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La Generación del 37 y el sincretismo de Horacio C. Rivarola: un análisis político a diferentes propuestas para la consecución del Estado moderno. Primera aproximación VERÓNICA LESCANO GALARDI 1 I. Plan del artículo El concepto de sincretismo 2 habría de comportar, en términos gene- rales, la armonización de ideas o pensamientos distintos. De tal manera iniciaremos nuestro recorrido detectando ciertos criterios de organización discursiva propuestos por Horacio C. Rivarola al confeccionar un progra- ma de educación general. Luego lo vincularemos con la Generación del 37. Destacaremos un breve marco teórico en relación con la inscripción temporal del tópico elegido: la modernidad como punto de partida para las propuestas histórico-contemporáneas argentinas en torno a la educación en el Estado moderno. Desarrollaremos algunas ideas de Paul Ricoeur y de Juan Carlos Agulla en relación con aquellos para luego reseñar lo propio sobre nuestro contexto de contemporaneidad de precedentes históricos de 1 Postdoctoranda. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Doctora de la Universidad de Buenos Aires. Facultad de Derecho. Especialización en Educación Superior y Tic. Ministerio de Educación de la Nación. Directora del Proyecto de Investigación Decyt 1619. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Investigadora formada Ubacyt20020130100068 BA. Investigadora adscripta al Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales, Dr. A.L. Gioja. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Investigadora independiente. Biblioteca Nacional de Maestros. Docente regular en Teoría del Estado. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Docente GCBA. 2 Según el Diccionario de la Real Academia Española, Del gr. συγκρητισμός synkrētismós ‹coalición de dos adversarios contra un tercero›. 1. m. Combinación de distintas teorías, actitudes u opiniones. 2. m. Fil. Sistema filosófico que trata de conciliar doctrinas diferentes. 3. m. Ling. Expresión en una sola forma de dos o más elementos lingüísticos diferentes. (En línea) URL: http://dle.rae.es/?id=Xx6Aiyr (Última consulta: febrero 2017).

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  • La Generacin del 37 y el sincretismo de Horacio C. Rivarola: un anlisis poltico a diferentes

    propuestas para la consecucin del Estado moderno. Primera aproximacin

    VErniCa lEsCano Galardi1

    I. Plan del artculo

    El concepto de sincretismo2 habra de comportar, en trminos gene-rales, la armonizacin de ideas o pensamientos distintos. De tal manera iniciaremos nuestro recorrido detectando ciertos criterios de organizacin discursiva propuestos por Horacio C. Rivarola al confeccionar un progra-ma de educacin general. Luego lo vincularemos con la Generacin del 37. Destacaremos un breve marco terico en relacin con la inscripcin temporal del tpico elegido: la modernidad como punto de partida para las propuestas histrico-contemporneas argentinas en torno a la educacin en el Estado moderno. Desarrollaremos algunas ideas de Paul Ricoeur y de Juan Carlos Agulla en relacin con aquellos para luego resear lo propio sobre nuestro contexto de contemporaneidad de precedentes histricos de

    1 Postdoctoranda. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Doctora de la Universidad de Buenos Aires. Facultad de Derecho. Especializacin en Educacin Superior y Tic. Ministerio de Educacin de la Nacin. Directora del Proyecto de Investigacin Decyt 1619. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Investigadora formada Ubacyt20020130100068 BA. Investigadora adscripta al Instituto de Investigaciones Jurdicas y Sociales, Dr. A.L. Gioja. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Investigadora independiente. Biblioteca Nacional de Maestros. Docente regular en Teora del Estado. Facultad de Derecho. Universidad de Buenos Aires. Docente GCBA.

    2 Segn el Diccionario de la Real Academia Espaola, Del gr. synkrtisms coalicin de dos adversarios contra un tercero. 1. m. Combinacin de distintas teoras, actitudes u opiniones. 2. m. Fil. Sistema filosfico que trata de conciliar doctrinas diferentes. 3. m. Ling. Expresin en una sola forma de dos o ms elementos lingsticos diferentes. (En lnea) URL: http://dle.rae.es/?id=Xx6Aiyr (ltima consulta: febrero 2017).

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    nuestra hoy Argentina. Luego, nos detendremos en algunos pensadores de la Generacin del 37 y sus diferentes miradas al tiempo de proponer la in-teraccin de la educacin y las formas de Estado y de gobierno de la nueva unidad poltica en formacin y especialmente en su conformacin del rol de la historia en la vida del individuo y de la sociedad.

    Finalmente, traeremos a nuestro anlisis ciertas ideas del jurista Ho-racio C. Rivarola para analizar cmo produjo una suerte de sincretismo de aquellas propuestas de los hacedores del 37 y cmo de alguna forma quedaran lanzadas nuevas Bases al tiempo de pensar el Estado moderno, constitucional, republicano y democrtico sostenido en la educacin del pueblo soberano.

    II. Introduccin

    Hace casi cien aos atrs, un 17 de julio de 1917, Horacio C. Rivarola presentaba en la Facultad de Filosofa y Letras un ensayo que llevaba por t-tulo: Bases constitucionales de la organizacin de la enseanza tendiente a la opcin al cargo de profesor suplente de Ciencia de la Educacin. Su contenido:

    (Sin enumerar) Disposiciones constitucionales. II. Del principio de la libertad de enseanza.III. De la distribucin de los poderes en materia educacional.a) Entre la Nacin y las provincias. Educacin Primaria. Instruccin general. Instruccin universitaria.b) Entre los poderes nacionales.IV. Conveniencia de deslindar las atribuciones entre la Nacin y provin-

    cias y entre los poderes nacionales.V. Conclusin.Luego de abordar el conjunto de normas correspondientes a cada rea

    y jurisdiccin de la lista precedente y de realizar un anlisis crtico en rela-cin principalmente con las carencias que el sistema normativo educativo ofreca en la segunda dcada del siglo pasado, el jurista, al tiempo de sus conclusiones, realizaba una enumeracin de las que l denomin sus bases

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    para la organizacin de la instruccin pblica argentina3 y que pasamos a consignar:

    I. La enseanza debe tener en vista los propsitos enumerados en el prembulo de la Constitucin nacional: afianzar la justicia, consolidar la paz interior., promover el bienestar general y asegurar el beneficio de la libertad.

    II. Debe darse a la enseanza, en todos sus grados, una orientacin nacional y econmica, con el objeto de formar ciudadanos tiles; por el conocimiento exacto y lo ms completo posible del pas, sus producciones e industrias; por el conocimiento individual de algn medio de produccin o de trabajo.

    III. Debe sancionarse una ley de enseanza que comprenda todos los grados, o por lo menos una ley que organice toda la enseanza que no es primaria elemental ni universitaria. La ley debe ser de normas generales, no de detalle, de manera que permita los cambios necesarios sin modifi-cacin de la ley.

    IV. Debe existir un plan uniforme de instruccin primaria elemental en todo el pas, sin perjuicio de que la Nacin y las provincias tengan, respec-tivamente, en sus escuelas, la direccin inmediata.

    V. Debe existir para la instruccin postprimaria un plan uniforme para las enseanzas tericas y un plan regional para las enseanzas prcticas.

    VI. Las universidades deben ser exclusivamente nacionales. Las provin-cias que ya existen deber ser nacionalizadas. Debe buscarse la correlacin entre los distintos institutos universitarios.

    VII. La enseanza normal debe ser nacional exclusivamente.VIII. Debe procederse al retiro paulatino de las subvenciones a las

    provincias, que se destinen exclusivamente a la enseanza primaria ele-mental. Esto no implica que se supriman las subvenciones para cubrir los presupuestos provinciales, ni que deje de funcionar en las provincias las escuelas de la ley 4874.

    IX. Debe centralizarse el gobierno de la instruccin pblica del pas, y descentralizarse las funciones de administracin. La direccin general corresponde al ministro de instruccin pblica, la direccin tcnica e in-mediata a los consejos de enseanza general o particular, consejos de edu-cacin u otras autoridades.

    3 Rivarola, Horacio, C, Bases constitucionales de la organizacin de la enseanza en El gobierno de la instruccin pblica, Buenos Aires, 1948.

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    De la enumeracin precedente surgen los siguientes tpicos: La educacin como mbito de consolidacin de las garantas consti-

    tucionales. Formacin de ciudadanos fomentadores del crecimiento econmico,

    social y personal. Sancin de una ley orgnica. Diseos curriculares de carcter federal. Distribucin jurisdiccional de los conocimientos a ensear segn su

    carcter terico o prctico. Nacionalizacin de la educacin superior y normal. Redistribucin de las subvenciones al Interior hasta su retiro. Centralizacin del gobierno de la instruccin pblica y descentraliza-

    cin administrativa.De lo que podemos desprender que sus criterios de organizacin edu-

    cativa giraban en torno a una visin jurdico-poltica. En primer lugar, su propuesta buscaba transformar la realidad conocida. Seguidamente, la ins-cripcin de su presentacin resida en el respeto a la norma fundamental y a las garantas all contenidas. Su concepcin de un hombre formado era la de un ser activo en trminos econmicos, laborales y sociales. El criterio normativo presentaba un fuerte acento centralista sin perjuicio de otorgar-les a las provincias unas interacciones de coordinacin. Otra idea que ya se detecta en el pensamiento del autor es el de acuar nodos de aprendizaje prioritarios, los conocidos actualmente como Naps que vinculan a todo el pas, pero paradjicamente en su carcter de federal y no centralista. Por ende, las bases rivarolianas se constituyen en una propuesta de educacin desde un orden jurdico y poltico.

    Desde otro punto de vista, reviste singular importancia que al tiempo de proponer un plan de organizacin educativo haya elegido la termino-loga y visin de las Bases de Alberdi. De este jurista, al cabo de toda su produccin ir tomando diversas ideas o lo citar de modo recurrente. A lo largo de toda la obra intitulada: El gobierno de la instruccin pblica, el acadmico invocar reiteradamente distintas miradas provenientes de varios integrantes de la Generacin del 37: Alberdi, Sarmiento, Echeverra, Sastre, etc. Por eso a continuacin realizaremos un breve anlisis del con-texto temporal en el que aquel grupo habra de surgir e inscribirse. Ciertas ideas concurrentes en ellos daran pie a la recuperacin posterior por parte de Horacio Rivarola al construir su propio pensamiento educativo.

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    III. El paso de la modernidad a la contemporaneidad en la historia argentina

    Nuestro punto de partida en este anlisis ser el de la modernidad, par-ticularmente, de la Europa Occidental. Esto porque en ese contexto encon-tramos una serie de acontecimientos y de ideas que se vincula intrnseca-mente con los antecedentes histricos de nuestro pas y se articulan como los marcos de la naciente contemporaneidad argentina.

    III.1. El concepto de modernidad en su uso histricoCada poca est compuesta por menos aos que su anterior. Esto es,

    hay una lnea decreciente de duracin. Ricoeur realiza una descripcin so-bre los cambios conceptuales del trmino moderno.

    En efecto, el trmino moderno ha cambiado varias veces de parecer (an-tiguo, pero tambin tradicional), al mismo tiempo que vinculaba su suerte a sinnimos diferentes (reciente, nuevo). Adems, cada uno de los trminos del binomio siempre estuvo acompaado de connotaciones laudatorias, pe-yorativas o neutras. Neutro fue el primer uso de moderno en el bajo latn (el adverbio modo significa recientemente), y de antiguo (en el sentido de lo que pertenece al pasado). Menos neutrales fueron los usos posteriores, cuando antiguo design el mundo grecorromano anterior al triunfo del cristianismo, mundo designado en lo sucesivo con el trmino Antigedad. La neutralidad ya no ser bien vista cuando al trmino moderno se aa-da el epteto nuevo, trmino laudatorio por excelencia, a partir del siglo XVI, cuando ya no exista como nico opuesto el trmino antiguo sino el medieval segn la visin de la historia en tres pocas: antigua, medieval y moderna (neuere, en alemn). La ambigedad aumenta cuando la Antige-dad, cronolgicamente superada, se convierte en ejemplar con motivo del gran Renacimiento, en el siglo XVI.4

    Segn lo sostenido por el pensador, referirse a la modernidad5 signific

    4 Ricoeur, Paul, 2010, La memoria, el tiempo, el olvido, Buenos Aires, FCE, pgs. 399-411.5 Edad Moderna: perodo, sobre todo, del Renacimiento y el Humanismo (se suelen tomar

    como iniciales tres hechos: la invencin de la imprenta por Johannes Gutemberg en 1440, aproximadamente; la cada de Constantinopla en poder de los turcos en 1453 y la llegada de Cristbal Coln a Amrica en 1492) y finalizara con la Revolucin Francesa de 1789: tres siglos.

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    una sujecin del concepto a la cosmovisin6 imperante de esa poca. Con esto, la poca moderna fue nombrada de esa manera, en relacin a con la preeminencia que se le fue dando a otras etapas histricas. O sea, que la modernidad comport como concepto y como denominacin estar referida a determinados tiempos, no tanto futuros como presentes y pretritos. Es decir, la modernidad, desde este enfoque, no buscaba a travs del nombre estar vinculada al futuro sino al tiempo presente y al tiempo pasado.

    La modernidad import un cambio de cosmovisin en lo que refiere a la relacin poblacin-poder en cuanto a la capacidad para decidir pol-ticamente. La modernidad acarre una conquista social: fue el tiempo en que los individuos cohesionados pudieron ser protagonistas dentro de la organizacin institucional de una unidad poltica determinada para tomar sus propias decisiones.

    Esto no se produjo de un da para el otro, ni surgi de modo acabado ya que conform un profundo e intenso proceso por haberse tratado de un cambio cualitativo. No solamente Europa fue pasible de esta transforma-cin de visin de mundo sino que lleg hasta estas latitudes sudamerica-nas y marc su vida institucional a partir del 1800 muy especialmente para la actual Argentina.

    III.2. El pasaje epocal en la formacin intelectual histrica argentinaAl respecto reiteramos aquello que en otras oportunidades sostuvimos

    en cuanto a la capacidad de eclecticismo presente en los inicios del 1800 al referirnos al mundo de las ideas que fueron pregonando en los habitantes de los suelos en lo que luego de una dcada se produjo la Revolucin de Mayo.

    Al cabo de poco ms de trescientos aos de presencia hispana en estas tierras americanas se comenz a detectar cmo distintas corrientes de la filosofa poltica tales como el racionalismo y el enciclopedismo franceses comenzaron a mezclarse con la filosofa tradicional y la teologa.7

    Ciertos autores sostienen que, desde el punto de vista de una definicin de pensamiento, lo que existi en esos tiempos fue un eclecticismo8 en tan-

    6 Al respecto entendemos por cosmovisin la visin predominante del mundo en determinado momento de la historia de la humanidad (teocntrica, antropocntrica). En Resnik, Mario, 1997, op. cit. p. 69.

    7 Tau Anzotegui, Vctor, La codificacin en la Argentina (1810-1870). Mentalidad social e Ideas jurdicas, Buenos Aires, Imprenta de la Universidad, 1977, pgs. 56-58.

    8 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, pgs. 57-58.

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    to la imposibilidad de demarcar un camino de ideas. Como ejemplo: poda encontrarse en una biblioteca formada, las obras de Grocio, Pufendorf, Wolff, Locke, Filangieri, Bodin, tomos del P. Feijo y los Discursos Crti-cos de Juan Francisco de Castro.9 No obstante, el enciclopedismo francs habra actuado en el pensamiento del conjunto revolucionario de Mayo en su aspecto poltico como fuente de inspiracin para procurarse la libertad. La Revolucin Francesa y obras tales como El espritu de las Leyes de Mon-tesquieu10 y el Contrato social de Rousseau11 dieron un mbito favorable al gran cambio estructural poltico que habra de llevarse a cabo durante la Semana de Mayo.12

    Por otra parte, asomaba el afn de la exploracin del saber considera-do como una aventura hacia tierras lejanas: una imagen confrontada del descubrimiento de los territorios americanos y los territorios del saber. As las ciencias histricas y geogrficas comenzaron a tener una luz propia.13

    III.3. El concepto de modernidad en su uso sociolgicoEl mundo moderno, en la consideracin de Agulla, habra comenzado

    en tiempos de Galileo Galilei con quien surgi una nueva visin cientfica centrada en la dominacin de la naturaleza y, por consiguiente, del planeta. El antropocentrismo creciente y junto a l el progreso del individuo como su horizonte conformaron, en lo que a ciencias refiere, una apropiacin

    9 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, p. 58.10 Montesquieu, Charles-Louis de Secondat, LEsprit des lois; suivi de la Dfense de lEsprit

    des lois, Pars, Ed. Lavigne, 1843. Biblioteca Nacional de Francia, Departamento Derecho, Economa, Poltica. (En lnea), Url: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k9737646k?rk=42918;4 (ltima consulta: febrero 2017).

    11 Rousseau, Jean Jacques, 1762, Du contrat social ou principes du droit politique, msterdam, Ed. M.-M. Rey (En Lnea) Bibliothque Nationale de France. URL : http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k202715b (ltima consulta: febrero 2017).

    12 Otero, Jos, 1917, op.cit., el autor toma una nota de Alberdi en este mismo orden de ideas en la que expresa ya sucedida la Revolucin de Mayo: Nuestra Revolucin americana y las ideas francesas estn vinculadas desde su origen. Nosotros debemos a la ciencia francesa nuestras inspiraciones de libertad y de independencia. Su lengua, hermana de la nuestra, la claridad y la abundancia de sus buenos libros, as como la identidad de culto religiosos, harn siempre de Francia un pueblo de una inmensa influencia en esta parte de Amrica (Juan B. Alberdi, tude politique. Examen des ides de F. Fras sur linfluence de la France, de lAngleterre et du catholicisme dans ces pays [les Rpubliques Sud-Amricaines], par D. J. B. Alberdi, seguido de una carta de F. Fras a M. Guizot y de la respuesta de este eminente publicista). p.2

    13 Tau Anzotegui, Vctor, op.cit. p. 57.

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    desde lo terico gradual creciente y lineal. El autor hace una suerte de lnea histrica que se iniciara en el siglo XVII para avanzar hasta el siglo XX a travs de diversos pensadores que adoptaron esa idea progresiva de acu-mulacin cientfica para construir el mundo moderno y el hombre moder-no (desde Bacon, pasando por Comte, Smith, Mill, Marx y Spencer, entre otros). Este proceso de modernidad, para Agulla, habra de consolidarse en una historia universal europea que, en tanto universal, fue omnipresente y avasalladora de costumbres, principios, culturas, conductas diferentes. El resultado que termin generando fue el descreimiento y escepticismo que, no obstante, fue aceptado por un colectivo que observaba la posibilidad de eternizarse a travs de ese enfoque de su historia.14

    IV. Clases sociales y sistema de dominacin: idea de nacin y nacionalismos

    Del mismo modo que se fue plasmando un nuevo camino de organi-zacin institucional del feudo a los estados naciones, tambin de su mano vinieron las sociedades nacionales. El tipo de orden que se acu fue uno en virtud del cual las clases definieron los grupos sociales, la gestin de po-der se bas en una construccin burocrtica y las ideologas compusieron el aspecto de la idiosincrasia de cada sociedad. A propsito del replantea-miento social, poltico, cultural, econmico, etc., que acarre la ltima glo-balizacin, lo que habra ocurrido es el surgimiento de un nuevo sistema de dominacin cuyo eje lo habra de dar la tecnologa.15

    Este sistema de dominacin (en la visin del socilogo argentino) esta-r compuesto por una reordenacin de las clases sociales cuyo criterio de reorganizacin estar dado por el nivel de conocimiento tecnolgico que cada grupo social posea. La gestin del poder pasar por una clase diri-gente con una amplia formacin tcnica especializada por reas y de una mentalidad basada en el nivel de vida como referente de estatus social que har las veces de explicar y fundamentar las razones por las cuales algunos ascendern y otros quedarn relegadas. Sobre la base de los primeros se conformarn las nuevas clases de dirigentes.

    14 Agulla, Juan Carlos, Globalizacin y agona de las sociedades nacionales, Buenos Aires, Editorial Belgrano, UB, 1999, pgs. 153-155.

    15 Agulla, Juan Carlos, 1999, Ibidem, pgs. 153-155.

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    Los nacionalismos de los estados naciones, acuados y consolidados durante los siglos XIX y XX, llevaron a la exageracin los tres pilares liber-tad, igualdad y fraternidad que construan la Declaracin dando lugar a: los nacionalismos liberales sustentados en la libertad; los socialismos que se basaban en la igualdad y los centrismos que maximizaron el derecho de la fraternidad. Agulla entiende, respecto de estos nacionalismos que, no obstante aceptar los tres derechos y valores de la Declaracin Univer-sal, cada uno hizo hincapi en uno solo de ellos por ser asumidos como creencias a las que deba estar orientada la comunidad y sobre las que se deba construir la vida. Esto comport su fin en tanto y en cuanto se iban a enfrentar a la luz de las posiciones de derecha, izquierda o centro.16

    V. Presencia subjetiva en tiempos de transformacin y transicin: la multitud

    Ese crisol de ideas vendra acompaado de un crisol tnico. Ms de doscientos aos de decantaciones haban dado como resultado al criollo. Por sus venas corra sangre de la herencia espaola pero, al mismo tiempo, eran hijos americanos que comenzaban a dar signos de intereses tnicos locales y propios.

    La Revolucin de Mayo de 1810 aparej la consolidacin de una idea, un reclamo, una necesidad que portaba un colectivo con un objetivo final claro: que viera la luz una nueva unidad poltica. Pero para ello, en ideas de Ramos Meja17, fue preciso un factor precedente: la multitud. Al inicio del siglo XIX se habra alcanzando la conformacin de la multitud compuesta por todos los individuos sojuzgados y que cargaban la memoria de sus predecesores que haban tenido la misma fortuna. Ramos Meja entiende que lo que haba alcanzado la multitud era la madurez del temperamento colectivo que, lejos de estar cansado por el avasallamiento vivido, todo ello haba servido como caldo de cultivo para una nueva capacidad transformadora que explicitar su mayora de edad organizacional y social. A esto se le habran de sumar he-

    16 Agulla Juan Carlos, 1999, Ibidem, pgs. 161-162.17 Ramos Meja, Jos Mara, Las multitudes argentinas. Estudio de psicologa colectiva para servir

    de introduccin al libro Rosas y su tiempo. Nueva edicin corregida con una introduccin de A. Bonilla y San Martn, Buenos Aires, J. Lajouane & C. Editores - Madrid, Victoriano Surez Editor,, 1912, pgs. 52-173.

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    chos como las invasiones inglesas que le daran a la multitud la ratificacin de esa fuerza motora que los impulsaba como unidad. La revolucin era el paso inevitable siguiente. La multitud tom todo espacio. La revolucin ya daba muestras de su existencia. La multitud no deliberaba, actuaba. Se im-pona. Reclamaba la decisin, la destitucin del Virrey y la conformacin de una Junta, manifestacin grupal en la gestin del poder al igual que ella mis-ma, una unidad integrada por muchos individuos. Esa Junta habra de nacer y tambin de morir prontamente. Sin embargo, el cambio institucional que haba trado la Revolucin haba subsistido.18

    Aquel proceso poltico en el enfoque de Ramos Meja era generador y generatriz de las dems revoluciones del Nuevo Mundo cuya represen-tacin y materializacin la realizaban las multitudes argentinas. La conti-nuidad de la multitud marcar la historia del poder argentino: primero, la Revolucin, luego la Independencia, posteriormente la anarqua, final-mente Rosas.19

    A partir del hombre moderno, el individuo es del presente pero con una extraa referencia al pasado. Lo que produjo que, especialmente, entre los finales de la modernidad y durante todo el ciclo histrico siguiente, sobre todo el siglo XIX, se haya trabajado tanto por la bsqueda y hasta impo-sicin de las identidades de tipo nacionales en cuanto a que el concepto de nacin alude en su faz subjetiva a la perdurabilidad temporal de un determinado conjunto de personas tomando como eje el pasado, asentado en el presente y con el fin de extenderse en el futuro. Pero este futuro solo existe en tanto y en cuanto es la constatacin de un pasado que lo nombra y un presente que lo consolida. El futuro es el ms dbil de los tres tiempos en cuanto a ser solamente una proyeccin, incluso, una posibilidad. No obstante, es la que ms contenido emocional tiene porque es el mbito en donde se depositan las esperanzas. En tanto fueron realizadas pertenecen al pasado y en tanto se estn realizando conforman el presente. O sea, que el grado de certeza temporal solo lo asignaran el pasado, por conocido y el presente por estar llevndose a cabo.

    Los tiempos modernos permitieron acuar y consolidar el concepto de Es-tado moderno mediante la definicin (de definire: delimitar, marcar los fines, contornos, la demarcacin) de los tres elementos que en interaccin confor-marn esa unidad poltica especfica: el territorio, la poblacin y el poder.

    18 Ramos Meja, Jos Mara. Ibidem.19 Ramos Meja, Jos Mara, Ibidem, pgs. 120-136.

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    La modernidad determina un antes y un despus tanto en su nombre como en su concepto que presenta el carcter de contingente en cuanto a su variacin intrnseca de sentido. De esta forma, la contemporanei-dad habr de comportar gran cantidad de esos elementos de mudanza y cambio a la luz de nuevas miradas que se proyectan en alcanzar cierto grado de estabilidad tanto en lo individual como en lo colectivo, tanto en lo privado como en lo pblico. En tal sentido, la educacin ser abordada como un factor con posibilidades de estabilizacin tanto en lo formativo como en lo institucional. Pero para ello ser preciso optar por determina-da forma de Estado y de gobierno: el federal y el democrtico sostenidos en una norma fundamental que estructure la organizacin socio poltico del Estado moderno.

    VI. Opcin por un modelo democrtico

    Desde el punto de vista de su organizacin como nueva unidad polti-ca, el mayormente seguido fue el modelo democrtico concebido a la luz de sus principales exponentes de orden liberal: Locke, Rousseau, Montes-quieu, etc., en cuya virtud exista el pueblo soberano que atribua, por va de representacin, la titularidad del ejercicio de las decisiones adoptadas por la mayora a alguien que haba sido elegido por la voluntad general. Con esto, no haba cuerpos intermedios en ese proceso democrtico, solo la soberana en cabeza del colectivo popular y el mandatario elegido con-sensuadamente. La democracia republicana, o repblica democrtica, fue el camino institucional que con mayor frecuencia transit nuestro pas. Con idas y vueltas, avances y retrocesos institucionales la va democrtica predomin en trminos de resultados finales como la opcin internalizada en las arterias de la Argentina.20

    Las primeras dcadas del Ochocientos se compusieron de acuerdos, pactos, constituciones, anarquas, tiranas y guerras. Se prosigui hacia una estabilidad que vendra en el ao 1853 con la sancin de la Constitu-cin Nacional, reforzada por sus reformas y por la incorporacin de Bue-nos Aires que terminara por definir al pas como Repblica Argentina con un sistema republicano y federal. Continuara su viaje con la consolidacin

    20 Lpez, Mario Justo, 1986, Ibidem, p. 84.

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    del Estado Moderno Argentino, all por el ao 1880 y alcanzara una ex-pansin democrtica (no completa) con la sancin de la ley Senz Pea en cuya virtud se expandi el electorado y la correlativa capacidad de sufragan-te. Esta nacin que se sustentaba en la democracia en la visin del jurista argentino no quedara acabada de modo definitivo.21

    En ese decurrir de setenta aos entre 1810 y 1880 afloraron un sinfn de ideas que fueron otorgando forma a tendencias, impulsos e intuiciones de determinados individuos lo que permiti, finalmente, que aquellas se concretaran en acciones de orden institucional tendientes a consolidar el Estado moderno.

    VII. La modernidad y algunas concepciones en torno a la educacin

    El advenimiento en Europa Occidental de la modernidad puso, una vez ms, en la mesa de reflexin el impacto que habra de comportar aquel cambio paradigmtico en la educacin. A modo de ejemplo, encontramos a autores como Jean Jacques Rousseau considerado padre estructural de aquella poca a travs de sus aportes de la concepcin de la democracia y, ante todo, del contrato social como base para la organizacin y conviven-cia dentro del nuevo Estado moderno que dedic una de sus principales obras, mile ou lducation a abordar aquel sensible tpico al tiempo de pensar cul habra de ser el individuo de ese nuevo tipo de unidad polti-ca. Una de las primeras premisas que coloc el ginebrino para desarrollar su lnea de pensamiento fue la construccin del sujeto que portaba aquel nuevo tiempo.

    Forzado por combatir la naturaleza o las instituciones sociales hay que optar entre hacer un hombre o un ciudadano. () Yo espero que se me muestre ese prodigio para saber si es hombre o ciudadano, o cmo hace para ser a la vez uno y otro. De esos elementos necesariamente opuestos, vienen dos formas de instituciones contrarias: una la pblica y comn, otra particular y domstica. ().22

    21 Lpez, Mario Justo, 1986, Ibidem, pgs. 84-85.22 Rousseau, Jean Jacques, mile, ou de lducation, T. 1, Ed. Naulme (La Haya). 1762. (En

    lnea) Biblioteca Nacional de Francia, Departamento Reservado des libros antiguos,

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    De esta manera, Rousseau habra de instaurar una tensin propia de la modernidad, qu construccin de individuo realizar el estado moderno? La respuesta vendr de la mano de la deteccin de encontrar tres diferen-cias: la instruccin, la educacin y la institucin.

    As, la educacin, la institucin, la instruccin son tres cosas tan di-ferentes en su sentido como la niera, el preceptor y el maestro. Pero esas distinciones son mal entendidas; para ser bien conducido, el nio debe seguir una sola gua. Es preciso, pues generalizar nuestras miradas y considerar a nuestro alumno como el () hombre expuesto a todos los accidentes de la vida humana. () debe ensersele a conservarse siendo hombre, a soportar los golpes del fuerte, a enfrentar la opulencia y la miseria.23

    Esas ideas diferenciadoras sern tomadas por diversos autores como el caso de Raimundo Troplong y tradas a colacin por integrantes de la Generacin del 37 como fue Juan Bautista Alberdi al tiempo de presentar sus Bases quien nos recordar aquella distincin al tiempo de pensar en la educacin del elemento subjetivo del Estado.

    Belgrano, Bolvar, Egaa y Rivadavia comprendieron desde su tiempo que solo por medio de la educacin conseguiran algn da estos pueblos hacerse merecedores de la forma de gobierno que la necesidad les impuso anticipa-damente. Pero ellos confundieron la educacin con la instruccin, el gnero con la especie. Los rboles son susceptibles de educacin; pero solo se ins-truye a los seres racionales. Hoy da la ciencia pblica se da cuenta de esta diferencia capital, y no dista mucho la ocasin clebre en que un profundo pensador, M. Troplong, hizo sensible esta diferencia cuando la discusin sobre la libertad de la enseanza en Francia.24

    RES-R-2143 URL: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/btv1b8614553x/f29 (ltima consulta: febrero 2017).

    23 Rousseau, Jean Jacques, Ibidem, pg. 20.24 Alberdi, Juan Bautista, Bases y puntos de partida para la organizacin poltica de la Repblica

    Argentina / textos revisados y con una advertencia por Francisco Cruz, en Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001 Biblioteca Cervantes Virtual (En lnea) URL: http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcft8h9. (ltima consulta, febrero 2017).

  • 274 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    VIII. La Generacin del 37

    En esta oportunidad, nos detendremos en una de las corrientes con-formada por distintas miradas y propuestas que con relevancia gravit al tiempo de pensar en una forma de Estado, nos referimos a aquella surgida dentro del llamado Saln literario de 1837: la Generacin del 37. Esa Generacin fue cuna de un grupo de jvenes que influyeron no solamente en su momento histrico sino que su trascendencia perdur por dcadas. El paso del tiempo les permiti corroborar sus pensamientos y muchos de aquellos integrantes alcanzaron la direccin poltica de la nueva unidad poltico- institucional. Del mismo modo, se destacaron en sus aportes al desarrollo de nuestra historia constitucional.25 Juan Mara Gutirrez, Do-mingo Faustino Sarmiento, Juan Bautista Alberdi, Marcos Sastre y Esteban Echeverra fueron, tal vez, sus figuras ms descollantes.

    Partieron del conjunto de ideas que los haba precedido y, con esa base, trazaron un camino que el tiempo habra de mostrarse posible. Si los tiem-pos previos a 1810 y de ese mismo ao haban encontrado una concurren-cia de las ideas del Racionalismo, del Enciclopedismo, de la Ilustracin junto a las emanadas de la Escolstica y la filosofa tradicional generando un producto nuevo innovador, en esta Generacin del 37 sucedi un pro-ceso similar. Sin dejar de lado aquellas ideas enciclopdicas, ilustradas y racionalistas que introdujeron una nueva visin, un nuevo conjunto de pensamientos ingres y los hicieron dialogar y discutir con las ideas de quienes los haban precedido. El Historicismo y el Romanticismo fueron, mayormente, sus centros de gravedad eidtica. Y, junto a ello, encontramos que tiene una lgica de naturaleza institucional: la codificacin.26

    A comienzos del Decimonnico se buscaba y se alcanz la creacin de una nueva unidad poltica libre, con un pueblo soberano, de naturaleza democrtica. Una vez ratificado este surgimiento, el paso siguiente institu-cional habra de ser la codificacin, la columna vertebral que da vida a las instituciones, principalmente, poltico-sociales de un pas.

    La introduccin de nuevos pensamientos llevara a la conformacin de nuevos cnones normativos que expresaran y se referirn a la nueva creacin poltica. Desde este punto de vista se observa que fueron seguidas las ideas del historicismo alemn, aunque muchas veces fue a la luz de los franceses

    25 Resnik, Mario, Estado y poltica. Una aproximacin sistmica, La ley, p. 150.26 Tau Anzotegui, Vctor, op. cit, pgs. 183-185.

  • 275verica lescano galardi

    tambin se pueden detectar otras lneas de pensamiento como las ofrecidas por Giambattista Vico. Sin perjuicio de la polmica sobre quin fue el que introdujo su pensamiento en el Ro de la Plata, cierto es que Alberdi, Eche-verra y Sarmiento haban de diversas maneras accedido a sus lecturas, posi-blemente, a travs de las versiones francesas como la de Michelet.

    La finalidad poltica que perseguan era concientizar institucionalmen-te tomando como punto de referencia histrico el llamado iluminismo de Mayo27, nico referente legtimo de tradicin.28 Pero esos jvenes habran de ir ms lejos en sus objetivos ya que sus propuestas de organizacin pol-tica habran de enmarcarse en miradas que importaran de qu manera se habra de edificar la historia en el nuevo contexto y qu elementos habran de conformar las diversas interacciones del individuo en sociedad.

    Entre el fin dramtico de las experiencias revolucionarias de fin de siglo (la aventura de la revolucin napolitana de 1799 es en este aspecto ejemplar) y las primeras dcadas del siglo XIX se desarrolla en Italia una discusin filosfica original sobre la historia que cuenta entre sus protagonistas con intelectuales tales como Delfico o Cuoco, Salfi, Lomonaco y Jannelli, Romagnosi, Cattaneo y Ferrari. Ms all de las posiciones, tanto convergentes como radicalmente opuestas, se mantiene a pesar de todo una base comn, la transfiguracin progresiva de la tradicin histrico-humanista proveniente de Vico en el sentido de nuevos paradigmas de la antropologa de principios del siglo XIX, madurada por su reencuentro con las hiptesis experimentales y sensualistas de los idelogos franceses de un lado y del otro con las reflexiones sobre la historia elaboradas por el idealismo post-kantiano.29

    IX. Las ideas de la Generacin del 37: practicidad y rechazo al extranjerismo

    La mirada de estos jvenes era por dems prctica. En contra de toda importacin extranjera de ideas y teoras que consideraban como produc-tos artificiales y desconectados de la realidad americana, buscaban el orden institucional en el conocimiento intrnseco de la nueva unidad poltica.

    Sastre destacaba que la nica manera de alcanzar un gobierno adecua-do era conocer y entender las caractersticas y funcionamientos de la mis-

    27 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, p. 184.28 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, p. 185.29 Cacciatore, Giuseppe, Interprtations historicistes de la scienza nuova, en Noesis 8 |

    2005, [En lnea] URL: http://noesis.revues.org/143 (ltima consulta: febrero 2017).

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    ma unidad poltica. Sus condiciones geogrficas, climticas, sociales, am-bientales, morales, etc. De este conocimiento acabado surgira la manera efectiva y concreta de gestionar el poder.

    Cuestionaban el grado de pertenencia de los conocimientos posedos. No eran propios de los nuevos americanos. Simplemente se haba segui-do, tal vez sin querer, estereotipos y modelos que no arraigaban en estas tierras. Eran forneos.30 Alberdi en su presentacin de las Bases habra de sostener:

    Los ensayos de Rivadavia, en la instruccin secundaria, tenan el defecto de que las ciencias morales y filosficas eran preferidas a las ciencias prcticas y de aplicacin, que son las que deben ponernos en aptitud de vencer esta naturaleza selvtica que nos domina por todas partes, siendo la principal misin de nuestra cultura actual el convertirla y vencerla. El principal esta-blecimiento se llam colegio de ciencias morales. Habra sido mejor que se titulara y fuese colegio de ciencias exactas y de artes aplicadas a la industria.No pretendo que la moral deba ser olvidada. S que sin ella la industria es imposible; pero los hechos prueban que se llega a la moral ms presto por el camino de los hbitos laboriosos y productivos de esas nociones honestas, que no por la instruccin abstracta. Estos pases necesitan ms de ingenie-ros, de gelogos y naturalistas, que de abogados y telogos. Su mejora se har con caminos, con pozos artesianos, con inmigraciones, y no con peri-dicos agitadores o serviles, ni con sermones o leyendas.31

    A travs de esas lneas queda explicitado un criterio para la construc-cin de la organizacin social que va mucho ms all de su aspecto eco-nmico liberal en cuanto a que denota el empoderamiento de la praxis en la construccin de la historia tanto del individuo como del colectivo social. De este modo, la presencia de las ideas de Vico es, particularmente, notorio en el pensamiento alberdiano y, por ende, el aporte en estas latitudes de la Scienza nuova.

    Tal es la doctrina de la Ciencia nueva. Para ponerla en prctica, es preciso considerar sucesivamente el gnero humano en las distintas fases que reco-rre y constatar en cada una de ellas las grandes ideas, las creencias generales

    30 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, p. 186.31 Alberdi, Juan Bautista, op. cit.

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    que se apoderan de la humanidad. Para llegar a encontrar la naturaleza de las cosas humanas, la Ciencia nueva procede por un anlisis severo de los pensamientos relativos a las necesidades o utilidades de la vida social, que son las dos fuentes eternas del derecho.32

    Consideramos que al tiempo de pensar y de construir un Estado mo-derno sin que ello sea un producto directo de un Dios creador, el hom-bre ciertamente se entroniza en aquella creacin. Por lo que, ser preciso arraigar una identidad tanto individual como colectiva con suficientes ra-ces que genere unidad y esto ltimo lo habr de proporcionar la historia. Esta ltima, tanto como relato y como fuente de legitimidad. Se genera un desplazamiento de lo eidtico a lo prctico, de lo mstico a lo racional pero este racional habra de presentarse como superador del propuesto por el Iluminismo o el Racionalismo cartesiano porque porta una propuesta metafsico-histrica. Surge un sentido de trascendencia de la mano de la historia. De tal manera, la heroicidad y la pica del relato histrico alcan-zan su evidencia. Si, a ms, se lo vincula al aspecto sensorial y emocional productos empricos humanos por antonomasia, el sistema histrico se convierte en completo y, por ello, pleno en funcionamiento.

    Es preciso comprender sin embargo que Vico no idealiza el conocimiento potico del cual l conoce el precio, la dureza, la crueldad, la carga de violen-cia y de falta de igualdad. El no predica ningn regreso al pasado y al mito. El lanza un llamado a la humanidad y a la filosofa reducida en si misma al rango de metafsica civil y semitica, ligada a la historia ideal eterna.33

    De esta forma, habran de quedar explicitadas las bases de los nuevos tiempos, los contemporneos. Una nueva construccin de conocimiento y, consiguientemente, de cultura primero, civilizacin luego, que unida a una concepcin de ciudadano enerva la estructura primera de aquella con-temporaneidad.

    32 En Philosophie de lhistoire, T. I, pg. 410 en Dufour, Edmond, M., Troplong, son oeuvre et sa mthode, Pars, Amyot, 1869, en Biblioteca Nacional de Francia, Departamento Filosofa, historia, ciencias del hombre, 8-LN27-25122 (En lnea) URL: http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k6365415z/f43. (ltima consulta: febrero 2017).

    33 Tosel, Andr, La Science nouvelle de Vico face la mathesis universalis, en Noesis 8 | 2005, [En lnea], URL: http://noesis.revues.org/120 (ltima consulta: febrero 2017).

  • 278 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    Esta dimensin filosfica de la factualidad cambia el panorama mismo del filosofar; cambia los mtodos y las intenciones, repudia la unidad de toda metafsica unificadora natural o sobrenatural, rechaza el saber como deduccin, niega el conocimiento como descripcin del universo catico, acepta que para el hombre, la verdad sea buscar en la verificabilidad de los hechos () Es as que fue encontrada la va designada por Vico como pedaggicamente oportuna en el De nostri temporis studiorum ratione : la va que lleva al estudio del mundo moral; pero es nicamente en la bsqueda especifica de la ciencia nueva que esa indicacin sale de lo vago y deno-mina una eleccin metodolgica entre mundo moral y mundo natural. La rigurosa conclusin de esa eleccin hermenutica no puede ser ms que la construccin de una nueva ciencia que sabe ser a la vez histrica y filosfica dado que coloca como objeto privilegiado de sus procesos cognitivos y de sus anlisis filolgicos y hermenuticos, la naturaleza histrica e individua-lisante del hombre. La filosofa sin naturaleza de Vico no es pues filosofa contra la naturaleza y contra la ciencia sino simplemente la extraordinaria apertura hacia ese proceso fundamental, la constitucin de la filosofa de la cultura y la filosofa poltico-civil que se sitan, ambas, en el corazn de la contemporaneidad.34

    X. Juan Bautista Alberdi y lo nacional

    En ese orden de ideas proporcionados por la Scienza nuova esta Ge-neracin explicitar la necesidad de trabajar y concientizar en base a lo nacional. Ser nacional, conciencia nacional, cultura nacional aparecen en la produccin alberdiana con una constancia que lleva a pensar casi en una preocupacin de dejar en claro que esa nueva unidad poltico-institucional era tal y que, por ello, deba comenzar a consolidarse sobre un eje propio: la nacin.

    Si algo ha caracterizado a Alberdi ha sido su capacidad de distinguir conceptos e ideas. Afirma en Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho que una nacin no es una nacin sino por la conciencia profunda y re-flexiva de los elementos que la constituyen. Recin entonces es civilizada: antes haba sido instintiva, espontnea.35 Y sostiene que una nacin podr

    34 Cacciatore, Giuseppe, Interprtations historicistes de la scienza nuova, Op. cit.35 Alberdi, Juan Baustista, 1837, Fragmento Preliminar al Estudio del Derecho. En lnea, http://

    www.ellibrototal.com/ltotal p. 21.

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    surgir del impulso pero alcanzar el grado de civilizacin cuando posea el conocimiento sobre s misma de sus componentes. As, tornar a la nacin en civilizada, con ello, en una nacin americana, es el objetivo ltimo que les legaron sus predecesores a quienes se les tributa el triunfo material de la revolucin. Si se diferencian nacin tendencial y nacin concreta, tambin habr de distinguir entre la fuerza y la inteligencia. Tributarios de la primera, los hombres de Mayo. Responsables de la segunda, esta nueva Generacin.

    La libertad y la mayora de edad poltica alberdiana sern el resultado de la unin de fuerza e inteligencia puesta al servicio de consolidar una nacin nueva americana. Este objetivo es asumido como un deber para con los mayores, con lo que ya su pensamiento marca la continuidad de dos generaciones, pasado y presente. A la vez, esa unin la proyecta en la civilizacin americana.

    En cierto sentido encontramos que comienzan a asomar los elemen-tos subjetivos que llevan a sostener la existencia de una nacin: pasado, presente y futuro de un pueblo. Su historia, su existencia concreta, su proyeccin.36

    Las personalidades heroicas de Alberdi sern las surgidas de la filosofa: la fuerza para conquistar, el raciocinio para consolidar y proyectar. Con lo que la acumulacin de esfuerzos y resultados est en la base de su elabo-racin doctrinaria.37

    XI. La soberana y la democracia a la luz de Alberdi

    Otro concepto que desarrolla Alberdi es el de soberana al sostener que esta ltima reside en el pueblo inteligente. As el gobierno estar en direc-ta relacin con la prctica intelectiva popular. En la demostracin de sus condiciones y capacidades se establecer la relacin con el tipo de gobierno que presentar. La soberana del pueblo inteligente le permitir poseer un gobierno inteligente en el nico carcter de representatividad de aquel ti-tular. De ser esto as, lo que habr de alcanzarse es la edad democrtica como instancia ltima y perfecta de reunin poltica. De la mano de la democracia vendr el ordenamiento de las leyes.

    36 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 21-32.37 Alberdi, Juan Baustista, Ibidem, pgs. 21-32.

  • 280 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    De esta manera, Alberdi sella un ciclo argumentativo: un pueblo libre debe ser inteligente. En su inteligencia radicar el tipo de gobierno, en su carcter de representativo. De tal forma, el pueblo inteligente es soberano. En tanto tal alcanzar el orden democrtico y, por ello, el ordenamiento normativo.

    XII. Antecedente sobre la poltica de fomento de la inmigracin europea. El pensamiento de Alberdi

    Si una de las preocupaciones de Alberdi al momento de pensar en cmo alcanzar la organizacin social e institucional de un pas era la poca po-blacin en tan vastas extensiones como se presentaba en estos territorios sudamericanos, no iba a la saga su preocupacin acerca de qu tipo de po-blacin habra de componer la masa demogrfica de la nueva unidad pol-tica. Cantidad y calidad demogrfica habran de confluir en el pensamiento alberdiano en una de sus principales obras, Bases y puntos de partida para la Organizacin Poltica de la Repblica Argentina.38

    Alberdi, cuando expresaba gobernar es poblar39, estaba asignando a la accin de poblar un contenido concreto: el de educar, mejorar, civilizar, enriquecer y engrandecer espontnea y rpidamente40 a la poblacin que en poco tiempo habra de convertirse en el elemento subjetivo de la Rep-blica Argentina. Para ello tom como ejemplo permanente en su obra el caso de los Estados Unidos de Norte Amrica y la diversidad tnica en su conformacin demogrfica.

    Si el eje sobre el cual habra de constituirse una nacin era la civili-zacin, la portadora de ella habra de ser Europa como cuna y ambiente propicio de esa formacin. De tal manera que ese conjunto de europeos formaran al continente americano en los valores propios que haban ele-gido los Padres de Mayo para llevar a cabo la Revolucin de Mayo. La civi-lizacin, a su vez, se converta para aquel jurista en la expresin acabada de la laboriosidad y de la prctica moral y de las buenas costumbres so-ciales considerando que esos requisitos los cumpla la poblacin europea

    38 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Bases y Puntos de Partida para la Organizacin Poltica de la Repblica Argentina. Versin digital (en lnea) http://www.cervantesvirtual.com.

    39 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Ibidem.40 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Ibidem.

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    por sobre todas las dems etnias y culturas aunque no todos los europeos presentaban esas condiciones, ya que daba lugar a la existencia de un tipo de clase de individuos nacidos en Europa y que eran perjudiciales para esta creencia civilizatoria en Amrica del Sur.

    La poltica inmigratoria para Alberdi, que deba estar garantizada en la Norma Fundamental, era de carcter selecto. No cualquier europeo, por el hecho de revestir esa calidad, deba ser receptado. Tampoco el ingreso indiscriminado en trminos de cantidad era, para el pensador, sinnimo de una correcta poblacin. Reflexionaba, asimismo, sobre una poltica de fo-mento de la inmigracin que tuviera como principal centro de atraccin la riqueza que pudiera ser lograda mediante el trabajo ya que este ltimo era, en sentido estricto, el nico capaz de generar la riqueza como tal. En tanto los recursos naturales no fueran explotados y trabajados por los individuos aquellos no habran de traducirse en riquezas.41 Con ello, la intermediacin del trabajo del hombre era lo que concretamente generaba la riqueza y tor-naba atractivo a un pas como receptor de inmigracin.

    Por eso, para Alberdi, el trabajo era un bien en tanto que tornaba al individuo productor de ganancias.42

    El jurista sostuvo su preferencia por la inmigracin europea como aque-lla portadora de la civilizacin imprescindible para hacer de esta nueva uni-dad poltica una potencia. El centro de atraccin, al momento de pensar en la inmigracin espontnea (por la que ms partidario era Alberdi), vendra dado en que el pas receptor poseyera riquezas, libertad y seguridad.

    Para el autor, la espontaneidad tena como origen un artificio en tanto haba que aceptar que los territorios rioplatenses haban estado conforma-dos con poblacin proveniente de Espaa. Por ende, la poblacin sudame-ricana no era autctona sino desplazada de Europa. Si este artificio haba valido para generar la materia prima de la que habra de conformarse luego el conjunto poblacional de la Revolucin de Mayo, en el momento en el que l estaba viviendo, la espontaneidad a la que aluda poda estar inducida a travs del atractivo del crecimiento econmico y social de los que habran de decidir convertirse en inmigrantes.43

    Por otra parte, el autor de las Bases presentaba la estrategia para poblar: la distribucin. Para ello haba que crear condiciones estimulantes para la

    41 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Ibidem, pgs. 15-17.42 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Ibidem, pgs. 15-17.43 Alberdi, Juan Bautista, 1852, Ibidem, pgs. 15-17.

  • 282 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    radicacin de la inmigracin a travs de la conformacin de nuevos puer-tos, el primer punto de contacto de un viajante con el pas receptor.

    Asimismo, la residencia permanente en las zonas rurales habra de ha-cerse con los individuos que ya conocieran esa vida por estar asentados en lugares europeos rurales.

    Con ello, si en cada lugar, urbano o campero, se colocaba el tipo de po-blacin adecuado, se daran las condiciones para su radicacin definitiva. De esta manera se lograra, a travs de las oportunidades laborales y sala-riales, la estabilidad social de los grupos inmigrantes. Y tambin esta esta-bilidad habra de actuar como factor transformador de las conductas de los que venan a probar suerte o a cometer toda accin socialmente perjudicial que les estaba prohibida en su pas de emigracin.44

    Sintetizando el pensamiento alberdiano: una poltica de inmigracin que tuviera en cuenta atraer a travs de sus riquezas y las posibilidades de su explotacin, habra de obtener el crecimiento inmigratorio. Con este ha-bran de poblarse las aparentemente inabarcables extensiones territoriales.

    En la adecuacin poblacin por hbitat rural o urbano se lograra la ra-dicacin definitiva de esta masa inmigratoria. Esto aparejara una estabili-dad econmica y, principalmente, social, quedando anulada todo conducta contraria a la moral y buenas costumbres.

    Todo esto en su conjunto sera la fuerza que pudiera vencer al llamado desierto, smbolo para Alberdi de retraso y salvajismo.

    El problema de poblar la inmensidad sudamericana quedara resuelto y tambin con esa inmigracin laboriosa y de sentido comn se lograra la explotacin de todas las riquezas de los recursos naturales que habra de ofrecer esta joven unidad poltica.45

    XIII. La educacin en Alberdi no es instruccin

    La educacin en el pensamiento de Alberdi va a ser sustituida por la ins-truccin en su sentido prctico. La produccin y la industria sern explici-taciones de un criterio prctico que busca alcanzar un objetivo inmediato: la riqueza y el ascenso econmico y un fin ltimo: la consolidacin de una unidad poltica marcada por una nueva historia.

    44 Alberdi, Juan B, 1852, Ibidem, pgs. 18-39.45 Alberdi, Juan B, 1879, Ibidem, pgs. 40-41.

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    Ellos no vieron que nuestros pueblos nacientes estaban en el caso de ha-cerse, de formarse, antes de instruirse y que si la instruccin es el medio de cultura de los pueblos ya desenvueltos, la educacin por medio de las cosas es el medio de instruccin que ms conviene a pueblos que empiezan a crearse. () La instruccin, para ser fecunda, ha de contraerse a ciencias y arte de aplicacin, a cosas prcticas, a lenguas vivas, a conocimientos de utilidad material e inmediata. () El plan de instruccin debe multiplicar las escuelas de comercio y de la industria, fundndolas en pueblos mer-cantiles. () La industria es el nico medio de encaminar la juventud al orden. Cuando Inglaterra ha visto arder Europa en la guerra civil, no ha entregado su juventud al misticismo para salvarse: ha levantado un templo a la industria y le ha rendido un culto, que ha obligado a los demagogos a avergonzarse de su locura.46

    XIV. La Constitucin y el ordenamiento normativo para la Generacin del 37

    Pasada la Revolucin de Mayo, la libertad por la fuerza ya se haba alcan-zado. Ahora soberana, habra de demostrar su inteligencia para establecer su sistema gubernativo. En ello estara cumplida la democracia y, en esta ltima, su consecucin normativa.47

    Este logro de ordenamiento normativo fue uno de los sellos diferen-ciadores de la Generacin del 37: trabajar para alcanzar la codificacin y la reforma legislativa.

    Para Alberdi, en la democracia estaba la forma de prosecucin del pue-blo. Su valor: la libertad. Ms all de toda controversia, acepta de la gestin de Rosas el rechazo a lo extranjero y la bsqueda de lo propio, lo local, aquello que integre en una unidad a las provincias mantenindose, estas ltimas, inclumes.48

    El gobierno, cuando es producto de una sociedad, es nacional. La legiti-midad la adquiere y conserva, justamente, por ser representativo y surgido del seno de la sociedad. De esta manera habra una justificacin hacia la Revolucin de Mayo. Fue tal porque el sistema poltico dominante era ex-

    46 Alberdi, Juan Baustista, Ibidem.47 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 35-36.48 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 35-36.

  • 284 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    tranjero. No haba surgido del grupo social. En consecuencia, si no repre-senta, somete. A diferencia, una vez producida la Revolucin de 1810, no hubo una contra-revolucin. Con ello, las generaciones posteriores al 10 del siglo XIX convalidaban lo actuado. Por lo mencionado, se puede traba-jar por un ser nacional y la creencia en la civilizacin como mximo nivel de realizacin de una sociedad. Ciertamente el tiempo ser el encargado de ir procesando cada una de las etapas que ello comporta.49

    Aparecen en Alberdi las voces de conciencia nacional y vida nacio-nal describiendo a un colectivo capaz de resistir los embates y crticas for-neas, en la resistencia de su confianza en que el paso del tiempo ms all de los altibajos institucionales que hayan podido existir marca el camino de la perdurabilidad y de la continuidad de esa nueva entidad poltica. Y esta fuerza habr de convalidar una eleccin: la democracia, fin ltimo de los pueblos. Esto marc y marca el destino nacional, el fin del despotismo, el fin de la imitacin. El trabajo por lo propio, lo nacional es la impronta del nuevo tiempo sudamericano.

    La opcin democrtica ser expuesta al mundo como la innovacin de los pueblos jvenes americanos buscando la consolidacin de una nacin.

    La emancipacin de la plebe es la emancipacin del gnero humano, por-que la plebe es la humanidad; como ella, es la nacin. Todo el porvenir es de la plebe.50

    XV. El tiempo y Alberdi

    El paso del tiempo es primordial en la consolidacin de la nacin, de la democracia, del pueblo inteligente y soberano. El progreso habr de ser la materializacin del tiempo en acto.51

    Existen dos relaciones estrechas con Europa: una con Espaa en tanto nos llev a ser una unidad colonial; la otra con Francia. Desde el momento mismo de los hechos revolucionarios de Mayo, la libertad vino de la mano de una aliada, Francia, como cuna de las ideas que alimentaron a los antecesores patrios. De all habra de venir la democracia y sus instituciones libertarias.

    49 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, p. 39.50 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 49-61.51 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 61-67.

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    La lengua que se posee, las costumbres, la legislacin, todas dan cuenta de un origen espaol colonial pero ello no significa ser espaoles. La exclu-sividad que comporta poseer lengua, costumbres, etc., expresa la irrepeti-bilidad de cada nacin en s misma. De sus prcticas. De su cotidianidad. Alberdi aborda los que sern entendidos como elementos objetivos compo-nentes de una nacin: la lengua, las costumbres, la etnia, etc. Estos ltimos tipifican a una nacin y la muestran como emancipada. Toda expresin de esa nacin habr de estar consustanciada e impregnada de la democracia como estadio de la perfeccin social y poltica.52

    Esa nacin ser propia a s misma con una identidad poltica exclusiva y excluyente.

    La misma concepcin del paso del tiempo como artfice y elemento de consolidacin de un ser nacional se encuentra en el pensamiento de Sas-tre, Gutirrez y Echeverra. En ellos tambin coincida la bsqueda de lo propio contra todo elemento extranjero que pretendiera desplazar lo local.

    Como destaca Tau Anzotegui, el rechazo por lo extranjero atenda, ante todo, al desprecio por lo espaol. Haban hecho un corte con la penn-sula ibrica como modo de dejar de lado aquel despotismo y absolutismo que en Amrica se haba explicitado en las colonias. No obstante ello, se produca una paradoja: ser tributarios nicamente de los padres de Mayo implicaba que el ser nacional se construira sobre la ficcin de una idea impuesta y no sobre aquella materia de la que ramos herederos.53

    Para zanjar la tensin entre elementos extranjeros y extranjerizantes, la Generacin del 37 sostena que haba que tomar las ideas que llevaran a la realizacin y consolidacin de una nueva Amrica y prescindir de aquellas ideas que buscaban avasallar y no respetar las autonomas locales.54

    XVI. Echeverra y Sarmiento: orden poltico y orden normativo

    Esteban Echeverra aportara otra mirada a aquella procura de organi-zacin socio-poltica: la sustentada en lo social. Creyente de la necesidad de una reforma normativa estableci un conjunto de etapas que, en tanto proceso, permitiran alcanzar aquel fin. Tomaba cuenta de que la normati-

    52 Alberdi, Juan Bautista, Ibidem, pgs. 70-91.53 Tau Anzotegui, Vctor, op.cit., pgs. 186-187.54 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, p.187.

  • 286 la generacin del 37 y el sincretismo de horacio c. rivarola

    va hasta ese momento de origen espaol y colonial era la manifestacin ms acabada de un poder ejercido con el abuso propio que haba caracte-rizado a un estado absoluto. La categora de individuos como ciudadanos no exista. El ser humano colonial se reduca a ser un simple vasallo que deba tributar en todos los rdenes a la Corona de turno. Por otro lado, la economa se desplegaba sobre la produccin y ganancia de y para la monar-qua lo que haba implicado la ruina americana. Asimismo, se trataba de leyes que atentaban contra los valores propios democrticos de la igualdad y la libertad. Esto, en resumidas cuentas, chocaba completamente con el carcter independiente y soberano que se haba alcanzado en los das de Mayo. De tal forma, las costumbres arraigadas desde los tiempos de las colonias habran de ser cambiadas y para ello la educacin sera la va de la transformacin. El paso del tiempo hara lo suyo y una vez dadas y cum-plidas estas condiciones la posibilidad de una nueva legislacin pasara a ser un hecho.55

    Sin embargo, quien ms trabaj en generar criterios para realizar la reforma legislativa y de codificacin fue el ya citado Alberdi. Confiaba en la necesidad del desarrollo cientfico del derecho para poder llevar a cabo la empresa de un cdigo que actuara como reflejo de la nacin e institu-cionalizara toda la labor que el cambio revolucionario haba generado y del que esta Generacin se consideraba con la responsabilidad de continuarlo desde lo intelectivo.

    Al momento de analizar nuestra Constitucin Nacional desde el punto de la vista de las garantas protegidas y de la organizacin institucional, grandes exponentes de nuestra historia junto a gran parte de los maestros constitucionalistas de todas las pocas han sostenido su semejanza con la Carta Fundamental norteamericana. Uno de esos principales sostenedores ha sido Domingo Faustino Sarmiento quien, luego de mucho renegar y subestimar a esa nueva nacin, a travs de una estada por ese Estado, en-contr maravillado todo lo que tena para ofrecernos.

    Algunos historiadores56 han sostenido que para Alberdi, Sarmiento o Mitre la democracia se presentaba ms como un conflicto que como un objetivo ltimo de la naciente unidad poltica sudamericana. Basaron este criterio en casos como el rechazo de Echeverra al voto universal estableci-do por Rivadavia en 1820; en la propuesta educativa sarmientina que gir

    55 Tau Anzotegui, Vctor, Ibidem, pgs. 188-189.56 Halpern Donghi, Tulio y Roldn, D, en Roldan, op. cit.

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    sobre el eje de formar al pueblo soberano o en las expresiones de Alberdi por las que crea que el paso del tiempo habra de hacer su trabajo generan-do las condiciones sociales para una efectiva forma democrtica.

    Con la Generacin del 80 se generaliz la tesitura que la clase dirigente liberal argentina con gran frecuencia tuvo en la mira la conformacin del poder y de su ejercicio dejando para un segundo nivel de preocupaciones la cuestin de la disolucin social. No obstante, Alberdi, quien siempre sostuvo el lugar que ocupaban las libertades civiles dentro de un orden democrtico, habra trabajado por la realizacin de una repblica fuerte bajo un estado centralizado en la Confederacin argentina de Urquiza. Sin perjuicio, de los cambios de pensamientos de la Generacin del 37 en los tiempos de juventud y sus madureces habra de mantenerse un frreo hilo eidtico, la concepcin de la historia y su rol en tiempos de construccin y consolidacin estadual.

    XVII. Conclusiones

    El ciclo 1810 (Revolucin de Mayo) - 1916 (implementacin del voto universal restringido en elecciones presidenciales) est conformado por una serie de hechos histricos que fueron desde el nacimiento de la nueva unidad poltica, su consolidacin como Estado moderno en 1880 y la am-pliacin de la participacin ciudadana mediante la sancin de ley Senz Pea. Todo ello arroj un resultado: la existencia de una unidad poltica que terminar llamndose Estado (en sentido moderno), con una organi-zacin institucional que seguir el modelo democrtico, que encontrar como factor subjetivo a una poblacin que busca ser la nacin y todo re-gulado por una Norma Fundamental. De all la Repblica Argentina se consolid como un Estado-nacin, democrtico y constitucional.

    Este proceso histrico-institucional fue expuesto a la luz de las diversas ideas que enriquecieron cada momento de ese pasado comn. Reseamos esas concepciones en sus aspectos tanto terico como cientfico en la visin de Alberdi, Echeverra, Rousseau, Montesquieu, entre otros pensadores y autores.

    Estudiamos la variada composicin demogrfica especialmente del perodo 1869/70-1913 y su consiguiente poltica de fomento migratorio selectivo y encontramos que esto se deba a que nuestro pas y la clase di-rigente, a partir de las propuestas de la Generacin del 37 apostaban a un

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    determinado tipo de integracin nuestra en el mundo. A travs de mirar a Europa, principalmente, se buscaron elementos que pudieran enriquecer a la joven unidad poltica. El fomento de la inmigracin habra de ser algo ms que poblar el Estado como sinnimo de gobierno. Importaba esta-blecer una comunin con individuos que eran valorados como portado-res de enseanzas civilizatorias. En esto habran de diferir57 la visin de Sarmiento de la de Alberdi. En tanto que para el primero la formacin de los individuos nacionales pasara por la educacin que pudieran aportar las seoritas maestras inmigrantes que para ese fin haba hecho trasladar en su proyecto de normalizacin educativa; para Alberdi esa transferencia de saberes, especialmente en los oficios, habra de producirse ms por la experiencia intermediada por la presencia personal de tipo prctico (la in-dustria) que por una educacin formal.

    Como fuera, la educacin sera el medio que vehiculizara la formacin y la instruccin de una poblacin con diversidad, tanto de etnias como de nacionalidades (cada inmigrante recibido en nuestro pas era parte inte-grante de una nacin, mayoritariamente, europea).

    Por otro lado, la educacin tendra otro rol principal en tanto permiti-ra la enseanza de una historia que habra de tornarse en comn para la masa demogrfica heterognea y con ella vehiculizar, al mismo tiempo, un idioma comn; todo sustentado en smbolos y valores polticos, sociales y culturales. Por todo ello, inmigracin y educacin integraran parte del llamado Programa de la Generacin del 80 que se habra desplegado entre el ao 1870 y el ao 1900 pero cuyas bases habran de descansar, particu-larmente, en las propuestas de la Generacin del 37.

    En tiempos del Centenario ya mostraba algunas quiebras. La crisis de 1890 y el ejercicio ejecutivo sospechado de Jurez Celman, problemas eco-nmicos y tensiones con el Congreso Nacional habran de llevar a la ne-cesidad de reforzar esas ideas madre que haban visto su luz en el Mayo revolucionario, particularmente la de nacin.

    Lo primero que podra llamar la atencin del lector es encontrar, a me-nos de un siglo de los hechos revolucionarios de Mayo y con menos de cin-cuenta aos de la consolidacin de la Argentina como Estado, un esfuerzo de pensadores y escritores por vencer un dbil olvido que preocupaba por su posibilidad de aumento. En efecto, del mismo modo que por ejemplo puede observarse en las obras de lvarez, Garca, Ramos Meja o Rojas, es-

    57 Resnik, Mario, 1997, op. cit., p.150.

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    pecficamente ms all del punto de partida que cada uno tuviera, intrn-secamente, vinculado a sus propias formaciones cientficas el elemento comn no fue tanto la idea de nacin, como la idea de no olvidarnos que ramos una nacin, qu fuimos, qu somos y qu habramos de continuar siendo: una comunidad nacional. Una identidad nacional afloraba con ne-cesidad de no ser dejada en el olvido y, para ello, esas obras daran cuenta.

    Contrariamente a la posicin de Renan sobre la necesidad que l encon-traba en que una nacin para ser tal deba olvidar algunos sucesos de sus orgenes porque en esta remembranza caba la posibilidad de tensiones que dividieran y anularan la cohesin histrica alcanzada, en nuestro caso argentino aquellos autores e historiadores no partan de la Revolucin de Mayo como origen remoto para calar en la nacionalidad argentina sino que se remontaban an ms all en el tiempo, llegando a los siglos XVI y XVII, para buscar y encontrar elementos comunes a un grupo de individuos que fuera marcando una regularidad de comportamiento en cuanto a sentido de independencia y de libertad procuradas. Grupo entendido como asocia-cin, multitud, turba, comunidad: poco servira la denominacin porque lo que importa de todos esos escritores es que vieron lo mismo: la sed de libertad consensuada. En todos ha estado el destacar la tendencia y la voluntad de crear una unidad poltica a la luz de una organizacin demo-crtica. Para todos ellos, rescatar elementos comunes era afianzar la idea de la Nacin Argentina. En este sentido, habra de enrolarse Horacio C. Rivarola recuperando en todo momento de su produccin intelectual ideas pretritas y a travs de crticas relecturas resignificar sentidos.

    Otro elemento que podemos destacar a la hora de analizar conjunta-mente a todos esos expositores, es que en todos hubo un medio de llevar a cabo ese fin ltimo de recordarnos como nacin: la educacin; esta no tanto como instructora sino como formadora. Y, en esa formacin, habran de estar incluidos todos los elementos que la sostendran, suscitando una afeccin, una emocionalidad de la comunidad entre ella y hacia los antepa-sados inmediatos, mediatos y remotos. O sea, generar a travs de la ense-anza de la ciencia histrica, un vnculo entre generaciones contempor-neas que alcanzara a las generaciones precedentes. Y esta vez, la educacin no iba a ser el ejercicio de los maestros sino que, cada una de sus obras era educadora porque ellos mismos, a ms de otras calidades, revestan la de educadores.

    A esto se sumaba la idea de Patria que, a la luz de estos pensadores, ha-bra de conformar un lazo afectivo con el pasado y como tal servira como

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    direccin de fines. As, procuraron hermanar el pasado con el presente para que, en su conjunto, pudiera seguir pensndose en una continuidad de unidad. Los elementos subjetivos de la nacin58 habran de componer esa enseanza. Elemento no menor que encontramos en la produccin de Horacio C. Rivarola es la cantidad de disertaciones, artculos y conferencias realizadas en fechas patrias, especialmente, 25 de Mayo y 9 de julio.

    Con la labor de esos educadores sucederan dos cosas: por un lado, se rescataban las propuestas de las distintas Generaciones que conforman parte de nuestra intelectualidad histrico poltico la Generacin de Mayo, la del 37, la del 68, la del 80 y la del Centenario pero incluyendo los ele-mentos histricos de una identidad mucho ms que nacional cuanto pol-tica y, por otro lado, como obras de educacin, tornaran vigente y actual la nacin democrtica concebida en Mayo de 1810 y con eso, la labor realizada no habra de quedar como tinta muerta en infinitas hojas sino que busc concretarse en una prctica nacional y de nacionalizacin. Algo que ya los primeros padres patrios haban realizado, recurdese la labor educativa de los peridicos en tiempos del 1800; casos concretos como la actuacin de Moreno o Belgrano en el mbito periodstico como va de difusin de una educacin de la nueva institucionalizacin. La inclusin de una mayor cantidad de sufragantes en el escenario democrtico a partir de 1912 y el surgimiento de la Unin Cvica Radical como primer partido de masas del siglo XX que llev en 1916 a Yrigoyen a asumir como Presidente, dieron un mayor sentido de consolidacin al proceso democrtico que, a ms de un siglo (iniciado en 1810), haba sido elegido como el modo de organizacin institucional de nuestro Estado.

    La Argentina, en esos ciento dos primeros aos de vida histrica e ins-titucional, mostr un despliegue que fue, desde la creacin de una unidad poltica a partir del movimiento revolucionario del 10 hasta atravesar un ci-clo de anarqua, de reunin, de pactos interprovinciales y de confederacio-nes hasta que arrib a la federacin como modo de organizacin definitivo. A travs de diversas normas de carcter constitucionales como fueron las de 1815, 1817, 1819, 1826 se alcanz en 1853 la sancin de la Consti-tucin Nacional como garante de una serie de derechos fundamentales de los individuos. Y que en el entendimiento de un pueblo soberano habra de elegir a quienes lo representaran para la toma de decisiones. Todo esto en su conjunto se nutri de una diversidad de grupos sociales con una amplia

    58 Ver Ortiz, Tulio, 1991, op. cit.

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    gama de etnias y nacionalidades. Cada una de estas ltimas a su interior con idioma, creencia, historia, etc. propias. A partir de esta dinmica qued construido un tipo de Estado y un tipo de Nacin. Y con esta, su identidad especfica: la nacional.

    No obstante todo lo reseado, segn nuestro criterio, la identidad nacio-nal sera un tipo de identidad poltica que se ha dado en la Argentina y esto porque, a ms que la conformacin de la identidad nacional en nuestro pas habra de dejar afuera a una serie de grupos sociales, esa nacin haba sido consolidada segn un modelo como el de la Generacin del 80 y sus precedentes; de all la bsqueda reiterada de los pensadores en encontrar el origen y tornarlo comn. Y para esto ltimo, el valor de la educacin. Y, en tal sentido, la figura de Horacio C. Rivarola alcanza mayor relevancia. Re-cuper lecturas y fuentes del historicismo en formacin de la Generacin del 37 y lo proyect en contexto del siglo XX. Su obra habr de mostrarnos el sincretismo que gener entre las distintas vertientes de aquella genera-cin: la liberal, en cabeza principalmente de Sarmiento de quien tom su sentido de educacin. De Alberdi habra de recuperar la centralidad de la Norma fundamental como organizadora socio poltica. En su faz social, particularmente titularizada por Echeverra retomar la funcin social con la que estructur su sentido de la educacin. Y, de este modo propuso una armonizacin eidtico-prctica que perseguira un objetivo final: presentar sus Bases para la organizacin de la educacin con fuerte sentido de su fun-cin social y nacionalista para el fortalecimiento de un constitucionalismo republicano. De esta forma volvemos al pensamiento de Vico:

    Dignidad LIII: esta dignidad es el principio de las sentencias poticas que son formadas con sentimientos de pasin y de emocin, a diferencia de las sentencias filosficas que se forman por la reflexin con razonamientos. De ah viene que estas ltimas se aproximan tanto ms a la verdad cuanto se elevan por los universales y que las primeras son mucho ms ciertas en cuanto que se adaptan ante todo a lo particular.59

    59 Vico, Giambattista, La scienza nuova. Biblioteca de literatura italiana (En lnea) URL: http://www.letteraturaitaliana.net/autori/giambattista_vico.html (ltima consulta: febrero 2017)

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