LA GALANA

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1 LA GALANA ─ ¡Salid a la calle vecinas, que ya vienen! ─ ¿Quién grita de esa manera, si puede saberse? ─Creo que es Juana. ─Vamos a ver qué pasa, que parece que se ha vuelto loca esa muchacha. Pronto estuvo la calle llena de gente, sobre todo mujeres. ─ ¿Qué pasa Juana, por qué armas tanto alboroto? ─Los gabachos, Antonia, que ya vienen los gabachos. Un tratante de ganado que llegó hace un rato a mi posada me ha dicho que ya han salido de Manzanares, así que pronto los tendremos aquí. ─ ¿Pero qué podemos hacer nosotras? La mayor parte de los hombres se han ido a la guerra del francés, y solo han quedado los viejos y algunos heridos.

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LUCHAS VALDEPEÑERAS

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LA GALANA

─ ¡Salid a la calle vecinas, que ya vienen!

─ ¿Quién grita de esa manera, si puede saberse?

─Creo que es Juana.

─Vamos a ver qué pasa, que parece que se ha vuelto

loca esa muchacha.

Pronto estuvo la calle llena de gente, sobre todo

mujeres.

─ ¿Qué pasa Juana, por qué armas tanto alboroto?

─Los gabachos, Antonia, que ya vienen los gabachos.

Un tratante de ganado que llegó hace un rato a mi

posada me ha dicho que ya han salido de Manzanares,

así que pronto los tendremos aquí.

─ ¿Pero qué podemos hacer nosotras? La mayor parte

de los hombres se han ido a la guerra del francés, y solo

han quedado los viejos y algunos heridos.

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─Hay que detenerlos como sea. Me he enterado en la

posada que uno de nuestros generales prepara una gran

batalla al otro lado de Despeñaperros, contra el ejército

francés de Andalucía, y estos gabachos van a reforzar

ese ejército. Tenemos que cerrarles el paso a toda costa,

y si no hay hombres, no importa: les demostraremos a

esos franchutes que las mujeres de este pueblo no se

arrugan cuando se trata de defender el orgullo y la

independencia de Valdepeñas y de toda España.

Era tal el entusiasmo y la determinación que ponía en

sus palabras, que al poco rato consiguió enardecer los

ánimos de aquellas mujeres, y organizarlas para tratar

de frenar el avance de las tropas invasoras. Hizo que

juntaran todo el aceite que tuvieran y lo calentaran hasta

hervir, reuniéndolo en grandes calderos. También

dispuso que se hirviera agua en unas marmitas que

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había en la posada de su familia, y estuvieran

preparadas para arrojar a los franceses, que ya estaban

cerca de la ciudad.

Para darles la “bienvenida” a los invasores como se

merecían, los vecinos, dirigidos por Juana, acordaron

cubrir la calle Principal con arena, debajo de la cual

esparcieron clavos y otros hierros con punta. Asimismo,

ataron cuerdas en las rejas, atravesando la calle, y

taparon las callejuelas laterales. Tuvieron el tiempo

justo de acabar de preparar las trampas, porque el

enemigo ya estaba en la entrada del pueblo. Acordaron

meterse todos dentro de las casas con el agua y el aceite

a punto, guardando silencio hasta que se diera la señal.

Cuando los franceses llegaron a la zona de la calle

Principal, donde los valdepeñeros les habían preparado

la encerrona, sus caballos comenzaron a tropezar y a

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caer unos encima de otros, al tiempo que se herían con

los hierros y clavos que los vecinos habían enterrado

entre la arena, derribando a sus jinetes y provocando un

verdadero caos en sus filas.

Entonces, y a una señal de Juana, los vecinos

comenzaron a arrojar desde las ventanas los calderos de

aceite y agua hirviendo, al mismo tiempo que lanzaban

una verdadera lluvia de piedras y ladrillos a los

sorprendidos soldados napoleónicos.

No contenta con esto, la muchacha salió a la calle

armada de un grueso garrote, y comenzó a apalear a los

caídos soldados, enfrentándose cuerpo a cuerpo con

ellos y exponiéndose a recibir un tiro o un sablazo de

los desesperados franceses.

Su ejemplo encendió más si cabe los ánimos de los

demás vecinos, casi todos mujeres, como ya se ha dicho,

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que se echaron a la calle armados con aperos de

labranza, pues otra cosa apenas tenían: horcas, palas,

azadas…

Los franceses viéndose desbordados se replegaron a las

afueras del pueblo, y aunque despues volvieron a atacar

e incluso quemar muchas casas, este grave tropiezo en

Valdepeñas, hizo que llegaran tarde a la cita que tenían

al otro lado de Despeñaperros, siendo causa directa de la

humillante derrota que, en Bailen, por primera vez

sufrió el ejército de Napoleón. Esta extraordinaria mujer

se llamaba Juana Galán, tenía veinte años cuando

sucedieron estos hechos, seis de junio de mil

ochocientos ocho, y a partir de entonces fue llamada

“LA GALANA”; con este apelativo ha pasado a la

historia. Merced a ella, Valdepeñas ostenta en su escudo

el honroso título de MUY HEROICA CIUDAD.

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FIN