La gualdra No.69, Lunes 24 de Septiembre del 2012

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 69 - 24 DE SEPTIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN Gracias a la bonanza minera y a su situación geográfica, Zacatecas es un Estado rico en patrimonio cul- tural de los siglos XVIII y XIX. Ejemplo de esta riqueza cultural, histórica y artística con la que cuenta nuestro Estado, es el Museo de Guadalupe, que tiene tanto en su continente (edificio) como en su con- tenido (acervo) un estilo Barroco en su mayoría; es por tal motivo que el Festival Barroco tiene como eje temático este periodo de la historia. En su 11° emisión y en el marco del 95° Aniversario del Museo de Guadalupe, el Festival Barroco este año está dedicado a la Ruta Histórica del Camino Real de Tierra Adentro, conmemorando la apertura de la Sala de Carruajes como la nueva sala del Camino Real de Tierra Adentro. Pág. 6 y 7

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Lunes 24 de Septiembre del 2012

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 69 - 24 DE SEPTIEMBRE DE 2012 - AÑO 2 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Gracias a la bonanza minera y a su situación geográfica, Zacatecas es un Estado rico en patrimonio cul-tural de los siglos XVIII y XIX. Ejemplo de esta riqueza cultural, histórica y artística con la que cuenta nuestro Estado, es el Museo de Guadalupe, que tiene tanto en su continente (edificio) como en su con-tenido (acervo) un estilo Barroco en su mayoría; es por tal motivo que el Festival Barroco tiene como eje temático este periodo de la historia. En su 11° emisión y en el marco del 95° Aniversario del Museo de Guadalupe, el Festival Barroco este año está dedicado a la Ruta Histórica del Camino Real de Tierra Adentro, conmemorando la apertura de la Sala de Carruajes como la nueva sala del Camino Real de Tierra Adentro. Pág. 6 y 7

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24 DE SEPTIEMBRE DE 2012 / AÑO 2

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira Saade / Dir. General

Raymundo Cárdenas Vargas /Dir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada Lazarín /Dir. La Gualdra

[email protected]

Sandra Andrade Trinidad /Diseño

Juan Carlos Villegas /Ilustraciones

[email protected]

La semana pasada, la ciudad de Zaca-tecas perdió a un hijo ejemplar: Carlos Ulises Girón. Nunca estará de sobra seguir reconociendo el gran trabajo que realizó al frente de los diferentes puestos que tuvo como funcionario tanto en la Universidad Autónoma de Zacatecas como en Gobierno del Es-tado. El periodismo y la universidad están de luto también. Fue profesor universitario y su labor y profesio-nalismo como periodista sirvió de ejemplo a muchos de los que nos de-dicamos actualmente a esto. Amaba a la universidad, los buenos libros y la buena música. El pasado viernes, se le rin-dió un homenaje de cuerpo presente en el Teatro Fernando Calderón; en él se leyó el siguiente texto, autoría de Víctor Hugo Rodríguez Bécquer:

“Buenos días. Fórmula de usuali-dad y convencionalismo social, de salutación fraternal, pero un buen día no lo es ahora, ciertamente, cuando la fatal ironía nos congre-ga en una ceremonia que a nues-tro amigo le resultaba particular-mente incómoda, aunque siempre fue respetuoso de las formalida-des sociales por cotidianas como absurdas: y él mismo diría, en una murmuración discreta: Mira que asistir, de cuerpo presente, a las propias exequias. Amante muy celoso de su trabajo, fi el a la familia y leal a la universidad conservó siempre la edad universitaria de los que an-daban la avenida con un manojo de diarios envolviendo un libro, hasta llegar al destino aromático de las noticias, los editoriales en-tre un sorbo y otro, entre una li-breta de tabaco para registrar las notas que se alargarían como su luenga cabellera y luchar con la

Las voces del díapor Gabriel Luévano

Historia de una avispa, Ipor Nelson Guzmán Robledo

Las baladas del terruño: las antañonas delicias de lo zacatecanopor Juan Antonio Caldera Rodríguez

11º Festival Barrocopor Jánea Estrada Lazarín

¿La literatura se hizo para enseñar?por Eduardo Campech Miranda

Desayuno en Tiffany’s, mon kupor Carlos Belmonte y Lluna Llecha

Por Heidegger: la voluntad de poder como artepor Armando Haro M.

Castillo de sal si puedespor Andrea Sampedro

De una luz hasta que el polvo atrapapor Sergio Espinosa Proa

Diario de Mateopor Mateo Estrada Gaviria

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impertinencia de sus interlocuto-res que interrumpían sus lecturas cotidianas. Carlos de la infantería ciudadana, Ulises navega ahora su propia carta que trazó a Pulso en un Girón de momentos opor-tunos, que cultivara en cien fuen-tes de inagotable sabiduría, como corresponde a la modestia de los amigos, sin banales presuncio-nes… o sí, una o dos a lo sumo: ser universitario y tener amigos, si éstos pertenecen a la universidad todavía mejor. Carlos el amigo, Ulises periodista, Girón de este infor-tunio que nos deja huérfanos de amistad que creíamos infi nita… cuando la despedida suena a dejo de advertencia: un adiós no es más que un hasta pronto, porque la verdad sea dicha sólo la muerte es infi nita ante la fragili-dad endeble que nos ha resultado la vida efímera. Que os guarde la mejor morada el ángel de tu preferen-cia, nosotros conservaremos tu esencia fraternal destilándose amistosa en la fragancia del café, en la cotidianidad volátil de las espirales humeantes en maro-metas dispersas… tabaco para el camino, amigo; la muerte, a fi n de cuentas: un sorbo, solamente, de los infi nitos sabores de la vida. Hasta luego Carlos Ulises”.

Quienes colaboramos en La Gualdra, externamos nuestro pésame sincero a su familia, a sus amigos y a la comunidad universitaria. Que des-canse en paz, Carlos Ulises Girón.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

A Carlos Ulises Girón

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24 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Por Gabriel Luévano Gurrola

Las voces del díaVivir en un país donde los mitos no sólo sobreviven, sino que forman parte de ese ritual que limpia nuestra ridícula hambre de espíritu y justi� ca nuestros errores más notables, es de singular ayuda cuando se está frente a la hoja en blanco, buscando las de� ni-ciones precisas del caos. Cada mañana puede ser un nacimiento cíclico, fruto de la inmolación chamuscada de un joven decidido o una molida propi-nada por el crimen, el gobierno, o el maestro; en última instancia, puede ser el pretexto perfecto para decir que somos los favoritos de Jesucristo (ca-ramba, porque nos parecemos tanto). Y como rea� rmación instantánea, el lenguaje victimario nos cobra hasta las últimas respuestas para las tonte-rías diarias. Pero también la valentía necesaria para aguantar las reinven-ciones de la costumbre, porque nadie puede vivir lo mismo de la misma ma-nera; aún la mosca que no voló ayer puede ser lo que salve al día y para ello se debe cuidar de no prescindir de diálogo al salir a la calle, rumbo a las tareas rutinarias. Y eso, en la llama-da postmodernidad (atendiendo a la terminología fatalista), se torna elegía diaria. Uno llega a envejecer en tres o cuatro minutos, a contar con los de-dos de la memoria las caras conocidas o a hacer de los aburridísimos diarios una biblia de extensión agotadora. Si bien el siglo veinte se ca-racterizó por el triunfo de la indivi-dualidad, también lo hace por las te-rribles consecuencias de sus tiránicos � nales: la depresión, no el menor de ellos. El autoritarismo se volvió un requisito para � gurar en la historia y echó al suelo las esperanzas del hom-bre (que sí existieron, se supone). Por poner algunos ejemplos: en Alemania, Hitler cristalizaba las teorías de la su-perioridad de la raza aria y volvía el concepto de multitud un sustantivo de lo inferior (de allí el nombre de “cam-po de concentración”); en la URSS, Stalin se apropiaba de la utopía que signi� có el comunismo, “limpiándo-lo de traidores”, algunos millones, no más; y al otro lado del mundo, en Mé-xico, el otrora Partido Nacional Re-volucionario aglutinaba en su estruc-tura una base obrera-campesina a la que pide prestado sus símbolos, para luego apropiárselos y presentar la jus-ti� cación, con bombo y platillo, para su eterno dominio. Y la multitud era, seguimos siendo, los aquí sentados a la vera del tiempo, los sin historia, los que leemos como buscando, los abu-rridos. Nos arrancaron las grandes tramas de nuestras manos.

No obstante, en los albores del siglo, el escritor irlandés James Joyce ya nos había dejado un testi-monio, que leído hoy en día, a pesar de las di� cultades, se torna una espe-cie de epígrafe, una última esperanza para el desairado. Ulises, novela ma-ratónica, ladrillo en movimiento, se centra en la � gura de Leopold Bloom, un individuo mediocre y sensible y en la serie de acontecimientos que le ocurren el jueves 4 de junio de 1904. Novecientas páginas, aproximada-mente, de riñones para el almuerzo, perversiones � otantes, cuentos egre-gios que se vuelven papel higiénico. Novecientas páginas que no dejan de sorprender por el arriesgado y salu-dable cinismo de su premisa: no im-portan los temas ni los personajes, lo único que permanece, es el lenguaje. Y esto último, a pesar de los imperios monetarios, las máquinas cada vez más presentes, los aparentes silencios, es algo perteneciente a cualquiera. La escritura, por lo tanto, sufre en Joyce una emancipación altanera. Ahora bien, la empresa que signi� ca leer la vida de los de-más, no deja de carecer de peligros. La obviedad es insoslayable: ¿cómo adentrarse en las intimidades de al-guien, que por más personaje ficti-cio no deja de perturbarnos e invo-car un morbo traicionero que nos identifique con él, y por lo tanto, nos comprometa? La obra de Joyce nos encara con este escollo desde las primeras líneas, cuando descu-brimos que ha desechado los cotos de la moral y lanza al ruedo a sus personajes, desnudos, indefensos, a

Henri Rousseau, La guerra (La cabalgada de la discordia), 1894

la intemperie, mientras se adentran al caos de su inconsciente y nos enro-llan un tanto. Una clave es necesaria, sin ninguna duda y es el título quien se arroga la tamaña responsabilidad: el héroe griego, proscrito, errante, anhelando una Ítaca que se pierde en lontananza. El libro consta de diecio-cho capítulos, de tamaño irregular (los primeros juntos no alcanzan la dimensión de los últimos) que guar-dan paralelismo con los pasajes de la Odisea. El sabio Néstor encarna en un director antisemita, Eolo es la inconsistencia de una agencia perio-dística, el coro de las sirenas descansa dentro de una taberna, o en su céle-bre defecto, en los diálogos ebrios de un grupo de prostitutas. No obstante, a lo largo de la lectura, y siguiendo el esquema Li-nati, se tiene la impresión de que al-gunos paralelismos son francamente una vacilada y en lo personal, hubo un momento en que me sentí ten-tado a decir que la novela asesinaba al mito de Ulises. Pronto rechacé la hipótesis. El mito es tal, cuando con-centra las esperanzas, las ansias de saber y los fastidios de una sociedad que se reinventa y asesina a sí misma, pero que nunca abandona el eje cen-tral: el abandono. El mito nace con el lenguaje y gracias a él subsiste. En la novela de Joyce asistimos a una reva-loración de la epopeya de Homero, la cual es vigente dentro de la coyun-tura opresiva del postmodernismo. Gracias a Joyce se cae en la cuenta, o se rea� rma como pocas veces, que la literatura es en esencia la voz de los acallados, los primeros de ellos,

los escritores, que lanzan la piedra y esconden la mano, burlones. El mito cobra sentido en el transcurso de los años al momento de mundanizarse, por decirlo de una manera y es la pa-labra, el vehículo por el que transita. Ulises nos acerca el mito griego a la vida cotidiana. En alguna ocasión escuché hablar a Alejo Carpentier sobre la Odisea, a la que consideraba, junto al Quijote, el mejor ejemplo de vigencia literaria, una especie de parábola o espejo del ser humano. Las cuatro ex-periencias amorosas de Ulises según el cubano (Penélope, Nausicaa, Circe y Calipso) son las cuatro aventuras que tiene todo hombre a lo largo de su vida (cada quien haga esfuerzo memorioso y vea si aún tiene opor-tunidad o ya se fregó). Al menos, y en el transcurso del día, Bloom gira en torno a sus cuatro personajes mitoló-gicos (Molly, Martha, la señora Breen y Gerty MacDowell). Stephen Deda-lus, el otro personaje principal de la obra, es por otro lado el Telémaco de Bloom, un joven con sentimientos apátridas. El capítulo central, número quince, es el escenario del encuentro Bloom-Dedalus, Odiseo-Telémaco. James Joyce nos ofrece dos vidas que se complementan, aunque sea por un instante, transforma lo es-catológico, la búsqueda, la banalidad que todos compartimos, en épica, y es así como logramos leer la novela, superando las ataduras morales. Nos hemos reconocido en el caos. Uno también cree que puede ser personaje de libro, que también tiene voz y así las cosas pueden tener algún sentido.

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LA GUALDRA NO. 69

Por Nelson Guzmán Robledo

Historia de una avispa, INo deja de haber algo terrible en la con� anza irrestricta que un niño ha-bitualmente cree sentir en sus padres. Los minúsculos y endebles seres in-fantiles probablemente encuentran en la ilusión de su� ciencia de los adultos la � gura de una protección invulnera-ble, pero que sin embargo está, al igual que la de ellos, poblada de tribulacio-nes y de angustias. Quizás a ello se debe que cualquier síntoma o circunstancia que muestre la debilidad de su padre o de su madre se convierte en la obsesión traumática que revela la fragilidad de toda existencia y la consiguiente falta de un sostén absoluto. Todo lo que ponga entre paréntesis la inmunidad de los seres que idealiza, toca para siempre las � bras de sus temores. Mi temor por los insectos himenópteros tiene como origen una circunstancia muy especí� ca, aunque no conserve un recuerdo explícito de ella. Sucedió cuando apenas contaba con tres años de edad; iba yo de la mano de mi madre por la acera de la calle en que vivíamos, cuando el folla-je de una anacahuita estorbaba su ca-mino. Yo, debido a mi estatura infantil cruzaba el árbol sin obstáculo, pero ella debió mover las ramas plenas de � ores blancas a la altura de su cabeza para abrirse paso entre ellas. Al agitar-las, una abeja irritada por esa intromi-sión alcanzó su cuello. En cuestión de segundos vimos cómo los efectos de la picadura comprobaban la alergia que ella les tenía. En el lugar de la picadu-ra comenzó a levantarse una pápula rojiza que se multiplicó en diversas zonas de su piel como la super� cie de un territorio bombardeado; su rostro se trans� guró en una masa in� amada que reducía sus facciones; su frente se abultó y la forma esbelta de su cuello desapareció para conferirle a su cabe-za un aspecto grotesco. Probablemen-te su mirada hubiera sido angustiosa, pero los párpados los habían replega-do al interior de sus órbitas, con� rién-dole un aspecto leonino. Su respira-ción y sus palpitaciones, al igual que el temblor de sus manos y la debilidad de sus piernas, le conferían la imagen de un poseso. La violencia de la metamor-fosis, le obligó a alcanzar la casa dan-do tumbos y a desentenderse de mí, que la seguía con paso tímido y con la mirada angustiada de un niño de tres años, cuando no logra entender un ápice de lo que sucede. Finalmente, el antihistamínico que le inyectaron por vía intravenosa logró controlar en po-cos minutos los síntomas de su reac-

ción, pero no así el temor y el pánico que desde entonces me produjeron las abejas y por corolario las avispas, que por aquel entonces adquirieron para el niño que yo era, el signi� cado de una amenaza mortal. Tal como sucede con cual-quier evento fortuito y aciago, quienes lo padecen toman durante el tiempo que le sigue ciertas precauciones que anticipan la recurrencia de dicho evento y que se observan con cierto ri-gor durante una temporada corta para después abandonarlas nuevamente a la negligencia. En la casa se tomó la medida de tener a disposición el an-tídoto para la alergia, práctica que a los pocos meses cesó. Recuerdo que aún algunos años después yo insistía a mis padres que tuvieran siempre a la mano el medicamento, por temor a que mi madre o cualquier otro miem-bro de la familia (lo que claro está, me incluía en primer lugar) fueran atacados por el terrible insecto. Ellos desde luego no se negaban a jurarme que tomarían cartas en el asunto para apaciguar momentáneamente las de-mandas precautorias, aunque, como es de suponer, jamás lo hicieron. No entretendré al lector con el listado inagotable de anécdotas, hoy irrisorias, en las que dejé mostrar mi perenne cobardía ante tan minúsculo insecto. Los gritos desesperados de “¡quítamelo!, ¡quítamelo!”, habitual-mente acompañados de pequeños saltos temblorosos fueron recurrentes durante los veranos de mi infancia y de mi adolescencia. Aunque lo cierto es que nunca fui picado por una abeja o una avispa en ese entonces y mi ho-rror por ellas fue gradualmente desva-neciéndose por efecto de la vanidad que un joven va asumiendo ante los demás y ante sí mismo. Años más tarde, cuando era estudiante de la Facultad de Humani-dades comencé a a� cionarme por la cultura wixárica. El mundo huichol me atraía porque encontraba en él una suerte de aproximación con la fuente originaria de la historia, con la infan-cia de la humanidad y por lo tanto de la mía propia. Su universo simbólico, me parecía semejante a ese espacio co-mún que comparten los hombres an-tiguos, los niños y los poetas. Incluso ahora, veinte años después, sigo visi-tando regularmente su geografía y su universo. De más está decir que las ex-periencias del contacto con la nación wixárica fueron múltiples y variadas. Lo que sí no puedo obviar es que entre ellas, la temida picadura de la abeja � -nalmente aconteció.

Habíamos acudido a la � esta Tatei neixa que se celebra en el mes de octubre, tras el temporal y la cosecha del maíz. Hacia el atardecer, yo me encon-traba sentado sobre el suelo, recargando mi espalda en un muro de adobe. Ob-servaba al mara’kame Pedro de Haro cantando el � nal de la ceremonia diur-na en la que participan los niños justo cuando disminuye el tañido del tambor. Recuerdo que llevaba puestos unos an-teojos y que estaba acodado sobre mis rodillas, quizás también embriagado por el tejuino. Súbitamente, mi atención puesta en el montón de plumas que Pe-dro de Haro sostenía junto al tambor se vio interrumpida por una circunstancia que toda mi fobia infantil jamás había logrado imaginar: una abeja se paseaba impaciente por el cristal de mis lentes. Lívido es la palabra que des-cribe a la perfección el cambio que ex-perimentó mi rostro, mientras todos mis músculos se sintieron inundados por la tensión que da la adrenalina. Para colmo, la abeja decidió caminar por la super� cie interna de mis gafas,

cuya proximidad me impedía siquie-ra parpadear para evitar que el mo-vimiento de mis pestañas perturbase la tranquilidad de su paseo. Obligado a contemplar a la abeja con los ojos abiertos desde tan pequeña distancia y después de unos segundos de paráli-sis, decidí mantener la calma y simple-mente quitarme del rostro los anteojos. A ello me disponía, cuando el andar marinero de un huichol ebrio halló en mis piernas un obstáculo y el tropezón que le siguió modi� có la parsimonia de mi mano en un ade-mán brusco que seguramente irritó el talante nervioso del insecto cuya úni-ca opción fue la de suicidarse clavan-do su aguijón en mi sien derecha. El miedo a las abejas des-apareció desde entonces por completo. Pero aún hoy en día, cualquiera que me frecuente podrá corroborar que ocasio-nalmente aparecen erupciones cutáneas en mis sienes, mismas que me hacen recordar la picadura de esa abeja, que se dio muerte precisamente en el lugar donde los suicidas ponen el revolver.

M.C. Escher, Círculo límite con mariposas, 1950

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24 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Por Juan Antonio Caldera Rodríguez

Las baladas del terruño: las antañonas delicias de lo zacatecano

Severo Amador, hijo del notable his-toriador zacatecano Elías Amador, conocido por su Bosquejo Histórico de Zacatecas, nació en Villa de Cos, po-blación cercana a la capital, en 1886. Muy joven se fue a radicar a la Ciudad de México donde ingresa a la Acade-mia de San Carlos. Publicó varios li-bros, entre los que destacan Carbun-clos (1908), y Baladas del terruño. Este último apareció en 1931 en la Ciudad de México a poco de haber muerto, como un homenaje en memoria del artista y con un prólogo de Higinio Vázquez Santa Ana. No sin artificio, pero con mucha gracia, Amador recoge el len-guaje de melódicos, aunque rudos y no menos ingeniosos trazos de los mi-neros zacatecanos. Muchas palabras se usan aún; otras en cambio apenas tienen sentido y muy pocas gentes conocen su significado. Por ejemplo, palabras como cotorina, caltijos o cartijos, u otros que dan cuenta del atuendo del minero y de las beldades que los acompañaban a los saraos. Las baladas del terruño (1931), primera obra literaria que sale a la luz después de desaparecido el poeta zacatecano Severo Amador, es un libro netamente mexicano, escrito en el lenguaje de nuestro pueblo, de este pueblo tan amado, que por siglos de siglos ha sido esclavo, y que anhe-

la que surja el día en que la verdadera libertad sea para él no una quimera, sino una realidad. Severo Amador en contacto con el pueblo, como que sintió con él sus sinsabores y sus tristezas, re-cogiendo aquí y acullá sus decires y pensares; hizo una primorosa obra, una de las más efusivas y formidables quizá; hay que acentuar que el poeta se identificó en todo con el alma de nuestra gleba. Es un libro real y leal, vivido y placentero; en él dibuja con la variopinta paleta de sus añoranzas y melancolías la tierra zacatecana en la que transcurrió y gozó su juventud. Leyéndola nos transportamos a esa re-gión simpática del territorio nacional. En Las baladas del terruño, el léxico es admirable, gracioso y pin-toresco; espejo puntilloso de nuestra gente pobre, el caló popular, aparece manejando con habilidad, maestría y donaire; el dicho nacional que es un evangelio, surge cuando la producción literaria lo requiere, el canto sentido y hondo de las masas ignaras es un grito de dolor, y lo es también de amago de agonías, y las más de las veces de pun-donor y jovial sinceridad y riqueza léxica: por ella nos expresa el desaho-go del que sufre y pena, ríe y enamora con flores de serpol y bugambilias, bi-lletes enviados para concertar una cita en la loma o en el Portal de las Flores.

Vamos al baileQuéreme, Fesusita,y quéreme por favormira que soy tu amantey seguro servidor.Vamos al baile, Fesusa adorada; vamos al baile de Mexicapán, onde se riunen las chulas del barrio con los caltijos, para reval-siar. Ponte el vestido pringao que truje dende la Feria del Siñor San Juan; ponte las botas reperiquetiadas que ni pintadas Fesusa t’están.“Quéreme, Fesusita, y quéreme por favormira que soy tu amantey rendido adorador.”Ponte tu moño de raso morao en tu pelito muy tan circunflais; ponte el rebozo de pura bolita y úntate polvo aunque sea de máiz. Ponte las cuentas de vidrio canario y tus aretes de fino coral, y en tu pañuelo di a rial y cuartilla echa Florida u Cananga u mezcal.“Quéreme, FesuisitaY quéreme por favor, mira que soy tu amante, tu alicenciado Amador.”Y ansina juntos, con este endevido que es del Estado del mero nopal, vamos Fesusa de mi alma, vamos al baile de Mexicapán, onde se topan los de Vetagrande, con las curritas del valiente Rial de Zacatecas, mi tierra querida, ¡de Zacatecas mi tierra natal!“Quéreme, Fesusita, y quéreme por favor, mira que soy tu amante,tu Atalí Amador.”Vamos al baile, morena Fesusa, pa’ que allí griten al verte danzar: - ¡Ah qué chuladas hace el Siñor Cristo pa’ que se pierda este probe Adán! Vamos al baile, Fesusa querida, cuela de gilo a be-ber y a gritar: - ¡Viva la tierra de Tata Pachito Onde cada hombre es un águila rial!Allá muy lejos, entre magueyeras el tololochi mugiendo ya está; huele la noche a salvajes perfumes,silba un sinsonte su prez nacional.Y cuando sale la luna divina tras un crestón de la Bufa ideal,van Neftali y Jesús, beso y besoal baile tuso de Mexicapán.

M.C. Escher, Círculo límite con mariposas, 1950

Severo Amador pulimentó y dio riqueza al habla de barreteros, aguadores, vendedores de aguamiel, de flores, de tunas, de damas de la vida airada, de caltijos, comerciantes y mi-neros. No dejo de celebrar estas bala-das que traen regustos de algarabías, de parianes y de atrios, de tertulias y de cantinas donde los mezcales de Pinos y la canela con piquete era la ambro-sía y la fábula jocosa de tiempos admi-rables de los que estamos obligados a recordar y recrear. Esta faceta de poeta

popular de Severo Amador fue una de tantas. También tiene óleos y grabados de factura envidiable; nada más recor-dar El niño del jorongo, las ilustraciones para el Himno a Salomé y La envidia, grabado o tinta que me hace gozar la sensualidad de Amador y sus ofusca-ciones psicológicas. Que haya quedado loco, es lo de menos. Hay tantos locos en el mundo que uno más abona a la gloria del arte socorrido por éste, a ve-ces ineludible, malestar humano. Aquí uno de sus poemas para deleite y solaz.

Severo Amador, La envidia, 1950

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LA GUALDRA NO. 69

Por Jánea Estrada

11º Festival Barroco

Jánea Estrada: ¿Cuál es el antecedente de este Festival Barroco? ¿Cómo llega Rosita Franco a idear este festival?Rosita Franco: Lo primero que te puedo compartir es que mi formación inició en el ámbito de culturas po-pulares, laboré por varios años en el Programa de Museos Comunitarios; a través de este programa tuve la opor-tunidad de conocer el vasto mosaico cultural de México, sus tradiciones, costumbres… parafraseando a Bonfil, he tenido el privilegio de conocer este México profundo y he comprendido que lo que le da vida a una sociedad es que su patrimonio esté al alcance de todos. Yo llegué a Guadalupe hace 11 años –el 21 de marzo de 2001-, y me encontré con este Museo que desde la primera vez que lo recorrí me im-pactó: el claustro, la Escalera Regia… su acervo completo. Supe que había sido producto de una bonanza minera y lo primero que me pregunté es qué deberíamos hacer para que el espacio volviera a tener vida, para que la gente regresara. Mi primer reto fue romper con el paradigma del Museo-Templo.

JE: ¿Y qué hiciste para romper con el paradigma de que los museos son aburridos y demasiado solemnes, para darle luz y vida a este museo?RF: Lo primero fue comprender que “todas las cosas de palacio, van despa-cio”; me lo tomé con calma pero asu-mí que había mucho trabajo por hacer y desde el primer momento estamos

trabajando en ello. La idea de hacer un Festival Barroco en Guadalupe, surge de otro festival similar que se hace en San Cristóbal de las Casas… en diciembre de 2001 impartí ahí una charla y ahí tuve la oportunidad de conocer a Horacio Franco y a varios artistas; de una plática con ellos sur-gió la idea de hacer nuestro propio festival. Lo primero fue empezar a sumar esfuerzos y personas, porque si no se unen las personas las ideas no se materializan.

JE: ¿Qué recuerdas de los festivales anteriores, los primeros?RF: Recuerdo a Horacio Franco, que desde entonces y de manera ininte-rrumpida ha estado con nosotros. Recuerdo a Rita Guerrero, que ya no está con nosotros pero sí su corazón… Que al principio no se llenaban los es-pacios y que ahora ya no cabemos en los eventos. Poco a poco nos hemos ido acercando a los públicos aunque este festival se realice en una tem-porada en la que no hay vacaciones, tenemos más de 6000 visitantes en promedio durante la semana… Nos estamos convirtiendo en una tradi-ción y eso me da mucho gusto por-que siempre hemos querido acercar a la gente de todas las edades a éste que es su museo.

JE: El año pasado se habló del pecado y las tentaciones en la Nueva España ¿cuál es el eje temático del festival de este año?

RF: Este festival está dedicado a la ruta histórica del Camino Real de Tierra Adentro. Para ello el Dr. Álvaro Recio –de Sevilla-, la Dra. Consuelo Maquívar –recientemen-te nombrada Investigadora Emérita del Instituto- y la historiadora Vio-leta Tavizón le dan continuidad a dos años de trabajo académico; y el eje temático del festival será la rue-da, la que ha recorrido este Cami-no Real de Tierra Adentro. La rue-da como hilo conductor. Tenemos además otro elemento, zacatecano, extraído de la Cueva de Ávalos –de Ojocaliente, Zac.-, es una pintura rupestre a partir de la cual se crea la imagen de identidad para toda la declaratoria del Camino Real como patrimonio cultural.

JE: ¿Qué esperamos de este Festival Barroco 2012?RF: Actividades diversas para todo tipo de público: conferencias magis-trales, conciertos, teatro, visitas guia-das, talleres y el regreso de la comida barroca, a cargo de Cuquita –la chef zacatecana experta en comida barro-ca- el último fin de semana.

Rosita Franco, nos invita a que asistamos a las diversas activi-dades que se ofertarán duran-te la semana, a partir de este martes 25 de septiembre. Vaya al Museo de Guadalupe, no se arrepentirá.

El Festival Barroco promueve el trabajo de los artistas estatales y nacionales, fomentando la creación de nuevos pú-blicos y la atención a públicos cautivos. En su 11° emisión y en el marco del 95° Aniversario del Museo de Guadalupe, el Festival Barroco está dedicado a la Ruta Histórica del Camino Real de Tie-rra Adentro, conmemorando la apertura de la Sala de Carruajes como la nueva sala del Camino Real de Tierra Aden-tro. Este festival contribuye a que los distintos públicos y la sociedad en su conjunto conozcan de manera lúdica, pedagógica y recreativa, su memoria histórica y cultural producto de la época del Barroco, logrando hacer de su visita una experiencia significativa de vida. Este Festival no podría realizar-se sin la valiosa suma de instituciones: el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes a través del Instituto Nacional de Antropología e Historia, el Gobierno del Estado de Zacatecas, el Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde, el H. Ayuntamiento de Gua-dalupe y Fomento Cultural Banamex A.C. y la Sociedad de Amigos del Museo de Guadalupe; sin embargo, es Rosita Franco, directora del museo, quien con en-tusiasmo y disciplina, ha logrado conjuntar los esfuerzos para que este festival siga llevándose a cabo y esté posicionado en el país como uno de los festivales más im-portantes. De acuerdo a Rosita Franco, di-rectora del Museo de Guadalupe, el Fes-tival Barroco “es un medio por el que se logra comunicar al público la importan-cia y trascendencia que el Barroco tuvo en México, a través de la gastronomía, la música, la litera-tura, las actividades lúdico-educativas, el teatro, las visitas tea-tralizadas, animación cultural, entre otros”.

Foto: Alejandro Ortega Neri

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24 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Programa del 11 Festival Barroco de Guadalupe, Zacatecas.Programa del 11 Festival Barroco de Guadalupe, Zacatecas.

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LA GUALDRA NO. 69

Alejandro Aura escribió un bello y reflexivo texto que tituló “¿Para qué se ve el crepúsculo?”, en el cual lúdica y críticamente cuestionaba la tendencia de algunos docentes (y mediadores de lectura) de pre-guntar, como instrumento de eva-luación de la comprensión lectora, de qué trata tal o cual obra, o qué quiso decir el autor. A ellas agre-garíamos una que me parece más grave: ¿qué aprendiste? Por principio de cuentas la pregunta es abierta, con lo cual cualquier respuesta que pueda dar el alumnado debe considerarse co-rrecta. Ahora bien, si el docente (o mediador) tiene la expectativa de que se responda lo que a su juicio se debe aprender, pues estaríamos ante un desconocimiento de cómo funciona la lectura y la polisemia inherente a la misma. Tal vez la in-tención del docente no sea manifes-tar draconianamente su autoridad dentro del aula, y por consiguiente, su interpretación como la más acer-tada o la única correcta. Es posible que lo que realmente pretenda es identificar el grado de apropiación de la lectura por parte del alumno. Sin embargo, el desarrollo de la pro-moción, y de la animación, de la lectura nos ofrecen nuevas modali-dades para detectar dicha situación. Por otro lado está el pro-pósito del autor. La literatura se fundamenta en la ficción. No creo que el autor pretenda enseñar algo, simplemente quiere contar una historia, a su estilo, o manifestar un sentimiento o un punto de vista, también a su estilo. A excepción de las fábulas y de la incipiente litera-tura infantil (primordialmente en sus primeros textos, tanto a nivel mundial, como nacional), quienes

buscan como cierre una moraleja o enseñanza, la literatura se hace, entre otras muchas razones, para darle sentido a la existencia, para explicarnos, para reflejarnos, por que sí, porque hay una necesidad de contar. No me imagino a Homero llevando a la escritura La Odisea, sólo para enseñarnos o concluir que “aunque todo te sea adverso, al final vencerás”. De ser así, se tendría que catalogar este texto como un libro de superación personal o au-toayuda y no como una obra de la literatura universal. O que después de leer el poema “Canonicemos a las putas” de Jaime Sabines, se ten-ga que responder lo aprendido (sin duda, además de cómico, resultaría un buen negocio para las aludidas y pésimo para los psicólogos). Las reformas en la educa-ción pasan y siguen pasando, sin embargo, prácticas como la descrita (que yo mismo experimenté hace más de veinte años), siguen estando vigentes. Quizá las reformas no lle-gan a los destinatarios en forma cla-ra, quizá las reformas responden a intereses de todo tipo menos educa-tivas, quizá sea mi corta e ignorante visión de la situación, como me la hizo saber un directivo escolar (que en cierta ocasión, le hacia ver que sus docentes, con las preguntas que hacían a sus alumnos, no propicia-ban una comprensión profunda del texto, sino solamente una localiza-ción de la información) cuando me preguntó, “¿y usted es maestro?, ¿de qué Normal egresó?”. Y yo sólo res-pondí, “de ninguna, soy economis-ta”, mientras en mi cabeza ronda-ba una tonada que decía: “soy un pobre lectorcito que habita en la serranía.”

Estrellitas y camarones al cine“En el mar la vida es más sabrosa. Con sus bigotes, los camarones cosquillean a las estrellitas que se estremecen con el vaivén del oleaje. El mar es azul, inten-so y profundo, y la espuma de las olas, recién tronadas en los espigones, no pa-rece alterar a nuestros personajes”. Fácilmente esta imagen po-dría evocarnos el inicio de unos dibu-jos animados de Walt Disney, podría ser también –según el gusto y la ima-ginación– la primera escena de una película romántica, realista, de ciencia ficción, fantástica, de suspense o, por qué no, de terror. “De repente unos ojos fijos y brillantes escudriñan el horizonte. El oleaje se va tornando cada vez más pro-fundo como si el mar adoptara la furia de este ser invisible”. Con cada secuencia nos sen-timos por unos breves instantes trans-portados a un no lugar, en tierra de nadie, abandonando nuestras preocu-paciones para adoptar la de esos per-sonajes. ¿Y no es esto sabroso tam-bién? Cuántos sentimientos nos produce el cine y qué pocas oportuni-dades tenemos de gozar, sufrir o con-movernos con otros filmes diferentes

¿La literatura se hizopara enseñar?

Por Eduardo Campech Miranda

Por Carlos Belmonte y Lluna Llecha

Desayuno enTiffany’s, mon ku

de los propuestos por las grandes ca-denas de salas en México. Somos simples amateurs de literatura y cine, perdidos en una pe-queña ciudad francesa en la que cir-culan filmes de todo tipo, básicamen-te estadounidenses –es cierto–, pero también los que consiguen escapar de estos circuitos comerciales: euro-peos, orientales, del norte de África, asiáticos, canadienses, suramericanos y mexicanos que no tienen cabida en México. Queremos excitar el gusto por el cine, animar en la búsqueda de nuevas películas y documentales, pro-mover su consulta en cinematecas, bi-bliotecas, videoclubs… y, por supues-to, en internet. En esta nueva columna sema-nal vamos a presentar y comentar las películas que visionemos, con o sin es-trellitas de calificación, porque en gus-tos se rompen géneros y nadie tiene el juicio justo. Deseamos transmitirles nues-tras emociones por las películas con la misma alegría que nos provoca verlas y luego contarlas, y contribuir a que por un momento se sientan auténticas estrellitas y auténticos camarones de cine.

Rulfo no escribió Pedro Páramo para que los profesores y sus alumnos sacaran conclusiones. O para que los lecto-res aprendieran algo. Ningún escritor escribe para pasar mensajes, para cifrar información. El atentado que repre-senta en la educación, la práctica de los profesores de obligar a los estudiantes a explicar los libros, es aberrante y cruel. Por más que pueda justificarse con el buen pro-pósito de asegurar que los alumnos han leído el libro. Es mejor que no lean a que, leyéndolo o incluso sin leerlo, le tengan aversión y rencor.

ALEJANDRO AURA

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24 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Armando Haro M.

Este texto nos presenta un Heidegger que muchas veces resulta difícil de re-conocer, el Heidegger de un pensar en tránsito, de una filosofía vuelta a la vida, que no a la vivencia, que incluso surge y culmina con una mística. Es el Hei-degger esotérico que se nos resguarda en la amplitud de su pensar. Mediante la cita, Heidegger iguala filosofía y arte como ese experimentar creador de lo que deviene, de la vida misma, y ade-más, recupera el aporte nietzscheano de comprender al arte como ‘más ver-dadero que la verdad’. Pareciendo abrir el pensar caosmótico de Deleuze, al atribuir al arte el dominio del caos y la preeminencia de un oscuro precursor. Pero éste es un punto desde el que se coloca Heidegger después de un meditar onto-histórico de la histo-ria de la metafísica, que de acuerdo con Heidegger culmina precisamente con Nietzsche. Y pudiéramos quedarnos con la idea de que dicho meditar onto-histórico que tiene que ver con el arte se reduzca a la circularidad que plantea el problema de El origen de la obra de arte, cuando, al final de sus Aportes incluso llega a decir: “lo que rige en general de la ‘metafísica’ se aplica también a la me-ditación acerca del ‘origen de la obra de arte”.2 Desde el punto de vista del des-montaje de la historia de la metafísica que se plantea en Ser y tiempo, y sobre todo desde el planteo de la fenomeno-logía como otra forma de interpretación de su Ontología, se entiende que la obra de arte también presente la misma in-comprensión que del ser se ha hecho en la historia del pensamiento occidental, cuando desde la repercusión óntico-ontológica de la hermenéutica heide-ggeriana se pregunta fundamentalmen-te por el ser -del arte también, que es el ser del poeta, creador y fundador- y conductoramente se dirige al ente -la obra como cosa que abre mundo fuera del mundo del arte-. Se puede entender aquí, hasta qué punto la obra de arte contemporáneo encuentra en esta inter-pretación un lugar más propicio para su apertura, porque, de otra manera, apli-

cando los principios estéticos decimonó-nicos que pecan de un fuerte clasicismo, sería imposible de comprender. Pero además, de que a la cosa llamada arte se le de un estatuto meta-físico, que tenga pleno derecho a una ontología fundamental, Heidegger pin-ta el fondo con el que se contrastará la obra de arte fuera del mundo del arte y la estética. Este fondo también proviene de Nietzsche y es el fondo de esta época en la que hay una plena carencia de cues-tionabilidad y creación, frente a aquellas “épocas que a través del historicismo co-nocen mucho y enseguida todo, [pero que] no concebirán que un instante de una historia sin-arte pueda ser más histó-rico y creador que épocas de un extendido emprendimiento artístico”.3 ¿A qué apun-

ta esto? Al hecho ya denunciado de la muerte de Dios y del arte, a la pérdida de aura en la plena reproductibilidad técni-ca, como dirá Benjamin, en La época de la imagen del mundo de Heidegger, pero también a que dicha pérdida no marca sino el propio carácter de la obra de arte contemporánea, porque Heidegger nos está ubicando en ese instante de ‘una historia sin-arte’, que además, es ‘más histórico y creador’ que aquellas otras épocas en las que se daba un ‘extendido emprendimiento artístico’. Y realmente resulta ser así, cuando las expresiones del arte contem-poráneo corroboran esta condición del arte, que es más histórico y creador, por-que el arte también ha creado su propio pensar en su puro hacer y haber. Así lo

demuestra el arte conceptual de Kosuth, que retoma el principio platónico de la identidad para expresar la indisoluble relación entre definición, representa-ción y cosa, como demostración del principio kantiano de la subjetividad conceptual, que también puede ser crea-dora; o el arte objetual de Duchamp, que coloca la identidad misma transgredida y descontextualizada de la cosa misma, mingitorio o rueda de bicicleta, en el pe-destal que correspondía a la obra de arte, dentro del museo o en una galería. Se puede entender entonces el por qué este tipo de obra de arte contemporáneo no pueda ser comprendido directamente a través de conceptos no filosóficos, sino estéticos, porque el arte contemporáneo al instaurar una concepción propia de lo que es arte, y en la que en realidad todo puede ser arte, no puede ser compren-dido sino por esos conceptos propios que ya no pertenecen a la concepción esteticista del arte clásico. Está más acá, y como se lo puede interpretar desde Heidegger -y por tanto, desde Husserl y Merleau-Ponty-, abre mundo porque rompe con el mundo, es un evento, un acontecimiento apropiador-apropiante y preontológico, es decir, experiencia de vida, descontextualización. En este sentido, nuestra épo-ca es la más carente de arte porque no hay un emprendimiento artístico do-minante, todo puede ser arte, y de he-cho, por lo mismo, porque todo puede ser arte, es que el arte contemporáneo es el contramovimiento por excelen-cia del nihilismo, en el que se busca el empoderamiento de lo estético, en una época, como dice Adorno, en la que “en un tiempo en que los hoteles americanos pueden ser decorados con pinturas abstractas à la maniere de…, el radicalismo estético es socialmente barato”.4 De esta manera sobrevive la institución artística instituida en el s. XIX, sin la cual, hay que reconocer-lo, tampoco se hubieran rescatado y conservado gran parte del patrimonio de esta producción artística histórica y contemporánea, pero que, por otra parte, también ha mantenido la inter-pretación aburguesada del arte, de la que fundamentalmente se aparta el arte contemporáneo entendido desde una meditación histórica y una revo-lución conceptual y contextual del ser ahí.

Rene Magritte, Filosofía en la habitación, 1947

El arte es así el experimentar creador de lo que deviene, de la vida misma, y también la filosofía -pensada de modo metafísico, no estético- no es, en cuanto pensar pensante, otra cosa que ‘arte’. El arte, dice Nietzsche, tiene más valor que la verdad; esto quiere decir que llega más cerca de lo real, de lo que deviene, de la ‘vida’, que lo verdadero, lo que ha sido fijado e inmovilizado. El arte se arriesga y conquista el caos, la exuberancia oculta, rebosante, indómita, de la vida, el caos que en un principio aparece como un mero hervidero confuso y que por determinadas razones tiene que aparecer así.1

* Escenografías del Arte Contemporáneo. Trazos hermenéuticos para un teatro filosófico del arte (Parte 4/9)1 M. Heidegger: Nietzsche, op. cit., pp. 453-454.2 M. Heidegger: Acerca del evento. Aportaciones a la filosofía, Biblios, Buenos Aires 2005, p. 397.3 Ibíd., pp. 397-398.4 T. Adorno: Teoría estética, Taurus, Madrid 1992, p. 47.

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LA GUALDRA NO. 69

VIERNES y SÁBADOSLeyendas de ZacatecasFrente a Catedral / 20:00 horas

SÁBADO 29

Sábados en la CulturaDanza, teatro músicaEscalinatas del Antiguo Templo de San Agustín yPlazuela Miguel Auza / 19:00 horas

Restauración Virtual del Antiguo Templo de San Agustín21:00 horas

MIÉRCOLES 26Todos al Centro HistóricoMiércoles de DanzónPlazuela Miguel Auza18:00 horas

JUEVES 27Tradicional ConciertoBanda Sinfónica del Estado Dir. Salvador García y OrtegaPlazuela Goitia / 19:00 horas

VIERNES 28Todos al Centro HistóricoTardes de SalónKiosco del Parque Sierra de Álica18:00 horas

DOMINGO 30Tradicional ConciertoOrquesta Típica de ZacatecasDir. Florentino RaygozaCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre / 19:00 horas

Lectura de PoesíaGrupo Letra y VidaCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre / 19:00 horasCoordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

MIÉRCOLES 26Bellas Artes a todas partesLectura en voz alta: “Leo… luego existo”HÉCTOR PARRA – ActorTeatro Fernando CalderónEntrada libre / 19:00 horas

DOMINGO 30ConciertoOrquesta Filarmónica de ZacatecasDirector Invitado: Ramón ShadeTeatro Fernando Calderón18:00 horas / Admisión $50.00

MATINÉ

DOMINGO 30 / 12:00 horasToy Story

Dir. Lee UnkrichPaís: EUAAño: 2010

CICLO DE PELÍCULAS INVITADASJUEVES 27 / 18:00 horas

Senna Dir. Asif Kapadia

País: Reino UnidoAño: 2010

VIERNES 28 / 18:00 horas The Artist

Dir. Michel HazanaviciusPaís: Francia

Año: 2011

SÁBADO 29 a las 20:00 horasThe Artist

Dir. Michel HazanaviciusPaís: Francia

Año: 2011

CICLO DE CINE MEXICANOMIÉRCOLES 26 / 18:00 horas

Batalla en el cieloDir. Carlos Reygadas

País: MéxicoAño: 2005

MUNICIPIOS

VILLA HIDALGOLUNES 24Teatro de calleEl Príncipe KukCornisa 20, San Miguel de Allende, Gto.Dir. Roberto Avendaño Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Oc-cidenteJardín Principal18:00 horas

NORIA DE ÁNGELES

MARTES 25Teatro de calleEl Príncipe KukCornisa 20, San Miguel de Allende, Gto.Dir. Roberto Avendaño Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Oc-cidenteJardín Principal18:00 horas

GRAL. PÁNFILO NAT-ERA

MIÉRCOLES 26El Príncipe KukCornisa 20, San Miguel de Allende, Gto.Dir. Roberto Avendaño Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Oc-cidenteJardín Principal18:00 horas

JEREZJUEVES 27Bellas Artes a todas partesLectura en voz alta: “Leo… luego existo”HÉCTOR PARRA – ActorEdifi cio de la Torre, Planta BajaEntrada libre / 20:00 horas

MUSEOS Y GALERÍAS

ANTIGUO TEMPLO DE SAN AGUSTÍNNació en la Ciudad de Zacatecas en 1912, hace 100 años:José Kuri BreñaPermanencia: 2 de noviembre MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUÉREZIsmael Guardado: 50 años de producción

MUSEO FRANCISCO GOITIAMetáforas y AnalogíasDibujos y pinturasObra de Felipe de la Torre Permanencia: 14 de octubre

FOTOTECA DE ZACATE-CAS PEDRO VALTIERRA

Fotos para oír, sentir y verDe Julián Guajardo EsparzaPermanencia: 30 de septiembre

Exposición de cursos de verano 2012ColectivaPermanencia: 7 de octubre

IRMA VALERIO GALERÍASExposición individual Ironías de la soledadPintura – EsculturaDe Alejandro Nava

MUSEO ZACATECANOExposición individualDe Alejandro Nava (ES-CULTURA)

CIUDADELA DEL ARTEInstalación “El monólogo de la vida”De Alejandro Nava

TALLERES Y CURSOSINSTITUTO ZACATE-CANO DE CULTURA “RAMÓN LÓPEZ VE-LARDE”

Taller de Formación ActoralImparte: Julia RoblesDel 30 de julio al 14 de septiembreAudiovisual “El Son del Corazón”

CENTRO CULTURAL CIUDADELA DEL ARTETaller de Ensayo Imparte Sigifredo Esquivel MarínSábados de 17:00 a 20:00 horasCuota de recuperación $100.00 mensuales

Taller de Poesía Imparte Javier Acosta EscareñoSábados de 11:00 14:00 horasCuota de recuperación $100.00 mensuales

MUSEO ZACATECANO

Taller Crítica y Apre-ciación del ArteImparte Sonia ViramontesViernes de 10:00 a 13:00 horasSala Huiricuta

MUSEO DE ARTE ABSTRACTO “MANUEL FELGUÉREZ”

Talleres de Verano

Arte objeto y juguemos a las letrasDirigido a niños de 6 a 14 añosDel 16 de julio al 10 de agostoDe 10:00 a 13:30 horasCuota de Recuperación $350Cupo limitado

MIÉRCOLES 26 / 20:00 horasAlucarda, La Hija De Las TinieblasDir. Juan López MoctezumaPaís: MéxicoAño: 1977

JUEVES 27 / 20:00 horasLuz SilenciosaDir. Carlos ReygadasPaís: MéxicoAño: 2007

VIERNES 28 / 20:00 horasSangreDir. Amat EscalantePaís: MéxicoAño: 2005

SÁBADO 29 / 18:00 horasLos BastardosDir. Amat EscalantePaís: MéxicoAño: 2008

DOMINGOS CON “EL PADRINO”DOMINGO 30 / 18:00 horasEl Padrino Parte III (The Godfather Part III)Dir. Francis Ford CoppolaPaís. EUAAño: 1990

PROGRAMA CINETECA ZACATECASSEPTIEMBRE 2012.

La Cineteca Zacatecas está ubicada en calle Dr. Hierro #303, centro histórico de Zacatecas.La proyección de las películas se realiza de manera gra-tuita, con fi nes culturales y educativos.EXCEPTO ZACATECAS, CÁMARA, ACCIÓN.

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Lo que más me gusta de las obras de Shakespeare es que a través de ellas de-mostró ser un gran conocedor de la men-te de los seres humanos; mientras leemos a sus personajes conocemos un poco más de nosotros mismos y de las personas que nos rodean, en Mucho ruido y pocas nue-ces, también podemos encontrarnos.

La historia se divide principal-mente en dos partes: la historia de amor que se da desde un principio entre Hero y Claudio y las escaramuzas irónicas que suceden a lo largo de la obra entre Benedicto y Beatriz que culminan con un enamoramiento. Al mencionar el

que las comedias terminan bien, cada quién con su pareja y (como en esta obra) bailan mientras cae el telón. Lo que ocurre entre Claudio y Hero es interesante, con engaños, confusiones, amor a primera vista y un

me en la relación que se da con los otros

dos personajes. Ya que es en ellos don-de radica la mayor parte del ingenio, el nihilismo y la diversión de la obra. En el diccionario de Ma-ría Moliner una de las acepciones de ingenio es “Talento para encontrar y mostrar el aspecto gracioso de las co-sas o para inventar o contar chistes, anécdotas o historias divertidas”. Esto no falta en las obras de Shakespeare y menos en estos dos personajes; espe-cialmente en Beatriz, quien es ácida y algo corrosiva, logra recordarme a algunas heroínas decimonónicas de Jane Austen: como Elizabeth Bennet; Beatriz es bella, sensata, de una mente ágil y que sabe lo que quiere, tal vez sea ese molde de cierta rebeldía del cual salieron las demás. Harold Bloom dice que “Mu-cho ruido y pocas nueces es ciertamen-te la obra nihilista más amable que se haya escrito nunca. […] Nietzscheanos mucho antes de Nietzsche […] Con cada diálogo entre los amantes enfren-tados brilla el abismo, y su mutuo in-genio no es tanto una defensa contra otras personalidades como contra la falta de sentido”.1 Benedicto y Beatriz buscan el sentido negándose al amor, ironizando al respecto en una relación de escaramuza que parece no tener

si no fuera por esfuerzos externos. A Benedicto la mujer no le es realmente indiferente, ni a la inversa, sin embar-go ellos no están dispuestos a acep-tarlo hasta que creen que el otro está muriendo de amor. La diversión se da precisa-mente en la mezcla entre nihilismo e ingenio, Beatriz y Benedicto se justi-

con ellas, nunca dejan de ironizar, nunca dejan de atacarse, ni siquiera al

do ya simplemente les queda salir del escenario con una sonrisa. Ya en el título se encuentra resumida la obra, los personajes ha-cen mucho lío sin razón, porque sa-ben que nada saldrá de nada y por eso siguen hablando, desde el inicio son victoriosos aunque exista la posibi-lidad de que después no sean felices; por el momento lo son, por el mo-mento pueden hacer mucho ruido sin razón, porque cuando salen del esce-nario no se encuentran derrotados ni ofendidos “correrán juntos el riesgo”,2 después de haber superado el mucho ruido y las pocas nueces. Atrevámonos todos a co-rrer el riesgo con responsabilidad, desenfado y siempre (siempre) con Shakespeare.

1 Harold Bloom, Shakespeare: La invención de lo humano, Verticales de bolsillo, Colombia, 2008, p. 250.2 Harold Bloom, Op. Cit, p. 260Charla previa con Adela Goldbard y el Arqueólogo Humberto Medina

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LA GUALDRA 69 / 24 DE SEPTIEMBRE DE 2012

Por Mateo EstradaGaviriaDiciembre 14 de 2010. Miré Biutiful. La actuación de Bardem me deslumbró. ¡Qué película! Cómo prepararse para morir y qué hacer para dejar huella. En la sala saludé a medio mundo (Lizy, Ricardo, César, Mario Arturo). De este día lo importante no son las cortesías, fue mirar la película. Lloré cual Magdalena soy. Diciembre 15. Sigo con Shakes-peare [Harold Bloom: Shakespeare. La in-vención de lo humano. Anagrama. 2002]: “Hazlitt expresó una verdad más-que-ro-mántica cuando dijo: ‘somos nosotros los que somos Hamlet […] Claramente, Hamlet ha usurpado la conciencia literaria de Occiden-te, en sus umbrales más conscientes, puertas que ya no podemos trasponer hacia algún más allá trascendental (p. 489)”. Diciembre 17. Afuera del templo (San Antonio), una señora me entregó una publicidad de “Señora Rosario. Consejera es-piritual. Lectura del tarot”. El aviso está en un cuarto de hoja. Me gustan sus guiños: “¿Todo le sale mal? ¿El dinero no le rinde? ¿Su ne-gocio no prospera? ¿Salaciones o enemigos ocultos? ¿Ha fracasado en el amor?..” Lo pondré en la pizarra de avisos. Quiero ver la reacción de Memo. Enero 20 de 2011. Revisé Babelia. Me gusta la reflexión sobre el libro y las cu-biertas. No encuentro novedades en la radio. Vivo en una ciudad con tiempo copretérito. Enero 24. La peli de anoche (Le temps qui reste: François Ozón, 2005) me de-tuvo. Debo planear. Memo preguntó el por qué lloré. Le relaté la peli. Dice que debo bus-car un trabajo de tiempo completo. Enero 30. El taxista de hoy, tem-prano, tiene un fenotipo de chico barrial ba-rrial. Me antojó para tener una aventura. Ayudaré a Memo en un banquete privado. Sin uniforme y sin fraternizar con los comensales. Enero 31. Cené en el Capicúa. Co-bré mi ayuda a Memo. Llegué sin reservación y sin esperar en la barra. Estuve con Alan (Camisa blanca con franjas color morado. Suéter color morado. Delgado. Moreno. Ojos intensamente verdes. Grandes). Sus ojos me remiten a Baltasar Castiglione y al Romeo de Bloom (aprender, amar sin compromiso, tra-gedia). La presunción de ir al Capicúa ra-dica en que leeré la primera novela de Alan (y tiene 19 años). Es un collage lineal de 235 relatos ficticios y textos breves extraídos de documentos “originales” sobre la revolución mexicana. La historia comienza en “Tepe-chitlán”, a las siete de la mañana, del viernes 18 de noviembre de 1910. Termina en la ciu-dad de Zacatecas, a las diez de la noche, del 25 de junio de 1914. Comienza con lo escrito en un pedazo de cartón. Según Alan, ese pa-pel es la prueba material del aborto inicial de la revolución. Trascribo el inicio (es de Alan): “Señor Ezequiel: motivos que no ignora, me im-piden asistir a la reunión que usted y nuestros amigos organizan y a la cual debo su honrosa invitación. Espero se digne disculparme, auto-rizándolo para dar una explicación a los demás señores del motivo dicho. Esperando me conce-da su indulgencia en esta vez me repito de usted amigo. Ladislao Rodríguez”. Febrero 8. Fui a Zacatecas. Ayu-daré a Marco en una investigación sobre la historia de la escritura en el periodo novohis-pano.

En una exposición retrospectiva —pongamos al menos 40 años de trabajo— es muy difícil resistir la tentación de encontrar a cualquier costa una pauta común. Ni las ma-nos ni la mirada permanecen inmu-tables por encima o al margen de una firma que, si nos fijamos, tam-poco lo logra. Se antoja un memo-rándum de las rúbricas. De la histo-ria gráfica y plástica de JUAN NAVA podría consentirse sin embargo una continuidad más bien espectroscópi-ca; es la historia del predominio su-cesivo de determinadas tonalidades y articulaciones cromáticas, que exigen la compañía de una geografía, una geometría y una geomántica. Ni siquiera en los comien-zos, allá en los tempranos años 70, descubriremos ademanes o conce-siones estridentistas. ¿Quién se deja abrumar por las prisas de este pla-neta? Los trazos y diseños más duros vienen invariablemente aligerados, difuminados, suavizados por y en un trabajo esmeradísimo y paciente de la

Por Sergio Espinosa Proa

De una luz hasta que el polvo atrapa

espátula y del pincel. Cada brochazo es como un coletazo de armiño o de nutria de agua en el estanque. Nos gustaría conocer los títulos técnicos de los colores, aunque la pendiente y la rítmica ru-gosidad de estos lienzos y soportes más nos llevará a imaginarlos: azul amanecer, pardo oliváceo, triste púr-pura, ocre mediocre, naranja ígneo, magenta pasión, cáscara de mamey, amarillo amargo, tronco de baobab, peróxido de las tierras baldías, verde eclipse, marfil de capricornio, borgo-ña opulento, opio tardorromántico, melocotón táctil, malva porosa, lavan-da de toscana, ciruela eléctrica… Se-guramente existe una nomenclatura que el artista mantiene en una terrosa y airosa libertad condicional. El caso es que no se siente uno aquí jamás autorizado a pro-poner regularidades arbitrarias; el de JUAN NAVA es el pausado pero inflexible y finalmente convincente arte de las transiciones. Hay en su obra una conservación del fuego y

Juan Nava

de la tierra que reclama la interven-ción de los dioses de la temperan-cia y los espíritus de la quietud. “A medida que el ser se perfecciona”, escribía el inmenso Lezama Lima, “tiende al reposo”. ¿Cómo fijar sin reflejar ni representar la verticali-dad, la oblicuidad, la horizontalidad del agua? ¿De dónde extraen estas líneas y esta pronunciación en tonos pálidos y posiblemente místicos tan-ta paz, tanto oxígeno, tanto sosiego, tanta lejanía? Cada cuadro, adecuada-mente mirado, opera a la manera de un vitral invertido, o, mejor, de un antivitral. No filtra la luz solar, la des-poja con educada tozudez de su elo-cuencia a fin de tornarla visión opa-lescente y ligeramente desleída. La luz queda así atrapada en su arenosa condescendencia. No es vidriosa, tampoco láctea; es como una nube de semillas ingrávidas. No es violenta, es violácea; no agrede, agrada. Invita a la conciliación y al descanso de la vista: el artista se dibuja a sí mismo como una voluntad de mirar que por no andar con miramientos ha vuelto a mirar al través de todas las cosas, incluso las por el pasar del tiempo más adensadas y oscuras. Después de tanto entre-tanto, el artista ha terminado por verlo todo. Del bricolaje literal al bricolaje abstraccionista campea el mismo discreto impulso de lo visi-ble, el mismo revolotear experimen-tal, la misma voluntad ensayística. En cada esquina, en cada eclipse, cada vanguardia hallará su respecti-vo resguardo. Glóbulos, lacrimales, cornamentas en formación, flamas frías, matraces y ampolletas; el cír-culo se deja vencer por la radiación, las diferencias de potencial otorga-rán como al descuido ocasión, sen-tido y dirección a una pluma, a una sombra, a un follaje secreto, a un cactus con penachos, a una extravia-da e indolente punta de flecha. Y sin perder por un instan-te la sedosa seriedad de cada instante.