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APROXIMACIÓN AL PROCESO DE COLONIZACIÓN DE LA REGIÓN DEL ARIARI-GÜEJAR- GUAYABERO Por Alfredo Molano

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APROXIMACIÓN AL PROCESO DE COLONIZACIÓN

DE LA REGIÓN DEL ARIARI-GÜEJAR-GUAYABERO

Por Alfredo Molano

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1. HISTORIA REGIONAL

1.1 LA ECONOMÍA EXTRACTIVA, 1900-1950

La colonización de la hoya del Ariari es un hecho relativamente reciente. Las primeras aerofotografías del área, tomadas en 1939, muestran un bosque pri­mario casi intacto. San Martín y San Juan de los Llanos, fundados en el siglo XVI', fueron —y aún hoy son— centros ganaderos que impulsaron la ocupación ganadera de las sabanas naturales, mas no la colonización. El camino sanjuanero que unió estas regiones con Gramalote, hoy Villavicencio, y Santa Fe de Bogotá, fue abierto por los jesuítas y mejorado notablemente por el virrey Ezpeleta en el siglo XVII, pero ello no indujo tampoco a la colonización. A fines del siglo XIX, cuando el país se orientaba definitivamente hacia la agroexportación, y la economía extractiva conoció sus mejores días, se abrió el camino entre San Martín y el Huila, pasando por el Alto de las Cruces en la Cordillera Oriental y se rectificó la trocha sanjuanera2.

Villavicencio fue fundado hacia 1870 como posada de ganados al pie de la cordillera. Hacia 1890 se fundaron grandes empresas agropecuarias en sus cercanías, alguna de las cuales, El Buque, de don Emiliano Restrepo, llegó a tener un millón de matas de café. Por los mismos días, la sociedad de los señores Herrera y Uribe creó la Hacienda Colombia, svcesora de la firma Montoya, Uribe y Lorenzana, a la que el gobierno le había adjudicado 10.000 hectáreas de baldíos3, entre los Ríos Ariari y el Caguán a cambio de la construcción de una trocha entre estas regiones. La sociedad se apropió de 160.000 hectáreas y el gobierno reaccionó cancelando el acuerdo4.

El propósito inicial de la Hacienda Colombia de Uribe y Herrera era la extracción de quinas y caucho, pero al constatar la relativa pobreza de las selvas en estos productos orientó su actividad hacia la ganadería, en los Llanos de San

1. Avellaneda Navas, José. "San Juan de los Llanos, primera ciudad de los Llanos Orientales", En: Los Llanos, una historia sin jronteras. Academia de Historia del Meta, 1988.

2. Londoño D., Gonzalo. "Aproximación a la historia regional del Ariari". En: Los Llanos... Ibid., págs. 385 y ss.

3. Legrand, Catherine. Colonización y protesta campesina en Colombia. Universidad Nacional de Colombia, 1988. Liévano A., Indalecio. Rafael Núñez. Ed. Populibro, págs. 385-386.

4. Londoño, D. Gonzalo, op. cit., pág. 391.

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Juan, y hacia el cultivo de café y cacao en las faldas de la cordillera. Se fundaron entonces dos poblaciones, La Uribe, en vertiente oriental, y Colombia, en la occidental, y se amplió el camino que las unía. La firma mejoró también las razas de ganado y llegó inclusive a sembrar caucho. El éxito relativo de la empresa estimuló la colonización y los pueblos recién fundados se transformaron en epicentros de ocupación territorial.

La guerra de los mil días, primero, y luego la muerte prematura y accidental de sus dos socios, condujeron la firma a la bancarrota. Los herederos negociaron los derechos con una firma inglesa que luego, en los años 20, los vende a su turno a Texas Oil Co.

En estos años, los colonos que habían trabajado en la Hacienda Colombia o que llegaron al fin de las guerras civiles, invadieron los terrenos reclamados por la sociedad, iniciando un sonado pleito que a la larga ganaron los colonos.

Mientras esto sucedía al sur del Ariari, al norte la colonización se desarrolla­ba lentamente. En 1920 se fundó Acacias y en 1922 el gobierno creó la colonia penal del mismo nombre, en márgenes del Río Guayuriba. Se abrió, al impulso de estos hechos, la llamada Selva del Rionegro, que poco a poco fue ocupada por gentes oriundas de Cáqueza y Quetame, regiones donde el minifundio comen­zaba a ser asfixiante. Era una colonización campesina, basada principalmente en los cultivos de arroz y maíz.

Este es, en síntesis, el panorama de la colonización en 1939, cuando se toman las citadas aerofotografías.

Sin embargo, precisamente en ese año, la Rubber Development Company, una compañía del gobierno norteamericano, obtuvo licencia para la explotación de caucho en el Vaupés5. Los EE.UU. habían entrado en la segunda guerra mundial y Japón ocupaba Malasia, primera productora mundial del látex.

La Rubber se comprometió, a cambio de la concesión, a construir una carretera entre Villavicencio y Calamar, entonces capital del Vaupés, pasando por San Martín. En efecto mejoró el camino hasta esta población, construyó bodegas a lo largo del Ariari, que posteriormente se unieron por la trocha, estableció también un gran depósito en San José del Guaviare e inició la apertura de un camino entre San Martín y Calamar. Así, con la combinación de uso entre ríos y trochas, el flujo del caucho cobraba independencia frente a los ritmos estacionales.

Los trabajos de la Rubber fueron determinantes. El mejoramiento de la trocha entre Acacias y San Martín se convirtió, hacia 1940 y 1950, en el eje de la colonización de esta región6. Los campesinos fueron ocupando las tierras, dadas

5. Ibid., p. 392.

6. Una ampliación de este proceso, en: Alfredo Molano Selvaadentro. El Áncora, 1987,págs,29 y 22. y Dos viajes por la orinoquía colombiana, 1889-1988, José de Calazans Vela y Alfredo Molano. Ediciones Fondo Cultural Cafetero, Bogotá, 1988.

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las perspectivas creadas por el camino. La construcción de bodegas, en lo que hoy son Granada, Puerto Lleras, Puerto Rico y Concordia, a lo largo del Ariari, y la trocha que los enlazaba, indujo también un precario poblamiento en estos puntos. Pero el papel de la Rubber fue importante básicamente porque trajo a la región gente del Tolima y del Huila no sólo para llevar a cabo las obras sino principalmente para la explotación cauchera. Así, cuando la compañía abando­nó el país, muchos de sus contratistas, obreros y empleados se quedaron en la zona.

De otro lado, la política de fronteras del presidente López Pumarejo, nacida del conflicto con el Perú, unida a una apreciación empresarial y social de las potencialidades del Llano, había unido por carretera a Bogotá y Villavicencio desde el año 367. Esta vía trajo un enorme impulso a Villavicencio y le dio sentido y perspectiva a la coloniezación del piedemonte: a los contingentes de Cáqueza y Quetame se unieron gentes de Medina y Maya, en Cundinamarca, de Guadalupe, Santander, Chiquinquirá, Boyacá y, naturalmente, campesinos del Tolima y del Huila. Hacia 1948 esta "punta" de colonización llegaba ya al Ariari. La bodega construida por la Rubber se convirtió en Bocademonte y se fundaron así mismo Guamal, Cubarral, Humadea y Castilla La Nueva, esta última alrededor del campo de explotación petrolera de la Tropical Oil Company. No obstante, el poblamiento era lento, espasmódico y muy diseminado.

1.2 LA PRIMERA VIOLENCIA, 1948-1953

Cuentan los sobrevivientes que poco después del 9 de abril se inició en la provincia de Gutiérrez, al nororiente de Boyacá, una feroz persecución contra el partido liberal. En Boavita, La Uvita, Chita y Güicán, tierras eminentemente conservadoras, monseñor Sotelo Peñuela y los hermanos Villarreal, ricos hacen­dados, acaudillaron desde Soatá una cruzada para expulsar al "basilisco", térmi­no con que Laureano Gómez había bautizado al liberalismo, ateo y criptocomu-nista. La acción se extendió poco a poco a todo Boyacá y los liberales se refugiaron en Bogotá, Sogamoso y el Casanare. En este último territorio algunos hacendados, apoyados por sus peones, resolvieron resistir y organizaron las primeras guerrillas comandadas por los hermanos Bautista. La resistencia se alimentó y se fortaleció con campesinos desplazados del Valle de Tenza, Már­quez y el Cocuy. La voz y las consignas de resistencia corrieron a lo largo del Llano. Los liberales se agruparon y una parte tomó contacto con un sector minoritario del ejército que se oponía a la conservatización de las Fuerzas Armadas. Así entraron en relación los liberales llaneros, respaldados por la

7. Una pintoresca crónica de viaje por esta carretera, en: "La Intendencia del Meta", Revista Pan, Bogotá, 1937.

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dirección del partido, y el capitán Alfredo Silva, comandante de la base del Apiay, y elaboraron un plan golpista8. La acción se acordó para mediados del año 49. Se trataba en síntesis de tomarse las principales bases aéreas del centro del país, apoyándose en algunos batallones del ejército. El plan se desactivó a última hora, pero al llano no alcanzó a llegar la contraorden. Silva se tomó Apiay, mientras un grupo de insurgentes civiles al mando de Eliseo Velásquez ocupó a Puerto López. Los rebeldes alcanzaron a controlar por algunas horas a la capital del Meta —por aquel entonces intendencia—, pero la desorganización cundió y Velásquez se replegó hacia Arimena. Si bien la operación fue un fracaso militar no lo fue políticamente, pues desencadenó la rebelión llanera.

El teatro de guerra fue el Casanare y el oriente del Meta por cuanto eran las regiones más afectadas por la reacción conservadora que tenía asiento en las regiones de Tenza, Márquez y Gutiérrez y porque además era la zona más rica en ganado. El alzamiento se prolongó, con desigual suerte para los contrincantes, hasta mediados del año 52, momento en el cualel liberalismo casi desapareció de la vida pública y sus principales cabezas (López y Lleras) se asilaron en México; entonces el movimiento llanero emergió como la única alternativa liberal. El viraje fortaleció a las guerrillas que a partir de allí tomaron la iniciativa estratégi­ca y fortalecieron su organización. El golpe de Rojas y el apoyo que recibió del liberalismo —un "golpe de opinión", lo bautizó Darío Echandía— condujo a la entrega de armas y a la desmovilización de los frentes militares.

Durante todo este período de hostilidades, el conservatismo llanero se refugió en las capitales o se atrincheró en las regiones de Restrepo y Acacias, colonizadas, como se dijo, por los campesinos de Cáqueza, partidarios del gobierno. Esta zona permaneció aislada y constantemente amenazada por el auge del movimiento guerrillero liberal. Sin embargo, dada su gran cohesión partidista, los insurgentes evitaron una confrontación abierta.

No sucedió lo mismo en San Martín, tierra de estirpe liberal. En una primera fase el gobierno apuntaló bandas chulavitas para conservatizar la zona y los liberales huyeron o se organizaron alrededor de Héctor Morales, vinculado a las guerrillas liberales. Pero Morales no era en realidad un combatiente y se replegó pasivamente a San Juan de Arama. Los hacendados liberales, cada vez más impedidos para explotar sus hatos, acudieron a Guadalupe Salcedo, enorme­mente prestigioso luego de la emboscada de El Turpial9 que costó la vida a 96 soldados del ejército, y a su vez, destacó como jefe de la zona a Dumar Aljure, guerrillero, cerrero de gran versatilidad. Bajo su mando cambio la suerte de la guerra. Los hacendados lo apoyaron decididamente y el pueblo lo siguió sin reservas. Aljure logró resonantes éxitos, hasta el punto de hostilizar sistemática-

8. Franco I., Eduardo. Las guerrillas del Llano. Edic. Hombre Nuevo. Medellín, 1976. p. 17/Molano, A. Siguiendo el Corte. El Ancora, Bogotá, 1989, págs. 33 y ss,

9. Para ampliar esta información, ver los textos de Franco I., Molano A., Londoño, G. y la más conocida obra de Guzmán C. y otros: La violencia en Colombia. (Varias ediciones),

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mente la zona conservadora de Acacias. La paz de Rojas lo sorprendió planean­do una operación de gran envergadura contra el conservatismo de esa región.

1.3 LA AMNISTÍA DEL 53

La amnistía de 1953, que no cobijó a Dumar Aljure por ser desertor del ejército, trajo al Ariari una relativa paz. El mismo gobierno cambió tácitamente las armas guerrilleras por las tierras del Ariari. Guadalupe situó a tres de sus lugartenientes más importantes a lo largo del Río Veneno en la parte alta, frente a Cubarral; Giraldo en la zona media —La Playa y Bocademonte—, y a Dumar Aljure le asignó el control de San Antonio y San Martín.

Para aclimatar la paz, la administración de Rojas organizó un plan inmedia­to de ayuda a los excombatientes que consistió básicamente en un apoyo econó­mico para su traslado al Ariari, en la dotación gratuita de herramientas, y en préstamos para iniciar los asentamientos. No fue en realidad un programa de colonización sino un auxilio para resolver los problemas que planteaba la desmovilización militar.

Pero la iniciativa del gobierno, no obstante, fue el punto de partida real y cierto de la colonización del Ariari. Entre 1953 y 1955 llegaron miles de campesi­nos, atraídos por el ambiente de paz, la fama del Llano y los auxilios del gobierno. Unos habían combatido contra el conservatismo no sólo en el Casana­re o el Meta sino en Boyacá, el Tolima o el Valle; otros habían sido expulsados, económica o políticamente, de las cordilleras. El gobierno, a través del Instituto de Colonización y de la Caja de Crédito Agrario inauguró programas de asenta­miento y abrió líneas de crédito, que dicho sea de paso no duraron mucho tiempo.

Abandonada la zona a su propia suerte a partir de mediados del año 55, se desencadenaron procesos que tuvieron enormes repercusiones a partir de allí, y marcaron el rumbo futuro de la región.

1.4 LA SEGUNDA VIOLENCIA, 1955-1962

Y EL MOVIMIENTO COMUNISTA

La segunda ola de violencia se inició con dos hechos principales. De un lado, el rompimiento entre Rojas y el partido comunista a raíz de la matanza de estudian­tes ocurrida el 8 y 9 de junio de 1954 y en segundo lugar, el desamparo en que los partidos políticos dejaron a las organizaciones armadas que directa o indirecta­mente había prohijado. Como consecuencia del primer hecho se fortalecieron los grupos armados liderados por el comunismo en Sumapaz, Tequendama, sur del Tolima y norte del Cauca y como resultado del segundo se desató la anarquía y

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bandidaje en las filas campesinas, pues el Estado no logró integrar dichas organizaciones a la vida económica y social del país.

Columnas de Marcha

A mediados de 1955 tuvo lugar una operación militar de gran envergadura contra las zonas rojas de Sumapaz y Villarrica. Los comunistas fueron derrota­dos pero no disueltos. Su estrategia defensiva, basada en una prematura y suicida guerra de posiciones, fracasó, pero no amilanados por el éxito del ejército se reorganizaron en guerrillas móviles e iniciaron un desplazamiento masivo hacia los páramos de Sumapaz y hacia el sur del Tolima. Fueron las llamadas Colum­nas de Marcha. El objetivo central fue proteger a cientos de familias campesinas de los ataques del ejército y refugiarse en zonas que, por su tradición, garantiza­ban su protección. Tanto los desplazamientos geográficos como los nuevos asentamientos estaban dirigidos por cuerpos armados bajo la forma de autode­fensa, que no era otra cosa que la manera de integrar la población civil a las operaciones militares10.

Del Sumapaz y Villarrica salieron dos Columnas hacia el suroriente. La primera se dirigió hacia el Alto Duda, y se asentó un tiempo en El Palmar, una de las haciendas de Juan de la Cruz. La otra se desplazó por Baraya hacia el sur del Tolima, pero diezmada y debilitada, sólo alcanzó a llegar al Pato y Alto Guaya­bero, en las cercanías de Neiva, donde se estableció. De estas regiones se desprendieron poco a poco contingentes sueltos, unos ligados a la organización central de autodefensa y otros independientes de ella, que fueron colonizando la Hoya del Duda hasta Uribe en el Meta y el Alto Guayabero y Balsillas en el Huila. Estos últimos llegaron paulatinamente hasta el Caguán en el Caquetá".

Para el caso que nos ocupa, interesa principalmente la colonización del Duda, La Uribe y el Alto Ariari.

Hasta donde hemos podido investigar la columna de marcha del Duda, como queda dicho, se asentó en El Palmar. Sin embargo esta región aunque ofrecía seguridad, no era rica. Sus tierras de pronunciadas laderas y sus suelos de baja fertilidad, obligaron al movimiento de autodefensa a pensar en nuevas colonizaciones. Fue así como de la columna madre se fueron desprendiendo grupos campesinos hacia La Uribe, a la sazón un pueblo abandonado. Allí

10. Referencias al proceso en: Alape, Arturo, Las vidas de Tiroftjo. Ed. Planeta, 1989; Fajardo, Darío, Violencia y desarrollo. Ed. Suramérica, 1979; Arango, Carlos. FARC: 20 años. Ed. Aurora, 1984.

11. Ver: Cubides, Fernando, y otros. Colonización, coca y guerrilla. Universidad Nacional, Bogotá, 1987.

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volvieron a detenerse. Abrieron tierras, hicieron sementeras y apoyaron la colonización del piedemonte entre los Ríos Duda y Ariari. Fundaron tres pobla­ciones: Mesetas, Lejanías y Medellín del Ariari. La iniciativa de la organización de autodefensa, núcleo de esta empresa, fue seguida por campesinos indepen­dientes, que por aquella época (1955-1959) llegaban al Llano desde el interior del país o por campesinos que desde el Sumapaz o desde el Tolima se sumaron al movimiento. No obstante este engrosamiento paulatino, el núcleo de la organiza­ción se conservó, y amplió su radio de acción sobre los recién llegados. Era la única y verdadera autoridad. En el curso de estos años 1958 y 1959, el centro de la colonización va desplazándose de La Uribe a Medellín del Ariari, donde el movimiento se detiene frente a la hostilidad manifiesta de los colonos de Cuba-rral, que como se verá eran —y siguen siendo— conservadores y anticomunistas.

Medellín del Ariari, llamado anteriormente Aguas Claras, era en aquellos días un pequeño caserío fundado por un Pastor Avila, activo lugarteniente de Juan de ia Cruz Várela. Cuando la guerra del Llano terminó, hacia allí se dirigió el capitán Veneno, Plinio Murillo, enviado por Guadalupe. Plinio, nacido en Chaparral, participó muy joven en el movimiento agrarista del sur del Tolima que había fundado Gaitán. Era pues un hombre de izquierda y por tal motivo se identificó con las ideas de Avila. Cuando los colonos desprendidos de la Colum­na de Marcha llegaron al Ariari, Avila y Veneno los recibieron con los brazos abiertos. Se selló entonces una alianza que perdura hasta el momento. La autodefensa aportó su capacidad organizativa y unos principios ideológicos nada espontáneos; Plinio, las armas que no habían entregado y la experiencia en la guerra del Llano. Unos años después, Luis Morantes, hoy Jacobo Arenas, y el finado Rafael Reyes, fundan el Sindicato Agrario del Alto Ariari.

Durante estos mismos años, en el Ariari medio, la incipiente colonización del 53 se había convulsionado. El gobierno, después de una ayuda superficial, abandonó la región, que entre 1955 y 1962 conoció uno de los procesos migrato­rios más fuertes del país. En efecto, la pacificación y la lucha contra el bandoleris­mo, la expansión de la gran hacienda de las regiones azotadas por la violencia crearon una inmensa población flotante que a partir de 1955 emigró hacia el Llano, pero sobre todo hacia el Ariari, trasladando allí todos sus vicios y pasiones. Los colonos asentados recibieron a los recién llegados en las espuelas y éstos a su vez, acostumbrados al pillaje y al asesinato, cayeron sobre los primeros a sangre y fuego. Las autoridades miraban desde lejos la dramática situación y se alzaron de hombros. Los antiguos capitanes eran impotentes para controlar la situación por cuanto carecían de armas y puesto que los recién llegados no los reconocían como autoridades. Pero la situación se tornó día a día más peligrosa hasta que intervino Guadalupe, quien nombró como "pacificador" a Bernardo Giraldo, que en pocos meses sometió a los violentos y limpió la zona12. El

12. Molano, A., op. cit.

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gobierno, a instancias del liberalismo, decidió entonces intervenir para evitar nuevos desbordamientos. El doctor Alberto Lleras inaugura en 1959 el primer plan de Rehabilitación Nacional y la Caja Agraria es la encargada de llevarlo a cabo13.

1.5 El. PRIMER PLAN DE REHABILITACIÓN, 1959-1962

El programa de Rehabilitación Nacional se inauguró en febrero de 1959 y en octubre del mismo año la Caja recibió 79.000 hectáreas para distribuir y titular, situadas en la ribera derecha del Río Ariari sobre el camino a San Juan. Nacieron así las parcelaciones del Avichure y Canaguaro, donde se instalaron 421 familias, que sumadas a las 171 que ya estaban asentadas, sumaban un total de 3.000 personas, sobre una superficie de 18.700 hectáreas (35 ha. por parcela). Los créditos durante los dos primeros años llegaron a sumar $3.000.000 y se constru­yeron un centenar de kilómetros de trocha, varios puestos de salud, comisariatos, escuelas, depósitos para las cosechas y locales administrativos. Con todo, el programa se desplomó a finales de 1961, y en 1967 de los viejos colonos sólo subsistían apenas unos diez14.

Las causas del fracaso fueron varias, como puso de manifiesto un estudio realizado por el Incora en 1967:

" 1 . La casi totalidad de colonos no tenían tradición agrícola, sino que eran zapateros, herreros, carpinteros, sastres, un aviador castigado y gentes de las más diversas ocupaciones.

2. El consumo de los créditos de subsistencia e inversión se gastó en bebidas o artículos suntuarios. El crédito nacional de $2.000 fue ampliado a $ 12.000 sin mayores resultados.

3. La falta de caminos o carreteables y el continuo abandono de parce­las..."15.

Como se ha visto, la segunda ola de violencia está asociada íntimamente con el poblamiento del Ariari y en buena medida determinó el rumbo del proceso. En el piedemonte de La Uribe a Medellín del Ariari se desarrolló una colonización basada en la autodefensa armada con un alto grado de cohesión ideológica y de organización social. En el Ariari medio el carácter de la colonización dirigida terminó en el fracaso. Al oriente de Granada, en territorio de Aljure, las formas tradicionales de explotación ganadera se conservaron y la colonización agrícola

13. Ver: INCORA. Colonización de los Ríos Duda y Guayabero, 1972. 14. Bonilla, Víctor Daniel. La colonización del Meta y sus problemas. El Proyecto Meta. lc

sept. de 1967. INCORA. Mimeógrafo. Archivo ¡NCORA, págs. 28 y 29. 15. Ibidem, pág. 30.

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apenas se insinuaba en los márgenes del río, ligada a la economía del tigrilleo y la pesca.

En este cuadro general, la colonización de Cubarral constituye una impor­tante excepción.

1.6 LA COLONIZACIÓN SOCIAL AGRARIA, 1962-1970

El fracaso de los planes de la Caja Agraria y la necesidad de expandir la frontera agrícola, tema éste que se puso de moda por aquellos años, lleva al gobierno, armado con la Ley 136 de 1961, a intervenir la colonización del Ariari. Esta región, a decir de Brucher, constituye la mejor tierra para agricultura que puede encontrarse en el piedemonte oriental". Hacia 1964, fecha en la que el Incora inauguró el programa, Granada tenía unos 5.683 habitantes, y la región en su conjunto unos 23.000n. El 30% eran del Tolima, el 20% de Caldas, el 16% de Cundinamarca y el 15% del Valle, es decir de los departamentos más azotados por la violencia.

El proyecto Meta I arrancó en julio de 1964 y comprendió los municipios de Acacias, Guamal, San Luis de Cubarral, Norte de Granada, San Martín y Fuente de Oro. En noviembre del mismo año se amplió a todo el municipio de Granada.

El Incora tuvo desde el comienzo muchos enemigos y no contó con el total apoyo de los colonos. De un lado, las zonas conservadoras del Alto Ariari tildaron las actividades del instituto de comunistas, y de otro, los caudillos locales, Giraldo, Murillo y Aljure, vieron en la acción del Estado una estrategia para desplazarlos. Con todo, poco a poco la resistencia de unos y otros fue cediendo, y el proyecto se abrió paso. No sucedió lo mismo con los colonos del Ariari medio y bajo que desconfiaron desde el principio de un nuevo programa de colonización, teniendo como tenían a la vista el fracaso de la Caja en el 59. Por lo demás, el mismo gobierno definió el plan como una "ayuda a los colonos mediante la titulación de propiedades, la construcción de vías de instalaciones indispensables para el desarrollo de la zona; la organización de servicios asisten-ctales y técnicos; la financiación de cosechas, y ei respeto a ia Reserva i orestai ue La Macarena"18. Posteriormente, ante los conflictos surgidos entre campesinos y grandes propietarios, se dictó la resolución No. 10, facultando al proyecto para "modificar la estructura de la propiedad rústica, mediante la formación de unidades agrícolas familiares"19. En 1969, la resolución No. 3.943, definió como

16. Brucher, Wolfarg. "La colonización de la selva pluvial en el piedemonte amazónico de Colombia. Estudios geográficos de Tubingía". Instituto Agustín Codazzi. Bogotá, 1974. Mimeógra-fo.

17. Ibidem, Tabla 7. 18. Citado por Bonilla, op. cit., págs. 37 y 43. 19. Ibidem, p. 43.

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área del proyecto la totalidad del departamento del Meta y destacó a San Martín como sede. En este mismo año el Incora suscribió un contrato con el B1D por 4.300.000 dólares para llevar a cabo sus programas20. En cuanto a colonización, el proyecto de Incora definió tres zonas: Ariari-Güejar, compuesta por 631.500 hectáreas al sur del Río Güejar y hacia las estribaciones de la serranía de La Macarena, El Retorno, en el Vaupés, y la Región de Planas en el Vichada. Se distinguieron por entonces dos actividades prioritarias del Incora en la región: de una parte, el proyecto de colonización dirigida en el Ariari-Güejar en una zona selvática, y de otra, el apoyo a la colonización existente.

El proyecto del Ariari-Güejar, aprobado en 1965, no se inició sino hasta 1967, "cuando las vegas del Güejar ya estaban comenzando a poblarse de colonos espontáneos"21. El plan consistió en abrir el área de colonización tomando como límite superior (noroccidental) la carretera que va de Granada a San Juan de Arama, y como límite inferior (sureste) el Río Güejar. Entre estos dos puntos se construyó una carretera que constituyó el eje de la colonización, y a partir del cual se adjudicaron tres tipos de parcelas: unidades de 50 hectáreas, destinadas a los colonos que habían fracasado con la Caja Agraria entre 1959 y 1962; unidades de 100 hectáreas, para ser distribuidas preferencialmente a cam­pesinos del interior que tuvieran experiencia en agricultura mecanizada; y unida­des de 200 hectáreas para ganadería. En las primeras y en las segundas se lograron asentar 158 familias, generándose un conflicto entre los primeros colonos espontáneos y los nuevos colonos protegidos por el Incora. La adjudica­ción de parcelas fue respaldada por créditos dirigidos para financiar la siembra de palma africana, caucho, teka y cacao, además de los cultivos tradicionales de arroz, maíz, yuca y plátano. El proyecto inauguró también una granja experi­mental para divulgar conocimientos técnicos y aumentar la productividad. La salud y la educación, recibieron —dice un informe—, especial atención, por medio del programa coordinado de salud oral y del centro de capacitación campesina "Los Naranjos"22. Financiadas por el BID, se construyeron 150 kilómetros de carreteras.

No es posible establecer con precisión todos los desarrollos y vicisitudes de este proyecto, que el Incora comenzó a dejar de lado, por "dificultades financie­ras" hacia 197423. Pero un balance claro y contundente se deduce de la siguiente evaluación hecha por una comisión del Incora que visitó el proyecto en 197224:

"Es indudable que las obras han servido de estímulo para incrementar favorablemente la producción agrícola de la zona, una de las pocas con que cuenta el departamento con mejores suelos, pero se puede advertir que los

20. INCORA. Resolución No. 0010 del 15 de febrero de 1966. 21. Brucher, p. 221. También: INCORA. Proyecto Sarare-Ariari-Güejar, 1978. 22. Proyecto Meta 1. 23. La colonización de Colombia, p. 136. 24. Meta 1, p. 2.

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beneficios finales no serán recibidos por campesinos originalmente asentados, quienes están siendo desplazados por empresarios medianos y grandes, fenóme­nos que pueden justificarse por las siguientes causas:

1. La valorización de las tierras determinadas por su relativa civilización y especialmente por las vías que desembotellan la región.

2. La falta de capital y tecnología suministrada oportunamente a los peque­ños colonos, quienes en su mayoría siguen practicando los métodos de la agricultura tradicional.

3. La falta de una reglamentación de ocupación de tierras que impida, al menos por algún tiempo, la negociación libre de ellas.

4. Esta falta de reglamento y de una política consistente para prestación de servicios a los verdaderos sujetos de nuestros programas permite que, paralela­mente a la concentración, se produzca la minifundización, por cuanto al área están llegando continuamente familias del interior que prefieren adquirir un pequeño lote a desplegarse a regiones más alejadas".

Esta conclusión, extraordinariamente clara, sintetiza las tendencias del programa del Ariari y reafirma una vez más el hecho de que la colonización campesina estaba condenada a servir de base para la expansión de la empresa agropecuaria.

Así, los programas apoyados por el Estado, en el Ariari no sólo no lograron impedir la descomposición del campesinado, sino que, por el contrarióla acelera­ron. El crédito, las vías y las mejores condiciones sanitarias, permitieron incre­mentar el ritmo de adecuación de tierras, pero como el apoyo fue limitado, la bancarrota se abrió camino necesariamente dando oportunidad al ingreso del contingente empresarial, que entró inmediatamente a ser impulsado por los progamas oficiales. Tanto fue así que las tensiones ocasionadas por este proceso de desplazamiento y substitución' fueron aliviadas con la apertura de un nuevo epicentro de colonización más lejano, que atrajo a los colonos que habían fracasado. El proyecto Ariari-Güejar estuvo diseñado específicamente para "fomentar la formación de los antiguas colonos designados por la Caja Agraria en colonos espontáneos"25,

Ahora bien, otra actividad del proyecto Meta se orientó a atenuar el desequilibrio en la distribución de la propiedad y a atender todos los problemas legales que ello implicaba; a instrumentar programas de crédito para fomentar el desarrollo agropecuario de pequeños y medianos propietarios, y a estimular el cooperativismo, tanto en el área de mercadeo, por medio de la cooperativa agropecuaria de los Llanos —filial de Incora—, como en la de producción, mediante las empresas comunitarias.

25. Meta 1, p. 21,

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La institución encontró en 1964 una distribución de la propiedad en extremo delicada. Según el catastro en el Ariari, el 37% de los predios eran menores de 10 hectáreas y apenas ocupaban el 4% de la superficie; mientras que el 18% de los predios tenía más de 100 hectáreas y ocupaban el 94% del área catastral. El número de haciendas mayores de 5.000 ha., que representaba el 1.5% de las propiedades pero controlaban el 57% de la superficie total26.

Hay que recordar que en 1971, es decir en un período de 20 años contados a partir de la fecha en que la región del Ariari era completamente baldía, la distribución de la propiedad presentaba el siguiente perfil: en Granada el número de predios menores de 10 hectáreas constituían el 38%, y el número de más de 50 hectáreas el 7%; en Fuente de Oro, los primeros representaban el 21% y los segundos el 49%; en Puerto Lleras, los menores de 10 ha. eran el 3% y los mayores de 500 ha. el 65%27.

Ante esta situación, el Incora diseñó un programa de adquisición de tierras, clarificación de títulos y adjudicación de baldíos y distribución de créditos. Por medio del primer procedimiento logró adquirir en todo el departamento 88.800 has. hasta 1972, de las cuales 15.500 las había obtenido por compra, 50.000 por cesión y el resto por extinción de dominio. En el Ariari había unas 5.000 hectáreas, contando un predio de 3.500 en Vistahermosa y, por extinción de dominio, había adquirido unas 15.000 has28. La clarificación de títulos se redujo al estudio de 18 procedimientos con un área total de 10.000 ha.

Para la distribución de créditos, el área del proyecto fue dividida en 14 zonas con programas específicos destinados fundamentalmente a fomentar el cultivo del cacao y la ganadería. En 1971 se habían beneficiado en el primer aspecto 2.700 familias con un monto total de 90 millones de pesos, de los cuales 80 millones habían sido distribuidos como créditos supervisados. En el Ariari correspondieron unos 30 millones de esta modalidad repartidos en 1.200 fami­lias. A la ganadería fueron destinados 21 millones de pesos para comprar 12.000 reses, de los cuales al Ariari le correspondieron 9 millones, sin contar Arama, es decir, más del 45%29.

La cooperativa agropecuaria del Llano tenía en 1971, 1.400 socios con un capital aportado por ellos de 1.000.000 y un volumen de ventas de 2.5 millones, de los cuales 2.3 millones se movían bajo el rubro de provisión agrícola30.

En aquella época existían 9 empresas comunitarias en el proyecto, compues­to por 192 familias, una extensión de 27.000 hectáreas y un crédito otorgado de 4.700.000 pesos. En el Ariari se había financiado la "Empresa Ganadería Texas" en Puerto Lleras con 1.900 hectáreas, adjudicados a 6 familias con un crédito

26. Meta 1, p. 21. 27. Meta, p. 21. 28. Ibid, p. 39 ss. 29. Ibidem, p. 46. 30. INCORA, Colonización del Ariari.

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total de 440.000 pesos: 341.000 pesos para ganadería y 10.000 para vivienda. Según el Incora esta empresa estaba compuesta por "minifundistas, de la región que habían perdido sus haberes" pero, agrega, "ha sido difícil de llenar el cupo de socios establecido".

El mismo informe dice que en 1972 "el estado líquido de ganancias a repartir era de 37.500 pesos, lo que implicaba un jornal de 63 pesos, muy superior al de 25 pesos que se paga en la zona"31.

Lo anterior permite concluir que las realizaciones del Incora en el Meta fueron más bien tímidas, si se tiene en cuenta la envergadura de los problemas; pero también que parte muy importante del esfuerzo se dirigió hacia el Ariari, No obstante, aquí vemos repetirse la tendencia general observada:

"En esta región de antigua colonización de la Caja Agraria se está ocasio­nando un fenómeno consistente en la concentración de la tierra en los empresarios que están llegando con maquinaria, capital y tecnología, desplazando a los antiguos y verdaderos colonos"32.

El estudio realizado por IICA-CIRA sobre la colonización en Colombia llega a una conclusión muy similar:

"Podemos concluir que la migración en las colonizaciones debe verse como un proceso a largo plazo. Sin embargo, se observan ya algunas tendencias.

a) Se nota el desplazamiento del colono raso por el comerciante o el hacendado una vez que se han adecuado tierras y existe infraestructura.

b) Algunas zonas (Caquetá - Putumayo) y especialmente el Ariari, presen­tan la división de la propiedad y un inicio paralelo de la concentración de ésta"33.

2. COLONIZACIÓN DE LA RESERVA

2.1 LA MACARENA

La localidad de La Macarena fue erigida municipio a raíz de la creación del Departamento del Caquetá porque los políticos del Meta temían que con esta medida la región fuera anexada poco a poco a la nueva unidad administrativa. Antes de ser municipio, La Macarena fue inspección de policía de Vistahermosa

31. Meta I, p. 45. 32. Ibid, p. 77.

33. Incora-Ica: "La colonización en Colombia, una evaluación de un proceso". Bogotá, 1974. Mimeógrafo. Diez tomos, pág. 93

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y, antes aún, había sido corregimiento de San Juan de Arama. Pero económica­mente hablando, La Macarena era —y es aún— una prolongación de la econo­mía del Caquetá.

Hacia los años 50-51 se fortaleció el poblamiento de San Vicente del Caguán con gente que venía perseguida en la cordillera, sobre todo de las regiones del Pato y de Balsillas. Nuevamente, eran liberales que los conservadores expulsaron de sus tierras y que se agregaron a otro movimiento migratorio que tuvo su centro en Algeciras. Pero en San Vicente no encontraron la paz. Un día el ejército, que a la sazón cumplía misiones partidistas, encerró a los liberales en el matadero del pueblo y los amenazó con ejecutarlos si no desocupaban la locali­dad. Fue así que algunos liberales se dirigieron con sus familias hacia el Yarí y otros llegaron a las vegas del Guayabero. Este grupo, compuesto por dos o tres familias, encontró construida una pista que había pertenecido a la compañía Shell y antes a la Tropical Oil Company, y en sus cercanías se fundó. Vivieron durante unos años de la caza y la pesca, del cultivo de la yuca y del plátano, y establecieron relaciones con una comunidad indígena guayabera que por aque­llos años tenía asiento cerca del Alto Raudal.

Con la amnistía decretada por Rojas Pinilla en el año 53 llegaron nuevas familias procedentes también de San Vicente. Se dice que el ejército las había "desterrado" del Caquetá y que llegaron buscando, como sus predecesores, "paz y modo de trabajar". La región en ese entonces producía muy poco y las relaciones comerciales con San Vicente eran muy débiles. Prácticamente la gente sobrevivía. Pero hacia los años 55 ó 56 sucedieron dos hechos que cambiaron de raíz la situación.

El primero estuvo asociado al nombre de Hernando Palma, que había sido soldado de Guadalupe Salcedo y luego, integrante del grupo de Dumar Aljure. Era un hombre veleidoso y ambicioso. Siendo lugarteniente de Aljure incendió a San José del Guaviare y se estableció en el Bajo Raudal, donde un día lo sorprendió la amnistía. Entró en conflicto con los comandantes guerrilleros y se dedicó al pillaje. Cambió entonces de base y se "ranchó" en La Rompida, aguas arriba del Raudal, también sobre el Río Guayabero. De allí tuvo que salir porque asesinó a toda una comunidad indígena alegando que lo habían querido envene­nar. Se trasladó con sus secuaces a La Cristalina, muy cerca de La Macarena, donde estableció un pequeño, pero brutal, imperio. Tanto a los colonos como a los indígenas les cobraba un tributo en especie con el que alimentaba su gente y comerciaba, pues parte de las contribuciones debía ser pagada en pescado seco. Poco a poco fue ampliando sus negocios hacia el Yarí, una región de coloniza­ción campesina ganadera, pero a diferencia de lo que hacía en el Guayabero se dedicó simplemente al abigeato.

Por aquellos días el ejército temía una incursión de Dumar Aljure y el capitán de la base del Caguán, conocedor del conflicto entre los antiguos guerrilleros, optó por apoyarse en Palma para defenderse de Aljure. A cambio de esta colaboración permitió al primero no sólo el negocio con el ganado sino que

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poco a poco se convirtió en el principal comprador de los semovientes que Palma se robaba. Esta alianza afianzó el poder social y económico del bandolero. Pero un día los colonos se cansaron de las contribuciones y del despotismo de Palma y lo asesinaron en su sede de La Cristalina.

Quizá por los mismos días sucedió el segundo hecho de importancia. Una tarde los colonos vieron cómo una avioneta se destrozaba contra una peña de La Macarena. A los pocos días vieron sobrevolar otra buscando a la primera, que aterrizó en la pista abandonada por la Shell. La piloteaba un italiano llamado Aldo Leonardo, a quien le gustó el sitio y analizando la disposición tributaria de los colonos comenzó a cambiarles pescado seco y cueros de tigrillo, perro de agua y caimán por sal, cigarrillos y aguardiente. El negocio debió ser muy lucrativo porque a los pocos días llegó con otro extranjero, Tomy Thompson. Thompson era un piloto norteamericano que había luchado en la segunda guerra mundial y que en Colombia había establecido un negocio de compra de cacao a lo largo de Guaviare con los hermanos Schmidt. Esta compañía compraba cacao silvestre y llegó a sembrar un extenso cacaotal al margen del Río Güejar.

Tomy Thompson no encontró cacao en La Macarena pero en cambio dedujo otras posibilidades económicas de la región. Estableció un refugio para cazadores y pescadores, mandó construir ranchos para albergar a sus clientes, instaló planta de luz eléctrica, limpió y reconstruyó la pista y a los pocos meses trajo a los primeros turistas desde Miami. Nació así El Refugio. El negocio prosperó rápidamente. Cada tres o cuatro meses desembarcaban de un DC-3, 25 aficionados a la cacería y a la pesca. Thompson les tenía organizado un conjunto de actividades que iban desde los concursos de tiro al animal mayor, hasta el juego de naipes y la ruleta. Todo lo que sus clientes consumían, incluyendo el agua, era traído de los Estados Unidos, pero aún así, a los nativos algo les tocaba como guías, constructores de ranchos, pilotos de embarcaciones. Alrededor de las instalaciones de Thompson se fue formando el pueblo, atrayendo colonos de San Vicente y de San José del Guaviare.

Por esta misma época, la Fuerza Aérea Colombiana descubrió que El Refugio podía convertirse en un centro de acopio importante de pescado seco y plátano para sus bases. Y así, tomando el esquema de Aldo Leonardo, estableció un puesto de compra. El DC-3 de la Fac llegaba cada 15 días a comprar pescado seco, plátano y marranos con dinero constante y sonante, lo que constituyó una verdadera innovación económica puesto que hasta ese entonces solo se usaba el trueque. Coincidió este negocio con una política de apoyo a la colonización por parte de las Fuerzas Armadas y del Gobierno Nacional. En el avión llegaban entonces generalmente no sólo pilotos sino colonos que la Fac trasladaba gratuitamente al Refugio para que iniciaran su vida económica.

El foco de colonización del Refugio era prácticamente un enclave sostenido por la Fac y animado por las partidas de caza y pesca de Mr. Thompson. Su relación con San Vicente del Caguán era débil, no solo por la distancia sino porque los colonos nuevos no tenían familiaridad ni nexos con esa región. Fue,

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sin embargo, una época de prosperidad relativa debido a que la Fac pagaba a precios aceptables el plátano, el pescado y los cerdos que eran los productos que la institución demandaba. Cada 15 dias salía un avión repleto de marranos o de pescado seco o de plátano y traía nuevos fundadores. Se abrieron las Vegas del Guayabero hacia El Lozada y hacia lo que se llama hoy La Catalina. En 1960 se construyó la iglesia, y, la C.V.M., poco después convertida en Inderena, inauguró su sede. Al tiempo El Refugio se convierte en La Macarena, como inspección de policía de San Juan de Arama.

2.2 LA INVASIÓN A LA RESERVA

Como se ha visto, los programas de colonización dirigidos por el Estado en el Ariari fracasaron uno tras otro. Cada fracaso significó la expulsión de los colonos campesinos y la ocupación de sus tierras por parte de empresarios agrícolas o ganaderos, y, por tanto, la expansión de la frontera. Se abrieron dos rutas de colonización a partir de Granada. Una buscó la región de La Macarena, tomando como epicentro los llanos de San Juan de Arama y otra, siguiendo el curso del Ariari y la antigua trocha de la Rubber, se prolongó hacia el suroriente.

Los colonos que habían fracasado y que tomaron la ruta de San Juan de Arama contaron desde el comienzo con el apoyo y orientación del Sindicato de Pequeños Agricultores que tenía sede en Medellín del Ariari. En realidad fue un movimiento social que se inició a instancias de la consigna "la tierra es para quien la trabaja", que por aquellos días agitaban las organizaciones campesinas. En desarrollo de estas consignas los colonos invadieron no menos de siete grandes hatos en ¡a zona, incluyendo el Hato de La Macarena, de Napoleón Gaitán y sucesores, el Hato Talanqueras y el Hato Texas, que en conjunto sumaban unos de 80.000 hectáreas, cuyos títulos no eran suficientemente claros.

No obstante, el gobierno reacciona a favor de los propietarios y a la vuelta de pocos meses militarizó la zona y neutralizó el movimiento. Mediante dos acciones: la primera, adquiriendo por extinción de dominio o compra de predios que luego fueron distribuidos a los colonos bajo la forma de empresas comunita­rias; y segundo, creando un nuevo programa de colonización dirigida en las márgenes del Güejar, desde el Río Sansa hasta Piñalito-como se vio. Por su lado, las luchas que tuvieron lugar alrededor de esta solución fomentaron la organiza­ción de los colonos y se constituyeron en escuela de futuros movimientos. El sindicato de pequeños agricultores salió fortalecido y enormemente prestigioso.

Por aquellos días se comenzó a formar Vistahermosa y el gobierno constru­yó la trocha que la enlaza con San Juan y las que se desprenden de este eje hacia el Güejar o que se internan en las sabanas. Fue el comienzo del proyecto del Incora-Ariari-Güejar.

Los campesinos que poblaron esta área provenían del Ariari, pero en su mayoría eran oriundos del oriente del Tolima, Sumapaz, Valle de Tenza, Guavio

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y zona plana del Valle del Río Cauca. Muchos habían sufrido la violencia en sus regiones de origen y luego, el fracaso de la colonización dirigida. Otros, la mayoría, llegaban por primera vez al Llano buscando "hacer un destino". Algunos, no más de 600 a 800 familias, fueron integradas a los programas de Reforma Agraria y los demás se vieron obligados a fundarse sin apoyo de ninguna clase. Hay que aclarar que según numerosos testimonios cuando el Incora inició su acción ya estaban intervenidas algunas zonas de la Reserva tanto en la margen derecha del Güejar como el cañón del Río Sansa. Los programas oficiales —también hay que decirlo—, contribuyeron a estimular esa ocupación en marcha y el Estado la legitimó levantando la restricción legal (Acuerdo 26, septiembre 1971).

Los programas del Incora no fueron objeto de evaluación en su hora, y por tanto se carece de fundamentos empíricos para analizarlos. Pero lo que se sabe es que a partir de 1971-72, el instituto abandonó los programas de vías, crédito y asistencia y conservó solamente la titulación de baldíos fuera del área reservada.

Entre 1965 y 1975 se colonizó el valle del Güejar medio, entre el caño La Curia y Piñalito. Vistahermosa comenzó a formarse como Centro de Servicios y punto de comercialización, lo mismo que Puerto Lucas y Maracaibo. La zona norte fue ocupada y colonizada muy rápidamente debido a la red de trochas que el Incora construyó entre la vía San Juan-Vistahermosa y el Río Güejar, y a la fertilidad natural del valle. El sindicato de pequeños agricultores del Ariari, que había organizado la lucha por la tierra en San Juan de Arama, fue un agente principalísimo en este proceso. Era esa organización la que llamaba la gente a colonizar, la que indicaba el sitio y las modalidades de ocupación, y la autoridad real que mediaba los conflictos surgidos entre ocupantes. Por lo tanto fue una colonización dirigida en cierta medida por el sindicato con apoyo del gobierno y de los partidos políticos, pues para estos no les era extraña su intención de organizar, mediante la acción oficial, una base electoral.

El proceso de ocupación fue, dada la presencia y activa participación del sindicato, singularmente ordenado y acelerado. Los predios distribuidos no pasaban cada uno de las 200 hectáreas y los colonos debían vivir con sus familias en las fincas sin excusa alguna. Si el sindicato y los vecinos observaban tendencias hacia acaparamiento o el ocio, el colono era reemplazado en el acto.

De suerte que bajo estos auspicios se abrió la región, y cuando el Incora suspendió su actividad, la colonización se hallaba ya muy avanzada y consolida­da. En cambio, en la margen izquierda pronto se notó la tendencia hacia la concentración de mejoras y hacia la formación de grandes haciendas sin que el sindicato interviniese. No sucedió lo mismo en la margen derecha, donde pomo existir la posibilidad cercana de acceder a un título de propiedad, ningún empre­sario quiso aventurarse. Más claro, a partir de los años 70, la concentración de tierra se desarrolló rápidamente en la margen derecha del Güejar y a los lados de la carretera entre San Juan y Piñalito, pero el proceso no tuvo la misma celeridad ni intensidad que en la zona reservada.

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Otra ruta de invasión a la Reserva se originó en Mesetas, pueblo que como se recordará fue fundado por agentes del Sumapaz durante la movilización de la columna de marcha. La colonización del Alto Güejar y Alto Sansa fue llevada a cabo por colonos desprendidos de ese movimiento y apoyados por él. Una punta avanzó hacia el sur por el cañón del Sansa y salió, abriendo y ocupando esas tierras, al Río Güejar. El sindicato tuvo una intervención laxa, aunque los colonos de una u otra manera estaban vinculados a las organizaciones heredadas de la columna de marcha. Quizá la presencia del sindicato no fue menor pero sí más discreta.

Las colonias más numerosas eran oriundas del occidente de Cundinamarca (Yacopí, Topaipí, La Palma), del sur del Tolima (Chaparral, Ataco, Planadas) y del oriente de Cundinamarca. Fue una colonización también muy dinámica que giró desde el principio en torno a Mesetas-La Uribe, que a la sazón estaba siendo recolonizado por el mismo movimiento.

Hay que anotar una diferencia sustancial con el proceso del medio Güejar: los colonos de Mesetas no tuvieron la experiencia'del fracaso del Ariari, lo que les dio desde el comienzo una mirada más ingenua y un horizonte más modesto.

Una tercera ruta de colonización de La Macarena se originó también en el fracaso del Ariari. Un contingente numeroso de campesinos se dirigió hacia el sureste siguiendo la trocha de La Rubber y el curso del río hacia el Guayabero. En 1954 se fundó Puerto Sáenz, hoy Puerto Lleras, y en 1965 Puerto Rico.

Era también una colonización campesina que avanzaba entre el río y la zona de Sabana-Serranía, por una región de vegas y rebalses fértiles que tenía demás el apoyo de la trocha Granada-Concordia. El puente sobre el Río Ariari debió desestimular esta ruta no obstante la existencia de la trocha.

La diferencia con la colonización de Vistahermosa fue que esta se desarrolló tanto al margen del apoyo oficial como del alcance del sindicato. Fue pues totalmente espontánea, si se exceptúa el contingente que se fundó inicialmente en Avichure y que, luego de su fracaso, continuó río abajo.

Las vegas del Ariari medio, entre Fuente de Oro y Puerto Rico, fueron explotados desde el comienzo con arroz, y los ingresos de los colonos comple­mentados con la pesca. Sin embargo, a partir de 1970, este movimiento entró en crisis y los capitales ganaderos de la Serranía auxiliados por los de la empresa agrícola comercial, que para la fecha estaba ya consolidada en Granada, comen­zaron a presionar y expulsar a los colonos, y la concentración de mejoras se generalizó. Este hecho determinó la bifurcación del movimiento: una punta se dirigió de Puerto Rico por el Güejar agua arriba hasta encontrar la otra punta del proceso de colonización que ya bajaba desde Piñalito. Otro sector continuó aguas abajo por el Ariari hasta Concordia y se sumó a la tendencia que había iniciado, desde San José, la ocupación de las Vegas del Guaviare y que hacia 1970 pasaba ya el Raudal del Guayabero.

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El primer eje, que era en realidad un circuito, partía del puente del Ariari hasta la desembocadura del Güejar y luego se prolongaba por el este hasta la carretera Piñalito-San Juan de Arama.

Este circuito de colonización, contó además de las facilidades relativas de transporte marginales con un eje interno: el Caño Cunimia. En su conjunto era una zona de alta fertilidad, por cuanto los ríos rebalsaban con regularidad, dando oportunidad a una agricultura arrocera con alguna perspectiva económi­ca. De otro lado, sólo en Avichure y en la región de Vistahermosa hubo presencia tanto del Sindicato como del Estado, el resto de la colonización fue espontánea, aunque presionada por el avance empresarial de Granada y la expansión ganade­ra de la Serranía. La dinámica creada por este circuito se prolongó sobre la Reserva, margen derecha del Güejar, y sus vegas fueron poco a poco desmonta­das, aunque únicamente en las partes planas de vocación arrocera.

Por último, estaba el eje San José, el Raudal, La Macarena. Esta ruta tuvo como epicentro a San José del Guaviare y comenzó como una forma de solventar el problema de desempleo en que quedaron los caucheros a raíz de la salida de la Rubber. Los antiguos "siringeros", contratistas, trabajadores y comerciantes se dedicaron, a partir de los años 50, al tigrilleo y a la pesca en el Alto Guaviare y bajos Guayabero y Ariari. Así se exploró esta zona. Hacia 1960el mejoramiento de la trocha Concordia-Calamar y los programas del Incora en El Retorno, estimularon la colonización de la región en su conjunto y una avanzada remontó el Guaviare primero y luego el Guayabero, hasta el Raudal, sumándose a la colonización, que ya por aquella época bajaba desde La Macarena.

Aventurarse arriba del Raudal no debió ser cosa fácil, sobre todo si se tenía una perspectiva comercial; por ello tenemos la impresión que la mayoría de los colonos que lo hicieron tenían la necesidad imperiosa de proteger su identidad: Al Raudal comenzaron a llegar gentes de Magdalena Medio que habían sido expulsados por los enfrentamientos entre la guerrilla y el ejército en los años 70-75, gentes de Anorí o de San Vicente de Chucurí, otros de Yacopí y no pocos del sur del Tolima y parte del Cauca, donde por aquellos años se llevaba a cabo una operación militar de envergadura. También llegaron sindicalistas del Valle del Cauca y colonos expulsados por la expansión empresarial en las zonas de Acacias y Granada. Este fue pues el contingente principal que no pasaba de unas 20 ó 30 familias o colonos sueltos, que ocuparon tanto la margen izquierda como derecha del Guayabero y que dependían comercialmente de San José, puesto que la avanzada de colonización no subió más arriba de lo que hoy es Puerto Nuevo, y todavía la punta que bajó después de La Macarena llegaba apenas a La Catalina.

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3. LA COCA

A mediados de la década del setenta llegan, una tras otra, la marihuana y la coca. En honor a la verdad, la región no tenía una gran tradición de cultivos ni de trá­fico ilícitos. Por el Guaviare entraban desde Venezuela y de Brasil pequeños ma­tutes de armas y de relojes; del Guayabero, durante la época de la Siringa, se sa­caban amarrados los indígenas para las Gaucherías de la Casa Arana; en la colonia penal de Acacias, en una esquina, se llegó a cultivar marihuana por parte de los penados; y las tribus que habitaban la zona sembraban el hayo. Eso era todo. No había, pues, una cultura que pudiera explicar la rapidez y la envergadura que revistió el fenómeno.

Se dice que hacia 1974-75 se trajeron de la Sierra Nevada las nuevas semillas de marihuana y que se plantaron con éxito en las cercanías de Vistahermosa. Algunos traficantes con experiencia comenzaron a interesarse en el negocio en sociedad con traficantes costeños. Eran cultivos extensos, mantenidos en secreto y manejados con gran sigilo. Los colonos observaban curiosos pero discretos el experimento.

Cuando en la costa el negocio se puso difícil, los Llanos surgieron como una alternativa, y en Vistahermosa comenzaron a regalarse semillas, a impartirse instrucciones técnicas y a darse pequeños créditos para sembrar la yerba. Fue un plan deliberado, orientado a sustituir a la costa como productora.

Inicialmente el proyecto tuvo éxito. En Vistahermosa y en las márgenes del Güejar los cultivos se desarrollaron aceleradamente por cuanto los beneficios tangibles eran inocultables. Los colonos aprendieron en un dos por tres todas las técnicas relacionadas con la siembra, el embalaje y el transporte. De Vistahermo­sa salían los aviones repletos de yerba hacia el exterior, y, aunque existía un gran monopolio en la compra, los beneficios eran extraordinarios. Por el Güejar, se dice, bajó el Ariari y el Guaviare: pasó al Unilla y al Itilla, bajó al Vaupés y subió por el Guayabero. La onda se amplificó abarcando regiones cada vez más distantes y menos pobladas. Este efecto sólo puede ser explicado por las condi­ciones económicas en que vivían los colonos y por el abandono casi absoluto por parte del Estado. La marihuana les permitía coronar en una sola cosecha lo que no habían podido hacer durante toda su vida con el maíz, el arroz, el plátano, los cerdos. El efecto de demostración económica convenció a todos los colonos sin distinciones de credo religioso o político, tradición cultural, origen regional o nivel económico alcanzado. Sobre este último punto vale decir que en el momen­to del "boom" había dos tipos de colonos: en la periferia, el pionero, el colono profesional que derribaba la selva; y más al centro, el colono en descomposición, en crisis. Para unos y otros, la yerba cayó del cielo. Los progresos en el consumo —y por tanto en el comercio local— ya se comenzaban a sentir cuando la marihuana entró en crisis. Fue un ensayo general que se frustró, es cierto, pero que preparó y dispuso a la gente para el cultivo de la coca, que vino casi inmediatamente.

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Llegó a La Libertad, un punto situado entre El Retorno y Calamar, donde un grupo de esmeralderos adinerado inició el nuevo experimento. Al principio los narcotraficantes en ciernes —con toda la experiencia del comercio ilícito de gemas y toda la tradición de la violencia de la zona esmeraldífera —quisieron controlar el negocio de arriba a abajo. Es decir, comenzaron haciendo extensas plantaciones, cuidadas por hombres armados, que utilizaban mano de obra local mal paga, un grupo especializado hacía la química y así el producto salía por avión hacia Villavicencio o Bogotá. Pero un negocio de tan enormes ganancias no podía impedir la competencia, y ésta llegó pronto, y con ella el secreto se rompió poco a poco, y los colonos "se pillaron el cuento". Al poco tiempo las semillas o los esquejes eran vendidos públicamente y el negocio se hizo popular. La gente había quedado "iniciada" con la marihuana, así que la nueva semilla cayó en un surco fértil y preparado de antemano. Pero a diferencia de la yerba, que bajó por los ríos, la coca subió por ellos: de La Libertad a San José, de San José a Puerto Rico y a La Macarena. El epicentro de la bonanza fue sin embargo San José del Guaviare. Allí llegaban la mayoría de insumos y salía la mayoría de mercancía. Luego la onda se amplió al Caquetá, al Vaupés, al Putumayo, al Vichada. Parecería como si todos los sufrimientos, privaciones y explotación a que habían sido sometidos los colonos, cobraran de golpe la revancha. ¡Y qué revancha!

En la Reserva de La Macarena la marihuana giró en torno a Vistahermosa y su efecto económico se hizo sentir sobre todo en la Llanura del Güejar, y un poco menos fuerte en el Bajo Ariari y Guayabero. La coca, por el contrario, abarcó toda la Reserva y la subordinó de una manera casi absoluta, por lo menos durante los primeros tiempos, a su lógica y a su epicentro, San José. Se exceptúa relativamente la región de Vistahermosa y Mesetas, cuyas relaciones eran más estrechas con Granada. Pero el control que movía el negocio tenía asiento en el Guaviare.

La bonanza de la coca tuvo múltiples efectos en la región, muchos de ellos contradictorios y todos de variada intensidad.

El primero fue evidentemente el demográfico. Sin lugar a dudas se puede decir que entre 1980 y 1988 la población de la Reserva se duplicó y en ocasiones —cuando los precios subían— pudo llegar a triplicarse. El Censo CES no alcanza a dar cuenta de este crecimiento porque fue realizado en una época de precios bajos y de intervención del ejército tanto en la zona del Guayabero, el Güejar como en el Ariari. Esta nueva ola de inmigración estaba compuesta por campesi­nos pobres de zonas andinas, por colonos arruinados de la misma región, por jornaleros de las áreas de agricultura comercial y, por primera vez, por desem-

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picados y rebuscadores urbanos de las más heterogéneas condiciones sociales y económicas.

Esta enorme masa de fuerza de trabajo se concentró principalmente en Vistahermosa, Puerto Rico y a lo largo del Guayabero, fundando poblaciones que hasta entonces eran discretos y solitarios atracaderos. Nacieron así el Rau­dal, La Carpa, Nueva Colombia, Cachicamo, Puerto Nuevo. En estos puntos se concentraron los servicios, el comercio y la vivienda, y de allí partió la onda que derribó la selva y multiplicó las chagras y los trabajaderos. Quizás el fenómeno más importante, desde el punto de vista de la demografía, fue el surgimiento de estos pueblos o pequeñas concentraciones a lo largo de los ríos y de las trochas principales. Dan cuenta de un ingrediente urbano, desconocido hasta entonces en la colonización campesina, y sin duda, también de una estrategia política, que evoca el viejo aforismo: gobernar es poblar. La colonización tradicionalmente campesina cobra con la coca un nuevo carácter que la vincula de una manera más directa a la vida nacional, por la gran heterogeneidad de sus componentes y por la forma de poblamiento. No eran ya campesinos aislados y solitarios sino grupos de hombres y mujeres organizados y concentrados los que llevaron a cabo este proceso.

Desde el punto de vista económico la cuestión es aún más compleja. La coca cumplió una función diferencial relacionada con la naturaleza económica de los sujetos del proceso. Para los colonos ya fundados, estuvieran en la etapa de subsistencia o en la fase de la descomposición, la coca les permitió ahorrar, capitalizar y detener o, por lo menos, diferir la crisis. Se presentaron aquí dos momentos. Uno en que el hambre y la miseria acumulada se salieron de madre y se enloquecieron en un consumo desenfrenado que malbarató la oportunidad del colono. No así la de los pequeños y grandes comerciantes que capitalizaron y ampliaron sus negocios al ritmo en que los colonos dilapidaban su dinero. No capitalizó el colono pero sí el comerciante. Muchos de estos comerciantes eran a su vez empresarios agrícolas o ganaderos o comenzaron a serlo a partir de la bonanza. Centralizaron también —y de qué manera— los negociantes de coca y de insumos para el procesamiento, que de una u otra manera estaban vin­culados a los circuitos comerciales tradicionales y legales y a los círculos em­presariales y políticos. Desde este punto de vista la estructura local de poder económico y político, en las llamadas cabeceras de la colonización, como son Granada, Vistahermosa, San José, se consolidó y amplió. O sea que mediante los canales comerciales convencionales, parte del beneficio generado por la coca fue acumulado por la élite tradicional. El otro momento de la bonanza, pasado el primero de despilfarro, fue resultado de una reacción por parte del colono que vio que la coca podía no ser eterna. Vista como un fenómeno coyuntural y transitorio, el cultivo de la hoja pudo ser tomado como un medio para capitalizar. Muchos lo entendieron así a raíz del bajonazo de precios del año 83 y de la continuada presión por parte del movimiento armado que llegó hasta reglamentar las siembras, obligando a tener por cada hectárea de hoja tres

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hectáreas en comida. Estos dos hechos abrieron la posibilidad de reinvertir las ganancias ilegales en la economía legal mediante la siembra de pastos, cacao, el mejoramiento de la vivienda y la compra de ganado. Los colonos llaman a esta operación "pisar" las ganancias; es decir, amarrarlas para que no se vayan. La capitalización fue un hecho innegable. El colono pudo por primera vez producir excedentes traducibles a ganancias que, acumuladas como mejoras, se convirtie­ron en una base de control que hizo posible su reproducción ampliada. Cierto es que la variación de precios de la coca y los avalares del negocio no permitían una centralización continua ni una reproducción regular, pero con todo, muchos colonos comenzaron a transitar por el camino de la empresa agrícola.

El sector compuesto por campesinos andinos que conservaban su parcela fuera del área, en su lugar de origen, también se benefició. Utilizaban la chagra del Guayabero para producir dinero que acumulaban en la parcela Andina. Campesinos de las comarcas de Márquez, Gutiérrez, Tenza, El Tequendama, para citar sólo los casos más conocidos, tuvieron la oportunidad de sacar adelante sus economías campesinas con una inyección de dinero producido por la coca.

Esta remisión de beneficios a otras áreas fue también la regla de los jornale­ros agrícolas, desempleados urbanos y pequeños comerciantes. Los giros hechos en la Caja Agraria superaban con mucho los depósitos locales en Granada y San José. Hubo pues también una forma de ahorro sustancial en este sector que fructificó fuera de la colonización.

Hay que anotar un hecho muy importante. Los capitales amasados por comerciantes y empresarios agropecuarios en el negocio de la coca — traqueteando, dicen— no fueron reinvertidos en el área de la Reserva por cuanto esta inversión no estaba respaldada por un título de propiedad sobre la tierra. En cambio, capitales más pequeños, hechos por colonos campesinos, cuya posesión sobre la tierra les garantizaba por costumbre su disfrute, sí invirtieron dentro de la Reserva, ampliando y mejorando sus fincas. Ello, dicho sea de paso, podría contribuir a explicar los diferentes índices de concentración de tierras dentro de la Reserva y fuera de ella, sobre todo de áreas periféricas a ésta.

Las inversiones de capital se localizaron, principalmente, en el municipio de Vistahermosa y a lo largo del valle del Río Güejar. Allá la ganadería y la agricultura comercial mecanizada han tomado un gran auge induciendo, como es natural, un proceso de concentración de tierras que presiona la colonización de nuevas áreas, sobre todo hacia el occidente y hacia el sur. Es la zona más intervenida de la Reserva y donde se halla asentado el mayor número de su población.

Aunque, en menor escala, la transformación de la economía de colonización en empresa agropecuaria se ha dado también al sur del Río Güejar y en las márgenes del bajo Guayabero. En estas zonas están apareciendo ganaderías financiadas por la coca que de continuar su ritmo expansivo pondrán en grave

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peligro la zona poco intervenida o no intervenida que se ubica en la parte plana y central de la Reserva (caños Cafre y Yarumales).

Desde el punto de vista ecológico la coca ha tenido en la Reserva consecuen­cias muy contradictorias. La mata de coca se desarrolla en todos los suelos de la zona, razón por la cual hoy día los colonos que se ven presionados por la expansión ganadera o por las operaciones de orden público, se dirigen hacia las zonas más selváticas, abriendo el camino a nuevos contingentes. El cultivo de la coca no se guía pues por la fertilidad de la tierra sino más bien por la dificultad de acceso y la cobertura natural.

La coca misma, dado que es un cultivo parcelario, es decir que no se basa en la plantación, y que tiene una alta rentabilidad, no requiere de grandes extensio­nes para su producción. Tampoco parecen graves los desechos químicos que resultan del procesamiento si se comparan con los tóxicos utilizados en la agricultura moderna o con las campañas de fumigación aérea llevados a cabo por los grupos antinarcóticos.

El problema ecológico que plantea la coca es indirecto y hace referencia a la expansión de la ganadería. La coca crea las condiciones para este avance al abrirle caminos a la colonización y además financiarla. En la región de estudio este proceso, sin ser grave —si se exceptuara las zonas de Albania, Maracaibo y el Guaní—, está a punto de desencadenarse: un alza sostenida en la coca o el levantamiento de la Reserva, equivaldrían a la ganaderización del área plana.

Por último, desde el punto de vista político, es incuestionable que las guerrillas se han fortalecido a raíz del cultivo de la hoja. No porque ellas cuiden los laboratorios sino fundamentalmente porque el campesino contribuye econó­mica y socialmente a ese fortalecimiento. Hay que tener en cuenta que el movimiento armado tuvo mucho que ver con la colonización del piedemonte y con la colonización del Alto Ariari, Alto Guayabero y Lozada, y que el movi­miento agrario tuvo un papel preponderante en la colonización de Vistahermosa y El Güejar, antes de que en la zona se cosechara una hoja de marihuana o de coca. Más aún, los colonos sostenían económicamente esos movimientos a pesar de la fragilidad de su economía y estaban acostumbrados a contribuir económi­camente con ellos desde los años cincuenta. El enriquecimiento de los colonos permitió que esos aportes fueran mayores y que se ampliaran sobre la población recién llegada gracias a la autoridad indiscutible y solidaria de esos grupos políticos. Su orientación campesinista contribuye, de otro lado, a explicar el arraigo y la función que cumplen. La coca ha apuntalado a la guerrilla básica­mente porque detrás y debajo de ella hay miseria, violencia y persecución. Pero la coca, también, ha fortalecido al ejército bajo la versión paramilitar que, como se sabe, es íntegramente financiada con dineros ilícitos.

De una u otra manera la coca ha traído, aparejadas, la prosperidad de muchos v la violencia a todos.

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