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Diego Velázquez La influencia de Plutarco Elías Calles en la fundación del Partido Acción Nacional Archivo Carlos Ramírez / Proyecto México Contemporáneo 1970 - 2020 Historia Política y de Seguridad Nacional S.C. Centro de Estudios Políticos 1

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Diego Velázquez

La influencia de Plutarco Elías Calles en la fundación del Partido Acción Nacional

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P r o y e c t o M é x i c o C o n t e m p o r á n e o 1 9 7 0 - 2 0 2 0

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Introducción

La aparición de la URSS en el siglo XX cambia la geopo-lítica de lucha entre los representantes del antiguo régimen y las sociedades modernas. Cuando la Iglesia Católica pierde los Estados Pontificios parecía que, por lo menos en Occidente, las ideas ilustradas y liberales-progresistas no tendrían muchos problemas para desarrollarse; pero, con el surgimiento del co-munismo, el cristianismo impulsó un encono hacia la Rusia So-viética volviéndola el crisol de sus más grandes enemigos: los masones y los judíos.

Precisamente el tema del antisemitismo aparece, entre la ultraderecha cristiana, como cohesionador de la lucha contra el comunismo. Hay un salto en los enemigos de la cristiandad que va de los gibelinos a los revolucionarios comunistas, hacien-do de éstos últimos, una nueva especie de judíos rasputinescos más peligrosos que los judíos masones. Lo cierto es que, este antisemitismo, permite a la Iglesia recomponerse, primero ante Mussolinni, luego ante Hitler y, finalmente, ante los Estados Unidos. La Iglesia católica reúne antisemitismo y anticomu-nismo; razón por la cual se vuelve un elemento positivo para Occidente unos momentos antes del fin de la Segunda Guerra Mundial y durante el desarrollo de la Guerra Fría.

En México este contexto se reflejó originalmente en la dé-cada que va de 1930 a 1940; particularmente, cuando la Iglesia le llegó a tener más miedo a Cárdenas que a Calles. A pesar de todo el daño que les hizo el Jefe Máximo, el hecho de que -al final de sus días- se reconciliara con la fe, se hiciera amigo de un notable personaje religioso como José María de Heredia y rompiera con el socialismo del General Michoacano, les pareció más sensato que la actitud de Cárdenas por apoyar la República española, vincularse con la URSS y expropiar el petróleo. Atrás de Cárdenas, los católicos veían a toda la conspiración contra la Iglesia por parte de los judío-comunistas.

El temor al cardenismo obligó a la coincidencia de callistas y católicos, de la derecha secular y la religiosa, que confluyeron no sólo en oponerse a la política de masas y a la modernización autoritaria de un nacionalismo revolucionario que cada vez se aproximaba a la izquierda sino que desarrollaron acciones con-juntas para boicotear el régimen corporativista de la Revolución Mexicana. Dentro de estas gestiones opositoras puede inscribir-se la creación del Partido Acción Nacional.

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Al final del cardenismo, la Iglesia católica y el callismo se encuentran en posibilidad de desarrollar un pacto más avanzado que el modus vivendi utilizado para convivir al final de la gue-rra cristera. La nueva relación le permitió a la Derecha Secular quedarse con el Partido Oficial; aunque, ciertamente, Cárdenas no deja de influir. El régimen de la revolución se va a la Derecha cuando Ávila Camacho permite el regreso del Jefe Máximo y deja la presidencia a Miguel Alemán (de quien últimamente se conocen sus vínculos nazis y derechistas). La Derecha Religiosa se quedará en el PAN donde los integralistas, los católicos so-ciales y liberales tratarán de desarrollar una institución política más democrática.

Esta relación convergente entre la Derecha Religiosa y la Derecha Secular será analizada en la presente ponencia para iniciar la exploración de la hipótesis que plantea observar al PAN como partido anticardenista y entender el sistema político mexicano como un espacio que cohesionó a las múltiples dere-chas a través de sociedades secretas-reservadas, instituciones de educación privada, empresarios, partidos políticos y facciones de la Familia Revolucionaria. Esta derecha se beneficia con el desarrollo estabilizador, reprime a las juventudes universitarias en los años sesenta -también bajo el argumento del judeocomu-nismo-, rompe con el régimen en el sexenio de López Portillo, regresa al poder con Salinas y, finalmente, logra la alternancia en el año 2000.

Cuando uno piensa que, bueno, la guerra fría se ha termina-do, no hay más comunismo y este discurso de la derecha no se justifican más. La realidad nos dice que están más fuertes que nunca y no han dejado de pensar con ese radicalismo. La Dere-cha se ha desarrollado a partir de las reformas de Salinas, se ha vinculado en extremo con el Vaticano y, a pesar de la salida del PAN de la Presidencia de la República, el hecho de que Peña Nieto sea egresado de una de las universidades más represen-tativas de la ultraderecha (Universidad Panamericana) nos dice que la Derecha tiene ahora más influencia que durante el pacto con Calles y el Desarrollo Estabilizador.

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La Modernización Autoritaria de Lázaro Cárdenas

El maximato había dado como resultado la escisión de los sobrevivientes revolucionarios; esta desavenencia fue más allá de las ideas y pasó a los actores, que se dividieron en dos grupos: los agraristas y los generales del ejército. Ante las demandas y presiones de los primeros, Calles decidió la sucesión a favor del general Lázaro Cárdenas, quien representaba un punto intermedio entre ambas facciones. A partir de ese momento los acuerdos de la Familia Revolucionaria comenzarían a confrontar el poder del Jefe Máximo de la Revolución.

Mientras los agraristas1 imaginaban una nación de colectivos agrarios y coo-perativas de campesinos, para los callistas era la pequeña propiedad lo que resol-vería el problema económico del país. Ante esa disyuntiva aparece, con Lázaro Cárdenas en la presidencia, un nuevo estilo de gobernar. Cárdenas modifica las prácticas del sistema de tal forma que le permiten, por un lado, liberarse del control callista y acabar con el maximato y, por el otro, radicalizar la postura del gobierno.

Desde su campaña electoral marcó notables diferencias con sus antecesores; pero, sobre todo, a partir del 1 de diciembre de 1934, día de la toma de posesión, prevaleció una forma inédita de ejercer el poder por parte del Ejecutivo. Inspirado en una austeridad republicana y acorde con un país de enormes desigualdades y carencias, el primer mandatario canceló la fastuosidad en los actos oficiales, el cambio de la vestimenta lujosa por el uso de un atuendo sencillo, la edificación de Los Pinos como la nueva residencia presidencial en sustitución del Castillo de Chapultepec, la reducción del sueldo del Presidente a la mitad de lo estipulado oficialmente, la clausura de los casinos (algunos de los cuales pertenecían a su antecesor, Abelardo Rodríguez) y, sobre todo, la práctica cotidiana de recibir en Palacio Nacional a obreros y campesinos durante una hora diaria para atender sus quejas y escuchar sus opiniones.

Estas acciones se desarrollan como parte de una interpretación peculiar del nacionalismo revolucionario, que respondía a las necesidades del México de su tiempo. En ese sentido, puede afirmarse que Cárdenas modifica el nacionalismo revolucionario, inclinándose más por el modelo socialista (a su manera), con-firmando esto por los cambios que hubo en cuanto al Partido y a los actos de Gobierno:

El justicialismo de Cárdenas consolidó la dominación de las Clases Me-dias mediante la alianza entre el Partido de la Revolución Mexicana y la sucesora de la CROM, la CTM. Esta se organiza bajo el comando de Vi-cente Lombardo Toledano, lugarteniente de Morones, quien acepta reempla-zar al equipo anarquista por comunistas y hombres de Moscú. Esta alianza canceló la persecución religiosa, encendió el nacionalismo antiimperialista, desenvolvió un limitado movimiento de tímida reforma agraria y consumó la nacionalización de los consorcios petroleros extranjeros. Esta alianza polí-tico-sindical impuso su hegemonía absolutista en toda la vida nacional, anuló la oposición, montó la maquinaria electoral del actual PRI2.

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Aun cuando era evidente en su discurso la interpretación de la sociedad dividi-da en clases sociales confrontadas y la atención que mostraba hacia las clases más necesitadas, también es manifiesto que el Presidente Cárdenas, luego de superar la crisis política de 1935 dio un viraje hacia la moderación.

Un ejemplo de ello fue dar marcha atrás a la política antirreligiosa al nombrar a Saturnino Cedillo (quien en San Luis Potosí se caracterizó por ser defensor de la libertad religiosa) como Ministro de Agricultura en sustitución de Tomás Garrido Canabal, un callista que se caracterizó por sus abiertos ataques contra la Iglesia y a quien Cárdenas envió a Costa Rica, desarticulando con ello a los paramilitares “Camisas Rojas”. Este movimiento lo realizó al mismo tiempo que derogaba la ley que prohibía la circulación de la literatura religiosa por correo.

Por otra parte, pero en estrecha relación, Cárdenas era partidario de la educa-ción socialista, - la reforma al artículo 3º Constitucional en donde se promulgó que dicho tipo de educación sería impartida por el Estado y que las escuelas privadas sólo podrían establecerse siempre y cuando aceptaran los libros de texto y la actitud socialista del gobierno fue aprobada antes de que Cárdenas tomará posesión como Presidente-. Al aplicarla durante su sexenio las consecuencias fueron desastrosas: varias escuelas cerraron, maestros de prestigio se rehusaron a impartirla y termina-ron renunciando o siendo despedidos, y Cárdenas de inmediato propuso una so-lución viable, consistente en un modus vivendi con grupos opositores, permitiendo que en las instituciones privadas sobreviviera la formación religiosa, pero tratando de colonizar –a veces con éxito, otras no- las principales instituciones académicas del país, como la Universidad Nacional Autónoma de México.

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El general Cárdenas pensaba que al fomentar la educación en las zonas rurales y al inculcar en los indígenas las ideas de la cultura occidental, disminuirían nota-blemente las antiguas supersticiones. Las reformas económicas harían desaparecer con el tiempo la miseria de la clase campesina y contribuirían —así lo esperaba— a que disminuyera la sumisión de los oprimidos a la fanática fe religiosa.

Las relaciones que se establecieron entre el gobierno de Lázaro Cárdenas y la Iglesia Católica han sido juzgadas de diversas formas. Por una parte, se ha expresado que Cárdenas era un ateo y un bolchevique3 que persiguió a la Iglesia sin tregua; mientras por otra han manifestado también que, siendo de una familia católica, trató con prudencia y tolerancia a los católicos y a todos los que se ampararon en esa causa. La posición de Cárdenas frente a la Iglesia, se puede resumir en una frase: Las leyes y reglamentos relativos a la Iglesia tienen que aplicarse rigurosamente, con el objeto de lograr un país ordenado y progresista, sin influencias exteriores. Si bien no dio marcha atrás en lo relativo a imponer el orden al clero y a la Iglesia, se mostró respetuoso de las creencias del pueblo ya que él había sido testigo presencial de los excesos por parte de las autoridades locales y regionales cuando interpretaban la ley a su manera, además de que no quería más derramamiento de sangre en un momento en que los católicos aún podían hacer demostración de fuerza, por lo que, en sabiduría, prefirió el entendimiento y la concertación, cuando esto fue posible.

En cuanto al aspecto económico, Héctor Aguilar Camín y Lorenzo Meyer proporcionan los siguientes datos4:

De 1935 a 1940 el PIB creció 27% pero con variaciones notables dentro del periodo. Entre 1935 y 1937 el crecimiento fue constante, pero entre 1938 y 1940 la economía prácticamente se estancó debido a la destrucción de la Hacienda (efecto de la reforma agraria) y la expropiación petrolera, con sus respectivas consecuencias internacionales (lo cual afectó tanto la venta de combustible como de minerales y se creó un clima de desconfianza para las inversiones privadas). A pesar de esto la producción manufacturera creció el 53%; el país inició la sustitución de importa-ciones y el uso intensivo de la capacidad instalada. La producción industrial para el consumo interno creció.

Al parecer, el proyecto original de Cárdenas era construir un México de ejidos y pequeñas comunidades industriales, colocando la industria al servicio de la so-ciedad agraria. En la práctica esto no ocurrió, la industria creció sin supeditarse a la agricultura e incluso empezó a sustituir importaciones de bienes de consumo. En la década de los treinta figuran empresarios como Rómulo O´Farrill, Gastón Azcárraga, Garza Sada, Benjamín Salinas, Joel Rocha, William Jenkins, Carlos Trouyet, Harry Steele, Antonio Ruiz Galindo, Eloy Vallina, Emilio Azcárraga, entre otros. Podría decirse que el modelo de sustitución de importaciones se diseñó desde el cardenato, forjando así un capitalismo nacionalista.

En un ambiente cargado de frases anticapitalistas, verbalmente propicio a la construcción de un México de y para los trabajadores, la incipiente burguesía na-cional, industrial y comercial se afianzó sin grandes dificultades. La utopía carde-nista era desbordada y negada por la realidad. No pasaría mucho tiempo antes de que esa burguesía en marcha -no los ejidatarios ni las cooperativas- se convirtiera en el eje del proceso económico mexicano con el decidido apoyo del Estado.

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De lo anterior se evidencia que, si bien el mandato de Cárdenas ha sido califi-cado como paternalista, populista, nacionalista revolucionario, a su manera, socia-lista, no puede calificarse de marxista-leninista o comunista. Cárdenas después de todo, tuvo que adaptarse a las circunstancias tanto internas como internacionales, en medio de cambios en lo político, en lo cultural y en lo económico.

La conformación del primer gabinete presidencial, en funciones hasta junio de 1935, mostró la astucia política de Cárdenas para equilibrar la fuerza de los callis-tas, a quienes no podía dejar al margen, con la colocación de partidarios suyos en puestos clave. Entre los allegados de don Plutarco Elías Calles estuvieron Rodolfo Elías Calles en la Secretaría de Comunicaciones, Juan de Dios Bojórquez en la de Gobernación, Tomás Garrido Canabal en la de Agricultura, Pablo Quiroga en la de Guerra y Marina, Abraham Ayala González en el Departamento de Salubridad y Aarón Sáenz en el Departamento del Distrito Federal.

Entre los elementos del grupo cardenista destacaron Francisco J. Múgica en la Secretaría de Economía, Ignacio García Téllez en la de Educación, Silvano Barba González en el Departamento del Trabajo, y Gabino Vázquez en el Agrario, Emi-lio Portes Gil en la Secretaría de Relaciones Exteriores y Heriberto Jara, nombrado inspector general del Ejército, un puesto de importancia capital porque de él de-pendían las compras de los pertrechos militares y el control administrativo de las jefaturas de Operaciones Militares de todo el país.

En puestos de menor importancia invitó a colaborar a viejos enemigos del ca-llismo, entre ellos algunos zapatistas, villistas y ex carrancistas, quienes reaparecían en el escenario político gracias a la estrategia conciliatoria y de pesos y contrapesos ideada por el general Cárdenas. Esta medida pudo representar la oportunidad para que el Presidente atenuara el poder del Jefe Máximo, sin embargo, se desencadenó entre ellos una confrontación que resultó en el sistema presidencialista mexicano.

Dos factores iniciaron este enfrentamiento, la reanudación del conflicto religio-so y la actividad huelguística. En el primer evento la herramienta del general Calles fue Tomás Garrido Canabal quien desarrolló, desde su gestión como gobernador de Tabasco, un modelo caciquil de tipo militarista apoyado en el grupo paramilitar “Camisas rojas” para combatir a la Iglesia católica y erradicar los hábitos de ocio y vicios en el Estado; parte de su modelo era la construcción de escuelas y granjas; las brigadas culturales y los eventos deportivos. Por otra parte, se olvidó de las estrategias de distribución de tierras y en realidad se transformó en encumbrado terrateniente.

Garrido, en su puesto de secretario de agricultura, inició una campaña en con-tra de las prácticas católicas, que incluían mítines fuera de las Iglesias y la repre-sentación de “sábados rojos” en el Palacio de Bellas Artes, ante la preocupación de la jerarquía y los fieles católicos, pero el incidente que produjo la acción definitiva del Presidente fue el ataque de un grupo de camisas rojas a un grupo de católicos al salir de la parroquia de Coyoacán, quienes respondieron la agresión. El resultado fue de 6 católicos y un garridista muertos.

Cárdenas volvió a mostrar sus dotes de gran estratega político: ordenó al pro-curador de Justicia el arresto de 40 camisas rojas, deslindó a su gobierno y al PNR de los acontecimientos y poco a poco fue tendiendo puentes que buscaban una

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conciliación con la Iglesia católica, a la cual no podía ni quería tener como enemi-ga por culpa del anticlericalismo dogmático de callistas y garridistas. Como una medida para erradicar el problema, el mandatario removió a Garrido Canabal y lo envió como embajador a Costa Rica.

En lugar de Garrido fue designado Saturnino Cedillo, famoso por su conserva-durismo y por su actitud protectora hacia los católicos perseguidos en San Luis Po-tosí; y con el propósito de erradicar el peligro de un futuro resurgimiento político de los garridistas en su zona de influencia, el Presidente nombró a un incondicional suyo, el general Miguel Henríquez Guzmán como comandante militar de Tabasco.

La extraordinaria agitación huelguística de los obreros se convirtió en el se-gundo elemento que daría pie a la lucha por el poder entre Calles y Cárdenas. Si durante 1928 ocurrieron siete huelgas en el país y en el transcurso del gobier-no de Abelardo Rodríguez el sindicalismo tuvo una actividad incipiente, resultan comprensibles las manifestaciones de alarma de don Plutarco Elías Calles, de los políticos conservadores y de la clase empresarial ante las 642 huelgas obreras que se sucedieron a lo largo de 1935. El Presidente Cárdenas, por el contrario, vio con buenos ojos la efervescencia y combatividad política que mostraron los trabajado-res al inicio de su sexenio, particularmente los sindicatos de telefonistas, mineros, obreros textiles, petroleros, electricistas y ferrocarrileros.

En lugar de sentirse acosado e intimidado por las protestas obreras, el joven esta-dista les abrió un espacio favorable e incluso las incentivó. Con esta actitud, Cárde-nas pretendía: 1. Emplear la movilización político-sindical para generar el escenario idóneo que le permitiera unificar al sector obrero en una central de trabajadores; 2. Aprovechar el conflicto jurídico entre los obreros y los patrones para favorecer un cambio en las reglas del juego del proceso productivo, fomentando la conquista de mayor justicia social para los asalariados, ganándose su lealtad; y 3. Al lograr la organización y unificación de la clase trabajadora nacional, subordinada únicamente al poder del Presidente, éste podía utilizarla como un instrumento de fuerza en be-neficio de su política populista y en contra de los enemigos potenciales y reales del Plan Sexenal: los callistas, las fuerzas pro patronales externas e internas y la derecha política en general, aunque esta relación fue más un intercambio provechoso para las dos partes y no tanto una relación de sujeción de las clases trabajadoras.

El general Calles intentó ubicarse en la opinión pública y medir sus fuerzas con las del joven Presidente, de modo que concedió una entrevista al senador Ezequiel Padilla, en la que criticó la política “obrerista” de Cárdenas y, soslayando a los trabajadores y a sus líderes, pretendió erigirse como el sujeto capaz de “se-ñalar los rumbos” que debía tomar el país. La entrevista se publicó el 11 de junio en Excélsior y El Universal (Cárdenas impidió que también fuera publicado en El Nacional) y generó un escándalo en las altas esferas del poder, así como numerosas adhesiones políticas al todavía Jefe Máximo por parte de las fuerzas conservadoras del régimen. Ante la afrenta, Cárdenas comprendió la magnitud del dilema que tenía que dirimir: convertirse en un pelele más en la historia del maximato o, por el contrario, asumir el control total de su gobierno y ejercer la potestad presidencial.

Los tiempos políticos eran muy distintos a los años dorados del maximato y en la silla presidencial estaba ahora un hombre que había aprendido la real politik pre-

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cisamente de los sonorenses; así que Cárdenas era totalmente apto para enfrentarse con éxito a quien debía su carrera como militar y político. Cárdenas no sólo se jugaba el honor y su futuro como político sino que, principalmente intentaba mantener incólume la función constitucional del Presidente como representante de la nación.

El mismo día de la publicación, Cárdenas comenzó con algunos cambios sus-tantivos. El primero fue en la presidencia del PNR, donde ubicó a Emilio Portes Gil, ya distanciado de Calles; convocó a una sesión en Palacio Nacional para el día 14, en la que solicitó en pleno la renuncia de su gabinete, mismo que reconformó tres días después exclusivamente con personas de su confianza y, como recurso para desaparecer todo rastro de los partidarios de Calles, empleó el “exilio diplomático”; bajo esta figura envió a Pérez Treviño y a Puig Casauranc como embajadores de México ante España y Argentina, respectivamente.

Los recién destituidos callistas buscaron el consejo del Jefe Máximo, quien ya para entonces se había percatado de su debilidad para contestar la embestida cardenista. Luego de lamentar los hechos y conminar a sus partidarios a aceptar la situación, Calles tomó el avión que el día 18 de junio lo conduciría a su residencia norteña y, enseguida, a su primer exilio en Estados Unidos. El Presidente sabía que su triunfo en este primer enfrentamiento había sido respaldado tanto por los obreros agrupados en el Comité Nacional de Defensa Proletaria, encabezado por Lombardo Toledano, así como por las Ligas Agrarias dirigidas por Graciano Sánchez, y aunque en esta coyuntura los comunistas lanzaron su consigna “ni con Calles ni con Cárdenas”, rápidamente se fue conformando entre los trabajadores y en el Congreso un nuevo bloque político de izquierda en apoyo a la política progresista del mandatario. En su primer informe de gobierno, el 1 de septiembre, Cárdenas reiteró enfáticamente que él era el único responsable de la marcha polí-tica y social de la nación.

Detrás de este triunfo se dibuja una compleja red de poderes que Cárdenas fue urdiendo paso a paso, quizás ya con miras al fatal choque entre él y su antiguo jefe. Esta fina estrategia para reforzar el poder presidencial inició desde la misma toma de posesión y apuntó sus esfuerzos, por un lado, hacia un progresivo y férreo con-trol del aparato de Estado por parte del Ejecutivo, y, por el otro, a la movilización política de los trabajadores en apoyo del proyecto populista del mandatario.

Cárdenas consideró cada uno de los poderes del Estado para tender sus lazos. En el sector policiaco-militar mostró su astucia desde el primer momento al poner a un leal amigo suyo, Heriberto Jara, como inspector general del Ejército. Con si-gilo, paulatinamente ordenó la remoción de todos los jefes de operaciones militares cercanos a Calles al tiempo que los fue sustituyendo por oficiales jóvenes, sumisos a la investidura presidencial. Entre 1935 y 1938 ocurrió una renovación radical del viejo Ejército Federal a consecuencia de que una buena parte de la cúpula castrense se encontraba expulsada, con licencias forzosas, o “puestos a disponibilidad”. Al conformarse el nuevo gabinete salió de la Secretaría de Guerra el callista Pablo Quiroga, lo reemplazó Andrés Figueroa quien, a su vez, designó como subsecreta-rio a Manuel Ávila Camacho, uno de los militares más allegados a Cárdenas. De la misma manera, luego de la crisis de junio, destituyó a Eulogio Ortiz como jefe de la Policía y nombró a Vicente González.

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Para concretar el control del aparato represivo del Estado, Cárdenas presentó al Congreso de la Unión una iniciativa de ley para reformar la organización del Poder Judicial; con la propuesta se suprimió la inamovilidad de los magistrados de la Corte y se instituyó una gestión de sólo seis años en el cargo. Esta situación acarreaba una riesgosa pérdida de la autonomía de los jueces, dada la injerencia implícita o explícita que se adjudicó el Ejecutivo al momento de la postulación de los nuevos ministros.

Respecto de la maquinaria partidaria, Cárdenas nombró como Presidente del PNR a Portes Gil, el hombre ideal en el momento ideal, para que se hiciera cargo de sustituir a todos los candidatos de filiación callista por otros que no tuvieran relación con don Plutarco. La maniobra para liquidar al callismo no se detuvo en depurar las nuevas candidaturas a los cargos públicos, sino que utilizó con suma frecuencia ese recurso extremo del Ejecutivo consistente en declarar desaparecidos los poderes estatales. Así, y mientras existieron reminiscencias del jefe máximo, en 14 estados de la Federación se anularon elecciones, se concedieron licencias forzosas y se decretó la desaparición de poderes.

En forma paralela, el mandatario procuró la buena relación diplomática con Estados Unidos, estableció una eficaz alianza política con los generales Almazán y Cedillo, y se aseguró del apoyo de los trabajadores organizados.

Para deshacer el grupo favorable a Calles en el Poder Legislativo, se presentó la oportunidad el 11 de septiembre de 1935 cuando, por motivos no esclarecidos, se desató una riña en el interior del recinto del Congreso, que dejó un saldo de dos diputados cardenistas muertos. El incidente provocó el desafuero de 17 diputa-dos pertenecientes al bloque conservador. Más tarde, con motivo de la convulsión política surgida a raíz del regreso a México de Calles, cinco senadores callistas también serían desaforados bajo acusación de “incitación a la rebeldía y maniobras sediciosas”.

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El segundo enfrentamiento, y el definitivo entre las dos personalidades inició el 13 de diciembre de 1931, con el retorno de don Plutarco Elías Calles a México. El recibimiento, del que participaron Joaquín Amaro, Miguel Medinaveytia, Riva Palacio, Pérez Treviño, Luis León y Melchor Ortega, se completó con una cara-vana que lo acompañó a su residencia, formada por autos y camiones repletos de incondicionales.

Al momento del arribo, Cárdenas ya estaba prevenido por sus informantes acerca de las labores subversivas del general José María Tapia y de las intrigas sediciosas de Melchor Ortega, quienes actuaban bajo las órdenes de don Plutarco, así que procedió con prontitud y eficacia para liquidar los bastiones del callismo y salvar la potestad del Presidente. Su decisión ratificó sus dotes de político. El 14 de diciembre, acusados de agitación y rebeldía, fueron desaforados cinco prominentes senadores callistas. Al día siguiente, bajo el mismo cargo, aconteció el cese fulminante de Joaquín Amaro como director de Educación Militar y de Manuel Medinaveytia como jefe de la Primera Zona Militar. El 16 del mismo mes, el Senado de la República aprobó la iniciativa presidencial para desconocer los poderes en los estados de Sonora, Sinaloa, Guanajuato y Durango, reemplazando a los gobernadores respectivos por gente sin vínculos callistas y allegada a la nueva clase política. El 22 de diciembre, en contun-dente respuesta a las declaraciones ofrecidas el 18 a la prensa estadounidense por don Plutarco, se verificó una manifestación de 30 mil obreros frente a Palacio Nacional, cuyo propósito era brindar a Cárdenas el respaldo político de los trabajadores, agru-pados en el Comité de Defensa Proletaria, quienes aprovecharon el magno desfile para exigir la expulsión del país de Calles y Morones.

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Esta respuesta, que incluyó la amenaza de abrir una investigación en torno de la riqueza personal de Calles y su participación intelectual en la muerte de Álva-ro Obregón, significó la herida de muerte del callismo. De manera intempestiva, legisladores, gobernadores, presidentes municipales, jueces y el aparato policiaco-militar, es decir, la base misma del Estado, sufrió una transmutación radical. El poder, desde entonces, ya no residiría en la figura de un jefe o caudillo, sino en aquél que ocupara la silla presidencial.

A principios de abril de 1936, los servicios de Inteligencia informaron a Cár-denas acerca de las recientes maniobras de los callistas para reagruparse y salir de nuevo a la arena política. El día 5, en un acto de provocación terrorista, ocurrió un atentado a un tren de pasajeros que se dirigía a Veracruz; ante el desafío, el Presidente decidió terminar con cualquier posibilidad de reavivar la fuerza callista, y dispuso la expulsión de Calles del territorio nacional. Haciendo uso de la pru-dencia, envió a Francisco J. Múgica como emisario.

En la madrugada del 10 de abril el general Calles, Luis N. Morones, Melchor Ortega y Luis León fueron conducidos desde sus domicilios hasta el aeropuerto internacional; ese día, México despertó a una época política distinta al maximato: el presidencialismo.

En medio del exilio, Calles lanzaba fuertes críticas al “comunismo” que se apo-deraba de México, mientras el Presidente, como una muestra de su generosidad, a través de un decreto otorgó una amnistía a todos los políticos que permanecían en el exilio. Esta medida permitió el regreso de personajes como José Vasconcelos, José María Maytorena, Adolfo de la Huerta, J. Prieto Laurens, Pablo González, Enrique Estrada, Gilberto Valenzuela, Porfirio Díaz hijo, Francisco Manzo, Zu-baran Campany, Gonzalo Escobar y otros.

La expulsión del Jefe Máximo brindó a Cárdenas el control completo del siste-ma y con la transformación del PNR, que incluyó el cambio de nombre, sustituyó a los grupos que lo conformaban por sectores y estableció un modelo de partido más acorde al modelo de partido de masas predominante en Europa esa segunda mitad de los años treinta. Con este elemento, Cárdenas culminó el diseño del sis-tema político mexicano: corporativismo, partido de masas, Familia revolucionaria y presidencialismo entendido como el goce de facultades meta constitucionales sólo durante su mandato.

A partir de estos sucesos, el estadista acelera los procesos de expropiaciones y estatizaciones, (la petrolera y el reparto agrario son los más conocidos), gene-rando y fortaleciendo alianzas con ciertos grupos obreros y campesinos gracias a la reforma propuesta por el propio Presidente y aprobada el 14 de diciembre de 1934, misma que origina en 1935 una nueva Ley Orgánica del Poder Judicial de la Federación, que crea la Cuarta Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, encargada de los asuntos laborales y termina con la inamovilidad de los Ministros de la Corte, así como al establecimiento del Departamento Agrario.

Al apoyar a Lombardo Toledano y a la Confederación de Trabajadores de México (CTM) para que los obreros plantearan sus reivindicaciones sindicales ante las empresas, en buena medida extranjeras, se consolidó la alianza de los tra-bajadores con el gobierno; de igual manera, al retirarle el poder a Luis N. Morones

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sobre los sindicatos y apoyar a Fidel Velázquez, comienza el proceso definitivo de cooptación obrera. Empieza también la concentración de los campesinos en la Confederación Nacional Campesina (CNC). Ambos sectores adoptaron los mo-delos de partidos corporativos y populistas.

El modelo corporativo que se desarrolló en México durante la gestión del pre-sidente Cárdenas cumplió con su objetivo de canalizar intereses sociales hacia el Estado, favoreciendo la creación limitada de organizaciones bajo el criterio de las funciones que desempeñan en el proceso productivo; dotadas de total reconoci-miento por parte del Estado hacia la representación de los intereses de sus agre-miados, mismos que normalmente son reclutados de forma obligatoria5.

Por otra parte, consiguió resolver el problema de la representación política, ya que los sectores obrero y campesino tomaban parte tanto de las dirigencias del partido, como de los puestos de elección popular, al tiempo que desarrollaban una directa relación de intercambio con el poder Ejecutivo; además de brindar al partido oficial nuevos cuadros, asistentes a los actos masivos y un electorado duro.

Estas organizaciones, insertas en un partido controlado por el Ejecutivo, al lado de un poder Legislativo débil, alimentan en todo momento la figura de un presidente fuerte, capaz de tomar decisiones que encuentran en el PRM, en los Congresos y en los Ejecutivos estatales todo el respaldo6.

Estos elementos responden a la situación doméstica e internacional de Méxi-co en la década de los años treinta, y ante el irrefutable atraso económico y social, Cárdenas optó por fortalecer el poder político a fin de precipitar el desarrollo nacional, motivando la movilización de sectores sociales específicos, con la con-sabida respuesta de aquellos que vieron en la política cardenista la pérdida de beneficios o la amenaza de su situación.

Callistas, Católicos y Nazis Durante el auge del nazismo en Alemania, será la utilidad del petróleo lo que

genera el espionaje y la participación de Adolfo Hitler en la política mexicana (Ce-dillo, 2007; González Navarro, 1994 y Márquez, 2010). Después de la expropiación petrolera el gobierno cardenista enfrentó fuertes problemas dentro y fuera del país. En el ámbito de las Relaciones Internacionales, el aspecto más importante fue un bloqueo económico de EU a México –semejante al que tiene ahora Cuba– que duró alrededor de siete meses y un plan de invasión ideado por el propio Roo-sevelt. En razón de lo anterior, Cárdenas decide vender petróleo a Japón, Italia y Alemania, aunque cuestiona algunas de las acciones bélicas del Eje: por ejemplo la invasión italiana a Etiopía y la de Alemania a Austria. Lo que puede explicar también que México le vendiera petróleo y sus derivados a los nazis aunque recibía a algunos de los extranjeros amenazados por el genocidio en Europa.

Según el ministro alemán en México, Von Rudt, Cárdenas no era co-munista, en todo caso sus medidas no hubieran sido necesarias si la indus-tria no hubiera obtenido tan altas ganancias. En 1938 México vendió su petróleo a Alemania, Italia y Japón para vencer el boicot de americanos e ingleses, entre 1938 y 1942 Alemania absorbió 48% de las exportaciones e

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Italia el 17%, por tanto, México debería agradecer a Alemania que lo hubie-ra salvado de una catástrofe, pero lo hizo porque así convenía a sus intereses. (González Navarro 1994:153)

Estas condiciones incrementaban la problemática del Cardenismo, que tenía una capacidad de gobernar limitada porque la mayor parte de los diputados, se-nadores, gobernadores y jefes militares eran callistas y, en pro de su líder siempre buscaron acarrearle problemas al General Michoacano. Los callistas fueron una élite conflictiva, difícil de someter al cardenismo que, sólo después de la primera mitad de su sexenio, comenzó a combatir. Plutarco Elías Calles siempre se había mantenido bajo la sombra del caudillo Obregón, lo que no le impidió tener alle-gados fieles y seguidores políticos, su facción está organizada pero se consolidará hasta 1929. Calles era el tutor de la Revolución Mexicana y no estaba dispuesto a abandonar esa posición frente a Cárdenas. El Presidente de la República siempre debió proceder con mucha cautela para excluir a los callistas poco a poco, pues estos no perdían ninguna oportunidad para complicar la situación. Quizá entonces se inauguró la práctica priista de considerar la diplomacia mexicana como un buen cementerio político7.La importancia que tenía el callismo en el Servicio Exterior Mexicano era considerable; así, cuando nazismo y callismo coincidieron, la situa-ción del cardenismo se complicó en todas partes.

En el contexto nacional, el cardenismo provocaría la alianza de grupos anta-gónicos que consideran al comunismo una amenaza más grande que el nazismo. Particularmente extraña es la coincidencia del General Plutarco Elías Calles y el marco estratégico de la Iglesia Católica del país –el catolicismo social que comen-zaron a practicar durante la Reforma Liberal se tornó en un catolicismo militante y reservado–. El radicalismo doctrinario de la Derecha Religiosa –integralista y filonazista– representado por algunas organizaciones secretas católicas que venían de la Guerra Cristera conviene con el interés de los callistas para detener el co-munismo mexicano y el cambio social (Solís, 2010; Cedillo, 2007). El sinarquismo será la matriz mexicana de nuevas organizaciones secretas y/o reservadas que per-tenecen a un proyecto global anticomunista8

(...) frente al desafío mundial organizado desde Moscú por el Komin-tern, el Papa Pío XI promovió una versión actualizada del “Plan Inter-marium” que la diplomacia polaca de los años veinte había diseñado para construir una federación de las naciones de Centroeuropa que irían desde el mar Báltico hasta el mar Negro (de ahí su nombre de inter marium) para edificar una fuerza capaz de resistir a la Alemania nazi por el oeste y a la Unión Soviética por el este. El plan de los polacos fracasó ante la oposición no sólo de Hitler y Stalin, sino también de los gobiernos inglés y francés, pero la idea fue retomada por el Papa para formar una red de jóvenes ca-tólicos que pudieran resistir a los planes marxistas y propagar la fe en la Europa del Este (…) Terminada la Segunda Guerra Mundial e iniciada la Guerra Fría, S.S. Pío XII retomó el proyecto ínter marium; proyecto que ahora incluía a la América Latina mediante la creación de “organizaciones

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reservadas” destinadas a formar líderes católicos capaces de defender su fe y dar la batalla doctrinaria en las universidades, consideradas como el punto neurálgico y el espacio vital para la promoción y defensa de la cultura cris-tiana. La formación de estas organizaciones fue encargada a los jesuitas y puestas bajo la advocación de Cristo Rey. (Louvier, Diaz Cid y Arrubarrena, 2013: 38-39)

El Integrismo y el Filonazismo católico en México justificaron la violencia nazi como puede evidenciarse con el apoyo al Papa Alemán Pío XII y el seguimiento a personajes como Franz Vonn Papen y Hellmuth Oskar Schreiter (Moctezuma, 2006). Asimismo, ésta orientación religiosa apoyó el activismo del General Calles que patrocinaba a varios grupos de ultraderecha y anticomunistas. En el caso de los Camisas Doradas pesaban más las directrices del callismo que sus valores si-narquistas o católicos (Martínez Assad, 2000). En esta situación puede colocarse a Vasconcelos9, al PARM y al Partido Anticomunista Mexicano así como la Acción Revolucionaria Mexicanista y diferentes personajes de la clase política con antece-dentes obregonistas y callistas. Atrás de personajes como Cedillo, José Vasconcelos, Manuel Gómez Morín, Ramón Beteta, Garrido Canabal y, quizá, hasta de la fun-dación del PAN, está el Jefe Máximo.

El General Plutarco Elías Calles10 buscó por todos lados –junto con per-sonajes como Morones y Amaro– apostar a medios, personajes, militares, em-presarios, eclesiásticos y diplomáticos para quitar a Cárdenas, esto le permitiría controlar nuevamente al país, en el intento se vinculó con la inteligencia nazi y blandió peculiarmente el antisemitismo (Cedillo, 2007). También se ligó con el

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franquismo y trató de gestionar un golpe de Estado a través de Juan Andrew Almazán, patrocinado por la España Franquista, Estados Unidos e Inglaterra (Meyer, 2009). Este “otro Calles” que vincula a la Derecha Religiosa y la De-recha Secular, y que se empalma con la Derecha Radical (Campbell, 1976), se configuró a través del despecho y la frustración por la traición cardenista (Elías Calles, 2012 y Solares, 2011).

Este trabuco conformado por callistas, católicos y nazis inhibía varias políticas cardenistas. En 1939, por ejemplo, la embarcación Flandre que procedía de Europa con refugiados judíos y que no fue aceptada en Estados Unidos y varios países de América Latina, tampoco fue acogida en México debiendo regresar a Europa al trágico destino. El argumento de Cárdenas es que era una “Inmigración Indesea-ble”; no obstante, el rechazo debe complementarse con un análisis del contexto donde “varios funcionarios del gobierno eran antisemitas”, es decir, “callistas”. Si bien es cierto que las Conferencias Internacionales de Evian exigían un trato sin-gular a la población judía, es el miedo al callismo y al catolicismo lo que provoca en el Cardenismo la poca aceptación de esta inmigración judía.

Frente a la situación complicada de México: un Cardenismo que tenía agujeros por todos lados y que le vendía petróleo a los nazis; Roosevelt levanta el bloqueo económico a México y la política exterior cambia. Eso también determina la sucesión presidencial. Calles disminuye su protagonismo cuando Ávila Camacho llega al po-der. La presidencia de Manuel Ávila Camacho y de Miguel Alemán Valdes, implica-ría el arribo de obregonistas y callistas, quienes –de alguna manera– se vincularon a la germanofilia y al nazismo, en un sentido económico, social, cultural y político, Alemán tenía una amante nazi y votó en contra de la declaración de guerra contra Alemania después de los buques petroleros mexicanos. Sobra decir que la Derecha Mexicana cogobernaría satisfactoriamente con estas facciones de la Familia Revolucionaria.

El periódico mexicano “La Jornada” ha publicado en los pasados meses infor-mación periodística y evidencia histórica que muestra la convergencia de múltiples derechas: integralista, religiosa, secular, liberal y social, en la fundación del PAN mediante la difusión de revistas y periódicos como: la Reacción, Timón, Continen-tal y Omega. La retórica antisemita, anticomunista y nazi, característica de los gru-pos integralistas, se manifiesta abiertamente. Las pruebas permiten entender que, si bien es cierto que las múltiples derechas fundaron Acción Nacional, el disfraz humanista ocultó la verdad hispanófilia, germanista, católica y nazi de la corriente que predominó. La misma que coincidió con Plutarco Elías Calles mediante José Vasconcelos, José María de Heredia y los principales grupos de Empresarios y Banqueros de la época. Cuando la sucesión del presidente Lázaro Cárdenas fa-voreció a Manuel Ávila Camacho, estos grupos se integraron al Partido Oficial y dejaron al PAN como un espacio que permitía legitimar al régimen (Loeza, 1999).

ConclusiónLa modernización política conlleva la toma de decisiones que son vitales para

un país. Las aspiraciones de occidentalización pueden terminar siendo compartidas entre las elites gobernantes y otros grupos de poder –económico, cultural- y el resto de la sociedad, o bien pueden abrir verdaderos abismos entre ellos11.

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21Para encausar las consecuencias, el presidente Cárdenas ya contaba con las

grandes corporaciones sectoriales, con un partido que servía como instrumento de mediación entre ambos y a la vez como respaldo a sus decisiones y poco a poco fue ganando legitimidad entre otros sectores, sin embargo, los procesos de cambio involucran el ataque a valores que no siempre la sociedad está dispuesta a modificar o a perder.

Al transformar al partido oficial en una organización de masas, aparecieron nuevos actores y relaciones que alimentaron el poder político del Presidente de la República. Sin embargo, este poder tenía límites, que se manifestaron en varios aspectos.

A raíz de la expropiación petrolera la Revolución pudo concretar sus viejos enunciados nacionalistas y adquirir prestigio entre algunos sectores sociales rea-cios, sin embargo, la crisis económica que la acompañó dio oportunidad a los “vete-ranos de la Revolución”, desplazados tras el golpe contra Calles, para cuestionar las decisiones del presidente. Ante esta situación, Cárdenas tuvo que moderar el ritmo de las huelgas y del reparto agrario, con lo que su programa se detuvo.

Por otra parte, la candidatura del general Juan A. Almazán dejaba al descu-bierto la existencia de desacuerdos en la cúpula y el descontento popular ante las políticas de la presidencia. Esto no obstó para que el Presidente combatiera de forma exitosa al almazanismo, sofocara el levantamiento cedillista e impusiera a su sucesor, pero bajo condiciones peculiares. México había cambiado gracias a él, y ya no era el de 1935.

La oposición al régimen del presidente Cárdenas no es monolítica, sino que tiene varias manifestaciones y, desde luego, obedece a cuestiones diferentes. De esta suerte, las críticas que se le esgrimieron deben observarse desde los objetivos del

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presidente, desde los objetivos de aquellos sectores tutelados desde el Ejecutivo y el PRM y a partir de aquellos que tenían otras expectativas. En este sentido, como apunta Verónica Flores, quizás mientras algunos pensaban en la democracia ideal, otros sólo perseguían la justicia social; es posible que eso haya hecho la diferencia12.

Bajo esta dimensión cobran sentido las críticas13 acerca del ejido colectivo, la educación socialista, la forma de movilización de los sectores agrario y obrero, la connivencia entre las corporaciones y el partido oficial como instituciones a las que correspondían propiedad privada, educación plural, participación cívica, indi-vidual y existencia de partidos autónomos que, no obstante ser deseables, podían significar una traba al proyecto modernizador y de justicia social tan necesario en el momento.

Bajo la interpretación de que el régimen cardenista no buscaba la democracia sino la justicia social, parecieran quedar justificados los medios para alcanzarla, pero si bien los sectores tutelados por el presidente resultaban beneficiados, tam-bién es cierto que había otro sector de la población que vieron mermadas sus oportunidades o sintieron violentados sus derechos.

Entre estos grupos pueden ubicarse, además de los simpatizantes del general Calles, los capitalistas, el integralismo católico y una parte considerable de la población católica, parte de la comunidad universitaria, y los terratenientes14.

Si bien la reforma al artículo 3º. Constitucional fue promulgada antes de que Cárdenas tomara posesión como presidente y fue impulsada desde la persecución de facto de Calles contra la iglesia católica, Cárdenas, ya como presidente tuvo que lidiar con las consecuencias de tal modificación.

Ante el cierre de planteles privados (la mayoría de orientación católica), la im-plantación de la educación primaria estatal, gratuita y obligatoria se constituyó en un ariete de la modernización mexicana. Gracias a esta determinación los peque-ños de toda la República recibirían exactamente los mismos conocimientos, bajo estrategias pedagógicas y libros de texto apropiados para los residentes en zonas rurales y urbanas, abatiendo con ello la iniquidad y desorientación que propiciaban las escuelas privadas.

Sin embargo, la experiencia se tornó complicada debido a la intolerancia de algunas regiones ante la presencia de los profesores, algunos de los cuales perdieron la vida o fueron víctima de mutilaciones, ante lo cual el presidente moderó esta estrategia.

Íntimamente vinculada a las acciones en contra de la educación socialista, Ja-vier Garciadiego destaca la cuestión religiosa, que durante el periodo toma forma, principalmente, en la Segunda cristiada y en la Unión Nacional Sinarquista, movi-mientos secundados por diferentes asociaciones católicas. Una vez más, el intento de la Iglesia católica por frenar el rumbo de la modernización, quedaba cancelado desde la Constitución Política, que no prohibía la libertad de cultos, con lo que la religión se reconocía como una cualidad personal, pero propia de la vida doméstica.

Finalmente, Garciadiego señala las desavenencias entre la política económica cardenista y el sector empresarial. En este aspecto, el Estado adoptó la tendencia de aquellos países que intentan una modernización económica desde condiciones pre industriales, tratando de fincar una economía dirigida apoyada relaciones obrero

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patronales mediadas por él, que favorecían directamente al sector trabajador.Las confrontaciones se desarrollaron en dos episodios: el primero en febrero

de 1936, cuando la Confederación Patronal de la República Mexicana protestó acremente contra las prácticas socialistas del gobierno, lo que dio pie a la promul-gación, seis meses después, de la Ley de Cámaras que, entre otros puntos, destacaba la obligatoriedad de afiliar a las empresas a una cámara única.

El otro capítulo gira en torno a la Ley de Expropiación, promulgada en no-viembre de 1936, con la que el gobierno podía expropiar cualquier tipo de propie-dad, siempre que esto obedeciera a una causa de utilidad pública, indemnizando al propietario con el valor fiscal de la propiedad, en un plazo de diez años; esta medida “socializante” de ninguna manera fue bien recibida por los empresarios, que la consideraron una violación a sus garantías, pero permitiría la redistribución de la renta bajo el bienestar del colectivo por encima de los intereses particulares.

Sin duda, existen varios elementos que definen cada una de las experiencias modernizadoras, y cada una es peculiar. Cárdenas constituye el único intento mo-dernizador serio, y sus logros son evidentes; el déficit democrático que acusa la oposición se centra en las estrategias carentes de prácticas democráticas. Quizás es pertinente recordar el lapso que separa al cardenismo del contexto actual; la con-ceptualización de fenómenos tales como la cultura política, el neocorporativismo, la occidentalización; la reconceptualización de nociones como movimiento traba-jador, partido político, revolución; o simplemente la transformación de los actores inclina a favorecer su política modernizadora corporativista. Muchas críticas a esta gestión se han esgrimido desde el México “moderno”. Sin embargo, las más acérri-mas y que también rindieron frutos son sus contemporáneas.

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Referencias

1 Facciones lideradas por Cárdenas, Garrido Canabal, Cedillo, Francisco J. Mújica.2 Ravines, Eudocio. Op. Cit., p. 88.3 La derecha radical mexicana asignaron este epíteto al Presidente Cárdenas, como

estrategia de su discurso político.4 Aguilar, Héctor y Meyer, Lorenzo, A la sombra de la revolución mexicana, México, Cal

y Arena, 1989, pp.156-162.5 Regini, Marino: “Neocorporativismo”, en Bobbio, et. al., Diccionario de Política Tomo

II, México, Siglo Veintiuno Editores, 1997, pp.1042-1044.6 “En la tipología de los sistemas políticos se suele llamar autoritarios a los regímenes

que privilegian el aspecto del mando y menosprecian de un modo más o menos radical el del consenso, concentrando el poder político en un hombre o en un solo órgano y restando valor a las instituciones representativas.”

Respecto de los sistemas políticos contemporáneos, Juan Linz, distingue los autoritaris-mos como ‘sistemas políticos con un pluralismo político limitado y no responsable; sin una ideología elaborada y propulsiva (...); sin una movilización política intensa o vasta (...) y en los que un jefe (...) ejerce el poder dentro de límites que formalmente están mal definidos, pero que de hecho son fácilmente previsibles’. Stoppino, Mario: “Autoritarismo”, en Bobbio, et. al., Ibidem., Tomo I, pp. 125-136.

7 No sólo en materia económica se manifestó el conflicto entre Cárdenas y Calles (…En…) 1935 (…el presidente Cárdenas removió funcionarios, militares, diputados, senado-res, gobernadores y alcaldes…) Entre aquellos funcionarios que renunciaron sin ser ratifica-dos en el cargo ni nombrados de nueva cuenta en otra posición del gabinete, destaca Narciso Bassols García, quien fue designado representante de México ante la Sociedad de Naciones y posteriormente embajador en Francia, desde ahí contribuyó al exilio español. ¿Era un em-bajador con misiones especiales del presidente Cárdenas? ¿O era acaso un enemigo alejado del país con suavidad por el mandatario?

En otros casos Cárdenas fue más precavido. A Marte R. Gómez lo exilió desde el prin-cipio. Le dio el nombramiento de embajador en Francia, Austria y la Sociedad de Naciones desde el 1º de enero de 1935.

Primo Villa Michel, destacado callista, quien en 1937 fue nombrado embajador de México en Londres, desde donde tuvo un papel activo ayudando a materializar el exilio español, no era un experimentado diplomático. Así lo demuestra su actuación ante la So-ciedad de Naciones, cuando acudió a Bruselas para manifestar la postura de México ante la invasión japonesa a China. En realidad suplía a Isidro Fabela, quien no se pudo presentar por problemas personales. Fabela, sabedor de la falta de experiencia del embajador, preparó las notas que Villa Michel simplemente leyó en la conferencia. De nueva cuenta, el nom-bramiento parece más un acto de alejamiento político que un elemento de estrategia de la política exterior de Cárdenas. En pleno conflicto petrolero, ¿era conveniente conservar en Petromex a un representante del maximato? Plutarco Elías Calles se había entendido muy bien con los petroleros en el pasado, ¿no podía nuevamente entenderse con ellos y contribuir a desplazar a Cárdenas?

Está también el caso de Manuel Pérez Treviño, quien compitió por la candidatura pre-sidencial contra Lázaro Cárdenas. Una vez llegado al poder, el general Cárdenas lo envió como embajador ante España y Portugal a pesar de no contar con antecedentes en la carrera diplomática. Posteriormente, en 1937, fue nombrado el general Adalberto Tejeda, quien, un año antes ya había fungido como embajador ante Francia. Fue ministro hasta el 1º de enero cuando México rompió relaciones diplomáticas con España.

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Destacan también los exilios de Eduardo Vasconcelos, Leónides Andrew, Francisco Javier Aguilar González y por supuesto, la decisión de Cárdenas de ratificar al caudillo Gonzalo N. Santos como embajador en Bélgica.

Pero estos hombres no estaban solos. Junto a los políticos exiliados estaban también los grandes diplomáticos (…) Isidro Fabela (…) Luis I. Rodríguez y Gilberto Bosques. (Márquez, 2010: 431-433)

8 El intemarium es un proyecto de civilización polaca que buscaba contener tanto a los alemanes como a los rusos extendiendo un bloque desde Moldavia hasta Suecia. En la segunda guerra mundial se volvió una obsesión de los geopolíticos alemanes Haushoffer y Ratzel; pero, lo más importante, es que la Iglesia Católica lo retoma para combatir el comunismo. Algunos personajes polacos como Stefan Wyszynski, Vlodimir Ledochoswski y Walter Ciszec coadyuvan a Pío XI y XII para extender la forma polaca de combatir a sus enemigos: las sociedades secretas y estructuradas de tal manera que se infiltran a todos niveles para proteger los intereses del vaticano. Este es el antecedente en México de las sociedades secretas como Tecos, Yunque, Muro, Cara, etc., Juan Pablo II es la culminación de un proyecto geopolítico con más de cincuenta años operando. El problema es, ahora que ya no hay URSS, saber qué hacen todas esas organizaciones reservadas porque han seguido operando desde los noventas, a veces contrapuestas y otras unidas. Un texto (Las llaves de esta sangre, Malachi Martin) lo mencionaba como una estrategia compartida aún por Nor-teamérica. A últimas fechas tanto el Yunque como los Tecos han dejado conocer más de sus fundamentos ideológicos y estratégicos, con la extinción de algunos de sus integrantes se extiende la información y se puede conocer más acerca de la naturaleza del sistema político mexicano y su posición geopolítica.

9 Desde 1936 se había dado una reconciliación entre José Vasconcelos y Plutarco Elías Calles por un encuentro en California, Estados Unidos. Vasconcelos asumió el patrocinio económico y político de Calles para enfrentar al Gral. Lázaro Cárdenas y al comunismo que, desde su perspectiva, amenazaba a México. Esta alianza política será significativa para entender la forma en que las Derechas se unifican contra el Cardenismo.

10 En la obra “Ventana al Mundo Invisible” de Gutierre Tibón (1973) publicada por Editorial Posada, se desarrolla un trabajo de investigación participante acerca del espiritis-mo y los fenómenos parasicológicos en México. Más que las crónicas y evidencias de este campo de conocimiento; lo importante, es conocer los personajes que rodearon a Plutarco Elías Calles en esta inclinación metafísica y que, probablemente, formaban parte de su círculo político interno.

11 Vid. capítulo I.12 Vázquez Mantecón, Verónica: “La polémica en torno a la democracia durante el

cardenismo”, en revista Política y cultura, no. 11, invierno, México, Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, 1999, pp. 61-87. Consultado el 12 de enero de 2008 en http//redalyc.uaemex.mx

13 Sobre las críticas al cardenismo afirma Manuel Díaz Cid: “(…) el gobierno de Lázaro Cárdenas reprobaba por una parte los intentos rusos de intervenir en el proceso revolucionario de nuestro país, pero al mismo tiempo, los nombramientos de conocidos activistas ideológicos y jacobinos como Narciso Bassols, Tomas Garrido Canabal, Juan de Dios Bojorquez, Francisco Múgica e Ignacio García Téllez en puestos importantes del ga-binete, entregándoles el área de educación fue una señal inequívoca del rumbo que tomaba México.” (Campos y Velázquez, 2013: XXI)

14 Garciadiego, Javier: “La oposición conservadora, ...”, pp.9-35.