La Insurrección Tupamarista_ Historias e Historiografías - 20_10 Historia

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/* LIGHTBOX */ LÍMITES DE LA MODERNIDAD La Insurrección Tupamarista: Historias e Historiografías Sergio Serulnikov Universidad de San Andrés Se analizan las interpretaciones históricas del levantamiento de los pueblos andinos que ocurrió a finales del siglo xviii. El autor desentraña los fines políticos que configuraron las distintas narrativas históricas del movimiento, desde los primeros años de la república peruana y la boliviana hasta el siglo XX. Empecemos por recordar algunos hechos. No hay posiblemente ningún evento que haya conmovido los cimientos del orden colonial en Hispanoamérica como el masivo levantamiento de los pueblos andinos del Perú a comienzos de la década de 1780. En el curso de más de dos años se organizaron verdaderos ejércitos insurgentes desde el Cuzco hasta el norte de los futuros territorios de Chile y Argentina. Algunas de las ciudades más antiguas y populosas de la región — Cuzco, Arequipa, La Paz, Chuquisaca, Oruro, Puno— fueron sitiadas, asediadas u ocupadas. Vastas áreas rurales en Charcas, el altiplano paceño y la sierra sur peruana quedaron bajo completo control de las fuerzas rebeldes. Y estas fuerzas contaron en ocasiones con el apoyo explícito, o la expectante mirada, de significativos sectores criollos y mestizos que habitaban los pueblos y centros urbanos. En esta coronación, la Virgen María es representada como el Cerro de Potosí, haciendo referencia a la extraordinaria riqueza que aporta al mundo, y que las autoridades religiosas y civiles agradecen. Por otro lado, su representación como montaña hace alusión a Pachamama; en el mismo sentido, la presencia del Sol y de la Luna refiere a las divinidades andinas. Es, por lo tanto, señal del sincretismo entre las culturas española e inca. Anónimo, Virgen del Cerro, siglo XVIII. Óleo sobre tela, 175 x 135 cm (con marco), 140 x 107 cm (sin marco). Casa Nacional de Moneda, Potosí, Bolivia. La región afectada representaba el corazón del Imperio español en Sudamérica. Era un gran espacio económico atravesado por la ruta que unía a las capitales de los virreinatos del Perú y el Río de la Plata, Lima y Buenos Aires, y que estaba articulado alrededor de Potosí, uno de los mayores productores mundiales de plata, el principal bien de exportación americano y el motor del desarrollo regional. Comprendía, asimismo, otras ciudades mineras como Puno y Oruro; áreas productoras de granos, azúcar, coca, vino y aguardiente como Cochabamba, Arequipa, Ollantaytambo, las Yungas y Abancay; centros ganaderos como INICIO COLABORADORES TIENDA EN LINEA CONTACTO 114 Me gusta La primera sección de este texto es una versión ampliada y corregida de la introducción al libro Revolución en los Andes. La era de Túpac Amaru (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2010). COLECCIONES

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Serulnikov

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    LMITES DE LA MODERNIDAD

    La Insurreccin Tupamarista:Historias e Historiografas

    SergioSerulnikovUniversidaddeSanAndrs

    Seanalizanlasinterpretacioneshistricasdellevantamientodelospueblosandinosqueocurriafinalesdelsigloxviii.Elautordesentraalosfines

    polticosqueconfiguraronlasdistintasnarrativashistricasdelmovimiento,desdelosprimerosaosdelarepblicaperuanay

    labolivianahastaelsigloXX.

    Empecemos por recordar algunos hechos. No hay posiblemente ningn eventoque haya conmovido los cimientos del orden colonial en Hispanoamrica como elmasivo levantamiento de los pueblos andinos del Per a comienzos de la dcadade 1780. En el curso de ms de dos aos se organizaron verdaderos ejrcitosinsurgentes desde el Cuzco hasta el norte de los futuros territorios de Chile yArgentina. Algunas de las ciudades ms antiguas y populosas de la regin Cuzco, Arequipa, La Paz, Chuquisaca, Oruro, Puno fueron sitiadas, asediadas uocupadas. Vastas reas rurales en Charcas, el altiplano paceo y la sierra surperuana quedaron bajo completo control de las fuerzas rebeldes. Y estas fuerzascontaron en ocasiones con el apoyo explcito, o la expectante mirada, designificativos sectores criollos y mestizos que habitaban los pueblos y centrosurbanos.

    En esta coronacin, la Virgen Mara esrepresentada como el Cerro de Potos,haciendo referencia a la extraordinariariqueza que aporta al mundo, y que lasautoridades religiosas y civiles agradecen.Por otro lado, su representacin comomontaa hace alusin a Pachamama en elmismo sentido, la presencia del Sol y de laLuna refiere a las divinidades andinas. Es,por lo tanto, seal del sincretismo entrelas culturas espaola e inca. Annimo,Virgen del Cerro, siglo XVIII. leo sobretela, 175 x 135 cm (con marco), 140 x 107cm (sin marco). Casa Nacional deMoneda, Potos, Bolivia.

    La regin afectada representaba el corazn del Imperio espaol en Sudamrica.Era un gran espacio econmico atravesado por la ruta que una a las capitales delos virreinatos del Per y el Ro de la Plata, Lima y Buenos Aires, y que estabaarticulado alrededor de Potos, uno de los mayores productores mundiales deplata, el principal bien de exportacin americano y el motor del desarrolloregional. Comprenda, asimismo, otras ciudades mineras como Puno y Oruroreas productoras de granos, azcar, coca, vino y aguardiente como Cochabamba,Arequipa, Ollantaytambo, las Yungas y Abancay centros ganaderos como

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    114Megusta

    La primera seccin de este texto es unaversin ampliada y corregida de laintroduccin al libro Revolucin en los Andes.La era de Tpac Amaru (Buenos Aires:Editorial Sudamericana, 2010).

    COLECCIONES

  • Azngaro y zonas de concentracin de obrajes textiles como las provinciasaledaas al Cuzco.

    Eran territorios habitados mayoritariamente por poblaciones de habla aymara yquechua, los descendientes de las grandes entidades polticas precolombinas: lasConfederaciones Charka- Karakara en Charcas, los Reinos Aymaras en la regindel lago Titicaca y, por supuesto, el Incanato, un Imperio que de su ncleooriginario en el Cuzco haba llegado a dominar para la poca de la Conquistaespaola toda el rea andina. Si bien muchos indgenas eran trabajadores minerosy urbanos o arrendatarios de haciendas, la mayora estaba integrada acomunidades que posean la tierra colectivamente y tenan sus propias estructurasde Gobierno: los famosos caciques y otras autoridades tnicas menores. De estascomunidades, la Corona extraa su fuente ms estable de recursos fiscales, eltributo, y la minera extraa su fuente ms estable de trabajo forzado, la mita,antigua institucin colonial que obligaba a cada pueblo andino ubicado entre elCuzco y el sur del Alto Per a despachar cada ao al Cerro Rico de Potos y otroscentros mineros una sptima parte de su poblacin. Fueron estas comunidades lasque constituyeron el ncleo del alzamiento.

    La magnitud del acontecimiento desbord por completo a las milicias ydestacamentos locales. Regimientos del ejrcito regular debieron ser despachadosdesde las distantes capitales virreinales. Solamente contra las fuerzas de TpacAmaru en el Cuzco fueron movilizados ms de 17 000 soldados. Otro signo delos tiempos: la Corona no se haba visto compelida a movilizar sus armas desdelos remotos tiempos de la Conquista, cuando las huestes de los Pizarros y losAlmagros se despedazaron por el dominio de nuevos territorios y nuevaspoblaciones. Es difcil establecer el nmero total de muertos. Algunasestimaciones hablan de 100 000 indios y ms de 10 000 personas de origenhispnico (peninsulares, criollos y mestizos). Puede que las cifras sean algoexageradas. Pero en una sociedad que no llegaba al milln y medio de habitantesno hay duda de que el porcentaje de vctimas fue muy elevado.

    Como con todo movimiento revolucionario de envergadura, iban a surgir figurascarismticas cuyos nombres resonaran a lo largo y ancho del continente, y msall an. Dejaron tras de s mitos portentosos que han impregnado, y lo continanhaciendo hoy con asombrosa intensidad, la conciencia histrica y el imaginariopoltico de los pueblos de la regin: Jos Gabriel Condorcanqui, un cacique de laprovincia de Canas y Canchis, en la sierra sur peruana, que se llam a s mismoTpac Amaru II para indicar su parentesco con Tpac Amaru I, el ltimo incaajusticiado en 1572 en la ciudad de Cuzco por el virrey Francisco de ToledoToms Katari, un indio del comn del norte de Potos que se convertira en elemblema de la resistencia a los poderes coloniales en la zona de Charcas y JulinApaza, Tpac Katari, un pequeo mercader de una comunidad de la provincia deSicasica, que lider el sitio de La Paz y quiso simbolizar con su nombre lacontinuidad de los eventos que estaban ocurriendo al norte y al sur del altiplanopaceo.

    Bajo el liderazgo de Tpac Katari, los indgenas sitiaron la ciudad de La Paz porvarios meses. Florentino Olivares, El cerco de La Paz, 1781. leo sobre tela, 142 x186 cm. Museo Casa de Murillo, Bolivia. Patrimonio material de los MuseosMunicipales de la Ciudad de La Paz, dependientes de la Direccin de EspaciosCulturales Municipales de la Oficiala Mayor de Culturas del GobiernoAutnomo Municipal de La Paz.

  • Detrs de estos hombres y estos hechos se advierten los contornos de una idea.Una idea suficientemente difusa y maleable como para albergar expectativas decambio muy diversas y, en ocasiones, muy contradictorias entre s. Pero,finalmente, una idea cuyo mensaje esencial a nadie pudo escapar: restituir elGobierno a los antiguos dueos de esas tierras.

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    Pasemos ahora a la memoria de los hechos. Como sostiene la clebre mxima deErnest Renan: Malinterpretar su propia historia es parte de ser una nacin. Losdramticos eventos de 1780 constituyen un momento insoslayable en la historiade los pases andinos y, como tales, tuvieron muchas y variadas encarnaciones a lolargo del tiempo. En los aos formativos de las repblicas que emergieron de ladisolucin del Imperio espaol, tales eventos quedaron sumidos en el olvido oreducidos a un episodio aislado, si bien espectacular, del ocaso de la sociedadcolonial. Cmo conciliar las numerosas matanzas de hombres, mujeres y niosen el interior de las iglesias, o el devastador sitio de la ciudad de La Paz, con lamarcha hacia el progreso y la adopcin de modelos sociales europeos? Cmoconciliar la sujecin poltica de los indgenas a los nuevos gobernantes criolloscon las grandes aspiraciones monrquicas de Tpac Amaru y sus cientos de milesde seguidores? Por cierto, las nuevas elites peruanas y bolivianas no fueron ciegasa las herencias culturales de las poblaciones que gobernaban. La civilizacinincaica fue en ocasiones integrada en el rbol genealgico de la nacin.Importantes figuras como Andrs de Santa Cruz, el presidente de la fallidaConfederacin Peruano-Boliviana, o su pertinaz enemigo, el poderoso caudillocuzqueo Agustn Gamarra, hicieron los primeros esfuerzos en esta direccin. Sinembargo, el exaltar las virtudes de los andinos del pasado no fue un bice paracondenar el atraso de los andinos del presente (y as justificar los regmenes detrabajo forzado y la condicin de inferioridad jurdica que continuaba abatindosesobre ellos como en tiempo de los virreyes). Incas s, indios no es el lema quemejor parece capturar el espritu de la poca.1 La Revolucin tupamarista erademasiado revulsiva (y demasiado reciente) para ser domesticada, despojada desus inquietantes connotaciones anticoloniales, folklorizada y procesada en lamemoria colectiva de los nuevos Estados nacionales.

    Habra que esperar ms de un siglo para que 1780 pasara de ser una fecha en lahistoria de la barbarie a ser una fecha en la historia de la nacin. Para mediadosdel siglo XX, la conjuncin de cambios en los sistemas polticos, el desarrollo devigorosos movimientos populares y la cada vez ms influyente prdica deintelectuales indigenistas y marxistas de variada inspiracin contribuyeron a lagestacin de una nueva narrativa. Al calor del ascenso al poder de gobiernospopulistas y reformistas como el del Movimiento Nacionalista Revolucionario enBolivia y el del general Juan Velasco Alvarado en Per, se dieron los primerosensayos de reconocimiento de los quechuas y aymaras como ciudadanos de plenoderecho, se implementaron programas de reforma agraria, se establecieronalianzas del Estado con los sindicatos y organizaciones rurales y se reemplazaronlas doctrinas librecambistas por polticas de nacionalismo econmico. En estenuevo clima de ideas, Tpac Amaru encontr un nuevo lugar. El lder cuzqueoapareca ahora como la encarnacin de la resistencia de los americanos, todos losamericanos, a la opresin colonial. Su figura adquiri las dimensiones de unprcer su causa, la de una gesta patritica. Durante la dcada de 1960, porejemplo, el Gobierno militar peruano patrocin la publicacin de cientos dedocumentos relativos a la rebelin tupamarista hasta entonces enterrados en losarchivos. Los pesados volmenes que resultaron de esta iniciativa una fabulosaherramienta de trabajo para generaciones de historiadores han quedado comoun monumento de este esfuerzo ideolgico.2

    De forma habitual, la genealoga incaica fue integrada dentro de la genealoga

    1 Cecilia Mndez, Incas s, indios no:apuntes para el estudio del nacionalismocriollo en el Per (Lima: IEP, 1996)(Documentos de Trabajo nm. 56) CharlesWalker, De Tpac Amaru a Gamarra. Cusco yla formacin del Per Republicano 1780-1840(Cusco: Centro Bartolom de las Casas,1999) Cristbal Aljovn de Losada, ABreak with the Past? Santa Cruz and theConstitution, en Nils Jacobsen y CristbalAljovn de Losada (eds.), Political Cultures inthe Andes, 1750-1950 (Durham: DukeUniversity Press, 2005).

    2 Coleccin documental de la independencia delPer (10 tomos) (Lima: Comisin Nacionaldel Sesquicentenario de la Independenciadel Per, 1971).

  • hispana y, posteriormente, dentro de la genealoga de la nacin. Annimo, Efigiesde los ingas o reyes del Per y de los catlicos reyes de Castilla y de Len que les han sucedido,Escuela de Cuzco, 1746-1759. leo sobre tela. Fotografa de Daniel Giannoni,Per.

    Tambin la historia acadmica particip de este proceso de reinvencin. En lasdcadas de los cuarenta y cincuenta, los historiadores polaco-argentino BoleslaoLewin, boliviano Jorge Cornejo Bouroncle y peruano Daniel Valcrcelescribieron, con base en arduas investigaciones de archivo, los primeros estudiosprofesionales sobre el tema. Sus trabajos ofrecieron un relato de los eventos de1780 que no sera revisado sino hasta mucho despus. La interpretacin queinformaba esta narracin aparece encapsulada en el ttulo de algunos de sus libros:Tpac Amaru. La revolucin precursora de la emancipacin continental (CornejoBouroncle) La rebelin de Tpac Amaru y los orgenes de la emancipacin americana(Lewin) Tpac Amaru, precursor de la independencia (Valcrcel).3 Esta cacofona revelapor s misma la profunda creencia de la poca en los ntimos vnculos que habranunido a los movimientos indgenas con la causa criolla. Convertido en mrmol yestatua, Tpac Amaru pareca ahora contemplar satisfecho desde las plazas de lasciudades su nuevo sitial en el panten de la patria. El Estado lo deca loshistoriadores lo decan tambin.

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    En lo que se refiere a los historiadores, no obstante, la vida til de estainterpretacin result mucho ms efmera que el relato que le serva de soporte.No hay duda de que en sus pronunciamientos formales Tpac Amaru (nonecesariamente sus pares al sur del lago Titicaca) apelaba a nociones depatriotismo americano o peruano y de que algunos grupos hispnicos, resentidospor el cariz que la dominacin espaola haba tomado desde mediados del sigloXVIII, en sus inicios favorecieron, en algunos casos incluso encabezaron, lainsurreccin. Pero pronto, muy pronto, se tornara evidente que,independientemente de las intenciones de Tpac Amaru y su crculo decolaboradores, los antagonismos sociales desencadenados por el levantamientoeran tan inadmisibles para los peninsulares como para los criollos. Elanticolonialismo tanto de las masas indgenas como de muchos de sus dirigentesno era en esencia geopoltico sino tnico-cultural. Tena tambin un fuertecomponente de clase: a sus ojos, la distincin entre espaoles y criollos tenda aser irrelevante. Y, adems, la movilizacin autnoma de miles de campesinos,cualesquiera que fueran sus objetivos manifiestos, propenda irremediablemente adesarticular, por su propia dinmica, las formas establecidas de autoridad, controleconmico y deferencia social. Poco llev para que los hacendados, mineros,comerciantes y magistrados criollos los futuros dirigentes de las jvenesnaciones andinas se percataran de que el regreso del inca no portaba buenasnoticias. Cmo podra portarlas?

    Para las dcadas de 1970 y 1980, pues, la Revolucin tupamarista encontr unanueva imagen y un nuevo destino. Mientras las previas generaciones habancaracterizado el movimiento por lo que lo asemejaba a la causa criolla, ahora secomenz a caracterizarlo por lo que lo haca diferente. Esto es, los eventos de1780 slo podan ser explicados por la existencia de una cosmovisinpropiamente andina. En el centro de esta cosmovisin se hallaba una concepcincclica del tiempo que permita concebir el cambio histrico como el resultado decambios cosmolgicos ms vastos. La rebelin, se argument, habra estadoprecedida de la difusin de profecas, mitos y prodigios anunciando un cambio depoca, un pachacuti, que pondra fin al dominio de los espaoles y sus dioses. Losincas volveran a gobernar en la Tierra las divinidades andinas, en el ms all. LosAmarus y Kataris no eran vistos como lderes carismticos, sino como portadoresde poderes divinos, como profetas de una nueva era. De repente, el alzamientopanandino dej de evocar las posteriores revoluciones independentistas, con suvaga creencia en las virtudes de la Ilustracin francesa y el liberalismo anglosajn,y comenz a ser emparentado con otro tipo de fenmenos: los movimientosmilenaristas, mesinicos y nativistas que puntan tanto la historia de los sectorespopulares de la Europa medieval y renacentista como las resistenciasanticoloniales en Asia y frica. Lo que inspir a los pueblos nativos en armas nofue la emancipacin poltica de Espaa sino un ideal utpico: la proyeccin en elfuturo de una idealizada edad dorada del pasado. Y este ideal utpico eradistintivamente andino, una utopa andina. En busca del Inca. Identidad y utopa en losAndes es el ttulo que el ms sagaz historiador de la poca, el peruano AlbertoFlores Galindo, eligi para su libro sobre el tema. Un compatriota suyo, ManuelBurga, y el historiador y antroplogo polaco Jan Szeminski titularon los suyos,respectivamente, Nacimiento de una utopa: muerte y resurreccin de los Incas y La utopatupamarista. Otros tiempos, otras cacofonas.4

    Los estudios sobre la utopa andina obedecieron en buena medida a cambios en el

    3 Jorge Cornejo Bouroncle, Tpac Amaru.La revolucin precursora de la emancipacincontinental (Cuzco: Universidad Nacional deCuzco, 1949) Boleslao Lewin, La rebelin deTpac Amaru y los orgenes de la emancipacinamericana (Buenos Aires: Hachette, 1957)Carlos Daniel Valcrcel, Tpac Amaru,precursor de la independencia (Lima:Universidad Nacional Mayor de SanMarcos, 1977).

    4 Alberto Flores Galindo, Buscando un Inca:identidad y utopa en los Andes (Lima: Institutode Apoyo Agrario, 1987) Jan Szeminski, Lautopa tupamarista (Lima: PontificiaUniversidad Catlica del Per, 1984)Manuel Burga, Nacimiento de una utopa:muerte y resurreccin de los Incas (Lima: Institutode Apoyo Agrario, 1988). Otros trabajosimportantes en esta lnea son: Jorge HidalgoLehued, Amarus y cataris: aspectosmesinicos de la rebelin indgena de 1781en Cusco, Chayanta, La Paz y Arica, RevistaChungara, 10 (1983), pp. 117-138 y LeonCampbell, Ideology and Factionalismduring the Great Rebellion, 1780-1782, enSteve Stern (ed.), Resistance, Rebellion, andConsciousness in the Andean Peasant World, 18thto 20th Centuries (Madison: University ofWisconsin Press, 1987).

  • campo historiogrfico, tales como el creciente prestigio de la historia de lasmentalidades, la antropologa estructural o el extraordinario desarrollo de laetnohistoria andina el examen de las sociedades indgenas del pasado a partir delas preguntas, las contribuciones y las perspectivas tericas de la etnografa. Esdifcil exagerar el impacto directo o indirecto que tuvieron sobre el anlisis de estefenmeno los trabajos de John Murra, Tom Zuidema, Franklin Pease o NathanWachtel, para nombrar unos pocos.5 Pero el clima de ideas en el que estosestudios prosperaron era ms extendido y profundo. Fue el mismo clima de ideasque en Bolivia ambient la formacin de las primeras organizaciones y sindicatosindgenas kataristas, cuya designacin misma indica la bsqueda de una identidadideolgica y cultural independiente de los tradicionales partidos marxistas y delMovimiento Nacionalista Revolucionario. Los conflictos que atravesaban lasociedad boliviana contempornea no podan ser reducidos a la lucha de clases oal nacionalismo populista: eran conflictos tnicos de matriz colonial, nacidos elda que Cristbal Coln divis sin saberlo un nuevo continente. Tpac Katari losencarnaba como nadie. El discurso del actual presidente boliviano Evo Morales, yde los movimientos que lo llevaron al poder, es incomprensible fuera de estamutacin en las formas de concebir las relaciones de dominacin en el mundoandino. En el Per, por su parte, los estudios sobre la utopa andina acompaarona la aparicin de un fenmeno que dominara por mucho tiempo la agendapoltica del pas, y las portadas de los diarios del mundo entero: SenderoLuminoso y el Movimiento Revolucionario Tpac Amaru. No sorprender, pues,que hacia finales de los aos ochenta, cuando las calamidades provocadas porestas experiencias guerrilleras estuvieran a la vista de todos, una nueva generacinde historiadores peruanos acusase a sus mayores de reificar la cultura andina yatribuir a los pobladores indgenas un atavismo esencialista que no posean nideseaban, no a fines del siglo XX, ni tampoco a fines del XVIII.6

    Ms all del difcil maridaje entre poltica e historia, un consenso historiogrficofue emergiendo desde entonces: lejos de prefigurar la independencia, ellevantamiento tupamarista contribuy a que la misma tuviera que ser aquprecipitada por el arribo de los ejrcitos de San Martn y Bolvar (lo cual no niegaque distintos sectores de la poblacin local hubieran jugado un rol activo en elproceso), tarda (Per y Bolivia fueron los ltimas regiones de Sudamrica enhacerlo) y profundamente conservadora (orientada a preservar, no a transformar,las jerarquas sociales coloniales). El temor de un nuevo 1780 fue una poderosarazn, no la nica por cierto, de este desenlace. La poca del Tpac Amarucriollo, estilizado, precursor de la emancipacin haba llegado a su fin. Pocosparecen interesados en revivirla.

    ***

    Hacia los aos setenta y ochenta se iba a registrar, asimismo, un auge de losestudios sobre las estructuras socioeconmicas del mundo colonial andino.Emparentadas, en diferentes grados segn los casos, con los enfoquescuantitativos y de larga duracin de la escuela francesa de los Annales, con lahistoria socioeconmica britnica o ms distante y crticamente con laliteratura previa sobre la transicin del feudalismo al capitalismo y con ladependencia y los modos de produccin en Amrica Latina, estas investigacionespermitieron discernir los principales agravios detrs de las revueltas locales y lassublevaciones generales. Se puso as la mira en el impacto del incremento de lostributos, las alcabalas, el impuesto al aguardiente, el monopolio del tabaco y otros

    5 John Murra, Formaciones econmicas y polticasdel mundo andino (Lima: Instituto de EstudiosPeruanos, 1975) Nathan Wachtel, Losvencidos. Los indios del Per frente a la conquistaespaola (1532-1570) (Madrid: AlianzaEditorial, 1976) Franklin Pease, El DiosCreador Andino (Lima: Mosca Azul, 1973)Reiner Tom Zuidema, La civilizacin inca en elCuzco (Mxico: Fondo de CulturaEconmica, 1986). Vanse tambin losensayos reunidos en Juan M. Ossio, Ideologamesinica del mundo andino (Lima: IgnacioPrado Pastor, 1973).

    6 Para anlisis crticos de construccionesesencialistas de identidades y cosmovisionesandinas, vanse por ejemplo Juan CarlosEstenssoro Fuchs, Del paganismo a lasantidad. La incorporacin de los indios del Per alcatolicismo, 1532-1750 (Lima: ifea, 2003)Cecilia Mndez-Gastelumendi, The Powerof Naming, or the Construction of Ethnicand National Identities in Peru: Myth,History and the Iquichanos, Past andPresent, 171 (1) (2001), pp. 127-160 GabrielaRamos, Poltica eclesistica y extirpacinde idolatras: discursos y silencios en tornoal Taqui Onqoy, Revista Andina, 10 (1992),pp. 147-169.

  • gravmenes en la poblacin indgena y otros grupos sociales (artesanos,comerciantes, pequeos propietarios y arrendatarios mestizos o criollos). Secomprob que el repartimiento de mercancas, un sistema que obligaba a losindios a comprar a los corregidores provinciales una canasta de bienes (mulas,hierro, ropa, coca) a valores superiores a los de mercado, experiment una fuerteexpansin entre su legalizacin en 1756 y la dcada de 1780. En vastas regionesdel Alto Per y el Collao, la legitimidad de las autoridades tnicas, tanto loscaciques designados por los corregidores como los hereditarios, fue duramentecuestionada por las comunidades indgenas. Durante el siglo XVIII se produceuna sostenida cada de los precios de los productos agrcolas que los indgenasvendan en las ciudades con el fin de procurarse el dinero con que afrontar lostributos, repartos y aranceles eclesisticos una parte cada vez menor de lascosechas poda por ende ser destinada a la autosubsistencia. El afn de laadministracin borbnica de poner coto a las demandas econmicas de la Iglesiaabri profundas brechas en las estructuras de poder rural que los campesinossupieron aprovechar para resistir el extravagante costo de los sacramentos, lasfiestas de los santos patrones y las ofrendas a las parroquias (los llamadosricuchicus). El lento pero sostenido aumento de la poblacin hizo que los prediosde la comunidad parecieran ms insuficientes cada nueva estacin y las disputaspor tierras comenzaran a multiplicarse.

    La existencia de una cultura propia en elPer virreinal alent las manifestacionesde descontento que se produjerondurante los siglos XVII y XVIII. Mathiasde Yzola, Santa Rosa de S. Mara natural deLima y patrona de Per, 1711. Grabado,19.9 x 14.6 cm. Cortesa de la John CarterBrown Library en la Universidad deBrown, EEUU.

    El rea nuclear de la rebelin fue tambin, como ya se ha dicho, el rea nuclear dela mita potosina. Para la poca en que Tpac Amaru se proclamaba el nuevo incarey, el gran centro minero estaba atravesando por un nuevo ciclo de crecimiento.Su motor, sin embargo, no fue la introduccin de innovaciones tecnolgicas omejoras en el suministro de azogue y otros insumos (como estaba sucediendo conla minera mexicana de la poca), sino de ms brutales y sofisticadas formas detrabajo mitayo. En el rea de Cuzco, el traspaso del Alto Per a la rbita delvirreinato del Ro de la Plata, y la consiguiente articulacin de la minera de platacon el Atlntico, disloc los tradicionales circuitos mercantiles que por sigloshaban unido a Lima, la sierra sur peruana y Potos. La canalizacin del comerciode importacin-exportacin por el puerto de Buenos Aires hizo que lasprincipales actividades productivas cuzqueas (el azcar, la coca, la llamada ropade la tierra) compitieran cada vez de peor manera en el espacio econmicoandino. El antagonismo entre chorrillos y obrajes entre la produccin textilcomunal y privada fue una de sus consecuencias. No sorprender, pues, queentre sus primeras medidas Tpac Amaru proclamara la supresin de losrepartimientos y la mita potosina y ordenara arrasar los obrajes.7

    7 Algunos de los libros de historia regionaly econmica ms influyentes en el campoincluyen: Luis Miguel Glave y Mara IsabelRemy, Estructura agraria y vida rural en unaregin andina: Ollantaytambo entre los siglos XVIy XIX (Cusco: Centro de EstudiosBartolom de las Casas, 1983) BrookeLarson, Colonialism and AgrarianTransformation in Bolivia. Cochabamba, 1550-1900 (Princeton: Princeton University

  • Desde fecha temprana, las autoridades incaicas patrocinaron y participaron enlas celebraciones religiosas que se realizaron en el virreinato del Per. Frailesmercedarios en la procesin Corpus Christi, de la Serie del Corpus Christi, atribuida aBasilio Santa Cruz Puma Callao, siglo XVII. leo sobre tela. Arzobispado delCusco, Per.

    De modo que la historia socioeconmica, que floreci en paralelo y casi siempreen dilogo con los estudios sobre la utopa andina, nos apart para siempre deimgenes simplificadoras de la sublevacin como una respuesta aislada a unagenrica explotacin colonial. La Revolucin tupamarista fue en rigor el corolariode ciclos seculares de protesta asociados a determinados cambios en lascondiciones de vida de la poblacin indgena y otros sectores de la sociedadcolonial. La estructura de la dirigencia, los objetivos y la composicin social delmovimiento en sus distintas fases (la primera, centrada en el Cuzco la segunda,en el Alto Per) aparecan como un reflejo de las tensiones econmicas detrs delestallido. Algunos de los trabajos compilados por Flores Galindo en el volumenTpac Amaru II-1780, el libro de Jrgen Golte, Repartos y rebeliones. Tpac Amaru ylas contradicciones de la economa colonial, y muy especialmente la publicacin de Unsiglo de rebeliones anticoloniales. Per y Bolivia 1700-1783 de Scarlett OPhelan Godoyfueron hitos claves en esta lnea de anlisis.8

    Con todo, las tensiones socioeconmicas poco nos dicen acerca de cmoimaginaban los insurgentes el nuevo orden de las cosas o por qu actuaron comoactuaron. Esto es particularmente cierto en un fenmeno histrico como el quenos ocupa, tan extendido en el tiempo y el espacio, tan variado en su composicinsocial, tan complejo en sus formas de accin colectiva e idearios. Sera un acto deenorme condescendencia pensar que los hombres y mujeres de los Andescomenzaron a sentir penurias econmicas y salieron a gritar que haba quecambiar el mundo. Es cierto que tambin tenamos pistas, como ya hemosapuntado, de las estructuras mentales de los pueblos andinos: sus concepcionesdel tiempo, el sentido que le atribuan a la cultura y la tradicin imperial incaica,sus creencias religiosas. Pero las estructuras mentales son un pobre sustituto delreduccionismo econmico. En primer lugar, porque el rango de creencias yexpectativas durante la rebelin no puede ser circunscripto a unos pocos rasgoscomunes. No todos los que se alzaron lo hicieron porque esperaban un nuevoinca. Y cuando as lo hicieron, lo que se esperaba del nuevo inca eran cosas muydiferentes. Pero, ms generalmente, porque los sistemas de creencias culturales, aligual que las estructuras sociales y econmicas, proveen el contexto de laexperiencia, no la experiencia misma. Reconstruir la experiencia requiere restituirel significado. Y restituir el significado de la experiencia tupamarista no requieremenos que recuperar la dimensin poltica del fenmeno. Pensar el lugar de lospueblos andinos y de sus lderes ya no como agentes ms o menos pasivos degrandes tendencias econmicas y sistemas de pensamiento, sino como lo quefueron: actores polticos.

    Comprender este proceso exiga una nueva agenda de investigacin. Requeradiscernir cmo las poblaciones indgenas interactuaron con las instituciones degobierno, articularon sus propias nociones de justicia y procuraron establecermecanismos de solidaridad y movilizacin que contrarrestaran persistentestendencias al aislamiento. Era preciso ir ms all de las causas de insatisfaccinpara examinar la cultura poltica que permiti traducir el descontento en prcticascolectivas. Necesitbamos prestar atencin no slo a los motivos explcitos de la

    Press, 1988) Alfredo Moreno Cebrin, ElCorregidor de Indios y la economa peruana del sigloXVIII. (Los repartos forzosos de mercancas)(Madrid: Instituto Gonzlez Fernndez deOviedo, 1977) Nicols Snchez-Albornoz,Indios y tributos en el Alto Per (Lima: IEP,1978) Karen Spalding, Huarochir: AnAndean Society under Inca and Spanish Rule(Stanford: Stanford University Press, 1984)Enrique Tandeter, Coaccin y mercado. Laminera de la plata en el Potos colonial, 1692-1826 (Cusco: Centro Bartolom de lasCasas, 1992).

    8 Alberto Flores Galindo (ed.), Tpac AmaruII-1780 (Lima: Retablo de Papel Ediciones,1976) Jrgen Golte, Repartos y rebeliones.Tpac Amaru y las contradicciones de la economacolonial (Lima: IEP, 1980) Scarlett OPhelanGodoy, Un siglo de rebeliones anticoloniales. Pery Bolivia 1700-1778 (Cusco: CentroBartolom de las Casas, 1988). Sobre lasrebeliones en la regin de Quito, vaseSegundo Moreno Yez, Sublevacionesindgenas en la Audiencia de Quito: desdecomienzos del siglo XVIII hasta finales de laColonia (Quito: Pontificia UniversidadCatlica del Ecuador, 1977).

  • protesta (aquello que los indgenas crean estar haciendo), sino tambin alsignificado social de sus acciones: el efecto acumulativo efecto no necesariamentedeliberado o consciente que estas acciones tuvieron en la subversin del lugar delos nativos en el orden natural de las cosas.

    Por otro lado, estamos acostumbrados a pensar que la memoria, lo que loshombres creen recordar, es una construccin, que la memoria es poltica. Pero locontrario es igualmente cierto: la poltica est hecha de memoria. No hay polticasin memoria. En la actualidad, esta memoria colectiva nos aparece como dada,est presente todo el tiempo, los partidos polticos y los movimientos sociales laagitan, los cientficos sociales escrutan sus usos, est inscripta en nuestraexperiencia personal y la de nuestros mayores. Sin embargo, qu decir de lamemoria de los hombres andinos de hace dos siglos? La pobreza de lostestimonios con que nos debemos manejar es sin duda un gran obstculo. Perohasta no hace mucho haba obstculos an ms fundamentales. Entender los usosdel pasado requiere, lgicamente, conocer ese pasado. La produccinhistoriogrfica anterior, empero, era en gran medida una historia sin historia o,mejor dicho, una historia sin historias su enfoque era predominantementemacrorregional y orientado a la estadstica y la taxonoma. Para entender con qurecuerdos esos hombres haban construido sus anhelos y esperanzas era precisodescentrar nuestra mirada tanto en el tiempo como en el espacio: remontarnosms atrs de los aos de la gran rebelin y recuperar las historias locales. Puesfueron estas experiencias histricas discretas a las que los indgenas apelaron parahacer lo que hicieron y para dotar de sentido a lo que los dems hacan.9 Lascomunidades aymaras del altiplano paceo, los pueblos del Cuzco, loscampesinos que habitaban los valles y punas de la regin de Charcas y Potos, losvecinos de la villa de Oruro, todos recorrieron caminos muy distintos para llegar a1780. Y 1780 represent cosas muy distintas para cada uno de ellos. Una nuevaoleada de estudios aparecidos en los ltimos 15 aos, sumada al impactoacumulado de varias dcadas de investigacin, nos posibilitan ahora asomarnos aesos mundos.10

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    Sin pretensin alguna de representatividad, y dejndome llevar ms bien por mispropias preferencias y agenda de estudio, concluir este ensayo repasando dos delas reas recientes de indagacin histrica. La primera es la conceptualizacin dela cultura y las prcticas polticas de los pueblos andinos. Simplificando, dira seha puesto en cuestin la dicotoma entre revueltas locales y levantamientos engran escala, una escisin que permeaba casi toda la historiografa colonial sobre eltema. En los Andes, no siempre existi un correlacin entre la escala de lamovilizacin campesina y las connotaciones polticas de los reclamos. Lasdisputas puntuales podan acarrear demandas de cambios sustantivos en lasestructuras de poder debido a que las fuentes ms comunes de descontento eranpercibidas (as suceda con frecuencia) como expresiones de tendencias generalesy polticas pblicas y no, como en el Mxico colonial, como agraviosestrictamente locales. Igualmente significativo es el hecho de que las protestascomunales solan desencadenar profundos procesos de politizacin porque losgrupos andinos eran empujados a tratar con instancias locales, provinciales yregionales de la administracin regia a experimentar en carne propia la distanciaentre las normas que deban regir las relaciones sociales y el ejercicio concreto delpoder a poner a prueba los balances de fuerza entre gobernados y gobernantes.Los canales por los cuales estas experiencias locales se trasmitan abundaban: lasmigraciones estacionales entre valles y punas, los frecuentes traslados a distintoscentros urbanos y zonas productivas para comerciar o trabajar, la mita minera olas celebraciones colectivas con motivo de las fiestas religiosas, el pago del tributoo el despacho de los mitayos brindaron permanentes oportunidades decomunicacin a indgenas de comunidades vecinas y distantes. La dinmica deestos procesos es crucial para comprender las races del fenmeno insurreccionalno slo, como haba sido por lo general el caso, en trminos negativos (el fracasode los motines y revueltas crea un entorno propicio para el estallido dealzamientos generalizados) sino ms bien positivos: los modos como lashabituales protestas indgenas a nivel comunal contribuyeron a informar laideologa de las grandes rebeliones de masas.

    Dos ejemplos servirn para ilustrar este punto. El estudio de los conflictossociales ocurridos desde la dcada de 1740 en las provincias aledaas al lagoTiticaca ha relevado la presencia de una serie de motivos ideolgicosextremadamente radicales en movimientos comunales circunscriptos al mbitolocal. Segn Sinclair Thomson, estas opciones polticas anticoloniales, las cualesno aparecan asociadas a nocin alguna de restauracin inca, incluyeron laeliminacin fsica de los agentes del dominio espaol la bsqueda de mayoresniveles de autonoma regional indgena, aun bajo la sujecin nominal a la Coronay la subordinacin de la poblacin hispnica a la hegemona poltica y cultural

    9 Sobre el rol de la memoria en lasrebeliones del siglo XVIII, vase SteveStern, The Age of the AndeanInsurrection, 1742-1782: A Reappraisal, enStern (ed.), Resistance, Rebellion, andConsciousness.

    10 Algunos de los libros recientes dedicadosa distintos aspectos de la rebelinpanandina son: Claudio Andrade Padilla, Larebelin de Toms Katari (Sucre: Cipres, 1994)Fernando Cajas de la Vega, Oruro 1781:sublevacin de indios y rebelin criolla (2 vols.)(Lima: IFEA-IEB, 2004) Oscar Cornblit,Power and Violence in the Colonial City. Orurofrom the Mining Renaissance to the Rebellion ofTupac Amaru (1740-1782) (Nueva York:Cambridge University Press, 1995) DavidGarrett, Shadows of Empire: The Indian Nobilityof Cusco, 1750-1825 (Cambridge: CambridgeUniversity Press, 2005) Scarlett OPhelanGodoy, La gran rebelin en los Andes: de TpacAmaru a Tpac Catari (Cusco: CentroBartolom de las Casas, 1995) Nicholas A.Robins, Genocide and Millennialism in UpperPeru. The Great Rebellion of 1780-1782(Westport: Praeger, 2002) SergioSerulnikov, Conflictos sociales e insurgencia en elmundo colonial andino. El norte de Potos, sigloXVIII (Buenos Aires: Fondo de CulturaEconmica, 2006) Ward Stavig, The Worldof Tpac Amaru. Conflict, Community, andIdentity in Colonial Peru (Lincoln: Universityof Nebraska Press, 1999) SinclairThomson, Cuando slo reinasen los indios. Lapoltica aymara en la era de la insurgencia (LaPaz: Muela del Diablo Editores, 2006)Walker, De Tpac Amaru a Gamarra.

    11 Thomson, Cuando slo reinasen los indios, p.229.

    12 Mnica Adrin, Reformas borbnicas ypolticas locales. Las doctrinas de Chayantadurante la segunda mitad del siglo XVIII,Revista del Instituto de Derecho, 23 (1995), pp.11-35 Elizabeth Penry, Transformations in

  • andina.11 A la luz de estas experiencias, el levantamiento encabezado por TpacKatari no parece tanto el producto de la propagacin de utopas nativistas de laadopcin de proyectos revolucionarios y el abandono de aspiraciones acotadasde cambio, como el despliegue de arraigadas concepciones igualitarias en unexcepcional contexto poltico de movilizacin de masas y crisis general dedominacin.

    Por su parte, la rebelin en las regiones de Charcas y Potos estuvo precedida dedcadas de protestas colectivas en torno a cuestiones tales como los mecanismosde asignacin de las obligaciones tributarias y mitayas entre los miembros de lascomunidades, el acceso a la tierra, las funciones y legitimidad de caciques ycorregidores, la magnitud y voluntariedad de las cargas eclesisticas. Los reclamosraramente se circunscribieron a un solo grupo tnico y combinaron siempredemostraciones calculadas de fuerza con prolongadas apelaciones a distintosmagistrados y tribunales espaoles. La violencia popular, en los casos en queestallaba, era limitada, controlada y estaba por norma imbricada con procesosjudiciales en marcha. Exhiba modos muy discernibles de organizacin colectiva yliderazgo.12 Estas luchas guardan poca o ninguna relacin con la naturalezaespasmdica, localizada, ms o menos espontnea, a menudo violenta y de cortaduracin de los contemporneos motines rurales en Nueva Espaa.13 Tampococon una cosmovisin que Eric van Young defini como campanillismo: la tendenciade los campesinos mexicanos a ver los horizontes sociales y polticos como algoque se extenda nicamente hasta donde poda observarse desde el campanario dela iglesia del pueblo.14 Aqu, como en muchas otras zonas de los Andes, elrepetido cotejo de las nociones andinas de legitimidad poltica con las realidadesde la dominacin colonial dio lugar a una expansin de los horizontes ideolgicosindgenas ms all del mbito comunal y a la ampliacin de sus repertorios deconfrontacin ms all de la resistencia pasiva o la violencia espasmdica. Sin unacabal comprensin de esta cultura poltica, la ideologa y la mecnica de lasublevacin de 1780 resultan ininteligibles.

    Un segundo campo general de anlisis es la caracterizacin del significadohistrico del levantamiento tupamarista. Tradicionalmente, esta discusin habagirado en torno a cul era la naturaleza de su proyecto poltico: el antiguopactismo monrquico hispnico, un incipiente nacionalismo peruano, lasambiciones de restitucin incaica, o alguna combinacin de estas concepciones.Podra sostenerse que los esfuerzos analticos recientes no han estado dirigidostanto a dilucidar estos dilemas como a cambiar el eje del debate. Se ha tendido adejar de lado imgenes meramente intencionales o voluntarias delmovimiento. 15 Los programas socioeconmicos y polticos de la sublevacinfueron perifricos aunque significativos en otros sentidos a su radicalismo.El aspecto ms sedicioso de la insurgencia se halla en cambio en la desarticulacinde la experiencia histrica de subjetividad colonial, en la erosin de las nocionesde superioridad tnico-cultural inherentes a la dominacin europea. Lo que enltima instancia se puso en juego no fue un sistema determinado de gobierno oexplotacin econmica, sino el mecanismo colonial de reproduccin de ladiferencia tnica, lo que Partha Chatterjee ha definido como the rule of colonialdifference: un moderno rgimen de poder destinado a nunca cumplir su misinnormalizadora puesto que la premisa de su poder es la preservacin de la alteridadde los grupos dominantes.16 Los efectos del desafo a este paradigma ideolgicoaparecen con particular intensidad en dos planos: la relacin de los insurgentescon sectores hispnicos y las representaciones oficiales de la insurgencia.

    Sabemos que el plan de reformas promovido por Tpac Amaru, un educado yprspero miembro de la nobleza incaica, fue lo suficientemente amplio comopara poder concitar la adhesin de otros grupos sociales. Su oposicin alabsolutismo borbnico era en muchos aspectos similar al de previasconspiraciones criollas en el Per o a la contempornea revolucin de loscomuneros de Nueva Granada.17 En sus proclamas hizo persistentes referenciasa viejos y nuevos motivos de resentimiento de mestizos, criollos o el clero contralos magistrados regios y las polticas imperiales. De hecho, en uno de losprincipales focos de insurgencia, la villa minera de Oruro, los criollos llegaron aencabezar el levantamiento y las masas indgenas favorecieron de manera explcitauna coalicin contra los peninsulares. Tampoco la creciente invocacin asmbolos del Tawantinsuyu debi resultar extraa. El renacimiento culturalincaico que tuvo lugar en el Cusco durante el siglo XVIII, as como los estrechosvnculos econmicos, matrimoniales y de sociabilidad entre la aristocracia nativa yla poblacin hispnica, llevaron a que la celebracin pblica de las tradicionespolticas andinas se tornaran en uno de los elementos identitarios constitutivos deesta sociedad provincial.18 Las ideas pueden haber tenido races comunes, pero elsignificado que asumieron en la prctica no. En el contexto de un movimientoindgena de masas, las ideas sirvieron como vehculo de acciones colectivas queminaron los fundamentos del orden establecido cualesquiera que fueran su metas

    Indigenous Authority and Identity in ResettlementTowns of Colonial Charcas (Alto Peru) (tesis dedoctorado, University of Miami, 1996)Nicholas A. Robins, Priest-Indian Conflict InUpper Peru: The Generation Of Rebellion, 1750-1780 (Syracuse: Syracuse University Press,2007) Serulnikov, Conflictos sociales einsurgencia, pp. 45-239 y The Politics ofIntracommunity Land Conflict in the LateColonial Andes, Ethnohistory, vol. 55, nm.1 (2008), pp. 119- 152.

    13 William Taylor, Drinking, Homicide, andRebellion in Colonial Mexican Villages(Stanford: Stanford University Press, 1979)Friedrich Katz, Rural Uprisings inPreconquest and Colonial Mexico, y JohnCoatsworth, Patterns of Rural Rebellion inLatin America: Mexico in ComparativePerspective, en Friedrich Katz (ed.), Riot,Rebellion, and Revolution. Rural Social Conflict inMexico (Princeton: Princeton UniversityPress, 1988) Eric van Young, La otrarebelin. La lucha por la independencia de Mxico,1810-1821 (Mxico: Fondo de CulturaEconmica, 2006).

    14 Van Young, La otra rebelin, p. 847.

    15 Para una crtica de este tipo de enfoque,vanse Theda Skocpol, States and SocialRevolutions. A Comparative Analysis of France,Russia, and China (Cambridge: CambridgeUniversity Press, 1979), pp. 15-17 James C.Scott, Weapons of the Weak. Everyday Forms ofPeasant Resistance (New Haven: YaleUniversity Press, 1985), pp. 341-344.

    16 Partha Chatterjee, The Nation and ItsFragments. Colonial and Postcolonial Histories(Princeton: Princeton University Press,1993), p. 18. Este tema est desarrolladoms ampliamente en Sergio Serulnikov,Disputed Images of Colonialism. SpanishRule and Indian Subversion in NorthernPotosi, 1777- 1780, Hispanic AmericanHistorical Review, vol. 76, nm. 2 (1996), pp.189- 226. Para un anlisis de estaproblemtica en relacin al acceso de losindios a la religin catlica y a las rdenessacerdotales, vase Estenssoro Fuchs, Delpaganismo a la santidad.

    17 Sobre revueltas urbanas y conspiracionescriollas previas a la rebelin tupamarista,vanse: OPhelan Godoy, Un siglo derebeliones anticoloniales David Cahill,Taxonomy of a Colonial Riot: TheArequipa Disturbances of 1780 y AnthonyMcFarlane, The Rebellion of the Barrios:Urban Insurrection in Bourbon Quito, enJohn Fisher, Allan Kuethe y AnthonyMcFarlane (eds.), Reform and Insurrection inBourbon New Granada and Peru (Baton Rouge:Louisiana University Press, 1990). SobreNueva Granada, vanse John Leddy Phelan,The People and the King: The ComuneroRevolution in Colombia, 1781 (Madison:University of Wisconsin Press, 1978) yMargarita Garrido, Reclamos y representaciones.Variaciones sobre la poltica en el Nuevo Reino deGranada, 1770-1815 (Bogot: Banco de laRepblica, 1993).

  • manifiestas. Ello hizo a su vez que el contenido concreto del programa insurgentefuera inestable y, en ltima instancia, irrelevante. La asombrosa fluidez con la cualTpac Amaru pas de proclamas de fidelidad a la Corona a expresiones depatriotismo peruano o restitucin incaica ha sido una fuente inagotable de debatesacadmicos.19 En lo que atae a las elites peruanas, todo esto termin careciendode importancia. Mientras unos pocos criollos y mestizos de la regin de Cusco sesumaron al movimiento y llegaron a formar parte de su dirigencia, la enormemayora no se dej tentar por los cantos de sirena de los pronunciamientostupamaristas. Se percataron muy rpido de que la movilizacin autnoma delcampesinado andino, el encumbramiento de sus lderes como autoridadessupremas y la ruptura de las jerarquas estamentales eran incompatibles con laperpetuacin de los mecanismos bsicos de sujecin social, cualquiera que fuera lanaturaleza del rgimen poltico que se procurase instaurar. La aterradoraimpresin que caus el incendio de la iglesia del pueblo de Sangarar, provinciade Quispicanchis, el 18 de noviembre de 1780, apenas dos semanas despus delestallido de la insurgencia, pareci terminar de sepultar las dudas.20 Para loscriollos tupamaristas de Oruro se trat de una cuestin de das, no semanas, eltiempo que le llev a la multitud de indgenas que acamparon en la villa acompelerlos a que vistiesen como ellos, repartieran el dinero de los tributosdepositados en las cajas reales o redistribuyeran las tierras de las haciendas.21

    Los enlaces matrimoniales entre las autoridades incaicas e hispanas se realizabande forma pblica para poner de manifiesto tanto los vnculos entre ellas como laexistencia de una identidad comn. Annimo, Boda del capitn Martn de Loyola conBeatriz usta y de Juan Henrquez Borja con Ana Mara Clara Coya de Loyola, 1718.leo sobre tela. Museo Pedro de Osma, Lima, Per.

    La prosa de contrainsurgencia es un segundo ndice de este fenmeno. Losrelatos oficiales revelan la imposibilidad de las elites coloniales de dar cuenta deldefinido impacto que tuvieron las nociones europeas de justicia, legitimidadmonrquica o catolicismo en la sublevacin. Las proclamas de lealtad a Carlos IIIde Tpac Amaru, la apelacin de Toms Katari a los principios mismos de lajusticia espaola o las convicciones cristianas de Tpac Katari fueron todasreducidas a expresiones de engao, burla o ignorancia. As como aquellos rasgosde las prcticas y discursos insurreccionales que remitan a tradiciones nativas (loscultos religiosos locales, la violencia ritual, el poder sobrenatural atribuido a loslderes) fueron despojados de racionalidad, los motivos ideolgicos que remitan ainstituciones de origen europeo fueron despojados de autenticidad.22 Sinembargo, tras dos siglos y medio de dominacin hispnica, los segundos eran tanconsustanciales a su cosmovisin y acervo cultural como los primeros. Huelgadecir que las representaciones de las comunidades indgenas y las elites colonialesrespecto al catolicismo, la economa de mercado o los imaginarios polticosoccidentales eran muy diferentes. El punto es que estas divergencias haban sidometabolizadas en el funcionamiento cotidiano de esa civilizacin plural, mestiza,barroca que era por entonces la sociedad de Indias. Fue en respuesta a la masivaimpugnacin de la dominacin espaola que el Estado necesit ahora imponeruna concepcin normativa y unitaria de los sistemas de valores. Precisamente, loque los grandes levantamientos panandinos pusieron en cuestin fue este

    18 La literatura sobre estos temas es vasta.Vanse, por ejemplo, Garrett, Shadows ofEmpire Flores Galindo, Buscando un Inca, pp.127-179 OPhelan Godoy, La gran rebelinen los Andes, pp. 13-68 John Rowe, Elmovimiento nacional inca del siglo XVIII,Revista Universitaria, Cusco, 107 (1954), pp.17-47.

    19 Algunos ensayos que tratan sobre loscambios en los enfoques historiogrficosdel movimiento tupamarista incluyen: Stern,The Age of the Andean InsurrectionJean Piel, Cmo interpretar la rebelinpanandina de 1780-1783?, en Jean Meyer(ed.), Tres levantamientos populares. Pugachv,Tpac Amaru, Hidalgo (Mxico: Cemca,1992) Walker, De Tpac Amaru a Gamarra,pp. 34-41 Luis Miguel Glave, Las otrasrebeliones: cultura popular eindependencias, Anuario de EstudiosAmericanos, vol. 62, nm. 1 (2005), pp. 275-312.

    20 Sobre el ms que escaso apoyo criollo ala rebelin y el creciente antagonismo deTpac Amaru con los sectores hispnicosen su conjunto, vase por ejemplo: DavidCahill, Una nobleza asediada. Los noblesincas del Cuzco en el ocaso colonial, enDavid Cahill y Blanca Tovas (eds.), litesindgenas en los Andes. Nobles, caciques ycabildantes bajo el yugo colonial (Quito:Ediciones Abya-Yala, 2003), pp. 83-88.

    21 Cajas de la Vega, Oruro 1781, pp. 657-731.

    22 Sobre las imgenes de Tpac Katari,vase Thomson, Cuando slo reinasen los indios,pp. 224-251 sobre Toms Katari,Serulnikov, Conflictos sociales e insurgencia, pp.258-268. Un anlisis terico de lasmecanismos de representacin de loslevantamientos populares en Ranajit Guha,The Prose of Counterinsurgency, enRanajit Guha y Gayatri Spivak (eds.), SelectSubaltern Studies (Oxford: Oxford UniversityPress, 1988).

  • monopolio simblico sobre el sentido de las instituciones vigentes. No se trat deun acto de identidad la exhibicin de los valores especficos a un grupo sinode subjetivacin la reafirmacin de su derecho de participar plenamente en lacivilizacin a la que pertenecan.23 Desde el punto de vista ideolgico, elaspecto ms subversivo y radical del movimiento no hay que buscarlo en lo quelos discursos de contrainsurgencia le atribuyeron el completo rechazo delmundo que los rodeaba y en el que haban vivido por siglos sino en lo quesoslayaron: el empleo de concepciones polticas, religiosas e histricas hbridas einterculturales para impugnar el sistema de gobierno imperante y las jerarquassociales y raciales sobre las que se fundaba.

    La integracin entre la cultura local y lahispana, despus de varios siglos deconvivencia, en la mayora de los casos sefundi, dando lugar a una cosmovisinpropia. Patrocinio de la Virgen del Carmensobre Tpac Amaru y su familia, siglo XVIII.leo sobre tela. Iglesia de Yanaoca,Cuzco.

    En suma, los indgenas a lo largo de los Andes pudieron legitimar sus accionespredicando su lealtad al rey, reclamando la implementacin de sus derechoscorporativos, apelando a los tribunales coloniales o buscando construir alianzascon otros grupos sociales. Sin embargo, una vez que la sublevacin cobr fuerza,los sectores hispanos comprendieron que lo que estaba en juego era algo msfundamental que ciertas polticas imperiales o, incluso, la suerte del dominioespaol en el Per. Independientemente de las intenciones de los insurgentes, erael entero edificio de la hegemona colonial lo que se pona en disputa: el uso de ladiferencia cultural como significante de inferioridad racial y el empleo de lanocin de inferioridad racial para reivindicar el derecho de dominacin poltica.Fue slo cuando esta amenaza se desvaneci y slo a costa de domesticar suoriginal contenido subversivo que los gobernantes republicanos se aventurarana incorporar los grandes movimientos andinos en su propia narrativa histrica.Slo cuando estas tradiciones insurreccionales aparecieran como vestigios inertesde una civilizacin ya extinta, las elites criollas intentaran construir loslevantamientos del XVIII como una resistencia ilustrada al colonialismo espaol,convertiran a Tpac Amaru en un smbolo de identidad nacional y un profeta delos tiempos por venir.

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