunaráfagadeluzcayósobresusfugitivasfiguras.

Se detuvieron en el acto, con la intención de hacer creer que estabanentregadosaunaanimadaconversación.

Treshombres,unodespuésdeotro,salierondelataberna,yelúltimocerrótraséllapuerta.Ibanlostrestambaleándose,comosihubieranpasadoeldíaen continuas libaciones, y se quedaron indecisos a la luz de la luna, comoquienes no saben qué hacer. El más alto de los tres hablaba en voz alta ylastimera.

—SietebarricasdelmejorGascuñaquejamássirvierataberneroalguno—decía—. El mejor barco que jamás zarpara del puerto de Dartmouth, unaVirgenMaríamediodorada,trecelibrasenbuenamonedadeoro…

—Yotambiénhe tenidograndespérdidas—interrumpióunode losotros—. También he perdido cosas de mi propiedad, compadre Arblaster. En lafiestadesanMartínmerobaroncincochelinesyunabolsadecueroquevalíanuevepeniquesycuarto.

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Lo que oyó Dick le llegó al alma. Hasta ese momento quizá no habíapensado ni un par de veces en el pobre patrón arruinado por la pérdida delBuena Esperanza; con tal indiferencia miraban en aquellos tiempos, loshombres que llevaban armas, los bienes e intereses de sus inferiores. Peroaquel repentino encuentro le recordó vivamente lo duro de su proceder y eltriste fin de su empresa, y tanto él comoLawless volvierondel otro lado lacabezaparaevitarserreconocidos.

El perro del barco, sin embargo, había logrado escapar del naufragio yhallarelcaminoderegresoaShoreby.EstabaahoradetrásdeArblaster,juntoasustalones,ydepronto,olfateandoyenderezandolasorejas,selanzóhaciaadelanteycomenzóaladrarfuriosamentealosdosfalsosfrailes.

Tambaleándoselesiguiósuamo.

—¡Eh,compañeros!—gritó—.¿Tenéisunpeniqueparaestepobreyviejomarinoarruinadoporlospiratas?¡Soyhombrequepudierahaberpagadoporvosotros dos el jueves por lamañana, y heme aquí ahora, el sábado por lanoche,mendigandoparaunajarradecerveza!¡Sinomecreéis,preguntadleamimarineroTom!¡SietebarricasdebuenvinodeGascuña,unbarcoqueeramío,yfueantesdemipadre,unabenditaVirgenMaríademaderadeplátanoymediodoradaytrecelibrasenoroyplata!¿Eh?¿Quéosparece?Unhombrequeha luchadocontra los franceses;porqueyomehebatidocontra ellos, ymáscabezashecortadoenaltamarquehombrealgunodecuantossehicieronalavelaenelpuertodeDarmouth.Vamos,dadmeunpenique.

NiDickniLawlessseatrevieronacontestarleunasolapalabra,portemorde que reconociera sus voces; y allí se quedaron tan inertes como barco entierra,sinsaberhaciadóndevolverseniquéesperar.

—¿Eresmudo,muchacho?—preguntóelpatrón—.Compañeros—añadió,interrumpiéndole el hipo—, sonmudos.Nome hace gracia esa descortesía,puesaunqueunhombreseamudo,siescortés,hablará,sinembargo,cuandoselehabla,creoyo.

ElmarineroTom, hombre extraordinariamente forzudo, pareció concebirciertas sospechas acerca de estas dos mudas figuras, y, más sereno que sucapitán,seplantódeprontoanteLawless,lecogióbruscamentedelhombroylepreguntóquélepasabaquetanquietateníalalengua.

Lawless, creyendo que todo disimulo era ya inútil, le contestó con unpuñetazoformidablequedejótendidoalmarinerosobrelaarena,y,gritandoaDickquelesiguiera,echóacorrerporentreelmaderamen.

Laescenasedesarrollóenunsegundo.AntesdequeDickpudieracorrerpoconimucho,Arblasterleteníacogidoentresusbrazos;Tom,arrastrándose,loagarróporunpie,yeltercerodeaquelloshombresdesenvainóunmachete

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yloblandíasobresucabeza.

NoeraelpeligroenquesehallabanielenojoloqueabatíaelánimodeljovenShelton;eralaprofundahumillaciónquesentíadehaberescapadodelasgarrasdesirDanielydehaberconvencidoalordRisingham,paravenirahoraa caer indefenso en manos de este viejo marinero borracho, y no sóloindefenso,sino,comosuconciencialedecíaagritoscuandoerayademasiadotarde, realmente culpable… insolvente deudor del hombre cuyo barco habíarobadoparaperderlodespués.

—Traédmelohastalatabernaparaquelevealacara—gritóArblaster.

—No,no—objetóTom—.Vaciémosleanteslabolsa,noseaquevayanareclamarsupartelosdemáscompañeros.

Peropormásqueloregistrarandepiesacabezanoleencontraronencimani un solo penique; tan sólo el sello de lord Foxham, el anillo que learrancaronbrutalmentedeldedo.

—Ponédmelodecaraalaluna—dijoelpatrón,ycogiendoaDickporlabarbilla,lelevantóbárbaramentelacabeza.

—¡Virgenbendita!—gritó—.¡Eselpirata!

—¿Qué?—exclamóTom.

—¡Por laVirgen deBurdeos! ¡Es elmismo!—repitióArblaster—. ¡Ah,ladrón, al fin te he cogido! ¿Dónde está mi barco? ¿Dónde estánmis sietebarriles deGascuña? ¿Eh? ¿Será verdad que te tengo enmismanos? Tom,dameunpedazode cuerda;voya atardepiesymanos a este ladrón, comopavo en el asador… ¡Por la Virgen, que así voy a atarlo! Y luego voy atundirleagolpes.

Así,porelestilo,siguióhablando,mientras,conladestrezapropiadelosmarinos, iba enrollando la cuerda alrededor de los miembros de Dickasegurando cada vuelta y cada cruce con nudos y afianzando su obra consalvajetirón.

Cuandohuboterminado,elmuchachoeraunmerofardoentresusmanos:tan indefensocomounmuerto.Loempujóelpatrónhastadondeelbrazo lealcanzaba, y prorrumpió en una carcajada. Después le pegó un tremendopuñetazoenunoído,quelodejóaturdido;yvolviéndoleaunoyotroladolediofuriosospuntapiés.

LairasealzócomounatempestadenelpechodeDick,unacóleraqueleahogaba,ycreyómorir.Perocuandoelmarinero,cansadoyadelcrueljuego,lo lanzó cuan largo era sobre la arena y se volvió para consultar con suscompañeros, instantáneamente recobró la serenidad. Era un momento derespiro:antesdequecomenzarandenuevoatorturarle,quizápudierahallarun

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mediodeescaparaaquelladegradanteyfataldesventura.

Muypronto,enefecto,ymientrassusapresadoresdiscutíanloquehabríandehacerconél,sacófuerzasdeflaquezayconvozfirmeleshablóasí:

—¿Oshabéisvueltolocosderemate?Elcieloponeenvuestrasmanoslamejorocasiónparaenriquecerosquejamástuvomarineroalguno;unaocasióncomo no se os presentará otra en treinta aventuras que corráis en lejanosmares…y,¡por lamisa!,¿quéseosocurre?¿Pegarme?¡Vaya,noharíaotracosaunchiquillorabioso!Perovosotros,sesudosmarinerosquenoteméisalaguanialfuego,yqueamáiselorotantocomolacarnedebuey,meparecequenosoismuydiscretos.

—Sí—dijoTom—;ahoraqueestásatadoquisierasengañarnos.

—¡Engañaros!—repitióDick—.Sifueraistontos,seríafácil.Perosisoisastutos, como creo que lo sois, podéis ver claramente dónde está vuestroprovecho. Cuando os quité el barco, nosotros éramos muchos, todos bienequipados y armados; pero ahora, pensad un poco, ¿quién reunió aquellastropas?Alguien,sinduda,queteníamuchooro.Ysiéste,ricoya,continuabaaúnyendoacazadeoro,desafiandolastempestades…Pensadunavezmás…¿Nohabráuntesoroescondidoenalgúnsitio?

—¿Quéquerrádecir?—preguntóunodeloshombres.

—Puesquesihabéisperdidounboteviejoyunasjarrasdevinopicado—continuóDick—osolvidéisdeellocomocosaquenovalelapenayosmetáismásbienenunaaventura,dignadeserasíllamada,queendocehorashabráde enriqueceros o arruinaros para siempre. Pero levantadme de aquí yvayamos a algún sitio cerca para hablar delante de una jarra de cerveza,porquetengoelcuerpodoloridoyhelado,ycasimetidalabocaentrelanieve.

—Loquebuscaesengañarnos—dijoTom,despectivamente.

—¡Engañarnos! ¡Engañarnos! —exclamó el tercero del grupo—. ¡Megustaríaconoceralhombrecapazdeengañarme!¡Buenfullerohabríadeser!No me he caído yo de ningún nido. Sé distinguir una iglesia cuando tienecampanario; y, lo que es yo, pormi parte, compadreArblaster, creo que noestá desprovisto de razón este joven. ¿Queréis que le escuchemos? Decid:¿queréisqueleescuchemos?

—Contentomeveríaanteunazumbredecervezafuerte,masterPirret—contestóArblaster—.¿Quédicestúaeso,Tom?Perolabolsaestávacía.

—Yopago—dijoelotro—.Yopago.Estoydeseandosaberdequésetrata.Creo,enconciencia,quehayoroenelasunto.

—¡Siempezáisabeberotravez,todoestáperdido!—gritóTom.

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—Compadre Arblaster, a ese marinero vuestro le dejáis tomarsedemasiadas libertades —replicó master Pirret—. ¿Vais a permitir que osmandeunhombreasalariado?¡Vaya,vaya!…

—¡Silencio, compañero!—dijo Arblaster, dirigiéndose a Tom—. ¿Vas ameter el remo, tú? ¡Bueno sería que la tripulación viniese a enmendarle laplanaalpatrón!

—Haced,pues,loquequeráis—repusoTom—.Yomelavolasmanos.

—Levantadle, pues—dijomaster Pirret—. Sé yo ahí un sitio reservadodondepodremosbeberycharlar.

—Sihedeirandando,amigos,tendréisquedesatarmelospies—observóDick,unavezqueestuvoderechocomounposte.

—Es verdad —concedió, riendo, Pirret—. Hay que reconocer que nopodría dar un paso tal como está. Dadle un corte a la cuerda… Sacad elcuchilloycortadlaunpoco,compadre.

Hasta elmismoArblaster se quedó algo suspenso ante esta proposición,perocomosucompañeroinsistióyDicktuvieraelbuensentidodeaparentaruna expresión de indiferencia, encogiéndose de hombros ante tal retraso, elpatróncortó,alfin,lascuerdasquesujetabanalprisioneropiesypiernas.Estonosólo lepermitióaDickcaminar, sinoque,alaflojarseproporcionalmentetodalareddesusataduras,observóqueempezabaamoverconmayorlibertadelbrazoqueteníaatadoalaespaldayconcibiólaesperanzadeque,afuerzadetiempoypaciencia,podríallegaradejarlolibreporcompleto.DeellopodíadargraciasalasimplezaycodiciademasterPirret.

Estepersonajeasumióladireccióndetodo,yloscondujoalamismísimamíseratabernaalacualLawlesshabíallevadoaArblastereldíadeltemporal.Casi desierta se hallaba ahora; el fuego era unmontón de rojas ascuas queirradiabanvivísimocalor,ycuando todoshubieron tomadoasientoyelamopuso ante ellos unamedida de cerveza tibia y especiada, tanto Pirret comoArblaster estiraron las piernas y apoyaron los codos sobre la mesa comohombresdispuestosapasarunratoagradable.

Consistíalamesaalaquesesentaron,comotodaslasdemásdelataberna,enunapesadatablacuadradapuestasobreunpardebarriles,ycadaunodeloscuatro compinches, de tan extrañaydiversa catadura, había tomado sitio enuno de los lados del cuadrado: Pirret frente a Arblaster y Dick en el ladoopuestoalmarineroTom.

—Ahora, joven—dijoPirret—,alasunto.VerdaderamenteparecequeoshabéisportadobastantemalconnuestrocompañeroArblaster;peroeso¿quéimporta?

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Dadleunacompensación…mostradleesaoportunidaddehacerserico…yyoosrespondodequeosperdonará.

HastaestemomentohabíahabladoDickbastantea la ligera;peroyaeranecesario, bajo la vigilancia de seis ojos, inventar y relatar alguna historiamaravillosayaserposiblerecuperaraquelimportantísimoanillo-sellodelordFoxham.Loprimeroquehacíafaltaeradejarcorrereltiempo.Cuantomáslosentretuviera, más beberían sus apresadores y con mayor seguridad podríaintentarlahuida.

Ahorabien:no teníaDickgrandesdotespara inventarhistorias,y loquecontó se parecía mucho al cuento de Alí-Babá, sustituyendo el oriente porShorebyyelbosquedeTunstallyexagerando,másbienquedisminuyendo,lostesorosdelacueva.Comosabeellector,éstaesunaexcelentehistoria,quetansóloundefectotiene:eldenoserverdad.Asípues,comoeralaprimeravez que la oían aquellos sencillos marineros, los ojos se les salían de lasórbitasysequedabanboquiabiertoscomoelbacalaoenlapescadería.

Pronto pidieron una segunda medida de aquella cerveza tibia mientrasDickdesarrollaba aún, con todahabilidad, los incidentes de su historia; unatercerajarrasiguióalasegunda.

Heaquílasituacióndeloscontertulioscuandolahistoriatocabaasufin:

Arblaster, borrachoymuertode sueño, colgaba inerte sobre elbanco.Elmismo Tom había escuchado encantado el cuento y su vigilancia habíadisminuido en proporción. Entretanto, Dick había ido zafándose de susligadurasysehallabayadispuestoajugarseeltodoporeltodo.

—¿Demodo—preguntóPirret—quevossoisunodeésos?

—Contrami voluntadme hicieron serlo—respondióDick—.Pero si yopudieralograr,porlapartequemetocara,unoodossacosdemonedasdeoro,bien tonto sería si quisiera seguir viviendo en una asquerosa cueva,exponiéndome a recibir tiros y bofetadas como un soldado. ¡Cuatro somosaquí! Pues bien: vayamos mañana al bosque antes de que salga el sol. Sipudiéramosprocurarnoshonradamentealgúnborrico,seríamuchomejor;perosi no podemos, cuatro robustas espaldas tenemos, y yo os respondo de quevolveremostancargadosquenosdoblaremosalpeso.

Pirretserelamiódegusto.

—Yesta palabramágica…ese santo y seña con que se abre la cueva…¿cuáles,amigo?—pregunto.

—¡Ah!Esapalabranolasabenmásquelostresjefes—respondióDick—.Peroahoraveréislasuertequehabéistenido:queestamismanochetraigayoconmigounamuletoparaabrirla.Esunacosaqueentodoelañonosesepara

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delabolsadelcapitán.

—¿Unamuleto?—preguntoArblastermediodespiertoyguiñandounojoa Dick—. ¡Vade retro! No me vengáis a mí con amuletos. Soy un buencristiano;preguntádselosinoaTomelmarinero.

—Perosiestonoesmásquemagiablanca—repusoDick—.Nada tienequeverconeldiablo;nosetratamásquedelpoderocultodelosnúmeros,delashierbasydelosplanetas.

—Sí,sí—asintióPirret—;noesmásquemagiablanca,compadre.Nohayenellopecado,osloaseguro.Perocontinuad,joven.Esteamuleto…¿enquéconsiste?

—Voyamostrároslo inmediatamente—respondióDick—.¿Tenéisahí elanilloquemequitasteisdeldedo?¡Bien!Cogedloahoraconlaspuntasdelosdedos y sostenedlo así con el brazo extendido, contra el brillo de esosrescoldos.Así,exactamente.Puesbien:éseeselamuleto.

DeunarápidaojeadaDickseaseguródequeteníalibreelpasoentreélyla puerta. Se encomendó a Dios con el pensamiento y, tendiendo el brazo,arrebatodeuntirónelanillo;enelmismoinstantelevantolamesaylaarrojodeprontosobreelmarineroTom.Estepobreinfelizcayodebajo,gritandobajola madera, y antes de que Arblaster comprendiera lo que ocurría o de quePirret pudiera fijar su inseguro pensamiento,Dick había corrido ya hacia lapuertayconseguidoescaparalaclaraluzdelaluna.

Ésta,queandabayaporlamitaddelcielo,ylaextremadablancuradelanieve, hacían que el despejado terreno que rodeaba al puerto apareciesealumbradocomoporlaclaridaddeldía,conloqueShelton,saltandoentreelmaderamen,conelhábitorecogido,eraunafiguravisibledesdelejos.

Tom y Pirret le siguieron dando voces; salieron de todas las tabernasgentesque,atraídasporlosgritos,selesunieron;alpocorato,todaunaturbademarineroscorríaensupersecución.Peroelmarineroentierraresultamalcorredor,ytaleraenelsigloXV,yDickademáslesllevababuenadelantera,queaumentorápidamente, tantoqueal llegarcercadeunaangostacallejuelaseatrevióhastaapararseymirohaciaatrás,riéndose.

Sobre la blanca alfombra de nieve corrían cuantos marineros había enShoreby,apiñadostodos,formandounamanchaborrosa,conalgunascolasderezagados que les seguían en grupos aislados. Todos vociferaban ygesticulaban agitando los brazos en el aire; algunos tropezaban, y paracompletarelcuadro,alcaerseuno,unadocenamásibanacaertambiénsobreél.

Elconfusoruidodelvocerío,quetalmenteparecíaelevarsehasta la luna,

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resultaba cómico y terrorífico para el fugitivo, a quien intentaban dar caza.Mas en sí era ineficaz, porque bien seguro estaba de que ningún marineropodríadarlealcance.Perosolamentelamagnituddelalboroto,quehabríadedespertaracuantosdormíanenShorebyyatraera lascallesa loscentinelasocultos,seríaamenazadepeligrosqueleesperabanypodíancerrarleelpaso.Así pues, atisbando en una esquina el oscuro portal de una casa, se metiórápidamente en él, y dejó pasar el salvaje acoso de todos aquellos bárbarosperseguidores, que siguieron gritando y gesticulando, rojas las caras con laexcitaciónylacarrera,blancossuscuerposporlascaídasenlanieve.

Pasólargoratoantesdequeterminaraaquellainvasióndelaciudadporlosdelpuerto,ymuchotardóenrestablecerseelsilencio.Durantenopocoratoseoyó aún a algunosmarineros desperdigados gritando por las calles en todasdireccionesyentodoslosbarriosdelaciudad.Trajoestonopocasriñas,unasvecesentreellosmismos,otrascon laspatrullasqueencontraban; salieronarelucircuchillos;serepartieronnopocosgolpes,porunayotraparte,ymásdeuncadáverquedótendidosobrelanieve.

Una hora después, cuando el último marinero regresaba, refunfuñando,hacia el puerto y se metía en su taberna favorita, si alguien le hubierapreguntadoquéclasedehombreperseguía,habríatenidoquecontestarque,silosupo,lohabíaolvidado.

A lamañana siguiente,muchaseran las extrañashistoriasquecorríandebocaenboca,y,pocodespués, la leyendadequeeldiablohabíahechounavisitanocturnaaShorebypasabacomoartículodefeentrelosmuchachosdeShoreby.

Pero el regreso al puerto del últimomarinero no bastó para que pudieralibrarseSheltondesufríaprisióndelportal.

Reinó aún, durante algún tiempo, gran actividad entre las patrullas, ysalieronpartidasespecialesahacer la rondadel lugary llevarnoticiasde loocurridoaalgunosde losgrandes lores,cuyosueñohabíasido interrumpidodemanerataninsólita.

Muyavanzadaandabaya lanochecuandoDickseaventuróasalirdesuesconditeyllegósanoysalvo,perodoloridoelcuerpoporelfríoylosgolpesrecibidos,alapuertadeLaCabraylaGaita.

Conformemandaba la ley,nohabíayaen lacasani fuegoni luz,peroatientasllegóhastaunrincóndelheladocuartoqueservíadeposada;hallóallíunamantaqueseechóenloshombrosy,arrastrándosehastaponersealladodelmáspróximodurmiente,prontolevencióelsueño.

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LIBROQUINTO

CROOKBACK

1.Laagudatrompeta

Alamañanasiguiente,temprano,antesdeapuntareldía,selevantóDick,se cambió de ropas, se armó de nuevo como un caballero y emprendió lamarchahacialaguaridadeLawless,enelbosque.

Como recordará el lector, allí había dejado los documentos de lordFoxham,ysólopodíarecogerlosyestarderegresopara llegara tiempoa lacitaconeljovenduquedeGloucesterpartiendomuydemañanayapretandomuchoelpaso.

Laheladaeramásfuertequenunca;elaire,quietoyseco,cortabaelrostro.Habíadesaparecidolaluna,perobrillabanaúnnumerosasestrellas,yelreflejodelanieveeraclaroyvivo.Paracaminarnoeranecesarialinternaalguna,yaquelairetranquilo,perodiáfano,noinfundíalamenortentacióndedetenerse.

HabíacruzadoDicklamayorpartedel terrenoabiertoentreShorebyyelbosque,ysehallabayaalpiedelacolina,aunoscienmetrosdelaCruzdesantaBrígida, cuando, enmedio del silencio de aquellamadrugada, sonó laestridentenotadeun toquede clarín, tan agudo, tan claroypenetrante, quecreyó no haber oído jamás otro igual. Sonó una vez, se repitióprecipitadamenteotra,yluegosucedióelruidodechocardeaceros.

AguzóeloídoSheltony,desenvainandolaespada,corriómontearriba.

Pronto divisó la cruz y pudo percatarse del feroz encuentro que sedesarrollabaenelcamino,frenteaella.Sieteuochoeranlosqueatacabanysólounhombreelqueleshacíafrente,perotanrápidoydiestroeraéste,tandesesperadamenteacometíaydispersabaasusadversarios,tangallardamenteseaferrabansuspiessobreelhielo,queantesdequeDickpudierainterveniryahabíamatadoauno,heridoaotroymantenidoarayaalosdemás.

Sin embargo, milagro parecía que de tal modo pudiera seguirdefendiéndose,yaque,acadainstante,cualquieraccidente,elmenorresbalónsobreelheladosueloounerrordesumano,podíacostarlelavida.

—¡No desmayéis, caballero! ¡Voy en vuestro auxilio! —gritó Richard,olvidandoqueestabasoloyqueelgritoera impropio—.¡AlaFlecha!¡AlaFlecha!—exclamó,cayendosobrelaretaguardiadelosagresores.

Gente brava eran éstos también, pues ni una pulgada cedieron ante la

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sorpresa,sinoque,haciendofrente,cerraronconasombrosafuriasobreDick.Cuatro contra uno lucharon entonces, y, al resplandor de las estrellas,relampagueabandecontinuoentornosuyolosaceros;laschispassaltabanconfuria;unode suscontrincantes cayó…enel fragorde lapelea, apenas supoporqué;luegosintióélmismoungolpeenlacabeza,yaunqueelcasquetedeacero que llevaba bajo la capucha le protegió, la fuerza del porrazo le hizocaersobreunarodillaysentirquelacabezaledabavueltascomosifueraelaspadeunmolino.

Entretanto, el hombre en cuyo auxilio acudiera en vez de tomar parteentonces en la contienda, a la primera señal de intervención había saltadohacia atrás con más fuerza y precipitación aún, tocando de nuevo aquellamismatrompetadeagudosonidoquehabíasidolavozdealarma.Uninstantedespuéscargabansobreélsusenemigos,yunavezmásacometíayesquivaba,saltaba,hería, caíade rodillas, usando indistintamente espadaydaga,piesymanos,conelmismoindomablevaloryfebrilenergíaydestreza.

Pero aquella penetrante llamada, al fin, había sido escuchada.SeoyóunrumorsordoenlanieveyenbuenahoraparaDick,queveíayalaspuntasdelas espadas relucir junto a su garganta, un desatado torrente de hombres dearmasmontadosselanzódesordenadamentedesdeelbosqueporamboslados,todos ellos cubiertos de hierro, baja la visera, lanza en ristre o en alto ladesnudaespada,yllevandocadauno,pordecirloasí,unpasajero,enformadearqueroopaje,quesaltaronunotrasotrodeloscaballosyprontodoblaronelnúmerodeaquellatropa.

Viéndosecercadosporfuerzatansuperior,losprimitivosasaltantestiraronsusarmassinpronunciarpalabra.

—¡Prendedme a esa gente! —gritó el héroe de la trompeta, y una vezcumplidasuorden,seacercóaDickylemiróalacara.

AldevolverleDicksuescrutadoramirada,sequedósorprendidodehallar,enquienhabíadesplegadotalfuerza,destrezayenergía,aunmuchachocasidesuedad,ligeramentedeformado,conunhombromásaltoqueelotro,ydepálido, atormentado y torcido semblante. Sus ojos, sin embargo, eranlímpidos,serenosydeaudazexpresión.

—Caballero—dijo aquel muchacho—, en momento oportuno llegasteisparamí.

—Milord—contestóDick,conelvagopresentimientodequesehallabaenpresenciadeunaltopersonaje—,tanmaravillosoespadachínsoisquecreoqueleshubieraishechomorderelpolvovossolo.Sinembargo,loquesindudafueunasuerteparamíesquevuestroshombresnose retrasaranniunmomentomás.

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—¿Cómosupisteisquiénerayo?—preguntóeldesconocido.

—Niaunahoramismo,señor,séyoconquiénestoyhablando.

—¿De veras?—preguntó el otro—. Y, a pesar de ello, os lanzasteis decabezaaestadesigualbatalla.

—Novimásqueaunhombrequeluchabavalerosamentecontramuchos—repuso Dick—, y hubiera considerado una afrenta para mí no prestarleayuda.

Singular e irónica sonrisa se dibujó en la boca del joven hidalgo alcontestar:

—Bravas palabras son ésas. Pero… vamos a lo más esencial: ¿sois deLancasterodeYork?

—Milord,nohedeocultarlo:soyfrancamentedelosdeYork.

—¡Porlamisa!—exclamóelotro—,suertetenéis.Sevolvióhaciaunodelossuyos.

—Aver—continuó en elmismo tono cruel y burlón—,vamos a acabarconestosbravoscaballeros.Ahorcadlos.

Sólocincoeranlossupervivientesdelgrupodelosagresores.

Les cogieron del brazo los arqueros, los empujaron hasta el borde delbosqueycadaunofuecolocadobajounárboldeapropiadasdimensiones;seajustaronconvenientemente lascuerdas;unarquero, llevandouncabode lasmismas, trepó a lo alto apresuradamente.Y antes de cincominutos, sin queporningunadelaspartessecambiaraunasolapalabra,loscincohombressebalanceabanenelaire,colgadosdelcuello.

—Y ahora —gritó el deformado jefe— volved a vuestros puestos, ycuandovuelvaallamaros,nooshagáisesperartantorato.

—Milordduque—dijouno—,permitidqueossupliquequenoosquedéisaquísolo.Quedaos,almenos,conunpuñadodelancerosavuestroservicio.

—Muchacho—replicó el duque—,me he abstenido de reprenderos porvuestra tardanza.Por tanto, nomecontradigas.Confío enmimanoy enmibrazo,pormásjorobadoquesea.Cuandosonólatrompeta,muyrezagadotequedaste y ahora muy vivo te muestras con tus consejos. Aunque siempreocurreasí:elúltimoconlalanzayelprimeroconlalengua.Procurahacerloalrevés.

Y con un ademán noble, pero no por ello menos peligroso, despachó atodossushombres.

Losinfantesmontarondenuevoalagrupadeloscaballosdeloshombres

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de armas, y la tropa entera partió lentamente, desapareciendo en veintedireccionesdistintas,alabrigodelbosque.

Apuntaba el día y las estrellas se desvanecían. El primer resplandor delalbabrillósobrelosrostrosdelosjóvenes,quedenuevosehallaronfrenteafrente.

—Acabáisdevermivenganza—dijoelduque—,que,comolahojademiespada, es dura y rápida. Pero, por toda la cristiandad, no quisiera quemecreyerais desagradecido.Ya que vinisteis enmi auxilio con buena espada ymejor ánimo, si no retrocedéis ante mi deformidad, acercaos junto a micorazón.

Yeljovenjefeabriólosbrazospararecibirleenellos.

EnelfondodesucorazónabrigabaDickungranterroryciertoodiohaciaelhombreaquienacababadeprestarauxilio,perocontalespalabrasfuehechalainvitaciónquenosólohubierasidodescortéssinocruelrechazarleovacilar,yporelloseapresuróaaceptarla.

—Yahora,milordduque—dijounavezrecobradasulibertad—,¿estoyenlociertoalsuponerquesoismilordelduquedeGloucester?

—Richard de Gloucester soy —contestó el otro—. Y vos, ¿cómo osllamáis?

DickledijosunombreylepresentóelsellodelordFoxham,queelduquereconocióinmediatamente.

—Demasiado pronto habéis llegado —dijo—; pero ¿cómo he de poderquejarme? Sois como yo, que dos horas antes de rayar el día ya estaba alacecho.Peroéstaeslaprimerasalidademisarmas,yenestaaventura,masterShelton,vaasentarseoaquedardestruidamifama.Allíestánmisenemigos,mandados por dos viejos y expertos capitanes, Risingham y Brackley, enfuertes posiciones, según creo; pero sin retirada posible por dos lados:encerradosentreelmar,elpuertoyelrío.Meparece,Shelton,quehayaquíungran golpe que asestar, y que nosotros podríamos darlo en silencio yrepentinamente.¿TenéislasnotasdelordFoxham?—preguntóelduque.

Habiéndole explicado Dick que no las llevaba encima, se atrevió aofrecerlecuantosinformesquisieratanfidedignoscomopudieranserlosotros.

—Y por mi parte, milord duque —añadió—, si contáis con suficienteshombres,yocaeríasobreellosahoramismo.Porque,mirad:alapuntareldía,las guardias de noche han terminado; pero de día no tienen guardia alguna,sóloalgunoshombresqueacaballorecorrenlosalrededoresdelaciudad.Puesbien: ahora que la guardia de noche ha dejado ya las armas y el resto estádesayunando…,ahoraeselmomentoparaacabarconellos.

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—¿Cuántoscreéisqueson?—preguntóGloucester.

—Nolleganadosmil—contestóDick.

—Yotengosetecientosenlosbosques,detrásdenosotros—dijoelduque—;otrossetecientosvienendesdeKettleyyestaránaquímuypronto;amayordistanciaquedancuatrocientosmásylordFoxhamtienequinientosacosademediodíadeaquí,enHolywood.¿Esperamosquevenganocaeremossobreelenemigo?

—Milord—contestó Dick—, cuando ahorcasteis a esos cinco infelices,decidisteis ya esta cuestión. Por muy ruines que fueran, en estos tiemposrevueltos,losecharándemenos,saldránabuscarlosydaránlavozdealarma.Por lo tanto, milord, si queréis contar con la ventaja que el cogerlos porsorpresa puedadaros, noos queda, enmi humilde opinión, ni unahora queperder.

—Esverdad, lomismocreoyo—dijoCrookback—.Puesbien:antesdeunahoraoshallaréisenplenabatalla,ejecutandoalgunashazañasqueosdenfamayrenombre,ganándoosladignidaddecaballero.MandaréatodaprisaaunhombrequevayaaHolywood llevandoel sellode lordFoxham;otro iráporlacarreteraparaavivaramisperezosos.Shelton,¡porlacruzquelacosavaaserunhecho!

Volvióallevarsealoslabioslatrompetaysonóunsegundotoque.

Notuvoqueesperarmucho.Enunmomento,todoelespacioquequedabalibrecercadelsitiodondeseerguíalacruzquedóllenodehombresacaballoyapie.

RicharddeGloucestersecolocósobrelosescalonesycomenzóamandaratodaspartesmensajerotrasmensajero,paraqueactivaranlaconcentracióndelos setecientos hombres que estaban escondidos en las inmediaciones, entrelosbosques;yantesdeuncuartodehora,tomadasyatodaslasprecauciones,sepusoélmismoalfrenteyempezóadescenderporlacolinaendirecciónaShoreby.

Suplan era sencillo.Consistía en apoderarsedeunode losbarriosde laciudaddeShoreby,situadoaladerechadelcaminoreal,yhacersefuerteallí,enlasestrechascallejuelas,hastaquellegaranrefuerzos.

SilordRisinghamoptabaporbatirseenretirada,Richardleseguiríaparacogerlo entredos fuegos;obien, si preferíaquedarse en la ciudad,quedaríacogidoenlatrampaypocoapocoseríavencidoporlasuperioridadnumérica.

Sólounpeligrohabía,perograveeinminente:lossetecientoshombresdeGloucester podían ser arrollados y deshechos en el primer encuentro; paraevitaresto,eranecesarioquelasorpresadesullegadafueralomáscompleta

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posible.

Por tanto los infantes subieron de nuevo a la grupa tras los jinetes, y lecupoaDickelseñaladohonordemontardetrásdelmismoGloucester.

Avanzaronlentamentelastropasmientraspudieroniracubierto,ycuandollegaron donde terminaban los árboles que bordeaban el camino real, sedetuvieronparatomarunrespiroyreconocerelterreno.

Elsolsehallabayaalgoalto,brillandoconpálidoresplandorentreunhaloamarillento,yenfrentemismodeaquellaluminariaShoreby,camposembradodenevadostechosyderojizosremates,elevabaalcielosuscolumnasdehumomatinal.

SevolvióGloucesterhaciaDick.

—En este pobre lugar —le dijo—, donde la gente cocina ahora susdesayunos, ohabéisdeganarosvos ladignidadde caballeroy comenzaryounavidadegrandeshonoresydegloriaantelosojosdelmundo,omeparecequehemosdemorirjuntosysinrenombrealguno.DosRichardsomos.¡Puesbien,RichardShelton,delosdoshandehablar!Ynuestrasespadasnohandesonar más fuertes sobre los yelmos enemigos que nuestros nombres en losoídosdelagente.

Dickquedóasombradoanteunaseddegloriacomoaquélla,expresadacontanta vehemencia en la voz y en el lenguaje, y contestó muy cuerda ysosegadamentequeél,porsuDarte,prometíacumplirconsudeber,yquenodudabadelavictoriasitodoshacíanlomismo.

Descansadosyaloscaballos,levantandoenaltolaespadaeljefeydandoriendasuelta,todalacaballeríapartióalgalope,atronandolosairesyconsudoblecargadecombatientes,descendiendoelrestodelacolinaycruzandolanevadallanuraquetodavíalesseparabadeShoreby.

2.LabatalladeShoreby

Todaladistanciaquehabíanderecorrernopasabadeuncuartodemilla.Peronobienhubieronsalidodelabrigodelosárboles,observaronqueacadalado huía la gente gritando por las nevadas praderas.Casi almismo tiempocomenzó a levantarse en la ciudad un rumor que iba esparciéndose yaumentandocontinuamente,ynosehallabantodavíaalamitaddelcaminodelacasamáspróxima,cuandoyaenelcampanariotocabanarebato.

Rechinabalosdientesdecorajeelduque.Juzgandoporaquellasseñalesdealarmatanprontas,temióhallarpreparadosasusenemigos,ysinoconseguía

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poner pie en la ciudad, sabía que su pequeño destacamento pronto seríadominadoyexterminadoencampoabierto.

Enlaciudad,sinembargo,losdeLancasterestabanmuylejosdehallarseen tan buena situación como él temía.Ocurría lo queDick había dicho. Laguardianocturnasehabíadespojadoyadesusarneses;losdemásandabanaúnrezongandopor loscuarteles,desceñidas las ropas, totalmentedesprevenidosparaentrarenbatallayentodoShorebynohabía,talvez,cincuentahombresarmados por completo ni cincuenta caballos dispuestos para ser montadosenseguida.

Eltoquederebatodelascampanasylosterroríficosgritosdeloshombresquecorríanporlascallesgolpeandolaspuertassacarondesuinacción,entanbreve tiempo que parecía imposible, a unos cuarenta hombres de aquelloscincuenta. Montaron rápidamente a caballo, y como las voces de alarmafuesendesordenadasycontradictorias,galoparonendiferentesdirecciones.

AsísucedióquecuandoRicharddeGloucesterllegóalaprimeracasadeShoreby, le salióal encuentro, a la entradade la calle,un simplepuñadodelanceros,quefueronbarridosantesdequeatacasencorosellevalatempestadunbarquichuelo.

Yadentrodelaciudad,yacosadeunoscienpasos,DickSheltontocóalduqueenelbrazo,quiencomorespuestarecogióriendas,sellevólatrompetaaloslabiosy,conuntoqueyadeantemanoconvenido,volvióelcaballohacialaderecha, abandonando la línea rectade su avance.Desviándose, comounsolo jinete, siguió tras él toda su fuerza, y marchando siempre a galopetendido,barriólaestrechacallejuela.Sólolosúltimosveintejinetestirarondelasriendas,formandounfrenteenlaentradadelacalle;losinfantesquetrassíllevabansaltaronenelmismoinstanteatierra,yunesempezaronatensarsusarcosyotrosairrumpirenlascasasdeunoyotrolado,apoderándosedeellas.

Sorprendidosanteesterepentinocambiodedirecciónyacobardadosporelfirme frente de la retaguardia, los pocos soldados de Lancaster, después derápidadeliberación, dieronmediavueltay se alejaronhacia el interiorde laciudadenbuscaderefuerzos.

Lapartedelaciudaddelacual,porconsejodejDick,sehabíaapoderadoRicharddeGloucester,consistíaencincocallejuelasdepobrescasashabitadaspormíserasgentes,queocupabanunsuavecerrilloydabanalcampopor lapartetrasera.

Quedandocadaunadelascincocallesdefendidaporunabuenaguardia,lareservaocuparíaelcentro,fueradetiroypreparada,sinembargo,paraacudirensuauxiliodondehicierafalta.

Eratallapobrezadeaquellapartedelaciudadqueningunodelosloresde

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Lancaster,ysóloalgunosdesussecuaces,sehabíanalojadoallí;asípues,sushabitantes,decomúnacuerdo,abandonaronsuscasasyhuyerongritandoporlascallesosaltandolastapiasdelosjardines.

Enelcentro,dondeconfluíanlascincocallejuelas,unatabernafeayruinlucíalamuestradeuntablerodeajedrez,yallísentósusreales,poraqueldía,elduquedeGloucester.

ADickleencargódelaguardiadeunadelascincocalles.

—Id—ledijo—, idaganaros lasespuelas.Cubríosdegloriapormí;unRichardporotro.Bienclarooslodigo:siyomeencumbro,vososelevaréisporlamismaescala.Id—repitióestrechándolelamano.

Pero tan pronto como desapareció Dick, se volvió hacia un harapientoarquerilloqueteníacercayleordenó:

—Veinmediatamente,Dutton,ysigueaesemuchacho.Sivesqueesfiel,tú me respondes de su seguridad, cabeza por cabeza. ¡Desgraciado de ti sivuelves sin él! Pero si nos fuese traidor… o si por un instante llegaras asospechardeél…daledepuñaladasporlaespalda.

Entretanto,Dickseapresurabaaprotegersupuesto.Lacallequehabíadeguardareramuyestrecha,todaellaatiborradadecasas,quesobresalíancomosuspendidas sobre la calzada; pero, aunque estrecha y además oscura, dadoquedesembocabaenelmercadodelaciudad,eramuyprobablequeelfinaldelabatallasedecidieseallí.

Elmercadosehallaballenodegentequehuíaendesorden;perocomoaúnno se percibía señal alguna de que ningún enemigo se dispusiera a atacar,juzgóqueteníabastantetiempoparaprepararsudefensa.

Lasdoscasasqueestabanalextremodelacallesehallabanabandonadas,conlaspuertasabiertas,talcomolashabíandejadosusmoradoresensuhuida,ydeéstasmandósacarapresuradamentelosmuebles,quefueronamontonadosformandobarricadaenlaentradadelacalleja.

Unoscienhombres teníaasudisposición,ydeellosdistribuyó lamayorparteporlascasas,dondepodíanestaracubiertoydispararsusflechasdesdelasventanas.Conelrestobajosuinmediatavigilancia,organizóladefensadelabarricada.

Atodoestocontinuabalaciudadpresadelmayoralborotoyconfusión,yentreelarrebatadotoquedecampanas,elsonarde las trompetas, lasrápidasevoluciones de los caballos, los gritos de los jefes y los chillidos de lasmujeres, el ruido era ensordecedor.Gradualmente fue cesando el tumulto, einmediatamentedespuésfilasdehombrescubiertosdearmadurasygruposdearqueroscomenzaronareunirseyformarenlíneadebatallaenelmercado.

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Gran parte de estas tropas vestían el uniforme morado y azul y en elmontado caballero que mandaba la formación reconoció Dick a DanielBrackley.

Huboentonceslargapausa,quefueseguidaporelsonar,casisimultáneo,de cuatro trompetas desde cuatro barrios distintos de la ciudad. Un quintotoquesonóenrespuestadesdeelmercado,yenelmismoinstantecomenzarona avanzar las filas y una lluvia de flechas cayó sobre la barricada, sonandocomosecosgolpessobrelasparedesdelasdoscasasdelosladosdelacalle.

Conaquellaseñalgeneral,habíacomenzadoelataqueenlascincosalidasdelbarrio.Gloucesterestaba,pues,sitiadoportodoslados;asíjuzgóDickque,sihabíademantenerseensuposición,nopodíaconfiarenmásfuerzaqueenloscienhombresqueasumandotenía.

Sietedescargasdeflechassiguieronuna trasotra,yen lomásreñidodelcombateDicksintióquealguien le tocabaenelbrazopordetrás,yvioaunpajeque lepresentabaunacotadecuero revestidaconplacasdemetalparamayorseguridad.

—De parte demilord deGloucester—dijo el paje—.Ha observado, sirRichard,queoshabíaisidosinarmaros.

Dicksintióensanchárseleelcorazónaloírse llamarasí,y,poniéndoseenpie, ayudadopor el paje, se vistió la defensiva cota.Apenas lo había hechocuandodosflechaschocaban,sincausarleelmenordaño,contralasplacasyunaterceraderribabaalpaje,mortalmenteherido,asuspies.

Entretanto, todas las fuerzas enemigas habían ido aproximándoserápidamente, atravesando el mercado y llegando ya tan cerca que Dick dioordenderesponderasusdescargas.Inmediatamenteotranubedeflechas,peroensentidocontrario,cruzólosairesdesdelabarricadaydesdelasventanas,yfueasembrarlamuerteentrelosdeLancaster.

Pero éstos, como si sólo esperasen una señal, respondieron con fuertesgritos y cerraron a la carrera contra los de la barricada, quedándose aúnrezagadoslosjinetes,bajalavisera.

Siguió luego una obstinada y mortífera lucha cuerpo a cuerpo. Losasaltantes,blandiendoenunamanolacimitarra,seesforzabanconlaotraenderruir la barricada. En el lado opuesto se trocaban los papeles, y losdefensores exponían como locos su vida para defender su baluarte. Semantuvoasílapeleaduranteunosminutos,cayendoamigosyenemigos,unossobreotros.Perosiempreesmásfácildestruir,ycuandountoquedecornetallamóalosqueatacabanliberándolesdesudesesperadatarea,unagranpartedelabarricadahabíaquedadoreducidaapedazos,yelarmazónenterohastalamitaddesualtura,bamboleándose,apuntodederrumbarseporcompleto.

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Entonceslosinfantesdelaplazadelmercadoretrocedieron,corrieronportodos lados.Lacaballería,quehabíaestadoformadaenfiladeados,diodepronto media vuelta, convirtió el flanco en frente y, con la rapidez de unavíbora, la larga columna vestida de acero fue lanzada contra la ruinosabarricada.

De los dos primeros jinetes cayó uno, junto con el caballo, y fueatropelladoporsuscompañeros.Elsegundosaltósobrelacimadelbaluarte,atravesandoconlalanzaaunarquero.Casienelmismoinstantelearrancarondesusillayfuemuertosucaballo.

Entalpuntotodoelpesoyelímpetudelacargacayósobrelosdefensores,dispersándolos. Los hombres de armas, pasando por encima de sus caídoscompañerosyarrastradosporlafuriadelaacometida,selanzaronatravésdelarotalíneadeDick,yseprecipitaron,confragordetempestad,callearribayaúnmásallá, comodesatadacorrienteque sedesbordaa travésdeundiqueroto.

Sin embargo, la lucha no había terminado. Todavía en la estrechabocacalle,Dickyunoscuantossupervivientesmanejabansushachasdearmascomo si fueran leñadores, y ya a través del arroyo se había formado unasegunda barrera, más alta y más eficaz, de hombres caídos y destripadoscaballos,estremeciéndoseconlaagoníadelamuerte.

Burlada por este nuevo obstáculo, el resto de la caballería retrocedió, ycomo al advertir esta maniobra arreciase la lluvia de flechas desde lasventanas,suretiradaadquirió,porunmomento,caracteresdefrancahuida.

Casi al mismo tiempo, los que habían cruzado la barricada y avanzadocalle arriba se encontraron frente a la puerta delTablero deAjedrez, con elformidablejorobadoytodaslasreservasdeyorkistas,porlocualcomenzaronaretrocederdispersosenelcolmodeldesordenydelterror.

Les hicieron frente Dick y los suyos, y, para ayudarles, más hombressalieronde lascasas;una terribledescargadeflechasdiodefrentesobre losfugitivos, mientras que Gloucester les acometía ya por retaguardia con loscaballos;encosadeunminutoymedionoquedóvivoenlacalleniunosolodelosdeLancaster.

Entonces, y sólo entonces, alzó Dick su humeante espada y dio riendasueltaalasvictoriosasaclamaciones.

Entretanto, Gloucester desmontaba y se acercaba para inspeccionar laposición.Surostroestabapálidocomolacera,perosusojosbrillabanenlashundidascuencascomodosrarasjoyas,ycuandohablólohizoconvozroncayquebradaporlaexcitacióndelabatallaylaemocióndelavictoria.

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Contempló aquella barrera, a la que nadie, amigo o enemigo, podíaacercarse sin precaución, tan furiosamente se agitaban los caballos en losdoloresdelamuerte,yalavistadeaquellacarniceríasonriócontorcidogesto.

—Rematadaesoscaballos—ordenó—;osimpidenqueosaprovechéisdela ventaja adquirida. Richard Shelton —añadió—, estoy satisfecho de vos.Arrodillaos.

Los de Lancaster habían reanudado su ataque con los arqueros, y lasflechascaíancomoespesalluviasobrelaentradadelacalle;peroelduque,sinhacer el menor caso, desenvainó lentamente su espada y armó caballero aRichardsobreelmismocampodebatalla.

—Yahora,sirRichard—continuó—,siveisalordRisingham,mandadmeuncorreoalinstante.Aunquenoosquedaramásqueunhombre,enviádmelosin perder ni un momento. Antes preferiría perder esta posición que laoportunidaddedarleunabuenaestocada.Porque,oídlobien todos—añadiólevantandolavoz—,sielcondedeRisinghamcaeporotramanoquenosealamía,contaréestavictoriacomounaderrota.

—Milord duque —dijo uno de sus servidores—, ¿no está vuestraexcelencia cansado de exponer su preciosa vida inútilmente? ¿Por qué osdetenéisaquí?

—Catesby—repuso el duque—, aquí yno enotro sitio esdonde está elcampodebatalla.Losdemásnosonsinoamagosdeataque.Aquíhemosdevencer.Yencuantoalriesgo…sifueraisunfeojorobadoyloschiquillossemofasen de vos en plena calle, enmenos estima tendríais vuestro cuerpo yjuzgaríaisqueunahoradegloriavaleporunaexistenciaentera.Sinembargo,siqueréis,montemosyvayamosavisitarlosdemáspuestos.SirRichard,aquípresente, mi tocayo, se mantendrá firme en esta bocacalle, donde hasta lostobillossehanhundidoensangrecaliente.Podemosconfiarenél.Perofijaos,sir Richard, que todavía no habéis terminado. Aún falta lo peor. No osdurmáis.

Fue derecho hacia Shelton,mirándole fijamente a los ojos y cogiéndoleunamanoconlasdossuyaslediotanfuerteapretónquemilagrofuequenobrotaradeellasangre.

Anteaquellosojos,sintióDickqueelvalorlefaltaba.Lalocaexcitación,labravuraylacrueldadqueleyóenelloslellenarondeespantoalpensarenelfuturo.Valerosoera,enverdad,elánimodeaqueljovenduquequecabalgabaenprimeralíneaenlabatalla;perodespuésdelaguerra,entiempodepazyenel círculo de sus amigos de confianza era de temer que aquel espíritucontinuasedandofrutosdemuerte.

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3.LabatalladeShoreby(conclusión)

AbandonadoDickunavezmásasuspropiasiniciativas,comenzóamiraren torno suyo. Las descargas de flechas habían ido perdiendo algo de suintensidad.Elenemigoretrocedíaportodosladosylamayorpartedelaplazadelmercadosehallabavacía;lapisoteadanievesehabíaconvertidoenfangodecoloranaranjado,todoélsalpicadodecuajadasangreyllenodehombresycaballosmuertoserizadosdeemplumadasflechas.

Ensupropiobandolaspérdidashabíansidoterribles.Enlabocacalleyenlasruinasdelabarricadaseamontonabanlosmuertosylosmoribundos,ydelos cien hombres con que empezara la batalla no quedaban ni setenta quepudieranseguirpeleando.

Almismotiempoibatranscurriendoeldía.Eradeesperarquelosprimerosrefuerzosllegarandeunmomentoaotro,ylosdeLancaster,desanimadosyaporelresultadodesudesesperadaperoinfructuosacarga,sehallabandemaltempleparahacerfrenteaunnuevoinvasor.

Enlapareddeunadelasdoscasasdelabocacalleunrelojdesolseñalabalasdiezenaquellamañanadepálidosoldeinvierno.

Dick se volvió hacia el hombre que tenía al lado, un arquerilloinsignificante,queestabaentoncesvendándoseunaleveheridaenunbrazo.

—Bienhemospeleado—dijo—,yafequenohanderepetirlacarga.

—Señor —exclamó el arquerillo—, habéis luchado perfectamente porYork y por vos mismo. Jamás hombre alguno logró en tan breve espacioconquistar el afecto del duque. Es asombroso que haya confiado semejantepuestoaquiennoconocía.Pero¡cuidado,sirRichard,osjugáislacabeza!Sisoisvencido…siretrocedéisunsolopaso…elhachaolacuerdacuidarándecastigaros,yfrancamenteosdiréqueaquímehanpuestoparaque,sihacéisalgosospechoso,osapuñaleporlaespalda.

MiróDickestupefactoalhombrecillo.

—¡Tú!—exclamó—.¡Yporlaespalda!

—Asíes—repusoelarquero—ycomolamisiónnomegusta,oslodigo.Habéisdemantenerosenelpuesto,sirRichard,sinoqueréisperder lavida.¡Ah!NuestroCrookbackesunaespadavalienteybuenguerrero;pero seaasangrefríaocaliente,quierequelascosassehagantalcomoéllasmanda.Sialguiennocumpleoesunobstáculo,eshombremuerto.

—Pero ¡por todos los santos del cielo!—exclamóRichard—. ¿Es cierto

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eso?¿Ysiguenloshombresasemejantejefe?

—Le siguen, y demuy buena gana—replicó el arquero—, porque si esseveroenelcastigo,biengenerosoesenlarecompensa.Ysinoescatimalasangreyelsudordelosdemás,tambiénessiemprepródigodelossuyos:entodo tiempo el primero en el campo de batalla y el último en dormir. ¡Esejorobado,DickdeGloucester,llegarámuylejos!

Sibravovvigilantefueantesel jovencaballero,contantomayormotivoseinclinabaahoraaestarojoavizoryademostrarsuvalentía.Comenzabaapercibir que el repentino favor de que gozaba traía consigo serios peligros.Volvió la espalda al arquero y una vez más escudriñó ansiosamente elmercado.Seguíatanvacíocomoantes.

—No me gusta esta quietud —observó—. Sin duda nos preparan unasorpresa.

Como si respondieran a su observación, los arqueros enemigoscomenzarondenuevoaavanzarcontra labarricaday las flechascayeronenespesalluvia.

Mas en el ataque se advertía cierta vacilación. No era el avancecompletamentefranco;másbienparecíanesperarunanuevaseñal.

MiróDickatodosladosconciertazozobra,porsidescubríaalgúnpeligrooculto.Enefecto,casihacialamitaddelacalleseabriódeprontounapuertadesde el interior y durante unos segundos continuó la casa vomitando, porpuertas y ventanas, un torrente de arqueros de Lancaster. Éstos formaroninmediatamente en filas, tensaron sus arcos y comenzaron a disparar susflechassobrelaretaguardiadeDick.

Almismotiemporedoblaronsustiroslosqueatacabandesdeelmercadoyempezaronacerrarresueltamentecontralabarricada.

Dickmandósalirdelascasasasusfuerzas,yhaciendofrenteporamboslados y enardeciendo a los suyos con el ejemplo y la palabra, les devolviócomopudodoblelluviadeflechasdelasquehabíancaídosobresupuesto.

Unatrasotrase ibanabriendolascasasde lacalleyseguíansaliendodeellalosdeLancasterporpuertasyventanas,dandogritosde¡victoria!,hastaque el número de enemigos que cayó sobre la retaguardia deDick era casiigualaldelavanguardia.

Eraevidentequenopodríamantenersefirmeenelpuestopormástiempo,y, loqueerapeor, aunquehubierapodidosostenersehabría sido inútil,puestodo el ejército de yorkistas hallábase en tal situación de impotencia queestabaabocadoasufriruncompletodesastre.

Los hombres que tenía tras de sí formaban el elemento vital en toda la

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general defensa, y contra ellos cargó Dick, marchando a la cabeza de sustropas. Tan vigoroso fue el ataque que los arqueros de Lancaster perdieronterreno, vacilaron y al fin, rompiendo filas, comenzaron a volver en gruposhacialascasasdedondetanjactanciosamenteacababandesalir.

Entretantolasfuerzasqueprocedíandelmercadosehabíanapiñadosobrelaindefensabarricada,ycayeronardorosamentesobreelotrolado,porlocualDick seviodenuevoobligadoahacerles frenteunavezmás, forzándoles aretroceder. Una vez más triunfó el decidido espíritu de sus hombres,desalojandolacalledenodadamente;peroalinstantesalíandenuevolosotrosdelascasasyloscogíanporretaguardiaporterceravez.

Comenzaban los yorkistas a dispersarse; numerosas veces se halló Dicksolo, rodeado de enemigos, blandiendo su reluciente espada para salvar lavida, y aun diversas veces advirtió que había sido herido. Y entretanto,fluctuabalaluchaenlacalle,sinresultadodefinido.

DeprontopercibióDickungrantrompeteoenlasafuerasdelaciudad.Elgritodeguerrade losdeYorkcomenzóa elevarsehasta los cielos, comosinumerosasytriunfantesvoceslorepitieran.Yalpropiotiempolastropasqueteníadelanteempezaronacederterrenorápidamenteyaabandonarlacalleyretroceder hacia el mercado. Alguien dio la voz de huida. Sonabanalocadamentelastrompetas,unasordenandounrepliegue,otrasunacarga.Eraevidente, acababadedarseungrangolpe,y losdeLancaster sehallaban, almenosporelmomento,encompletodesordenypresosdeciertopánico.

Enaquelpunto,comoardidteatral,comenzóadesarrollarseelúltimoactodelabatalladeShoreby.

LoshombresquesehallabanfrenteaRichardvolvieronlaespalda,comoperro al que se le ordena que vuelva a casa, y huyeron con la rapidez delviento. En ese mismo instante, atravesando el mercado, llegó un verdaderotorbellino de jinetes, huyendo unos y persiguiéndolos otros, teniendo quevolverselosdeLancasterparadefenderseconlaespada,mientraslosyorkistaslosderribabanapuntadelanza.

Muy visible en medio de la refriega, divisó Dick a Crookback. Estabadando anticipada prueba de aquel furioso brío y destreza para abrirse pasoentrelasfilasguerrerasqueañosdespuéshabíadedemostrarplenamenteenelcampodebatalladeRosworth,cuandoyaestabamanchadoconlasangredesuscrímenes,yquecasibastóparacambiaraqueldíalasuerteylosdestinosdel trono de Inglaterra. Esquivando, golpeando, derribando, de tal mododominaba y hacía maniobrar a su vigoroso caballo, tan eficazmente sedefendíaytanpródigamentesembrabalamuerteentresusadversarios,quesehallabayamuypordelantedelosprimerosdesuscaballeros,abriéndosepasocon el azote de su sangrienta espada hacia donde lordRisingham rehacía y

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acaudillabaalosmásbravos.

Unmomentomásyhabíanseencontradofrenteafrenteelalto,magníficoyrenombradoguerreroyeldeformeyenfermizomuchacho.

No dudó Dick del resultado. Y cuando, un instante después, quedó aldescubiertoporunmomentolapelea,lafiguradelcondehabíadesaparecido.

Mas todavía en laprimera líneadepeligro arremetíaRichardCrookbackconsureciocaballoyblandiendosuespada.

Deestemodo,porelvalordemostradoporDickaldefender labocacalleenelprimerataque,ypor laoportuna llegadade lossetecientoshombresderefuerzo, el muchacho que había de pasar a la posteridad con execrablereputaciónbajoelnombredeRicardoIII,acababadeganarsuprimerabatallaimportante.

4.ElsaqueodeShoreby

Ni un solo enemigo quedó a su alcance, y al mirar Dick tristemente entornosuyo,contemplando los restosdesu intrépida fuerza,pensóacostadecuántas vidas se había obtenido la victoria. Él mismo, desaparecido ya elpeligro, se sentía tandoloridoymaltrecho, tanmagulladoyherido,y, sobretodo, tan acabado y exhausto por su desesperada e incesante acción en lalucha,quesehallabaincapazdecualquiernuevoesfuerzo.

Peronohabíallegadoaúnlahoradeldescanso.

TomadaShorebyporasalto,aunque fueraciudadabiertaynopudieseenmodoalgunohacérselaresponsabledelaresistencia,eraevidentequeaquellosrudos combatientes no habrían de serlo menos ahora que la lucha habíaterminado y que habría de ponerse en ejecución la partemás horrible de laguerra.

No era Richard de Gloucester de aquellos capitanes que protegen a losciudadanos de la enfurecida soldadesca, y hasta en caso de suponer quequisierahacerlo,cabríapreguntarsihubierapodidolograrlo.

Porconsiguiente,correspondíaaDickbuscaryprotegeraJoanna,ycontalfinmiróen tornosuyo,escudriñandoel rostrode sushombres.Separóa lostres o cuatro que parecía más probable que fueran obedientes y no seembriagaran,yprometiéndolesunacrecidarecompensayunarecomendaciónespecialalduque,loscondujoatravésdelmercado,libreyadejinetes,porlascallesdelextremoopuesto.

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Acadapasoseencontrabanaún,enmediodelarroyo,pequeñosgruposdecombatientes,queoscilabanentredosyunadocenadehombres;yaquíyallá,desde una casa sitiada, los defensores arrojaban bancos y mesas sobre susasaltantes. Aparecía la nieve sembrada de armas y de cadáveres; pero aexcepcióndeestoscombatesparciales,lascallesestabandesiertasylascasas,abiertasunasycerradasyatrincheradasotras,habíandejadoya,ensumayorparte,delanzarhumo.

SorteandoDick esas escaramuzas, condujo rápidamente a sus seguidoresendirecciónalaiglesiadelaabadía;peroaldesembocarenlacalleprincipalungritodehorrorbrotódesuslabios.

La soberbia mansión de sir Daniel había sido tomada por asalto. Laspuertas,convertidasenastillas,pendíandesusgoznes,yunadoble turbadesoldadosentrabaysalíacontinuamenteenbuscadebotíno llevándoseloya.Enlospisosaltosseofrecíaaúnalgunaresistenciaalossaqueadores,porqueprecisamente al llegar a lavistadel edificioDick,hacían saltar unaventanadesdedentro,yunpobredesgraciadoquevestíalibreamoradayazul,gritandoyresistiéndose,fuesacadoporlaaberturayarrojadoalacalle.

Asaltaron a Dick los más angustiosos temores. Echó a correr como unposeso,seabriópasohacialacasaentrelosquesehallabanmásadelantados,y subió sin detenerse al cuarto del tercer piso, donde se había separado deJoanna.Aquelloeraunaverdaderaruina:losmuebleshabíansidoderribados,rotosyabiertoslosarmarios,yenunodelosladosuntrozodetapiz,pendienteaúndelapared,sequemabalentamenteentrelostizonesdelachimenea.

Casi inconsciente de lo que hacía, apagóDick con los pies el incipienteincendio y se quedó luegomirando perplejo. SirDaniel, sirOliver, Joanna,todos se habían ido; pero ¿quién podría decir si perecieron en la derrota oescaparonasalvodeShoreby?

Cogióporeltabardoaunarqueroquepasaba.

—Amigo—lepreguntó—,¿estabasaquícuandoasaltaronlacasa?

—Soltad—dijo el arquero—. ¡Mala peste! Soltad, si no queréis que ospegue.

—Oye—repusoRichard—,aesoseremosdos.Párateycontestaclaro.

Pero el hombre, roja la cara por la bebida y el ardor de la pelea, dio ungolpeaDickenunhombroconunamano,mientrasconlaotradabaunfuertetirónparahacersoltarsuropa.

Perdió entonces la cabeza Dick, se enfureció y cogiendo al sujeto enestrechoabrazo, loestrujócontra lasplacasde lamallaquecubría supechocomosi fueraunniño,y luego,manteniéndolo sujetoyestiradoelbrazo, le

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ordenóquehablarasienalgoestimabasuvida.

—¡Perdón! —imploró el arquero perdido casi el aliento—. Si hubierasabidoque tan irritadoestabais, hubiese tenidobuencuidadodeno tropezarconvos.Sí,estabaaquí.

—¿ConocesasirDaniel?—continuóDick.

—Ybienqueloconozco.

—¿Estabaélenlacasa?

—Sí,señor,estaba.Perocuandonosotrosentramosporlapuertadelpatioseescapóporeljardín.

—¿Solo?—gritóDick.

—Llevaríaconélunosveintelanceros.

—¡Lanceros!Entonces,¿noibanconélmujeres?

—Laverdadesquenolovi.Peroenlacasanohabíaninguna,siesestoloquedeseáissaber.

—Gracias—dijo Dick—. Toma una moneda por la molestia.—Mas alrebuscarensuescarcela,Dicknohallónada.—Preguntapormímañana—añadió—.RichardShel…,sirRichardShelton—corrigió—,yyacuidaréderecompensartegenerosamente.

Entonces se le ocurrió una idea a Dick. Descendió apresuradamente alpatio,corriócontodassusfuerzas,cruzandoeljardín,yllegóalagranpuertadelaiglesia.

Estabaabiertadeparenpar.Enelinterior,todoslosrinconessehallabanatestadosdefugitivosvecinos,consusfamiliasycargadosconsuspreciadosbienes, mientras en el altar mayor, sacerdotes revestidos de las sagradasvestiduras imploraban la misericordia divina. En el momento en que Dickentraba,lasfuertesvocesdelcororetumbabanbajolasbóvedas.

Pasóapresuradamenteentrelosgruposderefugiadosyllegóalapuertadelaescaleraqueconducíaalcampanario.Allíunaltoclérigolecerróelpaso.

—¿Adóndevais,hijomío?—lepreguntóseveramente.

—Padre—contestóDick—,vengoparacumplirunaordenurgente.Nomedetengáis.EstoyalmandodelasfuerzasdemilorddeGloucester.

—¿Demilord deGloucester?—repitió el sacerdote—. ¿Tanmal ha ido,pues,labatalla?

—La batalla, padre, ha terminado. Lancaster ha sido derrotado porcompleto ymilord deRisingham, ¡Dios le tenga en paz!, ha quedado en el

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campo.Yahora,convuestravenia,voyacontinuarmicomisión.

Y apartando a un lado al sacerdote, a quien aquellas noticias parecierondejar estupefacto, empujó Dick la puerta, subió de cuatro en cuatro lospeldaños de la escalera, sin detenerse a descansar y sin tropiezo, hasta quepusoelpieenlaespeciedeplataformaenqueterminaba.

La torre de la iglesia de Shoreby no sólo dominaba la ciudad, que seextendía a sus pies como un mapa, sino que desde ella se veía una granextensión de tierra ymar. Era casimediodía; aparecía el cielomuy claro yalegreylanievetanbrillantequedeslumbraba.YDick,almirarenderredorsuyo,pudodarsecuentadelasconsecuenciasdelabatalla.

Un confuso y tumultuoso vocerío subía de las calles, y de cuando encuando, aunquemuy raramente, el chocar de los aceros.Ni un barco, ni unsimple bote, quedaba en el puerto; pero se veía elmar salpicadode velas ylanchas cargadas de fugitivos. También en tierra la llana superficie de lasnevadaspraderaslacortabanpelotonesdehombresacaballo;unos,abriéndosepaso hacia los bosques; otros, sin duda yorkistas, interponiéndosevigorosamente y obligándoles a regresar a la ciudad. Por todo el terrenodescubierto yacía una prodigiosa cantidad de hombres y caballos,destacándoseclaramentesobrelanieve.

Para completar el cuadro, aquellos soldados de infantería que no habíanhallado sitio en un barco continuaban aún un combate de arqueros en lascercaníasdelpuerto,desdeelabrigodelastabernasdelaplaya.Tambiénenaquel barrio habían sido incendiadas un par de casas, y grandes masas dehumo remontábanse a la pálida luz del cielo, para ir después volando envoluminosospliegueshaciaelmar.

Casi junto a los linderos del bosque, y en dirección a Holywood, unsingular grupo de jinetes que huían llamó la atención del joven vigía de latorre. Era bastante numeroso; en ninguna otra parte de la campiña se veíajuntos a tantos de los de Lancaster; además, habían dejado tan ancha ydescoloridahuellasobrelanievequeDickpudoseguirpasoapasosurastro,desdequeabandonaranlaciudad.

MientrasDickestabacontemplándolos,ganaronsinquenadielessaliesealpasolasprimerasmárgenesdeladeshojadaflorestay,desviándoseunpocodeladirecciónquellevaban,dioelsoldelleno,porunmomento,sobreelgrupo,destacándosecontraeloscurofondodelbosque.

—¡Moradoyazul!—exclamóDick—.¡Lojuraría!¡Moradoyazul!

Uninstantedespuésbajabalaescalera.

LeinteresabaahorabuscaralduquedeGloucester,únicoque,enmediodel

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desordenenquesehallabanlasfuerzas,podíasuministrarlenúmerosuficientedehombres.Lalucha,enelcorazóndelaciudad,podíadarseporterminada;yal irdeunsitioaotroDickbuscandoasujefe,pudover lascalles llenasdesoldadoscargadosconmásbotíndelquepodíanllevaroquevagabanebriosyvociferantes.

Ninguno de ellos, al ser interrogado, tenía lamenor noción del paraderodel duque, y al fin fue una verdadera suerte que Dick pudiera dar con él.Estabaacaballodirigiendolasoperacionesparadesalojaralosarquerosdesurefugiojuntoalpuerto.

—Bienvenidoseáis,sirRichardShelton—ledijo—.Osdeboalgoaloqueyoconcedoescasovalor: lavida,yalgomásquenuncapodrépagaros: estavictoria. Catesby: si yo tuviera diez capitanes como sir Richard, marcharíaahora mismo y en línea recta sobre Londres. Pero ahora, caballero, pedidvuestrarecompensa.

—Sinreserva,milord—dijoDick—;sinreservayenvozalta.Alguiendequien tengoyorecibidosagravioshahuido llevándoseconsigoaquiendeboamor y servidumbre. Dadme, pues, cincuenta lanzas para salir en supersecución,yconestoquedarávuestraexcelenciarelevadodecualquierfavorquequisieraisconcederme.

—¿Cómosellamaesehombre?—preguntóelduque.

—SirDanielBrackley—contestóDick.

—¡Duro con ese traidor! —gritó el duque—. No es esto ningunarecompensa,sirRichard,sinonuevoservicioquemeofrecéis,ysimetraéissucabeza, echaréis una deuda más sobre mi conciencia. Catesby, dale esaslanzas,yvos,caballero,idpensandoentretantoquéplacer,honoroprovechometocarádaros.

Enaquelprecisoinstantelosescaramuzadoresyorkistasconquistabanunade las tabernas de la playa, rodeándola por tres lados y ahuyentando oapresandoasusdefensores.RichardCrookbacksedignóaplaudirlahazaña,yadelantandounpocomássucaballopidióveralosprisioneros.

Eranéstoscuatroocinco;entreellosdoshombresdelordShorebyyunodelordRisingham,yelúltimo,peronomenosimportantealosojosdeDick,unviejolobodemar,alto,depesadoandar,depelogris,unpocobebidoyconunperrogimoteandoysaltandojuntoaél.

Eljovenduquelosexaminóporunmomentoconairesevero.

—Bien—dijo—.Ahorcadlos.

Yvolviósedelotroladoparairsiguiendolosprogresosdelalucha.

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—Milord—exclamóDick—,sielloosplace,yaencontrémirecompensa.Concededmelavidaylalibertaddeeseviejomarino.

VolvióseGloucesterymiróenelrostroasuinterlocutor.

—Sir Richard—dijo—, yo no hago la guerra con plumas de payo real,sinoconflechasdeacero.Alosquesonmisenemigos,losmato,sinexcusanifavor. Porque, reflexionad: tan roto en pedazos está hoy este reino deInglaterra,quenohayunsolohombredelosmíosquenotengaunhermanoounamigoen las filasdelotropartido.Siempezaraaotorgarestosperdones,másvalieraqueenvainaramiespada.

—Esposible,milord;sinembargo,hedecometerlatemeridad,conriesgode incurrir en vuestro disgusto, de recordaros la promesa que vuestraexcelenciamehizo.

SeagolpólasangreenlacaradeRicharddeGloucester.

—Fijaosbien—dijoconacritud—,nomegustalamisericordianilosquelapiden.Hoyhabéisechadoloscimientosdeunagranfortuna.Simeoponéismi palabra, que he empeñado, habré de ceder. Pero ¡por el cielo!, que aquímorirávuestrofavor.

—Yosoyquienlopierde—contestóDick.

—Entregadleesemarino—ordenóelduque.

Ydandomediavueltaalcaballo,volviólaespaldaaljovenShelton.

NosesentíaDicknicontentoniapesadumbrado.Conocíayalobastantealduqueparanoponergrandesilusionesensuafecto,yelorigenydesarrollodesu valimiento habían sido demasiado débiles y rápidos para inspirarmuchaconfianza.Sólounacosatemía:queelvengativocaudillorevocaralaordendesuministrarle lascincuenta lanzas.Peroenestonohacía justiciaalhonordeGloucester, tal como él lo entendía, ni sobre todo a su decisión. Desde elmomento en que juzgó a Dick como el más indicado para perseguir a sirDaniel, no era él hombre que cambiase de opinión, y pronto lo demostrógritándoleaCatesbyquefuesediligente,pueselpaladínesperaba.

EntretantosevolvióDickhaciaelviejomarino,queconigualindiferenciaparecíahaberrecibidosucondenaqueelperdón.

—Arblaster —le dijo—, mucho mal te he causado; pero ahora ¡por lacruz!,creohabersaldadomisdeudasparacontigo.

Peroelviejopatrónnohizomásquemirarletristementeyguardósilencio.

—Vamos—continuóDick—.Una vida es una vida, viejo pícaro, y valemásquetodoslosbarcosytodaslasbebidasdelmundo.Diquemeperdonas,porque si tu vida nada vale para ti, me ha costado a mí el renunciar a los

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comienzosdemifortuna.Venacá;bastantecarolohepagado,noseasruin.

—Si yo hubiera tenido mi barco —repuso Arblaster—, estaría ahoranavegando,sanoysalvo,enaltamar…yconmigomicriadoTom.Perotúmerobastemibarco,compadre,yhashechodemíunmendigo,ymarineroconunsayolohamatado.«¡Malapeste!»,Tom,unbribónyyanovolvióahablar.«¡Malapeste!», fueronsusúltimaspalabras,yentregósupobrealma.YanovolveráanavegarmipobreTom.

Dicksesintióembargadoporunremordimientoypiedadinútiles;intentócogerlelamanoalpatrón,peroArblasterevitósucontacto.

—No—dijo—.Déjame.Yamehas hechobastante daño; conténtate coneso.

La voz se le anudó en la garganta a Dick y en ella se le quedaron laspalabras.Atravésdelas lágrimasvioalejarsealpobreviejo,mareadoporlabebidayabatidoporeldolor,tambaleándose,conlacabezabajaycruzandolanieve, mientras el perro, que pasara inadvertido, le seguía gimiendo; y porprimeravezcomenzóacomprenderlaterriblepartidaquejugamosenlavida,ycómo,unavezhechaunacosa,nopuedenyacambiarlacontriciónnipenaalguna.

Pero no tenía tiempo que perder en vanas pesadumbres. Catesby habíareunido a los jinetes y, dirigiéndose hacia Dick, descabalgó y le ofreció supropiocaballo.

—Estamañana—le dijo— estaba yo algo celoso de vuestro valimientoconelduque;perocortohasidosucrecimiento,yahora,sirRichard,demuybuenaganaosofrezcoestecaballo…paraqueosmarchéis.

—Un momento más tendréis que soportarme —replicó Dick—. Estevalimientomío…¿enquésefundaba?

—Envuestronombre—contestóCatesby—.Eslagransupersticióndemiseñor.SiyomellamaraRichard,mañanaseríaconde.

—Bien, caballero, gracias —le contestó Dick—. Y como no es nadaprobable que esta gran fortuna haya de seguirme, os diré adiós. No he depretenderquemedesagradaravermeenelcaminodelasuerte;perotampocohedepretenderestardesconsoladoporhabermealejadodeél.Grandescosasson,indudablemente,elpoderylasriquezas;peroosdiréunacosaaloído:eseduquevuestroesunmuchachomuydetemer.

Catesbyseechóareír.

—Verdades—dijo—queelquequieracabalgarconRichardCrookback,hadecorrerdefirme.Bien,¡queDiosnosguardedetodomal!¡Buenasuerte!

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Dick se puso al frente de sus hombres y, dando la voz de mando,emprendiólamarcha.

Cruzóenlínearectalaciudad,siguiendolaquesuponíaeralarutadesirDaniel y mirando a todos lados en busca de algunas señales que ledemostraranqueestabaenlocierto.

Las calles estaban sembradas de muertos y heridos, cuya suerte, en laterriblehelada,movíaaúnmásalástimaycompasión.Pandillasdevencedoresibandecasaencasa,robandoymatando,yavecescantandoacoromientrasmarchaban.

De diferentes barrios llegaba a los oídos de Shelton los rumores deviolencias y ultrajes; ora el golpear de losmartillos deherrero sobre algunapuertaatrincherada;oralosdesgarradoreschillidosdelasmujeres.

El corazón de Dick acababa de despertar. Acababa de ver las cruelesconsecuencias de su propia conducta y la idea del cúmulo de dolores ymiseriasquesecerníansobreShorebyenteralellenabadedesesperación.

Llegó,alfin,alasafueras;allíviorectaanteéllamismahuella,ampliaytrilladasobrelanieve,queantesobservaradesdeloaltodelaiglesia.Avivólamarcha;sinembargo,mientrascabalgabamirabaconescudriñadoresojosloscaídoshombresycaballosqueyacíanalosladosdeaquelrastro.Seconsolabaal ver que muchos de éstos llevaban los colores de sir Daniel, y hastareconociólascarasdealgunosqueestabantendidosdeespaldas.

Eraevidenteque,casialamitaddeladistanciaentrelaciudadyelbosque,aquéllosaquienélperseguíahabíansidoatacadosporlosarqueros,porquelosesparcidos cadáveres yacían muy cerca uno de otro, y cada uno de ellosatravesadoporunaflecha.

YallívioDick,entrelosrestos,elcuerpodeunjovenzuelocuyorostroleeramuyfamiliar.

Mandó parar su tropa, desmontó y levantó la cabeza del muchacho. Alhacerlo, cayó hacia atrás la capucha y apareció una abundante cabellera decolorcastaño.Almismotiemposeabrieronlosojos.

—¡Ah!¡Cazadordeleones!—exclamóunadébilvocecilla—.Ellavamásadelante.¡Corre…correagalopetendido!

Ylapobredamiselacayódenuevodesvanecida.

Unode los soldadosdeDick llevabaun frascode cierto fuerte cordial yconéstelogróeljovenquelamuchacharecobraseelconocimiento.EntoncesmontóalaamigadeJoannasobresuarzón,ydenuevoemprendiólamarchahaciaelbosque.

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—¿Por quéme lleváis?—preguntó la joven—. Con ello no hacéis sinoretrasarelpaso.

—No,señoraRisingham—repusoDick—.Shorebyestá llenodesangre,borracherasytumultos.Aquíestáisasalvo;alegraos.

—No quiero deber ningún favor a nadie de vuestra facción —gritó—.Bajadme.

—Señora,nosabéisloquedecís—replicóDick—.Estáisherida…

—Noloestoy—repusoella—.Fueamicaballoalquemataron.

—No importa en lo más mínimo—respondió Richard—. Os halláis enmediodelanieveyrodeadadeenemigos.Queráisono,osllevoconmigo.Ymealegrodequesemepresenteestaocasión,porqueasípagarépartede ladeudaquetengoconvos.

Guardóellasilenciodurantebreverato.Luego,depronto,preguntó:

—¿Ymitío?

—¿MilorddeRisingham?—contestóDick—.Quisierapoderdarosbuenasnoticias,señora;peronotengoninguna.Unavezlevienlabatalla,sólounavez.Esperemosquenadamalolehayaocurrido.

5.Nocheenelbosque:AliciaRisingham

Era casi seguro que sir Daniel se había encaminado haciaMoat House;peroteniendoencuentalaabundanciadelanieve,loavanzadodelahoraylanecesidadenqueseveíadehuirdelospocoscaminosexistentesymarcharatravésdelbosque,era igualmenteciertoquenopodría llegarallí antesde lamañana.

DoscaminosseofrecíanaDick:continuarsiguiendoelrastroalcaballeroy, a ser posible, caer sobre él aquellamisma noche, o seguir otro camino yprocurarcolocarseentresirDanielyellugardesudestino.

Los dos planes presentaban serios inconvenientes, y Dick, que temíaexponeraJoannaalosazaresdeunalucha,todavíanosehabíadecididoporningunodelosdoscuandollegóaloslinderosdelbosque.

En este lugar, sir Daniel había torcido un poco hacia la izquierda,penetrando en línea recta en un bosquecillo de elevados árboles. Su gentehabíaformadoenunfrentemásestrecho,parapoderpasarentrelostroncos,yelrastroquedóenproporciónimpresomásprofundamenteenlanieve.

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Lo siguió con la vista, bajo los arcos de los desnudos robles, recto yformandouna angosta faja.Sobre él se alzaban los árboles con sus nudosasarticulaciones y el elevado y frondoso boscaje de las ramas; no se oía ni elmenorrumorproducidoporhombresoanimales…nisiquieraelrevoloteardeunpetirrojo;ysobreaquelcampodenievecaíadoradoelsoldeinviernoentreeltejidodesombras.

—¿Quéteparecequeseríamejor?—preguntóDickaunodesushombres—.¿SeguirenlínearectaocortardetravéshaciaTunstall?

—SirRichard—contestóelhombredearmas—,yoseguiríalalínearectahastaqueveamosquesehandispersado.

—Sinduda tienes razón—dijoDick—;pero salimos precipitadamente aestaaventuraporquenohabíatiempoqueperder.Aquínohaycasas,comidaniabrigo,ycuandoapunteelalbavamosasaber loquees tenerheladoslosdedosyelestómagovacío.¿Quédecísaesto,muchachos?¿Estáisdispuestosapadecer unpocopor el buen resultadode la expediciónovolvemoshaciaHolywoodycenamosenelsenodeNuestraMadrelaIglesia?Elcasoesalgodudosoynoquieroobligaranadie;perosiestáisprontosadejarosguiarpormí,yoescogeríaloprimero.

CasiaunavozcontestaronunánimementeloshombresqueseguiríanasirRichardadondequisiera.

YDick,picandoespuelasalcaballo,siguióhaciaadelante.

Porlomuypisoteadayapretadaqueestabalanievedelrastro, teníanlosperseguidores gran ventaja sobre los perseguidos. Avanzaban, en efecto, atrote largo, batiendo alternativamente sobre el sordo pavimento de nievedoscientos cascos, y el chocar de las armas y el resoplido de los caballosresonabanconclamordeguerraenelabovedadoysilenciosobosque.

Luego,elanchorastroquedejabanlosperseguidossalióalcaminorealdeHolywood;seperdióallíunmomento,ycuandodenuevoreapareciósobrelanievenohollada,delotrolado,Dickvioconsorpresa,queerayamásestrechoy que estaba menos apisonado. Sin duda, aprovechándose del camino, sirDanielhabíaempezadoadiseminarsusfuerzas.

En todo caso, puesto que lo mismo era tomar una dirección que otra,continuóDicksupersecuciónporlarectahuella,laquedespuésdeunahorademarchalellevóalomásprofundoeintrincadodelbosque;allísedividíadepronto, como bomba que estalla, en dos docenas de rastros que seguían lasmásopuestasdirecciones.

TiródelabridaDick,perdidayatodaesperanza.Elcortodíadeinviernotocabaasutérmino;elsol,opacayrojanaranja,sinunsolorayo,flotabamuy

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bajoentrelaespesuradedesnudosmatorrales;lassombrasseprolongabanaladistancia de una milla sobre la nieve; la helada mordía cruelmente en laspuntas de los dedos, y el aliento y el vapor de los caballos se elevaban,formandonubes.

—Bien nos han ganado en astucia—confesó Dick—. Después de todo,tendremosquemarcharaHolywood.TodavíaestámáscercaqueTunstall…o,almenos,asílopareceporlaposicióndelsol.

Torcieron,pues,hacialaizquierda,volviendolaespaldaalrojobroqueldelsol y dirigiéndose a campo traviesa hacia la abadía. Pero las cosas habíancambiado para ellos: no podían ya marchar a buen paso por un senderoapisonado antes por los caballos de sus enemigos, ni aquel camino lesconducía a una meta. Tenían que labrar su paso lentamente a través delobstáculo de la nieve, parándose continuamente para decidir el rumbo yhundiéndose a cada momento en los blancos montones. Pronto el sol lesabandonó; se desvaneció el resplandor de occidente y al rato vagaban, a laaventura,entrelasnegrassombras,bajolaspálidasestrellas.

Pronto,sinembargo,alumbraríalalunalacimadelasmontañasypodríanreemprender la marcha. Mas, entretanto, todo paso dado al azar podríaalejarlesdesuruta.Nopodíanhacernadamásqueacamparyesperar.

Se colocaron centinelas; se limpió de nieve un trozo de terreno, y trasvariosintentosardióenelcentrounabuenahoguera.Loshombresdearmassesentaron en torno al selvático hogar, repartiéndose las provisiones quellevaban y pasándose la botella de uno a otro, y Dick, escogiendo lo másdelicado de aquella tosca y escasa vianda, se lo llevó a la sobrina de lordRisingham, que estada sentada aparte de la soldadesca, recostada contra unárbol.

Le servía de asiento la manta de un caballo, se envolvía en otra ycontemplabaatentamentelaescenaalumbradaporelfuego.AlofrecerleDickelalimento,ellaseestremeció,comosidespertaradeunsueño,ylorechazóensilencio.

—Señora—dijoDick—:Permitidmesuplicarosquenomecastiguéis tancruelmente.Noséenquéosheofendido;verdadesqueoshetraídoconmigo,peroconamistosaviolencia;ciertoesqueosheexpuestoalasinclemenciasdelanoche,perolaprecipitaciónconquemeveoobligadoaprocedertieneporobjetolaproteccióndequiennoesmenosdébilquevosnisehallaenmenosamparo.Cuandomenos, señora, no os castiguéis vosmismay comed, si noporapetito,paraconservarlasfuerzas.

—No comeré nada que venga de las manos que mataron a mi tío —contestóella.

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—¡Señora—exclamóDick—, por la cruz os juro quemis manos no letocaron!

—Juradmequevivetodavía—repusoella.

—No quiero engañaron —contestó Dick—. La compasión misma meobligaaheriros.Enelfondodemicorazónlecreomuerto.

—¡Ymepedísquecoma!—gritóella—. ¡Yos llamancaballero!Conelasesinatodemibuen tío,osganasteis ladignidaddecaballero.Denohabersidoyotanneciaytraidoraa lavez,queossalvélavidaencasadevuestromismoenemigo,seríaisvoselquehabríamuerto,yél…élquevalíaporunadocenacomovos…élestaríavivo.

—Nohicemásquecumplirconmideberdehombre,lomismoquevuestrotíohizoenelotropartido—replicóDick—.Si élviviera aún, como juroalcieloqueseríamideseo,meelogiaríaenvezdecensurarme.

—YamelodijosirDaniel—repusoella—.Osvioenlabarricada.Porvos(dijo)sedesplomabasupartido;vos,quienganó labatalla.Puesbien:quienmatóamibuentíolordRisinghamfuisteistambiénvos,tanciertocomosiconvuestras propias manos lo hubierais estrangulado. ¡Y quisierais ahora quecomiera con vos… cuando aún tenéis lasmanosmanchadas con el crimen!PerosirDanielhajuradovuestraruina.¡Élmevengará!

EldesgraciadoDickquedó sumidoen su aflicción.Volvió a sumente elrecuerdodeArblasterydijoconvozqueparecíaungemido:

—¿Tanculpablemecreéis?…¿Vos,quemedefendisteisantes;…vos,quesoislaamigadeJoanna?

—¿Quéteníaisquehacerenlabatalla?—replicóella—.¡Nopertenecéisaningúnpartido;nosoismásqueunmuchacho…sólopiernasycuerpo,ysinelgobiernodeljuicioylaprudencia!¿Porquépeleabais,pues?¡Porelgustodehacerdaño,pardiez!

—No—exclamóDick—.No lo sé. Pero tal comomarchan las cosas enestereinodeInglaterra,siunpobrecaballeronoluchaenunpartido,forzosoesquepeleeenelotro.Nopuedepermanecersolo;noseríanatural.

—Losquenotienenjuicionodebierandesenvainarlaespada—replicóladamisela—.Si peleáis al azar, ¿quéotra cosa soismás queunmatarife?Laguerra no es noble más que por la causa que la inspira, y vos la habéisdeshonrado.

—Señora—dijoel infortunadoDick—,ahoraveo,enparte,mierror.Heidodemasiadoaprisa;heobradoantesdetiempo.Aestashorasllevorobadounbarco…creyendohacerunbien,oslojuro…,yconellonohicemásqueserlacausadelamuertedemuchosinocentesydeladesgraciadeunpobre

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viejo,cuyorostro,hoymismo,mehaapuñaladocomounadaga.Yencuantoalodeestamañana,loúnicoquemepropusefueganarhonra,conquistarfamaparapodercasarme…y,¡ved!,loqueheconseguidoesacarrearlamuertedevuestroqueridopariente, que tanbondadoso fueparamí.Y, ademásde eso,¡quéséyocuántascosas!Porque,¡aydemí!,puedohaberpuestoaYorkeneltronoy ser ésa lapeorcausay ladesgraciade Inglaterra. ¡Oh, señora!Bienveomipecado.Nosirvoyoparalavidadelmundo.Comoexpiación,nobienhaya terminado esta aventura y para evitar peores males, ingresaré en unclaustro. Renunciaré a Joanna y a la profesión de las armas. Seré fraile yrezarétodamividaporelalmadevuestrobuentío.

A Dick le pareció, al llegar a este punto de extrema humillación yarrepentimiento,queladamiselasehabíareído.

Levantando el abatido semblante, vio que ella le miraba, a la luz de lahoguera,conciertaexpresiónextraña,peronadaadusta.

—Señora—exclamó, creyendoque la risa fue ilusiónde susoídos, peroesperandotodavía,alversucambiadaexpresión,haberleablandadoelcorazón—,señora,¿noestaréissatisfechaconesto?Renuncioa todopara repararelmalque llevohecho; leaseguro lagloriadelcieloa lordRisingham.Ytodoesto elmismo día en que he ganado la dignidad de caballero y en quemeconsiderabaeljovenhidalgomásfelizsobrelatierra.

—¡Oh,chiquillo!—dijoella—.¡Buenmuchacho!

Yentonces,congransorpresadeDick,enjugándoseprimero,tiernamente,las lágrimas que corrían por sus mejillas, y luego, como obedeciendo arepentinoimpulso,leechóambosbrazosalcuello,atrajohaciasísucaraylebesó.UnalastimosaturbaciónseapoderódelingenuoDick.

—Pero venid—dijo ella con gran animación—; vos que sois el capitán,tenéisquecomer.¿Porquénocenáis?

—Querida señoraRisingham—replicóDick, no hacía sino cuidar, antesque nada, de mi prisionera; pero, a decir verdad, la penitencia que me heimpuesto me hace ya rechazar con desagrado hasta la vista de la comida.Mejorsería,señora,queayunarayrezase.

—Llamadme Alicia —dijo ella—. ¿No somos viejos amigos? Y ahoravenid:voyaacompañarosenlacomida:bocadoporbocado,sorboporsorbo.Demodo que si no coméis, tampoco yo; pero si lo hacéis de firme, cenarécomounlabriego.

Yponiendoinmediatamentemanosalaobra,ellacomenzóadespacharlacomida;Dick,queteníaunestómagoexcelente,lehizocompañía,alprincipiocon gran repugnancia, pero animándose gradualmente, con más vigor y

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apetito, hasta que, al fin, olvidándose de atender a su modelo, reparó concreceslaspérdidasdeaqueldíadetrabajoyexcitación.

—Cazador de leones—dijo ella, al fin—, ¿no admiráis a una doncellavestidaconjubóndehombre?

Altaandabayaporelcielola luna,yloúnicoqueallíesperabaneraquedescansasen los fatigados caballos. A su luz, el contrito pero bien repletoRichard,observóqueellalemirabaconciertacoquetería.

—Señora… —balbució, sorprendido ante el inesperado cambio en susmaneras.

—No—interrumpióella—,nohaynecesidaddequeloneguéis,yamelodijo Joanna; pero decid, señor cazador de leones,miradme… ¿tan fea soy?¡Hablad!Ylemirócondulcesojos.

—Enverdadsoisalgopequeñita…—comenzóDick.

Volvió a interrumpirle ella; esta vez con risa sonora que completó laconfusiónylasorpresadeljoven.

—¡Pequeñita!—exclamó—. ¡Vaya!Sed tan franco comoaudaz: soyunaenanaopocomenos;pero,apesardeello…¡vamos,decídmelo!Apesardetodo,pasablementehermosademirar,¿noesverdad?

—No, señora; extremadamente hermosa—contestó el apurado caballero,haciendodesesperadosesfuerzosporaparecersereno.

—¿Ycreéisqueunhombresedaríapormuyfelizcasándoseconmigo?—prosiguióella.

—¡Oh,señora,porcompletamentefeliz!

—LlamadmeAlicia.

—Alicia—repitiósirRichard.

—Pues bien, cazador de leones —continuó ella—, puesto que vosmatasteisami tío,ymedejasteissinamparoenelmundo,medebéis,comohombredehonor,todaclasedereparaciones,¿verdad?

—Verdad es, señora —respondió Dick—. Aunque, en el fondo de micorazón,nomeconsideromásqueparcialmenteculpabledelamuertedeesecaballero.

—¿Pretendéisburlarmeevadiéndoos?—exclamóella.

—No, señora, no es eso.Ya os lo he dicho: sime lomandáis, hastamevolverémonje—contestóRichard.

—Entonces, en cuanto afecta a vuestro honor, ¿me pertenecéis? —

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concluyóella.

—Por lo que toca ami honor, señora, supongo…—comenzó a decir eljoven.

—¡Vaya!—interrumpióella—.Estáisdemasiadollenodeargucias.Comohombredehonor,¿mepertenecéishastaquehayáisreparadotodoelmalquehabéishecho?

—Anteelhonor,sí.

—Oídme entonces—prosiguió ella—. Creo que haríais unmal fraile, ypuestoquepuedodisponerdevoscomomeplazca,estoydispuestaatomarospormarido.¡Nada,nadadepalabras!—exclamóella—.Seríacompletamenteinútil.Puesconsideradcuánjustoesquevos,quemehabéisprivadodehogar,meproporcionéisotro.YencuantoaJoanna,creedme,ellaserálaprimeraenalabarelcambio,porque,despuésdetodo,comosomosbuenasamigas,¿quéimportaconcuáldelasdososcasáis?Nadaabsolutamente.

—Señora—dijo entonces Dick—, entraré en un claustro, si vos me loordenáis;perocasarmeconcualquieraotrapersonaenestemundoquenoseaJoannaSedleyesloquenoharénunca,asíseempeñenenobligarmetodalafuerza de los hombres o el capricho de una dama. Perdonadme si con talclaridadosdigomissincerospensamientos,peroanteelsumoatrevimientodeunadoncella,nolequedaaunpobrehombremásrecursoquemostrarsemásatrevidotodavía.

—Dick—repuso ella—, chiquillo bueno, tenéis que darme un beso poresas palabras que acabáis de pronunciar. No, no temáis, me besaréis ennombredeJoanna,ycuandoestemosjuntas,yoledevolveréaellaelbesoylediréqueseloherobado.Yencuantoaloquemedebéis,bobito,meparecequenoestabaissoloenlagranbatalla,yqueaunquellegaraeljefedelpartidodeYorkasentarseeneltrono,noseríaisvosquienlohubieraissentadoenél.Pero loque es comohombrebueno, cariñosoyhonrado, yoos aseguroquetodoesolosois,ysiyofueracapazdeenvidiaralgoqueposeyeraJoanna,osdigoqueloqueleenvidiaríaesvuestroamor.

6.Nocheenelbosque(conclusión):DickyJoanna

Habíanyaterminadoloscaballossureducidopiensoydescansadodesusfatigas. A la orden de Dick, se apagó con nieve el fuego, y mientras sushombresmontaban, perezosos, una vezmás sobre sus sillas, él, recordando,algo tarde, una precaución muy propia en la vida de la selva, escogió unelevadorobleyágilmenteseencaramóhastalahorquillamásalta.Pudodesde

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allídivisar,alaclaraluzdelaluna,unagranextensióndebosquecubiertodenieve. Al sudoeste, proyectándose negros contra el horizonte, se elevabanaquellos montaraces terrenos cubiertos de brezos donde Joanna y él seencontraron con la terrorífica aparición del leproso. Y allí, precisamente,divisóunpuntobrillante,nomayorqueelojodeunaaguja.

Se reprochóentonces suanteriorolvido.Si aquelloera, comoparecía, elresplandordeunahogueraencendidaenelcampamentodesirDaniel,habríavistoyahacíatiempoysehubieradirigidoatalsitio;y,sobretodo,porningúnconcepto debiera haber anunciado su proximidad encendiendo él mismohoguera alguna.Mas ahora no debía perder un tiempo precioso. El caminorectopara llegaraaquellasalturas teníaunasdosmillasde longitud;pero loatravesaba una escarpada y honda cañada, que no podían cruzar hombres acaballo.Para llegarmáspronto, leparecióaDicklomásprácticoabandonarloscaballoseintentarlaaventuraapie.

Diezhombresquedaroncuidandoloscaballos;seconvinieronseñalesconlasquesecomunicaríanencasodenecesidad.YDickpartió,alfrentedelosdemás,llevandoasuladoaAlicia,quemarchabaconresolución.

Loshombressehabíandespojadodesuspesadasarmadurasydejadosuslanzas,marchandoanimosossobrelaheladanievealagrataluzdelaluna.Eldescenso a la cañada, por cuyo fondo pasaba, entre la nieve y el hielo, unasusurrantecorriente,seefectuóensilencioyconorden;yunavezenelladoopuesto, hallándose ya a menos demediamilla del sitio donde Dick habíavistoelresplandordelahoguera,hizoaltoelgrupoparadescansarantesdelataque.

Enelvastosilenciodelbosquesepercibíandesdelejoslosmenoresruidos,yAlicia,que tenía finísimoeloído, levantóeldedoenseñaldealarmayseinclinóparaescuchar.Todossiguieronsuejemplo;pero,apartedelgemirdelobstruido arroyo que acababan de cruzar y de los gruñidos de una zorra amuchasmillasdedistanciaenmediodelaselva,elaguzadooídodeDicknopercibiónielrumordeunsuspiro.

—Sinembargo—murmuróAlicia—,estoyseguradehaberoídochocardearneses.

—Señora—repusoDick,quetemíamásaladamiselaqueadiezfornidosguerreros—, no quisiera yo decir que estáis equivocada, pero el ruido lomismopodríaprocederdecualquieradelosdoscampamentos.

—Noveníadeallá.Veníadelaparteoeste—afirmóella.

—Será lo que sea, y sin duda lo que Dios quiera. No hagamos caso yavancemosconbuenánimoparadarlesalcance.¡Arriba,amigos…yahemosdescansadobastante!

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A medida que avanzaban, aparecía la nieve cada vez más pisoteada ycubierta de huellas de los cascos de los caballos, y era evidente que seacercabanalcampamentodeunaconsiderablefuerzadehombresmontados.

Al ratodivisabanelhumoelevándoseporentre losárboles,coloreadoderojoensuparteinferioryesparciendobrillanteschispas.

ObedeciendolasórdenesdeDick,comenzaronsushombresadesplegarse,arrastrándose furtivamente entre la espesura, para rodear por todos lados elcampamentoenemigo.

Ycolocando aAlicia tras el troncodeun corpulento roble, sedeslizó élmismoenlínearectahaciadondebrillabaelfuego.

Al fin, por entre un claro del bosque, su vista abarcó el escenario delcampamento. Habían encendido el fuego sobre un montecillo cubierto debrezos, rodeado de maleza por tres lados, y estaba, en aquel momento,llameando con fuerza y bufando recio. Alrededor se hallaban sentadas unadocenadepersonas,bienenvueltasenabrigosocapotes;pero,pormásqueentornosevieralanievetanapisonadacomosiporallíhubierapasadotodounregimiento, en vano buscó Dick con la vista un solo caballo. Le asaltó elterrible presentimiento de que le hubiesen adelantado. Al mismo tiemporeconocióDickenunhombrealto,conceladadeacero,quesecalentabalasmanos a la lumbre, a su antiguo amigo y actualmente benévolo enemigoBennet Hatch; y en otras dos personas, sentadas algo más atrás, reconociótambién,apesardesumasculinodisfraz,aJoannaSedleyyalaesposadesirDaniel.

Bien —pensó—, aunque pierda mis caballos, si consigo recobrar a miJoanna,¿porquéquejarme?

Desde el más lejano extremo del campamento llegó un débil silbidoanunciandoquesushombressehabíanreunidoyqueelcercoeracompleto.

Bennet, al oírlo, se puso en pie de un salto; pero antes de que tuvieratiempodeecharmanoalasarmas,legritóDick:

—Bennet, amigo Bennet, ríndete. No harás más que comprometerinútilmentevidashumanassiresistes.

—¡Si es master Shelton! ¡Por santa Bárbara! —exclamó Hatch—.¿Rendirme?¡Muchopedís!¿Conquéfuerzascontáis?

—Te digo, Bennet, que somosmuy superiores en número y os tenemoscercados —insistió Dick—. César y Carlomagno, en un caso así, pediríancuartel.Tengocuarentahombres,que,aunsilbidomío,conunasoladescargadeflechaspuedendarbuenacuentadevosotros.

—MasterDick—dijoBennet—,losientomucho;perohedecumplircon

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mideber.¡Quélossantososayuden!

Yllevándosealoslabiosunatrompetilla,dioeltoquedealarma.

Sucedióunmomentodeconfusión,puesmientrasDick, temiendoporlasdamas,vacilabaendarlaordendedisparar,lareducidacuadrilladeHatchselanzósobresusarcosy formóuncuadro,comopreparándoseparaunaferozresistencia.

Enlaprecipitacióndelcambiodesitiodetodos,Joannasaltódesuasientoy,velozcomounasaeta,corrióalladodesugalán.

—¡Aquí,Dick!—gritó,cogiéndoleunamanoentrelassuyas.

PeroDick continuaba aún indeciso; no estaba todavía avezado a lasmáscrueles necesidades de la guerra, y la idea del peligro que corría la ancianaladyBrackleydetuvoensuslabioslaorden.Suspropioshombrescomenzabana impacientarse. Algunos le llamaron por su nombre; otros, por propioimpulso, comenzaron a disparar, y a la primeradescargamordió el polvo elpobreBennet.EntoncesreaccionóDick.

—¡Adelante!—gritó—. ¡Disparad, muchachos, y manteneos a cubierto!¡InglaterrayYork!

Eneseinstanteenelhondosilenciodelanocheseelevódeprontoelsordomachacardeloscascosdecaballosobrelanieve,yconincreíblerapidezfueacercándose y creciendo más y más. Al mismo tiempo respondían lastrompetas,repitiendounayotravez,alallamadadeHatch.

—¡Replegaos, replegaos! —gritó Dick—. ¡Replegaos hacia mí!¡Replegaosparasalvarlavida!

Perosushombres,apie,esparcidos,sorprendidoscuandocontabanyaconun fácil triunfo, en vez de replegarse comenzaron a ceder terrenoseparadamente y permanecían vacilantes o se internaban, dispersos, entre lamaleza.

Ycuandollegaronlosprimerosjinetes,cargandoporlasabiertasalamedasy metiendo furiosamente sus corceles por la espesura, algunos rezagadosfueronabatidosoalanceados;lamayorpartedelosqueestabanalmandodeDickhabíandesaparecidoalsolorumordesullegada.

Dick se quedó inmóvil un momento, reconociendo los frutos de suprecipitado e imprudente valor. SirDaniel había visto la hoguera encendidaporsusenemigosysehabíaalejadocon lamayorpartedesus fuerzas,paraatacarasusperseguidoresoparacogerlosporretaguardia,siseaventurabanadar el asalto. Se había conducido como sagaz capitán, mientras que laconducta de Dick era la de un chiquillo vehemente e inexperto. Y así sehallabaélahora,consuamada,escierto,estrechándolefuertementelamano,

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pero por lo demás, solo, dispersos sus hombres y caballos en medio de lanocheenlainmensidaddelbosque,comopuñadodealfileresenunpajar.

—¡Qué los santos me iluminen! —pensó—. ¡Suerte que me armaroncaballeroporlodeestamañana,porquelodeahoramehonrapoco!

SinsoltaraJoanna,echóacorrer.

Rompían el silencio de la noche los gritos de los hombres de Tunstall,galopandodeunladoaotro,dandocazaalosfugitivos.AudazmenteDicksemetióporentrelamaleza,corriendoenlínearectaconlarapidezdeungamo.

LAclaridaddeplatadelalunasobrelanieveaumentabaporcontrastelaoscuridaddelosmatorrales,ylaextremadadispersióndelosvencidosllevabaa los perseguidores por losmás divergentes senderos.De aquí que, al pocorato, pudieran pararse Dick y Joanna en un lugar donde quedabancompletamenteocultos,yoyeranlosrumoresdelapersecuciónextendiéndoseentodasdirecciones,perodesvaneciéndosealadistancia.

—Si siquiera hubiera tenido la precauciónde conservar agrupada algunafuerzadereserva—exclamóDick,conamargura—,podríahaberlesdevueltoelgolpe.Enfin,viviendoseaprende; lapróximavez todo irámejor, ¡por lacruz!

—No,Dick—dijoJoanna—,¿quéimporta?Yaestamosjuntosotravez.

Lamiróél,y,enefecto…allíestaba…JoannaMatchann,comoantaño,encalzones y jubón. Pero ahora ya laConocía; ahora, aun con tan desgarbadaropa,sonreíaleella,resplandecientedeamor,ysintióeljovenqueelcorazónseleinundabadealegría.

Amormío—le dijo—, si tú perdonas los desatinos de este atolondrado,¿quépuedeimportarmeyanada?VayamosdirectamenteaHolywood;allíestátubuentutorymimejoramigo,lordFoxham.Allínoscasaremos,ypobresoricos,famososodesconocidos,¿quéimporta?Enestedía,amormío,meganéladignidaddecaballero;grandeshombreselogiaronmivalor;mecreíelmásbizarro guerrero en toda la vasta extensión del reino de Inglaterra.Despuésperdí,primero,mivalimientoconelpoderoso,yahoramehandadounapalizayheperdidoatodosmissoldados.¡Sigrandefuemiengreimiento,grandehasidomicaída!Pero,amormío,nadameimporta…;sitúmequierestodavíaynos casamos,me despojaría demis honores de caballero sin importarme unardite.

—¡Dickmío!—exclamóella—.¿Tearmaroncaballero?

—Sí, amormío: tú eres ahorami lady—contestó cariñosamente—, o loserásmañanaantesdelmediodía.¿Verdad?

—Loseré,Dick,yconlamayoralegría—contestóella.

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—¿Deveras,caballero?¡Yocreíqueibaisaserfraile!—sonóunavozensusoídos.

—¡Alicia!—gritóJoanna.

—La misma —contestó la damisela adelantándose—. Alicia, a quiendejastepormuertayaquienhallótucazadordeleones,volviéndoladenuevoalavida;ynosóloesto,sinoquehaciéndoletambiénelamor,sitantoquieressaber.

—Nolocreo—gritóJoanna—.¡Dick!

—¡Dick! —remedó Alicia—. ¡Dick en persona! ¡Sí, galante caballero,abandonáis a las pobres damiselas en los trances apurados! —prosiguió,volviéndosehacia el joven—.Lasdejáisplantadasdetrásde los robles.Conrazóndicenquemuriólaépocadelahidalguía.

—Señora—repusoDickdesesperado—.¡Pormialmaosjuroqueoshabíaolvidado por completo! Señora: haced lo posible por perdonarme. ¡Ved quehabíavueltoaencontraraJoanna!

—Nuncasupuseque lohubieraishecho intencionadamente—replicóella—. Pero voy a vengarme cruelmente. Voy a revelarle un secreto a miladyShelton…Alaquehadeserlo—añadió,haciendounareverencia—.Joanna—continuó—, creo, pormi alma, que tu galán es valiente en la pelea; peropermítemequetelodigafrancamente:eselbobalicóndemásblandocorazónde toda Inglaterra. ¡Anda…que ya puedes hacer con él cuanto te venga engana! Y ahora, chiquillos locos, besadme primero a mí para que os traigabuenasuerteyparamostrarosamablesconmigo;despuésbesaosunoaotro,sólo por un minuto y ni un segundo más, y luego, vámonos los tres aHolywood.Vayámonostanaprisacomopodamos,porquemeparecequeestosbosquesestánllenosdepeligros,ysonexcesivamentefríos.

—Pero ¿es cierto que mi Dick te hizo el amor? —preguntó Joanna,colgándosedelbrazodesuamado.

—No,tonta—respondióAlicia—.Fuiyoquienselohiceaél;lepropusequenoscasáramos;peroélmecontestóquefueraacasarmeconunodemisiguales.Ésas fueron suspalabras.No, ya te digo; esmuchomás francoquegalante. Pero ahora, chiquillos, tengamos juicio y pongámonos en marcha.¿VolveremosapasarporlacañadaomarcharemosenlínearectaaHolywood?

—Bienquisieraponermimanosobreuncaballo—dijoDick—,porqueenestosúltimosdíasmehanvapuleadotancruelmente,deunmodouotro,quemipobrecuerpoestodoélunpurocardenal.Pero¿quéospareceavosotras?Simishombreshubieranhuido,enmediodelaalarmadelapelea,habríamosdadounrodeoparanada.DeaquíaHolywood,enlínearecta,nohaymásque

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unas tresmillas; la campananohadado lasnueve; lanieveestá lobastanteduraparaandarporella,ylalunaesclara…¿Quéosparecesimarcháramostalcomoestamos?

—Deacuerdo—exclamóAlicia.

PeroJoannaselimitóaapretarelbrazoaDick.

Atravesaron, pues, los claros y desnudos sotos y descendieron por loscaminoscubiertosdenieve,bajoelpálidorostrodelalunadeinvierno;DickyJoannamarchabancogidosdelamano,sumidosenunparaísodedelicias,ysuatolondrada compañera, olvidadas ya sus penas, les seguía uno o dos pasosdetrás, ora burlándose de su silencio, ora pintándoles los más seductorescuadrosdelofelicesqueviviríanenelfuturo.

Todavía se oía en la lejanía del bosque a los jinetes de Tunstallcontinuandoviva e incesantemente su persecución, y, de cuando en cuando,losgritosyelchocardelosacerosanunciabanelencuentroconlosenemigos.

Pero en estos tres jóvenes, criados entre los sobresaltos de la guerra ycurtidosporlosmúltiplespeligrosquehabíanpasado,noerafácildespertarelmiedonilapiedad.Contentosalobservarquelosruidosibanalejándosecadavezmás,seentregaroncontodasualmaadisfrutardelplacerdelmomento,marchandoya,comodijoAlicia,comocortejonupcial,ynilaagrestesoledaddel bosque ni el frío de la noche glacial bastaban para ensombrecer ointerrumpirsufelicidad.

Desde lo alto de un cerro divisaron al fondo el valle de Holywood.Brillaban las grandes ventanas de la abadía del bosque, iluminadas porantorchas y cirios; se elevaban sus altos pináculos y chapiteles clarísimos ysilenciosos,ylacruzdeoroqueleservíaderematerelucíaalegrementealaluz de la luna. En torno de la abadía, en los claros de la selva, ardían lashoguerasdeloscampamentos,seapiñabannumerosaschozas,yenelcentrodeaquelcuadrotendíasucurvaelheladorío.

—¡Porlamisa!—exclamóDick—.TodavíaestánacampadosloshombresdelordFoxham.Sindudaqueelmensajerosehaextraviado.Tantomejor.AsítendremosfuerzasamanoparahacerfrenteasirDaniel.

PerosilastropasdelordFoxhamseguíanaúnacampadasenlalargaisletadeHolywood,estoeradebidoacausamuydistintadelaquesuponíaDick.Enefecto, habían emprendido la marcha hacia Shoreby; pero, antes de quellegarana lamitaddelcamino,unsegundomensajero lessalióalencuentro,transmitiéndoles laordendeque regresarana sucampamentode lamañana,paracerrarleselpasoalosfugitivosdeLancasteryestarmuchomáscercadelprincipalejércitodeYork.

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Porque Richard de Gloucester, terminada la batalla y quebrantados susenemigos en aquella comarca, hallábase ya enmarcha para reunirse con suhermano; y poco después del regreso de los soldados de lord Foxham, elpropioCrookbackechabapieatierrafrentealapuertadelaabadía.Enhonor,pues,deesteaugustovisitante,brillaban iluminadas lasventanas,yal llegarDickconsuamadaylaamiga,todoelséquitodelduqueeraobsequiadoenelrefectorioconelesplendorqueerapropiodeaquelpoderosísimoysuntuosomonasterio.

FrenteaellosfueconducidoDick,porciertoquenoconmuchogustoporsu parte.Medio enfermo de fatiga, estaba sentadoGloucester, apoyando enunamanoelpálidoyterriblesemblante,teniendoasuizquierda,enhonoríficolugar,alordFoxham,convalecienteycasicuradodesuherida.

—¿Cómo, señor?—preguntó Gloucester—. ¿Me traéis la cabeza de sirDaniel?

—Milord duque —respondió Dick resueltamente, pero sintiendooprimírsele el corazón—, ni siquiera he tenido la suerte de regresar con loshombres de mi mando. He sido derrotado, y apelo a vuestra indulgencia.MiróleGloucester,fruncidoelformidableentrecejo.

—Cincuentalanzasosdi,caballero—dijo.

—Milordduque—replicóeljoven—,tansólollevécincuentahombresdearmas.

—¿Cómofueeso?—dijoGloucester—.Élmepidiócincuentalanzas.

—Perdonad,excelencia—contestóCatesbycongransuavidad—.Comosetratabadeunapersecución,noledimosmásquelosjinetes.

—Está bien —dijo Gloucester, y luego añadió—: Shelton, podéismarcharos.

—Deteneos—dijolordFoxham—.Estejovenllevabatambiénunencargomío.Acasoensurealizaciónhayatenidomejorsuerte.Decid,masterShelton,¿encontrasteisaladoncella?

—Conlaayudadelossantos,aquíestá,enestacasa.

—¿De veras? Pues bien, milord duque —resumió lord Foxham—, convuestravenia,mañana,antesdeponerseenmarchaelejército,propongounaboda.Estejovenhidalgo…

—Jovencaballero…—interrumpióCatesby.

—¿Caballerodecís,sirWilliam?—exclamólordFoxham.

—Yo mismo, por sus buenos servicios, le armé caballero —explicó

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Gloucester—.Dosvecesmehaservidocomounvaliente.Noesvalorloquelefalta,nibuenbrazo,sinoelférreoespírituquenecesitanloshombres.Noseelevará, lordFoxham.Mozoesparapelearmuybravamenteenunarefriega;perotieneelcorazóndecapón.¡Detodosmodos,sihadecasarse,casadlo,enelnombredeMaríaSantísima,yterminaddeunavez!

—No, es un bravomuchacho…, lo sé—dijo lord Foxham—.Alegraos,pues,sirRichard.HearregladoesteasuntoconmasterHamley,ymañanaoscasaréis.

DespuésdelocualDickjuzgóprudenteretirarse;peroaúnnohabíasalidodelrefectoriocuandounhombre,queacababadeapearsealapuerta,subiólasescalerasdecuatroencuatro,yabriéndosepasoporentrelosservidoresdelaabadía,searrojó,hincandounarodillaentierra,alospiesdelduque.

—¡Victoria,milord!—exclamó.

Y antes de queDick hubiese llegado al aposento que, como huésped delord Foxham, le tenían destinado, se oían ya las aclamaciones de las tropasreunidas en torno a las hogueras, pues aquelmismo día, amenos de veintemillas, había sido asestado un segundo golpe demoledor al poderío deLancaster.

7.LavenganzadeDick

Alamañanasiguiente,Dicksehallabaenpieantesdequesalieraelsol,yelegantemente ataviado, gracias a la ayuda del ropero de lord Foxham, ydespués de haber obtenido buenas noticias de Joanna, salió a dar un largopaseoparacalmarsuimpaciencia.

Alprincipioselimitóadarvueltasporentrelossoldadosque,alapálidaluzdelalbadeaqueldíadeinvierno,estabanarmándosealrojoresplandordelasantorchas;perogradualmentefuealejándosehaciaelcampoy,alfin,pasópor completo al otro lado de las avanzadas, marchando solo por el bosquehelado,esperandolasalidadelsol.

Plácidos y dichosos eran sus pensamientos. Su breve valimiento con elduquenoloconsiderabadignodeentristecerleelcorazón;teniendoaJoannapor esposa y a lord Foxham por protector, contemplaba venturosamente suporvenirynadaencontrabaensupasadoqueleapesadumbrase.

Mientras así caminaba y meditaba, fue haciéndose más clara la luzsolemnedelamañana;coloreabayaelsolelladodeoriente,yunvientecillocortantesoplabasobrelaheladanieve.Volvíasehacialacasa;peroalvolverse,

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sefijósumiradaenunafiguraqueseocultabatrasunárbol.

—¡Alto!—gritó—.¿Quiénva?

Avanzólafigurayagitósumanosincontestar.Vestíadeperegrino,bajalacapucha,cubriéndoleelrostro.

PeroalinstanteDickreconocióasirDaniel.

Adelantóagrandespasoshaciaéldesenvainandosuespaday sirDaniel,llevándoselamanoalpecho,comoparaempuñarunarmaoculta,esperóconfirmezaquellegase.

—Bien,Dick—dijo—.¿Quétepropones?¿Haceslaguerraalcaído?

—Nohiceyolaguerracontravuestravida—replicóelmuchacho—.Erayo vuestro amigo leal hasta que quisisteis quitarme la mía; pero la habéiscodiciadohartoansiosamente.

—No… obraba en defensa propia —repuso el caballero—. Y ahora,muchacho,lasnoticiasdelabatallaylapresenciadevuestrodiablojorobadoenmis propios bosquesme han perdido sin remedio.Voy aHolywood paraacogerme a sagrado; luego, me iré al otro lado del mar, con lo que puedallevarmeencima,paracomenzardenuevolavidaenBorgoñaoenFrancia.

—EsposiblequenovayáisaHolywood—respondióDick.

—¿Cómo?¿Quéesposible?

—Mirad,sirDaniel;estamañanaesladeldíademiboda—repusoDick—,yesesolquecomienzaalevantarsealumbraráeldíamásfelizdemivida.Lavuestraesdoblementemerecedoradecastigo:porlamuertedemipadreypor vuestros manejos contra mí. Pero yo también he cometido faltas, heocasionado lamuertedenopocoshombres,yenestedía feliznoquieroserjuezniverdugo.Aunquefueseiselmismodiablo,nohabíadeponeroslamanoencima,ysilofuerais,pormí,podríaismarcharadondequisierais.BuscadelperdóndeDios;elmíolotenéisya.PeroesodequevayáisaHolywoodesyacosamuydiferente. Pertenezco al ejército deYork, y nohe de permitir quehayaunespíaentre sus filas.Tenedlo,pues,porcierto: sidaisunpasomás,levanto la voz y llamo a la avanzada más próxima para que os haganprisionero.

—Teestásburlandodemí—dijosirDaniel—.NohayparamísalvaciónfueradeHolywood.

—Nome importa ya eso—replicóDick—.Os permito ir hacia el este,haciaeloesteohaciaelsur:haciaelnortenooslopermitiré.Holywoodestácerradoparavos.Marchaosynointentéisvolver.Porqueencuantooshayáisalejado,avisaréa todos lospuestosdeavanzadadelejército,y talvigilancia

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habrá contra todos los peregrinos, que de nuevo os digo, aunque fuerais elmismodiablo,veríaiseldesastrosoresultadodevuestrointento.

—Mesentenciasamuerte—dijoconairesombríosirDaniel.

—Noossentencioamuerte—repusoDick—.Siesqueseosantojamedirvuestrovalorconelmío,venid,pues;yaunquetemoqueestoesserdeslealamipartido,aceptaréel reto francamenteysin reservas;mebatirécontravosfiandoenmissolasfuerzas,yanadiellamaréparaquemeayude.Asívengarélamuertedemipadre,conlaconcienciatranquila.

—Sí—dijosirDaniel—,tútienesunalargaespadacontramidaga.

—Sólo en el cielo confío—contestó Dick, arrojando la espada sobre lanieve—.Ahora,siaelloosobligavuestrohadoadverso,venid,yconlaayudadelTodopoderoso,hedehacerquedevuestroshuesoshaganfestínlaszorras.

—No lo dije más que para probarte, Dick —replicó el caballero coninquietasonrisa—.Noquisieraderramartusangre.

—Pues, entonces,marchaos antesdeque seademasiado tarde—advirtióShelton—.Dentrodecincominutosllamaréalpuestodeavanzada.Empiezoadarmecuentadequetengodemasiadapaciencia.Siestuvierancambiadoslospapeles,yahaceratoqueyoestaríaatadodepiesymanos.

—Bien,Dick,memarcharé—respondiósirDaniel—.Lapróximavezquenosencontremos,tearrepentirásdehabertemostradotanduroconmigo.

YsirDanieldiomediavueltaycomenzóaalejarseporentrelosárboles.

Dick se quedó observándole, presa de los más extraños y opuestossentimientos, mientras sir Daniel marchaba, rápida y cautelosamente,volviéndosedecuandoencuandoparalanzarunaperversamiradadereojoaaquelmuchachoquelehabíaperdonadolavidaydequiennosefiabaaúndeltodo.

Había, a un lado del camino por donde marchaba, un espeso matorralalfombrado de verde hiedra, aun en mitad del invierno impenetrable a lamirada.

Allí,depronto,vibróunarcocomounanotamusical.Volóunaflecha,yconhorrible,roncogritodeagoníaydeira,elcaballerodeTunstallalzósusmanosycayódebrucessobrelanieve.

CorrióasuladoDickylolevantó.Sucarasecontraíacondesesperación,ytodosucuerposeagitabaenviolentasconvulsiones.

—¿Esnegralaflecha?—preguntó,casisinaliento.

—Negraes—contestóDick,gravemente.

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Antes de que pudiera pronunciar ni una palabra más, una horriblecontraccióndedolorsacudióalheridodepiesacabeza,hastacasisaltardelosbrazos de Dick, que lo sostenía, y con la extremada violencia de aquellaangustia,volósualmaensilencio.

Eljovenletendiósuavementedeespaldassobrelanieveyrezóporaquellaalmapecadora,tanpocopreparadaparalahoradelamuerte,y,mientrassuspreces se elevaban, salió de pronto el sol y comenzaron sus trinos lospetirrojosentrelahidra.

Al ponerse nuevamente en pie el joven, se halló con otro hombre,arrodilladoapocospasosdetrásdeél,yaunconlacabezadescubierta,esperóDickaquetambiénelreciénvenidoterminasesuplegaria.Largotiempoduróésta.Bajalafrente,cubiertoelrostroconlasmanos,rezabaelhombrepresadegranagitación.Porelarcoqueyacíaasuladosobrelanieve, juzgóDickquenoeraotroqueelarqueroqueacababadematarasirDaniel.

Alfin,selevantótambiénymostróelsemblantedeEllisDuckworth.

—Richard —dijo gravemente—, os he oído. Vos tomasteis el mejorcamino, el del perdón; yo he tomado el peor, y ahí yace el cuerpo de mienemigo.Rezadpormí.

Yleestrechófuertementelamano.

—Caballero—contestó Richard—, por vos rezaré, aunque no sé si misrezosseránatendidos.Perositanlargotiempohabéisbuscadovenganzaytanamargo halláis su sabor, ahora que la habéis logrado, reflexionad: ¿no seríamejorperdonaralosdemás?Hatch…murió,¡elpobreinfeliz!¡Cualquiercosahubieradadoyoporsalvarlelavida!PorloquetocaasirDaniel,ahíyacesucadáver. En cuanto al clérigo, simi opinión en algo pudiera influir en vos,desearíaqueledejaraismarcharenpaz.

UnallamaradapasóporlosojosdeEllisDuckworth.

—No—dijo—, el diablo está todavía aferrado dentro demí. Pero estadtranquilo: no volará ya más la Flecha Negra… Ha quedado disuelta lahermandad.Losqueaúnvivenllegaránaplenaytranquilamadurez,hastaqueelcieloquieraquecaiganenmismanos;encuantoavos,acudidadondeosllamevuestramejorfortunaynoosacordéismásdeEllis.

8.Conclusión

A eso de las nueve de la mañana, conducía lord Foxham a su pupila,vestida esta vez más como correspondía a su sexo y seguida de Alicia

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Risingham,alaiglesiadeHolywood,cuandoRichardCrookback,fruncidoyaelentrecejoporlasinquietudes,secruzóensucaminoysedetuvo.

—¿Es ésta la doncella? —preguntó. Y cuando lord Foxham hubocontestado afirmativamente, añadió—: Hermosa, levantad el rostro unmomentoparaquepuedayocontemplarvuestrabelleza.

Lamiróunmomentoconagriaexpresión.

—Soishermosa—dijoalcabo—,y,segúnmedicen,conbuenadote.¿Quéospareceríasiosofrecierayounmagníficocasamientocomocorrespondeavuestrobellorostroyavuestraalcurnia?

—Milordduque—replicóJoanna—,sinohadeserdesagradableavuestraexcelencia,preferiríacasarmeconsirRichard.

—¿Cómoeseso?—preguntóélconaspereza—.Casaosconelhombrequeyo os diga, y antes de esta noche él será milord y vos milady. Porque,permitidme que os lo diga francamente, sir Richard morirá sin haber sidonuncamásquesirRichard.

—Nada más le pido al cielo, milord, que morir siendo la esposa de sirRichard—replicóJoanna.

—Vedloquehacéis,milord—dijoentoncesGloucestervolviéndosealordFoxham—. Buena pareja tenéis. El muchacho, cuando por sus buenosserviciosleofrecímifavor,prefirióelperdóndeunviejomarineroborracho.Bienseloadvertí;peroélsiguiótercoensuestupidez.«Aquímurióvuestrofavor»,ledije,yél,milord,conelmayoraplomoyaireimpertinente:«Yosoyquienlopierdo»,merespondió.¡Asíserá,porlacruz!

—¿Eso dijo? —exclamó Alicia—. ¡Pues muy bien dicho, cazador deleones!

—¿Quiénesésta?—preguntóelduque.

—Una prisionera de sir Richard—respondió lord Foxham—; la señoraAliciaRisingham.

—Cuidaddequesecaseconunhombredequienpodamosestarseguros—dijoelduque.

—Había yo pensado enmi parienteHamley, si es del agrado de vuestraexcelencia—repuso lordFoxham—.Haprestadobuenos servicios anuestracausa.

—Me parece bien —dijo Gloucester—. Casadlos rápidamente. Decid,hermosadoncella:¿queréiscasaros?

—Milordduque—contestóAlicia—,sielhombreesrectoybienhecho…

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Y al llegar aquí, presa de gran consternación, se le ahogó la voz en lagarganta.

—Rectoybienhechoes,señoramía—replicóGloucester,contodacalma—. Yo soy el único jorobado de mi partido; todos los demás estánsingularmente bien formados. Señoras y vos, milord —añadió con súbitocambio, adoptando cierto aire de grave cortesía—, no me juzguéis muydescortéssiosdejo.Entiempodeguerra,uncapitánnopuededisponerasugustodesushoras.

Yconungentilsaludo,desaparecióseguidodesusoficiales.

—¡Aydemí!—exclamóAlicia—.¡Estoyperdida!

—Noloconocéis—repusolordFoxham—.Esoesparaélunaniñería.Yaniseacuerdasiquieradevuestraspalabras.

—Puesentonceseslamismaflordelacaballería—observóAlicia.

—No,sinoquetieneotrascosasenquépensar—replicólordFoxham—.Nonosentretengamosmás.

EnelpresbiteriohallaronaDickesperando,acompañadodeunoscuantosjóvenes, y allí quedaron unidos él y Joanna. Cuando salieron de la iglesia,felices,peroconseriocontinente,paravolveralaireheladoyalaluzdelsol,las largas filas de soldados ascendían ya por la carretera; ya ondeaba,desplegadaalviento,labanderadelduquedeGloucester,ycomenzabaapasarfrente a la abadía entre un grupo de lanzas; detrás de ella, rodeada decaballeros cubiertos de acero, el audaz, malvado y ambiciosísimo jorobadomarchabahaciasubrevereinadoyeleternorecuerdodesuinfamereputación.

Pero el cortejo nupcial tomó hacia el lado opuesto de la dirección queseguíaelejército,ysesentabaalratoadesayunaralegreysobriamente.Lessirvióelhermanocillerero,quetambiénocupósupuestoenlamesa.Hamley,olvidadossuscelos,comenzóacortejaralanadarefractariaAlicia.Yentreelsonardelas trompetasyelchocardelasarmadurasdelossoldadosydeloscaballos, que pasaban continuamente, Dick y Joanna, sentados uno junto alotro, se cogían lasmanos tiernamente y semiraban a los ojos con siemprecrecienteamor.

Desde aquelmomento, el polvo y la sangre de aquella época turbulentahuyeron de su lado. Vivieron, alejados de sobresaltos, en la verde florestadondeempezósuamor.

Entretanto, dos ancianos gozaban de sendas pensiones en plena paz yprosperidad,yquizáhastacondemasiadaabundanciadevinoydecerveza,enlaaldeadeTunstall.Unohabíasidomarinotodasuvidaycontinuóllorandohasta el fin a su criado Tom. El otro, que fue siempre hombre de muchos

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oficios, se inclinó al fin, hacia la práctica de la piedad, y murió muyreligiosamente, bajo el nombre de hermanoHonestus, en la cercana abadía.AsípudoLawlesssalirseconlasuyaymorirsiendofraile.

FIN

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