La Mirada Contemplativa

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  • 7/31/2019 La Mirada Contemplativa

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    125Cuadernos de la Dispora 8 Valencia, AML, 1998

    LA M I RADA CO NTEM PL ATIVA

    U N A A N T I G UA V I S I N D E L M U N D O

    Raimon Panikkar (1)

    Mirad las aves del cielo, observad los lirios del campo, dijo elmaestro de Nazaret.

    Filsofos y telogos de todo tipo an reflexionan sobre la Causa

    y el Autor de los lirios, pero no ven los lirios. Cientficos e investi-gadores de todas las tendencias analizan los componentes o las fun-ciones de los lirios pero se olvidan de ellos. Polticos y economistas detoda clase se ocupan del uso que les podran dar. Amantes y devotoslos cortan y los ponen a los pies del altar o en el pecho de la amada.Artistas y gente corriente miran la belleza de los lirios, se esfuerzan pordescribirlos, los dibujan o al menos huelen su fraga n c i a .

    Nos han educado para hacer uso de intermediarios, para la uti-lizacin de todo, incluso de los lirios y slo somos capaces, o slonos interesa, analizar o describir como buenos periodistas, paraque, ms tarde, nosotros mismos u otros podamos sacar partido denuestros experimentos.

    A menudo pienso que, si muchos de nuestros contemporneoshubieran sido testigos de los acontecimientos de Beln o delCenculo, tendramos muchas fotos pero ninguna experiencia de

    tales acontecimientos. Los creyentes modernos an se quejan de quelos evangelistas, por ejemplo, fueran tan sobrios en sus descripcionesde la vida de Jess. San Jos tendra que haber tenido una cmara yun magnetofn escondidos. As sabramos de verdad wie eseigentlich gewesen ist (cmo sucedi aquello en realidad).

    (1)El texto es traduccin del artculo The contemplative look - an old vision ofreality, aparecido en Monastics Studies, Montreal, noviembre 1991.

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    Por regla general, los creyentes de hoy creen que el hombre losabe casi todo sobre los lirios, sobre su reproduccin, por supuesto,

    sobre la qumica de sus colores, sobre la funcin del polen, sobre sustipos y variedades, su valor de mercado, sus utilizaciones simblicas,su metamorfosis con la tierra y mucho ms.

    Pero los lirios son. No digo que estn ah, porque tambin estnaqu. No digo que eran (tal vez un poco menos contaminados enaquel tiempo en el que aquel joven rab nos recomend que losmirsemos) porque los lirios tambin sern.

    Observar los lirios no quiere decir clavar la mirada en ellos aquo all, ahora, antes o despus. Conocer los lirios es ms que situarlosen el espacio y el tiempo o analizar sus partes y funciones. Conoceres ms que clasificar y poder predecir comportamientos.

    Precisamente, los Evangelios nos dicen que miremos (emblepsate)los pjaros, que consideremos (katanosate) los cuervos y los lirios y, denuevo, que obsevemos (katamethete) los lirios (Mt 6,26s; Lc 12,24s).

    Los tes verbos comunican el mismo significado:contemplad

    las avesy los lirios.

    Ver los pjaros en el cielo es mirarlos volar. Uno recuerda aque-llos versos de Acarya Atisa, el gran sabio budista de la tradicinMahayana del siglo XI, que dicen que un pjaro con las alas plegadasno puede lanzarse al vuelo as como un hombre que no ha desplega-do su sabidura primordial no puede contribuir al bienestar delmundo (Bodhipathapradipa35 (36)). Ver las aves es volar con ellas.

    Contemplar es la actividad holstica indivisa que ulteriormente divi-dimos en teora y prctica.

    Contemplar los lirios no es considerar su forma de crecimiento yllegar a la conclusin de que no tendramos que trabajar, ni tomarloscomo un simple ejemplo. Mirar los lirios nos puede llevar a liberar-nos de una angustia, pero verlos de verdad es todava un acto ms pri-mario. Si miramos los lirios slo para vencer la ansiedad, no los vere-

    mos de verdad. Es necesaria la calma (samatha, serenidad, quietud,

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    diran los budistas), la ausencia de ansiedad, para poder observar loslirios y mirar los pjaros.

    Ver los lirios es conocerlos de verdad -cosa que slo es posible siestamos libres no slo de prejuicios sino tambin de todo peso ennuestra mente. En un lenguaje tradicional, slo si nuestro espritu espuro, slo si est vaco, podemos saber de verdad. Slo la vacuidad(sunyata) vuelve transparentes las cosas y abre un espacio (akasa) delibertad. El Corazn de la Iluminacin es el espacio dice Santideva,otro santo budista del siglo VIII (como cita el ya mencionado Atisa).

    Conocer los lirios es tambin convertirse en lirio -pero, claro, no comouna transubstanciacin. Ya deca Aristteles: e psych panta pos, y repe-tan despus los escolsticos: anima est quodammodo omnia (el almaes, de alguna manera, todas las cosas).

    Esto no es posible si tenemos que perder nuestra identidad al con-vertirnos en una planta, aunque sea una hermosa flor. Somos msque flores, como nos recuerda el texto. No estamos hablando de unaparticipacin mstica romntica ni de una identificacin pre-lgica

    amorfa. Cuanto ms somos el otro, ms somos nosotros mismos.Amar al prjimo como a m mismo no es tratarle amablemente,como otro yo. Es evidente que no queremos dejar de ser nosotrosmismos para convertirnos en lirio. Pero, para ser de verdad nosotrosmismos, tenemos que trascender nuestro ego y volvernos tambinlirio. Esto es llegar a ser lo que (an no) somos. Este pasar por enci-ma de nuestros lmites recibe la denominacin filosfica de trascen-dencia y el nombre sencillo de amor.

    El amor est en la raz del conocimiento. ste es el descubrimientode la mayora de las tradiciones humanas. Amar es ser catapultado haciael ser amado. Sin el conocimiento, existe el peligro de la alienacin. Estono es amor verdadero. Pero conocer sin amar no es conocimiento ver-dadero. Es solamente apoderarse, aprehender, apropiarse y, en ltimotrmino, un robo, un saqueo. La Ecosofatendra que saber esto.

    Conocer verdaderamente es llegar a ser el objeto conocido sin

    dejar de ser lo que somos. Llegar a ser no es tan slo un cambio, no

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    es un movimiento desde lo que somos hacia lo que vamos a ser.L l e gar a ser es el verdadero crecimiento del ser -que es. Es el verda-

    dero ritmo de la realidad. Reflexionar sobre los lirios que crecen esdejarlos crecer tanto por dentro como por fuera, en el campo de latierra como en el campo de nuestra conciencia y en el reino divino.Para conocer los lirios es necesario estar con los lirios. Esto es laexperiencia. No necesitamos cortarlos, hacerles violencia. Esto seraun experimento.

    La experiencia es permitir que los lirios crezcan en m, la obser-

    vacin es dejarme crecer en los lirios, el experimento es explotar elcrecimiento de los lirios para un uso cualquiera al que creemos tenerderecho. La experiencia tiene que seguir los ritmos de la naturaleza;la observacin, nuestros ritmos; el experimento necesita introducir laaceleracin, romper los ritmos. No tiene tiempo para esperar.Contiene intrnsecamente el sentido de la urgencia. La vida se sientecomo una tarea urgente (de hacer algo), y no necesariamente comoun acto importante (ser).

    La visin de la Realidad es una visin que la Realidad tiene ennosotros; es llegar a ser real. Es un acto humano, participar de la pala-bra creadora, como nos recuerda el Veda (RV I. 164, 37). La visin dela Realidad no es nuestra mirada antigua o nueva sobre lo real sino lavisin que la realidad misma revela en m. Cuanto ms puro y msvaco estoy, ms clara es la visin, menos distorsionada es la imagen.Somos espejos del todo. La dignidad especfica del hombre, decanlos escolsticos cristianos, es ser capaz de especular, esto es, ser unspeculum de lo real.

    Pero el texto no se olvida de mencionarnos el contexto: los pja-ros delcielo, las flores delcampo. El cielo y el campo forman el con-texto de nuestra visin contemplativa. No hay pjaro o lirio an sich(en s mismo) ni, por supuesto, slo en m (ni siquiera per se ni quodnos). Campo y cielo son los mediadores de nuestra visin. No son inter -mediarios. Ave y cielo, lirio y campo van juntos. Y viceversa, no hay

    cielo o campo sin algo en s.

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    Una visin holstica distingue pero no separa. Esto es un resplan-dor de la realidad misma, el svayamprakasa de las tradiciones hind-

    es. La visin deja de ser una representacin objetiva o una interiori-zacin subjetiva. La visin es invisible, al igual que la luz que ilumi-na pero que es oscuridad cuando est aislada. Benditos los que hanllegado a la infinita ignorancia, dice Evagrius Ponticus, aquel otrosabio de la tradicin occidental (III Centuria, 88).

    La contemplacin no es ciega, ni tampoco una mera visin, theo - ria. Es tambin praxis. Es el edificio de ese templo desde el cual se vela Realidad. Somos espectadores, actores y autores de la Realidad -nocuando estamos solos sino cuando estamos unidos, integrados. Uncamino hacia esta integracin (el Upaya, anupaya del kasimir shai-vism) -y uno de sus resultados- es mirar las aves y los lirios.

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