La lectio divina ayer y hoy. Principios y desarrollo histórico · 2021. 1. 8. · El mundo de la...

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La lectio divina ayer y hoy Principios y desarrollo histórico ANTONIO MARÍA MARTÍN verbo divino

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  • El mundo de la BibliaHorizontes

    ISBN 978-84-9945-303-3

    9 788499 453033

    La lectio divinaayer y hoy

    Principios y desarrollo histórico

    ANTONIO MARÍA MARTÍN

    verbo divino

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    Mar

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    La

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    12Esta obra es una introducción a la lectio divina a través desus principales formas históricas hasta el momento actual.El recorrido se enmarca entre un primer capítulo sobrealgunos presupuestos que están en la base de la lectio divinay un capítulo final sobre algunas quaestiones disputataesurgidas al hilo de la historia. Así se ofrece una visión deconjunto que abarca aspectos teóricos y prácticos, antiguosy modernos, que podrán servir a quienes se inician en estecamino.

    Antonio Mª Martín Fernández-Gallardo (Torrijos,Toledo, 1954) es monje cisterciense trapense dela abadía de San Isidro de Dueñas (Palencia). Eslicenciado en Filología francesa por la UniversidadComplutense de Madrid y en Teología dogmática porla Universidad Pontificia de Salamanca. Ha publica-

    do La Scala Claustralium de Guigo II el Cartujo: Experiencia ymétodo de la lectio divina (1994); El deseo de Dios y la ciencia de lacruz: Aproximación a la experiencia religiosa del Hno. Rafael (1996)y San Rafael Arnaiz Barón: Vida y mensaje del Hno. Rafael (2009).

  • Antonio María Martín Fernández-Gallardo

    La lectio divina ayer y hoyPrincipios y desarrollo histórico

    Introducción:El despertar del almaMarta Jiménez Rodríguez

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  • Presentación ................................................................... 7

    Introducción: El despertar del alma................................ 9

    Abreviaturas ................................................................... 21

    1. Presupuestos de la lectio divina ................................... 231.1 “En el principio era la Palabra”........................... 231.2 Encarnación de la Palabra................................... 261.3 Sacramentalidad de la Escritura .......................... 301.4 Escucha y diálogo............................................... 341.5 Búsqueda y respuesta.......................................... 38

    PARTE ILA LECTIO DIVINA AYER

    2. Antecedentes judíos y neotestamentarios.................... 452.1 Las raíces judías .................................................. 452.2 La Iglesia primitiva ............................................. 48

    3. Período patrístico I..................................................... 533.1 La lectio divina indocta....................................... 54

    3.1.1 Una rumia inteligente................................ 593.1.2 Meditación y ascesis del alma .................... 643.1.3 Meditación y método de recogimiento ...... 68

    Índice

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  • La lectio divina ayer y hoy292

    3.1.4 Más allá de la meditación .......................... 763.1.5 La colación ................................................ 813.1.6 La Regla de san Benito .............................. 83

    4. Período patrístico II ................................................... 894.1 La lectio divina docta .......................................... 89

    4.1.1 Alegoría bíblica y griega............................. 914.1.2 Letra y espíritu: sentidos de la Escritura..... 974.1.3 Lectio divina y gnosis de la Escritura........... 1024.1.4 Ascesis de la Palabra................................... 1064.1.5 La Escritura crece con el que la lee ............ 1134.1.6 Beber en el propio pozo............................. 1164.1.7 Maestros de Dios ....................................... 120

    5. Período medieval I: la lectio escolástica ....................... 1255.1 La exégesis carolingia.......................................... 126

    5.1.1 Sistematización de los sentidos de la Escritura ........................................... 129

    5.2 De las escuelas a la universidad........................... 1345.3 Tres modos de leer la Escritura ........................... 134

    5.3.1 La Escuela de Laon.................................... 1355.3.2 La Escuela de san Víctor ............................ 1365.3.3 Exégesis y teología: lectio, disputatio,

    praedicatio ................................................. 139

    6. Período medieval II: la lectio monástica...................... 1476.1 La lectio divina en la Alta Edad Media................ 1476.2 La lectio divina en los antiguos cistercienses........ 153

    6.2.1 Lectio divina y sentidos de la Escritura....... 1546.2.2 La lectura como escucha de fe ................... 1566.2.3 Dimensión ascética y orante de la lectura ..... 1576.2.4 La meditación............................................ 162

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  • 6.2.5 Dos niveles de meditación y de oración ..... 165a) Exterioridad de Cristo ........................... 166b) Interioridad de Cristo ........................... 169

    6.2.6 Sabiduría y anagogía .................................. 1726.2.7 Dimensión ascética de la meditación ......... 173

    6.3 Guigo II el Cartujo: un clásico de la lectio divina ................................................ 178

    6.4 Declive de la lectio monástica ............................. 185

    PARTE IILA LECTIO DIVINA HOY

    7. Período actual ............................................................ 1937.1 Recuperación y nuevos contextos ....................... 1937.2 Lectio divina y evangelización ............................. 1977.3 Métodos nuevos y adecuados.............................. 202

    8. Formas de orientación popular................................... 2078.1 Los círculos bíblicos y la lectura popular

    de la Biblia ......................................................... 2078.2 El CEBIPAL y los lectionautas ............................ 2118.3 Métodos Lumko y ASIPA .................................. 2148.4 Taizé y el uso de la música.................................. 216

    9. La nueva lectio divina docta ....................................... 2199.1 Enfoque litúrgico:

    Enzo Bianchi ...................................................... 2209.2 Enfoque patrístico, litúrgico y comunitario:

    Mario Masini ..................................................... 2259.3 Enfoque monástico-patrístico:

    Innocenzo Gargano ............................................ 2319.4 Enfoque bíblico-pastoral:

    Carlo Maria Martini........................................... 236

    Índice 293

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  • 9.5 Dos enfoques sintéticos ...................................... 2399.5.1 Giorgio Zevini:

    La lectio divina, una casa para todos ......... 2409.5.2 Antonio Izquierdo:

    Una introducción sistemática ................... 2489.6 Cerrando el abanico:

    G. M. Colombás y la lectura de Dios................. 254

    10. Algunas cuestiones al hilo de la historia ................... 26310.1 ¿Es la lectio divina un método de oración?........ 26310.2 Lectio divina y didaskalía .................................. 26610.3 Lectio divina, liturgia de la Palabra

    y liturgia de las horas ........................................ 26910.4 Lectio individual y comunitaria......................... 27110.5 Lectio divina, exégesis y gnosis de la Escritura.... 27310.6 María meditaba en el corazón........................... 27610.7 Contemplación y escatología ............................ 27810.8 Lectio divina y expresiones alternativas ............. 280

    Bibliografía..................................................................... 285

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  • A todos aquellos que ven en la Sagrada Escritura el espejo en el que Dios se mira

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  • Este libro es una introducción a la lectio divina a través de susprincipales formas históricas, desde sus orígenes en el AntiguoTestamento hasta el momento actual. No pretende hacer unrecorrido exhaustivo, cosa cada vez más difícil, dada la magnitudque ha adquirido la materia, sino únicamente describir las gran-des líneas históricas, con el objeto de ofrecer una visión de con-junto.

    La Sagrada Escritura fue desde antiguo el lugar por excelen-cia de la iluminación de la fe y de la experiencia de Dios. De sulectura y meditación nació la exégesis bíblica, que a su vez fue lamatriz de la teología y de la espiritualidad, fundadas en la reve-lación, aunque no por ello cerradas a dialogar con otras teologí-as y otras espiritualidades. Abandonada durante siglos por diver-sas circunstancias, el Vaticano II la promovió nuevamente con eldeseo de que la Escritura volviera a ser la fuente de la vida espi-ritual de los cristianos y el principio animador de la pastoral dela Iglesia. Desde entonces han aparecido incesantemente publi-caciones en todas las lenguas y en una lista cada vez más difícilde abarcar, de modo que, en no demasiados años, la expresiónlectio divina ha trascendido el ámbito de los especialistas y hapasado a ser familiar en muchos ambientes donde antes eratotalmente desconocida.

    La composición del libro tiene como la forma de dos pane-les. Por un lado, el panel del ayer: la lectio divina en la épocapatrística y medieval con sus dos formas principales, que hemosdenominado “docta” e “indocta”, y su preludio en el judaísmo y

    Presentación

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  • la Iglesia apostólica. Por otro lado, el panel del hoy: la lectio divi-na postconciliar, también con dos formas principales: unanueva lectio divina “docta”, elaborada por intelectuales que seinspiran más o menos en la antigua y tratan de adaptarla alhombre de hoy, y una lectio divina que hemos llamado “popu-lar”, que viene a ser el resultado de esa adaptación en muchosgrupos y comunidades. El período que va de los siglos XIII yXIV hasta la Contrarreforma marca el declive histórico de la lec-tio divina y el paso a la llamada “lectura espiritual” y a la “ora-ción metódica”, que aquí queda solo indicado para no ampliarmás la materia. Únicamente nos fijamos en las causas que moti-varon tal declive y evolución.

    Quien busque doctrina, la hallará en el primer panel; quienbusque fórmulas para su práctica personal o en grupo, las halla-rá en el segundo. Ambas partes van precedidas por un capítuloque expone algunos principios o presupuestos teológicos, her-menéuticos y espirituales que están en la base de la lectio divina,y un capítulo final que trata de algunas cuestiones concretassobre las que nos ha parecido oportuno hacer alguna precisión.

    Y antes de todo, la Introducción de Marta, hermosa, densa yllena de frescor, que más que una introducción al libro es unaintroducción a una lectio divina que tome en serio el carácterdivino de la Palabra y de una historia sagrada que traza nuestrapropia historia. Ahí tiene el lector dónde meditar en el presu-puesto básico de la lectio divina: crear la actitud receptiva, elvacío y suspensión de las potencias, de toda ciencia acumulada,convertida a fin de cuentas en pre-juicio que impide abrirse a laciencia de Dios, que supera toda ciencia sobre Dios. Justamente,una de las tesis de esta obra es que la interpretación bíblica noconsiste en imponer un sentido a la Escritura. El sentido de Dios–el sentido espiritual– lo revela el Espíritu de Cristo, que abre elentendimiento a los discípulos para que comprendan laEscritura. Las distintas expresiones históricas de la lectio divinahan buscado ese sentido espiritual, a veces de una forma, a vecesde otra, pero siempre intentando abrirse a la Escritura comoPalabra de Dios.

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  • No sé qué expresión, qué afirmación o qué testamento serequiere para decir todo cuanto ya se ha dicho, o si hay quedescribir lo mismo de otra manera, o seguir haciendo unaexhaustiva apología del aprovechamiento y de los frutos quede todo eso se recogen para nuestra vida espiritual, utilizandoa lo sumo definiciones bellas con un alto grado de idealesnobles y apoyándonos en aquellos a los que, por gracia deDios, se les ha concedido participar de una minúscula partede los infinitos misterios que Dios guarda en su mirar de todocuanto creó, y que llevan el sello de propiedad divina, deAmor de Dios.

    Oculto, escondido a los sabios y entendidos, a los escépti-cos creyentes, a los que reducen la Verdad a la verdad de undios limitado, de un dios impotente, de un dios incapaz deestar más allá de mi propia incapacidad. No podemos, nidebemos, salirnos del tiesto establecido por la razón humana:alto, ancho, largo, multiplicado por un yo, es igual a razona-ble. Todo aquello que supere estas proporciones de medidasajustadas, se establecerá a las puertas del camino estrecho.

    ¿Quién conoció la mente del Señor para instruirle (1 Cor2,16), para indicarle dónde está su imposibilidad, su incapa-cidad para concebir aquello que para mí es inconcebible?¿Acaso puede alguien describir la realidad existencial de unárbol, de un gorrión o de una piedra? Para ello tendría querecibir, aunque solo fuese por un instante, la participación del

    Introducción

    El despertar del alma

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  • ser del árbol, del gorrión o de la piedra, y experimentarse ensu ser existencial, para así expresar con propiedad y funda-mento sus afirmaciones, y no con la ligereza a la que estamoshabituados.

    No deberíamos dar por hecho que no se puede concebiruna realidad inamovible tan solo porque yo no me mueva, nidar por hecho lo que yo nunca hice. ¿Qué criatura podríalimitar a su Creador Ilimitado? Nadie, en teoría; mas en lapráctica, ¿quién está libre de tan necia culpa?

    San Pablo nos dice en su primera Carta a los Corintios:“Para que vuestra fe se fundase no en sabiduría de hombre,sino en el poder de Dios... hablamos de una sabiduría deDios, misteriosa, escondida, destinada por Dios desde antesde los siglos...” (1 Cor 2,5-6). Y añade: “Pues de haberlaconocido, no hubieran crucificado al Señor de la gloria”. SiPablo la hubiera conocido antes, no se hubiese dedicado aperseguir hasta dar muerte a sus futuros hermanos en Cristo,pero, después de conocerla, nos anuncia “lo que ni el ojo vio,ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Diosprepara para los que le aman” (1 Cor 2,8-9).

    Y sigue: “¿Qué hombre conoce lo íntimo del hombre,sino el espíritu del hombre que está en él? Del mismomodo, nadie conoce lo íntimo de Dios, sino el Espíritu deDios” (1 Cor 2,11). Podríamos preguntarnos de qué ojo, dequé oído y de qué corazón nos habla, ya que ni el ojo ve, niel oído oye, ni el corazón del hombre llega a ello. Esto indicaque todo aquello que yo crea recibir desde aquí, desde estossentidos y facultades, no puede ser, ni de lejos ni de cerca, laRealidad de Dios.

    La Palabra de Dios, como su nombre indica, es de Dios. Essolo de él, y ella es Dios mismo. El hombre, ante ella, solodebiera presentarse como sola receptividad. Esta actitud abrelas puertas del alma, y, abiertas estas, se cierran todas aquellaspotencias que no requieren ni su actividad ni su servicio: lamemoria y el entendimiento, porque estas potencias son ejer-cidas dentro de la voluntad, se expresan como respuesta del

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    Texto Lectio ayer y hoy.qxp:Texto Lectio ayer y hoy 20/7/12 11:59 Página 10

  • hombre a las circunstancias que le rodean y le acontecen; cir-cunstancias que siempre estarán determinadas por la limpiezacon que acojamos la Palabra. Diríamos que siempre hay quenacer de nuevo ante la siempre nueva Palabra.

    Jesús nos expresa lo siguiente: “Yo no puedo hacer nadapor mi cuenta; juzgo según lo que oigo, y mi juicio es justoporque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me haenviado” (Jn 5,30). El camino de dos voluntades supone elencuentro: “¿Caminan acaso dos juntos, sin haberse encon-trado?” (Am 3,3). Si decimos que caminamos con Dios,habríamos comenzado ese camino juntos desde algún sitio,desde un encuentro que determina nuestra existencia en estavida, en el tiempo y en el espacio, iniciándonos así en res-puestas cristianas, dejando atrás todas aquellas que no testi-monien mi pertenencia a Cristo.

    Claro está que la identidad y la pertenencia se obtienen pormedio de los principios y valores fundamentales, desarrollandocon ellos un crecimiento humano y espiritual, actualizandomi vida con la Vida, mi camino con el Camino, mi mentiracon la Verdad.

    El ejemplo de Jesús y el nuestro

    Ahora, desde mi sola razón –luces y sombras–, haré uso delo que los autores llaman meditación, para compartir algo queno pocas veces me surge en ciertas situaciones. Partimos de laEscritura: “Pues para esto habéis sido llamados, ya que tam-bién Cristo sufrió por vosotros, dejándoos ejemplo para quesigáis sus huellas” (1 Pe 2,21). Cristo padeció por nosotros,dejándonos un ejemplo. Ahora bien, si tuviéramos que partirdel ejemplo que nosotros damos, más bien parecería que Cristomurió por imprudente, por indiscreto, por ausencia de diplo-macia.

    Tomemos el caso del ciego de nacimiento (Jn 9,1ss.) ¿Aquién se le ocurre curar en sábado? Y por si fuera poco, enpresencia de todos aquellos que no eran precisamente perso-

    Introducción 11

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  • nas transparentes. ¿Saben qué hubiera hecho yo, para “actua-lizar” hoy la situación? Le hubiese dicho al ciego: “Tú llevasciego toda tu vida. ¿Qué más te da un día más o menos?Pásate mañana y te devuelvo la vista. Es que hoy es sábado, ylos sábados no son días indicados para hacer milagros y otrosmenesteres. Y, además, están todos estos escribas y fariseos, yya sabes tú lo importantes que son y las influencias que tienen.Y no creo yo que me aprueben hoy tu curación. ¡Ale, majete,mañana nos vemos!”.

    ¿No creen que tal vez lo de curar al ciego, que era el fin,podía haber justificado otros medios, en vez de lo que hizoJesús? Pero aquí no queda la cosa: “Hipócritas, sepulcros, ser-pientes, raza de víboras...”. Todos estos adjetivos son las pala-bras más poco apropiadas para decir a nadie. Y los apóstolesno fueron menos discretos. Les mandan no predicar en nom-bre de Jesús, y ellos a predicar en medio de plazas concurri-das, gritando el nombre de Jesús a cada paso. ¡Ya se sabe cómoterminaron!

    Gracias a la no-gracia, hoy en día todos hemos asumidolas excelencias de la prudencia, de la discreción y la diploma-cia. Con nuestros semejantes nos cuidamos mucho del quédirán, qué pensarán. Trabajamos la aprobación con exquisitahipocresía, con justificaciones, mentiras, defensas, temores yun sinfín de habilidosas estrategias, ejercidas con atención,meditando las pautas humanas “día y noche” (cf. Salmo 1),para salir airosos de todos los peligros. Ahora se tiene lobueno por malo y lo malo por bueno. El mundo está lleno debuenas intenciones, no existe nadie que difiera, que diga de símismo que posee de las malas. Diremos que, para seguir lashuellas de Cristo desde el ejemplo que nos ha dejado –losvalores del Amor–, no se requiere ser perfecto ni santo. Esono es más que un comienzo de lo que otros llaman “princi-pios de principiante”.

    Si las artes que mi yo utiliza para justificar su existencia nose establecen en lo que podríamos denominar base, raíz, prin-cipio, cimentación en Cristo, ¿podrían soportar elevadas altu-

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  • ras? Quizá se nos olvida no pocas veces que tratamos conDios, y que Dios es Dios. No es mi vecino, al que tantoendioso; mi vecino y yo somos igualmente criaturas: ni él esmás, ni yo soy menos.

    Dejemos a Dios ser Dios con nosotros. Que Dios es fielpara abrir los oídos a los sordos y devolver la vista a los cie-gos, y para que nuestras palabras no afirmen más: “Cuarentay seis años he tardado en construir este santuario, ¿y ahora túlo vas a levantar en tres días?” (Jn 2,20). Cuarenta y seis años,o veinte, o treinta, llevo recogiendo todas aquellas herramien-tas, utensilios y materiales pagados con todos mis esfuerzos,para edificar una casa para mi dios: me he formado con sanadoctrina, he procurado llevar a cabo pautas recogidas de san-tos y Padres de la Iglesia, con la intención de llegar a dios.Ahora que mi experiencia en la vida no es poca, pues com-prendo y entiendo lo que dios es, no voy a desmantelar latienda del encuentro donde me guardo en mi vida espiritual.No soy santo, pero tampoco me va tan mal, y ahora vienes túa decirme que me desprenda de todo, que comience de nada,que en tres días tú vas a levantar toda mi vida...

    ¿Cuánta fe necesitamos para nacer del agua y del espíritu,para dejar de construirnos desde nosotros mismos y permitira Dios que ejerza su poder sobre nosotros? ¿Cuánto tiempomás, para que aceptemos con la propia dosis de humildad queel lugar de la presencia divina es Cristo resucitado en nosotros,y no ese Cristo muerto o dormido, incapaz de conmovernos,de llenarnos de estupor, de darnos un sentido vital? ¿Cuántafe necesitamos para dejarnos en él y así experimentar que nohay mayor milagro que verse uno mismo hecho milagro? Quenuestro santuario sea en espíritu y en Verdad, que nuestroculto sea culto de vida, más allá de mí y más adentro de mí,donde el tiempo es el Dios-del-ahora. Llegó la hora en que nien este monte, ni en aquel, ni en Jerusalén, ni en vuestrasconvicciones adoraréis al Padre (cf. Jn 4,23).

    Porque así quiere el Padre que sean los que le adoren ycontemplen: “Dios es espíritu, y los que le adoren deben ado-

    Introducción 13

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  • rar en Espíritu y Verdad” (Jn 4,24). Su Verdad y su Espíritu,no las mías atribuidas a Dios. No hay verdad más extendidaque la mentira justificada; esta es una fuente inagotable deocultamiento disimulado de ausencia de fe.

    Así pues, quien labra la tierra de la fe se hartará del pande vida, pues polvo y barro somos. Vivimos y existimos sem-brando nuestras miserias a la intemperie, y aquel que noacepte tan mísera siembra –su mísera condición– elevándolaa Dios, levantará del polvo templos y santuarios para mejordar culto a su dios, descansando en ellos con dos tronos degloria: uno para sí y otro para su dios. Si el Señor viera –queve– en lo escondido de mis recovecos, tendría que ver si estoydispuesto a dejar todo, nada o parte de mis bienes. Si mi cora-zón está lejos de él o cerca, solo Dios lo sabe, quedando ocul-to en mí, aunque mi boca se allegue a él y mis labios le hon-ren. ¿Quién puede esconderse, engañar o escapar de laPresciencia divina?

    La Palabra y el testigo

    “En el principio existía la Palabra, y la Palabra estaba conDios, y la Palabra era Dios.

    Ella estaba en el principio con Dios.Todo se hizo por ella, y sin ella no se hizo nada de cuanto

    existe...” (Jn 1,2-3).

    El prólogo del evangelio de san Juan es la presentaciónmás hermosa del Amor, que deja entrever la relación trinita-ria en una correspondencia tan delicada que parece consistiren la continua referencia circular del Amor-Amante-Amado.Con ello se revela que toda existencia existe por la expresiónconstante del Infinito Amante-Amado, que exhala de sí einhala todo lo creado, en un movimiento que, por ser Amor,no divide lo divino de lo creado y presenta lo eterno en lacima de lo cotidiano.

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  • ¿Cómo puede el hombre abarcar lo inabarcable, expresarlo inefable, abrazarse, fundirse y revestirse de Aquel en quientoda Palabra es pronunciada?

    Hasta el viejo Adán proclama la redimida culpa, exultan-te de admiración ante la encarnación del más bello de loshombres: “¡Esta vez sí que es hueso de mis huesos y carne demi carne!” (Gn 2,23). Así, los que estamos fuera del ya lejanoparaíso podemos adentrarnos en el Reino de nuestro SeñorJesucristo.

    Acallemos un momento nuestros sentidos, suspendamosla conciencia para convertirnos en espacioso vacío. Afinemosel oído con el silencio de un sonido, con la única intenciónde oír la voz de la verdad de Dios. Si el Señor, por su gracia ymisericordia, nos introduce en el centro de su morada, escu-charemos su voz; si no fuera así, la gracia actuará en deseos devoluntad y el hombre ejercitará su razón llevando sus riendaspara que no se desboque ni corra a su antojo recorriendo elmundo con pensamientos, imaginaciones y recuerdos, esdecir, con ruido o, muchas veces, con auténtico griterío.Debemos aprender a separar los distintos sonidos de ese ruido,reconociéndolos por el comienzo de su nota. Esto, como todo,se ejercita desde la presencia de Dios, como alumnos ante elúnico Maestro. Sin esta presencia constante, solo llegaremoshasta donde ya estamos.

    Para seguir a Cristo, tan solo hay una condición: tomarnuestra cruz: “El que no toma su cruz y me sigue, no es dignode mí” (Mt 10,38). Cristo no nos da la suya: la suya ya la llevaél, que es la suma de todas las nuestras; y todos los que lesiguen, o desean seguirle, le siguen con su cruz correspon-diente, con aquella que cada uno debe reconocer como suya,como propia, de modo que se convierta en un miembro más,adherido a su cuerpo, asumida, aceptada, estimada y querida,tal como llevamos la mano derecha, una oreja o el pie. ¿Quiénen su sano juicio desecharía algún miembro diciendo que esinnecesario? Para dar clases de hípica se necesita un caballo;para aprender a pintar se necesitan pinturas; para conducir un

    Introducción 15

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  • vehículo se necesita un coche. De igual manera, para apren-der a seguir a Cristo necesitamos la cruz.

    Tenemos el tiempo necesario –¡cada día!– para aprender allevarla con la naturalidad digna de los santos. Fíjense en ellos:al principio cargan con ella, cayendo y tropezando una y otravez. No saben ni andar. Y luego, poco a poco, año tras año, ter-minan por acogerla tal y como se debe tomar, y así corren detrásde Cristo sin que la cruz les resulte un impedimento.

    Hay quienes utilizan expresiones un tanto ambiguas, oarbitrarias, para designar no sé qué cruz. Por ejemplo:“¡Menuda cruz me ha caído!” “¡Me llegó de través, o de lado,o por detrás!”. Que yo sepa, la cruz no tiene patas, ni cae deningún sitio, ni aparece sigilosa para darte un susto de muer-te. No viene, ni cae, ni aparece de repente. La cruz no es algoexterno a mí, sino que forma parte de mí. Las situaciones rea-les de la vida son circunstancias y acontecimientos que yo noescojo, como por ejemplo una enfermedad, una muerte, unarelación difícil, y tantas cosas que todo ser humano podríacontar. Todo eso viene de fuera, ocurre de forma involunta-ria, ajeno a mí.

    Ahora bien, esto no es mi cruz. La vida se renueva conti-nuamente a través de alegrías, sufrimientos, aprietos: ahoraesto, mañana lo otro, cada día su afán (Mt 6,34), su conflic-to. Y sepan que entre el conflicto y yo media la cruz: ahí seencuentra, ahí y solo ahí existe una fuente inagotable deconocimiento propio. El conflicto saca a la luz lo que verda-deramente soy o no soy: la verdad o la mentira de mí mismo.Todo lo que ahí en mí emerge, esa es mi cruz, con rasgos tanúnicos como personales, a saber: las respuestas que debo daro no doy, lo que hice y no debí hacer, lo que no me atrevo,mis apegos, mis miedos, mis yos. Podemos justificar todo deuna u otra manera, engañarnos a nosotros mismos de una uotra forma, pasar la pelota a otro, incluso a Dios. “El quequiera seguirme, cargue con su cruz y me siga” (Mt 16,24).

    Todo lo dicho no es sino un aspecto más que determinami vida y el sentido de su orientación, con la conciencia des-

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  • pierta de que todos partimos de una razón salvaje que cadacual debe adiestrar. Pero si verdaderamente alguien se deter-mina a determinarse en su voluntad hacia la voluntad deDios, sepa que con ello va a hacerse una idea real de lo que esel martirio –el martirio de la razón–, que comienza a partir desufrirnos a nosotros mismos, sufriendo todo lo que en mí noha sido evangelizado. Así, sufriéndonos, aprenderemos a obe-decer la voluntad de quien nos pensó aquí y ahora. El amorcomienza en mí, y de mí va al prójimo. De igual modo, paraaprender a sufrir al prójimo con objetividad y madurez, debe-ría primero sufrirme yo con todo cuando soy.

    Si lo dicho hasta aquí está enraizado en la escucha de esaVoz que “brilla en las tinieblas” (Jn 1,5), veremos un brillo talque superará toda capacidad de expresión comparativa, unbrillo mayor que la mayor de las tinieblas, las cuales llegarána reconocer la excelencia de su Luz, admirándose de su altísi-ma incandescencia en ellas, y se postrarán ante la Luz comola más insignificante tiniebla, por mucho que esa tiniebla seala suma de cuantas oscuridades puedan abarcarse; cuando laLuz es Luz y toca con un roce las tinieblas, todo es luz y laoscuridad desaparece de ellas. La luz no puede sino dar lum-bre a toda tiniebla. Es de este modo como “las tinieblas no lavencieron” (Jn 1,5).

    Aprendamos, como Juan, a ser testigos (Jn 1,15), especta-dores de la Luz. Testimoniemos el infinito poder de la Palabraque se pronuncia a sí misma y, al pronunciarse, expresa cuan-to hace en todo instante, en todo momento. La Palabra estáviva y en constante actividad, sea yo invitado o no, por gra-cia de Dios, a ser testigo de una ínfima parte del alcance queencierra, de todos los misterios en los que Dios “es cuanto es”,aunque yo no sea cuanto soy. La Palabra es lumbre de todohombre (Jn 1,9), y esta Luz está aquí, en este instante, en elmundo entero, expresándose en todas sus criaturas visibles einvisibles, e incluso en lo que jamás razón algún podría creer,renovándose como un eco, como expresión constante de suinagotable Amor.

    Introducción 17

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  • La Palabra vino y viene, y está en este mundo no tal comoel hombre lo concibe, sino tal y como ella lo concibe ahora,aquí y siempre. Viene en busca de aquellos a los que fue, a losque sigue yendo: “A los suyos” (Jn 1,11). Pero “estos no larecibieron”, no la reciben, no toman la actitud de Juan, testi-go de la Luz, espectador de ella, que la recibe sin poseerla, sinapropiársela, sin deseo de tenerla. No soy yo esa Luz, sino tansolo participo de su visión.

    Pero a todos los que la reciben como Juan, les da “poderpara hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre”(Jn 1,12). Nombre pronunciado no desde la sangre ni desdela carne, ni desde deseo de hombre, sino que solo puede pro-nunciar Aquel de quien nace. Y Dios la pronuncia, y laPalabra se hace carne y pone su morada entre el Padre y yo. Yasí, “hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre comoHijo único, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14), acercada anosotros por Jesucristo.

    Y añade: “A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo único,que está en el seno del Padre, él lo ha contado” (Jn 1,18). Porlo tanto, solo él puede contarnos todo a través de su gracia,que se expresa en la mirada del que no ve, del que no oyenada que no sea la Voz del Verdadero y Buen Pastor. Pues éra-mos ovejas descarriadas, pero ahora que reconocemos la Vozdel Pastor, maestro y guardián de nuestras almas (1 Pe 2,15),no habrá más voces que atraigan nuestra atención, pues nohay palabra humana que muestre lo que el ojo no vio, ni eloído oyó, ni al corazón nuestro llegó todo lo que Dios tieneguardado para quienes le aman (1 Cor 2,8-9). Y no hay amormás grande que aquel que experimenta perder su vida, queconoce, para vivirla en Dios, que desconoce.

    Así pues, que la lectura continuada de la Palabra sea tiem-po de siembra en nuestra tierra interior. Reguémosla con elagua viva, para que su simiente no vuelva a tener sed, y espe-remos, como quien no espera, al Dueño de la siembra. Él nosenseñará a recoger sus frutos, dándonos a conocer lo que es

    La lectio divina ayer y hoy18

    Texto Lectio ayer y hoy.qxp:Texto Lectio ayer y hoy 20/7/12 11:59 Página 18

  • trigo y lo que es paja, y enseñándonos a poner cada cosa ensu lugar adecuado.

    Lectio divinaLa Biblia en su conjunto es Palabra de Dios; por lo tanto,

    el lector que inicia su lectura debe tener presente que tratacon una realidad divina cuyo único deseo es realizar elencuentro constante de Dios con el hombre y del hombrecon Dios, mediante una estrecha relación de diálogo inter-personal. Este diálogo nos enseña ciertos aspectos fundamen-tales, y yo diría que esenciales, necesarios para una actitudverdadera y real ante Dios.

    Real es, ante todo, que yo soy obra de sus manos. Queestoy necesitado de él y sin él experimento la insuficiencia, eldesamparo, la inestabilidad, la sensación de no tener origenni fin. Esta es la realidad del hombre ante Dios y la verdadque le acompaña. Soy una criatura indigente que dependetotalmente de su Creador, y sin su ayuda nada puedo, nadaalcanzo, nada podría vivir. El hombre no puede subsistir sinesa constante relación de origen, que anhela introducirse en elseno de Dios, lugar de salvación para los que se sienten des-terrados.

    El amor, el deseo y el anhelo de Dios son la causa prime-ra por la que el hombre se abraza a la Sagrada Escritura comofuente de toda pregunta y de toda respuesta. Esta relaciónrenueva mi vida aquí, ahora y siempre, transformándola enuna vida o historia sagrada, por el favor y la gracia del poderde la Palabra, que es capaz de realizar en mí una actualizacióntan única como semejante a sí misma y dignificar el sentidoúnico de mi existencia, a saber: vivir en plenitud mi sagradavida mediante el ejemplo de los hombres y mujeres que estánen las historias sagradas de la Biblia y que siguen estando tam-bién aquí, ahora y siempre.

    Si la Palabra de Dios no se convierte en mi mismo yo, seconvertirá en otras palabras: palabras de teología, de antro-

    Introducción 19

    Texto Lectio ayer y hoy.qxp:Texto Lectio ayer y hoy 20/7/12 11:59 Página 19

  • pología, de filosofía, de psicología, con las que mi yo creeráconocer mejor a Dios. Pero Dios ya se conoce a sí mismo ¡yno necesita diagnóstico alguno!

    Si no nos hacemos permeables ni nos dejamos empaparhasta el punto de que la Palabra de Dios penetre por nuestrapiel, hasta los órganos más vitales, no sabremos lo esencialque es vivir sabiéndonos sagrados. Mas para eso se requiere loque dijo Jesús: “El que pide recibe, el que busca encuentra,y al que llama se le abre” (Lc 11,10). La certeza de fe en laPalabra se fundamenta en el Amor, que es puesto de relieveen el primer mandamiento: “Amarás al Señor, tu Dios, contodo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y contoda tu mente, y al prójimo como a ti mismo” (Lc 10,27).

    Esta es la ley de Dios para todo hombre, que ha de quedarinserta en las entrañas de las almas que se saben no ser de estemundo, sino que pasan por él como si no pasaran, porquetienen su mente y su corazón puestos “en la ley del Señor, díay noche” (Salmo 1): día donde la Palabra amanece con unaluz tal que el ojo no puede ver, ni el corazón abarcar más quecon una consciencia situada por encima de mi cuerpo, más pró-xima a Dios que a mí mismo.

    La noche se avecina en un murmullo de silencio dondeel hombre exclama: “Habla, Señor, que tu siervo escucha”(1 Sam 3,10). Y así, en el deseo del amor de una vida sagrada,quedamos insertados en la Palabra, para que, reflejándonossiempre en ella, nos reconozcamos en ella como si de nosotrosse tratase, como si toda mi vida estuviera escrita en su Librodesde toda la eternidad.

    Marta

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    Texto Lectio ayer y hoy.qxp:Texto Lectio ayer y hoy 20/7/12 11:59 Página 20

  • AmD Tratado sobre el amor a Dios, de san Bernardo.

    Adv Sermones de Adviento, de san Bernardo.

    BAC Biblioteca de Autores Cristianos.

    CCant Comentario al Cantar de los Cantares, de Orígenes.

    CO Carta de oro, de Guillermo de Saint-Thierry.

    Col Colaciones, de Juan Casiano.

    Cons Tratado sobre la consideración, de san Bernardo.

    DV Dei Verbum (Constitución del Vaticano II sobre la Divina Revelación).

    Ep Cartas de san Jerónimo.

    EvJuan Comentario al evangelio de san Juan, de Orígenes.

    EZ Homilías sobre la profecía de Ezequiel, de san Gregorio Magno.

    HEx Homilías sobre el Éxodo, de Orígenes.

    HGn Homilías sobre el Génesis, de Orígenes.

    HNum Homilías sobre los Números, de Orígenes.

    IL Instrumentum laboris de la XII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre “La Palabra de Dios en la vida de la Iglesia”.

    Abreviaturas

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  • Inst Instituciones cenobíticas, de Juan Casiano.MS Mensaje al Pueblo de Dios del Sínodo

    de los Obispos sobre la Palabra.PL Patrología latina de Migne.RB Regla de san Benito.SCant Sermones sobre el Cantar de los Cantares,

    de san Bernardo.Scla Scala claustralium, de Guigo II el Cartujo.VD Exhortación apostólica postsinodal

    Verbum Domini.

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  • 1.1 “En el principio era la Palabra”

    Así comienza el evangelio de san Juan: en el eternoPrincipio divino existe una Palabra, un Logos que contiene aDios Padre en cuanto enteramente autocomunicado. Comofuente y origen que es de la Trinidad, el Padre, “que habitaen una Luz inaccesible” (1 Tim 6,16), está como emergiendoincesantemente de su Profundidad –o, si se quiere, de suSilencio– y profiriendo una Palabra eterna en la que se comu-nica a sí mismo de modo íntegro. Por eso Dios es a la vezSilencio y Palabra, o Silencio que se resuelve en Palabra,Revelación y Dicción de sí, y, además, Palabra engendrada enel Amor, en el Espíritu, que es la comunicación del Padre y delHijo.

    Silencio y Palabra están, pues, ligados al misterio divino y,por tanto, al misterio del hombre, que es imagen y semejanzasuya. Por eso toda palabra humana nace del silencio y al silen-cio retorna para surgir nuevamente de él. Si esta palabra esengendrada en el amor, la comunicación humana será imagende la divina. Si es engendrada en el odio, en la envidia o encualquier otra pasión, será imagen del corazón que la engen-dra. En el primer caso, habrá una comunicación creadora; enel segundo, destructora.

    Básicamente, Dios se comunica en dos direcciones: haciadentro (ad intra) y hacia fuera (ad extra):

    1

    Presupuestos de la lectio divina

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  • – Hacia dentro es el proceso mismo de la vida trinitaria:la autocomunicación amorosa y eterna que Dios hacede sí mismo en su Logos, el eterno diálogo de Amorque así se origina entre las tres Personas divinas.

    – Hacia fuera es el proceso de la Creación, ya que el uni-verso es, todo él y en todos sus niveles, expresión delVerbo Creador, de “la monofonía divina traducida enopulenta sinfonía”1: “El cielo proclama la gloria deDios, el firmamento pregona la obra de sus manos”(Salmo 18). La Creación es, pues, la sinfonía del Logos,en la que resuena esa “música callada” y esa “soledadsonora” que escuchan los que tienen abierto el oído delcorazón y por eso reconocen, “leen” al Creador en elLibro de la santa naturaleza.

    El ser humano está constituido para escuchar esa sinfo-nía no solo en la Creación, sino sobre todo en sí mismo,como dicen los maestros: “El Padre pronuncia una Palabra,y la pronuncia eternamente. En ella consume todo su podery enuncia toda su naturaleza divina y todas las criaturas.Esta Palabra yace escondida en el alma, de modo que no sela conoce ni oye, a no ser que se le asigne un lugar en elfondo del corazón. Antes, no se la oye”2. Y otro: “UnaPalabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siem-pre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída”3. Portanto, en silencio ha de ser oída: “Deben desaparecer todaslas voces y sonidos, y debe haber una tranquilidad pura, unsilencio”4. El que escucha el Silencio, oye la Palabra; y a lainversa, el que escucha la Palabra –o sea, la Escritura–, oirá

    La lectio divina ayer y hoy24

    1 Cf. L. A. LAUSS, “Cuando Dios habla”, Cuadernos Monásticos 11(1976) 347.

    2 MAESTRO ECKHART, “Sermón XIX”, en ILSE M. DE BRUGGER,Maestro Eckhart. Tratados y sermones, Edhasa, Barcelona 1983, p. 427.

    3 S. JUAN DE LA CRUZ, Dichos de luz y amor. A las descalzas de Beas, 21.4 MAESTRO ECKHART, “Sermón XIX”, o. c., p. 427.

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  • también el Silencio del que procede y al que revela. Comobien se ha escrito:

    Acoge la Palabra hecha carne solo quien va más allá de laPalabra y escucha el Silencio del que ella procede y al que ellarevela. La auténtica escucha de la Palabra supone este atravesarla Palabra e ir más allá de ella, hasta oír el Silencio, hasta aco-ger en la fe al Padre, de quien el Hijo es plena revelación... Laadhesión de fe a la Palabra exige la escucha del misterio divinoque se ha hecho accesible en la encarnación del Hijo, exige laacogida del Padre, el Dios escondido en el silencio5.

    Ahora bien, si no oímos la Palabra ni el Silencio es porqueno tenemos silencio ni palabra, porque estamos a un tiemposordos y llenos de ruido. En este sentido, la tradición espiri-tual cristiana afirma desde antiguo que la Palabra se encarnóprecisamente para educar nuestro oído, abrirlo al Silencio yadaptarlo poco a poco a la naturaleza de la autocomunicacióndivina. Como escribe un antiguo autor del siglo XII:

    Puesto que Dios no podía hablarnos como a seres espiritua-les, sino como a carnales, su Palabra se hizo carne, a fin de quetoda carne pudiera no solo oír, sino también ver la Palabra salidade la boca del Señor... a través de todos nuestros sentidos buscóun acceso al alma, para que así como la muerte había entrado porlos sentidos, así la vida pudiera llegar a través de ellos6.

    Y lo mismo san Bernardo, también en el siglo XII:Yo creo que esta fue la causa principal por la que el Dios

    invisible se manifestó en la carne y convivió como hombreentre los hombres: ir llevando gradualmente hacia el amor

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    5 SILVIO JOSÉ BÁEZ, Cuando todo calla. El silencio en la Biblia, Editorialde Espiritualidad, Madrid 2009, p. 186.

    6 GUERRICO DE IGNY, “Sermón en la Navidad de la Virgen”, V, 3, enLa Luz de Cristo. Homilías para el año litúrgico, Padres Cistercienses 10Monasterio trapense de Nuestra Señora de los Ángeles, Azul (Argentina)1983, p. 140.

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  • espiritual a los hombres, que, por ser carnales, solo podíanamar carnalmente, y guiar así sus afectos naturales al amorque salva7.

    1.2 Encarnación de la Palabra

    Para realizar esta educación, el Verbo se encarna y se reve-la progresivamente, adaptándose a la capacidad humana derecibirle: primero al hombre del Antiguo Testamento, final-mente en Jesucristo. Como dice la Carta a los Hebreos, “endistintas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antigua-mente a nuestros padres por los profetas. Ahora, en esta etapafinal, nos ha hablado por el Hijo” (Heb 1,1).

    – En el Antiguo Testamento, la Palabra se hace ley, y leyescrita. La Torá de Yahveh es una primera encarnacióndel Logos en el lenguaje humano, en la forma de uncódigo normativo que contiene la voluntad de Dios.El profeta Baruc y el libro del Eclesiástico hablan deesta primera encarnación de la Palabra en unos térmi-nos que después san Juan aplicará a Cristo: la Torá–dice Baruc– “apareció en la tierra y vivió entre loshombres: es el libro de los preceptos de Dios, la Toráque subsiste eternamente... felices somos, Israel, pues loque agrada a Dios ha sido revelado” (Bar 3,38–4,13).

    – En el Nuevo Testamento, el Verbo se hace no ya ley,sino carne, verdadera tienda del encuentro y temploque plenifica el de Salomón. Se hace cuerpo humano,boca humana y lengua humana: no discurso, sino per-sona. Se comunica en el modo de la plena encarna-ción. Jesús es para san Juan el Logos, la Palabra queexistía desde el principio junto a Dios y que era Dios,y que puso su tienda entre nosotros, para reintroducir

    La lectio divina ayer y hoy26

    7 SCant 20, 6, en Sermones sobre el Cantar de los Cantares, en Obrascompletas de san Bernardo V, BAC, Madrid 1983.

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  • al ser humano en el diálogo divino, en su eterna comu-nicación ad intra, de la que no participamos los queestamos fuera del paraíso.

    El libro de la Sabiduría describe poéticamente el descensode la Palabra en un texto que la liturgia aplica a la encarna-ción de Cristo: “Cuando un sosegado silencio todo lo envol-vía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tuPalabra omnipotente... saltó del cielo, desde el trono real”(Sab 18,14-15). El autor se está refiriendo al paso del ángelde Yahveh exterminando a los primogénitos de Egipto entiempos de Moisés. Paso salvífico para Israel, en el silencio dela noche. Pero el texto ha sustituido el ángel por la Palabra:fue la Palabra de Dios la que descendió. Palabra pronunciadaen la noche de la humanidad, que dormía ajena al paso divi-no, salvándose únicamente aquellos que estaban velando; osea, los hijos de Israel, que aguardaban ceñidos la llegada dela aurora para partir a la tierra prometida iluminados por lacolumna de fuego.

    Todo callaba, entonces como ahora: callaban los hijos deEgipto, que dormían el sueño de su increencia; callaba lanaturaleza, como testigo expectante del descenso silenciosodel Verbo de Dios. Solo estaban despiertos los hijos de Israel,los hombres y mujeres de cualquier tiempo que permanecenvelando y a la escucha de “Aquel que es, que era y que vendrá”(Ap 1,3), significando así la liturgia del Adviento.

    El evangelista san Juan describe también el descenso noc-turno de la Palabra, con la diferencia de que la noche adquie-re en él un sentido demoníaco. El Verbo es la Luz, la nochees la anti-Luz. No es solo el mundo dormido al que encuen-tra desprevenido la llegada del Esposo, como en el caso de lasvírgenes insensatas. Es todo lo que se opone a Cristo y lecombate. Jesucristo es la Luz que trae la revelación, el cono-cimiento, la verdad y la gracia de Dios, pero que viene a unmundo que “yace en tinieblas y en sombras de muerte”, ale-jado de la comunicación divina. Para él, la noche significa latiniebla, el reino del mal que resiste la llegada de la Luz. Y es

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  • que presidiendo esa noche está el “príncipe de este mundo”(Jn 12,31), “el dominador de este mundo tenebroso” (Ef 4,18),el que es tiniebla por antonomasia y pretende reducir a silen-cio la Palabra de Dios descendida, para que el mundo sigasiendo un reino de oscuridad.

    Los hombres no son esencialmente tiniebla, sino solo enla medida en que permanecen bajo el ámbito de influenciadel mal y el pecado, en la medida en que no reciben la Luz. Encambio, los que acogen al Iluminador pasan de las tinieblas a lailuminación espiritual y al conocimiento. Por eso dice la Cartaa los Efesios: “Antes erais tiniebla, ahora sois luz” (Ef 5,8).

    Este símbolo nocturno recibe influencia de las filosofíasgnósticas contemporáneas del evangelio de san Juan, para lascuales la oscuridad es también la dominadora del mundoterrestre, físico y corporal. En oposición a él está el mundoceleste de la luz, hacia el que ha de encaminarse el hombre.La luz es gnosis, conocimiento espiritual; la tiniebla es agnosis,ignorancia, inconsciencia espiritual. El paso de una a otrarequiere la metanoia, el cambio de mente, la conversión, parapasar de la oscuridad a la luz.

    Todo el evangelio de san Juan es un combate entre Cristo-Luz, que es de “arriba”, y los que le rechazan, que son de“abajo” y están en la esfera de la tiniebla. En este combate, losadversarios obtendrán una victoria aparente cuando lleguela “hora” de Jesús, que es también la “hora” de las tinieblas.Estas juzgan a muerte a Cristo, pero en ese juicio son ellas,paradójicamente, las juzgadas. Porque Jesús muere y la Luzdivina se apaga solo aparentemente. De hecho, más que muer-te es una Pascua, la transformación de una crisálida, que ense-guida emerge como mariposa y su Luz vuelve a brillar, ahoraen pleno resplandor divino. Y es que la tiniebla no puedederrotar a la Luz. La muerte de Cristo es una especie de muer-te mística, una transfiguración, como había sido anticipada enla experiencia del Tabor. El sepulcro que lo acoge en el silen-cio solemne del sábado santo es el reposo del Verbo, el silen-cio y vacío de las potencias, la perfecta quietud espiritual

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  • donde se opera la última metamorfosis de Cristo: su conver-sión de hombre terreno –en lo que de terreno tenía– en hom-bre divino. San Pablo dirá que muere el cuerpo de carne yresucita el cuerpo celeste (cf. 1 Cor 15,44-48).

    El Verbo de la vida, pues, no desciende al silencio paraquedar mudo, sino para convertirlo en matriz de una nuevacomunicación y un nuevo lenguaje: el del hombre espiri-tual. Diríase que, en su confrontación con Jesús, sus con-temporáneos hicieron una lectio divina al vivo con la mismaPalabra encarnada. Para unos –los que la acogieron– fue unalectio en positivo; para otros –los que permanecieron insen-sibles– fue una lectio infructuosa. Pero con todos ellos esta-bleció Cristo un diálogo del que podemos extraer ciertasactitudes básicas para nuestra confrontación personal con laPalabra de Dios.

    Una lectio divina fructuosa requiere al menos:1. Un corazón despierto y vigilante, como lo tenía Israel la

    noche de su liberación, porque el Verbo se encarna en elsilencio y en la noche, no en el ruido: “Cuando un sose-gado silencio todo lo envolvía” (Sab 18,14). Si en mi lec-tura –y fuera de ella– no estoy atento y despierto, laPalabra me encontrará dormido, como a los egipcios.

    2. Una actitud receptiva, capaz de recibir a Cristo,sabiendo que siempre podemos ser de los que le resis-ten y rechazan, incluso cuando creemos que somos delos que están del lado de la Luz: “Vino a los suyos, ylos suyos no le recibieron” (Jn 1,11).

    3. Reconocernos tiniebla, pero desear ardientemente seriluminados por Aquel que trae la Verdad: “Lámparaes tu Palabra para mis pasos, luz en mi sendero”(Salmo 118).

    4. Estar dispuestos a dejarnos educar, aceptando lasdenuncias que la Palabra nos haga: “Dichoso el hom-bre a quien corrige Dios, porque él hiere y venda laherida” (Job 5,17-18).

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    Texto Lectio ayer y hoy.qxp:Texto Lectio ayer y hoy 20/7/12 11:59 Página 29

  • 5. Estar dispuestos a sufrir la “hora de las tinieblas”, delsilencio y muerte aparente de la Palabra, al menos dedos maneras:

    – Cuando la lectio divina se nos vuelva un ejercicioárido y parezca que la Palabra se hace noche paranuestros sentidos y facultades –no tanto por ellamisma cuanto por nuestro propio ruido y sorde-ra–. Es la perspectiva ascética, más propia de losprincipiantes.

    – Cuando llegue el tránsito de la meditación a la con-templación y, con ello, llegue la verdadera nochedel espíritu, que supone el paso a la personalidadtransfigurada. Noche terrible, pero finalmentedichosa, como la del sábado santo, porque en ellamuere definitivamente el hombre viejo para darpaso al hombre nuevo, al “varón clarividente” yde ojos abiertos (Nm 24,3). Es la perspectivamística.

    6. Tener en cuenta que, en último término, el objetivo dela lectio divina es el alumbramiento del hombre nuevocreado según Dios (Ef 4,24; Col 3,10), el nuevo naci-miento: “A los que le recibieron les dio poder para serhijos de Dios” (Jn 1,11).

    1.3 Sacramentalidad de la Escritura

    Tras la resurrección, Cristo sigue hablando en los evan-gelios, que forman con el conjunto de escritos del Antiguoy del Nuevo Testamento la totalidad de la Escritura. De estemodo, los que no hemos visto ni oído al Verbo de la vida(1 Jn 1,1) podemos proseguir el mismo diálogo que él enta-bló con sus contemporáneos. Porque, en la Escritura, elVerbo de la vida se hace nuestro contemporáneo, nos hablaa nosotros hoy. Y eso no al modo del autor que pervive ensus escritos, aunque esté muerto, sino porque Cristo estásiempre vivo y, como dice la exhortación postsinodal Verbum

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  • Domini, “entra en el tiempo y en el espacio” y se hace nuestrointerlocutor8.

    Desde los tiempos antiguos se recurrió al misterio de laencarnación para explicar la presencia real del Verbo de Diosen la Escritura: el Logos énsarkos es el Logos émbiblos: el Verbohecho carne es el Verbo hecho libro. Como escribe atrevida-mente Baquiario, monje español del siglo IV, “las Escriturasson el Verbo de Dios envuelto en paños de pergamino, esdecir, cubierto con las palabras del libro”9. Esta fe en la pre-sencia real del Verbo en la Escritura es fundamental para lapráctica de la lectio divina y es lo que permite hablar delcarácter sacramental de la Escritura, como una realidad a lavez material y espiritual, humana y divina, continuación dela encarnación en el lenguaje escrito, y por tanto Cristomismo en otra forma de presencia.

    Desde antiguo, esta sacramentalidad se ha entendido enanalogía con la presencia real de Cristo en las especies euca-rísticas, como recuerda un autor moderno citando a PaulEvdokimov:

    Se podría afirmar que, para los Padres, la Biblia es Cristo,pues cada una de sus palabras nos conduce hacia el que las hapronunciado y nos pone en su presencia... se consume eucarís-ticamente la palabra misteriosamente partida con miras a lacomunión con Cristo... Al leer la Biblia, los Padres no leían lostextos, sino a Cristo vivo, y Cristo les hablaba. Consumían lapalabra como el pan y el vino eucarísticos, y la palabra se ofre-cía con la profundidad de Cristo10.

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    8 VD 56; cf. BENEDICTO XVI, La Palabra del Señor: exhortación apos-tólica “Verbum Domini”, Cuadernos Phase 198, Centre de PastoralLitúrgica, Barcelona 2010.

    9 Carta a una dama. Cf. M. MASINI, La lectio divina. Teología, espiri-tualidad y método, BAC, Madrid, 2001, p. 164.

    10 G. M. COLOMBÁS, La lectura de Dios. Aproximación a la lectio divi-na, Monte Casino, Zamora 31986, p. 37. Cf. VD 55.

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  • Entre los textos patrísticos, de tono hiperrealista, que losautores modernos citan a este respecto, los últimos documentosdel magisterio suelen destacar el de san Jerónimo, que reprodu-ce casi literalmente otro de Orígenes escrito doscientos añosantes. Lo transcribimos según lo cita la Verbum Domini:

    Yo pienso que el Evangelio es el cuerpo de Cristo... Y cuan-do él dice: Quien come mi carne y bebe mi sangre (Jn 6,53), yaunque estas palabras puedan entenderse también del misterioeucarístico, sin embargo, el cuerpo de Cristo, y su sangre, es real-mente la palabra de la Escritura, es la enseñanza de Dios. Cuandoacudimos al misterio eucarístico, si cae una partícula, nos senti-mos perdidos. Y cuando estamos escuchando la Palabra de Diosy se nos vierte en el oído la Palabra de Dios y la carne y la sangrede Cristo, mientras que nosotros estamos pensando en otra cosa,¿cuántos graves peligros corremos?11

    El Vaticano II había insertado esta doctrina al hablar de ladoble mesa de la Palabra y de la eucaristía:

    La Iglesia siempre ha venerado la Sagrada Escritura como loha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues sobre todo en la sagra-da liturgia nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pande vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpode Cristo... Como por la asidua frecuentación del misterio euca-rístico se incrementa la vida de la Iglesia, así es de esperar unnuevo impulso de la vida espiritual de la acrecentada veneraciónde la Palabra de Dios que permanece para siempre12.

    En lo que tiene de material y humana, la Escritura es fini-ta y limitada, y no agota al Verbo divino, que puede expre-

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    11 VD 56. Orígenes escribe: “Cuando recibís el Cuerpo del Señor, loconserváis con toda cautela y veneración, para que no caiga la mínimaparte de él... Pues si tenemos tanta cautela para conservar su Cuerpo, y latenemos con razón, ¿por qué creéis que despreciar la Palabra de Dios esmenor sacrilegio que despreciar su Cuerpo?” (HEx XIII, 3, Ciudad Nueva,Madrid 1992, p. 216).

    12 DV VI, 21, 26.

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  • sarse por infinitos cauces. Pero en lo que tiene de espiritual ydivina es insondable y siempre se puede profundizar más enella. En el primer caso, el lector considera la intención de losautores humanos de la Biblia, lo que antiguamente se llamabasentido literal o histórico, para lo cual puede servirse de lastécnicas modernas de interpretación textual. En el segundocaso considera aquello que, a través de las palabras humanasde la Escritura, Dios está queriendo siempre revelar, es decir,la intención del Espíritu Santo, que antiguamente se llamabasentido espiritual, porque “Dios habla en la Sagrada Escriturapor medio de hombres y en lenguaje humano”13. Aquí, el lec-tor-intérprete se transforma en oyente y entra en un diálogoabierto con la Palabra de Dios, al modo como, hace yamuchos siglos, lo expresaba el papa Gregorio Magno:

    La Escritura Santa, al ser inspirada por Dios, supera la inte-ligencia de los hombres más dotados, en la medida en que estosson inferiores a Dios. Incluso solo perciben de la Escritura loque Dios, en su bondad, les revela. Nadie ha avanzado tanto ensu conocimiento que no pueda progresar más aún, porque todoprogreso humano permanece por debajo de la altura de la divi-nidad que ha inspirado la Escritura... Porque la Escritura santaha sido compuesta por Dios tan maravillosamente que, pormucho que se la explique, continúa teniendo secretos, y deordinario nunca es explicada hasta tal punto que no quedenmuchas cosas por explicar cada día. Por causa de este carácterincomprensible, Dios proveyó de flexibilidad al espíritu huma-no con gran prudencia, de modo que una vez conocida ya nose la desprecie. La Escritura está compuesta de tal manera quese la ignora aun cuando se la conoce, que se la lee con mayoragrado si se la estudia cada día, y, pudiendo descubrir siemprealgo nuevo en ella, posee el arte de encantar14.

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    13 Ibíd., 12a14 In Reg. Proemium 3 (PL 79,19 D-20 B); cf. P. CATRY, “Cómo leer la

    Escritura según san Gregorio Magno”, Cuadernos Monásticos, 11 (1976), p.315.

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  • En términos actuales, se trata de tener en cuenta el senti-do del misterio: el Dios que se revela es el Dios escondido, yel mismo lenguaje que lo revela lo expresa solo limitadamen-te. Por eso dijo el Sínodo de los Obispos sobre la Palabra deDios: “La Palabra de Dios precede y excede la Biblia, si bien...contiene la Palabra viva y eficaz. Precisamente porque elhorizonte de la Palabra divina abraza y se extiende más alláde la Escritura, es necesaria la constante presencia eficaz delEspíritu Santo... en quien lee las Escrituras”15.

    1.4 Escucha y diálogo

    El dato de fe de que Cristo está presente en la Escritura demodo análogo a como lo está en el sacramento eucarístico esfundamental no solo para la exégesis bíblica, sino para la prác-tica de la lectio divina. No estamos dialogando con un muertoque pervive en sus escritos, sino con el Logos eterno de Dios,que habló en Cristo y sigue hablando en la Escritura, hacién-dose en ella nuestro contemporáneo y prosiguiendo el mismodiálogo que entabló con la gente de su tiempo. Como dice, unavez más, la Verbum Domini, “cada hombre se presenta como eldestinatario de la Palabra, interpelado y llamado a entrar eneste diálogo de amor mediante su respuesta libre. Dios nos hahecho a cada uno capaces de escuchar y responder a la Palabradivina. El hombre ha sido creado en la Palabra y vive en ella;no se entiende a sí mismo si no se abre a este diálogo”16.

    No dialogamos igual con Cervantes cuando leemos ElQuijote que con Cristo cuando leemos la Escritura. En el pri-mer caso, no hay verdadero diálogo, porque en realidad estoyyo solo reflexionando conmigo mismo a partir del texto litera-rio, extrayendo enseñanzas y aplicaciones. Soy yo quien leactualizo a él y lo traigo a mi hoy. En el segundo caso, sí hay

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    15 MS I,3.16 VD 22.

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    PresentaciónIntroducción. El despertar del almaAbreviaturas1. Presupuestos de la lectio divinaÍndice