La Fotografía Anónima y Su “Estadio Del Espejo”

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20/9/2015 La fotografía anónima y su “Estadio del espejo” chromeextension://iooicodkiihhpojmmeghjclgihfjdjhj/front/in_isolation/reformat.html 1/8 La fotografía anónima y su “Estadio del espejo” Detalles Categoría: Artículos [1] Escrito por Verónica Gerber Bicecci Introducción El estadio del espejo, siguiendo a Jacques Lacan, designa una fase del desarrollo psíquico de todos los seres humanos –comprendida entre los seis y dieciocho meses de edad– en la que el yo se desarrolla como instancia psíquica. El propósito de este trabajo es analizar una fotografía anónima desde el concepto lacaniano del estadio del espejo (stade du miroir), para tratar de rastrear una instancia psíquica propia de la fotografía anónima, es decir, su hito fundacional del yo, echando mano de la condición de la mirada en psicoanálisis y del concepto de “punctum” de Roland Barthes. En este trabajo trataré de rastrear ¿cuál es la posición psíquica de la “fotografía anónima”? O, en otras palabras, ¿cómo puede conformarse un “yo anónimo” a través de la imagen fotográfica? ¿cuál es el lugar del anonimato frente al espejo? y ¿qué nos dice la imagen anónima frente al espejo de quien está detrás de ella?

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La fotografía anónima y su “Estadio delespejo”

Detalles

Categoría: Artículos[1]

Escrito por Verónica Gerber Bicecci

Introducción

El estadio del espejo, siguiendo a Jacques Lacan, designa una fase del desarrollopsíquico de todos los seres humanos –comprendida entre los seis y dieciocho meses deedad– en la que el yo se desarrolla como instancia psíquica. El propósito de estetrabajo es analizar una fotografía anónima desde el concepto lacaniano del estadio delespejo (stade du miroir), para tratar de rastrear una instancia psíquica propia de lafotografía anónima, es decir, su hito fundacional del yo, echando mano de la condiciónde la mirada en psicoanálisis y del concepto de “punctum” de Roland Barthes. En estetrabajo trataré de rastrear ¿cuál es la posición psíquica de la “fotografía anónima”? O,en otras palabras, ¿cómo puede conformarse un “yo anónimo” a través de la imagenfotográfica? ¿cuál es el lugar del anonimato frente al espejo? y ¿qué nos dice la imagenanónima frente al espejo de quien está detrás de ella?

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Por fotografía anónima entenderemos: el documento que ha perdido todos o casitodos sus referentes circunstanciales (el contexto social en el que la imagen fuetomada, el nombre de su autor, año, lugar, etc.). Por ello, lo que de ellas sabemos essolamente lo que podemos inferir, lo que la imagen nos muestra. En este trabajoanalizaré una fotografía que –como veremos– resultará arquetípica del anonimato: enella aparece el fotógrafo enfrentándose a un espejo con su propia cámara. En el casoespecífico de esta fotografía, sabemos el título, el año y el lugar en que fue tomadaporque están anotados detrás de la impresión, por mano de su autor: “Yo, Acapulco,1984.” La fotografía fue encontrada dentro de un libro viejo que fue comprado en unalibrería de usado en el Centro Histórico de la ciudad de México.

Haré un análisis de la imagen en términos de lo que es visible, es decir, de lo que deella puede inferirse. Y este análisis irá señalando las características más importantesde la imagen en cuestión, para tratar de señalar los problemas planteados, es decir,encontrar ese espacio en el que el estadio del espejo de Lacan, el concepto de punctumde Barthes y la idea de la mirada en psicoanálisis pueden dialogar con la fotografíapresentada. Y, en la medida de lo posible, detectar la instancia psíquica de lafotografía anónima y del sujeto que está detrás de ella.

En la fotografía vemos a un hombre, de unos treinta y cinco años, que ha encontradosu imagen multiplicada frente al espejo. Podemos deducir que el individuo está paradoen un espacio en el que tres espejos se encuentran, pues con sólo dos espejos seríaimposible conseguir tal efecto. Es decir que, el personaje principal tiene un espejofrente a él, otro a un lado y otro detrás. El sujeto está en traje de baño, cosa que dealguna forma comprueba el lugar en el que presumiblemente fue tomada la fotografía,según las anotaciones al reverso: Acapulco. El hecho de que sea visible un lavabo nospermite inferir que se encuentra dentro de un baño y del hecho de que en la mitadderecha de la imagen se vea un ropero del que cuelgan ganchos y ropa, podemosinferir que se trata de un baño dentro de una recámara.

Según Roland Barthes, en las fotografías podemos buscar dos conceptos: el studium(que tiene que ver con las cualidades culturales, políticas y lingüísticas de una imagen)y el punctum (que detona un detalle “hiriente” que establece una relación directa ypersonal con el espectador, es decir, lo que llama la atención de una fotografía). Enesta imagen, lo que resulta un reto es encontrar su punctum. Fuera del efecto demultiplicidad, en el que la naturaleza de la repetición dificulta señalar un punctum, alparecer la imagen no tiene nada especial, no hay objetos fuera de lugar, nada quellame la atención dentro de la coherencia compositiva que presenta. Es por eso quepodríamos inclinarnos a decir que en esta fotografía no hay punctum. Pero Barthes nosdice: “El punctum es entonces una especie de sutil más-allá-del-campo, como si laimagen lanzase el deseo más allá de lo que ella misma muestra.”i Vuelvo a mirar la

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fotografía en busca de su punctum y me encuentro con que el personaje principalaparece dos veces asomándose en el primer plano: una a medias del lado izquierdo –pero su posición no nos deja ver las repeticiones que se hacen detrás de él– y otra dellado derecho –que es la imagen que sí vemos multiplicada–. El punctum de estafotografía es escurridizo, aparece solamente cuando nos preguntamos ¿cuál de los dospersonajes que aparecen en el primer plano es el “real”? ¿Cuál de los dos es el que estámultiplicado?

Para explicar desde Lacan la pregunta que se formula al definir el punctum de laimagen, es necesario revisar el estadio del espejo que, como nos dice Jacques Lacan,ocurre cuando “la imagen especular [es] asumida jubilosamente por el ser sumidotodavía en la impotencia motriz y la dependencia de la lactancia[…], nos parecerá porlo tanto que manifiesta, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo(je) se precipita en una forma primordial.”ii Esto quiere decir que el niño experimentaun júbilo único cuando esa imagen fragmentada, caótica y descontrolada que tiene desí mismo se convierte en una totalidad frente al espejo. Es por eso que en el estadiodel espejo se sitúa la instancia del yo, porque es la primera vez que el niño se conoce oreconoce como sí mismo, y se autoseñala. Por el contrario, la fotografía en cuestiónnos muestra un yo que se refleja multiplicado, es decir un yo confuso, que se hadisgregado y que no se puede ubicar como una totalidad. Si en su primer encuentrocon el espejo el niño se confrontara con una imagen múltiple de sí mismo,posiblemente sería razón de un trastorno. Pero en el caso de la fotografía, la imagenmúltiple de nuestro fotógrafo funcionará como una metáfora de ese yo que es tambiénun mosaico múltiple, conformado de las imágenes de los otros.

En el momento de la configuración psíquica del yo el niño no está solo. Hay unsemejante, por ejemplo la madre, que lo sostiene y se indica como un modelo. Lamadre le dice “este eres tú”, “esta soy yo”. Según Lacan, la madre y su imagen, creanen el niño esa figura del otro con la que, siguiendo la cita anterior “(… el yo seprecipita en una forma primordial,) antes de objetivarse en la dialéctica de laidentificación con el otro.”iii Para reconocerse como sí mismo, el niño debeentenderse en relación a la imagen de otro. Y es esta situación la que resultará en quesu propia imagen “esté preñada [todavía] de las correspondencias que unen el yo (je) ala estatua en que el hombre se proyecta como los fantasmas que le dominan.”iv Laestatua es el ideal en el que el hombre proyecta sus fantasmas, es decir, susfrustraciones y deseos. El estadio del espejo revela la configuración del yo del sujeto,pero para que eso suceda, es necesario el estímulo externo de un semejante, en estecaso la madre. De ahí que Lacan concluya todo yo es un Otro. Y lo que sucede en lafotografía es precisamente esa multiplicación del yo, pero en sentido inverso: lo quenuestro fotógrafo ve es la imagen multiplicada de sí mismo, es decir, todo Otro soy yo.

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Lo que con Barthes señalamos como el punctum de la imagen, es decir, la pregunta¿cuál de los dos es el fotógrafo reflejado?, en el estadio de Lacan se ubica en lo quesucede de forma paralela al reconocimiento de esta “totalidad” del yo que implica elestadio del espejo. Con esto me refiero al “desengaño”: el niño se reconoce en elespejo por intermediación de su madre pero, casi al mismo tiempo, reconoce a undoble, es decir, se desconoce a sí mismo porque lo que mira es a un otro en su imagenespecular. Es él mismo, pero su imagen está fuera de su cuerpo. Es decir que la imagende totalidad que el niño tiene de sí mismo, es imaginaria, Lacan lo señala tambiéncomo una línea de ficción: “pero lo importante es que esta forma [el estadio delespejo] sitúa la instancia del yo, aun desde antes de su determinación social, en unalínea de ficción, irreductible para siempre por el individuo solo”.v Y lo que lafotografía en cuestión nos pone de manifiesto es precisamente eso: la imagen quetenemos de nosotros mismos es imaginaria porque al mirarla es imposible –sin unestudio a profundidad de los reflejos– saber cuál de los fotógrafos en el primer planoes la matriz que se multiplica en el resto de la imagen.

También es importante tratar de ubicar en la fotografía analizada, ¿dónde está esesemejante ineludible que sirve de modelo cuando el niño vive su estadio del espejo? O,en última instancia, ¿quién es el Otro en la fotografía? Ya señalamos que el Otro es élmismo, es decir el fotógrafo. Pero hay otra interpretación posible. La madre es elmodelo que se le presenta al niño para que éste pueda reconocerse como un yo y, enesa medida, la madre será también ese Otro en donde el niño reflejará sus fantasmas.Podríamos decir también que, al reflejar esos fantasmas, la madre es o funciona comoun espejo. Si nos situamos como observadores de la imagen, estaríamos en el lugar deuno de los espejos que forman el truco visual de la multiplicidad. Todo aquel queobserva una fotografía anónima es una especie de voyeur, pero en este caso, tambiénsomos el Otro que observa a este personaje desde el lugar del espejo, porque somos elespejo. Y señalo al Otro con mayúscula porque lo que el niño encuentra en el espejodel otro, son sus fantasmas. Y si nosotros como observadores estamos en el lugar delespejo o somos el espejo que le refleja, estamos, al igual que la madre del niño, en ellugar del Otro.

El ejercicio fotográfico del autorretrato frente al espejo es muy común, quiero decirque aparece repetidamente en álbumes de fotografías caseras o en Internet, ya seafrente a uno o varios espejos, cosa que desde luego no quiere decir que en todos losautorretratos multiplicados frente a un espejo de tres hojas pueda señalarse el mismopunctum. Lo que sí sucede la mayoría de las veces es que el rostro del fotógrafoaficionado que realiza este ejercicio se borra detrás de la cámara. Esto resultaparadójico dado que, como hemos visto, lo que solemos buscar frente al espejo esreconocernos en nuestra imagen especular. Lo interesante es que la paradoja de estaimagen, analizada desde el hecho de que se trata de una imagen anónima per se, se

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complica: la imagen seguiría siendo anónima, o para ser más precisos, seguiría siendoun autorretrato anónimo aún si nos fuera posible conocer el rostro del fotógrafo,porque con o sin cámara, no sabemos quién es. Esto produce una aporía en la que talvez radica el arquetipo de la fotografía anónima: no sólo se trata de una fotografíaanónima más, ni de un autorretrato anónimo más, ni de un fotógrafo anónimo más; elfotógrafo es anónimo incluso ante sí mismo. Siguiendo el apartado anterior, podemosinferir que, desde esta perspectiva, yo soy cualquier otro.

La aporía antes señalada abre una nueva pregunta: ¿qué es lo que ve este fotógrafo enun autorretrato en el que no puede reconocerse? Nos dice Juan David Nasio: “La visiónes el contexto en el que se desarrolla, emerge, surge, la mirada; y es precisamente enel campo global de la visión –formado de imágenes– en el que va a surgir la mirada deun momento particular: el momento de la fascinación”.vi La respuesta obvia seríapensar que el fotógrafo se dejó llevar por la fascinación que produce el efecto de losespejos. Pero incluso con esa respuesta quedaría abierta la misma pregunta ¿qué es loque ve este fotógrafo sin rostro frente el espejo?

Nasio hace primero una diferencia entre visión y mirada y, después, inspirado en unasíntesis del estadio del espejo, hace una diferencia entre ver cosas y ver imágenes:“para el psicoanalista –a diferencia del oftalmólogo– ver no es ver una cosa sino unaimagen. No vemos cosas, vemos imágenes. El mundo que vemos –para elpsicoanálisis– es un mundo de imágenes, no es la cosa en sí. Y el que ve no somosnosotros, no son los ojos corporales, el que ve es el yo.”vii De esta forma podemosinterpretar, basados en la imagen, que este fotógrafo no se está retratando en elsentido estricto –es decir que no se está “viendo”–, ni está retratando su imagenreflejada en el espejo. Lo que el fotógrafo está retratando es su mirada. Es decir que,en sentido estricto, no está retratando aquello que ve sino la mirada en sí. De algunaforma sabemos que aquello que ve, al estar reflejado y multiplicado en el espejo, enlugar de volverse ubicuo, se vacía. Por eso tampoco era posible encontrar en la ilusiónóptica el punctum de la imagen pues, al vaciarse en la repetición, lo único que nosdevuelve es la mirada, su mirada (la del fotógrafo) en abstracto. De esto podríamosconcluir, siguiendo a Lacan, que yo soy la mirada.

Tenemos, hasta ahora, tres pequeñas frases extraídas del análisis de una fotografíaanónima tomada frente a un espejo: todo Otro soy yo, yo soy cualquier otro y yo soy lamirada. Lo que en esas tres aseveraciones predomina es, desde luego, el yo, aquelloque, como vimos, se instaura como instancia psíquica en el estadio del espejo. Un“Yo”, que es también el título que el fotógrafo le da a su propia imagen. El título esacertado pues a pesar de que en ella no es visible su retrato –en términos de la imagenque se espera de un retrato, es decir, un rostro– lo que sí es visible es su mirada y,siguiendo a Nasio, en el mundo de imágenes del psicoanálisis lo que mira es el yo.

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La imagen, como sabemos, es un autorretrato en el que el sujeto se ha puesto frente alespejo. Pero lo que este sujeto ha encontrado, a diferencia de lo que encuentra un niñoen el estadio del espejo, son tres problemas que se derivan de éste: a) no se encuentracon una imagen de totalidad sino de multiplicidad (todo Otro soy yo); b) de suautorretrato no obtiene un retrato –porque su rostro está tapado– sino una imagenque rectifica ese anonimato que el documento (la imagen fotográfica) ya era de por sí.Y con ese anonimato aporético, comprueba también que el pronombre personal “yo”es el mismo para el resto de los hombres, una palabra hueca, genérica y a la vez única,porque designa la institución psíquica que determina a cada uno (yo soy cualquierotro); y c) lo que la imagen retrata es la mirada del fotógrafo y no su imagen en elespejo, ni su retrato en sí (yo soy la mirada).

Esto nos lleva a concluir que si el fotógrafo al mirarse en el espejo puede decir: yo soycualquier otro, todo Otro soy yo y yo soy la mirada, lo que tenemos son, en realidad, tresformas de ver la misma paradoja. Estas tres perspectivas –frente a la que enuncióLacan: todo yo es Otro– se ubican, como lo hace la fotografía analizada, del otro ladodel espejo. Es decir que lo que vemos en la fotografía no es al niño que se enfrenta a laimagen especular sino que estamos viendo al niño desde el espejo. Es por eso que, alanalizar la fotografía, lo que encontramos son los conceptos de Lacan, una y otra vez,pero en su imagen especular, volteados. La imagen nos muestra una perspectiva delestadio del espejo que está ubicada del otro lado.

En el caso del tema que nos atañe, es decir, el de la fotografía anónima, concluiremosque, en la misma medida en que esta fotografía es arquetípica del anonimato, lo estambién de su estadio del espejo. El hito del yo que funda la fotografía anónima es,entonces, el de la imagen especular, es decir el de la imagen que presenta al revés elconcepto lacaniano del estadio del espejo, desde el reflejo y no desde el cuerpo. Conesto podríamos afirmar que, lo que sucede en toda fotografía anónima es: al no ser de“nadie” puede ser mía –puedo suplantar mi mirada en la del fotógrafo que la tomó eincluso en la de quien aparece retratado– pero al reflejarme en ella –a diferencia de loque sucede con el estadio del espejo– no me reconozco a mi ni a mi yo como un Otro oen los otros, sino que ante ella mi yo se disgrega, se multiplica y regresa como unaimagen de los otros en mí, una imagen en la que los otros se reconocen en mi, como siyo fuera un espejo. Esos otros –que están encapsulados en el tiempo de la fotografía yque sobreviven anónimos– regresan al “presente”, o se revelan en el presente, cuandoel observador funciona como un espejo en el que ese “yo anónimo” vuelve aconstituirse como instancia psíquica a través de la mirada.

Bibliografía

Barthes, Roland. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Buenos Aires: Ediciones

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1. http://v2.reflexionesmarginales.com/index.php/num11-articulos-blog

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Paidós Ibérica, 1989.

Lacan, Jaques. “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je), tal comose nos revela en la experiencia psicoanalítica”, en Escritos 1. México: Siglo XXI, 1971.Pp. 86-93.

Nasio, Juan David. La mirada en psicoanálisis, Editorial Gedisa, S.A., Barcelona, 1992.

Notas

i Barthes, Roland. La cámara lúcida. Nota sobre la fotografía. Buenos Aires, EdicionesPaidós Ibérica,

1989, p. 109.

ii Lacan, Jacques, “El estadio del espejo como formador de la función del yo (je) talcomo se nos revela en la experiencia psicoanalítica” en Escritos 1, Siglo XXI, México,1971, p. 87.

iii Ibidem, p. 87.

iv Ibidem, p. 88.

v Ibidem, p. 87

vi Nasio, Juan David. La mirada en psicoanálisis, Editorial Gedisa, S.A., Barcelona,1992, p.26.

vii Ibidem, p. 27

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